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JOSE GAOS

EXCLUSIVAS
DEL HOMBRE
La mano y el tiempo

UNIVERSIDAD DE NUEVO LEON


1945
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Exclusivas del Hombre
LA MANO Y EL TIEMPO
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Núi». j j g ^ ^ Departamento de Acción Social Universitaria

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C\asific6 - JOSE GAOS %V
Cat«lofl6 — Reservados los derechos de propiedad
conforme a la ley

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Exclusivas del Hombre


LA MANO Y EL TIEMPO

Capilla Alfonsina
Distribuido por el
MEXICO
FONDO DE CULTURA ECONOMICA
1945
Panuco, 63 - Mexico, D. F.
.—4 8 6 8 5
F0WÔC UNIV^SflSMw

BBLIOTECA WÏÏVERSTTARÏA
•ALFONSO RETES"
DG
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A la innombrable
El contenido de este volumen es una serie
de cinco conferencias dadas los días 27 de
noviembre a T de diciembre de 1944 en la
Universidad de Nuevo León/ Las autoridades
9fí
universitarias que me honraron invitándome
a darlas, me manifestaron desde el primer
momento su deseo de hacerlas objeto de una
publicación. Debo a Monterrey atenciones
considerables y repetidas, que no me permi-
ten negar satisfacción a este deseo, aunque las
conferencias no constituyan más que una
presentación todavía muy provisional del
comienzo y el término de una obra en gesta-
ción. Muchas afirmaciones van a título de
provocaciones —para mí —deseado— aleccio-
namiento. En todo caso pienso que las confe-
rencias pueden tener para un público más
amplio el mismo interés que no me cabe dudar
tuvieron para el no escaso que las siguió en la
ascendente capital mexicana.
Debo agradecer aquí al admirado y querido
"quirósofo" José Moreno Villa la viñeta con
que se prestó amablemente a ornar la portada,
Y a mi discípulo y amigo desde aquella inol-
vidable Facultad de Filosofía en la Ciudad
Universitaria de Madrid, Francisco Giner de
los Ríos, vástago digno de una familia ilustre
en la historia contemporánea de España, el r.
haber aceptado gentilmente el sustituirme en
el cuidar, con el personal de la Gráfica Pana- LAS EXCLUSIVAS DEL HOMBRE
mericana, la impresión del volumen.

México, D. F., junio del 45 LA MANO

J. G.

NOTA: Por especiales circunstancias hubo de encar-


garse del cuidado de este libro P. González - Casanova,
cuando el prólogo ya estaba hecho.
vidable Facultad de Filosofía en la Ciudad
Universitaria de Madrid, Francisco Giner de
los Ríos, vástago digno de una familia ilustre
en la historia contemporánea de España, el r.
haber aceptado gentilmente el sustituirme en
el cuidar, con el personal de la Gráfica Pana- LAS EXCLUSIVAS DEL HOMBRE
mericana, la impresión del volumen.

