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S i bien la constitución de Ja ciencia como cuerpo

de conocimient,os plenamente independiente


coincide con los albores de la Edad Moderna, sus raíces
se extienden a la tradición técnica de los artesanos
--conjunto de experiencias y habilidades prácticas
transmitidas de una generación a otra- y a la
tradición espiritual de los· filósofos que especularon
sobre las ideas y las aspiraciones humanas. STEPHEN
F. MASON reconstruye la HISTORIA DE LAS
CIENCIAS desde sus precedentes hasta su maduración,
prestando atención a la coherencia de su desarrollo
interno y a sus interrelaciones con el medio. Los cuatro
primeros volúmenes examinan los orígenes del
conocimiento científico en las grandes civilizaciones
(LB 1062), la revolución teórica durante los siglos XVII
y XVIII (LB 1080), las aportaciones de la Ilustración
(LB 1106) y el papel desempeñado por la ciencia del
siglo xrx como agente del cambio industrial e
intelectual. Este quinto tomo, que cierra la serie, • · ·.
estudia LA CIENCIA DEL SIGLO XX (en especial los
avances producidos en los campos de la genética, la
relatividad, la teoría cuántica y la cosmología), los
estilos nacionales de la labor investigadora y ·1as
complejas relaciones entre la ciencia y los demás
factores sociales a lo largo de la historia.

El libro de bolsillo Alianza Editorial


Stephen F. Mason:
Historia de \as ciencias
5. La ciencia del siglo XX

El Libro de Bolsillo
Alianza Editorial
Madrid

®
Título original: A History of Sciences
Traductor: Carlos Solis Santos

<&) Stephen F. Mason


© Ed cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1986
Calle Milán, 38, 28043 Madrid; teléf. 200 00 45
ISBN: 84-206-0180.2
Depósito legal: M. 16.799-1986
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Avda. Pablo Iglesias, 17. 28003 Madrid
Impreso en Lavel. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid)
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Capítulo 1
Algunos aspectos de la biología moderna

A partir de la década de 1870, en el campo de la bio-


logía experimental se realizaron unos cuantos progresos
técnicos que permitieron observar más minuciosamente
los procesos que tienen lugar en la reproducción asexual
de las células, así como en la ur.ión de las células sexua-
les. El microscopio acromático se vio mejorado merced
a la introducción del objetivo de inmersión de gran au-
mento y la iluminación por debajo de la platina, al tiem-
po que se descubría que los tintes de anilina recientemen-
te hallados, así como los tintes naturales y algunas sales
inorgánicas, teñían selectivamente ciertas pa'rtes de la cé-
lula orgánica, especialmente el núcleo. Desde los años
cuarenta, se sabía que la célula orgánica se reproducía ase-
xualmente por fisión, dividiéndose el núcleo en primer lu-
gar. Hertwig, 1849-1922, en Berlín, y Fol, 1845-92, en
Ginebra, que trabajaban con animales, y Strasburger,
1844-1912, en Bonn, trabajando con plantas, descubrie-
ron que la reproducción sexual entrañaba la unión de los
núcleos de las células macho y hembra, por lo que Hert-
wig y Strasburger sugirieron en 1884 que el núcleo de la
célula constituía la base física de la herencia.

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8 Stephen F. Mason

Las nuevas técnicas mostraron que en el núcleo ordi-


nario de la célula ~n reposo había una fina malla de ma-
terial que Flemming, 1843-1915, de Kiel, denominó en
1879 cromatina, dado que se teñía profundamente con los
cintes de anilina básicos. Se vio que a medida que se acer-
caba el momento de la división ~n la reproducción ase-
xual, la cromatina se disponía en un cierto número de fi-
lamentos separados denominados cromosomas, cada uno
de los cuales constaba de dos hebras contiguas similares
en toda su longitud. En general los cromosomas eran pa-
res, siendo constante el número de cromosomas de las cé-
lulas de una especie animal b vegetal dada. Cuando los
cromosomas se tornaban distinguibles como filamentos
separados, se observó que la membrana nuclear desapa-
recía, disponiéndose a cada lado del núcleo dos cuerpos
puntuales, los centrosomas. Desde los centrosomas irra-
diaban unas lineas, denominadas áster, que iban a los cro-
mosomas en el ecuador del núcleo. A continuación los
cromosomas se dividían, y las mitades de cada uno de
ellos se dirigían en direcciones opuestas por las líneas del
áster hacía los centrosomas, donde formaban los núcleos
de las dos células hijas. Entonces los cromosomas desa-
parecían en la malla de la cromatina, reapareciendo tan
sólo en la siguiente división celular. Aunque los cromo-
somas no pudiesen verse en la cromatina, Rabi,
1853-1917, de Leipzig, sugirió en 1895 que los cromoso-
mas debían conservar su individualidad en la malla, hi-
pótesis que cobró importancia cuando se aceptó que los
cromosomas eran los portadores de la herencia.
En el caso de la unión entre dos células sexuales, se des-
cubrió que los cromosomas se comportaban de modo dis-
tinto. Van Beneden, 1845-1910, de Lieja, observó en 1887
que en la primera di\lisión celular que llevaba a la forma-
ción de un huevo, los cromosomas no se dividían en dos
longitudinalmente, como en la división celular asexual,
sino que cada par de cromosomas se separaba para for-
mar dos células, cada una de las cuales presentaba tan
sólo la mitad del número usual de cromosomas. Ambas
Historia de las ciencias, 5 9

células se dividían de nuevo según el proceso asexual or-


dinario, aunque sólo uno de los cuatro productos se con-
vertía en un óvulo maduro, formando los otros tres unos
cuerpos pequeños que usualmente degeneraban. Se des-
cubrió que se producía el mismo proceso en la formación
de los espermatozoides, si bien en este caso los cuatro
productos de las divisiones primera y segunda se conver-
tían en espermatozoides maduros. Así pues, tanto los
óvulos como los espermatozoides poseían solamente la
mitad de los cromosomas usualmente hallados en las cé-
lulas de los organismos de su especie, si bien tras la unión
de las células sexuales el número de cromosomas se res-
tablecía, proviniendo la mitad del padre y la otra, de la
madre. En 1894 Strasburger mostró que en algunas plan-
tas las células con la mitad del número usual de cromo-
somas formaban una generación separada, descubrimien-
to que explicó la alternancia de generaciones descubierta
por Hofmeister en 1851 en las plantas sin flores.
Entre tanto, los biólogos especulativos habían desarro-
llado teorías de la herencia que postulaban que los mate-
riales genéticos de los organismos deberían presentar los
fenómenos mostrados por los cromosomas durante la
formación de las células sexuales. Siguiendo a Nageli,
Weismann sugería que cada organismo poseía una subs-
cancia de la herencia o germoplasma distinta de su subs-
tancia corporal, estando compuesta por unidades discre-
tas, cada una de las cuales determinaba una característica
particular de la criatura. A fin de evitar la duplicación de
las unidades del germoplasma con cada generación sexual,
Weísmann postuló en 1887 que antes de la unión sexual,
el germoplasma tanto del macho como de la hembra se
dividía en dos, de manera que el germoplasma de la des-
cendencia se formaba mediante la unión de un medio de
~ada progenitor. Una vez diluciada la conducta de los
cromosomas durante la formación del óvulo y el esper-
matozoide, Weismann procedió a identificar el germo-
plasma con los cromosomas, sugiriendo que éstos últi-
mos se dividían longitudinalmente para formar unidadrso- ~
10 Stephen F. Mason

Otra de las especulaciones de Nageli, su idea de que


existía una fuerza interna en el germoplasma de los or-
ganismos que daba lugar a mutaciones notables y repen-
tinas, fue tomada por de Vries, 1848-1935, en Amster-
dam, a fin de acomodar la historia de la evolución orgá-
nica a la brevedad de las estimaciones de la edad de la tie-
rra hechas por físicos como Kelvin. A partir aproxima-
damente de 1885 de Vries empezó a buscar tales cambios
por mutación en los organismos, hallándolos en una co-
lonia salvaje de la onagra americana. Algunos de los es-
pecímenes individuales diferían notablemente del tipo or-
dinario, y a panir de ellos de Vries obtuvo ulteriores va-
riaciones en unas pocas generaciones. Bateson,
1861-1926, en Inglaterra, y Johannsen, 1857-1927, en Di-
namarca, buscaban también mutaciones. Johannsen crió
alubias autofertilizadas, obteniendo estirpes puras que
producían siempre semillas con el mismo peso medio tan-
to si se plantaban las más ligeras como si se plantaban las
más pesadas de una cosecha. Con todo, en un caso dio
con una mutación; el peso medio de las semillas variaba
espontáneamente, conservándose el cambio en las gene-
racdiones sucesivas. En este momento, de Vríes y otros
examinaron los trabajos anteriores sobre el tema de la he-
rencia y la mutación, encontrándolo en los escritos pu-
blicados por Mendel en 1866 y 1869.
Mendel, t 822-84, un fraile de Brno, realizó experimen-
tos sobre cruzamiento de guisantes en el jardín del mo-
nasterio desde el año 1857 al 1868. Ordinariamente los
guisantes se autofertilizan, pero Mendel cruzó anificial-
mente las variedades altas y bajas, obteniendo semillas
que sólo proporcionaban plantas altas. Cuando éstas se
autofertilizaban, producían plantas altas y bajas en la pro-
porción de tres a una. Las plantas bajas producidas de
este modo se reproducían siempre en forma de plantas ba-
jas, si bien sólo una de cada tres plantas alcas producían
siempre otras ah~, mientras que las otras dos producían
de nuevo plantas altas y bajas en proporción de tres a
una. Mendel interpretó este resultado en el sentido de
Historia de las ciencias, S 11

que cada planta poseía dos factores determinantes de ca-


racteres por lo que respecta a la altura, derivados de cada
uno de los progenitores. El factor de la mayor altura pre-
dominaba sobre el factor recesivo de la menor altura, de
tal manera que la primera generación tras el cruzamiento
constaba exclusivamente de plantas altas. Cuando esta ge-
neración se autofertilizaba, los factores podían distribuir-
se de manera que produjesen en la descendencia dos fac-
tores de altura, dos de bajura, uno alto y otro bajo y uno
bajo y otro alto. Las dos primeras combinaciones se re-
producirían idénticamente, dando exclusivamente plantas
altas y bajas respectivamente, mientras que las otras dos
combinaciones producirían plantas altas y bajas en la pro-
porción de tres a una. Los resultados de Mendel apoya-
ban una teoría corpuscularista de la herencia, por lo que
se los envió a Nageli que había propuesto dicha teoría.
Sin embargo, Nageli rrestó escasa atención a los descu-
brimientos de Mende por considerarlos «más empíricos
que racionales», y quizá también porque se hallaba más
interesado en los factores evolutivos que transfonnaban
las especies que en los factores hereditarios que goberna-
ban su estabilidad. De hecho Mendel negaba que hubiese
variabilidad alguna en las características de las plantas que
había estudiado, y en tal sentido le resultaba ajeno el es-
píritu evolucionista del pensamiento biológico contem-
poráneo. Hacia finales de siglo las ideas de progreso y
evolución habían perdido un tanto su fuerza primitiva,
siendo entonces cuando se apreciaron los resultados de
Mendel, encontrando un lugar en la entonces corriente
insistencia en la estabilidad de las especies, «la continui-
dad del germoplasma», y en las mutaciones discontinuas
allí donde se producían cambios.
A partir de los años 1901-4, diversos biólogos, espe-
cialmente Sutton y Montgomery en Amérjca y de Vries
y Boveri en el continente, señalaron que el comporta-
miento de los factores mendelianos correspondía al de los
cromosomas durante la producción y unión del óvulo y
el espermatozoide. Parecía por tanto que los cromc¡;o-
12 Stephen F. Mason

mas transportaban los factores unidad de Mendel, lo qu~


wncordaba con la teoría de Weismann de que los cro-
mosomas transportaban las unidades de germoplasma. Si
cada cromosoma de una pareja contenía un factor men-
deliano, el carácter asociado de un organismo estaría re-
gido por dos factores, tal y como exigían los hallazgos
de Mendel. La división del par cromosomático durante
la formación de las células sexuales dejaría sólo un factor
determinante de dicho carácter en el óvulo o en el esper-
matozoide, si bien la unión de las células sexuales daría
de nuevo dos factores en el huevo fertilizado, uno pro-
viniente de cada progenitor. Si los padres diferían, el fac-
tor dominante de los dos determinaría el carácter asocia-
do en la descendencia, mientras que el factor recesivo
quedaría latente aunque sin cambios, apareciendo en ge-
neraciones sucesivas al unirse por azar con uno de su mis-
mo tipo. Puesto que el número de factores hereditarios
era grande comparado con el número de pares cromoso-
máticos, Sutton predijo que en un cromosoma estarían
unidos diversos factores. En 1906, Bateson y Punnet des-
cubrieron este fenómeno de conexión de factores en el
guisante, en el que ciertas características de color y polen
se heredaban usualmente conjuntamente, lo que indicaba
una asociación entre ellos.
La escuela genetista americana que surgió en los pri-
meros años de este siglo, cuyos principales miembros fueron
Morgan, Muller, Bridges y Sturtevant, dio con un animal
especialmente útil para el estudio de la herencia: la mos-
ca de la fruta. Dicho insecto poseía tan sólo cuatro cro-
mosomas, pasando además de huevo a adulto en doce
días. Mediante la mosca de la fruta se descubrió que cier-
tas características que usualmente se heredaban juntas se
separaban a veces en el proceso de reproducción. En
1911, Morgan interpretó tal hecho en el sentido de que
los cromosomas que contenían los factores asociados, o
genes como se llamaban ahora, se habían roto en un pun-
to situado entre las posiciones ocupadas por los genes
q1.1" determinaban dichas características, uniéndose en-
Historia de las ciencias, S 13

tonces cada una de las piezas con un fragmento similar


de otro cromosoma fraccionado. Si la probabilidad de tal
ruptura era la misma a lo largo de la longitud de un cro-
mosoma, se podría obtener una medición de la distancia
entre dos genes a partir de la frecuencia con la que sus
características asociadas se separaban en la reproducción,
pudiéndose así levantar mapas que mostrasen la posición
de los genes a lo largo de un cromosoma. En 1917, Plough
demostró dicha reorganización o «sobrecruzamie2to» de
dos cromosomas, y basándose en ello se levantaron ma-
pas cromosómicos de la mosca de la fruta y otros organis-
mos.

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12 2 J J

Cromosoma y mapa genético de 1,, glándula salivar de drosophi'4.

En 1933, Bridges y otros hallaron que las células de la


glándula salivar larvaria de la mosca de la fruta y otros
insectos poseían núcleos con cromosomas muy grandes.
A lo largo de la longitud de dichos cromosomas se ob-
servaban series de bandas, con lo que los cromosomas pa-
recían estar compuestos por cierto número de unidades
' en forma de disco. Inicialmente se pensó que estas uni-
dades eran los genes, mas los efectos producidos por las
rupturas cromosomáticas sugerían que los genes eran mu-
cho menores que las bandas cromosómicas. No obstan-
14 Stcphcn F. Mason

te, un gene podía estar asociado con una banda concreta,


ya que una nueva disposición producida por un entrecru-
zamiento resultaba observable aJ microscopio en los cro-
mosomas gigantes de las células de las glándulas saliva-
res, identificándose la posición de bandas concretas de un
cromosoma gigante con la posición de los genes en los
mapas cromosómicos.
El sobrecruzamiento y reordenación de los cromoso-
mas contribuyó a explicar la mezcla de constituciones ge-
néticas en una especie. Un conjunto de características aso-
ciadas a un único cromosoma en un progenitor podría
distribuirse en dos en la generación inmediata, separán'-
dose y difundiéndose más aún en las generaciones si-
guientes. De este modo, la selección natural disponía de
una gran variabilidad sobre la que operar seleccionando
las combinaciones favorables. Con sólo este mecanismo
no podía surgir ninguna característica nueva, por más
que los genes recesivos se manifestasen, tornándose ge-
nerales sus características asociadas en la especie si resul-
taban favorables. No obstante, tal y como habían halla-
do investigadores anteriores en otras especies, en las ca-
racterísticas de la mosca de la fruta se observaban cam-
bios espontáneos atribuidos a cambios o mutaciones en
la estructura de los genes asociados. La mayoría de las
mutaciones, hasta el 90 por 100, eran letales, siendo el res-
to recesivas. En 1927, Muller descubrió que los rayos X
aumentaban la tasa de mutaciones en la mosca de la fru-
ta y al año siguiente halló que las temperaturas elevadas
producían el mismo fenómeno. Estas mutaciones artifi-
ciales eran de la misma naturaleza que las que aparecían
espontáneamente, pareciendo posible que las mutaciones
naturales fueron producidas por radiación. No obstante,
Muller mostró en 1930 que la cantidad de radiación na-
tural en la superficie de la tierra era algo así como qui-
nientas veces demasiado pequeña para dar cuenta de la
tasa de mutación espontánea.
En los primeros tiempos de la genética moderna se pen-
saba que los factores mendelianos o genes eran entidades
Historia de las ciencias, S IS

totalmente individuales e independientes, siendo sus efec-


tos inmodificables por el entorno inmediato de los otros
genes del mismo cromosoma, o por el entorno más am-
plio del núcleo, la célula, el organismo como un todo y
las condiciones físicas en que se encuentran, aparte de los
agentes causales de la mutación. Con todo, Sturtevant ha-
lló en 1925 que dos genes que producen la misma carac-
terística poseían un efecto mucho más notable cuando se
hallaban adyacentes en el mismo cromosoma que cuando
se encontraban separados. En 1935 Muller señaló iue este
efecto de la posición podía provocar ciertas reordenacio-
nes cromosómicas indetectables, como la inversión de
una pequeña sección, para producir el mismo efecto que
una mutación génica. En consecuencia, Goldschmidt su-
girió en 1938 que todas las supuestas mutaciones genéti-
cas eran de hecho reordenaciones cromosómicas, propo-
niendo sustituir la idea de determinantes génicos por la
concepción según la cual la reorganización del cromoso-
ma como un todo determinaba un carácter particular. Su
sugerencia no fue generalmente aceptada.
Mendel había considerado que sus factores determina-
ban las características adultas de los organismos, como la
altura final alcanzada por sus plantas de guisantes. Más
tarde se vio que las características de los organismos no
sólo dependían de su constitución genética, sino también
de su medio. En 1928 Bridges mostró que los huevos de
la mosca de la fruta gigante se desarrollaban para formar
un insecto de tamaño normal si las larvas no disponían
de un suministro alimenticio adecuado. Goldschmidt es-
tudió dichos procesos, midiendo la tasa a que se deposi-
taba el pigmento en la piel de ciertas orugas bajo el con-
trol de mutantes del mismo gene. Asimismo fueron es-
tudiados por Beadlc, quien a partir de 1931 estudió los
procesos bioquímicos de crecimiento y el metabolismo
genéticamente controlados de mutantes del hongo Neu-
rospora. Frente a lo que ocurría con el hongo normal, los
mutantes de Neurospora producidos por rayos X no po-
dían construir sus materiales corporales a partir de subs-
16 Stephen F. Ma.~on

tancias químicas simples, dado que habían perdido uno


o más de los estadios de síntesis de los procesos metabó-
licos de los Neurospora normales. Consiguientemente ha-
bía que suministrar a los mutantes los productos usuales
de ese estadio o estadios, con lo que la naturaleza química
de las substancias aportadas a ·una serie de mutantes que
habían perdido una sucesión de estadios de síntesis indi-
caban las síntesis bioquímicas normalmente desarrolladas
por el hongo.
La idea de que los genes y los cromosomas regían los
procesos de desarrollo de los organismos, más bien que
sus características adultas, ofrecía la perspectiva de una
fructífera unión de la genética y la embriología. No obs-
tante, a pesar de todo, hasta este momento ambas cien-
cias se habían mantenido aparte, pues los factores que re-
~ían el desarrollo del organismo individual descubiertos
por los embriólogos residían en el material celular exter-
no al núcleo del huevo fertilizado, en el citoplasma, y no
en los cromosomas del núcleo, tal y como sugerían los
genetistas. Algunos embriólogos, especialmente Boveri,
Loeb y jenkinson, llegaron a sugerir a partir de 1917 que
los caracteres principales de un organismo, determinan-
tes del philum, la clase, el orden, el género y quizá la es-
pecie a la que pertenecían, estaban regidos por factores
del citoplasma del huevo fertilizado, mientras que los fac-
tores del núcleo sólo determinaban los carilcteres de las
variedades, como la altura o bajura de los guisantes de
Mendel y tal vez los caracteres de la especie.
Semejante punto de vista se basaba en los descubri-
mientos de la escuela embriológica de la «mecánica del
desarrollo• que surgió hacia finales del siglo diecinueve.
Uno de los discípulos de Haeckel, Roux, 1850-1924, se-
ñaló en los años ochenta que los embriólogos, hasta su
maestro inclusive, tan sólo habían descrito los procesos
i:lel desarrollo embriológico, sin dilucidar sus causas. A
fin de descubrir lo que denominaba la mecánica del de-
~arrollo embriológico, Roux sugería que los embriólogos
debían de adoptar un nuevo enfoque, pasando de la des-
Historia de las ciencias, S 17

cripción a la experimentación. Con la adopción de tal


principio, el propio Roux descubrió que el plano medio
de un animal con simetría bilateral estaba regido por el
primer plano de segmentación del huevo fertilizado de
que procedía. A su vez, el plano de segmentación estaba
determinado por la línea de entrada del esperma en el
huevo, estando ya determinada la línea de penetración an-
tes de la fertilización por la distribución de la masa del
citoplasma del huevo en el punto por el que habríi de en-
trar el esperma.
Mediante la orientación de los huevos en una diversi-
dad de direcciones y girándolos en el transcurso G{el de-
sarrollo, Roux mostró además que la fuerza de la grave-
dad no poseía influenci~ alguna en el desarrollo del em-
brión, de manera que el desarrollo de un huevo se halla-
ba determinado por fuerzas mecánicas exclusivamente in-
ternas. Siguiendo a Weismann, Roux suponía que tales
fuerzas derivaban del germoplasma del huevo, realizan-
do un experimento en 1888 que consideraba que apoya-
ba su punto de vista. Roux sacrificó una de las dos célu-
las producidas por la primera división de un huevo de
rana fertilizado, hallando que la restante célula viva se
desarrollaba para formar medio embrión. Roux suponía
que los factores que regían las fuerzas de desarrollo se di-
vidían con la fisión del huevo, de modo que sólo se po-
día desarrollar medio embrión a partir de una de las cé-
lulas hijas. Sin embargo, Hertwig mostró que si se elimi-
naba con cuidado la célula muerta, la célula viva restante
se desarrollaba para formar un embrión normal. Además,
Driesch, 1867-1941, descubrió en 1891 que todas las c;é-
lulas hasta la quinta división de un huevo fertilizado de
erizo de mar podían generar embriones completos, aun-
que de pequeño tamaño, si se separaban las unas de las
otras. En consecuencia, Driesch reaccionó vivamente
contra el punto de vista mecánico de Roux, sosteniendo
que existía una fuerza vital o plan interno dentro de cada
huevo capaz de preservar la integridad del embrión y de
regenerar las partes perdidas.
18 Stephen F. Mason

