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Bajo el Cielo Estrellado

Había una vez un pequeño pueblo rodeado de exuberante vegetación y majestuosas montañas. En
el corazón de este lugar mágico vivía María, una joven apasionada por la naturaleza y un alma
curiosa. Pasaba sus días explorando los bosques, escalando colinas y observando el cielo estrellado
por las noches.

Una cálida tarde de verano, mientras María caminaba por el bosque, escuchó un suave murmullo
proveniente de un arroyo. Siguiendo el sonido, descubrió a un hermoso zorro de pelaje rojizo
bebiendo agua del arroyo. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, algo mágico sucedió. María
sintió una profunda conexión con la criatura, como si fueran almas gemelas.

El zorro, a quien María cariñosamente llamó "Rocinante", se convirtió en su fiel compañero en sus
aventuras por la naturaleza. Juntos exploraron bosques, escalaron montañas y se adentraron en
cuevas secretas. Cada día que pasaban juntos fortalecía su vínculo, y María comenzó a entender el
lenguaje de la naturaleza a través de su amigo peludo.

Mientras tanto, en el pueblo, un joven llamado Diego se había sentido atraído por María desde
que la vio por primera vez. Admiraba su pasión por la naturaleza y su espíritu independiente. Un
día, decidió unirse a una de las excursiones de María al bosque, y así comenzó su propia conexión
con la naturaleza y, sin que él lo supiera, con María.

A medida que pasaban más tiempo juntos, María y Diego se fueron conociendo. Compartieron
historias junto al fuego, rieron bajo el cielo estrellado y se cuidaron mutuamente en sus aventuras.
El amor comenzó a florecer entre ellos, como una flor silvestre que crece en el corazón del
bosque.

Un día, mientras exploraban una montaña, María, Diego y Rocinante se encontraron con un claro
mágico. El sol brillaba a través de los árboles, y una cascada cristalina se precipitaba en una piscina
natural. María, emocionada, miró a Diego y le dijo: "Este es mi lugar favorito en el mundo, y ahora,
con Rocinante y contigo, es aún más especial".

Diego, con los ojos brillantes, se arrodilló y sacó un anillo de su mochila. "María, este lugar se ha
vuelto aún más especial para mí desde que te conocí. Quiero pasar el resto de mi vida explorando
la naturaleza a tu lado. ¿Te casarías conmigo?"
Las lágrimas de felicidad llenaron los ojos de María mientras aceptaba la propuesta de Diego. La
cascada, el bosque y Rocinante fueron testigos de su amor eterno, un amor que floreció en medio
de la belleza de la naturaleza.

Los años pasaron, y María, Diego y Rocinante continuaron explorando la naturaleza juntos. Su
amor y aprecio por el mundo natural solo crecieron, y su historia de amor, como el arroyo que los
unió, fluía fuerte y constante, bajo el cielo estrellado que siempre los observaba con su brillante
luz.

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