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Diócesis de Lomas de Zamora

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


Proclamamos la Palabra:
Jn 3,16-18

¡Preparemos nuestro 1. Oración Inicial:


encuentro! Padre misericordioso, nos amaste tanto que nos enviaste

 Signo de la luz del a tu Hijo Jesús para salvarnos. Que el Espíritu de amor
Espíritu que nos hace nos siga haciendo conocer el misterio de un Dios que es
conocer a Dios
 Expresa el sacrificio de comunidad de amor. Te lo pedimos por Jesucristo
Jesús que nos abrió las
puertas del Reino.
nuestro Señor. Amén.
 Nos ayuda a descubrir
la voluntad del Padre.
2. ¿Qué se trae Dios hoy...?
La primera en
recibir al Espíritu Santo Para ser tenido en cuenta especialmente por el animador del
grupo. No es necesaria su lectura en la reunión.
Hoy nos queremos acercar al Misterio de un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu;
pero no para tratar de “explicarlo” con la cabeza, sino para descubrir dos cosas
en nuestra vida:

Que estamos hechos imagen y semejanza de un Dios que es relación, por lo


que no estamos hechos para la soledad.
Que nuestros anhelos profundos de relación y comunión se van a saciar
plenamente sólo en el encuentro definitivo con este Dios que es Comunidad
de Amor.
3. Proclamamos la Palabra…
Abrimos la Sagrada Escritura, buscamos Jn. 3,16-18
Una persona del grupo lee atenta y pausadamente, los demás escuchan en
silencio.
Manteniendo el silencio, cada uno lee el texto y lo medita.
Puede leerse varias veces.

4. ¿Qué hacemos ahora…?


Respondemos las preguntas y compartimos entre todos:
¿Qué gestos o palabras de la vida de Jesús me muestran que “Dios
amó tanto al mundo”?
¿Qué significa la frase “para que todo el que cree en Él no muera”?
¿Qué entendemos por “salvación”?

5. Rumiando la Palabra de Dios…


Después de haber cerrado el tiempo litúrgico de la Pascua con la fiesta de
Pentecostés la semana pasada, la Iglesia nos invita a retomar el tiempo “durante
el año” con algunas celebraciones especiales. La primera de ellas es la solemnidad
de la Santísima Trinidad.
Para muchos predicadores es un dolor de cabeza esta celebración porque piensan:
“¿cómo vamos a explicar el misterio de un Dios que es Uno pero son Tres?”. Esto
puede tener algo de verdad, porque no es posible agotar el misterio de la
intimidad de Dios. La teología cristiana con tantos siglos de desarrollo apenas si
puede decir algo sobre el Dios Trinitario.
Pero no se trata de querer EXPLICAR, sino de ENTRAR en el misterio de Dios. Es
lindo ser curioso y querer conocer más, pero tenemos que ser sinceros y saber
que podemos llegar hasta un cierto punto. Si nos cuesta terminar de conocernos a
nosotros mismos o a los que están con nosotros... ¡cuánto más nos costará
terminar de conocer a Dios! Es inagotable porque es un misterio de amor que nos
excede por todos lados.
Entonces, ¿significa que no podemos decir nada? No, no quiere decir eso. Pero la
liturgia de la Iglesia es sabia y nos invita a contemplar este misterio no como una
“teoría celestial” sino como un misterio de amor sobreabundante que se nos
manifestó. Hablar de la Trinidad es afirmar que DIOS ES COMUNIDAD DE AMOR,
y es un amor tan sobreabundante que quiso comunicarse a su creación.
En la primera lectura de este domingo leemos: “El Señor es un Dios compasivo y
bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad”. El Evangelio lo dirá
desde la fe cristiana: “Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único”. No
comprendemos del todo el misterio de la Trinidad porque es un amor tan grande
que escapa a toda etiqueta, a todo encierro, a toda reducción.
El Evangelio de Juan dice que Dios envió a su Hijo “para que el mundo se salve por
Él”. ¿Qué es esta “salvación” de la que habla? Ni más ni menos que entrar en
COMUNIÓN con Dios. En cristiano, nos “salvamos” cuando nos dejamos abrazar
por Dios y aceptamos entrar en comunión con este Dios que ES COMUNIÓN. La
“condenación” será entonces rechazar el abrazo, no permitir que el amor me
transforme, no querer entrar en la fiesta de la misericordia. Por eso, Juan dice
“el que cree en Él, no es condenado”, porque en el Cuarto Evangelio “creer” no es
una acción sólo intelectual, de la cabeza; sino que “creo” cuando me adhiero con
toda mi persona, con todo lo que soy, a la amistad que Jesús me ofrece para
llegar al Padre en el mismo Espíritu.