Trabajos ulteriores indicaron que ambos d~cubrimien-


tos eran correctos, ya que los huevos fertilizados eran de
dos clases, la de mosaico y la regulativa, con muchos ma-
tices de gradación entre ellas. Las diversas partes de un
huevo en mosaico se diferenciaban desde el comienzo,
produciendo medios embriones la separación de las dos
células formadas por la primera división del huevo. Los
huevos reguladores no se diferenciaban de este modo des-
de el principio, formándose un embrión completo a par-
tir de una única célula de la primera, segunda e incluso
la quinta división. En este último caso, también se for-
maban embriones completos a partir de grupos celulares
separados incluso de estadios posteriores del desarrollo,
cuando el huevo se había dividido en una esfera de célu-
las segmentadas. Sólo se formaban embriones completos
si la esfera de células se cortaba longitudinalmente de polo
a polo, derivándose embriones anormales de otras sec-
ciones. Si un grupo de células contenía un solo polo, se
reformaba para formar una esfera de células segmenta-
das, pero no conseguía desarrollarse hasta el siguiente es-
tadio, la gástrula en forma de copa. Por otro lado, un gru-
po de células de otro polo producía una gástrula anor-
malmente grande, siendo así que la combinación de las cé-
lulas de ambos polos formaba una gástrula normal.
Tales descubrimientos sugerían que, en el caso de los
huevos regulativos, los polos de la esfera formada inicial-
mente producían substancias químicas que organizaban
el desarrollo ulterior del embrión. Q~ien estudió espe-
cialmente estos organizadores químicos en Alemania fue
Spemann, 1869-1941. En los años veinte mostró que en
los huevos de los anfibios había un centro fuera del nú-
cleo celular, aparentemente desconectado de él, que pro-
ducía las substancias organizadoras. Al trabajar con la
substancia productora del tejido nervioso, denominada
evocador neural, Spemann descubrió que no era en ab-
soluto específica en sus acciones, ya que el evocador pro-
cedente de ranas inducía la formación de tejidos nervio-
sos en tritones. En este caso lo que se formaba era tejido
Historia de las ciencias, S 19

nervioso del tritón, no de la rana, lo que indicaba que el


evocador tan sólo promovía el desarrollo del tejido ner-
vioso en general, mientras que los otros factores deter-
minaban su carácter específico. Se descubrió también que
los organizadores eran substancias no vivas, dado que los
extractos libres de células producían los mismos efectos
que las células organizadoras. En 1936, Needham y otros
mostraron que el evocador neural era quizá un esterol,
un grupo de compuestos orgánicos que incluían hormo-
nas sexuales y vitamina D. En los huevos en mosaico, así
como en los regulativos, los centros organizadores del
desarrollo del embrión estaban en el citoplasma cl.d hue-
vo, si bien, una vez más, el carácter específico de dicho
desarrollo parece estar regido por otros factores.
A fin de dar cuenta de los descubrimientos de los em-
briólogos, los genetistas americanos Morgan, Bridges y
Sturtevant sugirieron que el citoplasma de los huevos es-
taba controlado por los genes de los cromosomas del nú-
cleo, siendo el citoplasma mismo de escasa importancia
sea para la herencia, sea para la evolución de la especie.
Algunos casos que entrañan características de variedades
regidas por factores del citoplasma se han explicado de
esta forma en términos de la teoría genética. En el desa-
rrollo de ciertos caracoles, se ha mostrado que la forma
que adopta la concha, una espiral a izquierda o a dere-
cha, está determinada por el citoplasma del huevo feme-
nino y no por el esperma del macho que consta casi ex-
clusivamente de material nuclear. En 1923, Sturtevant se-
ñaló que el citoplasma del huevo dependía de la consti-
tución genética del caracol del que provenía el huevo,
siendo dominante el gen que rige el citoplasma que da lu-
gar a las conchas en espiral a la derecha. Cuando están
implicadas diferencias de carácter de rango específico,
como en el cruzamiento de especies distintas, el citoplas-
ma del huevo femenino parece ejercer una influencia con-
siderable sobre las caracteristicas de la progenie. En 1937,
Goldschmidt mostró con insectos y Michaelis con plan-
tas que la influencia del citoplasma se tornaba más im-
20 Stephen F. Mason

portante cuanto mayor era la diferencia entre las especies


cruzadas. Una vez más, tales casos eran explicables en tér-
minos del control genético ejercido por el núcleo sobre
el citoplasma. Con todo, se han descubierto casos más re-
cientes de herencia citoplasmática aparentemente inde-
pendiente del control nuclear, recibiendo el nombre de
plasmagenes aquellos determinantes de caracteres quepa-
san de una generación a otra a través del citoplasma.
Si bien la ciencia de la genética mendeliana se mantuvo
aparte de la embriología durante algún tiempo, ensegui-
da encontró un lugar en la teoría darwinista de la evolu-
ción orgánica. Darwin había observado, aunque no ana-
lizado, las variaciones del mundo orgánico sobre las que
actuaban las fuerzas de la selección natural, conservando
las variaciones con nuevas características adaptativas y eli-
minando las que no las poseían. La genética suministraba
dicho análisis, distinguiendo diversas fuentes de variación
en la herencia de los organismos. Podían aparecer varia-
ciones por el surgimiento de un nuevo gene por muta-
ción, o por una nueva combinación de genes existentes,
así como por cambios cromosómicos internos, como la
desaparición, duplicación, trasposición e inversión de
partes, o los cambios que entrañaban conjuntos de cro-
mosomas, ~orno la duplicación del número de cromoso-
mas debido a un fallo en la separación de los pares de cro-
mosomas en la primera división celular que produce las
células sexuales. Los diversos tipos de cambio genético
podrían dar lugar a diferentes clases de cambio evoluti-
vo. La duplicación del número de cromosomas producía
una nueva especie en una generación, ya que el nuevo or-
ganismo poseía un número cromosomáuco distinto del
de la especie de la.que procedía. Por otro lado, el efecto
de un gene mutante se veía amortiguado por los efectos
del complejo de otros genes, de modo que la evolución
por mutación genética podría ser tan lenta y gradual
como la que Darwin atribuía al cambio de las especies.
En 1944, Goldschmidt sugirió que la mutación genética
producía tan sólo lo que él denominaba «microevolu-
Historia de las ciencias, 5 21

ción», un desarrollo dentro de la especie que la adaptaba


a su medio cambiante. La «macroevolución» o el cambio
de una esfecie en otra se debía a una completa reorgani-
zación de material cromosomático que transformaba los
patrones cromosomáticos y consiguientemente los siste-
mas de reacción bioquímica que dirigían.
Aunque el darwinismo ha sido la teoría de la evolu-
ción orgánica generalmente aceptada en el mundo cientí-
fico, el lamarckismo ha contado con algunos defensores.
De 1920 a 1937 McDougall entrenó varias generaciones
de ratas a fin de que evitasen un camino que conducía a
un choque eléctrico, eligiendo en su lugar un camino con-
ducente al alimento. Halló que el número de entrena-
mientos disminuía en generaciones sucesivas. Se ha obte-
nido una prueba aún más sorprendente del punto de vis-
ta lamarckiano a partir de estudios sobre el desarrollo de
bacterias y protozoos. A partir de 1930, Jennings ha mos-
trado que ciertos protozoos se modifican adaptativamen-
te frente a condiciones ambientales extrañas, como las al-
tas temperaturas o productos químicos venenosos, here-
dándose las modificaciones adquiridas a medida que el or-
ganismo se adapta, así como que los organismos se adap-
tan de nuevo a sus primitivas condiciones tan lentamente
como cambiaron a las nuevas. A partir de 1938, Hinshel-
wood ha tratado el desarrollo de la célula bacteriana como
una reacción química, estudiando la cinética del proceso
y obteniendo resultados similares.
En años recientes, la aparición de cepas de bacterias
resistentes a las drogas se ha convertido en un problema
de importancia notable, atribuyéndose por lo general el
desarrollo de dichas bacterias a la producción aleatoria de
un organismo mutante que resulta viable en presencia de
la droga, tornándose dominante por selección natural.
Con todo, Hinshelwood ha propuesto razones para pen-
sar que las bacterias se pueden modificar adaptativamen-
te ante las drogas, especialmente porque casi todas las
bacterias de un inóculo diluido sobreviven y producen
colonias en un medio con droga subletal, y no solamente
22 Stephm F. Mason

uno o dos mutantes. Los críticos sugieren que cada bac-


teria sobrevive y se reproduce lo bastante para producir
un mutante resistente a la droga, más Hinshelwood su-
giere que tal punto de vista no explica los aspectos cuan-
titativos del fenómeno, pues la tasa de división de la cé-
lula bacteriana se reduce considerablemente en medios
con droga, mientras que la tasa de producción de materia
orgánica es considerable.
El lamarckismo ha sido siempre una opinión minori-
taria con un sabor un tanto heterodoxo, característica que
se vio realzada en la década de los cuarenta por el desa-
rrollo de la teoría michurinista, un tanto similar, en la
Unión Soviética.
Capítulo 2
La teoría de la relatividad

Los primeros científicos modernos formularon teorías en


las que trataban de desembarazarse de la idea según la
cual existían en el universo lugares privilegiados desde los
que ciertos observadores asimismo privilegiados observa-
ban y regían los acontecimientos cósmicos, idea que ha-
bía desempeñado una función predominante en las con-
cepciones del mundo antiguas y medievales. Esos cien-
tíficos trataron de demostrar que la luna y los planetas
eran semejantes a la tierra y no entidades perfectas y
poderosas, tal y como los habían concebido los antiguos.
Junto con los calvinistas, los primeros científicos moder-
nos eliminaron de los cielos las jerarquías de espíritus an-
gélicos que, según se creía, movían los cuerpos celestes
en sus órbitas y observaban y regían los acontecimientos
terrestres. Finalmente, los científicos del siglo diecisiete
concibieron los cielos y la tierra como algo del mismo
tipo, gobernados ambos por las mismas fuerzas, interpre-
tando para ello los movimientos de los cuerpos celestes
en términos de las leyes de la mecánica vigentes en la tie-
rra. Con todo, los científicos de los siglos dieciséis y die-

23
2◄ Stephen F. Masan

cisiete conservaron la idea de que había un punto parti-


cular de observación y control privilegiado en el univer-
so, de la misma manera qué los calvinistas habían con-
servado la concepción de que existía un único y absoluto
rector del universo, tras el rechazo del viejo sistema de
gobierno cósmico mediante las jerarquías de seres angé-
licos. Para Copémico el sol era el monarca físico absolu-
to del sistema solar que regía cuanto vigilaba. Kepler sos-
tenía una opinión similar, uniendo su ciencia y su teolo-
gía al sugerir que el sol era una morada adecuada para la
divinidad. Asimismo, en el sistema newtoniano, Dios era
el único observador y rector privilegiado del cosmos. La
divinidad, escribió Newton,

•perdura siempre y se halla presente en todas panes, y al exis-


tir siempre y en todas partes, constituye la duración y el espa-
cio .•. (Es) un ser incorpóreo, amante, inteligente y omnipresen-
te que en el espacio infinito, cual si se tratara de su sensorio,
ve las cosas mismas íntimamente, percibiéndolas completamen-
te y comprendiéndolas plenamente por su inmediata presencia
en él.•

Así pues, la opinión newtoniana según la cual existían


cualidades tales como el espacio, el tiempo y la velocidad
absolutos, así como un medio etéreo que impregnaba la
totalidad del espacio absoluto, se hallaba conectada con
la idea según la cual había un único observador privile-
giado en el universo. De manera semejante, en todas las
teorías del éter subsiguientes había en principio un con-
junto de sistemas y observadores privilegiados; a saber,
aquellos que se encontraban en reposo en el medio eté-
reo cósmico, pues en teoría podrían medir las velocida-
des absolutas de los objetos en movimiento. Ni siquiera
los filósofos franceses del siglo dieciocho, con su profun-
da convicción acerca de la uniformidad mecánica del
mundo y sus habitantes, abandonaron la idea de que po-
dría haber en principio un observador privilegiado de los
acontecimientos. A la manera de Newton, Laplace ideó
Historia de las ciencias, S 2S

un calculador divino quien, conociendo las velocidades y


posiciones de todas las partículas del universo en un mo-
mento dado, podría saber cuanto había acontecido en el
pasado y predecir lo que ocurriría en el futuro. De esta
manera, la tendencia filosófica iniciada por los primeros
científicos modernos. no se completó hasta que Einstein
convirtió en un postulado básico de la física que todas
las posiciones del universo eran equivalentes, siendo sus-
ceptibles todos los observadores de obtener la misma in-
formación acerca de los demás.
La decadencia de las teorías del éter data de 1887, cuan-
do Michelson, 1852-1931, y Morley, 1838-1923, midie-
ron en América la velocidad de la luz tanto a lo largo de
la línea del movimiento terretre a través del éter como en
ángulo recto respecto a ella. Se descubrió que en ambos
casos la velocidad de la luz era la misma, resultado que
parecía indicar, según consideraba Michelson, que el éter
se movía con la tierra. No obstante, Lodge, 1851-1940,
halló en Londres en 1893 que la luz que pasaba entre dos
pesados discos de acero rotando a gran velocidad no veía
alterada su velocidad, lo que demostraba que los discos
no arrastraban el éter consigo. La aberración de la luz de
las estrellas también sugería que el éter no se movía con
la tierra, con lo que el experimento de Michelson y Mor-
ley condujo al abandono de la idea de la existencia de un
éter material que llenase el espacio y que transportase las
vibraciones ondulatorias de la luz.
En 1892, Fitzgerald sugirió una explicación del expe-
rimento de Michelson-Morley. Señalaba que si la materia
se componía de partículas cargadas eléctricamente, cal y
como parecía ser el caso, entonces la longitud de una ba-
rra en reposo respecto al éter estaría determinada exclu-
sivamente por el equilibrio electrostático entre las partí-
culas de la barra, mientras que si estuviese en movi-
miento respecto al éter, se contraería, dado que el movi-
miento de las partículas cargadas que forman la barra ha-
bría de generar un campo magnético que alteraría el
equilibrio de los espaciamientos de dichas partículas. De
26 Stephen F. Mason

este modo, el aparato utilizado en el experimento de Mi-,


chelson-Morley se contraería en longitUd cuando se
orientase en la dirección del movimiento de la tierra en
la medida exacta requerida para compensar la reducción
de la velocidad de la luz. Se realizaron intentos de medir
la contracción de Fitzgerald, pero no tuvieron éxito. Un
cable, por ejemplo, habría de contraerse longitudinalmen-
te, mostrando así un aumento de conductividad cuando
se orientase según la línea del movimiento terrestre; pero
los experimentos mostraron que la contracción de Fitz-
gerald de un sistema en movimiento no podía ser medida
por observadores desde dentro del sistema, por lo que no
podían determinar la velocidad absoluta de su sistema al
ser independientes de la velocidad absoluta las leyes de
la óptica y otros fenómenos electromagnéticos.
Parecía por consiguiente que la velocidad absoluta de
un cuerpo era inobservable, pudiéndose prescindir del
marco del espacio y del tiempo absolutos así como del
éter que representaba la materia de dicho marco. En 1905,
Einstein, que estaba entonces en Berna, sugirió que los
fenómenos físicos se podían cubrir con más economía su-
poniendo que las leyes de la naturaleza eran las mismas
en todos los sistemas que se moviesen con velocidades re-
lativas uniformes, así como que la velocidad de la luz en
el espacio vacío era siempre la misma. En 1908, Ritz tra-
tó de dar cuenta del experimento de Michelson-Morley
suponiendo que la velocidad de la luz dependía de la ve-
locidad de su fuente; mas de Sitter, 1872-1934, señaló en
Leiden en 1913 que si ello fuese así, entonces dos estre-.
llas que girasen una en torno a la otra habrían de mostrar
un movimiento aparente anómalo, cosa que no se obser-
vó. La suposición de Einstein de que la velocidad de la
luz era constante e independiente de las velocidades de la
fuente y el observador parecía, por tanto, justificada. Así
pues, la tesis newtoniana de que tales velocidades eran 1

aditivas debía ahora de eliminarse al no haber un éter es-:


tacionario que transponase las vibraciones ondulatorias.
de la luz.
11 istoria de las ciencias, 5 27

Según Einstein, cualquier velocidad compuesta con la


de la luz daba el mismo resultado, a saber, la velocidad
constante de la luz en el espacio vacío. De este modo, la
velocidad relativa de un cuerpo medida por un observa-
dor nunca podría exceder la velocidad de la luz, de ma-
nera que un cuerpo que se moviese supuestamente más,
rápidamente que la luz sería en principio indetectable por
medio de señales luminosas. Las leyes de la mecánica de
Newton sugerían que la aplicación de una fuerza habría
de causar un aumento indeterminado de la velocidad y
energía cinética de un cuerpo, permaneciendo constante
el componente masa de la energía cinética y aumentando
el componente velocidad. Einstein mostró que la aplica-
ción constante de una fuerza aumentaría la masa de un
cuerpo cuando se aproximase a la velocidad de la luz,
pues la fuerza suministraría energía al cuerpo en forma
de masa, ya que no podría aumentar la componente ve-
locidad de la energía cinética al aproximarse al límite de
la velocidad de la luz. Se veía, por tanto, que la energía
era equivalente a la masa, y Einstein expresaba dicha equi-
valencia en una relación según la cual una cantidad de
energía es igual al- producto de una cantidad de masa por
el cuadrado de la velocidad de la luz. Dicha relación se
verificó más tarde midiendo la masa de los electrones que
se mueven, a altas velocidades, al hallar que el aumento
teórico de la masa era igual al observado de hecho.
Los postulados de Einstein mostraron además que la
contracción de Fitzgerald no constituía un cambio físico
real en los cuerpos, sino una apariencia debida al movi-
miento relativo de los cuerpos. Si los observadores de una
serie de sistemas en movimiento relativos unos a otros es-
tuviesen equipados con reglas de medir idénticas y con
idénticos relojes, entonces las observaciones mediante se-
ñales luminosas hechas por un observador parecerían
mostrar que las reglas de los otros observadores eran más
cortas que las propias en la dirección del movimiento re-
lativo y asimismo sus relojes parecerían andar más des-
pacio que los propios. Estos fenómenos serían percibí-
28 Stephen F. Mason

dos por todos los observadores y las leyes de la natura-


leza parecerían las mismas en todos los sistemas en mo-
vimiento relativo. Las mediciones realizadas por un par
cualquiera de observadores serían completamente simé-
tricas; en panicular, atribuirían la misma velocidad rela-
tiva al otro. Así pues, no había observadores privilegia-
dos ni espacio absoluto ni tiempo absoluto. La longitud
de una regla dependería de la velocidad relativa del ob-
servador que la mide, así como también el tiempo medi-
do por un reloj dado. Además, dos observadores en mo-
vimiento relativo no observarían como simultáneos dos
acontecimientos a menos que tuviesen lugar en el mismo
sitio. El maestro de Einstein, Minkowski, 1864-1909,
mostró en 1908 que si bien los observadores en movi-
miento relativo uniforme no habrían de asignar las mis-
mas separaciones temporales y espaciales a dos aconteci-
mientos observados, con todo habrían de asignar el mis-
mo valor al intervalo, una combinación de espacio y tiem-
po, entre ambos acontecimientos. Minkowski descubrió
que si el tiempo se conviniese en una especie de distan-
cia multiplicándolo por la velocidad de la luz, simboliza-
da mediante e, entonces si para un observador concreto
la diferencia temporal entre dos acontecimientos es t, y s
la distancia entre ellos, el valor s2 - e· t 2 es el mismo para
todos los observadores. Minkowski llamó a la raíz cua-
drada de s 2 - e· t 2 el intervalo espaciotemporal entre dos
acontecimientos, y puesto que es el mismo para todos los
observadores, se trata de una magnitud absoluta en el es-
pacioticmpo cuatridimensional, mientras que no ocurre
así con el espacio y el tiempo por separado.
En su libro La teoría especial de /.a rel.atividad, publi-
cado en 1905, Einstein tomaba en cuenta tan sólo siste-
mas en movimiento relativo uniforme; pero en 1915 pasó
a enfrentarse a los movimientos acelerados en su Teoría
general. Su punto de partida era el hecho bien conocido
de la mecánica newtoniana de que el valor asignado a la
masa de un cuerpo a fin de estudiar su caída gravitatoria
era exactamente el mismo que el valor empleado para in-
Historia de las dencias, 5 29

vestigar la aceleración de un cuerpo sobre el que actua-


ban fuerzas mecánicas. Parecía por tanto que los campos
gravitatorios y las aceleraciones eran equivalentes, por lo
que Einstein se propuso hacerlos idénticos. SeñaJó que
un observador en un ascensor estacionario podría con-
cluir del hecho de que los cuerpos cayesen al suelo con
una velocidad acelerada que el ascensor se hallaba en mo-
vimiento acelerado hacia arriba, como si estuviese pro-
pulsado por una fuerza mecánica a través del espacio va-
cío libre de campos gravitatorios. De manera semejante,
si se permitiese que el ascensor cayera libremente, el ob-
servador de su interior podría pensar que se hallaba en
el espacio vacío libre de la acción de cualquier fuerza me-
cánica o gravitatoria, ya que los cuerpos permanecerían
suspendidos en el aire. Por otro lado, un observador en
el exterior podría pensar que el ascensor se hallaba en re-
poso en el rrimer caso y cayendo con movimiento ace-
lerado en e segundo. Así pues, los juicios acerca de los
movimientos acelerados de los cuerpos son relativos a la
posición del observador, no menos que los atinentes a las
fuerzas: cualquier campo gravitatorio se puede atribuir a
una aceleración relativa.
A fin de conectar los campos gravitatorios con las ace-
Íeraciones relativas, Einstein sugirió que ambos se po-
drían explicar geométricamente si el espaciotiempo cua-
tridimensional de Minkowski fuese curvo. Por ejemplo,
una bola de billar en una mesa de billar construida con
depresiones en forno a los agujeros se comportaría como
si estuviese siendo atraída por los agujeros, moviéndose
aceleradamente hacia ellos. Los movimientos de la bola
de billar podrían explicarse o en términos de la geome-
tría de la mesa de billar o en términos de la suposición
de que los agujeros son centros de fuerzas atractivas que
actúan a distancia. De manera similar, los movimientos
gravitatorios podrían explicarse sea en términos de accio-
nes a distancia o en términos de la geometría curva del
espacioticmpo. En su libro El principio general de la re-
latividad, publicado en 1915, Einstein formuló los pos-
30 Stephcn F. Mason

tulados de que las leyes de la naturaleza eran las mismas


para todos los observadores que se moviesen de cualquier
modo los unos relativamente a los otros; de que la geo-
metría del espaciotiempo era no-euclídea; de que todos
los movimientos gravitatorios tienen lugar por las trayec-
torias más cortas en el espaciotiempo, y de que la curva-
tura de una región dada del espaciotiempo depende de la
cantidad de materia de dicha región. Combinando dichos
postulados, Einstein seleccionó como su modelo para el
espaciotiempo un tipo restringido de la geometría no-eu-
clídea inventada por Bemard Riemann, 1826-66. Las pro-
piedades del modelo de Einstein eran tales que todos los
observadores que se moviesen relativamente en él resul-
taban simétricos y equivalentes entre sí, suministrando
además geodésicas, es decir, trayectorias correspondientes
a las líneas rectas en la geometría euclídea, que se podían
identificar con movimientos en campos gravitatorios.
Al desarrollar su teoría, Einstein demostró que la tra-
yectoria más corta en el espaciotiempo en tomo a una
partícula pesada de materia seria una elipse que rotase en
torno a la partícula, mientras que la teoría ncwtoniana in-
dicaba que dicha trayectoria habría de ser una elipse es-
tacionaria. El astrónomo francés Leverrier, 1811-77, ha-
bía descubierto que la órbita elíptica del planeta Mercu-
rio mostraba una rotación en torno al sol, cuya mangi-
tud observada concordaba estrechamente con la calcula-
da por Einstein. Más importantes fueron las predicciones
de Einstein relativas a la influencia de los campos gravi-
tatorios sobre la luz. Se sabía desde antes que los movi-
mientos acelerados afectaban a las vibraciones de luz; mas
ahora que los campos gravitatorios estaban conectados
con aceleraciones relativas, se veía que también la grave-
dad debería influir sobre la luz. Puesto que la luz tiene
energía, debería tener masa, siendo desviada por los cam-
pos gravitatorios; o más bien, debería moverse por una
trayectoria curva en las regiones del espaciotiempo do-
bladas por la presencia de la materia. Las mediciones del
incurvamiento de la luz oroviniente de las estrellas por
Historia de las ciencias, 5

JJ

.
._t~ ~~:~.i!:

Albert Emstein
32 Stq,hcn F. Mason

obra del sol, obtenidas durante los eclipses solares de


1919 y de 1922, resultaron concordar muy bien con los
valores teóricos predichos por Einstein, por más que las
determinaciones realizadas durante los eclipses de 1929 y
1947 mostrasen algunas divergencias. No obstante, los re-
sultados del eclipse de 1952 concordaban bien con la teo-
ría de la relatividad. Einstein también predijo que la luz
emitida por los átomos en un campo gravitatorio fuerte
habrían de perder parte de su energía cuando se alejaban
del campo, tornándose la luz más roja. Si el campo gra-
vitatorio se considerase como una aceleración relativa, el
mismo desplazamiento hacia el rojo se produciría mer-
ced al alejamiento acelerado de la fuente de luz. Tal des-
plazamiento hacia el rojo se observó entre 1923 y 1928
en las líneas espectrales emitidas por el hierro, el titanio
y el cianógeno de la superficie del sol.
Hasta el momento, la teoría general de la relatividad
cubre sólo los tres casos descritos, la precesión de la ór-
bita- de Mercurio, el incurvamiento de la luz en campos
gravitatorios y el desplazamiento al rojo de la luz en cam-
pos gravitatorios, si bien estos tres casos en sí mismos
son de considerable importancia, especialmente los dos
últimos que conectan por vez primera los fenómenos
electromagnéticos y gravitatorios. Se ha encontrado difí-
cil aplicar la relatividad a movimientos rotatorios, por
más que Einstein mostrase en 1916 que las rotaciones po-
drían ser asimiladas hasta cierto grado a la teoría general.
Las pruebas tradicionales de la rotación del eje terrestre
--el achatamiento de la tierra por los polos, la tendencia
de un péndulo y un giróscopo a cambiar su orientación
respecto a la tierra, etc.- pueden explicarse sea supo-
niendo que la tierra gira en torno a su eje o suponiendo
que el universo como un todo rota en tomo a la tierra.
En este segundo caso se derivan algunas dificultades
cuando se considera que las velocidades tangenciales de
los cuerpos habrían de aumentar progresivamente cuanto
más lejos se sitúan respecto a la tierra, aproximándose en
grado creciente a la velocidad de la luz.
Capítulo 3
La teoría cuántica y la estructura del átomo

En las postrimerías del siglo diecinueve, en unos cuantos


campos que anteriormente se habían visto dominados por
la idea de la continuidad de la materia y el cambio, hi-
cieron su aparición teorías en términos de partículas y
cambios discontinuos. Tales teorías las desarrollaron
principalmente, aunque no exclusivamente, los alemanes,
quienes a lo largo del siglo diecinueve mostraron una cier-
ta inclinación hacia las teorías corpuscularistas. La teoría
de que la célula era la unidad de las criaturas vivas había
sido casi exclusivamente alemana; otro tanto se puede de-
cir de la teoría según la cual la herencia operaba median-
te un mecanismo corpuscular de un germoplasma autó-
nomo, al menos por lo que respecta a sus primeros esta-
dios especulativos con Nageli y Weismann. Los alema-
nes Fechner, Weber, Riemann, Kirchoff y Clausius con-
sideraban la electricidad en términos de partículas carga-
das, mientras que los ingleses l iraday, Kelvin, Maxwell
y Fitzgerald consideraban los fenomenos eléctricos como
consecuencias de la tensión en un éter continuo. Como
hemos visto, Maxwell fracasó a la hora de desarrollar la

