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(Pieles rojas)
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a existencias ordenadas y prolijas
aunque en apariencia solo sean amaestrados
elementos del mundo que disuelve
sus antiguos alaridos de combate
en ellos cada tanto refucila
la mirada de Caballo Loco, agitando su lanza
Brutales eran
esos indios malos
chocante su cosecha de cueros cabelludos.
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(Incursiones)
.
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un poco más allá del barrio militar.
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(Huellas)
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era dejada atrás. Percibíamos, o creíamos percibir
el ronroneo furtivo del puma
el grito del carancho
que giraba hambriento sobre el monte
el siseo apagado de la yarará
el trictras del alacran, apenas sonoro entre los yuyos.
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(Tristán)
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y fue para nosotros
algo muy parecido al fin de todo
Tiempo después
fuimos a la casa de amigos
del otro barrio, el que estaba en el bajo
pegado al regimiento.
Esas casas eran todas iguales:
las mismas celosías de madera
pintadas de un verde que llamaban militar
vaya a saber porqué:
galería de tejas, columnas de madera
canteros con prolijas margaritas
como para mostrar que éramos gente
parecida a toda la demás
De pronto oímos un sonido
metálico y agudo
como un desplazamiento
de acero sobre acero
y un pesado golpear de patas
trotando sobre el cesped.
Cuando alzamos la vista
un animal enorme, oscuro
con ojos como llamas
el hocico fruncido liberando los dientes
emitía el farfeo contenido
de las bestias a punto de saltar
Su expresión era de un odio tan extremo
que nos dejó sin aire.
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y una marquita mas clara sobre uno de los ojos
No hemos podido
-es difícil - olvidar
ese momento en que el amor mas profundo
se convierte en el peor de los miedos.
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(Camille)
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eso fue demasiado
nada había en mi edad que me permitiera
imaginar los sucesos secretos
del amor en las escenas que no estaban:
el amor eran los ojos de la Garbo
esos que te soslayan y miran más allá.
Así descubrí al mismo tiempo
el amor y la muerte. Porque los cowboys
no morían en serio
no eran otra cosa que muñequitos caídos en el polvo.
Margarita, en cambio, se moría de verdad
y para siempre.
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(El Toro de la Cruz)
A Leonardo Martinez
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mientras la bestia levantaba, sin apuro, la cabeza
bufando un furor bovino
por los vapores del hocico.
Enfiló, con la calma de quién mata de oficio
sus guampas retorcidas hacía el grupo patético
y adelanto sus cuartos delanteros.
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(Caballos)
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se clavaban a tierra
y nosotros percibíamos
una implacable rebelión en sus vidas de caballos
que nos dejaba afuera. Eramos
los pequeños humanos
que ellos usaban par ser montados
por un par de horas, para abrir los pulmones
y estirar las patas.
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(En pelo)
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inclinen el cuerpo
a derecha o izquierda. Que la horqueta
presióne apenas un poco en el costado.
Ellos sabrán lo que quieren
estos bichos nunca fueron domados
tienen que hacerles creer
que son ellos los que eligen el sendero.
Y sobre todo, no les hablen:
son cimarrones, no entienden más lenguaje
que el cuerpo contra cuerpo
no tienen más motivo que el propio movimiento
ni más destino que achicar la distancia
entre el punto de partida
y aquel otro que no alcanza a verse.”
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(La Muerte)
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(La sospecha)
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y la cinta se suelta con un breve chasquido
nuestro mundo “de verdad” se recorta de nuevo
recupera los perfiles opacos, las siluetas confusas
los movimientos torpes. La vida vuelve a instalarse
en su habitual mezquindad. Hemos ido perdiendo
aquel fluir de las imágenes
que trasladábamos al sueño, sin intervalo
y sobre la Aventura se levanta, poco a poco
como una sombra dolorosa
un halo de sospecha.
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(Territorios)
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que consistía en juntar la sangre de los dedos
y perdirles a Manitu y a la Virgen
que todo fuera igual
hasta que finalmente lo olvidáramos.
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(Gitanos)
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era una pintura tosca sobre chapa abollada
la gran rueda un artefacto endeble
mucho más baja de lo que recordábamos
el tren fantasma un galpón desprolijo
que dejaba ver entre sus grietas
la naturaleza dudosa de monstruos y fantasmas.
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( La Calesita)
Liberan el eje
que está hundido en la tierra
hasta las raíces del hinojo
desarticulan sus brazos de mamboretá
que llevaron por el mundo circular
al Minotauro
a la berlina sin caballos
al fantasma de sombra prófuga
En el invierno de antes
sobre una colcha de niebla
dos gitanos miran la borra del café
escupen en el fuego
detienen el giro de las cosas
cierran el cerco.
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(El futuro)
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con una ansiedad que no entendíamos.
Era como si el futuro nos mostrara, por primera vez
sus manos desgarradas.
Por eso, esas mañanas, muy temprano
antes de que los grandes invadieran la casa
salíamos al frío
a la cruda intemperie del invierno del norte
y hacíamos una ronda secreta
ululabamos tapándonos la boca, y el resplandor
de la fogata nos teñía de rojo
los ojos, la piel de las mejillas, y las lágrimas.
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EL MIEDO
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se redujo a un galope mansito
a lo largo de las calles cercanas.
Nuestra leyenda fue perdiendo aliento
(El sueño)
El escenario cambia
y estamos en la casa, como antes
protegidos por el fuego
y por la voz de nuestra madre, que nos cuenta la historia
de los barbaros bajando desde el norte
sus mujeres montadas en grandes carretones
arrastrando pertrechos de otra vida.
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Vuelve a cambiar el escenario y mis hermanos
ya no están. Se apagaron las luces y alguien toca
un acordeón en la distancia.
acariciamos al perro que se acerca
como devuelto por la oscuridad, está en la puerta
que ya no tiene cerradura ni bisagras
que agoniza desmontada, apilada
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(CONCLUSIONES)
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No podíamos entender la espesura
verdadera del tiempo
ni las consecuencias reales de los hechos
pero una parte de lo que éramos
ató cabos y sacó conclusiones:
alguno de nosotros miró aquella pared
que usaban de pantalla
-ahora vacía-
y no vió nada más que una pared vacía.
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THE END
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en lucha a campo abierto al gran Búfalo Blanco
Caballo Loco yacía atravesado por media docena
de bayonetas, en un fortin oscuro
Toro Sentado era un payaso
en el circo de los carapálidas
Nube Roja, derrotado, hacía peticiones
por derechos de supervivencia, en el ghetto asignado..
Todo aquello, que nostros ignórabamos
había ocurrido hacía ya mucho tiempo, pero la historia
tendía a repetirse. Alguien dijo “Rendirse con honor”
y entregó todos los pertrechos
al carapálida que ocuparía nuestra casa
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Epílogo
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Tambores de batalla de aquellos días
suenan
fuegos que permanecen encendidos,
gritos que nos alcanzan
voces que se abren paso entre otras voces
y traen nuevos cantos repitiendo
las mismas palabras pero ahora
en un lenguaje que por fin entendemos.
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