6. Miramos a nuestra vida…


(Leemos las preguntas y nos damos tiempo para que cada uno pueda decir lo
suyo)
¿Me sentí alguna vez en comunión profunda con otras personas? ¿Y con
Dios?
¿Qué es para mí “creer”?
¿Qué imagen de Dios nos transmitieron en nuestra formación: un Dios
que “condena” o un Dios que “salva”?
7. Jesús nos sigue diciendo... cosas para nuestra vida...
Decíamos antes que hablar de la Trinidad no es hablar de una linda “teoría
celestial” que no tiene nada que ver con nosotros. A veces en la catequesis y en la
predicación nos “rompemos la cabeza” para tratar de explicar lo inexplicable (que
Tres sean Uno), y pocas veces nos dedicamos a profundizar en las consecuencias
que tiene para nuestra vida el hecho de creer en un Dios Trinitario. De hecho, ¿qué
cambiaría en nuestra concreta vida creyente si Dios en lugar de ser Trinidad
fuese una sola Persona? Lamentablemente, casi nada.
Por eso, esta solemnidad de la Santísima Trinidad es una invitación a descubrir las
consecuencias concretas de esta verdad de fe en nuestra vida. Nos detenemos
en dos.
En primer lugar, en el primer relato de la creación, en el libro del Génesis se nos
dice que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios (cfr. Gn 1,26). Si
Dios es Trinidad, Comunidad de Amor, significa que hay en nosotros un vestigio, un
destello de ese Dios. Por eso sentimos tan fuertemente el deseo de comunión: no
fuimos hechos para la soledad porque somos imagen y semejanza de un Dios que
es Comunidad. Frente a tanto individualismo que nos rodea, es bueno recordar la
buena noticia de que nuestra plenitud como seres humanos la alcanzamos sólo en
relación con otros. Cuanto más sanos sean mis vínculos, más humano / cristiano /
trinitario seré.
En segundo lugar, la fe en un Dios Trinitario nos tiene que hacer revisar nuestro
concepto de la “salvación”. A veces insistimos mucho en que Dios nos salva del
pecado, lo que es cierto. ¿Pero qué queremos decir con eso? Si nos tomamos en
serio que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios Trinidad y que por eso
llevamos marcado a fuego el deseo de relaciones verdaderas, la salvación que Dios
ofrece es saciar infinitamente ese anhelo de comunión. Dios es un vínculo eterno y
permanente de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu. Por eso, la salvación
será “meternos” en ese amor eterno. Y experimentar colmado en plenitud recién
ahí el deseo de comunión que tuvimos durante toda la vida.
Venimos de la Comunión Trinitaria y hacia ella caminamos toda la vida. ¡El Padre
nos reveló este camino en su Hijo y en el Espíritu lo vamos transitando!
8. Oremos Juntos
A cada intención respondemos: ¡Danos tu Amor, Señor!

1. Padre Bueno, protegé con amor a nuestro Papa Francisco y a todos los
pastores del Pueblo de Dios. Oremos.
2. Señor Jesús, hacé de tu Iglesia un espacio de libertad y de amor, de
justicia y de paz. Oremos.
3. Espíritu de amor, saná nuestras heridas y hacenos más hermanos.
Oremos.
4. Dios Trinidad, derramá tu misericordia en este mundo tan cansado y
herido. Oremos.

Finalizamos rezando juntos llenos del Espíritu Santo Padrenuestro, Ave María y
Gloria.

9. ¡Tarea para la casa...!

Escribí una oración a Dios Trinidad para sanar los vínculos de tu vida
que consideres que están heridos. ¡Y rezá toda la semana esa oración!

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