México, D. F., junio del 45 LA MANO

J. G.

NOTA: Por especiales circunstancias hubo de encar-


garse del cuidado de este libro P. González - Casanova,
cuando el prólogo ya estaba hecho.
EÑORAS y señores:
S Permítanme empezar expresando los
sentimientos que me dominan en este
momento. Es esta la tercera vez que en un
lustro me encuentro en Monterrey para dar
conferencias de filosofía. La segunda se
prolongaron a lo Ia?gcrcle dos semanas. No
pude menos de pensar que había dejado a
todos mis posibles oyentes, y aún interlocuto-
res, de la ciudad, hartos, si no de la filosofía,
de mí. Partí, pues, con la anticipada nostalgia
del lugar donde se pasaron gratos días que en
el caso más feliz tardarán otros muchos en
volver, que lo más posible es que no vuelvan
nunca. Pero esta urbe merece hasta tal punto
su fama de pueblo entregado al trabajo y al
progreso material, que no se harta ni de filo-
sofía, ni siquiera expuesta por quien no es
ninguno de sus grandes representantes. Tal
devoción por aquello a que en un día ya lejano
hice voto de mi vida, y tanta atención para
mí, no pueden dejar de empaparme en este
momento en sentimientos de satisfacción y
gratitud —de gratitud hacia quienes me han
honrado y me honran invitándome a hablar y atención justamente del filósofo. Pues bien,
dispuestos a oírme, a oírme muchos por ter- en el concepto cualitativo de "gran público"
cera vez, pues no creo engañarme al recono- entra como nota esencial la de ser incapaz de
cer entre ustedes numerosas caras amigas. interesarse por nada que no sea lo "concreto",
De filosofía van a ser, una vez más, estas esto es, lo con-creto con él, lo que ha crecido
conferencias. Mas, conferencias de filosofía con él, en inmediato torno suyo, siendo una
piden siempre, aún en un caso como éste, caso cosa con él; sin duda por la incapacidad, más
de repetición, una justificación previa. Por- radical, de comprender nada que no sea eso
que la expresión "conferencias de filosofía" mismo. Por su parte, la filosofía tiene fama,
parece entrañar una contradicción en los entre el gran público, precisamente, que es
términos. A diferencia, en efecto, de las entre quien, únicamente, puede tenerse
"clases", que se dan a los estudiantes, y a lo "fama", de ser una actividad que se ocupa
sumo a quienes, a pesar de no serlo, por mez- exclusivamente con lo "abstracto", es decir,
clarse entre ellos, se asimilan a ellos, las lo abs-tracto de él, del gran público, lo que
"conferencias" se dan para el gran público. está arrancado de él, de su contorno inme-
Ahora bien, este concepto, el de "gran públi- diato, de él mismo; por tanto, lo menos
co", parece un concepto meramente cuantita- comprensible para él y lo que menos puede
tivo. Pero no. En muchos casos, lo que parece interesarle. No parece, en conclusión, que las
meramente cuantitativo no es sino la aparien- "conferencias" de filosofía tengan demasiado
cia que encubre a la mirada superficial, pero sentido. Sin embargo, la fama de la filosofía
descubre a la escrutadora algo cualitativo, que es merecida —e inmerecida. Merecida, de la
puede ser incluso algo esencial. Uno de esos mayor parte, si se quiere, de la filosofía del
casos es el presente. El concepto de "gran pasado. Inmerecida, de la mejor parte, sin
público" es un concepto propiamente cualita- disputa, de la filosofía del presente. En
tivo. Lo decisivo no es el "gran", sino el "pú- efecto, la filosofía tiene una historia cuyo
blico". La prueba es que el gran público suele término actual es una filosofía que se ocupa
acudir a las conferencias en pequeño número fundamentalmente con lo concreto, con lo
—cuando no se trata del de Monterrey, que concreto con el gran público, y por consi-
constituye una excepción digna de fijar la guiente con lo más comprensible para él y lo
duda que no. Sin duda que aquellos de noso-
que más puede interesarle. Pues ¿qué ha-
tros que sean lo que se llama "creyentes",
bría que pudiera interesarle más, por ser más
creen en la existencia, además de los seres
comprensible para él, por ser más una cosa
y cosas "de este mundo", como son los seres y
con él, que el hombre, y el hombre no así, en
cosas ennumerados, de seres "del otro mun-
general, sino en su concreción histórica, tem-
do", a saber, "bien aventurados" y "conde-
poral, el hombre que somos '"nosotros", los
nados" y "ánimas del Purgatorio", "ángeles"
que estamos aquí ahora, a diferencia de
y "demonios", "Dios". Y sin duda que, si no
los hombres de otros lugares y tiempos, como
todos estos seres, por lo menos parte de ellos,
de los hombres de todos los lugares y tiempos
no les parecen de la misma clase que ninguno
a diferencia de todos los demás seres habidos
de los seres de este mundo: así los ángeles y
y por haber, según dice la castiza y enérgica
los demonios y, en todo caso, Dios. Pero tam-
expresión española —que es aquello con lo
poco con estos seres del otro mundo quedan
que se ocupa fundamentalmente la mejor
agotadas, seguramente, todas las clases de
parte de la filosofía del presente? Sí parece,
seres que distinguimos todos nosotros. Si
en conclusión, que las "conferencias" de filo-
actualizamos la instrucción o la cultura cien-
sofía tengan algún sentido— a condición, al
tífica y filosófica que tenemos, reconoceremos
menos, de ser conferencias de filosofía del
que distinguimos o que quizá debiéramos dis-
^hombre en su concreción histórica, temporal,
tinguir otras clases de seres o cosas. En el
como van a ser estas conferencias.
mundo material, inclusive los cuerpos de los
Mas, ¿qué es filosofía del hombre en su
seres vivos, quizá debiéramos distinguir entre
concreción histórica, temporal?
los seres o las cosas tales cuales las percibi-
Todos nosotros distinguimos diferentes cla-
mos y la verdadera realidad material, diga-
ses de seres: "seres vivos", "animales", "ve-
mos los "átomos". En el mundo de la vida,
getales", "humanos"; "seres" o "cosas inani-
sin duda la gran mayoría de nosotros, si no
madas", ya "naturales", desde la piedra hasta
la absoluta totalidad, distinguimos de los
el astro, ya "artificiales" o "productos mate-
"cuerpos" las "almas", por lo menos las nues-
riales del arte, industria, técnica" o "cultura
tras, las de los seres humanos. Si no todavía
humana". Pero ¿son éstas todas las clases de
en el mismo mundo, en el del hombre, ¿no
seres que distinguimos todos nosotros? Sin
deberemos distinguir entre cada uno de nos- el distinguir diferentes clases de seres es una
otros, los seres humanos "individuales", con misma operación con la de reconocer ciertas
el respectivo cuerpo y alma, y los grupos, las diferencias entre las clases o los seres. Así, el
"colectividades" por nosotros integradas o distinguir seres vivos, animales, vegetales, hu-
formadas, o siquiera algunas de ellas, y las manos, y seres o cosas inanimadas, naturales
creaciones de estas colectividades en cuanto y artificiales, es una misma operación con la
tales, creaciones "colectivas" como los usos y de reconocer: en unos la "vida" y en otros
costumbres, las instituciones? Por último, la falta de ella; entre los vivientes, en unos la
determinadas filosofías sostienen la existencia "sensibilidad", digamos, en otros, además, la
de unos "objetos ideales" y "valores" absolu- "racionalidad", en los restantes la falta de una
tamente distintos de todos los demás seres y y otra; entre los seres y cosas inanimadas, en
cosas: ¿admitiremos o no la distinción o la unas el ser obra exclusiva de la naturaleza,
existencia de semejantes objetos por nuestra en las otras el ser obra del hombre, aunque
sea a base de las obras de la naturaleza. Aná-
parte? —¿Qué quiere decir todo esto? Quiere
logamente, el distinguir de los seres de este
decir varias cosas. Todos nosotros, pero de
mundo los del otro es una misma operación
acuerdo con nuestra fe o incredulidad, con
con la de reconocer en los de éste "seres mera-
nuestra instrucción o cultura científica,
mente materiales" o "almas" o "espíritus
con nuestra posición filosófica, distinguimos
unidos a un cuerpo", en los del otro mundo
diferentes clases de seres. Las discrepancias
"almas" o "espíritus" separados de los res-
entre nosotros en punto a la distinción, oriun-
pectivos cuerpos" o "espíritus puros". Final-
das de las fuentes acabadas de repetir, plan-
mente, el distinguir de los seres y cosas del
tean el problema de si las clases de seres que
mundo material tales cuales las percibimos la
distinguimos serán o no las que debiéramos verdadera realidad material, el distinguir
distinguir, las verdaderas. Problema intere- colectivas agrupaciones y creaciones, el dis-
sante por demás, ya que de la solución que le tinguir objetos ideales y valores, es una misma
demos depende la idea que tengamos o nos operación con la de reconocer la diferencia,
hagamos del mundo y de nosotros mismos en respectivamente, entre lo que percibimos
el mundo, y de esta idea, a su vez, nuestra como tal y lo que es causa de que lo percibá-
conducta en la vida. Ahora bien, obvio es que
mos. entre lo "individual" y lo "colectivo", justamente, a las exclusivas del hombre.
entre lo "real" y lo "ideal", el "ser" y el ¿Cuáles son, pues, estas exclusivas?
"valer". Por lo tanto, el problema de si las Por sí mismas, se ordenan conforme a un
clases de seres que distinguimos son las que múltiple criterio, que resulta, sin embargo,
debiéramos distinguir, las verdaderas, es uno íntimamente uno en la raíz. La más patente *
mismo con el de saber si las diferencias que es el cuerpo, el "cuerpo humano", cuerpo
reconocemos entre las clases o los seres son exclusivo del hombre, que diferencia al hom-
también las verdaderas, las que debiéramos bre no sólo de todos los seres "incorpóreos",
reconocer. Por fortuna, para resolver ambos sino también de todos los demás seres con
problemas conjuntamente, ya que son uno, se cuerpo, "corpóreos", parcial o meramente
ofrece un criterio discriminador de las dife- "materiales". La más radical es el tiempo, el
rencias que reconocer y con ellas de las clases el tiempo humano" — p o r q u e hay un tiempo
o los seres que distinguir: lo que más y mejor humano, un tiempo exclusivo del hombre, que
diferencia a un ser de otros es aquello que le diferencia al hombre no sólo de todos los se-
es tan propio, tan peculiar, que es privativo, res "intemporales", mejor que "eternos", sino
exclusivo de él. Pues bien, esfuerzo por re- también de todos los demás seres "tempora-
solver conjuntamente ambos problemas, pero les". La más patente, el cuerpo, es una de las
tomando por término de comparación al hom- exclusivas del hombfe conocidas más o menos
bre, o lo que es igual, esfuerzo por determi- conscientemente como tales desde más antiguo
nar las exclusivas del hombre a diferencia de y por más seres, pues que entre los seres que
todos los demás seres que deban distinguirse conocen que el cuerpo humano es una exclu-
de él, o de que se le deba distinguir, eso sería siva del hombre no figuraríamos tan sólo
"filosofía del hombre". Mas ¿por qué to- nosotros, los propios seres humanos, sino ir
mando por término de comparación al hom- cluso algunos animales... La más radical,
bre? Siento no poder dar por el momento más el tiempo, no ha sido reconocida como exclu-
que una respuesta dilatoria: por razones que siva del hombre hasta los tiempos modernos,
casi hasta nuestros días, ni hasta éstos por más
metódicamente no pueden aparecer hasta el
que por algunos humanos, a saber, los que
final de estas conferencias.—Pero ¿y la "con-
profesamos determinada filosofía. A esta
centración histórica, temporal"? Ah, se debe,
modernidad, tan restringida encima, respon- sino por ser más o menos totales o parciales,
dió la diferencia con que me referí hace un como vamos a ver hoy mismo, y aún por otras
momento al cuerpo y al tiempo: recuerden razones, de las cuales sólo mentaré aquella
que mientras que dije simplemente "el cuerpo que se hará sentir en un par de momentos de
humano, cuerpo exclusivo del hombre", en las conferencias siguientes. Se trata de que las
cambio hube de decir "el tiempo humano exclusivas del hombre se afectan recíproca-
—porque hay un tiempo humano, un tiempo mente: así, las anteriores al tiempo tienen su
exclusivo del hombre". Pues bien, en este historia y son manifestación del radical tiem-
tiempo radica la concreción histórica, tempo- po humano, pero también, a la inversa, el
ral del hombre, el hecho de que los hombres tiempo humano tiene peculiares notas deri-
nos diferenciemos unos de otros histórica, tem- vables de las demás exclusivas. La conclusión
poralmente. Caso particular de esta diferen- es que las exclusivas del hombre deben deter-
ciación es la que encontramos entre nosotros minarse en su concreción histórica, temporal
en punto a las clases de seres que distingui- y no pueden determinarse más que desde ésta;
mos, y a las diferencias por las que lo hace- es decir, no es posible determinarlas más que
mos, puedo añadir ahora, según nuestra fe o desde la posición en que cada cual se halle,
incredulidad, nuestra instrucción o cultura y desde esta posición se debe determinarlas,
científica, nuestra posición filosófica. Caso no sólo en general, sino según su historia. — *
más particular aún, el que hemos encontrado Es palmario que semejante conjunto 110 cabía
hace un instante, del conocimiento o reconoci- en estas conferencias. Por ello, no lo era me-
miento de las exclusivas del hombre desde nos, que tenía que contentarme con '"dar idea"
hace más o menos tiempo y por más o menos a ustedes de las exclusivas del hombre. Pues
seres. — Entre la más patente y de las cono- bien, me pareció que nada les daría mejor
cidas desde más antiguo y por más seres y la idea de ellas que las dos extremas, y por eso
más radical y no reconocida hasta los tiempos resolví que éstas fuesen el tema de las confe-
modernos, hasta nuestros días, ni por más que rencias.
por algunos humanos, las exclusivas así ex-
Mas una objeción conjeturo que viene
tremas, se despliegan las demás, conjunto
alzándose desde hace un rato en la mente de
múltiple también: no sólo por ser numerosas..
ustedes: el programa no anuncia como tema
el cuerpo entero, sino la mano sola. Es que, materiales. Esta objeción se suelta en cuanto
por un lado, tampoco el cuerpo entero cabía se advierte que el cuerpo del hombre es un
en las conferencias, y, por otro lado, a repre- cuerpo verdaderamente exclusivo del hombre,
sentarlo bastaba la mano sola. Ni siquiera la o que no es el "cuerpo" en general, sino el
mano sola cabía íntegramente en las confe- "cuerpo humano", el qúe constituye la exclu-
rencias, según nos va a mostrar convincente- siva del hombre. Análogamente se suelta
mente el resto de esta primera. Y lo que el la objeción referente a la mano: también la
cuerpo humano tiene de exclusivo no reside mano del hombre es una mano verdadera-
en su totalidad — tan sólo, sino que se espe- mente exclusiva del hombre, o tampoco es "la
cifica en sus partes, o al menos en algunas de mano" en general, sino la "mano humana"
ellas, pero quizá como en ninguna otra en la la que constituye la exclusiva del hombre.
mano. Por ello, a la inversa, si con un hueso, Comprobémoslo, comparando la mano animal
con un diente, cabría reconstruir el organismo y la mano humana.
respectivo, la mano está en el resto, no sólo Las denominaciones dadas por ellas a los
del cuerpo humano, sino del ser humano en- seres correspondientes hacen ya advertir una
tero, y hasta con las obras de éste, las obras diferencia entre ambas: los animales que
de la cultura humana, en relaciones tales, que tienen manos, como el hombre, son "cuadrú-
por su mano es posible conocer al hombre, manos", como no lo es el hombre, que es
rehacerlo, incluso con sus obras. Es lo que simplemente "bímano"; la mano animal es,
vamos a ir descubriendo, si empezamos per pues, cuádruple, la humana solamente doble.
soltar una nueva objeción que puede haberse Esta diferencia parece una diferencia mera-
sumado en la mente de ustedes a la anterior: mente cuantitativa. Pero aquí tenemos un
la mano no es una exclusiva del hombre; hay, nuevo caso de aquellos en que lo que parece
si no otros seres, por lo menos animales que meramente cuantitativo no es sino la aparien-
tienen manos, que tienen incluso más que el cia que encubre y descubre, a la mirada super-
hombre, los "cuadrúmanos". Tal objeción ficial o a la escrutadora, algo cualitativo,
sería notoriamente análoga a la que adujese esencial incluso. El tener cuatro manos va a
que el cuerpo no es una exclusiva del hom- resultar no tener tan propia, tan plenamente
"manos" como el tener nada más que dos. El
bre, que hay otros seres con cuerpo, corpóreos,
número de las manos está relacionado, en sobre las extremidades posteriores y andar
efecto, con la diferenciación cualitativa de la con ellas solas, pero únicamente de un modo
"mano" relativamente al "pie". El hecho de muy precario; como se sirven de sus extremi-
ser "cuadrúmanos" los animales que tienen dades "posteriores" para lo mismo que de las
manos o cuádruple la mano animal y "bíma- "anteriores", para "andar" por los árboles,
no" simplemente el hombre o doble solamente aquí sin excepción; como no se sirve de sus
la mano humana, no es sino una manifestación extremidades el hombre, que no se sirve de
del hecho de que si las extremidades de los las "superiores" para lo mismo que de las
"cuadrúmanos" se diferenciaron de las extre- "inferiores", para andar, ni de las "inferio-
midades de los "cuadrúpedoshaciéndose, en res" para lo mismo que de las "superiores ',
lugar de "pies", "manos", no se diferencia- para todo aquello que puede hacer con éstas,
ron entre sí, continuando las manos siendo con las manos: que es por lo que me he
"pies", pero haciéndose las otras "manos"; expresado como acabo o respondiendo al he-
mientras que las extremidades humanas no cho de que las extremidades de los animales,
sólo se diferenciaron de las de los animales, inclusas las de los cuadrúmanos, son "ante-
sino que se diferenciaron entre sí, continuando riores" y "posteriores" como no son las del
las unas siendo "pies", pero haciéndose "ma- hombre, que son las únicas "superiores" e
nos" las otras. El hombre es simplemente "inferiores" definitivamente. Las manos de
"bímano" porque es además "bípedo", es los cuadrúmanos están más cerca, en un sen-
decir, más ricamente diferenciado que los tido nada figurado, sino muy propio, de los
"cuadrúmanos", los cuales, si tienen más ma- pies de los cuadrúpedos y hasta de los huma-
nos, es porque en cambio no tienen más nos que las manos del hombre no sólo de los
que manos. Los cuadrúmanos se sirven de sus pies de los cuadrúpedos y hasta de sus propios
extremidades "anteriores" para lo mismo que pies, sino de las manos de los cuadrúmanos,
de las "posteriores", para andar por el suelo, porque éstas se hallan más cerca del suelo. Es
sin más excepción que la posibilidad que tie- el alzarse definitivamente del suelo lo que
nen los más "elevados" — en seguida va a hace, lo que crea la mano en sentido propio,
revelarse toda la significación de este térmi- pleno: tan sólo la extremidad que se ha alzado
n o — , así los chimpancés, de mantenerse del suelo definitivamente es mano en tal sen-
tido. El pie tiene "planta" que apenas puede mentos, de útiles o utensilios, está en relación
alzarse sobre el suelo un momento: el salto con la estación bípeda —repito, el bímano es
es el paladino reconocimiento de esta impo- el bípedo — o la posición erecta, que lo está
tencia; la mano tiene "palma" que se alza a su vez con el menor desarrollo de las
sobre el suelo definitivamente — es la mano mandíbulas — se oponen mano y hocico —,
humana, la única "mano", por consiguiente, pero con el mayor desarrollo de la frente y
en sentido propio, pleno. En este sentido es del cerebro; con la inteligencia, pues, y la
la "mano" una exclusiva del hombre. Y en el razón, la diferencia específica del hombre en
mismo sentido es el carecer de manos, la la definición clásica de él, o lo que es lo mis-
manquedad, puedo decir ya aquí, una carencia mo, la exclusiva del hombre reconocida como
que afecta al hombre en algo que le constituye la más exclusiva de él por la tradición de toda
en hombre, una deficiencia esencial del hom- una cultura. No, por ende, tan opuestos al
bre . . . — sólo que la manquedad no se redu- homo faber y el homo sapiens. Todo lo con-
ce simplemente al carecer de manos, sino que trario. La mano usa y fabrica instrumentos
se extiende a todo tenerlas sin usarlas para en tanto se halla en relación con la inteligen-
aquello para que las manos puedan usarse cia, y en tanto se halla en relación con ésta y
esencialmente, exclusivamente . . . con la razón se halla en relación no sólo con
Es lo confirmado por todo aquello con lo la cultura material humana, sino con la cul-
que la mano está en relación, que es a la vez tura humana toda, hasta la menos material.
aquello en que se alza sobre el suelo defini- Hay, en efecto, toda una cultura de la mano
tivamente, o para lo que era indispensable que tiene con la cultura humana todas las
que se alzase sobre él definitivamente y aque- relaciones que paso a apuntar.
llo en virtud de lo cual era posible por ella La cultura de la mano es cultura de ésta en
conocer al hombre, rehacerlo, incluso con sus el doble sentido que puede darse a la prepo-
obras: la mano, diferenciada del pie por el sición "de". "Cultura de la mano" puede
pulgar oponible y la consiguiente posibilidad, entenderse en el sentido de cultura de que la
no sólo de "agarrarse", de "cogerse", sino de mano, o el hombre por medio de ella, es el
"agarrar", de "coger", cuya actualización sujeto activo, creador: todo aquello que la
más alta es el uso y la fabricación de instru- mano, exclusivamente, o sólo ella propia o
plenamente, puede hacer, o el hombre con ella pero ni siquiera la primacía de esta capaci-
en los mismos términos: "cultura de la mano" dad y función de la mano resulta invalidada
en sentido subjetivo, "cultura subjetiva de la por el hecho de no ser el coger exclusivo de la
mano". Y "cultura de la mano" puede enten- mano humana, sino propio también de la ma-
derse en el sentido de cultura de que la mano no animal y hasta de otras extremidades ani-
es el objeto pasivo, receptor: todo aquello de males, como las garras de mamíferos y aves:
que puede hacer objeto a su mano el hombre, porque la mano humana tiene la exclusiva
o de que a través de ella puede hacerse objeto del coger en la rica plenitud de sus posibili-
a sí mismo, pero no sólo por medio de ella, dades — dígase, si no, y para insistir en el
de su mano...; "cultura de la mano" en sen- mismo ejemplo, no ya qué garra, qué mano
tido objetivo, "cultura objetiva de la mano". animal puede coger con unas pinzas; y el co-
En sentido subjetivo, la mano puede ante ger prima sobre todas las demás capacidades
todo asir, coger, agarrar, ya directamente, ya y funciones de la mano, porque todas éstas
por medio de algo cogido, como, por ejemplo pueden ejercerse sin coger nada o con algo
de extremada sutileza, con unas pinzas. De cogido, de suerte que primero es coger o no y
esta capacidad de la mano son correlativos el luego todo lo demás que voy a seguir apun-
instrumento, el útil o utensilio, el arma, el ar- tando, ordenándolo justamente según la supe-
tefacto, el arte, la industria, la técnica, la cul- rioridad de la nuda mano sobre la mano apre-
tura material humana, el homo faber, y en la hensora en cada caso.
medida en que de éstos son correlativos, a su Así, inerme o armada, la mano sirve — si
vez, el homo sapiens y la cultura humana toda, bien sea dudoso que se trate siempre de un
según ya había insinuado. Esta función se ha "servicio" — para defenderse y atacar, en
hecho finalidad autónoma hasta el punto que un repertorio tan vasto y vario cuan henchido
indica el hecho de haber llegado a existir pro- de significado: como que se extiende desde el
ductos de la industria humana destinados a ser instintivo adelantar las manos para defender-
puramente cogidos y llevados en la mano, se, pasando por el bofetón a mano abierta, el
movidos por ella, manejados, como el bastón, revés a mano vuelta, el puñetazo a mano ce-
que si empezó por ser apoyo, acabó por ser rrada y apretada y por ende todo el boxeo,
tal producto. No ya la simple exclusividad, para contentarnos con estos ejemplos de la
"fenomenología" de los golpes con la mano nuestros días, precisamente, ha puesto al des-
— que no "golpes de mano", todavía — , hasta
cubierto como nada ni nadie lo había hecho
el manejo, en un sentido muy propio, de las
antes los alcances de esta facultad y actividad:
armas y el manejo, en un sentido más o menos
metáforas táctiles o "hápticas" están, al par
figurado, de los hombres, y aún de otros seres,
con las ópticas, a la base etimológica de los
armados o la táctica, estrategia y guerra toda,
términos que designan el conocimiento y sus
y hasta volverse la mano contra su dueño mor-
operaciones; habría ciencias y hasta culturas
talmente, aunque sea sólo como "instrumen-
enteras radical y por ende predominantemente
to". Y estos "servicios" son tan propios de
hápticas, como justo la nuestra, la occidental
la mano como enseña el apostrofe enderezado
moderna, si hay otras radical y predominante-
al cobarde por el bravo en el viejo Cantar
castellano: "Lengua sin manos, ¿cómo osas mente ópticas, como la griega; o bien, la pri-
fablar?", o no menos propia de la mano, no maria forma de ser de las "cosas", la forma
humana que esencial, quizá, ésta al hombre. primaria del ser sería el "ser a mano". Por
Estos "servicios", en fin, se hallan tan prima- tanto, esta facultad y actividad parece poder
riamente vinculados al primordial coger como disputar la primacía a la de asir, pero la in-
patentiza la superioridad que para prestarlos desconocible superioridad de la nuda mano
no cabe negar a la mano y a los hombres ar- sobre la mano aprehensora en este caso lo
mados sobre los inermes. sitúa en el presente lugar, a mitad de camino
entre las capacidades y funciones en que priva
La mano puede tocar, palpar, tantear, y así, la mano aprehensora y las facultades y acti-
sentir, en esta acepción, la de percibir deter- vidades en que prevalece la nuda.
minadas cualidades sensibles, o ser órgano
En efecto, principalmente armada, pero
del tacto, el órgano por excelencia de este sen-
también desarmada es la mano poderosa
tido, y siendo tal, ser órgano de conocimiento,
para hacer sentir por lo pronto dolor no sólo
del conocimiento sensible. Pudiendo hacer y
a otros seres, sino a su propio dueño, y no
ser todo esto ya directamente, ya por medio de
sólo a éste en otras partes del cuerpo, sino
algo cogido, como la mano de ciego que tantea
haciéndoselo sentir a sí misma, ni tampoco
con un palo, aunque sea notoria la preemi-
sólo en la forma de darse un golpe o hasta de
nencia de la primera forma. La filosofía de
golpes contra algo, sino incluso acometiéndo-
se, bien cabe decir, a sí misma, como es cla- dolor o placer, cuando se juega con ella, la
vándose las uñas; mas nuda, desnuda, casi mano es además expresiva, si convenimos en
sin excepción, es susceptible de sentir además rebajar el sentido corriente de este adjetivo,
placer o de hacerlo sentir a su dueño, y tam- ser particularmente expresivo, al de expresar
bién capaz de hacerlo sentir a otros seres, en general — porque no sólo todo movimiento
como en el caso, si apenas más que único, vivo, hasta toda inmovilidad de un ser vivo,
eminente y en que se conjugan el sentirlo ella todo lo vivo es expresivo en tal sentido. Como,
o el hacerlo sentir a su dueño y el hacerlo en efecto, "expresiones" son no sólo los movi-
sentir a otro ser, de la caricia. Pero con estas mientos expresivos, sino también actitudes y
variedades del sentir, ya no en la acepción de formas que resultan expresivas, hay que re-
percibir algo objetivo, sino en la de experi- conocer la existencia de expresiones no sólo
mentar o hacer experimentar subjetivamente cinéticas, sino estáticas, las primeras relativa-
un sentimiento, tocamos a otra cosa. No a la mente pasajeras, pero las segundas tanto esto
reflexión pesimista sobre la naturaleza huma- como relativamente duraderas, y unas y otras
na, tan multiformemente "dotada" para sentir ya parciales, ya totales: llanto y risa son ex-
y hacer sentir dolor, ya con la mano sólo; tan presiones cinéticas y parciales, pero el salto
"uniformemente" restringida cuando ésta tra- de un ser vivo resulta una expresión cinética
total, unas y otra pasajeras; la "expresión
ta de sentir y hacer sentir placer; sino a otra
extática" de un rostro humano es una expre-
cosa. Mas antes de pasar a ella pide ser in-
sión estática, parcial y pasajera, pero todo
tercalada otra manual posibilidad.
rostro humano y el cuerpo humano entero
La de jugar con las manos, no en el sentido tiene, a diferencia de los rostros y . cuerpos
jugar con ellas a otra cosa, sino en el de jugar animales, e incluso artificiales, más parecidos
o juguetear con ellas mismas, por ejemplo, a ellos, a los humanos, una "expresión huma-
jugueteando con los dedos. Esta posibilidad na" que es parcial en el caso del rostro, total
se sitúa de suyo entre el sentir y hacer sentir en el del cuerpo y en ambos estática y dura-
placer la mano y las posibilidades de ésta a dera. Y así, hay movimientos de la mano cuya
que paso. finalidad, cuya esencia no es coger, defender
Ya cogiendo, en la defensa y el ataque, al o atacar, etc., siendo "además" expresivos,
sentir, en todas las acepciones, y hacer sentir
ma por camaradería, con aire de protección
sino propiamente, exclusivamente, expresar,
o para humillar; el cerrar los puños de rabia:
sea intencionalmente, conscientemente, o no,
el frotarse las manos de gusto; el batir palmas
y é*ta expresiva movilidad de la mano, ¡hasta
de contento; el dar palmadas para llamar; el
dónde no es copiosa y aguda! Unas veces los
aplaudir, el bendecir, el acariciar... En unas
movimientos de la mano acompanan a otros terceras ocasiones utiliza la mano un instru-
expresivos y cooperan a la expresión: asi mento para ejecutar faenas tan rigurosamente
viene mi mano acompañando a mi palabra y manuales-como de expresión: así la de dar
cooperando a la expresión verbal desde el vida a la expresión escrita por medio de la
principio de la conferencia, y espero en Dios pluma o de la máquina. Pero la mano no
que siga haciéndolo hasta el fin. Otras veces resulta expresiva únicamente moviéndose, sola
es la mano la protagonista de la expresión: o manejando un instrumento. La mano resul-
recordemos el pasarse la mano por la frente ta expresiva ya estáticamente, por su mera
o la cabeza en señal de preocupación o per- complexión y cultura, ésta en el sentido del
plejidad; el llevarse las manos a la cabeza aspecto que presenta por efecto de los cuida-
para afectar la locura; el llevarse el índice a dos de que puede ser objeto. No es lo mismo
la sien para sugerir la ajena, a la frente para la mano de la mujer que la del varón, la del
denotar la feliz ocurrencia, al ojo para dar a niño que la del adulto, la del "pícnico" o
entender la maliciosa comprensión, a los la- gordo que la del "leptosomático" o flaco, la
bios para intimar el silencio; el señalar exten- del carnicero que la del cirujano, la de la co-
diendo la mano o el índice; el amenazar mo- cinera que la de la cortesana — aunque en
viendo la una o el otro; los gestos obscenos casos quepan las confusiones. La mano tiene
con la mano; el darse golpes de pecho como una complexión y puede ser objeto de una cul-
muestra de arrepentimiento; el juntar o cru- tura que están en relación con la complexión
zar las manos para orar; el tender la mano total del sujeto, en relación, a su vez, con sexo,
para pedir: los varios movimientos de saludo edad, temperamento, y a través de esta com-
con la mano; el darla para saludar, también, plexión, están en relación también con el ca-
o para perdonar: el estrecharla para prome- rácter, con la personalidad, y a través de ésta,
ter o comprometerse; el rehusarla en signo de de nuevo, con la profesión y la posición
menosprecio o de hostilidad; el ponerla enci-
ciones registradas, que se sublima en el ex-
social, la clase social; y que en virtud de estas
presar?
relaciones resultan expresivas de los mentados
En fin, no es pura arbitrariedad pensar
términos correspondientes. Enséñame la ma-
que la mano, ha hecho más aún como sujeto,
no y te diré, no simplemente la buenaventura,
a saber, inspirar todo aquello de que ha lle-
sino quién eres y cómo eres en términos de los
gado a ser objeto, que no es menos, sino más,
saberes a que me referiré más adelante. La
mano tiene una individualidad tal, que per- puesto que puede ser objeto de todo aque-
mite la identificación del individuo respectivo. llo de que puede ser sujeto y encima de
No olvidemos que la forma de identificación mucho de que no puede ser esto.
de las personas que ha prevalecido en nuestra En sentido objetivo, efectivamente, una
organización social es la identificación por mano puede ser cogida, defendida y atacada,
las huellas digitales. Y enterémonos de que tocada, palpada y tanteada, directamente o
la grafología parece extensible a la escritura mediante algo, algo cogido, por otra de dis-
a máquina, por mucho que nos sorprenda la tinto dueño, pero también del propio y aún
idea de que semejante escritura no sea, a fuer- por ella misma, como puede sentir dolor y
za de mecánica, absolutamente igual en todos placer no sólo por obra de otra de distinto
los casos, absolutamente impersonal. ¿No es- dueño y del propio, sino por obra suya, y
tará, no en el coger, ni menos en el atacar, como puede incluso percibir expresiones; y
pero ni aún en el sentir, ni en la acepción de sí cogerse y atacarse a sí misma y sentir dolor
percibir ni siquiera en la de experimentar, ni por obra suya solamente lo puede en forma
en el mismo experimentar placer, si no en el parcial y precaria o limitada, en punto al
expresar, o en alguna de las expresiones ma- tocarse a sí misma, al sentir placer por obra
nuales, como cabe llamarlas, sino la más ex- suya y al percibir expresiones, las cosas van
clusiva, sí la más alta, la más noble de las hasta la perfección con que las yemas oponi-
misiones de la mano y de su cultura, ya que bles del pulgar y de los demás dedos se
no de la íntegra cultura humana? Sin el ins- palpan mutuamente y la plenitud con que la
trumento y el artefacto, seguro, sin el arma, palma y la parte inferior de los dedos sienten
quizá, no existiría la cultura humana, pero el placer de la caricia que hacen y con que
¿es que existiría sin el sentir, en las dos acep- su dorso percibe la caricia que recibe, y en
actividades de que ella ya no es el sujeto, por
punto a la propia defensa hasta ser la estruc-
llevarlas a cabo esencialmente humanas po-
tura y la actitud normales de la mano, su
tencias inmateriales.
normal articulación, en el doble sentido, no
Así, de una actividad intelectual, de un es-
sólo estático, sino además dinámico, que este
pecífico saber de ella, múltiple ya él.
vocablo ha venido a tener, una permanente
Pues habiendo este saber empezado quizá
defensa de la palma y de la parte interior de
por la quiromancía — en que entra la ya men-
los dedos, las porciones más sensibles, en la tada buenaventura — , saber supersticioso y
doble acepción repetida, del miembro — vano como la astrología o la alquimia por que
pero, mucho más ampliamente, la mano ha empezaron otros saberes.
llegado a ser objeto de todas las demás ins- En todo caso pronto fué la mano objeto, y
piraciones de su cultura. no insignificativa, aunque lo fuera sólo inci-
De una actitud múltiple. dentalmente, de la filosofía. Aristóteles, tra-
Por lo pronto, de aquella de que ella sigue tado Del alma, libro III, capítulo 8, escribe:
siendo sujeto, por llevarla a cabo todavía " E l alma es como la mano, pues también la
mano es instrumento de instrumentos". Tomar
esencialmente ella, cogiendo, tocando, mo-
"el filósofo" en un tratado del alma por tér-
viéndose: los entrenamientos y cuidados de
mino de comparación de ésta la mano, fun-
que es objeto. Los unos potencian sus natura-
dándose en ser la mano el mismo instrumento
les aptitudes y la llevan a manejar los más
de orden superior que el alma, es rendir a la
variados utensilios, máquinas y técnicos apa-
mano subido homenaje. La frase aristotélica
ratos, a mover artísticos pinceles y espátulas, pudiera servir de lema a todo saber de la
a pulsar cuerdas y tocar teclas de instrumen- mano, o al menos a todo el que no sea el mero
tos músicos, todo con la habilidad, técnica, o seudosaber quiromántico, y en particular a
arte requeridos. Los otros refinan sus atrac- esta conferencia. Y ya por sí sola bastaría
tivos naturales o suavizan su piel, curan sus para prueba de la alcurnia intelectual de un
uñas, la visten de guantes, adornan sus dedos tema que a buen seguro pareció a más de uno
con anillos y sortijas. Unos y otros, en conjun- perfectamente arbitrario como tema de unas
ción, le dan destrezas y belleza sui generis. conferencias filosóficas. Mas para remachar
Mas la mano es objeto, asimismo, de otras
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hacen a los caballos furiosos sufrir ellos los
que ni siquiera se trata tan sólo de una única trabajos de nosotros; éstas cargan los elefen-
e incidental frase, puedo añadir la cita del tes; éstas matan los leones; éstas enlazan los
siguiente elogio renacentista, esto es, momento animales astutos; éstas sacan los peces del pro-
de la tradición de un tema clásico, filosófico fundo de la mar; y éstas alcanzan las aves
y antropológico, el de la dignidad del hombre, que sobre las nubes vuelan. Estas tienen tanto
que me ha "venido a las manos", devuelto a poderío, que no hay en el mundo cosa tan po-
ellas por otras aplicaciones mías de esta tem- derosa que dellas se defienda. Las cuales no
porada: " . . .las manos, las cuales solas son tienen menos bueno el parecer que los hecho* .
miembros de mayor valor que cuantos dió Los orales subrayados que he hecho habran
naturaleza a los otros animales. Son éstas en
sugerido a ustedes hasta qué puntos el elogio
el hombre siervas muy obedientes del arte y
ilustra en particular algunos principales de
de la razón, que hacen cualquier obra que el
la exposición que vengo desarrollando, como
entendimiento les muestra en imagen fabrica-
el conjunto hasta dónde haya progresado el
da. Estas, aunque son tiernas, ablandan el
filosófico ocuparse con la mano. Pues, tam-
hierro, y hacen dél mejores armas para defen-
bién hubo contemporáneos del Maestro Her-
derse, que uñas ni cuernos; hacen dél instru-
nán Pérez de Oliva a quienes las obras de este
mentos para compeler la tierra a que nos dé
de semejantes temas "les parecen indignas de
bastante mantenimiento y otros para abrir las
un autor tan grave y de tanta severidad , en
cosas duras, y hacerlas todas a nuestro uso.
Estas son las que aparejan al hombre, vestido, palabras de su sobrino y editor, el no menos
no áspero ni feo, cual es el de los otros anima- grave y severo historiador Ambrosio de Mo-
les, sino cual él quiere escoger. Estas hacen rslcs.
moradas bien defendidas de las injurias de Pero como a astrología y alquimia sucedie-
los tiempos; éstas hacen los navios para pasar ron astronomía y química, por intermedio de
las aguas; éstas abren los caminos por donde la filosofía, matriz de las ciencias, asi a mas
son ásperos, y hacen al hombre llano todo el de la quiromancía y el filosofar sobre la
mundo; éstas doman los brutos valientes; estas mano, tenemos hoy la quirocaracterologia, par-
traen los toros robustos a servir al hombre te de la caracterología, la disciplina mas cons-
abajados sus cuellos debajo del yugo. Estas picua quizá entre las muchas inventadas o
todavía. Pues la mano no es objeto solamente
puestas en nuevo vigor por la ciencia psico- de una múltiple actividad inmaterial intelec-
lógica de nuestros días. Es la investigación tual: lo es, además de una actividad artística,
de aquellas relaciones entre la complexión de en modo alguno menos múltiple.
la mano y la corporal toda, el temperamento Es, en efecto, por un lado, actividad lingüís-
y el carácter y la personalidad que mente ya tica o verbal, literaria, poética; la mano como
en su momento. Como parte de la caractero- motivo del lenguaje vulgar es lo que éste tiene
gía se considera también la grafología, a que v a de literario y de la literatura popular y
hice asimismo la debida alusión en la misma culta y hasta como tema de esta ultima. I ro-
coyuntura. pos de inspiración manual, desde los golpes
Mas no sólo cabe una quirocaracterologia; de mano" con que ya nos encontramos hasta
parece caber hasta una quirosociología, fun- la "caricia del céfiro", con que volveremos
dada en las relaciones de la complexión y
a encontrarnos. En ellos parece fundada la
cultura de la mano con la profesión, posicion
mayoría de las numerosas sentencias en que
V CI&SC.
la mano es el término dominante - no sepa
Cabría hasta una quirosofía, como ha bau-
t u mano izquierda lo que hace la derecha -
tizado José Moreno Villa el estudio que, siem-
v de que es parte destacada aquella del refra-
pre original y sutil, ha publicado de doce
nero que puede apellidarse refranero manual:
manos de escritores mexicanos.
"juegos de manos, juegos de villanos . Cuen-
Y saber, ciencia de la mano es la de la
to del máximo hombre de letras mexicano,
identificación de las personas.
conciudadano justamente de ustedes, Alfonso
En fin, de todo este saber de la mano quiza
Reyes, que fabula las andanzas de una mano
pueda yo estimar como remate, que resulta-
desprendida del cuerpo respectivo, que ilustra
ría a la inversa, justificado por todo el, esta
los alcances de la cultura de la mano llevando
conferencia, culminante en las relaciones de
hasta sus límites al par imaginativamente qui-
la mano con el resto del ser del hombre y
méricos y psicológicamente desentranadores
con la cultura humana o en lo que por sus ma-
v que el autor mantiene inconcluso quiza poi
nos se puede saber del hombre y de lo hu -
mano. . , una razón estética como la que sugiere la
Lo que, por cierto, dista de haberse acabado
mente haberse alzado sobre el suelo por tal
Sinfonía Incompleta e inédito no sé por qué definitivo modo — y éstas son las que consti-
razón. tuyen exclusiva de esta mano ociosa. Unica-
Es, por otro lado, actividad de las artes mente esta mano ociosa puede adquirir y con-
plásticas, esta artística de que la mano es ob- servar las formas pulidas, agudas, refinadas
jeto: la mano en el dibujo, en la pintura, en la de una "distinción" en el sentido más pro-
escultura, donde no la contemplamos sólo for- pio de esta voz... — ¿No se impone una con-
mando parte de los cuerpos respectivos, sino clusión a primera vista tremenda? Si no todos
desprendida de ellos, sola, con harto mayor los hombres tienen esta mano y esta mano es
frecuencia que en la literatura, si nos repre- la mano humana por excelencia, es que — ¿no
sentamos en momentánea, pero sintética revis- todos los hombres lo serían igualmente, serían
igualmente humanos? — En efecto: el térmi-
ta imaginativa todos los "estudios" en que la
contemplamos así. no "humanidad" no tiene sólo el sentido de
¿No estará agotada la cultura de la mano "naturaleza humana", común por igual a todos
en todos sentidos? No. Porque la mano no es los hombres; ¡tiene también el sentido más
objeto de tan múltiple actividad solamente, restringido y elevado, a la vez, de un pecu-
adverbio que, después de todo lo enumerado, liar refinamiento, distinción y excelsitud de
resultaría singularmente paradógico, si no lo la humana naturaleza, ya no común por igilal
hiciera indispensable lo que voy a añadir: a todos los hombres, sino exclusiva de aque-
que la mano es también objeto de inactividad llos que han subido a una cierta cultura: la
y que en ésta parecen la cultura de la mano y de la mano, la mano ociosa, son a una causa
esta misma subir a su cimero ápice. La mano V efecto o manifestación de esta peculiar
puede ser objeto de "ocio" y esta mano " ocio- "humanitas"...
sa" bien pudiera ser la mano pof excelen-
Tal es la rica vastedad de la cultura de la
cia" .. Mano era la extremidad que se había
mano en su doble sentido. Toda ella es ex-
alzado sobre el suelo definitivamente. Pues
clusiva del hombre en iguales términos que
bien, sobre el suelo sólo se ha alzado definiti-
la mano misma. Es afirmación que no nece-
vamente la mano poderosa para ser sujeto,
sita más prueba que recordar las otras dos
susceptible de ser objeto de aquellas cosas que
de las que se concluye: que la mano es exclu-
más requieran, que requieran mdispensable-
como aladas las criaturas más excelsas, los
siva del hombre y que de la mano es toda esta
espíritus puros, los ángeles. Hay indicios para
cultura. ¿No se impone una convicción: que
conjeturar que no hubieran seguido teniéndolo
tampoco ella cabe íntegra en estas conferen- por tal, ni haciéndose figuraciones semejantes,
cias, que una vez más, es forzoso, elegir? Pero de haber llegado a verlo entrar en el número
¿qué? ¿Hay entre todo aquello de que la mano de los movimientos mecánicos, efectuados por
es sujeto y objeto algo tan singularmente des- los productos de la industria humana, o por el
tacado, que no resulte arbitrario el preferir- hombre mediante ellos. En todo caso, si por
lo? Para mí, sí, puesto que entre todo ello tal lo tenían, era por ser el movimiento en
encuentro una cosa, y ella sola, en la que con- que los seres corpóreos más se alzan y se des-
curren todas las siguientes: ser un movimiento hacen del suelo, de la tierra, como volviéndose
de la mano que está relacionado con las fun- ingrávidos, inmateriales, cual el espíritu y los
ciones del coger, tocar, sentir y hacer sentir espíritus puros. Por lo que, a pesar de los in-
placer y expresar de ella y que requiere de la dicios aludidos, no dejaba de ser para ellos
misma una complexión, una cultura, un ocio, un nostálgico mal que les pedía justificar ex-
en términos que hacen de este movimiento presamente de él al Creador del hombre, el no
aquella manifestación de la cultura de la haber sido éste creado con alas y potencias
mano en que esta cultura culmine quizás esen- de vuelo. "Solamente veo que no pudo el
cialmente, en que la mano sea mano más pro- hombre imitar las alas de las aves, lo cual me
pia y plenamente, y que como consecuencia parece que nos fué prohibido con admirable
ha impirado tropos y un saber de singular providencia, porque de las alas no íes viniera
significación. tanto provecho a los buenos como de los malos
Los hombres de otros días tenían por el más les viniera daño", dice el Maestro Oliva con
noble de los movimientos en sentido propio, presciencia verdaderamente magistral. Pues
es decir, de los movimientos de la materia bien, por lo misma razón señalada es al par
inorgánica y de los movimientos orgánicos, el más noble de los movimientos de la mano.
en especial de los animales, el de volar, y se la más noble de todo aquello de que la
figuraban como vuelos los movimientos del mano puede ser sujeto, si no de todo aquello
de que objeto, y aquello en que la mano es
espíritu — aún hoy decimos "los vuelos del es-
píritu", "un espíritu de altos vuelos" — y
mano más propia y plenamente, y por lo mis-
mo lo más exclusivamente humano de que que de todo lo relacionado con la mano, aque-
puede ser sujeto, si no objeto, el movimiento llo por lo que puede saberse del hombre más
de acariciar. La mano es mano propiamente, y mejor es la caricia, acaricio la esperanza de
plenamente, en la medida en que se ha alzado que lo muestren las inmediatas conferencias.
sobre el suelo: pues, en nada se revela tan
alzada sobre él, porque nada requiere tanto
de ella haberse alzado sobre él, como en la
caricia. En la mano acariciadora, cariciosa
coinciden esencia, altura y nobleza — del hom-
bre. Sin duda por todo ello es por lo que los
hombres empleamos las palabras de la familia
de la palabra "caricia" en sentido figurado
para referirnos a las cosas que conceptuamos
más delicadas, que estimamos más caras. Aún
los menos poéticos de nosotros decimos fre-
cuentemente que "acariciamos 'una' idea",
una "ilusión, una "esperanza". Pero Carlos
Pellicer ha escrito:

Orillas del mes de junio


que en una estatua se aislan;
la lluvia después le deja
cadáveres de caricias.

