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PRECIOSA HERENCIA

Volumen III
2

        Multi­Language Publications
                          Bringing the Written Word to the World

Our Great Heritage © 1991 Northwestern Publishing House, Wauwatosa, 
Wisconsin. Translated and distributed by WELS Multi­Language Publications 
Committee with the permission of NPH. Except for the personal use of this material,
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Northwestern Publishing House.

Preciosa herencia © 1991 Editorial Northwestern, Wauwatosa, Wisconsin. 
Traducido y distribuido por el Comité de Publicaciones Multilingües de WELS con 
el permiso de NPH. Excepto para el uso personal de este material, no se permite 
hacer copias para distribución o venta sin el permiso expreso escrito de la Editorial 
Northwestern.

Este libro fue traducido por la señora Kathryn D Strackbein y revisado por el pastor 
Philip B Strackbein.

Publicaciones Multilingües
2500 George Dieter Dr.
El Paso, TX, 79936­3203

www.mlpwels.com 

Impreso en 2008

© 2008 por Publicaciones Multilingües
3

Impreso en los Estados Unidos
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1

Dios es el que inicia y termina nuestra salvación. Él se hace responsable para nuestra
salvación desde la “A hasta la Z”. Envió a Su Hijo para morir para nuestros pecados.
Desde la eternidad nos escogió para ser suyos. Nos trajo a la fe en Jesús. Por medio de
la fe, nos dio la justicia que su Hijo ganó para nosotros. Él nos preservará en la fe en
Jesús para que tengamos la vida eterna. Dios merece toda la gloria para nuestra elección,
conversión, justificación y preservación.

En esta sección contemplaremos lo que Dios ha hecho, hace, y hará para nosotros para
nuestra salvación. Comenzamos con un estudio sobre la conversión y la contrición, la
cual prepara nuestros corazones para la conversión. Si no fuera por la obra del Espíritu
Santo quien nos convierte, todo lo que Cristo hizo por nosotros no sería de ningún
provecho para nosotros. Es solamente por medio de la fe que Dios da que podemos
recibir los beneficios de la obra de Jesús.

CONTRICIÓN Y CONVERSIÓN

Contrición: La "Extraña Obra" del Espíritu Santo

Aunque el Espíritu Santo es llamado el Consolador porque es enviado por Cristo para
consolar a los pecadores, no obstante nuestras Confesiones Luteranas dicen muy
correctamente que el Espíritu Santo no sólo tiene que consolar, sino que por medio de la
ley de Dios también tiene que convencer al mundo de pecado. Aquí las confesiones
repiten lo que Jesús dijo a Sus discípulos acerca del propósito del Espíritu viniendo al
mundo: "Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio"
(Juan 16:8). Esta obra de convencer al mundo de pecado y amenazar sus consecuencias,
las confesiones la llaman la "extraña obra" del Espíritu Santo. Su verdadera obra es
consolar. Pero primero tiene que hacer la "extraña obra" de reprender, antes de poder
hacer Su obra; esto es, de consolar y predicar la gracia (consulte Formula of Concord,
Thorough Declaration, V, 11) [Triglotta 955; Tappert 560].

SÓLO LA GENTE ENFERMA NECESITA UN MÉDICO

Cuando los fariseos criticaron a Jesús por comer con los publicanos y con los pecadores,
el Salvador les dijo: "Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No
he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Marcos 2;17). Tal como la gente sana, o
que piensa que está sana, no ven la necesidad de medicinas y la ayuda del médico, así el
hombre que no ve su pecaminosidad no verá la necesidad del perdón. Aquellos que no
creen que sufrirán las terribles consecuencias de sus maldades en la eternidad, no
reconocerán la importancia del perdón por sus pecados. Lutero dice muy correctamente,
que antes que Dios puede hacernos felices, primero tiene que hacernos infelices. Sólo el
triste está en necesidad del consuelo.
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Para convencer al hombre de su pecaminosidad, y de esta manera hacerle comprender su


necesidad de perdón, es también la obra del Espíritu Santo (Juan 16:8). Él hace esta obra
por medio de la ley de Dios.

La ley es dada por Dios para mostrar a los hombres sus pecados. San Pablo dice: "Por
medio de la ley es el conocimiento del pecado" (Romanos 3:20), y confiesa que él mismo
no hubiera sabido lo gran pecador era, si no hubiera sido por el mandamiento que nos
prohíbe la codicia (Romanos 7:7). También por esta razón dice, que la ley es dada para
que el pecado "abunde" (Romanos 5;20); esto es, entre otras cosas, que el hombre pudiera
ver la gran cantidad y enormidad de sus pecados.

La ley hace esto de dos maneras. Explica en detalle las exigencias que Dios hace a los
hombres para requerir de ellos que lleven una vida santa. Esto incluye los pensamientos
y deseos, todos los cuales son manifiestos al Dios que "mira el corazón" (1 Samuel 16:7).
Así la ley hace conscientes a los hombres de las muchas y específicas violaciones de la
voluntad de Dios, de las cuales son culpables y por las cuales merecen ser castigados.

La ley también dice directamente a los hombres una y otra vez, y de muchas maneras
diferentes, que son pecadores y que no hay hombre sobre la tierra que actúe en
conformidad con las exigencias de la ley Dios. A pesar de todas las apariencias de lo
contrario, el hombre por naturaleza no cree verdaderamente que es pecador en el sentido
de la palabra. Admitirá que no es perfecto, que ha hecho muchas cosas malas, pero no
aceptará fácilmente la verdad de que lo que ha hecho sea tan malo que merezca el castigo
eterno de Dios en el infierno. Por esa razón la Biblia no sólo enseña que los hombres son
pecadores, sino que describe de muchas maneras la terrible ira de Dios contra los
pecadores. Esta última revelación es especialmente importante, si los hombres
comprenden verdaderamente lo que significa ser un pecador. Lutero dice en los Artículos
de Esmalcalda (III, ii, 4.5):

La función principal o virtud de la ley es revelar el pecado original con los frutos y todo
lo demás y mostrar al hombre cuán profunda y abismalmente ha caído y está corrompida
su naturaleza. Pues la ley le debe decir que no tiene a Dios ni lo venera, o que adora a
dioses extraños, lo cual antes y sin ley no habría creído. Con ello el hombre se espanta,
es humillado, se siente fracasado, desesperado; quisiera ser socorrido y no sabe dónde
refugiarse; comienza a ser enemigo de Dios y a murmurar, etc. Esto es lo que Pablo dice
en Romanos 4:15: "La ley produce ira"; y en Romanos 5:20 dice: "El pecado se
aumenta por la ley" (Triglotta 479; Tappert 303).

LA CONTRICIÓN

Este estado en el cual el hombre empieza a ver la enormidad de su pecado y se desespera


al ver que nunca será posible que pueda salvarse por sí mismo, es llamado "contrición."

La contrición es definida frecuentemente en lenguaje popular como "estar triste por


pecar." Esta definición, no obstante, es bastante vaga y está expuesta a un gran
malentendido. La contrición es definida por los diccionarios como el estado de ser herido
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o destrozado. Esta definición es útil para recordarnos que la contrición es algo que es
hecho a nosotros, en vez de ser algo hecho por nosotros. Los cristianos a menudo tratan
de estar tristes por sus pecados, como si fuera algo que tuvieran que hacer, y no
reconocen claramente que la contrición es algo que nos sucede cuando el Espíritu Santo
por medio de la ley nos convence del pecado. Por eso Lutero advirtió frecuentemente
contra un arrepentimiento que "fabricamos" por nosotros mismos.

Una definición de la contrición, más clara aún, es encontrada en las Confesiones


Luteranas. La Confesión de Augsburgo dice que la contrición consiste en "terrores
golpeando la conciencia por el conocimiento del pecado" (Confesión de Augsburgo, XII,
4) [Triglotta 49; Tappert 34]. Cuando un hombre se vuelve aterrorizado y temeroso
(Salmo 88:14-16) porque sabe que Dios está enojado (Salmo 7:11), y que sus pecados son
tan grandes (aunque ellos puedan parecer pequeños y poco importantes a los ojos del
mundo), que merece la condenación eterna y que no hay nada que pueda hacer para
reparar por ellos – en ese momento él necesita ayuda. En tales condiciones está dispuesto
a escuchar el mensaje de perdón y salvación con entendimiento y gratitud. Por eso es que
John Bunyan en Pilgrim's Progress empieza el viaje al cielo en "abatimiento y
desánimo," o desesperación. Aprendió esta verdad de Lutero, que una vez dijo que "la
desesperación es el paso más cercano a la fe." Esta declaración bastante extraña es
verdad, porque cuando un hombre ha perdido toda esperanza de salvarse así mismo, está
dispuesto a recibir la salvación de Dios como un don de gracia. Por esta razón se ha
dicho que la labor de un predicador cristiano es afligir al confortable y consolar al
afligido.

LA CONTRICIÓN UN ACTO NO MERITORIO

La contrición fácilmente podría ser vista como un acto meritorio de nuestra parte, o al
menos como algo en nosotros por lo cual Dios está dispuesto a perdonarnos. Tales
consideraciones conducen a la declaración de que Dios nos perdonará si estamos tristes
por nuestros pecados. Contra este falso enfoque de la contrición tiene que ser declarado
enfáticamente, que Dios no nos perdona porque estemos tristes. Nuestro pesar jamás
podría ganar el perdón de Dios, ni actuar como un aliciente para persuadir a Dios que nos
perdone. El autor del himno expresa esta verdad bíblica, cuando escribió: (TLH 376:2)

Aunque yo aparezca fiel,

Y aunque llore sin cesar,

Del pecado no podré

Justificación lograr;

Sólo en Ti, teniendo fe,

Puedo mi perdón hallar.


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En esa estrofa del himno somos recordados que considerar nuestro pesar como un acto
meritorio por el cual ganamos el perdón de Dios, sería en realidad una negativa de la
doctrina central de salvación por la sola gracia. Es en realidad una forma de obrar con
rectitud. Las Confesiones Luteranas específicamente rechazan la idea que por contrición
merecemos la gracia (Apología de la Confesión de Augsburgo, XIII, 8) [Triglotta 255;
Tappert 183].

Dios no nos perdona porque estemos tristes. Nos perdona sólo por amor a Jesús, a causa
de lo que Cristo ha hecho por nosotros.

LA IMPORTANCIA DE LA CONTRICIÓN

Por otra parte, sería erróneo decir que ya que Dios perdona nuestros pecados
generosamente por la gracia del amor a Cristo, entonces no es necesario para el hombre
estar arrepentido. Si bien Dios no necesita nuestra contrición, nosotros, por nuestra parte,
estamos en mucha necesidad de ella. La contrición es necesaria para nosotros, si tenemos
que ver la necesidad del perdón. Cuando la contrición nos ha hecho reconocer que no
podemos hacerlo nosotros mismos, sino que nuestra salvación tiene que venir como un
don de la gracia de Dios, entonces ésta ha hecho por nosotros lo que debería hacer. No
obstante, la contrición no ayuda de ninguna manera para hacer que Dios sea bondadoso y
clemente. Él es todo esto sin ninguna ayuda de nosotros.

PESAR POR TEMOR Y PESAR POR AMOR

Aquellos que hacen de la contrición un acto meritorio, también tienen la tendencia de


hacer una gran distinción entre pesar por temor y pesar por amor. Tal gente dice
frecuentemente: "Si quieres ser perdonado no es suficiente estar triste porque temes ser
castigado, sino que tienes que estar triste porque ofendiste al Señor que amas." Tales
comentarios demuestran un completo desacuerdo de la naturaleza de la gracia de Dios.
Él no nos ama porque nosotros lo amamos. Mejor dicho, "Nosotros le amamos a él,
porque él nos amó primero" (1 Juan 4:19). Uno de los resultados básicos del pecado
original es la incapacidad para amar a Dios (Romanos 8:7). Los hombres no pueden
amar al santo Dios que castiga el pecado eternamente, hasta que el Espíritu Santo los
convence de que Dios bondadosamente ha perdonado todos sus pecados por amor de
Jesús, quien sufrió el castigo por ellos. Esa enseñanza, que el pesar por amor de Dios es
una condición previa para ser perdonados, es un error que destruye el alma y sólo puede
conducir a la desesperación.

Empezamos a amar a Dios únicamente después que hemos sido convencidos de Su gracia
y perdón. Después de que hemos encontrado tal seguridad, nuestro pesar también puede
brotar del amor de Dios. Pero aun entonces, la contrición todavía será "terrores
golpeando la conciencia por el conocimiento del pecado." No obstante, el temor y terror
que amenaza conducirnos a la desesperación, son superados y quitados por el consuelo
del Espíritu Santo a través de la promesa de perdón en Cristo. Por eso es que las
Confesiones Luteranas dicen que el temor infantil de Dios es una ansiedad que es
apaciguada por la fe, mientras que el temor esclavizante es una ansiedad que no es
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apaciguada por la fe (Apología de la Confesión de Augsburgo, XII, 38) [Triglotta 261;


Tappert 187).

La Apología de la Confesión de Augsburgo trata en algún detalle todo este asunto del
pesar por dolor o por amor. Ahí Melanctón escribe, en el artículo sobre
"Arrepentimiento" (XII, 8-10, 29), como sigue:

Enseñan (los teólogos romanos) que por la contrición conseguimos la


gracia. Si acerca de esto preguntara alguno por qué Saúl, Judas y otros
semejantes no consiguen la gracia, aun cuando se hallaban terriblemente
contritos, habría que responder, con la fe y el Evangelio, que Judas no
creyó ni se apoyó en la promesa de Cristo ni en el Evangelio. Porque la fe
muestra la diferencia que hay entre la contrición de Judas y la de Pedro.
Pero nuestros adversarios responden, con la ley, que Judas no amó a Dios,
sino que temió el castigo. (¿No es esta enseñanza, cosas inciertas e
impropias concernientes al arrepentimiento?) ¿Cuándo, sin embargo,
podrá una conciencia aterrorizada, sobre todo en los temores
verdaderamente serios y graves que se describen en los Salmos y en los
Profetas y que prueban los que de verdad se convierten, juzgar si teme a
Dios por Dios mismo o si le teme porque está huyendo de las penas
eternas? (Estas gentes pueden no haber experimentado mucho de estas
ansiedades, porque hacen malabares con las palabras y distinciones de
acuerdo con sus sueños. Pero en el corazón, cuando la prueba es
empleada, el asunto se vuelve muy diferente, y la conciencia no puede
tranquilizarse con palabras y sílabas insignificantes.) Estas grandes
emociones pueden distinguirse con letras y vocablos, pero en la realidad
no se distinguen del modo que sueñan nuestros sofistas. Apelamos aquí al
dictamen de todos los hombres buenos y sabios (que también quieren
conocer la verdad). Reconocerán sin duda que estas discusiones que
existen entre nuestros adversarios son muy confusas e intrincadas. Y, no
obstante, se trata del asunto más grave, de la materia principal del
Evangelio: del perdón de los pecados. Toda la doctrina acerca de estas
cuestiones, que hemos recordado, se halla en los escritos de nuestros
adversarios llena de errores y de hipocresía, y obscurece el beneficio de
Cristo, la potestad de las llaves y la justicia de la fe (para inexpresable
daño de la conciencia)..... De la contrición apartamos esas ociosas e
infinitas disputas, sobre cuándo nos arrepentimos por amor de Dios, y
cuándo por temor al castigo. (Porque éstas no son nada sino meras
palabras y un parloteo inútil de personas que nunca han experimentado el
estado de mente de una conciencia aterrorizada.) Pero decimos que la
contrición consiste en los temores verdaderos de la conciencia, al sentir
que Dios está enojado por el pecado y la conciencia se arrepiente de haber
pecado (Triglotta 255,259; Tappert 183-185).

Cuando decimos que el pesar por temor al castigo es verdadera contrición, se asegura
frecuentemente que no hay virtud en esa clase de contrición y que por lo tanto no
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podemos esperar que Dios nos perdone bajo tales condiciones. Tales argumentos, sin
embargo, demuestran claramente el legalismo básico de esa posición. Por supuesto, no
hay mérito en esa clase de contrición, ni en ninguna clase de contrición, en cuanto a eso.
Somos salvos por la gracia y sólo por la gracia. Recibimos el perdón como un don
bondadoso que no merecemos y que no hemos ganado en ninguna manera.

El pesar por temor es nada de lo que podamos estar orgullosos, pero tampoco lo es el
pesar por amor. Mientras vivamos en esta tierra nuestra contrición nunca será lo que
debe ser. Hasta las lágrimas que derramamos por nuestros pecados necesitan ser lavadas
en la preciosa sangre de Cristo. Pero mientras escuchamos la predicación de la Ley de
Dios, el Espíritu Santo por medio de la ley continuará haciendo Su "extraña obra" de
aterrorizarnos a fin de que después pueda consolarnos con el mensaje del Evangelio.

CONVERSIÓN

La "extraña obra" del Espíritu Santo, realizada a través de la predicación de la ley, está
destinada a llevar al pecador al reconocimiento del condenable estado en el cual lo han
hundido sus pecados. Esta realización, no obstante, terminará sea en endurecimiento o
desesperación, a menos que el Espíritu Santo, por medio de la predicación del Evangelio,
también lleve al pecador a la seguridad del perdón a través de Cristo.

Pero tal como no es natural para los hombres admitir que son pecadores que merecen el
castigo eterno de Dios, también no es natural para ellos creer que pueden ser salvados
únicamente por lo que Cristo ha hecho por ellos. Todos los hombres nacen con lo que las
confesiones llaman la "opinión de la ley," la noción de que ellos pueden salvarse
guardando los mandamientos de Dios. Por lo tanto Lutero dice, en la explicación del
Tercer Artículo del Credo, que no podemos por nuestra propia razón o fuerza creer en
Jesucristo ni allegarnos a Él, sino que el Espíritu Santo tiene que llevarnos a la fe en el
Salvador.

Esta obra del Espíritu Santo por la cual nos lleva a la fe, es llamada muy comúnmente
conversión; aun cuando también es llamada por muchos otros nombres.

LA NECESIDAD DEL HOMBRE POR LA OBRA DEL ESPÍRITU

La palabra conversión denota un cambio que tiene lugar en el hombre. Este cambio es
necesario porque el hombre es así por naturaleza, por la caída en pecado, y siempre
resistirá la obra del Espíritu y rehusará el ofrecimiento de Dios de la gracia en Cristo. Se
ha vuelto costumbre describir este estado natural diciendo que referente a cuestiones
espirituales el hombre es ciego por naturaleza, está muerto y es enemigo de Dios. Sólo la
obra del Espíritu Santo puede producir ese cambio en el corazón pecaminoso, lo cual
posibilitará y causará que el hombre acepte a Jesucristo como su Señor y Salvador (1
Corintios 12:3). Dios es el que produce en nosotros así el querer como el hacer, por su
buena voluntad (Filipenses 2:13).

LA CEGUERA ESPIRITUAL
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La Biblia habla frecuentemente de la "oscuridad" en la cual vive el mundo decadente.


Las palabras de Isaías: "He aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones"
(Isaías 60:2), son repetidas en muchos otros pasajes de la Escritura. La Biblia también
pone en claro que la razón básica para esta oscuridad espiritual radica en el hombre
mismo. La imposibilidad del estado natural del hombre no es ocasionado por la ausencia
de la gracia y ayuda de Dios, porque Dios no se ha dejado así mismo sin testimonio, aun
entre los paganos (Romanos 1:19-23; Hechos 14:15-17; 17:23

28), y aun cuando la luz del Evangelio resplandece brillantemente, el hombre natural
permanece en la oscuridad porque su entendimiento está ciego a la verdad (2 Corintios
4:3,4) y "no percibe las cosas que vienen del Espíritu de Dios" (1 Corintios 2:14).

"Las cosas que vienen del Espíritu de Dios," de las cuales habla el apóstol, son las
verdades de salvación. Fueron reveladas por el Espíritu Santo (1 Corintios 2:6-12), y son
anotadas en palabras enseñadas por el Espíritu Santo (1 Corintios 2-13).

Estas "cosas del Espíritu" no son "aceptadas" por el hombre natural. El hombre en su
estado natural, como es constituido antes que el Espíritu Santo haga de él una persona
"espiritual", no aceptará las verdades que han sido reveladas por el Espíritu. Recibir, o
aceptar, un mensaje que es proclamado a nosotros significa creerlo. Cuando un profesor
dice: "Aceptaré esa respuesta", es una declaración de parte del profesor de que la
respuesta es correcta. Esto también es lo que significa cuando decimos que el Evangelio
es aceptado por la fe. Nosotros hacemos propio el mensaje del Evangelio aceptándolo
como verdadero, creyéndolo. Por eso las verdades reveladas a nosotros en el Evangelio
llegan a ser las convicciones de nuestro propio corazón.

El hombre natural, no convertido, sin embargo, no recibirá o creerá las verdades de la


revelación, dice Pablo, porque "son tonterías para él." Cuando el hombre dice, por lo
tanto, que no puede aceptar lo que enseña la Biblia porque en esta era científica e
ilustrada la gente culta no puede creer más en tales cosas, sólo está demostrando por sus
propias palabras que lo que San Pablo dijo acerca de la actitud del hombre natural es
verdad. También es evidente de las palabras de Pablo, que la verdadera dificultad no
radica en el desarrollo de la alta educación del hombre, ni en la falta de ella, sino en su
depravación innata. No es la inteligencia la que mantiene alejado al hombre de creer la
Biblia; es el pecado. Sería fácil citar muchas verdades de la Escritura que los incrédulos
han llamado tonterías y que nuestros corazones pecaminosos hallan difícil de aceptar,
pero tales ideas deben ayudar a fortalecer nuestra fe en la veracidad de la Escritura.

Cuando el apóstol continúa diciendo que el hombre natural no puede "saber" las verdades
de la revelación, no quiere decir que el hombre incrédulo no pueda tener un
entendimiento intelectual de lo que la Biblia enseña. Es posible para una mente incrédula
captar el significado de lo que la Biblia dice. De hecho, a menudo es verdad que
mientras mejor entienda la Biblia un incrédulo, más tonta le parecerá. Muchos incrédulos
dicen que la Biblia es un buen libro, sólo porque nunca la han leído y por lo tanto no
saben lo que dice realmente.
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Es fácil para un incrédulo saber que la Biblia dice que Jesús murió por los pecados de los
hombres. Puede captar el significado de esas palabras, pero jamás podrá decir honesta y
sinceramente: "Sé que Jesús murió por mí", hasta que es convencido por el Espíritu
Santo. Nunca podrá conocer las verdades de la Escritura en esa forma, porque su
pecaminosa y depravada razón siempre tomará la actitud de que es tontería lo que dice la
Biblia acerca de la salvación. Sólo el Espíritu Santo puede curar esta ceguera, a fin de
que un hombre pueda ver que esto no es tontería, sino que es celestial, sabiduría divina.
Esto es lo que quiere decir Lutero cuando dice que no podemos por nuestra propia razón
creer en Cristo. La razón natural humana siempre es incrédula.

LA MUERTE ESPIRITUAL

Cuando Lutero dice que no podemos por nuestra propia fuerza creer en Cristo, está
describiendo en términos concretos lo que la Escritura enseña. Porque la Biblia dice que
los hombres por naturaleza están "muertos en...delitos y pecados"(Efesios 2:1) y que han
"perdido toda sensibilidad" (Efesios 4:19). Tal como un muerto está completamente sin
fuerzas y no puede responder a ningún estímulo, así la persona no convertida no tiene
poder en sí misma para responder o aceptar el mensaje de salvación. Podríamos decir
que cuando el agua de vida le es ofrecida y hasta vertida dentro de su boca, no puede
tragarla y hacerla suya. No puede comer el pan de vida aunque sea puesto delante de él.

EL ENEMIGO ESPIRITUAL

Las Escrituras no sólo enseñan claramente que el hombre está muerto, y por tanto
completamente indefenso en cosas espirituales, sino que un hombre no convertido es
realmente un enemigo de Dios (Romanos 8:7). Podíamos parafrasear las palabras de
Pablo, diciendo: "La actitud de la carne, esto es, del corazón humano pecaminoso, es de
odio dirigido contra Dios."

No sólo la mente del hombre es ciega a la verdad de Dios, sino que su voluntad es
dirigida contra Dios. No quiere lo que Dios quiere. Tampoco desea que Dios sea la clase
de Dios que es. Esto también es demasiado fácil de demostrar por lo que dice el hombre
acerca de Dios, aunque generalmente clamará que ama a Dios. Su odio contra el
Evangelio de Dios será disfrazado frecuentemente; pero debe ser obvio que cuando el
hombre dice que un buen Dios jamás enviará a alguien al infierno, también está diciendo
por implicación que no hay razón por la cual Jesús tenía que morir y ser abandonado por
Dios como castigo por nuestros pecados.

Muchos ejemplos similares del odio innato del hombre hacia Dios pueden ser citados.
Un muy conocido teólogo americano ha escrito que un Dios que enviara enardecidas
serpientes a morder a la gente porque no gustaron de la comida que Él les había
suministrado, sería "un sucio abusador." Thomas Jefferson dijo que un Dios que
castigara a la gente en el infierno, no era un Dios sino un monstruo. También se ha dicho
que un Dios que demanda que el castigo por pecar debe ser sufrido antes que el pecado
pueda ser perdonado, es una "deidad repugnante" y "no el Padre de nuestro Señor
Jesucristo."
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Sin embargo debe ser evidente que todos estos comentarios son dirigidos contra el Dios
que se ha revelado a sí mismo en la Biblia, como el Dios que perdona los pecados y el
Dios que los castiga (Éxodo 34:6,7). Tales comentarios sólo sirven para demostrar lo
correcta que está la Biblia cuando dice que la opinión de la carne es enemigo de Dios.

Esta enemistad y oposición nata hacia Dios, también es descrita en formas figurativas.
Jeremías, por ejemplo, compara al hombre no convertido a "un becerro indócil" (Jeremías
31:18); esto es, un novillo indómito. Tal como un novillo lucha naturalmente contra todo
esfuerzo de colocarlo bajo la yunta, y consecuentemente bajo la voluntad de su amo, así
el hombre resiste y lucha contra todo esfuerzo por el cual el Espíritu Santo trata de
causarle aceptar la vía de salvación ofrecida en el Evangelio. Con una actitud de "nuca
estirada" trata de deshacerse del suave yugo de Cristo. No desea ser salvo por la gracia,
porque su tendencia natural es desear siempre ser salvo por sus propias obras. No tiene
deseos de ser salvado por lo que Cristo ha hecho por él. Mejor dicho, desea ser salvado
por lo que él puede hacer por sí mismo. Esta actitud de obrar rectamente, la "opinión de
la ley," está realmente en el fondo de la enemistad del hombre contra Dios.

LA ILUMINACIÓN

La Biblia contiene muchos términos diferentes que describen esa obra del Espíritu Santo
por la cual transforma los espiritualmente ciegos y muertos, y los incrédulos persistentes,
en hijos creyentes de Dios. Debido a que el hombre nace en ceguera y oscuridad
espiritual, no puede ver la sabiduría de Dios en lo que es. Por eso la obra por la cual el
Espíritu Santo conduce al hombre a ver las cosas a la manera de Dios, para que las
verdades de salvación no sean más tonterías para él, es llamada "iluminación." Pablo
describe la conversión de esa manera, cuando dijo que su misión de Dios era ir a los
gentiles "para abrir sus ojos, y convertirlos de las tinieblas a la luz, y de la potestad de
Satanás a Dios, para que puedan recibir perdón de sus pecados" (Hechos 26:18). De
manera similar, Pedro escribe que Dios nos ha llamado "de las tinieblas a su luz
admirable" (1 Pedro 2:9).

LA REGENERACIÓN

Tal como la Biblia describió al hombre natural como muerto en pecados, así también
describe el proceso de convertirse en cristiano creyente como venir a la vida. La
conversión es descrita como levantarse de los muertos (Efesios 5:14; Romanos 6:10). De
acuerdo con esto, la obra de Dios por la cual conduce al hombre a la fe, es mencionada
como una resurrección, o recobrar vida (Efesios 2:5; Juan 5:21-25; Apocalipsis 20:5).
Debido a que el nacimiento es la vía aparente en que una persona viva llega a existir, el
proceso de convertirse en cristiano es mencionado como renacimiento, el segundo
nacimiento, o "regeneración" (Juan 3:3-5). Dios "nos ha dado un renacimiento para una
esperanza viva" (1 Pedro 1:3).

Estrechamente relacionada con estos términos es la palabra "despertar". Las palabras


muerte y sueño son usadas frecuentemente en la Biblia como sinónimos. Por esa razón la
conversión, o regeneración, también son descritas como un despertar del sueño (Efesios
10

5:14).

LA CONVERSIÓN

El término "conversión," o "convertirse" (consulte Jeremías 31:18; Hechos 16:18;


Ezequiel 3:19), halla su origen en la enemistad del hombre contra Dios. La voluntad es
opuesta a la voluntad de Dios. El hombre desea ser salvado por obras. Dios desea
salvarlo por la gracia. Cuando la voluntad del hombre es transformada para que quiera
ser salvado en la manera que Dios quiere que lo sea, éste ha sido convencido, o
convertido. Podemos ilustrar esto con el siguiente diagrama:

Voluntad de Dios------------>

<----voluntad del hombre no convencido----

voluntad del hombre convencido------->

Podríamos representar esto en el diagrama más específicamente de la siguiente manera:

Dios quiere que el hombre sea salvado por la gracia.------------>

<------------el hombre no convencido quiere ser salvado por obras.

El hombre convencido quiere ser salvado por la gracia.--------->

Las Confesiones Luteranas expresan esta misma verdad, cuando dicen que en la
conversión Dios hace al "no dispuesto, dispuesto."

La doctrina de la conversión es un gran consuelo, porque muestra que el deseo de


salvación por medio de Cristo ya es un signo de verdad cristiana. La persona que tiene
ese deseo en su corazón, no necesita esperar grandes dones del Espíritu antes que pueda
estar seguro de que es hijo de Dios.

Todos estos términos: iluminación, regeneración, resurrección, revivir, despertar,


convención y conversión, son sinónimos que denotan lo mismo. No deben ser vistos
como etapas o pasos sucesivos en el camino de convertirse en cabal hijo de Dios. Hay
toda clase de expresiones figurativas representando lo que el Espíritu Santo hace por
nosotros cuando hace de un incrédulo un creyente, de manera que pasemos de la muerte
a la vida (1 Juan 3:14).

EL ARREPENTIMIENTO

Cuando este cambio, efectuado en nuestros corazones por acción del Espíritu Santo, es
mirado desde el punto de vista humano, es frecuentemente llamado "arrepentimiento." El
arrepentimiento es, literalmente, un cambio de la mente. Éste consiste de dos partes,
contrición y fe. Podemos decir que la contrición es básicamente un cambio de la mente
11

acerca del pecado. Los hombres son tentados para pecar, porque sus mentes ciegas ven
alguna ventaja para ellos en el pecado que quisieran cometer. Eva comió del fruto
prohibido porque creyó que esto la haría sabia. Así el hombre hasta la fecha, ve el
pecado como un camino a la sabiduría, placer, o ganancias. Pero cuando han sido
persuadidos por el Espíritu Santo por medio de la ley de que sus pecados sólo les traerá la
ira de Dios y castigo eterno, han experimentado un cambio total de la mente acerca del
pecado. Lo que una vez consideraron fuente de felicidad o de ganancias, ahora lo ven
como fuente de infelicidad y pérdida eterna.

De la misma manera la fe puede ser descrita como arrepentimiento, un cambio de la


mente, referente a la salvación. Cuando un hombre, que por naturaleza cree que él
llegará al cielo "por ser bueno," comprende que no puede llegar al cielo de esta manera
(Salmo 14:1-3), pero que puede ser salvado sólo y únicamente por lo que Cristo ha hecho
por él, ha experimentado un cambio completo en su pensamiento acerca del camino de la
salvación.

Cuando un pecador contrito que ha perdido toda esperanza de salvarse por sí mismo,
viene a ver que hay esperanza, perdón y salvación para él en el Hijo de Dios, quien
obedeció la ley en su lugar y sufrió el castigo por él en la cruz, este pecador encuentra
verdadero consuelo. Eso es lo que el Espíritu Santo realiza por medio de esta bendita
palabra. Por eso es llamado el Consolador.

La obra de la conversión es un milagro divino, creado por poder divino (Efesios 1:19).
Ésta hace verdaderamente que los ciegos vean y que los muertos vivan. Una vez
entendamos esto, podemos apreciar realmente cuánto le debemos al Espíritu Santo, el
Consolador. El consuelo es el más grande de todos Sus dones.

[Esta sección fue tomada de The Holy Ghost and His Work (NPH:1.977, 1.984), escrito
por el profesor Siegbert Becker. El profesor Becker trabajó en el Seminario Luterano de
Wisconsin de 1.969 a 1.984.]
12

La Conversión sucede instantáneamente. Es efectuada por Dios solo. No podemos


cooperar de ninguna manera con Dios antes o durante la conversión, sólo después de
la conversión. La conversión es realizada por la gracia de Dios solo. Hay muchos,
no obstante, que creen que el hombre coopera con Dios en la conversión. Hablan
sobre una decisión que uno tiene que tomar por Cristo. Sin embargo, la fe es un don
de Dios. Es otorgada por Dios solo a través del Evangelio. No es adquirida por el
esfuerzo del hombre. Otros señalan el "momento" de su conversión, pero no creen
que Dios los llevó a la fe en un instante. Mejor dicho, creen que su conversión fue
un acontecimiento de gran importancia en sus vidas el cual fue el resultado de un
proceso que completaron ellos mismos.

El siguiente artículo del Reverendo Otto Eckert examina este argumento


considerando lo que enseña la Escritura sobre el "momento" de la conversión.

EN UN INSTANTE Y EN UN MOMENTO

El "nacer de nuevo" de Juan 3:3, el "nacido del Espíritu" de Juan 3:6 y 8, el "nacido de
Dios" de 1 Juan 5:1, y la "nueva criatura" de 2 Corintios 5:17 y Gálatas 6:15 indican
todos regeneración o conversión, ser las astillas de una nueva vida que no estaba ahí antes
en ningún grado o medida y que en esa misma manera que la vida es realizada en la
concepción física, esa concepción tiene lugar en el momento. En un momento no hay
vida, al siguiente la vida está ahí. Ver también Santiago 1;18 y 1 Pedro 1:23. Esta nueva
vida está ahí tan pronto como hay siquiera una pequeña chispa de fe o un leve anhelo por
la gracia de Dios en Cristo, tal como la vida está ahí tan pronto como la concepción ha
tenido lugar.

De nuevo en Romanos 6:13, los convertidos son descritos como "vivos entre los
muertos," resucitados de la muerte espiritual a la vida espiritual. Con esta representación
pensamos en la hija de Jairo, el joven de Naín, y Lázaro, que un momento estaban
muertos y al siguiente estaban vivos, no había el así llamado status medius [estado
medio]. Por una obra de Dios en la cual ellos no tenían parte activa fueron traídos
instantáneamente de la muerte a la vida. Así nosotros por una obra transitiva de Dios, por
el poder del Evangelio, somos traídos en un momento de la muerte espiritual a la vida
espiritual; no obstante, haciendo esta comparación entre estas resurrecciones físicas y la
conversión, el factor de no poder resistir la Palabra tiene que ser excluido en el profundo
misterio de la conversión; porque Jerusalén e Israel no se destruirían así mismas. Pero la
razón de que la conversión es una conversión súbita de la muerte a la vida (Efesios 2:5;
Colosenses 2:12) y de la oscuridad a la luz (2 Corintios 4;6), ciertamente continúa para
apoyar la declaración arriba citada. El hombre puede no tener conciencia del tiempo
exacto de conversión. Por supuesto que los infantes no son conscientes de ello. El
Espíritu de Dios obra cuando y donde Él quiere.

Eso no quiere decir que nada que tenga alguna relación con la última conversión precede
a la conversión misma Hay los así llamados "terrores de conciencia" (terrores
conscientiae) de variados grados y duración producidos por el condenable poder de la ley
que algunas veces apenas grandemente y hasta puede llevar a la desesperación. Pero
13

tales perturbaciones de corazón y mente en ninguna manera o en el más mínimo grado


contienen algo de una nueva vida nada más que los sufrimientos de los condenados en el
infierno. De tales sensaciones Lutero dice en los Artículos de Esmalcalda: Esto no es
una activa contritio, una contrición que sería obra del hombre sino una passiva contritio,
el sincero dolor del corazón, el sufrimiento y el sentir la muerte" [Triglotta 479, 2;
Tappert 304, 2]. Con toda su conciencia perturbada, y aun en su más profunda
desesperación – sí, precisamente en estas cosas – el hombre natural está tan muerto en sus
culpas y pecados como siempre. Ellos son muerte e infierno (consultar el profundo
remordimiento de Judas) y nunca vida y salvación por lo tanto no son parte esencial de la
conversión; aunque ellos pueden ser mirados como procesos que en las manos de Dios
son utilizados hacia la conversión y pueden ser llamados provechosos por esa razón
únicamente (aunque no en sí mismos), pero bajo ninguna circunstancia pueden llamarse
principio de una nueva vida, o algo meritorio de parte del hombre.

Esto lo tendremos que sostener otra vez contra la así llamada "teoría que rompe barreras"
(Durchbruchstheorie) de Pietismo y Metodismo que es pasada rápidamente
completamente de un extremo al otro del sinergismo [la creencia de que nosotros
cooperamos con Dios en la conversión] y niega la "por sola gracia" (sola gratia).
Cuando estos movimientos hablan del momento (Augenblick), ellos se refieren a algo
enteramente diferente de lo que nosotros queremos decir, tan distinto como el día y la
noche, porque para ellos el momento es el tiempo cuando un proceso en el cual el hombre
ha contribuido con sus propios esfuerzos (Busskampf) es completado con el Durchbruch
o rompe barreras acompañado a menudo con variadas e intensas experiencias
emocionales y manifestaciones, un momento ante el cual nadie, ni siquiera los que han
sido bautizados y educados en la iglesia, deberían ser considerados totalmente renovados
y convertidos. Nosotros, por otra parte, hablamos del momento cuando por sola gracia de
Dios una nueva vida llega a existir por el Evangelio sin esfuerzo alguno de nuestra parte
(consultar Efesios 2:8,9).

Es interesante señalar lo que teólogos de nuestra iglesia han sostenido sobre este punto en
el pasado. Aquí están las citas de varias fuentes: "La resurrección misma tiene lugar en
ese momento en el cual la fe es producida en nosotros, y el verdadero Sol de Justicia,
Cristo, resucita en nuestros corazones" (Quenstedt [1617-1688], III, 483). "La
conversión es la acción del uso de la gracia del Espíritu Santo por la cual Él ... transfiere
al adulto, espiritualmente muerto, de este estado de pecado a un estado de fe,
consecutivamente como en los actos preparatorios pero en un instante (in instanti vero)
como hasta el acto final" (Quenstedt III, 500). Hacer propósitos santos antes de la obra
del Espíritu Santo es dar el resultado antes del motivo" (Calov [1612-1686] X, 146).
"Enseñar que hay principios de fe antes que la regeneración haya tenido lugar es asumir
que el hijo existe antes que el padre; ya que a través de la regeneración la fe llega a
existir" (Calov X, 148).

"La conversión misma de un estado de ira a un estado de gracia ocurre en un instante y


en un momento (in instanti et in momento), ya que es imposible que alguien estuviera
siquiera por un momento (per momentum) en ambos estados de ira y de gracia, en la vida
y en la muerte. La conversión en el amplio sentido tiene actos preparatorios sucesivos ...
14

pero la conversión más apropiadamente (propriissime) es (est) y es llamada (dicitur) la


conversión de la muerte a la vida, del estado de ira al estado de gracia, el cual Dios solo
obra en un instante y en un momento (in instanti et momento), como hemos dicho"
(Quenstedt III, 7). "Quienquiera que enseñe que una persona puede ser convertida y sin
embargo no estar completamente convertida, contradice la santa Escritura, que siempre
reconoce dos estados únicamente, sea de muerte o de vida. Quienquiera que no sea
hallado en estado de gracia está bajo el estado de ira; quienquiera que no sea hallado en
estado de vida aún está en estado de muerte; quienquiera que no esté en camino al cielo
está en camino al infierno; quienquiera que no sea una persona que es salvada es todavía
una persona que está perdida. No hay tal cosa como una media luz en este punto, o
estado intermedio entre la luz y la oscuridad" (Walther [1811-1887] en un reporte dado en
1.873). "La conversión misma no es un acto que es prolongado por un período de tiempo
más largo, sino que ocurre en un instante" (Hoenecke [1835-1908] III, 272). "La
conversión ocurre en un momento" (Pieper [Franz, 1852-1931] II, 552).

La expresión "no en un instante sino sucesivamente" (non in instanti sed successive) es


usada variadamente por algunos dogmáticos, pero deja la puerta abierta al sinergismo tan
pronto como es empleada para la conversión en el sentido propio de la palabra, como
Baier [1647-1695] también lo hace cuando habla de "conversión progresiva" (progressus
conversionis) (III, 222, 38). Hay otras cosas que podrían ser mencionadas, tal como la
distinción entre "regeneración" (regeneratio) y "conversión" (conversio) que Hollaz
[1648-1713] y Philippi [1809-1882 tratan de demostrar, y la distinción entre "conversión
activa" (conversio activa) y "conversión pasiva" (passiva) encontrada en algunos escritos
dogmáticos; pero es mejor hablar de conversión o regeneración sinónimamente en el
propio sentido que proyectan las astillas de una nueva vida en un corazón muerto en
culpas y pecados. Entonces se comprenderá que el "en un instante y en un momento" (in
instanti et in momento) es muy importante para guardar la sola gracia [gracia sola],
además de la verdad de la justificación objetiva; porque el pietismo y sinergismo de
ningún modo están muertos actualmente en la iglesia, y nosotros tenemos que estar en
guardia tanto contra ellos como contra una ortodoxia muerta.

[Este artículo apareció en el Theological Quarterly (Vol. 52, Jan., 1955, pp 17-20. Rev.
Otto Eckert trabajaba como Pastor en Saginaw, Michigan, en el tiempo que apareció este
artículo. La traducción de alemán de Walther y Hoenecke fue hecha por el Rev. Otto
Engel de New Ulm, Minnesota.]
15

La principal doctrina de la fe cristiana es la doctrina de la justificación por la gracia


a través de la fe. Ha sido descrita como la doctrina por la cual la iglesia se sostiene
firme o cae (articulus stantis et cadentis ecclesiae). Estudiando esta doctrina, es
importante ver que la justificación no es algo que es realizado completamente ni en
parte por nuestros propios esfuerzos. Dios nos justificó solamente en base a la obra
redentora de Cristo aparte de cualquier cosa que hemos hecho o podamos hacer.

El siguiente ensayo por el Profesor Edmund Reim señala que la Escritura enseña
que la justificación es un veredicto judicial de Dios, no un proceso moral de parte
del hombre. Como su ensayo indica, el profesor Reim escribió para dirigirse a
preocupaciones surgidas de parte de las dos fuentes. Una fue la traducción por
Goodspeed (1874-1962; The New Testament: An American Translation) de
"justificado" por "justificar." La otra fue un artículo que apareció en el Lutheran
Outlook (1946), la cual aprobó el concepto de justificación como una
"transformación de la personalidad."

JUSTIFICACIÓN ¿MORAL O JUDICIAL?

Por cuatro siglos y más la doctrina de la justificación por gracia a través de la fe se ha


mantenido como la enseñanza central de la Iglesia Luterana. Esa fue la clave del
entendimiento de Lutero de las Escrituras. Ella determinó su teología para siempre. Fue
la médula de las Confesiones de Augsburgo. La Fórmula de la Concordia la llama "el
artículo principal en toda la doctrina Cristiana." Esta opinión en cuanto a la importancia
de esta doctrina es el consenso de los Luteranos actualmente.

En el transcurso de los muchos tratados que han sido escritos sobre este tema, ciertos
términos han llegado a un uso general y han sido aceptados como expresiones de varias
verdades de la Escritura que son pertinentes. Hablamos de una interpretación forense del
verbo del Nuevo Testamento dikaioun (justificar), según lo cual la justificación de un
pecador es un veredicto judicial pronunciado por Dios. Hablamos de la justicia que es la
base de este juicio como una "justicia ajena" (aliena justitia), que no es propia del
pecador, sino que ha sido labrada para él por Cristo. La llamamos "justicia imputada"
(justitia imputata), para resaltar la idea de que esta justicia es acreditada al creyente, no
ganada por él. Llamamos la fe un "instrumento de recepción" (organon leptikon) para
declarar que esta justicia no puede ganarse o producirse, sino simplemente recibirla en
base a la pura gracia. Por supuesto, el amplio uso y aceptación general de estos términos
no avalan por su exactitud. Sólo la Escritura puede hacer esto. Pero el hecho de que
estos términos tienen tan buena reputación en general, indica que ellos han superado el
paso del tiempo y el escrutinio más minucioso.

Es por lo tanto estremecedor, sin exagerar, leer en el Lutheran Outlook (Octubre, 1946,
citado completamente en página 54 [del Quartalschrift, Vol. 45, Enero, 1948]) que hay
"connotaciones desafortunadas en esta terminología" de justificación por la fe; que "el
mismo Lutero habló muy rara vez de 'justificación' "; que Pablo y Lutero "manifiestan
que la fe ciertamente hace una persona justa, no sólo a la vista de Dios, sino que por esta
fe se vuelve en realidad una mejor persona"; y "la satisfacción de la justicia de Dios
16

estaba llena de peligro en cuanto a la opinión de Lutero concernía"; ahí Lutero "había
visto tanto de la imputación del énfasis del mérito en el romanismo que no se atrevió a
usar esta ilustración extensivamente." La traducción de Goodspeed [1871-1962] de
dikaioun en el sentido de "transformación de la personalidad" es citada con aprobación.
[El Lutheran Outlook fue la última publicación oficial de la Conferencia Luterana
Americana, 1930-1954.]

En justicia al autor debe decirse, que cuando éste habla del pecador siendo justificado
(dikaiousthai) por la fe, no insinúa que esa fe es una obra por la cual el pecador es
justificado. Está hablando de la fe como un poder que obra tal transformación de la
personalidad. Esta idea es, desde luego, perfectamente cierta en sí misma. Pero esto es
santificación, no justificación. El Dr. Hall está en lo correcto cuando dice: "El propósito
de la salvación es encontrado en la santificación. Los dos actos no están separados uno
del otro, sino que son uno solo en un mismo acto. No somos simplemente justificados:
somos justificados en la redención de Cristo" Pero esta traducción de dikaioun como
"justificar, hacer justos" puede servir sólo para borrar una distinción que es más necesaria
para un claro entendimiento y correcta presentación de estas doctrinas vitales. La única
alternativa sería que nosotros – y aquí queremos decir toda la Iglesia Luterana de estos
cuatro siglos – hubiéramos estado equivocados desde el principio en nuestra
interpretación forense de dikaioun, tal como es usada esta palabra en la Escritura en
general y por Pablo en particular.

Nosotros, por lo tanto, haremos bien en examinar estas censuras contra la "manera
acostumbrada de expresar la doctrina Luterana de salvación." ¿Es esta justicia de fe algo
que consiste en nuestra propia transformación moral, o es una "justicia ajena," es decir de
Cristo? ¿Es algo adquirido, o imputado, acreditado a nosotros? En su frecuente uso de
dikaioun, ¿está diciéndonos Pablo que Dios nos hace justos, o nos declara justos? Esta
última es, desde luego, la pregunta básica. Primero necesitamos entender a Pablo.
Después estaremos en mejor posición para discutir los entendimientos de Lutero y el uso
de los términos de Pablo.

Elaborando su argumento contra la interpretación forense de dikaioo, el Dr. Hall sigue la


traducción de Goodspeed de la palabra, además su discusión de Romanos 3:28 en su
Problems of New Testament Translation (pp 143ff). En este capítulo Goodspeed no está
de acuerdo con los traductores que ordinariamente usan "justificar" como significando
"absolver al maleante que ha sido culpable de ello, tratar como justo a alguien que ha sido
deshonesto" (p 144). Admite que tal concepto aparece en el Septuagint [la traducción
griega del Antiguo Testamento, cerca de 250 a.C.], y después también en el Nuevo
Testamento. Pero él suscita la pregunta, de sí ése es el sentido en el cual Pablo quería ser
entendido. Su decisión final es traducir el pasaje: "un hombre es justificado por la fe" (p
146).

En el transcurso de su discusión Goodspeed declara que dikaioun debe, conforme a la


formación de la palabra, significar "hacer justo." Luego pregunta: "¿Es posible que
Pablo pensara que en realidad la fe poseía este poder de transformación y esa fe, que
hizo asumir a un hombre su correcta relación con Dios era realmente el germen y
17

principio central de justicia, para que el creyente por lo menos fuera ya potencialmente
justo?" (p144). Dejando a un lado la cláusula que habla de la fe como el poder que hace
a un hombre "asumir su correcta relación con Dios," bien podemos responder el resto de
esta pregunta diciendo que Pablo no sólo posiblemente sino realmente pensó que la fe
posee tal poder de transformación. Habló muy claramente cuando describe el propósito
del sacrificio de sí mismo de Cristo: "para redimirnos de toda iniquidad y purificar para
sí un pueblo propio, celoso de buenas obras" (Tito 2:14).

Agreguemos las palabras que cita Pablo en su relato a Agripa (Hechos 26:18), en las
cuales el Señor habló de "los que son santificados por la fe en mí" (hagiasmenoi pistei), y
la pregunta en cuanto a la función de fe con respecto al cambio en el creyente es
respondida, entera y totalmente. La fe es en efecto un poder de transformación; y la
justicia que se manifiesta en la vida del creyente, siendo fruto de esta fe, demuestra este
poder sin ninguna duda. El Prefacio de Lutero a los Romanos da la clásica expresión de
este pensamiento: "Así que la fe es una obra divina en nosotros que nos cambia y nos
regenera para Dios y mata al Viejo Adán, nos hace hombres totalmente diferentes en
corazón, espíritu, mente, y todos los poderes, y trae con ella al Espíritu Santo. Oh, es
algo viviente, animado, enérgico, poderoso lo que tenemos en la fe, de manera que es
imposible para ella no hacer bien sin cesar."

Pero mientras este pensamiento es ciertamente bíblico y Paulino, no es lo que Pablo


significó por dikaioun, aun cuando Goodspeed puede decir: "Esto indica algo más que la
cancelación de algunas acusaciones contra los creyentes en las cortes celestiales. El
lenguaje de Pablo puede ser forense algunas veces, pero lo que él quiere decir es algo
más profundo que esto – un cambio real en el creyente mismo. Pablo está señalando algo
mucho más importante que un veredicto de "no culpable" para las personas que son
culpables; está indicando una manera – la única manera – que consideramos carácter, a la
vista de Dios" (p 145).

Sería apenas necesario decirse entre Luteranos que un peligro claro yace en estas
apreciaciones, así como en la persistente tendencia de Goodspeed para traducir el Paulino
dikaioun con "hacer justo." Éste deja vacío uno de los más preciosos términos del Nuevo
Testamento del significado de su Evangelio peculiar y da una connotación que
eventualmente tiene que conducir al sinergismo, si no a una absoluta obra de justicia.

Pero ¿qué sobre la idea que en el uso de esta palabra Pablo va mucho más allá de su
concepto forense que está tan estrechamente relacionado con la aceptada doctrina de
justificación; que en la mente del apóstol esta palabra no implica un veredicto judicial, no
significa que el pecador será declarado o pronunciado justo, sino que sugiere un cambio
moral, una transformación de carácter por la cual el pecador es en realidad justificado?

En vista de la gran reputación del Dr. Goodspeed como estudiante del Nuevo Testamento,
esta afirmación, que evidentemente ha causado tan profunda impresión en el Dr. Hall,
ciertamente no puede ser tomada a la ligera. Necesita una cuidadosa revisión en cuanto a
esclarecer su significado, de estas páginas en las cuales la palabra es usada de tal manera.
Aceptando esos pasajes del Nuevo Testamento que en primer lugar no son Paulinos,
18

encontramos que no se prestan bien del todo a la idea de que un pecador es hecho justo.
Esto es concedido libremente por Goodspeed, como su traducción (la cual estaremos
citando todo el tiempo) claramente lo demuestra.

En Mateo 11:19 y su análogo, Lucas 7:35, la traducción dice: "La sabiduría es


justificada por los hechos de ésta" – ciertamente no hecha justa, sino probada ser justa.
Una consideración similar aparece en Lucas 10:29, donde el intérprete de la ley es
descrito como "queriendo justificar su pregunta." Lucas 7:29 es traducido un poco
liberalmente: "aun los publicanos, cuando lo oyeron justificaron a Dios, bautizándose
con el bautismo de Juan." Pero el concepto es ése evidentemente, el de un juicio; un
veredicto el cual es expresado por la gente. La idea de hacerse justo o recto es, por
supuesto, completamente imposible en este contexto. Un veredicto favorable es también
implicado en Lucas 18:14, donde el publicano es descrito como regresando a su casa
"con la aprobación de Dios" (dedikaiomenos). Lo que es quizás la muestra más fuerte
del significado judicial de la palabra, aparece en Mateo 12:37: "Porque por tus palabras
serás justificado (dikaiothese), y por tus palabras serás condenado."

Estos pasajes establecen claramente la definición forense de dikaioun en cuanto al Nuevo


Testamento respecta. Ni los restantes casos de su uso en los escritos no Paulinos
debilitan seriamente esta posición. En Lucas16:15 (todavía en la traducción de
Goodspeed) Jesús dice a los fariseos: "Ustedes son los que alardean de su rectitud (hoi
dikaiountes heautous) delante de los hombres." Pero eso no quiere decir que en realidad
sean justos, o que están siendo justificados, sino que estaban tratando de demostrar o
probar una "rectitud" delante de las personas, para ser considerados y quizás
pronunciados justos por ellos. En los tres pasajes de Santiago (2:21,24,25) Goodspeed
usa "hecho justo" en todo. Pero aun aquí "probado justo" sólo cumplirá con el contexto,
ya que en cada caso la referencia es a los hechos y acciones que demuestran la rectitud de
Abraham y los otros.

Pero la verdadera cuestión es la pregunta sobre el uso Paulino de dikaioun. En este punto
Goodspeed, arguyendo por la interpretación moral, habla en términos extensos:
"Ciertamente esto es lo que Pablo parece estar diciendo constantemente, y la experiencia
que describe es una profundamente transformante, introduciéndolos a una vida nueva
(Romanos 6:4). Ellos han muerto al viejo hombre" (p 145). El Dr. Hall va aún más lejos
en afirmar que la "justificación, como término, no viene a través del griego de Pablo."
Declarando que hay "poca esperanza que ... esta terminología sea clarificada," dice que
los "teólogos tienen que redefinir constantemente 'justificación' para expresar
acertadamente la teología de Pablo y Lutero." Ninguno de estos críticos parece
preocuparse mucho acerca de una discusión de tales pasajes en los escritos de Pablo que
pudieran favorecer el significado forense.

En beneficio de su interpretación moral Goodspeed usa "hacer justo" por dikaoiun


dondequiera que sea posible. Pero aun así su traducción no puede borrar siempre las
claras indicaciones de que el término está siendo usado en un sentido forense y judicial.
En muchos pasajes importantes la idea está claramente presente. En Romanos 2:13, 3:20,
y 4:2 Goodspeed usa su "hacer justo", aparentemente con alguna razón. Pero también
19

notamos el "a la vista de Dios, ante de Dios" (Goodspeed; griego: para to theo, pros
theon, enopion autou) que introduce el elemento del juicio de Dios, sea indulgente o
severo, y definitivamente implica un veredicto de Su parte. Ni tampoco debemos pasar
por alto que en el último de estos pasajes la manera en la cual Abraham fue justificado
ante Dios es descrita como una donde su fe era considerada (Goodspeed: otorgada) a él
por justicia (v 3). El énfasis que adquiere esta idea tal como es repetida en los versículos
que siguen (consultar vv 5,6,12,22), debe hacer bastante claro que Pablo no está hablando
de un inherente, sino de una justicia imputada; no es moral, en el sentido de que se apoya
en las propias calificaciones de carácter de Abraham, sino judicial, apoyándose en un
bondadoso veredicto de Dios.

Un pasaje en particular que requiere un estudio cuidadoso es Romanos 6:7, del cual la
Versión Autorizada traduce: "Porque el que ha muerto, ha sido liberado del pecado"
(dedikaiotai apo tes hamartias). Tiene que ser admitido que en este punto nuestro
término aparece en un marco que es ético en todo. El apóstol está describiendo la vida
nueva que un cristiano debe y puede vivir en virtud de la resurrección de Cristo. Está
demostrando lo que quiere decir estar muerto en pecado, que de ahora en adelante no
debemos servir al pecado. La idea de la justificación en el sentido de perdón del pecado,
por ninguna parte entra a la descripción. Y no obstante, tal como es usado aquí el
"liberado" (dedikaiotai) es un término evidentemente judicial.

Pablo ha descrito justamente nuestra antigua condición como siendo esclavizados al


pecado (douleuein te hamartia). Todo el sistema de la esclavitud tal como existió en el
Imperio Romano de esos días toma forma en el fondo del pensamiento de Pablo. Los
derechos de propiedad de un dueño de esclavos eran protegidos por la ley. La eficacia de
la demanda de un propietario se atribuye al hecho de que podía ser impuesta a través de
los oficiales de los tribunales imperiales. Hasta un esclavo escapado no era
verdaderamente libre. La demanda del amo era aún válida. Pero cuando tal esclavo
moría, era trasladado fuera de la jurisdicción de la ley. La demanda de su amo era
terminada. Una mano superior había escrito Finis [final] a través de todo el caso. Pablo
usa esta analogía para demostrar que en su nueva vida un cristiano no es más esclavo del
pecado. Pero el "liberado" (dedikaiotai) también es usado aquí claramente en su
concepto judicial. Goodspeed reconoce esto con una excelente traducción: "Cuando un
hombre está muerto está libre de las demandas del pecado."

En otros pasajes el contexto habla tan persuasivamente de la interpretación judicial, que


la idea de una transformación de carácter es eliminada completamente. Por lo regular
esto también es concedido por Goodspeed (aunque no siempre abandona su "justicia"), tal
como trataremos de indicar enfatizando las palabras pertinentes en su traducción.
Romanos 8:33 obviamente presenta una escena de tribunal. Notemos al acusador, los
acusados, el juez, y oigamos el veredicto tal como es proclamado referente al acusado:
Dios los declara "justos" (lo mismo Goodspeed). En 1 Timoteo 3:16 el apóstol está
hablando del santo Hijo de Dios (Lucas 1:35), quien desde la eternidad no fue sino
verdaderamente justo. De Él Goodspeed dice: Él "fue vindicado por el Espíritu"
(edikaiothe en pneumati). En Romanos 3:4 la referencia es a Dios, para que la
acostumbrada "justicia" de Goodspeed se vuelva lamentablemente inadecuada; y ya que
20

"hacer justo" o "recto" es imposible aquí, Goodspeed traduce: "Que puedes ser
demostrado ser justo en lo que dices." En el caso de 1 Corintios 4:4 sería suficiente citar
el contexto tal como fue dado por Goodspeed: Yo por mi parte me preocupo muy poco
sobre ser interrogado por ustedes o cualquier tribunal humano. Ni siquiera me ofrezco
para investigación. Porque mientras mi conciencia no me perturbe en absoluto, eso no
prueba que soy inocente" (ouk en touto dedikaiomai). Finalmente Hechos 13:39, que
también es palabra de Pablo, y aquí Goodspeed habla tan legalmente como cualquiera
pudiera desear: "por medio de él el perdón de los pecados les es anunciado, y por medio
de esa unión con él todo el que cree es liberado de todo cargo del cual la Ley de Moisés
no pudo liberarlos."

Para hacer algunas pretensiones de perfeccionamiento este estudio tendría que incluir no
sólo todos los otros pasajes donde aparece el verbo "justificar" (dikaioun), sino también
el uso de "justicia" (dikaiosyne), "justo" (dikaios), además de estas interesantes frases:
"la justicia de Dios" (dikaiosyne theou), "la justicia de la fe" (dikaiosyne pisteos), y
"valer por justicia" (logizesthai eis dikaiosynen). Pero de lo que ha sido dicho debe ser
claro que la interpretación forense de dikaioun no es producto de la imaginación, sino que
este significado está firmemente establecido, no sólo en otros pasajes del Nuevo
Testamento, sino también en muchos casos respetables de los escritos de Pablo. Es muy
lamentable que Goodspeed haya tratado de desacreditar esta bien fundada interpretación.
Es doblemente deplorable que un teólogo Luterano hubiera seguido este ejemplo y dado
apoyo Luterano a este exégesis no-Luterano.

Pero si podemos dejar que las cosas se queden en este punto por parte del concepto de
justificación de Pablo, todavía es necesario investigar la evaluación del Dr. Hall de las
opiniones de Lutero sobre este tema. ¿Ha sido Lutero en realidad tan totalmente mal
interpretado como lo implicaría este artículo? O ¿es el Dr. Hall quien ha entendido mal a
Lutero?

Se nos ha dicho que "Lutero mismo raras veces habló de 'justificación.' " Uno tiene que
concluir que el autor hace distinción entre justificare [Latín: justificar] y rechtfertigen
[Alemán: justificar], entre justificación y Rechtfertigung [Alemán: justificación], ya que
los términos alemanes se encuentran tan frecuentemente, que ocupan varias columnas en
el volumen del índice del St. Louis Edition para enumerar los pasajes más importantes.
Pero ¿Qué acerca de los términos latinos? El solo texto (Romanos 3:28 que el Dr. Hall
cita en su segundo párrafo como "sostenemos que el hombre es justificado por fe" es uno
donde Lutero usó la palabra: "porque somos justificados sin obras" (quod sine operibus
justificamur"). En las dos siguientes páginas del Latín original (Eimar Edition, vol. LVI,
pp 264ff) el mismo término es usado por lo menos una docena de veces. Notamos de
paso que éste es traducido coherentemente con Rechtfertigung en la traducción de
Ellwein a la cual se refiere el Dr. Hall.

Precisamente en el siguiente párrafo, referente a Romanos 5:1 (que es citado primero


conforme a la Versión Autorizada: "siendo justificado por la fe"), el Dr. Hall encuentra a
Lutero diciendo: "Porque él dijo antes 'uno es justificado por la fe'...", etc. Pero
observemos que lo que Lutero escribe en realidad es: "Habiendo sido justificados por la
21

fe nosotros tenemos paz" ("justificati ex fide pacem habemus") (Weimar Edition LVI,
298). Ellwein traduce de nuevo: "Porque ahora nosotros hemos sido justificados por la
fe" ("Nun wir denn sind gerechtfertigt worden durch den Glauben").

El Large Commentary on Galatians de Lutero, abunda naturalmente en casos similares


del uso de justificare [Latín: justificar]. Su traducción alemana da razón de una gran
parte de las referencias del índice, bajo rechtfertigen [Alemán: justificar] y
Rechtfertigung [Alemán: justificación]. Entre estos pasajes nos encontramos con varios
en los cuales el término "justificación" es dividido en sus partes componentes, y entonces
no es "justificar," sino "declarar justo." Porque en el original (Weimar Edition XL, 240)
leemos: "Por eso respondemos con Pablo que por la sola fe en Cristo somos declarados
justos," ("Hic respondemus cum Paulo sola fide in Christum nos pronuntiare justos") y
en página 355 leemos: "Además, el artículo de justificación es éste: que somos
declarados justos y somos salvos por la fe en Cristo" ("Articulus autem Justificationis, id
est, Sola fide in Christum nos pronuntiari justos et salvari").

Es evidente por lo tanto que Lutero sí habló de "justificación." También es claro que él
usó el término en su concepto forense. Finalmente, esto también debe desechar el
argumento de que Lutero interpretó la palabra dikaoiun de Pablo para significar que la fe
hace a un hombre una mejor persona, no sólo a la vista de Dios, sino en general. Lutero
sabía sobre el enérgico, sí, poder creativo de la fe. La enseñó clara y enérgicamente,
como hemos visto en sus comentarios y Prefacio a los Romanos. Pero él nunca introdujo
este pensamiento en el artículo de justificación. Sabía muy bien cómo distinguir entre la
función receptiva de la fe en la justificación y su papel productivo en la santificación.
Advirtió sobre separar de cada uno la justicia de la fe y la que se manifiesta a sí misma en
la obra de los creyentes. "Porque tan pronto como separas lo uno de lo otro, también la fe
es perdida y las obras continúan inútiles por sí mismas." (Denn sobald du sie von
einander trennst, so geht der Glaube verloren, und die Werke bleiben allein uebrig," St.
Louis Edition XIX, 1460). Pero también asignó a cada uno su debido lugar. Nosotros no
podemos alterar este orden.

Otra declaración que es cualquier cosa menos justa a la teología de Lutero, es la


siguiente: "La aplicación del mérito de Cristo y de los santos para pagar la multa
impuesta por la justicia era un abuso que él trató de evitar. Esa idea de la justificación es
demasiado limitada en extensión e intensidad para Lutero; tampoco es hallada en los
pasajes bíblicos que aclararon la fe y la experiencia de él." Sólo confusión ilimitada
puede ser el resultado de tales lanzamientos sin criterio del mérito de Cristo y por
consiguiente de los santos. Porque es perfectamente justificable [?] hablar de esta manera
referente al así llamado mérito de los santos.

Uno bien puede hallar falta en la manera en la cual Roma pretende distribuir el mérito de
Cristo y emplearlo como si simplemente fuera para aumentar el crédito que ganan los
hombres por sus propias obras. Pero el resto de la declaración prosigue, es decir que el
castigo de compensación de Cristo, por el cual Su mérito, Su obediencia, Su pasión y Su
muerte son aceptados por Dios porque ellos son tolerados y ofrecidos en nuestro lugar,
¿deben ser considerados una idea de justificación que era "demasiado limitada en
22

extensión e intensidad para Lutero, y que no es hallada en los pasajes bíblicos que
aclararon la fe y la experiencia de él?" Para las consideraciones de Lutero sobre el pago
(Bezahlung) de nuestra deuda con Dios, leer los párrafos de cierre de su sermón sobre
Marcos 10:35-45: "Su vida un rescate para muchos" (St. Louis Edition XIII, pp 1206f).
Para la imputación del mérito de Cristo, ver comentarios de Lutero sobre Gálatas 3:13 y
4:5 (St. Louis Edition IX, 373 y 489, 491, 492).

Algunos pueden preguntarse por qué hemos considerado necesario entrar en esta
pregunta tan extensamente. Una razón es que la traducción de Goodspeed es
involucrada. La "Traducción Americana" de Goodspeed-Smith es un trabajo demasiado
valioso para ser ignorado. Éste será usado con provecho por cualquier estudiante serio de
la Biblia. Pero tiene que ser usado con el cuidado más grande para que no se vuelva un
vehículo para llevar algo de la tolerante tendencia moderna a nuestra teología. Pues es
característico del pensamiento religioso moderno enfatizar los aspectos morales de la
vida cristiana, en vez del bondadoso perdón de los pecados ganado para nosotros por el
sacrificio del cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Al final esto es simplemente
salvación por carácter. Transmitir esta idea a los pasajes que hablan de la justificación
del pecador ante Dios, es atacar el mismo corazón del Evangelio. Sólo se necesita leer el
tercero y cuarto capítulos de Romanos o un pasaje semejante como Gálatas 2:15-17, para
comprender cuán completamente ha sido cambiado el sentido de estos pasajes clásicos,
de acuerdo con la sustitución de "hacer justo" por "justificar."

La segunda razón es que la doctrina de justificación es involucrada. El Luteranismo


Tradicional siempre ha sido susceptible a este artículo. Cualquier alejamiento que enseñó
al hombre a mirar hacia sus propias obras, o en sus corazones para prueba del desarrollo
de una justicia dentro de ellos mismos, fue calificada como privar a las almas del
consuelo del Evangelio, y como oscurecer la gloria del mérito y la pasión de Cristo.
Deseaban que fuera entendido claramente que la justicia (justitia) a causa de la cual el
pecador es justificado es una justicia ajena (aliena justitia), es decir la justicia de Cristo.
Por lo tanto no podía ser ganada, sino que necesariamente tenía que ser una justicia
imputada, otorgada generosamente, por el amor de Cristo, a través de la fe: (gratis,
propter Christum, per fidem, Augsburg Conf., Art. IV). Cualquier cosa contraria a esto,
era reconocida como enseñar el camino de regreso a Roma.

El Dr. Hall dice que la "justificación es un buen término para el romanismo; una elección
muy pobre para la teología protestante." Esto puede ser dicho únicamente si uno está
entusiasmado con el parecido superficial entre la manera en la cual Roma usa la idea de
la aplicación del mérito y, por otra parte, la manera en la cual esto es mencionado en la
Escritura. Puede ser dicho únicamente si uno no alcanza a ver la diferencia entre dos
procedimientos ampliamente diferentes. El uno es un acto por el cual la iglesia otorga
una parte del gran acopio de méritos sobre el cual preside ella supuestamente,
concediéndolos a pecadores que a juicio de sus sacerdotes humanos merecen tal
indulgencia especial. El otro es el maravilloso acto por el cual la justicia de Dios
reconoce la suficiencia total de las cosas que fueron hechas por nuestro gran Substituto
para la redención de todo el mundo, y ahora lo otorga como una justificación personal a
todo el que lo recibe por medio de la fe.
23

El error del Dr. Hall no es que aboga por una justicia personal en base al poder
transformador de la fe, sino que lee esto en los pasajes que tratan con la pregunta de
cómo los pecadores pueden colocarse ante su Dios. Hasta mencionar la justicia personal
de los creyentes en esta relación, es instaurar un fundamento falso para nuestra fe. Todo
este asunto es tratado muy cuidadosamente en el Artículo III de la Fórmula de la
Concordia. Andreas Osiander [1498-1552] había renunciado al concepto forense de la
justificación como fue sostenido por Lutero y sus compañeros de la Reforma. Osiander
definió la justificación como algo que tiene lugar dentro del creyente como resultado de
que Cristo mora en él. Su énfasis no era en Cristo para nosotros, sino en Cristo en
nosotros. De esto dice la Fórmula: "Porque un lado ha sostenido que la justicia de fe,
que el apóstol llama la justicia de Dios, es la justicia esencial de Dios, que es Cristo
mismo como el verdadero, natural, y esencial Hijo de Dios, que mora en los elegidos por
medio de la fe y los impela a portarse bien, y así es su justicia,..." (Triglotta 917, 2;
Tappert 539, 2).

Hay poca diferencia entre la afirmación de Osiander de que es Cristo, morando en los
corazones de los elegidos por la fe, quien hace estas cosas, y la presente opinión que la fe
es el poder que obra la transformación de carácter en los creyentes. En realidad, cuando
el Epitome enumera las siguientes opiniones entre los errores desechados: "Que la fe
salva en esta forma, porque por la fe la renovación, que consiste en el amor a Dios y al
prójimo, es comenzada en nosotros" (Triglotta 795, 19; Tappert 475, 19), esto bien
pudiera haber sido escrito con referencia a los artículos ante nosotros ahora.

Lamentamos la necesidad de decir estas cosas. No nos gusta esta elección de algún autor
Luterano por crítica especial. Pero ha pasado un año, y más, desde que este artículo fue
publicado, y ha continuado inalterado hasta aquí, aun en las prudentes publicaciones
Luteranas. ¿Estamos perdiendo nuestra susceptibilidad sobre esta doctrina central del
Evangelio? ¿Nos estamos volviendo complacientes a causa de una tendencia superficial
hacia el conservadurismo en algunas partes de la Iglesia Luterana? ¿Estamos dando por
sentado que tales verdades básicas como esta doctrina han llegado a ser tan firmemente
establecidas que no pueden estar perdidas o volverse corruptas?

Es significativo que entre los muchos artículos por autores Luteranos de diferentes
antecedentes sinódicos que son publicados en el reciente libro, Qué están Pensando Los
Luteranos, y que según la declarada intención del autor principal debería servir como
introducción a la teología Luterana, no hubiera ninguno sobre la doctrina de justificación.
Se ha dicho que Lutero dio las lecturas que ahora son conservadas en su Large
Commentary on Galatians, porque pensó que otros asuntos controversiales estaban
apiñando en el fondo esta doctrina cardenal. La Iglesia Luterana de nuestros días haría
bien en seguir esta idea y nunca permitirse perder de vista esta particular enseñanza. El
Artículo de la Justificación es todavía "el artículo por el cual la iglesia se sostiene firme o
cae" (articulus stantis et cadentis ecclesiae).

[Este ensayo fue publicado en el Quartalschrift (Vol. 45, Enero, 1948), pp 26-37. El
profesor Edmund Reim trabajó en el Seminario Luterano de Wisconsin desde 1940 hasta
1957.]
24
25

¿Es la justificación un hecho realizado, o tiene que ser complementado por la fe? La
Escritura hace evidente que la justificación es un hecho realizado. Dios ha
perdonado todo el mundo por amor a la vida perfecta y muerte sustituta de Cristo
en la cruz. La fe en Cristo recibe el beneficio de lo que Cristo ha hecho. La fe no
complementa lo que Cristo ha hecho. Dios ha perdonado los pecados de todo el
mundo. Sea que crea esto la gente o no, no afecta la terminante declaración de Dios.
Siempre que añadimos condiciones a la declaración incondicional del perdón de
Dios, siempre que ponemos en tela de juicio la totalidad de nuestra justificación,
socavamos la base de nuestra fe.

Por esto es que preocupación era expresada cuando la Iglesia Luterana Americana
en su declaración de 1938 declaró que Dios "también tiene intención de justificar
aquellos que han llegado a la fe." Desde que la Iglesia Luterana Americana estaba
en el proceso de llevar a cabo discusiones de ideas con el Sínodo de Missouri y desde
que el Sínodo de Wisconsin era miembro con el Sínodo de Missouri de la
Conferencia Sinodical y desde que la principal doctrina de la fe cristiana estaba
afectada, esta preocupación tenía que ser demostrada.

En el siguiente ensayo el Profesor John P. Meyer habla sobre la enseñanza de la


Escritura en la naturaleza objetiva de la justificación.

LA JUSTIFICACIÓN OBJETIVA

Desde que la Interpretación de Romanos del Dr. Lenski apareció en 1936, era mi
intención escribir un breve artículo sobre la base de la Escritura para la doctrina de la así
llamada justificación objetiva. Desde la publicación de la Declaración de los
Representantes de la Iglesia Luterana Americana [1938], un re-estudio de esta doctrina
ha llegado a ser imperativo. No es mi intención tratar la materia exhaustivamente, sino
simplemente declarar unos pocos de los hechos sobresalientes para estimular nuevas
investigaciones.

La Iglesia Luterana Americana menciona la justificación en "I. Plan Universal de


Salvación, etc." bajo la A: Dios "también tiene intención de justificar aquellos que han
llegado a la fe." La justificación, conforme a la redacción de esta declaración, presupone,
temporal o lógicamente, el principio de la fe: primero la fe, después la justificación del
creyente. ¿Significan estas palabras lo que ellas parecen decir?

Para evaluarlas correctamente uno tiene que tener en cuenta el propósito para el cual
fueron escritas. Las siguientes palabras de la Declaración no requieren comentario:
"También creemos que con respecto a los puntos corregidos en Secciones I-IV las
doctrinas declararon en el Brief Statement [declaración del Sínodo doctrinal de Missouri
de 1932] ser correctos. No obstante, éramos de la opinión que estaría bien suplirlos en
parte en la forma arriba declarada, en parte también para enfatizar aquellos de sus puntos
que nos parecieron esenciales" (VI, B, 4. - Q.S., Julio, 1938, p 212). A esto tiene que ser
agregada la frase del punto 5 de la resolución Sandusky [resoluciones de la Iglesia
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Luterana Americana 1938] que exige que el Brief Statement tiene que ser "examinado
considerando nuestra Declaración" (Q.S., Enero, 1939, p 51).

El Brief Statement contiene además una confesión referente a la justificación, que


evidentemente no satisface mucho a los representantes de la Iglesia Luterana Americana,
ni tampoco satisfizo después a la convención de la misma Iglesia. Según la convicción
de la Iglesia Luterana Americana, el Brief Statement falló para enumerar todas las partes
esenciales de la justificación y tiene que ser suplementado, o al menos falló para enfatizar
correctamente algunos puntos importantes.

¿Qué es entonces, la confesión del Brief Statement en la justificación que parecía tan
necesario suplir y re-enfatizar según la opinión de la Iglesia Luterana Americana? El
cuerpo y esencia de la justificación es declarado muy concisamente así: "La Escritura
enseña que Dios ya ha declarado al mundo entero ser justos en Cristo, Romanos 5:19; 2
Corintios 5:18-21; Romanos 4:25; que por lo tanto no por sus buenas obras, sino sin las
obras de la ley, por gracia, por el amor de Cristo, Él justifica, esto es, toma como justos, a
todos aquellos que creen en Cristo; esto es, creer, aceptar y depender, del hecho que por
el amor de Cristo los pecados son perdonados" (No. 17). Esta es la declaración que
parece insatisfactoria a la Iglesia Luterana Americana, que está dispuesta a aceptar pero
con ciertas reservas.

¿Qué dice la Declaración de la Iglesia Luterana Americana cuando así es considerada


como una interpretación apropiada, enmienda, suplemento al Brief Stamenent? Presenta
la justificación como un acto en el cual Dios actúa con respecto a tal como "haber llegado
a la fe." La desviación del Brief Statement es doble: la justificación es hecha en
individuos únicamente, mientras el Brief Statement habla de una justificación de "el
mundo entero"; y otra vez, la fe es en alguna forma una condición previa para la
justificación, mientras el Brief Statement sostiene ser simplemente el órgano receptor que
"acepta" el perdón como un "hecho" realizado.

Para demostrar tan claramente como sea posible lo que la Iglesia Luterana Americana
quiere decir cuando elimina la justificación del mundo de la doctrina de la justificación,
llamada generalmente justificación objetiva, aquí incorporo en su totalidad la exposición
del Dr. Lenski [1864-1936] del tema de sus comentarios sobre Romanos 1:17.

El gran tema de Romanos es la justificación personal del pecador por fe. Sin
embargo la base de esta justificación personal es la sangre y justicia de Cristo, vigente
para todo el mundo en el día que murió y resucitó, revela Pablo en muchos sitios,
empezando con 3:22. etc. Especialmente notable es 5:10,11, donde tenemos el propio
término de Pablo por lo que Cristo ha hecho: reconciliación – reconciliar (katallage –
katallassein). Esta reconciliación abrazó al mundo entero de pecadores y fue así "sin fe,
antes y aparte de la fe." Cuando Cristo murió en la cruz exclamó: "¡Ha sido consumado!
(tetelesthai), (i.e.: y se mantiene así por siempre). Ahí mismo todo el mundo de hombres
fue reconciliado con Dios por Cristo.
27

La resurrección de Cristo sólo corroboró el hecho extraordinario de la


reconciliación del mundo. El término de la Escritura para esto es reconciliación
(katallage), – todo el mundo de pecadores fue hecho totalmente otro (allos; kata
perfectivo [con la adición de la preposición la acción es concebida como habiendo
alcanzado su consumación]). La resurrección de Cristo muestra que Dios aceptó el
sacrificio de Cristo por el mundo, que la sangre de Cristo ciertamente había reconciliado
todo el mundo con Dios. Uno puede llamar la resurrección de Cristo para este efecto la
declaración de Dios, y porque es tal declaración uno puede llamarla "la justificación
universal de todo el mundo." No obstante usar la palabra "justificación" de este modo no
es conveniente, porque se presta para confundir al hombre ordinario; estamos
completamente satisfechos con la palabra bíblica "reconciliación." Basada en esta
redención (apolytrosis) o reconciliación (katallage), 3:24; 5-11, está la justificación
personal del individuo en el instante que el poder del Evangelio trae un pecador a la fe.

Al usarse correctamente de esta manera podemos hablar de "justificación objetiva"


(allgemeine Rechtfertigung) y de "justificación personal" (persoenliche Rechtfertigung).
Ya que las dos son igualmente objetivas, las dos declaraciones judiciales hechas por Dios
en el cielo, debería ser visto que es confuso llamar la una "justificación objetiva" y la otra
"justificación subjetiva." Esta terminología es inexacta, para no decir más. En estas
grandes y santas materias la inexactitud en la terminología es para ser evitada por
supuesto.

El peligro es que por "justificación subjetiva" podemos perder el objetivo del acto divino
de Dios por el cual declara justo al individuo pecador "de fe para fe" (ek pisteos eis
pistin), mientras la fe instantánea (aceptando a Cristo) es formada en el pecador, dejando
sólo la única declaración divina con respecto a todo el mundo de pecadores, considerando
esto el único acto forense de Dios (actus simplex), y expandiéndolo para significar que
Dios declaró libre de culpa a todo pecador cuando Cristo fue resucitado, a tantos millones
de personas aun antes de haber nacido, sin tener en cuenta la fe, sin y aparte de la fe.
Seguramente esto destruye la "justificación por la sola fe," de la cual hablan las Escrituras
página tras página. Ningún pecador es declarado justo por Dios, salvo por la sola fe.
Sólo su fe es contada a él por justicia. Esta justicia es el tema de Romanos, que tan
poderosamente enfatiza "de fe para fe" (ek pisteos eis pistin) y "por fe" (dia piseos).
Cualquier confusión en esta materia suprema tiene que implicar forzosamente la más
seria consecuencia (pp 86-88).

Notamos que la principal objeción del Dr. Lenski a los términos de justificación objetiva
y justificación subjetiva surge de un temor a confusión. Pero este peligro parece algo
remoto ya que los términos, aunque quizás no tan exactos en ellos mismos como podría
ser deseado, ya tienen por usanza adquirida un significado claramente definido. Además
los términos que sugieren, justificación universal y justificación personal (allegemeine y
persoenliche Rechtfertigung) podrían ser mal empleados para crear falsas impresiones.

Notamos además que el Dr. Lenski diferencia entre justificación (objetiva) y


reconciliación (objetiva), aceptando la última mientras rechaza la primera, al menos
como un término. Pero Pablo evidentemente usa ambos términos intercambiablemente
28

como denotando la misma cosa, Romanos 5:9-11; y define la reconciliación en términos


de justificación en 2 Corintios 5:19 (KJV): Dios reconcilió consigo al mundo, no
imputándoles sus transgresiones.

La observación que hace el Dr. Lenski cuando dice: "Usar la palabra justificación de esta
manera (por la declaración de Dios contenida en la resurrección de Jesús) no es ganar,"
no es decisiva. Si las Escrituras usan la palabra justificación para expresar lo que es
conocido técnicamente como justificación objetiva, entonces este uso está
suficientemente motivado. En las palabras de cierre de la cita, el Dr. Lenski se acerca
peligrosamente a negar la doctrina misma.

El Brief Statement cita dos pasajes de Romanos en los cuales se encuentra la palabra
justificación, y la relación en la cual los cita como textos de prueba demuestra que los
entiende hablar de justificación objetiva.

Uno es Romanos 4:25 (KJV): Que (Jesús Nuestro Señor) fue entregado por nuestras
ofensas, y fue resucitado para nuestra justificación.

Unas pocas observaciones preliminares:

En el "nuestro" el Dr. Lenski dice: "Nuestras transgresiones, nuestro ser declarados


justos, como en otras expresiones similares, habla de los creyentes solos, porque en ellos
el propósito de la muerte de Cristo y Su resurrección está totalmente realizado. Que
Cristo murió también por aquellos que lo niegan y atraen destrucción repentina sobre sí
mismos (2 Pedro 2:1) no necesita ser sacado a colación aquí. Los dos 'nuestros' nos
impide de hacer 'por nuestra justificación' (dia ten dikaiosin hemon) significar la
justificación de todo el mundo, en vez de 'nuestra' justificación, 'nuestra' refiere a
nosotros los creyentes (justificación personal)" (p 333).

El Dr. Lenski puede estar en lo correcto en restringir del "nuestro" a los creyentes, como
también coincide el Dr. Stoeckhardt [1842-1913] (Roemerbrief [Comentario sobre la
epístola a los romanos], p213); pero de eso no se deduce que Pablo está hablando de
justificación personal (subjetiva).

Sobre el pronombre relativo el Dr. Lenski comenta bien: "Hos tiene fuerza demostrativa:
Él es quien, etc. Por eso el versículo se hace resaltar del resto; no es parte del
argumento, ni un nuevo desarrollo de la idea bajo consideración; permanece fiel así
mismo como la base sólida sobre la cual descansa aseguradamente todo el argumento.

En cuanto a la interpretación del pasaje, el Dr. Lenski tiene esto para decir: "Dios se
entregó a causa de nuestras transgresiones ..... Aquí tenemos la sangre de sacrificio de
Jesús nuestro Señor, y todos los pasajes de la Escritura que hablan de ello constituyen el
comentario..... Esta muerte por expiación es unida con la resurrección: 'Fue resucitado a
causa de nuestro ser declarados justos.' La justicia (dikaiosyne) es la cualidad, la
justificación (dikaiosis) el acto que produce la cualidad, el último como la 'justificación'
inglesa, 'el resultado es como el acto' (als Handlung wie als Ergebnis), siempre un acto
29

forense con su resultado. Un 'por' (dia), por la liberación de nuestros pecados; otro 'por',
(dia) por la resurrección para nuestra justificación. Ambos con el acusativo 'a causa de,'
porque, o por amor de.'

"La liberación y la justificación (aquí el Dr. Lenski es culpable de un leve quid pro quo
[algo para algo], como veremos anon. M.) no son dos, sino una cosa con dos lados,
negativo y positivo, atando cabos apropiadamente por supuesto, pero no como objetivo y
subjetivo, porque 'nuestro' (hemon) es subjetivo igualmente para ambos, y 'transgresiones'
y 'ser declarados justos' son igualmente objetivos. Ni tampoco las transgresiones son la
'causa' (Realgrund), ni nuestra justificación el propósito (Zweckgrund). Había tanto
propósito con respeto a las transgresiones como con respeto a la justificación, y la
actualidad y realidad es la misma en ambas. ¿Por qué buscar detectar una taimada
diferencia?" (pp 332f).

El Dr. Lenski rechaza correctamente la distinción que algunos exegetas tratan de hacer
entre causa (Realgrund) y propósito (Zweckgrund), pero ¿por qué interpretar la
preposición dia como expresando propósito? Que aunque los versículos precedentes
hablan de una justificación futura: Y no solamente con respecto a él (Abraham) se
escribió que le fue imputada (por justicia); sino también por nosotros, a quienes será
imputada, si creemos en el que levantó de los muertos a Jesús nuestro Señor? ¿Tiene por
lo tanto la cláusula vinculada a éste por un pronombre relativo con su poderosa fuerza
demostrativa, que referirse también a la misma justificación personal futura? La cláusula
es independiente y declara enfáticamente la base sobre la cual todo el argumento
precedente – sobre justificación – descansa. Y cada interpretación de esta declaración
independiente tiene que considerar debidamente esta relación entre ésta y el precedente.

El versículo consiste de dos miembros, formando un perfecto paralelo, con cada término
en un miembro teniendo un complemento exacto en el otro:

Quien fue entregado por nuestras ofensas


y (quien) fue resucitado para nuestra justificación.

Por, dia, como el Dr. Lenski declara correctamente, significa a causa de, y señala hacia
una causa de la cual surge alguna cosa. Aunque en el Koine [dialecto del griego N.T.] era
algunas veces matizado levemente con una connotación de propósito, especialmente en la
pregunta ¿dia ti? [por qué], tal como en nuestros días preguntamos frecuentemente ¿por
qué? en el sentido de ¿con qué propósito? – sin embargo el exegeta se encuentra con
algunas dificultades embarazosas en un intento por introducir la idea final en este
versículo. En el primer miembro el verdadero propósito tendría que ser suministrado. La
declaración: Cristo fue entregado por el propósito de nuestras ofensas, tiene sentido sólo
si nosotros lo suministramos: para expiar por ellas. Es muy sencillo retener el significado
original de la causa: Ya que nuestros pecados fueron puestos sobre Cristo y Él los llevó
por nosotros, en realidad Él fue entregado a la muerte a causa de nuestros pecados.
Nuestros pecados son el hecho a partir del cual fluye una causa para entregar a Cristo a la
muerte. Entonces conforme al segundo miembro nuestra verdadera justificación es la
causa de la cual fluyó la resurrección de Cristo. El Theological Dictionary of the N.T. de
30

Kittel admite que esto sería la interpretación más simple, sin embargo trabaja muy
activamente para establecer un significado mixto (causa y propósito) para nuestro texto.

El Brief Statement evidentemente está en lo correcto al usar este pasaje como una prueba
de texto para la justificación objetiva.

En los versículos precedentes, particularmente en Romanos 4:16-22, Pablo describe a sus


lectores la naturaleza de la fe de Abraham. No lo hace a la manera de un dogmatizador
nombrando las partes cuasi de la fe, conocimiento, asentimiento y confianza; ni tampoco
analiza los procesos psicológicos involucrados. El acto mismo de creer no parece
interesarle mucho a él. Está mucho más interesado, no obstante, en el objeto hacia el cual
se extiende la fe. No es una esperanza natural, es contra la esperanza, v18; no es su
propio cuerpo muerto, ni la esterilidad de la matriz de Sara, v19: es mejor dicho Dios
quien da vida a los muertos, v17; es la promesa de Dios, quien también es poderoso para
actuar, vv20,21. En el mismo acto de fe él dio gloria a Dios, v20. Por eso es el
significado de la fe que es hecho prominente, no el acto de creer. Aunque en otros
respectos (santificación) la fe puede ser muy activa, sin embargo en este respecto
(justificación) no lo es; no produce nada, no prepararse uno mismo para algo, no una
meritoria disposición ética o cualidad: es en todo completamente pasiva, receptiva, dejar
a Dios hacer todo y gozar de los dones dispuestos de Dios sean visibles o invisibles.

Por eso la fe en sí misma es nada, es el significado el que le da su importancia. La


importancia de la fe depende enteramente en el objetivo que adopta: el objetivo de la fe o
la hace o la descompone. Porque la fe de Abraham sostuvo el debido objetivo, la
promesa de Dios acerca de la futura salvación del mundo por la descendencia de
Abraham, Pablo concluye: Y por lo tanto fue imputada a él por justicia, Romanos 4:22.

Con su fe Abraham es el padre de los creyentes. No hay sólo una similitud entre su fe y
la de ellos, hay una relación causativa. Abraham por la confesión y ejemplo de su fe
induce a otros a creer. Por esa razón Pablo continúa: Y no solamente con respecto a él se
escribió que le fue imputada: sino también con respecto a nosotros, a quienes será
imputada, vv23,24.

Estamos discutiendo la justificación, justificacion objetiva, justificación subjetiva, la


relación de la fe con la justificación. En estos versículos Pablo está hablando plenamente
de justificación subjetiva. Abraham es un individuo, así somos todos los cristianos
individuos, y a cada uno individualmente la justicia es imputada. Pablo hace distinción
en tiempo. Cuando la justificación de Abraham era un suceso pasado, la nuestra era
todavía un asunto del futuro.

¿Cuál es la relación de la fe con esta justificación? En el caso de Abraham era muy claro:
por la fe Abraham se apropió de la promesa de Dios. Nuestra fe es un ramal de la fe de
Abraham. Su relación con la justificación no puede ser diferente de aquella de Abraham.
Es simplemente el órgano receptivo. No es una cualidad en nosotros ser fortalecidos
antes que Dios conceda la justificación, no es una condición para ser cumplida. Dios no
se propone justificar aquellos que han llegado a la fe, como si alguna cosa segura –
31

llámenlo fe – tuviera que ser alcanzada antes que Él conceda la justificación. No, tal
como la bendición fue ofrecida a Abraham, no para darse mérito o demostrar merecer,
sino simplemente para tomarla – hecha – y para disfrutarla, así es ofrecida a nosotros.

Hay una leve diferencia, debido a la diferencia en tiempo: Para Abraham había durado
una promesa, aún algo vaga, de una salvación futura; para nosotros es proclamado en
términos claros el logro de esta salvación. Pablo dice: Creemos en el que levantó a
"Jesús nuestro Señor de los muertos," v24. Ese es el gran hecho sobre el cual se sostiene
nuestra fe. Fue prefigurado a Abraham cuando fue mandado a sacrificar su hijo Isaac, y
lo recibió otra vez indemne. Nuestra fe recibió el cumplimiento de esa figura. Jesús en
realidad sí descendió a la muerte, pero regresó vivo, indemne, con gloria eterna. Ese es el
gran contenido de nuestra fe; eso es lo que da a nuestra fe su poder de justificación.

La traducción de la Biblia Inglesa es algo engañosa en este punto. Dice: si creemos etc.
La griega tiene un participio con el artículo definido, equivalente en inglés a: es decir a
nosotros que creemos; o como dice el Dr. Lenski: "a los que creen." No hay condición
expresada o implicada. Dios simplemente justifica a los creyentes, los que en fe se
apropian ellos mismos del gran hecho de la resurrección de Cristo.

¿Por qué la resurrección de Cristo significa, lo que el creyente abraza? En el siguiente


versículo, introducido por un pronombre relativo teniendo la fuerza de un fuerte
demostrativo, Pablo explica: Cristo como nuestro substituto fue entregado por nuestras
ofensas, que han sido puestas sobre Él, imputadas a Él, y habiendo hecho por Su muerte
total expiación por nuestros pecados, Él fue justificado, declarado justo por Su
resurrección de los muertos: otra vez como nuestro substituto, para que por Su
resurrección nos mantengamos justificados. Gerhard [1582-1637]: "Resucitando a
Cristo de los muertos Dios lo absolvió por nuestros pecados que habían sido imputados a
Él, y consecuentemente también nos absolvió a nosotros en Él. En la resurrección de
Cristo somos absueltos por nuestros pecados, de manera que ellos ya no pueden
condenarnos ante Dios." (Excitando Christum a mortuis absolvit eum Deus a peccatis
nostris ipsi imputatis, ac proinde etaim nos in ipso absolvit. – In Christ resurrectione a
peccatis nostris sumus absoluti, ut non amplius coram Dei iudicio nos condemnare
possint.)

Esta es justificación objetiva, la base sólida de la justificación subjetiva. Siempre que el


evangelio es proclamado a un pecador, justificación objetiva le es anunciada como un
hecho seguro, y él en la fe se apropia de ella como suya, haciéndola así subjetiva.

El hecho de la justificación objetiva es mencionado por Pablo en el siguiente capítulo de


Romanos (5:9): Mucho más entonces "ya que hemos sido justificados en Su sangre," por
Él seremos salvos de la ira. La frase participio resume evidentemente la declaración del
versículo precedente: Dios encomienda Su amor a nosotros, en que, mientras éramos aún
pecadores, Cristo murió por nosotros. Antes de la muerte de Cristo éramos pecadores.
Entonces Cristo murió en lugar de todos los pecadores, y ahora por Su muerte de
sacrificio todos los pecadores se mantienen ante Dios como justificados.
32

El Dr. Lenski otra vez interpreta esta justificacion somos subjetiva. "La misma muerte de
Cristo tuvo lugar por nuestra salvación. Pablo insinúa eso, cuando ahora con oun [ahora]
saca su deducción de la muerte sufrida por Cristo con respecto al justificado. Cristo
murió para salvar a los impíos de la ira que su impiedad merece. Este fin será logrado en
nosotros los impíos que ahora ya estamos justificados en relación con la sangre de Cristo
– no hay ninguna clase de duda sobre ello. Que será logrado igualmente en todos los que
aún serán justificados, como ya lo hemos sido nosotros, no necesita decirse" (p 353).

La breve interpretación dada arriba parece más natural que la del Dr. Lenski. Pablo está
creando un caso para nuestra fe. Está poniendo en orden los hechos que pueden servir
para fortalecerla. La justificación subjetiva es una experiencia de nuestra fe. Pablo
pudiera haberse referido a esto como algo manteniendo esperanza para el futuro; pero en
vez de decir: estando ahora justificados por la fe, él hace el asunto tan objetivo como es
posible señalando la base del objetivo de nuestra justificación: estando ahora justificados
por Su sangre".

El Dr. Stoeckhardt llama resumidamente el participio de Romanos 5:9 una


"recapitulación" de la promesa contenida en vv6-8. Luego continúa:

"El significado de la frase participio obviamente coincide con el significado del


versículo precedente. La expresión en to haimati autou [por Su sangre] refiere atrás a la
mención de la muerte de Cristo, señalándola como muerte violenta, sangrienta, y de esta
manera permite que el sacrificio de amor de Dios aparezca mucho más grandioso. Y
dikaiothentes nyn [ya que hemos sido justificados] declara en qué manera la muerte de
Cristo ha llegado en nuestro beneficio. Por medio de la muerte y sangre de Cristo hemos
sido hechos justos. El dikaiothenai [justificar] también indica aquí el efecto inmediato de
la muerte de Cristo que ya ha sido determinado y dado con la muerte de Cristo mismo.
Además del contexto de nuestro presente pasaje, esto es demostrado también por el
paralelo dikaiothentes [habiendo sido justificados] y el sinónimo katallagentes [habiendo
sido reconciliados] de v10. Cristo ha muerto por todos los impíos, ha justificado a todos
ellos a través de su muerte. Pero únicamente los cristianos creyentes son los que se han
apropiado de este magnífico beneficio para sí mismos (Roemerbrief, p 227)."

La verdad que Pablo presentó en vv6-9 usando el término justificación, la repite en v10
usando el sinónimo reconciliación. Porque si, cuando éramos enemigos, fuimos
reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más, estando reconciliados,
seremos salvos por Su vida.

Notemos el paralelo cercano entre estas dos declaraciones. En v8 Pablo nos llamó
pecadores. Lo que necesitan los pecadores es justificación. En v10 nos llama enemigos,
pero como enemigos necesitamos reconciliación. Cuando éramos pecadores Cristo murió
por nosotros (v8), cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte
de Su Hijo (v10). Luego continúa el siguiente paso. Estando justificados por Su sangre,
como se declara arriba, por Él seremos salvos de la ira (V9); y estando reconciliados,
como es declarado en la primera parte de la frase, seremos salvos por Su vida (v10).
33

¿Qué es la reconciliación? Ninguna respuesta puede ser mejor que la dada por el Dr.
Lenski. Él explica el verbo etimológicamente: "En katallassein [reconciliar] el kata es
perfectivo [expresando acción como complemento], y la raíz del verbo es allos: para
hacer completamente otro" (p 356).

Sobre la materia misma dice:

La reconciliación significa que por la muerte de Cristo Dios cambió nuestro


estado. Por nuestro enemigo, nuestro pecado, nuestra impiedad (todos sinónimos) nos
hemos metido nosotros mismos en el estado de desesperación que no mereció de Dios
nada sino ira, castigo, condenación; y a menos que Dios hiciera algo para cambiar
nuestro estado, esto lo obligaría a tratarnos de esa manera. Por medio de la muerte (dia)
de Cristo, Dios cambió esto en un estado totalmente diferente, uno que a pesar de nuestro
enemigo, etc., lo posibilitó para continuar encomendándonos Su amor, este mismo amor
que cambió nuestro estado, este amor que impulsó a Cristo a morir por nosotros hostiles
enemigos de Dios... Un cambio tenía que suceder en nuestro caso, y no podíamos hacerlo
nosotros mismos, Dios tenía que hacerlo. Le costó la muerte de sacrificio de Su Hijo
hacerlo... Siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios. Este es el acto objetivo.
Forjó un cambio con o sobre estos enemigos, no dentro de ellos. Hasta ahora no volvió la
enemistad de ellos en amistad, no hizo al mundo el reino. Cambió al no redimido en el
mundo redimido. En el instante que Cristo murió todo el mundo de pecadores fue
cambiado completamente. Ahora era un mundo por cuyos pecados expiación había sido
hecha, ya no era un mundo con pecados sin expiar (pp355ff).

El Dr. Lenski está en lo correcto en enfatizar el objetivo de reconciliación, que se


mantiene totalmente independiente de nuestra personal, apropiación subjetiva de esta
bendición por fe. Pero si tenemos en cuenta que Pablo usa este término para minimizar
lo que ha dicho acerca de la justificación, la conclusión llega a ser inevitable que tal
como reconciliación es objetivo también debe serlo justificación, de otro modo la
explicación sería engañosa.

También hay, por supuesto, una reconciliación subjetiva. Pablo habla de ello en 2
Corintios 5:20. Después de decirnos en vv18 y 19 que Dios realizó un cambio en nuestro
estado, una reconciliación, por Jesucristo; que Dios también instituyó un servicio especial
para administrar esta bendición de reconciliación; que nos dio la palabra, el mensaje de
reconciliación: él ruega como embajador de Cristo, ser reconciliados con Dios, i.e.,
aceptar en fe para el goce personal la reconciliación objetivamente preparada por Cristo y
ofrecida a ustedes en la palabra.

Esa reconciliación es esencialmente lo mismo que la justificación que Pablo demuestra


además definiendo ambas en los mismos términos. Define la justificación citando del
Salmo 32: Bienaventurado es el hombre a quien el Señor no imputará pecado (Romanos
4:8 KJV). Justificación es la imputación de la justicia de Cristo, o la no-imputación de
pecado. Define la reconciliación de esta manera: Dios estaba en Cristo reconciliando
consigo al mundo, no imputando sus pecados a ellos (2 Corintios 5:19 KJV).
Reconciliación, como justificación, es la no-imputación de pecado.
34

Hay otro pasaje en Romanos, citado del Brief Statement, en el cual la justificación ocurre
en el sentido de justificación objetiva, pero tengo que reservar una discusión de esto para
algún tiempo futuro.

Desde que la Declaración de la Iglesia Luterana Americana consideró necesario hablar de


justificacion en todo, pero en términos diferentes de los usados en el Brief Statement, su
algo vaga referencia requiere un minucioso escrutinio de nosotros: ¿Asignan a la fe su
debida función en justificación; y quizás eliminan del todo la justificación objetiva? No
estamos dispuestos a tenerla eliminada o ignorada, reteniendo como hacemos con nuestro
santificado Dr. Hoenecke: "La prominencia de la justificación objetiva es necesaria para
preservar el verdadero contenido del evangelio" (Dogmatik, IV, p 355).

Mientras elevamos el cargo de exégesis imperfecto contra el Comentario del Dr. Lenski,
la Declaración de la Iglesia Luterana Americana, pretendiendo ser una confesión
explicativa y suplementaria de la doctrina, es culpable de expresiones indefinidas y
engañosas, por lo cual toda la materia se hace dudosa.

Apéndice. Este ensayo fue escrito y compuesto hace alrededor de un año. Desde
entonces el Comité de Missouri en Unión Luterana formuló a representantes de la Iglesia
Luterana Americana la pregunta "exactamente cuándo tiene lugar esta justificación, si
inmediatamente después que el hombre ha llegado a la fe o más tarde. La respuesta fue,
desde luego, en el mismo momento en el cual el hombre llega a la fe."

Esta respuesta fue aceptada como satisfactoria por el Comité de Missouri. "Los
miembros del Comité están convencidos por declaraciones orales y escritas que los
comisarios de la Iglesia Luterana Americana enseñan objetiva, o universal, justificación,
la doctrina que Dios ya ha absuelto en Cristo al mundo de los pecados. Discutiendo este
párrafo los comisarios de la Iglesia Luterana Americana declararon formalmente una vez
más 'que adherimos a la doctrina de objetiva, o universal, justificación.' "

Reportado por el Secretario del Comité, F.H. Brunn, en el CTM, para Diciembre, 1939.

[Este ensayo fue imprimido en el Theologische Quartalschrift (Vol. 37, January, 1940),
pp 31-41. Prof. John Meyer trabajó en el Seminario Luterano de Wisconsin de 1.920 a
1.964. La traducción de la cita del Stoeckhardt fue hecha por el Rev. Otto Engel de New
Ulm, Minnesota.]

Para más información sobre el tema de justificación objetiva, ver lo siguiente:

Kuske, David, "Justificación Objetiva en el Servicio Especial de Asistencia Pública


de Nuestra Misión: Un exégesis de 2 Corintios 5:18,19," Wisconsin Lutheran Quarterly
(Vol. 77, January, 1980), pp 6-29.

Meyer, John P., "Justificación Objetiva," Theologische Quartalschrift (Vol. 37, Abril,
1940), pp 107-122.
35

Meyer, John P., Ministers of Christ, pp 98-111.

Reim, Edmund, "Una Historia del Término 'Justificación Objetiva,' " Quartalschrift
(Vol. 52, Abril, 1955), pp 81-96.
36

¿Por quién murió Cristo? La Biblia es clara sobre este asunto. Jesús murió por
todos. Él pagó por los pecados de toda la gente. Ninguno es excluido. La Escritura
enseña una justificación universal, la cual tiene que ser mantenida considerando la
enseñanza de los calvinistas de una expiación limitada. Los calvinistas creen que
Dios eligió algunas personas para salvación y otras para condenación. Ellos
razonan, si Dios eligió algunos para condenación, no tiene sentido que Jesús pagara
en realidad por los pecados de aquellos elegidos para condenación. Los calvinistas,
entonces, niegan la justificación universal del mundo enseñada por la Escritura.

El grave daño que esta enseñanza hace a la fe, es ilustrado por la siguiente cita de un
prominente consejero reformado de la actualidad: "Como reformado cristiano, el
escritor cree que los consejeros no deben decir a ningún aconsejado no salvado que
Cristo murió por él, porque ellos no pueden decir eso. Ningún hombre sabe, excepto
el mismo Cristo, quiénes son Sus elegidos por quienes Él murió" (Adams, Competent
to Counsel, p 70). Si Jesús no murió por todos, ¿entonces como puedo estar seguro
de que Él no murió por mí? No obstante, ya que Cristo murió por todos, puedo
estar seguro de que Él murió por mí. De esta manera yo estoy asegurado del
perdón.

En el siguiente ensayo, el Dr. Siegbert Becker presenta la enseñanza bíblica de la


justificación universal.

LA JUSTIFICACIÓN UNIVERSAL

En el pasado reciente la Comisión de Teología y Relaciones Eclesiásticas de la Iglesia


Luterana - Sínodo de Missouri, editaron una excelente declaración sobre la doctrina de la
justificación que nuestro sínodo estaría dispuesto a aceptar sin cambios. [En 1.981 la LC-
MS convocó para un estudio de todos los aspectos de la doctrina de justificación. En
Mayo de 1.983 la Comisión sobre Teología y Relaciones Eclesiásticas de la Iglesia
Luterana de la LC-MS publicó un informe, Tesis sobre la Justificación.] Alrededor de la
misma época un comité Luterano-Católico redactó una declaración aún más extensa
sobre la misma doctrina. La primera de éstas fue ciertamente publicada casi con la
esperanza de contener una nueva controversia que estaba amenazando estallar en la LC-
MS [el error era que el perdón de los pecados y justificación por todos no fueron
declarados por Dios, cuando Él resucitó a Su Hijo de los muertos, sino simplemente
obtenidos o hechos una posibilidad por medio de la expiación de Cristo. Algunos niegan
que "por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida" (Romanos
5:18 KJV), y que esa justificación es antes de la fe. Esta era la posición de los primeros
sínodos de Ohio y Iowa y eran adoptados por algunos en la LC-MS], y lo segundo era
manifiestamente un intento vano para resolver una vieja controversia que se remonta a
los días de la Reforma Luterana y el Concilio de Trento [1.545-1563].

Hace dos años la controversia en vía de desarrollo en la LC-MS mostró signos de caída
también en nuestro propio Sínodo de Wisconsin, y es muy probable que en contra de esos
antecedentes podamos ver por qué el tópico del ensayo de la convención de este año fue
elegido. [Algunos sostuvieron que es apropiado hablar de santos en el infierno. Este error
37

surgió como resultado de una caricatura de ciertas declaraciones hechas en el comentario


del profesor John Meyer sobre 2 Corintios, Ministros de Cristo. Cuando el profesor
Meyer escribió: "Objetivamente hablando, sin ninguna referencia a la actitud de un
pecador individual hacia el sacrificio de Cristo, puramente en base al veredicto de Dios,
cada pecador, sea que lo sepa o no, sea que lo crea o no, ha recibido el estado de santo,"
él estaba reflejando simplemente el pensamiento expresado por la Fórmula de la
Concordia cuando dijo: "Dios perdona nuestros pecados, y somos considerados santos y
justos" (Triglotta 921, 15; Tappert 541). No hay santos en el infierno. Los que están en
el infierno están ahí porque por medio de su incredulidad ellos rechazaron la justicia de
Cristo.] Sería imposible, por supuesto, tratar en detalle toda la doctrina de justificación
en el tiempo asignado a este tema en esta convención. Debido a que la controversia de la
cual hemos hablado se centró principalmente sobre el aspecto universal de la
justificación, limitaremos la mayor parte de nuestra discusión a esa característica de esta
doctrina.

DEFINICIÓN DE TÉRMINOS

El término universal o justificación general es obvio. Por este término queremos decir
que Dios ha justificado, declarado justo, o absuelto, al mundo entero de pecadores o, en
otras palabras, que Dios ha perdonado plenamente los pecados de todos los hombres.

Un término alterno de la justificación universal en nuestros círculos ha sido, por muchas


décadas, la justificación objetiva. Hemos usado los dos términos casi
intercambiablemente sin darnos cuenta de alguna distinción entre ellos. Deberíamos, no
obstante, estar advertidos que también un calvinista, que seguramente desecharía más la
doctrina de la justificación universal, podría tal vez sentirse perfectamente cómodo con el
concepto de la justificación objetiva. En realidad, el término justificación objetiva
significa que un pecador es justificado por Dios sea que él lo crea o no. Muchos
calvinistas creen que esto es verdad de los elegidos. Mientras ellos por lo tanto pudieran
estar queriendo aceptar nuestra terminología cuando hablamos de justificación objetiva,
rechazarían vehementemente el concepto de justificación universal porque eso estaría en
pugna con su doctrina de expiación limitada [los calvinistas creen que ya que Dios eligió
algunos para condenación, por lo tanto no pudo haber perdonado los pecados de todos].

Si la justificación es universal, tiene que ser objetiva por necesidad. Porque si los
pecados de los hombres han sido perdonados plenamente por Dios, entonces los hombres
son perdonados por Dios sea que lo crean o no. Por otra parte, no obstante, al menos
hipotéticamente, la justificación pudiera ser objetiva sin ser universal. Que la
justificación es objetiva es enseñada por San Pablo, cuando dice que Dios "justificó al
impío" (KJV; NVI: "malvado"; Romanos 4:5). La palabra que él usa en el original griego
es equivalente a "incrédulo." Dios absuelve o justifica al incrédulo, esto es, Él anuncia al
incrédulo que sus pecados son perdonados, y a través del mensaje del Espíritu Santo crea
fe en el corazón del incrédulo.

JUSTIFICACIÓN Y EXPIACIÓN
38

La razón humana siempre tendrá dificultad con la doctrina de la justificación universal.


Siempre está inclinada a decir que si Dios ha perdonado realmente los pecados de todos
los hombres, entonces es imposible ver cómo Él puede todavía enviar incrédulos a la
condenación eterna en el infierno. Debido a esto, algunos luteranos que desean ser
ortodoxos están temerosos de que la justificación universal conducirá al universalismo, la
doctrina que dice que todo hombre será finalmente salvado eternamente.

Nunca veremos una salida de esa dificultad hasta que tengamos un claro entendimiento
de la distinción entre la ley y el Evangelio. La declaración de que Dios ha perdonado los
pecados de todos los hombres, fuera del sistema de la ley y el Evangelio, sería en realidad
una doctrina falsa e incierta. Cuando un muy conocido teólogo moderno, por ejemplo,
dice que Dios tiene recursos de amor que van más allá de Su justicia, da a entender
bastante claramente que al final todos los hombres serán partícipes en la gloria celestial,
porque Dios finalmente dejará de castigar el pecado y sólo anulará todo mal pasado.

La revelación bíblica pone en claro que ninguno tiene derecho a creer que Dios ha
perdonado todo pecado sin creer al mismo tiempo que Dios ha castigado todo pecado.
Decir lo uno sin decir lo otro sería una clara negación de la enseñanza evidente de la
santa Escritura.

Esto lo aprendemos de una de las primeras revelaciones de Dios de Él Mismo. Cuando


Moisés pidió a Dios el privilegio de verlo en Su gloriosa majestad, el Señor no concedió
la petición al profeta, porque esto sólo hubiera terminado en la destrucción de Moisés.
Pero en Su misericordia Dios prometió decir a Moisés en qué consistía Su gloria.
Prometió decir a Moisés en palabras humanas qué clase de Dios es Él. En términos
bíblicos, prometió proclamar a Moisés "el nombre del Señor."

Lo que sigue en cumplimiento de esa promesa es ciertamente uno de los pasajes claves
del Antiguo testamento y de toda la Biblia. Cuando Dios proclamó el nombre del Señor a
Moisés, dijo (Éxodo 34:6,7):

¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en


misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la
rebelión y el pecado.

Sin embargo Él no deja al culpable sin castigo; castiga a los hijos y sus hijos por los
pecados de los padres hasta la tercera y cuarta generación.

De esta manera Dios se reveló a Sí Mismo a Moisés como el Dios misericordioso y


bondadoso que perdona el pecado, y el justo y santo Dios que castiga el pecado.

El corazón de fariseo con el que nace todo hombre, siempre está inclinado a imaginar que
el perdón de Dios es por aquellos cuyas buenas acciones pesan más que lo malo que han
hecho, mientras el castigo de Dios es por aquellos cuya maldad es especialmente
escandalosa. Pero eso no es lo que Dios dice en Su santa palabra. Antes de tratar la
justificación del pecador ante Dios, el apóstol Pablo dedica más de dos capítulos
39

demostrando que esta aparente contradicción en la revelación de Dios a Moisés no puede


ser resuelta a la manera de los fariseos. Concluye que no hay diferencia entre los
hombres, porque todos han pecado, y por esa razón todos los hombres fracasarán siempre
para recibir el veredicto favorable que él llama "la gloria de Dios," o "la alabanza de
Dios," la alabanza que Dios da cuando declara justos a los hombres a Su vista (Romanos
3:23).

Dios perdona y castiga los pecados. Estas dos declaraciones son eterna, universal e
invariablemente verdaderas. Sin embargo para la mente humana no pueden ser
conciliadas, porque la razón humana dice que si Dios castiga no perdona, y si perdona no
castiga.

Si el hombre por lo tanto proclama un perdón universal que en alguna manera ignora el
castigo universal, no está llamando los hombres hacia el Dios que se reveló a Sí Mismo a
nosotros en las santas Escrituras. Sólo hay un lugar en todo el universo donde el hombre
hallará posible creer que todo pecado es castigado y que todo pecado es perdonado. Ese
lugar es el monte verde muy lejos de las murallas de la ciudad, en el sitio de la calavera y
de la tumba abierta en el cual los crucificados fueron sepultados tendidos muy cerca uno
a otro. En la cruz, donde el Hijo eterno de Dios fue abandonado por Su Padre celestial
para sufrir por los pecados del mundo que el Señor había puesto sobre Él, vemos los
pecados del mundo entero siendo castigados. En la tumba abierta de la cual el humilde y
manso Jesús de Nazaret resucitó en la gloria del Padre, vemos que los pecados del mundo
entero han sido pagados en una manera que satisfizo al Padre, quien lo resucitó de los
muertos. Ellos han sido verdaderamente pagados, cancelados, borrados y perdonados.
Merece ser repetido que lo que fue pagado ahí, eran los pecados de todo el ancho mundo.

La teología moderna tiene mucho que decir acerca del amor y la misericordia del Señor y
Su constante buena voluntad para perdonar. Pero al mismo tiempo llama la teología de la
cruz una anticuada "religión de sangre," y caracteriza al Dios que envió a Su Hijo al
Calvario por el determinante consejo de Su voluntad como un tirano sanguinario, que
demanda un desgarre de la carne antes de perdonar. Un vocero para esa clase de teología
ha dicho, que un Dios cuyo perdón tiene que ser comprado y un Padre que tiene que ser
reconciliado con Sus hijos no es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Esto
seguramente debe convencernos de que es posible predicar el perdón y aun ser culpables
de enseñar la más condenable herejía.

Por eso los dogmáticos luteranos parecen tener dificultad algunas veces decidiendo cuál
es la doctrina central de la religión cristiana. Usualmente decimos que la doctrina de
justificación es la doctrina por la cual la iglesia permanece y cae. Pero los dogmáticos
hablan ocasionalmente de la expiación sufrida por otro, la obediencia sustituta,
sufrimiento, muerte y resurrección del Salvador como la médula de la religión cristiana.
En otros momentos hablan de la resurrección de Cristo como la piedra angular de la fe
cristiana. Y esto no es sorprendente, porque estas doctrinas son tan estrechamente
relacionadas una con otra, que ninguna de ellas puede ser enseñada correctamente a
menos que todas ellas lo sean. Sin la expiación sufrida por otro, la justificación o perdón
no tiene significación para nosotros, y la resurrección no tiene sentido.
40

LOS PECADOS DE TODOS LOS HOMBRES SON PERDONADOS

Sobre esos antecedentes es posible hablar de perdón universal sin peligro de ser
arrastrados dentro del universalismo. Dios permanece por siempre el Dios que castiga
todo pecado, y al mismo tiempo Él es por siempre el Dios que perdona todo pecado. Y
sólo la persona que por la gracia de Dios ha encontrado en el castigo de expiación de
Cristo una vía para creer ambas verdades venera al Dios de la Biblia.

Que Dios ha perdonado los pecados de todos los hombres en Cristo, encuentra pocos
interrogadores entre luteranos que todavía están interesados en tales preguntas como esas
que estamos discutiendo hoy. Pero, triste es decir, hay algunos luteranos que desean ser
prudentes y ortodoxos, y todavía encuentran muy difícil decir con igual fervor y vigor
que Dios ha perdonado los pecados de todos los hombres en Cristo.

Quienquiera que esté en casa en la literatura de la antigua Conferencia Sinodal


seguramente tiene que saber que ésta era la posición unánime e incuestionable de
nuestros padres de la Conferencia Sinodal. No haremos ningún esfuerzo para demostrar
ese hecho con citas reales. Nuestros padres sinodales y nuestros dogmáticos ortodoxos
confesaron y creyeron en términos evidentes que la justificación es universal, que los
pecados de todos los hombres son perdonados. Ellos lo confesaron porque creyeron que
ésta era la clara enseñanza de la Escritura. Y en esa confesión y creencia estaban en lo
correcto. Si dejamos permanecer las Escrituras como ellas dicen, sin tratar de forzarlas
dentro de un modelo preconcebido, aprenderemos pronto que el mensaje del Evangelio
trae las buenas nuevas a todos los hombres: "Tus pecados son perdonados, quitados,
expiados y pagados por la santa vida e inocente muerte del propio Hijo de Dios."

2 CORINTIOS 5:19

San Pablo escribe a los Corintios: "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al
mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados" (2 Corintios 5:19). Esta
traducción de la Nueva Versión Internacional obscurece la enseñanza de Pablo hasta
cierto punto. Las palabras reales de Pablo dicen que Dios estaba reconciliado consigo al
mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados. El único posible
antecedente de "sus" en esa frase es "al mundo," y la palabra incluye ciertamente a todos
los hombres. Lo que Pablo dice en realidad, por lo tanto, es que Dios no toma en cuenta
a los hombres sus pecados. En su carta a los romanos el apóstol indica fuera de toda
pregunta, que no tomar en cuenta a los hombres sus pecados significa perdonar los
pecados. Pablo escribe: "Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y
cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de
pecado" (Romanos 4:7-8). Estamos por lo tanto en lo justo al decir, que Pablo en 2
Corintios 5:19 enseña que en Cristo Dios verdaderamente había perdonado los pecados
de todo el mundo. Dios reconcilió consigo al mundo perdonando los pecados de todos
los hombres.

Pablo enseña la misma verdad en su epístola a los romanos (5:18). Ahí escribe: "Así
que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la
41

misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida"
(NVI). Debido al pecado de Adán, todos los hombres fueron condenados o declarados
culpables por Dios. En la misma manera todos los hombres fueron justificados o
declarados inocentes, justos, no culpables a causa de lo que Cristo hizo como su
substituto. Debido a la importancia de este pasaje para la doctrina de justificación
universal, merece un estudio más minucioso. Es imposible hacer una frase idiomática
española usando sólo las palabras griegas de Pablo en este versículo, porque la frase
griega no contiene verbo. Ayudaría si miráramos a lo que varias traducciones han hecho
con este versículo. Hemos imprimido en cursiva las palabras que fueron agregadas para
hacer la frase completa en español.

KJV: Como por la ofensa de uno vino juicio sobre todos los hombres para condenación,
aun así por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.

NASB: Como por la transgresión de uno resultó condenación a todos los hombres, aun
así por la justicia de uno resultó la justificación de vida a todos los hombres.

Beck: Como por un solo pecado toda la gente fue condenada, así por una obra de justicia
toda la gente fue juzgada ser justa. (Beck agrega aquí "y viva," lo cual es obviamente
incorrecto.)

NEB: Como la consecuencia de una fechoría fue condenación a todos los hombres, así
la consecuencia de un solo hecho es absolución. . . a todos los hombres. (NEB. . . agrega
"y vida," lo cual otra vez es incorrecto e injustificado para el original griego.)

RSV: Como el pecado de uno condujo a condenación a todos los hombres, así el acto de
justificación de uno conduce a la absolución. . . a todos los hombres. (RSV también dice,
"y vida.")

Berkeley: Como la caída de uno afectó a todos los hombres para su condenación, así por
la justicia de uno hay para todos los hombres una vida justificada.

NVI: Justo como el resultado de un pecado fue condenación a todos los hombres, así
también el resultado de la justicia de uno fue justificación que trae vida a todos los
hombres.

Smith-Goodspeed: Como una ofensa significó condenación a todos los hombres, así
mismo la justicia de uno significa absolución. . . a todos los hombres. (S-G también dice,
"y vida.")

Phillips: Como un acto de pecado expuso a toda la raza humana al juicio y condenación
de Dios, así un acto de perfecta justificación presenta absueltos a todos los hombres a la
vista de Dios.
42

20th Century NT: Justo como una sola ofensa resultó en condenación a toda la
humanidad, así, también, un solo decreto de justificación resultó para la humanidad en
esa declaración de justicia que trae Vida.

Todas estas traducciones dicen en el análisis final que en Cristo todos los hombres son
justificados, pero si me fuera preguntado elegir la mejor de estas traducciones, mi
elección sería la última enumerada. Es la única traducción española que traduce la
palabra griega dikaomatos con "un decreto de justificación." A través de más de un
cuarto de siglo de enseñanza los romanos me han convencido que esta traducción es la
correcta, aunque, por claridad preferiría "un veredicto de absolución" en vez de "un
decreto de justificación." Casi todas las otras versiones españolas modernas traducen la
palabra con un "don de la justicia" o una frase equivalente.

Mientras tal traducción puede ser entendida correctamente, no refleja propiamente lo que
Pablo dijo exactamente. La traducción "don de la justicia" por dikaomatos es la más
sorprendente de todas, en vista del hecho que la misma palabra es usada dos versículos
antes por Pablo, y ninguna traducción que yo conozca la tradujo con "un don de justicia"
en ese versículo (Romanos 5:16). Los traductores generalmente están de acuerdo que en
versículo 16 ésta quiere decir "un decreto de justificación," aun cuando ninguno de ellos
usa esa frase particular. La mayoría de ellos (KJV, NVI, NASB, RSV, Phillips, y
Berkeley( en Romanos 5:16 usa "justificación" como una traducción por dikaiomatos.
Smith-Goodspeed usa la palabra "absolución." NEB y, sorprendentemente, la Biblia
Católica Romana de Jerusalén la traduce con "veredicto de absolución." Lo que dice
Pablo es que un veredicto de absolución fue la justificación para todos los hombres. El
veredicto de absolución que él tiene en mente es el veredicto que Dios pronunció sobre el
Cristo crucificado cuando Él lo resucitó de los muertos. Uno de los dogmáticos luteranos
del siglo diecisiete hizo muy bien esta observación en sus comentarios acerca de la carta
de Pablo a los romanos, en la cual escribió:

Resucitando a [Cristo] de los muertos, [Dios] lo absolvió de nuestros pecados que


habían sido imputados a Él , y por lo tanto Él también nos absolvió en Él para que la
resurrección de Cristo pudiera entonces ser la causa y la prueba y la terminación de
nuestra justificación (J. Gerhard: Annotationes in Epist. ad Rom., ed. Jenae 1666, p156).

ROMANOS 4:25

El apóstol Pablo enseña esto cuando escribe: "Él fue entregado por nuestras
transgresiones, y resucitado para nuestra justificación" (Romanos 4:25). La proposición
griega que ambas la NVI y la KJV tradujeron con "por," es quizás mejor traducida en el
español moderno con "a causa de," de esta manera los pasajes rezarían: "[Cristo] fue
entregado a causa de nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación."
También podríamos traducir: "Él fue entregado porque hemos pecado, y fue resucitado
porque hemos sido justificados." Algunos luteranos que niegan la justificación universal
alegan que desde que el versículo previo habla de creyentes, por lo tanto la verdad
expresada en este versículo tiene que ser limitada a los creyentes, porque sólo los
creyentes son justificados. Pero seguramente no hay luterano que creyera que Cristo fue
43

entregado sólo por los pecados de los creyentes. Él murió por todos. Pagó el precio del
rescate por todos. Quitó el pecado del mundo. Él es la propiciación o el substituto por
nuestros pecados, y no sólo por nuestros pecados sino también por los pecados de todo el
mundo. Su resurrección es la prueba de que los pecados del mundo son cancelados y
perdonados.

1 TIMOTEO 3:16

Pablo se refiere a esa misma verdad cuando escribe (1 Timoteo 3:16) que Cristo "fue
justificado en el Espíritu" (Siglo 20 NT). Cuando Cristo fue resucitado en ese nuevo
modo espiritual de existencia que ambos Pedro (1 Pedro 3:18) y Pablo (Romanos 1:4)
llaman "espíritu," Él fue justificado. Pero desde que los pecados de los cuales Él fue
justificado (Romanos 4:25, cp. también el original griego de Romanos 6:7) fueron los
pecados de todos, se deduce que todos los hombres fueron justificados en Él. La obra de
Cristo es tan totalmente sufrida por Él, que todos murieron cuando Él murió (2 Corintios
5:14). En la misma manera, todos fueron malditos cuando Él fue hecho por nosotros
maldición (Gálatas 3:13), y todos fueron justificados cuando Él fue justificado (Romanos
4:25).

JUSTIFICACIÓN Y VIDA

Anteriormente, cuando discutíamos las palabras de Pablo en Romanos 5:18, expresamos


desacuerdo con esos traductores que decían que la obra de Cristo resultó en "justificación
y vida" a todos los hombres. Ninguno ni el original griego ni el contexto de la Escritura
permite tal traducción. No todos vivirán por siempre a causa de la obra del Salvador. Lo
que Pablo dice es que una "justificación de vida" resultó de la obra del Salvador que le
trajo un veredicto de absolución de Su Padre, un veredicto de absolución el cual
comparten todos los hombres. Esta es una absolución de vida. Todo lo que puede
concluirse de esa frase es que hay alguna clase de vínculo entre la absolución y la vida.
Lo que este vínculo es, tiene que ser determinado de otros contextos.

Pablo nos dice muy claramente cuál es este vínculo cuando escribe: "El justo por la fe
vivirá" (Romanos 1:17). En el Evangelio los mensajeros de Dios nos proclaman que los
pecados de todos son perdonados. Aquellos que escuchan ese mensaje y lo rechazan en
la incredulidad no encontrarán consuelo, ni esperanza, ni descanso de una conciencia
atormentada que los conduce lejos y más lejos de Dios, la fuente de toda vida. Eso es lo
que Juan quiere decir cuando nos dice que la ira de Dios permanece en aquellos que no
creen (Juan 3:36).

Pero los que creen cuando oyen decir a Dios: "Los pecados del mundo han sido
perdonados," cuando les dice en la absolución: "Tus pecados son perdonados,"
encuentran paz, consuelo y gozo en el mensaje por toda la eternidad. Están en paz con
Dios por medio de esa fe. Han encontrado una manera de superar el terrible temor que
tiene que llenar el corazón humano cuando llega a enfrentarse con la justicia de Dios, que
demanda castigo eterno por cada pecado. En esta vida el incrédulo puede escapar
frecuentemente a ese temor por medio de miles de trucos sugeridos por el diablo; pero en
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la eternidad ninguno de esos trucos por los cuales el hombre evade la sensación de la ira
de Dios surtirán efecto. El ateísmo, que niega la existencia de algún Dios enojado, no
funcionará. El laicismo y materialismo, que ignoran la existencia de un Dios enojado, no
funcionarán. El farisaísmo, que imagina que la ira de Dios puede ser apaciguada por el
esfuerzo humano, no funcionará. Los idólatras, modernos y antiguos, que substituyen un
falso dios por el Dios que proclamó Su nombre a Moisés, no funcionarán.

Pero aquellos que creen en el mensaje de Dios de perdón, y continúan creyéndolo hasta el
día que mueran, se regocijarán en este mensaje por toda la eternidad. Ellos saben que la
ira de Dios ha sido apaciguada por la muerte de Su Hijo, y en ese conocimiento pueden
vivir en gozosa comunión con el Dios que castiga y perdona todo pecado. Esto es lo que
la Biblia llama "vida eterna," y haremos bien en recordarnos a nosotros mismos, que la
Biblia habla de esa vida como principio en el momento de nuestra conversión cuando
empezamos a creer que somos redimidos, restablecidos, perdonados por medio de la
preciosa sangre de Jesús. En ese momento, el momento de fe en la promesa del perdón
es encendida en nuestro corazón, pasamos de la muerte a la vida (Juan 5:24), a la vida
que nunca termina. En ese sentido, la justificación que viene sobre todos los hombres a
través de Cristo es una "justificación de vida" (KJV), o una justificación que trae vida"
(NVI).

LA IMPORTANCIA DE LA JUSTIFICACIÓN UNIVERSAL

La doctrina de justificación universal, que enseña que los pecados de todos son
perdonados, y la doctrina de justificación objetiva, que enseña que los pecados del
hombre son perdonados sea que él lo crea o no, son supremamente importantes. Estas
doctrinas, o quizás es mejor decir, estos dos aspectos de la única doctrina universal de
justificación, forman una base sólida para la seguridad y confianza concernientes a la
salvación.

La doctrina de salvación por obras, que llamamos la opinio legis [opinión de la ley], está
grabada tan profundamente en el pecaminoso corazón humano que es difícil impedirle
oscurecer también la doctrina de justificación y perdón. Desde que el diablo sembró en el
corazón de Eva el pensamiento de que su felicidad y satisfacción eran algo para ser
alcanzados por su propio esfuerzo, en vez de algo que ella ya poseía como don del amor
de Dios, el hombre ha nacido con la idea de que podemos ser salvos por lo que hacemos.

Los luteranos pueden pensar que han sido vacunados efectivamente contra esta
enfermedad espiritual. Desde la niñez la mayoría de nosotros hemos tenido el martilleo
en nuestros oídos de que no somos salvos por las obras sino por la gracia. Es
probablemente cierto de cada uno de nosotros, que si alguien tuviera que despertarnos a
las dos de la mañana y preguntar: ¿Estás salvo por las obras o por la gracia?"
responderíamos sin dudarlo: "Por la sola gracia, sin obras."

Y sin embargo muchos luteranos aún trabajan bajo el engaño de que Dios no nos perdona
a menos que creamos. En vez de ver la fe como nada más que la mano espiritual con la
cual hacemos el perdón de Dios nuestro, ellos la ven como una razón por la cual Dios nos
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perdona. Creen que Cristo verdaderamente ha suministrado el perdón para todos los
hombres, que Dios está queriendo perdonar, pero que antes que Él perdone en realidad,
primero que todo demanda que debamos estar arrepentidos por nuestros pecados y que
debamos tener fe. Sólo tener fe, dicen ellos, y entonces Dios te perdonará. Todas las
palabras correctas están ahí. Lo único malo es que las palabras están mal organizadas.
Dios no nos perdona porque tengamos fe. No nos perdona si tenemos fe. Él nos ha
perdonado hace mucho tiempo cuando resucitó a Su Hijo de los muertos. El Salvador
resucitado mandó Sus apóstoles a predicar esas buenas nuevas de perdón a cada criatura,
a todas las naciones.

Y los apóstoles todavía están predicándolo hoy a través de sus escritos, y a través de
aquellos que verbalmente transmiten el mismo mensaje, sean pastores o laicos, hombres o
mujeres, adultos o niños.

La fe es importante. Es importante sólo porque el perdón está encerrado en un mensaje.


El perdón viene a nosotros por medio de palabras. Y cuando las palabras son escuchadas,
una de dos cosas ocurrirá siempre al oyente. Sea que él crea lo que oye, o que lo rechace
en incredulidad. Si lo cree, todas las bendiciones que el mensaje ofrece al corazón
humano serán suyas. Si no lo cree, el mensaje no le traerá paz, consuelo, y ninguna
esperanza. Pero sea que lo crea o no, el mensaje permanecerá verdadero. Pablo habló de
la incredulidad de los judíos y preguntó: "¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad
de Dios? y responde: "¡De ninguna manera!" (Romanos 3:3,4). En otro momento
escribió: "Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo" (2
Timoteo 2:13). Por eso es que la Apología de la Confesión de Augsburgo dice que
negarse a creer que nuestros pecados son perdonados, es lo mismo que acusar a Dios de
ser un mentiroso (Apol. XII, 62; Triglotta 269; Tappert 140). Otra vez Melanctón
escribe: "Si alguno, por lo tanto, no está seguro de que es perdonado, niega que Dios ha
afirmado la verdad; una blasfemia más horrible que ésta no podría ser imaginada" (Apol.
XII, 94; Triglotta 281; Tappert 196). Y Martín Lutero dijo una vez que aquellos que no
creen el mensaje de perdón de Dios, algún día descubrirán lo ciertamente que sus pecados
fueron perdonados aunque ellos no lo creyeran. (LW 40:366f).

Si el perdón dependiera de la fe en el sentido de que Dios no perdona hasta que creamos,


tendríamos que estar siempre seguros que somos creyentes antes de estar seguros de que
somos perdonados. Puede que no veamos lo peligroso que es hasta que uno de esos
momentos de tentación y duda llega a nosotros, en el cual ya no sabemos que somos
creyentes. En tal momento no tendremos lugar a donde ir, a menos que podamos decir:
"Dios me ha dicho que en Cristo Él ha perdonado los pecados de todo el mundo. Mi fe o
mi incredulidad no hará la palabra de Dios verdadera o falsa. Él no miente. Justifica al
impío (Romanos 4:5). Aunque yo soy el más impío, el más malvado de los hombres
sobre la tierra, se que Él me ha justificado y perdonado. A esa promesa me aferraré, aun
cuando mi corazón me diga que estoy sin fe, sin amor, sin esperanza. Se que Dios es
mayor que mi corazón y Él sabe todas las cosas (1 Juan 3:20)."
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Me aferro a lo que el Señor me enseñó,


y en esto confío sea que lo sienta o no.
(Handbook to the Lutheran Hymnal, p 267)

Únicamente la doctrina universal de justificación hace posible para un creyente hijo de


Dios, tener tal base segura para su fe. Dios conceda que nuestra iglesia nunca abandone
esa doctrina. Amén.

[Este ensayo fue pronunciado por el Profesor Becker en la Convención del Southeastern
Wisconsin District in Milwaukee en Junio 12, 1,984. Fue su último ensayo antes de su
muerte en Septiembre 1, 1.984. El ensayo fue imprimido después en el Wisconsin
Lutheran Quarterly (Vol. 83, Winter, 1986), pp 10-20. El Profesor Becker trabajó en el
Seminario Luterano de Wisconsin desde 1.969 hasta 1.984.]

Par más información sobre justificación, ver lo siguiente:


Dobberstein, Leroy, "The Doctrine of Justification in the Light of Present Problems,"
Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 84, Winter, 1987), pp 29-57.
Schaller, John, "Redemption and Universal Justification according to Second Corinthians
5:18-21," Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 72, October, 1975), pp 309-326.
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La Escritura enseña que Dios desde la eternidad por gracia seleccionó individuos
para ser salvos. También enseña que Jesús pagó en realidad por los pecados de
todos, porque es la voluntad de Dios que todos debamos ser salvos. La doctrina de
elección es un gran consuelo para nosotros porque nos asegura que desde la
eternidad Dios nos eligió para ser Suyos. La doctrina de justificación universal
también es un gran consuelo porque nos asegura que Cristo verdaderamente ha
pagado por nuestros pecados, ya que Él pagó por los pecados de todos. Sin
embargo, cuando las personas tratan de resolver la discrepancia que encuentra la
mente humana en estas dos enseñanzas de la Escritura, se privan a sí mismos del
consuelo que Dios nos daría en estas doctrinas. El calvinismo con su grado de
condenación, y el sinergismo con su elección "en vista de la fe," privan ambos a la
gente del consuelo y los lanza sobre sus propios sentimientos u obras para asegurar
la salvación.

En el siguiente ensayo el Rev. Otto Eckert trata con ambos errores en base a la
Escritura.

LA RELACIÓN DE TIEMPO A ETERNIDAD EN EL TRATO DE DIOS CON EL


HOMBRE EN LO QUE CONCIERNE A LA DOCTRINA DE ELECCIÓN

SOLA GRATIA – por gracia sola – estas dos palabras describen el más precioso tesoro
que haya llegado a nosotros como herencia por medio de la Reforma. Por la caída de
Adán, el hombre natural está muerto en transgresiones y pecados. Falto de todo
verdadero temor y amor a Dios, es un deudor bajo la ley de Dios y está sujeto al castigo
de la condenación eterna. Pero Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no
imputándoles a ellos sus pecados. Así que, como por la transgresión de uno vino la
condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos
los hombres la justificación de vida, Romanos 5:18. El mundo, todos los hombres,
fueron justificados, declarados justos, ante Dios por la muerte de Jesús en el Calvario.
No estamos en condiciones de demostrar que esa sentencia fuera dejada incumplida, de
manera que aun la fe como obra del hombre para hacer completa esta declaración es
descartada. Podemos decir al estremecido escéptico que dice: "No es para mí porque no
puedo creerlo," que todavía es para él a pesar de sus dudas o aun de su incredulidad, y de
esta manera traer a colación el Evangelio incondicional como un poder de Dios para la
salvación, conducir los hombres a la fe - SOLA GRATIA.

SOLA GRATIA es también cuando se trata de esta fe. Es el don de Dios a través de la
palabra y el Espíritu, creado en nosotros en un instante, en un momento, cuando un Saulo
se convierte en un Pablo, mientras somos revividos de la muerte espiritual a una nueva
vida espiritual, cuando el que ordenó a la luz iluminar la oscuridad brille en nuestros
corazones para darnos la luz del conocimiento de la gloria de Dios frente a Jesucristo.
Por gracia han sido salvos por medio de la fe – y esto no por ustedes mismos, es el don de
Dios – no por obras, para que ninguno pueda jactarse. El hombre, perdido si depende de
sí mismo, recibe nueva vida y seguridad de Dios por la sola gracia y se regocija y recibe
consuelo en la santa esperanza de vida eterna encontrada en su Salvador Jesucristo, a
quien él abraza como su justicia y paz en tiempo y eternidad.
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La SOLA GRATIA encuentra su expresión en la Escritura, no sólo en relación con la


doctrina de justificación y conversión, sino también en relación con la doctrina de
elección y por eso suministrará la última respuesta a la pregunta que tenemos ante
nosotros que es: La Relación de Tiempo a Eternidad en el Trato de Dios con el Hombre
en lo que Concierne a la Doctrina de Elección. Tratando con esta pregunta, se expone la
siguiente declaración para su consideración: LA CONDENACIÓN O LA SALVACIÓN
ETERNA DE ALGÚN INDIVIDUO DADO, NO DEPENDE DEL HECHO DE QUE
DIOS SABÍA DESDE LA ETERNIDAD CÓMO SE PORTARÍA ESE INDIVIDUO EN
EL TIEMPO.

Consideremos primero el caso de los perdidos. Puede ser algo de divagación del tema
principal porque no hay elección para condenación, pero puede servir para clarificar la
pregunta con la cual se trata debido a una urgente y especial petición particularmente con
referencia al caso de Judas Iscariote, con el cual Lutero también arguye y trabaja en su
On the Bondage of the Will (De Servo Arbitrio), concluyendo correctamente que ya que la
previsión de Dios es infalible, lo que Él prevé pasará indudablemente. Esto es algo que
preocupa a muchos. Recuerdo un caso cuando uno de los laicos era enormemente
perturbado por el pensamiento que Dios tiene que ser un ser despiadado, porque las
Escrituras predijeron que Judas traicionaría a su Señor e iría a su propio destino. Las
Escrituras tenían que ser cumplidas. Así Judas tenía que ser lo que fue y
consecuentemente estaba perdido eternamente. Así razonó él.

Este individuo estaba intensamente tentado de culpar a Dios por la pérdida de Judas,
tomando la opinión calvinista de un doble decreto – uno para salvación y otro para
condenación – y una actitud que puede ser mejor expresada en las palabras, "¿Por qué?
Si Dios quiere que vayan al infierno, nada va a evitarlo." Otro piadoso anciano cristiano,
que ahora ha ingresado al resto del pueblo de Dios, era tentado periódicamente por
Satanás con pensamientos similares contra Dios. En su tentación la primera pregunta que
él invariablemente hacía era: "Es Dios omnisciente?" Sabía que la respuesta sería sí.
Luego seguiría con una o todas las siguientes tres preguntas: "1. ¿Porqué Dios hizo el
diablo, si sabía que el diablo iba a caer? 2. ¿Porqué Dios hizo el hombre, si sabía que el
hombre iba a caer? 3. ¿Porqué Él no hizo el demonio y el hombre, para que no pudieran
caer?" La última pregunta puede ser contestada diciendo, que si Dios hubiera creado a
los ángeles y a los hombres para que les fuera imposible pecar (non posse peccare) en
vez de hacerlos para que les fuera posible no pecar (posse non peccare), entonces no
podría haber verdadera moralidad ya que eso depende de una libre elección en la cual los
ángeles y los hombres deberían elegir por sí mismos esa bondad con la cual fueron
creados contra la posibilidad de hacerlo de otra manera. Pero esto no satisface
completamente nuestra razón. Porque sabemos que los ángeles buenos y los santos
perfectos están ahora confirmados en su felicidad y que en el nuevo cielo y la nueva tierra
la posibilidad de caer es excluida. ¿Porqué no pudo ser así desde el principio?

Menos satisfactorio aún para nuestra razón ciega y pecadora, es cualquier intento para
explicar porqué Dios hizo seres que Él sabía que caerían en pecado. Estamos tentados
de decir con Calvino que "Dios dispuso la caída de Adán de acuerdo con Su voluntad y
que los hombres observan la voluntad de Dios aun en su más pecaminosa desobediencia."
49

El origen del pecado es un gran misterio por el cual la mente carnal del hombre no
encuentra otra respuesta que: Ya que el pecado se originó en seres que Dios Mismo creó
sabiendo que caerían, entonces Él, indirectamente por lo menos, es la causa y origen del
pecado. Aquí tenemos que inclinarnos ante la palabra que nos dice que con Dios no hay
inconstancia o cambio de luz y oscuridad, que Él no puede ser tentado con pecado, ni
tampoco ningún hombre es tentado por Él. Tenemos que tratar a nuestra razón de la
manera que Lutero, según una historia, trató al hombre que repetidamente había venido a
él con ociosas e inútiles especulaciones teológicas, y llegando de nuevo a él le hizo la
pregunta: "¿Dónde estaba Dios antes de haber creado el mundo?" Por lo cual recibió la
respuesta: "En los bosques cortando látigos para usarlos en la gente que hace tantas
preguntas tontas." Usemos el látigo en nuestra razón y sujetémoslo a la fe, no sólo
cuando se busca descubrir lo que no está revelado sino también después, cuando se abusa
de lo que es revelado por razonamiento de la omnisciencia de Dios que decretó desde la
eternidad todo el mal que tuvo lugar en el tiempo, incluyendo el triste fin de Judas, ya
que Él lo sabía de antemano. Esta es la posición de Calvino [1509-1564], que dice:
"Dios no prevé nada que Él no determine."

Esto es confuso, la omnisciencia de Dios con Su voluntad. El hecho que una persona
sepa por adelantado que algo va a suceder, no significa que quiera que esto ocurra. Usted
tiene un individuo en su clase de confirmación sobre el cual abriga grandes temores
acerca de cómo resultará él. Luego sus temores son confirmados. Usted no lo deseaba.
De hecho hizo todo lo posible para prevenir precisamente eso. O tiene un caso de
divorcio acerca del cual usted finalmente dice que es sin esperanzas y resulta ser de esa
manera. Nosotros no queremos esas cosas, así como la gente que predice exactamente
fatalidades de tráfico que ocurrirán en el fin de semana tampoco las quiere. O usted
puede tener serios temores referente a lo que resulte de nuestro trato con aquellos que
están equivocados. Sin embargo no somos indiferentes al pensamiento de un resultado
desfavorable. Lo opuesto puede ser el caso. No es que deseemos mucho lo que
tememos.

Así también es con el conocimiento de Dios y Su voluntad. Él conoce todas las


innumerables estrellas del firmamento. Desde toda la eternidad sabía el triste fin de
Judas al cabo de una soga. Él conoce los que van a ir al infierno, todos. Desde lo eterno
sabía cuál sería el final de ellos. Pero el hecho de que Él sabía no quiere decir que lo
deseaba. Ni tampoco Su uso de actos pecaminosos de los perdidos en Su providencia,
como en el caso de Judas, alteran este hecho. Su voluntad con respecto a la caída de la
raza humana es claramente expresada en pasajes tales como: "Vivo yo, dice Jehová el
Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que
viva" (Ezequiel 33:11). "El Señor . . . es paciente para con nosotros, no queriendo que
ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Pedro 3:9). "(Dios)
quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (1
Timoteo 2:4).

La última causa para la pérdida de un hombre no radica entonces en la presciencia ni


tampoco en la voluntad de Dios, sino en algo más. ¿Qué es? Regresemos al caso de
Judas para ver que nos revela la Escritura referente a él. Nos dice que él era un ladrón.
50

Fue inducido por su carne pecaminosa a amar más al dinero que a su Señor. Nos dice que
Satanás entró a su corazón. Judas se mantuvo vulnerable porque había pecado contra la
fe, a pesar de la palabra de vida que tan frecuentemente había oído como uno de los
Doce. Lutero dice del acto de Judas en On the Bondage of the Will: "Lo hizo
voluntariamente y no porque fue forzado a ello," lo cual ubica la culpabilidad de Judas.

De tal manera que los hombres no se pierden porque Dios quiso lo que sabía de
antemano, sino por lo que son y por lo que hacen. Esto se aplica no sólo a individuos,
sino también a familias enteras y tribus; por ejemplo, la gente que abandonó a Dios en la
construcción de la Torre de Babel. Si por generaciones sus hijos anduvieron en la
oscuridad, fue culpa de ellos y de sus antepasados, y no de Dios. La pérdida de un
hombre no es determinada por elemento divino desde la eternidad sino por elemento
humano en el tiempo, y es pura blasfemia frente a Su palabra culparlo por la desdicha
eterna del perdido confundiendo Su omnisciencia con Su voluntad, porque detrás de toda
historia se levanta nuestro Dios, algunas veces misterioso en Sus maneras, pero siempre
bondadoso, revelando Su voluntad en Su propio Hijo, que dice: "¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise
juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!"
(Mateo 23:37).

Nuestra segunda proposición es: QUE SIMILARMENTE EL HECHO DE QUE DIOS


SABIA DESDE LA ETERNIDAD CÓMO IBAN A PORTARSE LOS INDIVIDUOS
QUE SON FINALMENTE SALVOS EN EL TIEMPO NO ES MOTIVO PARA SU
ELECCIÓN Y SALVACIÓN FINAL. En este solo punto podemos ser engañados muy
fácilmente por nuestra razón para provocar lo que parece ser una muy lógica conclusión,
diciendo que ya que la causa de condenación de un hombre no radica en la voluntad del
Dios eterno sino en la naturaleza y conducta del hombre, por lo tanto la última causa de
salvación del hombre y de elección del hombre para la salvación también tiene que
radicar no en un decreto eterno de Dios, sino en la naturaleza y conducta de ciertos
individuos en el tiempo. Por eso hacemos depender la eternidad sobre el tiempo y sobre
el hombre mismo motivando el decreto eterno de Dios por algo que el hombre hace o no
hace en el tiempo, y haciéndolo así, aun en el más insignificante decreto, quitamos el
SOLA de la GRATIA y destruimos la GRATIA misma.

Eso es lo mismo que haría el entrenador de pulgas si probara que la pulga podía oír
porque brincaba a su mandato y luego, quitándole las patas, buscaría probar que ella ya
no puede oír porque ahora no brinca más a su mandato. Estaría equivocado, a pesar de lo
cierto que es que una pulga sorda no brincara a su mandato, ya que hay diferentes
motivos para efectos similares. Estaría ignorando un nuevo y determinante factor en el
caso, el cual es que la pulga no está sorda sino que no tiene patas.

Por eso la razón nunca tiene que ir arbitrariamente a su manera sino que tiene que
considerar los factores determinantes en el caso, tal como es revelado en la Escritura; y
estos factores demuestran que no puede haber más relación entre el decreto eterno de
Dios y la conducta del hombre en el tiempo como causa para ese decreto, que la que
pueda existir entre el oído de la pulga y el que ella no brinque, debido a otro factor que
51

ahora se agrega, y es que ese hombre por naturaleza está totalmente desprovisto de
cualquier poder para llegar a Cristo. Puede ir y va de otra manera, ya que la mente
humana es enemistad hacia Dios, pero, estando muerto en transgresiones y pecados, y sin
poder espiritual de ninguna clase no puede llegar a Cristo más de lo que la pulga sin patas
puede brincar. Muerte es muerte, no hay vida ni fortaleza. Eso solamente hace imposible
cualquier causa en el hombre para elección de salvación, y cualquier persona que basa su
esperanza para la vida en tal razón de sí mismo, ha caído de la gracia.

Sin embargo son encontradas cosas en la teología luterana que podrían, sin exagerar,
inducir a esa tentación. No siempre fue así. Lutero excluyó totalmente el factor del
tiempo humano en su On the Bondage of the Will dirigido en contra del humanista
Erasmo [1469-1536]. Lutero consideró este libro ser uno de sus grandes escritos y lo
mencionó en una carta a Capito [1478-1541] en 1537 como el otro único producto de su
pluma, además de su catecismo con el cual estaba satisfecho. Este es uno de los mejores
antídotos contra todo tipo de sinergismo [la idea de que el hombre coopera con Dios en la
conversión y salvación]. De este trabajo de Lutero citamos como sigue: "Que muchos
son convertidos y salvos tiene que ser reconocido como una obra de la sola divina gracia
(solius divinae gratiae opus – nótese la SOLA GRATIA); que muchos no son convertidos
y perecen, tiene que ser admitido que ocurra sólo por medio de la culpa del perecer de sí
mismos (ipsorum peruntium culpa unice fieri)." Lutero entonces exhorta a la aceptación
de esta verdad, con sus muchas dificultades para la razón, por simple fe en la cual solo
puede descansar segura la mente cristiana, y se inclina reverente ante los misterios que
Dios ha elegido no revelar.

Pero la gran actitud de Lutero pronto sería atacada por uno de su propio redil. Melanctón
era –como lo declaró Lutero– frecuentemente atormentado por su filosofía, y cuando la
muerte de Lutero quitó la influencia estabilizadora del gran reformador, Melanctón
pronto (ya en 1548) incluyó en su Loci la expresión de Erasmo, "la facultad para
aplicarse uno mismo la gracia" (facultas se applicandi ad gratiam) y habló de "en
nosotros hay alguna causa para la discriminación de Dios" (in nobis esse aliquam
discriminis causam) y una "acción diferente" (dissimilis actio) en el hombre. Melanctón
fue en no pequeña medida responsable por las muchas controversias doctrinales que
siguieron a la muerte de Lutero, algunas de ellas involucrando hechos básicos
relacionados con la doctrina de elección – expuestos claramente con el tiempo en la
Fórmula de la Concordia, lo que ubica la causa de elección en Dios en la eternidad y no
en el hombre en el tiempo. La Fórmula de la Concordia dice:

La predestinación o elección eterna de Dios concierne únicamente a los piadosos


hijos de Dios, en quienes Él fue deleitado y es la causa (haec est causa) de su salvación,
que Él también obra y ordena todo lo perteneciente a ella, y sobre la cual (predestinación)
nuestra salvación está tan firmemente basada que las puertas del infierno no pueden
prevalecer contra ella Triglotta 833:4; Tappert 495:4 [Insignificantes desviaciones del
alemán en esta traducción se deben a la adherencia más parecida al texto del latín, en
caso de que alguien pudiera tener algunas preguntas.]
52

Esta es la verdad de Dios y no filosofía. Aparta nuestros ojos del hombre en el tiempo y
los levanta hacia Dios en la eternidad como la sola causa de elección y última salvación.
Nos enseña una elección en la fe.

Esta presentación (usualmente enfocada a posteriori, i.e., mirando hacia atrás desde el
tiempo en vez de hacia adelante desde la eternidad) es llamada algunas veces "el primer
modo de enseñanza" (der erste Lehrtropus) por aquellos que imponen otro modo de
enseñanza de elección además de éste, tal como es hecho e.g. por George Fritschel [1869-
1941]. Este modo el cual llaman "el segundo modo de enseñanza" (der zweite
Lehrtropus) llegó a la iglesia por el escolásticismo de los dogmáticos empezando con
Hunnius (Aegidius [1550-1608], y en este punto uno está muy tentado de unirse a
Koehler [1859-1951, profesor en el Seminario Luterano de Wisconsin 1900-1930] y
decir: "el odioso dogmático" (¡Die verfluchte Dogmatik!). [Koehler usó esta expresión
porque hay un peligro en los dogmáticos de tratar de modificar la Escritura dentro de un
molde o modelo que alguien ha desarrollado. La Escritura es para enseñar, y los
dogmáticos deben estudiar lo que la Escritura enseña. Que no osen imponer sobre la
Escritura un significado que ella no tiene.]

Los dogmáticos crearon inconscientemente una mala situación por su intelectualismo


sobre sistematizado. Trataron de explicar todo y de algún modo hacerlo aceptable a la
razón humana enfrentándose con un error en vez de rehusarlo en la simplicidad de la fe.
De esta manera ocurrió que aun los más grandes dogmáticos, para combatir la "elección
universal" (allgemeine Wahl) de Samuel Huber [1547-1624] y el simple decreto de los
calvinistas [que Dios eligió algunos para salvación y el resto para condenación], y sin
ninguna intención de causar el caos que esto armó, presentaron la expresión "en vista de
la fe" (intuiti fidei) o "en vista de la fe final" (intuiti fidei finalis).

Hombres como Gerhard [1582-1637], Quenstedt [1617-1688] y Hollaz [1648-1713] se


dieron cuenta del peligro y buscaron contrarrestarlo una y otra vez, aunque algunas veces
lo usaron de tal manera que el desacuerdo pudo ser difícilmente evitado. El antiguo Baier
[1647-1695] (usado por Walther [1811-1887] contiene esta expresión, y siguiendo su uso
por dogmáticos luteranos, lo vemos apoyado por otras expresiones tales como "en vista
de la fe en Cristo la cual persevera hasta el final" (intuiti fidei in Christum ad finem
perseverantis), "de fe anticipada," "los que Él previó que creerían en Su Hijo que Él
también predestinó," "los creyentes y perseverantes en la fe hasta el mismo final de la
vida que eligió" "quien Él previó que creería en Cristo en el final," "también predestinó
para la vida eterna" (ex praevisa fide, quos praescivit redituros in filium suum hos et
praedestinavit. credentes et in fide usque ad finem vitae perseverantes elegit, quos in
Christum finaliter credituros esse praevidit. et ordinavlt ad salutem aeternam). Extraño
idioma éste –extraño a Lutero y a la Fórmula de la Concordia. Un idioma que está bien
adaptado para apoyar la afirmación de que Dios eligió aquellos de los cuales Él sabía
llegarían a la fe y perseverarían en ella hasta el final, haciendo su decreto dependiente de
lo que Él prevé. Eso es en esencia el erróneamente llamado "segundo modo de
enseñanza" (zweiter Lehrtropus).
53

A este zweiter Lehrtropus le es dado igual reconocimiento junto con "el primer modo"
(erster Lehrtropus) en la doble conversación Opgjoer que cita lo que nuestros hermanos
noruegos llaman "esa infame pregunta" 548 en Pontoppidan's [1698-1764] SANDHED
TIL GUDFRYGTIGHED (Verdad y Piedad] como sigue: "Dios ha predestinado todos
aquellos a vida eterna los cuales Él ha visto desde la eternidad que aceptarían la gracia
pre-ofrecida, creerían en Jesucristo, y permanecerían constantes en esta fe hasta el final."
[En el Opgjoer o Acuerdo Madison, 1912, el Sínodo Noruego y la Iglesia Luterana Unida
de Noruega acordaron aceptar dos formas de enseñanza sobre elección, dando
aceptabilidad a la idea de una elección "en vista de la fe y perseverancia final."]

Amenazada en Alemania por los dogmáticos del siglo 17, fue llevada a Norte América,
donde el trago amargo tuvo que ser tomado en el siglo 19 tratando los conflictos de la
"controversia de elección" (Gnadenwahlstreit), en la que la conservativa iglesia luterana
confirmó su regreso a Lutero y la Fórmula de la Concordia, una posición que muy
fácilmente puede ser perdida otra vez, porque el fantasma de Erasmo todavía acecha
alrededor, y el espíritu de Melanctón no ha cesado de amenazar a la iglesia con diversas
tentaciones de regresar a la falsa posición del "segundo modo" (zweiter Tropus).

Conjuntamente con esta posición fue enseñada una doctrina sinergista de conversión, la
cual hizo al hombre en el tiempo y no a Dios en la eternidad finalmente responsable para
tal conversión. Aquí mencionamos la enseñanza referente a la mejor conducta de
algunos, de abstenerse de obstinada resistencia, del necesario estado de pasividad
mencionado en tales citas como: "El verdadero resultado final de los medios de gracia
depende no sólo de la suficiencia y eficacia de los medios mismos, sino también sobre la
conducta del hombre con respecto a la condición necesaria de pasividad y sumisión bajo
el llamado del Evangelio"; y la sutileza sinergista "La voluntad del hombre es capaz de
decidir por la salvación a través de nuevos poderes concedidos por Dios." Si esto es
verdad entonces la causa determinante para la fe radica en el tiempo y en el hombre, y no
en Dios y la eternidad; y así también con el decreto de elección, que por eso estaría
basado en algo en el tiempo previsto y conocido antes por Dios.

¿Es esto bíblico? Algunos (entre ellos Pontoppidan) afirman que esto es en base a
Romanos 8:29: "Porque a los que antes conoció (proegno), también los predestinó." Aquí
ginoskein significa el simple conocimiento intelectual de la omnisciencia de Dios o un
reconocimiento en amor (nosse cum affectu). Lutero traduce zuvorversehn. Notemos que
la prótesis (Vorsatz) referente al llamado (en el sentido de haber sido llevados ya al reino
como en 1 Corintios 1:2 et al) viene primero en el versículo 28, luego el saber, el
reconocimiento del cierto número de electos, después su predestinación, etc. Interpretar
ginoskein, que es usada tan frecuentemente de un íntimo conocimiento en amor, como
una simple presciencia no concuerda con el contexto. Ni tampoco podríamos nosotros,
aun si aceptáramos esa interpretación, concluir que tal presciencia intelectual fue la causa
para la elección, porque este pasaje habla únicamente de personas preconocidas (hous) y
no dice nada acerca de una causa preconocida. Para buscar establecer una causa en su
base está un "argumento de silencio" (argumentum e silentio). "De nada nada sigue"
(Exnihilo nihil sequitur). Entonces también, como observamos antes, no podemos
confundir la omnisciencia de Dios con Su voluntad. Ni tampoco podría algo que Dios
54

conociera con anterioridad acerca de algún ser humano individual o grupo de seres
humanos, determinar Su voluntad concerniente a la elección de éstos ya que no hay
diferencia entre los hombres, como lo indica claramente la Escritura.

Todos están muertos en transgresiones y pecados y son hijos de la ira. Lo que es nacido
de la carne, carne es. Eso ya satisface la pregunta y es suficiente en sí mismo para
eliminar cualquier otro argumento. Así tendremos que poner la prótesis, Vorsatz, la
determinación primero, después el amoroso reconocimiento de personas individuales
(hous), seguido por la predestinación y la realización de Dios del ordo salutis como es
enumerada en este conocido pasaje que describe el puente dorado que alcanza de
eternidad a eternidad sobre el abismo de perdición. Por eso la elección de vida no
depende sobre lo que el hombre es y hace en el tiempo, sino sobre lo que Dios decreta
desde toda la eternidad. Esto lleva a cabo Su propósito, determinación, y la gracia que
nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, 2 Timoteo 1:9. Las
declaraciones de Efesios 1:4,5 "Antes de la fundación del mundo," "Habiéndonos
predestinado para ser adoptados," "Según el puro afecto de su voluntad," enfatiza esta
verdad de igual manera. Así llegamos a las conclusiones: 1. No hay "decreto horrible"
(decretum horribile) referente a aquellos que están perdidos. Su condenación final tiene
su origen solamente en lo que el hombre es y hace en el tiempo. Que Dios lo sabía no
quiere decir que Él lo deseaba. 2. A la inversa, la elección de vida no encuentra su origen
en algo que Dios sabía acerca de la conducta del hombre en el tiempo sino en el decreto
eterno de Dios, según el cual Dios elige en la fe (no debido a ella) y lleva a cabo el
"orden de salvación" (ordo salutis) por sus medios elegidos y nos guarda por su poder
mediante la fe para alcanzar la salvación, 1 Pedro 1:5.

Esa es la Escritura. Ahora una cita de un excelente libro exegético sobre Isaías 43:10 y
Santiago 2:5 de Lehre und Wehre, vol. 59 (1913), pp 438 y 439:

Así también la elección en la fe es enseñada expresamente en la Escritura. Por


otro lado, nosotros tenemos que considerar el "en vista de la fe" una pura invención del
hombre, hasta que alguien pueda mostrarnos un solo pasaje de la Escritura donde esto sea
expresado. Eso es algo que escasamente ninguno podrá hacer antes del día del juicio;
porque esto está en desacuerdo a manera de contradicción con la elección en la fe.
También en el desafortunado trato que se le ha dado a esto en el Opgjoer eso no puede
ocurrir. Porque si Dios ha elegido con la presuposición de fe – esta presuposición tiene
sentido únicamente como condición – entonces Él no ha elegido en la fe. Los
proponentes de una elección en la fe se encuentran basados firmemente en las Escrituras,
mientras que aquellos del "en vista de la fe" están por fuera de ellas. Pero: "El juicio será
vuelto a la justicia, y en pos de ella irán todos los rectos de corazón (Salmo 94:15)."

(So ist also die Wahl zum Galuben . . . ausdruecklich in der Schruft gelehrt.
Hingegen das intuitu fidei muessen wir fuer ein blosses. Menschenfuendlein halten, bis
man uns auch nur eine Schriftstelle gezeigt hat, in welcher es ausgesprochen ist. Das
wird man wohl vor dem Juengsten Tage nicht tun: denn es widerspricht e contrario der
Wahl zum Glauben. Auch in der ungluecklichen Deutung, die ihm in dem Opgjoer
gegeben wird, kann es nicht passieren. Denn wenn Gott unter der Voraussetzung des
55

Glaubens erwaehlt hat – die Voraussetzung gibt ja nur als Bedingung einen
vernuenftigen Sinn – so hat er nicht zum Glauben erwaehlt. Die Vertreter der Wahl zum
Glauben sitzen wohlgegrundet in der Schrift, die des intuitu fidei aber daneben. Doch:
"Recht muss Recht bleiben! Und dem werden alle frommen Herzen zufallen" (Salmo
94:15)

En conclusión unas pocas preguntas divididas: ¿Por qué, si es el poder de Dios que nos
hace y nos guarda, somos amonestados a producir nuestra propia salvación con temor y
temblor? La aplicación de tales admoniciones es parte de la "orden de salvación" (ordo
salutis). [El orden de salvación es el orden temporal de causas y efectos por medio de los
cuales la salvación del pecador es realizada, tal como la conversión, justificación,
santificación, preservación.] Ellos sirven para fortalecer al nuevo hombre en la pelea de
la fe contra el viejo hombre, una lucha sin la cual no podemos ser salvos, y en la que
debemos mirar hacia Dios, sin quien no podemos vencer porque (como este pasaje,
Filipenses 2:12,13, declara más adelante) es Él quien obra en nosotros el querer y el hacer
por su buena voluntad. La doctrina de elección no debe hacernos indiferentes sino por el
contrario guiarnos a seguir el "orden de salvación" (ordo salutis), y que prestemos
atención a tales admoniciones y llevarlas a otros. La elección no está desnuda, esto es,
separada de los medios de gracia y sus ministerios para producir y sostener la fe. ¿Es
hecho esto por una fuerza irresistible? No. Dios crea (Efesios 2:5) un corazón nuevo que
acepta libremente al Salvador sin ninguna compulsión y de buena voluntad continúa en
tal fe hasta el fin. Pero, ¿esto no contradice su voluntad de la gracia universal? "¿Por
qué no todos? ¿Por qué unos antes que otros?" (Cur non omnes? Cur alii prae aliis?)
Esto es llamado correctamente el "quid de la teología" (crux theologorum). Aquí está un
misterio que no puede ser resuelto en esta vida, todos los intentos por hacerlo han
conducido a un error en el pasado y nunca tendrá ningún otro resultado.

Nosotros pensamos ahora no sólo en los errores sinergistas hasta aquí mencionados, sino
también en el error del calvinismo, uno de cuyos destacados voceros, Hodge [1797-
1878], hace caso omiso de todo misterio en la doctrina de elección con su muy razonable
explicación del famoso quid cuando dice: "No puede suponerse que Dios tenga la
intención de lo que jamás es realizado; que Él tenga el propósito de lo que no piensa
efectuar; que Él adopte medios para un fin que nunca va a ser alcanzado. Esto no puede
afirmarse de ningún ser racional que tenga la cordura y el poder para lograr la ejecución
de sus propósitos. Mucho menos puede decirse de Él cuyo poder y sabiduría son
infinitos. Si todos los hombres no son salvos, Dios nunca tuvo intención de la salvación
de ellos y jamás la tramó, ni puso en funcionamiento medios diseñados para alcanzar ese
fin." Un resultado inevitable de su posición es la negativa de la justificación objetiva de
todos a través de los méritos de Cristo, de lo cual él dice además: "Si es igualmente
ideada para todos los hombres, ésta tiene que asegurar la salvación de todos" (Systematic
Theology II. 323). Por eso la razón humana o se romperá en pedazos en el Scyla del
sinergismo, o será aspirada en el Charybdis del calvinismo en su intento por descubrir lo
que está escondido en Dios. El único conducto seguro es la sumisión de la razón a la fe
en la Palabra.
56

Por eso la Formula de la Concordia trae la advertencia: "Uno tiene que distinguir con
especial diligencia entre lo que Dios ha revelado y lo que Él no ha revelado – porque
Dios ha guardado silencio y ha ocultado mucho referente a este misterio (de elección) y
lo reservó únicamente para su sabiduría y conocimiento, y nosotros no debemos anhelar
descubrir o seguir con nuestros pensamientos y especular y cavilar acerca de ello sino
seguir firmes en la palabra revelada. Esta es una advertencia muy necesaria." [Triglotta
1081:52; Tappert 625].

Esta advertencia es especialmente pertinente cuando llega a considerarse pecado contra el


Espíritu Santo y el consecuente endurecimiento de los corazones tal como ocurrió en
Faraón e Israel, lo cual Pablo llama en Romanos 11:25 un misterio. ¿Por qué Dios
permite en ciertos casos que el endurecimiento final llegue sobre aquellos que se
endurecen y limitan su tiempo de gracia en esta vida? Lutero dice: "Aquel que intente
conocer a Dios descubriendo tales preguntas sólo se desnucará. Esa es la caída de
Lucifer, que quiso salir ganando y no consiguió nada."

En su trato con el hombre y las naciones los juicios de Dios son a menudo insondables y
sus caminos inescrutables; porque ¿quién ha entendido la mente del Señor y quién ha sido
su consejero? De Él, y por Él, y para Él, son todas las cosas. A Él sea la gloria por los
siglos. Amén. ¿Podemos atrevernos con nuestras finitas mentes intentar captar la
eternidad y entender al Dios eterno, ante quien mil años son como un día y un día es
como mil años, todas cuyas obras están hechas en la verdad y son Sí en Él y Amén en Él?
¡No toquemos lo insondable! Algún día podemos saber.

Esta doctrina de elección no ha sido revelada a nosotros por ociosa, inútil, y


extremadamente peligrosa especulación, sino para darnos a nosotros pobres mortales, tan
inseguros en esta vida transitoria, la certeza de la seguridad eterna en el Dios eterno, el
Jehová que dice "Ejeh asher ejeh. Yo soy el que soy," quien era antes que las montañas
fueran levantadas y es nuestro lugar de morada en todas las generaciones, de manera que
podamos regocijarnos en la SOLA GRATIA y decir con Pablo: "Estoy seguro de que ni
la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principiados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor
de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8:38).

En el campo práctico unas pocas observaciones y aplicaciones al azar referentes a la


doctrina de elección están en orden. Una persona puede ser ignorante de esta doctrina y
todavía salvarse. Llamados al lecho de muerte de una persona no convertida, no
empezaríamos con la doctrina de elección sino que procederíamos con Juan 3:16. El
pobre pecador no necesitaría más que el poder de este simple mensaje. Le ofreceríamos
la leche y no nos interesaríamos por la seria esencia de la palabra, o la refutación de
errores de los cuales él no sabe nada.

Lutero dice que muchos simples cristianos en la sinergista iglesia católica son salvos en
sus lechos de muerte mientras fijan sus ojos en el crucifijo y ponen su confianza en los
méritos del Salvador solamente, ignorantes de los errores destructores de almas de la
iglesia con la cual ellos están relacionados superficialmente – predestinados desde la
57

eternidad sin haberlo sabido. Lutero declara esto en relación con la doctrina de elección
para enfatizar que Dios encontró a sus hijos aun en los días oscuros de la Edad Media
cuando la verdad del evangelio que él, Lutero, sacó otra vez a luz, fue velada y escondida
erróneamente.

Cuando hablamos con aquellos que llegan a nosotros de organismos liberales luteranos,
sería un error asumir desde el principio que ellos están personalmente equivocados sobre
la SOLA GRATIA, porque los teólogos de esos organismos están equivocados sobre la
doctrina de elección. Les hablaremos de la simple verdad del evangelio, la inspiración
verbal del libro que lo presenta, su infalibilidad, las diferencias en la práctica, y
cautelosamente y con discreción desarrollaremos más preguntas difíciles para que no
confundamos una fe sincera, que la mayoría de las veces no es consciente de todo lo que
está incluido en la doctrina de elección.

Precaución también tiene que ser ejercida para que podamos enseñar esta doctrina igual
que el evangelio en superlativo para consuelo y no para confusión de nuestras clases de
confirmación. Si continuamos proclamando firmemente la SOLA GRATIA en relación
con las doctrinas de depravación del hombre, la justificación objetiva y la conversión,
habremos ido muy lejos en prevenir ideas sinergistas en la doctrina de elección, que
además de traer el consuelo que esta doctrina brinda, es la meta principal de nuestra
enseñanza, porque aquel que confía en sí mismo pierde a su Señor.

Ahora tenemos que prestar atención a una pregunta que es muy perturbador. ¿Qué pasa
con las almas de aquellos que enseñan esta doctrina falsamente o comprometen su
verdad? Erasmo lanzó contra Lutero que tales, quienes él (Lutero) reconocía como
santos, enseñaron y escribieron cosas en favor de la libertad del hombre para elegir la
salvación por su propia voluntad. En respuesta Lutero declaró en su On the Bondage of
the Will (De Servo Arbitrio) que ellos se desesperaron y contaron con la gracia divina
cuando se trató de la muerte, e.g., St. Bernard [Bernard of Clairvaux, 1091-1153].

Otro caso pertinente es Melanctón, cuyas declaraciones sinergistas precipitaron la iglesia


luterana a treinta años de amargo conflicto, el cual terminó con la Fórmula de la
Concordia. Entre las cosas que él escribió en una papeleta mientras deseaba con ansia el
cielo poco antes de su muerte, estaban las palabras: "Que él pronto vería al Hijo de Dios
y comprendería algunos misterios que no pudo entender en la tierra." Mencionó
especialmente la pregunta de porqué Dios hizo al hombre como lo hizo. Finalmente, se
sometió a los misterios de Dios. ¡Pobre Felipe! Fue salvo en la única forma posible para
nosotros miserables pecadores, SOLA GRATIA, mientras tenemos razón para esperar.
Cuando se trató de estar frente a su Hacedor en su lecho de muerte, él aparentemente dejó
en su escritorio, en su estudio, la filosofía que tanto lo había atormentado durante toda su
vida, y quizás los medios que empleó Dios para realizar esto, fue simplemente el
vigoroso testimonio de aquellos que se opusieron a sus errores.

Pero el hecho que nos abstengamos de juzgar la condición final de los corazones de
aquellos que enseñan falsamente, no quiere decir que nosotros podamos tolerar la
doctrina falsa. Dios busca en los corazones. Él sabe quiénes son Suyos en la Una
58

Sancta, el cuerpo invisible de Cristo, que Él conduce a la gloria, donde no habrá


debilidad ni error. Lo que nosotros sabemos en el tiempo y para la eternidad es una cosa.
Lo que debemos notar y marcar bien en nuestra estada terrenal es otra totalmente. Este es
el principio confesional que nos separa en la tierra de alguien que encontraremos en el
cielo. Está establecido en Romanos 16:17 para ser acatado aquí en la tierra en fraternidad
religiosa por los miembros de la Una Sancta. Ignorarlo no conduce a nada bueno, como
se ve con facilidad cuando consideramos las consecuencias de una unión con aquellos
que comprometen la verdad en la doctrina de elección en su doctrina pública, como es
establecido por sus teólogos en sus confesiones y enseñanzas. Porque el hecho que un
simple cristiano pueda morir en gracia ignorante de la doctrina de elección, no significa
que aquellos que Dios ha encargado la responsabilidad de ser vigilantes en Sion puedan
ser ignorantes de esto o estén confusos sobre esto, ya que la doctrina de elección es la
piedra de toque que prueba la teología de un hombre, revelando sea su sinergismo o su
adherencia a la SOLA GRATIA. Cualquier error en ello ataca la verdad del evangelio en
el fondo y corrompe su testimonio.

Lutero expresa esto drásticamente al final de su On the Bondage of the Will cuando dice a
Erasmo: Jugulum petisti, – Du bist mir an die Gurgel gefahren. – Me has agarrado por el
cuello. Poca firmeza en esta doctrina obra como un fuerte estímulo y conduce a ideas
sueltas, indiferencia a otras doctrinas, falta de disciplina doctrinal, práctica floja, y
unionismo. Este es el primer paso en el camino al liberalismo; por lo tanto la doctrina
pública de cualquier cuerpo eclesiástico tiene que parecer una mención clara ética y
antitéticamente en esta doctrina, y nosotros como pastores tenemos que conocerla bien.
Para fortalecernos en este conocimiento, ayudas valiosas al lado de la Escritura son
Lutero, la Fórmula de la Concordia, Hoenecke, Pieper, A.L. Graebner's Outlines, The
Brief Statement, y los comentarios de Stoeckhardt sobre Romanos, Efesios y 1 Pedro.
¡SOLA GRATIA! ¡Dejemos que sea nuestro Shibboleth!

¡Aleluya! ¡alabanzas resonad!


Al Cordero de Dios cantemos,
En Quien Dios nos eligió.
Con Su sangre la iglesia compró.
En ese torrente bendito la limpió,
Y como a Su esposa la escogió.
Santo, Santo en nuestra unión y comunión.
De gozo y paz sin fin Su amistad nos llenó. Amén.

[Este ensayo fue dado en la Conferencia del Norte del Distrito de Michigan en Manistee,
Michigan, en septiembre 21 de 1.954. Fue imprimida en el Theological Quarterly (Vol.
52, enero de 1955), pp 1-17. El pastor Otto Eckert trabajó en Saginaw, Michigan, en el
tiempo que este ensayo fue escrito.]
59

La controversia que estalló en el Luteranismo a finales del siglo 19 entre Schmidt y


Stellhorn, por una parte, y Walther, por la otra, sobre la enseñanza de "elección en
vista de la fe que es prevista" tiene sus raíces en la terminología usada por los
dogmáticos luteranos del siglo 17. En un intento por oponerse a la doctrina
calvinista de predestinación a condenación, y, en un intento por formular la
enseñanza de la Escritura, usaron terminología que pudo ser mal interpretada como
sinergista.

Siempre existe el peligro en conflictos doctrinales de ir más allá de lo que la


Escritura enseña, o de hacer declaraciones que la Escritura misma no hace, en un
intento por oponerse al error.

La doctrina de elección es una clara enseñanza de la Escritura que, no obstante,


siempre tiene que permanecer un misterio para nosotros. Hacemos mejor en recibir
esta doctrina como un consuelo para nuestra fe, simplemente declarando lo que la
Escritura declara, y dejando sin responder las preguntas que la Escritura no
responde.

La siguiente presentación por Robert Preus examina y evalúa la enseñanza de los


dogmáticos del siglo 17 sobre la elección y demuestra el impacto que tuvo en la
controversia sobre la predestinación en el Luteranismo del siglo 19.

LA DOCTRINA DE ELECCIÓN TAL COMO FUE ENSEÑADA POR LOS


DOGMÁTICOS LUTERANOS DEL SIGLO DIECISIETE

El propósito de este estudio es determinar en lo posible lo que enseñaron y creyeron los


teólogos luteranos del siglo diecisiete con respecto a la predestinación y elección, y para
determinar hasta qué grado coinciden sus principios con la Escritura y las Confesiones
Luteranas. Los profesores luteranos de ese siglo tratan la doctrina de elección de una
manera que es confusa y complicada algunas veces. Ocasionalmente se contradicen
mutuamente. Por esa razón pienso que si debemos llegar a algún entendimiento claro de
su posición, tenemos que permitirles hablar por sí mismos tanto como sea posible. Por lo
tanto he incluido muchas citas extensivas de muchos de ellos. Esto alargará mi
investigación y significará una cierta cantidad de repetición, pero ayudará mucho hacia la
apreciación de sus argumentos y proporcionará una idea dentro de la naturaleza exacta de
sus inconsistencias. Mi estudio está dividido en tres partes:

1. Un corto resumen de su enseñanza en cuanto a que ellos estén en concordancia


general;

2. un seguimiento del desarrollo de la enseñanza desde la Fórmula de la Concordia


[1577] hasta David Hollaz [1648-1713];

3. una crítica y explicación de sus aberraciones.

1.
60

UN CORTO RESUMEN DE SU ENSEÑANZA EN CUANTO A QUE ELLOS


ESTÉN EN CONCORDANCIA GENERAL

La doctrina de elección no es discutida en la misma relación por todos los dogmáticos.


Hutter [1563-1616] considera la doctrina al cabo de su tratamiento de arrepentimiento y
fe; Brochmand [1585-1652] al cabo de su tratamiento de creación, providencia, y gracia
divina; Gerhard [1582-1637] al cabo de su tratamiento de redención y providencia. Los
más recientes dogmáticos (Dannhauer [1603-1666], Calov [1612-1686], Quenstedt
[1617-1688], Hollaz) tratan con la doctrina de elección después de haber hablado de la
gracia universal, que a su vez prosigue sobre su discusión de antropología. No hasta
después es considerada la predestinación bajo el tema de soteriología. Es enfocada
generalmente dentro del contexto de la benevolencia universal de Dios.

Esta benevolencia universal de Dios es un acto de gracia divina por el cual Dios,
contemplando al hombre en la miseria de su pecado, es movido a desear su salvación y
enviar a Cristo como mediador para obtener la misma. (Holaz, Examen Theologicum
Acroamaticum, 1750 ed. p 586, habla de la benevolencia de Dios in actu primo [en el
estado de actualización primaria, que es, con referencia a los atributos de Dios aparte de
cualquier referencia a Su operación] como un atributo esencial de Dios y in actu secundo
[en el estado de actualización secundaria, que es, con referencia a los verdaderos
ejercicios de Dios de Sus atributos] como una intención activa de Dios para liberar al
hombre de su miseria. [En resumen, la distinción está entre la posesión de un atributo y
el ejercicio de éste.]

Holaz también suministra los medios por los cuales el hombre puede llegar a la fe en
Cristo y por medio de esta fe participar de la salvación preparada para él. El objeto de
esta benevolencia es la total caída de la raza humana, sin exceptuar a ninguno. "Porque
Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos" (Romanos 11:32).
El fundamento [fundamentum] de esta benevolencia universal es la intervención del Hijo
de Dios, Su obra redentora. Esto está en contra del calvinismo: la benevolencia es "por
Su propio propósito y gracia. Esta gracia nos fue dada en Cristo Jesús antes de los
tiempos de los siglos" (2 Timoteo 1:9). En este pasaje el "antes de los tiempos de los
siglos" [NIV] – (pro chronon aionion) no puede referir al antes de los tiempos como lo
aseguran los calvinistas, sino a la eternidad, cf. Colosenses 1:26. La benevolencia de
Dios es intensa, Romanos 8:23; seria, Ezequiel 33:11; igual, "considerando a todos, todos
los individuos de hombres con imparcialidad sin distinción (prosopolempsia –
parcialidad) (respiciens ex aequo sine discrimine prosopolempsia omnes homines, omnia
individua hominum), Romanos 3:22; y ordenada [viene por medios], Juan 3:16.
(Quenstedt, Theologia Didactico-Polemica sive systema Theologicum, 1715 ed. 11, 7).

Esta benevolencia universal de Dios es llamada usualmente la voluntad antecedente de


Dios, porque precede a toda consideración de actitud del hombre hacia la gracia ofrecida
de Dios. Hollaz explica en qué sentido esta voluntad antecedente debe ser considerada
ordenada:
61

La benevolencia salvadora de Dios es ordenada en que Dios en Su más profunda


sabiduría ha establecido unas ciertas cargas u orden de medios que Él considera al llevar
los pecadores a la salvación. Estos medios son la Palabra de Dios y los sacramentos
mediante los cuales Dios se propone llamar seriamente los pecadores a Su reino de gracia
y convertirlos, regenerarlos, justificarlos y salvarlos. Conforme a esta voluntad ordenada
Dios no sólo desea que todos los hombres sean salvos, sino también que todos vengan al
conocimiento de la verdad, 1 Timoteo 2:4.... Es llamada condicional no porque Dios
quiere sólo el fin y no los medios, o porque quiere el fin sobre una condición que Él por
Su buena voluntad no está deseando cumplir en muchos; la voluntad de Dios es llamada
condicional en cuanto a Dios deseando salvar al hombre. Él no desea que el hombre deba
ser salvo aparte del cumplimiento de alguna satisfacción o condición, sino que sea
conducido a la salvación bajo la condición de ciertos medios (Hollaz, 600).

Esta benevolencia universal de Dios tiene que ser distinguida de Su benevolencia


particular que es llamada su voluntad consecuente. La particular benevolencia de Dios es
prácticamente igualada con Su elección eterna. Hollaz dice: "La voluntad consecuente es
esa por la cual Dios elige de nuestra decaída raza humana aquellos de quienes Él ha
previsto que usarán los medios ordinarios y permanecerán constantes en la fe en Cristo
hasta el fin de sus vidas" (Hollaz, 586).

También hay un lado negativo de esta voluntad consecuente: "Por otra parte Dios
condena de nuestra raza humana aquellos de quienes Él ha previsto que rechazarán
persistentemente los medios ordinarios y permanecerán en incredulidad hasta el último
momento de sus vidas."

Esta división dentro de una voluntad antecedente y consecuente, que es común para
muchos dogmáticos, no significa implicar que hay dos voluntades en Dios, sino que es
una mirada a la voluntad benévola de Dios desde diferentes puntos de vista. Gerhard
explica:

Esta división no concierne a la voluntad misma que en Dios es una sola, lo mismo
que Su esencia también es una sola, sino a la manera de mirarla doblemente. En la
voluntad antecedente consideramos los medios de salvación en cuanto a que, de parte de
Dios, éstos han sido ordenados y ofrecidos a todos. En la voluntad consecuente
consideramos los mismos medios, pero en cuanto a que ellos son aceptados o rechazados
por el hombre. La voluntad es llamada antecedente porque ésta precede a cualquier
consideración de obediencia o desobediencia de parte del hombre y consiste simplemente
en la voluntad benéfica de Dios que Él tiene en igual medida para todos. La voluntad es
llamada consecuente cuando ésta sigue a una consideración de la obediencia o
desobediencia del hombre (Loci theologici, Cotta, ed. 1764, IV, 169).

Quenstedt define más claramente la diferencia entre la voluntad antecedente y


consecuente de Dios:

Tenemos que distinguir entre la voluntad compasiva de Dios, o Su propósito


salvador, y el decreto de Dios. Lo primero pertenece a todos los hombres, caídos en
62

pecado; lo segundo concierne sólo a algunos. Lo primero suministra la salvación y los


medios para asegurarla; lo segundo decreta la salvación para aquellos que se valen de los
medios, pero abandona para condenación a los que rechazan los medios. Lo primero
puede ser impedir y frecuentemente lo es, como cuando a causa de obstáculos los medios
ordinarios no son aceptados o el uso de los mismos es obstruido; lo segundo nunca falla
en su final (op. cit., II, 9).

Ambos, Alvino [1509-1564] y Huber [1547-1564], pusieron la predestinación en la


voluntad antecedente de Dios: Calvino limitando la predestinación a únicamente algunos
pero negando la gracia universal por otra parte; Huber siguiendo firme en la gracia
universal y de esta manera negando la elección particular. Una de estas dos aberraciones
tiene que ser la consecuencia cuando la predestinación es asignada a la voluntad
antecedente de Dios. Los luteranos tienen cuidado de asignar la elección a la voluntad
consecuente de Dios, pero a menudo lamentablemente de tal manera como igualando la
elección prácticamente con la voluntad de Dios para salvar creyentes, como veremos
luego.

Los dogmáticos hacen un muy minucioso estudio de las muchas palabras de la Escritura
que hablan de la elección eterna de Dios. En general están en lo correcto, señalando que
la "predestinación" (proorismos) indica usualmente una determinación de algo antes que
sea hecho, usado en un sentido general de las cosas y las personas (Hechos 4:27,28; 1
Corintios 2;7; Hechos 17:26) y también en un sentido más estricto como casi sinónimo
con la elección (Romanos 8:29; Efesios 1:4,5). El eklego (elegir) apunta más a la
elección real que al fin de la elección. Su único error serio es en la definición de
prognosis [presciencia] como "el prever de individuos que creerían en Cristo hasta el
final." Cualquier interpretación de la palabra como una adecuada presciencia es
rechazada como calvinismo (Ibid. por eso en 1 Pedro 1:2, él dice que los elegidos creen
"según...presciencia." Por lo tanto la presciencia no es elección en sí misma, que tiene
que ser observada en contra del calvinismo. [Sic Petrus I Ep. 1:2 Electos dicit credentes
kata prognosin. Ergo prognosis non est ipsa electio, quod contra Calvinianos
observandum.]). Ellos no entienden la palabra como hablando de la presciencia general
de Dios, sino como restringiéndola siempre a Su prever la fe en los creyentes.

Los más antiguos dogmáticos ofrecen la mejor definición de elección. Brochmand dice:

La predestinación o elección es el decreto o propósito de la voluntad divina, según


la cual antes de la fundación del mundo Dios determinó dentro de sí mismo por pura
misericordia ordenar en Cristo y escoger para la vida eterna hombres pecaminosos, pero
hombres que creyeran en Cristo hasta el final por el poder del Espíritu Santo y mediante
la predicación del evangelio – y todo esto hacia la alabanza de la gloria de Su gracia
(Universae Theologiae Systema, editio V, 1658, p 250).

Brochmand tiene cuidado de mencionar que la elección sólo puede ser hablada "en la
parte buena" (in bonam partem) y que esto es un "decreto del evangelio" (decretum
evangelicum), no un "decreto de la ley" (decretum legale).
63

Gerhard es más detallado en su definición y pone en su descripción de la doctrina la


reprobable interpretación de "presciencia" (prognosis):

El único que nos ha elegido es Dios, Efesios 1:3. El Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que nos bendijo (en el tiempo) con toda bendición espiritual en los
lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo.
Ahora la elección es obra de toda la Santa Trinidad, y por tanto común a todas las tres
Personas, pero según el orden y distinción de las Personas. El Padre es la fuente de la
Trinidad, y por eso en virtud del orden la elección es atribuida a Él en primer lugar, pero
el Hijo y el Espíritu Santo son de la misma voluntad y esencia con el Padre y por lo tanto
la elección tiene que ser atribuida al Hijo y al Espíritu Santo también. La parte del Hijo
de Dios en la elección tiene que ser considerada en un doble sentido: primero como el
verdadero Dios con el Padre y el Espíritu Santo que nos elige para vida eterna por una
acción indivisible; segundo como el Redentor designado y Mediador de la raza humana
por quien hemos sido escogidos para vida eterna. De lo cual se deduce que hemos sido
escogidos antes de la fundación del mundo no sólo por Cristo sino también en Cristo.

La elección ha tenido lugar conforme al propósito de Dios, Efesios 1:11:


"Habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el
designio de su voluntad"; Romanos 9:11: "Para que el propósito de Dios conforme a la
elección permaneciese; 2 Timoteo 1:9: "Según el propósito suyo y la gracia. Esta gracia
nos fue dada en Cristo." Este propósito, consejo y buena voluntad de Dios es Su decreto,
planeado desde la eternidad en Cristo y revelado a nosotros por el evangelio, para salvar
hombres por medio de la fe en Cristo, según Su "presciencia" (prognosis) 1 Pedro 1:1,2:
"elegidos...según la presciencia de Dios Padre" (kata prognosin theou patros), Romanos
8:29: "Los que antes conoció Dios, también los predestinó." Esta "presciencia"
(prognosis) requiere mirar hacia la fe en Cristo, porque Dios no predestina a todos los
que Él prevé de alguna manera; sino que escogió o predestinó para vida eterna los que Él
previó desde la eternidad según su conocimiento infalible que creerían perseveradamente
en Cristo por gracia del Espíritu Santo escuchando el evangelio. Y no sólo es el propósito
y presciencia del Dios eterno, sino también la elección la cual es eterna conforme a esa
presciencia y propósito (op. cit., IV, 161 ss).

Es más difícil obtener de los más recientes dogmáticos una definición exacta sobre la
elección. Una de las razones es que hablan erróneamente de la elección en un triple
sentido: 1. como abrazando el plan total de salvación junto con otros medios; 2. en un
sentido más estricto, como denotando la elección de los fieles hacia la salvación,
conforme al propósito eterno y la presciencia de Dios; y 3. en el sentido más estricto
como distinguiendo la predestinación del propósito y presciencia de Dios, y denotando de
esta manera el decreto eterno de Dios hacia ciertos individuos que Él escogió para salvar
de la masa común de corrupción "porque Él previó claramente que ellos creerían en
Cristo hasta el final" (quod illos in Christum finaliter credituros esse, distincte praevidit)
(Hollaz, 608 ss; Quenstedt, II, 23).

Es significativo notar en ese punto que los dogmáticos no pueden declarar la posición de
la Fórmula de la Concordia [1577] en esta fase. Ellos mencionan que la Fórmula de la
64

Concordia habla de predestinación en un amplio sentido (XI, 14-24) [Triglotta 1067-


1071; Tappert 619-621], cuando declara que todo el propósito y voluntad de Dios
concerniente a nuestra redención, llámese justificación, y salvación están incluidas en la
doctrina de elección. En esto, por supuesto, están completamente equivocados, como
demostraremos luego. Hollaz también argumenta que cuando ciertos teólogos, tales
como el mismo Lutero, hablaron de la fe en Cristo como un resultado de la elección,
estaban pensando en la elección en el sentido arriba citado. No obstante, es muy claro
que ningún verdadero luterano desde Lutero hasta la Fórmula de la Concordia, jamás
concibió la predestinación en el más amplio sentido.

Los dogmáticos definen la elección más como ordenada, no absoluta, i.e., Dios ordena
salvar a cierto número trayéndolos a la fe en Cristo mediante la acción del Espíritu Santo.
En este sentido es condicional. Pero ya que la elección es fundada sobre la gracia de
Dios, quien ve que en los elegidos esta gracia providencial no será impedida, no es
condicional, sino simple y categórica. Finalmente la elección es inmutable ya que los
elegidos, si se desprendieran de Dios temporalmente, no podrían perecer al final. Esta
otra definición es común en los más recientes dogmáticos.

Debido a su metodología escolar los dogmáticos llegan a estar muy comprometidos en


sus discusiones referente a las causas de elección, y así progresivamente. Brochmand,
viviendo en la primera parte del siglo, es muy directo: simplemente dice que la causa
inducente en la elección es la pura gracia de Dios, Efesios 1:5,6; 2 Timoteo 1:9. Cristo es
la base de la elección como Él es la base de cada enseñanza evangélica (Brochmand,
250).

Quenstedt es probablemente el más comprometido en su consideración de las causas. La


"causa eficaz inducente" (causa efficiens agens) es la voluntad del Dios trino. La "causa
interna inducente" (causa movens interna) es la libre gracia de Dios, excluyendo toda
obra humana y aun la fe en "los méritos de Cristo" (meritum Christi) como condición o
algo en el hombre. La "causa externa induciente" (causa movens externa) es el evangelio
pero visto como siendo apropiado según la fe. [Ya que Dios es independiente, no son
requeridas causas para poner en marcha Su voluntad. Sin embargo, la Escritura habla
antropomórficamente de Dios (atribuyéndole características humanas). Por eso, habla de
la voluntad de Dios siendo puesta en marcha por causas internas, tales como el amor, y
causas externas tales como la conducta del hombre. Para más información, vea Vol. I, pp
523ff.] El "principio directo mediador" (principium dirigens mediatum) es el "propósito"
de Dios (prothesis) para salvar a todo el que cree en Cristo hasta el final. El "principio
directo inmediato o principio líder" (principio dirigens seu normans immediatum) es la
"presciencia" (prognosis) de Dios de la fe final en ciertos individuos. La forma [la
esencia] de la elección consiste en el orden total por medio del cual Dios ha decretado
salvar al hombre. El "objeto" (objectum) o "material sobre el cual" (materia circa quam)
[el asunto hacia el cual la mente dirige sus pensamientos] de elección no es Cristo, como
enseñan los calvinistas, sino hombres que han caído en pecado pero de quienes Dios ve
creerán y permanecerán en la fe por el poder del Espíritu Santo (Op. cit., II, 23 ss).

Schertzer [1628-1683] presenta la más extravagante definición del objeto de elección:


65

Nosotros sostenemos que el objeto material de la predestinación es el hombre, y el


objeto adecuado y formal de la predestinación es el hombre como llamado, justificado y
creyente hasta el fin. No el hombre como tal, sino el hombre sometiéndose al llamado y
reteniendo hasta el final la gracia de justificación ha sido predestinado desde la eternidad
(Systema Theologiae, 1698, p 502).

El fin de la elección con relación al hombre es primero su gozo de la divina gracia y


finalmente la vida eterna; con relación a Dios es la alabanza de la gloria de Su gracia.
Ahora es absolutamente claro que la discusión de causas de Quenstedt se vuelve bastante
complicada. Además, no más de dos dogmáticos usan la misma terminología, ya que el
juicio personal de una persona siempre puede condicionar y dictar su propia
terminología. De esta manera, todo el acercamiento a la doctrina desde el punto de vista
de la "relación" (nexus) causal se convierte en una extravagante e inútil extensión, como
una tormenta agitándose en medio de un océano. No hay simplemente nada apremiante
acerca de esta clase de argumentación, y muchos no la entienden.

El enfoque de Gerhard, como el de todos los primeros dogmáticos, es fácil de entender


(Loci Theologici, IV, 200ff). Declara dos principios: 1)la elección es considerando los
méritos de Cristo, 2)la elección es considerando la fe. Cito la discusión de estos dos
principios:

Si ni la causa de elección ni la causa de reprobación es ser buscado o escogido en


la voluntad absoluta de Dios (aquí absoluta significa incondicional o descubierta, como
en el sentido original), entonces preguntamos: ¿Qué espera la diferencia entre los
elegidos y los réprobos? ¿Cuál es la razón por la cual algunos son escogidos desde la
eternidad mientras otros son rechazados? Consideraremos la reprobación después. A la
pregunta referente a la elección respondemos conforme a las palabras del apóstol, Dios
nos escogió en Él antes de la creación del mundo [Efesios 1:4]. Ser escogidos en Cristo
significa según la frase griega ser escogidos por medio de Cristo y por Cristo mientras Él
sea comprendido mediante la fe. Por eso la causa de elección no puede ser buscada en
algún decreto incondicional de Dios, sino que ocurre la predestinación porque Dios
conoció desde la eternidad que Adán por su pecado se hundiría en la muerte eterna junto
con todos los que lo siguieron, y por lo tanto era necesario para Cristo interceder a causa
de la fuerza de la ley. Cristo apaciguó la ira de Dios y cambió a Dios de severo vengador
a Padre cariñoso. De esta manera decimos que Cristo es la causa de elección, o para
decir lo mismo, Dios en vista de la satisfacción garantizada por Cristo y comprendido
mediante la fe hizo un decreto de elección; y de esto quiere hablar el apóstol cuando dice:
"Hemos sido escogidos en Cristo."

Pero Polanus [1561-1610, un calvinista de Basel, Suiza] está en desacuerdo con


esto y dice: "Ser escogidos en Cristo no es lo mismo que ser escogidos por medio de
Cristo," ("referente a la predestinación" de praedest. p 45). Y Piscator [1546-1625, un
teólogo reformado de Estrasburgo, Francia] discute en sus anales, p 80: "Que Dios nos ha
escogido en Cristo significa que Él nos ha escogido por medio de Cristo. Es decir, Cristo
con Sus méritos es únicamente el medio con el cual Dios en el tiempo lleva a cabo Su
decreto de elección; Dios, no obstante, no promulga Su decreto de elección considerando
66

los méritos de Cristo." Yo respondo que el apóstol habla en términos evidentes de la


elección misma; y hablando de la misma elección además del fin de la elección, él
incluye a Cristo. Distingue claramente entre las bendiciones espirituales con las cuales
Dios nos bendijo en el tiempo y el acto de elección por el cual Dios nos escogió para vida
eterna antes de la fundación del mundo. Ambos actos abrazan a Cristo como su causa.
"Dios nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo; según
(kathos) nos escogió en Él."

La inferencia es ésta: Nosotros somos bendecidos en Cristo, esto es, por Cristo
quien ha logrado la gracia para nosotros; por tanto nosotros también hemos sido
escogidos en Cristo, o, por Cristo. Ahora aparece el versículo 7: "En quien (Cristo)
tenemos redención" y vemos que Cristo es la causa de nuestra redención. Ahora bien, en
exactamente la misma forma Dios nos elige en Cristo; así que ciertamente Cristo tiene
que ser la causa de nuestra elección.

Finalmente dice el apóstol que la elección en Cristo fue hecha antes de la


fundación del mundo; ¿cómo entonces puede ser ésta limitada a la causa de salvación que
es lograda por los creyentes en el tiempo?... Por eso razonamos de la siguiente manera:
Tal como Dios justifica y salva a los hombres en el tiempo, en la misma forma ha
decretado justificarlos y salvarlos desde la eternidad. Ahora, toda la Escritura da prueba
de que Dios justifica en el tiempo y salva a los hombres por los méritos de Cristo (es
decir, mientras sea comprendido mediante la fe): y así también desde la eternidad Él ha
determinado justificar y salvar a causa de Cristo (comprendido mediante la fe), y
consecuentemente los escogió por Cristo, porque el decreto para justificar y salvar no es
nada más que la elección.

La principal proposición es seguramente suficientemente clara, porque las cosas


que Dios hace en el tiempo son una manifestación de las cosas que Él decretó hacer desde
la eternidad. Cuánto y cómo actúa Dios en el tiempo –que hace una cosa y no otra y
actúa en una manera y no en otra– Él ha decretado hacerlo desde la eternidad. La
inmutabilidad de la esencia divina no nos permite hablar de Dios decretando una cosa
desde la eternidad y haciendo otra en el tiempo; y por la misma razón no podemos
asegurar que Dios decreta actuar en una manera desde la eternidad y luego actúa de
diferente manera en el tiempo. El apóstol dice: "Dios...nos bendijo...en Cristo. Porque
(kathos) nos escogió en Él" Efesios 1:3. Y Cristo dice: "Esta es la voluntad del Padre, el
que me envió... que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna" [Juan
6:39,40]. Ahora, Dios no sólo determinó querer esto en el tiempo, también fue Su
voluntad desde la eternidad; por lo tanto la consideración (intuitus) de los méritos de
Cristo no puede ser excluida del decreto de elección, porque el decreto es obviamente la
decisión eterna de la voluntad divina para salvar a los hombres justamente de esa manera.
Y así ofrecemos una correcta definición del evangelio cuando decimos que es el anuncio
público de la decisión eterna de Dios para salvar a los hombres por el amor de Cristo...

Pasando al siguiente argumento: Si la consideración de los méritos de Cristo no


es incluida en el decreto de elección sino que es sólo un medio por el cual Dios ejecuta su
decreto, entonces se deduce que fue hecho aparte de Cristo y tiene que ser limitado a la
67

absoluta voluntad y gusto de Dios. Esta conclusión que contradice plenamente el apóstol
cuando dice: "Dios nos escogió en Él (Cristo)" (Efesios 1:4), es absurda como lo
probaremos. Si no hay remisión de pecado apartado de Cristo, no puede haber elección
de pecadores perdidos apartado de Él, ya que ninguno puede gozar de vida eterna a
menos que por su propia justicia se ajuste perfectamente a la ley de Dios o tenga
perdonados sus pecados por la justicia de Cristo imputada a él mediante la fe..."

Gerhard continúa con el debate a manera de la así llamada analogía de la fe, lo cual desde
luego es bastante peligroso aquí. Notamos también que él relaciona estrechamente la fe
con los méritos de Cristo como la causa de elección. El siguiente paso por supuesto es el
"en vista de la fe" (intuitu fidei). Los más recientes maestros no vacilan en continuar para
hacer de la así llamada "causa impulsiva externa de elección" (causa impulsiva externa
electionis) el mérito de Cristo comprendido mediante la fe verdadera y perseverante.

Y el siguiente tema por Gerhard es la consideración de la fe en el decreto de elección.


Dice:

Hemos demostrado que el mérito de Cristo es la causa de nuestra elección. Pero


ya que el mérito de Cristo no puede beneficiar a ninguno sin la fe, decimos que la
consideración (intuitus) de la fe también tiene que ser incluida en el decreto de elección.
En una sola voz confesamos que enseñamos que Dios escogiendo al hombre para vida
eterna no encontró nada bueno en él, fueran buenas obras o el uso de voluntad propia, o
aun la misma fe, por lo cual Él fuera movido o por lo cual Él escogiera algunos
individuos. Sino que fue entera y únicamente el mérito de Cristo, cuyo valor Dios
consideró, y fue de la sola gracia que el decreto de elección fue hecho. No obstante,
porque nosotros no podemos compartir el mérito de Cristo excepto mediante la fe,
decimos que la elección tuvo lugar en vista del mérito de Cristo como fue comprendido
mediante la fe. Por lo tanto decimos que todos aquellos y solamente aquellos han sido
escogidos desde la eternidad por Dios para salvación, quienes Dios vio que por el poder
del Espíritu Santo a través del ministerio del evangelio creerían verdaderamente en Cristo
el Redentor y permanecerían fieles hasta el fin de sus vidas.

Si sólo estuviera faltando el "previó" (praevidit), esto sería una descripción satisfactoria
de los elegidos.

Gerhard continúa:

Séame permitido exponer brevemente mis argumentos para esta opinión. 1)La elección
fue hecha en Cristo, Efesios 1:4. No somos "en Cristo" excepto mediante la fe. Efesios
3:17. Por lo tanto el "los que creerían" (mellonton pisteuein) de 1 Timoteo 1:16, son los
elegidos. 2)La elección es un decreto eterno de Dios para justificar y salvar a los
hombres. Ahora, Dios no justifica y salva a los hombres en el tiempo excepto mediante
la fe, Romanos 3 y 4, Gálatas 2 y 3, Efesios 2. Por lo tanto Él ha decretado desde la
eternidad justificar y salvar sólo a los creyentes y consecuentemente escogió única y
exclusivamente a los que previó que permanecerían en Cristo mediante la fe. 3)Ninguno
ha sido escogido apartado de Cristo. Los hombres pecaminosos sin fe están apartados de
68

Cristo. Por tanto los pecadores no son escogidos sin una consideración de su fe; como
dice Pablo, Dios nos ha escogido en Cristo, Efesios 1:4; y en otra ocasión dice, Dios nos
ha escogido mediante la fe, 2 Tesalonicenses 2:13 – porque no podemos ser escogidos en
Cristo excepto en vista de nuestra comprensión de Cristo mediante la fe. "Sin fe es
imposible agradar a Dios." Hebreos 11:6. 4)Los elegidos están agradando a Dios desde
la eternidad porque Él preparó para ellos el reino de los cielos desde la fundación del
mundo, Mateo 25:34. Pero esto no pudo haber sido excepto en vista de su aceptación de
Cristo en la fe..."

Notamos aquí como Gerhard según el punto 2, prácticamente identifica la elección como
la "voluntad consecuente" de Dios (voluntas consequens) y ya no como el decreto de
Dios para justificar a los creyentes. Vemos también como arguye de nuevo a manera de
analogía. En esta discusión, Hechos 13:48 le da mucho dificultad a Gerhard. Él no
titubea en llegar a decir inclusive: "A menos que Dios mismo hubiera ordenado ciertos
individuos para vida eterna, ninguno creería, ninguno sería salvo." Esto suena bien, pero
él lo estropea continuando con la explicación: "Es Dios quien ha determinado desde la
eternidad este orden, que el que oiga y aprenda la palabra de Dios llegará a la fe y será
salvo por escuchar la palabra." Ha confundido otra vez el tema, igualando la elección
con la simple voluntad consecuente de Dios. En su explicación final del pasaje, revela su
temor al calvinismo que hace imposible para él acercarse al pasaje sin ideas
preconcebidas y declarar la posición correcta. Dice:

No se deduce que la elección sea absoluta y propiamente hablando la causa de la


fe. Porque a) Se les ha dicho ser ordenados no para la fe, sino para la vida eterna, b) la
ordenación o elección no es absoluta, c) aquí otra causa es atribuida a la fe, es decir
escuchar la palabra, d) el evangelista no desea presentar en este contexto la razón de
porqué algunos creyeron y otros no, sino demostrar como Dios realizó Su decreto en los
que creyeron...

Es claro en todo esto que la discusión de Gerhard está basada sobre consideración
polémica y hace su exégesis miserable. Aquí está materialmente el argumento por "en
vista de la fe" (intuitu fidei). Y es debido, al menos parcialmente, a un malentendido del
calvinismo como veremos luego.

En realidad ninguno de los dogmáticos antes o después de Gerhard va más allá de él; y
todos ellos insisten en la consideración de la fe en el decreto de elección. Pero sí abordan
el asunto desde escasamente diferentes ángulos, y el tratamiento de unos es menos
reprobable que el de otros. Hutter, por ejemplo, que escribió antes que Gerhard, dice lo
siguiente, después de haber señalado que, en realidad, no hay presciencia en Dios, ya que
para Él sólo existe el presente y por eso todo está ante Él:

Dios no previó simplemente en forma general (confuse) que ciertos hombres


creerían en Él, sino que tenía una presciencia de exactamente cuáles individuos creerían y
cuándo creerían. Por lo tanto la fe en esta discusión de elección eterna no es para ser
considerada como algo que ya pasó en realidad y que no existe, habiendo sido encendida
en el corazón de los hombres por el Espíritu Santo (es suficiente estar seguro de que ha
69

pasado en el tiempo); por otra parte, debe ser considerada según el orden y decreto de la
predestinación eterna de Dios y también según Su presciencia y eterno conocimiento. Y
esta doctrina no tiene nada que ver con la noción ociosa de los escolares concerniente a
obras previstas, en vista de lo cual se dice que Dios nos ha escogido. Aquí hay una gran
diferencia. Primero que todo nosotros no consideramos la fe en esta relación como una
virtud o cualidad o cualquier clase de obra, sino sólo en la medida en que ésta es
relacionada con los méritos de Cristo. Obras, sin embargo, son tan incompatibles con la
gracia en este artículo como en el de justificación; porque estas dos (gracia y obras) se
excluyen una a otra, como enseña el apóstol, Romanos 11:6 (+ anotación): "Y si por
gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no
es gracia; de otra manera la obra ya no es obra." Manteniendo esto en mente los teólogos
ortodoxos rechazan correctamente la expresión, "Somos escogidos mediante la fe," que
tácitamente presupone algún mérito de nuestra parte; pero decimos con la Escritura:
Hemos sido escogidos mediante la fe, o en la fe de Jesucristo, en el mismo simple
significado que estamos acostumbrados a emplear cuando hablamos de justificación, 2
Tesalonicenses 2:13: "creer en la verdad" (en pistei aletheios) Loci Communes
Theologici, ed. 1619. pp 802-3).

Aquí vemos la justificación, con la fe ocupando el lugar idéntico en cada una, que Franz
Pieper [1852-1931, autor de Christian Dogmatics] llama la "mentira primaria" (proton
pseudos) de su doctrina (Lehre und Wehre, 1881, p 341). Es claro también que Hutter
interpreta mal el pasaje anterior de Tesalonicenses, el: "mediante la santificación por el
Espíritu y la fe en la verdad" (en agiasmo pneumatos kai pistei aletheias) siguiendo como
lo hace inmediatamente sobre el "porque desde el principio Dios los escogió para
salvación" (oti eilato umas o theos ap' arches eis soterian) pertenece al acto de la
elección misma, y no simplemente a la realización del acto en el tiempo; la frase debería
ser entendida como expresando medios, pero no en el sentido de una "consideración"
(intuitus) que inspira a Dios para escoger a ciertos individuos. Este hecho que es tan
importante es negado expresamente por Hollaz:

Los teólogos evangélicos no enseñan que la fe es un instrumento del decreto de la


elección misma por el cual la misma elección es ejecutada o comprendida, sino que
sostienen que Dios escogiendo ciertos hombres consideró (respexisse) la fe perseverante
de ellos como un organon leptikon, o instrumento receptivo, por medio del cual el mérito
de Cristo a causa del cual somos escogidos y también la gracia de Dios que nos escoge
para vida eterna, son recibidos y comprendidos por nosotros. De igual manera la fe es
comúnmente llamada una causa instrumental de justificación, no como si fuera un
instrumento por el cual el acto mismo de justificacion es comprendido, sino porque actúa
como un instrumento por el cual nosotros comprendemos y recibimos esto a causa de lo
cual somos justificados, es decir, el mérito de Cristo (op. cit., 624).

Esta cita declara evidentemente lo que las palabras anteriores de Hutter implicaron, que la
fe tiene que ser considerada antes de la elección. Aquí la declaración de Calov es
axiomática: "Aunque la elección es antes que la fe, en cuanto al acto de esto respecta, no
obstante, (no) que la [elección] es antes en cuanto a la consideración [de fe] respecta."
70

[Nam licet electio prior sit fide, quantum ad hujus actum, non tamen prior illa est
quantum ad intuitum] (Systema Locorum Theologicorum, 1655-77, X, 655).

En esta relación Hollaz reclama no menos eminente autoridad que la Fórmula de la


Concordia. Dice: "Nuestros teólogos están de acuerdo en que la fe, prevista desde la
eternidad, tiene que ser concebida en nuestra manera de pensar como antes del decreto de
elección y por lo tanto como siendo una razón para el decreto, en vista de lo cual nosotros
hemos sido escogidos." Cita entonces la Fórmula de la Concordia, Thor, Decl. XI, 54
que dice:

Por eso no hay duda de que Dios muy exacta y ciertamente previó antes del
tiempo del mundo, y aún sabe, cuáles de éstos que son llamados creerán o no; también
cuáles de los convertidos perseverarán (en la fe) y cuáles no; cuáles regresarán después
de caer (en pecado grave), y cuáles caerán en obstinación (perecerán en sus pecados).
Así, también, el número, cuántos de éstos hay en uno u otro lado, es perfectamente
conocido por Dios fuera de toda duda (op. cit., p 619).

Sin embargo Hollaz omite cualquier mención del párrafo siguiente en la Fórmula de la
Concordia que nos advierte sobre investigar en tales materias que Dios no nos ha
revelado, sino adherirnos sólo a Su palabra revelada. También cita el párrafo 89 del
Artículo XI en la Fórmula de la Concordia, como enseñando que la misericordia de Dios
y los méritos de Cristo comprendidos mediante la fe son las únicas causas de
predestinación.

A pesar de sus incorrectos entendimientos del lugar de la fe en el decreto de elección, los


maestros luteranos del siglo diecisiete evitan cualquier vestigio sinergista en sus
enseñanzas. Calov advierte que en la elección la fe tiene que ser considerada
pasivamente (in lepsei et antilepsei, vel gepsodouia) como habiendo sido obrada en el
hombre por Dios; tiene que ser vista simplemente como aceptando la gracia de Dios y el
mérito de Cristo (Systema, X, 632). Calov dice:

Nosotros no deseamos ser entendidos como si Dios nos escoge a causa de una fe
prevista, como algún tipo de poder en el hombre, justo como no somos justificados
mediante la fe como una cualidad o merecimiento, sino que somos escogidos en vista de
la fe en la medida que esta misma recurre a Cristo (quien es la base de la elección), y
mire sólo a Él, se abrace a Él, se refugie en Él, siga firme en Él y se apoye en Él
(Systema, X, 637).

Una declaración de Dannhauer en su (Christiana Hodosophia seu Theologia Positiva, ed.


1713, pp 289ff), en la cual él trata de expurgar toda posible interpretación sinergista de su
doctrina, probablemente nos indicará además de poder ser indicado el lugar de la fe en la
predestinación, como fue enseñado por los antiguos dogmáticos. La pregunta de cómo
exactamente debe ser considerada la fe y dónde exactamente entra en el orden de las
cosas, no es fácil de responder de la versión de los dogmáticos sobre la elección. El
fracaso, en realidad, para responder esta pregunta adecuadamente es el cierto roce en toda
su doctrina y consideración de la elección.
71

Pero aquí está lo que dice Dannhauer:

La predestinación no depende de ninguna obra, mérito o motivo que proceda de


nosotros, o por medio de nosotros, o inherente en nosotros, por lo cual la elección pudiera
tener lugar – ni aun en fe ya que es una obra o el resultado de la fe. No, decimos que el
decreto de elección es uno puramente independiente. El hecho que éste es independiente
excluye los méritos, pero no el orden: la fe en esta relación no es una obra o mérito, sino
simplemente la mano del pordiosero tal como fue previsto. Por lo tanto ni aun el más
mínimo reconocimiento de gloria es encomendado a la fe la cual recibe, y no concede o
gana. Y así Dios no vio merecimiento activo en el hombre, nada bueno, que no fuera del
mismo Dios... Concluimos entonces que la fe pertenece al orden divino que Dios ha
instituido y previsto y hecho norma de Su divina elección.

