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Este documento es una traducción oficial del foro Eyes Of Angels, por y

para fans. Ninguna otra traducción de este libro es considerada oficial


salvo ésta.

Agradecemos la distribución de dicho documento a aquellas regiones en


las que no es posible su publicación ya sea por motivos relacionados con
alguna editorial u otros ajenos.

Esperamos que este trabajo realizado con gran esfuerzo por parte de los
staffs tanto de traducción como de corrección, y de revisión y diseño, sea
de vuestro agrado y que impulse a aquellos lectores que están
adentrándose y que ya están dentro del mundo de la lectura. Recuerda
apoyar al autor/a de este libro comprando el libro en cuanto llegue a tu
localidad.
Índice
Staff
Katiliz94

Katiliz94 Ardnas
Xiime~ Sandra289
ZoeAngelikal Clcbea
Blonchick Brenmaddox
Nanami27

Pily

Pily Nanami27
Katiliz94 Key

Katiliz94

Jane
Información
Como algunos sabréis hubo un pequeño problema con esta serie, que
nos cedió otro foro.

Hay dos versiones, una es la versión de EOA y la otra de CdL. Suele


haber problemas cuando no se sabe de qué foro es un proyecto pero
esos problemas están arreglados y al final cada foro sacó su versión ya
que ambos lo empezamos. Sois libres de escoger leer la versión que
queráis, en cualquier caso esperamos que disfrutéis del libro y ansiéis
la continuación, la cual será compartida y podréis disfrutar en ambos
foros.
Sinopsis
Crecer en las calles de Forge le ha enseñado a Kyra como dar de sí
una moneda. Y cuando eso no es suficiente, su sorprende habilidad
para escalar paredes y evitar guardias la ayuda a obtener lo que
necesita.

Pero cuando el líder del Gremio de Asesinos ofrece a Kyra un trabajo


lucrativo, ella duda. Sabe cómo sobrevivir por su cuenta y no está
segura de que quiera jugar sus reglas. Pero él es persistente, y
oscuramente atractivo, y Kyra no puede resistir demasiado su
insistencia.

Tristam de Brancel es un joven caballero del Palacio con una misión.


Después de que su mejor amigo es asesinado por los Demon Riders, un
clan de guerreros feroces que viajan montados en gatos salvajes
sanguinarios, Tristam jura derrotarlos. Pero mientras su investigación
se profundiza, se topa con una talentosa ladrona que frustra su
investigación, una que traspasa las defensas del palacio con una
extraña facilidad.

Cuando un destinado ataque junta a Kyra y Tristam, los dos enemigos


se dan cuenta de que su mejor oportunidad para sobrevivir, y vengarse,
podría ser unir fuerzas. Y cuando sus lealtades son probadas al límite,
descubren un sorprendente secreto del pasado de Kyra que amenaza
con cambiar las vidas de ambos.

En su sorprendente novela debut, Livia Blackburne crea un cautivante


mundo donde la intriga está en cada esquina y el peligro es una forma
de vida.

Midnight Thief #1
Uno
Traducido por katiliz94
Corregido por Pily

Este trabajo podía matarla.

Kyra miró por encima del saliente, entrecerrando los ojos ante los
cuatro pisos adoquinados por debajo. Un paso en falso en la oscuridad
sería mortal, e incluso si sobrevivía a la caída, los Escudo Rojos
terminarían con ella. Miró unos pocos momentos más antes de forzar
su mirada arriba. El momento para las segundas reflexiones había
pasado. Ahora solo necesitaba seguir moviéndose.

El salto hacia adelante era de la longitud de dos cuerpos, por lo


que Kyra se alejó de la cornisa. Diez pasos, después dio un suspiro y
corrió a toda velocidad hacia adelante. Cayó justo ante la bajada,
despejando un espacio de tres zancadas antes de suavizar su cuerpo
por el aterrizaje. Hubo un golpe de delicado cuero sobre piedra cuando
golpeó la siguiente cornisa. El impacto envió una ola de vibraciones por
el metatarso del pie, y Kyra tocó con una mano la pared para mantener
el equilibrio.

Demasiado duro, y demasiado alto.

Maldiciendo por lo bajo su torpeza, Kyra escaneó los suelos,


buscando a alguien que pudiera haberla escuchado. Si entrecerraba los
ojos, podría distinguir los contornos de las construcciones a su
alrededor, algunas tan altas como su saliente, algunas incluso más
altas. Los caminos por debajo estaban alineados con antorchas que
titilaban, repartiendo sombras que reproducían trucos con visión. Ya
que no podía confiar en sus ojos, escuchó. Además del viento soplando
por sus orejas, la noche era silenciosa, y Kyra se relajó. Apartándose un
mechón suelto de pelo, salió, irrumpiendo en medio del recinto.

Hace dos días, un hombre había venido al Drunken Dog,


presentándose como James y preguntando por el nombre de Kyra. Se
había movido con una confianza deliberada, y su mirada había volado
por la habitación, evaluando y descartando a cada uno de sus
ocupantes. Cuando Kyra finalmente se hubo acercado a él, James
expuso una inusual oferta. Había un rubí en las instalaciones del
Palacio. Quería que lo fuera a buscar para él, y estaba dispuesto a
pagar.

—El Palacio está bien vigilado —le había dicho Kyra—. Si quieres
joyas, mejor ve a conseguirlas en otro sitio.

—Este rubí tiene un valor sentimental —había respondido él.


Kyra no se consideraría como la más astuta jueza de carácter. Pero
tampoco era una idiota, y se tragaría su forcejeante anzuelo antes de
que hubiera creído que este hombre haría algo por motivos
sentimentales. Sin embargo, el pago que ofrecía era lo suficientemente
bueno, y el trabajo era un reto intrigante. El Palacio estaba a años luz
de las casas de los ricos a los que Kyra solía asaltar, con sus puñados
de centinelas guareciendo dos o tres plantas. Los enormes edificios del
Palacio estaban patrullados por tantos guardias que era imposible
caminar por los suelos sin ser detectados. Se había rumoreado que
incluso los tejados estaban vigilados de cerca.

Lo cual era el por qué tampoco Kyra estaba ni sobre el suelo ni


sobre los tejados. En su lugar, se balanceaba por el saliente exterior de
una ventana de la cuarta planta, precipitándose de sombra en sombra.
La luna aún no había salido, y la oscuridad la ocultaba de los Escudo
Rojos abajo. Desafortunadamente, también ocultaba los salientes de su
propia visión; el límite entre la piedra y el aire era fácil de fallar. De
cuando en cuando, deslizaba un pie fuera para revisar su posición,
trazando sus dedos de los pies a lo largo del borde para ajustar el borde
en su mente.

Sí, podía morir esta noche. Pero cuando Kyra reptó por la
oscuridad, sus dudas desaparecieron contra la emoción de un reto de
trabajo. Aquellos que la conocían entendían sus habilidades. Sabían
que no temía a las alturas y que nunca perdía el equilibrio. Pero ni
siquiera Flick, lo más cercano a un hermano mayor que tenía, entendía
la simple diversión que iba con eso cada vez que corría por la noche.
Había algo en la forma que la noche la forzaba a confiar en sus otros
sentidos, la forma en la que su cuerpo se elevaba por el reto. Sus
miembros en silencio le prometían que no caería, y en ese momento
sabía que podía confiar en ellos.

La construcción a través de la ruta daba paso a un patio con tres


árboles, y Kyra disminuyó el ritmo, contando las ventanas mientras
pasaba. La séptima desde la cornisa sureste, había dicho James. Esos
palacios externos eran los cuartos de invitados para los nobles del país
visitando al Concejo. Estaban construidos con seguridad pero
enfatizaban más la comodidad que una fortaleza en las instalaciones
interiores. Y además, tenían ventanas de cristal en lugar de persianas,
haciendo fácil de ver que la habitación por dentro era oscura. Un
minuto de juguetear con el pestillo, y el cristal se abrió sobre las
engrasadas bisagras. Había una forma durmiendo en la cama,
roncando en alto y vislumbró a un hombre quien se había permitido
demasiado de comida rica y bebida. Kyra se preguntó por un momento
cómo sería estar gordo, comer tanto y trabajar tan poco. No importaba.
Esta noche, el caballero compartiría algo de su generosidad.

Se puso en marcha al vestidor al lado de la cama, abriendo el


cajón superior. Seda atrapó la aridez de sus dedos. Al parecer, el
hombre tenía una afición por los pañuelos de seda bordados. No era el
joyero que buscaba, pero Kyra dio un paso y la deslizó en la correa de
su bolso. Después de revisar el resto del armario, se movió hacia el
escritorio. El pestillo cedió con facilidad ante su forcejeo, pero no había
nada dentro más que documentos y sellos.

El noble durmiendo se movió, y Kyra cayó al suelo. Él se dio la


vuelta, roncando en alto antes de que su respiración se estableciese
una vez más. Kyra contó diez respiros, después fue al baúl, teniendo
cuidado con la pesada manta. La manta superior era de tela. Pronto,
estuvo hasta los codos de bata nocturna de terciopelo, pero aún sin el
rubí. James había asegurado que el noble no era del tipo que escondían
la joyería. ¿Podría haber estado equivocado?

Escudriñó de nuevo la habitación, tanteando por los suelos y


paredes en busca de trampillas, incluso deslizando las manos sobre el
fino colchón de la cama. Todavía nada. Se mordió el labio. La luna
estaba elevándose, una fina media luna sobre el horizonte que
anunciaba la llegada del amanecer. Ya se había quedado demasiado
tiempo. Dando una última mirada a la habitación, reptó de regreso al
exterior de la ventana.

Salir era más difícil que entrar. Sus miembros estaban lentos de
una noche sin dormir, y sus nervios estaban crispados al estar tanto
tiempo en guardia. Para el momento que Kyra llegó al lugar de
encuentro a dos bloques al exterior del Palacio, el cielo estaba
visiblemente más claro, y ella estaba de un considerablemente peor
humor.

Dos hombres la esperaban en la esquina de la calle. Aún no la


habían visto, y se tomó un momento para estudiarlos. El primero
estaba sólidamente construido, con una mandíbula tenaz y pelo
castaño rizado cerca de la cabeza, Flick. Cuando Kyra le habló por
primera vez sobre el trabajo, había enumerado todos los motivos por los
que ella debería negarse, desde los peligros en el Palacio hasta sus
sospechas sobre James. Los argumentos de su amigo habían sido más
razonables de lo que se molestaba en admitir, pero por entonces ya se
había decidido. Ya que Flick no pudo disuadirla de ir, había insistido en
escoltar a James. Los dos hombres la habían visto cruzar la pared hacía
unas pocas horas, y ahora aguardaban su regreso. Sintió una punzada
de culpa cuando vio la tensa caída en los hombros de Flick. Él había
estado preocupado.

Detrás de Flick, reconoció a James. Era más delgado pero más


alto, con pigmentación pálida y una enjuta y atlética complexión.
Exudaba confianza, estudiando todo a su alrededor con lánguida
disposición. Su expresión era imposible de leer.

Los ojos de ambos hombres se movieron rápido a sus manos


cuando se acercó más, después a su cinturón.

—No está ahí —dijo ella, respondiendo a la pregunta no dicha. Tal


vez era más afilada de lo que debería haber sido, pero estaba cansada.

Hubo un breve silencio cuando los dos hombres digirieron sus


noticias. Al final, James habló.

—¿Qué quieres decir?

—Di la vuelta por toda la habitación, el vestidor, el escritorio, el


baúl a los pies de la cama. No estaba la joya.

—¿Buscaste en toda la habitación? —James levantó una ceja.

Kyra pateó el suelo.

—Sí, a menos que duerma con la roca en la ropa interior, no


estaba ahí.

—Tal vez fuiste al lugar equivocado.

Había un rastro de burla en su voz, y eso molestó a Kyra.


Intentando con fuerza controlar un rubor de ira, buscó en la cinta del
zurrón por el pañuelo que había tomado del vestidor del noble. Lo movió
hacia James, quien lo arrebató del aire con sorprendente rapidez.
—Este pañuelo tiene las iniciales de la cartera bordada en ella.
Mira si encaja con tu marca.

Kyra no hizo esfuerzo por esconder su frustración cuando James


inspeccionó el bordado. El pago por el trabajo dependía de entregar la
joya, así que le había tomado mucho tiempo y una noche de trabajo
peligroso para nada. Sintió una mano sobre el hombro. Flick,
conociendo su temperamento, estaba advirtiéndole en silencio de no
presionar más. Kyra rechinó los dientes. James estudió el pañuelo,
después de un rato de ni siquiera mirarlo, sino atravesarlo. Al final,
miró arriba, y su conducta abruptamente cambió.

—Muy bien —dijo, la voz ahora suave y agradable—. Podría ser


que no trajese la piedra al Palacio. —James desató una bolsa de su
cinturón y se la tiró a Kyra, quien casi no reaccionó con rapidez para
cogerla—. Este es el precio acordado, además de algo extra. Creo que
esto cubrirá tu esfuerzo.

Sin otra palabra, se dio la vuelta y se alejó.


Dos
Traducido por katiliz94
Corregido por Pily

El Drunken Dog era un establecimiento que despertaba por la


noche y dormía durante el día. Cada tarde, la pequeña taberna brillaba
con el tintineo de jarras, charlas altas, y la ocasional canción (con
frecuencia dirigida por un algo ebrio Flick). Pero al llegar el amanecer, el
lugar se atenuaba. Pálidas luces del día brillaban por la pequeña
ventana pero no podían igualarse al calor de las fiestas del atardecer en
el Dog. Para el momento que Kyra y Flick entraron al comedor principal
una hora después del amanecer, solo quedaban unos pocos rezagados.

Brendel, el nuevo narrador de historias, estaba colocando su


laúd. Levantó la mano para saludar.

—Eh, Flick, ¿te quedarás esta noche aquí? Estaré tocando “Lady
Evelyn y el Felbeast.” —Brendel era un viajero, y por su obra maestra,
el trabajo que esperaba le promovería como un maestro, estaba
poniendo la leyenda popular en una canción.

Flick sonrió.

—Déjame cantar el Felbeast, y te bendeciré con mi presencia.

Un hombre en una cabina de la esquina levantó su jarra en


dirección a Flick.

—¿Felbeast? Con las largas pestañas y hermosos ojos, el Maestro


Flick debería estar cantando a Lady Evelyne.

Cuando el hombre rugió en risa, Kyra pasó junto a Flick y se


sentó en una mesa vacía. Después de que el ruido disminuyese, la voz
de una mujer llamó desde la cocina.

—¡Kyra! ¡Flick! ¿Ya habéis comido?

A pesar de su cansancio, Kyra sonrió. No importaba cuando o en


que condición entrara en el comedor, esa era siempre la primera
pregunta que Bella hacía.
—No, Bella. —La voz de Flick llevaba un trágico aire que competía
con las actuaciones de Brendel—. No hemos comido en semanas. ¿Qué
es lo que queda?

Hubo una pausa, cuando Bella tomó el inventario.

—Tengo algunos restos de estofado de cordero y unos pocos


rollitos. Debería ser suficiente si Flick se refrena en esas avaras fauces
suyas.

Flick farseó un cuchillo en su pecho y se hundió en una silla. Una


mujer rolliza, de pelo castaño mechado con gris, llevó una bandeja con
una cesta de pan y dos cuencos de estofado caliente.

—¿Qué travesura habéis estado suscitando los dos? —Bella situó


la comida en frente de ellos y se limpió las manos en el delantal. Kyra se
encorvó en la silla, esperando que Bella no notara su despeinado pelo y
ropas sucias, pero Bella agarró un trapo de una mesa cercana y quitó el
polvo de la espalda de Kyra—. Veo que esta chica ha estado trabajando.

Flick rompió un trozo de pan y lo hundió en el estofado.

—Kyra tuvo una aventura la noche anterior —anunció, ignorando


la mirada de advertencia de Kyra. La frente de Bella se arrugó con
preocupación, pero un siseo sonó desde la cocina. Cuando Bella se
apresuró hasta inclinarse a la caldera, Flick removió su cuenco y
comenzó a escoger trozos de nabo.

—No entiendo —murmuró Kyra, casi para sí misma.

—¿Te estás preguntando por que te dio las monedas? —dijo Flick.
Había hecho una pila de nabos sobre su plato de pan y distraídamente
los empujó hacía Kyra, quien los arrojó a su propio cuenco.

—Se suponía que me pagaría si traía la piedra —dijo.

—El rubí no existía.

Kyra dudó ante la certeza de la declaración de Flick. Él se rió


entre dientes.

—Ah, Kyra, ladrona sin miedo. Capaz de ganarle a una ardilla en


cualquier árbol y correr más rápido que un león de montaña en plena
oscuridad —tiró de su cola de caballo—. Aparta los ojos de las cornisas
de vez en cuando. Realmente podrías ver algo.

Flick era insoportable cuando decidía representar el papel de


hermano mayor, pero hoy ella estaba demasiado curiosa como para
seguirle la corriente. Kyra se cruzó de brazos.

—Por supuesto, abuelo. Comparta su sabiduría conmigo.

Le dedicó una rápida sonrisa antes de atrincherarse en la mesa.

—Kyra, piensa en ello. Digamos que pones a un ladrón a robar un


objeto de algún rico. Le ofreces un pago decente, pero aun así, estás
pagando menos de lo que vale el objeto. El ladrón vuelve con las manos
vacías, jurando que no pudo encontrar nada. ¿Qué sería lo primero que
pensarías?

—¿Crees que él sospecharía que me quede con el rubí? Eso es


estúpido. Si pudiese encontrar alguien que comprase joyas, estaría
viviendo en sus lujosas casas, no robándolas.

—Sabes eso, y yo lo sé. Y tal vez incluso James sabe que es casi
imposible encontrar compradores estos días. Pero había muchas
monedas en juego y James fue sospechoso para nada. Lo sé. Estaba
esperando con él en el lugar de encuentro. Cuando no apareciste a
tiempo…

—Lo sé. Lo siento.

Él le lanzó una mirada severa.

—Debiste hacerlo. Pero cuando no apareciste a tiempo, no


sospechó. No reaccionó para nada. Solo… esperó. Y viste cómo estaba
cuando te estaba haciendo preguntas. Cualquier idiota podría decir que
realmente no le importaba. —La expresión de Flick se tornó seria—.
Mirando atrás, yo mismo soy un idiota. Estaba tan seguro de que te
habías roto el cuello en el Palacio que pasé por alto las otras formas en
las que las cosas podían haber salido mal. Tuviste suerte, Kyra, no
gracias a mí.

—Puedo cuidarme sola —dijo Kyra automáticamente.

Flick se rió.
—Mejor de lo que me habría imaginado nunca de una chica de
diecisiete años.

—¿Así que ahora tengo diecisiete?

Hizo un gran espectáculo mirándola de arriba a abajo.

—Solamente por la altura apostaría que tienes doce, ¿pero no era


diecisiete la última estimación de Bella? ¿Algo sobre ti obteniendo la
pose de una mujer joven? De verdad, deberías escoger un cumpleaños –
deja que Bella te haga un pastel una vez al año.

Kyra puso los ojos en blanco. La versión real de los sucesos era
menos poética. Había comenzado su ciclo menstrual hace tres años y
había tenido la misma estatura el año anterior. Basada en esas señales,
recientemente Bella declaró que Kyra tenía diecisiete años. Kyra decidió
que permitiría a Flick mantener su versión de la historia.

—¿Entonces qué crees que quería James? —preguntó.

—Es un rompecabezas, pero tengo la sensación de que lo verás de


nuevo.

Flick se detuvo mientras Bella dejaba algunos bollos calientes.

—Espera, Bella. —Kyra pescó dentro de la bolsa que James le


había dado y colocó un puñado de monedas en la mano de Bella—. Nos
has alimentado mucho últimamente.

La anciana miró el dinero dubitativamente.

—No robé nada —prometió Kyra—. ¿Verdad Flick? —


Técnicamente, había robado un pañuelo, pero decidió dejar eso de lado.

Flick cruzó las manos detrás de la cabeza, divertido.

—Por una vez, tiene razón. Mejor tómalo, Bella. Nunca sabes
cuánto tiempo pasará antes de que Kyra gane otra moneda de manera
honesta. —Saltó hacia atrás en la silla para evitar la bofetada de Kyra.

Bella dejó caer el dinero en su delantal y Kyra suspiró para sus


adentros con alivio. Bella pagaba a su jefe de su propio bolsillo las
comidas que regalaba, y aunque la cocinera nunca lo admitiría, Kyra
sabía que estaba esforzándose por llegar a fin de mes. Noticias de
incursiones bárbaras en las aldeas exteriores se estaban convirtiendo
en algo común estos días, y como las líneas de suministro a la ciudad
se redujeron, todos los habitantes de Forge se apretaban los cinturones.
Ella se preocupaba de que el bondadoso corazón de Bella fuera
demasiado generoso para su propio bien.

—¿Qué quería ese extraño hombre contigo? —preguntó Bella.

Kyra dudó, sin querer esconder nada a Bella, pero insegura sobre
enfrentarse a su reacción.

—Quería que robase algo del complejo del Palacio.

El plato que Bella estaba limpiando se congeló en el aire.

—¿El Palacio?

Kyra tímidamente relató el resto de la historia y la anciana meneó


la cabeza. Dirigió una mirada acusadora a Flick.

—¿Y la dejaste hacer eso?

—Bella, sabes tan bien como yo que Kyra hace lo que quiere.

Bella sacudió la cabeza.

—¿Estás determinada a correr hacia una muerte prematura,


Kyra? Es todo romance y aventuras hasta que te das cuenta de que no
eres inmortal. —Levantó el plato vacío de estofado de Flick y volvió a la
cocina.

Kyra miró detrás de Bella, intimidada momentáneamente. El


único hijo de Bella se había perdido en el mar años antes de que ella
comenzase a trabajar en el Drunken Dog. Formuló que tenía que ver las
Tierras Lejanas por sí mismo.

—Tal vez tiene razón —musitó Flick—. Los otros chicos y yo…
hacemos un par de incursiones por aquí y allá para encuentros finales,
pero esto es todo lo que tú haces. Y sigues tomando más riesgos.
Realmente no es bueno para una chica. Solo un error en el momento
equivocado…

—Tienes razón, Flick. Cambiaré mis formas. ¿Por qué no me


encuentras un joven que se casará con una chica que pasó la infancia
mendigando en las calles?
Flick, levantó los brazos.

—Solo piénsalo.

—Ya lo hago. No puedo conseguir trabajos esporádicos por la


ciudad como tú. No puedo hacer suficiente como sirvienta para cubrir
mi alojamiento y no tengo ninguna intención de casarme en este
momento. Y sabes que necesito más monedas para las ratas de
alcantarilla.

Mientras Kyra se comía lo último de su estofado, Bella volvió de la


cocina.

—Hablando de ratones de alcantarilla, Idalee estuvo aquí


buscándote.

—¿Idalee? —preguntó Kyra—. No suele venir

—La senté atrás con algo de estofado. No dijo dónde estaría, pero
asumiré que puedes encontrarla.

Flick miró a Kyra.

—¿Te las arreglarás para buscarla?

Kyra reprimió un bostezo.

—Probablemente esté vagando por la ciudad en este momento.


Tomaré una siesta y la encontraré esta noche.

Kyra soñó que estaba escalando. Pero en lugar de las paredes del
Palacio, escalaba una pared de roca en un arenoso paisaje caliente. El
sol pegaba en sus manos y cara y aunque sus brazos se debilitaban
nunca renunciaba hasta alcanzar la cima. Caía la tarde cuando
finalmente despertó. El acantilado permaneció en su mente, pero se
había rendido en darle sentido a sus sueños. En lugar de eso se vistió
para ir a la ciudad. Idalee probablemente terminó con sus rondas del
día, y si Kyra se marchaba ahora tendría buenas oportunidades de
encontrarla.
Mientras salía por la puerta frontal de Drunken Dog, una voz
fuerte la llamó.

—Tú, niña. Con pantalones.

Kyra se giró por costumbre, entonces se arrepintió cuando vio que


quien le hablaba era apenas mayor que una niña, vestida en un vestido
que costaba más de la recaudación de un año de Kyra. Sus dedos
estaban adornados con joyas y las muñecas y cuello estaban rodeados
por talismanes comerciales —capas de basiliscos, piedras de amor— el
tipo de objetos elegantes que el pueblo sincero ignoraba y en el que los
ricos desperdiciaban el dinero. La chica y sus dos escuderos estaban
claramente fuera de lugar en las polvorientas calles fuera del Drunken
Dog. Probablemente encontraba romántico el estar explorando tal
vecindario. Si la despreocupada chica se metía en problemas aquí, sería
el pueblo que vivía aquí quien pagaría por eso.

La chica hizo un gesto imperativo a Kyra.

—Lleva mis bolsas por mí.

Kyra dudó. No tenía ningún respeto por la hija malcriada de


algún noble, pero su escudero parecía cruel. La gente se colocaba
alrededor de ellos, claramente agradecidos de que la chica se fijara en
Kyra en lugar de en ellos.

—Bueno, apresúrate —dijo la chica.

Kyra pudo oír la voz de Flick en su cabeza, diciéndole que no


hiciera nada estúpido.

—Tal vez milady podría tener soldados que llevasen sus bolsas.

La chica puso los ojos en blanco.

—Te pagaré, no finjas que no necesitas el dinero.

Kyra se puso rígida. Cuando finalmente contestó, su voz era baja


y estable.

—Lo siento milady, no soy su caballo de carga.

Los ojos de la chica se abrieron y Kyra corrió hacia un callejón.


Una vez que dio la vuelta a la esquina, trepó por un poste hasta el
tejado. Se asomó por el borde para ver a la hija del noble, que aún
seguía mirando hacia el callejón. No queriendo tentar su suerte,
retrocedió y se apresuró en su camino.

La ciudad de Forge tenía la forma de varios anillos concéntricos.


En su centro estaba el complejo del Palacio, con el castillo como su
corazón y el complejo exterior rodeándolo. Los ricos o “wallhuggers1”
como algunos los llamaban, formaban el primer anillo fuera de las
paredes del complejo, aprovechando la seguridad que proporcionaba el
Palacio. Fuera de ese anillo, artesanos y comerciantes instalaban sus
tiendas, confiando en los ricos para mantener sus negocios. El Drunken
Dog, donde Kyra alquilaba un pequeño cuarto estaba ligeramente fuera
del anillo de comercios —suficientemente lejos del Palacio para evitar
que las autoridades lo notaran, pero suficientemente cerca de los
mercados para cultivar su diversa mezcla de clientes.

Kyra bordeó a lo largo de los tejados, alejándose del distrito de


comercios hasta que alcanzó el anillo más externo de la ciudad. Esta
área también tenía casas y tiendas, pero los edificios estaban menos
limpios y las calles menos ordenadas. Gradualmente, la carpintería de
las casas se veía más deteriorada; los montones de basura en las calles
se hacían más grandes y numerosos.

Bajó y continuó a buen ritmo, deteniéndose periódicamente para


dejar una moneda en alguna mano extendida. Kyra sintió que sus
nervios hormigueaban, su afilada conciencia fuera de sus costumbres.
Cada lugar tenía un recuerdo adjunto. En una calle la esposa del
panadero se desmayó después del atardecer. Una carretera, detrás de
una valla de madera, tenía un espacio pequeño donde un niño pequeño
podía acurrucarse mientras otros pasaban corriendo.

Era en una de esas calles donde Flick la había encontrado hacía


una década. Ella había sospechado de él al principio. La cara limpia y la
ropa sin espinas lo marcaron automáticamente como un forastero. A
pesar de que a los catorce no había alcanzado su plena estatura, era de
casi el doble que ella. Kyra frunció el ceño y se deslizó dentro de uno de
sus escondites, pero él regresó al día siguiente.

—Tus manos parecen pequeñas. ¿Puedes llegar entre los listones


de una valla? —le preguntó a ella.

1
Wallhugger: Una persona que es socialmente extraña o introvertida.
Kyra revisó para asegurarse de que otros niños estaban a la vista
antes de acercarse. Flick le dijo que una señora había dejado caer el
bolso detrás de una valla cerrada. Estaba fuera del alcance de él, pero
si Kyra le ayudaba a obtenerla, le prometía la mitad de las ganancias.
Era muy simple y, sorprendentemente, el chico fue fiel a su palabra.
Después de eso, regresó con más ideas. Aprendió acerca de la
inclinación de Kyra por trepar a lugares altos y ella supo que él vagaba
por las calles porque su madre estaba enfermando demasiado como
para cuidarlo. Con el tiempo Flick comenzó a llevarle comida incluso
cuando no había trabajo.

Se convirtieron en socios de negocios de todo tipo y finalmente


amigos. Fue Flick quien llevo a Kyra al Drunken Dog y la presentó a
Bella, Flick le dijo a Kyra que podría dejar de vivir en las calles si hacía
suficiente dinero. De algún modo, Bella convenció al dueño del Drunken
Dog para que alquilase un cuarto a Kyra, y en retrospectiva, fue algo
bueno que hizo. La mayoría de los niños de los días de más juventud de
Kyra se habían ido. Kyra no tenía ni idea de dónde estaban o siquiera si
seguían vivos.

—¿Plumas de Grifo, milady? Le traen buena suerte. —Un niño


pequeño con pelo fibroso mostró un grupo andrajoso de plumas ante
ella.

Kyra casi pasó por delante de él, luego suspiró y se dio la vuelta.
Todo acerca del chico le delataba como nuevo en las calles, desde el
modo en que no podía mezclarse, hasta su falta de cuidado tratando
extraños. Tomó la baratija del chico entre sus dedos.

—¿Eres nuevo en esto?

Confusión destelló en la cara del chico.

—Solo un cuarto de cobre cada uno, milady.

Kyra se lo entregó.

—No puedes tomar plumas de pollo y decir que son de grifo. Las
personas no son tan tontas.

El chico movió la mano hacia atrás.

—No has visto a un grifo antes.


—No, pero he visto un pollo. Mira, los comerciantes pueden decir
lo que sea acerca de su mercancía y el pueblo no discutirá con ellos.
Pero nadie creerá que tú fuiste por las Montañas Aerin. Terminarás sin
dinero si tienes suerte, o azotado y ridiculizado si no la tienes.

Autentico miedo atravesó sus ojos y la molestia de Kyra pasó a


ser compasión. Sacudió la cabeza y le dio al chico una moneda.

—Es inteligente, te concederé eso. ¿Estás aquí fuera solo?

El chico dudó, después dio una sacudida de cabeza poco


convincente.

—Ven conmigo. Te llevaré con algunos otros.

Ella continuó su camino, si él se negaba a seguirla, le dejaría ir,


pero escuchó al chico caminar detrás de ella. Mientras las calles se
hacían estrechas, los edificios se amontonaban de tal modo que los
pisos superiores colgaban sobre los caminos, bloqueando mucha de la
ya cuarta menguante luz del sol. Cuando era niña, Kyra nunca había
notado el olor a basura y sudor, pero ahora arrugaba la nariz y
caminaba más rápido.

Con el tiempo, Kyra escuchó niños gritando en la distancia.


Siguió el sonido hasta un callejón que se abría a un patio vallado.
Quince pares de pies descalzos brincaban sobre sucio suelo duro. Los
niños tenían polvo en las caras y roturas en la ropa. El juego de esta
noche era nuevo, con reglas que Kyera no reconocía. Pero como los
otros juegos, involucraba muchas carreras. Correr era la forma más
fácil de permanecer caliente.

Kyra bordeó más cerca, y varios niños se separaron del juego,


gritando su nombre. Sonrió y apretó algunos hombros mientras se
reunían a su alrededor.

—Tengo a alguien nuevo para vosotros —dijo, finalmente girando


para dar a conocer al niño grifo—. Mostradle cómo funcionan las cosas.

—Le hemos visto por los alrededores —dijo una niña con brazos
nudosos y enredado cabello negro—. No quería hablar con nosotros.

—Ahora lo hará. —Kyra le dio un empujón hacia los otros antes


de volver con la niña de pelo negro—. ¿Me estabas buscando, Idalee?
—¿Dónde estuviste la noche anterior?

—Trabajando. —Se detuvo por un momento, recordando el


misterioso comportamiento de James—. ¿Por qué viniste al Drunken
Dog? —De muchas maneras el área alrededor del Drunken Dog era más
segura que las guaridas habituales de Idalee, pero a Kyra le preocupaba
el qué era lo que la alejó de sus amigos.

—Lettie está enferma de nuevo.

Kyra frunció el ceño. La hermana menor de Idalee estaba


constantemente enferma.

—¿Me llevas con ella?

Mientras la niña la llevaba por una calle lateral, no pudo evitar


notar cuanto había madurado Idalee desde su primera reunión. Hacía
dos años, Kyra había estado en el vecindario cuando escuchó gritos.
Corrió justo a tiempo de ver a una niña delgada arremetiendo contra un
niño sin pensarlo, golpeándole y derribándole con notable ferocidad. Los
otros niños estaban alborotando y Kyra obtuvo más que unos pocos
moretones al separar a los dos. Llevó algo de trabajo arreglar las cosas,
pero al final supo que uno de los chicos mayores había intentado coger
la cena de Lettie. A pesar de la reprimenda que Kyra había dado a todos
los involucrados, no podía dejar de admirar el espíritu de Idalee, y la
pequeña Lettie le recordaba a su propia infancia en las calles. Mientras
que Kyra nunca admitiría tener favoritos, se encontraba a si misma
pasando más tiempo ayudando a estas dos.

Idalee la llevó a un callejón sin salida, donde varias tablas habían


sido colocadas en un cobertizo. Era muy pequeño para que ella e Idalee
entraran cómodamente, así que Kyra empujó a un lado la tela que
cubría su apertura y miró al interior. Alguien se estremeció debajo de
una pila de mantas.

—¿Lettie?

La forma cambió y una cara pequeña y redonda giró hacia ella.


Los ojos normalmente grandes de la niña estaban medio cerrados y
Kyra pudo deducir por la respiración ronca de Lettie que algo no
andaba bien. Cada vez que la niña respiraba, hacía una mueca. Kyra
puso una mano en la frente de Lettie. Estaba caliente al tacto.

—¿Puede caminar? —preguntó a Idalee.


—Un poco, pero tienes que hacerlo poco a poco, y ella tose si vas
muy rápido.

—Bien, puedo llevarla todo el camino —murmuró Kyra. Pensó por


un momento—. ¿Por qué no me llevo a Lettie conmigo? La llevaré
mañana a un curandero.

Aunque al arrendador de Kyra podría no gustarle el plan. El año


anterior había permitido que Idalee y Lettie se quedaran con ella
durante una tormenta de nieve. Cuando Laman las descubrió había
llevado a un lado a Kyra y le dejó claro que no tenía intenciones de
convertir el Drunken Dog en un orfanato. Bueno, Laman no tenía por
qué saberlo y Bella no diría nada.

Idalee asintió.

—Vamos Lettie, vas a ir a casa con Kyra. —Sacó a su hermana de


las cobijas y ató una pequeña capa gris alrededor de su cuello.

Lettie tosió pero no se quejó. La pequeña susurró una pregunta


mientras tomaba la mano de Kyra.

—¿Qué? —preguntó Kyra. Lettie siempre hablaba en un tono


apenas audible. Se acercó y se rió—. Bueno, no sé si hay más estofado,
pero estoy segura de que Bella tendrá algo igual de sabroso esta noche.

Como Idalee predijo, la caminata de Kyra y Lettie al Drunken Dog


les llevó bastante tiempo. La taberna ya se estaba llenando con una
multitud animada cuando regresaron. Brendel se había establecido en
su rincón favorito y estaba afinando el laúd, en frente de una
brillantemente colorida pintura de dragones y dríadas. Kyra recordó que
iba cantar “Lady Evelyne” esta noche.

—Lettie, ¿quieres escuchar al narrador?

Kyra guió a Lettie a una mesa, luego se metió en la cocina a


buscar algo de comida. Los ojos de Lettie se ampliaron ante el pastel de
pollo que Kyra llevó.

—No te quemes la lengua —dijo Kyra. Lettie agarró la cuchara con


un afán que hizo sospechar a Kyra de que su advertencia era inútil.
Mientras ambas lo removían, Brendel tocó unos pocos acordes y se
aclaró la garganta.
—Buenas noches, buenas damas y caballeros. —Hubo algunas
interrupciones de buena naturaleza de la audiencia, las cuales el joven
narrador de historias reconoció con una sonrisa encantadora—.
Siempre me gustó la historia de la noble Lady Evelyne y sé que a
muchos de ustedes también. Está noche, tengo el honor de tocar para
ustedes el primer acto, el cual acabo de terminar de escribir —hizo una
seña de contar con los dedos— hace siete horas.

Cuando la risa se atenuó, Brendel lanzó los primeros acordes.


Cantó la parte del Felbeast —la criatura de gigante que asolaba los
campos hace mucho tiempo. Kyra miró nerviosamente a Lettie durante
uno de los gruñidos más convincentes de Brendel, pero la niña,
fascinada por su rápido movimiento de dedos, parecía imperturbable.
Entonces, el narrador cambió a una melodía más suave. En un falsete
alto, cantó la parte de Lady Evelyne. Ella lloraba por su pueblo y se
preguntaba si la carnicería podía ser detenida. La noble dama reunió
coraje, se despidió de su familia y prometida entró al bosque para
confrontar al felbeast.

—Así es como sabemos que la balada no es cierta —dijo una voz


familiar en el hombro de Kyra—. Un auténtico rico habría sacrificado a
una sirvienta en su lugar.

Kyra giró la cabeza.

Detrás de ella, James inclinó la cabeza en saludo.

—Es un placer verte de nuevo. ¿Te unes a mí por una jarra?


Tres
Traducido por Xiime~
Corregido por katiliz94

La canción de Brendel inundó a Kyra mientras luchaba por


recuperar su sentido común.

—¿Ahora? —preguntó.

Él le dio una sonrisa burlona.

—A no ser que estés dispuesta a oír la balada.

Kyra inclinó la cabeza hacia Lettie, que estaba tan absorta en la


actuación de Brendel que aún no había notado a James.

—No puedo dejarla sola.

—Estará bien. Sigue mirándola mientras hablamos.

Kyra escaneó la habitación, esperando ver a Flick en la multitud,


pero no estaba ahí. Por un momento Kyra consideró decirle a James
que en realidad sí quería oír el resto de la balada. Pero, ¿de qué tenía
miedo? Lo único que James había hecho hasta ahora había sido pagarle
de más. Kyra compuso sus facciones y asintió. Lettie apenas la miró
cuando le tocó el hombro y le dijo a dónde iba.

James la llevó a una mesa cercana. Mientras Kyra se deslizaba en


el banco frente a él, James le hizo señas a una camarera y ordenó dos
jarras de cerveza.

—¿Confío en que descansases algo esta mañana? —preguntó.

—Sí.

El silencio subsiguiente fue interrumpido por la camarera


volviendo con la cerveza. James empujó una jarra hacia Kyra. Ella se
mojó los labios, pero no tomó.

—¿Hace cuánto has estado en tu profesión actual, Kyra?


—Aproximadamente ocho años. —Kyra envolvió las manos
alrededor de la jarra. El frío se filtró en sus palmas y la hizo
estremecerse.

—¿Es una buena vida?

Dudó.

—¿Por qué preguntas?

—Por supuesto, me disculpo por mi rudeza, —dijo suavemente—.


Tienes razón en sospechar. Pregunto porque estábamos impresionados
por tu trabajo de anoche.

—¿Quién es “nosotros”?

—Estamos buscando a alguien con tus habilidades. Tu agilidad,


cómo puedes moverte sin ser vista. Estuviste buscando en el recinto
durante más tiempo del que habías planeado sin ser atrapada, y
mantuviste la compostura cuando no pudiste encontrar el botín. Veo
que tus habilidades te han servido bien en tu actual forma de vida.

—Soy una ladrona —dijo cortante.

—Una ladrona —hizo eco él—. ¿Cuántas monedas consigues


como ladrona?

—Las suficientes. —No consiguió evitar sonar a la defensiva.

James escaneó la sala de estar.

—Las suficientes como para alimentarte y pagar por un albergue


decente. —Su tono hizo la oración más una pregunta que una
afirmación. Kyra sintió una sensación molesta en el estómago. ¿Acaso
sabía que estaba corta de dinero? No estaba en peligro de ser
desahuciada, pero recientemente se había vuelto mucho más difícil
pagar su albergue. La ciudad entera estaba sufriendo los ataques en las
afueras.

James continuó.

—¿Por qué alguien con tus talentos tiene que pelear por la renta?

Así que lo sabía. ¿Qué más sabía sobre ella?


—Debemos ser cuidadosos —dijo ella—. Los Wallhuggers
sospechan si pasan demasiadas cosas.

—¿Entonces por qué no mudarse a casas con menos guardias?

—Si alguien puede comprar guardias para vigilar sus baratijas,


tiene más de lo que debería. No ando robando a alguien el dinero para
el pan. E incluso con los Wallhuggers, necesitamos tener cuidado con lo
que tomamos. No arriesgaré mi cuello por una colección de joyas
cuando nadie en la ciudad compra ya las piedras. La gente está
asustada por los asaltos. —Kyra hizo una pausa y lo miró a la cara—.
En realidad, me estoy preguntando con quién habrás arreglado el tomar
ese rubí.

—Ah, el rubí. —James encontró su mirada con la de Kyra,


alzando los bordes de la boca como si estuviera compartiendo una
broma privada—. Una pena que no pudieras encontrarlo. —Bien podría
haber admitido directamente que el rubí nunca había existido—.
Tratamos más que nada con Wallhuggers, —siguió James antes de que
Kyra tuviera posibilidad de seguir pensando al respecto—. Si trabajases
con nosotros, no tendrías que preocuparte por robar la cena de alguien.
No tendrías que preocuparte por el dinero en absoluto. Cuidamos bien
de los nuestros.

—¿Qué tan bien e eso?

—¿Te gustaría tener una casa en la ciudad?

—¿Una casa?

El solo pensarlo le secó la boca. Solo los nobles y mercaderes


poseían propiedades. Lo que él ofrecía era imposible. Aunque con la
manera en que le había pagado esta mañana…

—Aún no me has dicho quiénes sois, —dijo.

—Somos un grupo que aprovecha las oportunidades cuando las


vemos. —Escogió sus palabras cuidadosamente, eligiendo la forma de la
oración como un joyero elige piedras—. A veces cooperamos con otros; a
veces hacemos nuestros propios planes.

—Y vuestros planes no siempre están de acuerdo con los del


Palacio, —terminó Kyra.
—El Palacio sirve al dinero y el privilegio. Siguen las leyes porque
las leyes les van bien. El resto de nosotros tiene que luchar para
controlar nuestro destino.

Varios factores encajaron en su lugar repentinamente. Las


palabras y la apariencia de James —su rapidez y el aura de letalidad
silenciosa que lo rodeaba— atrajeron viejas historias a la mente de
Kyra.

—El Gremio de Asesinos —soltó.

Él curvó los labios en una sonrisa.

—Hay algunos en la ciudad que nos llaman así.

Imágenes pasaron por la mente de Kyra. Una banda secreta de


hombres que ejercían poder en el bajo mundo de Forge. Asesinos
mortales que mataban con impunidad.

—¿Los murmullos son ciertos, entonces? ¿El Gremio ha vuelto?

—Depende de qué historias hayas escuchado. No somos asesinos


a sueldo. Solo hacemos lo que es necesario para conseguir nuestros
objetivos.

—¿Y cuáles son esos?

—Como iba diciendo, la ciudad favorece a los que han nacido en


el poder. Pero no todos en el poder lo usan bien, y no todos los que
tienen dinero lo merecen. Actuamos… como la fuerza de una balanza.
Para asegurarnos que aquellos nacidos en las afueras de las murallas
del Palacio no son pisoteados por aquellos nacidos dentro.

Ella bufó.

—¿Estás diciendo que el Gremio es como el héroe de un contador


de historias? No puede ser todo falso.

Su sonrisa fue rápida y tensa.

—Por si no lo habías notado, el Palacio tiene ejércitos a su


disposición. Necesitan ser convencidos con más que simples palabras y
un apretón de manos.

Kyra sacudió la cabeza.


—Vuestros objetivos son demasiado planeados para mí. Solo hago
lo necesario para sobrevivir.

—Eso dices tú, pero tus acciones muestran otra cosa. ¿No me
acabas de decir que solo robas a los ricos? Pero no es necesario que
compartas nuestros objetivos para ayudarnos. Los beneficios que
obtendrás serán más inmediatos.

Kyra notó que había empezado a inclinarse más lejos. Quizás él


también lo había notado, porque continuó—: No te necesitamos como
asesina. Eres demasiado pequeña. Supongo que eres inútil en una
pelea, a pesar de tu velocidad.

Aunque retrocedió ante la idea de matar por alquiler, se enfureció


ante su tono despectivo.

—¿Entonces para qué me queréis?

—Por las habilidades que has construido en estos pasados ocho


años. Necesitamos a alguien que pueda entrar en el Palacio sin ser
notado.

—Si queréis que os consiga algo, solo contratadme.

—No puede ser trabajo por trabajo. Eres buena, pero


necesitaremos entrenarte más. Necesitarás reunir información del
Palacio sin alzar sospechas.

—¿Qué había de malo con la manera en que entré en el Palacio


anoche?

Ahora lucía divertido.

—Vuelvo a disculparme. No fui claro. Sabemos que puedes entrar


en las instalaciones exteriores del Palacio. Lo que necesitamos es
alguien que pueda hacer lo mismo, pero en la Fortaleza.

Kyra dejó salir el aire con un siseo.

—Eso es peligroso.

—No me pareces alguien que se preocupa por eso. Serás bien


compensada, por supuesto.

—¿Cuál es el punto si estoy muerta?


—¿Estás rechazando mi oferta, entonces?

Kyra abrió la boca para decir que sí, pero no salió ningún sonido.
A pesar de la locura de lo que le estaba proponiendo, estaba intrigada.
No tenía ninguna razón para rechazarlo completamente en este
momento.

—Lo pensaré —dijo.

—Muy bien, —respondió él—. ¿Ves a Rand ahí? —Señaló a un


hombre pelirrojo tomando en una de las otras mesas.

Ella asintió.

—Si cambias de opinión, díselo. Él sabe dónde encontrarme.

—¿El Gremio de los Asesinos? —preguntó Flick—. Creí que los


asesinos estarían demasiado ocupados intentando matar gente como
para andar gobernando la ciudad en secreto.

Flick sostuvo a Lettie más arriba en sus brazos mientras él y Kyra


se movían entre caballos, gente y carretas. Lettie estaba más débil hoy,
apenas moviéndose cuando se acurrucó en el hombro de Flick.

—Dice que no son asesinos por alquiler —volvió a explicar Kyra.

—¿Qué hacen, entonces, cocinar magdalenas para alimentar a los


huérfanos?

Ella había tenido las mismas dudas, pero por alguna razón era
molesto escucharlas viniendo de Flick. Frunció el ceño.

—Tú tampoco eres un gran ciudadano.

Él ignoró su burla.

—¿Qué es exactamente lo que ese James quiere de ti?

—Lo mismo que he estado haciendo –asaltar y buscar. No fue más


específico. —Respiró profundamente—. Podría usar el dinero.
Flick estuvo en silencio por un momento.

—¿Qué tan atrasada estás?

—Puedo pagar mi albergue ahora con lo que me dio James. Pero


aún voy de trabajo en trabajo. No me gusta eso.

Él frunció el ceño y cambió el peso de Lettie a su otra cadera.

—Quizás yo podría ayudar.

—No, no puedes. Tienes tus propios problemas de dinero. ¿Y por


qué estás discutiendo tanto? Normalmente eres el primero en planear
algo contra los Wallhuggers.

No le discutió eso, pero después de otra pausa, le volvió a hablar

—Quizás podemos pensar en otra cosa. No confío en él.

Se detuvieron frente a una cabaña.

—Esta es la casa de Miranda, —dijo Flick, liberando un brazo


para golpear la puerta.

—¿Cómo la conoces?

—Nos contrató a mí y a un amigo una vez para arreglarle la


pared.

Una mujer pequeña con cabello plateado y manos marchitas


respondió.

—¡Flick! —Miranda sonrió y extendió los brazos para darle un


abrazo. Kyra puso los ojos en blanco cuando no estaban mirando. Esto
era típico de Flick. Lo contrataban para hacer un trabajo, y en el
próximo encuentro la mujer lo saludaba como si fuera un hijo perdido
de hace tiempo. Flick siempre estaba intentando que Kyra conociera
más gente, y algunas presentaciones iban mejores que otras.

—Esta es mi amiga Kyra —dijo Flick empujándola al frente—. Y


esta… —le dio una palmadita en la cabeza a Lettie—, es nuestra
paciente. —Lettie sonrió tímidamente y se aferró a su pecho.

El olor de hierbas secas golpeó a Kyra cuando entró. Buscó la


fuente y vio repisas con frascos en las paredes, cuidadosamente
etiquetadas con escritura precisa. Kyra reconoció algunos de los frascos
—menta, raíz de diente de león, sauce. Otros parecían ser del otro lado
de las Aerins, lo que era intrigante. No muchos curanderos podían
alardear de tener hierbas tan poco comunes. Un frasco vacío decía
ALGAS—NINFA CRECIDA. Otro, que decía COLA DE GRIFO, tenía unas
pocas plumas raídas en el fondo. Kyra notó que no lucían para nada
como las plumas de pollo que había estado vendiendo el chico en la
calle. Mientras tanto, Miranda estaba escuchando la respiración de
Lettie, mirándole la lengua, y ocasionalmente haciéndole preguntas a
Kyra.

—Sus pulmones son débiles, —dijo finalmente la curandera—.


Puedo darle hierbas, pero lo mejor sería solo mantenerla en calor. —
Miranda mezcló algunas hierbas con agua y las puso a hervir en la
estufa—. Va a costar más que lo usual, me temo. Las medicinas son
escasas desde que los Demon Riders comenzaron a asaltar los campos.
No los he visto —dijo Miranda—, pero sí he ido a ayudar a los heridos.
Los sobrevivientes hablan de gente que cabalga en los lomos de bestias
gigantes.

—¿Qué tan malos son los asaltos? —preguntó Flick.

—Vienen rápido, se van rápido. Buscan más que nada ganado,


pero son brutales con los que se les resisten. Es algo horrible de ver. —
Miranda suspiró—. Ayudo a los que puedo, pero por muchos ya no se
puede hacer nada una vez que llego. Las caravanas ya no viajan tan
seguido desde que comenzaron los asaltos, y han subido los precios por
todos sus bienes. Es imposible encontrar ingredientes inusuales. Podría
haber evitado las infecciones de algunas personas si hubiera tenido
cabello de dríada, pero las caravanas del Far Ranger ya no vienen más.
Vienen desde muy lejos, cruzando las Montañas Aerin, como para
arriesgarse a perder todo a manos de los barbaros.

—¿Cabello de dríada? —preguntó Flick. Como Kyra, era escéptico


de historias fantásticas del otro lado de las montañas.

—Uno de los mejores remedios que conozco, —dijo Miranda—.


Nada de este lado de las montañas, ni hierbas, raíces ni animales, se le
acerca siquiera. Pero los suministros se acabaron. —Miranda sacó la
cacerola hirviendo del fuego y coló su contenido con un trozo de tela,
separando las hojas—. Pero basta de eso. Asustaremos a la niña. Solo
tened cuidado si dejáis la ciudad. —Pasó la poción a una botella de
cuero y se la dio a Kyra—. Haz que respire el vapor cuando tenga
dificultades.
—Ven aquí, Lettie. —Kyra abrió la botella y la puso bajo la nariz
de la niña. Ella inspiró obedientemente varias veces—. ¿Te sientes
diferente? —preguntó Kyra.

Lettie asintió.

—Duele menos.

Kyra escrudiñó a la chica, sorprendida de que las hierbas


funcionaran tan rápido. Pero sí parecía haber una diferencia. Ya no
había tensión en el rostro de Lettie, y ya no hacía gestos de dolor
cuando respiraba.

—Esta poción debería durar una semana, —dijo Miranda—.


¿Quieres algunas hierbas para hacer más? Serían cuatro monedas de
cobre por calibre.

—¿Cuánto necesitaríamos? —preguntó Kyra,

—Podemos probar tres semanas y ver si mejora.

Para tres semanas necesitaría doce cobres. Kyra hizo algunos


cálculos mentales. Si compraba la medicina, ¿le duraría el dinero hasta
que encontrara otro trabajo? Sería apretado, pero probablemente podría
lograrlo. Sacó su monedero y pagó a la curandera, volviéndole a
agradecer mientras se marchaban.

—¿Por qué no regresas? —dijo Kyra a Flick cuando ya estaban


fuera de la casa de Miranda—. Llevaré a Lettie directamente hasta
Idalee. No quiero que estén separadas mucho tiempo.

—¿Sabes cómo ir desde aquí?

—Bastante bien.

Flick se enderezó, con una sonrisa perezosa en su rostro.

—Bien entonces, pasaré por el distrito de la lana en mi camino de


regreso.

Kyra alzó una ceja.

—¿Aún estás cortejando a la hija de ese mercader? Está un poco


por encima de tu puesto, ¿no crees?
—¿Encima de mi puesto? Te recuerdo que soy el hijo de un noble.

—El hijo bastardo.

Flick alzó los brazos estirándose exageradamente mientras se


alejaba.

—Aun así estoy más cerca que tú.

Kyra lo vio irse, animada ligeramente por su buen humor. Flick


no había visto a su padre desde que había muerto su madre. Ella
también había sido una hija de mercader, pero la echaron de la familia
cuando descubrieron de su aventura con el padre de Flick. Consiguió
seguir siendo su amante, hasta que se enfermó y el noble perdió
interés. Cualquier mención de su padre ponía a Flick de mal humor,
pero parecía que incluso las heridas profundas sanaban con el tiempo.

Kyra ató la medicina a su cinturón.

—¿Quieres intentar caminar? —le preguntó a Lettie.

Su progreso era lento, pero no estaban apuradas y era interesante


explorar una nueva parte de la ciudad. Estas calles eran más tranquilas
que las que rodeaban el Drunken Dog, las casas estaban más
separadas. Mientras caminaban, Kyra pensó en la oferta de James.
Flick tenía razón. Había algo inquietante sobre James. Pero aun así, la
idea de un trabajo interesante y paga regular era tentadora.

Delante de ellas la calle se hacía más angosta hasta convertirse


en una pasarela. Dos Escudo Rojos estaban en los escalones de abajo, y
Kyra suprimió su instinto usual de huir. Era poco probable que
estuvieran tras ella, y retroceder solo atraería la atención. Uno de los
Escudo Rojo, un tipo feo con barba color óxido la detuvo cuando ella y
Lettie se acercaron.

—Peaje de puente. Un cobre.

—¿Peaje? —preguntó Kyra.

—Un cobre. ¿Qué es lo que está lento, tus oídos o tu cabeza?

Sabía que no debía responder a su insulto.

—No había oído de ningún peaje de puente —dijo.


El otro Escudo Rojo, un hombre bajo y fornido con nariz ancha,
se acercó.

—Nuevas órdenes del Palacio. Esta semana —dijo con una


sonrisa de suficiencia.

Era una farsa. Los Escudo Rojo estaban juntando para sus
bolsillos, y no les importaba si Kyra lo sabía. Si era inteligente, pagaría
la cuota y seguiría su camino. Pero ya le quedaban pocas monedas
después de haber comprado la medicina de la niña.

Kyra tomó la mano de Lettie.

—Iremos por el otro lado.

Había dado dos pasos cuando una mano se cerró entorno a su


brazo.

—Eso va contra las reglas, niña —dijo Barba Oxidada—. Paga.

Kyra se congeló, forzándose a no encogerse por el agarre. Si


estuviera sola, podría haber sido capaz de correr, pero no con Lettie.
Buscó una moneda en su monedero, intentando no mostrar
resentimiento en su rostro cuando la entregó. Barba Oxidada sonrió
mientras se la guardaba. Su amigo se alejó, viéndose satisfecho, pero
Barba Oxidada la escrudiñó.

—La cuota subió, —dijo—. Hay un cargo extra para los que
intentan evitar el primer pago.

Él fue a agarrar su monedero, claramente sin esperar resistencia,


pero ella dio un paso hacia atrás, alejando su monedero con una mano
mientras empujaba a Lettie detrás de ella con la otra.

—Aleja tus manos, cerdo.

Se arrepintió de sus palabras tan pronto las dijo. El Escudo Rojo


entrecerró los ojos, y Kyra apenas tuvo tiempo para gritarle a Lettie que
corriera antes de que el Escudo Rojo se lanzara hacia Kyra, agarrándole
el brazo. No era tan rápido como podría haber sido, y Kyra se hizo a un
lado, evitando su agarre. Mientras él perdía el equilibrio, ella se alejó,
buscando a Lettie en las calles y sintiendo una ráfaga de alivio cuando
vio a la niña desapareciendo en un callejón. Antes de que Kyra pudiera
seguirla, el Escudo Rojo la agarró del codo y la tironeó hacia atrás. La
agarró de la muñeca, sujetándole los brazos. Kyra gritó y le pisó el pie.
El agarre se aflojó, y ella le pegó con el codo. El hombre se dobló en dos,
y ella se salió de sus brazos.

Cuando se liberó, el amigo se acercó de frente y apuntó una piña


a su cabeza. Sintió que el dolor explotó en un lado de su rostro y se
cayó fuerte en el barro. Inhaló trabajosamente, sorprendida y cegada.
Sintió un peso cuando uno de ellos se sentó a horcajadas sobre ella y le
sostuvo el brazo contra el suelo. Desesperada, le pinchó los ojos con su
mano libre. Él maldijo y levantó el brazo para dar otro golpe. Ella
levantó la mano sobre su cara y miró a otro lado.

Hubo un golpe, un grito de sorpresa y luego el Escudo Rojo que


estaba sobre ella se desplomó hacia delante. Alguien se lo sacó de
encima, y Kyra se levantó en un codo, respirando dolorosamente.
Ambos atacantes estaban tirados en el suelo, inconscientes. Sobre ellos
había un hombre que lucía vagamente familiar.

—Basura mugrosa de Palacio. —Su rescatador escupió en el


suelo. Era de altura promedia, fornido y usaba una túnica de lana
ordinaria de plebeyo. Cabello color zanahoria coronaba un rostro pecoso
arruinado por una cicatriz sobre una ceja. Se volteó hacia ella—. James
me dijo que te vigilara.

Ahora recordaba. Este era Rand, el hombre al que le había


apuntado James en Drunken Dog. ¿La había estado siguiendo? Dadas
las circunstancias, no podía forzarse a estar enfadada.

Rand fue de un Escudo Rojo al otro, comprobando su pulso.

—Vivirán, —dijo. Le ofreció una mano y ella la tomó, haciendo


muecas de dolor por sus nuevos moretones mientras se ponía de pie
con su ayuda. Sentía húmedo el lado de su pierna, y miró hacia abajo.
Cuando el olor de las hierbas llegó a sus fosas nasales, se le hundió el
corazón. La poción de Lettie se había derramado durante la pelea. Tomó
la bolsa de hierbas en su cintura. Estaba rasgada, y había hojas secas
desparramadas por el suelo.

—Las hierbas —exhaló.

Rand no sentía compasión.

—Esa es la última de tus preocupaciones en este momento.


Debemos irnos.
Kyra sabía que tenía razón, pero no podía dejar de pensar en las
hierbas. Habían sido tan caras.

De repente, recordó que Lettie aún estaba escondida. Corrió en la


dirección en la que la niña había corrido, gritando su nombre, y suspiró
con alivio cuando una figura salió de las sombras. Mientras Kyra se
acercaba corriendo, vio a Lettie alejarse con miedo. Kyra alzó una mano
hacia su rostro. Tenía la mejilla pegajosa con sangre, y se dio cuenta de
lo aterradora que se veía.

—Está bien, Lettie, estoy bien, —dijo, estirando los brazos. Tomó
las manos a Lettie y se volteó hacia Rand—. Tengo que llevarla con su
hermana.

Él le echó un vistazo a la niña y dio un asentimiento brusco.

Procedieron en silencio hacia el vecindario de Lettie. Cuando se


escucharon voces de niños adelante, Kyra se detuvo.

—Lettie, ¿puedes ir el resto del camino tú sola? —No quería que


Idalee la viera de esa manera—. Dile a Idalee que te mantenga caliente.
Volveré con más hierbas para ti.

Lettie asintió.

—Bien. Ve. —Empujó a Lettie hacia el patio. Cuando estuvo


convencida que la niña se había reunido a salvo con los otros niños,
Kyra suspiró y se permitió decaer.

—Si vas a andar combatiendo con Escudos Rojos, por lo menos


deberías llevar una daga —dijo Rand.

—No suelo hacer estas cosas.

—Que pena.

No se molestó en contestar.

Con solo ellos dos caminando, el silencio era más notable, pero no
estaba de humor para conversar. Solo cuando casi habían llegado a la
taberna, Rand volvió a hablar.

—Es trabajo de James convencerte de que te unas a nosotros —


dijo—. Así que no voy a perder el aliento hablándote. Pero no tienes por
qué dejar que los guardias te pisoteen así. Te enseñaremos a luchar, a
cuidar de ti misma. —Se detuvieron en la puerta trasera de la taberna.
Rand no la siguió hasta el escalón de la puerta—. Solo piénsalo —dijo
antes de irse.

Kyra lo observó irse, luego se volteó hacia la taberna. Puso la


mano en el picaporte y comenzó a girarlo. Aún era temprano en la
noche. Incluso desde ahí fuera, podía ver la multitud por la ventana, oír
el zumbido de la conversación. La gente iba a verla entrar. Le iba a
llegar el rumor a Bella.

Los moretones de Kyra comenzaron a latir, como si su cuerpo


quisiera darle un reporte detallado de todo lo que necesitaba arreglo. De
repente estaba enfadada, con los Escudos Rojos por atacarla, con ella
misma por bajar la guardia, y con la ciudad y todos los que estaban en
ella por hacer todo tan difícil. Kyra dejó relajar la mano, y el picaporte
se volvió a trabar con un chasquido. Retrocedió unos pasos
trastabillando. Luego se volteó y corrió a la calle.

—Rand —gritó. Él ya estaba a más allá de la mitad de la calle,


pero se detuvo y se volteó. Ignorando los músculos adoloridos, Kyra
trotó hasta alcanzarlo.

Abrió la boca y dudó. A Flick no le gustaría esto, tampoco a Bella,


pero sacó ese pensamiento de su mente.

—Llévame hasta James —soltó abruptamente antes de poder


cambiar de opinión.

—Sígueme —respondió Rand. Y dando la vuelta, la llevó de vuelta


a la ciudad.
Cuatro
Traducido por Xiime~
Corregido por katiliz94

Lo siguió a un vecindario tranquilo, con pocas tabernas e incluso


menos gente en las calles oscuras. Rand no tomó en cuenta sus
heridas, y Kyra se apresuró por mantener el paso. Le dolía la cabeza, y
varias veces se asustaba al oír una voz de hombre detrás de ella, solo
para darse cuenta de que el que hablaba ni siquiera la estaba mirando.
Rand la condujo fuera de la carretera y a través de un terreno vacío,
finalmente deteniéndose frente a un enorme edificio de madera. Se veía
como un almacén usado por caravanas de trueque, con forma de caja y
funcional, de dos pisos de altura y construida con madera barata.

—¿Aquí es? —preguntó. Había esperado algo más clandestino. Un


escondite subterráneo, quizás, o una habitación detrás de una pared
falsa.

Rand abrió la puerta, y Kyra se encontró en un corredor


igualmente insulso. A su izquierda, una entrada daba a una habitación
gigante llena de cajas. Había algunos hombres holgazaneando dentro, el
tipo de hombres duros que Kyra usualmente evitaba. Se la quedaron
mirando, y Kyra corrió detrás de Rand.

Él golpeó una puerta al final del corredor.

—Entra —dijo James.

La voz le envió un escalofrío por la espalda. Kyra se preguntó


brevemente si estaba cometiendo un error, pero Rand le hizo con la
cabeza un gesto para que entrara. El estudio donde entraron estaba
escasamente amueblado e inmaculadamente limpio. James estaba
sentado frente a un amplio escritorio de cara a la puerta. Miró a Rand y
luego a Kyra, barriéndola con la mirada de pies a cabeza. Kyra bajó los
ojos, repentinamente avergonzada de su estado maltratado. Si James la
había encontrado impresionante alguna vez, estaría en apuros para
mantener esa opinión ahora.

—¿Qué es esto? —preguntó James.


—Escudos Rojos —dijo Rand.

James escudriñó a Kyra otra vez, como si estuviera haciendo un


catálogo mental de cada moretón y rasguño.

—Se suponía que tenías que vigilarla —dijo a Rand.

—Está viva, ¿no?

Se miraron, intercambiando comunicación no verbal, y luego


James se volteó hacia Kyra.

—Lávate en el tazón de allá atrás. Rand te mostrará el camino.

Le tomó un momento a Kyra reconocer sus palabras como una


despedida. Se ahogó en un agradecimiento antes de seguir a Rand hacia
la puerta trasera. Se abrió a un patio sucio. En el centro había un barril
de agua que se veía suficientemente limpia. Kyra sumergió los brazos
rasguñados y se lavó la suciedad cuidadosamente. Cuando terminó,
Rand le dio una pila de trapos y fue adentro. Aliviada de estar sola,
Kyra humedeció un trapo y se salpicó agua en la cabeza, dejando salir
el aire lentamente cuando las gotas pasaron por el lado hinchado de su
rostro. Su pánico por el ataque se había ido, y en su lugar había una
emoción que no podía nombrar. Era como si el suelo fuera inestable, o
como si los edificios a su alrededor pudieran colapsar sin aviso. Nada se
sentía seguro.

—Rand dice que no llevas un cuchillo.

Kyra saltó ante la voz. Se volteó para ver a James apoyado contra
el marco de la puerta.

—No lo necesito. Normalmente puedo escaparme —dijo—. Pero


esta vez andaba con una pequeña.

—¿Dos Escudos Rojos intentaron robarte el dinero?

Kyra asintió. Tenía el cabello mojado pegado a la frente, y se lo


corrió.

—¿Entonces qué vas a hacer? —preguntó James—. ¿Ir al juez?


¿Quejarte de soldados con mal comportamiento?

No había sarcasmo manifiesto en su voz, pero no era realmente


una pregunta. El Palacio estaría más inclinado a arrestarla que a
ayudarla, y James lo sabía. Kyra lo miró, luego se miró los brazos
rasguñados, y sopesó sus opciones en la balanza.

—Si me uno a vosotros, ¿qué trabajos tendré que hacer?

—Observar el Palacio. Quiero saber la forma de la Fortaleza. Tu


primer trabajo será trazar el mapa, comenzando por el perímetro, y una
vez que hayas terminado, moviéndote hacia el centro.

—¿Dibujar mapas? ¿Eso es todo?

—Ese es el primer paso. Tengo un trabajo más grande para ti


para después.

—¿Y cuál es?

—Te lo diré en unos meses, cuando estés lista. No puedes conocer


todos nuestros secretos de una sola vez. Si haces ese último trabajo, te
conseguirá una casa. Pero de cualquier forma, te pagaremos bien.

La voz de Flick se hizo eco en su cabeza, palabras de precaución


que no conseguía ignorar.

—Si me atrapan en el Palacio, y la gente sabe que trabajo con


vosotros, no será bueno.

James se rió entre dientes.

—De todas las objeciones posibles, no me esperaba esa. Si el


Palacio te captura ahora, estarás en un aprieto ya sea que estés con
nosotros o no, te lo prometo. Si te nos unes, estarás mejor pagada,
mejor entrenada y más segura. Has visto lo que puede hacer Rand. Ni
siquiera es el mejor de nosotros. Pero solo hay una cierta parte que se
puede ver desde fuera.

—¿Me vais a entrenar?

—Te enseñaremos a arreglártelas con un cuchillo y a tener uno.


Eres rápida y tienes habilidades. No hay razón para que esta noche
tuviese que terminar así.

Había algo en la manera en que se comunicaba y la seguridad en


sus palabras —una promesa que no podía forzarse a rechazar. Kyra
retorció el trapo en la mano. Flick y Bella aparecerían. Siempre lo
hicieron antes.
—Lo intentaré —dijo ella.

James asintió, curvando la boca en una ligera sonrisa.

—Encantado de oírlo. Bienvenida al Gremio.


Cinco
Traducido por Xiime~
Corregido por katiliz94

No hubo ninguna advertencia. Ningún sonido, ningún grito de


alarma. Tristam había estado cabalgando con Jack en una patrulla en
las afueras de la ciudad y había quedado ligeramente atrás cuando
doblaron una esquina. Cuando lo alcanzó, Jack estaba tirado bocabajo
en el camino, cubierto de barro y haciendo muecas de dolor. Tristam se
quedó mirando un momento antes de que su entrenamiento tomara el
mando. Desenvainó la espada y alzó el escudo, apenas respirando
mientras escaneaba la carretera buscando enemigos.

Pero no había nada, solo campo abierto con ganado y el peñasco


que acababan de rodear. Había pájaros piando en el fondo, ignorantes a
cualquier desastre.

—¿Qué pasó?

Jack tosió.

—Estúpido caballo —dijo con voz ronca—. No sé qué se le metió.

Tristam miró a Jack, luego a su caballo pastoreando


pacíficamente en la cercanía, y las palabras de Jack tomaron forma
lentamente.

—¿Te tiró el caballo? ¿En una patrulla de rutina? —Hizo un


medio intento de contener la primera carcajada, luego se rindió y se
dobló por la mitad de la risa. Jack era un talentoso encantador de
caballos y poseía un sorprendente entendimiento con cualquier corcel
que cabalgara. Tristam nunca lo había visto tener problemas con un
caballo, ni hablar de caerse de uno.

Jack frunció el ceño.

—Una vez que hayas terminado de reírte, ¿me ayudas a pararme?

Tristam desmontó y se agachó a su lado.


—¿Qué pasó?

—Gray se asustó justo después de doblar la curva. No sé qué fue.

—¿Te rompiste algo?

—No, pero me golpeé la cabeza.

Tristam le ofreció un brazo a Jack. Su amigo se levantó del suelo,


tambaleándose, luego se enderezó lentamente. Una vez de pie, Jack
intentó caminar, pero no tenía equilibrio. Primero se dirigió a un lado,
luego al otro, tropezándose hasta que se agarró al tronco de un árbol
cercano.

—¿Cómo te sientes?

—Mareado.

Tristam sintió una leve punzada de culpa por haberse reído.

—Quizás deberías descansar en esta ronda y unirte en la


próxima.

Jack asintió, con el ceño fruncido.

—Solo me sentaré en esa roca por un rato.

Fue tambaleando hacia ella, tropezándose salvajemente de un


lado a otro otra vez. Y repentinamente, Tristam entendió.

—Aquí, déjame ayudarte. —Pasó el brazo de Jack sobre su


hombro, hundiéndose un poco bajo su peso mientras avanzaban hacia
la roca. Después de cinco pasos, puso la mano en la espalda de Jack y
empujó, el mismo tiempo enganchando la pierna de Jack para sacarla
de debajo de él.

Jack aulló y se cayó hacia delante, rodando sobre su hombro y


saltando de vuelta a sus pies con una agilidad sorprendente para
alguien con una herida de cabeza. Se rió mientras se sacudía el polvo.

—¿Así es como tratas a tus camaradas heridos?

Tristam puso su expresión más severa.

—Te lo merecías. Debería delatarte por eludir el deber.


—¿Eludir el deber? —El rostro de Jack cayó en una máscara de
inocencia bien practicada—. ¿Por qué haría algo tan irresponsable?

—Supongo que esa morocha en la carretera poniéndote ojos de


corderito tiene algo que ver al respecto. ¿Qué podías hacer? ¿Doblar la
esquina, saltar del caballo, y embarrarte todo?

Jack le pegó un golpe en broma a Tristam, quien se salió del


camino, pero no lo suficientemente rápido para evitar el impulso que
siguió. Tristam atrapó a Jack en un abrazo de oso mientras se tiraba al
suelo, pero ambos se estaban riendo demasiado fuerte como para
hacerse daño serio.

—Nunca te pierdes nada, ¿verdad? —dijo Jack frotándose el


hombro, un moretón real esta vez, cortesía de Tristam.

Tristam se sacudió el polvo de la túnica.

—Puedes ser mejor que yo cabalgando, amigo, pero los


subterfugios no son tu punto más fuerte. Vamos, estamos perdiendo el
tiempo.

—¿Qué me delató?

—Las personas con vértigo no se tambalean así. Centran su peso


entre ambas piernas. Fíjate bien la próxima vez que entres a una
taberna. Tu actuación de tambalearte hacia atrás y adelante requiere
más equilibrio que el que tienen la mayoría de las personas estando
sobrias.

Jack silbó mientras pateaban a sus caballos para ir al trote.

—Algún día te engañaré, Tristam.

Tristam solo se rió. Siguieron la carretera pasando la granja y


entraron a un trozo de bosque. El aire olía a hojas frescas y a luz del
sol, y Tristam se permitió relajarse, disfrutando la briza leve en su
túnica. La mayor parte de su entrenamiento tenía lugar en los terrenos
del Palacio en la ciudad, y estas patrullas mensuales en las granjas de
los alrededores eran algo inusual.

Todavía no había caído en que esta era una de las últimas veces
que iba a hacer esta ronda con Jack. Habían entrado al Palacio juntos
como pajes y habían entrenado codo a codo durante los últimos diez
años, escapándose al amanecer para práctica extra de esgrima y
sentándose largas horas para lecciones de estrategia. Pero una vez que
fueran nombrados caballeros, probablemente estarían en unidades
separadas.

—Las patrullas de las afueras de la ciudad siempre son


aburridas, —dijo Jack.

Tristam echó un vistazo en su dirección.

—A mí me gustan. Me recuerdan a mi hogar.

—Claro que sí, chico de campo.

Tristam alzó una ceja.

—Si en serio quieres hablar con ella, te cubro. Pero una solo
ronda.

Jack le pegó en la pierna.

—¿Puedes creerlo? ¿Tristam, el escudero modelo, permitiéndome


eludir mi deber? —Dejó salir un suspiro de mártir—. No, no. Supongo
que debería comportarme como un buen futuro-caballero. Me temo que
me estás contagiando. Aunque sí era guapa…

—Una chica de granja. Tu madre no estaría complacida.

—Mi madre no necesita saberlo.

Tristam decidió que eso no necesitaba una respuesta.

Después de un momento, Jack volvió a hablar.

—¿Has decidido qué vas a hacer el mes que viene?

—¿Después de ser nombrado caballero? Me anotaré para las


patrullas de carretera.

—¿Siguiendo la tradición familiar Brancel? El Señor Estratega


estará decepcionado.

—Podrá elegir a los aplicantes que valgan la pena.


—Pero no a su pupilo estrella. —Jack bajó la voz imitando al viejo
caballero—. Ese joven Tristam. La mejor mente para la estrategia que
he visto en diez años.

Tristam se encogió de hombros tímidamente, infeliz por la


conversación que eventualmente tendría que tener con su instructor
favorito.

—Es solo que me volveré loco si tengo que quedarme en Forge por
más tiempo. Demasiados señores que impresionar, reglas que seguir.

—Y ahora se está quejando de las reglas. ¿Quién eres, demonio


cambia-formas? ¿Qué has hecho con mi amigo? Aunque, por otro
lado… —Jack se frotó su barbilla sin barba—. No estoy seguro de
querer que regrese…

Tristam rodó los ojos.

—Sabes a lo que me refiero. Cumpliré el deber de caballero si es


en patrullas o en un verdadero trabajo. Pero la política, las cenas de la
corte, todas las formas en que se supone que un caballero debe
comportarse…

—¿Qué pasa con vosotros, hombres Brancel? Toda esta charla de


deber y honor, pero insistís en cumplir vuestro servicio al borde de la
civilización. ¿Por qué tanta emoción por correr a los árboles?

—Visita nuestra mansión y míralo por ti mismo.

—¿Crees que me gustará?

Tristam pensó sobre la tierra de su familia, recordó los senderos


tranquilos, el amanecer sobre la montaña. Cuando iba a casa, se iba
por días al bosque, a veces sin ver a ninguna otra persona en todo el
tiempo. E incluso en la mansión, no estaba atado a las obligaciones de
la vida en la corte. Los empleados de su familia eran pocos y lo habían
conocido toda la vida. Era libre para ser él mismo, en vez de un
cortesano en entrenamiento.

—Lo odiarías, —dijo Tristam.

Jack se rió.
—No es que me disguste el escenario. Es solo que si tuviera que
elegir entre bosques y chicas guapas… —De repente, Jack se sentó
erguido—. ¿Oíste eso?

Una campana sonaba tenuemente en la distancia.

—Es una campana de alarma de la granja de allá adelante —dijo


Jack—. Vamos.

Pateó a Gray para salir al galope.

¿Una campana de alarma? Tristam no podía recordar la última


vez que algo había salido mal en las afueras de la ciudad. Apresuró a su
caballo para ir detrás de Jack.

Cualquier esperanza de que fuera una falsa alarma desapareció


cuando llegaron. Había gritos de pánico por todos lados, combinados
con los balidos graves del ganado asustado. La granja era una masa de
confusión, con aldeanos corriendo de una amenaza que no podía ver.
Tristam miró a su alrededor, intentando entender algo en medio del
caos. Por el rabillo del ojo, vio aldeanos muertos o heridos y ganado
esparciéndose por los terrenos. Una mujer asustada pasó corriendo a
gran velocidad frente a su camino, y la yegua de Tristam cambió de
dirección justo a tiempo para evitar pisarla.