De esta aproximación de la caricia y la muer-


te hemos de ver el sapiente acierto, en que se
acredita la intuición del gran poeta. Porque,
LA CARICIA
A caricia se define, ante todo, por lo que
L acaricia, por LO acariciador. Esto, en
sentido propio y de modo pleno, es
exclusivamente la mano. Otras partes del
cuerpo, otras cosas acarician sólo de un modo
más o menos deficiente o en un sentido más o
menos figurado, porque efectúan un movi-
miento que ofrece alguna analogía con el de
acariciar o porque ofrecen ellas mismas al-
guna analogía con la mano que acaricia. Es
lo que pasa con las partes del cuerpo y con
las cosas que han dado origen a expresiones
como éstas: le acarició con la mirada, un
vientecillo acariciador. La caricia se presen-
ta, pues, como un movimiento expresivo, el de
acariciar, como una expresión de la mano.
Esta es el órgano o miembro de la expresión:
LO expresivo, en este caso.
Hay que distinguir entre hacer una cari-
cia, acariciar y hacer caricias. Hacer una
caricia es hacer una sola caricia. Acariciar es
hacer una sola caricia o varias, sea por repetir
la misma, sea por hacer diferentes caricias.
Hacer caricias significa más bien esto último.
Las caricias se diferencian por las notas del por partida doble: el acariciar mismo es sen-
movimiento: caricias más o menos lentas; por sación táctil interna del sujeto que acaricia, y
las notas de la mano acariciadora y lo expre- mediante el acariciar experimenta el sujeto
sado por estas notas: caricias más o menos sensación táctil externa del objeto acariciado.
cálidas; por las superficies acariciadas, por A uno y otro aspecto, a unas y otras sensacio-
ejemplo, la frente, las mejillas, la mano de nes del tacto, se refieren las notas presupues-
una persona a quien se va acariciando; quizá tas, implicadas, requeridas o concomitantes de
por otras cosas. Mas, a pesar de todas estas las notas con que he definido el acariciar.
diferencias, la caricia debe de ser una expre-
Ante todo, resulta indispensable, esencial,
sión, unitaria, única, puesto que la designa-
la suavidad del movimiento. Esta estriba
mos con un sólo nombre que no parece
esencialmente, a su vez, en el simple pasar o
equívoco: LA caricia. Pero, con esto, hemos
deslizar, en rozar y no apretar. Una caricia
pasado, en realidad, a otro punto.
que aprieta deja de ser caricia, para conver-
La expresión misma, el movimiento, el tirse en apretón, estrujón, achuchón. La sua-
acariciar consiste en un pasar o deslizar sua- vidad del movimiento presupone, en primer
vemente la parte interior de los dedos y la lugar, su lentitud. Difícilmente un movimien-
palma de la mano por la superficie de un to rápido puede ser suave, pero sobre todo
objeto. Estas notas del movimiento, del miem- tratándose de un movimiento de la mano. Más
bro que lo efectúa y del objeto presuponen, aún tratándose de un movimiento de la mano,
implican o requieren otras, o van sencillamen- un movimiento lento puede ser apretado, sólo
te acompañadas de otras. Las sensaciones del que entonces, como acabamos de ver, deja de
tacto son las externas del tacto propiamente ser un acariciar. Ello confirma que la suavi-
dicho, lisura y rugosidad, suavidad y aspe- dad del movimiento es esencial y revela que
reza, blandura y dureza, sequedad y hume- la lentitud es la condición de esta suavidad.
dad, temperatura, dolor . . . , y las internas de La propia suavidad del movimiento requiere,
los otros sentidos descubiertos en el tacto por en segundo término, una cierta brevedad o
la fisiología y la psicología modernas, movi- fugacidad del mismo, es decir, de cada cari-
miento, equilibrio, sensibilidad orgánica ge- cia. La proverbialmente deplorada fugacidad
neral . . . La caricia es expresión del tacto de las caricias no se debe, pues, a la exigüidad
de las superficies acariciadas. Es cierto que
sión que subraya, no la normal fugacidad de
una frente, una mejilla, una mano son super-
cada caricia, ni de todas las caricias, sino una
ficies breves, pero la fugacidad de las caricias
anormal falta de morosidad en el acariciar, o
es requerimiento de la suavidad del acariciar.
una anormal, extraordinaria fugacidad de un
Un movimiento de la mano puede mantenerse
conjunto de caricias, o figuradamente, el he-
uniforme sobre una larga superficie, pero sólo
cho de que unas caricias se hayan deslizado, y
si se pone una atención, un esfuerzo especial,
hasta demorado, en las superficies del cuerpo
o todo lo contrario: si es un movimiento in- de una persona sin dejar reliquias ni huellas
consciente, o poco menos, y automatizado, en su espíritu. La suavidad del acariciar pre-
como el de quien baja una escalera deslizando supone, en tercer término, la suavidad de la
la mano por un pasamanos corrido. Mas am- mano y de la superficie acariciada mismas o
bas notas se opondrían a otras que debe reunir su LISURA y hasta su BLANDURA, ésta por lo
la caricia, como vamos a ver. La caricia no menos en la mano. Una mano dura, callosa,
requiere indispensablemente, en cambio, la rugosa, áspera no puede acariciar, propia-
repetición, la insistencia: se puede hacer una mente, o por lo menos plenamente: no
sola caricia; pero tiende a la repetición, a la acariciaría, sino que chocaría, o rascaría o
insistencia, y la lentitud y la insistencia juntas rasparía. Una superficie hirsuta no puede ser
producen el demorarse, la morosidad, en el acariciada, no deja que se la acaricie, en ab-
acariciar. Esta morosidad en el acariciar y la soluto: por eso no pueden acariciarse las
fugacidad de cada caricia están en una rela- cerdas de un cepillo; para que pelos y cabellos
ción a la vez de condicionamiento mutuo y de puedan ser acariciados, es indispensable que
oposición: porque la fugacidad corta la cari- estén tendidos o que puedan tenderse bajo el
cia, porque hace las caricias entrecortadas, se suave desliz de la mano acariciadora y en la
insiste en ellas, hay morosidad en el acariciar, misma dirección. Quizá por esto los amantes
mientras que, a la inversa, esta morosidad tienden a que sus amadas se dejen el cabello
corrige la fugacidad. Sin embargo, aún las suelto. Por otra parte, el acariciar implica,
caricias más morosas no son eternas, sino sin menoscabo del no apretar, una cierta
sentidas como espantosamente fugaces en con- adaptación de la mano a la superficie acari-
junto. "Fugaces caricias" es, pues, una expre- ciada, y esta adaptación presupone a su vez
fría, repele a la persona a quien intenta aca-
una determinada disposición de la mano y una
riciar, y una mano que se tiende para acariciar
determinada forma de la superficie acaricia-
da. Dedos y palma han de ponerse extendi- y se encuentra con una superficie fría, se
dos, pero no del todo, sino en una cierta con- retrae, repelida, sobre todo si no se trata de
cavidad que se adapte a la convexidad de la la superficie de algo meramente material y
superficie acariciada. En efecto, no es posible que cabe presuponer frío, sino de la superfi-
acariciar nada cóncavo como tal, porque no es cie de un cuerpo vivo que es de esperar por lo
posible acariciar, propiamente, con los dedo« menos tibia. ¿Quien acariciaría a un lagarto,
extendidos hacia atrás y consecuentemente a una rana, no ya a una serpiente? Todo ello
tensa, dura la palma de la mano. Pero la significa que la caricia es de suyo cálida, que
caricia presupone aún otras notas de la mano a la caricia es inherente un comunal calor.
y de la superficie acariciada: un cierto grado Mas, por otra parte, este calor no debe llegar
intermedio entre la SEQUEDAD y la HUMEDAD a la fiebre. Desde luego, en la mano que aca-
y un cierto grado igualmente intermedio de ricia. Una "caricia febril" o "febriles cari-
CALOR, una cierta TIBIEZA. En la mano, la cias" son corrientemente expresiones no pro-
sequedad es la aspereza; la humedad, una pias, sino figuradas, para indicar caricias de
viscosidad, una pegajosidad que se opone al una rapidez y hasta de una presión opuestac
deslizamiento en que consiste el acariciar. a las notas más propias, normales del movi-
Iguales correlaciones en la superficie acari- miento de acariciar. Una mano febril en sen-
ciada, porque en definitiva tanto la mano tido propio es la mano de un enfermo, y nada
cuanto la superficie acariciada han de ser las enfermo acaricia, sino que es objeto de cari-
que desentraña últimamente el requisito del cias, aunque sólo, también, dentro de ciertas
calor. Es menester subrayar muy expresa- condiciones. Una frente febril en sentido
mente que una caricia es fría, es decir, que es propio es, mejor que una mano, habitual ob-
un contra-sentido, que no es, en suma, una jeto de caricias. No parece, pues, que el calor
verdadera caricia. Se dirá que una caricia es de la superficie acariciada no pueda llegar a
fría en sentido figurado, no en sentido propio. la fiebre. Más bien parece lo contrario: que la
Respondo que el sentido figurado se originó
fiebre movilice, atraiga la caricia. Pero ¿y
del propio. Una mano que intenta acariciar
si la caricia no se dirigiese a lo febril, sino,
a pesar de ello, al febril, para calmarlo? Por
don de cultura y de cultura definitiva. Así,
otra parte, solamente lo enfermo que no lia
la mano animal no puede acariciar: es para
perdido aún las condiciones requeridas nor-
ello demasiado áspera, callosa. Por esto, por
malmente para la superficie acariciada, que
no poder llevar a cabo propiamente el más
no trasuda humedad excesiva, que no ha per-
noble de los movimientos de la mano, por esto
dido la lisura y blandura, la suavidad, que no
no es propiamente mano todavía. Es menester
se ha vuelto purulento, costroso, que no se ha
que la extremidad anterior se haya convertido
puesto rígido, moviliza y atrae normalmente
resuelta, exclusivamente en extremidad supe-
la caricia, como sólo de la mano que no ha
rior, esto es, que se haya alzado del suelo
perdido las mismas condiciones se tolera nor-
definitivamente, a saber, adquiriendo la com-
malmente el ser acariciado. La temperatura
plexión y siendo objeto de la cultura que le
común y normal de la caricia es, pues, la de
permiten acariciar, propiamente, plenamente,
la tibieza. Este término tiene frecuentemente
para que se convierta definitivamente, propia-
un sentido figurado y despectivo, en el que se
mente en mano. Yo diría: no es simplemente
le opone el fervor, el entusiasmo, pero tam-
que la mano puede acariciar sino que: es la
bién hay los casos en que lo tibio se aprecia
posibilidad de acariciar lo que hace, lo que
positivamente, como lo que contrasta con la
crea la mano. Pero hay más. L na mano en-
frialdad, lo que la supera. Entre estos casos
callecida, v. gr., por el trabajo, si puede
debe contarse la común y normal tibieza de la
acariciar propiamente, no puede hacerlo ple-
caricia. Es también posible que en toda cari-
namente. Luego, sólo a una mano emancipa-
cia haya algo más de lo señalado, pero que
da incluso de la maldición del trabajo es dado
sólo podamos advertirlo en un punto posterior
en su plenitud el acariciar, el más noble de
de la descripción y del análisis. En conclu-
los movimientos posibles a toda mano. Sólo a
sión: mano acariciadora y superficie acari-
una mano que ha dejado de hacer los que-hace-
ciada han de tener una cierta complexión y
res de la mano, para poder acariciar plena-
hasta han de haber llegado a ser objeto de una
mente, le es dado este poder. Se abre ante
cierta cultura, porque no hay complexión que
nosotros la perspectiva de una relación esen-
baste a darles todas las condiciones enume-
cial entre ocio y caricia. Mas lo contrario del
radas. Algunas de ellas sólo pueden ser obra,
ocio, del otium, es el nec otium, el negocio.
La perspectiva se completa con la de una
oposición, no menos esencial, entre caricia y Priamo, jersín Ajilléos labe góynata, toma
negocio.
con sus manos, acaricia, las rodillas de Aqui-
Todas las anteriores notas, presuposiciones, les, en súplica del cadáver de Héctor. En
implicaciones y requerimientos o requisitos cambio, si se acaricia para pedir en otra for-
del acariciar tienen, pues, su significado o su ma o con otro sentido, es casi seguro que se
sentido. Se trata de lo expresado por la ex- trate de una caricia falsa — y de una falsa
presión que nos ocupa, de lo expresado por la caricia. En la caricia, como en todo lo huma-
caricia. Pero es conveniente empezar por no, cabe la falsedad en el doble sentido insi-
acometer el tema directamente. ¿Qué expresa nuado, falsedad y falacia. Ya veremos dón-
la caricia? El acariciar puede ser más o me de cabe exactamente. Se acaricia, en fin, para
nos intencionado o intencional: puede emanar expresar y provocar recíprocamente afecto,
espontáneamente, sin deliberado propósito, sin un cierto afecto, y la expresión del mismo,
siquiera consciente finalidad: pero también ¿como cuando el enamorado acaricia la mano
de la amada? ¿Y no se acaricia también para
frecuentemente se acaricia para algo, con
expresar y sobre todo procurarse placer, y
conciencia e intención, simplemente mayor o
para procurarlo al acariciado e incitarle a la
menor. No es infundado suponer que eí aca-
reciprocidad? Había dicho al principio que
riciar espontáneo tiene las mismas finalida-
las caricias se diferenciaban por las notas del
des, simplemente nada deliberadas y menos
movimiento y de la mano acariciadora, por lo
conscientes. Mas ¿para qué se acaricia? Para
expresado por estas últimas y por las super-
calmar. como cuando se pasa la mano por una
ficies acariciadas. ¿No se diferenciarán más
frente bajo la cual se agita una tempestad,
bien por las finalidades enumeradas? Pero
una frente febril en sentido propio o figura-
también había añadido que a pesar de todas
do; para consolar, como cuando se desliza la aquellas diferencias, LA caricia es una expre-
mano por mejillas por las que bajan lágrimas sión, una expresión unitaria, única. El escru-
o se "coge" la barbilla en el hueco de la tar las finalidades de las caricias, el ahondar
mano; para implorar, como en la más conmo- en ellas corrobora definitivamente la tesis, la
vedora de las caricias de esta especie de que unidad de la caricia como expresión. Porque
haya noticia en la cultura de la mano: cuando descubre una común raíz en todas las caricias.
Esta raíz, es, sí, la que todos ustedes están ya téticamente, en una simpatía, llena de pate-
mentando: el afecto, el amor, pero . . . Quien tismo, que está en el camino de la aceptación
acaricia para calmar, acaricia porque siente de lo fatal, el perdón y el amor. Resulta in-
afecto por aquel a quien quiere calmar; quien concebible un acariciar sin siquiera un mí-
acaricia para consolar, acaricia porque quiere nimo de cierto afecto, salvo en el caso del
a aquel a quien quiere consolar; quien acari- simulador y engañador, que, por lo demás,
cia para expresar y provocar afecto, amor, ya presupone siempre el del sincero y veraz,
está dicho todo . . parece . . . Lo mismo pare- como en general la falsedad presupone la
ce en quien acaricia para expresar y procurar- verdad, o el vicio la virtud, para rendirla el
se y procurar placer. En cambio, no parece homenaje de la hipocresía, precisamente. La
lo mismo en quien acaricia para pedir, por lo caricia para implorar se limita a advertirnos
menos en todos los casos, pero hemos admitido previamente de un modo especial que el afecto
que en la mayoría de ellos se trate de la doble o el amor raíz común de toda caricia ha de ser
falsedad en la caricia. Mas ¿y quien acaricia un afecto, un amor también especial. En
para implorar? ¿Es que Príamo puede sentir toda caricia habría, así, dos finalidades, la
afecto alguno por el matador de su hijo, ni una, la diferente, promovida por la otra, por
menos amarlo? Y sin embargo ¿es que Pría- la raíz común. Es la estructutura a que res-
mo podría tener esperanzas de conmover a ponderían los paras y porqués subrayados en
Aquiles, si éste le sintiera animado exclusiva- lo anterior. En la caricia para calmar, habría
mente por el rencor, por el odio? Homero el calmar y el afecto. En la para consolar, el
sabe más y mejor. La humanidad profunda consuelo y el afecto. En la para implorar, la
que tradicionalmente se le atribuye, no se le súplica y el afecto, pese a todo. En la para
atribuye sin fundamento. Homero pinta a pedir, el pedir y el interés EN LUGAR del afec-
Príamo y a Aquiles llorando el uno a su joven to, de donde la falsedad. Hasta en la caricia
hijo recién muerto, el otro a su padre anciano, para expresar y procurarse y procurar pla-
cercano a la muerte, unidos, pues, en un co- cer, habría el placer y el afecto que lo procu-
mún duelo paterno-filial, cuya expresión raría o el interés que se lo procuraría. Pero
katá doma? orórei, se eleva por el aire de la ¿y en la caricia para expresar y provocar
tienda; unidos, pues, simpáticamente, sim-pa- afecto? ¿también en ella habrá la misma dua-
sona que acaricia a su animal, o el escritor
lidad? ¿dónde puede estar? Puede estar en que acaricia su manuscrito, como con intuición
que en ella haya DOS amores, porque si por certera un actor, mexicano si ya no recuerdo
afecto y amor en la caricia, si por el afecto y mal, en Juan Gabriel Borwman; tales son los
el amor expresado por la caricia mientan us- casos de quienes acarician para calmar o para
tedes el amor en el sentido estrictamente se- consolar, aún tratándose de amantes en el sen-
xual del término, que en adelante llamaré casi tido sexual del término: en el amante que aca-
siempre sencillamente el amor sexual, en ob- ricia al amante para consolarle de un dolor
sequio a la brevedad, si mientan ustedes sobrevenido, para calmarle una preocupación,
esto, ine parece que ustedes — permítanme una inquietud, una excitación, hay como una
d e c í r s e l o —andan errados... Una caricia ex- suspención del amor en el sentido sexual,
clusivamente sexual no es una caricia: es dentro de la cual se inserta una intención de
exclusivamente una palpación sexual. La prue- amor en otro sentido. El amor que mueve la
ba incontrovertible es doble: consiste, primero, mano en la caricia no es el amor sexual, sino
en la existencia de caricias en casos donde otro amor. Es cierto que un pansexualismo
no puede darse el amor sexual; y segundo, en como el freudiano encuentra un complejo de
que aún en el caso del amor sexual y de las amor sexual en la caricia materna, viene a
caricias insertas en él, estas caricias no son acusar de "bestialidad" a quien acaricia a un
expresión del amor sexual, son en el amor animal y denuncia como sospechoso de ero-
sexual algo no sexual.- Veámoslo. Primero. tismo anal al escritor que acaricia su manus-
Si entre quien acaricia para expresar y pro- crito, en suma, pretende pescar el escurridizo
vocar amor y la persona acariciada puede pez del amor sexual en los fondos límpidos de
haber amor sexual, en otros casos no hay, ni la caricia de aguas más trasparentes, pero no
siquiera cabe este amor: tal es el caso de puedo ponerme a discutir aquí el pansexualis-
quien acaricia para expresar amor a un ser mo freudiano, ni en verdad lo reputo necesa-
por quien no es normal que tenga amor sexual, rio. Prosigo. El amor que mueve la mano en
la caricia no es el amor sexual, sino otro. Pues
ni que tienda a provocarlo en él, o a una cosa
bien, así es, y con esto paso a la segunda parte
por la que no es posible que lo tenga, ni si-
de la prueba, no sólo en las caricias que se
quiera que piense provocar en ella ninguno,
así, la madre que acaricia a su hijo, o la per-
presentan desde el primer momento como no precisamente, a su término natural. Entre
sexuales, caricias al hijo, al animal, al manus- las complicaciones y requilorios morosos que
crito, caricias para calmar, para consolar, aún se insertan en la trayectoria del amor sexual
tratándose de amantes en el sentido sexual, entre seres humanos figuran indisputable-
sino incluso en las caricias para implorar o mente las caricias. Estas no pertenecen, pues,
provocar amor sexual y en las caricias que los al orden, todo derecho hacia su término, del
amantes en sentido sexual se prodigan para amor sexual; son una interpolación de oriun-
expresarse amor y hasta para procurarse dez exclusivamente, propiamente humana.
placer. Un análisis de la intervención de la Cuando un ser humano es avasallado por el
caricia en el amor sexual, en busca del sen- amor sexual, estrictamente, va tan derecho
tido de esta intervención, lo probaría super- como un animal hacia la natural pareja, y
abundantemente, concluyentemente. Debemos todo es tan simple y tan rápido como entre
admitir que el amor sexual va tan derecho a animales — si se trata del varón; si se trata
su término como todos los dispositivos teleo- de la mujer, la organización social no solía
lógicos de la naturaleza entre los cuales se permitirle portarse tan decididamente como
cuenta. Es el espectáculo que nos presenta el un puro animal. Por lo mismo, es posible que
amor entre los animales: el amor entre los el varón que tenga un sentido primordial-
animales nos presenta frecuentemente un mente — no se diga exclusivamente — sexual
espectáculo de sensible e impresionante no- del amor y de la mujer como objeto de él,
bleza—de donde la idea de su valor deba ser contado entre los tipos poco o nada
pedagógico — porque en él no hay realmen- acariciadores que veremos, o a la inversa, que
te, propiamente requilorios, complicaciones, entre estos tipos debamos contar el de varones
morosidades. En él amor sexual entre seres que tengan tal sentido del amor y de la mujer.
humanos, por el contrario, se insertan en la Todo esto parece sabido por la suma potencia,
trayectoria hacia su término natural, que es el también de sabiduría, que se haya actuado
común al amor de todos los seres bisexuados hasta ahora sobre la Tierra: la Iglesia. Su
de la naturaleza, toda suerte de complicacio- ética la enseña, y por ende puede estudiarse
nes _ toda, porque se insertan hasta compli- en ella, singularmente en su literatura de teo-
caciones tendientes a hacer que no llegue, logía moral, para guía de los confesores. Pues
bien, la ética de la Iglesia en materia sexual ¿No es el frecuente gesto de despedida final,
aparece toda ella encrespada por la concep- irrevocable, entre amantes, precisamente una
ción de lo sexual como un mal disculpable caricia? Es el caso demostrativamente cru-
sólo dentro de los límites mínimos en que es cial: no se dirá que ella es animada aún de
naturalmente indispensable. De donde, en el amor sexual, y sin embargo, tampoco será
ejercicio del amor sexual, que debe reducirse siempre, tampoco es en la mayoría de los ca-
al cumplimiento del débito de su estado entre sos falaz; luego, la anima otro amor. Es in-
cónyuges, la pugna por limitar las caricias a negable que si lo esencial de la caricia y por
lo estrictamente indispensable, por decirlo tanto lo común a toda caricia es un amor dis-
así. Es difícil comprender esto de otro modo tinto del sexual, este otro amor ha de encon-
que suponiendo que la Iglesia no ve en la trarse también por lo menos en el fondo de las
caricia algo perteneciente al orden natural caricias insertas en el amor sexual. Así, lle-
del amor, sino algo humano y pecaminoso. Y gamos a la inversión de los términos: lejos de
en efecto, ni siquiera el varón es avasallado haber en toda caricia amor sexual, lejos de ser
por el amor sexual, exclusivamente. Y enton- la caricia en general una expresión del amor
ces, por intenso que sea el amor sexual que sexual, las caricias son, en el amor sexual, un
impulse a los amantes, e incluso precisamente ingrediente extra o suprasexual. En lugar de
cuanto más intenso sea, intercalan intermedios ser la caricia lo sexual en lo no sexual, es lo
e intermediarios superfluos, se demoran en no sexual en lo sexual: tal es la proposición
complicaciones deliciosas, de origen, por tan- que presentaría como central y capital de una
to, no estrictamente, o nada, sexual, sino de- filosofía de la caricia. Por otras vías sabemos
rivadas de otras potencias del ser humano. Y de la existencia, no sólo de un amor más,
así, los amantes que se acarician antes de sino de más amores que el estrictamente se-
consumar, y de consumir, su amor sexual, se xual: si por esas otras vías no lo supiésemos,
obsequian con ofrendas extrasexuales, supra- la caricia bastaría para revelar y probar la
sexuales, paradójicamente sobrehumanas in- existencia de otro amor y enardecer a explo-
cluso, angélicas, divinas, capaces de sobre- rarlo, porque, ya, ¿cuál es, este otro amor?
vivir, reiterándose, inmortales, sobre la
Habíamos juzgado conveniente empezar por
consunción y consumición del amor sexual.
acometer directamente el tema de lo expresado
sumamente distinto de la generalidad de los
por la caricia: es lo que acabamos de hacer. tenderes y tenderses: si no de dirección
Pero habíamos juzgado así en vista de que opuesta, sí de opuesto sentido. De dirección,
todas las notas, presuposiciones, implicacio- no: la dirección es, en éste como en todos,
nes y requerimientos o requisitos de la expre- hacia el objeto. Y hacia el objeto lo más posi-
sión de acariciar tenían un significado o un ble. Es lo que muestra, en primer término, la
sentido y que éste era lo expresado por la ex- lentitud del acariciar. En otras ocasiones he
presión. Este es el punto de volver, pues, al desarrollado el tema de la función y trascen-
significado o sentido de las repetidas notas, dencia de la lentitud en la vida humana. En
etc. Con ello vamos a precisar lo que por esta ocasión puedo sólo apuntar lo decisivo:
precisar falta aún en lo expresado por la ca- en la vida humana, en las operaciones y acti-
ricia. vidades en que vivir humanamente consiste, la
Todas las repetidas notas, etc., se reducen fugacidad acarrea la superficialidad, la du-
por su significado o sentido a dos, que están ración es condición de la profundidad: sólo
en una relación que se puede llamar dialéc- porque va durando, va ahondando, v. gr., la
tica. Ante todo, reparamos en que no es posi- pasión; ahora bien, la lentitud es a su vez
ble acariciar propiamente con los dedos la condición de la duración, como la rapidez
extendidos hacia atrás y consecuentemente la causa de la fugacidad. En la caricia, la
tensa, dura la palma de la mano. Esta pos- lentitud es la condición y la causa efectiva de
tura se nos presenta como una postura forza- una determinada profundidad. El hecho de