Y así nosotros tenemos el derecho de decir que algo puede ser el efecto de una
actuación y al mismo tiempo una razón o causa prevista de la actuación de uno; una casa,
por ejemplo, es ambas cosas: la obra del constructor y la causa final que mueve al
constructor a construir la casa... Aunque la fe no es la causa del decreto de elección, no
obstante se convierte en los medios para conseguir la salvación prevista en el decreto.
Sostenemos que la previsión de la fe es previa (según nuestra manera de pensar), no la
verdadera fe en sí misma. Dios permanece la causa y jamás llega a ser lo que es causado:
en Él por supuesto no hay, propiamente hablando, nada de la naturaleza de prioridad del
tiempo, ni tampoco Su voluntad depende de la previsión, aunque concebimos esto como
previo. No todo lo que es posterior a alguna otra cosa es inmediatamente un dependiente
"ser" (ens): El Hijo de Dios es segundo en orden, pero Él no es por esta razón
dependiente del Padre. Esta condición testamentaria (fe) es la razón para el decreto de
elección. No porque Dios decretó que Pablo debería creer él cree, sino que ha sido
escogido porque creyó hasta el fin y no se resistió a los medios de salvación. Ahora digo
que la razón no es una causa, propiamente hablando; no una causa meritoria ciertamente,
sino parte del orden de la predestinación.

2.

UN SEGUIMIENTO DEL DESARROLLO DE LA ENSEÑANZA DESDE LA


FÓRMULA DE LA CONCORDIA [1577] HASTA DAVID HOLLAZ [1648-1713]

Hay muy poco de extraordinario sobre la manera en que la Fórmula de la Concordia


presenta la doctrina de elección de gracia. Fue discutida en muchísima parte de igual
manera por todos los teólogos ortodoxos de la época, tales como Hesshusius {1527-
1588], Wigand [1523-1587] y Judex [1528-1564], y Flacius [1520-1575]. Y puede haber
poca duda de que la Fórmula de la Concordia expresó las convicciones de todos estos
hombres con respecto a la doctrina de elección.

Típico del enfoque de ellos hacia la doctrina es Heerbrand [1521-1600] en su


Compendium Theologiae, editado en 1582. Presentaré un breve resumen de su
tratamiento de la doctrina para mostrarles en qué manera simple y directa fue tratada la
doctrina comparada con la presentación de los más recientes dogmáticos (Compendium
72

Theologiae, ed. 1582, pp 480ff). Heerbrand insiste primero que todo, que la
predestinación siempre tiene que ser vista a posteriori desde el punto de vista de la
voluntad revelada de Dios en el evangelio, la cual ofrece la gracia y misericordia de Dios
a todos y enseña que "aquellos son elegidos y predestinados que han sido llamados por
medio del ministerio de la palabra y sacramentos, quienes han sido traídos a la iglesia y
han comprendido con fe la gracia de Dios prometida en y por Cristo." Pero Heerbrand
continúa luego para decir: "Porque tampoco existe ninguna otra causa de predestinación
que la justificación" (Nec enim alia est praedestinationis causa quam justificationis). Y
aquí tenemos claramente el germen de la más reciente opinión. La declaración puede ser
permisible, si es entendida correctamente. Pero la analogía de las causas de elección y
justificación es nueva.

Heerbrand además hace mención de las cosas que uno tiene que mantener dentro de la
mente considerando esta doctrina "abrazar los axiomas" (krateteon axiomata) 1. la
doctrina tiene que ser derivada de la palabra de Dios solamente; 2. la promesa de la
gracia es universal; 3. Dios no es referente a personas, 4. en Dios no hay voluntades
contradictorias, 5. la gracia abunda sobre el pecado, 6. en Adán todos mueren, en
Cristo todos son justificados, 7. Dios no predestina para condenación, 8. No hay causa
diferente para predestinación que por justificación. Esto último es obviamente un
antítesis al calvinismo, como son todos los puntos iterados.

En consecuencia advierte sobre considerar la predestinación en un sentido absoluto y en


esto sigue a la Fórmula de la Concordia casi palabra por palabra. Prácticamente
identifica las siguientes palabras: proorismos [predestinación], proidein [prever],
prognosis [presciencia], ekloge [elección], prothesis [propósito], y proetoimazein
[preparar de antemano], pero muestra los diferentes matices del significado. Los más
recientes dogmáticos después de la Fórmula de la Concordia no podrían haber hecho esto.
Heerbrand entiende la predestinación como la causa de la fe; pero traduciendo el "nos
predestinó para ser adoptados como hijos Suyos" (proorisas emas eis uiothesian) de
Efesios 1:5, él tiene: qui praedestinavit nos, quos adoptaret in filios. Esta interpretación
puede ser una a propósito, pero es más como una expresión subjuntiva en tiempo futuro
en una cláusula subordinada y por lo tanto sería traducida en español: "Él nos predestinó
a quienes adoptaría como hijos." Los más recientes dogmáticos podrían aceptar esto
fácilmente.

Para Heerbrand el misterio está centrado en la pregunta de porqué Dios concede fe a unos
y a otros no. Escribe: "¿Debe ser considerado Dios injusto porque trata iguales en una
manera desigual? Si la recompensa fuera considerada deuda, entonces hubiera espacio
para tal objeción. Pero ya que nadie merece algo excepto la condenación a causa del
pecado, Dios seguramente no puede ser considerado injusto cuando impone justo castigo
sobre algunos, aunque remitiendo la culpabilidad de otros que conforme a Su
misericordia han sido recibidos en gracia. Un magistrado cuando trata con dos criminales
puede absolver a uno mientras impone el justo castigo de la ley sobre el otro; o un
acreedor puede remitir la deuda de uno mientras demanda la deuda de otro – no obstante
ellos no pueden ser acusados de injusticia. ¿No tienen ellos el derecho de hacer lo que
quieran con lo suyo? Jesús dice en la parábola: '¿Es tu ojo pecaminoso, porque yo soy
73

bueno?'" Sin embargo, con todo esto Heerbrand es cuidadoso de guardarse de alguna
forma de supralapsarianismo [que antes de la creación Dios determinó elegir algunos para
salvación y otros para condenación y por eso permitió la caída en pecado como medios
de llevar a cabo Su propósito] que haría a Dios el autor del pecado. Completamente todo
en el método de la doctrina de elección de Heerbrand es más claro y centralizado en la
Escritura que aquellos que siguen.

El teólogo en hacer los cambios más notables en la formulación de la doctrina fue


Aegidius Hunnius [1550-1603], quien fue firmante de la Fórmula de la Concordia y
escribió a finales del siglo dieciséis. Los más recientes maestros van más allá de
Hunnius, pero todo lo que ellos enseñan es incipiente en sus escritos. Es muy importante
por lo tanto estudiar los escritos de Hunnius, que lamentablemente, son muy difíciles de
obtener. Trataré de hacer una lista de sus innovaciones.

1) Hunnius fue el primero de los teólogos luteranos en hacer uso de la distinción


entre la "voluntad antecedente" (voluntas antecedens) y la "voluntad consecuente"
(voluntas consequens) en su discusión de la elección.

Esta distinción fue hecha primero por Chrysostom [345-407], luego por Anselm [1033-
1109] y los escolares medievales. Hunnius empleó la terminología contra ambos, los
calvinistas y Huber. A menudo indica que la elección tiene que ser considerada desde el
contexto de la voluntad antecedente y consecuente de Dios en vez de "desnuda."
(Artículo referente a la providencia de Dios y la predestinación eterna de los hijos de
Dios para salvación: nosotros en retorno [creemos] que la elección o predestinación para
salvación no está en la voluntad desnuda de Dios. La voluntad antecedente desdobla el
deseo por la salvación eterna de toda la gente por el cual Dios quiere que todas las
personas sean salvas por medio de la fe en Jesucristo, el Redentor del mundo, y por esa
razón también envió a Su Hijo como Salvador para todo el mundo, y ordena que Su
mérito sea ofrecido a todas las personas, universal e individualmente y quiere que sea
comprendido por todos en fe verdadera.

Pero la voluntad consecuente considera las personas tal como fueron, unos que en
realidad ni escucharían ni creerían la palabra. Y los que Él prevé que creerán por la
acción del Espíritu, predestina para vida, siendo dejado e ignorado el resto por no otra
causa (excepto por la impenitencia final y sola incredulidad) Articulus de Providentia Dei
et Aeterna Praedestinatione Filiorum Dei ad Salutem... Nos vicissim electionem seu
praedestinationem salutis non nude in Dei voluntate... Antecedens voluntas explicat
desiderium aeternae omnium hominum salutis, qua vult Deus omnes homines per fidem
in Christum mundi Redemptorem salvos fieri, ideoque filium etiam toti mundo
Salvatorem mittit, ejusque meritum universis & singulis hominibus offeri iubet, & ab
omnibus vult vera fide apprehendi... At voluntas consequens spectat homines, ut vel actu
audituri verbum, & vel credituri erant. Et eos, quos operatione Spiritus sancti credituros
praecognoscit, ad vitam praedestinat, ceteris ob nullam aliam causam (praeter solam
finalem incredulitatem & impoenitentiatem) relictis & praeteritis...].
74

2. Como resultado de su uso de esta distinción, Hunnius insiste en que la


predestinación tiene que ser vista como parte de la "voluntad consecuente"
(voluntas consequens).

Esto es claro para Hunnius en vista del hecho de que la Escritura habla siempre de los
elegidos como creyentes en Cristo, presuponiendo de esta manera el "orden de salvación"
de Dios (ordo salutis). (ibid., a5v). Esto también significa que cuando uno habla de un
decreto de reprobación necesita y no debe hacerlo en un sentido calvinista como siendo
parte de la voluntad antecedente de Dios. Así que en eso puede haber y existen dos
decretos de Dios lógicamente contradictorios en Su voluntad consecuente. "Y aquí
finalmente se presentan dos decretos contradictorios, uno de elección para vida y el otro
de juicio para condenación; y eso no de la absoluta buena voluntad [soberanía de la
voluntad de Dios], sino a causa del desprecio por el don divino" (Ibid. a4d) [Taque his
demum sese offerunt duo decreta antidiermena alterum electionis ad vitam, alterum
judicii ad condemnationem: idque non ex absoluto beneplacito, sed ob contemptu divini
beneficii].

Todo este tratamiento es bueno en la medida en que éste hace que la elección presuponga
la gracia universal la cual tiene razón sobre el calvinismo. Esto, pienso yo, es lo que
Hunnius estuvo intentando hacer todo el tiempo. No obstante, uno tiene que agregar que
la distinción es arbitraria y susceptible a malentendidos, ya que la voluntad de Dios es
una y nunca es anterior o posterior. En este aspecto también tengo que destacar que
Hunnius fue el primero en exponer la falsa distinción entre la presciencia y la
predestinación que era seguida por todos los más recientes dogmáticos, la distinción que
significó que lo uno era dependiente de lo otro. También hizo de la predestinación una
especie del género providencia (Cf. O. Ritschl, Dogmengeschichte des Protestantismus.
Leipzig. 1908. IV, 147). 3) Hunnius fue el autor de la fórmula de "en vista de la fe"
(intuitu fidei) y de la fórmula "en vista de comprender el mérito de Cristo mediante la fe"
(intuitu Christi meriti fide apprehendendi), usado después comúnmente por todos los
maestros luteranos. Una y otra vez él declara que la elección no es a causa de la fe, sino
únicamente por los méritos de Cristo como son comprendidos mediante la fe (op. cit.,
d2v).

Aquí está un poco del breve sumario de esta posición (ibid.):

En resumen, tal como en el caso de la justificación y salvación Dios nada ve en


nosotros, dignidad o mérito que lo mueva a justificarnos o salvarnos, aunque Él no
justifica y salva en completa desatención de la fe; así en la misma forma en el artículo de
elección, Él no considera nada en nosotros por dignidad o mérito que lo mueva a
elegirnos, ya que ni aun la fe entra en el decreto de predestinación en este sentido, sino
sólo mientras ésta se abraza a la base de nuestra elección, Jesucristo.

Vemos aquí que Hunnius ha desarrollado totalmente la analogía entre la parte de fe en la


justificación y en la elección.
75

Esta consideración de la fe puede dar la impresión, al menos Hunnius parece pensarlo,


que su posición debilita la inmutabilidad del decreto electivo. Esto lo niega él muy
enfáticamente. Me tomaré la libertad de citar extensivamente de Hunnius en esto, así
podrá ser dada la idea total de esta posición. Dice (ibid. c6r):

La elección es definitiva y pertenece a los que creen y perseveran hasta el fin. Y


sin embargo no es por casualidad que ellos llegan a la fe, sino, según Su propósito el cual
Él ha resuelto inmutablemente en la eternidad; Dios ordena y decreta que Él será eficaz
por medio de Su palabra en aquellos que escuchan (la palabra) y la toman en su corazón,
Juan 6. Ni tampoco es por casualidad que son renovados, justificados y salvos, sino que
todo esto ocurre conforme a un inmutable decreto de Dios, no en éste o en ése al azar,
sino en todos y sólo aquellos que, escuchan la palabra, vienen a la fe por la acción de
Dios y que por intercesión del Espíritu Santo guardan su fe en un corazón puro y
producen frutos.

Aquellos, por otra parte, que son condenados no son condenados por simple
casualidad, sino porque no creen en el nombre del único Hijo engendrado de Dios; y este
inmutable decreto no está fijo en la voluntad antecedente de Dios (no precede todas las
causas como declara Toussain), sino en Su voluntad consecuente, que el que no cree ya
está condenado. Por lo tanto permanece ahí el inalterable decreto de salvación con
respecto a los que creen y no se desvían del santo mandamiento entregado a ellos; y
permanece ahí el inmutable decreto de condenación sobre aquellos que no creen,
quienquiera que sea.

Estos decretos son invariables y permanecen inalterables, aunque los hombres los
cambien y dispongan en una manera u otra. Si, después de David haber caído en
adulterio, él no se hubiera arrepentido, habría sido condenado no simplemente por
casualidad, sino conforme al inmutable y eterno decreto de Dios impuesto sobre todos los
que no se arrepienten. Si, por otra parte, se hubiera arrepentido y continuado constante
en su fe hasta el final, él habría sido salvo; de nuevo no por casualidad, sino conforme al
inmutable propósito y consejo de Dios (ex immutabili proposito consilioque Dei) por el
cual Él se ha propuesto salvar a todos los que se arrepienten y permanecen constantes en
su fe. Toussain es un mentiroso que dice que estos decretos de Dios son inmutables y sin
embargo sostiene que la salvación o condenación del hombre no depende del decreto de
Dios, sino del mecanismo de la casualidad. Y también es un mentiroso que dice que
algunos son absolutamente escogidos por este decreto y otros son totalmente rechazados.

Es difícil ver exactamente cómo puede armonizar totalmente esta declaración con todo lo
que dice Hunnius en otra parte, ya que aquí él implica que la fe es el resultado de un
decreto divino; mientras que en otra parte, enseña claramente que el decreto de elección
es el resultado (en algún sentido, por lo menos) de la presciencia de la fe. Hunnius no es
del todo sistemático, por eso no es fácil descubrir su posición y resumirla correctamente.
Debería indicarse aquí también, que Hunnius coherentemente excluye toda posible
interpretación sinergista de su punto de vista. El ser menos sistemático que los más
recientes dogmáticos, hace posible para él dar declaraciones que ellos posiblemente no
pudieran haber hecho. Por ejemplo, dice: (Disputationes et orationes Academicae.
76

Opera Latina. 1609. V, fol. 209) "Entre las causas que pudieran ser consideradas la fuente
y origen y causa principal de elección, la gracia de Dios se ofrece a nosotros como la
principal, o, para usar la expresión apostólica, el gusto de Su voluntad por lo cual,
considerando absolutamente nada en el hombre, Él lo escoge para vida eterna por Su
gracia." Los más recientes luteranos hubieran tenido que modificar algo la declaración.

Otra declaración que los más recientes dogmáticos hubieran tenido que modificar es la
siguiente (ibid., V, fol. 215.): "La presciencia denota conocimiento de Dios de cosas
conocidas de antemano: la predestinación, no obstante, significa no sólo el conocimiento,
sino que está al lado de la causa de salvación y es una acción de Dios que percibe,
obtiene, realiza, ayuda, apoya y causa el fin deseado, la salvación de los elegidos." Tan
excelente como es la declaración, debemos anotar que ésta no significa que la fe sea el
resultado de la elección.

Ahora, me permito citar sólo una declaración más de Hunnius:

Ahora, nosotros no deseamos ser entendidos como si Dios nos hubiera escogido a
causa de la fe prevista como alguna clase de virtud en el hombre; tal como no somos
justificados mediante la fe como una cualidad o dignidad, sino sólo en la medida en que
la fe en un hombre recurra a Cristo (quien es la base de la elección), y mire sólo a Él, se
abrace a Él, se refugie en Él, siga firme en Él y se apoye en Él" (ibid. V, fol. 209).

Aquí tenemos el lenguaje exacto de los más recientes dogmáticos que se guiaron por
Hunnius. La declaración es tomada palabra por palabra por Calov, como hemos visto.
Todo el tratamiento de Hunnius de "en vista de la fe" (intuitu fidei) es incoherente y
confuso. A menudo dice que Dios predestinó aquellos de quienes Él previó lo que
creerían, pero con frecuencia trata estas dos acciones como acciones paralelas de Dios en
eternidad con no anterioridad siendo predicada de una u otra. Está tratando
conscientemente de ser leal a la Fórmula de la Concordia mientras combate el
calvinismo. El empleo de Hunnius sobre el término "fe prevista" (fides praevisa) es por
supuesto peligroso y a menudo equivocado. Hasta Bellarmine [un teólogo católico
romano, 1542-1621], que no era monergista, rechazó una predestinación "de fe prevista"
(ex fide praevisa). Hunnius falló en declarar que la elección es causa de la fe, y aquí se
ha apartado evidentemente de la Fórmula de la Concordia (Cf. Thor Decl. XI, 8)
[Triglotta 1065; Tappert 617] y está pecando por omisión. Lo mejor que él puede hacer
interpretando Efesios 1:5, es decir: "Es claro que la elección para salvación es definida
como predestinación a la adopción de hijos, Efesios 1" (eis uiothesian) (op. cit., 802).

Hutter, quien también firmó la Fórmula de la Concordia, estaba muy cerca de Hunnius en
esta enseñanza, pero con un importante avance. Hizo de la fe una causa de elección, no
meritoria o eficiente, sino una causa instrumental, y por lo tanto antes de la elección
lógicamente (aunque por supuesto, subsiguiente a la elección y vocación en el tiempo)
(ibid,. V, fol. 218). Ambos Hafenreffer [1561-1619] y Balduin [1575-1627], que eran
contemporáneos, hablan en estos mismos términos los cuales jamás fueron usados por
Hunnius. Cito de Balduin:
77

"La causa meritoria de elección, propiamente hablando, no es la fe, sino Cristo


con Su mérito universal: pero ya que sin fe esto no tiene ningún sentido para nosotros,
Dios también tiene que tomar en consideración esta fe en Su predestinación, porque la fe
mira hacia Cristo, en quien nosotros somos escogidos. Por eso tenemos que distinguir en
la doctrina de elección entre las personas a ser escogidas y el orden de los medios que
Dios tiene que considerar en Su elección. En referencia al orden la fe es ciertamente
posterior a la elección, no, aun el llamado, porque tiene que ver con los medios por los
cuales Dios en el tiempo realiza la salvación de los hombres. Pero con respecto a las
personas que Dios ha escogido antes de todas las generaciones, aparece el asunto de la
causa instrumental de elección, por el cual el hombre en el tiempo comprende el mérito
de Cristo y el cual Dios desde toda la eternidad no pudo desatender.

Por lo tanto la fe depende de la elección, no como efecto sobre la causa,


propiamente hablando, sino como lo determinante en su determinación: o sea, la elección
no causa la fe, pero la incluye como parte de su orden (sic). De otro modo, la elección
depende de la fe, no como una causa meritoria o motivador, sino sólo diferencial y
condicionalmente; porque sin la verdadera causa meritoria de elección no hay fe, es decir,
no hay fe sin Cristo a quien la fe abraza" (Commentarius in Omnes Epistolas Beati
Apostoli Pauli, 1710. p 611).

Esto es completamente diferente al lenguaje de Hunnius. Aquí vemos el peligro de ver


algo arbitrariamente desde diferentes puntos de vista arbitrarios. Confusión resulta como
cuando Hafenreffer define la elección en la siguiente manera: Es la voluntad, consejo o
gusto o propósito de Dios por el cual Él ha determinado desde la eternidad, por pura
gracia y misericordia Suya, salvar a los creyentes por medio de Cristo y por Cristo"
(Hafenreffer, Loci Theologici, ed. 1622 p 287). Esto no es definición de la elección.

De las mentes fértiles de Brochmand y John Gerhard salieron nuevos desarrollos en la


doctrina. Los dogmáticos de los dos hombres son notablemente similares; así pues
continuaré por Brochmand que es más breve, pues ya cité detenidamente de Gerhard.
Brochmand empieza su discusión afirmando que se puede hablar con seguridad de la
doctrina y hacerlo de esta manera públicamente en la iglesia. Prosigue entonces para
enfatizar que la doctrina es para confirmar a los creyentes en la certeza de la fe y en el
amor.

No hay nada que engendre más forzadamente en nosotros un amor por Dios y
nuestro prójimo, que una sincera y fiel contemplación de nuestra predestinación. Porque,
¿cómo puede usted evitar amar a Dios, quien, cuando usted estaba muerto en pecados y
por los mismos pecados estaba bajo condenación de muerte eterna, lo escogió para vida
eterna? (op. cit., p 263).

Para Brochmand la contemplación de nuestra elección eterna es una base de


santificación. Aquí está una proposición que se acerca más estrechamente al espíritu de
la Escritura y a Lutero. Brochmand ve algún uso para la doctrina excepto en el campo de
la polémica. Parece significar dos cosas por el término "en vista de la fe" (intuitu fidei):
primero, como significando la previsión de la fe de Dios la cual comprende los méritos de
78

Cristo y considera esto en la elección; y segundo, el requerimiento de Dios de esta fe


como una clase de condición en todos aquellos que Él ha escogido para la vida eterna.
"¿Es la fe una condición que Dios requiere en todos aquellos que Él escoge para vida
eterna? Esto es lo que nosotros afirmamos" (anne fides onditio sit quam Deus in
omnibus istis reuirit, quos ad vitam aeetrnam eligit? Quod affirmamus). (ibid.). Este
segundo significado no es necesariamente poco ortodoxo, si pudiera permanecer fiel a sí
mismo. En realidad Brochmand y Gerhard no van más allá de sus predecesores, aunque a
menudo se acercan a la doctrina en una forma más objetiva.

Los últimos de los grandes dogmáticos (Calov, Schertzer [1628-1683], Quenstedt,


Dannhauer, Hollaz) presentan un desarrollo más allá de Hutter, Balduin y Hafenreffer
sólo en terminología. Algunas veces esto sirve para aclarar las cosas y da una definición
más nítida, aunque cuando ellos llegan a ser involucrados en nexus [relación] causal
como Quenstedt y Hollas especialmente, es muy difícil comprenderlos. Las definiciones
de ellos del objeto de la predestinación como hombre, caída, redimido, llamado, y
justificado, aunque erróneas, clarifican mucho la posición de ellos.

3.

UNA CRÍTICA Y EXPLICACIÓN DE LAS ABERRACIONES DE ELLOS

Ahora procederé a señalar los defectos y aberraciones en la doctrina de la elección eterna


de los antiguos dogmáticos.

Es prácticamente un error igualar, como hacen ellos, la predestinación con la voluntad


consecuente de Dios para salvar a los creyentes. Aquí omiten cualquier consideración del
propósito de la elección, a saber ciertas personas definidas. Esto es virtualmente para
negar totalmente la predestinación. Por ejemplo, Hunnius dice: "La doctrina del
evangelio es nada más que la revelación o proclamación de la predestinación de Dios"
(opera Latina, V. fol. 277). Esto que es llamado "consejo de salvación" (consilium
salutis), era algo que los primeros luteranos ortodoxos creen por sí mismo.

En realidad esto envuelve los más recientes maestros luteranos en una clase de error
calvinístico (que ellos mismos oponen cuando es bajo diferente aspecto) de incluir la
elección y reprobación como especies bajo un género común, es decir la "voluntad
consecuente" (voluntas consequens). Ellos están más cerca de los calvinistas de lo que
piensan, cuando dicen que la elección es un acto de Dios de salvar a todos de quienes Él
previó que creerían; y la reprobación es el acto de Dios de condenar a todos de quienes Él
previó que no creerían. (Cf. Hollaz' statement, op. cit., 604: "La predestinación es el
decreto eterno de Dios referente al otorgamiento de salvación eterna a todos y cada una
de las personas, quienes Dios previó que creerían en Cristo hasta el final. La reprobación
es el decreto eterno de Dios referente a la condenación de todos y cada uno de los
pecadores, cuyo rechazo final del mérito de Cristo fue previsto desde la eternidad."

Es un error hablar de predestinación en el más amplio y estricto sentido, como hacen


Quenstedt y Hollaz. La predestinación en un amplio sentido es una contradicción en los
79

términos, porque si es simplemente el orden de salvación de Dios que se extiende a todos,


no hay elección involucrada. Cuando ellos recurren a la Fórmula de la Concordia en
ayuda de esta distinción, toman equivocadamente los ocho puntos en párrafos 15ff para
hacer una definición de la predestinación, en tanto que ellos son en realidad una
enumeración de puntos para ser incluidos no en la doctrina sino en nuestra consideración
de la doctrina.

Este error fue hecho, creo, porque ellos no siguen su propio consejo en ver siempre la
predestinación a posteriori como siguiendo sobre una consideración del evangelio.
(Stoeckhardt, Lehre und Wehre, 1880, p 147 refutan esta opinión en un artículo: "¿Enseña
la Fórmula de la Concordia una elección en el más amplio sentido?" [Lehrt die
Concordien-formel eine Gnadenwahl im weitern Sinn?] Su conclusión es: Dios en Su
consejo no sólo ha escogido para hacer bienaventuradas a ciertas personas, sino al mismo
tiempo la forma y método, de cómo los conducirá por los pasos del orden de salvación
descritos en estos puntos." [Gott hat in seinem Rath nicht nur beschlossen, bestimmte
Personen selig zu machen, sondern sugleich Art und Weise, wie er dieselben die in den
Punkten beschriebene Stufenleiter der Heilsordnung hindurch-fuehren wolle.]
Stoeckhardt indica que el sólo párrafo 8 hace imposible esta idea.)

Es un error hacer una analogía entre el lugar de la fe en la elección y el lugar de la fe en


la justificacion. Esto es basado en una mala interpretación de 2 Tesalonicenses 2:13,
como he indicado, y por supuesto niega Efesios 1:5 y párrafo 8 del Artículo XI de la
Fórmula de la Concordia. Si la fe se dice ser instrumental en la elección, tiene que ser en
sentido diferente que en la justificación (el cual es sólo confuso), a menos que en ambos
casos sea mencionada únicamente en referencia a la apropiación de los méritos de Cristo
– pero entonces no puede decirse ser una causa instrumental de elección.

Es un error hacer de los creyentes el objeto de elección. "En vista de la fe" (intuitu fidei)
siempre hace esto. El objeto de la predestinación será discutido luego.

Es un error hacer que la elección incluya sólo la recompensa final de la vida eterna,
además de negar u omitir diciendo que la fe es incluida en la elección como un resultado,
Romanos 8:29; Efesios 1:5. (Cf. esto con la declaración de Chemnitz, citada por Walther,
Lehre und Wehre, 1880. 44: "Porque la elección de Dios no considera nuestra fe y
justificación, sino que la precede como la causa efectiva" [Denn die Wahl Gottes folgt
nicht unserem Glauben und Gerechtigkeit, sondern geht ihr als die wirkende Ursache
voraus].)

Por lo menos los últimos tres errores surgen directamente de la doctrina de elección "en
vista de la fe" (intuitu fidei). Dos diferentes connotaciones fueron puestas en el término
lo cual confunde mucho el tema, y a menudo uno no puede saber exactamente lo que es
significado por el término. Puede significar simplemente que la fe es incluida por Dios
como parte del orden por el cual Él llevará a terminación Su elección de gracia. También
puede significar – y este es el significado que gradualmente gana preeminencia - que la fe
mientras abraza a Cristo es un factor en la determinación de Dios para salvar a algunas
personas.
80

Yo diría que en el caso de los primeros dogmáticos no podemos saber mucho de


exactamente cuánto tiempo pusieron ellos en el término. Esta puede ser la razón por la
cual Walther [1811-1887] fue tan paciente con ellos. De cualquier modo, en la medida en
que ellos usen el término en este sentido como si la elección de Dios fuese dependiente
de Su presciencia de la fe, contradicen la Escritura y son culpables de falsa doctrina.

Stoeckhardt [1842-1913] hace la siguiente crítica, que es correcta: "No hay duda de que
los dogmáticos del siglo 17 en alguna forma, no obstante indefinida, hacen la elección
dependiente de la fe. Cuando ellos hacen del 'en vista de la fe' (intuitu fidei) su
shibboleth; cuando ellos entienden en este mismo sentido esta frase: Dios ha escogido
aquellos cuya fe Él ha previsto; cuando ellos presentan el así llamado 'resumen de
predestinación' (syllabus praedestinarius), según el cual la elección resulta de la voluntad
universal de gracia y presciencia de la fe: ellos por lo tanto declaran la dependencia de la
elección sobre la fe. Tratan de explicar el maravilloso misterio de la 'selección de
personas' (discretio personarum) y hacerlo plausible a la razón. Y en esto ellos han
abandonado la Escritura y el Símbolo. En esto no podemos estar de acuerdo con ellos"
(Lehre und Wehre, 1882, 158). Yo podría agregar simplemente que su doctrina de
elección "en vista de la fe" (intuitu fidei) alteró sus exégesis de muchos pasajes evidentes,
e.g., Efesios 1:4.

¿Hay alguna explicación para esta desviación de la Escritura y nuestras confesiones?


Puede haber poca duda de que su ahínco por luchar en contra del lapsarianismo de los
calvinistas dio lugar a algunos de sus excesos. Ellos obviamente fueron fastidiados por
los argumentos de los calvinistas, y desafortunadamente más de una vez descartaron lo
bueno con lo malo. La polémica puede obligar un grupo a declarar su posición más
articuladamente (lo cual es bueno), pero algunas veces lleva a los teólogos a tomar una
posición insostenible. En este caso los dogmáticos luteranos hicieron justo esto. El
hecho que Gerhard usa casi la mitad de su lugar sobre la elección, para argüir en contra
de las falsas doctrinas del calvinismo, indica lo importante que fue esta consideración
para los dogmáticos.

Y así para apreciar correctamente los antecedentes e ímpetu del nuevo tratamiento de los
dogmáticos de la doctrina, tenemos que entender primero que todo la doctrina calvinista.
El calvinismo enseñó que el decreto de Dios era el eficaz "principio" (principium) de
todas las cosas y también del orden de ellas (cf. Hepe, Reformierte Dogmatik, 1935 ed.
pp 115ff). Y sin embargo la necesidad de los decretos de Dios no elimina la libertad en
las criaturas racionales; porque no es una necesidad de compulsión sino una de
inmutabilidad. Los calvinistas eran o supralapsarianos o infralapsarianos.

Aquellos que se elevan "antes de la caída" (supra lapsum) o por encima de la creación
para constituir el decreto de la predestinación, colocan este decreto antes del decreto de
la creación y del permiso para caer, y Dios es concebido como habiendo pensado primero
en manifestar Su gloria en el ejercicio de Su misericordia y justicia en la salvación o
condenación de los hombres, antes que pensara en crear al hombre y permitir su caída.
Según este enfoque de los decretos de Dios, tienen que ser considerados de la siguiente
manera:
81

1. el decreto para demostrar en adelante Su gloria en la salvación o condenación


de los hombres,
2. creación,
3. permiso para caer,
4. el envío de Cristo para la salvación de aquellos quienes Él decretó salvar.

Esta posición de Beza [1519-1605, el Reformado sucesor de Calvino en Ginebdra que


desarrolló a su máximo la idea de Calvino de una doble predestinación] y otros, se volvió
progresivamente menos popular. La posición predominante era infralapsarianismo, que
consideraba los decretos de Dios en el siguiente orden:

1. creación,
2. permiso para caer,
3. la elección de ciertos individuos para salvación y el abandono de otros a la
corrupción dentro de la cual nacieron,
4. el envío de Cristo para ser el Salvador de los elegidos,
5. El eficaz llamado de los elegidos y el don de fe, justificación, santificación, y
glorificación.

Esta segunda doctrina no sólo repudió cualquier consideración de la fe en la elección,


sino que también negó que esa elección proviniera del mérito de Cristo como su causa
meritoria. El sacrificio de Cristo es sólo un resultado de la elección. Nosotros somos
elegidos no "por el mérito de Cristo" (propter meritum Christi) sino "con relación a
Cristo y a Su futuro mérito" (respectu ad Christum et ad ipsius futurum meritum). La
pregunta "porqué algunos y no otros" (cur alii alii non) fue contestada apelando
simplemente a la buena voluntad de Dios. Sin embargo los calvinistas también
insistieron en abordar la predestinación a posteriori, sacando conclusiones de ella por los
medios de Dios de llevarla a cabo. "Primero tenemos que creer en el evangelio, después
tenemos que creer que nosotros somos elegidos." La predestinación para condenación
fue enseñada por todos. Una predestinación para vida presupone esto naturalmente. La
elección y reprobación eran especies del género predestinación. Es muy obvio que tal
doctrina presupondría una redención limitada. Si consideramos el objeto de la elección,
podemos discernir muy fácilmente la diferencia fundamental en el método que usaron los
calvinistas y luteranos.

1. Supralapsarianismo. La predestinación ve al hombre como creabilis o


labilis, todavía no creado o caído, como "no-ser"non ens. Los medios también son
predestinados.
2. Infralapsarianismo. La predestinación ve al hombre como ya creado y
caído. La creación y la caída son antecedentes lógicos de la predestinación. Dios escoge
del mundo, de la "masa corrupta" (massa corrupta).
3. La posición de la Fórmula de la Concordia ve al hombre como habiendo sido
creado, habiendo caído, y habiendo sido redimido por Cristo.
4. La posición de los más recientes dogmáticos luteranos ve al hombre como
creado, caído, redimido, y creyendo hasta el final.
82

No hay razón porqué las dos primeras consideraciones no deban incluir una
predestinación a condenación, porque para ellos la redención en Cristo no es un motivo o
causa, sino simplemente una consecuencia de la elección.

La influencia de Huber en la formulación de la doctrina por luteranos del siglo diecisiete


no era tan profunda, excepto quizás en el caso de Hunnius. Huber enseñó que no sólo la
justificación, sino también la predestinación era universal. Condenó como Pelagian todo
lo que incluía la idea de la fe en la elección. Tal como los calvinistas, rehusó distinguir
entre voluntad antecedente y voluntad consecuente de Dios. Combatiendo la influencia
de Huber los maestros luteranos enfatizaron que la elección era particular, pero también
que ésta pertenecía sólo a los creyentes. La fórmula "en vista de la fe" (intuitu fidei) fue
usada entonces en contra de los calvinistas y Huber. La intensidad de estas controversias
hará mucho para explicar la insistencia sobre conservar este término. No fue en beneficio
del sinergismo que el término fue empleado. Y sin embargo el sinergismo es incipiente
en la frase. De vez en cuando los dogmáticos revelan este hecho, puramente por
casualidad. Yo creo que esto fue la falla para entender la doctrina de Huber y
especialmente del calvinismo que, entre otras cosas, hizo imposible para F.A. Schmidt
[1837-1928] y otros, durante la controversia de la predestinación, evaluar correctamente
la posición de los dogmáticos luteranos referente a la elección.

Walther (Lehre und Wehre, 1881, 291) trata de explicar y disculpar las defectuosas
expresiones usadas por los dogmáticos en tres consideraciones: 1. la tendencia a ir
demasiado lejos en declarar una posición en tiempos de controversia; 2. el hecho que en
su literatura devocional y otros escritos ellos dan a menudo una presentación bíblica de la
doctrina, considerada en una simple forma a posteriori; 3. el hecho que en toda su
discusión ellos evitaron el sinergismo exitosamente.

Creo que en esta última consideración Walther es algo demasiado generoso con ellos.
Probablemente en el fondo ninguno fue sinergista, pero su terminología era
evidentemente auto contradictoria. El puro sinergismo se declaró en realidad en Hollaz,
ya que tarde o temprano fue obligado a hacerlo. Hollaz parece ser el creador de la
distinción, tan común hoy en día, entre la resistencia obstinada y la resistencia natural
(op. cit., 602: "Uno tiene que distinguir entre la resistencia natural y la resistencia
obstinada; la primera quebranta y reprime el Espíritu Santo a través de la gracia
preveniente. La última es menor en algunas personas, más grande y feroz en otras, lo que
impide a menudo que la verdadera fe sea encendida en el corazón de la persona
incorregible" [Distiguendum est inter resistentiam naturalem, & malitiosam, Illam
Spiritus S. per gratiam praevenientem grangit & refrenat: haec in aliis hominibus minor,
in aliis maior & ferocior est, quae saepe impedit, quo minus vera fides in corde hominis
irregeniti accendantur].

Finalmente pudiera mencionarse que el método teológico y la terminología aristotélica de


ellos no les fue útil en este punto. Es función natural de esta clase de metodología tratar
de cerrar lacunae [espacios o partes que faltan], responder preguntas, y resolver
misterios. Por ejemplo, ellos arguyen que solamente el mérito de Cristo no pudo ser la
causa externa de la elección, porque esto también es aplicable a la reprobación, y así su
83

fuerte deseo por consistencia lógica los lleva a una conclusión tan igualmente consistente
pero también tan igualmente injustificada, como la conclusión del calvinismo. El intento
de hallar una relación entre "presciencia" (prognosis) y la predestinación es también fruto
de su metodología.

Yo podría agregar simplemente que los dogmáticos no enfocan la doctrina de la


predestinación con el mismo entusiasmo como discuten otros artículos. Hasta Gerhard y
Dannhauer, cuya opinión es usualmente muy nueva, parecen referirse a este lugar como
un deber.

[Este ensayo apareció en el Quartalschrift (Vol. 55, Octubre, 1958), pp 229-261. Robert
Preus es el presidente emérito del Seminario Teológico de Concordia en Fort Wayne,
Indiana.]
84

SECCIÓN DOS

SOMOS HECHURA DE DIOS, CREADOS EN CRISTO JESÚS PARA BUENAS


OBRAS

La Biblia hace claro que nosotros somos salvos por la sola gracia mediante la fe en
Jesucristo. Él pagó íntegramente por nuestros pecados. Él cumplió la voluntad de
Dios como nuestro sustituto. Mediante la fe Su justicia es nuestra justicia. Nuestras
obras no pueden contribuir para nuestra salvación. Mejor dicho, las obras que
nosotros hacemos por amor a nuestro Salvador de conformidad con Su voluntad son
evidencia de que Dios ha obrado en nuestros corazones la fe en Jesús.

También reconocemos que a causa de nuestra naturaleza pecaminosa todo lo que


hacemos es contaminado por el pecado. Pero, las obras motivadas por la fe son sin
embargo aceptables a Dios porque Él las ve a través de la perfecta justicia de Su
Hijo. Así que, encontramos esta paradoja: Aunque todas las obras de un cristiano
son contaminadas por la naturaleza pecaminosa, él puede no obstante hacer buenas
obras ante Dios. Las obras son contadas como buenas por la justicia perfecta de
Cristo. Debido a esto, necesitamos mantener un balance apropiado en nuestra
predicación y enseñanza. No sólo reprobaremos el pecado, también animaremos la
justicia.

En el siguiente ensayo, el profesor Irwin Habeck adopta este balance


recordándonos: "¡No disminuyan las buenas obras!

NO RESTAN IMPORTANCIA A LAS BUENAS OBRAS

"Nosotros no podemos hacer nada bueno. Está escrito: 'Todos nos hemos vuelto como
uno que está manchado, y todos nuestros actos justos son como trapos mugrientos.'"
Declaraciones de esta naturaleza tienen su modo de surgir en sermones que nuestros
estudiantes del seminario preparan para predicar a las congregaciones cristianas.
También salen a la superficie de vez en cuando en los escritos de los teólogos más sabios.
El resultado es que no habrá reconocimiento de buenas obras. Es este fenómeno el que
inspira la preparación de este artículo.

Ahora es verdad que el hombre natural no puede producir obras que sean buenas – a los
ojos de Dios. La doctrina del pecado original, de la innata depravación de la naturaleza
humana, es tan común para nosotros que no requiere explicación aquí. "El intento del
corazón del hombre es malo desde su juventud" (Génesis 8:21). "Los designios de la
carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco
pueden" (Romanos 8:7). "Cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados"
(Efesios 2:1). Jesús puso en claro que aquellos que así son constituidos no pueden hacer
buenas obras: "Haced el árbol malo, y su fruto será malo. . . . El hombre malo, del mal
tesoro saca malas cosas" (Mateo 12:33,35). Así es muy apropiado que digamos a la
gente, también cristianos, que mientras somos por naturaleza no podemos hacer buenas
obras - ante Dios.
85

Tiene que notarse, no obstante, que las verdades arriba expuestas refieren a la relación
vertical del hombre, la relación con Dios. Si este hecho no se tuvo en cuenta,
exageraciones y falsas impresiones pudieran resultar. Nuestros dogmáticos han sido
cuidadosos en notar que hay una cosa tal como la justicia cívica. En el nivel horizontal,
en la relación del hombre con el prójimo, pueden haber buenas como también malas
obras. Pueden haber filántropos como también criminales. Y el Señor ha ordenado el
mundo en tal forma, que habrá recompensa temporal para aquellos que hacen el bien a su
prójimo y a la sociedad. Testimonio de la promesa adjunta al Cuarto Mandamiento. Por
lo tanto tenemos que ser cuidadosos de no dar la impresión de que no hay nada bueno
acerca de las obras hechas por un hombre no renovado, para que no confundamos a la
gente haciéndoles pensar que en realidad da lo mismo en esta vida, si un hombre regala
generosamente para el sostenimiento de su caridad favorita o si roba un banco. Pero por
otra parte, en realidad, podemos ser rápidos en agregar esto cuando se trata de la relación
vertical con Dios, las buenas obras del no renovado son sólo "destellos sin razón" y no
merecen nada.

El renovado, no obstante, hace buenas obras. Sólo el nuevo hombre hace buenas obras:
"Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios" (Romanos 7:22). Pero en
el mismo contexto el apóstol lamenta: "Con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la
carne a la ley del pecado" (Romanos 7:25). Triste decirlo, la carne a menudo se
inmiscuye aun cuando el nuevo hombre esté haciendo buenas obras. Fue ciertamente una
buena obra cuando los discípulos abandonaron todo para seguir a Jesús. Pero fue la carne
hablando cuando Pedro retrospectivamente preguntó a Jesús: "¿Qué, pues, tendremos?"
(Mateo 19:27). Esto necesitó una advertencia seria de parte de Jesús: "Muchos primeros
serán postreros" (Mateo 19:30).

Es una buena obra cuando confiando en Jesús y en lo que Él ha hecho por nosotros e
inspirados por el Espíritu Santo nos acercamos a nuestro Padre celestial en oración. Pero
cuántas veces sucede que en alguna parte a lo largo de la línea, especialmente en el caso
de la Oración del Señor, nuestros pensamientos empiezan a vagar y lo que empezó bien
termina como una vana repetición. Un pastor puede regocijarse cuando recibe un
llamado, deleitándose por la oportunidad de servir al Señor sirviendo a su gente. Pero es
tan fácil para él acudir al solemne cargo para lograr la cifra del salario. El pastor por lo
tanto necesitará indicar a su gente que aun nuestras buenas obras se manchan fácilmente
con pecado, y así ayudarlos a comprender nuevamente lo mucho que necesitamos un
Salvador y porqué nuestro Salvador nos enseñó a orar diariamente: "Perdónanos nuestras
deudas."

Pero al mismo tiempo el pastor reconocerá las buenas obras. Esto necesita hacerse
honestamente, no obstante. Nuestros motivos deben ser puros. Cuando expresamos
nuestra apreciación por las buenas obras de los creyentes, debe ser hecho porque estamos
contentos de ver el Espíritu en acción y deseamos compartir nuestra reacción con el otro.
No debe hacerse por razones egoístas, por ejemplo, para ganar la buena voluntad del otro
en la esperanza de que él alguna vez en el futuro estará dispuesto a manifestarnos un
favor.
86

Además, lo que nosotros admitamos debe ser una verdadera buena obra. No deseamos
"hablar con efusión excesiva," para acreditar al otro con más de lo que en realidad ha
hecho, otra vez por motivos egoístas de esperar algún favor a cambio. Estamos
asqueados por la vana alabanza con la cual Tertulio buscó ganar el favor de Félix a fin de
que él pudiera entregar a Pablo en manos de los judíos: "Como debido a ti gozamos de
gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia, oh
excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar con toda gratitud"
(Hechos 24:2,3). Pablo estaba bien consciente de la práctica que era tan común en su
época (como también lo es hoy en día) de "lisonjear" a la gente para obtener alguna
ventaja de ellos. Pablo escribe a los Tesalonicenses: "Porque nunca usamos de palabras
lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo" (1 Tesalonicenses 2:5).

La adulación es mutuamente dañina. Es perjudicial para el adulador por sus motivos


insinceros, y es perjudicial para el que la acepta porque infla su ego y lo hace cómplice de
lo que sabe es una falsedad. Así, como es el caso con todo lo demás que hacemos
mientras aun vivamos en esta carne, precaución tiene que ser ejercida en el
reconocimiento de las buenas obras de los compañeros creyentes.

Pero las obras deben ser reconocidas. Nuestro Señor lo hizo. Juan el Bautista en su
lucha contra la duda y la depresión había empezado a vacilar en su convicción de que
Jesús era el Mesías. Confinado él mismo en prisión, envió a dos de sus discípulos a
buscar ayuda de Jesús. Jesús señaló una evidencia objetiva: Sus milagros los cuales
probaron que Él tenía que ser el Mesías, a pesar de todas las apariencias de lo contrario.
Después, para que ninguno de los que presenciaron el incidente pudiera sacar
precipitadamente conclusiones erróneas referente a Juan, Él reconoció las buenas obras
de éste. "Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. . . .
De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan
el Bautista" (Mateo 11:9,11).

Quizás Su reconocimiento más entusiástico de alguna buena obra es el que concedió a


María de Betania. No hubo mandamiento para trazar su línea de conducta, no hubo
precedentes a seguir por ella. Existieron aquellos que expresaron serias dudas en cuanto
a si ella había actuado en la forma correcta. Pero Jesús resolvió el asunto: "Buena obra
me ha hecho ella . . . Ésta ha hecho lo que podía" (Marco 14:6,8).

Después fue en la noche del Jueves Santo. Jesús sabía que todos Sus discípulos le
abandonarían y que Pedro hasta lo negaría. Sin embargo Él reconoció sus buenas obras
en ese mismo contexto: "Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis
pruebas" (Lucas 22:28). Aun después que Él había regresado a la gloria, terminada Su
obra redentora aquí, todavía se revelaba como el que reconoce las buenas obras de Sus
creyentes. En cinco de Sus siete cartas a las iglesias del Asia Menor las palabras "Yo
conozco sus obras" son seguidas por un reconocimiento de todas las buenas obras que Él
vio en sus vidas.

Su gran siervo y apóstol, Pablo, siguió el ejemplo dado por su Maestro. En su primera
carta, aquella a los Tesalonicenses, dio el tono. "La obra de vuestra fe, el trabajo de
87

vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza. . . . Vinisteis a ser imitadores de


nosotros. . . . Habéis sido ejemplo a todos los de Macedonia y de Acaya" (1
Tesalonicenses 1:3,6,7). Los Filipenses le suministraron ayuda financiera dos veces.
Pablo no les envió un recibo simplemente. En el tono más cariñoso y total pureza de
motivación reconoció lo que había sido hecho como una buena obra, "olor fragante,
sacrificio acepto, agradable a Dios" (Filipenses 4:18). Luego miremos a la extensa lista
de saludos en Romanos 16. Nótese cuántas veces él no sólo menciona nombres, sino que
también en relación con los nombres, reconoce las buenas obras de aquellos
mencionados.

Así en vez de zumbar en los oídos de nuestra gente: "No podemos hacer ningunas buenas
obras," seamos audaces para decirles: "Ustedes han hecho buenas obras." Hay dos
consideraciones que pueden inhibirnos. En primer lugar, nosotros jamás deseamos que
nuestra gente recaiga en la idea que las buenas obras ganan la salvación, o que algo que
hacemos contribuye para nuestra salvación. Deseamos que permanezcan firmemente
sostenidos en la gracia, en algo fuera de ellos. Tememos que si les reconocemos sus
buenas obras, ellos pudieran concebir la idea de que esas obras les da derecho para un
tratamiento favorable de parte del Señor. Sabemos lo profundamente arraigada que está
en todos nosotros la opinio legis [la opinión de la ley, de que nosotros mismos podemos
salvarnos por lo que hacemos].

Pero el rechazo de las buenas obras como el precio de la salvación y el reconocimiento


de buenas obras de parte de los que se salvan no son exclusivos mutuamente. Cuando
predicamos la ley en toda su severidad, debemos tocar todos los registros mientras
demostramos a nuestra gente que no tenemos nada que ofrecer para destruir nuestra
culpabilidad, o para sacarnos de apuros bajo el veredicto de condenación. Jesús tuvo que
hacerlo todo. Pero cuando hablamos de la respuesta de amor a lo que nuestro Salvador
ha hecho por nosotros, podemos hablar de ello no sólo como un deber que tiene que ser
cumplido, sino también como un hecho en nuestra historia y por eso admitir las buenas
obras.

La otra inhibición que podríamos sentir acerca del reconocimiento de buenas obras en la
parte de nuestra gente, es que ellos pudieran empezar a pensar que estamos tratando de
decirles que ellos han hecho lo suficiente y no necesitan hacer esfuerzos para mejorar. La
opinio legis, que opera con el concepto de trabajo y salario, siempre está tratando de
llegar a un buen acuerdo y conseguirlo justamente tan barato como sea posible. Pero
demos algún mérito al nuevo hombre. Éste desea ser motivado para hacer más,
diciéndole que lo que está haciendo agrada al Señor que él quiere complacer.

Mencionamos cómo Pablo reconoció las buenas obras de los Tesalonicenses. Sin
embargo él no los animó a contentarse con su presente nivel de realizaciones. Mejor
dicho, escribió: "Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús,
que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a
Dios, así abundéis más y más" (1 Tesalonicenses 4:1). Similarmente nuestro Señor
Jesucristo dice que los creyentes como pámpanos de Él, la vid celestial, no deben
contentarse con estar estáticos al nivel de buenas obras a las cuales ellos hubieran
88

llegado. Mejor dicho: "Todo pámpano que en mi no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel
que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto" (Juan 15:2). Así hay espacio para
ambos, el reconocimiento de buenas obras y el ánimo para hacer más. Pero esto no debe
hacerse al mismo tiempo para que la impresión sea dada que el reconocimiento después
de todo no es sinceramente significado sino que es una velada reprimenda: "Ustedes han
hecho algunas buenas obras, pero. . ."

No, dejemos que el reconocimiento sea libre y total. Nuestro Señor nos enseña que aun
donde la semilla de la palabra es sembrada en buena tierra, ésta no produce la misma
medida del fruto de buenas obras en cada caso: "Mas el que fue sembrado en buena
tierra, éste es el que oye y entiende la palabra y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a
treinta por uno" (Mateo 13:23). Ustedes pueden estar inclinados a ser más alegres sobre
los casos donde la semilla produce "un céntuplo." Pero nosotros no queremos supeditar
al que ha producido "solamente" una treintena de una comparación desfavorable con el
que ha producido más. Él ha producido buenas obras. ¡Reconozcámoslas! Por ese
mismo acto aun podemos animarlo a un esfuerzo más grande.

La escena que ven los ojos del pastor cuando inspecciona su congregación no es siempre
estimulante. La asistencia a la iglesia a menudo no es tan buena como él quisiera que
sea, ni la concurrencia a la comunión, ni las contribuciones. La lista de miembros
morosos pesa como una roca sobre su corazón. Otros casos que requieren de una
fraternal admonición y disciplina eclesiástica siguen surgiendo. Es difícil encontrar
miembros que estén deseando contribuir con tiempo y esfuerzo para servir en el concilio
de la iglesia, el comité de evangelismo, o el comité de gerencia.

Si el pastor tiene estos problemas demasiado cerca ante sus ojos, ellos lo privan de ver las
buenas obras que el Espíritu está produciendo en la parte de su gente. Como resultado su
tono se vuelve beligerante, criticón, o quejón. Ahora él no debe volverse un santurrón,
puede permanecer realista. Pero debe prepararse para dar igual tiempo a lo bueno en vez
de insistir sólo en lo malo. No dé por hechas las buenas obras. Ellas son maravillas.
Admítalas. Sea específico. "Sabemos que hay padres en esta congregación que se
aseguran de que sus hijos memoricen los pasajes de la Biblia los cuales han sido
asignados como tarea de memoria en la clase de confirmación."

¿Por qué la súplica de no disminuir las buenas obras? Porque es apenas justo reconocer
que los cristianos hacen buenas obras. No es justo decir a los cristianos que ellos no
pueden hacer nada bueno. Eso es verdad sólo en el viejo hombre. Para los cristianos está
escrito: "Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las
cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Efesios 2:10).
"Buenas Obras" no es un término malicioso. Para ser específico, es apropiado señalar las
buenas obras.

Una de las características más deprimentes acerca del sistema cuota bajo el cual nuestro
sínodo una vez operó, fue que indujo las congregaciones a agruparse dentro de dos
categorías: los tipos buenos que hicieron su cuota y los tipos malos que no la hicieron.
Ningunos grises, o todos negros o todos blancos simplemente. Una congregación puede
89

no haber remitido su cuota total, pero puede haber mejorado su desempeño en un 25 por
ciento en un año. Ninguna diferencia. No hubo hecho su cuota, entonces estaba entre los
tipos malos. Qué placentero hubiera sido una palabra reconociendo los frutos de la fe, las
buenas obras, que han sido producidas aun en las áreas de apoyo sinodal.

El reconocimiento de buenas obras realizadas por un grupo de cristianos puede tener un


resultado provechoso sobre otros cristianos. Por eso Pablo había hablado a los
Macedonios acerca del anhelo de los Corintios de recolectar para la ayuda de los
cristianos necesitados en Jerusalén. Esto, a su vez, estimuló a los Macedonios para salir
todos e ir más allá en sus esfuerzos. "Vuestro celo ha estimulado a la mayoría" (2
Corintios 9:2). Razón suficiente para no sólo admitir la capacidad para buenas obras en
general, sino también para señalar ejemplos específicos contemporáneos de ellos.

¿Qué resultado tendrá tal reconocimiento sobre uno cuyas buenas obras son reconocidas?
¿Se le subirá a la cabeza? El viejo hombre se moverá en tal dirección, pero no el nuevo
hombre. El nuevo hombre ha sido entrenado. "Así también vosotros, cuando hayáis
hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: 'Siervos inútiles somos, pues lo que
debíamos hacer, hicimos' " (Lucas 17:10). El cristiano está más dispuesto a ver lo "poco"
en vez de lo "tanto" de sus buenas obras. Pero mientras es suficiente para él saber que su
Señor reconoce lo que él ha hecho, estará contento si otros lo notan – más por el bien de
ellos que por el propio.

Los cristianos pueden hacer buenas obras. ¡Admitámoslo! los cristianos han hecho
buenas obras. ¡Reconozcámoslo! ¡No disminuyamos las buenas obras!

[Este ensayo fue publicado en el Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 75, octubre de
1.978), pp 254-259. El profesor Irwin Habeck trabajó en el Seminario Luterano de
Wisconsin desde 1.966 hasta 1.984.]
90

Es Dios quien nos posibilita para servirle con buenas obras. Mediante el evangelio
crea y alimenta la fe en nuestros corazones y nos motiva para servirle. La ley de
Dios también tiene un lugar en nuestras vidas. El propósito de la ley es recordarnos
de nuestro pecado y de la necesidad de un Salvador, para frenar nuestra naturaleza
pecaminosa, y para darnos una guía en cuanto a qué obras agradan a Dios.

Los cristianos necesitan escuchar y estudiar ambos, la ley y el evangelio. Porque


tenemos una naturaleza pecaminosa hasta el día en que muramos, siempre
necesitaremos escuchar y estudiar la ley de Dios. Sin embargo, la ley no hace y no
puede producir en nosotros la vida santificada que Dios quiere. Sólo el evangelio
puede hacer eso.

En el siguiente ensayo, el profesor Armin Schuetze en base a los Artículos V y VI de


la Fórmula de la Concordia (1577), habla sobre "El Cristiano y la Ley."

EL CRISTIANO Y LA LEY

Para nosotros como cristianos, particularmente como Cristianos Luteranos, no puede


haber ninguna duda sobre la central y muy importante posición del evangelio en las
Escrituras, en nuestra predicación cristiana, en nuestra creencia. Separados de Cristo,
separados del evangelio no hay salvación. Eso es tan básico que ningún verdadero
cristiano lo negará jamás; tan básico que nunca puede ser lo suficientemente enfatizado.

Sabemos, no obstante, que Dios también nos dio la ley en las Escrituras. ¿Dónde encaja
esto en la descripción para un cristiano? ¿Cuál es la relación de la ley con el Cristiano?
Esta es una pregunta que ha sido contestada en varias maneras en la iglesia, y a menos
que sea contestada correctamente, también el evangelio no llega a su legítimo derecho.
Sólo cuando la ley y el evangelio son correctamente unidos y correctamente
diferenciados en nuestra enseñanza y predicación, es la palabra de Dios siendo usada en
la forma proyectada por Él.

Algunos han respondido la pregunta acerca del cristiano y su relación con la ley,
poniendo otra vez al cristiano bajo la ley para todos los propósitos prácticos. Esto es
legalismo. Toda la relación del cristiano con Dios es determinada por ley. La ley es
considerada para realizar lo que el evangelio debe y sólo él puede hacer; en realidad, el
evangelio está hecho dentro de la ley. El ejemplo principal de esto lo tenemos en la
Iglesia Católica Romana. La salvación ya no es vista como siendo nuestra por la sola
gracia mediante la fe, sino que las obras de los hombres son involucradas en ganar la
salvación. La santificación, la vida cristiana, en vez de ser un fruto de la fe, se convierte
en los medios de salvación. Los Sacramentos son cambiados de medios de gracia, con
Dios otorgándonos dones, a obras de obediencia, o sacrificios rendidos para ganar la
salvación. No el evangelio, sino la ley se convierte en el poder motivador en la vida
cristiana. Usted hace la voluntad de Dios porque la ley dice que tiene que hacerlo, no
porque el amor de Dios lo obliga. El legalismo, y su compañero cercano el moralismo, es
91

perjudicial para la fe, para la salvación. En el legalismo, mientras sea fingido estar de
acuerdo con el evangelio, la ley casi lo reemplaza.

La otra posición extrema referente al cristiano y la ley que halló su camino en la iglesia y
amenazó también al luteranismo ya durante la vida de Lutero y en los años que siguieron,
es conocida como antinomismo. El principal exponente de esto fue Juan Agrícola [1494-
1566]. En 1527 Melanctón [1497-1560] había redactado los artículos de la visita que
fueron usados en Sajonia para una visita de iglesias luteranas. En estos artículos él notó
que los pastores deberían predicar la ley para producir arrepentimiento. Esto fue
criticado por Agrícola. No la ley, sino el evangelio conduce al arrepentimiento, era su
argumento. Aunque esto era efectivamente opuesto por Lutero, y Agrícola tuvo que
ceder, abandonando finalmente Wittenberg, su antinomismo fue revivido en 1566 por
varios pastores en Erfurt y Nordhausen.

En realidad existieron dos clases de antinomismo. La forma más extrema rechazó


completamente la ley, también como unos medios para efectuar la contrición en los
incrédulos. Sólo el evangelio debe ser predicado, también a los impenitentes, incrédulos
pecadores. Otros no fueron tan lejos. Reconocieron la necesidad de la ley para llevar los
pecadores al arrepentimiento, pero negaron que debería ser predicada más a los
cristianos. No tenía ningún valor guiar a los cristianos en su vida de buenas obras, según
sus opiniones. A veces se decía que la ley corresponde a la sala de justicia, no a la
iglesia, o que la ley correspondió al reino de Moisés y al papa y por eso tiene que ser
abandonada por la verdadera cristiandad.

Fue la controversia antinomista que resultó en dos artículos en la Fórmula de la


Concordia, esto último de nuestras Confesiones Luteranas, terminado en 1577 e incluido
en el Libro de la Concordia en 1580. El Artículo V es titulado "La Ley y El Evangelio."
Éste particularmente se dirige contra la extrema forma de antinomismo, que dejó de
reconocer la función de la ley en llevar los hombres al arrepentimiento. El Artículo VI,
"El Tercer Uso De La Ley," se dirige a la otra clase de antinomismo y se ocupa del uso
de la ley por el cristiano. En el transcurso de nuestro ensayo nos referiremos
repetidamente a estos dos artículos, particularmente al Artículo VI. Hacemos esto, no
obstante, no para por medio de eso reemplazar la Escritura en nuestro estudio. Siempre
necesitamos pasar a la Escritura primero para descubrir lo que ésta dice. Después
pasamos a nuestras confesiones y nos regocijamos de encontrar en ellas la verdad de la
Escritura expuesta y presentada correctamente. Por eso adquirimos seguridad
acrecentada por nuestra suscripción a estas confesiones, a las cuales nos aferramos
porque estamos convencidos de que ellas sí presentan fielmente la doctrina de la
Escritura.

Titulamos nuestro ensayo "El Cristiano y la Ley." Hemos elegido éste en vez de "El
Tercer Uso de la Ley," porque el último pudiera ser entendido en un sentido más
restringido del que nosotros deseamos. Hemos dividido nuestro estudio en tres partes.
92

1. La naturaleza de la persona cristiana.


2. El origen, naturaleza, y propósito de la ley.
3. La relación de la ley con la persona cristiana.

1.

LA NATURALEZA DE LA PERSONA CRISTIANA

Si debemos entender la relación de la ley con el cristiano, tenemos que tener en mente la
naturaleza de una persona cristiana. Primero, entonces, miraremos más detenidamente al
cristiano tal como es descrito a nosotros en las Escrituras. Nos daremos cuenta de que la
imagen es también una buena descripción de nosotros mismos. Esto nos demuestra lo
práctico que es el libro de la Biblia. Aquí Dios, quien es nuestro creador, quien escudriña
nuestros corazones, quien conoce al hombre mejor que nosotros, nos dice lo que es una
persona cristiana, nos revela la naturaleza del cristiano.

El cristiano es un nuevo hombre, renacido, un santo, libre de pecado, regocijándose de


hacer la voluntad de Dios.

"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es" (2 Corintios 5:17). También a
los Colosenses Pablo señala que "habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,
y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta
el conocimiento pleno en la imagen de su Creador" (Colosenses 3:9,10). Así el cristiano
es una nueva criatura, algo nuevo que Dios ha creado. Esto, por supuesto, no tiene
referencia a algo material, a nuestro cuerpo, la sustancia física de la cual somos hechos.
Sino al viejo hombre que ha sido alejado, el viejo hombre que fue convencido bajo el
pecado, y un nuevo hombre que está dentro de nosotros. Este nuevo hombre consiste de
la imagen de Dios restaurada en el hombre, la imagen que estaba perdida por el pecado.
Ezequiel describe esto como recibiendo un nuevo espíritu de corazón. "Os daré corazón
nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón
de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu"
(Ezequiel 36:26,27). Como cristianos somos una nueva creación de Dios, creados
cuando Dios Espíritu Santo cambió nuestros corazones de la mortandad del pecado, de
piedra, a algo viviente. Esto sucedió en nosotros cuando fuimos traídos a la fe en
Jesucristo y a Su obra de redención.

Esto también es descrito por la Escritura como un nuevo nacimiento, un renacer, o


regeneración. "El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios," dijo Jesús a
Nicodemo (Juan 3:3), y explicó esto de nacer de nuevo como siendo "Nacido de agua y
del Espíritu" (3:5). San Juan llama esto ser "nacido de Dios." Esto no es algo que sucede
mediante nuestro nacimiento natural de madres humanas. Eso sólo podría traer al mundo
un niño nacido a imagen del hombre pecaminoso. Lo que es nacido de la carne, carne es.
Pero Dios ha causado que nosotros también hayamos sido renacidos: El Espíritu Santo
realiza una nueva vida en nosotros mediante el evangelio mientras éste llega a nosotros
en Su palabra y en los Sacramentos. Y así ocurrió que la imagen de Dios fue renovada en
nosotros de manera que ahora somos creados a la imagen de nuestro Padre celestial.
93

Eso nos hace santos. Eso es lo que son llamados los cristianos. Una y otra vez en sus
cartas San Pablo se dirigió a los creyentes, a quienes está escribiendo como "santos."
Escribe "a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos"
(Romanos 1:7); de nuevo, "a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en
Cristo Jesús, llamados a ser santos" (1 Corintios 1:2); otra vez, "a los santos y fieles en
Cristo Jesús que están en Efeso: (Efesios 1:1); o "a todos los santos en Cristo Jesús que
están en Filipos" (Filipenses 1:1). Estos santos son aquellos que son santificados en
Cristo Jesús, aquellos que han sido purificados del pecado mediante la fe en Jesucristo y
Su sangre purificadora. Ellos son quienes encuentran en Jesús, en Su sangre y justicia, su
belleza y su vestimenta gloriosa. Dispuestos en estos medios los ardientes tiempos del
día del juicio, ellos pueden con gozo levantar sus cabezas ante Dios. Verdaderamente,
¿Quién atribuirá algo a los cargos de los elegidos de Dios, ya que Dios es el único que los
ha justificado por la muerte de Jesús? Ahora, pues, ninguna condenación hay para los
que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1), realmente, ellos son santos – libres del pecado
por Cristo.

Este nuevo hombre, este santo renacido, es uno que ahora se deleita en hacer la voluntad
de ese Dios a quien él ama. Es el nuevo hombre en Pablo quien habla en el capítulo
séptimo de Romanos, cuando dice: "Porque el querer el bien está en mí" (v18), cuando
habla de "hago el bien que quiero" (v19). El nuevo hombre en Pablo dice: "Porque
según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios" (v22). Porque Pablo tiene una
mente renovada puede decir: "Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios"
(v25). En Pablo, el santo, el renacido hijo de Dios, había una voluntad, es decir, cumplir
los mandatos de Dios; una delicia, la ley de Dios; una mente, servir a Dios. Es de lo cual
que Dios habla por medio de Jeremías cuando éste escribe: "Daré mi ley en su mente, y
la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo"
(Jeremías 31:33); y cuando sigue: "Pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no
se aparten de mi" (Jeremías 32:40). Este es el hombre de quien el salmista escribe: "Sino
que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche" (1:2). Este
es el buen árbol de quien nuestro Salvador dijo que da buenos frutos (Mateo 7:17). Pablo
tiene ahora la mente de Dios, la mente de Cristo.

Por eso del nuevo hombre en nosotros ahora es verdad: lo que Dios quiere, nosotros
queremos. Si Dios nos dice que debemos amarlo por encima de todas las cosas, eso es
exactamente lo que el nuevo hombre en nosotros también quiere hacer y lo hace. Cuando
se le dice que él no debe abusar del nombre de Dios, no maldecir y jurar falsamente por
el nombre de Dios, el nuevo hombre da completa aprobación a eso. Cuando oye a Dios
decirle vivir una vida casta y decente, él mismo no desea vivir ninguna otra. Toda su
mente está puesta en ayudar y ser amigable a su prójimo en cada necesidad corporal,
porque sabe que ésta es la voluntad de su Dios. Cuando se le dice no emplear mal su
lengua, no hablar mal de otros, dar la mejor interpretación en todo, este mandato causa un
sensible acorde en el corazón del cristiano. Cuando Dios le dice que debe consagrarse a
Su palabra, que debe reunirse con sus compañeros cristianos para adoración, eso es
exactamente lo que él desea hacer, y halla gran gozo en ello. Cuando Dios le ordena ser
Su mensajero hasta los confines de la tierra, cuando recurre a él para llevar dones y
continuar la obra del Señor, accede incondicionalmente y descubre que eso es
94

exactamente lo que él quiere. No hay algo que el Señor ordene, no hay nada que se
aproxime al nuevo hombre como la voluntad de Dios, que no se una con la completa
aprobación del nuevo hombre. No puede ser de otra manera, porque él es nacido de Dios.

Quizás usted estará diciendo ya: Pero esta no es la manera que veo sean los cristianos.
Si esa es la manera de ser de los cristianos, entonces yo no soy uno, y no conozco a
ninguno. Pero no seamos demasiado precipitados en decir esto. ¿No es cierto que
cuando Dios viene a nosotros y declara lo que es Su voluntad, causará un sensible acorde
en nuestros corazones? ¿que cuando se pide a los cristianos hacer la obra del Señor, ellos
responden? Si esto no fuera cierto, entonces la obra de la iglesia hubiera cesado hace
tiempo.

Y sin embargo, hay verdad en la objeción anterior. No hemos encontrado a nadie que sea
exclusivamente de la manera que el cristiano según el nuevo hombre es descrito en la
Biblia. Y seguramente ninguno de nosotros afirmaría estar a la altura de esta descripción
ciento por ciento. Usted tiene que recordar que esto es sólo una parte de la descripción de
la persona cristiana. Esto también tiene que ser reconocido si debemos entender al
cristiano y también la relación de la ley con el cristiano. La anterior descripción del
cristiano es una que lo describe de la manera que él será cuando esté en el cielo. Pero en
este aspecto del cielo hay un segundo importante factor que desgraciadamente tiene que
ser tenido en cuenta cuando describimos a la persona cristiana.

Es éste: el cristiano todavía tiene un viejo Adán, su carne, que es pecaminosa, corrupta,
en la cual nada es bueno, la cual es enemistad contra Dios, y contiende contra el nuevo
hombre en el cristiano.

El término "carne" como es usado en las Escrituras tiene varios significados. Pero aquí
estamos hablando de la 'carne" en el sentido de "naturaleza humana considerada como no
renovada y no santificada." Este es un hombre tal como es por naturaleza, "carne nacida
de la carne," como lo llama Jesús (Juan 3:6). Esta carne es a menudo referida como el
viejo hombre, o el viejo Adán.

La descripción que da Dios de esta carne no es agradable considerarla. Es


completamente corrupta. Pablo dice: "Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el
bien" (Romanos 7:18). Ningún bien, esto es una expresión muy general. Las obras de la
carne entonces también son enteramente pecaminosas, están en servicio del pecado y del
mal. Esta es la manera en que son descritas: "Manifiestas son las obras de la carne, que
son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades,
pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras,
orgías, y cosas semejantes a éstas" (Gálatas 5:19-21). La descripción que da San Pablo
del hombre natural en el primer capítulo de Romanos es común. No podemos
considerarla aquí, pero en ¡qué detallada manera demuestra lo totalmente que el hombre
por naturaleza está convencido por el pecado, dado al mal! ¡Qué miserable descripción
del hombre!
95

Dios reconoció esto mientras consideró al hombre después de la caída. Cuán evidente
llegó a ser inmediatamente la depravación del hombre que Dios finalmente dijo antes del
diluvio: "No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él
es carne; mas serán sus días ciento veinte años" (Génesis 6:3). Sí, Dios reconoció que el
hombre era carne, totalmente corrupto, de manera que Él "vio que la maldad de los
hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de
ellos era de continuo solamente el mal" (Génesis 6:5). Cuán notable otra vez y
condenable es esto "solamente el mal de continuo" esto es predicado del hombre, de la
carne. "Solamente," eso es todo lo que está en el hombre; "de continuo," así es el hombre
natural en todo momento. Esa es la carne.

Esta carne se opone a Dios. "Los designios de la carne son enemistad contra Dios"
(Romanos 8:7). Está totalmente en servicio de Satanás, el gran enemigo de Dios, que
dice: "¿En realidad Dios dijo?" Satanás en oposición a la palabra de Dios dijo: "Ustedes
ciertamente no morirán." Por eso la carne del hombre también considera tonterías las
cosas de Dios.

Lo que necesitamos recordar es que esta carne vil, el viejo Adán, todavía está presente en
el cristiano. Por una parte, la Escritura nos dice que tenemos que despojarnos del viejo
hombre; por otra parte, señala que él aún esta ahí muy vivo y activo. San Pablo, este gran
cristiano cuya fe y celo por Cristo y el evangelio sólo podemos imitar débilmente, sin
embargo vio que "en mí no mora el bien, esto es, en mi naturaleza pecaminosa." Vio que
aún estaba totalmente en él esta carne malvada. Hasta ahora no se había librado de su
viejo hombre completamente.

Y la observación que San Pablo realizó entonces, es la constante lucha que estaba
ocurriendo internamente en él. Esta carne que aún halla en él mismo está luchando
continuamente contra el nuevo hombre en él. A los Gálatas escribió: "Porque el deseo de
la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre
sí" (Gálatas 5:17). Cómo puede ser de otra manera cuando dos hombres tan
completamente diferentes están morando juntos bajo un mismo techo; en efecto, son
envueltos juntos en un mismo paquete, se hallan insertados en la misma piel.
Constantemente esta vieja carne se está oponiendo al nuevo hombre, el renovado corazón
y voluntad del cristiano.

¡Qué vivamente San Pablo describe esto para nosotros en el capítulo siete de Romanos!
Qué bien representa esta doble naturaleza que está en el cristiano, el nuevo hombre y la
vieja carne, en constante lucha. "Yo sé que en mí, esto es, en mí carne, no mora el bien;
porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que
quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo,
sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que
el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero
veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva
cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me
librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así
que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado"
96

(Romanos 7:18-25). Debemos mantener este pasaje en la mente y referirnos a él mientras


continuamos.

Cuán cierta es la descripción de la persona cristiana según nuestra propia experiencia.


¿No encontramos las mismas cosas ocurriendo constantemente en nosotros mismos?
Como cristianos seguramente deseamos lo que es bueno, deseamos hacer sólo lo que
agrada a Dios. Sin embargo, qué constantemente también está presente en nosotros
nuestra carne, y esto impide y corrompe toda buena intención, pensamiento, motivo,
palabra, acto. Esa es la carne en nosotros, sosteniéndose, y, se presentará, bastante
exitosamente, contra el nuevo hombre en nosotros.

Aunque hemos descrito a estos dos, el viejo y el nuevo hombre separadamente,


necesitamos, no obstante, recordar que ellos no son dos personas separadamente. Ellos
son dos naturalezas completamente opuestas, pero ambos están unidos dentro de nosotros
en una persona. En el transcurso de la historia de la iglesia se hicieron intentos para
dividir al hombre, de tal manera que el viejo hombre era falsamente identificado con el
cuerpo del hombre, y este cuerpo, el ser material del hombre, era considerado malo y su
espíritu bueno. Así era una cuestión del espíritu luchando contra el viejo cuerpo
pecaminoso. La salvación para el hombre consiste en ser redimido, liberado del cuerpo
humano. El resultado fue doble. Algunos como resultado buscarían destruir sus cuerpos
en cierto sentido, para derrotarlo por medio de vivir una muy severa, ascética vida.
Estaban contra todo placer físico, y sólo debían alimentarse con las comidas más sencillas
y únicamente en pequeñas cantidades. Después de todo, usted tiene que librarse de su
carne pecaminosa, esto es, su cuerpo, y guardar su espíritu, que era lo bueno en usted,
libremente. Otros fueron al otro extremo y vivirían vidas libertinas, consintiendo toda
forma de vicios, para también destruir este viejo cuerpo pecaminoso. El espíritu era
bueno, por eso usted puede abusar y hacer lo que desea con este cuerpo pecaminoso; eso
no perjudicará su espíritu y puede ayudar a librarse del cuerpo. El objetivo principal es
librar al espíritu del cuerpo, y por medio de darle gusto al cuerpo usted pudiera ayudar a
eso.

Esto era, por supuesto, un enfoque totalmente equivocado de estos dos, la carne y el
espíritu. Usted no puede dividir un hombre de esta manera. El cristiano es una persona,
y ambos, el viejo y el nuevo hombre están viviendo juntos ahora, los dos están
involucrados en todo lo que el cristiano hace. Nótese como San Pablo dice que "en mí no
mora el bien." Ningún bien moraba en Pablo. Tuvo que decir "En mí". No era algo
fuera de él mismo. Cuando Pablo fracasa en hacer el bien, comprende que tiene que
aceptar responsabilidad por ello. Dice que "porque no hago el bien que quiero." Pablo
usa "Yo" para ambos. Deseo el bien. Pero hago el mal. No puede separar los dos en este
mundo. Siempre están presentes en él, la persona cristiana, simultáneamente. El
cristiano es santo y pecador al mismo tiempo. Porque aunque somos renacidos, y renacer
no es una cosa parcial, no estamos totalmente renovados hasta ahora; la renovación es
algo que crece, aumenta, y no será completa en esta parte de la eternidad.

Estos dos están trabajando juntos tan estrechamente en nosotros (no en el sentido de
cooperación) de manera que están involucrados en todo lo que hacemos nosotros los
97

cristianos. Ese es el hincapié que Pablo está haciendo en la anterior cita de Romanos.
Pablo está deseando constantemente el bien, que es el nuevo hombre en él. Pero presente
en todo momento también está su carne, que corrompe todo lo que él hace. Sus buenas
intenciones y deseos no hallan una perfecta realización. Pablo encuentra una ley
presente, un principio en operación, que "queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que
el mal está en mí" [Romanos 7:21].

Unas pocas ilustraciones pueden ayudar a demostrar este funcionamiento del nuevo y del
viejo hombre juntos en todo lo que hacemos como cristianos. El nuevo hombre en el
cristiano deseará escuchar la palabra de Dios habitualmente. Y sin embargo todos
nosotros sabemos la lucha que tiene frecuentemente el nuevo hombre en esto. Algunas
veces el viejo hombre en realidad tiene éxito en mantener alejado al cristiano de la
palabra y la adoración. Pero aun cuando el nuevo hombre sale victorioso, el viejo
hombre puede decir todavía: Miren que buena persona es usted yendo ahora a oír la
palabra de Dios. E inmediatamente el elemento del orgullo o propia satisfacción ha sido
inyectado dentro de esta buena cosa que usted está haciendo y se presenta el pecado,
hasta en lo bueno que usted está haciendo. El nuevo hombre nos mueve a dar una
considerable donación para efectos caritativos. Finalmente tuvo éxito en contener la
oposición a esto del viejo hombre. Pero luego el viejo hombre, nuestra carne, mancha
este bien que hacemos con toda clase de razones impuras y esperanzas egoístas. Yo haré
esto por otros para que cuando yo necesite ayuda, otros me ayuden. Conducir un carro
prudentemente, es lo que el nuevo hombre desearía hacer, pero la motivación es
agregada, la vida que usted salva puede ser la suya. Usted ha hecho la parte de un buen
samaritano, pero pronto sentirá que el nuevo hombre ha salido victorioso, porque usted
estará profundamente decepcionado porque al que ayudó no le dio suficiente
reconocimiento por lo que usted hizo, probó no ser no un digno receptor de su ayuda.

¡Qué habitualmente y en qué muchas y taimadas maneras la vieja carne en nosotros


provoca una y otra vez el resultado que el bien que haría no lo hago! ¡Qué
continuamente la ley del pecado se rebela contra el nuevo hombre en nosotros, trayendo
el elemento del pecado a todo lo que hacemos! En todos los esfuerzos del nuevo hombre
en nosotros el mal está presente, y nosotros no producimos nada que sea completamente
puro en sí mismo como lo haría nuestro nuevo hombre. En todo lo que hace el cristiano,
ambos están presentes y tienen su parte, el espíritu y la carne. Por eso es que nosotros
también exclamamos como hizo San Pablo: ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?
Y diariamente recurriremos a la triunfante respuesta que Pablo pudo dar en la fe: Gracias
doy a Dios – por Jesucristo Señor nuestro.

Mientras miramos al pasaje en Romanos, nosotros, no obstante, deseamos notar un punto


más que se vuelve evidente mientras miramos a la persona cristiana, hecha del creyente
así como de la carne. San Pablo hace evidente que él, sin embargo, considera al nuevo
hombre como su verdadero ser. No niega que el otro esta ahí, fuertemente presente hasta
ahora, y que él es responsable por lo que el viejo hombre hace. Pero nótese como San
Pablo dice: "Yo sé que en mi no mora el bien" (v18), pero agrega, "en mi carne." Otra
vez dice: "Si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí"
(v20). En el versículo 17, él había dicho lo mismo. El pecado siempre está presente,
98

pero ese no es ya su verdadero ser. No desea que el pecado esté ahí; él como cristiano
está luchando contra ello. En realidad desea sólo lo que es bueno. El pecado es como un
inquilino expulsado, quien, no obstante, no quiere irse y pone problemas al nuevo
residente. No tiene ningún derecho de estar más ahí, pero aún está peleando y
oponiéndose al legítimo propietario en todo lo que hace. Así el cristiano comprende que
su verdadero ser es el nuevo hombre, pero el viejo hombre, su carne, no se quiere ir. Y no
lo hará hasta que seamos liberados totalmente del cuerpo de esta muerte en la eternidad.
Pero al mismo tiempo lucharemos contra él, no dándole derechos, reconociendo que
nuestro verdadero ser es el nuevo hombre.

Es sólo cuando entendemos lo que las Escrituras nos dicen acerca de la doble naturaleza
de la persona cristiana, que entenderemos algunas de las declaraciones de la Escritura que
de otra manera se presentan como una contradicción. San Juan por una parte dice: "Todo
aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece
en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios" (1 Juan 3:9). Por otra parte este
mismo apóstol había dicho dos capítulos antes: "Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros" (1 Juan 1:8). Vemos que
ambas declaraciones son completamente ciertas, la una de los cristianos como creyendo
al nuevo hombre; la otra del cristiano como es en este mundo con su carne todavía
presente.

También debemos mantener esto en mente mientras consideramos la relación de la ley


con la persona cristiana.

2.

EL ORIGEN, NATURALEZA, Y PROPÓSITO DE LA LEY

Para entender correctamente la relación de la ley con el cristiano tenemos también que
tener en mente el origen, naturaleza, y propósito de la ley. Esto también incluye, desde
luego, una prudente distinción entre la ley y el evangelio.

¿Qué es la ley en cuanto a su naturaleza esencial? Aquí pensamos del contenido de la ley
particularmente. La ley es una revelación de la voluntad de Dios. En la ley Dios está
hablando. No es algo que se descubrió, un código de ética que se desarrolló a través de
los siglos en base a normas sociales que el hombre halló aceptables. El Quinto
Mandamiento no se originó porque el hombre en el transcurso de los años, vio que sería
mucho mejor para toda la raza humana si la vida del hombre fuera protegida. El Sexto
Mandamiento no se originó porque el hombre decidió poner ciertas restricciones sobre lo
que en un principio fue considerado un deseo natural como el deseo por la comida o
bebida, que también podría similarmente ser satisfecho sin restricción. Lo que se debe y
lo que no se debe hacer de la ley no es artificial. Dios está hablando y diciéndole al
hombre lo que Él quiere referente a la conducta del hombre, referente a su corazón con
sus pensamientos y deseos.
99

La ley empieza con la palabra: "Yo soy Jehová tu Dios. . . . No tendrás dioses ajenos"
[Éxodo 20:2,3]. Se nos recuerda que es el Señor mismo hablando en la ley, expresando
Su voluntad al hombre. En algunos aspectos podemos llamarlo una revelación de la
santidad y rectitud y justicia de Dios, al menos como debe ser reflejado en la vida y
conducta del hombre. "Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios" (Levítico
19:2). El hombre debe reflejar la santidad de Dios en su ser y en su vida.

Nuestras confesiones dan expresión a esta naturaleza esencial de la ley. En la Fórmula


de la Concordia leemos: "Nosotros unánimemente creemos, enseñamos, y confesamos
que la ley es propiamente una doctrina divina, en la cual la justa, inmutable voluntad de
Dios es revelada, lo que debe ser la característica del hombre en su naturaleza,
pensamientos, palabras, y obras, para que él pueda ser agradable y aceptable a Dios"
(S.D. V, 17) [Triglotta 957; Tappert 561]. Usando la ilustración de un espejo en un
sentido un poco diferente de lo que usualmente estamos acostumbrados, la Fórmula de
la Concordia dice: "Porque la ley es un espejo en el cual la voluntad de Dios, y lo que le
agrada, están exactamente representados" (S.D. VI, 4) [Triglotta 963; Tappert 564].
Mírense en el espejo de la ley y verán reflejada la santa voluntad de Dios tal como
pertenece a la naturaleza, corazón, y vida del hombre.

Esta ley fue dada originalmente al hombre en la creación, escrita en su corazón. El


hombre tuvo el perfecto conocimiento de Dios, completo y perfecto conocimiento de la
voluntad de Dios. Esto estaba comprendido en la imagen de Dios en la cual el hombre
fue creado. Cuando San Pablo escribe de la restauración de esa imagen él nos manda
"revestirnos del nuevo hombre, el cual conforme a la imagen del que lo creó se ha
renovado" (Colosenses 3:10). Tener la imagen del Creador es tener el conocimiento que
Él da, conocimiento también de la ley ciertamente, la voluntad de Dios. Ese
conocimiento que tenían Adán y Eva. Y ellos se deleitaron en él; lo siguieron
perfectamente para que fueran creados por Dios "en la justicia y santidad de la verdad"
[Efesios 4:24].

Esta ley que fue revelada al hombre, escrita originalmente en su corazón, está en su
misma naturaleza, en su mismo ser, la voluntad de Dios, perfecta, santa, buena. San
Pablo escribe: "De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo
y bueno" (Romanos 7:12). Unos pocos versículos después él también llama la ley
"espiritual" (v14).

Y ¿cuál fue el primer propósito de Dios dando al hombre la ley? Pablo escribe: "El
mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte" (Romanos 7:10).
La ley fue ordenada para vida. El Señor habló por medio de Moisés: "Mis ordenanzas
pondréis por obra, y mis estatutos guardaréis, andando en ellos. Yo Jehová vuestro Dios"
(Levítico 18:4). Cuando el intérprete de la ley vino a Cristo, preguntando, "Maestro,
¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?" Jesús lo dirigió a la ley y dijo referente a
ello: "Haz esto, y vivirás" (Lucas 10:25,28). Si Adán y Eva hubieran continuado en
perfecta obediencia a la ley de Dios, habrían seguido para vivir en una bienaventurada
fraternidad con su Dios y Creador. La amenaza de muerte, la pérdida de la vida, estaba
100

relacionada con la desobediencia de los Mandamientos de Dios. Pero siguiendo en la


obediencia, continuarían en vida en una dichosa fraternidad con el santo Dios.

Este primer propósito de la ley, no obstante, ha cambiado completamente. No es que la


ley haya cambiado como tal. La ley todavía es buena; la ley todavía revela la voluntad de
Dios. Pero el cambio fue ocasionado por el pecado del hombre. La ley, que se acerca al
hombre corrupto, no trae vida. San Pablo escribe: "El mismo mandamiento que era para
vida, a mí me resultó para muerte" (Romanos 7:10). Su propósito ha cambiado; su efecto
es uno diferente. En vez de vida, muerte.

Para ilustrar este cambio: El azúcar es un alimento que en sí mismo es algo bueno. Es
dado para vida. Usado apropiadamente por la persona saludable, logra su objetivo, su
intención, es para vida. Pero lo que puede en sí mismo ser bueno para una persona
saludable, puede traer la muerte al que es diabético. No ha cambiado la naturaleza del
azúcar, sino el individuo a quien éste es dado; y este cambio, la enfermedad de la
persona, hace que el azúcar tenga una diferente reacción en esa persona.

¿Cuál es ahora el propósito e intención de la ley, originalmente dada para vida, ahora que
el hombre está corrompido, totalmente depravado?

Leemos en Romanos: "¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera.
Pero yo no conocí el pecado sino por la ley" (Romanos 7:7). ¿Se ha vuelto la ley
pecaminosa? Esto lo rechaza Pablo con el persuasivo "En ninguna manera"
Absolutamente no. Pero ahora la ley sirve para exponer el pecado. "Yo no conocí el
pecado sino por la ley." "Por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (Romanos
3:20), como Pablo lo había declarado antes en la misma carta. El ejemplo de San Pablo
ilustra bien esto. Tomemos el asunto de la lujuria, usado aquí no sólo de un deseo
pecaminoso prohibido por el Sexto Mandamiento, sino de los muchos deseos ilícitos que
surgen en el corazón del hombre. Se refiere particularmente a la lujuria de la codicia.
¿Podrá el hombre tal como es por naturaleza considerar eso en sí mismo pecado? ¿No es
cierto que el hombre en general, el hombre natural, no considerará algo como pecado
hasta que esto haya conducido a una acción pecaminosa? Simplemente pensar mal,
desear, codiciar, eso para el mundo no es pecado. Con qué poder revelador llega la ley
cuando dice: ¡No codiciarás! Ahora sé que aun ese deseo en mi corazón ya implica
desobediencia a los Mandamientos de Dios. Y la desobediencia a los Mandamientos de
Dios es pecado, porque "el pecado es infracción de la ley" (1 Juan 3:4).

Mientras la ley sigue para revelar la santa voluntad de Dios, abordando al pecador, en
este punto es un constante recordatorio de que la voluntad de Dios está siendo infringida.
Si yo soy un ciudadano que no quiero viajar más rápido de 65 millas por hora, el aviso de
velocidad límite es simplemente un recordatorio de que lo que yo deseo también es el
deseo de mi gobierno. Estoy en completa armonía con mi gobierno. Pero si estoy
conduciendo mi carro a 80 millas por hora y eso es lo que deseo, entonces cada letrero
que me recuerde de la voluntad del gobierno es un serio recordatorio de que soy un
infractor. Me revela mi pecado. Hasta que yo vea tal letrero, puedo viajar a 80 millas por
hora, lo cual es contra la ley, pero creo que todavía estoy dentro de los límites debidos.
101

No obstante el letrero me revelará mis infracciones, y cada letrero adicional es un nuevo


recordatorio. Sí, la ley, y esto es verdad en el sentido general de toda ley, sirve para
revelar la transgresión. Sirve para esto porque el hombre es un pecador.

De hecho, San Pablo en Romanos 7 muestra como la ley revela la profunda innata
depravación del hombre, el odio de Dios, el corazón rebelde que ahora es parte del
hombre pecaminoso. San Pablo continúa para decir: "Mas el pecado, tomando ocasión
por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto.
Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo
morí" (Romanos 7:8,9). Nótese aquí cuidadosamente la filosofía de Pablo y también el
sentido en que habla de estar vivo y muerto.

El pecado estaba muerto en Pablo sin la ley. Esto no habla de estar muerto en un sentido
absoluto, ni tampoco en el sentido en el cual los cristianos son llamados muertos en
pecado. Podríamos decir que el pecado estaba dormido. Y así Pablo parecía estar vivo.
Porque el pecado no se estaba mostrando y se imponía abierta y repugnantemente. Esto
bien pudiera ser la imagen del hombre natural como aparece cuando se conduce muy
correctamente, tras una justicia cívica. El pecado parece estar durmiendo; él parece estar
vivo.

Pero ahora viene la ley y se impone. La ley sirve para sacar a luz, para despertar, animar
al soñoliento, el pecado aparentemente muerto en el hombre. Pablo indica que cuando la
ley llegó con sus mandamientos, entonces todo tipo de malos deseos surgieron y se
manifestaron. Su verdadera naturaleza pecaminosa despertó, fue animada por medio de
la ley. El hecho de que algo sea prohibido hace todo más deseable para el hombre
natural. Algunas veces la ley es el fósforo que enciende la mecha del poder del pecado en
el corazón del hombre. El pecado está ahí, pero a menudo durmiente, hasta que
enciendes la mecha. Entonces su presencia se vuelve poderosamente evidente. San
Pablo sigue para decir: "Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me
resultó para muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó.
y por él me mató" (Romanos 7:10,11). Por eso la ley no sólo expone las acciones
pecaminosa del hombre, sino también la depravada naturaleza, que es enemistad contra
Dios, la cual algunas veces puede parecer estar dormitando bajo una apariencia cívica o
santurrona y no alcanza a ser reconocida. La ley la saca a luz. Lutero indica esto en los
Artículos de Esmalcalda. Escribe: "La función principal o virtud de la ley es revelar el
pecado original con los frutos y todo lo demás y mostrar al hombre cuán profunda y
abismalmente ha caído y está corrompida su naturaleza. . . . comienza a ser enemigo de
Dios y a murmurar, etc. Esto es lo que Pablo dice, Romanos 4:15: "La ley produce ira."
Y Romanos 5:20: "La ley se introdujo para que el pecado abundase." (A.S. III, ii, 4,5)
[Triglotta 479; Tappert 303]. Lutero en su Commentary on Galatians de 1519 ilustra
esto. Escribe:

Y para poner el asunto ante ustedes a manera de comparación, el agua es buena;


pero cuando se vierte sobre la cal la enciende. ¿Es culpa del agua que la cal se vuelva
caliente? En realidad, la cal, que se pensaba ser fría, es culpada por el agua de lo que
102

tiene adentro. Así la ley incita lujurias y odios, y los expone; pero no los cura. (Obras de
Lutero, Edición Americana, Vol. 27, p276).

Con el hombre habiendo llegado a ser un pecador, todas las amenazas del peso de la ley
también fueron sentidas por el hombre. Las amenazas de la ley no significan
absolutamente nada para el que es obediente. Usted las ignora. No las siente como
represivas. Para usted ellas no existen. Pero para el desobediente cada amenaza tiene
sentido. Y así la amenaza de la ley, que declara que el alma que peca es la que morirá,
que el pago del pecado es la muerte, a causa del pecado tiene total aplicabilidad. De esta
manera la ley llega a ser una fuerza coercitiva. Conduce, obliga, porque amenaza. Se
vuelve un tormento, causando temor, obligando a un grado de obediencia impuesta.

Así San Pablo escribe a Timoteo: "Conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo,
sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los
irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los
fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y
para cuanto se oponga a la sana doctrina" (1 Timoteo 1:9,10). La ley tiene que venir para
obligar a los transgresores y desobedientes a por lo menos un grado de obediencia.

Si nadie deseara tomar los bienes de otra persona, entonces no habría ninguna necesidad
para la ley decir: No robarás. Ni este Mandamiento tiene algo que decir a una persona
que no tiene ningún deseo por los bienes de su prójimo. Pero para el que roba, o desea
robar, la ley viene y le dice que no ose hacerlo y lo amenaza con castigo si desobedece.
Por eso la ley con su amenaza puede al menos tener algo controlado al violador de la ley.
Esta es la función principal que desempeña la ley civil. Está determinada precisamente
para ese propósito – reprimir. Cuando un ciudadano hace algo que es perjudicial a la
comunidad, pronto oímos decir: "Debe haber una ley contra eso." Queremos decir que la
ley debe venir y reprimir, prohibir al ciudadano tal acción. Reconocemos que esa es una
función de la ley.

También la ley de Dios sirve para ese fin en un mundo de pecado. ¡Quién sabe cuánta
más libre y abierta inmoralidad habría si no fuera por la influencia de represión de la ley
de Dios, un remanente que todavía está presente también en el corazón del hombre
natural! Pablo habla de esto y su efecto de represión sobre los creyentes cuando escribe a
los romanos: "Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que
es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la
ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o
defendiéndoles sus razonamientos" (Romanos 2:14,15). Hasta Rusia, que no quiere
reconocer la existencia de Dios, tiene un sentido de entendimiento para el Sexto
Mandamiento. Khrushchev expresó desagrado con algunas de las sobre exposiciones del
cuerpo femenino que él presenció en Hollywood cuando estaba de turismo en ese país.
Usted encuentra ciertas reglas morales, aunque pueden estar lejos de los requisitos del
Decálogo, entre la gente más primitiva. Esta es la influencia de reprensión de la ley de
Dios.
103

Notamos entonces el cambio que el pecado realizó referente a la naturaleza y propósito


de la fe. Aunque para el hombre en su pureza original de la ley era la revelación de la
voluntad de Dios con la cual la voluntad del hombre, teniendo la imagen de Dios, estaba
en completa concordancia, y aunque la ley fue para vida, el pecado cambió esto
completamente. Ahora la ley era una cosa temerosa, exponiendo la desobediencia del
hombre, llevando a un conocimiento del pecado, que es tan necesario, pero también con
sus amenazas reprimiendo al hombre depravado, controlándolo, persistiendo como un
martillo sobre él, forzándolo a un grado de obediente involuntaria. El contenido de la ley
era el mismo, pero su efecto y propósito eran completamente diferentes.

Para que la ley, después de la entrada del pecado pudiera efectuar más totalmente su
propósito, Dios en el tiempo de Moisés la dio en forma escrita. Con el pecado y la
pérdida de la imagen de Dios, el conocimiento natural de la voluntad de Dios también se
volvió menos perfecta. No sólo el hombre fracasa en vivir conforme a la voluntad de
Dios, sino que también se dice a sí mismo que este fracaso no es realmente pecado. Esto
es lo que Pablo quiere decir cuando dice que antes que la ley viniera, él no conocía la
codicia. Esto fue considerado un deseo perfectamente natural y normal, no reconocido
como pecado. La ley escrita en su corazón ya no se dirigia a esto como algo malo. Pero
entonces Dios en la ley tal como fue revelada por medio de Moisés vino y dijo: No
codiciarás, y por eso agudizó otra vez su entendimiento de la ley. Ahora codiciar, este
deseo del corazón, esta lujuria, fue reconocida como algo que Dios prohíbe. Y toda la
reacción hacia esto es descrita por Pablo.

Lo que estamos interesados en notar aquí es que por la ley mientras revelada por Moisés
el entendimiento de ésta fue aumentado. Cuando los judíos también exteriorizaron esta
revelación de la ley de Dios, fracasando en ver su total significado espiritual, el cual era
un resultado natural de su incredulidad, Cristo otra vez mostró su profundo significado en
el Sermón de la Montaña, en el cual mostró que la ley no sólo prohíbe el asesinato, una
acción externa, sino el odio, que es en el corazón; no sólo el acto del adulterio, sino
desear una mujer en el corazón; no sólo el acto exterior de robar, sino codiciar, que otra
vez está en el corazón. Por eso Dios, por revelación, nos ha dado la ley, agudizando su
entendimiento, para que pudiera más total y completamente lograr su propósito sobre el
pecador, para que pudiera sobre todo exponer y condenar el pecado. Así San Pablo
escribe: "Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley,
para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios" (Romanos
3:19). ¡Qué efectivamente la ley de Dios, cuando es usada apropiadamente, lleva a cabo
esta función de detener las bocas de los pecadores, mostrándoles que carecen de una
razón válida a la vista de Dios!

En resumen: La ley viene de Dios, revelando Su perfecta voluntad para la naturaleza y


vida del hombre. Fue escrita en el corazón del hombre a fin de que el conocimiento de la
ley de Dios y el querer asentir a ello fuera una parte de la imagen de Dios. Luego fue
dada por medio de Moisés en forma escrita. Originalmente fue predestinada para vida,
pero sobre el pecador tiene las características de obligar y condenar, tanto como revelar el
pecado, como llegar con su amenaza.
104

3.

LA RELACIÓN DE LA LEY CON LA PERSONA CRISTIANA

Procederemos ahora a nuestra tercera y última parte, y ésta presenta el punto principal de
este ensayo. Preguntamos: ¿Cuál es la relación de la ley con el cristiano? Para clarificar
esto señalamos que no estamos considerando la ley mientras concierne simplemente a la
persona no regenerada. Ni tampoco estamos viendo al cristiano tal como él será en la
eternidad, cuando sea perfectamente renovado, teniendo restaurada la perfecta imagen de
Dios, como era antes de la caída. Solamente estamos viendo a la persona cristiana tal
como es ahora, como la hallamos descrita en las Escrituras en nuestra primera parte. Lo
que la relación hace a la ley tener a esta persona cristiana, que es santa y pecadora al
mismo tiempo, que es regenerada, pero todavía tiene un viejo Adán.

Considerando esto proseguiremos lo que confiesa el Artículo VI en la Fórmula de la


Concordia acerca de esto. Este artículo se aplica a este punto en particular. Aunque es
titulado, "El Tercer Uso de la Ley," que nosotros usualmente limitamos a la ley sirviendo
como guía al cristiano, es más correcto decir que se trata de lo que nosotros llamamos el
cristiano y la ley, como titulamos nuestro ensayo. Se ocupa del propósito que desempeña
la ley para el cristiano tal como es ahora, en su aun imperfecto estado. Eso hace este
artículo muy práctico para nosotros, porque está en ese estado en que nosotros como
cristianos estamos ahora.

La Escritura habla claramente de que el cristiano es un nuevo hombre, como creyente


renacido, no está bajo la ley en ningún aspecto, sino que está completamente libre de la
ella. San Pablo declara esto categóricamente escribiendo a Timoteo cuando dice: La "ley
no fue dada para el justo" (1 Timoteo 1:9). Para el justo simplemente no hay tal cosa
como la ley. No tiene nada que ver con él; no tiene nada que decirle. Y el recién nacido
cristiano es un hombre justo. También nuestro Salvador nos dice que por Él llegamos a
ser libres. Jesús dijo a los judíos que creyeron en Él: "Si vosotros permaneciereis en mi
palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres" (Juan 8:31,32). Después afirmó de nuevo: "Así que, si el Hijo os libertare, seréis
verdaderamente libres" (Juan 8:36). Pablo estaba muy interesado en que esta libertad que
Cristo ganó para el cristiano no se perdiera. El cristiano no debe permitirse ser puesto
bajo la ley otra vez, como trataron de hacer los judaizantes en Galacia. Pablo exclamó a
ellos: "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra
vez sujetos al yugo de esclavitud" (Gálatas 5:1). En efecto, como cristianos ellos son los
que son guiados por el Espíritu, y por eso Pablo les dice: "Si sois guiados por el Espíritu,
no estáis bajo la ley" (Gálatas 5:18).

De esta manera la Fórmula de la Concordia señala que "los verdaderos creyentes y


convertidos a Dios y justificados cristianos son liberados y dados libres de la maldición
de la ley" (S.D. VI, 4) [Triglotta 963; Tappert 564]. Refiriéndose a 1 Timoteo 1:9, que
citamos anteriormente, la Fórmula dice:
105

Pero el significado de San Pablo es que la ley no puede agobiar con su maldición
a los que han sido reconciliados a Dios por medio de Cristo; ni tampoco tiene que
confundir al regenerado con su coerción, porque ellos tienen gusto en la ley de Dios
después del hombre interior (S.D. VI, 5) [Ibid.].

El nuevo hombre está enteramente fuera de la esfera de las demandas, amenazas, y


coerción de la ley, porque él quiere y se deleita en las mismas cosas que la ley requiere.
La demanda, No robarás, o aun, No codiciarás, no hace demandas de ninguna clase sobre
el que está en completo acuerdo con esa demanda, que no tiene el menor deseo de robar,
o aun codiciar, cuya total voluntad y pensamiento y conducta coinciden con esto. Mejor
dicho, el nuevo hombre halla gusto en la voluntad revelada de Dios, porque él está en
incondicional acuerdo con ella. Ama a Dios con todo su corazón, mente, y alma, y ama a
su prójimo como así mismo, y por este amor la ley es perfectamente cumplida.

Pero mientras nuestras confesiones señalan que el cristiano en ningún sentido está bajo la
ley, y nótese la preposición que es usada, la cual señala las amenazas y coerción de la ley,
ellas al mismo indican tiempo que los cristianos "deben ejercitarse diariamente en la ley
del Señor" (S.D. VI, 4) [Ibid.]. La declaración de San Pablo que "ley no fue dada para el
justo" "no es para ser entendida en el sentido absoluto, que los justificados deben vivir sin
ley" (S.D. VI,5) [Ibid.]. Desde que el significado de la ley es la voluntad de Dios, toda la
vida del cristiano corresponde a la ley. La única preocupación del cristiano es hacer todas
las cosas conforme a la voluntad de Dios. Pero esta voluntad de Dios no es una fuerza
coercitiva, no es una amenaza. Es ésa donde el cristiano ahora camina con gusto y
deleite. Nótese por lo tanto la distinción que hacen nuestras confesiones: El cristiano no
está bajo la ley, pero se ejercita en la ley. Sin embargo aquí la ley no es la ley en el
sentido común en que habitualmente usamos el término, porque los pecadores podemos
difícilmente pensar en esto sin su coerción y amenazas.

Ilustremos la distinción brevemente: El pequeño Juan tiene 10 años. Su padre le dice


que corte el césped. Él no tiene ningún deseo de hacerlo. En realidad, no lo preferiría.
Pero su padre ha dado la orden, y Juan sabe que su padre habla en serio. Teme las
consecuencias de la desobediencia. Por eso corta el césped, pero lo hace bajo la ley de su
padre. Esto es bajo coerción. Ahora Juan ha crecido. Observa el césped y ve que éste
necesita ser cortado. Desea cortarlo, porque quiere ver la belleza del recién cortado
césped. Por eso lo hace. Lo que está haciendo lo hace otra vez conforme a la voluntad
de su padre. No lo está haciendo bajo su ley, pero todavía está ejercitándose en ella. No
es porque la ley hizo demandas que él corta el césped; el padre ni siquiera tuvo que
decirle que lo hiciera. Deseaba hacerlo, y lo hizo porque tenía la misma voluntad de su
padre con respecto a cortar el césped.

En hasta donde el cristiano es renovado, no necesita ley de ninguna clase. Ni siquiera


tiene que decírsele cuál es la voluntad de Dios, porque su renovada voluntad concuerda
completamente con la de Dios. Sí, si el cristiano fuera un nuevo hombre completamente,
la ley no sería necesaria aun como guía o regla, porque él conocería totalmente la
voluntad de Dios, no necesitaría que se la enseñaran. La Fórmula de la Concordia dice:
106

Si los creyentes y escogidos hijos de Dios estuvieran completamente renovados


en esta vida por la acción del Espíritu, a fin de que en su naturaleza y todos sus poderes
fueran enteramente libres de pecado, no necesitarían la ley, y por lo tanto a nadie
tampoco para obligarlos, pero harán por sí mismos, entera y voluntariamente, sin ninguna
instrucción, admonición, exhortación o acción de la ley, lo que ellos deben hacer en una
función obligada según la voluntad de Dios (S.D. VI, 6) [Triglotta 963, 965; Tappert 564-
5].

Nótese que no sólo no habría ninguna necesidad para la coerción de la ley, sino también
para la instrucción. En el cielo, donde estaremos tan completamente renovados, señalan
nuestras confesiones, el cristiano "no necesitará ni la predicación de la ley ni sus
amenazas y castigos, como también ya no más el evangelio" (S.D. VI, 24) [Triglotta 971;
Tappert 568].

El profesor August Pieper, en un extenso estudio de 1 Timoteo 1, titulado "La Ley No Se


Hizo Para El Justo," (Dem Christen ist kein Gesetz gegeben), que apareció en el
Theologische Quartalschrift y fue reimprimido en traducción en 1960-61 en el Wisconsin
Lutheran Quarterly, en su usual enérgica y dramática manera habla de esta total libertad
del cristiano en hasta donde él sea un nuevo hombre, creyente, de la ley en todo sentido.
Presentamos unas pocas citas:

Ninguna ley es puesta sobre el justo, y eso en absolutamente ninguna manera, ni


como doctrina, en cuanto a qué debe hacer, ni como demanda, que debe hacerlo, ni como
castigo para eso que pudiera haber quebrantado. Absolutamente: No hay tal cosa como
la ley para el justo (Wisconsin Lutheran Quarterly, October 1960, p256).

Según el glorioso evangelio de la gracia del santo Dios, por la fe en Cristo


nosotros los cristianos somos justos en el máximo sentido de la palabra: somos
verdaderamente "justos" (dikaioi). ¡Por tanto! – Así nosotros verdaderamente hemos
acabado con toda argumentación. Ninguna ley concierne a nosotros cristianos, ni aun la
ley de Dios, dada por Moisés. – Y ahora decimos, que es verdad en realidad. La ley, aun
esta ley no concierne a nosotros cristianos, no concierne a nosotros de ninguna manera ni
como doctrina, o como demanda, o como maldición (Op. cit., Enero, 1961, p27).

El profesor Pieper, no obstante, explica en qué sentido es cierto esto:

Esto es cierto del cristiano en hasta cierto punto él sea un cristiano; algo
enteramente diferente es verdad del no-cristiano y del cristiano en hasta cierto punto él
sea carne (Ibid., p30).

Sin embargo, cuando consideramos la naturaleza de la persona cristiana tal como es


ahora, notamos que nunca aparece en este mundo en este estado perfecto. No es un
nuevo hombre completamente, enteramente regenerado. Dijimos antes que aquí debemos
interesarnos no por como estará el cristiano en la eternidad, sino como está él ahora. Esa
es la preocupación del Artículo VI de la Fórmula de la Concordia. Ahí leemos:
107

Sin embargo, los creyentes no son renovados en esta vida perfecta o


completamente; porque aunque sus pecados están cubiertos por la perfecta obediencia de
Cristo, a fin de que no sean imputados a ellos para condenación, y también la
mortificación del viejo Adán y la renovación en el espíritu de sus mentes es iniciado por
medio del Espíritu Santo, no obstante el viejo Adán se aferra a ellos aún en su naturaleza,
y todos sus poderes internos y externos (S.D. VI, 7) [Triglotta 965; Tappert 565].

Es precisamente a causa de esta continua presencia de la carne, del viejo Adán, en la


persona cristiana que él necesita que la ley le sea predicada, sí, también la ley como guía
y regla para la vida cristiana. En hasta cierto punto él sea un nuevo hombre, conoce la
voluntad de Dios y no necesita instrucción, pero debido a la carne que todavía está
presente, su conocimiento es aún muy imperfecto, a menudo es confuso y se vuelve
pervertido y desviado. Es a causa de su carne que él a menudo no sabe completamente lo
que Dios quiere de él.

Por eso leemos en la Fórmula de la Concordia:

Así, también, la doctrina de la ley es necesaria para los creyentes, para que ellos
no puedan encontrar una santidad y devoción propia, y bajo el pretexto del Espíritu de
Dios establecer una veneración propio-elegida, sin la palabra y mandato de Dios, como
está escrito en Deuteronomio 12:8,32: "No haréis . . . cada uno lo que bien le parece, etc.
. . . Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás."
[Triglotta 969; Tappert 567].

El énfasis es éste: El cristiano en hasta donde él sea un nuevo hombre quiere servir a
Dios y hacer enteramente lo que es conforme a la voluntad de Dios. Pero porque él
también aún es carne, no conoce esta voluntad perfectamente. Si él dependiera de sí
mismo para determinar cómo servir a Dios apropiadamente, sería influenciado no sólo
por su nuevo hombre, sino también por su carne. Podría encontrar una santidad
enteramente suya, una que no sería perfectamente conforme a la voluntad de Dios porque
su carne lo hubiera descaminado. ¿Pero cómo puede saber el cristiano cuando él hace la
voluntad de Dios? ¿Cómo debe ser prevenido de idear su propia santidad? La ley sirve
como guía. La ley lo instruye. No debe dejar que su carne añada o disminuya nada de
ello. Si bien el nuevo hombre no está bajo la ley, tampoco está sobre ella, eso puede
demostrarlo, puede cambiarlo, puede establecerlo él mismo.

En este aspecto nuestras confesiones señalan frecuentemente la piedad propio-elegida de


la Iglesia Romana. En vez de seguir la ley de Dios en determinar lo que verdaderamente
agrada a Dios, ellos han elegido establecer su propia piedad, la han establecido como una
hasta superior a lo que Dios dice en Su ley. Ayunos, peregrinajes, celibato, orar el
rosario, y cosas por el estilo han sido establecidas como particulares obras de piedad,
obras que sobrepasan la lucha del corazón para vivir conforme a la ley. Tales obras, no
obstante, no son buenas, porque han sido inventadas por el hombre. Dios tiene que
decirnos lo que le agrada, cómo debe ser nuestra vida conforme a Su voluntad. En el
Artículo IV, "Las Buenas Obras," la Fórmula de la Concordia declara por lo tanto:
108

Y las verdaderas buenas obras no son aquellas que cada uno inventa por sí mismo
de una buena intención, o que son hechas según la tradición de los hombres, sino aquellas
que Dios mismo ha establecido, y ordenado en Su Palabra (S.D., IV, 7) [Triglotta 939;
Tappert 553].

Es la ley, sirviendo como guía al cristiano por su aún imperfecto conocimiento de la


voluntad de Dios, que tiene que instruir al cristiano.

Esto usualmente es remitido a nosotros como el tercer uso de la ley. Aquí vemos la ley
en ningún sentido según su fuerza coercitiva o con sus amenazas. Aquí sólo viene a
consideración el contenido de la ley, y su contenido es la voluntad de Dios. Eso es lo que
el cristiano necesita saber, si sus obras serán agradables a Dios.

Sin embargo, otro punto es enfatizado en esta relación en la Fórmula de la Concordia,


Artículo VI. Leemos: "Porque la ley dice en efecto que es la voluntad y mandato de
Dios que debamos caminar en una nueva vida, pero no da el poder y capacidad para ser y
hacerlo" (S.D. VI, 11) [Triglotta 965; Tappert 565] Ni una pizca de la ley contribuye
nada a manera de fuerza o poder renovador para que un cristiano quiera o
verdaderamente haga alguna cosa según la ley. ¡Qué importante es para nosotros
recordar esto!

Mientras actuamos únicamente con la ley de Dios, no podemos dar a nadie el poder de
hacer la voluntad de Dios. Y cuando lo hacen por coerción y amenaza siguiendo la
erudición de la ley, sólo han desempeñado obras de la ley, que aún son pecado a la vista
de Dios. Es sólo por medio del evangelio que el Espíritu Santo obra en nosotros el querer
y hacer Su buena voluntad. La Fórmula de la Concordia dice:

Solamente el Espíritu Santo quien es dado y recibido; no por medio de la ley, sino
por medio de la predicación del evangelio, Gálatas 3:14, renueva el corazón. De allí en
adelante el Espíritu Santo emplea la ley a fin de instruir al regenerado de ello, y para
señalar y mostrarles en los Diez Mandamientos lo que es aceptable a la voluntad de Dios
(S.D. VI, 11, 12) [Ibid].

Para ilustrar: Un mapa de carreteras le mostrará muy claramente qué camino puede
tomar en su carro para ir de New York a Chicago, pero a menos que haya gasolina en el
tanque, éste no podrá viajar una sola milla a lo largo de la carretera. Por otra parte, si el
tanque de gasolina está lleno y el carro tiene fuerza para viajar, sin el mapa de carreteras
usted puede pensar que está conduciendo hacia Chicago, pero finalmente se encuentra en
Québec o Miami. Únicamente por medio del evangelio, el mensaje de la gracia gratuita
de Dios en Cristo, Dios nos imparte el nuevo corazón que desea hacer la voluntad de
Dios. Sólo mediante el evangelio recibimos el poder y la fuerza aun para empezar a
seguirlo. No obstante, para que nuestra carne no nos dirija mal, para que nosotros en
nuestro estado de aún imperfecto conocimiento, no hagamos obras que se queden a lo
largo del camino de la voluntad de Dios, el Espíritu Santo mediante la ley nos instruye
más perfectamente.
109

Por eso hallamos al apóstol Pablo dirigiéndose a los Efesios cristianos como "santos,"
como "fieles en Cristo Jesús," indicándoles que ellos tienen redención por medio de la
sangre de Jesús, el perdón de los pecados, conforme a las riquezas de Su gracia. Sí, ellos
son los que están predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según
el designio de Su voluntad, los que serán para alabanza de Su gloria.

A estos santos de Dios Pablo escribe que anden como es digno de la vocación con que
fueron llamados. Les manda ser imitadores de Dios como hijos amados, y andar en amor,
como Cristo los ha amado y se entregó así mismo por ellos como ofrenda y sacrificio a
Dios en olor fragante. Pablo los instruye en este andar como imitadores de Dios. Eso
significa evitar la fornicación y toda inmundicia, andar con cautela. Eso significa para las
esposas que estén sujetas a sus esposos, y para los esposos que amen a sus esposas con la
clase de amor generoso que Cristo amó a la iglesia. Para los hijos esto significa que
obedezcan a sus padres y para los padres que críen a sus hijos en disciplina y
amonestación del Señor.

¿Notó usted cómo para Pablo la base de la súplica es el evangelio? Eso da la razón para
la nueva vida cristiana, la motivación. Eso da el poder y la capacidad. Pero por otra
parte él continúa por medio de la ley para mostrar en que consistirá esta nueva vida. Un
ejemplo similar encontraremos en todas las epístolas de Pablo. Esta relación tiene que
ser mantenida con claridad si vamos a crecer en la vida cristiana. Cada uno, la ley y el
evangelio, tiene que desempeñar su función particular. Reconocemos, no obstante, que
aquí la ley es considerada en cuanto a su contenido, la voluntad de Dios.

No nos atrevamos a detenernos aquí, no obstante, cuando hablamos de la persona


cristiana y la ley. Recordemos que es la carne que el cristiano aún tiene en él que hace
necesaria la predicación de la ley, aun como guía, como un medio de instrucción en la
voluntad de Dios. Sin embargo, no olvidemos, la carne del cristiano no es diferente de la
carne del no regenerado. Nuestro viejo Adán no es de clase diferente de aquel del
incrédulo. El viejo Adán del creyente, al menos el viejo Adán del incrédulo le gustaría
seguir por su lado, quiere ir a su manera. Nuestras confesiones llaman este viejo Adán
"un intratable, obstinado asno" (S.D. VI, 24) [Triglotta 969; Tappert 568].

Esta testaruda vieja bestia tiene que ser azotada; obedecerá sólo bajo coerción. Esta es la
carne que Pablo ve en él mismo en la cual "no mora ninguna cosa buena." Esta carne del
cristiano tiene que ser tenida controlada. Leemos:

Pero por parte del viejo Adán, que aún se aferra a ellos, tiene que ser obligado no
sólo con la ley, sino también con castigos; sin embargo él hace todo contra su voluntad y
bajo coerción, por lo menos los ateos son obligados y mantenidos en obediencia por las
amenazas de la ley" (S.D. VI, 19) [Triglotta 969; Tappert 567].

En hasta donde el cristiano sea carne, necesita la ley para exactamente el mismo
propósito tal como el no regenerado que es todo carne, en quien el Espíritu Santo no ha
efectuado la regeneración. Amenazas, coerción, castigos son el único lenguaje que
también el testarudo viejo Adán del cristiano entiende.
110

Esto, no obstante, tiene que ser reconocido, que cuando el viejo Adán se somete sin
querer a la coerción de la ley, no es una obra agradable a Dios que procede de la fe. No
es fruto de la fe. No es la santificación cristiana. Su propósito es mantener el orden y la
paz entre los hombres en el mundo. Esto a menudo es llamado el uso civil de la ley, o el
primer uso. Es necesario para que podamos llevar una vida tranquila y apacible en este
mundo. Así es cuando el gobierno también aparece, al cual le ha sido dada la función de
hacer cumplir la ley y el orden sobre el hombre natural. También en el hogar y en la
escuela padres y maestros pueden necesitar recurrir a establecer la ley y de esta manera
tener controlado el viejo Adán de los niños. No obstante, necesitamos recordar que esto
no está produciendo frutos de la fe en los niños. Nosotros que somos cristianos no
pensaremos que por medio de hacer cumplir la ley sobre el testarudo viejo Adán hemos
producido la vida cristiana. Lo que es sacado por la fuerza por medio de amenazas y
coerción no es fruto de la fe.

Sin embargo el cristiano, en hasta donde él tenga carne, necesitará también tener esta
carne coercionada y amenazada en el sometimiento a la ley y el orden. De hecho, el
nuevo hombre en el cristiano cooperará incondicionalmente en coaccionar la vieja carne
al sometimiento. Esto es parte de esa lucha entre el nuevo hombre y su carne de lo cual
San Pablo habla en Romanos 7, y acerca de lo cual él habló en nuestra primera parte.

Un nuevo importante punto necesita tenerse en cuenta mientras consideramos el cristiano


y la ley. Esto, también, incluye el hecho de que el cristiano es un nuevo hombre y carne
al mismo tiempo, santo y también pecador. Observamos anteriormente que esto significa
que todo lo que el cristiano hace todavía es manchado por el pecado. Ninguna obra del
cristiano no es el resultado del nuevo hombre solamente. Diariamente el cristiano,
también en sus esfuerzos por buenas obras, tiene que confesar su total incapacidad para
agradar a Dios. Aquí otra vez, es la ley de Dios que revela al cristiano, además, sus
muchos y grandes pecados. Será la ley quien revelará al cristiano adónde lo descarrió su
carne pecaminosa. La ley con su "Deberás" y "No Deberás," con sus demandas no
solamente para el mejor esfuerzo, sino para la perfección, revelará una y otra vez la total
ausencia de ello. Cuando San Pablo nos dice: "Mediante la ley somos conscientes del
pecado," esta palabra se aplica igualmente al cristiano y al pecado que todavía corrompe
hasta los mejores esfuerzos de su voluntad renovada.

Cuando el profeta confiesa: "Todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras
justicias como trapo de inmundicia" (Isaías 64:6), él está hablando no sólo de la
humanidad incrédula con sus obras de auto justicia, sino que está confesando esto
referente a él mismo y todos sus intentos por desempeñar obras de justicia. Hasta los
mejores esfuerzos, también del cristiano, considerando la perfecta ley de Dios, son
revelados como trapo de inmundicia. Esto siempre llevará al cristiano a seguir para
confesar mientras mira hacia sus propias obras: Nosotros somos como un objeto sucio.
Esta voluntad derriba todos los pensamientos de orgullo y propia glorificación que
puedan querer surgir en el corazón del cristiano cuando él en realidad tiene éxito en hacer
lo que cree ser bueno. Esto imprimirá sobre el cristiano día tras día que su única
esperanza está en la gratuita gracia de Dios, en la redención que viene por gracia por
medio de Cristo Jesús. Esto hará que él comprenda día tras día que su vida de
111

santificación no lo hace justo a los ojos de Dios, sino que su única esperanza está en la
justicia de Cristo, en esta perfecta justicia que por fe es acreditada, impuesta a él. Sí, el
cristiano a causa del hecho de que él es carne necesita la ley en todos los tiempos también
en su uso como un espejo, el segundo uso, ese de revelar, exponer el pecado.

Esto también es declarado en el Artículo VI de la Fórmula de la Concordia. Ahí leemos:

Así, también, la doctrina de la ley, en y con las buenas obras de los creyentes, es
necesaria para la razón que de otra manera el hombre pueda fácilmente imaginar que su
obra y vida son enteramente puras y perfectas. Pero la ley de Dios dictó buenas obras
para los creyentes en esta manera, que muestra e indica al mismo tiempo, como en un
espejo, que en esta vida ellas todavía son imperfectas e impuras en nosotros (S.D. VI, 21)
[Triglotta 969; Tappert 567].

¿Quiere decir eso que un cristiano nunca desempeña obras agradables a Dios? Para estar
seguros, no puede hacerlo, en el sentido de la obra siendo perfecta en sí misma. Nuestras
confesiones señalan: "Pero el evangelio enseña que nuestras ofrendas espirituales son
aceptables a Dios mediante la fe por el amor de Cristo" (S.D. VI, 22) [Ibid.]. Lo que es
imperfecto según la ley se vuelve santo y aceptable para Dios mediante el evangelio, por
la fe en Cristo. Por medio de Él los muchos pecados que todavía manchan nuestras obras
son quitados, para que nuestros débiles esfuerzos de producir buenos frutos sean
aceptables a Dios en olor fragante salvador que se levanta en Su santa presencia. De esta
manera la ley expone el pecado, el evangelio purifica lo que la ley ha revelado.

Vemos que todos los tres usos de la ley de los cuales habla la Fórmula de la Concordia
son necesarios porque el cristiano no es del todo un nuevo hombre, sino que es ambos,
creyente y carne. La predicación de la ley es necesitada a causa de su carne.

Además, tal como es imposible separar el cristiano en dos partes distintas, pero las dos
siempre están presentes juntas, así también las varias funciones de la ley son
desempeñadas simultáneamente. No podemos separar lo uno de lo otro. Esto indica la
Fórmula de la Concordia cuando leemos: "Pero la ley de Dios dicta buenas obras a los
creyentes en esta manera, que muestra e indica al mismo tiempo, como en un espejo, que
en esta vida ellas todavía son imperfectas e impuras en nosotros" (S.D. VI, 21) [Ibid.].
Aun mientras la ley está instruyendo al cristiano en lo que es agradable a Dios, sirviendo
así como guía, al mismo tiempo está revelando el pecado.

Ilustremos esto: Un pastor puede predicar un sermón sobre el Cuarto Mandamiento,


usando como texto Colosense 3:20,21: "Hijos, obedeced a vuestros padres en todo,
porque esto agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se
desalienten." El pastor indica a su congregación cristiana cuáles frutos de la fe el Señor
quiere de ellos en su posición en la vida como hijos, como padres. Les está presentando
la ley en su función como guía en la vida cristiana, como también Pablo estaba
presentándola a los Colosenses en su carta.
112

Pero al mismo tiempo, esa presentación de la ley revelará a cada niño y a cada padre
presentes, que están fallando en actuar en conformidad con este mandamiento del Señor.
Por la fe en Cristo el cristiano que escucha este sermón deseará y se esforzará en actuar
en conformidad con lo que Dios requiere aquí, pero al mismo tiempo verá como su carne
está continuamente impidiéndole llevar a cabo exitosamente estos deseos del nuevo
hombre.

Aunque podemos lógicamente, para discutir las varias funciones de la ley, dividirlas y
reconocer como se aplica cada una al hombre, y al cristiano, no obstante porque el
cristiano no puede ser dividido entre la carne y el espíritu, nosotros no podemos dividirlas
en la práctica completamente. Si el cristiano en conjunto, como santo y pecador al
mismo tiempo, debe atendido, la ley en todas sus funciones tiene que ser operativa. Y
ésta será así. No hay ninguna ley que sirva como guía y otra que sirva como espejo.
Según su contenido, es la misma. Cuando es dirigida a los incrédulos, sólo puede servir
como espejo y freno; cuando es dirigida al cristiano todavía imperfecto a causa de su
carne, ya que el nuevo hombre ahora está presente, también será como guía tanto para
instruirlo en su debilidad, como en la perfecta voluntad de Dios conforme a la cual él
debe vivir ahora.

Este uso simultáneo de la ley en sus varias funciones se vuelve también evidente por el
tratamiento de Lutero de los Mandamientos. Que él primero que todo está exponiendo
los mandamientos como guía de la fe cristiana se hace evidente de su explicación de los
Mandamientos que empieza: Debemos temer y amar a Dios. Aquí está la instrucción
para usted, un cristiano, que teme y ama a Dios. Pero al mismo tiempo le oímos explicar
en la conclusión: "Dios amenaza con castigar a todos los que quebrantan Sus
Mandamientos; por tanto, temamos su ira y no traspasemos dichos Mandamientos." Aquí
él habla de las amenazas de los Mandamientos, la ira de Dios contra el pecado como lo
revelan los Mandamientos. Aquí vemos los Mandamientos como revelando transgresión,
además de la función coercitiva de la ley.

De esta manera Lutero también habla de los Mandamientos en el Catecismo Mayor como
guía para una vida agradable a Dios cuando escribe:

Por eso tenemos los Diez Mandamientos, un compendio de la doctrina divina,


como lo que nosotros debemos hacer para que toda nuestra vida pueda ser agradable a
Dios, y la verdadera fuente y canal de la cual y en la cual todo tiene que surgir y provenir
para ser una buena obra, de manera que fuera de los Diez Mandamientos ninguna obra o
cosa puede ser buena o agradable a Dios, por grande o preciosa que ésta sea a los ojos del
mundo" (C.M. I, 311) [Triglotta 669; Tappert 407].

Al mismo tiempo Lutero indica la siempre necesaria función de la ley como espejo
cuando al final del Noveno y Décimo Mandamientos escribe:

¡De manera que este Mandamiento permanecerá, como todo los demás, uno que
nos acusará constantemente y mostrará cuán piadosos somos a la vista de Dios! (C.M. I,
310) [Ibid.].
113

Resumamos entonces lo que la relación de la ley es para la persona cristiana.

En hasta donde el cristiano sea un nuevo hombre, renacido, está completamente libre de
la ley. La ley no tiene nada que decirle. Su coerción y amenazas no pueden alcanzarlo.
Su instrucción no es necesaria, porque el nuevo hombre tiene la mente de Cristo.

Pero desde que el cristiano todavía tiene carne, un viejo Adán, y de esta manera aún no
está perfectamente renovado, no conoce la voluntad de Dios perfectamente, necesita ser
instruido por la ley de la clase de obras que agradarán a Dios como fruto de su fe; su
carne necesitará la ley como un freno para tenerlo controlado; sobre todo, él siempre
necesitará tener la ley para que continúe revelándole que toda sus justicias todavía son
trapos de inmundicia a causa de su carne, que él necesita una diaria contrición y
arrepentimiento para arrojarse completamente sobre la misericordia y gracia de su Dios
en Cristo Jesús.

[Este ensayo fue dado originalmente en la convención del distrito de Nebraska, Julio 14-
17, 1964, en Stanton, Nebraska. Fue publicado en el Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol.
61, Octubre, 1964), pp 266-298. El profesor Armin Schuetze trabajó en el Seminario
Luterano de Wisconsin 1958-1991.]
114

Pablo escribió a los Gálatas: "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo
nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud" (Gálatas 5:1).
¿Qué implica esta facilidad o libertad cristiana? ¿Significa que tenemos licencia
para hacer lo que nos plazca? ¡Ciertamente no!

En el siguiente ensayo el profesor Edmund Reim señala que la libertad del cristiano
consiste en: 1. libertad consciente de toda culpa o condenación; 2. liberación del
yugo de la ley; 3. libertad de todas las restricciones ceremoniales; y 4. libertad de
todas las ordenanzas humanas.

NUESTRA LIBERTAD CRISTIANA Y SU USO CORRECTO

Una de las lecciones más claras de toda la historia es que las libertades civiles de una
nación, jamás seguras, nunca están en más grande peligro que cuando su gente en
conjunto o en su mayor parte, han empezado a manifestar señales de flaqueza para
entender y apreciar debidamente el privilegio que es de ellos. Cuando los hombres
empiezan a olvidar los sufrimientos que fueron soportados y la sangre que fue derramada
como precio de su libertad, cuando los hombres se vuelven deseosos de cambiar esta
libertad ganada con dificultad por el plato de ganancias más inmediatas y materiales,
cuando los hombres empiezan a explotar estos privilegios en su propio interés egoísta, sin
pensar en la forma que están pisoteando los derechos y libertades de sus conciudadanos
en el camino, cuando los hombres ya no están queriendo reemplazar por el dominio de sí
mismos y la autodisciplina la tiranía de la cual han sido liberados, y se niegan a dispuesta
obediencia hacia la autoridad común cuya dirección es necesaria para hacer los esfuerzos
conjuntos útiles y efectivos, no queriendo quizás hacer los sacrificios esenciales de
conveniencia y fortuna personal – entonces no sólo caen presa fácil de atacar desde fuera,
sino que están socavando las verdaderas bases de sus libertades hasta un punto donde
serán apartadas despiadadamente por algún nuevo tirano, uno quizá salido de su propio
medio. La vigilancia eterna que es el precio de la libertad hay que ejercerla, no sólo
contra el extraño enemigo, sino también sobre nosotros mismos.

Si estas cosas son verdaderas de nuestra libertad civil, ¿cuánto más no se aplicarán a
nuestra libertad cristiana? Ahí tenemos un grandioso tesoro, sujeto a fieros ataques, aún
más propenso a la indiferencia y rechazo de nuestra parte porque sus beneficios no son
tales como ser atrayentes a los ojos, a la mente natural, para prometer algún beneficio
inmediato. Cuán necesaria por lo tanto es la admonición apostólica de no cejar en esta
libertad, ¡aun en este tardío día! Ahora sobre todo estamos en necesidad de eterna
vigilancia, para que ninguna indiferencia, rechazo, o abuso se vuelva la razón por la cual
esta preciosa bendición sea apartada de nosotros.

Que esto sirva para justificar nuestra elección de un tópico que ha sido favorito en
nuestros círculos, desde que Lutero en 1520 escribió su famoso tratado "Sobre la libertad
de un Cristiano." Será nuestro empeño enfocar el tema desde un ángulo lo
suficientemente diferente para que nuevos puntos de interés y valor puedan aparecer en la
riqueza del material que se encuentra a la mano.
115

Debido a su origen nuestra libertad cristiana es una cosa perfecta: Cubre cada fase de
nuestra anterior esclavitud, es un hecho realizado, no está sujeta a ninguna restricción o
condición, es segura e inviolable, y lleva al cristiano a completa armonía con todo lo que
Dios ha llamado bueno y a una activa oposición a todo lo que Él ha calificado como
malo.

La vida de un cristiano está llena de aparentes contradicciones. El apóstol Pablo enumera


varias de ellas y, entre otras, menciona que nosotros somos como "no teniendo nada, mas
poseyéndolo todo" (2 Corintios 6:10). No era la menos importante de estas posesiones
que escapan al ojo del incrédulo, y de la cual aun el creyente no siempre está tan
consciente como debiera estarlo; es lo que el apóstol llama "la libertad gloriosa de los
hijos de Dios" (Romanos 8:21). Esta libertad es nuestra, para tenerla y retenerla, para
gozarla abundantemente. Es nuestra para usarla al máximo, no tolerando la más pequeña
disminución de sus beneficios. Es para vivirla. Pero todo eso no ocurrirá, a menos que la
mayoría de nosotros conozcamos plenamente esta libertad.

A riesgo de decir demasiado sobre lo obvio, comenzaremos con una pregunta acerca del
origen. La Escritura no nos deja en duda por un momento en cuanto a quién puede ser el
autor de nuestra libertad: habla de "la libertad que tenemos en Cristo Jesús" (Gálatas
2:4). Nos invita a mantenernos firmes en la libertad por la cual "Cristo nos hizo libres"
(5:1). Después de explicar con esmero en términos generales los pasajes: "Si vosotros
permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la
verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:31,32), el Salvador proclama esta libertad a los
cautivos: "Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres" (v36). La misma verdad
es implícita cuando la Escritura llama a este Hijo el Redentor, el Capitán de nuestra
salvación, el Rescate, etc.

La participación de los otros miembros de la Trinidad es asimismo indicada cuando, por


ejemplo, se nos dice del Padre quien, a su debido tiempo, envió a Su Hijo, nacido de
mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que
recibiésemos la adopción de hijos (Gálatas 4:4f). Referente al Espíritu que nos guiará a
toda verdad (la verdad liberadora, Juan 8:32) se nos ha dicho que "donde está el Espíritu
del Señor, allí hay libertad" (2 Corintios 3:17). Por eso el motivo de la obra de nuestra
redención, el eterno amor de Dios, obrando hasta en los lejanos consejos de la Divinidad,
se vuelve el origen fundamental de nuestra libertad, lo mismo que la realización de este
plan en el tiempo, incluso hasta heredar nuestra posesión personal de esta libertad, se
debe de principio a fin a la bondadosa obra de esta misma bendita Trinidad.

Por eso es que esta libertad es tal cosa perfecta. Viniendo del Dios de perfección no
puede ser menos. Nuestro propósito será observar esta perfección de nuestra gloriosa
libertad en por lo menos algunas de sus más importantes fases. Descubriremos que
satisface toda prueba de proyección, perfección, disponibilidad, efectividad, y
consecuencias.
116

Para considerar el primero de estos puntos será necesario ser claro en cuanto a la
naturaleza de la esclavitud de la cual el hombre tenía que ser liberado. Ahí nos
encontramos con varias de aparentemente confusas declaraciones. Pablo está hablando
obviamente de la ley cuando exhorta a sus cristianos a no estar enredados otra vez con el
yugo de esclavitud. El Salvador menciona ser un esclavo del pecado (Juan 8:34). Pedro
lo llama ser cautivo del pecado (Hechos 8:23). Pablo habla de la trampa del diablo, que
los ha tomado cautivos para hacer su voluntad (2 Timoteo 2:26). En Hebreos (2:15)
leemos de la destrucción del que sostiene el poder de la muerte – esto es, el diablo, y de
la liberación de "los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a
servidumbre." Pero a pesar de esta variedad de términos no hay conflicto. Pablo
demuestra lo fielmente entretejidos que ellos están en realidad, cuando señala que el
aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley (1 Corintios 15:56). El
rompimiento de todas estas cadenas de esclavitud fue logrado por la derrota del enemigo
malo a manos de nuestro Señor Jesucristo.

Hay, a decir verdad, una ventaja muy clara en la denominación de estas diversas formas
de nuestra esclavitud. Los antiguos maestros de nuestra iglesia enumeran cuatro pasos de
la libertad cristiana: 1)libertad consciente de toda culpa y condenación; 2)liberación del
yugo de la ley; 3)libertad de todas las restricciones ceremoniales; y 4)libertad de todas las
ordenanzas humanas. Tal vez preferiríamos llamarlos cuatro fases de este glorioso hecho
de nuestra redención. Pero indiferentes a cuál puede ser nuestra elección de términos,
estas "cuatro libertades" enfatizan el hecho de que nada fue pasado por alto en el plan de
nuestra liberación. Cada fase de nuestra previa esclavitud que pueda surgir para
inquietarnos, ha sido prevista en la sabiduría de Dios y suficientemente estipulada por Su
misericordia. Nuestra libertad es una obra perfecta de Dios.

Ni siquiera la unidad de nuestra libertad está en peligro por la observación que acabamos
de hacer. Una sencilla declaración de Pablo hará resaltar eso. En 1 Timoteo 1:9, escribe:
"La ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los
impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos," etc. Esto explica, con toda
sencillez, un principio general que es verdadero de toda ley, tanto divina como humana.
La ley no tiene que ver con un hombre justo. Sencillamente no existe para él. Esto es,
por supuesto, tomar la ley como LEY, con toda su fuerza y coacción, con todos sus
terribles castigos. Eso no es aplicable al justo. Por su parte, simplemente no se atribuye
a él.

En el caso de la ley de Dios que sería verdadera de cualquier hombre que esté sin pecado
– Si es que hay uno como tal entre nosotros. Es verdadera, gloriosamente verdadera, de
los hijos de Dios, que son justificados por la perfecta expiación de su Salvador. Que la
ley muestre su evidencia de pecado y culpa y pronuncie su justo veredicto de
condenación; que Satanás empuñe esta arma que es la fuerza del pecado: – el justo no
será movido. Él es libre, así conscientemente, de toda culpa y condenación. Puede retar
a todo enemigo: "¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el
que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros" (Romanos
8:33,34). El justo también goza de su liberación del yugo de la ley, sabiendo que por la
117

obediencia de Uno la mayoría son hechos justos. Está desde luego libre de todas las
restricciones ceremoniales, conociéndolas por lo que son, sombras de Cristo que han
servido su uso. De buena voluntad se someterá a muchas regulaciones hechas por el
hombre por amor y orden, pero retiene su perfecta libertad de todas las ordenanzas
humanas, ya que sabe que ellas no están impuestas sobre él por autoridad divina, sobre
todo que no son y no pueden ser parte del precio de su salvación, puesto que ésta ha sido
pagada totalmente.

Esto último sugiere otra llamada – si lo hace, llámela una prueba – de la perfección de
esta libertad. Es, como indica nuestra tesis, un acto realizado. Nada ha sido dejado sin
hacer. Si algo de ciertas cosas quedaron aún por hacer de parte nuestra, sea grande o
pequeño el margen, eso constituiría una llamada de imperfección. Pero la Escritura habla
de modo distinto. "Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres" (Juan 8).
Vuestra libertad será una cosa verdadera, en vez de algo que se volverá así sólo por la
existencia de algún otro factor adicional. Así habló el Salvador mientras estaba en medio
de la obra de nuestra redención. ¿Podría algo de la gloria de sus últimas palabras "Todo
está consumado," ser quitado limitándolas únicamente a Su pasión y no incluir la obra
que Él hubo de realizar? Como si fuera una respuesta a tal pregunta, la rasgadura del
velo en el templo proclama la eliminación de toda barrera, nuestra completa
reconciliación con Dios, como también lo hace Su resurrección, referente a lo que leemos
que tal como fue entregado por nuestras ofensas, así Él "fue resucitado para nuestra
justificación" (Romanos 4:25). Sí, "cuando éramos enemigos de Dios, fuimos
reconciliados a Él por la muerte de Su Hijo" (Romanos 5:10). No dejemos que se pierda
ni una pizca de esta bendita verdad.

Ese es el evangelio que nuestro Señor mandó a Sus discípulos predicar en todo el mundo.
Sólo manteniéndonos firmes en toda esta verdad estaremos predicando la salvación "sola
gratia." Decir menos sería poner todo el asunto de la realidad de nuestra libertad en duda
y confusión. – Los mismos resultados se presentan cuando los hombres limitan el alcance
de esta obra libertadora de nuestro Señor a una parte selecta de la humanidad, excluyendo
la gran mayoría de los hombres como tales que son destinados de antemano a
condenación y para quienes la gracia de Dios por consiguiente no fue seriamente
prometida. En contra de este error tenemos el claramente atestiguado hecho de la gracia
universal: "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en
cuenta a los hombres sus pecados" (2 Corintios 5:19). Esa es la palabra de reconciliación
que ha sido entregada a nosotros. Déjese ser predicada como un hecho realizado, nada de
ella ha sido dejado incompleto. Nuestro Señor ha hecho constar con toda claridad que es
nuestro privilegio hacer exactamente eso. Esto, así como todos Sus dones, es una cosa
perfecta.

Por el mismo derecho creemos que esta libertad nuestra no está sujeta a ninguna
modificación o condición. Ahí la pregunta de la fe viene inmediatamente a la mente.
Ahora estamos bien conscientes que sin fe no puede haber salvación. "El que creyere y
fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado" (Marcos 16:16).
Sabemos que la Escritura atribuye una función muy definida a la fe, hasta en el asunto de
nuestra justificación, cuando habla de esto como siendo "mediante" o "a través de" la fe,
118

"por" la fe, "hacia" la fe. Pero también notamos que todo esto trata con la pregunta de
recibir o no recibir, el rechazo de esta justificación. No obstante la realidad y validez de
este veredicto de absolución que Dios pronunció sobre todos los hombres cuando Su Hijo
hubo dado perfecta satisfacción sigue intacto, así como también la libertad que es
proclamada por este veredicto. Aun cuando todos los hombres lo rechazaran, eso sin
embargo no desvirtuaría nada de su completa perfección.

Pero para que esos hombres no puedan rechazar sino creer, Dios en Su misericordia ha
originado esta bendita libertad para ser proclamada en el más generoso de los términos:
"A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y
comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche" (Isaías 55:1). Es la manera
real de nuestro gran Rey de propagar estas bendiciones de salvación ante nosotros y decir
"Todo está dispuesto; venid a las bodas" (Mateo 22:4). Hasta el vestido de boda de la
justicia de Cristo imputada a nosotros es Su regalo real, tal como observamos en la
"inspección" de los invitados que se habían presentado a Su fiesta.

Porque esta libertad es de este modo la obra de Dios de principio a fin, con ninguna
injerencia de un imperfecto factor humano desde cualquier punto de vista, también es por
lo tanto segura e inviolable. Ningún poder sobre la tierra puede privarnos de ella. Está
absolutamente fuera del alcance de los variables cambios repentinos de esta vida. Porque
estamos hablando, por supuesto, de una libertad espiritual. En todo el Imperio Romano
no hubo hombre más verdadera y gloriosamente libre que el apóstol Pablo, aun cuando
fue atado y encarcelado. Cuando compareció ante el gobernador en Cesárea y disertó
acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, hasta Félix tembló y
respondió: "Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré" (Hechos 24:25),
entonces ciertamente fue el orgulloso romano quien era el esclavo servil, y el despreciado
misionero judío el verdadero hombre libre.

Desde prisión en Roma este mismo apóstol pudo escribir su alegre carta a los Filipenses,
considerando tranquilamente una a otra las respectivas ventajas de vivir y morir a la
manera del que es libre de los habituales lazos que atan a los hombres en tales materias, y
absolutamente libre de cualquier temor de culpa y condenación que pudiera hacerlo
temeroso de colocarse en la presencia de su Señor, más bien tener un "deseo de partir y
estar con Cristo" (Filipenses 1:23). Pero nada sirve más claramente para demostrar su
libertad interior que escuchar a este apóstol, que había sufrido tanta injusticia de la ley
humana, que él mismo había buscado muy ansiosamente satisfacer los requisitos de la ley
divina, que luego se había dedicado a tan intensa lucha para impedir a falsos maestros
adulterar el bendito evangelio de justificación por gracia con su ley hecha por el hombre,
hacer su tranquila e imparcial declaración que la ley no tiene que ver con el hombre justo.
Este es un insigne ejemplo de una tranquila y segura posesión de la gloriosa libertad de
los hijos de Dios.

Una de las más interesantes demostraciones de la perfección de este don de Dios viene
cuando entramos en la pregunta de sí no crea un enfrentamiento con la propia santidad de
Dios. Al principio éste podría parecer ser el caso, ya que la libertad es tan
frecuentemente identificada con la anarquía, y la concesión de la libertad entendida como
119

querer decir que todas las rejas son derrumbadas. Si en realidad fuera así que esta
libertad no sirve para nada mejor que promover el egoísmo y el pecado, entonces la
sabiduría de Dios verdaderamente hubiera demostrado ser imperfecta, y el don de la
libertad sufriría una imperfección dolorosamente evidente en pleno rostro.

Pensar de esta manera, no obstante, sería ignorar completamente el milagro que está
envuelto en la conversión de un pecador, mediante el cual la armonía a que se refiere
nuestra tesis es creada. Sería pasar por alto que los poseedores de esta gloriosa libertad
son "los hijos de Dios." Comparado con el estado anterior esto implica un cambio tan
radical que el Salvador lo llama "ser nacido otra vez." La nueva criatura resultante de
este proceso es una muy diferente del viejo hombre, aunque veremos luego que este
último no queda descartado de ninguna manera, y no lo estará mientras esta vida perdure.
Pero en este nuevo estado el cristiano ve a Dios como nunca lo había visto antes, y como
hombre natural no puede verlo más como un Dios de juicio y terror, sino como un Dios
de gracia y misericordia, tal como se reveló a Su siervo Moisés y al pasar por delante de
él, éste proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y
grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la
iniquidad, la rebelión y el pecado" (Éxodo 34:6,7).

Cuando este Señor concede al renacido hijo de Dios el beneficio de la libertad de la ley y
todo lo que ella implica, esto tiene un doble efecto. Por una parte, él se gloriará en este
obsequio, manteniéndose firme, para que nadie lo prive de su bendición. Por otra parte,
dondequiera que se encuentre con una revelación de la santa voluntad de Dios, como lo
hace en la Escritura por todas partes, entonces esto será para él la voluntad de ese Dios
que lo ha redimido. Sus pensamientos hallan expresión en las palabras de David (Salmo
40:8): "El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi
corazón." Ese es el espíritu por el cual el mismo salmista oró penitentemente (Salmo
51:12), cuando a su súplica por consuelo, "Vuélveme el gozo de tu salvación," agregó: "y
espíritu noble me sustente". El pacto de Jeremías 31:33 llega a lo mismo: "Daré mi ley
en su mente, y la escribiré en su corazón" (en vez de ser levantada sobre ellos como una
medida externa de fuerza y coacción) y "Yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por
pueblo."

El punto culminante de este discurrir del pensamiento es alcanzado en 1 Juan 3:9: "Todo
aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece
en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios." Llevaría a una desesperada
confusión, desde luego, si olvidáramos que estas palabras se refieren únicamente al nuevo
hombre, que ellas describen la perfección de lo que Dios ha labrado en el corazón de Sus
cristianos. Las advertencias de este mismo apóstol (1 Juan 1:8), "Si decimos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros,"
serían suficientes para protegernos del error del perfeccionismo, para recordarnos la
inoportuna pero inevitable persistencia de la carne. Pablo en Romanos 7 es otro testigo
de esta triste verdad.

Sin embargo es bajo estas mismas condiciones que el nuevo hombre justifica la libertad
que le ha sido conferida. Él está totalmente al lado de Dios. No necesita ningún latigazo
120

para moverlo a servir a su Señor, ni amenazas para hacer que se someta a Su voluntad.
Él, es decir, el nuevo hombre, se halla en completa armonía con esta voluntad. Está
vigorosa y activamente comprometido en combatir la constante rebelión de su propia
carne. A menudo eso implicará una dura lucha, pero también demostrará plenamente
donde radica su fidelidad. Él está ejerciendo su libertad, no en interés de su terca carne,
sino en la forma decorosa del que es verdaderamente libre, del que mantiene su libertad
por la gracia de Dios, en quien los títulos honorarios que nos son conferidos cuando se
nos dice que Cristo "nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, Su Padre" (Apocalipsis 1:6)
descansan con idoneidad y dignidad, de quien Lutero pudo fielmente decir en el ensayo
ya mencionado: "Un cristiano es un señor libre sobre todas las cosas, y no está sujeto a
nadie." Lo suyo es verdaderamente una "Nueva Obediencia."

2.

Debido a condiciones que existían en la vida de cada cristiano, su posesión, ejercicio, y


gozo de esta libertad, él necesita

A. Estar constantemente protegido y defendido, contra ataques tanto de otros como de


nuestra propia negligencia y abuso; y

B. Estar constantemente examinado, cultivado, y aplicado a las diferentes situaciones de


su vida y obra, individual y también colectivamente.

Las condiciones mencionadas arriba son evidentes de lo que ya hemos oído. El creyente
se encuentra en posesión de un muy precioso, excepcional, y perfecto regalo, "la libertad
[por la cual] Cristo nos ha libertado." Tan preciosa es esta libertad que sólo sería
comprada a costa de la vida y sangre del Hijo de Dios. Hubiera estado siempre fuera de
nuestro alcance. Es tan excepcional que no hay nada como ella en todo el mundo. Veinte
siglos de progreso no han producido nada que pueda acercársele ni siquiera remotamente.
Es tan perfecta que cada faceta de esta joya revela en su perfeccionamiento la divina
maestría de su Creador. A ésta nos aferramos con nuestras frágiles manos, sabiéndonos al
mismo tiempo llenos de peligros en cada mano, con enemigos por todos lados. Satanás
no cesará en sus esfuerzos para arrebatarnos este tesoro; el mundo dará fiel servicio a su
príncipe; nuestra carne siempre tendrá un enemigo interior, un traidor quintacolumnista,
esperando constantemente una ocasión y conspirando para motivar una oportunidad para
traicionarnos.

No es de extrañar que Pablo nos exhorta a determinar nuestra propia salvación con temor
y temblor (Filipenses 2:12) – agregando, sin embargo, la frecuentemente olvidada palabra
de ánimo y consuelo que nos permitimos reproducir en libre traducción para preservar
algo de su energía original: "Porque Dios es el que en vosotros produce (literalmente:
'activa' hace suceder) así el querer como el hacer, por Su buena voluntad." Además,
debemos usar ya este regalo. No debemos dejarlo yacer desocupado y descuidado, como
la mina [alrededor de tres meses de salario] guardada en un pañuelo [Lucas 19:20]. No
puede ser poseído sin ejercerlo y gozarlo. Dejar de hacerlo sería una manera rápida y
segura de perderlo. Por otro lado, no puede negarse que el "manejo" de este regalo
121

implica responsabilidad. Un completo entendimiento de su naturaleza y un cuidado


extremo en aplicar este entendimiento son esenciales para su uso correcto. Estas son las
ideas que han indicado las dos subdivisiones de nuestra segunda tesis.

A.

Puesto que sabemos que nuestra preciosa libertad está en peligro, nos conviene estar en
constante guardia contra toda forma de ataque, no sólo de ese que llega abierta y
audazmente, sino también del que está encubierto con taimado engaño; no sólo de ese
que precipita a una batalla total, una acérrima lucha donde la misma vida de un cristiano
o su iglesia pueden estar en juego, sino también de la lenta campaña de desgaste, donde el
dominio de un creyente sobre sus libertades es agotado gradualmente; o de infiltración
insidiosa la cual le roba su tesoro a traición y a escondidas.

La iglesia primitiva experimentó el primer tipo de ataque en las sucesivas olas de


persecución que marcaron los primeros tres siglos de su historia. Ahí el asunto fue
sorteado claramente. La elección estaba entre confesar o negar el Señor que los había
comprado, permaneciendo en Su reino de libertad o retornando a la vieja esclavitud de
oscuridad espiritual. Evidente fue el llamamiento del Señor a Su mártir iglesia: "Sé fiel
hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida" (Apocalipsis 2:10 [KJV]).
Inconfundible fue la respuesta de miles de confesores, muchos de los cuales sellaron su
testimonio con su sangre. ¡Qué cada demanda sobre los cristianos para entregar su fe se
encuentre con una respuesta igual de enérgica!

Que hay otras vías de ataque también fue demostrado muy pronto en la vida de esta joven
iglesia. El campo sobre el cual el apóstol Pablo había sembrado la palabra y el cual
estaba manifestando tan preciosas promesas sufrió una invasión de terroristas. Las
exigencias de éstos no parecían serias, sólo que los gálatas que habían aceptado la
predicación de Pablo de salvación por fe en Cristo, hacen doble su seguridad
sometiéndose también al rito judío de la circuncisión. Pero la ferviente reacción del
apóstol demuestra que había más en el asunto de lo que parecía a primera vista. Un
evangelio que proclamó la salvación como un regalo gratuito de gracia, basado sobre la
obra libertadora de Cristo, ya no fue el mismo cuando fue introducido el factor de una
ordenanza legal. Un principio estaba en peligro. La salvación era o por gracia, gratuita,
o no lo era. Admitir la necesidad de aun una sola obra significaría que no era gratuita.
Por lo tanto "Si os circundáis [es decir, obedeciendo a esa exigencia de estos falsos
maestros], de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se
circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. De Cristo os desligasteis, los que por
la ley os justificáis; de la gracia habéis caído" (Gálatas 5:2-4).

Este drástico procedimiento de Pablo tiene duración y de nuevo sirvió para afirmar y
sustentar a los defensores de la verdad contra las muchas formas de errores que han
puesto en peligro esta doctrina central de la fe cristiana, nuestro ser justificados por Su
gracia gratuitamente mediante la redención que es en Cristo Jesús. Esto justificó la
inexorable cruzada de los reformadores en contra de la necesidad de buenas obras para la
salvación, aunque ello los expuso a la acusación de negar a las buenas obras su apropiado
122

lugar en la vida cristiana. Esto justificó la constante búsqueda del sinergismo, vulgar o
refinado, aun cuando el camino condujo a la entrada del mismo Melanctón [1497-1560,
un compañero de trabajo de Lutero]. Porque si hay sitio para un mayor o menor grado de
cooperación de parte del hombre, entonces su esclavitud no ha sido tan completa como se
había pensado, y su liberación no es totalmente la obra de Dios, no es enteramente por
gracia. El resultado fue el mismo en la controversia sobre la elección y la conversión.
Tan pronto como la elección eterna del pecador se hizo depender de la futura fe del
hombre, tan pronto como el feliz resultado del llamamiento de Dios a la conversión se
dijo resultar de un cierto cambio en la conducta del hombre hacia la gracia de Dios, el
pecador no está más siendo justificado por Su gracia gratuitamente. El regalo de Dios ha
perdido algo de su completa perfección. Al fin y al cabo, en ese caso, Cristo no nos ha
hecho tan perfectamente libres. Algo ha sido dejado para que lo suministre el hombre.

En nuestros tiempos de unión planeada estamos estudiando este mismo terreno una vez
más. Esta vez es a la doctrina de justificación objetiva que se le está dando la mayor
parte de atención: la doctrina de que nuestra justificación es un hecho realizado, que ha
sido como tal desde que el Salvador finalizó Su obra en la cruz, y que esto es verdad
créalo o no el hombre. Por escrupuloso cuidado en esta materia (ha sido tildada de
sospechosa) no tenemos disculpas que ofrecer. Porque todo esto concierne al artículo
vital de la libertad con la cual Cristo nos ha hecho libres. Pablo era muy susceptible en
ese punto, es verdad. Pero debemos agradecer a Dios que Pablo lo era. Humanamente
hablando, eso produjo Gálatas. Está bien si nosotros retenemos algo de la misma
susceptibilidad, no sea que el error entre sin ser sentido, empañando y adulterando esta
preciosa libertad comprada para nosotros por nuestro Señor Jesucristo. [En 1938, la
"Declaración" de la Iglesia Luterana Americana manifestó que Dios "también se propuso
justificar aquellos que han llegado a la fe." Esta declaración significa que la fe viene
primero, luego la justificación del creyente.]

Pero mientras así nos animamos para renovar la vigilancia contra posibles ataques sobre
nuestra libertad desde fuera, no olvidemos los peligros que amenazan desde dentro, desde
nuestra propia negligencia o abuso de esta preciosa libertad. Sin tal penetrante examen
de conciencia nuestra vigilancia en asuntos de la doctrina puede de verdad convertirse en
lo que nuestros críticos a menudo afirman ser: un procedimiento intolerante y severa
cacería de herejía sacada de un espíritu farisaico muy pagado de sí mismo y una
ortodoxia sin sentido. Sin este enérgico conocimiento de los peligros desde dentro,
cualquier protesta en contra de la persecución permanecerá revelada como simple interés
por la seguridad personal de uno, en vez de la devoción al precioso evangelio de nuestra
salvación.

Los ataques y persecución de enemigos paganos no hicieron tanto daño a la iglesia


antigua como su propio fracaso en reconocer su verdadera libertad. Sólo cuando la
esencia de la predicación apostólica fue olvidada, cuando las ordenanzas del hombre
desempeñaron un papel cada vez mayor en el pensamiento de la iglesia, entonces pronto
se hizo evidente lo totalmente que su gloriosa libertad había sido pervertida en estéril
legalismo. Después la vía fue abierta para la entrada de un error tras otro: la doctrina de
justificación gratuita –por gracia– suplantada por la de obras, la bondadosa guía de Cristo
123

por medio de Su palabra desplazada por la cruel y a menudo corrupta norma del hombre.
La Reforma devolvió estas perdidas libertades abundantemente, y por la gracia de Dios
aún están con nosotros. Pero entretanto la negligencia ha tomado su trágico efecto, tal
como presenciar el pasmoso número de individuos que han abandonado su herencia
Luterana por el adulterado evangelio del sectarismo, al parecer ni siquiera notando como
sus libertades son confundidas una vez más por error humano, o por quienes de nuevo se
han sometido a la tiranía de Roma, o por quienes tal vez han lanzado toda su fe al viento.
Ha sido casi lo mismo con secciones enteras de la Iglesia Luterana. Aun mientras el
nombre y la forma exterior de la doctrina de la Reforma está siendo retenida y quizás
hasta proclamada con gran insistencia, sucede muy frecuentemente que la base firme de
la Escritura ha sido olvidada por hacer concesiones a la razón y al espíritu de la teología
moderna. Estos inquietantes indicios apuntan plenamente a los peligros de descuidar o
tratar con indiferencia nuestra gloriosa libertad. Concentrémonos con renovada devoción
e intensivo estudio sobre cuál puede ser el más absorbente tópico en el mundo, cosas que
ahora nos son anunciadas, cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles (1 Pedro 1:12).

Un último peligro para nuestra libertad cristiana es descubierto cuando Pablo apela una
vez más a sus Gálatas (5:13): "Vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados;
solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne." Sin entrar en las muchas
diferentes formas en que esto puede hacerse, consideremos cuán grande es la tentación en
realidad. La carne, aun la de un cristiano, está constantemente abusando de las
restricciones de la ley, siempre buscando maneras de evadir sus claros decretos, buscando
sólo la gratificación de hacer su propia voluntad. Luego viene el evangelio con la palabra
mágica "libertad," la cual ensalza en el más entusiasta de los términos. Qué pudiera ser
más natural que la carne se aprovechara ansiosamente de esta palabra para justificar
algún curso dado de acción que pudiera desear seguir. El hecho que este procedimiento
implica la sustitución de una definición totalmente diferente de la libertad del cristiano no
ha disuadido a un importante número de débiles hermanos de seguir este falso y
especioso argumento. Hallamos a Lutero quejándose algo ásperamente de quienes han
desarrollado una habilidad sin par en emplear mal la libertad del evangelio ("die die
Freiheit des Evangeliums fein meisterlich zu misbrauchen wissen").

La advertencia es clara. Tal abuso de la libertad con la cual Cristo nos ha hecho libres
tiene que conducir finalmente a la pérdida de este bendición.

De hecho, cuando el hombre puede argüir en la forma arriba citada, cuando es capaz de
profanar este glorioso regalo por medio de tan infame uso, demuestra claramente que por
lo que a él se refiere ya ha perdido el buen entendimiento de lo que esta libertad implica y
está rápidamente regresando con sigilo a la esclavitud de la cual ya había sido liberado.
Señalemos este peligro claramente, mirémonos de cerca, y sinceramente solicitemos la
ayuda de quien solo Él puede conservarnos libres.

B.

Se ha indicado arriba que nuestra libertad cristiana ha sido dada para ser usada.
Empleando el más amplio sentido del término, esta voluntad quiere decir que no sólo
124

insistimos en la libertad de acción en alguna cuestión específica, sino que en varias


situaciones que pueden surgir sabemos primero que todo lo que es conveniente para
aquellos que ya no son siervos y esclavos, sino hijos libres de Dios, y que luego nos
conducimos de acuerdo con esto. Estas situaciones pudieran ser descritas en
interminables detalles y clasificadas con muchos títulos diferentes, pero finalmente caen
en dos grandes grupos: asuntos sobre los cuales Dios ha hablado y que por lo tanto están
categóricamente decididos; y otros donde por la ausencia de alguna declaración positiva
de Su parte Él nos ha dado una elección de acción, y con esto oportunidad para ejercer
nuestro tacto y juicio cristiano.

Puede parecer extraño hablar de libertad en relación con tales cosas que Dios ha decidido
categóricamente. Pero debemos recordar que la libertad de un cristiano no consiste en
rechazar la voluntad de Dios, ni en la testaruda contradicción o posición rebelde en contra
de ella, sino mas bien en una gozosa, voluntaria, y total conformidad con lo que reconoce
no solamente como soberano y santo, sino como la bondadosa y buena voluntad de Dios.
Es totalmente un asunto del nuevo hombre, que necesita no ser conducido, sino buscar
únicamente ser enseñado. "Habla, porque tu siervo oye" (1 Samuel 3:10).

Obviamente eso se aplica al campo de la doctrina, todo el campo, siempre que nos
limitemos a la doctrina de la Escritura y eliminemos las adiciones de los hombres. En
cuanto a las últimas se refiere, ellas constituyen una intolerable limitación de nuestra
libertad dada por Dios. Importa poco si son presentadas en nombre de la infalibilidad del
papa o de la filosofía y ciencia moderna. Todas ellas merecen nuestro enérgico rechazo.
Pero cuando tratamos con asuntos donde Dios ha hablado concluyentemente, entonces
sabemos que nada, sea llamado doctrina fundamental o no fundamental, se atreva a ser
entregado, trocado, o aun sujeto a modificación o compromiso. Un verdadero hijo de
Dios no se toma la libertad de opinar sobre las enseñanzas del Padre celestial. Mas bien,
buscará ansiosamente saber cuáles son ellas, y luego las aceptará todas humildemente. Al
mismo tiempo, únicamente tan intensivo estudio de la palabra de Dios nos permitirá
distinguir entre Sus enseñanzas y las falsas adiciones y adulteraciones del hombre.

Un resultado más a fondo de cada estudio será que obtengamos la certeza en cuanto a
cuál exactamente es Su voluntad para aquellos que han sido redimidos de la ley (Gálatas
4:5), los justos para quienes la ley no se hizo. Empezaremos a comprender la transitoria
o limitada naturaleza de muchas de las ordenanzas del Antiguo Testamento.
Empezaremos a identificar los principios eternos que descansan en la misma naturaleza
de Dios, reconociéndolos como Su santa voluntad, aunque ya no los presente a nosotros
en forma de ley, sino ahora como "enseñándonos" a hacer Su voluntad (Salmo 143:10).
Hay un extenso campo para tal estudio. Los escritos de los apóstoles están llenos de tales
directivas al nuevo hombre, tal como prevenir contra las tentaciones y peligros que lo
confrontan, y otros que invitan al nuevo hombre a sostenerse y afirmarse, a comportarse
como es digno del evangelio de Cristo (Filipenses 1:27). En todas estas cosas ha hablado
nuestro Dios. El creyente las acepta, incondicionalmente. Y haciendo así no está
sufriendo una pérdida de su libertad, ni en su totalidad ni en parte, sino más bien
demostrando la verdadera libertad de su nuevo hombre que ahora está imponiéndose
sobre su carne y por lo tanto presentando honores reales al Dios que lo ha hecho libre.
125

Queda un campo más, el extenso aquél donde Dios no ha hecho una declaración
concluyente, sea para el hacer una cosa dada o en contra de ella. En estas "cosas
indiferentes" (adiáfora; alemán: Mitteldinge), es particularmente necesario que los
principios básicos de nuestra libertad cristiana sean estudiados, cultivados, y aplicados
con el mayor cuidado. Este campo constituye el campo de pruebas, donde nuestra
comprensión de estos principios estará sujeta a pruebas exhaustivas. Si alguien diera por
sentado que aquí por fin hemos llegado a un punto donde la carne puede ser reconocida,
donde no estará continuamente tropezando con algún mandato o prohibición de la ley,
estaríamos equivocados desde el mismo principio. Cualquier elección inspirada por los
deseos de la carne ya sería pecaminosa debido a ese mismo hecho. "Los designios de la
carne son enemistad contra Dios" (Romanos 8:7). A menos que aprendamos a enfocar
estas preguntas y a tomar nuestras propias decisiones como hijos libres de Dios,
preguntando no cuánto nos es permitido, sino cómo podemos servir mejor, honrar, y dar
gloria a nuestro bondadoso Señor, estaremos desesperanzadamente en un mar de
confusiones en estas materias. No seremos capaces de trazar un camino seguro para
nosotros mismos. Ni siquiera podremos observar y comprender una perfecta y apropiada
línea de acción cuando es seguida por otra persona.

Analicemos el procedimiento aparentemente contradictorio de Pablo, cuando aceptó la


colaboración del circuncidado Timoteo, hijo de esposos de diversa religión, como
ayudante misionero, pero no hizo así con Tito, aunque las circunstancias parecían ser
iguales. No obstante en cada caso los hechos de los apóstoles fueron el resultado de una
cuidadosa reflexión, mostrando el completo entendimiento de ambos bandos, la situación
existente y los principios aplicables a ésta. En el primer caso fue cuestión de evitar la
creación de un antagonismo innecesario entre los judíos. Si eso hubiera sido solamente
por garantizar su seguridad personal el motivo hubiera sido vil. Pero conociendo a sus
compatriotas como los conocía, y buscando únicamente ganarlos para Cristo, el apóstol
estaba empleando algo de la prudencia recomendada por el Salvador (Mateo 10:16: "Sed,
pues, prudentes como serpientes"). Pablo había estado libre de elegir, y su decisión había
sido regida por su preocupación por la salvación de su prójimo, así como por los intereses
de la obra que su Señor le había confiado. Pero antes de su viaje a Jerusalén (Hechos 15),
el asunto de la circunsición se había convertido en el tema más controvertido. Falsos
maestros estaban exigiéndola como necesaria para la salvación. Bajo tales circunstancias
el rechazo de Pablo de tener que ver con Tito como hizo en el primer caso no sólo se
vuelve comprensible; era la lógica y efectiva manera de atestiguar en contra de una
peligrosa y viciosa equivocación. De hecho, cuando se llegó a este punto, el asunto cesó
para ser una adiáfora. Repetir la política seguida en el caso de Timoteo hubiera sido
entonces en efecto una negativa de la verdad, una rendición al error, una falla para
confesar cuando la confesión era requerida. Y sobre esa pregunta nuestro Señor se había
declarado muy claramente (Mateo 10:32).

El principio llegó a ser el único sobre el cual la Fórmula de la Concordia [1577]


determinó una gravosa controversia que agitó a la iglesia después de la muerte de Lutero,
cuando la derrota militar de la Comunidad de Esmalcalda había sido seguida por un
tratado de paz bajo los términos de que los Luteranos deberían ser forzados a restablecer
muchos de los abolidos sacramentos y ceremonias romanistas (consulte el Interin de
126

Augsburgo 1548]. Mientras muchos sufrieron el exilio en vez de someterse a dichos


términos, otro partido con Melanctón como líder prefirió la aceptación porque estas
ceremonias eran adiáfora, no expresamente prohibidas en la Escritura [vea el Interin de
Leipzig de 1548]. Esta posición fue rechazada algunos treinta años después por el
Artículo X, 4 del Epítome: ". . . en tiempos de la persecución, cuando una confesión clara
es requerida de nosotros, no debemos ceder a los enemigos con respecto a tal
adiáfora. . . . Porque en tal caso ya no es una pregunta acerca de una adiáfora, sino
referente a la verdad del evangelio, referente a la libertad cristiana, y referente a aprobar
abierta idolatría, como también referente a la prevención de pecado a los débiles en la fe;
en lo cual nosotros no tenemos nada que otorgar, sino que debemos confesar plenamente
y sufrir por eso que Dios envía, y que Él permite a los enemigos de Su palabra imponer a
nosotros" [Triglotta 829:831; Tappert 493].

Esto debe explicarse bien de una vez por todas en nuestra Iglesia Luterana: que para
justificar un curso dado de acción no es suficiente demostrar que la cuestión misma no es
una adiáfora. Ese es más bien el punto en el cual nuestro juicio cristiano debe entrar en
acción y demostrarse sensible y alerta al gran tema de nuestra libertad cristiana, así como
también profundamente preocupado sobre la posibilidad de causar ofensa espiritual aun a
una sola alma. Aquí es pertinente 1 Corintios 10:23: " 'Todo es lícito' – pero no todo
conviene. 'Todo es lícito' – pero no todo edifica." Porque la disponibilidad para soportar
sufrimiento, sacrificio, y abnegación la cual es siempre la característica de los hombres
libres poniéndose a la altura de la defensa de la voluntad de su libertad, en el caso de
libertad cristiana, es siempre asociada con profundo y desinteresado amor, hacia el Autor
de la libertad así como también hacia aquellos para quienes ésta fue destinada por Él.

Las longitudes de abnegación a las cuales conduce este querer son mostradas claramente
en Romanos (cap. 14) y 1 Corintios (8 y 10). Es sorprendente observar a Pablo, el
campeón de la libertad cristiana en contra de aquellos que la restringirían, convertirse en
el defensor de los débiles, de aquellos que aún no eran capaces de alcanzar y entender la
total extensión de su libertad, que estaban en peligro de titubear en su fe al ver a otros
usar su libertad al máximo, y observarlo recomendando medidas severas de autodominio
para no permitir tal ofensa. De esta manera Pablo exhorta (Romanos 14:13) "no poner
tropiezo u ocasión de caer al hermano." El asunto en cuestión era una verdadera
adiáfora: "Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para
el que piensa que algo es inmundo, para él lo es" (Romanos 14:14). Debido a este último
hecho no podría haber ninguna duda en cuanto a lo que sería el camino del verdadero
amor cristiano: "Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas
conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo
murió" (Romanos 14:15).

En el último versículo de este capítulo Pablo indica justamente dónde estaba oculto el
peligro, el tropiezo en este caso; es decir, en este que el hermano más débil pudiera ser
movido a seguir el ejemplo del más fuerte sin primero hacerse totalmente claro en su
conciencia que era correcto hacerlo así: "Pero el que duda acerca de lo que come, es
condenado, porque no lo hace con fe (esto es, con seguridad y confianza [que sus
127

acciones son correctas]); y todo lo que no proviene de fe, es pecado" (Romanos 14:23).
Vea también 1 Corintios 8:9-13.

Estrechamente relacionada con esta disposición de abnegación está la notable ausencia de


parte de Pablo de cualquier intento para insistir sobre el total ejercicio de sus derechos
personales. Muchos ejemplos pudieran ser mencionados, pero uno será de un valor
especial. La costumbre de Pablo de trabajar para su propio sostenimiento mientras
predica el evangelio es bien conocida. Él no tenía que hacer eso. "¿O sólo yo y Bernabé
no tenemos derecho de trabajar? ¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas?" (1
Corintios 9:6,7). "Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si
segáremos de vosotros lo material? . . . Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo
soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo" (1 Corintios
9:11,12). Pablo hizo su gran obra en el reino casi sin ayuda. Nosotros hacemos mucho
de ello conjuntamente, como un sínodo. Pero, ¿no es esta coparticipación de trabajo muy
impedida por el hecho que uno u otro de nosotros plantea el problema de sus derechos
personales y libertad, rehusando someterse a alguna resolución mutua o cooperar en
alguna tarea conjunta? Pensemos dos veces, considerando muy seriamente el ejemplo del
gran apóstol cuyo proceder fue tan obviamente guiado por el amor hacia su Redentor y
sus co-redimidos hermanos. Busquemos nuestros motivos y reprimamos nuestras
acciones para que no estorbemos el evangelio de Cristo.

Una pregunta final, o dos: ¿Es este estar firmes en la libertad con lo cual Cristo nos ha
hecho libres? Hemos oído tanto acerca de negarnos una cosa tras otra, de contenernos en
el ejercicio de esta libertad. ¿Es esto usar nuestra libertad?

A las dos preguntas respondemos con un enfático "Sí." Estas son las palabras y acciones
de uno que, por medio de su Señor Jesucristo, ha llegado a ser maestro de sí mismo, que
ya no es dominado por la carne, sino movido por el Espíritu, uno que es "libre de
verdad." Y su consciente abstenerse del ejercicio de sus derechos y privilegios cuando
esto es necesario, resulta de motivos que surgen del gozo de esta libertad y su sincero
deseo de que muchos puedan unirse a él en esta bendición - esto es un verdadero y real
uso de la libertad que es suya como hijo de Dios.

[Este ensayo fue publicado en el Quartalschrift (Vol. 40, Abril 1943), pp 110-128. El
profesor Edmund Reim trabajó en el Seminario Luterano de Wisconsin 1940-1957.]
128

Los cristianos siempre enfrentan el peligro de encallar en los bancos de arena o de


ortodoxia muerta" o de "subjetivismo." Nuestro Señor nos dice estar preocupados
por la pureza de la doctrina. Por tanto, nosotros no podemos volvernos indiferentes
ante la falsa enseñanza. Tenemos que trabajar hasta el final para que nuestra
confesión y práctica estén de acuerdo con la Escritura. Sin embargo, también
tenemos que estar alerta para que nuestra confesión a Dios no se vuelva de dientes
afuera desmentida por la vida que llevamos. Si profesamos correctas formulaciones
doctrinales pero seguimos de largo por el lado de nuestro prójimo necesitado, hemos
caído en la ortodoxia muerta.

Por otra parte, también tenemos que guardarnos de una religión que destaca los
actos sobre los credos, que pone énfasis en la vida cristiana con exclusión de lo que
dice la Escritura sobre correcta enseñanza, que encuentra seguridad para la
salvación en los sentimientos subjetivos o acciones del individuo en vez de en la
universal y objetiva expiación de Jesucristo. Tal religión es también peligrosa,
porque conduce a naufragar o en el Escila de farisaísmo o en el Caribdis de
desesperación.

El siguiente ensayo trata sobre el tema del "Pietismo," un religioso énfasis sobre el
subjetivismo que se desarrolló en la Iglesia Luterana como una reacción a la "así-
llamada" ortodoxia muerta. Aunque este ensayo fue publicado hace más de treinta
años, su mensaje todavía es oportuno y práctico hoy en día.

EL PIETISMO ACTUAL

Es imposible presentar y evaluar correctamente "El Pietismo Actual" sin primero que
todo intentar una evaluación del primer movimiento pietista del siglo 17 en Alemania.

Desafortunadamente, ahí es donde surge la primera dificultad. Aun los actuales


estudiantes luteranos en nuestros círculos no están totalmente de acuerdo con esta
evaluación. Un estudio del pietismo luterano implica un estudio de la ortodoxia luterana,
ya que el pietismo se dice haber sido una reacción en contra del fracaso de la iglesia bajo
dirección ortodoxa para presentar con el pan vital de vida almas desnutridas. Los que
abogan por la causa de los líderes ortodoxos de esa época protestan contra el epíteto
"ortodoxia muerta" y se levantan en defensa de los dogmáticos del siglo 16 que fueron
"leales a las asiduas tareas de asegurar y sistematizar la doctrina pura" de la Iglesia
Luterana. (Véase M. Lehninger. Ensayo: "History of Pietism").

Aquellos, por otra parte, que tienden a estar más benévolamente dispuestos hacia el
movimiento pietista declaran que "El pietismo de ningún modo es el estéril movimiento
que algunas veces es representado," y describen un tenebroso cuadro de las "técnicas de
exposición teológica y disputa" de la ortodoxia como siendo "a menudo más racionalista
que cristiano" (véase Jaroslav Pelikan. From Luther to Kierkegaard). El pietismo es
además difícil de evaluar porque aun sus fundadores, siempre en la defensiva
teológicamente, no divulgan la composición de un sistema teológico. Aunque su
influencia aún está activa hasta el presente, nunca alcanzó un punto donde dominaran
129

completamente las ideas teológicas. Hasta el minucioso Historia del Pensamiento


Cristiano de Neve omite desde el período de la ortodoxia hasta el racionalismo, con muy
poca referencia al pietismo en lo más mínimo.

Puesto que los padres del pietismo, notables Spener (d. 1705) y Francke (d. 1727) nunca
desearon ser clasificados como fuera de los límites de la Iglesia Luterana, e
indudablemente sí señalaron con dedo acusador muchas dolorosas manchas que son
admitidas por todos haber estado presentes en la iglesia en ese tiempo, uno no puede,
quizás, denunciar todo en general en el movimiento pietista como herético. Ni tampoco
puede uno simplemente decir, no obstante, que la así llamada ortodoxia que prevaleció
fue responsable en sí misma por el deterioro en la vida religiosa de ese tiempo.
Cualesquiera que investigue el movimiento pietista llega a la inevitable conclusión de que
este es un campo que todavía necesita de estudio intensivo, no sólo por lo que al pietismo
se refiere, sino también por parte de la ortodoxia.

Cualquier movimiento, sea religioso o político, con un "ismo" añadido a su nombre, es


por lo general el resultado de una reacción en contraste con unas circunstancias que se
han vuelto intolerables, y por tanto su principio es comprensible. Debido a que es un
movimiento reaccionario, no obstante, casi va a los extremos inevitablemente. Por eso no
importa cuán justificadas puedan ser sus causas, o cuán sincero sea el entusiasmo de sus
proponentes, hemos llegado a considerar cualquier "ismo" con gran recelo. El pietismo
fue una reacción a la indiferencia espiritual, mundanería, y falta general de verdadera
piedad que había infectado la Iglesia Luterana de Alemania en el siglo 17. Cuál era
exactamente el factor más grande que contribuyó a realizar estas condiciones contra las
cuales los padres del pietismo, sobre todo Spener y Francke, protestaron, es difícil
decirlo. Tres importantes causas pueden ser mencionadas: La Guerra de Treinta Años, el
estado de la religión, y el ortodoxismo. Consideraremos cada una de éstas brevemente,
ya que pueden resultarnos útiles analizando las condiciones actuales.

Es difícil para nosotros imaginar el caos predominante en la Alemania del siglo 17 a raíz
de la Guerra de Treinta Años. El profesor M. Lehninger [profesor en el Seminario
Luterano de Wisconsin 1929-1952] nos da una concisa, pero viva descripción de las
circunstancias:

Alemania había sido el amplio campo de batalla en el cual los alemanes, suecos,
franceses, españoles, y otras nacionalidades se habían citado e hicieron la guerra por más
de un cuarto de siglo. Como resultado de esta guerra, Alemania estaba postrada,
sangrando de mil heridas. Muchas de sus ciudades, pueblos, y aldeas estaban en ruinas.
La vida comunal de la nación era desorganizada. Mucha gente había sido asesinada,
soldados y civiles por igual, mientras que las aldeas estaban desoladas, sus habitantes
teniendo que huir o morir en las plagas que estaban asolando el país. Niños huérfanos
vagando por el campo, mendigando y robando para calmar su creciente hambre. Ellos
nunca supieron lo que era la paz, y muchos habían olvidado lo que significaba el amor de
una madre y un padre. Harapientos y desaseados, huyeron de otros humanos tal como si
huyeran de bestias salvajes, desconfiando de todos y siendo recelados por todos. Los
bosques fueron sus lugares de escondite y las ruinas sus moradas. Bandas asesinas de
130

antiguos soldados, desprovistos de su esperanza por la paz, saquearon el campo. No es


de extrañar que los campos y jardines se arraigaran en malas hierbas, y el comercio y la
industria estuvieran paralizados. (M. Lehninger. Ensayo: "History of Pietism").

No es quizá ni necesario comentar sobre el hecho de que tales situaciones de completa


desmoralización y desorganización como resultado de la guerra y la destrucción son
siempre tierra fértil para nuevos movimientos.

Otro factor contribuyente hacia la pobreza espiritual que dio origen al pietismo fue el
hecho de que la iglesia fue controlada por el estado. No es que esto fuera algo nuevo, ya
que sabemos que la Iglesia Luterana de la Reforma era una iglesia-estado. Gobernantes
evangélicamente dispuestos hicieron mucho al principio para ayudar a sostener y
establecer una iglesia que había roto relaciones con Roma. En el decurso del tiempo, no
obstante, la desventaja de este sistema se volvió muy evidente. La iglesia estaba sujeta a
organismos gubernamentales, y transgresores de las leyes de la iglesia estaban expuestos
al castigo por cortes seculares. La religión del príncipe era forzosamente la religión del
mendigo. Obviamente muchos adhirieron a la Iglesia Luterana, no por profunda
convicción espiritual, sino por razones de conveniencia. Bajo estas circunstancias el
cristianismo nominal, siempre uno de los principales objetivos de los esfuerzos de la
reforma pietista, fue ciertamente difundido.

A estos factores tenemos que agregar muy cautelosamente lo que referiremos como
ortodoxismo. Con esto queremos decir el hecho de que muchos pastores y feligreses se
equivocaron a menudo sobre un simple conocimiento intelectual de la cuidadosamente
sistematizada doctrina por fe. Una convicción personal del pecado estaba faltando, como
también una fe que estaba basada en la seguridad del perdón y tenía como resultado
natural una consagrada vida de santificación. Un religioso intelectualismo empezó a
controlar muchas aulas y púlpitos luteranos, los cuales utilizaron prácticamente todas sus
energías demostrando la validez de una posición ortodoxa por medio de toda posible
definición y distinción dialéctica. "Los más humildes deberes de predicar el Evangelio y
atender las necesidades espirituales de la gente fueron eludidos con frecuencia," escribe
Pelikan, "a favor de la más atractiva esfera de discusión teológica. . . . La gente se había
cansado de las interminables e inútiles discusiones teológicas en las cuales sus pastores y
profesores se ocuparon. . . . Líderes del luteranismo hallaron tiempo, oportunidad, y
fondos para frecuentes debates teológicos y publicaciones, pero no para las misiones"
(Pelikan. From Luther to Kierkegaard).

Nosotros por supuesto no podemos negar que estos "excesos de ortodoxia" descritos por
Pelikan existieron y llegaron a ser muy difundidos entre líderes de la teología luterana
hacia finales del siglo 17. No podemos, sin embargo, reconocer que esto fue el forzoso y
necesario resultado de la obra de los primeros dogmáticos ortodoxos, ni tampoco
podemos denunciar tajantemente a todos los últimos líderes ortodoxos como siendo
culpables de ortodoxismo. Los devotos escritos de Johann Arndt (d. 1621), los eruditos
escritos de Johann Gerhard [d. 1637], los himnos de Valerius Herberger (d. 1627), Johann
Heerman (d. 1647), Martin Rinkhart (d. 1649), Paul Gerhardt (d. 1676), George Neumark
(d. 1681), y otros que proceden de este período han demostrado una profunda fuente de
131

consuelo y edificación a devotos cristianos hasta hoy en día. El hecho de que la


ortodoxia estaba muy lejos de muerta también es evidenciado en la teología de Valentin
Ernst Loescher (d. 1749), quien vivió a la altura del movimiento pietista, y quien
emprendió una implacable controversia en contra de este movimiento mediante una total
defensa de la doctrina luterana y una correcta exposición de la palabra de Dios contra
toda herejía pietista. Estos hombres no ignoraron el letargo espiritual de su época, y
levantaron sus voces en contra de ello.

Lamentablemente, no obstante, existieron muchos otros entre los "hermanos ortodoxos"


que presentaron la doctrina luterana con corrección repitiendo como loros y muy poca
convicción, contentos de hacer su deber profesional, y no teniendo en cuenta las almas de
los hombres. Aunque el ortodoxismo puede no haber sido tan enteramente responsable
de la muy difundida indiferencia espiritual de ese tiempo, como muchos historiadores de
la iglesia quisieran que creyéramos, tenemos que admitir que sus esfuerzos para cambiar
asuntos fueron a menudo más negativos que positivos, y que su frío intelectualismo
apartó, más bien que promovió el Evangelio entre el pueblo.

En este campo fue cultivado el pietismo y por un tiempo hasta prosperado dentro del
ámbito de la Iglesia Luterana de Alemania. ¿Quién negará que Philip Jacob Spener
[1635-1705], el reconocido "Padre del Pietismo," tenía justa razón para reclamar contra
las condiciones espirituales de su época? ¿Quién dudará de su sinceridad y celo en
intentar "hacer algo" con respecto a corregir estas condiciones? Su primer escrito Pia
Desideria, [Deseos Sinceros] (1675) encontró dispuesto acuerdo aun en círculos
luteranos ortodoxos.

Estas son algunas de sus propuestas: 1. La palabra de Dios tiene que ser estudiada más
ampliamente por las personas. Con este fin propuso discusiones bajo la guía del pastor.
2. La clerecía universal de creyentes necesita nuevo énfasis. Todos los cristianos deben
ejercer este privilegio testificando, instruyendo, y exhortándose uno a otro. 3. Simple
conocimiento intelectual no es cristianismo, sino que tal conocimiento tiene que ser
convertido en acción. 4. Más amor y bondad entre las denominaciones cristianas es
necesario en polémica. 5. La instrucción del clero en las universidades tiene que incluir
capacitación para piedad personal además de conocimiento intelectual. 6. Sermones
deben ser preparados con menos énfasis en arte retórico y más en la edificación de los
oyentes. (Resumen según J.P. Koehler. Kirchengeschichte).

Spener, no obstante, llevó una vida tempestuosa. Su franca denuncia de inmoderada


conducta dondequiera que la encontró, especialmente entre el clero, contrarió a muchos
con quienes trató. Su desviación de métodos convencionales, unida a sus aberraciones
doctrinales y tendencias unionistas, pronto provocaron su rechazo por líderes ortodoxos
de iglesia y estado. En cierta ocasión él perdió su posición como pastor de la corte
porque reprendió al elector de Sajonia por su embriaguez. Su sucesor, no obstante,
August Herman Francke, disfrutó de más éxito exterior. Como cabeza de la
recientemente establecida Universidad de Halle ejerció una amplia influencia y pareció
tener una gran aptitud para trabajar en armonía con otros llevando a cabo sus proyectos
favoritos, tales como la fundación del famoso Orfanato Halle, varias escuelas privadas,
132

asilos de ancianos, una casa editorial para la difusión de la literatura pietista, y la misión
Danish Halle en la India.

Ni Spener ni Francke afirmaron estar conscientes de alguna desviación de la doctrina


luterana. El hecho de que sus tendencias reaccionarias gradualmente los llevó a un
impropio énfasis doctrinal, a aberraciones de una objetivamente bien fundada posición
luterana, se vuelve evidente cuando vemos la estructura teológica que se desarrolló bajo
su mando. Primero que todo – y esto es de básica importancia si queremos comprender
el pietismo – observamos en sus sermones una impropia presentación de ley y Evangelio,
de justificación y santificación. Recordemos que su propósito era despertar el corazón de
sus oyentes del letargo espiritual. Predicando la ley, sin embargo, se contentaban más
con tajantes denuncias de mentalidad mundana. Una clara presentación de la ley de Dios
para despertar dentro del individuo oyente una profunda, personal convicción del pecado
ya está faltando claramente con Spener.

Ellos más bien usaron el Evangelio en forma legalista, dando lugar a intencionadas
preguntas para mantener a sus oyentes en constante suspenso en cuanto a si en realidad
pudieran o no reclamar una fe viva y verdadera. (Véase Walther. Law and Gospel. págs.
2, 360.) Fue negado que aquellos que eran débiles en la fe estaban verdaderamente
convertidos (Walther. Págs. 2, 136). La verdadera conversión, en su opinión, era más
bien algo que el individuo pecador tenía que hacer por medio de un prolongado período
de llorosa contrición y la angustiosa lucha de la oración. (Véase Walther. Págs. 2, 243.)
El caso es que, para saber si usted es o no verdaderamente convertido, tendría que poder
señalar la hora exacta de su Gnadendurchbruch, una experiencia emocional en la cual
usted es personalmente convencido de la "aparición" de la gracia de Dios. Francke fechó
su conversión en una época cuando él estaba preparando un sermón sobre Juan 20:31,
orando fervientemente en un momento de ansiedad, el sol de la gracia estalló súbitamente
sobre él con violencia. Esta experiencia de conversión repentina [este tipo de experiencia
de conversión] fue considerado la muestra normal de la fe, y el cristianismo de uno era
juzgado según la intensidad de su experiencia. Naturalmente el cristianismo de aquellos
que no pudieron señalar una experiencia similar fue considerado de dudosa calidad y
origen.

La importancia de los verdaderos medios de gracia fue desviada a último término, ya que
los pietistas sostuvieron que el complaciente sólo usó éstos como un opus operatum [algo
que beneficia a usted simplemente por la ejecución del acto]. En su lugar fue sustituida
la oración como unos medios de alcanzar la gracia de Dios, aunque esto no era enseñado
públicamente como una doctrina por los primeros pietistas (Ibid., 2, 134-140). La
seguridad de la salvación ya no era objetivamente basada en la palabra de Dios, sino que
tenía que estar subjetivamente experimentada en la vida emocional del individuo y en los
frutos de la fe. Una vida de perfecta santificación se creía posible. Por eso, aunque el
pietismo en Alemania declaró una y otra vez su adherencia a las Confesiones Luteranas,
se traicionó así mismo por causa de su insistencia sobre la conversión experimental o
regeneración y su ocultamiento de la justificación objetiva basada en los medios de gracia
para ser más similar al calvinismo que cualquier otra cosa.
133

Esto es evidente además en su efecto sobre prácticamente todo campo de actividad


religiosa. La orden de servicio luterana empezó a ser mirada como una reliquia osificada
de tiempos de la pre-Reforma, una camisa de fuerza legalista que por medio de sus
oraciones establecidas impedía la libre efusión de un corazón devoto. La oración ex
corde precedió a la oración litúrgica. Sentimentales himnos evangélicos sustituyeron los
himnos luteranos confesionales.

La confesión privada y sobre todo el pronunciamiento de absolución por el pastor fue


combatido duramente, porque se pretendía que presuponía un juicio en cuanto al
verdadero arrepentimiento de un individuo. "La silla confesional es la silla del diablo,"
fue afirmado. Sesiones más pequeñas de estudio de la Biblia y reuniones de grupos de
oración fueron fomentados como un estímulo del verdaderamente santificado y como
unos medios de ganar más almas "verdaderamente convertidas" lo cual resultó en un
descuido de la importancia del servicio ordinario del culto.

Adiáfora o cosas indiferentes no eran reconocidas en absoluto como existentes, ya que


algo que no contribuyera hacia una edificación espiritual era clasificado como
directamente perjudicial. El juego de cartas, el baile, ir al teatro, etc., fueron
enérgicamente censurados como intrínsecamente pecaminosos, y aun todo humorismo,
ficción, y comedia eran desaprobados como indecorosos para un alma piadosa. El
adquirir conocimiento secular era desdeñado, y el programa de estudios cotidiano de la
escuela parroquial consistía de tantas como seis horas de religión en variadas clases y
dosis (Lehre und Wehre, Vol. 53, 388-395).

En el rito de la confirmación la renovación del voto bautismal por el confirmado era


enfatizada hasta el punto que cada niño bautizado era juzgado como habiendo caído del
estado de gracia bautismal, necesitando esta consciente promesa por parte del individuo,
como una terminación de la eficacia de este pacto (Véase Schaller. Pastorale. p 50).
Finalmente, el indiferentismo, unionismo, y entusiasmo prosperaron como resultado y
pronto se volvieron evidentes en todas partes. Porque si la piedad personal era de suma
importancia, las diferencias doctrinales eran secundarias.

Quizás el lector podría criticar esta presentación de la estructura del pietismo primitivo
como el análisis parcial de uno que se cree llamado a defender la estructura religiosa de la
ortodoxia, y por tanto en modo característico procede a parlotear extravagancias
doctrinales en un presumido espíritu de auto justificación, sin considerar en lo más
mínimo algo bueno que el pietismo pueda haber efectuado. ¿Y los 187 niños en el
orfelinato de Francke? ¿Y los 2.000, o más estudiantes matriculados en la Universidad
de Halle en el tiempo de su muerte? ¿Y las muchas instituciones benéficas y educativas
que fundó y para las cuales él rechazó cualquier ayuda del estado? Sí, ¿Y el avivamiento
del espíritu misionero, el cual hizo que los hombres salieran de Halle a todas partes del
mundo con un entusiasmo por las misiones – no sólo pastores del Evangelio, sino
hombres de todas las profesiones? ¿Y el consagrado ejemplo del Conde Zinzendorf, un
más reciente líder pietista, que donó sus propiedades, sus títulos, sus esfuerzos en uno de
los más nobles ejemplos de sacrificio? [Nikolaus Zinzendorf organizó un grupo de
moravos en su estado en 1772. La colonia fue llamada "Redil o Refugio del Señor"
134

(Herrnhut).] Spener, Francke, y Zinzendorf trataron al menos de ser hombres piadosos.


Esto es más de lo que puede decirse de muchos de sus críticos contemporáneos. ¿No
parecía el Señor estar realizando Su propósito más por medio de estos hombres que
mediante los defensores de la ortodoxia?

Puede ser cierto que en cuanto a muchos aspectos prácticos que al cristianismo respecta,
debemos más al movimiento pietista de lo que a menudo deseamos admitir. Debemos
procurar hacer notar algunas de estas cosas mientras hablamos de las condiciones
actuales. De paso nos gustaría mencionar, no obstante, que todo pietismo no resultó en
nobles esfuerzos de devoto sacrificio. A medida que el pietismo se extendía hacia los
primeros Separatistas de Holanda, descubrimos entre ellos los mismos principios
fundamentales del pensamiento pietista, pero con una notable falta de entusiasmo
misionero, un negativo, quietístico tipo del cristianismo, con poca caridad, ascéticos en
sumo grado, pesimistas, y violenta y ofensivamente críticos de todos los otros cristianos.

Conforme resumimos el pietismo primitivo e intentamos acertar en su error fundamental,


esto es sencillamente: la diferencia entre luteranismo y pietismo es religioso objetivismo
a distinción de religioso subjetivismo. Spener creyó que la reforma de Lutero en el
campo de la doctrina necesitaba realización en una reforma en el campo de la vida
cristiana. En su celo por alcanzar esa meta, no obstante, él no tuvo presente un principio
básico luterano, a saber, el hecho de que el hombre encuentra no en sí mismo, sino fuera
de él en el Evangelio y los sacramentos, la seguridad básica de que él es hijo de Dios y un
heredero de la salvación eterna. De principal importancia para la fe, según el
pensamiento pietista, no era la inquebrantable base de los medios objetivos de gracia,
sino la arena movediza de una experiencia emocional subjetiva. Este énfasis antinatural y
antibíblico sobre la vida interior del individuo no llevó a la paz espiritual para el alma que
el pietismo esperaba alcanzar, sino a la ansiedad y depresión, y las almas fueron
corrompidas con introspección. También se transformó finalmente en un singular
dualismo religioso el cual tal vez involuntariamente estableció un conflicto entre la
doctrina y vida cristianas.

Habiendo presentado así un estudio de los factores contribuyentes, el desarrollo


primitivo, y las consiguientes aberraciones teológicas del primer movimiento pietista,
podemos evaluar más fácilmente, quizá, y más rápidamente, tendencias similares de la
actualidad. Aquí ante todo tenemos que limitarnos de nuevo a los peligros que enfrenta
nuestra propia Iglesia Luterana, ya que un estudio general del pietismo actual nos llevaría
enteramente demasiado lejos. El hecho de que el protestantismo moderno está saturado
hoy día de una teología que es básicamente pietista no necesita decirse. Nos referimos
simplemente a los emotivos llamamientos de los predicadores actuales, el
sentimentalismo y unionismo del protestantismo en general, la tensión sobre la
experiencia emocional en la conversión y una norma de super-santidad que encuentra su
meta en observancias legalistas, tal como es demostrado en las iglesias pentecostales, y la
relegación en general de los verdaderos medios de gracia a una posición secundaria – una
religión, en suma y esencia, que es producto de la experiencia subjetiva del hombre.
Nuestra Iglesia Luterana, sobre todo la Conferencia Sinodal, está más o menos bajo
constante crítica por éstos como el epítome moderno de la "muerte ortodoxa." Sin
135

embargo, en vez de eso deberíamos por lo tanto considerarnos inmunizados de los


peligros del pietismo, es bueno para nosotros purificar lo que de esta peligrosa influencia
pueda también ser amenazante entre nosotros.

Ciertamente, los factores que dieron origen al pietismo primitivo en los mismos centros
de la ortodoxia tienen su paralelo moderno. Mencionamos la Guerra de Treinta Años
como el factor contribuyente, con su efecto desorganizador y desmoralizador sobre la
sociedad humana, proporcionando terreno abonado para nuevos movimientos religiosos.
El hecho de que nuestra civilización actual no ha escapado a la destrucción de la guerra
es muy evidente.

Cualquier pastor que trate con los complejos problemas familiares de hoy en día ha
sentido el efecto devastador de la guerra sobre la vida familiar en general, no sólo entre
aquellos por fuera de la iglesia, sino justamente en la misma congregación. Aun algunas
de las más firmes familias cristianas parecen estar desintegrándose. Los adolescentes
están siendo sometidos a tentaciones que hacen estremecer a uno, y los padres se quejan
de que son impotentes para hacer algo respecto a esto. Muchos padres están mucho más
interesados en alcanzar éxitos financieros que en educar una familia, hasta llegar
inclusive a delegar la crianza de sus hijos a otros mientras ellos buscan sus fines
materialistas. Profesores en nuestras escuelas parroquiales se quejan de problemas de
disciplina y una falta de interés paternal que hubiera sido inaudito hace apenas una
década. Matrimonios mixtos se están volviendo costumbre, en vez de la excepción, y el
matrimonio mismo es considerado más desde el punto de vista humano que bíblico.
Como siempre, la guerra ha dejado una estela de creciente inmoralidad, histeria, e
inseguridad, que ha corroído profundamente las partes vitales de la vida congregacional y
familiar. Instintivamente surge la pregunta en las mentes de muchos: "¿No ha fallado la
iglesia? ¿No se ha vuelto incapaz de hacer frente a los problemas de la vida moderna?
¿No hay algo nuevo, más vital, más vivificante que pueda detener la corriente?" No es
que estas preguntas sean nuevas. La historia simplemente se está repitiendo.

Un segundo factor que dio origen al pietismo primitivo, tal como se explicó antes, fue el
hecho de que el concepto iglesia-estado, con su más o menos obligatoria forma de
membresía de la iglesia, condujo a un amplio tipo de cristianismo nominal, siempre un
objetivo de la reforma pietista. Nosotros podemos no estar trabajando bajo esta dificultad
hasta el mismo punto en nuestro país, pero la idea de un cristianismo nominal no puede
evitarse. Aunque la presión gubernamental todavía no induce nuestro pueblo a encontrar
un cristianismo ventajoso, otras cosas han contribuido con quizá igual fuerza.

Especialmente en más antiguas, más arraigadas congregaciones uno tiene tendencia


descubrir que el "primer amor" de la primera generación se vuelve gradualmente disoluto
en la segunda, tercera, y cuarta. Los niños crecen en la iglesia, como se espera de ellos,
son confirmados, y mantienen una membresía nominal al menos mientras sus mayores
los vigilan. A medida que la iglesia aumenta numéricamente, se hace más y más difícil
ejercer apropiada disciplina en casos de reincidentes. Las condiciones de membresía se
vuelven más negligentes. El desarrollo exterior y el buen éxito producen un deseo por
aquello que es aún más grande, y usted sólo puede ser exitoso, humanamente hablando, si
136

usted es importante. La distinción entre la verdadera espiritualidad y la mentalidad


mundana se hace cada vez menos diferente, hasta que la vida ordinaria y costumbres de
una familia que tiene membresía de la iglesia es siempre más idéntica con aquella del
vecino que no es fiel practicante. De hecho, el reclamo del individuo no practicante, de
que "él está llevando una mucho mejor y más feliz vida que su vecino, que es un buen
miembro de la iglesia," aumenta con los años. Finalmente las personas que son quizás
bastante sinceras con respecto al tema opinan que es necesaria una reanimación en algún
punto, para que la iglesia no pierda su prístina vida.

El último factor que mencionamos como contribución a las primeras tendencias pietistas
fue llamado concienzudamente ortodoxismo, o un religioso intelectualismo, desprovisto
de fuerza espiritual, y fríamente intelectual en su presentación de la doctrina y en la
ejecución de su deber. Aquí particularmente tenemos que proceder con cuidado en
intentar describir cualquier paralelo actual dentro de la Iglesia Luterana, ya que cualquier
alusión a semejanzas en nuestra época sería señalado inmediatamente como una perversa
insinuación y un juzgar de corazones. Nuestro sínodo en particular ha sido tachado en
general como culpable de "probar la validez de su posición ortodoxa mediante toda
posible definición y distinción dialéctica," a fin de que la "gente se canse de las
interminables e inútiles discusiones teológicas en las cuales se ocupan sus pastores y
profesores." (Nosotros no queremos decir que el Dr. Pelikan, quien así clasificó los
primeros ortodoxistas, estaba señalando con el dedo el Sínodo de Wisconsin).

Aunque la gran influencia del ortodoxismo es un factor en el desarrollo del pietismo


primitivo ha sido muy exagerada, por todos es admitido que lo ha sido, con todo, es un
factor influyente, y además permanece como tal hasta el día de hoy. El peligro de un
clero y un laicado que están más resueltos a ser profesionalmente correctos que en salvar
almas está siempre presente en alguna iglesia oficial. Un acercamiento fríamente
intelectual al cristianismo, unido a una falta de entusiasmo por hacer trabajo misionero,
es un peligro del viejo Adán que todos tenemos que afrontar. Y el hecho de que tal
actitud, cuando se permite crecer, puede apartar la gente común y alimentar el deseo por
algo más vital, no importa dónde pueda ser encontrado, además no puede ser cuestionado.

De esta manera descubrimos que nosotros en nuestros días, amenazados por tiempos de
desintegración moral, puestos en peligro por un aumento del cristianismo nominal propio
de nuestra era, y tan propensos al ortodoxismo como cualquier otro, estamos viviendo en
una época que es sorprendentemente parecida a la cual el pietismo primitivo
gradualmente evolucionó y prosperó. Además de esto, no tenemos duda, personas en
nuestras propias congregaciones que aún llevan las características del movimiento pietista
original, habiendo venido a este país como "buenos Luteranos" pero habiendo sido en
realidad entrenados en colonias pietistas en Europa. No deseamos censurar esas personas
por esa flaqueza, ni tampoco queremos insinuar que son poco sinceros. Hasta podemos
desear secretamente que muchos de nuestros Luteranos que vienen de historiales más
ortodoxos fueran tan sinceros y devotos en sus convicciones como aquellos de
inclinaciones pietistas. Pero el hecho de que como iglesia ortodoxa estamos literalmente
rodeados de una clase de protestantismo que es unionista y pietista hasta la médula,
debería despertar no poca preocupación en nosotros.
137

El hecho de que estemos listos para movimientos pietistas entre nosotros debería por lo
tanto hacernos preguntar seriamente si tales tendencias ya no se han hecho evidentes, a
un mayor o menor grado. Aquí nuevamente sólo necesitamos recurrir al movimiento
pietista original para sacar nuestro paralelo. Tal como los padres del pietismo, Spener y
Francke, con indudable entusiasmo alzaron sus voces en protesta contra la flojedad
espiritual y sugirieron ciertos métodos para corregir esta condición, voces similares han
sido y están siendo elevadas en creciente número contra la misma clase de indiferencia
espiritual. Y métodos parecidos han sido puestos en marcha para combatir este
indiferentismo.

Un estudio más extenso de la Palabra de Dios entre nuestro laicado mediante la


organización de grupos de estudio de la Biblia está siendo propugnado y practicado más
frecuentemente en nuestras iglesias, aunque por ninguna otra razón que satisfacer una
necesidad que anteriormente se resolvía más adecuadamente en el mismo círculo familiar.
Más énfasis está siendo puesto siempre sobre testimonio personal y exhortación, tanto en
sermones como por medio de campañas especiales, en un esfuerzo por conseguir que más
de nuestra gente esté activamente comprometida en hacer trabajo personal de misión. Si
es o no cosa buena y saludable que tengamos que depender de lemas especiales
evangelizadores y campañas para hacer que nuestra gente vea la necesidad de atraer a los
incrédulos no es el punto de discusión aquí. En todo caso, parece haber un inherente
conocimiento de esta responsabilidad entre nuestro pueblo.

Un intento por lograr que nuestro pueblo convierta sus principios cristianos en mayor
amor y acción está mostrando también una ascendente tendencia y es evidente al instante
cuando comparamos libros de sermones actuales con aquellos de hace veinte o treinta
años. Nuestros sermones no son generalmente tan polémicos como lo fueron en tiempos
pasados, motivados sin duda en gran parte por un esfuerzo por no provocar la enemistad
de los no practicantes que han llegado a nosotros por medio de matrimonios mixtos y
obras de misión más intensificadas en el hogar entre personas de otros historiales
religiosos. Predicación radial, la cual se está volviendo más generalizada, es por obvias
razones de un enfoque más positivo que negativo. Más voces están siendo levantadas
constantemente por hacer que nuestros seminaristas sean enseñados a lo largo de métodos
más prácticos, incluyendo práctica experimental en el campo antes de ser enviados por su
propia cuenta, a fin de que puedan estar mejor preparados para enfrentarse con los
complejos problemas y situaciones que encara el ministerio hoy en día. Ciertamente
nuestros predicadores se están volviendo más conscientes del hecho de que la habilidad
retórica en el púlpito no es tan impactante en el individuo promedio de hoy como el
sencillo sermón directo.

Y obras benéficas, tales como la fundación de orfanatos, asilos de ancianos, sordos, y


retrasados mentales, hospitales para los enfermos y tuberculosos, organismos de socorro
y misión organizada responsable tanto dentro como fuera del país están aumentando
desde luego en sus ámbitos en la Conferencia Sinodal. Casas editoriales para la difusión
de nuestra literatura han sido siempre un "deber" en nuestros círculos, y más folletos y
libros de género devoto y evangelizador para usar entre el laicado están siendo puestos a
disposición. No podemos decir que nuestra Iglesia Luterana en este país haya sido
138

siquiera fosilizada hasta el punto de no tener presente estas circunstancias, y es posible


que el pietismo primitivo tuviera mucho que ver con abrir nuestros ojos a la necesidad de
estas cosas e influir en la Iglesia Luterana en este sentido. Que nuestra iglesia hubiera
tomado medidas en este aspecto con o sin el estímulo del pietismo es una pregunta
histórica la cual no puede ser totalmente contestada de un modo u otro, pero nosotros por
supuesto no deseamos desprestigiar ningún ímpetu sano por el cual el pietismo puede
haber sido responsable.

Si el pietismo primitivo hubiese parado ahí, no obstante, no se hubiera transformado en el


movimiento reaccionario que finalmente se convirtió. Y si nuestro esfuerzo hoy día por
despertar nuestro pueblo de una instintiva indiferencia espiritual se contentara con estas
cosas, no habría por qué asustarse mucho. Incluso el entusiasmo evangélico exhibido por
las sectas debería hacernos preguntar a nosotros mismos si nuestra ortodoxia es un poco
propensa a caer en el peligro del ortodoxismo o no.

Recordemos, sin embargo, que el pietismo en su desarrollo fue básicamente un intento de


reformar condiciones en la iglesia mediante un llamamiento subjetivo a las emociones y
que en este intento toda la estructura de la firme doctrina Luterana fue presentada no sólo
en manera distorsionada, sino con el tiempo en una forma completamente falsa. Sacando
un paralelo entre las últimas aberraciones pietistas y condiciones de la actualidad en
nuestros propios círculos, no nos incumbe señalar con dedo acusador a otros hermanos en
el ministerio, sino preguntarnos primero que todo si hemos sido hasta cierto punto
culpables o no de las mismas tendencias. Nosotros realmente somos enfrentados casi
todos los días con el letargo espiritual e indiferencia en nuestra propia asociación.
Nosotros, además, anhelamos indudablemente "hacer algo" acerca de corregir estas
condiciones. Hay tentaciones en cada ministerio del hombre por "mejorar" la
presentación bíblica del Evangelio de Cristo, especialmente cuando contemplamos
alrededor los "éxitos" visibles de algunas de las sectas y empezamos a dudar debido a
experiencias adversas de que sólo el Evangelio es el poder de Dios para la salvación.
Nos gustaría estimular nuestra gente un poco más, y mover sus corazones hacia un mayor
entusiasmo y acción.

¿En tales momentos está nuestra presentación de ley y Evangelio, de justificación y


santificación, siempre en armonía con la Escritura? ¿Nuestra predicación de la ley de
Dios algunas veces termina siendo nada más que tajantes denuncias de las condiciones
del mundo, lo cual siempre es común en despertar por lo menos alguna pequeña
emoción? ¿Intentamos, por medio de emotivas súplicas a un sangrante Cristo, usar la
sufrida expiación de Él en una forma legalista? ¿Somos propensos a criticar los que son
débiles en la fe como no siendo verdaderamente convertidos, y haciendo todo tipo de
preguntas intencionadas llevamos angustiosas almas hasta aún más grandes abismos de
desesperación, simplemente porque no vemos la cantidad apropiada, por así decirlo, de
llorosa contrición y angustiosa fuerza? ¿Un precioso texto del Evangelio se convierte
nada más que en otro "trampolín" con el cual condenamos los corazones de nuestros
oyentes a los horrores del infierno, solamente porque estamos molestos personalmente
por un fracaso en descubrir frutos visibles de arrepentimiento en la congregación?
139

Dudamos, naturalmente, que alguno en nuestros círculos haya sido alguna vez tentado de
enseñar conversión ictic [la necesidad de una experiencia de conversión súbita] o
Gnadendurchbruch, ¿pero creamos siempre la impresión, quizás sin querer, de que un
estado de gracia es algo que nuestros feligreses tienen que alcanzar por sí mismos
mediante constante oración y lucha interior? ¿Es nuestro acercamiento a los medios de
gracia sólidamente objetivo, o demasiado emotivo hasta tal punto que el poder de Dios es
secundario en importancia a la experiencia religiosa del individuo? Si algunas de estas
cosas están aflorando en nosotros, entonces nuestras innatas características pietistas nos
están llevando camino al calvinismo.

Ciertamente hay momentos en la vida de cada litúrgico cuando su Orden de Servicio


Luterana aparece como una "reliquia osificada" de ritual católico, la cual tiene o que
enmendar arbitrariamente para poner un poco más de vida en ella, o inyectarle mayor
interés dándole completamente su marco católico característico. Los primeros pietistas,
desde luego, fueron iconoclastas, porque vieron poco interés sentimental en la liturgia
Luterana. Muchos de nosotros podemos protestar enérgicamente contra cualquier
inclinación iconoclasta, y al mismo tiempo llevar nuestra orden de servicio como si
tuviésemos que disculparnos por ella, o suprimir algo de su monotonía infundiendo
nuestra propia "vibrante" personalidad siempre, cuando y cómo sea posible. O tal vez
creemos que una aptitud para más pompa y ceremonia devolverá un poco de eficacia por
lo menos, aunque nuestra gente pueda no entender de qué se trata en absoluto.

El hecho de que el himno pietista con su melódico sentimentalismo tiene mayor


atracción, en términos generales, que el himno confesional de la Reforma y la era de la
post-Reforma puede difícilmente ser discutido. Una causa más seria para alarma, sin
embargo, es el hecho de que el pietismo ha dejado su marca sobre nuestra presente
actitud hacia los sacramentos, lo cual parece sumamente difícil de superar. El lamentable
hecho de que nuestra iglesia ortodoxa no haya tenido éxito en aumentar su promedio de
asistencia a la comunión a un poco más que dos veces al año por comulgante (véase
1948. Statistical Report. Wisconsin Synod) es un claro rechazo al pietismo, y una gran
diferencia de lo que Lutero predicó. Un estudio más a fondo mostrará que muchas de
nuestras costumbres, por lo que a los sacramentos refiere, que sirven para desanimar en
vez de animar la frecuente asistencia a la comunión (celebraciones trimestrales, servicios
confesionales especiales, informe personal, alejamiento de la liturgia ordinaria de la
comunión, etc.) son más bien de origen pietista, que de la Reforma.

Y, finalmente, muchos de los argumentos empleados en intentar provocar una unificación


de los Luteranos en América muestran marcados rastros de unionismo y sentimentalismo
pietista. La idea, por ejemplo, de que solamente razones prácticas nos obligan a pasar por
alto "inconsecuentes" diferencias doctrinales que de todos modos sólo pueden ser
entendidas por exigentes profesores teológicos; que organizaciones laicas, iglesias dentro
de la iglesia, deben saber dónde ha fracasado el clero; que el compañerismo selectivo
ofrece oportunidades para una más sincera hermandad que la que es experimentada en
nuestra propia comunidad; que la sinceridad personal cuenta más que la corrección
teológica, etc.
140

Hay solo un concepto en conclusión que no debe dejarse sin entender. El pietismo
fracasó totalmente en detener la marcha del racionalismo, porque era lo próximo al
mismo racionalismo. Satanás preparó el terreno para los ataques de la razón debilitando
la iglesia por medio de insignificante emocionalismo. Y todo empezó cuando Spener
supuso que la Reforma de Lutero requería terminación en una reforma en el campo de la
vida cristiana. La Neo-Ortodoxia de Reinhold Niebuhr [1892-1971], el así llamado líder
exponente del protestantismo hoy día, es culpable de la misma falsa suposición. Debido
a que muchos de los sucesores de Lutero tenían el método de la piedad, pero negaban el
poder de la misma, el luteranismo y el ortodoxismo son a menudo erróneamente
identificados. Tenemos que volver a estudiar a Lutero, no sólo en repasos biográficos,
sino ahondando realmente en sus escritos. Sus sermones, sus exposiciones, sus estudios
isagógicos y exegéticos, sus ensayos, sus himnos revelan un Evangelio vivo, basado
sólidamente en palabra y sacramento desde el principio hasta el fin. No había nada
"grabado" con respecto a sus sermones, nada superficial sobre sus costumbres, nada
osificado acerca de sus liturgias, nada negativo, derrotista, y reservado respecto a su clara
presentación de la Escritura como la única regla de verdad y vida, que permanecería
firme aunque atacada por el diablo y todas sus huestes. Para él la teología era
verdaderamente una habitus practicus [aptitud activa] como la definieron los últimos
dogmáticos, una manera práctica de vida para el desdichado pecador ante su Dios. Si
podemos no obstante presentar nuestra Escritura con tan sólo un poco de esa fuerza y
convicción de Lutero, los fines del ortodoxismo y el pietismo no podrán devorarnos.

[Este ensayo fue publicado en el Theological Quarterly. (Vol. 49. Enero 1952). Págs. 19-
35. Su autor, profesor E. W. Wendland, trabajó como profesor en Northwestern
Preparatory School hasta 1958.]
141

¿Es posible que el Cristiano pudiera alcanzar la perfección en su vida de santificación?


