Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
SDFSDSDFSD
SDFSDSDFSD
Cabe resaltar que no está demás nombrar los diversos problemas políticos que
existían en la época contemporánea, logrando así que en cada zona del país
existan diversos tipos de culturas, desde fiestas patronales hasta ferias, pasando
por las danzas y días feriados.
El carnaval en Guatemala
Como ya es habitual en países con tradición hispánica, esta
celebración se efectúa en todo el territorio chapín.
Proveniente del latín carnem levare (abandonar la carne),
está relacionada con la Cuaresma y la costumbre de no
comer este alimento durante 40 días.
Semana Santa
La Semana Mayor se lleva a cabo cada año entre los meses
de marzo y abril. Esta celebración posterior a la Cuaresma
cuenta con varias procesiones que escenifican la muerte y
pasión de Cristo. Ya es habitual que esta conmemoración
muestre la fabricación de alfombras y cortejos fúnebres con
gente disfrazada para la ocasión.
La huelga de Dolores
Esta marcha satírica tradicional incluye una serie de
actividades que efectúan los estudiantes de la Universidad
de San Carlos cada Viernes de Dolores. Creada en 1898
como medida de presión al gobierno, sus símbolos más
importantes son La Chabela (esqueleto danzante), La Chalana (canto), el
periódico No Nos Tientes y el Desfile Bufo.
La carrera de cintas
A esta actividad también se le conoce como Juego de
Gallos y se lleva a cabo después de la ceremonia en que la
cofradía pide permiso a los santos y a la Madre Tierra. Los
jinetes usan un traje protocolar que incluye pañuelos
coloridos, cintas rojas y plumas.
9- El fiambre
Dentro de la gastronomía, este plato es uno de los más emblemáticos de la cultura
guatemalteca y se consume durante el Día de Todos los Santos (1º de
noviembre). Su creación se remonta a la época colonial, tiene un aspecto de
ensalada y puede incluir hasta 50 ingredientes diferentes.
Ser mujer indígena, que viste güipil y corte, que se moviliza entre la capital, una cabecera
departamental, una cabecera municipal y una comunidad, quien participa de algunos
espacios profesionales, me otorgan cierto discernimiento para reflexionar acerca de
cuáles han sido los avances que hemos tenido como sociedad para romper con los
circuitos de discriminación y racismo que permean nuestro cotidiano en materia de origen
étnico, género, edad y clase social.
Desde la firma de los Acuerdos de Paz en 1996 y las posterior inversión en sensibilización
por el respeto a la diversidad, los derechos de pueblos indígenas y mujeres de parte de la
cooperación internacional –aún y a pesar de estar implementando políticas para sus
propios intereses– una gran parte de la sociedad guatemalteca se vuelve a un discurso
políticamente correcto, de indios se pasa a denominar mayas y xincas a los pueblos
indígenas y aprendemos que compartimos territorio con un grupo garífuna. Sin embargo,
decir, hablar y dirigirnos en términos políticamente correctos, no han sido esfuerzos
suficientes para el rompimiento de prácticas, y actitudes discriminatorias, racistas,
machistas y explotadoras de la mano de obra de mujeres y hombres indígenas en los
diferentes niveles estructurales y económicos de la sociedad guatemalteca; siguen sin
faltar quienes llamen María o indita a una mujer indígena; las mujeres indígenas siguen
teniendo mínimas oportunidades de educación formal y son objeto de maltratos, abusos
sicológicos, físicos y sexuales en su desempeño como trabajadoras en casas particulares,
bancos, fincas, empresas privadas y/o estatales, ONGs, entre otros espacios. Para las
ciencias sociales, los pueblos indígenas siguen siendo el objeto de estudio desde una
lógica positivista, es decir, ciencias que invisten de autoridad formal a algunos sujetos
para medir e interpretar “subjetividades” concluyendo desde metodologías formalmente
correctas “ellos son” y seguir reproduciendo la incomprensión del sistema de
conocimientos de los pueblos indígenas en su relación sociedades-sociedades y
sociedad-naturaleza y, la usurpación de territorios indígenas sigue siendo una constante.
Sin embargo, en las relaciones sociales entre diferentes y desde lógicas de otredad,
mujeres y hombres indígenas son también sujetos de múltiples resistencias y mecanismos
de lucha por hacer de las diferencias una posibilidad de “nosotros somos”, más allá de
una visión sociológica-antropológica de victimas perenes de discriminación. Hay
experiencias de resistencia que nos dicen de la ruptura de la lógica discriminadores-
discriminados como única vía de relacionamiento social en el país, ejemplo de ello es la
actitud de dos compañeras integrantes de la junta municipal de Chichicastenango, cuando
comparten: “nos han querido discriminar algunos ladinos y a veces hombres indígenas,
pero no los hemos dejado, no se los hemos permitido”.