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desperdiciaba mucho
el agua dulce.
Nuestra amiga no hizo caso y le dijo a Juana a que ella tenía mucha agua y que no tenía por qué perder su tiempo cerrando pilas de agua para
satisfacer a los demás.
Juana se fue diciendo para sí misma que su amiga no sabía lo que decía.
Después de varios días de aquella charla Doña Rosa se levantó muy temprano y fue directa al baño a tomar una buena ducha bien caliente. Lo
que nadie se imaginaba sucedió. Cuando Rosa abrió la ducha. ¡Qué sorpresa! No había ni una gotita de agua.
Nuestra amiga fue corriendo a la cocina y abrió la pila para ver si en ese lado de la casa había agua. Desgraciadamente lo único que salió de
la pila era aire y más aire.
Doña Rosa muy disgustada se puso a recordar la conversación que tuvo con Juana y cogió rápido el teléfono y llamó a su amiga para pedirle
perdón y para que ella y su hermana la ayudaran a cargar agua que era una tarea tan difícil para ella.
Más tarde llegó el plomero José y arregló el salidero y nunca más se vio un charco de agua en el suelo en casa de Rosa provocado por el
derroche de agua.
Luego, los vecinos le preguntaron a Rosa que si había aprendido la lección de que no se debe derrochar el agua para en el futuro no tener
tanto sufrimiento como esta vez y ella respondió:
-Aprendí lo importante que es el agua dulce para la vida de todas las personas.