33
34 Stephen F. Mason

idea de partículas de electricidad que estaba implícita en


su modelo del éter. El alemán Helmholtz, comentando
las leyes de Farad ay de la electrolisis, decía en t 881 :
«Ahora bien, el resultado más sorprendente de las leyes de Fa-
raday quizá sea el siguiente: si aceptamos la hipótesis de que
las substancias elementales están compuestas de átomos, no po-
demos dejar de concluir que también la electricidad, sea posi-
tiva o negativa, está dividida en porciones elementales que se
comportan como átomos de electricidad.•

La implicación no le había pasado desapercibida a Fa-


raday, pero la rechazó junto con la teoría atómica de la
materia, prefiriendo la opinión según la cual «la materia
está presente en todas partes, sin que haya espacios in-
termedios que no están ocupados por ella».
Aparte del estudio de la electricidad, otro campo en el
que se estaban desarrollando las teorías en términos de
partículas era el de la investigación sobre la luz, el calor
y otras radiaciones electromagnéticas, en el que durante
el siglo diecinueve había tenido un considerable éxito la
teoría ondulatoria conti,1Ua. El punto de partida fue un
problema planteado en el estudio de la luz y el calor emi-
tidos por los cuerpos negros, los cuales suministran un
espectro continuo de radiación, frente a los espectros de
líneas de los elementos químicos. Los experimentos de-
mostraban que cuando un cuerpo negro se calentaba has-
ta una temperatura dada, emitía una cantidad máxima de
energía radiante con una longitud de onda particular, dis-
minuyendo la longitud de onda del máximo a medida que
aumenta la temperatura. A las temperaturas de laborato-
rio, el máximo estaba en la parte visible del espectro, emi-
tiendo el cuerpo primero un brillo rojo, luego luz ana-
ranjada, amarilla, blanca y finalmente azul, a medida que
aumentaba la temperatura.
Tales fenómenos no podían explicarse en términos de
la teoría ondulatoria de la luz. Lord Rayleigh mostró en
1900 que si las radiaciones electromagnéticas fuesen emi-
Historia de las ciencias, S JS

tidas por vibradores naturales, no habría una longitud de


onda a la que se emitiese un2 cantidad máxima de ener-
gía: la cantidad de energía emitida aumentaría indefini-
damente a medida que decreciese la longitud de onda de
la radiación. Un vibrador natural, como pueda ser una
cuerda tensada, tiene unos cuantos modos de vibrar. El
primer modo de vibrar en el caso de la cuerda es aquél
en que la longitud de la cuerda es igual a media longitud
de onda, produciéndose modos subsiguientes cuando la
longitud de la cuerda es igual a 2, 3, 4, 5 semilongitudes
de onda, y así indefinidamente, de manera que existe un
número infinito de modos de vibración en las longitudes
de onda muy cortas. Según el principio de la equiparti-
ción de la energía, cada modo de vibración debería tener
la misma cantidad de energía, por lo que la mayor parte
de la energía de la radiación del cuerpo negro se emitiría
en las longitudes de onda muy cortas, la parte ultravio-
leta y de rayos X del espectro, en lugar de hacerlo en la
visible. Otros tratamientos teóricos de la radiación del
cuerpo negro no tuvieron un gran éxito, especialmente el
publicado en 1896 por Wien, 1864-1928, quien basaba su
análisis en razonamientos puramente termodinámicos sin
recurrir a un modelo.
En 1900 Max Planck, 1858-1947, a la sazón en Berlín,
sugirió una solución al problema. Señaló que si la radia-
ción del cuerpo negro se emitiese discontinuamente en
cuantos, de tal manera que la energía de un cuanto fuese
proporcional a la frecuencia de la radiación, la emisión
de las longitudes de onda más largas hacia el extremo rojo
del espectro se vería favorecida a temperaturas bajas, ya
que la energía de los cuantos sería pequeña, mientras que
a temperaturas más elevadas estaría disponible mayor
energía, favoreciendo la emisión de los cuantos mayores
de las longitudes de onda menores. De este modo Planck
explicaba el hecho de que se emitiese una cantidad máxi-
ma de energía con una longitud de onda dada, así como
que dicho máximo se desplazase hacia las longitudes de
onda más cortas con el aumento de la temperatura. La
36 Stephcn F. Mason

teoría cuántica de Planck fue utilizada por Einstein en


1905 para explicar las desviaciones de la regla de Dulong
y Petit sobre la constancia de los calores atómicos, así
como para explicar la emisión de electrones por parte de
los metales expuestos a la luz. También sugirió que la luz
y las radiaciones electromagnéticas en general se propa-
gaban a través del espacio en forma de partículas o foto-
nes, como acabaron denominándose, llenando así de al-
gún modo el hueco dejado por el rechazo del éter en su
teoría de la relatividad publicada el mismo año.
El campo en que la teoría cuántica encontró sus apli-
caciones más importantes fue el de la investigación de la
estructura del átomo. Como hemos visto, las leyes de la
electrolisis observadas cuando la electricidad se hace pa-
sar a través de una solución salina, llevaron a Helmholtz
a sugerir en 1881 que la electricidad existía en forma de
panículas que Johnstonc Stoney denominó electrones en
1891. El paso de la electricidad a través de gases a bajas
temperaturas suministró una prueba adicional de que la
electricidad era de carácter corpuscular, porporcionando
un método para estudiar la estructura del átomo. Cuan-
do se descargaba la electricidad entre do~ placas en un
tubo que contuviese un gas a presiones muy bajas, se ob-
servaban tres tipos de rayos: los catódicos que iban de la
placa negativa a la positiva; los positivos que viajaban en
dirección opuesta; y los rayos X que se forman cuando
los rayos catódicos chocan con la materia, como puede
ser un blanco metálico.
Los rayos catódicos fueron los primeros que se estu-
diaron con intensidad. Se descubrió que viajaban en línea
recta, dado que los objetos interpuestos en su trayectoria
arrojaban sombras nítidas. También poseían un momen-
to notable, ya que hacían girar una rueda de palas ligera.
Por consiguiente, los rayos catódicos parecían consistir
en una corriente de panículas con movimiento rectilíneo,
demostrándose que dichas partículas estaban cargadas,
dado que los rayos se desviaban merced a los campos
eléctricos y magnéticos. En 1897, J. J. Thomson,
Historia de las ciencias, 5 37

1856-1940, en Cambridge, midió la velocidad de tales


partículas disponiendo un campo eléctrico y magnético
de modo que las desviaciones producidas por cada uno
de ellos se anulasen. La fuerza ejercida por el campo mag-
nético sobre las partículas dependía de su velocidad,
mientras que la fuerza ejercida por el campo eléctrico, no.
En el experimento de Thomson, la razón entre la fuerza
de los campos eléctrico y magnético daba la velocidad de
las partículas, y una vez conocido este extremo, la razón
entre la carga y la masa de las partículas se podía deter-
minar a partir tan sólo de la desviación magnética o eléc-
trica.
Thomson demostró que dichas partículas estaban car-
gadas negativamente y que eran un constituyente común
de toda la materia, dado que cualquier gas puesto en su
tubo de descarga producía rayos catódicos con la misma
proporción de carga a masa. De la electrolisis de solucio-
nes ácidas se concluyó que la razón entre carga y masa
de los iones de hidrógeno eran unas dos mil veces me-
nor, de lo que dedujo Thomson que la masa de un ión

Trayectoria del haz de electrones


en ausencia del campo
magnético

T raycctoria del haz electrónico


cuando se aplica un campo
magn~t~co

Dewiación de un haz de electrones por un campo magnético.


38 S1cphen F. Mason

de hidrógeno era unas dos mil veces mayor que la de una


partícula de los rayos catódicos, un electrón, siendo sus
cargas iguales aunque de signo opuesto. La deducción de
Thomson se vio confirmada cuando se midió la carga de
un electrón, gracias sobre todo a Millikan en América,
quien de 1913 a 1917 examinó los movimientos de gotas
de aceite cargadas entre campos electrostáticos y gravita-
torios opuestos. Descubrió que la carga menor que to-
maba una gota de aceite era igual al mínimo común múl-
tiplo de las cargas más elevadas que podía recibir la gota,
lo que consideró como la carga de un electrón aislad-:>.
La magnitud de la carga era la misma que la de un ión
de hidrógeno, aunque de signo opuesto, lo que indicaba
que el hidrógeno era 1836 veces más pesado que el elec-
trón.
Basándose en ello, Thomson sugirió en 1904 que los
átomos de los elementos químicos constaban de electro-
nes unidos por una esfera de carga positiva. Pensaba que
los electrones eran responsables de toda la masa del áto-
mo, de modo que, por ejemplo, había 1836 electrones en
un átomo de hidrógeno. No obstante, el estudio de la ra-
diactividad pronto llevó al abandono del modelo atómi-
co de Thomson. Se descubrió que los elementos radiac-
tivos emitían tres tipos de rayos similares a los produci-
dos por un tubo de descarga de gas: en primer lugar, los
rayos alfa cargados positivamente que constaban de io-
nes de helio con doble carga semejantes a los rayos po-
sitivos; en segundo lugar, los rayos beta, consistentes en
electrones como los rayos catódicos, si bien se movían
un poco más rápidamente; y en tercer lugar, rayos gam-
ma sin cargar que constituían radiaciones electromagné-
ticas como los rayos X, aunque presentaban longitudes
de onda aun menores. Rutherford, 1871-1937, primero
en Manchester y luego en Cambridge, mostró que las par-
tículas alfa pasaban en su mayor parte en línea recta a tra-
vés de la materia, si bien unas pocas, aproximadamente
una de cada veintemil, experimentaban considerables des-
viaciones, frecuentemente rebotando hacia atrás. Así
Historia de las ciencias, S 39

pues, quedaba claro que el átomo contenía una fuerza de


desviación poderosa o núcleo, que resultaba muy peque-
ño comparado con el tamaño total del átomo. En 1911
Rutherford sugirió que el átomo constaba de un peque-
ño núcleo cargado positivamente y que acaparaba la ma-
yor parte de la masa del átomo, rodeado de electrones
que se movían en torno al núcleo orbitalmente, como los
planetas en torno al sol. El número de cargas positivas
del núcleo de un átomo elemental dado era igual al nú-
mero ordinal de dicho elemento en la tabla periódica, así
como también al número de electrones orbitales que ha-
cían que el átomo fuese eléctricamente neutro en su con-
junto. El hecho de que los elementos más pesados dis-
persasen las partículas alfa en mayor medida que los más
ligeros, presuntamente debido a su mayor carga y masa
nuclear, suministró una prueba a favor del modelo ató-
mico de Rutherford. Además se descubrió que cuando
un elemento radiactivo emitía una partícula alfa doble-
mente cargada, el nuevo elemento formado estaba dos lu-
gares más atrás en la tabla periódica, lo que indicaba, se-
gún la teoría de Rutherford, que tenía dos cargas positi-
vas menos en el n"úcleo, mientras que la emisión de una
partícula beta, que tenía una única carga negativa, daba
un elemento un lugar más adelante en la tabla periódica;
esto es, poseía una carga positiva extra en su núcleo. Dado
que el peso de un elemento era aproximadamente el do-
ble de su número atómico o carga nuclear, se suponía que
el núcleo de un átomo estaba compuesto de núcleos de
hidrógeno o protones, iguales en número al peso atómi-
co, así como al número de electrones necesarios para ha-
cer que la carga total del núcleo fuese el número atómico.
Según la teoría clásica, el modelo de Rutherford del
átomo contenía un defecto inherente. Los electrones or-
bitales eran cargas que se movían en el campo electros-
tático del núcleo, por lo que debían de emitir radiación
de manera continua. Los electrones tenían que perder su
propia energía cinética en el proceso, por lo que debe-
rían caer en espiral hacia el núcleo. Niels Bohr, que tra-
40 Stephen F. Mason

bajaba entonces con Rutherford, señaló en 1913 que el


modelo podía salvarse mediante la nueva teoría cuántica.
Si la radiación no se podía emitir continuamente, sino tan
sólo en cuantos definidos, se podía suponer que había
ciertas órbitas estables por las que podían moverse los
electrones sin pérdida de energía, emitiéndose radiación
tan sólo cuando un electrón saltaba de una órbita a otra.
De este modo, sería posible explicar el hecho de que los
espectros atómicos de los elementos constasen de líneas
nítidas y no de bandas continuas. La energía del cuanto,
y por ende la frecuencia de la radiación emitida cuando
un electrón saltaba de una órbita a otra, se podría deter-
minar mediante la diferencia entre las energías cinéticas
del electrón en ambas órbitas. Fijadas las órbitas, tam-
bién quedaba fijada la diferencia de energía entre ellas,
con lo que cada una de las líneas del espectro atómico
del elemento debería corresponder a una transición elec-
trónica panicular entre dos de esas órbitas. Por este pro-
cedimiento Bohr consiguió explicar los espectros atómi-
cos del hidrógeno de manera cuantitativa, tipificando las
principales órbitas a las que podía saltar un electrón me-
diante un número cuántico, N, que podía tomar los va-
lores 1, 2, 3, 4, etc., de manera que un salto de la segun-
da órbita a la primera daba una línea espectral, uno de la
tercera a la segunda otra, etc.
Mediante instrumentos de poder resolutivo mayor se
vio que las líneas de los espectros atómicos poseían una
estructura fina. A fin de explicar este fenómeno, Som-
merfeld sugirió en Munich en 1915 que la órbita electró-
nica fundamental de número cuántico N se subdividía en
órbitas subsidiarias, cuyo número se regía por un núme-
ro cuántico subsidiario, K, que podía adoptar los valo-
res, 1, 2, 3, 4 ... N. Sommerfeld representaba como elip-
ses estas órbitas subsidiarias, de manera que variasen de
forma desde un círculo hasta una elipse alargada. Presen-
tarían energías ligeramente distintas, dado que un elec-
trón en una órbita elíptica alargada aumentaría su velo-
cidad y su masa cuando se moviese en la vecindad del nú-
Historia de las ciencias, S 41

deo atómico, de acuerdo con la teoría de la relatividad


de Einstein, mostrando un movimiento de precesión en
tomo al núcleo, a la manera de Mercurio en torno al sol.
Hubo que introducir un número cuántico subsidiario, M,
que podía adoptar los valores - (K - 1) ... O •••
+ (K - 1}, a fin de explicar la división de las líneas de
los espectros atómicos en un campo magnético, fenóme-
no que había sido descubieno por Zeeman, 1865-1943,
en Leiden en 1896. Finalmente, en 1925, Uhlenbeck y
Goudsmit sugirieron un número cuántico de espín, S, que
podía presentar dos valores opuestos, a fin de explicar ul-
teriores variedades de las líneas espectrales atómicas, su-
poniendo que un electrón podía girar sobre su eje en una
de las dos direcciones opuestas.
En Hamburgo, Pauli formuló en 1925 el principio de
que dos electrones de un átomo dado no podían tener el
mismo conjunto de números cuánticos, restricción que li-
mitaba y definía las posibles estructuras electrónicas de
los átomos elementales. Cuando el número cuántico fun-
damental, N, era igual a l, la órbita así definida sólo po-
día contener un único electrón o bien dos electrones con
rotaciones opuestas, ya que los números subsidiarios, K
y M, sólo podían poseer sus valores mínimos. Así pues,
la primera órbita fundamental abarcaba los casos del hi-
drógeno, con un electrón orbital, y del helio, con dos, lle-
nando así la primera órbita o cara fundamental. Cuando
el número cuántico fundamenta era igual a 2, el número
cuántico subsidiario, K, podría adoptar los valores l ó 2,
y M, los valores O cuando K era igual a 1, y - 1, O, + 1
cuando K era igual a 2. En la segunda órbita fundamen-
tal había por consiguiente cuatro órbitas subsidiarias,
cada una de las cuales podría acomodar dos electrones
con espín opuesto, cubriendo así los ocho elementos si-
guientes, el litio, berilo, boro, carbono, nitrógeno, oxí-
geno, flúor v neón. De esta manera, los números cuán-
ticos derivados del estudio de los espectros atómicos in-
dicaban las estructuras electrónicas que poseían los ele-
mentos, suministrando una clasificación electrónica de los
42 Stephen F. Mason

elementos que concordaba estrechamente con la primiti-


va clasificación periódica.
La clasificación electrónica de los elementos llamó la
atención sobre el hecho de que los gases inenes, que pre-
sentaban escasa o nula tendencia a formar compuestos
químicos, tenían lugar cuando una capa o subcapa elec-
trónica se hallaba completa, como ocurría en los casos
del helio y el neón mencionados más arriba. Por consi-
guiente quedaba de manifiesto que una capa o subcapa
completa constituía una estructura electrónica particular-
mente estable, confiriendo así mayor precisión a la teoría
de la combinación química. En América, entre 1919 y
1921, Langmuir desarrolló la teoría de que los elementos
químicos se combinaban de manera que alcanzasen en sus
compuestos la estructura electrónica estable de los gases
inertes. Apuntó que los átomos elementales podían con-
seguirlo de dos maneras, o cediendo y recibiendo elec-
trones, o compartiendo electrones, denominándose las
combinaciones electrovalcncia y covalencia respectiva-
mente. Así, por ejemplo, el sodio contiene un electrón
más que el gas inerte neón, mientras que el flúor tiene
uno menos. Cuando se combinan para producir el fluo-
ruro sódico electrovalente, los átomos de sodio dan su
electrón extra a los átomos de flúor, de manera que am-
bos tipos de átomos alcanzan la estructura electrónica es-
table del neón. Las cargas nucleares permam.-cen constan-
tes, con lo que los átomos de sodio se cargan positiva-
mente y los de flúor, negativamente, manteniéndolos uni-
dos la fuerza electrostática entre ellos. Dos átomos de
flúor, que tienen un electrón menos que la estructura
electrónica del neón, pueden formar un tipo distinto de
enlace compartiendo uno de sus electrones con el otro
átomo, dando la molécula covalente del flúor. Aquí, am-
bos átomos son eléctricamente neutros, uniéndose rígi-
damente a una distancia de enlace fija por los dos elec-
trones intercambiados entre sí, mientras que los dos io-
nes eléctricamente cargados de los compuestos electrova-
lcntes se pueden mover independientemente el uno del
Historia de las ciencias, S 43

otro, en determinadas circunstancias, como en una solu-


ción acuosa. Se vio más tarde que las clectrovalencias y
covalencias puras eran raras, siendo la mayoría de las
combinaciones de ambos tipos, ya que muchos compues-
tos covalentes poseían un momento dipolar, lo que indi-
caba una separación de carga en sus enlaces, mientras que
se descubrió que las capas electrónicas de los iones elec-
trovalentes estaban polarizadas o distorsionadas.
El átomo de Bohr suministró a los químicos un mo-
delo útil para interpretar la estructura de las moléculas y
el curso de la combinación química, mas para los físicos
resultaba menos satisfactorio, dado que sólo explicaba los
espectros atómicos del átomo del tipo del hidrógeno, e
incluso en este caso no explicaba las intensidades relati-
vas de las líneas espectrales observadas. Uno de los dis-
cípulos de Sommerfeld, Werner Heisenberg, sugirió en
1925 que todos los modelos mecánicos del átomo del tipo
del de Bohr deberían de abandonarse, adoptando un en-
foque alternativo en el que se insenasen inmediatamente
en ~cuaciones matemáticas las magnitudes directamente
medibles, como las frecuencias e intensidades de las lí-
neas espectrales. De este modo, Heisenberg logró expli-
car el efecto Zeeman que había planteado dificultades a
la primitiva teoría de Bohr. Sin embargo se derivó otro
enfoque de la predicción realizada por Louis de Broglie
en 1925 de que la materia, así como la radiación, debería
poseer propiedades tanto de las partículas como de las on-
das. Más adelante se descubrió qlle los electrones, pro-
tones y partículas alfa tenían propiedades ondulatorias,
produciendo patrones de difracción como la luz y los ra-
yos X, pero antes Erwin Schrodinger consiguió explicar
en 1926 los mismos efectos que Heisenberg suponiendo
que los electrones poseían forma de onda. Desde este
punto de visea, el postulado de Bohr de que las órbitas
estables del electrón estaban definidas por el requisito de
que los electrones debían de tener momentos angulares
iguales a un número entero de hl21t, donde hes la cons-
tante de Planck, conectando la magnitud de un cuanto de
44 Stephen F. Mason

energía de radiación con su frecuencia, era equivalente al


requisito de que hubiese un número entero de longitudes
de onda del electrón en torno a la circunferencia de una
órbita estable.
No obstante, en el esquema de Schrodingor los elec-
trones ya no se mueven en órbitas definidas. Sus ecua-
ciones mostraban que la densidad de la carga eléctrica en
el átomo alternaba de forma ondulatoria a partir del nú-
cleo, correspondiendo los picos de las ondas a lo que eran
las órbitas en el primitivo átomo de Bohr. El propio
Schrodinger consideraba que las formas ondulatorias re-
presentaban la distribución real de la carga en el átomo,
mas Bohr sugirió en 1926 que la altura de la onda en un
punto cualquiera debería tomarse como una medida de
la probabilidad de hallar un electrón en dicha posición.
El punto de vista de Bohr indicaba que un electrón no
podía localizarse con toda precisión, pudiéndose deter-
minar tan sólo la probabilidad de hallar un electrón en
un punto particular. En 1927 Heisenberg mostró que el
momento y la energía de un electrón eran asimismo in-
determinados, siendo el producto del momento y la po-
sición de un electrón algo indeterminado hasta un punto
que nunca podría ser menor que hl2rr., siendo h la cons-
tante de Planck. Este «principio de incertidumbre» se se-
guía de la cualidad onda-partícula de la materia y la ra-
diación, así como del hecho de que las características de
los objetos se veían en general inevitablemente alteradas
en el transcurso de la experimentación. Si se quisiese me-
dir con precisión la posición de un electrón, habría que
emplear para su determinación longitudes de onda muy
pequeñas. Mas tales radiaciones poseerían cuantos de alta
energía, alterando el momento y la energía del electrón
por impacto. Asimismo, para medir el momento de un
electrón habría que utilizar cuantos de baja energía, y al
ser grandes las longitudes de onda de tales cuantos, lapo-
sición del electrón sería correspondientemente indetermi-
nada. La dualidad onda-partícula observada de la materia
y la radiación planteaba también el problema de qué co-
Historia de las ciencias, S 45

rrespondencia existía entre las propiedades de panícula y


las propiedades de onda. Planck mostró que la energía de
un cuanto era igual a la frecuencia de su radiación por la
constante h de Planck. De Broglie descubrió que la ve-
locidad de una partícula era igual a la velocidad de grupo
de sus ondas asociadas, siendo la velocidad de grupo de
un tren de ondas menor que la de las ondas individuales,
tal y como puede verse en ocasiones en el caso de las on-
das de agua cuando la cresta de una ola de longitud de
onda larga corre lentamente a través de un grupo de on-
das menores. Más tarde, en 1927, Sir Charles Darwin su-
girió que los dos modos posibles del espín de una paní-
cula corresponden a los dos componentes transversales
de la vibración ondulatoria separados por la polarización.
Al desarrollar su modelo del átomo, Schrodinger lo-
gró deducir cuantitativamente tres de los cuatro números
cuánticos que definen la estructura del átomo, conside-
rando la distribución de los electrones en torno al núcleo
en las tres dimensiones del espacio. Las mecánicas cuán-
ticas así derivadas resultaron muy fecundas, aunque no
eran relativistas, puesto que Schrodinger no tuvo en cuen-
ta la cuarta dimensión del tiempo. En 1928, Dirac derivó
una mecánica cuántica relativista y gracias a ello obtuvo
términos correspondientes al cuano número cuántico,
cubriendo el espín del electrón que no aparecía en la teo-
ría de Schrodinger. Dirac predijo asimismo la existencia
de una panícula con una masa igual a la del electrón aun-
que de carga opuesta, a saber, el positrón, que se descu-
brió más tarde. Sin embargo, las mecánicas ondulatorias
relativistas son complejas, de modo que la teoría de Di-
rae aún no ha encontrado tantas aplicaciones como la de
Schrodinger.
Las mecánicas ondulatorias de Heisenberg y Schrodin-
ger se ingeniaron para explicar el componamiento de los
electrones externos del átomo. Entretanto se ha estudia-
do intensamente el núcleo del átomo, realizándose últi-
mamente intentos de aplicar la mecánica cuántica aquí,
donde los problemas abordados presentaban mayores di-
-46 Stephen F. Mason

ficultades. El estudio del núcleo, que contiene la mayor


parte de la masa del átomo, empezó con el desarrollo de
un nuevo método de averiguar los pesos atómicos de los
elementos basado en el examen de los rayos positivos
producidos por el paso de la electricidad a través de ga-
ses a baja presión. J. J. Thomson descubrió en 1912 que
diversos gases daban rayos positivos que mostraban dis-
tinto comportamiento cuando eran desviados por cam-
pos eléctricos y magnéticos, por lo que no eran un cons-
tituyente común a toda la materia como los electrones.
Determinó la razón entre la carga v la masa de las partí-
culas de los rayos positivos y descubrió de este modo que
la masa de las partículas era igual a su número atómico,
lo que indicaba que se trataba de átomos del gas positi-
vamente cargados. Con todo, descubrió que en el caso
del neón había dos tipos diferentes de partículas, unas
con masa 20 y otras con masa 22 relativamente al hidró-
geno. Ambas formas estaban presentes en la proporción
aproximada de 10/1, por lo que la masa media era 20,2,
valor bastante concordante con el peso atómico conoci-
do del neón, que era 20, 18. De este modo se vio que el
neón estaba formado por dos tipos de átomos denomi-
nados isótopos que tenían diferente masa, aunque la mis-
ma carga nuclear y el mismo número de electrones orbi-
tales.
También se vio que había algo de verdad en la hipóte-
sis de Prout que postulaba que los átomos de los elemen-
tos estaban formados por un número entero de átomos
de hidrógeno, dado que los pesos atómicos de dos isóto-
pos de neón eran múltiplos exactos del peso atómico del
hidrógeno. El trabajo subsiguiente de Aston, 1877-1945,
en Cambridge, mostró que los isótopos de los elementos
en general no eran totalmente múltipl'os exactos del peso
atómico del hidrógeno, o más bien de un dieciseisavo del
peso atómico del isótopo del oxígeno con número de
masa 16, que se tomó como la substancia de referencia es-
tándard. En general, Aston descubrió en 1927 que los ele-
mentos muy ligeros y muy pesados, como el hidrógeno
Historia de las ciencias, S 47

y el uranio, poseían ligeramente más masa que la que era


de esperar según la hipótesis de Prout, mientras ue los
elementos de peso atómico moderado de la región el hie-
rro eran un tanto más ligeros de lo que era'<re. '.f¡,e.
Aston denominó a dichas desviaciones fráéd~~
. .,,.. .,,,..
'eftY.,,.
··-