Las Escrituras nos dicen claramente que no es posible alcanzar la perfección en nuestras
vidas en este mundo. Según nuestra nueva naturaleza tenemos el deseo de cumplir la
voluntad de Dios. Y no obstante, puesto que todavía llevamos nuestra naturaleza
pecaminosa dentro de nosotros, somos entorpecidos en nuestros esfuerzos de llevar a
cabo la voluntad de Dios tal como quisiéramos poder hacerlo. Aunque nuestra
justificación es completa por causa de la obra redentora terminada de Cristo, nuestra
santificación en esta vida jamás será perfecta. La santificación es un proceso de llegar a
ser, y no un estado de ser. Sin embargo, hay aquellos que insisten que la perfección es
posible en la vida de santificación.

En el siguiente ensayo, el profesor Armin Panning examina la teología y la historia del


perfeccionismo, mostrando tanto su desarrollo como sus defectos.

LA TEOLOGÍA DE SANTIDAD Y PERFECCIONISMO

Pienso que es justo presumir que cuando el lector ve el título, “La Teología de Santidad y
Perfeccionismo”, esperará que el ensayo presente un resumen, o un bosquejo de las
creencias generales y enseñadas por ese grupo de asociaciones y iglesias que conocemos
como los “grupos de santidad”.

Un mirada más cuidadosa de este tema establecerá el hecho de que no podremos producir
nada más que un simple bosquejo, ya que no existe ninguna declaración comprensiva de
doctrina que podríamos redactar que cubriera todas ellas. Estamos hablando aquí de un
gran número de pequeñas denominaciones, pero entre ellas no existen ni dos que están de
acuerdo en doctrina y práctica, pero que están unidas en algunos asuntos básicos y
algunas ideas religiosas que les permiten sentir un lazo fundamental y un tipo de
fraternidad entre sí.

Al consultar el tomo II de Profiles in Belief, The Religious Bodies of the United States
and Canada de A.C. Piepkorn, encontramos una lista y una descripción de unas cincuenta
y cinco asociaciones e iglesias de santidad. (Piepkorn, Profiles in Belief, Vol. 3, Table of
Contents. Consulte la bibliografía para más información, también para todas las notas
subsiguientes.) Sin incluimos las iglesias Pentecostales (como se podría hacer, por
razones que serán aducidos más adelante), entonces podrías agregar otras 140 iglesias
más al total. Cuando notamos que el movimiento de santidad tal como lo conocemos hoy
es básicamente un desarrollo del siglo veinte, entonces será obvio que estos grupos han
crecido como mala hierba. No es sorprendente que hay mucha literatura disponible sobre
este tema. Un fichero bibliográfico, tal como A Guide to the Study of the Holiness
Movement de Charles Jones da al lector 918 páginas de referencias – más de 7.000
inscripciones. (Jones, Guide to Study of Holiness). Obviamente no podemos tratar sino
las más grandes de estos grupos de santidad, y aún así nuestro procedimiento será de dar
unos bosquejos generales.

Tal vez el mejor procedimiento, tanto para encontrar un compás en el escenario religioso
y como para desarrollar un bosquejo para este ensayo, será trazar el sendero general por
142

el cual el movimiento de santidad ha llegado a nosotros. Aunque será una simplificación


excesiva, es justo generalizar y decir que el movimiento de santidad ocurrió dentro de los
últimos cien años y fue básicamente un desarrollo dentro de la Iglesia Metodista. La
Iglesia Metodista, por supuesto, refleja el genio peculiar de Juan Wesley más que
cualquier otro hombre – y su teología fue plenamente Arminiana. Si hay un solo factor
que ha moldeado la teología de la santidad en su búsqueda para la perfección y en su
entusiasmo para lograr el perfeccionismo del hombre, es que ellos han retenido las
características distintivas de las enseñanzas de Jacob Arminius.

El Arminianismo

A veces leemos la generalización de que la teología de la santidad Arminiana es un


desarrollo que fue transmitido vía la rama “Reformada” de la gran limpieza de la iglesia
en el siglo dieciséis. La implicación es que es un fenómeno Calvino. Este punto de vista
es solo parcialmente correcto. Aunque creció en tierra firmemente Calvinista (en los
Países Bajos), el Arminianismo es Calvinista solamente en el sentido de que fue una
reacción violenta contra el Calvinismo estricto, específicamente su “horrible decreto” de
la doble predestinación tal como había sido llevado a su conclusión lógica en la época de
Theodore Beza (1519-1605), el sucesor de Juan Calvino (1509-1564).

El tema más caliente fue acerca de la “supralapsariansimo”. Beza enseño que aún antes
o encima (supra) de la caída del hombre en el pecado, Dios había designado algunos para
ser reprobados para que la gloria de un Dios soberano sería servido no solo en su gracia
al salvar al algunos, sino además como el ejemplo de su justo juicio sobre aquellos que se
oponen a Él y quieren rebelar en contra de Él.

Cuando este punto de vista estricto provocó gran disensión en los círculos Calvinistas,
Jacob Arminius (1560-1609) profesor de teología en la Universidad de Leydey, fue
pedido defender esta posición estricta. Fue una tarea que fue destinado cambiar su vida y
el sendero de las iglesias Calvinistas, ya que en su estudio de los versículos bíblicos
involucrados, Arminius llegó a cuestionar toda la idea de una predestinación
incondicional.

Su obra llegó a un fin abrupto con su muerte prematura a la edad de 49 años, pero sus
ideas fueron llevados adelante principalmente por Simon Episcopius (1583-1643) y Hugo
Grotius (1583-1645), quien en 1610, un año después de la muerte de Arminius, redactó el
Remonstrance, explicando los Cinco Puntos de Arminianismo. Pueden ser resumido más
o menos así:

1. En contra de la enseñanza de Calvino de una selección incondicional y


arbitraria por un Dios soberano, los seguidores del Remonstrance
enseñaron que el preconocimiento de Dios en cuanto a la fe del hombre
fue una condición para su elección.

2. En contra de la doble predestinación de Calvino, los Arminianos


enseñaron una expiación universal, eficaz para todos los creyentes.
143

3. Donde el sistema Calvinista enseñó que los elegidos fueron escogidos


para ser salvos, casi por azar, Arminius argumentó para la libertad y la
responsabilidad humana bajo la forma de una gracia “preventiva”.

4. Donde los Calvinistas enseñan que los elegidos tuvieron que estar bajo
la gracia de Dios, los Remonstrants reflejaron el punto de vista de
Arminius acerca de poder resistir la gracia divina.

5. En oposición del punto virtual de Calvino de “una vez salva, siempre


salva”, Arminius enseñó la incertidumbre de la perseverancia y la
posibilidad de una apostasía final y total.

A primera vista no será obvio que el Remonstrance respira el espíritu de humanismo y


descansa sobre un punto de vista muy optimista acerca del albedrío del hombre y su
capacidad de cambiar su posición ante Dios. Como tal fue tierra fructífera donde podría
florecer la teología de la santidad y de la “santificación total”, pero ese desarrollo no
llegaría para unos 150 años más. En el Sínodo de Dort (1619), lleno de Calvinistas
estrictos, el Remonstrance fue rechazado por la gran mayoría. Sus suscriptores fueron
condenados y prohibidos en los Países Bajos. Ciertamente, el Arminianismo llevó su
influencia a otros países y contribuyó un atmósfera latitudinariano general que quitó
importancia al valor de los credos y las declaraciones confesionales. (Los
latitudinarianos fueron hombres ingleses del siglo diecisiete quienes reclamaron ser
indiferentes en cuanto a lo que consideraron como asuntos insignificantes en disputa
entre los Puritanos y la Iglesia Alta). Los seguidores Arminianos llegaron a ser
susceptibles al Socinianismo y el Unitarianismo. (El Socinianismo y el Unitarianismo
fueron anti-Trinitarios y enfatizaron la salvación por el carácter.) Ellos contribuyeron al
Pietismo en el viejo continente y al Deismo en Inglaterra. (El Deísmo creyó que Dios
creó al mundo y luego se retiró de él, dejándolo solo en su desarrollo), pero en general
uno podría decir que el Arminianismo como un movimiento podría haber permanecido
como una simple ola en el mar si no habría sido resucitado por la carrera extraordinaria
de Juan Wesley (1703-1791).

Wesley y el Metodismo

A un nivel mayor o menor todos somos hijos de nuestros tiempos. Somos influenciados
por y reaccionamos a las circunstancias en que nos encontramos. Esto es ciertamente
verdad en cuanto a John Wesley. La Inglaterra en que nació Juan Wesley fue penetrado
por un Deísmo y un racionalismo que socavó la vitalidad de la Iglesia Anglicana y la
debilitó de muchas maneras a un simple formalismo incapaz de ganar los corazones del
hombre inglés común. (La Iglesia Anglicana creció en Inglaterra durante la época de la
Reforma y Enrique VIII, 1491-1547. Los Treinta y Nueve artículos de 1571 destacan las
diferencias entre la Iglesia Católica y la Anglicana. Ellos también creyeron lo mismo que
los Reformados en cuanto a la Santa Cena.)

Añadimos al descontento religioso los grandes cambios sociales y económicos que estaba
sucediendo en la Inglaterra del siglo 18. Hubo un crecimiento desenfrenado de los
144

pobres y desfavorecidos, contrapesados por una clase de nuevos ricos quienes por lo
general tuvieron lazos íntimos con la iglesia establecida. El potencial para una reacción
violenta popular en contra de la iglesia y el estado, como ocurrió en Francia (la
revolución francesa de 1789), ciertamente latía en Inglaterra también. Que no ocurrió fue
debido, por lo menos en parte, al nuevo sueño optimista del perfeccionismo del hombre,
que Juan Welsey trajo al escenario en esta época de crisis en Inglaterra.

¿De dónde sacó Juan Wesley este optimismo en una época cuando el hombre inglés
común fue más propenso a creer que su vida no tenía propósito? Los biógrafos son
unánimes al dar gran crédito a la madre de Juan Wesley. Su padre era un pastor, y su
madre dio a luz a varios hijos, inculcando en sus hijos desde pequeños la convicción de
que debían aprender a vivir de acuerdo a un “método” cuidadosamente explicado de
seguir ciertas reglas de comportamiento. Este método fue presentado como el camino no
solo para mejorarse a sí mismos sino para eventualmente llegar a la perfección. Muchos
consideran a la madre de Juan Wesley como el verdadero fundador del Metodismo.

Bajo esta temprana influencia Wesley comenzó a leer los principios místicos presentados
en la Imitation of Christ de Thomas a Kempis (1379-1471). La paz y tranquilidad del
Imitatio Christi fue roto, sin embargo, al leer la Rule and Exercise of Holy Living and
Dying de Jeremy Taylor (1613-1667). Welsey fue entusiasta acerca de una vida santa,
pero la proposición de una muerte santa le perturbó, ya que él mismo no estaba preparado
para ello. En un estado de agitación estudió dos tomos que llegaron a ser los más
influyentes en la formación de su teología de la perfección, sean Treatise on Christian
Perfection de William Law (1681-1761) y su tomo compañero, A Serious Call to a
Devout and Holy Life. Estos llegaron a ser su compás y guía para la vida.

Matriculado en Oxford, Juan, su hermano Carlos (1707-1788), George Whitefield (1714-


1770), y algunos otros estudiantes organizaron el “Club de Santidad” para avanzar su
santificación. Juan, sin embargo, se desanimó con este intento – a tal punto que dejó
Inglaterra en 1735 para ser misionero a los Indios Americanos en Georgia. Esto fue de
veras una búsqueda para la santidad la cual llega a ser obvio por una carta en la cual
escribe, “Mi motivo principal, al cual todo lo demás debe someterse, es la esperanza de
salvar a mi propia alma” (Synan, Holiness-Pentecostal Movement, p. 15).

Desoído por los Indios y desconfiado por los blancos, Juan Wesley volvió a Inglaterra
con poco para mostrar para sus esfuerzos, con la excepción de que los terrores de cruzar
el océano había sido fuertemente impresionado por la tranquila serenidad de los pasajeros
con creencias Moravianas. Ellos compartieron con él su convicción de que la fe
salvadora trae consigo dominio sobre el pecado y la verdadera paz mental – tanta la
santidad como la felicidad (Ibid., p 16).

Wesley comenzó a buscar fervientemente este doble don. Fue una búsqueda que terminó
el 24 mayo, 1738, en una reunión de una sociedad religiosa en Aldersgate Street en
Londres. En su diario Wesley escribe:
145

Esa noche asistí con desganas a una sociedad en la Calle Aldersgate,


donde alguien leía el prefacio a la Epístola a los Romanos de Lutero.
Faltando un cuarto para las nueve, en cuanto describía el cambio que Dios
obra en el corazón por medio de la fe en Cristo, sentí mi corazón
extrañamente calentado. Sentí que confiaba en Cristo, sólo Cristo, para la
salvación; me fue dado una seguridad que Él había quitado mis pecados,
aún los míos, y me había salvado de la ley del pecado y de la muerte
(Mayer, Religious Bodies p296).

Así describe Juan Wesley el punto de cambio en su vida. Hubo una experiencia en su
vida, un momento preciso en el tiempo, cuando se sintió convertido de uno que
anteriormente había sido convertido o justificado a una persona que ahora también era
santificada y perfeccionada. Había recibido una "segunda gracia". Esto es muy claro.

Más allá de eso quedan muchas preguntas en cuanto a como Wesley mismo entendió
todas las implicaciones de tal cambio para la vida Cristiana. Algunas de las preguntas
más perplejas son: ¿Wesley equivaló la "perfección" con "ausencia de pecado"? ¿El
pecado es erradicado o simplemente suprimido? ¿Se alcanza esta perfección en un
instante, o es el resultado de un proceso? Observa Vinson Synan, de persuasión
Pentecostal:

En una vida que prácticamente cubrió el siglo dieciocho, Wesley tuvo tiempo para
desarrollar y refinar sus ideas sobre la teología, la sociedad y la ecclesiología. En parte
debido a la cantidad de sus escritos, han emergido varios Juan Wesley a quienes
diferentes personas hacen referencia por distintas razones (Synan, p13).

Las "diferentes personas " a quienes se refiere Synan son en gran parte los defensores
"Santidad" o "Pentecostales" de las últimos cien años que difieren los unos de los otros en
su exégesis de varios pasajes de los escritos de Wesley. Las diferencias generalmente son
de grado o extensión, o involucran una definición precisa de términos o una descripción
de los procesos espirituales. Rara vez existe un desacuerdo sobre la tesis básica que
Wesley enseñó de la "perfección" o "santificación total" como algo que definitivamente
puede ser sentido o experimentado aparte de y subsiguiente a la conversión del creyente.
El "hombre perfeccionado" entonces es céntrico al método de Wesley y al Metodismo.
Debemos hablar un poco sobre la teología del Metodismo y acerca del método que
Wesley usó para difundir e inculcar sus particulares enseñanzas.

La Teología De Wesley

La división de F.E. Mayer de la teología del perfeccionismo o la santificación total de


Wesley en cuatro partes incluye estas divisiones: salvación universal, salvación
gratuita, salvación total, y salvación segura (Mayer, pp 299ss).Wesley estuvo de
acuerdo con los Arminianos en su idea de la universalidad de la salvación e inclusive fue
más allá en su repulsión del pensar en una doble predestinación en que el Dios soberano
habría condenado en el principio desde la eternidad a algunos hombres al infierno.
Influenciado tal vez por su lectura de Orígenes (185-254), Wesley creyó que en realidad
146

todos los hombres están en el reino de Dios. Según Wesley, el reino de Dios podría ser
representado por tres círculos concéntricos. El círculo más grande es el reino del Padre e
incluye a todos los hombres. En este reino los hombres son guiados en sus acciones por
su razón y voluntad y por lo tanto, serán juzgados solamente en base del uso que dieron a
la oportunidad de "vivir según sus luces". Aquellos que han oído y aceptado el evangelio
se encuentran en el reino del Hijo y serán juzgados según las normas del evangelio
mientras aquellos que han sentido la intervención directa del Espíritu Santo en sus vidas
están en el reino del Espíritu y pueden disfrutar de un "conocimiento experiencial" de
Cristo y por lo tanto un control de sus vidas. Como el conocimiento del hombre varía en
las tres dispensaciones, así también la norma por la cual serán juzgados. Las
oportunidades que esto abre para la flexibilidad al definir la "perfección" en el caso de los
individuos es aparente de inmediato.

La salvación gratuita nos insinúa generalmente que la salvación es por la gracia, que
viene a nosotros solamente como un don de Dios sin que contribuyamos en lo más
mínimo a la adquisición de ella. Esto es muy lejos del punto de visto Arminiano de
Wesley. Junto con los Arminianos, Wesley asumió un punto de vista optimista del
hombre y de sus habilidades, ya que según él la "salvación gratuita" implicó que el
hombre tiene un libre albedrío, ej., el hombre es un agente libre. Es libre para aceptar o
rechazar la salvación. El destino del hombre está determinado no por decreto divino sino
por decisión humana.

Wesley reconoció la caída, pero negó que con ella el hombre había perdido
completamente la imagen divina, ya que para Wesley la imagen divina consistió de dos
partes: el legado moral de una santidad perfecta y el legado natural de la razón y el libre
albedrío. Hay que reconocer que el primero se perdió en la caída mas el segundo no.
Wesley argumentó que por medio del uso de la razón y del libre albedrío se podría
recuperar la santidad perfecta. Eso es el núcleo de su teología perfeccionista.

Por cierto, las habilidades del hombre necesitan un poco de ayuda de la "gracia
preventiva" de Dios ya que esos fueron debilitados en la caída, pero aún la necesidad de
esta gracia no es una barrera insuperable, porque la gracia de Dios es universalmente
presente Wesley declara en un sermón:

No existe el hombre que no se encuentra en un estado de naturaleza simple; no existe


ningún hombre que, al menos que haya sofocado al espíritu, es totalmente desprovisto de
la gracia de Dios. Ningún hombre viviente es destituido totalmente de lo que
comúnmente se denomina la conciencia natural. Pero eso no es natural, un término más
apropiado es la gracia (preventiva). Cada hombre lo tiene en una medida menor o mayor
ya que no depende de la llamada del hombre. Cada hombre tiene deseos buenos, tarde o
temprano, aunque la mayoría de los hombres los reprimen antes que puedan echar raíces
o producir algún fruto considerable. Todos poseen esa luz en alguna medida, un pequeño
rayo luminoso que tarde o temprano, en medida mayor o menor ilumina a cada hombre
que nace en este mundo. Y todos, al menos que estén entre aquellos pocos cuyas
conciencias han sido cauterizados como con un hierro candente, sienten una incomodidad
cuando se comportan contrario a la luz de su propia conciencia. Así que ningún hombre
147

peca porque no tiene la gracia sino porque no usa la gracia que sí posee. (Citado por
Mayer, p301).

Decidir usar "esa gracia que sí posee" permite al hombre alcanzar al salvación plena o la
perfección Cristiana en esta vida en el mundo. Pero, ¿en qué consiste la perfección
Cristiana? Aunque el punto ha sido debatido, con más vehemencia por los amigos y
seguidores de Wesley que por los historiadores, Wesley parece haber resistido el
equivaler la "perfección" con la "ausencia de pecado" en el sentido absoluto del término.
En muchos pasajes define el "pecado" como una transgresión a sabiendas de la ley
conocida. Afirma que los actos cometidos en ignorancia o en debilidad no involucran la
culpa y por lo tanto no son pecados en un sentido estricto, pero parece que él nunca
envisionó una utopía en este mundo donde tales lapsos no ocurrirían.

Lo que parece ser una definición más consistente de la "perfección" es que significa
alcanzar un amor perfecto. Es típico de ello, aunque un poco problemático, la siguiente
declaración:

Una voluntad firme y uniforme dedicada a Dios es esencial al estado de santificación,


mas no una uniformidad de gozo o paz o comunión feliz con Dios....un gozo extasiado es
una gran bendición: pero rara vez sigue por mucho rato cuando se disminuye a un amor
calma y lleno de paz (Mayer, p303).

Por cierto algunas denominaciones Pentecostales, particularmente las que aparecieron


después de 1910, recurrirán a otros pasajes de Wesley para sustentar su afirmación de que
el gozo y la éxtasis en verdad deben ser prominentes en la vida perfecta del Cristiano;
mas eso no quita nada del punto que se discute aquí, sea que Wesley no parece igualar la
carencia absoluta del pecado como el sine qua non de la perfección.

Otra pregunta desconcertante ha sido el momento en que entra esa perfección en la vida
del Cristiano. ¿Ocurre en un momento? ¿Es un proceso? ¿es un "logro"? Wesley parece
haber escrito las dos cosas. Dice:

Creo que esta perfección siempre se obra en el alma por un simple acto de fe; en
consecuencia en un instante;

y no obstante agrega;

Mas no creo en una obra gradual, precediendo y siguiendo ese instante.


En cuanto al momento, creo que ese instante es por lo general el instante
de la muerte, el momento en que el alma se separa del cuerpo. Pero, creo
que puede ser diez, veinte o cuarenta años antes. Creo que ocurre por lo
usual muchos años después de la justificación; pero podría ser cinco meses
o cinco años después. No conozco ningún argumento conclusivo al
contrario (Ibid., p30).
148

Dejando a un lado el asunto del tiempo, es muy claro el punto básico de Wesley. Wesley
y todos los grupos de santidad creen que la santificación total es una "segunda gracia"
aparte de y subsiguiente a la primera gracia de la justificación o la conversión. Es esta
"segunda gracia" que asegura la salvación.

Destacar que la base de su seguridad de salvación o perfección es una "segunda gracia",


una experiencia inducida por el espíritu, no implica que Wesley y sus seguidores han
desechado el término. Aducen algunas estadísticas impresionantes (y engañosos) al
efecto de que los versículos bíblicos que hablan de una santificación total (total según sus
exégesis de los versículos) superan en número a los versículos que hablan de la
justificación en una proporción de cinco a uno y que los versículos que hablan de la
santificación superan en número a los que hablan de la deidad de Cristo de diez a uno.

Para ellos, no obstante, la palabra es impersonal y objetivo, siendo el propósito verdadera


de ésta extraer del espíritu del hombre un segundo testimonio que es subjetivo e
inmediato, el resultado de una intervención directa por el Espíritu Santo. Es ese aspecto
de la intervención del Espíritu que hace que este testimonio sea tan "seguro" para ellos.
Es también esta actividad que explica el valor único que se da a los "testimonios" de
aquellos que se disponen a expresar públicamente lo que creen que el Espíritu Santo ha
hecho en ellos.

Los herederos de la Reformación Luterana con su énfasis en la sola Scriptura (sola


Escrituras) se darán cuenta inmediatamente que esta seguridad de perfección o salvación
no se funda sobre el "está escrito" sino en el "lo que siento". Mayer no puede desistir de
comentar, "En el análisis final, Wesley fundó su fe sobre su fe, un procedimiento
altamente subjetivo" (Ibid., p34).

EL MÉTODO DE WESLEY

Esta bendición cuádruple, una salvación universal, gratuita, plena y segura es lo que
Wesley sintió impulsado a compartir con otros. Fue una bendición que vino al hombre en
conexión con una experiencia espiritual percibida distinta y claramente. Esta experiencia
podría ser, si no inducida, entonces por lo menos ayudada y preparada al seguir un
"método". Darse cuenta de ello nos ayudaría a entender la forma que asumió el
ministerio de Wesley y además explicará las características de la adoración que todavía
son típicas de los cuerpos Pentecostal y Santidad.

Tal vez no nos sorprende que la Iglesia de Inglaterra, sobria y seria, no recibió demasiado
bien el culto Wesleyana en el cual el Espíritu Santo amenazó con interrumpir en cualquier
momento su culto litúrgico formal. Aunque era un clérigo Anglicano ordenado, Wesley
no estaba bienvenido en muchas iglesias Anglicanas. Para alcanzar las multitudes, por lo
tanto, tuvo que recurrir a la predicación en los campos abiertos, en los bosquecillos, en
graneros, en cualquier ambiente poco eclesiástico. En estos ambientes la falta de énfasis
litúrgica pareció presentar poca o ninguna barrera.
149

Además, muchos de los cultos, particularmente los vespertinos, se convirtieron en


"vigilias" en los cuales los perseguidores de la perfección pidieron fervientemente y
esperaron la intervención tangible y palpable del Espíritu Santo.

Sin embargo, no todo es espontáneo, hay también una organización meticulosa. Tan
pronto como 1739, un año después de su experiencia en Aldersgate, Wesley formó la
sociedad Unida, un grupo formado por unos diez hombres que "teniendo la forma y
buscando el poder de la santidad, se unieron para orar juntos, recibir la obra de la
exhortación y cuidar los unos a los otros en amor, para poder ayudarse mutuamente a
obrar su salvación" (Book of Discipline, citado por Mayer, p297).

Imitando el sistema del "coro" que Wesley había observado cuando se quedó seis meses
en el establecimiento Moraviano de Herrnhut, este sistema de organización en pequeños
grupos llegó a ser la unidad común entre los seguidores de Wesley. De diez a doce
conversos (una "clase") fueron puestos bajo la supervisión de un "líder" el cual debía
observar el progreso espiritual de cada converso. Por lo menos una vez a la semana el
líder debía sentarse con cada miembro de su grupo para discutir su vida espiritual, darle
sugerencias para mejoría y recibir la ofrenda "de buena voluntad" del converso para el
"fomento" del "método".

Estas clases fueron organizadas en "circuitos" y puestos bajo la supervisión de los


predicadores laicos. No conforme con otorgar la perfección de los santos completamente
a los predicadores laicos, Wesley organizó un grupo de clérigos que viajaron de circuito a
circuito, de estación a estación, supervisando todo.

En 1744 Wesley, por primera vez, convocó a todos los obreros a una asamblea general y
al hacerlo estableció lo que se convirtió en la "Conferencia Anual". Así, en unos cinco
años, Wesley desarrolló todas las formas que llegarían a ser las características
sobresalientes del Movimiento Wesleyana cuando éste llegó a ser una denominación
aparte.

EL METODISMO AMERICANO

No es necesario seguir la historia del Metodismo en su trayectoria de convertirse en


denominación, excepto para notar que Wesley fue prominente en el establecimiento de la
rama Americana del movimiento después de la Guerra Revolucionaria. Escribió los
Veinticinco Artículos de la Religión (citando en gran parte del libro Anglicano Treinta y
Nueve Artículos y el Libro de Oración Común) que junto con su Sermones y Notas sobre
el Nuevo Testamento formaron la base doctrinal para la rama Americana.

La implicación práctica de estas dos declaraciones doctrinales fue explicada en el Libro


de Disciplina el cual con sus "haz esto" y "no haz aquello" era un libro de reglas
definiendo los requisitos del Metodista Americano. Una vez más Mayer hace una
observación reveladora: "Estas reglas tienen una función tan prominente en la vida de la
Iglesia Metodista que este cuerpo eclesiástico podría ser llamado una iglesia con una
disciplina en lugar de un programa doctrinal" (Mayer, p298).
150

Sea como sea, la Iglesia Metodista se ajustó perfectamente a la vida pionera. Desde sus
propios principios había sido orientada a la obra con grupos pequeños y esparcidos.
Podrían formar en cualquier parte las pequeñas "clases" de diez o doce almas, sostenidos
con la predicación de los laicos y las visitas periódicas del líder del circuito.

Además, los aspectos calurosos y personales de la fe Metodista funcionaron como un


antídoto a la vida pionera dura y solitaria, y el hecho de que el Metodismo solía ser
práctica y no doctrinal en su énfasis permitió a esta iglesia adaptarse o "caber" entre las
otras denominaciones presentes. De igual manera, debido a su entrenamiento, los
Metodistas no se acostumbraron a requerir grandes iglesias ni ambientes litúrgicos
formales. Por lo tanto, no es de asombrarse que durante las primeras décadas el
Metodismo en este país llegó a ser una de las más fuertes denominaciones y una fuerza
poderosa para la "perfección" de muchos que siguieron el "método" de Wesley en su sed
de alcanzar la santidad.

Parte de esta búsqueda, sin duda fue la reunión de oración local en su forma básica, pero
que pronto fue complementada por las populares reuniones anuales. Aunque la idea de
las reuniones en carpa parece haber sido algo de una innovación por parte de los
Presbiterianos de Kentucky, las reuniones de carpa llegaron a ser una característica anual
que unió a toda la comunidad Metodista.

En su Ensayo Sobre las Reuniones en Carpa (1849) James Porter las describe como un
"eslabón de oro" que une a las sociedades Metodistas en una hermandad santa. Estas
reuniones "estrictamente religiosas" convocadas "entre los árboles" y los "arroyos
murmurantes" fueron "conductivos a la salud, proveyendo un cambio de aire, escenario,
sociedad y estilo de vida y fatales para la hipocondría y estimulante para el hombre total"
(Jones, Perfectionist Persuasion, p16).

Las estadísticas parecen apoyar el testimonio elogioso de Porter. La membresía de la


Iglesia Metodista alcanzó unos 14,000 al terminar la Guerra Revolucionaria y aumentó a
un millón en la época de Porter. Más o menos, uno de cada veinte Americanos era
Metodista. Sin duda, las reuniones de carpa sirvieron para atraer a más miembros (Ibid.,
p2).

LA SANTIDAD

COMIENZOS DE LA SANTIDAD MODERNA

La razón fundamental por la existencia de la Iglesia Metodista, sea la perfección y la


santificación de sus miembros se iba perdiendo con este crecimiento en su membresía,
con el número creciente de clérigos entrenados, miembros afluentes, iglesias ampulosas y
centros recreativos que reemplazaron las carpas.

Tan temprano como 1825 Timothy Merrit lanzó una advertencia en su libro The Christian
Manual, a Treatise on Christian Perfection (El Manual Cristiano, Tratado Sobre la
Perfección Cristiana). Catorce años después inició la publicación regular de una revista
151

titulada Guide to Holiness (Guía a la Santidad), que a través de los años ejerció gran
influencia para la santidad en los círculos Metodistas al reproducir muchos de los escritos
de Wesley palabra por palabra.

Sarah Lankford era una de las personas que se entregó a estas exhortaciones a la santidad.
En 1835, después de haber recibido la "segunda bendición" empezó unas reuniones de
oración en su hogar en Nueva York con la intención de ayudar a otros a alcanzar la
perfección. Cuando ella se mudó de Nueva York su hermana, Phoebe Palmer, continuó
las reuniones de oración semanales llamados Reunión para la Promoción de la Santidad.
Aunque el entusiasmo por estas reuniones nunca era igual al vigor que la gente demuestra
por los eventos deportivos, no obstante estas reuniones siguieron después de la muerte de
Phoebe y tuvieron un efecto sobre el curso del movimiento de santidad.

Primero que todo, Phoebe Palmer logró efectuar un cambio en una de las doctrinas
fundamentales de la teología de Wesley. El había enseñado, o por lo menos había
permitido la posibilidad de que la santificación fuera un proceso en la vida del Cristiano,
pero Phoebe Palmer insistió que era un acto instantáneo, producido por el Espíritu en un
momento definido.

Con esta nueva énfasis atrajo la atención de los líderes dentro de la Iglesia Metodista
quienes se convencieron de que la única manera de salvar la iglesia y su comisión de
perfeccionar a los santos era volver a las reuniones de carpa que habían sido tan efectivas
para el avivamiento en la primera mitad del siglo diecinueve. De esta manera ella influyó
directamente al pequeño grupo de líderes que emitió una invitación general a todos que
tuvieron interés en "convocar una reunión de carpa cuya objetivo específico sería la
promoción de la obra total de la santificación" (Synan, p36).

La reunión de carpa propuesta fue llevada a cabo en Vineland, Nueva Jersey en julio de
1867 y tuvo tanto éxito que resultó en la formación de la Asociación Nacional de
Reunión de Carpa para la Promoción de la Santidad, asociación que existe hasta el día de
hoy.

En los veinte años subsiguientes a Vineland (1867-87) la Asociación Nacional convocó


"sesenta y siete reuniones en carpa y once reuniones de tabernáculo....distribuidas a lo
largo de dieciséis estados y extendiendo a las dos fronteras del Continente y hasta el
Oriente" (Ibid., p42).

OPOSICIÓN A LA SANTIDAD

Es comprensible que el éxito de tal asociación nacional dentro de la Iglesia Metodista


causara tanto temor como sospechas en la iglesia madre. Esos sentimientos fueron
acentuados cuando la asociación nacional se extendió a asociaciones regionales, estatales
y locales tomando como modelo el cuerpo nacional y diseñado para proveer cultos de
adoración, convenciones, avivamientos y reuniones de carpa para aquellos con un deseo
de santidad que no fue compartida plenamente con la Iglesia Metodista.
152

En medio de las acusaciones y contra-acusaciones apareció el fenómeno del "abandono",


personas que por razones de conciencia vieron necesario "abandonar" y separarse de la
Iglesia Metodista. Este fenómeno fue más común en el Sur y el Medio-oeste donde se
libraron las batallas mas amargas entre las facciones "Santidad" y "anti-santidad".

La confrontación ocurrió en 1894 en la Conferencia General de la Iglesia Metodista


Episcopal, Sur. Puede ser que el asunto ya fue decidido de antemano debido a una carta
del Obispo Haygood circulada antes de la convención. Escribió en una virtual
declaración de guerra contra la "santidad":

Ha surgido entre nosotros un partido que va por el nombre de santidad;


que tiene asociaciones de santidad, reuniones de santidad, predicadores de
santidad, evangelistas de santidad y bienes raíces de santidad. La
experiencia religiosa se representa como si consistiera únicamente de dos
pasos: el primer paso le saca de la condenación a la paz y el segundo paso
le lleva a la perfección Cristiana. El efecto de ello es menospreciar el
nuevo nacimiento y todas las etapas del crecimiento espiritual desde la
semilla hasta la fruta madura....No ponemos en duda la sinceridad y el celo
de estos hermanos; es nuestro deseo que la iglesia se beneficia de su
predicación ferviente y ejemplo piadoso, pero condenamos su enseñanza y
sus métodos en cuanto reclaman un monopolio sobre la experiencia, la
práctica y la defensa de la santidad al mismo tiempo que se separan del
cuerpo de los ministros y los discípulos (Ibid., pp50,51).

Cuando la convención aceptó la posición anit-santidad apoyada por sus obispos, el


número de los que abandonaron la iglesia fue superado en número por los "echados"
quienes por razones teológicas fueron separados de su iglesia.

Se podría pensar que hubiera sido fácil para estas personas privadas de su membresía en
la iglesia unirse para formar una nueva denominación. Después de todo, ya existía la
organización para ello, no solamente a nivel local sino también regional y aún nacional,
en la estructura de la Asociación Nacional de Santidad.

Pero esa nueva, unida denominación de santidad nunca apareció. Al contrario, la fuerte
personalidad de los "abandonadores" y los "echados" rompió el movimiento de santidad
en gran número de pequeños grupos. Synan dice, "Como medida de la intensidad del
conflicto sobre la santificación tenemos el hecho de que veintitrés denominaciones se
formaron en el corto período de siete años entre 1893 y 1900" (Synan, p54).

DIVISIONES DENTRO DE LA SANTIDAD

Muy pocos de esos grupos existen hoy debido a la moralidad y las uniones, pero algunos
de ellos efectuaron significantes cambios en el movimiento de santidad mientras existían.
Tenemos el caso de la Iglesia de Santidad Bautizado Por Fuego fundada en los años 1890
por Benjamin Irwin. Irwin fue un Bautista convertido que había recibido la "segunda
gracia" de la santificación a través de la predicación de santidad y luego se dedicó al
153

estudio de la literatura Wesleyana y Metodista. De estos estudios concluyó que fue


posible alcanzar más etapas de gracia después de la segunda gracia de santificación.
Específicamente creyó que la "dispensación plena del Espíritu" fue un bautismo "con el
Espíritu Santo y con fuego".

Irwin buscó y eventualmente recibió para sí mismo la experiencia de "bautismo por


fuego". Luego lo predicó y lo defendió con tanto éxito que "aquellos que habían recibido
el 'fuego' frecuentemente gritaron, hablaron en lenguas, se desmayaron y tuvieron
convulsiones" (Ibid., p62). Los defensores tradicionales de la santidad quienes siempre
habían igualado el "bautismo del Espíritu" con la "segunda gracia" de santificación se
horrorizaron y denunciaron las enseñanzas de Irwin como la "herejía de la tercera
bendición".

Irwin perdió el liderazgo de su iglesia a causa de sus excesos y su inmoralidad, pero su


influencia perduró en la vida y obra de Charles Parham y William Seymour.

Parham, un "abandonador" de la iglesia Metodista, se sintió incómodo con el


emocionalismo que había experimentado en las reuniones dirigidas por Irwin, mas aceptó
la teología de Irwin de una "tercera experiencia". Opinó que fue esta "tercera
experiencia" que sería necesaria para que los hombres "enfrentaran el reto de un nuevo
siglo". En consecuencia, fundó un colegio para entrenar a pastores y ayudar a otros a
alcanzar la "tercera experiencia".

En un culto el 31 de diciembre de 1900, uno de los estudiantes de Parham, Agnes Ozman,


pidió que colocara las manos sobre ella para que recibiera el bautismo del Espíritu Santo,
evidenciado por el poder hablar en lenguas. Después de la medianoche, el primer día del
siglo veinte, ella "comenzó a hablar el chino, con una aureola que pareció enmarcar su
cabeza y cara". Según dicen ella no pudo comunicar en el inglés por tres días y cuando le
entregaron un cuaderno, escribió en chino (Ibid., p101). La "tercera experiencia" de
Parham recibió mucha publicación y comenzó a eclipsar la "segunda gracia" de la
santificación.

Parham cerró su colegio y comenzó una compaña para extender el nuevo "Evangelio
Pleno" con su énfasis sobre la tercera bendición de sanidad y el don de lenguas como
evidencia de la presencia del Espíritu. El converso mas significante de esta campaña fue,
sin duda, William Seymour, un pastor negro quien después de haber sido instruido en el
evangelio Pentecostal de Parham fue a Los Ángeles. Allí, en abril de 1906, fue
instrumental en iniciar el bien conocido avivamiento de la Calle Azusa que duró tres años
y que con su histeria en masa atrajo la atención de toda la nación. El avivamiento de la
Calle Azusa se considera como el nacimiento del movimiento Pentecostal moderno. El
nuevo Pentecostalismo brotó directamente de la semilla de "santidad" y confrontó los
defensores de la santidad con la necesidad de tomar una decisión.

¿SANTIDAD O PENTECOSTALISMO?
154

Muchos en el campo de la santidad aceptaron con gozo el concepto Pentecostal y


buscaron la experiencia de las lenguas como una "tercera bendición" simplemente
añadiéndola a su entendimiento de la "segunda gracia de santificación" de Wesley.

Otros eran ambivalentes, como A. B. Simpson, presidente de la Alianza Cristiana


Misionera. Simpson permitió las lenguas como "una de las evidencias" del bautismo por
el Espíritu aunque rechazaba la afirmación Pentecostal de que todos tenían que hablar en
lenguas como evidencia de la obra del Espíritu. Este tipo de compromiso llegó a ser
conocido como la "posición Alianza" bajo la lema "No busque - no prohíbe".

Los seguidores fieles de la teología de Wesley vieron necesario oponerse a esta nueva
enseñanza Pentecostal y retener su doctrina única de que la "segunda gracia" constituye la
"santificación total". En general, estos grupos y denominaciones de oposición son los
antecesores de las denominaciones de santidad que existen hoy, tales como la Iglesia del
Nazareno, la Iglesia Metodista Wesleyana, el Ejército de Salvación, etc.

Los grupos de santidad conservadoras vieron la necesidad de mantener una resistencia


firme en contra del Pentecostalismo y de estar firme en sus tradiciones cuando detectaron
entre los Pentecostales la apariencia de una nueva herejía, sea la "obra terminada"
enseñada por W.H. Durham y otros.

Aunque el Pentecostalismo tuvo sus orígenes en la tradición Santidad, nunca surgió duda
sobre la santificación como una "segunda gracia", pero cuando el movimiento comenzó a
tener contacto con otras denominaciones, particularmente con los Bautistas, fueron
confrontados con la predicación y enseñanza de hombres como Durham, quienes negaban
que las Escrituras enseñaran tal cosa como una segunda gracia de santificación. Para él,
la primera gracia de la conversión cubrió todo y era una "obra terminada", su naturaleza
final siendo manifestada por las evidencias visibles del Espíritu. Por supuesto, tal
declaración fue la más horrible de las herejías para los defensores de la santidad ya que
negó la razón básica por su existencia. En resultado, las denominaciones más antiguas y
más firmes en la tradición de Wesley comenzaron a resistir al Pentecostalismo. Buen
ejemplo de ello es el caso de la Iglesia del Nazareno, la más grande de las
denominaciones de santidad. Fue fundada en 1895 por Phineas Bresee, siendo su nombre
original La Iglesia Pentecostal del Nazareno y de hecho era la iglesia madre del
movimiento de la Calle Azusa. Se opuso firmemente a la enseñanza Pentecostal
resultado de los años de avivamiento (1906-09). En la controversia de la "obra
terminada" el desacuerdo fue tan agudo que en 1919 quitaron el "Pentecostal" de su
nombre y lo dejaron como la Iglesia del Nazareno. En general, las iglesias de santidad
más antiguas retuvieron su enseñanza de la santificación como una segunda gracia, pero
Synan indica:

El nuevo punto de vista de la obra terminada fue tan persuasivo que


después de 1911 todas las nuevas denominaciones Pentecostales la
incorporaron en sus declaraciones de fe (Ibid., p149).

CRECIMIENTO DESENFRENADO
155

Aunque existía una guerra de destrucción recíproca entre el movimiento de santidad y su


rama Pentecostal, no quiere decir que estos grupos no crecieron. ¡Todo lo contrario! E.S.
Gaustand revela unas estadísticas asombrosas en su Historical Altas of Religion in
America (Almanaque Histórico de la Religión en América). Anota que las cinco
denominaciones principales registraron un crecimiento del 20% en la década de 1910-20,
mientras los grupos de santidad registraron un crecimiento de 240%, y la diferencia es
aún mayor en la próxima década. De 1920-30 crecieron los grupos de santidad en un
300% mientras las denominaciones principales declinaron a un 10%. Después de 1930
declinó drásticamente la tasa de crecimiento de los grupos de santidad, pero ya habían
ganado un número significante de seguidores y siguen siendo denominaciones grandes.

¿Qué causó este crecimiento dramático en estos grupos de santidad en las primeras tres
décadas de este siglo? En muchas maneras la situación en América era muy similar a las
condiciones de la Inglaterra de Wesley. Recordamos los factores contribuyentes del
Deismo y racionalismo desenfrenados, el sentimiento por parte del laico de soledad y
separación del culto Anglicano formal con su clérigo sofisticado, juntamente con una
dissatisfacción general por la vida con millones de personas pobres deambulando por las
ciudades. Casi todas estas condiciones estuvieron presentes en América y el movimiento
de santidad, como el Wesleyanismo, las supo aprovechar.

Notamos que el movimiento de santidad ocurrió principalmente en las ciudades a donde


acudió la gente del campo después de 1900. Las condiciones económicas no eran
mejores en la ciudad tal como la gente esperaba y muchos se desilusionaron y extrañaron
al campo. Este sentimiento de desorientación fue aumentada por el hecho de que muchos
de ellos habían perdido su base religiosa ya que fue difícil ajustarse a las grandes iglesias
de la ciudad con pastores sofisticados que no supieron relacionarse con la gente simple
del campo.

Les separaron no solamente el estilo de vida sino también la teología. En la gran


controversia fundamentalista, las grandes y afluentes iglesias urbanas parecieron ser el
refugio de la enseñanza liberal que muchas veces toleraban el racionalismo de la teología
europea liberal, la evolución y el Darwinsimo, el Deismo en la forma de la logia y
muchos otros males.

Como alternativa a todo aquello, las iglesias de santidad ofrecieron un regreso a los
fundamentales. Miles de personas solitarias y perdidas vieron en el culto subjetivo de la
santidad un regreso a la "religión antigua" de su juventud, recordándoles de las reuniones
de carpa y los cultos de avivamiento (B. Taylor,

"Forty Years Ago" citado por Jones, p143). Como resultado, muchos de las grupos de
santidad prosperaron y crecieron hasta convertirse en las denominaciones que hoy son.

DENOMINACIONES ACTUALES

Por supuesto no todas las denominaciones de santidad son grandes. Como ya indicamos,
Piepkorn enumera 55 grupos de santidad en su Profiles in Belief (publicado en 1979). La
156

lista comprende grupos tan pequeños como la Iglesia de la Banda de Daniel con unos 100
miembros hasta la Iglesia del Nazareno con unos 4.000 congregaciones y una membresía
igual a la del Sínodo de Wisconsin.

Usando las estadísticas de Piepkorn, podemos calcular que el total de las 55


denominaciones con sus 13.000 congregaciones alcanzarían unos 830.000 miembros.
Eso resultaría en unos 65 miembros en cada congregación. Si recordamos que en los
círculos de santidad los "miembros" no son las personas bautizadas sino aquellos que han
experimentado la segunda gracia de santificación después de la conversión, esto nos
dejaría con congregaciones pequeñas como el patrón normal.

Podría ser interesante echar un vistazo a las denominaciones grandes. Si nos delimitamos
a las denominaciones que tienen mas de 1.000 congregaciones y 10.000 miembros la lista
de 55 se disminuye a cuatro. Estos cálculos drásticos parecen ser más aceptables cuando
nos damos cuenta que estas cuatro denominaciones tienen una membresía combinada de
650.000 o un 78% de la circunscripción de santidad.

Vamos a ser unas generalizaciones antes de mirar más cuidadosamente a estas cuatro
denominaciones. Primero que todo notamos el origen temprano, antes de 1911, de estos
grupos. Tienen su fundamento en la tradición Wesleyana de la santificación total como
una segunda gracia en oposición a la inclinación Pentecostal post 1911 de enfatizar la
sanidad y el hablar en lenguas como una "tercera bendición" o aún como un reemplazo de
la tradicional "segunda bendición".

Además notamos que estos grupos son más fuertes en las áreas rurales del país. Y
finalmente notamos su celo misionero apoyado por sus "ofrendas santificadas" que les
destaca como los más grandes ofrendadores en los Estados Unidos.

IGLESIA METODISTA LIBRE DE AMÉRICA DEL NORTE

En los años 1800 surgió la preocupación de muchos que en la Iglesia Metodista la


santidad "era un consejo de perfección para los pocos y tema de ridículo para muchos".
La preocupación era tan fuerte que en 1858 Benjamin Roberts fue "echado" de la Iglesia
Metodista Episcopal a causa de sus esfuerzos. Como respuesta fundó la Iglesia Metodista
Libre. Según su fundador la iglesia iba a ser libre de preponderancia episcopal y
maquinaría eclesiástica, libre del pecado por medio de un énfasis en la santificación total,
libre de los males de las prácticas financieras comerciales dentro de la iglesia incluyendo
el arriendo y venta de bancas, y libre del énfasis musical, particularmente de los coros
entrenados y los órganos virtuosos. Las primeras tres libertades han sido sostenidas hasta
el día de hoy. En 1943 la iglesia dio permiso a las congregaciones para usar coros y
música instrumental y en 1955 quitaron las restricciones de todo.

Hay unos 1.058 congregaciones de Metodistas Libres en los Estados Unidos con una
membresía de 67.043 aunque esto solamente representa la mitad de su membresía
mundial. Casi la 40% de su membresía mundial vive en el exterior. A causa de sus
extraordinarias ofrendas misioneras, pueden mantener misiones Metodistas Libres en la
157

India, Africa, la Republica Dominicana, Taiwán, Hong Kong, los Filipinos, el Brasil,
Paraguay y México. Sus oficinas internacionales estás ubicabas en el estado de Indiana
(Piepkorn, pp 15-17).

LA IGLESIA WESLEYANA

La Iglesia Wesleyana fue el producto de la unión de la Iglesia Metodista Wesleyana de


América con la Iglesia Peregrino de Santidad. Estas iglesias también son el resultado de
muchas uniones complicadas que tienen sus raíces en los años 1800.

La Iglesia metodista Wesleyana fue fundada originalmente en 1843 cuando Orange Scout
quien había "abandonado" la Iglesia Metodista Episcopal, reunió a otros que pensaron
igual que él en su oposición contra la esclavitud, la logia, el alcohol, etc.

La Iglesia Peregrino de Santidad fue fundada en 1897 por Martin Knapp y Seth Rees
quienes tuvieron los mismos intereses sobre la santificación como los miembros del
grupo de Scott.

Las dos iglesias casi se unieron en 1959 cuando la resolución de unión no fue pasada por
un sólo voto. Desde 1968 el grupo unido con un total de 2600 iglesias y 80.000
miembros tienen sus oficinas principales en el estado de Indiana. Hay misiones
Wesleyanas en América Latina, la India, Asia, Africa, Australia, Nueva Guinea y los
Filipinos (Ibid., pp11-14).

LA IGLESIA DE DIOS

Aventurarse a entrar en la historia de la Iglesia de Dios es abrir la puerta a la


identificación equivocada. Hay muchos grupos, frecuentemente no conocidos
mutuamente, que se llaman "La Iglesia de Dios" bajo la lógica de que en las Escrituras
fue el único nombre dado a la iglesia. Estas iglesias cambiaron su nombre o agregaron
un elemento descriptivo para evitar la confusión. Así tenemos hoy la Iglesia de Dios
(Santidad), la Iglesia de Dios (Apostólica), la Iglesia de Dios (Santificada). Hay una
Iglesia de Dios en el estado de Oklahoma que debido a sus esfuerzos de integración fue
llamada por sus no-miembros la Iglesia de Dios (Holstein). Ese nombre no cayó muy
bien a los miembros y optaron por adoptar un nombre geográfico de la Iglesia de Dios
(Guthrie, Oklahoma).

Otra iglesia con designación geográfica se encuentra en Anderson, Indiana con 1.000
congregaciones y 10.000 miembros.

La Iglesia de Dios (Anderson) fue fundada por David Warner. El creyó que la iglesia
había sido restaurada a su estado apostólico en tres etapas: cuando los Pietistas
restauraron la doctrina de la justificación, cuando Wesley restauró la doctrina de la
santificación y cuando la Hermandad de Plymouth inició el movimiento para reestablecer
la unidad de la iglesia (Mayer, p334). En 1881 Warner y sus seguidores renunciaron
158

todos los credos y nombres y se consagraron a los principios de seguir en pos de la iglesia
apostólica del Dios viviente.

Aunque la Iglesia de Dios (Anderson) en principio rechaza los credos, obviamente acepta
la doctrina Wesleyana de la santificación y por lo tanto se considera como un grupo
santidad. Tiene una membresía de 166.259 miembros en 2.251 congregaciones. El
diezmo es muy común y pueden mantener misiones en la Africa, India, Australia, Japón,
Europa y America Latina (Piepkorn, pp 20-22).

LA IGLESIA DEL NAZARENO

Ya se indicó la fundación de esta denominación por Phineas Bresee en 1895. Esta ha


llegado a ser la más grande de las denominaciones de santidad por medio de uniones y
conexiones misioneras con un total de 441.093 miembros en 4.733 congregaciones.
Tiene sus oficinas principales en Kansas City, Missouri y es más fuerte en las pequeñas
comunidades rurales, aunque no está confinado a estas áreas. Los diezmos de sus más de
4.000 miembros le permite obrar en muchas partes en más de cuarenta países.

DEBILIDADES EN LA TEOLOGÍA DE SANTIDAD

Existe un celo misionero loable en los grupos de santidad pero su doctrina, aunque
esencialmente es "fundamental", retiene la teología Wesleyana-Arminiana del
perfeccionismo. La Iglesia del Nazareno requiere para su membresía la aceptación del
Agreed Statement of Belief (Declaración de Creencias Acordadas) el cual es
representativa de todos los grupos de santidad. Sus ocho puntos leen así:

Creemos:

1. En un sólo Dios - Padre, Hijo y Espíritu Santo.

2. Que las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamentos, dadas por inspiración plena,
contienen todas las verdades necesarias para la fe y la vida Cristiana.

3. Que el hombre nace con una naturaleza caída y por lo tanto continuamente es
inclinado hacía el mal.

4. Que los impenitentes se pierden eternamente.

5. Que la expiación de Jesucristo es válida para todo el género humano; que el que se
arrepiente y cree en Jesucristo es justificado, regenerado y salvo del dominio del pecado.

6. Que los pecadores han de ser santificados totalmente subsiguiente a su regeneración


por medio de la fe en el Señor Jesucristo.
159

7. Que el Espíritu Santo da testimonio de este nuevo nacimiento como igualmente a la


santificación plena de los creyentes.

8. Que nuestro Señor volverá, los muertos se levantarán, y tendrá lugar el juicio final
(Ibid., p29).

Aunque la mayor parte de esta confesión puede ser entendida y aceptada correctamente,
los puntos 6 y 7 reflejan la enseñanza peculiar de los grupos de santidad de la perfección.
De hecho, esta doctrina es su razón principal por existir como una denominación aparte.

¿Qué son los peligros inherentes en la doctrina de la santificación plena? En el nivel más
elemental se debe notar que el defensor del perfeccionismo anda sobre un precipicie entre
el orgullo y la desesperación.

Cuando las cosas van bien, cuando no observa ningún pecado craso en su vida, se anima
a pensar que ha "alcanzado", que al poder controlarse y poner en práctica el "método" ha
podido hacer todo lo que Dios requiere de él. En tal estado es sordo a la ley y sus
exigencias y por lo tanto desestima su necesidad de arrepentimiento y perdón. En su
auto-justicia el perfeccionista no siente la necesidad de la gracia de Dios.

Cuando la ley penetra sus defensas, cosa que ocurrirá tarde o temprano, cuando se cae en
un pecado grave, cuando debe decir con San Pablo, "El mal que no quiere hacer....eso
hago" entonces la única conclusión a que puede llegar el perfeccionista consistente es que
no "está alcanzando su potencial". Por lo tanto, redobla sus esfuerzos, busca en el
manual de su denominación con sus mandamientos rigurosos contra el tabaco y el
alcohol, etc., y por medio de una observancia más diligente del "método" espera volver a
un nivel de comportamiento más aceptable. No hay ningún lugar para la gracia de Dios
en su perfeccionismo legalista.

Con esta actitud se aleja de la gracia de Dios, tanto en sus días buenos como en sus
momentos bajos. Mas no solamente ofende la sola gratia sino también la sola Scriptura
porque no la concede su lugar apropiado. Las Escrituras funcionan para él únicamente
como un "primer testigo", siendo su propósito principal el de servir como un medio a
través del cual llega el Espíritu Santo en una experiencia subjetiva y emocional directa e
inmediatamente permitiéndole sentirse como el objeto de la aceptación y aprobación de
Dios. Al obrar así, no confía en Dios ni en sus palabras y promesas claras, sino en su
propio corazón y sentimientos.

Este menosprecio de la palabra de Dios abre la puerta a otro peligro. Es muy fácil
menospreciar los credos y las confesiones cuando el centro de la vida Cristiana es la
experiencia y el sentimiento; cuando la doctrina pura no es tan importante y la meta de la
santidad llega a ser un modo racional para cualquier actividad unionista e
interdenominacional.
160

Escuchar que somos pecadores, que nacemos en pecado y que seremos pecadores hasta el
día de nuestra muerte: ese es el único antídoto contra la enseñanza del perfeccionismo y
su atracción para el orgullo humano. Ciertamente somos pecadores, pero pecadores que
por medio de la fe en Cristo, hemos sido justificados y perdonados. Como dice Lutero,
"Simul justus et peccator" (Santo y pecador al mismo tiempo).

Dios conceda que siempre nos acordamos de las dos cosas: nuestra pecaminosidad y
nuestra justificación. Solamente con esa actitud podemos pedir la misericordia del
Salvador y pedirle, "Dios ten misericordia de mí, pecador". Y solamente así tendremos el
valor para creerle cuando El nos dice, "Hijo, tus pecados te son perdonados" (Mateo 9:2).

BIBLIOGRAFIA

Clark, E.T. The Small Sects in America, (1949)

Gaustad, E.S. Historical Atlas of Religion in America, (1962).

Jones, C.E. A Guide to the Study of the Holiness Movement, (1974).

__________. Perfectionist Persuasion: The Holiness Movement and American Methodism,


1867-1936, (1974).

Mayer, F. E. The Religious Bodies of America, (1956).

__________. "Entire Santificacion", Concordia Theological Monthly, Vol. 3, 1932, pp 416-


429.

Piepkorn, A.C. Profiles in Belief, The Religious Bodies of the United States and Canada,
(1979).

Synan, V. The Holiness-Pentecostal Movement in the United States, (1971).

(Este ensayo fue presentado en la Conferencia Pastoral Metro-North el 15 de septiembre,


1980. Fue publicado en el Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 78, January, 1981), pp 6-
29. El Profesor Armin Panning ha servido en el Seminario Luterano de Wisconsin desde
1975.)
161

SECCION TRES

DIOS NOS LLAMA, JUSTIFICA,

SANTIFICA Y PRESERVA

A TRAVES DE LOS MEDIOS DE GRACIA

Distinguir correctamente entre ley y evangelio es de suma importancia para el Cristiano


pero especialmente para el pastor y el maestro Cristiano. Este asunto pertenece no
solamente a las distinciones académicas sino al bienestar de las almas eternas. Usar la
ley cuando se debe usar el evangelio puede llevar el pecador a la desesperación o
conducirle a lo que le condena y no a lo que le rescata del pecado. Usar el evangelio
cuando se debe usar la ley puede endurecer a los pecadores en su rebelión contra Dios.

Los siguientes capítulos escritos por el Rvdo. William Fischer ayudan al maestro
Cristiano mantener una diferenciación correcta entre la ley y el evangelio. Esta
presentación, simple más vital puede ser estudiado por pastores y por laicos ya que todos
necesitamos poder hacer esta distinción vital en nuestro uso de la palabra de Dios. Qué
esta presentación nos beneficia en cuanto luchamos para ser mejores sirvientes,
dividiendo correctamente la palabra de verdad.

ENSEÑANDO LEY Y EVANGELIO

En sus ensayos titulados, La Distinción Correcta Entre Ley Y Evangelio, el Dr. C.F.W.
Walther (1811-1887) enseñó a los seminaristas cómo dividir la palabra de la verdad. No
se preocupó demasiado de que ellos se hicieran culpables de doctrina falsa flagrante, mas
reconoció que era muy fácil para los predicadores ortodoxos caer en el error de confundir
la ley y el evangelio. Demostró claramente que los errores básicos en el Cristianismo
aparecieron cuando ciertos maestros no aplicaron correctamente estas dos doctrinas
fundamentales de la Biblia. En todos sus ensayos hace referencia al ministerio pastoral y
correctamente. Los hombres jóvenes que le escuchaban pronto entrarían en el ministerio.

Los mismos principios aplican a los llamados al ministerio de la enseñanza. Aquellos a


quienes el Señor ha confiado el bienestar espiritual de los niños siempre necesitan
recordar la advertencia de Jesús: "Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos
pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgare al cuello una piedra de molino
de asno y que se le hundiese en lo profundo del mar" (Mateo 18:6). ¡Qué tragedia
162

cuando desvían a los niños de Cristo y los hagan caer en pecado! Con qué facilidad caen
en la incredulidad si el maestro no entiende o enseña correctamente la ley y el evangelio.

Este ensayo se ha escrito pensando en el maestro Cristiano. Expone los principios


bíblicos y da ejemplos prácticas de maneras correctas e incorrectas de aplicar la ley y el
evangelio. Qué esta presentación sirva para prepararles para su alto llamado de enseñar
la palabra de Dios a los corderos de Cristo.

La Diferencia Entre La Ley y el Evangelio

Expresiones que e escuchan tanto de jóvenes como de ancianos revelan una falta de
entendimiento sobre las dos verdades principales de las Escrituras, sean, la ley y el
evangelio. Por ejemplo:

-- Pastor: ¿Qué es la sección más importante del Catecismo?

-- Laico: Los Diez Mandamientos.

-- Maestra de la Escuela Dominical: ¿Cómo llegamos al cielo?

-- Estudiante: Ser buenos y hacer el bien.

¿Respuestas imposibles? Use estas preguntas en su clave y comprobará que sus


estudiantes carecen de un entendimiento fundamental de la ley y el evangelio. Tal vez
ellos no prestaban atención, o puede ser que Ud. no dividió correctamente la palabra de
verdad, haciendo una cuidadosa distinción entre la ley y el evangelio. Si este último es el
caso, su enseñanza no logrará los propósitos de Dios. Los niños se confundirán o pero,
caerán en la incredulidad.

Si su ministerio va a lograr los propósitos de Dios, tiene que saber distinguir entre las dos
doctrinas más importantes de la Biblia, la ley y el evangelio, y saber enseñar y aplicarlas
correctamente. Primero que todo, consideraremos sus diferencias básicas.

SU REVELACION

La palabra de Dios ya estaba presente al mismo principio del tiempo y evidente aún en el
primer día de la creación. Dios todopoderoso creó el cielo y la tierra en seis días con Su
palabra. Y la primera palabra que habló al hombre fue: "De todo árbol del huerto podrás
comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él
comieres, ciertamente morirás: (Génesis 2:16,17). ¿No es extraño que Dios, al darle al
hombre este mandato, no le diera también los diez mandamientos? Ciertamente era vital
que el hombre amara a Dios con todo su corazón, que no tuviera otros dioses, que no
hiciera daño ni matara a otra persona, que esposo y esposa fueron mutuamente fieles, que
las personas no mintieran ni hurtaran ni codiciaran. Entonces, ¿por qué Dios no les
enseñó a nuestros padres estos mandamientos tan pronto que los había creado? No tuvo
163

que hacerlo; había escrito Su ley en sus corazones en el mismo momento cuando les dio
la vida.

La ley todavía está escrita en el corazón del hombre. San Pablo escribe: "cuando los
gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no
tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita, dando testimonio
su conciencia, y acusándoles y defendiéndoles sus razonamientos:" (Romanos 2:14,15).
Aun las personas que no tienen la Biblia ni los Diez Mandamientos tienen un
conocimiento interior del bien y del mal porque tienen la ley escrita en sus corazones.
Pero a causa del pecado el hombre ya no conoce perfectamente la voluntad de Dios. El
pecado que mora en su corazón y en su mente le confunde y ya no es suficiente para el
hombre tener esa ley escrita en su corazón. Por lo tanto, Dios en el Monte Sinaí dio del
Diez Mandamientos a Moisés, escritos en dos tablas de piedra, (Éxodo 20). La ley "fue
añadida a causa de las transgresiones" (Gál. 3:19). Jesús predicó el Sermón del Monte
cuando vio que aún sus propios discípulos tenían dificultad en distinguir entre la ley y las
tradiciones de los hombres y no tuvieron un entendimiento espiritual adecuado de los
mandamientos de Dios (Mateo 5-7).

Los Diez Mandamientos son una resumen de la Ley y Dios sigue explicándolos a los
largo de las Escrituras. Miremos algunos ejemplos. El Primer Mandamiento: "Si
aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellos" (Salmo 62:10). El Segundo
Mandamiento: Jesús dijo a sus discípulos, "De cierto os digo, que todo cuanto pidiereis
al Padre en mi nombre, os lo dará" (Juan 16:23). El Quinto Mandamiento: "Todo aquel
que aborrece a su hermano es homicida" (1 Juan 3:15). El Sexto Mandamiento:
"Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón"
(Mateo 5:28). La ley escrita en nuestros corazones ha sido nublada por el pecado y por lo
tanto Dios revela su santa voluntad en las Escrituras.

La ley está escrita en el corazón del hombre y en la Biblia, pero el evangelio se encuentra
únicamente en las Escrituras. El hombre no conoció a Dios como un Dios de amor
después de la caída y lleno de temor se escondió de El tratando de excusar su pecado
porque no conoció a Dios como un Dios de misericordia y de perdón. Adán no percibió
el amor y el perdón de Dios hasta que Dios le prometió un Salvador que vencería a
Satanás y le salvaría a él (Gén. 3:15). Estas buenas nuevas de salvación tuvieron que ser
habladas a cada generación subsiguiente ya que por naturaleza el hombre no conoce el
mensaje del evangelio: "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó; ni han subido en el corazón
del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman" (1 Cor. 2:9). ¿Qué ha
preparado Dios para todos los pecadores? La salvación. Jesucristo, el Hijo de Dios, vino
al mundo, vivió una vida perfecta y depositó el pago total por todos los pecados. El
hombre puede escudriñar su propio corazón, acumular todo el conocimiento que el
mundo le ofrece y no encontrar la respuesta a la pregunta "¿Cómo seré salvo?"
Solamente el evangelio da esa respuesta.

Al principio el mensaje del evangelio fue comunicado verbalmente: Dios lo habló a


Adán y Adán se lo comunicó a sus hijos. Dios repitió la promesa de un Salvador a
Abraham, a Isaac, a Jacob y a los hijos de Israel.
164

Dios transmitió a Su pueblo, por medio de Moisés, no solamente su ley sino también sus
promesas del evangelio. El Espíritu Santo inspiró a Moisés a escribir los primeros cinco
libros de la Biblia los cuales contienen las primeras promesas Mesiánicas. Luego, cada
uno de los profetas aclaró la imagen del Salvador venidero hasta que llegó el Cristo.
Dios usó a los ángeles para hablar el evangelio a Zacarías, a María, a José, a los pastores
en el campo, proclamando el nacimiento de Jesús. Dios cumplió su promesa de salvar a
todos por medio de la vida, el sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesús. Jesús
resumió el evangelio cuando dijo, "De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna"
(Juan 3:16). El evangelio no ha sido escrito en nuestros corazones, pero su mensaje llega
a nosotros una y otra vez a través de las páginas de las sagradas Escrituras.

SU MENSAJE

La ley y el evangelio son similares en que ambos se encuentran en las Escrituras, pero
son muy diferentes en cuanto al mensaje que proclaman. La ley nos dice qué debemos
hacer y el evangelio nos dice que ha hecho Dios y lo que todavía hace por nosotros.

Los Diez Mandamientos son exigencias y prohibiciones como vemos en las explicaciones
de Lutero en el Catecismo Menor. Es prohibido menospreciar a nuestros padres y
superiores; Dios nos manda a honrarlos y obedecerles. Nos advierta contra hacer
cualquier daño al prójimo en su cuerpo y nos manda a ayudarle en toda necesidad
corporal. Nos prohíbe hurtar y nos manda a ayudar al prójimo a preservar y mejorar sus
posesiones. Dios dice que no debemos mentir; exige que hablemos la verdad. De esta
manera la ley hace sus exigencias diciéndonos qué prohíbe Dios y qué nos manda a hacer.

El evangelio enfoca nuestra atención totalmente sobre Dios y lo que El ha hecho por
nosotros. Declara su amor por todo el mundo, un amor que demostró al enviar a Su Hijo
a la cruz para redimir a todos los hombres. Ha prometido que todo aquel que cree en El
será salvo y ahora envía su Espíritu Santo a nuestros corazones para que creamos en El.

¿Qué entonces es el mensaje del evangelio? Revela la bondad y la misericordia de Dios,


el amor y el perdón de Dios, el regalo de Dios de la vida y la salvación. La Biblia llama
al evangelio "el poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree" (Rom. 1:16).

Tanto la ley como el evangelio enseñan una justicia que es aceptable a Dios. Cuando
Dios dio su ley dijo, "Santos seréis, porque santo soy yo Jehová, vuestro Dios" (Lev.
19:2), No dijo, "Guarde mis mandamientos lo mejor que puedan y seré satisfecho con
eso". En su ley Dios exige la perfección y aquellos que procuran salvarse por medio de
la ley deben guardar la ley de Dios perfectamente: cada pensamiento, palabra y obra
deben ser perfectos.

¿Cómo se puede alcanzar tal perfección? Las Escrituras revelan que la salvación por
medio de la ley es imposible. "Todos los que dependen de la ley están bajo maldición,
pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciera en todas las cosas escritas en
el libro de la ley para hacerlas" (Gál. 3:10). La Biblia describe nuestra propia justicia
165

como nada más que trapos de inmundicia. Dios nos dirige, por lo tanto, a la justicia
perfecta - a la justicia de Cristo. "El fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que
cree" (Rom. 10:4). Cristo, el único justo, guardó la ley de Dios perfectamente por
nosotros y sufrió y murió para pagar por nuestros pecados. No somos obligados a
guardar la ley para tener la salvación. Al contrario, Dios nos invita a creer en Jesucristo
como nuestro Salvador del pecado. La fe en El nos da la paz con Dios y este mensaje
glorioso se llama el evangelio.

SU PROPÓSITO

El propósito de la ley es totalmente diferente del propósito del evangelio. La ley pone en
evidencia nuestro pecado; el evangelio revela al Salvador. La ley pronuncia el juicio de
Dios; el evangelio declara el amor de Dios.

Aunque la ley es una guía para la vida santa y un freno contra el pecado, en particular nos
hace caer en cuenta de nuestros pecados. Este propósito debe ser evidente en nuestras
enseñanzas. Aunque la ley servirá como una guía para los niños en su cotidiano vivir
Cristiano, debe por encima de todo darles un conocimiento de sus propios pecados
personales ya que "por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (Rom. 3:20).
Cuando un individuo llega a la realización de que ha pecado contra su Dios y que no hay
nada que pueda hacer para corregirlo, sólo entonces estará dispuesto a recibir el mensaje
consolador del evangelio. Cuando Jesús se encontró con la mujer Samaritana en el pozo
de Jacob (Juan 4) sensibilizó su conciencia al descubrir su vida adultera. De este modo
preparó su corazón para las noticias consoladoras del evangelio, asegurándola que era el
Cristo prometido.

Dios muestra su amor por el pecador en el evangelio, y en la ley muestra su ira contra el
pecador. Nuestros hijos necesitan aprender que Dios "amenaza castigar a todos los que
transgresen sus mandamientos" y que por lo tanto deben temer su ira, y así sus corazones
se llenarán con gozo al escuchar la historia del amor eterno de Dios.

SU EFECTO

Por último, los efectos de la ley y del evangelio son totalmente diferentes. La ley
produce tristeza mientras el evangelio produce gozo. La ley hace que el hombre tenga
miedo de Dios, el Juez implacable, y el evangelio produce en el pecador un amor y
confianza en su Señor.

Algunos piensan que si enseñamos los mandamientos de Dios a los niños, ellos serán
buenos Cristianos. Los Fariseos conocieron la ley de Dios y se esforzaron para guardarla
creyendo que así serían justos a los ojos de Dios. Eran tan celosos que añadieron cientos
de reglas y tradiciones de su propia invención. Mas todos sus esfuerzos para guardar la
ley no produjo ni creyentes en Dios ni seguidores de Cristo y Jesús mismo los llamó
hipócritas y pronunció el juicio de Dios sobre ellos.
166

Podemos enseñar la ley a los niños pero ese conocimiento no hará que ellos amen a su
Señor ni los impulsará a llevar una vida que agrada a Dios. ¿Por qué no? El apóstol
escribe: "La letra mata mas el espíritu vivifica" (2 Cor. 3:6). La letra es la ley; el espíritu
viene a través del evangelio. La ley no da la verdadera vida espiritual y lo que es mas, la
destruye. El Espíritu Santo crea la fe en el corazón del pecador únicamente por medio
del evangelio. En el bautismo el evangelio enciende la primera chispa de la fe en el
corazón del niño, y cuando enseñamos ese evangelio, ella alimenta y fortalece la fe de
nuestros niños.

¡Cuán importante es reconocer esas diferentes doctrinas de ley y evangelio en cuanto


preparamos nuestras lecciones! Tanto la ley como el evangelio son la palabra de Dios;
cada uno tiene su lugar y propósito particular en el plan de Dios para con nosotros y para
con los niños que enseñamos.

LA IMPORTANCIA DE DISTINGUIR

ENTRE LA LEY Y EL EVANGELIO

Hay una granja que se jacta de ser: La granja más grande de champiñones en todo el
mundo. Puesto que hay unos 38.000 especias de champiñones y viendo que muchos de
ellos son venenosos, solamente un hombre capaz de distinguir entre las diferentes
especias podría producir una cantidad tan grande. Si no fuera capaz de distinguir entre
los comestibles y los venenosos, su negocio hubiera fracasado hace mucho.

Cuando un maestro no es capaz de distinguir entre la ley y el evangelio, no podrá dar el


alimento espiritual adecuado a sus estudiantes. Lo que es peor, sus estudiantes se
llenarán con el veneno fatal del error. En esta sección queremos demostrar que es vital
hacer una distinción entre las dos doctrinas más básicas de la Biblia - la ley y el
evangelio.

LLAMADOS A ENSEÑAR LA PALABRA

Ud. fue llamado por el Señor para enseñar a sus estudiantes a "guardar todas las cosas
que os he mandado" (Mat. 28:20). Cada verdad básica que El ha revelado en Su palabra
necesita ser enseñada. Un estudio cuidadoso del currículo y de las historias bíblicas
escogidas revelará que se enseña cada doctrina fundamental de la Biblia.

Pero se espera aún mas de nosotros como vemos en las palabras del apóstol Pablo:
"Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel" (1 Cor.
4:2). Almas preciosas nos han sido confiadas y con toda fidelidad hemos de enseñarles la
Palabra de Dios - no más, no menos. El Señor nos dice: "Aquel a quien fuere mi
palabra, cuente mi palabra verdadera" (Jer. 23:28). Dios quiere que hablemos Su verdad.
167

En un curso para maestros de la Escuela Dominical, se les pidió a los maestros que
enseñaran la historia de María y Marta de tal manera que la explicación omitiera el
verdadero significado de la lección. Al contar la historia omitieron el reproche de la ley,
"Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas" (Lucas 10:41) y explicaron
como las dos hermanas servían al Señor. El objetivo de la lección fue mostrar un hogar
feliz en el cual Jesús era un huésped. No se mencionó "la única cosa necesaria", sea el
evangelio de la salvación.

Tal vez no somos tentados a cambiar una historia tan drásticamente, pero podemos caer
en unos errores serios al no saber aplicar una lección. Cuando confundimos la ley con el
evangelio no podremos aplicar el punto de la historia correctamente. Mas cuando
manejamos correctamente la palabra de la verdad y consideramos todo el consejo de
Dios, sabremos dar una aplicación correcta. Por ejemplo, la historia del Hombre Rico y
Pobre Lázaro enseña que solamente los creyentes en Jesús se salvan (Lucas 16). Esta
verdad es apoyada en las Escrituras y prepara el camino para una aplicación significativa.
Con esa verdad el maestro evitará dar la impresión que el hombre rico fue al infierno
porque rehusó ayudar al pobre Lázaro. El hombre rico no tuvo caridad con el mendigo
porque no tuvo fe, y fue esa incredulidad que lo condenó aun como la incredulidad
condena a todos los que rechazan a Cristo.

CONVIRTIENDO LA LEY EN UN "EVANGELIO"

Por lo general, una aplicación incorrecta está basada en un malentendido de alguna


verdad bíblica. Algunos piensan que la Biblia es un libro de leyes y arguyen que el
Sermón del Monte y 1 Corintios 13 son las enseñanzas básicas de la Biblia. Su doctrina
enfatiza el amor que el hombre debe mostrar al prójimo. Jesús explicó el verdadero
significado espiritual de la ley a Sus discípulos en el Sermón del Monte y Pablo exalta el
verdadero amor Cristiano en sus epístolas; mas un estudio cuidadoso de sus enseñanzas
revelará que su enseñanza principal es el evangelio. Aquellos que constantemente
centran sus enseñanzas en el amor que el hombre debe tener para Dios y para el prójimo
en efecto convierten la ley en otro "evangelio". No distinguen correctamente entre ley y
evangelio.

En su enseñanza hablará sobre el amor de Dios en Cristo y el amor que los niños deben
tener para con su Creador y Redentor, pero la buenas nuevas del evangelio deben ser la
característica predominante de su enseñanza así como es la doctrina fundamental de la
Biblia.

CONVIRTIENDO EL EVANGELIO EN UNA NUEVA LEY

También es posible enseñar la ley y el evangelio incorrectamente cuando damos la


impresión a los niños de que el evangelio es algo exigido de nosotros y por lo tanto es
algo que debe ser obedecido. Es cierto que la Biblia habla de la "ley de la fe" y el
Apóstol Pedro menciona a "aquellos que no obedecen al evangelio de Dios" (1 Pedro
4:17). Pero, obedecer al evangelio no es lo mismo que obedecer las exigencias de la ley.
168

Obedecer el evangelio es, simplemente, creerlo como San Pablo dice claramente en su
carta a los Romanos: “Mas no todos obedecieron al evangelio" (Rom. 10:16).

Para que no convirtamos el evangelio en otra exigencia de la ley para nuestros niños,
debemos hacer lo mismo que el evangelio hace: animarlos a confiar en Cristo para el
perdón completo de sus pecados. Si podemos recordar que el evangelio es el anuncio de
las buenas nuevas al hombre pecaminoso, no caeremos en la tentación de convertir el
evangelio en otra ley.

LA SALVACIÓN DE ALMAS PRECIOSAS

Lo que enseñamos a los niños determinará donde pasarán toda la eternidad. Es nuestro
deber nutrir sus almas correctamente al enseñarles la palabra de Dios para que los niños
que la oigan, creen en él y sean salvos. No debemos hacer ni decir algo que causaría a
alguno de estos niños a caer en pecado o llegar a ser incrédulo. Como maestros podemos
ofenderlos, ser tropiezo para ellos y causarles a caer en pecado. Lo hacemos por medio
del mal ejemplo, por medio de una actitud condescendiente o por descuido de lo que les
enseñamos.

Los niños llegan a nosotros creyendo que les vamos a enseñar la palabra de Dios. Son
muy impresionables y dispuestos a creer todo lo que les decimos. Por el bien de sus
almas, tengamos cuidado de siempre enseñarles correctamente la ley y el evangelio.

UN CAMINO

El hombre del mundo filosofa que hay muchos caminos que conducen al cielo, afirmando
que cada religión simplemente muestra otra posibilidad de cómo alcanzar el gozo eterno.
Dejados a nuestros propios caminos y sin el Espíritu Santo y la palabra de Dios, nosotros
hubiéramos llegado a la misma conclusión. Habríamos buscado la salvación por medio
de la ley. Pero Cristo proclama otro camino, el único camino, "Yo soy el camino y la
verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí" (Juan 14:6). Todos los que conocen a
Jesús como su Salvador ya están en camino al cielo. El hizo más que mostrar el camino;
proveyó el camino por medio de su obra redentora en la cruz. ¡Jesucristo es el camino!

Pedro anunció esta verdad al Sanedrín. Después de sanar al hombre cojo en el templo y
predicar a Cristo y su resurrección, él y Juan fueron echados a la cárcel. Les preguntaron
cómo fueron capaces de hacer tal milagro. Pedro anunció que fue el Jesús crucificado y
resucitado que había sanado al hombre y luego añadió, "y en ningún otro hay salvación;
porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos"
(Hechos 4:12). Nuestros hijos también necesitan saber que Jesucristo es el camino a la
salvación.

Los astronautas no habrían aterrizado en la luna si habrían hecho el más mínimo error en
sus cálculos. Siquiera insinuar al niño que puede de alguna manera contribuir algo o
hacer algo para obtener la salvación le desviará del único camino a la vida eterna -
Jesucristo, su Salvador. El evangelio, no la ley, muestra el único camino al cielo.
169

UNA FE

Se ha dicho que el hombre debe tener fe en sí mismo y otros afirman que el hombre es
capaz de cualquier cosa que intenta con todo su fuerza; puede resolver cualquier
problema. Este tipo de razonamiento destruye la confianza en el Todopoderoso porque
Dios dice, "Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne en su brazo, y su
corazón se aparta de Jehová" (Jer. 17:5). Los niños confían que sus padres les
alimentarán, les protegerán y les ayudarán en momentos de necesidad. También
necesitan saber que su Padre celestial les proteja en todo momento, proveyendo por ellos
por medio de sus representantes en el mundo y haciendo que todo obre para su bien.

¿Cómo pueden los niños aprender a confiar en el Señor? ¿Por medio de la ley o por
medio del evangelio? La ley jamás producirá la fe. Enseñar la ley incorrectamente
solamente producirá Fariseos de primera clase. Cuando escribió el apóstol Pablo, "la fe
es por el oír y el oír por la palabra de Dios" (Rom. 10:17) estaba hablando de la palabra
del evangelio. Solamente el evangelio es "poder de Dios para la salvación a todo aquel
que cree" (Rom. 1:16). Solamente el evangelio puede nutrir la fe en los corazones de los
niños Cristianos.

UNA PALABRA

Muchos currículos religiosos han abandonado las Escrituras totalmente, y en cambio


utilizan la experiencia humana para enseñar las lecciones de la vida a los niños. cuentos
humanos son enseñados con la idea de que con éstas los niños aprenderán verdades
espirituales. Aunque en ocasiones podemos recurrir a tales métodos para ilustrar un
punto, el fundamento de todo lo que enseñamos ha de ser la palabra de Dios, y
particularmente las historias bíblicas. Al escoger cuidadosamente historias bíblicas con
una énfasis en el evangelio, se siembra firmemente la fe en los corazones tiernos. Puesto
que Timoteo había aprendido las Escrituras de su madre y de su abuela, el apóstol Pablo
pudo escribirle: "desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden
hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús" (2 Tim. 3:15). Note que
Pablo no dijo que Timoteo llegó a ser sabio por medio de cuentos ficticiosos y
experiencias humanas, sino que por medio del evangelio fue traído a la fe y guardado en
ella.

Pablo recordó a los Cristianos en Corinto que les había predicado, "no con palabras
enseñadas por sabiduría humana sino con las que enseña el Espíritu" (1 Cor. 2:13). De la
misma manera, cuando enseñamos a los niños debemos concentrarnos en transmitirles
sabiduría divina y no experiencias humanas - únicamente la palabra de Dios. Con una
distinción adecuada entre ley y evangelio conocerán las buenas nuevas y comprenderán la
voluntad eterna y salvadora de Dios.

LA GRACIA Y LAS BUENAS OBRAS EN SU ORDEN CORRECTA


170

Al menos que el maestro conozca las doctrinas fundamentales de la Biblia, llegará a


conclusiones equivocadas. Tomamos la siguiente historia bíblica para mostrar nuestro
punto:

Un publicano llamado Zaqueo vio a Jesús entrar en Jericó. Para poder mirarlo mejor,
subió a un árbol. Cuando Jesús llegó a este árbol, vio a Zaqueo, y le dijo que tenía que ir
con él a su casa. Zaqueo se alegró tener a Jesús en su casa. En el transcurso de la visita
Zaqueo dijo que pensaba dar la mitad de todo lo que poseía a los pobres - una cantidad
considerable - y si había defraudado a alguien la cobrarle más impuestos de lo debido, les
iba a devolverles cuatro veces más de lo que les había cobrado. En seguida jesús le
aseguró, "Hoy ha venido la salvación a esta casa" (Lucas 19:9).

¿Perdonó Jesús a Zaqueo porque estaba dispuesto a hacer estas obras grandes y nobles?
¿Recibimos el amor y el perdón de Dios en cambio por nuestras buenas obras? ¿Dónde
entra la gracia de Dios? ¿Qué viene primero la gracia o la buena obra?

LA NECESIDAD DE LA GRACIA

Nacidos de padres pecaminosos, somos corrompidos con el pecado y diariamente


volamos los mandamientos de Dios. Según la Biblia, "No hay justo ni aún uno" (Rom.
3:10) y "no hay diferencia por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de
Dios" (Rom. 3:22,23). Puesto que por naturaleza estamos muertos en pecados (Ef. 2:1),
no hay nada que podemos hacer para cambiar esa posición. No somos capaces de pagar
la multa por nuestras transgresiones. No importa cuanto nos esforzamos en guardar la ley
de Dios, no importa cuán puro parezcan ser nuestras vidas, no hay nada que pudimos ni
podemos hacer para salvarnos. Pablo lo dijo muy claramente, "por las obras de la ley
ningún ser humano será justificado" (Rom. 3:20).

Luego, Pablo revela la solución de Dios, "somos justificados gratuitamente por su gracia,
mediante la redención que es en Cristo Jesús" (Rom. 3:4). La gracia de Dios incluye su
amor, su misericordia y su perdón. Podemos comprender las maravillas de la gracia de
Dios únicamente al reconocer nuestra verdadera naturaleza y al conocer el amor que Dios
tiene para con nosotros.

El amor de Dios es la definición más simple de la gracia. (Los maestros de los niños más
pequeños deben usar la palabra "amor" en vez de "gracia"). Es muy natural que un hijo
ame a un padre que provee por todas sus necesidades: tal padre merece ese amor. Pero el
amor de Dios no es lo mismo que el amor que un ser humano tiene para otra persona. No
hemos hecho nada para merecer el amor que Dios derrama sobre nosotros, y a causa de
nuestros pecados no merecemos nada más sino la ira y el castigo de Dios en este mundo y
después por toda la eternidad. No obstante, Dios mostró su amor cuando envió a Su Hijo
para sufrir el castigo de todo el género humano. ¡Qué gran amor tiene Dios para con la
humanidad rebelde! La gracia es, entonces, el amor de Dios para con ellos que no lo
merecen. Un predicador lo dijo de esta manera: La gracia no solamente significa que
Dios nos da algo gratuitamente; también quiere decir que nos ha dado todo lo opuesto a
lo que merecemos.
171

LA GRACIA EN CRISTO

La gracia de Dios está íntimamente relacionada con Cristo y su obra redentora. Jesús no
dijo que Dios simplemente "Amó al mundo", sino que además agregó que "dio a su hijo
unigénito" (Juan 3:16). Notamos que Pablo dijo: "somos justificados gratuitamente por
su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús" (Rom. 3:24). La imagen que el
hombre tiene de Dios como un viejito senil que ama a todos y que no hace daño a nadie
es una delusión sentimental que ignora la justicia divina de Dios. Dios exige que cada
pecado sea pagado y no puede ignorar ni siquiera uno de ellos. Su Hijo satisfizo la
justicia de Dios al cargar los pecados de todos los hombres cuando sufrió y murió en la
cruz. Podemos encontrar el significado pleno de la gracia de Dios en el Calvario.

SOLA SALVA LA GRACIA

Si la gracia va a seguir siendo la gracia, o sea, el amor de Dios para el pecador que no lo
merece, entonces debemos saber y creer que no hubo nada y no hay nada en nosotros que
lo impulsó a amarnos. Y sin embargo, somos tentados a pensar todo lo contrario.
Cuando nos comparamos con los demás, especialmente con los incrédulos, nos
imaginamos poseer un carácter superior. Podemos decepcionarnos pensando que por lo
que hacemos o pensamos nos encontramos entre los salvados. Pero el punto de vista que
Dios tiene de nosotros y de toda la humanidad es diferente. El ve a todos los hombres en
el mismo aprieto - totalmente corrompidos por el pecado. No hay nada en nosotros que
impulsa a Dios a amarnos, perdonarnos, salvarnos.

Dios planeó, por lo tanto, una manera de salvar a todos los pecadores: envió a su hijo
unigénito al mundo para cancelar la deuda de los pecados y para reconciliar a los
pecadores con Dios (ver 2 Cor. 5:19-21). Dios da la promesa, "todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). Ninguna parte del plan de salvación de
Dios depende de la obra del hombre. Se llama a la fe el don de Dios: "Por gracia sois
salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para
que nadie se gloríe" (Efesios 2:8,9). Ese "don de Dios" es la salvación, y la gracia y la fe
son partes vitales del plan salvador de Dios. No importa si decimos que somos salvos por
la gracia sola o por la fe sola ya que tanto la fe como la salvación son dones de la gracia
de Dios.

LA GRACIA UNIVERSAL

¿Dios realmente ofrece su gracia y salvación a todos los hombres? Existen dos extremos
en el pensamiento religioso que tratan de responder esta pregunta. Uno supone que Dios
no redimió a los que no creen en El mientras el otro considera que el amor de Dios no le
permitirá condenar a nadie.

Las Escrituras dicen claramente que la voluntad de Dios es salvar a todos los hombres;
Dios nuestro Salvador "quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al
conocimiento de la verdad" (1 Tim. 2:4), y el Señor no quiere "que ninguno perezca, sino
que todos procedan al arrepentimiento" (2 Ped. 3:9).
172

Las Escrituras también enseñan que Jesús no sufrió y murió solamente por aquellos que
creerían en El y serían salvos, sino que pagó por los pecados de todo el mundo: "Si
alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es
la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por
los de todo el mundo" (1 Juan 2:12).

No tenemos ninguna razón para dudar el amor de nuestro Dios. El envió a Jesús, su Hijo,
para morir por los pecados de todos los hombres. El que muchas personas rechazan a
Cristo y su salvación no disminuye el amor de Dios para con todos los hombres. Su
gracia es universal.

LAS BUENAS OBRAS

Puesto que somos salvos por la gracia sola y no por obediencia a la ley ¿qué papel juegan
las obras en la vida del Cristiano? ¿No recibió Zaqueo la seguridad de la salvación
después de que prometió compartir sus riquezas? De ninguna manera. La Biblia no
registra las palabras de Jesús a Zaqueo en esa visita, pero sí sabemos que Zaqueo llegó a
tener fe por medio de la visita de Jesús. Fue la confianza en Cristo como Salvador lo que
impulsó las buenas obras de Zaqueo.

Jesús explica lo que pasa en la vida de una persona después de que el Espíritu Santo le da
la fe: "Yo soy la vida, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15:5). Jesús
compara a sus discípulos con un vid. El es el vid. Los pámpanos que están conectados al
vid pueden producir fruto. Los que permanecen juntos a Jesús pueden producir los frutos
de la fe que son las buenas obras del Cristiano. Jesús también dijo que los que no
creyeron en él no fueron capaces de producir buenas obras agradables a Dios.
"Separados de mí, nada podéis hacer". Al escribir a los hebreos el apóstol dice, "sin fe es
imposible agradar a Dios" (Hebreos 11:6).

La fe hizo la diferencia en las ofrendas de Caín y Abel. Los dos adoraron al Señor con
sus ofrendas, pero la Biblia nos dice que Dios miró con favor la ofrenda de Abel mas no
la de Caín. ¿Por qué no? El apóstol responde: "Por la fe Abel ofreció a Dios más
excelente sacrificio que Caín" (Heb. 11:4). Abel confió en la promesa de un Salvador y
su fe produjo un sacrificio agradable a Dios.

LA NECESIDAD DE LAS BUENAS OBRAS

Viendo que somos salvos por la gracia sola y por la fe en Cristo, ¿son necesarias las
buenas obras en la vida del Cristiano? Sí y no. No son necesarias para la salvación.
Jesús cumplió todos los requisitos de la ley y cada pecado que se comete fue castigado en
el cuerpo de Cristo. Cuando Cristo gritó en triunfo, "Consumado es", nos aseguró que
había terminado personalmente con la obra de la salvación. Dios puso su sello de
aprobación en la obra redentora de Su Hijo cuando lo levantó de entre los muertos (Rom.
4:25).
173

Aunque las obras no son necesarias para la salvación, no debemos enseñar a los niños que
las buenas obras son opcionales para la vida Cristiana. Tal enseñanza puede llevarles a
creer que pueden abandonar la palabra de Dios, desobedecer a sus padres, mentir, robar y
hacer daño a los demás sin perder la salvación. Eso sería un terrible abuso de la gracia de
Dios y produciría personas más malvadas de lo que fueron antes de su conversión.

Aunque la Biblia dice que somos salvos por medio de la fe, sin las buenas obras, también
enseña que: "la fe, si no tiene obras, es muerte en sí misma" (Sant. 2:17). Las buenas
obras son una expresión de la fe del Cristiano. Zaqueo dio la mitad de sus riquezas a los
pobres; María ungió la cabeza y los pies de Jesús; la viuda ofrendó su denario. Esas
obras nos les salvaron, porque ya fueron salvos antes de hacer sus buenas obras. Sus
acciones simplemente eran expresiones de su fe. De esta manera las buenas obras son
expresiones de gratitud por la gracia del Señor y aparecen después de la fe en Cristo: no
son posibles sin la fe.

CONFUNDIENDO LAS OBRAS CON LA GRACIA

Aunque el testimonio de las Escrituras es claro, las obras y la gracia siguen siendo un
tema de error en muchas iglesias. Por ejemplo, los que hablan de Cristo como nada más
que un gran maestro dirigen a los hombres a sus propias obras buenas. Enseñan que el
hombre debe hacer el bien y ser bueno si va a tener paz con Dios. Pero esta es la religión
de los Fariseos; no es la religión del Cristo ni del Cristianismo.

La auto-justicia puede entrar sin ser sentido en nuestra enseñanza. Por ejemplo al decir,
"Si eres bueno, Dios te amará" es en realidad enseñar la salvación por medio de sus
propios esfuerzos. Tal declaración falsa simplemente confirmará lo que el niño escucha
de sus padres, de sus amigos, o en el colegio público.

Recordamos la canción Navideña Titulada, "Papa Noel Viene Al Pueblo":

Tenga cuidado, no llores,

No haga pataleta,

Te diré porqué

Papa Noel viene al pueblo.

El hace una lista, lo revisa dos veces,

Va a averiguar quien ha sido bueno y quien no,

Papa Noel viene al pueblo.

Te ve cuando duermes,
174

Te ve cuando te despiertas,

Sabe si has sido bueno o no,

Así que, sean buenos.

¡Cuán fácil es para el niño transferir a su vida espiritual ese concepto de amenazas por ser
malo y premios por ser bueno! Su naturaleza pecaminosa anhela tal enseñanza. Pero tal
doctrina solamente puede conducir a la incredulidad o confirmarla donde ya está
presente.

Un niño debe aprender que Dios le amó aun antes de que fuera capaz de hacer algo
bueno. La Biblia nos enseña que "siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la
muerte de su Hijo" (Rom. 5:10). Es obvio que Dios no nos amó porque éramos tan
buenos, sino que está lleno de bondad a causa de su Hijo Jesucristo.

También podemos quitar la gracia de Dios de nuestros hijos si les decimos: "Jesús murió
por ti, pero tienes que ser bueno". ¿Qué significan tales palabras? ¿Qué Jesús pagó por
nuestros pecados pero que todavía falta algo por hacer? Jesús no pagó solamente la cuota
inicial, canceló toda la deuda cuando murió en la cruz. No queda absolutamente nada
que el pecador puede hacer para ganar su salvación.

Es verdad que Jesús llama al pecador a venir a El, a seguirle, a creer en El. Pero esto no
es un requisito de la ley, es una invitación del evangelio. Un hombre que muere de
hambre no se quejaría si le mandara a sentarse y comer, diciendo que le está exigiendo
demasiado. Aceptaría, con gratitud tal invitación. Así es la fe en Cristo porque el hijo de
Dios sabe que no ha merecido nada de Dios y acepta con gozo la salvación como un don
de Dios.

Al enseñar las buenas nuevas de la salvación, deje atrás cualquier pensamiento de la obra
y méritos del hombre. Solamente así, podrán los niños darse cuenta que son salvos
únicamente por la gracia de Dios. Entonces podremos animarlos a demostrar su amor por
Dios con muchas obras buenas. La gracia primero y luego las buenas obras es el orden
divino para una vida santa.

ENSEÑAMOS UNA SALVACIÓN INCONDICIONAL

Tanto la ley como el evangelio enseñan un camino a la salvación. La salvación por la ley
está condicionada por las acciones correctas del hombre. Cuando un intérprete de la ley
preguntó a Jesús, "Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?" Jesús tuvo que
repasar toda la ley: Ame a Dios con todo su corazón, ame a su prójimo como a ti mismo
y para concluir dijo, "Haz esto y vivirás" (Lucas 10:28). Jesús le decía, en efecto, que si
pudiera guardar todos los mandamientos tal como Dios manda, sea perfectamente, sería
salvo.
175

Jesús supo que ningún hombre jamás podría cumplir las condiciones que Dios da en Su
ley. Cada día de su vida el hombre rompe los mandamientos de Dios. Dios, por lo tanto,
viene con otro mensaje, un mensaje que no tiene ninguna condición. Es el mensaje del
evangelio, las buenas nuevas de que Jesús sufrió y murió por nuestros pecados. Aquí está
la promesa de Dios: el que cree en Jesús no se perderá mas tendrá la vida eterna.
¿Arrepentir del pecado y creer en Jesús es una condición que se debe cumplir para ser
salvo? Puesto que es tan fácil dar esta impresión a los niños queremos estudiar lo que la
Biblia dice del arrepentimiento y de la fe.

EL ARREPENTIMIENTO NO ES UNA CONDICIÓN

Antes de estudiar lo que las Escrituras dicen acerca de la fe, vamos a mirar la palabra
"arrepentimiento", término que las Escrituras usa a veces para incluir la fe. Cuando Jesús
dijo, "hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente" (Lucas
15:10) también pudo haber dicho, "hay gozo en el cielo cuando un pecador viene a la fe
en mí".

No obstante, el arrepentimiento y la fe no son sinónimos. Arrepentimiento significa una


tristeza piadosa por el pecado. Este es el arrepentimiento en su sentido estrecho. Uno
que se arrepiente de su vida pasada, reconoce que ha pecado y siente remordimiento por
los actos cometidos. David se arrepintió cuando fue confrontado con su pecado de
asesinato y adulterio. Confesó, "Pequé contra Jehová" (2 Sam. 12:13). Muchos de los
judíos se arrepintieron el día del Pentecostés cuando "se compungieron de corazón y
dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?" (Hechos
2:37).

Las Escrituras usan la palabra "arrepentimiento" en un sentido amplio para significar no


solamente la tristeza por pecados cometidos sino también la confianza del pecador en
Jesús como su Salvador todo-suficiente. Pedro usó "arrepentir" de esa manera el día de
Pentecostés cuando dijo a los que se compungieron de corazón, "Arrepiéntanse y sean
bautizados" (Hechos 2:38). En efecto estaba diciendo, "los que sienten tristeza por su
pecado de crucificar al Señor Jesús y creen el mensaje de perdón en Cristo que les he
predicado, vengan y sean bautizados en su nombre". En ese caso el arrepentimiento
significa el sentir tristeza por el pecado y creer en Cristo como el Salvador.

ARREPENTIMIENTO Y "ARREPENTIMIENTO"

La palabra arrepentimiento puede describir la tristeza tanto de Judas como del Pedro
después de que habían caído en el pecado. Por naturaleza los dos hombres eran iguales:
ambos fueron llamados a ser discípulos de Jesús y ambos aceptaron el llamamiento;
ambos escucharon la misma palabra de Dios; ambos conocieron las Escrituras del
Antiguo Testamento y personalmente habían escuchado al Hijo de Dios proclamar esa
palabra de Dios; ambos estaban con Jesús la noche anterior a su crucifixión. Jesús, por
supuesto, sabía lo que cada uno de ellos iban a hacer y les advirtió contra su pecado.
Jesús le hizo saber a Judas que estaba al tanto de la traición que estaba planeando con los
judíos. Esas palabras sirvieron como una admonición amorosa al igual que las palabras
176

de Jesús en el momento de la traición, "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del


Hombre?" (Lucas 22:48).

Cuando Jesús anunció a Sus discípulos que todos se ofendieran esa noche a causa de él,
Pedro expresó la protesta más fuerte de todos. Entonces Jesús le advirtió a Pedro que esa
misma noche le negaría tres veces. Pedro simplemente no pudo creerlo. No prestaron
atención a la advertencia de Jesús. Los dos cayeron en el pecado. Judas lo traicionó;
Pedro le negó. Judas "devolvió arrepentido las treinta piezas de plata....Yo he pecado
entregando sangre inocente" (Mateo 27:3,4). Pedro también mostró su arrepentimiento
cuando, "saliendo afuera, lloró amargamente" (Mateo 26:75).

Pero hay una gran diferencia en lo que ocurrió luego. Judas se entristeció, pero su
"Arrepentimiento" le llevó a la desesperación; no confió en el amor perdonador de Cristo.
La tristeza de Pedro le llevó a los brazos amorosos del Salvador. Los dos se arrepintieron
pero el arrepentimiento de Judas no fue una tristeza piadosa.

¿Por qué se condenó un discípulo y el otro fue salvo? ¿Es que Pedro realmente sintió
tristeza por su pecado y Judas no? ¿Pedro por naturaleza era hombre mejor que Judas?
De ninguna manera. Judas se desesperó porque en su incredulidad rechazó el perdón de
Cristo. Fue culpa suya el hecho de que Satanás reinara en su corazón. Pedro, al
contrario, por la fe aceptó el perdón de Cristo. Dios en su misericordia efectuó el cambio
que ocurrió en el corazón de Pedro.

LA SALVACIÓN NO DEPENDE DEL ARREPENTIMIENTO

Aunque Dios nos llama al arrepentimiento por medio de su ley y quiere que sentimos
tristeza por los pecados, nuestra salvación no depende de esta tristeza. Los dones de Dios
del perdón y la salvación han sido asegurados para todos los hombres sin importar lo que
hagan. Por lo tanto, Ud. debe tener cuidado de no decir a sus niños, "Si te arrepientes de
tus pecados, Dios te perdonará". El perdón de Dios en Cristo no está condicionado por su
tristeza por los pecados. Si alguien diría, "Si realmente te arrepientes de tus pecados,
Dios te perdonará" el niño podría dudar si siente la suficiente tristeza para ameritar el
perdón. Tal vez el niño sería tentado a fingir una tristeza por el pecado que ni siquiera es
tristeza. Pero si le enseñamos toda la ley de Dios, solamente eso puede producir una
tristeza verdadera.

Ni el arrepentimiento ni la fe son condiciones que Dios impone para la salvación.


Enseñar de otra forma es dejar la impresión de que el arrepentimiento y la fe son obras
que el hombre puede hacer. Y eso no es cierto.

El aspecto más importante al enseñar a los niños la palabra de Dios es fortalecer su fe.
"La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios" (Rom. 10:17). El mero enseñar de lo
que parece ser bueno jamás creará la fe. La fe en los corazones de nuestros niños será
fortalecida únicamente cuando les enseñamos la palabra de Dios.
177

Algunos debilitan la palabra de Dios al menospreciar la enseñanza de las historias


bíblicas. Otras dirán que debemos enseñar las verdades de la Biblia y no preocuparnos
por los hechos. Entonces proceden a negar que Adán y Eva vivieron, que Jesús hiciera
los milagros, que se resucitara y muchos otros hechos históricos registrados en las
Escrituras. Los hechos escritos por inspiración no pueden ser separados de las verdades
de Dios. Enseñamos a los niños los hechos de la Biblia porque la fe descansa sobre el
conocimiento de tales hechos como la creación del mundo, las promesas de un Salvador,
el nacimiento virginal de Cristo, sus milagros, su sufrimiento y muerte, su resurrección y
ascensión. Estos son los hechos que harán a nuestros niños sabios para la salvación.

LA FE ES MÁS QUE UN SIMPLE CONOCIMIENTO

Al mismo tiempo, nuestros niños no se salvarán simplemente porque han adquirido un


conocimiento de doctrinas bíblicas. Cualquier persona puede tener este conocimiento y
no tener una fe verdadera, salvadora. Una joven estaba comprometida con un incrédulo y
quiso convertirlo al Cristianismo. Se lo presentó a su pastor y muy pronto el pastor se dio
cuenta de que este hombre conoció todas las verdades esenciales del Cristianismo. El
pastor le preguntó donde había aprendido la doctrina Cristiana "En la biblioteca pública",
y luego agregó, "pero no creo nada de ello". El conocimiento bíblico no es equivalente a
tener una fe Cristiana.

Nuestra meta, por lo tanto, debe ser algo más que llenar las cabezas de nuestros niños con
una gran cantidad de información sobre la Biblia. La meta principal debe ser tocar sus
corazones con la palabra, "Porque con el corazón se cree para justicia" (Rom. 10:10).
Queremos poner ante nuestros niños las promesas de Dios de misericordia y de perdón
para que pongan su confianza en ellas.

El mundano dice, "Ver es creer". Quiere ver todo con sus propios ojos para que pueda
observar la evidencia. Dice que entonces creerá. El hombre rico sufriendo en el infierno
pensó que sus hermanos podían escapar ese mismo destino si un cadáver levantado de la
muerte fuese a convencerles. Esperaba que la evidencia sería tan abrumadora para
producir la fe en ellos. Pero a él le dijeron, "A Moisés y a los profetas tienen,
óiganlos...Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se
levantare de los muertos" (Lucas 16:29,31). La fe significa creer lo que Dios dice. Ha
hablado a nosotros y a nuestros niños a través de la palabra inspirada. Dios mismo
explica que la fe es "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve"
(Hebreos 11:1).

La Biblia no solamente define la fe sino que además demuestra lo que la fe significará en


la vida de los hijos de Dios. El Señor escogió a María para ser la madre de Su Hijo. Le
envió Su ángel a ella quien le anunció que ella sería la madre del Hijo de Dios por medio
del Espíritu Santo. Aunque lo dicho por el ángel fue contrario a la razón y la experiencia
humana, María creyó la promesa que Dios le dio. ¿Su fe agregó algo a la promesa? De
ninguna manera. Cuando ella dijo, "He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo
conforme a tu palabra" (Lucas 1:38), simplemente aceptaba la bendición que le ofrecía
Dios. Ella recibió la bendición por medio de la fe.
178

Si damos a los niños la impresión de que su fe es su obra, que creer en Cristo es una
decisión que ellos deben tomar; los niños tendrán la convicción de que hay algo que
tienen que hacer para obtener la salvación.

¿Qué es, entonces, la fe? Ha sido descrita como una mano vacía que recibe de Dios las
bendiciones de perdón y salvación. Si un hombre que muere de hambre extiende su
mano y su benefactor le regala alimento, no daríamos crédito al hombre destituido por
haber extendido su mano. Al contrario, la mano fue el instrumento por medio del cual
recibió el regalo. Y así es la fe: recibe todas las promesas que nuestro Padre nos promete
en Cristo.

La fe misma es un regalo de Dios. No podemos creer por nuestros propios esfuerzos ni


es posible dar la fe a nuestros hijos, "Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el
Espíritu Santo" (1 Cor. 12:3). La fe no es algo que la persona puede producir en su
propio corazón. No puede decidir por sí mismo que va a creer en Cristo y ser un
Cristiano. Dios llama al pecador a la fe por medio del evangelio. Ese mismo evangelio
que Ud. enseña a los niños, "es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree"
(Rom. 1:16). Enseñe a sus niños el amor de Dios en Cristo tal como está presentado en la
palabra, y la fe será creada en sus corazones.

LA FE NO ES UNA CONDICIÓN PARA LA SALVACIÓN

En la guía del maestro titulado Building Christian English (Construyendo Un Vocabulario


Cristiano) (Rod y Staff Publishers, Inc., 1968, Revised) encontramos esta declaración:
"Aunque Jesús derramó su sangre y murió para salvarnos, no podemos ser salvos al
menos que alcanzamos las condiciones" (Grade 5, p197). Estas condiciones son, "Si
creemos y Jesús y le seguimos, tenemos vida, somos sus hijos y haremos sus obras"
(Grade 5, Pupil Text, p148). Según tal enseñanza, Cristo no ha hecho todo lo necesario
para nuestra salvación; queda algo que nosotros debemos hacer; sea, cumplir ciertas
condiciones, tales como creer en él, seguirle y hacer sus obras.

Es muy fácil insertar en nuestra enseñanza declaraciones falsas como, "Si crees en
Jesucristo como tu salvador, serás salvo". ¿Qué tiene de mal tal declaración?

Primero que todo, la Biblia enseña que Dios ya ha justificado a todos los hombres, y los
declara justo por los méritos de Jesús. "Así que, como por la transgresión de uno vino la
condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos
los hombres la justificación de vida" (Rom. 5:18). Todos somos pecadores a causa del
pecado de Adán y todos hemos sido declarados justos por la obra redentora de Cristo.
Todos los hombres son pronunciados perdonados por Dios, si lo creen o no. La fe no es
una condición de esa declaración misericordiosa y divina.

Aunque el evangelio es el poder de Dos obrando en el corazón del hombre, el hombre


puede rechazarlo. Tenemos el ejemplo de Zacarías. Tanto Zacarías como su esposa
Elizabet eran, "justos delante de Dios" (Lucas 1:6); los dos eran creyentes. No obstante,
cuando el ángel le dijo a Zacarías que su esposa daría a luz un hijo que sería el precursor
179

del Cristo, Zacarías no lo creyó. Quiso tener una prueba, evidencias que le confirmarían
tal afirmación. Por su incredulidad fue dejado mudo. Zacarías debió haber sentido gozo
al escuchar la promesa de Dios de un hijo, pero su incredulidad le quitó ese gozo. ¿Su
falta de creer cambió la promesa? ¿Dios no cumpliría Su promesa debido a la
incredulidad de Zacarías? De ninguna manera. Vemos de los ejemplos de María y de
Zacarías que la palabra y promesa salvadora de Dios no está condicionada por la fe. El
hombre puede escuchar el evangelio de la salvación, juzgarlo como locura, rehusar
creerlo y ser condenado. Mas por la gracia de Dios y a través del poder del evangelio,
siempre habrán algunos que lo escuchan, lo creen y son salvos.

Puesto que el mensaje es igual, algunos llegan a la conclusión que la diferencia se


encuentra en las personas que la oyen. Algunos suponen que hay aquellos que son más
receptivos a ello, hacen un mayor esfuerzo para creerlo. Mas este no es el caso. Todos
los hombres, por naturaleza, son iguales - muertos en "delitos y pecado" (Ef. 2:1). Una
persona es tan muerta como la otra y no obstante, una responde al evangelio y la otra no.

El porqué algunos creen y otros no aunque escuchan el mismo mensaje del evangelio es
un misterio que la Biblia no resuelve. Solamente sabemos esto: Si un hombre rehúsa
creer el evangelio, es su propia culpa, no puede apuntar el dedo a Dios. "No quisisteis"
dijo Jesús del Jerusalén incrédulo. Al contrario cuando un pecador cree en el evangelio y
confía en la redención de Cristo, es a causa de la gracia de Dios y no por el esfuerzo del
hombre. "Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su
buena voluntad" (Fil. 2:13).

Como maestros Cristianos queramos enseñar a nuestros niños de tal manera que ellos
estarán seguros de su salvación. No debemos llenar sus corazones con todo tipo de dudas
haciéndoles preguntarse si se han comportado bien, si han sentido suficiente tristeza, si
han creído tan fuertemente para poder ser salvo. Debemos nutrir su fe con el evangelio
incondicional de salvación por medio de la gracia, para que ellos puedan tener la misma
confianza que el apóstol Pablo expresó en Romanos 8:38,39: "Estoy seguro de que ni la
muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios,
que es en Cristo Jesús Señor nuestro".

EL HOMBRE MIRA LO QUE ESTÁ DELANTE DE SUS OJOS

Algunos quisieran que creeríamos que la duda es buena. Dicen que la persona que duda
es la que busque fervientemente la verdad. Pero las Escrituras no apoyan tal
razonamiento. Tomás dudó, pero al hacerlo no ejemplificó cómo ser un discípulo fiel;
simplemente no creyó que Jesús se había levantado de entre los muertos.

Los maestros Cristianos deben tener cuidado de no crear dudas en los corazones tiernos
de sus niños ya que las dudas destruyen la confianza de la fe. Una descripción incorrecta
de un creyente o de un incrédulo puede turbar a nuestros niños con muchas dudas.

DESCRIPCIÓN ERRÓNEA DEL CRISTIANO


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A continuación vamos a examinar varias declaraciones que no describen correctamente al


Cristiano:

"Un Cristiano siempre está feliz". Estos sueña bien pero no puede ser apoyado con
Escrituras y ni siquiera es una descripción correcta de la vida de nuestro Señor. Jesús
estaba frente a la tumba de Lázaro cuando lloró aun cuando sabía que estaba a punto de
resucitarlo. "Una espada traspasará tu misma alma" (Lucas 2:35) profetizó Simeón a
María la madre de Jesús, cuando tomó al niño en sus brazos. María no fue siempre feliz
ni lo es cualquier hijo de Dios.

La Biblia describe la paradoja que sucede en el corazón del Cristiano cuando le


caracteriza como una que es "entristecido, mas siempre gozoso" (2 Cor. 6:10). Sentir
tristeza por la muerte de un ser querido no es pecaminoso, pero no debemos
"entristecernos como los otros que no tienen esperanza" (1 Tes. 4:13). El gozo del
Cristiano se encuentra en la gracia de nuestro Señor Jesucristo, y no obstante ese gozo
frecuentemente está opacado por las tristezas de esta vida.

"El Cristiano nunca se enoja", es otra declaración falsa. Una persona que se irrita con
mucha facilidad antes de su conversión retendrá algunas de esas mismas características
después de recibir la fe en Cristo. Ahora, sin embargo, vive en el arrepentimiento diario y
ha encontrado los medios para poder controlar su ira.

"El Cristiano siempre está ansioso perdonar". Perdonar no es tan fácil para el
Cristiano en cada caso, especialmente cuando es un pecado repetido con que le ofenden
muchas veces. Pedro indicó que él no era tan ansioso perdonar cuando preguntó, "Señor,
¿cuántas veces perdonará a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús
respondió, "No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete" (Mateo 18:21,22).
Luego dijo la parábola del siervo ingrato. El Cristiano debe perdonar tal como Dios
diariamente perdona la multitud de sus pecados. Si una persona rehúsa perdonar, está
rechazando el perdón de Dios. El Cristiano siempre perdona por los méritos de Cristo,
pero decir que un Cristiano inmediatamente está ansioso perdonar no sería la verdad.

"El Cristiano nunca siente miedo". Cierto, el Cristiano no tiene razón para temer y
confiesa con el apóstol Pablo: "Si Dios es por nosotros, ¿quien contra nosotros?" (Rom.
8:31). Pero el miedo entró en el mundo al lado del pecado. Adán y Eva no conocieron el
temor hasta que pecaron y luego, en su temor, se escondieron de Dios. El temor todavía
perturba el corazón del hijo de Dios. Las primeras palabras que el ángel habló a Zacarías,
a María, a José, a los ángeles en el campo fueron: "No temáis", y todos ellos eran hijos
de Dios. Los niños Cristianos tal vez escuchan a sus abuelos expresar el deseo de que el
Señor les lleve a sus hogares celestiales porque anhelan estar con el Señor para siempre.
Pero estos mismos Cristianos en momentos de enfermedad sienten temor de la muerte.
Ningún Cristiano tiene una confianza perfecta.

Los niños también tienen sus propios temores y debemos recordarles que su Padre
celestial les protege y les cuida. Especialmente queremos que recuerden el amor de Dios
para con ellos en Jesucristo y es esa fe en su Salvador que les ayudará a vencer el temor.
181

"Un Cristiano siempre es humilde". La humildad es una virtud Cristiana. Como


pecadores penitentes reconocemos que merecemos la condenación eterna de Dios, pero
que por la gracia recibiremos la bienaventuranza tanto temporal como eterno. Y no
obstante, cada Cristiano tendrá que admitir que el orgullo todavía habita en su corazón.
Los apóstoles demostraron tal orgullo cuando "hubo entre ellos una disputa sobre quién
sería el mayor" (Lucas 22:24). Jesús quiso que ellos se sirvieran los unos a los otros tal
como El les había servido a ellos. El les lavó los pies y les dijo: "Vosotros me llamáis
Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro he
lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros" (Juan
13:13,14). Jesús sabía que el orgullo pecaminoso siempre formaría parte de la naturaleza
pecaminosa del Cristiano.

A veces los niños descubrirán su orgullo pecaminoso. Cuando un niño recibe un


reproche, otro niño dirá, "Profesora, yo jamás hago eso". La humildad es una virtud que
Dios mismo nutre a través de la palabra y por lo tanto dejemos que los niños escuchen a
Cristo para que ellos también sean "mansos y humildes de corazón" (Mateo 11:29).

"El Cristiano siempre es ferviente en oración". Podemos dar la impresión que el


Cristiano está muy ferviente en oración. Aunque la Biblia dice, "Orad sin cesar" (1 Tes.
5:17), no todo Cristiano está intensamente ocupado con su vida de oración. Los paganos
oren a sus dioses falsos y su actuación externa muchas veces tiene más fervor que la
mayoría de los Cristianos. Puesto que los niños por naturaleza no son inclinados hacia la
oración, necesitamos enseñarles oraciones que reflejan la vida Cristiana. A medida que
crezca su fe, se darán cuenta más y más de la bondad de su Dios, y serán más fervientes
en la oración.

"El Cristiano siempre lleva su cruz con paciencia". El Señor Jesús dijo a sus
discípulos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y
sígame" (Mateo 16:24). La cruz del Cristiano es todo lo que debe sufrir según la
voluntad del Señor. Los niños también necesitan aprender a sufrir con paciencia.
Podemos dirigir su atención a Job quien aceptó las calamidades en su vida con las
palabras: "Jehová dio y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito" (Job 1:21).
Pero, al mismo tiempo los niños deben escuchar como la paciencia de Job le falló y cómo
maldijo el día de su nacimiento. Aún Job no siempre sufrió con paciencia lo que la mano
de Dios le dio. La impaciencia frecuentemente desfigura la vida del Cristiano mientras
lleve su cruz.

"Ya no es malo. Debe ser Cristiano". Las personas se impresionan cuando ven algún
cambio para el bien en la vida de otra persona imaginándose que tal persona fue
convertida. Los niños no deben tener la impresión que puesto que la persona abandona
un vicio por lo tanto es Cristiano. Es fácil llegar a tal conclusión, por ejemplo en el caso
de un alcohólico. Esta persona se da cuenta del daño que hace a su vida, de la miseria
que causa a su familia; y decide que debe abandonar este hábito pecaminoso. Mas eso no
quiere decir que es Cristiano ni siquiera que lleva una vida Cristiana. Si tal cambio
ocurre porque escuchó la llamada de Dios al arrepentimiento y ahora confía en el amor
redentor de Cristo, entonces su nueva fe se reflejará en su vida santa. La mujer
182

sorprendida en el adulterio no llegó a ser seguidora de Cristo porque había abandonado su


vida pecaminosa. Llegó a ser un Cristiano porque por medio del Espíritu Santo creyó las
palabras de Jesús: "Ni yo te condeno" (Juan 8:11). El poder de la palabra de Jesús le
conmovió para dejar su vida de pecado.

Podemos pintar imágenes tan bellas que dan a los niños la impresión de que un Cristiano
jamás cae en el pecado. Los ejemplos de las vidas de David y de Pedro nos revelan todo
lo contrario. David, el hombre de Dios, estaba culpable de adulterio y de asesinato y
vivió en la impenitencia hasta que Dios le envió el profeta Natán. Pedro negó a su Señor
tres veces a pesar de la advertencia de Cristo. Estos son ejemplos que demuestran
claramente que el Cristiano fácilmente puede caer en pecados graves, pecados en que
viven los incrédulos. Pero aunque el Cristiano puede ser culpable de tales pecados, no
seguirá en ellos sino que se arrepentirá de ellos, confiará en Cristo como su Salvador y
resolverá cambiar su vida pecaminosa con la ayuda de Dios.

UNA DESCRIPCIÓN ERRÓNEA DEL INCRÉDULO

Muchas personas comparan al Cristiano con una persona que lleva una buena vida
externamente y según tal definición cualquier ciudadano respetuoso parecería ser un
Cristiano. La Biblia, no obstante, nos dice, "El hombre mira lo que está delante de sus
ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Sam. 16:7). Los niños tienen la tentación de juzgar
por las apariencias y no debemos apoyar tales nociones falsas con una enseñanza
descuidada. La parábola del Buen Samaritano, por ejemplo, debe ser enseñando con
mucho cuidado. En base de esta parábola Jesús nos enseña a ayudar a nuestro prójimo en
cualquier necesidad. Pero no es correcta dar a los niños la impresión que cualquier
persona que muestra amor para con su prójimo es un Cristiano; aún el incrédulo es capaz
de hacer "buenas obras". Sus obras son buenas a los ojos de los hombres e inclusive
pueden servir un propósito terrenal bueno, pero a los ojos de Dios no son buenas ya que
"sin fe es imposible agradar a Dios" (Heb. 11:6). Agustino (354-430, el padre de la
iglesia en Hipo, Africa) dijo que "las virtudes de los paganos no son nada más que vicios
deslumbrantes".

LOS RESULTADOS

Consideremos por un momento qué pensamientos podrían pasar por la mente de un niño
que está enseñado que el Cristiano es uno que siempre está feliz cuando él sabe que no es
cierto; que el Cristiano es uno que jamás comete pecados terribles cuando sabe que él
mismo lo ha hecho; que un Cristiano nunca siente temor cuando él sabe que lo siente a
menudo. Un niño podría concluir de esto que no es un Cristiano porque no siempre ha
sido feliz y frecuentemente siente miedo. En vez de fortalecer su fe Cristiano por medio
de su enseñanza, Ud. la destruirá; en vez de traer consuelo a este corazón perturbado, sus
palabras solamente causarán desesperación.

La siguiente historia fue contada por el maestro de un colegio Cristiano y demuestra el


gran daño espiritual que se hace con un comentario falso pronunciado a la ligera:
183

Uno de mis alumnos de séptimo, que por lo general es amable con los
demás estudiantes, empezó a iniciar peleas durante el recreo. Después de
varias charlas con él relacionadas con su comportamiento él me dijo en un
momento de ira, "De todas formas, yo no soy Cristiano". Al hablar un
poquito más con él me dijo que en la casa su madre le había dicho,
después de que él había causado un problema, que "Los Cristianos no
hacen eso". Por lo tanto llegó a la conclusión de que no era Cristiano.
Fue la ira y la confusión que sintió debido a ese comentario que le llevó a
comportarse mal en el colegio.

Después de charlar con él, asegurándole que Cristo era su Salvador y que
todos que creen en él serán salvos, se dio cuenta de que en verdad era un
Cristiano y que su madre no dijo en serio esas palabras. Después de una
discusión en privado con su madre, ella habló con su hijo y le pidió
disculpas por su comentario. El comportamiento inadecuado se cesó de
inmediato y el niño volvió a mostrarse más amable con sus compañeros.

Este ejemplo demuestra cómo el evangelio fue eficaz en consolar y asegurar a un hijo de
Dios.

Al contrario, es algo trágico cuando un niño es enseñado a creer que es un Cristiano


porque obedece externamente la ley. Puesto que no está constantemente en líos como
algunos de sus compañeros y ya que hace lo que sus padres le piden, debe ser un niño
Cristiano. En su auto-justicia se jacta, "Dios, te doy gracias que no soy como los demás"
y es poco probable que tal niño confesara, "Dios, ten piedad de mí, pecador". Por tal
razón es muy importante describir al Cristiano como las Escrituras lo describe. Podemos
decir, "Un Cristiano es...." y luego describir el hijo de Dios como el pecador y el santo
que es. El Señor no nos habla solamente de un lado de sus fieles. Nos permite ver un
Abraham con una fe tan fuerte que está dispuesto sacrificar a su hijo según el mandato de
Dios. Pero, Dios no esconde las veces que Abraham mintió. De la misma manera
describe a Noé como un hombre que confió en el Señor cuando todo el mundo fue
apóstata. Al mismo tiempo nos deja ver a Noé tirado en el piso, desnudo y borracho.
Dios nos revela las obras que los discípulos hicieron por medio de la fe y igualmente nos
describe sus pecados y debilidades. Pero los pecados de los demás no deben ser usados
para dar a los niños un sentido falso de seguridad. En un libro para las personas que se
van a confirmar titulado, Remember Your Confirmation (Recuerdo De La Confirmación)
leemos de la "sorprendente similitud":

Pedro era un gran pecador. Martín Lutero era tan pecador como Pedro.
Albert Schweitzer fue tan pecador como Martín Lutero. Todos han
pecado. Ud. es tan pecador como sus padres. Yo soy tan pecador como
Ud. Soy tan pecador como cualquier criminal. No importa cuanto nos
hemos esforzado o nos seguimos esforzando, para Dios todos somos
grandes pecadores. ¡Qué gran alivio!
184

¿Es un alivio saber que Ud. es pecador? Reconocer que Ud. es pecador es una enseñanza
dura de la ley. Solamente el evangelio, solamente sabiendo que Jesús murió por todos los
pecados y tener fe en El como Salvador puede darnos descanso de la carga de la culpa.

¿Cómo puede el maestro Cristiano evitar dar a los niños una descripción errónea del
Cristiano? Haz la prueba. ¿Es lo que Ud. dice acerca del Cristiano aplicable a Ud.
mismo? Si lo que Ud. dice viene de la palabra de Dios entonces el niño aprenderá cómo
debe ser el Cristiano.

LOS MORALES

El educador Cristiano enseña morales y el educador no-Cristiano también los enseña.


Más y más de los educadores del mundo están utilizando las disciplinas básicas para
promover sus valores particulares. Su meta es desarrollar la virtud moral y mejorar el
comportamiento del niño.

A primera vista este puede parecer una obra noble, y en verdad puede servir un propósito
útil. El hombre, por naturaleza, tiene un conocimiento limitado de Dios. Hasta cierto
punto puede distinguir entre el bien y el mal como la biblia explica, "Porque cuando los
gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos aunque no
tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones,
dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos"
(Rom. 2:14,15). Según esto las personas que jamás han escuchado la ley de Dios siguen
sus mandatos. ¿Por qué? Porque Dios ha escrito su ley en el corazón de cada hombre.
El hombre nace consciente de que hay un dios y con un conocimiento de la ley de Dios.
Es por eso que los educadores que no conocen al Dios verdadero y su palabra pueden
enseñar valores morales que están de acuerdo con la ley de Dios.

Pero el simple enseñar morales no cambiará la naturaleza del hombre. Llevar una vida
moral tampoco salvará al hombre de las consecuencias de su pecado. A Dios no le agrada
tal vida. Lo mejor que la vida moral puede hacer es proporcionar al hombre una mejor
vida aquí en el mundo.

Nosotros como maestros Cristianos tenemos una meta diferente, más alta, con nuestra
enseñanza. Nuestra preocupación principal no es que los niños tengan una buena vida,
aunque esto también sería una bendición de Dios. El propósito de nuestra enseñanza es el
mismo de la madre y la abuela de Timoteo: "desde la niñez has sabido las Sagradas
Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo
Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
enteramente preparado para toda buena obra" (2 Tim. 3:15-17). Al enseñar a nuestros
niños la palabra inspirada de Dios, les estamos preparando para una vida de fe aquí en el
mundo y les estamos asegurando la bienaventuranza de una vida eterna en el cielo.

Puesto que la educación del mundo está enfocado en el mundo y la meta de la educación
Cristiana está enfocada en el cielo, la manera para lograr estas metas va a ser diferente.
185

Aun el mundo reconoce que los valores morales no pueden ser enseñados simplemente
sin motivar a los niños a aceptarlos. Por lo tanto, motivan a los niños en la educación
secular a hacer las obras buenas para ganar un premio. Por ejemplo, algunos educadores
modernos enseñan que los que están diligentes en sus tareas obtendrán mejores empleos y
mejores sueldos que aquellos que no estudian. También ganarán el aprecio y el respeto
de los que sirven; y tal respeto es una necesidad humana básica. Al contrario, los niños
reciben la advertencia de la miseria que experimentarán si insisten en romper las reglas
de la sociedad. Si roban, serán encarcelados; si son borrachos, destruirán tanto su salud
como a su familia. Tal enseñanza puede evitar que un niño caiga en pecados groseros,
pero jamás le llevará a Cristo.

NO MOTIVADO POR EL EVANGELIO

Si nuestra enseñanza no pasa más allá de los valores morales, entonces somos culpables
de moralizar. ¿Qué exactamente es moralizar? Aunque hay muchas maneras de
moralizar, una definición simple de la palabra es: enseñar a los niños a ser buenos y
hacer el bien sin motivarles con el evangelio. Muchos caen en este error. Una buen
ejemplo se encuentra en un curso para el Escuela Bíblica titulado "El Amor de Dios es
Jesús". Aunque el título implica que es un curso basado en el evangelio, en verdad tiene
muy poco evangelio. En el manual del maestro donde el mensaje simple del amor de
Dios debe sobresalir, no se encuentra. A los niños les enseñan que la fe es confiar, que la
fe es esperanza, que el fe es creer, pero no mencionan ni una sola palabra de Cristo y de
su obra salvadora. La justicia se define como "hacer el bien" pero a los niños no les dicen
que es imposible alcanzar la justicia por medio de sus "buenas" obras. Los niños son
exhortados a orar, resistir la tentación, llevar vidas santas, pero no son verdaderamente
motivados por el amor de Cristo para con ellos. Si hay niños no-regenerados que están
asistiendo, ellos no podrán llegar a ser niños de Dios ya que la presentación del evangelio
no está presente. Ni tampoco serán motivados correctamente porque únicamente el
evangelio puede hacer esto en el corazón.

Podemos estar tentados caer en el mismo error, especialmente cuando enseñamos los
Diez Mandamientos. Según la palabra de Dios, los niños deben aprender que Dios exige
una justicia perfecta y que cualquier y todo pecado merece la condenación. Deben saber
que Jesús es su única esperanza de la salvación. Deben tener un entendimiento correcto
de la ley y el evangelio. Debemos decirles que cada vez que rompen un mandamiento
aumentan su deuda de pecado, pero luego apresuramos a decirles que Cristo ha llevado la
carga por todos los pecados en el Calvario, que ha resucitado de la muerte para que
podamos vivir con El en el cielo. Una enseñanza vívida de la ley y del evangelio
capacitará al maestro para evitar los peligros de moralizar cuando enseña los diez
mandamientos.

ENTENDIENDO EL EVANGELIO SEGÚN LA LEY

Muchos consideran a la iglesia como una institución que debe enseñar la moralidad,
como ser buenos, y nada más. Se puede entender cómo aquellos que no son Cristianos
podrían llegar a tal conclusión. Pero, no podemos simpatizar con ellos que parecen
186

enseñar el evangelio mientras al mismo tiempo su instrucción no pasa de ser una


enseñanza del conocimiento natural de Dios y de su ley. Muchas veces ellos entienden el
evangelio según la ley. Imagen que el evangelio es el mensaje de cómo amar a Dios con
todo su corazón y como amar al prójimo como a sí mismo. Consideran el Sermón del
Monte y 1 Corintios 13 como el corazón de las Escrituras e ignoran completamente a
Juan 3:16. Quieren hacer a los hombres santos por medio de la ley. Enseñan a los niños
a abstener del pecado, los exhortan a hacer las buenas obras y les aseguran que de esa
manera serán justos. Están moralizando.

ES FÁCIL MORALIZAR

Pero nosotros también podemos ser culpables de moralizar cuando no presentamos una
historia bíblica correctamente. Por ejemplo, la historia de Caín y Abel puede ser
enseñado de tal manera que los niños piensan que uno de los hijos de Adán y Eva fue
bueno por naturaleza y el otro malo. Tanto Caín como Abel presentaron sus ofrendas,
pero una es aceptable a Dios y la otra no. Si describimos a Caín como alguien que trajo
su ofrenda porque sintió obligado a hacerlo mientras Abel lo dio voluntariamente sin dar
ninguna otra explicación, entonces los niños concluirán falsamente que Abel se hizo a sí
mismo aceptable al Señor y Caín no. Los niños recibirán una enseñanza de justicia por
obras y no por fe. La fe y las promesas del evangelio deben ser presentadas de tal manera
que los niños ven en la ofrenda de Abel un fruto de su fe en el Salvador prometido
(Hebreos 11:4) mientras la ofrenda de Caín no agradó a Dios porque la ofreció sin fe
(Hebreos 11:6).

Es fácil moralizar con la historia de Noé. Era un hombre justo que vivía en un mundo
incrédulo. ¿Por qué salvó Dios a Noé y a su familia mientras destruyó a toda la
humanidad durante el diluvio? ¿Había algo en la naturaleza de Noé que le distinguió de
los otros hombres? Si damos esa impresión a los niños, estamos confundiendo ley y
evangelio, justificación y santificación; estaríamos moralizando. Es cierto que Noe, "era
varón justo, perfecto en sus generaciones" (Gén. 9:6). Pero Noé no fue justo ante Dios
mientras todo el demás del mundo vivió en maldad porque tuvo un carácter moral muy
fuerte. Noé no se hizo a sí mismo justo con Dios y es por eso que estas pocas palabras,
"Noé halló gracia ante los ojos de Jehová" (Gén. 6:8) son tan importantes para una
presentación y entendimiento correcto de esta historia. El favor o la gracia de Dios fue lo
que hizo a Noé diferente de toda la raza humana y le ayudó a obedecer la voluntad de
Dios aun cuando Dios le mandó a construir una arca gigantesca. Es por medio de las
promesas del evangelio, no las exigencias de la ley, que los niños deben ser exhortados a
seguir tales ejemplos de los hombres de fe.

TRATANDO DE MOTIVAR CON LA LEY

Cuando un maestro malinterpreta la ley y el evangelio cae en el error de moralizar.


Puede imaginar que la ley es capaz de producir obediencia a los Diez Mandamientos de
Dios. Pero el apóstol Pablo demostró que es imposible que la ley diera verdadera vida
espiritual: "La letra mata, pero el Espíritu vivifica" (2 Cor. 3:6). La ley mata. Condena.
No puede motivar al Cristiano a cumplir las leyes de Dios. Es cierto que las amenazas y
187

las exigencias de la ley pueden producir resultados, inclusive una obediencia exterior.
Pero no puede producir obras buenas que agradan a Dios. Solamente el evangelio de
Jesucristo llena el corazón del pecador con tal gratitud que desea obedecer los
mandamientos de Dios (Salmo 119:32).

Tratar de motivar a los niños por medio de la ley convertirá la ley de Dios en una carga
amarga para ellos. Jamás aprenderán lo que significa "deleitarse en su ley". Cuando
Jesús encontró a los judíos de su época bajo el yugo y la esclavitud impuesta por los
escribas y los fariseos, les ofreció la invitación: "Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga" (Mateo 11:28-30). Cuando los
pecadores encuentran descanso para sus almas por medio del perdón de Cristo, cada
mandato que El les da es ligero.

Moralizar también puede llevar a los niños a hacer la voluntad de Dios porque creen que
por medio de tal obediencia ellos ameritan el amor y el favor de Dios. Alimentará la
auto-justicia que perdura en la carne pecaminosa del hijo de Dios. ¡Qué trágico sería para
cualquier niño que enseñemos que aparezca ante Dios sin su vestido de bodas como el
hombre de la parábola (Mateo 22)! Ese hombre representa a todos aquellos que desean
estar ante Dios en el último día vestidos de su propia justicia. Representa a todos los que
se imaginan a sí mismos como Cristianos pero que en realidad confían en su propia
justicia y no en la de Cristo.

ENSEÑANDO PECADO Y GRACIA

Nuestra enseñanza sería herejía al menos que podamos distinguir correctamente entre la
ley y el evangelio. Almas preciosas serán desviadas al menos que evitamos moralizar.
Solamente al dividir correctamente la palabra de verdad podamos criar a los niños en "la
disciplina y amonestación del Señor" (Ef. 6:4). O, por decirlo de otra manera, debemos
enseñar a los niños el pecado y la gracia - su pecado y la gracia de Dios - si queremos que
sean hijos de Dios y herederos del cielo.

Debemos, sin embargo, enseñar la ley de Dios de tal manera que los niños sienten el
impacto total de su condenación. Ellos deben aprender que por naturaleza son criaturas
perdidas y condenadas, que no han guardado los mandamientos de Dios y que "el alma
que pecare, esa morirá" (Ex. 18:20). Solamente así sus corazones pecaminosos serán
correctamente preparados para recibir el consuelo del evangelio. Cuando los niños son
enseñados que han roto todos los mandamientos de Dios repetidas veces y que no
merecen nada más que el castigo temporal y eterno de Dios, entonces se desesperarán de
tratar de ganar su salvación al intentar guardar la ley. Entonces están listos para Cristo,
quien es "el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree" (Rom. 10:4). La distinción
correcta entre la ley y el evangelio y una aplicación correcta de estas grandes verdades
bíblicas evitará que el maestro cae en el error de moralizar.
188

(Estos capítulos fueron tomados del libro, Teaching Law and Gospel -Enseñando La Ley
y El Evangelio - de Northwestern Publishing House, 1979. El Rvdo. William Fischer fue
el Asistente Administrativo para la Educación del WELS hasta 1991.)
189

El apóstol Pablo escribió a los Cristianos en Roma que el evangelio es el poder de Dios
para salvación (Rom. 1:16). Tiene poder para crear, alimentar y preservar la fe porque
Dios el Espíritu Santo obra por medio de ella. El evangelio es suficiente para obrar la
salvación; no necesita ayuda. No obstante, encontramos a los "carismáticos" hablando
del evangelio "pleno", insinuando que el evangelio "solo" no es suficiente y necesita de
dones especiales del Espíritu Santo, tal como el hablar en lenguas, para que sea completo.
Nada podría ser más lejos de la verdad. En vez de complementar el evangelio, esta
enseñanza quita del evangelio y disminuye su poder.

En el siguiente ensayo el Profesor Arnold Koelpin evalúa la enseñanza carismática del


evangelio "pleno" el cual no es el evangelio de la palabra de Dios.

EL MOVIMIENTO CARISMATICOY EL EVANGELIO HOY

DOS PREOCUPACIONES

Mientras medité sobre este tema que me han asignado, dos puntos empezaron a
destacarse: 1) nos ha perturbado la aparición del movimiento carismático moderno y el
éxito que ha tenido en acoger a fieles seguidores. 2) Nos preguntamos acerca del espíritu
de evangelismo evidente hoy nacional e internacionalmente, especialmente a la luz de
nuestros propios esfuerzos misioneros y nuestra confesión. Obviamente, estos dos
asuntos afectan de una manera u otra el ministerio en nuestras congregaciones, y no son
problemas remotos de otras iglesias de los cuales no es necesario preocuparnos. Al igual
que muchos otros movimientos en la iglesia, estos dos puntos cruzan las líneas
denominacionales y los pastores y laicos del WELS deben enfrentarlos. Con esta
presentación, pretendo examinar el movimiento carismático moderno, ponderar sus
credos y declaraciones a la luz de las Escrituras y determinar, en lo posible, la relación
entre el movimiento carismático y el espíritu de evangelismo que está siendo generado
hoy.

EL MOVIMIENTO CARISMÁTICO

Sin duda nuestro interés en el movimiento carismático, si no había existido antes, ha sido
estimulado por medio de contactos personales y/o información en la prensa. Tal vez un
amigo, un miembro de la congregación, o un estudiante nos ha pedido una evaluación sea
en público o en privado. Nuestra reacción inmediata pudo ser una de interés reservado,
tal vez unas palabras de precaución o inclusive una condenación contundente. Sea como
sea, somos forzados a reaccionar, si no es por ninguna otra razón que la que fue
expresada por un ministro Metodista: "Ellos tuercen las palabras. Son emocionales e
hiperactivos, son bulliciosos y de hecho son muy similares a lo que solíamos ser nosotros,
los Metodistas Pero, mis hermanos, ellos están alcanzando a las masas, y éstas les están
escuchando". Las preguntas causadas por la aparición del Pentecostalismo son comunes
a todos nosotros, y la búsqueda para responder tales inquietudes nos lleva a las Escrituras
para escuchar las promesas y la palabra de Dios acerca del Espíritu Santo y sus dones.
190

¿Qué entendemos por el Pentecostalismo moderno, o como algunos prefieren llamarlo, el


movimiento carismático? Históricamente, los carismáticos trazan su origen al
derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Los libros de Hechos y
Primero de Corintios registran los hechos históricos del comienzo del movimiento. El
Pentecostalismo moderno afirma ser un resurgimiento del poder Pentecostal original
después de siglos de decaimiento.

Muchos hoy opinan que el movimiento moderno primero apareció en el avivamiento de


Santidad iniciado por Juan Wesley (1703-1791). Es inequívoco el impacto de los
avivamientos Metodistas en este país. Probablemente su organización como un grupo
formal tuvo su origen en el Colegio Bíblico Betel de Charles Fox Parham, fundado al
principio del siglo. Esta organización fue expandida por medio de la obra de Aimee
Semple McPherson (1890-1944) después de la Primera Guerra Mundial en su Iglesia
Internacional del Evangelio Cuadrangular. De estos rivales el movimiento ha crecido
durante medio siglo hasta que incluye hoy día unos veinte millones de Pentecostales.

Sin duda, nosotros conocíamos de su existencia pero la tratábamos como una secta afuera
de la estructura confesional y organizacional. Pero en la última década el
Pentecostalismo ha hecho grandes invasiones en las denominaciones principales antiguas
siendo dos ejemplos de ellos el Sínodo de Missouri y la Iglesia Católica Romana.
Inclusive nuestro propio sínodo ha sido afectado. En una evaluación sobria del
Pentecostalismo, el Profesor Gerlach de nuestro sínodo llegó a la siguiente conclusión,
"A mi juicio el movimiento carismático es el más significante y más pertubador en el
escenario Cristiano hoy en día" (Joel Gerlach, "The Holy Spirit and the Charismatic
Renewal" discurso presentado a la Convención del Distrito del Norte de Wisconsin del
Sínodo Evangélico Luterano de Wisconsin, 8 de agosto, 1972).

A pesar de su diversidad, los Pentecostales tienen un credo común. Un historiador y


participante del movimiento, el Dr. Steve Durasoff, resumió los cuatro fundamentos
básicos de la fe Pentecostal en su libro Bright Wind of the Spirit: Pentecostalism Today
(Viento Brillante del Espíritu: El Pentecostalismo Hoy). Según él los cuatro fundamentos
son: Jesucristo es el Salvador, el Sanador, el Bautizador del Espíritu, y el Rey
Venidero (Steve Durasoff, Bright Wind of the Spirit: Pentecostalism Today, p 243 y149).
Esto no es nada mas que el "evangelio pleno". En explicación de este credo, hace las
siguientes observaciones: 1. Los Pentecostales creen en los milagros, esperando lo
sobrenatural en cualquier lugar y en cualquier momento. 2. Los Pentecostales viven
vidas justas dedicándose a la santidad. 3. Los Pentecostales oran en lenguas
desconocidas - son glosalálicas adorando con el corazón y con la cabeza. 4. Los
Pentecostales tienen el deseo de compartir a Jesús y por lo tanto son testigos celosos. 5.
Los Pentecostales desafían las iglesias tradicionales y son muy perturbadores. 6. Los
Pentocostales evocan críticas y son malentendidos por los demás (Durasoff, op. cit., pp 1-
3).

Lo doctrina particular en este credo Pentecostal es la experiencia del bautismo por el


Espíritu. Este bautismo, en contraste con el bautismo con agua, ocurre aparte de
cualquier ministerio. Según ellos, Jesús mismo bautiza a la persona en cualquier lugar,
191

en cualquier momento. Puede ser una experiencia tranquila acompañada por la oración o
puede ser una explosión extática acompañada por olas de excitación gozosa. Aunque las
reacciones humanas pueden variar hay un elemento fijo - todos hablarán en lenguas. Y,
sin importar la medida del poder recibido, una cosa es cierta: "los recipientes serán
testigos mas eficaces de la realidad de Jesús en sus vidas cotidianas" (Durasoff, op. cit.,
p5). El Dr. Durasoff explica, "Este es el resultado positivo de la experiencia Pentecostal.
El Bautismo no es el fin.....al contrario, es una puerta abierta, el comienzo de
experiencias más grandes con Dios. El Pentecostal se convierte en un canal por medio
del cual los dones sobrenaturales del Espíritu Santo pueden ser transmitidos para ayudar a
los demás en sus momentos de más grande necesidad" (Durasoff, op. cit., p 5).

Un buen lugar en donde contagiarse del espíritu del Pentecostalismo en su forma


organizada es asistir al Full Gospel Businessmen's Fellowship International
(Compañerismo de los Hombres de Negocio del Evangelio Pleno Internacional). Estos
grupos están dedicados a promover sus esfuerzos para extender el "evangelio pleno", no
solamente por medio de ofrendas abundantes, sino especialmente por los testimonios
dados por sus propios miembros. Se dice que el evangelismo es el latido de estos grupos
y dedican sus reuniones a la exhortación mutua, animándose los unos a los otros a llevar
a Cristo a sus fábricas, sus talles y sus oficinas. Al comentar sobre su obra, un periodista
notó que ellos recogen el entusiasmo de miles de laicos y destacó sus cualidades de
"sofisticación, educación y sabiduría en el funcionamiento de los negocios" (Durasoff,
op. cit., p149). Los hombres disfrutan estas reuniones, se complacen en el compañerismo
ecuménico y sobre todo "reciben algo directamente de Dios". Este grupo no considere
que ellos están en competición con algún otro grupo, permitiendo a sus miembros retener
su membresía en sus iglesias locales. El Pentecostalismo es transdenominacional, y una
declaración doctrinal de diez puntos como parte de este compañerismo de hombres de
negocio, protege a sus miembros de tener que renunciar su afiliación en su iglesia. No
obstante, la constitución de los lugares organizados enfatiza más el amor que la unidad
doctrinal como su base para la verdadera unidad doctrinal.

Se escucha esta actitud del anti-clero que penetra esta organización de laicos en
expresiones tales como, "Yo no creo que el Cristianismo debe ser promovido por los
profesionales sino por los novatos, tal como fue en el principio". Otra persona proclamó
su revelación divina de que Dios en estos últimos días levantaría un ministerio entre los
laicos, los cuales darían testimonio tal como ocurrió en la iglesia primitiva, y después
vendría el Señor. Este fervor misionero está inspirado por dos fuentes particulares: el
bautismo del Espíritu y el credo Pentecostal que anuncia a Jesús, el Rey que no tarda en
venir, ya que los Pentecostales predican la doctrina del milenio, y la mayoría de ellos, el
pre-milenio. (El milenialismo es la creencia de que Jesús reinará sobre el mundo
visiblemente por 1.000 años. El pre-milenialismo afirma que Cristo volverá para reinar
al mundo a comienzos de estos 1.000 años.) Durasoff explica, "Este concepto,
juntamente con el poder para testificar que se recibe en el bautismo por el Espíritu, añade
un sentido de urgencia y de prisa para ganar para Cristo cuántas almas sean posible"
(Durasoff, op. cit., p 243).
192

El evangelista Dornfeld, quien encabeza Cruzada por Cristo, también destaca como su
principal tema Pentecostal el poder para testificar. (A. G. Dornfeld, Crusade for Christ
Reporter, Vol. 9, No. 1, n.d., p 1). Hago mención de él, porque fue un graduado de
nuestro seminario y hace poco regresó y repartió algunos panfletos. Escribió:

Durante 22 años he oficiado como pastor en iglesias de los sínodos de


Wisconsin y de Missouri. En 1956, mi esposa y yo recibimos el bautismo
del Espíritu Santo juntamente con la evidencia inicial de poder hablar en
lenguas. Desde entonces hemos visto y escuchado cosas que jamás
habíamos experimentado antes en nuestro ministerio. Yo he escuchado a
mi esposa transmitir mensajes en lenguas e interpretación o en profecía.
He visto a mi hija en un trance, transportada al Japón hablando y cantando
en japonés (que fue identificado como japonés por otra persona presente).
Personalmente, yo predico con más libertad desde que experimenté mi
bautismo con el Espíritu Santo y pido con más fe para los enfermos. Y
aún si esta experiencia no habría hecho nada más para mí, doy gracias que
me haya librado para alabar al Señor. Expresiones como "¡Alabado sea el
Señor! ¡Aleluya! ¡Gloria sea a Dios!" fluyen muy naturalmente de los
labios cuando el Señor ha venido en su plenitud.

Los que no han recibido los dones carismáticos se quedan con la impresión que no son
verdaderos Cristianos llenos del Espíritu aunque recibieron al Espíritu en su bautismo con
agua. Esta impresión no es errónea, ya que los carismáticos afirman que cuando somos
traídos a la fe, el Espíritu únicamente viene al creyente, pero en el bautismo del Espíritu,
llena al creyente. Es por tal razón que nosotros, que hemos sido convertidos y que
profesamos el nombre de Cristo, carecemos de un ingrediente esencial en nuestra vida de
fe y testimonio, sea, el hablar en lenguas. Por lo tanto, si buscáramos y recibiéramos el
bautismo del Espíritu, seríamos testigos por Jesús más eficaces y por encima de todo,
realmente estaríamos enseñando el evangelio pleno. Sin estos dones carismáticos hay un
gran vacío en nuestro celo y mensaje evangélicos.

El Credo Pentecostal Y Sus Afirmaciones A La Luz De Las Escrituras

¿Qué diremos de estas cosas? En respuesta, escuchamos lo que las Escrituras dicen
acerca de la obra del Espíritu Santo y sus dones relacionados con la obra del cos en sí.
Pero, puesto que han surgido estas preguntas acerca del evangelio y ya que se han hecho
declaraciones acerca del "evangelio pleno" con la incorporación de las lenguas, es
necesario que estudiemos tales afirmaciones a la luz de la promesa y la palabra de Dios.

Lo que nos concierne de un modo especial es la aparente distinción entre el evangelio y el


evangelio pleno, entre Cristianos y Cristianos llenos del Espíritu, igualmente como el
lugar de los dones carismáticos de sanidad y de lenguas dentro de la misión Cristiana.
Posteriormente miraremos las implicaciones de tal estudio. Para organizar nuestro
193

estudio del credo carismático a la luz de las Escrituras, permítame resumirlo con tres
declaraciones:

1. El evangelio de nuestro Señor Jesucristo, quien vino en la carne para redimirnos por
medio de su sufrimiento y muerte de cruz, es el evangelio pleno que nos mandó predicar
en su gran comisión. En sí el evangelio es suficiente para lograr los propósitos del
evangelismo que Dios ha decretado.

2. Por medio de este evangelio todos los creyentes, sean fuertes o débiles en la fe y el
conocimiento, reciben todo el Espíritu de Dios, el cual lucha constantemente contra la
carne que es parte de nosotros mientras vivamos en este mundo.

3. Este mismo Espíritu da dones espirituales a todos los creyentes para la edificación del
cuerpo de Cristo.

1.

Hay mucha preocupación hoy en cuanto a la indiferencia a nuestra comisión de predicar


el evangelio y es una preocupación válida. La iglesia ha llevado esta preocupación desde
que el Señor resucitado y ascendiente nos confió este mandato y tarea, "Id por todo el
mundo y predicad el evangelio a toda criatura" (Marcos 16:15). De igual importancia son
las preguntas de como lo hacemos y qué se predica. A través de la historia de la iglesia
otros evangelios se han disputado con el verdadero evangelio por la lealtad de los
hombres. Por lo tanto, es de suma importancia que conocemos describir qué es el
evangelio, aunque suena muy simple, y cómo funciona.

¿Qué es, entonces, el evangelio? Lutero dice, en su introducción al Nuevo Testamento:

Evangel es una palabra griega que significa buenas noticias, anuncio


alegre, un grito, algo que nos motiva a cantar y hablar y regocijarnos.
Cuando David venció a Goliat, hubo un gran grito, un mensaje alegre pasó
entre todos los judíos anunciando que su enemigo horrible había sido
matado, eran libres para disfrutar la libertad y la paz, y por consiguiente
cantaron, bailaron y gozaron. De la misma manera el evangel de Dios, el
Nuevo Testamento, es una buena noticia, un grito de victoria, que fue
anunciado por los apóstoles a todo el mundo. Ellos proclamaron al
verdadero David que había luchado con y vencido al diablo, el pecado y la
muerte. Al hacerlo, liberó a todos que estaban encadenados al pecado,
amenazados por la muerte y subyugados al diablo. Aunque éstos no
merecieron ningún premio, El los redimió, los justificó, les dio vida y
salvación, y de esta manera los regresó al hogar y a Dios. Por estas
razones cantan alabanzas y dan gracias a Dios y serán felices para siempre
si se mantienen firmes en la fe.

Este tipo de grito de victoria, esta noticia alentadora, este mensaje divino,
evangélico, se llama un nuevo testamento. Es similar al testamento de un
194

hombre moribundo en el cual escribe la manera en que han de ser


repartidos sus posesiones entre los herederos, los cuales él mismo nombra.
Igualmente, Cristo, antes de su muerte, decidió y mandó que este evangel
fuese proclamado a todo el mundo después de su muerte. De esta manera,
confirió Sus posesiones a todos los creyentes: sean, su vida con la cual
venció a la muerte, su justicia, con la cual lavó los pecados, y su santidad,
con la cual derrotó la condenación eterna. Ningún hombre encadenado al
pecado, muerte y rumbo al infierno puede escuchar algo más consolador
que este mensaje gozoso y alentador de Cristo; el pecador no puede sino
cantar del profundo de su corazón y regocijarse al tener fe en esta verdad
(Martín Lutero, traducción del alemán de John Dillenberger, 1961, p 15).

Este es, entonces, el evangelio de Dios, el pacto que hizo con nosotros en Cristo.

¿Y cómo viene a nosotros esta obra de la redención, cómo llega a ser nuestro lo que
Cristo hizo? Las Escrituras nos dicen que la redención de Cristo llega a ser la nuestra por
medio de la obra del Espíritu Santo. El obra la fe y la confianza en nuestros corazones en
la victoria de Cristo sobre el pecado, la muerte y el diablo en cuanto escuchamos esa
buena noticia, el evangelio. Es por esto que el Nuevo Testamento nos dice que,
quienquiera cree en la obra redentora de Cristo, recibe el don del Espíritu Santo (Hechos
2:38,39). Por medio de la predicación del evangelio somos renacidos, hechos justos ante
Dios, iluminados con sus dones, y transformados en nuestras vidas al mismo sentir de
Cristo. Esta es la nueva vida que el Espíritu Santo nos da por medio del evangelio. Y a
pesar de nuestra debilidad (Gálatas 5, Romanos 7), la palabra y las promesas de Dios no
cambian, y por medio de ellas el Espíritu nos ayuda en nuestras flaquezas.

Pero, tengamos cuidado de no confundir lo que es el evangelio con la manera en que


Dios obra. Hacerlo sería confundir y mezclar la obra de Cristo con la obra del Espíritu,
confundir la obra de la justificación de la humanidad pecaminosa en Cristo con su obra
de santificarnos por el Espíritu. Tal confusión da como resultado la tergiversación de la
obra de ambos, igualmente tan serio como la separación falsa de la obra de Cristo de la
obra del Espíritu como si el uno no tuviera nada que ver con el otro. No, deben estar
juntos en una unidad de esfuerzo, y sin embargo cada uno necesita ser enseñado sin
confusión y sin separación. El espíritu obra a través de la palabra, esta es la verdad
simple que las Confesiones Luteranas extraen de las Escrituras al hablar de la obra del
ministerio (AC, V). Al decirlo, evitamos la confusión, y preservamos entre nosotros el
misterio de la obra de Dios. El fundamento sigue siendo el evangelio mismo y no hay
ningún otro fundamento sino Jesucristo y éste crucificado, como Pablo nos dice repetidas
veces. Este es el mensaje pleno de la salvación y no hay otro segundo fundamento puesto
dentro de nosotros, tal como la fe en sí o las actividades de la fe. De ser así tendríamos
que predicar la justicia de Cristo más la vida de fe que sigue y de esta manera
cambiaríamos los requisitos para la santidad.

No, al contrario, el evangelio de la gracia gratuita en palabra y en sacramento está allí


para todos - "Cristo murió por todos" - así que el Espíritu de Dios está presente en el
evangelio y lo recibe quienquiera por medio de la fe lo escuche. En su sermón de
195

Pentecostés Pedro dice, "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de


Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para
vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para
cuantos el Señor nuestro Dios llamare" (Hechos 2:38,39). Aquí no hay ninguna duda
acerca de una distinción entre el evangelio y el evangelio pleno sellado con una
experiencia de lenguas o alguna experiencia superior y adicional que hace que el
evangelio sea más completo. La obra del evangelismo de Pedro fue el de predicar este
mismo evangelio de Cristo crucificado por medio del cual los creyentes de todas las
épocas llegan a ser creyentes y reciben el Espíritu.

El secreto de cómo entender esta distinción entre el evangelio y la obra del Espíritu y al
mismo tiempo mantener su unidad íntima se encuentra en lo que las Escrituras nos dicen
acerca del Dios trino. Así, el Padre es el Creador, pero en la creación las tres personas
son activas. El Padre crea todas las cosas por la palabra (Juan 1) y por medio del
Espíritu (Génesis 1). De la misma manera, el Hijo es nuestro Redentor; mas fue enviado
por el Padre (Gálatas 4:4) y resucitado por el Espíritu (Rom. 8:11). Así, el Espíritu da
vida, pero no obra independientemente. Da vida por testificar a la obra del Hijo (Juan
14); y a la vez, al conocer al Hijo, conocemos al Padre (Juan 14). Esta verdad básica de
la obra de la Trinidad entre nosotros como una unidad, ha llevado a la confesión de que el
Espíritu obra nueva vida en nosotros únicamente por medio del evangelio de nuestro
Señor Jesucristo, por cuyos méritos podemos acercarnos al Padre. Jesús mismo lo
explicó a Sus discípulos, "Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del
Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mi"
(Juan 14:26).

Por lo tanto, el evangelio de Jesucristo y de éste crucificado es el evangelio pleno y el


Espíritu no agrega nada a ello que lo haga más pleno o más completo. Proclama la
justicia de Cristo como algo aparte de nosotros mas hecho para nuestro bienestar y para
ser entregado a nosotros. Cristo ganó la salvación en la cruz - sin nosotros. Nuestra
confianza, por lo tanto, descansa solamente en su obra y lo que fue logrado sin ninguna
contribución nuestra para convertir esta buena noticia de la salvación en un evangelio
pleno. El evangelio pleno de la justicia de Cristo, aunque fue hecho aparte de nosotros,
llega a ser nuestro por medio de la obra del Espíritu Santo. El propósito exclusivo del
ministerio del Espíritu Santo es recibir la obra de Jesucristo y llevarla a los creyentes. La
obra del Espíritu es glorificar a Cristo y exaltar Su obra. Jesús dice que el Espíritu no
hará al creyente consciente del Espíritu, sino consciente de Cristo. Dice, "Pero cuando
venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia
cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber todas las cosas que habrán de
venir" (Juan 16:13).

No es sorprendente, por lo tanto, que el apóstol Juan utiliza el obra del Cristo encarnado y
su obra de redención como la base para probar a los espíritus. "Amados, no creáis a todo
espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han
salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa
196

que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que
Jesucristo ha venido en carne, no es de Dos; y este es el espíritu del anticristo, el cual
vosotros habéis oído que viene, y que ahora está en el mundo" (1 Juan 4:1-3). El
verdadero evangelio, no tergiversado, es la prueba que separa el Espíritu de los espíritus.
Este verdadero evangelio es el tema del mandato misionero de Cristo: Predicad el
evangelio.

2.

Lo que hemos dicho acerca del evangelio siendo la obra de Cristo solo sin distinción
como el evangelio pleno, aplica de igual modo a cualquier intento para distinguir entre
Cristianos y Cristianos llenos del Espíritu. Las Escrituras nunca hacen tal distinción. La
pregunta aquí no es si existe un bautismo del Espíritu Santo o no; las Escrituras nos dice
que sí existe. Juan el Bautista destacó el oficio del Espíritu Santo cuando dijo, "Yo a la
verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí....es más
poderoso que yo, él os bautizará en Espíritu Santo y agua" (Mateo 3:11). Esta palabra de
Juan fue cumplida el día de Pentecostés, cuando el Espíritu de Dios vino sobre los
discípulos en lenguas de fuego que se sentaron sobre cada uno de ellos y les dio el poder
de hablar en lenguas extranjeras. Las seis referencias en el Nuevo Testamento que usan
el término del bautismo del Espíritu son referencias a las palabras de Juan (Hechos 1:5;
Hechos 11:16; Mateo 3:11; Marcos 1:8; Lucas 3:16; Juan 1:33).

La pregunta aquí es si el bautismo con el Espíritu convirtió a la persona en un Cristiano


diferente, un Cristiano lleno del Espíritu quien tuvo algo que los otros Cristianos no
tenían. Los apóstoles nunca hicieron tal afirmación. Su bautismo no era diferente del
bautismo que recibe cada Cristiano. Pablo nos dice que hay "una fe, un bautismo" no dos
diferentes (Efesios 4:5). Otra vez en 1 Corintios 12:13 escribe, "Porque por un solo
Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo....y a todos se nos dio a beber de un mismo
Espíritu". Este versículo motivó a un escritor a exclamar en manera vibrante, "Ahora
bien, mis amigos, la iglesia no es como esos cruceros que tienen pasajeros de primera
clase y otros de segunda clase. La literatura Pentecostal (que impulsa la búsqueda del
bautismo del Espíritu y las lenguas) habla del Cristiano común y del Cristiano lleno del
Espíritu. El crucero de Dios solo tiene una categoría. O somos llenos del Espíritu o no
somos Cristianos de ninguna manera" (Comentario de Kurt Marquart).

¡Es cierto! Dios no da su Espíritu en fragmentos o en secciones. Todos los creyentes,


sean débiles o fuertes en la fe, reciben todo el Espíritu de Dios por medio de la
predicación del evangelio. Esa es la palabra y la promesa de Cristo. El hecho de que
recibimos su Espíritu plenamente y que El mora en nuestros corazones por medio de la fe
no significa que ya no somos pecadores o que nuestra fe jamás vacilará. La verdad es
que podemos perder el Espíritu a causa de nuestros pecados. "Así que, el que piensa
estar firme, mira que no caiga" (1 Cor. 10:12) - es una advertencia de Dios mismo.
Reflejando sobre esto, nuestras confesiones dicen, "Cuando las personas rectas, a pesar
del hecho de que todavía tienen y sienten el pecado original y se arrepienten diariamente
y luchan contra ello, no obstante caen en pecado grosero (tal como David con el
adulterio, el asesinato y la blasfemia) la fe y el Espíritu se han ido de ellos. Podemos
197

decir esto porque el Espíritu Santo no permite que el pecado reine y gane el poder" (SA,
III, III43f) [Triglotta 491; Tappert 310]. La lección aquí para el creyente concierne la
lucha entre el Espíritu y nuestra carne (Gálatas 5; Romanos 7). Como un pecador total y
al mismo tiempo un santo total durante nuestra vida terrenal, necesitamos los cuidados
constantes de la palabra y el Espíritu de Dios ya que la obra del Espíritu no es solamente
llamarnos por medio del evangelio sino también mantenernos en la fe hasta el fin; una
obra continua a lo largo de la vida.

¿A qué se refieren entonces las Escrituras cuando hablan de aquellos que son llenos del
Espíritu? El estudio del Sínodo de Missouri sobre el movimiento carismático notó los
versículos que expresan el derramamiento del Espíritu Santo y concluyó: cuando el
Espíritu descendió sobre un grupo de creyentes, siempre dice o es fuertemente implicado
que todos fueron llenos del Espíritu. (Encontrado en "The Charismatic Movement and
Lutheran Theology" un reporte de la Comisión de Teología y Relaciones Eclesiásticas de
la Iglesia Luterana Sínodo de Missouri, enero, 1971, pp 13ss). Los versículos no indican
que uno o más personas no recibieron todo el don del Espíritu a causa de una preparación
insuficiente. Ni tampoco indican un derramamiento parcial del Espíritu y después una
segunda venida en plenitud y poder cuando el creyente buscó el bautismo del Espíritu por
medio de la oración ferviente. Además, la exhortación bíblica de ser llenos del Espíritu
no iguala estos términos con la posesión de los dones carismáticos. Es significante que
cuando los Cristianos en la iglesia apostólica recibieron el bautismo del Espíritu, lo
recibieron únicamente como un don.

Ahora ciertamente todos pedimos el don del Espíritu tal como la misma Escritura nos
exhorta a hacer: "Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros
hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?"
(Lucas 11:13). Los pastores oran antes de predicar sus sermones, "Señor, abre mis labios,
y publicará mi boca tu alabanza" (Salmo 51:15). Los oyentes responden al sermón con el
canto, "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.
No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu" (Salmo 51:10,11). Mas
estas oraciones fervientes solo piden aquello que Dios ha prometido dar a todo aquel que
cree. Y como sus hijos que reconocen y admiten su pecaminosidad, con frecuencia piden
aquellos dones que ya poseen para que puedan estar firmes en las batallas de la vida.

Lo que nos concierne en cuanto al bautismo del Espíritu y ser llenos del Espíritu es que
esas expresiones no sean utilizadas como un medio para capacitarnos para la obra del
evangelismo. Tal como fue indicado en la sección anterior, la palabra y el sacramento
son los medios de gracia. En y por medio de ellos el Espíritu de Dios da la vida, el poder
y el éxito. Si buscamos poder, se encuentra en el poder escondido del evangelio, que
aunque sea una pequeña voz puede convertir un corazón de piedra en un corazón que late
con la fe (Ezequiel 11:19). Un Cristiano armado con la palabra de Dios puede vencer
hasta el poder del diablo.

3.
198

¿Qué entonces acerca de los dones espirituales? ¿Cómo los debemos considerar? Las
Escrituras nos indican que Dios distribuye los dones espirituales a todos los creyentes.
Estos dones espirituales no son reservados para unos pocos escogidos dentro de la iglesia.
Cuando Pablo habla de los dones espirituales en 1 Corintios 12 - 14 comienza con el
pensamiento de que cada Cristiano ha recibido un tipo de don. Juntos - y este es el punto
- conforman un cuerpo, y aunque hay diversidad de dones y diferentes maneras de
funcionar, solo hay un Espíritu. ¡Unidad en diversidad! Eso es cierto del cuerpo humano
y es cierto, en un sentido espiritual, del la iglesia como el cuerpo de Cristo. Tal
declaración no significa que hay unidad en diversidad en cuanto a la doctrina, tal como
los ecumenistas falsos quisieran hacernos creer. La referencia es a diferentes tipos de
personas y diferentes formas de acción que conforman la iglesia. Todos trabajan juntos
en un cuerpo y todos los dones espirituales son dados para edificar al cuerpo.

Si la obra del Espíritu es llevar a los hombres a glorificar a Cristo por medio de su
confesión de fe en El, entonces El manifiesta esa obra por medio de una variedad de
dones y servicios con el cual continuamente bendice la iglesia. En varios versículos
Pablo da una lista de los dones del Espíritu. Puesto que es importante para nuestra
discusión, quisiera examinar esas listas más cuidadosamente. En Romanos 12:6-8 dice,
"De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que no es dada, si el de
profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña,
en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que
preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría".

1 Corintios 12:8-10 nos dice que la manifestación del Espíritu es dada a cada hombre
para el bien común. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro,
palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro,
dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; o
otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro,
interpretación de lenguas".

Efesios 4:11,12 dice que el Salvador ascendido dio a la iglesia, "unos apóstoles; a otros,
profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los
santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo". 1 Timoteo 3
habla de las cualidades particulares del obispo y del diácono, y Tito 1 habla del anciano.

En Gálatas 5 Pablo hace referencia a los frutos del Espíritu como el amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.

Hay dos cosas evidentes de estas listas de Pablo de los dones espirituales. Primero, los
dones espirituales mencionados se relacionan con el ministerio del evangelio. Su
propósito es la edificación de la iglesia. Sobresaliente entre ellos son las cualidades de
los líderes de la iglesia, los ministros y los maestros. La énfasis en ellos es su uso para un
testimonio claro y no impedido del evangelio. Segundo, los dones de sanidad y lenguas
solo reciben un tratamiento extensivo en 1 Corintios. Y la explicación de Pablo acerca de
estos - ¿los podemos llamar los dones milagrosos? - también sobresale. Aunque
emprende una explicación extensa de las lenguas, no lo hace con la intención de destacar
199

este don ni de animar o asistir a los Cristianos en Corinto en la adquisición de ello. Al


contrario, la explicación de Pablo demuestra los peligros y los abusos de las lenguas
cuando no son usadas correctamente.

Pablo reconoció el deseo de los Corintios y no quiso sofocarlo. Pero, aparentemente la


posesión de ciertos dones espirituales había llevado al orgullo y la confusión. Por lo
tanto, el apóstol desea redirigir su celo a buscar aquellas cosas que son duraderas y que
edifican. Con esto en mente destaca la fe, la esperanza y el amor como los dones que
especialmente han de ser cultivados a causa de sus cualidades perdurables. Recomienda
dones que edifican para el servicio a la iglesia. "Así también vosotros; pues que anheláis
dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia" (1 Corintios
14:12). Pablo mismo tuvo el don de lenguas. No obstante, no extendió el evangelio de la
lenguas en la congregación para despertar su celo. El gran misionero reconoció los
límites del uso del don cuando dijo, "Pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con
mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua
desconocida" (1 Corintios 14:19). Sigue siendo verdad que es el Espíritu que reparte los
dones dondequiera y según la necesidad del reino. Él levanta profetas y da a los apóstoles
palabra

Conclusión

¿Qué son las implicaciones de nuestro estudio para la obra del evangelismo hoy?

1. En cuanto al evangelismo mismo, las Escrituras nos dicen que el evangelio de


Jesucristo y de éste crucificado por los pecados del hombre es el evangelio pleno. Este
mensaje de la redención no ha de ser confundido con la nueva vida que viene después.
En nuestra predicación, la obra de Cristo no debe ser mezclado con la obra del Espíritu,
ni tampoco separado de ello. La enseñanza de la cruz es lo principal; las obras del
Espíritu y sus dones espirituales vienen luego.

2. En cuanto al testimonio, las Escrituras nunca hablan de una esencial diferencia entre
los Cristianos y los Cristianos llenos del Espíritu. Todos los Cristianos reciben el mismo
Espíritu. La obra del evangelismo es efectuado por el mismo Espíritu, quien distribuye
los diferentes dones entre sus creyentes. Da sus dones para la edificación del cuerpo de
Cristo, y se reciben en el Cristo crucificado y resucitado.

3. En cuanto al evangelismo, no existe ningún sustituto por conocer las obras y los
caminos de Dios tal como El nos los ha revelado. Dios no solamente nos ha dado el
mandato de evangelizar, sino que además nos da los medios para hacerlo, al registrar su
nombre en las Escrituras. Si queremos evangelizar, necesitamos aprender la palabra de
Dios tal como lo ha revelado, único en sus misterios, tan contrario al entendimiento
humano, y al mismo tiempo gozoso y maravilloso en su mensaje. Aquí podíamos prestar
atención al consejo que Pablo dio a Timoteo: "Procura con diligencia presentarte a Dios
aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de
verdad" (2 Timoteo 2:15).
200

En conclusión, consideremos tres observaciones generales que las Escrituras hacen


acerca de la confesión de nuestra fe. Primero, nos dice es la naturaleza del Cristiano
confesar su fe. Jesús mismo dice, "De la abundancia del corazón habla la boca". O sea,
lo que tenemos en nuestros corazones saldrá por nuestras bocas. Las personas sabrán que
somos Cristianos al escuchar lo que decimos. No podemos esconderlo. Donde hay un
Cristiano, hay una confesión. El salmista dijo, "Creí; por tanto hablé" (Salmo 116:10).
Ahora, esto no solamente aplica a los Cristianos sino a todos los hombres. Todos pueden
ser conocidos por medio de sus palabras. El incrédulo también revela lo que cree a través
de sus palabras. Jesús aplica las palabras del salmista a los Fariseos, llamándoles una
generación de víboras. "¿Cómo podéis halar lo bueno, siendo malos?....El hombre bueno,
del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca
malas cosas" (Mateo 12:34,35).

En verdad podemos conocer a cada persona por medio de lo que dice. Y un Cristiano por
su misma naturaleza demostrará y hablará de su fe, aunque necesita mucha exhortación a
hacerlo a causa de su pecaminosidad (Lucas 9:26). Pablo nos dice, "Con el corazón se
cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación". Por lo tanto no tenemos
que buscar muy lejos para encontrar la palabra de Dios, es injerto en el corazón del
creyente. Como Pablo dice, "Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta
es la palabra de fe que predicamos" (Romanos 10:8-10). Los Cristianos confiesan,
porque esta es la misma naturaleza de la fe.

Pero los Cristianos no son una cantidad de individuos separados. Aunque la fe es un


asunto personal y nadie puede creer para otro, no obstante las Escrituras también nos
dicen que es la naturaleza del Cristiano unirse con sus co-creyentes para confesar su fe.
Llamamos esto la iglesia. Los corazones unidos en fe se unirán en llevar a cabo el
mandato misionero de Cristo. En cuanto a esta unidad Pablo nos exhorta: "Solícitos en
guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como
fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe,
un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos"
(Efesios 4:3-6). La unidad de fe, por lo tanto, se expresa a sí mismo en la unidad de
confesión.

Una última observación completa esta presentación y es parte de las otro dos. Las
Escrituras también nos dicen que es la naturaleza del Cristiano separase de aquellos que
enseñan contrario a la Palabra de Dios. Aquí escuchamos las palabras de Cristo:
"Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por
dentro son lobos rapaces" (Mateo 7:15). Cualquier predicación o movimiento que se
muestra indiferente a las palabras de Cristo ya está marcado. Solamente resulta en
divisiones y perturbación de la unidad. En nuestro celo para llevar a cabo la primera
parte de la gran comisión de Cristo, "Id.....y anunciad el evangelio" (Marcos 16:15) nunca
debemos olvidar que este mandato misionero tiene dos lados. No solamente hemos de
llevar el mensaje a toda persona, sino que también hemos de enseñarles a "obedecer
todo" (Mateo 28:20). Cristo mismo lo ha mandado.

¡Qué el Espíritu no ayuda a hacerlo¡


201

Bibliografía

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y Relaciones Eclesiásticas de la Iglesia Luterana Sínodo de Missouri, enero, 1972.

"The Pentecostals Today," Northwestern Lutheran, 23 noviembre, 1969

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first Biennial Convention of theWisconsin Ev. Lutheran Synod, 1971.

Stolee, H.J., Speaking in Tongues, 1963.

Wilkerson, D., The Cross and the Switchblade, 1963.

[Este ensayo fue presentado a la conferencia de delegados del distrito sur-oeste de


Michigan el 17 de septiembre, 1973. Fue publicado en el Wisconsin Lutheran Quarterly
(Vol. 71, enero, 1974), pp 18-32. El Profesor Arnold Koelpin ha servido en el Colegio
Dr. Martín Lutero desde 1962.]
202
203

El bautismo es un medio de gracia por medio del cual Dios da y sella al pecador el
perdón de pecados, la vida y la salvación. Fue instituido por nuestro Señor con su
mandato de "id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mateo 28:19).

El bautismo también es para los niños. Ellos también están incluidos en el mandato de
Cristo. Son pecaminosos y necesitan la salvación ofrecida en el bautismo. Ellos pueden
creer cuando Dios obra la fe en sus corazones. El bautismo es la herramienta que Dios ha
dado para que El pudiera obrar la fe en sus corazones.

El Artículo IX de la Confesión de Augsburgo de nuestras Confesiones Luteranas refleja


estas enseñanzas de las Escrituras sobre el bautismo.

En sus comentarios sobre el Artículo IX el profesor John P. Meyer demuestra la base


bíblica para esta sección de la Confesión de Augsburgo.

SOBRE EL BAUTISMO

Nuestras iglesias enseñan que el bautismo es necesario para la salvación, que la gracia de
Dios es ofrecida por medio del bautismo y que los niños deben ser bautizados, ya que
siendo ofrecidos a Dios por medio del bautismo son recibidos en su gracia.

Nuestras iglesias condenan a los Anabaptistas que rechazan el bautismo de los niños y
declaran que los niños se salvan sin el bautismo.

Este artículo es muy breve. La redacción original de la Confesión de Augsburgo fue aún
más breve. Dijo simplemente: "Ellos enseñan que los niños han de ser bautizados, y que
por medio del bautismo son ofrecidos a Dios y recibidos en su gracia".

La intención era de enfatizar el bautismo de los infantes y rechazar el error de la


oposición. Por esa razón comenzaremos nuestro estudio de este artículo al considerar la
segunda parte primero.

La secta que rechazó el bautismo de infantes durante la época de la Reforma fue conocida
con los Anabaptistas. Ya se habló de ellos en el ensayo acerca de los Antitrinitarianos (ver
el estudio en el Northwestern Lutheran, 6 oct. 1940). Sus líderes fueron Hans Denck
[1495-1527], Ludwig Hetzer [1500-1529], Balthasar Hubmaier [1485-1528] entre otros.

Hoy tenemos una iglesia que se llama la Iglesia Bautista. Ellos no son descendientes
directos de los Anabaptistas de la época de la Reforma y no tienen ninguna conexión
histórica con ellos. De hecho, hay varios grupos de Bautistas, cada uno con su comienzo
particular. Todos rechazan el bautismo de infantes y los grupos más estrictos insisten en
la inmersión como la única forma permisible de bautismo. Para los Bautistas, el
204

bautismo no es un medio de gracia por medio del cual Dios confiere y sella su gracia al
recipiente; sino que es considerado como un acto de obediencia por parte del hombre.

El bautismo de infantes es rechazado, puesto que solamente un adulto puede


conscientemente hacer un acto de obediencia, tal como dice en la confesión Bautista de
1688; para poder ser bautizado uno debe "en verdad profesar arrepentimiento hacia Dios,
fe en nuestro Señor Jesucristo y obediencia a Él". Puesto que los niños no pueden hacer
esto, por lo tanto no se permite bautizarlos.

¿Pueden los niños tener fe en nuestro Salvador? Jesús no solamente dice que pueden
tener fe sino que los presenta como modelos de la fe. Lee Mateo 18:1-6. Los discípulos
se preocuparon sobre el liderazgo en la iglesia; ¿Quién era el mayor en el cielo? Jesús,
colocando un niño en medio de ellos, no solamente les advierte contra las ofensas a éstos
pequeños "que creen en mí" (v6) sino que les presenta como un modelo: "De cierto os
digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos"
(v 3).

Tal vez no entendemos la fe de un niño - y de hecho cuánto entendemos de la vida


interior de cualquier niño - y no obstante eso no es razón por el cual el Espíritu Santo no
sería capaz de producir fe en los corazones de los pequeños. Jesús acepta a los pequeños
como Suyos por medio de su fe en El y los bendice.

¿Los niños deben ser bautizados? Al contrario, después de escuchar las palabras de Jesús
de la institución del bautismo debemos preguntar, "¿Existe alguna razón para excluir a los
niños del bautismo?" En el bautismo Jesús da el Bautismo a todas las naciones (Mateo
28:19). Este mandato que da a Sus discípulos no está limitado por calificaciones ni
condiciones.

Comparamos el rito de la circuncisión. Dios concedió este sello de justicia a los hijos de
Israel. Pero agregó la restricción de que este rito solamente se aplicara a los varones.
Cuando Jesús instituyó el bautismo, no agregó ningunas limitaciones.

Ni tampoco hay algo en la naturaleza del sacramento para indicar la exclusión de los
niños. En cuanto a la Santa Cena Pablo escribe explícitamente: "Por tanto, pruébese
cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba la copa" (1 Corintios 11:28). La Santa
Cena es de tal naturaleza que para una participación benéfica se necesita poder hacerse
una auto-examen. No es así con el bautismo. Es simplemente el "lavamiento de la
regeneración y la renovación en el Espíritu Santo" (Tito 3:5).

La iglesia no siempre ha practicado el bautismo de infantes. Durante la época cuando el


evangelio fue primero extendido al mundo de los gentiles y cuando la iglesia fue fundada,
predominó el bautismo de los adultos. Ellos predominaron a tal extensión que los niños
no son mencionados directamente. No obstante su bautismo es insinuado. En Hechos
16:15, tenemos el registro del bautismo de Lidia y de "toda su casa". Pablo en 1
Corintios 1:16 menciona que había bautizado a "la familia de Estéfanas". Ver también
Hechos 16:33.
205

Esto también se evidencia en los primeros escritos de la Iglesia. No se mencionan a los


niños. No obstante, Irenaeo, quien murió en 202, era discípulo de Policarpo, quien era
discípulo del apóstol Juan. Irenaeo habla de las personas de todas las edades, desde los
infantes hasta los ancianos como siendo renacidos a Dios por medio de Cristo. Justo,
quien se murió como mártir en 165, también habla de ser discípulo de Cristo desde la
niñez.

Llegó el momento cuando las personas disuadieron el bautismo de infantes. Enseñaron


que el bautismo lavó solamente aquellos pecados cometidos previo al sacramento; y que
los pecados cometidos después debían ser expiados por el hombre mismo a través de las
obras de penitencia. Por lo tanto ellos aconsejaron, ¿Qué afán? Es más conveniente
dejar acumular los pecados y luego limpiarse todos con una sola lavada.

Orígenes, quien murió en 254, hizo una investigación exhaustiva y anunció como
resultado de su investigación que la costumbre de conceder el bautismo a los niños había
sido heredado en la iglesia de los apóstoles.

En 256 se convocó un sínodo en Cartago. Surgió la pregunta del bautismo administrado


antes del octavo día. De esto sabemos que el bautismo de infantes en sí fue tomado por
sentado. El sínodo respondió que la gracia del renacimiento no pudo ser retenido de
nadie que se había nacido.

Lutero destaca en el Catecismo Mayor que Dios claramente reconoció el bautismo de


infantes cuando concedió el Espíritu Santo y por mantener a la iglesia durante largos
siglos cuando el bautismo de infantes fue casi exclusivo.

Hemos repasado brevemente la historia del bautismo de los infantes en la iglesia


primitiva. También hemos anotado como en la época de la Reforma, y después los
Bautistas, rechazaron el bautismo. También se debe mencionar a los Menonitas puesto
que oímos de ellos de vez en cuando.

Los Menonitas fueron los verdaderos sucesores de los Anabaptistas. Este grupo fue
fundado por Menno Simons que murió en 1559. Había sido un sacerdote Católico en
Holanda, pero fue convertido al Anabaptismo y trató de purificar este movimiento de sus
excesos revolucionarios. Enseñó a sus seguidores la práctica de la no-resistencia en
momentos de persecución, una característica muy evidente en ellos hoy día. Cuando les
fue prohibido la práctica libre de la religión en un país, dócilmente inmigraron y buscaron
hospedaje en otro país. Rehúsan jurar en cualquier circunstancia y no ocupan puestos
cívicos.

No obstante, estas personas tranquilas y amantes de la paz rechazan el bautismo de


infantes, juntamente con los Bautistas y los Anabaptistas mencionados anteriormente.

¿Es esto realmente un error tan grave? ¿Es un error serio? Uno de los puntos de apoyo
para restringir el bautismo a los adultos exclusivamente es la presunción de que los niños
no tienen fe y por lo tanto no pueden creer.
206

Otro punto demuestra los grandes alcances de una tolerancia de la costumbre de los
Anabaptistas. ¿Si los niños no son bautizados, entonces, cómo se salvan? Los
anabaptistas afirman audazmente que se salvan sin el bautismo.

¿Qué quieren decir con esto? ¿Cómo pueden estos niños librarse de sus pecados si los
adultos rehúsan darles este lavamiento espiritual?

He ahí el peligro. Decir que uno se salva sin el bautismo o implica que existe otro medio
para librarse de sus pecados, o insinúa que sus pecados no son tan serios, de hecho que no
tiene pecado.

De esta manera la doctrina bíblica clara en cuanto al pecado original ha sido suavizado, si
no es rechazado abiertamente.

En vez de repasar esta doctrina exhaustivamente, incluimos aquí solamente unos cuantos
versículos bíblicos pertinentes.

"Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio
de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Génesis
6:5).

"Y dijo Jehová en su corazón, No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre,
porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud" (Génesis 8:21).

"¿Quién hará limpio a lo inmundo? Nadie" (Job 14:4).

"He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre" (Salmo 51:5).

"Lo que es nacido de la carne, carne es" (Juan 3:6). Por esa razón Jesús dijo en el
versículo anterior, "El que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de
Dios".

"Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte,
así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron" (Romanos 5:12). La
presencia de la muerte, el reinado implacable de la muerte, prueba sin duda la presencia
del pecado.

Pero entonces, si los niños nacen perfectos, ¿qué necesidad tienen de un Salvador? Si los
niños se nacen limpios, ¿por qué no pueden, cuando son adultos, mantenerse limpios con
una poquita de precaución? ¿Por qué debe Jesús dar ese sacrificio tremendo de su muerte
en la cruz para quitar nuestro pecado y culpa?

Al rechazar el bautismo de infantes menosprecian la obra del Salvador.

Negar el bautismo a los infantes por las razones ya mencionadas es prácticamente lo


mismo que cambiar la misma naturaleza del sacramento mismo. Lo cambian de un
207

medio de gracia que confiere el perdón a un pecador a un acto de obediencia por parte del
hombre, viene a ser un voto o un símbolo de fidelidad.

¿Qué es el bautismo y qué significado tiene por todos nosotros? En el Catecismo Menor,
Lutero, después de dar una definición del sacramento en su primera pregunta, sigue con
la segunda pregunta que explica los beneficios del bautismo: "obra el perdón de los
pecados, libra de la muerte y del diablo y da la salvación eterna a todos los que creen lo
que dicen las palabras y promesas de Dios". Basa su declaración en las palabras de
nuestro Señor registradas en el último capítulo de Marcos: "El que creyere y fuere
bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado" Marcos 16:16.

Eso, en breve, es el significado del bautismo.

En el Artículo IX de la Confesión de Augsburgo nuestros padres formularon esta verdad


en estas palabras: El bautismo es necesario para la salvación y por medio del
bautismo se ofrece la gracia de Dios.

Es bueno que reflexionamos en esta verdad. Es tan fácil pasarlo por alto. Lo pasamos
por alto cuando el rito del bautismo está siendo practicado. Tal vez con más frecuencia lo
pasamos por alto en nuestra vida diaria cuando estamos tentados por el pecado o
perturbados por las dudas. En nuestras luchas diarias debemos recordar y encontrar
consuelo y fortaleza y ánimo en el pensamiento que, por medio del bautismo la salvación
ha sido sellado para nosotros.

El Bautismo es mucho más que una simple ceremonia externa, marcando nuestra
admisión en la iglesia; es mucho más que un rito simbólico, señalando y recordándonos
del lavamiento de nuestros pecados por medio de la sangre de Jesús; es un medio de
gracia, por medio del cual se ofrece, confiere, da y sella a nosotros la gracia de Dios para
nuestra salvación.

Escuchamos una vez más lo que Lutero dijo. En su Catecismo Mayor destaca los mismos
dos versículos que usa en su Catecismo Menor, Mateo 28 y Marcos 16. Luego dice:

Debes tener en cuenta primeramente que en estas palabras están


contenidos el mandato y la institución de Dios y que, por consecuencia, no
ha de dudarse de que el bautismo es una cosa divina, no imaginada, ni
inventada por los hombres. Así como puedo afirmar que los Diez
Mandamientos, el Credo y el Padrenuestro, ningún hombre los ha sacado
de su cabeza, sino que han sido revelados y dados por Dios mismo,
también puedo proclamar con seguridad que el bautismo no es cosa
humana, sino que ha sido instituido por Dios mismo que, además ha
ordenado seria y severamente que nos debemos bautizar; de lo contrario
no seremos salvas. De manera que no se piense que es una cosa tan
indiferente como ponerse un vestido rojo nuevo.
208

Es pues de suma importancia que se considere el bautismo como una cosa


excelente, gloriosa e ilustre, ya que por esto combatimos y luchamos lo
más, ya que el mundo está lleno de sectas que claman que el bautismo es
una cosa externa y que, por lo tanto, no es de ninguna utilidad. Pero, deja
que el bautismo sea una cosa externa tanto como pueda; sin embargo, aquí
está la palabra y el mandamiento de Dios que lo instituyen, fundan y
confirman. Ahora bien, lo que Dios instituye y ordena, necesariamente no
es una cosa vana, sino una cosa preciosa, aunque según la apariencia tenga
menos valor que una brinza de paja.

Sí, el bautismo ofrece al recipiente la gracia de Dios, y con esa misma oferta inicia la fe
en Jesucristo en su corazón para su salvación.

Pero alguien podría decir que la palabra necesario es demasiado fuerte. ¿Las personas se
pueden salvar sin el bautismo?

Cuando decimos que el bautismo es necesario para la salvación, no queremos que se


entienda que Dios no podría salvar a alguien sin este sacramento. Dios puede aplicar su
gracia y crear fe por otros medios que no sean el bautismo; lo hizo en el Antiguo
Testamento. Abraham no fue bautizado, y sin embargo tuvo fe y se le llama el padre de
todos los que creen. En el Antiguo Testamento Dios usó otros medios para ofrecer su
gracia a los hombres y crear la fe en sus corazones. Pudo haberlo hecho, si así hubiera
querido hacerlo, sin usar ningún medio y por enviar el Espíritu Santo directamente a los
corazones de los hombres.

En el Antiguo Testamento Dios dio el sacramento de la circuncisión a su pueblo que fue


para ellos un sello de justicia. La circuncisión para ellos fue necesario para la salvación;
y en cuanto al hombre que se rehusaba ser circuncidado el Señor dijo, "El varón
incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será
cortada de su pueblo; ha violado mi pacto" (Génesis 17:14).

En el Nuevo Testamento Cristo instituyó el bautismo y nos lo dio como un medio para
recibir su gracia. Envolvió su gracia para con nosotros en el bautismo. Cualquier
persona, por lo tanto, que rehúsa ser bautizado, deshace este gracia de Dios que es
ofrecida en el bautismo; como está escrito acerca de los fariseos y los intérpretes de la ley
acerca del bautismo de Juan: ellos "desecharon los designios de Dios respecto de sí
mismos, no siendo bautizados por Juan"(Juan 7:30).

Dios no se limitó a sí mismo. Cuando los padres Cristianos en el tiempo debido hacen los
arreglos para el bautismo de su niño, no solamente pensando en el banquete que van a
ofrecer, sino por encima de todo meditando en la palabra de Dios y ofreciendo su hijo a
Dios en oración, luego, si el niño de repente se muriera ellos pueden consolarse con la
verdad de que Dios, en cuya mano han encomendado su niño, ciertamente lo guardó para
la salvación - aún sin el bautismo.
209

Pero cuando los padres por pura negligencia no toman en cuenta el bautismo de su hijo,
se privan a sí mismos de este consuelo. El bautismo, instituido por ese propósito , es
necesario para la salvación.

Qué todos los Cristianos, ancianos y jóvenes, hagan uso diario de su bautismo para su
vida y su conversión.

El bautismo como una ceremonia es un acto momentáneo. En pocos momentos se lee


todo la fórmula y aplica el agua. Pero los efectos del bautismo no son únicamente para el
momento. Los Cristianos gozan los frutos benditos de su bautismo durante toda su vida.
Aunque recibieron el sacramento en su primera infancia, son consolados, alimentados y
fortalecidos por medio de ellos aún después de 60, 70 o 80 años de peregrinaje en este
mundo pecaminoso.

Nuestra ceremonia de bautismo no debe ser repetido, pero en el calor de las batallas y los
labores de nuestras vidas podemos, y debemos, tener recurso diario a esta fuente de vida
que fue abierta para nosotros.

Esta es una verdad que fácilmente olvidamos y pasamos por alto.

En el Catecismo Mayor Lutero advierte contra el error de "imaginar que nuestro bautismo
es algo del pasado, el cual ya no nos sirve después de caer otra vez mas en el pecado".

El Cristiano debe llevar una vida de santificación. En todo lo que hace - el campesino en
el campo, el mercader en su negocio, el mensajero en su vueltas, el jornalero en su
trabajo - en todo es impulsado por su amor a Dios por los méritos de Cristo. Y otra vez,
en todo lo que el Cristiano hace, es conmovido por el amor hacia su vecino, a hacer su
trabajo para poder servir a su prójimo.

¡Qué tan fácil es olvidar! Consideramos nuestros labores cotidianos como un medio de
ganarnos la vida, una manera de proveer el pan de cada día, y tal vez un poquito más para
nuestras familias. Cuántas veces consideramos nuestros trabajos como un aburrimiento,
algo que gozosamente cambiaríamos por otra cosa, o que felizmente dejaríamos por
completo.

Necesitamos el recuerdo diario de que hacemos nuestro trabajo motivados por la gratitud
hacia Dios y para poder servir al prójimo.

Ahora, hemos sido bautizados. Nuestros pecados han sido perdonados. Hemos sido
adoptados por Dios como sus hijos. Si recordamos nuestro bautismo, qué ríos de agua
refrescante fluirán en nuestros corazones, revivificándonos cuando estamos cansados.

El diablo nos tienta constantemente. El mundo nos amenaza y nos atrae. De nuestro
propio corazón salen lascivias poderosas e innumerables que ponen en peligro nuestro
espíritu.
210

¿Cómo podemos resistir todas las tentaciones de nuestros poderosos y hábiles enemigos?
Con demasiado facilidad nos cansamos, nuestros enemigos nos vencen y cedemos al
pecado y a la desesperación.

Recordemos que hemos sido bautizados. En el bautismo recibimos un nuevo nacimiento


y una nueva vida fue creada en nosotros. Es una vida divina, espiritual. El mismo hecho
de que hemos renacido marca una victoria sobre nuestros enemigos. Ellos han sido
vencidos, aunque pueden seguir perturbándonos. Si solamente regresaríamos a nuestro
bautismo, a nuestra vida espiritual creada en el bautismo que recibe nuevas fuerzas y
vigor del sacramento, triunfaríamos sobre los ataques más feroces de nuestros enemigos.

Cuando Pablo animó a los Romanos a esfuerzos renovados en su santificación, les


recordó de su bautismo. "¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveremos en el pecado para que la
gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo
viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo
Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él
para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la
gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos
plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la
de su resurrección; Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para
Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Romanos 6:1-5, 11). El bautismo nos une con, y
repite en nosotros, la muerte y la gloriosa vida nueva de Cristo.

Para poder explicar el poder y el efecto duradero del bautismo de que goza la fe, Lutero
destaca el aspecto doble del acto de la inmersión, de hundirse debajo del agua y luego
emergerse de ella:

Este acto o ceremonia externa consiste en que se nos sumerge en el agua


que nos cubre enteramente y después de nos saca de nuevo. Estas dos
cosas, es decir, la inmersión y la emersión del agua indican el poder y la
obra del bautismo, que no son otras sino la muerte del viejo Adán, y
seguidamente, la resurrección del nuevo hombre. Ahora bien, ambas
cosas han de suceder durante toda nuestra vida, de modo que la vida del
cristiano no es sino un bautismo diario, comenzando una vez y continuado
sin cesar. Pues tiene que hacerse sin cesar, de modo que se limpie lo que
es del viejo Adán y surja lo perteneciente al nuevo. ¿Qué es, pues, el viejo
hombre? Es el hombre ingénito en nosotros desde Adán; un hombre
airado, odioso, envidioso, impúdico, avaro, perezoso, soberbio, incrédulo,
lleno de toda clase de vicios y ajeno por naturaleza a toda bondad.
Cuando entremos nosotros en el reino de Cristo, todas esas cosas habrán
de disminuir diariamente, de forma tal que con el tiempo nos volvamos
más mansos, pacientes y suaves, destruyendo cada vez más nuestra
avaricia, odio, envidia, soberbia.

Aquí puedes ver que el bautismo, tanto por lo que respecta a su poder
como a su significación, comprende también el tercer sacramento llamado
211

el arrepentimiento que, en realidad, no es sino el bautismo. Porque, ¿no


significa acaso el arrepentirse atacar seriamente al viejo hombre y entrar
en una nueva vida? Por eso, cuando vives en arrepentimiento, vives en el
bautismo....De aquí que el bautismo subsista siempre y a pesar de que se
caiga y peque, siempre tenemos, sin embargo, un recurso ahí para someter
de nuevo al viejo hombre....siempre queda y permanece.

Concluimos nuestro estudio con otra palabra breve de Lutero. "De esto se ve qué cosa
tan elevada y excelente es el bautismo que nos arranca del pescuezo del diablo, nos da en
propiedad a Dios, amortigüe y nos quita el pecado, fortalece diariamente al nuevo
hombre, siempre queda y permanece hasta que pasemos de esta miseria hacia la gloria
eterna."

[Este artículo apareció en las páginas 49-53 de Studies In the Augsburg Confession, una
serie de artículos sobre la Confesión de Augsburgo reproducidos del The Northwestern
Lutheran, 1940-1946. El Profesor John P. Meyer enseñó en el Seminario Luterano de
Wisconsin de 1920-1964.]

Para más información sobre el bautismo ver:

Koelpin, Arnold, "On Baptism, the Challenge of Anabaptist Baptism and the Lutheran
Confession (Formula of Concord, XIII)" No Other Gospel (Northwestern Publishing
House, 1980), pp 255-277.
212

Jesús instituyó la Santa Cena para nuestro beneficio. En este sacramento nos da su
cuerpo y su sangre con el pan y el vino para quitar nuestros pecados. Las palabras de las
Escrituras son claras: "Este es mi cuerpo....esta es mi sangre".

Como esto puede ser, no obstante, es un misterio. La razón humana no puede


comprender el misterio que nos confronta. No obstante, la fe acepta las simples palabras
de las Escrituras.

Tristemente, han habido aquellos que en toda la historia no han aceptado las palabras
simples de las Escrituras. Los Católicos Romanos enseñan que el pan y el vino se
convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo (transubstanciación). La teología
Reformada enseña que el pan y el vino simplemente representan el cuerpo y la sangre de
Cristo. En contra de estas enseñanzas la iglesia Luterana ha defendido la enseñanza
bíblica de la Presencia Real del cuerpo y la sangre de Cristo en la Santa Cena.

El siguiente artículo escrito por el Profesor Arnold Koelpin demuestra como esta
enseñanza fue presentada y defendida por dos de los grandes teólogos de la conferencia
Sinodical, sean C.F.W. Walther (1811-1887) del Sínodo de Missouri y Adolf Hoenecke
(1835-1908) del Sínodo de Wisconsin.

LA PRESENCIA SACRAMENTAL

EN LA TEOLOGIA

DE LA CONFERENCIA SINODICAL

Este tema asignado por el comité del simposio agrega una dimensión importante a la
celebración del aniversario del Acuerdo de Wittenberg [1536]. Los temas que surgieron
en la gran controversia sacramental del siglo 16 han sido debatidos repetidas veces en la
iglesia hasta el día de hoy.

Siendo un estudio histórico, esta presentación operará con herramientas históricas.


Confiamos que no caeremos en la trampa del diablo que C.S. Lewis describió como "el
horror de Todo Lo Mismo" - por lo menos no en las secciones donde está en juego la
palabra de Dios. Respeto para la palabra de Dios fue una característica notable de la
Conferencia Sinodical Luterana de América del Norte desde su fundación en 1872. Los
padres de la Conferencia Sinodical se mantuvieron fieles a su confesión, no porque era
Luterana, sino porque la confesión Luterana estaba de acuerdo con la palabra de Dios y
por lo tanto perteneció a la iglesia católica.

Cuando el Presidente Walther del Sínodo de Missouri [presidente de 1847-50; 1864-78]


se ocupó de la formación de la Conferencia Sinodical, lo hizo con la firme convicción de
213

que la palabra de Dios no miente y que la confesión Luterana fue teológica y


hermeneúticamente fiel a esa palabra. La fidelidad a la verba dei [palabras de Dios]
siguieron siendo un leitmotiva en su predicación y su enseñanza. La confesión de la
iglesia no existía para poder moldear la palabra de Dios sino para ser moldeado por ella;
no fue una confesión para ser tomado a la ligera o con indiferencia, porque a Dios le
importa. "Si alguien busca honor mundano a causa de su religión" anunció Walther en la
convención de 1876, "no debe ser Luterano, porque la religión Luterana no confiere
honor terrenal; sino que da todo el honor a Dios solo y no da nada al hombre sino la
vergüenza" (C.F. W. Walther/A. Suelflow, Convention Essays, 1981, artículo del "Western
District Convention, 1896," p 132). Estas palabras sirvieron como una introducción al
ensayo titulado "The Means of Grace" (Los Medios de Gracia).

El joven colega de Walther en la Conferencia Sinodical, el Profesor Adolf Hoenecke


[1835-1908] asumió la misma posición juntamente con el Sínodo de Wisconsin al cual
representó. Cuatro años antes de la fundación de la Conferencia Sinodical, el sínodo de
Wisconsin había formalmente reconocido una diferencia de opinión con las Sociedades
Misioneras Langenberg y Berlin . La Sociedad Langenberg terminó sus relaciones con el
Sínodo de Wisconsin a causa de lo que ellos consideraron como "una protesta no-
justificada en contra de la Unión" (J.P. Koehler, The History of the Wisconsin Synod,
1970, p114). Un tema de protesta fue el unionismo, manifestado particularmente en la
redacción de la liturgia para la comunión en la Agenda Unión Prussiana. La redacción
auspiciada por el gobierno permitió que la verba dei [ palabras de Dios, específicamente
las palabras de institución] en la santa cena fueran entendidas como una simple comida
simbólica a la exclusión de la presencia sacramental.

Cuando esta lectura fue asignada, el comité recomendó un estudio de la posición de


Walther y de Hoenecke de la presencia sacramental. Honraremos esta petición por
permitir que los escritos de estos dos hombres de la iglesia representan la posición de la
Conferencia Sinodical sobre la presencia sacramental. ¿Qué enseñaron y por qué fueron
tan firmes en el entendimiento Luterano?

LA VERBA

[PALABRAS DE INSTITUCIÓN]

La enseñanza de la presencia sacramental en la Iglesia Luterana es la verdadera


enseñanza Cristiana porque entiende literalmente la verba dei de las sagradas Escrituras.

EL SIGNIFICADO DE LAS PALABRAS DE INSTITUCIÓN

En un subtema principal sobre "El Sacramento de La Santa Cena" en su Ev. Luth.


Dogmatik [Dogmática Evangélica Luterana], Hoenecke destaca la importancia de la
verba en la cena al simplemente afirmar: Las palabras de institución han de ser
entendidas en su verdadero sentido literal (eigentlich), exactamente tal como están
214

escritas" (Adolf Hoenecke, Ev. Luth. Dogmatik, 1909, Vl IV, p100). Las palabras de que
habla aquí no son nada más que un entendimiento literal del mandato de Cristo, "Haz esto
en memoria de mí." Las palabras se refieren específicamente a "Este es mi cuerpo, esta
es mi sangre", que convierten los elementos en un sacramento. La presencia sacramental
del cuerpo y de la sangre descansa en estas palabras de Dios. Tanto Walther como
Hoenecke hicieron todo lo posible para dar razones por el cual la verba de la institución
han de ser entendidas en su sentido literal.

Primero que todo, sería hermeneúticamente precaria alejarse del sentido literal. La regla
general de la lógica exige que se mantiene el significado íntimo e intrínseco de una
palabra al menos que existe una razón convincente para recurrir al significado figurativo,
al menos que el entendimiento figurativo es explícitamente indicado (Ibid., p101.
Compara C.F.W. Walther, Der Lutheraner [El Luterano], Vol. 4, p100.). Si no existe
ninguna razón para abandonar el significado literal de las palabras de institución, el
intérprete los debe aceptar tal como son. El peso de la prueba está con la persona que se
aleja del sentido literal para demostrar que este o aquel significado se encuentra en las
palabras utilizadas. Walther escribe, "El que no está guiado en su interpretación de un
texto por las palabras del texto sino por su noción preconcebida, no sigue las expresiones
del autor sino sus propias impresiones, en breve, el que se aleja de las palabras considera
que el texto no es nada, y lo abandona, lo cambia y lo corrige según su gusto" (Walther,
Der Lutheraner, 4, p38).

Una segunda razón por la cual los intérpretes de la Biblia no deben alejarse de las
palabras de la Biblia tal como están escritas en el texto es que el texto es la palabra
inspirada de Dios, cuya origen divina sirve un propósito divino. "¿De qué sirven los
escritos divinos si no podemos confiar en cada palabra?" argumentó Walther. La misma
palabra de Dios en ambos Testamentos con seriedad advierte contra cambiar una letra o
una palabra porque Satanás desde el principio ha desviado a las personas para destruir sus
vidas y su salvación (Ibid., 4, p38ss. En esta sección Walther cita Deuteronomio 4:2;
Josué 1:7; Mateo 5:18ss; 1 Timoteo 6:3,4. Ver también Walther, Der Lutheraner, 4, p142
"Ein dritter Grund....").

Tercero, el registro bíblico de las palabras de institución no dan ninguna indicación de


otro significado sino su propio significado natural. "Aunque los tres evangelistas y Pablo
mencionan la cena sagrada en diferentes tiempos y en diferentes lugares," Hoenecke
observa, "no obstante ninguno de ellos indican, ni siquiera con una palabra, que hemos de
suponer un sentido figurativo de la palabra, para que una persona ha de creer que, no el
cuerpo sino únicamente una representación del cuerpo está siendo comido, y no la sangre
sino solamente una representación de la sangre está siendo bebido." Tomamos por
ejemplo el registro de Pablo en 1 Corintios 10 y 11. Allí un participante indigno está
llamado culpable de [pecar contra] el cuerpo y la sangre de Cristo en cuanto recibió
ambos de una manera indigna, puesto que el pan y el vino son la comunión del cuerpo y
la sangre de Cristo. Esta comunión no es una relación vacía, sino una verdadera unión
(Hoenecke, IV, p 101; Walther, Der Lutheraner, 4, p 156).
215

Una última indicación del significado de las palabras es el carácter peculiar de un


testamento, como es la santa cena. Un testamento por su misma naturaleza exige claridad
de palabras en que el significado literal es de suma importancia para que los beneficiarios
no sigan peleando sobre el significado del testamento. Se debe evitar toda palabra
ambigua. Las palabras del testamento de Cristo han de ser entendidas tal como están
escritas. El no habría dejado el significado como un asunto abierto, sujeto a una
especulación sin fin (Hoenecke, IV, p101; Walther Der Lutheraner, 4, p118 "Alle
zweideutigen Ausdruecke werden vermieden...." [Se debe evitar toda expresión ambigua.]
Así las palabras de Cristo deben ser entendidas exactamente como aparecen. La
presencia sacramental del cuerpo y de la sangre descansen sobre ello.

Entender las palabras en un sentido figurativo es, por lo tanto, hermenéutica y


textualmente precaria. ¿Por qué? Por razón de que hay veces cuando las Escrituras
hablan de una manera parabólica. En estos casos las palabras pueden ser entendidas
como un medio retórico o una figura de habla. Pueden ser entendidas figurativa o
simbólicamente. Algo que representa a algo más no puede ser entendido en un sentido
real y literal. Ejemplos de esto sería que Cristo es una roca, un cordero, la puerta, la viña
y otros similares (Hoenecke, IV, pp 101ss. Walther/H. Eggold, Selected Sermons: "La
Importancia y Necesidad de Seguir en la Doctrina Pura de la Santa Cena Con Fidelidad
Constante", p. 62ss).

Pero en tales casos la figura se encuentra en el predicado y es decidido por la palabra


misma, no por el verbo "es" que nunca significa "representa". Cristo no es una roca
común, un cordero común, una puerta o una viña común. Estas palabras obviamente son
imágenes, y por lo tanto la regla aplica: " En una declaración parabólica cuando la
metáfora se encuentra en el predicado, el "es" no puede ser "representa" al mismo tiempo.
Lo mismo es cierto cuando una figura de hable es el sujeto de la oración (Walther,
Selected Sermons p 63, Hoenecke, IV, p 102).

Pero en el caso de las palabras de institución, el cuerpo de Cristo es un cuerpo. El


contexto indica que las palabras deben ser entendidas en el sentido común puesto que El
dice, "Este es mi cuerpo dado por Uds." y "Esta es mi sangre derramada por Uds." Dice
Walther, "No es el cuerpo espiritual figurativo de Cristo, no una representación de ello,
sino su verdadero cuerpo que fue dado por nosotros." Aquellos que dudan abandonan las
palabras claras de Cristo (Walther, Selected Sermons p 63).

Si, por el otro lado, la figura de habla se encuentra en el sujeto, como es el caso de la
declaración, "La semilla es la palabra de Dios", debe haber una indicación prioritaria que
es así, de manera que el significado puede ser obvio a todos. Para interpretar las palabras
de la institución, no ayuda recurrir a las palabras de la pascua del Antiguo Testamento
como una indicación prioritaria puesto que la pascua era una sombra de la muerte de
Cristo. "Si el Señor habría deseado instituir solamente los símbolos o las señales, habría
sido mejor guardar la pascua, que en verdad representa la muerte de Cristo con mucha
más claridad. En ese caso, el Nuevo Testamento sería gobernado por el Antiguo"
(Hoenecke, IV, p 102. Walther, Der Lutheraner, 4, p 142). Pero existe una "gran
diferencia entre los sacramentos del Antiguo y Nuevo Testamentos en cuanto a la
216

constitución y el contenido. Aquellos del Antiguo solamente tuvieron el patrón, pero los
del Nuevo tiene la sustancia real. Los anteriores eran la sombra, los posteriores el cuerpo
mismo" (Walther, Der Lutheraner, 4, p 142).

Pero entonces, no se podría explicar las palabras de institución según el método retórico
llamado metonimia, en el cual se usa una palabra en lugar de otro. En una metonimia,
una señal se usa para la cosa descrita, el envase significa lo que lleva adentro, el efecto
significa la causa o la causa del efecto. De esta manera la designación del cuerpo y la
sangre solamente sería una señal del cuerpo y de la sangre por causa de la metonimia.
Walther responde: "El cuerpo y la sangre no pueden ser tomados como una señal del
cuerpo y la sangre, puesto que Cristo explícitamente dice acerca del primero, 'dado por ti'
y en cuanto al segundo, 'derramado para ti para el perdón de los pecados'. No es una
señal del cuerpo de Cristo, sino su verdadero cuerpo que ha sido dado por nosotros, no es
una señal de la sangre de Cristo, sino su verdadera sangre que ha sido derramada por
nosotros" (Ibid., p 157).

Nos queda una última pregunta: ¿Qué significa entonces la palabra "esta" en las palabras
de institución? Es cierto que se refieren al pan y al vino ya que el Señor dice, "Tomad,
comed, este es mi cuerpo." "Este" se refiere a lo que están tomando y comiendo, sea, el
pan. "Este" no solamente indica el pan y el vino. Las palabras de Pablo en 1 Corintios
10:16 amplían nuestro entendimiento. Allí Pablo no dice "Este" como el sujeto, sino el
pan y el vino. Ni tampoco dice: "El pan es el cuerpo", sino, "El pan que partimos, ¿no es
la comunión del cuerpo de Cristo?"

¿Dónde dice Cristo, "El pan es mi cuerpo"? Walther exclama, "¡En ninguna parte! El
dice 'Este', sea, lo que les estoy dando y lo que ven 'es mi cuerpo'. En 1 Corintios 10:16
el apóstol en verdad nombra explícitamente el pan y la copa, pero no dice que este es el
cuerpo y la sangre de Cristo, sino solamente la 'comunión' del cuerpo y la sangre de
Cristo".

Hoenecke clarifica, "Pablo nos está enseñando que el pan no es el cuerpo, sino que lleva
el cuerpo y que es unido de tal manera que el que come el pan también participa del
cuerpo. Por lo tanto cuando el Señor dice, 'Este es mi cuerpo', el 'este' es el pan y el
cuerpo juntos en una unión sacramental. ¿Por qué entonces no dice el Señor, '¿Este pan?'
Respuesta: los discípulos ven que es el pan que el Señor les está dando en cumplimiento
de las reglas de la pascua. Lo nuevo instituido por Cristo es que confiere su cuerpo al
mismo tiempo en una manera misteriosa". (La discusión sobre 1 Corintios 10:16 se
encuentra en Walther, Der Lutheraner, 4, p 158, y Hoenecke, IV, pp 111ss. En la segunda
parte de su tratado en contra de Mr. Nast [un metodista alemán, 1807-1899], titulado
"Warum sind die Einsetzungsworte: 'Das ist mein Leib; das ist mein Blut' eigentlich zu
verstehen?" [¿Por qué se debe entender literalmente las palabras de institución, "Este es
mi cuerpo; Este es mi sangre"?] (Der Lutheraner, 4, pp 118ss), Walther da una lista de
siete razones por las cuales las palabras de institución deben ser entendidas en su sentido
literal simple: 1. Es el testamento de Cristo, pp118ss; 2. Es el nuevo testamento, pp
141ss; 3. Es un testamento claro y cierto, pp 142ss; 4. La providencia omnisciente de
Cristo, p 150; 5. Las palabras de institución en 1 Cor. 10:16, pp 150ss; 6. Las palabras
217

acerca de comer para la condenación en 1 Cor. 11:29, p 156; 7. La interpretación


figurativa resultado de todo tipo de significado, pp 157ss).

Así el enfoque de la acción del Señor es en su dar de su cuerpo como la parte más
importante de la institución. El no llama atención al pan por decir, "Este es el pan y mi
cuerpo," al contrario señala el cuerpo al decir, "Este (lo que les estoy dando) es mi
cuerpo". Tal manera de hablar se llama una sinécdoque, una figura de habla gramática
común a todas las idiomas. No obstante, puesto que es una forma de habla, ¿quita el
sentido literal, simple? De ninguna manera, porque una sinécdoque, aunque es una figura
de habla, no es una manera figurativa de hablar que quita del sentido literal de las
palabras.

La analogía de un vaso de medicina nos puede ayudar a entenderlo. Yo puedo decir a la


persona, "Esta es belladona (una planta medicinal)", aunque solamente unas cuantas gotas
de medicamento han sido echados en un vaso de agua. Yo debería haber dicho, "Este
agua es belladona" o mejor aún, "En y bajo el agua hay belladona." Así es la manera de
hablar de Cristo cuando el dice, "Este es mi cuerpo". Es un estilo de hablar natural. Y no
obstante, la materia es muy diferente (Hoenecke, IV, pp 112ss).

LA MATERIA EN LA SANTA CENA

La materia en la Santa Cena, según las Escrituras, es doble: la materia terrenal (pan y
vino) y la materia celestial (cuerpo y sangre).

En la Santa Cena ambos están presentes. La presencia del pan y del vino como las
materias terrenales y del cuerpo y la sangre como la materia celestial está basado en las
palabras de institución en su sentido literal y simple como ya ha sido explicado (Ibid., p
115).

Para describir este tipo de presencia se usa el término "presencia sacramental". Las
descripciones de esta presencia son totalmente inadecuadas. Walther comenta, "En
cuanto a la manera de la presencia del cuerpo de Cristo en la Santa Cena, la iglesia
Luterana de todas las épocas ha confesado que solo Dios lo entiende, es inexpresable,
misterioso y insondable, y por lo tanto se llama sacramental puesto que tal presencia, por
virtud del cual el cuerpo y la sangre de Cristo están presentes bajo ciertas señales físicas
visibles en una manera incomprensible mas verdadera, ocurre únicamente en el santo
sacramento" (Walther, Der Lutheraner, 4, p 28). Así es una presencia real y verdadera,
una presencia esencial, mística, sobrenatural e incomprensible; pero en el fondo no lo
podemos describir. Lo mejor que podemos hacer es defendernos de las impresiones y
acusaciones falsas.

1. Hay, primero que todo, la acusación de que los Luteranos construyen la doctrina de la
presencia del cuerpo y la sangre de Cristo en la Cena solamente en base de la doctrina de
la persona de Cristo.
218

Respuesta: Si fuera así, sería incorrecto según su contenido, porque la enseñanza


Luterana acerca de la persona de Cristo es basada firmemente en las Escrituras. No
obstante la Iglesia Luterana, en obediencia a las Escrituras que requieren que toda
enseñanza sea fundada sobre declaraciones claras de las Escrituras, de ninguna manera ha
basado la certeza de la presencia sacramental sobre conclusiones tomadas de la doctrina
tocante a la persona de Cristo.

En este asunto, Hoenecke dice, que se debe distinguir dos preguntas: 1) ¿Cristo deseó
estar presente según su cuerpo y sangre? Sí, la voluntad de Cristo es cierta y conocida de
las palabras de institución. Por esta razón los Luteranos citan esta verba sobre todo, para
respaldar la presencia sacramental. 2) Si Cristo fue capaz de estar presente según su
cuerpo y sangre es otra pregunta. Se puede juzgar correctamente la posibilidad de la
presencia sacramental de la doctrina bíblica de la persona de Cristo. Pero aún eso no es
necesario. "Cuando el Señor, el testigo fiel, dice, 'Este es mi cuerpo', esta promesa no es
solamente una garantía de que su voluntad esté presente, sino también indica su
capacidad de hacerlo. Los teólogos de ninguna manera han basado la doctrina de la Santa
Cena sobre la Cristología ni tampoco lo han deducido de la misma, sino que en los
debates cristológicos siempre han usado la presencia de Cristo en el sacramento como
testimonio de que su Cristología es bíblica (Hoenecke, IV, pp117ss).