da, violenta, antinatural de la mano. Lo que tenerse que subrayar muy expresamente que
nos hace advertir el doble y recíproco hecho una caricia es fría resultó significativo de que
de que la postura natural de la mano es una la caricia es de suyo cálida. Pues, también
postura de predisposición favorable para la existe el hecho de tenerse que subrayar muy
caricia y de que en la caricia hay un ingre- expresamente que una caricia es superficial.
diente de naturalidad espontánea. Empujan- ¿No ha de ser igualmente significativo de que
do un poco las cosas: la mano, hecha por la la caricia es de suyo profunda? La caricia es
caricia, en el sentido que ya vimos, está hecha roce de superficies — superficialmente, sólo.
para la caricia, tiende a la caricia y se tiende A lo largo de las superficies, ahonda. Pero,
para acariciar, pero este tender y tenderse es
puesto que no aprieta, no ahonda material- la mano que acaricia no coge. Mas bien, acoge,
mente. ¿De qué ahondamiento, de qué acoge el objeto acariciado, no sólo su superfi-
profundidad se trata entonces? Se habla cie. ¿En que? ¿En la interioridad material de
tradicional y corrientemente de sentimientos, su concavidad? Pero no hay ninguna verdade-
de ideas, de impulsos superficiales y profun- ra interioridad material. Las cosas materiales
no tienen un verdadero interior, ni una verda-
dos. Lo psíquico y lo espiritual es inextenso.
dera individualidad. Las partes interiores de
Luego, se trata de expresiones figuradas. Pero
una piedra pueden ponerse al exterior rom-
de expresiones figuradas con hondo funda-
piendo la piedra, y los fragmentos son otras
mento y sumo sentido. El amor sexual y el
tantas piedras, simplemente menores: las par-
amor de que es expresión la caricia se viven
tes interiores de un ser vivo no pueden poner-
comparativamente como más superficial el
se al exterior, aunque no se llegue a romper
uno, por intenso y arrebatado que sea, o quizá
el ser, sin peligro para su vida misma, y si
cuanto más intenso y arrebatado tanto más
hubiese fragmentación, los fragmentos no se-
superficial; como más profundo el otro, sobre
rían otros tantos seres vivos, ni siquiera meno-
todo cuando las caricias y él mismo tienen res. El interior de la piedra, de lo material
toda su plenitud. Cuando se siente el amor es indiferente a su exteriorización: no es, pues,
sexual profundo, es que en él está injerido el un verdadero interior; el interior del ser vivo
otro. El amor de que es expresión la caricia no es indiferente a su exteriorización: es un
es, pues, un amor que se distingue del sexual verdadero interior. Un verdadero interior em-
por la profundidad. Por una profundidad que pieza con la vida. Con la vida empieza una
puede vivirse incluso como in-finita. Pero, re- verdadera diferenciación entre un exterior y
pito: ¿de qué profundidad se trata? ¿De qué un interior. La verdadera interioridad es un
profundidad puede tratarse? Quizá nos lo res- atributo de la vida. Y este atributo es corre-
ponda el hecho de que se acaricia con la parte lativo de la verdadera individualidad, que es
interior de los dedos y con la palma de la otro atributo de la vida, y por ende también
mano dispuestos en una concavidad que se empieza con ella. Tampoco hay ninguna ver-
adapta a una superficie convexa. La concavi- dadera intimidad psíquica. La psique es in-
dad, el interior de la mano es el lado de la terior, pero no íntima. La psique tiene la inte-
mano con que la mano coge. Sin embargo,
rioridad de la individualidad, pero no la cavidad material del hueco de la mano. No
intimidad—de la personalidad. Estas últimas podría hacerlo. Porque coger es un movimien-
son privativas de algo para denominar lo cual to material, pero acoger no lo es. Se coge
se viene tradicionalmente usando la palabra simplemente con la mano, pero no se puede
espíritu. Los animales tienen psique, interior acoger simplemente con la mano. Se acoge
e individualidad, pero no intimidad, persona- con la mano, porque se acoge con el corazón,
lidad ni espíritu, que son otras tantas exclu- con el alma, con el espíritu, en rigor, exclusi-
sivas del hombre. En las respectivas manos vamente con éste último. La mano que acari-
pueden leerse ya estas opuestas constituciones. cia acoge el objeto acariciado en algo más, por
El alzarse del suelo definitivamente y el ser tanto, que en la interioridad psíquica del in-
más frecuentemente, constantemente cóncava, dividuo cuya es la mano: la mano que acari-
interior, están en correlación. Sólo hay, pues, cia acoge el objeto acariciado en la intimidad
interioridad psíquica e intimidad personal y personal, espiritual de la persona cuya es la
espiritual. Por su parte, la palabra intimidad mano. La caricia es intimidad entre personas
tiene dos acepciones: unas veces designa la como tales. "Intimas caricias" son todas las
intimidad de una persona; otras veces se ex- caricias. El "íntimas" es aquí inequívocamen-
tiende a la intimidad entre dos personas, pero te un epíteto, pleonásticamente expresivo como
sólo entre dos personas. Decir, por ejemplo, todos. El ahondamiento, la profundidad de
que dos animales son íntimos es una expre- que se trata en la caricia no es, pues, ningún
sión que les ha sorprendido a ustedes, porque ahondamiento, ni ninguna profundidad mate-
propiamente no tiene sentido. Es paladina la rial: es el ahondamiento y la profundidad de
relación entre ambas acepciones: entre dos esta intimidad personal y espiritual. Se habla
personas no puede haber intimidad, si ésta no de compenetración justamente cuando no se
es la de las respectivas intimidades. Por eso trata de ninguna penetración material. La ca-
no puede haber intimidad entre animales: por- ricia requiere, crea un ámbito, un recinto de
que los animales no tienen intimidad en la intimidad. La índole y extensión de esta in-
primera acepción. Pues bien, la mano dis- timidad, a su vez, empieza a revelarla la esen-
puesta cóncavamente, al acariciar, no coge, cial suavidad del acariciar, a la que deben
acoge. Pero no acoge simplemente en la con- contribuir la de la mano acariciadora y la de
la superficie acariciada y las condiciones dicas suscita inmediatamente la resistencia a
de una y otra que las garantizan. El amor admitirlo. ¿En qué podría estar lo impúdico
sexual tiende a la posesión, a la unión carnal de estas caricias? Pues bien, podría estar—en
y la logra. La carne es la carne viva, la carne lo mismo que toda impudicia. Toda impudi-
animada por el alma animal. La unión carnal cia estriba en un desnudar o desvestir algo que
es, pues, a una, identificación psíquica. Si en está cubierto o encubierto, en eliminar algo
el amor sexual entre seres humanos parece que está dentro del limen, en pasar, en trans-
haber más, hay sin duda más, es porque en gredir límites o pasar de lo limitado a lo ili-
los seres humanos se injiere en el amor sexual mitado, de lo finito a lo infinito. Toda ilimi-
el amor de que es expresión la caricia y acaso tación, toda infinitud es impúdica, si no es
hasta otros amores. La suavidad de la cari- una infinitud primigenia. Pero desvestir lo
cia, su no apretar, su contentarse con desli- vestido, descubrir lo cubierto, eliminar lo que
zarse, con pasar fugazmente, responde a una está dentro del limen, transgredir límites es
algo que no se hace sin una resistencia de lo
indisimulable, inequívoca renuncia a la pose-
vestido y cubierto, del limen o los límites, ni
sión, a la unión carnal, y por lo mismo hasta
un ^esfuerzo para vencerla. La impudicia en-
a la identificación psíquica (el acariciar no
traña el pudor. En toda caricia hay intimidad
es fenómeno de contagio afectivo, ni puede ser
de intimidades, evasión de la intimidad pro-
fenómeno de masas); responde a un indisi-
pia, invasión de la intimidad ajena, en el seno
mulable, inequívoco desinterés, dominio de sí,
de la intimidad común. En toda caricia hay
contención en sí, continencia, una continencia,
paso, transgresión de límites — e n un amor
incluso, que va más allá del contenerse sexual.
de una profundidad in-finita. En toda cari-
Parece menester subrayar expresamente que
cia hay impudicia, porque en toda caricia hay
una caricia es púdica. Ello parecería denun- pudor, algún pudor, no solamente por excep-
ciar que toda caricia es impúdica, que la ca- ción en algunas de las caricias insertas en el
ricia es de suyo impúdica. Sin embargo, que amor sexual, sino en toda caricia, desde la
las caricias insertas en el amor sexual sean inserta en el amor sexual que pueda pasar por
impúdicas no parece poder levantar ninguna más impúdica hasta la más asexual y en que
objeción, pero que las caricias que se presen- por ser tal, más superfluo pueda parecer
tan como patentemente asexuales sean impú-
que haya ningún pudor. En toda caricia hay a quien pudiera devolverle la vida. ¿Para
algún pudor — y alguna vacilación y oscila- provocar su amor? ¿Para expresárselo? Sí,
ción, algún temor y temblor, y por ambas pero en nada como la normal repugnancia a
partes. No por habitualmente inadvertido todo expresar con la caricia a un cadáver el amor
ello, más afectivamente ausente nada de ello. que no murió con la persona, se revela más
En toda caricia hay, en suma, un movimiento convincentemente que la caricia está hecha
de tendencia hacia el objeto y de retracción para el viviente vivo. Por lo mismo, no se
desde él, de entrega y reserva, material y es- acaricia normalmente ni siquiera lo enfermo
que ha perdido la lisura y blandura, la suavi-
piritualmente. Es el movimiento que expresa,
dad, que se ha vuelto purulento, costroso, que
con la mayor fidelidad, la repetición, la in-
se ha puesto rígido, que "está ya muerto o en
sistencia a que tiende toda caricia. La repe-
inminencia de estarlo. Ni se tolera normal-
tición, la insistencia, con su demorarse, con
mente la caricia de mano en semejantes con-
su morosidad, contribuye al ahondamiento,
diciones. Se dirá que toda expresión es rela-
al intimar, y traduce lo vacilante, insinuante,
ción inter vivos, pero ya lo veremos, ya lo
oscilante, reiterativo de todo tremular, de
veremos. Por lo demás, la tibieza de la caricia
toda timidez, de todo pudor.
era un calor comunal, común a la mano aca-
Mano acariciadora y superficie acariciada riciadora y a la superficie acariciada. Mano
habían de tener un cierto grado intermedio y superficie han de tener cada una su calor,
entre la sequedad y la humedad y habían de han de estar, han de ser, cada una, tibia. Pero
estar tibias, de ser tibias. Es que la caricia es en la adaptación mutua de la caricia las tibie-
relación esencialmente inter vivos. Toda frial- zas se Efunden también mutuamente y se fun-
dad repele la caricia. La frialdad de la muer- den en una. La unión carnal y la identifica-
te, cual ninguna. Por eso se ha de estar en ción psíquica se inician en el contacto y la
trance de par-oxismo o para-sismo de amor apretura, henchidos de gruesa materialidad
para acariciar un cadáver. Por eso es un todavía; se intensifican en el covibrar al uní-
acierto genial del poeta la imagen "cadáveres sono, que es un movimiento ya muy desmate-
de caricias". ¿Para qué acariciar el cadáver? rializado: pero tienen ápice en la fusión de la
¿Para calmarle? ¿Para consolarle? ¿Para im- temperatura, de la temperatura, que es algo
plorar de él? Antes se acariciaría implorante
que está ya en los límites de lo material; sólo
que en la unión carnal y la indentificación
psíquica la temperatura de fusión es alta; la
materia requiere altas temperaturas para fun-
dirse. En la caricia, la intimidad espiritual
se inicia también con el contacto, pero ya un
contacto sin apretura; la materialidad incial LA CARICIA
es ya mínima; se intensifica en el temblor del
temor púdico a la impudicia del ahondamien- ( Continuación)
to infinito, que ya no es nada material; y,
por fin, también ella alcanza su ápice en la
fusión de las tibiezas, de las TIBIEZAS: en la
intimidad espiritual, la temperatura de fusión
es baja: el espíritu se funde ya a temperaturas
medias, porque es inmaterial, de suyo fluido,
volátil, cálido, fervoroso.
Mas ¿quiénes son los vivientes vivos, esen-
cialmente entre los cuales es relación la ca-
ricia?
que está ya en los límites de lo material; sólo
que en la unión carnal y la indentificación
psíquica la temperatura de fusión es alta; la
materia requiere altas temperaturas para fun-
dirse. En la caricia, la intimidad espiritual
se inicia también con el contacto, pero ya un
contacto sin apretura; la materialidad incial LA CARICIA
es ya mínima; se intensifica en el temblor del
temor púdico a la impudicia del ahondamien- ( Continuación)
to infinito, que ya no es nada material; y,
por fin, también ella alcanza su ápice en la
fusión de las tibiezas, de las TIBIEZAS: en la
intimidad espiritual, la temperatura de fusión
es baja: el espíritu se funde ya a temperaturas
medias, porque es inmaterial, de suyo fluido,
volátil, cálido, fervoroso.
Mas ¿quiénes son los vivientes vivos, esen-
cialmente entre los cuales es relación la ca-
ricia?
N toda expresión hay además del órgano
E o miembro de la expresión, de lo expre-
sivo, el sujeto cuyo es el órgano o miem-
bro y la expresión, el sujeto de la expresión,
el expresivo. En la caricia, el expresivo, el
que acaricia, es exclusivamente el hombre.
Este teorema no es más que un corolario del
lema inicial: en la caricia, lo expresivo, lo
acariciador, en sentido propio, es exclusiva-
mente la mano — y de la tesis general: la
mano es una exclusiva del hombre. Los ani-
males no pueden acariciar, pero tampoco los
ángeles ni Dios, y no sería ésta llevadera im-
potencia para los espíritus puros esencialmen-
te amorosos, como los serafines, ni sobre todo
para el Dios cristiano, Dios de amor, que es
amor, si no fuese q u e . . . El teorema es, pues,
reversible: el hombre es el único ser que pue-
de acariciar; no sólo la mano en general, la
caricia en especial, es una exclusiva del hom-
bre; por tanto, el hombre puede ser definido,
no sólo por la razón y el saber, animal ratio-
nale, homo sapiens, o la palabra, homo loquax,
o por la risa, homo risor, homo hilaris, sino
con tanto o más fundamento por la caricia y
sentido primordialmente sexual del amor y
por lo expresado por ella: el hombre es el
de la mujer como objeto de él pudiera haber
animal, el ser acariciador, caricioso, cariñoso,
una relación; ella no impediría, sin embargo,
amoroso con un peculiar amor, que, en cuanto
lo contrario, hasta cierto punto: que un mucho
tai st-r, ya no es animal, mas tampoco ángel, acariciar dependiese del mismo sentido, sólo
ni Dios, espíritu puro. Ya en la primera con- que no se tratase tanto de un verdadero acari-
ferencia tuve ocasión de apuntar cómo la ca- ciar, cuanto de aquellos fenómenos en que
rencia de manos la manquedad, era una defi- la caricia va dejando de serlo, aunque siga pa-
ciencia esencial del hombre, sólo que no reciéndolo: tales podrían ser las caricias del
reducida al simple carecer de manos, sino sobón; tales son seguramente las falsas cari-
generalizable a todo tenerlas sin usarlas para cias de quien acaricia para conseguir algo.
aquello para que las manos pueden usarse es- Por eso no incluí este "para", ni otros, entre
cencialmente, exclusivamente. En particular, las finalidades de la caricia. 0 bien el teóri-
pues, si las correlaciones establecidas entre co, que tampoco acaricia, porque también
mano y caricia son justas, se será manco y no teoriza sobre la caricia. La psicología de todos
se será ser humano en la medida en que, aun estos tipos es tan atractiva y fértil como ina-
teniendo manos, se sea incapaz de acariciar. bordable ahora. Lo mismo que pasa con temas
Porque si el ser acariciador, caricioso, cari- y problemas como éstos: niños, y sobre todo
ñoso, amoroso con peculiar amor es únicamen- mujeres, parecen más propensas y aficionadas
te el humano, no todos los seres humanos son a acariciar que los varones adultos, más pró-
igualmente acariciadores, cariciosos, cariño- digas de caricias que éstos; el acariciar parece
sos, amorosos, ni, por tanto, igualmente hu- cosa más propia de las mujeres y de los niños
manos. Hay, en efecto, toda una escala de que de graves personas viriles, parece tener
tipos humanos erigida por la caricia. El que algo de infantil y sobre todo de femenino,
acaricia frecuentemente. El que acaricia sólo más, por otra parte, resultó algo eminente-
eventualmente. El que rechaza expresamente mente humano: ¿no se impone la conclusión
el acariciar. Estas variantes cuantitativas de que el niño, y sobre todo la mujer, serían
se combinan con otras cualitativas: así, ya más humanos que el adulto y que el varón?
insinué que entre acariciar poco y tener un ¿ 0 será que las frecuentes caricias de niños
y mujeres son falsas caricias en la mayoría de bles por el tacto. Sólo que su número es esca-
los casos? so. Los factores de cuya variación depende
Mas ¿quién es el otro viviente vivo, entre el la expresividad del tacto se reducen al movi-
cual y el acariciador es esencialmente rela- miento y a la disposición de los miembros
ción la caricia? perceptibles por el tacto. Sin que ni siquiera
Los sentidos son sentidos de la distancia todos los' movimientos y disposiciones de
—vista y oído — y sentidos de la proximidad, miembros perceptibles por él sean expresivos.
del contacto — olfato, gusto y tacto. El obje- La mayoría no lo son. Y los que lo son, lo
to visto u oído no necesita estar o entrar en son poco. Son expresivos ciegamente, sorda-
contacto con los ojos o los oídos del sujeto que mente, rudimentariamente. Esta manera de
lo ve u oye. El objeto olido —el olor — , el expresarse significa bien hasta qué punto la
objeto gustado o tocado necesita estar o entrar expresión está vinculada a la vista y el oído,
en contacto con la pituitaria, lengua o mano, a los sentidos de la distancia. De este pobre
digamos, del sujeto que lo huele, gusta o toca. repertorio, la caricia es la expresión cimera:
La mayoría de las expresiones son ópticas. es la expresión táctil más expresiva, más va-
mímicas, fisonómicas, y acústicas, es decir, riadamente expresiva. Hay en la literatura
las expresiones se especifican por el sentido medieval un género llamado de "debates":
por el que son perceptibles, y la mayoría son debate del alma y el cuerpo, debate del agua
las perceptibles por la vista o el oído, por los y el vino, debate del clérigo y el caballero.
sentidos de la distancia, son ellas mismas ex- Aquí estaría bien un debate — de la caricia
presiones a distancia. y el beso. Pero seguramente que a ustedes
No hay expresiones olfativas ni gustativas, mismos se les ocurre más de una razón para
es decir, perceptibles por el olfato o por el disculparme de que no intente emular a los
gusto. No hay olores ni sabores expresivos, poetas del medievo.
sino a lo sumo en una acepción muy especial:
De los sentidos de la proximidad, del con-
en la acepción de que un olor o un sabor puede
tacto, sólo el tacto, pues, percibe expresiones,
ser significativo de algo, con lo que ha de
unas pocas expresiones, que son ellas mismas
estar en una determinada relación.
expresiones en proximidad, de contacto.
Pero sí hay expresiones táctiles, percepti- La especificación de las expresiones por el
sentido por el que son perceptibles hace darse destinatario, para que pueda darse realmente
cuenta de hasta qué punto las expresiones la expresión.
están hechas, por decirlo así, para ser perci- Las expresiones táctiles requieren un obje-
to que las reciba: la caricia requiere lo acari-
bidas. Y la mayoría de las expresiones ópti-
ciado. Las expresiones ópticas y acústicas no
cas y acústicas, de hasta qué punto están
requieren un objeto semejante: si en el acari-
hechas para ser percibidas a distancia. Hay
ciar existe, y no puede no existir, lo acaricia-
expresiones que parecen hechas simplemente
do, en el llorar no existe, ni puede existir lo
para expresarse, para desahogarse, como se
llorado, en el mismo sentido: lo llorado, en
dice, el sujeto respectivo, sin consideración el sentido de lo acariciado, es algo sin sentido.
alguna a la presencia o ausencia, ni siquiera Se dirá que una persona puede acariciarse a
a la existencia de otros sujetos. Sin embargo, sí misma. Repondré: primero: que no impor-
parece seguro que toda expresión está, por ta, que la parte de sí que acaricie será el
esencia, destinada, naturalmente, a un desti- objeto de su acariciar, lo acariciado; y segun-
natario, sólo que éste puede estar sutilmente do: que, justamente, una persona no puede
disimulado. Puede ser, en efecto, no ningún llorarse a sí misma, en el sentido en que pue-
sujeto real, ni siquiera imaginario, determi- de acariciarse a sí misma.
nado, sino el conviviente posible en general. Las expresiones ópticas y acústicas no re-
Todo ser expresivo se expresaría en principio quieren ni siquiera sujeto que las perciba, ni
para alguien capaz de percibir y comprender menos que las comprenda. Se puede llorar
la expresión; que este alguien se dé realmente en ausencia de todo sujeto capaz de percibir,
o no, sería un accidente que no menoscabaría ni menos de comprender el lloro. Es más, es
lo más mínimo la esencia destinativa, si me frecuente que para llorar se busque la sole-
permiten ustedes la palabra, de la expresión. dad. Ni siquiera es necesario que la expresión
Las expresiones no lo son para un mero óptica o acústica sea vista u oída por el pro-
objeto. Mas en este punto, radical, las expre- pio sujeto: normalmente, no vemos nuestro
siones se diferenciarían precisamente por la propio llanto, ni, si es silencioso, lo oímos;
realidad del destinatario, por la necesidad, nos limitamos a sentirlo — y un ciego y sordo
mayor o menor, de que se dé realmente el puede llorar. Menos aún es necesario que la
expresión óptica o acústica cuente con el asen- y no propio. Caricia propia y plena es aque-
timiento o el consentimiento de ningún sujeto, lla sólo en que se percibe que se acaricia, per-
singularmente el destinatario: se puede llorar cibiendo y comprendiendo que la percibe y
justamente porque otro sujeto no asiente al comprende quien la recibe. Mas aún. La ca-
lloro, o no lo consiente; se puede llorar incluso ricia propia y plena requiere el asentimiento
para que otro sujeto no asienta al lloro, ni lo o el consentimiento del sujeto capaz de reci-
consienta. Tampoco se necesita el asentimien- birla, percibirla y comprenderla. Si el desti-
to o consentimiento propio: se llora a disgusto. natario de un lloro se resiste a verlo u oírlo, se
En fin, lo menos necesario de todo es, acaso, puede seguir llorando, y justamente por ello.
que la expresión óptica o acústica promueva Si el destinatario de una caricia se resiste a
la correspondencia por parte de otro sujeto: recibirla, no se puede acariciar o .seguir aca-
para llorar es tan poco necesario que lloren riciando, la caricia cae, como hoja muerta
otros, que se puede llorar provocando la risa que no encuentra en qué posarse, verdadero
de otros, y hasta por que se la provoca, y cadáver de caricia. Y el asentimiento o con-
hasta, incluso, para provocarla. sentimiento no ha de ser sólo externo, hipó-
La caricia, todo lo contrario. Empieza por crita: ha de ser íntimo, verdadero, para que
requerir un objeto acariciado, lo acariciado, la caricia logre su plenitud. La simple sospe-
que la reciba. Aunque sea el mismo sujeto, cha de que la persona acariciada se resigna a
es decir, una parte de él. Unos ojos solos serlo, basta para enturbia): la caricia, para
podrían llorar, pero no podría acariciar una inhibirla. Más aún, en fin. La caricia pide
mano sin siquiera otra parte del propio cuer- la correspondencia, pide la caricia, para des-
po. En realidad, la caricia no requiere sólo plegarse, para explayarse ella misma en su
un objeto que la reciba. Requiere un sujeto plenitud. Sólo un ser que pueda acariciar
que la perciba y comprenda. Requiere que el parece poder ser acariciado en plenitud. Se
objeto sea parte de este sujeto, sea parte sensi- acariciaba para calmar, consolar, implorar,
ble táctilmente de un sujeto capaz de percibir expresar y provocar recíprocamente amor.
y comprender la expresión táctil. Sí, es cierto, Mas en todas las caricias se descubrió una
se acarician objetos insensibles; pero sólo por común raíz: un amor. La finalidad del ex-
modo deficiente y no plenario, si no figurado presar y provocar recíprocamente amor resul-
tó así la radical. Mas este amor se expresa
en la caricia. Por ende, la finalidad radical mos, congéneres. Los animales perciben y
del expresar y provocar recíprocamente amor comprenden las caricias que se les hacen
y asienten a ellas o las consienten, pero no
trae consigo, congruentemente, la reciproci-
pueden comprenderlas, asentir a ellas, ni con-
dad en el acariciar. La falta de corresponden-
sentir-en ellas como es menester a la plenitud
cia es síntoma de falta de asentimiento o con-
de la caricia. Y sobre todo, no pueden corres-
sentimiento. Puede ser síntoma de timidez, de
ponder, puesto que propiamente sólo la mano
pudor, pero si la caricia no vence el pudor y
y el hombre pueden acariciar. Las caricias
la timidez, es que no se ha llegado a aquella
hechas a los animales, prodigadas incluso en
intimidad en la cual, y sólo en la cual, está
casos (esas personas que pro-hijan perritos),
su plenitud. La caricia propia y plena es
y mucho más las hechas a las cosas inanima-
aquella sólo en que se percibe que se acaricia,
das no son más que un desbordamiento de la
percibiendo y comprendiendo que quien la humanidad del hombre, que éste puede prac-
recibe la percibe y comprende, asiente a ella, ticar y practica efectivamente en otros domi-
consiente en ella, se percibe y comprende nios, sin que por ello la humanidad del hom-
acariciado, asiente a ello, consiente en ello y bre deje de ser esencialmente humana. Las
se siente movido a corresponder con otras. caricias a los animales y a las cosas inanima-
La caricia propia y plena es un verdadero das son un desbordamiento de la cariciosidad
consentimiento, una literal sim-patía. La ca- humana, que es esencialmente humana. Por
ricia es de aquellas cosas que sólo existen la misma razón, imposible acariciar a un
plenamente en dualidad, en juego de dos, ángel, a Dios, si no incorporado en un cuerpo
como padre e hijo, amante y amado, y en dua- humano, si no encarnado en carne humana, si
lidad de congéneres, de prójimos. Esta sería, no humanado. Lo que nos enseña, al mismo
