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Moverse, me muevo, nos movemos.

Siento como me muevo, TODA YO, mi cuerpo, mi mente, mi corazón, mi respiración, cada
parte de mi se mueve en su interior y exterior cuando leo, hago ejercicio, cocino; aún cuando
parece quieto, cuando hace pausas, descansa y pienso que no tengo por dónde ir, cuando ya
no camino, me agotó y en ocasiones caigo derrotada, aún en esos espacios y silencios, me
muevo. Al mismo tiempo, sé que el mundo se mueve, la vida, la realidad, la naturaleza, la
sociedad, el tiempo, el espacio, el universo, TODO SE MUEVE.

El movimiento como una fuerza lo que aparentemente se encuentra quieto, estático,


reproducido y a la par como posibilitador de cambios y transofrmaciones forma parte de
nosotras y de la vida. En y con movimientos vamos creciendo, ocupamos distintos espacios,
construimos formas de ser y estar en el mundo. También, en y con movimientos todo se
desborda, nos apachurra y deja tiradas, pero de igual forma en y con el mismo movimiento
volvemos a levantarnos, a transitar y apropiarnos de lo nuestro, de lo que reconocemos como
posible y luchamos por ello.

Este seminario comenzó para mí en y con movimiento. Movimientos del pasado cuando
desde mi lugar a principios de año luchaba por permanecer de pie, mantener la cabeza alta
tratando de recuperar mi voz; una lucha articulada y vinculada incanzablemente con la lucha
de mujeres en la facultad. Movimiento del entonces presente cuando empezamos a transitar
la "nueva normalidad", una vida en cuarentena, encerrada y acorralada cuando no daban más
opciones que un semestre en línea, atrapada en un lugar que había dejado de llamar hogar,
con un cuerpo incapaz de retomar los movimientos a los que estaba acostumbrado.
Movimiento del futuro cuando nos preguntábamos qué pasaría durante esta cuarentena,
cuáles serían sus consecuencias, cuál su duración, un futuro que había cambiando nuestros
planes, lleno de incertidumbres, preguntas sin respuestas.

Y así, el seminario inició como un espacio en movimiento. Primero, porque este andar
continuo tomó una importancia brutal tanto en nuestras vidas como en la práctica educativa,
recuperando las nociones de sujetos políticos, subetividad-intersubjetividades, memoria
colectiva, comunidad, autonomía, autogestión, etc. Y ,segundo, porque paso a paso construía
un lugar donde estar, dónde sentirse tranquilas y seguras, quizás un espacio donde, para
muchas, por primera vez teníamos voz, una voz propia y colectiva. Nos reconocmos como
sujetas políticas, de acción, creación, construcción y decisión. Un espacio con un futuro
esperanzador.

Ahora que el seminario está finalizando siento la fuerza del movimiento que generó, siento la
fuerza en la voz de mi amigas, compañeras y hermanas, la seguridad de que otros mundos son
posibles y otros mundos donde ninguna de nosotras estará sola nuevamente, donde la
educación es transformadora, apapachadora, empática y esperanzadora.

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