2. Otra objeción dice: ¿Cómo pudo Cristo dar Su cuerpo a los discípulos, que ciertamente
fue visible a los discípulos en la primera cena, y decir que verdaderamente estaba
presente en el pan?

Respuesta: "No debemos asumir un cuerpo doble de Cristo", escribe Hoenecke, "sino
una manera doble de la presencia del cuerpo de Cristo. En la cena no tenemos el cuerpo
natural, terrenal de Cristo, como caminó en esta tierra, sino su cuerpo celestial,
transfigurado, como es común a la enseñanza Luterana....Ni tampoco puede ser dudado
que Cristo puede comunicar su cuerpo glorificado, ni tampoco puede ser considerado
como algo no-espiritual el hecho de que en verdad lo impartió (Juan 3:13)". Si alguien se
opone diciendo que Jesús en verdad estaría entregando su cuerpo en vista de su muerte
futura, debe ser anotado que Cristo tiene uno y el mismo cuerpo antes, durante y después
de su crucifixión, y después de su resurrección y glorificación. Y puesto que Cristo tiene
su cuerpo para el propósito de entregarlo a la muerte, es un cuerpo redentor aún antes de
su muerte. Y antes de que ocurra la ofrenda, Cristo ya puede dar su cuerpo transfigurado
todo lo que va a ganar en la cruz (Ibid., pp 118ss. Walther clarifica el mismo punto en la
citación que sigue la explicación de Hoenecke: Walther, Der Lutheraner, 4, p 28).
Walther clarifica, "En la primera celebración los santos apóstoles comieron del cuerpo de
Cristo que (siendo diferente de la condición en que estaba) había sido dado y crucificado,
y que (siendo diferente de El) ha sido glorificado, y nosotros también participamos del
mismo cuerpo; y en esta manera misteriosa como es presente ahora, también estaba
presente en la primera cena."

3. Una objeción a la presencia sacramental que ha sido presentado frecuentes veces es una
observación filosófica: Un cuerpo ocupa espacio y por lo tanto no puede estar presente
en dos lugares al mismo tiempo. Hoenecke simplemente descarta tal objeción al declarar:
219

La filosofía no determina las enseñanzas de la fe. Dado, el principio espacial es auto-


evidente sobre un plano puramente físico. Pero el cuerpo de Cristo no es natural en el
sentido usual (Hoenecke, IV, p 119).

Walther, no obstante, en su ensayo y comentarios editoriales comenta mucho sobre el


asunto al referirse a la exposición de Lutero de los tres modos de presencia encontrados
en "La Gran Confesión Acerca De La Santa Cena" (1528), sean, (a) la presencia local o
circunscrita, que ocupa un espacio y cabe dentro de medidas, tal como cuando las
personas caminan sobre la tierra; (b) la presencia definitiva o no-circunscrita, que no es
palpable en un lugar y no es algo que se puede medir según las dimensiones del lugar
donde se encuentra, tal como es el caso con los ángeles; y (c) la presencia repleta o
sobrenatural, que llena todos los lugares plenamente sin medida ni circunscripción que
pertenece únicamente al ser de Dios.

Luego, siguiendo a Lutero y la Fórmula de Concordia, Walther aplica estos modos a la


presencia de Cristo, en los cuales El posee: (a) una presencia corporal, que ocupa el
espacio, tal como cuando Jesús caminó sobre la tierra; (b) una presencia espiritual que no
ocupa ni cede al espacio sino que pasa a través de todo lo creado según Su voluntad,
como con el pan y el vino; y (c) el modo divino o celestial de su presencia en la Deidad
misma (Obras de Lutero, Edición Americana, 1961; ver también Walther Der Lutheraner,
Vol 35, pp 57ss).

Acerca de estas distinciones, Walther comenta: "Lutero no pudo haber expresado más
claramente cómo quiso que se enseñara la presencia del cuerpo y la sangre en la Santa
Cena que decir, como lo dice aquí, que el cuerpo y la sangre de Cristo están en los
elementos consagrados no en forma local sino definitivamente. Así, simplemente quiso
afirmar el 'donde', o sea, la realidad de la presencia con la exclusión de todas la formas
espaciales de existencia; tal como, por ejemplo, el espíritu del hombre, un ángel, un
cuerpo glorificado, el cielo y el infierno todos tienen su 'donde' o son definitivamente en
algún lugar sin poseer ni espacio ni extensión. A ellos pertenece la cualidad de no tener
que existir en el espacio, aunque en verdad están en alguna parte."

¿Qué quiere decir esto en relación a la presencia sacramental? Walther continua, "Por lo
tanto, cuando Lutero dice que el cuerpo de Cristo está allí definitivamente, de ninguna
manera quiere definir la manera de la presencia sacramental y considerarlo como
definitivo en el sentido en que aplica a los ángeles. Aquí el punto de comparación es
solamente la cualidad de no tener que existir en el espacio, quitando su tamaño, peso,
extensión, en breve, cualquier manera de poder estar en algún lugar que obtiene del
mundo de los sentidos" (C.F.W. Walther/H. Bouman, Editoriales de Lehre und Wehre",
1981, pp 18ss).

¿Por qué debemos, entonces, juntamente con Hoenecke, descartar el argumento filosófico
y con la iglesia confesar ignorancia sobre este punto? Walther resumió la confesión
Luterana: "Para que la palabra del Hijo eterno de Dios permanece verdadera, esta iglesia
en todas las épocas ha insistido que el cuerpo y la sangre de Jesucristo están allí, pero
jamás ha reclamado ser capaz de explicar el cómo, la manera de la presencia. Por esa
220

razón la iglesia ha llamado la presencia del cuerpo y la sangre de Cristo en el sacramento


una que es sobrenatural, mística, escondida de la razón, incomprensible, insondable, y
totalmente desacostumbrado (inusitada, algo por lo cual no existe una analogía completa,
no hay una segunda especie del mismo género). Pero la iglesia también ha rechazado y
condenado explícitamente todas aquellas concepciones crasas, crudas, carnales (Juan
6:59-64) de una presencia terrenal, física, espacial, sea, una presencia que cede o ocupa el
espacio. Todas las maneras de hablar de nuestra iglesia tienen el sólo propósito de
reconocer y afirmar la realidad y la veracidad de la presencia de los dones espirituales en
el sacramento y al mismo tiempo excluyen esas concepciones inútiles ideadas por la
razón. Cuando la iglesia llama la presencia substancial o real, o a veces también
corporal, no quiere definir el modo de la presencia sino insistir en nada más de que la
presencia es verdadera, sea, que el cuerpo de Cristo realmente está allí" (Ibid., p 17).

4. El discurso importante para el entendimiento de la presencia sacramental preparó el


camino para responder a la cuarta objeción, que afirma: Cristo ascendió al cielo; por lo
tanto, abandonó la tierra y no volverá hasta el día de juicio. Hoenecke responde de
manera concisa: El cielo es, estrictamente hablando, no un lugar, y la ascensión al cielo
no debe ser visto crasamente como un cambio de lugares, sino un cambio de estado en el
cual el Señor llega al uso pleno de su majestad divina. Walther agrega: "Sí, en verdad, la
ascensión de Cristo con su resultante sentar en el trono de majestad en el cielo (Hebreos
8:1) demuestra no tanto un cambio en la residencia de Cristo como la entrada en el uso
pleno de su majestad divina, su entrada en la gloria como el mediador, como el Hijo del
Hombre. Si Cristo no habría ascendido al cielo, se podría dudar de que es omnipresente.
Pero después de que había entrado en el cielo, podemos regocijar aún más, siendo
consolados con el hecho de que está con nosotros todos nuestros días, aún hasta el fin del
mundo" (Hoenecke, IV, p 119; Walther, Der Lutheraner, 4, p 111).

5. La quinta objeción a la presencia sacramental dice: Puesto que, según la enseñanza


Luterana, Cristo está presente en todo lugar según su humanidad, eso no deja lugar para
una presencia especial en la cena.

Respuesta: Razonar de esta manera es confundir la presencia sacramental y la presencia


general de Cristo. Como un pensamiento paralelo, consideramos que el Espíritu Santo
está presente en todo lugar, y no obstante en el bautismo de Cristo apareció en forma de
una paloma. ¿O no fue el Espíritu Santo en Cristo antes de eso? Ciertamente Dios es
íntima y esencialmente presente en todas las cosas, y no obstante desea morar primero y
primordialmente en los creyentes. El cuerpo de Cristo es el mismo cuerpo en la cena
como es en la presencia general, solamente difiere el modo de la presencia.

6. Otras objeciones, tales como: Si el cuerpo de Cristo realmente está presente, tendrían que
haber tantos cuerpos como hay panes; o, cada materia es consumido por su uso, así que el
cuerpo de Cristo habría sido agotado hace mucho; o, qué beneficio se debe recibir de
comer el cuerpo; tal burla debe ser rechazado como nada más que un racionalismo vulgar
(Hoenecke, IV, pp 119ss).
221

LA NATURALEZA DE PARTICIPAR DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

Las observaciones que burlan del comer del cuerpo y la sangre de Cristo proponen una
pregunta acerca de la naturaleza de la participación del cuerpo y la sangre de Cristo. De
acuerdo con la confesión Luterana y el entendimiento Luterano, Walther y Hoenecke
testifican que el comer el cuerpo y beber la sangre en la Santa Cena bajo la forma del pan
y vino es una participación oral verdadero y real tanto como participar del pan y vino.

La verdadera participación está basada en la presencia sacramental del cuerpo y la sangre


de Cristo y el mandato de Cristo de, "Tomad, comed este es mi cuerpo", y "Bebed de ella
todos. Esta es mi sangre del Nuevo Testamento". Participar de la materia celestial no es,
por lo tanto, solamente algo figurativo y metafísico sino que es una participación
verdadera, real y oral puesto es imposible que las palabras, "comed y bebed", sean
entendidos en los dos sentidos en la misma oración. La distinción, por lo tanto, entre un
comer espiritual y un comer oral es válido.

El comer espiritual ocurre en Juan 6, y allí es solamente un comer espiritual . El comer


espiritual también ocurre en la cena, pero no es un simple comer espiritual. La cena es
también una participación oral que es exclusivamente particular a la cena. Como dice
Chemnitz [1522-1586], "Cristo por lo tanto instituyó una enseñanza nueva y particular de
su cuerpo en la cena" (Ibid., pp 121-123).

La razón más conclusiva para una participación oral del cuerpo y la sangre de Cristo es 1
Corintios 11:27-30. En estos versículos Pablo reafirma las circunstancias bajo las cuales
ocurre el pecado contra el cuerpo de Cristo. La base para la ofensa es una actitud
indigna; la acción pecaminosa es la participación. Además, el fundamento para el
castigo es la falta de reconocimiento del cuerpo del Señor. "Ahora", observa Hoenecke,
"los principios para el castigo y la acción pecaminosa siempre coinciden". Así que aún
los indignos, que no comen del cuerpo de Cristo espiritualmente por medio de la fe, en
verdad y oralmente participan del cuerpo de Cristo y pecan contra ello (Ibid., pp 123ss).

Otra razón para oponerse a un simple comer espiritual en la cena tal como ocurre en Juan
6 es esta: Según Juan 6, el comer espiritual, o sea la fe en Cristo, es necesario para la
salvación. Si esto fuera aplicado a la cena, significaría que nadie podría ser salvo sin
participación de la cena. Esto no es cierto.

Tan cierto como es la participación oral del cuerpo y la sangre de Cristo, no obstante la
manera o el modo de participación del elemento terrenal y del celestial es muy distinto.
Una persona toma el pan y el vino en la boca en una manera diferente en que otra persona
toma el cuerpo y la sangre en la boca. El pan y el vino se reciben sin los medios en una
manera natural; el cuerpo y la sangre de Cristo se reciben con los medios en una manera
sobrenatural, tal como dice la Fórmula de Concordia (Ibid., p 124).

Si alguien preguntara cual sustancia del cuerpo humano es alimentado por medio de la
participación del cuerpo y la sangre de Cristo, las Escrituras no dan la respuesta. Algunos
han respondido, que nutre nuestra resurrección del cuerpo. Pero en Juan 5 el Señor habla
222

de su palabra, no la cena, como la promesa de la resurrección. Cristo dio la cena como


una seguridad, no para la resurrección, sino para el perdón de los pecados. Nuestra
inhabilidad para determinar la razón para impartir la verdadera sustancia del cuerpo y la
sangre de Cristo no afecta en nada la presencia sacramental (Ibid., p 125). Después de
todo, como dice Walther, "La cena es una señal y sello poderoso del pacto, según el cual
los discípulos recibieron simultáneamente el poder completo, el efecto total y la
bendición de su muerte expiatoria, la redención por medio de su sangre, sea, el perdón de
los pecados, y la bienaventuranza presente y futura de entrar en una nueva relación de
reconciliación con Dios" (Walther, Der Lutheraner, 4, p 21).

Con referencia a la unión sacramental, la unión del cuerpo de Cristo con el pan y de la
sangre de Cristo con el vino, es igualmente cierto. Pero el modo de la unión sacramental
es también indefinible como dijimos anteriormente. Debemos descartar todas las
explicaciones falsas, tales como la transubstanciación, la consubstanciación, la inclusión
local o continua del cuerpo y sangre de Cristo, la empanación, la unión natural, o la unión
personal tal como la unión personal de las dos naturalezas de Cristo.

Para explicar este último, Hoenecke nota: "No todo el cuerpo de Cristo se une con el pan
y el vino, sino únicamente el cuerpo y la sangre de Cristo. Debemos distinguir el hecho
de que el Cristo entero está presente en la cena y el hecho de que el elemento celestial
[sean el cuerpo y la sangre de Cristo] se une sacramentalmente con el pan y el vino". De
esta manera, la presencia general de Cristo es distinguido de su presencia sacramental
específica, tal como está registrada en las Escrituras (Hoenecke, IV, pp 125ss).

EL ACTIO

[LAS ACCIONES O LOS ACTOS]

Tan importante como es todo lo que se ha dicho acerca de la presencia sacramental para
el entendimiento del sacramento, no obstante el género lógico del sacramente es el actio.
La esencia de la cena es la acción completa que Cristo mismo ha designado en vista de
las materias terrenales y celestiales y luego instituido por todas las épocas, para que la
cena sea verdaderamente celebrada cuando ocurren los tres actos de consagración,
distribución y recepción. Estos actos formales deben ser considerados como partes
individuos de la acción total (Ibid., pp 126ss).

LA CONSAGRACIÓN

Según las referencias bíblicas en cuanto a la institución de la cena, la consagración


misma consiste de tres acciones distintas: apartar los elementos (la separación); bendecir
los elementos al designarlos para su uso en la cena con oración festiva y petición (la
bendición); y la unión sacramental, sea, efectuar la unión del pan y vino con el cuerpo y
la sangre de Cristo, para que el pan sea ofrecido en comunión con el cuerpo y el vino una
comunión de la sangre. Esta unión ocurre por medio de las palabras de institución y
solamente en conexión con la distribución. Las palabras de Cristo indican esto cuando El
dice: "Tomad, comed, este es mi cuerpo". Por esta razón la unión que ocurre en la
223

consagración es llamada preclusiva, sea, su resultado ocurre en conexión con la acción de


comer y beber (Ibid., p 127).

En cuanto al acto de la separación y la bendición, es definitivamente una costumbre


apostólica, como vemos en 1 Corintios 10:16, "La copa de bendición que bendecimos".
Mas Pablo no identifica las palabras con las cuales debemos bendecir, ni tampoco nos
dicen las palabras con las cuales El Señor bendijo la primera cena. La cena llevó el
nombre "Eucaristía" de las oraciones de acción de gracias que acompañaban la cena.
Pablo pudo haberse referido a esto cuando mencionó la bendición. La iglesia primitiva
usó el Padrenuestro. Los padres de la iglesia, sin embargo, colocaron esta oración
después de las palabras de institución, mientras nosotros, siguiendo la costumbre de la
iglesia Romana, invertimos este orden. Pero la unión no ocurre ya en la oración de la
ceremonia que se llama el prefacio. La unión preclusiva ocurre en la actual consagración
por medio de las palabras de institución.

Sea lo que sea el orden, las palabras de institución no deben ser omitidas, según
Hoenecke, por tres razones: 1) en obediencia al mandato de Cristo, "Haz esto"; 2) para
despertar, fortalecer y asegurar la fe de los oyentes en cuanto a la esencia y el beneficio
de este sacramento por medio de las palabras de Cristo; 3) para santificar y bendecir los
elementos, para que con ellos por medio de la recitación de las palabras de institución se
ofrece el cuerpo y la sangre de Cristo para comer y beber (Ibid., pp 127ss).

Walther, siguiendo a John Gerhard [1582-1637], explicó estas razones para la


consagración. La recitación de las palabras no es una mera repetición histórica de lo que
Cristo hizo. Lo que ocurre en la consagración es:

1) Un Testimonio. "Por medio de una repetición festiva de las palabras de institución, el


siervo público abiertamente reafirma que desea celebrar el más sagrado testamento de
Cristo según su institución, ordenanza y mandato, y por lo tanto no es según su propio
invención, sino como un mayordomo de los misterios de Dios".

2) Una separación. "Por medio de esa acción, separa los símbolos externos del pan y
vino de su uso común, para que ya no son mero pan y vino sino instrumentos, portadores
y medios por medio de los cuales el cuerpo y la sangre de Cristo han de ser distribuidos".

3) Una invocación. "[El ministro] ora fervientemente que Cristo esté presente en la
acción sacramental por virtud de su promesa, y por medio de estos símbolos externos que
El mismo distribuya su cuerpo y su sangre a los participantes".

4. Un testigo. "[El ministro] da testimonio de que, por virtud de la ordenanza y


institución del Cristo verdadero y todopoderoso, el pan consagrado en la comunión de su
cuerpo y la consagración del vino es la comunión de su sangre".

5. Una exhortación. El ministro exhorta a todos los participantes a acercarse en la


verdadera fe y en verdadero arrepentimiento, con temor y reverencia y con un deseo
224

ferviente de enmendar sus vidas (C.F.W. Walther Pastoraltheologie [Teología Pastoral],


1897, pp 170ss).

En contraste, es importante considerar lo que la consagración no es. No es un hechizo ni


un encanto mágico que cambia el pan en cuerpo y el vino en sangre por medio del poder
de ciertas palabras. Ni tampoco es una mera repetición histórica de la institución.
"Nosotros creemos y confesamos", escribe Walther, " que la presencia del cuerpo y
sangre de Cristo es exclusivamente dependiente en la voluntad y la promesa de Cristo en
la continua eficacia de la institución original". Así la repetición de la institución original
no es simplemente histórica, sino consagracional, por medio de la cual la ordenanza de
Cristo y los símbolos externos son verdaderamente y eficazmente designados para el uso
sagrado, para que en la distribución sean una comunión del cuerpo y la sangre de Cristo,
como el apóstol dice explícitamente en 1 Corintios 10:16 (Ibid., p 171).

Si alguien preguntaría qué en el acto de la consagración realmente es la causa eficaz para


la presencia sacramental, Hoenecke dice que debemos dar una respuesta doble. Los
escritos confesionales Luteranos, por un lado, enfatizan la importancia de la institución
original para nuestra celebración actual cuando dicen: "Las palabras verdaderas y
todopoderosas de Jesucristo que habló en la primera institución no solamente fueron
eficaces en la primera cena, sino que retienen su validez y poder eficaz en todos lugares
donde la cena está observada según la institución de Cristo y donde sus palabras son
usadas, y el cuerpo y la sangre de Cristo son verdaderamente presentes, distribuidos y
recibidos por virtud y potencia de las mismas palabras que Cristo habló en la primera
cena" (FC, SD, VII:75) [Triglotta 999; Tappert 583].

Al otro lado, las acciones formales son importantes a causa de la institución de Cristo. La
Fórmula de Concordia sigue por observar: "Pero esta bendición o recitación de las
palabras de Cristo por sí solo, si toda la acción de la Santa Cena tal como Cristo lo
ordenó no ha sido observado (por ejemplo, si el pan consagrado no es distribuido,
recibido ni comido sino que es encerrado, ofrecido, o llevado) no lo hace un sacramento"
(FC, SD, VII:83) [Triglotta 1001; Tappert 584]. Aquí aplicamos la regla: "Nada tiene el
carácter de un sacramento aparte del uso instituido por Cristo, o aparte de la acción
divinamente instituida" (FC, DS, VII:85) [Ibid.].

Así la institución original y las acciones presentes no se contradicen. De acuerdo a


nuestras confesiones, explica Hoenecke, "Adscribimos todo, por un lado, a las palabras
de institución [en la consagración], y, por el otro lado, adscribimos igualmente el mismo
derecho a la realidad de la cena a la primera institución de la cena. Porque nuestra cena
es una verdadera y real continuación de la primera. Pero es posible que sea una
continuación a causa de las palabras de institución. Por lo tanto las palabras de
institución no producen la unión de lo celestial con lo terrenal como si fueran una
fórmula mágica, ni por virtud de las palabras de institución, por medio de las cuales la
iglesia cumple en obediencia al mandato del Señor, Jesús es presente, fiel a su promesa
expresado en las mismas palabras de institución, y une su cuerpo y su sangre con los
elementos terrenales" (Hoenecke, IV pp 129ss).
225

En su Teología Pastoral, Walther agudiza las consecuencias de la relación entre la


institución original y nuestra celebración de la cena. Destaca que, aunque la recitación de
las palabras de la institución no es mágica, no obstante es necesario satisfacer el mandato
de Cristo, "Haced esto", y de completar la acción por medio de la cual Cristo prometió la
presencia sacramental de su cuerpo y su sangre. Pero sería un error concluir que el
sacramento se realiza por la mera recitación de las palabras, porque el sacramento no es
realizado al menos que se agrega la consagración, la distribución y la participación de los
elementos benditos. Ambos axiomas deben ser tomados juntos y no separados: "La
palabra se agrega al elemento, y viene a ser un sacramento" indica la importancia de la
consagración. "Nada tiene el carácter de un sacramento aparte del uso instituido por
Dios" indica la importancia de la acción total de la consagración, la distribución y la
recepción (Walther, Pastoraltheologie, p 174).

En este punto Walther cita una observación de Martín Lutero: "Tal como el bautismo no
es nada más que mera agua si no hay ningún infante presente [para ser bautizado], de la
misma manera mantenemos que es casi cierto que donde no hay personas presentes para
comer o beber, según la institución de Cristo, no hay nada presente excepto el pan y el
vino" (Walch, 2,XXI,1589). En base de esto Walther discute las preguntas de la
casuística (Ibid.).

Si recordamos que la acción total fue ordenada por Cristo, no tiene propósito estar
preocupados acerca del momento exacto en que ocurra la presencia sacramental y unión
fuera de las acciones formales de la consagración, distribución y recepción. El
sacramento no es una cosa permanente, sino una acción. Esto se puede observar en
cuatro puntos: 1) de la manera en que Cristo observó la cena; 2) de las palabras de 1
Corintios 10:16: "El pan que partimos..." o sea, distribuido para comer; 3) de las palabras:
"Tomad, comed"; 4) de la carencia de cualquier tipo de ordenanza de Cristo para llevar
los elementos [para que la gente los adore] (Hoenecke, IV, pp 130ss).

La esencia de la cena, por lo tanto, se encuentra en el mandato de acción, sea que, según
las Escrituras pertenece a las cosas por los cuales la esencia se designa una acción
específica, un uso específico. En el caso del sacramento, la esencia y el uso son uno; y
fuera del uso, la esencia no está allí ni tampoco el cuerpo y la sangre de Cristo.
Hoenecke explica: El hecho de que para los participantes el pan y el vino son portadores
del cuerpo y la sangre de Cristo en el momento de comer y beber es establecido por
medio de la consagración efectuada con las palabras de institución. Esto es lo que
nuestras confesiones dicen cuando declaran que en un lugar las palabras de institución
causan que el cuerpo y el sangre de Cristo sean presentes, y al mismo tiempo repiten que
no hay ningún sacramento sin el comer y el beber. Con esto dicen claramente que, por
virtud de las palabras de institución, en el momento de participar del pan y vino están
presentes el cuerpo y la sangre de Cristo bajo estos. Si uno interpretara el asunto de otra
manera, llegaría a un tipo de empanación [una inclusión local del cuerpo y sangre de
Cristo en los elementos terrenales] (Ibid., p 131).

Todo esto indica la importancia de la consagración. "Si las palabras de institución no se


hablan sobre los elementos", indica Walther, resulta una cadena lógica , "Los elementos
226

no son benditos ni consagrados por medio de ellas; no se está haciendo lo que Cristo
mandó; [Cristo] no cumple lo que ha prometido; por lo tanto no se celebra la comida
instituida por Cristo; por lo tanto el cuerpo y la sangre no están presentes, y se distribuye
y come nada más que pan y vino" (Walther, Pastoraltheologie, p 172).

Eso es precisamente lo que sucede si uno considera el sacramento como un recordatorio


puramente histórico de la ordenanza original. Por medio de tal enseñanza falsa se pierde
la esencia del sacramento. Es cierto que ni la indignidad, ni la falta de fe, ni la intención
falsa del pastor o del participante anula la eficacia del sacramento. No obstante los
maestros que públicamente pervierten las palabras de institución con el consentimiento
de su congregación y agregan a ellos un entendimiento según el cual el cuerpo y la sangre
del Señor no están realmente presentes, distribuidos y recibidos en la santa cena y no
celebran la Santa Cena aún si supuestamente cumplen con la consagración; simplemente
distribuyen pan y vino (Ibid., p 181).

LA DISTRIBUCIÓN

Por esta razón, la fórmula para la distribución es muy importante. La distribución


pertenece a la esencia del sacramento. Un cambio en la fórmula para la distribución fue
la razón por la cual la iglesia Luterana confesional se opuso tan fuertemente a la fórmula
de la Agenda Unión de la Iglesia de Prusia.

¿Qué es la fórmula para la distribución? Se equivocan aquellos que insisten que el


partimiento de pan para la distribución es esencial para la celebración de la cena. Decir
esto no es negar que Cristo partió el pan en la cena original. Ciertamente nosotros
podríamos partir el pan, sostiene Hoenecke, pero es un asunto de adiafora. Sigue siendo
una costumbre para nosotros, tal como la fue para el Señor. Pero llega a ser un asunto de
confesión resistir la costumbre si alguien insiste en quitarnos nuestra libertad en el
asunto. Solamente son esenciales las acciones de consagración, distribución y recepción
(Hoenecke, IV, p 132). En su libro sobre la teología pastoral, Walther dice: "Una
administración genuina de la santa cena consiste de la consagración, distribución y
recepción del pan y vino" (Walther, Pastoraltheologie, p 168).

Acusar a la Iglesia Luterana de haber agregado algo a la Palabra de Dios en la fórmula de


distribución cuando dice, "Este es el verdadero cuerpo, "está basado en una confusión de
la palabra de Dios que constituye el sacramento y la confesión de la iglesia en la
celebración. "Como las palabras de consagración son las palabras de Dios que
constituyen el sacramento," explica Walther, "así las palabras de distribución contienen la
confesión de la iglesia" (Ibid., p 183).

La fórmula de distribución para la iglesia Unión carecía de algo en esto punto. Ellos
colocaron la cena meramente en un ambiente histórico como un acto recordatorio al decir
en el momento de la distribución, "Jesús dice, Este es mi cuerpo," o "Cristo, la noche en
que fue entregado, tomó pan, dio gracias, y lo dio a sus discípulos y dijo: Tomad y
comed, etc." Pero esta fórmula solamente confirmó la indiferencia doctrinal sobre la cual
227

la iglesia Unión fue fundada. Para los unionistas, el sentido de la fórmula fue: cada
persona lo debe interpretar según su fe.

En respuesta a esta fórmula ambigua, debe ser expresado que: Las palabras de Cristo
"Este es mi cuerpo" en la cena original fueron un testimonio de la boca del Señor. De la
misma manera, por lo tanto, deben ser una confesión en nuestra cena. Tal como no
bautizamos a un niño con la fórmula, "Id y bautizad: igualmente no distribuimos el pan y
el vino con un fórmula meramente narrativa: "La noche en que fue entregado, etc." Tal
fórmula solamente crea una actitud indiferente hacia el sacramento (Hoenecke, IV, p
133).

Ciertamente no hay una sola fórmula prescrita para la distribución. Pero una fórmula que
no confiesa que el cuerpo y la sangre de Cristo están presentes, distribuidos y recibidos
debe ser rechazado. Este es el caso con la fórmula para distribución de la iglesia Unión,
"Tomad y comed, Cristo dijo, "Este es mi cuerpo." Es igual a los judíos que no
soportaban la inscripción en la cruz, "Este es el Rey de los judíos, porque ellos no
creyeron que estas palabras eran verdad. Por lo tanto quisieron sustituir las palabras
históricas, "El dijo, soy Rey de los judíos" (Walther, Pastoraltheologie, p 183).

LA RECEPCIÓN

En cuanto a la recepción, Hoenecke observa, puede haber una diferencia en la manera de


tomar, comer y beber en las iglesias Protestantes, pero también son un asunto de adiafora
y deben ser considerados como tal sin pasar por alto el gran error en la iglesia de Roma
en cuanto al recibir la comunión de un solo elemento.

El acto esencial de la recepción es sin duda el comer y el beber. Cualquier persona que se
opone a la recepción en que la persona únicamente recibe el pan y vino en su boca sin
tomarlos en sus manos no tiene fundamentos. Han habido buenas razones para colocar el
pan y el vino directamente en la boca. Al otro lado si no distrae de los esenciales del
sacramento el participante puede recibir en sus manos el pan y la copa y de esta manera
comer y beber.

Con la recepción llegamos al fin de las acciones formales de Cristo en la institución del
sacramento. Pero los beneficios del perdón de pecados siguen para el creyente.
Hoenecke termina con alabanzas a Dios por este maravilloso medio de gracia: "La
bendición sublime de la gracia del perdón se recibe en la cena a través de los medios.
Participamos del cuerpo y la sangre del Señor y por medio de ello poseen tanto el pacto
de compañerismo como la bendición del pacto, el perdón de pecados. En cuanto
recibimos la bendición de gracia bajo los signos visibles, la cena es un medio de gracia
que certifica el perdón de pecados en una manera muy especial. Pero este fin es
realmente alcanzado solamente por aquellos que comen esta cena en fe. La cena no crea
fe, tal como ocurre en el bautismo, sino que la presupone. La fe obtiene la bendición por
medio de la participación en la cena, pero la fe no efectúa la presencia sacramental ni la
esencia de la cena" (Ibid., p 137). Esa viene únicamente por la institución de la gracia de
Dios.
228

En la santa cena, por lo tanto, las palabras y la acción coinciden como la institución de
Dios: "Tomad, comed, este es mi cuerpo. Bebed de ella, esta es mi sangre." Y juntos
imparten la bendición de Dios "para el perdón de los pecados," para la gloria de Dios y
para nuestro bien.

BIBLIOGRAFÍA

Becker, Siegbert, "The Lord's Supper: Consecration and Moment," Wisconsin Lutheran
Quarterly, (Vol. 83, Spring, 1986), pp 83-91.

Erlandsson, Seth, "The Biblical and Lutheran Doctrine of the Lord's Supper," Wisconsin
Lutheran Quarterly (Vol. 74, April, 1977), pp 95-112.

Hoenecke, Roland, "Formula of Concord - Article VII, Of The Lord's Supper," Wisconsin
Lutheran Quarterly (Vol. 70, July, 1973), pp 174-193.

[Este ensayo fue presentado en el Noveno Simposio Anual para la ocasión del 450
Aniversario de la Concordia de Wittenberg. El simposio fue celebrado en el Seminario
Teológico de Concordia, Fort Wayne, Indiana, 22-24 de enero, 1986. Subsiguientemente
fue publicado en el Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 83, Fall, 1986), pp 258-276. El
Profesor Koelpin ha enseñado en el Colegio de Dr. Martín Lutero desde 1962.]
229

Por lo general la Santa Cena es administrada por medio de aquellos que han sido
llamados para ese propósito, sea, el pastor o los pastores de la congregación. Pero, ¿qué
pasa cuando el pastor se enferma? ¿Qué pasa si el pastor desea comulgar con más
frecuencia? ¿Se comulga a sí mismo?

Estas preguntas son respondidas con base en las Escrituras en el siguiente ensayo escrito
por el Profesor Irwin Habeck.

¿QUIÉN PUEDE ADMINISTRAR LA SANTA CENA?

La petición por un ensayo sobre esta pregunta parece estar de acuerdo con una tendencia
o preocupación que se está presentando en varias partes de nuestro sínodo. Hace algunos
años, por ejemplo, en la Conferencia Pastor-Maestro del Distrito de Michigan se escuchó
un ensayo sobre el mismo tema. Me parece que la Conferencia de Presidentes también
estudió este tema hace poco. Puesto que el comité de programas sugirió varios puntos
que no se encuentran estrictamente dentro de los límites de la pregunta que vamos a
tratar, me gustaría tomar la libertad de poner a lado las reglas estrictas de la subdivisión
lógica y tratar de tocar cuántos asuntos como sean posible que son relacionados a nuestro
tema. Es mi esperanza que con este se puede estimular una discusión provechosa. La
materia será organizada bajo tres puntos generales:

1. Las razones para esta pregunta

2. Los principios generales relacionados con la pregunta

3. Las respuestas indicadas

1.

Las Razones Para Esta Pregunta

En general parecería que no existe ninguna razón para preguntar quién puede administrar
la Santa Cena. Innumerables cultos con santa cena se celebran cada año, y en la mayoría
se toman por sentado que el pastor llamado de la congregación oficiará en la
consagración y la distribución. Si la congregación tiene dos pastores, los pastores
alternan en la consagración, cooperan en la distribución, y se comulgan el uno al otro.

Pero hay excepciones. Hay situaciones en que una enfermedad o un impedimento físico
dificulta , si no hace imposible, que el pastor distribuya los elementos ¿Qué se debe
hacer en tal situación?
230

En los últimos años el cargo del vicario se ha hecho muy popular en nuestro sínodo.
Ahora que el año del vicariato ha sido integrado como parte del currículo del seminario,
es posible que seguirá por muchos años como parte del sistema del entrenamiento de los
pastores. Por lo común, los vicarios ayudan al pastor en la distribución de la Santa Cena
y también comulgan al pastor. ¿Es correcto? En el área general de nuestro seminario
existen congregaciones que regularmente llaman a los estudiantes en su tercer año para
servir como vicarios o simplemente para que ocasionalmente ayudan con la distribución
de la Santa Cena. ¿Es esto correcto?

Las congregaciones con dos pastores o las congregaciones que tienen la ayuda del vicario
todavía son la minoría. ¿Qué pasa con el pastor que trabaja sólo? ¿Cuándo puede él
recibir la Santa Cena? La respuesta inmediata es: en las conferencias pastorales, en las
convenciones del distrito u ocasionalmente en las convenciones del sínodo. En algunos
lugares, para proveer aún más oportunidad a los pastores para recibir el sacramento, se
planean servicios especiales con comunión con otras congregaciones cercanas. Una de
las consideraciones que han sido planteadas para amonestar a los pastores que han sido
infrecuentes en su asistencia a la santa cena es que no deben perder la oportunidad para
recibir la Santa Cena.

¿Esto resuelve el problema? Tal vez para muchos sí. Pero, ¿qué pasa con el pastor que
desea comulgar más veces que solamente en las conferencias pastorales? Pueden pasar
muchos meses entre las conferencias. ¿O qué tal si el pastor cree que como pastor debe
dar buen ejemplo a sus feligreses y que ellos deben verlo a él comulgando? ¿Qué pasa
entonces?

¿La auto-comunión es la respuesta? En Kirchliches Handlexikon (diccionario


eclesiástico) de Meusel (1857-1889) bajo el artículo Sumptio [Consumación] hay este
comentario: Recientemente, especialmente en los años 1850, puesto que recibir el
sacramento ha sido más apreciado, la pregunta ha surgido entre los pastores de si se
puede permitir la auto-comunión como una práctica general o por lo menos en ocasiones
especiales. Es obvio que la prohibición contra la auto-comunión ha imposibilitado una
recepción frecuente del sacramento para la mayoría de los clérigos, y con ello se ha
quitado la posibilidad de animar a la congregación por medio del ejemplo" (Carl Meusel,
Kirchliches Handlexikon (Leipzig: Verlag von Justus Naumann, 1900), vol. VI, p 489).
¿Qué debe ser nuestra actitud?

¿Hay otra posible solución? ¿Sería apropiado designar a un maestro varón o a uno de los
ancianos de la congregación para distribuir la Santa Cena al pastor?

Otra pregunta que ha surgido es el caso de los Cristianos aislados. Tenemos muchos
ejemplos de los jóvenes que prestan servicio militar que viven miles de kilómetros de una
congregación de nuestra fe. Sin duda también hay muchos civiles que se encuentran en
una situación similar. ¿Ellos deben ser privados de la oportunidad para recibir la Santa
Cena como una cruz y desear ansiosamente la próxima oportunidad que estarán cercas a
un pastor? ¿O debemos aconsejarles a explorar la posibilidad de encontrar uno o más
creyentes que, como un caso especial, pueden comulgar el uno al otro?
231

Todas estas preguntas y problemas más o menos se relacionan con la pregunta que es
nuestro tema: ¿Quién puede administrar la santa cena?

Podríamos simplificar el asunto y estar satisfechos con lo que encontramos en los textos
de la teología pastoral. Quisiera citar solamente dos. El Profesor John Schaller [1859-
1920] en su Pastorale Praxis dice: "La auto-comunión del pastor en sí no es aceptable
(los Artículos de Esmalcalda tratan la auto-comunión a la exclusión de la congregación
tal como sucede en la misa papal), pero debe ser usado solamente en una emergencia (por
causa de distancia de otros cristianos) puesto que el predicador realmente no puede
anunciar consuelo a sí mismo. Además, no hay ningún obstáculo esencial para que el
predicador tenga un anciano, por ejemplo, que le administra el sacramento, si la
congregación entiende las razones por hacerlo así" (J. Schaller, Pastorale Praxis, 1913, p
41). A esto el Profesor August Pieper agrega: "Y el pastor debe encargarse de explicarlo
bien a la congregación".

Miramos la referencia de los Artículos de Esmalcalda Parte II, Artículo II, "De La Misa"
8,9:

Si alguien para justificar su proceder quisiera pretextar que para su propia edificación se
da la comunión a sí mismo, éste no habla en serio, pues si quiere comulgar con seriedad,
lo encontrará seguramente y de la mejor manera en el sacramento administrado según la
institución de Cristo. Pero darse la comunión a sí mismo es incierto e innecesario y
además prohibido. El que actúa así no sabe lo que hace porque sigue a falsas ilusiones e
invenciones humanas sin la palabra de Dios. Tampoco es justo (aunque todo lo demás
estuviese en orden) que un hombre quiera usar del sacramento común de la iglesia según
su necesidad religiosa y con ello hacer un juego a su gusto sin la palabra de Dios y al
margen de la comunidad con la iglesia. (Triglotta 465; Tappert 294).

El Dr. John H.C. Fritz [1874-1953] dice lo siguiente en su Pastoral Theology bajo el
título, "Administración del Sacramento por un Laico":

La mayoría de los teólogos Luteranos, incluyendo a Lutero, expresan la opinión que el


Sacramento del Altar nunca debe ser administrado en privado por un laico. Tal
emergencia puede presentarse en el caso del bautismo y puede no haber absolución, y por
lo tanto no existe ninguna buena razón para apartarse del orden establecido por Dios para
la administración de los medios de gracia por parte de los ministros llamados, 1 Corintios
4:1; Romanos 10:15; Hebreos 5:4. La comunión administrado en privado por un laico
puede ser causa de división dentro de la iglesia.

Es otra pregunta totalmente aparte el si un laico, bajo otras circunstancias, puede


administrar el sacramento. Negarlo significaría que la validez del sacramento dependería
no solamente en la consagración de los elementos y su administración, sino también
sobre cierta calificación especial como parte de la administración ("ordenación"). La
Iglesia Católica Romana enseña así. Mientras admitimos que la administración del
sacramento por parte de un laico nunca es "correcto" (recta) y "legítimo" (legitima), no
negamos que puede ser rata [válido] y de facto [en realidad] y en una emergencia, aun de
232

iure [por derecho]. Si en un caso excepcional se permite al laico bautizar, ¿por qué no
puede ser permitido administrar el Sacramento del Altar? Tal caso excepcional puede
presentarse cuando un pastor ortodoxo no puede ser llamado, como cuando un Cristiano
está al punto de morirse, está en el alto mar, ha sido capturado por bárbaros, o casos
similares. Aún bajo tales circunstancias excepcionales, no obstante, aconsejamos al
Cristiano no insistir que el sacramento sea administrado contrario al orden regular
establecido.

¿Puede una congregación bajo circunstancias excepcionales llamar a un laico (o un


estudiante de teología) para administrarles el sacramento? No vacilamos en responder
afirmativamente a esta pregunta; porque bajo tales circunstancias el laico, por virtud de
haber sido llamado por toda la congregación a hacerlo, obra como representante de la
congregación, igualmente como lo haría el ministro llamado. Con el debido respeto, no
obstante, para el orden establecido por Dios para el ministerio y su mención precisa de las
calificaciones necesarias, un laico no debe ser llamado para administrar el sacramento al
menos que haya circunstancias muy especiales para justificarlo. Por esta misma razón un
estudiante de teología, que ayuda ocasionalmente al pastor, no debe hacerlo regularmente.

En vez de comulgar a sí mismo (el cual puede hacer legítimamente; por supuesto
solamente en el culto normal y no en privado), el pastor debe pedir a la congregación un
laico (un miembro del concilio) para que le administre el sacramento. En circunstancias
normales no tendrá que hacerlo; ya que los pastores, casi sin excepción, tienen suficiente
oportunidad para recibir el sacramento cuando se convocan las conferencias y los sínodos
o pueden llamar a otro pastor para ese propósito (John H.C. Fritz, Pastoral Theology, pp
145ss).

La única cita de Lutero que pude encontrar sobre este tema está en su "Charlas de Mesa":

¿Puede la cabeza de familia, en una emergencia, administrar la Santa Cena a su familia?

A esto el Dr. Martín Lutero respondió: De ninguna manera. No; porque no hay ninguna
vocación ni llamamiento, como Josué dijo en Números 11:28: "Señor mío Moisés,
impídelos, etc." Deuteronomio 4:6; 6:6: "Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán
sobre tu corazón". Hechos 2:16,17 y Joel 2:28: "Y después de esto derramaré mi
Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas".

De esto sigue que aquellos que no han sido llamados no pueden predicar; por lo tanto es
también apropiado que no administran el sacramento de la Santa Cena por la razón de
evitar la ofensa. Porque hay muchos que menospreciarían a los pastores si ellos no
podrían ayudarles (Luthers Saemmtliche Schriften, XXII, 570, No. 11).

En vez de contentarnos con estas citas, busquemos nuestra convicción independiente al


considerar algunos de los principios pertinentes.
233

2.

Los Principios Generales Relacionados Con La Pregunta

Una de las consideraciones de peso que han contribuido a nuestra preocupación sobre
esta pregunta es, como hemos visto, la conveniencia de recibir el sacramento regular y
frecuentemente. Tal deseo ciertamente es agradable a Dios. El mismo hecho de que en
un momento cuando su mente y corazón estaban llenos con pensamientos de su próxima
pasión nuestro Señor Jesús tomó el tiempo para dar a sus seguidores su cena; el hecho de
que indicó que era su voluntad que lo que El había iniciado fuera repetido al decir,
"Haced esto, todas las veces, en memoria de mí" (1 Corintios 11:25); y el hecho de que el
apóstol dice: "Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la
muerte del Señor anunciáis hasta que él venga" (1 Cor. 11:26), indican que es su voluntad
que celebremos y recibamos esta sacramento con frecuencia. Una de las cosas en las
cuales debemos entrenar a nuestros miembros es en recibir con frecuencia la santa cena
del Señor. En 2 Timoteo 2:6 encontramos el axioma: "El labrador, para participar de los
frutos, debe trabajar primero". Otra faceta de su aplicación se resume en el dicho:
"Práctica lo que predica". El pastor que busca estimular la asistencia frecuente a la Mesa
del Señor, debe él mismo desear y recibir con frecuencia la Santa Cena.

También recordamos las palabras de Lutero sobre este tema en su introducción al


Catecismo Menor:

Finalmente, ya que la tiranía del papa está abolida (la gente) no quiere ir más al
sacramento y lo desprecian. Aquí es necesario insistir, pero de tal manera que (se
entienda que) nosotros no debemos obligar a nadie a la fe o al sacramento, ni determinar
tampoco leyes, tiempos o lugares. Pero debemos predicar, de un modo tal que ellos
mismos se vean impulsados sin nuestra ley y que sean ellos mismos precisamente los que
nos obliguen a nosotros, pastores, a administrar el sacramento. Lo cual se logra al
decirles: quien no busca o anhela el sacramento unas cuatro veces como mínimo al año,
debe temerse que desprecie el sacramento y no sea cristiano, de la misma forma que no es
cristiano el que no cree o escucha el evangelio, pues Cristo no dijo "dejad esto" o
"despreciad esto", sino "haced esto todas las veces que bebieres" (1 Cor. 11:25).

El quiere verdaderamente que se haga y que no se abandone y se desprecie del todo.


"HACED esto" dice él.

Quien no estima altamente el sacramento, esto es un signo de que [para él] no existe
pecado, carne, demonio, mundo, muerte, peligro, infierno, esto es, no cree en ninguna de
estas cosas, aunque esté hundido en ellas hasta las orejas y sea doblemente del diablo.
Inversamente no tiene necesidad de la gracia, de la vida, del paraíso, del reino del cielo,
de Cristo, de Dios, ni de bien alguno. En efecto, si creyese que tendría tanto mal en él y
que necesitase tantos bienes, entonces no dejaría así el sacramento, en el que se remedia
tanto mal y se dan tantos bienes. No habría necesidad tampoco de obligarlo a acudir al
sacramento con ninguna ley, sino que él mismo se apresuraría y correría obligándose a sí
mismo y compeliéndote a que debas administrarle el sacramento.
234

Por eso no debes establecer aquí las leyes como el papa; explica solamente la utilidad y el
perjuicio, la necesidad y las ventajas, los peligros y lo saludable que hay en este
sacramento, y así vendrán por sí mismos sin que los obliguen. Pero, si no vienen,
abandónalos a su suerte y diles que pertenecen al diablo, puesto que no sienten ni estiman
su gran necesidad y la asistencia bondadosa de Dios. Si no actúas así o estableces una ley
y un veneno, es tu culpa que desprecien el sacramento. ¿Cómo no han de ser negligentes,
cuando tú duermes o calles? ¡Reparad bien en esto, pastores y predicadores!

Nuestra función ha llegado a ser una cosa distinta de lo que fue bajo el papado; es ahora
algo serio y saludable. (Triglotta 537-539; Tappert 340-341).

Aunque todo esto es ciertamente la verdad, debemos tener cuidado de no exagerar


nuestro caso. Aunque es cierto que la Santa Cena es necesario para el "bienestar" (bene
esse) de la fe y vida Cristiana, no es necesario para el "ser" (esse). Vivimos con este
hecho en el caso de nuestros hijos que no han sido confirmados. En este respecto la
Santa Cena es diferente del bautismo. Un Cristiano puede alimentar su fe con la palabra
si el Señor le ha puesto en una situación donde es imposible que reciba la Santa Cena.
Este hecho puede ser usado para aumentar su deseo para el momento cuando el Señor
volverá a hacer posible que reciba lo que ha tenido que renunciar.

Un paralelo a esto sería el deseo intenso para la casa de Jehová que salió del corazón de
David cuando era fugitivo y no se atrevió entrar en el santuario. Pensemos en las
palabras del Salmo 42, "Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama
por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y
me presentaré delante de Dios?" (vv 1,2). Y luego el gozo que anticipa cuando su exilio
habrá terminado, está expresado en el Salmo 43: "Envía tu luz y tu verdad; éstas me
guiarán; me conducirán a tu santo monte, y a tus moradas. Entraré al altar de Dios, al
Dios de mi alegría y de mi gozo; y te alabará con arpa, oh Dios, Dios mío" (vv. 3,4). Este
argumento ha sido presentado para prevenir los argumentos puramente sentimentales, no
importa cuán sinceros sean, para reafirmar una respuesta a las preguntas que estamos
considerando, y para retener una objetividad que coloca en la balanza solamente aquellas
consideraciones que tienen un peso verdadero.

Exagerar nuestro caso podría causar angustia innecesaria por parte de alguno de los
sobrevivientes que no podría recibir el sacramento "al final de su vida" (in extremis).
También podría causar una petición casi fanática por parte de la familia de administrar la
Santa Cena a un ser amado que se encuentra inconsciente o en estado de coma para que
no muera sin recibir el sacramento. De lo que se ha dicho sigue que el pastor en su deseo
loable de recibir la Santa Cena con frecuencia no puede descartar todas las
consideraciones contrarias simplemente para hacer posible que satisfaga su propio deseo
para el sacramento.

Hasta donde yo puedo determinar, hay solamente una referencia en la palabra acerca del
oficiante en la Santa Cena, y esa es el registro de la celebración original en la cual nuestro
Señor mismo ofició. Por lo demás, tendremos que estar contentos con nuestras
deducciones.
235

Incluimos la Santa Cena con su cualidad única y intensamente personal de asegurar al


pecador del perdón y la salvación en las llaves. Y las llaves, creemos, han sido dadas a
todos los creyentes, el sacerdocio real, que en su totalidad son la iglesia. Lo que uno
tiene, lo tienen todos. "Todo es vuestro" (1 Cor. 3:21). El uso público de las llaves, sea,
en nombre y como representante de la iglesia como sucede en una reunión, se confiere
por medio de un llamamiento. Por lo tanto, aquellos que han sido llamados son
"administradores de los misterios de Dios" (1 Cor. 4:1), los misterios de Dios siendo los
medios por medio de los cuales el Señor revela y ofrece su gracia salvadora. San Pablo,
como sabemos, recibió un llamamiento directo. El otro hombre a quien él se refiere
directamente con su uso de la primera persona plural fue Apolos. En cuanto a cómo él
fue llamado no tenemos ninguna información. Hacemos bien, no obstante, en enfatizar
que el llamamiento confiere el privilegio del uso público de las llaves, o, para ser más
específicos para nuestros propósitos, la administración de la Santa Cena.

Para aquellos que fueron llamados a cualquier forma del ministerio público el Señor
exige ciertas calificaciones. Algunas son específicas. En el caso de los obispos "apto
para enseñar" es una calificación específica, uno que "gobierne bien su casa" y uno que
"tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad" (1 Timoteo 3:2,4). En el caso de los
diáconos también, una calificación específica es que "gobierne bien sus hijos y sus casas"
(1 Timoteo 3:12). Las calificaciones generales para todos que han sido confiados
cualquier forma del ministerio público o aún una función comparativamente menor en la
iglesia es que sea de un carácter Cristiano sano.

En el caso de los obispos o los ancianos miramos a 1 Timoteo 3:2-7 y Tito 1:6-9: "Pero
es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente,
decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso
de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa,
que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su
propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que
envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga
buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo".

Tito 1:6,9: "(Ancianos) el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga
hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. Porque es necesario
que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, ni iracundo, no
dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador,
amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel
tal como ha sido enseñada, para que también puede exhortar con sana enseñanza y
convencer a los que contradicen".

Las calificaciones para los diáconos se encuentran en 1 Timoteo 3:8-12: "Los diáconos
asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de
ganancias deshonestas; que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia. Y éstos
también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son
irreprensibles. Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobria, fieles
236

en todo. Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y
sus casas".

En el caso de los siete en la iglesia madre en Jerusalén tenemos sus calificaciones en


Hechos 6:3: "Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen
testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este
trabajo". Para las viudas quienes tuvieron alguna función o estatus pública estas fueron
las calificaciones: "Sea puesta en la lista sólo la viuda no menor de sesenta años, que
haya sido esposa de un solo marido, que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado
hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a
los afligidos; si ha practicado toda buena obra" (1 Tim. 5:9,10). Vemos que todos que
han servido públicamente de alguna manera requirieron las calificaciones específicas sin
las cuales un hombre no podría ser considerado para los puestos de más peso.

Hay varios principios que prevalecen cuando se hacen arreglos dentro de la iglesia. El
apóstol dice: "Hágase todo decentemente y con orden" (1 Cor. 14:40). Antes de esto
había dicho, "Dios no es Dios de confusión, sino de paz" (v. 33). El orden presupone la
planeación y la preparación para que cuando cualquier arreglo se efectúa no habrá
ninguna confusión. Otro principio aún más amplio se encuentra en 1 Corintios 16:14:
"Todas vuestras cosas sean hechas con amor". Esto significa que todos deben ser
considerados; no solamente el pastor, no solamente el concilio, sino también las personas;
no solamente los fuertes, sino también los débiles. En el caso de la introducción de algo
nuevo o la eliminación de algo antiguo, las razones por lo pasos deben ser claramente
explicadas y generalmente aceptadas.

Y esto nos lleva al tercer principio: "No seáis tropiezo, ni a judíos, ni a gentiles, ni a la
iglesia de Dios" (1 Cor. 10:32). La acción precipitada o la acción unilateral no puede
sino perturbar a otros, especialmente a aquellos que no pueden discriminar entre la
adiafora y lo esencial. Si se cambia algo que los padres han hecho, puede haber temor de
que están abandonando la doctrina; si se introduce algo nuevo que puede parecer a la
iglesia heterodoxa, hay aquellos que temen que todo el carácter Luterano de la
congregación está siendo renunciado.

Debemos tener cuidado, por lo tanto, de no confundir el uso popular del término "ofensa"
con el uso bíblico. En el uso popular, decir que algo me ofende quiere decir que no me
gusta cómo se hace algo. Pero el skandalon [ofensa] o proskomma de las Escrituras
implica más. Si lo que yo hago causa a un hermano débil a participar conmigo aunque en
su conciencia piensa que lo que está haciendo es un error, yo le he causado un daño
espiritual. "¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no
se condena a sí mismo en lo que aprueba. Pero el que duda sobre lo que come, es
condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado"
Romanos 14:22,23. O puede suceder al contrario. Si no puede entender que lo que está
siendo introducido es correcto y aceptable según las Escrituras y al contrario lo toma
como una relajación de las reglas bíblicas, puede llegar a la conclusión de que los
principios bíblicos pueden ser torcidos. Si, por ejemplo, introduciríamos un cambio en la
manera acostumbrada de practicar la comunión cerrada, puede concluir que también es
237

permisible relajar nuestros principios en cuanto a la logia. Otra vez, esta persona ha
sufrido un daño espiritual.

Esto lo que hemos dicho no quiere decir que todo lo que hacemos debe ser congelado,
pero sí indica el porque los tres principios explicados anteriormente deben recibir una
consideración plena.

Otra consideración que afecta la respuesta a nuestra pregunta es que no se necesita una
uniformidad completa en los arreglos que no tienen que ver con asuntos doctrinales.
Recordamos la declaración clásica de la Confesión de Augsburgo: "Y para la verdadera
unidad de la iglesia es suficiente estar de acuerdo sobre la doctrina del evangelio y la
administración de los sacramentos. Ni tampoco es necesario que la tradición humana,
sean, los ritos o las ceremonias instituidas por los hombres, deben ser similares en todo
lugar. Como Pablo dice: "Una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, etc. Efesios
4:5,6". (Triglotta 47; Tappert 32). No sería correcto tratar de responder nuestra pregunta
por decir, "Si un pastor introduciría un arreglo que ninguno de sus antecesores había
usado, otras congregaciones cercanas podrían sentirse confundidas". O, "Si el pastor
introduciría un arreglo que ninguno de sus antecesores había usado, los miembros de su
congregación estarían perturbados. Por lo tanto, siempre debe hacer las cosas de la
misma manera". La uniformidad rígida o la continuidad en las costumbres no es
obligatorio. La conveniencia de tal arreglo tendría que ser pesado sobre sus propios
méritos. Si lo encuentran conveniente, si es un acto de amor que incluye la paciencia,
entonces encontrarán maneras de resolver los problemas que podrían surgir.

Ahora, creo, estamos listos para proceder a mencionar las respuestas específicas a nuestra
pregunta: ¿Quién puede administrar la Santa Cena?

3.

Las Respuestas Indicadas

No es necesario gastar mucho tiempo en establecer el hecho de que el pastor o los


pastores llamados de una congregación pueden administrar la Santa Cena. Esta es una de
las funciones que le ha sido asignado en su llamamiento, por medio del cual la
congregación lo designó para funcionar en nombre de la congregación y servir a la
congregación.

Aunque el llamamiento extendido a los vicarios no menciona específicamente la


distribución de la Santa Cena, las estipulaciones son suficientemente amplias como para
incluir esta función: "....será requerido asistir con la predicación, visitación de los
enfermos y personas nuevas, trabajo administrativo, y otros deberes ministeriales como
serán indicados por el pastor." Si el pastor pide al vicario que le colabore en la
administración de la Santa Cena, o en el caso de una parroquia sin pastor que funciona
sólo en la celebración de la Santa Cena, se deben cumplir las consideraciones de orden y
238

de amor. No he escuchado de ningún caso donde ha habido una vacilación para aceptar
los servicios de un vicario.

Si se le pide a un pastor ordenado colaborar en la distribución de la Santa Cena cuando es


el pastor invitado, o que se encarga totalmente del servicio con cena, no hay ninguna
diferencia esencial entre este arreglo y lo que ocurre cuando un pastor es pedido servir
como predicador invitado. Aunque no hay ninguna acción formal por parte de la
congregación siendo servida, se toma por sentado entre nosotros que en tales casos el
pastor de la congregación está delegando a una persona cualificada el ejercicio de
funciones que han sido confiados a él. Sucede con frecuencia y se considere ser
ordenado. Si ocurre que una congregación se opone al uso de un sustituto particular en el
futuro, el pastor sabio desistirá de volver a llamar a ese hombre. En cualquier caso,
llamarle otra vez sin tener un entendimiento claro con su congregación perjudicaría la
confianza en su propio ministerio.

¿El estudiante de teología puede asistir con la distribución de la Santa Cena, o en una
emergencia lo podía hacer sólo? Otra vez, es un caso en el cual el pastor delega esta
función que le ha sido confiado a otra persona en una situación dada. Por cierto, las
calificaciones del estudiante para el ministerio público no han sido establecidos por
medio de su culminación de estudios y presentación como candidato para el sagrado
ministerio. Pero esto no envuelve un llamamiento permanente para ejercer todas las
funciones de un pastor sino solamente un nombramiento limitado. El hecho de que el
hombre es un estudiante de buena reputación en el seminario será aceptado como
evidencia de que posee las calificaciones generales que el Señor requiere para el ejercicio
de cualquier función pública en la iglesia. Si, no obstante, existe cualquier pregunta por
parte de la congregación acerca de tener un estudiante que distribuye la Santa Cena, el
amor exigiría que esta pregunta sea hablando y el arreglo continuado solamente si puede
llegar a una unanimidad. Como hemos dicho antes, el amor, que incluye evitar la ofensa,
debe ser ejercido en todos los arreglos de la vida de alabanza de la iglesia.

Ahora, ¿qué se puede hacer si el pastor desea recibir con más frecuencia la santa cena y
no esperar únicamente para las conferencias y las convenciones, o si está convencido que
para dar buen ejemplo a su congregación debería permitirles verle a él recibiendo regular
y frecuentemente la Santa Cena? Como mencioné en la primera parte de esta
presentación cuando estábamos enumerando los problemas que subyacen nuestro tema,
fueron precisamente estas preocupaciones que en Alemania hace un siglo fueron las
responsables para la agitación de permitir la auto-comunión. Puesto que parece haber un
interés general en este asunto, porque, creo, la auto-comunión se practica en algunas
iglesias que están en compañerismo con nosotros; y puesto que existen casos de esta
práctica también en nuestro propio sínodo, vamos a examinarlo en más detalle.

En Meusel encontré un artículo bajo el título Sumptio (Consumo), que presentaré a


continuación con la esperanza que sea interesante para Uds. puesto que pone la auto-
comunión en su perspectiva histórica:
239

En la iglesia antigua hasta el siglo 9 el sumptio (consumo) ocurrió en esta manera que el
pan y la copa fueron colocados en las manos de los comulgantes, quienes los pusieron en
sus bocas ellos mismos. En la iglesia occidental el temor de profanar el sacramento
conllevó a la adopción de ciertas precauciones. Fue este temor, que creció con el
continuo desarrollo y extensión de la doctrina de la transubstanciación [la creencia de que
el pan y el vino se cambian en el cuerpo y la sangre de Cristo], que en el occidente
culminó en la costumbre que ya era muy generalizado en el siglo 9, y puede trazar sus
raíces inclusive hasta el siglo 6, de colocar los elementos directamente en la boca de los
comulgantes.

Este mismo temor también jugó un papel en la retención de la copa. En ambos casos
había un desprecio jerárquico por el laico. Como resultado, cuando la Reforma abolió la
retención de la copa, también había en el principio una inclinación por parte de los
Luteranos de restaurar la vieja costumbre del sumptio. Pero cuando Carlstadt lo hizo
obligatorio en Wittenberg y causó ofensa a los débiles en la fe, Lutero se opuso a él
declarando que era asunto de adiafora. Que la iglesia Luterana siguió distante de
cualquier cambio en este asunto fue causado esencialmente y más o menos
conscientemente por su oposición a las innovaciones presentadas por parte de los
Reformados. Por su parte, siguiendo el ejemplo de Zwinglio y la iglesia de Zurich, la
costumbre frecuente fue cambiada, no por restaurar aquella de la iglesia antigua, sino por
pasar la copa y el plato de comulgante a comulgante para que cada uno sirviera su propia
porción de pan y vino. De esta manera la distinción entre dosis [distribución] y lepsis
[recepción] fue eliminada, y la idea original Reformada en cuanto al sacramento fue
expresada en el último análisis como una acción por parte de la iglesia (Selbstbetaetigung
der Gemeinde) ante Dios y el mundo. En oposición a este procedimiento la Reforma
Luterana, para quienes el sacramento por encima de todo es un don de Dios a la iglesia,
fue menos inclinado a dejar la manera frecuente en que el arreglo litúrgico expresó más
enfáticamente el hecho de que los comulgantes fueron aquellos que recibían.

Todavía es necesario tocar un tema que recientemente ha surgido para discusión en la


Iglesia Luterana, la pregunta de la tal llamada auto-comunión de los pastores, si el pastor
que distribuye el sacramento, en el caso de que no haya otro pastor presente que se lo
puede administrar, es autorizado para dárselo a sí mismo (se ipsum communicare). Desde
los primeros días la costumbre prevaleció sin ser dudado que el pastor también
participaba y de esta manera recibió la cena de sus propias manos. Con la aparición de la
costumbre en la Iglesia Católica Romana de la Edad Media cuando el sacerdote celebró la
misa en privado (Winkelmesse) se produjo el abuso de que el clérigo oficiante era el único
comulgante y de ahí la interpretación falsa de que en la recepción del sacramento él en su
persona está representando a la congregación.

Al principio la Reforma Luterana no presentó ninguna objeción a la auto-comunión de


los clérigos en conexión con la comunión de la congregación. Lutero en el Formula
missae [Liturgia para la Santa Comunión] de 1525 dice explícitamente: "Después se
comulga a sí mismo, y luego a sus miembros" (Deinde communicet tum sese tum
populum). Cf. C.A. XXIV, 34: "Ahora puesto que la misa no es un sacrificio para otros,
vivos o muertos, para quitar sus pecados, sino que es una comunión en que el sacerdote y
240

los otros reciben el sacramento para sí mismos, esta manera se observa entre nosotros en
los días festivos y de la misma manera, si hay comulgantes presentes, se celebra la misa y
los que tienen el deseo son comulgados."

Algunas constituciones de diferentes iglesias Luteranas (Kirchenordnungen) del siglo 16


han permitido, y en parte hasta han pedido, la auto-comunión. Pero al principio el abuso
de la misa privada causó a los Luteranos a volver a pensar que la auto-comunión fuera
desfavorable: "Es una confusión de oficios si uno se comulga a sí mismo, igualmente
como sería si la persona se bautizaría a sí mismo. Compare también Artículo de
Esmalcalda, Parte II, Artículo II, 8. Además, por lo menos instintivamente la oposición a
lo Reformado contribuyó a esta tendencia. En las iglesias Reformadas la participación
del pastor en la cena fue específicamente exigido, y de la misma manera en que da la
copa y el plato a los otros comulgantes, también debe participar y recibirlo de uno de
ellos. Aquí también el anterior concepto del sacramento encontró expresión, una que
contradice el dosis [distribución] en el sentido Luterano. En contra de esto la mayoría de
las constituciones de las iglesias Luteranas han abolida la auto-comunión de los pastores
y en parte explícitamente lo han prohibido (por ejemplo la constitución de la iglesia de
Bugenhagen para la ciudad de Goslar, 1531: "Nadie administrará ni dará el sacramento a
sí mismo"), para que en el siglo 16 esta costumbre gradualmente desapareció y
especialmente desde mitades del siglo 17 solamente aparece como la excepción y casi no
fue tolerado.

La razón principal por lo cual este fenómeno extraño de que en la Iglesia Luterana fuese
eliminado una costumbre común y venerable está expresada por la facultad de teología de
Wittenberg de 1612, donde dicen que como requisito para la Santa Cena debe haber tanto
dosis [distribución] como lepsis [recepción] (ver John Gerhard: "Se necesita dos
personas para la Santa Cena, uno que distribuye y otro que recibe, los pastores
funcionarían más de acuerdo y más correctamente con la institución de Cristo si
recibirían el sacramento de otro y no de sí mismo.") Aún así el hecho no ha sido pasado
por alto en la Iglesia Luterana que el dosis litúrgico es en sí un asunto de adiafora y
teólogos prominentes como Chemnitz [1522-1586], Gerhard [1582-1637], y Hunnius
[1550-1603] han afirmado que la auto-comunión del pastor es permisible por lo menos en
una emergencia, con el argumento de que el pastor aún cuando recibe el sacramento de sí
mismo todavía funciona como un órgano de Dios.

Luego sigue una sección acerca del sentimiento creciente en cuanto a la auto-comunión,
una sección que citamos anteriormente. Meusel agrega:

El obstáculo de conceder esta petición parece ser aquella de la recepción del sacramento
que está atada a la confesión y la absolución que proceden. La objeción fue presentada
de que este prerrequisito no es absolutamente necesario, que el pastor puede incluirse a sí
mismo en la absolución general, además que puede permitir que otro pastor le anuncia la
absolución. Si no obstante las autoridades eclesiásticas han resistido la petición, el factor
decisivo parece ser la consideración para la congregación, para quienes la auto-comunión
del pastor debe aparecer como algo ofensiva y contradictoria" (Meusel, op. cit., pp
488ss).
241

Condenar la auto-comunión contundentemente, cuando tenemos el ejemplo de la


antigüedad y la opinión de respetados teólogos Luteranos a su favor, sería impertinente.
Personalmente, no me gusta y aconsejaría precaución contra su introducción y estoy a
favor de tratar de reemplazarlo con algo mejor donde ya existe. Para mí suena como
clerigoismo, la idea infantil de que el pastor ordenado es la única persona en una
congregación Cristiana que puede tener el derecho y la capacidad para oficiar en la Santa
Cena.

En toda humildad creo que aquí podemos apoyarnos en las palabras del apóstol Pablo:
"Yo os muestro un camino aun más excelente" (1 Corintios 12:31). Creo que en el asunto
bajo consideración el camino más excelente es revertir a la verdad del sacerdocio
universal de todos los creyentes. ¿El derecho para oficiar en la Santa Cena tiene que ser
restringido a los pastores teológicamente entrenados? En cuanto a la proclamación de la
palabra, no puede haber pregunta de que en nuestra época la aptitud para enseñar aquello
que el Señor muestra como una calificación para el oficio del obispo no requiere
entrenamiento teológico. No pienso en el sermón formal del culto, sino en las diferentes
áreas de la enseñanza, las devocionales en las reuniones, las devociones con los
enfermos. Creo, también, que este entrenamiento es un requisito para tener personas
capacitadas para los otros deberes pastorales. Este aplica también a la mayordomía de la
Santa Cena, que envuelve no solamente darlo a los que tienen derecho de recibirlo, sino
también retenerlo de aquellos que son impenitentes.

Pero poder distribuir al pastor oficiante los elementos que han sido debidamente
consagrados no requiere las calificaciones especiales requeridos de aquellos que laboran
en la palabra y en la doctrina. Mientras conocemos poco acerca del funcionamiento de
las nuevas congregaciones de la época apostólica, parece ineludible la conclusión de que
los primeros obispos fueron escogidos de los conversos que formaban la nueva
congregación. Sabemos que tan pronto como fuera posible se pidió un entrenamiento
especializado de aquellos que enseñaban: "Lo que has oído de mí ante muchos testigos,
esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros" (2 Timoteo
2:2). Pero el punto es que si aquellos primeros creyentes buscaron hombres para llevar a
cabo las funciones necesarias en la vida de la congregación, no hay ninguna razón por la
cual no podemos seleccionar alguien de entre los miembros de una congregación para
administrar la Santa Cena a su pastor. El acto de la congregación, su llamamiento si
quiere, sería conferir el derecho, tal como el llamamiento confiere al pastor el derecho de
llevar a cabo una gama más amplia de funciones.

La idea de reclutar los servicios de un miembro para llevar a cabo algunas funciones
limitadas del ministerio público en nuestras congregaciones no es nada nuevo. Hicimos
algo similar a lo que está siendo sugerido aquí en el caso de leer un sermón
(Lesegottesdienst) que, creo, fue bastante común en los días cuando, a causa de las
dificultades en las carreteras, fue difícil tener pastores sustitutos. Creo que hay muchas
parroquias donde esta práctica todavía prevalece. Las porciones del servicio litúrgico que
han sido retenidos pueden variar, pero una persona designado por el pastor o por la
congregación para leer un sermón que ha sido preparado por el pastor. El punto es que el
242

principio fue reconocido de que es bíblico confiar un ejercicio limitado de las llaves a
alguien tomado o escogido de la congregación si existe una necesidad legítima.

¿A quién se puede escoger? Si hay un colegio Cristiano, se podría pensar en el rector


como el hombre más lógico puesto que él también tiene un llamamiento al ministerio
público, y cumplir con otra función más sería lo menos complicado. Donde no hay un
rector, y aún donde hay, se puede pensar en los ancianos. Uso este término en su sentido
restringido puesto que me doy cuenta que en algunas constituciones designan a los
ancianos la responsabilidad de defender la pureza de la doctrina, ayudar en el
mantenimiento de la disciplina Cristiana, fomentar la paz, y velar por el buen orden en
los cultos. Puesto que de una manera específica están colocados al lado del pastor en
cuanto a lo que concierne los intereses espirituales de la congregación, darles la
responsabilidad de administrar la Santa Cena al pastor estaría de acuerdo con estas otras
funciones. A propósito, si por cualquier razón parecería que el pastor debe abstenerse de
recibir el sacramento hasta que se resuelve la dificultad, creo que sería mas sabio recibir
esta petición de los ancianos y no del rector.

Se ha anticipado las objeciones a tal arreglo, las cuales serían: 1) Es un laico, no un


pastor. 2) Los miembros de la congregación sentirían ofensa si comenzara tal práctica.
3) ¿Qué dirían las otras congregaciones cercanas si se enteraran que un anciano
administra la Santa Cena a nuestro pastor?

En cuanto a la primera objeción, tengo todo el respeto del mundo para el oficio pastoral.
Para aquellos que han sido confiados con este oficio, siento constreñido a expresar lo
mismo que Pablo expresó: "A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los
santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las
inescrutables riquezas de Cristo" (Efesios 3:8). Y el Señor también es muy explícito en
exigir respeto para este oficio: "Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por
dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar" (1 Timoteo
5:17). "Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os
presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por
causa de su obra (1 Tesalonicenses 5:12,13).

Pero también tengo mucho respeto para el sacerdocio universal de todos los creyentes.
Es por medio de su llamamiento que el Señor hace a un hombre un pastor: no hay
llamamiento, no hay pastor. Ni tampoco ha depositado todas las virtudes Cristianas y
todo el conocimiento Cristiano únicamente en los pastores. ¿Quién no ha tenido la
oportunidad de maravillarse del buen sentido Cristiano de alguno de nuestros laicos?
Pedir a una congregación hacer los arreglos para que alguno de sus miembros diera la
Santa Cena a su pastor proveería una excelente oportunidad para repasar lo que la palabra
dice acerca de la gloria de los santos, quienes son la iglesia, y acerca de la naturaleza del
llamamiento. Hablamos antes del hecho de que el Señor exige ciertas calificaciones de
aquellos a quienes es concedido cualquier tipo de función pública en la iglesia. Si un
anciano fuera pedido distribuir la Santa Cena a su pastor, tendría que ser, por lo tanto,
alguien que cumple con su oficio con dignidad. Sería una ofensa confiar esta función a
243

un hombre que pudo haber sido elegido al oficio con la intención de reformarle, pero que
no ha dado evidencia de crecimiento en su sinceridad Cristiana.

Mencioné la oportunidad para instruir a la congregación acerca del sacerdocio real y de la


naturaleza del llamamiento. Esto nos lleva a la segunda objeción. Ciertamente el
anuncio del pastor de que comenzando el próximo domingo Sr. Fulano va a distribuir la
Santa Cena al pastor causaría ofensa en la congregación. O anunciar que el arreglo iba a
ser introducido puesto que el concilio había tomado esa decisión. No, la información
paciente y la discusión en todos los niveles deben preceder: en el concilio, en los
votantes, en la reuniones y en cartas enviadas a todas las familias de la congregación.
Cuántos semanas o meses que deben dedicar a esta decisión depende de las
circunstancias. Pero puede hacerse y puede ser aceptado.

¿Qué pasa con nuestras congregaciones hermanas? ¿No pueden ellas ser ofendidas? La
pregunta ha sido presentada de si sería asunto de dar ofensa o de tomar ofensa. Las
preguntas pueden ser presentadas con toda razón, y merecen una respuesta. Pero una vez
que haya sido establecido que no afecta ninguna diferencia en doctrina se debe permitir el
"es suficiente" [estar de acuerdo sobre el evangelio] de la Augustana VII.

Si la contundencia de la presentación anterior ha sido aceptado, creo que también


tenemos la respuesta a lo que se debe hacer si hay algún impedimento físico que dificulta
o imposibilita que el pastor distribuya la Santa Cena, pero no lo hace imposible llevar a
cabo otras funciones de su oficio. Si no hay otra solución simple - y no todas las
congregaciones tienen una fuente de hombres ordenados a la mano - la congregación
debe enterarse del hecho de que tiene en su propio medio los recursos lo necesario para
resolver su problema.

Todavía queda la pregunta de los Cristianos que se encuentran aislados. Si hay dos o tres
que se encuentran cercanos y en la misma situación, lejos de la iglesia y del pastor,
¿pueden ponerse de acuerdo para celebrar juntos la Santa Cena? Mi respuesta sería un sí
cauteloso. Primero que todo, aconsejaría de que se aseguran de que su aislamiento es
real. El hecho de que requiere algo de esfuerzo para llegar a una congregación o al pastor
en sí no es válido. El esfuerzo y el sacrificio no deben ser eliminados del vocabulario del
Cristiano. Pero donde el aislamiento es verdadero, debemos recordar lo que el Señor
dijo: "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio
de ellos" (Mateo 18:20). Donde está El, también están las llaves, y por lo tanto el
derecho de celebrar la Santa Cena.

Dije, no obstante, que era un sí cauteloso. Aún donde haya circunstancias que ameritan
que los Cristianos aislados ejercitan su sacerdocio espiritual por arreglar su propio culto
con cena, los principios a que hemos referido no deben ser ignorados. Si están sinceros
acerca de su Cristianismo evitarán comulgarse con los heterodoxos, y se supone que
mantendrán su membresía en sus congregaciones. Por lo tanto, el orden requiere que
informan a sus congregaciones de su situación y que no obran sin su conocimiento ni
consentimiento. Deben recibir el consejo de que designan a uno o dos dentro de su grupo
para oficiar, pero que deben asegurarse de conocer lo que es apropiado en la celebración
244

de la Santa Cena y ser mayordomos conscientes del sacramento. En efecto,


temporalmente estarán formando su propia congregación y estarán llamando a alguien de
entre su medio para oficiar.

Si hay necesidad de expresar estas palabras de precaución a los Cristianos maduros que
se encuentran en situaciones de aislamiento, con mayor razón hay que expresarlas a las
personas que prestan servicio militar. La edad no es ninguna garantía de madurez
espiritual, ni tampoco es la juventud evidencia de inmadurez espiritual. Pero el Señor sí
está en contra de conferir el oficio de obispo a un novato (1 Timoteo 3:6). El pastor que
informa a un joven de su privilegio también debe hacerle entender la solemnidad de la
celebración de la Santa Cena, especialmente la necesidad para el orden y la mayordomía
consciente requerida para la comunión cerrada. Solamente hay que leer las palabras
solemnes por medio de las cuales el Señor habló a San Pablo cuando la práctica de la
comunión en Corinto había degenerado para darnos cuenta de la relevancia de estas
palabras.

Debemos enfatizar este recuerdo de lo que se hace en una emergencia no debe la base
para comenzar una práctica común. Si algunos miembros de una congregación no están
de acuerdo con el horario de los cultos en que se celebran la cena, o si tienen una
aversión a su pastor y por lo tanto comienzan sus propios cultos con la santa cena,
tendríamos cada razón para marcar tales acciones como cismáticas y por lo tanto
pecaminosas. El amor sería ignorado, el orden perturbado, y violarían la obligación del
pastor llamado. El Señor condena tal perturbación como una obra de la carne y
pronuncia su veredicto sobre ello: "Y manifiestas son las obras de la carne.....pleitos,
celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias....os amonesto, como ya os le he
dicho antes, aquellos que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios" (Gálatas
5:19-21).

Eso, creo, es todo lo que tengo que decir acerca de la pregunta: ¿Quién puede
administrar la Santa Cena? No presumo haber dicho la última palabra sobre el tema. Si
lo que he dicho puede servir para estimular el pensamiento y la discusión, confío que el
propósito de mi venida habrá sido cumplido.

Qué el Señor nos ayude a apreciar tanto el privilegio de poder administrar la Cena del
Señor como el privilegio de recibirlo.

[Este ensayo fue presentado en la Conferencia Pastoral del Distrito de Minnesota que se
reunió en Winthrop, Minnesota el 23 abril, 1968. Fue publicado en el Wisconsin
Lutheran Quarterly (Vol. 65, July, 1968), pp 187-205. El Profesor Irwin Habeck enseñó
en el Seminario Luterano de Wisconsin de 1966-1984.]
245

¿Por qué practicamos la comunión "cerrada"? ¿Es porque nos creemos mejores que los
demás? Rechazamos tal sugerencia como totalmente falsa. Practicamos la comunión
"cerrada" de acuerdo con el mandato de nuestro Señor Jesús como un testimonio a la
unidad de nuestra fe basada en todo lo que las Escrituras enseñan.

El siguiente ensayo por Paul Kretzmann demuestra que la comunión "cerrada" es bíblica
y que históricamente ha sido practicada por la iglesia.

INSCRIPCIÓN Y ADMISIÓN A LA SANTA CENA

Desde que un grupo de Cristianos quienes, como miembros de la Iglesia Católica


Romana, sintió constreñido por su conciencia a separarse de los seguidores del pontífice
Romano, y acudieron a ofrecer apoyo al hombre que Dios había escogido como su
instrumento para reformar y reconstruir la iglesia antigua de Cristo y de sus apóstoles,
esta "iglesia restaurada" (ecclesia renovata) ha sido nombrada por este gran campeón de
la verdad, Martín Lutero. La designación "Luterano" fue aplicado a ese grupo desde el
Debate de Leipzig de 1519 y la Dieta de Worms de 1521. Su significado para cada
miembro de la iglesia Luterana, por lo tanto, es que exige un regreso a las condiciones de
la iglesia apostólica, una observación total de las Escrituras como el único fundamento de
doctrina y la única regla para la vida. Como los apóstoles mismos se sintieron atados al
mandato incluido en las palabras de su Amo: "Si vosotros permaneciereis en mi palabra,
seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres"
(Mateo Juan 8:331,32) y otra vez, "Haced discípulos a todas las naciones....enseñándoles
que guarden todas las cosas que os he mandado" (Mateo 28:19,20) de manera que la
iglesia de la Reforma consideró como su deber principal el reestablecer y mantener la
pureza de la doctrina y la práctica que había caracterizada la iglesia del primer siglo.

Uno de los más grandes tesoros de la iglesia es la Santa Eucaristía, el último testamento y
voluntad del Salvador, legando los beneficios de su sufrimiento a los creyentes de todos
los tiempos. Desde los tiempos antiguos la iglesia ha sido celosa en guardar contra los
abusos en este sacramento. La admisión a la Santa Cena siempre ha sido considerado un
gran privilegio. Por lo tanto, tenemos el instituto de la catequesis en la iglesia primitiva
que requirió una cuidadosa instrucción de todos los candidatos a la membresía. Si
cualquier miembro se hiciera culpable de enseñanza o confesión falso o si algún hecho
pecaminoso requeriría la disciplina eclesiástica, las congregaciones emplearon medidas
estrictas para disciplinar y restaurar al miembro errante, para que la relación del cuerpo
de Cristo no fuera manchada.

La iglesia de la Reforma, específicamente la Iglesia Luterana, sintió que era su deber


emplear medidas de protección similares a aquellas usadas en la iglesia primitiva. La
iglesia se encontró bajo la obligación de hacerlo para su propio bienestar, como el cuerpo
al cual los medios de gracia fueron confiados y cuyos pastores son mayordomos de los
misterios de Dios, y para el bienestar de aquellos que podrían anhelar el privilegio de
recibir la Santa Cena al menos que no pensaran en la recepción indigna de la Cena del
Señor, como está presentado en la Palabra de Dios. La instrucción de los miembros
prospectivos ha llegado a ser una característica de la práctica Luterana, aunque el rito de
246

la confirmación no fue convertido en un sacramento. La otra medida de protección


contra una recepción indigna del sacramento fue dado en la costumbre de anunciarse o
inscribirse para la Santa Comunión.

Esta costumbre resultó de una declaración de la Confesión de Augsburgo [1530] y su


Apología [1531]. En el primer documento leemos: "Nadie debe ser admitido al menos
que haya sido examinado. También se aconseja a las personas acerca de la dignidad y el
uso del sacramento" (Triglotta 65; Tappert 56). En la Apología el pasaje correspondiente
lee: "Entre nosotros se celebran la misa en el Día del Señor y en los festivos, en los cuales
se ofrece el sacramento a aquellos que lo desean, después de que hayan sidos examinados
y absueltos" (Triglotta 383ss; Tappert 249). Como manifiesta toda la línea de argumento
en las confesiones, los Reformadores cumplieron mandatos bíblicos en cuanto al uso
apropiado del sacramento tanto en sus enseñanzas como en su práctica, incluyendo no
solamente las palabras de institución, sino también la discusión presentada por el apóstol
Pablo en 1 Corintios 10:16,17 y 11:18-32.

La costumbre de inscribirse o anunciarse es parte de la observación Luterana genuina de


la comunión cerrada. Está basado, como hemos visto, en ciertos requisitos claramente
expuestos en la Biblia y tiene como su propósito el salvaguardar tanto la congregación
como el pastor que está a cargo del sacramento, y por el otro lado, los comulgantes
prospectivos. El compañerismo del altar en su sentido bíblico no es permisible donde
existe una divergencia en doctrina y en vida. Donde no hay unidad del espíritu y donde
no existe un acuerdo en la práctica, es absurdo estimular un compañerismo que, de hecho,
no existe.

Es cierto que puede haber un período nebuloso en las relaciones eclesiásticas, mientras se
instruye a las personas que han sido expuestos al error, mientras sean buscadores
honestos de la verdad y de otra manera tienen las calificaciones personales para una
asistencia digna en la Mesa del Señor. Ese fue el caso mientras se llevaban a cabo las
negociaciones en la iglesia Oriental y la Occidental. La Controversia Iconoclástica no
resultó en el rompimiento inmediato de las relaciones. [La Controversia Iconoclástica
726-824, trató el uso de los iconos o las imágenes en la Iglesia.] Pero cuando la
Controversia Filioque no pudo ser ajustada a la palabra de Dios, la Iglesia Romana, en
esto caso por lo menos su exponente ortodoxo, rompió sus relaciones con la Iglesia
Oriental, y desde entonces no practicaron la inter-comunión. [La Iglesia Occidental
defendió la adición al Credo Niceno que dice que el Espíritu Santo procede "del Padre y
del Hijo" (Latín: Filioque). La Iglesia Oriental rechazó esta enseñanza.]

En la época de la Reforma hubo otro período nebuloso cuando los reformadores suizos y
otros estaban siendo instruidos en la verdad de la palabra de Dios. Pero cuando la
instrucción necesaria había sido enseñada repetidas veces y con gran paciencia y cuando
se había demarcado las líneas entre verdad y falsedad, especialmente después de Marburg
[1529] Lutero sintió compelido por su conciencia a oponerse a cualquier tipo de
compañerismo con Zwinglio [1484-1551, un padre de la teología Reformada] y todos sus
seguidores. Después de ello sus denuncios en contra del compañerismo del altar con los
Reformados no carecen ni de claridad ni de fuerza.
247

En su “Advertencia Contra la Doctrina de Zwinglio” escribe:

Me choca escuchar que en la misma iglesia, en el mismo altar, ambos lados toman y
reciben el mismo sacramento, mientras uno cree que no recibe nada más que el pan y el
vino, y el otro cree que recibe el verdadero cuerpo y sangre de Cristo. Muchas veces
tengo que preguntarme a mí mismo si es posible que un predicador o un pastor fuera tan
endurecido y malvado para hacer tal cosa, para permitir que el otro creyere en el
sacramento según su propio gusto y permitir que ambos creen que reciben el mismo
sacramento. Si existe tal pastor debe tener un corazón más duro que la piedra o el metal,
y firme; ciertamente es un apóstol de la ira" (St. Louis Ed., XVII: 2016, #20).

Lutero expresa el mismo pensamiento en su "Entrevista con Dr. Georg Major" [1502-
1574; enseñó que las buenas obras son necesarias para la salvación y para preservar la fe.
Sus enseñanzas fueron repudiadas por la Fórmula de Concordia, Artículo IV, 1557.]
(XVII:1180. Ambas citas se encuentran en Walther, Kirche und Amt [Iglesia y
Ministerio] 117.) Los defensores fieles del Luteranismo durante los cuatro siglos después
de Augsburgo, tanto dogmáticos como teólogos prácticos, sistemáticamente han seguido
los principios bíblicos mencionados en las Confesiones Luteranas tocantes al
compañerismo del altar. Al hablar sobre la pregunta de la comunión cerrada Pieper
[Franz Pieper, 1852-1931], el autor de Dogmática Cristiana, enfatiza la presuposición de
la unidad entre la fe y la doctrina, citando con aprobación las palabras de Walther [1811-
1887, primer presidente del Sínodo de Missouri de 1847-1850 y de 1864-1878; también
enseñó en el Seminario de Concordia, San Louis, 1849-1887] sobre esta misma pregunta.
(Christl. Dogmatik, III:444, referencia al Pastorale de Walther, # 18, Anm. 4. Ver
también Fritz [profesor de la historia de la iglesia y la teología pastoral en el Seminario
de Concordia, San Louis, 1920-1953], Teología Pastoral, 153.) Stump [1866-1935,
Presidente del Seminario Teológico Luterano del Noroeste de la Iglesia Luterana Unida
1921-1935] defiende la misma posición cuando dice: "Admisión a la Cena del Señor es
admitir una unidad en la fe; y esta no existe en el caso de aquellos que rechazan la
doctrina Luterana" (The Christian Faith, 356). Bergendorff expresa la mismo: "Los
Cristianos no están divididos porque no celebran juntos la Santa Cena; no celebran la
Cena juntos porque están divididos en otros asuntos. Hasta que se puede establecer una
mayor unidad en estos otros asuntos, solamente agregamos otro asunto más si insistimos
en convertir la Cena en un medio para el acuerdo.....La comunión abierta es un remedio
demasiado fácil para las heridas del cuerpo de Cristo hoy" (Christendom, Autumn, 1942,
536).

Estos principios fueron observados, de hecho, por los Luteranos más conservativos de
América. Durante las reuniones que concluyeron en la formación del Concejo Luterano
General, por ejemplo, la pregunta del compañerismo del altar fue discutido. En las
reuniones organizacionales del concilio una comunicación del Sínodo Evangélico Unido
de Ohio y los Estados Adyacentes pidió una respuesta a esta pregunta, "¿Qué relación
apoyará este cuerpo venerable (el Concilio General) en cuanto a la comunión mixta?"
(Ochsenford, Documentary History, 154ss.) El testimonio insinuado del Sínodo de Ohio
en esta comunicación y en otras similares expresadas por el Sínodo de Missouri siempre
tuvieron su efecto sobre el Concilio General, como está manifestado en la historia de los
248

"Cuatro Puntos" [en cuanto al milenialismo, compañerismo del Altar, cambio de púlpito
con los sectarios, y las sociedades secretas.]

La Declaración de Pittsburgh de 1869 fue un paso hacia una práctica más estricta que fue
expresado en la Regla de Akron de 1872 en la forma: "I. La regla es; los altares
Luteranos son únicamente para los comulgantes Luteranos. II. Las excepciones a la
regla pertenecen al reino del privilegio, no al derecho". Esta regla fue afirmada en
Galesburg en 1875. Está explicada en las declaraciones oficiales del Concilio General
así:

En cuanto a "la comunión no es para aquellos que no son miembros de nuestra iglesia"
afirmamos: 1) Se debe mantener firmemente el principio de la discriminación en
oposición a la comunión sin discernimiento. Los herejes y los erroristas fundamentales
han de ser excluidos de la Mesa del Señor. La responsabilidad de una participación
indigna no solo pertenece al que se acerca sino también con aquel que invita. 2) Es el
derecho y deber de cada pastor efectuar tal examen como sea necesario para determinar la
aptitud espiritual, en doctrina y en vida, de las personas que piden ser admitidas a la
comunión. Esto debe hacerse invariablemente cuando son admitidos por primera vez y
después cuando quiera sea necesario. De esta manera, puede ser afirmado de nuestra
iglesia ahora, al igual como en sus comienzos este principio: "Ninguno será admitido al
menos que haya sido probado" (Ochsenford, l.c., 209. Cp. Lehre und Wehre, 1888,
257ss.; 302-306.)

La posición Luterana en cuanto al compañerismo del altar fue bien resumido por S.
Fritschel en un artículo publicado en el Lutheran Cyclopedia en 1905, del cual citamos:

La celebración de la Santa Cena constituye la comunión externa de la Iglesia Cristiana,


cuya esencia interna es una comunión de la fe que se manifiesta externamente en una
comunión de confesión...La unidad de la comunión-eclesiástica externa en la cual los
comulgantes están unidos presupone su unidad de fe y confesión. Donde haya ocurrido
división y desunión para que existan diferentes confesiones lado al lado, no es posible
como dice el apóstol en 1 Corintios 11:20 (ouk estin, no puede ser) celebrar la Santa Cena
del Señor en común. Es el resultado triste e inevitable de la división actual de la iglesia
visible que ahora cada comunión-eclesiástica debe celebrarse separadamente, y que los
miembros de uno no deben participar en la celebración del otro, ni puede el uno admitir
los miembros del otro....Por lo tanto el principio de un compañerismo del altar no mixto
fue desde los comienzos de la Iglesia Luterana un principio confesional y fue
decididamente apoyado por ella - también por la Iglesia Reformada - mientras se
mantuvieron fieles a su confesión. El unionismo ha renunciado este principio y convirtió
el compañerismo del altar en su dogma.

Si estudiamos cuidadosamente los principios bíblicos envueltos, encontramos que es


claramente indicado que la comunión mixta, el compañerismo del altar sin la unidad
doctrinal, es una hipocresía flagrante. Si las personas según su confesión abierta no
comparten la misma fe, si están en desacuerdo en cuanto a las verdades que ambos
afirman estar en la Biblia, y no obstante participan en un rito que tiene como objetivo
249

expresar, en la manera más solemne, la comunión espiritual plena, crean un pretexto


fraudulento que no existe, y "practican este engaño en el lugar santísimo de la Iglesia
Cristiana".

Nadie tuvo más celos que Lutero sobre de la inviolabilidad de las Escrituras en este
asunto. Notable entre sus expresiones sobre este tema es su exposición sobre Gálatas 5:9,
donde dice, entre otras cosas: "En el asunto de la fe y la salvación, cuando el hombre
enseña mentiras y errores bajo el esquema de la verdad, y seduce a muchos, aquí la
claridad no tiene lugar; porque aquí no perdemos algún beneficio conferido a los ingratos,
sino que perdemos la palabra, la fe, Cristo, y la vida eterna" (Luther on Galatians. Tr.
por Middleton, 446.)

Igualmente claros e inequívocos fueron las conclusiones de Rudelbach al hablar sobre los
principios relacionados con el tema del unionismo entre las iglesias:

Entre más claramente se entienden los hombres las diferencias, más sinceros son el uno
con el otro, menos evitan las polémicas necesarias y más justificados somos en asumir
que existe una verdadera tendencia hacia la unión, una que fue estimulada y ocasionada
no solamente por las condiciones externas; (al otro lado), cuando son más negligentes con
sus referencias a las preguntas en disputa, entre más ansiosos son para esconder las
heridas, entre más consideran un compromiso de paz como el objetivo deseado...más
lejos estamos de la unidad del espíritu que es la esencia más íntima de toda unión
verdadera (Reformation Union, 343; cp. 491, 499.)

Esta petición también fue compartida por Charles Porterfield Krauth [1823-1883,
presidente del Concilio General 1870-1880], como aparece una y otra vez en el bien
conocido monografía The Conservative Reformation and Its Theology (La Reforma
Conservativa y Su Teología), notablemente en la última sección. La siguiente
declaración es adscrita a él:

Participar de la misma mesa con aquellos que abiertamente están en error en cuanto a
cualquier verdad que Cristo ha revelado, no es solamente quitarle valor a las Escrituras,
sino que permite que todas las personas sean más asentadas en sus errores o indiferentes a
la importancia de la verdad" (Citado en The Lutheran Witness, Vol. LVII (1938), p53.)

La aplicación de estos principios implica una fuerte responsabilidad sobre cada pastor
Luterano, especialmente en nuestra época, cuando una suscripción exhaustiva de las
Confesiones Luteranas no es ninguna garantía de la unidad del espíritu requerida para el
compañerismo del altar. Y puesto que la Santa Cena es el compañerismo del espíritu más
íntimo, la confesión de la unidad del Espíritu que el Señor de la iglesia desee que todos
los Cristianos alcancen, por lo tanto la actitud de los pastores, de las congregaciones y
también de la totalidad de las iglesias y de los sínodos debe ser determinado por la
instrucción en las Sagradas Escrituras.

Si, por ejemplo, un sólo grupo, cuerpo o sínodo que proclama ser Luterano, declara
oficialmente por razones de conciencia su creencia en la infalibilidad y la inviolabilidad
250

de las Sagradas Escrituras, diciendo que "no tienen ningún error ni contradicción, sino
que en todas partes son las palabras infalibles de la verdad, que también en sus partes
históricas, geográficas y en otros asuntos seculares expresan la verdad" y al mismo
tiempo los maestros de otros grupos Luteranos solamente consideran como inspirado el
"contenido religioso" de la Biblia, o si hablan de la "cooperación única" en el agente
inspirado y el escritor inspirado, de tal manera que colocan el elemento divino en el
mismo nivel que el elemento humano, entonces existe evidencia de la falta de unidad en
cuanto a la importancia de esta doctrina.

Cuando un sínodo declara oficialmente, en un documento oficial, que las Confesiones de


la iglesia Luterana "son inapelables sobre la conciencia no porque nuestra iglesia lo haya
dicho ni porque son el resultado de las controversias doctrinales, sino solamente porque
son las decisiones doctrinales de las mismas sagradas Escrituras," y cuando sus pastores y
maestros son requeridos a "prometer enseñar según los símbolos no 'en cuanto son' sino
'puesto que' los símbolos están de acuerdo con las Escrituras", y las otras iglesias
eclesiásticas y los maestros modifican esto para significar una aceptación solamente
quatenus [en cuanto están de acuerdo con las Escrituras], entonces el contenido doctrinal
de las Confesiones Luteranas llega a ser, tal como Lutero lo dijo, "una nariz de cera".
Luego no hay ninguna unidad de fe.

Si un grupo o cuerpo declara, por razones de conciencia, que la logia y el unionismo son
incompatibles con el Cristianismo sano y luego los otros cuerpos Luteranos toleran la
logia y fomentan el unionismo, entonces una vez más no hay unidad del espíritu.
Practicar la comunión con otras iglesias bajo tales circunstancias significa fomentar la
desunión.

Cuando se pone en duda la admisión de un individuo Cristiano a la Santa Comunión, en


casos donde no existe ninguna carta de transferencia ni información para explicar el
asunto, el pastor serio debe considerarlo su deber determinar, en una manera evangélica,
si la persona o las personas involucradas deben ser admitidas según lo que hemos dicho
anteriormente. Esta exploración se puede hacer en una manera totalmente informal, en la
forma de una conversación normal, con el propósito de averiguar si en verdad existe una
verdadera unidad de espíritu. La situación individua sugerirá si debe haber un renuncio
formal de membresía de una iglesia cuya posición doctrinal no está de acuerdo con la que
confesamos.

Con mucha frecuencia se encontrará que las personas en nuestro medio que desean la
Santa Cena creen en las verdades simples del Catecismo de Lutero, con su explicación
correcta, y que ignoran totalmente la posición falsa de la iglesia a que pertenecieron. Una
gran medida de sabiduría es requerida en tales casos, cuando los individuos y los grupos
y congregaciones completos dan evidencia de estar firmes en la doctrina aunque no se ha
establecido el compañerismo entre los sínodos. Frecuentemente puede ser difícil
determinar si un desacuerdo actual de candidatos de una posición oficial falsa de una
iglesia es necesario. Las preguntas tales como el ministrar a miembros de una
congregación bajo el cuidado pastoral de otro hombre pueden entrar aquí, o el pastor
serio debe averiguar si las personas involucradas son eo ipso participando en los pecados
251

de hombres si no están "en el estado de confesión" (in statu confessionis) en contra de los
errores sostenidas por lo menos oficialmente en alguna iglesia que, en el papel, puede
subscribirse al fundamento confesional.

A estas consideraciones en el campo de la doctrina, acerca de las cuales cada pastor serio
será muy preocupado, debemos agregar tales preguntas que pertenecen a la vida, al
campo de la ética Cristiana. Si uno que profesa ser Cristiano sigue practicando pecados
que son claramente demostrados en la Biblia y rehúsa o deliberadamente es negligente en
la rectificación de la situación, tal persona iría a la Mesa del Señor indignamente. Por esa
razón la instrucción previa a la admisión a la Mesa del Señor debe incluir la vida y el
comportamiento del Cristiano, como es indicado en la Quinta Parte Principal del
catecismo: La Confesión. Un conocimiento correcto del pecado y de la pecaminosidad
de necesidad debe preceder la confesión de pecados o de otra manera todo el
procedimiento no será nada más que un acto puramente mecánico. Un pastor puede tener
una oportunidad maravillosa para hablar de algunas de las tentaciones especiales que
afligen a nuestros miembros en estos tiempos, haciendo referencia particularmente a
tales transgresiones de la santa ley de Dios que de tiempo en tiempo son muy obvios.
Frecuentemente una exploración formal no será necesaria puesto que la cooperación
implicada por la actitud del pastor animará al comulgante prospectivo a hablar de los
asuntos que pesan sobre su conciencia sin mayores incentivos. De esta manera se crea el
ambiente ideal para anunciarse apropiadamente para la comunión.

Los pastores fieles sistemáticamente han seguido los principios presentados aquí. En las
congregaciones pequeñas siempre se ha observado la práctica de anunciarse para la
comunión en el horario indicado. Durante ese horario el pastor, si fuera posible, se
sentaría con cada persona que deseaba participar de la Santa Cena, y por lo general haría
de la entrevista más de un acto de expresión de buena voluntad al comunicar al
comulgante su deseo de que el Señor concedería sus bendiciones sobre él.

El anuncio personal de cada comulgante individuo no fue algo obligatorio, y fue


costumbre que los miembros más jóvenes anunciarían la intención de sus padres y la suya
de participar en la Cena. Obviamente la mayoría de los pastores quisieron mantener un
contacto íntimo con el recién confirmado, para poder seguir y profundizar la instrucción
de su estudiante. Por la mayor parte, los anuncios por teléfono no han sido fomentados
puesto que difícilmente podrían servir el propósito por el cual se inició la inscripción para
la santa cena. La inscripción por medio de tarjetas postales y restringida estrictamente a
los miembros bona fide de la congregación es permitido en algunos casos.

En algunas de las congregaciones más grandes se ha probado otro tipo de anuncio que
por lo menos en parte llena las sugerencias y regulaciones practicados en la iglesia
Luterana del siglo dieciséis. Durante las horas indicadas para el anuncio, los
comulgantes se reúnen en un salón. En intervalos de diez o quince minutos el pastor
recibe a un grupo en su oficina y les habla informalmente sobre algunos aspectos de la
Santa Cena y los muchos otros temas relacionados con una recepción digna de la Santa
Cena. Este método tiene sus ventajas, especialmente para cada pastor que toma muy en
serio esta fase de su trabajo.
252

Algunos pastores han visto la ventaja de apartar algunos minutos al final de las reuniones
de varias organizaciones para hablar de la Cena. Una charla de unos minutos,
cuidadosamente preparada, puede destacar la importancia de las características
importantes de la Santa Cena. Luego aquellos que desean participar de la Cena del Señor
pueden manifestar tal deseo al pastor. Si desean una entrevista en privado, pueden pedir
una cita. Lo importante es que no descartan la institución del "Anmeldung", sino que
sirva su propósito original de una manera evangélica.

Toda esta situación fue presentado por Lutero, quien tan temprano que 1523, en su
Fórmula Missae, presenta estas sugerencias:

Además la costumbre ha de ser preservado aquí que es observado en conexión con el


bautismo; sea, que se debe anunciarse al obispo aquellas personas que desean comulgar
para que éste pueda conocer sus nombres y su manera de vida. Luego, no debe admitir
aquellos que no buscan el sacramento al menos que dan razón para su fe y siendo
examinados deben responder si entienden o no el significado de la Santa Cena, de qué
quieren ser participantes por medio de su uso, y si son capaces de recitar las palabras de
consagración de memoria y explicar sus razones por presentarse a causa de la conciencia
del pecado, o temor de la muerte o si sean perturbados por algún mal o tentación de la
carne, del diablo, del mundo, si tienen hambre y sed de aquella palabra y señal de gracia
y salvación del Señor mismo por medio del ministerio del obispo por medio del cual
pueden ser consolados, tal como Cristo en Su amor infinito dio y instituyó en esta cena
cuando dijo: Tomad y comed, etc.

Pero yo pienso que sería suficiente si una vez al año se practicara este preguntar e
investigar de aquel que desea comulgar. En verdad es posible que alguien que busca el
sacramento puede tener tal comprensión que solamente sería necesario examinarle una
vez en su vida, o tal vez nunca. Es por medio de esta costumbre que deseamos evitar
que tanto los dignos como los indignos se apresuran a la cena del Señor, como hemos
visto que hacen en la Iglesia Romana, donde no buscan nada más sino el mero
comulgarse....Luego cuando el obispo ha percibido que las personas entienden estas
cosas, él debe velar si evidencian esta fe y este conocimiento en su vida y en su
comportamiento; porque Satanás también percibe todas estas cosas y puede hablar de
ellos; sea, si viera que alguien es fornicador, adúltero, borracho, dado a los juegos de
azar, usurero, calumniador, o uno famoso por algún crimen manifiesto, que tal persona
sea excluido absolutamente de esta cena, al menos que por medio de pruebas evidentes
puede dar testimonio que haya cambiado su vida. La cena no debe ser negado a aquellos
que han apostatado y luego regresado, lamentándose sobre sus fallas; en verdad debemos
darnos cuenta de que la cena fue instituido especialmente a causa de tales personas como
estas para que ellos puedan ser refrescados y fortalecidos; porque todos nosotros
ofendemos en muchas maneras; y debemos todos llevar la carga de los demás mientras
mutuamente nos cargamos a nosotros mismos (Holman Edition, Vol. VI: 93-95).

[Este ensayo fue publicado en el Quartalschrift (Vol. 49, April, 1952), pp 81-91. Paul E.
Kretzmann, 1883-1965 ofició como profesor en el Seminario Concordia de San Louis de
1924-1946. Colaboró en la formación de la Conferencia Luterana Ortodoxa, que fue
253

organizada en Okabena, Minnesota en 1951 por personas que se habían separado del
Sínodo de Missouri. También ocupó el puesto de presidente de la Conferencia. En 1963
los miembros fueron recibidos en el Sínodo de Wisconsin y la Conferencia dejó de
existir.]
254

SECCIÓN CUATRO

LA IGLESIA ES

LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS

POR CUYO BENEFICIO DIOS HA ORDENADO

EL OFICIO DEL MINISTERIO

Cuando uno lee la dogmática de Franz Pieper, Koehler y Mueller encontramos que ellos
no comparten nuestro punto de vista sobre la iglesia y el ministerio. Esta pregunta enfoca
sobre si la congregación y el pastor son ordenados por Dios o si son simplemente una
entre muchas formas de la iglesia y del ministerio.

El siguiente ensayo por August Pieper fue escrito durante el calor de la controversia sobre
la iglesia y el ministerio. Sirvió como la base para las Tesis de Thiensville que fueron
adaptadas en 1932. El Profesor Pieper demuestra con claridad las enseñanzas bíblicas
sobre la Iglesia y el Ministerio.

La introducción histórica, escrito por Immanuel P. Frey y publicado en el Wisconsin


Lutheran Quarterly (Vol. 60, 1963) pp 215-218 servirá para ubicar el artículo del Profesor
Pieper en su perspectiva histórica.

INTRODUCCIÓN HISTÓRICA

por I.P. Frey

De vez en cuando surgen las controversias en la Iglesia en las cuales han sido
involucradas las facultades teológicas y que, de hecho, en la misma naturaleza del caso,
toman la cabecera. Durante la época Koehler-Pieper-Schaller fue la controversia sobre la
iglesia y su ministerio (Kirche und Amt Streit). Este tuvo sus raíces en nuestro propio
sínodo en el tal llamado caso de Cincinnati, que involucraba a dos pastores, los hermanos
von Schlichten, que fueron suspendidos por los oficiales del Distrito Central del Sínodo
de Missouri. En 1904 estos pastores y sus congregaciones buscaron membresía en el
Sínodo de Wisconsin. Cierto número de nuestros pastores estuvieron de la opinión de
que estos hombres habían sido suspendidos injustamente y fraternizaron con ellos. Su
aplicación a Wisconsin resultó en algunas negociaciones entre los comités de Wisconsin y
de Missouri. El resultado fue que se decidió no recibirlos en membresía porque el Sínodo
de Missouri no había finalizado su trato con ellos.
255

Esto llevó a una discusión, primero en nuestros círculos, sobre la validez de una
suspensión del sínodo y luego se extendió a un estudio especializado sobre la iglesia y su
ministerio.

Lo esencial de la pregunta fue si un sínodo es una iglesia con el ejercicio pleno de las
llaves o si únicamente la congregación local es una iglesia en ese sentido. Se había
desarrollado gradualmente el punto de vista de que el sínodo era una institución creada
por el hombre y que solamente existía la congregación local como una institución divina.
El desarrollo de esta posición tuvo sus raíces en los escritos del Dr. Walther relacionados
con la controversia sobre la iglesia y el ministerio en el Sínodo de Buffalo. En esa
controversia los hombres del Sínodo de Buffalo asumieron la posición de que solamente
el ministerio, los clérigos, era la iglesia y que la congregación tuvo que someterse a los
ordenes del ministerio.

En esa controversia el Dr. Walther defendió los derechos divinos de la congregación,


afirmando que ella pudo ejercer el poder pleno de las llaves. Esa pregunta de si el sínodo
también era una iglesia surgió otra vez en la controversia entre Missouri y Buffalo. El
Dr. Walther, naturalmente, había enfatizado los derechos divinos de la congregación local
en contra del idea de que la decisión del clérigo no era final, si la congregación tuvo voz
en ella o no. De ahí, muchos habían llegado a la conclusión de que únicamente la
congregación local pudo ejercer las llaves y que era el único cuerpo divinamente
instituido en la iglesia. Esto dio lugar a la idea de que la suspensión sinodical era un acto
humano y no era divino.

En ese mismo sentido, se había echado raíces la idea de que solamente fue divinamente
instituido el ministerio de la parroquia y todos los otros oficios de la iglesia, tales como el
maestro del colegio Cristiano o el oficial sinodical, recibieron sus poderes del ministerio
de la parroquia y que eran únicamente oficios auxiliares, no existiendo por institución
divina.

Este asunto se convirtió en una prueba de fuego para nuestro sínodo. Uno de los pastores
del Sínodo de Wisconsin publicó un artículo en el cual defendió la posición frecuente
(Theologische Quartalschrift, Vol. III, April, 1906, pp 65-87). La facultad de nuestro
Seminario respondió que no fue la localidad de una institución lo que hizo que fuera
divina, sino que la iglesia existe y tiene todas las funciones divinas cuando quiera se
reúnen dos o tres en el nombre de Jesús. Al otro lado, declararon que el Señor no
solamente instituyó el ministerio de la parroquia sino que además instituyó el ministerio
general del evangelio. Este puede asumir diferentes formas, según la enseñanza de San
Pablo en Efesios 4: "El mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros, pastores y maestros". Todas estas eran formas del uno y mismo
ministerio del evangelio y eran igualmente divinos, diferentes únicamente en los alcances
de su llamamiento, mas no en su esencia.

La facultad del Seminario, particularmente al principio el Profesor Pieper publicó en el


Quartalschrift (Vol. VIII, April, 1911, pp 98-123) lo que consideró ser la enseñanza
bíblica sobre este tema. Como indicamos previamente, un grupo de hombres
256

prominentes de nuestro propio círculo tomaron excepción a ello. Se convocó una


conferencia pastoral a nivel sinodical en septiembre 1911, la cual fue presenciada por
gran número de estudiantes seminaristas, en el cual el Profesor Pieper leyó un ensayo
sobre la doctrina de la iglesia, la disciplina sinodical y especialmente la disciplina
doctrinal. Después de eso un pastor prominente de Wisconsin publicó un folleto en
contra de esa posición el cual fue refutado posteriormente en el Quartalschrift (Ibid., Vol.
VIII, July, 1911, pp 131-164). Se repitieron los artículos sobre ese tema en el
Quartalschrift (Ibid., Vol IX, Jan, 1912, pp 21-40; Vol. IX, April, 1912, pp 83-106; Vol.
IX, July, 1912, pp 182-208; Vol. X, Jan, 1913, pp 35-57). Gradualmente la posición de la
facultad del seminario fue aceptada y ha llegado a ser la posición oficial reconocida del
Sínodo de Wisconsin. Durante toda la controversia los tres profesores del seminario se
unieron hombro a hombro como un sólo hombre.

Los de Missouri también se involucraron. Muchas conferencias mixtas fueron


convocadas en las cuales expresaron sus puntos de vista no solamente los hombres de
Wisconsin sino también los de Missouri. Los que asistieron estas conferencias, como
muchos seminaristas, nunca las olvidarán. Aun muchos de los pastores de Missouri
llegaron a compartir la posición de nuestra facultad.

La facultad de San Louis bajo el liderazgo del Dr. Franz Pieper atacó la posición de
nuestro seminario sobre la iglesia y el ministerio. Se convocaron varias reuniones a lo
largo de los años con la asistencia de los dos sínodos. Apareció una protesta escrita de la
facultad de San Louis en contra de la facultad de Wauwatosa que fue discutida en varias
ocasiones. La discusión no culminó en un acuerdo, pero había un entendimiento de que
el desacuerdo no constituyó doctrina falsa. Finalmente en 1932 las Teses de Thiensville,
que trataban el tema, fueron firmadas por ambas facultades. (Proceedings of the Forty-
Second Convention of the Ev. Lutheran Synodical Conference of North America). Pero
aún así no había alcanzado la unanimidad en los dos sínodos. Especialmente después de
la suspensión del compañerismo entre Wisconsin y Missouri en 1961, han surgido voces
en Missouri acusando a Wisconsin de falsa doctrina sobre este tema de la iglesia y el
ministerio.

EN CUANTO A LA DOCTRINA DE LA IGLESIA Y SU MINISTERIO

CON REFERENCIA ESPECIAL AL SÍNODO Y SU DISCIPLINA

Nota: Este ensayo fue leído en la conferencia pastoral del Disitrito sureste de Wisconsin
en 1929 y también en la convención del Distrito de Minnesota y fue publicado para dar
oportunidad para un estudio más profundo. Por tal motivo, el ensayo ha sido revisado.

La discusión actual en cuanto a la doctrina de la iglesia y su ministerio ya lleva


veinticinco años. Fue provocado por el tal llamado caso de Cincinnati. En uno de
nuestros sínodos hermanas, un pastor ha sido puesto bajo la disciplina. El pidió ser
admitido a nuestro sínodo. Otros se opusieron a este procedimiento alegando que la
257

disciplina sinodical es disciplina eclesiástica y debe ser respetada por todos los sínodos
hermanas hasta que se puede demostrar el error de ello. Cuando este artículo fue escrito,
el autor había presentado una declaración sobre la autoridad humana en la iglesia y que la
suspensión sinodical basada en Mateo 18 es esencialmente lo mismo que la
excomulgación. Esta declaración fue retada.

Resultó la discusión y de uno se hicieron obvios los puntos de vista en contra. Algunos
dijeron: El sínodo es la iglesia, ej., la comunión de los santos, y por lo tanto tiene poder
para disciplinar. Otros afirmaron: Dios ha dado todo el poder en la iglesia a la iglesia en
el sentido propio de la palabra, ej., la comunión de los santos y por lo tanto a la
congregación local, el cual es únicamente la iglesia. En particular Dios ha dado el
derecho y el mandato de excluir de la congregación ej., excomulgar, exclusivamente al
pastor de la congregación local. Solamente la congregación local con su pastor puede
excomulgar, pero únicamente a sus propios miembros. El sínodo no es iglesia en el
sentido estricto de la palabra. La congregación local es una institución divina; el sínodo
es una ordenanza humana. La disciplina sinodical no es la disciplina eclesiástica, sino
que fluye de la autoridad humana. La suspensión de un cuerpo sinodical no es la
excomulgación sino una retención temporal de la membresía sinodical y en sí no es la
suspensión del compañerismo eclesiástico. Es obvio que la verdad y el error se
encuentran muy próximos aquí.

Naturalmente los malentendidos mutuos (corregidos en el Theol. Quartalschrift, Vol. 18,


pp 96ss) ocurrieron al comienzos de la discusión. La pregunta de si el sínodo es iglesia
en el sentido propio de la palabra y por lo tanto si tiene el derecho de administrar las
llaves nunca ha sido una controversia en la Iglesia Luterana en América. Tal como
Lutero en su época enfatizó los derechos de los miembros en la iglesia por encima del
papado y los clérigos, también Walther [en los Teses de la Iglesia y el Ministerio de 1852]
enfatizó la autonomía de la congregación por encima de la autoridad eclesiástica (de la
iglesia alemana territorial y de los sínodos Americanos) y de la autoridad pastoral (de
Breslau, Grabau, Loehe, y otros), [Johannes Grabau, 1804-1879, del sínodo de Buffalo;
Wilhelm Loehe, 1808-1872, fue instrumental en la formación del sínodo de Iowa] no
obstante sin caerse en una actitud de independientes y sin negar la esencia de la iglesia y
la autoridad de la iglesia al cuerpo más grande de la iglesia, aunque sea administrada por
medio de la representación (ver Walther Kirche Und Amt, 1@ ed., pp 430ss, 439, 441ss,
447, 465ss).

La práctica vino después de la teoría y fue colocada en ejercicio de la disciplina


eclesiástica, no solamente aquello que fue auto-evidentemente un asunto para la
congregación local, sino también aquello que fue relacionado con la afiliación sinodical
de uno puesto bajo disciplina, muy correctamente en cuanto sea posible en manos de la
congregación local. Pero en el segundo caso no fue posible evitar de todo la
participación del sínodo puesto que el lazo sinodical era un compañerismo confesional e
involucró el gobierno de la iglesia (no en el sentido de "iglesias territoriales") y las
circunstancias y las ocasiones, las ofensas en la doctrina y en la vida de las
congregaciones individuales no podría suceder sin afectar al sínodo (1 Cor. 12:27). No
importaba la manera en que definieron al sínodo, fue imposible escapar el hecho de que
258

era una asociación eclesiástica de iglesias con una confesión eclesiástica para puros
propósitos eclesiásticos que no podía excluir la disciplina eclesiástica en la doctrina y la
vida como tal. Sin vacilar llamaron al sínodo, iglesia; pero mientras enfatizaban la
institución divina particular de la congregación local y mientras asumían que el sínodo
era un arreglo puramente humano, no llegaron a ninguna claridad en este asunto en qué
sentido el sínodo es iglesia. Simplemente dijeron: en algún otro sentido que
congregación local - pero es obvio que es admitir una pena perpleja.

La insistencia sobre la institución divina particular de la congregación local, que no


obstante, no pudo ser probado con un versículo bíblico directo y claro, tal como es el caso
con la predicación pública, el bautismo y la Santa Cena, llevó la discusión al tema de la
doctrina del ministerio, de la institución divina de la cual se debía probar la institución
divina particular de la congregación local.

Las opiniones variaron de esta manera que algunos dijeron que el ministerio de la
congregación local o de la parroquia es lo único que ha sido divinamente instituido o por
lo menos instituido especialmente por Dios, mientras otros dijeron que no existe ninguna
palabra específica de institución para el ministerio de la congregación local o del
ministerio de la parroquia en su forma específica, pero su institución divina es clara como
un especie de oficio general divinamente instituido del ministerio público mandado a
todo el Cristianismo, el cual incluye no solamente el ministerio de la parroquia, sino cada
posible forma que pudiera asumir, no únicamente aquellos enumerados en Efesios 4:11 y
1 Corintios 12:28 sino además aquellos que se han desarrollados en el transcurso del
tiempo.

Por lo tanto no solamente aquellas formas que han resultado esencialmente de la vida de
la congregación local y que la sirven, sino también las que han sido creadas por el sínodo
o la iglesia en general (varias congregaciones locales en común), tal como el oficio del
misionero, el visitador del circuito, un profesor, un visitador, un presidente, o cualquier
otro oficio pastoral mayor o menor que la iglesia pueda necesitar para su edificación
interna o para su extensión externa, sean oficios que involucran la doctrina, la corrección,
la instrucción, o la supervisión. Por ejemplo: en cuanto a la institución divina, no hay
ninguna diferencia entre el ministerio parroquial de la congregación local del oficio
sinodical de un profesor de la teología - el cual algunos afirman y otros se oponen.

De esta manera la discusión cerró el círculo y volvió a la doctrina de la iglesia, a la


pregunta de la institución divina particular de la congregación local en contra del arreglo
humano libre del sínodo, resultando una vez más en la disputa sobre la divinidad
particular del ministerio parroquial y la divinidad menor de los oficios sinodicales
(ministerio) de la palabra.

El estudio de las enseñanzas de las Escrituras, de las confesiones de Lutero, de Walther y


otros sobre el tema específico de la congregación local y el sínodo que resulta de esta
diferencia de opinión, muy pronto demostró que al comienzos de las discusiones ninguno
de los dos lados tuvo muy en claro los puntos específicos de la doctrina, que ambos
habían hablado incorrecta y ambiguamente sobre uno u otro término que naturalmente
259

produjo presunciones falsas en cuanto a la posición del otro y a veces inclusive sospechas
e insinuaciones de doctrina falsa.

Mientras tanto la consideración Cristiana en la mayor parte había ganado la victoria. Se


puede pasar por alto algunas excepciones. Ambos lados estuvieron de acuerdo sobre la
derivación esencial del ministerio público del sacerdocio espiritual de todos los creyentes,
la tal llamada doctrina de la transferencia. Ambos lados sostienen la institución del oficio
público del ministerio, con esta diferencia de que uno insiste en una institución particular
del ministerio parroquial en la congregación local y deriva todos sus oficios sinodicales
de ello y por lo tanto declara que éstos también son divinos, mientras el otro afirma que la
institución particular del ministerio parroquial no puede ser probada y deriva tanto éste
como todos los otros oficios generales y sinodicales de la palabra en la iglesia de la
institución general del ministerio público tal como se encuentra en Mateo 28:18-20;
Marcos 16:15,16; Lucas 24:46ss; Efesios 4:11ss; 1 Corintios 12; 2 Corintios 3 y otros
versículos, como un especie de un género.

Del mismo modo existe un acuerdo perfecto en cuanto a la doctrina de la iglesia en este
aspecto, que en el sentido propio de la palabra de la iglesia no es nada mas que la
comunión de los santos, y que Dios dio a la iglesia el mandato de predicar el evangelio y
por lo tanto el ministerio de las llaves y no las dio alguna forma externa específica de la
iglesia. De este terreno común debería ser posible, si seguimos en el amor mutuo,
resolver la falta de claridad restante y las diferencias en la doctrina de la esencia y la
autoridad del sínodo, su relación con la congregación individual, la disciplina sinodical,
la suspensión, la exclusión del compañerismo sinodical, y cuando y como este último
tiene la misma fuerza y efecto como la acción de la congregación local.

Hasta el momento la disputa no ha podido destruir la unidad del espíritu entre nosotros.
Los dos lados no se dividieron claramente entre los dos sínodos. Con la adopción común
de ciertas tesis en 1916 las discusiones, en esencia, se concluyeron aunque no lograron
unanimidad en todos los puntos. En los tumultos recientes de nuestro sínodo la posición
representada por nuestra facultad del seminario no fue atacada en teoría, pero se
cuestionaron ciertos casos de práctica. Este hizo necesario una nueva discusión sobre la
teoría, el cual produjo por un lado una discusión fraternal en los círculos oficiales, pero al
otro lado resultó en una acción en masa que arrojó sospechas sobre nuestra doctrina y
amenazó perturbar la paz de la iglesia. Por lo tanto debemos volver a enfatizar que
solamente en el espíritu del amor será posible preservar la unidad del Espíritu en el lazo
de la paz. Donde no reina la paz, la unidad ya ha sido destruida internamente. Donde
uno quiere convertirse en campeón a expensas del otro, la unidad prontamente será
destruida externamente también.

En cuanto a la palabra de Dios, hay un sólo principio que aplica a nosotros pobres seres
humanos: "Habla, Señor; tú siervo Te escucha". La habilidad más difícil y más alta en la
teología es poner a un lado los pensamientos propios y negar su propia sabiduría; creer y
obedecer cada palabra de Dios aún en vista de prejuicios profundos atesorados. Y
aquellos que diariamente aumentan su conocimiento deben especialmente poner en
práctica esta habilidad.
260

Finalmente, no sobra advertir contra cierto error metódico que muchos cometen,
particularmente en relación con la doctrina de la iglesia, sin darse cuenta de ello. Estos
en parte son teológicos, en parte son exegéticos y en parte son lógicos. Para no
desviarnos en esta doctrina de la iglesia, hay que tener claridad sobre este punto de que el
pueblo de Dios en el Nuevo Testamento no está bajo los ritos externos ni las leyes
ceremoniales del Antiguo Testamento, que en la iglesia todo es por la gracia, un don de
Dios dado en gran abundancia con el propósito de edificar el cuerpo de Cristo, en la
administración del amor el cual debe reinar (Efesios 4:1-16).

Quien introduce un espíritu legalista en el establecimiento externo de la iglesia del Nuevo


Testamento ya ha corrompido y destruido la doctrina de la iglesia, y para tal persona, la
iglesia también. Quien no esté de acuerdo con el comentario de Lutero de que para los
alemanes ordinarios la institución del oficio del ministerio parroquial era mejor que el
estilo Corinto de predicar por profetas no podrá preservar la unidad del Espíritu ni
mejorar la iglesia.

Además, lo que los apóstoles por inspiración del Espíritu o en buen juicio Cristiano
mandaron o instituyeron local o temporalmente o para las circunstancias frecuentes no
debe ser convertido en una ley universalmente válida, al menos que en verdad sea
fundado sobre la esencia de la iglesia misma o sobre la ley de amor; donde no sucede así
tendremos que cuestionar si muchas congregaciones individuales en nuestra época
realmente tengan la forma divinamente deseado (Me refiero aquí a versículos como
Hechos 6; 1 Timoteo 3:8ss; 1 Corintios 12 y 14; Efesios 4:11).

Las palabras de 1 Corintios 3:21ss: "todo es vuestro", y en Gálatas 3,4 y 5 en cuanto a la


libertad de los Cristianos en el Nuevo Testamento son más generales, mayores y más
significativas que todas estas instituciones externas individuales y deben gobernar a éstas.
La doctrina de la iglesia y de su comisión (oficio) es simplemente el inverso de la
doctrina de la justificación, nada más que la doctrina del estatus, la naturaleza, el
llamamiento de todos aquellos que han sido justificados por gracia por medio de la fe en
Cristo y librados de toda ley. Quien reconoce esto no se equivocará seriamente en esto
tampoco.

Y finalmente en cuanto a los errores intelectuales y lógicos: Lutero ha declarado la


palabra "iglesia" como no clara e indefinida. Para todos los estudiados la declaración:
"Hoy la iglesia en Corintio ofició como una iglesia dentro de su iglesia y escucharon a
un hombre de la iglesia", no contiene ningún error. Para aquellos que no son
familiarizados con el tema sobresale la palabra "iglesia" que aparece cuatro veces y que
no siempre es muy claro ya que cada vez que aparece tiene un significado diferente.
Sería mucho más claro si se leería así: "Hoy los Cristianos en Corinto celebraron un
culto de alabanza en su templo y escucharon a un pastor". La palabra "iglesia" - no en las
Escrituras - sino en su uso común tiene varios significados divergentes que facilitan su
fácil confusión y por lo tanto se presta a una confusión en la doctrina de la iglesia.
Debemos guardarnos de no caer en este error.
261

Por esta razón Lutero [al traducir las Escrituras] del Antiguo Testamento usó la palabra
"Iglesia" solamente para designar lugares designados o reuniones en las cuales
practicaron la idolatría, pero nunca como una designación de las reuniones de los
creyentes del Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento no usa este término sino dos
veces, y siempre en nombres compuestos: "festivo de dedicación" (Kirchweih), Juan
10:22; y "ladrones de iglesias" (Kirchenraeuber), Hechos 19:37. En otras partes traduce
la palabra griega por iglesia, ekklesia, exclusivamente con la palabra alemana Gemeine
(Gemeinde); y si nosotros hubiéramos seguido utilizando ese término estrictamente, tal
vez habríamos evitado muchos errores. Nos hemos acostumbrado al uso de la expresión
Gemeinde para indicar exclusivamente la congregación organizada local y a designar
como "iglesia" (Kirche)- aparte de la aplicación de este término al templo de los
Cristianos - casi exclusivamente a la iglesia en general. Esto aumenta la confusión. Las
palabras Gemeinde y Kirche deben ser usados como sinónimos si queremos evitar la
confusión y el error. Trataremos este punto en los seis tesis.

Tesis I

Nadie puede entender ni una sola palabra de la doctrina bíblica de la iglesia y de su


ministerio si no se acuerda constantemente que la palabra "iglesia" en el Nuevo
Testamento nunca significa nada más que la comunión de los santos o los creyentes.

Cuando escuchamos la palabra "congregación" inmediatamente pensamos en una


congregación, sí, una congregación Cristiana local. Pero la palabra tiene un significado
muy general. Indica simplemente un gran número de personas consideradas como un
grupo. Pero siempre denota gente, personas y nunca cosas.

El tipo de personas que se congregan de tal forma depende de las circunstancias y la


conexión. En Alemania hoy, todavía hablan de la comunidad (Gemeinde) de Berlin, de
Chemnitz, de Frankfurt, y con esta expresión se refiere a un grupo de personas que dentro
del gobierno del estado tienen cierta porción de la autoridad civil. La palabra comunidad
o congregación en este caso indica una unidad consistiendo de un grupo mayor o menor
de ciudadanos alemanes. Encontramos un uso profano similar de la palabra
"congregación" en las Escrituras también. En Hechos 19:23, 39, 40 la multitud de
personas reunidas por Demetrio en Efeso en oposición al evangelio se llama ekklesia,
congregación. Etimológicamente ekklesia (de ek y kaleo) significa "los que han sido
llamados" históricamente los que han sido llamados por un heraldo para que salgan de
sus casas y acudan a un lugar público de reuniones. Como vemos en los versículos 25,
30, 33, y 35, la palabra "congregación" es sinónimo de personas, multitud, asamblea de
los residentes de Efeso.

En el Antiguo Testamento el pueblo de Israel también se llama la congregación de Israel.


Aun la banda de Coré, en el hebreo de Números 16, se llama la congregación de Coré.
En el Antiguo Testamento las expresiones edah y qahal corresponden al término ekklesia
del Nuevo Testamento. (El primero, del verbo ja'ad, determinar, estipular, reunirse,
encontrarse, una congregación. Qahal parece tener la misma raíz general que el griego
kalein; también se encuentra en el Asirio-Babilonio y otros dialectos en el sentido de
262

decir, saludar, llamar, convocar. Compare el hebreo quval, qul, qol [voz, ruido, sonido] y
qoheleth, orador, predicador. Por lo tanto, el sustantivo ekklesia sin duda significa
"aquellos reunidos" y por lo tanto viene a querer decir una reunión, una multitud, una
congregación. En el Pentateuco por lo general encontramos edah, y en los libros
posteriores qahal. En el primero la énfasis etimológica es sobre la idea de estar reunidos,
y en el segundo enfatiza específicamente la multitud. En su uso, ya no hay diferencia
entre los términos. (Q'hillah y 'atsarah no son muy comunes).

Indican también cuando se encuentran solos sin un modificador, la congregación de Dios,


la congregación de Jehová, el pueblo escogido de Dios, Israel como una unidad nacional,
política, religiosa o espiritual. Ver Éxodo 19, especialmente el versículo 6. Su núcleo
verdadero fue el Israel espiritual, la simiente espiritual de Abraham, que fue la fe de
Abraham (Romanos 4:9; Gálatas 3:7). Ya en los Salmos encontramos la expresión "la
congregación de los justos" (Salmo 1:5 y "la congregación de los santos" (Salmo 89:5).

El primer uso de esta palabra en el Nuevo Testamento es por el Señor mismo,"Sobre esta
roca edificaré mi iglesia" (Mateo 16:18). Y del contexto (Ud. creerá y confesará que yo
soy el Cristo - las puertas de Hades no prevalecerán contra ella - las llaves del cielo),
igualmente como las palabras en Lucas 12:32 (pequeña manada) y Juan 10:14ss (mío,
mis ovejas, mi manada, esp. vv 27ss) es obvio que El no habla de otro sino de sus
creyentes.

En vista de la designación del Antiguo Testamento de los hijos verdaderos de Dios como
congregación, la congregación de Jehová (Números 16:3; 27:17; Deuteronomio 23:1ss; 1
Crónicas 28:8 de los labios de David; Miqueas 2:5), también como la congregación de
Dios (Nehemías 13:1) y los hijos de Israel (Jueces 20:2), en vista de la referencia a ellos
en los Salmos como la congregación de los justos, la congregación de los santos, y en
vista de la designación del Señor mismo como Su congregación, los escritores del Nuevo
Testamento usan la expresión ekklesia, congregación, la congregación de Dios, la
congregación del Señor, la congregación de Cristo constante y exclusivamente como una
designación de los creyentes, los verdaderos Cristianos, los santos, los elegidos.

Es San Pablo, en particular, que usa estas expresiones con frecuencia - aun en la forma de
traducciones literales de los términos del Antiguo Testamento - y también traslada las
designaciones figurativas de la congregación del Antiguo al Nuevo Testamento, si habla
de la iglesia de Cristo en su totalidad o si solamente se refiere a una parte de ella.
Quienquiera toma el tiempo para comparar la epístola de los Efesios con Isaías 40-66 será
sorprendido al ver como el apóstol en esta epístola canta las glorias de la iglesia del
Nuevo Testamento con el mismo entusiasmo, que ahora está siendo cumplido, que tuvo el
profeta 750 años antes cuando regocijó en ella y la contempló en fe en el futuro.
Compare especialmente los capítulos 40, 42, 49, 51-55, 60-63, 65 y 66. Efesios 3 es el
reflejo de Isaías 62.

No tenemos aquí ni el espacio ni el tiempo para considerar todos los versículos del Nuevo
Testamento que usan la palabra ekklesia, congregación o iglesia - son más de cien. La
mejor indicación de que no significan con la expresión iglesia o iglesias se encuentra en
263

los saludos de las diferentes epístolas y las salutaciones de los escritores a los recipientes
de sus escritos. Todas las epístolas de los escritores del Nuevo Testamento dirigidas a las
congregaciones son, por supuesto, dirigidas no a la iglesia de Dios como una totalidad,
sino a partes específicas de ella, a las congregaciones locales. Por lo tanto hay varias que
tienen un saludo como "a la iglesia..." o "a las iglesias": 1 y 2 Corintios, Gálatas, 1 y 2
Tesalonicenses - un total de cinco. Otros tienen un saludo diferente: Romanos, Efesios,
Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Pedro, Santiago y Judas - ocho. La primera epístola de Juan
y Hebreos no contienen ningún saludo especial. El libro del Apocalipsis está dirigido a
las siete iglesias en Asia Menor (1:4) y habla a sus "ángeles" u obispos, capítulos 2 y 3,
pero en realidad habla a toda la iglesia.

El grupo de personas que tuvieron en mente con "la iglesia" o "las iglesias" es
determinado en parte por lo que agregan a estas expresiones. En las dos epístolas a los
Tesalonicenses es designado por "en Dios (nuestro) Padre y en el Señor Jesucristo" como
la comunión de los santos o los creyentes, igualmente por el saludo siguiente. En las
epístolas a los Corintios se llama inmediatamente a la iglesia - la iglesia de Dios, el cual
en la primera epístola se explica con "a los santificados en Cristo Jesús y llamados a ser
santos". La adicción de "con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de
nuestro Señor Jesucristo" y en la segunda epístola "con todos los santos que están en
Acaya" coloca "los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo" y "los santos" al
lado de "la iglesia de Dios" como un sinónimo de ella.

Esto es confirmado en el siguiente saludo. En la epístola a los Gálatas (igualmente como


en las otras epístolas de Pablo) su referencia a su apostolado, su designación de los
Gálatos como "hermanos" y el saludo con su complemento en el versículo 4 demuestra
que con "iglesias" se está refiriendo a la comunión de los santos. ¿Cómo pudo saludar de
esta manera a los hipócritas que se encontraban en esas congregaciones? En las epístolas
a los Romanos, a los Efesios, a los Filipenses y a los Colosenses escribió a "La iglesia";
"los amados de Dios, llamados a ser santos", "los santos y fieles en Cristo Jesús que están
en Efeso", "a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos", "los santos en Cristo
que están en Colosas" - en cada instancia agregando el saludo apostólico de gracia y paz.
Eso debe ser prueba suficiente de que la expresión "la iglesia en...", la congregación local
en los escritos de Pablo, es lo mismo que "los santos en....".

La primera epístola de Pedro está dirigida a los expatriados dispersados y la segunda a


aquellos que "han alcanzado una fe igualmente preciosa que la nuestra". La primera
epístola de Juan es dirigida sin un saludo especial (ver 1:3,4) a los Cristianos, los
creyentes, igualmente como la epístola a los Hebreos, y Judas escribe a "los llamados,
santificados en Dios Padre y guardados en Jesucristo". En el saludo de la epístola de
Santiago, en vista de los versículos 2 y 3, que en su saludo a las "doce tribus que están en
la dispersión" a quienes envía saludos, tiene en mente los "hermanos" y los creyentes.

Además del saludo apostólico y la salutación fraternal que encontramos en todas las
epístolas hay una indicación de los cuales a que el apóstol escribió. En todas sus
epístolas sin excepción está hablando a los Cristianos creyentes, los santos, nunca a los
malvados. Esto es obvio en la mayoría de las epístolas, pero en 1 Corintios, Gálatas y en
264

Santiago ha sido cuestionado por algunos. Ellos creen que en 1 Corintios 15:12 con las
palabras, "¿Cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?"
que San Pablo está hablando a los herejes que son miembros de la congregación. Ocurre
lo mismo en la epístola a los Gálatas ya que en 1:6 Pablo está hablando a personas que se
apartaron tan prontamente de la gracia en Cristo para seguir otro evangelio y en 5:4 dice
que ellos se desligaron de Cristo porque querían justificarse por medio de la ley y
cayeron de la gracia. Lutero es uno que defiende tal posición sobre la epístola a los
Gálatas.

No obstante, este es un error exegético - a pesar de su aparente exactitud. Primero que


todo habla a las mismas personas en toda la epístola, y una vez más al final, a los
hermanos (Gál. 1:11; 3:15; 4:12; 5:11,13; 6:1,18), el cual sería totalmente imposible si los
consideró ser herejes y apostatas. En 4:19,20 los llama, "hijitos míos" por los cuales
sufre dolores como de parto hasta que Cristo sea formado en ellos, con los cuales desea
estar presente y cambiar el tono de su voz porque ya no sabe como hablar con ellos.

Para aquellos que encuentran apostatas totales en los versículos tales como Gál. 1:6; 3:1 y
5:4 se puede destacar otros versículos como 3:26-29; 4:6-9a, 28, 31 como justificación,
en los cuales las mismas personas son declaradas ser hijos de Dios. Debemos tener muy
en claro que San Pablo en su epístola a los Gálatas trata la doctrina abstracta - en contra
de la doctrina falsa y la teoría, y que expresiones como "somos", "Uds. son", y otras
similares son presentados como consecuencias de la teoría abstracta, son relativas y
condicionales y no son absolutos ni incondicionales. También el asunto de ser hijos de
Dios en el último versículo mencionado no se dice de ellos absolutamente, pero se
menciona en cuanto ellos permanecen firmes en la fe. Aún el "ya que son hijos" en 4:6 es
una consecuencia de los versículos anteriores y debe ser entendido relativamente. Esto se
hace claro en 4:31, donde la relación filial de la mujer libre para con Dios es presentado
con dio (así), por lo tanto, en consecuencia, como una consecuencia puramente lógica.
Es exactamente igual en 1:6; 3:1; y 5:4,7, donde aparentemente Cristo, la gracia y la fe
son negados a los Gálatas. Este lenguaje no debe ser entendido como absoluto e
incondicional sino que debe ser comprendido relativa y condicionalmente. Esto es muy
claro sobre todo en el versículo 5:4. Allí la cláusula condicional en el versículo 2: "si os
circuncidáis" precede los versículos 3 y 4. Esta cláusula gobierna los dos versículos
siguientes. Además, en el versículo 4 las cláusulas, "los que por la ley os justificáis" tiene
el griego oitenes para "os" que significa, "si son como tales". El verdadero significado de
Pablo es obvio en aquellos versículos que representan la apostasía de los Gálatas como
algo que en verdad ocurrió pero que no es final ni irreparable. Según 3:1 en verdad son
insensatos pero hechizados. ¿Son tan insensatos que desean perfeccionar en la carne lo
que empezaron en el Espíritu? ¿Será que padecieron tantas cosas en vano? ¿No es
posible, o sí? versículos 3,4. Si han sido recibidos como hijos, recibieron la herencia, el
conocimiento de Dios, y la fe ¿cómo pueden volver otra vez a las ordenanzas débiles y
pobres de la ley? 3:26 - 4:9. Si es así, temo que he trabajado entre vosotros en vano,
4:11.

Pero eso es imposible en vista de todo el amor que me manifestaron, a un hombre


enfermo, a causa del evangelio. Han sido engañados por zelotes falsos con un celo falso
265

para la ley. ¿Cómo podré corregirles? 4:12-20. Corrieron bien. El que les llamó no les
engañó con esta levadura de la doctrina falsa, de la cual un poco leuda toda la masa. Ese
es el sentido del argumento de Pablo. Y muy decisiva para la contención de que el
apóstol no considera a los Gálatas desviados como siendo permanentemente perdidos y
desviados son sus palabras de conclusión (Gál. 5:10), "Yo confío respecto de vosotros en
el Señor, que no pensaréis de otro modo", ej. no diferente a los expresado en versículos 5
y 6. Ellos, aunque momentáneamente han sido desviados, no perderán su fe
definitivamente sino que se levantarán de su caída y serán salvos. Es por tal razón que
todavía los considera como hermanos en Cristo Jesús.

1 Corintios 15:12 habla de los que niegan la resurrección de los muertos. Ellos eran
griegos Cristianos desconsiderados que habían sido confundidos por los filósofos
gentiles, repitieron algunas de sus ideas, pero todavía no habían sido confirmados en su
incredulidad. De otro modo no pudo haberles hablado tal como lo hace en los versículos
33 y 34. Eran Cristianos rodeados por la neblina de la ignorancia del poder de Dios y
espiritualmente todavía no eran maduros.

Los dos versículos de la epístola de Santiago, 4:4-10 y 5:1-6, mas que los otros versículos
en las otras epístolas, parecen ser dirigidos tanto a los Cristianos como a los no-
Cristianos. Pero en los dos encontramos un mecanismo retórico, con que el "tú" al igual
que el "tú" de Pablo en Romanos 2 y 11 y el "yo" de Romanos 7, no habla a los
nombrados en la epístola, sino a "personas" de una cierta clase, tal como nosotros
hacemos en la predicación. Además el texto de Santiago 4:4 es incierto y los adúlteros y
adúlteras son tales espiritualmente o sea, apostatas. Que los ricos mencionados en 5:1-6
deben ser buscados afuera de la iglesia Cristiana, es evidente de 2:6ss.

No hay ninguna duda acerca de la existencia de los hipócritas, los pecadores crasos, los
erroristas, y los herejes en las congregaciones, tal como encontramos en las nuestras hoy.
No hay que buscar más lejos que 1 Corintios 5 y considerar las congregaciones
mencionadas en el libro de Apocalipsis. En la iglesia del Señor, los santos por medio de
la fe, siempre estarán asociados externamente con hipócritas y personas malvadas. Esta
es parte de la condición de la iglesia bajo la cruz.

Pero es muy poco probable que los escritores del Nuevo Testamento, quienes enfatizaron
tan agudamente el contraste entre los creyentes y los incrédulos en cuanto a su clase, su
estado y su destino, quienes insistieron tan enfáticamente en la disciplina y una clara
separación de los incrédulos, de los erroristas y de los pecadores evidentes (Mateo 7:15;
Hechos 8:20ss; Romanos 16:;17; 1 Corintios 5; 2 Corintios 6:14-18; Gálatas 5:12;
Efesios 5:7,11; Filipenses 3:2; 1 Timoteo 1:20; Tito 3:10; 2 Pedro 2:1ss; 1 Juan 4:1ss;
Apocalipsis 2:3; 22:15), quienes saben que la iglesia es el cuerpo de Cristo, el templo del
Dios viviente, la prometida del Señor, el Jerusalén celestial, la ciudad de Dios, la anchura,
la longitud, la profundidad y la altura (Efesios 3:18) igual al amor que Cristo tiene para
con ella, sobrepasa todo entendimiento, quienes consideran ser indignos de ser siervos
suyos (1 Corintios 15:9; Efesios 3:8; 1 Timoteo 1:12ss) - es, como hemos dicho, muy
266

poco probable, que tales personas en ningún sentido incluirían a los creyentes entre los
incrédulos, a los malvados entre los que temen a Dios, a la congregación de Satanás entre
la congregación de Dios, a los hijos de la oscuridad entre los hijos de la luz, a los
rechazados entre los elegidos de Dios.

Donde esto parece ser el caso, es mas bien el corazón lleno de amor que sufre todas las
cosas, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta, el que los motiva a incluir aún a los
más débiles en la fe y el conocimiento, a aquellos que son los más imperfectos en su vida
Cristiana, sí, aún a aquellos que se han desviado en la doctrina y la vida de la iglesia para
poder salvarlos, en vez de considerarlos como perdidos y no gastar ningún esfuerzo a su
favor. Aquí cabe 2 Corintios 12:20-13:6 también.

Con base en todos los escritos del Nuevo Testamento todo el Cristianismo confiesa:
"Creo en una santa iglesia Cristiana, la comunión de los santos". Nuestra iglesia también
confiesa en la Confesión de Augsburgo, Artículo 8: "La iglesia propiamente es la
congregación de los santos y los creyentes verdaderos". Y en el Catecismo Mayor: "El
Credo denomina a la santa iglesia cristiana communionen sanctorum, "comunión de los
santos". Se trata pues, de dos expresiones que se relacionan con la misma cosa, pero no
figuraba antes una de ellas. Por otro lado, en una traducción inexacta e incomprensible
en nuestra lengua alemana si decimos "comunión de los santos". Para entregar
claramente el sentido, sería necesario decirlo de otra manera en alemán, pues la palabra
ecclesia significa propiamente en alemán una "asamblea". Pero, nos hemos
acostumbrado a la palabrita "iglesia" y el vulgo no entiende por la iglesia el conjunto de
personas reunidas, sino la casa o el edificio consagrado. Por lo demás debería
denominarse al edificio "iglesia", únicamente por ser el lugar donde el conjunto de
personas se reúne. Porque somos nosotros los reunidos, los que tomamos y escogemos
un lugar especial y le damos un nombre según la asamblea. Por lo tanto, la palabrita
'iglesia' no significa otra cosa que "una asamblea general" y no es por su procedencia
alemana, sino griego (lo mismo que la palabra ecclesia). En efecto, en su lengua decían
Kyria, lo mismo que en latín denomina curiam. Por consiguiente, en buen alemán y en
nuestra lengua materna habría de decirse "comunidad cristiana" o "asamblea" o, lo que
sería mejor y más clara, "una santa cristiandad".

Con un entendimiento firme Lutero en su simpleza infantil dio una definición


lógicamente correcta de la esencia de la iglesia cuando en el decimosegundo capítulo de
la tercera parte de sus Artículos de Esmalcalda escribió: "Gracias a Dios, un niño de
siete años sabe qué es la iglesia, es decir, los santos creyentes y el rebaño que escucha la
voz de su pastor". Es como si fuera esculpido por el Espíritu Santo. Lutero comenta en
"En Cuanto A Los Concilios Y Las Iglesias": "La Iglesia Cristiana es un pueblo que es
Cristiano y santo, o que acostumbramos decir, el Cristianismo, sí, todo el Cristianismo.
En el Antiguo Testamento se los llama el Pueblo de Dios. Y si en el credo de los niños
tales palabras habían sido usadas: 'Creo en un pueblo Cristiano santo' todos los
problemas que han resultado del uso ciego de la palabra ambigua 'iglesia' podrían haber
sido evitados. Ya que la palabra un pueblo Cristiano santo clara y poderosamente habría
traído consigo el entendimiento y el juicio de que es y que no es la iglesia".
267

Muy correctamente nuestros dogmáticos definen así: La esencia de la iglesia consiste en


la unión de aquellos que creen y de aquellos santos con Cristo por medio de una fe viva y
verdadera (forma ecclesiae consistit in unione vere credentium et sanctorum cum Christo
per fidem veram ac vivam). Baier agrega: "Cual unión no es la reunión local y externa
del cuerpo, sino que es una unión interna y espiritual de almas. Porque aunque los fieles
también tendrían reuniones sagradas locales, no obstante en su esencia no son la iglesia"
(quae [unio] sed interna ac spiritualis animorum conjunctio. Quamquam enim fideles
etiam locales congressus sacros habeant, illi tamen non sunt de essentia ecclesiae)
Walther-Baier Compendium, p 628).

En su totalidad, nuestros antiguos dogmáticos enseñan así, y no es necesario que


menciono que Walther en particular repitió esta enseñanza con gran énfasis. Sus primeras
dos teses en Iglesia Y Ministerio tratan este punto importante. Su segundo tesis excluye
todo error aquí: "A la iglesia en el sentido propio de la palabra no pertenece ninguna
persona malvada, ningún hipócrita, ninguna persona no-regenerada, ningún hereje". Sus
pruebas bíblicas son Romanos 8:9, Juan 15:6 y 1 Juan 2:19. Se puede comparar con
Mateo 16:18.

Con el propósito de ser claros, vamos a citar otra palabra de Lutero en Walther:
"Quienquiera no es un creyente verdadero ni santo ni justo no pertenece a la santa iglesia
Cristiana....Ellos (los Papistas) arremetan contra eso y dicen: 'Aunque el papa, los
obispos y todos ellos pecaran grandemente, no obstante no son del diablo....pero son de
Cristo y de Dios, miembros y cabezas del Santo Cristianismo'. Sí, ellos son miembros de
la iglesia, de la misma manera que la escupa, los mocos, los heces, el sudor, la orina, la
materia, el hedor, las costras, la viruela, la sífilis y todas las enfermedades son miembros
del cuerpo; éstos están en y dentro de nuestros cuerpos; sí como manchas y mugre, que el
cuerpo debe soportar con gran peligro, dolores y desagrado" (San. Louis Ed. V:1355).
"Ellos (los hipócritas) se encuentran entre los Cristianos; tienen el mismo nombre, la
misma apariencia y las mismas características de la iglesia; pero por tal motivo no son de
la iglesia....El es en y entre la iglesia como el estercolar de los ratones se encuentra entre
el trigo que llena la fanega....Así son los herejes, los maestros falsos, y los malvados en
las iglesias, no como miembros naturales, son como impurezas que superan del cuerpo"
(VII, 2345).

Lutero escribe en En Cuanto Al Papado En Roma Contra Alveld habiendo dicho en unos
párrafos anteriores: "Las Escrituras hablan muy simplemente y de una sola manera sobre
el Cristianismo....que el Cristianismo significa una reunión de todos los Cristianos que
viven en la tierra.,...quienes viven en la verdadera fe, amor y esperanza", estas palabras
de advertencia a todos que se preocupan con la doctrina de la iglesia: "Por lo tanto, él
que no desea errar debe estar firme en esto: que el Cristianismo es una reunión espiritual
de las almas de una sola fe, y que nadie se considera Cristiano a causa de su persona para
que podamos saber que el Cristianismo natural, apropiado, real y esencial descansa sobre
el Espíritu y no sobre ninguna cosa externa no importa qué se lo llaman....En esta manera
las sagradas Escrituras hablan de la santa iglesia Cristiana y el Cristianismo, y no tiene
ninguna otra forma de hablar de ello" (XVIII:10017ss). Walther también advierte
(Lutheraner XI, p59): "Solamente de esto ("Creo" en una santa iglesia Cristiana) se
268

puede ver cuán necesario es la doctrina de la iglesia....para proceder del concepto de la


iglesia invisible (la comunión de los santos), para también defender este concepto en todo
el desarrollo de este artículo de doctrina y de fe, si queremos evitar caernos en la
confusión y la auto-contradicción, como sucedió al escritor del Lutheran Herald. De la
iglesia invisible, de una necesidad, llegamos a la iglesia visible, la comunión de los
santos en la congregación de los confesores, de la iglesia en el sentido propio de la
palabra, a la iglesia en el sentido no-propio o sinedócico".

Quienquiera no tiene un concepto claro sobre la esencia de la iglesia y lo defiende es


inmediatamente en el error. De esta fuente surgen todos los puntos de vista falsos en
cuanto a los tales llamados congregaciones locales y sínodo. Y ellos son fortalecidos por
nuestra costumbre de llamar congregación a la iglesia local y sínodo, al cuerpo en
general. Si llamáramos a los dos congregación o a los dos iglesia, abriríamos el camino
para un entendimiento correcto.

TESIS II

Es la iglesia en su sentido propio, ej., la comunión de los santos, a los cuales (como
pueblo santo) que el Señor ha confiado y mandado la predicación del evangelio y las
llaves del reino de los cielos y no a la iglesia en su sentido impropio o sinedocical, ej.,
en cuanto el término en este sentido incluye a otras personas además de los
creyentes o implica otras cosas juntamente con las personas creyentes.

Que el Señor ha confiado el poder de las llaves en y con la predicación del evangelio no
necesita ser probado entre nosotros, puesto que las llaves no son nada más sino la
aplicación práctica del evangelio al Cristiano individual, o en el estado de
arrepentimiento o en el estado de la impenitencia - "el que creyera"; "el que no creyera".
Por tal motivo la congregación tiene el mandato y la autoridad del Señor
(administrativamente); o sea que este es el oficio que le ha sido confiado, su labor en el
mundo.

Que el Señor haya confiado este oficio a su iglesia en el mundo; ej., a todos los
Cristianos, a cada creyente individual personalmente y por lo tanto a cada agrupación o
pequeño grupo de Cristianos, dondequiera que estén, y en cualesquiera condiciones en
que se encuentren, es una doctrina muy clara de las Escrituras y para nosotros los
Luteranos se ha convertido en una parte de nuestra propia carne y sangre que no es
necesario demorarnos en este punto. Las pruebas principales son Mateo 16:15-19;
18:17-20; Juan 20:21-23; 1 Corintios 3:21-23; 5:3-5,11-13; 2 Corintios 3:6ss; 1 Pedro
2:9ss.

Según Mateo 16:19 el Señor dio las llaves del reino del cielo a Pedro; pero no como a un
hombre natural de sangre y carne, descendido de Jonás, sino a quien el Padre de Cristo en
el cielo le había revelado por medio del Espíritu Santo que Jesús es el Cristo, el Hijo del
Dios viviente. Pero eso no fue un don dado a Pedro personalmente, le fue dado como a
269

alguien que lo conoció y lo creyó. En Pedro cada creyente en el mundo ha recibido las
llaves del reino del cielo de Cristo. Que el Señor incluyó a los otros discípulos es
evidente del hecho de que Pedro respondió la pregunta dirigida a todos ellos en la fe que
todos ellos confesaron.

En Mateo 18:17ss el Señor confía el oficio de las llaves a toda la iglesia; en el versículo
19 coloca su poder en el mismo nivel que el poder de la oración de la iglesia, y en el
versículo 20 fundamenta el poder de los dos en su presencia de gracia en medio de los
suyos, aunque no sean sino dos o tres. En Juan 20 el Victorioso sobre la muerte y sobre
el infierno, quien se ha resucitado de la tumba y ahora ha obtenido las llaves del reino de
los cielos, conecta el oficio de las llaves con el don del Espíritu Santo. Donde esté El,
también hay el poder para perdonar y retener pecados.

Según 1 Corintios 3 cada poder y don espiritual de Cristo pertenece a los Cristianos,
según capítulo 5 también la autoridad para entregar a las personas abiertamente malvadas
a Satanás y a separarlos de entre ellos. En 2 Corintios 3 el apóstol se jacta de su oficio en
el Nuevo Testamento el cual ministra la justicia y adscribe su origen en 5:17,18 a la
nueva criatura en Cristo, y en 1 Pedro 2:9 al llamamiento de los Cristianos demuestra las
alabanzas de Dios, ej., sobre todo su gracia en Cristo, está basada en su elección eterna a
ser hijos, su sacerdocio real, su santidad y su relación espiritual con Dios en base de su
conversión de la oscuridad a su luz maravillosa.

Nosotros los Cristianos somos, cada uno personalmente, y juntamente con otros por
medio de la fe, no solamente los hijos y los herederos de Dios, sino también sus reyes,
sacerdotes y profetas, los embajadores de Dios al mundo, para administrar la palabra de
la gracia de Cristo. Este es la doctrina del sacerdocio espiritual que es tan bien conocido
por nosotros y el cual Lutero ha explicado muy claramente. Después de la doctrina de la
justificación no ha escrito más exhaustivamente ni más extensivamente sobre ninguna
otra doctrina en contra del papado que en su lado inverso, la doctrina de la iglesia y el
ministerio, particularmente la doctrina del sacerdocio espiritual y su poder para perdonar
y retener pecados. Podemos dar las gracias a Walther por dar prominencia a esta doctrina
en la iglesia de nuestro país. En nuestros escritos confesionales es tratado más
plenamente que cualquier otra doctrina.

Citamos las palabras de Lutero en su tratado dirigido al pueblo de Praga: "Las llaves
pertenecen a toda la congregación de los Cristianos y a cada uno que es miembro de esa
congregación, y no sólo en cuanto al poder sino también en su uso, y en cualquier manera
necesaria para que no violentemos las palabras de Cristo, quien inmediata y generalmente
dice a todos: Haz a los demás tal como, etc. De la misma manera: Lo que ates en la
tierra, etc. De la misma manera el versículo 20: Donde están dos o tres congregados en
mi nombre allí estoy yo en medio de ellos. En estos versículos el más absoluto derecho y
uso es absolutamente adscrito y enfatizado que pueden atar y desatar, al menos que
queremos negar a Cristo mismo el derecho y el uso de las llaves cuando El mora en
medio de dos" (Ed. San Louis, X, 1580, 52).
270

Donde esté Cristo en sus promesas, allí también está todo la gracia y el espíritu que El ha
obtenido y también el poder de las llaves. Para la fe, el poder no puede ser perdido, ni
tampoco puede ser quitado. Está firme o se cae en base de la fe. Donde no hay fe, no
hay ningún ministerio de las llaves, porque allí no está Cristo. La unión de todos los
creyentes en Cristo - solamente allí están las llaves, y de eso no debe dudar. Y el que
usurpa las llaves mas allá de este grupo es un pícaro sacrílego astuto y ladrón de iglesias,
sea el papa o quienquiera sea" IXIX, 846, 65).

Naturalmente este último también aplica a los que aparentemente son Cristianos, los
hipócritas, los malvados, los herejes (aquellos que creen la doctrina falsa y esencialmente
niegan el evangelio), los cuales practican un compañerismo externo con la iglesia, ej.,
con los creyentes, en las reuniones externas en las cuales los santos en este mundo se han
congregado localmente para poder escuchar la predicación del evangelio.

Este nos lleva a los que llaman a la iglesia la congregación inadecuada o


sinecdocicamente. Y es en este punto donde comienza el error, ya que se olvidan
constantemente las advertencias de Lutero y de Walther de estar firmes en el concepto de
la iglesia en el sentido propio de la palabra como la "comunión de los santos" en todo el
desarrollo de la doctrina de la iglesia. Mientras estemos firmes en ella, será muy difícil
equivocarnos; tan pronto que se pierda de vista, ya está presente el error; porque es
entonces que el poder de las llaves - en contra de la Biblia - será adscrito a la iglesia
equivocadamente llamada, ej., a los malvados y a los hipócritas juntamente con los santos
de la iglesia como una organización externa de la iglesia. Es por eso que tomamos tanta
precaución en la primera tesis de demostrar que la iglesia de Cristo consiste
exclusivamente de los creyentes y que los apóstoles también en sus epístolas siempre
hablan únicamente a los santos de las congregaciones locales, pero nunca incluyendo a
los malvados.

No existe ninguna duda de que había hipócritas en esas congregaciones locales a las
cuales escribían los apóstoles, como en Corinto (1 Corintios 5). Las congregaciones
mencionadas en Apocalipsis 2 y 3 se llaman iglesias, a pesar del hecho de que toleraban
en sus iglesias la doctrina de Balaam (2:14) y de los nicolaítas (2:6) [una secta gnóstica
que defendió el vencimiento de la carne por la indulgencia de la carne] en Pérgamo y
Tiratira y tal vez en Sardis y Laodicea también. Por lo tanto Lutero dice en su exposición
de Joel 3:17 que las Escrituras hablan de la iglesia en un sentido doble; por un lado llama
iglesia o congregación a "los elegidos, ej., aquellos que adhieren a y aceptan la palabra de
Dios en fe verdadera y reciben el Espíritu Santo....Este grupo justo y puro las Escrituras
llaman la iglesia, que también merece el nombre santo".

Previamente había escrito: "Primero que todo (las Escrituras) por lo general designan
iglesia a todos aquellos que confiesan públicamente la misma doctrina (el evangelio) y
usan los mismos sacramentos, aunque muchos hipócritas y personas malvados se
mezclan con ellos". Para él éste es el uso sinecdocical de la palabra congregación o
iglesia. Pero note como Lutero se expresa con exactitud aquí. Aquellos que
"públicamente confiesan la misma doctrina" son para él los creyentes, y se les llama la
iglesia a pesar del hecho de que hay hipócritas - quienes aunque no constituyen una parte
271

de la iglesia - se mezclan con ellos. Esta manera cuidadosa de expresión en cuanto a la


iglesia sinedocical está empleado particularmente en la Apología y de la misma manera
por todos nuestros dogmáticos. Para ellos la iglesia tampoco consiste de personas
piadosas y malvadas, sino que éstos últimos se mezclaron con los primeros, admixti, y en
realidad ni se toman en consideración cuando se habla del llamamiento, el oficio, los
atributos, los dones de la iglesia. Ellos están "en" la iglesia, o "entre" los creyentes solo
como la paja está entre el trigo, como el estercolar del ratón está entre la pimienta, como
los deshechos del cuerpo, que en verdad están dentro de uno más cuya presencia es
ignorado.

La sinecdocia empleada aquí no es por lo tanto una verdadera inclusión sino una
exclusión que ignora la presencia de los elementos extraños. Por tal motivo, siempre
encontramos entre nuestros escritores en la doctrina sinecdocical de la iglesia una fuerte
énfasis sobre la iglesia en el sentido correcto en contraste con el uso inadecuado de la
palabra; y con exactitud buscan términos que ubicarán tal sentido tan profundo como sea
posible. Entonces lo usan en su sentido inapropiado, inexacto, subordinado, más general
y figurativo. No se atreven a llamarlo un abuso del término, puesto que el Apocalipsis de
Juan lo usa. Es como si con el uso de la expresión ven el peligro de equivocarse si no
tienen cuidado, y en eso tienen razón.

Es obvio que la iglesia en cualquier forma externa no tiene el oficio de las llaves puesto
que o en cuanto que hay personas malvadas mezcladas con ellos. Tal como la paja no
tiene las cualidades del trigo, las hierbas malas no tienen la naturaleza del tallo de maíz,
el estercolar no tiene la calidad de la pimienta, ni los desechos del cuerpo no tienen la
vida del cuerpo, así tan poco gozan los malvados de los privilegios de los que temen a
Dios. Ante Dios ellos están "afuera de la iglesia" (extra ecclesiam) paja espiritual, hierbas
malas, mugre, sembrados entre el trigo por el diablo, a quien pertenecen. Externamente
administran la palabra de Dios y los sacramentos, mas injustamente, sin y en contra del
llamamiento divino (Salmo 50:16ss). Son la enfermedad y la plaga, la cruz, el
impedimento y la vergüenza de la iglesia. Esto aplica a cualquier forma externa de la
iglesia, sea la congregación local, la conferencia, el sínodo, o cualquier otro. La
congregación local también tiene el poder de las llaves no puesto que ni en cuanto haya
personas malvadas dentro de ella, sino porque y mientras haya verdaderos Cristianos
presentes en ella. Y éstos lo tienen a pesar de los incrédulos entre ellos.

¿Cómo entonces se llega a la conclusión de que la congregación local tiene el poder de


las llaves más el sínodo no? En oposición a nuestra doctrina de que tanto el sínodo como
la congregación local es la iglesia en el uso sinecdocical hacen la afirmación de que la
iglesia en el uso "estricto" de la palabra según las Escrituras es únicamente la comunión
de los santos y que la congregación local que se llama iglesia sinecdocicalmente, y
proponen esta tesis, "Solo el pastor junto con la congregación local puede excomulgar",
puesto que es instituido por Dios, pero el sínodo es un arreglo humano. Más tarde esta
misma idea se presentó en otra forma: Solamente la congregación local es iglesia en el
verdadero sentido de la palabra, el sínodo también es iglesia pero en un "otro" sentido.
Cuando les preguntamos: ¿en qué otro sentido? no recibimos ninguna respuesta de ellos.
272

A primera vista, parece ser confuso, el que usan nuevos términos para designar en qué
sentido se puede llamar iglesia a la iglesia. Iglesia en un sentido estricto puede, por
supuesto, solo puede ser igual a la iglesia en su sentido propio, sea, la comunión de los
santos. Y en contraste a esto es que la iglesia en el sentido menos estricto, impropio,
amplio, y eso sería la congregación local. Si la iglesia local es la iglesia en su sentido
amplio, e impropio, entonces no puede al mismo tiempo ser la iglesia en el sentido
estricto.

Parece que aquí hay un error de la lógica. Esto no está causado por la designación de
"iglesia" en su verdadero sentido por parte de algunos, ya que no solamente la comunión
de los santos, que únicamente consiste de tales, sino también la iglesia en el sentido
sinecdocical es la iglesia verdadera, puesto que incluye la comunión de los santos, y por
tal motivo puede ser llamado iglesia, y por lo cual Walther dice, es justo que la llaman
iglesia. La designación de iglesia en el verdadero sentido tiene como su iglesia opuesta
en el sentido no-verdadero, o sea en el sentido falso, en ningún sentido. Por lo tanto, el
error aquí se ve en que, además de la iglesia en el sentido propio y la iglesia en el sentido
sinecdocical, el sínodo, debe ser llamado iglesia en algún otro sentido que no ha sido
definido.

Aparte de esto, dan una razón totalmente diferente por la cual la congregación local es
una iglesia que la razón dada para la iglesia en su sentido propio. En este último caso la
razón por su santidad es su fe en Cristo, por medio del cual ella es santa. En el caso de la
congregación local sucede lo mismo, puesto que por lo menos algunos son creyentes y
por lo tanto es santa. De pronto escuchamos que esta es una razón por la cual la
congregación local es una iglesia instituida por Dios. Según las sagradas Escrituras el
poder de las llaves fue dado a la iglesia en el sentido propio, puesto que es santa, y de la
misma manera la congregación local, puesto que los santos están incluidos en ella y
solamente ellos tienen las llaves y no los hipócritas. Y ahora dicen que la congregación
local tiene este poder puesto que es instituida por Dios.

Aquí también hay otra confusión de la lógica. El error está en esto, que en ésta última
explicación ya no consideran la iglesia como existiendo de personas santas, sino que es
una institución, una organización de la iglesia, un arreglo, un cuerpo, una organización
externa de la iglesia de personas y de cosas. Dicen: El ministerio parroquial es ordenado
por Dos, igualmente como la predicación en la parroquia, el culto divino en la parroquia,
el cuidado de almas en la parroquia, la administración de los sacramentos en la parroquia,
y por tal motivo tiene el poder de las llaves, y por tal razón solamente el pastor de la
parroquia juntamente con la congregación local, puede excomulgar, y únicamente por tal
razón su excomulgación es válida y eficaz. Y puesto que el sínodo, la organización
sinodical, no ha sido instituido por Dios, sino que es un arreglo humano por lo tanto no es
una iglesia y no tiene el ministerio de las llaves.

Pero he aquí otro error de la lógica, que ahora se convierte en un error de hechos - sea,
que la causa y el efecto, la razón y la consecuencia están intercambiados el uno con el
otro. Decimos también que el oficio del ministerio, el culto de alabanza en la parroquia,
etc., son ordenados por Dios, y es así por razón del ministerio de la predicación pública y
273

la administración de los sacramentos, etc. que es instituida y establecida por Dios; pero
por supuesto, no solamente el oficio de la predicación en la congregación local o en el
ministerio de la parroquia, sino en cualquier forma del ministerio de la predicación
pública que resulta de las circunstancias externas de la iglesia, ej., el oficio Cristiano y
sinodical del profesor de la teología y otras formas de ello, es instituido y establecido por
Dios.

Ahora consideremos la verdadera relación lógica que existe entre la iglesia, el poder de
las llaves y la organización o institución externa de la iglesia. La iglesia o institución
externa de la iglesia. La iglesia o la congregación de los creyentes es el primero que Dios
ha hecho. El poder de las llaves depende de la fe y únicamente de la fe. Puesto que la
iglesia tiene fe, por lo tanto tiene el poder de las llaves - en, con y por medio de la fe, y
de ninguna otra manera. Y puesto que por medio de la fe tiene el poder de las llaves, por
lo tanto se ha convertido en una institución externa para poder ejercer su poder de las
llaves.

Las Escrituras presentan el asunto en esa secuencia lógica. Primero, Pedro es un


creyente, a quien el Padre en el cielo ha revelado que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios
viviente. Luego y por tal motivo el Señor le entrega el poder de las llaves. Y entonces y
por tal motivo le manda a "Id y predicad, atad y desatad con el evangelio". Sucede lo
mismo en Juan 20, donde envía a los discípulos al mundo. Primero les da el Espíritu
Santo y con Él el poder de las llaves para que puedan ejercerlo. Encontramos lo mismo
en 1 Pedro 2:9. Allí leemos: "Sois linaje escogido, real sacerdocio, etc., (hopos = por
este motivo para que) anunciéis, etc....sois pueblo de Dios....ahora habéis alcanzado
misericordia.

De esta manera el estado Cristiano, ser creyente, ser sacerdote en realidad y lógicamente
precede el anunciar, la predicación y tiene esto como su motivación. Primero, uno
necesita ser un sacerdote personalmente antes que pueda funcionar como un sacerdote,
necesita ser rey antes que pueda administrar el oficio de rey, ser constructor antes que
pueda edificar un templo, ser Cristiano antes que pueda hacer las obras de un Cristiano.
No sucede al revés. Hacer las obras de un Cristiano no puede anteceder el ser Cristiano;
no se puede hacer las obras de la fe primero para que la fe sea producida a través de estas
obras. Y es lo mismo con el Cristiano individual y también con la congregación Cristiana
y no al revés. Primero tiene que existir una congregación de santos con el poder para
predicar el evangelio y administrar el oficio de las llaves, y luego administra este oficio y
este poder externamente.

Y qué otra cosa es la organización externa de la congregación, la institución externa de la


iglesia - sea la congregación local o el cuerpo sinodical - sino el arreglo externo por
medio del cual y en el cual se practica y administra el oficio público de la predicación y
la administración de las llaves. El oficio normal del ministerio (el ministerio parroquial)
con toda su institución externa no son los medios con los cuales Dios confiere el poder de
las llaves sobre ella ni es la razón ni la causa por el cual la entrega, sino que confiere este
poder sobre la iglesia, para que por medio de ello el oficio del ministerio público y la
institución externa de la iglesia lo pueda ejercer en una manera ordenada.
274

¿Cómo ocurre la fundación de la congregación externa de la iglesia o de la institución?


No hay ninguna invención humana, sino una ordenanza e institución divina - aunque no
es una institución legal del Antiguo Testamento (ni es similar a ella) sino que es una
institución evangélica del Nuevo Testamento, que tiene sus verdaderas raíces en la gracia
de Cristo y en la fe de la iglesia. La fe por su misma naturaleza debe surgir y confesar,
"Creí, por lo tanto he hablado", "No podemos sino hablar de lo que hemos visto y
escuchado", "Seréis mis testigos", "Y vosotros también debéis testificar"; y esa es la
ordenanza, voluntad y mandato del Señor. "Quienquiera me confiesa ante los hombres,
etc." "Id y predicad las buenas nuevas a todo el mundo", "Recibiréis poder cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo; y me seréis testigos, etc." Y tal como eso es
verdad para cada creyente individuo en y para su persona, de la misma manera es cierto
de cada grupo de creyentes, de cada agrupación de discípulos, aún donde se encuentren
dos o tres en un lugar dado. Juntos deben confesar a Cristo al mundo y predicar el
evangelio al mundo. Pero, como son un sólo cuerpo en Cristo, también deben edificarse
mutuamente en la fe, como está escrito: Que la palabra de Cristo more en vosotros en
abundancia en toda sabiduría. Y para que esta edificación sea correcta y exhaustiva, el
Señor ha conferido dones especiales a Su iglesia, los cuales deben ser ofrecidos a Su
servicio, Efesios 4, para la perfección de los santos.

Estos dones siempre tienen un deber y un oficio doble: el oficio de la administración de


la palabra y los sacramentos, y el oficio de gobernar en el amor. El da tales dones o
siervos a la iglesia en una escala reducida, a la congregación local, y a la congregación en
una escala amplia, al sínodo: De este arreglo de Dios, de que la iglesia es tanto en su
sentido restringido como en su sentido general en todo lugar y en toda forma debe
confesar a Cristo, predicar el evangelio, y administrar los sacramentos en amor, surge la
necesidad de una organización externa de la iglesia o una institución de la iglesia. Estos
no son los medios por los cuales Dios ha dado a la iglesia el evangelio y el poder de las
llaves, sino que es la manera en que el evangelio y el poder de las llaves deben ser
administrados adecuadamente. El poder de las llaves es dado a la fe. Donde haya fe, allí
está el poder de las llaves, y solamente allí.

De esta consideración es obvio, qué y quién están indicados por el Señor en Mateo 18
donde El dice, "Decid a la iglesia". Es auto-evidente que está hablando de una
congregación local, no de toda la iglesia en la tierra; pero no la organización externa -
porque es imposible decir algo a una cosa externa. Tampoco hay nada para decir a esta
institución, en cuanto consiste de cosas y personas (espirituales y no-espirituales) sino
que solamente significa las personas, y no los no-espirituales, pero solamente las
personas espirituales, los creyentes. Los malvados que se encuentran en la iglesia no
tienen en este mundo, ni en este pequeño grupo que llamamos la congregación local, ni
en el más grande - sea el sínodo o un otro cuerpo - ningún poder de las llaves. Solamente
pertenece a los creyentes, ya que únicamente ellos pueden y deben encargarse de exhortar
y después de atar o desatar. Ellos son los únicos que tienen alguna relación espiritual con
Dios, son los únicos que pueden verdaderamente orar para la conversión de la persona
siendo exhortada, y en este proceso son escuchados por Dios. Ellos son los únicos en
cuyo medio el Señor ha prometido estar cuando ellos se congregan en su nombre.
275

En esencia el poder y la validez del poder atar o desatar del "vosotros" en Mateo 18:18
descansa sobre la promesa del versículo 20. Esta también es la contención de nuestros
escritores confesionales en el Tratado Del Poder Y Primacia Del Papa de Melanctón
(Triglotta 511, 24; 523, 68; Tappert 324, 331). Por lo tanto Lutero muchas veces dice,
ej., en su último gran tratado Contra El Papado En Roma Establecido Por el Diablo
relacionado con Mateo 18:20: "Aquí escuchamos que dos o tres que están reunidos en el
nombre de Cristo tienen todo el poder que tuvo San Pedro y los apóstoles; ya que el
Señor mismo está allí....Aquí tenemos el Señor mismo que reina sobre todos los ángeles y
las criaturas. El dice que todos tienen el mismo poder, las llaves y el oficio, aún dos
Cristianos simples que se reunieron en el nombre de Cristo" (Ed. San Louis XVIII, 1347).

De su tratado escrito a los ciudadanos de Praga en volumen X ya hemos citado


anteriormente: "En estos versículos (Mateo 18:19,20) el más comprehensivo derecho y
uso (de las llaves) es absolutamente adscrito y enfatizado, para que pueden atar o desatar,
al menos que en verdad queremos negar a Cristo mismo el derecho y uso de las llaves
cuando mora en medio de dos personas". Walther está de acuerdo con todo esto y con las
palabras de Seckendorf [1626-1692]. "Así lo más seguro es permanecer sobre el
fundamento que ha puesto Cristo cuando dice: 'Donde están dos o tres congregados (no
dice un grupo grande) en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos'" (Mateo 18:20).
Walther también cita a Hesshusius [1527-1588]: "Un pequeño grupo de diez o veinte
personas que confiesan a Cristo correctamente tiene tanto poder en el reino de Cristo
como una iglesia con muchos miles de miembros". Además debe ser anotado aquí que
Cristo no habla en el versículo 20 de dos o tres miembros de una congregación más
grande y quienes se congregan en nombre de ellos, sino de un grupo de dos o tres
personas se reúnen a solos.

Para tener un entendimiento apropiado de Mateo 18 en cuanto a los tres pasos de


exhortación necesitamos decir lo siguiente: Cuando el Señor al final dice, "Dilo a la
iglesia, etc.," no quiere decir con la palabra "iglesia" la congregación local como la única
institución que tiene el poder de las llaves. Debemos definir este término con referencia
al contexto inmediato el cual sería, en este caso: su relación con los pasos de exhortación
que hay que seguir. Esta es la exhortación primero de una sola persona, luego de dos o
tres y finalmente por toda la iglesia. Puesto que la expresión "uno" y "dos o tres" (las
palabras "en boca de dos o tres testigos" dan prueba de que el número de personas no es
lo principal, sino que deben estar presentes suficientes personas para poder establecer un
testimonio de credibilidad ante la congregación) son términos que hacen referencia a la
cantidad, y aquí la expresión "iglesia" debe ser entendido en el mismo sentido.

Esto nos lleva directamente al término "muchos" que se unen en una situación similar en
2 Corintios 2:6: "Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos". Aún si con
el término "iglesia" se entiende toda la congregación, uno no llega mas allá de los
"muchos" [la mayoría]. El número exacto de los miembros de la congregación incluye
absolutamente cada uno de ellos, las mujeres, los niños, los jóvenes y los ancianos.

El Señor ciertamente no puede estar pensando en la iglesia en ese sentido, porque la


congregación jamás se reúne en esta forma. Los niños pequeños no pueden y no deben
276

amonestar y juzgar. En la práctica también la congregación local es una iglesia


representativa en el caso de la disciplina, y si consiste de muchos miembros, representa a
toda la congregación y amonesta y juzga en el nombre de todos los individuos de la
congregación. Y cuando leemos más adelante: "Tenle por gentil y publicano" (Mateo
18:17) esto aplica no solamente a "vosotros" los representantes de la congregación, sino a
todos los miembros de la congregación y virtualmente a todos los Cristianos en el mundo.

Además, sabemos de la experiencia que no son los grandes números en la iglesia que
hace posible la disciplina. Entre más grande sea la cantidad de personas reunidas, más
difícil es aplicar la disciplina en un caso particular. Es suficiente que después de
administrar la exhortación en privado y después por dos o tres Cristianos sin ningún
resultado, que sea administrado por muchos en el nombre de todos. Mateo 18:17, Hechos
18:39 y 1 Corintios 14:33-35 son algunos de los pocos versículos en que la palabra
ekklesia podría ser entendido correctamente como reunión - por supuesto de los santos.
La reunión total de los Cristianos en un lugar dado, al cual tienen acceso todos los
hombres Cristianos, debe cumplir la función de amonestar y excluir al individuo
impenitente, después de que haya sido reprendido primero por uno y luego por dos o tres
en privado.

En esta conexión quisiéramos llamar la atención a esto, que cuando leemos en Lutero o
en nuestros escritos confesionales que las llaves son entregadas a "toda" la iglesia "toda"
significa a todos los Cristianos, a cada Cristiano en cada parte de la iglesia. Este es el
caso en todas partes donde el "todo" encuentra oposición del papa, de los obispos y de
otras personas individuales.

TESIS III

Si el sínodo tiene o no el poder de las llaves depende únicamente de esto, de si es la


iglesia en el sentido propio de la palabra, sea, una comunión de santos. Si lo es o no
es decidido por la pregunta de si tiene las verdaderas marcas de una iglesia.

La doctrina de la invisibilidad de la iglesia verdadera es propiedad común a todos los


pastores Luteranos. No hay ninguna comunión visible de los santos. Es por eso que
confesamos: Creo en la santa iglesia Cristiana. De la misma manera la doctrina de las
marcas de una iglesia verdadera se conoce comúnmente entre nosotros.

Pero debemos tener cuidado con esta doctrina también. Cuando hablamos de las marcas
de la iglesia, no queremos decir con esto que es posible reconocer inequívocamente a las
personas Cristianas individuas que pertenecen a ella. En amor consideramos como
Cristianos a todos los que confiesan a Cristo y al santo evangelio en palabra y en hecho
aunque él pueda carecer de mucho conocimiento de Dios, pueda apoyar a muchos
errores, y puede ser manchado con muchos pecados. No negamos la fe de ninguno que
confiesa a Cristo a causa de sus errores o debilidades en su vida Cristiana o a causa de su
poco celo Cristiano, hasta que se ha manifestado a sí mismo como gentil y publicano
según Mateo 18:17.
277

Vimos en la Tesis I como los escritores del Nuevo Testamento llaman santos, creyentes, o
hermanos a todos los miembros de las congregaciones locales. Pero el vestido externo
del Cristianismo no es completamente confiable; puede haber un lobo o un hipócrita
escondido por debajo. Siempre será así: El hombre mira lo que está delante de sus ojos,
mas Jehová mira al corazón. Sólo el Señor conoce los suyos. Cuando hablamos de la
iglesia reconocible, no hablamos del poder reconocer a las personas santas, sino de la
habilidad de localizar una iglesia, poder detectar la presencia de los santos en un cierto
lugar, o para decirlo con más exactitud, bajo ciertos procedimientos y circunstancias.

Nuestros dogmáticos designan esto con la expresión: la iglesia, ej., la comunión de los
santos es "definitivamente" reconocible, ej., su localidad puede ser determinado. La
comunión de los santos obtiene su vida espiritual total y únicamente de la palabra
incluyendo el bautismo y la Santa Cena. Esta palabra es un poder de Dios para la
salvación (Romanos 1:16; Juan 6:63; Hebreos 4:12). Sí, esta palabra no volverá a Dios
vacía, sino que logrará lo que propone (Isaías 55:11). El Espíritu Santo está
constantemente en la palabra y reprende a los oyentes del pecado, de justicia y de juicio,
glorifica a Cristo en todos los oyentes y les guía en toda verdad (Juan 16:8,13), y reúne a
los elegidos esparcidos y a los hijos de Dios por medio de la predicación del evangelio.
El que comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo (1 Corintios
1:8ss; Filipenses 1:6; 1 Tesalonicenses 1:5).

Donde se usa la palabra de Dios, allí se producirá creyentes, una iglesia. Al otro lado, la
palabra de Dios no puede ser predicada fervientemente sino por los Cristianos, los
creyentes. Lutero lo expresa así: "Ahora, donde ves o oyes que se predica esa palabra,
donde la creen, la confiesan y la obedecen, no dudes de que allí ciertamente debe estar
presente una verdadera 'santa iglesia universal' (ecclesia sancta catholica) y que hay
santas personas Cristianas en aquel lugar (1 Pedro 2:9) aunque sean poquitos. Ya que la
palabra de Dios no vuelve vacía (Isaías 55:11) sino que debe ganar por lo menos una
cuarta parte del campo. Y si no existiera ninguna otra señal sino ésta solamente, sería
suficiente para probar que hay personas santas Cristianas en aquel lugar. Porque la
palabra de Dios no puede estar sin el pueblo de Dios; y otra vez el pueblo de Dios no
puede existir sin la palabra de Dios. De otra forma, ¿quién lo predicaría, o quién
escucharía la predicación si no había ningún pueblo de Dios allí? ¿Y qué creería el
pueblo de Dios si la palabra no estuviese allí?....como dice San Agustino: 'La iglesia está
engendrada, alimentada, nutrida y fortalecida por la palabra de Dios'" (Ecclesia verbo
Dei generatur, alitur, nutritur, roboratur).

Por supuesto, una palabra tal como Isaías 55:11 no puede ser medida con una tabla de
multiplicación ni con alguna norma. No significa que cada predicación debe producir dos
o tres Cristianos. Frecuentemente un sermón no produce tanto fruto como el primer
sermón de Pedro, sino que aparentemente no produce ningún fruto. Pensemos en
Groenlandia y Madagascar. Esos son los secretos majestuosos de Dios, los cuales no
ponen a un lado la promesa general acerca del poder de la palabra. Si no sirve ningún
otro propósito, la palabra es predicada como "un testimonio en contra de ellos".
278

Al otro lado, la predicación de la palabra como una marca de la iglesia nunca debe ser
limitada de tal manera que llega a ser la única señal segura de que la iglesia está presente
en aquel lugar donde se encuentra la predicación de la palabra regular, continua y
repetidamente en una congregación local. Hablar así sería designar como inútil la
predicación de una sola vez por parte de Pedro y Pablo, aunque llevaron a la fe al
carcelero y a Lidia y a otras multitudes. En Marcos 4:26ss leemos: "Así es el reino de
Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, y la
semilla brota y crece sin que él sepa cómo".

Particularmente claro y apropiado son las palabras de Lutero que encontramos en su


exposición de Génesis 28:16, el sueño de Jacob de la escalera que llegó hasta el cielo:

....qué aprendamos a creer que la iglesia de Dios está allí presente donde la palabra está
enseñada y oída, sea en la mitad de Turquía o en el papado o en el infierno. Porque es la
palabra de Dios que hace la iglesia; eso es más importante que cualquier lugar; y en
dondequiera que se escucha, donde ofrecen la absolución, el bautismo, el Sacramento del
Altar, allí puede creer firmemente, concluir y decir: No es otra cosa que casa de Dios y
puerta del cielo.

Pero igualmente como la palabra no está atada a ningún lugar, tampoco la iglesia está
atada a un lugar específico. No es correcto decir: el papa está en Roma y por lo tanto la
iglesia está allí, mas donde Dios habla, donde esté la escalera de Jacob, donde los ángeles
ascienden y descienden, allí está la iglesia, allí está abierta la puerta del cielo. Donde
mora Dios, allí está la iglesia y en ninguna otra parte....la casa de Dios y la iglesia son
una y la misma, como Cristo dice en Juan 14:23....Mas donde esté la escalera que alcance
al cielo....es un lugar físico....La fe dice: Voy al lugar donde enseñan esa palabra, donde
administran el bautismo y el sacramento. "Aquí uno alcanza las estrellas" (hic itur ad
astra) [Vergil Aeneid, IX, 641]...como dice el poeta.

Ten cuidado y no busque ninguna entrada nueva e insensata al cielo, sino en fe busque
aquel lugar donde están la palabra y los sacramentos. Encamine sus pasos a aquel lugar
donde se escucha la palabra y donde administran los sacramentos, y allí escriba estas
palabras: La Puerta de Dios o del Cielo. Esto puede ocurrir o en la iglesia donde la
congregación se reúne, o en la alcoba donde se consuela y edifica al enfermo, o cuando
absolvemos a alguien que está sentada en la mesa con nosotros; allí está la puerta del
cielo, como Cristo dice en Mateo 18:20: Donde están dos o tres congregados en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos. En cualquier lugar del mundo, dondequiera se
enseña la palabra y los sacramentos correcto y puramente, allí está la casa de Dios y la
puerta del cielo....

Y la iglesia tiene su localidad en el templo, en la escuela, en el hogar, en la alcoba.


Dondequiera se congregan dos o tres en el nombre de Cristo, allí mora Dios (Mateo
18:20); sí, cuando alguien habla consigo mismo contemplando la palabra de Dios, Dios
está allí con sus ángeles y obra y habla de tal manera que la puerta del cielo está abierta
(Ed. San Louis, Vol. II, p 429-4330 [AE 5:244-247].
279

La pregunta ahora es si el sínodo, medido por estas mismas normas, es la comunión de


los santos o la iglesia en el sentido propio de la palabra; y por lo tanto sigue que también
tendría el poder de las llaves. Y ahora afirmamos:

TESIS IV

El Sínodo Es La Iglesia

En El Sentido Propio De La Palabra

1. Primero que todo anoto que la palabra "sínodo" no significa nada mas que la palabra
griega ekklesia. Synodos no significa otra cosa que el venir juntos, congregar, reunirse, o
la multitud que se reúne, y es un término que se usa casi exclusivamente en la iglesia. En
el latín se llama concilium, una palabra con un significativo similar y de la misma
aplicación a la reunión de las iglesias y las personas allí reunidas. Visto históricamente,
este último fue usado principalmente antes de la Reforma y se usa todavía hoy en la
iglesia Romana, pero la iglesia de la Reforma ha preferido la palabra griega "sínodo" para
este tipo de reunión o cuerpo.

La palabra no es una referencia a la congregación local, sino a los cuerpos y reuniones


más grandes de la iglesia, o las congregaciones de cierta provincia, cierto país, o una
parte dada del mundo, o inclusive las asociaciones y reuniones de toda la iglesia en el
mundo (en teoría).

2. La forma externa del sínodo puede ser diferente según las condiciones. Esto puede ser
cierto según los elementos que lo constituye. El sínodo de Hechos 15 consistió de varios
apóstoles, pastores como Jacobo, y muchos laicos de la congregación en Jerusalén,
mientras el sínodo en Antioquía consistió únicamente de delegados, representantes de
aquella congregación. No era una asamblea permanente, sino temporal, de lo que
sabemos no se reunió sino una sola vez. Pregunta: ¿Fue una iglesia o no?

Para nosotros los elementos que constituyen un sínodo son esencialmente las
congregaciones locales, los cuales junto con todos sus miembros pertenecen al sínodo
mas están representados en las convenciones sinodicales por uno o más delegados. Los
pastores y maestros de una congregación son representantes regulares de la congregación
y los delegados laicos son elegidos para asistir a una sola convención. Además de estos,
el sínodo llama a los profesores, a todos los profesores de la palabra, a los visitantes, a los
presidentes y a los oficiales de todo tipo los cuales son elementos que constituyen el
sínodo. El derecho de votar está controlado de otra manera, mas eso no es pertinente a
nuestros propósitos aquí. Los miembros "consejeros" también son miembros. Sí,
cualquier miembro puede hablar en su propia congregación igualmente como puede
hablar y aconsejar en una convención del sínodo. Nuestras dogmáticos hablan de los
sínodos como iglesias compuestas: "Iglesias que consisten de otras iglesias" (ecclesiae,
quae constant ex aliis ecclesiis) (Walther-Baier Compendium, III, 634).
280

De la misma composición de un sínodo es evidente que el sínodo es iglesia en el mismo


sentido que cada congregación local lo es. Todos sus miembros son miembros de una
congregación local que pertenece al sínodo, reunido en una asociación más grande; mas
esto no altera su carácter espiritual. Ellos no despojan a sí mismos de su Cristianismo, no
ponen su fe a un lado, no rompen su conexión con Cristo, no pierden su santidad. Como
miembros del sínodo son exactamente lo que son como miembros de su congregación
local: Cristianos, creyentes.

Y como tales están en el sínodo y en la convención del sínodo. El sínodo no es un club ni


una compañía de seguros de vida ni una unión, sino una asociación y reunión externa de
Cristianos para propósitos Cristianos. ¿Cuáles son las metas y los propósitos de una
asociación sinodical de congregaciones locales? Respuesta: Llevar a cabo aquellos
labores que Dios ha dado a cada Cristiano y a cada congregación local, los cuales el
Cristiano solo o la congregación sola solamente pueden desempeñar parcialmente o de
ninguna manera.

Está escrito en 2 Timoteo 2:2, "Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga
a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros". Estas palabras son
habladas a cada pastor, a cada congregación local y finalmente a cada Cristiano. ¿Cada
uno puede hacerlo? ¡No! ¿Puede cada congregación hacerlo? ¡No! Y no obstante, Dios
pide que se haga. Quiere pastores y maestros que son fieles y capaces de enseñar a otros,
pero El no los hace llover del cielo. Nosotros los Cristianos debemos entrenarlos y
educarlos para esta labor. El cómo arreglamos esto externamente no ha sido
especificado. Puesto que no podemos lograr esto como Cristianos individuos ni como
congregaciones individuas, nos unimos con este propósito para formar una asociación
que llamamos un sínodo.

¿Tal asociación altera nuestro carácter de Cristianos? ¿Nos despoja de nuestra fe, elimina
nuestra membresía en la iglesia de Dios? ¿O tenemos que permanecer en el círculo de la
congregación local cuando entrenamos a los misioneros, para que sea un labor Cristiano?
Aquí y allá las congregaciones locales se unen para celebrar el festival misionero, el
festival de la Reforma, el aniversario del catecismo y otros similares. ¿Tales cultos
unidos con predicación, oración y canto unidos, dejan de ser divinos, no están de acuerdo
con la voluntad de Dios ni le agradan? ¿Mas bien no son pruebas del hecho de que aquí
hay Cristianos reunidos, qué está aquí presente la verdadera iglesia de Dios, la comunión
de los santos?

Y ahora, cuando los pastores, delegados, maestros, profesores y muchos miembros de


nuestras congregaciones se reúnen para una convención sinodical y llevan a cabo cultos
de alabanza con la absolución y la administración de la Santa Cena, cuando oyen y
aprenden la palabra de Dios en ensayos especiales y luego en una manera ordenada y
Cristiana discuten los negocios del reino de Cristo, ¿no es aquello una señal de que en
este lugar están reunidos en el nombre de Cristo según Mateo 18:20 y que el Señor con
toda su gracia y el poder de las llaves se encuentra en medio de ellos?
281

¿Con qué propósito formamos sínodos? ¿No es con el propósito de confesar a Cristo con
poder ante el mundo, para reconocer los unos a los otros como hermanos Cristianos, y
para poner en práctica el amor Cristiano? ¿No es con el propósito de fortalecernos
mutuamente en la fe y en el conocimiento de Cristo, como Pablo luchó hacer con su
asociación de Cristianos en Roma (Romanos 1:11ss)? ¿No es con el propósito de
preservar el evangelio en su pureza entre nosotros y excluir los errores del mundo y de las
sectas en nuestro medio, de la supervisión mutua y de apoyarnos los unos a los otros en el
ejercicio evangélico de la disciplina pública? ¿No tiene el propósito de ser diligentes en
obediencia a Dios y de preservar la unidad del espíritu en el lazo de la paz?

¿Es todo eso algo humano? ¿No es todo esto mas bien algo divino? Sí, ¿existe un solo
labor emprendido para un sínodo como tal que no ha sido encomendado a todos los
Cristianos y a todas las congregaciones locales?

Pero, ¿no es el sínodo una institución puramente humana? Respondemos: Esto es


demasiado exagerado. Un sínodo tal como el que tenemos no es necesario de la misma
manera como la congregación local, dado por supuesto, que cada congregación local hace
para sí misma todo lo que ahora hacen juntos como un sínodo con las otras
congregaciones. Pero el hecho de que no hacen todas estas cosas y en verdad solos no las
pueden hacer tan eficazmente que unidos, ha llevado a los Cristianos y particularmente a
los más iluminados y energéticos, a la formación de sínodos al conocer que la asociación
de las congregaciones locales para una confesión y labor común no destruye el carácter
esencial de la iglesia que participa en tal asociación.

Ciertamente no fue ni la vanagloria humana ni la avaricia ni una idea imprevista que


impulsó a nuestros padres a organizar sínodos, sino el amor de Cristo que moraba en
ellos, su celo para la casa de Dios, para la extensión del evangelio, para la salvación de
las almas, en breve, el Espíritu Santo que moraba en ellos los impulsó bajo las
circunstancias existentes a organizar sínodos tan pronto como existieron un número
suficiente de congregaciones. ¿Y por qué unimos a los sínodos hoy? ¿Para las ventajas
humanas? No, sino que el Espíritu Santo nos impulsa según Efesios 4 y 1 Corintios 12 a
trabajar juntos para el perfeccionamiento del cuerpo de Cristo.

Una asociación de congregaciones locales para formar un sínodo es humano únicamente


en su forma mas no en su esencia. No necesitamos esta forma particular de
reconocimiento y cooperación en el evangelio mas el reconocimiento y la cooperación en
sí son, bajo las circunstancias, no las obras de hombres, sino una obra de Dios.

Lo que es esencial y divino en la forma externa de una iglesia, tanto en reuniones grandes
como en las pequeñas, es la ejecución ordenada del oficio del santo ministerio tal como
está concebido en el Artículo V de la Confesión de Augsburgo, sea no solamente el
oficio del ministerio en la congregación local o en la parroquia, sino del "ministerio de la
enseñanza del evangelio y administración de los sacramentos" (ministerium docendi
evangelii et porrigendi sacramenta) en todas sus formas. De Efesios 4, 1 Corintios 2 y
otros versículos es claro que el Señor no dio a la iglesia un sólo tipo de dones para su
282

ejecución, sino muchos tipos de oficios y muchos tipos de hombres para ejercerlos (1
Corintios 12:4-11, 28-30).

El Señor no dio a Su iglesia únicamente apóstoles, únicamente profetas, únicamente


maestros, etc., sino siervos con varios dones para la ejecución de los varios servicios que
son necesarios y sanos para la iglesia, tanta pequeña como grande, según las
circunstancias para la edificación y la perfección del cuerpo de Cristo. Para esto también
son necesario "aquellos que ayudan, aquellos que administran" y aquellos que hablan
lenguas diferentes.

Los "apóstoles" fueron dados a toda la iglesia de esa época y para todos los tiempos; los
"evangelistas" como Timoteo y Tito, y otros fueron dados a la iglesia en general en los
tiempos apostólicos; los "profetas" parecen haber sido activos esporádicamente en
lugares especiales al lado de dones que funcionaban continuamente o que tomaron su
lugar en la época apostólica; los "pastores" probablemente eran muy similares a los
pastores que tenemos hoy; los "maestros" no fueron igual a los pastores, sino hombres
que tenían el don de enseñar, los cuales aparecieron en sus congregaciones o que tal vez
viajaban de lugar en lugar. No sabemos nada en definitivo acerca de ellos. Aún en
cuanto al oficio de los ancianos de la congregación local sabemos muy poco excepto que
había ancianos que enseñaban y ancianos que gobernaban. Pero un hecho queda firme,
que Dios ha dado sus dones para la ejecución ordenada del oficio del ministerio, el oficio
de la palabra y los sacramentos, no solamente para la congregación local sino también
para la iglesia en general.

Por lo tanto, el argumento para el establecimiento divino de la congregación local


derivado del establecimiento divino del oficio del ministerio de la parroquia local en
oposición a la suposición de que el sínodo es una institución puramente humana no es
conclusiva; ya que el Señor ha dado oficios y hombres para servir en estos oficios en el
sínodo o en la iglesia en general o en cualquier forma. Y la iglesia, ni en su forma
pequeña ni en su forma más grande, no ha sido establecida a causa de los varios oficios.
Esta es la razón por la cual no existen patrones determinados a priori, por ley para estos
oficios en el Nuevo Testamento con funciones concretas exclusivas como fue el caso bajo
el Antiguo Pacto - ni en la iglesia en su forma pequeña ni en su forma más grande. Pablo
no fue enviado a bautizar, sino que fue llamado a predicar el evangelio, y aún así bautizó
(1 Corintios 1); Esteban y Felipe eran diáconos encargados con el cuidado de los pobres,
y no obstante ellos predicaron públicamente y de una manera especial (Hechos 6, 7 y 8).
Dios dio a la iglesia aquellos dones que necesitaba para sus circunstancias externas e
internas. Estos determinan la forma externa de los oficios, mientras que el don para
ejecutarlos es el Espíritu Santo.

Que la congregación local establece en su medio de una manera ordenada el oficio del
ministerio es la voluntad de Dios, que la esencia de la iglesia aquí recibe su forma
particular en los cultos de alabanza celebrados frecuentemente y en el cuidado intensivo
de las almas, en la confesión formal, en las clases de catequesis, en la escuela parroquial,
en el grupo de jóvenes, en la sociedad de damas, en los entierros - todo esto y mucho más
no es el resultado de formas legalistas del oficio que estaban allí a priori, sino que en el
283

arreglo general del oficio de la palabra y los sacramentos estas resultan de las
circunstancias locales y naturales, a las cuales la ejecución del oficio debe ajustarse en la
forma. El Señor da los dones adecuados para este oficio y exige que los que han sido
confiados con este oficio sean fieles en su oficio.

Donde un grupo de Cristianos esparcidos está separado en pequeños grupos, la ejecución


del oficio asumirá diferentes formas externamente. En un campo primitiva de mineros de
oro habrá predicación y consejería personal, mas al principio no celebrarán la Santa
Cena; en una congregación local que consiste de diez solteras, seis huérfanos y dos
hombres de ochenta años no habrán ni bautizos ni matrimonios. De esta manera las
varias formas de la iglesia local tienen su base, no en las regulaciones específicas
legalistas, sino en las circunstancias externas e internas.

Lo mismo es cierto en las formas del oficio en la iglesia en general. Un sínodo no deja de
ser iglesia en el sentido propio de la palabra puesto que no tiene un ministerio parroquial
para todos sus miembros, y los oficios sinodicales no son menos divinos simplemente
porque no son oficios del ministerio parroquial local y externamente tienen una forma
diferente. Aquí, también, estos reciben su forma particular de la naturaleza de la
asociación sinodical, la cual en sus elementos básicos es una asociación de iglesias.
¿Debe Dios negar los oficios y los dones que son necesarios para el entrenamiento de
pastores y maestros según 2 Timoteo 2:2 a las congregaciones locales que se han unido,
simplemente porque decidieron asociarse de esta manera? Los oficios sinodicales de
enseñanza y gobernación, que en su forma externa son resultado de la asociación de las
congregaciones, son creados por Dios de la misma manera que son creadas las
congregaciones locales, puesto que todos surgen de la gran comisión de Cristo: Predicar
el evangelio a toda la creación, y del mandato a la orden y el amor fraternal. Jesús agrega
esta promesa: Ciertamente, estaré con Uds. al mismo fin de los tiempos. Sí, donde están
congregados dos o tres en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos con mi gracia y con
mis dones y también con el poder de las llaves. Y esta promesa nunca falla.

Es correcto enfatizar que la congregación local es la agrupación principal en comparación


con el sínodo que es la agrupación secundaria. La predicación del evangelio es por su
misma naturaleza local y crea, primero que todo, congregaciones. Y puesto que estas se
originaron primero, los apóstoles ordenaron ancianos en ellas primero (Hechos 14:23).
Por esta razón también la congregación local debe llevar a cabo la obra principal del
reino de Cristo: la predicación pública frecuente y el cuidado intensivo personal de las
almas juntamente con la amonestación fraternal y la disciplina pública. Además, la
congregación local es su propio ambiente bajo la palabra de Dios y el amor fraternal, es
la autoridad suprema. En los asuntos de la fe y de la vida no es sujeto a ninguna
autoridad humana o eclesiástica. Ningún otro cuerpo, ninguna otra congregación local, y
ningún sínodo puede exigir algo de la congregación local. Tal como la congregación
mismo no tiene ninguna sombra de autoridad sobre el menor de sus miembros,
igualmente no está sujeto a nadie sino al Señor. Nosotros los Cristianos como individuos
o como grupos tenemos una sola ley: la ley del amor fraternal, y esa es a la vez una ley y
un deber, puesto que cada Cristiano juntamente con todos los demás y cada congregación
con todas las demás son miembros del cuerpo de Cristo.
284

No hay en la congregación local una autonomía e independencia absoluta de otras partes


de la iglesia. La congregación en Corinto es solamente una parte del cuerpo de Cristo (1
Corintios 12:27 ¡ver griego original!) y es conectado a la cabeza con todas las demás en
sus articulaciones (Efesios 4:16), sea a Cristo, y cooperan con todos los demás para que
el cuerpo total aumente su edificación. De esta manera la congregación local se
comportó hacia los demás en asuntos físicos y espirituales, y de esta manera apareció la
primera convención sinodical entre las congregaciones locales de Jerusalén y Antioquía
(Hechos 15), el cual en el nombre del Espíritu Santo decidió juntamente un asunto de la
fe y la vida y así dieron evidencia de ser iglesia en el sentido propio de la palabra.

Naturalmente, en comparación con la congregación local, esta es una agrupación


secundaria - aquí meramente temporal - y sus actividades en comparación con la
congregación local (el fundamental cotidiano de predicar y cuidar las almas) una muy
secundaria; y no obstante toda esta agrupación, aunque provocado por la doctrina falsa y
por mandato divino, sino convocado por la acción libre de los Cristianos, a pesar del
hecho de que Cristianos farisaicos se mezclaron con ellos, fue conmovido y guiado por
el Espíritu Santo y fue de una importancia decisiva para la preservación del evangelio
puro en toda la iglesia de la época de los apóstoles igualmente en la época post-
apostólica.

Además es la voluntad misericordiosa de Dios y su santa voluntad la consultación y la


actividad unida de las congregaciones locales para la extensión del reino de Cristo - lo
cual caracteriza el sínodo como iglesia en el sentido propio de la palabra. Debe cesar
entre nosotros las conversaciones que mencionan al sínodo como una institución
meramente humana en comparación con la congregación local divinamente instituida, y
que por lo tanto no es una iglesia en el sentido estricto de la palabra y no tiene el poder de
las llaves, y que la disciplina sinodical no es una disciplina eclesiástica, sino una
amonestación puramente humana, que la suspensión y exclusión específicamente del
sínodo a causa de la impenitencia y la doctrina falsa no tiene la misma validez y
divinidad como las acciones similares por parte de la congregación local. Es
esencialmente erróneo y solamente sirve para crear caos.

TESIS V

Si el sínodo es iglesia en el sentido propio de la palabra, entonces no solamente tiene


el poder de las llaves sino que debe ejercerlo sobre sus miembros que pecan o erran
en la doctrina.

La iglesia ha recibido tanto el poder de las llaves como el evangelio, no como una
posesión estática, sino para un uso práctico para ejercerlo, para atar y desatar. Su
aplicación en todo es un acto de amor, una obra de Cristo el Buen Pastor, que busca a los
pecadores y a los perdidos para volver a ganarlos, como se ve en el contexto de Mateo
18:15ss, una obra de amor fraternal por parte de aquellos que han sido confiados con las
llaves para la salvación del hermano que está en peligro de estar perdido eternamente.
285

En el Antiguo Testamento Dios había nombrado a reyes, a sacerdotes, y a profetas como


los pastores de su pueblo. Pero los reyes y los sacerdotes fueron cada vez más
negligentes en su oficio, y los profetas, en parte, se convirtieron en engañadores y lobos
en vez de pastores y salvadores. Ninguno se presentó como un muro contra la ola
creciente de pecado y apostasía. De esta manera Israel se corrompió y finalmente
endureció su corazón contra cada palabra de Dios y el resultado fue el rechazo. Por lo
tanto escuchamos a Dios decir al profeta Ezequiel especialmente en el capítulo 34: "Yo
mismo iré a buscar mis ovejas y las reconoceré....Yo buscaré la perdida y haré volver al
redil la descarriada....Yo salvaré a mis ovejas, y nunca más serán para rapiña, y juzgaré
entre oveja y oveja" (Ezequiel 34:11,16,22).

También en el Nuevo Pacto el Señor quiere lograr eso en la iglesia, por medio de los
hermanos, y a través del Pastor de las ovejas. La amonestación fraternal que está atada a
nuestros corazones en Mateo 18 es totalmente una parte del amor fraternal, el ejercicio
del cual no atrevemos a omitir si la iglesia no va a sufrir daño y eventualmente ser
perdida. Es totalmente correcto advertir contra la aplicación legalista de la amonestación
fraternal y de la suspensión y la excomulgación. Mas esto no es una licencia para
omitirlo, ni para permitir el error y el pecado abierto en la iglesia. No hay ningún lugar
para ello, particularmente bajo la economía evangélica del Nuevo Testamento.

La gracia que nos salvó, la membresía común en el cuerpo de Cristo, el amor fraternal, el
amor para la iglesia, que deben ser protegidos contra cualquier ofensa, debe impulsarnos
a cumplir las instrucciones que el Señor nos ha dado para este propósito de una manera
fiel. El pecado no castigado y los errores tolerados son ofensas constantes que tienen la
tendencia de desviar a los que pecan, a los que enseñan el error y a muchos otros. Un
poquito de levadura leuda toda la masa. La palabra de un errorista carcome como un
cáncer. Aquí la tolerancia es lo mismo que la aprobación y convierte al individuo en un
participante y lo hace responsable por los daños causados (Levítico 19:17). La
negligencia en la disciplina eclesiástica siempre ha devastado a la iglesia a través de toda
la historia.

Si entonces el sínodo es iglesia en el sentido propio de la palabra, no se atreve a tolerar la


doctrina falsa ni la manera de vivir ofensiva en su medio sin castigarlo de la misma
manera que la congregación local lo castigaría. Tendrá que castigar a sus hermanos que
pecan y erran y excomulgar a aquellos que rehúsan ser corregidos (1 Corintios 5:13;
Romanos 16:17ss; Tito 3:10).

Este lo hemos hecho frecuentemente en el pasado cuando hemos hablado acerca del
sínodo siendo una iglesia. En la controversia acerca de la doctrina de la elección hemos
excomulgado a varios pastores y congregaciones del sínodo después de unas
conversaciones largas e inútiles y no solamente suspendimos con ellos el "compañerismo
sinodical humano" sino que al mismo tiempo se suspendió el compañerismo de la
confesión, el compañerismo del altar y del púlpito, el compañerismo eclesiástico y el
compañerismo fraternal que han sido incluidos en el compañerismo sinodical. Solo hago
mención de una acción similar en nuestro trato con el asunto de las logias. Nuestra única
preocupación debe ser que la disciplina sinodical sea practicada de acuerdo con la palabra
286

de Dios; particularmente que al hacerlo no interferimos con el oficio de las


congregaciones locales.

TESIS VI

En el ejercicio del poder de las llaves el sínodo no se atreve a entremeterse en los


asuntos de otros hombres, y en este caso hablamos de la interferencia en el oficio de
las congregaciones locales afiliados con el sínodo (1 Pedro 4:15).

Ya no seguimos preocupándonos con la pregunta de si el sínodo posee el poder de las


llaves; esta pregunta ha sido afirmada y descartada. El sínodo tiene el poder de las llaves
porque es iglesia en el sentido propio de la palabra. Mucho menos nos preocupa la
pregunta acerca de la fuerza y la validez ante Dios de la disciplina sinodical. Eso
depende de su base bíblica (Mateo 18; 1 Corintios 5; Romanos 16:17ss; Tito 3:10). Si la
persona involucrada es un hermano, si peca y es amonestado en vano por otro hermano,
luego por dos o tres, y finalmente por toda la congregación de Cristianos, entonces
nuestra obediencia a la palabra de Dios exigiría: "Trátalo como pagano e incrédulo", y la
promesa del Señor, "Lo que ates en la tierra" etc. será cumplida. De igual manera si la
herejía de un hermano se vuelve persistente después de una primera y una segunda
amonestación, entonces cada Cristiano debe evitarlo como uno que se ha condenado a sí
mismo. Del mismo modo suspendemos el compañerismo confesional con cada pastor y
con cada iglesia que niega cualquier doctrina clara de las escrituras o que persiste en una
práctica pecaminosa; en el caso del último no disputamos su fe, sino su ortodoxia.

En este momento solamente nos preocupamos con la pregunta de si el sínodo como tal,
aparte de las congregaciones locales que lo componen, es capaz de administrar la
disciplina y si está llamada a hacerlo, si debe usarla, ejercerla y aplicar el poder que posee
o si, en verdad, si puede usarlo, si por medio del ejercicio de este poder estaría
entremetiéndose con el oficio de las congregaciones locales, puesto que los miembros del
sínodo son al mismo tiempo miembros de la congregación local. Podemos formular la
pregunta así ¿No debería el sínodo dejar la práctica de la disciplina a los miembros de la
congregación local a que pertenecen? Y nosotros creemos todavía hoy lo que hemos
dicho repetidas veces en años pasados, que la pregunta debe ser formulada así para poder
expresar la opinión de aquellos que se sintieron constreñidos a cuestionar el poder de las
llaves por parte del sínodo. En el ejercicio de la disciplina sinodical vieron una
interferencia con los derechos de las congregaciones locales y temieron que de esta
manera en la práctica serían despojados de sus derechos de la misma manera como
sucedió en la constitución consistorial de las iglesias alemanas territoriales, cuyo arreglo
Lutero mismo no había condenado en práctica.

Esa debe ser la única pregunta entre nosotros. Si el sínodo es iglesia en el sentido propio
de la palabra, entonces también tiene el poder de las llaves. Luego, la única pregunta que
queda es si debe ejercer este poder, y si es así, cómo debe ejercerlo en la relación que ha
resultada por la formación de un sínodo entre la congregación local y el cuerpo sinodical.
287

El "si" de esta pregunta no necesita más discusión. El sínodo no puede existir sin
disciplina en su doctrina y práctica de la misma manera que la congregación local no
puede existir sin ella. La falta de disciplina en el sínodo resultaría inevitablemente en la
falta de disciplina en la congregación local. Si el sínodo toleraría en su medio a un pastor
que enseña el error o que vive escandalosamente, su mal ejemplo no podría sino tener un
efecto ofensivo en la congregación involucrada y en otras congregaciones. Por lo tanto,
todas las palabras de las Escrituras acerca de la amonestación fraternal y la exclusión de
los malvados y de los falsos maestros son válidos para la iglesia en cualquier forma, sea
para el sínodo o para la congregación local.

Por supuesto, esto no nos dice nada acerca de la manera externa en que la disciplina
eclesiástica debe ser practicada en asociación fraternal con las otras congregaciones. Los
delegados de la congregación en Antioquía y varios miembros de la congregación en
Jerusalén juntamente con su pastor y con varios apóstoles decidieron la pregunta acerca
de la necesidad de circuncidar a los conversos paganos al Cristianismo y varios otros
puntos relacionados con su vida Cristiana en común - como un sínodo. Walther ha
iniciado la costumbre en las tres o cuatro congregaciones más antiguas de San Louis, de
las cuales él era pastor, de que la excomulgación de una sola congregación fue
considerado conjuntamente y puesto en práctica por todas las congregaciones.

Esto también podía hacerse en un sínodo más grande, que la disciplina de una
conferencia o un distrito dentro de las congregaciones individuas de este distrito sería
llevado a cabo por las conferencias delegadas el cual es la costumbre entre nosotros. En
el caso de que la congregación involucrada y un sector del sínodo fueran representados al
mismo tiempo, puesto que las congregaciones locales como miembros del sínodo son
representados por su pastor y por un delegado laico, el sínodo podría encargar la
disciplina que ha de ser practicada a los representantes de estas congregaciones. En este
caso, sin embargo, el sínodo primero que todo tendría que informar sobre los
representantes que en su actividad sinodical han sido reconocidos como pecadores
persistentes o como falsos maestros de su respectiva congregación, e insistir que la
congregación cumpla su deber disciplinario con ellos.

Los casos de pecado y de enseñanza falsa que ocurren solamente en una congregación
local todavía no conciernen al sínodo. El sínodo querrá animar a la congregación en
amor fraternal por medio de su visitador de no ser negligentes en la práctica de la
disciplina, en caso de que la congregación se demora en la disciplina o si son negligentes;
llamará la atención al hecho de que puesto que la ofensa es pública, el sínodo tiene el
deber de practicar la disciplina sobre aquellos involucrados como miembros del sínodo, si
la congregación no lo hace, sí, tal acto llevará a la separación de la congregación del
sínodo, si la congregación rehúsa practicar la disciplina sobre tales personas. Pero no
podía existir ningún pensamiento del sínodo encabezando la práctica disciplinaria o de
ignorar a la congregación. Eso sería interferencia con el oficio de la congregación.
Solamente después de que la congregación haya rehusado practicar la disciplina podría
actuar el sínodo y entonces únicamente en conjunto con la congregación.
288

Pero tales casos, que solamente se presentan en el círculo de la congregación local, no


nos conciernen aquí. Estamos hablando de tales ejemplos de pecado y de doctrina falsa
que ocurren en la actividad sinodical de los representantes de las congregaciones locales,
donde un pastor, un maestro o un delegado laico se manifiesta como un pecador craso o
como falso maestro o en la convención del sínodo o en una conferencia de los pastores o
maestros sinodicales. ¿Qué se debe hacer en tales casos? Aquí entra la palabra de Dios:
"Si su hermano peca contra ti, ve y repréndele, etc." Esta amonestación debe ser hecha
por aquel hermano contra quien y en cuya presencia el hermano ha ofendido. Si éstos no
son hermanos de una congregación local, sino hermanos del sínodo, ciertamente las
palabras del Señor no querrán decir que la amonestación puede ser omitida y que el
pecador meramente es trasladado a su congregación para la disciplina con testimonio de
su pecado, sino que nosotros, en cuya presencia el pecado o la enseñanza falsa fue
manifestado somos llamados por Dios a amonestarle. Sí, el amor exige que nosotros,
donde la naturaleza y las circunstancias de la ofensa lo hacen posible, guardemos el
asunto entre nosotros sin revelar el asunto a la congregación local para así preservar el
honor del hermano involucrado. El derecho y el deber de amonestar está dentro de la
hermandad y en nada más. La única pregunta puede ser, quién es el prójimo de aquel que
ha ofendido y enseñado doctrina falsa (Lucas 10:36ss).