en efecto, la razón decisiva de que el sujeto tiempo, hasta qué punto el cuerpo contribuye
receptor o recipiente de la caricia propia y a constituir y determinar el género.
plena no pueda ser ni el propio sujeto, ni uno
El sujeto que acaricia, el hombre; el objeto
mismo, ni los animales, no se diga las cosas
acariciado, un sujeto capaz de percibir y
inanimadas. Con uno mismo falta la dua-
comprender la caricia, asentir a ella, consentir
lidad. Ya con los animales, el ser próji-
en ella, corresponder a ella con otras — e l
hombre. Pero tampoco todos los hombres mente relación la caricia son exclusivamente
igualmente. los seres humanos. La caricia es esencialmen-
El ser humano como destinatario de la te expresión de relación entre seres humanos.
caricia, como el acariciado, sugiere temas y Y ahora, examinada la caricia bajo los
plantea problemas tan atractivos, fértiles e puntos de vista de LO acariciador y LO acari-
inabordables aquí como los sugeridos y plan- ciado, el acariciar y lo expresado por él, EL
teados por el hombre como el expresivo, el acariciador y EL acariciado, podemos inqui-
acariciador. Había tipos de acariciadores. rir el sentido ÚLTIMO de ella.
¿No los habrá de acariciados? E incluso en La caricia es una expresión de índole tan
dos dimensiones. Una, constituida por la pre- singular, que está hecha, por decirlo así, para
ferencia del acariciador. ¿A quién se prefiere un objeto, y para un determinado objeto,
acariciar? ¿a quién se acaricia preferente- exclusivamente: la caricia está hecha para la
mente? ¿quiénes resultan preferentemente carne. ¿Por qué? Porque únicamente la carne
acariciados? ¿los niños, las tiernas criaturas? reúne las condiciones que la caricia requiere
de su objeto, porque únicamente para la cari-
¿las mujeres? ¿las mujeres por los varones o
cia tienen sentido las cualidades distintivas,
los varones por las mujeres? La otra dimen-
privativas de la carne, porque la carne está
sión estaría constituida por las inclinaciones
hecha para la caricia. Bien es verdad, no toda
del acariciado. El que gusta de ser acariciado
carne igualmente. Lo que enseña que no toda
y busca serlo. El que rechaza las caricias.
carne es igualmente carne, es la carne por
¿Quiénes y por qué son estos tipos? ¿Busca-
excelencia. Se acaricia las pieles, los pelos,
doras, si no busconas, perdón, de caricias, las
las plumas de los animales. Pero estas cari-
mujeres, por feminidad? ¿rechazadores de
cias ¿no se quedan en la superficie de esas
las caricias, los varones, por-masculinidad?
pieles, pelos o plumas, aisladores de la mano
La caricia es una relación esencialmente y déla carne, comparadas con las caricias he-
inter vivos. Es menos porque es más. Los chas a la desnuda piel humana, qué en lugar
vivos entre los cuales se da son menos que de un aislador de la carne, es lo que hace
todos los vivos, porque lo requerido es más de comunicar, comulgar con ella? La carne es la
lo que pueden dar la mayoría de los vivos. Los carne viva, la carne animada por el alma
vivientes vivos entre los cuales es esencial-
consistencia, turgencia, tersura. Pero única-
animal, pero sólo por modo deficiente, relati- mente la carne de los seres humanos es tierna,
vamente a la carne viva, animada por el espí- no sólo con la blandura turgente y tersa de
ritu de los seres humanos. Unicamente ésta una complexión, sino con la delicadeza toda
ha logrado llegar a reunir la complexión y la de una cultura. El amor de que es expresión
cultura requeridas por la complexión y la cul- la caricia, el cariño, es el amor de la ternura.
tura de la mano acariciadora. La triple suavidad de la caricia, suavidad de
Carne deriva de caro, carnis, carne. Caricia la mano acariciadora, suavidad de la superfi-
deriva de carus, querido. De esta misma pa- cie acariciada, suavidad del acariciar, respon-
labra deriva, con caricia, cariño. Entre caro. de a la triple ternura de la carne de la mano
carne, y carus, querido, no encuentra, sin acariciadora (no se olvide que acariciamos
embargo, una relación etimológica la lingüís- con la parte interior, la parte protegida, suave
tica. Tanto peor para ella. y sensible de la mano), ternura del cariño del
La adaptación material de la mano acari- acariciar, ternura de la carne acariciada. La
ciadora a la superficie acariciada es la expre- carne se hizo en el ser humano singularmente
sión de otra adaptación, menos material: la tierna para poder ser objeto de la ternura: el
adaptación de lo expresado por la caricia, del hombre inventó la ternura para lo tierno de la
amor de que la caricia es expresión, al objeto carne. El cariño, la ternura es ese amor que
más propio y pleno de la caricia, a la carne renuncia a lastimar lo tierno de la carne, man-
de los seres humanos. El amor expresado por teniéndose en esa suspensión inestable y deli-
la caricia, el amor adaptado a la carne de los ciosa, deliquiosa, entre la TENDENCIA hacíalo
seres humanos es el cariño. Todas las cuali- amado, esencial a todo amor, y la DETENCIÓN
dades distintivas, privativas de la carne reque- ante lo tierno, esencial a este amor. Natural-
ridas por la caricia confluyen en una: en ser mente, esto no basta ni siquiera como defi-
tierna. Ya la carne viva en general se distin- nición, mucho menos como descripción y
gue por ser tierna: es menester que a endure- caracterización de esta especie de amor, del
cerla venga la enfermedad, la rigidez cadavé- cariño, de la ternura. Pero aunque el cariño
rica, o bien que la descomposición cadavérica y la ternura son lo expresado por la caricia, la
venga a reblandecerla, a disolverla, porque la
fenomenología del cariño y de la ternura como
terneza o ternura no es una blandura sin cierta
tales rebasa los límites de la fenomenología voz, es espíritu, relativamente puro, relativa-
de la caricia y desde luego los de estas confe- mente independizado, distanciado de la mate-
rencias. La fenomenología de la caricia no ria, del cuerpo, de la carne. A la distancia-
puede hacer más que dejarnos en los umbrales ción material del órgano del sentido respecto
de la fenomenología del cariño y de la ter- del objeto corresponde una distanciación espi-
nura: ésta entra propiamente sólo en la ritual del sujeto respecto del objeto y respecto
arquitectura de otra exclusiva del hombre. de su propio cuerpo, carne. Pensemos por un
Aquí, lo único que podemos hacer ya es pre- momento en la relación de precedencia y cau-
guntarnos: ¿cuál es el sentido último de la salidad entre la distanciación material y la
caricia, el cariño, la carne? Y ver si logramos espiritual. Con arreglo a las ideas generali-
respondernos. zadas desde hace un siglo, la material sería
la precedente y la causa de la espiritual: por-
En el principio fué el contacto entre obje-
que ojos y oídos se despegaron materialmente
tos. La co-existencia de las cosas materiales
de su objeto, el espíritu está, en visión y au-
se realiza por el contacto de unas con otras.
dición, a continente distancia de los mismos
Después, fué el tacto del objeto por el sujeto.
objetos, y aún de su propio cuerpo, carne.
' La convivencia de los seres vivos sigue
Bien pudiera ser fundado, no obstante, el
realizándose por el contacto de unos con
pensar lo contrario: que la distanciación espi-
otros, pero empieza a realizarse por medio de
ritual sea la precedente y la causa de la mate-
las expresiones de contacto y a distancia. La
rial; pero como las ideas contrarias no están
convivencia humana se realiza en acrecida,
aún suficientemente generalizadas, me con-
parece incluso que en creciente proporción,
tentaré con decir: el venir el espíritu indepen-
según vamos a ver en seguida, por medio de
dizándose, purificándose, significa que tiró
estas expresiones a distancia. Del tacto se
del tacto, y bajo forma de vista y oído, lo
desprendieron la vista y el oído, sentidos de
separó de sus objetos. Por lo mismo, en la
la distancia. En el ser vivo en que ellos pri-
vista y en el oído, la doble distanciación del
van, en el hombre, el sujeto, distanciado de
espíritu, su independización o purificación de
sus objetos, incapaz de apropiárselos, de po-
la carne, por su separación de los objetos, es
seerlos, reducido a contemplarlos teóricamen-
hecho consumado, suceso pasado; pero . . . El
te, a saber de ellos por el testimonio de su
indicar que entre contacto y expresión habría
espectáculo, único, pasmoso, del espíritu en
un cierto antagonismo, que en la convivencia
trance de independizarse o purificarse, de
el instrumento del contacto vendría siendo
distanciarse del cuerpo, de la carne, y de se-
sustituido, y estaría destinado a serlo del
pararse, de distanciarse de su objeto, es evi-
todo, por el instrumento de la expresión a
dente que no podemos presenciarlo donde ni
distancia, que acabaría por ser la expresión
cuando está ya consumado, pasado, es evidente
a secas. ¿Querrá el espectáculo único y pas-
que sólo podemos presenciarlo en el punto e
moso en el fondo infinito del minúsculo hueco
instante en que se incoa; pero en la caricia se
de la mano que acaricia decir que la evolución
incoa, podemos presenciar el espectáculo. En
continúa efectivamente, que el hombre está en
la caricia, el tacto, sin distanciarse aún mate-
evolución hacia la distancia de los objetos en
rialmente, está en trance de distanciarse espi-
todos los sentidos, inclusive en el tacto, que,
ritualmente. En la caricia, la mano no se
naturalmente, dejaría de ser tacto, hacia la
separa de la superficie acariciada, antes busca
espiritualidad absolutamente pura? ¿Nos
su contacto, pero es un contacto suave, tímido,
amenaza justamente la caricia con una futura
púdico, fugaz. Es que la separa, es que tira
imposibilidad de acariciar, sino figurada y
de ella el espíritu. En el fondo de la caricia
nostálgicamente con los ojos, y acaso con el
divisamos una represión del contacto, una in-
nuevo sentido de la distancia que sustituya al
coación del distanciamiento, una suspensión
tacto?
única entre el espíritu y la materia, una des-
tilación del movimiento material en ahonda- Mas la caricia estaba hecha para la carne,
miento íntimo, personal, espiritual, un alam- porque la carne estaba hecha para la caricia,
bicamiento en quintaesencia de ternura, el y la caricia es la expresión de un amor de
espíritu en trance de alzar el vuelo, de la ma- intimidad personal, espiritual, personal, es-
teria de su sujeto y juntamente de su objeto piritual él mismo. ¿No son las premisas de
material, ¿tirando del tacto hacia un nuevo un silogismo cuya conclusión inevitable es:
sentido de la distancia, que se prenunciaría en el espíritu es para la carne?
la caricia? La caricia parece, en efecto, una Corrientemente se piensa aún, porque se
expresión de contacto en trance de convertirse viene pensando tradicionalmente, que nues-
en expresión a distancia. Todo ello parecería tros cuerpos son los enojosamente entremeti-
dos aisladores de nuestros espíritus. Ah, si meno de orden sexual, indicativo de la redu-
fuésemos espíritus puros, qué fusión la nues- cibilidad de todo lo superior al orden natural,
tra, vienen a pensar, por ejemplo, los enamo- a este orden natural. El examen va, empero,
rados ingenuos, que sienten un vago o preciso mostrando en ella un fenómeno de un orden
anlielo de simultánea muerte, imaginando superior al sexual, al natural, hasta tal punto,
otra vida de más cariciosas uniones. Y sin que amenaza con deshacernos absolutamente
embargo, quién sabe si no se llevarían un des- del orden natural. Un examen más acabado
engaño morrocotudo. Y no simplemente por- hace, a su vez, vislumbrar que quizá no se
que ya no podrían tender la mano hacia la deba ir tan lejos.
carne, espíritus puros. Sino por algo más,
La filosofía ha pensado una de estas dof-
más radical. Es probable que los espíritus
cosas: o que no hay más que el orden de la
puros tengan una individualidad — perso-
naturaleza, que por lo mismo abarcaría al
no/ — tan absoluta, que sean incomunicables
hombre, de suerte que en el hombre no habría
entre sí. En esta probabilidad, los espíritus
más que este orden natural, o que hay, ade-
sólo podrían entrar en comunicación encar-
más de la naturaleza, por encima de ella, un
nándose. Los espíritus no podrían fundirse
orden sobrenatural, y que el hombre entraría
más que relativamente por medio de la carne.
en parte en el orden natural, por otra parte
La carne, los cuerpos, nuestros cuerpos serían
en el sobrenatural, pero sin que esto último
los afables intermediarios de la comunica-
significase que el orden sobrenatural fuese
ción, los amables instrumentos de la relativa
humano, sino que el orden sobrenatural sería
fusión de nuestros espíritus, es decir, de nos-
también sobrehumano y el hombre entraría
otros. Esta comunicación de los espíritus.
en un orden sobrehumano. La caricia es la
esta su relativa fusión, esta nuestra comuni-
mejor revelación y la mayor prueba de que
cación, nuestra relativa fusión por medio de
en el hombre hay, además del amor sexual,
la carne es lo que sería la intimidad. Espíritus
un amor de otro orden, además del orden na-
en sí incomunicables puestos en comunicación
tural, un orden SOBRENATURAL. Esta sería la
por la carne: es la estructura que expresarían
enseñanza mínima, pero inconfutable, de la
la caricia, el cariño.
caricia, de suerte que si por otras vías no su-
La caricia empieza por parecer un fenó- piésemos de la existencia del espíritu, la ca-
ricia bastaría para revelarla y probarla. Pero tar más poéticos. Hay caricias angélicas, di-
si resultase que el espíritu era para la carne, vinas. No son sexuales, pero tampoco sobre-
habría que profesar una tercera y nueva humanas, en verdad. Los ángeles, los buenos
filosofía. y los malos, porque también hay caricias dia-
En el hombre habría un orden sobrenatu- bólicas, y Dios, estarían en nosotros, en el
ral, pero este orden sobrenatural no sería hombre. La caricia es un fenómeno que in-
sobrehumano, sería simplemente humano. Ha- clina a tomar con singular seriedad el "in in-
bría lo sobrenatural, pero no lo sobrehumano. teriore homine habitat veritas".
Lo humano incluiría lo sobrenatural. En conclusión. Tres posibilidades. Orden
El vocablo "trascendencia" y sus familia- natural. Orden sobrenatural sobrehumano.
res han gozado siempre de buena boga en la Orden sobrenatural humano. La caricia des-
filosofía, mas, en la actualidad, están singu- carta definitivamente la primera. Esta es su
larmente de moda. Permítanme, pues, servir- aportación decisiva a la filosofía. Esta la
me de él para expresar lo acabado de sugerir justificación de que la filosofía en general,
en términos técnicos, que dedico especialmen- de que yo en estas conferencias me ocupe, me
te a los técnicos en filosofía que pueda haber haya ocupado con ella. Pero ¿y entre la se-
entre ustedes. gunda y la tercera posibilidad, la elección?
En el hombre hay una trascendencia, pero Para hacerla con fundamento, la caricia, por
no sería externa a él, sería interna a él. Esta- desdicha, no basta. Son menester las demás
ría entre lo natural y lo sobrenatural en el exclusivas del hombre.
hombre mismo, pero no entre el hombre y un
orden sobrenatural fuera de él, por encima
de él, sobrehumano. La trascendencia sería
la estructura de un ente doble, no la de un
ente finito, más allá o por encima de los lími-
tes del cual habría otro orden del ser.
Ahora, para indemnizar a los no técnicos,
permítanme sugerir lo mismo en otros térmi-
nos, que, aún siendo míos, pienso van a resul-
D ESDE la primera conferencia puse
de manifiesto que lo sé, que sé que
desde que ustedes conocieron el pro-
grama de estas conferencias exclamaron,
quizá no sólo para sí: ¡cómo, el tiempo, ex-
clusiva del hombre! ¿pues no hay otros mu-
chos seres y cosas temporales, hasta más tem-
porales? ¿pues no son los seres, las cosas,
temporales, sin más excepción que el Ser
eterno, o que éste y las cosas intemporales
afirmadas por algunos filósofos, los objetos
ideales, los valores? ¿pues no es incluso todo
temporal en cierto sentido, en el de durar en
el tiempo, pasajera o eternamente? Pero
también desde la primera conferencia me
adelanté a aclarar que si no el tiempo, así en
general, es una exclusiva del hombre, hay al
menos un tiempo humano que en cuanto tal
sí lo es: como si tampoco el cuerpo en gene-
ral es una exclusiva del hombre, lo es en cam-
bio el cuerpo humano. También sabía que
semejante aclaración no iba a dejarles com-
pletamente tranquilos, que la existencia de
un tiempo humano, exclusivo del hombre, naturaleza inanimada y los seres vivos, inclu-
distinto, por tanto, del tiempo de los demás so el hombre, y las cosas humanas, materia-
seres y cosas temporales, del tiempo en gene- les y hasta inmateriales, en la medida en que
ral, iba a parecerles problemática o enig- unas y otras sean distintas del hombre mismo
mática; pero sabía, en fin, que ustedes y en que las segundas no sean algunas de
esperarían estas últimas conferencias, en la aquellas que voy a mencionar en seguida.
esperanza de que les descifrarían el enigma, Este ser en el tiempo con principio y fin es
resolverían el problema. Ha llegado, pues, un durar que varía entre la "duración ins-
el tiempo de no hacerles esperar más, y si tantánea" o la duración "efímera" de la
me es dado tanto, de no defraudar su espe- "flor de un día" y la duración multimilena-
ranza: de examinar hasta qué punto sea o no ria del astro, la "duración indefinida" — no
el tiempo una exclusiva del hombre, haya o "infinita", porque por duradero que sea algo
no un tiempo humano. Mas una advertencia temporal, será en definitiva pasajero: el du-
quiero hacer desde ahora. Del tiempo pue- rar de lo temporal es un pasar en definitiva.
den decirse muchas cosas. Muchas más de Por ende, hay lo más y lo menos duradero,
las que caben en un par de conferencias. pasajero, temporal, en el sentido de lo que
Como resultó forzoso con las exclusivas del tiene una duración mayor o menor. Pero
hombre en general, con la del cuerpo, con cabe hablar de más y menos temporal tam-
la mano, forzoso resulta escoger también bién en otro sentido: en el de que la duración
con esta otra exclusiva del tiempo. Lo que en de un ser sea más o menos suya, de que el
este último par de conferencias voy a decir tiempo, en general, sea más o menos propio
se reducirá, por ende, a lo requerido para de él. A primera vista, parece igualmente
ilustrar la cuestión de la humana exclusivi- posible que los seres de menos duración sean
dad del tiempo. aquellos cuya duración sea más suya o de
Lo que viene a ser, es y deja de ser en el los que el tiempo sea más propio, y que el ser
tiempo, o es en él con principio y fin, es tem- la duración de un ser más o menos suya, el
poral en un primero y más propio sentido. tiempo más o menos propio de un ser, sea
Tales, los seres y las cosas naturales, de la independiente de que dure más o menos.
Lo que vino o venga a ser en el tiempo
o lo que es en él sin principio ni fin, es lo
y es o será en 61 sin dejar de ser ya, o lo que
eterno, Dios, el Ser eterno, y los objetos idea-
es o sea en el tiempo con principio, pero sin
les, en la representación vulgar y alguna
fin, como las almas y los espíritus inmorta-
concepción teológica del primero y una de
les, puede considerarse como temporal en un
las concepciones filosóficas de los últimos.
sentido no absolutamente impropio. Por
Lo temporal en el primer sentido y lo
cierto que si creemos en almas y espíritus
eterno en el sentido acabado de registrar se
inmortales, no parece que nadie haya hecho
oponen, como lo que es en el tiempo con
más que a lo sumo concebir, como nosotros
principio y fin y lo que es en el tiempo sin
vamos a hacer ahora, seres o cosas no naci- principio ni fin, respectivamente. Lo temporal
das, en el sentido de no haber venido a ser en el segundo sentido y lo eterno en el sen-
en el tiempo, sino ser desde siempre en él, tido registrado podrían oponerse, por el
pero habiendo dejado o habiendo de dejar tener principio en el tiempo lo primero y no
de ser en él, o sin principio, pero con fin en tenerlo lo segundo, pero más bien se unen,
él. ¿Será que aunque concebibles, sean im- por no tener fin ni lo uno ni lo otro, en un
posibles? Y en este caso ¿qué puede signifi- segundo sentido de eterno. Lo temporal en
car semejante imposibilidad de que lo no el primer sentido y lo eterno en este segundo
nacido deje de ser, en contraste con la posi- sentido resultan opuestos, por tener fin lo
bilidad umversalmente admitida de que lo primero y no tenerlo lo segundo.
que vino o venga a ser sea inmortal? Ya aquí Juntamente lo temporal en los dos prime-
podemos advertir que mientras que podemos ros sentidos y lo eterno en el primer sentido,
concebir lo inmortal sin necesidad de desta- o sea, todo lo que es en el tiempo, con o sin
car su nacimiento, no podemos concebir lo principio y fin, puede considerarse como
no nacido, en el sentido de que se trata, sin temporal en este tercero y más amplio senti-
destacar expresamente su muerte. do. En él hasta lo eterno es temporal, y en
efecto, la primera representación y la vulgar
Lo que es en el tiempo sin haber venido
de la eternidad es la del tiempo tomado en
a ser ni haber de dejar de ser en él, sino ha-
su totalidad infinita. En este tercer sentido,
biendo sido y habiendo de ser siempre en él.
la representación de la duración mayor o me-
es el sonido de la flauta o a qué suena el
ñor se extiende de los seres temporales en el
verde? ¿Es moral o inmoral la esfera o esfé-
primer sentido a los inmortales y a los eter-
rica o cúbica la moralidad? ¿Cuántos centí-
nos en el primer sentido: los seres tempora-
metros cúbicos tiene el aburrimiento o el in-
les en el primer sentido duran más o menos,
terés que empieza a adueñarse de ustedes? Es
pero pesan en definitiva; las almas y los
evidente que, a pesar de las sinestesias, Co-
espíritus inmortales durarán infinitamente,
rrespondencias y Vocales, los sonidos no tie-
en la dirección del futuro, ya no pasarán;
nen nada que ver, ninguna relación con los
Dios y los objetos ideales duran desde siem-
colores, ni viceversa; ni las figuras geomé-
pre, infinitamente, en las direcciones del tricas con la moralidad, ni existe la relación
pasado y del futuro, de suerte que no sólo no recíproca; ni los sentimientos con el volumen
pasarán, sino que fueron siempre; seres in- en sentido propio, aunque la tengan en un
mortales y eternos no son pasajeros. En con- sentido figurado — figurado, pero no sin
secuencia, también puede extenderse de los se- fundamento. Pues lo mismo pasaría con el
res temporales en el primer sentido a los tiempo, por una parte, y, por otra, los objetos
inmortales y a los eternos en el primer sen- ideales y Dios, si no también los espíritus y
tido, la idea de la duración más o menos las almas inmortales, en la concepción más
suya, del tiempo más o menos propio de filosófica de los unos y la concepción teoló-
ellos: ¿será más suya la duración de un ser gica con mucho más generalizada del otro.
temporal, la de un alma o un espíritu inmor-
En esta concepción y este sentido de in-
tal, la del Ser eterno o la de los objetos idea-
temporal se identifica con esto lo eterno me-
les? ¿será más propio el tiempo de un ser
jor entendido o en un tercer sentido.
temporal, de un alma o un espíritu inmortal,
Los sustantivos temporalidad, eternidad.
de Dios o de los objetos ideales?
intemporalidad serán entendidos sin más en
A lo temporal en el tercer sentido se opone
los sentidos correspondientes.
lo intemporal, que en rigor literal sería
Por el momento no interesa la existencia
aquello que no tuviese con el tiempo nada
o inexistencia de unos u otros seres o cosas,
que ver, ninguna relación. Porque hay mu-
sino únicamente los sentidos de los términos
chas cosas que no tienen nada que ver, nin-
elucidados, que son posibles independíente-
guna relación unas con otras. ¿De qué color
mente de que haya o no seres o cosas a que los seres temporales en el sentido de ser en
aplicar los términos en algunos de los senti- el tiempo con principio, pero sin fin; total-
d o s — puesto que es innegable que los hay mente, de nuevo, con los demás seres y cosas
a que aplicarlos en otros. Para dar sentido a temporales en el sentido más amplio, de ser
los términos basta la representación de los en el tiempo, con o sin principio y fin.
seres o cosas correspondientes.
La otra relación del hombre con el tiempo
De la puntualización terminológica que es la de no sólo vivir — nacer, vivir y mo-
acabo de hacer se desprende el sentido pre- rir — en el tiempo, sino vivir el tiempo y las
ciso en que empleo la expresión "el tiempo, relaciones de los seres y las cosas con él,
exclusiva del hombre": en el de la existencia incluyendo las propias, o la falta de tales
de un tiempo propio por igual de cada uno de relaciones. Esta segunda relación le sería
nosotros, los seres humanos, los individuos común exclusivamente con los seres tempora-
humanos, pero no por igual de cada uno de les en el segundo sentido y con el Ser eterno,
nosotros y cada uno de los demás individuos suponiendo que éste y los espíritus y las
de otras especies o géneros, de los demás almas inmortales viven en este punto lo mis-
seres de otras clases; y, mera consecuencia, mo que el hombre, si no más, aunque tam-
en el sentido de propio de cada uno de los bién pudiera ser menos en algún sentido.
fenómenos psíquicos de los individuos hu- Porque ya al vivir el tiempo el hombre es
manos como no sería propio de ninguna otra múltiple.
cosa.
Ante todo, el hombre vive las cosas y los
Pues bien, el hombre tiene dos relaciones seres temporales como tales, entre ellos él
con el tiempo. Una es la de venir a ser, ser mismo, y también los seres y las cosas eter-
y dejar de ser en el tiempo, o la de ser en el nas e intemporales como tales. Todos los
tiempo con principio y fin, o la de vivir — hombres vivimos, en la vida corriente, el cur-
nacer, vivir y morir — en el tiempo o ser so de los astros, la repetición de ciertos fenó-
temporal en el primero y más propio sentido. menos meteorológicos, la subitaneidad y fu-
Esta relación le sería, pues, común: total- gacidad de otros, el agostarse y reverdecer
mente, con los demás seres y cosas tempora- de la vegetación, el nacer, vivir y morir de
les en el mismo sentido; parcialmente, con los animales y de nuestros semejantes, y nues-