O 20 40 60 IO 100 120 140 160 IIO lol0 ZZO 240


Niimero másico

paquetamiento de los elementos, mostrando que se po-


día trazar una curva lisa haciendo un gráfico de las frac-
ciones de empaquetamiento en función del número de
masa del elemento, esto es, el número de partículas del
núcleo según la hipótesis de Prout. Se tomó la fracción
de empaquetamiento como una medida de la estabilidad
de un elemento dado, puesto que los elementos muy pe-
sados con una elevada fracción de empaquetamiento eran
radiactivos, desintegrándose e-spontáneamente en átomos
más ligeros con fracciones de empaquetamiento menores,
perdiendo masa en forma de energía en el proceso. En
función de ello, los elementos de peso atómico modera-
do de la región del hierro resultaban muy estables, así
48 Stephen F. Mason

como ciertos elementos ligeros que no encajaban en la


curva de Aston, sobre todo los isótopos del helio, el car-
bono y el oxígeno que tenían números de masa que eran
múltiples de cuatro, lo que indicaba que la partícula alfa
era una unidad estable y que podía existir como tal en
los núcleos atómicos más pesados.
Inicialmente se pensó que el trabajo de Thomson y As-
ton mostraba que el núcleo atómico estaba formado por
protones y electrones. Por ejemplo, los dos isótopos de
neón contendrían 22 protones y 12 electrones y 20 pro-
tones y 1O electrones respectivamente, de modo que am-
bos tendrían una carga nuclear de 1O, aunque pesos ató-
micos de 22 y 20. Merced a sus experimentos con rayos
alfa, Rutherford mostró en 1920 que el núcleo atómico
era demasiado pequeño para albergar todas esas partícu-
las, por lo que sugirió que si el núcleo contenía neutro-
nes, partículas del mismo peso que los protones pero sin
carga, sería posible prescindir de la idea de que había elec-
trones en el núcleo atómico. Su discípulo Chadwick des-
cubrió en 1932 que se emitían partículas de alcance ex-
cepcionalmente largo cuando se bombardeaba berilo con
partículas alfa. Descubrió que esas partículas no se des-
viaban con campos eléctricos y magnéticos, por lo que
no estaban cargadas, mientras que provocaban la expul-
sión de protones de otros elementos, por lo que tenían
una masa del mismo orden que la del protón. Ese mismo
año, Anderson en América y Blackett en Gran Bretaña
descubriereon que los rayos cósmicos y los rayos gamma
daban lugar a positrones, las contrapartidas positivamen-
te cargadas de los electrones, cuya existencia había sido
predicha por Dirac en Cambridge en 1928. Heisenberg
sugirió entonces que los neutrones y protones del núcleo
atómico podían estar unidos por un proceso de intercam-
bio de positrones, convirtiéndose en un neutrón el pro-
tón que perdía un positrón, y transformándose en un pro-
tón un neutrón que adquiriese un positrón. Tal proceso
sería similar al intercambio de dos electrones orbitales en-
tre dos átomos en un enlace químico covalente. Heisen-
Historia de las ciencias, S 49

berg, junto con Dirac y Pauli, aplicó también la idea a


los campos eléctricos, derivando la ley inversa del cua-
drado de Coulomb de la fuerza electrostática, con la su-
posición de que la fuerza entre dos partículas cargadas re-
sultaba del intercambio de fotones entre ellas, emitiendo
una partícula un fotón y absorviéndolo la otra. Con todo,
aparecieron dificultades en este caso, pues sus cálculos in-
dicaban que tenía que haber fuerzas que aumentaban
al infinito a medida que el radio de la partícula tendía a
"CrO.
En 1935, Yukawa realizó en Japón otro intento de ex-
plicar las fuerzas de unión del núcleo atómico basándose
en la idea del intercambio. Apuntó que los protones y
neutrones del núcleo se mantenían juntos por el inter-
cambio de un tipo de mesón que era una partícula neutra
con una masa en reposo unas doscientas veces la del elec-
trón. El mesón de Yukawa fue descubierto por Powell
en Bristol en 1947, aunque se encontraron otros mesones
en 1938 como productos secundarios de los rayos cósmi-
cos gracias a los trabajos de Anderson en Pasadena. En
1931, Pauli postuló la existencia de otra partícula, el neu-
trino o electrón neutro, para explicar el hecho de que los
electrones emitidos por los elementos radiactivos poseían
una magnitud variable de energía. Sugirió que los neutri-
nos se emitían simultáneamente, transportando un com-
plemento variable de energía, de modo que la energía to-
tal emitida en la desintegración radiactiva fuese una can-
tidad fija. Hasta ahora estas partículas no se han descu-
bierto experimentalmente. Con todo, es de esp<:rar que
el neutrino tenga un enorme poder de penetración, por
lo que sería difícil de detectar. El principio de Pauli que
postula que es imposible que dos partículas de un siste-
ma tengan el mismo conjunto de números cuánticos se
ha aplicado al núcleo del átomo no menos que a los elec-
trones orbitales. Se ha apuntado la existencia de dos con-
juntos de niveles de energía en el núcleo atómico, uno lle-
no por neutrones y otro por protones, obedeciendo am-
bos las reglas cuánticas que definen los niveles de energía
50 Stephen F. Mason

de los electrones orbitales. En el primero de los niveles


o capas del núcleo atómico hay lugar para cuatro partí-
culas, dos neutrones con espín contrario y dos protones
con espín también contrario. Así, la primera capa nuclear
completa da la partícula alfa o núcleo de helio que cons-
tituye una estructura especialmente establece. Pueden
montarse otras capas que contengan 8, 20, 50, 82 ó 126
protones o neutrones cuando están completas, lo que ha
contribuido a explicar las estabilidades y frecuencias de
diversos átomos. Por ejemplo, el plomo, con un núcleo
que contiene 82 protones, es el producto final estable de
las tres series radiactivas naturales, mientras que el isó-
topo de plomo más abundante es el que tiene un núcleo
con 126 neutrones.
Quizá el campo más espectacular inaugurado por el
descubrimiento de las partículas fundamentales en este si-
glo sea el estudio de las reacciones nucleares. Rutherford
y Soddy se dieron cuenta en 1902 de que la radiactividad
de los elementos pesados era un caso de cambio atómico
espontáneo, descubriendo Rutherford en 1911 el primer
caso de transmutación atómica artificial al bombardear
nitrógeno con partículas alfa, produciendo protones con
movimiento rápido. De 1921 a 1924 Rutherford y Chad-
wick produjeron protones mediante el bombardeo con
rayos alfa con todos los elementos hasta el calcio, excep-
ción hecha de los elementos estables helio, carbono y oxí-
geno que poseían pesos atómicos múltiplos de cuatro. En
1925 Blackett mostró que los elementos más pesados se
producían mediante este proceso, formándose núcleos de
oxígeno así como de hidrógeno cuando el nitrógeno se
bombardeaba con partículas alfa.
Se investigó también el bombardeo de los átomos con
otras partículas además de las alfa. En 1932 Cockroft y
Wal ton aceleraron protones hasta energías elevadas y
bombardearon con ellos litio, produciendo dos núcleos
de helio. Al año siguiente, Lawrence y Livingston desa-
rrollaron el ciclotrón para acelerar partículas cargadas, es-
tudiando con ellas los efectos producidos por el bombar-
Historia de: las ciencias, 5 51

deo con núcleos de hidrógeno pesado o deuterones, con-


sistentes en un protón y un neutrón. Tras el descubri-
miento del neutrón en 1932, Fermi, a la sazón en Roma,
estudió especialmente el efecto del bombardeo con neu-
trones. Descubrió que los neutrones frenados mediante
el tránsito a través de substancias que contenían núcleos
de hidrógeno, como la parafina o el agua, eran especial-
mente eficaces para producir reacciones nucleares. Al
bombardear uranio con neutrones, Fermi obtuvo en 1934
otro elemento radiactivo que supuso que era más pesado
que el uranio. Este trabajo fue tomado por Hahn en Ber-
lín, quien para 1937 proclamaba la preparación de varios
elementos transuránicos con números atómicos que iban
de 93 a 96. No obstante, los Joliot-Curie en París seña-
laron en 1938 que las características radiactivas de las
substancias producidas al bombardear uranio con neutro-
nes se asemejaban a las de elementos radiactivos mucho
más ligeros, especialmente los radio-lantanio. Al examinar
de nuevo la cuestión, Hahn y Meitner descubrieron en
1939 que el lantanio y otros elementos de peso atómico
moderado se producían mediante el bombardeo del ura-
nio, lo que indicaba que el núcteo de uranio se había di-
vidido en dos. La elevada fracción de empaquetamiento
f
del uranio sugería que se roduciría mucha energía por
pérdida de masa cuando e núcleo de uranio se dividiese
en fragmentos más ligeros, mientras que la elevada razón
entre número de masa y carga nuclear del uranio apun-
taba a la probable emisión de diversos neutrones durante
el proceso. En 1939 Joliot-Curie mostraron que se emitían
neutrones al desintegrar uranio, de modo que la fisión de
un núcleo de uranio produciría la ruptura de otros nú-
cleos de sus proximidades bajo condiciones adecuadas.
Esas condiciones podrían controlarse, como en la pila
atómica, o ser descontroladas, como en la bomba atómi-
ca. Fermi, entonces en Chicago, montó la primera pila
atómica en 1942, y para 1945 otros, también en América,
había producido la bomba. La elevada fracción de empa-
quetamiento del hidrógeno y otros elementos ligeros in-
52 Stephen F. Mason

dicaba que podría obtenerse e1_1ergía convirtiéndolos en


otros más pesados y subsiguientemente se logró tal fu-
sión nuclear en la bomba de hidrógeno, utilizando la fi-
sión ~uclear del uranio para generar las temperaturas ne-
cesarias.
Capítulo 4
La astrofísica y las teorías sobre la estructura del
Universo

A lo largo del siglo diecinueve, el alcance de la astrono-


mía de observación aumentó considerablemente gracias a
un cierto número de progresos técnicos, sobre todo la
construcción de telescopios reflectores cada vez mayores,
el examen del espectro de las estrelJas y la incorporación
de técnicas fotográficas. La aplicación de la teoría de la
radiación del cuerpo negro permitió estimar la tempera-
tura de la superficie de las estrellas, mientras que las teo-
rías de la física atómica habían sugerido que las reaccio-
nes nucleares daban cuenta de dichas temperaturas y de
la tasa a la que las estrellas emiten radiación. En otro sen-
tido, la información así lograda con los nuevos métodos
suministró precisión cuantitativa a la tesis propuesta por
William Herschel a finales del siglo dieciocho, según la
cual la Vía Láctea consta de una galaxia completa de es-
trellas, uno de cuyos miembros es el sol, siendo asimis-
mo galaxias mucho más lejanas las pequeñas nebulosas
blancas. Pudieron ahora calcularse los tamaños de las ga-
laxias de estrellas, sus velocidades relativas y las distan-
cias que las separan, suministrando así valores acerca de

53
S4 Suphen F. Mason

las dimensiones espaciales del universo conocido y una


escala temporal rara su historia, si bien concretamente las
estimaciones de tiempo varían considerablemente según
el punto de vista teórico del que hace los cálculos.
Las primeras estimaciones espaciales realizadas fuera de
los confines del sistema solar fueron las mediciones de las
distancias de las estrellas más próximas a partir de sus mo-
vimientos aparentes con el transcurso de la órbita anual
de la tierra en torno al sol. Dicho movimiento paralácti-
co, distinto de los efectos de aberración, lo observó por
primera vez Henderson en 1832 en Sudáfrica, empleán-
dolo para la determinación de las distancias estelares so-
bre todo Bessel, 1784-1864, en Konigsberg y Struve,
1793-1864, en Pulkova. El método de la paralaje estelar
sólo podía utilizarse para averiguar las distancias de las
estrellas más próximas, más en 1912 se descubrió otro
método de mucho mayor alcance. Se halló que las estre-
llas que variaban regularmente de brillo eran de dos ti-
pos; en primer lugar, pares de estrellas que se eclipsaban
mutuamente de manera periódica y, en segundo lugar, es-
trellas pulsantes denominadas cefeidas variables que se
distinguían por la forma particular en que su brillo varía
con el tiempo. Miss Leavitt, en Harvard, descubrió en
1912 que las cefeidas variables con el mismo período po-
seían el mismo brillo intrínseco. Así pues, una vez medi-
da la distancia a una cefeida variable próxima por el mé-
todo de la paralaje estelar, podía determinarse la distan-
cia de todas las demás con el mismo período partiendo
de sus brillos aparentes, aplicando la ley de la disminu-
ción de la intensidad de la luz con el cuadrado de la dis-
tancia. Otro método, en principio similar, que se desa-
rrolló poco después, se basaba en la suposición de que
las estrellas con el mismo tipo de espectro tenían el mis-
mo brillo intrínseco, de manera que su brillo aparente era
una medida de su distancia relauva a la tierra.
En 1918 el telescopio reflector de 100 pulgadas de
Monte Wilson entró en funcionamiento, y con él Shapley
utilizó estos métodos de determinar las distancias estela-
Historia de las ciencias, S SS

res para estimar la forma y tamaño de nuestra galaxia.


Descubrió que la galaxia era un disco aplastado, cuyo pla-
no era el de la Vía Láctea, siendo su diámetro unas
300.000 veces la distancia que viaja la luz en un año, y
su grosor de unos 10.000 de esos años luz. En 1924 Hub-
ble, también en Monte Wilson, examinó las pequeñas ne-
bulosas blancas, muchas de las cuales se había descubier-
to que poseían una estructura espiral desde 1845, cuando
Lord Rosse en Irlanda observara el primer caso de este
tipo. Hubble consiguió resolver algunas de las nebulosas
espirales más próximas en estrellas individuales, identifi-
cando entre ellas a las cefeidas variables. Fue así capaz de
mostrar que las nebulosas espirales se hallaban a distan-
cias del orden de un millón de años luz del sistema solar,
estando fuera del sistema galáctico de la Vía Láctea. Hub-
ble demostró además que el brillo de las nebulosas más
próximas caía en un intervalo que iba aproximadamente
de la mitad al doble de la media, agrupamiento mucho
más concentrado que el de las estrellas individuales. De
ahí que las distancias de las nebulosas más débiles pudie-
sen determinarse a partir de su brillo aparente, descu-
briendo Hubble de este modo que las nebulosas visibles
más distantes estaban a unos 500 millones de años luz de
distancia.
Otra línea de investigación fue la derivada de un prin-
cipio enunciado por el físico austríaco Doppler, 1803-53,
en el año 1845, según el cual el movimiento de una fuen-
te de movimientos ondulatorios cambiaba su frecuencia.
Una velocidad de alejamiento relativa a un observador
disminuía la frecuencia de los movimientos ondulatorios

Fuente móvil
1-1 ra:cpr'!r El receptor
l,t«ra mas X J\MJ\JV\f\NV\J\NW\J\NVV\J\MJ'¡c derccra menos
,mdas ondas
.M/IJWIMNVVWW\f .I\N\JV\f\f\f\N

El efecto Doppler.
56 Stephen F. Mason

y, en el caso de la luz, la radiación se tornaba más roja,


mientras que una velocidad de aproximación aumentaba
la frecuencia, con lo que las vibraciones luminosas se des-
plazaban hacia el extremo azul del espectro. Mediante el
principio de Doppler, Huggins, 1824-191 O, en Londres,
mostró en 1868 que la estrella Sirius se estaba alejando
del sistema solar con una velocidad de veintinueve millas
por segundo. En 1912, Slipher, en el observatorio Lowell
de América, halló por el mismo método que la nebulosa
de Andrómeda se estaba acercando al sistema solar con
una velocidad de unas 125 millas por segundo, mas para
1917 había descubierto que se trataba de un caso excep-
cional, ya que la mayor parte de las nebulosas más pró-
ximas se alejaban al parecer, con una velocidad del orden
de las 400 millas por segundo. Los espectros de las ne-
bulosas más distantes fueron examinados en 1929 por
Humason en Monte Wilson, descubriendo que la luz que
emitían se tornaba progresivamente más roja cuanto más
lejos estaban del sistema solar. En 1930 Hubble propuso
la ley de que el desplazamiento al rojo de la luz emitida
por una nebulosa dada era directamente proporcional a
su distancia al sistema solar. Basándose en el efecto Dop-
pler, la ley de Hubble indicada que cada nebulosa se es-
taba alejando con una velocidad proporcional a su dis-
tancia a nuestra galaxia, moviéndose las nebulosas más
distantes con enormes velocidades del orden de un sép-
ti•mo de la velocidad de la luz.
Su¡>oniendo que las velocidades de las nebulosas hu-
biesen sido constantes en tiempos pasados, parecía que
éstas habían estado agrupadas hacía aproximadamente
unos 1.800 millones de años. Entonces esas nebulosas co-
menzaron a apartarse unas de otras, acontecimiento que
marcó el comienzo del tiempo cosmológico medible, po-
niendo un límite a la edad del universo. No obstante, Ed-
dington sugirió que la velocidad del alejamiento de las ne-
bulosas había aumentado con el tiempo, de manera que
el límite superior de la edad pasada del universo estaba
entre 10.000 y 90.000 millones de años. Otros sostenían
Historia de las ciencias, 5 S7

que los desplazamientos hacia el rojo no se debían a efec-


tos Doppler en absoluto, siendo las nebulosas estaciona-
rias. Zwickr supuso que los desplazamientos hacia el rojo
se debían a arrastre gravitatorio de la materia intergalác-
tica sobre la luz que pasaba a su través, y MacMillan pen-
saba de manera semejante que la radiación perdía energía
gradualmente al viajar por enormes espacios intergalácti-
cos, efectos que serían tanto más pronunciados cuanto
más lejana estuviese la fuente del observador, tal y como
requiere la ley de Hubble. Milne señalaba que las leyes
de la emisión de radiación podrían cambiar con el tiem-
po, de manera que la luz emitida por las nebulosas dis-
tantes hace unos 500 millones de años y observada hoy
en la tierra fuese necesariamente más roja que las radia-
ciones correspondientes de la época actual. Partiendo del
hecho de que las estrellas parecen tener cantidades equi-
valentes de energía, Jeans había calculado anteriormente
que el límite superior de la edad del universo era de 1012
a 1013 años, suponiendo que hubiese inicialmente una dis-
tribución aleatoria de energía entre las estrellas.
Tales estimaciones de la duración del universo varia-
ban considerablemente, ya que dependían en considera-
ble medida de la teoría cosmológica particular que se
aceptase, de que supusiese que el espacio del universo fue-
ra finito o infinito, euclídeo o no-euclídeo, en expansión
o estático y, en caso de expanderse, de la tasa concreta
de expansión en una época dada. La estimación de Jeans,
por ejemplo, se hizo antes de que apareciese la teoría ge-
neral de la relatividad, que arrojó dudas sobre la totali-
dad de las bases del cálculo. Las teorías cosmológicas del
siglo veinte son tan numerosas y variadas como las teo-
rías del éter del siglo diecinueve de las que en cieno sen-
tido son herederas. Ambas pertenecen a una tradición que
ha tratado de explicar los fenómenos de la naturaleza en
términos de un continuo cósmico, un espaciotiempo geo-
métrico en el primer caso y un éter mecánico que lo lle-
na todo en el seg~ndo. A esta tradición pertenece el tra-
bajo de Einstein quien, al poner punto final a la inven-
58 Scephen F. Mason

ción de modelos de éter con su teoría de la relatividad,


construyó el primer modelo del mundo de este siglo.
En 1917 Einstein se planteó el problema de si el espa-
cio y la materia del universo eran finitos o infinitos.
Aceptando el punto de vista de Mach de que la masa de
un cuerpo estaba determinada por el resto de la materia
del universo, Einstein señaló que en una infinitud de ma-
teria cada objeto tendría infinita masa e inercia. Por otro
lado, si el universo tuviese un límite finito en el espacio
euclídeo, la materia de dentro del universo no estaría en
equilibrio con el espacio vacío de fuera, con lo que dicho
mundo no constituiría un sistema estable. A fin de supe-
rar estas dificultades, Einstein sugirió que el universo po-
dría tener un volumen finito, pero no límites finitos, tal
y como ocurriría si el espacio fuese el análogo tridimen-
sional de la superficie bidimensional de una esfera, que
tiene un área definida pero no límites, esto es, el área no
tiene bordes. Todas las áreas puntuales de la superficie de
una esfera son simétricas y equivalentes entre sí, cosa que
también habría de ocurrir con los análogos tridimensio-
nales, los volúmenes puntuales del espacio esférico. Así,
los volúmenes unidad de la materia en el espacio esférico
serían todos iguales sin que hubiese casos límite especia-
les, como las partículas del borde de un universo finito
en el espacio euclídeo. Debido a la ausencia de casos lí-
mite especiales, todos los observadores del mundo de
Einstein serían equivalentes, observando los mismos fe-
nómenos y obteniendo la misma información, tal y como
exige la teoría especial de la relatividad.
Según la teoría general de la relatividad, un agregado
de materia está asociado a la curvatura local del espacio
que se muestra como un campo gravitatorio. Así pues, la
curvatura del espacio varía entre un punto y otro del
mundo de Einstein, aunqt1e es posible obtener la curva-
tura media general del espacio suavizando las curvaturas
locales o, lo que es equivalente, promediando la materia
del universo por todo su volumen. El número de volú-
menes unidad de la materia en el mundo de Einstein de-
Historia de las ciencias, S 59

termina así el radio de curvatura de su espacio esférico,


a la manera en que el número de áreas unidad que com-
ponen la superficie de una esfera determina su radio. Tras
derivar una fórmula que relacionaba la curvatura media
del espacio con la cantidad de materia del universo, Eins-
tein calculó la masa del universo y las curvaturas de su
espacio, suponiendo que la densidad de materia en nues-
tro cúmulo local de galaxias, la Vía Láctea, Andrómeda
y <?tras, era igual a la densidad de materia en el resto del
universo.
Einstein construyó su modelo antes de que se obser-
vasen los considerables desplazamientos hacia el rojo de
las nebulosas distantes. Supuso que las velocidades de los
cuerpos en el universo eran pequeñas comparadas con la
velocidad de la luz, de modo que la estructura espacial
de este mundo no variaba con el tiempo. En realidad, el
tiempo era una dimensión aparte en el mundo de Eins-
tein, siendo el espaciotiempo un análogo cuacridimensio-
nal de un cilindro, una combinación de espacio esférico
y tiempo lineal. Siguiendo a Mach, Einstein había supues-
to que una partícula en un universo vacío de otra materia
no tendría masa o inercia, mas de Sitter mostró en 1917
que eso no habría de ser así necesariamente si el espacio
y el tiempo se combinasen de manera que el espaciotiem-
po fuese el análogo cuatridimensional de una esfera. Una
partícula de prueba, tal como una nebulosa, introducida
en el mundo de Einstein, permanecería en reposo en caso
de no tener movimiento inercial respecto a un observa-
dor; pero en el mundo de de Sitter retrocedería de inme-
diato con una velocidad siempre en aumento. El mundo
de de Siuer estaba lleno de movimiento, pero carecía de
materia, mientras que el mundo de Einstein estaba lleno
de materia pero no contenía movimiento. Ambos eran
modelos extremos, considerándose más tarde como re-
presentaciones posibles del comienzo inicial o del resul-
tado final de la evolución cósmica, pero no modelos del
universo tal y como es.
La estabilidad del pleno en el mundo de Einstein de-
60 Stephen F. Mason

pendía del equilibrio entre la atracción gravitatoria y la


repulsión cósmica, mientras que el vacío del mundo de
de Sitter se debía al dominio de la repulsión cósmica. Tras
la publicación de la ley de Hubb)e, que se interpretó uni-
versalmente como que el universo se expandía, Edding-
ton y su antiguo alumno Lemaitre mostraron que el mun-
do de Einstein era inestable, expandiéndose o contrayén-
dose si era perturbado, según que la perturbación favo-
reciese la repulsión cósmica o la gravedad. Si el mundo
de Einstein se expandiese, las nebulosas se alejarían las
unas de las otras con lo que finalmente la densidad de la
materia en el universo sería cero, produciendo las condi-
ciones del mundo de de Sitter. Einstein y de Sitter mos-
traron en 1932 que si el universo estuviese en expansión,
tal y como la ley de Hubble parecía sugerir, un modelo
posible del mundo sería una cantidad finita de materia ex-
pandiéndose en un espacio euclídeo infinito. El propio
Hubble prefería un modelo euclídelo estático del univer-
so, ya que los cálculos basados en los modelos de expan-
sión indicaban que la cantidad de materia en el universo
era unas mil veces mayor que la cantidad contenida en
las nebulosas solas. Tal cantidad de materia, presente bajo
la forma de polvo intergaláctico, absorvería más luz, se-
gún pensaba Hubble, de la que de hecho se perdía en los
espacios intergalácticos.
Se inventaron muchos otros modelos del mundo, cuya
diversidad se sigue del hecho de que se precisan tres mag-
nitudes para especificar un modelo del mundo, siendo así
que sólo dos se pueden determinar por observación. Las
tres magnitudes desconocidas son la masa del universo,
la curvatura del espacio y una constante cosmológica in-
troducida por Einstein para satisfacer el requisito de
Mach de que la masa de un cuerpo estuviese determinada
por el resto de la masa del universo. Esta constante cos-
mológica fue la que dio lugar en la teoría de Einstein a
la fuerza cósmica repulsiva. Las dos magnitudes que po-
drían determinase por observación eran la tasa de expan-
sión del universo, medida suponiendo que los desplaza-
Historia de las ciencias, 5 61