Frente a él, Jack desapareció doblando una esquina. Tristam se


esforzó por acortar la distancia entre ellos mientras evitaba a los
residentes en pánico. Entonces, dobló la esquina y se detuvo, tirando
tan fuerte de las riendas de su yegua que ésta amenazó con
encabritarse.

Jack todavía estaba cabalgando a toda velocidad hacia un redil de


ovejas detrás de los establos. Dentro del redil, un gato gigante estaba
alimentándose del cadáver de una oveja, con sus poderosos músculos
moviéndose bajo un pelaje negro brillante mientras desgarraba su
comida. Junto a la bestia había una mujer. Tenía puesta una simple
tela hecha de cuero de animal y su cabello rubio rebelde le colgaba
libremente por la espalda. Tenía una gracia intimidante cuando posó
una mano en el flanco del gato, observando su progreso calmadamente.

Tristam se dio cuenta con un sobresalto de que ella no era la


única. Un trabajador de campo se encogía en el rincón, intentando
hacerse lo más invisible posible. El hombre se veía demasiado
aterrorizado como para huir.
Jack no bajó la velocidad cuando se acercó al cercado, sino que
apresuró a su caballo, ya fuera sin oír los gritos de Tristam o solo
ignorándolos. Gray saltó sobre la cerca del redil. Mientras volaba la
tierra y se esparcían las ovejas, el trabajador saltó la reja y corrió.
Tristam tiró de las riendas de su caballo y apretó los dientes con
frustración. No había suficiente espacio en el cercado para ambos.

Jack desenvainó la espada.

—Te ordeno rendirte.

A pesar de su miedo creciente, Tristam se encontró fascinado por


el gato. Era una criatura hermosa, o lo habría sido si no hubiera estado
desgarrando la oveja con garras mortalmente afiladas. Su cabeza,
cuando estaba alzada, estaba a la altura de la de un hombre, y su
pelaje liso brillaba a la luz del sol. Mientras él observaba, la criatura se
lamió los labios y alzó la cabeza, acercándose al costado izquierdo de
Jack, lejos del brazo de la espada…

Demasiado tarde, Tristam gritó una advertencia. El gato se movió


con una velocidad imposible, Jack no tenía ninguna oportunidad. La
criatura hizo un tajo con sus garras desde el hombro de Jack hasta la
parte de abajo del flanco del caballo. El caballo relinchó y se cayó
pesadamente en un costado, aplastando a Jack debajo.
Inmediatamente, el gato se lanzó hacia la garganta del caballo,
hundiendo sus dientes y resistiendo mientras el animal se sacudía.

Tristam gritó, un sonido áspero que apenas reconoció como su


propia voz. En un instante se había bajado del caballo y estaba
corriendo hacia el redil. El gato alzó la cabeza y enfocó sus rasgados
ojos ámbar en él, y Tristam se congeló, dándose cuenta de su error
repentinamente. Después de una larga mirada al inmóvil Jack, la
criatura saltó fácilmente sobre la cerca. Agachándose, avanzó
lentamente, sin desviar nunca la mirada. Maldiciendo su momento de
locura, Tristam desenvainó la espada, con todos los músculos tensos
del miedo. Había visto lo rápido que se podía mover ese gato.

El animal saltó hacia la garganta de Tristam. Sus reflejos tomaron


el mando, y se arrojó al suelo, agitando la espada ciegamente. Sintió
que la hoja golpeó la parte de abajo del gato, pero el borde de la espada
rebotó en su pelaje negro y firme. El gato aterrizó detrás de él y se dio la
vuelta. Se veía más concentrado ahora, más ansioso. Tristam se levantó
rápidamente y se quedó agachado, manteniendo el escudo y el arma
entre él y el gato. Ante la siguiente arremetida del gato, alzó su escudo
mientras le clavaba la espada en el cuello. El impacto le sacudió los
brazos, y las garras del gato le sacaron astillas al escudo. La bestia
gritó. Cuando se separaron, había un corte superficial en el hombro de
la criatura. Tristam apretó los dientes y se preparó para el siguiente
ataque.

El ataque nunca llegó. Le tomó unos segundos darse cuenta de


que la mujer había hablado. Ahora tanto el gato como la mujer miraban
a la distancia. Se oían cascos de caballo detrás de él, pero Tristam no se
atrevía a mirar. El gato exhaló por la nariz y volvió a grandes pasos al
redil de ganado, agachándose cuando la mujer pasó sobre la cerca y se
subió a su lomo. Hundió las manos en el pelo de su cuello, y ambos
salieron corriendo por el campo y hacia el bosque.

Tristam se quedó ahí, petrificado, con el aire saliendo


dolorosamente mientras se quedaba mirando a sus atacantes.
Finalmente, recuperó la suficiente claridad mental como para
preguntarse quién venía. Lejos en el camino, soldados vestidos con el
uniforme rojo de Forge galopaban hacia la granja. Tristam agitó los
brazos, y algunos jinetes se separaron para ir hacia él.

Jack.

Tristam saltó hacia el redil de ganado, con temor estrujándole el


pecho. Su amigo estaba atrapado debajo de su caballo y apenas
consciente. Salía sangre del tajo en su costado y su respiración era
superficial. La parte de la mente de Tristam que sabía sobre heridas de
batalla susurró que esta era mortal, pero la ignoró. Jack estaría bien.
Tenía que estarlo. Tristam se sacó la camisa y se arrodilló, presionando
la tela contra el costado de Jack con manos torpes. La tela ni siquiera
cubría la mitad del tajo, pero no iba a rendirse.

Necesitaba más vendas. Tristam se preparó para sacarse su


túnica interior, pero entonces Jack abrió los ojos. El gesto de dolor en
su rostro era real esta vez. Tristam acunó la cabeza de Jack entre sus
brazos, buscando una manera de distraerlo.

—Esta es la segunda vez que una chica linda te tira del caballo
hoy, —fue todo lo que se le ocurrió para decir.

Jack arrugó las esquinas de los ojos. Quizás estaba intentando


sonreír. Era difícil de decir. Luego sus ojos perdieron el enfoque y su
cabeza cayó a un lado. Para cuando los soldados llegaron, Jack ya
estaba muerto.
Seis
Traducido por Xiime~
Corregido por katiliz94

Los caballeros veteranos lo llamaban culpa de batalla. Hablaban


de ello mientras se llevaban el cuerpo de Jack, y cuando se sentaron
junto a Tristam en su pena. Cuando pierdes un amigo en batalla,
dijeron, es normal sentir que eres el culpable. Pero no dejes que estos
pensamientos te consuman. La guerra es variable. Solo da lo mejor
cuando pelees y deja que los fantasmas de cada batalla descansen en
paz.

Tristam había escuchado esos discursos antes, incluso había


estado de acuerdo y había pensado que eran sabio. Pero no había
sabido lo insignificante que sería al enfrentarse a una tumba, cómo se
desmoronaría como cenizas frente a las constantes acusaciones en su
cabeza. Debería haber cabalgado más rápido. Debería haberse esforzado
más en intentar hacer que Jack saliera del redil.

La única herida que Tristam había conseguido era una cadera


magullada. Con cada paso de su caballo, el dolor le subía por la espalda
hasta el hombro. Perseverantemente, le había dado la bienvenida al
dolor, incluso se había movido para empeorarlo. De alguna forma
ayudaba a aliviar la culpa mientras viajaba por la misma carretera
campestre, pasando la curva donde Jack había fingido caerse del
caballo el día anterior. El orden había vuelto esta mañana. El Ministerio
de Defensa estaba investigando el ataque y requería la presencia de
Tristam.

La granja estaba sombría desde la tragedia del día anterior. Los


pocos trabajadores que quedaban caminaban rápido y no reconocían su
presencia. Habían borrado los signos más obvios del ataque; habían
enterrado los muertos y habían llevado los heridos a los sanadores. Pero
no era posible borrar un ataque así en un día. El portón todavía colgaba
de sus goznes, y la tierra estaba despareja en algunos lados, pisoteada y
agitada por la multitud en pánico. Y por supuesto, llevó más de una
noche lavar la sangre. Tristam dudó en el camino antes de forzarse a
avanzar con disgusto. ¿Qué clase de caballero era, si ni siquiera podía
regresar a la escena de la batalla?
Su yegua estaba inquieta por ser atada junto a la carretera.
Mientras Tristam la calmaba, un caballero en armadura completa se
acercó. Tristam alzó la mano en saludo.

—Soy Tristam de Brancel.

El caballero asintió.

—Malikel quiere hablar contigo.

Tristam se lo quedó mirando.

—¿Sir Malikel? ¿Del Concejo?

—No conozco otro Malikel en Forge. El Consejero Willem también


está aquí.

Los nombres eran suficientes para sacarlo de su autocompasión.


Aunque solo los había visto de lejos, Tristam los reconoció de
inmediato. El Consejero de Cabecera Willem era un hombre formidable,
con una actitud noble y ojos penetrantes. Había sido nombrado parte
del Concejo a la edad de treinta y cinco, una década más joven que
cualquier otro consejero, y había subido hasta su puesto actual en diez
años. Junto a él estaba Sir Malikel, inconfundible con su piel marrón
oscura y cabello y barba cortados al rape. Malikel era el único
extranjero en el Concejo, y había un rumor de que había comenzado su
carrera como un mercenario común en Minadel. Su nombramiento
como Ministro de Defensa había sido inaudito en su momento, y era un
testimonio de la incomparable brillantez como estratega de Malikel.
Aunque sus enemigos en la corte hacían comentarios maliciosos a sus
espaldas, ni siquiera ellos cuestionaban sus decisiones en el campo de
batalla. Bajo cualquier otra circunstancia, Tristam habría estado
encantado de conocerlo.

—Consejeros —dijo el caballero acompañando a Tristam—.


Tristam de Brancel está aquí.

Willem aceptó la reverencia de Tristam con un asentimiento de


cabeza.

—El Concejo agradece a tu familia por su larga trayectoria de


servicio a la ciudad. Por lo que tus instructores dicen sobre ti, también
espero grandes hazañas de ti.
Malikel extendió la mano.

—Mis más profundas condolencias. Entiendo que Jack fue un


buen amigo tuyo. —Era una afirmación simple, pero de alguna manera
Tristam tenía la impresión de que Malikel lo decía en serio—. No
solemos pedirle a un escudero que regrese tan rápido después de una
batalla, —dijo Malikel—, pero el enemigo es nuevo, y fuiste el testigo
más cercano.

—Es mi privilegio servir a la ciudad. —Tristam esperaba sonar


más sincero de lo que se sentía.

—Necesito la historia completa de tu parte mientras aún está


fresca en tu memoria. ¿Puedes llevarnos a donde sucedió e indicarnos
lo que recuerdas?

Los otros caballeros se disiparon cuando Tristam condujo a


Malikel y Willem hacia la parte trasera del edificio. ¿Por dónde empezar?
Tristam comenzó con la campana de alarma y Jack galopando a la
granja. Describió el caos y su primera visión de la mujer extraña y su
gato. El granjero atrapado en el redil. No era de ninguna manera una
tarea fácil, con ambos hombres observándolo tan intensamente.
Tristam se encontró dirigiendo sus palabras a Malikel, que tenía una
manera de escuchar que hacía más fácil sacar las palabras.

—Esa mujer —preguntó Willem después de que Tristam


terminara—, ¿estaba con alguien más?

—No vi a nadie…

Tristam se detuvo en seco cuando llegaron a los rediles de


ganado. Había sabido que la visión iba a atraer recuerdos, pero no
estaba preparado para su intensidad. Cerró los ojos contra la ola de
imágenes, la multitud gritando, las garras afiladas del gato. Después de
unos momentos, los flashbacks se detuvieron y Tristam dejó salir una
respiración entrecortada.

—Aquí es donde sucedió.

Los Consejeros entraron al redil, pero Tristam se quedó atrás.


Estaba vacío ahora. Los trabajadores debieron haber movido las ovejas
de lugar —o quizás la mujer bárbara había abierto la puerta. La tierra
estaba manchada con sangre donde habían estado Jack y su caballo.
—¿Dices que el gato estaba aquí dentro? —dijo Malikel.

—Sí. Jack entró con su caballo, también. Yo estaba al otro lado,


fuera de la cerca. —Haciendo nada.

Willem se aclaró la garganta.

—Este es un redil pequeño. El joven Jack no debería haberse


acercado tanto al enemigo sin refuerzos.

Tristam se tensó ante las palabras de Willem

—Con el debido respeto, señor, Jack entró para ayudar a un


hombre atrapado.

Willem alzó las cejas.

—E intercambió su vida por la de un granjero. Admiro la valentía


de tu amigo, pero no les hizo ningún favor ni a ti ni a la granja,
consiguiendo que lo mataran.

—Quizás deberíamos concentrarnos en el asunto entre manos,


Willem, —dijo Malikel. Las palabras regresaron el sentido común a
Tristam, y tragó la respuesta que tenía en la lengua.

—Tiene razón, por supuesto —dijo Willem—. Mis disculpas,


Tristam. No era mi intención hacer esto más desagradable para ti.

—No hay problema, Señor —respondió Tristam de forma poco


expresiva. Pero las palabras de Willem lo perseguían. ¿Había sido un
error tonto el intento de Jack de salvar al hombre?

Willem se limpió las manos.

—De todas formas, creo que he visto todo lo que necesitaba ver.
Dejaré el resto en tus capaces manos, Malikel. —Barrió la granja con
los ojos—. Los bárbaros eligieron un mal momento para esto. Nuestros
fondos ya están bastante bajos.

—Ciertamente —dijo Malikel con una sonrisa irónica mientras


Willem se alejaba—. Todos estamos preocupados por sobre cómo los
ataques afectarán nuestros fondos.

Tristam consideró poco sabio responder. Finalmente, Malikel


dirigió su atención a Tristam.
—Estos son definitivamente los Demon Riders de los que hemos
escuchado por parte de los negociantes y granjeros. Han habido
reportes los últimos meses, pero nunca habían estado a un día de
cabalgata de la ciudad antes.

—¿Alguien ha hablado con ellos? —preguntó Tristam.

Malikel sacudió la cabeza.

—Los Demon Riders no parecen interesados en negociar. Toman


lo que quieren, y son suficientemente sanguinarios como para buscarlo.
—Midió la granja—. Tendremos que aumentar las patrullas en el área.

Parecía un esfuerzo tan insignificante. ¿Solo iban a esperar por


ahí a que los bárbaros volvieran a atacar? Tristam volvió a ver el rostro
de Jack en su mente, con los ojos vidriosos por la pérdida de sangre.

—¿Puedo hacer una pregunta, señor?

—Por supuesto.

—¿Por qué no perseguimos y rastreamos a los jinetes, en vez de


esperar a que vengan a nosotros?

Malikel hizo una pausa, y Tristam se preguntó si había hablado


con demasiado atrevimiento. Pero el oficial no parecía irritado cuando
respondió.

—Es una pregunta justa. Haremos eso, pero el bosque es grande


y los ataques se esparcen. Ninguno de los mercaderes o viajeros han
visto alguna vez evidencia de dónde están viviendo. Enviaré grupos de
búsqueda, pero espero que pase un tiempo antes de que puedan
encontrar algo.

El siguiente pensamiento entró rápidamente en la mente de


Tristam, acompañado por un aceleramiento de su pulso y una fiera
determinación de llevar a cabo la idea.

—Señor, tengo otra petición.

—¿Sí?

Se secó las palmas con la túnica, calmándose.


—Me gustaría presentar una petición para trabajar bajo su
mando, para el Ministerio de Defensa.

Por primera vez en la conversación, Malikel lucía sorprendido.

—Tenía la impresión de que todavía no eras un caballero.

—Lo seré en un mes, señor.

—Tu comandante me informó que planeabas unirte a las


patrullas de carretera. ¿Por qué me pides esto ahora?

La pregunta lo hizo hacer una pausa. Si seguía adelante con esto,


se quedaría en la ciudad. Sentía un apretón en el pecho ante el
pensamiento de abandonar sus planes. Pero ¿realmente podría unirse a
las patrullas de carretera con la consciencia limpia? ¿Galopar al bosque
y dejar que otros se encargasen de los asesinos de Jack?

—Mis comandantes testificarán mi carácter y desempeño. Estoy


al frente de mi cohorte en combate y estrategia…

—Soy perfectamente capaz de evaluar tus calificaciones por mí


mismo, Tristam —dijo Malikel—. Esa no era mi pregunta. Lo que quiero
saber es por qué estás pidiendo esto.

La respuesta de Malikel lo sorprendió, y Tristam se sintió


repentinamente con la lengua atada.

—Jack era un buen amigo mío —dijo, tropezándose con las


palabras—. No puedo quedarme sentado ocioso mientras los que lo
atacaron todavía están atacando nuestra ciudad. Señor, he visto de
cerca esos gatos. He peleado con ellos. Seré útil en la búsqueda.

—Cierto —concedió Malikel. Se quedó en silencio, volviendo a


estudiar a Tristam—. Tus comandantes hablan sumamente bien de ti.

—Prometo que trabajaré duro, señor.

Malikel asintió.

—Es una petición inusual, pero la consideraré.


Siete
Traducido por ZoeAngelikal
Corregido por katiliz94

Los muros del interior estaban a tres pisos de altura, construidos


de granito liso y situados con una pasarela amplia para tres hombres
situados el uno al lado del otro. Los lados eran verticales excepto por la
parte inferior, donde se ampliaban para hacer una base más amplia.
Kyra encontró que si se sentaba donde los lados tenían un ángulo
agudo, podría poner las rodillas dobladas mientras bosquejaba.

A diferencia del palacio externo, la Fortaleza era más vieja y


construida por seguridad. Los edificios de aquí eran de granito con
unas estructuras de muros gruesos. De vez en cuando, Kyra veía un
patio, pero estos espacios con hierba, carecían de los árboles y las
fuentes que adornaban el Palacio externo.

Ella tiritó. A pesar de que los altos muros la protegían del viento,
la frialdad del granito se filtraba por sus pantalones y la parte trasera
de su túnica. Podría estar más cálida en los edificios, pero tenía órdenes
estrictas de no entrar en ellos. Había encontrado dificultades por las
noches al principio sin las ventajas de moverse para mantenerse
caliente, pero semanas manteniéndose fuera durante las noches la
habían aclimatado al frío.

Kyra le dio los últimos toques a su mapa y escondió el


carboncillo. Con cuidado, enrolló el pergamino y lo deslizó hacia abajo
en la parte trasera de su túnica antes de darse la vuelta y agarrarse a la
pared. Escuchó pasos. Satisfecha de que no hubiese nadie cerca, Kyra
arrojó su garfio por encima. El tintineo de su aterrizaje sonó a través de
la oscuridad.

El sonido fue demasiado alto para su gusto, y no malgastó


tiempo en tirar de sí misma. Una vez lejos del muro, Kyra se permitió
una parada rápida en las perreras. Cuando se acercó, varias narices
fueron empujadas entre los huecos de la verja. Unos cuantos perros
gimieron en alto, y Kyra los silenció con un susurro. Siempre había sido
buena al comunicarse con los perros. Incluso los feroces perros
guardianes gimieron y se dieron la vuelta, dejando al descubierto sus
vientres a ella demostrando terror. Flick la molestaba con ello, diciendo
que los perros eran los mejores juzgando el carácter, pero él no podía
negar que su don era muy útil para este tipo de trabajos.

Una vez a salvo fuera de la ciudad, Kyra trotó hasta el Gremio.


Dos sombras se separaron del edificio mientras se acercaba. La sombra
más grande se plantó de lleno frente a ella.

—Déjame pasar, Bacchus —dijo ella, sus hombros se tensaron—.


Tengo algo para James.

Bacchus bufó.

—La damisela. —Él no se movió.

Kyra se movió a su alrededor. Bacchus la volvió a bloquear, pero


la otra sombra habló.

—Déjala pasar, o tú oirás a James.

Bacchus la fulminó con la mirada y se hizo a un lado,


murmurando sobre una no-muy-buena zorra. Kyra lo rodeó para pasar
hacia la puerta y entrar sin tocarla.

Echó una ojeada al almacén al pasar. Un hombre que no


reconoció estaba puliendo armas en la parte trasera. Rand también
estaba allí, hablando con un hombre que ella pensaba que era Alex.
Rand la vio y la llamó de nuevo. Alex le lanzó una mirada divertida y se
acercó a la ventana sin pronunciar palabra alguna.

—Le traigo un nuevo mapa a James —dijo ella.

—Él está ocupado, —dijo Rand—. Podemos combatir.

Kyra se estremeció por sus palabras. Las prácticas de pelea con


Rand eran más como sesiones de palizas. Ella estaba aprendiendo, pero
acababa en el suelo nueve de diez veces. Sospechaba que esta era la
razón por la que Rand disfrutaba mucho con las prácticas.

—Estoy cansada —dijo ella.

—¿Y qué otra cosa quieres hacer mientras esperas?¿Coger flores?

Kyra frunció el entrecejo, sacando el mapa de la túnica, y


dejándolo a salvo sobre el muro.
—Manos desnudas —dijo haciendo un gesto hacia algunas
esteras de paja.

—Golpéame —Él levantó sus puños.

Pelear a base de puñetazos era una causa perdida, Rand era


mucho más fuerte. Él fácilmente bloqueaba sus puñetazos mientras ella
dominaba cualquier intento suyo de defensa.

—¿Cuál es el punto? —preguntó ella alzando las manos.

—No siempre estarás armada.

Ella le siguió el juego con un golpe de prueba hacia su nariz. Él se


desvió de su camino y ella se deslizó de nuevo antes de que pudiera
devolver el golpe.

—Más rápido, —dijo él.

Ella atacó de nuevo. Él la bloqueó. Alzó su otra mano frente a su


cara, y él la golpeó de vuelta en la nariz.

—Recibes un golpe por otras personas —dijo él—. No tienes por


qué dártelos a ti misma.

Por el rabillo del ojo vio a Alex reírse. Ella dio un paso atrás,
exasperada.

—Eso es todo. Le daré el mapa a James y después me iré a


dormir. —Justo en ese momento, escuchó una puerta abrirse y cerrarse
en la entrada. Kyra agarró el mapa y se dirigió hacia el despacho de
James, echándole una ojeada a su pergamino antes de llamar a la
puerta.

—Adelante.

James no miró hacia arriba hasta que Kyra colocó el mapa en su


mesa. Ella esperó sin dirigirle ni una palabra. Finalmente, él dejó a un
lado los papeles que había estado estudiando y se levantó, abriendo el
pergamino y manteniéndolo abierto contra la mesa.

—El muro este —dijo Kyra.


James no respondió. Kyra observó sus ojos escanear los caminos
y los edificios que ella había dibujado. James levantó una mano del
borde del pergamino y trazó una línea con el dedo.

—Este camino de aquí, ¿tiene o no tiene árboles?

—Esta parte tiene tres árboles jóvenes. —Cogió su carboncillo y


marcó ese detalle. James se movió un poco para dejarle espacio pero se
mantuvo sobre la mesa.

—Y estas habitaciones de aquí —señaló—, ¿las viste por dentro?

—Vi una pequeña parte desde la ventana. Parecen habitaciones


para los oficiales. Muchos gabinetes.

Estudió el mapa un poco más. Finalmente hizo a un lado el


pergamino y la miró a ella.

—¿Rand te ha estado enseñando a luchar?

—Hemos estado practicando. —Kyra arrugó la nariz. Seguía


hormigueando del golpe de Rand.

—¿Estás aprendiendo?

Se encogió de hombros.

—Pregúntale a Rand.

Él la fulminó con la mirada.

—No te he contratado para que solamente dibujes mapas. Te


necesito para mirar dentro de los edificios, y necesito que seas capaz de
manejar a la guardia, ocasionalmente.

Habían hablado de esto antes. Kyra tomó una bocanada de aire,


tratando de conservar la paciencia.

—¿Por qué pelear es tan importante para entrar dentro de los


edificios? Son los mismos guardias, y todavía ninguno de ellos me ha
llegado a ver nunca.

—Se está más cerca de ellos en el interior —dijo él.


—Y hay más lugares para ocultarse. Llevo haciendo esto durante
un muy largo tiempo —respondió ella.

—Es suficiente. —Había un filo peligroso en su voz—. Para algo te


pago yo, y espero que aprendas rápidamente y hagas lo que yo diga.

Kyra se mordió la lengua.

Él se sentó de nuevo en la mesa y le volvió a prestar atención a


sus papeles.

—Hablaré con Rand. Espero que estés lista en unas semanas.


¿Está claro?

Ella selló sus labios.

—Sí.

—Bien.

Flick encontró a Kyra lanzando piedras a la entrada del segundo


piso del Dunken Dog. Ella estaba agachada sobre una rodilla al lado de
una pila de rocas, dándole la espalda a las escaleras, sopesando las
piedras en su mano antes de lanzarlas una por una con un giro de
muñeca. Algunas rebotaron en la pared del fondo y se detuvieron, otras
rebotaron y trazaron un ángulo agudo y resonaron en una esquina.
Flick se acercó a ella y le robó dos rocas de la pila. Kyra lo ignoró
durante unos cuantos lanzamientos, luego retiró las rodillas y lo miró.

—Te escuché cogerlas —dijo ella.

—Claramente lo hiciste, ladrona.

Una puerta de la entrada se abrió y un hombre contrariado los


miró.

—Dejad de hacer ruido. Estoy intentando dormir.

Flick golpeó a Kyra antes de que pudiera replicarle al hombre que


ya pasaban del mediodía. Él le dio al hombre una sonrisa alegre.

—Lo sentimos, Byron. Creíamos que no había nadie. Aunque


apuesto a que tienes una noche tardía porque los dados favorecieron a
tu suerte.
Byron sonrió.

—Mi cartera está algo más pesada esta mañana.

—Mantén eso, y tendrás que comprar todas nuestras bebidas —


dijo Flick.

—Tal vez lo haga, si la suerte me sonríe de nuevo.

Flick le lanzó una mirada severa a Kyra cuando Byron volvió a su


habitación. Kyra puso los ojos en blanco antes de que él empezara a
sermonearla sobre su rudeza. Flick se encogió los hombros con
resignación.

—Así que, ¿qué hay? ¿El Gremio te está enseñando como matar
personas con grava?

Kyra echó una ojeada a la cara de Flick, pero parecía muy


relajado. Habían tenido un par de semanas algo ásperas después de
que ella se hubiese unido al Gremio. Él la había gritado, al saber que
Kyra había tomado una gran decisión sin contar con él, y preocupado
por ella y su seguridad. No hablaron mucho por un tiempo, pero con el
tiempo se volvió demasiado exhaustivo estar enfadados el uno con el
otro, y las cosas volvieron lentamente a la normalidad.

—Las rocas son como un escondite —dijo ella—. Si tirase una


piedra al suelo, haría el ruido necesario como para distraer a los
guardias mientras me escapo. Solamente necesito practicar para
tenerlos donde yo quiera.

—Sabes, si te mantienes fuera del compendio, no tendrás que


preocuparte de los guardias en absoluto.

Kyra hizo rodar una piedra entre sus dedos.

—James está exigiendo que aprenda a luchar –sigue diciendo que


desea que me encargue de la guardia de vez en cuando.

Flick soltó una carcajada.

—¿Tú? ¿Contra un guardia? Te arrojará por encima del hombro


mientras llama a sus amigos.

Kyra clavó sus nudillos en la espinilla de Flick y observó sin


piedad alguna como gritaba y sacudía su pierna fuera de su alcance.
Ella entendía el punto, sin embargo. La protección principal de un
ladrón consistía en evitar su detención y al luchar contra un guardia
estaría admitiendo un fracaso. Solo sería un segundo y sonaría la
alarma, e incluso si escapaba, los nuevos cierres y bloqueos harían
imposible el regreso de ella. Conceptos como este eran obvios para Kyra
y Flick, pero no para James al parecer.

Flick se puso de cuclillas a su lado.

—Entonces, ¿qué tienes que hacer ahora?

—Sabes que no te puedo decir los detalles.

Él soltó un bufido.

—Perdón por husmear en los secretos del Gremio. Dime lo que


vas a hacer generalmente entonces.

—No me he transformado en una asesina sin piedad si eso es lo


que te estás preguntando. Incluso he robado durante este tiempo.

—¿Y no les importa?

—No a la gran mayoría.

—¿La gran mayoría?

Kyra se golpeó a sí misma y se encogió de hombros tratando de


parecer indiferente.

—No es nada. Es sólo que algunos hombres no creen que yo


pueda encargarme de mis propios asuntos.

—¿En serio? —Flick la miró genuinamente sorprendido—.


¿Después de haber visto lo que puedes hacer?

Ella lo pensó un momento.

—Supongo que no han visto mi trabajo. Voy al Palacio sola.

—Los chicos de aquí se mostraron escépticos cuando empezaste a


unirte a mí en el puesto de trabajo. Pero se callaron después de ir un
par de veces fuera contigo.
—Me había olvidado de eso. —Kyra recogió las piedras—. Tengo
que irme. Se supone que debo reunirme con Rand.

Se despidió y se deslizó por las escaleras, aliviada de que no la


hubiera presionado mucho más. Tan comprensible como había estado
él hoy, ella no quería darle ninguna razón para que se opusiera.

Brendel estaba sentado solo en el comedor, tarareando y


escribiendo en un pergamino con una mano, mientras que con la otra
golpeaba la mesa. Kyra se acercó a él.

—¿Cómo va tu obra maestra, buen cuentacuentos?

—La métrica está mal. —Murmuró Brendel.

Kyra miró por encima del hombro.

—¿La parte con las abejas?

Brendel asintió, todavía garabateando.

—No siempre seré un cuentacuentos, Kyra. Acabarás igual de


loca que yo.

—He visto cosas peores —dijo Kyra—. ¿Qué partes de tus cuentos
son ciertas, Brendel? ¿Has estado en las Tierras Lejanas por ti mismo?

—Por supuesto que son ciertas. ¿Le mentiría a una cara tan
bonita? —Puntuó su pregunta con un guiño.

Kyra puso los ojos en blanco. Brendel puso el bolígrafo en la mesa


y la miró, su expresión se había tornado seria

—No lo sé realmente —dijo él—. He viajado por muchos lugares y


escuchado muchos cuentos. Muchos de ellos sonaban bastante
inverosímiles. Pero después…

—¿Después qué?

—Nunca he cruzado los Aerins, pero hablo con gente. Y empiezas


a notar diferencias entre la gente que cree en los cuentos y aquellos que
no. Aquellos que no creen, son como la gente que conoces todos los
días, viviendo sus vidas por Forge. Los que sí creen en los cuentos creen
que son los únicos que han viajado más lejos. He conocido a varios
guardabosques, y me han contado muchas cosas espectaculares.

—¿Crees que están exagerando? —Preguntó Kyra.

—Podría ser. O podría ser que realmente hay algo más fuera de
aquí, más allá de las montañas. ¿Qué piensas tu Kyra?

Kyra se encogió de hombros.

—Si un grifo aterriza en frente de mí, le prestaría atención. Pero


no tengo suficiente tiempo como para pensar en ir a perseguirlos.
Aunque me gustaría una colmena de abejas que resolviera mis
problemas.

Brendel se rió.

—¿No hacemos todos eso? —El cuentacuentos se despidió de ella.

De acuerdo con la leyenda, Lady Evelyne se ganó a la bestia


llevándole miel fresca. El monstruo estaba tan conmovido por su
bondad que no la mató, en su lugar se la llevó a la naturaleza para que
viviera con él. Kyra se entretenía imaginando que harían los asesinos si
ella apareciese con un tarro de miel. De cualquier manera, dudaba que
sería suficiente para ganarse la amistad de Bacchus.

En muchas formas, su vida había mejorado desde que había


entrado al Gremio. Ya no se tenía que preocupar por el dinero; su
alojamiento temporal estaba pagado para los próximos meses, y había
más extras. (De todos modos Kyra había estado considerando la idea de
alquilar una habitación extra en el Dog para Idalee y Lettie, desde que
Lettie había enfermado). Kyra también estaba encontrando habilidades
útiles. Aunque su pelea con Rand había sido humillante. Kyra tenía que
admitir que estas podrían ser útiles si alguien intentaba empujarla por
ahí otra vez.

Pero unirse al Gremio de Asesinos tenía sus desventajas. Así


como una ladrona trabajando por su cuenta, había conocido los detalles
de cada trabajo que empezaba. Trabajar con James, sin embargo, era
como explorar un edificio a oscuras con sólo una simple vela. Kyra no
sabía por qué estaba dibujando mapas, o que debía hacer la siguiente
semana, mucho menos cuál era el gran trabajo que eventualmente
James tenía para ella.

Después estaban los otros asesinos. Todos eran hombres,


curtidos por sus años en el Gremio, e incluso aquellos que no eran tan
hostiles tan abiertamente la veían por debajo. Mientras que James la
hiciera trabajar sola, Kyra no encontraba ningún método para ganarse
su respeto.

Kyra borró todo signo de preocupación de su rostro mientras iba


hacia la Casa del Gremio. Como siempre, varios hombres estaban de pie
alrededor del almacén. Kyra caminó hacia Bacchus, que estaba
aplicando un líquido de un vial a uno de sus puñales. Kyra se
estremeció cuando cayó en la cuenta de que probablemente era veneno.

Rand ya había colocado unas esteras de paja y estaba apoyado en


una pila de cajas, girando una daga en el aire.

—¿Llego tarde? —Preguntó, mirando la luz reflejada en la cuchilla


giratoria.

Rand sacudió la cabeza y le hizo una seña para que se acercara.


Le tendió un saco con monedas muy pesado. Kyra sopesó el saco en sus
manos, desconcertada.

—¿Es para el próximo mes?

—No es para ti. Esto es para cualquier persona que lo necesite.


Diles que es del Gremio.

—¿De verdad, cualquiera? —¿Estaba James tratando de ganarse


los favores de la ciudad?

—No pueden ser para tus amigos ni para ti.

—¿Quiénes son exactamente mis amigos?

Rand sonrió.

—Eso es algo que James decide. Yo iría por lo seguro sin


embargo. —Hizo un gesto con la cabeza hacia un hombre situado en la
esquina—. Jason. Muéstrale la marca de tu brazo.

Jason frunció el ceño, pero tiró de la manga hacia arriba. Incluso


a esa distancia Kyra podía ver las cicatrices de quemaduras por enfado
a través de su brazo—. Eso es lo que pasa si te pilla James inmersa con
la limosna. ¿Entendido?

Kyra asintió. Probablemente encontraría a personas que


necesitaran esas monedas. De repente satisfecho, Rand hizo un gesto
hacia la colchoneta. Kyra dejó sus cosas y saltó, sintiendo las ásperas
hebras a través de la suela de sus zapatos. Las colchonetas eran
mejores que el suelo de piedra, pero todavía no era la mejor superficie
sobre la que caer. Mientras se encontraban uno frente al otro, Rand
agarró la funda de su cinturón y cubrió la daga, atándola bien para que
no se deslizara durante la pelea.

—¿Tienes la tuya?

—Sí —dijo ella. Al menos con los cuchillos, no estaban tan


desigualmente emparejados. Ella levantó el tobillo y lanzó su cuchillo
con funda, deslizándolo fuera de la pierna de sus pantalones. Tenía un
mango liso y una cuchilla de la longitud de la mano. Por ahora, se
estaba haciendo una idea de su alcance en una pelea.

Rand atacó tan pronto como se puso en pie, yendo a ella con un
empuje hacia abajo. Ella dio un paso hacia un lado, retrocediendo
ligeramente fuera de su alcance. Estaba empezando a cogerle el truco.
El secreto era mantenerse alejada de él y mantenerse en movimiento. A
corta distancia, alguien del Gremio la podría dominar con la fuerza
bruta. Pero ella era más rápida que la mayoría, y si se mantenía alerta,
entonces tenía una oportunidad.

—¿Qué se supone que eres, una bailarina? —Dijo Rand—.


Muchos movimiento no harán nada bueno aquí.

Rand pertenecía al “insulto bien y con frecuencia” de la escuela de


la práctica de la lucha. Al principio había puesto nerviosa a Kyra, pero
ahora sólo hacía las cosas más interesantes. Ella sonrió.

—Si sólo soy una bailarina bonita, ven a buscarme.

Él aceleró de nuevo, esta vez con un ataque más controlado.


Cuando Rand pasó, ella se tiró al suelo y enganchó su tobillo alrededor
de la rodilla de este. Ella no se retiró a tiempo, y él cayó encima de ella,
agarrando su brazo con el cuchillo a su lado. Por un momento se quedó
atónito pero pasó a llevar su cuchillo alrededor, Kyra se percató de que
sus piernas estaban libres. Le dio una patada y envolvió ambos tobillos
alrededor de su cabeza y debajo de su barbilla. El movimiento
inesperado le echó atrás la cabeza y entonces soltó el broche de su
brazo. Torciendo su muñeca, ella agarró la daga y le pasó la hoja
envainada a través de la garganta.

Una matanza justa. Kyra gritó en señal de triunfo y se dejó caer


hacia abajo, sonriendo ante el alto techo mientras se quedaba sin
aliento. Era torpe, pero lo tomaría. Su codo era consciente de la presión
contra la colchoneta, y esperó a que Rand se apartase de ella y poder
inspeccionarlo.

—¿Qué piensas Rand? No está mal para una ladrona.

—Pura suerte. Cuando lo haces una de cada dos veces, entonces


puedes decir algo.

Pero había diversión en su voz.

—Muchas veces no tendrás el lujo de descansar después de una


pelea.

Al principio pensó que había sido Rand hablando, pero después


su oponente se puso en pie para mostrar a James mirando desde un
lado. Esta era la primera vez que James habías visto su práctica. Kyra
se levantó de un salto, con toda su chulería drenada, se giró hacia él.

James encontró la mirada con la de Rand, hasta que el pelirrojo


se aclaró la garganta y miró hacia otro lado. Cuando Rand dio un paso
fuera de la lona, James se quitó la túnica exterior, la arrojó en un lugar
cercano, y tomó su lugar. Extendió un brazo pálido pero potente hacia
Rand, quien le pasó su daga. James la cogió e hizo señas a Kyra hacia
él. Ella se puso de pie, congelada en su lugar, preguntándose lo que
quería y por qué estaba allí. James hizo un gesto de nuevo, más
cortante. Esta vez, ella obedeció.

—Vamos a ver lo que has aprendido —dijo él acomodándose en


una posición de combate demasiado cómoda. No era una petición.

Kyra intentó ignorar el cosquilleo de su espalda mientras alzaba


la daga y ellos empezaban a dar vueltas entre sí. Nunca antes había
visto a James en una pelea. Él se movió deliberadamente sin perder ni
un solo movimiento, con gracia pero peligroso, y sus ojos nunca se
desviaron de su rostro. No había burla o jactancia. No dijo nada, su
rostro no dio indicación alguna sobre sus pensamientos.
Transcurrió un largo tiempo sin ataque alguno. Por el rabillo del
ojo observó que toda actividad posible en el almacén se había detenido.
Las personas los estaban observando.

James continuó su círculo. Kyra limpió su sudorosa mano en el


pantalón. ¿Estaba esperando que diera ella el primer paso? Se sentía
algo mareada. Su respiración se hizo rápida y superficial, y ella se
obligó a reducir la velocidad.

Al final se abalanzó sobre él, empujando su espada hacia su


torso. Él se movió a un lado lo suficiente para evitar la punta
envainada. Ella sintió un golpe impresionante en el lado de la cara al
mismo tiempo que sus piernas se movían debajo de ella. La caída llegó
duramente. Se mantuvo ahí durante unos instantes, con los ojos
cerrados, sin querer saber quién estaba mirando.

—Mantente en la cartografía por ahora —oyó decir a James.

Dolorosamente, se puso en pie, manteniendo los ojos fijo en el


suelo mientras él se alejaba. Una carcajada sonó desde la esquina del
almacén, y Kyra sintió que se sonrojaba de vergüenza. Para su horror,
sintió que las lágrimas picaban detrás de sus ojos. Las obligó a volver
por pura voluntad y miró hacia la fuente de la risa. Era Bacchus,
golpeando su muslo con diversión antes de seguir a James fuera.
Ocho
Traducido por ZoeAngelikal
Corregido por katiliz94

El ardor de esa pelea se mantenía con ella. Pasaron varios días


antes de que pudiera mirar a otro miembro del Gremio a los ojos, y más
de una semana antes de que pudiera pensar en James sin rubor de
vergüenza. Para trabajar con su frustración, Kyra entrenó más duro que
nunca, practicando en cualquier momento libre y arrastraba a Rand
para lecciones siempre que estuviera alrededor.

Y empezó a dar buenos resultados. Se volvió muy rápida con el


cuchillo; los movimientos empezaron a ser más fluidos. Pero estaba
constantemente dolorida y cubierta de cardenales. Su piel olivácea
camuflaba la mayoría de ellos, pero tenía que vestirse estratégicamente
para ocultar sus últimos golpes. Kyra estaba haciendo su mejor intento
de ocultar un punto azul sobre su muñeca una tarde mientras ayudaba
a Bella en la cocina.

En el mundo de Bella, trabajar con un cuchillo implicaba algo


completamente diferente a las lecciones de Kyra en el Gremio. James y
Rand podrían ser unos oponentes formidables, pero nadie podría
igualar la habilidad de Bella con un cuchillo de carnicero. Kyra
observaba con fascinación como la cocinera partía en cuatro y recortaba
cinco pollos recién sacrificados con gran eficiencia, hábilmente
transformados en ingredientes del guiso de esta noche.

Bella miró a Kyra mientras dejaba caer el último trozo de pollo en


la olla.

—Aprecio tus esfuerzos para eliminar hasta el último trozo de


cáscara, querida, pero si sigues así nos quedaremos sin nabos.

Kyra meneó la cabeza en señal de resignación.

—Realmente pienso que Idalee tiene más habilidad para esto que
yo.
Las dos miraron a Idalee, quien sentada en el lado opuesto de la
mesa de la larga mesa de cocina, troceaba seriamente las patatas. A su
lado, Lettie jugaba con un montón de masa de pan.

—Tal vez tengas razón —reflexionó Bella.

Kyra empujó el taburete hacia atrás y bajó la voz.

—¿Realmente crees que ella puede ser de ayuda, Bella? No quiero


que ellas causen problemas.

—No creo que los causen. Idalee es inteligente y determinada


como para trabajar duramente. A Laman no le importará contratarla
mientras sea eficiente y Lettie se mantenga tranquila. ¿Estas segura de
que cubres el resto de vuestro alojamiento?

—Estaré bien. —Volvió a comprobar que Idalee no estuviera


escuchando—. James me paga en abundancia.

—Aquí, permíteme tomar un descanso, —Bella tomó el cuchillo y


apartó los restos de los nabos de Kyra—. ¿Les has cogido mucho
aprecio a las dos, verdad? No veo que alquiles habitaciones para
cualquiera de los demás ratones de alcantarilla.

Kyra se encogió de hombros, trazando conscientemente las vetas


de la superficie de la mesa.

—No sé —dijo—. Lettie es tan pequeña. Yo fui así de pequeña una


vez.

—Realmente no sé cómo sobreviviste allí por tu cuenta. Lettie


tenía a Idalee, al menos.

—No recuerdo mucho. Realmente quería sobrevivir, supongo.

—Por lo que he podido deducir, pasaste unos tiempos muy duros.


Eras un pequeño ratoncillo receloso. Las primeras veces que te
alimenté, mirabas a Flick comer la mitad del recipiente antes de que
pudieras atreverte a comer algo.

—¿De verdad? —Kyra no podía decidir qué era más gracioso –que
ella sospechara que Bella envenenaría su comida, o que estuviera
dispuesta a sacrificar a Flick como su catador.

—Y también estaban las pesadillas —dijo Bella.


Aquellas, las recordaba. Las pesadillas la habían perseguido en la
calle y en el Drunken Dog. Destellos de calor brillante. Los ojos negros
de una mujer. Dientes. Recordaba a Bella entrando a su habitación
cuando se despertaba gritando, agarrando su mano y acariciando su
pelo hasta que ella se calmaba. Ese gesto, más que nada, fue lo que
hizo que los muros de Kyra se derrumbaran.

—Ya no las tengo tan a menudo —dijo Kyra. Y era mejor


ahogando sus gritos cuando se despertaba. Kyra suponía que era
demasiado mayor ya para correr hacia Bella, pero una parte egoísta
suya extrañaba el tacto de Bella.

—Estoy contenta de escucharlo. Y lo estás haciendo bien por tu


cuenta. Has alquilado tu primera habitación con tu propio salario —dijo
Bella.

—Topé con un comercio abundante. —Kyra le dio a la cocinera


una sonrisa irónica—. Puedo entrenar a Idalee…

—Por favor, no. He renunciado a cambiar tu actitud, pero todavía


mantengo la esperanza para estas chicas.

—Estoy sorprendida de que estés en el Drunken Dog, Bella. —


Bella no hablaba mucho de su pasado, pero Kyra sabía que ella y la
madre de Flick habían sido hijas de comerciantes. No nobleza de
ningún tipo, pero tampoco el tipo de pasar el tiempo con ladrones y con
ratas de alcantarilla.

Bella hizo girar un nabo contra su cuchillo de trinchar, retirando


la piel en una espiral larga. Kyra agarró las tiras más largas de la mesa
mientras caían.

—Hace unos quince años, dieciséis desde que mi marido murió.


Hubieras dicho diecisiete años atrás que yo acabaría en el Dog. Yo
probablemente no lo creería. —Puso el cuchillo sobre la mesa—. Fue
muy difícil. Ahora ya tienes suficiente edad como para entenderlo. Mi
marido ya no estaba. ¿Quién sabía lo que le había sucedido a mi hijo en
su afán de buscar grifos y sirenas? No muchos lugares aceptarían a una
mujer dentro, y yo fui afortunada de que Laman conociera y respetara a
mi marido. Necesitaba un trabajo y un lugar en el que permanecer. No
podía permitirme ser quisquillosa.
Kyra tuvo una repentina visión de una joven Bella, agarrando sus
bolsas en la puerta de la taberna, con la mandíbula apretada con
determinación mientras miraba a los clientes más duros de la taberna.

—Supongo que llevó algo de tiempo acostumbrarse.

—Lo hizo. —Bella estaba mirando en la distancia ahora.

—¿Al final mejoró?

Ella miró pensativamente a Kyra.

—Me acabé acostumbrando. Pero lo que realmente lo mejoró fue


encontrar de nuevo a Flick. Y conocerte a ti.

—¿En serio?

—Bueno, había renunciado a encontrar alguna vez a mi hermana.


Cuando ella me hizo llamar y me enteré de que se estaba muriendo… —
Bella se calló por un momento—. La veo de vez en cuando en Flick. Y
vosotros dos me disteis esperanza. La mayoría de los clientes aquí son
difíciles, hastiados. Los dos tenéis una inocencia sobre vosotros, a pesar
de que tú has ido más allá.

Kyra le dio una sonrisa torcida a Bella.

—¿Inocencia? ¿Aún sigues pensando eso?

—Los dos sois más inocentes de lo que os pensáis, pero menos


inocentes de lo que me gustaría.

A Kyra se le ocurrió que estando el hijo de Bella muerto, no


tendría a nadie para cuidar de ella cuando envejeciera. A Kyra le agradó
esa idea.

—Bien, Bella si te hace sentir mejor, no tienes que preocuparte de


que Idalee siga mis pasos. Ella no tiene habilidad para ello.

—Así como tú no tienes habilidad para preparar vegetales. —Bella


miró la pila de tiras—. ¿Cómo lo hice?

Kyra levantó la tira más larga, de la longitud de su antebrazo.

—No está mal, pero no es lo mejor. —Fue a buscar el cubo de la


basura y lo sostuvo mientras Bella tiraba las cáscaras de nabo.
—¿Ya te marchas? —dijo Bella—. Tengo un poco de sobras para
comer.

Kyra obedientemente se sirvió a sí misma algo de asado antes de


excusarse.

Pensó en Idalee y Lettie cuando se iba de la taberna. ¿Qué era eso


que las hacía diferentes de los otros? Si Kyra era sincera con ella
misma, fue Lettie la que realmente había rozado su corazón. Mientras
los otros niños evocaban recuerdos de sus aventuras con Flick, la
pequeña Lettie le rememoró los momentos más dolorosos —los primeros
años antes de que Kyra tuviera la edad suficiente para encajar con los
otros niños. Aquellas eran noches borrosas y frías y días sin comida,
rebuscando en la basura como un animal en los callejones de Forge.
Ella era diferente de los demás. Más joven, pequeña y misteriosa,
extraña en la forma que se movía y escondía en las sombras. Los otros
niños le habían dado un gran rodeo. Le habían temido, a pesar de que
ella era demasiado pequeña como para representar un peligro para
nadie. Aunque las cosas mejoraron, Kyra nunca se deshizo de la
sensación de que a duras penas había sobrevivido, que le debía su
existencia a unos cuantos golpes de suerte. ¿Ayudaba a Lettie por
compasión o por algún deseo egoísta de reescribir aquellos recuerdos?

La casa del Grmio estaba más llena de gente de lo normal,


alrededor de una docena de personas reunidas en el almacén. James
estaba de pie en la parte de atrás, hablando con Bacchus y otras
personas más. El resto de hombres se dispersaron entre las
mercancías. Algunos apilaron cajas contra la pared, mientras otros sólo
estaban de pie hablando.

—Rand, —lo llamó ella—. ¿Por qué esta todo el mundo aquí?

Él la miró sorprendido de verla pasearse por aquí.

—Hay trabajo esta noche. James necesita manos extra para


asaltar una armería.

—¿Una armería?

Él se encogió de hombros.

—Es todo lo que nos ha dicho. —Se unió a un grupo de hombres


mientras estallaban en carcajadas sobre alguna broma que ella no pudo
oír.
Kyra nunca antes había visto al Gremio movilizado como un gran
grupo pero dudaba que James explicase sus planes para satisfacer su
curiosidad. Echó una ojeada por la habitación una vez más, buscando a
alguno al que le pudiera preguntar, pero aparte de Rand, no había
nadie que conociera con el cual hablar. Se desplazó hacia James.

—¿Por qué estás aquí? —Preguntó él bruscamente. Su expresión


demostraba claramente que tenía que decirle algo o apartarse de su
camino.

—¿Voy a seguir con la cartografía esta semana?

—Sí.

—Ya he ido dos veces por encima de todo.

—Vete de nuevo.

Un adiós muy claro. James dirigió su atención hacia el hombre


con el que estaba hablando. Frustrada, Kyra se fue hacia la puerta.

Alguien chocó contra ella por la espalda, y ella tropezó contra la


pared.

—Lo siento señorita —le dijo Bacchus con una sonrisa. Algunos
de los hombres miraron en su dirección y rieron mientras Bacchus
entraba en su círculo.

Ella por lo general ignoraba las mofas de Bacchus, pero esta vez
algo se rompió. Quizás porque era la primera vez que Bacchus la había
tocado físicamente, o tal vez porque Kyra había reprimido las cosas
demasiado tiempo. Ella se había ganado su lugar en el Gremio como lo
hizo Bacchus. Si alguna vez se iba, sería bajo sus términos. Se dirigió
hacia el grupo, furiosa, pero se detuvo cuando vio la cara de Bacchus.
Él la miró con aire satisfecho, encantado, incluso, de que estuviera
reaccionando. Ella se detuvo. Qué iba a hacer, ¿gritarle? ¿Atacarle con
James mirando? No podía caer en su trampa. Pero no podía dejar que
esto continuase, no si ella iba a permanecer en el Gremio. Tomó una
gran bocanada de aire, miró hacia Bacchus una vez más, después se
dio la vuelta, dirigiéndose directamente de nuevo a James.

—Llévame esta noche.

James se detuvo a media frase y se quedó mirándola.


—Llévame contigo esta noche, al trabajo.

Ella lo esperaba molesto por su interrupción, pero él le dio toda


su atención.

—¿Por qué?

—Si vas a robar una armería, puedes utilizarme. Soy una


ladrona, ¿recuerdas?

—Se supone que debes hacer la cartografía.

—Lo haré durante esta semana.

—No te pagaré más por esto.

Kyra luchó por mantener la voz firme.

—Eso no es un problema.

James estudió su rostro, después hizo un gesto brusco. Ella lo


podría haber imaginado, pero parecía algo contento.

—Está bien. Puedes venir, pero no te entrometas en nuestro


camino.

Kyra se unió al resto del grupo mientras seguían a James por la


puerta. Se movían como una unidad en silencio por las frías calles, y
Kyra se centró en el sonido de sus botas contra la grava. A medida que
el aire frío de la noche se colaba por su túnica, se encontró
preguntándose para qué se había ofrecido exactamente.

Un alto edificio de piedra se hizo visible en la distancia, y pararon.


Un hombre nervioso esperaba en la esquina de la calle. Sus ojos
revolotearon brevemente sobre el grupo de asesinos mientras James se
acercaba a él.

—Probé con la llave, —dijo el hombre—. No funcionó; han debido


de cambiar las cerraduras.

Hubo un momento tenso de silencio. La boca de James se tensó.

—¿La llave no funcionó?

El hombre cogió de su bolsillo un objeto


—Lo intenté la semana pasada, e iba bien. Estoy seguro de que
todo estaba bien.

Su voz estaba temblando.

—Había rumores… Una incursión en el Palacio… El nuevo


ministro de Defensa tomó medidas enérgicas contra…

Hizo caso omiso de las divagaciones del hombre, James le dio la


llave a Bacchus, quien la tomó y desapareció por la calle. Unos minutos
más tarde, regresó, escupió en el suelo y negó con la cabeza.

—Repítemelo otra vez —James le preguntó al hombre—. ¿La llave


funcionó la semana pasada, pero por alguna razón no funciona ahora?

—Le juró que lo intenté, —dijo el hombre—. Puedo conseguir la


nueva. Sólo me debe de tomar un par de semanas.

—No tenemos un par de semanas —dijo James. Se apartó del


hombre con disgusto, mientras dos asesinos lo agarraban y se lo
llevaban.

James señaló a Bacchus y otros dos más.

—Venid conmigo. —Cuando se giró, su mirada cayó sobre Kyra—.


Tú también.

Bacchus guió el camino, corriendo de casa en casa. Kyra siguió


su rastro, insegura de si debía de estar agradecida o aterrorizada de que
James la incluyera a ella. Se pararon en las sombras en frente de la
calle de la puerta de la armería. Era un viejo edificio, y a juzgar por su
arquitectura, había sido readaptado para una función más elegante.
Tanto la enorme puerta como los muros estaban decorados con un
tallado intrincado, y la campana de la torre del edificio se elevaba por
encima de las casas de los alrededores.

James se volvió hacia Kyra.

—Fuerza la cerradura. Estate atenta a los dos guardias que hay


haciendo rondas.

Kyra asintió, los latidos de su corazón se aceleraban a medida


que examinaba el camino. No había señal de los guardias. Tomó su
ganzúa mientras corría hacia la puerta principal. Con el oído atento por
si se acercaban pasos, insertó la ganzúa y torció la cerradura, pero se
detuvo. Algo no le encajaba. Su estómago se apretó mientras sondeaba
la cerradura. Había oído hablar de esas cerraduras antes. Las
cerraduras señalaban en varias direcciones. No podían ser forzadas.
Kyra cerró los ojos. No era momento de fallar. Se retiró de nuevo hacia
el grupo.

—La cerradura no se puede forzar —dijo ella.

—¿No puedes forzar la cerradura? —preguntó James.

—Nadie puede.

Él ya se había apartado de ella, un movimiento que intimidó más


que cualquier otra cosa que pudo haber dicho.

—Id a por los guardias.

Los otros asesinos fueron hacia el edificio y se separaron,


fundiéndose con las sombras en diferentes puntos. Luego, silencio.
Pasaron unos largos minutos hasta que Kyra oyera pasos. Un guardia
en la vuelta de la esquina, escaneando la carretera.

Sucedió rápidamente. De repente, el guardia se estaba aferrando


a su garganta, cayendo de espaldas hacia Bacchus. El asesino le dio un
rodillazo en la parte baja de la espalda, y el guardia dejó de luchar.
Mientras Bacchus lo arrastraba de nuevo hacia James, Kyra vio que el
hombre se encontraba consciente, su cara se retorcía de dolor. Los ojos
del guardia se fijaron en Kyra y sus ojos se encontraron. Se puso de pie,
petrificado de dolor y con súplica en sus ojos. ¿Por qué la estaba
mirando? Ella era impotente aquí. Tenía que darse cuenta de ello.

Otro asesino regresó, arrastrando a un segundo guardia.

—Registradlos —dijo James. Los asesinos despojaron a los


guardias de sus vestimentas, inspeccionando sus bolsillos y su
revestimiento.

—Nada —dijo Bacchus.

James sacudió la cabeza. Otro asesino agarró a uno de los


guardias e inmovilizó sus brazos por detrás.
Bacchus caminó hacia él y miró a James buscando indicación
alguna. James asintió y Bacchus le golpeó la cara. Su golpe fue seco. El
estómago de Kyra se revolvió y miró hacia otro lado.

—¿Dónde está la llave? —La voz de James era tranquila.

—Nosotros no la tenemos. —Otro golpe, seguido de un gemido


ahogado. El guardia escupió—. Golpéame todo lo que quieras, no
tenemos la llave —dijo.

Bacchus parecía feliz de hacerlo. Kyra se estremeció


concentrándose en los tallados intrincados, siguiendo arriba por el lado
del arco a una alta ventana…

—Puedo conseguir que entremos —espetó.

Su voz sonó fuerte en la oscuridad y sintió como todo el mundo la


miraba.

—¿Qué? —dijo James.

—La ventana. Puedo llegar a ella y desbloquear la puerta desde


dentro.

—Las ventanas están todas cerradas y bloqueadas.

—No las ventanas del segundo piso. La alta, en la torre del


campanario.

Escuchó murmullos de incredulidad, pero al mirar más de cerca


el edificio, se volvió más segura de sí misma. La ventana era en realidad
un conjunto de tres ranuras altas y estrechas que parecían lo
suficientemente amplias como para pasar a través de ellas. No vio
ninguna barra o persiana, la piedra decorativa que conducían a ella le
daba un montón de puntos de apoyo.

—¿Estás segura?

—Dame un cuarto de hora.

Todos los ojos se desplazaron hacia James.

—Hazlo —dijo él.


Kyra se limpió las manos en los pantalones mientras los otros se
apartaban de ella. La piedra no empezaba al nivel del suelo, pero había
una cornisa por encima de la primera planta. Usó un barril cercano
como impulso, saltó y atrapó la cornisa, tirando de ella. Se puso en pie
por un momento, de cara a la pared, sondeándola con los dedos. La
roca soportaría su peso. Tomó aire y clavó los dedos en dos de las
hendiduras más profundas. Un pie fue lo siguiente, y luego se empujó
así misma mientras se agarraba a un asidero superior. Pronto, había
trazado una especie de ritmo que aumentaba hasta llegar hasta un lado
del edificio.

Su ánimo se elevó al tiempo que ascendía... Esto era lo que podía


hacer, hacerlo bien. Kyra era consciente de su audiencia y, después de
las frustraciones del día, no pudo resistir presumir un poco. Sus
oscilaciones fueron más altas de lo normal, y su salto final a partir de la
piedra a la ventana tal vez más dramático de lo que tenía que ser. Por
último, se colgó de la ventana, sus manos se aferraron a las ranuras
próximas. Con otro suspiro, se irguió y pasó un brazo por encima. A
partir de ahí, fue una lucha rápida para hacer entrar su cabeza, torso y
el resto del cuerpo a través de la ventana.

El campanario estaba extrañamente tranquilo. Había una


plataforma donde se suponía que debía estar la campana, todo estaba
cubierto de polvo. A partir de ahí fue fácil encontrar las escaleras, y fue
de hecho alrededor de un cuarto de hora después de que empezara,
cuando giró el cerrojo y abrió la puerta principal. Captó las diferentes
expresiones de los hombres mientras pasaban. Algunos la miraban con
reconocimiento. Rand la miró como si la viera por primera vez. Más de
uno la miró con miedo en los ojos, y atrapó a Alex haciendo una señal
para alejar a los malos espíritus. La mirada de Bacchus todavía no era
amigable, pero no mantenía su habitual sonrisa burlona.

James fue el último en entrar. Después de que pasara, Kyra cerró


la puerta. Cuando se dio la vuelta, todos los hombres excepto James se
habían reunido debajo del atrio, debajo de un arco alto. El jefe de los
asesinos se puso a su lado. Él le llamó la atención.

—Lo has hecho bien.

Era la primera vez desde que había entrado en el Gremio que él la


felicitaba, y encontró sorprendentemente difícil sostener su mirada. Ella
miró hacia otro lado, sorprendida por el rubor creciente en sus mejillas,
contenta de que la oscuridad lo mantuviera oculto. Era una profesional,
no una chica de granja atolondrada.
—Es lo que hago.

Caminaron en silencio hasta reunirse de nuevo con el grupo.


Justo antes de alcanzar al resto, Kyra se acordó.

—Los guardias. ¿Qué les sucedió?

—Están afuera. Nos libraremos de ellos una vez que hayamos


terminado.

Buscó sus ojos todo el tiempo que fue capaz. James la miró, su
mirada era serena y firme.

—Ven a verme mañana antes de que vayas al Palacio, —dijo él—.


Podemos discutir el próximo paso.
Nueve
Traducido SOS por BrenMaddox
Corregido por katiliz94

El beagle2 galopaba por la escasa maleza, levantando polvo con su


nariz y oídos mientras zigzagueaba a lo largo de un sendero invisible. Lo
había seguido sin problema esta mañana, pero ahora su enfoque
vacilaba. Cualquier crujido en los arbustos se convertía en una excusa
para reducir la velocidad, cualquier reclamo una invitación para mirar a
su alrededor.

—Vamos a tomar un descanso —dijo Tristam. El hablador de


perros, un joven escudero llamado Martin, silbó agudamente. El perro
hizo una curva cerrada y se sentó, con la lengua fuera. Tristam se
apoyó contra un árbol mientras los cinco escuderos con él se
establecían cerca.

Martin vertió un poco de agua para el beagle y lo rascó detrás de


las orejas.

—Ella está aburrida con el olor, —dijo—. Y su pata izquierda está


dolorida. No creo que vayamos a conseguir más hoy.

—¿Cómo ves todo eso? —preguntó Tristam.

Martin se encogió de hombros.

—La práctica ayuda. Pero siempre he sido capaz de leerlos, y


siempre han sido amables conmigo. —Como para ilustrar su punto, el
beagle se presionó contra él y empezó a lamer su cara. Martin se
defendió de sus esfuerzos sin entusiasmo, volviendo la cabeza para
poder hablar sin ser besado por completo—. Incluso cuando estaba
hasta las rodillas, los perros del barrio venían moviendo la cola. A mi
padre también. Es algo de familia, supongo.

—Tenía un amigo que era así, solo que con los caballos, —dijo
Tristam—. Ellos lo querían —siempre viniendo a pedir golosinas o a
frotarse. Él podía saber sus estados de ánimo, y siempre hacían lo que
les pedía.

2 Raza de perro.
—Suena como un truco muy útil para que tenga un caballero —
dijo Martin.

—Le fue muy útil, —dijo Tristam. Aunque se preguntaba ahora si


regalo de Jack le había hecho daño en el final. Si Gray no hubiera sido
tan obediente, ¿el caballo habría llevado a Jack dentro de la jaula con el
gato demonio?

—Aquí hay otro juego de huellas —otro escudero se agazapó cerca


de un grupo de árboles y señaló a la suciedad.

Había huellas y excrementos de todo el viaje y nada más. No


había señales de presencia humana, no había campamentos. Habían
seguido el sendero a través del bosque por dos días, pero los perros sólo
los llevaron en círculos.

Tristam sacó una capa de polvo de su frente.

—No creo que vayamos a encontrar algo. Volvamos a Forge.

Alivio pasó por los rostros de sus compañeros, y Tristam no podía


culparlos. Caminó por delante del grupo, meditando mientras
comenzaban la larga caminata de regreso. Malikel era un comandante
justo, pero de todas maneras, Tristam no esperaba entregar noticias de
otra expedición fallida.

Trabajar bajo el mando de Malikel había traído bastantes cambios


y nuevas responsabilidades. La mayoría de los días Tristam los pasaba
en el Palacio revisando informes y estudiando mapas detenidamente. Y
después de que Tristam hubiese sido nombrado caballero, Malikel
comenzó a enviarlo en misiones de exploración en el bosque. Dio la
bienvenida a esas posibilidades de salir de la ciudad, pero no era fácil
dirigir un equipo de guardias en el desierto, sobre todo porque muchos
eran mayores que él. Una y otra vez no encontraron nada.

Podrías estar en las patrullas de carretera en este momento, con


nada de qué preocuparte, excepto de dónde establecer el campamento,
dijo una voz rencorosa en su cabeza.

—¿Está todo bien, Sir Tristam? —Tristam despejó la frustración


de su cara cuando Martin se acercó a su lado. Todavía era nueva, esta
necesidad de dar ejemplo y mantener la moral alta. Los días de montar
a caballo con Jack, poniendo los ojos en blanco y haciendo gestos
detrás de la espalda del comandante, habían terminado.

—Solo llámame Tristam. Sabes que Malikel no pone mucha fe en


títulos o ceremonias.
Martin sonrió.

—Pensé en eso, Sir Tristam. El problema es que todos todavía lo


hacen. Si me acostumbro a dejar a los “Sirs,” podría olvidarlo con otra
persona. Entonces las cosas se pondrían desagradables.

Tristam sonrió a su pesar. Le gustaba Martin. El alegre escudero


habría sido un buen caballero si hubiese nacido en una familia de
clase. Mientras que los otros Escudos Rojos se mantenían al margen de
su comandante, Martin a menudo hablaba a Tristam. O el Escudo Rojo
era demasiado joven para haber aprendido a mantener una distancia
respetuosa de sus superiores, o era demasiado sociable para evitarlo.
Egoístamente, Tristam no podía decidirse a desanimarlo.

Se abrieron paso a través del bosque, pasando por debajo de una


rama ocasionalmente.

—¿Cree los rumores, señor? —Preguntó Martin.

—¿Qué rumores?

—Los aldeanos dicen que los Demon Riders crían a sus gatos
como sus propios hijos, cuidándolos en sus propios pechos. Dicen que
es así como los gatos logran crecer tanto, y por qué los felinos son tan
obedientes a sus amos.

—Eso suena doloroso —dijo Tristam con una mueca.

Martin luchó por mantener una cara seria.

—Sin duda, señor.

—Bueno, pueden mantener ese secreto para sí mismos —dijo


Tristam—. Sería feliz solo con encontrarlos.

—Es como si desaparecían en el aire, ¿verdad? —dijo Martin.

Tristam dejó escapar un suspiro, ya no molestándose en ocultar


su frustración.

—Este es nuestro tercer viaje. Deberíamos haber encontrado algo


para ahora.

Semana tras semana, nuevos informes llegaban de agricultores


traumatizados. Ganado sacrificado, aldeanos heridos o muertos.
Agregar más patrullas no había ayudado mucho. A menudo, los
soldados solo llegaban después de que los bárbaros se hubieran
marchado.
—No tiene sentido —dijo Tristam—. Las huellas están aquí, y son
frescas. Pero ¿por qué nunca encontramos algo más? Si solo estos
árboles pudiesen hablar —Tristam se detuvo—. Martin, ¿cuándo vamos
a informar a Sir Malikel mañana?

—A media mañana.

Él evocó el mapa de la selva en su mente, intentando determinar


hasta qué distancia estaban de la ciudad.

—Lidera el grupo de regreso por mí. Me quedaré un poco más de


tiempo.

Martin lo miró con suspicacia.

—No está pensando en hacer algo imprudente, ¿verdad?

—No, nada temerario. Solo tengo una corazonada.

—Si se me permite hablar con libertad, Sir Tristam, al menos


debería decirnos lo que está planeando. Sir Malikel no estará satisfecho
con nosotros si le pasa algo.

—Bastante justo. Tal vez estemos yendo el camino equivocado, en


busca de ellos cuando sabemos claramente que vienen aquí a menudo.
Deberíamos quedarnos aquí y esperar a que ellos vengan a nosotros.

Martin frunció el ceño.

—¿Puedo pedirle permiso para acompañarlo, señor?

—No puedo pedirte que hagas eso, no sin sopesarlo más. Es


demasiado…

—¿Demasiado peligroso? Está empezando a contradecirse a sí


mismo, señor.

Tristam rió.

—Estaría bien tener un poco de ayuda, pero no puedo ordenarelo.


Esta no es una orden de Palacio; es solo mi loca idea.

—Solamente son unas pocas horas más aquí. ¿En cuántos


problemas podríamos meternos?

Parecía infortunado responder. Pero la decisión estaba tomada, y


Tristam informó a los demás.
Su estado de ánimo mejoró cuando él y Martin se dividieron para
encontrar escondites. El plan podría no ser un golpe de genio, pero se
sentía bien estar haciendo algo diferente. Un tronco caído junto a una
roca proporcionaba un escondite adecuado, y Tristam se instaló detrás
de él después de borrar las huellas. A pesar del olor a humedad de la
leña, era un escondite cómodo.

Con el tiempo, las aves y los insectos empezaron a llamar de


nuevo. De forma intermitente, Tristam silbó y oyó el silbido de Martin
en respuesta. A medida que la oscuridad crecía, el aire se volvía más
frío. Afortunadamente, hacía calor a principios del verano, y su capa lo
mantenía cómodo. La luna estaba empezando a subir cuando una rama
crujió cerca.

Curioso, Tristam se asomó para observar. Varias sombras


pasaron a unos pasos de su escondite. Grandes sombras. Tristam
prestó más atención. Esperó hasta que los pasos se hicieron más
débiles, luego se deslizó fuera de su escondite. Por delante, vio algo que
se movía. Formas amplias, con cuatro piernas y una gracia felina. Un
estremecimiento de emoción corrió a través de él y lo siguió, ignorando
sus dudas sobre la conveniencia de arrastrarse tras las enormes
bestias.

Las sombras se movían a un ritmo rápido, tejiendo entre los


árboles, cuando de repente, se fusionaron con el resto del bosque.
Tristam parpadeó. El bosque estaba quieto.

—Estás muy lejos de la ciudad, caballero. —Una voz con ligero


acento habló desde detrás de él.

Tristam se dio la vuelta y respiró hondo.

Era ella. El pelo rubio oscuro, ropa de cuero, la inclinación


arrogante de su barbilla. Después de semanas de pesadillas, no había
manera de que no pudiera reconocer esa cara. La mano de Tristam fue
a su espada.

—Manten eso en su vaina a menos que desees que tu garganta


sea desgarrada.

Entonces Tristam vio al gato, avanzando a su izquierda con ojos


hambrientos. Por un momento, Tristam luchó contra el impulso de
lanzarse por la mujer de todos modos, vengar a Jack antes de que el
gato lo alcanzara. Entonces, algo se movió en su periferia, y Tristam
levantó la cabeza para ver que otra bestia se acercaba desde el otro
lado. Poco a poco, Tristam soltó su espada.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó la mujer.

—Podría preguntar lo mismo a ti, bárbara. —Debería haber


estado aterrorizado, pero su miedo estaba desvaneciéndose,
reemplazado por semanas de rabia contenida. Todo lo que quería hacer
era herirla. Hacerla pagar por lo que había hecho, tanto si sobreviviera
como si no.

El Demon Rider ladeó la cabeza, mirandolo con curiosidad.

—Nos hemos visto antes.

—Sí.

—Tu amigo, —dijo lentamente—. Era un negligente.

—Estaba haciendo su deber.

—Y ahora tú deseas vengarte por él. Lo que es imprudente.

—Le vengaré.

La mujer dio una sacudida casi imperceptible con la cabeza.

—No, no lo harás. —Hizo un gesto brusco con los dedos. Los


felinos bajaron la cabeza y gruñeron. De nuevo, Tristam cogió su
espada. Iría por la mujer primero. La ejecutaría antes de que los gatos
cayesen sobre él.

—Aleja a tus mascotas. —La voz de Martin sonó claramente a


través de los árboles. Tristam se volvió a verlo con una flecha apuntada
y dirigida a la Demon Rider.

Sus ojos se estrecharon. Como respondiendo a alguna señal


invisible, los gatos todavía gruñendo dieron un paso atrás. Por un
momento, Tristam se quedó estupefacto. Luego se apresuró a la acción,
sacando su daga y se movió detrás del Demon Rider, con cuidado de
nunca dar un paso entre ella y el arco de Martin.

—Martin es un excelente tirador. —Obligó a los brazos de la


mujer ir detrás de ella y apretó el puñal en la espalda. Nunca había
visto a Martin en el campo de tiro, pero la confianza, real o fingida, era
la única forma con la que saldrían de allí con vida—. No lo pongas a
prueba. Te vienes con nosotros. —Se volvió hacia Martin—. ¿Tienes una
cuerda?

Martin bajó lentamente su arco y desató una cuerda de su


cinturón. Tristam observó nerviosamente a los gatos mientras ataba las
manos de la mujer. Ella no se resistió, pero no había ni un atisbo de
miedo en sus músculos. Aunque —echó otra mirada a los gatos del
demonio— ¿por qué tendría ella miedo? No era la única manteniendo a
dos bestias gigantescas a raya con una daga.

Uno de los gatos siseó.

—Si tus gatos se acercan más, estás muerta —dijo Tristam,


apretando más la cuerda—. Mejor asegúrate de que se comportan.

—Los gatos os matarán si intentáis llevarme.

—Te creo —dijo Tristam—. Pero aun así vas a acompañarnos con
seguridad a la carretera. Dejaremos que te vayas cuando lleguemos allí.

Los ojos de la mujer pasaron sobre los dos, calculando, y Tristam


comenzó a moverse antes de que ella tuviera la oportunidad de pedir
más ayuda. Para alivio de Tristam, los gatos se quedaron atrás. Apenas
respirando mientras arrastraban a su prisionera hacia los caballos. Los
felinos los siguieron desde la distancia, nunca acercándose demasiado,
pero siempre a punto de saltar. Había una inteligencia inquietante en
sus ojos. Tristam de alguna manera consiguió entender exactamente lo
que estaba pasando.

—Martin, mantén un ojo en esas... criaturas —lo último que


necesitaba era que uno de ellos ignorara la orden de su ama y vinieran
a su rescate.

La siguiente media hora evacuó directamente sus pesadillas. El


marchar a través del bosque, los felinos demoniacos arrastrándose a
tiro de piedra. Sostener a la asesina de Jack con la punta de su daga,
pero sabiendo que tendría que liberarla. La túnica de Tristam estaba
humedecida por el sudor y sus brazos empezaron a doler por mantener
un agarre tan estricto sobre la mujer. No sabía hasta dónde podía
empujar esto, pero necesitaban estar en sus caballos con una buena
ventaja inicial si querían alguna oportunidad de aventajar a los felinos
demoniacos.

Agitados pasos con pezuñas sonaron por delante. A través de los


árboles, divisó a Lady sacudiendo su melena, poniendo un alto al
rastreo de los felinos demonios.

La Demon Rider volvió a hablar.

—Si me subo a ese caballo, los gatos atacarán.


—Te dejaremos ir una vez que estemos a horcajadas. —Tristam
asintió hacia Martin, quien montó a caballo y apuntó con su arco para
montar guardia mientras Tristam saltaba en su propia silla—. Envía a
tus gatos lejos.

La mujer entrecerró los ojos, pero inclinó la cabeza. Los gatos se


apartaron, aunque no tan lejos como Tristam había solicitado.

—No irán más lejos —dijo ella.

Eso tendría que bastar.

—Muy bien, Martin, ¿listo para montar? —murmuró Tristam.

—Sí, señor.

Echó una última mirada a la Demon Rider y luego le dio a su


caballo una fuerte patada. Lady se lanzó al galope. Tristam se agachó
mientras el bosque borroso pasaba, instando a Lady a ir aún más
rápido. Detrás de él, oyó a Martin rápido sobre sus talones. Cabalgó sin
mirar atrás hasta que finalmente vio tierras de cultivo en la distancia.
No podía conducir a las bestias a las granjas.

Tristam se arriesgó a mirar por encima del hombro. Martin


montaba locamente sobre sus talones, pero más allá de eso, el camino
estaba vacío. Con cautela, Tristam llevó a Lady a un alto. Los dos
escanearon la distancia detrás de ellos.

—¿Estás bien? —Tristam preguntó entre respiraciones.

—Cansado, pero vivo.

—Supongo que vas a decirme lo idiota que fui por querer


quedarme allí fuera por mí mismo.

Martin sonrió.

—No, Sir Tristam, nunca soñaría con tal impertinencia.

—¿Un Demon Rider y dos gatos? —preguntó Malikel.

—Sí, señor.

Tristam se frotó los ojos contra la luz del sol que entrando por la
ventana. Había sido imposible dormir después de que volviera, y ahora
estaba pagando por ello. Le dolía la cabeza, y había un mal sabor en la
boca que no podía enjuagar. Junto a él, Martin se quedó mirando una
pila de libros sobre el escritorio de Malikel, parpadeando para ponerlos
en foco.

—¿Estás seguro de que era la misma mujer? —Preguntó Malikel.

—Ella me reconoció —dijo Tristam. Se estremeció al recordar su


voz, su extraña manera de hablar. Durante los últimos dos meses, se
había imaginado confrontándola más de cien veces. Se había imaginado
gritos, amenazas, una lucha a muerte. Pero no el precario
enfrentamiento que había ocurrido la noche anterior.