120


tro propio vivir, con nuestro crecer, madurar
y envejecer, lo pasajero de la juventud y la nometría y la técnica de la construcción y
definitiva caducidad de la vida, lo fruitiva o uso de calendarios, relojes y aparatos crono-
abrumadoramente lento de ciertas horas, lo métricos en general. Como consecuencia y
terrible o felizmente veloz de otras; la repe- manifestación, la vida humana está organi-
tición de nuestras faenas, el curso de los zada cronológica y cronométricamente, des-
acontecimientos históricos. La mayoría, si de la más rudimentaria, de los pueblos en
no la totalidad, de los hombres, vivimos, ade- estado de naturaleza, que no está organizada
más, en la fe religiosa, la inmortalidad o la simplemente en días y noches y en estaciones
eternidad de sus objetos. Y algunos, en fin;, del año determinadas por la sucesión de los
si es que tampoco todos, vivimos, de una u fenómenos naturales y las tareas humanas
otra manera, en la ciencia, en la cultura en vinculadas a ellos, sino incluso en "horas"
general, y en particular en la filosofía, la definidas por las faenas cotidianas; hasta la
intemporalidad de lo matemático, de la ver-
vida civilizada más compleja, que llega a
dad en general, de ciertos valores, si es que,
estar organizada "al minuto" tanto colectiva
una vez más, no de todos.
cuanto individualmente, y en la dirección
Pero los hombres no nos limitamos a vi- que cabe considerar como opuesta está orga-
vir, sin mayor especificación, todas estas co- nizada cronológicamente así en lo biográfico
sas. Las vivimos, además, en la forma espe- como en lo histórico.
cífica que es el contar el tiempo, dividido en Pero tampoco nos hemos limitado a la
días y noches, días y años, con los múltiplos
cronología y cronometría. Nos hemos hecho
y subdivisores de unos y otros, horas y esta-
una representación vulgar del tiempo mis-
ciones, meses y semanas, lustros, decenios,
mo, ya como tiempo dé las cosas, como
siglos y milenios, minutos y segundos, frac-
tiempo concreto con ellas, ya como tiempo
ciones de segundo. Este vivir el tiempo que
es el contarlo puede considerarse ya como abstracto de ellas, tiempo en general y en sí;
un saber de él, que desde un saber vulgar y hemos afinado esta representación en los
evolucionó hasta un saber científico y técni- conceptos, definibles o no, de la reflexión
co, en las ciencias de la cronología y la cro- sobre el tiempo y las relaciones, o falta de
relación, de las cosas con él que constituye la
filosofía del tiempo, en que culmina el saber con el tiempo. Y de cuantas divisiones más
del mismo. amplias y radicales recogió de la religión o
Y ya el simple vivir el tiempo tiene su hizo por sí la filosofía, lo material y lo espi-
ritual, lo sensible y lo suprasensible o lo na-
historia. Los primitivos no lo viven como los
tural y lo sobrenatural, lo real y lo ideal, el
cultos, ni los griegos lo vivían como nosotros.
Creador y lo creado, lo temporal y lo eterno
Ni sólo fué histórica la evolución del saber
o lo intemporal, ésta resulta tan amplia como
vulgar en el contar el tiempo a la ciencia y
la que más y la más radical de todas. Pero
técnica de la cronología y cronometría, sino
ya desde la Antigüedad tomó la filosofía por
que también éstas tienen su historia. La tiene
tema el tiempo mismo, concibiéndolo prime-
asimismo la representación vulgar del tiem-
ro más en concreto con las cosas y luego más
po, aunque sólo fuese por su vinculación
en abstracto, primero como algo natural,
más directa al simple vivir el tiempo. Tam-
real, objetivo y más tarde como algo subje-
poco los primitivos se lo representan como tivo, ideal y fenoménico a una. Hasta venir
los cultos, si es que se lo representan, en en nuestros días a ver en él la entidad al par
general, en el mismo sentido que los cultos, fundamental y humana que sería, en conjun-
ni los griegos se lo representaban como nos- ción con el ver en la filosofía del hombre la
otros. Tiene, por último, su historia la filo- filosofía fundamental que se inicia desde los
sofía del tiempo, dentro de la historia comienzos de la filosofía moderna.
universal de la filosofía. Una historia en la
que se recortan ciertas etapas y se destacan Tales son las dos relaciones del hombre
ciertos textos. La tendencia general de la fi- con el tiempo. Unas relaciones que, además,
guardan o pudieran guardar entre sí las
losofía desde sus orígenes, de concebir la
relaciones que parecerán naturales conse-
verdadera realidad, el ser en general o el Ser
cuencias de ser los términos de las primeras
por excelencia como lo eterno o lo intempo-
los mismos, el hombre y el tiempo. El ser
ral, parece implicar la expulsión del tiempo
temporal del hombre es, patentemente, obje-
extramuros de la filosofía, pero no hay tal.
to de su vivir el tiempo, de su saber de éste.
Lo que semejante tendencia, por el contrario,
Y la primera, el ser temporal, parece condi-
entraña es el considerar fundamentalmente
ción de la segunda, del vivir el tiempo y sa-
los seres en su relación, o falta de relación,
ber de él— el momento que tardamos en del tiempo propios del hombre, aplicados
caer en la cuenta de que otros seres tempo- primordialmente al ser temporal de éste y
rales ni siquiera lo viven. Cabiendo también complementariamente a sí mismos.
ocurrirse si no podría ser el vivir el tiempo o Pues bien, ya comprobamos que en nin-
el saber de él, a la inversa, condición del ser guno de los tres sentidos de temporal regis-
temporal — aunque concebimos un ser in- trados, ni en el de ser en el tiempo con prin-
temporal que viva el tiempo, que sepa de él cipio y fin, ni en el de ser en él con principio
no menos omniscientemente que de todo lo pero sin fin, ni en el de ser en el tiempo, con
demás, el Ser eterno debidamente concebido. o sin principio y fin, resulta el tiempo una
Hasta se encuentra que el vivir el tiempo o el exclusiva del hombre, sino todo lo contrario,
saber de él es en cierta medida o forma obje- algo compartido por él, ya con todos los de-
to de sí mismo: los hombres no nos reduci- más seres y cosas naturales y humanas, ya
mos a vivir el tiempo, a saber de él, sino que con los demás espíritus inmortales, ya con
también sabemos de nuestro vivirlo y nues- aquéllas y éstos y además con Dios y hasta
tro saber de él; la filosofía del tiempo, en con los objetos ideales. Ni siquiera el vivir
cuanto filosofía del hombre, no se ocupa sólo el tiempo, el saber de él parece exclusiva
con el ser temporal de éste, sino también con suya, pues que cabe suponer que los demás
su vivir el tiempo y su saber de él, incluso espíritus inmortales y el Ser eterno sepan de
consigo misma, con el saber filosófico del él, lo vivan, ya que no filosofen propiamente
tiempo, en una reflexividad sobre sí misma sobre él, para no hablar de las almas inmor-
peculiar, privativa de la filosofía en general, tales, cuyo saber del tiempo o vivirlo, por
de la que el ejemplo quizá más al alcance de ser almas humanas, nos lo representamos
todos sea el de la lógica, cuyo discurso no como natural continuación de nuestro saber
debe dejar de caer, evidentemente, bajo las de él y vivirlo en general. Pero examinemos
reglas que él mismo va sentando. En todo la cuestión, partiendo de la representación
caso, estas dos últimas conferencias no han que nos hacemos del tiempo en general, en
empezado a ser ni van a seguir siendo otra sí, los que estamos aquí ahora. Porque es un
hecho que nos hacemos una, de acuerdo con
cosa que una manifestación del vivir el
lo que he dicho acerca del vivir en general
tiempo, del saber del tiempo, de la filosofía
el hombre el tiempo. En verdad, y de acuer-
do con lo mismo, la representación que nos riamos preferir serían aquellas que conduje-
hacemos del tiempo en general, en sí, los que sen más derechamente a averiguarlo.
estamos aquí ahora no es privativa de nos- Nos representamos el tiempo como una
otros: es propia del grupo cultural del que entidad distinta de las cosas temporales en
somos parte y representación, también. Pero todos sentidos, o en sí. Como algo en que las
el dueño o sujeto de la representación del cosas temporales son con o sin principio y
tiempo es punto indiferente por el momento. fin: como un continente o recipiente, pues,
Por el momento es lo importante únicamente en cuanto tal distinto de las cosas contenidas
la representación misma. ¿Cuál es, pues, o recibidas en él. Una doble comparación
ella? aclara, precisa esta representación. También
nos representamos así el espacio y las cosas
En cuanto se comienza a detallarla, se tro-
en relación con él, bien que la representa-
pieza con que es una representación que
ción del espacio como un continente o reci-
resulta extraña, paradójica, problemática,
porque se representa como lábil, múltiple, piente parece más obvia que la representa-
contradictoria incluso. Pero no debemos ción del tiempo como cosa semejante. En
rechazar ninguna de las notas con que se os- cambio, no nos representamos de la misma
tente paladinamente, a ninguna de las repre- manera la cualidad: no nos representamos
sentaciones parciales que se ofrezcan como ésta como algo en que sean las cosas, sino
efectivas, por el afán de evitar la contradic- todo lo contrario, como algo que es en las co-
ción, de obtener una representación coheren- sas —o es de las cosas. Pero así nos represen-
te, que parece un afán fundado en todos los tamos la extensión de las cosas, en correla-
casos, pero no lo sería desde luego en éste. ción con el lugar que ocupan en el espacio,
Pues lo que debemos hacer es más bien ave- y la duración de las cosas, en correlación con
riguar qué signifique o a qué respondan el "lugar' que ocupan en el tiempo. Se tra-
justamente semejantes labilidad, multiplici- ta, evidentemente, de una representación
dad, contradicción. Es más: en la constante espacial del tiempo.
forzosidad de escoger, las notas o represen-
taciones parciales que a continuación debe- En cuanto distinto de lo contenido o recibi-
do en él, nos representamos el tiempo como va-
cío, y en cuanto tal, homogéneo. Pero también también nos muestra la complicación de
en cuanto distinto de lo contenido o recibido que se trata. ¿Nos representamos, sin em-
en él, o en sí, no sin cierta entidad, consisten- bargo, como más real la realidad del mo-
cia o estructura, heterogénea múltiplemen- mento que fué ya presente que la del que no
te incluso. Nos lo representamos, en efecto, ha sido todavía en absoluto?... En todo
integrado por momentos o instantes caso, nos representamos los momentos con
absolutamente homogéneos entre sí, pero en una extensión — sigue la representación es-
sí afectados de una múltiple heterogeneidad. pacial del tiempo — variable desde un pun-
to indivisible hasta una extensión mayor o
Nos lo representamos en cada momento pre-
menor. Es lo que me movió a llamar al mo-
sente integrado por el momento presente,
mento presente, constitutivo nuclear de lo
constitutivo nuclear de los que llamamos el
que llamamos el presente... Pero no nos
presente, y por momentos pasados y futuros,
representamos con una extensión mayor o
constitutivos de lo que llamamos el pasado y
menor los instantes, cuya característica es la
el futuro— pero esto en múltiple forma.
instantaneidad, la puntualidad. Momentos e
Por lo pronto, nos lo representamos en
instantes pasan por sinónimos. Como tales
cada momento presente. Ello expresa una
empleé los términos antes. Ahora parece que
peculiaridad del momento presente correla-
no lo son. ¿A qué se deberá la diferencia?
tiva de otra de los momentos pasados y futu-
ros. El momento presente es el único que es Pero, sobre todo, unas veces nos represen-
real o que es, en un sentido de estos términos tamos los momentos del futuro viniendo a ser
que consideramos como el único plenario; los presentes y pasando a ser pasados. Así nos
momentos pasados y futuros no son reales o representamos las fechas venideras — que
no son, los unos porque ya no son, los otros pasarán, esto es, en el futuro a ser pasadas,
porque todavía no son, pero únicamente en lo que muestra una vez más la complicación
el sentido plenario, pues ni los unos ni los de que se trata. No nos representamos así
otros no son en absoluto, aunque sólo fuese solamente las cosas, los hechos correspon-
porque los unos son pasados y los otros son dientes a las fechas, sino éstas mismas, que
son momentos — ejemplo de momentos futu-
futuros. Pasado y futuro no dejan de tener
ros extensos — del tiempo, o éste mismo.
una cierta realidad — en el presente, lo que
Otras veces nos representamos los momentos momento pasado como habiendo sido presen-
del pasado viniendo a ser presentes y siguien- te y futuro, o futuro y presente, o habiendo
do a ser futuros. Así nos representamos el de ser presente y futuro; cada momento
curso de nuestra vida desde el nacimiento futuro como habiendo de ser presente y pa-
hasta la muerte o el curso análogo de la his- sado o habiendo sido presente y pasado, o
toria o del mundo. Pues, así nos represen- pasado y presente... Es representarnos el
tamos también el curso del tiempo mismo. tiempo mismo ante todo como un fluir, un co-
Unas terceras veces nos representamos el rrer, un transcurrir; un movimiento, un
presente avanzando a ser futuro y echando a cambio, mudanza o mutación; o con una en-
sus espaldas momentos pasados. Así nos re- tidad, consistencia o estructura cinética, diná-
presentamos a nosotros mismos o las cosas mica. Pero es que nos lo representamos de
presentes cuando nos imaginamos lo que lle- hecho así, es que podríamos representárnoslo
garemos o podemos llegar, lo que llegarán o así, sin representárnoslo como doble, como
pueden llegar, en un futuro más o menos cer- constituido por unos momentos, pasados, pre-
cano, a hacer o ser. Pues, así nos represen- sentes y futuros, inmóviles, y otros momen-
tamos, de nuevo, el curso del tiempo mismo. tos móviles a lo largo de los anteriores y que
Ni siquiera faltan unas últimas veces en que deben a este movimiento, a esta correspon-
nos representamos el presente como pasando dencia con los inmóviles el ser, venir a ser y
a ser pasado, a pesar de seguir avanzando a dejar de ser pasados, presentes, futuros o a
ser futuro. Así nos representamos a nosotros la inversa? O sea, que nos representaríamos
mismos o las cosas presentes cuando sentimos el tiempo mismo en el fondo como siendo una
lo fugaces, lo efímeros, lo pasajeros que so- entidad o teniendo una consistencia o estruc-
mos o que son. Pues, así nos representamos tura estática...
el curso del tiempo mismo, en fin. Es, en Unica o doble, en movimiento o estático
efecto, la representación que corresponde a nos lo representamos como unidimensional,
la exclamación tan corriente "¡cómo pasa el longitudinal o lineal, rectilíneo — sigue la
tiempo!". En suma, nos representamos el representación espacial — y como infinito o
momento presente como habiendo sido — sin principio ni fin él mismo. Aunque quizá
futuro o habiendo de ser— pasado; cada nos lo representamos como unidimensional,
hora, este d í a . . . " Porque, vengamos a la
no tanto por representárnoslo rigurosamente
representación de las cosas en él.
reducido a una sola dimensión, cuanto por Se trata del significado de la preposición
predominar con mucho en la representación "en" en la expresión "ser en el tiempo, con
la infinita dimensión longitudinal... En o sin principio y fin". Ante todo, es el de
todo caso, a pesar de representárnoslo como una interioridad — espacial, material de las
infinito, y por ende deber representarnos su cosas al tiempo. Es el significado propio de
movimiento como solamente viniendo o yen- la preposición "en" y el que responde a la
do desde o hacia el infinito, nos lo represen- naturaleza espacial de la representación que
tamos asimismo como un manar emerger, nos hacemos del tiempo. Por eso empleamos
surgir o borbotar de o en el momento presen- tal preposición. Mas semejante interioridad ex-
te o de o en algún momento, más o menos hibe una doble incoherencia: interioridad
preciso, de los futuros o pasados — y hasta o algo unidimensional e infinito, sin volumen
de o en cada uno de ellos... Así una repre- en que contener o recibir, sin límites entre
sentación como otra encuentran su plástica los que contener o recibir; interioridad espa-
incorporación figurada en la imagen del cial, no se diga material, a algo tan inmate-
tren, ya desfilando ante nosotros en una u rial y hasta tan inespacial, en rigor, como el
otra dirección, ya saliendo de un túnel o hun- tiempo. La representación misma de éste, la
diéndose en un túnel, no menos oscuro que representación espacial, vacila, como in-
el pasado o el futuro, a las espaldas la hu- apropiada. Al advertirlo, podemos hacer
mareda desmelenada, evanescente... dos cosas. Podemos evocar la representación
del tiempo unidimensional por el predominio
Cuando nos lo representamos a sí, tan dis-
de la longitud infinita, no por la carencia
tinto de las cosas, tan en sí, nos lo represen-
absoluta de volumen, o lo que es lo mismo,
tamos generalmente como movimiento de
empecinarnos en la representación espacial
una velocidad uniforme, pero en ocasiones,
del tiempo, vacilante por inapropiada Perc
nada infrecuentes, las cosas le comunican su
podemos abandonar más o menos la repre-
velocidad acelerada o retardada, y nos pare-
sentación de las cosas en él, retirándonos
ce sentir incluso que él mismo se acelera o se sobre una representación de la relación de
hace más lento, y decimos "el tiempo corre
que vuela" o "cuánto tarda en pasar esta
tiva, no sólo en el sentido de moverse hacia
las cosas con él, en el sentido de una mera el pasado, sino en el de dejar de ser. En la
inserción en él, donde el sentido propio del representación de las cosas temporales pre-
"en" queda reducido a un mínimo, o en el valece, pues, la del pasar, el pasado— el
sentido de una coordinación o corresponden- dejar de ser. En armonía con ello, nos repre-
cia con él, donde ha desaparecido toda inte- sentamos el tiempo sin duda como una poten-
rioridad de las cosas a él. En este último caso cia que produce, que crea de su seno las co-
nos representamos la relación de las cosas sas que vienen a ser en él, que las lleva a su
con él como nos representamos la relación madurez, que Sazona — las que dejan de
entre su línea dinámica y su línea estática. ser en él, o sea, más aún como una potencia
Queda también reducida a un mínimo en que las lleva a la postre a su corrupción, que
cierto sentido la naturaleza espacial de la las roe o corroe, las consuma y consume, las
representación que nos hacemos de él. Pero devora o destruye, las aniquila.
todas estas representaciones de la relación
Las almas y los espíritus inmortales y el
entre el tiempo y las cosas son representación
Ser y las cosas eternos o intemporales no nos
de relaciones muy extrínsecas al uno y a las
los representamos en ninguna forma pasan-
otras. También nos representamos la inte-
do, ni siquiera en el sentido de moviéndose
rioridad de las cosas al tiempo bajo especies
hacia el pasado; nos los representamos exclu-
de mucho mayor intimidad entre unas y otro.
sivamente durando desde su venir a ser o
No nos representamos las cosas simple-
desde siempre y en definitiva, o sea, perdu-
mente contenidas o recibidas en el tiempo.
rando o siendo perduraderos o perdurables.
Hemos visto cómo nos representamos el tiem-
Es más. Tampoco nos los representamos mo-
po moviéndose en las mismas direcciones que
viéndose en la misma forma que las cosas
ciertas cosas, a saber, las temporales en el
temporales. Nos representamos éstas como
sentido más propio. Nos representamos estas
cambiantes en el tiempo. Nos representamos,
cosas mismas, pues, moviéndose en él. Mas,
en cambio, las almas y los espíritus inmor-
como quiera que nos representemos este
tales, pero sobre todo el Ser y las cosas eter-
movimiento, nos representamos las cosas res-
nos o intemporales como sin cambiar persis-
pectivas, por más que duren o duraderas que
tentes en el tiempo. En la representación de
sean, pasando o siendo pasajeras en defini-
ellos prevalece, pues, la del durar — pero duradero, ni siquiera lo duradero, sino todo
no tanto el futuro, cuanto el presente, el ser. lo contrario, lo pasajero. ¿Estará la pleni-
En armonía con ello, nos representamos el tud del tiempo en su finitud?
tiempo, si como produciendo o creando de Por último, nos representamos el tiempo
su seno los seres inmortales, quebrando im- como un movimiento sin móvil, como movi-
potente su diente roedor contra ellos como miento puro — pero ¿será representable
contra el Ser y las cosas eternos o intempora- efectivamente un movimiento sin represen-
les, o teniendo que conformarse con presen- tarse unas cosas moviéndose, por desfigura-
ciar su persistencia perdurable. Nos repre- das que sean, por descarnadas y espectrales
sentamos, en suma, estos seres y cosas ya que sean, por cuasicosas o quisicosas que
como mucho menos en el tiempo que las co- sean — por abstractas que sean? ¿No son
sas temporales, por ende en una relación con los momentos del tiempo los móviles y el
él mucho menos íntima, mucho más extrín- tiempo el movimiento de estos móviles? ¿Y
s e c a — inicio del concepto de "intempora- no serán los momentos como móviles unas
lidad". quisicosas o cuasicosas, unas cosas espectra-
El tiempo infinito nos lo representamos les, descarnadas, desfiguradas, unas cosas
pasando, pero únicamente en el sentido de abstractas, pero cosas?
moverse hacia el pasado, pues nos lo repre- Todo lo expuesto en punto a la represen-
sentamos durando en definitiva o perduran- tación que nos hacemos del tiempo sólo pa-
do, según corresponde a la infinitud. En la rece comprensible cuando sugiere que el
representación del tiempo infinito prevalece tiempo se reduzca a ser una abstracción —
la del durar, el presente, el ser, como en la del tiempo concreto con las cosas, de los mo-
de los seres y las cosas inmortales y eternos vimientos mismos de las cosas móviles,
o intemporales. Con lo que arribamos a una temporales en el sentido más propio. La
conclusión paradójica: la representación del distinción del tiempo relativamente a las co-
tiempo infinito se acerca a la de lo intempo- sas, su vacío homogéneo serían la expresión
ral; "temporal" en el sentido más propio no acabada de esta abstracción. La variable
significa lo que es en el tiempo en su pleni- extensión de sus momentos representaría un
tud infinita, lo eterno, lo perdurable o per- variable término intermedio entre la varia
los movimientos finitos de las cosas finitas,
extensión de las cosas y de sus movimientos abstraeríamos de la finitud, nos lo represen-
y la falta de extensión de los puntos máxima- taríamos como infinito — y al desbordar la
mente abstractos a que puede reducirse por
finitud de cada uno de los movimientos de
abstracción el movimiento; la invariable ex-
las cosas finitas, o de éstas mismas, y de su
tensión mínima de sus instantes, la peculia-
totalidad, la de los movimientos y la de las
ridad de nuestra vida con que nos encontra-
cosas, se presentaría de suyo como continente
remos mañana. Sus dos líneas, dinámica y
o recipiente de unos y otras. Y podríamos
estática, serían reliquias de las cosas móviles
representarnos seres inmortales y eternos —
y de las otras relativamente a las cuales se
porque éstos nos los representamos, si no en
mueven las móviles. Su integrarse en el mo-
él, por lo menos en una correspondencia
mento presente de éste y los pasados y futu-
con él: pues, en efecto, un paso más, y abs-
ros lo vincula patentemente a la realidad —
traemos del movimiento mismo, del tiempo
que es la del presente: lo concreta aún con
ella. Y con los movimientos de las cosas las mismo, y nos representamos los seres eter-
direcciones del suyo con la consiguiente nos siendo estáticamente mientras pasan las
complicación mutua de sus momentos — las cosas pasajeras y el tiempo perdurable, ex-
direcciones del suyo tanto cuando nos lo re- tendiendo la relación expresada por el
presentamos como un pasar o un avanzar "mientras" más allá del principio y el fin
hacia el futuro, cuanto cuando nos lo repre- de las cosas pasajeras y a lo largo del tiempo
sentamos como un manar, emerger, surgir o sin principio ni fin, o concebimos los seres
borbotar. Y lo mismo el aumento o la dis-~ eternos como intemporales. Pero aun redu-
minución de su velocidad. Abstrayéndolo de cido a la mera correspondencia, es el signi-
los multiformes movimientos de las cosas, lo ficado del " e n " en la expresión "ser en el
reduciríamos a la forma máximamente abs- tiempo" indesconocible residuo de la concre-
tracta de la rectilineidad — cuando no nos ción del tiempo con las cosas. Abstracción,
lo representamos como unidimensional por en suma, más imaginativa que conceptual,
el predominio de la longitud infinita o rete- por ello conceptualmente imprecisa, imper-
niendo de las cosas móviles una vaga, pero fecta. Es la que= cuando menos quedarían
manifiesta voluminosidad. Al abstraerlo de
las otras "cosas" propias de todas, en la re-
unos espectros de cosas no eliminadas, no
presentación correspondiente. Mas ¿por qué
eliminables.
nos representamos el tiempo como lo hace-
En todo caso, tomar el tiempo por una
mos?
entidad realmente distinta de las cosas, por
Las conclusiones a que hemos sido condu-
una entidad real distinta de las demás cosas,
cidos no sólo nos permiten, nos inducen a
/es tomarle por una cosa más, y una cosa infi-
replantear la cuestión que nos interesa en
nita y continente de las demás, la que no
los términos siguientes. El tiempo es el mo-
parece encontrarse, lo que no parece posible.
vimiento de las cosas, de los seres móviles,
Es cierto que parece que somos capaces de
esto es, el ser mismo de estos seres. Estos
hacernos la representación de que dejen de
seres son distintos, esto es, de diferente ser
existir todas las cosas y de que siga existiendo
— o movimiento, o tiempo. Los distintos, los
el tiempo — pero ¿no se tratará de una ma-
diferentes seres móviles tienen, pues, sus res-
nifestación más de la misma abstracción im-
pectivos movimientos o tiempos, tan distin-
perfecta? ¿dejan de existir todas las cosas,
tos, tan diferentes entre sí como ellos mis-
si los momentos son las quisicosas susodi-
mos. Y los seres móviles o temporales se
chas? Pero si el tiempo no es una cosa más,
diferencian de los inmóviles o intemporales
infinita y continente de las demás, no puede
por el movimiento o la temporalidad de los
ser más que una abstracción de algo de ellas
unos y la inmovilidad o intemporalidad de
o en ellas, finito o infinito con ellas — y
los otros. La cuestión es, pues, puntualizar
acabamos en una representación inversa de
estas diferencias: entre la temporalidad o el
la inicial: en lugar de ser las cosas en el tiem-
tiempo del hombre y la temporalidad o
po, es el tiempo quien es en las cosas — en
el tiempo de los demás seres temporales —
las cosas finitas, su movimiento, finito. El
y la intemporalidad de los seres intempora-
tiempo concreto con las cosas sería el único
les. Si todos los seres temporales no lo
real, con ellas, y el originario del abstracto.
fuesen igualmente, si el hombre fuese el
No existiría más tiempo que el movimiento
más temporal de todos los seres en algún
de las cosas móviles, o no existirían más que
sentido, en el sentido acaso de ser su tiempo
estas cosas y las inmóviles, pero el movimien-
más entrañable, más íntimamente $uyo que
to de las primeras podría abstraerse, como
hablar a los hombres de ciencia del origen
de ellos el de todos los demás seres tempora- del mundo y de su término, aunque si los
les, en este sentido habría evidente y literal- apretásemos para que precisasen su lengua-
mente un tiempo humano, sería, incluso, el je, quiza nos encontráramos con que por
tiempo evidente y literalmente una exclusiva mundo entendían una parte mayor o me-
del hombre. ñor de la naturaleza, pero no ésta en su tota-
Vivimos muchas cosas naturales, si no lidad absoluta declarando que el problema
todas, como temporales en los dos sentidos en de la eternidad del mundo o de su creación
que como temporales nos vivimos a nosotros y aniquilación es de la jurisdicción del
mismos, no sólo como viniendo a ser, siendo filosofo, si no del teólogo. Por último, quizá
o dejando de ser en el tiempo, sino además vivamos las cosas naturales y hasta sepamos
como durando poco: al decir de nuestra vida de ellas como temporales con una cierta
que es "flor de un día", no vivimos sólo la prioridad sobre nosotros mismos: cronología
fugacidad, la caducidad de nuestra vida, sino y cronometría se fundan en las divisiones
también la de la flor, sea la que sea la que del tiempo de las cosas naturales, en los
vivamos primero, en el sentido de la priori- tiempos, si cabe pluralizarlos así, de estas
dad a que me referiré en seguida. Es posible cosas, ante todo en el día y el año, tiempos
que sigamos viviendo otras muchas cosas de la vuelta aparente del sol a los mismos
naturales, por ejemplo, las celestes, no sim- puntos de su trayectoria; el estar estos tiem-
plemente como mucho menos temporales que pos y los distintos actos de nuestra vida tan
nosotros, en el sentido de mucho más dura- ligados como están, no prejuzga si vivimos
deras, sino hasta como eternas, en el sentido antes la temporalidad de las cosas naturales
de ser en el tiempo sin principio ni fin, pero y en función de ella la nuestra, o antes la
en todo caso sabemos que, por más duraderas nuestra y en función de ella la de las cosas
que sean, son temporales en el sentido de ser naturales, ni si llegamos a abstraer el tiem-
en el tiempo con principio y fin. Incluso, no po antes del movimiento de las cosas natura-
nos limitamos a hablar vulgarmente del prin- les o del nuestro. Cabe replicar que el vivir
cipio y del fin del mundo, representándonos antes una temporalidad u otra, y menos qui-
mejor o peor su creación y una catástrofe z a e l s a b e r a n t e s & una u otra, sería compa-