Tan pronto que sobrepasamos este punto, entramos en el área de la causistria, y es muy
difícil escribir la causistria. Las diferentes circunstancias requerirán diferentes
procedimientos externos para poder justificar el mandato de amonestar y evitar
interferencia en el oficio de la congregación local. Un delegado laico que ofende
crasamente en una convención del sínodo debe ser tratado de una manera diferente que el
pastor que se hace presente en una conferencia con doctrina falsa. El Distrito Oeste de
Wisconsin de nuestro sínodo rehusó un puesto, un voto, y la hermandad a un delegado de
una congregación quien admitió abiertamente que era miembro de una logia. En los
primeros días de nuestro sínodo un delegado fue devuelto a su congregación porque llegó
borracho a una sesión de la convención. Ambos eran casos de la disciplina; mas el
sínodo dejó los esfuerzos de conversión de estos hombres en manos de sus
congregaciones locales puesto que eran más adecuados para ese labor que el sínodo en
asamblea, pero por el momento rehusaron extender a estos individuos el lazo de la
hermandad.

El Pastor Fulano que en una conferencia negó la presencia real del cuerpo y la sangre de
Cristo en la Santa Cena, fue disciplinado por la conferencia, que pasó tres días con él,
luego le negó el compañerismo del altar y finalmente presentaron el caso a su
congregación, la cual rehusó disciplinar a su pastor y al fin de cuentas lo defendió.
Cuando la congregación rehusó otra visita de los oficiales del sínodo para tratar este
asunto, éstos suspendieron a su pastor y a su congregación y les negó el derecho del voto
y el privilegio de hablar en la convención. Eso no era interferencia con el oficio y el
llamamiento de la congregación; fue totalmente correcto. El amor fraternal exigió tales
acciones. No era la excomulgación en el sentido propio de la palabra, sino una
separación de los hermanos en la fe de un hermano hereje en el ministerio de su
congregación hereje.
289

Si en una conferencia un pastor del sínodo cae en el pecado craso contra el Octavo
Mandamiento, entonces no son los miembros de su congregación que han escuchado el
pecado, sino sus hermanos de la conferencia, en cuya presencia y en contra quienes pecó,
quienes deben amonestarle, quienes en cuanto la amonestación no ha sido llevado a cabo
en la plenaria de la convención sinodical, deben excluirle de su asociación fraternal en
privado (no tener nada que hacer con él) amonestarle en privado para que se arrepiente,
hasta que se haya demostrado en la reunión que es persistente y se ha manifestado como
un "enemigo" (2 Tesalonicenses 3). De esta manera Mateo 18:17 ha sido aplicado
correctamente. Luego, la excomulgación ha sido efectuado. El ofensor ha tenido el
beneficio de la amonestación al arrepentimiento en privado por medio de palabra y
hecho, ha sido amonestado en una reunión pública "por muchos" (2 Corintios 2:6) y no
ha prestado atención a la reunión. Luego aplica "téngalo por gentil y publicano". Aplica
en cuanto concierne a Dios según Mateo 18:18. No falta hacer nada más para que la
excomulgación sea válida ante Dios. Es un asunto totalmente diferente si el asunto está
cerrado para la congregación en cuanto concierne a su pastor y en cuanto al sínodo del
cual es miembro.

Aquí aplicamos el principio de que cada iglesia, sea la congregación local, una
conferencia, un sínodo, o cualquier otro, puede administrar una excomulgación válida
ante Dios, pero que no tiene ni el derecho ni el poder de exigir lo mismo de otras iglesias
o reuniones, al menos que puede probar que sus acciones son correctas. Como un asunto
de principio, en cuanto a la validez, cada iglesia solamente puede disciplinar, excluir y
excomulgar para sí mismo, de su propio cuerpo. Ninguna congregación local puede
excluir o excomulgar de otras congregaciones. Puede contar con la confianza de tales
congregaciones en que llevan a cabo acciones correctas, y puede esperar que no
simplemente ignorarán sus acciones, sino que las respetarán hasta que hayan sido
probadas erróneas, mas no puede exigir a las otras congregaciones que respeten sus
acciones sin dar más explicaciones ni permitir más investigación. Así funciona el
papado. Ninguna congregación es una autoridad en y por sí mismo; siempre prevalece la
relación fraternal. El grupo que practica la disciplina debe al otro hermano la prueba de
la santidad de su acción disciplinaria si espera que ellos la reconozcan. Para ser más
concretas: Esa conferencia no puede esperar de la congregación del pastor excomulgado,
ni del sínodo, ni de sus oficiales que respeten la acción disciplinaria efectuada hasta que
ellos hayan sido convencidos de la palabra de Dios que su acción es correcta y válida.

Esa es una cosa. La otra es esto, que la conferencia que ejerce la disciplina debe respetar
la relación fraternal entre la congregación y el pastor amonestado en vano. Y esto incluye
que no concluyen sus procedimientos sin incluir a la congregación, o por lo menos hacer
el intento de involucrarlos. La conferencia tiene el derecho y el deber de hermanos con el
ofensor; la congregación tiene más, no solamente el derecho de hermanos, sino además el
derecho del redil para con su pastor. Excluirlos de la consideración sería el equivalente
de ignorar una relación especial que Dios mismo ha ordenado y entremeterse en los
asuntos de la congregación que está tratando el asunto. Por lo tanto en tal caso no puede
resultar ninguna suspensión sinodical pública ni ninguna excomulgación sinodical si no
se ha intentado fervientemente inducir a la congregación a participar en el procedimiento
de excomulgar a su pastor.
290

La validez objetiva de la acción de la conferencia o del sínodo, por supuesto, no depende


de la aprobación de la congregación, si fue llevado a cabo de acuerdo con la palabra de
Dios; pero ese no es el punto aquí, al contrario está escrito que "Ninguno de vosotros
padezca....por entremeterse" (1 Pedro 4:15). Esto debe ser observado por encima de todo.
Si la congregación involucrada rehúsa absolutamente escuchar a la conferencia o al
sínodo, por supuesto no la excomulgamos juntamente con su pastor impenitente, porque
hay niños y muchos otros dentro de la congregación que no son responsables por tal
acción; sino que nos separamos de ellos como iglesia, para no hacernos partícipes de su
pecado, mientras los consideramos como individuos impenitentes, y todos aquellos que
participan a sabiendas con ellos, como gentiles y publicanos.

Tal como la disciplina del sínodo no es obligatoria para la congregación local


involucrada, de la misma manera la disciplina de la congregación local no es obligatoria
sobre el sínodo. Tal como el sínodo practica la disciplina sobre un miembro de la
congregación local, de la misma manera la congregación local solamente puede practicar
la disciplina sobre un miembro del sínodo puesto que y en cuanto es un miembro de la
congregación. La confianza que el sínodo tiene en la congregación permite que el asunto
permanece tal como es. Si es retado, se debe llevar a cabo una investigación para probar
que la acción sea la correcta. Esto es un requisito de la relación fraternal entre
congregación y sínodo.

En cuanto a la suspensión sinodical específica, debemos mantener dos principios.


Primero, que como una acción pública del sínodo puede ser ejercido únicamente en base
de la impenitencia persistente y pública y la adherencia a una doctrina falsa. Siempre
involucra una amonestación moral y sería una calumnia pública si fuera impuesta basada
en una mera violación de acuerdos puramente humanos. Si no tiene la intención de
cuestionar la ortodoxia o la vida Cristiana de la persona suspendida y meramente
establece la separación del cuerpo sinodical, esto debe ser expresado en términos claros.
Si, al contrario, es ejercido a causa de la doctrina falsa o la conducta inmoral, es la
excomulgación en el sentido propio de la palabra y debe hacerse de acuerdo con los pasos
bíblicos. En ningún caso puede ser ejercido antes de intentar todos los medios posibles
de amonestación ni antes de tratar de toda manera posible de involucrar a la congregación
local. Es una medida de emergencia por parte del sínodo, puesto que no puede reunirse
ni mensualmente ni con mayor frecuencia, en cuanto las ofensas en doctrina y vida
suceden diariamente y carcomen como un cáncer y destruyen la iglesia. Por lo tanto urge
la acción inmediata por parte del sínodo.

El otro principio involucrado en la suspensión sinodical es la pregunta acerca de la


validez y la propiedad de la acción disciplinaria efectuada por un mero cuerpo
representativo, como sería el colegio de los presidentes con un visitante, al cual el sínodo
podría encomendar una suspensión. Entre los Cristianos inteligentes no puede haber
ninguna duda acerca de esto, mientras la suspensión o la excomulgación por parte de los
representantes es una acción que ha sido aprobado por todos. El cuerpo representativo,
no obstante, no debe ser conformado por una sola persona, sino por varios Cristianos de
291

confianza que pueden, si es necesario, dar un testimonio válido a todo el cuerpo, y la


revisión de su acción por parte de todo el cuerpo siempre debe ser teórica y prácticamente
posible.

Muchas de las actividades de la iglesia, y aún funciones del ministerio, son acciones
representativas porque han sido delegados por las congregaciones. Todas las
resoluciones de la congregación son representativas puesto que son adoptados por los
hombres votantes en nombre de las mujeres y los niños, y muchas veces por un número
reducido de ellos. La amonestación y la excomulgación pública también en la práctica
son efectuadas por la iglesia representativa. Ella no puede invalidar una acción que es
esencialmente correcta. Porque finalmente "diga a la iglesia" y "si no oyere a la iglesia"
no significa "cada miembro individual" ni "si no oyere a cada miembro de la
congregación" sino que habla de la reunión pública de aquellos que han sido llamados y
que se congregan. El acto de una amonestación pública y de una posible excomulgación
por lo general no es más fácil cuando hay un gran número de personas que participan en
ella, sino que la multitud dificulta el proceso o lo vuelve imposible.

Finalmente, las suspensiones por parte del colegio de los presidentes y los casos difíciles
de la disciplina siempre tendrán que ser confiados a un comité para su disposición final.
Hasta muy recientemente tuvimos una congregación en la cual, por resolución de la
misma congregación, todas las aplicaciones para membresía y todos los casos para la
disciplina fueron referidos al concilio y al pastor para estudiarlos. El sínodo también es
una iglesia representativa. Esto no lo priva de la verdadera característica de una iglesia
de la misma manera en que una reunión de la congregación no priva en nada a los
miembros que no están presentes.

Por tal razón nuestras confesiones no solamente reconocen la representación por toda la
iglesia por los sínodos y llaman sus decisiones las decisiones de la iglesia (Art. Esmal.,
Triglotta 521; Tappert 329); sino que nuestra iglesia en Europa siempre ha colocado la
disciplina congregacional, de los consistorios, del ministerio y de los sínodos en manos
de los representantes de toda la iglesia. Eso podría resultar en la tiranía, y así fue, pero en
principio no es en contra de la palabra de Dios, mientras se hizo con el consentimiento de
las congregaciones y mientras la disciplina fue administrada de acuerdo con la palabra de
Dios. Pero en cuanto a la disciplina del sínodo, en principio y en la práctica es algo
totalmente diferente del arreglo que tenían las iglesias territoriales. La disciplina
sinodical juntamente con la suspensión sinodical no reemplaza entre nosotros el uso de la
disciplina en las congregaciones locales, pero es en y por sí misma una disciplina
puramente sinodical, válida solamente para el cuerpo sinodical, y requiere de la
ratificación de las congregaciones para que sea obligatoria sobre ellas - de esta manera
cualquier violación de los derechos de la congregación local es excluida desde el
principio mismo.

Esa no es una nueva doctrina de la Iglesia Luterana sino una muy antigua, lo que ya
hemos demostrado. Walther también lo enseña explícitamente. Por lo tanto dice en su
trato Iglesia Y Ministerio, Tesis 9, Del Ministerio, p 430: "No es necesario mencionar
que en el tiempo de los apóstoles la congregación funcionó hombre a hombre (2 Corintios
292

2:6; 1Timoteo 5:20) sea para aplicar la prohibición de la excomulgación, puede, por
supuesto, también donde la congregación es representada por un presbítero o un
consistorio, ser aplicado correctamente por el presbítero o por el consistorio solo,
mientras se hace con el conocimiento y el consentimiento de las personas".

En resumen:

1. En las Escrituras del Nuevo Testamento la iglesia nunca es nada más que la comunión
de los santos;

2. A esa iglesia, como a un pueblo santo, el Señor ha confiado las llaves, y no a una
institución eclesiástica propia;

3. La iglesia puede ser reconocida con certeza a través de la predicación del evangelio;

4. El sínodo tiene las marcas esenciales de la iglesia;

A. El nombre "sínodo" indica esto;

B. Sus elementos fundamentales son las congregaciones locales, representadas primero


que todo, por Cristianos;

C. Predica el evangelio según los propósitos que Dios le ha dado;

D. Originó no de la sabiduría humana, sino por medio de la obra del Espíritu Santo.

5. Si el sínodo es iglesia en el verdadero sentido de la palabra, entonces no solamente tiene


las llaves, sino que debe usarlas con sus miembros.

En su ejercicio del poder de las llaves el sínodo no se atreve a entremeterse con el oficio
de las congregaciones locales que son miembros de ello. La suspensión sinodical, si es
ejercido de acuerdo con la palabra de Dios, no es inválido como la práctica de la
disciplina a causa del carácter representativo de la iglesia, sino que es válido ante Dios; la
Iglesia Luterana ortodoxa da testimonio de ello.

Una palabra en conclusión. Si el sínodo es iglesia en el verdadero sentido de la palabra,


luego tiene el llamamiento, el poder y el mandato de Dios para su labor. Si el sínodo no
es iglesia, entonces, Salmo 50:16ss aplica. Compare Lutero En Contra De La Confesión
Auricular, Ed. San Louis, XIX, 65, p84ss.

[Este ensayo fue publicado en el Theologische Quartalschrift (oct. 1929). La traducción


al inglés por el Profesor H. Vogel fue publicado en el Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol.
59, abril, 1962) pp 81-136. El Profesor Pieper enseñó en el Seminario Luterano de
Wisconsin 1902-1941. El Profesor Vogel enseñó en el Seminario de 1956-1982.]

Para más información sobre la doctrina de la iglesia y el ministerio ver el siguiente:


293

Commission on Doctrinal Matters, "Theses on the Church and Ministry," Wisconsin


Lutheran Quarterly (Vol. 67, April, 1970), pp 123-130).

Lawrenz, Carl, "An Evaluation of Walther's Theses on the Church and Ministry,"
Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 79, Spring, 1982), pp 85-137.

Pieper, August, "Luther's Doctrine of Church and Ministry," Wisconsin Lutheran


Quarterly (Vol. 60, January, April, October, 1963), pp 13-47, 81-110, 242-265. Esta es
una traducción hecha por Harold Johne de un artículo escrito por el Profesor Pieper y
publicado en el Theologische Quartalschrift, 1917, pp 211-241.

Schuetze, Armin, "The Church: Invisible and Visible", Wisconsin Lutheran Quarterly
(Vol. 69, April, 1972), pp 101-121.

Vogel, Heinrich, "The Doctrine of the Church and Ministry", Wisconsin Lutheran
Quarterly (Vo. 73, January, 1976), pp 9-22.
294

Jesús comisionó a su iglesia a predicar el evangelio a toda la creación. Le dijo que


hiciera discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Dios trino y
enseñándoles todas las cosas que El había mandado. Eso es claramente la obra de la
iglesia.

Las diferentes maneras en que llevamos a cabo esa obra, no obstante, no han sido
revelados explícitamente. En amor y con un sentido común santificado nos unimos para
cumplir la misión del Señor. Eso requiere organización ya que nuestro Señor es un Dios
de orden y no desee que esta obra se hace de una manera desorganizada.

El siguiente ensayo por el Rvdo. Oscar Naumann trata el tema de la organización de la


iglesia como la expresión de la función de la Iglesia.

LA ORGANIZACIÓN DE LA IGLESIA

COMO LA EXPRESIÓN

DE LA FUNCIÓN DE LA IGLESIA

Introducción

La iglesia es la comunión de los santos, el cuerpo total de todos aquellos que confían
únicamente en la obra redentora de Cristo para la salvación. Estos creyentes en Cristo
tienen un propósito y una función en la tierra, confiado a ellos por su Señor y salvador;
primero, deben seguir en su palabra para que siguen siendo sus discípulos, sabiendo la
verdad y por medio de está verdad, hechos libres (Juan 8:31,32); segundo, deben
proclamar esa verdad salvadora a todo el mundo para que otros puedan ser traídos a la fe
y a la salvación (Mateo 28:18-29). Así, caminando y trabajando en la verdad, ellos como
los hijos de la luz declararán las alabanzas de aquel que les llamó de la oscuridad a su luz
maravillosa (1 Pedro 2:9).

En el Antiguo Testamento Jehová Mismo a través de un mandato explícito e instrucciones


detalladas a Moisés y Aarón efectuó la organización de la iglesia en Israel como vemos
en el Pentateuco. Instituyó y reguló las formas de alabanza del Antiguo Testamento.
Nuestro Salvador mismo, en su humillación, reconoció y respetó estas regulaciones
dondequiera cumplían su función y propósito divino. Reprochó a aquellos miembros
dentro de la organización de la iglesia de su época quienes habían corrompido estas
ordenanzas de Dios y desviaron a la gente, proclamando que el cumplimiento de las
ordenanzas externas era el camino a la salvación.

Para la iglesia del Nuevo Testamento el Señor no ha establecido ninguna organización.


Instituyó un solo oficio, el ministerio de la reconciliación. En 2 Corintios 5:18-21
295

leemos: "Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y
nos dio el ministerio de la reconciliación; que está en Cristo reconciliando consigo al
mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la
palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si
Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con
Dios".

Ha confiado a sus discípulos la misión de ir a todo el mundo predicando el evangelio a


toda criatura, Marcos 16:15: "Y les dijo, 'Id por todo el mundo y predicad el evangelio a
toda criatura.'" Deben hacer discípulos en todas las naciones, bautizándolos y
enseñándoles. Mateo 28:18-20: "Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad
me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo".

Deben administrar el oficio de las llaves, perdonando los pecados del pecador penitente,
pero reteniendo los pecados del impenitente en cuanto no se arrepienta. Mateo 16:19: "Y
a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en
los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos". Mateo 18:18:
"De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que
desatéis en la tierra, será desatado en el cielo". Juan 20:23: "A quien remitiereis los
pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos". Han de ser
testigos de él y de su evangelio hasta los fines de la tierra. Hechos 1:8: "Pero recibiréis
poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra".

Al llevar a cabo este ministerio deben estar firmes en la libertad con que Cristo los hizo
libres. Gálatas 5:1: "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y
no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud". No debe enredarse con ni ser esclavos
de las ordenanzas hechas por el hombre, lo cual les quitaría su salvación por gracia sola y
corrompería su mensaje y su predicación, convirtiendo sus oyentes en esclavos de las
ordenanzas humanas en vez de hijos libres y herederos de Dios (ver la epístola a los
Gálatas).

Este breve repaso de la esencia y el propósito de la iglesia debe servir como introducción
a nuestro tema: La organización De La Iglesia Como La Expresión De La Función De La
Iglesia. Bajo este tema, me gustaría presentar varios puntos:

1. La obra de la iglesia como testigo a Cristo y a Su evangelio, funcionando al igual que


cualquier otro grupo de individuos que forman un cuerpo, para mantener el orden tendrá
que adaptar unas medidas de organización.

2. Toda la organización de la iglesia debe ser efectuada en el amor fraternal si ha de


servir el propósito primordial de la iglesia, sea la edificación del cuerpo de Cristo.
296

3. Toda la organización dentro de la iglesia, la cual es el cuerpo de Cristo, debe ser sujeto
a Cristo, su cabeza, sea al nivel congregacional, sinodical o en una federación de
sínodos.

4. El aumento de la Conferencia Sinodical para incluir todos aquellos que son uno en la
fe y en la confesión en el mundo podría servir para el beneficio del propósito por el cual
la Conferencia fue fundada.

Parte 1

El funcionamiento ordenado de un número de personas como grupo o cuerpo requerirá de


alguna medida de organización. Un grupo de niños jugando pelota debe determinar
quienes van a formar cada equipo y que posición desempeñará cada uno dentro del
equipo. Al organizar un colegio, al menos que todos están de acuerdo en proceder según
el método de la experimentación, debe haber una persona encargada de repartir la
información y las instrucciones.

El mismo establecimiento por parte de Dios de la familia humana con padre, madre e
hijos, cada uno con su posición y función respectiva dentro de la familia, testifica al
hecho de que Dios es un Dios de orden y no de confusión.

En la dispensación del Antiguo Testamento nuestro Dios efectuó el funcionamiento


ordenado de su pueblo en su vida de alabanza y culto al establecer y definir los oficios y
los servicios de los sacerdotes, los Levitas, y otros en detalles exactas.

En el Nuevo Testamento, el servicio y la función de la congregación de creyentes no es


de ninguna manera menos noble ni menos glorioso que el del Antiguo Testamento. Cuán
glorioso, noble y exaltada es nuestra posición como creyentes en el Nuevo Testamento es
evidenciada del hecho de que nos llama hijos de Dios (Gálatas 3:26), herederos de Dios
(Gálatas 4:7), un reino de sacerdotes de Dios (Apocalipsis 1:6), miembros del cuerpo de
Cristo (1 Corintios 12:27) y juntamente, como todo el cuerpo de creyentes, la desposada
de Cristo, nuestro prometido celestial.

Mas para este servicio exaltado y noble el Señor no ha definido las detalles
organizacionales. El dice: "Son la sal de la tierra"; y espera que Sus discípulos
funcionen como sal, el gran agente preservativo. El dice: "Son la luz del mundo", y
como una ciudad sobre un monte, que no puede ser escondida, así la iglesia de Cristo en
su proclamación del evangelio llevará la luz a los hombres pecaminosos sentados en la
oscuridad y en sombra de muerte.

La misión de la iglesia es la predicación del evangelio. Su motivación es la gratitud


genuina a Dios y su amor para con el prójimo. El don principal dado a los creyentes es el
don del Espíritu Santo del cual Jesús dijo: "Pero cuando venga el Consolador, a quien yo
os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio
acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde
el principio". Y otra vez: "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la
297

verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os
hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os
lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dijo que tomará de lo mío, y os
lo hará saber" (Juan 16:13-15). Su confianza estaba en la promesa de Jesús: "He aquí yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:20).

Y no obstante, con toda esta aparente libertad de la organización, la iglesia de Cristo


disfruta de una organización, dada por Dios y obrada por el Espíritu, que no podemos
pasar por alto. En Efesios 4, donde el apóstol Pablo habla de la maravillosa unidad de la
iglesia en un versículo familiar que nos exhorta a ser dignos del llamamiento con que
somos llamados, esforzándonos para mantener la unidad del Espíritu en el lazo de la paz,
enfatiza que a cada uno "fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo"
(Efesios 4:7). Nuestro Señor ascendido dio dones a los hombres, sea, a Su iglesia. "Y él
mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros
pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo de Cristo" (Efesios 4:11,12). Luego Pablo sigue hablando de la
perfecta unidad obrada en todo el cuerpo de Cristo. Los muchos miembros en este
cuerpo son "unidos entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la
actividad propia de cada miembro, que recibe su crecimiento para ir edificándose en
amor" (v 16). Aquí en Efesios 4 el énfasis es sobre la unidad de todo el cuerpo.

En otro capítulo de las epístolas de Pablo, 1 Corintios 12, el énfasis está sobre la
diversidad de dones, los diferentes tipos de servicio, las diferentes maneras de trabajar.
No obstante, al mismo tiempo enfatiza la verdad de que estos dones son dados por el
mismo Espíritu y tienen la intención de servir al mismo Señor. "Dios que hace todas las
cosas en todos, es el mismo" (v. 6). Luego Pablo enfatiza la importancia de que cada
miembro rinde el servicio que debe rendir al cuerpo total. Hace esto al utilizar la imagen
de un cuerpo humano, la corona de la creación, muestra de su sabiduría, su poder y su
bondad. Para que este cuerpo pueda regocijar y no sufrir, cada miembro, sea mayor o
menor, debe funcionar como le corresponde y entregar el servicio que debe rendir al
cuerpo.

Ciertamente todo esto hace más que simplemente insinuar que en la iglesia visible
también se efectuará alguna medida de organización que servirá el bien de todos. Cuando
Pablo exhorta: "Hágase todo decentemente y con orden" (1 Corintios 14:40) y cuando
anteriormente en el mismo capítulo advierte contra e intenta corregir la maldad y la
confusión que reinaba en las reuniones de los Cristianos en Corinto, ciertamente lleva a la
luz la verdad de nuestra primera tesis: que la obra de la iglesia como testigo de Cristo y
de Su evangelio, igualmente como el funcionamiento de un número de individuos que
formen un grupo, requerirá alguna medida de organización.

PARTE 2

Toda la organización dentro de la iglesia debe ser efectuada en el amor fraternal si


ha de servir el propósito primordial de la iglesia, sea la edificación del cuerpo de
Cristo.
298

Jesús, el Señor y Salvador de la iglesia, quiere que Sus discípulos sean gobernados por el
amor fraternal en todos sus relaciones entre sí. De hecho, el amor de los Cristianos, los
unos para los otros, será la característica sobresaliente por medio de la cual todos los
hombres sabrán que son Sus discípulos. "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis
unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto
conocerán que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Juan
13:34,35).

Ciertamente este amor del Cristiano para con sus hermanos creyentes, que entienden la
necesidad de cada alma humana y luchan para suplir esa necesidad por medio de un fiel
testimonio a Cristo y a su evangelio - este amor también será el poder motivador que
guiará a los Cristianos en cuanto emprenden cualquier culto o testimonio juntos. Para los
Cristianos, unidos por el Espíritu Santo por medio de su fe y esperanza común, será algo
muy natural que se unen para alabar y dar testimonio. Si esto no va a resultar en la
confusión, será necesario efectuar algo, aún si sea poco, de organización, para mantener
el orden. Porque, mientras está en esta vida, el Cristiano lucha con el mundo, el diablo y
su propia carne pecaminosa, los cuales son los autores, no del orden, sino de la confusión.

Después del derramamiento milagroso del Espíritu Santo el día de Pentecostés, los
discípulos, llenos del Espíritu Santo comenzaron a hablar en otras lenguas según la
medida en que el Espíritu los capacitó. Proclamaron en varias idiomas a los visitadores
en Jerusalén las obras maravillosas de Dios. Mas cuando esta habilidad para hablar en
lenguas había cumplido su propósito, Pedro se puso de pie como el vocero de los
discípulos y respondió la pregunta: "¿Qué quiere decir esto?" Ciertamente no lo hizo
como parte de un plan premeditado, aunque Simón frecuentemente actuó como el vocero
de los Doce. Aunque todos los creyentes presentes fueron llenos por el Espíritu Santo de
poderes de habla poco usuales y maravillosos, estos discípulos no dieron su testimonio en
medio de la confusión. Cada uno de ellos no insistió en su derecho de usar y ejercer su
don especial. Al contrario, guiados por el Espíritu Santo y gobernados por el amor
mutuo, dieron testimonio en una manera ordenada sobre la muerte y la resurrección de
Cristo y de la redención del hombre. "Amaos los unos a los otros con amor fraternal"
(Romanos 12:10). Pedro, en representación de los Once, levantó su voz y habló. El amor
fraternal y el deseo de que todos fueran edificados, efectuó en una manera rápida y
silenciosa una medida de organización en la iglesia como una expresión de la función de
la iglesia. Ciertamente el Espíritu Santo guió y dirigió a los discípulos en esto.

Hacemos breve mención de los primeros diáconos que velaban por el ministerio de las
necesidades físicas especialmente de las viudas y de los pobres. Esta ayuda había sido
extendido antes. Los discípulos "tenían en común todas las cosas, y vendían sus
propiedades y sus bienes, y los repartían a todos según la necesidad de cada uno"
(Hechos 2:44,45). Pero en cuanto la congregación crecía, y era necesario servir a más
viudas y más pobres, la compañía de los creyentes o la multitud de los discípulos
escogieron unos hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría,
quienes fueron nombrados para administrar este labor, Hechos 6:3. Mas tarde leemos
sobre los frutos benditos de esta decisión y de la organización efectuada. Los diáconos
supervisaron las ayudas suministradas diariamente y los discípulos se dedicaron a la
299

oración y al ministerio de la palabra. "Y crecía la palabra del Señor, y el número de los
discípulos se multiplicaba diariamente en Jerusalén" (Hechos 6:7). El amor fraternal y la
preocupación para la edificación de todos había efectuado una organización que sirvió
como una expresión del funcionamiento de la iglesia. Podríamos seguir y considerar la
comisión dirigida por el Espíritu, de Bernabé y Saulo como los apóstoles a los gentiles en
Hechos 13. Podríamos estudiar la elección de Pablo y Bernabé como delegados de la
Iglesia Cristiana en Antioquía para asistir al sínodo en Jerusalén, donde las preguntas que
estos delegados presentaron a los hermanos en Jerusalén fueron consideradas y
respondidas. En este sínodo se escucharon los informes de Pedro, Bernabé, y Pablo,
dando a conocer las maravillas que Dios había obrado por medio de su testimonio a los
gentiles. Luego Jacobo se puso de pie, mientras los demás guardaban silencio, y ofreció
su juicio sobre el asunto. Este fue aprobado por todos y Judas y Silas fueron nombrados
como delegados juntamente con Pablo y Bernabé para llevar a Antioquía el informe
escrito y los consejos de los hermanos en Jerusalén. Fue la intención de esta respuesta y
de estos consejos mantenerlos libres de la esclavitud y así ordenar sus vidas como hijos
libres de Dios. Una vez más el amor Cristianos para con los hermanos, bajo la
organización adecuada, había expresado la verdadera función de la iglesia: ser el
mensajero de la voluntad misericordiosa de Dios.

En Gálatas 5:13 el Señor nos exhorta por medio de la palabra del apóstol a : "Servíos por
amor los unos a los otros". Este versículo expresa el sentimiento y el tema de toda
organización dentro de la iglesia. El amor, nacido en nosotros por medio de la fe y
nutrida por la palabra de Dios que constantemente nos ofrece la gracia de Dios y aumenta
nuestra gratitud por todo lo que el Dios trino ha hecho por nosotros y que promete hacer
en el futuro, este amor, digo, debe ser el poder motivador en cualquier organización
dentro de la iglesia. Dios quiere que sirvamos los unos a los otros aún como Cristo se
humilló a sí mismo, tomó la forma de un siervo, y se hizo obediente a la muerte, aún
muerte de cruz (Filipenses 2).

La imagen de Cristo como la cabeza y de nosotros como sus miembros, o colectivamente


como el cuerpo, demuestra la relación en que nos encontramos. Todos los miembros
sirven la cabeza, cada miembro sirve al cuerpo y así sirve a cada otro miembro del
cuerpo. Otra vez pensamos en 1 Corintios 12, donde Pablo enfatiza el hecho de que si un
miembro sufre, todos los miembros sufren con él y que el honor dado a un miembro es
motivo de regocijo para todos los miembros. "Pero ahora son muchos los miembros,
pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco
la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros....para que no haya desavenencia en
el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros" (vv.
20,21,25).

De la misma manera el Salvador advierte a sus discípulos en contra de la búsqueda de


posiciones de honor o de señorío en la iglesia. Al destacar la lucha ambiciosa de los
escribas y de los Fariseos advirtió: "Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque
uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos" (Mateo 23:8).
Después de reprochar a los hijos ambiciosos de Zebedeo y a su madre al escuchar su
petición de que en el reino de Dios estos hermanos tuvieran el honor de sentar a su
300

izquierdo y a su derecho, Jesús dice; "Sabéis que los gobernantes de las naciones se
enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre
vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro
servidor (griego, diakonos), y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro
siervo (griego - doulos) - como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para
servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Mateo 20:25-28).

Esta verdad, de que los discípulos de Cristo, sin importar sus dones o su responsabilidad
en la iglesia, deben rendir un servicio humilde para la edificación de todos en un espíritu
de amor, también es enfatizado por las acciones y las palabras del Señor la noche en que
instituyó la Santa Cena. Habiéndose levantado de la mesa, se ciñó una toalla, tomó agua
y comenzó a lavar los pies de los discípulos. Más tarde dijo: "¿Sabéis lo que os he
hecho?....Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el
Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los
unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros
también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el
enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las
hiciereis" (Juan 13:12-17).

Así nosotros, sus discípulos, hemos de servir como los embajadores de Cristo, no
llevando nuestro propio mensaje, sino el suyo, y tratando por medio de un servicio
humilde, amoroso y agradecido, edificar los unos a los otros y servir los unos a los otros
en la construcción de su reino y en la edificación de esa casa espiritual de Dios, su
iglesia.

PARTE 3

Toda organización dentro de la iglesia, la cual es el cuerpo, debe permanecer sujeto a


Cristo, su cabeza, al cumplir su función dada por Dios, si sea a nivel congregacional, o
sinodical o a nivel de una federación de sínodos.

Sería apropiado enfatizar una vez más el propósito de la iglesia en todas sus funciones.
Este propósito está muy bien expresado en 2 Corintios 5:18-21: "Y todo esto proviene de
Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la
reconciliación (ten diakonian tes katallages); que Dios estaba en Cristo reconciliando
consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a
nosotros la palabra de la reconciliación (ton logon tes katallages). Así que, somos
embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os
rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por
nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él".

Como embajadores de Cristo, llamados al ministerio de la reconciliación, constantemente


rogamos a los hombres diciéndoles: "Reconciliaos con Dios". Y luego les llevamos el
mensaje de una reconciliación terminada ofrecida al pecador como regalo en palabra y en
sacramento. Ese es nuestro propósito y función en el reino de Dios.
301

Esta función noble y alta, no obstante, no se atreve borrar de nuestras mentes el hecho de
que somos sus discípulos y sus testigos únicamente a causa de su gracia sin límites. A
causa de esta gracia de Dios, el Espíritu Santo nos ha llamado mediante el evangelio, nos
ha iluminado con sus dones, nos santificó y nos guardó en la verdadera fe. A causa de esa
gracia y amor de Dios, no podemos sino hablar acerca de lo que hemos visto y oído. De
esta manera funciona la nueva criatura del Señor para hacer brillar Su gloria y proclamar
el mensaje de la reconciliación a los hombres en todas partes. Rendimos este servicio
como hijos libres y herederos de Dios, pero también, como miembros obedientes y
agradecidos del cuerpo de Cristo.

En contraste con el Antiguo Testamento, durante el cual los creyentes, como hijos
menores fueron mantenidos bajo la ley como su maestro, esperando al Mesías venidero,
nosotros del Nuevo Testamento ya no estamos esclavos a los elementos de las
ordenanzas, los cuales han sido abolidos con la venida de Cristo y la culminación de su
redención. Donde la dispensación del Antiguo Testamento prescribió hasta las detalles
más diminutas de las formas de alabanza, de purificación, de comidas, y de ofrendas,
nosotros en el Nuevo Testamento somos exhortados a estar firmes en la libertad con que
Cristo nos liberó. Regocijamos en el hecho de que somos sus hijos y herederos de Dios.
Hemos de ser guiados por el Espíritu de su Hijo en nuestros corazones que clama, Abba,
Padre. Hemos de ser motivados en nuestro servicio en su iglesia por el amor de Cristo,
quien murió para que pudiéramos tener la vida en abundancia. Cualquier organización
que está afectada por un cuerpo eclesiástico en su deber de cumplir nuestra misión
evangélica bajo nuestra libertad del Nuevo Testamento, si ha de ser una expresión de la
función de la iglesia, debe en verdad servir la predicación del evangelio, manifestar las
alabanzas de nuestro Dios misericordioso, y estar enfocado en llevar a los pecadores al
conocimiento de la salvación.

El Señor ha instituido un oficio en la iglesia del Nuevo Testamento, el ministerio de la


reconciliación (2 Corintios 5:18 ten diakonian tes katallages). Este ministerio de la
reconciliación es dada a toda la iglesia, la comunión de los santos. El ejercicio público de
este ministerio de reconciliación por parte de un grupo de creyentes, tal como una
congregación, es confiado por el Espíritu Santo mediante la iglesia. Hechos 20:28:
"Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por
obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó con su propia sangre".
Hechos 13:2,3: "Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo:
Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo
ayunado, les impusieron las manos y los despidieron". Gálatas 2:9: "Y reconociendo la
gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como
columnas, nos dieron a mí y a Beranbé la diestra en señal de compañerismo, para que
nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión". Este otorgamiento del oficio
del ministerio llamamos por costumbre, el llamamiento divino.

En cuanto el evangelio se extendió y muchos miles vinieron a la fe, reunidos por el


Espíritu en palabra y en sacramento, enviando misioneros, y proveyendo para los pobres
en su medio o para los víctimas de la hambre en Judea, combinaron sus esfuerzos,
302

delegando funciones específicas a los hombres, mientras todos ellos confesaban su fe en


Cristo y estaban dispuestos a servir al Señor.

La proclamación de esta palabra de reconciliación es la función de la iglesia si sea al


nivel de la congregación, al nivel sinodical, o si sea en una federación de sínodos. Vamos
a examinar la organización de la iglesia en estas varias fases del ministerio del evangelio.

AL NIVEL DE LA CONGREGACIÓN

Después de la ascensión de Jesús al cielo, se dice de los once discípulos y de las mujeres
creyentes y de sus hermanos que: "Todos éstos perseveraban unánimes en oración y
ruego" (Hechos 1:14). Fueron obedientes al mandato de Jesús de no salir de Jerusalén,
sino que esperaban la promesa del Padre. El día del Pentecostés, diez días después de la
ascensión, ocurrió el derramamiento milagroso del Espíritu Santo, después del cual se
dijo de todos los creyentes: "Fueron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a
hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen" (2:4). Aquellos que les
escucharon, se maravillaron y dijeron: "Les oímos hablar en nuestras lenguas las
maravillas de Dios".

Cuando algunos comenzaron a burlarse y otros preguntaron "¿Qué quiere decir esto?"
Pedro se puso de pie y dio testimonio de Cristo, predicando el arrepentimiento y el
perdón. Por medio de esta iglesia que funcionaba, el Espíritu Santo trajo a muchos al
arrepentimiento y a la fe, unos 3.000 almas fueron bautizadas y agregadas a la iglesia
aquel día. De éstos se dice en Hechos 2:42: "Y perseveraban en la doctrina de los
apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones".
De esta manera la nuevamente fundada iglesia estaba funcionando: predicaba el
evangelio, administraba los sacramentos y testificaba al Cristo resucitado.

Se dice más en Hechos 2. El nuevo mandato de amor fue claramente demostrado.


"Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas; y vendían
sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y
perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían
juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo favor con todo el
pueblo". Después, cuando incrementaron las ayudas a los pobres y había murmuraciones
porque había negligencia en el ministerio cotidiano, escogieron a los primeros diáconos,
los cuales fueron confiados con la administración de esta fase de la vida y función de la
congregación bajo el evangelio (Hechos 6:1-6). Más tarde, Agabo por medio del Espíritu
predijo, "que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en
tiempo de Claudio. Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía,
determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo cual en efecto
hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y Saulo" (Hechos 11:28-30).
Así, las primeras congregaciones, regocijando en su Salvador, fueron activos en obras de
amor. La organización de su iglesia, aunque sin duda no era tan compleja como la
nuestra, sirvió como una expresión de la función de la iglesia, administrando los medios
de gracia y guiando a los Cristianos en un vivir Cristiano.
303

En cuanto el Espíritu les dio poder, los discípulos hicieron muchas señales y prodigios
entre ellos inclusive el milagro de la sanidad. Estos milagros, a la vez, dieron otra
ocasión para la proclamación del arrepentimiento y perdón a todos los que se
congregaban para escuchar. De esta manera Cristo, el Salvador crucificado y resucitado,
fue glorificado y los hombres fueron invitados a creer en El para la salvación de sus
almas. Pensemos en la sanidad del hombre cojo el cual pidió limosna en la Puerta
Hermosa del templo. Después de su sanidad Pedro dijo: "Matasteis al Autor de la vida, a
quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Y por la fe
en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe
que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros....Así,
que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados" (Hechos
3:15,16,19). Pensemos en Tabita, quien fue resucitado en respuesta a las oraciones de
Pedro. Después de este milagro fue dicho que: "Esto fue notorio en toda Jope, y muchos
creyeron en el Señor" (Hechos 9:42).

En la actividad misionera de la iglesia primitiva, la congregación en Jerusalén tuvo un


vocero específico para hablar en la asamblea, en esto caso los líderes de los apóstoles
escogidos del Señor fueron los que hablaban por lo general, sean: Pedro, Jacobo y Juan.
En las discusiones doctrinales con los delegados de Antioquía, Jacobo, Cefas y Juan
quienes fueron los pilares, hablaron en nombre de la iglesia en Jerusalén y llevaron a
cabo las discusiones con Pablo y Bernabé. De acuerdo con sus consejos la iglesia adaptó
las recomendaciones para la solución de los problemas en Antioquía y, percibiendo la
gracia que les fue dado, les extendió la diestra del compañerismo, llegando al acuerdo de
que Pablo y Bernabé fueran a los gentiles, y los Doce a la circuncisión, las ovejas
perdidas de la casa de Israel (Gálatas 2:6-9).

La iglesia en Antioquía, teniendo en su medio ciertos "profetas y maestros", siguieron el


mandato del Espíritu Santo y apartaron a Pablo y a Bernabé para la obra a la cual habían
sido llamados. Después del ayuno y la oración, impusieron las manos sobre ellos y los
enviaron en sus viajes misioneros.

De esta manera, también se lleva a cabo la disciplina en la iglesia tal como nos ordena
Mateo 18. Pensemos en como Pedro trató a Ananás y Safira, de los cuales el Señor le
reveló que llevaban una vida hipócrita. Pensemos en la manera en que Pablo trató a los
Corintios exhortándoles a ejercer la disciplina Cristiana en contra de los espíritus
divisorias en su medio y también con el hombre culpable de la fornicación. No hay
ninguna mención de la forma organizacional en estos casos, no habla de los oficiales ni
de los comités que debían tomar acción, sino de una congregación de creyentes, guiados
por los principios bíblicos que les fueron enseñados por el fiel apóstol Pablo, la cual
debía actuar en temor de Dios.

Hoy la organización de la iglesia es algo mucho más compleja. Pero aún en una
organización compleja todo debe estar enfocado en el apoyo a la predicación y la enseña
de la palabra de la reconciliación. Toda organización debe estar establecida en amor
fraternal, para el bien del orden, y debe ser sujeta a Cristo, como siervo suyo.
304

Puesto que nuestro Dios es un Dios de orden que nos exhorta por medio del apóstol Pablo
en 1 Corintios 14:40: "Hágase todo decentemente y con orden", los Cristianos de hoy
adoptan una constitución y resoluciones (Kirchenordnung) cuando se unen como una
iglesia. Piensen en la pureza de la doctrina y la práctica y por consiguiente adoptan una
constitución que habla claramente sobre los artículos de la fe, la membresía, las ofrendas,
la educación Cristiana, el voto, la excomulgación, la separación, el ministerio, la
separación de un puesto, los libros, los oficiales, el concilio, los deberes de los oficiales,
la reunión de la congregación, las reuniones del concilio, las organizaciones, la apelación,
y las alteraciones.

Sus resoluciones pueden regular la aceptación de miembros, la elección de los oficiales,


las reuniones del concilio, las reuniones regulares y extraordinarias de la congregación, el
orden del día que se seguirá en las reuniones de la congregación. Otras constituciones
más complicadas pueden regular el funcionamiento de la escuela parroquial, la escuela
dominical, o otras agencias de la educación Cristiana, por medio de las cuales la
congregación intenta cumplir con el mandato de : "Apacienta mis corderos, Pastorea mis
ovejas".

La constitución puede regular la elección y el funcionamiento del comité de la educación,


la junta de mayordomía, el comité para ayuda a los pobres. Puede definir en más detalle
los deberes de los diferentes comités: de los ancianos, de los tesoreros, de los diáconos.
Pero todo esto se hace con una sola meta: contribuir a llevar a cabo fielmente el
ministerio de la reconciliación entre los miembros de la congregación y mediante ellos a
otros también.

Si una regulación o una organización no contribuye al comportamiento ordenado del


ministerio de la reconciliación, o inclusive estorba esa labor, entonces no tiene ningún
lugar en el programa de la iglesia, no es una expresión de la función de la iglesia, y debe
ser eliminado. Es un mal que se ha metido especialmente en las congregaciones
Americanas (no puedo hablar de los otros países aunque seguramente Satanás obraría la
misma tentación en otros lugares), que hay muchas organizaciones y mucha actividad
externa en la congregación pero muchas de estas congregaciones y gran parte de esta
actividad no contribuye al ministerio de la reconciliación. Es un evangelio del tipo
social, una organización y actividad cuya meta es suavizar la vida aquí en este mundo, y
se olvida del propósito y función de la iglesia.

En contraste con este dibujo no olvidemos que el Señor habla de su iglesia como "su
cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo" (Efesios 1;23). Ciertamente los
miembros del cuerpo han de funcionar según el propósito que su cabeza divina haya
determinado. Esta imagen es descrita de una manera hermosa en 1 Corintios 12, donde
nos habla de la diversidad de dones distribuidos a los miembros del cuerpo de Cristo,
todos los cuales son, no obstante, dados para que todo el cuerpo beneficie por medio del
funcionamiento fiel de cada miembro.

El apóstol dice: "Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en
particular. Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo
305

tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan,
los que administran, los que tienen don de lenguas" (1 Corintios 12;27,28). Todos estos
miembros, cada uno codiciando el mayor de los dones, sea el amor Cristiano, han de
funcionar en la iglesia llevando a cabo su ministerio de la reconciliación para el bien
espiritual de todos. Y al mismo tiempo cada miembro, también los que han recibido los
dones más altos y en mayor cantidad, deben seguir siendo siervos humildes de Cristo.
Pablo dice en 2 Corintios 4:5: "Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a
Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús".

AL NIVEL SINODICAL

Ahora vamos a examinar en que manera la organización de la iglesia sirve como una
expresión de la función de la iglesia al nivel sinodical. Otra vez, recordamos que esta
forma organizacional también debe ser un siervo y un instrumento de Cristo para llevar a
cabo la función que Dios le ha dado.

Nuestro Sínodo Evangélico Luterano de Wisconsin, que en realidad es una unión


orgánica de cuatro sínodos independientes, adoptó una constitución revisada el año
pasado [1959]. El propósito de organizar este sínodo hace varios años está claramente
expresado en el preámbulo de su constitución:

Con el propósito de establecer la cooperación práctica en el reino de Dios, los Sínodos


Evangélicos Luteranos de Wisconsin, Minnesota, Michigan y Nebraska decidieron unirse
para formar un sólo cuerpo sinodical, al cual cuerpo dichos sínodos comunicarán todos
sus derechos y obligaciones.

Después del Artículo I que anuncia el nombre del sínodo, el Artículo II define claramente
la confesión de fe. Estos sínodos estuvieron de acuerdo en formar un sólo sínodo, de
combinar sus recursos y sus esfuerzos para la edificación del reino de gracia de Dios,
porque habían descubierto que eran de un sólo pensar y un sólo espíritu, tanto en doctrina
como en la práctica. Al planear su obra conjunta en el reino de Dios consideraron que la
confesión de fe era de importancia primordial. El Artículo II lee:

Sección 1. El Sínodo acepta los libros canónicos del Antiguo y Nuevo Testamentos como
la palabra infalible y divinamente inspirada de Dios, y se somete a esta palabra de Dios
como la única autoridad infalible en todos los asuntos de doctrina, fe y vida.

Sección 2. Además, el Sínodo acepta las confesiones de la Iglesia Evangélica Luterana


contenidas en la Libro de Concordia de 1580, no en cuanto que son, sino porque son una
presentación y exposición correcta de la doctrina pura de la palabra de Dios.

El Artículo III define la membresía en el sínodo y la limita a aquellos "que están de


acuerdo en la doctrina y la práctica de la confesión expuesta en el Artículo II".

El Artículo IV define el objeto y el propósito del sínodo así:


306

El objeto y propósito del sínodo será extender y conservar la verdadera doctrina y


práctica de la Iglesia Evangélica Luterana:

(a) Por ayudar y aconsejar en cada manera adecuada a los pastores, los maestros y las
congregaciones afiliadas con el sínodo;

(b) Por establecer y mantener seminarios teológicos, universidades, academias, colegios


y otras instituciones de la enseñanza;

(c) Por establecer y mantener las misiones tanto locales como mundiales y tales
instituciones caritativas que sean necesarias según su llamamiento;

(d) Por imprimir, publicar, comprar, vender y difundir literatura que afirma la doctrina y
la práctica Luterana; y por proveer a los colegios parroquiales, las escuelas dominicales,
las misiones, las instituciones y las iglesias con literatura apropiada.

De esta manera, y en los otros artículos de la constitución y en sus resoluciones, se ha


hecho provisión para el uso ordenado de aquellos dones con que el Señor ha bendecido a
Su iglesia para poder llevar a cabo el ministerio de la reconciliación. Es muy natural que
se dirá mucho sobre los deberes y los servicios otorgados a las personas, los comités y las
juntas. No obstante, la organización total del sínodo no tiene sino un sólo propósito y
función: llevar a cabo según su capacidad el ministerio de la reconciliación dondequiera
el Señor pone frente a nosotros una puerta abierta.

En medio de toda esta organización, que dentro de un sínodo puede ser muy desarrollado
y muy complejo, no debemos olvidar el verdadero propósito y función de la iglesia como
el cuerpo de creyentes de Cristo, sea, ir a todo el mundo, predicándoles el evangelio.
Cualquier departamento dentro de la organización de la iglesia que no contribuye
definitivamente ni apoya esa función de la iglesia debe ser abolida y descartada, no
solamente porque no sería una expresión de la función de la iglesia, sino porque podría
estorbar el funcionamiento de la iglesia.

Tomamos, por ejemplo, el asunto de amonestar y ganar al hermano errante y del guardar
a otras almas de su error. El Señor nos ha dicho como debemos tratar con aquellos que
caen en el error o el pecado. Pensemos en Mateo 18, Romanos 16, 2 Tesalonicenses 3, 1
Corintios 5, Gálatas 1 y 3, 2 Juan 10,11, Mateo 7:15 y otros.

En un sínodo o iglesia fuertemente organizada, tal disciplina, incluyendo tanto los


esfuerzos para llevar al hermano errante al arrepentimiento como el tratar de guardar a los
demás del mismo error, puede ser demorado y frustrado a causa del procedimiento
complejo. En tales casos, pienso, el bienestar de almas, tanto del errante como de los
tentados a seguirle, son de mayor importancia que la observancia cuidadosa de
procedimientos largos y complejos. Al menos que tales procedimientos y funciones en
verdad sirven para llevar a cabo la voluntad del Señor sin tropiezos, se puede causar
daños graves e irreparables a las almas preciosas para las cuales Cristo murió.
307

Podríamos citar otros ejemplos en donde tal insistencia sobre los procedimientos
estorbaría la función rápida y correcta de las iglesias. Pero esto nos desviaría mucho del
punto. Pedimos a Dios este parecer y este espíritu para que siempre consideremos el
ministerio como un servicio glorioso en el cual tenemos participación por la gracia sola.
Recordemos como embajadores de Dios el verdadero propósito y función de la iglesia de
llevar a otros la palabra de reconciliación. Luego, conscientes del hecho de que por la
gracia sólo somos discípulos de Cristo, estaremos ansiosos para servir dondequiera el
Señor nos llame predicando la ley y el evangelio para la salvación de las almas, y
nuestros co-creyentes lo contarán un privilegio servir dondequiera sean llamados para
sostener los brazos del profeta hasta que el pueblo de Dios haya terminado la obra
comenzada en Su nombre.

EN UNA FEDERACIÓN DE SÍNODOS

Cuando varios sínodos o grupos de iglesias se unen para formar una federación, tal
organización agradará a Dios solamente si tiene como propósito llevar a cabo el
ministerio de la reconciliación. No será necesario mencionar que tal federación podrá
funcionar en la edificación del reino de Dios solamente si todos los sínodos miembros
están totalmente de acuerdo en doctrina y práctica. Si se permite cualquier latitud en la
doctrina, si somos indiferentes en cuanto al asunto de la práctica, entonces la federación
dejaría de ser una expresión de la función de la iglesia. Tal como en el verdadero cuerpo
de Cristo no existe ninguna desunión ni división, de la misma manera no atrevemos
tolerar ni permitir la desunión o la indiferencia en doctrina o práctica, si sea al nivel
congregacional o en un cuerpo más grande de congregaciones.

En 1 Corintios 1:10 leemos:

Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos
una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente
unidos en una misma mente y en un mismo parecer.

Aquí Pablo escribe a la iglesia en Corinto, y sigue con un reproche a causa de las
facciones y divisiones que surgieron y dividieron a la congregación. Versículos 11 y 12:

Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay
entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo;
y yo de Apolos, y yo de Cefas; y yo de Cristo.

En el capítulo tres Pablo sigue con este pensamiento y enfatiza el hecho de que la iglesia
de Corinto, siendo la obra de Dios, es una creación unificada de Dios:

¿Qué, pues, es Pablo y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído;
y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó, pero el
crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios,
que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada
308

uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores


de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios (vv 5-9).

Aquí otra vez enfatiza al unidad de la iglesia como la edificación de Dios, igualmente
como en 1 Corintios 12 y Efesios 4.

Nos exhorta a luchar para obtener tal unidad en la iglesia también por medio de la
exhortación en 1 Pedro 2:1-5;

Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las
detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para
que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.
Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios
escogido y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa
espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por
medio de Jesucristo.

Aquí una vez más, la función de la iglesia como la casa espiritual de Dios, un real
sacerdocio, cuyos sacrificios espirituales son aceptables a Dios, ciertamente enfatizaría la
unidad que Dios busca entre aquellos que como iglesia están unidos en Su servicio. La
carta de Pablo pudo haber sido dirigida a una sola congregación, la iglesia en Corinto,
pero seguramente la epístola de Pedro está dirigida a muchas congregaciones, muchos
grupos, inclusive a muchos individuos Cristianos, a los "expatriados de la dispersión en el
Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia" (1 Pedro 1:1). Todo esto enfatiza la unidad y
el mismo parecer que es cierto de la iglesia visible, en cada asamblea o organización de
los discípulos profesos de Cristo.

Cuando se formó la Conferencia Sinodical, los sínodos que la conformaron estaban de


acuerdo en doctrina y en práctica. Había diferencias en sus historias y en sus costumbres;
inclusive había pastores que más tarde resultaron ser infieles y no de acuerdo con los
demás. Se trataron con ellos y se solucionó el problema. Cuando apareció las diferencias
doctrinales, aquellos que siguieron en el error después de mucha paciencia y admonición
o fueron suspendidos de la membresía o se retiraron por decisión propia. El propósito de
una federación de iglesias que agrada a Dios no puede ser menos que el propósito del
sínodo o de la congregación. El cuerpo más grande también está activo en el ministerio
de la reconciliación.

Por lo tanto, dice así la Constitución de la Conferencia Sinodical Evangélica Luterana de


América del Norte, (revisada en 1944) en el Artículo 4, Propósito:

El propósito de la Conferencia Sinodical de América del Norte será:

1. dar una expresión externa de la unidad del espíritu que existe entre los sínodos
miembros;

2. animar y fortalecerse mutuamente en la fe y en la confesión;


309

3. fomentar la unidad en doctrina y en práctica para quitar todo lo que podría perjudicar
esta unidad;

4. cooperar en asuntos de interés mutuo;

5. luchar para la verdadera unidad en doctrina y práctica en las iglesias Luteranas.

Estas funciones que la Conferencia lucharía para llevar a cabo son funciones de la iglesia.
Estos cinco puntos son necesarios si una federación de sínodos va a servir como una
expresión de la función de la iglesia. Sacar el punto 1, "dar una expresión externa de la
unidad que existe entre los sínodos miembros" o formar una federación sin establecer un
acuerdo total en doctrina y práctica, sería renunciar su derecho a la designación como una
iglesia. "¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?" (Amós 3:3). La verdad y el
error no pueden estar lado a lado. Debemos "fijéis en los que causan divisiones y
tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de
ellos" (Romanos 16:17).

Punto 2, "animar y fortalecerse mutuamente en la fe y en la confesión", no puede ser


llevado a cabo si desde el principio no hay un acuerdo en la fe y en la confesión.

Punto 3, "fomentar la unidad en doctrina y en práctica para quitar todo lo que podría
perjudicar esta unidad" es hoy el propósito y la tarea principal de la Conferencia
Sinodical. Existieron diferencias en el pasado que se han surgido que no dividieron ni
perjudicaron nuestro compañerismo. Es imperativo volver a los antiguos caminos si
nuestra amada Conferencia Sinodical ha de seguir siendo una expresión de la función de
la iglesia. No podemos seguir cooperando por mucho tiempo, al menos que hemos
quitado las diferencias en doctrina y práctica que se han presentado, tal como dice el
Punto 4 de la Constitución: la obra de las misiones entre los Negros en América del
Norte y en África, las misiones en las instituciones, las misiones en las universidades, y
otros labores del amor Cristiano y caridad; y ciertamente como un cuerpo no podemos
estar desunidos y en desacuerdo entre nosotros mismos, sin exponernos al ridículo y la
burla, ni tampoco podríamos reclamar que somos defensores de "la verdadera unidad en
doctrina y práctica en las iglesias Luteranas" (Punto 5).

Nuestro propio desacuerdo estorbaría nuestros esfuerzos para establecer la unidad en


otras partes como hipocresía o como un rechazo de los principios doctrinales que en el
pasado encontramos claramente enseñados en la santa palabra de Dios. Cualquier
organización dentro de la iglesia, que es el cuerpo, debe permanecer sujeto a Cristo, su
cabeza, al llevar a cabo las funciones que Dios ha establecido, sea al nivel de la
congregación, o del sínodo, o de una federación de sínodos.

Por la gracia de Dios, la Conferencia Sinodical, aparte de las debilidades y defectos


humanos y personales, una vez fue "perfectamente unido en el mismo parecer y el mismo
juicio". Aun cuando fuimos menospreciados por el mundo y ridiculizados y denunciados
por otras iglesias, algunos de los cuales salieron a causa de nuestra posición firme sobre
la santa palabra de Dios, nosotros confesamos nuestra unidad de fe, predicamos el
310

evangelio en verdad y pureza y aunque fuera con poca organización, y hemos llevado a
cabo el ministerio de la reconciliación que nos fue confiado por nuestro Señor y Dios.
De esta manera la Conferencia Sinodical como una organización de la iglesia ha servido
como una expresión de la función de la iglesia.

Que Dios concede que mediante el milagro de su gracia sigamos haciendo lo mismo para
Su gloria y en el servicio de Cristo, nuestro Salvador.

PARTE 4

La extensión de la Conferencia Sinodical para incluir todos aquellos que son unos en la fe
y en la confesión en este mundo que día a día se encoge podría servir para fomentar el
mismo propósito por el cual la conferencia fue fundada.

En los primeros años de la Conferencia Sinodical todos los grupos constituyentes estaban
en América del Norte: de ahí el nombre que adoptaron. Desde aquel tiempo, distritos
enteros del Sínodo de Missouri han sido organizados en el Brasil, Canadá y Argentina.
Grandes campos misioneros han aparecido por medio de la obra de estas iglesias y bajo
las bendiciones del Espíritu Santo. Las iglesias libres en otros países han sido
reconocidas como iglesias hermanas en acuerdo doctrinal con los sínodos que son
miembros de la conferencia. Con la aceleración fenomenal en los modos de viaje
nuestros respectivos países se han unido, y el Señor ha permitido que nos reunimos
durante dos años consecutivos en conferencias con representantes de los diferentes
grupos.

La gran necesidad que el mundo tiene de un compañerismo fiel del ministerio de la


reconciliación ciertamente debe recordarnos de nuestro llamamiento a ser embajadores de
Cristo. Las noticias diarias acerca de la muerte y los desastres deben recordarnos que ya
es tarde, y que nosotros también, tendremos que rendir cuentas en el día del juicio de la
manera en que utilizamos los talentos puestos a nuestra disposición. El mundo necesita,
más que cualquier otra cosa, fieles siervos de los misterios de Dios. En este ministerio
todos los que están de acuerdo en doctrina y práctica deben animar y exhortarse
mutuamente y motivar los unos a los otros al amor y a las buenas obras.

Además, en la eliminación de todo lo que perjudica la unidad en la conferencia actual,


nuestros hermanos confesionales pueden ayudarnos, amonestándonos, exhortándonos,
motivándonos y fortaleciéndonos por medio del estudio conjunto de la palabra de nuestro
Dios. Es por tal motivo que les hemos invitado a esta cónclave.

Aunque la membresía es una federación de iglesias no es esencial para que los verdaderos
hermanos confesionales sirven los unos a los otros, la membresía en una federación
puede servir como otra expresión de la unidad en la doctrina y la práctica. Algunas
federaciones y uniones entre iglesias no requieren la total unidad de doctrina y práctica
entre sus miembros. Demos gracias a Dios que nosotros todavía consideramos la unidad
total como un prerrequisito para tal membresía y tal cooperación.
311

Como tal federación de hermanos confesionales en todo el mundo podríamos servir los
unos a los otros en muchas maneras, cada uno contribuyendo sus dones especiales al
bienestar de las iglesias hermanas en la federación. Una iglesia demostrará un celo para
las misiones, otra para la pureza de la doctrina y la práctica, una tercera pondrá el énfasis
en las obras de caridad Cristiana, una cuarta enfatizará la doctrina de la justificación del
pecador ante Dos, una quinta en obras y en el ejemplo exhortará a los demás a estar
firmes en medio de las persecuciones.

Mientras tanto, en cuanto esperamos a que el Señor nos guía a unirnos con más hermanos
en todo el mundo en una organización de hermanos confesionales, seguimos orando que
nuestro Señor y Salvador exaltado en Su gracia nos conceda por medio del poder
unificador de Su Espíritu, que nuestra Conferencia Sinodical sea preservada como una
fiel expresión de la función de la iglesia, que pueda retener su preciosa herencia de
someterse a la clara palabra de Dios en todos los asuntos de doctrina y práctica, que
pueda extenderse según Su voluntad para el servicio fiel y diligente de salvar almas por
medio del ministerio de la reconciliación en todo el mundo.

Cierro esta presentación con las palabras de Apocalipsis 3:7-13:

Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene
la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: Yo conozco tus
obras; he aquí he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar;
porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.
He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son,
sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que
yo te he amado. Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te
guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los
que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que
ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y
nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la
ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi
nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

[Este ensayo fue presentado originalmente en la Conferencia de Teólogos en Thiensville,


el viernes, 29 julio, 1960. Fue publicado en el Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 58,
enero, 1961), pp 1-26. El Rvdo. Oscar J. Naumann sirvió como presidente del Sínodo de
Wisconsin de 1953-1979].
312

Nuestro Señor ha dado a su iglesia la comisión de predicar el evangelio a todo el mundo.


Pero, ¿qué es la responsabilidad de la iglesia en cuanto al bienestar temporal de la
persona en la sociedad? ¿Qué es la preocupación de la iglesia por cambiar y mejorar los
patrones, las estructuras y las instituciones de la sociedad?

En el siguiente ensayo, el Profesor Armin Schuetze explica lo que las Escrituras enseñan
acerca de la actitud social de la iglesia.

LA ACTIVIDAD SOCIAL DE LA IGLESIA

-- EL MANDATO Y LA LIMITACIÓN BÍBLICA

Las actividades sociales de la iglesia, ¿qué son? ¿Existen mandatos bíblicos que dicen
que las actividades sociales son responsabilidad directa de la iglesia? ¿Las Escrituras
ponen limitación a la actividad social de la iglesia? El tema asignado en este Foro tiene
como objetivo responder a estas preguntas.

Pero nosotros preguntamos: ¿Cuáles son las actividades sociales que la iglesia debe
tener? O para decirlo de otra forma: ¿Cuáles actividades sociales han sido asignadas a la
iglesia de una manera u otra según el pensar de los hombres? Pueden ser divididos en
dos secciones que servirán para nuestra presentación. El primero es el ministerio social y
el segundo, la acción social. Estas son las mismas divisiones que el Dr. Martin
Scharlemann usa en su libro The Church's Social Responsibility [La Responsabilidad
Social de la Iglesia]. Define el ministerio social de la iglesia como "la fe activa en la
vida, receptiva a las provocaciones y guía del Espíritu Santo y sensible a las necesidades
humanas. Es el brazo de la iglesia, tanto local como universal, extendido para ayudar a
aquella persona que nuestro Señor llama 'prójimo'" (Martin Scharlemann, La
Responsabilidad Social de la Iglesia, 1971, p18). El mismo autor define la acción social
como "la participación unida de la iglesia para formar y cambiar las estructuras políticas
y sociales" (Ibid., p 47). Estas dos categorías parecen ser suficientemente amplias para
permitir la discusión de lo que podíamos llamar las preocupaciones sociales de la iglesia.
De acuerdo a esta división, consideraremos estos dos puntos:

I. Preocupación por el bienestar temporal de la persona en la sociedad (el ministerio


social);

II. Preocupación por cambiar y mejorar los patrones, estructuras e instituciones de la


sociedad (acción social).

I
313

Comenzamos con las preocupaciones sociales que son más cercanos a los corazones de
aquellas personas que son hermanos y hermanas en Cristo. Los Cristianos se
preocuparán por el bienestar temporal de los demás, de los co-creyentes en Cristo.
Que la salud espiritual de sus miembros debe ser una preocupación de la iglesia es algo
que no necesita explicación y no es una consideración de esta presentación. Mas ¿qué
mandatos bíblicos hay para la iglesia relacionados con el bienestar físico y externo del
Cristiano, de su bienestar en la sociedad? ¿Qué debe ser la participación de la iglesia
cuando sus miembros están enfermos, destituidos, ancianos, enviudados, incapacitados,
cuando una calamidad les toca, cuando un accidente los deja inválido, cuando un desastre
financiero trae la ruina? ¿Qué son las responsabilidades de la iglesia?

Cuando preguntamos "¿Qué debe ser la responsabilidad de la iglesia?" no estamos


hablando de la responsabilidad de cada Cristiano individuo, sino de su responsabilidad
unida en cuanto se unen como una iglesia. ¿Qué son los mandatos o las limitaciones
bíblicos que aplican a la asamblea de los Cristianos, la ekklesia, y aquí pensamos de la
iglesia en cuanto se manifiesta en una congregación o un sínodo? En cuanto Dios
congrega a los Cristianos en estas asambleas visibles que pueden ser llamados iglesia,
¿qué responsabilidad social confía a estos grupos de Cristianos? ¿Qué actividades
sociales debe tener la iglesia para con sus miembros? Nuestro tema nos pide examinar
cuales podrían ser estos mandatos o limitaciones bíblicos.

Comenzando con el primero, la iglesia tiene el mandato de predicar y enseñar. Nuestro


Salvador, nuestro Sacerdote, Profeta y Rey, ha decidido continuar su oficio profético a
través de sus Cristianos, individual y cooperativamente. Las Escrituras exigen a los
Cristianos no abandonar sus asambleas, y el propósito de sus reuniones es poder
exhortarse mutuamente (Hebreos 10:25). Deben asignar pastores que proclamarán toda
la verdad de Dios, tal como hizo el apóstol Pablo. Deben seleccionar hombres que
pueden servirles como siervos de los misterios de Dios (1 Corintios 4:1). El Espíritu
Santo coloca obispos en la iglesia para que el rebaño sea alimentado con el pan de vida,
la santa palabra (Hechos 20:28). Cuando hablamos de los mandatos divinos dados a la
iglesia, no hay uno que compara con el mandato de predicar el evangelio a toda criatura.
La responsabilidad primordial de la iglesia de enseñar y predicar no debe ser cuestionada.

La iglesia, responsable de proclamar todo el consejo de Dios (Hechos 20:27), no dejará


de enseñar a sus miembros el consejo de Dios acerca de su vida de santificación. Esto
significa que debe enseñar a sus miembros lo que la palabra de Dios dice acerca de la
preocupación del Cristiano por el bienestar temporal de sus hermanos y hermanas en
Cristo. Esto también, es un mandato más allá de la contradicción.

Dios quiere que los Cristianos sean reconocidos por el amor que demuestran los unos a
otros. "En esto conocerán que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los
otros" (Juan 13:35). Enseñar a los Cristianos el amor mutuo no es una enseñanza de
último momento, como Juan recuerda a sus lectores: "Este es el mensaje que habéis oído
desde el principio: Que nos amemos unos a otros" (1 Juan 3:11). De hecho, Juan destaca
que es imposible amar a Dios al menos que haya amor para los hermanos en Cristo: "Si
alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama
314

a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?" (1 Juan
4:20). La iglesia debe enseñar esto.

El amor, que mora en el corazón, debe expresarse en hechos. "El que tiene bienes de este
mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el
amor de Dios en él?" (1 Juan 3:17). Juan está hablando de las necesidades temporales del
hermano que pueden ser suplidas con los bienes materiales de otros Cristianos más
afortunados. El Cristiano que no ayuda revela un corazón carente del amor de Dios. La
iglesia debe enseñar esto.

De hecho, lo que se hace para el menor de los hermanos de Cristo es contado como si lo
hiciera al Salvador mismo. Estas obras serán recordadas en el juicio. Jesús dirá:
"Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui
forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo y me visitasteis; en
la cárcel, y vinisteis a mí" (Mateo 25:35,36). Eso no significa que el Cristiano debe hacer
un registro cuidadoso de todas sus obras de amor. Las obras de auto-justicia son anotadas
y recordadas por la persona que las hace. Tal persona quiere jactarse de tales obras, si no
a otros, entonces a sí mismo. Jesús habla de obras de amor, hechas por el Cristiano como
una acción auto-evidente de su nuevo hombre para que posteriormente pregunte:
¿Cuándo hicimos todo esto? Los Cristianos deben expresar su amor por Dios por medio
de obras de amor a sus hermanos en Cristo. Un buen árbol producirá buen fruto. La
iglesia enseñará esto.

Hay un mandato claro en las Escrituras que delega a la iglesia esta responsabilidad de
enseñar. Y eso incluye el enseñar a sus miembros acerca de la actividad social.

Ahora, podemos preguntarnos hasta qué punto la iglesia debe crear y administrar tales
agencias y de esta manera proveer oportunidades directas para aquellos que enseña para
llevar a cabo su preocupación para con sus hermanos Cristianos. ¿Dios ha establecido la
iglesia como una institución que tiene el propósito explícito de administrar agencias de
actividad social entre sus miembros?

Si buscamos un mandato directo similar al mandato claro de predicar y enseñar el


evangelio, buscaremos en vano. Hay, sin embargo, numerosos ejemplos en las Escrituras
donde la iglesia administraba programas sociales. Aunque estos no pueden ser
considerados como mandatos directos a la iglesia en su misión, sirven para demostrar que
pueden existir circunstancias bajo las cuales la iglesia reconocerá que tales
responsabilidades administrativas serían beneficiosas. Consideremos los ejemplos.

Tan pronto que se había formado una congregación en Jerusalén, "Todos los que habían
creído....tenían en común todas las cosas, y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo
repartían a todos según la necesidad de cada uno" (Hechos 2:44,45). Parece ser que de
esta manera los miembros más adinerados proveían para los menos afortunados y para
aquellos que tenían una necesidad genuina.
315

Cuando los griegos murmuraban contra los hebreos acerca de la distribución diaria de
comida, insinuando que estaban olvidando a sus viudas, los apóstoles propusieron una
solución. Establecieron un nuevo oficio en la iglesia, el del diácono, para administrar
este programa en la iglesia con mayor eficacia sin distraer a los apóstoles de su labor de
predicar la palabra. No eliminaron la distribución como algo que la iglesia no debía
hacer ni preocuparse con ello. Mejoraron la administración para poder hacerlo más
eficientemente.

La preocupación de Pablo por los pobres en Jerusalén culminó en una ofrenda


recolectada en Acaya y Macedonia (Romanos 15:25-27; 1 Corintios 16; 2 Corintios 8 y
9). La maquinaria para esta ofrenda fue establecida en la iglesia, y Pablo mismo colaboró
en llevar esta ofrenda a los pobres en Jerusalén. Fue la iglesia que administró este
esfuerzo grande que cae en el campo de la actividad social para con los hermanos
Cristianos.

Por lo tanto, la iglesia puede crear la maquinaria por medio de la cual los Cristianos se
ayudan mutuamente cuando sea necesario. Esto no está prohibido. Al mismo tiempo, no
hay ningún mandato directo a la iglesia para que lo haga como una institución, mientras
sí hay un mandato claro para predicar el evangelio.

Hemos estado hablando acerca de la preocupación que la iglesia tiene para con sus
propios miembros, los hermanos y las hermanas en Cristo. ¿Lo que se ha dicho aplica
también a las personas del mundo en general? En su papel de maestro la iglesia debe
proclamar su preocupación para todas las personas. El amor del Cristiano le motivará a
ayudar, no solamente a aquellos que sean de la casa de la fe, sino a los hombres en todas
partes. Nuestro Salvador enseñó esto cuando respondió a la pregunta de cierto abogado:
"¿quién es mi prójimo?" (Lucas 10:29). La parábola del buen Samaritano demuestra que
la primera pregunta al ver una necesidad humana no debe ser: ¿Es él un miembro de mi
iglesia? Ni siquiera se debe preguntarse si es Luterano o un Cristiano. Al contrario,
donde existe una necesidad humana, el amor Cristiano responderá; buscará la manera de
ayudar, reconociendo que cada hombre que tiene una necesidad es su prójimo. Por lo
tanto, escuchamos a San Pablo enseñando a los Cristianos en Gálatas a que "según
tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe"
(Gálatas 6:10). Deben usar las oportunidades que se presentan para tales expresiones del
amor Cristiano. Dice "según tengamos oportunidad". Aunque el superlativo malista
"mayormente", coloca una prioridad sobre aquellos "de la casa de la fe" no es una
restricción sobre la declaración básica de "hacer el bien a todos". La preocupación por el
bienestar del hombre, de todos los hombres en el mundo, es algo que la iglesia debe
enseñar a sus miembros. Debe enseñar: "Ame a su prójimo como a ti mismo".

En cuanto a la administración de un programa que se preocupará con todos los hombres,


no conozco ningún ejemplo de esto en las Escrituras pero sí tenemos el ejemplo de la
iglesia ayudando a sus miembros. No obstante, cuando consideramos qué es lo que la
iglesia debe enseñar a sus miembros, pueden haber circunstancias bajo las cuales vería la
necesidad de crear agencias para ayudar a sus miembros a poner en práctica lo que les
está enseñando. Las Escrituras no tienen ningunas prohibiciones en contra de esto. En su
316

libertad Cristiana la iglesia puede escoger el mejor camino. De todas formas la urgencia
de que la iglesia crea agencias para el ministerio social es menos importante que cumplir
con el deber de cuidar a sus propios miembros.

Pero ahora, ¿qué en cuanto a las limitaciones? ¿Hay limitaciones bíblicas acerca de lo
que debemos reconocer como la responsabilidad de la iglesia tanto para sus miembros
como para las personas en el mundo en general? Usaremos la palabra "limitaciones" en
su sentido amplio, incluyendo no solamente las prohibiciones directas sino también las
advertencias, o lo que podíamos llamar guías, en cuanto la iglesia cumple con esta
responsabilidad.

En sus funciones pedagógicas y administrativas, la iglesia debe tener sus prioridades muy
en claro. Si en su enseñanza la santificación toma precedencia sobre la justificación, hay
un problema de prioridades. Tal enseñanza fácilmente se deteriora en el moralizar y la
justicia por obras. Enseñar todo el consejo de Dios también significa mantener en su
perspectiva teológica todo lo que se enseña. Significa enseñar la ley y el evangelio, el
pecado y la gracia, la santificación y la justificación en su relación correcta. Significa no
enfatizar uno a la exclusión del otro.

No obstante, parece que en su funcionamiento activo la iglesia está en peligro de


confundir sus prioridades. Cuando Satanás trató de tentar al Salvador a poner como
primera prioridad las necesidades del cuerpo, las cuales eran muy evidentes después de
cuarenta días de ayuno, Jesús respondió: "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios" (Mateo 4:4). El pan de vida para el alma tiene
prioridad sobre el pan para el cuerpo. La iglesia también, en sus actividades debe
recordar las palabras del Señor: "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6:33). Las palabras de Cristo, "¿Qué
aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" (Mateo 16:26),
puede mostrar a la iglesia donde debe tener sus prioridades en cuanto funciona en el
mundo. El ministerio de la palabra debe tener prioridad sobre cualquier ministerio social.
Las actividades espirituales tienen prioridad sobre las actividades sociales.

Hoy se está diciendo a la iglesia que tales prioridades no existen. Esto ocurre bajo la
declaración engañosa de que es la responsabilidad de la iglesia ministrar al hombre total.
Y nos dicen que una división en preocupación es basada sobre la división falsa del
hombre en cuerpo y alma, un idea de la filosofía griega que se ha metido en el
pensamiento Cristiano. Tales conclusiones se expresan en declaraciones como estas: "El
ministerio social es parte y paquete de nuestro ministerio social juntamente con la
predicación del evangelio y la enseñanza de la gente (The Lutheran Witness, Feb. 13,
1972, p10). "La iglesia tiene una misión no sólo a todo el mundo sino a todo el hombre,
a cada individuo, y no solo espiritualmente sino físicamente" (Concordia Theological
Monthly, Sept. 1969, p545). Se dice a la iglesia que no debe pensar que "hacemos la
voluntad del Señor cuando proclamamos el evangelio sino que debe concluir que no es
menos importante ayudar a los pobres, los hambrientos y los desnudos" (Ibid., p547).
Estas declaraciones de las revistas del sínodo de Missouri están de acuerdo con las
Afirmaciones Misioneras adoptadas por el Sínodo de Missouri en 1965. Se le pide a la
317

iglesia considerar el ministerio de la palabra como igual al ministerio social. De esta


manera se olvidan de las prioridades que Dios ha establecido. Se olvidan que por medio
de un mandato claro y divino ha sido asignado a la iglesia la particular responsabilidad de
predicar el evangelio. No existe tal mandato para otras funciones en la iglesia.

Después de alcanzar una posición de igualdad en la iglesia, el ministerio social amenaza


con asumir una posición de prioridad. Todo lo que tiene que ver con el aquí y el ahora
parece ser mucho más importante de lo que podría ser considerado como una esperanza
espiritual y vaga para el futuro. Con frecuencia escuchamos decir que no se puede hablar
de la eternidad con alguien que tiene una existencia menos próspera y triste. Tal manera
de pensar se enfoca en la prioridad del ministerio social. No podemos negar que en una
crisis se puede pedir la ayuda temporal inmediata. Puede ser necesario esperar el
momento adecuado para que actúe el ministerio de la iglesia de la palabra. No obstante,
no hablamos aquí de tales circunstancias críticas y extremas. Con demasiada facilidad las
prioridades de la iglesia simplemente tomen el segundo lugar. Tenemos toda razón para
cuestionar la prioridad de la reciente convención de la Iglesia Luterana Americana cuyo
tema fue: "Ministrando a un Mundo Hambriento". Este tema no fue enfocado sobre los
que tienen hambre y sed de justicia, como se podría esperar. La agenda de la convención
incluyó una resolución "pidiendo esfuerzos sacrificiales para resolver la crisis mundial
del hambre". Fue anunciado que "los delegados trabajarán en una resolución sobre el
hambre mundial ratificando la designación de una comité ad hoc para dar liderazgo y
dirección a la iglesia....y para ayudar a las personas que sufren por causa de la
malnutrición e inanición (Lutheran Standard, Sept. 17, 1974, p13). Es justo que también
mencionamos que en esta misma convención se escuchó un informe del grupo Misiones
Unidas, una petición para más fondos más allá de las ofrendas congregacionales que
"proveerá dineros para proyectos misioneros nacionales e internacionales". Y, no
obstante, se puede preguntar si el tema de la convención no es una indicación de un
cambio de prioridades.

Cuando la iglesia retiene las prioridades correctas en su labor, evitará la separación del
ministerio social del espiritual. Para decirlo positivamente, significa usar las
oportunidades que provee el ministerio social para proclamar el evangelio. No solamente
se dijo al paralítico que tomara su cama y caminara. Primero que todo, Jesús le aseguró
del perdón de sus pecados. Jesús reconoció que esa fue su necesidad principal y usó la
sanidad como evidencia de su poder para perdonar pecados (Marcos 2:10,11). Esteban
no fue apedreado a causa de la ayuda que daba a las viudas, sino porque en su ministerio
de diácono proclamó a Cristo con gran eficacia. Cuando las personas que habían
presenciado la alimentación milagrosa de las cinco mil quisieron usar la fuerza para hacer
a Jesús su rey, un rey que con maravillas podía satisfacer sus necesidades físicas, Jesús
"volvió a retirarse al monte él solo" (Juan 6:15). La prioridad de dar su vida en rescate
por muchos no pudo ser ni reemplazado ni siquiera manchado con la impresión de que el
ministerio suyo fue simplemente uno de preocupación social. Juan escribió acerca de las
señales que Jesús obró diciendo que, "éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre" (Juan 20:31). El
vio como Jesús usaba su poder para sanar, por ejemplo, no simplemente para aliviar el
318

sufrimiento humano sino para autenticar su persona, su palabra y su obra. Qué la iglesia
no se olvida de sus prioridades.

Está a lugar dar una advertencia contra el unirnos en el ministerio social con aquellos que
claramente usan este ministerio con el interés de fomentar el error religioso o al servicio
de una religión falsa. Pensemos en las palabras de Pablo, "No os unáis en yugo desigual
con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué
comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿ó qué parte el
creyente con el incrédulo?" (2 Corintios 6:14,15). Debe ser evidente que la iglesia no
puede unirse con otros en una obra social si éstos fomentan lo que es contra el evangelio
y la palabra de Dios. Pero ¿no debe la iglesia advertir a sus miembros contra tales
asociaciones? Reconocemos el problema que esto causa en algunas de las organizaciones
grandes como el Fondo Unido, un fondo que incluye organizaciones que el Cristiano
Luterano, de acuerdo a su conciencia, no podía apoyar. La solución no es fácil
especialmente cuando algunos jefes piden una donación "voluntaria" a tal fondo. Eso no
quiere decir que el problema debe ser ignorado. Las oportunidades para demostrar la
preocupación social son tan numerosas que es posible decidir apoyar aquellas que no
violarán una conciencia que ha sido educada según la palabra de Dios.

Vemos otra limitación sobre el ministerio social de la iglesia en el hecho de que según las
Escrituras la iglesia no es la institución principal a que recurre el Señor para ayudar a los
necesitados. La responsabilidad primordial cae sobre la familia tal como está enseñado
en el Cuarto Mandamiento. Jesús criticó a los escribas y los fariseos por nulificar su
mandato al decir, "Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es
mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o
a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición" (Mateo
15:5,6). De la misma manera Pablo instruyó a Timoteo, "Si alguno no provee para los
suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo" (1
Timoteo 5:8). Por lo tanto, no debe ser responsabilidad de la iglesia cuando hay una
familia que puede proveer. Pablo dice más adelante: "Si algún creyente o alguna
creyente tiene viudas, que las mantenga, y no sea gravada la iglesia, a fin de que haya lo
suficiente para las que en verdad son viudas" (1 Timoteo 5:15). Restringe la asistencia
directa de la iglesia a aquellos que no tienen familia.

En esta conexión debe ser reconocido que nuestra sociedad provee programas que ayudan
a las familias suplir las necesidades de aquellas personas que han perdido su empleo.
Pese a nuestra posición política, si estamos a favor o no de los programas sociales
ofrecidos por el gobierno, la verdad es que mediante los impuestos que paga una familia
está proveyendo, en parte, por los ancianos, las viudas, los huérfanos y los
discapacitados. Numerosas agencias piden contribuciones para programas dirigidos a
aliviar el sufrimiento, la enfermedad y la necesidad. Eso es muy diferente de la sociedad
en que se desenvolvía la iglesia del primer siglo. Si las familias pueden proveer por los
suyos en nuestra sociedad con la ayuda de estas organizaciones, no podemos decir: Eso
es incorrecto, debe ser la iglesia que les ayude. La iglesia ofrecerá su ayuda cuando
carece la ayuda de la familia o cuando ésta no existe.
319

En la época de Lutero existían muchos mendigos, tanto por parte de los pobres como por
parte de los sacerdotes. En su tratado "To The Christian Nobility" (A La Nobleza
Cristiana), no pidió a la iglesia resolver este problema. Escribió: "Nadie debe mendigar
entre los Cristianos. Inclusive sería muy fácil promulgar una ley al efecto de que cada
ciudad debe encargarse de sus pobres, si solamente tuviéramos la valentía y la intención
de hacerlo....Cada ciudad debe proveer para sus pobres, y si fuera una ciudad demasiado
pequeña, las personas en los pueblos circundantes también podrían ayudar, puesto que de
todas formas tienen que alimentar a tantos vagabundos y maliciosos que se hacen pasar
por limosneros" (Luther's Works, AE 1966, XLIV, 189ss). Lutero se sorprendería ver los
alcances que han tenido sus consejos.

Esto nos lleva, una vez más, a la función principal de la iglesia, la de enseñar y predicar
la voluntad de Dios tal como está revelada en las Escrituras. Este y solamente este es el
papel que le ha sido específicamente asignado. Si fracasa en esto, no hay ninguna otra
institución en el mundo que podrá tomar su lugar. En cuanto a la administración de las
ayudas para el bienestar temporal de sus miembros y de las personas en general, tiene una
responsabilidad secundaria, ayudar según las necesidades que enfrenta. Si la iglesia no
reconoce sus prioridades divinas, causará un daño eterno a los hombres y una infidelidad
a la iglesia del Señor.

II

Proseguimos con nuestro segundo punto. ¿La iglesia de Jesucristo tiene la explícita
responsabilidad de efectuar cambios y mejorías en las estructuras y los patrones de
la sociedad? ¿Dios ha reunido a los Cristianos en la iglesia con un propósito de acción
social?

Sin ninguna duda fue el evangelio social que asignó esta tarea a la iglesia. Cuando
Washington Gladden (1836-1918), un congregacionalista quien generalmente se reconoce
como el padre del evangelio social, escribió un artículo sobre la "Filantropía en América"
para la Nueva Enciclopedia Schaff-Herzog de Información Religiosa, él describió las
cosas no como eran en actualidad sino como él quisiera verlos. Escribió, "La verdadera
filantropía no es simplemente compensatoria, sino que busca descubrir y quitar las causas
de la miseria. La iglesia Cristiana tiene para la sociedad y para el individuo, no
solamente un mensaje de redención, sino también un mensaje de regeneración....su obra
más importante, después de todo, es darnos una nueva tierra y un nuevo cielo donde mora
la justicia" (La Nueva Enciclopedia Schaff-Herzog de Información Religiosa, 1959, X,
477). Walter Rauschenbusch (1861-1918) un bautista que falleció en el mismo año que
Gladden, llegó a ser "el expositor más articulado, apasionado e influyente del evangelio
social en América" (Enciclopedia de la Iglesia Luterana, III, 2197). La construcción de
la sociedad perfecta fue la meta lógica en una época cuando las presuposiciones
evolucionarías estaban siendo introducidas y aceptadas: el hombre en camino a una
perfección evolucionista. Ciertamente la responsabilidad de la iglesia era de ayudar al
hombre en su evolución. Un ministro metodista dijo, "Haremos de nuestras ciudades y
nuestros pueblos lugares tan buenos que todos serán Cristianos. Donde antes fue difícil
320

ser bueno, ahora será difícil ser malo" (John Horsch, Modern Religious Liberalism, 1924,
pp 129ss).

Las balas y las bombas de la Primera Guerra Mundial aplastaron la nube optimista del
evangelio social. Los teólogos neo-ortodoxos como Karl Barth [1886-1968], Emil
Brunner [1889-1966], y en América Reinhold Niebuhr [1892-1971] vieron la falacia de
este punto de vista optimista del hombre. Pero parece que se han podido remendar la
bomba aunque perdió un poco de aire y ya no podrá subir tal alto como una vez se
esperaba. Las metas han sido disminuidas mas no re-dirigidas.

Lo que antes se llamó el evangelio social ahora se le llama la acción social. Mientras el
evangelio social prometió un mundo perfecto, la acción social busca mejorarlo. En
ambos casos, las actividades sociales de la iglesia supuestamente alcanzan los patrones y
estructuras de la sociedad para cambiar y mejorarlas.

La pregunta bajo nuestro tema es: ¿Existen mandatos en las Escrituras que indican que
esta es la responsabilidad de la iglesia? También, ¿Dios manda alguna limitación a esta
actividad?

¿Existen tales mandatos? Aquellos que dicen que la acción social es la responsabilidad
de la iglesia, creemos, deben encontrar tales mandatos en las Escrituras. Será interesante
ver cuáles son y examinar su validez.

Esto, sin embargo, presenta una dificultad. Aquellos que asignan a la iglesia una fuerte
responsabilidad en el campo de la acción social no están muy dados a respaldar sus
afirmaciones con citas bíblicas. Henry Whiting, por ejemplo, autor del artículo "Social
Welfare in the Lutheran Church" (El Bienestar Social en la Iglesia Luterana) en la
Enciclopedia de la Iglesia Luterana cita referencias comunes cuando habla del ministerio
social de la iglesia, de la diakonia. Allí encontramos Mateo 4:23, Lucas 10:25ss, Mateo
25:31ss, Hechos 6:1ss, 2 Corintios 8 y 9. Estas referencias al ministerio de sanación de
Jesús, al Buen Samaritano, a las palabras de Jesús sobre el día del juicio, y la diakonia en
la iglesia primitiva, como ya hemos notado, hablan del ministerio social de los Cristianos
y de la iglesia. Pero en cuanto a la acción social, no tienen ninguna referencia específica.
En su resumen, la referencia al buen Samaritano no es una prueba bíblica de la posición
presentada cuando él escribe: "La iglesia de Cristo en cuanto transita el camino de Jericó
ministrará al hombre que cae en manos de ladrones pero también luchará para hacerlo un
camino más seguro para los otros viajadores" (Enciclopedia de la Iglesia Luterana, III,
2214). Tales alusiones bíblicas, sin embargo, dan la apariencia de tener una base bíblica
para sus afirmaciones.

Con mucha frecuencia tratan de fabricar un apoyao bíblico al hacer referencias a la


creación, al sacerdocio universal, y a las responsabilidades proféticas de la iglesia
relacionándolas con el papel de los profetas en el Antiguo Testamento. Whiting escribe:
"Ciertamente la iglesia tiene el deber de hablar como la voz profética de Dios en cuanto
predica su palabra en ley y evangelio dentro de la situación social contemporánea" (Ibid.,
p2214). Otra vez: "Si la iglesia quiere ser fiel a su función de ser el cuerpo de Cristo,
321

debe llevar su palabra profética y redentora a toda la sociedad". Podemos estar de


acuerdo con esto si es una referencia al mandato de predicar el evangelio a toda criatura.
Pero eso no es el punto de Whiting. Sigue: "Si la totalidad del hombre es el objeto de la
gracia redentora de Dios entonces la totalidad de la sociedad debe ser el objeto de esa
gracia....Todo eso requiere que la iglesia desarrolla programas de educación social y de
acción social. La iglesia, por lo tanto, se empeñará en construir una sociedad en la cual
las personas tendrán la oportunidad de desarrollar plenamente sus dones y hacer
contribuciones plenas" (Ibid., p 2214). Note como convierten el idea de la redención
universal en un mandato para la acción social. No obstante, en el proceso cambian el
concepto de la redención.

Uno de los puntos presentado en las Afirmaciones Misioneras del Sínodo de Missouri de
1965 es, "La Iglesia es la Misión de Cristo a Toda la Sociedad". Bajo este título Martin
Kretzmann en su "Informe y Evaluación de las Misiones" el cual era la base para las
Afirmaciones, dice: "Siendo el cuerpo de Cristo en el mundo, la comunidad de la nueva
creación, la iglesia tiene la responsabilidad cooperativa para con las estructuras de la
sociedad" (Convention Workbook, Iglesia Luterana Sínodo de Missouri, 1965, p 118). No
obstante, en toda esta sección no hay ninguna referencia bíblica específica para mostrar
que Dios asigna esta responsabilidad a la iglesia, el cuerpo de Cristo.

En 1969 publicaron dos artículos en el Concordia Theological Monthly para apoyar y


fomentar la plena aplicación de las Afirmaciones Misioneras. Pensaron que desde su
adaptación no había tenido el impacto práctica que esperaban. En su artículo Paul E.
Jacobs dijo: "De esta manera el Señor siervo confía a su iglesia la obra del siervo, sea de
reunir a un mundo quebrantado para que pueda ser redimido de su maldad y restaurado
como su mundo y ser convertido en la morada de los justos" (Concordia Theological
Monthly, Sept. 1969, p 546). Esta afirmación está basada en el hecho de que "todos son
los hermanos del Señor, incluso aquellos que todavía no comparten el compañerismo de
la fe", y el hecho de que Cristo murió por todos, con una referencia a las palabras de
Jesús, "en cuanto lo hicisteis a uno de los menores (a los hambrientos, los enfermos, los
desnudos, los encarcelados) lo hicisteis a mí". Parece como si un versículo que habla a la
diakonia personal Cristiana está convertido en el fundamento para la acción social de la
iglesia.

Más adelante Jacobs dice de la juventud de la iglesia: "Ellos quieren que la iglesia sea un
compañerismo que busca ayudar a las personas por tratar con los grandes males sociales
que aplastan y tiranizan a la gente....Están cansados de tanta palabrería acerca de los
problemas; quieren hacer algo - y nosotros no proveemos los canales para poder hacerlo"
(Ibid., p 548). Aquí presentan los deseos de los jóvenes como la motivación para que la
iglesia crea canales de acción social. Esto no es un mandato bíblico.

William H. Kohn en su artículo en el CTM en referencia a la responsabilidad de la iglesia


de ir a toda criatura, se queja de las dificultades que tenemos para cruzar las barreras
culturales o económicas. Entendido correctamente, esta queja tiene una base bíblica en el
mandato misionero general. Pero Kohn continua: "Mucho menos pensamos en nosotros
como no teniendo una misión a las mismas estructuras de la sociedad" (Ibid., p 271).
322

Aquí hay una confusión entre la misión de la iglesia de proclamar el evangelio en todo el
mundo y una misión presumida a todo el mundo por medio de la acción social.

Parece entonces como si los esfuerzos por parte de los defensores de la acción social
apoyada por la iglesia a veces han intentado encontrar una base bíblica en las
conclusiones generales sustraídas de ciertas referencias amplias a ciertas doctrinas como
son la creación, la redención y la misión profética de la iglesia. Otras veces, usan los
términos evangelio, redención, evangelismo y arrepentimiento con un significado
totalmente diferente del que tienen en conexión con la proclamación bíblica del pecado y
la gracia. A veces parece como si las voces humanas que acusan a la iglesia de fallar con
la sociedad son mandatos divinos llamando la iglesia a la acción social.

Scharlemann indica que no podemos esperar referencias bíblicas explícitas para que la
iglesia asuma la acción social. Escribe:

El Espíritu Santo es el regalo especial de Dios a la iglesia. El tiene el labor de guiar a las
personas a Dios en toda la verdad (Juan 16:13). Por lo tanto la iglesia es aquella
comunidad viva en la cual los hombres son atraídos a un nuevo conocimiento de los
caminos de Dios. En cuanto sus miembros confrontan nuevos problemas, reciben
sabiduría más profunda acerca de lo que Dios espera de ellos a la luz de su palabra.

El hecho de que la convención de Nueva York (1967) adoptó la acción social como un
labor cooperativo prueba este punto. En los últimos años más y más Cristianos han sido
llevados a comprender que deben comprometerse no solamente a ayudar a las personas
sino también al labor de aliviar tales problemas sociales que tienden a deshumanizar la
sociedad (Scharlemann, p 17).

Parece que esta nueva sabiduría de la iglesia "a la luz de la palabra" envuelve más
eisegesis [agregar un mensaje a las Escrituras] que exegesis [sacar un mensaje de las
Escrituras].

Nuestro estudio de los defensores de la acción social no ha producido ningún mandato


bíblico que asigna a la iglesia la responsabilidad de mejorar o cambiar las estructuras y
los patrones de la sociedad. La razón por aquello es que tales mandatos no existen. Las
Escrituras con frecuencia dicen a la iglesia que debe llamar a los hombres al
arrepentimiento, a la fe en Cristo y a los frutos de la fe. ¿Pero dónde manda Dios a la
iglesia a meterse en los asuntos del gobierno, o de la sociedad, con un mensaje de
mejorías sociales? ¿Dónde da a la iglesia el labor de predicar la justicia cívica para toda
la sociedad? No existen tales mandatos en las Escrituras.

El Nuevo Testamento tampoco provee ejemplos del ministerio social. Las referencias a
los profetas de Israel del Antiguo Testamento no pueden ser aplicadas a la iglesia del
Nuevo Testamento a causa del papel particular de Israel como una nación y su relación
particular con Dios. Aquí debemos estudiar la iglesia del Nuevo Testamento y entender
lo que las Escrituras dicen acerca de su papel y su función; y en este caso no hay ningún
mandato a la acción social ni tampoco hay ejemplos de la iglesia asumiendo tal papel.
323

De hecho las Escrituras nos llevan en la dirección opuesta, a lo que llamamos


limitaciones. Jesús dijo a Pilatos, "Mi reino no es de este mundo" (Juan 18:36). El reino
de Jesús era uno que no usó medios mundanos ni tenía metas terrenales.

Jesús dijo claramente que El reinaba por medio del poder de la verdad: "Yo para esto he
nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que
es de la verdad, oye mi voz" (Juan 18:37). La verdad de la cual El testificó en un sentido
pleno es la verdad de su palabra, el evangelio, el pecado y la gracia. El no buscaba
formar un ejército de hombres con espadas y palos para que le defendiera. Aun la espada
de Pedro no debió ser usada para defenderse contra los enemigos terrenales. No
mediante el poder de la espada, sino por el poder de su palabra, esos son los medios que
El usa en su reino.

La meta de su gobierno tampoco era reinar en este mundo. Los judíos trataron de decir
que ese fue el caso. "A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar
tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey....Alborota al pueblo,
enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí" (Lucas 23:2,5). Esas
eran las acusaciones mas eso no era la verdad de lo que Jesús hacía.

Había muchos abusos y corrupción en el gobierno que Roma ejercía en Palestina.


Ciertamente su sistema de impuestos fue objeto de gran injusticia y exploitación. No
obstante, en el contexto de pagar los impuestos a Roma Jesús dijo: "Dad al César lo que
es de César" (Mateo 22:21). Jesús no hizo ningún esfuerzo para cambiar el sistema
Romano, de deshacerse del yugo romano aunque era muy opresivo. Aún su propio juicio
a manos de Pilatos era muy injusto. Pilatos declaró que Jesús no tiene ninguna culpa y
luego no lo liberó. Pablo también fue detenido injustamente en Cesarea ya que Félix
esperaba que Pablo le sobornaba. La acción social dicta que Cristo y sus seguidores
habrían hecho algo acerca de estos males que Palestina sufría a manos de Roma. Si Jesús
en verdad había estado involucrado, entonces las acusaciones de sus enemigos serían
verdaderos. Mas, aún Pilatos reconoció la verdad de Sus palabras: Mi reino no es de este
mundo.

Tal vez lo más censurable para nosotros quienes vivimos en una época de libertad
personal es la idea de la esclavitud Romana. La esclavitud en aquellos días fue
reconocida como un mal del cual esperaban ser librados. Las leyes de los judíos, dadas
por Dios, proclamaban la libertad en el año de júbilo. Si la acción social es la
responsabilidad de la iglesia, uno pensaría que sería un mal que la iglesia nunca pudo
haber ignorado, ni tolerado. Pensamos que Pablo habría sido un líder en la emancipación
de todos.

El consejo de Pablo a los Corintios sobre este asunto de la esclavitud no es una invitación
a la acción social. No dice a la congregación en Corinto que tratan de cambiar la
sociedad, la cual permitía la esclavitud, ni de hacer cruzadas para la liberación de los
esclavos. No aconseja a los esclavos a rebelarse contra sus amos, ni cuando éstos eran
injustos. No les dice que no tienen que someterse a un sistema que permite una
condición que degrada la dignidad del hombre. Escuchamos las palabras de Pablo:
324

"Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede. ¿Fuiste llamado siendo
esclavo? No te dé cuidado; pero también, si puedes hacerte libre, procúralo más. Porque
el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue
llamado siendo libre, esclavo es de Cristo. Por precio fuisteis comprados; no os hagáis
esclavos de los hombres. Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado, así
permanezca para con Dios" (1 Corintios 7:20-24).

Pablo está tratando de mantener las prioridades de sus lectores en su perspectiva correcta.
La mayor bendición que un esclavo puede obtener no es librarse de su amo. Claro, si lo
puede lograr según la ley, no debe menospreciar tal bendición. No obstante, la mayor
bendición del esclavo, aun cuando sigue en su estado de esclavo, es el hecho de que es
hombre libre en Cristo. Nadie puede quitarle esta libertad. Al mismo tiempo, el amo
libre se acuerda que en Cristo él es un esclavo. Así que la posición externa no debe
preocupar al Cristiano. "No deje que esto les perturbe", escribe Pablo: "Han sido
comprados por un precio. Retenga la libertad que Cristo ganó para Uds. Eso es lo que
realmente importa".

Qué la iglesia no se olvide de estas prioridades. La iglesia ha sido llamada para servir al
mundo, para ministrar al pueblo de Dios según aquellas cosas que tienen un valor y un
significado verdadero. Qué la iglesia no gaste sus energías en aquellas cosas que
corregirían los males externos al mismo tiempo que deja al hombre en su esclavitud al
pecado. Qué la iglesia por medio de programas de acción social no dé la impresión que
esta vida es lo único que importa. Hay suficiente evidencia en el mundo para tentarnos a
pensar de esa forma. Las energías de la iglesia están necesitados para cambiar los
corazones de los hombres por medio del poder de la palabra, para que en sus vidas
individuales pueden vivir y pensar de acuerdo a las prioridades de Dios.

¿Y qué en cuanto a la responsabilidad de la iglesia de predicar? ¿Qué en cuanto a su


misión profética? ¿Esta misión no puede influir en la acción social? La iglesia, como ya
notamos, tiene la responsabilidad de enseñar. ¿Y no será eso a lo que se refiere cuando se
dice que la iglesia es la misión de Cristo a toda la sociedad?

Al menos que pensemos en los individuos que formen la sociedad, es un término un poco
abstracto. No es posible dirigir un mensaje a un concepto abstracto: tiene que ser dirigido
a los individuos que conforman la sociedad. En últimas, la misión profética de la iglesia
es una misión a individuos. Cuando se dice que la iglesia debe dirigirse a toda la
sociedad, se debe entender eso para significar no solamente sus miembros; sino también
aquellos individuos que no son sus miembros, a los incrédulos en la sociedad.

Eso presenta otra pregunta: ¿Qué debe ser el mensaje de la iglesia a aquellos en la
sociedad que todavía no están bajo el reinado de gracia de Cristo por medio de la fe?
¿Debe la iglesia concentrarse sobre los males de la sociedad en el interés de cambiarlos,
mejorar la sociedad y de esta manera mejorar la justicia cívica? ¿Debe predicar la ley
para efectuar las mejorías, para que el camino de Jerusalén a Jericó sea más seguro? Esa
es la responsabilidad que Dios ha dado al gobierno, para aplicar la ley como un freno,
para usar la espada para el bienestar del hombre. La iglesia no tiene ningún llamamiento
325

de Dios a aplicar la ley como un freno para la sociedad. Eso sería una confusión de los
papeles que Dios ha asignado a la iglesia y al gobierno.

Ciertamente la iglesia no puede dirigirse a los incrédulos de una sociedad que tienen la
ley como guía. Esta función de la ley solamente aplica a aquellas personas que ya son
Cristianos, motivados por el evangelio.

Con los incrédulos, la iglesia tendrá que dirigirse a los individuos y no en una forma
abstracta a toda la sociedad - el primer mensaje de la iglesia a los incrédulos es de la ley
como espejo para revelar el pecado personal y mostrar la ira de Dios en contra del
pecado. Cuando la ley ha producido el grito: ¿Qué debo hacer para ser salvo? la
respuesta de la iglesia debe ser la misma de San Pablo: Cree en el Señor Jesucristo y
será salvo. El contenido de la misión profética de la iglesia a la sociedad es uno del
pecado y de la gracia, de la ley como un espejo al servicio del evangelio y el mensaje del
perdón en Cristo. Y la meta no es de corregir temporalmente los males sociales sino la
vida eterna en el nuevo cielo y la nueva tierra donde mora la justicia. ¿Cómo puede la
iglesia abandonar al mensaje y tal meta aún parcialmente para tomar un papel menor que
no le ha sido asignado?

Todo esto fue expresado en un foro donde causó sorpresa y fue dicho por un hombre de
quien no lo esperaba. El Arzobispo Olof Sundby, Primate de la Iglesia de Suecia,
presentó un discurso sobre "La Ética Cristiana en una Sociedad Secularizada" en la
Conferencia Anual de Teología en la Universidad San Olaf. Según los informes de la
prensa él dijo: "La verdadera misión de la iglesia no es la estructura social ni el sistema
político sino la salvación de las personas en este mundo....La iglesia no existe a causa de
motivos morales ni para la mejoría del mundo; existe para predicar el evangelio del
perdón....Dios puede crear las buenas condiciones en la sociedad para que sea justa y
libre por medio de las personas que El escoja. Las buenas noticias del perdón de los
pecados, el cual da significado a la vida y esperanza para las personas en tiempos de poca
ayuda, solamente se encuentran en el evangelio y en la iglesia" (Lutheran World
Federation, News Release, citado en Wisconsin Lutheran Quarterly, oct. 1974, p 302).
Esa no es la posición de las Afirmaciones Misioneras; Missouri puede aprender mucho
del primate de la iglesia estatal de Suecia.

Todo esto no quiere decir que en una sociedad donde la iglesia enseña el pecado y la
gracia eficazmente y donde alcanza a muchos incrédulos con este mensaje no demostrará
los efectos de esa misión profética de la iglesia que por ende afectará las mismas
estructuras, patrones e instituciones de la sociedad. Pero eso es solamente un
subproducto, un resultado indirecto que no debe convertirse en su papel asignado.
Cuando eso sucede, el evangelio pierde. De hecho, cuando hay una carencia del
evangelio, todo el mundo pierde.

La Confesión de Augsburgo, Artículo XXVIII define claramente la responsabilidad de la


iglesia y de las autoridades civiles para que no haya confusión. Dios ha asignado a cada
uno su papel y le ha dado a cada uno los medios para llevar a cabo su misión. Miremos
algunas declaraciones de este artículo: "El gobierno civil trata otros asuntos que no son
326

el evangelio. Los gobernadores no defienden las mentes, sino los cuerpos y los asuntos
corporales contra daños manifiestos, y detiene a los hombres con la espada y con el
castigo corporal para preservar la justicia civil" (Triglotta 85; Tappert 82).

La misión de la iglesia es claramente definida: "El poder de la iglesia tiene su propia


comisión, enseñar el evangelio y administrar los sacramentos. No mezclamos los oficios
de los dos; no transferimos los reinos de este mundo; no abroguemos las leyes de los
gobernantes civiles; no abolimos la obediencia justa; no interferimos con juicios acerca
de las ordenanzas y los contratos civiles; no prescribimos leyes a los gobernantes civiles
acerca de la forma de la nación" (Triglotta 85; Tappert 83). Y agregamos: No presuma la
iglesia cambiar las estructuras, patrones e instituciones de la sociedad.

No encontramos ningún mandato bíblico para la acción social. Hay limitaciones bíblicas,
limitaciones que más bien toman la forma de prohibiciones, que están resumida en
nuestras confesiones con las palabras: Qué no mezclemos los dos oficios.

Concluimos por resumir los puntos principales de esta presentación en once breve
declaraciones:

1. La iglesia tiene la comisión directa del Señor de enseñar y predicar todo el consejo de
Dios de las sagradas Escrituras. Esto incluye enseñar a sus miembros la preocupación
social los unos para los otros como parte de su vida de santificación.

2. La iglesia puede, según el ejemplo del Nuevo Testamento, crear y administrar


agencias por medio de las cuales los Cristianos pueden expresar sus preocupaciones
sociales para con sus hermanos Cristianos.

3. La iglesia enseñará a sus miembros hacer el bien a todos hombres y en su libertad


Cristiana puede administrar un programa que trate de ayudar a los necesitados que están
fuera del compañerismo de la fe.

4. La iglesia no debe perder de vista las prioridades que Dios le ha dado para su labor. El
ministerio espiritual siempre debe tener prioridad sobre cualquier ministerio social.

5. La iglesia usará las oportunidades proveídas por el ministerio social para proclamar el
evangelio.

6. La iglesia no debe unirse en el ministerio social con aquellos que la usan para
fomentar el error ni unirse con una religión falsa.

7. La responsabilidad primordial para ayudar a los necesitados cae sobre la familia. En


nuestra sociedad el gobierno y muchas otras agencias llevan a cabo esta función.

8. No encontramos ningún mandato asignando a la iglesia un papel social, no importa los


reclamos de sus defensores.
327

9. El reino de Jesús no es de este mundo y no tuvo la intención de corregir las estructuras


de la sociedad.

10. La única misión profética de la iglesia a aquellos que están fuera del compañerismo
de la fe es llamarlos al arrepentimiento, exponer el pecado y sus consecuencias por medio
de la ley y proclamarles el perdón en el evangelio. Esta es su misión a toda la sociedad
dada por Dios.

11. En cuanto Cristo reina más y más en los corazones de los hombres en una sociedad,
esto efectuará como subproducto una mejoría en las estructuras, los patrones y las
instituciones de aquella sociedad.

[Este ensayo fue presentado inicialmente en el Foro Evangélico Luterano en Watertown,


Wisconsin, octubre 21-22, 1974. Posteriormente fue publicado en el Wisconsin Lutheran
Quarterly (Vol. 72, abril, 1975), pp 146-164. El Profesor Armin Schuetze enseñó en el
Seminario Luterano de Wisconsin de 1958-1991.]

Para más información sobre la misión de la iglesia y el evangelio "social" ver lo


siguiente:

Fredrich, Edward, "Activity vs. Activism in the Church," Wisconsin LutheranQuarterly


(Vol. 71, octubre, 1974), pp 246-253.

Habeck, Irwin, "An Evaluation of the Term 'Christ's Ministry to theWhole Man,'"
Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 66, enero, 1969), pp 50-58.

Hoenecke, Edgar, "The Mission Mandate in Isaiah and Other Old Testament Books,"
Wisconsin LutheranQuarterly (Vol. 79, otoño, 1982), pp 263-291.

Nitz, H.C., "Another Gospel," Theologische Quartalschrift (Vol. 32, ocutbre, 1935), pp
244ss.

Schuetze, Armin, "Scriptural Principles with Respect to the Church's Mission and
Christian Welfare Work," Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 70, julio, 1973), pp 194-
208.

Wendland, E.H., "A Theology of Liberation," Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 77,
abril, 1980), pp 118-127.

Wendland, E.H., "Missiology - And the Two Billion," Wisconsin Lutheran Quarterly
(Vol. 71, enero, 1974), pp 8-17.

Zich, August, "The Social Gospel," Theologische Quartalschrift (Vol. 31, enero, 1934),
pp 18-31.
328

La disciplina eclesiástica es necesaria para el bienestar espiritual de la iglesia: es un acto


de amor que intenta recoger a los que erran o se pierden. Ignorar el pecado de nuestros
hermanos Cristianos no es un acto de amor, somos los guardas de éstos. Si nos damos
cuenta que un hermano Cristiano vive en el pecado, buscaremos restaurarle a la fe:
tenemos una deuda de amor para con él.

Es cierto que la disciplina eclesiástica puede ser abusado cuando se usa como un medio
para deshacerse de los miembros problemáticos o si se usa para entremeterse en los
asuntos de los demás. No obstante, como hijos de nuestro Padre en el cielo pondremos
en práctica la disciplina eclesiástica en amor con aquel que erra, en el interés de la iglesia,
y a la gloria del nombre de nuestro Padre.

En el siguiente ensayo el Profesor Irwin Habeck presenta lo que nuestro Señor dice sobre
la disciplina eclesiástica tal como está registrado en Mateo 18.

LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA

La iglesia tal como parece a los hombres jamás será una iglesia pura. De la misma
manera en que el Cristiano debe levantar un lamento por haber sido cargado con "este
cuerpo de muerte" (Romanos 7:24) igualmente la iglesia visible, siendo conformada de
personas pecaminosas, demostrará un compuesto de lo que aparece en cada individuo.
Das ist die Kruezgestalt der Kirche. Vea no más los reproches y las amonestaciones que
el apóstol tuvo que aplicar a las congregaciones y a los grupos de congregaciones a las
cuales escribió por inspiración del Espíritu Santo.

El Cristiano, no obstante, nunca está satisfecho con su nivel actual de logros, sino que
dice con Pablo: "No que la haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo,
por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús" (Filipenses
3:12). De la misma manera, la iglesia constantemente tratará de mejorarse. Considere lo
que Pablo dice: "Y él mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra
del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la
unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de
la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por
doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para enseñar
emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor,
crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo" (Efesios 4:11-15).

O consideramos lo que fue escrito a las siete iglesias de Apocalipsis. En nuestro celo
para producir una mejor iglesia debemos guardarnos de no sobrepasarnos en nuestro celo
al menos que "al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo" (Mateo 13:29).
De la misma manera, tampoco debemos ser indiferentes acerca de algo que choca con la
belleza que debe proyectar la prometida de Cristo. Por esa razón, el Señor nos ha
mandado entre otras cosas, a practicar lo que llamamos la disciplina eclesiástica. Un
329

estudio de algunas de las facetas de esta actividad necesaria de la iglesia visible es el


enfoque de este ensayo.

UN ESTUDIO DE MATEO 18

Como ya Uds. habrán notado de la agenda para esta conferencia, el comité del programa
sugirió que el estudio de la disciplina eclesiástica fuera introducido con un estudio de
Mateo capítulo 18. Si es cierto que la actividad de Mateo como cobrador de impuestos se
refleja en que en vez de agrupar los eventos, los presenta en un orden cronológico, como
yo creo que él hace hasta cierto punto, es aún más provechoso que estudiemos el "pasaje
clásico" (locus classicus) en cuanto a la disciplina eclesiástica en Mateo 18 en su
contexto en el capítulo, ya que otras partes del capítulo aportarían consideraciones que
nuestro Señor quiere que tomemos en cuenta cuando tratamos con el hermano que peca.
Ciertamente su advertencia ferviente en contra de la ofensa destaca la urgencia de la
disciplina eclesiástica mientras su lección a Pedro sobre el espíritu perdonador indica el
espíritu en que se debe llevar a cabo la disciplina eclesiástica.

Con esto ya hemos sugerido un bosquejo amplio del capítulo. Los versículos 1 al 14
revelan las palabras del Señor en cuanto a los pequeños, incluyendo la advertencia
ferviente contra las ofensas; 15 al 20 son sus instrucciones sobre como tratar al hermano
que peca; y 21 al 35 presentan su parábola del siervo que no quiso perdonar que es la
respuesta a la pregunta de Pedro acerca de los límites del perdón.

Versículo 1: "En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús diciendo: ¿Quién es el
mayor en el reino de los cielos?" Sabemos que su idea del reino de los cielos, un término
que ellos incorporaron en su vocabulario puesto que lo habían escuchado por boca de
Jesús tantas veces, todavía era muy carnal. Ellos soñaron con una restauración del reino
de David pero en una escala mucho más grande de lo que David jamás soñó. Ser el
mayor, en su estimación, significaba recibir todo lo que el corazón podía desear en cuanto
a riquezas, poder y comodidad. El mismo hecho de que Jesús los había llamado les hizo
sentirse seguros de ocupar los primeros lugares. Pero ¿quién entre ellos sería el primero?
El pasaje paralelo, Marcos 9:23ss, revela que ellos habían discutido sobre este asunto.
Ciertamente los eventos de los últimos días les causó inquietud. Tres de ellos habían
estado con Jesús en el Monte de la Transfiguración: Pedro, Juan y Jacobo. Los demás,
dejados al pie del monte, habían fracasado en su intento de echar a un demonio. Pedro
había sido delegado para buscar una moneda para los impuestos del templo. Tan
envueltos estaban en sus propias especulaciones y ambiciones que ni siquiera tuvieron la
delicadeza de dejar de pedir a Jesús que arreglara este asunto, aunque se lo presentaron
como una pregunta teórica y no revelaron que habían estado discutiendo.

Versículos 2 y 3: "Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De


cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los
cielos". Tan lejos serían de ser los mayores que tal vez ni siquiera entrarían en el reino de
los cielos. Y luego repite:
330

Versículo 4: "Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el
reino de los cielos". Requerirá un esfuerzo, el bajarse a sí mismos, ser como un niño.
Ellos eran orgullosos, un niño es humilde; ellos eran seguros de sí mismos, un niño sabe
que necesita depender de otros para cuidado, protección y dirección. ¿Y no es eso lo que
el Espíritu obra en aquellos que viven bajo la obra misericordiosa del Señor: un
reconocimiento del desamparo y del desespero que el pecado nos ha ofrecido, una total
dependencia de ayuda externa para remediar el perdón y dar justicia y vida? En cuanto a
nuestra actitud hacia los demás, una vez que nos damos cuenta que no somos nada sin
Dios, el mismo Espíritu nos conmoverá a decir con el apóstol: "Con humildad, estime
cada uno a los demás como superiores a él mismo" (Filipenses 2:3).

Habiendo comenzado hablando de un niño, la plenitud del corazón de Jesús lo lleva a


explicar que el niño es precioso para El no solamente como un ejemplo a los demás, sino
también simplemente porque es un niño. Versículo 5: "Y cualquiera que reciba en mi
nombre a un niño como este, a mí me recibe". Tan precioso es el niño que está dispuesto
a identificarse con él, considerar que lo que se le hace a un niño es como si lo hiciera a
Jesús. ¡Qué obra tan exaltada la de la iglesia de cuidar de los huérfanos, qué acto tan
sagrado cuando los Cristianos que no han tenido la bendición de tener hijos adopten a
uno!

Pero notamos que tal valor es dado únicamente cuando se recibe al niño en su nombre,
cuando el motivo por esto acto de caridad es una reacción a lo que Jesús ha dicho acerca
de sí mismo, un amor nacido de la fe en Jesús. El mundo también practica caridad hacia
los niños, por lo menos ya que la levadura del evangelio ha transformado el pensar del
mundo hasta cierto punto (Mateo 13:33). Pero aunque esta caridad con el niño sea noble
a los ojos de los hombres, sigue siendo un "vicio reluciente". La proclamación de la
verdad de que sin Jesús los hombres no pueden hacer el bien (Juan 15:5) sigue siendo una
de las causas por las cuales seremos odiados por todos los hombres (Mateo 24:9), y del
cual debemos guardarnos al menos que el temor de la cruz o la falta de popularidad nos
tienta a empañar nuestro testimonio.

Versículo 6: "Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en
mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le
hundiese en lo profundo del mar". Puesto que los niños son tan preciosos a El, Jesús no
quiere que la fe de un solo niño sea perturbada o destruida. Este es un versículo que
prueba que el niño tiene la capacidad para creer; prueba la necesidad del bautismo de los
infantes y la verdad de la regeneración bautismal. El contexto también demuestra que los
pequeños pueden creer porque no tendría caso volver a ser como un niño si el niño no
puede creer. El problema es que los hombres convierten la fe en un proceso intelectual
que oye, pesa la evidencia y luego asienta a ella. Dar ofensa es actuar como la
skandalon, activar una trampa, que trae la destrucción con el mero toque. Para que nadie
puede pensar que dar ofensa a un niño no es un asunto serio, Jesús sigue hablando sobre
el mismo tema.

Versículos 7 a 9: "¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan
tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! Por tanto, si tu mano o
331

tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o
manco, que teniendo dos manos o dos pies sea echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te
es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que
teniendo dos ojos sea echado en el infierno de fuego". Esta es una de las declaraciones
heroicas de Jesús, tan fuerte que se pega en la memoria y hace un impacto aunque no ha
de ser tomado literalmente.

De hecho, en otra parte Jesús explica que la raíz del pecado no se encuentra en algo
externo, ni en los miembros del cuerpo sino en los corazones pecaminosos de los
hombres (Mateo 15:19). Su punto es que dar ofensa es algo tan serio que si fuera causada
por los miembros, sería mucho mejor estar sin ellos que sufrir la consecuencia de una
ofensa. Tan destructiva es la ofensa que conduce al infierno y quita la vida y el
compañerismo con Dios aquí en el tiempo y después en la eternidad. El mundo siendo lo
que es después de la caída, seguramente llegarán las ofensas, mas eso no mitiga la culpa
de la persona que es responsable de causar la ofensa.

Jesús sigue hablando en términos generales y no menciona ninguna ofensa específica.


Mas sabiendo que es lo que lleva a la condenación, podemos decir que tanto la doctrina
falsa y la tentación a desobedecer los mandamientos constituye la ofensa. La ofensa se
encuentra en la naturaleza de lo que se dice y se hace. Si los hombres abusan lo que es
bueno y lo convierten en ocasión para pecar, la culpa es suya. Recordamos que la
predicación de Cristo crucificado es "tropezadero para los judíos" (1 Corintios:23); pero
en el original lee "una ofensa". No obstante, el amor irá la segunda milla (Mateo 5:41),
por lo menos en el caso del hermano débil y mientras defiende la neutralidad moral de la
adiafora, abstendrá de ella si el hermano débil corre el peligro de ser ofendido por su uso
(Romanos 14; 1 Corintios 8).

Jesús vuelve una vez más a su ejemplo del niño como una persona preciosa, versículo
10: "Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus
ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos". Del hecho
de que Jesús habla de sus ángeles podemos concluir que ellos tienen sus ángeles de
guarda. Y si estos seres exaltados, confirmados en su santidad, como indica el "siempre",
hacen de los niños los objetos de su tierna preocupación y cuidadosa protección, nosotros
como criaturas terrenales no debemos subestimar la importancia de un niño. Y aún más,
puesto que los ángeles son "suyos" (del Padre de Jesús en el cielo), su obra de proteger a
los pequeños les fue dado a ellos por Dios mismo. Tan preciosos son para El. Con
mayor razón debemos estimar a estos pequeños que creen en El.

Y luego viene la evidencia final para establecer el valor de un niño a los ojos de nuestro
Señor, versículos 11-14: "Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se
había perdido. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de
ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había
descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por
aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de
vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños".
332

En una manera tierna Jesús une a sus discípulos y a nosotros consigo mismo al llamar al
Padre - nuestro Padre; nosotros compartimos el Padre con El. ¿También no deberíamos
compartir el valor que el Padre y el Hijo dan al niño? Y aquí había los pequeños, que
también por naturaleza como ovejas que se descarrían (1 Pedro 2:25), mas el Padre no
quiso que estos fueran destruidos con la condenación eterna del cuerpo y alma en el
infierno (Mateo 10:28). Y él que es el Hijo del Padre y también el Hijo del Hombre,
como el abnegado Pastor que es, fue en busca de ellos, aunque le costó la vida para
rescatarlos (Mateo 20:28). Tan preciosos son para El los niños. Hacemos bien nosotros
en estimarlos de la misma manera.

Con esta imagen del Buen Pastor en busca de la oveja perdida todavía ante nuestros ojos,
continúa en el versículo 15: "Por tanto, si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele
estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano". Nestle [1851-1913, editor
del Nuevo Testamento en griego] omite el "contra ti" con el cual estamos muy familiares.
Yo no estoy en ninguna posición para evaluar los argumentos críticos en pro y en contra
del texto. El mejor argumento que yo veo para retener estas palabras se encuentra en el
hecho de que la pregunta de Pedro tiene que ver con el hermano que peca contra él. En la
vida resulta siendo lo mismo, cualquier persona que tiene el espíritu del pastor que va en
busca de la oveja no omitirá su deber con el hermano que peca sobre el detalle técnico de
que el pecado no fue cometido específicamente contra él. Y el deseo del Buen Pastor se
enfatiza con las palabras, "has ganado a tu hermano". Por lo tanto el mandato de tratar de
crear el más favorable ambiente al hablar con él a solas, porque cuando hay demasiados
espectadores y oyentes de una amonestación, frecuentemente el orgullo pecaminoso
llevará al ofensor a rechazar cualquier implicación de culpa al menos que pierde prestigio
en la presencia de los demás. Pero en una conversación persona a persona el deseo
ferviente de ganar al pecador puede sonar sin distracciones.

Mas el verdadero amor hace más, y puede ser que será necesario traer a algunos testigos.
Versículo 16: "Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de
dos o tres testigos conste toda palabra". Aquí se menciona la necesidad de dos o tres
testigos por si es necesario tomar otro paso. Ellos no han de ser simples espectadores,
sino que deben participar en la búsqueda de los perdidos; esto es evidente del próximo
versículo que aclara el hecho de que ellos también habrán hablado.

Versículo 17: "Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle
por gentil y publicano". Y lo que esto implica está explicado en el próximo versículo, el
18: "De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo
que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo". Aquí entonces están las llaves, y el
que es considerado como gentil y publicano está atado a sus pecados.

Contemplamos el tremendo poder y la tremenda responsabilidad envuelto en el uso de las


llaves y consideramos con temor y tembleque el asunto de tratar con el hermano que
peca. Aquí no queremos pisar en falso. ¿Pero cómo pueden los seres humanos débiles y
pecaminosos dar pasos seguros? La promesa de Jesús que sigue es justamente lo que
necesitamos cuando nos sentimos abrumados con un sentido de nuestra falibilidad y
debilidad. Versículo 19: "Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieron de
333

acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre
que está en los cielos". Así que es bueno orar juntos con ellos que te acompañan para
tratar de ganar a su hermano y pedir que el Espíritu les guía en su tarea.

Pero, ¿dónde encontramos la iglesia? Versículo 20: "Porque donde están dos o tres
congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Después de su promesa en
cuanto a la oración unida, tienen la confianza que El está presente para escuchar su
petición y la implicación es que El será el mediador y les asegura una respuesta. Note
como esta promesa anticipa el tiempo cuando El no estará presente visiblemente y hace
que esta promesa sea válida en cualquier época. Y esta promesa también implica que El
apoyará su uso de las llaves. No es necesario preguntar dónde podemos encontrar la
iglesia si la búsqueda del hermano perdido requiere que uno sigue todos los pasos que
Jesús ha explicado. Si solamente se podía encontrar a dos o a tres reunidos en su nombre,
su labor de amor podría ser llevado a cabo a la culminación que estos pasos requieren.
Esto no significa pasar por alto aquellas personas con que tenemos el lazo más íntimo el
cual será obvio porque en otra parte El ha revelado que todo debe hacerse decentemente y
con orden.

Se debe notar aquí que no cualquier grupo de dos o tres, ni un encuentro casual de dos o
tres creyentes, se puede llamar iglesia, bendita con el cumplimiento de la promesa y
confiado con el uso de las llaves; sino únicamente dos o tres reunidos en su nombre.
Creo que el griego helenista no hace ninguna distinción precisa entre eis [dentro] y en
[en] ni aun epi (v 6) cuando están relacionados con "mi nombre". Siempre involucra el
conocer y creer lo que su nombre revela acerca de él y responder en tal fe a lo que ha
revelado como su voluntad y su obra. Eso es lo que hace que sean parte de la iglesia y
representativa de esa iglesia.

Por supuesto, tendría que ser Pedro el que quería decir algo. Versículo 21: "Entonces se
le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque
contra mí? ¿Hasta siete?" Pedro entendió el punto: la meta de esta amonestación al
hermano que peque, el hermano cuyo pecado le había afectado directamente, era ganarle,
y eso implicaba que Pedro tendría que perdonarle si el hermano aceptaba la
amonestación. Y Pedro comprendió a Jesús lo suficiente para saber que el Buen Pastor
estaría dispuesto a repetir todo el proceso. Pero Pedro se preocupaba por Pedro también:
no iba a permitir que nadie se aprovechara de él. Seguramente tendría que existir algún
límite. Bueno, Pedro estaba dispuesto ser generoso para complacer a Jesús. Pero ¿no
sería suficiente si repitiera todo el proceso de amonestar y perdonar hasta siete veces? El
antiguo opinio legis [carga de la ley] siempre quiere hacer un trato con el Señor y no se
rinde.

Versículo 22: "Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete".
Aquí hay otra declaración audaz de Jesús dicha para dejar una impresión fuerte.
Sabemos que El no está exagerando sino que nos está enseñando que nuestra disposición
para perdonar no debe tener un límite.
334

Para hacer su punto cuenta la parábola del siervo malvado, que no presentaremos aquí
para economizar el tiempo. Mas el punto está muy claro: comparado con la multitud de
nuestros pecados contra Dios, cualquier pecado que los demás podrían cometer contra
nosotros no es nada. Si apreciamos la gracia de Dios quien a causa del Buen Pastor
perdona todos nuestros pecados, con gozo nosotros perdonaremos los pocos pecados que
otros cometen contra nosotros. Y si no es así, tenemos la conclusión y la aplicación de la
parábola, versículo 35: "Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no
perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas". Nuestro perdón no gana
el perdón de Dios, pero nuestra insistencia en rehusar perdonar seguramente resultará en
que perdamos el perdón de Dios, ya que tal insistencia en no perdonar sería evidencia de
que nuestros corazones no hayan sido tocados por la gracia de Dios. Mas Jesús no nos
obliga con un palo a que perdonemos a nuestro hermano. Su parábola busca una reacción
positiva, una apreciación abrumadora de la gracia de nuestro Dios, que limpia por
completo nuestra cuenta, y de esta manera, conmueva a nuestros corazones a estar
dispuestos a perdonar y de regocijar cuando el hermano que peca llega al punto en que
desea no solo el perdón de Dios sino el nuestro también.

Esperamos que habiendo estudiado Mateo 18, tendremos una actitud evangélica en
cuanto a los aspectos prácticos relacionados con la disciplina eclesiástica.

LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA

Las palabras de Jesús en Mateo 18 hacen claro que lo que llamamos la disciplina
eclesiástica será necesario cuando un hermano peca. Esto no quiere decir que la iglesia
no está llamado a amonestar al mundo de sus pecados: tiene tal deber como el Señor
Mismo dijo: Que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en
todas las naciones: (Lucas 24:47), y eso implica predicar contra el pecado. Los apóstoles
hicieron esto en su predicación del día de Pentecostés y posteriormente destacaron su
culpabilidad en causar la muerte de Jesús. Pero esto es otra fase del uso de las llaves.
Cuando hablamos de la disciplina eclesiástica estamos haciendo referencia a una
actividad que tiene como su objeto los que son "hermanos" los que a causa de su
confesión comparten nuestro compañerismo.

Cuando el hermano peca es necesario iniciar la disciplina: el pecado debe ser evidente.
Iniciar la disciplina e inclusive recurrir a la excomulgación en el caso de la adiafora sería
la tiranía y un abuso horrible del poder de las llaves. Puesto que una terminación triste de
la disciplina eclesiástica implicaría el atar de los pecados y la exclusión del reino, se debe
recurrir a la disciplina eclesiástica en el caso de aquellos pecados según los cuales las
personas que viven en ellos no entrarán en el reino de los cielos. Estos son enunciados en
1 Corintios 6:9,10 y Gálatas 5:19-21.

Además, el Señor enseña que serán condenados todos aquellos que no creen que Jesús
vino como el Hijo de Dios, que se encarnó para poder salvarles del pecado, la culpa y la
condenación al morir como su sustituto. La disciplina eclesiástica es necesaria cuando un
hermano se mete en un error que niega uno o más de las verdades esenciales de la fe
salvadora. Esto no quiere decir que no habrá necesidad de la amonestación donde no hay
335

ni pecado craso ni error craso. La palabra de Dios no indica tal limitación en ninguna
parte. Y si el hermano que peca rehúsa la amonestación, será necesario proseguir con los
pasos que Jesús explica. La impenitencia en cualquier pecado lleva a la condenación:
"Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no
está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:8,9). "Dije: Confesaré mis
transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado" (Salmo 32:5).

¿Quién tiene el deber de hablar con el hermano que peca? Ud., que es conocedor del
pecado, dice Jesús. En nuestra vida como una congregación debemos contender con la
renuencia de los miembros para llevar a la práctica la disciplina eclesiástica. Los
pastores en repetidas ocasiones han preguntado a la persona que quiere contarle sobre el
pecado de un hermano, si él ha hablado con su hermano acerca del asunto. Es mucho
más fácil dejar la ejecución de ese deber al pastor o a los ancianos.

La tendencia de entrenar a nuestros miembros en las técnicas de evangelismo puede ser


sano; más se podría preguntar si no deberíamos poner el mismo énfasis sobre su deber de
ejecutar la disciplina eclesiástica. Debemos guardarnos contra el ser tan confinados en
nuestra manera de pensar que no somos capaces de practicar la disciplina eclesiástica al
menos que esté involucrado un hermano Cristiano de nuestra congregación. ¿Se debe
permitir que un hermano sigue en el pecado o en la impenitencia simplemente porque las
circunstancias dificultan la ejecución de los procesos comunes del procedimiento
congregacional? ¿Están dos o tres congregados en su nombre únicamente en el contexto
de la vida congregacional? Sin duda, si vamos a llegar a la última etapa, la congregación
se involucrará con el hermano pecador que es miembro. Hay demasiado en juego para
dejar al hermano seguir en el pecado simplemente porque no podemos funcionar dentro
del contexto de la vida congregacional.

Y eso nos lleva a hablar del propósito de la disciplina eclesiástica. Esto está indicado
cuando Jesús dice: "Si te oyere, has ganado a tu hermano". Debemos tener el mismo
parecer que el Buen Pastor. Aquí hay una oveja descarriada; quiere que la busquemos sin
evitar ninguna dificultad ni esfuerzo en el proceso. Solamente cuando este es nuestro
propósito estaremos cumpliendo el espíritu del mandato de nuestro Señor. En nuestra
congregación tendremos que contender con los celotes que quieren barrer toda la casa y
quitar a los miembros negligentes de la lista o inclusive excomulgarlos; a veces para
tomar venganza de ellos por el dolor y la angustia que han causado. Pero nuestro
propósito debe ser - ganar al hermano, si es posible. También es incorrecto usar la
disciplina eclesiástica como un palo para exigir el buen comportamiento: "Si no cambien
de actitud, los pondremos bajo la disciplina". No hay ninguna justificación en las
escrituras para tal actitud.

Aun cuando hayamos llegado al último paso, nuestro propósito será el de ganar al
hermano. Sabemos que San Pablo reveló esto como el propósito suyo cuando tomó este
último paso con el hombre fornicador en Corinto: "Ciertamente yo, como ausente en
cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa ha hecho.
En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder
336

de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a
fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús" (1 Corintios 5:3-5). Sabemos
también de 2 Corintios como lograron ese propósito de amor y como la acción solemne
llevó al hombre al arrepentimiento sincero. Y sin duda hay muchos pastores que pueden
hablar de sus experiencias de como la acción de la congregación logró lo que las palabras
no pudieron hacer, con el resultado de que - a veces rápidamente y otras veces después
de un gran lapso de tiempo - la persona excomulgada vuelve en búsqueda de la
absolución y reintegración; y aquellos que tienen el mismo parecer de Cristo se
regocijaron sobre la oveja perdida que había sido encontrado.

Si nuestro propósito al practicar la disciplina eclesiástica es el mismo propósito que Jesús


enseña, entonces también tendremos el mismo espíritu suyo. Ese es el espíritu que El
mismo demuestra en sus comentarios a Pedro y en la parábola: la de una paciencia
infinita. Mientras haya esperanza, que no sea basada en las ilusiones sino en la actitud
del hermano y en su respuesta a la amonestación, seguiremos y no tendremos prisa para
concluir el asunto.

Ya hemos indicado la urgencia de prestar atención a lo que nuestro Señor nos enseña
acerca de la disciplina eclesiástica: aquí hay una oveja en peligro de perderse, haga todo
lo posible para salvarlo. Pero hay otra faceta del asunto, el cual está indicado por la
advertencia ferviente del Señor Jesús contra el dar ofensa que encontramos en el contexto
de Mateo 18. Si se permite que el hermano sigue en su pecado sin hablarle, entonces su
ejemplo ofenderá a otros, llevándoles, por lo menos a los débiles, a concluir que él hace
lo correcto y si él puede hacerlo entonces ellos también. Aquellos que están
espiritualmente débiles pueden concluir que si otros pueden hacerlo sin ninguna
consecuencia, entonces está bien para ellos hacer lo mismo. Recordemos que esta es la
segunda razón que el apóstol dio para las medidas disciplinarias severas contra el hombre
fornicador en Corinto: "¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?"
(1 Corintios 5:6). Así que hay mas que un alma en juego aquí. Si hay un nivel bajo de
vida espiritual en la congregación, bien puede ser que su raíz se encuentra en la disciplina
eclesiástica. las causas pueden ser muchas: pastores sobrecargados, el temor de perder a
los miembros o la ayuda financiera o la falta de contacto entre los miembros. La
advertencia de Pablo debe darnos un sentido de urgencia en el asunto de la disciplina
eclesiástica.

Consideramos ahora un área relacionada con la disciplina eclesiástica mas no idéntica a


ella, el área de la disciplina doctrinal. Ya hemos indicado que en el caso de los errores
que causan un daño directo en el alma es necesario emplear la disciplina eclesiástica tal
como la encontramos en Mateo 18. Pero al mismo tiempo concedemos que hay errores
que no son inmediatamente destructivos a la fe salvadora. Es evidente que hay una
conexión íntima entre la disciplina eclesiástica y la disciplina doctrinal del hecho que la
misma axioma que el apóstol aplicó en el caso del hombre fornicador en Corinto está
citado también en Gálatas 5:9: "Un poco de levadura leuda toda la masa". En el caso de
los Gálatas era un error destructivo al alma. Pero el hecho de que emplea la advertencia
contra el error como una levadura malvada, y aún si sea un poco de levadura, es llamado
peligroso indicando que se debe usar la disciplina doctrinal cuando quiera hay un error.
337

El primer paso en la disciplina doctrinal es exponer el error. Cuando Pedro trató de


disuadir nuestro Señor de ir a la pasión, Jesús no lo pasó por alto, sino que lo llamó
Satanás. Cuando Pedro no practicó lo que predicaba, Pablo "lo resistió cara a cara,
porque era de condenar" (Gálatas 2:11); y así podíamos citar ejemplo tras ejemplo. No
nos atrevemos dejarnos llevar por el espíritu de unionismo el cual enfatiza el consenso y
minimiza la disensión; debemos exponer el error por lo que es.

El segundo paso es la amonestación, si un hermano o hermanos están involucrados. Si es


un hermano que se ha involucrado en un error, en caridad supondremos que no fue un
rechazo intencional de la verdad, y lo trataremos como el apóstol indica: "Hermanos si
alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con
espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado"
(Gálatas 6:1). Aquí también el espíritu nuestro será el mismo del Buen Pastor;
demostraremos la paciencia y longaminidad que Jesús enseñó a Pedro con la parábola del
siervo malvado. Considere la paciencia de Jesús para con sus discípulos, especialmente
en cuanto a su error de esperar un reino terrenal. Debemos guardarnos de que no
impedimos nuestros esfuerzos para ganar al hermano al asumir una actitud de
superioridad o por permitir que nuestras personalidades se entremeten. Nos preguntamos
cuantas veces las irritaciones personales han dificultado el proceso de ganar al hermano o
inclusive se han convertido en obstáculos insuperables.

El tercer paso es la separación, la terminación de las relaciones fraternales, de la relación


de compañerismo, si a pesar de la amonestación administrada con paciencia y amor, se
insiste en el error. Nuestro Señor da el principio básica: "Guardaos de falsos profetas"
(Mateo 7:15). Si uno se aferra al error insistiendo que es la verdad, entonces está retando
a la verdad; se proclama a sí mismo como profeta, como un vocero del Señor. Pero
puesto que la verdad que él proclama es un error, es un falso profeta. Debemos
guardarnos de tales, alejarnos de ellos. Pablo pronuncia esta advertencia: "Mas os ruego,
hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina
que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos" (Romanos 16:17). La falsa
doctrina también es una ofensa y tiene la misma naturaleza que la levadura. Este hecho
está corroborado por lo que Pablo dice acerca de los falsos profetas: "su palabra
carcomerá como gangrena" (2 Timoteo 2:17).

Separación del que es persistentemente heterodoxo no produce nada nuevo, sino que
sirve para establecer el hecho de una condición existente: la dichostasia [división] ya
estaba allí. La excomulgación tampoco produce algo nuevo: el impenitente no tiene
perdón aún antes de pronunciar la sentencia de la excomulgación. Otra analogía sería el
divorcio el cual solamente confirma el hecho de que el lazo matrimonial ya ha sido roto
por la persona culpable. Pero aunque la separación simplemente confirma un hecho,
debe suceder para cumplir con la enseñanza del Nuevo Testamento de celebrar la fiesta
con "sinceridad y verdad" (1 Corintios 5:8).

El hecho objetivo del hermano pecador es que no escuchará la amonestación, no dejará el


pecador y en base de esos hechos se procede a la excomulgación. Ocurre lo mismo con
el errorista que proclama el error, el cual se convierte en falso profeta, que sigue
338

causando divisiones y ofensas contrarias a la doctrina. Aquí no se está juzgando motivos;


son sus propias acciones que dan motivos para la separación. Cuando Jesús dice: "Por
sus frutos los conoceréis" (Mateo 7:20) se refiere a lo que el falso profeta produce como
falso profeta. En Romanos16:17 son las divisiones y ofensas contrarias a la doctrina que
determinan lo que debemos evitar.

Resulta mucha confusión si los motivos se convierten en el criterio en vez de los hechos
objetivos del caso. Cuán erróneo sería tratar de reconocer a los falsos profetas por su
manera de ser en vez de detectarlos por sus enseñanzas. Jesús indica esto cuando dice:
"Vienen a vosotros con vestidos de ovejas" (Mateo 7:15). Recordamos lo que Pablo
también dice acerca de la apariencia de los falsos profetas contra los cuales él contendió
en Corinto: "Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como
ministerios de justicia" (2 Corintios 11:15).

Por lo tanto sería colocar la carreta frente del caballo cuando como argumento en contra
de la aplicación de Romanos 16:17 al heterodoxo se dice que el versículo no aplica a
ellos: "Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios
vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos"
(Romanos 16:18). Al contrario, si las divisiones y las ofensas están allí, y siguen siendo
motivo de tropiezo, la separación también debe seguir. El versículo 18 no es un juicio
nuestro sino que es la revelación del Señor en cuanto a la origen de las divisiones y las
ofensas. Es desafortunado que el servicio al estómago ha sido entendido como una
negación de la existencia de la fe salvadora. Lo que el Señor indica aquí es que el causar
divisiones y ofensas no es un fruto del Espíritu, ni es servir al Señor Jesucristo, sino que
tiene su origen en el lado humano del hombre. Puede ser el deseo de permitir que la
razón hable, puede ser que desee gozar de la popularidad, pero siempre es algo puramente
carnal.

Hace poco dijimos que el último paso en la disciplina doctrinal no siempre coincide con
el último paso de la disciplina eclesiástica. Aun los escritos apostólicos presentan la
posibilidad de aquellos que fueran Cristianos heterodoxos por lo menos temporalmente,
aunque los apóstoles advirtieron contra las consecuencias últimas del error a causa de su
naturaleza de levadura y gangrena. Y ahora ya que el "engañando y siendo engañado" (2
Timoteo 3:13) que el apóstol predice ha ocurrido durante siglos, sabemos que hay
muchos Cristianos heterodoxos. A causa de su propia culpa o por culpa de otros están
enredados en el error pero por la gracia de Dios son creyentes en Cristo y herederos de la
salvación. No queremos acortar los alcances de la promesa de nuestro Señor: "Todo
aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo" (Romanos 10:13). Nos regocijamos
al saber que los límites de la Una Sancta [una santa iglesia Cristiana] son más amplios
que las fronteras de una sola denominación.

Pero al mismo tiempo no podemos ignorar el fervor de la revelación del Señor acerca del
peligro involucrado en cualquier error, ni tampoco su mandato de separarnos de aquellos
que proclamen tal error. Esto sirve para tener en claro el asunto para que no digamos que
la fe salvadora no existe entre aquellos con los cuales no tenemos compañerismo.
339

Esperamos aquel día bendito cuando todo lo que es humano será permanentemente
descartado y la iglesia será, no solo en verdad, sino visiblemente, una sola.

No tenemos que decir mucho sobre el asunto de ejercer la disciplina doctrinal dentro de
la congregación. Lo que se ha dicho sobre el tema, el objeto, el propósito, la urgencia y
el espíritu de la disciplina eclesiástica aplica aquí también. Cuando un hermano ha sido
confundido por "estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error" (Efesios 4:14) el resultado es que no puede enderezarse, y si el error
tiene esencia de destruir al alma, recurriríamos a la separación y no a la excomulgación.
En este área es aún más necesario advertir contra la rigidez en nuestro pensar que nos
llevaría a ser negligentes en el deber del amor puesto que no nos encontramos bajo el
mismo techo con el que ofende. Un profesor o un oficial fomentan el error en lugares
que no son únicamente la congregación donde son miembros. La responsabilidad para
tratar con él será de aquellos que conocen de su error y los que participan del
compañerismo mayor tienen la responsabilidad de supervisar su doctrina y práctica. Si su
adherencia persistente hace que la separación sea imperativa, ciertamente la congregación
en la cual es miembro tendrá que involucrarse.

En nuestro compañerismo extendido hemos creado un sistema para la supervisión de la


doctrina y la práctica. La práctica entra aquí puesto que es la doctrina expresada en la
vida y en la actividad. El eslabón más importante en la cadena de contacto entre la
iglesia y la congregación es la supervisión de la doctrina y la práctica es lo que llamamos
el visitador de la conferencia [hoy el pastor del circuito]. Tiene la responsabilidad de
iniciar acción si parece que hay aberraciones en la doctrina o en la práctica de una
congregación. No deben husmear; ni tampoco iniciar acciones basadas en rumores
indiscriminados.

El ejemplo de Pablo en 1 Corintios 1:11 indica que no será necesario descartar todos los
informes e información que reciben; pero al mismo tiempo debemos recordar que Pablo
no vaciló en revelar la fuente de su información. Proceder sin pruebas sería imprudente.
A veces será necesario esperar ya que el Señor ha revelado esto como un principio de su
providencia: "Nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no
haya de saberse" (Mateo 10:26). Cuando la evidencia está descubierta, es necesario
tomar acción en un espíritu firme mas evangélico. Si hay una descomposición en la
doctrina y práctica de una iglesia, una de las causas principales puede ser la negligencia
en las visitas. Aquí contendemos con una levadura malvada. Los oficiales en los cargos
más altos no pueden hacer mucho si aquellos que tienen más contacto con los miembros
no han cumplido con su labor.

Finalmente, hablemos de la disciplina doctrinal de un cuerpo para con otro cuerpo


principal. Los cuatro sínodos que actualmente conforman la Conferencia Sinodical se
han prometido mutuamente en su constitución a ayudarse en quitar cualquier cosa que
podría perturbar la unidad de su compañerismo. Pero aún cuando no existen los lazos
formales, si en base de nuestra posición confesional nos reconocemos mutuamente como
cuerpos fraternales, la apreciación que tenemos de la bendición del Espíritu y el
reconocimiento del deber nos llevaría en amor a practicar la disciplina doctrinal los unos
340

con los otros. La ocasión para tal disciplina sería cualquier desviación de nuestra común
posición de doctrina y práctica. Ellas aparecerían en la posición adaptada por los cuerpos
en las resoluciones de los cuerpos o mediante aquellos que pública o oficialmente
representan a dichos cuerpos.

Las desviaciones nos preocuparán si sean desde la posición oficial de un cuerpo, de una
congregación o de un individuo ya que "Si un miembro padece, todos los miembros se
duelen con él" (1 Corintios 12:26). Mas mientras no existen motivos para suponer que la
disciplina está siendo practicada dentro del cuerpo, entonces tales desviaciones no serían
ocasiones para objeciones oficiales por parte de un cuerpo humano para que no llegue a
ser "por entremeterse en lo ajeno" (1 Pedro 4:15). Solamente cuando no se está tomando
ninguna acción correctiva podría preguntar al otro cuerpo acerca de la fidelidad doctrinal.
La seriedad de la ofensa y la advertencia contra la levadura justificarían tales
indagatorios.

Lo que nuestro Señor dice acerca de la necesidad para la decencia y el orden dentro de la
iglesia indicaría que si la disciplina está practicada por un cuerpo, entonces debe hacerse
por medio de los que oficialmente representan dicho cuerpo. Esto no excluye los
contactos privados entre los miembros de los dos cuerpos. Pero es una presunción y un
procedimiento desordenado si una persona que no ha sido llamado habla en el nombre de
todo el cuerpo. Recordamos las palabras de Santiago: "No os hagáis maestros muchos
de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación" (3:1).

Llegamos a nuestra conclusión. Recordemos el consejo de: "Escribir hasta que estés
vació, y lee hasta que estés lleno". He tratado de cumplir con la primera parte, pero como
recibí esta tarea en una fecha tardía y viendo que debo cumplir con muchas
responsabilidades, no he podido llevar a cabo el segundo; mas si lo que he producido
puede servir para estimular el pensamiento y conllevar a discusiones provechosas,
entonces es mi deseo que no haya desperdiciado su tiempo.

En estos días de angustia, Mantennos firmes, oh Señor;

Que seamos puros hasta el fin, En palabra y sacramento. Amén.

[Este ensayo fue presentado por el Profesor Habeck en la Conferencia de Teólogos en


Thiensville, el 27 de julio, 1960. Fue publicado en el Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol.
58, abril, 1961) pp 81-100. El Profesor Habeck enseñó en el Seminario Luterano de
Wisconsin de 1966-1984.]

Para más información sobre la disciplina eclesiástica ver lo siguiente:

Buchholz, Reinhold, "The Christian Congregation: Its Responsibility, Its Discipline, Its
Service" (La Congregación Luterana: Su Responsabilidad, Su Disciplina, Su Servicio")
Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol 65, abril, 1968) pp 83-115.
341

¿Por qué no podemos todos alabar juntos con las personas de diferentes iglesias? ¿Por
qué no podemos orar juntamente con las personas de otra fe? ¿No es falta de amor evitar
la oración y el culto unido con personas de otra fe? ¿Creemos que somos los únicos que
van a entrar en el cielo?

La respuesta a las dos primeras preguntas es que Dios nos ha dicho que es necesario tener
unidad en todo lo que Su palabra enseña para poder tener compañerismo. Además, es un
acto de amor amonestar a los que se equivocan; el error puede destruir la fe. Están en
juego la palabra de Dios y las almas de las personas. Finalmente, no creemos que
seremos los únicos en el cielo. Reconocemos que dondequiera se predica el evangelio,
habrá creyentes.

También reconocemos que la fe es un asunto del corazón. Solamente podemos juzgar en


base de lo que la persona enseña y hace. Las Escrituras nos motivan a dar un testimonio
amoroso mas firme a los que erran. Cuando los erroristas exigen que su error tenga la
misma posición que la verdad, Dios nos manda a advertirles por no unirnos en
compañerismo con ellos. Solamente podemos practicar el compañerismo cuando hay una
unidad de enseñanzas basada en todo lo que la palabra de Dios enseña.

La doctrina del compañerismo ha sido fuertemente discutido a través de toda la historia


de la iglesia Luterana en América, pero tal vez su momento más crítico fue durante las
décadas de los años 1940-1950 dentro de la Conferencia Sinodical.

El siguiente ensayo por el Profesor Carl Lawrenz presentado durante esa época crítica
habla acerca de la enseñanza del compañerismo y sirvió como un faro para guiar a
nuestro sínodo en medio de unos días difíciles. El ensayo es tanto firme en su adherencia
al mandato de Dios de no tener compañerismo con aquellos que persisten en el error
como evangélico en sus amonestaciones para llamar a los que erran para tratar de
ganarlos.

LOS PRINCIPIOS BÍBLICOS

ACERCA DEL COMPAÑERISMO

En una medida cada vez mayor el tema del compañerismo eclesiástico ha estado en el
primer plano en los últimos años. El compañerismo eclesiástico significa cualquier
expresión y demostración de compañerismo Cristiano. El tema del compañerismo
eclesiástico ha ocupado un lugar muy prominente en nuestras reuniones de distrito, en
nuestras conferencias y también en nuestras congregaciones. En nuestras convenciones
sinodicales los asuntos pertinentes al compañerismo eclesiástico por mucho tiempo han
sido el tema de deliberaciones largas y fervientes y de decisiones de gran alcance.

No hay, sin embargo, nada misterioso acerca del desarrollo de esta situación. Es
simplemente el resultado inevitable de los esfuerzos intensificados para unir los
diferentes cuerpos Luteranos en nuestro país, los cuales, hasta el momento, han diferido
en doctrina y en práctica. Estos son esfuerzos para establecer el compañerismo
342

eclesiástico entre algunos o todos ellos, o por lo menos para lograr más colaboración y
cooperación entre ellos. También nos damos cuenta que lo que sucede entre los cuerpos
Luteranos forma parte de otra tendencia más grande, sea el movimiento ecuménico que
está cogiendo mucha fuerza.

Este movimiento ecuménico está teniendo un impacto sobre las denominaciones


Cristianas en todo el mundo con su meta de unir a todos en un compañerismo común de
obra y alabanza, sin dar importancia a un acuerdo doctrinal basado en la palabra de Dios.
Nos damos cuenta de tal movimiento por medio de la publicidad acerca de la próxima
reunión del Concejo Mundial de Iglesias en agosto [1954]. Serán representadas por sus
delegados oficiales no solamente la mayoría de las iglesias protestantes sino también casi
todas las Católicas Ortodoxas. Es evidente que este movimiento es ecuménico al ver
todos los cuerpos Luteranos que están ansiosos para unirse con él.

En cuanto a nuestro sínodo, nuestras convicciones de la palabra de Dios nos han


impedido participar directamente en los esfuerzos unionistas. Nos hemos dado cuenta
que aún los esfuerzos entre los Luteranos para unirse no cumplen los requisitos que Dios
exige para el establecimiento y el ejercicio del compañerismo Cristiano. Esto no
significa que estamos en una posición donde podemos simplemente ignorar estos
movimientos y esfuerzos; nos afectan profundamente. Amenazan con romper y terminar
el compañerismo precioso que hemos gozado por tantos años con nuestros sínodos
hermanas de la Conferencia Sinodical. Como un asunto de conciencia ha sido necesario
declarar como inadecuado e inaceptable la Confesión Común [adoptada en 1950] que
nuestro sínodo hermana de Missouri y la Iglesia Luterana Americana han redactado y
aceptado totalmente en la cual tratan las doctrinas que en el pasado han impedido el
compañerismo entre sí. Después de muchos años de discusión y consultación fraternal ha
sido necesario decir a nuestro sínodo hermana que no compartimos su posición en cuanto
a varios temas. Es esta situación que impulsó este estudio y discusión intensivo sobre el
compañerismo eclesiástico.

Sin duda, esta también es la razón por la cual la consideración del tema LOS
PRINCIPIOS BÍBLICOS SOBRE EL COMPAÑERISMO ECLESIÁSTICO ha sido
pedido y pronunciado adecuado para el ensayo doctrinal en esta convención del distrito.
Para defender nuestra posición, que en verdad no es muy popular, y mantenerla con plena
convicción, tenemos muchas razones para estudiar y meditar todo lo que Dios tiene que
decir sobre el compañerismo Cristiano. Los asuntos prácticos que enfrentamos en
nuestro sínodo tienden a enfocar nuestra atención sobre una fase del tema del
compañerismo Cristiano, sean las limitaciones y las restricciones que Dios en Su palabra
ha indicado para el ejercicio externo del compañerismo Cristiano.

Mas no sería sano pensar en el compañerismo Cristiano únicamente según los términos
negativos. Por lo tanto, al cumplir con esta tarea lo hemos tratado en un enfoque amplio
para que fuéramos recordados una vez más de la gloriosa bendición envuelta en el
compañerismo Cristiano, para que seamos profundamente constreñidos por las muchas
palabras de ánimo que nos dan las Escrituras para manifestarlo según agrada a Dios, para
ejercerlo mientras se pueda con la aprobación del Señor para así pagar la gran deuda de
343

amor que debemos a todos los que todavía son débiles en su fe y en su entendimiento
Cristiano. Así tendremos nuevas fuerzas para observar en una manera fiel y evangélica
las limitaciones que nuestro Señor ha colocado sobre el ejercicio del compañerismo
Cristiano. Comenzamos por hablar de:

EL COMPAÑERISMO INVISIBLE DE LOS CREYENTES CRISTIANOS

Al hablar del compañerismo eclesiástico incluimos toda expresión y demostración


externa de la relación íntima en que se unen los creyentes. Este compañerismo invisible
de creyentes es, sin embargo, el fruto bendito y el complemento de un compañerismo
mayor, sea el compañerismo glorioso en el cual cada creyente ha sido unido con su Dios
y Salvador. Por medio de la fe que Dios nos ha dado en Cristo nuestro Salvador, Dios ha
llegado a ser nuestro amado Padre y nosotros, los pecadores perdidos y condenados
somos sus hijos amados. San Pablo dice: "Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo
Jesús (Gálatas 3:26). El desarrolla esta verdad al decir: "Pero cuando vino el
cumplimiento del tiempo, Dios envió a Su hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para
que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de
hijos;. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el
cual clama, Abba Padre " (Gálatas 4:4-6).

Por medio del mensaje evangélico de la redención terminada de Cristo, el Espíritu Santo
continuamente nos da la seguridad de fe de que nuestros pecados han sido borrados y que
por lo tanto Dios es nuestro amado Padre. De esta manera podemos mirar a Dios en
confianza y esperar que como sus hijos amados escuchará nuestras súplicas, alabanzas y
acción de gracias. Esta bendición inmerecida del compañerismo con Dios por medio de
Cristo Jesús debe alegrar nuestro corazón tal como alegró el corazón de San Pablo
cuando escribió en su primera epístola: "Mirad cual amor nos ha dado el Padre, para que
seamos llamados hijos de Dios, por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a
él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser;
pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal
como él es" (1 Juan 3:1,2).

No obstante, desde el mismo momento que nosotros los pecadores fuimos recibidos en
este compañerismo bendito con nuestro Dios por medio de la fe en Cristo nuestro
Salvador, también hemos entrado en otro compañerismo que también debería estremecer
nuestro corazón. Estamos íntimamente unido los unos con los otros, con cada otro
creyente en Cristo. Esto ha sido indicado por San Juan cuando habla del compañerismo
bendito con Dios, ya que él glorifica en ello como algo que tiene en común con todos sus
lectores Cristianos. En toda su epístola habla en términos de "nosotros" y "nuestro".

Mas el apóstol también habla de ello explícitamente. Lo hace cuando al comienzo de su


epístola presenta el propósito de su testimonio como un testigo ocular y auricular del
Salvador y de Su obra, diciendo: "Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para
que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión
verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1 Juan 1:3). Habiendo sonado
la advertencia de que aquellos que escogen caminar en la oscuridad del pecado perderán
344

este bendito compañerismo con el Padre y el Hijo, dice una vez más: "Si andamos en luz,
como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo
nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7). Fe en el Salvador, que nos une individualmente
con Dios y nos hace sus hijos, al mismo tiempo nos une los unos con los otros,
haciéndonos hermanos y hermanas espirituales.

Todos los creyentes en todo el mundo, sin importar su raza, nacionalidad, edad, sexo o
posición en la vida, juntamente con aquellos que ya han muertos en la fe, constituyen una
familia espiritual con Cristo como su cabeza. Sus miembros pueden ser diferentes en sus
hábitos, educación, ascendencia, deseos, convicciones políticas, y sin embargo es ésta fe
viva en Cristo que les une íntimamente. Esta gloriosa unidad de la iglesia visible, y
aquello que todos los miembros tienen en común para unirlos, está descrito con gran
plenitud en Efesios 4:4-6. San Pablo dice: "Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis
también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación, un Señor, una fe, un
bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos". La
iglesia invisible de los creyentes constituye el cuerpo místico de Cristo. Uno y el mismo
Espíritu mora en los corazones de todos sus miembros, el Espíritu Santo quien por medio
de un llamamiento común les ha dado una esperanza idéntica de salvación.

El Señor y el Salvador de todos es el mismo, no solamente en su persona maravillosa


como verdadero Dios y verdadero hombre, sino también en su obra. El no preparó una
salvación terminada para algunos y una salvación que necesita ser complementada con
obras para los demás. La fe por medio de la cual los méritos de Cristo son apropiados es
la misma en cada caso. No es que algunos confían en parte en su propio honor y méritos.
(John P. Meyer, "Prayer Fellowship" Quartalschrift, Vol. 46, p253). Esta fe es producida
en cada miembro completamente por medio del Espíritu Santo; todos comparten un
bautismo de regeneración. Por medio de su común fe en el único Señor y Salvador,
obrada en sus corazones por el mismo Espíritu mediante los mismos medios de gracia,
tienen un solo Dios y Padre quien es el creador y amo de todos, que está llevando a cabo
sus planes por medio de todos ellos, quien vive y mora en ellos por medio de su Espíritu
(Ibid., p 253).

Esta gloriosa realidad de la unidad de la iglesia también está enfatizada por muchas otras
metáforas en las sagradas Escrituras. Los creyentes en Cristo son llamadas el templo de
Dios, en el cual todos los Cristianos individuos se unen como piedras vivas; una ciudad
del Dios viviente; una república en la cual todos los creyentes son los ciudadanos; una
familia en que todos son hijos e hijas de nuestro padre en el cielo; un sacerdocio real, en
que todos aquellos que han sido lavados de sus pecados son reyes y sacerdotes; ramas de
la misma vid, del cual todos reciben fuerza y sustancia; un rebaño en que todos los
creyentes son ovejas del Buen Pastor (C.A. Hardt, "Christian Fellowship", Concordia
Theological Monthly 16, 1945).

Esta gloriosa unidad y el compañerismo invisible de creyentes, igual al compañerismo


con Dios del cual fluye, no está hecho por los hombres, sino que es un regalo y una
creación de Dios. La fe que nos une con Cristo y los unos con los otros es totalmente una
obra del Espíritu Santo: El crea y mantiene esta unidad. Este bendito compañerismo es
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enraizado en el consejo eterno de Dios, quien nos predestinó en Cristo antes del
fundamento del mundo para ser sus hijos y por lo tanto hermanos en una santa familia, y
quien propuso reunirnos en el tiempo. Este compañerismo de creyentes es posible a
causa de Cristo y Su obra redentora. La noche antes que terminara Su obra redentora, El
oró por la consumación de este compañerismo Cristiano: "para que todos sean uno;
como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti que también ellos sean uno en nosotros; para que el
mundo crea que tú mi enviaste" (Juan 17:21).

Esta petición está realizada en el crecimiento, la expansión y preservación de la iglesia


invisible de creyentes. La obra bendita de llevar a los hombres a este compañerismo con
Cristo y los unos con los otros y de preservarles en esta unidad se efectúa por medio de su
palabra, por medio del evangelio de la reconciliación. Jesús oró para los Doce:
"Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad" (Juan 17:17), y luego agregó: "Mas no
ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de
ellos, para que todos sean uno" (Juan 17:20,21). Como el Señor exaltado, Cristo da
pastores y maestros a su iglesia para que por medio de su administración del evangelio su
cuerpo de creyentes sea edificado, para que muchos más sean añadidos a la fe, para que
ellos juntamente con los otros que ya han sido traídos a la fe, sean fortalecidos,
alimentados y preservados en este compañerismo.

Esta verdad debe ser enfatizada en nuestros tiempos cuando se busca la unión de todos
los Cristianos según otros medios que no sean la palabra y el Espíritu de Dios, cuando
proclaman como medios efectivos para la unión los esfuerzos cooperativos sin unidad
doctrinal y las reuniones enfocadas en los problemas sociales (Hardt, op. cit., p440). La
verdad de que la palabra y el Espíritu de Dios une a los Cristianos necesita ser enfatizado
ya que el cumplimiento de la oración de Cristo por la unidad de su iglesia se malentiende
tan fácilmente, cuando lo consideran cumplido mediante la unidad organizacional externa
de las denominaciones Cristianas. El bendito compañerismo de los creyentes es y sigue
siendo invisible y no es equivalente a ninguna organización eclesiástica externa. Mas,
puesto que nuestro tema habla del compañerismo eclesiástico, el cual es algo
externamente visible y manifiesto, hablemos ahora de

LA EXPRESIÓN EXTERNA DEL COMPAÑERISMO CRISTIANO

SUS MANIFESTACIONES

La fe une a los creyentes con su Dios y Salvador y los unos con los otros en una vida
espiritual obrada, nutrida y sostenida por el Espíritu Santo. Puesto que la fe es vida
espiritual al igual que toda la vida se manifestará en su actividad. Sabemos que esto es
cierto de la vida física; aún la vida física que no observamos visiblemente. Pero la vida
que late en un cuerpo humano y que impregna todos sus miembros, se manifestará
mediante el pulso y el latido del corazón, mediante el crecimiento y el cambio, mediante
el movimiento y la actividad. Sucede lo mismo con la fe, la vida espiritual; se manifiesta
mediante la actividad.
346

Puesto que estamos hablando específicamente del compañerismo Cristiano, podemos


llevar esta comparación un paso más. En nuestros cuerpos físicos, el corazón, los
pulmones, las manos, los pies, los ojos, los oídos no se manifiestan como miembros vivos
únicamente por su actividad. Puesto que todos estos miembros están íntimamente unidos
en un sólo cuerpo, con una vida latiendo a través de todos ellos, estos miembros en su
actividad funcionan armónica y cooperativamente, cada uno integrando su actividad con
la de los demás, cada uno sirviendo a los otros miembros con su actividad.

Eso, también, es cierto en la iglesia de creyentes como el cuerpo místico de Cristo. La


vida espiritual de fe que mora en cada creyente no solamente se manifiesta en la actividad
individual. Ya que el uno y mismo Dios que obró la fe en el Salvador mora en los
corazones de todos los creyentes, uniéndolos muy íntimamente como el cuerpo de Cristo,
la vida espiritual común también se manifiesta en la actividad unida. Juntos, los
creyentes expresarán su fe, cada uno integrando la actividad de su fe con la de los otros
creyentes, cada uno sirviendo el otro en fe con sus dones particulares. Es tal expresión
unida de fe de que hablamos al nombrar el compañerismo Cristiano o el compañerismo
eclesiástico.

Esta no es una comparación que nosotros hemos inventado; es una que Dios mismo usa
en su palabra, una que el Espíritu Santo emplea en gran detalle por medio del apóstol
Pablo en Romanos 12 y 1 Corintios 12. No servirá forzar esta comparación más allá de
los puntos que clarifican en una manera vívida. En cualquier comparación la analogía
nunca será completa en todos los puntos. El hecho de que la vida espiritual de fe se
manifiesta en su actividad y como una vida espiritual común a todos los creyentes se
manifiesta en la actividad común no quiere decir que por medio de tal actividad la iglesia
invisible de los creyentes ahora llega a ser visible.

En el campo de la vida física del médico, él puede detectar y determinar si hay vida
presente en el cuerpo o no, por tomar el pulso o escuchar el latido del corazón, aunque la
vida esté muy débil. La actividad por medio de la cual la fe se manifiesta puede en
cuanto a sus manifestaciones externas - y eso es todo lo que podemos observar siendo
mortales - ser fingido e imitado por aquellos en cuyo corazón no existe ninguna fe. Por
eso, la presencia de estas manifestaciones externas de vida Cristiana no es ninguna
indicación absoluta de que tales personas son verdaderos creyentes. Podemos estar
tratando con la actividad de hipócritas como fue la alabanza y la caridad de Ananias y
Safira, el cual, hasta que fue expuesto por Dios, fue visto como una expresión de fe
Cristiana. Pero eso es un punto que trataremos más al fondo más adelante.

Por el momento, queremos considerar qué son algunas de las actividades mediante las
cuales los creyentes manifiestan y expresan su fe individual y cooperativamente. Es por
medio de la palabra de Dios que la fe ha sido sembrado en nuestros corazones; es por
medio de la palabra y únicamente por medio de la palabra que el Espíritu Santo nutre y
sostiene esta vida espiritual de fe en nuestros corazones. Santiago dice: "El, de su
voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad" (Santiago 1:18). Pablo afirma: "Así
que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios" (Romanos 10:17). Ya hemos visto
como Jesús en la noche que fue traicionado, habló de aquellos que creerían por medio de
347

la palabra de los apóstoles. También escuchamos su oración ferviente por la fe continua


de sus discípulos cuando el Salvador oró: "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es
verdad" (Juan 17:17).

Los creyentes, por lo tanto, anhelan este fruto indispensable de la palabra de Dios y lo
aprecian para la alimentación y preservación de su vida espiritual. Así, su fe se
manifestará, primero que todo por oír y meditar sobre la palabra de Dios. Jesús dice: "El
que es de Dios, las palabras de Dios oye" (Juan 8:47). En la lucha amarga del Cristiano
con su viejo Adán no siempre gana este anhelo ni se muestra plenamente, mas siempre
está allí mientras tenga fe en el corazón. Las Sagradas Escrituras abundan con
exhortaciones a animar y edificar nuestra fe en su deseo y apreciación de la palabra de
Dios.

En cuanto el Espíritu Santo ha unido todos los creyentes en este deseo de su fe por el
alimento espiritual de su palabra, también lleva a los Cristianos a unirse para escuchar la
palabra; y que lo hagan es una expresión externa del compañerismo Cristiano. Lo vemos
en la primera congregación Cristiana nacida el día de Pentecostés mediante el
derramamiento del Espíritu Santo. De esta compañía de creyentes se dice que recibió con
gozo la palabra de los apóstoles. Ellos vieron el evangelio puro de Jesucristo como su
tesoro supremo. Ni abierta ni secretamente pudieron encontrar errores en ello. Con todo
su corazón se aferraron a ello, lo creyeron, y fervientemente desearon moldear sus vidas
según sus indicaciones.

Puesto que apreciaron el evangelio profundamente, lo usaron diligentemente.


Escuchamos: "Perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con
otros" (Hechos 2:42), y otra vez nos dicen que continuaron unánimes en el templo y
compartieron el pan de casa en casa. Se reunieron para escuchar la palabra de Dios y
fortalecer su fe. Fue una verdadera expresión del compañerismo Cristiano. Dios ha dado
su palabra salvadora a su iglesia y a cada miembro para que sus creyentes la usen para
alimentar sus almas. Con esta palabra son exhortados a ministrar unos a otros para su
edificación mutua; cuando lo hacen es una expresión del compañerismo Cristiano.

Al confiar su evangelio a su iglesia el Señor le ha dado dos sacramentos en una forma


muy especial, el bautismo y la Santa Cena. Es el mismo mensaje del evangelio con el
sello de un elemento visible. En su gran comisión a Su iglesia el Señor les ha mandado a
hacer discípulos de todas las naciones por medio del bautismo como el lavamiento de la
regeneración. Cuando los Cristianos cooperativamente cumplen con esta comisión, es
una expresión del compañerismo Cristiano.

La noche antes de su muerte, Jesús instituyó su santa cena para todos sus discípulos
actuales y futuros con la promesa de que en cada celebración de ella recibirían su
verdadero cuerpo y sangre en, con y bajo el pan y el vino. En este santo comer y beber
cada una individualmente sería asegurado en su fe; Jesús voluntariamente ha dado su
cuerpo a la muerte para mi salvación; ha derramado su sangre para la remisión de mis
pecados. Ya no debo temer mi pecado y culpa y la ira de Dios que merezco a causa de
348

ellos. Puedo estar seguro de mi salvación, asegurado para siempre de la gracia y el favor
de Dios.

Pero aún cuando este medio de gracia fue dado para asegurar a los creyentes de su
salvación, al mismo tiempo debe ser una expresión del compañerismo de la fe. Eso es lo
que fue cuando Jesús lo celebró con sus discípulos la noche que lo instituyó. Quiso que
también fuera una expresión de compañerismo en el futuro. Dijo: "Haced esto todas las
veces que la bebiereis, en memoria de mí" (1 Corintios 11:25). Cuando se nos dice de la
congregación de Pentecostés que continuaron firmes en el partimiento de pan y que
partieron el pan de casa en casa, esto ha sido comúnmente interpretado como la
celebración de la Santa Cena. Aunque esto no puede ser establecido con una certeza
plena, sabemos de 1 Corintios 11 como los primeros Cristianos en Corinto comulgaron
juntos en la mesa del Señor en conexión con sus fiestas ágape, las cuales en sí eran una
expresión del compañerismo Cristiano. El apóstol recuerda a los Corintios: "Siendo uno
solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de
aquel mismo pan" (1 Corintios 10:17). Es muy apropiado, por lo tanto, que llamamos
esta comida sagrada una "comunión" y los huéspedes en la mesa del Señor son los
"comulgantes" (Hardt, op. cit., p443). Al acercarnos a la mesa del Señor, damos
testimonio que somos uno en fe con aquellos que comulgan con nosotros. Esto es lo que
comúnmente llamamos el compañerismo del altar.

El Señor también ha mandado a sus creyentes a proclamar su palabra salvadora, la cual


les ha sido confiado, a las personas que no la han escuchado para que estas almas puedan
ser ganadas a la fe y ser unidas con el cuerpo de Cristo, su iglesia. Nos dice: "Id por
todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura" (Marcos 16:15). Es el Espíritu
Santo que nos constriñe a cumplir con esta comisión privilegiada. La noche antes de su
muerte, Jesús dijo a sus discípulos: "Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os
enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio
acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también porque habéis estado conmigo desde
el principio" (Juan 15:26,27). Jesús prometió que el Espíritu Santo testificaría de El en y
por medio de sus discípulos. El Espíritu Santo les ayudaría a recordar todo lo que el
Salvador había dicho y hecho ante sus propios ojos y oídos. El les guiaría par que
pudieran ver todo de acuerdo a su significado salvador.

Por consiguiente los discípulos testificarían en el poder y fortaleza del Espíritu Santo y
como sus instrumentos. Dar testimonio de Cristo es una expresión de fe. Todavía es el
Espíritu Santo que constriñe a los creyentes a dar testimonio de su Señor. Nosotros, en
verdad, no hemos estado con Jesús desde el principio; pero los apóstoles estuvieron con
él en nuestro lugar. Por medio de sus palabras inspiradas hemos escuchado este mensaje
misericordioso y hemos visto los hechos poderosos con que El obró nuestra salvación.
Mediante las palabras de los apóstoles el Espíritu Santo nos ha guiado a toda la verdad
salvadora y nos llevó a abrazarla con corazones creyentes. El ha glorificado a Jesús
como el Redentor perfecto ante nuestras almas. Ahora por medio de su obra de gracia, el
Espíritu Santo nos constriñe a dar testimonio de Jesús en nuestros actos y nuestras
palabras. Al igual que Pedro y Juan, no podemos sino hablar a otros de las grandes cosas
que El ha hecho para alegrar nuestros corazones. En cuanto vivimos más plenamente en
349

el evangelio, cada vez más el Espíritu Santo nos motiva a glorificar a nuestro Salvador
ante los demás con el testimonio de nuestros labios y de nuestras vidas. Cuando lo
hacemos juntamente con otros es una expresión del compañerismo Cristiano. Es el
compañerismo dentro de la obra de la iglesia.

El Señor ha dado su evangelio en palabra y sacramento no solamente a su iglesia de


creyentes y a cada miembro individual, sino que también ha establecido el ministerio
público. Como nuestro Señor ascendido y exaltado, da Sus dones a la iglesia para la
administración pública de estos medios de gracia. Hablando de esto en Efesios 4, San
Pablo dice: "Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar los santos para la obra del
ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad
de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4:11-13).

En su fe que han recibido de Dios los creyentes aprecian y cuidan estos dones del Señor.
Anhelan las bendiciones que les llegan por medio de los siervos públicos en su
administración pública de los medios de gracia. Dondequiera, por lo tanto, hay creyentes
en una misma localidad, éstos se reunirán sean en grupos grandes o pequeños. No hay
necesidad de mandarles a formar una congregación. Por medio de su común fe el
Espíritu Santo los reúne y los motiva a establecer un ministerio público en su medio y de
llamar a siervos públicos, tales como pastores y maestros, para servirles con los medios
de gracia. Esto está plenamente ilustrado en el libro de los Hechos en la fundación de las
primeras congregaciones Cristianas. Por lo tanto, cuando estos siervos públicos de la
palabra ministran a los creyentes, y éstos por su parte reciben estas ministraciones, es una
expresión del compañerismo Cristiano. Esto comúnmente llamamos el compañerismo
del púlpito.

El lazo de la fe que el Espíritu Santo crea y sostiene no permite que un creyente se


enaltece de los demás sino que los congrega en congregaciones Cristianas, para que
busquen el contacto mutuo y comparten entre sí los dones especiales que Dios ha dado a
los miembros de la congregación. Vemos esto en las primeras congregaciones Cristianas.
Timoteo de Derbe recibió un buen informe de las iglesias en Listra y Iconia y había
trabajado entre ellos. San Pablo fundó tres iglesias en Macedonia, las tres muy distantes
la una de la otra (Meyer, op. cit., p256). En su primera epístola a los Tesalonicenses,
Pablo les elogia por haber practicado el amor fraternal "con todos los hermanos que están
por toda Macedonia" (4:10).

Había por lo menos un hombre que sirvió en todas las congregaciones en Macedonia.
Ellas tuvieron la suficiente organización para poder llevar a cabo elecciones conjuntas, en
las cuales este hombre fue escogido como el compañero viajante de Pablo para
representar estas iglesias al entregar la ofrenda que habían recogido para los necesitados
en Jerusalén (Ibid., p256). Cuando Pablo organizó esta gran ofrenda entre las iglesias
griegas para la iglesia en Jerusalén, el propósito principal era, con ella, cimentar estas dos
partes de la iglesia que estaban en peligro de separarse (Ibid., p258). Todas estas
expresiones unidas de la fe en un nivel intercongregacional fueron un ejercicio en el
350

compañerismo Cristiano. San Pablo enfatizó los lazos divinamente creados que unieron a
los Corintios con toda la iglesia.

Cuando fueron tentados a esconder detrás de la independencia congregacional él les


reprochó, diciendo: "¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros
ha llegado?" (1 Corintios 14:36). Cuando las congregaciones Cristianos se aceptan
mutuamente en lo externo como co-creyentes, cuando unen sus manos para hacer la obra
del Señor, cuando comparten los siervos de la palabra, esta es una expresión del
compañerismo Cristiano. La asociación de congregaciones en la obra del Señor tal como
tenemos en nuestro sínodo en nuestros distritos, en nuestras conferencias, sus esfuerzos
misioneros unidos, su entrenamiento unido de los obreros Cristianos, su supervisión
unida de la educación Cristiana - todas estas cosas son una expresión del compañerismo
Cristiano.

Es necesario recordar que las formas específicas en que los creyentes se unen para hacer
la obra de la iglesia, las formas específicas que tienen para el uso de los medios de gracia
en los cultos públicos, las formas particulares en que establecen el ministerio público no
han sido prescritos por el Señor a la iglesia del Nuevo Testamento. Las regulaciones
diminutas del antiguo pacto han desvanecido con la revelación plena de la salvación de
Dios. El Señor trata con sus hijos del Nuevo Testamento como adultos (Gálatas 4:17).
En y por medio de su común fe el Espíritu Santo les lleva a crear las formas sanas y
adecuadas necesarias para cada circunstancia, situación y necesidad.

Nuestro estudio de las expresiones externas del compañerismo Cristiano de ninguna


manera ha sido exhaustivo. Las observaciones que haremos a continuación en base de lo
que se ha dicho acerca de estas manifestaciones revelarán las razones por las cuales
nuestro estudio no necesita ser exhaustivo. No obstante, antes de cerrar nuestro estudio
queremos mirar una manifestación más, sea la manifestación vital de la oración.

Sólo el Cristiano puede orar. El incrédulo, y eso incluye a cada hombre tal como es
según su naturaleza, trata de orar. Por lo tanto, no debe sorprendernos que casi todas las
personas hablan de la oración y ellos participan en lo que consideran ser la oración. Esto
se debe a que cada hombre tiene un conocimiento natural de Dios, una conciencia de que
tendrá que rendir cuentas a Dios y reconoce Su suprema poder y sabiduría. Pero el
hombre con su conciencia cargada con pecado (tal como es por naturaleza) no puede
acercarse a Dios en oración verdadera. El mismo espíritu con que ora es una
abominación a Dios. En vano considera sus oraciones como una obra meritoria o piensa
que sus oraciones funcionarán como un amuleto por medio del cual puede ganar algunas
de las cosas que quisiera tener aunque su corazón está apartado de Dios y por lo general
no le importa honrar ni adorar a Dios. Jesús llama tales oraciones vana repetición.

Por medio del mensaje del evangelio el Espíritu Santo ha entrado en nuestros corazones y
nos ha llevado a abrazar el perdón del Salvador y con ello el regalo pleno de la salvación.
Por medio del mensaje del evangelio el Espíritu Santo nos asegura que Dios es nuestro
Padre amado y nos motiva a hablar con Dios como nuestro amado Padre: esta es la
oración Cristiana, la única oración verdadera. En la oración el Cristiano habla con su
351

Padre celestial en base de las promesas que El da en Su palabra. Toda esta comunión,
este hablar con Dios, se hace en el nombre de Jesús, con fe de que por medio de Jesús, y
únicamente por medio de Jesús, Dios es nuestro amado Padre y nosotros, los pecadores
indignos, somos sus hijos. La verdadera oración es una expresión de la fe Cristiana.

Cuando los Cristianos, por lo tanto, se unen en la oración, cuando oren juntos, expresan
su común fe. La oración colectiva es una expresión del compañerismo de la fe. Es difícil
comprender como una persona que tiene un conocimiento bíblico de la oración puede
orar con otros que no comparten su mismo compañerismo. Dios quiere que sus hijos se
acercan a El unidos en la oración. Jesús mismo nos enseñó esto cuando El nos animó a
orar no "Padre mío, que estás en el cielo", sino Padre nuestro, que estás en el cielo". El
quiere que recordemos que estamos hablando con el Padre de una familia grande. Dios
es nuestro Padre en Cristo, pero también es el Padre de muchos otros hijos, los cuales son
nuestros hermanos y hermanas espirituales. En nuestras oraciones Dios quiere que
recordemos que estamos en Su presencia no solamente como creyentes individuales sino
como creyentes que están íntimamente unidos con todos los otros creyentes aquí en el
mundo y en el cielo como su amada familia.

En este sentido todas nuestras oraciones son oraciones colectivas. Es un artículo bendito
de nuestra fe reconocer que todos los hijos de Dios, aunque individualmente solamente
Dios los conozca, están constantemente orando por y con nosotros, que hay un bendito
compañerismo invisible de oración ocurriendo constantemente, en el cual los corazones
de todos los creyentes se levantan colectivamente al trono de gracia de Dios en súplica y
en acción de gracias. En este sentido nos unimos en oración con cada hijo de Dios que el
Señor está preservando para sí en medio de las iglesias erroristas, aún en la iglesia del
papa, el mismo Anticristo.

Además de esta oración colectiva el Salvador también nos anima a orar juntos para las
personas específicamente con el propósito de llevar al Padre una petición para esta
persona. En Mateo 18:19-21 Jesús dice: "Si dos de vosotros se pusieron de acuerdo en la
tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los
cielos. Porque dónde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio
de ellos". Vemos tal compañerismo de oración entre los miembros de la iglesia madre en
Jerusalén de quienes nos dicen que "perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la
comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones" (Hechos 2:42).
Cuando Pedro y Juan fueron librados de la cárcel, los creyentes en Jerusalén levantaron
sus voces unánimes a Dios, Hechos 4:24. Las epístolas de San Pablo están repletas con
tales oraciones colectivas, oraciones en las cuales Pablo y sus asociados piden con y por
los Cristianos en varias congregaciones que él había reunido por medio del evangelio, y
oraciones que estos Cristianos por su parte levantaron por y con el apóstol y sus co-
trabajadores.

¿Y qué es lo que queremos notar específicamente después de haber estudiado estas


expresiones externas del compañerismo Cristiano? Es que todas estas manifestaciones
son de una y la misma fe, y como expresiones colectivas todas son manifestaciones del
352

compañerismo en esta común fe. Podemos clasificar estas expresiones del compañerismo
Cristiano según el campo de actividad en que ocurren.

Podemos hablar del compañerismo del púlpito, compañerismo del altar, compañerismo
de oración. Podemos hablar del compañerismo Cristiano en el culto y el compañerismo
Cristiano en la obra de la iglesia. Mas aún así no estamos hablando de muchos diferentes
tipos de compañerismo cada uno distinto del otro. No es que el compañerismo del
púlpito es algo totalmente diferente del compañerismo del altar, ni que éstos dos envuelve
algo diferente del compañerismo de oración. No es que los individuos pueden ejercer el
compañerismo en la obra colectiva misionera pero que no son suficientemente unidos
para tener compañerismo en el culto. No es que el compañerismo del púlpito y del altar
requieren un nivel muy alto de unidad, mientras el compañerismo de oración es posible
entre aquellos que son menos unidos. Si estas manifestaciones colectivas de la vida
Cristiana no van a ser un simple engaño externo, todas deben ser expresiones del uno y
mismo compañerismo de la fe.

Esto, no obstante, no es un compañerismo obrado por el hombre, sino un regalo y una


creación del Espíritu Santo. Es esta verdad y principio bíblico de que el compañerismo
Cristiano es un concepto que ha sido descartado por los movimientos unionistas actuales.
Vemos evidencia de esto también en los movimientos unionistas en la iglesia Luterana.
Las iglesias, las federaciones, las agencias, los esfuerzos cooperativos son vistos como
escalones de una escalera, cada uno requiriendo gradualmente una medida menor o
mayor de la unidad.

Miremos un ejemplo. La Iglesia Luterana Americana es un miembro del Concejo


Luterano Nacional. Dentro de esta agencia de la iglesia practica el compañerismo de
oración y otras obras con todos los miembros del Concejo Luterano Nacional, aunque no
ha establecido compañerismo del púlpito ni del altar con algunos de ellos, tales como la
Iglesia Luterana Unida [organizada en 1918, se incorporó en la Iglesia Luterana en
América en 1962 y actualmente es miembro de la iglesia Evangélica Luterana en
América (ELCA)]. La Iglesia Luterana Americana es un miembro de la Conferencia
Luterana Americana. Esta es una federación de iglesias en la cual la Iglesia Luterana
Americana practica el compañerismo del altar y del púlpito con los otros cinco cuerpos
que son miembros [Conferencia Luterana Americana: 1930-1945; ALC, Iglesia Luterana
Augustana, ELC (Noruega), Iglesia Luterana Libre (Noruega), y UELC (Danés)]. Pero
antes que consideraría una unión de estos mismos sínodos Luteranos en una sola iglesia
Luterana, vio la necesidad de redactar un nuevo documento sobre el acuerdo doctrinal,
Testimonio Unido de Fe Y Vida [1952]. Ciertamente estos arreglos de compañerismo no
hacen justicia a la verdad que cada manifestación de compañerismo Cristiano es una
expresión de la fe común que une a los Cristianos. Y esto nos lleva a hablar de otro punto
relacionado con el compañerismo eclesiástico:

SU BASE O PRERREQUISITO

El compañerismo eclesiástico, y eso incluye toda expresión externa del compañerismo


Cristiano, tiene que ver con individuos específicos. ¿Quiénes son aquellos con los cuales
353

Dios quiere que expresemos conjuntamente nuestra fe? ¿Con quiénes podemos orar?
¿Con quiénes podemos adorar? ¿Con quiénes podemos comulgar en la Mesa del Señor?
¿Con quiénes podemos unirnos para extender el evangelio? Nuestra discusión hasta el
momento nos ha dado una respuesta obvia a todas estas preguntas: con los Cristianos.
Todas estas actividades son expresiones de la fe Cristiana y somos unidos en una fe
común únicamente con otros Cristianos.

Mas esto no responde nuestra pregunta; solamente presenta otra inquietud. ¿A quiénes
podemos reconocer y recibir como hermanos Cristianos? La fe es un asunto del corazón
y como tal solamente Dios conoce a los verdaderos creyentes. Sería una presunción por
parte nuestra tratar de reconocer a los Cristianos en base de la fe personal en sus
corazones. Puesto que no podemos investigar el corazón, Dios quiere que tratemos con
los hombres en base de la confesión que hacen resultando de la actitud de su corazón.
Pablo dice: "Con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para
salvación" (Romanos 10:10). Debemos aceptar cada confesión de fe como una expresión
sincera de la verdadera actitud del corazón. Cuando hay una contradicción entre la
confesión de la boca y la confesión de hechos, aceptamos la confesión de hechos en
preferencia a la confesión por la boca, puesto que los hechos hablan más fuerte que las
palabras (John P. Meyer, "Prayer Fellowship", Quartalschrift, 47, 1950, p 288).

San Juan escribe: "Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de
Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el
Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne es de
Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios (1
Juan 4:1-3). Aquí el apóstol insta a sus lectores, y esto incluye a nosotros, a discernir y
reconocer el espíritu que está en el hombre basado en su confesión. Las Escrituras, por
supuesto, nos dicen que habrán hipócritas, que la verdadera actitud del corazón no
siempre corresponderá con la confesión que hacen los hombres. Pero esto es más allá de
nuestra responsabilidad; Dios tratará con los hipócritas en Su propio tiempo.

¿Pero, qué tipo de confesión debemos buscar para reconocer y aceptar a alguien como un
hermano Cristiano? En los versículos de San Juan que acabamos de citar, a primera vista
el requisito puede parecer como algo muy limitado, sea la confesión de que Jesucristo ha
venido en la carne. Obviamente, San Juan no está satisfecho con una mera confesión de
la encarnación de Cristo, porque ésta solo no es el núcleo de la fe tal como Juan lo
enseña. Motivado por un interés muy particular de doctrina que estaba siendo pervertido
por Cerintio [un maestro gnóstico activo en Efeso en 100 d.C.] el cual perturbaba con sus
falsas doctrinas a las personas a quienes escribía Juan. Pero el rechazo de la encarnación
de Cristo envuelve un propósito precioso, el fruto bendito, el resultado glorioso de la
venida de Cristo en la carne. Cuando se recuerda esto, no desistirá en incluir toda la
palabra de Dios porque es la revelación de Cristo y Su salvación.

Jesús destacó esto como una marca de sus discípulos: "Si vosotros permaneciereis en mi
palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres" (Juan 8:31,32). También en su gran comisión de hacer discípulos a todas las
naciones nos manda a enseñarles a observar todo lo que El mandó (Mateo 28:19). Por lo
354

tanto, nuestra respuesta: ¿A quién podemos reconocer y recibir como un hermano


Cristiano? de necesidad debe ser: a aquellos que profesan fe en Cristo como su Salvador
y con esta confesión abrazan y aceptan toda Su palabra. Con ellos, pero solamente con
ellos, podemos expresar compañerismo de fe en todas sus manifestaciones. Que este es
el prerrequisito que el Señor presenta para nuestras expresiones de compañerismo llega a
ser más cierto y obvio cuando consideramos lo que tiene que decir acerca de las
desviaciones persistentes de su palabra y su influencia sobre el compañerismo Cristiano.
Mas para poder entender adecuadamente lo que hemos dicho sobre la base y el
prerrequisito debemos distinguir según las Escrituras entre un seguidor de la doctrina
falsa y la práctica del hermano débil.

NUESTRA DEUDA DE AMOR PARA CON LOS DÉBILES

Debilidades de un tipo u otro no es algo raro entre los Cristianos. Aunque profesamos fe
en Cristo como nuestro Salvador y creemos en Su palabra, todos nosotros hasta el día en
que muramos manifestaremos alguna medida de debilidad, sea en el área de nuestro
entendimiento de la verdad de Dios o sea en poner en práctica estas verdades en nuestras
vidas. San Pablo dice de sí mismo: "No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea
perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual también fui asido por
Cristo Jesús (Filipenses 3:12). Debilidad en la fe, en sí no es una barrera al
compañerismo Cristiano; al contrario es un incentivo para ejercer nuestro compañerismo
con el propósito de ayudar al hermano vencer su debilidad. Si la debilidad de fe fuera
una barrera para el compañerismo Cristiano, entonces tendríamos que parar todas las
expresiones del compañerismo Cristiano. Entonces tendríamos que abandonar todas las
oraciones para el crecimiento y entendimiento Cristiano, para ser firmes en el amor, que
dice San Pablo en el nombre de todos los que llama sus hermanos, igualmente como las
amonestaciones tales como: "Amonesten a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo,
que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos (1 Tesalonicenses 5:14).

Por medio de la justicia imputada de Cristo, sus creyentes son perfectos a los ojos de
Dios. No obstante, en su vida aquí en la tierra la iglesia de Cristo es una congregación de
convalecientes espirituales bajo el cuidado constante de su médico celestial. Pablo
destaca que es el mismo propósito de los dones que el Señor da a su iglesia que por
medio de su administración de la palabra las muchas debilidades pueden ser vencidas, las
cuales buscan socavar la bendita unidad de la iglesia. Mediante la palabra la iglesia ha de
ser edificada para que "ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquier de todo
viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error" (Efesios 4:14). Tal propósito, no obstante, presupone que habrá
debilidad de fe en la iglesia.

Las Escrituras también hablan concretamente de la debilidad de fe tal como se encuentra


en los creyentes y nos permite distinguir diferentes tipos de fe (Meyer, op. cit., pp 33-45).
En los evangelios frecuentemente escuchamos la advertencia de Jesús, reprochando,
amonestando a sus discípulos por su "poca fe". Ellos cedieron a las preocupaciones
angustiosas y los cuidados de sus necesidades terrenales. En medio de una tempestad en
el mar estaban al punto de entregarse a la desesperación. Su debilidad de fe consistió en
355

que manifestaron una falta de confianza en el cuidado y la gracia de Dios. No fue, sin
embargo, que en principio negaron los cuidados paternales de Dios. No fue que
rechazaron el testimonio del Salvador que por medio de El tuvieron acceso al amor
paternal de Dios. Mas bien su debilidad consistió en que ellos no pudieron poner en
práctica estas verdades. La mano de fe con que abrazaron y retuvieron estas verdades
todavía fue débil.

Todos entendemos esta debilidad, ya que si estuviéramos totalmente libre de ello no


estaríamos perturbado por ninguna preocupación o cuidado. Tal debilidad de fe no
impide las expresiones de compañerismo Cristiano; al contrario los inspira.
Consideramos como Jesús trató con Sus discípulos cuando manifestaron las síntomas de
poca fe: los reprochó fuertemente diciendo que tenían la mente de un gentil. También
los instruyó con toda paciencia y ternura. En medio de sus preocupaciones y cuidados El
levantó sus corazones al llamar su atención a la providencia de Dios en la naturaleza y
luego por recordarles que ellos eran más importantes que los pájaros del aire y las flores
en el campo. En su temor en medio de la tempestad en el mar, con una pregunta
penetrante dirigió sus recuerdos a la experiencia del amor y poder que estaban
disfrutando, que no dejó lugar para el temor. Luego les dio una nueva manifestación de
su gracia y poder al reprender el viento y el mar ante sus propios ojos.

No agrada al Señor ver nuestra débil fe, ya que una fe débil peligra constantemente y
puede morirse de todo y de esa forma perder la bendición que aún disfruta. Aún así el
Señor reconoció como creyentes aquellas personas con una fe débil, y nosotros queramos
hacer lo mismo. Como Jesús no debemos quebrar la caña cascada ni apagar el pabilo que
humeare (Isaías 42:3), sino que en amor haremos todo esfuerzo para restaurarles a un
vigor saludable. Los hermanos débiles se distinguen de los burladores y los incrédulos
por su disposición para recibir ayuda e instrucción espiritual. Su actitud será la misma
del padre del lunático en el Evangelio quien oró: "Creo; ayuda mi incredulidad".

En Romanos 14 y 1 Corintios 8 y 9, San Pablo habla extensivamente sobre otra clase de


Cristianos débiles. Su debilidad perteneció al uso de la adiafora, cosas ni mandadas ni
prohibidas en la palabra de Dios. Aquí, como en todos los puntos de la vida Cristiana, la
doctrina estaba envuelta, mas no en el sentido de que el hermano menor no conocía ni
entendía las verdades pertinentes. El problema estaba en que la conciencia del hermano
débil no se había fortalecido al mismo nivel que su entendimiento, por lo tanto no podía
disfrutar de toda la libertad con que nos liberó Cristo.

En Roma, en particular, era el asunto de comer carne. Tanto los que comían carne sin
escrúpulos como aquellos que se perturbaron con ello eran sinceramente devotos en fe a
su Salvador. De la misma manera todos se dieron cuenta que en cuanto a su relación con
Cristo y el disfrute de su salvación, todas las comidas eran iguales. No obstante, el
Romano incrédulo era notorio por su glotonerías, y era muy apropiado que el recién
converso tuviera aversión por tal exceso. Como resultado algunos de los Cristianos
todavía se perturbaron en su interior cuando comieron las mismas comidas que
contribuyeron a estas prácticas de glotonería excesiva. Pablo advierte a tal hermano débil
a no juzgar al otro que no tuvo ningún escrúpulo para comer carne. Si él forzara su modo
356

de vivir sobre los demás, exigiendo y requiriendo esto y aquello, ya no sería un hermano
débil sino que se convertiría en un cismático y hereje.

Al mismo tiempo el apóstol exhortó a los hermanos cuya conciencia estaba libre de tales
preocupaciones: "Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones"
(Romanos 14:1). Cualquier falta de inclinación de tratarle como un hermano sería igual
al despreciarle, y significaría rehusar recibirle y ayudarle en amor. El verdadero amor
fraternal para con el hermano débil se daría cuenta de la necesidad de servirle sin las
disputas dudosas, sin los argumentos pesados, sin la instrucción condescendiente. Lo que
el hermano débil necesitaba era ser alegrado con la gloriosa libertad con que Cristo nos
liberó para que pudiera entender todas sus implicaciones y vencer su inquietud interior.
Mientras tanto debía usar su libertad cuidadosamente para que a causa de sus acciones la
fe del hermano débil no fuera perturbado ni tentado a hacer algo que todavía molestaría
su conciencia.

Es particularmente este último punto que San Pablo vio necesario enfatizar en una
situación similar en Corinto. Aquí las debilidades espirituales aparecieron en conexión
con la comida ofrecida a los ídolos que fue consumida en las fiestas públicas o vendida
en el mercado. Mediante el evangelio todos los Cristianos Corréntianos habían sido
traídos a una bendita fe en el único verdadero Dios y en su gracia en Cristo Jesús. En
esta fe reconocieron que los ídolos paganos en realidad no existieron y no quisieron
participar más en la adoración rendida a estas vanidades. Mas, a pesar de este
conocimiento, algunos todavía eran débiles en este aspecto de que cuando comieron esta
comida que sobraba de los sacrificios a los ídolos no pudieron sino sentir que esa carne
era contaminada por medio de su conexión con las otras partes que en verdad fueron
ofrecidas a los ídolos. Ellos necesitaban un amor comprensivo hasta que el evangelio
disolviera esta inquietud. San Pablo advirtió a los hermanos con gran fervor que no
fueran un tropiezo por medio de su uso inconsiderado de esta libertad. Sería un abuso
vergonzoso y poco fraternal de esta libertad Cristiana si, por comer tal carne, aunque no
molestaba su propia conciencia, inducirían al hermano débil a comer de ella con
conciencia perturbada, y de esta manera inquietara su lazo con su Salvador.

Para que pudieran aprender el verdadero amor fraternal por medio de su ejemplo
personal, Pablo demostró como él, siendo libre de todo, se hizo un siervo a todos para
poder ganar más personas. Dice, por ejemplo: "Me he hecho débil a los débiles, para
ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a
algunos" (1 Corintios 9:22). Estas palabras han sido malinterpretadas y abusadas. Ser
todo a todas las personas no significa tomar libertades con la palabra de Dios,
adaptándola a lo que los hombres quieren escuchar, suavizando la ley, haciendo el
evangelio menos ofensiva para ellos o en general haciendo compromisos y concesiones
sobre los mensajes de la palabra de Dios. Nosotros no tenemos permiso para cambiar la
palabra de Dios. Pablo no quiso decir que fingió ser débil o que se comportó como una
persona débil, sino que se colocó a sí mismo en el lugar de los débiles; participó en sus
luchas como si sus problemas fueran los suyos. De esta manera él cultivó la habilidad de
tratar con los débiles es su propio nivel y de esta manera ganarlos. En Gálatas 6:2 usa la
imagen de llevar las cargas de los demás, exhortando: "Sobrellevad los unos las cargas
357

de los otros, y cumplid así la ley de Cristo". Es en esta manera que somos todo a todos
los hombres para que así algunos pueden ser salvos. Es en esta manera que el Señor
desee que pagamos nuestra deuda de amor a los débiles.

Finalmente, en preceptos y en ejemplos las sagradas Escrituras nos demuestran cómo


debemos tratar con el hermano débil cuya debilidad se manifiesta mediante una falta de
conocimiento de las verdades Cristianas, en su participación en el error, o en una
desviación de la vida Cristiana.

Aun en el día en que ascendió al cielo los apóstoles de Jesús demostraron su triste
ignorancia en cuanto a la naturaleza del reino de Cristo cuando preguntaron:"¿Señor,
¿restaurarás el reino de Israel en este tiempo?" Con un amor paciente Jesús los corrigió,
instruyó y fortaleció. En su nombre debemos tratar en una manera similar a todos que
reciben corrección e instrucción quienes podíamos considerar como hermanos débiles.

El Señor nos da consejos de cómo hacerlo, en particular por medio del apóstol Pablo.
Las congregaciones en Gálatas que Pablo había fundado fueron perturbadas por los
judaizantes, quienes enseñaron que para poder disfrutar la salvación que Jesús había
ganada, ellos como creyentes tenían que someterse a la circuncisión y a las fiestas
Mosaicas. Estaba en juego el mismo núcleo del evangelio. Este error no fue confrontado
correctamente por los Cristianos en Gálatas. Muchos se desviaron y su confundieron con
las palabras tentadoras de esos judaizantes. Mas notamos que Pablo no rompió su
relación con ellos inmediatamente. Es cierto que usó palabras muy duras contra los
seductores, un asunto que consideraremos más adelante. Los Gálatas, no obstante,
quienes se habían manifestado como débiles, todavía trataba como hermanos, como
hermanos débiles, pero aun así hermanos. Repetidas veces en esta epístola les llama con
este término de amor. Habló a este grupo de congregaciones como una iglesia y de esta
manera les aseguró que todas las cosas gloriosas envueltas en ese nombre todavía
aplicaban a ellos.

Pablo trató a los Cristianos en Colosos de la misma manera. Ellos habían tenido
problemas con un error peculiar, en parte judío y en parte gnóstico. Cuando intentó
ayudarles al escribir su epístola, los llamó santos y hermanos fieles en Cristo. En ambos
casos escribió toda la epístola a los hermanos que estaban débiles en la doctrina. En vez
de aislar su error y refutarlo directamente con diferentes argumentos, los cuales le
pudieran haber metido en grandes discusiones, Pablo se esforzó para fortalecer la fe débil
en Cristo de estos Cristianos, la fe en su único y todo suficiente Salvador, demostrándoles
que su error estaba en conflicto con el lugar de Cristo en el plan de salvación de Dios, y
de esta manera les dio fortaleza y entendimiento para vencer el error que les estaba
afectando.

En dos casos más el apóstol Pablo dedicó todo un capítulo al error que perturbaba a los
hermanos. En Tesalónica muchos eran confundidos sobre la doctrina del regreso de
Cristo, su gloriosa apariencia, la cual ellos estaban convencidos, sería muy pronto. El
apóstol les fortaleció al exhortarles que, en vez de estar excitados acerca del regreso de
Cristo, "debían guardarse contra la gran apostasía que Satanás obraría por medio del
358

adviento del Anticristo" (Meyer, op. cit., p44) el cual sería el juicio de Dios sobre los
Cristianos en su apatía hacia la verdad salvadora del evangelio. Luego les consoló y les
fortaleció al señalar su elección. Oró por ellos y pidió que ellos oraran por él y por sus
co-trabajadores.

En Corinto, algunos de los Corintianos fueron perturbados por la filosofía de los


epicureanos, quienes causaron dudas sobre la resurrección de los muertos. Pablo les
mostró la importancia de la resurrección, les mostró que al rechazar la resurrección
estarían negando la resurrección de Cristo. Explicó lo que se puede saber sobre la
resurrección, mas les instruyó como hermanos, llamándoles tales tres veces en ese
capítulo.

Cuando aquellas personas que han sido nuestros hermanos demuestran una falta de
entendimiento Cristiano y se enredan en el error, nosotros también debemos tratarles
como hermanos débiles mientras hay razón para asumir que están dispuestos a recibir
corrección e instrucción. Tendremos que hacer todo esfuerzo para edificarles en su fe
para que puedan vencer el error. El Señor quiere que tratamos con aquellas personas que
se han desviado de la vida Cristiana de la misma manera. Primero que todo debemos
tratarlos como hermanos débiles. Jesús dice: "Si tu hermano peca contra ti, vé y
repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano" (Mateo 18:15). El
apóstol Pablo escribe: "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros
que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti
mismo, no sea que tú también seas tentado" (Gáltas 6:1). Mas aún en estos esfuerzos
podemos llegar al punto en donde debemos darnos cuenta de que ya no estamos tratando
con un hermano débil. Esto nos lleva a nuestra consideración final sobre los principios
bíblicos del compañerismo eclesiástico, sea

SUS LIMITACIONES Y RESTRICCIONES

En Mateo 18 el Señor Jesús enseña claramente que no podemos seguir tratando a una
persona como un hermano si él, a pesar de la ferviente amonestación fraternal, insiste en
seguir en su pecado. Ya hemos escuchado las instrucciones del Señor sobre lo que
debemos hacer cuando el hermano cae en el pecado. El que es testigo del pecado entrará
en acción inmediatamente para poder salvarlo. Si su amonestación fraternal no tiene
éxito, el Señor dice que debe buscar la ayuda de uno o dos personas más. Aun si no
pueden ganar al hermano, no se desesperarán en su preocupación y esfuerzo fraternal. El
Señor les manda decirlo a la iglesia, a toda la compañía de creyentes con quienes el
hermano errante ha estado asociado, con la esperanza de que mediante el testimonio
unánime de sus co-creyentes su corazón puede ser conducido al arrepentimiento. Se le
debe decir que se ha manifestado como gentil y publicano, que ha roto el lazo que le unió
con Cristo y con su cuerpo espiritual de creyentes. No es posible seguir con las
expresiones del compañerismo. Este pronunciamiento de juicio en sí es una acción
motivada por el amor, la única acción de amor todavía posible bajo las circunstancias.
Tiene el propósito de impresionar al pecador para que se dé cuenta de las consecuencias
de su impenitencia.
359

Las epístolas de Pablo a los Corintios da un ejemplo a tal efecto. Un miembro de la


congregación vivía en el pecado del incesto, cosa que fue ofensiva aún a los paganos (1
Corintios 5:1). Lo más triste es que los miembros de la congregación se mostraban
tolerantes e indiferentes a ello. Habían fracasado en su función como verdaderos
hermanos. Puesto que este fornicado ahora persistía en su pecado, ayudado por la
negligencia de la congregación, lo único que los Corintios podían hacer ahora era
entregarle a Satanás (1 Corintios 5:5). Pablo les exhortó a hacerlo, prácticamente
formulando la resolución de la excomulgación para ellos, para que el viejo Adán pudiera
ser crucificado y su espíritu salvo, si fuere posible, para el día del Señor Jesús. Su propio
bienestar espiritual también exigía tal acción. Pablo les advirtió: "¿No sabéis que un
poco de levadura leuda toda la masa?" (1 Corintios 5:6).

En su segunda epístola Pablo puede hablar de los resultados felices de esta acción. La
congregación había tomado en serio el reproche del apóstol y había actuado según sus
instrucciones. Como resultado, el pecador se había arrepentido y ahora Pablo podía
animar a los Corintios a recibirlo una vez más como un hermano.

Con la misma claridad el Señor nos dice en su palabra que no podemos reconocer y tratar
como un hermano a aquellas personas que se aferran a su error doctrinal a pesar de las
amonestaciones fervientes, que exigen reconocimiento y tolerancia para su error y hacen
propaganda a favor de ello. Es imposible tener cualquier expresión del compañerismo
Cristiano con ellos. Esto es muy claro del tratamiento que Pablo dio a los judaizantes que
habían venido a las congregaciones en Galacia. Ya habíamos dicho que estos hombres
enseñaron que para poder disfrutar la salvación que Cristo ganó para todos los creyentes
era necesario que los creyentes fueren circuncidados y que observaran las fiestas
Mosaicas.

En Hechos 15 leemos como Pablo ya tuvo que confrontar este problema y oponerse a
ellos cuando ciertos hombres de Judea vinieron a Antioquia de Siria y perturbaron a la
iglesia allí. Como resultado, la congregación en Antioquía envió a Pablo y a Bernabé
para discutir este error con los apóstoles y los ancianos en Jerusalén. Nos dice que
cuando celebraron este concilio en medio de la congregación en Jerusalén, cierta secta de
los Fariseos que era creyente, abiertamente expresaron acerca de los Cristianos gentiles
diciendo que "es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés"
(Hechos 15:5). Note como San Lucas habla de estas personas como creyentes. ¿Los
apóstoles y toda la iglesia inmediatamente se retiró de ellos a causa de este error? No.
Nos dice que los apóstoles y los ancianos se reunieron para considerar el asunto. El
resultado fue una discusión abierta en base de la palabra de Dios, después de la cual esta
idea errónea fue rechazada unánimemente por todos los presentes, incluyendo a aquellos
que anteriormente lo había defendido porque no habían descartado todas sus nociones
farisaicas. No obstante, no persistieron en su error cuando fueron corregidos con la
palabra de Dios, y por lo tanto el compañerismo no fue roto.

Las cosas fueron diferentes con los erroristas persistentes que llegaron a las
congregaciones en Galacia. Los apóstoles siguieron tratando a los Gálatas como
hermanos débiles, aún cuando fueron perturbados y desviados por las enseñanzas falsas,
360

tratando de edificarles en su fe para que pudieran vencer el error que les afectaba. Mas
Pablo dio un trato muy diferente a aquellos judaizantes quienes deliberadamente se
opusieron al evangelio. En términos fuertes rechazó cualquier conexión con ellos
diciendo: "Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema"
(Gálatas 1:9). El mero pensar de practicar compañerismo Cristiano con ellos estaba fuera
de lugar.

En esto Pablo simplemente seguía el ejemplo de Cristo su Señor. Jesús abiertamente se


opuso a y denunció a los Fariseos quienes enseñaban a los hombres a buscar el favor de
Dios por confiar en sus propias obras. De la misma manera testificó contra los Saduceos,
los cuales negaron la resurrección y la existencia de los ángeles. Muy fervientemente el
Señor advirtió a Sus discípulos: "Guardaos de la levadura de los fariseos y de los
saduceos" (Mateo 16:11). Y de manera general Jesús exhortó: "Guardaos de los falsos
profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos
rapaces" (Mateo 7:15).

Los falsos profetas son aquellos que en su enseñanza se desvían de la palabra de Dios,
exigen reconocimiento por sus errores, tratan de extenderlos y ganan seguidores. Los
falsos profetas vienen a nosotros; no son enviados por Dios, porque es Su deseo que nada
más que su palabra pura sea proclamada. Muchas veces ellos son engañados por su
propio vestido de oveja cuando en realidad son "lobos rapaces". Y lo son si están
conscientes o no de su enseñanza falsa. Amenazan al rebaño de Cristo, sus creyentes, con
daño y destrucción.

Jesús quiere enseñarnos que no es una cosa ligera desviarnos de Su palabra. La falsa
doctrina socava, debilita y destruye la vida espiritual. Que el Señor muchas veces lo
proviene, por pura gracia, para que no sea fatal, aún en los mismos falsas profetas, no es
el punto. En su amor Salvadora, el Señor busca preservar su palabra para nosotros y para
otros, esa palabra que él nos ha dado como el pan de vida, por medio de la cual la fe es
creada, nutrida y preservada para la vida eterna. Esa fe está en peligro cuando quiera la
palabra esté adulterada por omitir algo, cambiar algo, agregar algo o comprometer alguna
parte de ella. Por lo tanto, el Salvador nos exhorta a que nos guardemos contra los falsos
profetas, debemos detectarlos, reconocerlos por lo que son, guardarnos contra ellos, no
tener ningún compañerismo con ellos para que no suframos ningún daño espiritual por
medio de su actividad destructora. Si su mensaje erróneo se origina con ellos o si están
fomentando los errores de otros, no tiene importancia mientras persisten en ello e insisten
en promulgarlo.

Todos conocemos la exhortación general que Pablo anuncia en el último capítulo de


Romanos: "Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y
tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de
ellos" (Romanos 16:17). Notamos el solemne prefacio: "Mas, os ruego, hermanos" con
el cual Pablo comienza su petición de que los Cristianos en Roma notaran a aquellos que
causaban divisiones y ofensas en oposición de la doctrina que les había sido enseñado.
361

Ellos habían sido instruidos en la verdad Cristiana. Otra vez habían recibido instrucción
en esta epístola que Pablo les había escrito, en la cual presentó una discusión segura y
ligada de toda la doctrina Cristiana. De esta manera ellos podían vigilar a cualquier
persona que se desviaba de la doctrina que ellos no habían aprendido, y Pablo les animó a
hacerlo. Pablo no habla aquí de una persona que podría decir algo doctrinalmente
erróneo. No, antes pensaba en la persona que se aferraba al error y con ello creaba
divisiones. Usa el principio presente para destacar el hecho de que está advirtiendo
contra algo que estas personas practican habitualmente. Estas son las personas que se
deben evitar, y eso significa cesar todo el compañerismo Cristiano con ellos.

Que no está hablando del contacto social ni de los otros contactos comunes de la vida es
obvio de lo que dijo a los Corintios cuando ellos malentendieron su exhortación de que
no compartieran compañía con los fornicadores. Pablo escribió: "no absolutamente con
los fornicadores de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras;
pues en tal caso os sería necesario salir del mundo" (1 Corintios 5:10). No, Pablo,
cuando habla de evitar a los erroristas, se refiere a cualquier contacto que sería un
reconocimiento y expresión de compañerismo.

Aquellas personas que ponen en duda nuestra aplicación de esta exhortación inspirada a
todos aquellos que con persistencia se desvían de cualquier enseñanza de la palabra de
Dios probablemente se quejarían de que enfatizamos el versículo diecisiete de Romanos
16 pero no hacemos justicia al versículo siguiente que dice: "Porque tales personas no
sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y
lisonjas engañan los corazones de los ingenuos" (v 18). Al aplicar el versículo 17 a todos
los erroristas persistentes no tenemos ninguna intención de despreciar este versículo
siguiente. Miremos, no obstante, que no da una descripción mediante la cual la
exhortación de Pablo de marcar y evitar está restringido a una cierta clase de personas
que causan divisiones y ofensas contrarias a la verdadera doctrina. No tiene el propósito
de decirnos quienes debemos marcar y evitar. Pone ante nosotros el juicio y evaluación
de Dios mismo sobre todos que El quiere que evitemos, sea todos los erroristas
persistentes. Dios quiere que sepamos que en el asunto de adherirse al error y
promulgarlo están escuchando a su propio corazón, sus propios deseos - eso es lo que
quiere decir con el vientre - en vez de servir al Señor Jesús, si están plenamente
conscientes de ello o no. No podemos tener compañerismo con ellos como si la suya y la
nuestra fuera una causa común. Todos los que siguen tal errorista y comparten su
confesión ayudan a extenderlo. Ellos, también hacen imposible que los reconozcamos
como hermanos Cristianos.