Malikel empujó dos tazas hacia ellos.

—Bebed. Estáis más pálidos que estos pergaminos.

El té era fuerte, con la mezcla de especias comunes de la patria


Minadel de Malikel, a un par de semanas de viaje al sur de Forge.
Demasiados sabores en un recipiente para el gusto de Tristam, pero sí
ayudó a despejar su mente. Martin tomó un sorbo, escondiendo una
mueca detrás de su taza, y puso la bebida hacia abajo.

—¿Dijo algo acerca de quiénes eran, de dónde venían? —preguntó


Malikel.

Tristam negó con la cabeza.

—Nada. Sin embargo, es una fuerte habladora de bestias. Sus


gatos la obedecieron completamente.

Malikel se quedó en silencio por un momento.

—Tendremos que pensar en ello más a fondo. Pero por lo menos


tenemos alguna confirmación de que están en el bosque.

Hubo un golpe en la puerta. En el momento en que Tristam había


registrado el sonido, Malikel ya estaba a medio camino a la puerta.
Tristam y Martin se pusieron de pie, pero Malikel les hizo un gesto
hacia abajo, y de mala gana se sentaron, intercambiando miradas
inquietas al permitir que su superior hiciera una tarea de tan baja
categoría.

Malikel abrió la puerta para revelar a un escudero y dio luz verde


para que Tristam esperara mientras él y el escudero se dirigían al
pasillo. A través de la puerta, Tristam vio el rostro del anciano
oscurecerse cuando el hombre habló.
Malikel hizo un gesto hacia Tristam para que se uniera a ellos.

—Ha habido un asalto, —dijo Malikel secamente—. Ven conmigo,


Tristam; Tienes ojo para el detalle.

—¿Un asalto?

—Una de las armerías del Palacio fue asaltada anoche. Tengo mis
sospechas sobre quién estuvo involucrado, pero necesito a alguien con
ojos nuevos.

Malikel cuestionó la guardia mientras lo seguían en la ciudad.

—Pensé que teníamos que cambiar las cerraduras en todas las


armerías y almacenes.

—Lo hicimos, señor, y nos hicieron solo dos copias de la llave.

—¿Y los guardias de armería?

—Había dos de ellos, y ninguno de ellos tenía una llave. Ambos


guardias están desaparecidos.

—Esto es lo que estaba tratando de evitar. —Aunque Malikel


mantuvo el tono de su voz, Tristam podía ver la ira en su frente.

Un grupo de hombres con uniformes de Palacio ya estaban en la


sala de armas cuando llegaron, algunos examinaban los alrededores del
exterior del edificio, mientras que otros se apresuraban y salían con
pergaminos. Tomó nota rápida de los gruesos muros de la armería y la
puerta sólida mientras un funcionario de aspecto cansado salía a su
encuentro.

—Sir Malikel.

—Nels, ¿qué falta? —Preguntó Malikel.

Nels suspiró, levantando una mano para frotarse la sien.

—De cincuenta a setenta y cinco conjuntos de armadura de cuero


tachonado. No tocaron los más pesados.

—¿Cómo llegaron dentro? —preguntó Malikel.

—No hay señales de daños a las puertas, y el cerrajero insiste en


que estos bloqueos no se pueden copiar. El mayordomo de Palacio y yo
tenemos las únicas dos llaves.

—¿Podría alguien haber copiado la clave? —preguntó Tristam.


—Es posible. Cualquier cosa es posible.

Nels los llevó dentro, más allá del atrio, y las habitaciones del
fondo, donde se guardaban las armaduras. Su primera parada fue una
gran cámara, una cuarta parte de la cual estaba apilada con cajas. La
habitación tenía paredes de piedra sin ventanas y una sola puerta.

—Aquí es donde se mantenían las armaduras de cuero —dijo


Nels—. Se llevaron la mayor parte de ellas.

Cuanto más pensaba Tristam en el robo, más extraño le parecía.


De cincuenta a setenta y cinco armaduras eran suficientes para equipar
a dos o tres unidades. Era demasiado para que una banda de
bandoleros utilizaran ellos mismos, lo que significaba que
probablemente el robó fue con la intención de venderlo a alguien con
una fuerza considerable de guardias armados. Dentro de Forge solo el
Palacio empleaba a tantos soldados. Allí estaban las ciudades vecinas
de Parna y Edlan, pero ¿por qué se tomarían la molestia de robar algo
tan simple como una armadura de cuero?

—¿Qué piensas acerca de esto, Tristam? —Preguntó Malikel.

Tristam compartió su confusión, y Malikel asintió, aparentemente


satisfecho con el razonamiento de Tristam.

—Estoy de acuerdo. Es poco probable que Parna o Edlan estén


detrás de esto. Y ninguna de las casas nobles de Forge emplea a tantos
soldados. Entonces, ¿qué nos deja eso?

—No lo sé. ¿Alguien que construye un ejército secreto a expensas


de Forge? Parece inverosímil.

—Lo hace. Y sin embargo... —Malikel llevó a Tristam al fondo de


la sala, lejos de la audición de Nels—. Hay disturbios en la ciudad.
Susurros entre los nacidos comunes contra el Palacio. Mis hombres han
estado escuchado eso durante años. Nada concreto, pero lo
suficientemente para pedir que todas las cerraduras fueran cambiadas
en nuestros almacenes importantes. Al parecer, eso no fue suficiente.

—Pero, ¿quién podría posiblemente...?

—¿Estás familiarizado con las historias del Gremio de los


Asesinos, Tristam?

—El único Gremio que conozco es el de los libros de historia.

El caballero más mayor asintió.


—Hace unos cien años, eran una amenaza en la ciudad, trataban
en el comercio ilegal y el tiempo los convertía en lo suficientemente
potentes como para influir en el gobierno. El Palacio fue capaz de
capturar a sus líderes, y el Gremio se disolvió. Pero en la última década,
ha habido rumores de que nunca desapareció por completo. Y desde
que me convertí en el Ministro de Defensa, he encontrado indicios de
que ellos, o alguna organización como ellos, están regresando al poder.
Informes de extraños pidiendo a nuestros servidores de bajo nivel
información, por ejemplo.

—Así que alguien está reclutando espías —dijo Tristam. El


espionaje no era nuevo de ninguna manera en Forge, y todos los
escuderos aprendieron la historia básica. Edlan y Parna siempre
estaban tratando de obtener una ventaja, pero por lo general se
infiltraban en la nobleza para aprender lo que pasaban en la corte—.
Tal vez no es tan malo, si solo han sido capaces de llegar a los siervos.

—No hay que subestimar a tus siervos, Tristam. Son más capaces
de lo que piensas. Mis predecesores como Ministros de Defensa,
estaban demasiado ocupados agitando sus espadas en Parna y Edlan
como para notar las amenazas a la vuelta de ellos. Si no hubieran sido
tan rápidos para descontar las capacidades de los pobres, podrían
haber actuado contra el Gremio antes de que se volvieran lo
suficientemente fuertes como para romper nuestras paredes. —
Volvieron hasta donde estaba Nels—. Muéstranos al resto del edificio —
dijo Malikel.

Visitaron los otros almacenes, pero ninguno había sido tocado.


Tristam comenzó a ver por qué Malikel estaba preocupado. El asalto se
había cumplido con desconcertante precisión. Los ladrones sabían
exactamente lo que estaban buscando. Y aún más preocupante era el
hecho de que no habían dejado ninguna señal de cómo habían entrado.
Eso, combinado con las sospechas de Malikel sobre el Gremio... Tristam
tuvo que luchar contra el impulso de mirar por encima del hombro.

Después de que cubrieron la planta baja, Nels los llevó a las


plantas superiores no utilizadas. Unas manchas de huellas, no del todo
definidas, en el patrón de polvo de un pasillo atraparon los ojos de
Tristam, pero el polvo no era tan suave como en los otros corredores.

—Sir Malikel —llamó Tristam. Se abrió camino hasta el borde del


pasillo, con cuidado de no perturbar el polvo. Éste conducía a una
pequeña habitación, tal vez fingiendo ser un mirador, con tres ventanas
estrechas abriéndose por encima de la calle. Conteniendo la respiración
ante el olor a humedad, Tristam se acercó a la ventana y se asomó. La
caída era vertiginosa. Pasó unos momentos mirando a la diminuta gente
debajo antes de volver su mirada hacia la ventana. Estas estaban llenas
de polvo, pero una ranura estaba mucho más limpia que las otras.

—Alguien estuvo aquí —Tristam se hizo a un lado para dejar que


su comandante echara un vistazo.

—Eso parece, pero ¿cómo consiguió subir aquí? Es demasiado


alto para un gancho de ataque, y no hay edificios cercanos.

Tristam miró por la ventana de nuevo. Los edificios al otro lado de


la carretera estaban demasiado bajos para ofrecer un camino hacia
arriba, y no había tejados por cualquiera de los lados. ¿Una flecha
arrastrando una cuerda, tal vez? Pero la fachada del arsenal era de
piedra sólida, sin lugar para una flecha.

—No lo sé, —dijo Tristam—. Pero si alguien subió a través de esta


ventana, podría haberle abierto la puerta de entrada a los demás.

—Tal vez —dijo Malikel—. Quédate aquí, Tristam, y echa un


vistazo más de cerca a esta sala. Hazme saber si encuentras alguna
cosa.
Diez
Traducido SOS por Key
Corregido por katiliz94

Kyra apoyó la espalda contra la pared, con las palmas planas


sobre la fría piedra de la alcoba, y oídos entrenados hacia los pasos en
el pasillo. Esta sección era complicada. La puerta que necesitaba estaba
en medio de un pasillo abierto. Una vez que estuviese allí, no tendría
escapatoria mientras cogía la cerradura.

Esperó hasta que los pasos se desvanecieron y miró hacia el


corredor. Vacío. Kyra tenía su oportunidad y corrió por el pasillo. Las
velas parpadeaban sombras que se asentaron un poco cuando se
detuvo frente a la puerta.

El picaporte no se giró. Kyra no lo había esperado, pero nunca


sabía cuándo a alguien se le olvidaría y la salvaría de algún trabajo.
Miró a su alrededor otra vez —seguía siendo seguro. Kyra insertó una
fina pieza de metal en la parte inferior del ojo de la cerradura, girándola
y manteniendo la presión mientras alcanzaba a que abriera. Algunos
ladrones se abastecerían de picos de diferentes formas y tamaños, pero
Kyra prefería llevar sólo uno. Requería más práctica, pero uno era más
ligero, más simple y más tranquilo para llevar. Kyra siguió girando la
cerradura mientras insertaba la selección de la cerradura en la parte
superior del ojo de la cerradura, delicadamente empujando hacia arriba
los topes uno por uno. Sabía que este bloqueo estaba bien por ahora. El
primer tope para dar era de unos dos tercios de la manera de entrar.
Luego estaba el tope más interno.

Se quedó alerta por sonidos mientras trabajaba. Si un guardia


pasaba, tendría que correr y empezar de nuevo. Esta noche, sin
embargo, burló hasta el último tope sin incidentes. La cerradura se
abrió. Metiendo las herramientas de nuevo en su cinturón, Kyra se
deslizó en la habitación vacía y cerró la puerta detrás de ella.

La sala estaba llena de armarios, con algunas mesas en el centro.


Por ahora, sabía que los documentos más antiguos permanecían en los
armarios, mientras que los más nuevos estaban por lo general en los
escritorios. Tomó un montón de registros de la mesa más cercana,
tomando nota de su posición y su orden, y los llevó a la ventana,
arrastrando los pies a través de la penumbra hasta que encontró lo que
quería. Kyra, después de reemplazar el resto, sacó una pluma y el
pergamino de su cinturón, y agarró una botella de tinta de la mesa.

Copió la línea de registro por línea. Bella había tomado por sí


misma el enseñar a Kyra a leer y escribir hace unos años, y Kyra se
alegró de hacerlo. La mirada de sorpresa de James cuando le había
dicho eso había valido la pena. Le tomó una buena media hora copiar
todo el asunto, pero finalmente tapó la botella de tinta y devolvió el
original a su lugar. Sopló en su pergamino, luego se arrastró hacia la
puerta y apretó la oreja contra la madera. Estaba tranquilo fuera.

Kyra había pasado algunos corredores antes de que oyera los


pasos de nuevo. Sólo tuvo tiempo de esquivarse a un pasillo lateral,
presionándose contra la pared, y esperando que nadie mirara hacia
atrás. El olor a jamón asado jugueteaba en su nariz, seguido de tres
siervos de cocina. Uno de ellos llevaba un jamón a medio comer. Otro
tenía un plato de quesos, y el último llevaba un plato de fruta sobrante.
Los servidores podrían llevarlos de vuelta a la cocina, donde se comían
lo que querían y tiraban el resto fuera. Era doloroso ver todos esos
residuos, pero Kyra no podía arriesgarse a seguirlos. Los pasos se
desvanecieron, y Kyra casi comenzó cuando oyó a alguien más. Contuvo
la respiración mientras un Escudo Rojo pasó por delante. Su túnica
escarlata la hizo estremecerse. Los guardias de la armería habían
llevado los mismos uniformes rojos. Varias veces ahora ella había
despertado en el terror y permanecido despierta en la cama mientras las
palizas se reproducían en su mente. James le había prometido que no
tendría que matar, que él había puesto esos guardias libre. Pero aun
así... Empujó esos pensamientos a un lado y se centró en salir del
Palacio.

James estaba en su estudio cuando ella llegó a la Casa del


Gremio. Dejó caer el pergamino sobre el escritorio.

—Programación de las rutas comerciales de este mes.

—Bien.
Lo miró a los ojos mientras él examinaba el papel, tratando de
averiguar para lo que él utilizaría esta información.

—Vi algunos otros registros de esta noche que podrían ser útiles.
Pagos recientes para cerrajeros.

James la miró con sorpresa.

—¿A partir de la orden del Ministro de cambiar las cerraduras de


Storehouse?

Ella asintió, complacida en su rara muestra de interés.

—Una lista de edificios y cerraduras. Puedo copiarlos mañana.

—Bien hecho. Este nuevo Ministro de Defensa llegó a ser un dolor


de cabeza.

Kyra se despidió. A pocas cuadras de la Cofradía, una multitud


obstruía el camino, y Kyra desaceleró para ver la escena. Las personas
se reunían frente a una tienda, murmurando descontento, pero en voz
baja. Al parecer, tenían miedo de enfadar a los hoplitas que marchaban
dentro y fuera, cargando paquetes en un vagón. Un comerciante de
mediana edad estaba junto a la puerta. La ira y la frustración estaban
claramente grabadas en su rostro, pero no hizo ningún movimiento
para detenerlos.

Kyra se abrió paso entre la multitud, los oídos abiertos para el


chisme. Dio un codazo a una mujer a su lado.

—¿Qué está pasando?

La mujer la miró.

—El herbolario no podrá pagar su alquiler porque las caravanas


comerciales perdieron su carga la semana pasada. Las caravanas
finalmente llegaron esta semana, por lo que el arrendador tomó sus
mercancías como forma de pago.

—No fue su culpa que fueran allanadas las caravanas. ¿Cómo se


supone que cumplirá con el alquiler de su próximo mes con nada que
vender?

La mujer resopló.
—¿Por qué no se lo explica al señor caballero? —Hizo un gesto
hacia un joven caballero que estaba junto a la carreta que supervisaba
la operación. El caballero tenía el pelo oscuro, una nariz de puente alto,
y un porte aristocrático. También era sorprendentemente joven, no
mucho mayor que Kyra, y dijo poco mientras los soldados llevaban a
cabo sus funciones. Kyra notó que él evitaba mirar al tendero. El noble
cobarde ni siquiera podría enfrentar hasta lo que estaba haciendo. Él
iría a su casa esta noche al Palacio y disfrutaría de una comida caliente
mientras el tendero y su familia raspaban sus ollas restantes.

Kyra estaba haciendo su camino más cerca cuando alguien la


agarró del codo y cayó contra un pecho musculoso. Kyra miró hacia
atrás, abriendo la boca para protestar, cuando se encontró cara a cara
con James. Mantuvo la boca cerrada, con la lengua seca de repente. La
expresión de James claramente decía que estaba tranquilo, y sus ojos
brillaban de manera significativa hacia los soldados. Se volvió de nuevo
a la tienda, fingiendo que no había pasado nada.

—No llames la atención sobre ti misma. —La voz de James era un


aliento en la oreja, tan suave que incluso ella no podía oírlo—. Espera,
luego, sígueme.

La multitud se movió detrás de ella, y por el rabillo del ojo vio a


James desaparecer en una taberna cercana. Kyra no podía adivinar sus
intenciones, pero lo siguiente parecía más prudente que seguir mirando
boquiabierta ante el espectáculo. Contó unas cuantas respiraciones
antes de ir tras él.

Él estaba esperando en la entrada y le reconoció con un rápido


movimiento de cabeza, aunque no ofreció ninguna respuesta a su
mirada inquisitiva. Un hombre grande, inestable sobre sus pies, se echó
a reír mientras pasaban caminando.

—¿Los gustos corren más jóvenes en estos días, James? —La


mirada que James le disparó era puro hielo. El borracho se enderezó y
se alejó. James se sentó frente a la ventana y dio luz verde para un poco
de cerveza.

—Eres demasiado tímida —dijo.

—¿Qué quieres decir?

Él hizo un gesto con la cabeza en la dirección del borracho.


—La forma en que reaccionas a los tontos como él. Como si te
estuvieras desvaneciendo en la pared.

¿La había llamado aquí sólo para insultarla?

—Al menos no estoy dando vueltas y mostrando mi vientre.


Conozco ese tipo. Hay menos problemas haciendo caso omiso de ellos.

—Ese es el problema. Estás evitando los problemas de ellos, pero


ellos deben ser los que tengan miedo de ti.

—Correcto. Estoy segura de que Rand tembló en sus botas


cuando me lastimó el hombro la semana pasada.

—Estás mejorando.

—¿Cómo lo sabe?

—He estado viendo.

La sencillez de sus palabras y la forma en que la miraba


directamente a los ojos mientras respondía, la hizo callar. La camarera
llegó con la cerveza. James le lanzó una moneda y miró por la ventana
hacia la multitud.

—¿Por qué estamos aquí? —preguntó Kyra.

—Es más tranquilo aquí —dijo simplemente. Kyra tamborileó con


los dedos en la jarra de cerveza hasta que finalmente volvió a hablar—.
Veo que has estado viendo el cobro de alquileres.

Kyra negó con la cabeza, la indignación crecía en su pecho.

—No es su culpa que la caravana no lo hiciera. ¿Está su casero


tan necesitado de monedas que no puede esperar unos meses?

—¿Qué vas a hacer al respecto?

Kyra se detuvo y miró.

—¿Qué?

—¿Vas a dejar que el propietario mantenga su renta, o


devolvérselo al tendero?
—¿Por qué me lo pregunta?

—Porque eres una de las pocas personas que puede hacer algo al
respecto. —Cuando ella siguió mirándolo con confusión, James puso
dos dedos en su mandíbula y guió su mirada de nuevo hacia la tienda
de hierbas—. ¿Quiénes están vaciando la tienda?

Ella se apartó de sus dedos.

—Escuderos.

—¿Sólo los hoplitas? ¿De qué están vestidos? ¿Quién está al


mando?

—Son Escudos Rojos. Hay un caballero que los lleva.

—¿Y qué clase de hombre noble puede solicitar el servicio de los


guardias del Palacio?

—Alguien de alto mando. En el Palacio de alguna manera.

—No sólo eso —dijo James—. Tendría que vivir en el Palacio. Y ¿a


dónde crees que está llevando su mercancía?

La boca de Kyra se abrió mientras entendía su significado. Puso


las manos sobre la mesa, mirando a su superficie mientras su mente
funcionaba.

—Hay varios almacenes en el recinto exterior. Son demasiado


grandes y desordenados para hojear por mí misma. Tendría que saber
quiénes mantienen las hierbas.

Hizo una pausa, obstaculizada por un momento. James


observaba pacientemente.

—Pero no habría registros —espetó Kyra, respondiendo a su


propia pregunta. De pronto recordó que había otros en la sala y se
apresuró a bajar la voz—. Mantienen la lista de inventario en alguna
parte. Podría buscarla.

—Muy bien.

Kyra cerró los ojos, trazando las habitaciones en las que


necesitaba buscar. James tenía razón. Ella podía hacer algo al respecto,
y la prisa de poder era estimulante.
—Pero una vez que encuentre las hierbas, necesitaré ayuda para
asaltar el almacén. No puedo hacerlo sola.

—Podemos ayudar. Sólo tienes que encontrar dónde están, y


haremos que suceda.
Once
Traducido SOS por Blonchick
Corregido por Nanami27

En los siguientes días, Kyra trabajó más duro de lo que nunca


había trabajado antes. Ingresaba al Palacio temprano y se quedaba
peligrosamente hasta tarde, yendo de cámara en cámara, escarbando
en montones de registros. El inventario del almacén no contenía las
listas comerciales, así que Kyra irrumpió en las habitaciones cercanas.
Estaba decidida y eso valía la pena. Una semana después, Kyra dejó
caer un montón de pergaminos en el escritorio de James.

—Todas las hierbas se almacenan juntas, en un edificio en el lado


oriental del recinto exterior. Parece que el propietario ni siquiera las
está usando.

James le echó un vistazo a la lista.

—Hay bastantes aquí como para que las llevemos sin un vagón.
Tendremos que decidir cuáles son las más valiosas.

Kyra sonrió.

—Nuestro propietario también estaba interesado sobre las


monedas que traería. Él hacía que el herbolario de Palacio les pusiera
precio, y también toqué esa lista. Parece que tiene un buen alijo de
mercancías de Far Ranger, aquellas extrañas de las que los ricachones
no pueden tener suficiente. Las flores de dríade cultivadas por ellos
mismos valen una cuarta parte de todo lo que fue tomado.

Se mantuvo alejada, brazos cruzados, sin molestarse en ocultar lo


satisfecha que estaba consigo misma.

—Estás disfrutando esto. Tomar cosas de los monederos repletos


—dijo James.

Kyra asintió rápidamente, lo cual James reconoció con una leve


sonrisa.
—Sospeché que lo harías —dijo James—. Tienes la habilidad y la
energía. Podrías llegar lejos si quisieras. No toma mucho tiempo
ascender en el Gremio. Tenía quince años cuando me uní.

James nunca había hablado sobre su pasado antes, y Kyra se


preguntó cuántos años tenía. Su rostro no tenía rastro de su redondez
juvenil, y su piel era suave excepto por una ligera arruga en la esquina
de sus ojos. Era mayor que ella, y probablemente más viejo que Flick.
Pero aún estaba en su mejor momento. Su rapidez daba testimonio de
eso, su firme preparación era incluso obvia mientras se sentaba en su
escritorio. Ella recordó su pelea, remembrando su intensa mirada y sus
movimientos flexibles. ¿Cómo había alcanzado ese poder a una edad tan
temprana? ¿Qué tuvo que hacer?

—¿Por qué te uniste? —Le preguntó ella.

—Las mismas razones que la mayoría. No era huérfano, pero bien


podría haberlo sido. En el exterior, estás limitado por tu linaje, tu
familia. En el Gremio, si haces las cosas correctamente, llegarás lejos.
Usa lo que tengas a tu favor, tus habilidades, tu velocidad. Algunos te
desprecian porque piensan que una chica es muy frágil para hacer lo
que sea necesario. Pero ni siquiera ellos serán capaces de negar tu
destreza.

—¿Tú me desprecias porque soy una chica? —Preguntó.

—No. —La estudió por un momento, sus ojos azules pensativos—.


En absoluto. —La última frase fue baja, como si estuviera hablando
consigo mismo.

Se quedaron en silencio por un momento. Y luego James hizo un


gesto hacia el pergamino.

—Déjame ver estos, y podemos planear el ataque en pocos días.

Rand estaba en el pasillo cuando salió del estudio de James. Se


inclinó contra la pared, sus pulgares enganchados en el cinturón.

—Pensé que él había renunciado a las mujeres después de Thalia


—dijo Rand.

Kyra solo lo escuchó a medias.

—¿Hmmmm?
Rand resopló y giró la puerta de entrada hacia el almacén.

—Espera Rand, ¿qué habías dicho?

Él le permitió seguirlo por la habitación antes de que finalmente


se diera la vuelta.

—Curiosa, ¿no?

Ella frunció el ceño.

—No te escuché, ¿quién es Thalia?

—Bailarina en Scorned Maiden. Cabello rojo, caliente y fría al


mismo tiempo. Era algo digno de ver. —Rand guiñó el ojo, lo cual
molestó a Kyra aún más. Nunca había entendido la obsesión por las
bailarinas—. Ella también odiaba desesperadamente a los ricachones.
Nunca había visto a una chica con tanto fuego dentro.

—Y ella y James…

—Han pasado seis años, y él no regresó a Scorned Maiden.

Kyra se detuvo en seco, intrigada a su pesar, ante el pensamiento


de James teniendo una amante. Generalmente era tan distante, por lo
menos lo había sido hasta hace poco.

—¿Qué sucedió?

—Su rival la atrapó, cuando estaban peleando sobre el Gremio. —


Rand escupió en el suelo—. Un perro faldero y cobarde de hombre rico,
ese. Pero era difícil distinguir amigos de enemigos con todo el doble
sentido y los secretos. James trató de esperar a que pasara, no quería
buscarse problemas, pero nos sorprendieron. Perdimos a Thalia, y
apenas escapamos. Esa fue la última vez que James le dio a alguien la
oportunidad de golpearlo primero. —Rand miró a Kyra, una sonrisa
formándose en la comisura de sus labios—. ¿No es la historia que
esperabas? Hay hombres más seguros para suspirar.

—No estoy suspirando…

Pero Rand ya se había marchado, riendo entre dientes mientras


se iba. Kyra se quedó mirándolo, tentada a seguirlo, pero decidió no
hacerlo. La gente siempre hablaba. Los clientes regulares en el Drunken
Dog habían especulado por años sobre Kyra y Flick, y parecía que ahora
el Gremio estaba hablando de ella con James. No tenía sentido dejar
que eso la molestara. James era interesante como asesino y como líder,
y Kyra tenía curiosidad por su pasado, pero eso era todo. Aunque podía
ver por qué las mujeres lo podrían encontrar atractivo. ¿Había sabido
Thalia que su vida estaba en peligro? Kyra no estaría sorprendida si
fuera así. Había algo sobre James, su determinación y su carisma, que
podría inspirar la lealtad de una mujer a pesar del costo. Kyra echó un
vistazo por última vez hacia su estudio antes de salir.

La ciudad al mediodía era una distracción bienvenida, con los


mercados a reventar. Cocineros, vistiendo los uniformes de las casas
nobles, examinaban setas raras y especias, mientras que las madres
con niños de pies descalzos negociaban huevos y harina. Una joven
pasó al lado de Kyra con una canasta de pan. El aroma fresco le hizo
agua la boca a Kyra, y giró la cabeza para encontrar el puesto de la
mujer, pensando en llevar unas rebanadas para Bella y las niñas.
Todavía se sentía extraño ser capaz de comprar cosas sin preocuparse
por el dinero. Extraño, pero bueno.

En ese momento, una mujer gritó en la distancia. El terror en el


sonido atravesó los huesos de Kyra, y movió la cabeza bruscamente
hacia la fuente del grito. Por un momento, nadie en el mercado se movió
o habló. Entonces la voz de un hombre se oyó sobre la multitud.

—Es un ataque bárbaro. ¡Avisad al Palacio!


Doce
Traducido SOS por Blonchick
Corregido por Nanami27

Los veranos en Forge eran calientes y polvorientos. Las carreteras


y las canterías absorbían y reflejaban el sol, y las personas que pasaban
levantaban tierra, la cual se pegaba a la túnica empapada de Tristam.
Por supuesto, el Concejo tenía que decidir que este era el día perfecto
para ampliar el acueducto. Así que ahí estaba él, con su grupo de
trabajadores, pasando rocas bajo el calor del mediodía.

—Apuesto a que en este momento deseas no estar trabajando al


mando de Sir Malikel —dijo Martin, mientras levantaba ya otra piedra
labrada hacia Tristam.

—¿Por qué de eso?

—Porque si estuvieras trabajando bajo el mando de cualquier otra


persona, estarías supervisando.

Tristam gruñó y le pasó la roca al siguiente hombre en la fila.


Probablemente Martin tenía razón, pero en la unidad de Malikel, los
caballeros y los trabajadores trabajaban codo con codo.

—Tonterías. —Musitó Tristam con una sonrisa que sintió más


como una mueca—. ¿Qué mayor honor puede haber que ser tostado
hasta hacerte crujiente y cansado hasta la sepultura para que los
nobles ciudadanos de Forge puedan tener agua fresa?

—Renunciaría a ese honor por un baño y una siesta bajo la


sombra, conmigo mismo.

—No menciones más lo de la sombra, o no duraré la tarde.

Tristam se limpió el sudor de la frente y miró el progreso. A pesar


de sus quejas, estaba realmente agradecido de estar en una tarea tan
simple. Había algo que decirse sobre el trabajo físico, cuando la tarea
era sencilla y las razones claras. No sucedía lo mismo con sus otros
trabajos. Uno en particular aún perduraba en su mente. Malikel lo
había asignado recientemente al cuadrante noroeste de la ciudad, y el
contingente de Tristam lo había convocado para hacer una recaudación
de alquiler. El herbolario había admitido fallar en su alquiler cuando
Tristam preguntó, y Tristam entendió que las leyes de Forge
necesitaban ser ratificadas. Pero días más tardes, aún no podía olvidar
la desesperación en el rostro del comerciante mientras los Escudos
Rojos vaciaban su tienda, y tampoco pudo ignorar la ira hirviendo en la
multitud que se había reunido para ver.

La voz de Martin se entrometió en sus pensamientos.

—¿Cómo va la búsqueda de los bárbaros?

Tristam lo miró de reojo.

—Estás un tanto animado hoy, ¿no?

—¿Eso es malo?

—No hemos tenido roces con ellos en tres semanas.

La expresión de Martin se iluminó.

—Así que se han retirado.

La risa de Tristam debió haber sido más fuerte de lo que


pretendía, porque unos pocos Escudos Rojos lo miraron alarmados.

—Ojalá. Ha habido la misma cantidad de ataques. Están


mejorando en evadir las patrullas. Han cambiado su patrón de ataque.
Solía ser en la mayoría granjas y caravanas ocasionales. Ahora es al
revés.

—Eso es extraño. ¿Qué opinas de eso?

Él sacudió la cabeza.

—Una semana sería una coincidencia. Tenemos una gran área de


patrulla y relativamente pocos soldados. Pero tres semanas seguidas…
algo está sucediendo.

—Como que eso te hace desear que estuviéramos allí afuera en


vez de construir un acueducto, ¿no?

Tristam no confiaba en sí mismo para responder. Había sido una


cosa renunciar a las patrullas de carretera cuando pensó que estaría
haciendo una diferencia. Pero después de todo este tiempo patrullando
el bosque, hablando con los aldeanos y estudiando detenidamente los
reportes de los ataques, los Demon Riders incluso se estaban alejando
cada vez más. Era exasperante.

Se escucharon gritos desde más abajo en la calle, y un mensajero


llegó gritando por alguien del Palacio. Una multitud lo rodeó. Tristam
escuchó algo sobre un ataque bárbaro.

—Abrid paso. —Empujó a través de la multitud. Los ojos del


mensajero estaban enloquecidos por el miedo—. ¿Qué es esta charla
sobre un ataque?

—En la ciudad, Señor.

—¿La ciudad? —¿El hombre estaba equivocado?

El mensajero forzó las palabras entre bocanadas de aire.

—El perímetro norte. Me fui a la primera señal de ellos.

Aquello lo convenció de que esto realmente estaba sucediendo.


Tristam agarró al mensajero por los hombros.

—Lleva tus noticias a Palacio y consigue refuerzos. Asegúrate de


que estén en malla o en armadura de plata, y que estén equipados con
el mayor número posible de lanzas. Los armados con espadas deben
usar la punta en lugar del borde. No se puede cortar la piel de un gato,
pero se puede separar. —Dirigió su mirada a los otros soldados—.
Regresad al Palacio, equipaos e id de inmediato al perímetro norte.
¿Alguien tiene una lanza? —Preguntó Tristam. Uno de sus trabajadores
ofreció su arma. Tristam la agarró, despachó a la tripulación, y corrió
por su caballo. No tenía armadura, pero no había tiempo. Los bárbaros
se estaban poniendo audaces si estaban atacando el perímetro de la
ciudad. Necesitaba tener una mejor vista de ellos.

Cabalgó tan rápido como pudo por las atestadas calles de Forge.
El mensajero no le había dado la ubicación exacta, pero conforme
Tristam alcanzaba el perímetro norte, simplemente se guió por ir contra
el camino de las personas.

Mientras cabalgaba más cerca, formas se revolvían para salir del


caos. Tristam redujo la velocidad, armándose de valor ante la escena
asquerosamente familiar. Las personas se tropezaban entre ellos por el
pánico. Los heridos yacían dispersos en la tierra —los afortunados
tirados a las alcantarillas, los desafortunados pisoteados. Tres fieras
demoniacas merodeaban por el camino delante de él. Dos escarbaban el
puesto de mercado, abriéndose paso a través de pedazos de jamón y
pescado. El tercero, y el más grande, estaba agazapado sobre un
inconsciente Escudo Rojo.

Tristam apuntó con su lanza y pateó a Lady para atacar. El gato


no levantó la mirada hasta que fue demasiado tarde. La lanza atravesó
su pecho con el crujido de un hueso. El impacto recorrió todo el camino
hasta su hombro. La bestia gritó, y el placer de la batalla se aceleró en
las venas de Tristam, solo para convertirse en miedo cuando la lanza se
rompió con un ruidoso crujido. El felino demoniaco se tambaleó con el
arma de Tristam incrustada en su carne mientras él arrojaba el astil de
la lanza rota a un lado.

Los bramidos llenaron el aire —los otros dos gatos demoniacos se


habían dado cuenta de la pelea. El más grande sujetó su mandíbula
alrededor de la bestia herida para arrastrarla lejos, mientras que el otro,
una lustrosa criatura de color amarillo tostado, avanzó hacia Tristam.
El joven caballero tiró de sus riendas, guiando a Lady hacia atrás y
esperando desesperadamente que los refuerzos llegaran pronto.

La bestia saltó. Tristam se lanzó hacia un lado para esquivar sus


garras mientras Lady relinchaba y pataleaba. Golpeó el suelo duro,
primero magullando su hombro y luego golpeándose la cabeza sobre los
adoquines. Manchas nadaban delante de sus ojos, y salió con dificultad
del alcance de las patadas de Lady. El gato dio un paso hacia el caballo
y enseñó los dientes.

Tristam escuchó un gritó detrás del gato demoniaco. Una roca


rebotó en el hombro de la bestia, y la criatura giró para ver a su nuevo
agresor. Tristam puso su mano en la cabeza, haciendo un gesto de
dolor mientras que intentaba ver alrededor de la bestia. Una chica
delgada, piel aceitunada y vestida con pantalones y túnica, estaba
gritando y agitando los brazos. ¿Estaba loca? Abrió la boca para
ordenarle que saliera de la calle pero su voz salió ronca. Antes de que
pudiera tomar otra bocanada de aire, la chica había corrido por la
esquina con el gato demoniaco persiguiéndola. Tristam se tambaleó
sobre sus pies, tratando de ignorar el martilleo en su cerebro. Tomó la
roca que la chica había lanzado, y cojeó tras ellos.

No había señales ni de la chica ni del gato. ¿Habían bajado por


otra calle? Se logró poner de pie para seguirlos, cuando un hombre gritó
en un idioma que no conocía. Otro gato apareció, éste de un color
blanco puro, con un jinete en su espalda. El Demon Rider era un
hombre esta vez, con brazos musculosos y largo cabello negro que
llegaba hasta su cintura. Había algo inhumado sobre la manera en que
el bárbaro lo miraba. ¿Era eso ira en sus ojos? ¿Desdén? Tristam se
encontró con sus ojos, furia en su mirada mientras se observaban
mutuamente. El gato blanco gruño profundamente desde su garganta,
pero el Demon Rider sacudió la cabeza y le dio una orden. Tanto el gato
como el jinete se apartaron, y Tristam se desplomó contra la pared.
Entonces miró más de cerca las figuras que se estaban retirando, y su
respiración salió en un silbido con incredulidad.

La piedra rebotó inofensivamente al costado del felino demoniaco.


La bestia se apartó del caballero herido y miró la piedra irse rodando.
Luego clavó sus ojos en ella.

Kyra giró sobre sus talones y corrió.

Se tropezó mientras doblaba la esquina, acertándose el dedo del


pie contra algo duro, pero se forzó a continuar. Detrás de ella, los
gruñidos del gato eran cada vez más fuertes. ¿Qué la había poseído
para ayudar a ese caballero?

Una repisa de la ventana captó su atención y luchó por poner su


mano improvisada en el punto de apoyo para subir tan rápido como
podía. Con cada paso, Kyra esperó sentir las garras en su espinilla,
desgarrando su carne. Cuando saltó el primer piso, finalmente se
arriesgó a mirar hacia abajo. El gato no estaba allí, y Kyra siguió
subiendo. Solo cuando hubo llegado al techo, vislumbró un movimiento
en su visión periférica. Se tambaleó hacia atrás cuando el gato
demoniaco se lanzó a sí mismo desde un árbol, aterrizando suavemente
sobre sus acolchados pies, exactamente donde Kyra había estado de
pie.

Debería haber recordado que los gatos podían trepar árboles.

Ahora venía hacia ella, como un gatito persiguiendo un pájaro,


solo que mucho más grande. Kyra miró desesperadamente a su
alrededor. No podía volver abajo, no con el felino justo allí. Su única
opción era correr.
Kyra corrió por la azotea, saltando escalones y rezando porque no
pisara ninguna teja débil. Podía sentir al enorme gato persiguiéndola,
sus pesadas garras acolchadas mientras brincaba tras ella. Kyra llegó a
un hueco en el tejado y saltó. Cuando sus pies tocaron el siguiente
tejado, un peso la empujó hacia adelante. Hubo un dolor fulminante
como si algo afilado cortara su hombro. Aterrizó con fuerza sobre sus
antebrazos, haciéndose un ovillo mientras las garras rastrillaban su
espinilla y se deslizaban lejos.

Yació allí, aturdida, pero no sucedió nada. Finalmente, giró la


cabeza para ver. El gato estaba de pie a un paso de distancia,
olfateando delicadamente su pierna herida. Hizo un sonido gutural y
lentamente lamió su espinilla con una lengua áspera.

El húmedo toque sacó a Kyra de su estupor y se impulsó para


ponerse de pie, tropezando solo para derrumbarse de nuevo por el dolor
en su pierna lastimada. Se recostó, enfrentando al gato y haciendo su
mejor esfuerzo para largarse. El felino demoniaco bramó hacia ella y la
tiró al suelo, inclinando su cabeza hacia la de ella. Kyra cerró los ojos y
giró su cabeza. Sintió el cálido aliento del animal en el rostro y se
resignó a lo peor. Entonces las respiraciones se alejaron y la presión
sobre su pecho se liberó. Kyra abrió los ojos para ver al gato demoniaco
varios pasos atrás, mirándola fijamente a través de sus ojos color
ámbar. Luego se dio la vuelta y saltó.
Trece
Traducido por Nanami27
Corregido por Pily

Kyra hizo una mueca cuando el paño frío le tocó el hombro.

—Quédate quieta —gruñó Rand—. Es solo un rasguño.

Hizo todo lo posible para no moverse, pero picaba.

—¿Algún otro herido? —preguntó mientras él enjuagaba la toalla.

—Ninguno en el Gremio. Todo el mundo fue lo suficientemente


inteligente como para permanecer fuera del camino. Tienes suerte de
que los Escudos Rojo llegaran antes de que la bestia te hiciera algún
daño verdadero.

Kyra se preguntó cuál sería la reacción de Rand si supiera que se


había puesto a sí misma en peligro con el fin de ayudar a un noble. Y
no cualquier noble, el caballero que había supervisado el cobro de
alquileres del herbolario. No estaba segura de por qué lo había hecho, a
pesar de que le dio cierta satisfacción perversa pensar que el marginado
le debía la vida. A pesar de todas sus armas caras y entrenamiento,
estaría muerto si no fuera por una chica de ciudad con una roca. Y
pronto recuperaría esas hierbas que él había arrebatado a la
almacenista.

—¿Alguna noticia del distrito suroeste? —preguntó.

—Alex estuvo allí. Dijo que los bárbaros no llegaron tan lejos. Tus
amigos en el Tunante están probablemente muy bien.

Podría ser, pero se encontraba ansiosa por volver y verlo por sí


misma.

—¿Cómo está?

Kyra levantó la vista para ver a James, con los brazos cruzados
mientras apreciaba su condición. Se había enrollado una hoja alrededor
por modestia mientras Rand la tendía hacia atrás, y tiró de ella con más
fuerza a su alrededor.

—Estoy bien —dijo.

—¿Será capaz de subir? —preguntó James a Rand.

—Va a sanar lo suficiente bien. Los rasguños no son profundos.

James se inclinó sobre ella, empujándola ligeramente hacia


adelante para mirar a su espalda.

—Me encargaré —dijo, despidiendo a Rand con la mano. Rand


levantó las cejas pero recogió sus cosas y se fue.

Kyra se inclinó hacia delante y estudió el suelo, extrañamente


consciente de los movimientos de James mientras caminaba detrás de
ella. Hubo un susurro de ropa cuando se sentó, y el sonido de la toallita
siendo retorcida. James no usó ninguna presión más que Rand, pero su
tacto era más rápido, más preciso y menos doloroso.

—Deberías haber tenido más cuidado —dijo, después de un rato.

—Lo sé. —Kyra sacudió la cabeza—. Solo entré en pánico,


supongo. —Respiró fuerte cuando James tocó un punto
particularmente adolorido.

—Fácil. —Puso la mano en la base de su cuello y la apretó


suavemente. Kyra lentamente dejó escapar el aliento, y James continuó
la limpieza—. Solo quédate fuera del camino. Debes saber cómo hacerlo.
—Limpió el área seca—. Extiende el brazo. —James tomó la muñeca
entre los dedos y guió su brazo a un lado, presionando un vendaje en
su hombro y expertamente envolviéndolo con un paño largo—.
Tendremos que volver a la redada en una semana o dos. Mantén tu
hombro limpio. Cambia los vendajes cada día, y regresa cuando puedas
moverte normalmente otra vez. —Se puso de pie para marcharse.

—James… —llamó Kyra antes de que se moviera fuera del alcance


del oído.

Él se detuvo.

Respiró y habló antes de perder el valor.


—La armadura que tomamos de la redada a la armería... trataba
de recordar de qué estilo era.

—Llevamos varios tipos diferentes. —Su rostro no delató nada.

—Pero la mayoría eran de cuero, ¿no? Con clavos de metal.

James se encogió de hombros sin compromiso.

—Es un tipo común de armadura. ¿Por qué lo preguntas?

Kyra parpadeó rápidamente, una vez más, viendo al Demon Rider


en el mercado, vestido con su armadura de cuero extrañamente
familiar.

—No hay ninguna razón —dijo—. Me gusta recordar lo que tomo.

—Tomamos muchos conjuntos de armadura esa noche. Tendría


que revisar los registros para obtener los detalles. ¿Alguna otra
pregunta?

Se puso roja, insegura de si se había imaginado su tono burlón.

—No, eso es todo.

—Bien. Vuelve cuando estés lista.

—Tenían armadura esta vez. Armadura de cuero tachonado. —


Tristam se inclinó sobre el escritorio de Malikel, haciendo hincapié en
su afirmación con una palma firmemente plantada.

—¿Estás seguro de que es de la armería de la redada? —preguntó


Malikel.

—Hablé con Nels. Coincide con su descripción de lo que


desapareció. Es simplemente demasiado para una coincidencia. Deben
estar recibiendo ayuda del Gremio de Asesinos.

—Y ahora estás pensando…

—Tal vez tuvieron ayuda evitando las patrullas.


Malikel asintió en acuerdo.

—Ve a revisar. Me reuniré contigo en un par de horas.

Tristam frotó el hematoma en la parte posterior de su cabeza


mientras caminaba a la sala de archivos. La sanadora del Palacio le
había dado un discurso sobre enfrentar a los enemigos sin refuerzos, y
por mucho que odiara admitirlo, probablemente tenía razón. Tristam le
debía su vida a esa chica que había arrojado la piedra al felino
demoniaco. Había peinado las calles después del ataque, con la
esperanza de darle las gracias, o por lo menos saber si había
sobrevivido. Pero no había habido ni rastro de ella.

La sala de archivos se encontraba vacía, y Tristam fue


directamente al gabinete lejano, sacando el pergamino en el que había
grabado las incursiones bárbaras desde el primer ataque a la granja.
Tenía la sensación de que estaba cerca de las respuestas que
necesitaba sobre los Demon Riders. Solo tenía que mirar en el lugar
correcto.

Deslizó sus dedos por el lado izquierdo del papel, escaneando las
fechas, en busca de cualquier pista, cualquier indicio de una conexión.
Los ataques estaban espaciados de manera desigual, pero habían
promediado alrededor de uno o dos por semana durante los últimos
cuatro meses. El primer compromiso de los bárbaros con las tropas del
palacio había sido en mayo, cuando él y Jack habían tropezado con esa
redada fatídica en la granja. Con el tiempo, los encuentros se habían
agotado, y en las últimas tres semanas, habían evadido las tropas
completamente.

Además de los registros de ataque, había horarios de patrulla,


algunos de los cuales él había ayudado a extraer. Se establecieron con
solo unos pocos días de antelación y deliberadamente cambiando de
semana a semana. Tristam puso los horarios de patrulla en la mesa al
lado de los troncos de ataque. A primera vista, no parecía haber ningún
patrón entre las patrullas y los ataques. Pero entonces... Se detuvo y
comprobó los últimos cuatro ataques. Todos se produjeron en las
regiones para las que ninguna patrulla había sido asignada ese día.

Tristam saltó cuando la puerta se abrió y Malikel entró.

—¿Encontraste algo? —preguntó el hombre de más edad.

Relató sus hallazgos.


—El patrón solo es válido para los últimos cuatro ataques, así que
no puedo estar seguro. Pero es sospechoso.

Malikel se sentó en una silla, con el rostro sombrío.

—¿Te das cuenta de lo que esto significaría, si lo que dices es


verdad?

Tristam asintió, luchando contra un temor creciente. Los horarios


de la Patrulla eran un secreto muy bien guardado, se establecían unos
días de antemano y era conocido solo por unos pocos elegidos. Esto era
mucho más grave que un siervo de bajo nivel informando sobre
actividades diarias. Si los bárbaros habían conocido los horarios de
patrulla, entonces, el alcance del Gremio de Asesinos era mucho,
mucho, más profundo.

—Todavía podría ser una coincidencia —dijo, aunque su voz


carecía de convicción.

Malikel negó en desacuerdo.

—No lo es. Piensa en la forma en que los ataques han cambiado


recientemente. Cómo han cambiado sus objetivos.

—Las caravanas de comercio. —La revelación mató cualquier


esperanza restante que tenía de estar equivocado—. Los bárbaros están
centrándose en las caravanas de comercio porque ahora tienen sus
horarios. —Los horarios que eran de nuevo solo conocidos por
funcionarios selectos del Palacio.

—Tenemos que saber de todos los que estén al tanto de esta


información —dijo Malikel.

Tristam asintió.

—Voy a compilar una lista de todos los caballeros y los


funcionarios que hayan sido informados de los horarios de patrulla.
Podemos empezar a interrogar a la gente mañana.
Catorce
Traducido por Nanami27
Corregido por Pily

—¡Kyra, Flick, mirad! —Idalee se encontraba de pie con un


cuenco en la mano derecha. Detrás de ella, había apiladas dos bandejas
a lo largo de la longitud de su brazo. Ahora la chica tomaba pasos
cuidadosos alrededor de la cocina, asomando su otra mano sobre las
bandejas para evitar que se cayeran.

Flick aplaudió.

—Estarás ayudando en el comedor en muy poco tiempo. —Idalee


sonrió y continuó su lento círculo.

Kyra forzó una breve sonrisa y trató de no pensar en pagar por los
platos rotos. Se volvió de nuevo a la caldera donde las hierbas de Lettie
hervían.

—Creo que este es el último lote que necesitará —le dijo a Flick—.
Apenas tuvo problemas últimamente.

—Mudarse aquí ha sido bueno para ella. —Cogió un cuenco vacío


y lo mantuvo firme mientras Kyra vertía agua en él.

—¡Idalee, las romperás! —Espetó Kyra. La niña, que había estado


agregando otro plato a su carga, saltó y casi probó que Kyra tenía
razón. Por suerte, las sostuvo en el tiempo suficiente para dejar los
platos sobre una mesa. Las bandejas resonaron pero quedaron intactas.

—¡Guao, Kyra! —Advirtió Flick. Kyra se volvió y levantó el pico de


la tetera justo cuando el agua hirviendo se desbordó del cuenco.

—Lo siento —murmuró, tratando de alcanzar un trapo. Por el


rabillo del ojo, vio a Idalee darle una mirada perpleja y salir de la
cocina.

Flick miró con recelo a Kyra.


—¿Estás bien? No has sido tú misma desde el ataque.

—Lo sé. —Evitó sus ojos—. Estoy pasándolo difícil olvidando a los
gatos demoniacos.

—¿Estás segura de que es la única cosa?

Kyra miró alrededor de la cocina. No había nadie más allí, y el


sonido de estofado hirviendo amortiguaba las voces en la habitación de
al lado. Odiaba admitir que se equivocaba, pero...

—¿Cómo decides qué es demasiado? —preguntó Kyra.

—¿Demasiado?

Kyra comenzó a elaborarse, pero se detuvo, preguntándose


cuánto podía revelar.

—¿Qué están haciendo que hagas, Kyra? —Ahora Flick sonaba


preocupado.

—Nada —dijo rápidamente—. Quiero decir... No me he hecho


nada.

—Pero te molesta lo que ellos hacen.

—Supongo. Son... no sé. Algunas cosas... ahora me dan miedo,


pero me preocupa que vaya a acostumbrarme a verlo.

—¿Te preocupa llegar a convertirte en ellos?

Kyra asintió con incertidumbre.

Para el crédito de Flick, dejó que el momento pasara sin


recordarle que la había advertido sobre esa posibilidad. En cambio, se
quedó en silencio mientras agitaba el cuenco.

—He visto a la gente cambiar con el tiempo. Algunos de los


muchachos pasaron mucho tiempo alrededor de las personas
equivocadas. Se acostumbraron a ello también, y, o bien se metieron en
problemas o se convirtieron en alguien que no querían ser.

—Y no solo eso —dijo Kyra—. ¿Qué pasa si el trabajo implica


ayudarlos a hacer algo con lo que no quiero ayudar? —Se preguntó si
eso tenía sentido, pero Flick asintió.
—No te dicen la razón de sus trabajos.

—No. —Negó con la cabeza—. No puedo descifrar a James. ¿Y si


en realidad estoy ayudándoles a hacer caer la ciudad o algo así?

Flick se echó a reír.

—Eso sería impresionante.

Kyra mantuvo la boca cerrada acerca de los felinos demoniacos y


la armadura.

—Mira, Kyra, sabes lo que siento por ellos. Si algo no se siente


bien, debes salir. —Kyra sostuvo un frasco firme mientras Flick lo
llenaba.

—No es tan fácil. Algunos trabajos valen la pena. Siento como que
estoy haciendo que las cosas mejoren. —Quería decir más, cuán bien se
sentía al vivir sin preocupaciones de dinero, de lo agradable que era
cuidar de las personas en lugar de apoyarse en Bella y Flick, pero no
pudo encontrar las palabras adecuadas. ¿Y esas eran sus únicas
razones? Una imagen de James cruzó por su mente e ignoró la opresión
repentina en su estómago—. Y no sé nada a ciencia cierta —terminó sin
convicción.

Flick suspiró.

—No soy realmente el indicado para dilemas morales, Kyra. Bella


es mejor en eso.

—A Bella ni siquiera le gusta cuando solo estoy robando.

—Bella es una buena mujer, y sorprendentemente comprensiva.

Kyra giró la tapa en el frasco, cerrándolo con fuerza.

—Voy a averiguarlo.

Flick levantó la mirada.

—No te reportarás al Gremio esta semana, ¿verdad?

—No, James me dijo que descansara.


—Los muchachos y yo estamos asaltando una casa en el noreste
del cuadrante. Nos vendría bien un buen pirata informático.

—¿Una de las grandes casas? —Se animó a pesar de sí misma.


Hacía mucho tiempo que no había hecho nada con Flick, y extrañaba
esos viajes.

—¿Estás dentro?

Kyra se enderezó, una respuesta entusiasta en su lengua, cuando


su movimiento tiró de las costras en su espalda.

—Oh —dijo ella—, mi hombro.

—Eso está bien, no tendrás que trepar. Es un trabajo fácil.


Simplemente sería divertido tenerte en el equipo.

Cierto, si no trepaba, su hombro estaría probablemente bien.

—Pero si algo pasara, y me vuelvo a abrir la herida…

—Nada sucederá. Es un trabajo fácil. Un guardia, no hay perros.

Probablemente tenía razón. Pero en la remota posibilidad de que


se hubiese equivocado... James había retrasado la redada una vez ya a
causa de su hombro. Se mordió el labio.

Un músculo se tensó en la mandíbula de Flick, y su sonrisa


desapareció.

—Olvida que lo pedí.

Kyra saltó, sorprendida en cómo su tono había cambiado.

—No, está bien. Puedo…

—Está bien, Kyra. De verdad. —La voz de Flick era apretada, sus
palabras recortadas—. Tenemos suficientes hombres. No hay necesidad
de arriesgar tu hombro. —Se puso de pie—. Debo ir a ver mis cuerdas.
—Salió de la habitación antes de que Kyra pudiera decir nada más.

Cuando Kyra volvió a su habitación esa noche, oyó el quejido


desde los cuartos de Lettie e Idalee. Llamó suavemente a la puerta,
luego se asomó en el interior cuando el lloriqueo no se detuvo. A través
de la oscuridad, pudo ver a Lettie girándose y pateando en la cama.
—¿Lettie? —susurró, y se acercó más. La chica continuó
debatiéndose, pero obviamente, se encontraba profundamente dormida.

Miró al otro lado de la cama, sorprendida de que la niña mayor no


estuviera consolando a su hermana, solo para ver que no había nadie
allí. Se sentó y acarició el cabello de Lettie, susurrando palabras de
consuelo como Bella solía hacer. La niña abrió un ojo somnoliento y lo
cerró de nuevo. Su respiración se estabilizó, y se relajó.

Envolvió las mantas alrededor de Lettie y tuvo cuidado de no


sacudir el colchón cuando se puso de pie. ¿Idalee se había ido porque
Kyra le había espetado antes? Lo dudaba. Así no era como funcionaba
Idalee. Buscó en los pasillos de la planta superior, luego los pisos
inferiores. Empezaba a preocuparse cuando, finalmente, la encontró
sentada afuera de la puerta trasera con una manta enrollada y apretada
alrededor de sus hombros. La chica le dio una sonrisa tímida cuando se
acercó.

—Es tarde —dijo suavemente.

—Lo sé. Debería volver adentro.

Se sentó a su lado.

—¿Alguna razón por la que estés aquí? ¿Fue porque te regañé


hoy?

Por un momento, Idalee pareció confundida. Entonces negó en


desacuerdo.

—¡Oh, no, no es eso!

—Lo siento, por cierto —dijo Kyra.

Idalee encogió sus hombros escuálidos. La chica parecía


preocupada con otros pensamientos.

—¿Por qué no estás en la cama?

Una vez más, esa sonrisa tímida.

—Es una tontería —dijo.

Kyra le dio un golpe a con su cadera.


—Bueno, ya sé que eres tonta, así que no tienes que estar
avergonzada.

Hubo una larga pausa.

—A mí me gusta dormir aquí a veces —dijo.

—¿Por qué?

Idalee arrugó el rostro, todavía dudando, hasta que finalmente


dejó escapar un suspiro.

—No quiero acostumbrarme a dormir en una cama. En caso de


que tenga que volver allá afuera.

Kyra conocía el miedo profundamente, la preocupación de que


abandonar la calle hubiera sido un golpe de suerte, que de alguna
manera iba a perderlo todo y terminar de vuelta donde empezó. Había
mejorado en suprimirlo a lo largo de los años, pero nunca había
desaparecido por completo.

—No vamos a dejar que eso suceda.

Las palabras se sentían vacías, sin peso, incluso cuando salían de


los labios de Kyra. Podía decirlo por la expresión de la chica que no le
creía. Idalee había visto demasiado de la vida para ser consolada por
una observación trivial.

Kyra suspiró.

—Lo siento. No estoy segura de por qué dije eso. Sé que no eres
una niña.

Idalee metió sus pies desnudos más adentro debajo de su manta.


Bella le había dado sus zapatos, pero la niña nunca los llevaba.

—No, entiendo —dijo—. A veces es mejor fingir que podemos


controlar las cosas.

Kyra puso un brazo alrededor de Idalee y la atrajo hacia sí.

—Cuando empecé a vivir aquí —dijo—, guardé un rollo de cada


comida. Siempre mantuve al menos seis rollos en mi habitación. Las
frutas y pasteles de carne también, a veces. Durante un tiempo, Laman
no podía entender por qué había tantas ratas alrededor.
Idalee sonrió.

—Nos prohibió a mí y a Lettie mantener la comida en mi


habitación cuando me mudé. —Hizo una pausa, y su voz se hizo más
vacilante—. Lettie es mucho más feliz de lo que solía ser. Tiene mucha
más carne en sus huesos ahora que cuando solo yo trataba de daros de
comer.

—Siempre has cuidado bien de Lettie. Incluso cuando éramos


solo las dos.

Idalee pasó una mano furtiva a través de sus ojos, y Kyra fingió
no darse cuenta. Fue entonces que recordó.

—Me había olvidado. James me dio algunas monedas extra para


compartir con cualquier persona que lo necesitara. No puedo dáselas a
mis amigos, pero estoy segura de que podríamos pasarlo a las otras
ratas de alcantarilla. ¿Quieres visitarlos mañana?

—¿Monedas? —Idalee parecía confundida—. ¿Solo para dar?

—Eso es lo que dijo Rand.

Los ojos de Idalee se iluminaron y dio un rápido asentimiento de


cabeza.

—Realmente apreciarán eso.

Kyra sonrió.

—Genial. Los buscaremos mañana por la noche.

Sería bueno para Idalee. Para ambas.

Se reportó de nuevo a la Casa del Gremio unos días más tarde.


James inspeccionaba el trastero.

—¿Cómo está tu hombro? —preguntó.

—Como nuevo.

—¿En serio? Esperaba que te tomara unos días más.

Giró su brazo experimentalmente. Había un poco de rigidez


persistente, pero no estaba mal del todo.
—Tal vez no era tan malo como parecía. —Como prueba, sacó la
túnica por encima de su hombro. La piel era nueva en su totalidad y
casi no había cicatrices. James trazó la pauta de lo que había sido una
marca de la garra. El toque ligero la hizo temblar.

—Tienes razón —dijo.

Una voz en su cabeza señaló que con su rápida recuperación,


probablemente Kyra podría haber hecho ese trabajo con Flick, sin
problema. La apartó. Lo habían hecho muy bien sin ella, volvieron con
varias bolsas de harina y carne seca. Se había ofrecido a ayudarlo a
llevar su botín al cuarto de atrás. Él se había negado.

James la llevó a su estudio, donde sacó un mapa y lo hizo rodar


abierto sobre la mesa. Era uno de sus primeros dibujos del recinto
exterior.

Señaló a un edificio a medio camino entre las paredes exteriores e


interiores.

—Este es el almacén, ¿no?

Kyra asintió.

—Idealmente, enviaría a cuatro hombres dentro, además de ti.


Eso es suficiente para cargar las hierbas de más valor, sin perder
volumen. La cuestión es si podemos conseguir cuatro hombres en este
punto.

Kyra miró de cerca el almacén, teniendo en cuenta varias rutas


posibles.

—No creo que podamos. Hay guardias que hacen rondas de media
hora en esta región. Nosotros probablemente nos encontraríamos con
varios, y un equipo tan grande es difícil de ocultar.

James trazó un camino con el dedo.

—¿Qué hay de este camino, a través de las perreras?

—¿Las perreras? —A veces James tenía las ideas más extrañas—.


Hay menos guardias, pero eso es porque no los necesitan para patrullar
un área de viviendas con varias docenas de perros como guardias.
Nunca la atravesaríamos sin encender la alarma.
—¿Te ladran?

—No, pero soy una habladora perruna. Se quedarán tranquilos


para mí, pero no soy lo suficientemente buena para hacer pasar a
cuatro extraños.

—Podemos drogar a los perros. Tengo algo que los pondrá a


dormir el tiempo suficiente para hacernos pasar. Van a estar aturdidos
por la mañana, pero no lo suficiente como para alarmar a sus
entrenadores.

Kyra ladeó la cabeza.

—¿Poner una perrera llena de perros a dormir? ¿Qué tan fuerte es


este medicamento?

—Hará el trabajo, si puedes meterlos en el caldo de sus cuencos.

Se preguntó por un momento cuán fácil hubiera sido su vida


como ladrona si hubiera sido capaz de hacer dormir a los perros para
Flick y los otros chicos. Miró el mapa con nuevos ojos, intrigada por las
posibilidades.

—¿Cuánto tiempo tomará el dormirlos?

—Querrás esperar por lo menos tres horas para asegurarte de que


todos los perros la hayan tomado. Incluso entonces, tendrás que estar
en el puesto de observación por si alguno no recibiera lo suficiente. No
todos lo beberán de inmediato.

—Puedo hacer eso. —Probablemente podría alentarlos a beber


demasiado.

—Cuando los perros estén listos —continuó—, puedes reunirte


con nosotros fuera de la pared este.

Asintió en acuerdo, olvidando sus dudas acerca del Gremio


mientras la emoción de la planificación se hacía cargo.

—Puedo guiarte dentro desde el perímetro. Entre la pared y


perreras, hay un guardia que tendremos que esquivar. Vamos a estar lo
suficientemente seguros para pasar a través de la perrera si los perros
están dormidos. En el otro extremo, hay otro Escudo Rojo, pero solo
pasa una vez cada treinta minutos. Una vez que estemos en el interior
del almacén, estaremos bien si cerramos la puerta y reducimos el ruido.
Casi nunca comprueban el interior.

—Bueno. —James miró el mapa—. Entonces la pregunta es a


quién traer. Necesitaré el mejor.

—¿Bacchus? —preguntó Kyra. Parecía ser uno de los favoritos de


James.

—No. Quien sea que vaya tendrá que recibir órdenes de ti, y no
confío en él para hacer eso. —Las comisuras de sus labios se deslizaron
hacia arriba cuando vio la expresión de Kyra—. Sí, me doy cuenta de lo
que pasa en el Gremio. Bacchus es uno de mis mejores. Es fiel. Sacará
su espada por mí sin lugar a dudas, y nos ha metido en problemas más
veces de las que puedo contar, incluso cuando fue mi error lo que nos
puso allí. Pero puede ser... terco, sobre algunas cosas. Va llegar a ellas
con el tiempo.

—Está bien —dijo Kyra—. No Bacchus, entonces. —Tuvo que


admitir que era un alivio. Bacchus había sido abiertamente hostil desde
la redada de la armería, pero no eran exactamente los mejores amigos.

James entrecerró los ojos a la pared, perdido en sus


pensamientos.

—Alex es sólido para tenerlo alrededor. Lo llevaremos. Rand es


rápido, pero pierde la cabeza bajo presión. Shea puede mantenerlo en
línea si los dejamos juntos. ¿Serás la única que irá delante para
explorar?

—Debe ser. No veo por qué necesitaríamos otros exploradores.

—Así será, entonces. Shea no puede defenderse de varios


guardias, pero si nos mantenemos juntos, no debería ser un problema.

—Conoces bien a tus hombres —dijo Kyra.

—Tu trabajo consiste en descifrar el Palacio. Este es lo mío.

Se preguntó si James tenía un cuadro igualmente claro de sus


propias fortalezas y debilidades. Robó un vistazo a su rostro mientras
estudiaba el mapa. Realmente había algo en él, y a Kyra no le resultó
difícil creer que hubiese llegado al poder a una edad tan joven.
Después se planificar a grandes rasgos, fueron a través de los
detalles. James preguntó acerca de la zona en detalle, los horarios de
guardia y el refugio disponible en cada segmento de la ruta. Con cada
punto adicional que discutieron, el respeto de Kyra para con James
creció. Tenía una memoria extraordinaria, en referencia a los detalles
que ella le había dado hace semanas, y una impresionante capacidad de
trazar múltiples posibilidades y planes de contingencia en cada paso.
Kyra no podía recordar la última vez que había tenido una discusión
tan apasionante. Hablaban el mismo idioma, instintivamente
poniéndose de acuerdo sobre los temas importantes y trabajando las
ideas del otro en rápida sucesión.

—¿Puedes coger las cerraduras del almacén? —preguntó James.

—No de la puerta exterior. Tendré que trepar una de las ventanas


y coger la entrada en el interior. ¿Podéis los cuatro ocultaros tanto
tiempo a la intemperie?

—No eres la única que puede esquivar guardias, Kyra.

Levantó la vista, preocupada de que lo hubiera ofendido, pero sus


ojos eran amables, incluso divertidos. De repente, consciente de sí
misma, miró hacia abajo.

—Por supuesto —dijo—. Vamos a tener una hora o así en el


almacén. ¿Será suficiente?

—Si trabajamos con rapidez.

Notó lo cerca que se encontraban, de pie juntos, tan cerca que


podía sentir el calor de su antebrazo, mientras ambos se inclinaban
sobre la mesa. Se sonrojó y apartó su brazo. James se apartó de la
mesa, estudiándola de nuevo con una expresión pensativa.

—Nunca he conocido a nadie como tú, Kyra. —Su voz era suave,
carente de su borde usual.

Kyra se preguntó si debía dar un paso atrás, pero su cuerpo no


cooperaría. En cambio, cuando sintió a James inclinarse hacia ella,
levantó la mirada para encontrarse con la suya. Era vagamente
consciente de la subida y bajada de su pecho mientras él se acercaba.
Luego dudó, sus pestañas parpadeando mientras miraba desde sus ojos
hasta sus labios. Kyra se estremeció y cerró los ojos.
Oyó su ingesta aguda de la respiración y sintió que se alejaba.
Cuando abrió los ojos, James se había vuelto de nuevo hacia la mesa, el
rostro cerrado.

—Es un buen plan —dijo, enrollando hábilmente el mapa. Su voz


era fría, seria—. Les diré a los demás. Haremos esto mañana por la
noche.

Kyra se tambaleó hacia atrás. Necesitaba aire.

—¿Hay algún problema? —preguntó James.

—No —tartamudeó mientras retrocedía hacia la puerta—. Está


bien.

Kyra se dio la vuelta y huyó por el pasillo, tomando grandes


respiraciones mientras se echaba a correr hacia la puerta, a la brisa de
verano. Una y otra vez, repitió las advertencias de Flick. James era un
asesino entrenado. No debía confiar en James. No podía confiar en él. Y
tenía que recomponerse antes de la redada de mañana.

Mientras caminaba a casa, sus pensamientos se borraron


gradualmente. Con James lejos, se sentía más ella misma. Pero incluso
mientras su confusión se desvanecía, se acordó de cómo se sentía al
estar de pie junto a él. Su antebrazo se sentía todavía curiosamente
cálido. Lo tocó y se preguntó cuánto tiempo pasaría antes de que se
desvaneciera el calor.
Quince
Traducido por katiliz94
Corregido por Pily

Mientras tanto, Kyra tenía un trabajo para el que prepararse. Una


cosa era subir las cornisas por sí misma, un desafío completamente
diferente era conducir a otros por el terreno. Tenía un engranaje que
comprobar, mapas por revisar y horarios que memorizar. Se enterró en
esas tareas, yendo paso a paso en la rutina y tomando nota de todos los
lugares en los que podían esconderse. En buena medida, afiló su daga y
reemplazó la longitud de la cuerda que usaba para el gancho de ataque.

Era bueno tener algo en lo que concentrarse, y si James a veces


se entrometía en sus pensamientos, lo apartaba a un lado y planeaba
con más intensidad.

La noche siguiente, entró al Palacio temprano. Había una fiesta


lujosa en el compendio exterior, y tenía que esconderse periódicamente
de las parejas mareadas que salían a caminar. Afortunadamente, las
voces de borrachos venían de lejos, y los amantes achispados no eran
las personas más observadoras.

Las perreras estaban al aire libre, rodeadas por una cerca alta.
Mirando a través de las tablillas, vio los cuerpos cubiertos de pelo y oyó
el resoplido ocasional, pero no vio ninguna señal de personas. Bien, los
entrenadores se fueron durante el día.

La puerta crujió ligeramente mientras la empujaba para abrirla, y


cincuenta pares de oídos caninos se giraron en su dirección. Hubo unos
pocos gemidos. Uno o dos perros se inclinaron para aplacarla, y algunos
de los más valientes olfatearon en su dirección. Dejó escapar un lento
suspiro y cerró la puerta tras de sí.

Los animales eran juntados según la especie. Los más cercanos a


la cerca eran perros pequeños con orejas caídas y disposición amistosa.
Estaban en corrales de cinco. Los perros de ataque más grandes vivían
más atrás. Cada uno de los perros más grandes estaba encadenado a
su propia caseta, probablemente para evitar que las peleas los volviesen
locos.

Caminó alrededor de toda la perrera, primero golpeando todos los


gabinetes. Una pizca en cada tazón, había dicho James. Los Beagles
eran de dos clases. La mitad se encogió en la esquina mientras que la
otra mitad se quedó cerca, mostrando los vientres y gimoteando. Mezcló
el polvo en los cuencos sin ningún problema. Después de eso, se movió
hacia los perros de ataque. La mayoría gimió y retrocedió. Un gran
perro lobo particularmente gruñó cuando ella se acercó demasiado,
pero se tranquilizó cuando le hizo callar.

Después de golpear todos los cuencos de agua, se retiró a la


esquina, se abrazó las piernas y esperó. Los perros permanecieron
inquietos por un rato, pero gradualmente regresaron a sus asuntos.
Algunos se tiraron mientras que otros correteaban entre sí. Poco a poco
se acurrucaron en el suelo y se hundieron en un profundo sueño. A
medida que más se quedaban dormidos, volvió con los que aún seguían
despiertos y les ordenó beber. Finalmente, toda la perrera estaba en
silencio a excepción de algunos Beagles, que parpadeaban adormilados.
Estaba segura de que pronto sucumbirían también.

—Buenas noches —susurró mientras salía fuera.

Empleó la caminata de vuelta como una oportunidad para


recobrar la compostura. Cualesquiera que fueran sus pensamientos
sobre James, no podía permitirse distraerse esta noche. Aun así cuando
Kyra llegó al lugar de encuentro, se alegró de que la oscuridad ocultase
su rostro.

James, Rand, Alex y una cuarta persona que debía ser Shea la
esperaban fuera del recinto. Los latidos de su corazón se aceleraron
cuando James la miró a los ojos.

—Los perros están dormidos —dijo.

—Bien —dijo James. Sus modales no mostraban ninguna pista de


lo que había pasado entre ellos el día anterior, y estaba agradecida—.
Vamos.

Los cuatro hombres se ciñeron las máscaras en las cabezas y


Kyra tomó la iniciativa de subir de nuevo el muro. Una vez en la cima,
escaneó el interior. Sin movimientos. Tiró suavemente de la cuerda y la
tensó mientras la siguiente persona se elevó. Reconoció a Rand por un
mechón de pelo rojo que se había escapado de la máscara. Tomó nota
mental de la ropa y constitución de cada hombre de forma que pudiera
identificarlos a distancia.

Uno por uno, los demás treparon y se mezclaron en las sombras


al otro lado. James subió al final, sus pálidos ojos marcaban un
contraste contra su máscara negra. Se miraron a los ojos un instante.
Kyra fue la primera en apartar la mirada. Una vez que él hizo lo mismo,
ella le siguió hacia abajo.

El grupo estaba reunido en el otro lado de la pared, silenciosos


espectros manteniendo una conferencia sin palabras. James hizo un
gesto hacia ella y señaló el camino. Ella asintió y se dirigió hacia ahí a
trote ligero.

En el momento en que empezaron a moverse, supo que esos


hombres eran buenos. Apenas podía oírlos mientras se arrastraban,
siguiéndola constantemente a través de las vueltas y giros del complejo.
No trazaban sus pasos exactamente, pero cada uno tomó su propio
camino dependiendo de dónde estuvieran los otros. Cada hombre se
aseguró de escanear en una cierta dirección, por lo tanto todo el grupo
tenía ojos en todos lados. Se movieron como una unidad
constantemente en movimiento, siempre al tanto unos de otros, nadie
quedándose atrás.

Se acercaron a un cruce donde los guardias pasaban a menudo.


Kyra se ralentizó, y bastante segura, escuchó pasos a la distancia.
Levantó la mano, y la señal pasó de un asesino al siguiente hasta que
todos se refugiaron. Se agachó detrás de un arbusto y esperó. Un
Escudo Rojo marchaba por el camino y continuó más allá. Esperó diez
respiros después de que ya no escuchase sus botas, después hizo un
gesto a los demás a través de la perrera.

No venía ningún sonido de dentro mientras desbloqueaba la


puerta esta vez. Algunos perros se agitaron cuando se abrió, pero
ninguno abrió los ojos. Los asesinos pasaron uno por uno. Kyra bloqueó
la cerca detrás de ella y los condujo hacia la puerta lejana.

Estaban a tres cuartas partes del camino cuando se escuchó un


agudo ladrido que hizo eco a través de la perrera. El sonido era
penetrante en el espeso silencio y Kyra brincó mientras los hombres
alrededor de ella saltaban ante la atención. El perro guardia en la
esquina del fondo tiró de su cadena, mostrando los dientes a los
intrusos. ¿Había evitado de alguna manera beber el agua? Avanzó hacia
él lentamente, sosteniendo su mirada, haciendo lo mejor para proyectar
autoridad. Él soltó un gruñido profundo desde su garganta. Sin
embargo, a medida que se acercaba, pareció notar el silencio innatural
en sus compañeros. El perro retrocedió hasta que finalmente se encogió
contra su caseta, gimiendo lastimosamente.

Gimoteos, podía lidiar con eso. Nadie podría oírlo desde afuera.
Más tarde se permitiría suspirar de alivio, pero ahora no. Se volvió,
moviéndose rápidamente a la otra puerta. Se detuvo en la entrada
opuesta para esperar a que otro guardia pasara. Entonces continuaron
hasta el almacén.

No había estado particularmente antes en ese almacén, pero


había visto otros como ese. Las ventanas bajas estaban bloqueadas,
pero las de arriba eran abiertas con facilidad. Era simple, incluso trivial
después de su momento en la compuerta interior del complejo
fuertemente custodiada, desplazarse a través de una de las ventanas
superiores, para hacer su camino hacia abajo, y abrir la puerta a los
otros.

James condujo el camino hacia dentro, caminando por la hilera


de mercancías. De vez en cuando, hacía un gesto hacia unas cajas para
que alguien las tomara. El trabajo de Kyra era vigilar. Se apostó fuera
de la puerta y estaba pendiente de cualquier señal de alguien viniendo.

Hubo un crujido de botas sobre la grava, y Kyra levantó la mano.


James vio su señal y les hizo un gesto a los demás. Los cuatro hombres
se fundieron en las sombras. Kyra cerró la puerta y se colocó junto a la
entrada, mirando a través de la grieta donde la puerta se unía a la
bisagra. Un criado apareció a la vista. ¿Por qué estaba deambulando a
ésta hora de la noche? Levantó la mano otra vez en advertencia
mientras él se acercaba. Los otros se quedaron inmóviles detrás de ella.
El criado se detuvo frente a la puerta, sacando una llave. Kyra se apretó
contra la pared. Si miraba dentro y no entraba, era posible que no
pudiera ver a los hombres en las sombras. El cerrojo se deslizó hacia
atrás y la puerta se abrió hacia dentro. Entró, pasó justo al lado de
Kyra, dio unos cuantos pasos más y se detuvo. Kyra contuvo el aliento,
deseando que el hombre se diera la vuelta.

Entonces lo escuchó jadear.

Kyra fue la primera en llegar a él, alcanzándose por detrás, le


puso una mano sobre la boca mientras colocaba una daga contra su
garganta. El hombre puso los ojos en blanco mientras intentaba verla y
un sudor frío brotó sobre su piel. ¿O era el suyo?

Miró sobre su hombro hacia James para la instrucción. El


asesino a la cabeza levantó un dedo e hizo un movimiento de corte en la
garganta.

Se congeló. No.

Mirando hacia James, negó con la cabeza. James apretó los labios
y repitió su gesto. Aun así, Kyra no se movió. James fijó los ojos en
Rand, haciéndole señas a Kyra con un movimiento de cabeza. El
hombre pelirrojo dio un paso hacia ellos.

Al enfocar a Rand, el rehén de Kyra se retorció en compresión y


puso su codo hacia atrás, atrapándola dolorosamente en las costillas.

Apretó su mano reflexivamente sobre su mandíbula. Su cuchillo


se clavó en la garganta.

Líquido caliente se apoderó de sus dedos. El hombre se endureció


y jadeó en busca de aire —un jadeo de asombro que se convirtió en un
gorgoteo mientras se hundía en sus rodillas y se deslizaba fuera del
agarre de una petrificada Kyra.