mientos hacia el rojo eran efectos Doppler, y la densidad


media de la materia en el universo, calculada suponiendo
que es la misma que la densidad media observada de la
materia en nuestro grupo local de galaxias. En 1932, de
Sitter enumeró nueve tipos principales de posibles mo-
delos del mundo, basados en las condiciones de que la
constante cosmológica y la curvatura del espacio fuesen
negativas, cero o positivas.
En ausencia de criterios observacionales para decidir
entre los varios modelos del mundo posibles, algunos
cosmólogos, especialmente Eddington, y en menor me-
dida Milne, trataron de derivar sistemas teóricos relati-
vos a la naturaleza del universo a partir de los procedi-
mientos básicos del método científico. Comparando a los
científicos con los pescadores que cogen tan sólo aque-
llos peces que no pueden escurrirse entre los agujeros de
su red, Eddington sugirió que las características del mé-
todo de la ciencia determinaban el contenido y la natu-
raleza del conocimiento científico. El método científico
no era un espejo en el que se refleja la naturaleza del mun-
do, sino un caleidoscopio que mediante su estructura de-
termina las imágenes percibidas. Algunos críticos apun-
taron que la red del método científico no podría deter-
minar los aspectos cualitativos de los fenómenos natura-
les «pescados» y estudiados, mas Eddington rebatió este
argumento aduciendo que la ciencia se ocupa sólo de los
aspectos cuantitativos y medibles de los fenómenos, y no
de los cualitativos.
En el método de las ciencias físicas, Eddington consi-
deraba fundamental la medición de longitudes. Señalaba
que las estimaciones espaciales implicaban cuatro deter-
minaciones, la observación de los dos extremos de una re-
gla de medir estandard y la observación Je los dos extre-
mos de la longitud a medir. Tal procedimiento metodo-
lógico era básico en las ciencias físicas, por lo que Ed-
dington consideraba que se hallaba conectado con la idea
fundamental Je que el espaciotiempo posee cuatro di-
mensiones. Al desarrollar su sistema, Eddington trató de
62 Stephen F. Mason

calcular las constantes universales que son furos núme-


ros, tal y como la razón entre las masas de protón y el
electrón, sin suponer ningún número determinado expe-
rimentalmente. Se ha descubierto que las constantes uni-
versales puramente numéricas de la naturaleza caían en
tres categorías principales, con valores del orden de 1080,
1040 o menos de aproximadamente 2.103. Eddington se-
ñaló que el primer conjunto dependía del número total
de partículas del universo, N; el segundo conjunto, de la
raíz cuadrada de N; mientras que el tercer conjunto era
independiente de N. Dado que N era finito, Eddington
basó sus cálculos en la teoría de un modelo del mundo
finito; a saber, una versión en expansión del modelo es-
tático de Einstein. Estimó N directamente dividiendo la
masa del mundo de Einstein por la masa del protón y
también de manera más abstracta suponiendo que la masa
de un electrón derivaba de su carga y la presencia de to-
das las demás partículas del universo, obteniendo un va-
lor del orden de 107'J en ambos casos.
Eddington consideraba la medición de la longitud
como algo básico en la física y se interesaba por los nú-
meros puros conectados con los aspectos estructurales del
universo, mientrs que Milne consideraba que la medición
del tiempo era fundamental, ocupándose del movimiento
temporal de los procesos cósmicos. Siguiendo a Einstein,
Milne adoptó el punto de vista de que todos los obser-
vadores del universo eran equivalentes y que la luz tenía
siempre la misma velocidad para dichos observadores.
Mostró entonces que la determinación de longitudes po-
día reducirse a la medición del tiempo empleado por la
luz para atravesar dichas longitudes, eliminando así las re-
glas de medir rígidas que tanto Eddington como Einstein
habían considerado esenciales para realizar estimaciones
espaciales. Así pues, la medición de la longitud dependía
de la medición del tiempo, y Milne señalaba que en ge-
neral las teorías relativas a la estructura espacial del uni-
verso dependían de las teorías del movimiento del tiem-
po. Señaló que al observar objetos distantes, como las ne-
Historia de las ciencias, 5 63

bulosas, hemos de tener en cuenta que cuanto más lejos


estén situadas, la luz proviniente de ellas inició su viaje
tanto más pronto en la historia del universo. La luz per-
cibida hoy partió de las nebulosas más próximas hace
aproximadamente 500 millones de años, con lo que tene-
mos que corregir el retraso temporal tanto más cuanto
más lejos vayamos, a fin de dar con una imagen contem-
poránea del universo. Mas la corrección aplicada depen-
de de la escala temporal empleada, de modo que es po-
sible construir distintos modelos del mundo utilizando
diversas escalas temporales.
Milne señalaba que había dos escalas temporales fun-
damentales. Había una en la que las vibraciones lumino-
sas suministraban las unidades temporales, conocida
como la escala de tiempo T, y otra a la que se aproxima-
ba la escala de los relojes de péndulo, denominada la es-
cala de tiempo Y. Si se adoptase la escala T, los desplaza-
mientos hacia el rojo de la luz proviniente de las nebu-
losas entrañaba que éstas se están alejando con velocida-
des proporcionales a su distancia respecto a nuestra ga-
laxia, ya que la teoría de la relatividad exigía que las uni-
dades de tiempo señaladas por un cronómetro en movi-
miento, en este caso la fuente de vibraciones luminosas
de una nebulosa, se alargasen proporcionalmente a la ve-
locidad del cronómetro respecto al observador. Para ex-
plicar el alejamiento, Milne mostró en 1932 que, situados
inicialmente en un espacio cerrado, cualquier colección
de objetos que se muevan libremente con velocidades uni-
formes, como se podría suponer que ocurre con las ne-
bulosas, tras algún tiempo parecería que se alejasen unos
de otros con velocidades proporcionales a la distancia en-
tre ellos, ya que los que se mueven con velocidades ma-
yores se habrían alejado más en un tiempo dado. Tal efec-
to sería una manifestación de la segunda ley de la termo-
dinámica, pues las nebulosas se alejarían unas de otras
como una colección de moléculas de gas liberadas en el
espacio vacío. Así, con la escala T, la ley de Hubble in-
dica que las nebulosas han estado juntas en una pequeña
64 S1ephcn F. Mason

región del espacio, comenzando a alejarse unas de otras


hace unos 2.000 millones de años.
Si el número de nebulosas fuese finito, parecería que
los observadores de las nebulosas con movimiento rápi- .
do del borde del universo en expansión tendrían una vi-
sión del mundo diferente de la de los observadores de las
nebulosas más lentas que no se habían alejado tanto de •
la región de su origen. Así, para preservar el principio de
que todos los observadores del universo son equivalen-
tes, tiene que haber un número infinito de nebulosas,
a fin de que los observadores de las nebulosas que se
hallan en el límite de nuestra visión puedan observar
otras nebulosas que nosotros no podemos ver. Con in-
finitas nebulosas, todos los observadores del universo
percibirían un mundo aparentemente esférico de radio
CT, donde C es la velocidad de la luz y T el tiempo
transcurrido desde el origen del alejamiento de las nebu-
losas.
Eddington sugirió que las constantes de la naturaleza
estaban fijadas de una vez por todas, estando determina-
dos sus valores por las características del modelo del
mundo de Einstein, a partir del cual el universo se había
desarrollado por expansión. No obstante, \4ilne mostró
que algo cambiaba con el tiempo, fuese cual fuese la es-
cala temporal que se eligiese de las dos. Según la teoría
de la escala T, la constante gravitatoria y la constante de
Planck aumentaban con el tiempo, de modo que los ob-
jetos se tornaban progresivamente más pesados y los su-
cesos sub-atómicos más imprecisos. Con la escala t, las
constantes gravitatoria y de Planck permanecían fijas, mas
el número de vibraciones luminosas por unidad de tiem-
po de dicha escala aumentaba gradualmente, de modo que ·
la luz proviniente de una fuente dada se tornaba más cor-
ta fºr lo que respecta a la longitud de onda con el lapso
de tiempo. Desde la perspectiva de la escala t, la dura-
ción del tiempo pasado había sido infinita y las nebulo-
sas son estacionarias, indicando el corrimiento hacia el
rojo que la luz de las nebulosas se había originado en épo-
Historia de las ciencias, 5 65

cas en las que había menos vibraciones luminosas en una


unidad de tiempo dada.
Hubo otra teoría que postulaba la existencia infinita
del universo, la de la «creación continua», propuesta en
1948 por los matemáticos cantabrigenses Bon di, Gold y,
un poco más tarde, Hoyle, a fin de superar las dificulta-
des impuestas por la suposición de que el universo po-
seía un comienzo y una vida de tan sólo unos 2.000 mi-
llones de años. Bondi, Gold y Hoyle extendieron a la di-
mensión temporal el principio de Einstein de la equiva-
lencia de todos los observadores en el espacio, suponien-
do que el universo presenta a cualquier observador el mis-
mo aspecto que ofrece en todo tiempo pasado y en el fu-
turo. Este «principio cosmológico perfecto•, como se lla-
mó, los llevó a suponer que la materia se creó continua-
mente en todo el universo a razón de 10- 0 gramos por
centímetro cúbico por segundo, a fin de compensar la dis-
minución de la densidad media de la materia provocada
por la recesión de las nebulosas. Esa tasa de creación re-
sultaba demasiado pequeña para ser detectada, aunque la
cantidad total para el universo observable fuese muy
grande, equivaliendo al nacimiento de unas 50.000 estre-
llas por segundo.
Las diversas teorías relativas a la estructura espacial y
temporal del universo propuestas hasta ahora han presen-
tado un gran predominio de la teoría sobre la observa-
ción, por lo que parece que ahora los progresos en este
campo, si es que no depende exclusivamente del desarro-
llo empírico, al menos se verán notablemente impulsados
por él. El telescopio reflector de 200 pulgadas instalado
en Monte Palomar en 1949, por ejemplo, ha dado ya re-
sultados que indican que la vida del universo debe do-
blarse hasta 4.000 millones de años, lo que ha eliminado
algunas de las dificultades que la teoría de la «creación
continua,. se propuso ~uperar. La nueva radio astrono-
mía que alcanza aún más lejos en el espacio que el teles-
copio de Monte Palomar, ha establecido, sobre todo en
manos de Ryle y sus colaboradores de Cambridge, que
66 Stcphcn F. Mason

el número de radio fuentes en un volumen dado del es-


pacio aumenta con el cubo de la distancia a nuestra ga-
laxia, resultado contrario a las predicciones de las teorías
del tipo «estado uniforme» o «creación continua», las
cuales indican que el número de fuentes en un volumen
dado debería mantenerse constante o incluso disminuir a
medida que aumentan las distancias. Estos desarrollos de
la técnica astronómica están abocados a causar un impac-
to sobre otras ramas de la astrofísica, como el estudio de
la constitución de las estrellas, aunque en este terreno
también resulta de utilidad la investigación de laborato-
rio de la materia terrestre.
Las modernas teorías sobre la constitución de las es-
trellas se basan en la observación, realizada en 1913 por
Russell en Princeton, de que el brillo de un grupo gran-
de de estrellas es proporcional a sus temperaturas super-
ficiales. Estas estrellas formaban una secuencia única, por
lo que Russell sugirió que dicha secuencia ponía de ma-
nifiesto los diversos estadios del curso general de la evo-
lución estelar. Siguiendo la teoría de la contracción gra-
vitatoria propuesta por Helmholtz, Russell sostenía que
inicialmente una estrella constaba de una masa nebulosa
difusa que se contraía bajo la fuerza de la gravedad, tor-
nándose más caliente y densa hasta que alcanzaba una ·
densidad crítica en el momento en que la contracción ya
no equilibraba la cantidad de radiación emitida, con lo
que la estrella se enfriaba gradualmente. Según este es- ·
quema, las estrellas deberían estar al rojo vivo cuando son
grandes, tomándose primero blancas y luego azules a me-
dida que se contraen, haciéndose finalmente de nuevo ro-
jas al volverse pequeñas y frías.
Sin embargo, Adams, en el observatorio de Yerkes,
descubrió en 1914 que la pequeña estrella que acompaña
a Sirio emitía el tipo de luz de los cuerpos calientes blan-
cos, siendo la estrella una enana blanca y no una enana
roja tal y como debieran ser todas las estrell_as pequeñas
de acuerdo con la clasificación de Russell. Una década
después, Adams descubrió que la luz emitida por la pe-
HiStoria de las ciencias, S 67

queña compañera de Sirio mostraba un desplazamiento


gravitatorio hacia el rojo considerable, lo que indicaba
que la estrella tenía una masa enorme aunque poseyera
un volumen pequeño. El descubrimiento de Adams apo-
yó la hipótesis propuesta por Eddington y Jeans unos
cuantos años antes en el sentido de que las capas de elec-
trones externas de un átomo se ionizaban a las altas tem-
peraturas y densidades que se daban en el interior de una
estrella, dejando al átomo muy reducido en tamaño. Por
consiguiente, la contracción gravitatoria de las estrellas
podría ir mucho más lejos de lo que en un principio se
había imaginado, produciendo densidades de la materia
inmensamente mayores que las encontradas en la tierra.
Los indios Kothari y Chandrasekhar mostraron que los
cuerpos que tenían más materia que el planeta Júpiter ge-
nerarían presiones gravitatorias suficientes para aplastar
los átomos de su interior, de manera que el volumen de
tales cuerpos disminuiría de hecho a medida que aumen-
taba su masa.
Eddington y otros demostraron que la mayoría de las
estrellas no poseen grandes densidades, ya que la fuerza
contractora de la gravedad se ve equilibrada por la pre-
sión hacia afuera de la radiación que, al variar con la cuar-
ta potencia de la temperatura, alcanza valores elevados en
el interior de la estrella. Además, los electrones arranca-
dos de los átomos del interior estelar se comportarían
como las moléculas de un gas, generando una presión a
altas temperaturas que se opondría a la presión gravita-
toria de la materia entorno. En el caso del sol, con una
temperatura superficial de 6.000 grados, Eddington cal-
culó que las temperaturas internas debían ser del orden
de los 20 millones de grados a fin de producir las presio-
nes electrónicas y de radiación que equilibrasen las fuer-
zas contractoras de la gravedad. También mostró que la
cantidad total de radiación emitida por una estrella de-
pendía de su masa más bien que de su tamaño, pues la
contracción de una estrella de una masa dada produciría
un aumento de temperatura que compensaría la conco-
68 Stcphcn F. Mason

mitante disminución del área superficial que emite la r:i-


diación. Basándose en esta teoría, Eddington trató de cal-
cular la luminosidad teórica del sol, suponiendo que el
sol se compone en gran medida de elementos de peso ató-
mico moderado, como el hierro y sus vecinos en la tabla
periódica. La cifra teórica era unas cien veces demasiado
grande, de donde Eddington concluía que tenía que ha-
ber una gran cantidad de hidrógeno en el sol y en otras
estrellas.
Con el desarrollo de la física atómica, se vio que a las
elevadas temperaturas del interior de las estrellas, las ve-
locidades térmicas de los átomos privados de sus electro-
nes serían del mismo orden que las velocidades de las par-
tículas artificialmente aceleradas utilizadas en el labora-
torio para estudiar las reacciones nucleares. Por tanto pa-
recía probable que se produjesen reacciones nucleares en
el interior de las estrellas, suministrando dichas reaccio-
nes la energía emitida como radiación. En 1938, Bethe en
Comell y Weizsacker en Alemania elaboraron un ciclo
de reacciones nucleares que transformaba el hidrógeno en
helio y que podría darse a las temperaturas producidas
dentro del sol. Mostraron que el isótopo del carbono de
masa 12 podría reaccionar sucesivamente con tres proto-
nes, formando isótopos de nitrógeno de mayor peso ató-
mico, así como que la unión de cuatro protones con el
isótopo del nitrógeno de masa 15 fodría dar un átomo
de helio, regenerando el isótopo de carbono original. El
átomo de helio era un tanto más ligero que cuatro pro-
tones, transformándose en energía la masa perdida en el
transcurso del ciclo de reacciones. La tasa a la que el hi-
drógeno se convertía en helio en una estrella dada, y por
tanto la tasa a la que se emitía radiación, dependía de la
cantidad de carbono en dicha estrella. A panir del espec-
tro solar se estimó que había aproximadamente un uno
por ciento de carbono en el sol, y con esta cifra Bethe
mostró que la tasa teórica a la que habría de generarse
energía con el ciclo carbono-nitrógeno en el sol era igual a
la tasa observada de emisión de radiación por parte del sol.
Historia de las ciencias, 5 69

Partiendo de su relación entre la luminosidad y masa


de una estrella, Eddington había estimado que el sol con-
tenía o un 35 por 100 o un 90 por 100 de hidrógeno. Los
cálculos basados en la estimación inferior de Eddington
concedían al sol una vida futura de 35.000 millones de
años, suponiendo que la actual tasa de emisión de ener-
gía fuese la media a lo largo de ese período. En 1947 Hoy-
le expuso algunas razones para preferir la estimación más
alta de Eddington, sugiriendo que el sol y las estrellas en
general podrían reponer sus reservas de hidrógeno a par-
tir de la materia del espacio interestelar.
Hoyle ha llamado la atención sobre la importancia de
la materia considerablemente dispersa que existe en los
espacios interestelares e intergalácticos. Entre otras cosas
ha sugerido que la materia interestelar tomada por las es-
trellas puede llevar a la formación de sistemas binarios,
viéndose unidas las dos estrellas que forman tal sistema
porque el impacto del gas interestelar sobre sus costados
externos es mayor que el que se produce en sus caras ad-
yacentes, de manera que las dos estrellas convergen, ter-
minando por girar la una en torno a la otra. En 1936
Lyttlcton propuso la hipótesis de que el sistema solar po-
dría haberse formado a partir de uno de esos sistemas bi-
narios tras una colisión entre una estrella intrusa y la
compañera del sol, capturando el campo gravitatorio del
sol algunos de los fragmentos resultantes que formaron
luego los planetas. Al desarrollar la teoría del par de es-
trellas sobre el origen del sistema solar, Hoyle y Lyttle-
ton han sugerido más recientemente que la compañera
del sol podría haber sido una estrella pequeña y densa
que girase tanto más rápidamente cuanto más se contraía,
terminando por romperse en muchos fragmentos, algu-
nos de los cuales fueron capturados por el campo gravi-
tatorio solar. En apoyo de esta teoría está el hecho de
que la media de las distancias conocidas entre las estre-
llas de los sistemas binarios es del mismo orden que la dis-
tancia entre el sol y el grueso del material planetario.
Capítulo 5
La ciencia y los movimientos nacionales en Italia y
Alemania

En la época moderna, el desarrollo de las ciencias en Ale-


mania e Italia, al igual que otros movimientos históricos,
ha ofrecido un curso similar. Los alemanes y los italia-
nos fueron los pioneros de la ciencia moderna, alcanzan-
do su primer logro culminante con las obras de Kerler y
Galileo respectivamente en las primeras décadas de siglo
diecisiete. Sin embargo no mantuvieron el esfuerzo, te-
niendo que pasar casi dos siglos antes de que produjesen
hombres de ciencia comparables. Durante el último pe-
ríodo medieval, las tierras germánicas y más especialmen-
te las italianas fueron las regiones más cultas de Europa,
sobresaliendo principalmente en las técnicas prácticas y
en las disciplinas teóricas que constituyen las dos raíces
de la ciencia. A principio del período moderno, las per-
sonas de estas regiones estaban favorablemente situadas
por lo que respecta al desarrollo de la ciencia, con lo que
fueron las pioneras, si bien perdieron el liderazgo en el
terreno científico cuando lo perdieron en los otros. Los
grandes descubrimientos geográficos abrieron oportuni-
dades que fueron explotadas más efectivamente por ln-

70
Historia de las ciencias, S 71

glaterra, Francia y Holanda, siendo estos países los que


se convirtieron en los principales centros de la empresa
europea en ciencia no menos que en otros campos. In-
glaterra y Francia conservaron los primeros puestos en la
ciencia hasta mediados o finales del siglo diecinueve.
Entretanto, alemanes e italianos se apegaron en la ma-
yor parte de los aspectos de la vida a tradiciones que se
habían establecido en el siglo dieciséis. Políticamente per-
manecieron divididos en un cierto número de principa-
dos pequeños, frente a los estados nacionales unidos de
Gran Bretaña y Francia, mientras que en ciencia conser-
varon un interés activo, produciendo no obstante pocas
novedades. Es digno de señalar que de las aproximada-
mente noventa revistas científicas fundadas antes de 1815,
cincuenta y tres fuesen alemanas, nueve italianas, quince
francesas y once inglesas, mientras que América, Suiza,
Suecia, Holanda y Bélgica tenían una cada una de ellas.
Para haber fundado tal número de revistas cienúficas, los
italianos tenían que tener un considerable interés en las
ciencias, y tanto más se puede decir de los alemanes. Sin
embargo parece que dicho interés no era lo bastante ac-
tivo como para producir progresos considerablemente
nuevos. Cuando, a finales del siglo dieciocho, la ciencia
alemana e italiana mostró signos de revivir, retomó por
así decir los hilos tendidos el siglo anterior. Galvani y
Volta prosiguieron las tradiciones experimentales de la
Academia de los Experimentos de Florencia, mientras
que los filósofos de la naturaleza alemanes retomaron la
tradición especulativa de Copérnico y de los primeros
trabajos de Kepler, poniendo a éste por encima de New-
ton, tanto por afinidad con la tradición como por afini-
dad con la nacionalidad.
En una dirección importante, los italianos y alemanes
hicieron una contribución durante el período vacío del si-
glo dieciocho; desarrollaron una sensibilidad y compren-
sión del desarrollo histórico que no se compadecía bien
con los ingleses y franceses, con su visión estática y me-
cánica del mundo natural y la sociedad humana. Tal com-
72 Stephcn F. Mason

prensión se manifestó notablemente con la Nueva cien-


cia del italiano Vico, 1668-1744, desarrollándose especial-
mente con la escuela a la que pertenecían los filósofos de
la naturaleza alemanes. Ya hemos visto cómo el punto de
vista de que el mundo natural era un producto de un pro-
ceso de desarrollo general llevó a los alemanes a cosechar
notables logros en la esfera de la embriología, el estudio
del desarrollo de los organismos individuales. Sin embar-
go, inicialmente no era un punto de vista que condujese
a la investigación científica de carácter empírico, porque
los alemanes eran muy idealistas, creando un rico mundo
de ideas para compensar la pobreza de su existencia ma-
terial. Hegel, el maestro de la escuela alemana, expresaba
bien este sentimiento cuando escribía:
«El alma se refugia en el dominio del pensamiento y, frente al
mundo real, crea un mundo de ideas. La filosofía se inicia con
el declinar del mundo real. Cuando aparece con sus abstraccio-
nes, pintándolo todo de gris, la frescura de la juventud y la vida
ya ha desaparecido y su reconciliación no se produce en la rea-
lidad, sino en un mundo ideal.»