San Juan, el apóstol del amor fraternal, da el mismo consejo e instrucción en su epístola
inspirada. En 2 Juan 9-11 escribe: "Cualquiera que se extravía y no persevera en la
doctrina de Cristo, no tiene a Dios....si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no
lo recibáis en casa ni le digáis ¡Bienvenido! Porque el que le dice ¡Bienvenido! participa
en sus malas obras". Cuando San Juan habla de recibir tal hombre en su casa y de darle
la bendición de Dios, no está hablando de un saludo común, tal como ofrecemos a todos
los hermanos, sino una recepción y saludo que involucraría un reconocimiento de él
como un hermano Cristiano, en otras palabras, una expresión del compañerismo
362

Cristiano. Aquí, otra vez, nos recuerda que el compañerismo Cristiano es un concepto de
unidad. Están involucradas todas sus implicaciones aun cuando es expresado al saludarlo
o invitarle en la casa.

El que comparte el compañerismo con un defensor de la doctrina falsa participa en sus


obras malas. En más de una manera se hace partícipe de sus obras malas (Hardt, op. cit.,
p520). Peca contra el Señor, por ser indiferente a Su mandato. El Señor dice: "Miraré a
aquel que es pobre y humilde de espíritu" (Isaías 66:2). Peca contra la iglesia porque da
ofensa a los miembros al hacerles creer que una doctrina es tan sana como la otra
haciéndoles indiferentes. Peca contra los falsos maestros al fortalecerles en su
convicción de que poseen la verdad, en vez de ayudar por testificar contra su error con
toda humildad. Peca contra su propia alma porque expone a sí mismo a la influencia
corruptiva del error, la cual jamás se queda estática sino que siempre se extiende. En 2
Timoteo 2:17 Pablo dice de la enseñanza falsa de Himeneo y Fileto, "su palabra
carcomerá como gangrena".

De todo esto vemos que en el asunto de la expresión externa del compañerismo Cristiano
hay dos principios Cristianos para guiarnos, la gran deuda de amor que el Señor quiere
que paguemos al hermano débil, y su clara exhortación de evitar aquellos que defienden
la falsa doctrina y práctica juntamente con ellos que participan en sus malas obras. El
reconocimiento consciente de ambos principios nos llevará a una práctica evangélica
también al confrontar cualquier situación difícil que podría surgir, situaciones que,
apropiadamente, caen en el campo de la causistria.

Podemos aprender esto de la manera en que trató Pablo el problema en Tesalonia, al cual
ya nos hemos referido. A pesar de la instrucción y amonestación de Pablo algunos de los
miembros de la iglesia no querían abandonar sus falsas opiniones acerca de la proximidad
del regreso de Cristo y comenzaron a poner en práctica sus presunciones por abandonar
sus empleos. Note que Pablo no considera esto un punto de doctrina y vida sin
importancia. Cuando Pablo envió su primera epístola a Tesalonia, esta desorganización
ya había comenzado y por lo tanto escribió: "Procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en
vuestros negocios y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a
fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de
nada" (1 Tesalonicenses 4:11). De la misma manera dijo: "Os rogamos, hermanos, que
amonestéis a los ociosos" (1 Tesalonicenses 5:14). Pero estos entrometidos no hicieron
caso a la instrucción y amonestación de Pablo, y por lo tanto se extendió su conducta
desorganizada. Por esta razón, Pablo fue constreñido escribir en su segunda epístola:
"Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis
de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de
nosotros...si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo,
y no os juntéis con él, para que se avergüence. Mas no lo tengáis por enemigo, sino
amonestadle como a hermano" (2 Tesalonicenses 3:6,14,15).

Pablo todavía no está dispuesto a recomendar un rompimiento total de las relaciones de


compañerismo. Aún cree que los ofensores no se han endurecido, y tiene la esperanza
que ellos pueden ser llevados al arrepentimiento cuando se dan cuenta de la seriedad de
363

su comportamiento. Mas, en este momento, su compañerismo debe ser restringido a una


última amonestación fraternal administrado por el acto de apartarse de estos ofensores.
Los hermanos deben marcar a cada ofensor con el propósito de no asociarse con él. Una
vez más, Pablo habla aquí estrictamente de la vida eclesiástica, habla de un tipo de
asociación que es una expresión del compañerismo Cristiano, tal como la oración o el
culto unido. Tal abandono debe poner en duda la relación fraternal para que él se dé
cuenta de que si persiste la congregación será compelida a separarse de él completa y
concluyentemente, y dejarán de considerarlo como un hermano Cristiano.

¡Qué Dios nos dé a todos una medida abundante tanto del mismo amor que Pablo tenía
para con sus hermanos como de su fidelidad al Señor y a su palabra salvadora!

[Este ensayo fue leído ante dos convenciones del distrito del Sínodo Evangélico Luterano
Unido de Wisconsin y otros Estados, el Decimonoveno Convención Bianual del Distrito
Dakota-Montana, en Mobridge, Dakota del Sur, 8-10 junio, 1954, y la Decimonovena
Convención bianual del Distrito de Nebraska en Stanton, Nebraska, 15-18 junio, 1954.
Fue publicado en el Quartalschrift (Vol. 51, octuber, 1954) pp 258-291. El Profesor
Lawrenz enseñó en el Seminario Luterano de Wisconsin 1944-1982.]

Para más información sobre la doctrina del compañerismo, ver lo siguiente:

Bitter, D.F., "The Ecumenical Movement and Its Effect on Lutheranism in America,"
Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 59, octubre, 1962), pp 230-280.

Balge, R., "Christian Fellowship in Principle and Practica," Five Conference Essays,
1984.

Brug, John. "Working Together for the Truth - The Biblical Concept of Fellowship",
Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 83, verano, 1986), pp 168-183.

Commission on Inter-Church Relations (WELS), "An Evaluation of The Nature and


Implications of the Concept of Fellowship", Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 80,
invierno, 1983), pp 61-69.

Fredrich, E.C., "Wisconsin's Interchurch Relations in the Early Years", Wisconsin


Lutheran Quarterly (Vol. 73, abril. 1976), pp 83-104.

Fredrich, E.C., "Wisconsin's Interchurch Relations in the First Third of This Century",
Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 74, enero, 1977), pp 36-53.

Fredrich, E.C., "Interchurch Relations in Recent Years", Wisconsin Lutheran Quarterly


(Vol. 74, julio, 1977), pp 234-249.

Gawrisch, Wilbert, "Romanos 16:17,18 and its Application to Individual Fellowship"


Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 77, octubre, 1980), pp 248-269.
364

Janke, Martin, "The WELS and the LCMS", Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 83,
otoño, 1986), pp 250-257.

Lawrenz, Carl, "The Doctrine of Confessional Fellowship" Wisconsin Lutheran


Quarterly (Vol. 82, primavera, 1985), pp 83-94.

Lawrenz, Carl, "The Historical Background and the Comparison in Thought of the
Biblical Commands en Matthew 18:17, Romans 16:;17, 18, 2 Corinthians 6:14, Essay.

Lawrenz, Carl, "WELS Efforts at Confessional Fellowship with the German Lutheran
Free Churches", Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol, 75, enero, 1978), pp 7-43.

Lehninger, Max, "The Brief Statement of the Missouri Synod and the Declaration of the
A.L.C. as the Doctrinal Basis for Church-Fellowship" Theologische Quartalschrift (Vol.
36, abril, 1939), pp 81-96.

Lillegard, Geo., "Modern Ecumenism and Cooperation in Externals", Quartalschrift (Vol.


56, octubre, 1959), pp 233-250.

Meyer, John P., "Do the Recent Declarations of the A.L.C. Warrant the Establishment of
Fraternal Relations?" Theologische Quartalschrift (Vol. 36, octubre, 1939), pp 249-278.

Meyer, John P., "2 Thessalonians 3:14,15", Quartalschrift (Vol. 54, enero, 1957), pp 14-
27.

Meyer, John P., "Worship", Part V: "Joint Prayer", Theologische Quartalschrift (Vol. 38,
abril, 1941), pp 107-115.

Schaller, E. "Concerning Christian Brotherhood and Christian Fellowship" Quartalschrift


(Vol. 45, abril, 1948), pp 87-97.

Schuetze, Armin, "The WELS and the LCMS - Where are we Now?" Wisconsin Lutheran
Quarterly (Vol. 85, otoño, 1988), pp 261-286.

Schumann, W., "Romanos 16:17,18", Theologische Quartalschrift (Vol. 38, octubre,


1941), pp 260ss.

Sitz, E. Arnold, "Observations on Ecumenicity", Quartalschrift (Vol. 51, enero, 1954), pp


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WELS Pamphlets, "Fellowship Then and Now", 1961. "Your Blessed Fellowship in
Christ".
365

Zich, August, "Lutheran Solidarity", Theologische Quartalschrift (Vol. 34, enero, 1937),
pp 26-40.
366

Dios ha mandado el ministerio público de la palabra. No obstante, ha dejado a la


discreción de la iglesia las formas en que practica ese ministerio. Aquellos que afirman
que Dios instituyó el oficio pastoral y que esta es la única forma de ministerio ordenado
por Dios no enseñan de acuerdo a las Escrituras. La idea de que el pastorado fue
ordenado por Dios ha perturbado a la iglesia Luterana durante todo el siglo veinte.

En el siguiente ensayo el Profesor J. Schaller presenta la enseñanza bíblica acerca de la


origen y desarrollo del ministerio en el Nuevo Testamento.

ORIGEN Y DESARROLLO DEL MINISTERIO

EN EL NUEVO TESTAMENTO

Entre nosotros no puede haber ninguna duda acerca de la verdadera esencia del ministerio
en el Nuevo Testamento. Cristo dio a Sus discípulos una sola comisión. Por lo tanto,
también ha establecido un sólo oficio, un ministerio, en la iglesia, el ministerio de la
predicación del evangelio. Resume su voluntad en las palabras, "Id por todo el mundo y
predicad el evangelio a toda criatura" (Marcos 16:15). Esa misma comisión se encuentra
en Mateo 28:20: "enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado",
solamente la persona que no conoce el evangelio de Cristo caerá en el error de considerar
estas palabras como unos preceptos éticos similares a lo que encontramos en el Sermón
del Monte.

Según Juan 1:17 la predicación de Jesús es gracia y es verdad, en contraste con la


predicación de Moisés. Puesto que El envía a Sus discípulos con la misma comisión que
El recibió de Su Padre (Juan 20:21), nada más les pudo ser confiados sino la predicación
de gracia y de verdad. Por lo tanto, Pablo describe esta predicación en particular como el
ministerio que ha sido establecido e instituido como un resultado de la reconciliación de
Dios (2 Corintios 5:18ss). Contrasta explícitamente el ministerio del Nuevo Testamento,
como el oficio del Espíritu con el ministerio de la predicación de la condenación, la cual
fue promulgada por Moisés (2 Corintios 3:6ss). Si el Nuevo Testamento es el pacto de
gracia y de la reconciliación en Cristo, entonces el ministerio del Nuevo Testamento no
trata nada más sino este mismo evangelio.

Debemos mencionar aquí que este ministerio del Nuevo Testamento, la predicación de la
reconciliación en Cristo, no comenzó con la llegada del Hijo de Dios en la carne.
Llamamos la proclamación acerca de la simiente de la mujer el Protevangel porque Dios,
por medio de esta breve palabra ofreció al hombre la plena salvación en Cristo. Allí
colocó al lado del antiguo pacto de la ley el nuevo pacto de la reconciliación y de esta
manera sin hacer nada más estableció el ministerio de la reconciliación entre los hombres.

Eso es evidente aun en el breve recuento de la época primitiva. Si alguien tal vez dudaría
que los sacrificios de las primeras personas fueran relacionados con la promesa original,
solamente una exégesis muy superficial puede negar que Génesis 4:26 indica la
predicación del evangelio cuando dice, "Entonces los hombres comenzaron a invocar el
nombre de Jehová". Los creyentes no comenzaron a orar fervientemente en ese
367

momento. Ese "invocar" de que habla aquí debe haber ocurrido públicamente,
festivamente como sucede en nuestros cultos públicos. Mas eso implica una predicación
como dice Lutero, y su contenido fue en el nombre del Señor, el Dios del pacto, el Dios
de la promesa - en breve, el evangelio del Cristo venidero.

Los informes de la predicación de Abraham y Jacob son similares (Génesis 12:8; 21:33;
33:20 [literalmente, Jacob "lo llamó (el altar) el Dios de Israel"], sin mencionar la
presunción de que los patriarcas inmediatamente compartieron con sus familias las
promesas que recibieron mediante una revelación de Dios. De esta manera llevaron a
cabo la predicación de la redención. Moisés inicia una nueva línea de profetas cuyo
ministerio principal, hasta la época de Malaquías, era predicar este mismo mensaje.

Es la misma naturaleza del evangelio que es una predicación. Es una palabra, la palabra
de Dios y la palabra de Cristo, la palabra de la reconciliación, que Dios ha puesto en
nuestro medio (2 Corintios 5:19), que está cerca a los justificados, sea, en su boca y en su
corazón (Romanos 10:8). En cuanto el creyente abraza el evangelio en su corazón, para
él es la palabra de Dios, algo objetivo para él, un mensaje al cual debe aferrarse
continuamente. En cuanto pone este evangelio en su boca, no obstante, es
inmediatamente el mensaje de Dios a otros a través de los creyentes; por eso se llama
evangelion, las buenas noticias.

Un evangelio no predicado sería una contradicción de términos. Donde hay evangelio,


está allí como un resultado de la predicación. La Biblia es palabras, Dios predicando a
las personas que la lee. En el bautismo y la Santa Cena el evangelio no es la acción con
el elemento externo, sino la palabra que se habla con ello. Por lo consiguiente, el
evangelio y la predicación son conceptos que son tan inseparables como una madre y su
hijo. El uno implica el otro. Estrictamente hablando el ministerio del Nuevo Testamento
está depositado, por el evangelio mismo y fue instituido por Dios mediante el evangelio
cuando Él lo reveló.

De esta manera las Escrituras enseñan que aquellos que han abrazado el evangelio en fe
se hacen predicadores por medio de la fe que poseen. La palabra está cerca, sea en su
boca y en su corazón, dice Pablo. La fe y la predicación van juntos. Creemos, por lo
cual hablamos (2 Corintios 4:13). Por lo tanto no es una apelación apostólica especial
cuando Pablo y Juan declaran ante el concilio, "Juzgad si es justo delante de Dios
obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos
visto y oído" (Hechos 4:19,20). En el próximo incidente similar Pedro dice, "Es
necesario obedecer a Dios antes que a los hombres". Explica su motivo por obediencia a
Dios en estas palabras, "Nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el
Espíritu Santo el cual ha dado Dios a los que le obedecen" (Hechos 5:29,32). El Espíritu
Santo, el cual es dado mediante el evangelio, mediante ese mismo evangelio produce
testigos: por medio del evangelio crea predicadores del evangelio. Y eso, ciertamente, es
un efecto inevitable que Dios desea y por lo tanto logra en cada caso.

Eso está enseñado en un pasaje hermoso de Pedro que testifica que los creyentes son una
generación escogida, un sacerdocio real, un pueblo santo, una nación que pertenece a
368

Dios con el propósito de que manifestaran las alabanzas de Aquel que les llamó de la
oscuridad a su luz maravillosa (1 Pedro 2:9). Dios crea sus Cristianos para Sí de tal
manera que ellos, motivados por su naturaleza, predican el evangelio. Quienquiera no es
un predicador del evangelio, no pertenece al pueblo escogido, porque es una función de
esa nueva naturaleza deseado y ordenado por Dios que el creyente proclama el evangelio.

Así sucedió que el nombre del Señor fue predicado en la época primitiva y que los
patriarcas también proclamaron el evangelio. En ese tiempo, según todos nuestros
conocimientos nadie recibió una comisión de Dios para predicar públicamente, y no
obstante el ministerio de la predicación fue llevado a cabo. El ministerio de la
predicación fue dado juntamente con el evangelio. Nadie puede oponerse aquí diciendo
que debemos asumir que Dios explícitamente llamó a las personas que proclamaron la
palabra en ese momento y les comisionó para el ministerio. En primer lugar, en la
teología las presunciones no basadas en una declaración bíblica no pueden producir una
conclusión confiable. Además, las Escrituras enseñan, como indicamos anteriormente,
que se levantarán predicadores del evangelio aún sin una comisión especial.

Eso está confirmado por un ejemplo en Hechos 8. Los Cristianos en Jerusalén habían
sido esparcidos por toda Judea y Samaria por causa de la persecución conectada con el
asesinato de Esteban. De ellos nos dice, "Los que fueron esparcidos iban por todas partes
anunciando el evangelio" (Hechos 8:4). Estos eran miembros comunes de la
congregación, Felipe, siendo uno de ellos. Ellos no preguntaron si tenían permiso para
predicar; llevaron a cabo el ministerio del Nuevo Testamento en base de su llamamiento
como Cristianos, como algo que fue su responsabilidad.

Por esa razón no podemos estrictamente hablando, hablar sobre el derecho de predicar el
evangelio, como si esta actividad de la vida espiritual no fuese permitido a cada individuo
Cristiano hasta que reciba una comisión o permiso para hacerlo. Con un "derecho" igual
se podría limitar la actividad de la oración diciendo que solamente es permisible
practicarla cuando uno ora de acuerdo con otros. Tanto el uno como el otro pertenece al
Segundo Mandamiento. La oración y la predicación del evangelio son asuntos morales, y
como tales se encuentran en el mismo nivel. Para los Cristianos, en todos los aspectos de
su santificación e igualmente en cuanto a la predicación del evangelio, sea el
cumplimiento del ministerio del Nuevo Testamento, están a lugar no las restricciones y
los controles sino las amonestaciones y exhortaciones a una actividad más ferviente.

Es sin duda en ese sentido que el Señor quiso dar su comisión de predicar; predicar el
evangelio a toda criatura; haced discípulos de todas las naciones por predicarles, seréis
mis testigos; etc. Como ya hemos visto, el ministerio del Nuevo Testamento no fue
establecido; ya que es una institución de Dios que fue dada inmediatamente en conexión
con la primera revelación del evangelio de Cristo. El Salvador mas bien da estos
mandatos en el mismo sentido que da otras explicaciones de la santa voluntad de Dos y
las amonestaciones a ponerla en práctica. En cuanto a la naturaleza de los mandatos no
importa el hecho de que la predicación del evangelio tiene que ver con la salvación de
pecadores mientras las otras actividades morales de los Cristianos tienen que ver
principalmente con asuntos temporales.
369

Si uno quisiera concluir del mandato real del Señor que El instituyó y creó el ministerio
del evangelio como algo nuevo, entonces no solamente tendría que negar que
anteriormente el mismo ministerio fue llevado a cabo durante los primeros cuatro
milenios del mundo para la salvación de los pecadores sino también el hecho de que la
actividad profética de Cristo era el ministerio del evangelio. Además tendría que llegar a
todo tipo de conclusiones raras: Cuando Pablo amonestó a los padres a levantar a sus
hijos en la disciplina y amonestación del Señor, estaba estableciendo la educación
Cristiana como una nueva institución; cuando amonestó a los casados a vivir en sus
matrimonios en una manera Cristiana estaba estableciendo algo nuevo; cuando amonestó
a los Cristianos que la palabra de Dios abundara en ellos, eso nunca debió haber sucedido
antes y no era la voluntad de Dios, etc. Tal como no podemos aceptar estas conclusiones,
tampoco podemos considerar las palabras de Cristo aquí como la institución de un
ministerio que no existía antes y que sin este mandato especial ni siquiera pudo haber
sido establecido.

Alguien se opondría entonces alegando que la comisión de Cristo fue superflua. Pero
esta objeción no toma en cuenta la consideración del hecho de que las cosas que Dios
desea, por los cuales creó a Sus Cristianos, y por lo cual los Cristianos no han recibido
más mandatos divinos, no se hacen tal como se debe al menos que los Cristianos son
instruidos y recordados de ellos. En su estado de inocencia Adán no necesitó direcciones
sobre cómo servir a Dios y a su prójimo adecuadamente; ni siquiera fue necesario
recordarle de ello. Su perfección garantizó que por su misma naturaleza sabría y
entendería todo lo que Dios esperaba. Mas desde la caída en el pecado cada Cristiano,
día tras día, necesita aprender la voluntad de Dios. Puesto que lo aprendido una y otra
vez desaparece de su conciencia, continuamente necesita ser recordado de ello. Además,
su pecaminosidad continuamente impide que cumpla plenamente lo que conoce ser la
voluntad de Dios, y por lo tanto constantemente necesita la amonestación firme de no
dejar que su carne le gobierne.

Cristo reconoció esto cuando estaba aquí en este mundo. Por lo tanto, quiso enseñarles
sobre el hecho de que el evangelio como la palabra de redención que abraza a todos los
hombres está destinado a todos los hombres y que, por lo consiguiente, la predicación de
la palabra debería resonar por todo el mundo dondequiera viven los hombres. Deben
darse cuenta de que el impulso de sus corazones de predicar el evangelio con sus labios
corresponde perfectamente con su voluntad, que El les ha preparado para esa buena obra,
y que eso es en verdad la luz que ellos deben dejar brillar. Cuando la carne débil falla en
el esfuerzo y en el sacrificio, debe presentar esto a su viejo Adán como un mandato de
Dios para que su carne sea derribada y permitir que el impulso del Espíritu en ellos tenga
acceso libre. Pablo confirma este entendimiento de la comisión de Cristo en una manera
extraordinariamente clara. Escribe en 1 Corintios 9:16,17:

"Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta


necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio! Por lo cual, si lo hago de buena
voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad la comisión me ha sido
encomendada".
370

La necesidad de que habla obviamente no es algo externo. Es mas bien el impulso que
tiene a causa de ser un Cristiano creyente. Ay de él si no predica, porque entonces no
sería un Cristiano. Mas cuando está tentado ser renuente y deprimido acerca del
ministerio, vuelve al mandato y así silencia a su carne.

En cuanto al evangelio en la actividad de Pablo, él no ocupa una posición excepcional.


Cada Cristiano puede aplicar las palabras de Pablo a sí mismo personalmente. Siempre
hemos estado conscientes de esto y lo hemos demostrado en una manera práctica por el
hecho de que en nuestros festivales de misiones hemos usado estas mismas comisiones
como textos adecuados y los hemos predicado a nuestros miembros en conexión con
aquellos pensamientos de Pablo. Al hacer esto no estamos acomodando las palabras de
Cristo a nuestras circunstancias de una manera astuta. Al contrario, las hemos usado
exactamente en la manera que fueron intencionadas - como instrucción y amonestación.

Es claro de esto en que sentido hablamos de la institución divina del ministerio del Nuevo
Testamento. Es muy obvio que Dios desea la predicación del evangelio. Logró esto al
llamar a sus creyentes al compañerismo del evangelio, y de esta manera, sea mediante la
regeneración, les despierta a una nueva vida espiritual y les hace verdaderos predicadores
activos del evangelio. Los mandatos de Jesús no son la institución original del ministerio
del evangelio; comprueban el hecho de que había sido instituido. No pudo dar un
mandato de predicar si no tenía predicadores.

Miremos una analogía. Hablamos correctamente del matrimonio como una institución
divina, aunque no hay una sola palabra en las Escrituras que manda el matrimonio.
Encontramos miles de pruebas en la palabra de Dios testificando al hecho de que Dios
reconoce que el lazo entre hombre y mujer como algo bueno y de acuerdo a Su voluntad.
¿Cómo, entonces, instituyó Dios el matrimonio, y cómo establece aún ahora cada lazo
matrimonial individual? Después de que Adán había sido convencido mediante su propia
observación de que entre todas las criaturas vivientes no había ninguna otra igual a él,
con el cual podría unirse, Dios creó a la mujer y la colocó al lado de Adán cuando se
despertó de su sueño. Dios no dio ningún mandato porque no era necesario. Adán
reconoció a la mujer como algo que le perteneció, y la unión marital de los dos siguió en
una manera natural. Dios creó al hombre y a la mujer de tal manera que no había
necesidad de un mandato divino para efectuar su unión. El matrimonio fue instituido por
medio de la creación de dos personas moldeadas para el matrimonio.

El origen, la institución divina, del ministerio en el Nuevo Testamento ocurrió


exactamente de esta manera. Dios crea a los Cristianos de tal manera que es parte de su
misma naturaleza espiritual llevar a cabo su voluntad. Cuando más tarde expresa su
voluntad en palabras, tales palabras no producen predicadores. Al contrario, simplemente
demuestran como los predicadores creados que ya están allí ejecutan su comisión de una
manera que agrada a Dios.

No se puede decir por lo tanto, sin negar los hechos, que Dios instituyó el ministerio in
abstracto [en lo abstracto]. Podemos formar una imagen mental del ministerio, el
propósito que las Escrituras nos describen, una ilustración que se ajusta a cada caso
371

individual. Pero este ministerio nunca ha existido in abstracto igualmente como el


matrimonio nunca existió in abstracto. Estas cosas fueron creadas por Dios como algo
concreto, algo que puede ser comprendido.

Esto es, básicamente, nada más que la doctrina del sacerdocio espiritual. La iglesia del
Nuevo Testamento ha tomado este término para explicar la relación entre el creyente y
Dios de 1 Pedro 2:9. Este versículo expresa la verdad de que cada creyente puede
acercarse a Dios personalmente, sin un mediador terrenal, y al tratar con los hombres ha
de ejercer una función sacerdotal. Puesto que cada Cristiano es un sacerdote espiritual, el
tipo de sacerdote especial que Dios ordenó en el Antiguo Testamento encuentra aquí su
antitipo y por lo tanto ha sido abolido. Pero todo lo que se podía decir acerca de la
naturaleza de la responsabilidad del sacerdote del Antiguo Testamento ahora aplica a todo
creyente por virtud del hecho de que el Espíritu Santo le aplica este término. Cuando
dice en Malaquís 2:7, "Los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca
el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos" esto aplica no a
un cierto tipo en el tiempo después de Cristo sino a cada Cristiano. Ha de crecer en su
conocimiento de Dios y debe poseer la doctrina de Dios cada vez más perfectamente
(Colosenses 1:10; 3:10; Efesios 4:13ss). Se debe enseñar y amonestar mutuamente con la
palabra de Cristo (Colosenses 3:16) porque cada uno es el mensajero de Jehová (1 Pedro
2:9). En tal capacidad los sacerdotes del Nuevo Testamento han de juzgar las doctrinas
de otros (1 Juan 4:1) y son exhortados a pronunciar juicio sobre la doctrina falsa por
medio de la separación externa (2 Juan 10; Romanos 16:17).

En este mismo sentido, aquí podríamos señalar que las palabras que las Escrituras usan
para describir la actividad de los Cristianos de predicar, de ninguna manera indican una
forma específica o una plenitud de presentación. Kerussein, euvangelizesthai,
euvangellein, y otros términos similares son sinónimos porque la raíz de todas ellas se
encuentra en el hablar, proclamar y comunicar. En cuanto a las características especiales
que distinguen los términos entre sí, la única cosa que debemos considerar aquí es que el
término "evangelizar" al mismo tiempo incluye la idea de proclamar, hablar, comunicar
el evangelio. Con las otras palabras, lo que es comunicada debe ser determinado según el
contexto.

Debemos mencionar este hecho aquí puesto que el uso lingüístico ha reducido
significativamente el concepto de "predicación". Al escuchar esta palabra pensamos
primero y casi exclusivamente en un discurso evangélico formal, que procede de unos
puntos de vista particulares, que está desarrollado según un plan específico y que está
pronunciado en una reunión pública por una persona que haya sido designado para
hacerlo. Bajo la influencia del uso lingüístico es muy fácil caer en el error de
inmediatamente entender este concepto en su enfoque limitado en todos los versículos
bíblicos donde se usa el término "predicación del evangelio".

La facilidad con que se puede ser desviado puede ser ilustrado con un solo ejemplo. En
Hechos 20:7 nos dice que Pablo en Troas predicó en una reunión de discípulos y
prolongó su discurso hasta la medianoche. Esta extensa "predicación" ha impresionado a
la mayoría de los lectores de la Biblia, y de vez en cuando un pastor prolijo cuyos
372

sermones exceden el tiempo apropiado, ha ofrecido este ejemplo del apóstol, aunque uno
de sus oyentes se durmió con unos resultados trágicos.

No se menciona una sólo palabra, sin embargo, que da a entender que Pablo predicó un
sermón formal. Se describe su actividad como dialegesthai. Todo el mundo puede ver
que la palabra "dialogar" se deriva de esta palabra griega y que Lucas por lo tanto no
habla de un sermón como el que nosotros conocemos. Pablo ciertamente encabezó la
discusión en esa reunión, no, sin embargo en un discurso sin interrupciones, sino mas
bien en la forma de una conversación. Lutero tradujo la misma palabra en el versículo 9
como reden [hablar], y donde esta palabra en ocurre en el griego la intercambia,
traduciéndola como predicando, enseñando, hablando o discutiendo dependiendo de la
circunstancia (compare Marcos 9:34; Hechos 17:2; 18:4,19; 19:8ss; 20:7,9; 25:12,25;
Hebreos 12:5; Judas 9). Los versículos de Marcos 9:35; Hechos 24:12,25 y Judas 9
también demuestran que la palabra dialegesthai en sí no denota una predicación del
evangelio. No es, por lo tanto, un término técnico para el manejo del ministerio del
Nuevo Testamento. Hebreos 12:5 hace claro que el dialegesthai no tiene que ocurrir
públicamente sino que puede ser una referencia a una conversación privada.

Si por lo tanto, queremos tener un entendimiento correcto de las formas del ministerio tal
como las encontramos en la iglesia de todas la épocas, tendremos que librarnos del
pensamiento de que la única proclamación pública oficial es la predicación del evangelio.
Este falso punto de vista se traiciona inmediatamente cuando simplemente identificamos
el ministerio [Predigtamt] con el ministerio pastoral [Pfarrramt], aún cuando la clara
presentación de pensamientos exige algo diferente, como por ejemplo, si tomamos la
frase, "El ministerio [Predigtamt] es el único oficio [Amt] que Cristo ordenó en su
iglesia", y lo interpretamos sin más consideración como si hablase exclusivamente del
oficio pastoral. Nuestros estudios, los cuales han adherido estrictamente a lo que las
Escrituras presentan, de una manera incontrovertible demuestran que el ministerio, sea la
comisión de predicar el evangelio, es dada a cada Cristiano; que en la conversión le está
implantando no solamente la habilidad para predicar sino también el ímpetu; y el
evangelio por su misma naturaleza como un mensaje presupone esta actividad de
predicación y al mismo tiempo de acuerdo al efecto que tiene es una garantía que
ocurrirá.

¿Quién desea ser tan audaz como para limitar la manera en que se lleva a cabo el
ministerio a una sola forma de presentar la palabra de salvación, una forma que,
ciertamente, exige en una escala limitada? ¿Cuánto tiene que durar un discurso para ser
la proclamación del evangelio? ¿En verdad puede el Cristiano hablar del evangelio sin
llevar a cabo su oficio de ser un predicador de la reconciliación? ¿No es la palabra
hablada del evangelio en cada circunstancia una predicación adecuada del mismo? Si
esto no fuere el caso, ¿qué pasaría con nuestra afirmación de que Juan 3:16 es un breve
resumen de toda la predicación del evangelio? Si esta declaración ha de permanecer,
entonces cuando Cristo pronunció estas palabras, estaba predicando el evangelio; cuando
un Cristiano repite este versículo hoy, está predicando.
373

Estos pensamientos conllevan a que consideramos de una manera correcta las formas del
ministerio del Nuevo Testamento. De inmediato tenemos la impresión de que los
Cristianos no solamente son los predicadores de jure [por derecho] del evangelio, sino
que llevan a cabo este ministerio de facto [de hecho] en muchas maneras. Al hacerlo no
están limitados a ciertos tiempos sino que aprovechan cualquier oportunidad que se
presente. Cuando un trabajador Cristiano en medio de sus labores cotidianos responde a
un burlador con un testimonio claro, está participando en la predicación del evangelio,
porque ha dado testimonio al contenido del evangelio. Cuando los Cristianos en una
función social hablan en privado con otro invitado de los grandes hechos de Dios para la
salvación de los pecadores, aun si sea en una forma informal, está hablando del
evangelio, y la persona que lo comunica está participando en el ministerio. Cuando un
miembro de la familia o un vecino Cristiano que no es el pastor, sí, cuando una madre,
una hermana, una mujer Cristiana ofrece consuelo o perdón de pecados a un enfermo o de
alguna otra manera fortalece su paciencia al dirigir su mirada a la bondad de Dios,
nuestro Salvador, son sacerdotes y sacerdotal espirituales participando en el ministerio
del Nuevo Testamento. ¿O será que estas personas no están cumpliendo con las palabras
de Cristo de "Predicad el evangelio"?

Este no es algo que los Cristianos hacen exclusivamente en privado, sino con mucha
frecuencia es algo público. (El lector que se perturba con el "publico" usado en un
sentido general, puede mirar la nota en la página 490, donde se explica su sentido
técnico.) Para nuestros cultos congregacionales de alabanza hemos escogido una forma
litúrgica que actualmente compele a cada Cristiano a funcionar en el ministerio de la
predicación de una manera pública. En Colosenses 3:16 Pablo llama a los himnos
conjuntos de los Cristianos "enseñanza" y de hecho es enseñan la palabra de Cristo. Esta
es una manera en que los Cristianos pueden dejar que la palabra de Cristo more en ellos
en abundancia. Cuando, por lo tanto, el Cristiano participa con la congregación con los
himnos, está predicando la palabra de Cristo tal como se encuentra en los himnos.
Cuando toda la asamblea recita el Padrenuestro, la confesión de los pecados y el credo, y
cada caso para aquellos que participan del corazón, están participando en la predicación
público del evangelio.

En este aspecto el culto Luterano difiere de las asambleas religiosas de la iglesia Romana.
Entre nosotros la congregación participa activamente en la predicación del evangelio y de
esta manera continuamente ejerce su sacerdocio espiritual. Estamos tan libres en eso que
bajo ciertas circunstancias permitimos la predicación pública del evangelio inclusive por
parte de los niños. Tal vez no sea claro de inmediato a todos que en las clases de
catequesis, en las preguntas hechas a los confirmados, y en la promesa hecha por estos,
ellos de hecho están predicando la palabra de Cristo. [En el momento en que se escribió
este ensayo era costumbre en muchas congregaciones que el pastor diera las clases de
catequesis el domingo por la tarde en presencia de la congregación.] No obstante, no se
puede negar que en el culto de Navidad a cargo de los niños, estos pequeños también
proclaman las alabanzas del Señor. La congregación compuesta por los adultos se
regocija en esto e involuntariamente recuerda que Jesús explícitamente reconoce el
ministerio de la predicación por parte de los niños (Mateo 21:16).
374

No se puede negar que estas formas de predicación Cristiana son, hasta cierto punto,
sujetos a las opciones y la discreción de los Cristianos. Uno hace lo que, según las
circunstancias, y bajo la providencia de Dios puede tomar diferentes formas. No siempre
ha sido la costumbre que los niños predican en la Nochebuena. Es deber de los
Cristianos reconocer las oportunidades y cumplir con su llamamiento de ser predicadores
del evangelio.

La forma que el ministerio de la predicación toma en la familia puede ser un poco


diferente. Es obvio que está presente en el hogar Cristiano: los miembros de la familia
como Cristianos poseen el oficio del ministerio. De la misma manera, es obvio que este
ministerio está ejercido en cada devocional, o cuando se evidencia en el entrenamiento de
los niños la disciplina y la amonestación del Señor, y por ende el uso del evangelio.
También es cierto que el padre de familia tiene un llamamiento especial para dirigir las
devocionales y llevar a cabo esta predicación formal del evangelio, y según Efesios 6:4
los padres en particular tienen el deber de aplicar la palabra de Dios a su entrenamiento
de los hijos. Puede parecer, por lo tanto, que esta es una forma de ministerio ordenado
por Dios.

El que investiga más, se dará cuenta que esta, al igual que la predicación a un enfermo,
está ocasionada por las circunstancias y oportunidad; no ocurre mediante una institución
divina especial relacionado con el ministerio. Tanto Pablo como Cristo enseñan
claramente (Marcos 10:1-9; 1 Corintios 11:7,8), que el matrimonio es un arreglo natural
que existía antes del evangelio. Todas las relaciones de autoridad en la familia no
dependen del evangelio sino que también son evidentes entre los incrédulos y paganos;
cuando añadimos el evangelio, no cambia el orden natural, sino que lo penetra y lo
santifica, y lo pone a su servicio. La cabeza de la familia instruye y enseña a su esposa e
hijos, y lo hace como su derecho natural; es su derecho bajo todas las circunstancias.
Cuando él proclama el evangelio, lo hace como un Cristiano que al mismo tiempo es
cabeza de la familia.

Ocurre lo mismo con la actividad de los padres en la crianza de sus hijos y de los hijos
sometiéndose al control de sus padres. Que los padres Cristianos cumplen con el
entrenamiento de sus hijos a la luz del evangelio es el resultado de la combinación de su
derecho natural de criarlos con su llamamiento como Cristiano a predicar el evangelio.
No obstante, Efesios 6:4 no excluye el hecho de que los niños, en ocasiones, pueden
consolar a su padre o a su madre, según las circunstancias, con el ministerio de la
predicación.

De todo esto, debe ser claro que Dios no ha dado ningún mandato específico acerca de la
hora, la persona y la forma de predicación en cuanto a la gran mayoría de situaciones que
exigen una predicción del evangelio. Dios quiere que el evangelio suena con fuerza en el
mundo para la salvación de los pecadores. Por esta razón El da a los Cristianos, quienes
han sido llamados y equipados para predicar, todo tipo de oportunidad para cumplir con
la comisión de su Señor, dándoles suficiente oportunidad a cada uno para predicar. De
esta manera la actividad de predicación por parte de los Cristianos cada vez asume una
forma que corresponde a las circunstancias. Este pensamiento obviamente resuena en las
375

palabras de Pablo en Filipenses 1:18, "Que no obstante, de todas maneras....Cristo es


anunciado". Las circunstancias que él describe en los versículos anteriores eran muy
únicas. Mas la razón para su gozo, algo en que él como Cristiano podía regocijarse, fue
el hecho de que tantos Cristianos que no tuvieron ningún llamamiento especial para
predicar (la mayoría de los hermanos y los miembros de la congregación que no eran
pastores) estaban proclamando el evangelio con gran valor. El encuentra que sus motivos
personales, en parte eran reprehensible, mas no la actividad en sí.

No obstante las Escrituras en verdad hablan de las formas especiales del ministerio
evangélico de la predicación, tanto antes del nacimiento de Cristo como después. En el
Antiguo Testamento las personas con llamamiento especial eran los "profetas" en el
sentido restringido de la palabra. En el tiempo después de la ascensión de Cristo, fueron
los apóstoles. Ni los profetas ni los apóstoles permiten el menor duda acerca del hecho
de que ellos recibieron su comisión directamente de Dios. Totalmente aparte del poder
convincente de su palabra, ellos probaron que eran los mensajeros especiales del
Todopoderoso mediante las señales y los prodigios. Entre nosotros puede ser tomado
como un hecho establecido que los profetas del Antiguo Testamento, por virtud de su
oficio, eran predicadores del evangelio, también por su llamamiento especial, y que no
predicaron ningún evangelio diferente al que tenemos (Gálatas 1:8). Su predicación, por
lo tanto, era en esencia el mismo que nosotros predicamos hoy.

Además, no es necesario probar que esta predicación no fue restringida a los profetas,
sino que los creyentes en Israel tomaron en serio exactamente lo que los profetas les
dijeron y lo promulgaron especialmente cuando los profetas habían recibido una
revelación mesiánica adicional. De esta manera llevaron a cabo su ministerio de
predicación, ya que Pedro tomó esa palabra gloriosa acerca del sacerdocio espiritual de la
boca de Moisés (Éxodo 19:6). De la misma manera Isaías (40:9) habla del Sion-
Jerusalén de su época como un predicador del evangelio. Además, se puede demostrar de
1 Reyes 18:4, Amós 7:14 y muchos otros versículos que los profetas que predicaron en
Israel no fueron llamados todos directamente de Dios, sino que al igual que nuestros
pastores sirvieron a las personas como maestros de la verdad de Dios según las
condiciones y los arreglos que prevalecieron en la iglesia en esa época.

Los profetas, en el sentido restringido del término, fueron las personas a quienes Dios dio
revelaciones directas y al mismo tiempo la comisión para proclamarlas públicamente.
Ninguna persona podía dar eso a sí mismo. Pero el hecho de que Dios estableció en la
iglesia del Antiguo Testamento un orden especial de profetas puede ser afirmado
solamente en este sentido que, ahora mirando atrás, vemos a los profetas inspirados como
un grupo relacionado. Cada profeta era, mas bien, en cada ocasión un regalo aparte de
Dios para la iglesia; vino con una comisión específica, predicó su revelación, y no dejó
ningún sucesor quien por virtud de su oficio siguió con su obra especial. En otras
palabras, Dios levantó estos profetas según las necesidades de la iglesia que El en su
sabiduría reconoció, y aun cuando progresivamente se llevaba a cabo Su plan de la
salvación, cada profeta individual era un miembro independiente en la cadena de
instrumentos por medio de los cuales Dios cumplía con su propósito. La obra especial
del profeta, sea, su oficio específico, cesó con su muerte. No pudo ser ni heredado ni
376

entregado a otro puesto que consistió de la proclamación de nuevas revelaciones. Es por


eso que todos los profetas vienen a nosotros en las Escrituras que han sido preservadas,
como individuos independientes, que no derivan nada el uno del otro. Ninguno cita al
otro como la fuente especial de su mensaje; de hecho, es muy raro que uno se refiere al
otro.

Mientras la actividad de estos profetas llamados e inspirados directamente por Dios


constituye una forma especial del ministerio ordenado por Dios, es, no obstante no menos
cierto que esta forma existió como el resultado de cierto acto especial por parte de Dios y
solamente por cierto lapso de tiempo. Evidentemente, la responsabilidad de los profetas
incluyó todas las responsabilidades del ministerio como todavía existe en la iglesia; no
originó como un elemento extraño. Por supuesto, esta forma del ministerio de ninguna
manera estaba en manos de los creyentes, sino que similar a otras formas en que fue
adaptada a las condiciones. Si esta adaptación se logra por Dios directamente o si se
logra por El indirectamente mediante la iglesia no viene en consideración en cuanto
concierne las pruebas de que todas estas formas no pertenecen a la esencia del ministerio.
Es cierto que la retención de la forma del ministerio tal como la encontramos en los
profetas no podría ser ni impuesto ni instituido dado a su misma naturaleza.

Encontramos un fenómeno similar en el apostolado. Pablo demuestra que las dos formas
del ministerio pertenecen a la misma clase cuando dice, "Edificados sobre el fundamento
de los apóstoles y profetas" (Efesios 2:20). Con estas palabras no solamente hace a los
apóstoles iguales en honor a los profetas, y vice versa, sino que también testifica que
fueron enviados por Dios de la misma manera para poner el fundamento sobre el cual se
edifica el templo de Dios (Compara Lucas 11:49). Si preguntamos al apóstol señalar la
diferencia entre su predicación y la de los profetas, nos daría una respuesta clara: "No
diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder"
(Hechos 26:22).

Tan pronto que damos cuenta de este paralelismo, nos damos cuenta no solamente de las
pequeñas diferencias insignificantes, sino de todas las similitudes entre los profetas y los
apóstoles. Recordamos que el título apóstol, en los primeros días de la iglesia Cristiana
de ninguna manera fue limitado a los Doce, sino que podía en su sentido original
(mensajero, embajador, delegado) ser una referencia a Cristo (Hebreos 3:1) y muy
probablemente fue usado comúnmente en referencia a aquellos predicadores que fueron
enviados en la obra misionera como un término para indicar la naturaleza de su oficio
(Hechos 14;4,14; ver 13:3. El versículo Romanos 16:7 probablemente significa aquellos
que fueron altamente respetados por los apóstoles. En los versículos de 2 Corintios 8:23
y Filipenses 2:25 la palabra apóstol no significa nada más que un mensajero enviado a
Pablo por parte de la congregación).

Jesús dio a los doce que El escogió y envió en su nombre este título oficial especial
(Lucas 6:13). Que esta fue una forma especial del ministerio del Nuevo Testamento está
indicado claramente por Pablo cada vez que él enfatiza que fue enviado para predicar el
evangelio. En cuanto al contenido de su predicación, no había ninguna diferencia entre
los apóstoles y los otros siervos de la palabra (ver 1 Corintios 3:5-9; 1 Pedro 5:1). Sí, su
377

testimonio no fue esencialmente diferente de el que fue confiado a todos los Cristianos
(Colosenses 3:16).

La unicidad de los apóstoles (Hechos 1:25; Romanos 1:5; 1 Corintios 9:2; Gálatas 2:8)
consistió en primer lugar, tal como con los profetas, en su llamamiento personal directo
(Hechos 1:2; Romanos 1:1; Gálatas 1;1; 1 Pedro 1:1; etc.) y en verdad fue un
llamamiento a un servicio muy especial en la iglesia y en el mundo. Estaba en juego el
hecho de que la palabra de la cruz debía ser predicado tan extensivamente y tan
prontamente como fuera posible. Por lo tanto, el Señor no quiso que estos hombres
escogidos no fueron restringidos por ciertas obligaciones en ciertas congregaciones, sino
que quiso que fueran libres para dirigir sus pasos dondequiera El les guiaba o por la
revelación directa o por darles condiciones favorables para poder viajar.

Esto, por supuesto, no debe ser entendido como si la obra misionera en general fue
prohibida para los otros Cristianos. El Cristiano de esa época no lo entendió de esta
manera (ver Hechos 8:4; 13:1); y si en nuestros días en el celo de su fe el Cristiano que
no está restringido por ningún lazo y tiene los medios necesarios para llevar el evangelio
libremente a los paganos, ¿quién podría prohibirlo? El hecho de que Jesús personal y
directamente hizo esta actividad de predicación la responsabilidad de los apóstoles no
abrogó ni abroga el llamamiento general dado a todos los Cristianos: "Id y haced
discípulos a todas las naciones".

Para los apóstoles, no obstante, como para los profetas, una distinción adicional era que
ellos podían hablar con autoridad. Eran hombres que recibieron su mensaje, tanto el
tema como las palabras directamente de Dios para que con relación al evangelio llegaron
a ser maestros con autoridad de la iglesia, sí de todo el mundo hasta el último día. Este es
el carácter distintivo del apostolado en comparación con el oficio de otros predicadores.
Desde la ascensión de Cristo, nadie en el mundo fuera de los apóstoles ha tenido esta
distinción.

Esta cualidad especial estaba relacionado no solamente con su predicación oral sino con
sus obras escritas. Sus relatos de la historia del evangelio y sus cartas para todos los
tiempos, juntamente con las sagradas Escrituras del Antiguo Testamento, son la única
fuente de toda verdadera doctrina. Son, por lo tanto, la fuente para todo el ministerio
general de la iglesia. Solamente por medio de los apóstoles brilló y todavía brilla la luz
del conocimiento de la gloria de Dios reflejado en la cara de Jesucristo (2 Corintios 4:6) y
quienquiera proclama otro evangelio contrario al evangelio que ellos predicaron, está
bajo la maldición de Dios (Gálatas 1:8ss).

De su llamamiento y entrenamiento personal, los apóstoles al igual que los profetas que
les precedieron, eran conscientes de su independencia en relación con las otras personas.
En ninguna parte leemos que uno buscaba del otro la confirmación de su doctrina. Rara
vez se refieren el uno al otro en sus cartas. En verdad, Pablo menciona su reunión con los
pilares de la congregación en Jerusalén, pero solamente después de enfatizar que no había
recibido el mensaje que predicaba de ningún hombre (Gálatas 1:12). En contraste con
esos pilares afirmó su llamamiento personal de tal manera que ellos le concedieron como
378

su responsabilidad particular la predicación a los gentiles (Gálatas 1:15ss; 2:9). Por tal
razón, en el concilio apostólico, Pablo, Pedro y Jacobo se presentaron como maestros
iguales en la iglesia, ninguno teniendo que aprender del otro algo sobre la naturaleza del
evangelio; y Pedro escribe a las iglesias que Pablo fundó sin hacer referencia a él.
Escribe como un hombre que viene con autoridad independiente (1 Pedro 5:12). Por lo
tanto, estos hombres, cada uno individualmente y no como miembros de una secta
especial o de un círculo cerrado, eran regalos especiales que Cristo dio a su iglesia
(Efesios 4:11) puesto que las circunstancias de la iglesia en ese entonces necesitaban que
el ministerio fuese dirigido de tal manera por hombres confiados con estos dones.

Aquí, de una vez, necesitamos entender que no se puede hablar de un oficio apostólico.
Nuestra iglesia siempre ha rechazado correctamente, en cada forma, la doctrina de la
sucesión apostólica. La comisión especial y la dotación especial que los apóstoles
recibieron en adición al ministerio común a todos los creyentes, o sea la que los hizo
apóstoles, era una posesión puramente personal y cesó con ellos. Cuando un apóstol
murió, con su muerte no terminó una parte del oficio apostólico, sino la comisión total
que convirtió a ese hombre en apóstol. Los apóstoles, en ninguna parte, no hacen
ninguna mención de una entrega de este apostolado a otros.

Si alguien piensa que versículos como 1 Timoteo 6:20 y 2 Timoteo 2:2 parecen dar esa
impresión, pasa por alto el hecho de que Pablo está hablando aquí del contenido del
mensaje apostólico y no una cierta forma del ministerio del Nuevo Testamento, y el
hecho de que él en verdad transmitió la doctrina de que habla a otros Cristianos de la
misma manera (1 Corintios 11:23; 15:3; etc.). Con la doctrina apostólica, que por
supuesto no es nada más que el evangelio, todos que la aceptan reciben, como
demostramos antes, la comisión de predicar, y produce en ellos la actividad
correspondiente, sea, el ministerio [Dienst, literalmente, el servicio] del Nuevo
Testamento. También hemos visto que este ministerio no es algo nuevo que primero
llegó al mundo por medio de los apóstoles. Además, lógicamente es tonterías decir que el
llamamiento divino directo y la dotación recibida directamente puede ser pasada del que
lo recibió a otros, ya que tal transferencia carecería de la característica principal de ser de
Dios. Es por eso que Elías no transfirió nada a Eliseo sino que basó el cumplimiento del
deseo que Eliseo había expresado en la revelación divina (1 Reyes 2:9-12).

Vamos a resumir lo que hemos visto al momento como la doctrina bíblica relacionada con
el origen y el desarrollo del ministerio en el Nuevo Testamento. El ministerio del Nuevo
Testamento [Predigtamt, literalmente el oficio de predicar] mejor llamado servicio
[Predigtdienst, literalmente, el servicio de predicar] comenzó con y mediante la primera
predicación del evangelio en el Paraíso y aparece dondequiera se comunica el evangelio.
El evangelio es una palabra que ha de ser predicada, e inmediatamente por el proceso de
la conversión hace que ellos que vienen a la fe por medio de ella se convierten en
predicadores. De esta manera cada creyente desde el comienzo del mundo es, según su
naturaleza espiritual, un predicador del evangelio no solamente de jure [por derecho] sino
también de facto [de hecho]. No hay nadie que tiene esta comisión de jure que no lo
lleva a cabo de facto. Dios no instituyó un ministerio in abstracto [en lo abstracto] sino
379

que continuamente crea el ministerio de la predicación [Predigtdienst] por medio de su


evangelio.

Viendo las necesidades de su iglesia, Dios en la época antes de Cristo, levantó a los
profetas, y después a los apóstoles, por medio de un llamamiento y una dotación directo,
inmediato y especial por medio del Espíritu Santo para que ellos pudieran llevar a cabo el
servicio de la predicación de una manera especial. Su actividad no era muy diferente de
la de todos los Cristianos. Ellos quisieron y fueron llamados a proclamar nada más sino
la palabra de la redención. Su ministerio difiere del de los otros creyentes solamente en
que ellos llegaron a ser tales cargadores de esa palabra que Dios les dio una revelación
aún más clara por medio de ellos e hizo que sus escritos fueran para todos los tiempos
una fuente de la verdad al cual están limitados todos los creyentes en cuanto llevan a cabo
su ministerio de la predicación. Ni lo profetas ni los apóstoles constituyen una orden
especial del comienzo de una secta especial dentro de la iglesia al cual fue dado
exclusivamente el ministerio. Esto para siempre sería el deber de todos los Cristianos y
de cada Cristiano individual hasta el fin del mundo. Donde no hay ningún Cristiano
creyente, no hay ninguna comisión de predicar. Pero donde hay un sólo verdadero
Cristiano, entonces no solamente es una persona investida con el ministerio, sea, uno que
tiene la comisión de predicar, sino uno que en verdad proclama las alabanzas de aquel
que le llamó a todos que tienen oídos para oír.

Con esto podríamos dar por terminado nuestro estudio sobre este tema. Entre nosotros no
existe ninguna diferencia de opinión acerca del hecho de que desde la conversión de
Pablo Dios no ha llamado a nadie más directamente y no ha comisionado a nadie para un
ministerio especial en la iglesia. Tal vez la descripción de varios dones carismáticos que
estaban presentes en la iglesia primitiva podría llevarnos a pensar que la persona que
poseía estos dones también había recibido una comisión directa. Pero es un hecho
establecido para todos nosotros que estos dones carismáticos cesaron, y todos los
llamamientos directos de Dios ciertamente cesaron. Cuando por lo tanto las Escrituras en
adición a los apóstoles también se mencionan a los profetas, pastores, maestros, ancianos
y obispos llevando a cabo el ministerio público, hay varias indicaciones que nos hacen
seguros de que estos hombres en verdad fueron llamados por Dios, pero por medio de los
hombres, mediante los Cristianos, mediante las congregaciones. Ahora, sin embargo, se
nos presenta esta pregunta: ¿Dios mando que estas formas del ministerio o cualquier otra
forma de ministerio fueran presentes en la iglesia? Si no, ¿cómo originaron?

Notamos aquí que solamente es posible hablar de la institución del apostolado en un


sentido impropio. Dios no mandó que fueran apóstoles, El creó los apóstoles y de esta
manera estableció ese ministerio especial. Consideramos también que en ninguna parte
del Nuevo Testamento podemos citar un mandato definido de que los Cristianos deben
establecer una forma particular del ministerio público en su medio. Mas, si uno desea
hablar de una institución, se debe ser capaz, por supuesto de citar el mandato de
institución. [Note que el Profesor Schaller está afirmando que ninguna forma particular
del ministerio público ha sido divinamente instituido.]
380

Al mismo tiempo debemos notar que las Escrituras claramente enseñan que es la
voluntad de Dios que haya un ministerio público y que las congregaciones Cristianas
tengan pastores y maestros quienes en nombre y por parte de la congregación cumplen
los deberes del ministerio de la palabra en su medio (ver las "Tesis de Thiensville" de
1932, Proceedings of the Forty-Second Convention. Ev. Luth. Synodical Conference of
North America, 1952, pp 142ss.) Se supone que la institución divina de por lo menos una
forma del ministerio público había sido establecido indirectamente. Ciertamente es un
empeño cuestionable tratar de establecer tal mandato divino, y por lo tanto un precepto
moral positivo por medio de la evidencia circunstancial. ¿Es la práctica de Dios en los
asuntos serios que afectan la salvación de nuestras almas directamente dejar a nuestra
razón una deducción en cuanto a un acto particular de la voluntad?

El Salvador no lo hizo así con el bautismo ni tampoco con la Santa Cena; allí tenemos
una institución clara. Ni tampoco en otros asuntos hacemos leyes en la iglesia donde las
razones para hacerlo podría parecer una manera de fortalecerlo. Las personas
verdaderamente evangélicas nunca han pensado en convertir en una institución el
lavamiento de los pies, una ceremonia mandada cuando el Salvador dijo de este acto,
"Vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros". Quienquiera se satisface
con una institución indirecta puede en base de las Escrituras Apostólicas probar
ampliamente una gran gama de ordenanzas como el recolector de ofrendas y de la
ofrenda dominical divinamente ordenada (1 Corintios 16), del oficio divinamente
instituido del limosnero (Hechos 6) del ministerio divinamente mandado de la diacona (1
Timoteo 3:11) de la institución divina del uso de las viudas para servicio a la iglesia (1
Timoteo 5), e inclusive de la institución divina de esclavos Cristianos (Colosenses 3:24;
Filemón; etc.) y podríamos citar muchos otros ejemplos.

Quien no está de acuerdo con tales conclusiones porque en verdad no existe tal mandato
de Dios para tales asuntos, tampoco se atreve llegar a la conclusión de que Hechos 14:23
o de Tito 1:5, por ejemplo: Es un mandato divino de que cada congregación tenga
ancianos o obispos. Tal conclusión, además, tendría poco uso para nosotros puesto que
no tenemos ninguna información acera de como organizaron el ministerio de las
ancianos, exactamente lo que hicieron los obispos, cuántos ancianos y obispos tenía cada
congregación, etc; en breve nos colocaríamos en una situación precaria de tener un
mandato divino sin saber exactamente que está requerido de ello. En verdad, ni siquiera
podríamos refutar la conclusión falsa de que los apóstoles o los discípulos de los
apóstoles o por lo menos los pastores podrían nombrar a los ancianos, obispos y
predicadores para las congregaciones.

Por encima de todo, en el intento por probar por medios indirectos que en el Nuevo
Testamento ciertas formas del ministerio público [Predigtdienst] han sido ordenados por
Dios no se ha tomado suficiente precaución de no probar demasiado de los versículos
bíblicos que se citan. Brevemente nos referimos a Hebreos 5:4, donde algunos suponen
que tenemos una referencia a la institución divina de una forma particular del ministerio
público, el oficio pastoral. Pero este versículo de ninguna manera trata el ministerio
específicamente, sino que habla del oficio sacerdotal de Cristo y de su tipo. Ni tampoco
habla de la institución de este oficio, sino el llamamiento a ello; y si en verdad algo
381

podría ser probado con este versículo, sería el hecho de que un pastor oficial del
evangelio debe ser llamado de la misma manera en que Aarón fue llamado, sea,
directamente. También citamos la pregunta de Pablo, "¿Son todos maestros?" (1
Corintios 12:29). Pero si se dice algo aquí acerca de una institución que debe ser
cumplido, entonces las otras preguntas escritas allí tendrían la misma fuerza, y de repente
tendríamos la doctrina del oficio del apóstol, el oficio del obrador de milagros, el oficio
de hablar en lenguas que estarían establecidos en la iglesia para todos los tiempos con un
mandato de que sean perpetuados.

Sobre todo, no obstante, se busca apoyo en Hechos 20:28, "En que el Espíritu Santo os ha
puesto por obispos"; 1 Corintios 12:28, "Y a unos puso Dios en la iglesia" y Efesios 4:11,
"Constituyó a unos apóstoles" etc. Esta línea de argumento tiene muchas debilidades. El
hecho de que Dios ha colocado las personas mencionadas en su oficio es muy lejos de
probar que existe un mandato divino para comisionar otras personas para el mismo oficio.
Pero si este entendimiento de estos versículos fuera correcto, entonces de inmediato la
conclusión sería que Dios ordenó no una sola forma de ministerio público, sino muchas
formas diferentes; y estaríamos obligados a tener en cada congregación no solamente
obispos y ancianos sino también apóstoles, profetas, pastores y maestros ya que los
versículos no contienen absolutamente nada para indicar que los oficios mencionados
debían ser continuados solamente por poco tiempo.

Lo único que podemos probar en relación con esa pregunta es el hecho muy importante
de que Dios reconoció a los obispos, ancianos, pastores y maestros quienes admitimos
fueron escogidos por las congregaciones, como siendo divinamente llamados, como
dones dados por Dios a la congregación. Esto también llega a ser obvio cuando
comparamos los verbos usados: Hechos 20:28 y 1 Corintios 12:28 dicen, "Os ha puesto
[etheto] y no obstante en Efesios 4:11 leemos, "Constituyó unos" [edoken]. En cuanto los
versículos son paralelos, tenemos según esta explicación del Espíritu Santo mismo que el
verbo "poner" se debe entender no como la institución de los oficios mencionados in
abstracto, no por lo tanto un mandato de Dios para establecer tales oficios, sino del poner
o dar a las personas individuas que cumplen la actividad indicada por el título de su
oficio.

Se ha hecho el intento de probar la institución divina de ciertas formas del ministerio


público del hecho de que Dios en verdad ha dado regulaciones detalladas para el manejo
del oficio en la congregación y en cuanto a las características de las personas que están
puestas en los oficios congregacionales. Pero esta conclusión, también, carece de la
fuerza persuasiva necesaria. Quienquiera examina cuidadosamente la fuente de los
requisitos de los obispos mencionados en 1 Timoteo 1, Tito 1 y Hechos 20 pronto
reconocerá que no tienen nada que ver con el evangelio sino que simplemente contienen
aplicaciones de principios morales para dicha situación. Lo que es requerido de los
obispos es requerido en parte de cada ser humano y en parte de todos que tienen que
cumplir una responsabilidad importante en el mundo. En resumen no dicen nada más sino
que para la obra de Dios solamente deben escoger tales hombres adecuados para ellos con
respecto a sus talentos y carácter y que deben ser fieles y sin ofensa en la dispensación de
sus deberes.
382

Pablo no hace nada más aquí con respecto al oficio del obispo que indicar unas normas
apropiadas para la organización que ya existía para poder juzgar las calificaciones
intelectuales y morales de las personas en cuestión. Con esto reconoce los arreglos como
legítimos ante Dios, sin decir que han sido instituidos por Dios en esa forma. Hace lo
mismo aquí que hace en otras partes cuando explica la relación entre los amos Cristianos
y los esclavos en la luz de los morales apropiados, sin hacer que fuese posible que
alguien probara que Dios ha establecido la esclavitud como una institución. De la misma
manera demuestra claramente en Romanos 13 que Dios no ha establecido ninguna forma
específica del gobierno: mas donde el gobierno existe, cualquier sea la manera en que
fue establecido o la forma que las personas bajo la guía de Dios han escogido, tal
gobierno es ordenado por Dios.

De esta manera llegamos a la conclusión indisputable de que Dios puede reconocer algo
que ha sido establecido bajo su dominio invisible y también según las decisiones
humanas. No se puede inmediatamente inferir de esto que existe un mandato divino
formal, una institución divina para esta forma cambiante. Cuando seguimos aferrando la
verdad de que cualquier predicación del evangelio es una forma del ministerio del Nuevo
Testamento, veremos claramente como estas formas llegaron a existir sin un mandato
especial de Dios y luego fueron reconocidos por él.

Tan pronto que un grupo de Cristianos se reúne como tal en cualquier forma y en
cualquier lugar y la congregación puede ser reconocido de esta manera, no cambia la
responsabilidad para predicar que tiene cada Cristiano como un creyente. El hecho de
que un número de Cristianos se han reunido hace necesario la confesión mutua y la
edificación mutua. De esto surge una obligación para todo el grupo, el cual no tiene el
Cristiano individuo: a causa de su propia necesidad debe hacer provisiones para dejar
sonar la palabra de Cristo en la reunión. Que esto suceda es esencial; como sucede es
incidental y depende de las circunstancias y la oportunidad de la congregación. Entre
nosotros, por lo general la congregación delega la responsabilidad de la predicación
regular a una sola persona, la cual también debe dirigir los cultos públicos y servir a los
miembros de la congregación con la palabra según sus necesidades. Estas cosas pueden
ser arregladas de otra manera puesto que el pastorado, en la forma que es familiar a
nosotros, probablemente no existía en la época de los apóstoles.

Si la congregación se enfrenta con la responsabilidad de velar por la educación de sus


hijos en un manera que agrada a Dios, nombra a un maestro en el colegio como un
predicador del evangelio y le instruye en la manera de administrar su oficio sagrado. De
la misma manera comisiona a las personas para entrenar a los jóvenes en las
universidades y seminarios para servicio en las congregaciones, educándoles de manera
especial en la doctrina divina y de esta manera desarrollando el ministerio.

La extensión del evangelio fuera de los grupos afiliados de Cristianos no podría hacerse
adecuadamente si los Cristianos no se unieran para recoger los medios para esta obra.
Por lo tanto, las congregaciones envían misioneros, no porque de otra forma nadie
tendría el llamamiento para esta obra, sino porque se puede hacer más extensivamente
cuando muchas manos traen ofrendas para este propósito. Tan pronto como la
383

congregación ha establecido cualquier ministerio y ha llamado a hombres para llevarlo a


cabo, Dios da su aprobación y llama a los hombres por medio de los cuales Dios confiere
dones a esta iglesia y les asegura que estos hombres han sido escogidos por el Espíritu
Santo. Lo que la congregación Cristiana decide hacer para extender el evangelio, lo hace
bajo la dirección y la instigación del Espíritu de Jesucristo.

Esta interpretación es solamente una que está de acuerdo con la naturaleza del evangelio,
y está de acuerdo totalmente. Ya en el Antiguo Testamento, cuando Dios puso al pueblo
de Israel bajo el yugo de las formas magnificentes más gravosas, el mensaje del Salvador
venidero produjo una libertad interior en el corazón para que ellos por medio de la fe
transcendieron las formas externas y vislumbraron la sombra de la salvación venidera.
Nosotros los hijos de los últimos tiempos, somos librados por Cristo del yugo de todas las
ordenanzas externas. La forma del Antiguo Testamento ha sido apartado como algo
cumplida, más no hay nada, en verdad, absolutamente nada ha tomado su lugar.

[Este ensayo por el Profesor John Schaller fue publicado en el catalogo del seminario de
1911-1912 y otra vez en 1917-1918. El Profesor Schaller enseñó en el Seminario
Luterano de Wisconsin de 1908-1920. La traducción es un resumen preparado por los
estudiantes Roger Fleming, Mark Jeske y Daniel Schaller (bisnieto del autor), en parcial
cumplimiento de los requisitos para el curso "Iglesia y Ministerio" ofrecido en el
seminario en 1980. Este ensayo fue revisado y editado por el Profesor Wilbert Gawrisch,
instructor del curso, y fue publicado en el Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 78, enero,
1981), pp 30-51.]

Para más información sobre la doctrina del ministerio, ver lo siguiente:

Commission on Doctrinal Matters, "Theses on Church and Ministry," Wisconsin


Lutheran Quarterly (Vol. 67, abril, 1970), pp 123-130.

Wicke, Harold, "Is the Pastorate in the Congregation the Only God-ordained Office in the
Church?" Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 68, abril, 1971), pp 113-121.
384

Los que están en el ministerio público sirven en el nombre y en lugar de otros. Las
Escrituras dicen muy claramente que nadie debe servir en el ministerio público sin un
llamamiento propio. Nuestras confesiones apoyan esta enseñanza: "Según la Orden
Eclesiástica ellos, sean, nuestras iglesias, enseñan que nadie debe predicar públicamente
en la iglesia ni administrar los sacramentos al menos que haya sido debidamente
llamado" (Confesión de Augsburgo).

En el siguiente ensayo el Profesor Erwin Scharf presenta lo que enseñan las Escrituras
acerca del llamado al uso público de las llaves.

EL LLAMAMIENTO AL USO PÚBLICO

DE LAS LLAVES

Las personas que poseen tesoros genuinos, en ocasiones, disfrutan del valor y la
hermosura de estos tesoros. Y tal costumbre anticuada parece servir un buen propósito.
Al menos que un tesoro, sin importar su belleza o valor, sea el objeto de una apreciación
concentrada de vez en cuando, corre el riesgo de no ser apreciado tal como merece, o tal
vez aún de ser abusado.

En cuanto nuestra serie de ensayos en esta convención del sínodo en cuanto al Ministerio
de las Llaves dirige su atención a este punto del llamamiento al uso público de las llaves,
permítame con la ayuda del Señor, aprovechar esta hora para que Uds. como delegados
concentren en la belleza y el valor de aquel tesoro precioso en su lugar entre la gran gama
de tesoros que nos fue dado a nosotros como iglesia por Cristo, el Señor de la iglesia.

La Divinidad Del Llamamiento

En todos los años que podemos recordar haber escuchado o leído sobre el Llamamiento
Al Uso Público de Las Llaves, estamos seguros, que siempre hablaron o escribieron sobre
este llamamiento como algo divino. Por lo tanto, como primer punto consideraremos el
hecho de que, el llamamiento al uso público de las llaves es divino. ¿Podríamos decir, no
obstante, que la divinidad del llamamiento ha llegado a ser un concepto que tomamos por
sentado y que no sabemos defender? Una pequeña caminata con nuestro Salvador y sus
apóstoles en verdad afirmará la exactitud de la doctrina de la divinidad del llamamiento.

La primera predicación del Nuevo Testamento fue hecho bajo la influencia del Espíritu
Santo. Llenos de alegría en la circuncisión y el nombramiento de su hijo y deseando
compartir las cosas que él sabía del llamamiento de su hijo, Zacarías, el padre de Juan el
Bautista, fue lleno del Espíritu Santo y dio voz a su descripción feliz del nuevo Elías. Y
cuando ese mismo hijo comenzó a cumplir su llamamiento, una vez descrito por Isaías
como "voz que clama en el desierto", lo hizo solamente después de que "vino palabra de
Dios a él". Ese fue el impulso del Espíritu Santo que ahora fue el momento y el lugar
para predicar. No pudo comenzar antes.
385

Aun cuando nuestro Señor Jesús, el Hijo del Hombre, comenzó Su predicación en la
sinagoga en Nazaret, fue con las palabras mesiánicas de Isaías: "El Espíritu del Señor
está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres" (Lucas
4:18).

Luego vino el momento en que el Salvador pasó el manto de la predicación a los


apóstoles, fue El mismo quien les dio el mandato: "Id y haced discípulos a todas las
naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo"
indicando que no solamente su ir y bautizar tendrían su origen en este mandato, sino que
seguirían con su institución de "enseñarles que guarden todas las cosas que os he
mandado" (Mateo 28:20).

Aunque su obra fue muy desalentador ya que el Salvador envió a los apóstoles y a los
maestros a un Jerusalén desagradecido después de Su ascensión, no obstante, ellos y sus
oyentes abusadores fueron dados la seguridad de que hacían su predicación por mandato
divino ya que el Señor una vez había dicho: "He aquí, yo os envío profetas y sabios y
escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras
sinagogas, y perseguiréis de cuidad en ciudad" (Mateo 23:34).

En cuanto al período apostólico, escuchamos la misma origen del llamamiento al


ministerio público. No fue idea de Saulo, ni de sus amigos ni de sus enemigos, que este
estudiante erudito de Gamaliel y perseguidor celoso de los Cristianos llegara a ser un
predicador dedicado del evangelio. Eso fue totalmente la obra del Salvador, quien abatió
al Saulo en el camino a Damasco, aun cuando éste perseguía a los Cristianos, y lo llevó a
la casa de Judas. Fue a esta misma casa que el Señor Jesús dirigió a Ananías para que
enseñara a Saulo para que fuera lleno del Espíritu Santo en cuanto aceptase ese
llamamiento al cual se entregó como un "sacrificio vivo" y en cual "magnificó" con
orgullo y gozo, sea, la predicación del evangelio a los gentiles. Eso es exactamente lo
que San Pablo declaró más tarde en su sermón inolvidable ante Agripa, que el Señor le
había dicho en el camino a Damasco: "Levántate y ponte sobre tus pies; porque para esto
he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo" (Hechos 26:16).

De la misma manera en que el ministerio primero llegó a Pablo, también sus tareas y las
de sus compañeros. Cuando llegó la hora para comenzar su primer viaje misionero,
leemos que, "Dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que
los he llamado....Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo descendieron a Seleucia"
(Hechos 13:2,4).

Y tal como San Pablo recibió su ministerio, pasó el llamamiento al ministerio a sus co-
trabajadores. Cuando no pudo quedar más en la isla de Creta, dejó a cargo como pastor a
Tito su joven compañero con esta explicación: "Por esta causa te dejé en Creta, para que
corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé"
(Tito 1:5). Hizo algo similar en otras congregaciones cuando dejó a las congregaciones
porque ya no podía quedarse allí. Leemos, "Constituyeron ancianos en cada iglesia, y
habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído" (Hechos
14:23).
386

Seguramente Ud. estará de acuerdo en cuanto miramos estos ejemplos de las Escrituras,
que de ellos aprendemos que el llamamiento al uso público de las llaves tuvo un origen
divino tanto en la época de nuestro Señor como en la era apostólica. De acuerdo con esa
doctrina San Pablo dice: "Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y
administradores de los misterios de Dios" (1 Corintios 4:1).

En este punto, alguien podría sentir el impulso de interrumpir para demostrar que de los
ejemplos bíblicos del llamamiento hemos pasado del llamamiento inmediato, sea el
llamamiento que los hombres recibieron directamente de Dios, al llamamiento inmediato,
el cual los hombres reciben por el medio de sus co-Cristianos, o como individuos o como
un grupo. ¿Constituye aquello un rompimiento en la historia de la divinidad del
llamamiento? No.

Nuestros dogmáticos nunca han distinguido entre el llamamiento inmediato y el


llamamiento mediato en cuanto concierne la divinidad, aunque sí distinguen entre los dos
para hablar de los hechos históricos relacionados con el desarrollo de cada uno. Por lo
general, destacan el hecho de que el llamamiento mediato no es menos divino que el
llamamiento inmediato. Y eso es bíblico como podemos ver de los versículos que ya
hemos visto.

Mientras San Pablo, por ejemplo, enfatiza con frecuencia su llamamiento inmediato,
también dice a los ancianos en Efeso, los cuales tuvieron un llamamiento mediato, que "
el Espíritu Santo os ha puesto por obispos" (Hechos 20:28).

La iglesia de la Reforma adhirió conscientemente a esa doctrina, la divinidad el


llamamiento. Al hablar de la autoridad para llamar a los pastores Lutero escribió en sus
Artículos de Esmalcalda: "Esta autoridad es un regalo que en verdad fue dado a la
iglesia, el cual ningún poder humano puede quitarle, tal como testifica Pablo a los
Efesios, 4:8 cuando dice: Subiendo a lo alto....dio dones a los hombres. Y entre los
dones que pertenecen de manera especial a la iglesia enumera a los pastores y a los
maestros y agrega que tales están dados para el ministerio para la edificación del cuerpo
de Cristo" (Triglotta 523; Tappert 331).

Aunque las palabras de Lutero que cito a continuación fueron escritas para explicar la
necesidad del llamamiento, no obstante sirven para demostrar que Lutero consideró que
el llamamiento al ministerio público fue divino. Escribió: "Para una gran obra el
llamamiento divino es necesario y no solamente la dedicación personal o el ímpetu
personal. Aun aquellos que están ciertos de que Dios les ha llamado descubrirán que es
difícil hacer algo que vale la pena....porque no puede ser de otra forma: él que hace algo
sin haber sido llamado por Dios busca su propio honor" (Ad Salmo 82:4).

Otra vez citamos a Lutero: "Que el predicador del evangelio esté seguro de que tenga un
llamamiento divino....esta no es la vanagloria sino un glorificar necesario, porque no
glorifica a sí mismo, sino al Rey que el envió, cuya autoridad quiere honrar y tener en
santo respeto".
387

A estas palabras de Lutero agregamos unas palabras de Melanctón en su Apología: "Este


ministerio de la palabra tiene el mandato y la promesa gloriosa de Dios....La iglesia tiene
el mandato de nombrar ministros, lo cual debe ser agradable para nosotros, porque
sabemos que Dios aprueba este ministerio y que está presente en este ministerio [que
Dios predicará y obrará por medio de los hombres y por medio de aquellos que han sido
escogidos por los hombres" (Triglotta 331; Tappert 212).

Después de escuchar todo lo que hemos visto acerca de la divinidad del llamamiento, no
debe sorprendernos que la Iglesia Luterana haya defendido esta doctrina a través de los
tiempos. Ciertamente la doctrina ha tenido sus críticos. Han habido aquellos, aun bajo la
bandera del Luteranismo quienes han intentado opacar el brillo de este tesoro, o por sus
obras o por sus palabras. Si tratáramos de reunir las citas de la literatura Luterana que
tratan la doctrina de la divinidad del llamamiento, terminaríamos con un gran tomo de
citas de autores familiares y de otros menos conocidos. Por eso, demos gracias al Señor
que haya preservado la bendición de esta doctrina entre nosotros.

Mas las personas que se concentran en su posesión de un tesoro dado no solamente se


sienten fascinados con sus tesoro; también están atraídos por su valor. Gran parte del
valor de cualquier posesión llega a ser obvio cuando nos damos cuenta de la necesidad
que satisface. Esto también es cierto del llamamiento al uso público de las llaves. Por lo
tanto, consideremos ahora como nuestro segundo punto

La Necesidad Del Llamamiento

No nos atrevemos decir que el ministerio público en sí es absolutamente necesario.


Hemos escuchado en el ensayo anterior que todos los verdaderos creyentes son
sacerdotes; juntos forman el sacerdocio real. Cuando tales creyentes leen las Escrituras,
cuando hablan entre sí del Salvador, y cuando los padres Cristianos enseñan a sus hijos
en el hogar, se está haciendo la obra de la iglesia. El Espíritu Santo es activo para generar
y sostener la fe mediante tales actividades. De hecho, tales actividades son el
llamamiento Cristiano de todos los creyentes. La palabra de Dios es un medio de gracia
si es predicada por el pastor, leída por un laico, o recitada por un niño.

Mas, aunque eso sea cierto y bello, estamos de acuerdo en que la iglesia tiene la
necesidad de más que la simple habilidad general para enseñar y de la actividad general
de todos los miembros del sacerdocio el uno con el otro. Para que el mandato del Señor
de predicar el evangelio a todas las naciones pueda ser cumplido, para que el sacerdocio
pueda ser enseñado por los que son aptos para enseñar, para que los sacramentos puedan
ser administrados decentemente y con orden, y para que los pastores y maestros puedan
ser entrenados, la iglesia necesita del ministerio público. Y por tales razones es
absolutamente necesario el ministerio del llamamiento. En el Artículo XIV de la
Confesión de Augsburgo leemos: "Según la Orden Eclesiástica ellos, sean nuestras
iglesias, enseñan que nadie debe enseñar públicamente en la iglesia ni administrar los
sacramentos al menos que hay sido debidamente llamado" (Triglotta 49; Tappert 36).
388

En este punto ha habido mucha oposición relacionada con el hecho de que no hay
muchos versículos claros para apoyar la necesidad del llamamiento. Tendremos que
ceder en este punto de que no hay muchos versículos claros que hablan específicamente
de esta necesidad, pero notamos la preponderancia de los ejemplos en las Escrituras en
donde leemos que los predicadores de la palabra en verdad predicaron la palabra
solamente después de ser llamados, muchos de los cuales citamos en conexión con la
divinidad del llamamiento y de esta manera llega a ser muy claro que es así como el
Señor desea hacer las cosas en la iglesia. Y eso sí decimos, que tenemos algunos
versículos tan convincentes, sólidos y pertinentes, que no podemos escapar su fuerza en
esa dirección de que las personas sirviendo en el ministerio público serían totalmente
fuera de lugar si no se acercaban a su puesto importante por medio del debido
llamamiento.

Pensamos, por ejemplo, en las palabras inmemorables de Pablo a los ancianos de Efeso
con quienes se encontró en Mileto: "Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el
Espíritu Santo os ha puesto por obispos" (Hechos 20:28). ¿Cómo, preguntamos, nombra
el Espíritu Santo a uno como obispo del rebaño si no es por medio del llamamiento? Un
versículo aún más claro en ese sentido es Romanos 10:14. Leemos: "¿Cómo, pues,
invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han
oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren
enviados?" (Romanos 10:14,15).

Este versículo de Romanos ciertamente hace unos puntos muy claros de una manera muy
hermoso. Primero, nos muestra que el Señor de la iglesia literalmente se limitó a la
"tontería" de los mortales para hacer la predicación cuando vio la necesidad de extender
el evangelio. Pudo haber escogido a los ángeles para hacerlo, él mismo pudo haber
hablado del cielo, o pudo haber conmovido a las personas directamente con su Espíritu.
Había hecho tales cosas anteriormente con unos resultados maravillosos. Pero, El quiso
que los mortales tomaran un papel en esta hermosa actividad reflexiva, creciendo en la fe
ellos mismos en cuanto predican a los demás.

De la misma manera, escuchamos que El se limitó a la función del llamamiento para


proveer aquellos que predicarán. Ya que, ¿qué mas puede significar "al menos que fueren
enviados"? Significa que los hombres han indicado que quieren a los pastores en su
medio como mensajeros del evangelio. Y eso es el llamamiento.

A todo esto agregamos lo que Cristo dijo a sus predicadores: "El que a vosotros oye, a mí
me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha
al que me envió" (Lucas 10:16).

Agregar ese versículo en este punto de nuestro proceso es decir que cuando una persona
predica el evangelio, en un sentido está tomando el lugar de Cristo entre los hombres.
Agregar a esto el pensamiento de que uno que predica la palabra está cumpliendo una
obra, como vimos anteriormente, al que el Salvador escogió restringirse para la extensión
del evangelio. Entonces, seguramente, tendremos que preguntar: ¿Quién quería
participar en el ministerio público sin tener un llamamiento? ¡Qué presunción sería
389

pensar en servir en esa capacidad sin el directivo claro de un llamamiento! En este punto
entendemos muy bien a Lutero cuando dijo: "Para una gran obra es necesario tener un
llamamiento divino y no solamente la devoción personal o el ímpetu personal. Aun
aquellos que están seguros de que Dios les llamó verán cuán difícil es hacer algo que vale
la pena, aunque Dios está con ellos y concede su bendición: ¿qué, entonces, pueden
lograr estos tontos insensatos quienes emprenden algo sin un llamamiento y buscan su
propio honor y alabanza? El llamamiento y el mandato son lo que hacen a los pastores y
maestros" (Ad Salmo 82:4).

Cuando las personas que poseen tesoros toman el tiempo para concentrar en la belleza y
el valor de su posesión, como una regla no se detienen con esa experiencia. Muy pronto
sus pensamientos incluyen una consideración de preguntas como estas: ¿Cómo podemos
sacar el mayor beneficio y placer de nuestra posesión? ¿Cómo podemos demostrar el
mayor cuidado para no dañar ni perder nuestro tesoro? Si tales pensamientos se
encuentran donde hay un tesoro, entonces ciertamente será el caso donde se está
considerando la divinidad y la necesidad del llamamiento al ministerio.

En nuestra época hay poco respeto por lo divino. Los observadores cuidadosos expresan
su sincera preocupación sobre la aparente imprudencia con respecto a las costumbres
apreciadas y las instituciones del pasado. Se observa grandes cambios en el pensamiento
y la práctica en los métodos para alcanzar metas. A causa de tales hechos, nos alarma
notar que se han surgido algunas dudas relacionadas con el llamamiento, y juntamente
con tales dudas se han presentado unos temores acerca de los posibles abusos del
llamamiento. Estas preguntas y temores se han presentado, en parte, debido a que
actualmente nuestro sínodo está confrontando algunas razones convincentes en los
asuntos externos en cuanto concierne al llamamiento. Las muchas oportunidades para
expansión que estamos experimentando actualmente igualados únicamente por nuestra
falta de obreros en la iglesia, tanto hombres como mujeres, ha producido tal situación.

Parece, en parte, que esas fueron algunas razones para sugerir el tema de este ensayo. De
todas formas, el autor fue pedido incluir un estudio de los asuntos prácticos relacionados
con el llamamiento. Por eso, consideraremos ahora,

PREGUNTAS QUE SE HAN SURGIDO

EN LOS AÑOS RECIENTES

ACERCA DEL LLAMAMIENTO

1. Pocas personas querrán negar que nuestra iglesia está experimentando una época de
expansión sin precedentes. Nuestro sínodo no solamente está expandiendo en los campos
misioneros en el extranjero y en nuestro propio país, sino que está expandiendo también
dentro de sus propias congregaciones, sus instituciones y su administración. Las
390

congregaciones están creciendo y experimentando con nuevos métodos para ganar a los
que no tienen una iglesia y quieren manejar sus asuntos financieros y eclesiásticos con
más eficiencia, mientras el sínodo está experimentando con nuevas maneras y métodos
para expandir sus instituciones educacionales, el adoctrinamiento motivador y la
mayordomía. El resultado de todo es que no solamente tenemos un número mayor de
obreros, sino que hay mayor variedad de puestos en dónde estos obreros pueden
funcionar.

La primera pregunta, por lo tanto, en que pensamos bajo tales circunstancias es: ¿Quién
en esta gran variedad de obreros tiene un llamamiento divino?

Hoy día, tenemos pastores, el asistente del pastor, el vicario, el profesor ordenado, el
profesor no-ordenado, los instructores, los tutotes, los misioneros, los secretarios
ejecutivos, los maestros masculinos, las maestras femeninas, una gran variedad de
maestros desde preescolar hasta el bachillerato, maestros de tiempo completo, maestros
medio-tiempo, maestros sustitutos, maestros de la escuela dominical, el director del coro,
los ancianos de la congregación, los oficiales del sínodo del distrito y de las conferencias.
Esta no es una lista exhaustiva de todos los que trabajan entre nosotros en el uso público
de las llaves, predicando, enseñando, ayudando o guiando la actividad preciosa de
compartir el evangelio. No es sorprendente que de vez en cuando se presenta esta
pregunta: ¿Quién, entre todas estas personas, tiene un llamamiento divino?

De hecho, podemos responder esta pregunta muy brevemente: todos ellos. Si Ud. no ha
podido descubrir hasta este punto del ensayo lo que es nuestra definición del llamamiento
con la cual estamos operando, entonces es en este punto donde lo notará. Hay muchas
cosas que el llamamiento no es. No es el llamamiento interior de que hablan muchas
personas sentimentalmente. No es un tipo de sucesión apostólica. No es un premio para
el carácter imborrable. No es el apartar a alguien de una manera que será válida hasta
que esta persona muera. No es ninguna de estas cosas. Es simplemente que un grupo de
Cristianos, sea grande o pequeño, el número no importa, ha expresado el deseo de tener
una persona seleccionada para servirles con el uso público de las llaves en una capacidad
u otra. Al aceptar tal petición y cumplir con ella completa la esencia del llamamiento.

No todas las personas que incluimos en nuestra lista tienen un llamamiento formal, un
diploma de vocación. Algunos están ordenados, otros instalados, otros inducidos,
algunos comisionados, otros simplemente presentados, y otros empiezan a trabajar tal vez
ni siquiera con alguna mención especial. Sea como sea, mientras los miembros de la
iglesia, en cualquier manera que se han reunido para expresarse, han solicitado los
servicios de estas personas en conexión con la recepción o la extensión de los medios de
gracia, todos tienen un llamamiento divino.

2. En este momento se nos presenta otra pregunta que ha recibido algunas respuestas
perturbadores, sea: ¿Qué tipo de escalafón tienen estos puestos en la iglesia, el uno en
relación con el otro? ¿No debe el llamamiento indicar de alguna manera u otra la
posición a que el obrero llamado debe adaptarse? Otra vez la respuesta puede ser
declarada de una manera muy breve y directa: no existe ningún escalafón.
391

Puesto que el pastor ocupa una posición de liderazgo en una congregación y también
entre los otros obreros de la congregación, puede parecer que él tiene una posición más
alta. Esa impresión está fortalecida donde hay una congregación grande y muchos
obreros. Puesto que es cierto que el ministerio en esencia no es nada más que el oficio
por medio del cual el sacerdocio general dispone de la ejecución de ciertas funciones, el
pastor es únicamente un miembro del sacerdocio llevando a cabo la obra importante de
predicar el evangelio y administrar los sacramentos. Dios quiere que todo se haga
decentemente y con orden, y para lograr tal orden la congregación ha pedido al pastor que
cumpla con sus deberes.

Otros obreros en la congregación, por ejemplo los maestros del colegio Cristiano, o los
maestros de la escuela dominical, son otros miembros del sacerdocio llamados para
cumplir otros deberes. Pero no hay ningún escalafón establecido. Todos están en el
mismo nivel, cada uno haciendo el labor a que ha sido llamado. Si parece que hay
autoridad por parte del pastor para con sus co-trabajadores, a causa de su posición de
liderazgo, es una autoridad para el orden y motivada por el amor. La cooperación que él
recibe de sus co-trabajadores es dada en amor y otro vez, para mantener el orden. Pero
siguen siendo co-trabajadores: cada uno trabajando como un ministro, como un siervo de
la congregación, y como un siervo los unos de los otros.

Y lo que es cierto de los obreros dentro de la congregación también vale para todos los
oficiales de la iglesia en general. Las propias palabras de nuestro Salvador son
pertinentes al punto: "Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es
vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a
nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis
llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo" (Mateo 23:8-11).

Hay mucho que se podía decir aquí de manera de aplicación. Si los obreros en la iglesia
podían comprender plenamente que no hay niveles entre ellos, creemos que muchos en
sus círculos serían más felices y más eficaces en sus labores. ¡Qué gran cantidad de
envidia sería eliminado entre nosotros! ¡Cuántos esfuerzos innecesarios y cuántas quejas
sobre su estación desaparecería de nuestro medio!

3. Las respuestas a nuestras primeras dos preguntas nos han recordado de la gran
variedad de capacidades en que sirven los obreros llamados de la iglesia y del hecho de
que entre ellos no existen niveles. Todo esto también nos recuerda del hecho de que hay
diferentes métodos para llamar a los obreros. Y es este pensamiento que motiva nuestra
próxima pregunta: ¿Qué es el procedimiento apropiado para extender el
llamamiento?

Al buscar una respuesta a esta pregunta, no encontramos muchos directivos específicos


en las Escrituras. En cuanto a esta pregunta la iglesia debe operar casi exclusivamente
con base en una sola admonición general bíblica: "Hágase todo decentemente y con
orden" (1 Corintios 14:40). Eso es especialmente cierto hoy día cuando tenemos tanta
392

variedad de capacidades y tantas áreas donde sirven nuestros trabajadores, como


igualmente una gran variedad de ambientes en donde extienden llamamientos para estas
posiciones. Bajo tales circunstancias es casi imposible presentar una respuesta directa,
especialmente si estamos esperando que un ensayo como este la presente.

En los primeros días de lo que reconocemos como el ministerio en las Escrituras, los
hombres fueron llamados directamente a este alto oficio, como hemos visto en un
contexto anterior. Jehová Dios preguntó a Isaías: "¿A quién enviaré, y quién irá por
nosotros?" A esto respondió Isaías: "Heme aquí, envíame a mí". Y Jehová le dijo:
"Anda, y dí a este pueblo...." (Isaías 6:8,9). El caso de Jeremías era muy similar. "Antes
que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta
a las naciones" (Jeremías 1:5). En verdad, hay casos de llamamientos directos.

Cuando ahora, por lo propósitos de la brevedad, pasamos inmediatamente al asunto del


llamamiento en el Nuevo Testamento, seguramente recordaremos los casos de los
apóstoles de Cristo y de San Pablo, cuyas historias enumeramos arriba. Estos
llamamientos en verdad eran llamamientos directos; antes lo llamamos llamamientos
inmediatos.

Aunque San Pablo estaba contento con su llamamiento y entrenamiento directo, podemos
pensar en él como la persona que inició otra práctica. En cuanto se trasladó de lugar a
lugar, notamos que con frecuencia, después de haber establecido una congregación,
nombró a ancianos que llevarían a cabo la obra cuando él se habría ido. En esos casos el
término anciano fue una referencia al predicador del evangelio. Seguramente todos
nosotros recordamos la referencia a Pablo y Bernabé nombrando tales ancianos antes que
salieran de Derbe, Listra, Iconio y Antioquía en camino a casa de su primer viaje
misionero (ver Hechos 14:23).

Otro caso es el ejemplo de San Pablo asignando a Tito a cuidar la congregación en la isla
de Creta. El mismo dice en su carta a Tito: "Por esta causa te dejé en Creta, para que
corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé"
(Tito 1:5).

Puesto que estos ejemplos ocurrieron tan tarde en la época apostólica y parecen ser casos
de clérigos líderes asignando a otros clérigos, de esto se ha desarrollado que hay aquellos
que afirman que este debe ser la manera de llamar, sea, que los obispos asignan hombres
a las posiciones en que deben servir.

Sabemos, no obstante, que para entonces había sido inaugurado otra manera de extender
el llamamiento. Cuando los discípulos, la iglesia, los 120 fieles, quisieron reemplazar el
vacante de Judas Iscariote entre los Doce, leemos en Hechos que estos seleccionaron a
dos candidatos, y luego, después de orar acerca del asunto dijeron: "Tú, Señor, que
conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido" (Hechos 1:24).
Y fue bajo estas circunstancias que "echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías, y fue
393

contado con los once apóstoles" (Hechos 1:26). Echar suertes fue, de lo que podemos
saber, un tipo de votación. Podemos pensar en eso como la origen de nuestro modo de
llamar a nuestros obreros hoy en los casos más comunes, y particularmente en las
reuniones a nivel de la congregación.

Los casos en donde San Pablo nombró a los ancianos, o de su nombramiento de Tito en
Creta, no son argumentos a favor del sistema de nombrar obispos. Se ha dicho
correctamente que en esos caso también, las oraciones y votación por parte de la
congregación pudo haber sido incluido. La asignación o designación de Pablo de
hombres no lo incluyó necesariamente. Es, además, aún más difícil asumir que Pablo
habría actuado de tal manera legalista, no dando lugar a las oraciones y los deseos de las
personas. Así, en la mayoría de los casos, por lo menos al nivel congregacional, es la
manera en que extendemos los llamamientos hoy.

Pero, como Ud. recordará, tenemos una gran variedad de capacidades en las cuales sirven
nuestros obreros en la iglesia, sean nuestros ministros. Hemos escuchado, también, el
hecho de que las maneras en que reciben su llamamiento puede variar. Parece que
debíamos haber hecho una pregunta preliminar relacionada con el procedimiento del
llamamiento, sea: ¿Quién, según el debido procedimiento, debe ser el que extiende el
llamamiento?

En el ensayo anterior a éste escuchamos que la responsabilidad para el ministerio de las


llaves permanece con toda la iglesia, todo el sacerdocio real. En la primera parte de este
ensayo, vimos que el ministerio público es el oficio al cual la iglesia asigna esa labor que
el sacerdocio en su totalidad no puede llevar a cabo eficientemente y con orden.

Allí, entonces, tenemos la respuesta a nuestra pregunta. Dondequiera o cuando quiera un


grupo de Cristianos se da cuenta de su necesidad y de su deseo de tener un siervo, un
ministro, en una capacidad u otra, este grupo de Cristianos, o sacerdotes, extenderá un
llamamiento. Ellos forman la iglesia para extender el llamamiento, en cuanto ellos son el
grupo que está al tanto de las necesidades que desea tener respondidas por medio de un
obrero llamado al servicio del Señor. Tal grupo puede ser una congregación.
Frecuentemente lo es, especialmente en cuanto concierne los llamamientos de pastores y
maestros para el colegio Cristiano. Con frecuencia será la junta de administración para
alguna institución. También puede ser la junta para misiones. Hay otras posibilidades.

Mas cualquier sea el grupo, son sabios si mantienen el orden entre nosotros. Al llamar a
los pastores y maestros, permitimos que los oficiales del distrito toman el papel que San
Pablo cumplió en los casos mencionados, sea, el de nombrar a los candidatos. La
congregación siempre tiene el privilegio de agregar sus propios nombramientos a la lista
con la aprobación de los oficiales del distrito. ¿Quién podría saber mejor tanto las
necesidades de la congregación como las calificaciones de los candidatos propuestos? Su
experiencia con el distrito, sí aún con el sínodo, les coloca en tal posición. Su
familiaridad con todo el ministerio de un candidato bajo una gran variedad de
circunstancias hace invaluable sus consejos cuando el nombramiento entra en juego.
394

Cuando llega el momento para extender el llamamiento, ningún miembro de la


congregación debe olvidar que es un procedimiento muy importante y solemne. Tal
como fue el caso de la asamblea de los 120 en la selección de Matías, debe haber oración
ferviente y sincera. Si existe un don y el poder de la oración que puede ser confiado
lograr mucho, seguramente es aquí dónde se relaciona en la obra del Señor.

Cuán indecoroso son algunos de los comportamientos infantiles que se observan en tales
ocasiones. Pensamos en las facciones o grupitos dentro de una congregación quienes
promueven a su candidato favorito, o de los pastores de otras congregaciones vecinas que
interfieren para así escoger a sus futuros co-trabajadores, o de los parientes de algún
candidato que viven cerca, manipulando la votación, o de los miembros que viajan a la
congregación del candidato para escuchar uno de sus sermones y así evaluar su
elocución.

Lo que no saben estas personas que se entremeten de estas maneras es si el ministerio


total, todo el patrón de talentos de "su hombre" llenará le necesidad plena de la
congregación que extiende el llamamiento. Tal vez este hombre es muy impresionante en
el púlpito, pero ¿será el candidato más adecuado para los problemas peculiares de la
congregación? ¿Sabrá responder a los enfermos, a los niños del colegio Cristiano, en
días de estrés a los asuntos congregacionales, en las sesiones de consejería, igualmente
como en muchas otras situaciones de necesidad en la congregación? La elocución, ser
buen vecino, trasladarse más cerca a los parientes, y muchas otras consideraciones de
ninguna manera garanticen que dicho candidato es el hombre adecuado. Aunque en
algunas ocasiones han habido buenos resultados a pesar de las interferencias, por lo
general, con el paso del tiempo es más fácil ver como tales acciones han terminado en la
angustia de un tipo u otro.

Uno de los abusos más desafortunados del llamamiento ocurre cuando un candidato se
ofrece para una posición vacante, sea de una manera o encubierta. Cuando llaman a un
hombre según el procedimiento adecuado, uno de los mayores consuelos para este
hombre es saber que está exactamente donde el Señor quiso que estuviera y no donde él
pidió estar colocado. Ofrecerse a sí mismo le roba de una bendición y de la consolación.

Al seguir hablando del procedimiento del llamamiento, estamos recordados del hecho de
que existe otro tipo de llamamiento en nuestra iglesia, el cual no tiene ningún paralelo en
las Escrituras. Nos referimos al llamamiento de los profesores, los secretarios ejecutivos,
directos de las instituciones y otros. Durante muchos años nuestro procedimiento ha sido
dar a los miembros del sínodo la oportunidad de nombrar candidatos para los puestos
vacantes en estas posiciones. Después de publicar la lista de candidatos varias veces en
la revista oficial de nuestro sínodo, para que las personas que se oponen a algún nombre
puede expresar su opinión, la junta respectiva de la institución extiende el llamamiento.

Hay aquellos que preguntan si es correcto este sistema del llamamiento. Si preguntan si
es bíblico, respondemos que es tan bíblico como cualquier otro sistema, puesto que como
mencionamos anteriormente, no hay ningún paralelo en las Escrituras. Hay mucho que
decir a favor de este sistema. Es uno que permite que todo el sínodo considera la lista de
395

candidatos. En cada caso utiliza una junta que ha sido elegido por el sacerdocio. Llama
a otros hombres que están dentro de esta misma membresía. No hay ningún punto donde
se podría decir que no es un sistema apropiado. Eso es verdad especialmente cuando
emplean cada esfuerzo para seguir el directivo del Señor de hacer todo decentemente y
con orden.

En un esfuerzo para mejorar la eficacia de este sistema de llamar profesores para nuestras
universidades y bachilleratos, ha sido sugerido que la junta podría enviar cuestionarios a
todos los candidatos para cada puesto vacante, preguntándoles acerca de su
entrenamiento, sus campos preferidos, etc. Aquellos que hacen tal sugerencia esperan
que su propuesta ayudará a la junta encontrar con mayor frecuencia a los hombres
adecuados para cada puesto. Opinan que los hombres que son llamados con la ayuda de
tal información se sentirían más cómodos en su campo y más dispuestos a especializarse
en dicho campo. No queremos dar la impresión que creemos que nuestro sistema está
encima de cualquier mejoría. Creemos, también, que esta sugerencia es sincera, mas no
compartimos la idea del cuestionario para tales propósitos.

En primer lugar, el número de niños matriculados en nuestros colegios ha aumentado


tanto, y el personal es tan limitado, que sería imposible especializarse aun si ese fuera el
deseo. Y, además, el cuestionario no parece ser de acuerdo con la doctrina del
llamamiento divino. Aunque, sin duda, hay aquellos que sabrían manejarlo de una
manera sabia, y no queremos ofenderles a ellos, es obvio que tal sistema ofrece grandes
tentaciones para otros.

Cuando un candidato haya llenado un cuestionario, ha sido ofrecido un rayo de


esperanza, o por lo menos la posibilidad de cambio. Tal experiencia podría dañar su
contentamiento y eficacia en el lugar donde actualmente se desempeña. Y vamos a
suponer que una persona llene el cuestionario - y pensamos que la persona lo llenará tan
favorablemente como fuera posible - y luego recibe el llamamiento, sólo para encontrarse
con dificultades genuinas en su nueva posición. ¡Cuán fácil es imaginar su desilusión
cuando se da cuanta que él mismo contribuyó a que fuere llamado para ocupar esa
posición!

4. Hemos preguntado acerca del procedimiento para extender un llamamiento. Ahora


miramos otra pregunta similar: ¿Qué es el procedimiento y cuál es la ética correcta al
recibir un llamamiento?

El recibir un llamamiento es una ocasión solemne e importante en la vida de cualquier


obrero en la iglesia. Hay pocas personas que no estarían de acuerdo con eso. Es una
ocasión en la cual una congregación o una junta ha demostrado gran confianza en el
receptor de dicho llamamiento. La han pedido que en oración dé consideración a la
posibilidad de ser el vocero de Cristo en su medio.
396

Es muy obvio que el receptor de tal llamamiento se sentaría de inmediato para responder
a tal comunicación, especialmente en la mayoría de los casos si llegó rápido por entrega
especial. Pero también hemos visto casos en donde las personas que extendieron el
llamamiento han esperado en vano por mucho tiempo para tener tal respuesta. No es
necesario decir que tal comportamiento es inconsiderado e indecoroso de la confianza
sagrada que le ha manifestado.

Muy relacionado a esta falta de consideración y amor fraternal es el tiempo


indebidamente largo que toman los receptores para llegar a una decisión en cuanto al
llamamiento. Esto es especialmente frustrante e inapropiado cuando la respuesta es
negativa.

Ciertamente la decisión envuelta es una muy vital. Lo reconocemos. Pero, uno debe
tomar en cuenta las condiciones inquietantes que resultan en el campo que ha extendido
el llamamiento. Al menos que uno tiene información al contrario, se podría presumir que
en cada caso la prontitud sería el mejor curso para seguir. Frecuentemente, la
congregación que extiende el llamamiento ha estado en este proceso durante mucho
tiempo y las demoras extensas para tomar una decisión en el asunto de su llamamiento
sería un insulto para ellos.

Ahora, es cierto que hay circunstancias cuando es muy difícil llegar a una decisión. Mas
la correspondencia comedida en tales casos, explicando la situación, contribuirán a un
buen espíritu y entendimiento mutuo.

Es exactamente durante este período de deliberación del llamamiento que se escucha


mucho sobre otros comportamientos que en verdad debilitan la confianza de los laicos en
la divinidad del llamamiento. Sin duda, Ud. ha escuchado sobre tales comportamientos.
Hay casos en donde antes de tomar una decisión, viajarán al lugar para inspeccionar la
iglesia y el campo propuesto. A veces la persona que ha recibido el llamamiento llama a
la congregación preguntando sobre la posibilidad de un aumento de salario, remodelación
de la casa pastoral, instalación de TV cable, y muchas otras consideraciones que están
totalmente fuera de lugar antes de anunciar una decisión.

Este tipo de comportamiento no está dirigido exclusivamente a la congregación que


extiende el llamamiento. Muchas veces la propia congregación de la persona que recibió
el llamamiento todavía trabaje recibe abusos también. Esta es la congregación que en el
pasado ha dado su confianza a este pastor que recientemente ha recibido el llamamiento.
Tiene todo derecho de esperar consideración de uno que ha hablado y que todavía habla
por Cristo en su medio. Seguramente ellos deben tener la oportunidad para reunirse y
expresarse en el asunto del llamamiento. Sus expresiones deben recibir la sincera
consideración y oración. Si ellos pueden demostrar que su situación actual es igual al
nuevo propuesto, al menos que hay otras circunstancias especiales, parece que sus
expresiones deben ser respondidas con la permanencia del pastor en su congregación.

Tales peticiones para la permanencia del pastor no deben ser oportunidades que el pastor
utilice para pedir favores. Este no es el momento para pedir un aumento salarial ni para
397

exigir resoluciones para la construcción del colegio Cristiano, un nuevo templo o la


remodelación de la casa pastoral. Tales cosas en sí son buenas señales de progreso, tanto
interno como externo, pero si han de ser obtenidos por encima de la columna rota de una
congregación a punto de perder a su pastor, pueden producir unos efectos secundarios
funestos.

¿Y qué son los asuntos que el obrero debe considerar mientras trata de tomar una
decisión? Básicamente, hay solamente uno. Es el asunto de dónde queda el mayor reto
para su particular combinación de talentos y experiencia. Considerará este asunto, no
obstante, bajo la luz de otras consideraciones. No importa la magnitud del nuevo reto,
dará suficiente consideración al tiempo que ha estado en su congregación, preguntándose
si el reto que vino a cumplir ya ha sido logrado. No toda permanencia tiene que ser muy
larga. Si el reto particular por lo cual él decidió venir a su actual congregación ha sido
cumplido, entonces tal vez ya es libre para aceptar una nueva posición. Tal vez el nuevo
reto le pide utilizar su talento fuerte el cual usó para cumplir sus labores en la
congregación donde está ahora.

Hay otras consideraciones, por supuesto, que bajo ciertas circunstancias entran en la
mente de la persona llamado. Podríamos hablar de la relación entre clima y salud, una
carencia de talentos para el reto del nuevo campo o para algún reto recientemente
desarrollado o descubierto en su campo actual, o un choque de personalidades causado
por un problema en su situación actual. Un nuevo obrero podría resolver tal problema
fácilmente ya que es una cara nueva con pensamientos diferentes.

Muchas otras consideraciones personales no son dignas del propósito alto del
llamamiento divino. Cuán lamentable es tener que sospechar la influencia de tales
consideraciones indignas como son los siguientes: ventajas para la familia o en el campo
actual o en el nuevo, conveniencia para estudios superiores para el obrero mismo, la
oportunidad para ocupar un puesto de mayor honor en la iglesia visible. Frecuentemente,
se habla de este último como una promoción, un término que debería ser totalmente
desconocido en el vocabulario del ministro del Señor.

Hay una sugerencia muy valiosa que debe recibir la consideración seria de cada obrero
llamado mientras reflexiona su decisión de algún llamamiento. Aumentará su propia
confianza en su decisión y por consiguiente su paz interior y tal vez aún la confianza de
otros, si busca los consejos de hermanos respetados que están familiares con la situación
y que son reconocidos por su objetividad.

Hay una cosa más que se debe decir mientras estamos hablando de la ética por parte de la
persona que ha recibido el llamamiento. Aunque es cierto que la influencia básica para
aceptar el nuevo reto debe ser el poder ir a un lugar donde mejor puede servir al Señor, no
obstante hay una excepción totalmente comprensiva y respetada. Nos referimos al pastor
anciano que todavía tiene esperanzas de entregar más años de experiencia y devoción al
servicio del reino, pero que por razones de su edad ya no es capaz de cumplir con todos
los deberes de una parroquia grande. Cuando una parroquia pequeña demuestra la
suficiente sabiduría para llamarle a compartir con ellos sus servicios invaluables, él, con
398

conciencia limpia, sí aún con corazón agradecido al Señor, puede aceptar esta tarea
menos difícil. Solamente el juez más injusto le juzgaría adversamente por buscar una
carga más ligera.

5. Hay otro punto relacionado con el llamamiento que ha causado muchas preguntas que
resultan de la gran variedad de capacidades en que los obreros sirven hoy día, como
dijimos anteriormente, o por falta de obreros que actualmente estamos experimentando.
Tales condiciones crean la situación en que los obreros son requeridos asumir
responsabilidades adicionales, mientras otros obreros salen a otros campos que no les
fueron asignados originalmente. Tal vez podríamos considerar todas estas preguntas bajo
una nueva pregunta directa: ¿El llamamiento es flexible?

He aquí algunas condiciones bajo las cuales se podían hacer esa pregunta: Una
congregación ha crecido rápidamente y piensan ofrecer más cultos. O tal vez, una
congregación emprendió una nueva misión antes que tuvieran fondos para un pastor
adicional. El número de estudiantes ha aumentado y se necesitan más grados y más
salones. Una congregación grande tiene interés en formar un coro y necesitan un
director. Como regla general, tales evidencias de los "dolores de crecimiento" son
considerados como una experiencia feliz porque son evidencias de prosperidad en el
reino. O sea, son circunstancias felices hasta que piden a la persona equivocada asumir
más deberes. Es en ese momento que queremos preguntas: ¿Es el llamamiento tan
flexible que las personas a cargo de él pueden pedir a los obreros llamados que asuman
más deberes de los que son sus responsabilidades según su llamamiento?

Hay muchas circunstancias y lugares cuando el llamamiento ha sido comparado con el


amor fraternal. Ese es un ejemplo de ellos. Ahora, seguramente los lectores no pedirán
al escritor que produzca una solución mágica para los muchos problemas que resultan de
una lista de posibles situaciones como las que mencionamos arriba. Mas, ¿no podríamos
decir de manera general, que eso sería un caso en el cual estaríamos dispuestos a ir la
segunda milla? ¡Estamos sirviendo al Señor! ¡Quién sabe mejor que El lo que nos están
pidiendo, cuán pesada la carga, cuán largo el día, cuán cortas las vacaciones! ¡Quién sabe
mejor que El, entonces, a quien dar fuerzas, salud y paciencia! Si realmente creemos eso,
no estaríamos tan rápidos para sacar nuestro llamamiento para recordar a las personas que
no deben pedir que asumamos deberes adicionales.

Mas el amor fraternal es una moneda de dos caras. Estas son situaciones en las cuales las
personas a cargo deben considerar más frecuentemente y con mayor solemnidad que hay
un límite a lo que se puede pedir a las personas si la obra para el Señor va a ser cumplida
sin arruinar la salud de los obreros. Ni tampoco debemos olvidar que los obreros también
son pecadores y no mercenarios mundanos para que acepten con apreciación cualquier
nuevo deber que les queremos asignar. Parece que el amor fraternal y el amor mutuo
para el Salvador serían el punto de encuentro para resolver tales emergencias para que no
se conviertan en situaciones tensas.
399

Hay otra pregunta en que pensamos en esta área de la posible flexibilidad del
llamamiento. Es una pregunta que fue asignada juntamente con el tema para este ensayo.
Tiene que ver con una situación comparativamente nueva para nosotros. Las
instituciones educativas en nuestro sínodo están creciendo en tamaño y en número.
También nos alegra notar que estamos abriendo más colegios y bachilleratos que a su
vez están aumentando su número de estudiantes. Todo este crecimiento, en su turno, ha
producido un crecimiento en el número de profesores necesitados para estos colegios.

Este último hecho también producirá otra realidad. En nuestros colegios hay un creciente
número de obreros no-ordenados. De hecho, ya hay muchos cuyo único entrenamiento
en religión ha sido los cursos de religión requeridos por el Comité de Religión para
certificación para enseñar en nuestros colegios.

Apresuramos agregar, no obstante, que este no es el problema que estamos considerando.


Solamente nos referimos a ellos para preparar el contexto de la próxima pregunta. Estas
personas de las cuales hablamos, están cumpliendo una gran obra para nosotros. Nos
alegra que no ha sido necesario llamar a todos los maestros necesarios para las posiciones
en el púlpito y en nuestros colegios Cristianos. Lo que es más, muchas de estas personas
son mejor capacitadas para enseñar ciertos temas que nuestros pastores y maestros
parroquiales. Mientras los pastores pasaron largos años estudiando teología, estos
maestros de los círculos públicos estaban recibiendo entrenamiento especial para sus
campos respectivos.

Esta pregunta se ha surgido puesto que muchos de estos maestros en nuestros colegios
están siendo pedidos preparar devocionales o aún predicar un breve sermón ante la
asamblea de estudiantes. Se ha preguntado cómo tales situaciones se relacionan con el
llamamiento.

Otra vez, estoy seguro que nadie querrá que cito versículos bíblicos para cubrir este caso.
Yo he descubierto que las Escrituras no hablan a este punto que estamos explicando. No
obstante, hay algunos versículos que de una manera general dan algunas sugerencias que
podríamos considerar en este momento.

Hemos visto que la iglesia tiene el derecho de extender el llamamiento. No obstante,


Pablo dice que la iglesia debe examinar las calificaciones de su personal llamado.
¿Quién de nosotros no conoce la lista de calificaciones de Pablo en sus cartas a Timoteo y
Tito? Y entre estas calificaciones se recordará que una de ellas es, "apto para enseñar".
Eso no implica nada mas sino que el obrero llamado debe ser entrenado para aquello a
que está llamado. Parece decir que un maestro de biología, no importa cuán bueno sea en
su campo, si ha sido llamado para enseñar en nuestros colegios, debe también ser
entrenado en la doctrina Cristiana, para que pueda preparar y presentar devocionales a los
estudiantes del colegio que se encuentran en sus años formativos.

Recordamos otra declaración de San Pablo: "Todo me es lícito, pero no todo conviene"
(1 Corintios 10:23). ¿No son los cursos de religión y las devocionales una de las razones
400

que hemos preferido tener algunos hombres ordenados en la facultad de nuestros


bachilleratos? Es una buena costumbre que ciertamente debemos continuar.

¿Es esta práctica contraria al llamamiento? En sí, no lo es. Si una junta está segura de
las calificaciones de un hombre contratado para enseñar arte, el cual aunque no ha
recibido entrenamiento formal, tiene capacidad por medio de los estudios personales para
poder presentar devocionales, entonces la junta puede pedirle que lo haga. Pero
simplemente asumir que un hombre llamado a enseñar en un bachillerato tiene permiso
para dirigir las devocionales no es un uso correcto del llamamiento. El llamamiento
nunca es un sustituto para el entrenamiento y las calificaciones.

De la misma manera, cuando se presenta la necesidad de un líder para las devocionales,


qué las personas pedidos a hacerlo lo hagan con agrado. Ofrecerse podría ser un caso de
encubrir con una capa de nobleza un claro abuso del llamamiento. Ya hemos tratado este
asunto de escoger su propio puesto.

Parece correcto, que por el bien del buen orden, la representación de las personas que
conforman la junta, deben ser convencidas que los cursos de religión y las devocionales
constituyen su primordial servicio al colegio. Existen muchas otras actividades en donde
pueden servir los otros miembros de la junta.

Al dar esta consideración a la flexibilidad del llamamiento, hay otra pregunta muy
relacionada con el tema que se presenta. ¿El llamamiento es tan flexible que permite un
cambio sugerido por el obrero mismo? No es necesario decir que hay algunas
circunstancias bajo las cuales eso puede ser entendida. Nadie sabe mejor que la personas
que se encuentran en la situación si el volumen de deberes que debe cumplir será dañino
para su salud. También sería el primero para saber si hay algún choque de personalidades
que hace imposible seguir con su trabajo. Pero en tales casos que la decisión sea el
resultado de una deliberación honesta y de mucha oración. Aquí, se debe buscar los
consejos de los hermanos responsables y objetivos.

Vamos a replantear la pregunta. ¿Tiene el llamamiento la suficiente flexibilidad para


permitir al obrero cambiar el tipo de servicio que rinde en el reino? ¿Puede el pastor
tener la libertad para decir que él prefiere enseñar, o puede el maestro decidir que quiere
ser un pastor? En el primer caso, parece que la persona sería culpable de una obvia
violación de su llamamiento. Nos parece que el pastor que pide una posición para
enseñar estaría dictando órdenes al Espíritu Santo, especialmente en un sínodo tan
pequeño como el nuestro, donde los talentos, entrenamiento e inclinaciones de los
hombres se llegan a conocerse y en el cual ha sido la costumbre considerar a los hombres
que están en el ministerio como los responsables también para enseñar.

Nos parece que tal pastor mas bien en fe recordaría lo que San Pablo nos dice acerca del
Espíritu Santo: "Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué
hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la
intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos"
401

(Romanos 8:26,27). Parece que ésta sería la actitud del pastor y después dejaría todo lo
demás a la voluntad omnisciente del Señor de la iglesia.

La segunda posibilidad mencionada es un caso totalmente diferente. Para tal cambio, el


de un maestro cambiando al ministerio, existe un procedimiento planeado. Si un maestro
tiene un deseo sincero y ferviente de predicar el evangelio en vez de enseñarlo, si desea
tener el privilegio de consolar a los enfermos y moribundos, si tiene el deseo de aconsejar
a los jóvenes de la iglesia en vez de enseñar en un aula, entonces que lleve su petición al
Señor en oración mientras busca los consejos de los hermanos responsables y objetivos.

Si su deseo llega a ser una determinación, entonces debe pedir un coloquio y prepararse
para ello. Al finalizar el coloquio, si ha tenido éxito y recibe un llamamiento al
ministerio, que acepte ese llamamiento con todo el gozo de un candidato del seminario
recibiendo su primer llamamiento. Meterse en este procedimiento, sin embargo, por
cualquier otra razón que entrar en el ministerio de la predicación crearía una situación
muy difícil de entender según la naturaleza del llamamiento. Tal comportamiento daría la
impresión que el simple acto de ser pastor, mas no desempeñarse como tal, le da más
prestigio y ventajas. Tal pensamiento milita agudamente contra lo que hemos aprendido
acerca del escalafón en el ministerio.

Mientras todavía estamos especulando acerca de este asunto de la flexibilidad del


llamamiento, se nos ocurre otra pregunta. ¿El llamamiento es flexible hasta el punto de
permitir llamamientos temporales? Hoy día tenemos un gran número de llamamientos en
nuestro medio. Hay vicarios, tutores, instructores, esposas de los estudiantes del
seminario enseñando en los colegios Cristianos, maestros sustitutos, etc. ¿Todos estos
arreglos caben dentro del marco del llamamiento? Nuestro respuesta es sí. Y, no
obstante, si se pregunta si los llamamientos temporales son apropiados, la respuesta a esa
pregunta general tendría que ser: "Depende".

Estamos seguros que muchos de Uds. han leído o escuchado declaraciones al efecto de
que los llamamientos temporales son una especie de indiferencia hacia la doctrina de la
divinidad del llamamiento.

Opinamos que tales declaraciones fueron escritos o dichos dentro de un contexto


específico. En la mayoría de los casos los autores se refirieron al ministerio de la
predicación y que al mismo tiempo consideraban los llamamientos temporales como un
período de prueba. Ellos se refirieron a los casos en donde la congregación no quería
comprometerse con algún pastor si descubrieron que no estaban satisfechos con sus
servicios.

En tales casos, seguramente todos nosotros desaprobaríamos los llamamientos


temporales. Tales llamamientos reducirían al ministro del Señor a un hombre contratado
y en verdad le robaría del valor de hablar como debe como el mensajero de Dios. Se
podría hablar de una desaprobación similar en el caso de los maestros. ¿Quién quería
estar en los zapatos de un maestro que no sabría antes de finalizar el año si le van a
402

contratar o no para el próximo año? Los maestros en los colegios públicos, donde no
funcionan con principios Cristianos, reciben un mejor tratamiento.

Mas los llamamientos temporales que existen entre nosotros hoy en tal abundancia, no
son de esa naturaleza. Son temporales a causa de tales condiciones que de una vez
explican el porque son temporales ya que las condiciones indican que en tal caso
particular la única posibilidad es el llamamiento temporal. Y en tales casos no hay
ninguna violación de la doctrina del llamamiento.

Si una congregación necesita un asistente para su pastor y desea pedir al sínodo que les
envía un estudiante del seminario, ciertamente no hay nada fuera de lugar en ello. ¿Qué
argumento podría presentarse en contra del tal arreglo?

Y si alguna congregación necesita ayuda en su colegio y decide llamar a algún maestro


joven desempleado, en vez de llamar a otro que enseña en otro colegio Cristiano, sobre
todo en estos días cuando faltan maestros suficientes, ¿qué podría decirse en contra de tal
acto de caridad? La única desventaja que se presentaría no tiene nada que ver con el
llamamiento. Existe la posibilidad de que el constante cambio de maestros haga daño al
colegio. Pero esa es una experiencia tan común en muchos colegios por gran variedad de
razones. Tal congregación tendría que juzgar la situación por sí mismo.

Pero repetimos aquí que los llamamientos temporales bajo otras circunstancias sean por
probación o para poder terminar el llamamiento de acuerdo al deseo personal, son
contrarios al buen orden, el amor fraternal, y por encima de todo, van en contra de la
amonestación de la palabra de Dios de estar dispuestos a recibir reprensión y corrección
cuando sean necesarios.

Hay una pregunta que se ha presentado en años recientes. Parece caber aquí donde
estamos hablando de la flexibilidad del llamamiento. ¿El llamamiento es tan flexible que
permite al obrero de la iglesia dividir su tiempo entre concentrarse en su llamamiento y
buscar oros ingresos por medio de otro tipo de empleo?

Antes de proceder, permítenos decir que no incluimos esta pregunta para poder
colocarnos en una posición desde la cual podemos juzgar a otros. Donde optan utilizar
esta práctica, creemos que cada caso tendrá que ser considerado aparte ya que no hay dos
situaciones que serán similares. Pero, puesto que esta pregunta ha surgido en varias
ocasiones, la presentamos aquí con la esperanza de poder encontrar algunos criterios
mediante los cuales podemos juzgar nuestros casos.

Se ha dicho aptamente que los llamamientos de tiempo completo al alto puesto del
ministerio debe ser justamente eso, tiempo completo y alto. Con eso se quiere decir que
el llamamiento del ministerio no debe sufrir ni por indignidad ni por falta de
concentración. Ciertamente, ninguno de nosotros que ha escudriñado cuidadosamente
todo lo que podría hacerse en nuestros puestos actuales, o aun todo lo que quisiéramos
lograr, negaría la importancia de una concentración total en esa obra recibido de Dios.
Otra persona ha dicho: "El ministerio será considerado como cualquier cosa que directa
403

o indirectamente tiene que ver con la predicación del evangelio....y evitará cualquier cosa
que no tiene ninguna conexión con el ministerio de la reconciliación" (The Abiding Word,
Vol. 2, p 481).

Tales consideraciones parecerían indicar que el empleo al lado del servicio en la iglesia
estaría debajo de la dignidad y la naturaleza del llamamiento, para no hablar de la
devoción apropiada de la meta alta del llamamiento.

No obstante, se han escuchado voces de defensa para esta práctica de empleo secular
unido con el ministerio. Cedemos que hay ciertas circunstancias cuando esta práctica se
justifica. Por ejemplo, han habido casos cuando fue el deber de los pastores buscar algún
tipo de empleo. Pensamos en los días de la Segunda Guerra Mundial, cuando por falta de
personal, los pastores trabajaron en las fábricas. Nadie podría criticar tal práctica.

Tampoco podríamos criticar al pastor que decide buscar otro empleo porque es la única
manera en que pueda sostener a su familia. Las cuentas médicas, la odontología, los
exámenes oftalmológicos, la educación, la comida y la ropa en el caso de una familia
grande fácilmente nos hace ver la necesidad de un empleo adicional. Donde existen tales
casos, esperamos que la congregación no lo tome como un asunto ligero.

Si las partes responsables se comparan con el caso de Pablo, el cual fabricó carpas para
sostenerse, permítenos recordarles que ese caso no es una analogía. En esa primera etapa
del ministerio de Pablo en Corinto estaba sirviendo a una comunidad donde sus oyentes
estaban siendo ganados al evangelio y su entendimiento de la doctrina no había llegado al
punto de la mayordomía. No obstante, más tarde fue a esa misma congregación que él
escribió: "Así también ordenó el Señor a los que anunciaban el evangelio, que vivan del
evangelio" (1 Corintios 9:14). Cuando Pablo escribió esas palabras, sin duda pensaba en
lo que dijo el Señor cuando envió a los setenta: "Y posad en aquella misma casa,
comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario" (Lucas
10:7).

Hay una defensa de ese argumento con la cual no estamos de acuerdo. Es el argumento
que dice que todo hombre necesita alguna diversión y que su empleo simplemente llena
el lugar de algún deporte o pasatiempo. Puesto que se han convencido de ello, no ven
ninguna razón para no buscar un empleo y vivir en un nivel más cómodo con mayores
comodidades.

Tales personas se equivocan en dos puntos. Primero, hay una gran diferencia entre
diversión y empleo. La primera no es tan exigente en cuanto al horario, ni tampoco causa
dudas acerca de los motivos del obrero especialmente en conexión con ciertos versículos
como: "El obispo no debe ser codicioso de ganancias deshonestas" (1 Timoteo 3:3). Y al
otro lado, mientras ciertamente los pasatiempos y el deporte frecuentemente se practican
en exceso por parte de los obreros de la iglesia, su obvia utilidad para preservar la salud
nos ayuda a entender la necesidad por ellos. Es mucho más difícil entender al siervo de
la iglesia que pone su llamamiento a un lado para trabajar en otro empleo para que él y su
familia consigan mayores comodidades.
404

6. Nos queda una pregunta más de gran importancia en este tema del llamamiento y nos
parece correcto dejarla de última. ¿Se atreve terminar un llamamiento? Todos
nosotros queramos responder en lo afirmativo. Nuestra disponibilidad para hacerlo
proviene del hecho de que una vez todos aprendimos que hay tres razones permisibles
para terminar un llamamiento, sea cuando un ministro predica o enseña la doctrina falsa,
cuando en impenitencia lleva una vida escandalosa o cuando a sabiendas es negligente en
sus deberes. Ciertamente, estas son situaciones cuando una congregación o una junta no
sólo tiene el privilegio de terminar el llamamiento de un ministro, sino que es su deber
hacerlo. Mas ¿existen condiciones o razones más allá de las tres mencionadas para
terminar el llamamiento, o por parte de los que llaman o por parte del llamado? Creemos
que la respuesta es afirmativa.

Hay aquellos que quieren hacernos creer que, al menos que se termina el llamamiento por
una de las tres razones mencionadas, debe ser considerado como permanente durante toda
la vida de la persona llamada. Ellos se refieren a la referencia de San Pablo en Gálatas
1:15 donde él dice que él fue apartado desde la vientre de su madre para el labor a que
fue llamado, sea predicar a los gentiles. Curiosamente, tales personas buscan sus pruebas
en el extremo equivocado de la vida de Pablo. Además, no se dan cuenta de que éste no
fue el llamamiento de Pablo. Ese no llegó hasta la experiencia en el camino a Damasco.

Ciertamente Dios en su omnisciencia sabe por adelantado a quién quiere en su servicio y


moldea su vida temprana de tal forma que los años posteriores serán más valiosos para su
reino. Ciertamente las vidas de un Pablo, un Moisés, un Mateo, y muchos, muchos otros
justifican tal pensamiento. Mas eso no produce el pensamiento de que la vida completa
de estos obreros estaba bajo el efecto del llamamiento.

No, el llamamiento no es de carácter imborrable que se pega permanentemente y que no


puede perderse al menos que el obrero cae en la blasfemia, la pereza o la suciedad.
Aunque desilusiona a muchos, no encontramos ningún apoyo directo en las Escrituras
que afirma que el llamamiento es permanente en ese sentido. Aún Lucas 9:62 que refiere
al mirar atrás no agota todo lo que hay que decir sobre este punto. Es un versículo en el
cual el Salvador nos anima a seguir firmes y fieles en nuestro servicio y testimonio sin ser
estorbados por las tentaciones mundanas y las asociaciones humanas en cualquier
camino de la vida donde ponemos en práctica nuestro Cristianismo.

Ciertamente estamos de acuerdo que las Escrituras demuestran que el llamamiento de


aquellos que predican es algo tan precioso que aquellos que han recibido esa gracia de un
llamamiento deben atesorarlo con todo su corazón y servir en ello con un celo fundado en
la oración y con diligencia el cual se angustiaría ver el día de su terminación. Y eso,
sometemos, es el porque se creen que el llamamiento es permanente, todas las cosas
siendo iguales. Y es bueno opinar así.

Anteriormente en este ensayo hicimos una referencia a las palabras de San Pablo en las
cuales identifica las calificaciones de un ministro. La lista es larga y completa, tanto en
405

su primera carta a Timoteo como en su carta a Tito. Esas son las calificaciones que una
congregación o una junta debe considerar antes de extender el llamamiento. ¿Qué nos
llevaría a asumir que una vez que el llamamiento haya sido extendido y aceptado que la
congregación dejaría de buscar tales calificaciones?

Es muy cierto que el mismo apóstol Pablo enfatiza el hecho de que el Señor busca una
sola cosa en sus siervos, sea la fidelidad. ¿Pero, no se puede esperar esa misma fidelidad
del ministro en la manera en que continua en estas calificaciones una vez que haya
aceptado el llamamiento? Si fue seleccionado para su llamamiento porque es "apto para
enseñar" ¿qué pasa cuando aun los observadores más caritativos y objetivos deben
admitir que por una razón u otra ha perdido esa calificación? ¿Si fue escogido porque es
"sobrio" y "paciente" ¿qué pasa cuando a causa de algún altercado se aparta de sus
calificaciones divinas de sobriedad y paciencia? Y estas son apenas unas cuantas
calificaciones de la lista de San Pablo.

Lo triste, cuando aparecen tales situaciones, es que no solamente hacen el trabajo de una
manera inferior, sino que el mismo propósito del ministerio parece sufrir una derrota.
Donde el resultado esperado fue personas reunidas y ganadas, son repulsadas por el
desafortunado ambiente que ha surgido. Donde el resultado esperado debe ser jóvenes
animados e inspirados, para que sean ansiosos a animar a otros a unirse con ellos, se ve
todo lo contrario.

¿Qué debe hacer una congregación o una administración cuando persiste tal situación a
pesar de sus esfuerzos caritativos para resolverlo? ¿Deben permitir que la divinidad del
llamamiento llega a ser una razón para la falta de valor de exigir que cumpla con
diligencia la obra del Señor? Ciertamente recordamos el hecho de que el Señor nos ha
amonestado a "recordar a ellos que les han hablado la palabra" y "obedeced a vuestros
pastores y sujetaos a ellos" (Hebreos 13:17), y "Delante de las canas te levantarás, y
honrarás el rostro del anciano" (Levítico 19:32).

En relación con la terminación del llamamiento pensamos en otra pregunta. ¿Qué puede
hacer la congregación cuando el pastor rompe el compañerismo con el cuerpo en el cual
la congregación desea continuar su compañerismo? ¿Qué puede hacer la congregación si
el pastor no puede convencerles con razón bíblicas que es justificado en su rompimiento
de compañerismo?

Hay una sola respuesta a esta pregunta. Al romper el compañerismo, ese pastor ya ha
terminado su propio llamamiento. Donde no existe el compañerismo, no hay ningún
llamamiento. En tales casos no se puede señalar al sínodo, de cuyo compañerismo
disfrutaba la congregación, si enfatiza la afiliación sinodical cuando amonestó o se quedó
al lado de la congregación a lo largo de toda la turbulencia. En algunos casos la
congregación involucrada ha sufrido una experiencia anterior que por el momento limita
sus posibilidades.

Hay ocasiones cuando el pastor involucrado pierde una de las calificaciones en la lista de
Pablo, sea de la sobriedad, cuando abandone el mandato del Señor de predicar todo el
406

consejo de Dios y al contrario se enfatiza hasta el cansancio un sólo punto, sea su


diferencia de convicción con la congregación. Tal actitud tiende a prestarse a la pérdida
de otra de estas calificaciones de oro, sea la paciencia, cuando él mismo determina no
esperar a que la congregación este dispuesta a ponerse en acción de acuerdo con sus
propias convicciones. Cuando existen tales circunstancias y el cuerpo sinodical intenta
ayudar a la congregación en su disfrute de los medios de gracia, no se atreve a hacerse
culpables de pecar en contra del llamamiento de este pastor, ni siquiera de ser partícipe de
la terminación de su llamamiento.

Hay otras circunstancias bajo las cuales debe ser plenamente entendido que el cuerpo que
en un principio extendió el llamamiento ha decidido terminarlo. Sucede, en ocasión, que
el reto en cierto campo se reduce. Puede ser que alguna fábrica en la comunidad cierra y
los empleados se van de la ciudad. Si, en tal caso es necesario reducir el número de
maestros en el colegio, o aún el número de pastores sirviendo a la congregación, entonces
debe haber mucha modestia y entendimiento por parte de los obreros mientras hacen un
nuevo arreglo en cuanto a la asignación de deberes o la terminación del llamamiento.
Gracias a Dios, actualmente las terminaciones del llamamiento no resultan en dificultades
para los obreros viendo la gran falta de obreros que existe en nuestro sínodo.

Antes de cerrar este punto de la terminación del llamamiento, debemos considerarlo


desde otro ángulo, del ángulo del mismo obrero llamado. ¿Puede él bajo cualesquier
circunstancias terminar su llamamiento antes que le es absolutamente imposible cumplir
alguna faceta de sus deberes? Ha sucedido, en ocasión, que un pastor de tercera edad,
aunque se jubila mientras todavía es capaz de cumplir con una porción de sus deberes, ha
sido acusado de interferencia en la permanencia del llamamiento. Hemos escuchado de
tales pastores, quienes después de jubilarse bajo tales circunstancias, han vivido por
mucho tiempo con una conciencia perturbada, preguntándose si han fallado al Señor y a
su iglesia.

Nadie puede saber mejor que el ministro mismo, si es honesto y diligente, si está
cumpliendo o no con los requisitos de su llamamiento. Si después de mucha oración, y
repetimos, conversación con los hermanos, decide dejar su llamamiento, solamente
podemos respetar su decisión. Su acción es una evidencia de su preocupación para hacer
bien la obra del Señor, y que el ministerio sea tenido en gran amor y estima. Esta última
reacción es, por lo general, el sentimiento que el pastor anciano experimenta, y
generosamente. Además, los que se jubilan cuando todavía les quedan algunas energías e
habilidades no tendrán dificultad en encontrar en qué ocuparse. Especialmente en estos
días cuando hay una carencia de obreros, siempre hay alguien que necesita asistencia.

Ya quisiera cerrar este ensayo. Hemos tratado el llamamiento con respecto a la divinidad,
su gran valor, y otros puntos de como apreciarlo y como evitar el abuso de ello. Antes de
cerrar, sin embargo, quedan algunos pensamientos que necesitan ser expresados. Tienen
que ver con tres abusos del llamamiento contra los cuales la iglesia necesita guardarse.
Son los abusos comunes y básicos, tal vez responsables por todo lo que tuvimos que decir
esta mañana.
407

Uno de estos es el pecado del ministro mismo. Dondequiera y cuando quiera las faltas,
los pecados del obrero llamado le restringen en el cumplimiento de su deber o si opacan
su labor por medio de la ofensa, en tal caso ha abusado de su llamamiento. ¿Y quién de
nosotros que hemos recibido la gracia de un llamamiento divino seríamos tan orgullosos
para decir que no hemos sido culpables de abusar nuestro llamamiento en tal forma?
¡Qué el Señor de la iglesia nos ayude a acercarnos a su don divino entre nosotros en
arrepentimiento diario! El obrero llamado que ha aprendido el gozo de usar la oración de
la sacristía escrita por Lutero, ha encontrado una rica fuente de consuelo.

Otro de los abusos generales del llamamiento que ha estado con nosotros por mucho
tiempo es la triste falta de interés por parte de los miembros por escuchar a los ministros
llamados con diligencia y alegría que deben mostrarle, o por estudiar a los pies de los
maestros llamados. Se podría decir que esta razón es la raíz de la cual brotan todos los
otros abusos.

Luchamos contra este abuso viendo sus causas. Eso significa que lucharemos contra ello
con la predicación y la enseñanza fiel de la palabra, juntamente con una administración
correcta de los sacramentos. Qué nos dediquemos a ello en oración ferviente. Cada otro
programa de avivamiento, mejorías en la mayordomía, la diseminación de la información,
el reclutamiento de obreros, la profundización en la doctrina, aunque sean nobles en el
programa de cualquier iglesia y aunque son necesarios para cumplir con la palabra del
Señor, seguirán siendo un metal que resuena o un címbalo que retiñe al menos que tales
programas están plenamente arraigados en la predicación y la enseñanza humilde,
consagrada y correcta del evangelio. Las palabras de Pablo son tan ciertas y claras como
nunca: "La fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios" (Romanos 10:17). Y la fe es
la fuente de cada bendición en la iglesia, también de la reacción apropiada al
llamamiento.

El otro abuso general del llamamiento que estamos viendo hoy, es la triste falta del deseo
entre nuestros jóvenes para preparase para recibir un llamamiento al servicio de la iglesia.
Cuando notamos todos los hombres y mujeres talentosos en nuestra iglesia que no eligen
asistir a las universidades de nuestro sínodo, escogiendo en cambio a otras instituciones
más costosas que únicamente les prepararán para los asuntos de esta vida, entonces nos
damos cuenta que nos falta mucho por hacer, nosotros los pastores, maestros, padres y
ancianos de la iglesia.

No hay mucho consuelo y aún menos defensa en el hecho de que siempre ha sido así en
la iglesia. Cuando el comité de asignaciones debe suspender la sesión con muchos
puestos sin llenarse porque no tenemos los hombres y mujeres necesarios para llenar
estos vacantes, y esto ocurre en un tiempo cuando las oportunidades para expansión son
muchas y buenas, entonces es un llamado claro y fuerte al esfuerzo consagrado de nuestra
parte de remediar estos abusos.
408

¡Qué nuestros padres Cristianos no solamente entrenan a sus hijos en el hogar en un


ambiente de amor para el Señor y para su iglesia, sino que también estén dispuestos a
animarles y guiarles hacia una decisión preciosa de servir más directamente al Señor!
¡Qué nuestros pastores y maestros en gratitud humilde para la gracia que les fue
manifestada en su llamamiento sean conmovidos a hacer todo lo posible para llevar a
otros jóvenes a aceptar un llamamiento similar! Y que los miembros de la facultad de
nuestras universidades para el entrenamiento de los jóvenes siguen dándose cuenta que
los hombres y mujeres presentes en sus aulas son, después del evangelio mismo, el tesoro
más grande que poseemos para el labor en el reino del Señor. Qué sigan fieles en sus
labores con estos jóvenes, nunca perdiendo de vista el púlpito o el aula al cual su
llamamiento les llevará en el futuro.

No es suficiente hablar del llamamiento como parte de una orden que conduce a una
vocación apreciada. Ni tampoco basta hablar con remordimiento de la cantidad de
llamamientos que no pueden ser llenados por falta de personal, como si nuestra única
preocupación fuera satisfacer las necesidades de la estructura visible de la iglesia. Es
importante, mas bien, que mostremos a nuestros jóvenes que el llamamiento al uso
publico de las llaves es el método que Jehová Dios ha decidido usar para extender entre
los hombres las buenas nuevas de su reino. Es una invitación que les coloca a ellos como
un eslabón entre su propio gozo en el Salvador y la oportunidad para otros para compartir
en ese gozo. ¡Al menos que cada generación se presenta en grandes números para servir
en el ministerio, humanamente hablando, estamos prohibiendo que su reino venga!

En cuanto atesoramos el llamamiento como un don de la gracia, recordemos que cuando


todo ha sido dicho y hecho, es el mismo Salvador de gracia quien dio el llamamiento que
guiará a los hombres y mujeres para prepararles para aceptar el llamamiento. Por lo
tanto, mientras nos damos cuenta de la falta de obreros, seguimos haciendo lo que el
Señor nos pide: "Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies" (Lucas 10:2).

[Este ensayo fue presentado a la Trigésima-octavo Convención Bianual del Sínodo Ev.
Luterano de Wisconsin convocada en Watertown, Wisconsin, 4-11 de agosto, 1965. Fue
publicado en Proceedings, pp 53-73. El Profesor Erwin Scharf enseñaba en la
Universidad de Northwestern cuando escribió este ensayo.]

Para más información sobre la doctrina del llamamiento al ministerio, las calificaciones
para el ministerio, y otros puntos relacionados con la obra del ministerio, ver lo siguiente:

Bodamer, W., "A Pastoral Table of Duties", Theologische Quartalschrift," (Vol. 42, abril,
1945), pp 72ss; (Vol. 42, julio, 1945), pp 151ss; (Vol. 42, octubre, 1945); pp 238ss; (Vol.
43, enero, 1946), p26ss; (Vol. 43, abril, 1946), p 95ss; (Vol. 43, julio, 1947), p 178ss;
(Vol. 43, octubre, 1946), p 252ss.

Franzmann, W., "Being Made All Things to All Men", Wisconsin Lutheran Quarterly,
(Vol. 54, oct. 1957), p 231ss.
409

Habeck, I., "A Pastor's Conscience - Reflections on 1 Timothy 1:19," Wisconsin Lutheran
Quarterly (Vol. 68, octubre, 1972), p233ss.

Hensel, O., "Darf ein Pastor sein Amt niederlegen?" Theologische Quartalschrift (Vol.
21, enero, 1924), p 45ss.

Hoenecke, E., "St. Paul's Missionary Approach to the Unchurched", Wisconsin Lutheran
Quarterly, (Vol. 61, abril, 1964), p 130ss.

Krauss, K., "The Evangelical Practice of the Pastors," Wisconsin Lutheran Quarterly
(Vol. 60, octubre, 1963), p 273ss.

Koehler, J., "Wie soll ein Bischof beschaffen sein nach 1 Timothy 3 und Titus 1?"
Theologische Quartalschrift (Vol. 3, octobre, 1906), p 207ss.

Meyer, J., "Die Lehre der Schrift von dem Amt des Worts in der Kirche, der
Ortsgemeinde und in der Synode," Theologische Quartalschrift (Vol. 39, enero, 1942), p
10ss.

Mittelstaedt, T., "Table of Duties: A Blameless Ministry", Quartalschrift (Vol. 54, abril y
julio, 1954), pp 114 y 187.

Peters, P., "Are the Terms Elders, Bishops, Deacons, Evangelists, and others Used
Interchangeably in the N.T.?" Quartalschrift (Vol. 52, julio, 1952), p 183ss.

Pieper, A., "Paul, a Model of the Certainty of Faith, Especially for all Servants of
theWord," Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 72, julio, 1975), p 235ss.

Prange, V., "The Wonderful Work of the Ministry," Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol.
67, enero, 1970), p 19ss.

Schaller, J., "Von der Goettlichkeit der Berufung in den Kirchlichen Dienst",
Theologische Quartalschrift (Vol. 10, julio, 1913), p 147ss.

Zich, A., "The Doctrine of the Divine Call with Reference to Present Day Abuses",
Theologische Quartalschrift (Vol. 35, octubre, 1938), p 225ss.
410

Los pastores y los maestros trabajan juntos en la iglesia para preparar a las personas para
obras de servicio. Trabajan como co-trabajadores con Cristo, unidos en un lazo íntimo de
compañerismo entre sí y con su Salvador. Su meta común es servir al Señor y su iglesia.
Los alcances de sus responsabilidades variarán según los llamamientos que reciben.
Cada unos servirá fielmente en el área donde ha sido llamado y tendrá cuidado de no
entremeterse en el ministerio del otro. Al mismo tiempo, cada uno tratará de evitar
sentimientos de orgullo o envidia en cuanto considera las responsabilidades de su
llamamiento en comparación con el de otros.

El siguiente ensayo, escrito por el Rvdo. Robert Voss, trata el tema importante de la
armonía pastor-maestro y nos da consejos de la palabra de Dios sobre el asunto.

LA ARMONÍA PASTOR-MAESTRO

Dondequiera hay relaciones humanas, no siempre habrá armonía. Notas de discordia son
provocadas a causa de la misma naturaleza - la naturaleza pecaminosa- del hombre.
Notas de discordia son evidentes entre nosotros también, sean entre los pastores y
maestros. Debemos reconocer la discordia por lo que es - el resultado del pecado. Las
discordias entre pastores y maestros afectan negativamente la obra del Señor. Para que
las discordias sean reconocidas por lo que son, para que pueda haber mayor armonía
entre nosotros, para que la obra del Señor no sufra, presentemos este ensayo sobre la
armonía pastor-maestro.

Porque Debe Haber Una Armonía Entre Pastores Y Maestros

"Y él mismo constituyó unos, apóstoles; a toros, profetas; a otros, evangelistas, a otros,
pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo de Cristo" (Efesios 4:11,12). La gracia de Dios ha sido derramada
sobre cada miembro de la iglesia Cristiana. Cada miembro de la iglesia pertenece a Dios:
El es su Señor, su pastor, su Amigo, su Salvador y su Consolador. El les ha apartado para
ser preciosos reyes y sacerdotes - a cada uno de ellos. Para su perfección, para su
crecimiento en la fe; para servirles, para edificarles y fortalecer esta casa de Dios, para
nutrir el cuerpo de Cristo, Dios ha establecido varios oficios dentro de la iglesia, entre
ellos los puestos de pastores y maestros.

¡Qué privilegio Dios ha confiado sobre lo que El ha llamado a servirle como pastores y
maestros! Qué privilegio ser un co-trabajador de Dios y servir al pueblo de Dios. No es
nuestro pueblo a que servimos, sino el pueblo de Dios; no son nuestras congregaciones y
aulas, sino las congregaciones y las aulas de Dios. Su pueblo necesita lideres, no
dictadores. Necesitan ser apacentados, no reunidos en una manada. Necesitan guías, no
caprichos. La obra en que están involucrados como pastores y maestros es más grande
que nosotros, más grande que cualquier individuo. Es privilegio de todos los pastores y
maestros estar involucrados en la obra de Dios de edificar el cuerpo de Cristo.

En esta obra de Dios todos tenemos metas comunes y objetivos comunes: servir tal como
Dios quiere que sirvamos, servirle a El y no a nosotros mismos, edificar su iglesia. Cuán
411

importante para la armonía entre pastores y maestros es recordar que tenemos estas metas
y objetivos comunes. Es bueno recordarnos también, que hay suficiente resistencia fuera
de la iglesia sin contribuir a ella desde el interior de la iglesia. Cuán perturbador y
ofensivo debe ser para aquellos a quienes proclamamos paz, darse cuenta que no existe
ninguna paz entre pastor y maestro. Y ellos lo saben. "No damos a nadie ninguna
ocasión de tropieza, para que nuestro ministerio no sea vituperado" (2 Corintios 6:3).

Para esta armonía pastor-maestro debemos recordar que Dios no solamente ha establecido
los oficios, sino que también provee las personas que servirán en esos oficios. Es Dios
que coloca a cada persona en su campo de trabajo. En otras palabras, Dos me hizo pastor
de un rebaño, Dios me dio los maestros que son mis co-trabajadores para servir ese
rebaño. Es Dios que me hizo maestro y me dio el pastor que es mi co-trabajador. En
todas las relaciones humanas las actitudes son muy importantes y nuestras actitudes
cambiarán y mejorarán si recordamos que es Dios que nos puso juntos. Eso debe
conmovernos para trabajar juntos en paz.

Además, hemos de vivir juntos como hermanos cristianos. Cuanto más hemos de trabajar
en armonía como pastores y maestros, quienes en todas las cosas han de ser ejemplos del
Cristianismo. El principio bíblico dice que hemos de amar los unos a los otros y en honor
preferir a los demás por encima de nosotros mismos (Rom. 12:10).

Ha de existir una armonía pastor-maestro en respeto por el llamamiento. Dios no


solamente ha establecido los oficios de pastor y maestro, sino que Dios específicamente
llama a ambos. En esencia los llamamientos de tanto el pastor como el maestro son
idénticos. Hechos 20:28: “Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el
Espíritu Santo os ha puesto por obispos para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó
por su propia sangre.”

Efesios 4:11, “Y él mismo constituyó a unos…pastores y maestros.” 1 Corintios 12:28,


“Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero
maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que
administran, los que tienen don de lenguas.” Los llamamientos tanto de pastores como de
maestros son válidos cuando son extendidos, bajo Dios, por aquellos que tienen el
derecho de llamar. Los llamamientos de ambos son legítimos cuando han sido efectuados
e implementados según los medios metódicos. El maestro no es menos llamado por Dios
que el pastor, puesto que ha sido llamado por un grupo de Cristianos a quienes Dios ha
entregado el ministerios de las llaves. El ministerio público, por supuesto, es práctica
pública del evangelio.

Ahora bien, mientras los pastores y los maestros son llamados por Dios de la misma
manera, representan, de acuerdo al arreglo ordenado de la iglesia, áreas diferentes de
responsabilidad. El pastor es responsable por todo el rebaño, incluyendo a los maestros y
los niños. Las áreas de responsabilidad del maestro son más limitadas, con
responsabilidades definidas. Cumplir eficazmente con estas responsabilidades, exige un
programa de entrenamiento. El maestro es llamado por Dios para el propósito de llevar a
cabo la obra ordenada y exigida por el Señor especialmente para llevar a los niños a
412

Cristo. Los dos merecen el doble honor. Los dos han de ser estimados altamente por
causa de su obra. Los dos han de trabajar con gozo y no con tristeza. Mientras los
llamamientos son idénticos, los oficios no son iguales en su alcance. El pastor tiene el
fondo teológico en su entrenamiento – para no pasar por alto, por supuesto, que ha de
llevar a cabo nuestro filosofía educacional el maestro también está entrenado
teológicamente, aunque en un ámbito más limitado. Las responsabilidades muchas veces
coinciden, y no siempre pueden ser definidas o delineadas donde termina la
responsabilidad del uno y donde comienza la del otro.

Aunque el anterior puede indicar un ámbito de responsabilidad más amplio para el pastor,
esto no quiere decir que el pastor va a ser un papa en la congregación, ni el señor y amo
del maestro. La relación no es de amo y siervo, sino más bien de hombres de Dios
quienes son trabajadores juntos con Dios. Para una ilustración podemos usar el ejemplo
del matrimonio y los papeles del esposo y esposa. Los dos son motivados por el amor de
Cristo a amar y servir el uno al otro. El uno no es el jefe y el otro el siervo. Esa ni
siquiera sería una relación cristiana. Sucede lo mismo en la congregación. El pastor es la
cabeza llamada de la congregación, y el maestro sirve de muchas maneras para
sostenerle sus brazos y para asistir especialmente en el entrenamiento de los pequeños.
Pero el maestro, también sirve a toda la congregación, y no solo en un salón aislado. Los
pastores y los maestros son motivados por el amor de Cristo para amar los unos a otros y
para servir la iglesia.

En resumen, el pastor por causa de su oficio es el director de la congregación. El


maestro es el director del colegio. Los otros maestros enseñan en el colegio y el colegio
forma parte de la congregación. Los maestros sirven no solamente en el colegio, sino
también en la congregación. Mientras muchos deberes son explicados en el llamamiento,
es una tendencia extremadamente peligrosa buscar refugio en el llamamiento. Por
ejemplo, cuando una congregación decide llevar a cabo una escuela bíblica del verano
que tiene como propósito edificar el cuerpo de Cristo entre los niños, el maestro
profesional ha de participar en este proyecto y no debe decir, “Esto no aparece en mi
llamamiento.”

Para indicar más claramente lo que significamos acerca de la administración del colegio,
me gustaría definir los papeles del director y del pastor. El director ha de ser una persona
quien es un hombre de Dios, quien ha enseñado exitosamente, quien ha avanzado
profesionalmente, quien tiene su diploma, tiene buena apariencia personal, coopera con
los demás, goza de buena salud, y comparte el punto de vista de la congregación. Como
el director del colegio llevará a cabo las pólizas de la congregación y del comité de
educación; entregará informes a la congregación y al comité de trabajo; realizará
reuniones del personal; llevará a cabo evaluaciones de los textos y de los materiales
didácticos; cumplirá con los requisitos del estado y del sínodo; llevará a cabo un
inventario sobre los equipos del colegio; será responsable por los programas, proyectos y
actividades del colegio; será responsable por los dineros y registros, para las relaciones
públicas; aprobará las matrículas, las transferencias y los ascensos; será responsable de
las condiciones higiénicas del colegio, los programas de consejería, los registros
acumulativos, el horario escolar, el libros de reglas, la orientación de nuevo personal, las
413

reglas para el personal; representará las necesidades de los maestros ante el comité de
educación y ante la congregación.

Como supervisor el director puede visitar las clases y aconsejar a los maestros; ser
responsable para el área de juego y el menú de comidas; estar a la cabeza del programa
de exámenes; será responsable de la biblioteca, de las ayudas audiovisuales y del
crecimiento profesional de todos los maestros. Junto con los otros maestros el director
sugerirá y dirigirá actividades, estudiará la filosofía del colegio, el currículo, el
presupuesto y otras publicaciones del colegio.

El papel del pastor, tal como lo entiendo yo, es uno de gran preocupación para la filosofía
cristiana. Promocionará el colegio y animará a los miembros a usarlo y apoyarlo.
Promocionará el colegio como una agencia eficaz de la educación cristiana. Planeará los
cultos, visitará los salones, aconsejará a los maestros, asistirá las reuniones del personal,
mantendrá la disciplina cristiana, enseñará la religión, servirá como consejero espiritual
del personal, mostrará un interés general en todos los asuntos pedagógicos.

El hecho de que tanto los pastores como los pastores son llamados por Dios y que ambos
tienen metas y objetivos comunes en la edificación del cuerpo de Cristo debe motivarles
a vivir en armonía como hermanos y hermanas en Cristo.

Prerrequisitos que Contribuyen a la Armonía Pastor-Maestro

Hay algunos prerrequisitos que contribuyen a una armonía pastor-maestro, prerrequisitos


por medio de los cuales la relación pastor-maestro será una que refleja el tipo de
Cristianismo que queramos promocionar.

El primer prerrequisito o calificación que quisiera enfatizar yo llamo masculinidad.


En 1 Corintios 16:13,14 leemos, “Velad, estad firmes en la fe, portaos varonilmente y
esforzaos. Todas vuestras cosas sean hechas con amor.” ¡Compórtense como
hombres¡ Yo creo que la verdadera masculinidad tiene varios componentes.

Un componente importante de la masculinidad es el valor. La oración de la iglesia


primitiva para los apóstoles fue la siguiente: “Ahora, Señor, mira sus amenazas y concede
a tus siervos que con toda valentía hablen tu palabra” (Hechos 4:29). Los Cristianos
oraron que su pastor tuviera valor para hablar con valentía.

Otro componente de la masculinidad es la habilidad de recibir la crítica. Podemos estar


en desacuerdo con otros sin ser desagradables. Esa es la masculinidad. Tanto los
pastores como los maestros deben tener suficiente madurez para que puedan dar y recibir
la crítica constructiva. Para ofrecer la crítica debe haber una comunicación, y esto es uno
de los ingredientes vitales de una buena comunicación. Debe existir una comunicación
abierta, honesta y directa. Yo creo que ellos deben comunicarse entre sí en cuanto a las
metas y los objetivos. Cuando un nuevo programa ha de ser presentado al comité de
educación, por ejemplo, yo creo que debió haber existido una comunicación anterior
entre el director y los maestros. La comunicación, por lo tanto, incluye las consultas, y
414

yo quiero ser suficientemente hombre para poder consultar como pastor con mis maestros
y como maestro con mi pastor.

Otro ingrediente de la masculinidad es ser cortés. La cortesía común que podemos rendir
los unos a otros ciertamente debe ser practicado entre los pastores y los maestros. La
masculinidad también incluye ser competente. Los pastores y los maestros deben luchar
para ser competentes en su carrera y al día en su especialidad, competente en su habilidad
de manejar las herramientas que Dios ha dado para la edificación del cuerpo de Cristo.
Uno que es competente, por lo general, también es cooperativo. La cooperación también
es parte de la masculinidad y lleva a la armonía. Ha de existir una actitud de apoyo
mutuo, de ayudar entre sí, lo cual se puede lograr fácilmente si hay una buena
comunicación. La masculinidad también incluye el contentamiento. La hierba siempre
parece más verde al otro lado de la cerca. Todos nosotros somos tentados a examinar los
aspectos físicos de un llamamiento, el sueldo más alto de alguien en otra congregación,
un edificio mejor construido, y ponerse verdes de envidia. No obstante, trabajaremos
más eficazmente y con más armonía si estamos contentos, si damos cuenta que Dios nos
ha colocado en el lugar donde estamos. La envidia y los celos provocan mucha
disensión. En la masculinidad también encontramos la regularidad o el poder terminar
proyectos. Tan pronto que vacilamos en nuestras opiniones después que decisiones han
sido tomados para poder complacer a todos, podemos estar en problemas. Finalmente, en
la masculinidad encontramos la imagen de Cristo. Si nosotros, bajo Dios, luchamos para
reflejar la imagen de Cristo, nuestra relación no sufrirá.

El segundo prerrequisito que contribuye a una armonía pastor-maestro es ser obreros


honestos. 2 Timoteo 2:15, “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como
obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa la palabra de verdad.” Hemos de ser
hombres que estudian en un esfuerzo de crecer en nuestra habilidad de predicar y enseñar
el evangelio. Entre más estudiamos, menos seremos inclinados a robar de otros y de
dejar las cosas para más tarde enemigo quien constantemente si. El objeto principal de
nuestro estudio será las Escrituras, el asiento de cada doctrina, la guía para cada acción, la
motivación para todo nuestro labor. El que estamos tratando de vencer es Satanás, el
viejo enemigo quien constantemente siembre cizaña entre el trigo, quien fuertemente
resiste todos nuestros labores, quien constantemente siembre las semillas del
descontentamiento entre aquellos que han de ser líderes en la iglesia. Para estudiar con
diligencia nosotros, por supuesto, hemos de ser buenos mayordomos de nuestro tiempo,
especialmente en nuestra época de múltiples ministerios que cumplimos entre los
miembros. Tiempo para estudio y para mejorar nuestro conocimiento son indispensables.
La meta hacia la cual corremos es ser honestos, diligentes, sirviendo las necesidades de
todos los cristianos.

Otro tema de estudio será la psicología, o el estudio del comportamiento humano.


Podemos entender mejor a las personas, o entender mejor a los estudiantes, entender
mejor los unos a los otros, si entendemos el comportamiento humano tal como es
presentado en las Escrituras. No solamente debemos ser honestos en nuestro labor en un
nivel individual, sino que trabajemos juntos para construir un esprit de corps entre los
trabajadores en una congregación, tanto como un esprit de corps en el distrito y en el
415

sínodo. Estamos tan acostumbrados a ensalzar nuestro fuerte individualismo que a veces
esta actitud puede ser un obstáculo en la obra para el Señor y en la armonía pastor-
maestro. Al ser obreros honestos, seremos la sal con que una congregación y una
comunidad puede ser salada y dada mejor sabor a la boca de Dios. Finalmente, al ser
obreros honestos compartimos lo que tenemos – el mejor tesoro que el mundo ha
recibido, el evangelio de Cristo Jesús.

Un tercer prerrequisito para tener una armonía entre los obreros del Señor, y el más
importante puesto que es tan básico, es la fe. Hebreos 11:6, “Sin fe es imposible agradar
a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que
recompensa a los que lo buscan.” Salmo 116:10, Creí, por tanto hablé, estando afligido
en gran manera.” Impulsados por la fe, los pastores y maestros harán una fuerte
confesión, y hablarán de sus convicciones. 2 Timoteo 1:12,13, “Yo sé a quién he creído y
estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. Retén la forma
de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. 1 Corintios
14:8, “Y si la trompeta diera un sonido incierto ¿quién se prepararía para la batalla?” La
fe también produce confianza para que podamos llevar a cabo nuestros labores con
confianza. Filipenses 4:13 “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Como pastores y
maestros hemos de tener fe y confianza los unos en los otros. Donde no existe la
confianza, donde no existe una confianza mutua, habrá problemas. La fe nos da valor y
confianza para trabajar para el Señor. La fe quitará toda complacencia y nos dará la
consagración para ser trabajadores consagrados a Cristo. Donde existe la convicción y la
confianza, la cortesía y la consagración, allí habrán buenas relaciones cristianas.

El cuarto prerrequisito para una buena relación pastor-maestro es la humildad. Efesios


4:2,3 “Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los
otros en amor, procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” Si los
pastores y los maestros manifiestan una verdadera humildad, ellos no serán llenos de
orgullo ni intentarán usurpar el papel del otro. Tampoco se preocuparán por su posición
en la iglesia. Sabemos que Juan y Santiago estaban preocupados acerca de su posición, y
Jesús les amonestó y les animó a ser humildes. Otro ingrediente de la humildad es la
oración. Se necesita la humildad para tragar el orgullo y confiar en el poder de la
oración. En vez de atacar los unos a los otros, los pastores y los maestros han de estar
orando los unos por los otros. La humildad será engendrado cuando recordemos que es
un privilegio ocupar una posición como pastor o maestro. La humildad nos motivará a
mostrar poca preocupación para las ganancias físicas y personales. Y esto, también, es
fuente de mucha disensión. En humildad hemos de preferir a los otros antes que a
nosotros. Romanos 12:10, “Amaos los unos a los otros con amor fraternal: en cuanto a
honra, prefiriéndoos los unos a los otros.”

Lo que queremos evitar es una humildad fingida. El hombre que dice, “En toda humildad
quisiera decir…” está jactando de su humildad. Si es humilde, no tendrá que bostear de
ella. La humildad nos enseñará a seguir las reglas establecidas, y existen muchas reglas
establecidas en nuestras congregaciones que a nosotros no nos gustan, pero son las
tradiciones de estas personas. Y, finalmente, en humildad, seguiremos el ejemplo del
Señor Jesús. “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros
416

también debéis lavaros los pies los unos a los otros, porque ejemplo os he dado para que,
como yo os he hecho, vosotros también hagáis.” (Juan 13:14,15).

El último prerrequisito que brota de la fe y que realmente gobierna todos los demás es
el amor. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, se tenéis amor los unos por
los otros” (Juan 13:35). El amor hacia el Señor producirá una intimidad para con el
Señor y también los unos con los otros, una lealtad del pastor para con el maestro y del
maestro para con el pastor. El amor es compasivo: motiva a los hombres a ser amables y
considerados los unos de los otros. Es cierto que en la comunidad de los pastores y los
maestros habrá una coincidencia de responsabilidades, pero en consideración los unos
para los otros tales problemas podrán ser resueltos. Finalmente, el amor es arrollador.
Hemos de involucrar todos nuestros esfuerzos para el Señor. Si tanto el pastor como los
maestros de la congregación tengan un amor dedicado para la obra del Señor, no tendrán
tiempo para atacando a los demás. A veces nos hemos preocupado tanto que estamos
trabajando demasiado y que la congregación exige demasiado de nosotros, pero dejemos
que ellos se preocupen por eso.

Sugerencias Prácticas Para la Armonía

Si solamente tuviéramos todos estos prerrequisitos no existieran los problemas entre los
pastores y los maestros. No obstante, sabemos que las personas están perturbados por sus
debilidades y fallas, y por lo tanto las disensiones son inevitables. En la historia de la
iglesia primitiva hubo una disputa entre Pablo y Bernabé (Hechos 15), y esta contención
llegó a ser tan fuerte que partieron caminos. Afortunadamente, sabemos que más tarde se
reconciliaron. Si tales dificultades pudieron surgir entre Pablo y Bernabé, entonces
también aparecerán entre nosotros. En adición a las fallas comunes a todos nosotros,
existen una gran variedad de dones entre los trabajadores. Sus talentos varían, y
raramente encontramos la persona que posee todos los dones o todos los talentos. El
maestro puede estar buscando al pastor perfecto, pero tal persona no existe. Y el pastor
puede estar buscando al maestro perfecto, pero esta persona tampoco existe. ¿Qué
entonces, son algunas soluciones o qué son algunas sugerencias prácticas para fomentar
la armonía?

1. Recordar que somos un equipo. Los equipos no progresan cuando hay


disensión y controversia. Los equipos funcionan mejor cuando trabajan juntos.
Los miembros de un equipo no pisarán por encima de otro miembro del equipo.

2. Mateo 5:44: Amaremos aún a nuestros enemigos. ¿Podría ser verdad que no
amamos los unos a los otros?

3. Si alguien haya cometido una ofensa, no nos olvidemos de Mateo 18, y en este
punto regresamos a la comunicación. Si surge una problema, debe ser posible
resolverlo según Mateo 18. Esto significa que estamos comunicando los unos con
los otros y no con todo el mundo. La ética profesional también exige que
mantenemos nuestros problemas entre nosotros mismos y que nos abstengamos de
anunciarlo a oídos que no tienen ningún derecho de escucharlos.
417

4. Convocar reuniones de personal para hablar del asunto.

5. Volver al Sermón del Monte y la Regla Dorada. Cuando yo hablo mal de un


maestro, ¿quiero que ese maestro hable mal de mí? Cuando sea tentado a decir
señalar algún defecto en un maestro, ¿quiero que ese maestro está señalando mis
defectos?

6. Una solución muy práctica es tener un poco de humor. Con esto no quiero
decir que la obra del Señor no es importante, pero también lo son las relaciones
humanas. Un poco de humor, por lo general, es una cosa buena.

7. Otra sugerencia práctica es que cada quien debe preocuparse por sus propios
asuntos. Como pastores no es necesario que metamos la nariz en todo. Además,
no es posible.

8. Poner en práctica la Quinta Petición: Perdónanos nuestras deudas así como


nosotros perdonamos a nuestros deudores.

9. Guardar la lengua.

10. Una sugerencia para los maestros es darse cuenta que el colegio no es una
institución en sí, sino que es u siervo de la congregación. El maestro es llamado
para servir la congregación.

11. Recordemos el respeto mutuo.

12. La sugerencia final y más práctica es que todos utilicen el privilegio de la


oración. Oremos los unos para los otros, para que todos podamos cumplir los
requisitos de Dios, para que podamos servir el propósito que Él nos ha
encomendado – perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, la
edificación del cuerpo de Cristo.

(Este ensayo fue preparado para la Southwestern Wisconsin District Pastor-


Conference el 14,15 junio, 1967, St. Matthew Lutheran Church, Milwaukee,
Wisconsin. Fue impreso en el Wisconsin Lutheran Quarterly, (Vol. 65, January,
1968), pp 8-17. El Rvdo. Robert J. Voss ofició como el Presidente del original
Wisconsin Lutheran College, Milwaukee, Wisconsin cuando este ensayo fue
escrito. Subsiguientemente, el Rvdo. Voss ofició como el director del comité para
Entrenamiento de Obreros. Actualmente es el Presidente de Northwestern
College, Watertown, Wisconsin.)
418

Al hablar del papel del hombre y de la mujer hay dos extremos que debemos evitar.
primero es poner a un lado lo que la palabra de Dios enseña acerca del hombre y la mujer
debido a que tal posición no es popular en la sociedad donde vivimos. El otro es buscar
reglas y normas que dictarían en gran detalle los papeles del hombre y de la mujer.
Donde Dios nos ha hablado mediante Su palabra, no podemos y no nos atrevemos
ponerlo a un lado. Ni tampoco podemos olvidar que en la iglesia del Nuevo Testamento
la iglesia no funciona con reglas legalistas dados por Dios excepto en el caso de la ley
moral.

El siguiente ensayo por el Profesor David Kuske evita estos dos extremos. Se aferra a los
principios enunciados en la palabra de Dios al mismo tiempo que defiende la posición de
evitar el establecimiento de un nuevo código de conducta para la gente del Nuevo
Testamento. Al contrario, intenta presentar un claro entendimiento de los principios
básicos que tratan con los papeles del hombre y la mujer según la palabra de Dios.

EL ORDEN DE LA CREACIÓN COMO UNA LEY MORAL

Y COMO SE APLICA

A LOS PAPELES DEL HOMBRE Y LA MUJER

SEGÚN LOS ESCRITORES DEL NUEVO TESTAMENTO

Cuando quiera surge una pregunta acerca de la voluntad de Dios relacionada con un
cierto aspecto de la vida Cristiana, hay una tendencia de pensar en términos de reglas en
vez de un principio general. Por ejemplo, muchos pastores han tenido esta experiencia
cuando hablan acerca del pecado de maldecir tal como aparece en el Segundo
Mandamiento. Por lo general, los niños de la clase de catequesis se interesan más en
tener una lista de las expresiones que no pueden decir que aprender el porqué el maldecir
es un pecado.

Hace dos décadas se estaba estudiando y discutiendo los principios de compañerismo en


nuestro sínodo puesto que éstos se encontraban en el centro de nuestros problemas con la
Iglesia Luterana-Sínodo de Missouri. En ese momento, habían discusiones sobre el
compañerismo en que unos pastores y laicos parecieron estar más interesados en saber si
las "reglas" les permitirían orar con sus parientes que se permanecieron en el Sínodo de
Missouri en vez de luchar con los principios bíblicos envueltos.

Existe esa misma tendencia en el estudio reciente sobre el papel del hombre y la mujer
según la palabra de Dios. Hay una tendencia de pedir que se haga una lista de reglas que
419

resuelve exactamente que puede y no puede hacer la mujer. Esto sería un grave error por
varias razones:

1. Enfocaría nuestra atención sobre la sumisión de la mujer según la voluntad de Dios sin
dar igual atención al corolario de las responsabilidades que Dios da al hombre como la
cabeza de la mujer. Este último debe recibir tanta atención como la otra si en verdad
vamos a vivir según la voluntad de Dios en todo este asunto.

2. Tal lista de reglas inevitablemente llevaría a una piedad similar a la de los rabí con sus
códigos, sea, una piedad externa que carece totalmente de una actitud interna de amor tal
como requiere el principio de la ley moral de Dios. De esta manera las leyes hechas por
los hombres frecuentemente destruyen el mismo principio bíblico que deben fortificar.

3. Hacer tal lista sería una manifestación de una falta de entendimiento acerca de la
libertad del Cristiano en el Nuevo Testamento puesto que la iglesia del Nuevo Testamento
no tiene ningunas leyes o normas legalistas de Dios excepto por la ley moral.

Lo que necesitamos, por lo tanto, no es una lista de reglas y normas acerca del papel del
hombre y de la mujer, sino un claro entendimiento del principio básico, el orden de la
creación, el cual subyace este aspecto de nuestras vidas como el pueblo de Dios. Para
ayudarnos a poner este asunto en su perspectiva correcta, necesitamos hacer un estudio de
la ley moral en su esencia y su relación a los mandatos que encontramos en las páginas
del Nuevo Testamento. Luego miraremos al orden de la creación como una ley moral. Y,
finalmente, consideraremos cómo este principio, el orden de la creación, está enunciado y
aplicado por los escritores del Nuevo Testamento particularmente en cuanto a la relación
entre el hombre y la mujer.

Seis artículos del Quarterly sirvieron como fuentes especiales para esta presentación.
Son:

1. Enero, 1915 - Gottes Wille und Befehl [La Voluntad y El Mandato de Dios] por John
Schaller;

2. Enero, 1916 - Gibt es im neuen Testament gesetzliche Verordungen? [¿Hay


Ordenanzas Legalistas en el Nuevo Testamento?] por August Pieper;

3. Enero, 1917 - Wie erkennt man ein Moral gebot? [¿Cómo se reconoce un mandato
moral?] por Herman Meyer;

4. Enero, 1943 - "Nuestra Libertad Cristiana Y Su Uso Correcto" por Edmund Reim;

5. Enero, 1960 - "La Ley No Se Hizo Para El Hombre Justo" por August Pieper;

6. Enero, 1968 - "Ministrando al Pueblo Libre de Dios" por Armin Schuetze.


420

La Ley Moral: Su Esencia Y Su Relación Con Los Mandatos Del Nuevo Testamento

La ley moral aparece en las Escrituras en la forma de muchos mandatos, pero la forma
externa y la acción externa que está exigido en sí nunca es un precepto moral. En
realidad la ley moral exige una sóla cosa, una actitud interior, sea el amor. Esta es la
simple mas importante verdad que Jesús enseñó a los Fariseos cuando habló del amor
para con Dios y el amor hacia el prójimo y dijo: "De estos dos mandamientos depende
toda la ley y los profetas" (Mateo 22:40). Pablo anunció esta misma verdad en una
manera aún más concisa en Romanos 13:10, "El cumplimiento de la ley es el amor".

De esta manera Jesús y Pablo nos recuerdan que la ley moral y la forma externa de los
Diez Mandamientos no puede ser identificado como una y la misma. Los Diez
Mandamientos eran parte del Código de Leyes Siniáticas que iban a servir como un
acompañante para el pueblo de Israel hasta que Cristo viniese (Gálatas 3:24,25). El
Nuevo Testamento nos muestra que los Diez Mandamientos en su forma exterior tal
como fueron dados por Moisés expresan el núcleo de la santa voluntad de Dios que se
manifiesta en el amor. Por lo tanto, podríamos usar los Diez Mandamientos como una
herramienta para enseñar lo que es la voluntad de Dios para las personas de todas las
épocas. Así hizo Lutero. Mas, al hacerlo debemos tener cuidado de guardarnos de incluir
en nuestra instrucción las leyes unidas con el Tercer y el Noveno Mandamientos, y nunca
debemos perder de vista el hecho de que, como Lutero nos recuerda una y otra vez en sus
explicaciones, que todas las acciones externas son mandadas fluir de una sóla actitud
interior del corazón - el amor. Es esta actitud interior que es la verdadera esencia de la
ley moral.

Esta actitud interior del amor perfecto carece en el hombre, por naturaleza, desde la
caída. Dios creó al hombre y a la mujer en su imagen para que sus pensamientos,
sentimientos y voluntad fuesen en completa armonía con el Suyo. Pero desde la caída el
pecado trajo un cambio muy importante. Puesto que el hombre por naturaleza ya no está
en armonía con la ley de Dios, la ley se convirtió en una exigencia al exterior del hombre.
La humanidad todavía tiene la ley de Dios escrita en su corazón (Romanos 2:15) pero el
entendimiento que la humanidad tiene de la santa voluntad de Dios está tan oscurecido
por el pecado que las personas, sin la guía de Dios, siguen un estilo de vida que está
apartado de la vida que Dios exige (Efesios 4:18,19). El hombre pecaminoso en su
estado natural se apartó a sí mismo tan lejos del conocimiento de la voluntad de Dios que
ni siquiera tiene una idea de como se expresa este amor (Romanos 2:21-32; 3:10-18).

Dios propone anunciar su ley de amor en mandatos individuales en su palabra para que su
voluntad sea clara para el hombre pecaminoso. Pero lo mandatos en las Escrituras que
son una exposición de la ley de amor de Dios no obran una obediencia agradable a Dios
aun cuando se molesta su conciencia al leer estos mandatos o escucharlos. En algunas
personas los mandatos de la ley de Dios pueden obrar una obediencia externa motivada
por temor del castigo de Dios; en otros pueden causar resentimientos que resultarán en
una desobediencia deliberada (Romanos 1:32; Efesios 4:18,19). En ambos casos, la ley
de Dios hace que las personas sean conscientes del pecado.
421

Mas cuando por la gracia de Dios, el pecador está convertido y llega a ser un creyente en
Cristo, está restaurado a la imagen de Dios y Dios da al Cristiano un nuevo corazón. El
nuevo hombre del Cristiano no necesita ser expuesto a la ley de Dios en la forma de
mandamientos ya que el nuevo hombre anda por el Espíritu en amor perfecto. Pablo
describe la imagen de Dios restaurada en el Cristiano como una renovación del
conocimiento de Dios según su naturaleza que es el amor (Colosenses 3:10; Romanos
5:5) y según su voluntad que es el amor (Efesios 4:23,24). Es esta característica del
nuevo hombre en el Cristiano de que habló Dios en el Antiguo Testamento cuando
prometió quitar los corazones de piedra de Su pueblo y darles un nuevo espíritu para que
podían guardar Sus leyes (Ezequiel 11:19,20), o cuando prometió escribir su ley en los
corazones del pueblo del nuevo pacto para que nadie ya les tendría que enseñar Su ley
(Jeremías 31:33ss). Pablo habla del hijo regenerado de Dios como una nueva creación en
quien el viejo ha desaparecido y el nuevo ha venido (2 Corintios 5:17) para que el nuevo
hombre diga "no" al pecado y a las pasiones mundanas y vive una vida sobria, justa y
piadosa (Tito 2:11,12; Gálatas 5:24,25).

¿Qué es la relación entre el evangelio y la ley moral en el creyente regenerado? El


evangelio no coloca la ley moral a un lado ni tampoco crea sus propias formas externas,
sino que llena el orden establecido con su espíritu. El evangelio capacita al hombre para
hacer obras de amor. Es solamente debido a que el Cristiano no es completamente
espiritual y debido a que debe luchar contra su carne (Romanos 7:22ss; Gálatas 5:17) que
necesita instrucción de Dios sobre la ley moral. La carne es rebelde y perezosa; no está
inclinada a admitir la seriedad del pecado; desviará a la persona para que no haga el bien
a los ojos de Dios. Por lo tanto, el Cristiano por causa de su viejo Adán, necesita la ley
como un freno, un espejo y como una guía. El nuevo hombre no necesita una guía para
saber cómo Dios quiere que ame, no necesita ningún látigo para servir a su Señor, no
necesita ninguna amenaza para hacerle someter a la voluntad de su Salvador.

Es por esto que Cristo predicó el Sermón del Monte y los apóstoles predicaron la ley; no
para establecer un nuevo código de leyes para los creyentes del Nuevo Testamento que
estaban obligados a cumplir, sino que sirvieran como una guía para el Cristiano en su
lucha entre su viejo Adán y su nuevo hombre. Cristo y los apóstoles enseñan claramente
la actitud correcta del corazón del creyente para con Dios, la actitud correcta que
únicamente pueden tener ellos como miembros del reino de Dios. Por naturaleza
podríamos desear que Dios nos hubiera dado una lista de reglas, tal como hizo con Su
pueblo del Antiguo Testamento, pero en su nuevo pacto, el pacto del evangelio, no hay
lugar para tal lista de reglas.

Bajo el pacto de Dios el Cristiano vive y camina en el espíritu y así está limitado sólo por
la ley de Cristo (Gálatas 6:2; Juan 13:34; 15:12), la ley perfecta del amor, la ley de la
libertad (Santiago 1:25; 2:12), la ley real (Santiago 2:8). Cualquier intento de limitar el
Cristiano del Nuevo Testamento con cualquier otra ley que no es la ley de amor es un
ataque en contra de la libertad perfecta que Cristo estableció en el Nuevo Testamento.

Podríamos resumir la libertad Cristiana en cuatro partes:


422

-- libertad del yugo de la ley (Hechos 15:10);

-- libertad de todas las restricciones ceremoniales (Gálatas 4:10; Colosenses 2:20);

-- libertad de todas las reglas humanas (Colosenses 2:20,21);

-- libertad consciente de toda culpa y condenación (Hebreos 9:14; 10:22).

Los escritores inspirados hablan con frecuencia de esta libertad. "Pero venida la fe, ya no
estamos bajo ayo" (Gálatas 3:25). "No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" (Romanos
6:14). "Habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo" (Romanos 7:4). "Pero si
sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley" (Gálatas 5:8). "Estad., pues, firmes en
la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de
esclavitud" (Gálatas 5:1). "Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2
Corintios 3:17). "El fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree" (Romanos
10:4). Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que
no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu da
vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte" (Romanos 8:1,2).

La libertad del Nuevo Testamento no es una libertad carnal, sino espiritual. El Cristiano
muere a la ley para que pueda vivir para Dios (Gálatas 2:19ss). No usa su libertad para
dar rienda suelta a su naturaleza pecaminosa; no considera el hecho de que vive bajo la
gracia, y no bajo la ley como una licencia para pecar (Romanos 6:14). Al contrario, sabe
que ha sido librado de la ley para que ahora pueda servir en la nueva manera del Espíritu
(Romanos 7:6).

Motivado por el amor de Cristo, de su propia voluntad pone toda su vida al servicio de
aquel que murió por él y resucitó (2 Corintios 5:14,15). La libertad significa que ahora
ofrece las partes de su cuerpo gozosamente como instrumentos de justicia (Romanos
6:13,14); sí, gozoso y completamente se hace esclavo de la justicia (Romanos 6:16,18) y
un esclavo de Dios (Romanos 6:22).

La ley moral de Dios, la ley de amor, ya no es una ley para el creyente según su nuevo
hombre (1 Timoteo 1:9). La santa voluntad de Dios ya no es una exigencia desde el
exterior, sea, un extraterrestre que viene al creyente para hacer demandas respaldadas por
la amenaza del castigo si no las cumple. Al contrario, para el creyente la ley moral de
Dios presenta los principios eternos que descansan en la misma naturaleza de Dios y con
los cuales está en perfecta armonía su nuevo hombre. La perfecta ley de amor está
explicado y aplicado en las páginas de las Escrituras para nosotros los Cristianos en
diferentes situaciones de la vida en la forma de mandatos, instrucciones, exhortaciones,
advertencias, o reglas de conducta, solamente porque, como anotamos antes, el viejo
Adán todavía se adhiere a nosotros y por lo tanto no somos completamente espirituales.
Cuando el Cristiano, motivado por ese amor que el Espíritu Santo crea en él por medio
del evangelio, conforma su vida a estas directivas, no pierde su libertad. Al contrario, da
prueba de la verdadera libertad de su nuevo hombre, que se afirma por encima del viejo
Adán y rinde honores reales a Dios quien le ha liberado.
423

Pero sería una equivocación pensar que cada directiva del Nuevo Testamento es, de
alguna manera, una exposición de la ley moral de Dios. También hay directivas
evangélicas. A causa de las limitaciones del idioma humano, las directivas tanto de ley
como de evangelio se expresan como un imperativo. Por lo tanto, en su forma externa no
se diferencian y la persona que no entiende la diferencia entre ley y evangelio confundirá
estos imperativos. Es importante estudiar este asunto más cuidadosamente. Hay una
diferencia principal que distingue las directivas evangélicas de la ley moral, y, luego, dos
diferencias más que son corolarios:

1. La ley moral revela la santa voluntad de Dios y exige que el hombre la cumpla; las
directivas evangélicas revelan la voluntad salvadora de Dios y al mismo tiempo da al
Cristiano la habilidad para hacer lo que Dios quiere;

2. La ley moral es la voluntad de Dios para las personas de todas las épocas; las
directivas evangélicas son exclusivamente para los Cristianos;

3. La ley moral está dirigida al viejo Adán; las directivas evangélicas están dirigidas al
hombre nuevo.

Una gran directiva evangélica es la Gran Comisión. Aplica a cada Cristiano hasta que
Cristo vuelva. Es la única gran tarea de la iglesia. Todos los otros mandatos que se
relacionan al uso de los medios de gracia para los Cristianos son, de una manera u otra,
relacionados a esta gran directiva evangélica. Daremos nuestra atención a ellos más
adelante.

El mandato de predicar el evangelio a cada criatura, de bautizar a todas las naciones, y de


celebrar la Santa Cena no son parte de la ley moral. No son imperativos que matan o
condenan, ni nos llenan con miedo y pavor a causa de nuestros pecados, sino que son
imperativos mediante los cuales Dios nos influencia y activa como Cristianos. Por medio
de estas directivas Dios pone en movimiento la actividad de la predicación del evangelio
y el uso de los sacramentos.

El hecho de que el cumplimiento de la Gran Comisión es también un cumplimiento de la


ley de amor no debe hacernos confundirla con la ley moral. Esta es la lógica del viejo
Adán, el cual sólo conoce la ley. Es cierto que el Segundo Mandamiento también incluye
esta directiva de que el nombre de Dios sea proclamado en su plenitud y en verdad. La
diferencia, como notamos antes, es que el Segundo Mandamiento está hablando a todas
las personas, exige algo de todos, y condena a todos puesto que no son capaces de
cumplir con la perfección que Dios exige. Al contrario, estamos de acuerdo que sería un
abuso total de la Gran Comisión si un Cristiano en una conversación con su vecino
incrédulo, tratara de poner la Gran Comisión sobre la conciencia del incrédulo y si le
dijera que esto es lo que Dios le exige de él y que se condenará si no lo hace.

Esto puede ser ilustrado aún más claramente con otra directiva evangélica, la directiva de
creer. No podemos convertir eso en una ley; de obrar así estaríamos culpables del
sinergismo (presentar la directiva evangélica como algo que Dios exige del hombre,
424

convirtiéndola en una obra humana). Todas las directivas que tienen que ver con el
cambio de la relación entre Dios y el hombre son directivas evangélicas, no ley moral. El
hombre, por naturaleza, no puede entender el mensaje de la cruz (1 Corintios 2:14).
Cuando escucha el imperativo de creer, él piensa que entiende, pero esta directiva no
tiene nada que ver con el viejo Adán del Cristiano, es completamente extraño a su
naturaleza, no puede comprender su significado. El viejo Adán sólo puede entender los
imperativos de la ley y por lo tanto asume que éste también es un imperativo de la ley.
Como resultado, o se opone a esta directiva o lo considera como un deber que tiene que
cumplir por su propio poder. Pero si esta directiva de creer fuera una proclamación de la
ley moral y así enseñaba el sinergismo, entonces la esclavitud del hombre no sería
completa como dicen las Escrituras, la obra redentora de Cristo no nos libró y nuestra fe
en Cristo no es totalmente un regalo de la gracia de Dios. Vemos todos estos errores
enseñados por el Catolicismo Romano porque no distingue las diferencias entre la ley
moral y las directivas evangélicas.

La teología Reformada comete el mismo error. Cuando exigen la fe como una condición
para el perdón, luego la promesa del evangelio es contingente sobre una obra humana y el
evangelio es una proclamación de las condiciones bajo las cuales el hombre puede
asegurar para sí mismo la remisión de los pecados. Aunque puede parecer que los
Reformados enfatizan la fe permitiendo que llega por sí sólo, la verdad es que han
convertido el evangelio en una ley. En nuestra predicación, también debemos guardar
contra caer en este error de colocar ante nuestros miembros una amnestía general que
depende de ciertos términos que ellos deben cumplir antes que Dios será misericordioso
con ellos. Predicar tal evangelio sería perpetuar un error de convertir las directivas
evangélicas en imperativos de la ley.

La directiva evangélica de creer (Hechos 16:31: "Cree en el Señor Jesucristo y serás


salvo") y los condicionales evangélicos (Marcos 16:16: "El que creyere y fuere bautizado,
será salvo", o Romanos 10:9: "Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres
en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo") no nos mandan a
escudriñar nuestros corazones para un sentimiento de fe y de esta manera llevarnos a
tener una fe basada en algo que nosotros hacemos. Al contrario, son palabras que son un
medio de gracia mediante los cuales Dios, al mismo tiempo que nos manda hacer algo,
también por Su gracia nos capacita y nos lleva a hacer lo que Su santa voluntad exige.
Estas son palabras de espíritu y de vida que son medios a través de los cuales nuestro
Salvador invite y convence a los hombres a creer el mensaje evangélico de un perdón
completo y a creer el mensaje evangélico de un perdón completo y gratis. Aquí, también,
el hecho de que el creer es al mismo tiempo un cumplimiento de la ley de amor (Primer
Mandamiento) no debe llevarnos a confundir la directiva evangélica con la ley moral.

Pero, ¿qué en cuanto a las directivas relacionadas con el ministerio público, las reuniones
para la adoración pública, y tales actividades como la disciplina eclesiástica, el
compañerismo, la ofrenda, la oración y similares? Simplemente, estas directivas o sirven
la Gran Comisión o animan la gracia en la vida del Cristiano que son resultados directos
de la gracia de Dios siendo abrazado en fe por el Cristiano.
425

Dios no instituyó el ministerio público como la ordenanza de la ley sino como una
institución que ha de servir el mandato de predicar el evangelio. Dios no rodea toda la
institución con un gran número de leyes ceremoniales tal como hizo en el sacerdocio del
Antiguo Testamento. Se dan las calificaciones y deberes generales en las Escrituras, pero
esto son únicamente una salvaguardia de la institución como una que predicará el
evangelio, y son tan generales que permiten que tanto los hombres como las mujeres
sirven en una gran variedad de maneras en el ministerio. Nuestra libertad para crear o
eliminar formas del ministerio para acomodar nuestras necesidades son un claro
testimonio de nuestra libertad de la ley en este asunto. Lo mismo es cierto para la forma
de la iglesia. Dios nos manda a reunirnos para hacer uso de los medios de gracia, pero si
lo hacemos en una casa o en una iglesia, si sea en grupos pequeños o grandes, no está
regulado por ordenanzas. No nos manda un día específico para reunirnos; no nos da una
liturgia que tenemos que seguir. Nos da algunas sugerencias sobre las lecturas bíblicas,
sermones, cantos y oraciones que nos podrían ayudar, pero no nos dice qué porciones de
la palabra de Dios debemos leer ni nos manda una manera específica para orar, con la
excepción de un ejemplo que solo sirve de ejemplo. Y aun este "Padrenuestro" tiene una
redacción diferente en Mateo y en Lucas. Lo único que hace Dios es amonestarnos que
cuando nos reunimos para usar los medios de gracia, todo debe hacerse decentemente y
con orden y que todo lo que hagamos o digamos sea fiel a su palabra. Entendemos que
estas directivas no son leyes que limitan la asombrosa libertad que tenemos en cuanto a la
forma de nuestra reunión sino que son habladas por Dios con el propósito de hacer de
nuestras reuniones ocasiones en donde los medios de gracia sean usados para bendición
nuestra.

Cuando participamos en la obra misionera, las Escrituras no nos mandan una manera
específica de hacerla sino el decirnos que usemos los medios de gracia. Las instrucciones
para la práctica de la disciplina eclesiástica no son una ley compuesta de una fórmula
uno-dos-tres que exige que sigamos un cierto procedimiento externo. Al contrario,
reconocemos que los tres pasos son sugerencias de cómo podíamos cumplir las directivas
evangélicas para hacer todo lo posible para traer el pecador al arrepentimiento. Se
cumple Mateo 18, no cuando se hace los tres pasos, sino únicamente cuando hemos
hecho todo lo posible para restaurar el pecador caído al arrepentimiento. Los principios
de compañerismo en el Nuevo Testamento sirven para salvaguardar el uso de los medios
de gracia de la levadura de la doctrina falsa.

¿Qué en cuanto a las instrucciones de Pablo acerca de la ofrenda? Estas no son leyes que
exigen algo de los Corintios y de nosotros, sino una amonestación y exhortación a una
ofrenda regular, diligente y constante. Note como Pablo rodea estas directivas con el
mensaje del amor de Dios para con nosotros en Cristo (2 Corintios 8:7-10; 9:6,7). Por lo
tanto, está hablando al hombre nuevo, el cual acosado por el viejo Adán, necesita
fortalecimiento mediante el mensaje del amor divino. Ni tampoco es legalista adoptar un
método voluntario de ofrendas semanales sistemáticas tal como Pablo sugiere a los
Corintios en 1 Corintios 16:1,2. Pablo claramente rechaza cualquier conclusión de que
alguna de estas directivas podrían ser entendidas como una ley cuando dice en 2
Corintios 8:8, "No hablo como quien manda, sino para poner a prueba la sinceridad del
amor vuestro". Nosotros, en nuestra libertad como individuos o como una congregación,
426

podríamos decidir dar ofrendas mensualmente y no semanalmente o aún ofrendar sin


ningún sistema basado en el almanaque. Mas las directivas bíblicas nos dan sugerencias
de como nosotros como Cristianos podemos crecer en la gracia de ser dadores alegres.
Estas no son leyes que exigen algo de nosotros, sino que son directivas evangélicas que
nos invitan y nos capacitan crecer en la gracia de ofrendar.

Tal vez sería provechoso en este momento recordarnos que versículos como Gálatas 6:7
que reprueben y advierten contra la ofrenda perezosa no son directivas evangélicas sino
ley. No obran en nosotros la gracia de dar , sino que destacan nuestro pecado y se dirigen
a nuestro viejo Adán con una amenaza del castigo de Dios. De la misma manera todas las
exhortaciones y advertencias contra la incredulidad o los frutos de la incredulidad
pertenecen a la ley (Fórmula de Concordia: Triglotta 957; Tappert 561).

Constantemente debemos guardarnos de no dejar que estas exhortaciones y advertencias


nos inducen a convertir las directivas evangélicas en leyes. Convertir en exigencias los
imperativos de Cristo de predicar el evangelio, de bautizar, de participar de la Santa
Cena, de reunirnos para alabarle, de orar, y otros similares: mandatos que entonces serían
dirigidos al viejo Adán con la amenaza del castigo de Dios si no se los cumplan, en vez
de usarlos como Cristo quiso, sea como un medio de gracia para edificarles y capacitarles
para hacer su santa voluntad salvadora - esto sería un horrible abuso de estos imperativos
evangélicos.

No caeremos en estos graves errores si podemos recordar estos puntos:

1. El Cristiano del NuevoTestamento es libre de la ley, mas su libertad es espiritual y no


es algo aparte de la santa voluntad de Dios, sino que según su nuevo hombre servirá a
Dios según la ley de amor, gozoso, voluntario y completamente.

2. La esencia de la ley moral es el amor. La única razón por la cual la ley moral de Dios
está escrita en el Nuevo Testamento es porque el Cristiano todavía tiene su viejo Adán y
por lo tanto no tiene un corazón y una mente en perfecta armonía con la santa voluntad de
Dios. Puesto que no es completamente espiritual, necesita escuchar la ley moral como un
freno, un espejo y una guía en su lucha diaria contra su carne.

3. No hay ninguna otra regulación limitante más allá de la ley moral en el Nuevo
Testamento. Los mandatos del evangelio no son nuevas leyes. Los mandatos del
evangelio aparecen en la forma del idioma humano en la misma forma que los mandatos
de la ley, pero es solamente el viejo Adán (el cual no entiende el evangelio) quien
convertirá los imperativos evangélicos en leyes morales o ceremoniales. El Cristiano
según su nuevo hombre reconoce la diferencia entre ley y evangelio, y por lo tanto
entenderá que estos directivos evangélicos no son mandatos que condenan sino que son
invitaciones poderosas que revelan la voluntad salvadora de Dios y que al mismo tiempo
le capacitan para creer el evangelio salvador y compartirlo con otros.
427

El Orden De La Creación es La Ley Moral

Vista Particularmente de Acuerdo a las Relaciones Que Establece

Los Cuales Aplican Al Hombre Para Su Vida En Este Mundo

El término "orden de la creación" parece ser muy reciente. El Profesor Franz Pieper lo
usó una vez en su Dogmática Cristiana (Vol. 1, p 524). Algunos sostienen que la palabra
alemana que usó significa "el orden del creador" y no "el orden de la creación" (ver
Schoepferordnung versus Schoepfungsordnung). Fritz Zerbst usó la expresión "el orden
de la creación" con más frecuencia en su libro El Oficio de la Mujer en la Iglesia. Se ha
sugerido que este término viene de Lutero, particularmente las palabras, "Aquí considera
su estación (Stand) según los Diez Mandamientos". Se sostienen que para Lutero los
términos Stand y Ordnung fueron intercambiables. Algunos opinan que habría sido
mejor si este término nunca habría sido inventado diciendo que el término tiene
diferentes significados y por lo tanto confunde en vez de clarificar.

En vez de dedicar mucho tiempo al origen del término o sobre la pregunta de su valor
para nuestro vocabulario teológico, lo único provechoso para hacer es asegurarnos de que
todos usamos el mismo significado del término.

La expresión "orden de la creación" aunque ha sido usado en literatura reciente


principalmente para referirse a la sumisión de la mujer al hombre, no está limitado a esta
relación terrenal. El término "orden" sí es confuso cuando hablamos sobre este tema,
puesto que nos puede llevar a pensar en el orden (el tiempo) en que creó Dios al hombre
y a la mujer, ej. el hombre primero, luego la mujer. El término "orden" en la expresión
"orden de la creación" no está refiriendo a esto. Mas bien, es una referencia a la relación
que Dios estableció entre el hombre y la mujer. Ciertamente, la relación de sumisión se
relaciona al orden en el tiempo en que creó Dios al hombre y a la mujer (1 Timoteo 2:13),
pero el uso del término solo se refiere al orden y no al tiempo.

Como acabamos de notar, esta expresión ha sido usado con mayor incidencia para
referirse a la relación entre el hombre y la mujer, pero se refiere a mas que esta única
relación. Se refiere a todas aquellas relaciones que Dios estableció entre las personas
para la vida en este mundo con los cuales nos preocupamos en la aplicación de la ley
moral. Las Escrituras hablan primero que todo de la relación de un ser humano con otro.
Las Escrituras hablan de tales relaciones cuando quiera explica o aplica la ley moral, la
ley de amor. Pero esta ley y la relación o el orden que prescribe no fue establecido en el
Monte Sinaí ni tampoco con la apariencia de varios versículos del Nuevo Testamento. La
ley moral fue escrita en el corazón del hombre en la creación y por lo tanto, estas
relaciones fueron establecidas por Dios en ese momento. Así, el término "orden de la
creación, fue inventado para referir a la relación que Dios estableció en la creación para
la vida del hombre aquí en este mundo.

De interés particular para nosotros en el orden que Dios estableció son las relaciones que
incluyen sumisión. ¿La sumisión implica inferioridad? El viejo Adán del hombre diría
428

que sí y tal actitud puede contribuir a la subordinación entre las personas en base de su
inferioridad si está real (ej. los retrasos mentales o los físicamente débiles siendo
subordinados por personas física o mentalmente superiores) o imaginaria (los negros
subordinados por los blancos). Mas la subordinación que Dios exige no está mandado a
causa de la inferioridad, sino como una bendición. Los hijos deben someterse a sus
padres no porque los niños son inferiores. Note que cuando sus padres son ancianos, los
hijos son mandados por Dios a cuidar de ellos. Los hijos son mandados a someterse para
que Dios puede conferirles bendiciones físicas y espirituales a través de sus padres. De la
misma manera, los miembros de una congregación son exhortados a someterse a su
pastor no porque son inferiores. Ellos llamaron a su pastor para ser su ministro, su
siervo. Dios quiere que el pastor les sirva con el evangelio, y quiere que los miembros se
someten para que El les puede conferir bendiciones espirituales a través de su pastor.
Dios no dice a los ciudadanos de una nación que se someten al gobierno puesto que las
personas de la nación son inferiores. Cada creyente en cualquier nación es más precioso
a Dios que cualquier oficial gubernamental incrédulo a quien Dios le ha mandado
someterse. Dios exige la sumisión al gobierno para que El nos pueda bendecir con una
sociedad ordenada por medio de los oficiales gubernamentales.

El mandato dado a los esclavos de someterse a sus amos no es lo mismo que estos otros
que hemos descrito puesto que este tipo de subordinación está hecha por el hombre y no
es ordenado por Dios. Pero, puesto que fue una parte de la sociedad Romana que el
gobierno regulaba, Dios mandó que aquellas personas que fueron subordinados por la
esclavitud obedecieran en vez de rebelarse contra sus amos.

Algunos quisieran colocar la subordinación de la mujer al hombre en la misma categoría


que la esclavitud. Sostienen que fue parte de la sociedad Romana que la mujer fuese
considerada inferior y que la mujer fue por lo tanto, subordinada. Pero tal argumento no
es fiel ni a la historia ni a las Escrituras. Sí, habían muchos hombres Romanos quienes,
motivados por su viejo Adán, denigraron a las mujeres y las abusaron. Pero también,
habían muchas mujeres Romanas quienes recibieron mucho honor y ellas, motivadas por
su viejo Adán, aspiraron y alcanzaron posiciones en las cuales ejercieron poder sobre los
hombres.

Las Escrituras no mandan la subordinación de la mujer basada en la estructura de la


sociedad Romana, ni tampoco fundamenta este mandato en la inferioridad de la mujer. A
veces este último punto ha sido argumentado en base de 1 Timoteo 2:14, donde nos dice
que Adán no fue engañado, sino Eva. Mas la forma compuesta del verbo (exapatao)
usado con Eva, en contraste con la forma simple usada con Adán (apatao) no lleva
consigo la connotación de intensificar la acción o el significado del verbo al hablar de
Eva; solamente recalca el hecho de que la acción ocurrió en el caso de Eva, mientras no
ocurrió en el caso de Adán. El énfasis en este versículo no es para resaltar una debilidad
principal que hay en la mujer que no se encuentra en el hombre, sino al contrario, el
versículo 14 usa las acciones de tanto Adán como Eva en la caída como pruebas, además
el orden en que Dios creó a Adán y Eva (v. 13), la exhortación dada en los versículos 11 y
12 que las mujeres han de someterse a los hombres en una situación de aprendizaje-
enseñanza. En la caída, tanto Adán como Eva salieron de los papeles que Dios les había
429

dado - Eva asumió el liderazgo y Adán le siguió - con unas consecuencias funestas. Este
es el punto del versículo 14, y no debe ser usado para argumentar las bases bíblicas para
la subordinación de la mujer alegando su inferioridad (ver WLQ, octubre, 1981).

Otros también citan a 1 Pedro 3:7 para argumentar la inferioridad de la mujer, pero esto
sería ir aún más lejos puesto que la frase dice que la mujer es "el vaso más frágil" se usa
no como un motivo para que la mujer se somete, sino como una razón por la cual el
esposo Cristiano debe ser considerado de su esposa. Este versículo hace claro que las
Escrituras reconocen una verdadera diferencia entre el hombre y la mujer, mas no le
adscribe a ella la inferioridad, y especialmente no la convierte en una razón por la cual
ella debe someterse al hombre (ver WLQ, octubre, 1981 para el tratamiento exhaustivo
del "vaso frágil").

Las Escrituras llevan la subordinación de la mujer a la creación, y por lo tanto es parte del
orden de la creación y así también es ley moral. Es la creación de Dios de la mujer como
la ayuda idónea del hombre, no como una declaración de Dios después de la caída en la
cual ordenó que la mujer debía someterse al hombre. Esto está confirmado por los tres
versículos del Nuevo Testamento que tocan este tema. En 1 Corintios 11:8, para aprobar
la afirmación del versículo 7, que la mujer es la gloria del hombre (ej. que su conducta
debe traer gloria al hombre como su cabeza y no deshonrarle, vv. 3-6), el apóstol vuelve a
la creación y dice "Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y
tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón".
En 1 Corintios 14:34 el apóstol afirma que las mujeres "estén sujetas" porque "la ley lo
dice". Pablo, ciertamente, no habla del pacto Siniático al hablar de los gentiles Corintos;
Pablo se refiere a la única ley que es vigente para los Cristianos del Nuevo Testamento,
sea la ley moral que en la creación fue escrita en el corazón del hombre.

En 1 Timoteo 2:13, al probar que la mujer ha de ser resuelta en su autodominio (esuchia)


y no tener autoridad sobre un hombre, Pablo regresa a la creación: "Adán fue formado
primero, después Eva".

En el próximo versículo (2:14) Pablo agrega la caída como una segunda prueba a causa
de los trágicos resultados causados por Adán y Eva cuando se apartaron de los papeles
que Dios les había dado al no hacer caso a la voluntad de Dios en este asunto. Pero las
palabras de Dios pronunciadas en la caída "él se enseñoreará de ti" no comenzaron la
subordinación de la mujer. Fueron una declaración de que la posición de la mujer como
una ayuda idónea amada del hombre (el cual Dios había arreglado en amor como una
bendición para ella y para el hombre) se afectaría a causa del estado de transgresión en
que habían entrado. La posición de subordinación de la mujer todavía sería una
bendición para ella, especialmente si prevaleció el nuevo hombre tanto en el hombre
como en la mujer y si la relación fuese guiada por un amor nacido de la fe. Mas en el
estado de transgresión la subordinación de la mujer también sería una carga puesto que el
viejo Adán estaría ansiosa de abusar de ella y su viejo Adán se rebelaría contra ello. El
anuncio de Dios en la caída de que desde entonces la subordinación de la mujer sería una
carga como igualmente una bendición es un anuncio de que esta carga serviría como una
430

disciplina, un recuerdo de Dios del pecado y sus maldiciones y de la promesa de Dios de


un Salvador del pecado.

Para resumir, el orden de la creación es un término que se refiere a la ley moral,


particularmente en cuanto a las relaciones que establece los cuales aplican al hombre en
su vida en este mundo.

Dios estableció la subordinación como una de estas relaciones, no a causa de la


inferioridad sino como una bendición. La subordinación de la mujer también fue
establecido por Dios como parte de la ley moral en la creación. El propósito "para el
hombre" (1 Corintios 11), la manera "tomada del hombre" (1 Corintios 11) y el momento,
"el hombre primero" (1 Timoteo 2) de la mujer atestiguan a esta verdad. En Edén la
subordinación de la mujer fue una bendición y sigue siendo una bendición igualmente
como cualquier otra subordinación que Dios ordena es dada para bendición (ej. padre-
hijo, pastor-congregación, gobierno-ciudadano). Pero desde la caída, la relación en la
cual la mujer es sometida al hombre es, al igual que todas las otras relaciones de
subordinación que Dios ha ordenado, afectado profundamente por el pecado. El viejo
Adán del hombre en su egoísmo abusa de la relación; la carne pecaminosa de la mujer
rebela contra ello. Es, entonces, el viejo Adán dentro de nosotros, a quien habla Dios en
las repeticiones y aplicaciones de la ley moral. Y, mediante el anuncio de Dios en la
caída, la carga que la mujer lleva en su papel de sumisión como un resultado del pecado
es también una disciplina.

La Sumisión de la Mujer al Hombre

Tal Como Este Principio Está Anunciado y Aplicado

A Varias Situaciones en el Nuevo Testamento

Hay varios versículos donde este principio moral está repetido y aplicado. No debe
sorprendernos que los versículos que tocan el matrimonio incluyen un recuerdo de este
principio ya que en el matrimonio el hombre y la mujer se unen como uno. Para ayudar
al hombre y mujer Cristianos en su lucha con su viejo Adán, Dios habla a ambos con el
propósito de guiarles en el camino que El quiere que sigan en su vida de casados. Si,
guiados por su nuevo hombre, siguen los mandatos de Dios entonces tendrán gozo y
bendición en la unidad de su matrimonio; de acuerdo a la medida en que no se ahogan su
viejo Adán diariamente, la unidad de su matrimonio será arruinada.

Notamos que al hablar del papel del hombre y de la mujer en el matrimonio, Dios no dice
al hombre que debe exigir de su esposa ni ella de él. Al contrario, Dios dice a la esposa
que debe someterse, y que el hombre, ha de amar a su esposa con un amor sacrificial. La
sumisión gozosa y voluntaria de la iglesia a su auto-sacrificante Salvador es dado a la
mujer como su ejemplo; el Salvador quien en amor dio Su propia vida para la iglesia es
431

dado al hombre como su ejemplo. Es este "Someteos unos a otros en el temor de Dios"
(Efesios 5:21) que el apóstol incita, no el exigirlo el uno del otro.

Aunque la aplicación del principio de matrimonio es más explícito en Efesios, también


está presentado en términos similares en versículos como Colosenses 3;18ss y 1 Pedro
3:1ss. Este segundo es de interés especial puesto que cita a Sara como un ejemplo donde
Pedro dice que ella, "obedecía a Abraham, llamándole señor". Normalmente los
escritores del Nuevo Testamento usan hupotasso (upo=debajo, taxis=arreglo) al referirse
a este principio; al hablar del ejemplo de Sara Pedro usa hupakuo, un término más fuerte
para la subordinación, el término que se usa por lo general en la relación de los hijos con
los padres o de esclavos con su amo.

Al dirigirse únicamente a los esposos y esposas Cristianos ¿está diciendo el Nuevo


Testamento que este principio aplica solamente a los Cristianos y no a los esposos y
esposas en general? No; reconocemos que las Escrituras no se dirigen a los incrédulos en
este asunto porque ni están dispuestos a escuchar lo que Dios tiene que decir, ni pueden
entender y responder en una manera que agrada a Dios. Solamente el nuevo hombre en
el Cristiano es capaz de hacerlo. Mas esto no quiere decir que los esposos y esposas
incrédulos son exentos de este principio. Sus pecados contra este principio son pecados
contra la ley moral de Dios por los cuales tendrán que rendirle cuentas a El.

La próxima situación principal a que Dios aplica el principio es la vida y la obra de la


iglesia. Notamos otra vez que Dios está hablando únicamente a Cristianos y que les habla
sobre este asunto sobre una actividad que es de un interés vital a Dios, sea, la obra de la
iglesia, el uso de los medios de gracia. Otra vez, debe ser obvio que al hacerlo las
Escrituras no limitan este principio en cuanto a su aplicación a los Cristianos o como
aplica únicamente a la vida de los Cristianos solamente cuando éstos se reúnen para
aprovechar los medios de gracia. Si llegamos a tal conclusión, estaríamos diciendo que
este es una ley ceremonial - o sea, una ley que aplica solamente a la iglesia Cristiana - y
estaríamos negando nuestra libertad en el Nuevo Testamento de todas las leyes
ceremoniales (ver Parte I).

El hecho de que Dios aplica este principio en la vida y la obra de la iglesia no lo


convierte en una directiva evangélica tampoco. Como notamos antes, las directivas
evangélicas no son exigencias de la ley moral, sino que los escritores del Nuevo
Testamento identifican este principio claramente como originando en el orden que Dios
estableció en la creación y así como algo que "dice la ley" (1 Corintios 14:34).

También ha habido una sugerencia para limitar el principio, tal como Dios lo aplica a la
vida y obra de la iglesia, a los hombres y mujeres Cristianos casados. Este intento
encuentra su fundamento en el hecho de que las palabras griegas aner y gune pueden
significar esposo y esposa, igualmente como hombre y mujer. Hay un error básico en
este intento. En el griego, aner y gune por lo general se refieren al varón y hembra. Por
lo tanto, la sintaxis y el contexto de un versículo dado debe combinar para mostrar
claramente que el significado es esposo y esposa; de otra forma el significado del varón y
hembra es el sentido. En los tres versículos pertinentes (1 Corintios11, 1 Corintios 14, 1
432

Timoteo 2) la sintaxis y el contexto no solamente combinan para indicar el significado de


esposo y esposa; sino que combinan para indicar claramente el significado de hombre y
mujer (ver WLQ abril, julio, octubre, 1981). Volviendo a lo que dijimos antes, lo que
tenemos en estos tres versículos (que tratan del papel del hombre y la mujer en la vida y
obra de la iglesia) es la aplicación de Dios de este principio moral a una segunda área de
la vida del Cristiano sobre los cuales Dios está vitalmente interesado. Y en cada
versículo es extremadamente importante que separemos el principio de la aplicación al
menos que caemos en el error de quitar las leyes ceremoniales o morales de la aplicación.

Investigamos 1 Timoteo 2 primero. El principio moral está expresado aquí con los
términos: "en silencio" [en esuchia], "con toda sujeción" [en pase upotage] y "no ejercer
dominio sobre el hombre" [ou authentein andros]. Los primeros dos expresan lo que la
mujer debe hacer, sea, que toda la conducta de una mujer (ver v. 12 einai) debe ser de un
autodominio y no debe asumir autoridad sobre un hombre. La aplicación especial del
principio en este versículo no es solamente a la actividad enseñanza-aprendizaje
especialmente en la iglesia, sino también a la vida en general (note: todo el contexto de 1
Timoteo 1-3 no es aplicable solamente en la iglesia sino a la vida Cristiana en general
como Pablo hace claro en 3:14,15).

Pablo dice a la mujer que ha de aprender. Esto, en sí, fue una declaración asombrosa ya
que tanto la sociedad judía como la griega desaprobaron la enseñanza de las mujeres. La
mujer ha de aprender, pero al hacerlo debe exhibir un espíritu de autodominio y de total
sumisión (pase upotage). En cuanto a la actividad de enseñar, Pablo da una prohibición
cuidadosamente circunscrita. No prohíbe absolutamente la enseñanza, ya que al hacerlo
estaría convirtiendo este mandato en una ley ceremonial (aplicable únicamente a las
mujeres Cristianas) o una ley moral (aplicable en todos los tiempos a todas las mujeres).
En el Nuevo Testamento estamos en completa libertad de todas las leyes ceremoniales, y
la mujer no está mandado a abstenerse de cualquier forma de enseñanza (ley moral). Esto
es claro de tales versículos como Tito 2:3-5, donde las mujeres mayores son exhortadas a
ser maestras del bien para que puedan entrenar a las mujeres jóvenes a producir frutos y
Colosenses 3:16, donde Pablo exhorta a todos los Cristianos a enseñarse mutuamente con
el canto de himnos espirituales.

Pablo circunscribe la prohibición de enseñar con una cláusula explicativa introducido por
un oude epexegético (ver WLQ, octubre, 1981). La mujer no ha de enseñar si esto
envuelve asumir autoridad sobre un hombre. Por esta razón Pablo usa el término didasko
que lleva la connotación de un amo o una figura autoritativa (didaskalos) instruyendo a
los estudiantes, que están bajo él (ver Mateo 10:24 "el discípulo no es más que su
maestro").

¿Qué aprendemos de 1 Timoteo 2 para nuestras vidas hoy en la aplicación del principio
moral de la subordinación de la mujer a la actividad de aprender y enseñar? No nos da un
juego de reglas que nos da todas las respuestas por las situaciones enseñanza-aprendizaje
en la vida. ¿Es correcto para una mujer hacer una pregunta o contribuir un comentario a
la discusión de un estudio bíblico? ¿Es correcto para una mujer enseñar matemáticas a
433

los jóvenes en el último año de bachillerato? Estas y muchas otras preguntas no están
respondidas para nosotros en una manera absoluta.

Al llegar a conclusiones de este versículo para nuestra vida hoy debemos estar
cuidadosos de no hacer que diga ni más ni menos de lo que realmente dice. Este
versículo dice que este principio moral de Dios en cuanto a la subordinación de las
mujeres que fue establecido por Dios en la creación (v. 13) y fue reafirmado en la caída
(v. 14) tiene una aplicación en cualquier actividad enseñanza-aprendizaje que involucra a
un hombre y una mujer. Tanto en su actividad de aprender como en la de enseñar una
mujer debe observar cuidadosamente el principio moral de Dios de que sea sumisa. El
Apóstol deja a la discreción de Timoteo determinar cómo el principio aplica a cada caso
individual que podría presentarse (1 Timoteo 3:14,15).

Y esto es exactamente como Dios quiere que usemos este versículo: no para crear un
código de leyes, sino para examinar cualquier actividad enseñanza-aprendizaje que
involucra a un hombre y una mujer a la luz del principio moral de Dios y luego
comportarse de acuerdo a la santa voluntad de Dios. Podemos ser presionados por
hombres y mujeres a declarar una regla general de si este o aquel aprendizaje o actividad
de enseñar es correcto o no. En cuanto a algunas actividades, tal como el oficio del
pastor, donde la enseñanza en la forma de ejercer autoridad sobre el hombre es innato en
el oficio, podríamos dar una respuesta general. Pero no sin decir claramente que no es el
ocupar el oficio del pastor que Dios prohíbe a la mujer (ej. una congregación de mujeres)
ni tampoco es el hecho de que uno de los deberes del pastor es enseñar, lo cual hace
incorrecto que la mujer sea un pastor. En otras palabras, aun cuando damos una respuesta
general, tendremos que enfatizar el principio moral subyacente para que nuestra respuesta
no sea malentendida.

Pero en la mayoría de los casos no podemos dar una respuesta general; mas bien
tendremos que examinar cada caso individual de actividad aprendizaje o enseñanza a la
luz del principio moral. De esta manera tenemos la oportunidad para enseñar a las
personas que pueden estar presionándonos para una regla para practicar su libertad por
conformar cada actividad de enseñanza o aprendizaje gozoso, voluntario y
completamente al principio moral y de esta manera probar la verdadera libertad de su
nuevo hombre al rendir un honor real al Salvador que nos ha librado.