Era como si el mundo a su alrededor desapareciera. El almacén


se volvió borroso; los sonidos se amortiguaron. Todo salió de enfoque, a
excepción del cuerpo del criado, desplomado a sus pies. Kyra lo miró,
luego a sus manos empapadas de sangre. ¿Qué había hecho?

James no perdió el tiempo. Ignorando completamente a Kyra, hizo


una señal a Rand. Con eficiencia bien practicada, Rand desenredó el
cuerpo de Kyra, lo tiró por encima del hombro y lo llevó afuera. James
dio unas instrucciones breves a Shea y Alex, quienes recogieron
algunos últimos paquetes y examinaron la zona para borrar cualquier
signo de su presencia. Luego se acercó a Kyra, quien aun estaba
congelada cerca de la puerta.

—Límpiate y permanece fuera del camino.

En cuestión de minutos ya estaban listos para salir. Mientras


Shea la sacaba fuera del almacén, buscó el cuerpo pero no lo encontró
por ningún lado. Su mente estaba espesa y nublada, desconectada del
resto de ella. En algún lugar de la niebla, podría haber habido
pensamientos gritando para ser oídos, pero se fueron en una neblina.
En un momento dado, estaban frente a la perrera y James le ordenó
que abriera la puerta.

De alguna manera, hicieron su camino fuera. James la agarró del


brazo fuera de la Casa del Gremio, con tanta fuerza que gritó. Pero el
dolor la trajo de vuelta a sus sentidos, y levantó la vista para
encontrarlo mirándola.

—Lávate atrás —dijo.

Kyra salió por la puerta trasera, moviéndose por los lados hasta
que logró orientarse. Vio la pileta y metió las manos dentro. A esta hora
de la noche, el agua estaba congelada. Lloriqueó ante la conmoción,
pero mantuvo las manos sumergidas, frotándolas bajo el agua hasta
que ya no podía sentirlas. Cuando finalmente estuvieron limpias,
inspeccionó su ropa. Su túnica exterior estaba manchada y rebozada
con salpicaduras de color marrón rojizo. Se la quitó y la tiró con
disgusto.

Ahora estaba temblando violentamente, enfriada por el agua fría y


el viento. Se arrastró, temblando, de vuelta a la Casa del Gremio. Los
demás seguían desempacando los paquetes, y James se quedó
hablando con Alex en un rincón. Kyra dio un paso hacia ellos, luego se
detuvo.

No podía, incluso Rand parecía peligroso y aterrador en los


parpadeantes faroles. Echó un último vistazo a James para asegurarse
de que no estaba mirando y salió huyendo por la puerta principal. Una
vez en la calle, corrió.

No se dio cuenta de lo ruidosa que era hasta que su puerta se


abrió. Bella no preguntó nada, sino que simplemente se arrodilló junto
a Kyra y acunó su cabeza en el regazo. Y Kyra se permitió ser sostenida,
como si fuera de nuevo una niña perdida que acababa de salir de las
calles, plagada de pesadillas y sospechosa del mundo. Se aferró a Bella,
y ella le palmeó la espalda y acarició el pelo hasta que sus sollozos
finalmente cedieron.

Más tarde, después de que Kyra se hubiese, se enjuagó la cara y


aceptó una taza de agua, Bella finalmente habló.

—Te estás perdiendo, Kyra. ¿Vale la pena?


De alguna forma, en realidad no sorprendió a Kyra que Bella
imaginase el núcleo de la situación, incluso si no sabía los detalles.

—Lettie e Idalee —objetó a medias.

—Se llevaban muy bien antes de que empezases a ayudarlas, y


estarán bien ahora. Son chicas inteligentes. Entre las dos y Flick, se
nos ocurrirá algo.

Kyra no discutió. Estaba agotada, y Bella estaba en lo cierto. Sus


días con el Gremio habían terminado.
Dieciséis
Traducido por katiliz94
Corregido por Pily

¿Nunca terminarían los contratiempos? Primero, el robo de


armaduras. Después, la filtración de los horarios de patrullas. Y ahora,
una incursión exitosa en el propio Palacio. ¿Cuándo fue la última vez
que esto sucedió? Ciertamente nunca en su vida. Tristam presionó su
frustración mientras él y sus compañeros caballeros escuchaban al
informe del custodio del almacén.

—No se llevaron mucho —dijo el guardián, un hombre regordete


llamado Finley, a Malikel—. Pero sabían lo que era valioso. Hierbas
raras y medicamentos, solo lo mejor. Pero a pesar de eso, no se llevaron
mucho. Parecían tener prisa.

Tristam suprimió una risa amarga. Así que incluso un grupo de


hombres desconocidos había logrado colarse en el complejo
supuestamente impenetrable, pasar las fuerzas de guardias mejor
entrenadas en la región, y llevarse una fortuna en suministros médicos,
al menos podrían consolar el hecho de que los ladrones habían sentido
la necesidad de apresurarse mientras lo hacían.

Un Escudo Rojo entró corriendo, respirando con dificultad.

—Sirs.

—¿Sí, soldado? —dijo Malikel.

—Hemos encontrado un cuerpo.

El Escudo Rojo les llevó detrás del edificio a un montón de


piedras, recientemente amontonadas por algunas reparaciones del
edificio. Los guardias habían quitado la capa superior, revelando a la
víctima oculta debajo. El cuerpo parecía haber sido dispuesto
apresuradamente, todavía con la ropa con la que había sido asesinado,
y mostrando claramente una herida en el cuello.
—Este es mi hombre desaparecido. —La voz de Finley tembló
mientras se alejaba—. Tendré que hablar con su familia.

Tristam no le envidiaba esa tarea.

—¿Quién organizará su funeral? Me gustaría contribuir en los


arreglos.

Finley le lanzó una mirada extraña.

—El Palacio no paga servicios fúnebres para los sirvientes, Sir.


Solo a caballeros y otros de la nobleza.

—Oh —dijo Tristam—. No era consciente. —Tenía que dejar de


olvidar que en la ciudad se hacían las cosas de forma diferente. Su
padre siempre había pagado los gastos funerarios de aquellos que
murieron mientras servían en Brancel Manor. Pero al parecer, no había
lugar para estos gestos en la ocupada maquinaria de Forge.

Para su alivio, Malikel eligió ese momento para empezar a dar


órdenes.

—Registrad el cuerpo y el área circundante. Buscad algo que


pueda decirnos más sobre los intrusos.

Mientras todos se dispersaban a las tareas, Tristam permaneció


en la pila de rocas. Al igual que el asalto anterior a la armería, este robo
era inquietante en su precisión. No había señales de cómo los ladrones
habían entrado en el recinto o incluso de cómo habían entrado en el
almacén.

Se dirigió a Finley.

—¿Dices que las cerraduras de este almacén no pueden ser


copiadas?

—Sí, milord, las reemplazamos según las órdenes de Sir Malikel.

—¿Qué pasa con las ventanas?

—También están bien cerradas.

—¿Todas? —Sabía que su voz era dura, pero no pudo evitarlo.

—Todas las que están al alcance.


Tristam retrocedió, entrecerrando los ojos para mirar hacia
arriba, en la parte superior del edificio. El sol resultaba ser demasiado
brillante y cerró los ojos, solo para abrirlos de repente otra vez.

—¿Puedes llevarme al piso superior?

—Por supuesto, milord.

La planta superior olía a hierbas y frutos secos. Como era común


en pisos superiores, ahí se estaba más cálido. Los constructores habían
colocado pequeñas ventanas cerca del techo para dejar salir el aire
caliente en el verano.

Tristam se asomó por encima del alféizar más cercano. Las


sirvientas del Palacio estaban eludiendo sus responsabilidades o eran
demasiado bajas para llegar a las ventanas altas. El borde exterior del
alféizar de la ventana tenía una fina capa de polvo, al igual que el
siguiente. El polvo de la tercera ventana, sin embargo, tenía una
mancha en ella, como si un ama de casa sin entusiasmo le hubiera
pasado un trapo para el polvo.

Tristam miró fijamente esta tercera ventana mientras las pistas se


reorganizaban solas en una nueva teoría. Un misterioso ladrón
escalador, irrumpiendo en edificios que previamente se pensaban
impenetrables. Registros filtrados que habían sido conocidos solo por
unas pocas personas de confianza. Había estado buscando informantes
dentro del Palacio, pero si el Gremio tenía tanta libertad de movimiento,
no necesitaban informantes. ¿Por qué molestarse en torcer a los
oficiales de Palacio cuando sencillamente podrían hojear sus notas?

—Gracias, Finley —dijo—. Necesitaré hablar con Sir Malikel.

Empezarían con las salas de registros. Colocando guardias allí en


todo momento, por la mañana y la noche. Y no habría más escritos
después de los horarios de patrulla. Todas las órdenes serían
entregadas verbalmente.

Y luego, tendrían que esperar y ver.


Diecisiete
Traducido por Zoeangelikal
Corregido por Key

—¿Dónde está la llave?

El guardia de la armería habría caído al suelo si no fuera por los


asesinos que lo sostenían. Cuando él no respondió, Bacchus le dio otro
golpe. El guardia gruñó y escupió sangre. Kyra se puso cada vez más
impaciente mientras miraba. Bacchus era demasiado incompetente y
blando. Estarían aquí siempre con él al mando. Ella avanzó hacia él y lo
empujó fuera de su camino.

—Dame el cuchillo —gruñó. Cuando Bacchus no reaccionó, se lo


arrebató del cinturón y lo apretó contra el cuello del guardia…

Kyra se despertó por los gritos en la planta baja. Entró en pánico


por un momento antes de darse cuenta de que los gritos se mezclaban
con risas. Sólo eran Flick y las niñas, jugando a algún tipo de juego.
Ella puso una mano sobre sus ojos. Habían pasado tres días desde que
asaltaron el Palacio. Tres noches seguidas de pesadillas, y estas no
estaban mejorando. En sus sueños, ella siempre era la agresora, la
criminal violenta, en la que temía estar transformándose. Cada vez que
cerraba los ojos, sentía la sangre del hombre correr por sus manos.

Otro coro de risas surgió en la cocina, Kyra desechó sus mantas


húmedas. La luz del sol entraba por la ventana, y su estómago exigió el
desayuno. Miró a su alrededor, con la esperanza de que hubiera un
poco de pan de sobra, pero la habitación tenía un almacenaje
deprimente. Además de su cama, sólo estaba su equipamiento, una
bolsa de ropa, y una mesa vacía junto a la puerta. No había forma de
evitarlo, tenía que ir abajo.

Había pasado los últimos días en aislamiento autoimpuesto. Bella


se había acercado a Kyra varias veces después de su ruptura, con
intención de ayudar. Algunas veces, Kyra casi le había querido contar
todo, pero no podría tener la conciencia tranquila si ponía en peligro a
Bella o a las niñas. Así que en su lugar, Kyra inventó excusas y se
mantuvo a sí misma. No sólo evitaba a sus amigos. Kyra no había
regresado a la Casa del Gremio desde la redada. James ya habría
notado su ausencia, pero por ahora no podía hacerle frente. No todavía.

Cuando Kyra entró en la cocina, Flick estaba persiguiendo a


Idalee chillando, mientras Lettie estaba en un rincón.

—¡Cuidado, Kyra! ¡Flick es una bestia! —Chilló Idalee mientras


Flick la levantaba del suelo y le daba la vuelta.

—Ya veo. —Kyra forzó una sonrisa—. ¿Bella sabe que estás
jugando a esto?

Lettie tiró de la túnica de Kyra.

—No estamos asustadas. Sólo tenemos que golpearle la nariz y él


se convierte en un apuesto caballero. Nos lo dijo Brendel.

Así era cómo la leyenda iba, aunque por las expresiones


contentas de las niñas, Kyra sospechaba que Brendel no les había
contado a ellas el resto de la historia. El monstruo era en parte hombre,
y Lady Evelyne se enamoró de él en su forma humana. Pero a medida
que pasaban los meses, Evelyne descubrió que el monstruo aún
conservaba su naturaleza animal. Incapaz de reconciliar su amor por él
como hombre y los horrores que cometió siendo una bestia, Evelyne se
arrojó por un barranco. El monstruo, al encontrar su cuerpo roto, huyó
a las profundidades de las montañas y nunca se volvió a oír de él.

Flick bajó a Idalee y se pasó las manos por el pelo despeinado. Su


sonrisa se desvaneció un poco cuando se encontró con Kyra, ella de
repente quería pedir disculpas. Reprimió el impulso. Suavizar las cosas
ahora sólo significaría tener que responder preguntas que no deseaba
responder. Hubo un momento de silencio.

—Lettie —dijo Flick—. ¿No tienes algo para Kyra?

Los ojos de la niña se iluminaron y salió corriendo, regresando


con un trozo de masa en forma de copa en sus manos. Kyra se acercó
más y vio que había formado un perro pequeño.

—¡Wow! —Kyra se agachó, sinceramente impresionada—. ¿Hiciste


esto?

Lettie asintió.
—Es para ti.

—Gracias. —Era imposible pasar por alto el cambio de Lettie


desde que se había trasladado con ellos. Hablaba más y era
extraordinariamente creativa con cualquier desecho de la cocina que le
diera Bella. Kyra se preguntó qué pasaría cuando dejase el Gremio. Si
no podían mendigar dinero suficiente para mantener a las niñas aquí,
¿a dónde irían?

—Kyra, ¿estás bien? —preguntó Flick. Kyra se dio cuenta de que


había cerrado los ojos.

—Estoy bien. Sólo algo cansada.

—¿Estás segura?

La preocupación de Flick le hizo temblar más de lo que podía


soportar. Cogió el perro de Lettie y aprovechó la oportunidad para darle
la espalda a Flick.

—Digas lo que digas. Déjame poner esto en un sitio seguro.

Ella se fue por las escaleras de nuevo, deshaciendo todo intento


de ocultar su confusión mientras subía a la segunda planta. No podía
quedarse con el Gremio. Lo sabía, y Bella había prometido que sería lo
mejor para las niñas. Sin embargo, no hizo que se sintiera mejor. Kyra
estaba a dos pasos de su habitación, frotándose las sienes, cuando una
voz habló detrás de ella.

—¿Dónde has estado?

Kyra se dio la vuelta, agazapándose mientras agarraba su daga.


James se sentaba en la mesa junto a la puerta, mirándola con los ojos
entrecerrados.

—¿Cómo llegaste aquí? —Escrudiñó la habitación. Parecía estar


solo.

—¿Por qué no has venido en los últimos tres días?

Kyra respiró hondo y obligó a sus músculos a relajarse. Tenía que


estar relajada para esta conversación.

—Lo siento, debería haber ido.


—¿Vas a desaparecer cada vez que haya un accidente?

—¿Un accidente? —Kyra casi se ahoga. Apretó los puños para


contener otro recuerdo, cualquier intento de mantener la calma, se fue
por la ventana—. Le corté la garganta a un hombre como si fuera un
cerdo en el matadero.

—Puede suceder, Kyra. Especialmente en un oficio como el


nuestro.

Estaba tan tranquilo como si estuvieran hablando de un tazón de


estofado derramado.

—Yo no estoy en tu oficio, me contrataste como ladrona, no como


asesina.

—Sé por qué te contraté. Lo que pasó hace tres noches fue
lamentable. Va a pasar menos cuando seas mejor en tu oficio.

¿Podría realmente? ¿O dejaría de preocuparse? ¿Transformarse


en la asesina de sangre fría de sus pesadillas? Hace unas semanas se
había horrorizado al ver a los guardias de la armería capturados y
golpeados. Hace tres días, le cortó la garganta a un hombre.

—¿Qué es lo que realmente le hiciste a los guardias de la redada


de la armería?

Tardó mucho tiempo en siquiera empezar a responder, y un


escalofrío se apoderó de su piel.

—Estoy fuera —susurró ella, sacudiendo la cabeza—. No puedo


hacer esto.

La expresión de él se endureció.

—Estás sobreactuando.

—No, no lo estoy haciendo

—¿Así que te acabas de ir? ¿Qué sucederá cuando el próximo


comerciante consiga sus bienes incautados? ¿Vas a hacer la vista
gorda?

—El precio es demasiado grande.


—Y ¿qué harás por el dinero? ¿Dónde vivirán tus hermanas
adoptadas?

—Eso no es asunto tuyo.

James se quedó en silencio. Kyra luchó contra el impulso de dar


un paso atrás. ¿Lo había empujado demasiado lejos? Cuando volvió a
hablar, su voz era peligrosamente tranquila.

—Cierra la puerta Kyra y toma asiento.

—No, voy abajo.

—Sólo vamos a hablar un poco más, sobre las cosas que es mejor
no escuchar.

No se atrevió a desobedecer su tono y tanto como ella quería irse,


James no era del tipo que se podía ignorar sin consecuencias. Ella cerró
la puerta.

—El Concejo del Palacio avanzó en sus ataques contra el Gremio,


—dijo—. El nuevo Ministro de Defensa, Malikel, es más competente que
su predecesor. Él sospecha lo que estamos haciendo en el Palacio, y
está tomando medidas contra nosotros.

Ella lo sabía. Había llevado un registro de las órdenes de Malikel.

—Había pensado en enviar a los hombres a hacerse cargo de él,


pero es imprudente. Nuestra mayor ventaja es la lentitud del Concejo.
Cualquier ataque nuestro sólo provocaría un ataque hacia nosotros. Es
mejor un enfoque más fino.

Hizo una pausa y la miró a los ojos.

—Malikel vive en la Fortaleza. Es difícil llegar, pero tú has sido


asignada ahí varias veces. ¿Recuerdas dónde están los cuartos de los
funcionarios?

Ella asintió.

—Bien, has estado prestando atención. Quiero que lo mates esta


noche.

Kyra lo miró boquiabierta.


—Toma el té cada mañana que mezcla con hierbas secas. Quiero
que te cueles en sus aposentos, encuentres las hierbas y viertas zumo
de bayas claras sobre ellas. Una pequeña cantidad servirá. Los
Curanderos del Palacio pensarán que le falló el corazón.

¿Habría perdido James la cabeza?

—Estás loco.

Lo miró fijamente. Tratando de evitar la sensación de que estaba


en un sueño incomprensible. James no reaccionó, mantuvo la calma.

—¿Cómo le ha ido a tus amigos después del ataque bárbaro? —


preguntó finalmente.

—Están bien.

—Hay un chico que pasa tiempo contigo, ¿no es así? ¿Flick? Y por
supuesto, la cocinera y las dos niñas.

Ella no se molestó en contestar. James miró por la ventana, su


voz adoptó un tono filosófico.

—Tuvieron suerte de salir fuera del peligro. No todo el mundo


tiene tanta suerte.

—Ya veo. —La lengua de Kyra se resecó en la boca, escuchaba


con temor.

—Las niñas, sobre todo, han tenido suerte, considerando de


dónde venían. Las calles de Forge no son del tipo seguro. Hay gente, ya
sabes —enfrentó sus ojos de nuevo en Kyra—, que hacen cosas a los
niños, que hacen parecer a un cerdo en el matadero afortunado.

Las manos de Kyra empezaron a temblar en el momento que


comprendió el significado de las palabras de James.

—Dijiste que no tendría que matar a nadie.

—Los planes han cambiado.

Era el mismo tono que había utilizado cuando hablaba del rubí
inexistente, y de repente lo entendió. Su insistencia en las clases de
lucha. La forma en que la había humillado cuando había entrado en el
Gremio. La determinación resultante de querer probarla.
Y probarse a sí misma lo que ella era capaz.

—Me querías como asesina desde el principio.

—Eres muy hábil, con capacidades que jamás he visto en nadie y


tu entrenamiento fue muy rápido. Tu primer asesinato fue limpio y
rápido. —No hubo vergüenza alguna que cruzara por su rostro. No
había indicio de culpabilidad mientras hablaba de su moldeo en su
arma personal.

—El asesinato fue un accidente —susurró.

James dirigió toda la fuerza de su mirada a ella. Si alguna vez


había existido algún tipo de cordialidad en sus relaciones, ya no estaba.

—¿Qué crees que pasaría cuando pusiste el cuchillo en su


garganta? ¿Qué esperabas, Kyra? No hagas esto aún más difícil con
delirios de superioridad moral. Tú no eres la heroína de unos cuentos.
Eres una ex rata de alcantarilla que roba para ganarse la vida.

Eso la puso en su sitio. Palabras de negación se enredaron en la


base de su garganta, amenazando con obstruir sus vías respiratorias.

James continuó.

—Pensé que el tiempo en el Gremio, te había otorgado fuerza de


voluntad, pero tu madurez va a la zaga de tus talentos. Este no es
ningún juego de niños. Estamos tratando con el Palacio y el Concejo,
los hombres más poderosos de las tres ciudades, y las espadas que ellos
controlan. No se puede ganar la guerra con pequeñas incursiones a
almacenes. Tú sacas sangre. ¿Crees que Malikel o alguno de sus
soldados se lo pensarían dos veces antes de matarte? Para ellos no eres
más que escoria de la calle para ser ignorada, jugar contigo o abusar de
ti.

Él la miró, apreciándola como un jarrón de porcelana roto.

—Te propongo un plan —dijo—. Voy a obtener un buen asesinato


de tu parte por todos los recursos empleados en tu formación. Haz este
trabajo, y dejaré que te vayas. Pero lo debes hacer esta noche.

Extendió la mano por debajo de la mesa y sacó un pergamino y


un pequeño frasco de cuero.
—Uno de tus mapas y una botella de zumo de bayas claras. He
rodeado las cámaras de vigilancia de Malikel, así como las viviendas de
sus hombres de mayor confianza. Debería ser muy fácil de entender.
Por supuesto, no tienes que aceptar, pero cada decisión tiene sus
consecuencias.
Dieciocho
Traducido por ZoeAngelikal
Corregido por Key

Kyra no sabía cuánto tiempo se había quedado en su habitación


después de que James se fuera, recordando la conversación en su
cabeza. Era una tonta, lo había sido muchas veces, al entrar en el
Gremio, al confiar en James, por pensar que ella podía involucrarse, y
que luego podría marcharse.

James estaba mal. Había pasos que no pensaba dar. El asesinato


había sido un accidente. Ella no era una asesina, y no iba a matar a un
miembro del Concejo. No podía.

Pero James era capaz de llevar a cabo sus amenazas. El


pensamiento trajo a Kyra de vuelta a la realidad, bajó las escaleras de
dos en dos, las imágenes de chicas atadas y cautivas eran intermitentes
a través de su mente. Kyra irrumpió en la cocina para encontrar a
Idalee moliendo granos de pimienta con Bella. Bella levantó la cabeza.

—¿Kyra?

—¿Dónde está Flick? —preguntó Kyra. Disimuladamente escaneó


la habitación, encogiéndose ante la mirada preocupada de Bella. La
cocina parecía normal. El estofado burbujeaba en la cocina. Todo
estaba en su lugar. No había asesinos escondidos debajo de las
alacenas.

—Fue al distrito de lana —dijo Bella—. ¿Lo necesitas?

La cocinera dejó su masa y se acercó a ella. Kyra dio un paso


atrás. Tal vez no estaría de más decirle a Bella lo que había sucedido.
Tal vez estaría bien.

—Dile que lo estoy buscando —dijo Kyra bruscamente. Huyó


hacia el comedor antes de que su resolución se viniera abajo.

La multitud de mediodía no había llegado todavía, se instaló en


una cabina, abrazándose las rodillas. Fue entonces cuando se dio
cuenta de dos hombres algo conocidos en la esquina. Ambos llevaban
capas que ocultaban sus rostros, pero cuando miró su dirección uno se
sacó la capucha y le guiñó un ojo. La señal la sobresaltó. Kyra se
levantó de un salto y se dirigió a la cocina, sólo para volver hacia atrás
al ver que Idalee entraba en la cabina con un plato de pastel de carne.
Kyra observó con creciente temor cómo los hombres encapuchados le
agradecían a Idalee con una moneda. La chica confiada, regresó a la
cocina, y Kyra se acomodó en la cabina. No iba a dejar a Idalee sola con
esos dos.

Los hombres se concentraron en sus comidas, a simple vista


absortos en su conversación. Kyra se frotó las sienes intentando
concentrarse. Tenía que enviar a todo el mundo fuera de la taberna,
lejos de los asesinos. ¿Y si se escapaban por la parte de atrás? Tenía
que encontrar a Flick para hablar con él.

En el que momento en que Bella entró para poner la mesa para la


comida, Kyra tenía un plan rudimentario. Podría conseguir a uno de los
amigos de Flick para iniciar una pelea y distraer a los encapuchados.
Tenía que conseguir que todos se colasen por la parte trasera y
encontrar un escondite cerca hasta que pudieran salir de la ciudad.
Mientras Bella, Idalee y Lettie se unían a ella en la mesa, Kyra miró por
la ventana. Su mirada se posó en una cara familiar, y jadeó. Al otro lado
de la calle, detrás de la corriente constante de gente y carros, estaba
Shea del Gremio.

—¿Qué estás mirando, Kyra? —preguntó Bella.

—Nada —dijo Kyra—. Me pareció ver a alguien que conocía.

Se mantuvo en silencio durante el resto de la comida, tratando de


no ahogarse con la comida, que empujaba mecánicamente en su boca.
Afortunadamente, Idalee era muy locuaz, y Kyra se pudo mantener en
silencio. Había demasiados ojos, y no se atrevió a dar a los asesinos
alguna razón para que sospechasen que estaba tratando de advertir a
los demás.

Después de comer, Kyra detectó a más miembros del Gremio,


algunos fuera de la taberna y otros mezclados en la multitud del
comedor. Con cada descubrimiento, sus planes de escapar se fueron
haciendo poco a poco añicos. Flick y ella no eran rivales para tantos
asesinos, una simple pelea no era suficiente para distraerlos a todos.
¿Podría crear una distracción aún más grande? Pensó en una lista de
posibilidades. Un incendio era demasiado arriesgado. Varias peleas,
¿quizás?

Cuando la cena se acercaba, Brendel se estableció en su esquina


y empezó a tocar. Primero, cantó el apasionado amor de Evelyne con el
felbeast, su breve pero también hermoso tiempo juntos. Kyra quería
lanzar la cuchara por la habitación y taparse los oídos. En el mundo
real, las bestias no se transformaban en hombres, era a la inversa. Flick
regresó después de la cena. Llevaba a una niña bien vestida del brazo,
la hija del comerciante de lana.

—¡Flick! —Sintió un gran alivio al verlo.

—Kyra. —Hizo un gesto hacia la chica, quien estaba mirando


alrededor de la taberna con los ojos muy abiertos—. Esta es Gabrielle.
¿Me estabas buscando?

Kyra le dio una rápida mirada a sus espectadores. Uno de ellos la


miró a los ojos y negó con la cabeza. Kyra tragó saliva.

—Se me acaba de ocurrir una pregunta —mintió ella—. Lo he


descubierto.

Flick ladeó la cabeza, observando cuidadosamente a Kyra.

—¿Estás segura?

—Sí.

Un destello de confusión cruzó su rostro, y él dio un paso más


hacia ella.

—Mira Kyra, sé que nosotros…

—Estoy bien —interrumpió ella—. Sólo me duele la cabeza, eso es


todo.

Ella recogió lo que quedaba de su cena y huyó escaleras arriba.


En el silencio de su habitación, Kyra se instó a sí misma a concentrarse
en pensar. Incluso si fuera capaz de escapar con Bella y las niñas, ¿a
dónde irían? El Gremio tenía ojos en toda Forge. ¿Huirían a otra
ciudad? ¿Vivirían en el bosque? Tal vez James tenía razón. ¿Qué habían
hecho Malikel o cualquier otra persona del Palacio alguna vez por ella?
¿Por qué estaba arriesgando tanto por perder a un noble que no le
dedicaría ni un segundo pensamiento?

Hubo un fuerte golpe en su puerta. Kyra respiró y envolvió sus


dedos alrededor de la empuñadura de su daga, sosteniéndola preparada
a su lado mientras avanzaba lentamente hacia la puerta abierta. El
hombre encapuchado, el que le había guiñado un ojo, estaba de pie en
su puerta. Sus ojos parpadearon ante su arma.

—Estate a través del muro del Palacio —dijo, y se alejó.

Kyra cerró la puerta de nuevo y hundió el rostro entre sus manos,


el peso de su pecho amenazaba con ahogarla. Ya no era seguro
quedarse en la posada. Con los dedos temblorosos, se cambió a ropas
oscuras. Como cinturón, se ató la botella de zumo de bayas claras.
Después de pensárselo un momento, se metió una máscara en el
bolsillo. Se sentiría más segura esta noche con el rostro oculto.

Se fue por el comedor, caminando entre los hombres


encapuchados y la satisfacción de sus ojos mientras pasaba
brevemente. Al abrir la puerta, reunieron sus cosas para seguirla. Los
asesinos la arrastraron hasta un bloque, la mitad del camino hasta el
Palacio, aunque no la siguieron por encima del muro. Cuando estuvo lo
suficientemente lejos, Kyra se subió a una cornisa alta. Se sentó y
abrazó sus rodillas, clavando sus uñas en sus antebrazos, mientras se
obligaba a pensar en sus opciones.

Ciertamente, aún habían asesinos en la posada, y era demasiado


para lograr que estuvieran todos a salvo. ¿Y si se entregaba? ¿Podría el
Palacio ofrecer protección? Kyra se sintió enferma ante la perspectiva de
una detención y un juicio. Una asociación de esta magnitud con el
Gremio de los Asesinos, sin duda, significaría la muerte, sobre todo
ahora que tenía sangre inocente en sus manos. ¿Podía incluso confiar
en el Palacio? ¿O la torturarían para obtener información y dejarían a
sus amigos ante la misericordia del Gremio?

Kyra alcanzó su cinturón y desató el vial, dejando cualquier tipo


de confusión tras ella. No importaba lo que había hecho, alguien
moriría esta noche. Malikel era un caballero que había aceptado el
riesgo de muerte cuando le prometió lealtad a la ciudad. Bella y las
niñas, ¿no eran más que víctimas de… de qué? De su propia estupidez.
Todo el mundo le había advertido del Gremio, pero había sido atrapada
por la atracción del desafío, de la seguridad y su propia fascinación por
James. Las pistas habían estado ahí, pero ella las había ignorado.
Bella le diría que no siguiera adelante con el trabajo, incluso si al
matar a Malikel estuviera salvándoles a los cuatro. Pero Bella no había
visto las miradas de los asesinos que habían seguido a Idalee alrededor
del Drunken Dog. Ella no había oído la frialdad de la voz de James
cuando emitió su amenaza. Kyra volvió a atar el vial al cinturón. Borró
de su mente el temor y el odio a sí misma que amenazaban con
apoderarse de ella, continuó acercándose más al Palacio. Las viviendas
estaban en el interior del recinto. Kyra tuvo que encorvarse varias veces
para evitar a los guardias. Pero con el tiempo, ya estaba encaramada en
las ventanas más altas, lista para entrar. Las persianas hicieron un
sonido chirriante mientras Kyra hacía palanca para abrirlas, se detuvo,
con el corazón acelerado. Miró a través de la abertura. No había nadie
en el interior. Esperó a que su pulso se calmara y lo intentó de nuevo.
Las persianas no hicieron más ruido cuando las empujó para hacer la
abertura más amplia, pero no podía arriesgarse a producir un sonido
como ese. Tendría que dejar la persiana ligeramente entreabierta.

Antes de lo que se esperaba, Kyra se encontró frente a unas


puertas de roble macizo, buscando sus ganzúas. La cerradura cedió con
demasiada facilidad ante sus esfuerzos. Ahora era fácil, entrar en el
Palacio y hacer lo que ella deseaba. James la había formado bien.

La habitación era sencilla para ser del Ministro de Defensa. Un


hombre respiraba suavemente sobre una sólida cama con dosel. Aparte
de una alfombra tejida en el suelo, había poca decoración. Kyra se
mantuvo lejos de la cama, bordeando la longitud de la alfombra. Esto
sería más fácil si no veía el rostro de Malikel. En su lugar, se centró en
las hierbas. ¿Si ella tomase el té todas las mañanas, dónde lo
guardaría? El baúl a los pies de la cama sólo contenía armas, pero en
una búsqueda rápida en su cómoda apareció una bolsa de hojas secas.

Sus manos eran torpes cuando desataron la bolsa. Todo lo que


debía hacer era echar unas gotas ahí y se iría. Tal vez él no tomase una
dosis grande. Tal vez los curanderos lo salvasen a tiempo. Ella sólo
debía convencer a James de que lo había intentado. Una vez más, se
obligó a mantener la mente en blanco. Las correas de cuero lentamente
le dieron acceso a sus dedos, puso la bolsa abierta en la parte superior
de la cómoda. Cerró los ojos, respiró profundamente antes de alcanzar
la tapa del vial.

No podía hacer esto.

Las manos de Kyra temblaban tanto que si abriese el vial, se


derramaría. Puntos flotaban delante de sus ojos. Dio un paso atrás,
agarrándose el estómago. Si no podía seguir adelante con el asesinato,
¿qué podía hacer?

Malikel se movió en la cama, Kyra se tiró al suelo, hincando sus


dedos a la gruesa alfombra. Se maldijo a si misma por mantener la
guardia baja, se arrastró a través de la puerta de nuevo, deslizándose
de la misma forma para luego sentarse. Se acurrucó detrás de la puerta
abierta. Tal vez volvería dormir. Por un momento, se hizo el silencio, y
entonces oyó pasos. Una tenue luz brilló a través de la puerta, y sólo
entonces Kyra se dio cuenta de su error.

Había dejado las hierbas en la parte superior de la cómoda.

Kyra se congeló cuando oyó un golpe en las puertas dobles de


roble, apenas respirando mientras Malikel respondía. Escuchó lo que
debía ser el saludo de Malikel, y un hombre más joven respondió. Las
voces se hicieron más fuertes, ya que dieron un paso atrás. Sería sólo
cuestión de tiempo que la descubrieran.

Pensó sobre una ruta de escape. Con la luz de las velas de la


habitación de al lado, vio que estaba en una sala de estar fuera de la
cámara principal. Había una ventana, pero para llegar a ella había que
correr más allá de la puerta abierta. Mirando a través de la rendija de la
puerta, Kyra llegó a ver a los hombres a medida que se paseaban por la
habitación. Tenía que programar su escape para el momento en el que
ellos miraran hacia otro lugar.
Diecinueve
Traducido SOS por Key
Corregido por Pily

El disparador de la alta ventana estaba entreabierto. Estaba muy


oscuro afuera, y ninguna luz brillaba a través de la pequeña grieta. Pero
sin duda había una grieta, y una sensación de frescura, no del todo
brisa se filtraba en el pasillo y se cortaba a través del aire rancio.

Tristam se frotó los ojos. Su más reciente teoría sobre el Gremio


de los Asesinos estaba volviéndolo paranoico. No todas las ventanas
abiertas permanecían así porque había un espía. Lo más probable era
que la criada hubiese abierto el disparador para ventilar el pasillo y
olvidado cerrarla. Negó con la cabeza y continuó hacia sus aposentos,
solo para detenerse unos pasos más adelante. ¿Con qué frecuencia, en
realidad, la criada abría estas ventanas? Dio la vuelta de nuevo.

Mientras Tristam pasaba por la habitación de Malikel, vio una luz


tenue debajo de la puerta. Una vez más, se detuvo, incapaz de librarse
de la sensación de que algo estaba mal. ¿La luz había estado allí hace
unos momentos? Tristam inclinó la cabeza y escuchó. Oyó unos pasos a
través de la puerta y llamó en voz baja. El pomo de la puerta se volvió y
Malikel asomó la cabeza.

—Tristam. —El hombre de más edad aún llevaba su bata y tenía


la expresión desorientada de alguien que acababa de despertar—. ¿Qué
te trae por aquí a estas horas?

Tristam se detuvo, un poco avergonzado de compartir sus vagas


sospechas.

—Realmente no lo sé. Algo no se sentía bien. ¿Por qué está


despierto?

Malikel dio un rápido movimiento de cabeza, centrado.

—Un ruido puede haberme despertado. —Hizo un gesto en


Tristam—. Como has dicho, algo que no se sentía bien.
Tristam entró en los aposentos de Malikel, explorando la zona por
cualquier cosa fuera de lugar. El fuego se había apagado, pero eso era
de esperar a esta hora.

—Una de las altas ventanas estaba abierta en el pasillo —dijo a


Malikel—. Es una cosa pequeña, pero… —Se detuvo en seco—. ¿Suele
dejar sus hierbas de esa manera?

Malikel recogió las hierbas de la cómoda.

—No —dijo, su cara preocupada—. Las guardo en el cajón, y


ciertamente no abiertas como estas.

Hubo un sonido en la sala de estar, como madera raspando en


madera. Tristam fue a coger la daga en su cinturón y luchó contra el
impulso de maldecir cuando se dio cuenta de que no la tenía.

—Tristam. —Malikel tomó dos espadas cortas de un cofre y le dio


una a Tristam. Este le dio las gracias y avanzó hacia la puerta, casi sin
respirar. No podía ver nada inusual por la puerta abierta. Comprobando
para asegurarse de que Malikel estaba detrás de él, preparó su arma y
entró.

La habitación estaba vacía, solo un conjunto de persianas


estaban entreabiertas.

Olvidando la precaución, cruzó la habitación en tres zancadas y


se asomó a la ventana, entrecerrando los ojos en la oscuridad. Hubo un
atisbo de movimiento a su izquierda. Tan pronto como volvió la cabeza,
el movimiento se detuvo. Poco a poco, sus ojos se adaptaron y la figura
de un hombre se reveló en la cornisa. El desconocido estaba cubierto de
pies a cabeza de negro, lo que le hacía casi invisible a esa altura sin
antorchas que le iluminara. Euforia repentina barrió a Tristam, teñida
de pánico. Era él. El espía que había estado buscando, y no iba a
escapar.

Tristam sacó su cabeza cerca de la pared. No le gustaba exponer


cualquier parte de sí mismo, pero no se atrevió a dejarlo fuera de la
vista.

—Estás rodeado de guardias —llamó. La figura no se movió—.


Quédate dónde estás. Si intentas escapar, no saldrás con vida.
Hubo una pausa, y el intruso volvió lentamente la cabeza hacia
Tristam. A pesar de la oscuridad, tenía la impresión de que sus ojos se
encontraron. Entonces la figura enmascarada se volvió y echó a correr.

Tristam golpeó su pierna con frustración y gritó por la ventana


hacia los guardias. Si hubiera tenido alguna duda sobre si este era el
misterioso intruso que había estado buscando, desapareció tan pronto
como vio al hombre. La figura, aparentemente ajena a la gran altura, se
movía con una gracia que no habría creído posible. Corrió a lo largo de
una repisa de menos de un pie de ancho, agachándose bajo voladizos y
apenas rozando la superficie con los pies. Cuando el intruso llegó al
borde de un edificio, saltó al siguiente y siguió su camino hasta que una
flecha rebotó en la pared frente a él. Se detuvo y contempló la multitud
reunida abajo, cambiando su peso de un pie a medida que más
guardias se reunían con arcos formados en su dirección.

—Quiero que lo capturéis con vida —gritó Tristam antes de correr


escaleras abajo y afuera.

Cuando entró por la puerta, el patio era un caos. El hombre se


había ido y Escudos Rojos estaban corriendo hacia el edificio. Tristam
agarró al soldado más cercano y exigió saber lo que había sucedido.

—Entró por una de las ventanas.

Tristam empezó a seguir al guardia en el interior, pero se contuvo.


Había un montón de gente buscando en el edificio; una persona extra
no ayudaría. Necesitaba un mejor plan. Si él fuera el intruso, ¿dónde
iría?

La respuesta obvia era de nuevo fuera en las repisas. Ahí era


donde nadie podía seguirlo, y donde mejor podía permanecer escondido.
Y a menos que se preparara para pasar unos días escondido entre los
edificios del palacio, este trataría de salir del escondite antes del
amanecer.

¿Cuál era el camino más directo, si uno viajaba de cornisa en


cornisa hacia el muro del complejo? Si el espía se dirigía al sur, los
edificios llevaban directamente al perímetro. Quizá podría alcanzarlo
fuera de allí. Había un montón de “síes” en esa línea de razonamiento,
pero no podía pensar en un mejor plan. Detuvo a guardias mientras
corrían pasando.
—Podemos interceptar al intruso en el muro del complejo —les
dijo—. Quiero que los hombres se pongan a lo largo de la longitud para
ver si escapa. —Repartió las tareas lo más rápido que pudo. Una vez
que los guardias estaban en camino, también corrió al sur.

El intruso era rápido, pero tendría que reducir la velocidad en la


pared. No importaba cuan veloz era: los edificios estaban demasiado
lejos para que cualquiera pudiera saltar. Una vez que llegara allí,
tendría que bajar al nivel del suelo, y tendría que hacer una pausa para
lanzar un gancho.

Tristam desaceleró hasta detenerse en el borde del compuesto


interior. Caminos y la hierba alineaban el interior de la pared. El área
estaba generalmente iluminada por solo unas pocas antorchas, pero los
guardias habían venido y habían añadido más. Con la luz extra, sería
difícil para cualquier persona pasar desapercibida. Tristam encontró un
lugar protegido con una visión amplia y se acomodó. Solo entonces se
dio cuenta de lo anudados que sus músculos estaban, lo apretado de su
estómago. Esta era su primera ventaja real en meses. No podían dejarlo
escapar, no ahora.

En su mente, vio la figura enmascarada de nuevo. ¿A qué clase de


hombre le tomaba, tan frío y metódicamente deslizarse a través de las
defensas del palacio? ¿Para traicionar a su propia ciudad por bestias
sedientas de sangre? Era aterrador darse cuenta de que el asesino
había estado dentro de la habitación de Malikel mientras que el oficial
dormía. Su comandante estaba lejos de ser impotente, pero aun así...
¿Era esta persona el secreto detrás del reciente aumento del Gremio de
los Asesinos?

Mientras esperaba, su respiración se volvió lenta y el calor


desapareció de sus venas. Se frotó los brazos y pisoteó sus piernas para
mantenerse caliente. No haría ningún bien ver al intruso tropezar con
miembros entumecidos por el frío.

Una sombra parpadeó en su visión periférica. Forzó la vista hacia


el movimiento. Una figura enmascarada se situó cerca de la pared,
acurrucada contra la piedra y haciendo algo con las manos. El aliento
de Tristam quedó atrapado, y examinó la zona para asegurarse. Los
guardias más cercanos no le podían oír a menos que gritara. Era mejor
atrapar al intruso por sorpresa.

El hombre se apartó de la pared y abrió su cuerda para lanzarla


de nuevo. Tristam se dirigió hacia él. No hizo ningún sonido perceptible,
pero la figura oscura se congeló y lo miró directamente a los ojos. Esto
en cuanto a la sorpresa. Tristam gritó a los guardias, gritando como un
loco mientras se lanzaba sobre su presa. El intruso vaciló una fracción
de segundo antes de retroceder de nuevo, lanzando su gancho de
ataque sobre la pared con un movimiento practicado. Tristam aceleró el
paso.

El asesino tiró de la cuerda y comenzó a subir, y Tristam sintió


un momento de pánico. Si el intruso llegaba a la cima y se llevaba la
cuerda, escaparía de nuevo y dejarlo ir sin castigo no era una opción.

Tristam aspiraba aire a sus pulmones ardientes, reuniéndose por


una última ráfaga de velocidad. No se detuvo cuando se acercó a la
pared, pero saltó en su lugar, agarrando la pierna del hombre. La piedra
implacable lo dejó sin aliento, pero sus manos se cerraron alrededor de
un tobillo, y ambos cayeron al suelo. El intruso cayó encima de él con
un grito.

Había algo en esa voz, pero en el forcejeo no le dio mucha


importancia. Un cuchillo brilló por encima de él y echó la cabeza hacia
un lado, tiró de sus caderas hacia arriba y tiró a su oponente abajo. Fue
sorprendentemente fácil. El desconocido era más pequeño de lo que
esperaba, y en un combate de lucha libre, Tristam habría tenido clara la
ventaja. La fuerza del tiro se estrelló con el cuchillo en la mano del
intruso contra el suelo, y Tristam aprovechó la oportunidad para
golpear su muñeca. El cuchillo cayó de los dedos flácidos del hombre y
lo empujó fuera de su alcance.

Tristam cubrió a su oponente en el suelo y lo sostuvo en peso,


aplastando sin piedad sus movimientos mientras llegaban refuerzos.
Finalmente lo tenía. El hombre que se le había escapado todo este
tiempo. Y le daría respuestas.

Los ojos del atrapado rodaron hacia un lado, viendo los guardias
reunirse. Por último, ya sea por la fatiga o la aceptación de las
posibilidades, dejó de luchar. Una vez que Tristam ya no estaba
luchando por su vida, los detalles de la persecución y la lucha
comenzaron a capacitarse juntos. La realización vino gradualmente,
estableciéndose en lo que el entusiasmo se desvanecía. Era una idea
loca, pero ahora, sin cuchillo y al estar en contacto tan estrecho con su
adversario lo distrajo, no se podía negar la evidencia. Cautelosamente
levantó una mano, agarró la máscara del desconocido y se la quitó.
Una cascada de pelo castaño enmarañado cayó mientras un
rostro familiar e inequívocamente femenino lo miró.
Veinte
Traducido SOS por Key
Corregido por Pily

Mientras el captor de Kyra la miraba a la cara, el mundo se


resumió en detalles, sus ojos, abiertos con sorpresa y reconocimiento, la
insignia de la túnica que lo marcaba como un caballero, y el círculo de
guardias mataban cualquier esperanza restante de escape. Un viento
helado sopló sobre su frente, todavía húmeda por el sudor. Se
estremeció. ¿Cuándo fue la última vez que alguien había visto su rostro
en un trabajo? Ella podría haber estado desnuda.

En el ojo de su mente, vio a Bella y las niñas, comiendo el


almuerzo mientras los asesinos observaban. La imagen alimentó su
fuerza y se retorció en las manos del caballero, liberando una pierna y
empujando la rodilla en el abdomen. Él gruñó y ella salió a gatas de
debajo de él.

Entonces los guardias la cerraron. Dos pares de manos la


agarraron y la llevaron a ponerse en pie. El dolor atravesó su hombro
mientras alguien le puso grilletes en las muñecas detrás de ella. Gritó y
pateó sus talones en la espinilla del guardia detrás de ella. Juró y aflojó
la presión, pero no la soltó. Luego otro Escudo Rojo sacó una daga y
apretó la punta en su garganta, desafiándola a moverse de nuevo. Ella
no lo hizo.

El caballero que la había capturado se levantó y se sacudió el


polvo, todavía respirando con dificultad de la lucha. Su mandíbula
tensa por la ira, pero sus ojos eran inciertos. Kyra le devolvió la mirada.
¿La reconoció por haberlo rescatado en el mercado? ¿Estaría
agradecido?

Hizo una seña a los guardias.

—Llevadla a la sala de interrogatorios. Cuidado, es feroz.

El mundo se oscureció mientras alguien le lanzó una capucha en


la cabeza. Manos ásperas la agarraron y arrancaron su bolsa del
cinturón. Alguien la empujó desde atrás, ladrando una orden para que
se moviera, y se tambaleó hacia delante para no caer en su cara. La
campana era sofocante y no había suficiente aire. La llevaron por un
camino empedrado, después por un edificio y por un tramo de
escaleras. Ahí finalmente sacaron la capucha de su cara y tragó saliva
en un aliento fresco.

Nunca había estado dentro de una sala de interrogatorios antes.


La cámara de paredes de piedra estaba desnuda excepto por una mesa
y cuatro sillas. No había ventanas; la única luz provenía de una sola
lámpara de aceite parpadeando. Sus guardias la llevaron más allá de la
mesa y la empujaron en una silla. El ruido metálico de sus grilletes se
hizo eco a través de la habitación mientras un guardia fijaba las
cadenas con un anillo en el suelo. Entonces la mayoría de los soldados
se fueron, dejando dos para observarla.

¿Qué iban a hacer con ella? Cada centímetro de su cuerpo le


dolía, y los guardias observaban cada movimiento suyo. Uno se burló,
los labios curvándose con disgusto, como si fuera un roedor. Si tan solo
no hubieran tomado sus ganzúas... Podía escuchar a James burlándose
de ella: Esto es lo que sucede cuando ayudas al enemigo. Tal vez el
caballero te dará una mazmorra con una ventana, en agradecimiento por
salvarlo.

Pasos y voces se filtraron desde el pasillo, y se sentó con la


espalda recta. Entraron dos hombres. Uno, el cual reconoció como el
joven caballero que la había capturado, Sir Tristam, los guardias lo
habían llamado. Se había enjuagado la cara y puesto una túnica limpia,
y Kyra pronto fue consciente de la capa de tierra que la cubría de la
cabeza a los pies.

El segundo hombre era mayor y llevaba una túnica de oficiales.


Con un sobresalto, reconoció a Malikel. Despierto, tenía una presencia
imponente que no había visto antes. Debería haberlo matado cuando
tuvo la oportunidad. Un giro de la muñeca, unas gotas era todo lo que
habría tomado.

¿Crees que Malikel o cualquiera de sus soldados pensaría dos


veces antes de matarte? No eres nada para ellos. Escoria de la calle a ser
ignorada, manipulada, o abusada.

—¿Tu nombre? —preguntó Malikel.


No podría haber respondido si hubiera querido. Si abría la boca,
se vendría abajo.

—Tu nombre —repitió. El guardia junto a ella levantó el brazo.


Kyra se estremeció y apartó la mirada. Por el rabillo del ojo, vio a
Malikel sacudir la cabeza.

—Va a ser un día largo, si te niegas a responder incluso esa


simple pregunta —dijo—. Si yo fuera tú, guardaría mis fuerzas para
más adelante.

—Kyra. —Su voz era seca y agrietada.

Tristam se inclinó sobre la mesa.

—Te reconozco —habló en voz baja—. Estabas en el cuadrante


noroeste el día del ataque. Lanzaste una roca.

—Buena cosa la que hice —susurró Kyra. Los grilletes se clavaron


en sus muñecas. Trató de ajustar los brazos, y el dolor atravesó su
hombro de nuevo—. Debería haberte dejado morir.

Tardíamente, se dio cuenta de que debería haber jugado con él,


tratar de ganar su simpatía. Pero ya era demasiado tarde. El rostro de
Tristam se endureció, y se apartó de la mesa.

—¿Qué estabas haciendo en el Palacio? —preguntó con


brusquedad.

—Hay dinero en el Palacio. Necesito comer.

—No estabas aquí para un simple robo. No necesito explicarte por


qué eso es una noción ridícula.

Se obligó a mirarlo a los ojos.

—Si sabes tanto, ¿por qué no me dices por qué estoy aquí?

—Trabajas para el Gremio de los Asesinos.

Kyra luchó por mantener su expresión neutra mientras se


desplomaba boca abajo.

—Nunca he oído hablar de una mujer involucrada con ellos antes,


por lo que debes ser ambiciosa. Despiadada. —La miró con atención,
como si estuviera tratando de ver a través de sus ojos y recoger los
pensamientos detrás de ellos—. Debes haber tenido que trabajar el
doble de duro para llegar a dónde estás. ¿Cuántas personas mataste
para que llegaran a aceptarte?

¿Ambiciosa? ¿Despiadada? ¿Tenía él alguna vez, incluso alguna,


que preocuparse por su próxima comida o donde podría dormir? ¿Había
alguna vez visto a los asesinos acechar a su familia?

—No tienes idea de lo que estás hablando —dijo entre dientes. No


se dio cuenta que se había levantado hasta que un guardia la empujó
hacia abajo. Se sentó, temblando, la boca cerrada y apretada.

Malikel puso una mano sobre el brazo de Tristam, empujando


suavemente al joven caballero.

—Tienes razón, Kyra. No sabemos mucho acerca de ti —dijo el


hombre mayor—. Pero no te estás ayudando al permanecer en silencio.
No sé qué tan fuerte tus lazos están en el Gremio, pero están fuera de
las murallas, y te tenemos aquí. Me gustaría que pensaras acerca de
tus lealtades.

La perversa ironía de la situación la golpeó. ¿Qué pensarían sus


interrogadores si supieran lo mucho que odiaba a James en este
momento? Pero las amenazas del asesino estaban demasiado frescas en
su mente, y Kyra no era tan ingenua como para pensar que en el
Palacio le mostrarían ninguna misericordia si supieran la verdad.
Tiempo. Necesitaba tiempo para pensar.

—Le daremos un tiempo para pensar las cosas —dijo Malikel.


Kyra casi saltó. ¿Había dicho lo último que pensó en voz alta? El oficial
se volvió hacia los guardias—. Llevadla a una celda. Continuaremos
mañana.
Veintiuno
Traducido por Nanami27
Corregido por Key

La chica se retorció en las manos de Bacchus, su cara manchada


de lágrimas y suciedad. Los dos estaban de pie en una niebla espesa.
Sombras amenazadoras se movían en la niebla a su alrededor.

Bacchus sonrió mientras sacaba su cuchillo.

—¿Qué dedo quitamos primero?

Kyra se volvió para ver a James a su lado, con los brazos


característicamente cruzados sobre el pecho mientras observaba a
Bacchus con aprobación.

—Ella es débil —observó el líder asesino—. No como tú, Kyra. Los


niños son entretenidos de vez en cuando, y son útiles. La clave es saber
cuándo tienen que morir.

Kyra encontró que estaba de acuerdo. La niña parecía bastante


patética. Como si estuviera de acuerdo con ella, las formas en la niebla
se acercaron.

—Bacchus —llamó James—. Déjala hacerlo.

Kyra sintió su entusiasmo construirse mientras ella se acercaba.


Esto demostraría de una vez por todas que pertenecía al Gremio, con
James. Desde las brumas, Kyra escuchó gruñidos de aprobación. Dientes
brillaban con anticipación.

Lettie no se resistió cuando Kyra levantó el cuchillo para matar. En


cambio, la miró con ojos grandes y de confianza.

Ella despertó para completar la oscuridad, el olor a orina, moho y


musgo. Su celda no tenía ventanas, y no tenía idea de qué hora era.
Kyra yacía acurrucada sobre su costado, escuchando el sonido de su
propia respiración entrecortada. La piedra dura le lastimó la cadera,
pero sabía que todo iba a doler más si intentaba ponerse de pie.

No podía borrar las imágenes de su sueño. ¿Había sido Lettie todo


el tiempo o solo al final? Ella nunca le haría daño a Lettie en la vida
real. ¿Verdad? La escena era demasiado vívida, la sed de sangre
demasiado fuerte. Tal vez se estaba volviendo loca. O tal vez James
tenía razón, y la asesina dentro de ella estaba esperando para salir.

Sonaron pasos fuera de su puerta. Apenas tuvo tiempo de


sentarse antes de que la luz de la linterna inundara la celda. Kyra se
echó una mano sobre los ojos. Los guardias la rodearon y encadenaron
en una rutina demasiado bien practicada, encapuchándola otra vez
antes de llevarla afuera. Sus músculos protestaron por el arranque
brusco, pero dudó que sus escoltas frenaran ante su petición.

Tristam esperaba en la sala de interrogatorios, los brazos


cruzados, mientras sus guardias la encadenaban en el lugar frente a él.
Esta vez, ella echó un vistazo más de cerca al caballero. Era alto, con
un pecho ancho, hombros musculosos. Si bien no tenía presencia de
mando de Malikel, había un sentido de enfoque en él. Realmente quería
algo, y Kyra tenía la sensación de que la involucraba.

—¿Estás lista para hablar? —Su voz era fría, sin ningún rastro de
la incertidumbre del día anterior.

La voz de Bacchus hizo eco en la cabeza de Kyra, burlándose de


ella como las llamas danzantes de la lámpara. ¿Qué dedo quitamos
primero? ¿Era eso lo que le harían a Lettie si ella decía algo?

Cuando no respondió, Tristam habló de nuevo.

—No tenemos tiempo para juegos. Si no saco nada de ti hoy, te


entregaremos a la cámara de tortura.

El aliento de Kyra se atrapó a su pesar. Él hablaba en serio sobre


la tortura.

—Tu recinto es seguro, pero tiene sus debilidades —dijo ella—. Te


puedo mostrar dónde están.

La mandíbula de Tristam se apretó.

—Dije no más juegos.


—No estoy jugando juegos.

Tristam escrutó a Kyra en la penumbra.

—Me estás ofreciendo una pequeña cantidad de información para


evitar decirme lo que realmente quiero saber.

Tenía que tener cuidado. El caballero podría ser hostil, pero no


era lento.

—Es una información útil —respondió ella, fingiendo una


confianza que no sentía—. Es fácil de comprobar, y no tienes que mover
un dedo para sacarlo de mí. Si no estás satisfecho, estaré aquí para
más charlas.

La miró con recelo.

—Bien —dijo finalmente—. ¿Qué me puedes decir?

Kyra agarró el primer detalle que le vino a la mente.

—Las ventanas no son seguras. Las ventanas de cristal en el


recinto exterior tienen cerraduras que se pueden abrir. Las persianas
en las ventanas altas del recinto interior también.

—Ya sabemos eso. Hazlo mejor.

Kyra se llevó una mano a la sien. El aire rancio de la cámara le


estaba dando un dolor de cabeza.

—Sería más fácil si tuviera un mapa del recinto.

La esquina de la boca de él se deslizó hacia arriba.

—Tu memoria tendrá que servir.

¿De verdad creía que ella se beneficiaría de un mapa? Apostaría el


sueldo de un mes a que conocía el recinto mejor que él.

—Dame un pergamino en blanco y, luego un trozo de carbón.

Tristam se veía escéptico, pero le señaló a un guardia que


buscara los suministros. Kyra extendió el pergamino frente a ella,
apuntó el carbón hacia abajo, y erigió su mapa mental. La hizo sentirse
más segura, tener algo en qué concentrarse, algo que conociera bien.
—Este es el muro del recinto interior —dijo ella, dibujando un
esbozo de los edificios en el lado norte—. Las salas de reuniones, los
dormitorios, y estos cobertizos de almacenamiento están seguros. Pero
la biblioteca no lo está.

Por el rabillo del ojo, vio a Tristam apretar el puño. Le molestaba


oír hablar de su precioso Palacio siendo transigido. Si fuera sabia, se
andaría con cuidado. Pero estaba enfadada, y había un poco de
consuelo en mostrarles a los marginados sus defectos. Las estocadas de
Kyra se hicieron más audaces mientras trazaba la biblioteca gigantesca
del recinto.

—La puerta norte tiene una cerradura débil. Querréis


reemplazarla. Sobretodo porque una vez que te metes en la biblioteca,
puedes trepar por la ventana del segundo piso, y es fácil de rodear el
exterior de las salas de grabación.

Para el momento en que terminó de hablar, Tristam había


recuperado la compostura. Él llamó a un guardia.

—Haz que el cerrajero revise la puerta norte de la biblioteca. Dime


lo que dice. —El caballero se volvió hacia Kyra, su expresión vacilante
entre la molestia y el reconocimiento renuente de que ella podría ser
útil—. ¿Qué más me puedes decir?

Ella cerró los ojos, recordando los diferentes caminos que tomó,
las puertas con cerraduras rotas, y las vías con un menor número de
patrullas. De vez en cuando, Tristam pidió más detalles, y de vez en
cuando envió fuera algunas notas para su verificación. Se hizo menos
hostil cada vez que sus notas se revisaban. El almuerzo les fue llevado
al mediodía, y él empujó la bandeja hacia ella.

—Come. —Hizo una pausa—. Lo has hecho bien —dijo de mala


gana.

El muslo de pollo en que ella hurgó no era rival para la


abundante cocina de Bella.

—¿Me he ganado algo?

—Un respiro de la mañana.

La tarde continuó de manera similar. Todas las notas regresaron


verificadas, como ella sabía que lo harían. Pero se estaba quedando sin
cosas que decirle. Comenzó a disminuir, a dudar mientras se filtraba
entre sus secretos más duramente ganados, y podía decir por la forma
en que la miraba Tristam que se había dado cuenta.

—¿Cómo atravesaste la perrera? —preguntó Tristam por la tarde.

Kyra abrió la boca, luego la cerró lentamente.

—¿Qué quieres decir?

—¿Cómo atravesaste la perrera cuando asaltaste el almacén del


Palacio? Esa es la única forma en que podrías haber conseguido que un
grupo de hombres llegara tan lejos.

—No tengo ni idea de lo que estás hablando. —Su expresión de


inocencia obstinada no engañó a ninguno de los dos.

Tristam la miró fijamente durante un largo momento. Luego miró


hacia la puerta, y Kyra vio guardias a la espera, listos para llevarla
afuera.

—No hay necesidad de vendarle los ojos —les dijo Tristam—. Ella
ya conoce su camino alrededor.

Los guardias la escoltaron fuera de la puerta, pero la volvieron


lejos de su celda, a cambio dirigiéndola fuera del edificio. Tristam la
siguió, caminando ligeramente detrás de ella.

—¿A dónde vamos? —preguntó.

—Te estamos transfiriendo a otro lugar —dijo Tristam. El anuncio


ominoso fue equilibrado por el alivio de Kyra por haber sido llevada
afuera. Caía la tarde, y el aire y la luz del sol se sentía fresco en el
rostro. Para alguien que tan a menudo trabajaba en la noche, se
sorprendió de lo mucho que había echado de menos el sol. Por delante,
Kyra vio a una multitud de personas caminando hacia ellos.

—Muévete fuera del camino —dijo Tristam—. Vamos a dejarlos


pasar. —Sus guardias la llevaron a una distancia y esperaron por un
grupo de arbustos.

Era una multitud sombría, vestida de grises y negros. Pocos


hablaban, y progresaban a un ritmo lento de solemne paz.
—Un entierro. —La suave voz de Tristam sonó a su lado—. Para
un leal servidor del Palacio. Sirvió aquí quince años hasta su muerte.

Una mujer dirigía el evento. Un poco mayor que Kyra, pero su


rostro aún era suave y su cabello todavía no gris. La mujer no estaba
llorando, aunque su rostro mostraba el esfuerzo que le tomaba
mantener el control. Ella se mantenía entera, Kyra supuso, por los
cinco niños que caminaban a su lado. Iban desde la edad de Lettie
hasta casi la suya. A diferencia de su madre, los niños lloraban
abiertamente. Cuando Kyra estudió sus características, una sospecha
comenzó a formarse.

—Él era un buen hombre, un padre devoto —continuó Tristam.


Kyra lo miró por el rabillo del ojo. Había algo extraño en su voz. Él la
miró fijamente mientras seguía hablando—. Fue una tragedia para
todos nosotros cuando lo mataron en el ataque al almacén hace cuatro
días.

Tristam continuó hablando, pero Kyra no lo oyó. Estaba


obsesionada ahora en los portadores del féretro, y el cuerpo que yacía
sobre la plataforma que llevaban. El cuerpo estaba cubierto, pero su
imaginación suministró los detalles. ¿Cómo no podría? Nunca olvidaría
el rostro, el pánico en sus ojos mientras ella sostenía el cuchillo en su
garganta, su grito ahogado, la forma en que su cuerpo se puso
lentamente flojo.

Los dedos de Tristam se le clavaron en el brazo y ella hizo una


mueca ante el dolor. Le tomó un momento darse cuenta de que no la
estaba atacando, sino que sosteniéndola en brazos. Respiró hondo y
deseó que sus piernas hicieran su trabajo. El agarre de él se aflojó
cuando se estabilizó. Su mirada volvió a la viuda y sus cinco hijos, y
miró fijamente detrás de ellos mientras volteaban la esquina. Si la
habían visto, no habían presentado ningún signo de saber quién era
ella. Esperaba que nunca lo descubrieran.

Kyra se desplomó cuando la cola de la procesión desapareció.

—Realmente no estás moviéndome a otra celda —dijo ella.

—No.

Ella habría esperado que Tristam pareciese más satisfecho


consigo mismo. Obviamente, la había llevado al patio esperando alguna
reacción, y ella le había dado una que la implicaba con tanta claridad
como si hubiera escrito ASESINA en su frente. Había un poco de
satisfacción en sus ojos, pero más allá de eso, parecía… curioso.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó ella.

—Él no es el primero en morir a manos del Gremio. Y no será el


último.

Kyra robó otra mirada del rostro del caballero. Él hablaba en voz
baja. La curiosidad estaba todavía allí, pero ahora sus palabras tenían
el foco de sondeo de un perro que había olfateado sangre.

—El mes pasado, dos guardias desaparecieron después de una


redada de armería. Nunca encontramos sus cuerpos. Tenían familias
también. Esposas e hijos, y padres enfermos.

Ella sabía lo que estaba haciendo ahora. Si hubiese sido


desatada, Kyra le habría arañado en la cara y aplastado las manos
sobre su boca.

—La viuda de hoy, se desmayó cuando oyó la noticia. La más


pequeña, la hija —continuó—. Todavía no entiende que él se ha ido.
Sigue preguntando…

—Basta —dijo ella.

Él esperó.

—Concédeme un favor. —Sus puños estaban apretados, y se


estremeció con el esfuerzo de mantener lo que quedaba de su
compostura.

—¿Qué es?

Kyra bajó la cabeza, toda la lucha drenándose fuera de ella. El


hombre al que mató merecía justicia. Kyra había sido una tonta al
pensar que podía escapar de ello. Incluso si lo ocultaba del Palacio, su
crimen perseguiría sus pesadillas.

—Justo en las afueras del distrito comercial del suroeste, hay una
taberna llamada Drunken Dog. La cocinera se llama Bella, y cuida de
dos niñas. También hay un cliente frecuente... llamado Flick. Envía a
alguien a encontrarlos y ponlos bajo guardia en el Palacio. Una vez que
estén a salvo, te diré lo que quieres saber.
—¿Quieres que los protejamos?

—Están bajo amenaza.

Tristam vaciló.

—No albergamos plebeyos en el Palacio.

¿Se negaría a ella? Kyra ya había dicho demasiado, y no había


manera de retractarse.

—Por favor. —Le costaba rogar, y no podía mirarlo a los ojos—. Te


doy mi palabra de que voy a responder a tus preguntas después de eso.

Ella mantuvo sus ojos en el suelo. Tristam no dijo nada, y Kyra


estaba al tanto de los guardias vigilándolos. De alguna manera, había
tropezado en un pozo del que no podía escapar. Solo lamentó que Flick,
Bella, Idalee, y Lettie se vieran arrastrados con ella.

Cuando el caballero habló por fin, estaba inseguro, como si


estuviera sorprendido de sus propias palabras.

—Tal vez podamos hacer una excepción. Hablaré con Malikel.


Veintidos
Traducido SOS por Blonchick
Corregido por Nanami27

Kyra podía oler el miedo emanando de los poros del hombre.


Respiró profundamente y sonrió con placer. Su cuchillo estaba justo
contra su garganta, y sentía la tensión en sus músculos mientras él
estaba paralizado contra la pared. Los asesinos los rodearon,
observando.

Estaba a punto de hacer su movimiento cuando los asesinos se


disolvieron en la neblina. Ésta se redujo y se condensó, tomando la forma
de enormes bestias. Gigantes gatos demoniacos, lamiendo sus labios con
anticipación, moviendo las colas de aquí para allá, sus ojos clavados en
su víctima.

—¿Qué queréis de mí? —Preguntó.

Uno de los felinos habló.

—Estamos orgullosos de ti, hija. Éste es tu asesinato. No


interferiremos.

Si era sangre lo que querían, ella se las daría. Con un movimiento


suave, el cuchillo trazó una línea a través de la garganta de su víctima. El
hombre puso los ojos en blanco y se hundió en el suelo, y ella desestimó
su debilidad con desdén. Agarrando su cuchillo, lo levantó así podría
hundirlo en él una vez más…

De repente, estaba despierta. James y los demás se


desvanecieron, pero el cuchillo aún estaba allí, acercándose sobre su
cuerpo y apuntado hacia su pecho. Reflexivamente, levantó el brazo
cuando cayó. El arma hizo un corte doloroso por su antebrazo y rebotó
a un lado. Ella pateó duro. Su agresor se dobló y se tropezó. Kyra
reconoció el uniforme rojo y blanco de un Escudo Rojo.
Se esforzó por recobrar la compostura. Lo último que recordaba
era haberse quedado dormida en su celda después del funeral. Y ahora
un guardia estaba tratando de matarla.

¿Por qué?

Mientras su mente luchaba para ponerse al día, su cuerpo trató


de alcanzar una posición más defensiva. Kyra se impulsó sobre sus
pies, pero ponerse de pie tan rápido hizo que su visión se nublara. Se
apoyó contra la pared para otro ataque, resignada a lo peor. Pero en su
lugar, escuchó el ruido metálico de la puerta de su celda. Los pasos de
su agresor se desvanecieron. Para el momento en que su visión se
despejó, estaba sola.

Su antebrazo derecho palpitaba dolorosamente, y presionó la


parte inferior de su túnica contra la herida para detener el sangrado.
Tomando una respiración irregular, se sentó y sostuvo contra el pecho
el brazo herido. El edificio estaba en silencio, sin señales de nadie,
amigo o enemigo, pasando por ahí.

Su respiración disminuyó, pero el horror permaneció en su pecho.


No era solo el ataque. Sus pesadillas estaban empeorando, las
emociones volviéndose cada vez más intensas. La violencia y la sed de
sangre se aferraban a ella, mientras intentaba poder borrarlas.

Kyra levantó una esquina de la prenda para inspeccionar la


herida. La hemorragia no se había detenido completamente, pero había
disminuido. Su mano estaba enroscada en un puño extrañamente
apretado. Intentó extender los dedos, pero apenas se movieron.

Alarmada, Kyra lo intentó de nuevo. ¿El cuchillo había cortado


algunos tendones? Eso no explicaría los dolorosos espasmos
musculares que ahora casi inmovilizaban todo su antebrazo. Se puso de
pie en un salto. La habitación dio vueltas y puso la mano en la boca
para evitar vomitar. Parálisis extendiéndose y náuseas, había oído de
esto en el Gremio. No era de extrañar que su agresor se hubiera ido. El
veneno haría el resto del trabajo por él.

Conteniendo el pánico, fue hasta la puerta de la celda. Si


golpeaba la puerta, ¿un guardia que pasara la escucharía? Mientras
Kyra tomaba aire para gritar pidiendo ayuda, vio una luz tenue,
alineada al borde de la puerta. En su prisa por escapar, el asesino no
había cerrado la puerta correctamente. Ella tiró de forma experimental
la manija. La puerta no se movió, pero el candado al otro lado estaba
mal cerrado. Podría ser capaz de burlar la entrada.

Sus ojos se posaron sobre el plato y la cuchara de la cena. La


parte trasera de la cuchara podría funcionar. Deslizó la manija por la
abertura. Aunque su mente estaba confusa, su mano sabía qué hacer.
La puerta se abrió y salió a trompicones hacia el pasillo, agradeciéndole
a Flick en silencio por todas esas veces en las que habían tratado de
superarse unos a otros con sus ganzúas.

El corredor estaba alineado con puertas que daban a celdas


similares, todas cerradas. Estaba extrañamente tranquilo y no había
señales del hombre que intentó matarla. Kyra se arrastró hasta las
escaleras de caracol al final del pasillo, solo para agacharse ante el
destello rojo de un uniforme. Pero cuando sus latidos se normalizaron,
se dio cuenta de que aquí también, estaba demasiado tranquilo. No se
sentían pasos, ningún movimiento. Miró disimuladamente alrededor de
la esquina de nuevo. Un guardia yacía en el suelo, extrañamente quieto.
Kyra apretó los dientes y se acercó más, mirando únicamente su
cinturón para evitar desencadenar las náuseas. Sus manos le rozaron
la cintura mientras tomaba el llavero. Su cuerpo aún estaba caliente.

Si podía salir, podría pedir ayuda. Pero, ¿la quería? Kyra había
estado alrededor del Gremio el tiempo suficiente para reconocer los
efectos del veneno de piel de lagarto. Causaba desorientación en la
víctima, pero la parálisis era lo más peligroso. Una vez que se
extendiera a sus órganos vitales, moriría. Tenía una hora como máximo,
y solo si podía encontrar un curandero experto que conociera de
venenos.

Si un guardia la encontraba, la arrastraría de regreso a la celda, y


estaría muerta antes del amanecer. Necesitaba a alguien que
reconociera los síntomas y supiera qué curandero podría tratarla, lo
cual significaba que su mejor esperanza era Tristam o Malikel. Era una
extraña situación. Aquí estaba ella, libre de su celda, y no solo estaba a
punto de caminar hacia sus captores, también esperaba
desesperadamente poder encontrarlos. Malikel vivía en el quinto piso en
el cuartel de los oficiales, al otro lado del patio. Tristam estaba con los
oficiales jóvenes en la planta baja.

Abrió la puerta en la parte superior del hueco de la escalera, solo


para cerrarla de nuevo ante el sonido de pasos. Cuando los pasos se
desvanecieron, pasó por la puerta sigilosamente y hacia el patio. El aire
fresco la hizo temblar más de lo que debería.
Mientras se movía, imágenes de su pesadilla pasaron por su
mente. Los olores se quedaron en ella, el temor del hombre, el
irresistible aroma de su sangre. ¿O era su propia sangre la que estaba
oliendo? Cuando llegó al otro lado del patio, finalmente sucumbió,
inclinándose en los arbustos y vomitando. El ruido hizo un eco muy
fuerte en las paredes. Por último, con su cena medio digerida agrupada
en la tierra, su cuerpo dejó de convulsionar. Kyra se levantó y forzó la
puerta del cuartel de oficiales, tratando de ignorar la rigidez que ahora
se había extendido desde su brazo hasta su hombro.

Una ráfaga de cálido viento golpeó el rostro de Kyra y parpadeó


rápidamente. ¿Dónde estaba la habitación de Tristam? Cerró los ojos,
tratando de visualizar el mapa que James le había dado. Había estado
allí. Estaba segura de eso, pero las líneas del mapa se tornaron
borrosas en su mente. Kyra se decidió por su mejor conjetura. Su
primer golpe fue patéticamente suave. El segundo intento hizo a su
cabeza dar vueltas, pero al menos el sonido se oyó. La puerta se abrió, y
Tristam se asomó, parpadeando con confusión. Su cabello estaba
despeinado, tenía el torso desnudo. La impresión recorrió sus rasgos al
ver a Kyra. Su cuerpo se tensó. Luego sus ojos se dirigieron a su brazo,
que tenía la herida, antes de volver a su rostro.

—Necesito un curandero… cuchilla envenenada. —Hablar le tomó


más aire del que estaba dispuesta a dejar salir.

Él mantuvo la puerta entre ellos pero levantó la mano y puso dos


dedos bajo la barbilla de Kyra, inclinando su rostro hacia el de él. Ella
trató de mirarlo a los ojos, mientras él los examinaba, pero no podía
enfocar la mirada. La tocó la mejilla ligeramente, con la parte posterior
de los dedos. Kyra se estremeció y se alejó ante su helada caricia.

—Tienes razón. —Su voz era suave, pero sus movimientos


pasaron a adquirir una nueva urgencia. Desapareció en su habitación.
Cuando reapareció, se había puesto una amplia túnica. Tristam salió al
pasillo sin ningún indicio de su cautela anterior—. ¿Puedes caminar?

Ella asintió y esperó que aún fuera cierto.

Tristam medio la sujeto y medio la condujo por el corredor.

—¿Quién fue?
—Un Escudo Rojo. —Se tropezó. Tristam la atrapó cuando se fue
hacia adelante. De nuevo, él inclinó su cabeza hacia la luz de la vela.
Kyra se preguntó qué tan mal lucía.

—Esto no está funcionando —murmuró Tristam—. Necesitas un


curandero ahora. —La levantó en sus brazos. Kyra miró confundida
mientras la sangre de su antebrazo dejaba manchas en su túnica
blanca. En otras circunstancias, podría haberse negado a ser llevada
como una niña, pero ahora solo se permitió desmoronarse.

Velas, puertas, piedras desdibujadas.

—¿Conoces el veneno? —Preguntó él.

—Piel de lagarto.

—¿Cuál es el antídoto?

Por alguna razón, a Kyra le pareció gracioso el que no lo supiera.


Empezó a reírse, pero en lugar de eso se ahogó.

—¿Kyra?

—No…

La puso sobre una superficie blanda. Escuchó a Tristam golpear


una puerta y llamar a un curandero. Estaba teniendo problemas para
respirar, sus pulmones se expandían solo a la anchura de un dedo con
cada respiración. Entre jadeos, escuchó a una mujer haciendo
preguntas. Manos frías examinaron su brazo herido, mientras que otras
levantaron su cabeza y vertieron algo en su boca. Se atragantó con el
líquido amargo. Pronto, la habitación y las voces se desvanecieron.
Veintitrés
Traducido por Nanami27
Corregido por Key

—¿Crees que esto es un intento de asesinato genuino? —Ella


reconoció la voz, pero no podía ubicarla.

—Ilona dice que el veneno es casi siempre letal —respondió


Tristam—. Kyra debería estar muerta.

—Actuaste rápidamente.

—Todavía estoy impresionado de que ella me encontrara.

Kyra fue ganando poco a poco el control de sus párpados. Al


principio, se agitaron inútilmente, pero con un poco de esfuerzo los
forzó a abrirse, solo para cerrarlos de golpe ante la luz del día. Un
momento después, hizo un segundo intento. Esta vez, la luz no era tan
cegadora. Ella estaba en una habitación, con pocos muebles, excepto
por los tarros de hierbas apilados a su alrededor.