Los filósofos alemanes vieron en su mundo de ideas un


proceso histórico que tenía un destino muy definido: el
modo de vida alemán. En el sistema hegeliano, una vez
que la Idea Absoluta hubiese engendrado la lógica dia-
léctica en sí misma, moviéndose a través del mundo na-
tural, entraba en la historia humana resumiéndose en el
principio alemán. «Europa es la meta de toda la historia»,
escribió. «El principio germánico es la reconciliación y
solución de todas las contradicciones,-, Hegel no era en
absoluto el único con estos sentimientos; los filósofos de
la naturaleza eran grandes nacionalistas, y soñaban con
una época en la que los numerosos principados de len-
gua alemana se uniesen en una patria única y poderosa.
La conquista napoleónica de Alemania se vivió como es-
pecialmente humillante, y cuando Napoleón fue vencido
en Leipzig en 1813, uno de los filósofos de la naturaleza
Historia de las ciencias, S 73

más influyentes y de mentalidad práctica, Lorenz Oken,


cuyas teorías científicas ya hemos reseñado en el volu-
men anterior, publicó un libro titulado Nueva Francia,
nueva Alemania en el que discutía cómo hacer que Fran-
cia fuese inocua y cómo reconstruir políticamente Ale-
mania. A este respecto sugería unir los diversos estados
alemanes. «Los seres humanos que hablan la misma len-
gua», escribía, «forman un solo pueblo y deben unirse
mediante una y la misma ley».
En 1817 Oken fundó una revista científica y literaria
titulada /sis que se convinió en vehículo para la propa-
gación de la ciencia y el sentimiento nacional. Más tarde,
el mismo año, informó acerca de una manifestación es-
tudiantil en Jena, el Festival de Wanburg, organizada en
conmemoración de la Reforma luterana y de la liberación
de Alemania en Leipzig. La manifestación no sólo era na-
cionalista, sino que además presentaba simpatías libera-
les, y por informar de ella Oken fue expulsado de su cá-
tedra de Jena. No obstante, continuó publicando /sis, y
en 1821 ingenió un plan para convocar un congreso na-
cional de científicos y doctores de lengua alemana. El fin
de dicho congreso era, según manifestó Oken, «el bien
de la ciencia y el bienestar y honor de la patria,._ Consi-
guientemente, Oken envió invitaciones a un gran núme-
ro de científicos y doctores, pero encontró grandes difi-
cultades para montar este congreso, dado que los intelec-
tuales alemanes, que eran entonces quizá los alemanes de
mayor predisposición nacionalista, seguían siendo muy
localistas en puntos de vista y hábitos. Comentando la
respuesta que había recibido de un tal Profesor Goldfuss,
escribía Oken:

«En esta carta se puede ver al verdadero alemán ... con escrú-
pulos acerca del dinero, escrúpulos acerca del viaje, escrúpulos
acerca de las caras extrañas, escrúpulos acerca de los alojamien-
tos, escrúpulos sobre las salas de reuniones, escrúpulos acerca
de la dirección.»
74 Stcphen F. Mason

No obstante, la primera reunión de la asociación de


doctores y científicos de lengua alemana, la Deutsche Na-
turforscher Versammlung, como se denominó, se celebró
en Leipzig en 1822. Asistieron unos veinte científicos con
obra publicada, junto con sesenta invitados. Fueron au-
mentando progresivamente las siguientes reuniones cele-
bradas anualmente en una u otra ciudad alemana, asis-
tiendo unos seiscientos a la reunión de Berlín de 1828 y
un millar a la de Mainz de 1842. Oken confesó que estas
reuniones eran «el símbolo espiritual de la unidad de los
alemanes». En el segundo congreso, a fin de que fuese
más popular, dispuso que los miembros adoptasen •un
modo de exposición vivo e improvisado en lugar de la te-
diosa lectura de manuscritos ... Sin embargo, «los estudio-
sos alemanes eran aún esclavos de sus manuscritos,., por
lo que Oken no consiguió imponer su regla. Es más, to-
davía en 1832 hubo un miembro que se dirigió al con-
greso en latín.
Inicialmente, los gobernantes de los estados alemanes
veían con sospechas los congresos nacionales de ciencia,
dado que poseían un tono nt> sólo nacionalista, sino tam-
bién liberal. Los miembros que asistieron a la primera
reunión de Leipzig se negaron a que sus nombres se re-
gistrasen por temor a que se enterasen sus gobiernos. En
Austria, Metternich insinuó a los científicos vieneses que
solicitaban pasaporte que sería contrario a sus intereses
asistir, con el resultado de que los científicos austríacos
no estuvieron representados hasta 1832, cuando se cele-
bró en Viena la reunión anual. No obstante, el gobierno
prusiano comprendió muy pronto que el congreso cien-
tífico nacional se convertiría en una fuerza controlada fa-
vorable a la unidad alemana, ofreciendo su protección a
los congresos desde 1828. Consiguientemente, los con-
gresos pasaron cada vez más a depender del control de
los gobiernos alemanes, actuando el estado como hues-
ped de una reunión ~nual concreta, nombrando al presi-
dente del congreso de ese año y al secretario que organi-
zó y dirigió los encuentros. En el congreso de Berlín de
Historia de las ciencias, S 7S

1828, Alexander von Humboldt, el geógrafo y explora-


dor, fue nombrado presidente, preguntándose en su alo-
cución presidencial:
«¿ Acaso podría expresarse con más fuerza nuestra unidad na-
cional que con esta asociación? ... Bajo la protección de nobles
príncipes, esta asamblea ha crecido año tras año en interés e im-
ponancia. Aquí se deja de lado cualquier elemento de desunión
que la diversidad de religión o forma de gobierno pueda pro-
ducir. Alemania se manifiesta, por así decir, en su unidad inte-
lectual y ... este sentimiento de unidad nunca podrá debilitar t-n
nosotros los lazos que nos ligan a la religión, la constitución y
las leyes de nuestro país.»

Charles Babbage, profesor de matemáticas de Cam-


bridge, asistió a la reunión de Berlín de los científicos ale-
manes, celebrada en 1828, y a su vuelta sugirió la funda-
ción en Gran Bretaña de una institución similar. Su su-
gerencia condujo íl la formación de la Asociación Brftá-
nica para el Progreso de la Ciencia en 1831. Más tarde se
produjo la asociación de científicos de Toda Italia, en el
año 1839; luego, en 1839, la Asociación Americana para
el Progreso de la Ciencia y, en 1872, la Asociación Fran-
cesa. En Gran Bretaña, Francia y América no se planteó
la cuestión nacional, formándose las asociaciones británi-
ca y americana para unir la actividad científica dispersa
de sus países, mientras que la asociación francesa se cons-
tituyó para llevar la ciencia de París a las provincias. No
obstante, en Italia se planteó la cuestión nacional, y los
congresos científicos de Toda Italia poseyeron un carác-
ter semejante al de los alemanes.
También en Italia había surgido el sentimiento nacio-
nal durante el período de las conquistas napoleónicas;
pero, frente a lo que ocurriera en Alemania, el movimien-
to nacionalista italiano no estaba dirigido contra los fran-
ceses, ya que bajo Napoleón y su hermano Italia se había
unido, introduciéndose reformas. El movimiento nacio-
nal italiano se dirigió contra Austria que controlaba e in-
fluía sobre los ocho estados italianos independientes ins-
76 Stephen F. Mason

taurados de nuevo en 1815, cristalizando la expresión


científica de este movimiento en torno a uno de los so-
brinos de Napoleón, Cario Bonaparte, 1803-57, que vol-
vió de América a Italia en 1837. Como su tío, Cario Bo-
naparte estaba interesado en la ciencia, publicando en
1832 un libro sobre las aves americanas y otro, diez años
más tarde, sobre la fauna italiana. Los congresos nacio-
nales de científicos italianos habían sido sugeridos por el
diario liberal florentino Antología en 1831, más sólo se
convirtieron en realidad en 1839 cuando se celebró en
Pisa la primera reunión. Este congreso fue convocado
principalmente por Cario Bonaparte, Paolo Savi, profe-
sor de historia natural en Pisa, Vincenzio Antinori, di-
rector del museo florentino de física, y su asistente Gio-
vanni Amici, uno de los inventores del microscopio acro-
mático.
Al primer congreso de Pisa asistieron unas cuatrocien-
tas personas, celebrándose anualmente otros congresos
durante los siguientes nueve años, al último de los cua-
les, celebrado en Venecia en 1847, asistieron más de mil
setecientas personas. Al igual que en Alemania, estos con-
gresos científicos constituyeron la primera representación
de la opinión nacjonal. El periódico liberal lombardo Ri-
vista describía el primer congreso como una «cohorte de
hombres ilustres, de estudiosos reunidos de todas partes
del bello país donde se oye el si, para conferenciar, fami-
liarizarse unos con otros, para cooperar fraternalmente
en el esplendor y progreso de la ciencia, así como en la
gloria del país común». De acuerdo con la tradición más
empírica de la ciencia italiana, en los congresos italianos
se expresaron propuestas más prácticas para promover la
unidad nacional que en los alemanes. Se apuntó a la cons-
trucción de ferrocarriles a fin de •coser el cuerpo de Ita-
lia». Incluso se propusieron acciones de fúerza. En 1844,
Cario Bonaparte habló en el congreso de Milán de «libe-
rar a los lombardos de la esclavitud», mientras que en el
último congreso de 1847, el historiador 11 Cantu cerró la
sección de geografía y arqueología diciendo que le gus-
Historia de las ciencias, S n
taría «hundir un puñal en los corazones de aquellos que
no quisiesen construir la unidad italiana».
Al año siguience se produjeron los levantamicncos
abortados, suprimidos por los austríacos, y con ellos, los
congresos científicos nacionales. Los científicos italianos
que habían tomado parte en los levancamientos huyeron
al extranjero, siendo uno de los más notables el químico
Cannizzaro, 1826-191 O, que marchó a París. Más tarde,
en 1860, asistió a la conferencia europea de químicos ce-
lebrada en Karlsruhe, que se había convocado para llegar
a un acuerdo de base para la determinación de los valen-
cias y pesos atómicos. En dicha conferencia, Cannizzaro
sugirió que la ciencia italiana había sido postergada des-
de hacía tiempo, ya que su compatrio,a Avogadro había
formulado una hipótesis unos cincuenta años anees que
suministraba precisamente ese punto de partida que to-
dos los químicos europeos buscaban ahora. Tan pronto
como terminó la conferencia, Cannizzaro volvió a Italia
para unirse al alzamiento de Garibaldi y sus Mil en Sici-
lia que con un movimiento semejante en el norte de
Italia, llevó en 1860 a la unificación del país. Sin embar-
go, los congresos científicos anuales no comenzaron de
n1,1evo inmediatamente. En 1862 se celebró uno en Siena,
en 1873, otro en Roma, y un tercero en Palermo en 1875;
pero hasta 1907 no se reanudaron los congresos anuales
sobre bases exclusivamente científicas como la Asociación
Italiana para el Progreso de la Ciencia.
Entre tanto, en Alemania los congresos científicos
anuales se celebraron inincerrumpidamente desde el año
1822. Inicialmente el sentimiento que animaba los con-
gresos había sido una armoniosa combinación de nacio-
nalismo y liberalismo; pero ambos dejaron de ser com-
patibles cuando la aristocracia terrateniente prusiana, los
Junkers, iniciaron en la década de 1860 la tarea de unir
los estados alemanes. Se produjo, por consiguiente, una
división en dos campos, los intentos nacionalistas de
construir la unidad nacional alemana en conexión con los
Junkers, y los liberales radicales que tenían como objeti-
78 Stcphcn F. Mason

vo principal la sustitución de la autocraciajunker por una


democracia de clase media. Cuando en los años sesenta
esta división estaba tornándose aguda, llegó a Alemania
el darwinismo, discutiéndose en los congresos científicos
nacionales anuales. Los biólogos liberales radicales, sobre
todo Haeckel, se asociaron y fueron asociados por sus
oponentes con la causa de la defensa del darwinismo en
Alemania, por lo que las teorías de Darwin levantaron allí
una tormenta mayor que en otras partes.
En el congreso nacional de científicos alemanes cele-
brado en 1863 en Stettin, la exposición que hizo Haeckel
del darwinismo fue recibida con simpatía, a pesar de que
generalizase la teoría para hacerla abarcar la sociedad hu-
mana. En dicha ocasión dijo que la evolución era «una
ley natural que ningún poder humano, ni las armas de los
tiranos ni las maldiciones de los curas, podrá suprimir ja-
más•. No obstante, tras la unificación de Alemania de
Bismarck y la guerra franco-rrusiana, Haeckel conoció
una recepción muy otra. En e congreso de 1877 celebra-
do en Munich, fue llamado al orden por uno de sus an-
tiguos profesores, Virchow, por apoyar lo que éste con-
sideraba una teoría equivocada y sin demostrar. En sus
primeros años, Virchow había sido no sólo un nacíona-
lista, sino también un liberal, siendo despedido de su
puesto del Charite Hospital de Berlín por apoyar la abor-
tada revolución liberal de 1848. En 1860, Virchow acep-
tó durante algún tiempo el darwinismo, pero después
cambió de opinión. Virchow también abandonó en parte
su anterior liberalismo, aceptando, cuando no apoyando,
la hegemonía Junker. En 1878, el ministro prusiano de
educación prohibió la enseñanza del darwinismo en las
escuelas secundarias alemanas, y Virchow apoyó la orden
desde su escaño en el Reichstag. En el congreso de Mu-
nich de los científicos alemanes, celebrado en 1877, Vir-
chow declaró que el darwinismo era una doctrina socia-
lista, y no cabe duda de que la teoría darwinista se asoció
en Alemania con el socialismo a medida que el liberalis-
mo radical declinaba y el socialismo ocupaba su lugar.
Historia de las ciencias, 5 79

Los socialistas alemanes dieron la bienvenida al monis-


mo evolucionista de Haeckel, quien alimentó a su públi-
co escribiendo exposiciciones populares de sus doctrinas,
como El enigma del universo (1899), que fue muy leído
por las clases trabajadoras de Alemania.
Después de Haeckel, la tradición liberal-darwinista no
terminó en absoluto, y la corriente principal de la ciencia
alemana adoptó un nacionalismo cada vez mayor. En
1914 se promulgó un manifiesto firmado por noventa y
tres científicos y estudiosos alemanes insignes, entre los
que figuraban personas como Baeyer, Ehrlich, Haber,
Ostwald y Planck, que acusaba a los científicos británi-
cos y franceses contemporáneos de plagio, proclamando
que la prioridad de los científicos alemanes en un buen
número de descubriimentos no había sido reconocida
fuera de Alemania. Un buen número de científicos emi-
nentes de lengua alemana no se adhirieron al manifiesto,
especialmente Einstein, pero constituían una minoría.
Tras la primera guerra mundial, algunos científicos ale-
manes, especialmente Lenard y Stark, se convirtieron en
nacionalistas extremos, defendiendo las doctrinas carac-
terísticas del partido nacional-socialista de Hitler, tal
como la superioridad inherente de la raza alemana y sus
logros, etc., incluso antes de la formación del partido. Po-
cos científicos alemanes fueron tan lejos como Lenard y
Stark, más cuando el partido nacional-socialista llegó al
poder en 1933, la mayoría de ellos contemporizaron con
su política y actividades, apoyando el objetivo de una
Alemania más grande cuando no algunos de los métodos
adoptados para lograrlo. Algunos científicos alemanes,
especialmente Max von Lauc, permanecieron intactos en
medio del nacionalismo durante toda la época que duró
el Tercer Reich, pero una vez más, se trataba de una mi-
noría.
A partir de 1933, el nacionalismo alemán comenzó a
debilitar la ciencia alemana, en general inadvertidamente.
Se daba un conflicto básico entre la doctrina nacional-so-
cialista de la existencia de una raza privilegiada y de per-
80 S1ephcn F. Mason

sonas privilegiadas dentro de la raza que poseían una


comprensión superior con intuición, y el ethos de la cien-
cia moderna que siempre ha sostenido que la mayoría de
las personas son observadores equivalentes e iguales de
la naturaleza, pues ven las mismas cosas y llegan a las mis-
mas conclusiones, dado el equipo y la formación necesa-
rios. El postulado de que todos los observadores del uni-
verso eran equivalentes y simétricos era básico en la teo-
ría de la relatividad de Einstein, especialmente condena-
da por Stark y otros. El hincapié en la intuición privile-
giada, frente a la razón y observación común, condujo a
una disminución en el número de estudiantes que cursa-
ban disciplinas científicas en las universidades alemanas.
La disminución resultó más acusada en física teórica, pues
el número de estudiantes alemanes que cursaban mate-
máticas junto con ciencias naturales en el trimestre de in-
vierno de 1932-33 era de 12.951, siendo tan sólo 4.616 en
el período correspondiente de 1936-7. La disminución,
aunque aún considerable, resultó menos acusada en los
campos más prácticos, como la ingeniería, en la que el nú-
mero de estudiantes alemanes en los dos períodos eran
de 14.477 y 7.649 respectivamente. También bajó la cali-
dad de la educación ofrecida a los estudiantes, ya que los
científicos considerados inaceptables política o racialmen-
te fueron expulsados de sus puestos, sustituyéndolos por
personas seleccionadas a menudo atendiendo principal-
mente a sus simpatías nacional-socialistas.
La menor disminución del número de estudiantes que
cursaban temas científicos prácticos reflejaba un empiris-
mo que resultó espoleado por la ciencia alemana del Ter-
cer Reich. En 1937, Stark publicó un artículo en Das
Schwarze Korps, así como en el período inglés Nature en
el que contraponía la ciencia práctica o pragmática que el
apoyaba a la ciencia teórica o dogmática que detestaba y
que según pretendía era en gran medida un producto ju-
dío. El empirismo se vio favorecido en la ciencia alemana
bajo el Tercer Reich porque se compadecía bien con la
glorificación del hombre de acción y porque las teorías
Historia de las ciencias, S 81

de la ciencia tendían a contradecir las pretensiones del


nacional-socialismo. En física estaba el postulado de la
equivalencia de todos los observadores, mientras que los
descubrimientos de los biólogos y antropólogos no siem-
pre concordaban con la teoría racista alemana.
Gradualmente el espíritu del nacional-socialismo infec-
tó a los científicos alemanes, quienes comenzaron a con-
siderarse como los grandes líderes de la ciencia, en ·lugar
de como miembros de la comunidad científica en pie de
igualdad con todos los demás. Apareció entre ellos una
tendencia al autobombo, tanto a nivel nacional como a ni-
vel individual. Lenard afirmaba que había sido él y no
Roentgen quien descubriera los rayos X, mientras que
Guerlach en una fecha tan tardía como diciembre de 1944
afirmaba, en conexión con la investigación atómica, «es-
toy convencido de que en este momento aún le lleva-
mos u~a importante delantera a América». Esta misma
opinión apareció expresada en un informe oficial sobre fí-
sica nuclear enviado el año antes a Goering que era el jefe
titular del consejo alemán de investigación. Una vez más,
el principio jerárquico no facilitaba que los directores de
los departamentos de investigación adoptasen las ideas
propuestas por quienes eran más jóvenes. Parece que Hei-
senberg ignoró una sugerencia hecha por Houtermans en
1941 proponiendo la construcción de una pila de uranio
para fabricar elementos más pesados que el uranio utili-
zables como explosivos atómicos.
La infusión del nacional-socialismo en la ciencia ale-
mana llevó a muchas cosas, como la resurrección de los
pronósticos astrológicos y los experimentos crueles e inú-
tiles realizados con seres humanos por algunos médicos
alemanes. Con todo, la consecuencia histórica más im-
portante fue la decadencia de la investigación fundamen-
tal y su aplicación en Alemania, lo que llevó consigo la
decadencia de su poderío militar. La calidad e inventiva
técnica de los ingenieros alemanes siguió siendo elevada
en los años treinta y cuarenta, poniéndose de manifiesto
en ·sus minas magnéticas y acústicas, los Vt y V2 y su
82 Stephen F. Mason

aviación, pero en otros campos dependientes de la cien-


cia fundamental tuvieron menos éxito. Aparte de Hou-
termans, que fue ignorado, nadie en Alemania parece ha-
ber pensado en la posibilidad de una bomba atómica com-
puesta por un elemento más pesado que el uranio hasta
muy cerca del final de la segunda guerra mundial. Se su-
girió la posibilidad de desarrollar una bomba compuesta
por el isótopo ligero del uranio de masa 23S, pero la idea
se desechó porque los científicos alemanes consideraban
que era imposible separar los isótopos de uranio. No obs-
tante, tal separación se llevó a cabo en América, así como
la preparación del elementos más pesados que el uranio,
sirviéndose para ello de la pila de uranio. Los científicos
alemanes concebían la pila de uranio tan sólo como fuen-
te de energía o, en caso de ser muy grande, como bom-
ba. Para mediados de 1945 todavía no habían construido
dicha pila; esto es, no habían alcanzado el nivel conse-
guido en América a finales de 1942.
En el campo de la localización por radio, los alemanes
no pasaron el límite establecido por el uso de las ondas
de radio convencionales, a saber, la generación de ondas
de radio del orden de un metro aproximadamente de
longitud. En Gran Bretaña, el desarrollo del magnetrón
produjo ondas de unos pocos cenúmetros de longitud, su-
ministrando mucha mayor precisión en la localización de
objetos y menos interferencia de fuentes extrañas. Una vez
más, los alemanes no se dieron cuenta del valor de la inves-
tigación operativa, el uso de métodos científicos para dar
con el modo más efectivo de desplegar recursos militares
limitados, desarrollo que produjo un gran ahorro de
hombres y materiales en el bando aliado durante la se-
gunda guerra mundial. En general, los alemanes minus-
valoraron la ciencia durante la segunda guerra mundial,
llamando a filas a sus científicos más jóvenes. En resumi-
das cuentas, de la experiencia alemana se desprende que
una sociedad engendt-ada y mantenida por valores anta-
gonistas de la ciencia, habrá de tornarse históricamente
cada vez menos efectiva en el mundo moderno.
Capítulo 6
Algunos aspectos de la ciencia americana y sov.1ét1C'a

Los dos países que han llegado a la cumbre en este si-


glo poseen tradiciones científicas que en sus años de for-
mación han presentado un notable contraste. Las princi-
pales contribuciones hechas a la ciencia por los rusos de
la época presoviética eran de carácter teórico, como es
una geometría no-euclídea, la forma definitiva de la tabla
periódica y la teoría de los reflejos condicionados; mien-
tras que los americanos del mismo período practicaban
formas arlicadas de la actividad científica, como la anes-
tesia, e teléfono y el aeroplano. Willard Gibbs,
1839-1903, en Yale, era una excepción notable, más su
obra no era apreciada en su propio país y ni siquiera en
Europa durante algún tiempo. Hoy día, la ciencia de am-
bos países está más equilibrada, quedando poco del con-
traste original. La ciencia americana ha perdido ya gran
pane de su sabor empírico, mientras que en la ciencia so-
viética se hayan en decadencia las controversias teóricas
de carácter filosófico o ideológico. En ambos casos la
idiosincrasia nacional se ha visto barrida por un tremen-
do desarrollo de la actividad científica que ha entrañado

83
84 Suphen F. Mason

el uso de procedimientos y.conceptos que son universa-


les.
En su origen, la tradición científica americana derivó
de la inglesa, manteniéndose durante un período consi-
derable la semejanza entre ambas tradiciones. No obstan-
te, desde el principio, en América se hizo hincapié en los
aspectos prácticos de la ciencia, en mayor medida aún
que en Inglaterra. Durante el siglo diecisiete, como he-
mos visto, se dio una especie de alianza entre el purita-
nismo y la actividad científica en Inglaterra, y podemos
ver que fueron los estados puritanos de América los que
contribuyeron con mayor número de miembros a la So-
ciedad Real durante el período colonial. Once de los
miembros americanos provenían de Nueva Inglaterra,
tres de Pensylvania, tres de Virginia y uno de las Caro-
linas. El propio puritanismo trataba de conferir a la cien-
cia una orientación práctica, considerándose como «bue-
nas obras» las aplicaciones útiles de la ciencia. La prime-
ra sociedad científica Americana importante ilustra con
su nombre la orientación utilitaria de la ciencia en el nue-
vo mundo. Se trata de la Sociedad filosófica americana
para la promoción del conocimiento útil, que fue fundada
por Benjamin Franklin, 1706-90, en Filadelfia, el año
1743.
Con el movimiento de independencia de Gran Breta-
ña, que culminó en los años 1775-82, apareció en Amé-
rica un despertar intelectual generalizado y concretamen-
te una explosión de actividad científica. El científico ame-
ricano más importante de este período fue Benjamin
Franklin, quien descubrió que el rayo era de carácter eléc-
trico, basando en dicho descubrimiento el invento del pa-
rarrayos. En 1780 hubo una controversia en Inglaterra
acerca de si el mejor pararrayos era una barra puntiaguda
o una esfera, controversia que no parece del todo desli-
gada del hecho de que Franklin fuese una figura relevan-
te del movimiento independentista americano. Del otro
lado del movimiento estaba otro notable científico ame-
ricano, el conde Rumford, si bien parece que no se inte-
Historia de las ciencias, 5 85

resó demasiado por la ciencia hasta que hubo emigr<!do


a Europa. Rumford fue el principal fundador de la Ins-
titución Real de Londres, y curiosamente fue un inglés,
James Smithson, 1765-1828, quien puso los médios para
fundar la correspondiente Institución Smithsoniana en
Washington. Smithson era hijo natural del primer duque
de Northumberland, quien se negó a reconocer pública-
mente el caso, razón por la cual Smithson cogió antipatía
a la aristocracia en general, apoyando el movimiento ame-
ricano de independencia y la revolución francesa. A su
muerte en 1828, Smíthson legó su fortuna al gobierno
americano para que fundase una institución para «el au-
mento y difusión del conocimiento entre los hombres,..
El gobierno americano obtuvo el dinero en 1828 y Jo-
seph Henry, 1799-1878, fue nombrado primer director
de la Institución Smithsoniana en 1846. Henry señaló que
en América,
«aunque muchos sobresalgan en la aplicación de la ciencia a las
artes prácticas de la vida, pocos se dedican al trabajo continua-
do y paciente que se considera necesario para el descubrimien-
to y desarrollo de nuevas verdades.•

Por consiguiente, Henry trató de hacer de la Institu-


ción un centro de investigación científica fundamental, si
bien a menudo se le encargaba el desarrollo de investiga-
ción aplicada, siendo nombrado, por ejemplo, consejero
jefe del gobierno del Norte sobre invenciones militares
durante la guerra civil americana.
Thomas Edison, 1847-1931, fue una persona que ejer-
ció una considerable influencia sobre la formación de la
tradición científica americana. Henry Ford decía de Edi-
son que
«terminó de una vez por todas con la distinción entre el hom-
bre de ciencia teórico y el práctico, de manera que hoy día pen-
samos en los descubrimientos científicos en conexión con su po-
sible aplicación, presente o futura, a las necesidades humanas.
Eliminó los viejos métodos prácticos de la industria, sustitu-
86 Stephen F. Mason

yéndolos por conocimiento científico exacto, mientras que por


otro lado dirigió la investigación científica por canales útiles.•

La «factoría de los inventos» de Edison, establecida en


Mento Park el año 1876, fue el prototipo de los grandes
laboratorios de investigación industrial que aportaron la
mayor parte de los recursos dedicados a la investigación
científica en América antes de la segunda guerra mundial.
En estos laboratorios estaban empleadas fersonas con
mayor formación en la ciencia fundamenta que Edison,
los cuales realizaron progresos de importancia conside-
rable, como por ejemplo los de lrving Langmuir, quien
trabajó en los laboratorios de la General Electrical Com-
pany de 1909 a 1950.
Tras la segunda guerra mundial se sintieron muy preo-
cupados en los Estados Unidos por el carácter parcial de
la ciencia americana. La bomba atómica se había tabrica-
do en gran medida gracias a la habilidad técnica y la abu~-
dancia de recursos, habiéndose desarrollado el conoci-
miento científico fundamental principalmente en Europa,
y como parecía indicar la experiencia alemana, un fallo
en el campo de la teoría fundamental habría de llevar al
fracaso político y militar a largo plazo. A petición del pre-
sidente Rooscvelt, Vannevar Bush, director en tiempos
de guerra de la Oficina de Investigación y Desarrollo
Científico, redactó un informe oficial sobre el tema que
se publicó en 1945.