quizá no literalmente aniquiladora: oímos


tibie con el ser más temporales en todos
de la naturaleza y la entera filosofía de esta
sentidos ya nosotros mismos, ya las cosas
última, si no la filosofía entera.
naturales; pero cabe también contrarreplicar
Esta, la filosofía, por su parte, llegó con
que si entre el ser temporal y el vivir el tiem-
Kant a concebir el tiempo como una forma
po y saber de él hubiese las relaciones que
de percibir relacionada, por ende, de un lado
se ocurrieron en un momento anterior, la
con el percipiente, de otro lado con lo per-
temporalidad vivida o sabida antes pudiera cibido. El percipiente seríamos nosotros; lo
ser la de los seres más temporales; en el su- percibido seríamos nosotros y las cosas natu-
puesto, los naturales, no nosotros, los hu- rales. Por el lado del percipiente, la forma
manos. sería exclusiva de nosotros; por el lado de
A pesar de todo ello, la ciencia de la natu- lo percibido, ¿no sería más propia de nos-
raleza abstrae de lo concreto, que tomado sin otros que de las cosas — y no aquella exclu-
restricción expresa es la totalidad de las co- sividad por el lado del percipiente, sino esta
sas, unos meros valores cuantitativos en mayor propiedad por el lado de lo percibido,
correspondencia simultánea, intemporal, la cuestión debatida? . . .
ideal entre sí y sin más correspondencia con
Para llegar en estas conferencias a su
lo concreto que la aplicabilidad a mayor o
meta, no parece el camino más adecuado el
menor parte de ello. Incluso en los casos en
de la ciencia y la filosofía kantiana, porque
que de los valores en correspondencia entre
se avizora demasiado sinuoso, sino el de cier-
sí son los unos valores de tiempo, son éstos
tas expresiones vulgares y su interpretación,
igualmente meros valores cuantitativos sin que se abre mucho más recto — y que acaso
más correspondencia con el tiempo que la nos permita divisar desde él algo del otro. En
aplicabilidad a él. Esta aplicabilidad de lo todo caso, quiero declarar expresamente que
abstracto intemporal a lo concreto temporal no pretendo para él el valor de una ideación
¿se explicará suficientemente por ser lo abs- bastante para probar, lo que se dice probar,
tracto abstracto de lo concreto — o será in- la humana exclusividad del tiempo, pero sí
dicio de cierta intemporalidad, al menos, de el de una ideación bastante para lo que deci-
lo concreto mismo? La cuestión entraña la mos "hacer comprensible algo", en el caso
entera teoría del conocimiento o de la ciencia dicha exclusividad.
Hay en el lenguaje corriente ciertas ex-
ni astros y animales practicar el cambio de
presiones que lo son de una relación entre el
lugar para aguardar el de tiempo, ni ángeles
hombre y el tiempo que no se da entre nin-
y demonios demorarse en su gozar o penar
gún otro ser o cosa y el tiempo. "Tener
para tener luego que darse prisa a lo uno o
tiempo", "hacer tiempo", "ganar" o "perder
lo otro, ni Dios juega seguramente al tre-
tiempo", "perder el tiempo", "pasar el tiem-
sillo o asiste a conferencias de filosofía,
po", "matar el tiempo" y alguna más de que
pongamos por ejemplos de pasar, matar o
prescindo por bastarme las que acabo de
perder el tiempo.
enunciar: he aquí cosas que tiene o hace el
hombre y que no tiene ni hace, ni puede tener La existencia de tales expresiones signifi-
o hacer, ni siquiera tiene sentido decir o ca que ya el saber vulgar, prefilosófico, sabe
pensar que las tenga o haga o pueda tenerlas de la relación entre el hombre y el tiempo
o hacerlas ningún otro ser, ni de los infrahu- mentada por ellas: la filosofía no puede
manos que conocemos, ni de los sobrenatura- hacer más que "potenciar"' este saber vul-
les en que creemos. ¿"Tiene tiempo" una gar, prefilosófico — como es proceder suyo
piedra, ni siquiera una planta, en la acepción que no se limita a este caso, antes bien es
en que lo tenemos nosotros, los humanos, a mucho más general, si no el suyo universal-
saber, para hacer alguna cosa? ¿"tiene tiem- mente. El examen de tales expresiones y la
po" una piedra, v. gr., para caer, como no la busca de la razón de ser de su aplicabilidad
tomemos de una manera antropomórfica? exclusiva al hombre, parece prometer el des-
¿Puede "hacer tiempo" un astro en su celeste cubrimiento de la índole de la relación entre
trayectoria, ni siquiera un animal en sus el hombre y el tiempo exclusiva del primero
pasos por la tierra o su navegación por las y de la razón de ser de esta relación. ¿Cuál
aguas o los aires? ¿Tiene sentido decir o es, pues, el significado vulgar — y último,
pensar que los ángeles 'pierdan el tiempo", radical, filosófico de tales expresiones? ¿qué
o los demonios "ganen el perdido", o Dios fenómenos o realidades, vulgares y radicales,
pueda "perder el tiempo", o tenga que "pa- mientan?
sarlo" o "matarlo", como nosotros? Piedras Partamos de lo más preciso posible. El
y plantas no suelen aplazar sus quehaceres, licenciado Raúl Rangel Frías, Jefe del De-
partamento Universitario organizador de es-
tas conferencias, ha tenido la amabilidad de
venir a buscarme al hotel todas las noches
para traerme hasta aquí. La primera noche
llegó cuando estaba yo acabando de cenar.
Al ver mi gesto de apresuramiento, "tenemos 5a
tiempo", dijo, y nos pusimos a platicar,
mientras yo acababa de cenar tranquilamen- EL TIEMPO
te. La noche siguiente cené antes, de suerte (CONCLUSION)
que al encontrarme el licenciado en el ves-
tíbulo del hotel, hubo de decirme: "podemos
hacer tiempo platicando". Pero anoche, al
encontrarme en el mismo vestíbulo, hubo de
disculparse: "perdóneme usted, he perdido
tiempo y tenemos que ganarlo". Y esta no-
che he sido yo quien en cierta coyuntura de
nuestra plática declaré: "sentiría mucho que
las conferencias no sirviesen más que para
perder el tiempo los asistentes"; a lo que el
licenciado repuso gentilmente: "lo sumo que
le concedo a usted es que alguno por excep-
ción no haga más que pasar el tiempo o ma-
tar el tiempo".

¿Qué hemos querido decir el licenciado


y yo al hablar así?

150
tas conferencias, ha tenido la amabilidad de
venir a buscarme al hotel todas las noches
para traerme hasta aquí. La primera noche
llegó cuando estaba yo acabando de cenar.
Al ver mi gesto de apresuramiento, "tenemos 5a
tiempo", dijo, y nos pusimos a platicar,
mientras yo acababa de cenar tranquilamen- EL TIEMPO
te. La noche siguiente cené antes, de suerte (CONCLUSION)
que al encontrarme el licenciado en el ves-
tíbulo del hotel, hubo de decirme: "podemos
hacer tiempo platicando". Pero anoche, al
encontrarme en el mismo vestíbulo, hubo de
disculparse: "perdóneme usted, he perdido
tiempo y tenemos que ganarlo". Y esta no-
che he sido yo quien en cierta coyuntura de
nuestra plática declaré: "sentiría mucho que
las conferencias no sirviesen más que para
perder el tiempo los asistentes"; a lo que el
licenciado repuso gentilmente: "lo sumo que
le concedo a usted es que alguno por excep-
ción no haga más que pasar el tiempo o ma-
tar el tiempo".

¿Qué hemos querido decir el licenciado


y yo al hablar así?