A medida que los recuerdos se precipitaron de nuevo, Kyra tomó


un inventario urgente de sus miembros. Flexionó los dedos. Rígidos,
pero respondían. También podría curvar sus dedos de los pies. Alivio
inundó a través de ella. Si podía mover los dedos de las manos y pies,
era de esperar que pudiera mover todo lo demás.

—Ilona, está despierta.

Kyra volvió la cabeza para ver a Tristam y Malikel junto a su


cama. El movimiento hizo su cráneo latir, y cerró los ojos de nuevo.

—¿Me puedes entender, Kyra?

Una mujer se inclinó sobre ella. Kyra movió la cabeza en su mejor


aproximación de un asentimiento de cabeza.

—Eres muy afortunada de estar viva. ¿Tienes sed?

Su mandíbula se sentía cerrada y oxidada.


—Sí —finalmente logró decir.

El mundo giró cuando Ilona la ayudó a sentarse. La sanadora


esperó unos momentos antes de sostener una taza hacia la boca de
Kyra. El agua se apoderó de sus labios secos. Así lo hizo a su boca,
mientras que el resto salpicó en las mantas.

Ilona se volvió hacia los dos caballeros.

—Supongo que no va a esperar para hablar con ella.

—Nos gustaría esperar si pudiéramos —dijo Malikel.

El silencio colgó mientras Ilona recogía sus cosas. Cuando se fue,


Kyra volvió la cabeza para mirar a los caballeros. Tomó un poco de
esfuerzo centrarse en sus rostros. Su mirada se reunió brevemente con
la de Tristam. La sospecha se había ido de sus ojos, y Kyra se dio
cuenta de que ya no le temía.

—Gracias —dijo ella.

—Gracias a Ilona. Ella es la que te salvó.

Malikel se inclinó hacia ella, hablando lentamente para que ella


pudiera seguirle.

—Los guardias fueron drogados anoche. Todos ellos despertaron


unas horas más tarde y se reportaron, salvo uno, que ha desaparecido
junto con su familia. Él también fue el que le pasó el agua drogada al
resto de ellos. Pudo haber actuado solo, pero sus métodos sugieren ser
del Gremio de los Asesinos.

Tristam negó con la cabeza.

—Había estado en la fuerza de la guardia durante veinte años —


dijo—. No teníamos ninguna razón para pensar...

—Tal vez lo amenazaron —dijo Kyra.

Ambos hombres se volvieron a mirarla.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Malikel.

—Eso es lo que me hicieron. —Jadeó Kyra mientras seguía ese


tren de pensamiento—. Bella, Flick, ¿hicisteis…?
—Ellos están a salvo —dijo Tristam—. Los encontramos después
de que fueron atacados, y están bajo vigilancia. ¿Qué quieres decir con
que el Gremio te amenazó?

Cerró los ojos con alivio. Siempre que estuvieran a salvo.

—Quería dejar el Gremio. James, el jefe, no me lo permitiría. Dijo


que los iba a matar a ellos si… —se detuvo abruptamente.

—Quería que mataras a Sir Malikel, ¿no? —dijo Tristam.

Kyra evitó sus ojos. Después de todo el estancamiento y los


juegos, estaba finalmente fuera.

—Tenía un frasco de veneno que tenía que poner en las hierbas


de Malikel. Me deshice de él cuando no pude llevarlo a cabo.

Hubo un momento de silencio mientras los hombres digerían


esto.

—¿Cuánto tiempo has estado con el Gremio? —preguntó Malikel.

—Unos pocos meses. —El discurso de Kyra empezaba a ser


borroso. Sus párpados le pesaban.

—¿Por qué te uniste a ellos?

—Ellos necesitaban a alguien que pudiera entrar en el Palacio. Yo


necesitaba monedas. También me protegieron de… —se interrumpió,
lentamente recordando que los Escudos Rojos que la habían atacado
habían sido del Palacio. Era tan difícil saber en quién confiar, qué decir.

Tal vez su discurso confuso enmascaró su lapso, porque Malikel


no lo reconoció.

—Dime una cosa más —dijo—. ¿Tiene el Gremio de Asesinos


algún trato con los Demon Riders?

Los ojos de Kyra se abrieron de golpe y se enderezó en su cama.


La náusea aumentó peligrosamente alta en su garganta.

—¿Crees lo mismo? Lo había sospechado. Vi la armadura.

Malikel se inclinó hacia delante en su silla.


—¿Sabes cómo consiguieron el acceso a los horarios comerciales?

Y justo así, la sacudida de energía la dejó. Horarios comerciales.


Cerró los ojos.

—Él los recibió de mí. Copié los horarios y se los di. —Los ataques
de los Demon Riders, los asaltos a las caravanas comerciales. Habían
sido su culpa.

—Creo que es suficiente por hoy —dijo Malikel—. Tristam,


tenemos mucho que discutir.

Kyra esperó que llamaran a la curandera de nuevo, pero en su


lugar Malikel la ayudó a tumbarse en la cama. Los vio partir,
tambaleándose en lo que había aprendido, la verdad sobre el Gremio
que ella ya no podía negar. Pero detrás de esa realización, una ola de
agotamiento siguió mientras sus heridas la alcanzaban. Los dos
chocaron y la arrastraron de nuevo a la oscuridad.

Ella durmió durante la mayor parte de los próximos dos días. El


descanso era bueno para su cuerpo, pero cuando Ilona le quitó las
hierbas más fuertes para el sueño, las pesadillas de Kyra regresaron.
Varias veces al día se despertó con un sudor frío a una realidad que no
era mucho mejor. ¿Cómo podía haber estado tan ciega a los planes de
James?

Ilona la ayudó a recuperar su fuerza, primero ayudándola a


ponerse de pie, y luego a caminar. Cuando Kyra estaba sola, se
preguntaba acerca de su futuro. Ahora que todo estaba a la intemperie,
no tenía idea de lo que vendría después.

En el tercer día, Tristam y Malikel vinieron a verla de nuevo. La


expresión del concejal era severa, y entró con una seriedad que puso el
estómago de Kyra pesado con pavor. Tristam también estaba más tenue
de lo habitual.

—No voy a mentirte, Kyra —dijo Malikel después de que se


hubieran sentado—. Eres culpable de asesinato y traición. La pena es la
muerte, y ni Tristam ni yo tenemos la autoridad para cambiar eso.
Un nudo se levantó en la garganta de Kyra y apartó la cara. Había
sabido que éste sería el caso, pero de alguna manera, había esperado...

—No podemos cambiar tu sentencia —dijo Malikel—, pero


podemos retrasarla. Si nos puedes ayudar contra el Gremio de
Asesinos, el Concejo te otorgará un aplazamiento de ejecución.

Kyra esperó hasta que estuvo segura de que pudiera hablar.

—Así que, o muero ahora, o más tarde.

—Tienes una esperanza. Si nos ayudas contra el Gremio de


Asesinos, podemos llevar tu caso nuevamente ante el Concejo. Ellos
han sido conocidos por reducir las condenas de los presos que les
sirvieron bien. En el interrogatorio anterior, has sido fiel al Gremio.
Ahora que han tratado de matarte, y sabes de su conexión con los
Demon Riders, ¿estás todavía tan ansiosa por defender sus secretos?

Estudió sus rostros, tratando de medir la verdad detrás de las


palabras de Malikel.

—¿Cómo sé que puedo confiar en el Concejo?

Había un humor negro en los ojos de Malikel.

—El Concejo se desplaza a las mareas de la política. Si estás


buscando seguridad allí, no lo encontrarás. La única cosa de la que
puedes estar segura es de lo que sabes del Gremio de Asesinos, y lo que
han hecho —dijo Malikel.

Por lo menos él estaba siendo honesto. Kyra trató de pensar, pero


su mente se vino abajo. Era un pacto con el diablo.

—¿Puedo ver a Flick y Bella? —preguntó.

Los caballeros se miraron.

—Vamos a dejar que los veas, si quieres —dijo Malikel—. Pero


puede que no quieras. Ellos piensan que estás muerta.

—¿Ellos qué? —Kyra se agarró a su silla para no caerse—. ¿Qué


les dijisteis? —Tristam se estiró para sujetarla, pero ella se apartó—.
¿Qué les dijisteis?
—Cálmate, Kyra. —La voz de mando de Malikel cortó a través de
su histeria—. Es para tu protección. Tú, más que nadie, deberías saber
que, incluso estar bajo custodia en el Palacio no te mantendrá a salvo
del Gremio. Si James quiere hacerte daño, él encontrará una manera.
Pero si estás muerta, no tiene ninguna razón para hacerlo.

Imaginó a Flick y Bella enterándose de la noticia, la mano de


Bella sobre su boca, Flick golpeando su puño contra una pared.

—¿Cómo lo llevaron?

Tristam miró hacia abajo.

—No muy bien, como era de esperarse. Pero al menos están vivos.

Ella sacudió la cabeza, agarrando el borde de su silla como un


salvavidas.

—Flick hará algo estúpido si piensa que el Gremio me mató. Él va


a hacer que lo maten. —Su voz se elevó mientras hablaba—. No saben
lo que están haciendo.

Y aquí justo, estaba cayendo presa de las maquinaciones de los


nobles. Por supuesto que estarían tomando sus decisiones por ella.
Dictando cómo debía ir su vida.

—No lo conozco como tú, Kyra —dijo Tristam tranquilamente—.


Pero no creo que lo haga. Flick sabe que él es todo lo que tienen ahora.

—Él no sabe eso. Piensa eso porque le dijisteis que estaba


muerta. —Hizo una pausa—. ¿Quién sabe que estoy viva?

—Incluso los guardias creen que fuiste asesinada. Solo los


miembros clave del Concejo saben que sobreviviste.

—Pero todavía podríamos decirle a Flick y Bella. Son de


confianza.

—Lo haremos si insistes —dijo Malikel—, pero van a ser vigilados


tan pronto como los saquemos del recinto. Si dejan que algo se deslice,
o actúan de una manera que despierte sospechas... Recuerda, siempre
puede decirles más tarde, una vez que el peligro haya pasado. Pero no
puedes volver atrás una vez que lo sepan.

Ella miró con incredulidad a los dos.


—¿Cómo sé que incluso hablasteis con ellos? ¿Cómo sé que no
me estáis mintiendo?

Tristam se aclaró la garganta.

—Idalee tiró de las sábanas y las mantas de su cama y durmió en


el suelo porque el colchón era demasiado blando. Flick quitó todos los
rábanos del guiso antes de comerlo.

Kyra bajó los ojos, porque no quería que vieran cuánto las
descripciones de Tristam le habían afectado. Ningún caballero hizo
algún argumento, sino solo se sentaron a esperar. ¿Tenían un punto?
Ella se despreciaba a sí misma ya, pero nunca se perdonaría si sus
amigos salían perjudicados.

—Está bien —dijo ella—. Que sea de esta manera. Y os ayudaré


contra el Gremio de Asesinos, aunque solo sea para mantenerlos a
salvo.

El veneno de piel de lagarto trabajaba rápidamente y dejaba el


cuerpo lentamente. De acuerdo con Ilona, Kyra tenía que tomar dosis
de antídotos por los próximos veinte días. Solo cuando el veneno
estuviera completamente purgado de su cuerpo iba a estar fuera de
peligro. Incluso el más mínimo vestigio de veneno en su sangre, no
tratado, se acumularía gradualmente en sus órganos vitales y la
mataría. Una ventaja de esto era que el Concejo la consideró un menor
riesgo de fuga. En lugar de mantenerla en su mazmorra sin ventanas,
se le permitió permanecer encerrada en una habitación en el ala de la
sanadora.

Las visitas mañaneras de Ilona eran la única parte del día que
Kyra esperaba con interés; la gentil presencia de la sanadora de alguna
manera hizo su aislamiento más soportable. Tristam la visitaba en la
tarde para hablar con ella acerca del Gremio. Ya no era hostil. En sus
conversaciones, escuchaba lo que tenía que decir y le concedía su
descanso si se sentía cansada. Más de una vez, ella lo atrapó mirándola
como si fuera un rompecabezas que no podía resolver. Pero el caballero
se mantuvo distante. Ella le dijo lo que necesitaba saber, y su
interacción terminó en eso. Kyra extrañó el toque suave de Bella, los
chistes sin preocupaciones de Flick y su sonrisa contagiosa. Se
preguntó cómo Idalee y Lettie estaban lidiando con la noticia de su
muerte, y cuánto tiempo tendría que engañarlos. Tristam le dijo que sus
amigos habían regresado a la ciudad, y Kyra esperó que fueran capaces
de asentarse de nuevo en sus vidas.
—Dime más acerca de tu redada en el almacén del Palacio —le
dijo Tristam una tarde.

—Te he contado todo y asigné la ruta para ti. ¿Qué más quieres?
—preguntó.

—¿Por qué elegiste ese almacén en particular?

—Debido a que el propietario no tenía las hierbas, y el


comerciante sí.

—¿Qué?

Kyra lo miró.

—El propietario. Quién tomó las hierbas.

—Kyra, ¿de qué estás hablando?

Él realmente no lo sabía.

—Las hierbas en el almacén se tomaron de un tendero que no


podían pagar su alquiler. Su propietario tomó el pago de sus
mercancías en su lugar.

—¿Cómo sabes eso?

—Vi el cobro de alquileres. Tú estabas allí. —Hubo un destello de


reconocimiento en sus ojos, pero él todavía se veía dudoso—. Mira en
tus registros si no me crees.

Tristam le dio una última mirada calculadora.

—Tal vez lo haré. —Anotó algo en sus apuntes—. Quiero saber


más sobre James. ¿Cómo es él?

Kyra suspiró, viendo que esta línea de investigación había


terminado.

—James es un fuerte Líder del Gremio —dijo ella—. Él conoce a


sus hombres bien, y sabe cómo conseguir que la gente haga lo que
quiera. Manipula a la gente y utiliza sus emociones en contra de ellos.

—¿Él comparte su poder con alguien?


—No hay segundo al mando, pero él es más cercano a algunos de
su grupo que a otros. Bacchus es uno de sus favoritos.

—¿Cuál fue tu relación con James? —preguntó Tristam.

Ella había estado trazando las líneas de la madera de grano en la


mesa y ahora sus dedos se pusieron blancos con la presión. Sus ojos
volaron al rostro de él.

—¿Qué quieres decir?

—¿Hablaste con él a menudo? ¿Lo conociste bien?

Por su tono, se dio cuenta de que era una pregunta inocente.


Kyra tragó.

—No —dijo ella. Evitó sus ojos—. No lo conocía bien para nada.

¿Qué había de su relación estando con James? Se sentía enferma


por la forma en que se había sentido y actuado, como una chica de
campo vertiginosa que había perdido todo sentido con el primer guiño
de un pretendiente. ¿Había estado realmente atraído por ella, o solo
había estado manipulándola para sus fines? Su amargura por lo que él
había hecho se asentó pesada en su pecho, pero al mismo tiempo, no
podía creer que todo hubiese sido una mentira. El orgullo de James en
su gradual mejoría se había sentido real, así como tenía convicción en
su voz cuando hablaba de su ciudad. Kyra pensó en la tarde que habían
pasado planificando la redada. Algo había sucedido allí. Ella no estaba
segura de qué.

Tristam había dejado de escribir y la observaba con atención.

—No me estás diciendo todo —dijo.

—No hay nada que contar —dijo ella demasiado rápido. Kyra
deseaba que dejara de mirarla. Ella, por su parte, miraba a cualquier
parte menos a Tristam.

—Te preocupabas por él, ¿no? —dijo Tristam en voz baja, con los
ojos abiertos por la realización—. Él amenazó a tu familia para
conseguir que mataras Malikel, pero eso fue solo después de que las
cosas se rompieran entre vostros dos. ¿Él te llevó a su cama?
En retrospectiva, era una buena cosa que Tristam tuviera reflejos
rápidos, porque las cosas no terminaban bien para los presos que
golpeaban a sus captores. Solo así, él cogió la muñeca de Kyra justo
antes de que su palma le golpeara el rostro. Por un momento, se
congelaron allí, Kyra temblando de furia, Tristam centrado e inflexible.

—Puede que no sea una de tus damas nacidas nobles —dijo Kyra,
la voz temblando de ira—, pero no soy una puta de taberna. —Tiró
contra el agarre de Tristam, pero él se mantuvo firme—. No pasó nada
entre James y yo.

Él no la dejó ir, aunque su mirada se suavizó de manera que


lastimó su orgullo.

—Eres un rompecabezas, Kyra.

Kyra reunió sus fuerzas y torció el brazo de su agarre.

—Lo que pienses no me interesa —mintió ella—. No hay más que


decir sobre este asunto.
Veinticuatro
Traducido SOS por Blonchick
Corregido por Nanami27

Tristam revolvió a través de su montón de archivos, haciendo todo


lo posible para no inclinar sus hombros protectoramente sobre ellos. Si
bien tenía permiso para examinar esos documentos, aun así hoy había
un sabor a clandestinidad en sus preguntas.

Miró a Martin.

—¿Has tenido suerte?

Ambos se habían hecho cargo de la sala de archivos, y había


montones de pergaminos apilados a lo largo de la mesa situada entre
ellos.

Martin se mordió la mejilla mientras clasificaba su montón.

—Parece que Kyra estaba en lo correcto. Los bienes robados por el


Gremio de Asesinos pertenecían a Lord Edwin de Perkins. El Palacio
confiscó las mercancías de uno de sus inquilinos en su nombre. El
hombre se había retrasado con el pago del alquiler porque las
caravanas de comercio fueron atacadas. Corrió hacia una tienda de
hierbas en el cuadrante noroeste, y un grupo de soldados fueron
enviados unas pocas semanas... —se detuvo.

—Sí, aquellos fuimos nosotros —dijo Tristam. De modo que Kyra


había dicho la verdad. El Gremio de Asesinos no había estado
atracando por simple beneficio. Habían tenido un objetivo muy
específico—. ¿Dice alguna otra cosa en los archivos?

Los labios de Martin se movieron silenciosamente mientras leía el


resto del informe. No era un lector rápido, aunque estaba mejorando
con la práctica.

—Aquí hay una nota que dice que el vendedor apeló ante el juez
de primera instancia por tiempo extra, pero perdió el caso.
—Parece difícil obtener ganancias si no tienes nada que vender.
Lord Edwin nunca me pareció un hombre agradable —dijo Tristam—.
Me pregunto por qué el juez falló a su favor.

—¿No se lo dijeron cuando nos enviaron? —Preguntó Martin—.


Nos mantuvieron a nosotros, los Escudos Rojos, en la oscuridad, pero
pensé que usted conocía toda la historia.

Tristam negó con la cabeza.

—Solo sabía que no había pagado el alquiler. Nada del resto. No


es lugar de un soldado cuestionar las decisiones del Concejo. —Eso fue
lo que sus comandantes le habrían dicho, aunque repetir sus palabras
no le hacía sentir menos preocupado.

Martin se encogió de hombros resignado.

—Ellos siempre han favorecido a los terratenientes. Mi tío perdió


su herrería el año pasado cuando se rompió el brazo.

—Lamento escuchar eso.

—Estoy seguro de que el juez tenía sus razones —habló Martin


con su habitual tono agradable, pero evitó mirar a Tristam.

Era un recuerdo serio de que incluso aunque él y Martin se


llevaran bien, aún eran de mundos diferentes. Había cosas sobre las
que los escuderos nunca serían completamente abiertos con Tristam.

—¿Cómo van los interrogatorios? —Preguntó Martin. Tristam no


podía decir si el joven escudero había cambiado de tema a propósito—.
Hay toda clase de historias volando en todas partes acerca de la
muchacha asesina. ¿Puede realmente matar a un hombre con tan solo
pestañear?

Tristam levantó una ceja.

—¿En realidad es eso lo que están diciendo ahora?

La sonrisa de Martin era incorregible.

—Hay historias mejores que esa, aunque tal vez inapropiadas


para repetir.

Tristam decidió que no quería saber. Lo último que necesitaba era


tener los relatos subidos de tono del cuartel en su cabeza cuando
estaba realmente cuestionando a Kyra.

—Los interrogatorios son... interesantes.

—¿Qué quiere decir?

Dudó.

—Ella me salvó la vida, ya sabes.

Por una vez, Martin se sorprendió en silencio.

—¿Qué? —Dijo finalmente.

—Esto fue antes de que la capturáramos. El día que los Demon


Riders atacaron la ciudad, rompí la lanza, y un gato me arrinconó. La
bestia me hubiera matado, pero Kyra le tiró una piedra y lo alejó. La
busqué, pero no la volví a ver de nuevo hasta que la capturé.

Martin silbó.

—Apostaré a que ahora se arrepiente de aquella jugada.

Tristam soltó una risita irónica.

—Dijo lo mismo, cuando saqué eso a colación. No sé qué hacer


con ella. Nos viste peleando aquella noche. Me habría cortado en dos si
la hubiera dejado. Kyra es peligrosa, y no puedo permitirme olvidar eso.
Pero...

—¿Ella no es exactamente la criminal despiadada que pensamos


que estábamos persiguiendo?

Esa no era una mala manera de expresarlo.

Fueron interrumpidos por un sirviente que acababa de entrar a la


sala de archivos.

—Señor Tristam. El Concejal Willem solicita su presencia.

—¿Willem?

Desde el otro lado de la mesa, Martin abrió los ojos


completamente.
—Sí, Señor. En su despacho.

—Tal vez quiere darte un ascenso —dijo Martin mientras Tristam


juntaba sus cosas.

Por alguna razón, Tristam lo dudaba.

El despacho de Willem estaba excesivamente decorado. La


antesala estaba revestida con tapices intrínsecos de pared a pared y los
muebles eran de roble duro, decorados con hojas doradas. Willem
estaba sentado en un amplio escritorio en la habitación interior y le hizo
un gesto a Tristam para que tomara asiento.

—Quiero felicitarte por el éxito del interrogatorio —dijo Willem—.


Fue muy inteligente, llevar a cabo el entierro donde la prisionera podía
verlo. Admito que tenía mis dudas acerca de tu edad y experiencia
cuando Malikel te puso a cargo de la reclusa, pero me has demostrado
que estaba equivocado.

—Gracias, Excelencia.

Tristam estaba satisfecho por cómo había resultado el funeral.


Porque lo requería para el interrogatorio, el Palacio había accedido a
pagar los gastos de la familia. Pero, ¿el Concejal había solicitado verlo
solo para felicitarlo?

—Malikel tiene sus... particularidades —dijo Willem—. Pero a


veces resulta eficaz. He oído que acaba de irse a Parna.

—Sí, Excelencia. Se ha ido por dos semanas.

—Es una lástima que no esté aquí. El Concejo tiene un asunto


urgente que no puede esperar por su regreso. He estado discutiendo
acerca de tu prisionera con otros miembros del Concejo, y todos
estamos asombrados por cómo evadió la captura subiendo por las
paredes y las cornisas. Según todos los informes, ella es bastante
notable.

¿Por qué le molestó que el Concejal se refiriera a ella como su


prisionera? Por cualquier definición, era verdad. Kyra estaba encerrada,
y él la había puesto allí. La vio de nuevo, agarrando su brazo herido, los
ojos febriles con veneno. Se había desplomado contra él cuando la
había levantado.
—Sus habilidades son efectivamente algo para ver —dijo a
Willem—. Puede hacer cosas que no había creído que fueran posibles.

—Parece un desperdicio tener semejante herramienta y dejar que


permanezca encerrada, sobretodo cuando estamos en guerra.

Ocultó su disgusto por las palabras de Willem.

—¿Tenía algo específico en mente, Excelencia?

—Así es —dijo Willem—. Tengo entendido que hiciste varios


intentos por rastrear a los Demon Riders en el bosque.

—Me temo que no he tenido mucho éxito, Señor. La única vez que
tropecé con ellos, casi me matan.

—Creemos que la reclusa puede tener una mayor posibilidad de


espiarlos con éxito.

¿Kyra, como su espía? ¿El Concejo confiaba en ella?

—Es cierto, es muy silenciosa, y rápida —dijo Tristam


detenidamente.

—Digamos que le pedimos hacer esto, con la posibilidad de


reducir su sentencia si tiene éxito. De acuerdo a lo que sabes, ¿crees
que estaría dispuesta?

Tristam hizo una pausa, de repente inseguro.

—La entiendo mejor que lo que lo hacía antes, pero aún no lo


suficiente como para predecir sus decisiones. A juzgar por su pasado,
ella no le teme al peligro, y puede que tome con agrado la posibilidad de
salir al exterior. Pero casi ha recuperado todas sus fuerzas. Si la
dejamos correr libre en el bosque, la tentación de escapar podría
resultar demasiada.

—Nos hemos anticipado a eso y hemos ordenado a la curandera


Ilona suspender las últimas dosis del antídoto.

Tristam se puso tenso.

—¿Señor? —Preguntó.

—La pequeña cantidad de veneno que quedó en su cuerpo no


debería interferir mucho con su salud —dijo Willem—. Creemos que la
necesidad de su última dosis debería motivarla a regresar al Palacio.

—Entiendo. —De modo que estaban manteniendo el veneno en


ella como una amenaza—. ¿Ilona estuvo de acuerdo?

—Ilona conoce su lugar. Se inclinará ante los deseos del Concejo.

—A lo mejor deberíamos esperar el regreso de Malikel.

—No hay tiempo. La última dosis del antídoto se va a entregar


esta semana. De cualquier modo, el Concejo ha tomado una decisión.

Una suposición desagradable vino a su mente.

—¿Y si Kyra se niega a hacerlo, aun así obtendrá el antídoto?

—El antídoto del veneno es escaso. Sin los Far Rangers para
reponer nuestras reservas, tenemos que racionar nuestras provisiones
de manera prudente. Y eso incluye priorizar a aquellas que sirven
activamente al Palacio. ¿Deduzco que te opones, Tristam?

Tristam luchó para mantener su voz.

—Si puedo hablar con libertad, Excelencia, he estado trabajando


duro para ganarme su confianza, y un movimiento así puede socavar
mis esfuerzos.

—Entiendo tu preocupación, pero la ciudad está en peligro. No


tenemos tiempo para proceder poco a poco.

Tristam bajó la mirada, recordándose hablar con cuidado, se


estaba dirigiendo al hombre más poderoso en Forge.

—Supongo, Excelencia, que estas tácticas me recuerdan mucho a


lo que harían el Gremio de Asesinos.

—¿Cómo es eso?

—Es deshonesto, y cobarde.

La expresión de Willem se endureció.

—Cuida tu lengua, joven caballero. Hablas más de la cuenta.


La reprimenda lo golpeó con una fuerza casi física. Tristam
respiró lento.

—Mis disculpas, Excelencia. Hablé de manera inapropiada.

—Una de mis mayores dudas acerca de ponerte a cargo de la


reclusa era tu juventud. A tu edad y con tu experiencia, me preocupaba
que fueras excesivamente influenciado por una prisionera de tu misma
edad y tan cerca de ti. Expresé mis dudas a Malikel, pero alegó de tu
madurez y carácter. Espero que le pruebes que no estaba equivocado —
dijo Willem—. Recuerda que estamos trabajando hacia los mismos
objetivos. Perdiste a un buen amigo por los Demon Riders, ¿no es
cierto?

—Sí, Señor.

—Y deseas derrotarlos, ¿no es así?

—Sí, Señor.

Y lo más frustrante era que lo hacía. Todavía lo quería, más que a


nada. Y ahora que Willem había puesto la idea en su cabeza, podía ver
cómo Kyra podría ayudarles si estuviera dispuesta. Pero ese era el
punto. No estaría dispuesta si una amenaza como ésta se cernía sobre
ella.

—Además recuerda, la prisionera ya está condenada a muerte. Le


estamos ofreciendo la oportunidad de evitarlo. ¿Puedo estar seguro de
tu cooperación, Tristam?

No era realmente una pregunta.

—Sí, Excelencia.

—Bien. Entonces te acompañaré para hablar con ella.

—¿Ahora?

—No veo ninguna razón para esperar.

Tristam estaba sorprendido de cuán desesperadamente quería


buscar evasivas, pero no pudo encontrar una manera. Estaba obligado
a obedecer al Concejo, y Willem era su líder.

Kyra estaba sentada en la mesa cuando entraron. Bajo los


expertos cuidados de Ilona, el color había regresado a sus mejillas, y
sus ojos negros estaban alertas. No parecía una asesina. Se veía como
una chica joven, una bonita, con baja estatura y facciones delicadas.
Empezó a saludar, pero se detuvo cuando vio entrar al Concejal.

—¿Esta es la prisionera? —Preguntó Willem.

Kyra apartó la mirada. Su expresión se volvió seria.

—Sí, Excelencia.

Willem le echó un vistazo evaluándola.

—Es pequeña, para todos los problemas que ha causado.

Kyra no respondió ni apartó los ojos del suelo. Pero Tristam había
pasado suficiente tiempo con ella para ver el ligero estiramiento de su
postura, de forma que se acurrucó un poco más dentro de sí misma.
Interrumpió antes de que el Concejal pudiera continuar.

—Kyra, vinimos a pedirte algo. Es peligroso, pero podrías apreciar


la oportunidad de salir al exterior.

Ella levantó la mirada cautelosamente, ante la mención de la


palabra “exterior.”

Willem miró a Tristam expectante y Tristam se aclaró la garganta.

—Como sabes, pasé algún tiempo en el bosque intentando


rastrear a los Demon Riders. Los hallé una sola vez, pero por poco me
matan. El Concejo cree que podrías tener más suerte que yo.

—¿Más suerte localizándolos? —dijo ella en voz baja, sus ojos de


vez en cuando se movían rápidamente hacia Willem.

—Puedo ayudarte a encontrarlos. Lo que necesitamos es a alguien


que pueda observarlos sin ser capturado. He visto cómo te mueves. Si
alguien podría espiarlos sin ser detectado, esa serías tú.

—Entiendo. —La veía tratando de comprender si había algo más


en la historia—. ¿Tienes un plan?

—Tendríamos que aclarar los detalles con el Concejo, pero


probablemente pasarías unos días conmigo en el bosque. Podemos
viajar al amparo de la noche, y encontraremos un lugar donde las
huellas estén bien marcadas. Entonces, solo nos quedaría esperar.

—¿Necesitas que los observe, pero que no pelee con ellos?

—Queremos saber dónde viven y cuántos son. Cuáles son sus


planes y si tienen debilidades.

Ella frunció los labios y lo miró con cautela.

—No puedo ser silenciosa si estoy arrastrando cadenas.

Y ahí iba. Él tomó aire.

—No estarás encadenada.

Sus cejas se alzaron ante esto.

—¿El Concejo me dejará correr libre en el bosque?

No contestó, el resentimiento cerrando con fuerza su mandíbula.

Willem interrumpió.

—Las últimas dosis del antídoto no se te suministrarán por


ahora. Ilona te las dará después de que termines esta tarea.

Tristam vio el momento exacto en que ella lo asimiló, cuando su


expresión cambió de una consideración cautelosa a una comprensión
indiferente.

—Entiendo. —Su voz adquirió cierto tono de enfado—. De verdad


no tengo elección.

Sintió cierta satisfacción contradictoria al verla enfadada. Por un


momento, Tristam tuvo la tentación de cruzarse de brazos y ver las
cosas aclararse. Pero entonces Willem lo miró, una clara advertencia en
su mirada.

—Recuerda, Kyra —dijo Tristam—, todo lo que haces en servicio


podría ser considerado por el Concejo para reducir tu pena.

—Solo soy un sabueso, ¿no es verdad? Y el veneno es mi correa.

—Tratamos de ayudarte.
Las palabras supieron a falsedad en su propia lengua.

—Claro. Al igual que el Gremio de Asesinos quería ayudarme.

—El Gremio de Asesinos quería matarte, Kyra.

—Y tú pospondrás mi muerte. Si soy útil.

La traición en sus ojos estaba dirigida directamente a él, y eso le


molestó más de lo que quería admitir.

Abrió la boca para responder, pero se detuvo cuando vio a Willem


observándolo. No iba a convencer a Kyra con tonterías que ni siquiera él
creía. Por mucho que odiase esto, era un caballero de Forge y estaba
obligado a servir al Concejo.

—Concejal —dijo—, por favor ¿podría hablar a solas con Kyra?

—Puedes tener un instante.

Mientras la puerta se cerraba detrás de Willem, Kyra volvió su


mirada hacia Tristam, todo su cuerpo se tensó. Tristam cerró los ojos y
dejó escapar un largo suspiro.

—Kyra, perdóname por esto. No es mi decisión. Fue dictada por el


Concejo.

—Y tú estás ayudando.

—No tengo... —Se detuvo y se recompuso—. Mira, no tiene por


qué ser así. Sé que es una estrategia deshonesta, pero en realidad, aún
si el Concejo no estuviera reteniendo el veneno como una amenaza, lo
harías de todos modos.

Kyra lo miró como si fuera una serpiente a punto de atacar.

—¿Y por qué?

—Porque ayudaste a atraer a los Demon Riders hacia Forge.

Sus palabras la afectaron tal como había esperado. Ella hizo una
mueca de dolor. Ya había utilizado la culpa en su contra una vez,
cuando la había llevado al funeral del sirviente. En ese momento, no
había pensado dos veces en la táctica, pero ahora que entre ellos había
inicios de confianza, esto se sentía sucio. Se recordó a sí mismo el
juramento que había prestado a Forge y se obligó a seguir adelante.

—Sé que lo sientes, Kyra, y sé que quieres enmendarlo. Esta es tu


oportunidad. No pienses en el Concejo o las amenazas. Lo que importa
es que la ciudad no estará a salvo hasta que expulsemos a los bárbaros.

Tristam observó las emociones parpadeando en su rostro: ira,


confusión y remordimiento. Ella guardó silencio durante un largo
tiempo, e incluso mientras la piel de Tristam se arrastraba de la trampa
que había tejido a su alrededor, se dio cuenta de que esperaba que ella
estuviera acuerdo. No solo porque quisiera derrotar a los Demon Riders,
sino porque si podía convencerla de que quería esto, lo odiaría menos
por jugar también a los juegos del Palacio.

—Bien —dijo—. Lo haré.

Él le dio las gracias. Ella no lo miró hasta que se fue.

Cuando la puerta se cerró por detrás, la conversación previa


acerca de James volvió a él. James es un líder fuerte, había dicho. Él
manipula a la gente y utiliza sus emociones en su contra. En ese
momento, había pensado que James era alguien astuto y despiadado,
un hombre peligroso sin principios. Pero mientras Tristam ingresaba al
despacho de Willem para darle las noticias, no podía dejar de
preguntarse si lo había juzgado demasiado rápido.
Veinticinco
Traducido SOS por BrenMaddox
Corregido por katiliz94

—¡Cuidado! —gritó Tristam.

Kyra saltó hacia atrás, apenas evitando las pezuñas agitándose de


la yegua. El caballo sacudió su cabeza, puso los ojos en blanco, y Kyra
retrocedió aún más lejos, tratando de no imaginar lo que habría pasado
si hubiese sido solo un poco más lenta.

—Te dije que no les gusto a los caballos.

La yegua detuvo las patadas, aunque estampó sus pies y resopló


en dirección a Kyra.

—Ahora te creo. —Tristam se acercó un poco más, con cautela


para llegar a tomar las riendas del caballo.

El joven, al que Tristam la había presentado como Martin,


susurraba al caballo y acariciaba su melena.

—Si Muse no la lleva, no sé quién lo hará. No encontraremos un


caballo más suave.

A Kyra le molestó que hablara como si ella no estuviera allí.

—Olvídate de esto —dijo—. Aceptaré mis posibilidades con el


veneno.

Tristam levantó las cejas y se volvió de nuevo a la yegua. Y tuvo


razón al no creerle. Por mucho que a ella le molestasen los juegos del
Concejo, ahora que estaba en los establos, tan cerca al aire libre, no
había manera de que fuera a su habitación con llave.

No les fue mejor la segunda vez. La tercera vez, la pezuña de


Muse cortó el hombro de Kyra, y ella se tambaleó hacia atrás contra la
pared.

—¡Kyra! —Tristam tendió una mano para estabilizarla.


Ella le lanzó una mirada furiosa.

—Eso no suena bien —dijo Martin.

—¿Puedo? —preguntó Tristam, señalando hacia su hombro.

Casi deseaba que estuviera roto, solo para que Tristam pudiera
darle a Willem la noticia. Tristam apartó su mano de su hombro y
sondeó con los dedos. Ella respiró fuerte cuando él presionó sobre el
hematoma. Aunque a decir verdad, estaba siendo muy suave —sus
cejas se fruncieron en concentración, con los ojos yendo con frecuencia
hacia su rostro para comprobar si la estaba lastimando. En días como
estos, no sabía qué pensar de Tristam. Momentos como estos la
tentaban a bajar la guardia, pero luego él haría algo —mentir a su
familia sobre su muerte, actuar como portavoz de Willem— para perder
su confianza. Las piernas de Kyra comenzaron a sufrir calambres, y se
dio cuenta que era porque todavía estaba tratando de alejarse de él en
el muro de la granja. Ella frunció el ceño y se obligó a relajarse.

—No se siente roto.

A regañadientes levantó el brazo.

—Creo que estaré bien.

Tristam exhaló con alivio.

—Vamos a tener que encontrar alguna otra forma. Esperad aquí


—dijo, señalando a Kyra y Martin—. Manteneos fuera de vista.

Kyra se retiró a un rincón, aliviada de escapar del caballo


homicida. Martin se apoyó contra la pared. Ella cogió paja del suelo y
rompió en pedazos cada hebra, sin hacer ningún intento de
conversación.

—¿Realmente fuiste parte del Gremio de los Asesinos?

Kyra levantó la mirada para ver a Martin mirándola con


curiosidad amistosa.

—Lo fui —dijo ella, un poco desconcertada.

Martin sonrió.
—Me siento aliviado de encontrarte de aspecto normal. Con todas
las historias volando por ahí, medio estaba esperando que fueras de
diez pies de altura y con tres brazos.

Su sonrisa era contagiosa, y Kyra se encontró a regañadientes


devolviéndosela.

—Sería difícil subir si tuviera diez pies de altura.

Martin cambió su peso, y Kyra notó la F carmesí bordada en su


túnica.

—Eres un Escudo Rojo —dijo. Por alguna razón, había asumido


que era un caballero. Trató de reprimir su automático disgusto por ese
emblema.

Martin parpadeó ante el cambio en su tono.

—Sí —dijo con cautela—. Y mi padre y mis hermanos también. —


Cuando ella no respondió, continuó hablando—. No es una mala vida.
La moneda es decente. Tengo suerte, ya que soy un hablador de perros.
Hay suficientes comandantes que quieren perros, por lo que tenemos
que elegir.

—¿Escogiste a Tristam?

—Sir Malikel, en realidad. Pero Sir Tristam es un buen tipo


también. Sir Malikel atrae a los tipos más amables.

Kyra supuso que Tristam no era cruel, pero ella exactamente no


lo habría categorizado como amigable.

Fueron interrumpidos por la voz de Tristam desde el exterior. Los


dos salieron para ver a Lady enganchada a un carro tirado por caballos
—del tipo que era utilizado por los funcionarios para llevar leña.

—No puedes estar hablando en serio —dijo ella.

—Es esto o conseguir que tu cerebro sea expulsado. Confía en mí,


Lady está tan descontenta con esto como tú.

Él tenía un punto. Kyra se subió, y un divertido Martin lanzó un


paño sobre ella.
—Mantente fuera de vista hasta que alcancemos el bosque —dijo
Tristam.

Entonces se pusieron en marcha. A través de los listones de la


carretera, Kyra vislumbró un barrio que no reconoció. Tal vez Tristam
pensaba que el entorno familiar probaría ser demasiado tentador. No
obstante, incluso ver una parte desconocida de la ciudad, era
reconfortante después de sus días en el complejo. Al salir por la noche,
con la luna reflejándose en los tejados, y el viento soplando sobre su
cabeza, casi podía fingir que estaba en otro trabajo. El ruido de los
cascos de Lady sonó más fuerte a través de los adoquines que tendrían
que pasar durante el día. Algunas veces, Kyra vislumbraba a otros en
las calles, pero nadie los detuvo.

Pero su comodidad desapareció poco a poco a medida que


viajaban más lejos. Los edificios se dispersaban, separados primero por
tierras de cultivo y luego bosques. En el momento en que salió el sol, el
olor de la corteza y las hojas había sustituido al del estiércol y la
ganadería, y no vio nada a través de los listones, salvo árboles. Por
último, el carro se detuvo y Tristam retiró la tela. Kyra se sentó para ver
que estaban más profundos en el bosque, por una pequeña caseta de
madera.

—Dejaremos al caballo y el carro aquí. —Él puso la mano en su


cintura mientras ella se levantaba, y Kyra se apartó de él. Tristam dio
un paso atrás—. Fuerza de costumbre —dijo irritado. ¿Se estaba
sonrojando?—. Supongo que no necesitas mi ayuda para bajar de…

—No. —Kyra saltó y corrió junto a él hacia la caseta de vigilancia.


Aunque no podía evitar preguntarse... ¿cómo sería ser tratada como
una dama? Por el rabillo del ojo, vio a Tristam conducir su caballo al
interior. Las chicas que servían en el Drunken Dog habrían matado por
ser escoltadas por el bosque por un joven caballero. Pero entonces, todo
lo que sabían acerca de los caballeros eran por las baladas de Brendel.
Se preguntó si todavía querrían ser llevadas en brazos de un apuesto
caballero si el acuerdo incluía un asesino y una daga envenenada.

Después de que Lady estuviese cómodamente en el establo,


siguieron a pie. Este era un bosque viejo y con grandes árboles de
troncos gruesos que crecían tan altos como Kyra podía ver, y mientras
continuaban, Kyra comenzó a sentirse cada vez más incómoda. Los
rayos de sol a través de las hojas cambiantes y los débiles susurros del
viento parecían ocultar algún peligro desconocido. No tenía sentido. Era
cierto que existían otros peligros en la ciudad, pero Kyra no podía
negarlo con la agitación.

—¿Sabes algo acerca rastrear? —preguntó Tristam.

—¿Por qué iba a saber algo sobre rastrear? —preguntó Kyra, los
dientes apretados mientras esquivaba otra rama.

Tristam se giró para mirarla.

—Mira, Kyra. Sé que no estás feliz conmigo. Pero va a ser un viaje


desagradable para los dos si estamos en la garganta del otro todo el
tiempo.

Ella vaciló por su reprensión.

—Nunca antes he estado fuera en el bosque.

—¿Nunca? —Sorpresa se mostró en la voz de Tristam—. Pasé toda


mi infancia en un bosque como este. La finca de mi familia está en el
bosque.

—Puedo decirlo.

—¿Decir qué?

—Eso, que estás cómodo aquí. —Ella no podía ponerlo en


palabras, pero él se movía de manera diferente. Incluso en la última
hora, la tensión había dejado sus músculos, una tensión de la que ella
no fue consciente hasta que ya no estaba. Era más alto, aunque ya
tenía la cabeza y hombros por encima de ella. Estaba más seguro de sí
mismo, y parecía como si un peso se hubiera levantado de él.

Tristam le dio una sonrisa tranquila.

—Deberías venir aquí en otoño. Las hojas son hermosas cuando


cambian.

Kyra no respondió. Una débil impresión se estaba formando en el


fondo de su mente, caminando por un bosque similar. O más bien, de
ser llevada, de la forma que Flick llevó a Lettie. Había algo amenazador
en el recuerdo, y sacudió la cabeza para despejarse.
Continuaron en silencio mientras Tristam buscaba signos de los
Demon Rider, de vez en cuando examinando una rama rota o
arrodillándose para buscar huellas.

—La última vez que vi a los Demon Riders —dijo Tristam—, fue de
noche –creo que pueden viajar por la noche. Veo algunas huellas
frescas, por lo que podemos quedarnos aquí toda la noche si podemos
encontrar un escondite.

El bosque estaba principalmente desprovisto de maleza, pero


encontraron un parche de arbustos donde había caído un árbol.
Tristam le mostró a Kyra los tipos de ramas flexibles que necesitaban
para hacer un refugio, y se movió para reunir materiales. Moverse por el
bosque era diferente de caminar en la ciudad. Era casi imposible dar un
paso sin aterrizar en una hoja seca o crepitante ramita. Kyra frunció el
ceño al oír el ruido e hizo un plan para pisar suavemente. Después de
un tiempo, comenzó a mantenerse sin caerse —un truco por la forma en
que ponía el pie y cambiaba su peso.

Después de algunas horas de trabajo, tenían un refugio


impresionante. Arbustos formaban tres paredes y Tristam había puesto
ramas en los huecos. Bajo el manto de la noche, sería fácil pasar
desapercibidos.

—¿Te enseñaron esto en la formación de caballero? —preguntó


Kyra.

—No, solía hacerlo cuando era niño, antes de convertirme en un


asistente. —Tristam dio un paso atrás para examinar su obra e hizo un
gesto satisfecho.

—¿Así que viviste cerca del bosque? —preguntó—. ¿El resto de tu


familia sigue ahí?

—Mi padre, mi madre y mi hermana menor, sí. Mis dos hermanos


mayores son caballeros de la patrulla de carreteras, por lo que no pasan
mucho tiempo en casa. Vigilan los caminos forestales lejos de la ciudad,
en su mayoría rutas comerciales. Quizás es porque vivimos en lo que
hacemos, pero mi familia siempre ha sido atraída por las patrullas de
carretera. Nos gusta estar lejos de la civilización.

Era extraño pensar que Tristam tenía una familia. Obviamente,


no se había desarrollado por completo para capturarla e interrogarla,
pero aun así, la idea de que él perteneciendo a alguna parte, de que
hubiera gente que le importase y que se preocupase por él, era
intrigante.

—¿Por qué no estás allí con tu familia?

—Pensaba que me uniría a ellos. Pero todo cambió cuando Jack...


—Se detuvo—. Todavía hay algo de tiempo antes de la puesta del sol.
Debemos descansar un poco para que ambos podamos quedarnos
despiertos por la noche. ¿Por qué no tomo la primera guardia? Ha sido
un día largo, y todavía te estás recuperando.

Kyra fingió no notar el brusco cambio de tema.

—¿No te preocupa que te asesine mientras duermes?

Era solo un comentario casual, pero él la miró pensativamente.

—He visto tu reacción a la muerte —dijo—. No me matarás.

—Estoy conmovida. —Pero mientras Kyra buscaba un lugar para


poner su manta, no pudo negar su alivio por su voto de confianza,
aunque fuese inequívoco.

Estaban corriendo. O más bien, el hombre que la llevaba estaba


corriendo y ella estaba mirando por encima de su hombro mientras las
hojas y ramas pasaban volando. Estaba gruñendo y chasqueando los
dientes en todas las direcciones. El hombre se tambaleó. Kyra gritó, pero
él se mantuvo —y a ella— antes de que cayeran al suelo. Él la sentó y se
inclinó, cabeza abajo, su sudada cara arrugada aún más por el
agotamiento. Alrededor de ellos, los gruñidos se hicieron más fuertes,
aterradores y familiares al mismo tiempo.

Una de las ramas cayó cerca, y el hombre la recogió de nuevo. Las


ramitas afiladas le arañaban la cara y las manos. Él la dejó y sacó un
frasco lleno con algo negro y maloliente. Ella lloró cuando lo untó por su
cara y manos, y luego en los brazos y el resto de su cuerpo.

—Quédate quieta. No hagas ruido.

Ella tragó sus sollozos. El hombre echó un último vistazo.

—Se valiente —dijo, y se fue. Estaba sola, y los gruñidos se fueron


acercando.
Kyra despertó gritando. Ramas se balanceaban sobre ella,
mezcladas con su sueño, le hicieron sentir un mayor pánico. Se levantó
sacudiendo su manta, cuando vislumbró a Tristam mirándola a unos
pocos pasos de distancia. Poco a poco, su ingenio regresó y se puso de
pie como un ciervo acorralado hasta que su respiración se tranquilizó.

—¿Pesadilla? —preguntó él.

Ella asintió, no confiando del todo en sí misma para hablar.

—Siéntate. Estás temblando. —Tristam se acercó a ella


lentamente, como si temiera que pudiera enviarla al borde. Tomó la
manta y la envolvió a su alrededor como un manto. El peso de las
manos sobre sus hombros era reconfortante, y ella era casi reacia a
apartarse, pero agarró la manta y se recostó hacia abajo.

Había tenido ese sueño antes, pero nunca tan claramente.

—Creo que he estado en un bosque antes.

—¿Soñaste al respecto?

—Fue muy claro.

Se sentó en un tronco caído, todavía mirándola como si esperara


que ella entrara en pánico de nuevo.

—Tengo entendido que Flick y Bella no son tu verdadera familia.

Ella negó con la cabeza.

—En mis primeros recuerdos, estoy sola en la calle. Flick y Bella


no me encontraron hasta más tarde.

Hubo un destello familiar de simpatía en sus ojos, y ella hizo un


gesto.

—No tengas lástima por mí. Tuve más suerte que la mayoría de
las ratas de alcantarilla. Y Bella y Flick eran tan buenos como cualquier
familia una vez que los encontré.

—Parecen preocuparse por ti.


Kyra apretó la manta con más fuerza, como si con ello pudiera
tirar de sus recuerdos cerca.

—El hijo de Bella murió antes de que la conociera. Creo que


necesitaba a alguien más para ser madre. —Ahora Kyra también estaba
muerta, por lo que sabía Bella. Una angustia más que añadir a la larga
lista de Bella. Empujó el pensamiento a un lado—. Flick y yo también
discutíamos mucho. Todavía lo hacemos. Pero él nunca tomó mis
monedas o mi comida, aunque muchas veces las necesitábamos para
ambos. Al menos hasta que aprendí a ganar mi propio dinero.

Kyra se detuvo cuando recordó cómo había ganado más dinero y


que estaba hablando con un caballero del Palacio. Ella se preparó,
esperando que él la llamara ladrona sin ley. No había tenido ninguna
opción en el asunto, pensó con fiereza. Si hubiera estado muriendo de
hambre, él habría hecho lo mismo.

Para su sorpresa, él se rió suave.

—Piensas que voy a decirte algo sobre ser una ladrona.

—No anduviste con rodeos acerca de mí antes.

—Estaba enfadado. —Hizo una pausa—. Fue injusto de mi parte.

Kyra no sabía qué decir a eso.

Se inclinó hacia delante, mirando primero sus manos por delante


de él, y luego levantando los ojos hacia ella.

—¿Alguna vez deseaste saber más sobre tu familia real?

Ella buscó alguna señal de burla, pero parecía sincero.

—¿Qué rata de alcantarilla no lo hace? Estaba celosa de las


chicas sirviendo. Siempre estaban chismorreando –esa quejándose de
tener las caderas de su madre, la otra sobre la tez de su padre. Pensaba
que eran tan afortunadas solo por saber qué tan altas serían, cómo se
habían vuelto. —Ella sonrió con nostalgia—. Me habría gustado alguna
advertencia de que iba a ser tan pequeña.

Tristam tenía una manera de escuchar que la hacía sentir como si


realmente tuviera en cuenta lo que decía. Ella había estado resentida en
la sala de interrogatorios, pero aquí, era un poco agradable.
—Supongo que hay algo de consuelo en tener un camino trazado
para ti —dijo—. Algunos hijos más jóvenes resienten de tener hermanos
para vivir, pero mis hermanos eran buenos para mí. Yo los respetaba y
aprendí mucho. —Él le llamó la atención—. Por supuesto, las cosas son
diferentes ahora que he decidido no seguir sus pasos.

Kyra recordó lo que había dicho antes de unirse a las patrullas de


carretera, y cómo de pronto había cambiado el tema. Se mordió el labio,
calibrando su receptividad.

—¿Quién es Jack?

Los hombros de Tristam se endurecieron, y él hizo un esfuerzo


visible para relajarse de nuevo.

—Supongo que no hay ninguna razón para mantenerlo en secreto


—dijo—. Jack era un amigo. Llegamos al Palacio el mismo año y
entrenamos juntos casi hasta que me convertí en un caballero.

—¿Era?

—Lo mataron en la primera incursión de Demon Rider. Me uní a


la defensa de la ciudad para vengar su muerte. Pensé que iba a ser una
cosa simple, pero se volvió más y más complicado. Los Demon Riders
nos evadieron a pesar de nuestros mejores esfuerzos. Había personas
que trabajaban en contra de nosotros, contándoles nuestros secretos a
los bárbaros. Los odiaba y me comprometí a capturar a los
responsables, pero incluso eso no era lo que esperaba. —Tristam se
pausó—. A veces, cuando miras más de cerca a tus enemigos,
comienzan a verse menos como enemigos.

Kyra se dio cuenta con una sacudida de que estaba hablando de


ella. Tristam seguía perdido en sus propios pensamientos.

—He querido preguntarte algo —dijo—. Aunque no estoy muy


seguro de cómo decirlo.

—Tristam, has estado interrogándome durante semanas. ¿Y


ahora no puedes hacer una pregunta?

Había un brillo de diversión en sus ojos antes de que su expresión


se volviera seria otra vez.

—Cuando viste el cobro de alquileres, ¿me viste allí?


Ella asintió con la cabeza.

—Estuviste al lado de la carreta, al mando de los Escudos Rojos.

—Y cuando los Demon Riders atacaron Forge, ¿me reconociste


cuando me viste en la calle?

Cuando Kyra asintió de nuevo, él se quedó en silencio, como si


estuviera dando vueltas a sus palabras en su cabeza.

—No tenías que tirar esa roca —dijo finalmente—. Eso casi
consiguió matarte.

Una vez más, le preocupaba que se estuviera burlando de ella,


pero lo único que vio en sus ojos fue curiosidad y el deseo de entender.

—Dudé —dijo ella—. Pero supongo que no había mucho tiempo


para pensar.

—Estoy agradecido —dijo—, por lo que hiciste.

La noche transcurrió sin ningún signo de los Demon Riders.


Cuando el cielo comenzó a aclararse, Kyra volvió a llenar sus botellas de
agua en un río cercano. El rocío hacía que el aire de la mañana fuera
frío, y Kyra se tomó unos minutos para estirar sus extremidades
rígidas. Tristam estaba reacomodando sus mochilas cuando ella regresó
con dos botellas llenas de agua.

—Aquí —dijo ella, colocándolas detrás de Tristam.

Saltó ante su voz.

—¿Cómo hiciste eso?

—¿Hacer qué?

—Venir detrás de mí tan silenciosamente. Estaría de guardia de


letrina por un mes si mi comandante hubiera visto que te arrastrabas
tan sigilosamente detrás de mí de esa manera.

Kyra se encogió de hombros.

—He estado practicando.

Tristam negó con la cabeza.


—Hazlo de nuevo. Solo camina hasta ese árbol de allí.

Ella le siguió la corriente, paseando hacia el árbol que había


señalado y tomando nota con satisfacción de que sus pasos eran casi
completamente tranquilos, aunque podía oír el crujido ocasional.
Cuando regresó, él estaba sacudiendo la cabeza, mirándola como si le
hubiera crecido un brazo extra.

—Nunca he visto nada igual. Me pasé toda la infancia en el


bosque y todavía hago más ruido del que haces tú después de un día de
práctica.

—Tal vez necesitas perder algo de peso. —Kyra se volvió y golpeó


suavemente su estómago musculoso. Ella sonrió descaradamente hacia
él, y hubo un destello de diversión a regañadientes en los ojos de
Tristam mientras él tomaba su mano para alejarla. Tardó un poco más
en dejarla ir. Fue apenas perceptible, pero lo suficiente para que Kyra
todavía lo notara, y entendiera que la conversación de anoche había
agrietado las paredes entre ellos. No tardaría mucho para acabar con
ellas por completo.

Se apartaron el uno del otro al mismo tiempo.

—¿Deberíamos romper el campamento? —preguntó. Tocó su


palma donde sus dedos habían estado, pero la soltó cuando los ojos de
él se posaron en el movimiento.

Tristam dejó escapar un lento suspiro.

—Vamos a pasar la noche en un lugar diferente.

Hicieron un trabajo respetable al fingir que nada había pasado.


Los dos mantuvieron una distancia prudente entre ellos mientras
viajaban, y cuando hablaron, lo hicieron sobre las huellas y su misión.
Kyra pasó los periodos de silencio entre conversaciones llamándose de
diferentes maneras. Ella sabía mejor, después de James, sobre poner
los ojos sobre cualquier hombre que pusiera un cuchillo sobre ella.
Había visto lo suficiente de la vida para saber lo peligroso que un noble
podría ser para cualquier chica de la ciudad, y mucho más para una
prisionera del Palacio.

Hablaron poco, ya que caminaban, y eventualmente, Tristam


escogió un lugar para su segunda acampada. Kyra se ocupó de la
recolección de hojas y ramas, pero cuando llegó el momento de entrar
en el refugio, era reacia a entrar. Dijo que era porque estaba cansada de
espacios reducidos, y no porque se sintiera cohibida por estar tan de
cerca de Tristam. Miró a su alrededor. Era finales del verano, y los
árboles estaban exuberantes, con hojas.

—El refugio es demasiado estrecho. Voy a pasar la noche allí —


señaló a un árbol especialmente denso.

Se dio cuenta por la mirada en los ojos de Tristam que sabía la


verdadera razón de que no quisiera estar cerca. Él asintió lentamente
en consentimiento.

—Dale una oportunidad.

Escalar siempre le aclaraba la mente, y este árbol era una alegría


para escalar. Corteza lisa, ramas bien espaciadas. Bien podría haber
sido una escalera creada para su beneficio. Subió a una buena
distancia y se acomodó en una rama.

—¿Puedes verme? —gritó.

—¿Seguro que no eres generada por las ardillas?

—¿Así que no puedes?

—Estarás bien. Eso sí, no te caigas.

Desde lo alto del árbol, el bosque parecía bastante diferente.


Había mucho más cielo y más sol, pero en realidad era más difícil de ver
al frente y a los lados porque las hojas bloqueaban su vista. Kyra se
preguntó si sería capaz de ver Forge si subiera más alto.

Pronto el sol se desvaneció, y chirridos de grillos reemplazaron al


canto de los pájaros. Kyra descubrió que estaba más cansaba más
rápidamente de lo que había esperado. Todavía era temprano en
comparación a lo que estaba acostumbrada, pero estaba sintiendo los
efectos persistentes del veneno. Sus párpados se volvieron pesados, y
consideró atarse a sí misma al árbol.

Fue despertada por el roce de las hojas a través de su cara,


primero una por una, entonces agrupadas al momento que se caía de
su rama. Kyra se aferró a las hojas mientras sus ojos se abrían de
golpe, enviando unos puñados al suelo antes de que sus manos se
cerraran en la madera sólida. Se colgó allí un momento, manteniendo la
madera, y miró hacia abajo, hacia el refugio de Tristam. No podía ver si
él se había dado cuenta o si aún estaba despierto.

Eso había estado un poco demasiado cerca. Poco a poco, Kyra se


aseguró a sí misma y añadió dormir los árboles a la lista de cosas que
no haría otra vez. Esperó a que los grillos reanudaran su canto, pero no
lo hicieron. Hubo un susurro a su derecha, tal vez a diez árboles de
distancia, pero no podía obtener una visión clara.

Kyra bajó, bajándose de rama en rama hasta que sus pies tocaron
tierra. Desde detrás de los arbustos, Tristam miró inquisitivamente. Ella
le llamó la atención, pero no trató de explicar. Era mejor ser tranquila.
Desde el suelo, no podía ver tan bien, pero todavía podía detectar el
crujido en la distancia —un desplazamiento de las hojas que iban en
contra del viento.

Dejó a Tristam en la base del árbol y corrió hacia el movimiento.


De alguna manera, el bosque se sentía más seguro en la noche. El aire
fresco vigorizado, y los peligros que temía antes parecían menos
amenazadores en la oscuridad para mantenerla a salvo. A medida que
se acercaba, Kyra desaceleró y se escondió detrás de unos árboles, su
respiración ruidosa en sus oídos mientras formas se mantenían frente a
ella. Había una línea de sombras caminando por los árboles. Tenían el
pelo largo y vestían extrañas túnicas envolventes. Los Demon Riders
caminaban silenciosamente en fila india, con gracia pasando por
encima de las raíces y agachándose bajo las ramas. Kyra no podía
verlos desde donde estaba, pero deberían haber sido por lo menos un
centenar.

Una caída de follaje por encima de ella hizo que Kyra saltara.
Cerca, un árbol doblado se tambaleó bajo un peso invisible mientras las
hojas crujían y llovían. En contra de la luz de la luna, Kyra vio una
sombra: una cola larga, curva y estirada entre las ramas.

Kyra se zambulló detrás del árbol, su corazón latiendo


aceleradamente. ¿La bestia la había visto? Se mantuvo absolutamente
inmóvil, demasiado aterrorizada para moverse. Pero no había rugido o
gritos. Kyra se recordó a sí misma respirar y arriesgó otra mirada.

Una vez que vio a un felino demoniaco, vio a otros. Cuatro gatos
en total, saltando de árbol en árbol en la misma dirección que sus
jinetes. Todo el grupo estaba viajando a alguna parte. Ella se arrastró,
manteniéndose muy por detrás del grupo y al momento de sus
movimientos, así eran enmascarados por los de los gatos en los árboles.
Kyra estaba cada vez más alarmada mientras los seguía. Los
Demon Riders se dirigían a Forge. Ella los rastreó un poco más, con la
esperanza de que se volvieran, pero su camino no vaciló. Si realmente
iban a la ciudad, necesitaba encontrar a Tristam. Haciendo una última
nota de donde estaban, Kyra volvió sobre sus pasos. Se echó a través de
los árboles para encontrar a Tristam paseándose por el suelo delante de
su escondite.

—Están en movimiento —dijo sin preámbulos.

—¿Los Demon Riders?

—Van a Forge. Tenemos que regresar.

Podía ver sus ojos oscuros moviéndose mientras absorbía sus


palabras. Dio una breve inclinación de cabeza.

—Vámonos.

Corrió de vuelta en la dirección por donde había venido, pero


pronto se dio cuenta de que Tristam no estaba acostumbrado a correr
en la oscuridad. Varias veces, Kyra se precipitó por delante, solo para
tener que esperar a Tristam. Incluso a ese ritmo, peligrosamente podía
torcerse un tobillo. Por suerte, los gatos demoniacos dejaron tantas
ramas caídas en su estela que incluso Kyra podría seguir su rastro.

Las pistas continuaron conduciendo directamente hacia Forge.


Después de un rato, Kyra y Tristam abandonaron los senderos de la
carretera principal. Kyra dio un suspiro de alivio cuando llegaron a la
casa de guardia y engancharon nuevamente a Lady al carro.

Por último, los árboles dieron paso a las tierras de cultivo. En el


rojo resplandor del alba, ella podía ver los contornos de Forge. Pero era
demasiado temprano para ver el amanecer. Tristam había notado el
resplandor también, y tiró de las riendas de Lady. Kyra saltó para tener
una mejor visión.

—No —susurró Tristam.

La piel de Kyra se erizó al darse cuenta de su significado.

—¿Estás seguro? —preguntó.


Los ojos de Tristam permanecieron fijos en el horizonte. Sus
manos apretaron las riendas en un apretón de muerte. A lo lejos, el rojo
parpadeó y creció a medida que las primeras columnas de humo se
alzaban hacia el cielo.
Veintiséis
Traducido SOS por Nanami27
Corregido por Key

Las calles de la ciudad estaban a oscuras. Tan oscuras que las


llamas en la distancia no tenían sentido. Kyra casi podía fingir que era
un error, pero mientras cabalgaban más adentro, más allá de las casas
tranquilas y escaparates oscuros, oían gritos y olían humo. Empezaron
a ver a la gente. Primero unos pocos, y luego cada vez más corrieron
hacia ellos, huyendo del interior de la ciudad. Al poco tiempo, los
caminos estaban demasiado obstruidos por las carretas, y continuaron
a pie, trabajando su camino en forma ascendente. Con tanta gente
alrededor, Kyra no podía ver nada más allá de lo que estaba justo en
frente de ella. Lo único que podía hacer era seguir ciegamente en la
estela de Tristam, esquivar la embestida de la gente, y esperar que el
alto caballero tuviera una mejor vista.

Tristam se volvió y agarró a Kyra por los hombros.

—El fuego está en el distrito suroeste —gritó.

Kyra lo miró con horror.

—¡El Drunken Dog!

El humo se hizo más grueso mientras corrían, ardiendo en los


ojos de Kyra y recubriendo su garganta. Ella casi se estrelló contra un
hombre cubierto de hollín apoyando a una mujer cojeando. Cerca de
allí, una joven se detuvo y se dobló, con tos incontrolable. Los soldados
del Palacio aparecieron en la mezcla, gritando mientras intentaban
controlar a una multitud que solo veían a medias. Kyra escaneó
desesperadamente las caras mientras corría, pero no reconoció a nadie.

Kyra oyó un rugido detrás de ella y se dio la vuelta. Un gato


demoniaco hacía retroceder a una mujer aterrorizada y al hijo contra
una pared. El gato se agachó, la cola agitándose en el aire. Un guardia
saltó delante de ellos, en posición lista. El gato arañó al guardia, y él
saltó a un lado justo a tiempo. Tristam llevó una mano a su espada.
Kyra se detuvo también, dividida entre ayudarle y encontrar a su
familia. Tristam la miró, y ella supo que él había leído sus
pensamientos, al igual que sabía que estaba tratando de decidir si podía
confiar en ella en la ciudad sola. Por una fracción de segundo, dudó.

—Ve a revisar la posada —dijo, volviendo sus ojos a la criatura—.


Estaré allí tan pronto como pueda.

Sacó su espada y gritó con desafío. El gato demoniaco dio vueltas


alrededor para abordarlos. Mientras Tristam y el guardia se enfrentaban
al animal, Kyra se obligó a darles la espalda. Sin armas, ella no les era
de ayuda, y tenía que volver a casa.

Sin Tristam para despejarle el camino, las multitudes no hicieron


caso a Kyra. Se abrió paso a través, coleccionando moretones y golpes
mientras empujaba su camino ascendente hacia el fuego. Un hombre se
dirigó directamente hacia ella. La habría noqueado fuera de sus pies si
ella no hubiera caído donde otro hombre, que le dijo que vigilara por
dónde iba con maldiciones. Kyra empujó, consumida por su necesidad
de llegar a casa. Tal vez era solo una coincidencia que el Drunken Dog
fuera el corazón del fuego. Tal vez.

Delante de ella, las llamas saltaron desde los tejados hacia el


cielo. Cubos yacían olvidados en el suelo, los guardias ahora luchando
desesperadamente contra los invasores. En una plaza, un grupo de tres
fieras demoniacas y sus jinetes se enfrentaban a un puñado de
soldados. Kyra mantuvo la cabeza baja y bordeó más allá.

Mientras se acercaba al Drunken Dog, las llamas a cada lado de


la calle crecían, y el humo se hacía tan espeso que tenía que agacharse
hacia bajo para evitar asfixiarse. A pesar de que se quedó en el medio
del camino, el calor de los incendios a ambos lados se presionaba con
fuerza sobre su cabeza y hombros. Se echó una mano al rostro para
bloquear la caída de cenizas y siguió su camino. Por último, pasó a
través del corazón del fuego, y las llamas furiosas dieron paso a las
ruinas quemadas. Un signo carbonizado le llamó la atención y se detuvo
en seco, sus pulmones ardiendo. La mitad de las letras fueron
reducidas a carbón, pero el cartel inequívocamente pertenecía a la
panadería algunos almacenes más allá del Drunken Dog.

¿Cómo había podido correr justo más allá de la posada y no


haberlo notado? Una voz en su cabeza le susurró una razón que no
quería oír. Kyra volvió sobre sus pasos, no dispuesta a creerlo, pero no
se podía negar la vista que la saludó. Postes carbonizados marcados en
las paredes de la taberna que solía ser, rodeando un suelo ennegrecido.
Maderas y tableros caídos, lo único que quedaba del segundo piso y
techo, yacía en pilas sobre el suelo. Todo estaba destruido: el comedor,
la cocina de Bella, todo.

Kyra aplastó la mano en su boca, silenciando el grito que se


levantó en su garganta. Corrió dentro, ignorando las maderas
precariamente colgando. El humo la hizo lagrimear, y astillarse, todavía
caliente, amenazó con perforar las suelas de cuero de sus zapatos. Aun
así, se precipitó de una habitación a otra, recorriendo las ruinas. El
edificio estaba destruido, pero no había cuerpos. Kyra se detuvo. No
había cuerpos. Podrían haber escapado.

Salió corriendo y examinó la calle. El Drunken Dog estaba tan


cerca del centro del ataque. ¿Alguien podría posiblemente haber logrado
salir de manera segura? Sus ojos se posaron en la estructura aun en
pie: el edificio del mercado de piedra. Formas eran visibles a través de
las ventanas, y no estaban vestidas como Demon Riders. Kyra corrió
hacia la puerta y casi se empaló en una espada. Un Escudo Rojo
bloqueó su camino.

—Estoy buscando a mi familia —dijo.

Ella no debió haber parecido un Demon Rider, porque él se hizo a


un lado.

—Entra, rápido.

La sala principal olía a sudor y miedo. Murmullos y sollozos


tranquilos silenciaban los sonidos de la batalla, pero no terminaba por
acallarlos. Kyra corría de un puesto a otro, buscando a través de los
rostros. Las personas se hacinaban en cada esquina. Finalmente,
vislumbró una figura familiar, con los brazos cubiertos protectoramente
alrededor de dos chicas jóvenes. Las chicas se tapaban los oídos
mientras se acurrucaban en el suelo. Los tres tenían rostros
ennegrecidos por el hollín, y bañados, incluso el de Flick, con lágrimas.

—¡Flick! —Kyra se olvidó de la invasión de los gatos demoniacos,


olvidó que se suponía que debía estar muerta, y corrió con todo hacia
ellos, deteniéndose en seco cuando miraron y registraron su rostro.
Hubo un momento de conmocionado silencio. Las niñas se quedaron
sin aliento. Flick miró fijamente, como si pensara que se había vuelto
loco.

—¿Es realmente...? —dijo.


Ella asintió con la cabeza. Flick miró durante otro segundo antes
de que él gritara su nombre, la voz quebrada por la emoción. La agarró
por los hombros y la atrajo hacia su pecho, sujetándola con tanta
fuerza que ella pensó que iba a romper sus costillas. Kyra apretó los
ojos con fuerza contra las lágrimas que amenazaban con derramarse.
Estaría todo bien. Quería simplemente quedarse ahí, apoyarse en él, y
olvidarse de todo. Él le besó la frente manchada de hollín y la apretó de
nuevo antes de separarse un poco para mirarla.

—Nos dijeron que estabas muerta.

—Lo sé. Yo... —Se atragantó con las palabras. Idalee y Lettie
miraban con los ojos abiertos, como si no supieran si estaba realmente
allí. Kyra se estiró y las tiró más cerca. No debería haber trabajado para
el Gremio. Debería haber oído a Flick, a Bella...—. ¿Dónde está Bella?

Una sombra cruzó el rostro de Flick, y Kyra se congeló. Miró hacia


un grupo de mujeres inclinadas sobre alguien en la tierra.

—Estaba atrapada en la cocina cuando los incendios comenzaron.


Tuvimos suerte de poder sacarla…

Ella no esperó a que terminara. La multitud de mujeres se


separaron ante su aproximación, y Kyra tembló cuando Bella apareció a
la vista. La cocinera estaba pálida bajo el hollín, los ojos cerrados
mientras luchaba por respirar. Obligando a retroceder a las lágrimas,
Kyra puso una mano en el brazo de Bella. Bella se volvió ante el toque
inesperado, sus ojos revoloteando abiertos.

—¿Kyra? ¿Eres tú? —Su voz era ronca y débil.

—Estoy realmente aquí. —Kyra ya no pudo contener las


lágrimas—. Lo siento mucho, Bella.

Bella se acercó y rozó el brazo de Kyra con una mano temblorosa.

—¿Estaban esos caballeros simplemente engañándonos? —La voz


de Bella se fue apagando y tosió. Kyra le puso una mano en el hombro y
esperó hasta que los espasmos cesaran.

—Estábamos tratando de protegerte. El Gremio... —Kyra se


detuvo de nuevo. ¿Realmente importaba?—. Lo siento mucho.

Bella sonrió.
—No lo sientas. Hiciste lo mejor... Estoy orgullosa de ti.

¿Orgullosa? Si había una cosa que no se merecía este momento,


era la aprobación de Bella. Siempre había sido el error de Bella, ver el
bien en Kyra que no estaba allí.

—Tenemos que conseguir un sanador —dijo Kyra. Su voz era


aguda con urgencia—. Necesitamos un sanador —gritó. A su alrededor,
la gente miraba, y ella se dio cuenta de su insensatez. Si hubiera
habido un sanador en la habitación, habría ayudado a Bella ya. ¿Acaso
Kyra esperaba que otro entrara por la puerta?

Bella tosió y Kyra aferró su mano. Los ojos de la cocinera se


cerraron de nuevo, su respiración superficial y trabajosa. De vez en
cuando, sus ojos se movían en agitación bajo sus párpados. Kyra
acarició el brazo y la cara de Bella, como la cocinera tan a menudo
había hecho por Kyra tras sus pesadillas infantiles. Sintió una presión
familiar en su hombro y supo sin mirar que era Flick, igual que sabía
que las dos formas que se presionaban a su lado eran Idalee y Lettie.

Se quedaron allí, abrazados en busca de consuelo mientras la


respiración de Bella se iba debilitando, desvaneciéndose de jadeos bajos
al aleteo más pequeño. Kyra no supo cuando en realidad terminó. Solo
que en un momento, Flick comprobó el pulso de Bella y arregló sus
brazos en la pose del descanso final. Kyra dejó todo salir entonces,
agarrándose a las chicas mientras sollozaba en el cabello de Idalee,
apoyándose en Flick mientras él las abrazaba a todas. Tal vez tenía que
ser fuerte para ellas, pero Kyra simplemente no tenía eso dentro.

Poco a poco, la luz del sol sustituyó el resplandor rojo del fuego.
Era vagamente consciente de que los gritos de los soldados se hacían
menos urgentes. Con el tiempo, dejó de oír los rugidos de los gatos
demoniacos, y el edificio del mercado comenzó a vaciarse. Kyra aun sin
moverse o hablar, se quedó mirando al rostro ahora pacífico de Bella y
dejó que su mente se adormeciera.

Una mano le tocó el hombro.

—Kyra.

Se volvió con un sobresalto. Era Tristam. Se veía mucho peor


para el desgaste, con un moretón debajo de un ojo y sangre salpicada
sobre su túnica. No había piedad en sus ojos.
—Tenemos que volver al Palacio.

Ella no quería volver. No quería hacer otra cosa que quedarse


aquí, quieta como una piedra, mientras el mundo se desmoronaba a su
alrededor. ¿Cuántas semanas atrás había sido, cuando se había
sentado en la cocina de Bella e hizo planes insensatos para cuidar de
ella cuando fuera mayor? Había sido tan ingenua.

—Kyra —intentó de nuevo Tristam. Todavía no respondió, y


Tristam la tomó del brazo, tirando suavemente de ella hacia arriba.

Otra mano se cerró sobre la muñeca del caballero.

—No te la llevarás —dijo Flick—. No así. No sin ninguna


explicación.

—Flick, no —murmuró Kyra. Él no era rival para un caballero


armado.

El cuerpo de Tristam se puso rígido cuando sus ojos se posaron


en la mano de Flick. Había rabia en su rostro, y por un momento
ninguno de ellos respiró. Entonces Tristam exhaló, y toda su fuerza
pareció dejarlo. Su voz estaba llena de agotamiento cuando habló.

—Lo siento por tu pérdida, Faxon. —Su uso de nombre real de


Flick sobresaltó a Kyra—. Estoy obligado por el juramento como
caballero de vigilar a Kyra y mantenerla bajo custodia en el Palacio.
Pero incluso si no lo estuviera, es el lugar más seguro para ella en este
momento. El Gremio ha intentado matarla una vez. No deben saber que
está viva.

Kyra salió de su estupor.

—Pero, ¿qué pasa con ellos? —preguntó, señalando a Flick y las


niñas—. No están seguros tampoco.

Hubo una larga pausa, luego Tristam finalmente habló.

—Muy bien. —Se volvió hacia Flick, que estaba mirando fijamente
a las ruinas humeantes—. Venid con nosotros. Las niñas y tú estaréis
más seguros allí. Fallamos una vez al protegeros. Me gustaría hacerlo
mejor, si me lo permites.
Fue un sombrío caminar hacia atrás, abriéndose paso a través de
las secuelas de la invasión. Al principio, Kyra intentó blindar a Idalee y
Lettie de lo peor de la carnicería, pero pronto se dio por vencida. Había
demasiadas cosas. En pedazos y piezas, cuando las chicas estuvieron
fuera del alcance del oído, le contó a Flick los acontecimientos desde su
captura.

Nadie los retó por entrar en el Palacio. Aunque el fuego no había


violado las paredes, los heridos estaban propagándose dentro. Una
tienda de campaña se había establecido en el patio principal, y los
sanadores se abrían paso entre las víctimas.

Cuando se adentraron más profundamente en el recinto, Flick se


puso notablemente más tenso, su mirada moviéndose sospechosamente
en todas direcciones. Tristam también cambió, del joven que había
bromeado con Kyra en el bosque, a asumir el peso y autoridad de un
caballero de la fragua. La camaradería que habían compartido solo
horas antes cayó, y ella fue una vez más muy consciente de que era su
prisionera. Tristam llevó a Kyra y sus amigos hacia una habitación
libre, donde Idalee y Lettie se derrumbaron casi de inmediato,
demasiado cansadas incluso para distraerse con los muebles finos.
Kyra las besó en la frente, y Flick ciñó mantas alrededor de ellas.
Cuando cerraron la puerta tras de sí, Kyra miró inquisitivamente a
Tristam. Tras recorrer la ciudad y el bosque sin supervisión, no estaba
segura de adónde se suponía que debía ir.