«Nuestra preeminencia en los campos de la tecnología y la in-


vestigación aplicada~, escribía Bush, •no debe impedimos ver
la verdad de que América ha ocupado un lugar secundario por
lo que respecta a la investigación pura, el descubrimiento de
nuevo conocimiento fundamental y los principios científicos bá-
sicos ... En la próxima generación, el progreso técnico y los des-
cubrimientos científicos básicos serán inseparables; una nación
que toma de prestado su conocimiento básico se verá inevita-
blemente lastrada en la carrera en pos de la innovación.•
Historia de las ciencias, 5 87

Para remediar esta situación, Bush sugería establecer


una Fundación de Investigación Nacional que habría de
entregarse exclusivamente a la investigación científica
fundamental. Dos años después, Steelman presentó al
Presidente de los Estados Unidos su informe sobre Cien-
cia y política, donde exponía los mismos puntos docu-
mentados con más detalle. La cuestión se discutió en el
Congreso, y en l 950 se aprobó la Ley de la Fundación
de Ciencia Nacional, allegando fondos para la investiga-
ción básica. Mas incluso :tquí se reafirmó la tradición
práctica americana, ya que una de las cláusulas de la ley
especificaba que la Fundación debería iniciar y apoyar
aquellas investigaciones aplicadas de naturaleza militar
que pudiera solicitar el Secretario de Defensa.
El carácter utilitario de la tradición científica america-
na quizá dependa del hecho de que, hasta época reciente,
los Estados Unidos poseían una población relativamente
escasa, siendo ricos en recursos naturales. Tal situación
incitaba a ingeniar aparatos que ahorrasen trabajo y mé-
todos de comunicación y desplazamiento a largas distan-
cias, de manera que la investigación se orientó a la con-
secución de estas finalidades prácticas. Además general-
mente en las comunidades de pioneros se ha conferido
una elevada posición a las artes útiles, mientras que se ha
tenido por una especie de fracasado al que era fundamen-
talmente un teórico. Así por ejemplo, a finales del siglo
diecinueve hubo una tentativa de sustituir a Willard
Gibbs en Yale, dado que sus investigaciones teóricas so-
bre termodinámic.a y mecánica estadística parecían tener
muy poca utilidad práctica. Hoy día, naturalmente, una
buena dosis de investigación básica se desarrolla en los
Estados Unidos, mas la tradición utilitaria persiste aún,
afectando y conformando a la más abstracta y teórica de
las disciplinas, la filosofía. Una escuela filosófica de ori-
gen casi exclusivarJ'!ente americano es la del pragmatismo,
surgida especialmente con Charles Peirce, 1839-1914, y
William James, 1842-191 O. En el terreno de la filosofía
de la ci~ncia, los pragmatistas sugieren que el significado
88 Stephen F. Mason

de las definiciones, conceptos· o teorías científicos no es


más que el conjunto de operaciones que entrañan. Así,
«longitud» debería definirse mediante la serie de opera-
ciones prácticas implicadas en la realización de medicio-
nes espaciales. Esas operaciones que definen un concepto
no tienen por qué ser necesariamente físicas, sino que
pueden ser operaciones realizadas con lápiz y papel o pu-
ramente mentales, como en el caso de algunas definicio-
nes matemáticas; con todo, se conciben esencialmente
como actividades, frente al enfoque europeo más estático
y contemplativo acerca de lo que constituye el significa-
do de una idea o definición científica. En general, los
pragmatistas tienden a considerar, como decía James,
«que una idea es "verdadera" en la medida en que creerla
es útil para nuestras vidas», «Lo verdadero no es más que
lo conveniente en nuestra manera de pensar», escribió
William James, «a largo plazo y globalmente, por supues-
to». Esta filosofía es esencialmente una expresión explí-
cita y generalizada del punto de vista del pionero y del
hombre práctico, cuya principal relación con las ideas es
su significado utilitario.
Frente a los que ocurría en América, durante el siglo
diecinueve no se daba en Rusia una escasez de mano de
obra, a la vez que los recursos naturales entonces cono-
cidos estaban estrechamente controlados por un gobier-
no que otorgaba monopolios de un tipo similar a los de
la Inglaterra estuardo o la Francia del dieciocho. A la ma-
nera de Inglaterra y Francia en aquellos períodos, tal si-
tuación engendró un espíritu de crítica y rebelión, de ma-
nera que los intelectuales rusos del siglo diecinueve, como
los filósofos franceses del siglo anterior, utilizaron las
teorías de la ciencia para poner en tela de juicio las creen-
cias en que se basaba la sociedad en que vivían. Entre
otras cosas, abrazaron el darwinismo, subrayando una fa-
ceta de la teoría de Darwin (la relación cooperativa entre
los organismos de una especie dada) que parecía apoyar
sus teorías sociales. El zoólogo Kessler de San Petersbur-
go publicó una obra, Sobre la ley de ayuda mutua, en
Historia de las ciencias, S 89

1880, y sus seguidores el Príncipe Kropotkin y Novikov


recogieron materiales que ilustrasen la cooperación in-
traespecífica y que se publicaron dos décadas más tarde.
Quizá se pueda decir que la ciencia rusa del diecinueve
poseía un carácter teórico y especulativo en gran parte
por las mismas razones que lo hacía la ciencia francesa du-
rante el dieciocho: las empresas técnicas y la aplicación
de la ciencia se hallaban limitadas por las condiciones del
período, mientras que al mismo tiempo dichas condicio-
nes provocaban críticas teóricas en las que la ciencia se
veía implicada y que daban forma a las características de
la ciencia producida durante dicho período. Los factores
que dieron lugar a la contraposición teórico-práctico en-
tre el carácter de la ciencia rusa y americana del siglo die-
cinueve se asemejan de hecho a los que llevaron a una
contraposición similar entre la ciencia francesa e inglesa
del siglo dieciocho. No cabe duda de que del mismo
modo que la tradición científica americana derivó inicial-
mente de la inglesa, la tradición rusa provino en los pri-
meros momentos de la francesa. La Academia de Cien-
cias de San Petersburgo, fundada por Pedro en Grande
en 1724, se fundó según el modelo de la Academia de
Ciencias de París, y varios sabios franceses, el más im-
portante de los cuales fue Diderot, viajaron a San Peters-
burgo más avanzado en siglo dieciocho. Como hemos
visto, el personal que componía la Academia de San Pe-
tersburgo procedió durante algún tiempo del extranjero,
primero los suizos Euler y los Bernoullis, luego los ale-
manes, como los embriólogos Wolff y von Baer. El pri-
mer académico ruso de nota fue Lomonosov, 1711-65,
un teórico opuesto a la doctrina del flogisto al que citaba
Lavoisier. Más adelante se establecieron sociedades cien-
tíficas en otros lugares, a menudo en conexión con las
universidades locales, como en Moscú, Kazán, Jarkov,
Kiev, etc. De la lejana Kazán provenía Lobachevsky,
1793-1856, quien en 1830 desarrolló el primer sistema
completo de geometría no-euclídea.
Durante la revolución rusa, al igual que durante la fran-
90 Stephen F. Mason

cesa, las actividades de los científicos estuvieron orienta-


das a fines prácticos, a la vez que se realizaban esfuerzos
para formar más científicos, aumentando así el volumen
de la actividad científica en el país. Los desórdenes que
siguieron a la revolución rusa fueron mayores que los que
vinieron después de la francesa, por lo que tales esfuer-
zos no alcanzaron su objetivo hasta los años treinta. El
que fue presidente de la Academia de Ciencias Soviética,
Vavilov, señaló en su breve historia de la ciencia rusa que,
a finales de los años veinte, el cuerpo estudiantil de la
Unión Soviética alcanzaba la cifra pre-revolucionaria de
112.000, distribuido por 91 universidades e institutos,
mientras que para 1941 era ya de 667.000, distribuidos en
más de 800 instituciones. Un índice de la cantidad de tra-
bajo realizado por los estudiantes así formados viene
dado por el número de publicaciones periódicas rusas de
carácter científico con artículos de investigación origina-
les. Según Vavilov, antes de la revolución existía una de
esas publicaciones en el campo de las ciencias físicas con
una tirada de unos 200 ejemplares, mientras que en 1948
había cinco, cada una de las cuales tenía una tirada de
unos 5.000 ejemplares. En la década de los cincuenta se
vió que el potencial científico de la Unión Soviética era
considerable, compitiendo, cuando no venciendo, al de
América, haciéndose corriente traducir completamente al
inglés las principales revistas científicas soviéticas. Hacia
la misma época, o un poco antes, gran parte de los escri-
tos científicos en inglés se traducía regularmente al ruso
en la Unión Soviética.
La filosofía puesta al servicio de la rebelión en la vieja
Rusia y que ha influido sobre la ciencia de la Unión So-
viética, esto es, el materialismo dialéctico, se inició con
Karl Marx, 1818-1883, siendo aplicada por vez primera
a problemas científicos por su colaborador Frederick En-
gels, 1820-95, en la dialéctica de la naturaleza. Los cien-
tíficos de la Unión Soviética tomaron esta obra de En-
gels en los años veinte y durante una época, sobre todo
entre los años 1945-55, las controversias acerca de la re-
Historia de las ciencias. 5 91

!ación entre materialismo dialéctico y teoría científica


constituyeron un rasgo distintivo de la ciencia soviética.
Los materialistas dialécticos sostienen que las teorías
científicas deberían basarse en los siguientes puntos de
vista. En primer lugar, la idea de que existe un universo
material que existía antes de que el hombre apareciese y
que continuará existiendo sin la presencia humana. En se-
gundo lugar, que todos los objetos y sistemas del univer-
so se hallan interconectados por redes causales que el
hombre puede estudiar y dilucidar indefinidamente por
medio del método científico, aproximándose el conoci-
miento así obtenido gradualmente, cada vez más y sin lí-
mite, al modo efectivo en que opera la naturaleza. En ter-
cer lugar, que la mayor comprensión de los sistemas de
la naturaleza se puede obtener invetigando sus orígenes,
los procesos de su formación y su evolución histórica.
En cuarto lugar, que dichos procesos deberían constar de
dos elementos primarios que se oponen e interactúan en-
tre sí, suministrando la fuerza motriz de dichos proce-
sos. En quinto lugar, que cada proceso natural es inhe-
rentemente limitado, llegando a su fin cuando el conflic-
to motriz interno se anula o resuelve, si bien esto, en sí
mismo, prepara el camino para la operación de otros
procesos muy distintos. En otras palabras, el movi-
miento cuantitativo de cualquier proceso terminará por
producir un cambio cualitativo en el carácter de dicho
proceso.
Ninguno de estos puntos aislados es exclusivo del ma-
terialismo dialéctico, aunque sí lo es su peculiar combi-
nación. Los filósofos de la naturaleza alemanes sostenían
los tres últimos, aunque negaban la validez de los dos pri-
meros, ya que afirmaban que el espíritu era la realidad úl-
tima, siendo la naturaleza una manifestación externa-
lizada del automovimiento del espíritu, el único en el cual
había una trama causal de desarrollo. La mayoría de los
filósofos mecanicistas del siglo diecinueve aceptaban los
tres primeros puntos, aunque no los dos últimos, soste-
niendo en general que las fuerzas motrices de los proce-
92 Stephen F. Mason

sos naturales constaban de cadenas de causa-efecto linea-


les y no de complejos de elementos en interacción en los
que quedaba obscurecida la distinción entre causa y efec-
to. No obstante, durante el siglo diecinueve se abandonó
la filosofía de la naturaleza, mientras que en el siglo ac-
tual se han proyectado dudas sobre las pretensiones de la
filosofía mecánica. La escuela que parte de Mach sugería
que el postulado de un mundo material independiente era
metafísicamente superfluo, pues sólo las percepciones
sensoriales resultaban directamente dadas al científico, y
aunque tuviesen cierta utilidad heurística al organizarse
en leyes y relaciones, no suministraban conocimiento al-
guno acerca del hipotético mundo material en sí mismo.
Una vez más, el Principio de Incertidumbre de Heisen-
berg implicada la existencia de un límite definido al co-
nocimiento que un científico pudiera alcanzar del mun-
do físico: siempre habrá una incertidumbre irreductible
en la determinación del momento y la posición de una
partícula subatómica. Finalmente se han proyectado du-
das sobre la utilidad del enfoque histórico, sobre todo
gracias a algunos antropólogos y sociólogos occidentales,
quienes han sugerido que el estudio de las estructuras so-
ciales estáticas de las comunidades primitivas o civiliza-
das resulta más informativo que la investigación de su
problemática evolución histórica.
Los científicos occidentales de la tradición clásica se
han mostrado remisos a aceptar estas críticas del punto
de vista deciminónico, por lo que algunos de ellos han
adoptado la misma actitud que los científicos soviéticos
hacia los problemas que entrañan puntos comunes al ma-
terialismo dialéctico y a la filosofía mecanicista. En los
años cuarenta, Einstein en América y de Broglie en Fran-
cia, junto con algunos físicos de la Unión Soviética, ex-
presaron la opinión de que los acontecimientos físicos es-
tán en principio plenamente determinados, siendo el
Principio de Incertidumbre un mero indicador del carác-
ter incompleto de la mecánica cuántica en su forma ac-
tual. Argüían que la mecánica cuántica, en su estado pre-
Historia de las ciencias, S 93

sente, es esencialmente un método para tratar estadística-


mente conjuntos que contienen gran número de sistemas
físicos, especialmente átomos o partículas subatómicas,
de modo que resulta ilegítimo hacer enunciados finales
acerca de sistemas individuales o partículas aisladas ba-
sándose para ello en la teoría. El tiempo empleado para
que se desintegre la mitad de un número dado de átomos
radiactivos, por ejemplo, puede determinarse con cierta
precisión, pero de momento no se puede determinar en
absoluto cuándo se desintegrará un átomo concreto, ha-
biéndose mostrado que esta barrera del conocimiento ha
de ser siempre insuperable en principio a menos que se
abandonen algunos de los puntos esenciales de la mecá-
nica cuántica. Así, Einstein, de Broglie y algunos físicos
soviéticos, especialmente Landau, sostienen que la mecá-
nica cuántica es una teoría provisional y que se descubri-
rá que es un caso límite de una generalización más am-
plia en la que el comportamiento de un sólo átomo será
más determinado y más explicable. A fin de fundamentar
dicha teoría más amplia, los alumnos de estos físicos han
examinado el alcance de modelos conceptuales en los que
las partículas aparecen como singularidades en el campo
electromagnético.
Una controversia similar aunque más amplia y com-
pleja surgió en la biologí_a soviética acerca de si los cam-
bios heredados en los organismos vivos eran determina-
dos o indeterminados. Aproximadamente desde t 930, el
biólogo soviético Lysenko, siguiendo los trabajos del
horticultor Michurin, desarrolló la teoría de que la cons-
titución hereditaria era lábil o «titubeante» en determi-
nados estadios tempranos de su desarrollo, durante los
cuales era susceptible de recibir cambios inducidos por el
medio, cambios que adaptaban de este modo la planta,
las semillas y por ende la descendencia a las nuevas con-
diciones. Desde mediados del siglo diecinueve es de so-
bra conocido que fos trigos de invierno, que normalmen-
te no fructifican si se siembran en primavera, pueden ha-
cerse madurar si las semillas se humedecen hasta la ger-
94 Stephen F. Mason

minación y luego se enfrían antes de plantarlas. Estas se-


millas «vernalizadas• no se podían sembrar con los pro-
cedimientos ordinarios, puesto que ya habían germinado,
mas Lysenko mostró en 1930 que si se reducía el hume-
decido y enfriado, las semillas seguían estando vernaliza-
das, aunque no estaban germinadas, con lo que podían
plantarse por los métodos agrícolas normales. Los trigos
ele invierno normalmente vernalizados no cambiaban en
absoluto. Las semillas que producían eran de trigos de in-
vierno precisados de vernalización si se sembraban ei;i la
primavera en lugar de en el invierno. No obstante, tras
mucha experimentación, Lysenko pretendía que bajo
ciertas condiciones críticas de vernalización, las plantas
cambiaban permanentemente, convirtiéndose en trigo de
primavera, sin que las semillas precisasen de subsiguien-
tes vemalizaciones.
Lysenko y su escuela, los michurinistas; atacaron en-
tonces las teorías de los gcnetistas mendelianos, ponien-
do en tela de juicio su tesis de que en general los cam-
bios genéticos no eran adaptativos a nuevas condiciones
ambientales. La teoría genética y su aplicación a la agri-
cultura se discutieron .ampliamente en la Unión Soviética
en una serie de congresos organizados bajo los auspicios
de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas desde el año
1934, siendo dominante la escuela michurinista durante
un corto período de tiempo a partir de 1948, cuando la
escuela soviética de genética mendeliana se dispersó tem-
poralmente.
Hacia la misma época, los científicos soviéticos critica-
ron otras teorías ampliamente aceptadas en otros campos,
astronomía, química, medicina, psicología y antropolo-
gía, basándose en que entraban en conflicto con los prin-
cipios del materialismo dialéctico, dando así lugar a con-
troversias tanto en la Unión Soviética como en occiden-
te. Sin embargo estas polémicas perdieron enseguida gran
parte de su impulso original, dado que se comprendió ge-
neralmente que el progreso de la ciencia aplicada econó-
micamente fecunda dependía mucho más del desarrollo
Historia de las ciencias, 5 95

de una teoría fundamental nueva y más precisa en el la-


boratorio y en el campo que de la discusión filosófica de
teorías ya bien desarrolladas y que no estaban ya en las
fronteras del conocimiento.
Capítulo 7
La ciencia y la historia

Si quisiéramos definir lo que la ciencia ha sido y lo que


ha realizado históricamente, hallaríamos difícil formular
una definición válida para todos los tiempos y lugares.
Las ciencias de las civilizaciones de la edad de bronce di-
ferían notablemente de las de la Grecia antigua, las cua-
les, a su vez, tan sólo mostraban algunos de los múltiples
atributos exhibidos por la ciencia del mundo moderno.
Tras el cambiante carácter de la ciencia a lo largo del tiem-
po ha habido un elemento de continuidad, pues los hom-
bres de cada época han desarrollado y aumentado algu-
nos aspectos de la ciencia que se les había legado. Por
consiguiente, podemos decir tal vez que la ciencia es una
actividad humana que desarrolla un cuerpo históricamen-
te acumulativo de técnicas, conocimiento empírico y teo-
rías acerca del mundo natural que se hallan relacionados
entre sí. La autoridad americana en historia de la ciencia,
Sarton, considera ciertamente que a este respecto la cien-
cia es •la única actividad humana realmente acumulativa
y progresiva,.. Más sólo una parte de la ciencia ha sido
acumulativa hasta la época actual, a saber, sus técnicas
prácticas y sus leyes y hechos empíricos. Si se juzga con
Historia de las ciencias, 5 97

una escala temporal larga, las teorías científicas han re-


sultado hasta ahora efímeras. Las leyes de la palanca y de
la reflexión de la luz conocidas por los griegos han pasa-
do a formar parte de la herencia permanente de la cien-
cia, más las teorías científicas de los griegos sólo tienen
un interés histórico. De manera semejanza, si continúa el
ritmo actual de la actividad científica, difícilmente podre-
mos suponer que cualquiera de las teorías científicas de
hoy vaya a permanecer sin modificación por mucho tiem-
po.
En las civilizaciones de la edad de bronce, las matemá-
ticas y la astronomía eran en gran medida técnicas utili-
tarias empleadas para llevar las cuentas, realizar medicio-
nes y construir calendarios. Las ciencias de entonces no
diferían demasiado de las técnicas de los artesanos, ex-
cepto en que se transmitían a través de registros escritos
más bien que de boca en boca. Los antiguos griegos rea-
lizaron un importante avance al generalizar el descobri-
miento de que los hechos empíricamente conocidos per-
tenecientes a una clase particular podrían demostrarse
teóricamente, mostrando que se aplicaban a todos los ca-
sos similares, como en los ejemplos del teorema de Pitá-
goras o de la ley de la palanca. Los griegos usaban tam-
bién la geometría para interpretar teóricamente sus ob-
servaciones astronómicas, de modo que los datos empí-
ricos empezaron ahora a conferir una estructura cuanti-
tativa a las teorías cosmológicas. No obstante los siste-
mas deJ mundo dominantes entre los griegos se hallaban
influidos por la idea de que los cuerpos celestes eran su-
periores a la tierra, lo que los llevó a preferir los sistemas
geocéntricos, especialmente el homocéntrico y el epicícli-
co, los cuales en su forma acabada chocaban con hechos
conocidos en la antigüedad. Además, Jos griegos no des-
arrollaron un método experimental consistente, aunque
realizaron experimentos en ocasiones. Tampoco exten-
dieron la aplicación de la ciencia a nuevos campos, ex-
cepto quizá a la ingeniería militar y a la confección de ma-
pas generales del mundo.
98 Sttphen F. Mason

En las subsiguientes civilizaciones de Roma, el mundo


árabe y la europa medieval, la ciencia no superó los lími-
tes establecidos en la época griega, no siendo muy gran-
de su influjo sobre dichas civilizaciones. En el período
histórico moderno, no obstante, la ciencia y las fuerzas
que la promueven han desarrollado un poder de cambio
histórico cada vez mayor. La investigación experimental,
junto con los métodos cualitativo-inductivos y cuantita-
tivo-deductivos discutidos en las primeras décadas del si-
glo diecisiete, encontraron poco a poco su lugar y apli-
cación adecuados en todas las ciencias. Aplicados inicial-
mente a la mecánica y la astronomía, dilucidaron el fun-
cionamiento del sistema solar; aplicados luego a la elec-.
tricidad, la química, la biología y otras ciencias, hicieron
que estos campos se volviesen a su vez más precisos y
fructíferos. Tales desarrollos han contribuido a instaurar
una profunda secularización de la mente humana, ocu-
pando la ciencia, con simpatía o con antipatía, un lugar
cada vez más importante en todos los sistemas generales
de pensamiento y en los países industriali1.ados, tiñendo
las doctrinas ampliamente aceptadas relativas a la natura-
leza del universo y .el lugar que en él ocupa el hombre.
También la aplicación de la ciencia transcendió los lími-
tes clásicos de la agrimensura y la confección de calen-
darios, pasando primero a la navegación y luego a la in-
dustria, la agricultura y la medicina. Los cambios así pro-
ducidos han contribuido notablemente a formar el carác-
ter de la civilización moderna, disolviendo las viejas tra-
diciones y los viejos modos de vida, de modo que cuan-
do hablamos de que la civilización moderna se ha expan-
dido, digamos, al oriente, estamos pensando principal-
mente en la difusión de la ciencia y sus aplicaciones.
Las consecuencias a largo plazo de las aplicaciones de
la ciencia no han llegado a ser apreciadas por la mayoría
hasta los comienzos de este siglo. James Watt difícilmen-
te podría haber previsto la congestión urbana derivada de
la adopción de su máquina de vapor en las fábricas. Tam-
poco Faraday podría haber entrevisto el remedio a dicha
Historia de las ciencias, 5 99

congestión producida mediante la construcción de subur-


bios gracias en parte a la aplicación de sus investigacio-
nes eléctricas a los problemas del transporte público y a
la transmisión de la energía industrial. El carácter ines-
perado de los cambios a largo plazo producidos por la
ciencia quizá se pueda ilustrar de manera sobresaliente
por el hecho de que han comenzado a limitar la realiza-
ción de los valores pertenecientes al período y •a la socie-
dad que dio nacimiento a la ciencia moderna. El indivi-
dualismo de las personas de la época moderna así como
el valor conferido al esfuerzo personal han suministrado
gran parte de la fueza motriz que está detrás del desarro-
llo de la ciencia moderna, tanto directamente por el de-
seo de hacer una exploración personal de la naturaleza,
como indirectamente por la conexión de la ciencia con
los movimientos en los que esos valores hallaron expre-
sión, como los viajes de descubrimiento geográfico y las
revoluciones agraria e industrial. Pero, entre otras cosas,
el desarrollo de las aplicaciones de la ciencia ha significa-
do cada vez más un límite a la realizaron de esos valores.
La máquina de vapor y la nueva maquinaria textil acaba-
ron con los días del tejedor manual, y los subsiguientes
desarrollos hicieron aún mayores las unidades técnicas de
la industria, arrastrando al individuo a una organización
compleja que circunscribió sus actividades. En sus co-
mienzos, la estación generadora de electricidad abarcaba
una amplia región, eliminando un buen número de má-
quinas de vapor individuales, y más tarde se vio que re-
sultaba más eficiente si se operaba, como parte de una
unidad nacional, mediante una red de conexiones con
otras estaciones de todo el país en su conjunto. Finalmen-
te, cuando apareció la energía atómica, se consideró un
desarrollo demasiado preciado y poderoso como para ser
susceptible de un uso privado, por lo 1ue se ha limitado
a ser un proyecto del estado en todos os países, incluso
en aquellos en los que el valor conferido a la empresa pri-
vada se halla más profundamente enraizado.
En el mundo moderno la ciencia ha llevado sobre todo
100 Sttphen F. Mason

a la secularización del pensamiento y al desarrollo de sus


aplicaciones útiles, pero ha ejercido también cierta in-
fluencia sobre los valores humanos y los criterios de eva-
luación. Algunos científicos, especialmente los biólogos,
han tratado de derivar un ~ódigo ético de la teoría de la
evolución, pero posiblemente el método científico haya
ejercido más influencia que ninguna teoría particular so-
bre las evaluaciones humanas. El método científico des-
cansa más sobre los argumentos racionales que sobre im-
pulsos emocionales y sugiere que los elementos de jui-
cio empíricos deberían decidir entre puntos de vista ri-
vales, práctica que se ha tornado quizá algo más general
en las relaciones humanas de lo que lo era hace aproxi-
madamente un siglo. Resulta notable que la costumbre
de solventar las diferencias de opinión mediante el duelo
comenzase a desaparecer en las primeras décadas del si-
glo diecinueve, «el siglo científico» como lo denomina-
ban las personas de la época, así como que su declinar fue-
se más acentuado entre las clases medias de Gran Breta-
ña y Francia, la parte del mundo que era entonces la más
científica en actitudes. La tendencia de las personas im-
buidas de actitudes científicas a adoptar un punto de vis-
ta racional y humanista queda ilustrada por la oposición
de los científicos británicos de mediados del siglo dieci-
nueve a la política de Eyre, el gobernador de Jamaica,
quién reprimió una revuelta producida allí en 1865 de ma-
nera particularmente bárbara y arbitraria. Al escribir so-
bre este incidente en su Vida de ]ohn Bright, Treevelyan
señalaba:
•Excepción hecha de Tyndal, las personas dotadas de una más
sutil mentalidad científica, Darwin, Huxley, Mili, Leslie Step-
hen, Sir Charles Lyell, se alinearon del lado de la ley y la hu-
manidad, mientras que quienes propendían a menudo a quejar-
se de la dureza de la actitud científica ante la vida, Carlyle, Rus-
kin, Kingsley, Tennyson, mostraron con su conducta cuán pro-
clives son los sentimentales al culto inconsiderado de la fuerza
bruta y del "hombre fuene",..
Historia de las ciencias, 5 101