De la misma manera, en 1 Corintios 14:33b-40 debemos tener cuidado de no convertir en


una regla la aplicación del principio moral en estos versículos. Pablo no está diciendo
que las mujeres tienen que estar absolutamente silenciosas en las iglesias, ya que el
mismo apóstol en otra parte dice a las mujeres que deben cantar (Colosenses 3) y orar y
profetizar (1 Corintios 11) en la iglesia. Todo lo que hace Pablo es aplicar el principio
moral a la situación donde una persona se ponía de pie para hablar y para hacerlo los
demás debían guardar silencio (v. 30) o otra persona se pondría de pie para juzgar lo
hablado por otra persona (v. 29). Pablo dice a los Corintios que tales acciones violarían
la voluntad de Dios de que una mujer estuviese sujeta, como dice la ley (v. 34).
434

Sería un abuso total del versículo si estableceríamos una ley ceremonial para la iglesia de
nuestra época al exigir el silencio de las mujeres en la iglesia. ¿Tenemos situaciones hoy
que son paralelos a los descritos en 1 Corintios 14? Tal vez si en un estudio bíblico
preguntaríamos a una mujer juzgar la respuesta dada por un hombre en respuesta a cierta
pregunta de discusión/aplicación. Pero, aún si determinaríamos que nuestra situación era
similar, no podríamos hacer una regla general sino que tendríamos que examinar cada
instancia a la luz del principio moral. Al igual que en 1 Timoteo 2, 1 Corintios 14 nos
enseña a examinar si la práctica de nuestra libertad Cristiana se conforma a la santa
voluntad de Dios para la relación entre el hombre y la mujer.

La lección que aprendemos de 1 Corintios 11 es exactamente la misma. En este caso se


hace la aplicación a una costumbre local. Pablo rechaza en el versículo 16 que esta es
una costumbre que él está convirtiendo en una ley para todas las congregaciones
Cristianas. La costumbre en Corinto de las mujeres de no cortar el cabello (o de llevar un
velo) era una costumbre en esa sociedad que dio expresión a la subordinación de la mujer
al hombre. No hizo ninguna diferencia que la sociedad Corinta subordinara a las mujeres
para otra razón obteniendo resultados diferentes que los deseados por el principio de
Dios.

Para una mujer Cristiana cortarse el cabello (o salir en público sin un velo) solamente
podría ser entendido por otros en esa sociedad como un rechazo del principio. Por lo
tanto, rehusar seguir la costumbre sería una acción mediante la cual los Cristianos
estarían haciendo una confesión a los Corintios paganos diciendo que el Dios de la Biblia
no tiene tal principio. Practicar su libertad de reglas humanas, en este caso, sería un
rechazo del orden de la creación.

Pablo dice a los Cristianos en Corinto que deben observar la costumbre de la sociedad,
especialmente mas no solamente, en sus actividades de adoración pública como son la
oración y el profetizar. Si ellos se reunieran para adoración en esa sociedad sin observar
esta costumbre en particular, el hombre cubriendo su cabeza deshonraría a Cristo y una
mujer descubriendo su cabeza deshonraría al hombre. Esto también entristecería a los
ángeles (v. 10) cuya voluntad está perfectamente armonizada con la de Dios. Al
exhortarles a observar la costumbre de Corinto, Pablo cuidadosamente y en gran detalle
explica el orden de la creación. Lo hace para que los Cristianos en Corinto no
malentiendan ni abusen la subordinación de las mujeres apoyándose en las razones y los
motivos paganos para hacerlo. Pablo da a esta costumbre, tal como fue practicado por los
Cristianos en Corinto, una relación totalmente diferente al mostrar el principio moral
establecido por Dios. En la práctica Cristiana la mujer debía rendir una sumisión al
hombre gozosa, voluntaria y completa (v. 10) y el hombre debe evitar cualquier abuso de
su posición (vv. 11,12).

Lo que aprendemos de 1 Corintios 11 es que cualquier costumbre en nuestra sociedad que


da expresión a un principio de la ley moral de Dios es una situación en la cual
renunciaremos nuestra libertad Cristiana de las reglas humanas y de nuestra propia
435

voluntad nos someteremos a dicha costumbre. Lo haremos para que no estemos negando
este principio en presencia de un incrédulo, y también para no perturbar ni a nuestros
hermanos Cristianos ni a los ángeles por nuestra negación de seguir tal costumbre. Esto
podría suceder muy fácilmente ya que tal acción causaría preguntas acerca de nuestra
obediencia a la voluntad de Dios que está expresado en tal costumbre. Pablo, en 1
Corintios 11, no nos enseña a convertir tales costumbres en reglas, sino que al igual que 1
Corintios 14 y 1 Timoteo 2, nos enseña a practicar nuestra libertad Cristiana según
nuestro nuevo hombre por observar el orden de la creación en toda circunstancia de
nuestras vidas.

¿Qué nos enseña Gálatas 3:28 ("no hay varón ni mujer") acerca del orden de la creación?
Nada, ya que este versículo es evangelio, no ley. No anula la relación terrenal en que nos
encontramos, sino que nos enseña que no significa nada con respecto a nuestra nueva
relación a Dios la cual fue resultado de la obra redentora de Cristo. El evangelio nunca
anula la ley de Dios sino que llena con su espíritu el orden establecido. En verdad,
Gálatas 3:28 provee la base evangélica y por lo tanto la motivación para el hombre y la
mujer Cristiano para que practiquen su libertad Cristiana en conformidad con todas las
partes de la ley moral de Dios, incluyendo el papel del hombre y la mujer.

En resumen, entonces, los versículos del Nuevo Testamento que enuncian y aplican el
principio de la subordinación de la mujer no os dan un juego de leyes ceremoniales que
solamente son válidas en la iglesia ni nos dan una lista de reglas generales para seguir.
Simplemente enfatizan el hecho de que este principio es parte de orden de la creación que
aplica a todas las personas de todas las épocas, y nos recuerdan que como Cristianos
hemos de aplicar esta porción de la ley moral de Dios a cada situación en la vida donde
viene a consideración la relación entre el hombre y la mujer.

CONCLUSIÓN

Una lista de reglas que podíamos aplicar a cada situación violaría la libertad que Dios nos
da en su pacto del NuevoTestamento. Un principio general que debemos aplicar en cada
situación de la vida nos da la oportunidad de practicar nuestra libertad espiritual en que
nosotros voluntariamente, en amor y gratitud a Cristo, conformamos nuestras vidas a la
voluntad de Dios.

Tal libertad significa que una y otra vez volveremos y consideraremos el principio moral
y su aplicación en cada situación. Nuestro viejo Adán nos incitará a concluir que, puesto
que Dios no prohíbe explícitamente esto o aquello, por lo tanto podemos hacer lo que
queramos. Nuestro nuevo hombre, no obstante, querrá hacer esto, y solamente esto que
en cada situación se conforma a la voluntad de Dios y que redunda en beneficio de su
gloria.

No todo Cristiano llegará a la misma conclusión en cada circunstancia. Esto sería cierto
especialmente en aquellas instancias donde otra obligación moral de la mujer (ej. su
436

entrenamiento de los hijos donde el esposo es negligente o en oposición, o cuando hereda


una cuantiosa fortuna) que le fuerza a tomar una decisión de actuar sobre las obligaciones
morales y en la cual ella debe decidir cual obligación puede cumplir de acuerdo a sus
acciones. Debemos reconocer que al aplicar la regla que Dios ordenó para la mujer en las
situaciones de la vida diaria. Solamente tenemos un principio general y hay mucho que
está dejado a nuestro juicio Cristiano. Esto no quiere decir que iremos muy lejos al hacer
aplicaciones de este principio, ya que si realmente entendemos el principio y si lo
ponemos en práctica según un espíritu nacido del amor, encontraremos que en la mayoría
de las situaciones, nuestras conciencias, guiadas por la voluntad de Dios, llegarán a las
mismas conclusiones. No hay pequeñas diferencias en lo que reconocemos como "las
áreas grises" (ej. una mujer enseñando a los jóvenes bachilleres), estas diferencias no nos
perturbarán. Simplemente respetaremos la conciencia del otro ya que sabemos que no
estamos de acuerdo sobre el principio.

Si nuestro estudio del papel del hombre y la mujer resulta en: 1) un mejor entendimiento
del principio moral, 2) un repaso y fortalecimiento de nuestro entendimiento entre los
imperativos de la ley de del evangelio y 3) a reafirmar nuestro entendimiento de que
nuestra libertad Cristiana en el Nuevo Testamento significa que ya no hay regulaciones
legales más allá de la ley moral, entonces habremos gastado nuestro tiempo de una
manera provechosa. Espero que este estudio haya tenido tales resultados.

[Este ensayo fue publicado a petición de la Conferencia Central del Distrito Occidental
de Wisconsin. Fue publicado en el Wisconsin Lutheran Quarterly (Volumen 82, Winter,
1985)- pp 19-38. El Profesor David Kuske ha enseñado en el Seminario Luterano de
Wisconsin desde 1973.]

Para más información sobre el papel del hombre y la mujer según las Escrituras, ver lo
siguiente:

Balge, R., "An Exegetical Study of Galatians 3:28", Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol.
78, julio, 1981), pp 168-175.

Becker, S., "An Exegetical Study of 1 Corinthians 14:33b-36", Wisconsin Lutheran


Quarterly (Vol. 78, julio, 1981), pp. 176-184.

Gawrisch, W., "The Place of Women in the Life and Work of the Church", Wisconsin
Lutheran Quarterly (Vol. 66, enero, 1969), pp 12-49.

Henkel, W., "The Status of Women in the New Testament Church", Wisconsin Lutheran
Quarterly (Vol. 58, julio, 1961), pp 210-223 y (Vol. 59, enero, 1962) pp 27-42.

Kuske , D., "Exegesis of 1 Corinthians 11:2-16", Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 78,
abril, 1981), pp 83-103.

Kuske, D., Exegesis of 1 Timothy 2:11-15", Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 78,
octubre, 1981) pp 243-361.
437

Lawrenz, C., "Selections From a Genesis Commentary: Genesis 2:18-24 y 3:9-20,


"Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 78, octubre, 1981), pp 279-312.

Panning, A., "Authentein - A Word Study", Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 78, julio,
1981), pp 185-191.

Panning, A., "Exegesis of 1 Peter 3:1-7" Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 78, octubre,
1981), pp 262-278.

----------------, Man and Woman in God's World, Northwestern Publishing House, 1985.
438

SECCIÓN CINCO

Todos Los Que Enseñan Deben Ser Probados

Por La Norma De La Palabra De Dios

[En esta sección examinamos el Papado y las enseñanzas Reformadas a la luz de las
Escrituras]

Las Confesiones Luteranas dicen que "El Papado es el Anticristo". Hay muchos
Luteranos hoy que no afirman esa creencia. Algunos creen que el Anticristo todavía no
ha venido. ¿Es simplemente un asunto de la opinión y no un juicio histórico, que el
papado es el Anticristo? No, no lo es. Son las mismas Escrituras que identifican al
Papado como el Anticristo.

En el siguiente ensayo el Pastor W.F. Schink presenta la enseñanza bíblica sobre el


Anticristo.

La Doctrina Bíblica del Anticristo

El tema que me fue asignado presenta no solamente un problema académico sino también
uno que es muy práctico, puesto que aparentemente en estos últimos tiempos la confesión
incisa, "el papa es el mismo Anticristo" (papam esse verum antichristum) ya no es
considerado ser una confesión sino un juicio histórico basado en las Escrituras. En Lehre
und Wehre, volumen 1904, el difunto Dr. Stoeckhardt escribió:

Ciertamente el hecho de que el papa ha condenado y maldecido el artículo del perdón de


los pecados, el cual es un consuelo en la vida y en la muerte del Cristiano....y que
proclama que esta doctrina es pura y verdadera - esto es lo que le hace el primogénito de
Satanás, sí, peor que todos los diablos. Que el papa y su doctrina de obras, con todos sus
decretos, mentiras, blasfemias aleja a Cristo, el único Salvador de los pecadores, de los
corazones y las conciencias de los Cristianos, esto le hace el único y verdadero Anticristo
(op. cit. p494).

En 1951 el Informe al Comité de Consejería Sobre Doctrina y Práctica (el Praesidio de la


Iglesia Luterana - Sínodo de Missouri hizo "suyo" este informe y la Facultad de San
Louis aceptó el informe "en su totalidad") se dijo:
439

Las Escrituras no enseñan que el papa es el Anticristo. Enseñan que habrá un Anticristo
(profecía). Identificamos el Anticristo como el Papado. Este es un juicio histórico
basado en las Escrituras. Los primeros Cristianos no pudieron haber identificado al
Anticristo tal como nosotros podemos. Si habría una enseñanza claramente expresada en
las Escrituras, habrían podido hacerlo. Por lo tanto, la cita de Lehre und Wehre va
demasiado lejos".

Aquí notamos que Dr. Deindoerfer (Sínodo de Iowa) sostuvo que la enseñanza de que el
papa es el Anticristo es "una aplicación humana de la doctrina bíblica del Anticristo....que
debe ser claramente distinguido de la doctrina bíblica en sí. En oposición a esta posición
Dr. Stoeckhardt presentó la posición de Missouri: "Nosotros afirmamos con toda
seguridad que esta es la enseñanza de las Escrituras....que el papado es el Anticristo.
Aquí, también, es un asunto de aceptar la verdad en fe o rechazar una doctrina claramente
expresada en las Escrituras". Es esta declaración del Dr. Stoeckhardt que rechaza el
Comité de Consejería sobre Doctrina y Práctica y del cual dice que "va demasiado lejos"
(Confessional Lutheran, enero, 1957, p8)

De las Escrituras presentaremos la DOCTRINA BIBLICA DEL ANTICRISTO. Al


hacerlo organizaremos nuestro tratado en cinco partes:

1. Las declaraciones de 1 Juan.

2. La deposición de Pablo en 2 Tesalonicenses 2:3-12 (con referencia a versículos


pertinentes de Daniel y Apocalipsis).

3. Cuatro interpretaciones diferentes de estos versículos.

4. Nuestras Confesiones Luteranas.

5. Objeciones a la doctrina bíblica del Anticristo.

1.

Las Declaraciones Escritas En

La Primera Epístola de Juan

¿Qué son las características del anticristianismo, y qué distinción hace la Biblia entre los
anticristos en general y el único Anticristo, kat exochen, en particular? La respuesta a
esta pregunta puede ser dada en base de varios versículos en las epístolas de Juan.

En 1 Juan 2:18 leemos: "Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el
anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto reconocemos que es el
último tiempo".
440

En 1 Juan 4:1 leemos: "Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son
de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo" sean los que no hacen
una clara confesión de Jesucristo venido en la carne.

Es claro de estos versículos que el anticristianismo está representado en general, por


hombres que son falsos profetas o engañadores, a quienes el Espíritu Santo aplica el
nombre específico de "anticristo" la palabra misma indicando un atmósfera de rivalidad,
dando expresión en la hostilidad. En anticristianismo en su misma naturaleza es un
fenómeno de la época aion actual que encontrará su fin y su culminación en el día del
juicio. No es un poder externo surgiendo en contra de la fe Cristiana y la iglesia
Cristiana, sino que es un movimiento representado por muchos engañadores y falsos
profetas quienes se han caído de la verdad aun cuando externamente fueron conectados
con la iglesia, así que fue únicamente su salida (1 Juan 2:19) que les hizo reconocibles
como ya pertenecientes a la iglesia. Surgen, llegan a su existencia, y luego viene la
separación. No se dice que esta separación significa una remoción física, ya que
tristemente en muchos casos los falsos maestros pervierten a toda la congregación y de
esta manera permanecen en sus posiciones de honor e influencia. El exerchesthai [salir]
es explicado por el phanerousthai [revelar] ya que es la revelación de la enseñanza
anticristiana de estos hombres por los maestros fieles que es igual a su remoción de las
filas de creyentes ortodoxos.

El aspecto serio del anticristianismo se revela en las palabras del apóstol que caracterizan
sus enseñanzas falsas, no como una simple aberración de un punto menor de doctrina,
sino como un rechazo de hacer la confesión de que Jesucristo ha venido en la carne. En
otras palabras, el anticristianismo trastorna las doctrinas de la Cristología y la
soteriología, la base total para la justificación objetiva tal como está enseñado en la
Biblia, y de esta manera los hechos fundamentales de la salvación. Es obvio que el
anticristianismo no fue limitado únicamente al Maniqueísmo [fundado por Mani (216-
277) creyó que la salvación se alcanzaba mediante severas negaciones de la carne] o
cualquier otra herejía que subvirtió la verdad de la justificación objetiva y la salvación,
sino que lo encontramos aún en esta última época en el mundo dondequiera y cuando
quiera se han surgido maestros de este tipo en la iglesia.

Han habido anticristos en cada período de la historia de la iglesia. En la época apostólica


habían los maestros judaizantes [quienes creyeron que la salvación se logró por la fe en
Jesús y sumisión a la ley Mosaica y el rito de la circuncisión: ver Gálatas]; en la época
subapostólica habían los gnósticos [quienes creyeron que la salvación se lograba por
medio de un nivel más alto de conocimiento]; en la época inmediatamente antes de Nicea
aparecieron las herejías enumeradas por Iraneo [murió en 200 d.C., escribió en contra de
los errores de los gnósticos]; en la época después de Nicea aparecieron los Arianos
[quienes enseñaron que Jesús era como Dios mas no igual a Dios]; en la época después de
los concilios ecuménicos aparecieron los Nestorianos [quienes negaron que había una
comunicación de atributos entre las dos naturalezas en la persona de Cristo]; los
Monofistos [quienes negaron que la naturaleza humana de Jesús tuviese una voluntad], en
la Edad media los Bogomilos [quienes florecieron en el siglo 12, enseñando una mezcla
de Dualismo y Gnosticismo]; los Cathari [una secta Maniquiana que floreció en el siglo
441

12]; y los Albigenses [una rama de los Cathari, quienes negaron la realidad de la muerte
de Jesús] y en el período desde la Reforma la gran masa de Anti-Trinitarios y las sectas
anticristianas, cuyas falsas doctrinas han culminado en la teología del evangelio social del
Modernismo.

No obstante, en una manera muy enfática la Biblia advierte a los Cristianos de todos los
tiempos del único y gran Anticristo, un fenómeno en la historia que es único en casi cada
aspecto. Los tres versículos de las epístolas de Juan que hemos citado hacen una
inconfundible diferenciación entre el anticristianismo representado por los anticristos
menores y el único Anticristo kat exochen aunque este último está descrito como teniendo
algunas características del primero. 1 Juan 2:18 dice en una traducción literal: "Viene el
Anticristo". 1 Juan 2:22: Este "es el Anticristo - él que niega el Padre y el Hijo". En 1
Juan 4:3 leemos: "Todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en la carne, no
es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y
que ahora está en el mundo". Aquí debemos agregar también 2 Juan 7: "Quien esto hace
es el engañador y el anticristo".

Las características del Anticristo tal como son descritas por el apóstol Juan son las
siguientes: Tiene el espíritu que no confiesa a Jesús; niega al Padre y al Hijo; y es un
engañador. De este Anticristo se dice que viene y que ya está en el mundo. En otras
palabras, un poder que aún entonces estaba en existencia, pero también fue en el proceso
de venir, y la característica más destacable de este personaje es su negación del Padre y
del Hijo.

2.

La Deposición de Pablo en 2 Tesalonicenses 2:3-12

(Con Referencia a versículos pertinentes de Daniel y Apocalipsis)

En 1 Juan 4:3 el apóstol hace referencia al hecho de que sus lectores habían oído del
Anticristo que iba a venir, y no puede haber ninguna duda que quiere que ellos recuerden
lo que escucharon del apóstol Pablo, especialmente en su segunda carta a los
Tesalonicenses 2:3-12. Miraremos este pasaje versículo por versículo.

"Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía,
y se manifiesta el hombre de pecado, el hijo de perdición". El reclamo de que el día del
Señor ha venido envuelve un error muy serio y peligroso en el cual los Tesalonicenses no
deben permitir que sean seducidos (exapatese). Dos cosas deben ocurrir primero
(proton), uno debe ocurrir antes que pueda amanecer el último día; tiene que haber una
gran apostasía, y el hombre de perdición debe ser revelado. Pablo es muy claro con sus
palabras; ambas veces usa el artículo definido "la apostasía", "el hombre de pecado", el
"hijo de perdición", para que somos compelidos a concluir; de las enseñanzas orales de
Pablo los lectores sabían qué significaba "la apostasía" y "el hombre de pecado".
442

Por lo tanto dice en el v. 5: "¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros,
os decía esto?" Cuando habla aquí de la apostasía, ésta debe ocurrir antes que venga el
último día, no habla de una rebelión política, como por ejemplo la rebelión de los judíos
en contra de los Romanos, o algún otro trastorno en el Imperio Romano, como Tertuliano
y Jerónimo afirmaron, sino una rebelión religiosa, un apartarse de Dios y de la fe en El.
Esto es claro de las expresiones que usa, que siempre tienen este sentido en las Escrituras.
El contexto también nos compele a aceptar este significado de la palabra "apostasía" ya
que sigue inmediatamente después de la expresión "hombre del pecado" y en el v. 7 la
apostasía está descrita como iniquidad, literalmente" misterio de iniquidad".

Las palabra "apostasía" no se atreve considerar como una designación abstracta de una
persona, como si hablaba del Anticristo Mismo. Se debe permitir que la palabra retiene
su sentido específico, un apartarse de la fe. Esta apostasía resultaría en una suspensión de
todo el orden divino, y en iniquidad, v.7. Aunque la iglesia Cristiana estaba en sus
mejores años de fuerza y vigor espiritual aunque Pablo en el primer capítulo de esta
misma carta había alabado la fidelidad y firmeza de los Tesalonicenses, no obstante el
futuro de la iglesia aparece oscuro y triste ante su visión. Juntamente con la gran
apostasía aparecerá el hombre de iniquidad.

Eso es obvio de la cercanía de las dos frases. La apostasía de la fe preparará el camino


para el hombre de iniquidad. Su apariencia sería imposible si todo marchara bien en la
iglesia.

Este hombre de iniquidad no es otro sino el Anticristo Romano, el papa en Roma. No


obstante, antes de presentar las evidencias para probarlo, examinemos más al fondo el
significado de las expresiones que emplea el apóstol, y al final de la sección veremos más
claramente de quien está hablando. Pero aún ahora no será fuera de lugar usar la
expresión Anticristo ya que prácticamente todos los comentaristas antiguos y modernos
están de acuerdo que se refieren al Anticristo cuando habla del hombre de iniquidad,
aunque pueden variar en sus opiniones de quién sería este Anticristo.

Primero, Pablo usa la expresión, "Se manifieste el hombre de pecado", apokalphthe.


Coloca el Anticristo en un paralelo con Cristo. Su apariencia es una horrible contraparte
del regreso de Cristo, al cual se había referido antes, 2 Tesalonicenses 1:7. En aquel
entonces el hombre de pecado todavía estaba escondido, pero con el tiempo sería
descubierto. En el versículo 9 inclusive, usa el término técnico que emplea en las
epístolas a los Tesalonicenses para hablar del regreso de Cristo, parousia, y lo usa en
conexión con el Anticristo. Igualmente como habrá una parousia de Cristo, también
habrá una del Anticristo. Y ya que el Anticristo presenta un paralelo (un paralelo de
contrastes) a Cristo, puesto que en todo aspecto es lo opuesto de Cristo, el nombre
Anticristo, antichristus, se usa para designar este personaje particular.

No obstante, no nos atrevemos olvidar que Pablo mismo nunca usa esa expresión. Este
término tiene su origen en las epístolas de San Juan, donde, como hemos notado, también
se usa en un sentido más amplio y en el plural. En 2 Tesalonicenses 2 se le llama al
anticristo el hombre de pecado, no solamente un pecador, anomos, o harmatolos, sino
443

algo más fuerte; el hombre de pecado, el hombre de iniquidad, hijo de perdición, ho


anthropos tes anomias. En su iniquidad el pecado es, podríamos decir, concentrado y
personificado. Siendo un hombre de pecado, es el opuesto de Cristo, quien muchas veces
es llamado el santo y el justo, y quien es justicia para nosotros; es un verdadero
Anticristo.

Otra vez, se le llaman "hijo de perdición" [NVI: el hombre destinado a destrucción], ho


huios tes apoleias. Puesto que es un representante del pecado, está destinado a la
perdición. Este es el significado del término que origina del hebreo y denota una
conexión cercana e íntima: el hijo de perdición; el significado no es aquello que conduce
a la perdición, lo cual, por supuesto, es cierto, sino que será sumergido en la perdición,
que estará inseparablemente unido con la perdición, que está desesperadamente atrapado
en sus garras. Jesús usó el término en una ocasión en referencia al traidor Judas Iscariote,
donde Lutero traduce correctamente das verbrene Kind, el hijo de perdición, Juan 17:12.

En el libro de Apocalipsis, 17:11, la misma palabra, "perdición" [destrucción] está usada


en referencia a la bestia que ha de venir, el Anticristo y su reino. Leemos: "La bestia que
era, y no es, es también el octavo, y es de entre los siete, y va a la perdición" (eis
apoleian hypagei). Esta es una traducción muy apropiada ya que perdición aquí
igualmente como en otros versículos significa una perdición eterna. Filipenses 3:19 ("el
fin de los cuales será perdición"); Mateo 7:13: "espacioso el camino que lleva a la
perdición". Algunos comentaristas, ej., el errorista Pelagio, han afirmado que esta
ilustración solamente puede aplicar a Satanás mismo. Qué este no es el caso es claro de
v. 9 donde Satanás es claramente distinguido del individuo descrito aquí: el Anticristo
"cuyo advenimiento es por obra de Satanás". Como veremos más adelante, no tendremos
ninguna dificultad en encontrar una manifestación que cumple con la expresión usada
aquí.

Antes de proceder, debemos anotar la obvia alusión en este versículo a las antiguas
profecías de Daniel, cuyas palabras en general tienen tan importante significado en esta
doctrina del Anticristo. Daniel 8:23: "Y al fin del reinado de éstos, cuando los
transgresores lleguen al colmo, se levantará un rey altivo de rostro y entendido de
enigmas". Este rey fue Antiochus Epiphanes (175-164 a.C.), el Ilustrio, un muy conocido
tipo del Anticristo, y la palabra traducida "transgresores" deriva del verbo pasha, que
quiere decir "ser rebelde, apartarse de" expresa la misma idea que el griego apostasia que
Pablo usa. En el primer libro de los Macabeos se usa el mismo término para describir los
tiempos del impío Antiochus. 1 Macc. 1:15 apestesan; 2:15 apostasía. De esta manera el
Cristianismo será testigo de una época similar a la que fue impuesta sobre Judá y
Jerusalén a manos del malvado Antiochus.

También en el libro de Daniel encontraremos el mismo paralelo entre Cristo y el


Anticristo. En el capítulo 9:24-27, leemos (v. 25): "Hasta el Mesías Príncipe, habrá siete
semanas", esa es una profecía de Cristo. En el v. 26 leemos: "Después de las setenta y
dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha
de venir destruirá la ciudad y el santuario; un príncipe, el Anticristo, surgirá en oposición
444

al Príncipe, Cristo. [Esta referencia puede ser una referencia no al Anticristo sino al
general Romano Tito y sus legiones. Ver Daniel, La Biblia Popular, pp. 181-183.]

El apóstol sigue con su detallada descripción del Anticristo, 2 Tes. 2:4: "El cual se opone
y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el
templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios". Estas palabras describen el
modus operando [modo de operación] del Anticristo. Se opone y se exalta sobre todo lo
que se llama Dios o que es objeto de culto. Es un adversario (antikeimenos) quien se
opone, que se coloca en un puesto de oposición. Se opone no solamente a Cristo el Hijo
de Dios, sino contra todo lo que es Dios o que es alabado como Dios. El no es
únicamente un anticristo (antichristus), sino como Crisóstomo [345-407] dice muy
aptamente, un antidios (antitheos) en el sentido pleno de la palabra.

En este aspecto corresponde con Satanás cuya obra es de acusar, Zacarías 3:1 dice:
lesitno, "para acusarle" que la LXX [la Septuaginta, una traducción griega del Antiguo
Testamento hecho dos siglos antes del nacimiento de Cristo] que se traduce tou
antikeisthai auto. Lo que Satanás es en el mundo de los espíritus, el Anticristo es entre
los hombres. Cierto, él no es una encarnación de Satanás, pero es la herramienta de
Satanás, como está enfatizado en 2 Tesalonicenses 2:9 cuyo advenimiento es "por obra de
Satanás". El Anticristo es aquel quien "se levanta contra todo lo que se llama Dios"
(hyperairomenos); con arrogancia se coloca como siendo encima del verdadero Dios y
sobre todos quienes se llaman Dios. La expresión, "se levanta contra todo lo que se llama
Dios" epi panta legomenon theon, incluye tanto al verdadero Dios como a los dioses
falsos, que son meramente llamados dios sin en verdad ser Dios. Esta, una vez más nos
recuerda de la profecía de Daniel acerca del Anticristo: "Y el rey hará su voluntad, y se
ensoberbecerá y se engrandecerá sobre todo dios; y contra el Dios de los dioses hablará
maravillas". El libro de Apocalipsis usa palabras similares al describir la bestia de siete
cabezas. "Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su
tabernáculo, y de los que moran en el cielo" 13:6 (ver la expresión de Pablo, "se sienta en
el templo de Dios como Dios").

El Anticristo no sólo se exaltará a sí mismo sobre Dios sino también sobre todo que es
adorado, sobre todo lo que es objeto de culto y reverencia (sebasma). En el último
análisis, él no respetará nada, no se humillará ante nadie, sino que se exaltará a sí mismo
ante todo que es digno de reverencia. Exigirá reverencia y adoración exclusivamente
para sí mismo, idolatrará a sí mismo. Es por eso que Pablo agrega: "se sienta en el
templo de Dios como Dios". La infamia, el orgullo del Anticristo no conoce ningún
límite. El mismo, el arrogante, quien ha perdido todo respeto para las cosas divinas, él
personalmente se sienta sobre un trono como Dios mismo en el templo de Dios, en el
santuario de Dios; la palabra usada aquí es naos, e indica el templo mismo en contraste
con la palabra hieron, santuario; este último significando un grupo de edificios sagrados
con el templo en el centro. Coloca su asiento allí con el propósito de ser honrado y
alabado. Esto es claro de toda el contexto.

Pero, ¿qué es el templo de Dios? Ciertamente no es un templo pagano, tal como unos
han asumido. El artículo definido "el templo", eis ton naon, al lado de la frase total, "en
445

el templo de Dios", el verdadero Dios, tou Theou serían argumentos en contra de esa
interpretación. Tampoco puede ser una referencia al templo en Jerusalén, el cual en
verdad fue generalmente indicado como el templo del verdadero Dios. Este templo
todavía existía cuando Pablo escribió su carta, pero ya había perdido totalmente su
significado. De hecho, pronto después de escribir esta carta, fue destruido, y el Anticristo
descrito en la epístola jamás se sentó en ese templo. El templo espiritual es el significado
aquí, y el templo en Jerusalén era un tipo de ello, la verdadera casa de Dios, la iglesia
Cristiana, 2 Corintios 6:16; Efesios 2:21; Apocalipsis 3:12. Las expresiones empleadas
aquí recuerdan a Daniel quien profetizó acerca de Antiochus Epiphanes, el tipo del
Anticristo, quien profanaría el templo y quien "pondrá la abominación desoladora"
(Daniel 11:31).

Finalmente, el apóstol agrega que el Anticristo"se hace pasar por Dios" manifestando,
demostrando que él es Dios. No solamente se sienta en el templo de Dios, usurpando ese
lugar como si tuviera derecho a ello, sino actualmente reclamando autoridad y dignidad
divina para sí mismo y en base de ello exige la reverencia que solo merece Dios. Eso a
que Cristo sólo tiene derecho, esta persona reclama para sí. No se contenta llamarse Dios
con meras palabras; pero medio de señales y prodigios mentirosos, los cuales mucha
gente creerá, busca probar que él es Dios. En verdad, es una imagen horrible, repulsivo
que pinta el apóstol, y tendremosque estar atentos a todas las detalles para poder
reconocer la persona colocada ante nuestra vista.

Es significante que usa aquí los participios presentes: antikeimenos [se opone]
hyperairomenos [se exalta] apodeiknynta [haciéndose] indicando la naturaleza perdurable
del fenómeno, y que el templo mencionado aquí no es uno de madera o piedra, sino una
estructura espiritual.

V. 5: "¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?" Esta
pregunta incluye un pequeño reproche para los Tesalonicenses. Puesto que el apóstol les
había hablado de estas cosas cuando estaba en su medio y se los dijo más de una vez
(elegon, se usa el tenso imperfecto) [indicando una acción repetida], ellos no deben
permitirse ser desviados.

V. 6: "Y ahora, vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se
manifieste". El día del Señor todavía no ha aparecido, ya que el Anticristo no ha sido
revelado; y el hombre de pecado que Pablo acaba de describir será reconocido solamente
después que haya sido revelado; pero aquello que lo detiene de ser revelado ya lo saben.
Vosotros sabéis lo que lo detiene. Los lectores de Pablo sabían que existía una agencia
que demoraba la apariencia del anticristo, retrasando su manifestación, previniéndole de
levantar audazmente su cabeza. También conocían la naturaleza de esta agencia. Por lo
tanto, el apóstol no repite lo que ya les había dicho sino que simplemente habla de "lo
que lo detiene" to katechon, y más tarde en el v. 7 "quien al presente lo detiene" ho
katechon.

Etimológicamente el significado de las palabras es claro. Denotan "aquello" o "aquel que


detiene, reprime". Esto ciertamente no significa "aquello que me detiene de expresarme
446

libremente" como algunos comentaristas han opinado. Eso militaría contra el contexto ya
que Pablo sí se expresa libremente puesto que no les teme a los hombres. Ni tampoco
puede significar "aquello que previene la parousia [segunda venida] de Cristo". Esto
también estaría en desacuerdo con el contexto, ya que en este versículo no se está
hablando del regreso de Cristo, sino de la manifestación del Anticristo. Además,
katechein [detiene] nunca denota detener algo que viene desde afuera, sino de prevenir o
retrasar el desarrollo libre y completo de alguna idea o plan originándose desde la mente
de una persona. Ver Romanos 1:18, "La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda
impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad"
(apokalyptetai gar orge Theou ap' ouranou epi pasan asebeian kai adikian anthropon ton
ten aletheian en adikia katechonton). Lucas 4:42: "le detenían para que no se fuera de
ellos (kateichon auton tou me poureuesthai ap' auton). La gente buscaba detener a Jesús
de llevar a cabo su plan el cual anunció en el v. 43, sea, predicar el reino de Dios en otras
ciudades también.

Esta interpretación de la palabra - retrasar o prevenir el desarrollo libre y pleno de algún


plan o idea - también está exigido por el propósito anunciado: "a fin de que a su debido
tiempo se manifieste". La apariencia del Anticristo (ya que en vista del contexto, él no
puede referirse a otra persona sino al Anticristo) está siendo detenido por alguna fuerza
que está conocido a los lectores de Pablo y se está retrasando con un propósito "a fin de
que a su debido tiempo se manifieste". El "quien lo detiene" (ho katechon) obviamente
no es una persona, sino un poder representativo", lo que lo detiene (to katechon), cuya
actividad extendía durante algún tiempo.

La apariencia del Anticristo no será un asunto de coincidencia ni es decisión suya, sino


que aparecerá en el momento que Dios ha designado, un tiempo asignado y permitido por
Dios, y no antes, no ahora, sino a su debido tiempo (en to autou kairo). Esta fuerza es la
misma fuerza del versículo 7 "quien lo detiene". El neutro (to katechon) [lo que lo
detiene] enfatiza la fuerza principal; el masculino (ho katechon) [quien lo detiene]
enfatiza la persona, el que va a dirigir esa fuerza. Aquí, otra vez el Anticristo está puesto
en un paralelo con Cristo por el uso del término "se manifieste". Y Cristo vino en Su
tiempo, en la plenitud del tiempo, y volverá otra vez en el tiempo designado por el Padre,
así también la caricatura de Cristo, el Anticristo, aparecerá en el tiempo designado.
Kairos [el debido tiempo] denota un momento en el tiempo.

V. 7: "Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente
lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio". El Anticristo ya está activo,
pero en secreto; puede salir a la luz solamente después que esta fuerza que ahora lo
detiene está apartado a un lado. Pablo no dice, "El Anticristo ya está activo", sino muy
significativamente dice, "Ya está en acción el misterio de la iniquidad". Todo el énfasis
recae sobre las palabras "el misterio": en el texto griego está colocado al principio y
separado de la palabra que modifica, "iniquidad". Lo que ha de ser enfatizado es la
iniquidad tal como obra en secreto puesto que todavía está detenido. El "misterio" de
iniquidad, descrito aquí, ya está presente; lo que es más, ya está activo y obrando con
vigor, eficazmente (energeitai), pero todavía no ha sido revelado; todavía está escondido
y clandestino, es un poder secreto.
447

Pero es un poder secreto de "iniquidad", un misterio que consiste de la impiedad, posee la


impiedad. Anomia significa literalmente "anarquía". 1 Juan 3:4, que incluye la impiedad,
quebrantando todos los mandamientos divinos, no cediendo a la voluntad de nadie.
Daniel ya había descrito al Anticristo de esta manera: "El rey hará su voluntad" 11:36.
La palabra "iniquidad" corresponde al término "perdición" v.3. Allí la apostasía alcanza
su cima en "aquel inicuo" v. 8. Aquí, otra vez, el Anticristo está colocado en paralelo con
Cristo. Tal como hay un "misterio de piedad", 1 Timoteo 3:16, también hay un "misterio
de impiedad". Tal como existe "lo profundo de Dios" 1 Cor. 2:10, también existen "las
profundidades de Satanás" Apoc. 2:24. Este misterio será expuesto, la impiedad será
revelada, "aquel inicuo" vendrá a la luz y será plenamente reconocido tan pronto como
"quien lo detiene" está quitado del camino. El katechon, aquel que lo detiene, debe en
esencia ser la misma agencia que parece en el v. 6 con el término katechon, "lo que lo
detiene".

V. 8: "Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de
su boca, y destruirá con el resplandor de su venida". El Anticristo saldrá a la luz cuando
"aquel que lo detiene" haya sido quitado. Entonces, en verdad, será manifestado el poder
secreto de la impiedad que hasta entonces fue encubierto, será revelado. Se le da un
nuevo nombre al Anticristo, el inicuo (ho anomos). Esta designación está ocasionada por
la expresión usada en el versículo anterior "ya está en acción el misterio de la iniquidad".
En el momento de ser revelado, la iniquidad aparecerá ya crecida, con una cabeza, en una
persona, en el Anticristo.

Todo el contexto comprueba claramente que el hombre de pecado y el hijo de perdición


no significan ningún otro sino "aquel inicuo". El es en verdad un inicuo ya que se pone a
un lado la ley de Dios; desecha la autoridad divina y establece una autocracia, es un
dictador, en el sentido pleno del término. No es un ateo, ni un anarquista, sino un
Anticristo. Donde Cristo el siervo justo de Jehová fue obediente a la voluntad del Padre
hasta la muerte, así su contraparte desecha la voluntad divina, aparece como un inicuo, un
revolucionario haciéndose pasar por Dios; no es un pseudo-Cristo, un falso, sino un
Anticristo.

El Señor le consumirá con el aliento de su boca, y le destruirá con el resplandor de su


venida. En el estilo de los profetas del Antiguo Testamento, el Apóstol profetiza con
palabras vigorosas y resplandecientes, en un paralelismo balanceado, el destino del
enemigo de Cristianismo. El primer miembro del paralelismo es una cita de Isaías 11:4:
"Con el espíritu de sus labios matará al impío". El impío no se refiere a los impíos en
general, se usa el singular para designar el gran archienemigo de Dios y de Cristo tan
frecuentemente mencionado por los profetas y en los Salmos, el Anticristo.

¿Qué significa "el espíritu", "el aliento" (to pneuma) de su boca, con el cual Cristo
consumirá al Anticristo? Por lo general, esta expresión se refiere a la fuerza y poder
irresistible de Cristo. Para poder matar al Anticristo, el Señor ni siquiera tendrá que
enunciar una sóla palabra, mucho menos mover una mano. El espíritu de la boca de
Cristo es su palabra según Isaías 34:16, el espíritu siendo el portador de la palabra. Por
medio de su palabra Cristo quitará al Anticristo, le consumirá. En su venida le echará en
448

un lago de fuego que arde con azufre. El destino del Anticristo es la condenación eterna.
Daniel escribió de esto, 9:26: "Su fin será con inundación", en el diluvio, en el juicio
universal del mundo", y v. 27: "lo que está determinado se derrame sobre el desolador".

Vv. 9 y 10: "Inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales
y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por
cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos". Aquí se ve el contraste más
notorio entre el Anticristo y Cristo, el uno es Cristo, el otro es Anticristo. A los dos, en
verdad, con frecuencia adscribimos una venida, una parousia. Pero la parousia del
Anticristo precederá la del Señor y llegará a su fin con el mismo regreso de Cristo.

La manera en que el "inicuo" llegará a ser establecido explica el porque tendrá tan gran
seguimiento y porque será capaz de efectuar una apostasía tan extensa. Su venida,
escribe Pablo, "es por obra de Satanás", debe ocurrir mediante la actividad de Satanás.
Mientras el Padre celestial trajo al hijo unigénito al mundo, Hebreos 1:6; 10:5; es Satanás
quien causa que el "inicuo" se levante, por supuesto, con un permiso divino. Puesto que
la venida del Anticristo es la obra de Satanás, está acompañada por todo tipo de "señales
y prodigios". Las expresiones se multiplican para así dar una descripción vívida del
asunto: "poder", "señales", "prodigios".

Los términos varían muy poquito en su significado. "Poder" dinamos, describe las
señales según su fuente, el poder es el que los produce: "señales", semeja, designa los
"milagros" según su significado. Indican y revelan la importancia y la autoridad de quien
los hace. Y "prodigios" terata, describe las señales con sus efectos sobre los demás;
despiertan el asombro, temor y tembleque. Con frecuencia las Escrituras usan estos
términos en conexión con Cristo y sus apóstoles. En Hechos 2:22, Pedro llama a Jesús
"varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales". Y en 2
Corintios 12:12 Pablo dice: "Las señales del apóstol han sido hechas entre vosotros en
toda paciencia, por señales, prodigios y milagros".

En nuestros versículos de Tesalonicenses el apóstol describe el imitador de los milagros


de Cristo: Satanás da al Anticristo y a sus apóstoles poder para hacer señales y prodigios,
aun como el Padre ha dado a Cristo la autoridad para hacer milagros, y como Cristo
confirió esta autoridad a sus discípulos. En el Anticristo encontramos el cumplimiento de
las palabras de Cristo, Mateo 24:24: "Se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y
harán grandes señales y prodigios".

El libro de Apocalipsis, 13:2, 13,14, nos dice que el dragón dio gran poder a la bestia de
siete cabezas, que "hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los
hombres....engaña a los moradores de la tierra: por medio de aquellos milagros que tiene
poder para hacer. No obstante, hay mucha diferencia entre los milagros de Cristo y los
del Anticristo. Los milagros de Cristo fueron milagros verdaderos, milagros de la verdad,
aún como El mismo es el Verdadero. Los milagros del Anticristo, al contrario, son
"señales y prodigios mentirosos". El apóstol no quiere decir que todos los milagros del
"inicuo" son engaños sin realidad, mistificaciones fraudulentos, trucos o el resultado de
ilusiones e alucinaciones. Esto puede ser cierto en innumerables casos, mas no puede ser
449

negado, el apóstol no quiere disputar el hecho de que muchas de las proezas no pueden
ser clasificados ni como fraudes obvios ni tampoco pueden ser explicados según las leyes
de la naturaleza.

No obstante, aun concediendo que muchos de los milagros del Anticristo son
inexplicables, son sobrenaturales, siguen siendo señales y prodigios mentirosos. En
anticristo se jacta de que son milagros divinos, hechos mediante un poder divino,
probando que él es el líder divinamente asignado de la iglesia; aun cuando la verdad es
que no hace ni siquiera un solo milagro por autoridad y en el poder de Dios, sino por el
poder satánico del Príncipe de la Oscuridad. "Satanás se disfraza como ángel de luz" y su
herramienta, el Anticristo, se disfraza como un ministro de justicia, 2 Corintios 11:14,15.
Sus milagros proceden de la falsedad puesto que engañan a los hombres llevándoles a la
incredulidad, como es obvio de vv. 10-12. No puede ser de otra forma. El diablo es el
padre de las mentiras, y cuando él habla y obra sus mentiras, habla y obra lo suyo. La
mentira es parte esencial de su ser.

La venida del Anticristo será "con todo engaño de iniquidad". Las actividades del
Anticristo tiene la apariencia de justicia; no obstante, son llenas de injusticias y por lo
tanto engañan a las personas. Puesto que el engaño, el mentir, y los trucos son las marcas
características de injusticia y maldad, él, el inicuo, hace uso pleno de estos medios sucios
para robar a los hombres de su salvación.

Afortunadamente, este poder no se extiende a todas las personas; la actividad espantosa


del Anticristo no es irresistible; solamente "los que se pierden" son sus víctimas, solo
aquellos que en últimas irán a la muerte eterna. Su horrible destino es auto-invitado.
Ellos no reciben el amor para la verdad. Han merecido su destino. Está visitado sobre
ellos un premio, anthi hon, "por cuanto". Pablo no dice, "Ellos no recibieron la verdad"
sino literalmente, "rehusaron amar la verdad". En el primer caso, sería concebible que
habían estimado la verdad, pero a causa de algún engaño fatal no habían llegado a un
conocimiento vivo de la verdad y por lo tanto no la aceptaron. Pero, no, ellos no
recibieron el conocimiento de la verdad; ni siquiera tuvieron el deseo para la verdad, se
endurecieron contra ella. No quisieron saber nada de la verdad del Cristianismo. No
quisieron escuchar el evangelio. Y por lo tanto su culpa es mayor cuando recordamos el
propósito por el cual la verdad se les fue ofrecido, la bendición maravillosa que tenía
guardada para ellos. Esta verdad podía rescatar y salvarles. La intención y el objetivo de
Dios fue su eterna salvación. Con una negligencia indiferente descuidaron la gran
salvación preparada para ellos. Con indiferencia la descuidaron, y como el castigo de su
negligencia son víctimas de las tretas del Anticristo.

Vv. 11 y 12: "Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin
de que sean condenados, todos los que sean condenados todos los que no creyeron a la
verdad, sino que se complacieron en la injusticia". Puesto que los que se pierden
rehusaron amar la verdad, Dios les envía un "poder engañoso". Literalmente significa:
les envía un poder o obrar del error. El error ya está presente, pero en la época del
Anticristo, cuando el pecado y el engaño se manifestarán su fuerza plena en el hombre
del pecado, el error obrará su mal mortal. DIOS enviará estas fuertes delusiones. No
450

podemos escapar el significado de la palabra; debemos aceptarlo en su pleno significado,


no nos atrevemos debilitarlo al entenderlo como algo que viene sobre las personas como
sufrimientos divinos.

El texto no dice que Dios permite que el error venga, sino que El mismo lo envía. Dios
castiga a los malvados mediante otros malvados. El desacato deliberado y persistente
para con la verdad trae consigo un castigo divino en la forma de fuertes delusiones
enviadas por Dios. Dios lo hace para que ellos no deseen oír la verdad, creerán una
mentira. Esta es la intención de Dios a llevar a cabo su juicio. Castiga el pecado por
medio de otro pecado mayor. Creerán una mentira, to pseudie, no meramente un error, to
plane, sino una mentira, una falsedad, conscientemente hablado a propósito en enemistad
contra Dios. La mentira es el opuesto directo de la verdad. Y si la verdad, la verdad
Cristiana total y completa, es la verdad del evangelio, como hemos visto entonces, "la
mentira" no es simplemente una sóla mentira, sino el poder total y completo de la
perversión satánica de la verdad. Es el anti-Evangelio, correspondiendo con aquel quien
es el padre de las mentiras y cuya herramienta y profeta es el Anticristo.

Y esto acontecerá bajo la dirección de Dios con el propósito final de que "sean
condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la
injusticia". Esta es la intención final de Dios cuando les envía un "poder engañoso".
Dios ha decretado una decisión final, un juicio poderoso y terrible. En ese juicio todos
aquellos que no han creído la verdad del Cristianismo "serán condenados", todos sin
excepción. La traducción "serán condenados" dice exactamente lo que el apóstol quiere
expresar con la palabra krinesthai la cual aquí, como muchas veces, se usa en el sentido
de katakrinesthai (Hebreos 13:4), donde dice que Dios juzgará, krinein, a los fornicarios
y a los adúlteros.

La causa de su condenación es la incredulidad. El que no cree será condenado. No


tuvieron amor para la verdad. La razón que no amaron la verdad es que les exigía de
ellos la justicia. Mas al contrario, ellos se deleitaron en la injusticia, en la impiedad, en la
"mentira". Por esa razón, ellos al final serán alcanzados por el juicio que será visitado
sobre la injusticia, sobre la mentira, sobre la incredulidad. Lo que Pablo enseña aquí no
da una base bíblica para el error del Calvinismo, sino que forma el fundamento de la
distinción correcta Luterana entre el antecedente y consecuente voluntad de Dios. La
voluntad antecedente de Dios está dispuesto a condenar al hombre solamente cuando el
hombre rehúsa creer. Por esa razón el apóstol declara definitivamente no que Dios envía
la "delusión" sino que envía el poder, la habilidad y la energía para producir la delusión.
Resumimos, ahora, los puntos principales de los versículos de las epístolas de Juan y los
de 2 Tesalonicenses 2:

El Anticristo no es un individuo particular, sino una persona representativa, un poder


representado por una persona o en una persona. Estaba en el proceso de venir, o
desarrollarse, tan temprano como la mitad del primer siglo, cuando el misterio de la
iniquidad ya estaba obrando. No es una persona o un poder externo, sino que se surgió en
medio de la iglesia, en el templo de Dios. La revelación de su iniquidad fue impedido
por la existencia de una persona en control. Después de quitar esta influencia estorbador
451

el Anticristo salió abiertamente con sus reclamos y también fue revelado en su naturaleza
verdadera. Fue expuesto ante el mundo, pero siguió su actividad como el hijo de
perdición.

Él reclama las prerrogativas divinas para sí mismo, jactándose y elevándose por encima
de las autoridades constituidas. Su doctrina es, en el último análisis, un rechazo del Padre
y del Hijo como son revelados en sus personas y su obra en las sagradas Escrituras.
Presume dirigir cada objeto y cada forma de culto. Opera con prodigios mentirosos, sea,
tales que se basan en mentiras y que tienen la intención de extender las mentiras.
Constantemente está engañando a las personas que creen sus falsos reclamos. No será
destruido hasta la gran parousia (segunda venida) del Señor.

Preguntamos: ¿A cuáles fenómeno históricos aplicamos esta descripción? Respondemos


sin vacilar, en base de la evidencia que puede ser fácilmente aducido, que los versículos
explicados aquí aplican al papa de Roma. Antes de hacerlo, no obstante, consideraremos
varias interpretaciones de estos versículos en la siguiente parte de nuestro ensayo.

3.

Cuatro Interpretaciones

Primer punto de vista, defendido por los padres de la iglesia tal como aparece en los
escritos de Ira éneo [200], Tertuliano [155-220], Crisóstomo [345-402], Cirio de
Jerusalén [315-386], Agustino [354-430]. Theodoret [386-466] Teordora de Mopseustia
[350-428] Hipólito [170-235], (el cual escribió una disertación "En Cuanto al
Anticristo"), Lactantio [240-320], Orígenes [185-254], Efraem el Sirio [306-373]. Hay
un acuerdo esencial entre ellos de que aparecerá un Anticristo personal antes del regreso
de Cristo; aparecerá en él todas las características mencionadas en la sección anterior.
Algunos creen que será principalmente un líder temporal, otros opinan que será un archí
hereje y un falso profeta. Están de acuerdo que el Anticristo todavía está en el futuro y
que es un individuo. No obstante, Agustino ya notó una interpretación colectiva, que el
término Anticristo se refiere no sólo al príncipe impío, sino que incluye también a todos
sus seguidores, el cuerpo del cual él es la cabeza. Aún antes se había originado la
leyenda de Nerón, que Nerón [emperador Romano de 54-68] el enemigo amargo y
perseguidor sedienta de la sangre de los Cristianos, no se había muerto, sino que
solamente se había retirado para reaparecer en el tiempo como el Anticristo.

Un segundo punto de vista surgió durante la Reforma, el desarrollo del cual comenzó
tan temprano como el décimo-primer siglo. Según este punto de vista, ese Anticristo
profetizado en las Escrituras es una persona colectiva, el término designando al Papado.
Este fue el punto de vista de los Waldensianas [se opusieron a mucha de la doctrina
Católica; fueron echados por el Papado y muchas veces perseguidos] los seguidores de
Wycliff [1320-1384, reformador inglés], y los Hussitas [seguidores del reformador
Bohemio, Juan Huss, 1370-1415] de Savonarola [reformador italiano] [1452-1498] y de
Geiler von Kaiserberg [1445-1510, llamado el Savonarola alemán]. Wycliff escribió un
tratado "En cuanto a Cristo y su Adversario, Anticristo" (De Christo et Adversario Suo
452

Antichristo), en el cual con base en hechos manifiestos y generalmente conocidos prueba


que el papa es el Anticristo. Poco antes de su muerte gritó: "¡Levántense! Luchemos
contra este Anticristo".

Lutero patrocinó, vindicó y defendió esta interpretación. Principalmente en sus Artículos


de Esmalcalda la doctrina de que el papa es el verdadero Anticristo ha encontrado lugar
en las confesiones de la Iglesia Luterana. Melanctón [1497-1560] se expresa en la
Apología de la Confesión de Augsburgo [Art. XV, 18; Triglotta 319; Tappert 217]. Todos
los teólogos Luteranos de los siglos 17 y 18 siguieron los pasos de Lutero. Todos
consideraron que el papa, y no algún papa específico sino el Papado como una
institución, era el hombre de pecado y el hijo de perdición. Bengel escribió: "no
simplemente alguna persona individual, sino una serie o una sucesión de hombres
ocupando la misma posición y llevando el mismo nombre".

Se encuentra esta misma interpretación acerca del Papado en los líderes de la iglesia
Reformada, Zwinglio [1484-1531], Calvino [1509-1564], Beza [1519-1565] y otros. Aún
varios racionalistas han compartido esa interpretación, igualmente como varios exegetas
modernos que aceptan los conceptos como colectivos, aunque no los aplican al Papado:
Nitsch [1844-1900] quien piensa en el ateismo, como será reconocido públicamente en el
transcurso del tiempo como un poder autoritativo; Schneckenberger [1804-1848], quien
dice: "El Anticristo es el método que usa Pablo para personificar la maldad".

La tercera interpretación es el punto de vista histórico o racionalista. Según esta


opinión las palabras deben ser entendidas históricamente o como una referencia a un
individuo del pasado. En ese individuo las palabras de Pablo son o han sido cumplidos.
En el segundo caso, dicen que Pablo se equivocó. Hay, sin embargo, una gran diferencia
de opinión acerca de la identidad de ese individuo. Los Racionalistas han opinado que el
hombre de pecado es uno de los Césares Romanos. Hugo Grotius [158301645], Spitta
[1801-1859], y J. Weiss [1863-1914] creyeron que fue Caligula [Emperador 37-41] quien
comandó que fuese erguido en el templo de Jerusalén una estatua gigantesca de sí mismo.
Wettstein [1693-1754] creyó que fue Tito [emperador de 79-81] quien hizo que se
llevaran sacrificios al templo. Nerón en particular ha sido favorecido por muchos
intérpretes como el "hombre de iniquidad" de 2 Tesalonicenses 2.

Otros, como Hilgenfeld [1823-1907] y Pfleiderer [1839-1908], sugieren un hereje


antiguo; Hammond [1605-1660] pensaba en Simón el mago [Hechos 8] y los gnósticos,
de quienes era el líder; Clericus [1657-1736] nombró a un líder de los judíos alborotados,
Simón, hijo de Gioras, de cuya depravación nos cuenta Josefo [historiador judío, 37-100].
Esta gran diversidad de opinión en sí es prueba de la falsedad del punto de vista histórico.
Esta interpretación pasa por alto totalmente que, según las palabras específicas del texto,
el Anticristo se sentará en el templo de Dios, en la iglesia, "no en una cochiquera", como
dijo Lutero sarcásticamente en una ocasión. El Comunismo, el Nazismo, etc., no están
sentados en la iglesia, el Modernismo no hace milagros, sino que niega la posibilidad de
milagros.
453

La cuarta interpretación pertenece a los intérpretes chiliásticos. Estos intérpretes


encuentran características anticristianas en la apostasía comenzando en la época
apostólica y siguiendo hasta el día de hoy, también mas o menos en el Papado. Esta
apostasía culminará en el fin del mundo en un enemigo particularmente malvado, el gran
Anticristo.

Los intérpretes en su mayor parte presumen que el Anticristo será un líder terrenal.
Hofmann [1703-1774] habla de un "Antiochus redivivus" [Antiochus resucitado],
Olshausen [1796-1839] pensó en una encarnación de Satanás. Cuando apareció
Napoleón I [1769-1821] muchos creyeron que él era el Anticristo. En tiempos de gran
excitación, como por ejemplo en tiempos de las guerras mundiales, cuando muchos
buscan consuelo en la Biblia, especialmente en los capítulos y los libros apocalípticos con
esperanzas de encontrar allí un fundamento para sus esperanzas y temores, se identifican
a casi todas las personas prominentes como el "Anticristo". ¿Cuál de estas
interpretaciones es la correcta? ¿Cuál de ellas está de acuerdo con el texto y con la
historia? Si solamente anotamos cuidadosamente cada palabra, desaparece todo
incertidumbre en cuanto a su significado.

El Anticristo no puede ser un individuo, puesto que los primeros rastros de su actividad
fechan hasta la época apostólica, 2 Tesalonicenses 2:7, y seguirá hasta el regreso de
Cristo. El Romanismo es un sistema personificado en su cabeza, quien por lo tanto es
una persona representativa. No destacamos a un individuo particular, aunque algunos
papas en su persona eran más representativos del sistema que otros. Cada nuevo papa
simplemente hereda el sistema y es el representante del sistema y frecuentemente es su
vocero.

San Pablo describe el movimiento encabezado por el Anticristo como apostasía, un


apartarse; y ya que todo el contexto habla de temas religiosos, no puede ser una secesión
política o social; ni tampoco puede ser un movimiento mixto, en parte religioso y en parte
político. Esto está indicado por la íntima conexión de esta "apostasía" con el "hombre de
iniquidad" y el "hombre destinado a la condenación". El presenta "prodigios
mentirosos", "una mentira"; los que le siguen no han recibido el amor para la verdad y
serán condenados; la apostasía" es caracterizada como iniquidad. No es una apostasía,
sino la apostasía, una apostasía especial, no una apostasía de una sóla doctrina, sino de la
esencia de toda la doctrina Cristiana, de Cristo mismo. La esencia de la doctrina
Cristiana es la doctrina de la justificación por fe en Cristo sin obras. Esta doctrina de que
el hombre se salva sin sus propias obras, por la fe en Cristo, es la única doctrina que salva
al hombre. Quienquiera amenaza y ataca esta fe, hace el mayor daño a la iglesia.

Esta doctrina el Papado, representado por el papa, condena oficialmente. Los Cánones y
Decretos del Concilio de Trent, Sesión VI, canon 11: "Si alguien dice que los hombres se
justifican, o por la imputación de la justicia de Cristo, o por la simple remisión de los
pecados, a la exclusión de la gracia y la caridad derramada en sus corazones por el
Espíritu Santo, y es innato en ellos; o aun que la gracia, mediante la cual estamos
justificados, es solo el favor de Dios; sea anatema". Canón 12: "Si alguien dice que la fe
justificadora no es nada más sino la confianza en la misericordia divina que remite los
454

pecados por los méritos de Cristo o que esta confianza sólo nos justifica; que sea
anatema". Canón 20: "Si alguien dice que el hombre que está justificado en perfección
no es obligado a observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia, sino que solamente
debe creer como si el evangelio fuera una promesa absoluta y simple de la vida eterna,
sin la condición de observar los mandamientos, sea anatema". Este es el mismo corazón
del Papado; el rechazo de la justificación por la fe. Toda la maquinaria del Papado está
organizada alrededor de esta doctrina.

Existe una cantidad de doctrinas promulgadas por el papa que por ningún esfuerzo de la
imaginación pueden ser armonizados con esta doctrina cardenal. Por ejemplo, las
indulgencias, las penitencias, los ayunos, los rezos, las limosnas, las peregrinaciones, el
purgatorio, la misa. Ni tampoco esperan que sean armonizados; ellos no quieren tener
nada que ver con la justificación por la fe. Todo el edificio del Papado cae si admiten la
justificación por la fe. Lutero para ellos, sigue siendo el archí hereje porque enseñó la
justificación por la fe. No puede haber mayor apostasía de la verdadera religión Cristiana
que la que promueve el Papado.

Hay otras enseñanzas falsas en Roma. Los Papas se han desviado de la palabra de Dios
en otros aspectos; en eso no están diferentes de los demás. Al igual que los Sodomitas,
los papas han vivido en los vicios más abominables; pero otros lo han hecho también.
Eso no es la esencia del Papado. El corazón del Papado es el rechazo de la justificación
por la fe. Tan seguramente como la Iglesia Cristiana está compuesta de personas que
mediante la operación del Espíritu Santo creen que tienen un Dios misericordioso sin sus
propias obras, solo por los méritos de Cristo, ciertamente el papa en el nombre de Cristo
prohíbe y anatemaza la iglesia Cristiana y es activo constantemente en destruirla, cuando,
por ejemplo, los niños quienes bajo su mando por el bautismo son hechos hijos de la
iglesia Cristiana están desviados del Salvador y enseñados a poner su confianza en sus
propias obras. Quitar la fe en el Salvador de los corazones de los Cristianos, es atacar su
verdadera vida, su vida espiritual y eterna. Eso hace el Papado. El Papado no lleva a
cabo abiertamente este asesinato de los Cristianos sino que lo hace bajo la semblanza de
Cristianismo y santidad. Seduciendo las naciones a su rebaño con el reclamo de ser la
única Iglesia que salva, lleva a todos aquellos que responden a su llamado, no a confiar
en Cristo como el único Salvador, sino al camino de las obras, y así a la perdición. Roma
es el Anticristo, bajo la pretensión de llevar a las personas al cielo mientras en realidad
innumerables almas van rumbo al infierno.

Una parte de la apostasía, según 1 Juan 2:22; 4:3; será que el Anticristo negará que Jesús
es el Cristo, que Jesús ha venido en la carne. El papa en verdad llama a Jesús el Cristo,
pero le roba a Jesús de aquello que le hace el Cristo, que sus méritos solos han ganado
para nosotros el perdón de pecados, vida y salvación. El papa no niega el hecho de la
encarnación de Jesús mas niega el propósito por el cual se hizo carne, para ser el único
mediador entre Dios y el hombre. El papa nulifica los méritos de Cristo por enseñar que
debemos "por lo menos en parte, obrar nuestra propia salvación con nuestras obras; que
debemos cancelar el castigo de nuestros pecados con ayunos, oraciones, limosnas y otras
obras o que debemos tener obras de supererogación hechas por los santos puestos a
nuestro crédito; que la Misa es una constante repetición del sacrificio para los pecados".
455

Correctamente aplicamos al papa los títulos que San Pablo da al Anticristo: hombre de
pecado, hijo de perdición, no a causa de su maldad personal, sino porque él origina el
pecado y hace que otros pecan y los llevan a la perdición. Roba a los hombres del
evangelio. Donde esto está quitado no queda mas sino pecado y perdición. Anula y
cambia las leyes divinas con decretos y dispensaciones: ¿qué mas puede resultar sino el
pecado cuando las personas siguen sus edictos? Con sus propias leyes y ordenanzas las
cuales son legión, a las cuales ata las conciencias y amenaza maldición y condenación a
todo aquel que los transgresa, crea el pecado donde no hay ningún verdadero pecado,
perturbando y confundiendo conciencias, llevándoles a la idolatría en la Misa y la
veneración de los santos y las reliquias y a otros pecados. De esta manera es un asesino
de almas; mas es un asesino de los cuerpos de los hijos de Dios también; el papa ha
derramado más sangre que todos los emperadores Romanos. ¿No es una blasfemia del
peor tipo negar que Cristo "con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados" [Hebreos 10:14] para enseñar que en la Misa su cuerpo debe ser ofrecido de
nuevo para los pecados de los vivos y de los muertos? Y, por lo tanto, ¿no es el papa un
blasfemador?

El Anticristo según Daniel 11:37ss no respetará el Dios de sus padres, al Dios de sus
padres no hará caso. Y el papa establece un nuevo culto, una nueva manera de servir a
Dios. La doctrina Romana de las buenas obras es un culto falso a Dios, y en dos
maneras: 1. porque se le enseñan a las personas hacer las buenas obras para ganar el
favor de Dios, y 2. porque cosas que Dios no ha mandado son llamados buenas obras.
Tenemos la veneración de los santos, los ángeles, las reliquias, las imágenes, y retratos;
tenemos la Misa, que desde la Edad Media ocupa el centro del culto Romano, y por el
cual no existe ni el más mínimo fundamento bíblico; tenemos las peregrinaciones y las
vigilias y cantidad de otras cosas que forman el culto Romano; hay todo el sistema del
monasticismo.

Del Anticristo Pablo dice en 2 Tesalonicenses 2:4, "Se sienta en el templo de Dios". El
templo de Dios es la iglesia Cristiana, la comunión de los santos. El Anticristo, por lo
tanto, no puede ser un líder secular. Y puesto que a pesar de su apostasía el Anticristo
permanece en la iglesia, establece su trono allí, y reina allí, entonces su apostasía no
puede ser una separación de la comunión de la iglesia, sino una apostasía de la fe de la
iglesia. Jesús se refiere a esto cuando en Mateo 24:15 dice que la abominación
desoladora está en el lugar santo. Allí donde está el Anticristo, en medio de los Cristianos
bautizados allí está la iglesia. El Anticristo no puede ser el ateismo, el comunismo, etc.
En 2 Pedro 3 el apóstol profetiza una gran apostasía que deja a las personas en la iglesia
mientras dan la espalda a la Biblia y se mofan de la fe. Mas eso no es el Anticristo.

La apostasía de 2 Tesalonicenses 2 es de otro tipo; los adictos a ello permanecen en la


iglesia. Mas se apartan de la enseñanza básica de la iglesia. El Papado no está fuera de
ella, sino dentro de la iglesia. La apostasía del Papa no es externa, sino interna. Muchos
miembros de la iglesia están bajo el Papado, principalmente los niños bautizados, quienes
mediante el evangelio, que todavía a veces se proclama, son llevados a confiar
únicamente en los méritos de Cristo, a pesar de su ambiente seductor. El papa ha quitado
456

el corazón de la fe y la doctrina Cristiana; su enseñanza es contraria a Cristo y su


evangelio.

El comportamiento del Anticristo está claramente descrito en 2 Tesalonicenses 2:4: "Se


opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se
sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios". Es obvio a todo el
mundo que el papa no se somete a nadie, que reclama ser supremo en la iglesia y en el
mundo. Oficialmente se llama a sí mismo el vicario y el representante de Cristo y de
Dios. Además, se apropia para sí los títulos que pertenecen a Dios y acepta el honor y la
veneración divinos. Un papa dice, "Se ha demostrado muy claramente que el papa no
puede ser ni atado ni librado por ninguna autoridad secular, ya que es un hecho que el
papa fue llamado Dios por el emperador Constantino. Es manifiesto que Dios no puede
ser juzgado por los hombres".

En su acusación en contra de los Waldensianos (1520) el vocero papal Claudius


Seisselius dijo: "En cualquier transacciones culpables en las cuales el papa podría ser
implicado, es un ángel de Dios, sí, lo que es mas, es el sucesor de los apóstoles y el
vicario de Cristo; sí, diría que él es Cristo". Ningún papa jamás ha rechazado esa
declaración. En una encíclica papal se le adscribe al papa el poder para conferir un valor
autoritario a la palabra de Dios; ya que allí declaran que el Antiguo y el Nuevo
Testamentos deben ser recibidos no porque en su totalidad se encuentran en el índice
canónico sino porque el santo Papa Inocencio parece haber anunciado una decisión a tal
efecto. Los papas han apropiado poder, privilegios y dignidad que solamente pertenecen
a Dios. El Papa Johannes Sylva dijo que aunque la Ley divina exigía que cada asunto sea
establecido por tres o más testigos, él podía declarar de otra manera. El Papa Azorio
reclamó la autoridad para absolverse de un juramento que había hecho. Pío IX [1846-
1878] aplicó a sí mismo las palabras de Cristo, "Soy el camino, la verdad y la vida" [Juan
14:6].

El papa afirma que sólo se salvarán aquellos que se someten al Pontífice Romano, aunque
él condena y anula el único camino a la salvación. En la bula Unam Sanctam [Una Santa
Iglesia Católica y Apostólica] (1302) Bonifacio VIII dice: "Nosotros, además,
proclamamos, declaramos y pronunciamos que es totalmente necesario para la salvación
que todo ser humano se somete al Pontífice Romano". Bajo la presión política esta bula
fue revocada por ClemencioV en la bula Rex gloriae [Rey de Gloria] (1311) pero fue
reintegrada por Leo X en su bula Pastor Aeternus [Pastor eterno], y esta fue ratificado
por el Quinto Concilio Laterano de 1517. Esta bula fue hecho parte de la ley canónica
Romana y es vigente hoy, a pesar de todos los intentos de los Padres Paulistas y otros
para encubrir estas declaraciones en sus tratados de información sobre la Iglesia Católica.

El papa cambia la palabra y el mandato de Dios según le dé la gana. Cristo en sus


palabras de institución dice que su santa cena: "Bebed de ella todos"; el papa dice, "no,
no todos, solo el sacerdote". Cristo dijo, "Escudriñad las Escrituras"; el Papa Pio IX ex
cathedra [en su oficio como el vicario de Cristo] condenó a todas las sociedades bíblicas
como una peste. Y eso tampoco, jamás ha sido cambiado y todavía es vigente, a pesar de
todos los esfuerzos propagandistas hecho por los Caballeros de Columbus en países
457

donde tienen una fuerte competencia, para hacer a la gente creer que están a favor del
estudio de la Biblia. En los países donde todavía tienen el control indisputable, siguen
quemando Biblias. ¿ Y no pone el papa la Biblia a un lado al decir que es un libro
oscuro, mas allá de la comprensión de aquellos que no son autorizados por la iglesia para
explicarla? Cristo dice por medio de su apóstol: "Es necesario que el obispo sea
irreprensible, marido de una sola mujer"; el papa dice, "No, el sacerdote no debe tener
una esposa". Cristo dice que debemos confesar nuestros pecados a Dios, y a nuestro
hermano solamente cuando le hayamos ofendido. El papa dice que debemos confesar
todos nuestros pecados a un hombre, el sacerdote, so pena de no recibir el perdón.

Pablo dice, "Nadie os juzgue en comida o en bebida", y otra vez Pablo declara que es la
doctrina de espíritus engañosos y de diablos cuando alguno que se aparta de la fe prohíbe
el casarse y mandan abstenerse de la carne que Dios ha creado para ser recibido con
acción de gracias (1 Timoteo 4:1-3). El papa exige numerosos ayunos y declara que el
estado soltero de los monjes y monjas es una señal peculiar de santidad.

Cristo ha conferido a toda la iglesia el poder de las llaves del cielo; el papa dice que el
poder para atar y desatar está dado únicamente a Pedro y a sus sucesores.

Aunque Pablo dice, "Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5), el papa dice, "No, uno debe ir a los santos, en
especial a María, para mediar para Ud., si quiere ser salvo".

Cristo dice, "De la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola
vez, y después de esto el juicio" (Hebreos 9:27). El Papa mete al purgatorio entre la
muerte y el juicio.

Cristo en innumerables porciones de su palabra declara que el pecador es justificado por


la fe, sin las obras de la ley; por medio de sus apóstoles en conexión con esta verdad
declara, "Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente
del que os hemos anunciado, sea anatema" (Gálatas 1:8). El papa y sus concilios
condenan esa doctrina oficialmente y expressis verbis [en palabras explícitas].

El Emperador IV [1077] en su famosa controversia con Gregorio VII, le escribió: "San


Pablo, quien dijo que inclusive un ángel del cielo debía ser condenado si enseñase otra
que la verdadera doctrina, no hizo ninguna excepción a su favor, para permitirle a Ud.
enseñar doctrina falsa".

El papa reclama supremacía sobre todos los gobiernos seculares. Exige que los
gobernadores seculares reconocen su autoridad y estén dispuestos a servir a su reino. Ver
Unam Sanctam de Bonifacio VIII: "Tanto la espada espiritual como la material son, por
lo tanto, bajo el poder de la iglesia, este último en verdad para ser usada para la iglesia y
la primera por la iglesia, el uno por el sacerdote, el otro a manos de reyes y soldados, mas
por la voluntad y el permiso del sacerdote. Es justo, además, que una espada funcionaría
bajo la otra y que la autoridad temporal se someta al poder espiritual....Por lo tanto, es
deber del poder espiritual establecer el poder terrenal, y juzgarlo si no es bueno....De esta
458

manera, si el poder terrenal erra, será juzgado por el poder espiritual. Si el poder menos
espiritual errase, será juzgado por el poder mayor. Pero si el poder supremo errase, será
juzgado por Dios solo y no por el hombre....Quienquiera, por lo tanto, resistiría este poder
ordenado por Dios, resiste la ordenanza de Dios".

Para apoyar todo esto, Bonifacio agrega Lucas 22:38, "Ellos dijeron: Señor, aquí hay dos
espadas. Y él les dijo: Basta" y Juan 18:11: "Jesús dijo a Pedro: Mete tu espada en la
vaina", el cual sin duda provee los ejemplos supremos de un exégesis papal peculiar.
Este reclamo del Papado ha sido repetido una y otra vez. Gregorio VII [1020-1085]
propone este argumento: ¿Cómo podría ser que el que tiene poder para abrir y cerrar al
cielo no juzgaría a todo el mundo? Inocencio III [1198-1216] escribió al patriarca en
Constantinopla: Cristo ha conferido sobre los papas todo poder gubernamental terrenal
para reinar sobre ello. Prueba: Pedro caminó sobre el mar; el mar significa todas las
naciones del mundo. Pio IX en 1871 declaró que los papas piensan aplicar este poder
sobre los gobiernos seculares cuando quiera puedan, declarando que los papas tienen el
derecho de destituir a los reyes, absolver a los súbditos de sus juramentos de fidelidad.
Este mismo papa, en 1868, declaró leyes aprobadas de Austria, anulando un previo
concordato con el papa, juntamente con su aplicación, nulas y para siempre inválidas, por
virtud de su autoridad apostólica.

Esta es una ilustración del Papado que han pintado los papas mismos. Compárelo con 2
Tesalonicenses 2:2. Se sienta en el templo de Dios, reclama ser la cabeza de la iglesia,
excomulga a todos que no reconocen su supremacía. Reclama tener atributos divinos, ej.,
la infalibilidad. Reclama prerrogativas divinas: declara que puede dar decretos de la ley
de Dios, que puede proclamar artículos de fe, y dar nuevas revelaciones. El papa
establece una nueva doctrina, un nuevo servicio, y enseña una nueva doctrina, la suya, da
reglas y ordenanzas y ata a las conciencias para que las cumpla. Reclama autoridad
divina; hace que la salvación dependa del cumplimiento de las ordenanzas; sí, reclama
tener una autoridad más alta que Dios ya que cambia la palabra de Cristo y manda tal
como le plazca. Extiende su autoridad más allá de la tumba y por medio de las
indulgencias manipula el purgatorio; condena y declara salvo a quienquiera, reclamando
ser el juez supremo quien juzga a todos pero que es juzgado por ninguno.

¿No desaloja a Dios y a su Hijo de su dominio? ¿No se le llaman...el que se opone y se


levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el
templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios"? Y no deje que alguien le haga
creer que el papa ha cambiado. La palabra antigua de Osiander [1498-1552] todavía está
vigente. El dijo: "También el papa actual es y es llamado Anticristo. La razón por esto
no es alguna depravación o maldad personal, sino por la naturaleza de su oficio. Ahora,
ningún pontífice, como tal, no importa cuán justo ha sido personalmente, ha vacilado en
declararse a sí mismo la cabeza ecuménica de la iglesia y ha aprobado los cánones
condenatorios del Concilio de Trent, aunque por el momento puede abstenerse de la
mortandad y la tiranía".

La profecía habla de la raíz del Anticristo: su venida es "por obra de Satanás". El no es


Satanás mismo, como algunos han opinado, mas es producido por Satanás, con "gran
459

poder y señales y prodigios mentirosos". Su reino está establecido y apoyado por estas
cosas que forman parte del reino de las mentiras cuyo padre es el diablo. Es obvio al
mundo que el Papado usa y ha usado todo tipo de poderes engañosos, señales y prodigios.
Lutero dijo: "El poder que el Papado ejerce puede ser explicado solo con base en una
acción diabólica. No está en contra de la palabra de Dios, sino en contra de toda la razón.
Nadie lo ama; aún sus propios defensores no lo aman; sino que todos le temen, engañados
y capturados por una ilusión de piedad y por señales y prodigios mentirosos". San Pablo
llama directamente al celibato y los ayunos doctrinas del diablo [1 Timoteo 4:3]. Y el
mundo Católico hasta el día de hoy está lleno de aplausos para los prodigios, las
sanidades en los santuarios, sepulcros, e imágenes de los santos. Este es un fraude
satánico, o si hay cosas sobrenaturales que ocurren, son hechas mediante poderes
satánicos.

El último punto que la Biblia revela en esta ilustración es la época o la duración del
Anticristo, especialmente su comienzo y su fin. En 2 Tesalonicenses 2 Pablo no dice, el
Anticristo vendrá; dice, "Ya está en acción el misterio de iniquidad". Aún en los días del
apóstol este poder estaba activo, aunque secretamente; hay algo que impide, refrena .
Por un tiempo es un misterio, mas será revelado. Llega el momento cuando el Anticristo
se manifestará abiertamente, sin camuflaje. Y entonces llegará su fin. Pablo dice, "A
quien el Señor matará con el espíritu de su boca". Esto podría ser un proceso gradual de
una duración incierta. Será consumido por la palabra de Dios, no por la fuerza de las
armas.

Las características principales del Anticristo en el Papado comenzaron a aparecer en los


días de Cristo y los apóstoles; el deseo de reinar en la iglesia y la doctrina falsa, en
especial el rechazo de la justificación por la fe. El primer comienzo se puede ver entre
los discípulos de Jesús, los cuales esperaban que él estableciese un poderoso imperio en
este mundo, y cuando el Señor no les miraba, se discutieron acerca de su posición en este
reino.

Juan se queja de Diótrefes, "el cual le gusta tener el primer lugar" (3 Juan 9). Es
interesante notar la palabra que Juan usa aquí, philoproteuon, literalmente: le gusta la
primacía. Está traducido de esta manera en la Vulgata [traducción latina de la Biblia
hecho por Jerónimo, ca. 400].

Los primeros falsos maestros, que perturbaron tanto a Pablo, fueron los maestros
judaizantes, quienes atacaron la doctrina de la justificación por la fe sóla, y quisieron
forzar a los Cristianos regresar a los requisitos de la ley. Pero al principio esta codicia de
poder en la iglesia fue impedido, algo impedía su despliegue. ¿Qué? Fue el amor para la
verdad. Mas cuando llegaron tiempos mejores para los Cristianos, éstos se durmieron, y
el enemigo sembró su cizaña sin impedimentos; el Papado se desarrolló.

Y tenemos el Papado y el papa hasta el día de hoy; y es igual hoy como fue en la época
cuando primero fue revelado, en la época de la Reforma. Mas su poder absoluto y sin
límites sobre el mundo y la iglesia ha sido totalmente deshecho. Lutero ha descubierto al
papa y al Papado, para que hoy todos puedan reconocerlo y guardarse contra ello. El
460

papa fue desenmascarado y expuesto como el Anticristo. Este fue el punto decisivo en la
obra de Lutero cuando, en preparación para el Debate de Leipzig [1519], llegó a la
convicción que el Anticristo estaba sentado en Roma y que desde su puesto sobre las siete
colinas extendió sus tentáculos sobre todos los países.

Esta doctrina de que el papa es el Anticristo es íntimamente relacionado con la Reforma.


Fue en ese momento y por medio de esa obra que el Anticristo fue revelado. No fue
asesinado, ni totalmente destruido. Pero continuamente está siendo consumido por la
palabra de nuestro Dios; ha perdido su poder excepto por el poder que tiene sobre ellos
que de su propia voluntad se someten a él. Eso, también, se hizo obvio en los días de la
Reforma.

Anteriormente, cada movimiento para reforma fue aplastado por edicto y mandato del
papa. ¿Por qué no fue así con la Reforma de Lutero? ¿Por qué el papa no interpuso el
interdicto en Alemania o Sajonia después de excomulgar a Lutero? Amenazó con
hacerlo, mas Lutero ya había escrito su "Carta a la Nobleza Cristiana de la Nación
Alemana" y su libro "Sobre la Cautividad Babilonia de la Iglesia" [1521], y había
probado a las personas Cristianas que el papa no tiene poder para prohibir a los
individuos o a países enteros ni cerrarles el cielo. Los había librado del temor al papa. Y
Leo X y Clemencio VII sabían que cualquier esfuerzo de interponer el interdicto sobre
Alemania se encontraría con desprecio y desdén. De esa manera el poder y la tiranía del
Papa está quebrantado.

Pero el Papado sigue igual. Ellos, los Romanistas, se jactan de ello. Cuando un papa se
muere, el Papado no muere. Cuando el doctor declara la muerte del papa, un oficial en
presencia de testigos golpea su cabeza ligeramente con un martillo, llamando su nombre.
Si no hay una respuesta, anuncia, "El Papa ciertamente está muerto". Mas un sustituto ya
ha sido preparado el cual toma el poder hasta que se lleve a cabo una nueva elección.
Luego se les dice al pueblo: "He aquí, les traigo buenas nuevas de gran gozo, tenemos un
papa". Y así seguirá hasta el fin de los tiempos. El poder del Papado, su influencia en el
mundo, puede a veces crecer y decrecer. Pero el Papado seguirá siendo lo que es hasta
que el Señor, con el resplandor de su venida, lo consuma.

4.

Las Confesiones Luteranas Sobre El Anticristo

El Anticristo, tal como está descrito por Pablo en 2 Tesalonicenses 2:4 es, "aquel
Anticristo que se sienta en el templo de Dios", ej., reinará y ocupará oficio en la iglesia.
Pero la iglesia no es únicamente un compañerismo de ritos y objetos externos, como otros
gobiernos, sino que es originalmente un compañerismo de fe y del Espíritu Santo en los
corazones" [Apol. VII y XIII, 4, Triglotta 227; Tappert 169].

Pero es manifiesto que el pontífice romano y sus adherentes defienden doctrinas impías, y
está claro que las señales del anticristo coinciden con las del reino del papa y de sus
seguidores. Porque al describir San Pablo al anticristo en su Epístola a los
461

Tesalonicenses, lo llama "un adversario de Cristo que se opone y se levanta contra todo lo
que se llama Dios o es objeto de culto, tanto que se sienta en el templo de Dios,
haciéndose pasar por Dios" (2 Tes. 2:3,4). Habla por tanto de uno que gobierna en la
iglesia y no de reyes de naciones, y llama a este hombre un "adversario de Cristo" porque
fabricará doctrinas en pugna con el evangelio y se arrogará autoridad divina. [Artículos
de Esmalcalda, "Sobre el Poder y la Primacía del Papa; Triglotta 515:39; Tappert 327].

El Papado es una parte del reino del Anticristo:

Si nuestros adversarios defienden estos cultos humanos pensando que son merecedores
de la justificación, la gracia, el perdón de pecados, simplemente implantan el reino del
anticristo. Porque el reino del anticristo es un nuevo culto a Dios, inventado por la
prepotencia humana, con rechazo de Cristo, así como el reino de Mahoma tiene sus cultos
y obras con que pretende ser justificado ante Dios, y no cree que los hombres son
justificados ante Dios en forma gratuita, por la fe, por causa de Cristo. De este modo,
también el papado, formará parte del reino del anticristo si defiende cultos humanos
como presunto semidiós para lograr ser justificado. En efecto: significa despojar a
Cristo de su honor cuando enseñan que somos justificados no por causa de Cristo,
gratuitamente, por la fe, sino por tales cultos, y mayormente cuando enseñan que éstos no
solo son útiles para la justificación, sino hasta necesarios, como lo declaran en el artículo
octavo, (Art. VII), donde nos condenan porque dijimos que para la verdadera unidad de la
iglesia no es necesario que en todas partes sean idénticos los ritos instituidos por los
hombres. Daniel indica en el capítulo 11:38 de su libro que los nuevos cultos humanos
habrán de ser la forma misma de la política del reino del anticristo. Porque dice así, "Mas
honrará en su lugar al dios de las fortalezas, dios que sus padres no conocieron, lo
honrará con oro y plata y con piedras preciosas" [Apología, Art. XV, Triglotta 319:18,
Tappert 217-218].

El Papa es el Anticristo:

Este hecho demuestra evidentemente que el papa es el verdadero Anticristo, que se ha


colocado encima de Cristo y contra él, puesto que no quiere que los cristianos lleguen a
ser salvados sin su poder, a pesar de que no vale nada, porque no ha sido ordenado ni
mandado por Dios. Esto propiamente, como dice San Pablo, "se opone y se levanta
contra Dios" (2 Tes. 2:4). Los turcos y los tártaros no actúan así, aunque sean muy
enemigos de los cristianos; al contrario, dejan creer en Cristo al que quiera y no exigen de
los cristianos sino el tributo y la obediencia corporales. Pero el papa no quiere dejar creer
[en Cristo], sino que se le debe obedecer para ser salvo. Eso no lo haremos, antes
moriremos en el nombre de Dios. Todo esto viene porque el papa ha exigido ser llamado
de jure divino jefe de la iglesia cristiana. Por eso se tuvo que colocar a la par de Cristo y
sobre Cristo, y enzarzarse como la cabeza y después como el señor de la iglesia y
finalmente también de todo el mundo y directamente un Dios terrenal, hasta atreverse a
dar órdenes a los ángeles en el reino de los cielos.

Y cuando se establece una distinción entre la doctrina del papa y la Sagrada Escritura o
cuando se les confronta y se les compara, se encuentra que la doctrina del papa en su
462

mejor parte está tomada del derecho imperial pagano, y enseña negocios y juicios
mundanos, como lo atestiguan sus decretales. Trata en seguida [la doctrina papal] de las
ceremonias eclesiásticas, de las vestiduras, de los alimentos, de las personas y similares
juegos pueriles, obras carnavalescas y necias, sin medida alguna, pero, en todas estas
cosas, nada de Cristo, de la fe y de los mandamientos de Dios.

Al fin y al cabo nadie sino el mismo diablo es quien con engaño de las misas, el
purgatorio, la vida conventual, realiza su propia obra y su propio culto (lo que es, en
efecto, el verdadero papado), sobreponiéndose y oponiéndose a Dios, condenando,
matando, y atormentando a todos los cristianos que no ensalzan y honran sobre todas las
cosas tales horrores suyos. Por lo tanto, no podemos admitir como cabeza o señor en su
gobierno a su apóstol, el papa o Anticristo. [Artículos de Esmalcalda Parte II, Art. IV,
10ss; Triglotta 475:10ss; Tappert 300. Se hace referencia a esta declaración en la
Fórmula de Concordia, Declaración Sólida, Art. X, Triglotta 1059].

Que el Papa es el Anticristo es probado:

1) por su prohibición al matrimonio.

Cuando han prohibido el matrimonio y han impuesto la carga de una castidad perpetua al
estado divino de los sacerdotes, no han tenido ni la atribución ni el derecho, sino que han
actuado como perversos anticristianos, tiránicos y desesperados, dando con ello motivo a
toda clase de pecados horrorosos, espantosos e incontables de impudicia y ahí se
encuentran hundidos aún. Lo mismo que a nosotros como a ellos no nos ha sido dado
poder de cambiar un hombre en mujer o una mujer en hombre o suprimir la diferencia de
sexos, de la misma forma no han tenido poder para separar o prohibir a tales criaturas de
Dios vivir honradamente en el estado matrimonial entre sí. Por eso no estamos
dispuestos a consentir o soportar este su lamentable celibato, sino a dejar libre el
matrimonio, como Dios lo ha ordenado e instituido y no queremos desgarrar ni
obstaculizar su obra. En efecto, San Pablo dice que es una "doctrina diabólica".
[Artículos de Esmalcalda, III, Art. XI, Triglotta 449; Tappert 314-315].

2. de la invocación de los santos:

La invocación de los santos es también uno de los abusos introducidos por el Anticristo,
contradice el primer artículo principal y destruye el conocimiento de Cristo. Tampoco es
mandada ni aconsejada, ni hay ejemplo de ello en la Escritura. Aunque fuese una cosa
preciosa, lo que no es, tenemos todo mil veces mejor en Cristo" [Artículos de
Esmalcalda, II, Art. II, Triglotta 469:25; Tappert 297].

3. del abuso de la Misa:

Nos oponemos a vosotros, porque defendéis de un modo criminal una herejía que a todas
luces pugna con los profetas, los apóstoles y los santos Padres, a saber que la misa
justifica ex opere operato, y que merece remisión de culpa y pena, aun para los injustos
en cuyo favor se la aplica, con tal que no pongan obstáculo. Censuramos estos errores
463

perniciosos que menoscaban la gloria de la pasión de Cristo, y dan completamente por


tierra la doctrina de la justicia de la fe....Así como en Judá se mantuvo entre los
sacerdotes impíos la falsa creencia respecto de los sacrificios, y así como perduraron en
Israel los cultos de Baal, aunque allí estaba la iglesia de Dios que desaprobaba estos
cultos impíos; así también perdura en el reino pontificio el culto de Baal, esto es, el abuso
de la misa, que aplican con la intención de que merezca para los injustos la remisión de la
culpa y de la pena....Y parece que este culto de Baal habrá de durar lo que dure el reino
pontificio, hasta que Cristo venga para hacer juicio, y destruya con la gloria de su venida
el reino del Anticristo [Apología, Art. XXVII, Triglotta 417:98; Tapppert 267-268].

El deber de los Cristianos de evitar al Anticristo:

Ya que ésta es la situación, todos los cristianos deben cuidarse de no llegar a ser
partícipes de las impías doctrinas, blasfemias e injustas crueldades del papa. Antes, bien,
deben abandonar y detestar al papa y a sus adherentes como al reino del anticristo
[Artículos de Esmalcalda, "Tratado sobre el Poder y la Primacía del papa", 41; Triglotta
517; Tappert 327].

5.

Objeciones a la Doctrina de que el Papa es el Anticristo

1) Se ha afirmado que las varias expresiones de 2 Tesalonicenses 2 tienen que ser


referencias a individuos: el hombre de pecado, el hijo de perdición, aquel inicuo. Pero
todas estas expresiones también pueden ser entendidas colectivamente. El uso del
artículo definido no tiene que indicar una sola persona. Puede significar una serie de
hombres, de hecho, una clase de personas, en las Escrituras se usa para designar toda una
clase de personas con el uso definido del singular. En Daniel 8:23ss el profeta habla de
un rey, aunque es obvio que significa toda una sucesión de reyes. En 2 Timoteo 3:17, un
paralelo directo con "el hombre de iniquidad". Pablo dice, "a fin de que el hombre de
Dios sea perfecto". "Dad pues a César lo que es de César" [Mateo 22:21]. La referencia
es al puesto del César, a todos los Césares, a toda la serie de emperadores o líderes
Romanos.

Gerhard da la vuelta al exégesis papista al citar Mateo 16:18 en su contra. Ellos refieren
a la frase "sobre esta roca" que fue hablada a Pedro, a toda su secesión de papas. Les
recuerda que en los cánones de su iglesia, cuando quiera ocurre el término "papa" la
referencia no es a un cierto individuo, sino a cualquier sinvergüenza que puede llevar ese
título en ese momento. Los Papistas dicen: Si el papa es el Anticristo de la iglesia, hay
200 Anticristos; respondemos: Si el papa es la cabeza de la iglesia, hay 200 cabezas, 200
novios. La misma profecía de 2 Tesalonicenses 2 prueba que debe referirse a una serie de
personas. Anticristo, dice Pablo, no encontrará su fin hasta el día de juicio. Y, no
obstante, la iniquidad ya estaba presente en los días de los apóstoles; ninguna persona
puede vivir tantos años. Pablo fundamenta su descripción en las expresiones de Daniel
11. Allí Daniel primero describe a Antiochus Epiphanes como un tipo de Anticristo, y en
íntima conexión con esta descripción agrega una profecía del Anticristo mismo.
464

Apoyándose en esa analogía, Pablo también habla aquí del Anticristo como una sola
persona.

2) Una segunda objeción por el Dr. Pieper en su Christian Dogmatics, III, 467, es: esta
enseñanza (que el Anticristo profetizado en 2 Tesalonicenses 2 se encuentra incorporado
en el Papado) no se encuentra en las Escrituras, sino en la historia, y por lo tanto, no hay
ninguna confianza divina de tener la respuesta correcta. No obstante, este objeción es
una afirmación que sus mismos adherentes no son capaces ni dispuestos a defender. Si el
Cristo prometido había aparecido en la persona de Jesús de Nazaret fue una pregunta
histórica para los judíos de la época de Jesús. Como los judíos, sin embargo, podían con
base en las profecías y las palabras y obras de Cristo, saber con la seguridad de la fe que
en Jesús de Nazaret, había aparecido "el Cristo" así al comparar las predicciones de las
Escrituras con las palabras y las obras del Papado podemos estar divinamente seguros
que en el Papado "el Anticristo" se encuentra ante nuestros propios ojos, reconocido por
todos. Luego, el Dr. Pieper cita, "indignación justa en contra del papado anticristiano",
pp 39s. De la misma manera el Papado debe ser el Anticristo ya que todo lo que las
Escrituras predicen acerca del Anticristo se cumple en él y no se puede probar que esto es
cierto de cualquier otra persona....Debemos diligentemente anotar esta verdad y material,
que el papa Romano es el Anticristo, y no lamentamos el tiempo gastado en haber
escuchado esta verdad".

La Biblia no dice: El papa es el Anticristo. Pero la Biblia no dice en palabras explícitas:


el cuerpo de Cristo está presente en el sacramento y es recibido por los comulgantes. La
Biblia no dice en palabras explícitas que debemos bautizar a los infantes. Estas doctrinas
son deducciones. Pero Cristo mismo hace tales deducciones: del hecho de que Dios se
llama el Dios de Abraham, Isaac y Jacob y por lo tanto llega a la conclusión que estos
patriarcas deben estar vivos. Si una deducción es una deducción correcta, si es tomada de
la palabra de Dios, es correcta, y permanece; no puede haber ninguna objeción a ella. No
es una objeción válida decir: La declaración de que el papa es el Anticristo se
fundamenta no en las Escrituras solas, sino sobre las Escrituras y el juicio histórico; por
lo tanto se fundamenta en parte sobre la opinión humana. Como dijimos antes, al
comparar la profecía con las palabras y obras del Papado, podemos con total certeza
llegar a la conclusión de que el papa en quien se concentra el Papado, es el Anticristo.
Esta enseñanza se fundamenta en las Escrituras, y no sobre una opinión humana, sino en
los hechos de la historia.

3) El Dr. Pieper aduce una tercera objeción: "El Papado todavía confiesa los artículos
fundamentales de la fe Cristiana, tales como los artículos de la Trinidad y la persona
teantrópica de Cristo". Nosotros decimos: Estos "artículos fundamentales" no salvan a
ningún hombre si al mismo tiempo niega y maldice la doctrina Cristiana de la
justificación. Sin el artículo de la justificación todas las otras doctrinas son cáscaras
vacías. Que el Papado todavía confiesa 'artículos fundamentales' es parte del adorno
externo con el cual intenta esconder su apostasía de la doctrina Cristiana".

4) El Dr. Pieper dice: "Algunos dicen que han habido varios papas que eran
personalmente honrables, inclusive 'piadosos'". Esta objeción revela una falta de juicio
465

Cristiano. No puede haber ninguna idea de piedad en el caso del papa, puesto que aun los
Papas "piadosos" encabezan y dirigen la maquinaria que descarta y maldice la doctrina
Cristiana de la justificación, o sea, toda la fe Cristiana. La apariencia ocasional de un
papa externamente respetuoso es parte de los adornos externos que esconden lo interno,
la iniquidad espiritual del Anticristo. Todas las marcas descritas en 2 Tesalonicenses 2
corresponden a todos los papas.

La doctrina bíblica del Anticristo está bien resumido por dos maestros de la Iglesia
Luterana. El Dr. Hoenecke (Ev. Luth. Dogmatik, IV, 219ss) enumera primero las
características del Anticristo: originando en medio de la iglesia; viniendo por obra de
Satanás; descrito como una persona colectiva; teniendo su trono en medio de la iglesia de
Dios; saliendo adelante después de la remoción del poder que le impide, y luego aplica
todas estas características al Papado. Entonces hace la siguiente declaración brusca: "No
negamos la salvación al quien no cree este artículo, sino la membresía en la Iglesia
Luterana" (Wir sprechen dem, der diesen Artikel nicht glaubt, die seligkeit nicht ab, aber
die lutherische Kirchengemeinschaft").

El Dr. F. Pieper habla de la misma manera, dando como características del Anticristo: el
Papado, el sentarse en medio de la iglesia; fingir que él es Dios; activo mediante el poder
de Satanás; permaneciendo hasta el último día. Aplica esto al sistema de Romanismo
encabezado por el papa como la persona representativa, terminando con las palabras:
"Cada profesor en la iglesia Cristiana que conoce el fenómeno histórico llamado el
Papado y no reconoce en este Papado el Anticristo tal como está profetizado en 2
Tesalonicenses2, es débil en la teología Cristiana" [Christian Dogmatics, III, 462-469].

Esta enseñanza de que el Papado es el Anticristo no es un artículo fundamental de la fe.


Conocimiento de este artículo no es indispensable para sembrar y preservar una fe
salvadora en el corazón. Un Cristiano puede conocer a Cristo como su Salvador y ser
salvo aunque no reconoce al Anticristo en el Papado. La fe salvadora no descansa sobre
este artículo, el Cristiano no se fundamenta ni se cae con base en ello. No podemos y en
verdad no negamos el Cristianismo de una persona que no puede ver la verdad de que el
papa es el Anticristo.

No obstante es un artículo importante y no debe ser pasado por alto ni evitado. Es


claramente revelada en la palabra divina; y no hay nada inútil ni superfluo en la Biblia.
Dios quiere que sepamos acerca del Anticristo. La enseñanza de este artículo es
necesario y útil ya que se necesita como una amonestación en contra de la levadura del
Papado que se ha metido en tantas iglesias Protestantes. Es un poderoso consuelo para
los Cristianos. Sirve para probar la veracidad de la Biblia. Este artículo está claramente
expresada en las Confesiones Luteranas: quienquiera lo niega no está unido en fe con sus
padres; no es un Luterano Confesional. Un predicador Luterano debe saber, creer y
enseñar este artículo o confesar abiertamente que ya no se subscribe a las Confesiones de
la Iglesia Luterana.

Si valoramos la doctrina salvadora de la expiación vicaria mediante la sangre de


Jesucristo, el Dios-hombre en estos últimos días del mundo, hacemos bien en tener
466

presente los hechos relacionados con el Anticristo, para que recordemos la oración de
Lutero: "O Dios, llénenos con odio para el Papado" (Impleat vos Deus odio papae), el
odio siendo dirigido no contra él como individuo, sino contra él como el representante del
sistema Romano, como la cabeza colectiva de una organización de tal naturaleza
perniciosa que él, y sólo él, se llama correctamente el Anticristo. "El papado es en sí el
mismo Anticristo" (Papam esse ipsum verum Antichristum).

Bibliografía

Concordia Triglotta

Concordia Theological Monthly, Vol. IV y XIII

The Abiding Word, Vol. II

[Este ensayo fue leído en la conferencia pastor/maestro del Distrito Sureste de Wisconsin,
West Bend, Wisconsin, el 17-18 junio, 1957. Fue publicado en el Wisconsin Lutheran
Quarterly (vol. 55, enero y abril, 1958) pp 15-34 y 81-103. El Pastor W.F. Schink sirvió
en la iglesia de San Juan Luterana de Woodland, Wisconsin cuando escribió este
artículo.]

Para más información sobre la doctrina del Anticristo o asuntos relacionados con la
Iglesia Católica Romana, ver lo siguiente:

Dhalenne, A., "Antichristian Mariology," Quartalschrift (Vol. 55, julio, 1958), pp 167ss.

Hoenecke, W., "Der Antichrist," Theologische Quartalschrift (Vol. 40, octubre, 1943), pp
253ss; (Vol. 41, enero, abril, julio, 1944), pp 32ss; 91ss; 149ss.

Koehler, J., Etwas vom Antichrist und dem Kampf gegen ihn," Theoligische
Quartalschrift (Vol. 13, enero, 1916, pp 49ss.

Lehninger, M., "The Doctrine of the Antichrist", Theoligische Quartalschrift (Vol. 38,
enero, 1941), pp 7ss.

Peters, P., "The Council of the Antichrist, "Theoligische Quartalschrift (Vol. 43, julio,
1946), pp 192ss.

Meyer, J., "Papam esse ipsum verum antichristum", Theoligische Quartalschrift (Vol. 40,
abril, 1943), pp 87ss.

Sitz, A., "Thou Art Peter", Theoligische Quartalschrift (vol. 36, julio, 1939), pp 161ss.

Sitz, E., "Of the Antichrist", Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 62, enero, 1965), pp 1ss.
467

Wicke, H., "An Evaluation of the Lutheran Confessions (and of the documents of Vatican
2)," Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 64, enero y abril, 1967), pp 7ss; 101ss.
468

Un estudio del Calvinismo es importante para cualquier persona que desea entender el
escenario teológico actual. En la iglesia verdaderamente confesional, sea la Iglesia
Luterana, la palabra de Dios reina supremo. Es la única fuente y norma para la fe y la
vida.

En la Iglesia Católica Romana la palabra de Dios está sujeta a la autoridad de la tradición


Católica Romana, sea, los pronunciamientos de los papas y de los concilios.

En las iglesias que trazan sus raíces a Calvino o a Zwinglio sigue el principio de que
ninguna doctrina bíblica puede ir en contra de la razón. Por lo tanto, la razón reina por
encima de las Escrituras.

En el siguiente artículo, por el Rvdo. E. Arnold Sitz, destaca el daño que esto ha hecho a
la fe Cristiana y el peligro que representa para las almas de la gente.

CALVINISMO: SU ESENCIA Y SU IMPACTO AMENAZADOR


SOBRE LA DOCTRINA Y LA PRÁCTICA AMERICANA

Nuestro tema cubre un campo muy amplio. Para manejarlo, se debe buscar los esenciales
y efectuar una condensación drástica. Además, un estudio más profundo ha producido la
convicción de que, al lado de Calvino, Zwinglio ha ejercido una mayor influencia sobre
la doctrina y la práctica Reformada de lo que había pensado. Mucho material que se
encuentra en las páginas de la historia bajo el nombre de Calvinismo, con toda justicia
debería ser denominado Zwinglianismo. Esto es cierto en un grado eminente en cuanto a
las iglesias Reformadas en América, donde se usa el término "Reformado" para cubrir
todo el Protestantismo que no es Luterano. Es cierto que los términos "Calvinista" y
"Calvinismo" fueron inventados por Heshusius [1527-1588] y Westphal [1510-1574] han
aparecido en la nomenclatura Luterana como siendo idénticos con el término
"Reformado". No obstante, para poder ser exactos en nuestros términos, pedimos el
privilegio de ampliar el término "Calvinismo" en nuestro título a un grado que cubriría
toda la casa Reformada. De esta manera, nuestro título leería así: EL SISTEMA
REFORMADO: SU ESENCIA Y SU IMPACTO AMENAZADOR SOBRE LA
DOCTRINA Y LA PRACTICA AMERICANA.

1.

Lutero, Zwinglio, Calvino

Ningún movimiento, ninguna nueva dirección, cambio radical o revolución puede ser
entendido en el abstracto o en el absoluto. Estos fenómeno solamente pueden ser
comprendidos en concordancia con las personas, la vida, el pensamiento, las capacidades
y las características de los principales hombres que en sí son la expresión y son los líderes
de los nuevos movimientos de su época. Sería imposible entender el Luteranismo sin
conocer a Lutero, su época, su vida y sus escritos. Ni tampoco es posible dominar los
pensamientos principales del Protestantismo, ni comprender que ocurre en las iglesias
469

Protestantes hoy sin tener un conocimiento razonable de los primeros reformadores,


Lutero (1483-1546), Zwinglio (1484-1531), y Calvino (1509-1564).

No sería posible dentro de los parámetros de este tratado dar siquiera un breve esbozo de
estos actores principales; mas debemos intentar una pequeña comparación. Tanto las
cualidades negativas como las positivas de los lideres y los movimientos tienen una
manera de mezclarse con toda la historia del movimiento. Miramos el ejemplo clásico de
la Iglesia Episcopal. Las tres fuentes que surgieron al comienzo de la historia de la alta
iglesia Anglo-Católica con Enrique VIII[1491-1547, el rey Tudor de Inglaterra], la iglesia
Luterana baja en el reino de Eduardo VI [rey de Inglaterra 1547-1553], y la vasta reserva
eclesiástica, sobrecargado con el Presbiterianismo bajo Elizabet [reina de Inglaterra 1533-
1603] haya fluido juntos para formar el río de Episcopalismo y fluirá así con diversiones
periódicas a la Iglesia Católica Romana, reflejando otra vez la reacción de la sangrienta
María [reina de Inglaterra 1553-1558] hasta el fin de su existencia.

Así que comenzamos con Lutero. Como ya sabemos, fue su profundo sentido del
pecado; un asunto de su conciencia ante Dios. En una búsqueda prolongada y agonizante
por la paz finalmente la encontró en el evangelio del perdón gratuito en Cristo. Para él,
Cristo era supremo; ninguna autoridad podría imponerse por encima de las sagradas
Escrituras. Como él mismo dijo, "Una palabra de Dios puede hacer que todo el mundo
sea demasiado estrecho para mi" (Ein Wort Gotten kann mir die ganze Welt zu enge
machen"). Toda la experiencia de Lutero con el pecado, con el perdón, con la esperanza
de la vida eterna estaba fundada en una conciencia agudamente sensitiva a la palabra de
Dios. Si, como un prominente teólogo Luterano ha dicho, "El Cristianismo es una
experiencia", entonces Martín Lutero eminentemente ejemplifica esa verdad. Su
necesidad le llevó a las Escrituras. Por experiencia había aprendido que nada más le
podía dar alivio, ayuda, consuelo que el evangelio. En ello, y fuera de ello vivió, movió y
tuvo su ser. El principio y la acción manaron de ese evangelio.

Esto explica porque Lutero revolucionó al mundo moderno. También revela porque
Lutero vivió como el más libre y más feliz de todos los reformadores, al mismo tiempo
que era el más conservador y menos comprometedor de todos en los asuntos de doctrina.
En breve, la obra de Lutero como Reformador brotó de su experiencia intensa y personal,
creció de la tierra de la revelación divina hasta resultar en un movimiento sólido que
progresivamente produjo el fruto de una teología bíblica conservadora. La fe de Lutero
da la respuesta a la pregunta del carcelero de Filipos, "¿Qué debo hacer para ser salvo?"
aun cuando su teología refleja la réplica bíblica suficiente a la pregunta cardenal de Jesús,
"¿Qué piensa del Cristo?"

Al mirar a Zwinglio, vemos un retrato muy diferente. Al contrario que Lutero, quien
aunque conoció muy bien el humanismo cuando estaba en Erfurt, mas no lo aceptó,
Zwinglio llevó ese sistema en su corazón. Fue desde ese punto de vista que se lanzó a
una reforma religiosa. Fue muy natural, por lo tanto, que metiera en sus planes el deseo
poderoso de rescatar la libertad republicana en suiza de la usurpación por parte de la Casa
de Savoy y la Iglesia Católica Romana. Aun cuando Zwinglio hizo de las Escrituras el
470

objeto de su estudio, su método humanista abrió camino para otra autoridad en los
asuntos espirituales, al lado de y en su aplicación superior a la Biblia: la razón humana.

En consecuencia, puesto que la autoridad bíblica no fue suprema para él, no solamente
puso el fundamento para el error teológico, sino que francamente cortejó el compromiso
para fines políticos. Careciendo del profundo sentido de pecado y desamparo personal
que sentía Lutero, Zwinglio constantemente buscaba aliados políticos, y estaba dispuesta
a aceptar tales a expensas de la concesión religiosa. No sólo que estaba dispuesto
suscribirse a los 15 Artículos Luteranos en Marburg, con una excepción, por causa de la
alianza política con el partido Luterano, pero despertó la curiosidad del perseguidor de
los Protestantes franceses, el totalmente católico y disoluto Francis el Primero [rey de
Francia 1515-1547]. La diferencia entre Lutero y Zwinglio ha sido demostrado
aptamente por sus famosas estatuas: la de Lutero en Worms le muestra con una Biblia en
la mano, mientras la estatua de Zwinglio en Zurich le muestra con una Biblia en una
mano y una espada y la otra.

El Francés, Juan Calvino, vino de una familia Católica Romana en Noyon, muy
estrechamente conectada con la iglesia. Ya a los doce años Calvino poseyó un beneficio
en el catedral, aunque nunca fue ordenado como sacerdote, como Lutero, Zwinglio y
Knox [reformador Escocés, 1505-1572]. Un hermano mayor entró al sacerdocio y se
murió, un libertinaje y un infidel, en el mismo año que Calvino publicó su famoso
Institutos de la Religión Cristiana [1536] y de esta manera proclamó su teología al
mundo. Calvino también, al igual que Zwinglio, primero fue un crítico de y luego se
alineó con el Catolicismo por causa de la influencia humanista. Juntamente con el
humanismo vinieron las ideas de la reforma. En consecuencia de un discurso audaz que
él había escrito para el rector del Sorbonne [una universidad de Paris] cuando era un
joven de 24 años, que mas tarde pronunció en el día de Todos Los Santos 1533, tanto él
como el rector, Cop, tuvieron que huir de Paris y de Francia.

Impulsado por la persecución y el exilio a ir a las Escrituras, comenzó a desplegar su


actividad como reformador en Estrasburgo juntamente con Bucero [un reformador
alemán 1491-1551], donde estudió bajo Capito [1478-1541] y publicó sus Institutos; y en
su primer viaje a Ginebra con Farel [un reformador francés, 1489-1565]. Desterrado de
esa ciudad a causa de su esfuerzo por imponer una disciplina eclesiástica estricta, casi
ascética, volvió a Estrasburgo, y durante tres años formó una relación íntima con
Melanctón [1497-1560, socio de Lutero] cuyo Luteranismo, en consecuencia, sufrió un
grave deterioro. La Variata Augustana [cambios hechos por Melanctón en la Confesión
de Augsburgo para que fuese aceptable a los Reformados] data de la época de estas
reuniones. Tan íntima fue la relación entre estos dos hombres que en sus últimos días
Melanctón repetidas veces expresó su deseo de descansar su cabeza moribunda sobre el
pecho de Calvino.

De Estrasburgo Calvino fue llamado a Ginebra. En contra del Cardenal Católico,


Sadolet, a punto de volver a la ciudad al rebaño Católico, Calvino escribió su brillante
"Carta a Sadolet", de la cual Ginebra ahora le recordó. Ahora, sí, llevó a cabo una
reforma total de la ciudad, permaneciendo allí hasta su muerte en 1564, a una edad
471

comparativamente joven de 55 años. Desplegó y hizo cumplir vigorosamente una


disciplina eclesiástica estricta y una póliza que, en vez de confinarse a la iglesia como tal,
por medio del gobierno teocrático llegó hasta los hogares y las vidas privadas de los
ciudadanos de Ginebra, invocando el brazo secular del gobierno en una manera similar al
patrón de la Inquisición [una tribuna Católica Romana establecido para buscar y castigar
aquellas personas que disidieron de la enseñanza o práctica de la iglesia]. Se conoce
primordialmente por la ejecución de antitrinitariano Servetus [1511-1553], por lo general
considerado como la mancha negra en la reputación de Calvino. Menos conocido es que
en cuatro años se quemaron a 58 personas en la hoguera, 76 fueron exiliados, y en 1545
en medio de una pestilencia violenta, 43 mujeres fueron quemadas como brujas.

Ambos, Lutero y Calvino, eran Agustianos en su teología, pero con una diferencia. El
Agustianismo de Lutero fue modificado y corregido por su contacto y fidelidad a las
Escrituras; al contrario, el de Calvino, siguió la línea de la lógica estricta y de los
dialectos, ciencia y arte en la cual era un maestro, y dominó su pensar teológico,
desarrollando el predestinarianismo Agustiano hasta sus últimas consecuencias. El fijó el
decreto absoluto de la salvación de los elegidos, acompañándolo con el decreto absoluto
del reprobó a la condenación, reconocido por Calvino mismo como un "decreto horrible"
(decretum horribile).

Resultando de este predestinarianismo fue el rechazo lógico, aunque anti-bíblico, de la


gracia universal. Si Dios predestinaba algunos a la salvación, y los demás a la
condenación, uno solamente podría llegar a la conclusión de que Dios no era sincero en
su proclamación de una expiación en Cristo por los pecados de todo el mundo (1 Juan
2:2; 4:14), ni la justificación general de todos los hombres (Romanos 5:18,19), ni su
deseo ferviente de que todos los hombres viniesen al conocimiento de la verdad y fuesen
salvos. Calvino enseñó que Cristo murió únicamente para los elegidos.
Consecuentemente enseñó también que el bautismo fue eficaz solamente para los
elegidos; para los demás era una forma vacía. En la Santa Cena solamente los elegidos -
y solamente los elegidos creen en verdad; aquellos de quienes Jesús dice que "creen por
un tiempo" en verdad nunca creyeron - reciben el cuerpo y la sangre de Cristo de una
manera espiritual; a los demás no se da nada ni reciben nada.

La enseñanza de Calvino sobre la Santa Cena no fue tan radical como la de Zwinglio,
quien lo convirtió en una manipulación de símbolos vacíos, con el pan y el vino aquí, y el
cuerpo de Jesús sentado localmente en el cielo, siendo el Espíritu Santo el eslabón que
conectaba a Jesús con la Santa Cena (Heidelberg Catecismo, pregunta 76).
Probablemente influenciado por su contacto con Bucero, Capito y Melanctón, Calvino
enseñó una presencia real del cuerpo y sangre de Cristo en el sacramento, calificándolo,
no obstante con el término "espiritual", limitando su recepción a los elegidos, y
definiéndolo no como esencial, sino simplemente como una presencia dinámica, una cosa
toto coelo diferente de lo que describe la Fórmula de Concordia donde Lutero lo describe
como un modo espiritual de presencia: "el modo incomprensible y espiritual según el
cual él ni ocupa ni desocupa el espacio....El empleó ese modo de presencia cuando salió
de la tumba cerrada y atravesó las puertas cerradas, en el pan y el vino de la Santa Cena"
(Declaración Sólida, VII, par. 100, Tappert 586-587).
472

Lo cual nos lleva a la persona de Cristo. Calvino adoptó la posición de Zwinglio de que
la naturaleza humana de Cristo fue limitada a su cuerpo humano y que el cuerpo de Cristo
fue localmente circunscrito. Cuando Cristo ascendió al cielo como un ser humano, y se
sentó a la diestra de Dios, se quedó allí. Por lo tanto, es imposible que esté presente en
cuerpo y sangre en la Santa Cena. El factor decisivo en el punto de vista de Calvino es la
lógica y la conclusión razonable. El hecho innegable de que las Escrituras adscriben a
Jesucristo, el Hombre, los atributos de Dios, es descartado con el comentario de que es la
costumbre de las Escrituras hablar así.

He aquí la falla principal de la doctrina de Calvino. Operó con la lógica y la razón


humana. Lutero, contrario a la impresión que uno podría formar al escuchar los discursos
de algunos de sus seguidores, no menospreció la razón, sino que la consideró como un
alto don de Dios. Pero, correctamente confinó su uso a aquellas cosas que caben bajo su
reino: los asuntos de la vida cotidiana. Criticó severamente cualquier intento de
remontarse a la metafísica y luego aplicó la brocha de alquitrán con su caracterización de
"la esposa sabia Huldah, la razón" (die Kluge Frau Huldah, die Vernunft).

Insistió en que en las Escrituras la razón solamente podía ser usado para las detalles
formales de la gramática y la construcción sintáctica, la mecánica de la construcción; el
entendimiento ha de ser espiritual. Y ya que Lutero con la fe de un niño vivió dentro y
fuera de las Escrituras, fue dado a dar gozoso testimonio de todo lo que describió en ellas.
Calvino, al contrario, fue más preciso y más corto que el Lutero comprehensivo y
frecuentemente repetitivo en sus obras exegéticas - razón por la cual muchos
erróneamente han juzgado a Calvino como el mejor exegeta - fue adicto a la
sistematización, a los arreglos lógicos, para que la doctrina sufra una distorsión al ser
forzado a una forma lógica y sistemática.

Es en su método formal que encontramos la diferencia principal entre los primeros


reformadores. Zwinglio muchas veces encontró sus "hechos" fuera de las Escrituras,
desarrolló sus premisas sobre esos "hechos", y finalmente impuso sus conclusiones de las
Escrituras. Calvino, el más cuidadoso, por lo general encontró sus premisas en las
Escrituras, más creyó que fue correcto llegar a conclusiones firmes basadas en esas
premisas, conclusiones que no se encontraban en las Escrituras. Este principio de
Calvino encontró expresión explícita en la Confesión de Westminster en las palabras,
"Todo el consejo de Dios, concerniente a todas las cosas necesarias para su propia gloria,
la salvación del hombre, la fe y la vida, es expresamente escrito en las Escrituras, o por
buena y necesaria consecuencia puede ser deducida de las Escrituras' (Como diría Lutero;
"Allí se muere el don").

Y este es el canal que nuestros posteriores dogmáticos Luteranos, en su deseo de


sistematización, tampoco pudieron evitar. Mirad no más su conclusión revestida en la
frase "en vista de la fe" (intuitu fidei). Lutero encontró en las Escrituras, hechos,
premisas y conclusión. Si las Sagradas Escrituras ofrecieron premisas de las cuales según
la lógica debería seguir cierta conclusión, Lutero siguió buscando tal conclusión en las
Escrituras. Y si no la encontró, la dejó inconclusa. Para Calvino eso fue intolerable. Su
sentido de la lógica le impulsó a forzarse aún si tenía que romper las páginas de las
473

Escrituras en búsqueda de su conclusión. Fue por eso que Lutero pudo predicar
tranquilamente a la razón humana las doctrinas bíblicas contradictorias y no-lógicas
como la gracia universal, la predestinación particular, la fe temporal y la responsabilidad
personal de aquellos que se condenan. Es una de las joyas brillantes en la corona de la
Conferencia Sinodical que por gracia de Dios tomó el liderazgo entre los cuerpos
Luteranos en América hacia el principio correcto que siguió Lutero.

Concluimos esta sección de nuestra tratado por hacer una comparación, o un contraste,
entre los tres reformadores principales. Lutero, de padres pobres, era un hombre de
carácter fuerte, apasionado, un hombre del pueblo. Zwinglio, de clase media, moderado,
fue por educación un humanista, por naturaleza un republicano suizo, con una fuerte
inclinación política de tipo radical. Calvino, cuya familia perteneció a la clase alta
profesional francés, por educación también era humanista, tuvo una voluntad de hierro,
un carácter ascético, francés hasta el núcleo de intelectualismo, y en su adicción a lo
formal.

La conversión de Lutero fue una experiencia lenta y agonizante hacia la paz y el perdón
de pecados en Cristo; la de Zwinglio ocurrió mediante el interés humanista y el proceso
político; mientras que la repentina conversión de Calvino brotó de una voluntad
intelectualmente convencido y determinado a confesarlo ante el mundo.

Para Lutero la religión era un asunto del corazón y de la conciencia (Herzens-und


Gewissenssache); con Zwinglio era un asunto de la razón (Vernunftsache); y con Calvino
principalmente era un asunto de la voluntad (Willenssache).

Lutero honró las Escrituras con una obediencia infantil; Zwinglio estableció una doble
autoridad de Escrituras y razón; Calvino sometió las Escrituras al legalismo de la lógica.

Lutero fue sincero con el mandato de Dios acerca de Cristo: "Escuchadle a El".
Zwinglio estaba dispuesto a comprometer la palabra para la ventaja política; Calvino
cedió al sistema.

Lutero, controlado por la supremacía de la doctrina, permaneció conservador en su


aplicación práctica de reforma, reteniendo aquello que no tenía ninguna mancha de
corrupción y que no fuese prohibido; Zwinglio depuró radicalmente cualquier uso de
mandato en las Escrituras, llegando inclusive a la violencia en su iconoclasta; Calvino
organizó el culto sobre el plano de una fría austeridad.

Lutero descendió sobre sus enemigos como una tempestad, su relámpago golpeándoles
como el golpe de un martillo; Zwinglio atacó con discriminación, apoyándose
confiadamente en su sentido común y la superioridad de un método razonable; Calvino
manejó el cuchillo afilado de la ironía, el ingenio francés, el desdén y el desprecio.

Lutero se casó sobre el principio y como testimonio a su fe y fundó un hogar y familia


Cristiano; Zwinglio se casó para legalizar una conexión indeseable; Calvino se casó con
Idelette de Buren, una viuda con tres niños, lo cual parece ser un acto de conveniencia.
474

Aún en sus muertes fueron fieles a su carácter: el lecho de muerte de Lutero se


caracterizó por su ferviente preocupación por su salvación, por el evangelio que había
predicado, y el bienestar de la iglesia, y después murió tranquilamente mientras dormía;
Zwinglio murió en el campo de batalla; Calvino llamó a todos sus amigos eruditos y les
aconsejó y les dirigió hasta su última respiración.

Lutero, Zwinglio y Calvino fueron el producto y el líder de sus movimientos religiosos.


Sus dogmas se han extendido entre naciones y pueblos cuyas características raciales son
similares a las de su líder: los seguidores de Lutero principalmente son alemanes y
escandinavos; los de Zwinglio son suizos, y más de lo que se cree, los Americanos; los de
Calvino entre los franceses, ingleses y escoceses. Y aun cuando es cierto que Calvino se
acercó a Lutero en la doctrina, en el principio tomó el lado de Zwinglio. Calvino es el
más dominante en el grupo que designamos los "Reformados".

2.

Comparación de Los Credos Luteranos Y Los Reformados

Cada grupo religioso eventualmente establece una declaración formal de su posición


doctrinal y en la práctica, sea por causa de la necesidad de afirmar sus convicciones, o sea
para fortalecer su posición en contra de sus oponentes, o para componer una controversia
dentro de su propia iglesia. Aun aquellos grupos, como los Discípulos de Cristo,
comúnmente llamado la Iglesia Cristiana, se jactan de no tener credo, no obstante sí
tienen un credo definido, un hecho manifestado por el hecho de haber establecido su
propia denominación basada en la doctrina y la práctica.

La Iglesia Evangélica Luterana tiene una gran ventaja en relación a los credos publicados
en que tiene un juego general de credos reunidos en el Libro de Concordia. Este hecho
debió haber fomentado la unidad de la familia Luterana. Pero, tristemente, encontramos
que la énfasis sobre la fidelidad a la doctrina y la pureza de la práctica, unido con un poco
de particularismo innato, ha obrado todo lo contrario: una división de iglesias
territoriales (Landeskirchen), sínodos, etc. Mire dondequiera mire, no encontrará nada
similar al Libro de Concordia. En su contenido presenta una declaración bíblica de una
fe esencial, vital y viva, directo del corazón. No hace ningún esfuerzo para cubrir el
campo de la teología, ni hace un intento general de reducir su fe a una declaración
dogmática comprehensiva y definitiva. Toma la inspiración verbal, por ejemplo, por
sentado, y por lo tanto no presenta ninguna afirmación sobre ella, o ni siquiera de la
Biblia como la palabra de Dios.

El libro contiene nueve símbolos, de los cuales el más importante históricamente en su


conexión es la Confesión de Augsburgo. En su lectura en 1530 hizo una notable
impresión, en particular entre los príncipes Católicos. Cuando el Católico devoto, el
Duque de Bavaria reprochó al Dr. Eck por haberle presentado una posición errada de la
doctrina Luterana, Eck respondió que él podía defender a los padres de la iglesia desde el
475

punto de vista Augustana, mas no de las Escrituras. El Duque William, replicó,


"Entiendo. Entonces, los Luteranos se sientan en las Escrituras mientras nosotros nos
sentamos al lado de ellas". ("So hoere ich denn, dass die Lutherischen in der Schrift
sitzen, und wir deneben"). La Augustana es la más ecuménica de los escritos
confesionales estrictamente Luteranos, habiendo recibido en su posterior forma variata
las firmas de Farel, Beza, el Elector de Palatinate e inclusive de Calvino mismo. Es un
instrumento cuya influencia se ha extendido mucho más allá de la Iglesia Luterana. Se
muestra un espíritu positivo sin ser provocativo. Presenta claramente la posición bíblica
Luterana.

Así como la Epitome de la Fórmula de Concordia tiene su Declaración Sólida, también la


Confesión de Augsburgo tiene su Apología, un documento que causó conmoción entre los
escritores de la Refutación Católica. El mejor comentario sobre el Catecismo Mayor de
Lutero, y en especial el Catecismo Menor, es el uso que han recibido dentro de la iglesia.
Mas la porción de nuestro Libro de Concordia, que, según veo yo, nunca ha recibido ni la
atención ni el respeto que merece son los Artículos de Esmalcalda. En ellos Lutero ha
dado unas de las mejores definiciones de doctrina que se puede encontrar, escrito en una
manera dogmática-histórica y redactado en su estilo incisivo, único en la literatura credal.
Algo del espíritu de Lutero se derramó en Melanctón en su apéndice al "Poder y Primacía
del Papa". Es probablemente a causa de su estilo narrativo que los Artículos no han
recibido la atención que merecen; ya que los hombres buscan en una declaración credal
definición y no un desarrollo histórico de una dogma.

Al entrar en el campo Reformado, lo encontramos repleto de credos, muchos de ellos


brotando de la misma raíz. El tiempo nos permite nombrar solamente algunos de los más
que treinta que existen. Se dividen, por lo general, en dos direcciones: Los Zwinglianos
y los Calvinistas, con estos últimos en ascendencia. En contraste con la Iglesia Luterana,
que culminó su producción confesional en el décimo-sexto siglo, en un período de tiempo
extraordinariamente corto de apenas cincuenta años, 1530-1580, los Reformados siguen
produciendo declaraciones credales desde el siglo decimosexto hasta el decimonoveno.
La multiplicidad de credos y el período de dos mil años necesarios para la gestación y
nacimiento son producto del espíritu radical innato en el pensar Reformado. No obstante
aparece un acuerdo no esperado tanto en forma como en contenido.

Los credos Zwinglianos y los Calvinistas favorecen el método teológico, sea, comienzan
con el artículo sobre Dios, siguen con un artículo sobre las Escrituras e incluyen un
artículo sobre la predestinación. El método Luterano, en contraste, favorece lo
antropológico, o sea, comienza con el pecado del hombre, avanza a lo soteriológico, y
termina con los sacramentos y la predestinación. Esto es sumamente significativo,
reflejando las raíces profundas y las características naturales de los reformadores y de las
iglesias que fundaron. Lutero llegó a la fe a través de un largo conflicto y bajo un
profundo sentido del pecado; Zwinglio y Calvino llegaron por el camino humanista y
filosófico, lo cual afectó la actitud independiente y también exhibió un interés primordial
en las primeras causas, en este caso, Dios. Los credos Luteranos se enfocan en el
pecador salvo por la gracia para la vida eterna; los Reformados se enfocan en el Dios
soberano cuya voluntad y palabra salva a los elegidos.
476

El principal de los Credos Zwinglianos es: "Los Sesenta y Siete Artículos o


Conclusiones de 1523"; "Los Diez Tesis de Bern" 1526; "La Confesión de Fe al Kaiser
Karl V"; "La Exposición de la Fe Cristiana al Rey Francis I". Estos son los que Zwinglio
mismo escribió. Zwingliano en carácter, pero con un toque de Luteranismo, son:
Primera Confesión de Basel, 1534; la Segunda de Basel idéntica a la Primera Confesión
Helvética, llamado así ya que fue la primera confesión general de las iglesias Reformadas
Suizas. Fue seguido en 1566 por el famoso Catecismo Heidelberg, la obra de Olevian y
Ursinus. El último y el mejor del grupo Zwingliano fue la Segunda Confesión Helvética,
llamada el Confessio Helvético Posterior. Fue escrito por Heinrich Bullinger, amigo y
sucesor de Zwinglio en Zurich.

De estos documentos extraemos las doctrinas inconfundiblemente Zwinglianos. Estas


confesiones aceptan la Biblia como la palabra de Dios, la autoridad absoluta en todos los
asuntos de fe y de práctica. En verdad, un comienzo excelente. Pero, de inmediato fue
estropeado con la introducción de una segunda autoridad la cual colocó una carga de
dinamita debajo de la palabra "absoluta". Esa segunda autoridad fue el principio
humanista de la razón. Esta autoridad falsa desde su mismo comienzo causó una
conmoción que ha resultado en una desintegración dentro de las iglesias Reformadas.

Estos credos enseñan la predestinación: una elección incondicional a la salvación.


Incluido en ellos va incluido una cláusula que señaló al pecado como el objeto de la
preconciencia de Dios igualmente como la previa ordenación. De esta manera tenemos
una supra-lapsarianismo total. Aunque no es tan craso como Calvino, no obstante
encontramos rasgos de la elección a la condenación en las palabras, "En verdad, los
réprobos están fuera de los alcances de Cristo" (reprobi vero, qui sunt extra Christum).

Del pecado original las confesiones Zwinglianas enseñaron que era un mal positivo y
heredado, transmitido de Adán. De esta manera las confesiones fueron mas conservativas
que el mismo Zwinglio quien consideró el pecado original como la carencia del bien,
"una brecha" (ein Bresten), como dijo. No obstante, aún la Primera Confesión Helvética,
publicada en 1536 - cinco años después de la muerte de Zwinglio - dice en el Artículo
VIII:

El pecado original....ha penetrado totalmente a la raza humana, la ha podrido y


envenenado, hasta tal punto que nadie excepto Dios en Cristo puede ayudar al hombre, y
el bien que todavía hay en ellos, es debilitado día a día por las fallas y debilidades diarias,
para que se hace aún más maligno.

Según esto hay en el hombre natural algo del bien juntamente con el pecado original, mas
este bien es impotente y sujeto al desgaste. El conservatismo que se encuentra en los
credos Zwinglianos fue creado en gran parte por la influencia de la doctrina Luterana vía
Estrasburgo, igualmente por las enseñanzas de Ginebra.

En nuestro día, no obstante, ese encubrimiento de la enseñanza bíblica del pecado


original ha triunfado en casi todo el Cristianismo Reformado, en parte por el
Arminianismo, tal como fue adoptado por los Wesleyanos. Aquí en América la doctrina
477

del pecado original casi no se menciona; y si acaso lo hacen, es como una denigración del
escolasticismo oscuro del cual originó, según dicen ellos. Muchos no se dan cuenta que
esta fue una enseñanza bíblica de los reformadores vigorosos, con Lutero a la cabeza.

Entonces preguntamos, "¿Cada cuánto se menciona el pecado original en los sermones en


América?" ¿Cuándo fue la última vez que Ud. lo escuchó? ¿Si Ud. mismo lo predicó,
fue con una disculpa? Es aquí, creo, que vemos uno de los golpes más duros lanzados
por la influencia Reformada contra el Luteransimo en América. Compare lo que Cristo
dice sobre ello, lo que dice San Pablo con lo que sucede en nuestros púlpitos.

En el tema de la conversión los escritos confesionales Zwinglianos claramente enseñan la


cooperación del hombre. Dicen, "En la regeneración y la conversión los hombres no son
simplemente pasivos, sino también activos. Son movidos por el Espíritu de Dios a hacer
por sí mismos lo que pueden hacer". Asumieron esta actitud expresamente en contra de
la posición de Lutero en relación con la esclavitud de la voluntad. Este capricho también
llegó a América, pero esta vez por medio de Melanctón y por los posteriores dogmáticos.
En la Controversia sobre la Elección, el Profesor Schmidt declaró audazmente sus
alabanzas acerca del "comportamiento del hombre en la conversión como decisivo" (das
Verhalten des Menschen in der Bekehrung als ausschlaggebend).

Dondequiera todavía hay un deseo de salvar almas en las iglesias Reformadas, hay ahora
casi universalmente un concepto vacío del libre albedrío en los hombres mediante el cual
ellos mismos pueden disponerse a aceptar o rechazar a Cristo. Por lo tanto los métodos
avivados de las obras personales, o sea, que las personas en las reuniones de avivamiento
son animados a hacer su decisión por Cristo. Se podría decir, "No hay ningún daño para
nosotros en todo eso". Ellos que lo dicen bien pueden mirar su complacencia, ya que el
avivamiento ya he erguido su cabeza dentro del Luteranismo, el hijo de una reacción
contra la ortodoxia dogmática, o sea, el hijo del Pietismo.

Se ha abierto una gran grieta entre la teología Luterana y la Reformada en relación con la
enseñanza sobre la persona de Cristo. En estos credos ellos dicen, "No enseñamos que la
naturaleza divina de Cristo sufrió, ni que la naturaleza humana de Cristo está presente en
todas partes". Y no obstante afirman aceptar "creer en y reverenciar la doctrina de la
comunicación de los atributos de las Escrituras tal como fue enseñada en la iglesia
primitiva".

Mas su explicación de la comunicación sigue un camino extraño cuando ellos dicen que
ocurre así: la naturaleza humana en Cristo comunicó a Su persona las cualidades
humanas, la naturaleza divina comunicó a Su persona las cualidades divinas. Esto crea
un tipo de triángulo en Cristo: o mas bien, distingue su persona de las naturalezas divina
y humana en El. Uno bien podría preguntar, "¿La naturaleza divina de Cristo estaba en
su persona antes que se encarnó? ¿No es igual decir que la naturaleza divina de Cristo
comunicó a sí mismo los atributos divinos? Tenemos aquí el producto de un intento de
dominar con el intelecto el misterio del Dios-hombre. El hecho del asunto es que las
naturalezas divina y humana en Cristo ahora constituyen la persona de Cristo.
478

El Catecismo Heidelberg lo presenta de otra manera. Al hablar de la ascensión de Cristo


al cielo responde así:

¿No está Cristo con nosotros hasta el fin del mundo?

Respuesta: Cristo es verdadero hombre y verdadero Dios. Según su naturaleza humana


ya no está en el mundo; mas según su Deidad, Majestad, Gracia y Espíritu nunca nos
abandona.

Pero el razonamiento del Calvinismo es llamativo a la razón Luterana también. No hay


pocos de nuestros laicos que, cuando lo escuchan, son empáticos y comprensivos con la
enseñanza que permite que el Cristo ascendido, en la misma carne en que murió, fue a un
lugar definitivo, sufriendo un aislamiento local de su cuerpo humano. Como dice el
Catecismo Heidelberg, "según su naturaleza humana Cristo ya no está en el mundo".

Es digno de notarse como todos los reformadores juntamente con sus seguidores
rechazaron unánimemente la idea de un milenio y expresaron su rechazo en una frase
despectiva de que era "un sueño judío". ¿Cómo, entonces, llegó a ser tan prominente esa
idea del milenio como un artículo de fe en los círculos Reformados actuales? Sin duda la
oposición de los credos Zwinglianos y Calvinistas al chiliasmo brotó de su detestación
por el fanaticismo de los Anabaptistas, cuyo radicalismo extremo repugnó a cada
Cristiano sobrio de esa época.

La idea del milenio, no obstante, no es tan extraño al pensar Reformado como se cree, si
se lee sus credos. Ha sido demostrado que ellos establecerían el reino de Dios sobre la
tierra, tal como intentaron hacer Zwinglio con sus maniobras políticas y Calvino con su
política en Ginebra. Ahora que ha desaparecido la detestación por los Anabaptistas, el
chiliasmo es una doctrina cada vez más aceptada, sea en la insistencia post-milenio de un
mundo que va a mejorar - una esperanza desesperada en vista de los sucesos de los
últimos veinticinco años; pero explica parcialmente porque la Iglesia Metodista, cuya
esperanza es post-milenio, se une tan frenéticamente con cada nuevo movimiento para la
mejoría: las relaciones raciales, la prohibición, limpieza de los ghetto, mejorías sociales,
un programa comprehensivo expresado por el Presidente Roosevelt en sus cuatro
libertades - un mundo cada vez mejor hasta que Cristo estaría feliz volver para reinar
durante mil años; o si es la teoría premilenio según la cual el mundo será cada vez peor
hasta que llegue Jesús para cambiarlo y reinar en un reino de paz en la tierra en gloria y
honra por mil años. Encontramos esta tendencia premilenio entre los fundamentalistas.

Ahora, aunque parezca extraño, este "sueño judío", se ha metido en los círculos
Luteranos en América. Su sombra ha sido arrojada sobre el sínodo de Iowa [se unió a la
ALC en 1930 y ahora forma parte de la ELCA]; como también el sínodo Augustana [se
unió a la LCA en 1962; ahora es parte de la ELCA]; y el Instituto Bíblico Luterano de
Minneapolis lo enseñó en sus clases, dedicando un año entero de su revista Bandera
Bíblica a una seria sobre el milenio en defensa de su enseñanza. Los Reformados, de
igual manera, rechazaron la especulación de que en últimas todos los incrédulos se
479

salvarían, una prueba de que este capricho ya había levantado la cabeza y que no fue un
invento posterior del Congregacionalismo Americano.

Se debe reconocer que en la Segunda Confesión Helvética las declaraciones claras de ley
y evangelio, aunque en práctica siguieron siendo una mezcla de los dos. La fe, no
obstante, se define como "la firme confianza y una afirmación clara y constante de la
mente, una segura percepción de la verdad de Dios". Haremos bien en notar en esta
definición la introducción del intelecto como un elemento de la fe.

En contraste con esto es notable que las confesiones Luteranas no definieron la fe, sino
que la predicaron aún antes de la redacción de la Fórmula de Concordia. En la Fórmula
de Concordia encontramos la siguiente definición: "Creemos, enseñamos y confesamos
que esta fe no es un simple tener noción de la historia de Cristo, sino que es un gran don
de Dios, por medio del cual llegamos al correcto conocimiento de Cristo como nuestro
Redentor, a base de lo que de él nos dice el evangelio, y a depositar en él la confianza"
(Ep. III, Par. 4). Los padres del décimo-séptimo siglo iniciaron la definición,
conocimiento, afirmación, confianza, un uso erróneo que coloca el énfasis sobre el
intelecto y abre el camino para la agencia humana en la fe, un elemento que surgió más
tarde para atormentar el Luteranismo Americano en la Controversia de la Elección.
Sirvió para abrir la puerta para la teoría del Dr. Schmidt de la cooperación, y también
impulsó a entrar por esa puerta al intuitu fidei [enseñar que Dios eligió a las personas en
vista de al fe que El vio que ellos iban a tener.]

De acuerdo a lo que sé, la Segunda Confesión Helvética es la primera que anuncia una
inclusión de la oración como un medio de gracia, declarando en el Capítulo XVI, Par. 2:
"La fe no es nada mas que un regalo de Dios....mediante la predicación del evangelio y la
oración en fe". El mismo error ha sido publicado en la Confesión Westminster. Aunque
no este expresado en otras confesiones Calvinistas, es no obstante un artículo de fe
general en los círculos Reformados. Esto aclara la fuerte inclinación hacia la oración en
estas comuniones, tanto la oración libre como la oración fija. La oración libre parece
arengar a Dios y a las otras personas presentes; la oración fija es muy repetitiva.

Los alcances de la oración como un medio de gracia se ve en la observación de un día de


apoyo en conexión con la obra sobre la Confesión de Westminster. Duró desde las nueve
de la mañana hasta las cinco de la tarde, de las cuales escribió Baillie que fue el día "más
dulce" que había visto en Inglaterra e informa:

Después que el Dr. Twisse comenzó con una breve oración, el Sr. Marshall oró durante
dos horas, divinamente confesando los pecados de los miembros de la Asamblea en una
manera patética mas prudente. Luego, el Sr. Arrowsmith predicó durante una hora;
después un salmo; a continuación el Sr. Vines oró durante dos horas y el Sr. Palmer
predicó una hora y el Sr. Seaman oró por dos horas; luego un salmo. Después el Sr.
Henderson les llevó a una conferencia del corazón breve más dulce....el Dr. Twisse cerró
con una breve oración y la bendición. Dios fue muy evidentemente presente en todo este
ejercicio que esperamos con confianza una bendición tanto en este asunto de la asamblea
como en todo el reino.
480

Note la proporción entre la oración y la proclamación de la palabra. Mas note también


esta adoración de ocho horas comparada con el criticismo cáustico que recibe el pastor
Luterano si el culto dura más de una hora.

Probablemente UD. ha estado esperando la próxima sección de este ensayo que trata con
los sacramentos, especialmente con la Santa Cena. La posición Zwingliano recibe
suficiente expresión en la definición, "Los Sacramentos consisten en la palabra, la señal,
y la cosa significada". Para que sea perfectamente claro, la Confesión agrega, "La señal
en el bautismo es el agua, la cosa significada es la regeneración o el lavamiento de
pecados. La señal en la Santa Cena es el pan y el vino, la cosa significada es el verdadero
cuerpo y sangre de Cristo". Para afianzar su enseñanza sobre este punto agregan, "Los
incrédulos no reciben las cosas ofrecidas". Se da una inclinación peculiar al sacerdocio al
decir, "El Bautismo no puede ser administrado por mujeres ni por comadronas, sino por
los ministros de la iglesia".

Los Calvinistas dicen del bautismo que el derramamiento de agua es la señal del
lavamiento en la sangre de Cristo para la limpieza. Mas no dice que es un lavamiento en
sí.

El énfasis en lo intelectual aparece una vez más cuando los Reformados hablan del
bautismo de los niños. Enseñan que el bautismo no confiere sobre los niños la
justificación, como dicen ellos, la justificación es un proceso subjetivo, interior, que
presupone una acción consciente; ni tampoco es regenerado el niño que ha sido
bautizado, ya que la regeneración comprende la fe activa, una fe que presume auto-
conciencia, y al mismo tiempo un conocimiento actual de la verdad de la salvación, el
cual un niño no es capaz de hacer. Los Reformados son muy fervientes con la vieja
fórmula de conocimiento, afirmación, confianza, una fórmula que se ha metido en la
Iglesia Luterana.

Hasta el día de hoy escuchamos declaraciones entre nosotros en discusiones teológicas


serias de que nadie puede tener fe al menos que el conocimiento haya entrado en su
corazón por la puerta del intelecto y de esta manera haya sido transferido al corazón. Si
la regeneración viniera mediante el bautismo - y las Escrituras enseñan eso claramente -
¿puede alguien explicar el proceso intelectual que ocurre en los infantes? ¿O no es cierto
que la impresión se hace en el corazón, y que la fe transciende el intelecto? ¿No viene la
fe antes del intelecto y está encima de ello, y no es el intelecto la criada de la fe?

No es necesario profundizarnos mucho en el asunto de la Santa Cena. Todos sabemos, y


de las citas anteriores es claro, que los Zwinglianos no creyeron en nada más sino señales
externas. Tan severo era su racionalismo en relación con este sacramento que aun
Calvino denunció la posición de Zwinglio como algo profano. Aunque la Segunda
Confesión Helvética hizo concesiones a la posición Calvinista, siguió operando con Juan
6, dando eco a Zwinglio: "La carne - comido corporalmente - no aprovecha nada" (Para
evitar confusión, Juan 6:51ss no solamente debe ser considerado como una referencia a la
Sana Cena, sino de cualquier manera necesaria).
481

El verdadero creyente, según la Segunda Confesión, recibe las señales como una promesa
segura de que Cristo no solo murió para los hombres en general, sino también
individualmente para cada comulgante. Mas las señales no son nada más que señales, ya
que se dice explícitamente, "No se une el cuerpo del Señor y su sangre con el pan y el
vino, sino que decimos que el pan es el mismo cuerpo de Cristo....El cuerpo de Cristo
está en los cielos a la diestra del Padre, por lo tanto debemos elevar nuestros corazones
hasta allá".

El eslabón que en el sacramento une al creyente con el cuerpo y sangre de Cristo en el


cielo, es el Espíritu Santo, tal como leemos en la Pregunta 76 del Catecismo de
Heidelberg. En contraste, se dice: "Los que se comulgan indignamente y sin fe solo
reciben las señales visibles". Schneckenburger afirma que el rechazo Reformado de la
Presencia Real se deriva de su doctrina de la persona de Cristo, expresado en la famosa
sentencia, "Finitum non est capax infiniti" ["el finito no es capaz del infinito" - la lema de
Zwinglio mediante el cual razonó que la naturaleza humana de Cristo no pudo recibir los
atributos divinos y seguir siendo humana].

Es muy probable que los dos son cortados de la misma tela. Los dos son variaciones del
mismo canto racionalista, cuya armonía desentonada detectaba Lutero cuando dijo, "Ud.
tiene otro espíritu". No puede haber ninguna duda razonable que el espíritu Reformado
del racionalismo primero se chocó con la doctrina bíblica de la Santa Cena y que
subsiguientemente se tropezó con la persona de Cristo.

Schaff tiene razón cuando afirma de la doctrina de la Santa Cena, "La teoría de Zwinglio
es la más clara y la más inteligente. Quita el misterio sobrenatural de la ordenanza y no
presenta ningún obstáculo al entendimiento". Quitar el misterio sobrenatural de la Santa
Cena, no obstante, no tiene ningún mérito religioso, ya que su éxito significa la
destrucción del sacramento. Lo verdaderamente divino, sigue siendo un misterio al
entendimiento, siendo designado para ser apercibido solo por la fe, en sí un don y un
misterio.

Nadie puede sorprenderse saber que por causa de esta posición los sacramentos no son
celebrados y son tomados muy a la ligera en las iglesias Reformadas. Aunque Calvino
trató de incluir una posición que él consideró fuese mas cerca a la posición Luterana,
como veremos más adelante cuando consideramos las doctrinas distintivamente
Calvinista, pero al final él salió por la misma puerta que Zwinglio.

El bautismo se ha caído al nivel de una ordenanza externa, casi una ceremonia vacía, que
puede ser ignorada; mientras la Santa Cena, una mera conmemoración de la muerte de
Cristo, ha sido relegado al sótano. En algunas partes se considera muy de moda tomar a
la ligera los Sacramentos y juzgar a las personas que creen en la Presencia Real como
unos bobitos religiosos.

¿Todo esto no tiene su efecto en los círculos Luteranos? Cuando recordamos que hace
cuarenta años la gente traía a sus niños para ser bautizados a los ochos días de nacido, y
entonces lo comparamos con la tendencia actual de postergar el bautismo de los niños
482

semanas e inclusive meses, ¿no es eso un reflejo de la influencia del sectarismo a nuestro
alrededor, con cuyos adherentes nuestros miembros tienen contacto y con quienes
discuten asuntos religiosos e inclusive a cuyas iglesias podrían asistir?

Debo hablar una palabra de alabanza aquí para las iglesias Luteranas Noruegas. Ellos
ponen mucho énfasis en el sacramento del bautismo y traen a sus niños lo más pronto
posible para bautizarlos. Aunque el Luterano Noruego puede haber desviado en otros
puntos, todavía insistirá en bautizar a su bebé lo más pronto posible; sí un Luterano
Noruego que es negligente en eso puede ser considerado "un apóstata total".

Se puede decir lo mismo de la Santa Comunión. La comunión abierta ha sido adaptada


en muchas Iglesias Luteranas, una práctica imitada de las Iglesias Reformadas. Esto no
es causada por una simple indiferencia, sino porque nuestros miembros se están
familiarizando con las prácticas Reformadas y comienzan a presionarnos a aceptar las
mismas costumbres. ¿Cómo aparece en el ministerio Luterano? ¿Nuestra celebración del
sacramento está cubierto de un asombro genuino y santo? ¿O entre nosotros también ha
descendido al nivel de algo rutinario?

Nuestros contactos con las Iglesias Americanas fuera de las Luteranas nos llevarían a
esperar que sus primeras confesiones insistirían en una observancia rígida del Domingo
como el sábado. Mas no es así. De ello dicen, "Observamos el Día del Señor en libertad,
no creyendo que un día es mas santo que otro". Fue la Confesión Westminster, un siglo
más tarde, que metió en las iglesias la idea del sábado legalista del Antiguo Testamento,
transfiriéndolo al domingo; de Westminster se extendió por todo Inglaterra, Escocia, y
América. Aun la Iglesia Luterana aquí en América tiene lugares donde lo aceptan y lo
enseñan. Hace menos de cuatro años en la revista de la Iglesia Luterana Unida, El
Luterano, el editor dijo: "Es correcto que llamamos el domingo el Día del Señor. Es para
el bienestar temporal y eterno de sus criaturas que Dios ha dado un día en siete una
posición aparte de los otros seis".

Aunque fluyó del principio radical iconoclastita, los reformadores Suizas censuraron las
ceremonias y los ornamentos en la iglesia. Consideramos el grano de verdad contenido
en la declaración del Confessio Helvetica sobre los ritos y las ceremonias:

Entre más crezca la acumulación de los ritos humanos en la iglesia, más está apartado no
solo de su libertad Cristiana, sino también de Cristo y de la fe; aun cuando la
muchedumbre espera encontrar en ritos lo que solamente se encuentra mediante la fe en
el Hijo de Dios, Jesucristo.

Como el último asunto credal, damos nuestra atención al pronunciamiento de Zwinglio


sobre la función del gobierno. Su convicción es que "el magistrado ha de fomentar y
proteger la religión y los buenos morales y castigar a los ofensores, como los herejes".
Este principio falso, igual a la posición de la Inquisición Católica, no solo fue vigente
entre los Suizos, sino dondequiera se encontraba la Iglesia Reformada, en Europa y en
América. Solo Lutero entre todos los reformadores y solamente la iglesia Luterana
483

rechazó el uso de la fuerza en el asunto de la convicción religiosa y dieron a César todo lo


que pertenecía a César y a Dios las cosas que son de Dios.

El intento de usar fuerzas gubernamentales para efectuar el bien todavía está aquí. Aún
en nuestro país, donde tenemos el principio de la separación entre iglesia y estado, las
iglesias Reformadas presionan al gobierno para aprobar y poner en vigor leyes que
reflejan su idea de lo que es moral y Cristiano. Solamente tendríamos que recordar el
experimento de la prohibición.

Mientras nosotros como Luteranos nos interesamos en los asuntos políticos y debemos
ser activos como ciudadanos, mas no como iglesias, excepto en el caso donde la política
afecta directamente a la iglesia. Pero los Reformados meten todo el peso de la iglesia en
el escenario político. Y ahora, nosotros, estamos encaminados a ser tentados por las
mismas cosas. Nosotros, como Luteranos, más y más nos estamos metiendo en la
política, igualmente como hace los Católicos y los Reformados, para poder usar la
presión política para regular los morales de los demás.

Miramos algunos de los extremos de la teología Zwingliana, no solamente porque son


extremos, sino viendo que se han propagado actualmente, aunque no fueron incluidos en
los credos. Zwinglio enseñó que todos los niños elegidos se salvan si fueron bautizados o
no, si sus padres eran creyentes o paganos, no con base en su inocencia, sino a causa de la
expiación de Cristo; y él está inclinado a creer que todos los niños que se mueren en la
infancia pertenecen a los elegidos. Argumenta, "Puesto que la elección eterna precede la
fe, produciendo la fe en su debido tiempo, la ausencia de fe en los niños no es base para
su condenación".

Notamos aquí, una vez más, el peso decisivo que Zwinglio dio al intelecto y el
conocimiento consciente como un elemento en la fe. Esta circunstancia se menciona ya
que en los seminarios Reformados en América la reverencia Luterana para este
sacramento está atacado bajo estas bases, expresando aversión por una doctrina que
cruelmente cierra la puerta a los hijos de los incrédulos y los paganos. Esto de aquellos
que declaran oficialmente el decreto absoluto sobre la reprobación.

Nuestros propios miembros son convencidos por sus amigos Reformados agresivos a
buscar refugio en un pensar apenado por la posición de la Biblia y la Iglesia Luterana.
Necesitamos un regreso audaz a las Escrituras que dicen, "El que cree y es bautizado será
salvo", y "Los que han sido bautizados de Cristo son revestidos" y el apoyarse en las
Escrituras, en vez de respaldar lo que parece mejor según su modo de pensar.

Similar a esta aberración y fluyendo de ella, Zwinglio también incluyó a muchos paganos
entre los que se salvaron: Hércules, Thesus, Platón, los Scipios y Catos, Numa, Seneca y
muchos otros. Lutero gritó, "Si esto es cierto, entonces todo el evangelio es falso". Pero
en nuestros tiempos el mundo está lleno de "Cristianos" que afirman que todos llegarán al
cielo si solamente son sinceros en lo que creen, no importa lo que sea.
484

3.

Los Credos Calvinistas

Habiendo dado nuestra atención al ángulo Zwingliano, miramos ahora más


específicamente la posición Calvinista. Para comenzar mencionamos los principales
credos Calvinistas. Como una fuente común de todos ellos nombramos la influyente
Institutos de la Religión Cristiana, publicado por Calvino cuando tenía veintiséis años.
Los credos principales son: La Confesión Francesa de 1560, y la segunda de 1580; Los
Treinta y Nueve Artículos de la Iglesia de Inglaterra, aunque estos exhiben en algunas
partes una influencia Luterana, y de hecho se apropian palabra por palabra ciertas
secciones de la Confesión de Augsburgo, no obstante son generalmente Calvinistas, y
definitivamente Reformados en su tono. Volveremos a ellos más tarde. Brincamos a los
credos tales como los Artículos irlandés y los Artículos Lambeta para seguir con los
Canónes del Sínodo de Dort de 1619, una aguda réplica Calvinista a las Protestas
Arminianas. Miraremos estos últimos que surgen de los Artículos Metodistas de
Religión, no porque son Calvinistas, ya que no lo son, sino debido a su oposición a los
extremos del Calvinismo, particularmente el predestinarianismo. Terminamos nuestra
lista con la larga e importante Confesión de Westminster, conjuntamente con ella el
Catecismo Menor de Westminster.

Característica del credo Calvinista es su tendencia hacia la definición. Donde el Luterano


recita su credo según el patrón, "Creí, por lo tanto hablé," el Calvinista, operando con el
intelecto y la lógica siente la necesidad de un orden sistemático, una reducción legalista a
líneas y preceptos, reglas y regulaciones ordenadas y arregladas para la mente. El credo
Luterano regocija en su salvación por medio de Cristo, y mueve dentro de su libertad
Cristiana. El credo Calvinista cierra con grillos cada vez más ajustados, hasta que al fin
ha encerrado toda su doctrina dentro del molde de su decreto absoluto [a la salvación o a
la condenación].

Limitaremos nuestro resumen de los credos Calvinistas a cuatro, no solamente a causa de


su importancia, sino porque nos muestran todos los ángulos de la doctrina. Estos son La
Confesión de Westminster (1647) y el Catecismo Menor de Westminster, Los Canónes
del Sínodo de Dort (1619) en conexión con los Cinco Artículos de Protesta, y los Treinta
y Nueve Artículos de la Iglesia de Inglaterra (1571). El orden del tratamiento es, por
supuesto, el contrario del orden cronológico. Mas es nuestro propósito subrayar el más
maduro de los credos Calvinistas primero, y después compararlo con el más temprano y
más suave Treinta y Nueve Artículos.

La Confesión de Westminster presenta el sistema Calvinista en su madurez escolástica


después de haber superado su conflicto agudo con el Arminianismo en Holanda,
examinado por las mentes escoceses y británicas. El contenido, con la excepción de la
pregunta sobre el sábado es Continental, en su forma es inglesa, imitando el modelo de
los Treinta y Nueve Artículos de la Iglesia de Inglaterra y los Artículos Irlandeses de
1615.
485

La Confesión de Westminster se pone en marcha con el artículo más elaborado sobre las
Escrituras contenido en cualquier credo, engolfándose en una larga explicación que
nombra todos los libros canónicos. Correctamente otorga a las sagradas Escrituras la
autoridad suprema en todos los asuntos de la fe y la vida, la llama la infalible palabra de
Dios que puede ser correctamente entendida únicamente por obra del Espíritu Santo,
dando al hebreo del Antiguo Testamento y el griego del Nuevo la última autoridad como
prueba de la inspiración.

Mas también introduce un elemento extraño, típicamente Calvinista en su esencia, ya que


dice, "El consejo total de Dios, en cuanto a todas las cosas necesarias para su propia
gloria, la salvación del hombre, la fe y la vida es presentada explícitamente en las
Escrituras, o por consecuencia buena y necesaria puede ser deducida de ellas". En otras
palabras, la conclusión lógica de premisas que o actual o aparentemente se encuentran en
las Escrituras lleva la misma autoridad como una declaración clara de las Escrituras. Con
este principio se abre la puerta de todo para una conclusión relacionada con el decreto de
la reprobación, que fue la voluntad de Dios que Adán cayera en el pecado, y otros
similares, para no mencionar nada sobre la persona de Cristo, ninguno de los cuales se
encuentran en la Biblia.

Como es de esperarse, el artículo sobre la predestinación aparece muy temprano en el


credo. Ya se ve en el tercer artículo. Dice, III, 3:

Por decreto de Dios, para la manifestación de su gloria, algunos hombres y algunos


ángeles son predestinados a la vida eterna, y otros son predestinados a la muerte eterna.
Estos ángeles, y hombres, así predestinados y pre-ordenados, son designados particular e
inmutablemente; y su número es tan cierto y definido que no puede ser ni aumentado ni
disminuido.

(Cuando Schaff intenta suavizar lo anterior para que no sea un decreto absoluto, al decir
que la palabra "reprobó" no aparece en el texto, parece que está recurriendo a tácticas
evasivas; ya que la palabra "pre-ordenado" resulta en un decreto divino de reprobación).

En el capítulo V titulado "De la Providencia" encontramos que todo no solamente está


bajo la preconciencia de Dios, sino bajo la libre e inmutable consejo de la voluntad de
Dios. Esto incluye extendiéndose "inclusive a la primera caída en pecado, y todos los
otros pecados de los hombres y los ángeles y eso no solamente por un mero permiso, sino
según una voluntad poderosa y sabia que los gobierna en una dispensación múltiple, para
sus propios propósitos". "Agradó a Dios permitir el primero pecado, habiéndolo
propuesto para su propia gloria" (Confesión Westminster, VI, 1). Y no obstante niegan
que Dios es el autor del pecado.

Juntamente con la doctrina de la predestinación, y otra vez recurriendo al principio de la


deducción lógica, se enseña que aunque el sufrimiento y la muerte de Cristo fueron
suficientes en su valor intrínsico para los pecados de todo el mundo, El, en verdad, solo
murió para los elegidos.
486

Los que son elegidos....son redimidos por Cristo, son efectivamente llamados a la fe en
Cristo por su Espíritu obrando en ellos en su debido tiempo; son justificados, adoptados,
santificados y guardados por su poder mediante la fe para la salvación. Ningún otro es
redimido por Cristo, ni efectivamente llamado, santificado y salvo, sino únicamente los
elegidos (Cap. III, Par. 6).

A todos aquellos para los cuales Cristo ha obrado la redención, El ciertamente y


efectivamente aplica y comunica la misma" etc.

Otros que no han sido elegidos en verdad nunca vienen a Cristo (X,3).

Pero en Lucas 8:13 Jesús dice muy claramente, "Creen por algún tiempo, y en el tiempo
de la prueba se apartan". Hay unos que en verdad creen, pero luego pierden su fe. Un
principio falso lleva a la persona a una conclusión falsa, la lógica lleva a la persona a
negar la enseñanza clara de las Escrituras en cuanto a la universalidad de la salvación:
"De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" [Juan 3:16]. Y otra vez, "El es la
propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los
de todo el mundo" [1 Juan 2:2].

En contraste, enseñan que los infantes elegidos se salvan sin tener fe. Agregado a esto
hay aquellos elegidos que son incapaces de ser externamente llamados por el ministerio
de la palabra (X,3). ¿Quiénes serían estos paganos "dignos"? Otra vez dicen en XVII, 1:
"Los elegidos no pueden ni total ni finalmente caer del estado de la gracia". Se puede
aceptar el "finalmente", pero el "totalmente" abarca demasiado, ya que choca con
versículos como Ezequiel 18 y 33. ¿Y qué de David y Pedro? Sobre sus pecados de
adulterio y negación Lutero afirma, "Allí se ha ido la fe" [Da ist der Glaube weg gewest].

En el séptimo capítulo encontramos una especulación curiosa, una deducción del tipo
legalista. Se dice en el Par. 2: "El primer pacto hecho con el hombre fue un pacto de
obras, en el cual se prometió la vida a Adán, y por medio de él a toda su posteridad, con
la condición de su perfecta y personal obediencia". Mas todos los versículos bíblicos
citados para apoyar esta idea están tomados de la Ley de Moisés, Gálatas 3 y Romanos 5.
Además dice, "Ya que el hombre, a causa de su caída es incapaz de la vida mediante este
pacto, agradó a Dios hacer un segundo pacto, comúnmente llamado el pacto de la gracia".
De esta manera pasan por alto e ignoran el verdadero pacto de la ley.

Volvemos al pensamiento predominante de la predestinación. Puesto que para el


Calvinista todo depende del decreto de la predestinación, tiene que surgir la pregunta,

¿Cómo puedo estar seguro que estoy elegido?

La respuesta se encuentra en el Art. XVIII, 2:


487

Es la seguridad infalible de la fe, fundada sobre la verdad divina de las promesas de


salvación, la evidencia interna de estas gracias hacia los cuales estas promesas son
hechas.

ej., el testimonio está dentro de nosotros, sujeto al descubrimiento introspectivo. Esto es


más obvio en el Par. 4:

La seguridad de su salvación de los verdaderos creyentes puede ser agitada, disminuida e


interrumpida....mas nunca están totalmente destituidas de esa semilla de Dios y de la vida
de fe, ese amor de Cristo y de los hermanos, esa sinceridad de corazón y conciencia del
deber, del cual, mediante la operación de Espíritu, esta seguridad, en el tiempo debido
puede ser avivada, y el mismo mientras tanto les sostiene de la desesperación total.

A diferencia del Luterano, el cual en el día de la tentación y duda busca y se aferra a las
promesas de Dios para sostener y elevarle, el Calvinista está dirigido a buscar dentro de sí
mismo, examinar sus propias buenas obras para tener la seguridad de su estado de gracia,
la elección. Esto explicaría la actividad desasosegada en la "obra del Señor", como lo
llama el Calvinista, a veces llegando a la histeria. Puesto que la seguridad tiene que ser
personal, está propenso a recurrir a la acción individual, las obras independientes. Trata
de hacer más que los otros para que pueda acumular evidencia de que es un hijo de Dios
y uno de los elegidos. Esta es la fuente del entusiasmo no-saludable [Schwaermerei].

Como resultado de esta intensa introspección personal, el acento está sobre el subjetivo y
lo individual, verá que el Calvinismo es centrífugo. Se desintegra en todo tipo de
movimiento y secta; le es difícil trabajar en comunión con otros, aunque puede parecer al
contrario, recurre a todo tipo de medio externo para mantener la unión. Es por eso que
enfatizan el compañerismo externo en las alianzas ministeriales y los cultos unionistas,
una puente artificial cuyos estribos cuelgan en el aire, nunca tocando el lecho de la
doctrina y la unidad.

Aquí tenemos otro punto en donde el Reformado se acerca al Católico Romano. El


Católico tanto por principio, como por su sistema de contrición, confesión y satisfacción,
nunca puede estar seguro de su salvación, tal como Lutero demostró tan vívidamente en
los Artículos de Esmalcalda; el Calvinista tampoco tiene seguridad. Por lo tanto, es igual
al Católico Romano, en su inclinación hacia lo ascético… "la prohibición, el no fumar, el
no jugar a los naipes, etc." Su confianza puede ser una seguridad basada en una
valoración falsa de sus propias convicciones, sentimientos y obras. Pero ya hemos
desviado un poquito de nuestro informe sobre la Confesión de Westminster.

En relación con el tema de la sacramentos la Confesión de Westminster define, "Los


sacramentos son señales sagradas y sellos del pacto de gracia, inmediatamente instituidos
por Dios, para representar a Cristo y a sus "beneficios". El bautismo y la Cena del Señor
son los únicos sacramentos aceptados "que no pueden ser administrados por ninguno sino
por un ministro de la palabra debidamente ordenado". Aquí también encontramos el
sacerdotismo no esperado. Lo vemos en la comunión Episcopal, mas pocas veces en el
Presbiteriano. La administración de la Santa Cena está reservada únicamente para el
488

ministro, el cual está mandado a auto-comulgarse. Este sacerdotismo es un fuerte reflejo


del concepto Católico del sacerdocio.

Parece que solamente en la Iglesia Luterana tenemos la adhesión ferviente del sacerdocio
de los creyentes, de cuyas prerrogativas escribe Lutero,

Estamos firmes en esto, que no hay ninguna otra palabra sino la que Dios ha dado a los
Cristianos para que la proclamemos; que no hay ningún otro Bautismo sino aquel que
todos los Cristianos pueden administrar; que no hay ninguna otra conmemoración de la
Santa Cena sino aquella que cada Cristiano puede celebrar.

Volvemos a los sacramentos, específicamente el bautismo. Se ha degenerado en gran


parte a una ordenanza, administrado, si lo es, en obediencia al Señor. Significa la
aplicación de la sangre de Cristo al niño. El agente de la aplicación es el Espíritu Santo.
La Confesión llama al bautismo un

señal y sello del pacto de la gracia de su (del bautizado) injerto en Cristo, de la


regeneración, la remisión de los pecados, y de su perderse en Dios para caminar en
novedad de vida.

Mas esta obra eficaz está limitada por medio del Espíritu, a los elegidos y puede preceder
o seguir el bautismo ya que

la gracia y la salvación no son tan inseparablemente anexados al bautismo que ninguna


persona puede ser salvo o regenerado sin ello, o que todos los bautizados son regenerados
indudablemente.

La gracia prometida no solamente está ofrecida, sino realmente exhibida y conferida por
el Espíritu a tales, si sean ancianos o infantes, a quienes pertenece la gracia según todo el
consejo de la voluntad de Dios, en su propio tiempo

los cuales serían únicamente los elegidos.

Esto convierte el bautismo de los no-elegidos en una ceremonia vacía, para no decir una
burla solemne. Repetimos en este momento que es en este punto del bautismo de los
infantes que los Calvinistas atacan más ferozmente a nosotros los Luteranos, ya que
insistimos en Marcos 16:16 y Juan 3:5. La acusación dice que condenamos a los infantes
no bautizados. El Calvinista, consultando con su lógica, llega a la conclusión de que
todos los infantes son elegidos y por lo tanto se salvan aún sin el bautismo, mostrando así
su poca valoración para el bautismo en sí. No es asunto nuestro especular, sino debemos
dedicarnos seriamente a hacer todo lo que Dios nos manda hacer, sea: bautizar.

Donde el Zwingliano ha reducido la Santa Cena al simple pan y vino, el Calvinista trata
de acercarse a la Presencia Real, obrando sin duda en gran parte por el contacto que
Calvino tuvo con los Luteranos en Estrasburgo y con Melanctón. La Presencia Real sufre
un cambio, no obstante, a una presencia espiritual, y eso solamente para el verdadero
489

creyente. El recibe el cuerpo y la sangre de Cristo espiritualmente, mediante el Espíritu


Santo, comiendo y bebiendo mediante la fe; el incrédulo no los recibe. La Confesión de
Westminster rechaza explícitamente el concepto Luterano de la Presencia Real con las
palabras,

El cuerpo y la sangre de Cristo [son] ni corporal ni carnalmente en, con o bajo el pan y
vino; sino que realmente están espiritualmente presente para la fe de los creyentes en esa
ordenanza, como los elementos mismos, a sus sentidos externos.

Una vez más vemos que el énfasis de la fe en el que recibe, presionando un


entendimiento espiritual e interno del sacramento, alejando el centro de gravedad de un
sacramento objetivo y las promesas de Dios a una actitud y estado de corazón del
individuo, a una actitud intensamente subjetiva. Puesto que fundamentalmente el
Calvinista no recibe nada mas en la comunión que aquello que puede comprender por la
fe, él se acerca más o menos en obediencia a una ordenanza de Cristo, con una fuerte
tendencia a convertirlo en una buena obra. Una vez más vemos la similitud entre el
Calvinista y el Católico. En contraste, puesto que él cree que ninguna otra comunión con
Dios es necesario, sino únicamente mediante el Espíritu Santo, está dado a ser
indiferente, negligente e inclusive a menospreciar la Mesa del Señor.

Para concluir: El Luterano mira la palabra de Cristo: "Este es mi cuerpo, dado por Ud."
y lo cree, acercándose para ser servido; el Reformado presta su oído a la palabra de
Cristo, "Haced esto en memoria de mí" y se acerca para honrar un mandato de Dios. En
un caso la motivación es evangélica, en la otra es legalista.

¿Nos permiten retroceder por un momento para una palabra sobre el versículo de 1
Corintios 11? La palabra "juicio" en ese versículo, "El que come y bebe indignamente,
sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí" ha recibido una
interpretación errónea. Su significado moderno es la condenación eterna, pero no
siempre fue así. "Condenación fue un sinónimo de "juicio". Si un hombre fue llevado a
la corte y un amigo le preguntara como le fue, él podría decir, "Estoy condenado". Eso
no significaba que iba al infierno, ni que se condenaba a sí mismo. Su amigo le podría
preguntar, "¿Qué es su condenación?" Su respuesta podría ser, "Diez libras o treinta días
en la cárcel".

La Versión Americana correctamente traduce, "come y bebe juicio para sí". En el griego
vemos el Krima sin el artículo. Lutero ha contribuido una poca de confusión a meter el
artículo en su traducción, das Gericht. San Pablo explica cuál sería el juicio en el
siguiente versículo, "Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y
muchos duermen". Por lo tanto, debemos tener mucho cuidado con este versículo y no
cargar este "juicio" con azufre: San Pablo explica la seriedad del asunto, y no debemos ir
más allá de lo que el Espíritu Santo mismo indica en el versículo 30 como el resultado del
"juicio".

Íntimamente conectada con la comunión tenemos la pregunta del arrepentimiento y la


confesión de los pecados. La Confesión de Westminster declara (Cap. XV, 1), "El
490

arrepentimiento....es una gracia evangélica....y una de la fe". Coloca la fe al lado del


arrepentimiento diferenciando entre los dos, acentuando que el arrepentimiento realmente
no es nada mas que tristeza por el pecado. Mucho mejor se lee la definición en el
Catecismo de Westminster, Preg. 87. Pero ha caído a los Luteranos presentar una
definición verdaderamente bíblica del arrepentimiento (metanoia): tristeza por el pecado
concomitante con la fe en el perdón.

La Confesión de Augsburgo declaró: "El arrepentimiento consiste de estas dos partes:


Una es la contrición, sea los horrores afligiendo la conciencia a causa del reconocimiento
del pecado; la otra es la fe, nacida del evangelio, o de la absolución, y cree que por los
méritos de Cristo los pecados son perdonados". Nunca debemos perder esto de vista para
que no sigamos el mismo camino que el Calvinista, ni mucho menos el del Católico. El
prejuicio del Calvinista aparece otra vez cuando la Westminster insiste en el párrafo 5:
"Es el deber de cada hombre arrepentirse de sus pecados peculiares particularmente". Su
piedad toma una dirección interna, centrándose sobre el hombre no sobre Dios. Una vez
más tenemos una fuerte inclinación hacia el Catolicismo, donde los pecados deben ser
particularmente confesados al sacerdote.

Lutero rehúsa escoger y definir pecados particulares "sino que los reúno todos en un gran
montón, es todo y nada más que el pecado en nosotros". Qué interesante: de la puerta
Católica Romana sale la "penitencia", buscando aplacar a Dios con obras de satisfacción;
de la puerta del Reformado sale un hombre serio vestido de negro, indagando sobre sus
propios pecados y tratando de establecer la seguridad de su redención basándose en el
estado de su corazón y de sus obras; pero en la puerta del Luterano encontramos a un
hombre que no encuentra ningún bien en sí, que tiene una plena confianza en la palabra
de Dios, creyendo que sus pecados son perdonados en Cristo. Sí, que todos los hombres
sean mentirosos mas sea Dios verdadero.

De la persona de Cristo, el Westminster refleja la posición Zwingliana. Dice, "Cristo en


la obra de la mediación, obra según las dos naturalezas; cada naturaleza haciendo la obra
que le pertenece, no obstante, por razón de la unidad de la persona, aquello que es parte
de una naturaleza, a veces en las Escrituras, es atribuido a la persona denominada por la
otra naturaleza". De esta manera excluyen el communicatio idiomatum [comunicación
de atributos] y censuran las Escrituras como siendo descuidados con sus expresiones. El
Espíritu Santo debió haber tenido más precaución con la razón humana cuando inspiró a
los escritores.

Ya hemos tocado el punto nuevo que la Confesión Presbiteriana metió en el Cristianismo


evangélico: el sábado. En el Cap. XXI, Par. 7, declaran,

Dios, en su palabra, mediante un mandato positivo, moral y perpetuo, obligó a todos los
hombres de todos los tiempos, a un día en siete divinamente señalado como el sábado,
para ser apartado para El; el cual, desde el principio del mundo hasta la resurrección de
Cristo, fue el último día de la semana; y desde la resurrección de Cristo, fue cambiado al
primer día de la semana, el cual las Escrituras llamaron el Día del Señor, que debe ser
seguido hasta el fin del mundo, sea el sábado Cristiano.
491

Un caso claro se usurpación de la única prerrogativa del Papa en Roma. Y desde que este
legalismo ha sido adoptado ha sido atado a la iglesia, obligando las conciencias de los
Cristianos Reformados de la misma manera como hacen las leyes arbitrarias del papa a
sus seguidores. Bien habría sido para ellos recordar las palabras clásicas de Lutero,
"Solamente la Palabra de Dios establecerá un artículo de fe, y nadie más, ni siquiera un
ángel". El desarrollo del sábado como ley fue gradual: progresivamente fue hecho más
estricto en cuanto pasó por manos de Calvino, Knox y los Puritanos resultando
últimamente en un deber moral absoluto.

Los credos Calvinistas consideran el gobierno secular como el llamado a erradicar la


herejía por la fuerza (Confesión Bélgica, XXXVI). Guizot [1787-1874] afirma que la
autoridad espiritual y moral de la iglesia sobre la vida religiosa y moral de sus miembros
ha de ser mantenido por el estado, cuando es necesario. Y de esta manera, encontramos
evidencias de esta misma idea presente en nuestro día y en nuestro país. Los Calvinistas
ven al gobierno como un instrumento legítimo para cumplir la voluntad de la iglesia
como una organización. Es, por lo tanto, desviado cuando se afirma que Calvino vio,
adoptó y propagó el principio de la separación entre estado y iglesia. Es un misterio el
cómo esto puede ser afirmado como la práctica teocrática de Calvino en Ginebra. No es
cierto. Fue Lutero quien claramente expuso este principio.

Lutero definió sucintamente las esferas definidas en que debían operar el gobierno y la
iglesia, el uno es el reino del Espíritu mediante la palabra de Dios, el otro en el campo del
cuerpo y de material por la ley. Cuando acusan a Lutero de haber mezclado iglesia y
estado cuando confió a los príncipes el bienestar de la iglesia, se debe decir, aunque eso
no fue totalmente de acuerdo con el principio que el enunció, él también lo reconoció y lo
excusó con base en la necesidad, llamando a los príncipes "obispos de necesidad"
(Notbischoefe). Calvino, no obstante, vio la iglesia y al estado en principio, como dos
brazos del gobierno de Dios en el mundo, que deben cooperar para lograr el mismo fin; la
gloria de Dios y el bien de la sociedad: la iglesia por infundir un espíritu religioso en el
estado, el estado al proteger y fomentar los intereses de la iglesia. Este principio recibe
atención en los credos. Por lo tanto, esta horrible mezcla resulta en la quema de las
personas en la hoguera y los ahogos. El dicho de Lutero hunda la práctica cuando él dice,
"De esta manera el verdugo es el mejor teólogo".

Por esta manera de considerar la iglesia y el estado, Calvino los convierte en una
teocracia. Esta esquema lleva el sello del Antiguo Testamento y la ley. No hay ningún
lugar para el amor y la misericordia, cariño y gracia de Dios. El ojo astuto de Calvino,
acostumbrado a la luz azul de la ley, no percibió como durante toda la historia de Israel
aún Dios no pudo hacer de la teocracia un éxito, su material siendo Israel y por lo tanto
carnal.

Calvino mismo siendo un pecador, su material una ciudad de pecadores, Ginebra, él


podía esperar aún menos éxito. Por consiguiente, tuvo que recurrir a medidas legalistas.
Este intento de establecer una teocracia sobre el fundamento mixto de Moisés y Cristo
tuvo que resultar en la destrucción de la libertad de conciencia, igualmente como la
libertad del ciudadano. El pasó por alto, o no comprendió, lo que significó Cristo cuando
492

dijo, "Mi reino no es de este mundo", ni tampoco discernió la clara separación que Cristo
pidió cuando mandó, "Dad al César lo que es de César, y a Dios lo que es Dios". Y
Cristo, no Moisés gobierna en la iglesia. Por lo tanto, debe ser aparte de la ley.

Para Lutero y sus verdaderos seguidores el máximo logro de la ley es hacernos


conscientes del pecado. Para el Calvinista la ley, últimamente es el factor que gobierna y
es la fuente de acción en la vida del Cristiano. Inclusive adscribe a la ley el poder de
producir en el regenerado y en otros "humillación para y odio en contra del pecado"
también "refrenar sus corrupciones" (Confesión de Westminster XIX, 6). El Luterano, no
obstante, regocija en la libertad de la ley, y siendo Cristiano actúa espontáneamente
motivado por la fe.

Seguimos con el gobierno de la iglesia dentro de la iglesia misma. Todos sabemos que la
piedra de ángulo del Papado se encuentra en la afirmación de que el papa "por derecho
divino" (iure divino) es la cabeza de la iglesia. Quienquiera le desobedece, menosprecia
la ley de Dios. En el Episcopalismo - aunque este fue un desarrollo de la época de Laud
[1573-1645] y no se encuentra en los Treinta y Nueva Artículos - el ministerio existe iure
divino. Pero podría asombrarnos saber que la forma de Presbiterianismo del gobierno de
la iglesia también reclama un derecho divino, y por lo tanto no tolera ninguna
desobediencia a sus mandatos. El Cap. XX, Art. 4, lee

Ellos que se oponen a cualquier poder, o al ejercicio legal de ello, si sea civil o
eclesiástico, resisten la ordenanza de Dios. Y por publicar tales opiniones, o por
mantener tales prácticas, que son contrarias a la luz de la naturaleza, o los principios
conocidos del Cristianismo si se relacionan con la fe, la adoración, o la
conversación....pueden ser llamados a rendir cuentas y procesados según las censuras de
la iglesia.

Pero aún más claro es el capítulo XXXI que defiende el derecho divino de los sínodos:

Pertenece a los sínodos y a los concilios, en sus ministerios, determinar las controversias
de la fe y los casos de conciencia; proponer reglas y direcciones para el mejoramiento del
culto público, y el gobierno de su iglesia...cuyos decretos y determinaciones....han de ser
recibidos con reverencia y sometimiento, no solamente porque están de acuerdo con la
palabra, sino también por el poder que tienen, siendo una ordenanza de Dios, designados
para ello en su palabra.

4.

Arminianismo

Ninguna declaración más fuerte del sistema Calvinista jamás fue adoptado que los
Canónes del Sínodo de Dort, convenido en Holanda un año antes que destallara la Guerra
de Treinta Años en Alemania: 1619. Mas no vamos a discutir estos canónes, sino que
dedicaremos unos cuantos párrafos a la posición Arminiana, los Artículos de
Refutación, como fueron llamados, no solamente por contrastarlos con el Calvinismo, ya
493

que este problema se ha presentado tan fuertemente aquí en América. Diyrck


Volkertozoon Coornhert, un estricto Calvinista, fue llamado a la Universidad de Leyden
para combatir los puntos de vista de los secretarias eruditos de Haarlem, defendió la
gracia universal y el libre albedrío. Jacob Arminius encontró que los argumentos de
Coonhert eran más fuertes que sus convicciones. Tuvo un conflicto abierto con un
profesor, Gomar, de quien el partido Calvinista tomó el nombre del Gomaristas. Después
de su muerte, Episcopius siguió con su obra, y en el partido de la Refutación habían
nombres ilustros como Grotius, Oldtenbarnevelt, entre otros. Comenzando desde su
oposición a la doctrina de decretos absolutos, crearon una refutación en cinco artículos,
de los cuales la disputa recibió el nombre de la "Controversia Quinquarparticular".

En su primer artículo negaron radicalmente la predestinación, denunciando los decretos


absolutos y su supralapsarianismo. Enseñaron una predestinación condicional; Dios
deseando salvar a aquellos hombres que, por la gracia del Espíritu Santo, creen en
Jesucristo y perseveran hasta el fin.

En su segundo artículo fueron un paso más y condenaron el infralapsarianismo; que


Dios ordenó que una parte de la humanidad fuera exento de las consecuencias del pecado,
y dejó la otra parte a la condenación. En contra de esto colocaron la expiación universal;
que Cristo murió por todos los hombres, para cada hombre, y que ofrece Su gracia a
todos. El que se pierde, se pierde a causa de su propia culpabilidad.

Tercero, los Arminianos condenaron la enseñanza Calvinista de que Cristo murió, no


para todos los hombres, sino únicamente para los elegidos. En contraste a esto
presentaron una declaración más suave de que el hombre es incapaz de alcanzar la fe
salvadora al menos que sea regenerado por Dios en Cristo mediante el Espíritu Santo.

Cuarto, en contra la gracia irresistible de los Gomaristas afirmaron una gracia


cooperadora y colaboradora en la conversión.

Como su quinta y última refutación rehusaron aceptar que aquellos que una vez
recibieron la gracia no pueden total ni completamente caer de ella y presentaron una
contrapropuesta de que había una posibilidad de una caída total y completa de la gracia
de todos los creyentes.

Como una regla el movimiento Arminiano está criticado, si no denunciado, como uno de
los más aborrecidos en dirección radical en la iglesia Protestante; y se describe al Sínodo
de Dort como rescatando al Protestantismo Reformado de la desintegración. El hecho, no
obstante, es que las Refutaciones ejercieron una crítica aguda y necesaria del Calvinismo,
fue una reacción natural a los extremos y a la doctrina falsa pura, solo que al señalar que
sus doctrinas no eran bíblicas dejaron que el péndulo columpiara al otro extremo: pocas
veces se detiene en el centro. De la elección y la reprobación curvó al libre albedrío; de
la voluntad y deseo de Dios a la cooperación en la conversión, y la fe como una fuerza
motivadora en la elección; de la redención exclusive de los elegidos a la expiación
universal etc.
494

Más tarde el Arminianismo fue asumido por la Iglesia Metodista y de esta manera fue
traído a América. Mientras casi desapareció de todo en Holanda, encontró un nuevo
hogar en Inglaterra y en América. Y aún, debido a su fuerte tendencia hacia el
racionalismo, se ha desarrollado en el modernismo superficial que domina en la Iglesia
Metodista donde ha alcanzado la etapa de la desintegración. Es cierto que otros factores
como el emocionalismo y otros similares también entraron, mas no los podemos
considerar aquí.

El Luteranismo tuvo un encuentro muy agudo con los Metodistas Alemanas, llamados los
Albrechtsbrueder; y muchos inmigrantes Luteranos se hicieron miembros de esa iglesia.
El Metodismo con su levadura latitudinariano siempre ha debilitado la fidelidad doctrinal.
Puesto que había un antagonismo fuerte en las teologías Luterana y Calvinista, en
especial desde la época de Melanctón, en la iglesia Luterana en Alemania creció un
sentimiento de simpatía para los Refutadores; y no puede haber duda que eso contribuyó
a fomentar una doctrina entre los dogmáticos Luteranos que, dentro de cincuenta años del
movimiento Arminiano, fue aceptado como Luterano; sea, que los hombres son elegidos
a la salvación en vista de su fe. Fue durante esos cincuenta años que los grandes teólogos
presentaron sus obras: Paul Gerhard, Quenstedt, Calov, etc.

Fue tarea de la Conferencia Sinodical aquí en América volver a la perspectiva bíblica de


Lutero, a la posición Luterana confesional y bíblica sobre la elección, la gracia universal,
y el juicio de los incrédulos, no sin un gran conflicto sobre la predestinación y la
conversión. Con base en las Escrituras ellos aprendieron a dejar las tres proposiciones,
las cuales si recordamos que Dios es omnisciente, omnipotente, misericordioso y justo,
no siguen un patrón lógico, sea: 1. La sincera voluntad de Dios para la salvación de
todos los hombres; 2. La elección de los elegidos la cual es desde la eternidad y es la
causa de la fe subsiguiente en el tiempo; 3. Que los que se pierden sus almas lo hacen
como resultado de su propio corazón rebelde.

5.

El Credo Episcopal

Nos queda decir unas cuantas palabras sobre los Treinta y Nueve Artículos de la Iglesia
Episcopal. Aunque tiene algunas inclinaciones definitivamente Calvinistas, no se puede
categorizarlos estrictamente como Calvinistas. Ellos enseñan la predestinación, pero son
cuidadosos de no comprometerse sobre la reprobación; aunque enseñan lo mismo que la
Iglesia Luterana sobre el bautismo como una regeneración, enseñan claramente la
doctrina de Calvino sobre la Santa Cena. La tendencia Anglo-Católica hacia la
transubstanciación, para no mencionar la adoración, no tiene ninguna base doctrinal en
los Treinta y Nueve Artículos. De hecho, condenan este último punto en el Artículo
Treinta y Ocho. Los Artículos tampoco van más allá de las Escrituras en relación con las
naturalezas y la persona de Cristo. Como dijimos anteriormente, su doctrina pide una
ordenación en línea directa de los apóstoles, llamado la sucesión apostólica, que tiene una
fecha mucho anterior a Carlos I [1600-1649] y Laud [1573-1645]. En la política de la
iglesia se afirma la autoridad de la iglesia para "decretar ritos y ceremonias y ejercer
495

autoridad en las controversias de la fe". De esta manera, la decisión de la iglesia es


definitiva.

En sí, los Treinta y Nueve Artículos se apartan de la posición Luterana mucho menos que
cualquier otro credo Reformado; no obstante, si se juzga de acuerdo a lo que la Iglesia
Episcopal enseña y practica hoy, no hay ninguna otra iglesia que se ha desviado tanto de
nosotros en cada dirección, en la doctrina, en la práctica y en el liberalismo moderno.

6.

Resumen General

Vamos a hacer un resumen muy breve sobre las profundas diferencias que existen entre
los Luteranos y los Reformados.

Comenzando con la doctrina central de la justificación por la fe, aunque puede parecer
que las dos partes comparten una posición común, hay una ruptura fundamental. Puesto
que el Luterano siente profundamente el pecado y la culpa, recalca la justificación como
el desiderátum máximo. Ya que si es justificado, también será glorificado tal como está
escrito, "a los que justificó, a éstos también glorificó" [Romanos 8:30]. El Luterano, por
encima de todo, busca la seguridad del perdón de los pecados, y esto le es asegurado en el
proceso judicial y forénsico de la justificación. Sea quien sea, sean sus pecados entre los
más negros que haya, aun así confía en que está incluido en la justificación general
obrada y pronunciada por Dios (Romanos 5:16,18). En cuanto se apropia esto a sí
mismo, la justificación llega a ser particular, particular para él, a cada creyente por la fe y
concomitante con la fe. Pero el énfasis está sobre la obra objetiva de Dios, la promesa de
Dios, su palabra, sus sacramentos. De esta manera la justificación es algo segura para el
creyente Luterano, y la ansiedad llega a ser una paz.

Hemos visto, no obstante, que la Teología Reformada considera la justificación como un


resultado de la fe y una consecuencia de ella. La fe viene primero, luego la justificación.
Por lo tanto, el Cristiano Reformado tiene la necesidad de asegurarse de que es creyente.
Se convierte en un introvertido espiritual, continuamente examinando su estado interior.
Así el camino ancho del subjetivismo aparece en la Religión Reformada, en cada
dirección. Sus himnos, sus formas de adoración, sus sermones hostigantes, oraciones y
su actividad desasosegada lo reflejan.

En su conversión el Calvinista vuelve a la predestinación, a la voluntad eterna de Dios.


Para él, ninguna conversión es posible al menos que Dios la haya decretado desde al
eternidad. El debe buscar para sí mismo la seguridad de que ha sido convertido, y lo
busca dentro de sí mismo. Defiende su posición con base en Romanos 10; "Si confesares
con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los
muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se
confiesa para salvación". Y en el mismo capítulo, "Todo aquel que invocare el nombre
del Señor, será salvo" (Romanos 10:13).
496

Estas, entonces, son las principales marcas de la conversión para el Reformado: confesar
con la boca; orar; si hace los dos con fervor, puede estar seguro de que está en la fe y que
ha sido convertido. Para una satisfacción mayor debe aparentar la felicidad, un gozo
consciente; y eso completa su salvación. Una vez más tenemos un enfoque interior, el
centro de su atención no es la palabra y la promesa de Dios, sino lo que ocurre dentro de
sí. La acción, ser activo, la actividad; aumentar el entusiasmo, empujar, excitar, despertar
el canto desenfrenado, crear un ambiente de gozo y un "buen tiempo", estos no son
solamente burbujas, sino que surgen de su deseo para asegurarse de su llamamiento y
elección. Son su seguridad de la conversión.

Esto encuentra su extremo en la histeria de los Pentecostales. Puesto que él grita, baila,
se estremece con el gozo, cree que él es el más seguro de su salvación.

Para el Reformado, por lo tanto, la sustancia de la conversión se encuentra dentro de sí


mismo, en su actividad, en la operación de emociones y obras. Cuánto más seguro,
cuánto más sobrio, cuánto más profundo es la seguridad del Luterano. Para él la
sustancia es el bien constante de Dios, la promesa de Dios, la misericordia de Dios; el
estado de su corazón puede ser exaltado, extático, triste, deprimido, inclusive
desesperado, mas la palabra de Dios siempre es la misma. El Luterano fundamenta su
conversión en la operación del Espíritu Santo mediante la palabra y los sacramentos.

Se puede decir: "Pero el Reformado también honra la palabra". Es cierto. También están
de acuerdo en que el Espíritu Santo opera en y mediante la palabra. Mas en adición creen
y enseñan que el Espíritu Santo puede y en verdad obra sin necesidad de la palabra, en
una manera directa e inmediata. Esta actividad del Espíritu Santo solamente puede
ocurrir en su interior. Para percibirlo, una vez más tiene que mirar hacia su interior. Esto
explico porque no tiene respeto para la palabra de Dios, aunque lee la Biblia mucho, la
doctrina es lo menos importante para él; y los credos - detesta esa palabra.

La Convención Bautista en el estado de Arizona tiene la distinción única de ser la única


en la Iglesia Bautista del Norte que es totalmente fundamentalista; no hay ningún
modernista entre ellos. No obstante, en su convención, cuando hablaban sobre el asunto
del modernismo en su grupo y lo que ellos creyeron y defendieron, uno de los lideres se
puso de pie y aconsejó al grupo no usar el término "credo" sino de revertir a la expresión
de sus antepasados que habían empleado el término "confesión" para declarar lo que
creían. Esto no apareció únicamente de su temor de ridículo ligado con el término
"credo" en esos círculos, sino de la creencia de que el Espíritu Santo opera
inmediatamente, sin la palabra, en los Cristianos individuos. Aunque es cierto que el
Espíritu Santo lleva a cada Cristiano individual a un sendero particular de santificación,
uno nunca debe llevar esta verdad al campo de la doctrina; la doctrina permanece
constante. Y mucho menos debe avergonzarse del credo, ni encogerse de miedo cuando
en su odio nos tiran ese término, debemos enfrentarlo y valientemente confesar nuestro
credo como la bandera bajo la cual servimos.

Para el Calvinista, los medios de gracia no son medios, sino mas bien señales de gracia,
una gracia que ha sido conferido no mediante sus medios, sino previamente, o
497

subsiguientemente por la obra directa del Espíritu. Como resultado, es muy difícil
encontrar un Calvinista que no está dado a la especulación, en un grado mayor o menor.
Puesto que el Espíritu, según cree él, obra independientemente de la palabra, él siente un
menosprecio para la finalidad de la palabra. Es Luterano someterse a la autoridad de la
palabra. Para el Luterano, el Espíritu Santo se identifica plenamente con los medios de
gracia.

En un resumen sobre la persona de Cristo uno se sorprende al notar el sobre-énfasis que


los Reformados colocan en el lado humano del Dios-hombre hasta el punto en que Jesús
casi pierde su deidad. La teoría de la localidad del cuerpo de Cristo y de no naturaleza
humana enfoca la atención sobre los límites de la humanidad y tiende a asignarlas a la
persona de Cristo también. De esta manera preparan el camino para el próximo paso,
paso que muchas personas ya han tomado: decir que Jesús es totalmente humano. El
Modernista ha descubierto que la teología Reformada ofrece un mejor trampolín que la
Luterana. Y de esta manera el Señor Jesús, habiendo sido convertido en nada más que un
mero hombre, ha sido desterrado de su trono y no es mejor que el pecador común; al
mismo tiempo los pecadores han sido elevados al mismo nivel que Jesús: y ahora
alcanzamos la salvación mediante el carácter, una frase ambigua que encubre el viejo
término de salvación por obras, una doctrina que aún Pelagio habría rechazado [354-418,
negó la corrupción universal del pecado original].

La enseñanza Reformada también insiste que el Cristo exaltado no ha sido perfeccionado.


Ellos argumentan - y esto manifiesta una vez más su tendencia intelectual y especulativa -
que Cristo en sus dos naturalezas no es el Cristo total: Cristo es la cabeza, la iglesia es su
cuerpo. Cristo, por lo tanto, está alcanzando la perfección por medio de lo que nosotros,
como sus miembros, contribuimos mediante nuestras obras y vida hasta que la
consumación de todas las cosas trae un fin a todo el proceso. De ahí, la actividad
desasosegada para poder efectuar esta consumación, una actividad que se manifiesta, por
ejemplo, en el interés por la obra misionera. Mas es Luterano y bíblico insistir que el
Cristo exaltado ha sido perfeccionado y que se sentó a la diestra de Dios, reinando sobre
todas las cosas.

En cuanto a la iglesia, los Reformados presionan sobre su carácter visible. Es cierto que
Calvino, en su carta de presentación a sus Institutos de la Religión Cristiana escribe a
Francis I que la iglesia es invisible. Esto ha de ser entendido de lo que se confiesa en el
Credo Apostólico de la "santa iglesia Cristiana". Para el Calvinista "la santa iglesia
Cristiana" constituye el "número total de los elegidos" desde el comienzo del mundo
hasta su consumación, y de esta manera es invisible. Mas "la comunión de los santos"
solamente son los elegidos, y sus hijos, que en cualquier época viven en este mundo.
Ellos forman "la iglesia visible, que es católica y universal". Esto es una tergiversación
intelectual y especulativa a lo que cada niño cree correctamente es la relación explicativa
entre las dos frases. A esta "iglesia visible" Cristo ha dado el ministerio, oráculos,
ordenanzas, etc. De esta manera, tanto el Calvinista como el Católico Romano subraya la
iglesia visible, recalcando la organización externa de la iglesia en una congregación,
sínodo, política y disciplina. Se une al Papado mirando con recelo el carácter invisible de
la iglesia, en el cual insiste el Luterano de acuerdo con la enseñanza de las Escrituras.
498

Ya hemos mencionado que la idea Reformada de la comunicación de los atributos incluye


el hecho de que Cristo se vació a sí mismo de su naturaleza divina. De hecho, ellos no
enseñan como hace las Escrituras y la Iglesia Luterana, que Jesús se vació a sí mismo de
sus atributos divinos, no según su naturaleza divina, sino según su naturaleza humana.
Ellos nunca concedieron que las propiedades divinas fueron comunicadas a la naturaleza
humana. Tristemente, algunos de los dogmáticos Luteranos han abandonado la posición
Luterana entre ellos Kahnis [1814-1888] Thomasius [1802-1875] y Liebner [1806-1871];
por lo menos Kahnis es definitivamente Reformado en este punto. Lo repetimos aquí una
vez más: La humillación de Cristo es según su naturaleza humana (logos ensarkos), sea,
se vació de sus prerrogativas divinas según su naturaleza humana a la cual su naturaleza
divina las había comunicado cuando él se encarnó.

En el tema amplio de la santificación ha sido descubierto en el curso de nuestra discusión,


que el Calvinista está menos preocupado acerca de la doctrina, la teología y el
conocimiento, y es más insistente en la vida, la piedad, el hacer. El mira más la santidad
de Dios, y menos el amor de Dios; más la ley y menos el evangelio. El ofrece a Dios, el
Santo y Justo, a sí mismo y su actividad. Aún en su adoración viene para servir a Dios.
Por lo tanto, ejerce un estricto auto-control sobre sí mismo, llevándolo al punto de
ascetecismo, otra vez muy similar al Católico.

El Luterano, en contraste, en su adoración, viene para ser servido de Dios. Su gran


necesidad le ha traído; ha venido al único que puede ayudar, su amado Padre mediante
Cristo Jesús. El Luterano confiesa sus pecados, pide misericordia, da gracias a Dios por
el perdón; el Calvinista alaba a Dios, ofrece sus servicios, su tiempo y sus bienes. La
actitud del Luterano se refleja en su liturgia; en la confesión de pecados, la absolución y
gloria. Cuando el Calvinista emplea una adoración litúrgica su tendencia es hacer una
recitación de los mandamientos.

El Reformado cree que Cristo obra inmediatamente a través de él en sus buenas obras. El
Luterano da crédito al Cristiano por obrar conjuntamente con Cristo, y mira menos la
actividad misma concentrada en la mano guiadora de Jesús y el poder y la voz alentadora
de Cristo. El Reformado, por lo tanto, será edificado y comprará libros como En Sus
Pasos por Sheldon; tendrá el deseo de dejar su llamamiento en la vida en cambio por
alguna forma de ministerio, para dar testimonio o para predicar.

El Luterano contempla y acepta lo que Dios ha hecho para él, en que Cristo sufrió y
murió por nosotros. Eso explica el amor que el Luterano tiene para la Cuaresma,
mientras el Reformado se siente una aversión por ello. Cuando el Reformado ve el éxito
de los cultos de Cuaresma de los Luteranos y trata de imitarlos, fracasa porque no saben
qué hacer; cuando trata de implantar su tipo de observancia religiosa con su
entretenimiento y actividad entusiasta en el molde solemne de meditación sobre la
Pasión, el resultado es algo grotesco. Es como mezclar la leche con el limón: se cuaja.
Pero, puesto que el Luterano es seriamente contemplativo y pasivo; él se quedará en el
llamamiento que Dios le ha dado, y en ello servirá a Dios. Es como alguien una vez dijo,
"Primero que todo soy Cristiano, luego soy carpintero; pero puesto que soy Cristiano, soy
muy buen carpintero".
499

No tenemos tiempo para seguir la tendencia Reformada en la santificación hasta su


extremo de perfeccionismo, sino para comentar que el perfeccionista, quien cree que
tiene la segunda bendición y por lo tanto no puede pecar, de todas formas no puede
esconderse del hecho de que en verdad peca; mas lo da un nuevo nombre: ya no es nada
más que un "error".

No menospreciamos la piedad de los Reformados. Hay mucho que hacen bien. Su amor
para los hombres es genuino; y podríamos aprender algo de su ecumenismo caluroso sin
aceptar su mezcla de unionismo. Sigue siendo verdad que el unionismo se origina en la
teología Reformada, la cual, puesto que no pone el peso correcto sobre la doctrina y los
principios que se derivan de ella, tiende hacia un compañerismo fácil, no solo con
cualquier que parece confesar a Cristo, sino con cualquier persona que exhibe nada más
que un espíritu religioso general. No se puede absorber mucho más de ese espíritu de
unionismo sin grave deterioro, tanto dentro de nuestra propia iglesia igualmente como en
nuestra posición en contra del mundo. Mucho ya ha entrado en la Iglesia Luterana. No
propongo que hablamos de uniones entre los Luteranos. Pero sí diré que aquellas iglesias
Luteranas y ministros que participan en cultos unidos con otras denominaciones, como es
la práctica general en algunos sínodos, son iguales a esos grupos Reformados los cuales
profesan menospreciar porque ellos hacen de la palabra "compañerismo" su fetiche.

Nadie negará que por esa puerta entra todo tipo de influencias destructores. Debemos
estar en guardia. Pero nuestro vigilante debe ser el evangelio. No ayudará nada bloquear
la puerta con el Farisaísmo, con reglas legalistas, tradicionalismo y externalismo.
Finalmente la salvación del alma individual debe tomar precedencia sobre toda regla,
regulación, tradición y organización. Si alguno de estos hace daño al bienestar del alma,
entonces tenemos un verdadero caso de dar ofensa. Cada Luterano debe tomar en serio
las Reglas Galesberg, "Púlpitos Luteranos únicamente para Luteranos; altares Luteranos
únicamente para Luteranos" no olvidando los otros dos artículos presentados por el Dr.
C.P. Krauth [1823-1883] sobre el chiliasmo y la membresía en las logias.

Para concluir esta sección del ensayo reunimos los temas que hemos presentado y los
condensamos bajo algunos títulos. La teología y la práctica Calvinista y Reformada
puede ser agrupado bajo tres rúbricas generales:

1. Intelectualismo: El deseo de reducir la fe a un juego de proposiciones entendidas por


la razón, quitando la carne y la belleza de los misterios de la religión Cristiana no dejando
nada sino huesos secos;

2. Legalismo: Reducir el evangelio a un juego de reglas y regulaciones para ser


impuestas sobre el hombre, robando al evangelio de su carácter de ser las buenas nuevas
de salvación y cambiándolo a un deber amargo;

3. Radicalismo: propone u principio destructor, una influencia que continuamente


sofoca, destruye poquito a poquito, obrando la desintegración puesto que no se inclina
humildemente bajo la única autoridad de la palabra de Dios.
500

7.

Clasificación General de Los Movimientos Religiosos

Las iglesias Calvinistas siempre han sido activas y agudas en su oposición a la Iglesia
Católica Romana. A causa del ruido del conflicto y el grito Reformado para la lucha
muchos han sido engañados a clasificar las iglesias así: Los Católicos en un extremo, los
Reformados al otro extremo, y el Luterano en el centro. Si uno mira cuidadosamente, no
obstante, descubrirá que la oposición entre el Católico y el Reformado, en realidad es una
rivalidad. Los dos tienen mucho en común, persiguiendo el mismo fin usando casi los
mismos medios.

Los que quieren establecer el reino de Dios aquí en el mundo; los dos tienen la pinta de
Diesseirigkeit [ser del mundo]; los dos están manchados con el legalismo; los dos
aprecian el gobierno autoritativo de la iglesia por derecho divino; los dos tienen en
común su aceptación de autoridades fuera de las Escrituras: la iglesia, la razón, el
sentimiento. Para uno la autoridad de la iglesia es el papa; para el otro son las decisiones
de los sínodos, asambleas generales y las convocaciones de los obispos. Para el Católico
Romano la razón y el sentimiento se concretan en las formas de canónes y decretos; para
el Reformado aparecen como el individualismo radical. Los dos tienen la puerta
totalmente abierta para la especulación, un tipo que en el Catolicismo desciende a lo
ridículo y lo supersticioso; en los círculos Reformados llega a lo fantástico. Pienso aquí
en los amuletos, las fraternidades, los escapularios, el culto a María; los caprichos
milenaristas, las adivinanzas proféticas y otros similares.

En esta rivalidad el Catolicismo ha ganado la ventaja por virtud de su organización


centralizada, el Calvinismo siendo dividido por su individualismo radical y su
separatismo subjetivista. El Calvinismo trata de llenar las rupturas abiertas por las
disputas continuas sobre las cosas externas, con un unionismo inútil. De ahí su amor y
veneración por el término "compañerismo", un compañerismo que tratan de exhibir al
mundo mediante la práctica de cultos unionistas, cuya superficialidad no puede ser
encubierto ni de sí mismos, ni tampoco pueden engañar al mundo. El mundo pregunta,
"¿Si pueden unirse para el culto, por qué no se unen de todo?" O se unen en alianzas
ministeriales, en cuales reuniones el saludo de "hermano" cubre tanto al fundamentalista
como el modernista, al Unitario y al rabí, donde rinden gracias a Dios por el
compañerismo, mas toman precauciones para no mencionar las doctrinas, prácticas y
gobiernos eclesiásticos que les dividen. A lo mejor luchan juntos en algún movimiento o
presión político, muchas veces diseñado para forzar a los demás a su manera de pensar, o
se unen hombro a hombro para enfrentar el reto de los poderes Católicos. En contraste
con esta futilidad, el papa marcha, con sus fuerzas alineadas en líneas sólidas. Aun si las
iglesias Reformadas poseyeron el poder unido de Estados Unidos, Rusia y Inglaterra, y
los ensayaran contra Roma, perderían. El Profesor Koehler señala, "El poder del Papado
se encuentra en su influencia sobre la conciencia. El que no es capaz de librar
conciencias mediante el evangelio será derribado en una lucha con el Papa, sea quien sea
y sean que sean sus medios".
501

De esta manera, vemos que una clasificación más correcta sería colocar la Iglesia
Católica a un extremo, los Reformados al lado de los Católicos, y los dos en contra de la
Iglesia Luterana. Esta observación ayuda explicar porque han habido tantas conversiones
voluntarias de los Reformados al Catolicismo: Neeman y Manning y muchos otros en el
último siglo, y la ola reciente de celebridades Americanas incluyendo a Heywood Brown,
Clare Booth Luce, Henry Ford II, Grace Moore y otros. También explica porque el
sacerdote Católico y el ministro Reformado pueden participar en foros con el rabí judío.

En oposición a la práctica de los Católicos y los Reformados, la Iglesia Luterana, si es


que es todavía Luterana, no emplea la fuerza externa ni la presión para lograr sus fines, ni
tampoco recurre a la conmoción y mucho menos a la acción política en su lucha con el
mundo. (¿O es que el movimiento actual hacia el unionismo en la Iglesia Luterana haya
metido sus raíces en el campo Calvinista, del cual crece el deseo de presentar al mundo
una frente Luterana, para poner la Iglesia Luterana sobre el mapa y para que esté es una
posición para ejercer presión política?)

La marca del todo verdadero Luteranismo será enfrentar cada tema, y extender cada obra,
mediante la palabra de Dios. Lutero manifestó su grandeza, llegando a ser la
personalidad más importante y más influyente en la historia desde San Pablo, porque
vivió en la palabra y obró de acuerdo a la palabra de Dios. Con un propósito se enfrentó
cada conflicto ardiente con la palabra, aplicándola correctamente. Habiéndolo hecho, se
reclinó y permitió que la palabra operara. De ahí, sus enemigos no encontraron nada con
que podían responderle eficazmente; y el mundo por medio de Lutero emergió a una
nueva y sana luz. En contraste, cada concesión que la Iglesia Luterana hace al
Calvinismo le lleva un poquito más cercano al territorio del Anticristo. Necesitamos estar
en guarda contra cualquier cosa que parece como pacificación, o que abre la puerta a la
influencia Reformada. Estrechamente relacionado con esta vigilancia debe ser una
revivificación entre nosotros del artículo Luterano de fe de que el papa es el verdadero
Anticristo. En pocas palabras, debemos cultivar conscientemente todo lo que es
realmente Luterano.

Esto nos lleva a las medidas protectoras, neutralizantes y progresivas que deberían ser
adoptadas para poder enfrentar la amenaza de presiones en contra de la Iglesia Luterana
aquí en América.

8.

Medidas Protectoras, Neutralizantes y Progresivas

¿Cómo evitaremos la pérdida de nuestra herencia Luterana? ¿Cómo nos protegeremos y


la Iglesia Luterana contra el impacto de la doctrina y práctica Calvinista y Reformada?
Sinceramente, adoptar la práctica y el evangelio Reformado sería perderlo todo. ¡Y
tampoco aceptamos ninguna medida de pacificación! ¿O debemos limitarnos al canto de
los himnos evangélicos? ¿Debemos aumentar y amplificar los ritos? ¿O debemos
adoptar una organización más íntima, quizás imitando las prácticas de la iglesia Episcopal
como algunos han sugerido? ¿Debemos insistir en una disciplina externa más rígida? ¿O
502

lo enfrentaremos, como parece ser el deseo general, por unir a todos los Luteranos en un
sólo cuerpo? Ya sabemos la respuesta a todas estas preguntas.

Surge una breve solución al problema, una respuesta de dos palabras "¡SEA
LUTERANO!" Pero eso también implica saber lo que es ser Luterano. Es mucho más
que simplemente apropiarse de un nombre. Primero que todo es reconocer a las
Escrituras como la suprema autoridad en doctrina y práctica y al mismo tiempo estar
empapados con esa palabra, leerla y estudiarla. El sistema de Dr. Riley tiene cinco
puntos: 1. Leerla. 2. Leerla con oración. 3. Leerla por libros. 4. Leerla
consecutivamente. 5. Leerla repetidas veces. Ese programa debe ocuparnos hasta
nuestro última respiración.

Sin duda los Reformados leen sus Biblias con más celo que los Luteranos. Esto debido al
énfasis Reformado sobre la piedad, en parte debido a su interés intelectual, en parte de
sus tendencias especulativas, en parte por la instrucción Luterana en historias Bíblicas y
el catecismo, que puede dar a nuestros miembros un fundamento firme mas parece no
llevarles al estudio y lectura privado de la Biblia. Hay espacio para mejorías tanto entre
los ministros Luteranos como entre los laicos en esta área del estudio y lectura personal
de la Biblia.

Concomitante con el estudio de la Biblia, para los ministros Luteranos, debe ser el
estudio del Libro de Concordia. Ciertamente, no solamente los pastores deberían leerlo
sino también todos los laicos. La Iglesia Luterana debe animar a sus pastores a estar
constantemente leyendo el Libro de Concordia. Hace falta una decidida re-énfasis sobre
el estudio, y quiero decir estudio, por parte de nuestros ministros, y no la mera lectura de
los artículos teológicos.

Un tercer paso hacia la preservación y aumentación de nuestra herencia Luterana única


sería la lectura de las obras de Lutero. Ninguna oficina Luterana sería completa sin los
tomas de Lutero. El pastor joven haría bien en postergar su matrimonio seis meses si al
hacerlo puede conseguir más tomos de Lutero para su biblioteca.

La Iglesia Luterana siempre ha sido líder entre los Protestantes en la instrucción de sus
jóvenes. Si podíamos seguir con este liderazgo, o si fuéremos capaces de cumplir con
nuestras obligaciones con nuestros niños y con el evangelio, serían más fuertes en su fe y
en sus conceptos Luteranos y bíblicos. El Fascismo y el Nazismo aplicaron este principio
de educar a la niñez y se fortalecieron así, casi venciendo al mundo. El comunismo
utiliza el mismo principio. Nosotros, por lo tanto, debemos enfatizar la educación, y no
estar contentos con una clase de escuela dominical los domingos, dejando el balance de la
educación de nuestros hijos en manos del estado.

De suma importancia es la educación Cristiana, para nuestros jóvenes en la etapa del


bachillerato. Este es un vacío en nuestro sistema educacional. Solo nos puede hacer
felices escuchar del interés por parte de los laicos en este asunto. No obstante, he
escuchado una queja de que muchos clérigos están en contra de enseñar en los
bachilleratos. Aquí también debemos estar vigilantes al menos que nuestra enseñanza sea
503

influenciada por, o que refleja el intelectualismo, legalismo y el radicalismo inherentes en


el Calvinismo a nuestro alrededor. Sobre todo, seamos Luteranos en este aspecto.

El púlpito sigue siendo el área de mayor influencia en el Luteranismo. El sermón debe


ser un mensaje vivo. Debe transmitir noticias, buenas nuevas de Dios. Debe predicar el
pecado y la salvación. No es un mecanismo para gritar los horrores de la ley en la
primera parte, y la dulzura del evangelio en el segundo - uno tiene que tener cuidado con
el criterio que se encuentra en las palabras mismas. El fulminar amenazas contra la
congregación se convierte en palabras huecas y se pierde la dulzura del evangelio.
Recordemos que el ministro no puede agregar nada a la palabra de Dios, pero sí puede
impedirlo por su manera de presentar la palabra, su preparación, su presentación, o su
propia falta de fe.

Ya hemos hablado de los ritos. No se puede negar que el ritualismo ha experimentado un


aumento, no solo en la Iglesia Luterana, sino en los círculos Calvinistas también. Ha sido
el genio de la Iglesia Reformada sacrificar todo de uno que las Escrituras no sancionan o
no justifican directamente, mientras que la Iglesia Luterana retiene las cosas que las
Escrituras no prohíben expresamente. El primer tiene sus raíces en el legalismo; el otro
en la libertad del Cristiano. En ningún otro lugar ha sido observado tan claramente como
en las formas de adoración. Lutero retuvo de una manera conservadora, todo lo que pudo
de la antigua liturgia, dejando el altar, las vestimentas y otros muebles en la iglesia. Los
Reformados sacaron estas cosas violentamente, no dejando nada sino paredes vacías y un
culto sin forma. En contraste directo con este hecho histórico vemos hoy las iglesias
Presbiterianas, Metodista y aún las Congregacionalistas introduciendo altares y
vestimentas para sus ministros, un ritual que todavía no se refleja en sus cultos.

En relación con el rito, seamos verdaderos Luteranos en la medida en que lo empleamos,


tomando en consideración fraternal el interés y la práctica de nuestras congregaciones en
la Iglesia Luterana también. Tomamos precaución para que un exceso en este aspecto no
nos lleva a acortar el sermón o disminuir el uso de los himnos. Históricamente el sermón
y el himno han sido céntricos al culto Luterano, mas no ritual. Dejar que el ritual sea el
centro del Luteranismo es un deservicio.

Tampoco debemos abandonar las costumbres Luteranas antiguas y sanas. Debemos


rechazar cualquier tendencia radical y seguir lo conservador. Eso significa favorecer las
costumbres que se han desarrollado en el último siglo en las Iglesias Luteranas libres.
Ellos han mantenido un espíritu evangélico y libre. Mas, solo ser conservador para ser
conservador tiene poco mérito: eso resulta en el estancamiento. El verdadero
conservatismo encuentra su mejor definición en la vida y la obra de San Pablo:
progresivo y sobrio. Le recomiendo su carta a Tito como una guía excelente en esa
dirección. Note su énfasis sobre la doctrina sana y la sobriedad.

El culto Luterano siempre ha dado un lugar dominante al canto de los himnos. Los
conocedores en la iglesia hoy reconocen a los coros Luteranos como la corona de la
himnología y nos envidian. El difunto Ralph Adams Cram, rector de los Arquitectos
Americanos, declaró que desde el tiempo de los clásicos griegos solamente dos cosas
504

nuevas han aparecido en el mundo del arte: las líneas góticas en la arquitectura y los
corales Luteranos.

En conclusión decimos esto: enfrentaremos esta poderosa influencia Reformada y


Calvinista, no por comprometerla ni por fraternizar con ella - eso sería, como dijimos
antes, alejarnos del Luteranismo y acercarnos más al Anticristo. Solamente debemos
aplicarnos fielmente a los deberes principales del ministerio. Esto siempre será: predicar
el evangelio, administrar los sacramentos, cuidar las almas, mantener una disciplina
evangélica, y sufrir con Cristo.

Esto requiere que nos empapamos con la palabra, las confesiones, las obras de Lutero;
que las estudiamos diligentemente; viviendo en el temor de Dios y constantes en la
oración, siempre vigilando, dejando que nuestra luz brille para todos los hombres
mediante la pureza de nuestras vidas unida a la circunspección Cristiana. El Cristiano
Luterano y el pastor Luterano pueden mejor servir al reino de Dios aquí por - ser
Luteranos.