—Vamos a ponerte de nuevo en la habitación de pacientes de


Ilona —dijo Tristam regañadientes. Kyra se preguntó si él también
encontraba las paredes del Palacio sofocantes—. Tengo que mantenerte
bajo vigilancia mientras estás en el Palacio. Flick puede alojarse en una
de las habitaciones de aquí.

—Me gustaría hablar con Flick —dijo ella.

Tristam pensó brevemente, y luego asintió.

—Puedes tener unos momentos después que te llevemos a tu


habitación.

No hubo conversación mientras los tres se dirigían a la habitación


de Kyra. Tomaron una ruta de vuelta y Kyra mantuvo su capa baja
sobre el rostro, pero no podía evitar pensar en lo tonto que era
continuar en la clandestinidad cuando ella había estado fuera, en el
aire libre, tanto tiempo. Cuando llegaron al ala de la sanadora, Tristam
abrió la puerta de la habitación de Kyra.

—Voy a estar aquí —dijo él.

La habitación de pacientes estaba extrañamente tranquila, un


oasis de tranquilidad que no encajaba con los acontecimientos de la
noche. También estaba demasiado limpia para alguien tan sucia con
tierra y cenizas como ella. Evitando los muebles, Kyra se derrumbó en
el suelo contra la pared, y Flick se instaló a su lado. Se quedaron en
silencio por un largo tiempo.

—Es mi culpa —dijo, finalmente.

Flick se volvió hacia ella.

—Tú no sabes eso.

—De todos los lugares en que podrían haber iniciado un incendio,


eligieron ese barrio.

—Si no fuera nuestra sección, habrían quemado otra. Los Demon


Riders hicieron esto, y James. No tú.

—No lo entiendes. James no podría haber hecho esto sin mí.

Hubo una pausa cuando Flick digirió sus palabras.

—¿Qué?

Kyra cerró los ojos y respiró temblorosa. Por un momento, se


sintió tentada de mantener esa parte de la historia para sí misma. Pero
la culpa la estaba matando lentamente. Tenía que decirelo a alguien,
alguien que no lo vería desde un punto de vista puramente táctico como
Tristam o Malikel.

—Yo fui la que le dio a James la entrada al Palacio. Abrí la


armería para que el Gremio pudiera robar la armadura para los
bárbaros. Copié los horarios de comercio y guardia que los Demon
Riders usaban para medir el tiempo de sus redadas. Los ataques de los
bárbaros tuvieron éxito debido a mí.

Su voz vaciló y se detuvo. Flick negó con la cabeza, parpadeando


en la confusión.
—¿Qué quieres decir? ¿Conseguiste armamentos para los Demon
Riders? ¿Los ayudaste? ¿Lo sabías?

—No. Me refiero a… —Kyra tropezó con sus palabras—: no sabía


por qué estaba haciendo los trabajos. Hubo algunas pistas, pero James
dijo que me estaba imaginando cosas, y no estaba segura…

—¿Hubo algunas pistas? —Flick levantó la voz, incrédulo—.


¿Pensaste que podría estar ayudando a los Demon Riders, pero seguiste
adelante?

—No fue tan sencillo, yo…

—¿Qué hiciste, Kyra? —Él estaba enfadado ahora, el dolor y la


conmoción infundiendo una fuerza terrible a sus palabras—. ¿Solo
ignoraste las pistas? Ese fue siempre tu problema. Fijas tus ojos en
cualquier nuevo reto que te apetece, y no te importa lo que diga, lo que
dice la otra gente, o incluso lo que ves con tus propios ojos. Solo sigues
adelante, y no importa lo que destruyas en el camino.

Sus acusaciones sonaron a verdad, y Kyra se encogió bajo la peor


parte de su diatriba.

—Lo siento —susurró, sus ojos ardiendo—. Me equivoqué.

—Dile eso a Bella. —Su voz era cruda por las lágrimas y el humo.
Sin mirarla, se puso de pie y caminó hacia la puerta.

—Flick, no te vayas.

Él no lo hizo, pero no se dio vuelta tampoco. Kyra le observó


desde donde se acurrucó, asimilando la curva de sus hombros, sus
manos, mientras se cerraban en puños y aflojaban de nuevo. Nunca lo
había visto tan enfadado.

Kyra se retiró a su miseria, dando vueltas ambas acusaciones, las


de Flick y sus propias autorrecriminaciones otra vez en su cabeza. No
podía perderlos tanto a él como a Bella en una noche. Durante mucho
tiempo, el único sonido en la habitación fue la respiración de Flick.

Por último, se enderezó y sacudió la cabeza.

—Lo siento, Kyra. —Él no la miró mientras se volvía hacia la


puerta—. Es simplemente demasiado para tomar en este momento.
Ella no le pidió que se quedara.
Veintisiete
Traducido por Ardnas
Corregido por Key

Kyra se quedó mirando el mapa en frente de ella, sin ver nada,


pero negándose a mirar hacia arriba. A su lado, Malikel, Tristam, y
Martin se inclinaban sobre el pergamino, los ojos se centraban en Flick
mientras situaba el fuego hacia ellos. Kyra, por su parte, evitaba mirar
a Flick con tanto cuidado como él evitaba mirarla, aunque ella robó
algunas miradas cuando él no estaba prestando atención. Su amigo
juvenil había envejecido en los últimos días. Su rostro estaba
demacrado, y había círculos profundos debajo de sus ojos.

—Los incendios comenzaron alrededor de la medianoche —dijo


Flick—. Olimos humo y vimos el incendio de la cocina. Al principio,
pensamos que era sólo el Drunken Dog, pero luego el fuego se fue de las
manos y salimos fuera. Toda la calle estaba en llamas.

—¿Alguna idea de que empezó el fuego? —preguntó Malikel. Se


había apresurado a regresar a la fragua al recibir la noticia del ataque y
ahora estaba empezando su investigación en serio.

Flick le lanzó una mirada de disgusto.

—Este es su trabajo saber, ¿verdad?

—Vas a hacer frente al Ministro de Defensa con respeto —espetó


Tristam.

Martin medio escondió con éxito un largo suspiro de sufrimiento


detrás de sus manos. Atrapó a Kyra mirándole y sonrió.

Kyra logró formar una pequeña sonrisa de vuelta, deseando poder


reírse de la fricción constante entre Flick y Tristam tan fácilmente como
lo hacía Martin. En cambio, sólo le bajo el animo.

—Estamos trabajando para lograr las mismas metas, Faxon —dijo


Malikel—. Cuanto más rápido podamos reconstruir lo sucedido, más
rápido podemos castigar a los responsables.
—Mi nombre es Flick —nadie respondió—. No vi a nadie, pero
algunas personas en el mercado vieron a hombres enmascarados con
antorchas.

—Eso encaja con el Gremio —dijo Tristam.

¿Quién había iniciado el fuego? ¿Alex? ¿Shea? ¿Bacchus? Kyra


imaginó a Rand vestido de negro y agarrando antorchas, un rizo de
color zanahoria asomándose por debajo de su máscara. Vio el pálido
rostro de Bella, color cenicienta.

—¿Cuándo visteis a los Rider Demon?

—No lo sé, ¿Un par de horas después de que el fuego se iniciara?


Todo el mundo estaba distraído.

—¿Has visto a algún jinete? —intervino Malikel—. ¿O sólo a los


gatos?

—Sólo los gatos —dijo Flick.

—Justo como yo —añadió Tristam—. Cuando Kyra y yo llegamos.

—¿Dónde estaban los jinetes? —preguntó Malikel—. Kyra, los


viste dirigirse a la ciudad desde el bosque. Kyra, ¿estás prestando
atención?

Kyra salió de sus reflexiones, estremeciéndose ante el tono de


Malikel.

—La mayoría de los jinetes se fueron a Forge —dijo ella—. Había


algunos gatos, pero sólo un puñado.

Hubo una pausa mientras todos pensaban que esto último.

—Todavía no sabemos lo suficiente sobre los Demon Rider —dijo


Malikel.

—Kyra podría ser capaz de aprender más si nos adentramos en el


bosque —dijo Tristam.

—Sí —dijo Malikel—, continuad con esos viajes. Pero tenemos que
descubrir a los Asesinos del Gremio, también. No podemos permanecer
simplemente observándolos durante más tiempo. Otro ataque como éste
destruiría la ciudad.
El mapa se puso borroso delante de ella, y Kyra se frotó los ojos.
Tal vez James había iniciado el fuego, al ponerlo en el Drunken.

—¿Un ataque completo en la Casa del Gremio, entonces? —estaba


diciendo Tristam.

—Vamos a pensar en esto —dijo Malikel—. Queremos captar


miembros para interrogar y registrar el lugar en busca de pistas acerca
de su relación con los Demon Rider. Kyra, necesitamos tu ayuda para
planificar esto.

—No va a funcionar —dijo.

La mesa quedó en silencio.

—¿Te importa elaborarlo? —dijo Tristam.

—He visto a estos hombres trabajar —dijo Kyra—. Son peligrosos.


Tan bien entrenados o incluso mejor que cualquiera de vuestros
caballeros, y no se molestan con el honor o la caballerosidad.
Necesitaría superarlos en número para poder llevarlo a cabo, pero si
envíais muchos soldados, van a verlos ir. Como poco, se irán antes de
que pongáis un pie en el recinto; en el peor caso, caminareis hacia una
trampa.

—Un golpe más pequeño, entonces —dijo Tristam—.


Capturaremos a los que podamos y nos retiraremos.

—Los enviarás a la muerte.

Tristam la fulminó con la mirada, su paciencia también se estaba


agotando en esos días desde el incendio.

—¿Tan sólo vas a descartar sugerencias? Podríamos utilizar


algunas ideas.

Kyra abrió la boca para hablar, pero descubrió que no podía. El


rostro de Bella apareció delante de ella.

—Lo siento —dijo—. Yo... yo no puedo hacer esto.

Ella salió antes de que nadie pudiera detenerla, corriendo por las
escaleras y girando en las esquinas antes de que finalmente colapsara
en un callejón sin salida. Todo esto era demasiado. Bella no estaba fría
en su tumba, sin embargo, esperaba que ella huyera y llegara al
Gremio.

Pasos sonaron. La forma familiar de Flick apareció a la vuelta de


la esquina.

—Debo ser una mala ladrona si me encontraste tan fácilmente —


dijo ella.

—Siempre te vas hacia arriba de las escaleras cuando estás


molesta. —Se sentó al lado de ella—. Y prefieres los giros a la derecha.
Has tenido suerte que no sonara la alarma.

Se había olvidado de eso.

—Todavía tengo una dosis más de antídoto. No puedo huir.

Flick la miró como si estuviera reflexionando sobre sus palabras.

—Supongo que tenemos suficientes problemas como para estar


lanzándonos la culpa entre nosotros —dijo.

Un peso se le quitó de los hombros con esas palabras. Kyra lo


miró, y el perdón en sus ojos la hizo querer estallar en lágrimas de
nuevo.

—No, tienes razón. Debería haberte escuchado. Yo... lo siento. —


Las palabras se sentían terriblemente inadecuadas—. Fui estúpida.
Eran sólo unos mapas y horarios comerciales en primer lugar, y quería
probarme a mí misma. No hay excusa.

Una vez más, se sentaron en silencio. A través de la ventana, Kyra


podía escuchar los murmullos de los refugiados en el patio del Palacio.

Por último, Flick volvió a hablar.

—¿Cuánto recuerdas de tus días como ladrona?

—No mucho —dijo ella débilmente.

—¿Te acuerdas antes de que estuvieras escalando edificios? No


eras tan buena en ello cuando nos conocimos.

—No. —No estaba de humor para recordar el pasado—. Supongo


que no tenía ninguna razón para serlo.
—Pero una vez que comenzaste, te encantó. Cada vez que te veía,
escalabas a algo más alto y más peligroso. Estaba seguro de que
estarías muerta antes de que acabaras el año. Tuviste tus caídas.
Probablemente hay todavía algunos comerciantes que no te han
perdonado por destruir sus puestos con tus travesuras.

Kyra sonrió con pesar. Flick le pasó el brazo por los hombros, y
ella lo dejó tirar hacia sí, apoyando su cabeza en su hombro como lo
había hecho cuando eran niños para mantener el calor.

—Es extraño —continuó Flick—. No es como si fueras la única


chica que cometiera errores. Todos lo hicimos. Lo manejas de una forma
para hacerlo de manera grandiosa. Tal vez, es porque subes mucho más
alto que el resto de nosotros.

Kyra se rió con amargura.

—Así que soy más talentosa que el resto de tus ladrones que
arruinan la vida de otra gente, no sólo por mi cuenta. James me dijo
que dejara de lado mis delirios de superioridad moral. Tal vez tiene
razón.

—¿De verdad crees eso, Kyra?

—No lo sé.

Flick suspiró.

—Kyra, piensa en ello. Si James realmente creyera que eras como


él, ¿habría corrido el riesgo de amenazarte o contratar a alguien para
matarte? Tiene miedo de ti, Kyra. Podría haberte engañado para que le
ayudaras una vez, pero tú eres un peligro para él. Él sabe que no eres
su marioneta nunca más.

Kyra sintió una oleada de sangre en la cara mientras consideraba


las palabras de Flick. James le había mentido y tratado de convertirle
en algo que no era. Y ahora había tomado a Bella. Incluso si ella no
sabía nada acerca de sí misma,

Kyra sabía que Flick tenía razón. Ella ya no era un títere de


James nunca más.

Se puso de pie.
—Vamos a volver.

Martin estaba en el pasillo cuando Kyra y Flick regresaron abajo.

—¿Están todavía ahí? —preguntó Kyra

—Todavía están planeando. Sir Malikel no está feliz, sin embargo.


Me disculparía muy rápida y sinceramente.

Tristam y Malikel estaban enfrascados en una conversación


cuando ella volvió, y les tomó un momento reconocer su entrada.

—Lo siento —dijo antes de que cualquiera de ellos pudiera


reaccionar—. Esto no volverá a suceder de nuevo.

Malikel le dirigió una mirada larga y meditada.

—Asegúrate de que no sea así.

—Tengo una idea —dijo—. Para atacar al Gremio.

El Concejal esperó a que continuara.

—No envíeis una invasión —dijo Kyra—. Sólo teneis que enviar a
una persona. A mí.

Por el rabillo del ojo, vio a Flick volver la cabeza y mirarla.

Tristam levantó una ceja.

—¿Un ejército no va a funcionar, y un secuestro tampoco, por lo


que tienes la intención invadir su edificio y traer de vuelta a los presos
sin ayuda de nadie?

—Todo lo del Gremio de Asesinos es sobre James —dijo ella,


ignorando el sarcasmo de Tristam y evitando los ojos de Flick—. Tiene
un buen equipo, pero él es el núcleo. Él hace todos los planes, y es su
determinación lo que los mantiene a todos juntos. Si matamos a James,
si mato a James, no habrá una persona segura para tomar su lugar.
Sería paralizar al Gremio.
—Kyra. —La voz de Flick estaba teñida de pánico—. Esto no era lo
que tenía en mente.

Ella no le hizo caso.

—Puede que tengas razón sobre James —dijo Malikel—. El


Gremio de los Asesinos cayó del poder hace un siglo, y no fue sino
hasta hace poco que volvió a surgir, tal vez por el liderazgo de James.
Pero, ¿qué propones para matarlo, Kyra? ¿Puedes vencerlo tú?

—No —dijo Kyra, recordando su entrenamiento humillante de


práctica con James—. Pero hay otras maneras. James me quería
envenenar. ¿Por qué no hacer lo mismo con él?

—El Palacio no mantiene zumo trasparente —dijo Malikel—.


Podemos ofrecerte otros venenos, a pesar de que no son ideales.

—Sólo dadme lo que teneis —dijo Kyra—. Yo también puedo


utilizar las tiendas del Gremio. James mantiene su veneno en un baúl
en su estudio.

—Es especialmente peligroso para ti ir allí, Kyra —dijo Tristam—,


después del incendio, probablemente saben que estás viva. Y conocen
tus tácticas mejor que nadie.

—Así como yo conozco al Gremio mejor que cualquiera de


vuestros hombres —dijo Kyra. Cuanto más pensaba en ello, más
determinada estaba—. Yo soy la única que tiene alguna posibilidad de
vencer a la Cas del Gremio. Nadie más puede hacerlo.

—¿Hacer qué? —dijo Flick—. Cualquiera de nosotros es


perfectamente capaz de perder la vida en la Casa del Gremio.

Kyra suspiró y miró a Flick, endureciéndose a sí misma por la


preocupación en sus ojos.

—¿Qué otra cosa puedo hacer, Flick? ¿Esperar a que me maten?


No estoy haciendo esto para evitar de alguna forma la culpa. Estoy
haciendo esto porque es la única cosa que va a funcionar.

Tristam se aclaró la garganta.

—Creo que ella tiene razón, Flick —dijo de mala gana.


—Técnicamente hablando, Kyra es nuestra mejor esperanza para
infiltrarnos en el Gremio. —Tristam ignoró la mirada de Flick y miró a
Kyra—. Va a ser peligroso, sin embargo.

—Podríamos ver el perímetro —dijo Martin—. Mantener los


soldados y los perros.

Kyra le lanzó una mirada de agradecimiento.

—Tienes mi permiso si estás dispuesta, Kyra —dijo Malikel—. Si


tienes éxito, podría ser suficiente para ganarte un indulto por parte del
Concejo. ¿Qué es lo que necesitas de nosotros para hacer esto?

—Quiero mi última dosis de antídoto. Si hago esto, es mi elección


y tú debes confiar en mí para volver sin tu correa.

—Sí, Willem me puso al corriente de vuestro... arreglo con el


antídoto mientras yo estaba fuera. —Había algo en la voz de Malikel que
Kyra nunca había oído antes, y ella le miró. El oficial no la estaba
mirando, en lugar de eso parecía perdido en sus propios
pensamientos—. Recibirás el antídoto. —Él la miró y recuperó su
habitual comportamiento—. ¿Qué más puedes pedir? ¿Tienes una
estrategia concreta?

Kyra se mordió el labio.

—Tengo un plan, pero necesitaré ayuda.

El título de “Mejor Taverna” era un punto de debate entre los


miembros.

El Drunken Dog había sido uno de los principales contendientes.


Algunos otros nombres también aparecieron con regularidad,
incluyendo a Scorned Maiden, un establecimiento estridente en el
barrio noreste. Kyra lo había visitado un par de veces y había
encontrado patrones demasiado ruidoso para su gusto. Pero otros se
negaban a conseguir su cerveza en cualquier otro lugar. Uno de estos
devotos era Bacchus.
Él estaría allí esta noche. Si él seguía su rutina habitual, vendría
en algún momento alrededor de la medianoche, con suerte borracho.
Mientras Kyra esperaba desde una azotea cercana, ensayó una vez más
el plan en su mente. El barrio estaba tranquilo. Sería fácil si él
estuviera solo. Periódicamente, Kyra metía la mano en su bolsa de la
correa y tocaba un paño húmedo en el interior.

Fue una noche lenta en la taberna, y la gente comenzaba a


dejarla poco después de la hora de la cena. Salían en grupos pequeños,
agarrando sus mantos para protegerse del viento y despidiéndose en la
calle para caminar o dando tumbos a casa.

Por último, surgió Bacchus. Tenía un brazo alrededor de una


chica, quien se rió mientras él plantaba un beso húmedo en sus labios.
Ella juguetonamente le dio una palmada antes de retirarse en el
comedor. Bacchus se detuvo un momento, como si decidiera si seguirla
o no. Debía de haber elegido seguirla, porque se abrochó el abrigo y
empezó a andar por la calle. Kyra esperaba que estuviera más en
guardia, pero estaba solo y tenía un paso ligeramente inestable. Tal vez
eso significaba que el Gremio no creía que ella estuviera viva. O tal vez
la opinión de Bacchus de ella era tan baja que no tenía que molestarse
en tener cuidado.

Ella se arrastró por encima y detrás de él, manteniendo sus


pisadas suaves en las tejas de madera. Cuando se volvió en unas
solitarias callejuelas, corrió por delante, en silencio bajándose a sí
misma hasta una repisa justo por encima de su altura. Mientras él se
acercaba, metió la mano en su bolsa, sacó la tela, y la sostuvo con
fuerza en su puño.

Enfoque.

Kyra saltó en el momento en que pasaba por debajo. Aterrizó


sobre su espalda. El impacto la dejó sin aliento, y ella se apresuró a
envolver sus brazos alrededor de su cuello. Bacchus gruñó y se
derrumbó, primero en las rodillas, y entonces debido a la fuerza,
después sobre su cara.

Incluso borracho y tomado por sorpresa, Bacchus tenía buenos


reflejos. Se quedó aturdido durante una fracción de segundo, y luego la
alcanzó por el cuchillo. Kyra se sentó a horcajadas sobre el asesino y
cubrió sus brazos con las rodillas. Ella echó la cabeza hacia atrás y
arrojó el paño húmedo sobre la cara, con fuerza. Se dio la vuelta y rodó
con él, sujetándole sus piernas alrededor de su cintura y manteniendo
el control sobre la tela mientras su espalda golpeaba el pavimento.
Como Ilona había prometido, la hierba mezclada trabajaba
rápidamente. Kyra quedó colgando durante unos momentos, y luego el
asesino quedó inerte. Ella mantuvo el trapo sobre la nariz y la boca
durante treinta respiraciones más antes de que se arrastrara por debajo
de él.

Una sombra se movió en la entrada del callejón, y ella saltó, sólo


para suspirar de alivio cuando reconoció la cabeza de rizos gruesos de
Flick.

—Parece que no necesitas refuerzos —dijo.

—Estaba borracho. Ayúdame a moverlo.

Flick tomó un brazo y arrastró el cuerpo inerte de Bacchus fuera


de la vista.

Kyra rebuscó en sus bolsillos.

—Esta —dijo ella, levantando una de las llaves—, y ésta.

Flick le entregó una de las piezas de metal y un archivo.

—Toma una, y yo hago la otra.

Kyra puso la llave en el suelo al lado del archivo que Flick le


había dado. Después de comparar los dos, ella recogió uno de ellos. El
primer golpe de metal contra metal se oyó por el callejón tranquilo, y
ella se encogió.

—Está bien —dijo Flick—. No suena tan fuerte como piensas.

Sólo esperaba que la gente en el otro lado de las paredes estuviera


dormida.

Ambos trabajaron sin hablar, dando forma a las piezas lo más


rápido que pudieron. Ella había casi terminado cuando se dio cuenta de
que Flick ya había acabado. Él siempre había sido bueno con las llaves.
Unos minutos más tarde, Kyra le dio la suya para que la comprobara.
Él la sostuvo en alto con la original, observándolo en todas las
direcciones. Un borde atrapó su atención y lo acarició con el dedo, con
el ceño fruncido por la concentración mientras alcanzaba la mano de
Kyra. Le entregó un archivo, y él hizo algunos retoques antes de
entregársela de nuevo a ella.

—Esto debería funcionar —dijo—, puedo devolver las originales a


Bacchus.

Kyra asintió.

—Toma sus monedas. —De acuerdo con Ilona, Bacchus no tendrá


ningún recuerdo de esos momentos del ataque. Con suerte, él les
echaría la culpa a los ladrones comunes.

—¿Vas a tratar de hacerlo esta noche? —preguntó Flick, aunque


sabía el plan, así como ella lo hacía.

—Mejor hacerlo esta noche, si puedo. No sabemos lo que Bacchus


pensará cuando se despierte. No queremos que sospeche y advierta a
James.

Flick le apretó los hombros, sus ojos oscuros brillaban con


preocupación.

—Ten cuidado.
Veintiocho
Traducido SOS por Nanami27
Corregido por Key

Había un comerciante de cuero al otro lado del camino de la Casa


del Gremio, propiedad de un hombre que no había invertido en buenas
cerraduras. Dormía arriba en la noche, y era trivial para Kyra deslizarse
dentro y usar su tienda como un puesto de vigilancia. Se sentó junto a
la ventana y mantuvo una etiqueta mental por los ronquidos de arriba.
El rítmico sonido y el olor del cuero eran calmantes, y se aferró a ellos
todavía con los nervios de punta. Kyra había fingido confianza para
tranquilizar a Flick, pero ahora no tenía nada que la distrajera de la
tarea que tenía ante ella.

El diseño de la Casa del Gremio era engañosamente simple. Se


hacía pasar por un gran almacén para caravanas de comercio y estaba
situado detrás del camino para hacerle espacio a los caballos y
carruajes. Todo ese espacio abierto también hacía fácil para los de
adentro ver a cualquiera que se acercara. Y una vez Kyra lograse entrar,
los cuartos cercanos del edificio y las paredes delgadas harían difícil
permanecer oculta.

Había tenues luces en las ventanas a pesar de la hora tardía, y


Kyra se acomodó para una larga espera. Justo cuando de pie empezó a
caer dormida, un puñado de hombres salió del edificio. Kyra sopesó sus
opciones. Dudaba de que la Casa del Gremio alguna vez se quedase
vacía por completo, así que esta era una oportunidad tan buena como
ninguna otra.

Se sentía como un punto rojo brillante mientras corría al otro


lado de la calle. No había manera de estar completamente oculta, solo
tenía que confiar en las sombras y su capacidad para mezclarse. Kyra
bordeó el perímetro, los últimos abrevaderos y un poste para atar los
caballos, manteniéndose a una buena distancia de un guardia de
puerta que se asomó fuera en la dirección opuesta. Una vez fuera de su
línea de visión, se acercó más y empujó en una ventana oscura. El
vidrio no se movió. Subió y lo intentó con una ventana superior. La que
estaba cerrada también.
Lo que solo le dejó la azotea. Kyra se propulsó a sí misma a las
tejas y cruzó hacia la parte posterior, donde podía mirar hacia abajo en
el patio. Reconoció la balsa de agua donde se había lavado las manos.
Si se inclinabaa sobre el borde del techo, podría ver al guardia apostado
en la puerta de atrás. Kyra metió la mano en su bolsa y sacó una
piedra, apuntando a la valla en el extremo opuesto del patio. Su primer
guijarro se quedó corto, pero el segundo rebotó en la valla con un ruido
sordo. El guardia se enderezó y miró a su alrededor. Kyra lanzó dos
piedras más en rápida sucesión. Él sacó su cuchillo. Cuando se acercó
a la valla, Kyra se sentó en el suelo. Se oyó un clic cuando ella giró la
llave, pero el guardia no miró hacia atrás. Una vez dentro, Kyra se metió
en un trastero. Allí esperó, respirando a través de su túnica para evitar
estornudar en el polvo, y escuchó hasta estar segura de que no había
nadie cerca.

Kyra entreabrió la puerta abierta y se asomó al pasillo. Estaba


oscuro, con una luz parpadeante que venía de la vuelta de la esquina.
Podía oír voces lejanas. La cadencia y el tono de uno era claramente
reconocible, James. Él se encontraba con alguien en una habitación en
el frente, lo que significaba que su estudio estaba probablemente vacío.
Kyra respiró temblorosamente. Tenía que pensar en James como otra
persona en el edificio. Pensar en él en cualquier otra forma sería hacer
que la mataran.

Mientras Kyra se arrastraba por el pasillo, las otras voces


entraron en foco, y se detuvo. James estaba hablando con una mujer.
¿Desde cuándo había habido allí otra mujer en el Gremio? Kyra se
detuvo por una fracción de segundo en frente del estudio de James, la
mano en el pomo de la puerta, y luego siguió por el pasillo hacia las
voces.

—Nuestro interés es en el ganado y los suministros —dijo la voz


de una mujer con acento ligero cuando Kyra se detuvo a unos pasos de
la puerta—. Las redadas de la ciudad son un riesgo innecesario.

—Entiendo —dijo James—. Pero quién sabe si puedo convencer a


tu gente de unirse a nosotros en una última redada a la ciudad.

—Tenemos armadura y medicina, lo suficiente como para durar


un tiempo. ¿Qué más puedes ofrecernos? —dijo otro hombre.

—Suministros para el invierno, por ejemplo. Armas calibradas


para otro. No hay ninguna razón para que confíeis únicamente en las
garras de vuestros gatos.
—¿Y por qué estás tan ansioso porque ataquemos la ciudad? —
preguntó la mujer.

—Nuestra ciudad está debilitada. Es un lugar donde los ricos


viven sus vidas y los pobres existen para servirles. Me gustaría cambiar
eso.

—Usas interesantes métodos para lograr tus fines. —Había un


toque de diversión en la voz de la mujer—. Quemar la ciudad para que
sea mejor.

—No puedes cambiar el curso de un río con una pala. Necesitarás


un terremoto, y los terremotos tienen un costo. El último ataque
debilitó sus defensas. La puerta norte se destruyó, y los Escudos Rojos
estarán ocupados durante semanas con las reparaciones. Si atacamos
antes de que tengan la oportunidad de recuperarse, podríamos abrir
una brecha en el Palacio.

—¿El Palacio? ¿Esa es tu meta?

—El recinto y los miembros del Concejo que viven dentro.

—Eso va a ser peligroso.

—Puedo hacer que valga la pena el riesgo. El botín de la redada


debería equiparos durante años. ¿Diremos, otra incursión en un mes?

Tomó todas las fuerzas de Kyra permanecer tranquila por fuera,


mantener su respiración constante para que no delatarse. Una cosa era
saber que James estaba ayudando a los bárbaros, algo completamente
distinto era oírle negociar con ellos, dejando a un lado la muerte de
inocentes como si fueran meros inconvenientes. Ella quería correr hacia
la habitación y despedazarlo. En cambio, abrazó sus hombros para
suprimir su repentino temblor y se recompuso para darse la vuelta. Si
hacía lo que vino a hacer, James dejaría de ser un problema.

Las voces se desvanecieron detrás de ella cuando se deslizó en el


estudio y cerró la puerta. Kyra se apoyó contra ella durante unas
cuantas respiraciones, deseando que su corazón se calmara. Podía
hacer esto.

Revisó su bolsa por los venenos de Malikel. Funcionarían si no


tenía nada mejor, pero el zumo claravalla era rápido y mortal, su mejor
opción para atrapar a James por sorpresa. El cofre de veneno de James
estaba debajo de su escritorio. El candado cedió con un poco de trabajo.
En el interior, había docenas de frascos pequeños. Kyra tomó uno por
uno, alzando las etiquetas a la luz de la luna. Vial tras vial estaba
etiquetado con el mismo símbolo azul. Extracto de Flor Azul. Era un
veneno de acción lenta, por lo general dejado en la ropa. En permanente
contacto con las víctimas, se filtraría en el torrente sanguíneo,
debilitándolos hasta que sucumbieran a la enfermedad o infección. Era
demasiado lento para ser de utilidad para ella. James reconocería sin
duda el efecto del veneno antes de convertirse en potencialmente
mortal. Pero, ¿qué estaba haciendo con tantos frascos de esto? Contó
diez viales, suficiente para más de un centenar de víctimas. ¿Estaba
tratando de envenenar el Concejo?

En la parte inferior de la caja, se encontró una botella de veneno


con piel de lagarto, demasiado inestable parea dejar en los alimentos. Y
finalmente, un vial de clarvalla. Kyra palmeó y se puso a buscar alguna
manera de usarlo, algo que solo James tocaría. Sus ojos cayeron sobre
una taza en su escritorio. Añadió tres gotas de veneno para el agua en
el interior. Entonces, vertió un poco en un pergamino y lo utilizó para
difundir el zumo alrededor de los bordes de la copa. Eso serviría.

Una voz desde el pasillo la hizo saltar. Mientras se oían pasos,


Kyra cerró la caja y corrió a la ventana. Se negaba a ceder. Los pasos se
acercaban, desacelerando y deteniéndose en el otro lado de la puerta.
Kyra abandonó sus intentos de fuga y saltó de nuevo sobre el escritorio,
agachándose detrás cuando el pomo de la puerta giró. Luz de vela se
derramó debajo de la mesa, y ella se echó hacia atrás. Alguien entró y
cerró la puerta tras sí. El silencio que siguió fue largo y grueso.

—Eso fue una estupidez, Kyra. —No había duda de la voz,


desapasionada, con un borde duro y frío.

Kyra tragó, se armó de valor y se levantó. James estaba de pie


junto a la puerta. La lámpara parpadeante iluminó su rostro con
sombras en movimiento. Mientras Kyra permanecía paralizada, él
colocó la lámpara sobre un soporte y se acercó un poco más,
estirándose casualmente por su cuchillo.

—No pasó mucho tiempo para que cambies tu lealtad, ¿verdad?

Rabia fría, o miedo, se alojaron en su pecho.

—No te debo ninguna lealtad.


—¿Es así? ¿Después de todo lo que te he enseñado?

Él dio un paso adelante. Ella dio otro paso atrás.

—¿Qué estás haciendo con los Demon Riders?

—Si mis sospechas son correctas, ya escuchaste la respuesta.

Así que ella había hecho ruido en el pasillo. Fue un mal momento
para cometer un error.

—No eres quien pensé que eras —dijo.

—No. Yo soy quien siempre he sido. Eres tú quien sigue siendo


ingenua. Crees que podemos seguir con nuestras redadas, dar limosnas
por el resto de nuestras vidas. Pero eso no cambiaría nada.

—¿Has visto el incendio? —preguntó ella—. ¿Has contado los


cuerpos?

—¿Acaso el incendio tomó más de lo que el Palacio habría tomado


con el tiempo? Las vidas perdidas cuando la gente no puede comprar
medicinas y alimentos. Casas se pierden porque los ricos gordos
siempre agarran más. —Entrecerró los ojos—. Pero no estás aquí en
nombre de la ciudad. Estás aquí porque el incendio se inició en el
Drunken Dog. Porque quieres venganza.

La sola mención del incendio trajo una ola de imágenes, imágenes


que necesitaba ignorar si quería seguir con vida. Ella debía cambiar el
tema o negarse a decir nada, pero quería —necesitaba— saber más.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó.

—Casi me habías engañado —dijo James—. Fue solo un par de


cosas... Un cambio en los horarios de guardia, algo que no estaba bien
en la forma en que anunciaron tu muerte. No estaba seguro, así que
tenía que sacarte. Necesitaba un incendio, y esto me ayudó a escoger el
punto de partida. —Hizo una pausa—. No esperaba que funcionara tan
bien, tan pronto.

Sabía que no debería haber preguntado, pero ya era demasiado


tarde. Rabia barrió a través de ella.

—¿Has matado a Bella sólo para comprobar si estaba viva?


—Te di una tarea, y te hice una promesa. —La cara de James era
dura mientras daba un paso más cerca—. Has fallado en tu tarea, y yo
mantuve mi promesa. No deberías estar sorprendida. ¿Creías que no iba
a hacer nada, mientras llevabas el Palacio hacia nosotros? ¿O creíste
que podrías proteger a tus amigos moviéndolos hacia el otro lado del
muro? Todo lo que se necesita es una palabra de mí y volverás mañana
por la mañana para encontrar a las niñas muertas. Asesinadas en su
sueño, si tienen suerte.

El cuchillo de Kyra estaba en su mano y fuera de su vaina antes


de que él terminara de hablar. Con un grito desigual, se lanzó hacia
James, cortando salvajemente. Hubo un breve destello de triunfo en el
rostro de James cuando se hizo a un lado, tirando de su brazo con el
cuchillo detrás de ella y haciéndola retorcerse. Ella aterrizó de cara por
primera vez en el suelo. Dos patadas afiladas en las costillas golpearon
fuera cualquier aliento que quedara en ella. Se acurrucó sobre su
costado y James se acercó, pateando sus piernas inútiles fuera del
camino mientras hundía el puñal en su estómago.

Ella gritó, sólo para irrumpir mientras se ahogaba en su propia


sangre. El dolor era insoportable, creciendo inimaginablemente peor
cuando él torció el cuchillo. Mientras ella se convulsionaba alrededor de
la hoja, James tomó su cabeza entre sus brazos, acunándola como una
niña.

—Podrías haber llegado muy lejos —susurró. ¿Era ese un tinte de


arrepentimiento en sus ojos? No podía ver a través de la niebla.

De repente, James se tensó, apoyó la cabeza de Kyra hacia abajo,


y se alejó, dejando a Kyra jadeando en el suelo. Oyó pasos.

—Lo siento por esto —dijo James—. Este era el asunto del
Gremio, uno de los nuestros nos traicionó. He lidiado con ello.

—Nos gustaría llevarla con nosotros —dijo un hombre.

—No puedo permitir eso. Incluso si fueras capaz de salvarla, ella


es un peligro para nosotros.

—Entendiste mal —la voz de una mujer interrumpió—. Queremos


el cuerpo fresco para nuestros gatos.

Hubo algunas discusiones más. Luego nuevas manos estaban


levantándola y ella gritó de dolor y confusión. Un par de ojos ámbar la
miraron y murmuró algo en un idioma extraño. Toda la lucha la dejó, y
Kyra se quedó inmóvil mientras los desconocidos la sacaban de la
habitación.

Tristam se frotó los brazos, tanto para mantenerse caliente y


controlar sus nervios como para mantener su puesto en el techo. Tenía
un punto de vista decente desde aquí, aunque había visión directa de la
Casa del Gremio.

Oyó un sonido de forcejeo y se volvió para ver a Flick subir la


escalera.

—Ella tiene las llaves —dijo Flick—. Debería estar allí ahora.

Tristam asintió, aunque mantuvo sus ojos en el camino.

—En realidad, deberíamos estar más cerca del Gremio. —Kyra


había sido firme en todo el mundo permaneciendo alejado.

Flick resopló.

—Bien podría traer trompetas para anunciar nuestra presencia.

Tristam dejó el insulto sin respuesta. El amigo de Kyra había


estado tratando su paciencia durante toda la noche, pero tenía cosas
más urgentes que hacer que tomar su cebo. Él se encogió de hombros
contra la brisa y escuchó los signos de nada extraño.

—Es probable que no la veas volver, a menos que ella quiera que
lo hagas —dijo Flick después de un tiempo.

—Suena como si estuvieras hablando de la experiencia.

—He esperado por ella demasiado, antes de que fuera la chica


recadera del Palacio.

Tristam le lanzó una mirada molesta.

—Fue su decisión hacer esto.

—Fue una falsa elección. Tú la tenías por la garganta.


Flick estaba equivocado acerca de eso. Kyra se había visto
obligada a ir al bosque —y Tristam todavía se sentía culpable cuando
pensaba en la forma en que la había coaccionado— pero este trabajo
era personal para ella. Flick lo habría visto también, si no hubiera
estado tan ansioso por odiar el Palacio. Tristam no sabía si Kyra quería
venganza o el reembolso, pero ella lo quería.

—Podrías no creerme —dijo Tristam—, pero realmente no quiero


hacerle daño. Me gusta.

—¿A ti? —Si Tristam había tenido intención de ganarse la


confianza de Flick por ese comentario, la advertencia en la voz de Flick
señaló claramente que el esfuerzo había fracasado.

—Quiero decir, respeto sus habilidades. Lo que ha logrado —dijo


Tristam.

Flick le lanzó una mirada de reojo.

—Es mejor se lo que quieres decir.

Tristam apretó los dientes.

—Por supuesto que lo es. ¿Qué crees que soy?

—Un Wallhugger. Quién está acostumbrado a tomar lo que


quiere, dejando a otros a recoger los pedazos.

—Ya he tenido suficiente de esto —dijo Tristam, y se alejó.

Pero él no podía dejar las palabras de Flick atrás. ¿Cómo se sentía


realmente acerca de Kyra? Era como si nadie lo hubiera conocido antes,
y él no podía negar que era hermosa cuando ella trabajaba. Tristam una
vez más vio su sonrisa juguetona cuando le había bromeado sobre su
gordura. Todavía no estaba muy seguro de lo que había pasado, sólo
que los dos se habían dado cuenta del equilibrio inestable en el que
estaban. Cuando Kyra se había trasladado a distanciarse de él, él la
había dejado. Él era su carcelero, y ella era su prisionera. Por enésima
vez, se dijo que recordara eso.

Un corredor apareció en la distancia. Tanto Tristam como Flick se


pusieron firmes, pero Flick negó con la cabeza.

—No es ella. Demasiado pesada sobre sus pies.


Era uno de los soldados de Tristam, corriendo tan rápido como
pudo. Tristam bajó la escalera a su encuentro, con Flick justo detrás.

El hombre respiraba con dificultad.

—Los Demon Riders se la llevaron.

—¿Qué? Cómo…

Al lado de Tristam, Flick empezó a jurar.

—Uno de nuestros exploradores vio a los Demon Riders llevársela


lejos. Estaba viva, pero había mucha sangre.

Pavor llenó su pecho ante esas últimas palabras.

—¿Dónde la viste?

El mensajero señaló, y Tristam echó a correr en esa dirección.


Oyó unos pasos de Flick golpeando detrás de él y aceleró aún más
rápido, como si pudiera correr más rápido que la voz de la culpa. Pensó
que había estado preparado para cualquier cosa, ¿pero Demon Riders?

Un grupo de escuderos le esperaba más abajo. Martin era uno de


ellos, que iba y venía mientras una multitud de beagles angustiados
pululaban a su alrededor.

—Los vimos salir —dijo Martin, moviendo la cabeza sin poder


hacer nada—. Ellos nos pierden en los callejones. Los perros sólo se
negaron a seguir.

Hubo una dispersión de grava detrás de él cuando Flick llegó.

—¿Qué está pasando?

Tristam comenzó a responder, pero no pudo. En su mente, vio a


Jack desgarrado desde el hombro hasta la cadera y se negó a imaginar
a Kyra en su lugar. Arrancó su mirada de Flick y se dirigió a Martin en
su lugar.

—Lo más probable es que se dirigieron hacia la selva —dijo, sin


prestar atención a los improperios de Flick. No podían perderla—.
Buscad en toda la zona. No descansaremos hasta que esta noche ella
esté de vuelta a salvo.
Veintinueve
Traducido por Ardnas
Corregido por Nanami27

La llevaron por las calles, dirigiéndose rápidamente hacia las


afueras. Ella realizó algunos intentos poco entusiastas de luchar, pero
cada esfuerzo envió tal dolor a través de su cuerpo que tuvo que parar.
Después de un rato, Kyra solo yacía sin fuerzas, resignada a su suerte.
Debería haber sentido más miedo, pero Kyra descubrió que ya no le
importaba. Se estaba muriendo. Podía sentirlo, y no importaba en este
momento cómo finalmente acabaría sucediendo. Solo esperaba que no
le doliera mucho más.

El hombre que la llevaba era alto, con el cabello negro y largo,


pómulos afilados, y una nariz fuerte. Vestía la túnica de cuero que
había visto en los otros Demon Riders. Además del destello ocasional de
cuero y el cabello rubio oscuro, no podía conseguir una buena mirada
de la mujer a su lado.

El sonido de susurro de las hojas se hizo más fuerte hasta que la


rodeó por todas partes. Las ramas pasaban peligrosamente cerca de su
rostro. No fueron muy lejos en el bosque antes de que la mujer hiciera
una pregunta en ese idioma extraño. El hombre se detuvo y puso Kyra a
con cuidado sobre la tierra.

¿Estaban las fieras demoníacas en algún lugar de por aquí? No


vio ni oyó nada, además de al hombre y la mujer. Estaban hablando de
nuevo, y la mujer se trasladó de regreso unos pocos pasos. En unos
pocos movimientos gráciles, dio un paso fuera de sus pantalones y se
desató la túnica, dejándola caer detrás de ella.

Kyra parpadeó. Sus ojos estaban fallando; no podía distinguir los


rasgos de la mujer. Entonces se dio cuenta de que no era su visión.
Toda la forma de la mujer se desdibujó y se expandió. Su torso se alargó
y la piel de su cuerpo se convirtió en suave con gruesos pelos amarillos.
Su rostro cambió también. La nariz se volvió ancha y plana, con los ojos
más grandes y angulares, sus dientes crecieron y se alargaron como
colmillos. Pronto, la mujer había desaparecido, y en su lugar había un
amarillo gato gigante. La bestia se sacudió y avanzó hacia ella.

Kyra gritó y una vez más trató de moverse. Esta vez, los ojos de la
criatura le dieron fuerza, y se levantó a sí misma en un codo a pesar del
dolor punzante en su abdomen.

—No te muevas —gritó el hombre, y bajó de un salto, sujetando


sus hombros con el antebrazo. Ella se retorció. Un peso suave la apretó
en la cadera, era la pata del gato demoníaco, se dio cuenta con
creciente pánico. Ella dio una patada en vano en el aire antes de que su
fuerza la dejara y se derrumbara, exhausta, mirando con terror
silencioso como el gato enseñaba los dientes y bajaba la cabeza a su
abdomen.

Se oyó el ruido de la rasgadura de tela, y más dolor. Se


estremeció, pero el peso del hombre sobre sus hombros y la pata del
gato en la cadera la sostuvieron con firmeza. Su estómago se sentía
cálido y húmedo. ¿Estaba sangrando de nuevo?

El momento de claridad se desvaneció, y sus pensamientos se


nublaron una vez más por el dolor y la pérdida de sangre. Se alegró sin
embargo, porque no había manera de que pudiera sobrevivir a esto
durante mucho más tiempo. Sería más bien poco tiempo, se dijo a sí
misma, y por supuesto, todo de pronto se desvaneció.

Kyra flotaba dentro y fuera de las pesadillas. A veces las personas


gatos la llevaban a través del bosque. Otras veces, la perseguían, la
sujetaban, y alimentan sus entrañas. En un momento dado, alguien
forzó a su boca a abrirse. Kyra se atragantó con el sabor de la sangre y
escupió lo que le daban para alimentarse. La vez siguiente, le dieron
caldo. Se quemó la lengua, pero tragó.

Poco a poco, el mundo se volvió claro. No estaba muerta. Le dolía


demasiado para eso. Y, finalmente, sus ojos permanecieron abiertos.
Estaba en un refugio improvisado, una tela colgaba entre dos árboles.
Sintió la tela debajo de ella también, pero no era lo suficientemente
gruesa como para mantener a las raíces y piedras fuera de su espalda.

Los recuerdos del Gremio le vinieron a la mente. James estaba


planeando una nueva incursión. Tenía que advertir al Palacio. Kyra se
movió, y el dolor disparó una vez más a través de su abdomen. Miró
hacia abajo para ver todo su estómago medio envuelto en vendajes.
Gimió. Hubo un destello de movimiento a su derecha, y el rostro de una
mujer apareció sobre él.

Era la misma mujer que se había transformado en una bestia. ¿O


lo había soñado Kyra? Kyra se quedó inmóvil y la miró con recelo. Si la
mujer deseaba hacerle daño, Kyra no tendría la fuerza para resistirse.

La extraña habló, pero las palabras no tenían sentido. Solo


cuando lo repitió, Kyra se dio cuenta de que la mujer estaba hablando
en la lengua común, solo que con un fuerte acento.

—¿Qué clan te engendró? —Preguntó.

—¿Qué?

—¿Que clan te engendró?

—¿De qué estás hablando?

La mujer la miró fijamente.

—¿De verdad no lo sabes? Asumimos que estabas confundida por


tu pérdida de sangre. —Kyra no tuvo la oportunidad de reflexionar
sobre las palabras de la mujer antes de que ella hablara de nuevo—.
Podemos hablar, pero después de atender tus heridas.

Kyra no pudo contener un gemido mientras la Demon Rider


levantaba el torso de Kyra e irguió su cabeza y hombros. Deshizo las
vendas de Kyra con un toque experto. Cuando los trapos sucios
estuvieron apilados a un lado, la mujer le clavó una mirada severa.

—¿Permanecerás quieta ahora? No hay nadie que te detenga de ir


tras de mí.

Con una última mirada a Kyra, ella dio un paso atrás y le desató
el cinturón. Llevaba una extraña túnica que se envolvía delante. La
mujer abrió la túnica y encogió los brazos fuera de las mangas. Antes
de que la ropa alcanzara el suelo, se estaba desdibujando de nuevo de
la misma manera que Kyra recordaba. El cuerpo de la mujer parecía
perder forma como una vela en el calor antes de unirse en una nueva
forma. Unos latidos de corazón más tarde, Kyra sabía con certeza que
sus pesadillas habían sido reales.
De cerca, la criatura era temible, con músculos largos y definidos
que se movían bajo el denso pelaje amarillo. Su larga cola se movía
lánguidamente detrás de ella. Kyra contuvo un grito cuando el gato
demoníaco avanzó. Si se la quisiera comer, ya lo habría hecho. Quieta,
todo lo que pudo hacer fue mantenerse quieta mientras una pata una
vez más la presionaba en la cadera. El gato recorrió su lengua
suavemente pero con firmeza sobre su abdomen. Kyra se estremeció al
oír el toque de lija y el aguijón de la saliva en sus cortes.

El gato no la estaba comiendo. Estaba limpiando sus heridas.

La realización eliminó cualquier pedacito de energía de Kyra. Dejó


caer la cabeza hacia atrás y se concentró en no perder la consciencia.
La lengua de la bestia era contundente y sacudía el cuerpo de Kyra de
un lado a otro con cada golpe. Con el tiempo, el gato demoníaco dio un
paso atrás y volvió a su forma humana.

Así que los rumores acerca de los Demon Riders estaban


equivocados. No encontraban gatos y los criaban como a sus hijos,
como la gente había susurrado. Ellos eran los gatos. Los Demon Rider
eran cambia-formas, las bestias de Brendel vueltas a la vida. Las
historias tenían algo de verdad en ellas, después de todo.

La mente de Kyra corría mientras las piezas caían en su lugar.


Pensó de nuevo en la incursión del mercado, la forma en que tan
inteligentemente los gatos demoníacos se habían comportado. Luego
estaba su viaje al bosque. Antes del incendio, ella había espiado a una
fila de Demon Rider caminando a la ciudad, pero una vez que Kyra y
Tristam llegaron a Forge, solo habían encontrado gatos. Y Tristam
nunca había sido capaz de encontrar seres humanos que acamparan en
estos bosques....

—¿Qué eres? —Susurró Kyra.

A su lado, la mujer gato se ató la túnica.

—Respóndeme primero. ¿De dónde eres? ¿Quién te engendró?

—¿Quién me engendró? —Dijo Kyra, encogiéndose de hombros—.


Soy huérfana.

—Fuiste criada por seres humanos, entonces.

—¿Qué?
La mujer gato retrocedió de nuevo, sacudiendo la cabeza con
incredulidad. Levantó la mano a su boca y hundió sus dientes en su
propia palma. Kyra se quedó sin aliento. Cuando la mujer le tendió la
mano de nuevo, estaba salpicada de manchas de sangre.

—Huélelo.

Kyra se apartó, pero la mujer mantuvo su mano delante de la


cara de Kyra. Olía a sangre. Demasiado parecida a las cosas de sus
pesadillas para su comodidad. Obviamente frustrada por la expresión
en blanco de Kyra, la mujer cogió las vendas ensangrentadas de Kyra y
se las empujó debajo de la nariz.

—¿No puedes decirlo? Incluso en tu piel, puedes oler la sangre.

Kyra lo notó entonces. Había un elemento común, un olor a


almizcle que le hizo pensar en ansiadas cazas a través del bosque.

No, eso era solo su imaginación corriendo salvajemente. Por lo


que sabía, la sangre de todo el mundo olía a eso.

Al ver la expresión de Kyra, la mujer se echó hacia atrás.

—Nuestra sangre corre por tus venas. ¿Cuál es tu nombre?

—Kyra. —La palabra salió con los labios entumecidos.

La mujer se arrodilló y tomó las manos de Kyra.

—Kyra. Mi nombre es Pashla —dijo—. Yo, como tú, soy una hija
del Makvani.
Treinta
Traducido por Sandra289
Corregido por Nanami27

Kyra retiró la mano, suavemente al principio, y luego cada vez con


mayor insistencia hasta que ella torció su mano lejos.

—No, estás equivocada.

Una vez más, Kyra vio a los gatos demoníacos persiguiendo a sus
víctimas. Oyó los gemidos heridos en la calle.

Pashla la alcanzó de nuevo, pero Kyra empujó a la mujer lejos.

—Aléjate de mí. —Kyra luchó para sentarse, apenas consciente de


las protestas de Pashla y del dolor cruzando su torso. ¿Quiénes eran
estos monstruos? Kyra apretó los dientes y volvió a intentarlo.
Necesitaba irse.

Una bofetada en la cara paró su intento. Kyra se desplomo hacia


atrás, mirando a Pashla a través de sus ojos llorosos, aterrorizada de
que la mujer cambiara de forma de nuevo.

—Tus heridas están frescas. Si luchas, vas a morir. Si no puedes


entender eso, te ataré.

Kyra se quedó mirando a la mujer.

—Has cometido un error.

—Has notado que eres diferente, ¿no es cierto? Puedes ver mejor,
hacer cosas que los humanos no pueden.

—Hay otros que se pueden mover como yo —dijo Kyra. Como ella,
pero no exactamente igual, una pequeña voz insistió. Nadie más del
Gremio podría haber irrumpido en el Palacio como ella lo había hecho.

—Y oliste nuestra sangre en la tuya propia. No puedes negarlo.


—No sé de qué estás hablando.

—Muy bien, dime esto. ¿Cómo te tratan los demás animales?


¿Temen tu olor?

—Hablo con los perros —dijo Kyra—. Pero hay un montón de


gente que habla con perros en Forge.

Por primera vez, Pashla pareció confundida.

—¿Qué quieres decir?

—Los llamamos conversadores de bestias. Los animales se


sienten atraídos por ellos y hacen sus mandatos… —Kyra calló al oír
sus propias palabras. La verdad era que nunca había sido una
adecuada conversadora con las bestias. Entre los niños de la calle,
había habido un único hablador con los pájaros. Los pájaros habían
acudido a él y le cantaban canciones, encaramados en sus brazos. Lo
habían adorado. Los animales nunca habían respondido a Kyra así.

—Ellos te temen, ¿no? —Dijo Pashla—. Se agachan, huyen o


aterrorizan. Si nuestra sangre fue más débil en alguien, diluida por
generaciones, tal vez los animales se sentirían atraídos por él. Pero
contigo, huirían.

Pashla recogió los vendajes sucios de Kyra. Kyra observó la forma


en que Pashla caminaba, la gracia con la que recorría el suelo irregular.
Sintió una contracción involuntaria en sus propios miembros como
parte de ella reconociendo los movimientos de la mujer como suyos
propios.

Cuando Pashla regresó, no hizo más esfuerzo para convencer a


Kyra, pero se instaló frente a ella y esperó.

—Debe haber algún error. Yo ni siquiera sabía que existías. Y no


puedo… —Kyra agitó su mano vagamente hacia la esquina de la tienda
de campaña donde la mujer había cambiado de forma—. Si fuera uno
de vosotros, lo sabría.

La mujer asintió con la cabeza.

—Tu sangre está mezclada, y la habilidad de cambiar de forma no


siempre se transmite a aquellos con sangre humana. Pero tienes razón.
Incluso si no pudieras cambiar de forma, lo sabrías. Se mostraría en
sueños o en la forma en que te mueves, ves, y hueles, la velocidad con
la que te recuperas, o una preferencia por la oscuridad…

La mujer continuó, pero Kyra dejó de escuchar. Estaba de pronto


inundada con recuerdos de incontables noches vagando por la ciudad.
Kyra siempre había pensado que era nocturna porque su trabajo lo
requería, pero si era sincera consigo misma, no era esa la historia
completa. Kyra había elegido esa vida porque amaba la oscuridad. Se
había sentido natural, seguro de alguna manera. Incluso ahora, se
encontraba anhelando una sombra dónde esconderse.
Espontáneamente, el recuerdo desconcertante de alguien llevándola por
un bosque vino a su mente. ¿Y qué había de las pesadillas de su
infancia, aquellas sobre corazones brillantes y colmillos afilados?

—¿Has matado? —Preguntó Pashla.

Kyra se quedó inmóvil. ¿Lo sabían?

—Si has cazado o tomado una vida, nuestra sangre te llamaría.

La bilis se elevó en su estómago.

—¿Qué quieres de mí?

—Háblame de ti misma primero. ¿Qué haces para James?

La pregunta la ancló y le recordó tener cuidado. Ellos no sabían


que había dejado el Gremio. Eso significaba que no sabían que ella
había estado trabajando con el Palacio contra ellos.

—Él me contrató para colarme en el Palacio. Como has dicho,


puedo hacer cosas que ellos no pueden.

—¿Y por qué James quiere matarte?

Kyra vaciló durante un tiempo hasta que se atrevió.

—Fui contra sus órdenes. Él quería que matara al Ministro de


Defensa —dijo finalmente.

—¿Por qué no lo hiciste?

—No era parte de nuestro acuerdo original. Él me contrató como


ladrona, no como asesina.
—¿Y trató de matarte cuando te negaste?

—Sí.

Pashla pareció aceptar sus respuestas.

—Hace unos meses, asaltamos un mercado en la ciudad; ¿lo


recuerdas, Kyra?

—Lo hago. —¿Cómo no iba a hacerlo?

—Yo fui la que te persiguió en la azotea.

Por una fracción de segundo, Kyra revivió ese momento,


observando a la criatura delicadamente olfatear, luego saborear, su
sangre. Había pensado que el gato se había retirado a causa de los
soldados que llegaban.

—Es por eso que me salvaste.

Pashla asintió, los ojos distantes.

—Hemos sabido de ti desde el ataque. Después, le dije a Leyus


sobre ti, pero nunca te vi de nuevo. Fue solo cuando te oímos gritar en
la Casa del Gremio. El olor de tu sangre era tan espeso en la habitación.
Era inconfundible.

—¿Quién es Leyus?

—Nuestro líder. Hablaremos con él mañana, ahora que estás


despierta. Él decidirá tu destino.
Treinta y uno
Traducido por Blonchick & Clcbea
Corregido por Nanami27

Tristam clavó las manos en su rodilla tan fuerte como para


dejar moretones. Si no era cuidadoso, le diría algo al Concejal Willem
que lamentaría.

—Su Excelencia —intentó de nuevo, luchando por mantener la


ira fuera de su voz—, estoy dispuesto a añadir horas extras, al igual
que algunos de mis trabajadores. No tendría por qué intervenir con
nuestros deberes habituales.

—Creo que también he dejado claro mis sentimientos, Willem,


—dijo Malikel, sentado a su lado—. Me parece una falta de visión no
seguir un rescate.

—No me tomo a la ligera tu Concejo, Malikel, y la dedicación de


Tristam es admirable, pero me temo que es demasiado peligroso. Es
probable que la prisionera ya esté muerta a manos de los bárbaros.

Muerta. La palabra evocó imágenes de Kyra, débil y


ensangrentada bajo los brazos de los bárbaros. Kyra descuartizada
mientras los gatos demoníacos peleaban por su cuerpo. Tristam se
negó a creerlo.

—Su Excelencia, no podemos estar seguros de ello. Nuestros


centinelas informaron que ella fue llevada con vida. Podrían estar
manteniéndola como prisionera.

La mirada de Willem se prolongó sobre Tristam.

—Aún eres joven, Tristam, y no tienes conocimiento de la


exigencia de gobernar una ciudad. Nuestras arcas están menguando
debido a los ataques bárbaros. Simplemente no podemos permitirnos
separar a nuestros hombres ni siquiera los más mínimo.

Tristam no pudo evitar mirar los lujosos tapices colgando


alrededor del estudio de Willem, las esculturas de oro y plata sobre
los estantes, y se preguntó si ellos tenían algo que ver con la tensión
por las arcas de la ciudad.

—Pero, Su Excelencia, ella podría estar…

—¿Recuerdas las circunstancias bajo las que nos conocimos?


—Preguntó Willem.

—¿Señor?

—¿Cómo fue asesinado tu amigo Jack?

Tristam titubeó. ¿Qué tenía que ver Jack con esto?

—Fue mutilado hasta la muerte por un gato demoníaco.

—Esa es solo la mitad de la razón. La otra mitad fue porque


actuaste de manera insensata en tu apuro por rescatar a un obrero.
Debido a tu decisión precipitada perdimos un buen caballero, y la
ciudad sufrirá por ello. ¿Entiendes mi punto, Tristam?

Tristam asintió lentamente.

—Si, Su Excelencia.

—Muy bien, entonces. —Willem miró por encima del hombro


de Tristam hacia la puerta—. Gracias por servirle a la ciudad. —Era
su señal para que se marchara.

Mientras la puerta se cerraba tras Tristam y Malikel, el


caballero más anciano puso la mano sobre el hombro de Tristam.

—Lo siento, Tristam. Sé que no era la decisión que esperabas.

La frustración de Tristam se desbordó a causa de la profunda


estupidez de todo.

—Señor, ella aún podría estar viva.

—El presidente ha tomado su decisión.

—Usted pudo haber dicho algo. Willem lo habría escuchado si


lo hubiera presionado más. —Tristam se dio cuenta de que estaba
levantando la voz más allá de lo que era apropiado para dirigirse a su
superior, pero no le importó.
—Tristam. —Malikel no había levantado la voz, pero su mirada
no daba lugar a ninguna discusión—. Eres un caballero de Forge.
Nunca olvides eso, ni los juramentos que hiciste para obedecer al
Concejo. Ese es tu deber, por encima de todo.

Y aquí fue donde Tristam había pensado que sus juramentos


eran para proteger y servir a las personas de Forge.

Malikel suspiró y su rostro se suavizó.

—Tampoco me gusta la decisión de Willem, pero escogemos


nuestras batallas. Ésta no vale la pena.

¿No vale la pena? Entonces la vida de Kyra era ahora solo una
cuestión de compromiso. Ya era bastante difícil oírlo de Willem, pero
oír lo mismo de Malikel… Tristam se quedó mirando a la espalda de
Malikel mientras su comandante se alejaba a grandes zancadas. El
Concejo estaba equivocado. Kyra se había arriesgado por la ciudad, y
ahora la estaban abandonando con los bárbaros. Ella no merecía
eso, no importaba cuáles fueran sus crímenes.

Mientras cruzaba el patio, vio a Flick caminando hacia él. El


amigo de Kyra había sabido que Tristam iría a apelar ante Willem, y
la mirada esperanzada en sus ojos lo puso enfermo.

—Flick. —Solo quería salir de las malas noticias tan rápido


como fuera posible—. Lo siento. El Concejo no reconsiderará su
decisión.

Confusión cruzó por el rostro de Flick.

—¿Por qué no?

—Piensan que es muy peligroso.

Tristam observó la mandíbula de Flick trabajar mientras las


noticias se hundían e iba por la misma gama de emociones que él
había acabado de experimentar.

—Ellos no pueden… —Empezó Flick.

—Lo siento —dijo bruscamente Tristam. Ya estaba enfadado


por la decisión de Willem, y oír sus quejas no estaba ayudando—. Es
la decisión del Concejo. No hay nada más que pueda hacer.
Había estado apartando la mirada de Flick y no lo vio levantar
su puño. Como estaba, Tristam se dio cuenta muy tarde para
esquivarlo. Luces explotaron delante de sus ojos, y se tropezó al
retroceder.

—¿Qué en nombre de las Tres Ciudades crees que estás


haciendo?

—¿Así que este es el honor de vosotros los caballeros? ¿Usar a


una chica para hacer lo que os dé la gana y arrojarla a los bárbaros
cuando hayais terminado?

Gritos de alarma resonaron en el patio y soldados vinieron


corriendo. Mientras Tristam recuperaba el aliento, los Escudo Rojos
rodearon a Flick, tirándolo al suelo antes de arrastrarlo de sus pies.
Puso una mano en su aún palpitante sien, su propio humor
estallando.

—No tengo más paciencia para ti, Flick. He roto las reglas, he
ido ante en Concejo en tu nombre para obtener protección del
Palacio para ti y tus pupilas, y todo lo que he recibido de ti es…

—Por supuesto. Se supone que debo estar agradecido. —Flick


se tensó contra un Escudo Rojo reteniéndolo—. Besar tus zapatos
porque nos usaste como moneda de cambio con Kyra. Gracias,
generoso señor.

—Es suficiente. —Tristán curvó sus manos en puños y cerró la


distancia entre ellos. Fick lo miró, inquebrantable.

—Hablas sobre honor y servicio, pero te preocupas más por tu


propia piel.

Tristán se detuvo en seco al oír las palabras de Fick. Durante


un largo momento, se quedó de pie, respirando con dificultad, con
los puños apretados en los costados.

—Llevadlo a su habitación —dijo finalmente, su voz fría—. Y


aseguraos de que se quede allí.

Fick le disparó a Tristam una mirada de odio puro mientras se


lo llevaron. Uno a uno, la multitud se alejó. Tristam cautelosamente
sondeó el lado de su cara con los dedos. Si había ganado esta pelea,
¿por qué se sentía tan disgustado consigo mismo?
—Esa fue moderación la que mostraste allí. Podría haberlo
golpeado yo mismo.

Tristán miró arriba para ver a Martin.

—¿Eras parte de la multitud?

—El griterío era difícil de pasar por alto.

Tristán negó con la cabeza, solo para detenerse cuando


empeoró su dolor de cabeza.

—No dijo nada que no quisiera decirle yo mismo a Willem.

Se sentó en el césped del patio. Era torpe en sus ropas


elegantes, e ignoró las miradas perplejas de los sirvientes.

Martin se encogió de hombros y se sentó junto a él.

—Me siento mal porque la perdimos —dijo Martin—. Me gusta,


para todos ella es una criminal.

—No parece que te sorprendiera la decisión de Willem.

—Supongo que me lo esperaba, viniendo de una de las familias


de Escudo Rojos. Si nos metemos en problemas, por lo general no
vienen a rescatarnos, a ninguno.

Tristam asintió distraídamente tocando la insignia de su


túnica. La que lo marcaba como un caballero.

—Cuando tomé mis votos, me comprometí a obedecer al


Concejo y proteger a los ciudadanos de Forge. Nunca pensé que esos
dos votos estarían en conflicto.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —Preguntó Martin.

Tristam entrecerró los ojos en dirección al bosque.

—No lo sé.
Treinta y Dos
Traducido por BrenMaddox
Corregido por Nanami27

Kyra se removió en su silla mientras Brendel rasgaba su laúd. Él


tarareó una melodía corta, luego se detuvo para apuntar algunas notas.

Ella finalmente reunió el coraje para hablar.

—¿Por qué terminarlo de esta manera? ¿Por qué no detenerlo en el


momento en que se enamoran?

Brendel golpeó su mandíbula con el extremo de su pluma.

—No cambias leyendas para adaptarlas a tu fantasía, Kyra. Las


baladas dicen una verdad acerca de la forma de las cosas. Significa algo
que Lady Evelyne se enamorara de la bestia felina en forma humana. Y
significa algo que se diera cuenta de que él nunca se apartaría de sus
caminos sedientos de sangre.

—Pero la historia es tan... sin esperanza. ¿Por qué él no puede


cambiar? ¿Por qué no puede aprender?

—La historia es una advertencia para aquellos que serían Evelyne.


Hubo un momento en que escuchaste la historia y la entiendiste.
¿Recuerdas cuando James te traicionó?

Kyra se detuvo, apretando los puños en señal de frustración. Era


cierto que había estado de acuerdo con la leyenda en aquel entonces.

—Pero ya no me gusta más —dijo ella.

—¿Por qué no?

Sabía la respuesta, y también Brendel, por la mirada en sus ojos.


Pero no podía decirlo.

Brendel sonrió con tristeza.


—Te has dado cuenta de que no eres Lady Evelyne, ¿no es así?

Una nueva voz se unió a la conversación, esta dolorosamente


familiar.

—No le hagas caso, Kyra. —Bella se puso de pie junto a ella, con
olor a harina, estofado, y especias. Se sentó junto a Kyra y le acarició el
cabello—. Evelyne no es la única leyenda. Otros cuentos terminan de
manera diferente. Tú encontrarás tu camino.

Bella se puso de pie y le ofreció una mano a Kyra. Kyra dejó que la
cocinera la pusiera de pie, pero Bella se estremeció.

—Cuidado, muchacha. No tan duro.

Kyra miró sus propias manos. Donde las uñas deberían haber
estado, en cambio tenía cinco garras afiladas....

Kyra despertó sintiéndose profunda y agudamente sola. Estaba


oscuro afuera, y el viento tenía un aspecto frígido. Aferró la manta más
apretada y parpadeó para contener las lágrimas.

—Lo siento, Bella —susurró. Nadie respondió.

Era divertida, la forma en que la vida resultó ser. Ella se miró las
manos, casi esperando garras. Pero, ¿qué importaba? Su daga era tan
mortal. Su pariente gato demoníaco le había hablado del asesinato
como si fuera simplemente un rito de paso.

Hubo un murmullo en los árboles. Kyra pasó una mano rápida


sobre sus ojos cundo Pashla apareció a la vista llevando un tazón
grande. Al principio, Kyra no podía distinguir lo que contenía, pero
entonces el olor a carne cruda flotó hacia su lado de la vivienda.

—Ahora que estás despierta, vas a comer crudo como el resto de


nosotros. Ya hemos arriesgado demasiado haciendo fuego para ti.

Pashla sacó la carne, y Kyra volvió a pensar en Bella, sus manos


suaves sosteniendo un plato de estofado de cordero. El aliento de Kyra
quedó atrapado y, para distraerse, agarró un pedazo de carne de
Pashla. Estaba frío al tacto, de color rojo oscuro y veteado con grasa.
Kyra lo dejó caer en su boca, reprimiendo un estremecimiento mientras
los jugos corrían sobre su lengua. No se atrevía a masticar, así que se lo
tragó entero. Se deslizó por su garganta en un nudo.

—Haces bien —dijo Pashla—. Incluso algunos que crecen con


nosotros se niegan a comer carne cruda cuando están en forma
humana. El sabor es más atractivo para el paladar de un gato.

Si solo la mujer dejara de alabarla por ser como ellos.

—¿Siempre coméis de esta manera? —Preguntó Kyra.

—Hemos estado deambulando por muchos años —dijo Pashla—.


Y vivimos menos cómodamente cuando vagamos. Este país es fértil con
plantas y presas de grasa, pero los seres humanos aquí están mejor
armados. Así que nos quedamos ocultos. Sin fuego, sin refugios,
durmiendo en los árboles. Nos quedamos en nuestra piel a menos que
tengamos que hablar.

—¿No podeis hablar cuando sois gatos?

—Podemos hablar en la forma de los animales, compartiendo


simples deseos u ordenes. Pero no podemos hablar como lo hacemos
ahora.

Kyra estudió el perfil de Pashla en la tenue luz de la luna. Si estas


personas midieran sus edades como los humanos, la mujer
probablemente sería unos diez años mayor que Kyra. Hubiera sido más
fácil odiarla si hubiera igualado las expectativas de Kyra de los
bárbaros. Pero ella era suave cuando hablaba. Sus manos eran tan
suaves y hábiles como cualquier sanador del Palacio, y confiaba en Kyra
como una aliada.

Un rugido lejano hizo eco a través de los árboles,


momentáneamente silenciando el coro de los insectos a su alrededor.
Kyra instintivamente levantó la cabeza hacia el sonido.

—Vamos —dijo Pashla—. El clan se está reuniendo. No te


preocupes. Leyus es un líder justo.

La Demon Rider ayudó a Kyra a leventarse y la envolvió en pieles


de animales. Dejó que Kyra se apoyara en su hombro mientras se
agachaban debajo de la tienda de campaña. El cielo empezaba a
volverse claro, y un toque de rojo teñía la parte oriental de los árboles. A
su alrededor, el bosque estaba sorprendentemente vacío. No había
esperado exactamente entrar a un campamento de Demon Riders, pero
el bosque parecía completamente salvaje. El único signo de presencia
humana era su propio refugio.

Kyra se estremeció a pesar de sus envolturas mientras se abría


paso por los árboles, haciéndose más cauta al tiempo que otras figuras
se reunían en su camino. Al principio, la mayoría de ellos estaban en
forma de gatos, con bolsas de cuero alrededor de sus cuellos. Pero
mientras viajaban, más y más las bestias se iban a un lado y
cambiaban de forma, vistiéndose con túnicas que habían llevado en sus
bolsas. La mayor parte de los Makvani eran altos y de largos miembros
en piel humana, sin duda más altos que un ciudadano promedio de
Forge. Si Kyra de hecho estaba relacionada con ellos, debería de haber
llegado a su altura en su lado humano. Pero la forma en que se movían
era inconfundible. Era la misma gracia inhumana e incómodamente
familiar que había visto en Pashla. Kyra miró fijamente, incapaz de
evitarlo, y los Demon Riders no hicieron ningún esfuerzo por ocultar
sus miradas en respuesta —algunas amigables, algunas con desdén.

El brazo de Pashla estaba firme alrededor de su cintura,


apoyando suavemente y dirigiéndola a través de este bosque de árboles
y rostros. Finalmente, llegaron a un pequeño claro donde un grupo de
Demon Riders ya estaban reunidos en un círculo suelto. El enfoque
claro de la multitud estaba en una figura —un hombre, casi una cabeza
más alto que los otros, que se ostentaba a sí mismo con una fuerza que
demostraba autoridad. Parecía mayor que Pashla pero todavía estaba
en su mejor momento físico.

—Este es Leyus —dijo Pashla, desacelerando a Kyra hasta


detenerse frente a él.

¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Inclinarse? ¿Hacer una


reverencia? ¿Pedir misericordia?

Leyus la miró con un ojo atento, y Kyra inmediatamente sintió


subir su guardia. Algo en su manera le recordaba a James. Tenía el
mismo aire de poder, la mirada de alguien que estaba acostumbrado a
ser obedecido.

—¿Te llamas a ti misma Kyra? Pashla dice que no sabes nada de


nosotros.

—Crecí entre los seres humanos. —Se sentía extraño, hablar de


los seres humanos como si fueran un grupo aparte.
—¿Qué quería James contigo?

Kyra repitió lo que le había dicho a Pashla antes, con la esperanza


de que cualquier temblor en su voz sería interpretado como nerviosismo
en lugar de engaño. Se pegó a la verdad hasta el punto en que James le
había mandado matar a Malikel. Entonces contó la historia, como si el
desacuerdo hubiera sucedido justo antes de que James intentara
matarla.

Pashla se puso delante de Kyra.

—Nuestra sangre corre fuerte en ella. No puede verlo porque está


lesionada, pero se puede oler con claridad en su sangre.

—Déjame ver. —Leyus le tendió la mano.

Pashla la empujó hacia él.

—Déjale oler tu sangre.

—¿Qué?

Pashla hizo un gesto con la mano hacia su boca.

—Extrae sangre, como yo hice para mostrarte.

Kyra miró su palma sin decir nada. Ahogarse con carne cruda era
una cosa, pero esto... Su mano se negaba a moverse más cerca de su
boca.

Pashla exhaló con frustración y agarró el brazo de Kyra, clavando


sus dientes antes de que Kyra tuviera la oportunidad de reaccionar.
Kyra se estremeció, pero sintió solo un pinchazo. Cuando Pashla le
soltó el brazo, una pequeña porción de piel se rompió con una gota de
sangre acumulada en la parte superior. Con una última mirada
exasperada, Pashla ofreció el brazo de Kyra a Leyus. Él la atrajo hacia sí
y sostuvo su brazo debajo de su nariz de la forma en que un noble
podía degustar un buen vino.

—Mitad humana —dijo finalmente—. ¿Puedes cambiar?

—Nunca lo he hecho.

—Podemos intentarlo después de que sus heridas se curen —dijo


Pashla.
Leyus la miró de cerca.

—Es raro encontrar una mestiza de sangre tan lejos de cualquier


clan. ¿Segura que no recuerdas nada de dónde viniste?

Deseó que la gente dejara de preguntarle eso.

—Siempre he estado en la ciudad, entre los seres humanos.

—Sus heridas son graves —dijo Pashla—. Debe permanecer por lo


menos hasta que sane lo suficiente como para viajar.

—En estos tiempos, puede que no sea aconsejable albergar una


mestiza de sangre —dijo Leyus.

Un escalofrío recorrió la espalda de Kyra mientras miraba desde


Leyus, a Pashla, y de nuevo a Leyus. Si no hubiera sido prudente
albergar a una mestiza de sangre, ¿cuál era la alternativa? Dudaba que
implicara enviarla lejos con una cesta de comida y buenos deseos.

—Ahora está bajo nuestro cuidado —dijo Pashla—. Yo la encontré


y la traje aquí por sus órdenes.

Pashla cambió a su propio idioma mientras Kyra estudiaba sus


rostros, tratando desesperadamente de leer su conversación. Era una
locura el escapar de la muerte solo para ser ejecutada aquí, pero estaba
demasiado débil para reaccionar. Después de unos intercambios más,
Leyus levantó una mano.

—Has mostrado tu caso. Vamos a mantenerla con nosotros hasta


que sus heridas se curen —dijo.

—¡Esto es una locura! —Gritó un hombre de la multitud. Todos se


volvieron para encontrar el nuevo altavoz.

—Hablas fuera de turno, Brona —dijo Leyus.

El retador, un hombre joven con una melena de cabello plateado


llamativo, se abrió paso hacia adelante al centro del círculo. Lanzó a
Kyra una mirada tan hostil que ella tuvo que luchar contra el impulso
de retroceder.

—Hablo porque es importante —dijo—. La sangre humana de la


chica le hace indigna de confianza, sobre todo porque se crió entre ellos.
Nos va a traicionar a la primera que pueda.
Leyus, Brona, y Pashla se miraron el uno al otro sobre la cabeza
de Kyra, ignorando por completo su presencia mientras discutían su
destino.