Otro rasgo del método científico que tal vez haya te-
nido algún influjo sobre las valoraciones humanas viene
dado por su carácter dinámico e inventívo. El método
científico es esencialmente un medio de descubrir fenó-
menos nuevos y de formular nuevas teorías, de manera
que las ciencias constituyen sistemas de conocimiento en
perpetua expansión, ya que las viejas teorías están siendo
continuamente derrumbadas por otras nuevas en la me-
dida en que se practique este método. La autoridad ame-
ricana, Sarton, ha escrito a este respecto:
«La ciencia siempre fue revolucionaria y heterodoxa; forma par-
te de su misma esencia serlo; sólo deja de comportarse de este
modo cuando duerme.•

Las personas sensibles a este aspecto de la ciencia tien-


den a guiarse por valores que miran hacia adelante y a
sentirse impacientes con las instituciones que se muestran
muy inertes. Recordemos que Joseph Priestley veía «ra-
zones para abrazar lo que generalmente se denomina el
lado heterodoxo de casi cualquier problema». Hablando
acerca de las relaciones entre la iglesia católica y las cien-
cias, Priestley señalaba que, en la medida en que el Papa
apadrinaba la ciencia y las letras,
«estaba alimentando un enemigo disfrazado, y la jerarquía in-
glesa (si hubiese algo incorrecto en su constitución) tiene las
mismas razones para temblar incluso ante una bomba de vacío
o una máquina eléctrica.•

Con todo, en general ha sido escasa la influencia del mé-


todo científico sobre las personas que lo adoptan. En ge-
neral los científicos han aceptado los valores de la socie-
dad a la que pertenecían, incluso en aquellos casos en los
que dichos valores erad perjudiciales para el progreso de
la ciencia, como en Alemania bajo el Tercer Reich.
En mayor o menor medida se puede decir otro tanto
de los otros cambios producidos por la ciencia así como
del desarrollo de la ciéncia misma. No podemos consi-
102 Stephen F. Mason

derar a la ciencia como un fenómeno histórico plenamen-


te autónomo ni como agente totalmente independiente de
cambio histórico, por más que tenga una tradición e im-
portancia propia. El desarrollo de la ciencia rio ha sido
más que uno más de los diversos movimientos históricos
que han formado un complejo interconexo en el que la
ciencia no ha sido hasta hace poco más que una fuerza
menor. La ciencia de una época dada no sólo ha pertene-
cido a su propia tradición con sus propios métodos, va-
lores y conocimiento acumulado, sino también a su pro-
pio período histórico en el que otros movimientos han
dejado sentir sobre ella su propio impacto. En períodos
históricos relativamente estáticos, como la edad media, la
ciencia no ha mostrado un desarrollo notable, mientras
que en los períodos expansivos la ciencia ha medrado fre-
cuentemente. Además, dentro de un período dado, se han
producido modas, dudas y cambios abruptos en el desa-
rrollo de la ciencia que no parecen haberse debido a cau-
sas internas. En el período moderno de la historia tene-
mos ese curioso estancamiento de la ciencia durante la
primera mitad del siglo dieciocho que afectó especialmen-
te a la química y la óptica y en menor grado, a la electri-
cidad.
Tales acontecimientos indican que la actividad cientí-
fica se ha orientado ahora por un canal y antes por otro,
y que en ocasiones se han relajado las fuerzas que pro-
mueven la ciencia, llegando incluso a invertirse. En ge-
neral quizá se puede decir que los problemas prácticos de
un período histórico dado han ejercido su influjo sobre
las investigaciones empíricas emprendidas por los cientí-
ficos de la época, mientras que los intereses intelectuales
de la época han influido sobre la forma en que se expre-
saron las teorías científicas. Así, las exploraciones geo-
gráficas del siglo dieciseis estimularon la búsqueda de mé-
todos para determinar la longitud, promoviendo el estu-
dio de los problemas astronómicos y mecánicos que en-
trañaban tales métodos. De manera semejante, la teoría
de la selección natural se vio influida por la corriente del
Historia de las ciencias, 5 103

laissez-faire presente en el pensamiento inglés durante el


siglo diecinueve, influjo que Darwin reconoció indirec-
tamente especificando su deuda con las opiniones de
Malthus. Con todo, la división no ha sido rígida. Los pro-
blemas prácticos han estimulado el surgimiento de nue-
vas teorías, como en el caso de la teoría termodinámica
que surgió en parte del estudio de los problemas de la má-
quina de vapor, a la vez que ciertas corrientes intelectua-
les han orientado la investigación científica empírica por
canales específicos, como en el caso de la filosofía alema-
na romántica e histórica que promovía el estudio de la
embriología entre los alemanes de finales del dieciocho y
principios del diecinueve.
En el pasado no se dirigían conscientemente las fuer-
zas que promueven el desarrollo de la ciencia, siendo vi-
sibles tan sólo los resultados producidos por dichas fuer-
zas. Los científicos de finales del siglo diecisiete se die-
ron cuenta de «el presente estado débil de la filosofía na-
tural», por más que permaneciesen en la oscuridad las
causas de semejante situación. Sin embargo, en tiempos
recientes, la ciencia se ha visto orientada más consciente
y directamente hacia campos específicos, cuya elección se
ha escapado progresivamente de las manos de los propios
científicos. A medida que la investigación científica se ha
tornado más compleja, ha disminuido la tradición de los
aficionados científicos, profesionalizándose la investiga-
ción y viéndose dirigida desde fuera, excepto en la esfera
académica, mediante el establecimiento de instituciones
de investigación regidas por cuerpos externos como las
firmas industriales y los ministerios gubernamentales.
En gen~ral, estos organismos se han ocupado princi-
palmente de las aplicaciones de la ciencia y desde hace
unas cuantas décadas han suministrado la mayor parte de
los recursos dedicados a la investigación científica. Ini-
cialmente se orientaban sobre todo al fomento de la in-
dustria, la agricultura y la medic=na, tal y como se ilustra
en Gran Bretaña por la formación del Departamento de
Investigación Científica e Industrial en 1917, así como de
104 Stcphcn F. Mason

los Consejos de Investigación Médica y Agrícola unos


años después. No obstante, más adelante se ha hecho cada
vez mayor hincapié en las investigaciones sobre temas de
interés militar. Las Estimaciones civiles y otras publica-
ciones indican que los recursos monetarios gastados por
el gobierno británico en investigación y desarrollo mili-
tar aumentaron sesenta y siete veces del año 1936-7 al año
1950-1, mientras que en ese mismo período las cantida-
des dedicadas a la investigación y desarrollo en el terreno
industrial se multiplicaron por diez; en medicina, por
nueve; y en agricultura, por ocho. En contraste, el gasto
gubernamental en las universidades, donde aún se desa-
rrolla la mayor parte de la investigación científica funda-
mental, aumentó casi seis veces en el mismo período. Es-
tas cifras indican las tendencias generales en la ciencia de
nuestro tiempo y el carácter que la actividad científica
aplicada adopta ahora, con los países menos avanzados
industrialmente dedicando quizá una mayor proporción
de sus recursos a la investigación industrial y con los es-
tados más industrializados otorgando quizá una mayor
proporción a investigaciones de naturaleza militar.
Tales desarrollos han dejado sentir su efecto sobre la
ciencia fundamental. Han creado, por ejemplo, una ma-
yor demanda de científicos atómicos, dando un impulso
a las investigaciones fundamentales en el campo concreto
de la física nuclear. También han cubierto esas investiga-
ciones con un velo de secreto que hasta ahora había sido
ajeno a la tradición científica. Asimismo han fomentado
el conformismo intelectual de los científicos hacia los va-
lores y puntos de vista del grupo dominante de la socie-
dad concreta a que pertenecen, tendencia que se ha visto
acompañada por la asociación de algunas teorías científi-
cas con una u otra de las dos ideologías opuestas de me-
diados del siglo veinte.
A lo largo de la historia, las teorías científicas se han
visto favorecidas o han recibido oposición, aparte de por
consideraciones basadas en los criterios del método cien-
tífico, de acuerdo con el grado en que dichas teorías han
Historia de las ciencias, S IOS

sido congruentes o divergentes de las creencias general-


mente aceptadas en su tiempo y lugar. Tales juicios y las
acciones basadas en ellos han resultado particularmente
conspicuos en esos períodos históricos en los que dos
grandes movimientos de fuerza comparable se han opues-
to el uno al otro. Durante el período de la Reforma pro-
testante y la Contrarreforma católica, por ejemplo, las
teorías copemicana y ptolemaica se juzgaron frecuente-
mente con criterios completamente externos al método
científico. Se dio una situación no muy distinta a media-
dos de este siglo, aunque ambos movimientos son ahora
seculares. En los años cincuenta, por ejemplo, las teorías
genéticas levantaron pasiones d~l mismo tipo de las que
encendían las teorías astronómicas en los siglos dieciséis
y diecisiete. No obstante, es un índice de la importancia
histórica que ha tomado la ciencia en los tiempos moder-
nos el hecho de que la revolución científica hiciese una
muy pequeña contribución, si es que hizo alguna, a la
fuerza sea de la Reforma o de la Contrarreforma, mien-
tras que ahora se acepta universalmente que la cien1:ia ha
pasado a ser uno de los determinantes importantes de la
fuerza de uno de los mayores movimientos históricos del
siglo veinte.
Indice analítico

Aceleración, en la tooría de Eins- Bessel, 54


tein, 28, 30 Bethe, 68
Adams, 66-67 Biología: en la ciencia soneuca,
Alemania: Sociedades y movi- 93-94; en el siglo veinte, 7-21
mientos científicos, 70-82 Bioquímica, enbriologia y, 18-19
Anderson, 48-49 Blackeu, 48, 50
Andrómeda, nebulosa de, 56 Bohr, Niels, 39, 43-44
Anestesia, 83 Bomba atómica, 51; progreso en
Asociación Americana para el América, 86; en la Alemania
Progreso de la Ciencia, 75 nazi, 81-82
Asociación Británica para el Pro· Bonapane, Cario, 76
greso de la Ciencia, 75 Botánica: investigación en el siglo
Asociación Francesa para el Pro- veinte, 10-11
greso de la Ciencia, 75 Bridges, 12-13, 15
Asociación Toda Italia, 75 Brillo de las estrellas, 54-55, 66
Aston, 46-47 Broglie, Louis de, 43, 45, 92
Astrofísica, 53-69 Buch, Vaunevar, 86
Atomo, 33-52; bombardeo del,
50-51; modelo de Bohr, 43; Caída libre de los cuerpos: la teo-
modelo de Rutherford, 39-40; ría de la relatividad de Einstein
modelo de Schrodinger, 45 y la, 28-29
Calor, teoría ondulatoria del, 34
Babba~e, Charles, 75 Calvinismo: concepción del uni-
Bacteriología, 21-22 verso, 23
Batcson, William, 10 Canizzaro, Stanislao, 77

107
108 Indice analítico

Causalidad: materialismo dialéc- Electrovalencia, 41-43


tico y, 90-91 Elementos pesados, SO
Cefeidas variables, 55 Elementos químicos: fracción de
Centrosomas, 8 empaquetamiento de los, 47;
Chadwick, James, 48,50 teoría atómica y, 38, 41, 45-46
Ciclotrón, 50 Elementos transuránicos, 51
Citoplasma, 16, 19 Embriología, genética y, 16; in-
Cockcroft, 50 vestigación en d siglo veinte,
Congresos cienúíicos, 74-78 16-17
Covalencia, 41-43 Empirismo, 80-81
Cromatina, 8 Energía: teoría de Einstein, 27
Cromosomas, 7-9, 11-16, 19 Engels, Frederick, 90
Cultura griega: historia y, 97 Escuela michurinista, 93-94
Curvatura del espacio, 58-S9, Espacio:· absoluto, 26, 2B; en la
60-61 estimación de Eddington,
61-62; en Einstein, 58-60; rela-
Darwinismo: en Alemania, 78-79; ción entre espacio-tiempo, 28,
en Rusia, 88; Véa.se también 30, 61-64
Evolución orgánica · Espacio interestelar, 69
Deuterones, 51 Espacio intergaláctico, 69
Deutsche Naturforscher Ver- Espectro: teoría ondulatoria del,
sammlung (asoc. al.), 74 34-35
Dirac, Paul A. M., 45, 48 Espectro atómico, 40-41
División celular, 7-8 Espermatozoides, 9, 11-12
Doppler, Principio de, SS-56 Estados Unidos 83-95; escuela de
Driesch, Hans, 17 genetistas, 12• 13
Drogas: adaptación de las bacte- Estrellas: densidades, 67; distan-
rias a las, 21-22 cias estelares, 53-55; galaxias,
Dualidad onda-panícula de la 53; temperatura de las, 66; teo-
materia y radiación 44-45 rías modernas sobre las, 66-67
Estrellas binarias, 69
Eclipses: teoría de la relatividad y, Estrellas pulsantes, 54
32 Estructura del mundo, teorías so-
Eddington, Arthur, 56, 60-62, bre la, 53-69
64-65, 67 Evolución orgánica: en la genéti-
Edison, Thomas, 85 ca mendeliana, 20
Educación científica: en la Ale-
mania nazi, 79-80; en la Unión Fenni, Enrico, 51
Soviética, 89-90 Fertilización, 8-9, 16-18
Efecto Doppler, 61 Fenilización cruzada, 10-11
Efecto Zeeman, 41, 43 Filosofía: Materialismo dialéctico
Einstein, Alben, 58-60, 64, 92-93 en Rusia, 90-91; Pragmatismo
Electividad: teoría de panículas en América, 87-88
en, 33, 36 Filosofía de la ciencia, 87-88
Electrólisis, 36 Filosofía de la naturaleza: aban-
Electrones: densidad estelar y, 67; dono de la, durante el siglo
teoría atómica, 36, 38-40 veinte, 92
Indice analítico 109

Filosofía mecánica: proc=s na- Hierro, -47


turales y, 92 Hinshelwood, Cyril Nonnan, 21
Filósofos de la naturaleza alema- Historia de la ciencia, 96- 1OS
nes, la realidad última y los, 91 Houtermans, Fritz, 82
Física: astrofísica, 53-69; teoría de Hoyle, Fred, 65, 69
la relatividad, 23-32 Hubble, Edwin P., 55-57, 60
Física nuclear, 44, 81 Huevo: investigación en el siglo
Fisión nuclear, 52 veinte, 9, 11-12; en Roux, 17
Fitzgerald, 25 Huevo de mosaico, 18
Fotones, 36, 49 Huggins, William, 56
Francia: influencias en la ciencia Humason, Milton, 56
rusa, 89; instituciones cienúfi- Humboldt, Alexander von, 75
cas, 75
Franklin, 84 Iglesia Católica: relaciones entre
Fundación de lnvestigacióo Na- ciencia e, 101 .
cional, 87 Institución Smithsoniana, 85
Instituciones y sociedades cienú-
Galaxias, 53 ficas: en los Estados Unidos,
Gases inertes, 42-43 84-87; en la Unión Soviética,
General Electrical Company, 86 90
Genética: investigación en el siglo Investigación científica: recursos
vrime, 8-9, 10-21 para la, 103; ayuda federal, 87
Gennoplasma, 9-10, 12 Ión de hidrógeno, 38
Gibbes, Willard, 83 Isótopos, -46--48
Gold, 65 Italia: movimientos y sociedades
Gran Bretaña: influencia en Amé- científicas, 70-82
rica, 84; instituciones científi-
cas, 75; recursos para la inves- James, William, 87-88
tigación científica, 103-104 Jeans, 57
Gravitación, la teoría de la relati- Jennings, 21
vidad de Einstein y la, 28-29, Johannsen, 10
32 Johnstone, Stoney, 36
Joliot-Curie, Frederic e Irene, 51
Haeckel, Emst, 78-79
Hahu, 51 Kessler, 88
HeJel, Georg, n Kropotkin, Pyotr A., 89
He1senberg, Wemer, 43, 45, -48,
81, 92 '
Laboratorios de investigación, 86
Heliv, -41, 68 Langmuir, lrving, 86
Hehnholtz, Hennann, 34, 36 Lantanio, 51
Henderson, 5-4 Lawrence, 50
Henry, Joseph, 85 Leavitt, 5-4
Herencia: investigación en el siglo Lemaitre, Georges E., 60
veinte, 8-9, 10-21 Lenard, Phillips, 79, 81
Herschcl, Wilham, 53 Leverrier, Urbain C., JO
Hertwig, Osear, 17 Ley de la Fundación de la Cien-
Hidrógeno, -41, -46, -48 cia Nacional, 87
110 Indice :analítico

Litio, 50 Monte Palomar, Observatorio, 65


Livingston, 50 Monte WiUson, Observatorio, 54,
Lysenko, T. A., 93-94 56
Lodge, 25 Morgan, 12
Lomonosor, Mikhail V., 89 Morley, 25-26
Longitudes de onda, 35 Mosca de la fruta, estudios sobre
Lowell, Observatorio, 56 herencia de la, 13
Luz: desplazamientos hacia el Movimiento: teoría de Einstein y,
rojo de la, 57, 60-61, 63, 66; 27-28, 59
emitida por las estrellas, 66; Muller, 12, 14, IS
teoría ondulatoria de la, 34; Mutaciones, 10, 14, 15, 20
teoría de la relatividad de Eins-
tein y, 26-27, 32; velocidad de Nacional-socialismo, ciencia y,
la, 25-27; vibraciones de la, 79-82
como unidad de tiempo en as- Naciónalismo, ciencia y, 70-82,
trofísica, 62-63 79-82
Lynleton, 69 Nogeli, Car), 9-1 O, ti
Nebulosas, 55-56, M
MacMill:an, 57 Nebulosas espinales, 55
Marx, Karl, 90 Neón, "IJ-46
Masa: de partículas 46 ¡ teoría de Neutrones, 48-50
Einstein, 27 Novikov, Nicolás 1, 89
Materia: densidad media de la, 61; Núcleo atómico, 39, 45, 48-49
dualidad panícula-onda de la Núcleo celular, 7-8
radiación y la, 43; Einstein Nuet1a Ciencia (Vico), 72
58-60; espacios intelectuales e Número atómico, 39
intergalácticos, 69 Números cuánticos, 41, 45
Materialismo dialéctico, 90-91, 94
Maxwell, James Clerck, 33
McDougall, 21 Oken, Lorenz, 73-74
Mecánica cuántica, 45, 93 Ondas de radio, 82
Mecánica ondulatoria, 45
Medio: en la biología sonética, 93 Par de estrellas, teoría del, 69
Meitner, Lisa, 51 Paralaje estelar, método de la, 53,
Mendel, 10-11 54
Mercurio: la te0ría de la relativi- Partículas alfa, en la teoría atómi-
dad y, 32 • ca, 38, O, 48, 50
Mesón, 49 Panículas beta, 39
Método científico: influencia so- Partículas cargadas, SO
bre las valoraciones humanas, Pe~ atómico, 39, 46-47
101; materialismo dialéctico y Pila atómica, 51
90-91 Pila de uranio, 81-82
Michelson, Alben A., 25-26 Planck, Max, 35-36, 45, 64
Milne 57, 61-63, 64 Plough, 13
Millikan, Roben A., 38 Positrones, 48
Minkowski, Hermano, 28 Powell, 49
Momento de un electrón, 44 Pragmatismo, 87-88
Indice analítico 111

Principio *tneral dt '4 TtWción, El San Petersburgo, Academia de


(Einstein), 29-30 Ciencias de, 89
Priesdey, Joseph: sobre ciencia e Sanon, George, %
iglesia, 101 Schrodinger, Erwin, 44-45
Protones, 39, 48-50 Selección natural, 14
Protozoos, 21 Shapley, Harlow, 54
Prout, William, 46-47 Sistema newtoniano: concepción
Puritanismo: ciencia y, 84 del universo, 24-25
Sistema solar: teoría del Par de es-
trellas, 69; Véast también Sol
Química: teoría atómica y, 38-43 Siuer, Willen de, 26, 59-61
Smithson, James, 85
Rabi, 8 Sociología, 92
Radiación: en astrofísica, 56-57; Soddy, Frederick, 50
dualidad panícula-onda de la Sol: temperatura y composición
materia y, 44-45; influencia so- del, 69; Véase también Sistema
bre las mutaciones, 14; teoría solar
atómica y, 40; teoría ondulato- Sommerfeld, Amold, 40
ria de la, 34-35 Spemann, Hans, 18-19
Radiación del cuerpo negro, 34, Stark, 79-80
53 Steelman, 87
Radiactiviad, 38 Stunevant, 12, 15
Radio, en la Alemania nazi, 82 Sunon, 11, 12
Radio astronomía, 65-66
Radiolocación, 82 Telescopio, 54; telescopio reflec-
Rayos alfa, 38-39 tor, 54, 64
Rayos beta, 38 Teoría atómica: en la Alemania
Rayos catódicos, 36-37 nazi, 81; y teoría cuántica,
Rayos cósmicos, 48 33-52
Rayos gamma, 38 Teoría celular: investigación bio-
Rayos positivos, 36 lógica en el siglo veinte, 17-19;
Rayos X, 36 la célula como unidad de las
Rayleigh, Lord, 34-35 criaturas vivas, 33
Reacciones nucleares, 50, 68 Teoría cuántica, 33-52
Relatividad, teoría de la, 23-32, Teoría de la creación continua,
58-60 65-66
Reproducción, 7-8 Teoría especial de ú rtútwid.td,
Reproducción asexual, 7-8 La (Einstein), 28
Reproducción sexual, 7-8-9, Teoría ondulatoria continua,
11-12 34-35
Revistas cienúficas, 71 Teoría ondulatoria de la luz, teo-
Riermann, Bemard, 30 ría cuántica y, 35
Ritz, 26 Thomson, J. J., 36-37, 46
Rotación de la tierra, 32 Tiempo: absoluto, 26, 28; cosmo-
Roux, Emite, 16-17 logía 56; relación entre espacio-
Rumford, Conde, 84 tiempo 28, 30, 61, 62-64; en la
Rutherford, Emest, 39-40, 48, SO teoría de Einstein, 59
112 Indice analítico

Tierra: concepción en el siglo die- Van Beneden, 8


cisiete, 23 Vavilov, 90
Transmutación atómica, 50 Velocidad: en Einstein, 26-27
Trigos de invierno, 93-94 Vía Láctea, 53, 55
Vibración, 34-35
Unión Soviética: aspectos de la Vico, Gimbattista, 72
ciencia en, 83-95 Vries, Hugo de, 10
Universidades, 104 Virchow, Rudolph, 78
Univcno: astrofísica y teorías de
la estructura del mundo, 53-69; Walton, 50
concepto del, en el siglo dieci- Wcismann, August, 9
siete, 23; edad del, 56-57, 65; Weizsacker, C. F. von, 68
existencia infinita del, 64-65; Wicn, 35
materialismo dialéctico y, 91;
teorías sobre la estructura del, Yukawa, Hideki, 49
SJ-69; vida del, 65
Uranio, 47, 51, 82 Zwicky, 57
Indice

ca¡:;~~~--~: ....~.1·~·~·~·~·~·~~~~~.~.~.~~.~~.~:~~~~~~..~.~.~
Capítulo 2. La teo~ía de la relatividad •••••.•.•..•...•. 23
7

Capítulo 3. La teoría cuántica y la estructura del


átomo ................................................................ . 33
Capítulo 4. La astrofísica y las teorías sobre la es-
tructura del Universo ........................................ . 53
Capítulo 5. La ciencia y los movimientos nacio-
nales en Italia y Alemania ................................ .. 70
Capítulo 6. Algunos aspectos de la ciencia ame-
ricana y soviética ............................................... . 83
Capítulo 7. La ciencia y la historia ..................... . 96
Indice analítico ..................................................... . 107

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