[Este ensayo fue leído en la Decimoquinta Convención Bianual del Distrito Sureste de
Wisconsin reunida en Thiensville, Wisconsin el 24-27 de junio, 1946. Posteriormente fue
publicando en el Theologische Quartalschrift (Vol. 43, octubre, 1946), pp. 232-256 y
(Vol. 44, enero y abril, 1947) pp. 17-34 y pp 105-132. El Rvdo. E. Arnold Sitz fue pastor
de la Iglesia Gracia Luterana en Tucson, Arizona, cuando este ensayo fue preparado.]

Para más información sobre la historia y la teología Reformada, ver lo siguiente:

Fredrich, E., "Twentieth Century Reformed Thinking Analyzed and Evaluated,"


Wisconsin Lutheran Quarterly (Vol. 72, enero, 1975), pp 5ss.

Peters, P., "The Historical Development of the Protestant Churches from the Reformation
to the Present: The Lutheran, The Reformed, and the Anabaptist Churches", Wisconsin
Lutheran Quarterly (Vol. 57, octubre, 1960), pp 257ss.
505

SECCION SEIS

LA CONSUMACIÓN DE NUESTRA SALVACIÓN

ES LA VIDA ETERNA

Hay aquellos que niegan que hay alguna existencia para los seres humanos después de
esta vida. Hay también aquellos que vislumbran una vida después de la muerte, pero se
equivocan sobre cómo será y cómo lograremos este estado de bienaventuranza.

En su palabra el Señor nos dice que hay vida después de la muerte y que ésta ocurrirá o
en el cielo o en el infierno. Jesús nos dice, "El que creyere y fuere bautizado, será salvo;
mas el que no creyere, será condenado" (Marcos 16:16).

En el siguiente ensayo el Dr. Siegbert Becker examina lo que enseñan las Escrituras sobre
el cielo y el infierno.

EL CIELO Y EL INFIERNO

INTRODUCCIÓN

Hace más de una década en la Universidad de Wisconsin en Milwaukee un prominente


erudito Luterano dio un discurso sobre la obra de la iglesia en nuestra época. En su
discurso no mencionó ni el pecado ni la salvación. El el momento de recibir preguntas
del público alguien le preguntó, "¿Qué en cuanto al cielo y el infierno?" El presentador,
miembro de un Sínodo Luterano que en tiempos pasados fue reconocido en todo el
mundo por su conservatismo, respondió que los teólogos modernos no se preocupaban
acerca del cielo y el infierno, puesto que ellos creen que el hombre "debe ser bueno
porque sí" y no porque deseaba ir al cielo o porque temía ir al infierno.

Aunque no estamos de acuerdo con la teología de este profesor, su competencia en el área


de la historia de la iglesia moderna no puede ser discutido. Lo que dijo acerca de los
teólogos modernos es cierto. Mas o menos al mismo tiempo el Padre James Kavanaugh
publicó su libro más vendido, Un Sacerdote Moderno Echa Vistazo a Su Iglesia
Anticuada. En dicho libro el sacerdote apostata había escrito, "No temo el infierno
porque no lo puedo entender. Ni busco el cielo porque no ofrece ninguna imagen que
puedo comprender". Y en la Universidad de Chicago, cuando le preguntaron a Dean
506

Bernard Loomer acerca de la inmortalidad del alma y el cielo y el infierno, él dijo que no
estaba interesado en tales cosas porque era un teólogo y no un filósofo.

Muchos teólogos modernos han adoptado la opinión que esa preocupación acerca de la
vida venidera convierte la religión en lo que dijo Karl Marx "el opio del pueblo". Creen
que la esperanza de que las cosas serán mejores después de la muerte es un obstáculo
impidiendo que los hombres luchen con todo su fuerza a hacer de este mundo un lugar
mejor donde vivir. Han adoptado la opinión expresada por Max Otto, un profesor
popular de filosofía en la Universidad de Wisconsin, el cual escribió, "El tipo de religión
que espera otro lugar que este mundo para tener criterios para la buena vida no es una
religión en los mejores intereses del hombre. Aquellos que colaboran en el avance de
dicha religión, si reconocen o no lo que eso implica, están haciendo tales contribuciones
hacia la derrota moral e intelectual del hombre" (Science and the Moral Life" pp 147ss).

Con tales antecedentes es refrescante recibir una invitación a leer un ensayo sobre el cielo
y el infierno. Es reconfortante saber que quedan algunos lugares es este mundo donde
todavía consideran importantes los temas del cielo y el infierno.

DEFINICIÓN BÍBLICA DEL CIELO

La palabra "cielo" ocurre por primera vez en la Biblia en el primer versículo de Génesis.
La palabra hebrea se deriva de una raíz que significa "alto". Es la palabra shemayim, un
plural que muchas traducciones modernas traducen correctamente, "En el principio creo
Dios los cielos y la tierra". Literalmente podíamos traducir, "En el principio Dios creó
las regiones altas". Existe evidencia lingüística de que la palabra hebrea para tierra puede
ser relacionada con una palabra que significa "abajo" para que se podría traducir todo el
versículo, "En el principio Dios creó las regiones altas y aquello que está abajo" o "los
espacios arriba de nosotros y aquello que está debajo de nosotros".

En el primer capítulo de Génesis la palabra "cielos", en cuanto se puede determinar del


contexto, tiene una connotación espacial, de este mundo. Aquí no significa el lugar
donde vive Dios, sino mas bien el lugar donde vuelan las aves (Génesis 1:20). También
es el lugar donde Dios colocó el sol, la luna y las estrellas (Génesis 1:14-16).

En el versículo ocho de Génesis uno, se da el nombre cielo (y el original también aquí


usa el plural) al firmamento. Muchos eruditos incrédulos intentan desacreditar la
exactitud científica de la Biblia al decir que el escritor de Génesis creyó que había una
cúpula sólida hecha de latón o de algún otro metal que cubría toda la tierra. Pero la
palabra hebrea que se traduce "firmamento" simplemente quiere decir aquello que ha sido
extendido.

En vista de nuestro entendimiento actual del universo podíamos pensar en el universo


como el espacio que rodea nuestro mundo. Cuando el texto habla de las aguas debajo del
firmamento y las aguas encima del firmamento, podemos pensar de las aguas en la
superficie de la tierra como estando debajo y las nubes como las aguas encima del
firmamento. Algunos estudiantes de la Biblia creen que no habían nubes en el principio
507

sino que había un vapor extenso que protegía al mundo de los rayos ultravioletas del
espacio exterior, de esta manera produciendo una clima uniforme. Sea lo que sea la
verdad del asunto, el texto indica claramente que el firmamento es el espacio
inmediatamente encima de la tierra y a este firmamento se le da el nombre de cielo. Este
es el lugar donde las aves vuelan, ya que el texto dice, "Aves que vuelan sobre la tierra en
la abierta expansión de los cielos" (Génesis 1:20).

Anteriormente, en el mismo capítulo nos dice que Dios puso el sol, la luna y las estrellas
en el "firmamento" o en la "abierta expansión" de los cielos. En este caso, el concepto del
cielo se extiende para incluir todos los alcances del espacio exterior. En todos estos
versículos el cielo es reconocido como una parte de este mundo creado. Es un término
espacial, local.

Esta descripción del cielo que encontramos en Génesis 1 puede ser una clave para
entender lo que quiere decir Pablo cuando habla del "tercer cielo" en su relato sobre su
visión en 2 Corintios 12. Esta frase siempre ha dejado perplejo a los comentaristas, pero
puede ser que Pablo piensa en el lugar donde vuelan las aves como el primer cielo, el
lugar donde encontramos al sol, la luna y las estrellas es el segundo cielo y el tercer cielo
es el lugar en donde vive Dios.

EL PARAÍSO

Pablo llama al tercer cielo "el paraíso". Aquí utiliza el mismo término que Jesús usó en
su promesa al ladrón penitente, "Hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23:43). La
única otra instancia donde se usa esta palabra en particular en el Nuevo Testamento es en
el segundo capítulo del Apocalipsis de Juan donde el apóstol escribe, "Al que venciere, le
daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios" (Apocalipsis
2:7). El lenguaje que se usa aquí nos recuerda de las palabras del huerto de Edén en los
primeros capítulos de la vida. En la Septuaginta la traducción griega del hebreo del
Antiguo Testamento, esta palabra "paraíso" se usa varias veces como una designación del
huerto de Edén, y ya hablamos comúnmente de Adán y Eva como viviendo las primeras
horas de sus vidas en el paraíso.

"Paraíso" es una palabra griega tomado prestada del idioma Perso, donde significa lugar
encerrado, parque o huerto. Cuando Pablo lo usa como la designación de un lugar que él
visitó en su visión, lo usa de acuerdo al sentido que la palabra había adquirido en la época
intertestamental, un lugar de bienaventuranza y felicidad arriba de la tierra. Hablaremos
más acerca de este punto cuando consideramos las descripciones bíblicas de lo que
generalmente entendemos por las palabras "cielo" o "paraíso".

EL CIELO=FIRMAMENTO

En los primeros capítulos de la Biblia, especialmente, el cielo es simplemente otro


nombre para el firmamento. "Bajo el cielo" es un término usado para significar la tierra.
Por ejemplo, al hablar del diluvio, la Biblia dice que las aguas cubrieron "todos los
montes altos que habrá debajo de todos los cielos" (Génesis 7:19). Cuando Dios
508

amenazó raer la memoria de Amalec de debajo del cielo, ciertamente quiso decir que él
no sería recordado en la tierra (Éxodo 17:14). El cielo es el lugar de donde viene la lluvia
y el rocío (Génesis 8:3; 27:39). El fuego que destruyó a Sodoma y Gomorra vino del
cielo (Génesis 19:24), lo cual simplemente quiere decir que llovió del cielo y puede ser
que aquellas ciudades fueron destruidas por una erupción volcánica, aunque es posible
que el fuego que creado milagrosamente por Dios para caer sobre ellas.

UNA TORRE QUE LLEGUE AL CIELO

Este uso de la palabra "cielo" debe ser recordado cuando tratamos la historia de la Torre
de Babel. No me acuerdo como enseñaron esta historia cuando yo fui niño. Yo crecí
creyendo que los habitantes de Babel quisieron construir una torre tan alta que si Ud.
saliera del último piso entraría directamente en el cielo de gozo eterno y de esta manera la
construcción de la torre fue un intento por su parte de llegar al cielo mediante sus propias
obras.

En realidad, el texto es muy claro. Ellos no construyeron la torre porque querían


utilizarla para llegar al cielo, sino para "hacerse un nombre" y evitar que fueran
esparcidos. Iba a ser un símbolo de su unidad. Por lo visto, lo que pensaban construir
fue una torre cuyo cúspide alcanzaría el cielo para que fuera visible desde muy lejos. Lo
que ellos llamaron una torre que llegaría al cielo nosotros hoy día lo llamamos
"rascacielos". De la misma manera, los hijos de Israel hablaron de las ciudades de
Palestina como siendo fortificadas con muros que llegaban hasta el cielo (Deut. 1:28).

EL CIELO COMO LA MORADA DE DIOS

Muy pronto, no obstante, la palabra "cielo" también fue usado para denotar el lugar
donde Dios está con sus ángeles. En ninguna parte del Antiguo Testamento encontramos
el punto de vista judío posterior de los siete cielos, con Dios estando en el último con sus
más exaltados ángeles. Moisés habló del cielo como el lugar donde vivía Dios. El
mandó al pueblo a orar así, "Mira desde tu morada santa, desde el cielo, y bendice a tu
pueblo Israel" (Deut. 26:15). Salomón usa estos mismos términos en sus oraciones en la
dedicación del templo. Varias veces en esa oración usa las palabras, "Tú lo oirás en el
lugar de tu morada, en los cielos" (1 Reyes 8:30, 30, 43, 49). En los libros posteriores del
Antiguo Testamento se habla del Señor como, "el Dios de los cielos" (ej. Esdras 1:2) o
Dios quien está "en los cielos" (Daniel 2:28).

Mas Salomón sabe que no hay ningún lugar que puede contener a Dios. "He aquí que los
cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener" (1 Reyes 8:27). Ni es el primero
para reconocer esto o para proclamarlo. Aun Rahab, la ramera de Jericó, confesó,
"Jehová, vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra" (Josué 2:11). Ella
claramente reconoció que el Dios de Israel es un Dios presente en todas partes, y en su fe
simple ella expresa una verdad que también encontramos en Isaías donde él escribe, "El
cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies" (Isaías 66:1).
509

Y así como se habla del cielo como la morada de Dios, el Antiguo Testamento también
habla del cielo como el lugar a dónde van los creyentes cuando se parten de este mundo.
Aunque tales expresiones son raras en el Antiguo Testamento, nos dice que Dios quiso
llevar a Elías al cielo y que Elías subió al cielo en un torbellino (2 Reyes 2:1-11). Esto es
el único versículo en el Antiguo Testamento que habla expresamente de una persona
yendo "al cielo".

No obstante, debe ser dicho que en la mayoría de los versículos en el Antiguo Testamento
en donde se usa la palabra "cielo" es una referencia al firmamento visible encima de
nuestras cabezas.

"CIELO" EN EL NUEVO TESTAMENTO: LA MORADA DE DIOS

Cuando leemos el Nuevo Testamento vemos que la situación es todo lo contrario. El


cielo aquí a veces todavía significa "firmamento" pero este uso no es predominante en el
Nuevo Testamento. Cuando el Salvador habla del cielo y la tierra que pasarán (Mateo
5:18), ciertamente piensa en el firmamento y todo lo que vemos allí. También habló de
las estrellas cayendo del cielo (Mateo 24:29) y de las "nubes del cielo" (Mateo 26:64).

Aunque hay docenas de versículos que usan la palabra "cielo" de esta manera, no
obstante en el Nuevo Testamento se usa con más frecuencia cielo como el lugar donde
viven Dios y los ángeles y el lugar a donde irán los creyentes cuando se mueren. No
solamente en el Padrenuestro, sino también en muchos otros lugares se habla de Dios
como el Padre que está en el cielo.

De hecho, el cielo está tan íntimamente identificado con el lugar donde Dios vive que la
palabra "cielo" a veces se usa figurativamente para Dios mismo. Lo que Mateo por lo
general llama el reino del cielo es lo que otros evangelistas llama el reino de Dios. Y
cuando Lucas dice que el publicano siquiera levantaba los ojos al cielo (Lucas 18:13),
seguramente quiere decir más que el simple firmamento, y cuando Jesús miró al cielo
cuando pronunciaba la bendición antes de alimentar a los 5.000 (Mateo 14:19), ese acto
ciertamente fue interpretado por los que lo veían como una llamada a su Padre celestial.
Los Fariseos que exigieron una señal "del cielo" (Mateo 16:1) ciertamente deseaban, no
una señal en el firmamento, sino un milagro de Dios.

LA MORADA DE LOS ÁNGELES

El cielo también está descrito claramente como la morada de los ángeles. "Sus ángeles
en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 18:10).
Jesús dijo a los Saduceos que las personas que han muertos y que han sido resucitados a
la vida "Serán como los ángeles de Dios en el cielo" (Mateo 22:30; Marcos 12:25). Los
ángeles que cantaron a los pastores en Belén se fueron de ellos "al cielo" (Lucas 2:15).
Tal como Dios está llamado el "Dios en el cielo" en algunos libros posteriores del
Antiguo Testamento los ángeles son llamados los "ángeles de los cielos" en el Nuevo
Testamento (Mateo 24:36). Y tal como Dios es llamado nuestro Padre "en los cielos", así
el Salvador habla de los ángeles "en los cielos" (Marcos 13:32). En la parábola de la
510

oveja perdida el Señor Jesús dice que habrá gozo en el cielo por un pecador que se
arrepienta (Lucas 15:7), y en la parábola siguiente clarifica que está hablando del regocijo
de los ángeles, porque allá dice que hay gozo en la presencia de los ángeles de Dios sobre
un pecador que se arrepienta (Lucas 15:10).

Podríamos citar muchos otros versículos similares, pero estos deben ser suficientes para
demostrar que la palabra cielo se usa en dos sentidos en la Biblia, uno como un término
espacial que denota el firmamento y los alcances del espacio, y otro como la morada de
Dios y de los ángeles.

LA MORADA DE LOS CREYENTES

Puesto que el cielo es el lugar donde viven Dios y los ángeles, nos acostumbramos pensar
en el cielo como el lugar a dónde irán los creyentes cuando salen de este mundo. Puede,
sin embargo, sorprendernos que tanto el Nuevo Testamento como el Antiguo pocas veces
dice que los creyentes van al cielo. Así como hay un sólo versículo en el Antiguo
Testamento que habla del creyente yendo al cielo, también hay un sólo versículo en el
Nuevo Testamento que habla en esto términos. Se encuentra en el libro de Apocalipsis
donde Juan dice que él vio a los dos testigos que fueron asesinados a causa de su
testimonio y luego fueron resucitados, y entonces escribe, "subieron al cielo en una nube"
(Apocalipsis 11:12).

Por lo tanto, podríamos preguntar cómo ha transcurrido que hablamos del cielo como el
lugar a dónde iremos cuando nos morimos. Hay varios factores bíblicos envueltos aquí.

La Biblia enseña que Jesús ascendió al cielo después de su resurrección. Bajó del cielo
(Juan 3:13; 6:33, 38, 42) y volvió al cielo (Lucas 24:51; Hechos 1:11; 1 Pedro 3:22;
Hebreos 9:24). Este Salvador que ha regresado al cielo nos da una promesa, "Vendré otra
vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (Juan
14:3). Con base en estas verdades, es muy natural hablar del cielo como nuestro hogar a
dónde esperamos ir cuando dejamos este mundo de dolor.

La Biblia también habla de los tesoros que nos esperan en los cielos. Cuando Jesús
mandó al joven rico vender todo lo que poseía y dárselo a los pobres, le dio una promesa,
"Tendrás tesoro en el cielo" (Mateo 19:21). El Salvador también habló de tesoros que
podemos acumular en el cielo donde el corín y el polvo no destruyen y donde los
ladrones no entran a robar (Mateo 6:20). El libro de Hebreos habla de las mejores
posesiones que los creyentes tienen en el cielo y con las cuales pueden consolarse cuando
sus perseguidores les quitan sus bienes terrenales (Hebreos 10:34). El Salvador prometió
a Sus discípulos un gran premio "en el cielo" (Lucas 6:23). El apóstol Pablo habló de una
esperanza guardada para nosotros "en el cielo" (Colosenses 1:5) y Pedro dice que hay una
herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible reservada "en los cielos para
nosotros" (1 Pedro 1:4). El apóstol Pablo usa una terminología diferente cuando escribe
"Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos
de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos" (2 Corintios 5:1),
y no obstante parece estar describiendo no una casa a la cual iremos, sino una que viene a
511

nosotros cuando dice, "Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos
con angustia; porque no quisiéramos ser desnudos, sino revestidos, para que lo mortal sea
absorbido por la vida" (2 Corintios 5:4).

Aunque la frase, "Iremos al cielo cuando nos morimos" no se encuentra en las Escrituras
en esas palabras exactas, no obstante ciertamente es justificada con base en las
enseñanzas bíblicas encontradas en estos versículos.

EL CIELO AQUI Y AHORA

La Biblia también habla de un reino del cielo en el cual entramos. Es cierto que entramos
en este reino aun cuando vivimos aquí en este mundo, y no obstante es un reino que
esperamos cuando termine nuestra vida aquí en este mundo. Todos los creyentes pueden
decir juntamente con el apóstol Pablo, "El Señor me librará de toda obra mala, y me
preservará para su reino celestial" (2 Timoteo 4:18).

Aunque ya hemos sido bendecidos con todo don espiritual en los lugares celestiales
(Efesios 1:3), también podemos esperar el día cuando el Señor Jesús será revelado desde
el cielo (2 Tesalonicenses 1:7) y cuando seremos arrebatados para encontrarnos con El,
para estar siempre con el Señor (1 Tesalonicenses 4:17). Estas palabras de Pablo "en el
aire" son de un interés especial cuando recordamos el significado original de la palabra
cielo en Génesis 1. El cielo es el lugar donde las aves vuelan y cuando Jesús regresa nos
encontraremos con el Señor "en el aire".

OTRAS MANERAS DE DESCRIBIR "EL CIELO"

Hemos visto que el decir que iremos al cielo cuando nos morimos no es una manera
bíblica común de hablar. La Biblia describe lo que pasa con los creyentes en su muerte
en una manera más personal. Acabamos de mencionar el versículo donde Pablo dice,
"Así estaremos siempre con el Señor". Cuánto más caluroso, cuánto más significativo y
consolador decir que estaremos siempre con el Señor en vez de decir que iremos al cielo.

Estar con Jesús nuestro Salvador por toda la eternidad es el deseo más profundo de un
hijo de Dios, y la realización de esta esperanza nos guarda del punto de vista Musulmán
del cielo que pone todo su énfasis en el disfrute del mismo tipo de gozo material que el
hombre tiene en esta vida, con sus fiestas y mujeres bailarinas. En el capítulo 56 del
Corán, por ejemplo Mohoma describe al cielo como un huerto de deleites donde los fieles
se reclinan en el sofá, con los jóvenes inmortales llevando "copas y aguamaniles, y un
vaso de agua manantial....y tales frutas como deseen, y tales aves que apetecen, y los hurí
que tienen la semblanza de perlas". Cualquieres otros gozos podríamos disfrutar en el
cielo, para el Cristiano el mayor gozo que espera es estar con Jesús, nuestro Señor y
Salvador, para contemplarle en su infinita gloria, de la cual jamás nos cansaremos y que
jamás se extinguirá. Johann Scheffler lo expresó cuando escribió el himno:

Todo que alegra a los ángeles,


512

Vestidos en sus ropas gloriosas,

Solo me llena con angustia

Si su presencia no bendice.

Podríamos tomar prestado el pensamiento de Salomón y decir que sin Jesús el cielo sería
vanidad y contrariedad de espíritu. Este sentimiento ciertamente encuentra eco en el
corazón de cada Cristiano. Matthias Loy tal vez no pensaba en el cielo cuando escribió
su himno, "Jesús, Eres Mío Para Siempre", mas expresó el mismo tema cuando dijo,

Todo para mí sería triste y solo

Sin su presencia para alegrarme.

Y Christian Keimann no estaba sólo en su opinión cuando escribió,

No anhelo los gozos vanos del mundo

Ni, sin El, los gozos del cielo.

Para el Cristiano, por lo tanto, estar con Jesús, y estar con El para siempre significa
mucho más que el simple concepto de ir al cielo. Conocerlo ahora como Señor y
Salvador, nuestro Dios y hermano, es en verdad tener un vistazo del cielo, como
contamos en el himno,

Sí, aquí en el mundo comienza mi cielo.

¿Quién no estaría gozoso a tener

Un amado Salvador siempre cerca?

El Apóstol Pedro expresa lo mismo cuando dice,

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia
nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los
muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los
cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para
alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En
lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis
que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más
preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en
alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle
visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y
glorioso (1 Pedro 1:3-8).
513

Si el gozo que tenemos en Cristo ahora, cuando no lo vemos es más allá de nuestro poder
para expresar en palabras, ¿cómo será verlo tal como es y nunca perder de vista lo que los
padres de la iglesia de la Edad Media llamaron la visión beatífica, esa visión bendita de
un Salvador amado?

COMO JESÚS

La Biblia no solo dice que veremos a Jesús, sino que seremos tal como El es. Pablo dijo
a los Filipenses que El cambiará nuestros cuerpos humildes para que sean como su
cuerpo glorioso (Filipenses 3:21), y San Juan dice, "Sabemos que cuando él se
manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es" (1 Juan 3:2). Hay
muchos versículos en la Biblia que nos dicen que los hijos de Dios serán glorificados.
Nos dice que igualmente como sufrimos con El en este mundo y en esta vida, también
seremos glorificados con él en la vida venidera.

Solo tenemos una visión breve y concreta de lo que esto significa cuando leemos acerca
del cuerpo glorificado de Jesús en Su resurrección. Su cuerpo ya no estaba limitado a las
leyes físicas del espacio y del tiempo. Podía traspasar la tumba sellada y las puertas
cerradas. Podría aparecer y desaparecer según su voluntad. No necesitaba del tiempo
para ir de un lugar a otro y según el Salvador deseaba podía aparecer en el cielo, en el
infierno, o en la tierra. Si nosotros tendremos todas esas habilidades o no, no sabemos, y
tampoco sabemos qué otras cosas seremos capaces de hacer, pero sí sabemos que será
glorioso.

COMO LOS ÁNGELES

La Biblia dice que en el cielo seremos como los ángeles. Cuando los Saduceos
preguntaron a Jesús acerca de la resurrección y menospreciaron todo el concepto de la
mujer que se había casado con los siete hermanos, el Salvador les respondió así, "Los que
fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos,
ni se casan, ni se dan en casamiento. Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a
los ángeles" (Lucas 20:35,36).

Lo que significa ser igual a los ángeles o como los ángeles es algo que no podemos
entender completamente, ya que sabemos muy poco de lo que significa ser un ángel.
Sabemos que ellos contemplan una visión beatífica. Jesús dice que ellos siempre ven el
rostro del Padre en el cielo (Mateo 18:10). Sabemos que ellos tienen algunos de las
mismas características que Jesús tuvo en su cuerpo glorificado. Probablemente eso es en
lo que piensa Pablo cuando habla del cuerpo resucitado como un cuerpo espiritual, un
concepto que parece ser una contradicción de términos.

Pero de las palabras de Jesús a los Saduceos sabemos que ser como los ángeles significa
que no nos casaremos ni nos daremos en casamiento. Las relaciones familiares que
conocemos aquí en este mundo no aplican en el cielo.

CONFIRMADOS EN BIENAVENTURANZA
514

Jesús también dice que las personas que alcanzan la resurrección no morirán más. De eso
podemos concluir que nunca más seremos capaces de caer en el pecado, porque la paga
del pecado es la muerte, y donde no puede entrar la muerte, tampoco puede haber pecado.
Por tal razón hablamos de una "confirmación" en la bienaventuranza, con lo cual
queremos expresar la idea de que una vez que estamos en la gloria del cielo será
imposible caer en el pecado. El padre antiguo de la iglesia, Orígenes [185-259] insistió
que no podía haber ninguna virtud al menos que existía la posibilidad de pecar. Nosotros
también estamos tentados a cometer ese mismo error. Cuando preguntamos por qué Dios
creó al hombre de tal manera que podía pecar, sostenemos que si el hombre no habría
sido capaz de pecar, no habría sido un ser humano sino una máquina. Los oponentes de
la inspiración verbal usan exactamente el mismo argumento cuando insisten que una
inspiración que preserva a los santos escritores de cometer errores debe ser una
inspiración mecánica.

A causa de este punto de vista Orígenes sostuvo que los ángeles y los santos resucitados
son expuestos a la tentación y la apostasía. Si sucumben, serán castigos mediante la
reencarnación. Si no corrigen sus errores, serán castigados en el infierno. También creyó
que el hombre condenado y los demonios que se arrepintieron podrían alcanzar la gloria
del cielo. Todo esto enseñó en el interés del libre albedrío, con lo cual quiso decir la
habilidad de escoger entre el bien y el mal.

En oposición a tales argumentos racionalistas y a veces creíbles, tenemos la palabra clara


del Salvador, "Y ya no mueren más". Para tales personas ya no puede haber una caída en
el pecado. Y esto no quiere decir que el poder de Dios les impide el pecar. Dios escribirá
su ley perfectamente en sus corazones y no tendrán el deseo de hacer otra cosa sino
cumplir la voluntad de Dios, tal como los ángeles, cuyo único deseo es servir a Dios.

San Juan describe esta confirmación en la bienaventuranza cuando dice del Jerusalén
celestial, "Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche" (Apocalipsis
21:25). Las puertas de las ciudades antiguas siempre se cerraban cuando había peligro de
un ataque de sus enemigos. Tal peligro jamás amenaza la ciudad celestial, y por tal razón
sus puertas jamás tendrán que ser cerradas.

LA VIDA ETERNA

Las palabras de Jesús de que los creyentes en el cielo ya no morirán nos recuerda de una
de las expresiones en la Biblia usada para describir lo que queremos decir cuando
hablamos de ir al cielo. Es la expresión "la vida eterna".

La vida es una palabra difícil de definir, pero tal vez la mejor definición de esa vida es el
disfrute de las bendiciones de Dios. Esta es una definición que no nos fuerza cambiar de
terminología cuando hablamos de los diferentes tipos de vida que mencionan las
Escrituras. La vida física o temporal es el disfrute de las bendiciones físicas o temporales
de Dios. En cuanto nos acercamos más y más cerca a la muerte, somos capaces de
disfrutar menos y menos de las bendiciones que percibimos con nuestros sentidos, hasta
515

que todos los sentidos fallen y yacemos fríos y quietos en la tumba, separados de todas
las bellezas y glorias que Dios nos ha dado para disfrutar en su creación visible.

La vida espiritual es el disfrute de las bendiciones espirituales de Dios. Cuando Adán y


Eva comieron de la fruta prohibida, ya no podían ser felices y gozosos en la presencia de
Dios. Ya no tenían un sentido de su amor, ya no se regocijaron en su presencia, sino se
sintieron compelidos esconderse de su ira entre los arbustos del huerto. Eran
espiritualmente muertos, y todos sus descendientes entraron en el mundo igualmente
muertos en sus pecados y transgresiones, y en gran medida tan ignorantes de su
condición; igual a un cuerpo frío y sin vida en la tumba. Solamente a través del perdón
de los pecados que tenemos mediante la fe en la gracia de Dios y los méritos de Cristo
podemos una vez más regocijarnos en la presencia de un Dios tan santo que ningún mal
puede estar en Su presencia. Y en el disfrute de su amor misericordioso consiste nuestra
nueva vida espiritual.

Y en verdad esta nueva vida espiritual es el comienzo de la vida eterna. El cielo es la


continuación y la aumentación de la vida que comienza cuando nacemos de nuevo de
agua y del Espíritu. En términos bíblicos, no solamente tendremos la vida eterna en
algún momento en el futuro, sino que lo tenemos aquí y ahora. Jesús dice, "El que cree
en mí, tiene vida eterna" (Juan 6:47) y "El que oye mi palabra, y cree al que me envió,
tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida" (Juan
5:24). Y esta vida que tenemos en El y por medio de El jamás terminará. Tenemos su
promesa, "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente" (Juan 11:25,26). En perfecta
armonía con esa promesa, el apóstol Juan en la visión que describe en el capítulo veinte
de Apocalipsis vio las almas de los mártires que habían muerto por causa de la fe,
viviendo y reinando con Cristo.

Es perfectamente claro, por lo tanto, que el escritor del himno no hablaba en hipérbole
poética cuando escribió, "Sí, aquí en el mundo comienza mi cielo". El disfrute de las
bendiciones espirituales con que el Padre nos ha bendecido en los lugares espirituales en
Cristo (Efesios 1:3-6) el cual es nuestro ahora, es en esencia, el mismo gozo que será
nuestro cuando vivimos y reinamos con Cristo en gloria.

NO MAS MALDICIÓN

Solamente cuando estamos en el cielo ese gozo no será disminuido ni apagado por el
pecado y todas las consecuencias del pecado con los cuales debemos luchar en esta vida.
Y por lo tanto, la Biblia describe el cielo como el lugar donde no habrá más maldición
(Apocalipsis 22:3). Estas descripciones son más fáciles de entender porque operan con
conceptos con los cuales estamos familiares. Describen el cielo en términos negativos
como la ausencia de aquellas cosas que causan dolor, incomodidad y tristeza. Así, nos
dice que las personas que mueren en el Señor descansan de sus trabajos (Apocalipsis
14:13). Adán fue condenado a exprimir su pan diario con sus esfuerzos de una tierra
maldita y renuente. El libro de Hebreos dice, "Por tanto, queda un reposo para el pueblo
516

de Dios" (Hebreos 4:9). El cielo es un lugar donde terminará todo el trabajo y esfuerzo
productivo inútil que es un resultado de la caída.

Lo mismo también aplica a todas las otras consecuencias del pecado. Juan describe al
cielo en tales términos negativos cuando escribe en el libro de Apocalipsis, "Enjugará
Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni
clamor, ni dolor" (Apocalipsis 21:4). Antes en el mismo libro había escrito, "Ya no
tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno (Apocalipsis
7:16). "Porque las primeras cosas pasaron" (Apocalipsis 21:4).

REUNIÓN CON NUESTROS SERES QUERIDOS

Hasta este momento no hemos dicho nada acerca de la reunión con nuestros seres
queridos en las glorias del cielo. En nuestras oraciones al anuncio de un muerte pedimos
a Dios que alegre a los sobrevivientes con la esperanza de una bendita reunión en el cielo.
La Biblia también habla con estos términos. Cuando los creyentes de Tesalónica
manifestaron su preocupación acerca de la plena salvación de aquellos que murieron
antes de la segunda venida del Salvador, Pablo les animó a no angustiarse como aquellos
que no tienen esperanza. Les aseguró que cuando Cristo vuelva, traerá consigo todos
aquellos que mueren en Jesús, sea, a todos que murieron en la fe, y después de la
resurrección de nuestros cuerpos, dice, "nosotros....seremos arrebatados juntamente con
ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor"
(1 Tesalonicenses 4:13-18).

Los creyentes del Antiguo Testamento dieron voz a la misma esperanza cuando hablaron
de la muerte como ser "reunidos con su pueblo". Esto claramente no se refiere al entierro
del cuerpo en el cementerio, ya que puede ser claramente distinguido del entierro (ej.
Génesis 25:8,9). Debe referirse a una reunión mucha más gloriosa. También somos
recordados de eso cuando nos dice que Lázaro fue llevado al seno de Abraham (Lucas
16:22).

En esta conexión muchas veces preguntamos, "¿Podremos reconocernos en el cielo?"


Esta pregunta puede ser respondida muy simplemente al señalar que Jesús fue reconocido
por sus discípulos después de su resurrección, y que Pedro, Santiago y Juan reconocieron
a Moisés y Elías en el Monte de la Transfiguración.

Es claro de estas historias que retenemos nuestras identidades en el cielo. Aunque


nuestros cuerpos serán un diferente tipo de cuerpo, serán los mismos cuerpos que tuvimos
en el mundo. Por esa razón confesamos nuestra fe en la resurrección de la carne.

Al mismo tiempo, Pablo implica claramente en 1 Corintios 15 (vv. 35-42) que los cuerpos
que tendremos en la resurrección serán tan diferentes del cuerpo que tenemos ahora como
la semilla que se siembra es diferente de la mata que crece de esa semilla. Alguien que
jamás ha sembrado maíz y otras matas no podría entender que de un pequeño
protoplasma amarillo sale un tallo de siete metros. Mas aquellos que han tenido
experiencia en tales asuntos reconocerán la pequeña mata como maíz cuando lo ven, aun
517

si su color es diferente al color de la semilla que fue sembrado. Y aun si tenemos


necesidad de ser presentados a nuestros amigos, seremos felices de volver a ver nuestros
amigos y parientes.

Esto, no obstante, propone otro problema para muchas personas, ya que preguntan, "Si al
llegar al cielo, nos daremos cuenta de que algunos de nuestros seres queridos no están
allí, ¿cómo podemos hablar de un gozo sin fin bajo tales circunstancias?" Esta pregunta
es muy difícil de responder, y no sé como podré regocijarme sin tristeza si alguno de mis
hijos o mi esposa no se encuentran a la diestra de Dios. Tales pensamientos seguramente
no deben llevarnos a ser indiferentes acerca de su salvación en este tiempo de gracia.
Pero, en cuanto a cómo será en el cielo bajo tales circunstancias solamente podemos
recordarnos que en la presencia de Dios habrá plenitud de gozo y a su diestra delicias
eternas (Salmo 16:11).

¿DONDE ESTÁ EL CIELO?

Otra pregunta que se hace con frecuencia es "¿Dónde está el cielo?" Cuando yo era niño
tuvimos un vecino incrédulo. Una vez él preguntó a mi padre dónde quedaba el cielo.
Cuando mi padre respondió que no sabía, el incrédulo dijo, "Creo que debe estar más allá
de la estrella más lejana". Y mi padre dijo que estaba de acuerdo con él. Y yo supongo
que esa es una opinión común, sea, que el cielo está más allá de los alcances del espacio.

Este punto de vista es muy común en la teología Reformada, que sostiene que puesto que
Cristo está en el cielo Su cuerpo y sangre deben estar tan lejos de los elementos terrenales
como el cielo está de la tierra. Supongo que muchos crecieron con la misma idea que yo
tenía de niño, visualizando la ascensión del Salvador de tal manera que nos imaginamos
que cuando Jesús llegó a la nube, esa le cubrió y se desapareció de la vista y si no habría
estado ninguna nube, simplemente habría seguido subiendo hasta que no era más que un
puntito en el cielo.

Aunque no hay ningún peligro en creer así, la verdad es que no hace justicia a las
palabras bíblicas que tratan con la ascensión. Jesús no fue muy lejos cuando ascendió.
Poco antes les había prometido a sus discípulos, "He aquí yo estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo" (Mateo 28:20). Además, San Pablo dice que el Señor
ascendió por encima de todos los cielos para que pudiera llenarlo todo (Efesios 4:10), en
otras palabras, para que pudiera estar presente en todas partes. En respuesta a la posición
Reformada de que el cuerpo de Jesús no puede estar presente en la Santa Cena puesto que
está sentado a la diestra de Dios, Lutero respondió correctamente al afirmar que la diestra
de Dios está en todas partes. Probablemente sería más factible visualizar a Jesús
subiéndose solo una corta distancia por encima de las cabezas de sus discípulos cuando
las nubes lo cubrieron. Así, cuando ascendió todavía estaba muy cerca a ellos.

Por lo tanto, sería más de acuerdo con las palabras bíblicas pensar en el cielo no como un
lugar más allá del firmamento sino simplemente como otro tipo de existencia o otra
518

dimensión de ser. Nos dicen, por ejemplo, que los santos ángeles siempre ven el rostro
del Padre en el cielo. Mas, sabemos que los ángeles están aquí con nosotros en la tierra.
Dondequiera va un ángel, puede ver el rostro de Dios; esa visión beatífica nunca termina
para ellos. El siempre está en el cielo aún cuando está con nosotros aquí en la tierra.

Y cuando nos morimos, no tendremos que viajar una larga distancia para ver el rostro de
Dios. Está aquí en este cuarto con nosotros, y todo lo que necesitamos es adquirir la vista
que le hace visible a nosotros. En ese instante estaremos en el cielo y lo veremos tal
como es. La cortina que lo escondió de nuestros ojos será quitada, y tal vez el telón
bajará detrás de nosotros, aislándonos de todas las miserias e incertidumbres que nos
molestaban en esta vida.

Esto nos lleva a la pregunta de si las almas en el cielo están conscientes de lo que sucede
en la tierra. Frecuentemente se cita el versículo en Isaías en esta conexión que no dice
que Abraham nos ha olvidado (Isaías 63:16) sino que aun si Abraham fuera ignorante de
nosotros y si Israel no nos reconociera, Dios siempre será nuestro Padre y nuestro
Redentor. La Biblia no responde esta inquietud. Aún las palabras de Juan acerca de los
santos en la gloria (Apocalipsis 6:10) quienes preguntan cuánto demorará Dios para
juzgar a los malvados no es una prueba definitiva de que los santos no están conscientes
de los eventos específicos que ocurren en la tierra. Esas palabras pueden indicar nada
más el punto de que los santos saben que el juicio todavía no ha venido. La Biblia no
responde esta pregunta.

Tenemos, no obstante, un poquito de información acerca de la localidad del cielo después


de que haya terminado el mundo. Los versículos no son fáciles de entender ni de
interpretar. Pero lo básico en todos ellos es nuestro punto de vista de lo que pasará con
este mundo en el fuego del último juicio.

Sabemos que cuando viene el último día, este mundo y todo que hay en él será
consumido por un fuego, y ese cielo y esa tierra pasarán y perecerán. Algunos teólogos
Luteranos han concluido de esto que todo el mundo creado una vez más se revertirá al
nada del cual fue creado. Debemos conceder que es una posible interpretación de estos
versículos bíblicos.

No obstante, debemos señalar que las palabras "perecer" o "ser destruido" no


necesariamente significan dejar de existir. Pedro dice que el mundo que Dios había
creado pereció en las aguas del diluvio (2 Pedro 3:6). Pero, obviamente, no fue
aniquilado.

Además, hay varios versículos bíblicos en la Biblia que parecen indicar que el fuego del
último día no aniquilará sino mas bien purificará la tierra y la restaurará a su perfección
original. Tal vez el versículo más claro se encuentra en Romanos, capítulo ocho, donde
el apóstol Pablo dice que el mundo creado será librado de la esclavitud de corrupción
para poder participar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Romanos 8:21).
Algunos comentaristas Luteranos ortodoxos han concluido de esto que habrán animales
en el cielo mas ¿quién puede hablar con certeza de tales cosas?
519

NUEVO CIELO Y NUEVA TIERRA

Estas palabras, sin embargo, pueden ser muy significativos cuando leemos los versículos
que hablan de un nuevo cielo y una nueva tierra. Pedro, después de decir a sus lectores
que este mundo se quemará, habla del cielo nuevo y la tierra nueva, el hogar de la justicia
(2 Pedro 3:13). "Los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante
de mí" (Isaías 66:22). Se debe señalar que en todos estos versículos la palabra que se usa
para cielo es la misma palabra que se usa en Génesis. El cielo nuevo es un nuevo
firmamento encima de la tierra.

La descripción más detallada de este nuevo cielo y nueva tierra se encuentra en los
últimos dos capítulos de la Biblia, donde también tenemos la descripción detallada del
lugar donde vivirá el pueblo de Dios por toda la eternidad. Juan nos dice que tuvo una
visión de un nuevo cielo y una nueva tierra donde ya no habrá mar. Sigue:

"Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta
como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He
aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su
pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los
ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las
primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago
nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y
verdaderas" (Apocalipsis 21:2-5).

Luego, Juan describe la santa ciudad donde Dios mora con Su pueblo. Habla de su gloria
y de las doce puertas hechas de perlas y de los doce fundamentos enjoyados y sus calles
de oro, transparentes como el vidrio. Una vez más vuelve a hablar de la presencia de
Dios, escribe:

"Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el


Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la
gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido
salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Sus
puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la
honra de las naciones a ella" (Apocalipsis 21:22-26).

Las últimas palabras de Juan en esta descripción del cielo nos devuelven en el tiempo
hasta los comienzos del tiempo y la caída en el pecado, y estas últimas palabras nos
recuerdan de la descripción del huerto de Edén, donde Adán y Eva perdieron el derecho
de comer del árbol de la vida a causa de su desobediencia al mandato de Dios. Dice,

Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía
del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado
del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las
hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición, y el trono
de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su
520

nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de
lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará y reinarán por los siglos de
los siglos" (Apocalipsis 22:1-5).

¿Qué más podemos agregar a esta imagen de gloria y gozo sin fin? Solo nos queda unir
nuestras peticiones a la oración de San Bernabé [de Morlas, 1140]:

Jesús, en misericordia, llévenos

A esa tierra amada de descanso.

NUESTRA ESPERANZA SEGURA

¿Y cómo podemos estar seguros de llegar allí y de compartir de esa gloria? Juan también
respondió esa pregunta en la descripción de otra visión que tuvo, en la cual vio multitudes
innumerables vestidos de blanco, con palmas en la mano, ante el trono de Dios y del
Cordero. Acerca de esas personas se le dijo:

"Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran
tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.
Por esto están delante del trono de Dios y le sirven día y noche en su templo; y el que está
sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed,
y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno, porque el Cordero que está en medio
del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de agua de vida; y Dios enjugará toda
lágrima de los ojos de ellos" (Apocalipsis 7:14-17).

Mediante la fe en la sangre expiatoria de Cristo tenemos el perdón que Dios proclama a


todos los hombres en el evangelio. Así hemos lavado nuestros vestidos y han sido
blanqueados en la sangre del Cordero. Por lo tanto, podemos estar seguros que el
Jerusalén celestial será nuestra morada por toda la eternidad.

EL INFIERNO

Pero no todos los hombres tienen esa fe y para ellos no existen tal esperanza sino
únicamente una expectación miedosa del juicio (Hebreos 10:27). Por tal razón, es
necesario hablar de la realidad del infierno. Lo preferible sería no hablar de ello. La
mayoría de las personas no quieren ni pensar en ello. Y no obstante, es una realidad y
también se puede decir que los horrores del infierno realzan las glorias del cielo y nos
hace apreciar mucho más la maravillosa verdad de que tenemos un Salvador que nos ha
rescatado del poder de la oscuridad y nos ha traído a la vida y la inmortalidad mediante el
evangelio.

La palabra hebrea del Antiguo Testamento para el infierno es Sheol, una palabra que
puede ser traducido como "infierno" o "el abismo" o "la tumba". La palabra muchas
521

veces se define como "el estado de muerte" sin ninguna referencia específica al cielo o al
infierno. No obstante, en oposición a los Testigos de Jehová, debemos afirmar que el
"estado de muerto" no significa "aniquilación". Según el Antiguo Testamento tanto los
creyentes como los incrédulos van al Sheol y puesto que los muertos existen en algún
lugar, el Sheol es el lugar donde están todos los muertos. El concepto del Sheol no está
muy claro en el Antiguo Testamento, pero si lo entendemos como un nombre para el otro
mundo, y de esta manera como el lugar a dónde van los muertos, sea, un término amplio
que incluye tanto el cielo como el infierno, no tendremos dificultades con los versículos
donde aparece esta palabra. El Antiguo Testamento enseña claramente que cuando la
persona se muere, el alma vuelve a Dios, que los malvados serán castigados, y que los
creyentes pueden esperar gozo a la diestra de Dios.

EL HOMBRE RICO Y LAZARO

En el Nuevo Testamento la revelación de Dios acerca del infierno se hace más claro. El
infierno está claramente descrito como un lugar de castigo. En la historia del hombre rico
y pobre Lázaro, el infierno está vívidamente descrito como un lugar de fuego y llamas
donde los condenados sufren una sed atroz. Aquellas personas que consideran el
concepto de un castigo eterno como algo repugnante, tal como los Testigos de Jehová, se
acostumbran a sostener que este versículo no puede ser usado para probar la existencia de
un lugar de tormento eterno porque es una parábola. En respuesta, se puede decir
primero que todo que la Biblia nunca lo llama una parábola, y bien podría ser el relato de
un evento real con el cual Jesús era familiar debido a su omnisciencia.

La historia no sigue el patrón de las parábolas. Los personajes en las parábolas no tienen
nombres. En vez de hablar de "un cierto hombre", "un buen Samaritano", "un Fariseo",
"un recolector de impuestos", "un labrador" etc.: aquí el hombre pobre tiene un nombre.
Además, las parábolas tratan con los eventos comunes de la vida cotidiana. Sembrando
trigo, cocinando pan, vendiendo perlas, cosechando uvas, heredando plata, celebrando
matrimonios, atrapando peces: esos son los temas de las parábolas. Por tal razón las
parábolas son definidas como historias terrenales con un significado celestial. La tal-
llamada parábola del hombre rico y Lázaro no sigue ese patrón. Es una historia celestial,
o una historia del otro mundo con un significado terrenal.

Finalmente, aún si la historia fuera una parábola, no nos daría bases para afirmar que es
pura fantasía. Las parábolas por lo general tratan con cosas que realmente suceden. Las
parábolas no son fábulas en las cuales las plantas y los animales son personificados. Por
lo tanto, podemos considerar la tal-llamada "parábola" del hombre rico y Lázaro como
una descripción de sucesos que ocurren en la vida real.

SUFRIMIENTO EN EL INFIERNO

Aunque la Biblia no nos da ninguna otra descripción concreta del infierno, no queda
ninguna duda de que es un lugar de dolor, sufrimiento y tormento. En Apocalipsis, Juan
describió el destino del hombre que había recibido de la marca de la bestia diciendo:
522

"El también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su
ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y
el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de
noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que recibe la marca de su
nombre" (Apocalipsis 14:10,11).

El Señor Jesús mismo nos da un vistazo de algunos de los horrores del infierno cuando
dice,

"Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es
que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si
tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se
pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno" (Mateo
5:29,30).

FUEGO

El lugar de tormentos con frecuencia se describe como un lugar de fuego y azufre. En el


libro de Apocalipsis se lo llama un lago de fuego. Jesús lo llama "el horno de fuego"
(Mateo 13:42). Los dogmáticos Luteranos discuten la pregunta de si es un verdadero
fuego físico, o si la palabra fuego denota un fenomenal espiritual. Los Testigos de Jehová
se burlan de tal idea al preguntar, "¿Quién jamás ha escuchado de un fuego que nunca se
apaga y que quema por toda la eternidad?" La razón humana dice que con el tiempo una
reacción química real y física como la que ocurre en el fuego, tendría que consumir todo
el combustible disponible. Tales preguntas no ocupan nuestros pensamientos. Dios dice
que es un fuego y Dios dice que jamás se apagará. Juan el Bautista en su sermón a los
Fariseos habló de un fuego que nunca se apagará (Mateo 3:12). El profeta Isaías en el
Antiguo Testamento dijo de aquellos que transgresaron contra Dios que su fuego nunca se
apagará (Isaías 66:24). Si es un fuego espiritual o un fuego físico no es el punto aquí. Es
un lugar al cual no queremos ir y del cual oramos que seamos rescatados.

El fuego físico produce luz, pero el infierno frecuentemente está descrito como un lugar
de oscuridad. Jesús lo llama las tinieblas de afuera donde hay "lloro y el crujir de
dientes" (Mateo 8:12; 22:13). Judas dice que los incrédulos serán enviados a "la
oscuridad de las tinieblas" (Judas 13). Pedro habla de "la más densa oscuridad". Por lo
común, el cielo está descrito como un lugar de luz, y la luz del cielo no viene ni del sol ni
de la luna sino del resplandor de la gloria de Dios. El infierno, en contraste, es un lugar
de oscuridad en el cual no penetra el resplandor de la gloria.

SEPARACIÓN DE DIOS

Con estas palabras somos recordados que en el infierno el hombre está abandonado por
Dios, tal como Jesús fue abandonado de su Padre Celestial cuando fue maldito por
nosotros. Pablo usa tales términos cuando habla de la condenación eterna en su segunda
carta a los Tesalonicenses,
523

"Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros
que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús
desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los
que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los
cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria
de su poder" (2 Tesalonicenses 1:6-9).

En este aspecto también, el infierno es lo opuesto del cielo. El más grande gozo que
tendremos allí es que seremos como El y lo veremos tal como es. Al contrario, las almas
perdidas en el infierno para siempre serán excluidas de la presencia de Dios, y en vez de
ser glorificados en la semejanza de Cristo, serán odiosos a toda la humanidad, tal como
dice Isaías (Isaías 66:24). Jesús también proclama esta verdad en su profecía acerca del
último día, cuando El dirá a las personas que están a su izquierda, "Apartaos de mí,
malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles" (Mateo 25:41).

LLORO Y CRUJIR DE DIENTES

Muchas veces el Señor habla del lloro y llanto y del crujir de dientes en el infierno.
Ciertamente el lloro y llanto son indicativos de la tristeza y la angustia. Podíamos
imaginar que tal tristeza tiene su raíz en el darse cuenta que para siempre serán privados
de los placeres y los gozos que se encuentran en la presencia de Dios. El crujir de dientes
puede ser entendido como una indicación de sufrimiento y dolor; aunque el contexto
nunca indica que eso es cierto. En todos los versículos de la Biblia donde tenemos
suficiente contexto para aclarar el significado del crujir de dientes, no significa dolor sino
es un gesto de ira y odio (ver Salmos 35:16; 37:12; 112:10; Job 16:9; Lamentaciones
2:16; Hechos 7:54). El odio y la rebelión dirigidos hacia Dios por parte de los hombres
incrédulos, que muchas veces se disfraza bajo la exhibición de religiosidad y una justicia
cívica, allí se manifestará abiertamente.

MUERTE ETERNA

Eso también es lo que quiere decir con la muerte eterna, la cual es una manera común de
describir la condición de los perdidos en el infierno. Como hemos visto, la vida es el
disfrute de las bendiciones de Dios. La muerte, en contraste, es la separación de las
bendiciones de Dios. La muerte eterna, también llamada la segunda muerte, es la
separación de la bendición eterna del Señor.

El hombre tiende a identificar la muerte con la no-existencia, con la perdida del


conocimiento. Pero esto es un error. Según las Escrituras, Adán murió el día que comió
del fruto prohibido. Aterrorizado y escondiéndose entre los arbustos fue separado de las
bendiciones espirituales que habían sido suyas en esa gozosa comunión con Dios en la
cual fue creado. Desde ese día en adelante todos los descendientes de Adán nacieron en
transgresión y pecado, y la muerte física y la muerte eterna es algo normal al menos que
intervenga la misericordia de Dios y hace posible que una vez más disfrutamos de la
presencia de Dios y que Le amemos. Todo eso es imposible en la muerte eterna.
524

Y tal como la muerte eterna no es la no-existencia eterna ni tampoco la perdida del


conocimiento, las palabras "destruir" y "perecer" que muchas veces se usan para denotar
qué pasa con los hombres en el infierno, no denotan la aniquilación. Ya hemos notado
que la Biblia dice que el mundo fue destruido o que pereció en el diluvio, y no obstante
no dejó de existir. Un barco está destruido cuando ya no sirve el propósito por lo cual fue
construido. Así también, aquellos cuyos cuerpos y almas son destruidos en el infierno ya
no tienen oportunidad de salvarse, sino que siguen existiendo para siempre en dolor y
miseria.

El aspecto eterno del infierno es uno de los factores más aterradores. Si solamente habría
alguna esperanza después de mil años, o un millón de años, o después de mil millones de
años de si tal vez ese dolor y tristeza tendría un fin. Mas no existe tal esperanza, y la
única manera de escapar de ese terror es fingir que no existe, o tratar de imaginar ( en
vano) que no nos amenaza, o de encontrar seguridad en la verdad de que aunque
merecemos tal castigo, el Señor Jesús ya lo sufrió por nosotros y que por sus méritos
hemos sido redimidos de la muerte y del poder del diablo. Esto es lo único que no es una
esperanza vana ni un engaño; Dios nos lo ha prometido.

NIVELES DE CASTIGO

Debemos decir unas cuantas palabras acerca de los niveles de castigo en el infierno.
Jesús enseña claramente que habrá una diferencia en el sufrimiento de los condenados en
el infierno. Dice, "Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni
hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo
cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado
mucho, mucho se le demandará, y al que se el haya confiado, más se le pedirá" (Lucas
12:47,48). También dijo a los pueblos de Capernaúm, Corazín y Betsaida que sería más
tolerable para Tiro y Sidón en el día del juicio que para ellos (Mateo 11:20-24).

Podemos preguntarnos cómo será posible, y esta pregunta tampoco necesita ser
respondida puesto que basta saber que con Dios todas las cosas son posibles. Pero aún en
esta vida es posible imaginar a dos hombres en el mismo hospital sufriendo la misma
etapa de un cáncer, mas uno sufre menos puesto que ha recibido un narcótico más fuerte
que el otro. Y si el dolor del infierno consiste en gran parte en el reconocer todo lo que se
ha perdido en la visión beatífica entonces el hombre que tuvo muchas oportunidades para
conocer el evangelio tendrá más razón para lamentar su insensatez.

NIVELES DE GLORIA

Este hecho nos da ocasión para volver al tema del cielo. ¿Habrán niveles de gloria en el
cielo así como hay niveles de castigo en el infierno? La enseñanza bíblica no presenta la
misma claridad sobre la situación. Pablo puede estar indicando tales niveles de gloria
cuando escribe en relación con la resurrección de los muertos:

"Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una
estrella es diferente de otra en gloria. Así también, es la resurrección de los muertos. Se
525

siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder" (1


Corintios 15:41,42).

Mas no debemos olvidar que en esta sección Pablo está tratando la diferencia entre el
cuerpo que se entierra y el cuerpo que será levantado en el último día.

Hay una cosa de la cual podemos estar seguros. Si hay niveles de gloria en el cielo y si
un creyente recibirá más honor que otro, puede ser porque él haya llevado muchos a
justicia (Daniel 12:3), pero esto no disminuirá nuestro gozo. En el cielo no habrá nada de
envidia, sino el amor perfecto, y aún aquí en este mundo nos regocijamos del honor que
reciben nuestros seres queridos. Así será en el cielo en una medida mayor, y no habrá
nada que quite nuestro gozo allí.

DESCUBRIMIENTOS MODERNOS

No podemos concluir sin hacer una breve referencia a algunos de los estudios que se han
hecho en relación con las personas que aparentemente estaban muertos pero que luego
fueron revividos. La obra publicada de Kubler-Ross y otros parecería indicar que de
todos los que se mueren, sean Cristianos o paganos, todos tienen sensaciones agradables
después de la muerte y muchas veces se sienten atraídos a una luz al final de un túnel.
Tales estudios han sido usados para poner en duda la existencia del infierno.

Totalmente aparte del hecho de que las Escrituras nos dicen que el diablo puede aparecer
como un ángel de luz, podemos mencionar el libro del Dr. Maurice Rawlings Beyond
Death's Door (Más Allá De La Muerte) en el cual dice que en la mitad de los casos las
personas involucrados tuvieron visiones desagradables del infierno. Rawlings fue citado
por el periódico Los Ángeles Times (Milwaukee Journal, 23 sept. 1978), "La razón
principal por la cual nadie ha hablado sobre su visión del infierno, es porque no fueron
entrevistados inmediatamente después de ser revividos". Dijo que él creía que las
personas tienden a olvidarse de las experiencias e impresiones malas, y esto explica el
optimismo de las primeras investigaciones.

Cualquier que sea el caso, sabemos que la Biblia enseña que hay un cielo y que hay un
infierno y que podemos escapar el uno y encontrar el otro únicamente al lavar nuestras
ropas y blanquearlas en la sangre del Cordero. Qué Dios tenga misericordia de todos
nosotros y que nos lleve a ese descanso donde El mismo enjugará todo lágrima de
nuestros ojos. Amén.

[Este ensayo fue presentado a la Convención de Profesores del Distrito de Michigan en


Bay City, el 5 octubre, 1978. Copias de este ensayo están archivados en las bibliotecas
del Seminario Luterano de Wisconsin y la Universidad Dr. Martín Lutero. El Profesor
Becker enseñó en el Seminario Luterano de Wisconsin de 1969-1984.]
526

En un estudio sobre los últimos tiempos, no se puede ignorar el error del milenialismo.
Es difícil dar una descripción breve y general de este error, ya que tiene tantas formas
como defensores.

El Milenialismo debe ser estudiado, sin embargo, puesto que ha perturbado a la iglesia
durante muchos años y todavía hasta el día de hoy la molesta. Es peligroso para el
bienestar espiritual del Cristiano, ya que el milenialismo engendra falsas esperanzas de
poder predecir la fecha de la segunda venida de Cristo, de tener mas tiempo para cuidar el
bienestar espiritual, y de un tiempo cuando las cosas serán mejores para la iglesia en el
mundo.

La siguiente serie de discursos preparados por el Profesor Wilbert Gawrisch examinan el


milenialismo y sus errores a la luz de las Escrituras.

PROFECÍAS ESCATOLOGICAS

Y TERGIVERSACIONES ACTUALES

Una Breve Historia del Milenialismo

La escatología es esa área de la doctrina bíblica que trata con los últimos tiempos. Las
profecías escatológicas en la Biblia nos hablan acerca del fin de este mundo y de la
naturaleza del mundo venidero.

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento contienen muchas profecías escatológicas.


Ellos son la revelación de Dios al hombre acerca de sus planes misericordiosos y sus
propósitos eternos. Este tendría que estudiarlas cuidadosamente, reflexionar sobre ellas
seriamente, creerlas implícitamente, y recibir con gozo su cumplimiento.

Los profetas del Antiguo Testamento son un ejemplo para nosotros de tal estudio de las
Escrituras que agrada a Dios. Pedro nos informa que ellos diligentemente estudiaron sus
propias profecías "escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo
que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las
glorias que vendrían tras ellos" (1 Pedro 1:11). "Cosa en las cuales anhelan mirar los
ángeles" (v. 12).

Al igual que toda la revelación de Dios, las profecías escatológicas de la Biblia han sido
escritas "para nuestra enseñanza, a fin de que por la paciencia y la consolación de las
Escrituras, tengamos esperanza" (Romanos 15:4). Sirven para consolarnos y fortalecer
nuestra fe. Nos dan una riqueza asombrosa de información con muchas promesas
preciosas acerca del futuro. Estas promesas firmes de nuestro Dios fiel son la roca sólida
527

sobre la cual edificamos nuestra esperanza de la salvación y de la vida eterna mediante la


fe en Cristo Jesús.

La Biblia también nos dice que Dios ha reservado ciertos misterios para sí. No ha
revelado todos sus planes a nosotros. En su sabiduría insondable ha puesto límites
definidos y distintos mas allá de los cuales no podemos y no debemos intentar pasar en
nuestro estudio de la escatología. Uno de estos misterios es la fecha de la segunda venida
de Cristo y el fin del mundo. En Mateo 24:36 Jesús dice, "El día y la hora nadie sabe, ni
aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre".

Según estas palabras ni Jesús en su estado de humillación sabía cuando ese día vendría.
Siendo verdadero Dios, era omnisciente, mas para poder llevar a cabo la obra de nuestra
salvación, se abstuvo del ejercicio continuo de sus prerrogativas divinas, incluyendo
también su omnisciencia. Este conocimiento y no-conocimiento simultáneo por parte de
Cristo durante su exinanición nos presenta un misterio psicológico que es más allá de
nuestro entendimiento. Permanece en el misterio de su persona theantrópica y de la
doctrina bíblica del comunicatio idiomatum [comunicación de los atributos] un tema más
allá de los alcances de nuestro estudio en este momento.

Poco antes de su ascensión Jesús reprochó severamente a Sus discípulos cuando éstos le
preguntaron, "¿Señor, restaurarás el reino a Israel en este tiempo?" (Hechos 1:6)
Respondió, "No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre puso en
su sola potestad" (v. 7). Nosotros, también, necesitamos esta advertencia de no tratar de
descubrir los consejos secretos del Dios escondido, el Deus obsconditus. Cuando se
hacen preguntas que El no ha respondido en su palabra, la única revelación que El nos ha
dado - y en el área de la escatología tales preguntas surgen una y otra vez - entonces
meditaremos en las palabras de Lutero en su comentario de Génesis:

En cuanto a Dios, en lo que no ha sido revelado, no hay ninguna fe, ningún conocimiento,
ningún entendimiento. Y aquí se debe respetar el hecho de que lo que está encima de
nosotros no nos preocupa. Ya que pensamientos de este tipo, que investigan algo más
sublime arriba o fuera de la revelación de Dios, son totalmente demoníacos. Con tales no
se logra nada mas sino sumergirnos en destrucción; ya que presentan un objeto que es
inescrutable, sea, la voluntad no-revelada de Dios. ¿Y por qué no dejar que Dios
mantenga sus decisiones y sus misterios en secreto?(1)

"Es asunto nuestro", dice Lutero en otro lugar, "prestar atención a la palabra y dejar
tranquilo aquello que es inescrutable" (2).

A pesar de las claras declaraciones del Señor, varias sectas religiosas y grupos han sido
fundados por personas quienes han reclamado saber lo que Jesús dice que ningún hombre
sabe - la fecha de su segunda venida. Los Adventistas del Séptimo Día y los Testigos de
Jehová son dos ejemplos.
528

La Señor Ellen White, uno de los fundadores de los Adventistas del Séptimo Día, era una
seguidora de William Miller, un predicador Bautista quien profetizó que Cristo volvería
el 21 marzo, 1843. Cuando eso no ocurrió, cambió la fecha al 22 octubre, 1844.

Charles T. Russell, el padre de la secta conocida como los Testigos de Jehová, sostuvo
que Cristo había regresado a este mundo invisiblemente en 1874 y que, un nuevo mundo
utópico comenzaría en 1914. No obstante, como ya sabemos, ese fue el año en que
comenzó la Primera Guerra Mundial, una guerra que produjo sufrimientos indecibles y
numerosas muertes.

Jeane Dixon, una auto-proclamada profetiza y consejera a los presidentes, en su libro más
vendido The Call To Glory (Llamada A La Gloria) predice el regreso de Cristo entre 2020
y 2037. (3)

En la Iglesia Luterana también han habido aquellos que predijeron fechas. Un amigo
íntimo de Lutero, Michael Stiefel fue víctima de esta tentación y calculó que Cristo
volvería el 19 octubre, 1533. Cuando se hizo obvio que fue un error, fue despedido de su
pastorado y colocado bajo arresto en su casa en Wittenberg por cuatro semanas. Lutero,
quien se opuso fuertemente a los pronósticos de Stiefel, no obstante le dio su apoyo hasta
que encontró otra posición como pastor en Holzdorf en 1535. (4)

El famoso teólogo Luterano, Johan Albrecht Bengel (1687-1752) autor del popular
Gnomon Novi Testamenti [comentario del Nuevo Testamento], fue otro que predecía
fechas. Anunció que el milenio mencionado en Apocalipsis 20 comenzaría en 1836.

El sueño de Bengel de un milenio, una época dorada de paz y prosperidad universal


precediendo el fin del mundo, es una característica prominente en la escatología de otros
erroristas, tanto antiguos como modernos. Nuestro tema "Profecías Escatológicas y
Tergiversaciones Actuales" inevitablemente nos involucrará en una investigación de
varios errores milenialistas. Hay básicamente dos teorías, premilenialismo y
postmilenialismo. El premilenialismo dice que la venida de Cristo precederá e
inaugurará el milenio. El postmilenialismo es la creencia de que Cristo volverá al fin de
mil años de supremacía y paz Cristiana.

Las tergiversaciones actuales de las profecías escatológicas bíblicas no son nuevas.


Simplemente son herejías antiguas revestidas en palabrería moderna. Para colocar estos
errores en su perspectiva histórica correcta comenzaremos nuestro estudio con un breve
resumen de la historia del milenialismo, o el chiliasmo como también se lo llama.

La Confesión de Augsburgo se refiere al origen de este error. En el Artículo XVII


condena a aquellos que "extienden ciertas opiniones judíos, de que antes de la
resurrección de los muertos, los justos tomarán posesión del mundo, los impíos siendo
suprimidos en todas partes" (5).
529

El milenialismo, según esta declaración tiene una larga historia. Encontramos su génesis
en la literatura judía apócrifa y pseudopigráfica que apareció en los siglos
inmediatamente antes y después del nacimiento de Cristo.

Todos conocemos las esperanzas carnales que los judíos adjuntaron al adviento del
Mesías. Buscaron un libertador político que les ayudaría a quitarse de encima el
detestado yugo Romano y reestablecer un estado judío poderoso e independiente igual a
los reinos de David y Salomón.

Recordamos que después de que Jesús alimentó a los cinco mil, la gente quiso hacerle su
rey. Mas El lo evitó a causa de su concepto falso de un reino mesiánico terrenal. Una y
otra vez Jesús trató de quitar de la mente de Sus discípulos la idea de que El había venido
para establecer un reino terrenal. Aun en el momento de su ascensión, ellos todavía
mantuvieron tales pensamientos. En Su testimonio ante Pilatos, Jesús enfatizó la
naturaleza espiritual de su reino en las palabras claras, "Mi reino no es de este mundo"
(Juan 18:36).

El pensamiento chiliasta no es uniforme en todos los escritos apocalípticos de los judíos,


pero los siguientes elementos aparecen repetidamente:

1. Un período final de tribulación y confusión;

2. La apariencia de Elías como el; precursor del Mesías;

3. La apariencia del Mesías para derrotar a sus oponentes;

4. Un ataque final de los enemigos contra el Mesías y sus seguidores;

5. La destrucción de los adversarios del Mesías mediante una intervención divina;

6. La restauración de Jerusalén;

7. El regreso de los Israelitas dispersados;

8. Un reino mundial de gloria con Jerusalén como su centro;

9. La resurrección de las anteriores generaciones de los Israelitas para participar en este


reino;

10. La renovación del mundo;

11. Una resurrección general;

12. El juicio final.


530

Creo que todos reconoceremos que muchas de estas ideas forman parte del chiliasmo
Cristiano.

Con frecuencia se afirma que los judíos sacaron sus ideas milenialistas del
Zoroastrianismo Perso. Las enseñanzas de Zoroaster, quien nación en 660 a.C., se
extendieron rápidamente por los imperios Babilónico y Medo-Perso. Sus enseñanzas
incluyeron la creencia en la inmortalidad de todas las personas buenas y la esperanza de
una renovación, un milenio y una resurrección final. V.A.W. Mennicke dice,

Que los puntos de vista escatológicos post-exilio de los judíos en donde se desviaron y
fueron más allá de las Escrituras, fue una influencia del profeta de la Tierra del León y
del Sol, está probado por la correspondencia que tuvo lugar entre los rabí judíos y los
Magi Persos durante los últimos siglos antes de la época de Cristo (7).

Durante la cautividad en Babilonia los judíos fueron, naturalmente, expuestos a esta


nueva religión pagana. Solamente una pequeña remanente, unos 50.000 (Esdras 2:64,65)
volvieron a Israel después de que Cirio publicó el edicto en 538 a.C. permitiendo a los
Israelitas salir de Babilonia. Aquellos que prefirieron quedarse en Mesopotamia fueron
influidos cada vez más por su ambiente pagano.

Si esta influencia Zoroastriana fue en verdad tan fuerte como se supone o no, es un hecho
que el chiliasmo es muy llamativo al corazón natural del hombre. Desde la caída en
pecado, el hombre ha intentado crear un cielo para sí en este mundo, y ha exigido honor
para sí mismo encima de otros, y ha tratado de convencerse que el día de la ira del Señor
todavía está muy lejos. Todos estos son elementos básicos en el milenialismo judío y el
Cristiano.

Los judíos que volvieron de la Cautividad en Babilonia habían aprendido a evitar la


Scylla de la idolatría, mas muy pronto fueron espiritualmente engañados por la justicia
propia. Fue en esa época cuando se originó la secta de las Fariseos. No sintiendo
ninguna necesidad de un Salvador del pecado, los judíos secularizaron las promesas
mesiánicas del Antiguo Testamento. Las profecías que describieron la salvación, la paz y
la gloria del reino espiritual del Mesías en imágenes poéticas fueron tergiversados para
referirse a una restauración del poder político de Israel y del establecimiento de una
sociedad ideal. Los sueños carnales y materiales llenaron el vacío dejado cuando la
nación renunció su herencia espiritual. En el momento del nacimiento de Cristo no
quedó sino una pequeña remanente quienes, como los ancianos Simeón y Ana "esperaban
la redención en Jerusalén" (Lucas 2:38) en un sentido espiritual.

R.H. Charles ha coleccionado y publicado los apocalipses judíos existentes en su obra,


La Apócrifa y Pseudopigrafa del Antiguo Testamento (8). Los escritos apocalípticos en
esta colección incluyen el Libro de Jubileo, I y II Enoc, Los Testamentos de los Doce
Patriarcas, Los Oráculos Sibylline, La Asunción de Moisés, II y III Baruc y IV Esdras.

Unos cuantos ejemplos bastarán para ilustrar las expectaciones que estos escritores
asociaron con el reino mesiánico. El siguiente es una porción de I Enoc:
531

Entonces todo el mundo será cultivado en justicia y sembrado con árboles y se llenará de
bendición. Y todo tipo de árbol deseado será sembrado en él, y sembrarán viñas; y la
viña que siembran producirá en abundancia, y cualquier semilla que se siembra en él
producirá mil, y cada medida de aceitunas producirá 10 veces más de aceite....Y todos los
hijos de los hombres me alabarán y todos me alabarán. Y el mundo será limpiado de
cualquier inmundicia y de todo pecado, y de todo castigo, y de toda tormenta....Y la
verdad y la paz serán asociadas por todos los días del mundo y por todas las generaciones
del hombre (9).

En aquellos días, según Enoc, los justos "vivirán hasta que engendran miles de hijos, y
todos los días de su juventud y de su vejez los pasarán en paz" (10:17). Predice un asalto
final mas inútil sobre los judíos por parte de los gentiles, el regreso de los judíos
dispersos a la Tierra Prometida, el establecimiento del nuevo Jerusalén en el lugar de la
antigua ciudad, la conversión de los gentiles sobrevivientes a la fe de Israel, y la
resurrección de los Israelitas justos difuntos para participar en el reino mesiánico (90:13-
42).

Los Oráculos Sibylline son una colección de profecías de autores judíos y Cristianos
comenzando en 160 a.C. hasta el quinto siglo d.C., o tal vez más tarde. El nombre de los
oráculos paganos antiguos, el Sibylis, fue agregado a ellos para darles mayor credibilidad
y autoridad.

La escatología de los oráculos Sibylline es similar a Enoc. Las naciones se reunirán y


atacarán Palestina, pero Dios milagrosamente protegerá a Israel y destruirá a sus
enemigos. Los gentiles sobrevivientes serán convertidos y se unirán con Israel en
alabanzas a Dios. La época mesiánica traerá una paz universal y prosperidad en cuanto
Dios establece su reino sobre toda la humanidad con Jerusalén como su capital.

Al igual que Enoc, Baruc describe la productividad de la tierra en su mundo mesiánico:

La tierra producirá diez veces más y sobre cada viña crecerán mil pámpanos, y cada
pámpano producirá mil racimos, y cada racimo producirá mil uvas, y cada uva producirá
120 litros de vino. Y aquellos que han tenido hambre se regocijarán; además verán las
maravillas de cada día....Y acontecerá en el mismo tiempo que el tesoro de maná una vez
más descenderá de lo alto, y comerán de ello, porque estos son que han llegado a la
consumación del tiempo. Y acontecerá después de estas cosas, cuando el adviento del
Mesías haya sido cumplido, que él volverá en gloria (10).

No es sorprendente que estas "opiniones judías" como la Confesión de Augusburgo las


llama, también metieron sus raíces en la iglesia Cristiana primitiva. Los milenialistas
afirman que desde la época de los apóstoles hasta Augustino (354-430) la iglesia fue
predominantemente milenial. R. Ludwigson, por ejemplo, en su libro Un Estudio de Las
Profecías Bíblicas afirma, "Hasta este punto en la historia el premilenialismo fue una
opinión dominante en la iglesia" (11).
532

No hay ninguna duda que el error del milenialismo fue presente en la iglesia post-
apostólica, pero la afirmación de que fue "la opinión predominante en la iglesia"
simplemente no está de acuerdo con los hechos. La iglesia primitiva sostuvo una viva
esperanza de que el regreso del Señor fuese inminente. Esta esperanza no quiso decir, sin
embargo, que estos primeros Cristianos eran milenialistas. George Murray en su Estudio
Sobre El Milenio cita a Neander [1789-1850] el historiador de la iglesia quien, aunque
afirmaba que el premilenialismo fue muy frecuente en el período post-apostólico agrega
que sus comentarios "no deben ser entendidos como si el chiliasmo había formado parte
del credo general de la iglesia" (12). D.H. Kromminga, del Seminario Teológico Calvino,
Grand Rapids, Michigan, un premilenialista moderado, también admite, "El chiliasmo
nunca encontró expresión credal ni aprobación en la iglesia primitiva" (13).

Una lectura cuidadosa de los padres apostólicos - los escritos de Clemente de Roma [30-
100 d.C.], Policarpo [69-160], Papias [60-130], Ignacio [107], Bernabé [1-2 siglo] y el
anónimo Pastor de Hemas y el Didache [la enseñanza de los 12 apóstoles, escrito en
150D.C. aprox.] - revelan que la iglesia de esa época no fue predominantemente chiliasta.
Otros estudiantes de la historia de la iglesia también lo reconocen tales como Albertus
Pieters del Western Seminary, Holland, Michigan quien estudió estos documentos con el
propósito explícito de determinar si la afirmación premileniaria fue válida. Publicó los
resultados de su estudio en los tomos de agosto y septiembre de la revista Foro
Calvinista, 1985. Llegó a la siguiente conclusión:

En cuanto a la evidencia disponible, no hay bases para la afirmación de que el


milenialismo fue frecuente en la iglesia durante el período sub-apostólico, terminando en
el año 150 d.C. No solamente no encontramos evidencias de esto en su literatura, sino
que lo poquito que sí hay, puede ser trazado a fuentes apocalípticas judías no-cristianas
(14).

Kromminga, quien también estudió los escritos de esta época desde este punto de vista, a
pesar de su propio milenialismo encuentra aún menos evidencias de chiliasmo que
Pieters, quien es amilenialista.

Al examinar la literatura de este período, encontramos que Clement menciona la segunda


venida de Cristo, la resurrección y el juicio, pero no dice nada acerca de un reino judío
restaurado con Cristo como su rey. Lo mismo es verdad de Policarpo, un discípulo del
apóstol Juan. El Didache tiene mucho que decir acerca de los últimos días. Profetiza la
aparición de un engañador mundial que reclamará ser el Hijo de Dios y que será culpable
de una maldad sin par. Sugiere dos resurrecciones, pero no hace ninguna mención de un
período de mil años entre los dos. Ignacio, el obispo de Antioquía, quien fue martirizado
en 107, no menciona ningún chiliasmo en ninguna de sus epístolas existentes.

La Epístola de Bernabé manifiesta su conocimiento de las creencias premilenialistas mas


no estuvo de acuerdo con ellos. Bernabé desarrolla su escatología con base en la creación
en una semana. Al permitir que cada día representaba mil años, cree que el mundo se
acabará cuando tenga 6.000 años. Entonces vendrá Cristo e iniciará una nueva época, el
533

nuevo cielo y la nueva tierra de que habla la Biblia. Aún Kromminga concede que
Beranbé no era un chiliasta.

El chiliasmo craso aparece, no obstante, en los escritos de Papias, el obispo de Hierapolis


en Phrygia (70-155). Papias dice que los ancianos que vieron a Juan recordaron escuchar
de él lo que el Señor había enseñado:

Vendrán los días cuando crecerán las viñas, cada uno teniendo diez mil ramos, y cada
rama tendrá diez mil ramitas, y en cada verdadera ramita diez mil vástagos, y en cada
vástago diez mil racimos y en cada racimo diez mil uvas, y de cada una se exprimirá
veinticinco litros de vino (16).

Este pasaje, se notará, es muy similar a la selección de 2 Baruc, un apocalipsis judío, pre-
Cristiano. La única diferencia es que donde Baruc dice mil, Papias dice diez mil. Como
dice Murray, "Esto basta para probar a cualquiera que aceptará las pruebas que el
premilenialismo predominante de la iglesia primitiva tomó sus teorías de las fábulas
judías" (17).

Eusebio (280-339) describe las creencias de Papias como "demasiado fabuloso"


incluyendo su enseñanza de que "habría cierto milenio después de la resurrección, y que
habría un reinado corporal de Cristo sobre este mundo". Estas cosas, dice Eusebio,
Papias "Imaginó como su fueran autorizados por los narrativos apostólicos" (18).

Otro exponente del milenialismo en la iglesia primitiva fue el apologista griego, Justin
Martyr (100-165). En su Diálogo con Trypho, Un Judío encontramos este intercambio:
Trypho pregunta, "¿En verdad admite que este lugar, Jerusalén, será reconstruido; y
espera que su pueblo será reunido para gozar con Cristo, los patriarcas y los profetas,
tanto los hombres de nuestra nación como otros prosélitos que se unieron con ellos antes
de la llegada de Cristo?" Justin responde, "Yo y muchos otros somos de esta opinión y
creemos que ocurrirá,....mas, le indiqué que muchos otros que pertenecen a la fe pura y
piadosa y quienes son verdaderos Cristianos piensan de otra forma....Mas yo y otros,
somos Cristianos prudentes en todos los puntos, tenemos la seguridad de que habrá una
resurrección de los muertos, y mil años en Jerusalén, el cual será construido, adornado y
engrandecido tal como declaran los profetas Ezequiel e Isaías entre otros" (19). Ha de
notarse que Justin admite que hay muchos Cristianos que no están de acuerdo con este
milenialismo.

Irenaeo, el obispo de Lyons (120-202) es otro padre ante-Niceno quien era un


milenialista. En su libro Contra Las Herejías habla del "tiempo del reino, cuando los
justos se encargarán del reino sobre los muertos resucitados; cuando la creación,
habiendo sido renovado y librado, abundará con una abundancia de todo tipo de comida"
(20). El interpreta Isaías 11:6, que habla del lobo comiendo al lado de la oveja y del
leopardo acostado con el cabrito literalmente, aunque se da cuenta de que algunos
interpretan esto como el compañerismo de los creyentes. Mas insiste que este y otros
versículos similares de Isaías "fueron sin duda hablados en referencia a la resurrección de
los justos, el cual ocurrirá después de la venida del Anticristo, y la destrucción de todas
534

las naciones bajo su mando; en [cuales tiempos] los justos reinarán en la tierra" (21).
Estas profecías, dice, no pueden ser una referencia a la vida eterna en el cielo, sino al
momento cuando el mundo será restaurado y Jerusalén reconstruido.

El milenialismo fue una característica predominante del movimiento Montanista que


surgió en el segundo siglo después de Cristo. Un entusiasta Phrygiano, llamado
Montanus y dos profetizas asociadas con él, Prisca y Maximilla, anunciaron que el
regreso de Cristo era inminente. El Nuevo Jerusalén, dijeron, pronto descendería sobre la
aldea Phrygiana de Pepiza y de esta manera comenzaría la edad dorada del reino de
Cristo. El movimiento Montanista atracó a miles de adherentes, incluyendo al famoso
teólogo laico Tertuliano [155-220].

Sorprendentemente, Orígenes (180-254), aunque era el padre de muchas herejías, rechazó


el chiliasmo (22). El es agudamente criticado por los chiliastas por ser "tal vez el primero
en alegorizar los versículos sobre los cuales se fundamentan la enseñanza del milenio"
(23). De esta manera, sostuvieron, se abrió la puerta para un milenio espiritual y el
colegio de amilenialismo.

Lactantio (260-330) es el último gran representante del antiguo chiliasmo Cristiano. El


escribió sus Institutos Divinos para Constantino el Grande, el primer emperador Romano
Cristiano. Su chiliasmo es obvio en la siguiente cita:

Puesto que todo la obra de Dios se hizo en seis días el mundo debe seguir en su estado
actual durante seis épocas, sean, seis mil años. Ya que el gran día de Dios es limitado,
por un círculo de mil años, como dice el profeta: "Para el Señor, mil años son un día".
Cuando Dios trabajó durante seis días para crear obras tan grandes, así su religión y
verdad deben trabajar durante estos seis mil años, mientras la maldad prevalece y reina.
Y otra vez, puesto que Dios, habiendo terminado sus obras, descansó en el séptimo día y
lo bendijo, al fin de los seis mil años toda maldad será abolida de la tierra y la justicia
reinará por mil años; y debe haber tranquilidad y descanso de los labores que el mundo ha
aguantado durante tanto tiempo (24).

Tanto Jerome (331-420) como Augustino (354-430) se opusieron vigorosamente al


chiliasmo. Jerome dice que si se entiende el Apocalipsis de San Juan literalmente, sin
duda se caerá en el error de los judaizantes. El texto, sostiene, es simbólico y debe ser
interpretado como tal (25).

Augustino originalmente afirmó puntos de vista chiliasticos pero después los retractó. En
La Ciudad de Dios él nombra a los chiliastas y refuta sus opiniones al hacer un estudio
detallado de Apocalipsis 20 (26). Interpreta el milenio simbólicamente y encuentra su
cumplimiento en la iglesia. El reino milenial de los santos, dice, es espiritual y ocupa la
época entre la primera venida de Cristo y el fin del mundo. Este intervalo "tiene el
nombre de los mil años" (27).
535

Los puntos de vista de Augustino predominaron en la Edad Media, aunque el chiliasmo


surgió de vez en cuando, por ejemplo en las enseñanzas de Joaquin de Floris (murió
1202), Hildegard de San Ruperte del Rin (1098-1178), Amalrich de Bena, quien era
profesor de filosofía en Paris (murió 1204) y otros.

Lutero calificó la doctrina del milenio como una herejía. En 1539 en un sermón sobre
Mateo 24 dijo, "Esta falsa noción se encuentra no solamente entre los apóstoles (Hechos
1:6), sino también entre los chiliastas, los Valentinianos y los Tertulianos hicieron el tonto
con la idea de que antes del día de juicio los Cristianos poseerán la tierra y no habrá
ningún impío" (28).

Calvino, también, en sus Institutos de La Religión Cristiana, escribe que la doctrina de


los milenistas es "una ficción demasiado pueril para requerir o merecer refutación" (29).

Pero eran firmes chiliastas Carlstadt, Zwinglio, y los Anabaptistas de la Reforma


incluyendo a Tomás Muenzer y los profetas de Zwickau, Nicolas Storch, Tomás
Dreschel, y Marcus Stuebner, juntamente con sus adherentes, Martin Cellarius y Tomás
Marx (30). En 1534 los Anabaptistas tomaron control de Muenster en Westphalia,
establecieron un nuevo tal-llamado reino de Sion y abogaron por el compartir de las
posesiones y de las mujeres como un preludio al milenio. El Artículo XVII de la
Confesión de Augsburgo, como mencionamos anteriormente, rechaza expresamente al
chiliasmo. También condena el error Anabaptista de que "habrá un fin al castigo de los
hombres condenados y los diablos" (31).

Los Menonintas, quienes eran Anabaptistas, naturalmente se adhirieron al milenialismo,


también los Congregacionalistas Ingleses (32). Entre los posteriores Luteranos
chiliasticos, debemos mencionar el nombre de Felipe Spener (1635-1705), el padre del
Pietismo. Ya hemos mencionado a Bengel.

En el campo Reformado Cocceius (1604-1664), profesor en Franeker y Leyden y autor


del primer diccionario hebreo tolerable, se adhirió al milenialismo y fue seguido por sus
estudiantes Lampe y Vitringa, este último siendo el autor de un comentario erudito sobre
Isaías.

La teología de los Luteranos del siglo diecinueve, Martensen, von Hofmann, Frank,
Liefoth, Rinck, Luthardt, Rothe, Auberlen y Delitzsch fue estropeado por el chiliasmo.
Los que leen los comentarios de Delitzsch deben estar a tanto de su tendencia chiliasta.

Loehe de Neuendettelsau, que fue instrumental en fundar al Sínodo de Iowa, también era
chiliasta. Puesto que el Sínodo de Iowa fue uno de los cuerpos que participaba en la
formación de la Iglesia Luterana Americana en 1930, el chiliasmo fue tolerado por la
ALC. Su sucesor, que su unió con la Iglesia Evangélica Luterana en América, ELCA, no
ha dado ninguna evidencia de cambiar esta posición. Estos grupos han afirmado,
536

firmemente que el chiliasmo es una pregunta abierta y una división sobre esta doctrina no
es divisiva para el compañerismo. Loehe sostuvo la misma posición.

El chiliasmo del Dr. Michael Reu [1869-1943], el teólogo más prominente del Sínodo de
Iowa es obvio de las siguientes declaraciones tomadas de su Dogmática Luterana:

El Anticristo será aniquilado por Cristo, el cual causará la primera resurrección....La


[primera] resurrección no será universal....La derrota del Anticristo y la primera
resurrección son seguidos por la consumación preliminar del reino de Dios, el reino
milenial de los santos con Cristo....Aparecería que el estado iniciado por la derrota de
Cristo del Anticristo abarcará dos fases: uno ocurre en el cielo, el otro es
simultáneamente en la tierra....el milenio es seguido por el crisis final. La iglesia
atraviesa el crisis final para llegar a su perfección actual (33).

Reu también enseñó que "Israel como una nación - aunque no todos los judíos, será
restaurada a su posición como el pueblo de Dios" (34).

La Iglesia Luterana en América y sus antecedentes han sido un portuario para el


chiliasmo en toda su historia, incluyendo la creencia en dos resurrecciones.

El chiliasmo combinado con el dispensionalismo ha sido popularizado por el famoso


Biblia de Referencia Scofield. Esta Biblia contiene la Versión Rey Santiago juntamente
con un sistema de referencias en cadena y notas que exponen la doctrina de John Darby
(1800-1882) un inglés que era uno de los primeros líderes de la Hermandad Plymouth.
La escatología de Darby fue aceptada por Charles Scofield. Scofield fue un abogado
Americano nacido en 1843 y convertido al Cristianismo a los 36 años de edad. Tres años
después, aun cuando no tenía ningún entrenamiento teológico formal, fue ordenado por
un Concejo Congregacional. En 1909 con la ayuda de la junta editorial, en el cual era
miembro James M. Gray, presidente del Instituto Bíblico Moody, publicó su Biblia de
Referencia Scofield. Desde entonces mas de 3 mil millones de copias han sido
distribuidos. Una edición revisada fue publicada en 1967. Una segunda revisión,
también llamada una "adaptación" y que incorporaba la Nueva Versión Internacional,
apareció en 1984.

Scofield encuentra siete dispensaciones en la Biblia. El define una dispensación como


"un período de tiempo durante el cual el hombre es probado en relación a su obediencia a
una revelación específica de la voluntad de Dios" (35). Las siete dispensaciones son:

1. Inocencia (Génesis 1:28-2:13): esa época termina con la caída de Adán;

2. Conciencia (Génesis 3:23): la época durante la cual Dios gobernó al hombre


únicamente a través de su conciencia y la poca revelación que había recibido en el
Paraíso, esa época terminó con el diluvio;
537

3. Gobierno Humano (Génesis 8:20): la época en la cual el gobierno fue establecido


mediante la aparición de la pena capital, esa época terminó con la destrucción de
Sodoma;

4. Promesa (Génesis 12:1): la época en la cual Dios dio a Abraham y a sus


descendientes la promesa de cada bendición, esa época terminó cuando "Israel aceptó la
ley imprudentemente";

5. Ley (Éxodo 19:8): una época que extiende desde Sinaí hasta Calvario, desde el éxodo
hasta la cruz, cuando Israel fue probado por la ley;

6. Gracia (Juan 1:17): la época que comienza con la muerte y resurrección de Cristo
durante la cual el punto de prueba es el aceptar o rechazar a Cristo, una época que
termina en un juicio sobre el mundo incrédulo y la iglesia apostata;

7. Reino (Efesios 1:10): una época que comienza cuando Cristo vuelve personalmente
para restaurar la monarquía de David, para reunir al Israel dispersado, para establecer su
poder sobre el mundo, y para reinar durante mil año, esta época termina con el comienzo
del eterno "reino de Dios".

Además, Scofield enumera ocho pactos, ellos son:

1. El Pacto de Edén (Génesis 1:28)

2. El Pacto con Adán (Génesis 3;150

3. El Pacto con Noé (Génesis 9:1)

4. El Pacto con Abraham (Génesis 15:18)

5. El Pacto con Moisés (Éxodo 19:25)

6. El Pacto Palestina (Deuteronomio 30:3)

7. El Pacto con David (2 Samuel 7:16)

8. El Nuevo Pacto (Hebreos 8:8)

Al hablar de tergiversaciones actuales de las profecías escatológicas bíblicas somos


compelidos a notar la escatología de Scofield debido a que su edición de la Biblia ha sido
un factor importante en la aceptación general de los errores chiliastas en tiempos
modernos. Sus puntos de vista relacionadas con el regreso de Cristo pueden ser
resumidos así: Después de una gran tribulación de tres años y medio, el día del Señor
comenzará con el descenso glorioso de Cristo. Al mismo tiempo los poderes mundiales
gentiles sitiarán a Jerusalén. Cristo rescatará al remanente judío, y los ejércitos gentiles
retrocederán a Armagedón (Mejido) donde serán destruidos. Los santos dormidos serán
538

levantados y los que viven serán cambiados. Ellos compartirán el reino con Cristo
durante los mil años. En la venida de Cristo serán cumplidas las profecías acerca de la
reunión, conversión y establecimiento de Israel bajo el pacto de David.

Para los gentiles el regreso de Cristo significará la destrucción del sistema político actual,
el juicio de Mateo 25, seguido por una conversión mundial de los gentiles y la
participación en las bendiciones del reino. La época del reino constituye la séptima
dispensación. Al final de los mil años Satanás será desatado por un tiempo, ocurrirá la
segunda resurrección (de los malvados), y el último juicio de Satanás, de los ángeles
caídos, y de los malvados. Este no es el juicio de Mateo 25 sino un segundo juicio que
ellos encuentran en Apocalipsis 20:11-15. "Después de este segundo juicio vendrá el día
de Dios en el cual la tierra será purificada por fuego (36).

La escatología de Scofield obviamente perpetua "opiniones judías" que tienen sus raíces
en la era pre-Cristiana. Las doctrinas de Scofield de redención y justificación, lo que él
define como "un acto judicial mediante el cual Dios declara justo al que cree en Jesús"
son estropeados por el error del universalismo (37). Además, no reconoce la función del
evangelio en palabra y sacramento como un medio de gracia y también es culpable de
otros errores demasiado numerosos para mencionar.

La presentación clara del material en las notas y en los comentarios de la Biblia Scofield
ciertamente ha aumentado su actividad. Pero es precisamente porque sus explicaciones
suenan tan convincentes y porque son presentados en una manera tan autoritaria que la
Biblia Scofield es tan insidiosamente peligroso. Philip Mauro, un antiguo discípulo del
dispensionalismo de Scofield más tarde lo rechazó, y lo ha diagnosticado correctamente
como "un sistema inventado por los humanos que ha sido forzado sobre la Biblia y no es
una doctrina derivada de ella" (38).

No podemos concluir este bosquejo de la historia del milenialismo sin hacer una breve
referencia a las doctrinas chiliastas del Mormonismo, una religión totalmente pagana sin
ninguna apariencia de Cristianismo. El nombre oficial de esta secta anticristiana es la
Iglesia de Jesucristo de los Santos del Ultimo Día, un nombre con una connotación
fuertemente chiliasta.

En un breve bosquejo de la doctrina Mormona que José Smith publicó en 1942, dos años
antes de su muerte, enseñó la reunión de Israel y la restauración de los Diez Tribus, la
construcción de Sion en el continente Americano, el reino personal de Cristo sobre la
tierra, y la renovación de la tierra a su estado original a la gloria de Paraíso. Estas
doctrinas deben ser entendidas por supuesto, a la luz de la creencia particular de los
Mormones de la naturaleza física de Dios y del avance futuro de los santos al nivel de
dioses. Es un hecho triste que muchos Cristianos simples han probado el vino del error
ofrecido por los Mormones y los Testigos de Jehová hasta el punto en que sus sentidos
539

espirituales fueron demasiado insensibles para que se dieran cuenta que estaban en
camino a la destrucción eterna.

También es un hecho triste y en sí una de las señales del fin, que el error pernicioso de
milenialismo ha hecho grandes incursiones en la Iglesia Cristiana visible, especialmente
en los grupos Fundamentalistas, sea de afiliación Bautista, Metodista, Presbiteriana,
Pentecostal o Santidad.

Y ahora, en lecturas subsiguientes, miraremos las profecías Bíblicas escatológicas en sí, y


"probaremos a los espíritus para ver si son de Dios" (1 Juan 4:1). Enfocaremos la luz de
las Escrituras sobre el chiliasmo y otros errores escatológicos. Qué estos son errores
peligrosos y de hecho diabólicos será claro a medida que avanza nuestro estudio.
También será más obvio que las falsas interpretaciones actuales simplemente reviven
errores que han surgido repetidas veces para perturbar a la iglesia en todas las épocas.

Referencias

1. Luther's Works (LW) Edición Americana, 2,44.

2. LW, 33, 140.

3. Jean Dixon, The Call to Glory [LLamada a la Gloria], p 181.

4. Carl Meusel, Kirchliches Handlexikon, 6, 425ss.

5. The Augsburg Confession, Art. XVII, 5. Triglotta, 51; Tappert, 38.

6. Cf. D.H. Kromminga, The Millennium in the Church, [El Milenio en la Iglesia], p 25.

7. V.A.W. Mennicke, "Notes on the History of Chiliasm" ConcordiaTheological Monthly,


Vol XIII, 3 (March 1942), p 195. Cf. Paul Althaus, Die Letzten Dinge, p 297.

8. R.H. Charles, The Apocrypha and Pseudepigrapha of the Old Testament in English, 2
Vols. Una revisión del segundo tomo ha aparecido como The Apopcryphal Old
Testament editado por H.F.D. Sparks.

9. I Enoc 10:18-11:2. Charles, Vol II, p 195; Sparks, pp 197ss.

10. II Baruc 29:5-30:1. Charles, Vol II, pp 497ss; Sparks, p 857.

11. R. Ludwigson, A Survey of Bible Prophecy, [Un Estudio de las Profecías Bíblicas], p 129.

12. George Murray, Millennial Studies, [Estudios en el Milenio], p 193, citando Neander,
Church History, Vol. 1, p 651.

13. Kromminga, p 51.


540

14. Citado en Kromminga, p 41.

15. Kromminga, pp 41ss.

16. The Ante-Nicene Fathers, [Los Padres Ante-Niceno] Alexander Roberts and James
Donaldson, ed., Vol I, p 153.

17. Murray, p 197.

18. The Ecclesiastical History of Eusebius Pamphilus, [La Historia Eclesiástica de Eusebio
Pamphilus] traducido por Christian Frederick Cruse, III, 39:11-14.

19. The Ante-Nicene Fathers, [Los Padres Ante-Niceno] Vol I, p 153.

20. Ibid., Vol I, p 562.

21. Ibid., Vol I, p 565.

22. Cf. Adolf Hoenecke, Ev.-Luth. Dogmatik, IV, 283.

23. Ludwigson, p 128.

24. The Ante-Nicene Fathers, [Los Padres Ante-Niceno] Vol VII, p 211.

25. Cf. la cita del Comentario de Jerome sobre Isaías en Lehre und Wehre, Vol XVIII, 4
(April 1872), pp 107ss.

26. The Nicene and Post-Nicene Fathers, [Los Padres Nicenos y Post-Nicenos] Philip
Schaff, ef., Vol II, p 426.

27. Ibid., Vol II, p 428.

28. Ewald M. Plass, What Luther Says, [Lo Que Lutero Dice] Vol I, p 284. Cf. Dr. Martin
Luther's Saemmtliche Schriften, Vol VII, 1289ss.

29. John Calvin, Institutes of the Christian Religion, [Institutos de la Religión Cristiana] John
Allen, tr., Vol II, pp 250ss.

30. Mennicke, op. cit., p 204.

31. Augsburg Confession, Art. XVII, 4, Triglotta, 51; Tappert, 38.

32. Cf. the Congregationalists' 1658 revision of the Westminster Confession, Capítulo XXV,
5, Philip Schaff, Creeds of Christendom, [Los Credos del Cristianismo] Vol III, 723.

33. M. Reu, Lutheran Dogmatics, [Dogmática Luterana] Vol 2, pp 240-245.


541

34. Ibid., p 231.

35. The Scofield Reference Bible, [La Biblia de Referencia Scofield] p 5. En la Oxford NIV
Scofield Study Bible, 1984, dan la misma definición en la p. 3. Los editores de este
segundo afirman que "laboraron fielmente para mantener esta Biblia de estudio como una
adaptación, no una revisión de la Biblia Scofield". Aseguran al lector que "la adpatación
sigue las mismas doctrinas de la fe que aquellas creidos por Dr. Scofield and por la
comité de revisión de 1967" (p vii).

36. Cf. TheScofield Reference Bible, [La Biblia de Referencia Scofield] pp 1148, 1226ss,
1250, 1337, 1348ss.

37. Ibid., p 1195. Cf la edición 1984, p 1180, que tiene esencialmente la misma definición.

38. Philip Mauro, The Gospel of the Kingdom, [El Evangelio del Reino] p 21.

EL MILENIO EXAMINADO A LA LUZ

DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS

El término "milenio" derivado de las palabras latinas mille y annus, significa mil años.
La palabra "chiliasmo" viene del griego chilia y significa mil. En los primeros siete
versículos de Apocalipsis 20 hay seis referencias al período designado como "mil años
(Apocalipsis 20:2,3,4,5,6,7). Durante este período, dice Juan, Satanás será atado y Cristo
reinará. Los que tienen parte en la primera resurrección reinarán con él.

Los milenialistas creen que este período de mil años será una época dorada de paz,
prosperidad y justicia universal. Es obvio, no obstante, que Apocalipsis 20 no dice nada
acerca de tales condiciones utópicas durante este período. Los milenialistas no sacan sus
conclusiones del texto, sino que meten sus propios sueños en el texto.

Como habíamos mencionado en otra lectura, los milenialistas se dividen en dos grupos
principales: premilenialistas y postmilenialistas. Los premilenialistas afirman que Cristo
volverá para inaugurar la edad milenial. Los postmilenialistas sostienen que él volverá al
final de los mil años. Antes de su regreso, dicen, la iglesia transformará la sociedad
mediante la predicación del evangelio para que sean eliminados la guerra, la pobreza, el
crimen y la enfermedad. Durante esta época la iglesia disfrutará un éxito sin precedentes.
Al final del milenio Cristo reaparecerá, resucitará a los muertos, y presidirá el juicio final.
542

El postmilenialismo ha tenido entre sus defensores a algunos teólogos cuyos nombres son
altamente respetados en los círculos Reformados, incluyendo a Charles y Archibald
Hodge, W.G.T. Shedd y Benjamin B. Warfield. Otros son Archibald Alexander, Joseph
Addison Alexander, Albert Barnes, Patrick Fairbairn y Abraham Kuyper (Chiliasmo o La
Doctrina de Premilenialismo). Representantes más recientes de la escuela postmilenial
son J. Marcellus Kik, anterior editor asociado de Cristianismo Hoy y autor de Una
Escatología de Victoria, Lorraine Boettner, anteriormente profesora de la Biblia en la
Universidad Pikeville en Pikeville, Kentucky y autor de El Milenio, Rousas J.
Rushdoony, orador de la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa y autor de Plan de Dios para la
Victoria, y Harry Kuitert, un teólogo danés liberal activo en el Concejo Mundial de
Iglesias.

Por el momento, el premilenialismo es más popular que el postmilenialismo, sobre todo


en su forma dispensacional. Algunos representantes de esta teoría son John N. Darby
(Sinopsis de Los Libros de la Biblia), C. I. Scofield (La Referencia Bíblica Scofield),
William E. Blackstone (Jesús Viene), Lewis Sperry Chafer (Teología Sistemática), John
F. Walvoord (El Reino Milenial) y Hal Lindsey, autor del libro más vendido El Difunto
Planeta Tierra y otros libros similares. Otros que se podía mencionar son Herman A.
Hoyt del Seminario Teológico Gracia en Winona Lake, Indiana (Los Últimos Tiempos),
Alva J. McClain, también del seminario Gracia (La Profecía de Daniel de Las 70
Semanas), y George E. Ladd del Seminario Teológico Fuller (La Esperanza Bendita). El
Seminario Teológico de Dallas ha producido muchos autores premileniales.

Las características del milenio, según Walvoord son: el reino de Cristo como el rey
supremo del reino milenial; la prominencia de los Israelitas en este reino; la presencia
gloriosa de Cristo como el centro de la alabanza; el conocimiento extenso de la verdad de
Dios; la justicia, paz y gozo universal; la salvación de la mayoría de los hombres,
desaparición de la maldición sobre la tierra; una prosperidad general, salud y sanidad; una
longevidad fenomenal y un aumento en el número de nacimientos; varios cambios
topográficos en Palestina, incluyendo la elevación física de la ciudad de Jerusalén(1).

Los premilenialistas no están de acuerdo sobre la secuencia de eventos y sobre varios


aspectos del reino milenial, mas están firmemente unidos en su oposición al
postmilenialismo y a lo que se conoce como el amilenialismo, creencia que afirma que no
habrá ningún milenio. Los representantes del amilenialismo entre los Reformados
incluye a Louis Berkhof (Teología Sistemática), Geerhardus Vos (La Escatología
Paulina), Albertus Pieters (Estudios Sobre el Apocalipsis de San Juan), Floyd E.
Hamilton (Fundamentos Para La Fe Milenial), George L. Murray (Estudios Mileniales),
William Hendricksen (Más Que Vencedores) y Oswald T. Allis (La Profecía Y La
Iglesia).

Entre los dogmáticos Luteranos del siglo veinte los que son amilenialistas o
antimilenialistas son W. Rohnert de la Iglesia Luterana Evangélica de Breslau en Prusia,
Pieper, J.T. Mueller (Dogmática Cristiana, 1934) y Edward W.A. Koehler (Un Estudio
de la Doctrina Cristiana, 1939). Reu (Dogmática Luterana, 1941-1942) es un
milenialista. En cuanto al tema de pre o postmilenialismo Reu es ambivalente, aunque
543

tiende a defender el último (2). Regin Prenter de Dinamarca (Creación y Redención,


Danés, 1955; traducción al inglés, 1967) es existencial, permitiendo un error escatológico
que trataremos en nuestro discurso final. Hans Schwarz, autor de los puntos de
escatología en Dogmática Cristiana, editado por Carl E. Braaten y Robert W. Jensen
(1984), cuestiona la conveniencia de la hermenéutica subyacente de los milenialistas
como Hal Linsdey. Schwarz es el autor de Camino Al Futuro: Un Punto de Vista
Cristiano sobre la Escatología a la Luz de Tendencias Actuales en Religión, Filosofía y
Ciencia (1979).

De los comentaristas Luteranos, el de Lenski de la Iglesia Luterana Americana es


fuertemente amilenial, mientras el Comentario del Nuevo Testamento editado por Herbert
C. Allemann de la LCA en milenial. Los autores Luteranos, no han escrito tan
profusamente sobre el tema de la escatología como lo han hecho los Reformados. No
obstante, debemos mencionar a T.A. Kantonen de la Universidad de Divinidad Hanna en
Springfield, Ohio (La Esperanza Cristiana, 1954; Vida Después de la Muerte, 1962).
Los alemanes han producido tales libros como los de Paul Althaus (Die letzen Dinge [Las
Ultimas Cosas] 1933 y 1964), Walther Kuenneth (La Teología de la Resurrección,
alemán, 1951; inglés, 1965), Oscar Cullmann (La Immortalidad del Alma o La
Resurrección de Los Muertos, 1958), y Juergen Moltmann (Teología de la Esperanza:
Basada en las Implicaciones de una Escatología Cristiana, 1967).

Los milenialistas se jactan de que aplican el método histórico-gramatical literal de


interpretación de las profecías bíblicas escatológicas. Acusan a los amilenialistas de
alegorizar o de espiritualizar estas profecías, las cuales, según ellos, describen un futuro
gobierno justo en la tierra, la restauración de Israel como una entidad nacional y políticas,
y el reino de Cristo sobre el mundo por mil años. La interpretación literal, insisten, es la
única interpretación correcta de estos versículos. Walvoord, por ejemplo, denuncia el
método de interpretación de espiritualizar como "una mancha sobre el entendimiento de
las Escrituras" (4). Hal Lindsey dice que el verdadero punto es "si la profecía debería ser
interpretado literal o alegóricamente" (5).

Es cierto, por supuesto, que el método alegórico de interpretación ha causado daños


indecibles en la iglesia. Perteneció al genio de la Reforma de Lutero que Dios le llevó a
reconocer que la interpretación tradicional fue insostenible según la cual cada versículo
debía tener un sentido literal, alegórico, tropológico y anagógico, que fueron referencias a
Cristo, la iglesia, al individuo y al futuro. Lutero declaró, "Es únicamente el sentido
histórico que da doctrina sana y verdadera" (6). Al mismo tiempo es entendible que
Lutero, en vista de su entrenamiento teológico, tuvo que luchar consigo mismo para
poner en práctica lo que predicó.

Las Escrituras mismas indican cuando hablan figurativamente, simbólicamente o


alegóricamente. Lo que se encuentra más allá de la figura es el sentido histórico-
gramático literal o nativo. No reconocer el sentido figurativo o simbólico cuando se usa
resulta en una falsa interpretación flagrante como si tratara de alegórica el habla directo.
Los milenialistas son culpables del literalismo craso. Ellos malinterpretan las profecías
del Antiguo Testamento que tienen un sentido figurativo o simbólico puesto que ignoran
544

las pistas que dan las mismas Escrituras para interpretación de estos versículos. Así
vemos en las profecías que hablan del reino espiritual de Cristo en el Nuevo Testamento
una predicción de un reino visible, político en la tierra.

Consideramos algunos ejemplos. En Isaías 2;2,3 leemos:

Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de


Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él
todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de
Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus
sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová.

Según Walvoord, esa es una profecía de la elevación física de la ciudad de Jerusalén por
encima del territorio alrededor (7). Esta también es la posición de Delitzsch. Escribe:

Aquí el profeta profetizó que el monte que llevaba el templo de Jehová, y que por lo tanto
en dignidad ya estaba mas exaltado que todos los otros montes, algún día se elevaría en
altura por encima de todos los lugares altos de la tierra. Los montes basálticos de Basan,
que se elevarán en cumbres y columnas, ahora pueden contemplar con desdén y desprecio
la pequeña colina de caliza que Jehová había escogido (Salmo LXVIII, 16,17); mas esta
fue una incongruencia que sería quitada en los últimos tiempos, cuando lo exterior
correspondería con lo interior, cuando la apariencia de la realidad correspondería con su
valor intrínseco (8).

Hal Linsdey cita estos versículos juntamente con Zacarías 14:16-21 y Miqueas 4:1-3
como la prueba de que "Jerusalén será el centro espiritual de todo el mundo y todas las
personas del mundo vendrán anualmente para alabar a Jesús el cual reinará allí" (9).

Los Milenialistas ignoran el hecho de que las Escrituras son su propio intérprete (10). El
Nuevo Testamento explica como será y como está siendo cumplido esta profecía de
Isaías. El escritor de Hebreos dice muy claramente a los lectores Cristianos, "Os habéis
acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía
de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están escritos
en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a
Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel"
(Hebreos 12:22-24). "Monte Sion", "Jerusalén celestial", y "la ciudad del Dios vivo" son
nombres para la iglesia. La profecía de Isaías está siendo cumplido en cuanto los
creyentes llegan gozosamente a la iglesia Cristiana.

Óseas indica que la profecía de su contemporáneo, Isaías, no debe ser entendido como si
hablara de un lugar geográfico específico. Escribe, "En el lugar en donde les fue dicho:
Vosotros no sois pueblo mío, les será dicho: Sois hijos del Dios viviente'"(Óseas 1:10).
Tanto Pablo (Romanos 9:25,26) como Pedro (1 Pedro 2:10) testifican que esta es una
profecía de la entrada de los gentiles a la iglesia Cristiana.

Es Isaías quien en imágenes vívidas describe la paz que el Mesías traería:


545

Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en
rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se
adiestrarán mas para la guerra. (2:4).

¿Es esta una profecía de una paz política mundial durante el milenio? Isaías mismo
provee la clave para la interpretación. La paz de que habla es una paz espiritual que el
Mesías traerá en su primera venida al mundo. Esto es claro de 9:2-5 donde habla acerca
de luz y gozo y paz que el Salvador venidero traerá. En el siguiente versículo (9:6)
tenemos la profecía familiar del niño que iba a nacer cuyo nombre sería Príncipe de Paz.
Luego en el versículo siete Isaías describe su reino: "Lo dilatado de su imperio y la paz
no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y
confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre".

¿Es este un reino que no durará sino mil años? ¡Absolutamente no! Es eterno. ¿Es este
un reino político terrenal? ¡De ninguna manera! Es aquel reino espiritual del cual Jesús
testificó a Pilatos, "Mi reino no es de este mundo" (Juan 18:36). Es un reino en el cual El
reina al dar testimonio a la verdad del evangelio; en el cual aquello que disfrutan las
bendiciones de su reino escucharán Su palabra (Juan 18:37). ¿El reino de Cristo es un
estado visible, milenial? ¡Claro que no! Jesús mismo dice, "El reino de Dios no vendrá
con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está
entre vosotros" (Lucas 17:20). ¡Qué tergiversación del reino de Cristo es el sueño de los
milenialistas de un reino de mil años sobre el mundo! ¡Qué perversión de las profecías
mesiánicas del Antiguo Testamento y de su cumplimiento en el Nuevo Testamento.

He aquí la descripción de Hal Lindsey del reino:

El reino de Dios se caracterizará por paz y equidad, y por una espiritualidad universal y
un conocimiento del Señor. Aun los animales y los reptiles perderán su ferocidad y ya no
serán carnívoros. Todos los hombres tendrán suficiente y se sentirán seguros. Habrá una
gallina en cada olla y nadie lo hurtará. La Gran Sociedad que han prometido los líderes
humanos a través de los siglos, pero que nunca han producido, finalmente será creado
bajo el reino de Cristo (11).

Compare esta esperanza carnal y materialista con las palabras de Pablo, "El reino de Dios
no es comida y bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Romanos 14:17).

Kantonen, aun cuando rechaza "la secularización de la esperanza milenial" no obstante


afirma que "es igualmente arbitrario ir al extremo opuesto y rechazar totalmente la verdad
de la esperanza milenial". Según él, "la convicción de que el propósito de Dios para la
vida colectiva de la humanidad tendrá su cumplimiento en la historia, y no solamente más
allá de ella, tiene un fuerte fundamento tanto en las profecías del Antiguo Testamento
como en el evangelio. Visto en el contexto total de la revelación, el milenio simboliza el
control de Dios sobre el futuro de la tierra y sobre el cielo" (12). Puesto que Kantonen
también cree en una doble resurrección (13), su chiliasmo es del tipo designado por
nuestro dogmáticos como crassus [craso], en contraste con el chiliasmus crassissimus [el
546

chiliasmo más craso] de Lindsey y el chiliasmus subtilis [chiliasmo sútil] de Spener,


quien sostuvo una esperanza de mejores tiempos antes del fin del mundo (14).

En otra profecía hermosa del reino de paz del Mesías Isaías escribe:

Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el


león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa
pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de
pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la
caverna de la víbora" (11:6-8).

Otra vez aquí Isaías da la clave para la interpretación de esta profecía. En los versículos
anteriores, 1-5, él predice la venida de una vara del tronco de la raíz de Isaí y un vástago
retoñará de sus raíces. Qué la paz que describe es aquella del Nuevo Testamento es claro
del siguiente versículo (10) donde dice que la raíz de Isaí "estará puesta por pendón a los
pueblos, será buscada por las gentes, y su habitación será gloriosa". Este es el descanso
que Jesús ofrece a los pecadores con su invitación misericordiosa, "Venid a mí todos los
que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros,
y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas" (Mateo 11:28,29).

Mediante el perdón de pecados los discípulos de Cristo disfrutan de esa paz perfecta que
Isaías describió en palabras tan calurosas y vívidas. "Paz os dejo, mi paz os doy" (Juan
14:27) es la promesa del Salvador a todos que están bajo la influencia de Su gracia
salvadora (ver Juan 16:53). En su nacimiento el ángel del Señor anunció la llegada de
paz al mundo (Lucas 2:14). Esta paz está proclamada en "el evangelio de paz" (Efesios
6:15). Es "la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento" (Filipenses 4:7).

Los discípulos de Cristo disfrutan esta paz espiritual interior a pesar de las persecuciones
que pueden quitarles la paz terrenal externa. Jesús advierte, "Si a mí me han perseguido,
también a vosotros os perseguirán" (Juan 15:20). Los hombres serán divididos por causa
de él, y por lo tanto aconseja, "No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he
venido para traer paz, sino espada" (Mateo 10:34).

Zacarías también vislumbró el adviento del Mesías-Rey. El es "justo y salvador" (9:9).


Luego describe su reino mundial de paz con estos términos sobresalientes:

Y de Efraín destruiré los carros, y los caballos de Jerusalén; y los arcos de guerra serán
quebrados; y hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río
hasta los fines de la tierra (9:10).

El Salvador trae esta paz al traer la salvación.

En otra profecía mesiánica frecuentemente tergiversada Isaías anuncia que cuando el


Mesías viene "la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el
mar" (11:9; ver Habacuc 2:14). Jeremías obviamente habla de la misma época cuando
547

escribe, "Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano diciendo:


Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el
más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de
su pecado" (31:34). Por medio del profeta Joel Dios dice,

Y después derramaré me Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y


vuestras hijas; vuestros ancianos sonarán sueños y vuestros jóvenes verán visiones. Y
también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días
(2:28,29).

Que la profecía de Joel ha sido cumplida en el derramamiento del Espíritu Santo en el día
de Pentecostés está testificado por Pedro en su sermón registrado en Hechos 2: "Esto es
lo dicho por el profeta Joel" (v. 16). En Juan 6:45 Jesús se refiere a las profecías de Isaías
54:13 y de Jeremías 31:34 y declara que éstas son cumplidas cuando las personas vienen
a la fe en El. "Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que,
todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí" (ver también Juan 1:17,18).
Juan también alude a estas profecías cuando escribe, "Vosotros tenéis la unción del Santo,
y conocéis todas las cosas (1 Juan 2:20). El mundo estará lleno del conocimiento del
Señor puesto que el evangelio de Cristo será llevado a los fines de la tierra.

A pesar de las claras declaraciones en el Nuevo Testamento que interpretan estas


profecías, Walvoord insiste que se refieren al milenio. Dice, "Este es un contraste fuerte
a la ignorancia imperante del Señor en los tiempos actuales y el fracaso de los esfuerzos
misioneros de alcanzar a todos inclusive en los países Cristianos. Solamente un reino
milenial en el cual Cristo está visible y gloriosamente presente podría proveer tal
contexto para el cumplimiento de este pacto (15).

Es de notarse que ninguna de estas profecías del Antiguo Testamento que supuestamente
describen el reino milenial de Cristo mencionan los mil años. Este número se encuentra
únicamente en Apocalipsis 20, un capítulo al cual daremos nuestra atención en este
momento.

Apocalipsis es un libro lleno de símbolos, imágenes y lenguaje figurativo. Algunos de


ellos son explicados. En el primer capítulo, por ejemplo, las siete estrellas que Juan vio
"son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete
iglesias" (Apocalipsis 1:20). Otros símbolos no son interpretados. No obstante, un
estudio cuidadoso muchas veces indica que hay claves para la interpretación en el
contexto. Cualquier interpretación que puede estar dada, es importante recordar que una
interpretación de un versículo simbólico nunca debe estar contrario a las verdades
enseñadas en otros versículos claros y no-figurativos. Cuando, por ejemplo, David en 2
Samuel 23:3 describe al Dios de Israel como "la Roca de Israel", esto es obviamente una
metáfora, ya que "Dios es un espíritu" según las palabras no-figurativas de Jesús en Juan
4:24.

Se puede decir que el libro de Apocalipsis en general es una descripción de la tribulación


y el triunfo de la iglesia de Cristo desde la época apostólica hasta su consumación en
548

gloria. El tema del libro es "He aquí que viene" (Apocalipsis 1:7; 22:20). Registra lo que
"debe suceder pronto" (1:1). En imágenes vívidas delinea la lucha profetizada en Génesis
3:15 entre la simiente de la mujer y Satanás, entre Cristo y sus discípulos y el Dragón y
sus seguidores.

Es obvio, sin embargo, que Apocalipsis no es una tabla cronológica de eventos. Si fuera
así, no sería cierta la declaración de Cristo, "El Hijo de Hombre vendrá a la hora que no
pensáis (Mateo 24:44). Eventos particulares podrían ser predichos, y si ciertas profecías
todavía no han sido cumplidas, se podría concluir que el día de la segunda venida de
Cristo todavía está muy lejos en el futuro. No obstante, en este mismo libro Jesús dice,
"He aquí yo vengo como ladrón" (Apoc. 16:15). Las señales escatológicas de su venida
ha sido y todavía están siendo cumplidas en la historia de la iglesia del Nuevo
Testamento. Por lo tanto, podemos esperar la venida de Cristo en gloria en cualquier
momento.

Al estudiar el capítulo 20, recordaremos lo dicho por George Murray:

Creemos que al interpretar este capítulo, se necesita recordar que fue intencionado ser un
mensaje para el pueblo sufriente de Dios de esa época, como igualmente para el pueblo
sufriente hasta el fin del tiempo. Por esto, y para muchas otras razones, creemos que
Dios llevó al Profeta de Patmos a presentar aquí un breve resumen de toda la
dispensación evangélica, desde el primer adviento de aquel que proclamó haber
descendido del cielo, hasta el segundo adviento, cuando será establecido en gloria el
reino que El ha fundado (16).

El Profesor John P. Meyer [enseñó en el Seminario Luterano de Wisconsin 1920-1964]


también dice, "Todo el Apocalipsis tiene un significado para la iglesia de todas las
épocas" (17).

El capítulo 20 consiste de cuatro visiones. Juan demarca estas visiones claramente con
las palabras, "y vi" (kai eidon vv. 1,4,11,12). Estas visiones, no obstante, como
mencionamos anteriormente, no describen eventos escatológicos sucesivos. Al contrario,
cada una presenta un acercamiento de alguna detalle particular en la panorama profética
que se desarrolla. Esto es obvio del hecho de que mientras la última visión describe el
juicio final, el resultado horrible para el diablo y sus seguidores ya fue indicado en la
primera visión.

Juan describe lo que vio en la primera visión en estas palabras:

Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la
mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por
mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no
engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto
debe ser desatado por un poco de tiempo (20:1-3).
549

El "ángel" mencionado aquí tiene la llave del Abismo. Eso indica que no es otro si no
nuestro Señor Jesucristo, el mismo Hijo de Dios, quien afirmó en el capítulo 1, "Tengo
las llaves de la muerte y del Hades" (1:18). El es el Ángel del Señor no-creado, la
segunda persona en la Trinidad, quien aparece con frecuencia en el Antiguo Testamento
(ej. Éxodo 3:2,4,6; Malaquías 3:1). Esto es confirmado, además, por lo que hace, o sea
que ata exitosamente al dragón, Satanás, quien es un espíritu poderoso. Le agarró, lo
encierra con una gran cadena, le arroja al calabozo, y cierra y sella la prisión.

Esto es, por supuesto, un lenguaje simbólico y figurativo. Juan está describiendo lo que
vio en una visión. Por lo tanto, sería un grave error entender esa imagen que él pinto de
una manera literal.

Las Escrituras nos dicen que el diablo es un espíritu, un ángel caído (Judas 6).
Obviamente, no puede ser atado con una cadena física ni con el metal. Su casa-cárcel, el
infierno, tampoco tiene puertas de latón que se abren y se cierran con una gran llave de
bronce. La cadena y la llave representan la gloriosa victoria de Cristo con la cual nos ha
librado del poder del diablo y las cuales cerraron las puertas del infierno y de la muerte.

Cuando el diablo y sus ángeles cayeron de su estado de santidad en la cual fueron creados
y rebelaron contra Dios (Juan 8:44; Judas 6), Dios "los arrojó al infierno, los entregó a
prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio" (2 Pedro 2:4). Desde entonces los
ha mantenido en oscuridad "en prisiones eternas, para el juicio del gran día" (Judas 6;
Mateo 25:41).

El destino del diablo fue sellado cuando Cristo apareció en la carne. En el protevangelio
[la primera promesa del evangelio] dado en el Edén, Dios ya había prometido que la
simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente (3:15). En el cumplimiento del
tiempo apareció esa simiente prometida y anunció "Ahora el príncipe de este mundo será
echado fuera" (Juan 12:31; ver también Apocalipsis 12:7-9). Cuando los discípulos
volvieron de la misión que Jesús les había dado, Jesús declaró, "Yo veía a Satanás caer
del cielo como un rayo" (Lucas 10:18). El había venido "para deshacer las obras del
diablo" (1 Juan 3:8), para "destruir al que tenía imperio de la muerte - esto es, al diablo -
y librar a todos los que estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre" (Hebreos
2:14,15).

Mediante su muerte sacrificial y su resurrección triunfante Jesús probó que era más fuerte
que el que entraba en la casa del hombre fuerte, lo ató y saqueó sus bienes (Mateo 12:29).
"Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando
sobre ellos en la cruz" (Colosenses 2:15). Llevó cautivo la cautividad (Efesios 4:8). Así
Jesús puede decir, "El príncipe de este mundo ha sido ya juzgado" (Juan 16:11).

Desde su derrota, el diablo es como un perro feroz gruñendo al final de su cuerda. No


puede ir más allá de lo que permite el Señor (2 Corintios 12;7; Lucas 22:31,32). No
puede hacer ningún daño a los discípulos de Cristo. Su poder ha sido quebrantado
(Romanos 8:37; 2 Tesalonicenses 3:3; 1 Juan 5:18). Es libre para obrar su voluntad a un
punto limitado únicamente en los que son desobedientes (Efesios 2:2). Mas aun cuando
550

"como león rugiente anda alrededor buscando a quien devorar" (1 Pedro 5:8), arrastra la
cadena que le ata al infierno. Ya no es libre para engañar a las naciones de la tierra como
había hecho antes (Apocalipsis 20:3).

Antes de su derrota fulminante, el diablo tenía a los paganos bajo su control desinhibido
(Hechos 14:16). Les llevó a todo tipo de pecado y vicio (Romanos 1:28; 1 Corintios
10:20). Desde Ur de los Caldeos, donde los ancestros de Abraham "servían a dioses
extraños" (Josué 24:2); a Canaán, Egipto, Grecia y Roma las naciones fueron saturados
en la idolatría. Mas durante los mil años cuando Satanás es atado, no tendrá poder para
prevenir lo que Jesús profetizó, "Será predicado este evangelio del reino en todo el
mundo para testimonio a todas las naciones" (Mateo 24:14). Mediante la predicación del
evangelio los cautivos del diablo son librados (Juan 8:31,32). Ellos son convertidos "de
las tinieblas a la luz, de la potestad de Satanás a Dios" (Hechos 26:18), en cuanto Dios
cumple su promesa a Su Hijo victorioso, "Te daré por herencia las naciones, y como
posesión tuya los confines de la tierra" (Salmo 2:8).

Los milenialistas esperan que Satanás será atado en algún momento en el futuro. Ponen a
un lado toda la evidencia bíblica que hemos atado con la afirmación de que "es una
ilustración notable de una exégesis espiritualizada y forzada" (18).

Pero, ¿qué son los mil años? ¿Se deben entender literal o figurativamente? ¿Son años
actuales, tal como reclaman los milenialistas, o es un número simbólico? El terminus a
quo [punto de origen], como hemos visto, es el primero Adviento de Cristo cuando fue
quebrantado la tiranía de Satanás. El terminus ad quem [punto de conclusión] es el juicio
final, cuando como vemos en el versículo 10, el diablo será lanzado a un fuego de azufre
ardiente para ser atormentado para siempre. De esta manera los mil años se extienden
durante todo el período del Nuevo Testamento, desde la venida de Cristo hasta el fin del
mundo. Es un período definido de tiempo, como vemos en el versículo 3, donde Juan usa
el articulo definido, ta chilia ete [los mil años]. Mas su duración real sólo conoce Dios.

El número diez representa totalidad. Pensamos en las Diez Plagas y los Diez
Mandamientos, las diez vírgenes, los diez minas, los diez siervos y las diez ciudades en
las parábolas de Jesús (Mateo 25:1; Lucas 19:13,17). Notamos también los diez días de
tribulación de Apocalipsis 2:10. Un mil es el diez multiplicado al tercer poder,
representando así el nivel más alto de totalidad.

A pesar de la insistencia de los chiliastas que "año" debe significar un período de 365
días, "año" está usado en las Escrituras en Lucas 4:19 para designar un período que no es
un año real. El "año del favor del Señor" es el tiempo de gracia en el Nuevo Testamento.
Es idéntico a los mil años de Apocalipsis 20.

En cuanto los mil años llegan a su fin, Satanás será "desatado por un poco tiempo" (v. 3).
Las opiniones varían sobre si el poco tiempo indicado aquí viene después de los mil años
o si está incluido en ellos. El contexto parece indicar esta segunda posibilidad (19).
Aunque Satanás está soltado antes del juicio final, sigue reinando Cristo con sus santos,
551

según el versículo 6, sin interrupción hasta que llegue el juicio, cuando la segunda muerte
no tendrá ningún poder sobre ellos.

La segunda visión provee una vista más amplia de los mil años, como está indicado por la
repetición de esta expresión. Esta visión está dividida en dos partes, versículos 4-6 y 7-
10.

Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas
de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no
habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni
en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no
volvieron a vivir hasta que cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.
Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte
no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán
con él mil años (Apocalipsis 20:4-6).

Los tronos que vio Juan nos recuerda de la promesa de Jesús a sus discípulos, "Yo, pues
os asigno un reino, como mi Padre mi lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa
en mi reino, y os sentáis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel" (Lucas 22:29,30).
Sentado sobre aquellos tronos son los que fueron decapitados a causa de su fidelidad a
Cristo. Ellos sellaron su testimonio fiel con el martirio. No habían adorado ni a la bestia
ni a su imagen. Juan describió esta bestia en el capítulo 13. Representa la fuerza brutal
de todas las formas del anticristianismo que está obrando en el mundo. Se opone a y
persigue la iglesia de Cristo (Apocalipsis 13:7). Los santos no habían recibido la marca
de la bestia en sus frentes ni en sus manos. Ellos no permitieron que los principios
mundiales anticristianos gobernaran sus pensamientos y sus acciones.

¿Quiénes son estos mártires? No son solamente aquellos como Juan el Bautista, quien
fue decapitado. Representan mediante un sinécdoque [una figura de habla en donde una
parte representa la totalidad] toda la asamblea de los creyentes quienes han permanecido
fieles hasta el fin y han recibido la corona de la vida eterna. Durante toda su vida aquí en
este mundo se aplicaron a ellos las palabras de Pablo en Romanos, "Por causa de ti somos
muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero" (Romanos 8:36
citando a Salmo 42:22). Cada discípulo de Jesús es, al igual que Pablo, "entregados a
muerte por causa de Jesús" (2 Corintios 4:11; ver 2 Corintios 6:9).

Estos santos han muerto. No obstante, viven y reinan con Cristo durante los mil años (v.
4). Los verbos [griegos] ezesan [vivieron] y ebasileusan [reinaron] son aoristas
constativos. [El aorista es un tenso del verbo griego que enfatiza que la acción del verbo
es percibida como punctiliar, o sea, visto como una totalidad. Se le llama constativa a la
acción cuando es obvio que la acción se extiende sobre un gran período de tiempo. Ver
Robertson, Breve Gramática del Griego del Nuevo Testamento, p 295]. Su acción está
vista como una totalidad, aparte del tiempo involucrado (20). En este caso es durativo,
como se manifiesta no solamente en el sentido de las palabras sino también en el tiempo
acusativo (chilia ete [por mil años]).
552

Algunos intérpretes entienden ezesan como un aorista ingresivo [el énfasis cae sobre la
entrada del verbo a la acción que describe] y traducen (como Robertson), "comenzaron a
vivir" o "vinieron a la vida". Esto, entonces, es entendido por algunos como una
referencia a su conversión. Vinieron a la vida cuando vinieron a la fe. Es cierto, por
supuesto, que la conversión está descrita en las Escrituras como una resurrección, como
una transición de la muerte espiritual a la vida espiritual (Juan 5:24,25; Efesios 2:5;
Colosenses 2:12). Eso difícilmente es el significado aquí puesto que estos santos ya
dieron evidencias de su fe al poner sus vidas por Cristo. Han muerto, mas no son
muertos. Tienen la vida eterna. Han experimentado el cumplimiento de la promesa de
Jesús, "Todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente" (Juan 11:26). En el
momento de la muerte han pasado de esta vida a la próxima. Ahora viven con Cristo
(21).

Cuán cruel cuando un hombre como Kantonen roba a los Cristianos de su consuelo y
esperanza al escribir, "Según una opinión popular cuando el hombre muere va o al cielo o
al infierno. Mas este punto de vista no expresa correctamente la enseñanza de la Biblia".
Kantonen enseña "la existencia de una condición intermedia entre la muerte de un
individuo y la resurrección general de los muertos" (22). En este estado intermedio el
creyente que está en el "Paraíso" o "el seno de Abraham" (que según Kantonen no
significa "cielo") solo tiene un anticipo del cielo, tal como el incrédulo en Sheol o Hades
solo tiene un anticipo del infierno. ¡Qué imagen tan contraria a la que describe Juan!

Los santos están reinando con Cristo. Esto, también, es un cumplimiento de su promesa,
"Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y
me he sentado con mi padre en su trono" (Apocalipsis 3:21). Pablo asegura a Timoteo,
"Si sufrimos, también reinaremos con él" (2 Timoteo 2:12).

Mediante la fe en Cristo nosotros los Cristianos aun ahora somos "un sacerdocio real" (1
Pedro 2:9), sacerdotes del rey y reyes sacerdotales, sirviendo al Rey de reyes y Señor de
señores, quien, según las palabras de Juan, "nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su
Padre (Apocalipsis 1:6). Los veinticuatro ancianos en el cielo, representantes de la
iglesia en el Antiguo y Nuevo Testamentos, cantan las alabanzas del Cordero, quien ha
comprado a los hombres para Dios de cada tribu y lengua y pueblo y nación y los ha
hecho reyes y sacerdotes que "reinarán sobre la tierra" (Apocalipsis 5:10).

¿Cómo reinarán sobre la tierra? ¿Será por ejercer un poder político mundial en un reino
milenial con su capital en Jerusalén, como afirman los milenialistas? ¡De ninguna
manera! Ni el reino de Cristo ni el de sus santos es como el reino de los reyes en la tierra,
quienes mantienen su poder mediante la fuerza de las armas. Es, mas bien, como se
explicó antes, un reino espiritual. Cristo reinó por testificar a la verdad (Juan 18:37). Sus
discípulos reinan con él por medio de su testimonio y su confesión al evangelio. Durante
su vida, mediante su muerte, y aún después de su muerte los seguidores de Cristo dan
testimonio a la verdad del evangelio. Por medio de su testimonio Cristo entra en los
corazones de los hombres con su gracia salvadora. Su evangelio continuamente prueba a
sí mismo como "el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree" (Romanos 1:16).
En tiempos de persecución, una y otra vez la sangre de los mártires se convirtieron en la
553

simiente de la iglesia. Hasta el día de hoy el testimonio de los testigos fieles del pasado,
de hombres como Lutero y Chemnitz, Gerhard y Quenstedt, Walther y Hoenecke, los
Piepers, Schaller, Meyer y muchos otros maestros ortodoxos de la iglesia sigue
produciendo fruto y sigue extendiendo el reino real de gracia en los corazones de los
hombres.

Haciendo referencia a este vivir y reinar con Cristo durante estos mil años, Juan dice,
"Esta es la primera resurrección" (v. 5). Que no usa la palabra "resurrección" en el
sentido común es claro del hecho de que dice específicamente que vio las almas de
aquellos que fueron decapitados. Resurrección en el sentido común y ordinario se refiere
a los cuerpos que son restaurados a la vida. En 1 Corintios 15, el capítulo en donde habló
Pablo extensivamente sobre la resurrección, él trata la pregunta, "¿Cómo resucitarán los
muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?" (1 Corintios 15:35). Al aplicar el término
"resurrección" a las almas que ve en su visión Juan indica que está usando esta palabra en
otro sentido. La está usando figurativamente.

Los milenialistas sueñan con dos resurrecciones corporales, la primera, según algunos,
será de los creyentes y la segunda de los incrédulos. Los Testigos de Jehová hablan de
cuatro resurrecciones (23).

Reu afirma que la primera resurrección será de los mártires, y la segunda de los muertos
restantes. "La universalidad de la resurrección, que definitivamente está afirmado en los
evangelios" dice, "no necesariamente tiene que ocurrir simultáneamente" (24). La
posición de Reu es similar a la del Comentario del Nuevo Testamento publicado por
Publicaciones Muhlenberg de la Iglesia Luterana Unida (ahora ELCA) (25). Kantonen
también enseña una doble resurrección citando Apocalipsis 20, escribe, "Aquí
reconocemos dos resurrecciones separadas por un largo período de tiempo, una para los
mártires benditos, los cuales son resucitados de un estado intermedio para participar
activamente en el reino en la tierra, la otra es una resurrección general en conexión con el
último juicio mil años más tarde'"(26).

Los que enseñan una doble resurrección frecuentemente citan las palabras del inglés
Dean Henry Alford (murió 1871): "Si en un versículo se menciona dos
resurrecciones....la primera resurrección puede ser entendida como un resucitar espiritual
con Cristo, mientras la segunda significa una resurrección literal de la tumba, y entonces
hay un fin a todo el significado del idioma, y las Escrituras son abolidas como un
testimonio definitivo a cualquier cosa" (27). En este mismo capítulo de Apocalipsis, no
obstante, la expresión "la segunda muerte" (vv. 6,14) se refiere al tormento eterno en el
infierno, un tipo de muerte que es diferente de la muerte física que también experimentan
los santos de Dios.

Los Luteranos que enseñan una doble resurrección están en claro desacuerdo con las
Confesiones Luteranas. En el Catecismo Menor en su explicación al Tercer Artículo
Lutero confiesa que el Espíritu Santo "en el último día me levantará a mí y a todos los
muertos". Solamente habrá una sola resurrección en el último día en la cual participarán
todos los muertos.
554

En el versículo 5 Juan dice, "Los otros muertos no volvieron a vivir hasta que cumplieron
mil años". Esto no significa que ellos comenzarán a vivir al final de los mil años (28).
No hay una segunda oportunidad para aquellos que mueren en la incredulidad, como
suponen muchos. Juan simplemente dice que aquellos que están muertos no tuvieron
ninguna vida durante los mil años. Del versículo 15 sabemos que tampoco tendrán vida
después de los mil años. En el juicio serán lanzados al lago de fuego, sea, al infierno.

El fuego del infierno, el cual es la segunda muerte (v. 14) no puede tocar a los santos de
Cristo (v. 6). Ellos son eternamente benditos. Dios los ve como santos. Como
sacerdotes ofrecen a Dios sus sacrificios de alabanza y acción de gracias. Esto nos lleva
a la segunda parte de esta visión.

Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a
las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra a Gog y a Magog a fin de reunir
para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. Y subieron sobre la
anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de
Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. Y el diablo que los engañaba fue
lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán
atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apocalipsis 20:7-10).

Estos versículos explican el "corto tiempo" cuando Satanás será librado de su prisión.
Esto "debe ser" (dei, v. 3), según el consejo de Dios. Este soltar de Satanás es el juicio de
Dios sobre la tierra a causa de su incredulidad. Ahora, una vez más, Satanás tiene
permiso para engañar a las naciones. Las reúne para un último gran ataque sobre la
iglesia de Dios. Esta es la gran batalla de Armagedón (Apocalipsis 16:16), el cual
llegarán a su fin en el día de juicio. Dios interviene. Juan ve al fuego descendiendo del
cielo y devorando a los enemigos de la iglesia. Por el bien de sus elegidos Dios acortará
estos días de persecución y tribulación (Mateo 24:22).

¿Puede haber alguna duda que Satanás ya ha sido soltado de su prisión y que ahora
vivimos en ese "poco de tiempo"? (29) Considere cómo Satanás está engañando a las
naciones hoy día. Considere el hecho de que la predicación del evangelio está
prácticamente prohibido en los países musulmanes y comunistas. Muchos países
prohíben las misiones dentro de sus fronteras. La ciencia, la educación, el arte, la
literatura, la ley, la política, el entretenimiento, la comunicación, el comercio, las
finanzas, la religión - todos y cada uno de los campos de esfuerzo humano están bajo el
control eficaz del dios de este mundo. La iglesia de Jesucristo es una pequeña manada
(Lucas 12:32). Las puertas del infierno han sido abiertas, y sus multitudes diabólicas
están sitiando la ciudad de Dios.

Juan llama a estas multitudes Gog y Magog. Esta es una referencia a Ezequiel 38 y 39
donde Ezequiel profetiza este ataque final sobre la iglesia de Dios por las fuerzas unidas
del diablo. Ezequiel lo compara con la invasión del mundo civilizado por los tribus
barbáricos feroces, Gog y Magog, quienes vinieron del norte lejano. Los griegos los
llamaron los Scitianos. Según Génesis 10:2 son los Jafetas. En la segunda mitad del
séptimo siglo a.C. según Herodoto (30), ellos bajaron al sur como un enjambre de
555

langostas, saqueando y destruyendo todo dondequiera fueran. Fueron un terror en todo el


mundo occidental, invadiendo Media, Asiria, Mesopotamia, Siria y durante el reino de
Josías, a Israel (31). Según la profecía de Ezequiel estos bárbaros del norte fueron
aliados con Persia al Oriente y con Etiopía y Libia al Sur (Ezequiel 38:5).

Estas multitudes paganas antiguas son un tipo de los enemigos de la iglesia de Cristo que
se unirán sus fuerzas para tratar de destruir al pueblo de Dios en los últimos días.
Ezequiel dice que la invasión que él está describiendo ocurrirá "en los días venideros"
(Ezequiel 38:16; ver también v. 8), una expresión común de los profetas para designar los
días del Nuevo Testamento.

Los chiliastas interpretan Ezequiel 38 y 39 como la subida de Rusia como un poder


mundial. En un capítulo titulado "Rusia es un Dios" Hal Lindsey declara, "Rusia armará
y equipará una gran confederación. Este poderoso grupo de aliados encabezará un ataque
contra el Israel restaurado" (32). La Biblia de Referencia Scofield tiene esta nota sobre
Ezequiel 38:2: "Todos están de acuerdo que la referencia principal es a todos los poderes
norteños (europeanos) encabezado por Rusia....La referencia a Mesec y Tubal (Moscú y
Tobolsk [una provincia de la USSR]) es una marca clara de identificación.

Uno se podría preguntar: ¿Cómo encuentran los chiliastas una profecía de la Rusia
moderna en estos versículos? Para responder esta pregunta comparamos Ezequiel 38:2
en NVI, donde lee, "Hijo de hombre, pon tu rostro contra Gog en la tierra de Magog, el
príncipe soberano de Mesec y Tubal y profetiza contra él", la traducción de NASB, "Hijo
de hombre, pon tu rostro contra Gog en la tierra de Magog, el príncipe de Rosh, Mesec y
Tubal y profetiza contra él". La versión NASB, de acuerdo con la Septuaginta, que tiene
Ros, lee la palabra hebrea Rosh traducida en al NVI como "principal" como un nombre,
Rosh. Un pie de página en la NVI ofrece esta traducción también, igualmente como
Brown, Driver, Briggs Lexicon Hebreo e Inglés del Antiguo Testamento (33). Que esta
palabra hebrea común que significa "principal" es el nombre de un pueblo que
conocemos con toda seguridad. Si podríamos estar seguros, no hay ninguna conexión
mostrable entre la palabra Rosh y el nombre Rusia, tal como afirman los chiliastas (34).

Es claro que la campaña de Gog y Magog debe ser entendido en un sentido espiritual
figurativo. La lucha asombrosa descrita por Ezequiel bajo la imagen de Gog y Magog
también se encuentra en otras profecías del Antiguo Testamento como Joel 3:9,
"Proclamad esto entre las naciones, proclamad guerra, despertad a los valientes,
acérquense, vengan todos los hombres de guerra"; y Miqueas 4:11, "Pero ahora se han
juntado muchas naciones contra ti y dicen: sea profanada, y vean nuestros ojos su deseo
en Sion" (ver también Isaías 25; Jeremías 30:20).

En Daniel 11:41 se menciona a Moab como una de los enemigos del pueblo de Dios.
Pero Moab ya no existía como una nación en la época de Daniel. Es obvio que Daniel
está usando el nombre de Moab, juntamente con Edom y Amón, como un símbolo de los
enemigos futuros de la iglesia Cristiana. Así, también en Apocalipsis 20, como dice
Graebner, "Gog y Magog no son un tribu o una nación específica sino que significa una
hueste de maldad, encabezado por Satanás, que ataca al Israel del Nuevo Testamento de
556

todos los ángulos" (35). A pesar de ello, Dios preserva a su iglesia y lanza a la trinidad
maligna, el dragón, la bestia y el falso profeta, que simbolizan al diablo, y el poder
anticristiano y la propaganda en el mundo, en un lago de azufre ardiente, para ser
atormentados para siempre.

Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la
tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos (Apocalipsis 20:11).

La tercera visión es muy breve. En ella Juan ve al trono blanco de juicio. Su blanco
brillante representa la pureza, santidad y justicia del Juez que se sienta en ello. El cielo y
la tierra han pasado. La cuarta visión describe el juicio mismo.

Y vi a los muertos, grandes y pequeños de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y
otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las
cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos
que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y
fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al
lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la
vida fue lanzado al lago de fuego (Apocalipsis 20:12-15).

Todos los muertos, los grandes y los pequeños, son llamados de sus tumbas, sea en la
tierra o en el mar (v. 13) a la presencia del juez. Los libros en los cuales están registrados
todos sus hechos, se abren. Estos libros simbolizan la omnisciencia de Dios. El sabe y
recuerda cada pensamiento, palabra y hecho de los impíos, y les pide responder por cada
transgresión de su ley.

Pero hay otro libro. Es el "libro de la vida". En este libro están escritos los nombres de
los elegidos de Dios. Fue a este libro que se referiría Jesús cuando aseguró a sus
discípulos, "Vuestros nombres están escritos en los cielos" (Lucas 10:20). Sus pecados
han sido borrados por la sangre expiatoria de Cristo, y sus nombres están escritos en
letras brillantes doradas en el libro de la vida. Su herencia es la vida, la vida sin fin en la
casa de su Padre celestial.

La Muerte y el Hades, al contrario, este último siendo el estado de muerte o la tumba,


fueron lanzados al lago de fuego (v. 14). La Muerte y el Hades son personificados.
"Estos dos gran enemigos del hombre", dice Kretzmann "que le han perseguido desde el
primer pecado, serán eliminados con un castigo que está de acuerdo con su crimen" (36).
Como Pablo dice en 1 Corintios 15:26), "Y el postrer enemigo que será destruido es la
muerte" (ver Óseas 13:14; 1 Corintios 15:54,55).

Aquellos que no tienen sus nombres escritos en el libro de la vida también son lanzados
en el lago de fuego. Ellos sufren la segunda muerte, sea, la muerte eterna. Su destino es
un tormento sin fin en los fuegos del infierno.

¡Gracias sean a Dios que por su gracia nuestros nombres están escritos en el libro de la
vida! Nuestra esperanza no es para un reino temporal, terrenal, milenial, no prometido ni
557

en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento, sino que esperamos una vida sin fin en el reino
celestial de gloria de nuestro Salvador.

Referencias

1. John F. Walvoord, The Millennial Kingdom (El Reino Milenial) pp 296-323.

2. M. Reu, Lutheran Dogmatics (Dogmática Luterana), Vol 2, 241.

3. Walvoord, pp 70-74, 128-133.

4. Walvoord, p 73.

5. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth, p 176.

6. LW 1, 233.

7. Walvoord, p 321.

8. Franz Delitzsch, Bible Commentary on the Prophecies of Isaiah, traducido por James
Martin, Vol I, p 113.

9. Linsdey p 177.

10. Lutero: "Las Escrituras mismas por medio de sí mismas son el intérprete más cierto, más
facil y más clara de sí misma" (Erlangen edition, 36:161).

11. Lindsey, p 177.

12. T.A. Kantonen, The Christian Hope (Esperanza Cristiana) pp 66,67.

13. Ibid., p 99.

14. Francis Pieper, Christian Dogmatics, III, 520.

15. Walvoord, p 211.

16. George Murray, Millennial Studies (Estudios del Milenio) p 176.

17. John P. Meyer, "Das Koenigtum Christi," Theologische Quartalschrift, Vol 32, No 3
(Julio 1935), p 185.

18. Walvoord, p 51.


558

19.Cf. Theodor Hanszen, "Feststellbare Daten Zur Offenbarung Johannis", Theologische


Quartalschrift, Vol 32, No 1 (enero 1935), p 27. El uso del subjuntivo telesthe que es el
modo indefinitivo, la naturaleza sin tiempo del aorista, la duración no determinada de los
mil años, y el hecho de que las cuatro visiones cubren el tiempo desde el primer Adviento
hasta el último juicio sugieren fuertemente que el tiempo corto viene al fin de los mil
años. El Prof. John P. Meyer afirma que la pregunta no puede ser decidida del texto y
dice que no es de grandes consecuencias si uno dice: hacia el fin de los mil años, o:
después de que hayan terminado ("Das KIoenigtum Christi" p 195). Pieper cree que los
mil años mas una corta estación constituyen toda la época del Nuevo Testamento (op. cit,
III, 524). Esta también es la posición de Hoenecke (Ev. Luth. Dogmatik [Milwaukee:
Northwestern, 1909], IV, 288). La frase otan telesthe puede, sin embargo, significa
simplemente "mientras los mil años llegan a su fin, están siendo terminados". El
subjuntivo aorista enfatiza la idea verbal de un fin, y no la compleción del acto. Esta es
la interpretación de W. Peters, quien dice, "Esta 'poco tiempo' está encerrado en el tiempo
de gracia del Nuevo Testamento, el cual aquí está siendo designado con un número, mil
años; es el mismo fin de este tiempo, sean, los mismos últimos días" (The Judge Is at the
Door, [El Juez Está a la Puerta], traducido por Helma Stenske, p 179).

20. A.T. Robertson, A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical
Research, pp 832ss. (Una Gramática del Griego del Nuevo Testamento a la luz de las
Investigaciones Históricas).

21. Hoenecke llama la primera resurrección "das selige Leben nach der Marter auf Erden"
(IV, 286). Lenski escribe, "Cuando las almas de los mártires y los santos pasan delante
de los tronos en el cielo para vivir allá en gloria, 'esta es la primera resurrección'" (The
Interpretation of St. John's Revelation,[Interpretación del Apocalipsis de San Juan] p 586.
George Stoeckhardt dice, "El cambio de la vida en la tierra a la vida en el cielo se llama
una resurrección" (Lectures on the Revelation of St. John [ Ensayos sobre el Apocalipsis
de St. John] H.W. Degner, tra., p 83). W. Hendricksen explica, "La primera resurrección
es el traslado del alma de esta tierra pecaminosa al cielo santo de Dios" (More Than
Conquerors, An Interpretation of the Book of Revelation [Mas Que Vencedores, Una
Interpretación del Libro de Apocalipsis] pp 231ss). Y finalmente citamos a Herman
Hoeksema en Behold He Cometh, An Exposition of the Book of Revelation [He Aquí
Viene, Una Exposición del Libro de Apocalipsis]: "La primera resurrección se refiere al
estado de las santos en gloria inmediatamente después de la muerte" (p 648).

22. T.A. Kantonen, Life after Death [Vida Después de la Muerte] pp 331-32. Millard J.
Erickson del Seminario Teológico Betel también enseña un estado intermedio: "Todos
los seres humanos (con excepción de aquellos que todavía viven cuando el Señor vuelve)
deben pasar por la muerte física, y en ese momento pasan por un estado intermedio según
su condición espiritual. Los que se han confiado a la obra salvadora de Jesucristo irán a
un lugar de gozo y premio; aquellos que no lo han hecho, irán a un lugar de castigo y
tormento. En algún momento en el futuro Cristo volverá corporal y personalmente.
Luego todos los muertos serán resucitados y consignados a su destino último - o el cielo o
el infierno" (Contemporary Options in Eschatology [Opciones Contemporáneas en la
Escatología] p 12). Esta es la enseñanza de Herman A. Hoyt del Seminario Teológico
559

Grace, Winona Lake, Indiana, en su libro The End Times [Los Últimos Tiempos] pp 34-
48.

23. La primera es la de los 144.000 quienes por causa de su obediencia ha ganado la


inmortalidad. La segunda es la de los creyentes del Antiguo Testamento (Hebreos 11:35).
La gran multitud que se muere ante del Armagedón experimentará la tercera resurrección.
La cuarta es la resurrección de los injustos, los que son ignorantes de la ley teocrática de
Dios y quienes no recibirán una segunda oportunidad. No todos serán resucitados. Adán,
Judas y los Fariseos para siempre permanecerán muertos. (Cf. F.E. Mayer, The Religious
Bodies of America [Los Cuerpos Religiosos de América] p 468).

24. Reu, Vol 2, 243.

25. The New Testament Commentary, [Comentario del Nuevo Testamento], Herbert C.
Alleman, editor (Philadelphia: Muhlenberg, 1944), pp 706-707.

26. Kantonen, The Christian Hope [La Esperanza Cristiana], p 99.

27. Cf. William E. Biederwolf, The Second Coming Bible [Biblia de la Segunda Venida], p
697.

28. Cf. 2 Samuel 6:23, "Y Mical hija de Saúl nunca tuvo hijos hasta el día de su muerte".
Esto no quiere decir que ella dio a luz después de su muerte.

29. Cf. Prof. John P. Meyer: "No requiere ningún conocimiento profético especial, ninguna
iluminación extraordinaria por medio del Espíritu Santo para poder reconocer cómo esta
palabra de Apocalipsis se está siendo cumplido frente a nuestros propios ojos" ("Das
Koenigtum Christi," p 199). Ver también Pieper, op. ''cit., III, 524: "Puesto que la
oposición a esta fundación de la iglesia Cristiana es general en nuestro día, nuestra
convicción es que ahora estamos en el "poco tiempo". Está hablando acerca de la
oposición al evangelio.

30. Libro I, 103-106.

31. Ploetz' Epitome of History [Epitome de Ploetz de la Historia] traducido por William H.
Tillinghast, p 16.

32. The Late Great Planet Earth [El Difunto Planeta Tierra] p 71.

33. Francis Brown, S.R. Driver, Charles A. Briggs, A Hebrew and English Lexicon of the
Old Testament, [Un Lexicon Hebreo e Inglés del Antiguo Testamento] p 12.

34. Cf. e.g., Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth [El Difunto Planeta Tierra] pp 64ss;
John Westly White, Reentry [Volver a Entrar], p 146; Salem Kirban, Guía para la
Sobrevivencia, pp 228ss. Theodore Graebner demuestra que esta es una etimología falsa
en su War in the Light of Prophecy, [Guerra A La Luz de la Profecía], p 84: "Derivar
560

'Rusia' de 'Rosh' es una etimología imposible. La palabra 'Rus' no aparece hasta el


noveno siglo como un nombre para los habitantes de lo que actualmente llamamos Rusia.
Ni tampoco es el nombre de origen oriental sino que es escandinaviano. Los 'Rus' fueron
los Normandas quienes invadieron a Rusia en el siglo noveno. Vinieron desde Suecia, y
su nombre Rothsmenn fue mal pronunciado por los habitantes de Rusia como Ruotsi, que
con el tiempo fue abreviado al Rus. Hasta el día de hoy los Finlandeses llaman a los
Suecos los Ruotseamae (Enciclopedia Británica, XXIII, p 868). Ver también "Cuando
los Rus Invadieron Rusia (National Geographic, March 1985, pp 278ss.

35. Graebner, p 96.

36. Paul E. Kretzmann, Popular Commentary of the Bible, New Testament [Comentario
Popular de la Biblia, Nuevo Testamento] Vol II, p 649.

Una Sopa Diabólica De

Herejías Escatológicas

En las lecturas anteriores hemos estudiado la doctrina bíblica de la escatología en su


totalidad, y hemos hablado en gran detalle acerca de varias profecías escatológicas
básicas. Hemos expuesto populares enseñanzas falsas tales como la creencia en un
milenio y en la venida de un Anticristo en el futuro [Ver Wisconsin Lutheran Quarterly,
(Vol. 85, Primavera, 1988), pp 106-126]. Las aberraciones escatológicas son tantas, sin
embargo, que si quisiéramos hablar de todas ellas tendríamos un libro muy grande. En
esta última lectura vamos a limitarnos a hablar de solo algunas herejías.

1. LA RESTAURACIÓN DE ISRAEL Y LA CONVERSIÓN DE LOS JUDIOS

Dios escogió a Israel como su pueblo. Fue por gracia, para gracia. Dios se reveló a Sí
mismo a ellos como, "Jehová, Jehová, fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira,
y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la
iniquidad, la rebelión y el pecado" (Éxodo 34:6,7). Esta fue la exégesis de Dios mismo
de su glorioso y maravilloso nombre, Jahve. Como el Señor su Dios (Deuteronomio
25:58), él había establecido su pacto con Israel gratuitamente. Lo hizo motivado por su
misericordia y amor para con ellos (Éxodo 33:19; Deuteronomio 7:68).

Pero la gracia de Dios no fue exclusivamente para Israel. Estratégicamente ubicado al


cruce del Antiguo Oriente, Israel iba a ser un faro de salvación para las naciones de la
tierra que estaban sumergidos en la oscuridad del paganismo. Dios les confió Sus propias
palabras (Romanos 3:2) para que pudieran "proclamar entre las naciones su gloria, en
todos los pueblos sus maravillas" como David exhortó a sus hermanos Israelitas (Salmo
96:3).
561

Deuteronomio 28 registra las muchas bendiciones con que Dios bendeciría a su pueblo si
ellos recibiesen sus promesas del pacto con corazones creyentes y si le servirían con una
fe agradecida. Pero también registra las consecuencias horrendas si ellos menospreciaban
su gracia y quebrantaban su pacto. Si no servían al Señor su Dios con alegría y gozo del
corazón (Deuteronomio 28:47), Moisés les advirtió, "Jehová te esparcirá por todos los
pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo" (Deuteronomio 28:64).
Ellos vivirían en una inseguridad perpetua, tristeza y temor.

La historia registra los hechos inexorables del cumplimiento espantoso de estas


maldiciones. Los Asirios deportan a los Diez Tribus de Israel, y las conquistas de los
Babilonios y los Romanos resultaron en la diáspora de los judíos, esparciéndoles sobre
toda la faz de la tierra. Según el Almanaque Mundial y Libro de Hechos, 1985 hay
17'320.140 judíos en el mundo (1). Son distribuidos así:

América del Norte 7'611.940

América del Sur 749.580

Europa 4'643.810

Asia 4'008.850

África 231.980

Oceanía y Australia 75.980

A través de los siglos los judíos en repetidas ocasiones han sido las víctimas de
programas y persecuciones escandalosos. La Enciclopedia Judaica calcula que se
murieron unos 6 mil millones en lo que ha sido llamado "el holocausto", la campaña de
exterminación sistemática Nazi (2). Este número ha sido cuestionado, pero no hay
ninguna duda que se perdió gran número de judíos. Desde la destrucción de Jerusalén
por el general Romano Tito en el año 70 d.C., los judíos han sido un pueblo perseguido y
sin hogar.

Luego, el 14 mayo, 1948 ocurrió lo inconcebible. Ese día David Ben-Gurion leyó la
Declaración de Independencia anunciando el establecimiento del estado moderno de
Israel. Medio siglo de esfuerzo por parte del movimiento había culminado en el éxito.
Este movimiento recibió su ímpetu de una llamada en 1897 de un periodista Australiano
llamado Theordora Herzl para el reestablecimiento de una patria para los judíos. En la
declaración Balfour de 1917, Inglaterra respaldó el plan para establecer tal patria en la
Palestina. Los judíos comenzaron a inmigrar a la tierra ancestral en números crecientes.
En 1948 ya habían 650.000 judíos en Palestina. La creciente prosperidad atrajo a los
Árabes también. Los conflictos entre estos dos grupos creyó el tal-llamado problema
Palestina.
562

Inglaterra, que tuvo control sobre este territorio, entregó el problema a las Naciones
Unidas. Se decidió repartir el país, dando una parte a los judíos y la otra parte a los
árabes.

El establecimiento de Israel como un estado judío independiente fue recibido por los
milenialistas Cristianos con un apoyo y entusiasmo desenfrenado. Ellos vieron en este
hecho el cumplimiento de profecías tales como éstas;

Deuteronomio 30:1-6 Sucederá que cuando hubieren venido sobre ti todas estas cosas, la
bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y te arrepintieres en medio de todas
las naciones adonde te hubiere arrojado Jehová tu Dios, y te convirtieres a Jehová tu
Dios, y obedecieres a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con
todo tu corazón y con toda tu alma, entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá
misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere
esparcido Jehová tu Dios. Aun cuando tus desterrados estuvieren en las partes más
lejanas que hay debajo del cielo, de allí te recogerá, y de allá te tomará; y te hará volver
Jehová tu Dios a la tierra que heredaron tus padres, y será tuya; y te hará bien, y te
multiplicará más que a tus padres. Y circuncidirá Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón
de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu
alma, a fin de que vivas.

Isaías 11:11,12 Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará otra vez su
mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede en Asiria, Egipto, Patros,
Etiopía, Elam, Sinar y Hamat, y en las costas del mar. Y levantará pendón a las naciones,
y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines
de la tierra.

Jeremías 23:3-8 Y yo mismo recogeré el remanente de mis ovejas de todas las tierras
adonde las eché y las haré volver a sus moradas, y crecerán y su multiplicarán. Y pondré
sobre ellos pastores que las apacientan; y no temerán más, ni se amedrentarán, ni serán
menoscabadas, dice Jehová. He aquí vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David
renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la
tierra. En sus días será salvo Jehá, e Israel habitará confiado y este será su nombre con el
cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra. Por tanto, he aquí vienen días, dice Jehová, en
que no dirán más: Vive Jehová que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra de Egipto,
sino: Vive Jehová que hizo subir y trajo la descendencia de la casa de Israel de la tierra
del norte, y de todas las tierras adonde yo los había echado; y habitarán en su tierra.

Ezequiel 37:21 Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo tomo a los hijos de Israel de
entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes, y los traeré a su
tierra.

Amós 9:14,15 Y traeré del cautiverio a mi pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades
asoladas, y las habitarán; plantarán viñas, y beberán el vino de ellas, y harán huertos, y
comerán el fruto de ellos. Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados
de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová Dios, tuyo.
563

Zacarías 10:10 Porque yo los traeré de la tierra de Egipto, y los recogeré de Asiria; y los
traeré a la tierra de Galaad y del Líbano, y no les bastará.

Estos son apenas algunos ejemplos de un tema recurrente en los profetas del Antiguo
Testamento: El Señor reunirá a su pueblo de las muchas tierras adonde han sido
esparcidos.

¿Qué significan estas promesas del Señor? Es claro de versículos como Jeremías 25:11
que Dios en verdad prometió volver a traer a su pueblo a la Tierra Prometida después de
70 Años de cautividad en Babilonia. Después de la destrucción de Jerusalén por los
Romanos en 70 d.C., no obstante, fueron esparcidos otra vez. ¿Estaba Dios prometiendo
otra restauración? Notamos que algunas de estas promesas, como Isaías 11:12, habla de
un regreso no solamente de Babilonia sino de los cuatro puntos de la tierra. ¿Estas
promesas significan que Dios volverá a los judíos a Palestina como un preludio del
segundo adviento de Cristo, como afirman los milenialistas? (3) Se deben entender tal
como supone Blackstone cuando escribe:

Puede ser como Ud. dice, "Estas profecías fueron cumplidas en el primer regreso de
Babilonia". No es así, eso fue la Primera vez. Mas iba a haber una Segunda
Restauración (Isaías 11:11).

En la primera restauración solamente regresaron de Babilonia los judíos que QUERIAN


(Esdras 7:13), mientras muchos permanecieron allí y en Egipto y en otras partes. Pero en
el futuro, o en la segunda restauración, nadie será dejado atrás.

En la primera restauración fueron solamente los judíos que volvieron.

En la segunda, la futura restauración, serán tanto Judá (los dos tribus) e Israel (los diez
tribus)....

En la primera restauración ellos volvieron pero fueron derrotados y echados otra vez.
Pero en la segunda, volverán para quedarse y nunca más se irán. Serán exaltados y
morarán en seguridad y las naciones gentiles fluirán a ellos. (4)

Estas profecías están siendo cumplidas en nuestra época a través del establecimiento del
estado moderno de Israel y por la migración de muchos judíos a él, tal como insiste
Walvoord en los siguientes comentarios:

La fundación del estado de Israel en años recientes ha sido parte de la reunión profetizada
de los judíos esparcidos a su patria antigua. La discusión previa señaló que las tres
dispersiones de Israel ya han sido cumplidas juntamente con las dos reuniones
profetizadas (5). El movimiento actual de los judíos a Palestina es un movimiento que en
muchas maneras es un paralelo con el éxodo de Israel es una evidencia tangible que no
puede ser ignorado. El significado de esa reunión es que justifica la interpretación literal
de la profecía que predijo precisamente tal movimiento. Si la reunión ha de ser tomado
564

literalmente, como los hechos históricos actuales parecen indicar, sería natural que sigue
la edad dorada también profetizada después de la segunda venida de Cristo (6).

Vamos a mirar algunos de estos versículos más cuidadosamente. Isaías 11:11,12 puede
servir como un ejemplo. ¿Dice lo que los milenialistas afirman que dice?

Del versículo 10 podemos detectar que Isaías tiene su ojo profético sobre el Salvador
venidero: "Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por
pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa". En el
NuevoTestamento entonces, ha llegado la época del Salvador, al cual se refiere cuando
dice en el versículo 11, "Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará otra
vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede".

Del contexto es obvio que Isaías no está profetizando el regreso de Israel. Menciona
específicamente que habla de un remanente. En 10:22 distingue claramente entre toda la
nación y el remanente: "Si tu pueblo, oh Israel, fuere como las arenas del mar, el
remanente de él volverá". (Ver también Isaías 1:9; Jeremías 23:3; Miqueas 2:12; 4:6,7 y
muchos otros versículos.)

¿Este "regreso" será un regreso físico a Palestina? Otra vez el capítulo anterior
demuestra claramente que Isaías habla de un regreso espiritual, "El remanente volverá, el
remanente de Jacob volverá al Dios fuerte" (10:21). En otras palabras, en la época
mesiánica, en el período del Nuevo Testamento, algunos de los Israelitas volverían al
Señor en fe y serían su verdadero pueblo.

Recordamos el Pentecostés, cuando 3.000 judíos de la diáspora "de todas las naciones
bajo el cielo" (Hechos 2:5) escuchó la predicación de los discípulos en su propia idioma,
se arrepintieron de sus pecados y fueron bautizados. Estos incluyeron a Partos, medos,
elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en la Ponto y en
Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y
romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes", (Hechos 2:9-
11). En el versículo 12 Isaías dice que los gentiles, también, afirmarán su unidad bajo el
pendón donde se reunirán los rechazados de Israel y de los judíos desde los cuatro
rincones de la tierra. El punto de encuentro no será en Palestina sino alrededor del Señor
Jesucristo mismo: la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos" (v 10).

"Pero", acusan los milenialistas, "Ud. está espiritualizando lo que está dicho en palabras
claras y simples. Mira lo que dice Ezequiel: 'Los recogeré de todas partes, y los traeré a
su tierra' (Ex. 37:21), y la profecía de Amós, 'los plantaré (a Israel) sobre su tierra' (9:15).
¿Por qué no leen las palabras simples del texto? ¿Por qué se apartan del significado
literal?"

La respuesta es, por supuesto, que la Biblia mismo indica que estos versículos deben ser
entendidas figurativamente. En el versículo de Ezequiel Dios declara en el versículo 24,
"Mi siervo David será rey sobre ellos". Obviamente, no se está refiriendo al hijo de Isaí
quien reinó de 1011-971 a.C. "David" es el Mesías, el Hijo Mayor del Rey David, de
565

quien David el hijo de Isaí, era un tipo. "Y todos ellos tendrán un solo pastor" es también
una figura de habla. Solamente aquellos que han sido cegados por los prejuicios
milenialistas no ven en esta profecía su cumplimiento en Jesús, "Yo soy el buen pastor; y
conozco mis ovejas, y las mías me conocen....También tengo otras ovejas que no son de
este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor"
(Juan 10:14,16).

Que el versículo de Amós ha sido y está siendo cumplido ahora mismo en cuanto los
gentiles como Ud. y yo venimos a la iglesia de Cristo, fue dicho muy claramente por
Santiago en el Concejo de Jerusalén en 51 d.C. Citando los versículos 11 y 12 de esta
profecía Mesiánica, Santiago declaró:

Varones hermanos, oídme. Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los
gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras
de los profetas, como está escrito: Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo
de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar, para que el resto
de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi
nombre, dice el Señor, que hace conocer todo desde tiempos antiguos (Hechos 15:13-18).

El regreso del pueblo de Dios de la cautividad, la reconstrucción de las ciudades


destruidas, la siembra de viñas y la siega de una cosecha rica, de la cual habla Amós en
9:13,14, como el establecimiento de Israel en su propia tierra, todos son una descripción
de la obra del Salvador en los corazones de los hombres en cuanto les atrae a Su reino de
gracia y en cuanto los bendice con los dones de Su salvación y la vida eterna. "En aquel
día" en la profecía de Amós, las mismas palabras en Isaías 11:11 señalan un
cumplimiento en el día cuando el Salvador prometido ha venido. En la sinagoga en
Nazaret Jesús leyó los dos primeros versículos de Isaías 61, un capítulo en el cual Isaías
describe la época mesiánica en palabras asombrosas, palabras muy similares a su
contemporáneo mayor, Amós (7). Luego declaró, "Hoy se ha cumplido esta Escritura
delante de vosotros" (Lucas 4:21).

La idea de los milenialistas de que los profetas están prediciendo un regreso literal de los
judíos a Palestina, una reconstrucción literal de las ciudades destruidas de Judá e Israel,
una cosecha literal de cultivos fenomenales, una restauración literal del templo en
Jerusalén con la reinstitución de los sacrificios y ceremonias Mosaícos - todo esto es una
trágica mal interpretación de las profecías hermosas y significantes del Salvador venidero
y su reino de gracia (8).

El versículo clave citado por los milenialistas en su creencia de que habrá una conversión
en masa de los judíos al Cristianismo antes del fin del mundo es Romanos 11:25-27:

Ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los
gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador,
que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus
pecados".
566

En los capítulos 9-11 de su carta a los Romanos Pablo habla de la gracia de Dios para con
Israel, su pueblo escogido. Enfatizando la gracia de Dios en llamarles, Pablo recuerda la
palabra de Dios en Éxodo 33:19, "Tendré misericordia de que tendré misericordia, y seré
clemente para con el que seré clemente" (Romanos 9:15). No obstante, la mayoría de
ellos rechazan la gracia de Dios. Pablo cita la profecía de Isaías (10:22,23) a la cual nos
referimos anteriormente, "Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar,
tan sólo el remanente será salvo" (Romanos 9:27). Solamente un remanente creerá el
mensaje de salvación de Dios. Para gran tristeza de Pablo, los demás son "un pueblo
rebelde y contradictor" (10:21).

¿Dios entonces rechazó a Su pueblo (Romanos 11:1)? "No ha desechado Dios a su


pueblo, al cual desde antes conoció" (Romanos 11:2). Todavía queda "un remanente
escogido por gracia" (Romanos 11:5). Estos hijos de Abraham pertenecen a los elegidos
de Dios. Pablo mismo era uno de ellos. Dios extendió su salvación a los gentiles para
provocar celos a Israel y hacerles ansiosos de recibirlo también (Romanos 11:11). Los
vástagos de olivos salvajes fueron implantados en el lugar de las ramas que habían sido
quebrantados. Aquellos Israelitas que no persisten en su incredulidad serán implantados
una vez más (Romanos 11:23), para unirse con los gentiles en la iglesia de Cristo. Pablo
concluye, "y luego todo Israel será salvo" (Romanos 11:26).

¿Esto significa, como afirman los milenialistas, que habrá una conversión en masa de los
judíos? Charles Hodge afirma:

Israel, aquí del contexto, debe significar el pueblo judío, y todo Israel, toda la nación.
Los judíos como un pueblo ahora son rechazados; como un pueblo han de ser
restaurados. Y su rechazo, aunque es nacional, no incluyó el rechazo de cada individuo;
así su restauración, aunque también es nacional, no necesariamente incluye a cada judío
individual....sino toda la nación, como una nación (9).

Pero Hodge pasa por alto un punto muy importante. Pablo no dice "y entonces" (kai
tota) sino "y luego" (kai outos) todo Israel será salvo. Reu comete el mismo error que
Hodge cuando el traduce ese versículo así: "Un endurecimiento parcial ha venido sobre
el pueblo de Israel que durará hasta ese punto en el tiempo cuando haya entrado la
plenitud de los gentiles y entonces todo Israel será salvo" (10).

La palabra outos no significa "entonces". Significa "de esta manera, así" (11). Resume
todo lo que Pablo ha dicho. En lo anterior enfatizó, como ha sido mencionado, todavía
queda un remanente escogido por gracia entre los judíos. El endurecimiento de Israel, los
descendientes de la sangre de Jacob, es solamente "en parte". No incluye a toda la
nación. A través de los años algunos vendrán a la fe. Pero también los elegidos entre los
gentiles vendrán a la iglesia de Cristo. Al añadir el número total (to pleroma) de estos
gentiles al remanente de los creyentes judíos, todo el verdadero Israel de Dios, y el
número total de los elegidos, consistiendo de todos los creyentes tanto judíos como
gentiles, serán salvos.
567

En Romanos 9:6 Pablo destaca un punto importante, "Porque no todos los que descienden
de Israel son israelitas". No es el ser descendiente físico de Abraham y de Jacob lo que
determina si pertenece o no al verdadero Israel de Dios, su Israel espiritual. Esto está
determinado solamente en base de la fe. En Gálatas 3:7 Pablo enfatiza esta misma
verdad, "Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham".

Los milenialistas también malinterpretan la palabra "hasta",. "Ha acontecido a Israel


endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles" (Romanos
11:25). Pablo no está diciendo que todos los gentiles que han de ser salvos vendrán a la
fe y después de eso habrá una conversión en masa de los judíos. La palabra "hasta" no
implica que habrá un cambio en el endurecimiento de la mayoría antes del fin del mundo.
Esto no está sugerido como 2 Samuel 6:23, "Y Mical hija de Saúl nunca tuvo hijos hasta
el día de su muerte" no insinua que ella tuvo hijos después de su muerte. Los gentiles
seguirán viniendo a la fe hasta el día de juicio, tal como Jesús indica en Mateo 24:14,
"Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a las
naciones; y entonces vendrá el fin". El remanente de los judíos también será reunido en
este período, mientras los otros judíos y gentiles permanecen en la incredulidad (12).

Los milenialistas se jactan de que su interpretación es literal. Algunos de ellos,


ciertamente, enseñan que todos que son Israelitas en el sentido físico serán resucitados y
serán convertidos a la fe en Cristo. La mayoría de ellos, sin embargo, limitan el "todo" a
aquellos judíos que estarán vivos en el momento del regreso de Cristo, y muchos limitan
este número aún más y dicen que gran número de ellos, pero no todos, llegarán a ser
Cristianos. Pero Pablo está haciendo un contraste entre "todo Israel" que será salvo y el
"Israel en parte" que será endurecido. En tal contexto "todo" no puede ser nada más que
universal. ¡Cualquier interpretación que limita el "todo no es literal!

Las enseñanzas de Reu son por lo tanto sin fundamento y son antibíblicos cuando afirma,
"La proclamación del evangelio entre todas las naciones es seguido por la conversión de
Israel....El Señor predice la venida de la noche de endurecimiento y resistencia, mas muy
lejano sobre el horizonte ve el amanecer de un nuevo día" (13).

Todos aquellos, que al igual que Reu fomentan este error escatológico o otros errores
similares de que Dios ha prometido reunir a los judíos desde los cuatro puntos de la tierra
y que los reestablecerá en Palestina como un preludio del regreso de Cristo - y el número
de tales erroristas es legión - obran como los siervos del diablo ofreciendo su sopa de las
herejías escatológicas para desviar y engañar a los imprudentes.

2. EL ARREBATAMIENTO

Allí iba yo, conduciendo mi carro, cuando de repente todo se enloqueció....carros girando
en todas direcciones....y ninguno de estos carros tuvo un conductor....¡Realmente se
enloqueció! ¡Creo que es una invasión del espacio!

Fueron los últimos momentos del último partido del campeonato y ganaba el otro equipo.
Nuestro equipo tuvo el balón. Hicimos un gol y empatamos el partido. La multitud se
568

enloqueció....Un minuto más, ellos perdieron el balón - lo recuperamos - estaba unas


cuantos metros del portero cuando - zap - se desapareció - totalmente desaparecido, ya no
estaba allí" (14).

Estos son apenas dos ejemplos que Hal Lindsey da para explicar su concepto del
arrebatamiento. Algún día Jesús vendrá repentinamente, cuando no lo esperamos, y
arrebatará a todos aquellos que cree en Él.

Pero Lindsey no es el único que fomenta esta creencia. Hay un diluvio de folletos,
periódicos, libros y predicadores exponiendo sobre esta herejía diabólica que ofrecen un
público simplón.

En la portada de un libro por Salem Kirban dice, "En algún momento en el


futuro....muchos MILLONES de personas DESAPARECERAN de este mundo en el
'abrir y cerrar de los ojos'" (14).

Kirban señala Mateo 24:40,41: "Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y
el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la
otra dejada". En estos versículos Jesús está describiendo la separación de los creyentes
de los incrédulos al cual se había referido unos versículos antes cuando dijo que enviaría
sus ángeles en el momento de su regreso en el último día para "juntar a sus escogidos de
los cuatro vientos, desde un extremo del cielo al otro" (Mateo 24:31).

Pero Kirban sostiene el mismo concepto falso del arrebatamiento que tiene Lindsey. He
aquí un ejemplo de su descripción de la experiencia de un hombre viajando en un avión
supersónico:

Estaba al punto de subir en el avión. Estos nuevos aviones supersónicos llevan 1.000
personas, pero yo era el último para ser asignado un asiento. Estaba feliz que había
alcanzado el vuelo de la tarde. Muy pronto estaría en casa. Y tuvo muchas cosas para
decir a Helena.

En este momento Bill empezó a gritar, "Jorge, mira por la ventana....te digo, no es una
nube. Nunca he visto una nube tan extraña. Mira como se está abriendo....Jorge, SE
ESTA ABRIENDO....DESPEGANDOSE COMO UN ROLLO....¡Jorge! ¿Qué está
pasando?"

Ahora estaba gritando....y me sentía muy incómodo. Miré a las otras personas en el avión
y todos estaban de pie gritando y señalando con el dedo.

Y luego sucedió....en el abrir y cerrar de un ojo.

El avión sintió más liviano - se giró bruscamente y empezó a caer a tierra.


569

Perdí el conocimiento....no me acuerdo exactamente lo que sucedió después. Habían dos


azafatas a mi lado; pero cuando yo me desperté, no había sino una allí.

La levanté del piso, y ella corrió a la cabina del piloto. Cuando salió, su cara era blanca
como un fantasma....y puso su mano sobre la boca para suprimir un grito.

En ese momento se escuchó una voz en el intercomunicador.

"Señores y señoras....algo poco usual acaba de suceder. No estamos seguros que


fue....pero, por favor mantengan la calma....todo está bajo control. Nuestro piloto se ha
desaparecido....tal vez alguna enfermedad celestial misteriosa. Esto ha causado la
pérdida de altura....pero, el co-piloto ha tomado control del avión. Por favor, abrochen
sus cinturones de seguridad."

Eso ¿por qué causaría a la azafata a gritar con miedo?....luego miré alrededor mío en
cuanto escuché cómo gritaba....

"¡MIRA, LA MITAD DE LOS PASAJEROS SE HAN DESAPARECIDO!"

Jamás me olvidaré de los escalofríos que me sentí. LA MITAD DE LOS PASAJEROS


SE HAN DESAPARECIDO. No era la mitad....pero podía haber sido unas 100 personas.
Volteé para hablar con Bill.

¡PERO BILL NO ESTABA ALLI! (16)

Y así sigue el cuento. El viajero de Kirban llega a la casa y descubre que su esposa e
hijos se han desaparecido. Por fin se da cuenta: "¡EL ARREBATIMIENTO! ¡Ha
venido! ¡Este es el ARREBATIMIENTO!"

Ahora, las Escrituras ciertamente enseñan que habrá un arrebatamiento. Lindsey, Kirban,
y los otros chiliastas no están en el error en cuanto al hecho, mas se equivocan en cuanto
a la naturaleza, el momento y las circunstancias del arrebatamiento.

En 1 Tesalonicenses 4:15-17 Pablo escribe:

Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor; que nosotros que vivimos, que
habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.
Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios,
descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los
que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las
nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

Según esto, en el regreso de Cristo él se despertará y levantará a los muertos. La voz del
arcángel y la trompeta de Dios les llamará de sus tumbas. Todos los muertos se
levantarán (Daniel 12:2; Juan 5:28,29). No obstante, aquí en sus palabras a los
Tesalonicenses, Pablo solamente se dirige a los creyentes. No dice nada acerca de los
570

incrédulos que se levantarán de sus tumbas al mismo tiempo porque su único propósito es
calmar la ansiedad de los Cristianos en Tesalónica quienes temían que sus seres amados
estarían en desventaja en la parousia de Cristo. Tenían miedo de que ellos perderían el
gozo de ser testigos de su regreso. Pablo les asegura que eso no es cierto. Sus seres
queridos que se habían dormido en Cristo también participarían en este evento gozoso.
Serían arrebatados juntamente con los Cristianos que todavía están vivos para encontrarse
con el Señor en el aire.

El verbo que Pablo usa para describir lo que sucederá es arpagesometha. Esto significa,
"seremos arrebatados, agarrados, atrapados". La palabra "arrebatamiento" transmite el
mismo pensamiento. Está derivado del Vulgata (traducción de la Biblia al latín por
Jerónimo, 400 d.C.) que usa la palabra rapiemur, "seremos arrebatados" o "agarrados".

No obstante, las Escrituras en ninguna parte dicen que el arrebatamiento comienza "con
el conteo de los siete años antes del regreso de Jesucristo a la tierra" tal como supone
Lindsey (17). El afirma que el arrebatamiento marcará el comienzo de un período de
siete anos de tribulación en el cual el Anticristo y el Falso Profeta estarán en control,
antes del descenso de Cristo a la tierra para iniciar el milenio. Sostiene que antes de la
Gran Tribulación, "el período de pestilencia, derramamiento de sangre y hambre tal como
el mundo jamás haya conocido" serán quitados los creyentes de la tierra.

Sin embargo, de 1 Tesalonicenses vemos que los creyentes se resucitarán para estar con
Cristo en el aire, no antes, pero en el mimismo último día, el día cuando la trompeta de
Dios señala el fin (compare 1 Tesalonicenses 4:16 con Mateo 24:31). Las Escrituras
tampoco comentan un doble regreso de Cristo, uno siendo en secreto y el segundo siendo
visible varios años después. Habrá una sola parousia. En ese día, según Mateo 24:30,
todas las naciones de la tierra "verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del
cielo, con poder y gran gloria". En ese día, según Apocalipsis 1:7, "todo ojo le verá".
Los Cristianos no van a desaparecer misteriosamente mientras sigue la vida normal aquí
en la tierra. Tal como la ascensión de Cristo al cielo fue visible (Hechos 1:11), así será
visible su descenso en las nubes del cielo y la ascensión de sus santos para recibir a su
Señor y Salvador en el aire.

El punto de vista que tienen Lindsey y Kirban del arrebatamiento se conoce como la
pretribulación. Es la posición de la mayoría de los milenialistas. Pero hay otros que
enseñan la post-tribulación, la creencia de que el arrebatamiento vendrá después de la
tribulación y no antes. Otros enseñan un arrebatamiento en la mitad de la tribulación,
esperando que la iglesia sea arrebatado, antes de la gran tribulación pero no antes de
algunos de los eventos ya mencionados. Otro punto de vista defiende la teoría del
arrebatamiento parcial, la creencia de que únicamente los santos calificados serán
arrebatados antes de la tribulación y los demás serán arrebatados durante la tribulación o
a su final en la medida que califican de acuerdo con sus buenas obras (18).
571

Walvoord, un defensor ardiente de la pretribulación, dice que "hay que hacer dos
presuposiciones importantes para poder defender la pretribulación: (1) la definición de la
iglesia como un cuerpo aparte de los santos, diferente a los santos de todas las épocas; (2)
la doctrina de una tribulación futura de una severidad sin precedentes" (19). No obstante,
ninguna de estas presuposiciones son bíblicas. Que la iglesia es un cuerpo de santos
aparte de los santos de todas las épocas es un error obvio procediendo de la
dispensacionalismo no-bíblico de Walvoord que hace a uno chillarse al ver la ceguedad
de aquellos cuyo entendimiento de las Escrituras es impedido por una neblina de ideas
preconcebidas y erróneas (ver Juan 10:16; Gálatas 3:6-9,28,29; Efesios 4:4-6; Apocalipsis
4:4; 7:9). El error fatal en la segunda presuposición de Walvoord se encuentra en la
palabra "futuro". No disputamos que los últimos días del mundo serán días de tribulación
y angustia jamás antes conocidos (Mateo 24:21,22). Pero afirmar que esos tiempos, sin
cuestión, permanecen todavía en el futuro es negar la verdad enfatizada en el Nuevo
Testamento de que el fin podría venir en cualquier momento, aún antes que Ud. lee el
siguiente párrafo (Mateo 24:29,26,42,44; 2 Pedro 3:10).

Los teóricos del arrebatamiento pretribulación, los de la post-tribulación, los de la media-


tribulación, los del arrebatamiento parcial - acerca de todo esa manada de lobos vestidos
como ovejas nos advierte Jesús en Mateo 7:15, "Guardaos de los falsos profetas".

[ En la siguiente sesión el Profesor Gawrisch trata con varios errores que se relacionan
con los últimos tiempos. No todos esos errores se relacionan con el milenio.]

3. EL REGRESO DE CRISTO

La doctrina bíblica del regreso de Cristo fue presentado anteriormente en esta serie de
lecturas. No es nuestra intención repasarlo aquí. Es nuestro propósito, no obstante,
llamar la atención a unas falsas interpretaciones actuales de las profecías bíblicas acerca
del regreso de Cristo que constituyen una sopa diabólica de herejías escatológicas.

Previamente habíamos expresado nuestra crítica acerca de la escatología de T.A.


Kantonen. No obstante, hay que elogiarle por enfatizar la renuencia de muchos teólogos
contemporáneos de no tomar en serio la segunda venida de Cristo. El cita el siguiente
comentario de Georgia Harkness como típico: "Pocos Cristianos Americanos disputarían
la verdad y la suprema importancia de la 'primera' y la 'continua' venida de Cristo.
Muchos están obligados a dudar que es esencial a la esperanza Cristiana del triunfo final
de Cristo - que hay una segunda venida" (20). Hay que estar de acuerdo con el
comentario y las observaciones de Kantonen:

Este escritor, al igual que muchos otros, trata de eliminar cualquier referencia a "nubes" y
cualquier otra cosa que podría sugerir un regreso visible de Cristo a la tierra como
perteneciente a un apocalipsis absoluto y erróneo, y a limitar la venida de Cristo a un
proceso espiritual gradual transformando al mundo actual. Pero esta misma falta de
énfasis de un adviento futuro actual de Cristo se logra mediante la interpretación
"sofisticada" que relega su último triunfo a un reino supratemporal totalmente más allá de
la historia. La escatología de Karl Barth de dos mundos, por ejemplo, con su insistencia
572

que el fin siempre está cerca y el señoría de Cristo ya alcanzó su realización trascendente,
priva el fin del mundo y la segunda venida de cualquier verdadero significado. Sucede lo
mismo con la interpretación de Bultmann de la enseñanza de Jesús sobre el fin del mundo
como una expresión mitológica del significado de la existencia y el trato de Lohmeyer
como un símbolo de una verdad eterna. Aun Althaus, al definir la parousia como algo
totalmente del otro mundo, tiende a tomar el mismo rumbo. (21)

Mas aquellos que abiertamente niegan la esperanza de la iglesia del regreso de Cristo al
juicio, y aquellos que según Kantonen "lo transportan a la esfera de sus propias
especulaciones esotéricas" pertenecen a los burladores quienes, advirtió Pedro, vendrían
"andando según sus propias concupiscencias" (2 Pedro 3:3).

Regin Prenter muestra su existencialismo cuando escribe en su Creación y Redención:


"Sería un error creer que la segunda venida necesariamente debe ocurrir en algún
momento del proceso histórico, no importa si lo consideramos como un momento
cercano o lejano" (22). Rechazando ambas alternativas de que "o la segunda venida
ocurrirá en una fecha exacta, o nunca ocurrirá" Prenter prefiere "la trascendencia absoluta
de la segunda venida" (23). En otras palabras, lo envía a la tierra del olvido de cosas no
comprensibles. Pero, negar que la segunda venida ocurrirá en algún punto particular del
proceso histórico, o en una fecha exacta que marcará el fin del mundo en el sentido
absoluto de la palabra, es violar las leyes del idioma y de la lógica. Es negar la claridad
de las Escrituras. Es un esfuerzo necio e inútil convertir a Jesús en un socio de la
especulación neo-gnóstica de la neo-ortodoxia. En una palabra, roba a los Cristianos de
su esperanza.

John A.T. Robinson, autor anglicano de Siendo Honesto Con Dios, el libro que
escandalizó al mundo religioso en los años 60, en su anterior libro, Al Final, Dios, trata
de demitizar lo que él considera como el mito de la parousia o la segunda venida.
Contrastando a Marcos con Mateo y Lucas afirma que "un grupo de dichos (representado
por lo general en el evangelio de Marcos) sugiere que las cosas se agitarán hasta llegar a
la acta final de la drama divina....Al contrario, hay otra tradición (representada por Mateo
y Lucas) que habla del día cuando Cristo de repente e inesperadamente romperá los
procesos normales de este mundo" (24).

Dando rienda suelta a unos comentarios teológicos de doble filo, Robinson escribe:

El día del Señor es igualmente algo que solo puede ocurrir como el colmo del proceso del
mundo y algo que es la verdad acerca del proceso del mundo ahora y en cada momento.
La parousia no puede ser vista como un evento en el futuro: ocurre como un cruce del
universo en cada época....El mito de la parousia universaliza y clarifica lo que debe
suceder, y que ya está pasando, cuandoquiera Cristo viene en amor y en poder,
dondequiera se puede trazar señales de su presencia y dondequiera se ven las señales de
la cruz. El día del juicio es una imagen dramatizada e idealizada de cualquier día común.
Y, aún así, no es simplemente cualquier día. La parousia y el juicio no son meros cruces.
También deben ser representados, como en cualquier tradición, como realidades que
consuman y traspasan el proceso histórico.
573

Si se acepta este entendimiento del carácter mítico de la afirmación escatológica, será


claro que el Cristiano no tiene ningún conocimiento ni interés en el estado final del
planeta que tiene de sus comienzos. La ilusión que la Biblia le otorga tal información, si
solamente es capaz de interpretarlo correctamente, debe ser encerrado tan profundamente
como otras ilusiones similares acerca de los comienzos del mundo derivado de Génesis
(25).

En su volumen de 1957, Jesús y Su Venida, Robinson trata de demostrar que las profecías
acerca de la segunda venida de Cristo ya fueron cumplidas en su venida y que Jesús
mismo nunca profetizó que vendría de nuevo. Robinson está imitando a Bultmann, quien,
en una declaración citado por Barth, insiste que "la parousia ya ha ocurrido" (26). Para
negar la naturaleza histórica del regreso de Cristo es un error que destruye al alma tanto
como la negación de la historicidad de su resurrección. Jesús profetizó tanto su
resurrección como su regreso como eventos históricos actuales cuando dijo a los judíos,
"Destruid este templo y en tres días lo levantaré" (Juan 2:19) y otra vez, "Desde ahora
veréis al Hijo de Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes
del cielo" (Mateo 26:64).

Podemos estar seguros que no fue una ofuscación teológica del tipo que respalda
Robinson que captó la atención de María cuando se sentó a los pies del Señor, o que
capacitó a Marta confesar acerca de Lázaro, "Yo sé que resucitará en la resurrección, en
el día postrero" (Juan 11:24). Insistir, tal como hace Robinson, que "el día del juicio es
una imagen dramatizada e idealizada de un día ordinario" es mezclar la confusión con la
delusión.

Aún mas audaz y descarado es la incredulidad de J. Schoneberg Setzer, un ex-pastor de la


Iglesia Luterana en América quien enseñó en la Universidad Hartwick en Oneonca,
Nueva York. Setzer escribe:

Una de las doctrinas pintorescas y constantes del Cristianismo desde que los primeros
discípulos comenzaron a dar testimonio de Jesús ha sido la afirmación que él volverá con
resplandor celestial para ser el juez de los vivos y los muertos en una gran drama de
resurrección y juicio....Mas después de dos mil años todavía no ha ocurrido.
Tradicionalmente la iglesia ha decidido, en su perplejo, que los escritores del Nuevo
Testamento tuvieron razón sobre el hecho del regreso de Jesús mas no es cuanto a su
proximidad. O, la iglesia simplemente ha ignorado el tema al etiquetar todos los
versículos del "pronto regreso" como un misterio insondable. Pero hoy, en toda
honestidad, debemos admitir que los escritores del Nuevo Testamento podían haberse
equivocado en cuanto al pronto regreso de Jesús, y también podrían haberse equivocado
acerca de la segunda venida de Jesús. Así que, por lo general, hay un acuerdo entre los
estudiantes de la Biblia y los teólogos de que la segunda venida de Jesús fue una doctrina
errónea de la iglesia primitiva (27).
574

Para Setzer todas las grandes profecías escatológicas de la Biblia son totalmente
simbólicas:

Jesús creyó que el gran juicio estaba tomando lugar aquí y ahora en cada momento de la
historia en cuanto miles de personas mueren y pasan en un fluyo sin fin ante el Padre
eterno a su destino que según su manera de vivir con Dios y con el hombre ha sido
preparado para ellos....Después de su muerte Jesús ciertamente ha vuelto entre nosotros
en una mayor gloria. Cada generación que pasa da testimonio a la verdad de que la
revelación de Dios que él trajo es el secreto para una vida noble, estable y realizada....Sí,
el credo Niceno es correcto por lo menos en una manera metafórica cuando declara que
"vendrá otra vez en gloria para juzgar a los vivos y los muertos" (28).

Uno sólo podría decir de esta sopa teológica preparada en la cocina del infierno por los
teólogos modernos como Robinson, Setzer y los demás, "¡Hay muerte en esa olla" (2
Reyes 4:40).

4. LA RESURRECCION

Ya hemos hablado sobre el error de que habrá múltiples resurrecciones y no una sola sea
la resurrección universal del último día tal como está enseñada en las Escrituras.

Representativo del primero es la enseñanza de Reinhold Niebuhr, quien no entiende


literalmente las profecías de las Escrituras sobre la resurrección. El hace referencia al
"mito de la resurrección". El afirma, "La idea de la resurrección del cuerpo por supuesto
no puede ser literalmente cierto". Para él la resurrección del cuerpo es simplemente "la
idea de la realización social" (29). Los pensamientos heréticos como estos son
íntimamente conectados al rechazo casi universal de la resurrección corporal de Cristo
por parte de los teólogos modernos. Son descendientes directos de los filósofos de
Atenas quienes, cuando escucharon de la resurrección de los muertos, se burlaron
(Hechos 17:32).

El segundo error no niega que habrá una resurrección pero sí niega la resurrección del
cuerpo que tenemos en esta vida. A pesar de las palabras de Job, "En mi carne (mibasari)
he de ver a Dios" (Job 19:26) y a pesar de las palabras claras del Cristo resucitado, "Un
espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo" (Lucas 24:39), estos erroristas
rechazan la resurrección de la carne.

Como un ejemplo de este error citamos la frecuentemente citado declaración de un


graduado de nuestro seminario, el cual enseñó en Concordia, San Louis por un tiempo,
Gilbert Thiele: "Pensamos que es justo decir, de una manera muy franca, que cuando un
hombre se muere, muerto está" (30). Ridiculizando la creencia de la resurrección del
cuerpo que colocamos en la tumba Thiele escribe, "¿Habrá algún tipo de peregrinación en
masa al trono de Dios, desde las profundidades del mar, desde los innumerables criptas,
catacumbas, tumbas, urnas y otros lugares de entierro? Ciertamente esto es demasiado
caprichoso para siquiera considerar" (31). El es supremamente crítico de la frase en el
Credo Apostólico "la resurrección de la carne".
575

En otras palabras, Thiele niega la identidad del cuerpo que es resucitado con el cuerpo
que está enterrado. Para él la resurrección es "solamente la continuación del proceso de
la creación de una humanidad divinamente ordenada mas ahora eternamente
reconstituida" (32). El sugiere que cuando se mete el elemento de la carne "es demasiado
fácil que entre la carnalidad del milenio a un nivel craso y barato" (33).

Estas aberraciones no fueron originales de Thiele. En esencia los mismos pensamientos


fueron expresados por Oscar Cullmann en su libro La Inmortalidad del Alma o
Resurrección de los Muertos por Walter Kuenneth en su Teología de la Resurrección y
también por otros. Para Kuenneth hay un problema "en cuanto a la continuidad entre este
hombre y el hombre de la resurrección" (34) pero no para Job ni para Pablo (Job 19:25-
27; Filipenses 3:21). En la resurrección nuestros cuerpos y los de todos los creyentes
serán los mismos que tuvimos en esta vida, pero serán transformados para que sean como
el cuerpo glorificado de Cristo. Cualquier modificación o rechazo de esa verdad tiene el
olor acre de azufre que lo traiciona como procediendo del padre de las mentiras. Todos
aquellos que niegan la doctrina de la resurrección en su totalidad o en parte niegan una de
las doctrinas fundamentales y esenciales del Cristianismo y debe ser excluido de la
iglesia Cristiana (Timoteo 1:19,20; 2 Timoteo 2:17,18). A pesar de sus reclamos, ellos no
son seguidores de Cristo ni son miembros de su cuerpo, la santa iglesia Cristiana.

5. EL INFIERNO

Las aberraciones actuales en la doctrina del infierno van del rechazo total de que haya un
castigo eterno para el pecado hasta el universalismo, la enseñanza que dice que al último
todos se salvarán. Robert Ingersoll, el ateo infame, denunció la doctrina de que los
malvados sufrirán tormentos eternos en el infierno como "un horror infinito" y afirmó,
"Por debajo de esta dogma Cristiana no puede ir el salvajismo" (35). "El Manifiesto
Humanista II" publicado en 1973, fue firmado por tales figuras prominentes como Andrei
Sakharov, el disidente ruso de la Academia de Ciencia en Moscú, los autores Isaac
Asimov y Paul Blanshard, el psicólogo de Harvard B.F. Skinner y Betty Friedan autor de
La Mística Femenina y fundadora de la Organización Nacional para las Mujeres. Este
"Manifiesto" describe el temor de una condenación eterna como "ilusorio y dañino" (36).

Los Testigos de Jehová, los Adventistas del Séptimo Día y un número creciente de
eruditos "evangélicos" atacan esta doctrina del infierno de la misma manera. Rutherford
[fundador de los Testigos de Jehová] dijo francamente, "Un Creador que pondría a operar
un sistema de tormento eterno sería un demonio y no un Dios razonable" (37). Tim
Crosby, escribiendo en el periódico de los Adventistas del Séptimo Día Ministerio,
enseña que eventualmente los malvados serán aniquilados. "El infierno", dice, "es el
futuro y se quemará únicamente hasta que todos os malvados sean reducidos a cenizas"
(38). Según él, la expresión "fuego eterno" (Mateo 25:41) "no significa un fuego eterno,
sino un fuego cuyos resultados son eternos". El castigo del infierno "es eterno en que
jamás podrá deshacerse; los condenados jamás volverán a existir" (39).
576

Dice lo mismo Clark Pinnock, profesor de la teología sistemática en la Universidad


McMaster de Divinidad y muy conocido "evangélico". Escribiendo en Christianity
Today, insiste que "el fuego del juicio de Dios consume a los malvados....Dios no resucita
a los malvados para poder atormentarlos eternamente, sino para declarar su juicio sobre
los malvados y condenarlos a la extinción, lo cual es la segunda muerte" (40).

Otro "evangélico" Edward William Fudge, un laico, en su libro El Fuego Que Consume
afirma que el Antiguo y el Nuevo Testamento enseñan "una resurrección de los malvados
con el propósito del juicio divino, la anticipación miedosa del fuego consumidor, la
expulsión irrevocable de la presencia de Dios a un lugar donde habrá llanto y el crujir de
dientes, tal sufrimiento consciente como requiere la justicia divina para cada individuo - y
finalmente, el total y eterna extinción de los malvados sin la esperanza de una
resurrección, restauración o recuperación" (41).

También pertenece a este grupo que se opone totalmente la enseñanza bíblica de que Dios
castigará a los malvados en el infierno eternamente el "luterano" J. Schoneberg Setzer.
Setzer supone que Jesús creyó que "aquellos que persisten en su rebelión en contra del
gobierno de Dios que sigue hermosamente para siempre serán castigados en la muerte en
una destrucción que termina en su no-existencia, o si no serán castigados en la muerte en
una medida necesaria para su conversión y restauración" (42).

Aunque tales blasfemias pueden escandalizarnos, y sobre todo la cita de Setzer a


continuación, uno debe estar al tanto de la vehemencia con que este profesor Luterano,
ahora difunto, se opone a la enseñanza de la Confesión de Augsburgo de que Dios
condenará a los hombres y los malvados "para ser atormentados sin fin" (43).

Setzer escribe, en un capítulo titulado, "¿Realmente Existe El Infierno?":

Que un Padre celestial justo condenaría a un hijo a quemar en agonía por toda la
eternidad, lo cual será millones y millones de años sin fin, simplemente porque el niño
abusó unos setenta cortos años ha sido horroroso para muchos....Un Padre celestial que
fritaría a sus enemigos por toda la eternidad sería infinitamente peor que Adolfo Hitler
quien exterminó y cremó en lugares como Buchenwald y Belsen unos seis millones de
judíos que él consideró ser sus enemigos....Los eruditos bíblicos modernos simplemente
no creen que Jesús dijo las cosas sobre el infierno que se le atribuyen en los evangelios,
ya que estos versículos contradicen todo lo que Jesús fue y defendió. Jesús, por ejemplo,
nos exhortó amar a nuestros enemigos con un amor perfecto, completo, tal como tiene el
Padre celestial....¿Podría este mismo Jesús haber estado de acuerdo con la opinión común
de su época de que Dios sobre castigó a sus enemigos después de la muerte con un rencor
eterno que los asó en un horno eterno? ¡No! Yo no creo que Jesús habría estado de
acuerdo con eso. Un Dios tan vengativo, en vez de ser una deidad amorosa de perdón y
misericordia, sería un Frankenstein de odio y venganza que manda a sus hijos a ser más
morales de lo que El mismo está dispuesto a ser (44).
577

Puesto que para Setzer "la doctrina de un infierno literal para el tormento eterno de las
almas no es más cierto que el infierno externo literal entonces ¿qué es su concepto del
infierno? (45) El explica:

Hoy los teólogos y predicadores Cristianos hablan del infierno simbólicamente como una
realidad del tercer mundo. Hoy el infierno está descrito como esa confusión - sea
individual o social - que los hombres crean en esta vida....Un campo de batalla, una celda,
un matrimonio destruido por el odio, una amistad dañada - este es el infierno (46).

No solo los ateos y los nihilistas, sino también aquellos que enseñan el universalismo, la
creencia que al final todos serán salvos, son víctimas de la desilusión del diablo.
Orígenes (185-254 d.C.), el padre de innumerable herejías, enseñó una apocatastasis o
una eventual restauración tanto de los seres humanos malvados como para los diablos. El
consideró el fuego del infierno como purificador, temporal y figurativo consistiendo en
los tormentos de conciencia (47). Este y otros errores suyos fueron condenados en un
sínodo convocado en Constantinopla en 544 (48). Esta doctrina del Cristianismo
ortodoxo está resumido en la declaración del Credo Atanasiano, "Ellos que han hecho el
bien irán a la vida eterna; y aquellos que han hecho el mal, irán al fuego eterno" (49).
Según Mateo 25:46 el castigo que sufrirán los malvados será sin fin igualmente como
será eterno el gozo del pueblo de Dios. La palabra aionion (eterno, sin fin) se usa para
ambas personas en las palabras de Jesús, "Irán éstos al castigo eterno, y los justos a la
vida eterna".

El error de Orígenes persistió, no obstante, de una forma u otra a través de los siglos. El
místico y Luterano Johann Wilhelm Petersen (1659-1727) enseñó la restauración de todas
las cosas(50). Otro defensor de este error fue Samuel Huber (1547-1627) quien enseñó
por un tiempo en la Universidad de Wittenberg pero fue despedido y murió como "mártir
amargado del universalismo" (51). Kant, Schleiermacher y Ritschl también fueron
Luteranos por nombre mas defendieron el universalismo. La denominación universalista
fue fundada por John Murray (1741-1815) de Gloucester, Maine. Hosea Ballou (1771-
1852), que ha sido llamado el "apóstol del universalismo en América" (52) orientó el
movimiento hacia el Unitarismo. La Asociación Unitaria y la Iglesia Universalista de
América se unieron en 1961.

¿Existe el infierno? Teodora Zahn, un conocido comentarista del Nuevo Testamento,


llama el tormento eterno en el infierno, Aberglaube, una superstición (53). Así como es
estrategia sútil del diablo convencer a las personas que él no existe, también trata de
convencer a sus próximas víctimas que no hay un infierno. Todos los que niegan la
realidad del infierno son sus víctimas y agentes. Los chiliastas y los universalistas dan
rienda suelta a ilusiones. No reconocen la pasmosa justicia y santidad de Dios y con su
error engañan a sus seguidores a una seguridad falsa que tendrán unas consecuencias
horribles. "¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!" (Hebreos 10:31).

6. EL CIELO
578

La doctrina del cielo es un correlativo de la doctrina del infierno. Es inevitable que la


persona que erra en el uno también errará en el otro. Así, Setzer rechaza la imagen
bíblica del cielo como un mito antiguo, una fábula o folclor que "obviamente ha sido
desaprobado por los descubrimientos científicos del hombre moderno....La Biblia, en la
cual hemos confiado durante siglos como la palabra absoluta de Dios, ha sido demostrado
contener una cantidad considerable de informes y opiniones no confiables sobre este
tema" (54).

De esta manera Setzer construye su doctrina del cielo del vigésimo siglo. Lo concibe
como una quinta dimensión que está presente en toda realidad. Su cielo es una condición
en que las almas, que son unas cargas eléctricas individualizadas, en el momento de su
muerte son recogidos por Dios, siendo El la forma más alta y más completa de energía.
El permite a otros desintegrarse a sus partes básicas como una descarga casual de
partículas eléctricos.

¡Qué prospecto más triste y desolador tiene Setzer del cielo - a lo mejor es un paraíso
para los ingenieros eléctricos! Los que conocen la filosofía griega verán en las
especulaciones de Setzer una versión moderna del antiguo Estoicismo.

¿Qué será la esperanza de los milenialistas en cuanto al cielo? Algunos casi no lo


mencionan. OH, sí, los chiliastas Cristianos creen y enseñan que el creyente en Cristo
finalmente entrará en el gozo eterno del cielo. ¿Pero cuál es su esperanza, interés y
preocupación principal? Es la felicidad terrenal, la paz terrenal, la prosperidad terrenal,
la gloria terrenal de que suenan en el milenio (55).

"Poned la mira en las cosas de arriba" amonesta Pablo a los Colosenses (3:2). La
esperanza que Pablo sostuvo en todos sus sufrimientos fue "la manifestación gloriosa de
nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" (Tito 2:13). Los patriarcas anhelaron, no un
cielo en la tierra, sino "una mejor - esto es, celestial" (Hebreos 11:16).

Juntamente con los Cristianos de la iglesia primitiva es mi ferviente oración, "El Señor
viene" (1 Corintios 16:22). Con ansiedad esperamos su segunda venida. Nuestra no es la
esperanza vacía de aquellos que han sido engañados por el sueño de un reino milenial
aquí en la tierra. Nuestra es la firme seguridad de que viviremos y reinaremos con El en
la gloria como reyes y sacerdotes de su reino eterno en el cielo. Para que no seamos
robados de ese gozo, que Dios nos preserve de los errores diabólicos y destructivos de las
tergiversaciones actuales de las profecías escatológicas bíblicas.

Concede que en su palabra santa

Vivimos y morimos, oh Señor;

Y cuando termine nuestro peregrinaje

Recíbanos en la gloria allá. Amén.


579

Referencias

1. World Almanac and Book of Facts, [Almanaque Mundial y Libro de Hechos] 1985, p 357

2. Encyclopedia Judaica, Vol. 8, p 890.

3. Cf. R. Ludwigson, A Survey of Bible Prophecy, [Un Estudio de las Profecías Bíblicas] p
161.

4. William E. Blackstone, Jesus Is Coming [Jesús Viene] pp 167-169.

5. Las tres dispersiones de Walvoord son: 1) el tiempo en Egipto; 2) las cautividades en


Asiria y Babilonia; 3) la diáspora en 70 d.C. después de la destrucción de Jerusalén (John
F. Walvoord, The Millennial Kingdom, [El Reino Milenial] p 176).

6. Walvoord, op. cit., pp 185-186.

7. Ver Isaías 61:4, "Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán asolamientos primeros, y
restauran las ciudades arruinadas, los escombros de muchas generaciones".

8. Ver Carl Lawrenz, "Reflections Concerning Israel, The Restored Homeland of the Jews"
[Reflexiones Sobre Israel, La Patria Restaurada de los Judíos] Wisconsin Lutheran
Quarterly, 68, 2 (Abril 1971), pp 83-101; también G. Wolff, "Is the Establishment of the
State of Israel a Fulfillment of Old Testament Prophecy Concerning the Return of All
Israel to Canaan?" [¿Es el Establecimiento del Estado de Israel el Cumplimiento de la
Profecía del Antiguo Testamento En cuanto al Regreso de Todo Israel a Canaán?]
Wisconsin Lutheran Quarterly, 77,1 (enero 1980) pp 30-49. Note también la excelente
discusión de esta pregunta por Carl Friedrich Keil en Biblical Commentary on the
Prophecies of Ezekiel [Comentario Bíblico sobre las Profecías de Ezequiel] traducido por
James Martin, II pp 129-157. Ver también, Lutero: LW 35:284-293.

9. Charles Hodge, Commentary on Romans [Comentario sobre Romanos] p 589.

10. M. Reu, Lutheran Dogmatics, [Dogmática Luterana] II, 229.

11. Ninguno de los versículos que Reu cita (p 232) prueban que outos significa o "por lo
tanto" (supuestamente en Romanos 9:20) o "solamente después de que haya sido
cumplido" (supuestamente en Hechos 17;33; 20:11; 27:17). En cada caso significa "de
esta manera". Ver C.F.W. Walther, Wird in Roem. 11,25.26.27 eine noch zu erwartende
somene Judenbekehrung gelehrt? Lehre und Wehre, Vol V, No 11 (Noviembre 1859), p
324.

12. Ver Lutero: "En cuanto a toda la nación [de los judíos], quienquiera que desea puede
sostener sus esperanzas; pero yo no tengo tal esperanza y no conozco ninguna Escritura a
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tal efecto. No es lógico pensar que podemos convertir la gran mayoría de los 'Cristianos';
debemos contentarnos con el pequeño remanente. Mucho menos posible es convertir
todos estos hijos del diablo. Qué algunos sacan tales sueños del capítulo once de la
epístola a los Romanos no significa nada: San Pablo está diciendo algo totalmente
diferente" (San Louis, XX, 2030-2031). Sobre el término "Israel" Lutero escribe: "Los
apóstoles y los otros discípulos de Cristo que vinieron de los judíos fueron el verdadero
Israel y heredaron el nombre Israel de todo el pueblo, tal como Pablo heredó el hombre
Benjamin. Por lo tanto el nombre Israel subsiguientemente se quedó con los apóstoles y
fue heredado por todos sus discípulos, para que ahora todo el santo Cristianismo, y
también nosotros quienes creen en las palabras de los apóstoles y somos llamados sus
discípulos, somos llamados Israel" (San Louis, VI, 883-884).

13. Reu, II, pp 229-234.

14. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth, [El Difunto Planeta Tierra] p 136.

15. Salem Kirban, Guide to Survival [Guía a la Sobrevivencia].

16. Ibid., pp 139-140.

17. Lindsey, op. cit., p 137.

18. Cf Walvoord, op. cit., pp 248-251. Ver también su libro The Rapture Question [La
Pregunta del arrebatamiento].

19. Walvoord, The Millennial Kingdom [El Reino Milenial], p 252.

20. Georgia Harkness, "Progress in Eschatology [Progreso en la Escatología]," Christian


Century, Enero 14, 1953, p 45, citado en T.A. Kantones, The Christian Hope [La
Esperanza Cristiana], p 72.

21. Kantonen, pp 72ss.

22. Regin Prenter, Creation and Redemption [Creación y Redención], Traducido por
Theodore I. Jensen, p 551.

23. Ibid., pp 552ss.

24. John A.T. Robinson, In the End, God, [Al Final, Dios] p 68.

25. Ibid., pp 68ss.

26. Karl Barth, Church Dogmatics [Dogmática de la Iglesia] traducido por F.W. Bromiley, IV,
31:295.

27. J. Schonebert Setzer, What's Left to Believe? [¿Qué Queda Para Creer?], pp 157-166.
581

28. Ibid., p 170.

29. Reinhold Niebuhr, Beyond Tragedy [Mas Allá de la Tragedia], citado en Walvoord, The
Millennial Kingdom, [El Reino Milenial], p 107.

30. Gilbert Thiele, "The Resurrection of the Body and the Immortality of the Soul" [La
Resurrección del Cuerpo y la Inmortalidad del Alma] un ensayo, 1957, p 10.

31. Ibid., p 27ss.

32. Ibid., p 28.

33. Ibid.

34. Walter Kuenneth, The Theology of the Resurrection [Teología de la Resurrección], p


287ss. Ver también la discusión G.C. Berkouwer, The Return of Christ [El Regreso de
Cristo], p 192ss.

35. Citado en Martin Garner, The Whys of a Philosophical Scrivener [Los Porques de un
Scrivener Filósofo] p 300.

36. The Humanist [El Humanista] Septiembre/Octubre 1973, Vol XXXIII, no 5, p6.

37. Joseph F. Rutherford, Harp of God [Arpa de Dios], pp 62ss, citado en F.E. Mayer, The
Religious Bodies of América [Los Cuerpos Religiosos en América], p 465.

38. Ministry [Ministerio], julio 1987, p 10.

39. Ibid., p 11.

40. Clark Pinnock, "Fire, Then Nothing" Christianity Today [Fuego, Luego Nada en
Cristianismo Hoy] marzo 20, 1987, p 40.

41. Edward William Fudge, The Fire that Consumes [El Fuego que Consume] p 436.

42. Setzer, op cit., p 170.

43. Art. XVII, 3. Concordia Triglotta, p 51.

44. Setzer, op. cit., p 137.

45. Ibid., p 141.46. Ibid.

47. Ver Adolf Haarnack, History of Dogma [Historia de la Dogma] traducido de la Tercera
Edición Alemana por Neil Buchanan, Vol II, p 377ss; también Fudge, op. cit., pp 343ss.
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48. Philip Schaff, History of the Christian Church [Historia de la Iglesia Cristiana] Vol III,
771.

49. Triglotta, p 35, par 39.

50. The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge, Samuel Macauley


Jackson, editor, Vol VIII, p 449ss.

51. Ibid., Vol V, p 383.

52. Roger Nicole, Universalism: Will Everyone Be Saved?" Christianity Today


[Universalismo: ¿Todos Serán Salvos? en Cristianismo Hoy] marzo 20, 1987, p 35. Ver
también Mayer, op. cit., 516ss.

53. Ver R.C.H. Lenski, The Interpretation of St. John's Revelation [La Interpretación del
Apocalipsis de San Juan] p 598.

54. Setzer, op. cit., p 152.

55. Ver la evidencia citado por Th. Engelder en "Notes on Chiliasm" Concordia Theological
Monthly [Notas sobre el Chilisamo en el Periódico Teológico Concordia] Vol VI, No 6
(junio, 1935), pp 407ss.

[Esta serie de lecturas fue presentada en el Instituto Pastoral en el Seminario Luterano de


Wisconsin en 1974 y subsiguientemente en otros lugares. Fue publicado en el Wisconsin
Lutheran Quarterly (Vol. 84, enero y otoño, 1987, y Vol. 85, enero, 1988) pp 125-140, pp
278-297 y pp 197-219. El Profesor Gawrisch ha enseñado en el Seminario Luterano de
Wisconsin desde 1965.]
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Catálogo # 38-5054

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