—Está demasiado herida incluso para abandonar el campamento


—dijo Leyus—. Es poco probable que nos traicione en esta condición.

—Solo tenemos la palabra de la mestiza de sangre para eso —dijo


Brona.

—Y la de Pashla.

—Y eso es igual a sin valor —dijo Brona—. Todos sabemos de su


pasado. Pashla se hace pasar por un miembro del clan, pero sigue
siendo un perro callejero en el corazón. No piensa para nada en el
bienestar del clan.

Un murmullo recorrió la multitud, el que Brona pareció reconocer


con satisfacción. Kyra dio medio paso atrás.

—Esas son palabras fuertes, Brona —dijo Leyus.

—Me atengo a ellas —dijo—. Por el bien del clan.

Leyus se volvió lentamente hacia Pashla.

—¿Tienes algo que decir?

La mandíbula de Pashla se apretó con rabia y miró hacia Brona


mientras hablaba.

—Sirvo al clan.

—Tus mentiras no convencen a nadie, expósito3 —escupió Brona.

—¡Basta! —Dijo Leyus—. No creo que la mestiza de sangre sea


una amenaza para nosotros en este momento.

—No estoy de acuerdo —dijo Brona—, y si no va a hacer nada al


respecto, reclamo mi derecho de Retar a Pashla sobre esta cuestión.

Leyus entrecerró los ojos.

3Expósito: es el recién nacido que fue abandonado por sus padres o entregado a instituciones
benéficas denominadas casas u hospitales de expósitos.
—¿Estás haciendo esto por el clan, Brona, o por tus agravios
personales?

—Mi lealtad es para el clan. Siempre.

Leyus lo miró largo y tendido. Por último, dio una breve


inclinación de cabeza.

—Es posible el Reto. Pashla, ¿aceptas?

—Este no es el mejor momento —dijo Pashla.

—Yo decido cuando el tiempo es el correcto —dijo Leyus—.


¿Aceptas?

Los ojos de Pashla rompieron con furia.

—Si debo hacerlo.

Desató su cinturón en una rutina, volviéndose rápidamente


familiar para Kyra. Una vez más, su cuerpo estaba trasladándose,
cambiando. Brona se trasladó al otro lado del círculo, asumiendo
lentamente la forma de un gato plateado. La multitud retrocedió,
ampliando el círculo mientras Kyra se esforzaba por darle sentido a lo
que acababa de suceder. Kyra sintió brazos firmes agarrándola por
detrás y tirando hacia atrás, tirando de su cintura herida. Un Demon
Rider que no reconoció la miró. Ella se apartó, pero su agarre se
mantuvo firme.

—Vigílala hasta que esto se resuelva —le dijo Leyus.

Su guardia ya estaba dejando moretones en sus brazos. Un Reto,


Brona lo había llamado. ¿Significaba esto que decidirían su destino en
función de quién ganara? Kyra apretó los dientes y se retorció,
luchando contra la retención de su guardia, pero bien podría haber
luchado contra un árbol.

Echó un vistazo alrededor por una manera de escapar, pero la


escena ante ella pronto le llamó la atención. Algunas veces en Forge
había visto en escena a jugadores peleando con perros por deporte.
Sintió la misma sed de sangre ahora, la agresión cruda entre los
combatientes y las expectativas de la gente por un buen espectáculo. El
aire estaba tenso de emoción ya que los dos gatos hacían círculos entre
sí, puntuando sus movimientos con gruñidos bajos y gemidos. A
diferencia de las peleas de perros, sin embargo, los gatos demoníacos
dieron una clara impresión de inteligencia y moderación. No habría
ninguna prisa por la destrucción aquí.

Hubo un jadeo colectivo cuando Brona hizo el primer golpe.


Pashla encabritó sobre sus patas traseras para evitar sus garras. La
lucha comenzó en serio, una confusión de extremidades, piel, y dientes
chasqueando. Brona era más grande, pero Pashla era más rápida, y
ninguno tenía la clara ventaja.

De repente, Pashla cargó. Brona rugió cuando los dientes de


Pashla se hundieron en su hombro y ambas fieras fueron rodando hacia
atrás, chocando con fuerza contra un árbol. Un murmullo se propagó
mientras los dos gatos se separaban. Una nueva energía corrió a través
de la multitud. El círculo parecía presionar más cerca de los dos
combatientes, aunque Kyra no vio a nadie moverse.

—Primera sangre —susurró alguien.

Y Kyra la olió también. La fragancia de almizcle flotó hacia sus


fosas nasales, despertando un hambre siniestramente familiar en ella
que cortaba a través de su miedo. Al comienzo, lo reconoció como la
misma sed de sangre de sus sueños —los sueños que habían
comenzado después de su primer asesinato.

La energía de la multitud la despertó de su estado de shock.


Pashla se hizo a un lado para revelar una profunda herida en el hombro
de Brona. Cuando el gato plateado se volvió hacia ella, él se movía con
una cojera pronunciada. Pashla se sacudió y se lanzó de nuevo,
atacando con furia renovada. Brona se defendió, silbando y bloqueando,
abriendo sus propias heridas en las patas y el flanco de Pashla, pero él
estaba más débil ahora. Pashla parecía alimentarse de la emoción de la
multitud, avanzando con un enfoque implacable. Se acabó en unos
momentos. Pashla hundió sus dientes en el cuello de Brona y se aferró
hasta que él dejó de convulsionarse y quedó inmóvil.

Un grito espeluznante partió el aire y una mujer se precipitó en el


círculo, empujando a un lado a Pashla y lanzando los brazos alrededor
del cuello de Brona. Ella fue seguida por varias otras. Kyra miró,
paralizada por su pena, hasta que se dio cuenta de que todo el mundo
los estaba ignorando. Una mujer Demon Rider recogió la túnica de
Pashla y corrió hacia ella, sosteniéndola cuando Pashla cambió de
nuevo. Los brazos de Pashla manchados de sangre temblaban cuando
volvió a atar su cinturón, y su cara estuvo llena de agotamiento cuando
se encontró con la mirada de Leyus. El líder del clan inclinó la cabeza y
agarró su mano.

—Bien luchado, Pashla —dijo—. El clan acatará esta decisión. La


mestiza de sangre se queda con nosotros hasta que se cure.
Treinta y Tres
Traducido por Sandra289
Corregido por katiliz94

Cuando la tensión de la lucha se desvaneció, el dolor de las


heridas de Kyra volvió. Los Demon Riders rodearon a Pashla,
bloqueándola completamente a la mujer del clan de la vista. Kyra los
observaba, balanceándose de un lado al otro mientras su equilibrio la
dejaba, preguntándose si Makvani la había olvidado con la emoción.
Desde el pronunciamiento de Leyus ella dedujo que estaba a salvo, pero
más allá de eso, estaba perdida. Otra mujer del clan tomó el brazo de
Kyra y ella reprimió un grito.

—Vamos —dijo la mujer del clan—. Te llevaré de vuelta.

—Pero Pashla…

—Ella te verá cuando esté lista.

Kyra estaba demasiado cansada para resistirse. La mujer del clan


la escoltó de regreso, y Kyra pasó el resto del día a la deriva dentro y
fuera del sueño. El bosque estuvo en silencio durante la tarde, pero a
medida que oscurecía, Kyra no pudo evitar la sensación de que estaba
siendo observada. De vez en cuando, entre las capas de los chirridos de
los grillos y las llamadas de las cigarras, pensaba que escuchaba pasos.
Cuando cerraba los ojos, veía dientes crujiendo y pelaje volando.

A mitad de la noche, Kyra despertó con un ruido que no podía


ignorar. Algo estaba arrastrándose por la maleza. Se arrastró
tambaleándose sobre sus pies, jadeando con una sacudida de dolor en
la cintura cuando una cierva daba tumbos en su vista, cayendo de
rodillas a un tiro de piedra del refugio de Kyra. Antes de que Kyra
pudiera reaccionar, un gato demoniaco apareció de entre los árboles,
golpeando los ciervos con una pata enorme y cerró la mandíbula
alrededor de su garganta. La cierva dio una patada al aire y cayó sin
vida.
Kyra salió fuera del refugio, conmocionada por la brutal matanza,
pero atraída por la brutal exposición de fuerza. El gato demoniaco no le
prestó atención mientras corría hacia el flanco de ciervos, arrancando
trozos de carne. Hubo más sonidos de rasgaduras, tanto desde el suelo
como de los árboles encima de ella, cuando llegaron otros felinos
demonio. Las otras fieras demoniacas miraban desde la distancia, los
ojos color ámbar reflejando la luz de la luna, las colas meneándose con
anticipación. Finalmente, el primer gato levantó la cabeza, se sacudió, y
ando a zancadas lejos. Uno por uno, los otros tomaron su turno, cada
uno arrancando un trozo de carne o miembros. Como en el Reto, Kyra
fue golpeada una vez más por la extraña coexistencia de la brutalidad y
la inteligencia. Los gatos siguieron una secuencia que Kyra no podía
entender. Una o dos veces, un gato se acercaba a la matanza para ser
ahuyentado con un gruñido de advertencia. Era aterrador. Horripilante.
Sin embargo, se encontró a si misma acercándose.

Otro gruñido la paró, no el corto gruñido para advertir a otros


fuera de la matanza, pero sí un gruñido gutural que congeló a Kyra en
su recorrido. Un gato de color claro con rayas marrones en sus piernas
se apartó de los ciervos y avanzó hacia Kyra. Algunos otros gatos
demoniacos saltaron entre dos de ellos, sólo para alejarse cuando el
gato rallado enseñó los dientes. Kyra se tambaleó hacia atrás, su mente
girando. ¿Había Leyus dictaminado que tenía que ser salvada? Pero el
gato se acercó, sus ojos estrechándose con rabia.

Un brazo se acercó detrás de ella y la empujó a un lado. Pashla,


en su forma humana, se puso en frente de Kyra.

—Déjala estar. Honrarás el Reto.

El gato rallado enseñó los colmillos y se movió al paso alrededor


de la mujer del clan. Pashla entrecerró los ojos y siseó, como si aún
estuviera en su piel. La bestia era el doble de su tamaño y podría
haberla destripado con un golpe de pata, pero Pashla emanaba una
autoridad que de alguna manera igualaba la balanza. Otros gatos
demoniacos intervinieron, formando un muero de protección entre dos
de ellos. Por un largo y tenso momento, nadie se movió. Kyra contuvo el
aliento, sin atreverse a hacer nada que empujara el frágil empate en la
dirección equivocada. Por último, el gato a rallas se volvió y desapareció
entre los árboles. Los hombros de Pashla se relajaron, y los otros gatos
dirigieron su atención a lo que quedaba del cadáver del venado. La
mujer del clan puso un brazo alrededor de Kyra y la guió de vuelta al
refugio.
—Esa era la viuda de Brona —dijo Pashla—. Te echa la culpa de
su muerte. —La mujer del clan bien podría haber estado diciendo que
sería un día cálido. Kyra descubrió que estaba temblando—. Sería
prudente que te mantengas alejada cuando están en forma de gato —
dijo Pashla cuando Kyra se sentó en el suelo—. Por lo menos hasta que
los que lloran a Brona tengan la oportunidad de superar su dolor.

—¿Sólo cuando están en su forma de gato?

—Leyus te quiere viva, el clan obedecerá. Pero es difícil controlar


nuestros impulsos cuando estamos en nuestra piel. Los instintos y
emociones se hacen cargo. Es por eso que algunos de nosotros
tomamos forma humana durante las incursiones, para mantener a los
otros que vayan demasiado lejos. No creo que la viuda de Brona, tanto
como te odia, te atacara si estuviera en su piel.

Difícil controlar nuestros impulsos. Justo como los monstruos de la


leyenda. ¿Esta era la sangre que corría por las venas de Kyra?

—Tal vez la evitaré por completo, sólo para estar segura.

Pashla le dio una pequeña sonrisa, y de repente Kyra se dio


cuenta de la rigidez con la que la mujer del clan la retenía para sí
misma.

Cicatrices frescas cruzaban sus brazos y el cuello de la Demon


Rider, líneas de rabia en la luz de la luna.

—Me has defendido dos veces, con riesgo para ti misma. —Kyra
era incapaz de mantener la pregunta en su voz.

Pasha desechó sus palabras.

—Te convertiste en mi pupila cuando te salvé. No cuidaría tu vida


sólo para entregarte a morir. Y no debes sentirte responsable de lo
sucedido. La cuestión de tu destino era importante, pero sólo vino en el
Reto porque Brona quería deshacerse de mí.

—¿Qué quieres decir?

—El Reto —dijo Pashla—, es un derecho de cualquier persona con


sangre Makvani. Los humanos que vivían con una sociedad
estratificada. Los nacidos pobres están condenados a la sumisión. Es
diferente con nosotros. No todos nuestros miembros tienen el mismo
estatus, pero no importa qué rango tengamos en el clan, siempre
podemos presentar una petición al líder del clan de nuestro derecho al
Reto. Es una lucha a muerte, y el clan honra el resultado.

Pashla hizo una pausa, tocando una de sus nuevas cicatrices.

—El Reto es sagrado, pero algunos lo curvan a su beneficio.


Brona y yo habíamos sido enemigos por… varias razones. El Reto era
una manera de sacarme del camino, o al menos deshonrarme si me
negaba a luchar.

—Así que podrías haberte negado. No tienes que arriesgar tu vida


por mí.

Pashla se encogió de hombros, su rostro sereno a la luz de la


luna.

—Morir en el Reto es una muerte honorable. Y Brona siempre ha


sido muy confiado.

En los próximos días, Kyra comenzó a notar patrones. Tarde por


la mañana y temprano en la tarde estaba tranquila, y el clan se
despertaba cuando el sol se ponía. Mientras Kyra se volvía más en
sintonía con los signos de su presencia, los vislumbraba moviéndose
entre los árboles en la noche y por las mañanas, aunque nunca estaban
cerca. Preguntó a Pashla por qué los otros nunca se acercaban a ella.

—Observan, pero son cautelosos —dijo ella—. Con el tiempo,


vendrán.

Una tarde, dos mujeres jóvenes del clan vagaron a plena vista de
su refugio. Kyra las observaba desde donde descansaba, con los ojos
medio cerrados en el estado de semi-sueño que la mantenía durmiendo
horas. Para su sorpresa, no desaparecieron entre los árboles, sino que
se acercaron. Se veían entorno a su edad. Una mujer del clan era alta,
con grandes ojos y cabello marrón tenue que se enroscaba alrededor de
su cuello delgado. La otra era más pequeña, con la piel pálida, casi piel
blanca que contrastaba con su pelo largo y liso. Las dos se acercaron
con cautela pero deliberadamente. Como Pashla, se movían con gracia
Makvani, a pesar de que no tenían el aire de Pashla de tranquila
confianza. Kyra finalmente se despertó y se puso de pie.

—Tu eres Kyra, la híbrida —dijo la más alta.


—Lo soy —dijo Kyra con cautela.

—Yo soy Mela, y esta es Adele.

Por un momento, se quedaron sin habla.

—Te trajimos algunas bayas —dijo Adele finalmente. Ella tomó un


puñado de una bolsa alrededor de su cuello y se las tendió.

Las dos no parecían hostiles, y Kyra abrió sus manos, dejando


que Adele volcara las bayas en sus palmas. Ella hizo una pausa,
completamente perdida por la educación Makvani.

—¿Quereis uniros a mí? —preguntó finalmente.

Las mujeres del clan asintieron, y se sentaron en el suelo del


refugio de Kyra. Kyra colocó cuidadosamente una baya en su boca. Era
buena —regordeta, duce y un poco ácida. Dejó que los jugos inundaran
bajo su lengua, dudando si tragar, pero luego decidiendo que sus
compañeras tenía formas más fáciles de dañarla que darle bayas malas.

Mela se enderezó y miró a Kyra a los ojos. El sol se había puesto


casi por completo, pero al igual que otros Makvani, ella no parecía
inmutarse por hablar en la oscuridad.

—¿De verdad creciste entre los humanos? —preguntó.

La pregunta tanto alivió a Kyra como la puso en guardia. Parecía


que estas dos eran simplemente curiosas, pero Kyra no sabía lo que era
seguro compartir.

—No tenía idea que era cualquier cosa menos humana —dijo.

Mela se inclinó hacia adelante con entusiasmo, su anterior


cautela cayendo en la cuneta.

—¿Cómo son?

—Yo… no lo sé. Supongo que no tengo nada con qué compararlos.

—¿Cómo viven los humanos tan juntos todo el tiempo? —


preguntó Mela—. Yo me volvería loca.

Kyra se dio cuenta de que nunca había visto a los Makvani


reunidos durante largos períodos de tiempo. Habían llegado juntos para
la Reunión del Clan y la matanza de los ciervos, pero por lo demás, Kyra
nunca vio más de dos o tres junto a la vez.

—¿No viven los Makvani en grupos?

—Sí, pero no apilados uno encima del otro como los seres
humanos. —Mela se encogió de hombros—. Eso mantiene la paz.
Aunque supongo que es bueno para nosotros que los seres humanos
estén tan estrechamente abarrotados. Se hace más fácil para cazar.

Kyra sintió bilis en su garganta.

—¿Cazais… humanos?

Adele negó con la cabeza.

—Sólo el ganado, aunque es un asunto diferente si se ponen en


nuestro camino. Sería extraño, cazarlos, ya que se parecen tanto a
nosotros.

—¿Alguna vez negociáis por el ganado?

Ambas mujeres del clan la miraron con curiosidad.

—Tienes extrañas ideas, híbrida —dijo Mela—. ¿Deberíamos


darles un trébol a las abejas por su miel?

Kyra dudó en responder. Afortunadamente, Mela parecía más


interesada en su tema anterior, porque sus ojos se iluminaron con
picardía.

—Tal vez los seres humanos viven en grupos hacinados porque


todas las hembras dan a luz a niños. Se multiplican demasiado rápido
para moverse.

Adele le dio una larga mirada dolorida a Mela.

—Esa no es la razón. Ellos sólo tienen un niño a la vez, mientras


que nuestras madres tienen muchos.

Kyra tenía la impresión de que la chica de pie blanca a menudo


hablaba con su amiga de ideas fantasiosas. Se preguntó que habría sido
si hubiera crecido con estas dos como hermanas. Le recordaban a niñas
interesadas, en la forma en que hablaban y actuaban.
—¿Qué quieres decir con “todas las hembras dan a luz”? —
preguntó Kyra.

Mela enarcó las cejas.

—¿No lo hacen? ¿Si lo eligen?

—Supongo que sí, pero…

—No todas nuestras mujeres toman compañeros —Mela se


interrumpió—. Leyus elige las que pueden ser madres. El resto de
nosotras ayudamos a sus niños, pero no tenemos ninguno nuestro.

—¿Teneis prohibido tener compañeros a menos que Leyus lo


apruebe?

Mela se encogió de hombros.

—El clan sólo puede soportar a unos pocos.

Era un concepto extraño, pero por otro lado, no parecía peor que
los hombres y mujeres nobles en Forge cuyos matrimonios eran
dictados por la política.

—Pashla será elegida esta vez —dijo Adele en silencio—. Sobre


todo desde que luchó tan bien en el Reto.

Mela sacudió la cabeza, haciendo que sus rizos rebotaran


ligeramente sobre sus hombros.

—Me alegro. Brona obtuvo lo que se merecía.

—Espera… —Kyra se abalanzó sobre el tema—. ¿Qué tienen


Brona y el Reto que ver con esto?

—Brona era… —Mela se detuvo ante la mirada de advertencia de


Adele—. Brona y Pashla nunca se gustaron el uno al otro. No estaban
de acuerdo en muchas cosas, desde donde deberíamos viajar a nuestro
trato con James. Cuando se hizo evidente que Leyus permitiría a una
nueva mujer del clan tomar un compañero, sabíamos que Brona
intentaría algo. Él quería que su hermana fuera elegida, pero Leyus
favorecía a Pashla. Sin embargo, no era justo para él que abusara del
Reto. —Mela miró indignada a Adele—. Puedo decir eso. Es verdad.

Adele suspiró.
—Creo que Pashla sería una mejor madre que Naleh. Ella ve las
cosas de manera diferente a veces, pero es buena con los jóvenes, y
paciente. Apuesto a que es paciente contigo también, Kyra.

Un rugido se hizo eco a través del bosque, similar al que Kyra


había oído por la mañana en la reunión del Clan. Las copas de los
árboles crujían en la distancia, como si los gatos demoniacos estuvieran
viajando. Ambas chicas Makvani se volvieron hacia el sonido.

—Leyus llama —dijo Mela. Las dos lamieron el zumo de bayas y


se levantaron.

—¿Debería… ? —Kyra hizo una pausa.

Mela y Adele intercambiaron una mirada.

—Esta reunión no es para ti, híbrida —dijo Adele. Le dio una


mirada de disculpa antes de tomar la mano de Mela y se alejaron.

Kyra se quedó detrás de ellas, desconcertada con la última


declaración de Adele. Por supuesto, no se sorprendió al quedarse fuera
de sus reuniones, pero algo en la forma que había hablado lo había
hecho parecer como algo más. Se llevó una mano a la cintura vendada,
sondeando su herida y tratando de recordar hasta qué punto había sido
clara. Era una buena distancia, pero era más fuerte de lo que lo había
sido la última vez. Si caminaba lentamente, probablemente podría
hacerlo por sí misma.

Kyra tenía un vago recuerdo del camino, y no había débiles


indicios de movimiento para conducirla. Después de un largo andar
inestable, vio el claro delante. El clan estaba reunido ahí, esta vez en un
círculo más apretado. Kyra se acercó tanto como se atrevió, agudizando
los oídos. Los Demon Riders parecían estar pasando una hoja de
pergamino. Leyus estaba hablando, y Kyra se inclinó más cerca. Ahogó
un grito de asombro al oír la palabra asalto, y se esforzó por escuchar
más.

Un crujido la hizo saltar, y se dio vuelta al ver a un hombre


Makvani detrás de ella.

—No se te permite unirte al círculo —dijo—. Vuelve a tu refugio.


—Él se plantó entre ella y los demás, con los brazos cruzados sobre el
pecho.
Kyra retrocedió.

—Lo siento, no lo sabía. —Era dolorosamente consciente de las


voces desvaneciéndose detrás de ella a cada paso, pero no se atrevió a
detenerse. Miró hacia atrás después de una corta distancia, pero él
seguía allí, mirando.

Estaba casi en su tienda cuando vislumbró otros dos gatos


demoniacos, uno amarillo y otro gris corriendo entre los árboles. Al
principio Kyra se congeló, preguntándose si había roto alguna otra
norma, pero estos gatos no parecían prestarle atención. Curiosa, Kyra
se acercó. Estos gatos demoniacos eran más pequeños que los otros,
llegando solo a su muslo. Además, sus rasgos era más suaves y la
cabeza más grande en proporción a su cuerpo. Kyra vio como el gato
gris se detuvo a mirar algo en el suelo. El gato amarillo acechaba detrás
de él y se abalanzó sobre la cola gris, lo que le hizo aullar.

Kyra se rió a pesar de sí misma. Era inconfundible. Estos eran


gatitos demonicos.

Los dos gatitos se asustaron ante el sonido y se congelaron,


mirando a Kyra con los ojos muy abiertos. El amarillo se dirigió por el
camino, acercándose con cautela paso a paso mientras el gris seguía
detrás. Se detuvieron a cinco pasos de distancia, confusos, cambiando
a dos niños desnudos. El amarillo era una niña de la edad de Lettie.
Dijo algo a Kyra en un idioma que sonó como una pregunta. El gris, el
más pequeño, observaba expectante.

Kyra se encogió de hombros con una disculpa.

—Lo siento, no te entiendo.

Se miraron el uno al otro por unos momentos más. Los niños se


desdibujaron de nievo a su forma de gato, aunque continuaron en
círculo y oliéndola a un brazo de distancia. Kyra cogió un palo largo de
la tierra y lo lanzó al final de la tierra. El amarillo se abalanzó y trató de
atrapar el palo con las patas. Kyra puso el palo atrás a distancia y lo
movió de manera atractiva. El gris se unió a la persecución. Si estos
hubieran sido gatitos ordinarios, Kyra podría haberlo mantenido para
ella, pero ella no era rival para estos gatos demoniacos a medio crecer, y
el amarillo pronto desfiló en un círculo con un extremo del palo en la
boca, la cola en alto en señal de triunfo. Esto fue demasiado para el
gris, y atacó de nuevo el palo. Pronto los dos gatitos estaban rodando en
la tierra.
—Veo que has descubierto a Libena y Ziben.

Kyra se dio la vuelta para ver a Pashla de pie a pocos pasos de


distancia. Los dos gatitos dejaron la lucha libre.

La mujer sonrió y se arrodilló delante de los pequeños. Ella les


habló largo rato, mirando hacia atrás a Kyra de vez en cuando, como si
estuvieran hablando de ella. Pashla deslizó la mano cariñosamente por
sus espaldas antes de enviarlos a jugar.

—Tienes algo en común con ellos —dijo Pashla a Kyra—. Ellos


pasaron sus primeros años sin el clan, al igual que yo.

—¿Lo hicieron?

—Nuestro pueblo lleva una existencia bélica. No es raro que los


cachorros se queden sin familia. La mayoría de las veces, otros
miembros del clan los toman. Pero a veces terminan solos.

—¿Quién los crio? ¿Los humanos?

Pashla negó con la cabeza.

—No, son de sangre pura. Mientras que tú pasaste tus primeros


años como ser humano. Libena, Ziben, y yo los pasamos como gatos.

Por un lado, la idea de crecer como un gato superó los límites de


la imaginación de Kyra. Por otro lado, la historia era familiar. Los dos
gatitos estaban jugando un juego ahora, algo que requería la
participación involuntaria de un insecto con mala suerte. Quizás tenían
piel y garras afiladas, pero su juego no era muy diferente de los
huérfanos atrás en Forge. Se peguntó si Idalee y Lettie se habían
recuperado del fuego, y como se estarían llevando entre ellos y con Bella
ausente.

—¿Recuerdas como era? —pregunto a Pashla.

Pashla exhaló lentamente.

—Fue hace mucho tiempo, pero tengo algunos recuerdos.


Recuerdo a mi madre. Recuerdo ser llevada alrededor de la piel de un
cuello, acurrucándome debajo del vientre con mis compañeros de
camada. No es raro que las madres se queden en forma de gato con sus
hijos cuando son más jóvenes. Los instintos maternales, como todos los
otros instintos, vienen más fuertes en nuestro pelaje.

Kyra sintió un toque de envidia. Ella no tenía nada como esos


recuerdos.

—¿Y entonces qué pasó?

—No lo sé. —La voz de Pashla de repente era triste, a pesar de


haber pasado décadas desde aquellos primeros años—. A veces nos
dejaba, asumo que para ir de caza. Si ella estaba con un clan, nunca
veíamos a otros. Un día ella no volvió. Para entonces, mis hermanos de
camada y yo habíamos crecido lo suficiente como para ganarnos la vida,
aunque no nos conocíamos lo suficiente como para permanecer juntos.
Nos distanciamos. Busqué a los animales pequeños y los protegí del
hambre. Cuando no tienes lenguaje o razón, piensas de forma diferente.
Cuando tuve hambre, sabía cazar, y cuando estaba cansada, dormía. A
veces estaba asustada, o sola, o enfadada, pero no sabía lo que
significaba. No hice planes. Sólo existía. De la misma manera, mis
recuerdos eran diferentes. Tengo imágenes e impresiones, pero nada
como los recuerdos que tengo de más adelante.

Luchando por sobrevivir en medio de una confusión de


emociones. Luchando para cumplir con las necesidades básicas.

—¿Y luego qué ocurrió?

—Conocí a otro gato. Había un ciervo herido, y lo encontramos al


mismo tiempo. Tenía diez años, todavía no estaba desarrollada, pero
aun así preparada para luchar con el otro gato hasta el cadáver. Ella se
echó para atrás y me dejo comer primero. Después de eso, me trajo
comida. Eso fue suficiente para ganarme. —Pashla sonrió
irónicamente—. Realmente no se necesitaba mucho. En aquel entonces,
no tenía concepto del lenguaje, reglas, o lealtad. Todo lo que entendía
era mi próxima comida.

Kyra escrutó el rostro de Pashla, intentando sin éxito imaginar


esa elegante y serena miembro del clan como la cosa salvaje que había
descrito, domesticada finalmente por la comida y la amabilidad. Fick se
había ganado a Kyra con comida también. Bajó la cabeza para ocultar
una repentina punzada de soledad.

Pashla continuó.
—Recuero la primera vez que vi su cambio. Me tomó
completamente por sorpresa, viendo su propia piel. Casi la ataqué. Ella
debió haber sabido del riesgo, pero estaba decidida a mostrarme lo que
era. Y eso la hizo ganarme. Un tiempo después, cambié por primera vez.
Estaba saciada después de mi comida. Ella había traído a otros del clan
para verme, y cuando cambiaron, mi cuerpo siguió su ejemplo. De
repente, estaba desnuda, fría, vulnerable. Mi mente estaba más clara,
pero mis sentidos embotados. Hacían ruidos en mí que no entendía.
Esa vez, ataqué. Puedes extraer sangre con las uñas, si eres demasiado
violenta. Llevó semanas domarme. Meses en enseñarme el lenguaje, y
años en trasladarme al clan. Pero la mujer, Dala era su nombre, era
muy paciente, y Leyus era bueno conmigo. Otros líderes me habrían
matado por mi rebeldía, pero le gustaba mi espíritu. Estoy en deuda con
ambos. Es bueno estar en un clan.

Pashla miró a Kyra mientras decía esas últimas palabras, y Kyra


tuvo la clara impresión de que Pashla quería experimentar esto por sí
misma. Y había tanta preocupación, tal compasión en los ojos de la
mujer del clan, que Kyra de repente se encontró diciendo su propia
historia. Ella le dijo a Pashla sobre sus propios recuerdos fragmentados
tempranos, escarbando en los montones de basura de la ciudad y
equilibrando al borde de la supervivencia. Habló de cosas que ni
siquiera le había dicho a Bella o Flick, no porque no les importasen o
porque temiese sus opiniones, sino simplemente porque no lo habrían
entendido. Pashla sabía de la desesperación, por estar completamente
sola aquellos primeros años. Después de que Flick y Bella hubiesen
acogido a Kyra, ella se sintió amada, pero nunca se había sentido como
si verdaderamente perteneciera. La noche era su elemento. Ya que
había crecido con confianza y habilidad, Kyra había deslumbrado más y
más por su cuenta, y aunque Flick y Bella habían estado dispuestos a
seguirla, simplemente no podían seguirle el ritmo.

Pashla la escuchó sin interrumpir, frotando suavemente la


espalda de Kyra mientras las palabras se derramaban. Cuando Kyra se
quedó sin cosas que decir, Pashla finalmente habló.

—Ahora has encontrado a tu pueblo.

Pero cuando incluso Kyra se aferró a la mano de Pashla en


agradecimiento, recordó su sueño. ¿Cómo la había tirado Bella a sus
pies? ¿Y cómo las garras de Kyra habían atravesado su piel y traído
cinco gotas de sangre?
Treinta y
Cuatro
Traducido SOS por Nanami27
Corregido por katiliz94

Kyra sanaba más rápidamente que cualquier humano, sin


embargo, todavía se sentía terriblemente lenta. Cada día era un día más
cerca a la próxima redada, y necesitaba desesperadamente avisar al
Palacio. En la Casa del Gremio, James había propuesto una redada en
un mes. Si eso era cierto, Kyra adivinó que tenía dos semanas más.
Pero, ¿quién sabía lo que podría haber cambiado desde entonces?

—¿Estás lo suficientemente bien como para dar un paseo más


largo esta noche? —Pashla le preguntó una noche.

—Creo que sí, si vamos despacio. —En verdad, el refugio había


comenzado a sentirse restrictivo. Era el momento de empezar a
construir su fuerza.

—Bien. Tuve una idea. Podemos llevar a los gatitos.

Curiosa, Kyra siguió a Pashla al bosque. Encontraron a Libena y


Ziben tumbados a los pies de una roca cercana. Pashla ladró una
orden, y los gatitos se pusieron a caminar con ellas. Era una noche fría
—el otoño comenzaba en serio. Kyra se estremeció y se envolvió en su
piel de animal más apretada. Caminaron en silencio por un tiempo.
Entonces Pashla finalmente habló.

—Cambiar es algo natural para nosotros —dijo—. Es difícil


enseñarte cómo. Sería como tratar de decirte cómo respirar o levantar el
brazo. Pero lo intentaremos. Vas a tener que cazar conmigo.

—¿Cazar? —En el ojo de su mente, Kyra vio los ciervos heridos


estrellándose a través del bosque.
La mujer asintió.

—Andar a cuatro patas se siente más natural cuando estamos


cazando. Ahí es cuando tiene más sentido estar en nuestra piel.
Nuestros sentidos son más agudos entonces, nuestros instintos más
fuertes. Algunos de nuestros más jóvenes tienen problemas para
cambiar de nuevo a su piel después de una cacería satisfactoria.

Seguir a Pashla era como seguir un fantasma. Ella no hacía


ningún sonido y se fue al suelo sin molestia mientras se deslizaba por el
bosque. Kyra sintió una punzada de celos. Durante toda su vida, había
sido la agraciada, y ahora había una raza entera de gente que podría
hacer esto mejor que ella.

Pashla se detuvo y levantó un dedo.

—Venado contra el viento —dijo en voz baja—. Puedes olerlos.

Kyra podría haber olido algo, o podría haberlo simplemente


imaginado. De cualquier manera, asintió y la siguió.

Unos pasos más adelante, la postura de Libena cambió. El gatito


arqueó la espalda y avanzó con pasos altos, pasos remilgados. Pashla
contuvo a Kyra con un toque ligero cuando Libena se centró en una
presa invisible. De repente, saltó por un susurro de las hojas. Hubo una
pelea, y Kyra creyó ver una pequeña sombra escabulléndose. La cabeza
de Libena colgaba, y Pashla le dijo algo en un tono alentador.

Pashla les llevó alrededor de esta manera, parando para señalar


vistas y olores. Era fascinante. Kyra siempre había tenido placer en
encontrar cosas en la oscuridad, y ahora Pashla la empujaba a sus
límites, mostrándole sus huellas tenues, sombras que no eran más que
un parpadeo o un sentimiento. Habían seguido un tiempo cuando
Pashla se detuvo y le rozó el codo a Kyra. La mujer no se veía
preocupada, pero Kyra siguió su mirada a un susurro revelador en un
árbol cercano. Hubo un crujido de ramas cuando una sombra cayó al
suelo. Silencio; entonces una forma a dos patas salió de los árboles.

—Leyus. —Pashla cepilló tres dedos en la parte delantera de su


cuello mientras se sumergía en una ligera reverencia.

El líder del clan era justo como Kyra lo recordaba de la reunión,


con el mismo aire de autoridad, incluso cuando caminaba solo.
Reconoció a Pashla con un movimiento de cabeza.
—Pashla. ¿Estás sanando bien?

—Sí, igual que Kyra.

—Me gustaría hablar con Kyra —le dijo a Pashla—. La voy a


devolver a su refugio después de que terminemos.

—Por supuesto. —Pashla tocó la muñeca de Kyra—.


Continuaremos mañana.

Kyra vio impotente cómo Pashla reunió a los gatitos y desapareció


entre los árboles. Las mujeres del clan a veces eran extrañas y no
completamente predecibles, pero al menos Kyra sabía que Pashla no le
haría daño. Leyus era una cuestión diferente.

—Caminemos —dijo Leyus. Kyra obedeció, los músculos tensos.


De alguna manera, esto no parecía una visita social.

Continuaron a través de los árboles. Kyra, una vez más se dio


cuenta de la gracia de movimiento del Makvani, aunque Leyus no tuvo
tanto cuidado de dejar el bosque intacto. Era como si Pashla quisiera
mezclarse con el bosque, mientras Leyus no veía ninguna razón para
hacerlo. Finalmente, habló.

—Dime otra vez lo que pasó con James.

Su tono era casual, pero Kyra no se perdió la sospecha detrás de


su pregunta.

—No estábamos de acuerdo acerca de mi trabajo —dijo—. James


quería más de lo que yo estaba dispuesta a dar.

—Y cuando él trató de matarte ¿qué pasó?

—Tuvimos una discusión, y resultó en una pelea.

—Ya veo —dijo Leyus—. Lo que me desconcierta, Kyra, es por qué


sucedió esto a esa hora, a medio camino a través de la reunión con
Pashla y Czern. Y Pashla dice que James te llamó una traidora.

Kyra se esforzó por mantener el temblor lejos de su voz.

—James extiende sus historias a veces.

Leyus se volvió hacia ella.


—Y si hablo con James, ¿va a darme un relato similar de lo que
pasó?

Ella no contestó. Leyus sostuvo la mirada, retándola a mirar a


otro lado.

—La verdad es, Kyra, no me importa acerca de tu relación con


James. Nuestra alianza con él sólo durará el tiempo que sea útil.
Tampoco pediré cuentas de tus acciones antes de que aprendieras lo
que eras.

Había un filo en su voz mientras continuaba.

—Lo que me importa es tu lealtad al clan. Pashla es una fuerte


mujer del clan, y capaz, pero su pasado afecta su juicio. Es importante
para ella que aquellos con nuestra sangre tengan la oportunidad de
estar en el clan, y honro sus deseos porque ella ganó el Reto. Salvamos
tu vida, e incluso te enseñaremos nuestros métodos si deseas. Pero da
un paso que dañe el clan, y vamos a lidiar contigo igual que cualquier
otro ser humano. ¿Hemos entendido?

Kyra se obligó a mirarlo a los ojos.

—Sí.

Él estudió su rostro, como si extrajera respuestas. Un fuerte


viento sopló alrededor de los dos, remolinos de polvo y hojas sobre los
tobillos de Kyra.

—Bueno. No olvides nuestra conversación.

La conversación con Leyus trajo cosas sobre el tapete. La bondad


de Pashla y la curiosidad de Kyra habían tomado la ventaja frente a su
urgencia, pero vio que tenía que irse, y pronto.

Kyra oyó otro rugido la noche siguiente, una convocatoria a otra


reunión que no podía asistir. Esta era su oportunidad. Todo el mundo
estaría en la reunión, posiblemente durante varias horas. Estaba lo
suficientemente bien para viajar.
La idea de escapar dejó su corazón latiendo y su mente acelerada.
Si quería aprovechar esta oportunidad, tenía que actuar con rapidez. No
había mucho que pudiera llevar con ella. Unos trozos de fruta sobrante,
la ropa que llevaba, y una manta. La fruta solo le duraría medio día,
pero no podía estar más de un día o dos en la ciudad, y había estado
hambrienta por períodos de tiempo más largos que ese. Tal vez podría
utilizar lo que había aprendido de Pashla para alimentarse en el
camino. El recuerdo de Pashla era la única cosa que le molestaba. Se
sentía mal dejarla sin decir una palabra, pero vio otra pequeña opción.

Kyra no sabía exactamente dónde estaba, pero la ciudad estaba


más o menos hacia el oeste, y con suerte sería capaz de encontrar un
sendero a lo largo del camino. Se apuntó a sí misma lejos del sol de la
mañana. El bosque estaba cambiando para el invierno. Estaba rodeada
de hojas de color amarillo anaranjado, y algunos árboles ya lucían
ramas desnudas. Sus nervios la guiaron el primer cuarto de hora, pero
luego empezaron a surgir dudas. Los Makvani, sin embargo peligrosos
como eran, eran el único vínculo con su pasado. Todavía tenía tantas
preguntas y mucho que aprender. ¿Nunca tendría otra oportunidad? ¿Y
una vez que llegara a Forge, les diría acerca de su tiempo en el bosque?
¿Podría traicionar a los Makvani, traicionar a Pashla, después de que le
hubiesen salvado la vida?

—Kyra, ¿qué estás haciendo? —Kyra saltó cuando Pashla salió a


través de los árboles. ¿La mujer del clan había estado en la reunión?
Quizás los Makvani la observaban más de cerca de lo que había
pensado. Kyra se obligó a relajarse y sonreír, incluso cuando tomó un
inventario frenético de cómo se veía. Ella solo tenía un poco de fruta
consigo, una cantidad que era más adecuada para un corto paseo que
para un viaje de varios días a la ciudad. La manta era más sospechosa,
pero la tenía echada sobre los hombros como un manto.

—Me sentí fuerte y decidí ir a dar un paseo, aunque pude haber


sido demasiado optimista. —Ella puso una mano en la cintura vendada.

El rostro de Pashla al instante se nubló con preocupación.

—¿Estás mal? Puedo ayudarte a volver.

—Eso sería bueno. —Y ni siquiera era una mentira. Su herida


palpitaba y sus miembros estaban débiles. Incluso con la ayuda de
Pashla, estaba exhausta por el tiempo que le había tomado volver al
refugio. Había sido una tonta al pensar que podía hacer todo el camino
de regreso por sí misma. Se daría a sí misma otra semana para sanar.
Todavía debería ser tiempo suficiente, esperó.

Sin embargo, cuando Kyra se desplomó y divagó hacia el sueño,


reflejando su fracaso por escapar, tuvo que admitir que parte de ella se
sentía aliviada.

No es que los sentidos de Kyra se hicieran más nítidos. Era más


que al fin aprendió a usarlos. Pashla le enseñó a ser consciente de todos
los detalles, el olor débil de una hoja machacada, un instante revelador
de una ramita, el arañazo de pequeñas garras. Pero había algo más que
solo prestar atención. Como una ladrona, Kyra estaba acostumbrada a
estar alerta, lista para ocultarse al menor signo ante un guardia. Ahora
aprendió a acercarse al mundo como una depredadora, no la presa. En
lugar de reaccionar, buscó, y el mundo llegó a ella en más vívidos
detalles de lo que nunca había pensado posible.

Esperaba con interés sus paseos con Pashla y los gatitos. Cada
día era un nuevo reto y una oportunidad para aprender. Kyra detuvo a
Pashla durante una caminata en la mañana, levantando su dedo en
señal de advertencia mientras probaba el viento. El olor era familiar;
Pashla se lo había señalado solo un par de días atrás.

—Gansos en algún lugar cerca —le dijo a Pashla—.


Probablemente volando por el invierno.

—Muy bien —dijo Pashla.

Kyra se permitió una pequeña sonrisa cuando cambió su atención


al suelo delante de ella. Hojas cubrían la tierra, adornando el suelo del
bosque con pilas de amarillo y rojo que cambiaban en el viento. Todo
parecía normal, excepto por un montículo de hojas que se movían
demasiado. Kyra se congeló en sus pasos y señaló. Pashla asintió
levemente y le hizo un gesto a Libena, que también estaba mirando a la
pila. Ante la señal de Pashla, Libena se acercó y esperó, una pata fuera
de la tierra. Kyra vio el conejo lanzarse a correr justo cuando Libena
atacó. Los dientes del gatito se cerraron alrededor del cuello del conejo.

Pashla dijo algo en su idioma, lo que Kyra entendió como


alabanza y la sugerencia de que se tomaran un descanso. Se instalaron
en el suelo, y Pashla entregó a Kyra una ciruela. Era un bienvenido
cambio de la dieta constante a base de carne cruda, y Kyra comió
lentamente, saboreando los jugos dulces mientras observaba a los
gatitos desgarrar sus capturas.
—Dime —Pashla le preguntó a Kyra—, ¿los seres humanos
realmente no sospechan de nuestros cambios de forma?

Hablar de los seres humanos la inquietaba, recordándole que se


le estaba acabando el tiempo.

—Hay historias. Rumores de cambia-formas más allá de Aerins


que algunas personas creen, pero todavía nadie ha sospechado de
vosotros. Al menos, no he escuchado nada.

Pashla asintió pensativa.

—Somos más vulnerables cuando cambiamos, así que no lo


hacemos frente a nuestros enemigos. Los seres humanos siempre lo
descubren eventualmente, pero es más fácil cuando piensan que los
gatos son meras bestias.

—¿James lo sabe?

—James es alguien interesante. Si nos teme, no lo demuestra,


pero no creo que lo haya adivinado todavía. Él se acercó a nosotros poco
después que llegasemos a estos bosques. En aquel entonces, estaban
atacando granjas en el campo y la caravana comercial ocasional, pero él
quería que nos acerquemos más a la ciudad. Nos ofreció suministros y
el acceso a los horarios comerciales si le ayudábamos. Funciona a
nuestro favor. La armadura que nos comerció ha sido muy útil.

El desprendimiento con que Pashla habló sobre las redadas de la


ciudad era inquietante.

—¿Por qué lucháis con los seres humanos?

Pashla le dirigió una mirada curiosa.

—Piensas como ellos.

Era la misma respuesta que había recibido de Adele y Mela —no


desacuerdo a toda máquina, sino perplejidad, como si la idea fuera tan
extraña que ni siquiera arroyaba consideración alguna. Kyra esperó a
que Pashla se explicara, pero no lo hizo.

—Pashla —finalmente dijo Kyra—, nunca me dijiste por qué el


clan llegó aquí en primer lugar. ¿Por qué estáis vagando?
—Es una larga historia, que se remonta a cuando yo era muy
joven. Nuestra gente vivía en el lado occidental de la Cordillera de Aerin,
en medio de exuberantes bosques con buena caza. Hace unos veinte
años, hubo una guerra con un clan humano. Ellos envenenaron
nuestra tierra y nos obligaron a salir. Al principio, nos alojamos en el
lado occidental de Aerins, en las partes sin mancha, pero no había
espacio suficiente. Nuestros propios clanes comenzaron a pelear entre
sí. Leyus era joven en comparación con los otros líderes del clan, por lo
que nos llevó a través de las montañas en busca de mejores bosques.

—¿Qué quieres decir con "envenenaron la tierra”?

—Esa es una historia mejor contada por otros, después de que te


vuelvas más asentada con el clan.

Otra pregunta molestó a Kyra.

—Si todos los Makvani son del otro lado de las montañas, ¿cómo
llegué yo hasta aquí?

Pashla mordió la fruta pensativa.

—Es un misterio. Debes haber venido del oeste de alguna


manera. Ninguna de las tribus Makvani llegó aquí antes que nosotros, y
no hemos estado aquí dos años.

—Pero todo lo que recuerdo es Forge. ¿Cómo pude haber viajado


tan lejos si era demasiado joven para recordar?

—Los únicos seres humanos que viajan distancias tan largas son
los Far Rangers. Tal vez podrías encontrarlos después de sanar. Los
comerciantes tienen una gran memoria.

—¿Conoces a los comerciantes?

Pashla negó con la cabeza.

—No. Nosotros no tratamos con ellos. Aunque antes de empezar


la itinerancia, negociamos con los seres humanos.

—¿Negociabais con seres humanos?

Pashla le dio a Kyra una mirada de soslayo.


—Los seres humanos son criaturas graciosas. Ellos piensan que
criar y mantener caballos o perros es nada, pero se quejan cuando otros
hacen lo mismo con ellos.

El jugo de la ciruela de repente sabía amargo en la boca de Kyra.

—Eran esclavistas —dijo.

—Como lo eran los seres humanos que compraron nuestros


productos. ¿Esto te molesta?

Kyra aferró el pedazo de ciruela sobrante. El borde cavado en su


palma.

—La esclavitud es un destino cruel.

—El mundo no es un lugar fácil, Kyra. Todos hacemos lo que


debemos. Si tienes alguna duda, no hables de ellas con los demás. No
se reflejaría bien en ti. —Pashla se puso de pie, quitando el polvo a sí
misma—. ¿Cómo están tus heridas? Si cazo, ¿ puedes mantener el
ritmo conmigo?

Era un cambio decidido de tema.

—No puedo correr —dijo Kyra—, pero puedo seguirte.

—¿Los gansos todavía están allí? —Preguntó Pashla.

—Sí —dijo Kyra después de una pausa.

—Bien hecho. Voy a ir después de una ahora. Trata de seguirme


el ritmo.

Pashla le entregó a Kyra su ropa y bolsa antes de cambiar de


forma. Una vez en forma de gato, comenzó a correr contra el viento
hacia los gansos. Kyra escondió las cosas de Pashla bajo el brazo y
reunió a los gatitos para seguirla, pero luego Pashla se detuvo y se dio
la vuelta, corriendo hacia Kyra y luego más allá de ella, acelerando a
medida que se iba. A pesar de los mejores esfuerzos de Kyra por seguir
el ritmo, Pashla desapareció en el bosque, solo para reaparecer unos
momentos después mientras escalaba un árbol especialmente alto. En
un instante, ella saltó de ese árbol a otro, y luego otro, antes de que se
lanzara hacia el suelo.
Kyra escuchó el grito —el grito de un hombre— y aceleró, tejiendo
a través de los árboles lo más rápido que su cuerpo en sanación le
permitiría. Escuchó un forcejeo, gruñidos, y más gritos. Kyra entró por
el follaje para ver a Pashla, aún en forma de gato, arrastrando a un
hombre por el brazo a través de la tierra. Junto a ellos, otro hombre
yacía en el suelo, sangrando por una herida en la cabeza. No podía ver
su rostro, pero él parecía ser un guardia del Palacio. Kyra se quedó allí,
congelada con indecisión, hasta que otro movimiento la distrajo. El
primer hombre, aquel cuyo brazo todavía estaba entre los dientes de
Pashla, levantó la cabeza y la miró a los ojos.

Era Tristam.
Treinta y Cinco
Traducido por BrenMaddox
Corregido por katiliz94

¡Kyra! Por un momento, la euforia de reconocerla aclaró la cabeza


dolorida de Tristam. Pero entonces, se miraron a los ojos. Horror cruzó
por su rostro, y luego pánico. Era ella sin lugar a dudas. Pero ¿por qué
estaba saludable? ¿Y libre?

El gato demoniaco apretó su mandíbula, y una vez más Tristam


no pudo pensar en nada más que dolor. Oyó a Kyra gritando en el
fondo. El bosque fue invadido por un coro de gruñidos y ramas
rompiéndose. Otro gato demoniaco aterrizó en una lluvia de hojas.
Martin gimió.

No, no Martin. Tristam apretó los dientes y volvió la cabeza. Su


compañero estaba cubierto de sangre. Más gatos demoniacos llegaron,
seguidos de sus jinetes. De repente, el gato soltó el brazo, y Tristam
cayó de bruces sobre la tierra. Había una sombra mientras el gato
pasaba por encima de él y se dirigía hacia los árboles.

—¿Has visto eso? —Preguntó un hombre.

Tristam escupió la arena de su boca.

—No —Kyra estaba hablando con ellos como iguales, no como


una prisionera—. Sólo alcancé a ver a Pashla después de que ocurriera.

Otra mujer habló.

—Ellos fueron a esconderse. Los tomé por sorpresa. —Tristam


levantó la cabeza. Era la mujer del Demon Rider que había matado a
Jack. Ira corrió a través de él.

—¿Había alguien más con ellos? —preguntó el hombre.

—No lo creo, Leyus —respondió la mujer—. Pero James está tras


éste. —La mujer sacudió el pulgar hacia Tristam—. Él es el mismo
caballero al que cogí espiando la última vez. Vas a reconocerlo por los
retratos de James.

—Tienes razón —dijo Leyus—. Kyra, ¿James nunca hablo de él?


—Preguntó Leyus.

—James nunca nos dijo mucho de nada.

¿Y ahora qué? ¿Kyra seguía trabajando para James? Se esforzó


por pensar en otra explicación, alguna explicación, sobre lo que estaba
oyendo.

Leyus volvió su atención a Tristam.

—¿Qué estabas haciendo en el bosque?

Tristam se incorporó sobre un codo y levantó la cara hacia los


Demon Riders.

—Patrullas regulares. —El polvo de la tierra recubría su garganta


e hizo su voz ronca.

—No estás en condiciones de mentirme, caballero.

Un gato golpeo a Tristam con su pata, dejándolo de lado y


rasgando un rastro en su túnica. El golpe lo dejó sin aliento, y él no
podría haber contestado incluso si quisiera.

—¿Quién es el otro? —Preguntó Leyus.

Tristam vio algo de movimiento en la dirección de Martin. Apretó


los puños cuando Martin primero gimió y luego gritó.

—Inútil. —La voz de Leyus goteaba con asco—. ¿Hay otros por
ahí?

Tristam miró con cara de piedra al suelo y se preparó para otro


golpe. Ninguno llegó.

—¿Así que James está buscando al caballero? —Dijo Leyus—.


¿Qué pasa con los Escudos Rojos?

—No tenemos ningún uso para él —dijo Pashla.


—¿Qué vais a hacer con ellos? —Preguntó Kyra. Su voz era
aguda, rayando la histeria.

—Eso no es de tu incumbencia. Déjanos —dijo el hombre. Tristam


levantó la vista para ver a alguien tirar a Kyra fuera de la vista.

—Trata con el Escudo Rojo.

Casi antes de que Leyus terminara de hablar, un gato agarró a


Martin por el brazo y lo arrastró hacia los árboles. Tristam sintió la
sangre de su rostro mientras los gritos de Martin empeoraron. Los
gritos resonaron en la cabeza de Tristam, y él cerró los ojos. Fue un
alivio horrible cuando Martin finalmente se calmó.

—Toma el caballero y miralo —dijo Leyus, mirando esta vez a


Tristam—. Se lo vamos a entregar a James cuando él venga.

Los gritos de Martin eran imposibles de ignorar. Kyra anhelaba


sujetar sus manos sobre sus oídos, pero Pashla agarró su brazo en un
agarre implacable. Luego, sus gritos se detuvieron, y Kyra fue cojeando,
incapaz de hacer frente a lo que había sucedido.

—¿Van a matar a Tristam, también?

—Esa es la decisión de Leyus —dijo Pashla. Llevó a Kyra más


lejos de la multitud.

—No puedes —dijo Kyra.

—¿Por qué? ¿Qué es él para ti?

Kyra arrebató su brazo y se giró para correr. Hizo cinco pasos


antes de que Pashla la abordara al suelo. Kyra pateó y forcejeó, gritando
insultos incoherentes, pero el felino tenía más partido.

—Kyra, escúchame.

Kyra hizo algunos intentos más poco entusiastas antes de


sucumbir al agotamiento.
—Sé que esto es duro, Kyra. Creciste con los humanos —dijo
Pashla—, pero tienes que dejarlo ir. A veces, unos pocos humanos han
de ser sacrificados por el bien del clan.

Kyra se atragantó y escupió.

—¿Cómo puedes decir eso?

—Piensa en ello, Kyra. Siempre hay algún sacrificio. ¿Qué pasa


con la carne que comemos todos los días? Los animales tuvieron que
sacrificar sus vidas. Esto no es diferente.

—Sigues hablando de seres humanos como si fueran otra cosa —


dijo Kyra—. Pero yo soy mitad humana. ¿Te has olvidado de eso?

Hubo una larga pausa.

—Sí, lo hago —dijo en voz baja Pashla—. Y lo necesitas hacer


también. Para bien o para mal, estás con el clan ahora, Kyra, y debes
vivir conforme a sus leyes. Considera la posibilidad de tu propia muerte
humana por la mano de James. Si quieres una segunda oportunidad en
la vida, tienes que tomarla como una hija del Makvani.
Treinta y Seis
Traducido por Sandra289
Corregido por katiliz94

Tristam luchaba por tragar el nudo en la garganta. No pienses en


Martin. Eres un caballero, Tristam. Actúa como tal.

Ellos le buscaron armas y le confiscaron el cuchillo en su bota.


Leyus lo arrastró del cuello y lo agarró por los hombros.

—Mírame. —El Demon Rider sacudió a Tristam hasta que levantó


la cabeza—. James te quiere vivo. Esto será más fácil para los dos sino
luchas.

Un Demon Rider rasgó la túnica de Tristam. Vendaron la herida


de su hombro, ataron las manos de Tristam delante de él, y lo
empujaron contra un árbol. La corteza áspera se clavó en su espalda
mientras Leyus lo ataba al tronco, y luego caminó en un círculo lento
para inspeccionar sus nudos. Algunas veces, puso las ataduras más
fuertes, y Tristam apretó los dientes cuando las cuerdas se clavaron en
sus brazos.

—Descansa bien, caballero —dijo Leyus.

Dejando a un gato para protegerlo, los Demon Riders se retiraron


a la selva. Tristam esperó hasta que estuvo seguro de que se habían
ido. Luego se dejó caer contra las cuerdas, cerrando los ojos cuando
una ola de dolor se apoderó de él. Durante mucho tiempo, se quedó allí,
luchando con desesperación. Martin había muerto, y había sido
capturado, todo por una chica, que por todas las apariencias no
necesitaba rescate. La imagen de ella, ilesa y sin atar entre los Demon
Riders brilló una vez más en su mente. Que idiota había sido.

A su alrededor, el bosque estaba vacío, y sin indicios de los


Demon Riders salvo el gato que le vigilaba. Había algo en esa bestia que
puso el pelo de Tristam de punta. El gato lo miraba con ojos
inteligentes, y cuando rodeó a Tristam, juró que estaba examinando sus
debilidades.

A mitad de la noche, un Demon Rider le trajo carne cruda y le


permitió aliviarse antes de atarlo de nuevo. Tristam sólo logró tragar
una sola pieza de carne, pero no tardó mucho en darse cuenta en que
se debería haber obligado a comer más. Por la mañana, su garganta
estaría reseca y su estómago dolería de hambre. Tiró contra sus
cuerdas con la vana esperanza de que las hubieran aflojado durante la
noche, pero no se movieron. Al mismo tiempo, su guardia felino vio sus
esfuerzos con sus ojos medio cerrados.

El sol ascendió por su cabeza, pasando a la mitad de su recorrido


y chupando cualquier resto de humedad en su piel. En algún momento
de la media tarde, el guardia de repente salto de sus pies, la mirada fija
en el bosque en una forma que Tristam ya distinguía.

Era Kyra.

Ella se acercaba lentamente, con una bolsa en la mano y un


frasco en la otra. Estaba vestida con la misma túnica de cuero
desgastado que los otros Demon Riders tenían. Sus mejillas estaban
rojas por la brisa fresca, y mantenía un aura de calma forzada. El gato
gruñó en advertencia y bloqueó su camino.

—Voy a llevarle agua y comida. Leyus quiere que hable con él —


dijo, dirigiéndose al gato como si fuera un hombre. No se movió—. No lo
voy a desatar.

El gato se movió a un lado, sin dejar de mirar sus movimientos


con cuidado. Eso hizo a Tristam inquietarse, como si esos gatos fuesen
humanos.

—¿Tienes sed? —preguntó Kyra.

Él asintió, con la cabeza demasiado seca para hablar.

Ella levantó la botella a medias.

—Voy a tener que alimentarte.

Su evidente incomodidad no era una buena señal. Si estuviera


asustada o derrotada, podría haber mantenido un poco de esperanza de
un malentendido. Pero en cambio, se veía avergonzada.
Levantó la botella a sus labios y lentamente la dejó verter en su
boca. Era fácilmente la bebida más refrescante que había tenido en su
vida. Por un momento, estaba agradecido a pesar de su traición.
Cuando ya había tenido suficiente, Kyra puso la botella abajo.

—A la carne es difícil de acostumbrarse —dijo en voz baja—. He


traído algunas bayas.

—Estás en mejor forma de lo que me esperaba. —No hizo ningún


esfuerzo para ocultar la amargura en su voz.

Sus ojos parpadearon brevemente antes de ocuparse de la


clasificación de las bayas.

—Han pasado muchas cosas —dijo.

—¿Eso es todo lo que vas a decirme? —Luchó para controlar su


ira—. Lo último que escuche, eras tú siendo arrastrada por el bosque
por Demons Riders.

—¿Por qué viniste tan lejos? —preguntó.

—Para rescatarte. Martin y yo estábamos viniendo aquí contra las


órdenes del Palacio.

Eso hizo eco en ella. Su cara se retorció brevemente antes de


corregir sus gestos de nuevo.

—Lo siento —dijo ella—. Por Martin.

Tristam renunció a cualquier intento de autocontrol. Se retorció


contra las cuerdas, casi sin darse cuenta del dolor resultante en su
brazo herido.

—Me debes más que eso. ¿Estabas trabajando para James todo
este tiempo? ¿Ganando mi simpatía por secretos de Palacio? Me siento
un tono. —Kyra llevó algunas bayas a sus labios y él volvió su cabeza—.
¿Cómo sé que no están envenenadas?

—No seas estúpido —le espetó—. Morirse de hambre no va a


ayudar a nadie.

Tristam aceptó las bayas. Tenía tanta hambre que no podía haber
resistido mucho de todos modos.
—No estoy trabajando para James —dijo finalmente.

Ella miró hacia otro lado.

—Es complicado.

—Por supuesto que lo es.

Ella se estremeció con su tono cáustico.

—Por lo menos dime lo que van a hacer conmigo —dijo Tristam.

Kyra miró brevemente detrás de ella, encontrándose con los ojos


del gato, y luego asintió.

—James ha estado tratando de deshacerse de ti y Malikel desde


hace un tiempo. Él se encontrará con los jinetes pronto. Van a
entregarte, a cambio de algunos favores del Gremio.

Él se arrugó contra las cuerdas.

—¿Cuánto tiempo tengo?

—Un día, tal vez dos. Estoy hablando con Leyus, tratando de
cambiarlo de opinión.

—Aprecio tus esfuerzos en mi nombre.

Ella ignoró su sarcasmo y removió en su bolsa de nuevo.

—Puede que no sea capaz de volver por un tiempo. Estas son


algunas de las bayas para después. —Él sintió que presionaba algo en
sus manos.

Se dio la vuelta y se fue, caminando rápidamente pasando al gato


demoniaco sin mirar atrás. En vez de ayudarlo, lo había dejado con más
preguntas, y un puñado de bayas que ni siquiera podía llevarse a la
boca. Las miró, entretenido por alguna vaga esperanza de que Kyra le
hubiera deslizado algo para ayudarlo a escapar. Pero no, eran sólo
normales bayas del arbusto, algunas ya sangrando jugo negro en su
palma.

Su protector acechó encima, mirando el regalo sospechosamente.


—Son solo bayas —dijo, sosteniéndolas lo mejor que pudo. El gato
gruñó y se acercó más, con la cola silbando, mientras metía la nariz en
la mano de Tristam. Él se quedó muy quiero. Hubo un movimiento por
el rabillo del ojo, pero instintivamente sabía que no debía mirar. El gato
se tambaleó hacia atrás para revelar a Kyra blandiendo una roca. Ella
siguió a su primer golpe con otro a la cabeza de la bestia. Por un
momento, el gato pareció aturdido. Entonces se lanzó hacia Kyra. La
chica apenas tuvo tiempo de irse lejos, directa hacia Tristam. El dolor
atravesó su hombro. Sintió algo pesado caer en su palma. Kyra se
tambaleó y lo miró a los ojos mientras se estabilizaba. Entonces corrió,
con el gato demoniaco pisándole los talones.

Tristam cerró los dedos sobre el nuevo objeto. Era un cuchillo,


Kyra había encontrado un cuchillo. Su guardia, por lo que él podía ver,
seguía persiguiendo a Kyra y ella no se había dado cuenta. Tristam
respiró lentamente. Sus brazos estaban completamente atados, y él solo
podía mover las muñecas y los dedos. Si se le caía la daga… bueno, no
lo haría. Lentamente, moderó la funda de cuero y la dejo caer. Si torcía
la muñeca, podía simplemente rozar las cuerdas con las cuchillas.

El gato persiguió a Kyra a un árbol y a las ramas más altas.


Tristam mantuvo un ojo sobre ellos mientras trabajaba. Mientras hilo a
hilo cortaba, las cuerdas se aflojaban, y él serraba más rápidamente.
Finalmente, sus brazos quedaron libres y Tristam tiró el resto hasta que
yacían en una pila en el suelo. Dio un paso y agarró el árbol como
apoyo cuando un millón de agujas invisibles atacaron sus miembros.

Hubo un fuerte crujido, seguido de un choque. Tristam levantó la


mirada para encontrar a Kyra desplomada en el suelo, rodeada de hojas
y ramas. A pocos pasos de distancia, el gato demoniaco agazapado,
también desorientado. Luego se puso de pie, se sacudió y cojeó hacia
Kyra. La chica levantó la cabeza, sin hacer ningún movimiento para
defenderse.

Tristam se tambaleó hacia el gato con el cuchillo, apuntando a la


tierna carne bajo su cuello. La bestia se dio la vuelta, y Tristam bajó el
cuchillo, inclinando la hoja de manera que se deslizó entre hebras de
piel. La daga se alojó en el hombro del gato demoniaco. El animal lanzó
un rugido de furia. Desesperadamente luchando por obtener un arma,
Tristam agarró una rama grande y puso toda la fuerza que le quedaba
detrás de su ataque, golpeando a la criatura tan fuerte como pudo. Un
acierto en la base del cráneo del gato demoniaco, y la bestia cayó al
suelo.
Kyra gimió, y Tristam volvió a verla empujarse lentamente sobre
sus pies.

—Esa fue una mala idea —dijo ella.

—¿Fue toda nuestra conversación anterior un acto?

—Parte de ella —dijo, frotando su trasero. Hizo una mueca y se


tambaleó hacia el gato, colocando su mano delante de su boca para
comprobar su respiración—. Todavía está vivo.

—No por mucho tiempo. —Tristam arrancó el cuchillo del hombro


del gato y fisgoneó su boca abierta.

—¡No! —Los ojos de Kyra estaba anchos, horrorizados.

—Dame una buena razón para no hacerlo —gruñó. Primero Jack,


luego Martin, y los intocables en el fuego. Mataría a una de estas
criaturas antes de morir él.

—Por favor…

Él la miró con incredulidad y dio un paso hacia ella, sólo para


agarrarla por apoyo cuando la oleada de náuseas le golpeó. Ella alargó
la mano para sostenerlo, pero se echó hacia atrás cuando él la miró.
¿Era él tan aterrador para la vista?

Se dobló, su fuerza drenándose mientras su ira perdía impulso.

—¿Quién eres? —preguntó.

Kyra miró frenéticamente entre él y el gato demoniaco boca abajo.


Empezó a hablar, pero luego se detuvo, sus ojos abriéndose, y se arrojó
hacia el bosque.

—Están viniendo tras nosotros —dijo—. Tenemos que irnos.


Treinta y Siete
Traducido por Sandra289
Corregido por Lucero

En el momento en que empezaron a correr, Kyra sabía que


estaban en problemas. La prueba de Tristam había causado daño. Su
balanza fue errónea, y la tensión marcaba su rostro en cada paso. Aún
así, no tenían más opción que correr.

Necesitaban un río para lavar su olor y ocultar sus huellas.


Incluso entonces, Kyra no estaba segura que los Makani no fueran
capaz de recoger su olor del aire. Corriendo junto a Tristam, su propia
nariz recientemente entrenada estaba llena de sangre fresca de sus
heridas, y más preocupante aún, otra capa de fiebre y enfermedad
debajo. Más de una vez, lo vio tropezar.

—Ya casi estamos allí —dijo ella, apretando las palabras entre
jadeos—. Hay un río delante.

El suelo estaba inclinándose ya. Desaceleraron, pisando con


cuidado sobre las raíces y rocas hacia el agua corriendo. Rompieron a
través de los árboles hacia la orilla del río y se detuvieron en el borde.
Era un pequeño río y parecía ser profundo hasta la cintura. El agua
helada se arremolinaba alrededor de sus tobillos mientras se metían.

—¿Cómo vas? —Una roca punteó cuando puso su peso en ella y


apenas evitó torcerse el tobillo.

—Viviré —dijo Tristam con los dientes apretados.

Siguieron el río hasta que Kyra no tenía la sensación de tener los


pies sumergidos.

—¿Crees que podremos cruzar? —preguntó.

Tristam asintió y se volvió al agua más profunda hacia la orilla


opuesta. La corriente le quitó el aliento y apretó los dientes para evitar
que castañeasen. Detrás de ella, Tristam tropezó y ella corrió a su lado,
apoyándolo contras las piedras deslizantes mientras él no se alteraba.
Su peso hizo que sus rodillas temblasen. Lucharon a través, resistiendo
la corriente, hasta que finalmente llegaron a la orilla opuesta. En la
cima de la pendiente, Kyra se desplomó en el suelo, sólo para saltar de
nuevo cuando un olor de los gatos demoniacos llenó sus fosas nasales.
Kyra volvió su cara al viento. Sin duda había gatos en esa dirección, y
estaban cerca.

—Tenemos que… —Se detuvo cuando vio la cara de Tristam.


Estaba escudriñándola, sus ojos cautelosos.

—Eres diferente…

Ella lo ignoró.

—Los gatos demoniacos están por todas partes. No podemos


quedarnos. —Pero entonces se detuvo. No podían correr tanto. Tristam
apenas podía caminar en ese punto, y sólo ayudándolo a través del río
la había agotado. La expresión sombría de Trisam le dijo que había
llegado a la misma conclusión.

—Había un pequeño hueco en la orilla del río un poco aguas


arriba —dijo—. Quizás podamos esperar a que acabe la búsqueda ahí.

Fue una dolorosa lucha con el río abajo para volver sobre sus
pasos, pero la encontraron. A un lado de la orilla, el agua se había
llevado una depresión en el muro del río y luego retrocedía, dejando una
pequeña cueva. Alguna hierba crecía en la apertura proporcionando
cobertura. No era grande, pero se tenía que hacer. Escalaron al
reducido espacio y se sentaron, apoyando la cabeza contra la tierra
compacta mientras luchaban por recuperar el aliento.

—¿Entonces qué paso? —Tristam finalmente preguntó.

Kyra suspiró y cerró los ojos.

—James me agarró en el Gremio. Luchamos. Él ganó. Pensé que


iba a morir, pero los Demon Riders me rescataron.

—¿Sabes por qué te ayudaron?

Kyra hizo una pausa.


—Los Demon Riders pensaban que era uno de ellos.

—Eso es muy extraño.

Ella se puso las rodillas cerca y se encorvó, consciente de sus ojos


sobre ella e incapaz de enfrentarse a él. Le había tomado lo suficiente
para confiar en ella cuando pensaba que era una simple criminal. ¿Qué
pensaría ahora, si sabía que era pariente de las criaturas que ahora
habían matado a dos de sus compañeros?

—No quiero hablar de eso —dijo.

Para su sorpresa, él no la presionó.

—¿Supongo que esto significa que no eres una de ellos? ¿Vas a


volver a la Forge?

Kyra se rió con amargura, preguntándose si Tristam tenía idea de


lo que la pregunta significaba. No se arrepentía de su decisión de huir.
No había manera de que hubiera permanecido de pie mientras mataban
a Tristam. Pero al mismo tiempo, todavía había mucho que ella no sabía
de los Makvani. ¿Podría ir alguna vez a cazar de nuevo? ¿Perdió ese
lado de ella para siempre?

—Necesito hablar con Malikel —dijo—. James está planeando otra


incursión. Encontré diez viales de extracto de flor azul en el estudio.

—¿Extractos de flor azul? —Los ojos entrecerrados de Tristam se


abrieron—. Eso es extraño. ¿Tras quien crees que va?

—No lo sé. ¿El Concejo quizás?

—El Concejo sólo tiene veinte miembros. Él podría envenenar


cinco veces a ese número con diez viales.

—¿Los guardias del palacio, entonces?

—No es suficiente para eso. Tenemos una fuerza regular de


doscientos. —Tristam cerró los ojos—. Tienes razón. Tenemos que
decirselo a Malikel.

Los minutos pasaron a horas, y Kyra perdió la noción del tiempo.


Su lugar oculto estaba húmedo. La tierra estaba húmeda, y el ocasional
rocío del río llevaba la promesa de una noche fría. Los sonidos del
aliento de Tristam junto a los de ella se hacían dificultosos y
superficiales. Ella tomó sus manos y trató de frotar calor en sus dedos
helados. Él reconoció sus esfuerzos con una mirada, pero por lo demás
se recostó contra la pared de la tierra, sin moverse.

Ella se puso de pie.

—Voy a mirar alrededor.

Kyra no olía a los gatos así que salió a la orilla. Quizás la


búsqueda se había movido. Pero la esencia la golpeó de nuevo tan
pronto como encabezó la pendiente. Kyra se mordió el labio y bajo de
nuevo. Necesitaba alguna manera de hacerlos irse.

—¿Tienes vendas bajo la túnica? —le preguntó a Tristam.

—Sí, ¿por qué?

—Deja que las mire.

Tistam parecía confundido, pero se quitó la túnica, haciendo una


mueca cuando tuvo que mover su brazo lesionado. Las manchas de
sangre se filtraban a través de la capa superior de sus vendajes.

Kyra se acercó más y las desenvolvió, cuidadosa de mantener las


capas más limpias libres de la suciedad. Tuvo que apartar la mirada
brevemente cuando se deshizo del resto. Los músculos de sus hombros
estaban perforados hondos, heridas harapientas y definitivamente olía
la infección.

Al darse cuenta de su reacción, Tristam le dio una débil sonrisa.

—Esperaba que estuvieses más impresionada ante mis músculos


endurecidos por la lucha.

Habría sido más divertido si su voz no hubiera sido tan débil.


Kyra le apretó el brazo.

—Una vez que lo tengamos bajo control, podrás ser bastante


impresionante.

Se preguntó brevemente si su saliva tendría propiedades


curativas, pero su estómago se volteó y rechazó la idea. El Makvani sólo
limpiaba las heridas en forma de gato de todas maneras. Su mejor
apuesta era conseguir que Tristam volviera a la Forge.
Las vendas inferiores estaban empapadas en sangre, y rasgó esa
parte fuera, y reenvolvió el resto como mejor pudo. Le molestaba como
de pasivo estaba actuando Tristam. Estaba más aletargado que media
hora antes, y estaba temblando, a pesar de que claramente trataba de
ocultarlo. Lo tomó del brazo para ponerle de nuevo su túnica. Su piel
estaba caliente al tacto y húmeda de sudor.

—Tristam. —Ella habló despacio y claro—. Voy a quitarte las


vendas y llevarlas lejos. Tal vez el olor dirigirá la búsqueda a otro lugar.
Necesitamos eso para escapar.

Él se movió y la miró.

—¿Vas a intentar conducirlos a otra parte?

—Sí, si te quedas aquí. Volveré.

—No vale la pena el riesgo. Simplemente trata de llegar a Forge y


enviar ayuda.

—No vas a durar tanto, no con ellos buscándote. Sólo quédate.

Ella agarró el vendaje y se arrastró hacia afuera antes de que él


pudiera discutir. En la parte superior de la orilla, miró alrededor otra
vez. ¿Dónde podría ir? Después de un momento de vacilación, tomo una
dirección y corrió. Saltó por encima de las raíces y se agachó bajo las
ramas, pensando sólo en estar lejos del río.

Después de un momento, piel marrón brillo detrás y en la


derecha. Alguien la había encontrado. Cortó a la izquierda y bajo por la
colina. La tierra dura golpeaba contra sus pies mientras bajaba
disparada. Una rápida mirada atrás a su perseguidor que todavía la
seguía, y en el mejor de los casos, estaba ganando.

Desesperada, se sumergió en un grupo de arbustos y trepo, sólo


para detenerse ante una piel blanca en los árboles delante de ella. Se
dio la vuelta de nuevo, obligándose a correr más rápido. Podía oír los
gatos detrás de ella ahora, sus pasos pesados cuando abandonaron el
silencio por la velocidad. Hubo un crujido de ramas en frente de ella, y
un tercer gato demoniaco cayó directamente en su camino, bloqueando
su camino. Kyra patinó hasta detenerse mientras los otros dos se
acercaban detrás. Durante unos largos momentos, se quedaron allí, los
tres gatos listos para bloquear cualquier movimiento que hiciera. Luego,
un familiar gato amarillo corrió, miró a su alrededor, y lentamente
cambió de forma.

Pashla no había terminado de establecerse en su forma humana


antes de que cruzase hacia Kayra y la golpease en la cara.
Treinta y Ocho
Traducido SOS por ZoeAngelikal
Corregido por Pily

El golpe la tiró al suelo. Kyra ahogó un grito cuando su codo tocó


el suelo.

—Así es como me lo pagas.

Kyra miró hacia abajo, incapaz de mirar a los ojos de Pashla. Era
cierto. Pashla le había salvado la vida, peleado por ella, y le había
enseñado los caminos del clan. Y Kyra la traicionó.

Pashla arrastró a Kyra por los pies y se dio la vuelta para


enfrentarse a los otros tres gatos demoniacos.

—Volved con Leyus.

Ellos no la ataron, en su lugar la aseguraron de nuevo, un gato


demoniaco a cada lado de Kyra. Cuando Kyra frenó, el gato detrás de
ella le espetó a sus talones. Kyra escaneó desesperadamente los árboles
por delante y por detrás mientras viajaban. Los gatos estaban vigilando
el sendero, no a ella. Si fuera capaz de separarse el tiempo suficiente
como para llegar a un lugar en donde esconderse… Un gato giró la
cabeza y miró a Kyra por el rabillo del ojo, como para asegurarle que la
vigilaban.

Los Demon Riders ya se habían reunido en el claro cuando llegó


Kyra. ¿Se habían reunido en su huida? No, la mayoría de ellos ni
siquiera la miraron cuan fue traída. Se agruparon, discutiendo
profundamente. A medida que sus captores sacaron la cuerda de sus
muñecas, Kyra vislumbró a Tristam, también cautivo, desplomado
contra un árbol. Alzó los ojos hacia ella y luego bajo la mirada de nuevo,
como si estuviera demasiado cansado como para mirarla.

Pashla fijó en Kyra una mirada ardiente.

—¿Por qué lo hiciste?


¿Por qué? Porque eran traficantes de esclavos. Debido que Kyra
no podía quedarse sentada y ver cómo asesinaban a Tristam. Porque lo
único que quería hacer era ir a casa y llorar sobre el hombro de Bella,
pero no podía, porque también habían matado a Bella.

—No podía dejarlo morir —fue todo lo que dijo.

—Has fallado. El aún va a morir mañana, y ahora tu también. —


El tono de Pashla era afilado con amargura y pesar. Parecía que iba a
decir algo más, pero se dio la vuelta y se entretejió en la multitud de
Demon Riders. Kyra se permitió desplomarse cuando Pashla se fue,
pero su respiro duró corto. Cuando regresó, Leyus iba con ella.

El Demon Rider cabecilla fijó su mirada en Kyra y Tristam, y Kyra


de repente se sintió profundamente avergonzada. Los dos, sucios y
exhaustos, debían de verse patéticos.

—Mantenedlos separados. Voy a hablar con ellos por separado. —


ordenó.

Tristam le lanzó una última mirada cuando los Demon Riders se


lo llevaron. Otros empujaron a Kyra contra un árbol, atándola
fuertemente. Con un gesto de Leyus, todos se fueron a excepción de dos
gatos que miraban desde lejos. Kyra cerró los ojos, buscando la
voluntad para enfrentar sus preguntas.

El Demon Rider habló con calma.

—Has traicionado al clan y tirado la confianza de Pashla en su


cara. ¿Qué tienes que decir?

—¿Qué vas a hacer conmigo? —Preguntó.

—Te advertí. Si nos traicionabas, te trataríamos como a cualquier


otra humana. Incluso morir por nuestras manos es más de lo que te
mereces. Mañana, te devolveremos a James de acuerdo con sus deseos.

James. Él era el motivo de todo esto.

—Sois tontos por tratar con él. Os traicionará tan fácilmente


como a mí.

—Suficiente. —Ahora Leyus estaba enfadado—. Es intrépido


hablar siendo alguien que mintió tan fácilmente. ¿O todavía esperas que
creamos que el caballero es un desconocido? ¿No tienes vínculos con el
Palacio?

Kyra miró hacia el suelo, incapaz de responder, pero entonces sus


ojos se posaron en la mano de Leyus. Tenía un pergamino, uno
sorprendentemente familiar.

—El mapa —espetó—. Tienes mi mapa de la Fortaleza.

Leyus miró el pergamino.

—Así que tu eras la cartógrafa, —dijo—. El mapa está bien


dibujado.

Kyra se le quedó mirando con pavor.

—¿Cuándo es el ataque?

—Te preocupas demasiado por cosas que ya no te conciernen,


mestiza.

Se fue antes de que pudiera responder.

El amanecer cortaba a través de la niebla cuando Kyra se


despertó con los pasos de Demon Riders desconocidos. Era una
mañana fría, y la humedad de la niebla se había instalado en su piel
mientras dormía. Los Demon Riders no hablaban ya que la llevaron de
nuevo al claro, donde el clan se había reunido de nuevo en su círculo
habitual. Tristam estaba en el centro, con moretones y apoyado en uno
de sus guardias. Junto a él estaba Leyus. Kyra se armó de valor para
unirse a ellos, pero para su sorpresa, sus guardias la mantuvieron en el
borde del círculo.

La multitud se desplazó con el sonido de los cascos


aproximándose, y tres jinetes aparecieron. Incluso desde la niebla, Kyra
reconoció a James. La cicatriz en su vientre palpitaba, y de repente
encontró dificultades para respirar. Si la desataban, no sabría hacia
dónde ir, a su cuello o si huiría.

El círculo se abrió en una cerradura para los recién llegados, y los


guardias de Kyra la arrastraron detrás de los otros Demon Riders,
ocultándola de su vista. Kyra reconoció las ganzúas negras de Alex y las
zancadas rápidas de Shea. Se quedaron atrás mientras James
desmontaba para saludar a Leyus, y Kyra se esforzaba por escuchar la
conversación. Todo el mundo debía de estar haciendo lo mismo, porque
las voces de los hombres hicieron un eco indiscutible en el bosque.

—¿Cómo lo encontraste? —preguntó James.

—Estaba husmeando alrededor del bosque. Matamos a su


compañero, pero a él lo mantuvimos con vida.

—Estoy muy agradecido —dijo James mientras Shea y James


descargaban varias alforjas—. Aquí hay cincuenta conjuntos de ropa de
invierno, hechas con la mejor seda importada de Forge. Los paños de
fieltro eliminan el sudor de la piel, os mantendrán secos en el frío.

Leyus abrió el saco y asintió con aprobación. A su señal, los


guardias de Tristam lo llevaron hacia James. El caballero se tambaleó,
luego se quitó de encima a sus guardias para dar los últimos pasos
hacia James.

James hizo una reverencia.

—Sir Tristam de Brancel. No creo que nos hayamos encontrado.


—Incluso a esa distancia, distinguió la burla en su voz. El asesino se
giró hacia Leyus—. Es un placer hacer negocios contigo, como siempre.
Obtendrás la otra mitad del pago después de la próxima incursión.

—Hemos estudiado los mapas —dijo Leyus—. No será un


problema si nos proporcionas la diversión prometida.

Todo el cuerpo de Kyra se tensó, y se acercó más. ¿Diversión?


¿Había sido sólo para eso el extracto de flor azul?

—Ya nos hemos encargado de eso —dijo James—. Sólo ten


cuidado dentro del complejo. Necesito suficientes vivos para mantener
Forge en funcionamiento. Una ciudad anarquista no tiene ninguna
utilidad para mí.

—Enviaré a mis gatos más experimentados de este país. No se van


a descontrolar.

—Entonces nos volveremos a ver pronto —dijo James—. Probad la


ropa y hazme saber si son de vuestro agrado.

Mientras se daba la vuelta, Leyus habló de nuevo.

—Hay un prisionero más que te podría interesar.


Los guardias de Kyra la arrastraron hacia delante. Los ojos de
James se abrieron y miró hacia Leyus, furioso.

—¿Por qué sigue viva? Tu pueblo me dijo que la habías dado de


comer a tus gatos.

—La necesitábamos. —El tono de Leyus no mostraba ni un ápice


de culpa—. Pero ahora ya hemos terminado. Ella es tuya para hacer lo
que quieras.

—No es como si trataras nuestros acuerdos tan vagamente.

—Este fue un caso especial. Te aseguro que no ocurrirá de nuevo.

Por un momento, James miró a Leyus. Pero lo superaban en


número, y a juzgar por la frustración en sus ojos, era muy consciente
de ello. Kyra sólo tuvo un pequeño momento para saborear la pequeña
victoria antes de que él se girase hacia ella.

—Ella es demasiado buena mantenerla con vida. —Murmuró


James. Alcanzó a Kyra. Ella intentó liberarse de nuevo, pero los
guardias aún la sujetaban con un firme apretón. Reuniendo la
humedad que le quedaba en la boca, Kyra le escupió en la cara. Fue un
intento patético, pero la mandíbula de James se tensó.

—Esta vez me aseguraré de que estás muerta. —James


desenvainó su daga y se acercó a ella—. ¿Dices que es mía para ajustar
cuentas, Leyus?

—Haz lo que quieras.

Kyra sintió como todo el clan observaba como James alzaba la


daga. En el rabillo del ojo, vio a Tristam luchando contra los asesinos
que los agarraban. Ella cerró los ojos, oyendo tan sólo su áspera
respiración. Sintió a los guardias detrás de ella, cómo sus músculos se
tensaban previniendo un último intento de huida. Así que esto era todo.
Ella moriría aquí, el clan atacaría el Palacio, matando a la gente de
Malikel a cambio de un centenar de ropas de invierno.

Un centenar de prendas de invierno, para ser llevados cerca de la


piel.

Diez viales de extractos de flores azules.


—¡Veneno! —gritó.

La daga de James se detuvo.

—Leyus, James te ha traicionado —habló Kyra en un revoltijo


desesperado por pronunciar las palabras antes de que James le cortara
la garganta—. La ropa está envenenada.

Unos brazos fuertes tiraron de Kyra hacia atrás y un Demon


Rider se interpuso entre ella y James.

Los ojos del asesino se estrecharon.

—Dijiste que no interferirías, Leyus.

—Voy a escuchar todo lo que tenga que decir —dijo Leyus. Fue
hasta Kyra—. ¿Qué quieres decir?

Kyra escuchó un siseo de la dirección de Tristam. El caballero la


estaba mirando, con los ojos muy abiertos con comprensión, y sabía
que él había llegado a la misma conclusión. Kyra se pasó la lengua por
los labios resecos, deseando que los latidos de su corazón se
ralentizaran.

—La noche en que Pashla me encontró, asalté el estudio de


James. Tenía diez frascos de extractos de flores azules en su baúl. Creo
que estaba echándolo en la ropa que os acaba de dar.

—La chica se aferra a cualquier cosa que retrase su muerte, —


dijo James—. ¿Por qué debería de envenenaros en la víspera de nuestra
mayor redada?

—Debido a que es un veneno de efecto retardado —dijo Kyra—.


Estarías bien para la incursión, incluso varias semanas después. Pero
una vez sea invierno y hayais sobrevivido a lo que él quería, enfermarías
y luego morirías.

Leyus miró lentamente a Kyra y a James de vuelta.

—¿Tienes pruebas?

—Diez viales son suficientes para envenenar un centenar de


prendas de ropa. Y James te acaba de entregar cincuenta prendas
prometiéndote cincuenta más…
Kyra se calló cuando se dio cuenta de cuan endeble era su lógica.
Era una exageración, se dio cuenta. Pero había algo en su conjetura
que se sentía bien. Esto era algo que James haría. Necesitaba a los
Demon Rider con el fin de debilitar el Palacio, pero no era tonto. James
sabía que su alianza con el Makvani era débil en el mejor de los casos.
Ellos no tenían lealtad ninguna hacia él, y él siempre había eliminado
las amenazas en forma de precaución, antes de que tuvieran la
oportunidad de atacar.

La expresión de Leyus cambió de la preocupación al desprecio.

—Me decepcionas, Kyra, aferrándote a historias para añadir unos


minutos más a tu vida. Deshonras la herencia de tu sangre.

Herencia de sangre. Kyra se aferró a esas palabras como última


esperanza.

—Si realmente reconoces mi sangre, concédeme mi derecho a un


Reto.

Un silencio sorprendente siguió a su declaración. Entonces, un


murmullo recorrió a la multitud.

—Explícate —dijo Leyus.

James la miró con desconfianza, pero Kyra no le hizo caso y se


echó hacia adelante

—Déjadme enfrentarme en combate al que me mataría.

—Eso es una mofa del Reto, —dijo Leyus—. Es el derecho de


alguien que tiene algo que perder, no la opción de último recurso de un
preso a punto de morir.

—No quiero luchar por mi vida. Puedes matarme de cualquier


modo.

Leyus se acercó.

—¿Qué quieres decir?

—Voy a luchar por el derecho de probarme a mí misma, —dijo


Kyra—. Si pierdo el Desafío, que así sea. Pero si gano, dejadme llevar las
prendas de ropa a un sanador que pueda detectar el veneno. Si estoy
equivocada, podeis matarme.
A su alrededor, los murmullos se apagaron, y todos los ojos se
volvieron a Leyus.

James escupió en el suelo.

—Mi paciencia se agota, Leyus. ¿Cuánto tiempo le seguirás la


corriente a los intentos de la chica para retrasar lo inevitable?

Leyus examinó el rostro de Kyra, sumido en sus pensamientos.

—Muy bien. Concedo la solicitud. —Se volvió hacia James—. Has


oído. ¿Vas a aceptar el reto? Si no deseas pelear con ella, podemos
vigilarla hasta poner a prueba la ropa.

—Me niego a entrar a tus juegos —dijo James—. Cuando


empieces a honrar más nuestros convenios, podemos hacer negocios.
Pero hasta entonces nos separamos.

Se dio la vuelta hacia su caballo. Alex y Shea recogieron las


bolsas de ropa.

—¿A dónde llevas la ropa? —preguntó Leyus.

—Si tu gente puede echarse atrás en un acuerdo, yo puedo


mantener a Tristam. Ven a verme cuando negocies con honestidad —
dijo James.

—¿Es esa la auténtica razón, James? —preguntó en voz alta


Kyra—. ¿O te las vas a llevar de vuelta para que no puedan ser
examinadas en busca de veneno?

James se volvió hacia ella y le dio una bofetada en la cara.

—No voy a tenerte aquí corrompiendo sus mentes en mi contra —


susurró.

Kyra parpadeó con lágrimas en los ojos, conteniendo la


respiración hasta que el aguijón del dolor se desvaneció. Nunca había
visto a James perdiendo la compostura de ese modo, y eso la asustaba
tanto como la canvenía de que tenía razón.

El asesino se volvió hacia Leyus.


—He cambiado de opinión. Acepto los términos del desafío.
Desata su brazo, si es necesario, pero me ha causado demasiados
problemas para dejarla con vida.

—¿Así que lucharás con ella? —preguntó Leyus.

—Sí.

De repente un Demon Rider estaba cortando las ataduras


alrededor de las muñecas de Kyra. La sangre se precipitó hacia sus
manos, seguida de pequeñas agujas apuñalando sus dedos. Se tropezó
hacia delante, tambaleándose por el giro de los acontecimientos. Leyus
le entregó una daga.

—Lucha ahora, tal y como estás.

El círculo había empezado a expandirse, sus miembros intentaron


hacer tanto espacio como pudieron para los combatientes. James se
quitó la capa y estiró brazos y piernas, mirando a Kyra desde la
distancia.

Podía sentirlo tomando nota de todo lo que hacía, cada traspié.


Kyra era demasiado consciente de sus piernas débiles, mientras trataba
de dar algo de vida en ellas. Las dos últimas veces que había luchado
con James la había golpeado con facilidad. ¿Cómo podía esperar
enfrentarse a él después de una noche como prisionera? Sacudió las
extremidades de nuevo. No importaba. Era mejor morir luchando.

James observó a Leyus con cautela.

—Tu palabra, entonces. No interferirás.

—Mi gente se quedará al margen de esto, al igual que la tuya.

Kyra vio a unos Demon Riders acercarse a los otros dos asesinos.
Entonces Leyus asintió y salió del círculo. Fue una clara señal para
empezar. Kyra aferró su daga fuertemente. James enfocó sus ojos en
Kyra y avanzó lentamente.

—¿Cuál es tu secreto Kyra? ¿Por qué no puedo deshacerme de ti?

Kyra retrocedió, permaneciendo fuera de su alcance.

—Suerte, supongo.
—Creo que es más que eso. Realmente es una lástima. Te podrías
haber convertido en una de las mejores.

Ella sabía que estaba tratando de distraerla, provocar una


reacción que la hiciera bajar la guardia. Aún así, sus palabras eran
extrañamente hipnóticas.

—Desde la primera vez que te vi trabajar —dijo James—, sabía


que eras diferente. Eres lo más cercano a un asesino natural.

James atacó antes de terminar la frase. Kyra saltó a un lado, pero


perdió el equilibrio y tropezó. Se arrastró hacia arriba y fuera de su
alcance, curvando su trayectoria para evitar toparse con el Makvani.
Kyra tenía la sensación de que la empujarían si se acercaba demasiado.

—Eres hermosa de ver, lo sabes —continuo James, como si


hubieran estado hablando todo el tiempo—. Tu gracia es imposible de
ignorar. Incluso ahora, cuando estamos en la garganta del otro… ¿Te
diste cuenta de la forma en que mis hombres te miraron? Sobretodo
después de verte asaltar la armería. Y no sólo se trataba de ellos —hizo
una pausa—. Tal vez ese era el problema, como asesino, valoré tu
habilidad. Sin embargo lo sabía mejor, mi admiración creció más allá de
los negocios.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Kyra, y estuvo agradecida de


no poder ver la reacción de Tristam. Hace un par de meses, esa
admisión por parte de James la habría cautivado. Pero eso era antes de
haber matado para él. Antes de que él asesinara a Bella.

James se lanzó de nuevo, y esta vez ella se agachó a un lado sin


caer. Fue más lento de lo que recordaba. La última vez que habían
peleado, había sido increíblemente rápido. ¿Le estaba tomando el pelo
ahora?

—¿Recuerdas la tarde en la que planeamos la redada? —preguntó


James.

Lo hacía. Y lo que sucedió después. Apartó el recuerdo hacia un


lado e hizo una finta hacia la izquierda. James se hizo a un lado, pero
de nuevo, no tan rápido como había esperado. Kyra buscó en su rostro
alguna señal de que algo estuviera mal, pero como siempre, James era
un maestro en ocultar sus sentimientos.
—Realmente tenemos mucho en común, —dijo James—.
Pensamos de la misma forma. Nos gusta la emoción de la persecución,
ser más inteligentes que nuestros enemigos. Dime que no te gustó la
emoción de llevar a los aferradores de pared bajo un grado. Te
encantaba ese poder. Atrévete a negarlo.

Ella quería que él estuviera equivocado. Necesitaba que lo


estuviera.

—Así que no lo niegas —dijo James.

La roca en donde estaba Kyra volcó y se tropezó. En un instante,


él estaba en ella, la hoja bajando hacia su cara. Ella retrocedió y se
quedó sin aliento, cuando golpeó su clavícula. Kyra dirigió su propia
navaja y se puso en pie mientras James saltaba hacia atrás indemne.
Kyra mantuvo la daga entre ellos, respirando con jadeos rápidos
mientras sondeaba la clavícula con la mano libre. Sus dedos salieron
pegajosos, pero al menos podía moverse.

El dolor la despertó de su hechizo. Kyra aferró su daga,


cambiando el peso de adelante hacia atrás. Si James la quería muerta,
tendría que esforzarse para ello. No tenía ninguna intención de ser una
presa fácil. James debió haber notado su cambio de enfoque, porque
dejó de hablar. Se rodearon el uno al otro, no había sonido entre ellos,
pero si su respiración y el crujido de las hojas de otoño.

Unas pocas fintas y paradas, y se dio cuenta de por qué james


parecía tan lento. No había cambiado. Sin embargo tras semanas de
caza con Pashla, Kyra sí. Sus sentidos estaban más nítidos, sus reflejos
más suaves. Kyra vio a su oponente con nuevos ojos. ¿Y si James, no
fuera el asesino que temía? ¿Y si fuera su presa?

La siguiente vez que atacó, Kyra estaba lista. Se movió a un lado y


cortó el brazo del cuchillo. Su hoja provocó un corte profundo, y el arma
de James cayó en las rocas con un ruido satisfactorio. Kyra agarró la
túnica y lo atrajo hacia sí, presionando la punta de la hoja contra su
garganta.

Por un instante, estuvieron congelados ahí, los ojos fijos, tan


cerca que podía sentir como sus pulmones se expandían como cada
respiración poco profunda. Kyra sintió su cuerpo tenso. Podía matarlo.
Tenía todo el derecho. A su alrededor, sintió la energía de la multitud
inclinándose hacia el asesinato. Ella quiso que su muñeca diera el golpe
final.
Un golpe repentino en su sección media la dejó sin aliento. Kyra
empujó el cuchillo hacia delante con todas sus fuerzas, pero James ya
se había trasladado fuera del camino. Él agarró su muñeca con fuerza y
la retorció. El dolor se disparó en su brazo y la condujo al suelo. Su
rodilla se clavó en su espalda, lo que forzó un arco antinatural.

Y entonces el mundo se desplomó.

Una niebla cubría su visión. El calor se precipitó a través de ella,


derritiendo sus entrañas y forzando su salida a través de la piel en
forma de diminutos pelos. Sus ropas se tensaron, luego se rasgaron y se
apartaron por completo. Sus huesos se alargaron. Sus músculos se
alargaron también para coincidir. Un murmullo recorrió la multitud, y
se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Por último, su visión se
aclaró y el mundo volvió, más amplio y nítido. Frente a ella, James se
puso en pie, mirándola con incredulidad y horror.

Por un momento, Kyra se quedó estupefacta, insegura en su


nuevo cuerpo. Trató de dar un paso adelante, pero no sabía que ambas
piernas se movían juntas. Detrás de ella sintió lo que debía de ser su
cola, que serpenteaba hacia atrás y adelante mientras cambiaba su
peso.

Entonces James volvió a correr, y sus instintos se encendieron.


Lo alcanzó en dos saltos y se enrolló a su alrededor. Sus garras
abrieron tres tajos sobre el pecho y uno en la cara. Era tan fácil tirarle e
inmovilizarlo en el suelo. Mientras lo mantuvo allí, vio su extremidad
anterior por primera vez. Marrón oscuro, el mismo color que su cabello,
con los músculos nervudos debajo de la piel.

La cara de James, nítida en esta nueva visión, tenía una


expresión que nunca había visto antes en él, sus ojos se movieron a un
lado, su boca formaba una mueca. Estaba asustado. Podía oler su
miedo, mezclado con la sangre que se filtraba a través de sus cortes.
Respiró profundamente, saboreando el olor. Un simple golpe suyo y se
caería sin vida. Sintió al clan a su alrededor, viendo. Ansiaba abrir lo
roto, cavar en la garganta, ¿pero intervendrían los demás? ¿Lo
protegerían? Instintivamente, sabía que no lo harían. Era su matanza, y
no se entrometerían. Kyra desenvainó las garras.

El círculo, la víctima, el olor a miedo y sangre…

Ella había estado allí antes. Había algo que necesitaba recordar.
Era difícil darle sentido a esos recuerdos con esa sed de sangre
instándole a ir hacia su víctima. Kyra levanto las garras para golpear.
Entonces recordó. El sueño. La redada. Una vez más, una vez más
sintió al sirviente hundirse en el suelo mientras la vida era drenada de
él. Kyra se vio a si misma en el patio del Gremio de los Asesinos,
temblando de horror mientras limpiaba la sangre de un hombre
inocente fuera de sus manos.

Kyra enfundó sus garras antes de hacer su golpe. La cabeza de


James se estrelló contra una roca, y él se quedó inerte.
Treinta y Nueve
Traducido SOS por BrenMaddox
Corregido por Pily

Kyra se tambaleó hacia atrás, tropezando con sus propias


piernas. Ahora, su cuerpo se derretía sobre sí mismo. Su pelaje
fluyendo fuera de la piel. Un viento frío la rozó, y se dio cuenta de que
estaba desnuda. Demon Riders la rodearon y guiaron sus flácidos
brazos en una túnica.

Se estaba ahogando en imágenes, como las imágenes de sus


pesadillas, pero mucho más fuertes. Trató de distinguir el sueño de la
realidad, los instintos de gato de los humanos, pero todo se escabulló.

—Ocupaos de los otros dos —escuchó decir a Leyus.

Kyra levantó la mirada para ver a Shea y Alex alejarse en sus


caballos y huir hacia los árboles. Cinco Demon Riders se movieron tras
ellos. Algo se agitó en su interior. Anhelaba unirse a la persecución,
traer a los jinetes y que los despedazaran. Un gruñido se agitó en la
base de su garganta.

—¡Kyra! —Pashla la estaba sacudiendo con fuerza—. Ya está


hecho. Quédate conmigo.

El Demon Rider líder se acercó, mirando cuidadosamente a Kyra.

—Nuestra sangre corre más fuerte en ti de lo que pensábamos, —


dijo Leyus.

¿Estaba satisfecho? ¿Enfadado? Se volvió de nuevo para seguir la


persecución.

—Has derrotado a James en el Reto —Leyus estaba hablando de


nuevo—. Vamos a cumplir con tu solicitud de poner a prueba las
prendas.

Las prendas de vestir... Poco a poco se volvieron hacia ella. Había


querido probar las prendas por el veneno.
—Necesitamos a alguien que sepa de venenos —dijo, sus palabras
y los pensamientos detrás de ellas eran sofocantes y desconocidos.

Fueron interrumpidos por el sonido de la tos de Tristam, un


sonido áspero y seco. El caballero estaba enroscado sobre sí mismo,
teniendo espasmos con cada tos. Se veía tan débil. Endeble, incluso.

—No necesita un sanador —dijo Tristam, levantando la cara hacia


Leyus—. Solo teneis que comprobar sus manos.

Leyus espetó una orden y los guardias de Tristam lo arrastraron.


El joven caballero estaba mirando abiertamente a Kyra. Le devolvió la
mirada, parpadeando por la confusión. ¿Eso era miedo en sus ojos?
Una parte de ella disfrutaba, pero la otra retuvo rápidamente la parte
donde estaba avergonzada.

—¿Qué has dicho, caballero? —dijo Leyus.

—Comprobad sus manos —dijo Tristam, alejando sus ojos de


Kyra—. Ved si están recubiertas con cualquier cosa.

A las órdenes de Leyus, un Jinete del Demonio inspeccionó las


manos flácidas de James.

—Están cubiertas con algo como cera —dijo—. Puedo rasparla


con la uña.

Tristam asintió.

—El recubrimiento protege la piel del veneno. James te traicionó


hoy.

Kyra se desplomó hacia delante, agotada, mientras lentamente su


instinto de gato demoniaco se filtraba lejos. Vio como Leyus se arrodilló
junto a James, inspeccionando las manos del asesino. Se dirigió a la
cesta de la ropa y se inclinó para oler.

—Tienes razón —Leyus se volvió hacia Kyra—. El clan te debe su


gratitud. No tomamos deudas de sangre a la ligera.

Hizo una pausa. Alrededor de ellos, el clan pareció contener el


aliento. Kyra se quedó quieta, sin saber lo que esto significaba.

—Eres libre de irte, como lo es el caballero.


Kyra inclinó la cabeza, su mente confusa. ¿Era así? ¿Perdonarían
su traición de esa manera?

—Gracias —logró decir.

Leyus sonrió levemente.

—No estés tan agradecida. Esto paga nuestra deuda en su


totalidad. Si nos encontramos de nuevo, vamos a empezar otra vez.

La multitud se disipó, transformándose de uno en uno a sus


formas de gato y fusionándose en el bosque. No hicieron ningún intento
de ocultar su cambio de forma de Tristam. ¿Acababan de dejar ir al
caballero, conociendo su secreto? Tristam observó al Makvani con
fascinación y confusión. Cuando se dio cuenta de la mirada, se volvió
hacia ella. Kyra la alejó, recordando el miedo que había visto antes y no
pudiendo enfrentarlo otra vez.

—Kyra —Era Pashla de nuevo—. Tú y el caballero vendréis


conmigo. Os vamos a poner en el refugio esta noche y os escoltaremos
de nuevo mañana.

Tristam arrastró los pies, suprimiendo la tos, y Kyra siguió su


ejemplo.

—Pashla —dijo Kyra—. Tu cambio de forma. ¿Va a estar bien


ahora que...?

—¿Ahora que el humano lo sabe? —preguntó Pashla. Kyra se


estremeció ante el uso del término—. Está bien. Siempre se enteran,
eventualmente. Es un secreto difícil de mantener. Si Leyus ha
dictaminado que le perdonará la vida, no necesitas preocuparte por él.

La voz de Pashla era calmada, sin ningún atisbo de ira. Pero su


rostro estaba más cerrado de lo que Kyra había visto en su vida. Dolía,
pero estaba demasiado cansada como para hacer otra cosa que
reconocerlo. Caminaron el resto del camino en silencio. En el refugio,
Pashla atendió las heridas de ambos, aunque le dijo a Tristam que su
saliva no sería tan eficaz para él. Otra mujer felino vino con un poco de
comida, entonces ambas Makvani se fueron, dejándolos solos.

Kyra estudió la tierra, los árboles, todo para evitar mirarlo. Un


fuerte viento sopló a través de la tienda de campaña, derribando una
lluvia de hojas alrededor de ellos.
—¿De verdad vas a hacer que te pida una explicación, Kyra?

Ella no quería hablar de eso, no podía hablar de ello sin la


amenaza de recordar que no estaba lista para volver a vivirlo. Pero
tampoco podía evitarlo para siempre.

—No lo sé —dijo rotundamente.

—¿Saber qué?

—Cualquier cosa. —Su voz se quebró, y se aclaró la garganta—.


Cuando los Demon Riders me encontraron en la Casa del Gremio me
dijeron que era parte Makvani.

Él estaba tranquilo, los ojos mirando hacia el suelo, pero se


enfocaron más allá de ella.

—Y te enseñaron a cambiar a la forma de un gato.

—Pashla pensó que valía la pena probar. Pero eso nunca sucedió
hasta que... —Se interrumpió.

—¿Hasta que te enfrentaste a James? —preguntó. Levantó la


mirada hacia su cara, y no podía decir si era temor o asombro lo que
había en sus ojos.

—No tenía ni idea. Ni siquiera lo estaba intentando —dijo—. No


tienes que creerme.

Hizo una pausa.

—Te creo. No creo que estuvieras temblando tanto si estuvieses


mintiendo.

Kyra envolvió sus brazos alrededor de sus rodillas y trató de


achicarse más todavía.

—Me tienes miedo —dijo.

—Sería un tonto de no hacerlo —dijo.

Una cosa era saberlo, pero otra muy distinta era oírle decirlo tan
claramente. Se volvió hacia él con furia.

—Salvé tu vida de nuevo allí. Tú de entre todas las personas…


Tristam puso una mano en su muñeca, suave pero firme.

—Lo siento, Kyra. Eso salió mal. Solo quería decir que cualquier
criatura que sea capaz de lo que has hecho merece respeto. Pero lo que
vi, no cambia el hecho de que me salvaste la vida, o que has
desobedecido a tu... gente... para protegerme. —Dejó escapar un largo
suspiro—. He albergado dudas acerca de ti antes, Kyra. En primer lugar
porque estabas en el Gremio, y luego, cuando pensaba que me habías
traicionado con los Demon Riders. Y cada vez, estaba equivocado. No
voy a cometer el mismo error otra vez. —Hizo una pausa—. A pesar de
que podría haber problemas en el futuro.

—¿Qué quieres decir?

—Estoy pensando en el Concejo. Todavía estás bajo una sentencia


de muerte que tenemos que despejar. Va a ser difícil probar que no eres
una amenaza para Forge si eres una de ellos.

Kyra cerró los ojos.

—¿Qué debo hacer?

—No lo sé. Tal vez podamos mantener esto oculto.

—James me va a delatar tan pronto como lo entreguemos.

—Podría, pero ¿quién le creería?

—Tal vez por un tiempo, pero la gente empezaría a preguntarse. Y


a notar cosas.

Ninguno de ellos mencionó el próximo paso lógico, que este


problema desaparecería si también lo hiciera James. Pero Kyra solo lo
contempló un momento antes de empujar el pensamiento a un lado. Ya
había tenido esa oportunidad. Además, James aún tenía demasiados
secretos, sobre el Gremio, el Palacio, y hasta de los Makvani. Se lo debía
a Bella, a los otros que habían sufrido en el fuego, conseguir sacarle
esos secretos.

Tristam exhaló.

—Puedo enviar a buscar a Malikel una vez que estemos más cerca
de la ciudad. Es un hábil negociador. Si somos capaces de ganarlo, tal
vez pueda convencer al Concejo de que te pongan en libertad
condicional.

¿Libertad Condicional? ¿Presa de nuevo, después de todo lo que


había pasado? En lugar del lacayo de James, estaría en el Palacio. ¿Qué
otros usos encontraría Willem para ella?

—O… —La voz de Tristam era vacilante—. Podrías escapar.

Kyra le dirigió una mirada inquisitiva. Tristam miró a su


alrededor y bajó la voz, como si le preocupara de que funcionarios del
Palacio lo oyesen.

—El Concejo ya no confía en ti. Si se enteran de lo que eres, no sé


lo que harán. Puedo decirles que nunca te encontré. Podrías huir a
Parna. Empezar de nuevo. —Había una urgencia en sus palabras,
aunque hablaba en voz baja.

—¿Les mentirías? —Kyra conocía lo suficientemente bien a


Tristam como para saber cuánto le costaría.

No hubo la más mínima pausa cuando los ojos de Tristam se


alejaron de nuevo.

—No voy a fingir que me guste la idea. Pero lo haría.

La idea de dejar Forge nunca se le había ocurrido, pero era


ciertamente posible. Cada ciudad tenía casas ricas con malas
cerraduras. Pero estaría sola. Un ladrón de poca monta en una ciudad
extraña.

—No puedo...

—El Concejo podría matarte, Kyra, si supieran la verdad. —Había


miedo real en sus ojos, lo suficiente como para asustarla para que lo
reconsiderara. Pero estaba cansada de reaccionar, de huir de cada
nueva amenaza. Si realmente podía hacer tanto, si mucha gente quería
sus habilidades, ¿por qué estaba a merced de todo el mundo?

—Dime —preguntó—. ¿Cuánto es la pena de James según el


Concejo?

—¿Qué quieres decir?

—¿Y si no les doy a James hasta que acuerden mi perdón?


Se volvió hacia ella con una mirada cautelosa.

—Ese es un plan peligroso.

—Como huir de la ciudad, o convertirme en alguien dócil.


Conseguiré mi perdón, y luego pasaré desapercibida en la ciudad.
Esperar y ver cómo salen las cosas con James. —Le dio una sonrisa
resignada—. Y si realmente deciden venir a por mí, no estaré
exactamente indefensa.

Tristam negó con la cabeza, de nuevo mirándola con una


expresión que no podía leer.

—Todavía no puedo creer que seas... —Se calló.

Kyra no respondió. Vislumbró formas moviéndose a través de los


árboles, moviéndose sobre las patas acolchadas. Ojos ambarinos
parpadearon dentro y fuera de la oscuridad. Y a pesar de que podía ver
con claridad e incluso encontrarlos distractores, podía decir por la
forma en que Tristam miró hacia la oscuridad que no veía nada. Volvió
a pensar en cómo se había sentido al fundirse en esa forma, disolverse
en la masa muscular y la piel lisa. Sintió la oleada de instinto de rabia y
sed de sangre, tan fuerte que gritó y se apartó de Tristam, convencida
de que estaba ocurriendo de nuevo. Pero momentos pasaron y ella se
quedó en su piel. Poco a poco, su corazón se desaceleró a la
normalidad.

—¿Kyra? —Una de las manos de Tristam se levantó


vacilantemente hacia ella.

Kyra se desplomó en ella y clavó los talones de sus manos a los


ojos.

—Es tan fuerte —susurró.

—Está bien, Kyra. —Poco a poco, Tristam alejó las manos de Kyra
de la cara y las sostuvo entre las suyas—. Todo está bien.

Dejó que la abrazara, teniendo comodidad en la solidez de su


toque. Se sentaron allí, la cabeza gacha y sin hablar, hasta que se puso
el sol.

Pashla los encontró a la mañana siguiente, acompañada por tres


Demon Riders que los escoltarían hasta la ciudad. Kyra nunca había
visto a los Makvani cambiar para viajar antes, y los observó tan bien
como pudo sin mirar fijamente. En el bosque, los Makvani dejaron sus
ropas para cambiar y recuperarlas más tarde, o las llevaban a la boca.
Esta vez, sin embargo, los Demon Riders doblaron su ropa
cuidadosamente y las guardaron en bolsas con correas largas. Después
cambiaron de forma, arrojaron las bolsas sobre sus cuellos con un
movimiento de una pata bien practicado. Mientras tanto, Kyra y
Tristam prepararon el caballo de James. Los otros dos caballos, y
presumiblemente sus jinetes, habían sido asesinados.

—El caballero montará el caballo —dijo Pashla—. Voy a llevarte a


ti, y el prisionero andará. Es tuyo para hacer frente a lo que quieras, ya
que lo derrotaste. —Pashla indicó a James con un movimiento de su
cabeza. El asesino estaba consciente ahora, atado y bajo la custodia de
otro Demon Rider. Le disparó a Kyra una mirada de odio puro. Ella se
dio la vuelta.

—¿Me llevarás? —Le preguntó a Pashla.

Pashla asintió.

—Es prudente para ti cambiar tu forma con la presa cercana. Se


necesita tiempo para aprender a controlarlo, para mantener tus
instintos de gato a raya. Lidiar con el cambio lleva semanas de práctica
y orientación.

—¿Orientación? ¿Dónde puedo conseguir eso?

—El clan está cerrado para ti ahora. No podemos ayudarte.

Una vez más, habló tan insensiblemente. Y de nuevo, dolía. Kyra


se volvió. En la esquina de su ojo, vio que Pashla se quitaba la ropa y
transformaba. El gato leonado se arrodilló frente a ella. Agarró la piel
floja en el cuello de Pashla y se tiró a si misma sobre su espalda. El
tieso pelaje excavando en sus palmas.

Pashla se trasladaba de manera diferente a un caballo. Su andar


era más suave, por lo que Kyra estaba agradecida. Mientras viajaban,
un profundo sentido de pérdida la llenó. Había hecho su elección. No
podía renunciar a su humanidad para ser parte del clan, pero aún así,
deseaba que su salida no tuviera que ser tan completa. Con el tiempo,
los árboles se acabaron, y reconoció la caseta de vigilancia por la
carretera donde ella y Tristam había comenzado su primer viaje a la
selva. Con un rugido suave, Pashla les hizo señas para que pararan y se
movió en forma humana.

—Nos separamos aquí. —Hizo un gesto hacia uno de sus escoltas


Demon Rider—. Czern se quedará y ayudará a vigilar al prisionero
hasta que lo podáis poner bajo la vigilancia adecuada. No hay que
subestimarlo.

Tristam miró sombríamente a James.

—No lo haremos —dijo.

Pashla asintió y luego miró directamente a los ojos de Tristam.

—Las cosas que he hecho, las hice por servicio al clan. Tengo mis
lealtades, al igual que tú.

Kyra no sabía lo que quería decir, pero la mandíbula de Tristam


se apretó y un sinfín de emociones cruzaron su rostro.

—Entiendo —dijo, aunque su tono desmentía sus palabras. Se


preguntó si los dos habían tenido una historia que no conocía.

La mujer gato se volvió a Kyra, quien tragó, sintiendo, de repente,


un nudo en la garganta.

—Gracias —dijo—. Por salvar mi vida. Y por enseñarme. —Buscó


las palabras. Entre el Gremio, el Palacio, y el Makvani, Pashla había
sido la única persona que no había querido usarla. La mujer gato había
arriesgado su propia vida por Kyra y no pidió nada a cambio, excepto
que encontrara un hogar entre el clan. Sin embargo, este era un hogar
en el que Kyra nunca podría quedarse—. Lo siento, te he decepcionado.

Pashla la miró largo y duro, y Kyra finalmente lo vio, dolor y


traición en los ojos de la mujer. Las emociones que había escondido
detrás de una máscara de calma.

—Has hecho tu elección, entonces. Prefieres a los seres humanos.

—Crecí con ellos. Es todo lo que he conocido. —Quería continuar,


pero se detuvo al ver la expresión en el rostro de Pashla. Podría haber
tratado de explicarle que quería vivir con los pollos.

La mujer gato se alejó, tirando del cinturón de su túnica para


cambiar de nuevo. Kyra sintió algo desgarrarse en su pecho.
—Espera —dijo—. Por lo menos dale mi amor a los gatitos. No
tuve la oportunidad de decirles adiós.

Pashla se detuvo y suspiró, sus ojos finalmente ablandándose.

—Eso lo haré. Tienes mi palabra. —La mujer gato juntó las manos
de Kyra—. Nos encontraremos de nuevo. Estoy segura de ello.

Sí, y espero que sea en mejores condiciones pensó Kyra.

Observó como Pashla se transformó y se reunió con los otros. Los


tres gatos desaparecieron en el bosque.
Cuarenta
Traducido por BrenMaddox
Corregido por Pily

Tristam fue el primero en romper el silencio.

—Ven. Acamparemos esta noche lejos de la carretera y nos


acercaremos al Palacio en la mañana.

Montar el campamento fue un proceso incómodo. Czern, el


Demon Rider que se había quedado para custodiar a James, era
distante y taciturno. Apenas hablaba, y cambió en forma de gato
después de asegurar a James a un árbol, claramente desinteresado en
ayudar a Kyra o Tristam con sus preparativos. Kyra ayudó a Tristam a
recoger palos para el fuego, todo el tiempo consciente de los ojos de
James sobre ella. Czern se alejó brevemente y volvió con dos conejos,
para cocinar para la cena.

A medida que el cielo oscurecía, Kyra se deslizó lejos del fuego a


las sombras de los alrededores. Las estrellas eran más visibles aquí que
en la ciudad, y se apoyó en un árbol, mirando a través de los agujeros
dejados por las hojas caídas. ¿Estaba cometiendo un error? Este plan
podría terminar con su espalda en las mazmorras, pero tenía que
intentarlo.

Oyó pasos detrás de ella. Y a pesar de que había venido aquí con
la esperanza de estar sola, su estado de ánimo se elevó cuando vio que
era Tristam. Todavía caminaba como si le doliera, pero había
recuperado un poco de color y sus ojos estaban claros.

—¿Alejándote? —preguntó.

—Necesitaba despejar la cabeza.

—Pensé que el bosque abierto te hacía sentir incómoda.

—Es mejor en la noche.


Estaba tranquilo, y podía imaginar los pensamientos que daban
vuelta por su cabeza. Él habló con vacilación.

—¿Eso es porque…?

—Probablemente. —Se preguntó si esta era la forma en que sería


a partir de ahora. Cada vez que apareciera algún nuevo capricho en su
carácter, se preguntaría si venía de su sangre Makvani.

Tomó un lugar a su lado, y por un tiempo, observaron juntos las


estrellas. Había algo reconfortante en su presencia silenciosa junto a
ella. Detrás de ellos, el fuego crepitaba, proyectando sombras en el
suelo.

—Tristam, ¿de verdad viniste aquí en contra de las órdenes?

Hubo la menor vacilación antes de que él respondiera.

—Lo hice.

—¿Van a darte problemas cuando volvamos?

Una vez más, una pausa.

—Las consecuencias que enfrente serán nada en comparación


con el destino de Martin. Voy a estar bien.

Había evitado darle una respuesta directa.

—Lo siento —dijo.

—No lo sientas. Vine por mi propia elección, al igual que Martin.


—Hubo una nota encantada en su voz. Su rostro se contrajo, y miró
fijamente hacia el bosque, aunque Kyra estaba segura de que no podía
ver nada—. Sin embargo, no puedo evitar preguntarme si debería
haberlo dejado. Por mucho que me irrite ir contra el liderazgo del
Concejal Willem, no puedo negar que llevé a Martin a su muerte.

Kyra volvió a pensar en el joven Escudo Rojo, con su sonrisa


contagiosa. Entonces se acordó de sus gritos agonizantes, y sus
entrañas retorcidas.

—¿Por qué crees que Martin vino contigo? —preguntó.

—Me miró, y confió en mí.


—Pero no arriesgaría su vida simplemente por eso.

Por un momento, parecía como si Tristam fuera a discutir. Pero


entonces asintió con la cabeza.

—Tienes razón. No estaba de acuerdo con el Concejal Willem. Si


un caballero se hubiera perdido, habríamos intentado rescatarlo. Los
parientes del caballero habrían obligado a Willem a hacer algo. Pero
para un soldado común, o un criminal como tú, sin nadie que
responder por ellos... Willem te vio como una pieza de ajedrez
desechable. Yo no podía tolerar eso, y Martin estaba de acuerdo.

—No te gusta Willem —dijo ella.

Negó con la cabeza.

—No sé más. Siempre he creído en los caballeros de Forge, en el


Concejo, en su misión. Y hasta cierto punto, todavía lo hago. Mi padre y
mis hermanos sirven bien en las patrullas de carretera. Los ciudadanos
a los que custodian están verdaderamente agradecidos por su
protección. Pero en la ciudad, las cosas son menos claras. Tal vez hay
demasiada gente. Se pone demasiado difícil, con todo el mundo gritando
para hacerse oír, y algunas personas se ahogan.

—¿Crees que tiene que ser así? —preguntó Kyra.

—¿Quieres decir que si creo que las cosas podrían cambiar? —


Tristam inclinó la cabeza de nuevo y miró a los árboles—. Malikel hace
las cosas de manera diferente, y a veces otros siguen su ejemplo. Pero
hay muchos en el Concejo que piensan como Willem.

—James pensó que podía cambiar las cosas —dijo Kyra. Volvió a
pensar en los incendios. No puedes cambiar el curso de un río con una
pala. Necesitas un terremoto había dicho. Es curioso que el asesino, con
toda su charla de llevar a los wallhuggers abajo, también estuviera bien
con sacrificar la vida de sus conciudadanos.

Tristam miró en la dirección de la fogata.

—Esperemos, por el bien de todos, que el camino de James no sea


la única manera. —Se apartó del árbol y se volvió hacia ella. Sus ojos
eran solemnes a la luz del fuego—. No me arrepiento de desobedecer al
Concejo, y el mañana traerá lo que será. Pero quiero disculparme.
Todavía era capaz de sorprenderla.

—¿Pedir disculpas? ¿Por qué?

—Por juzgar mal al principio. Por asumir lo peor. Me pregunto, si


nos hubiéramos conocido en otras circunstancias...

Kyra deseaba que dejara de hablar como si se estuvieran


preparando para sus funerales. Forzó una sonrisa.

—No estaba mostrando exactamente mi mejor comportamiento,


tampoco, pero no hay razón por la que no podemos empezar de nuevo.

Él sonrió. Una sonrisa genuina que se llevó el agotamiento de su


cara.

—Me alegro que pienses así.

Un mechón de cabello se había caído sobre la frente de Kyra, y


Tristam lo apartó, a pesar de que falló al final, como si se diera cuenta
la intimidad de su gesto. Por un momento, ninguno de los dos respiró.
Entonces Kyra dio un paso hacia él, y era algo así como un alivio el que
Tristam acunara la nuca de su cuello y la acercara aún más. Por
extraño que pareciese, le recordó la vez que había aparecido
envenenada en su puerta, cuando había inclinado su rostro a la luz.
Pero esta vez estaba lo suficientemente lúcida como para ser muy
consciente de sus dedos enterrados en su pelo, el olor familiar de su
nueva piel. Y había algo en sus ojos que no había estado allí antes.
¿Solo habían pasado unas semanas desde que habían sido enemigos?
Pero confiaba en él ahora, después de todo esto.

Cerró los ojos. Los labios de él, cuando tocaron los suyos, eran
suaves. Vacilante al principio, pero cada vez con más confianza cuando
ella respondió. Kyra se fundió en él, saboreando la forma en que sus
brazos se apretaron alrededor de su cintura y perdiéndose en la
sensación de él. Por el momento, al menos, podía olvidarse de lo que
pasaría mañana.

De repente, Tristam se quedó inmóvil. Confundida, Kyra miró


hacia arriba. Miraba más allá de Kyra, y su expresión era cuidadosa.
Siguió su mirada a la hoguera detrás de ella. Czern, en forma de gato,
yacía junto al fuego, y James, todavía atado a un árbol, estaba mirando
directamente en su dirección. Se volvió hacia Tristam. Sus brazos
todavía estaban entrelazados, y deseaba poder recuperar el momento.
Pero ya no estaba.

Tristam echó una última mirada hacia el fuego y de mala gana se


alejó, dejando escapar un suspiro tembloroso.

—Debo ir a hacer los preparativos para mañana —dijo—. Trata de


descansar un poco. —Tocó el dorso de sus dedos suavemente en la
mejilla de ella, y luego desapareció en el bosque.

Se quedó allí mucho tiempo, mirando hacia la dirección en que se


había ido y sintiendo la huella persistente de sus labios. Cuando
comenzó a temblar, volvió al fuego y frotó el calor de nuevo en sus
extremidades. Incluso de espaldas a James, podía sentir sus ojos en
ella.

—Habría esperado algo mejor de ti —dijo James.

Kyra no respondió.

—Algunas mujeres tratan de salir adelante al convertirse en el


juguete de un hombre rico. Pronto aprenden la locura de tomar a tales
amantes inconstantes.

Kyra pensó en la madre de Flick y de inmediato se odio por ello.


Pero ahora que la historia había sido evocada, no podía dejar de pensar
en cómo la mujer había dejado todo por su noble amante, y perdió todo.

—Imaginas más de lo que viste —dijo a James.

—Vi con claridad. Y aunque no me puedes creer, recuerda mis


palabras después. Después de haber vivido en su mundo, colocado tus
esperanzas en él, hecho sacrificios por él. Te traicionará cuando haya
acabado contigo. Te echará a un lado cuando ya no le diviertas.

Había un dejo de tristeza en su voz, y por un momento, se mostró


sorprendida de que su traición despertara una emoción tan fuerte en él.
Ira, amargura, decepción, tal vez, pero no dolor. Entonces se dio cuenta
de que la pena no era por ella.

—Estamos hablando de Thalia, ¿no es así? Algo le pasó a ella, con


un noble. Rand me dijo…

Y justo así, la expresión de James se volvió hacia el desprecio.


—No pienses en entender lo que no sabes. Thalia sufrió más en
las manos del wallhugger de lo que siquiera podrás entender, y se
sacrificó más de lo que alguna vez tu tendrás que arriesgar. Con tus
habilidades, podrías haberla superado, pero no tienes estómago para
eso. En el momento en que aprendas cómo son realmente las cosas, va
a ser demasiado tarde.

El viento de la noche le hizo cosquillas en la parte posterior del


cuello, y Kyra se preguntó acerca de Tristam. ¿La usaría y echaría a un
lado? Había algo acerca de James. Incluso cautivo y atado, aún podía
hablar con autoridad, tejer sus palabras en una red envenenada a su
alrededor si lo dejara.

Pero solo si lo dejara.

Kyra se puso de pie y miró a James a los ojos.

—No creo que todos los nobles sean como tú dices. Tal vez soy
una tonta, pero es un riesgo que tomaré.

Puso la fogata entre ellos, y él no la molestó el resto de la noche.

Tristam no regresó antes de que Kyra se fuera a dormir, a pesar


de que estaba sentado en la fogata a la mañana siguiente. Había
círculos bajo sus ojos, y Kyra se preguntó si había dormido en absoluto.
Le entregó algunas ciruelas secas para el desayuno. Sus dedos
tocándose brevemente, y quería preguntarle dónde había estado.
¿Realmente estaría seguro al regresar al Placio? ¿Qué había pasado
entre ellos la noche anterior?

—¿Vas a salir pronto? —preguntó en su lugar.

—Justo después del desayuno.

Bajo las atentas miradas de James y Czern, ninguno de ellos dijo


nada más.

Por último, se puso de pie y desempolvó su túnica.

—Es el momento. Voy a pasar tu mensaje.

Kyra asintió a regañadientes.

—¿Crees que van a venir?


—Lo harán. Dales un día, dos a lo sumo.

Si fuera más valiente, habría dicho más, pero las palabras no


saldrían. Impulsivamente, ella tomó su mano y le dio un rápido
apretón, todo el tiempo consciente de que los demás estaban mirando.
Los ojos de Tristam se abrieron de sorpresa, pero luego le devolvió el
apretón.

—Hablaremos pronto de nuevo —dijo.

Luego se volvió por el camino.

Lo siguió a la distancia. Dos escuderos tendían sus corceles en el


cuerpo de guardia, muy probablemente preparándose para la patrulla
de la mañana. Miraron a su camino, y sus expresiones rápidamente se
alarmaron. El que se encontraba en la espalda buscó su espada, pero
luego se relajó por algo que dijo Tristam. Abrió las manos, y los
escuderos buscaron las armas. Lo trataban como a un criminal. Pero
Tristam parecía que había esperado esto, y después de que los
escuderos buscaran y nada apareciera, dejó que lo llevaran hacia la
ciudad.

Kyra los rastreó por un tiempo, sobre todo para asegurarse que
no iba a ser dañado. Luego regresó al lugar de encuentro que habían
elegido. Habían encontrado un claro cercano, donde era fácil ver los
caballos que se acercaban. Encontró un punto de vista decente en un
árbol cercano y se dispuso a esperar.

A última hora de la tarde, oyó ruido de cascos, seguido pronto por


destellos de librea roja entre las hojas naranjas. Willem y Malikel
cabalgaban al frente, seguidos de un pequeño grupo de escuderos. Se
preguntó si tendría que huir después de todo, pero luego los Concejales
ordenaron a sus soldados que esperaran en la carretera. Willem y
Malikel entraron solos al claro, como lo había solicitado.

Era difícil no dejarse intimidar por los dos Concejales que la


esperaban. A pesar de que llevaban mantos de equitación de civil, se
comportaban como hombres que dirigían una ciudad. Malikel, severo,
no mostró signos evidentes de hostilidad. Willem, por otra parte, apenas
si la miró, como si no fuera siquiera merecedora de una mirada
correcta. Era de él de quien tendría que tener cuidado.

—Te habíamos dado por muerta —dijo Malikel.

—Todavía no. —Se sintió tentada a preguntar por Tristam, pero la


habría hecho parecer débil.

—Bueno, Kyra —dijo Malikel—. Tienes nuestra atención. ¿Qué


tienes que decir?

—James, el Jefe del Gremio de los Asesinos, es mi prisionero.


Está bajo vigilancia en un lugar seguro, y estoy dispuesta a llevarsolo
de vuelta al palacio.

Los ojos de Malikel se abrieron un poco.

—Eso no es lo que esperaba oír. Lo vamos a llevar.

—Lo voy a entregar después de que el Concejo anuncie mi perdón.

Hubo una pausa mientras su significado quedaba claro para


ellos. Entonces Willem soltó una risa desdeñosa.

—Esto es lo que pasa cuando los prisioneros olvidan su lugar,


Malikel.

—Malikel ya me dio su palabra de que el Concejo iba a considerar


mi caso si ayudaba a traer a James —dijo Kyra—. Solo quiero estar
segura de la promesa del Palacio.

—¿Qué pasó después de que fueses tomada por los Demon


Riders? —contrarrestó Malikel.

Kyra eligió cuidadosamente sus palabras.

—Me tuvieron presa, pero me soltaron como recompensa por


denunciar un plan que James tenía en contra de ellos.

Malikel la estudió otra vez, y Kyra se obligó a devolverle la mirada.


Por último, el Concejal miró a Willem, y había un toque de diversión en
sus ojos.

—Parece que los Concejales no son los únicos que pueden jugar
juegos. Voy a dejar la decisión al final para usted, Willem, puesto que
ya está acostumbrado a tomar decisiones unilaterales con esta
prisionera. —La voz de Malikel la señaló al decir esto, y Kyra vio los ojos
de Willem parpadear hacia Malikel. Por un breve momento, rabia cruzó
por el rostro de Willem, tan rápido que casi pensó que lo había
imaginado. Los Concejales no eran amistosos, se dio cuenta. Estaban
lejos de ello.

—¿Cómo vas a entregarnos a James? —Willem se centró en ella


otra vez, como si Malikel no hubiera hablado en absoluto.

—El Concejo escribirá las condiciones de mi perdón. Después de


que se anuncie en la plaza de la ciudad, llevaré a James a tus hombres.

—Las leyes de Forge no son juegos, Kyra —dijo Willem—. Entras


en un terreno peligroso.

Kyra no respondió.

—Voy a conceder tu petición con una condición. Vamos a levantar


tu sentencia de muerte. Pero vas a servir al Concejo por un período de
cinco años. Vivirás en el recinto e informarás al Ministro de Defensa.

Esto fue inesperado. Tendría que estar fuera del complejo y oculta
de forma segura en la ciudad en caso de que James la expusiera.

—No. Por supuesto que no —dijo.

—Entonces no tenemos ningún acuerdo —dijo Willem.

Hubo un silencio tenso, luego Malikel habló.

—Esto podría jugar en tu favor, Kyra. Recuerda que tu casa se ha


ido, como tu lugar en el Gremio de Asesinos. Necesitas comer, y
necesitas un techo sobre tu cabeza. Y si estoy adivinando
correctamente, te gustaría una participación en nuestra misión. Con
James como nuestro prisionero, podríamos rastrear al resto del Gremio.
Hacer justicia por las víctimas del incendio.

Fue astuto de parte de Malikel el traer al Drunken Dog. El


recuerdo de su pérdida era todavía fuerte, e incluso el pensamiento de
Bella despertó un deseo feroz de venganza. Pero, por otro lado, ¿hacía
que realmente quisiera ayudar al Palacio a consolidar su poder? Volvió
a pensar en el cobro de alquileres, la corrupción de los Escudos Rojos y
los nobles. Tragó saliva y esperaba no arrepentirse de lo que estaba a
punto de decir.

—Quiero pagar igual a los caballeros. Voy a vivir fuera del Palacio,
y no tomo ningún voto. Si el trabajo es justo, voy a llevarlo a cabo, pero
no estaré en deuda con nadie.

—Pides demasiado, chica —dijo Willem. Dio un paso hacia ella, y


Kyra dio un paso atrás, encrespando la mano en su cuchillo.

—Quédate atrás. Si no te gusta mi oferta, entonces encuentra a


alguien más que pueda hacer lo que yo hago.

Los ojos de Willem brillaron, y por un momento pensó que podía


atacarla. Se tensó, lista para correr, pero el Concejal, lenta y
deliberadamente relajó su postura, aunque su mirada no fue amable.

—Muy bien —dijo—. Vamos a aceptar tus términos.

Tristam pensó que había estado preparado para su detención y


castigo. Había sospechado que los escuderos en la caseta de vigilancia
tendrían órdenes de traerlo, y que estaría confinado en su habitación a
su regreso. En las horas que había pasado antes de entregarse, vagando
por el bosque mientras Kyra dormía, había hecho las paces con lo que
estaba por venir.

Pero una cosa era saber lo que venía, y otro era pasar por las
miradas cómplices de sus compañeros en el Palacio, hombres que
habían servido con él y bajo su mando. Hubo murmullos apenas fuera
del alcance del oído, aunque oyó retazos. Deshonrado... desobediente...
Caballero joven prometiendo... Tanto más sorprendente...

—No voy a ser capaz de protegerte de las consecuencias de tus


acciones —fue todo lo que Malikel había dicho. Y cuando Tristam reveló
que Martin había muerto, su comandante lo había reconocido con un
triste movimiento de cabeza.

Ahora confinado en su habitación, todo lo que podía hacer era


esperar. Se paseó por la longitud de sus aposentos, inútilmente
deseando que alguien le dijera lo que estaba sucediendo fuera. Los
guardias le llevaron comida, pero ni siquiera lo miraban a los ojos, y
mucho menos le decían noticias sobre Kyra. Tenía un montón de tiempo
para pensar sobre su última conversación, recordando cómo se había
sentido en sus brazos, firmes músculos sobre una estructura delicada,
viendo la confianza en sus ojos. Las cosas habían parecido tan sencillas
en el bosque.

En el segundo día del encarcelamiento de Tristam, el Concejal


Willem llegó sin previo aviso. Llegó solo y cerró la puerta detrás de él.

—Siéntate —ordenó Willem.

Tristam se dejó caer cuidadosamente en una silla. El concejal se


quedó de pie, mirando hacia él como un maestro de escuela
reprendiendo a un alumno.

—Has desobedecido mis órdenes directas de mantenerte fuera de


la selva. Y no solo eso, dirigiste a uno de tus propios hombres contigo —
Willem se detuvo—. Tus acciones llevaron a la muerte de tu soldado.
¿Tienes algo que decir en tu defensa?

—No, señor. Aceptaré mi castigo.

—Que el Concejo está discutiendo ahora —Willem se volvió hacia


él—. La verdad sea dicha, debes ser acusado de más, pero la traidora
Kyra está firme en que no tenías lugar en su esquema.

Tristam levantó la cabeza a pesar de sí mismo. Estaba demasiado


ansioso por oír hablar de ella, y el destello en los ojos de Willem mostró
que lo había notado.

—No creo en ella. Pocos lo hacen, pero tu mentor ha sostenido


firmemente que solo le cobremos por los delitos por los cuales tenemos
pruebas. —Los labios del Concejal se curvaron—. Malikel, a pesar de su
hábito extranjero, sigue contando con una cierta influencia en el
Concejo.

Tristam comenzó a sentir una chispa de esperanza.

—Nos hemos puesto de acuerdo con los términos de Kyra —dijo


Willem—. ¿Eso te complace?

No respondió.
—Es bonita, ¿verdad? —dijo Willem.

Tristam tartamudeó, atrapado con la guardia baja. Una vez más,


Willem observó su reacción y le dio un guiño de complicidad.

—Las amantes son una realidad inevitable de la vida cortesana.


Estamos dispuestos a mirar hacia otro lado, siempre siendo discretos.
Voy a recordarte que desobedecer órdenes y burlarse del Concejo no
sería discreto.

Tristam se erizó ante el insulto implícito.

—Gracias por la advertencia, Su Excelencia, pero le aseguro que


no tengo planes para tomar una amante.

—Me alegro oír eso. Vienes de una buena familia, Tristam. Según
todos los informes, estás bien educado y bien enseñado. Confío en que
te comportarás de una manera para preservar la reputación de tu
familia. Alguna moderación de tu parte les ahorraría una gran cantidad
de dolor y vergüenza.

—Su Excelencia, yo…

—No necesito tu opinión, Tristam. ¿Me entiendes, o no?

—Entiendo —dijo.

—Espero, por tu bien, que estés diciendo la verdad. Te veré en la


sentencia.

Los términos de perdón de Kyra fueron anunciados a la mañana


siguiente por el heraldo del Palacio, junto con el resto de las noticias del
día. Aunque no se atrevía a estar allí para el propio anuncio, entrevistó
a suficiente gente después para satisfacerse de que el Palacio había
mantenido su parte del trato.

Más tarde esa mañana, se reunió con Malikel y sus caballeros en


la puerta de la ciudad y los llevó a través del bosque a donde mantenían
a James. Por lo que parecía, el asesino estaba atado pero sin vigilancia.
Solo Kyra notó los ojos de color ámbar mirando hacia abajo de un árbol
adyacente.
—Este es —dijo a Malikel.

James estaba más demacrado y pálido de lo que había estado


antes, pero por lo demás no parecía herido. No dijo nada mientras los
Escudos Rojos lo desataban. Lo revisaron más o menos, y cuando un
soldado lo golpeó por moverse demasiado lentamente, James encontró
los ojos de Kyra mientras aguantaba el golpe. Solo cuando los soldados
estaban en formación en torno a él, listos para empezar la marcha de
vuelta, pudo finalmente hablar.

—¿Les has dicho lo que eres? —preguntó. Su voz fue claramente a


través del aire fresco del otoño.

Kyra observó al frente, aunque su corazón se aceleró y por el


rabillo del ojo buscó rutas de escape.

—No lo hiciste, ¿verdad? El Palacio se arrepentirá de esto,


trayendo a su enemigo en medio de ellos.

Malikel lanzó una mirada hacia Kyra.

—¿Qué es esto?

Esperaba que su voz no la relatara. Flick era mejor en este tipo de


cosas, pero ahora no podía ayudarla.

—Ya se lo he dicho, señor. Esto es lo que hace. Sabe qué decir y


cómo hacer que la gente haga lo que quiere. Al interrogarlo, la mayor
parte de su trabajo será separar las mentiras de la verdad.

Sintió los ojos de Malikel en ella mientras continuaban


caminando, y se concentró en mantener su rostro relajado, su
respiración constante. Después de lo que parecía una interminable
extensión, Malikel miró hacia otro lado.

La risa, dura y mordaz, tomó a todos por sorpresa. Kyra se volvió


para ver a James con la cabeza echada hacia atrás como si acabara de
oír el cuento más gracioso del mundo. Cuando finalmente se detuvo,
miró a Kyra con algo parecido al respeto en sus ojos.

—Bien hecho, Kyra. Bien hecho.


Epílogo
Traducido por BrenMaddox
Corregido por Pily

La antecámara de la Sala del Concejo era uno de los mejores


espacios del Palacio, construida con la intención de intimidar a los
visitantes dignatarios. El suelo era de fina piedra gris y las paredes de
negro, con incrustaciones en oro. Mientras Kyra esperaba su audiencia
en la antecámara, tenía que admitir que la arquitectura estaba logrando
su propósito. Rodeada de todo este lujo, mientras iba vestida con su
propia túnica sencilla, le resultaba difícil no sentirse pequeña.

Dos Escudos Rojos la acompañaron. Aunque no fue obligada,


todavía mantuvo un ojo atento sobre ellos. Willem había permitido a
regañadientes que pasara en la ciudad las dos semanas antes de su
audiencia, pero había insistido en que apareciera en su propia
audiencia. Era un riesgo, volver al Palacio, pero no creía que el Concejo
fuera tan audaz como para romper las promesas que habían anunciado
a las masas, y solo podía saltar en las sombras durante cierto tiempo.

En el punto focal de la antecámara había un par de enormes


puertas de roble que conducían a la Sala del Concejo, y un asistente las
abrió.

—El Concejo está dispuesto a verte.

Respiró hondo y entró. Los Escudos Rojos dieron un paso detrás


de ella. Nunca antes había visto la Sala del Concejo, jamás hubo
necesidad, ya que no había registros que se mantuvieran allí, y tampoco
suministros importantes. Frente a la puerta estaban dos filas
semicirculares de tablas, la exterior elevada por encima de la interior,
donde los veinte miembros del Concejo se sentaban. El Concejal Willem
presidió en el centro de la fila exterior. Vio a Malikel en la fila interior y
una vez más se preguntó cuál era el pensamiento del Concejal sobre
ella, y lo que había hecho con las acusaciones formuladas por James
contra ella en el bosque.
Los Escudos Rojos la acompañaron a un banco e hicieron un
gesto para que se sentara. Estaban de pie detrás de ella para ver las
actuaciones.

Un heraldo se aclaró la garganta.

—Hacemos un llamado al señor Tristam de Brancel de pie ante el


Concejo.

Kyra saltó por el nombre y escudriñó la habitación, con ganas de


echarle un vistazo. Se puso de pie en un banco en el lado opuesto de la
habitación, y también estaba flanqueado por dos soldados. No parecía
herido, y mantuvo la cabeza alta, aunque sus labios se presionaron en
una línea sombría.

El Concejal Willem se aclaró la garganta.

—Sir Tristam de Brancel —dijo el Concejal Willem—. Es culpable


de desobedecer las órdenes del Concejo y de intentar rescatar a Kyra de
Forge, causando la muerte de un soldado del Palacio en el proceso.
¿Niega usted estas acusaciones?

—No, Su Excelencia, no lo hago.

—A causa de su desobediencia, se le despojó de su título de


caballero por un año. Va a servir como un Escudo Rojo y ejercer todas
las funciones que se requieran en su nueva posición. Al final del año, el
Concejo revisará su comportamiento y tomará una decisión en cuanto a
si se le debe restablecer su rango.

Pasó un leve estremecimiento a través de su cuerpo, pero su voz


era clara cuando respondió.

—Acepto la sentencia del Concejo.

—Puede retirarse. Llamo a Kyra de Forge a estar en pie delante


del Concejo.

Kyra lanzó una última mirada a la espalda de Tristam mientras


era conducido por la puerta.

—Kyra de Forge —dijo Willem—. Es culpable de alta traición y


asesinato. ¿Niega estas acusaciones?
Sus crímenes eran de conocimiento común ahora y negarlos
habría sido inútil. Sin embargo, era difícil pronunciar las palabras.

—No niego estos cargos —dijo.

—La pena por estos delitos es la muerte. ¿Entiende esto?

—Entiendo.

El Concejal hizo una pausa y estudió su rostro, como si estuviera


tratando de ver si sus palabras la asustaron.

—Sus crímenes son graves, pero ha realizado un gran servicio a la


ciudad. Al capturar al asesino James, ha eliminado una grave amenaza.
Los Demon Riders todavía atacan el campo, pero sin el estímulo de la
Cofradía, se mantienen alejados de Forge. —El concejal le echó un
vistazo a los documentos en frente de él—. A la luz de su servicio, el
Concejo presente revoca su sentencia de muerte.

Kyra no se había dado cuenta de lo tensa que había estado hasta


que una oleada de alivio se apoderó de ella. Se tambaleó ligeramente
sobre sus pies.

—Acepto la sentencia del Concejo.

—Tenga cuidado de no abusar de la buena fe del Concejo en este


asunto. —La amenaza en sus ojos desmentía su tono formal.

Kyra no dijo nada.

Willem puso sus documentos a un lado.

—Puede marcharse.

Dejó que los Escudos Rojos la escoltaran a través del atrio, y


luego a las puertas compuestas. Los nobles y el personal se
apresuraron a sus tareas, y nadie le prestó particular atención. Los
soldados la dejaron en las afueras de la puerta principal.

Sola en el aire abierto, finalmente sintió fuera la opresión de sus


músculos. Era difícil de creer que era realmente libre. Estaba girando
hacia el barrio del suroeste cuando vio una forma familiar esperando en
el muro del complejo. Tristam inclinó la cabeza en señal de saludo. Su
ropa era diferente, se dio cuenta. Todavía llevaba una túnica roja del
Palacio, pero carecía de la insignia de caballero, y su corazón cayó. De
repente se sintió insegura cuando se acercó a él. Su expresión era
calmada. No amarga, pero la miró como si no supiera qué esperar. Y
ella tampoco lo hacía. Era difícil saber lo que el beso robado en el
bosque significaba, después de todo lo que había sucedido.

—Funcionó —dijo Tristam en voz baja—. Casi no lo puedo creer.

Ella asintió en acuerdo.

—Por ahora. A pesar de que será un largo tiempo antes de


detener el impulso de correr al ver un Escudo Rojo sin… —Se detuvo.
Allí estaba, celebrando su liberación, mientras que Tristam había sido
castigado—. Lo siento. Por tu condena.

Le dio un ligero movimiento de cabeza.

—Un año no es nada. Podría haber sido mucho peor.

Sospechaba que estaba restando importancia a las repercusiones,


pero no había ninguna razón para detenerse. Era extraño, la gran
diferencia que uno de sus alrededores podía hacer. Cuando ambos
estaban en el bosque, era fácil pasar por alto sus diferencias. Pero aquí,
incluso en la túnica de guardia, Tristam parecía que pertenecía al
Palacio. Estaba escrito en toda su postura, su discurso refinado. Ella,
por el contrario, era de un mundo totalmente diferente.

—Entonces, ¿qué vas a hacer ahora? —preguntó.

—Voy a mantenerme en bajo perfil por un tiempo. Tengo algunas


monedas que lo harán a través del fuego, y Flick ha encontrado un
lugar cerca de su cuartel en el que puedo vivir con Lettie y Idalee.
Malikel quiere mi ayuda para tratar con el Gremio de los Asesinos y los
Demon Riders. Voy a trabajar con él por ahora, al menos hasta que
aprenda más acerca de lo que está pasando. Me pone nerviosa a veces,
pero lo respeto.

—¿Eso significa que te veré por ahí?

—Lo más probable. —Por un momento, ninguno de los dos habló.


Kyra lo miró—. Ten cuidado, entonces. Hasta la próxima vez.

Ella tomó su mano para darle un apretón. Tristam apretó de


nuevo, y entonces, sin romper su mirada, levantó la mano a los labios.
—Hasta entonces.

Kyra sonrió a pesar de sí misma, de repente tímida, y se despidió.


Podía sentir a Tristam observándola mientras caminaba, y el contacto
de sus labios persistía en su mano después de doblar la esquina.

Vagó por la ciudad sin pensamientos, pasando los mercados, las


casas y disfrutando de la luz del sol. Finalmente, se encontró en el
distrito dañado por el fuego. Lo peor de los restos fue despejado lejos
por ahora, y las calles se limpiaron de los escombros. Sin embargo el
marco carbonizado del Drunken Dog aún quedaba. Se situó en el
umbral de un momento, tentada a entrar, pero se dio la vuelta.

Siguió el edificio del mercado de piedra donde esperaron el ataque


del Demon Rider. En frente del edificio, la gente había creado un
memorial. Piedras, flores y pergaminos con los nombres de los fallecidos
estaban apilados junto a la puerta. Se agachó ante las piedras y trató
de leer los pergaminos descoloridos. Vio el nombre de una chica que
servía en el Drunken Dog, así como el del hijo del panadero. Cogió un
pergamino que se había desvanecido casi por completo. No había trozos
de carbón cerca, así que se contentó con rastrillar el nombre de Bella
con su dedo.

—Me imaginé que estarías aquí —dijo una voz familiar.

Kyra se hizo a un lado para dejar espacio a Flick.

—Quería presentar mis respetos, ahora que soy libre.

—Estaría feliz de verte sana y salva.

—Me gustaría que todavía estuviera aquí.

Durante un tiempo, se quedaron en silencio, contemplando el


monumento. Por último, Flick volvió a hablar.

—Por lo tanto, la cosa de gato —dijo—. ¿La has probado ya? —


Flick había tomado la noticia de la paternidad de Kyra con sorprendente
calma. Después del shock inicial, le había dicho a Kyra que no estaba
tan sorprendido. Demasiados años de verla hacer lo imposible, supuso.

Kyra negó en desacuerdo.


—No es seguro con personas cercanas, sin el clan enseñándome.
Pero incluso si tuviera ayuda, no sé si lo quisiera.

—¿Por qué?

Kyra retorció su túnica en sus manos, tratando de poner sus


pensamientos en palabras.

—Cuando trabajaba para el Gremio, me sorprendió su violencia.


Me preocupaba que me fueran a cambiar, pero empujé mis
preocupaciones a un lado porque era más fácil. Y por eso, siempre voy a
tener sangre inocente en mis manos. No estabas allí en el funeral del
hombre, Flick. Su esposa, sus hijos, sus vidas cambiaron para siempre
porque ignoré mis dudas.

Tomó aire y continuó.

—Después de… después de que lo matara, sabía que tenía que


dejar el Gremio. Y cuando se lo dije a James, me dijo que no me
molestara. Dijo que no era la heroína de un cuento de una canción, sino
que era una ex rata que robaba para vivir. Pensé que iba a demostrarle
que estaba equivocado al trabajar con el Palacio, pero todo seguía
empeorando. Me había enviado a matar Malikel, pero pronto, fui
voluntaria para envenenarlo a él. Después de eso, los Makvani me
encontraron. La forma en que mataron a la gente a sangre fría,
confirmó todo lo que James había pensado de mí. Los sentimientos que
tuve cuando era un gato, la sed de sangre, no fueron suficientes.

—Pero no lo hiciste, ¿verdad? —preguntó Flick—. Has capturado


a James, vivo. Le salvaste la vida a Tristam. Y has alejado las
invasiones de los gatos demoniacos de la ciudad. Sí, tu línea de sangre
te metió en problemas, pero también consiguió salir de este lío al final.
Y ahora que tienes un pie en el Palacio, y sabiendo lo que sabes sobre el
gremio y los Demon Riders, creo que podría hacer mucho bien, si
quisieras.

Kyra hizo una mueca y se alisó las arrugas lo mejor que pudo.
Quería creerle.

—¿Crees que Bella te hubiera querido menos si supiera donde


estabas? —preguntó Flick.

—Supongo que no. Bella amaba a todo el mundo —dijo Kyra.


—¿E Idalee y Lettie, si lo supieran?

—No, confían en mí, incluso si no soy buena para ellas.

—¿Y Tristam confía menos, sabiendo tu secreto?

—Bueno, arriesgué mi vida para salvarlo.

—Exactamente. ¿Y qué hay de mí? ¿Muestro signos de querer


correr por las colinas?

Kyra sonrió.

—Creo que estoy bendecida con tontos, y flexibles, amigos.

—Tal vez somos más sabios de lo que nos das crédito.

Flick buscó alrededor por su petaca.

—Aquí —dijo, sacando un trozo de pergamino y un trozo de


carbón—. Usa esos.

Kyra los aceptó con gratitud. Tomando una respiración profunda,


escribió el nombre de Bella con claras letras grandes. Se arrodilló para
colocarlo al lado de los otros, pero retiró la mano y miró a Flick.

—Ella dijo que estaba orgullosa de mí, ya sabes. Cuando se


expuso a… —No se atrevía a decir morir—. ¿Por qué iba a decir eso,
después de que eché todo a perder?

—Te quería, Kyra.

Kyra bajó los ojos. Supuso que eso era todo lo que necesitaba
saber.

—¿Te gustaría colocarlo conmigo? —preguntó.

Flick se arrodilló y tomó una esquina del pergamino. Juntos, lo


metieron entre dos piedras. Se quedaron sin hablar por un largo
tiempo, perdidos en sus propios pensamientos, antes de que finalmente
giraran para ir a la casa.
Daughter of
Dusk
Después de saber la verdad
sobre si línea de sangre, Kyra
no puede evitar más que
sentirse como un monstruo.

A pesar de que ha formado


una alianza tentativa con el
Palacio, Kyra debe mantener
su identidad en secreto o
arriesgarse a ser cazada como
el resto de sus parientes
Demon Riders. Tristam y el
asesino encarcelado James
están entre los pocos que
saben sobre su herencia, pero
cuando Tristam revela un
propio secreto desgarrador,
Kyra no está segura de que
pueda confiar en él. Y con el
destino de James en manos
del Palacio, Kyra teme que él
la vaya a entregarla para
salvarse a sí mismo.

Mientras las tensiones aumentan dentro del Consejo de Forge, y


viciosos Demon Riders continúan atacando pueblos de los alrededores,
Kyra sabe que debe hacer algo para salvar su ciudad. Pero entra en una
línea peligrosa entre ejércitos enemigos: ¿será capaz de usar su vínculo
con los Demon Riders para el bien, o su sangre Makvani probará ser
mortal?

En esta fascinante secuela de Midnight Thief, Kyra y Tristam se


enfrentan a su mayor batalla mientras lidian con el cambio de alianzas,
engaños impactantes, y opositores vengativos.
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