150
4 ¿ T E N E M O S tiempo", dijo la prime-
X ra noche el licenciado Rangel
Frías, sobreentendiendo: para
llegar a la conferencia, para hacer algo más
tarde — y entretanto para hacer otras cosas,
cualesquiera, pero alguna, por ejemplo, aca-
bar de cenar tranquilamente, platicar. Por-
que no podemos estar sin hacer nada, porque
tenemos que estar haciendo algo en todo
tiempo — los humanos. Por eso "tenemos
tiempo" los humanos. Tiempo es movimien-
to, acción. "Tener tiempo" es tener queha-
cer, tener que hacer. Hay, pues, una perfecta
coherencia entre "tener tiempo" y que tener-
lo sea para hacer algo, llegar a la conferen-
cia, y hacer entretanto otras cosas.
"Podemos hacer tiempo platicando", dijo
la noche siguiente el licenciado, queriendo
decir: podemos platicar para hacer tiempo
hasta el de la conferencia, porque hasta en-
tonces tenemos que hacer algo — porque no
podemos no hacer nada, porque tenemos que
hacer algo en todo tiempo, aunque sólo sea
hacer tiempo, es decir, aunque sólo sea algo
para hacer tiempo. "Hacer tiempo" es, pues, der el tiempo. "Perder el tiempo" es hacer
hacer algo. No hay una coherencia menos algo que no vale la pena de hacerlo, algo que
perfecta entre "hacer tiempo" y que hacerlo sólo vale para perder el tiempo — pero hacer
sea hacer algo. algo. Sólo que como tiempo es movimiento,
"Perdió tiempo" anteanoche el licenciado acción, vida, ser, perder el tiempo es perder
no viniendo a buscarme, sino haciendo otras la vida, el ser, es perdernos a nosotros mis-
cosas. Adviertan ustedes: no haciendo lo que mos; es ir quedándonos sin ellos, y sin nos-
podía haber hecho, si así, separado no lo otros mismos, agotándolos, agotándonos...
que debía haber hecho, pero no dejando de "Perder el tiempo" es como no hacer nada,
hacer en absoluto, sino haciendo otras cosas. en sentido literal. Es algo mucho más radical
Y "ganamos el tiempo perdido" dejando de que "perder tiempo".
platicar como otras noches, para venir acá
"Pasan el tiempo", "matan el tiempo" us-
inmediatamente, o sea, dejando de hacer,
tedes, quizás, asistiendo a estas conferencias,
pero tampoco en absoluto, sino haciendo otra
si asistiendo a ellas no hacen más que pa-
cosa. "Perder tiempo", "ganar tiempo", sea
sar el tiempo o matarlo, es decir, algo que
el perdido o no, es, en definitiva, hacer. Siem-
sólo vale para pasar el tiempo o matarlo —
pre la misma coherencia.
porque no podemos no hacer nada, en todo
"Perderían el tiempo" ustedes asistiendo tiempo tenemos que hacer algo, aunque sea
a estas conferencias, si estas conferencias algo que sólo valga para pasar el tiempo o
fuesen tan míseras que no valiesen la pena matarlo, aunque sólo sea pasarlo o matarlo.
de que asistiesen a ellas, que no valiesen más "Pasar el tiempo"matar el tiempo" — ha-
que para perder el tiempo. "Perdemos el cer algo. El tiempo es, por lo visto, algo tan
tiempo" los humanos cuando hacemos algo mortal para nosotros, los humanos, que si no
que no vale la pena de hacerlo, que no vale lo matamos, siquiera, nosotros a él, nos mata
más que para perder el tiempo — porque no él a nosotros, sin "siquiera". Por eso, sin
podemos no hacer nada, tenemos que hacer duda, el hastío o tedio es inminencia de la
algo en todo tiempo, aunque sea algo que no muerte. Decididamente, "matar el tiempo"
valga la pena de hacerlo, algo que sólo valga es algo radical, acaso más radical todavía
para perder el tiempo, aunque sólo sea per- que "perderlo".
Pero si en todo tiempo tenemos que hacer mente nada distinto de nuestra propia vida,
algo, si no podemos no hacer nada, ¿qué sen- en nuestro caso. Si no hiciésemos nada, no
tido tiene nuestro tan frecuente decir que "no
se produciría sólo un tiempo sin cosas, sino
estamos haciendo nada", que "no hacemos
desaparición absoluta de cosas y tiempo,
ñada"? Simplemente, que no estamos hacien-
una literal nada. Si no hiciésemos ni siquiera
do lo que debiéramos, sino haciendo otras
tiempo, o lo que es lo mismo, algo, no deja-
cosas, o que estamos haciendo lo que no de-
biéramos. "¿Qué está usted haciendo aho- ríamos sólo de hacer, sino de ser. Nuestro
ra?", suelen preguntarnos a los intelectuales. ser consistiría en nuestro hacer, en nuestro
Pues, si respondemos "nada", no queremos tiempo. Esto sería todo lo que podríamos
decir, evidentemente, que no estemos hacien- sacar.
do nada en absoluto, sino tan sólo que no ¿Todo? Imaginemos que tuviéramos un
estamos haciendo lo que debiéramos, por tiempo infinito. "Tendríamos tiempo" —
ejemplo, escribiendo un libro. "¿Qué estás para hacer algo más tarde y entretanto? Ten-
haciendo, niño?", suelen preguntar con cer- dríamos tanto — que tendríamos un tiempo
tero instinto las mamás, justo cuando por no infinito para hacer lo que tuviéramos que
dar el niño señales de vida parece que habría hacer más tarde y para hacer nada una de
realmente de no estar haciendo nada. Mas si las cosas que pudiéramos hacer entretanto.
el niño responde efectivamente "nada, ma- Tendríamos tanto tiempo, que no tendríamos
má", ésta acaba de asegurarse de que el niño que hacer nada en ningún momento deter-
está haciendo lo que ella no quiere que haga,
minado, en ningún tiempo — finito, ni infi-
cogiendo el tarro de la mermelada o maqui-
nito. Tendríamos tanto tiempo, que no ten-
nando para escaparse con los amiguitos.
dríamos que hacer nada en ningún tiempo —
En conclusión: las expresiones examinadas en absoluto.
significan que no podemos no hacer nada, "¿Haríamos tiempo", es decir, haríamos
que tenemos que hacer algo en todo tiempo. algo para hacer tiempo, entretanto hacíamos
¿No es una conclusión trivial? ¿Qué podría- más tarde algo? Pero si acabamos de ver
mos sacar de ella? El tiempo no es realmente que no tendríamos que hacer nada en ningún
nada distinto de las cosas temporales; real-
tiempo, en absoluto. ¿Qué sentido podría
tener hacer tiempo, teniendo un tiempo in- infinito: la correspondencia biunívoca de
finito? cada una de las infinitas partes infinitas del
¿"Perderíamos" o "ganaríamos tiempo", infinito con éste es una de las paradojas del
perdido o no? "¿Perderíamos el tiempo", ni . mismo. Para hacer cada una de las infinitas
siquiera? —¿Cómo ganar ni perder tiempo, cosas^ infinitas que tendríamos que hacer,
teniéndolo infinito? tendríamos un tiempo infinito: no tendría-
¿"Pasaríamos el tiempo", lo "mataría- mos que hacer ninguna en ningún momento
r T°S v n0 tendríamos ^ e hacer determinado, en ningún tiempo — finito, ni
nada.. Ni ¿cómo pasar ni matar un tiempo infinito. No tendríamos que hacer nada en
infinito? El tiempo infinito nos habría an- ningún tiempo — n o tendríamos que hacer
tes matado...
nada en absoluto. Si tuviéramos un tiempo
Si, pues, tuviéramos los humanos un infinito, aunque tuviéramos una infinidad
tiempo infinito, no "tendríamos tiempo" ni de infinitas cosas que hacer, aunque sería
lo "haríamos", ni "ganaríamos" o "perde- falso que no tendríamos nada que hacer,
ríamos tiempo", ni "perderíamos el tiem sería cierto que no tendríamos que hacer
po , ni lo pasaríamos", ni lo "mataríamos" nada. Si no podemos no hacer nada, si tene-
Nada de todo esto sería posible, tendría ni mos que hacer algo en todo tiempo, para no
siquiera sentido. "Tenemos tiempo" y J 0 dejar de ser, es porque no tenemos más que
hacemos", "ganamos" y "perdemos tiern- un tiempo finito — un hacer finito, una vida
P e r n o s el tiempo", lo "pasamos" y mortal, un ser limitado por el no ser; es por-
lo matamos" los humanos, en suma, porque que somos temporales en el sentido más
no tenemos más que un tiempo finito... propio, mortales, finitos, porque entrañamos
Imaginemos que tuviéramos un tiempo no ser, porque si somos, es en parte, pues en
infinito. Y que tuviéramos que hacer, no las parte, no somos. Con lo que parece arriba-
cosas que tenemos, sino una infinidad de co- mos a consecuencias demasiado paradójicas:
sas. E incluso que cada una de estas infi- tendríamos que hacer, para no morir —
nitas cosas fuese infinita. Para hacer cada porque morimos; si tuviéramos un tiempo
una de las infinitas cosas infinitas que ten- infinito, si no tuviéramos que morir, si fué-
dríamos que hacer, tendríamos un tiempo ramos inmortales, no tendríamos que hacer
nada, no tendríamos que vivir, seríamos des-
tener que hacer. "Perdemos el tiempo", lo
de luego como muertos... ; si somos, no
"pasamos" o lo "matamos" haciendo lo que
sería a pesar de tener que dejar de ser, sino
no vale más que para perderlo, pasarlo o
porque tenemos que dejar de ser...
matarlo. Se trata, pues, de relaciones entre
Tiempo es movimiento, vida, ser. Nuestra
el hombre y el tiempo que suponen la con-
vida, nuestro ser tiene por condición de su
ciencia y hasta la conciencia del valor. El
ser la finitud de nuestro tiempo — nuestro
tiempo sólo se "tiene" o "hace", "gana" o
ser, nuestra vida o nuestro tiempo tiene por
"pierde", "pasa" o "mata" material, real-
condición de su ser su propia finitud o no
mente, "teniéndolo" o "haciéndolo", "ganán-
ser. Nuestra vida, o es mortal — o no es.
dolo" o "perdiéndolo", "pasándolo" o "ma-
Nuestro tiempo, o movimiento, o es finito —
tándolo" conscientemente... Nada tan con-
o no es. Nuestro ser, o no es, en alguna for-
secuente como que para que tengamos que
ma — o no es, en absoluto: el precio de nues-
hacer algo en todo tiempo, por no tener más
tro ser es ser a medias... Todo tiempo, todo
que un tiempo finito o tener que morir, ten-
movimiento, todo ser ¿no será finito — o no
gamos que estar seguros de que tenemos que
será?
morir, convencidos de que lo que tenemos
Mas tener que hacer algo en todo tiempo,
que hacer, tenemos que hacerlo en vida. Si
por no tener más que un tiempo finito o tener
no fuésemos conscientes de la finitud de nues-
que morir, no se reducen a un tener o un tener
tro tiempo, de nuestra vida, podríamos apla-
que materialmente, realmente, por decirlo
zar lo que tuviéramos que hacer ad ¡calen-
así. Ya "tener" o "hacer", "ganar" o "per-
das— infinitas; no sería simplemente como
der tiempo", "perder el tiempo", "pasarlo"
si no tuviésemos un tiempo finito; no lo ten-
o "matarlo", no se reduce tampoco a un
dríamos, en realidad. Nuestro tiempo finito,
"tenerlo" o "hacerlo", "ganarlo" o "perder-
nuestra vida mortal, los tendríamos con la
lo", "pasarlo" o "matarlo" materialmente,
conciencia. Nuestra mortalidad, nuestra fi-
realmente. "Tenemos" o "hacemos", "ga-
nitud serían en la conciencia. La conciencia
namos" o "perdemos tiempo" para hacer
de nuestra finitud sería condición de ésta
algo más tarde, es decir, con vistas a algo
misma... La conciencia sería menester, no
que se tiene que hacer, que se prevé, pues,
sólo para el ser consciente del no ser, sino
para el no ser de que se es consciente... En- Si el volumen se hiciese ilimitado, dejase de
tonces, los seres inconscientes ¿no serían fini- ser volumen, dejase de ser, la materia se disi-
tos!, y los conscientes ¿lo serían todos! paría en absoluto, ella también dejaría de ser.
Hay más. No sólo somos conscientes de Nuestra vida tiene densidad mayor o menor,
la finitud de nuestro tiempo, de nuestra es mayor o menor cantidad de cosas que
vida, sino de la constante inminencia de su hacer dentro de sus límites. Si éstos desapa-
fin. No sólo estamos seguros de que tenemos reciesen, si tuviésemos un tiempo infinito,
que morir, sino que estamos persuadidos de nuestra vida se disiparía. Pero es todo lo
que la muerte puede sobrevenir, sobrecoger- contrario. El volumen de nuestra vida está
nos en todo momento, en el inmediato. Cons- constantemente estrechado, angostado, angus-
tantemente nos amenaza la muerte. Por eso, tiado por la urgencia de la constante amena-
lo que tenemos que hacer, no sólo tenemos za de la muerte. Nuestra vida es densa de
que hacerlo en vida, sino que tenemos que urgencia.
hacerlo con urgencia. La conciencia de la Advirtamos, en fin, esto. En cuanto acabo
constante inminencia del fin, de la muerte, en de apuntar, tener que hacer algo en todo
el doble sentido de "amenaza", peligro y tiempo, tiempo infinito o finito, finitud de
proximidad, nos urge, nos insta a hacer lo movimiento, vida, ser, real y consciente-
que tenemos que hacer. El "instante" es el mente, densidad y urgencia por obra de la
momento del tiempo en cuanto somos cons- finitud, están concebidos exclusivamente por
cientes de él como pudiendo ser el último de referencia a la muerte, al futuro. ¿Por qué
nuestra vida, o en cuanto "mortal". Por lo no al nacimiento, al pasado? Ello denuncia
mismo es su extensión siempre igual, la mí- que, por debajo de la reversibilidad con que
nima, a diferencia de la variable de los "mo- nos representamos el movimiento temporal
mentos". de las cosas y aquel en que consistiría el
Densidad mayor o menor es mayor o me- tiempo mismo, del futuro o presente al pasa-
nor cantidad de materia en un mismo volu- do y de éste o el presente al futuro, hay una
m e n — limitado. Cuando el volumen aumen- peculiar orientación,' cabe denominarla muy
ta la materia se enrarece. Si el volumen propiamente, de nuestra vida hacia la muer-
aumenta suficientemente, la materia se disipa. te, hacia el futuro...
no hagan nada, que no vivan... Su "vida
En suma, nuestro ser temporal parece re- eterna" ¿no es a una vida y eterna? La vida
ducirse decididamente a nuestro ser mortal, no parece haber menester de ser temporal,
y a la cuestión de nuestro ser más o menos finita. Almas y espíritus inmortales y Ser
temporal que los demás seres, a la de si eterno parecen, pues, invalidar las relacio-
somos más o menos mortales que ellos. Vol- nes encontradas entre "tener", "hacer", "ga-
vamos ya, pues, a los demás seres. nar" y "perder tiempo", "perder", "pasar"
Hemos reconocido que si los humanos y "matar el tiempo" y no poder no hacer
"tenemos" y "hacemos", "ganamos" y "per- nada, tener que hacer algo en todo tiempo, y
demos tiempo", "perdemos", "pasamos" y entre esto y no tener más que un tiempo fini-
"matamos el tiempo", es porque no podemos to. En cuanto a los seres inanimados y a los
no hacer nada, porque tenemos que hacer seres vivos inferiores a nosotros, también
algo en todo tiempo, porque, a su vez, no viven o hacen algo, también tienen que hacer
tenemos más que un tiempo finito. "Y desde algo en todo tiempo, tampoco pueden no ha-
ayer reconocimos que seres inanimados, seres cer nada — pero tampoco tienen más que un
vivos inferiores a nosotros, almas y espíritus tiempo finito. Parecen, pues, invalidar por
inmortales, Ser eterno, ni "tienen" ni "ha- lo menos la relación entre "tener", "hacer",
cen", ni "ganan" ni "pierden tiempo", ni "ganar" y "perder tiempo", "perder", "pa-
"pierden", "pasan" ni "matan el tiempo", sar" y "matar el tiempo" y tener que hacer
ni nada de esto es posible, ni tiene siquiera algo en todo tiempo, no poder no hacer nada,
sentido en referencia a ellos. ¿Será que ya que no la relación entre esto y el no tener
seres inanimados, seres vivos inferiores a más que un tiempo finito. Mas en seguida se
nosotros, almas y espíritus inmortales, Ser ocurre que ni siquiera invalidan la anterior.
eterno, puedan no hacer nada, no tengan que Porque si tienen que hacer algo en todo tiem-
hacer algo en todo tiempo, porque tengan un po, no tienen que hacerlo conscientemente,
tiempo infinito? Almas y espíritus inmorta- pues que ni siquiera los más altos de los seres
les y Ser eterno parecen, efectivamente, tener vivos inferiores a nosotros suben al grado de
un tiempo infinito, por definición, digámoslo conciencia requerido para ello. Seres inani-
así. Pero que no tengan que hacer algo en mados y seres vivos inferiores a nosotros
todo tiempo, que puedan no hacer nada, que
tienen tan sólo materialmente, realmente que trarían en todo ser vivo, simplemente en
hacer algo en todo tiempo. Pero no menos diversos grados de desarrollo de unos seres
en seguida se recuerda que la conciencia a otros, pero paralelos, al menos hasta cierto
pareció condición de la finitud: ¿cómo estos punto, dentro de un mismo ser. Pero la vida
seres no conscientes serían finitos? Acaba- psíquica, si no es más que psíquica, por de-
rían invalidando también ellos la otra rela- sarrollada que sea no llega a la posible
ción. . . Las cosas se presentan un tanto plenitud de la interioridad: es vida interior,
complicadas. Indispensable ponernos a exa- pero dirigida hacia el exterior. En cambio,
minarlas más detenida, detalladamente. la vida psíquica del hombre es vida interior
"Individuo" quiere decir indivisible. Sin capaz de volverse sobre sí, de dirigirse hacia
embargo, nos representamos el individuo su propia interioridad, llevando ésta en la
más bien como aquel ser que está dividido conciencia, y en la identificación sui generis
de los demás. La verdad es que la indivisibi- consigo mismo que es peculiar de la concien-
lidad de un ser y su divisibilidad de los de- cia, a la plenitud de la intimidad — en el
más son correlativas. Una piedra es divisible sentido de intimidad de una persona,
en otras en la misma medida en que puede presupuesta por la intimidad en el sentido
ser el resultado de la división de otra. Un de intimidad entre dos personas o identifi-
ser vivo no es divisible en otros, en la misma cación, mayor o menor, de las respectivas
medida en que no puede ser el resultado de intimidades. Dios mismo se identificaría
la división de otro. El individuo se consti- consigo mismo en el saber de sí de su sim-
tuye al diferenciarse un verdaúero interior plicidad absoluta. Semejante conciencia y la
del correlativo exterior. Esta diferencia- correspondiente intimidad serían privativas
ción del interior respecto del exterior es la del espíritu, o de los espíritus, encarnados o
división del individuo, del ser indivisible, puros. La mera materia, exterioridad conti-
respecto de los demás. El interior es indi- nua, divisible en partes menos divididas unas
visible, puesto que su división sería la de otras, más bien que en individuos dividi-
exteriorización de que un verdadero interior dos unos de otros, resulta lo menos indivi-
no es susceptible. El verdadero interior va duado, o más bien que el principio de indi-
unido a la vida psíquica: uno y otra se encon- viduación, el principio de comunicación; los
espíritus resultan lo más individuado, tanto, especie de seres vivos; pasa a la diferencia-
que pudiera ser que los espíritus puros ción personal de las distintas personas hu-
estuviesen individuados de suyo y en abso- manas y espirituales en general, a la diferen-
luto, esto es, que los espíritus estuviesen de ciación esencial de aquellos espíritus cada
suyo tan divididos unos de otros y en general uno de los cuales sería, como la materia, un
cada uno de todos los demás seres, que estu- individuo de una especie sui generis o una
especie realizada en un solo individuo, como
viesen de suyo encerrados en la intimidad de
los ángeles en aquella concepción teológica
sí mismos, que fuesen de suyo incomunican-
de ellos que así los concibe, y a la infinita di-
tes, o que únicamente pudieran entrar en
ferencia esencial de Dios con respecto a todos
comunicación los espíritus encarnados, por
los demás seres. La tesis de que por ser la
medio justamente de la carne, del cuerpo, de
materia el principio de individuación, espí-
la materia.
ritus puros no podrían ser individualmente
A una con su elevarse de la exterioridad distintos sino por ser específica o esencial-
de la materia, divisible en partes menos mente diferentes, pudiera invertirse en la de
divididas unas de otras, a la intimidad que los espíritus puros serían a una indivi-
de los espíritus puros, divididos de suyo de dualmente distintos y específica o esencial-
todos los demás seres, la individuación se mente diferentes, justo' por no ser la materia
eleva de la división en partes de la materia, el principio de individuación, sino el de co-
pasando por la individuación en individuos municación, completada con la anterior de
vivientes, a la individualización en personas, la individuación de la materia. Los espíritus
humanas o espirituales en general, y aún en estarían de suyo no sólo individuados cuan-
"personalidades". La individuación no se titativamente, sino individualizados o dife-
queda en la mera división numérica, cuanti- renciados esencialmente, y a esta diferencia
tativa y en la diferenciación cualitativa acci- pudieran deber lo absoluto de su individua-
dental de la materia, suerte de individuo ción cuantitativa.
único de una especie única también, de que
se limitarían a ser las partes las cosas, los Tanto como división o distinción cuantita-
tiva e interioridad cuanto como diferencia-
fenómenos o los seres materiales, ni siquiera
ción cualitativa, la individuación significa
de los distintos individuos de una misma
limitación, finitud. La interioridad y exte- do por división de otros y originador de otros
rioridad de la individuación se entienden en por división es continuación por transforma-
su sentido propio, el sentido espacial. En el ción, por movimiento, por ser, de la vida, el
mismo sentido se entienden, pues, la indivi- movimiento, el ser de aquellos de que sea
sibilidad y la divisibilidad unidas a ellas. En oriundo, es continuado igualmente por la
el mismo, hasta la diferenciación cualitativa, vida, el movimiento, el ser de aquellos de que
aunque sólo sea mediante una representación sea origen. Ello significa que debemos con-
figurada. En el mismo, en fin, la limitación cebir más radicalmente la individuación
o finitud aneja a la división y la interioridad como un proceso dinámico que se efectúe y
y a la diferenciación cualitativa. En efecto, manifieste en el tiempo — en el cual se efec-
hasta las conciencias e intimidades, los espí- tuaría y manifestaría no sólo la división o
ritus de las personas humanas nos los repre- distinción cuantitativa y la diferenciación del
sentamos como divididos unos de otros por interior, sino también la diferenciación
los respectivos cuerpos en el espacio de éstos. cualitativa, aunque no fuese más que por la
Hasta los espíritus puros individualizados de inserción de ésta en aquella distinción y en
suyo y en absoluto nos los representamos la interioridad. En la medida, pues, en que
divididos unos de otros en una especie de haya continuidad en general, en el espacio y
espacio "ideal" de elloS. Todo, significa que en el tiempo, no habrá tanto distintos seres
nos representamos la individuación en pri- individuales cuando partes de un todo, miem-
mer término como una relación estática que bros u órganos de un individuo mayor, si se
tiene lugar en el espacio o en un "cuasiespa- prefiere. Pero ¿cómo podrá un ser no ser
cio". Mas un ser originado por división de originado por división o transformación, mo-
otros y originador de otros por división es, vimiento, ser, de otros, ni ser origen igual-
evidentemente, menos individuo, no sólo en mente de otros? Unicamente de una de estas
el sentido de indivisible, sino también en el dos maneras: o no teniendo origen ni fin,
de dividido de los demás, que un ser que ni siendo eterno, o infinito, o teniendo un ori-
se hubiese originado por división de otros gen y un fin, una finitud absolutos, siendo
ni hubiese de originar otros por división. La creado, en el sentido propio del término,
vida, el movimiento, el ser de un ser origina- creado de la nada, y siendo aniquilado, en el
sentido cabal del vocablo. Ahora bien, en "La materia" — inanimada — sería el
la medida en que individuación dice finitud, nombre propio de un continuo en el que se
el individuo por excelencia no sería un ser dividirían sólo muy relativamente partes
infinito, sino aquel ser que de la nada viniese también sólo muy relativamente indivisibles,
a ser para aniquilarse. Habría, en suma, una
hasta tal punto, que el continuo de la materia
correlación esencial entre ser un ser distinto
inanimada sería más espacial que temporal,
y diferente de los demás, por un lado, y por
un continuo de equivalencia ideal. Pudiera,
otro lado: ser en el tiempo con principio y
incluso, ser que las partes de la materia no
fin, ser nacido y ser mortal; principiar y fi-
existiesen más que por obra de la considera-
nar, nacer y morir sin complicar a los de-
ción humana. En todo caso, los fenómenos
más seres o en aislamiento o soledad — el
físicos, las cosas, los seres materiales, inor-
precio de la singularidad sería el nacimien-
gánicos o inanimados serían los menos indi-
to, la soledad, la mortalidad; ser su vida,
viduados, los menos ellos mismos, aquellos
movimiento, tiempo, ser, con los correspon-
dientes límites, su nacimiento o principio y cuyo movimiento, tiempo, ser, principio y
su muerte o fin, su individualidad toda, ver- fin serían menos suyos, los menos móviles,
daderamente suyos — individuación diría los menos finitos, los menos temporales y
apropiación, intimidad también en el sentido hasta los menos seres. Entre semejante idea
de intimidad con lo propio, consigo mismo, de la materia inanimada y la concepción
ya que a un ser nada le sería tan íntimo, tan científica de la naturaleza que se reduce en
entrañable como su individualidad, que le definitiva a unos meros valores cuantitativos
constituye en el que es, a distinción de todos en correspondencia intemporal, ideal, entre
los demás, constituyéndole en lo que él es, a sí ¿no es notoria una coherencia perfecta?
diferencia de todos los demás. Hasta se avi- ¿Como, más en general, entre infinitud, in-
zora la posibilidad de que vida, movimiento, movilidad, intemporalidad, idealidad, por
tiempo e incluso ser no sean tanto los de los un lado, y realidad, movimiento, tiempo,
seres con principio y fin en otros, ni los finitud, por otro?
de los seres sin principio ni fin, cuanto los de El cuerpo de los seres vivos es transfor-
los seres con principio y fin absolutos. mación de materia del cuerpo de los proge-
nitores y de materia del medio, y de él es
transformación material del cuerpo de los El cuerpo de los seres humanos es trans
descendientes y materia del medio. Al cuer- formación u objeto de ella en los mismos
po en tales relaciones con la materia concibe términos que el de los seres vivos en general.
reducidos los seres vivos el materialismo. De los seres humanos hay las mismas con-
Una dirección de la filosofía biológica de cepciones que de los seres vivos en general,
nuestros días concibe las psiques de los seres sin más diferencia que la de que la concep-
vivos en una relación con una psique supra- ción tradicional concibe las almas humanas
individual pareja a la de los fenómenos como inmortales. Mas toda concepción de
físicos o cosas o seres materiales, inorgáni- los seres humanos ha de reconocer el hecho
cos o inanimados con la materia, o concibe de la existencia de una individuación, de una
como ésta "la materia viva", como el nombre individualización de los mismos sui generis.
propio del continuo de la vida, continuo por Los seres vivos inferiores a nosotros, los hu-
obra de la psique supraindividual, no como manos, nacen como individuos de la especie
el nombre colectivo de los seres vivos que la correspondiente y no pueden morir en dife-
expresión que acabo de hacer resaltar sería rente concepto de aquel en que nacieron —
en la concepción, tradicional de estos seres, salvo en el grado en que entran en relación
en la que tendrían sendas almas creadas y con nosotros, los humanos, o nosotros los
aniquiladas. En la concepción materialista concebimos en una forma antropomórfica,
y en la de la psique supraindividual no ca- ya que no tomen realmente ellos semejante
ben sino grados de individuación creciente forma: un perro nace como un perro y no
desde la materia inanimada hasta los seres puede morir más que como un perro, salvo
vivos más altos; pero aún en la concepción que se trate de un perro, por ejemplo, utili-
tradicional no serían los seres vivos inferio- zado en la guerra, caso en el cual puede mo-
res a nosotros, los humanos, más que indivi- rir como héroe condecorado y todo. Los se-
duos de especies o individuos que no serían res humanos nacemos como individuos de la
ellos mismos, ni cuya vida psíquica, movi- especie humana, como seres humanos, pero
miento, tiempo, ser, nacimiento y muerte podemos morir en diferente concepto de
serían suyos, más que en el sentido de tal aquel, no sólo en que nacimos, sino en que
individualidad. hayamos vivido hasta el instante mismo de
la muerte. Tal persona vulgar muere en una
como si lo fuésemos realmente. Si no nos
inopinada catástrofe como un héroe; tal per-
sonaje, al sobrevenir una situación fatal, transformamos en otros seres, no sería por-
como un vil personaje — "como un perro"; que nos aniquilásemos, sino porque nuestra
tal pecador de toda la vida, en olor de san- personalidad perviviría sin transformación
tidad, y viceversa: hay el condenado por des- en nuestra alma inmortal. La inmortalidad
confiado, pero también el condenado por personal no sería menor garantía del no
confiado — "tan largo me lo fiáis". Si na- transformarse en otros seres que la aniqui-
cemos, pues, como los seres vivos inferiores lación. Haría, pues, lo mismo que ésta. ¿No
a nosotros, morimos como no pueden morir. significaría, entonces, lo mismo? La fe en
Es que nuestra individual personalidad no ella ¿significaría algo más que la conciencia
queda individualizada — definitivamente, de nuestra individualización personal por la
hasta el instante mismo de nuestra muerte; muerte, que la acción personalmente indivi-
pero en tal instante queda individualizada dualizadora de ésta? Añádase la resurrec-
definitivamente — a pesar de la inmortali- ción de la carne... La misma transforma-
dad. En el concepto en que muramos, héroes ción del cuerpo en glorioso ¿significará algo
o viles personajes, impenitentes o justifica- más que la fijación de la individualidad, de
dos, viviremos perdurablemente. Por eso lo la personalidad completada hasta su corpo-
que tenemos que hacer, tenemos que hacerlo ralidad? Nuestra vida, movimiento, tiempo
en vida y con urgencia: en hacerlo o no, no finaría con la muerte: la eternización, la in-
nos va sólo la vida, el ser, sino nuestra per- movilización de nuestra vida en la vida per-
sonalidad, nuestra vida, nuestro ser, en el durable, vida inmutable, no sería vida —
sentido más propio, por más cabal, de este sino por ser la fijación de la nuestra... En
"nuestro". La inmortalidad no sirve para na- todo caso, no parece infundado, inexacto de-
da — por decirlo así — más que para pro- cir que somos individualizados personalmen-
longar eternamente, infinitamente, para eter- te por la muerte. Recíprocamente, nuestra
nizar, inmovilizar, fijar la personalidad muerte es más nuestra que de ningún otro
individualizada en el instante de la muerte.
ser su fin: es nuestra en el sentido en que su
Si no somos mortales, en este respecto es
fin es de cualquier ser que no se transforme
en otros, y es nuestra en el sentido de que la
la muerte. Tal persona vulgar muere en una como si lo fuésemos realmente. Si no nos
inopinada catástrofe como un héroe; tal per- transformamos en otros seres, no sería por-
sonaje, al sobrevenir una situación fatal, que nos aniquilásemos, sino porque nuestra
como un vil personaje — "como un perro"; personalidad perviviría sin transformación
tal pecador de toda la vida, en olor de san- en nuestra alma inmortal. La inmortalidad
tidad, y viceversa: hay el condenado por des- personal no sería menor garantía del no
confiado, pero también el condenado por transformarse en otros seres que la aniqui-
confiado — "tan largo me lo fiáis". Si na- lación. Haría, pues, lo mismo que ésta. ¿No
cemos, pues, como los seres vivos inferiores significaría, entonces, lo mismo? La fe en
a nosotros, morimos como no pueden morir. ella ¿significaría algo más que la conciencia
Es que nuestra individual personalidad no de nuestra individualización personal por la
queda individualizada — definitivamente, muerte, que la acción personalmente indivi-
hasta el instante mismo de nuestra muerte; dualizadora de ésta? Añádase la resurrec-
pero en tal instante queda individualizada ción de la carne... La misma transforma-
definitivamente — a pesar de la inmortali- ción del cuerpo en glorioso ¿significará algo
dad. En el concepto en que muramos, héroes más que la fijación de la individualidad, de
o viles personajes, impenitentes o justifica- la personalidad completada hasta su corpo-
dos, viviremos perdurablemente. Por eso lo ralidad? Nuestra vida, movimiento, tiempo
que tenemos que hacer, tenemos que hacerlo finaría con la muerte: la eternización, la in-
en vida y con urgencia: en hacerlo o no, no movilización de nuestra vida en la vida per-
nos va sólo la vida, el ser, sino nuestra per- durable, vida inmutable, no sería vida —
sonalidad, nuestra vida, nuestro ser, en el sino por ser la fijación de la nuestra... En
sentido más propio, por más cabal, de este todo caso, no parece infundado, inexacto de-
"nuestro". La inmortalidad no sirve para na- cir que somos individualizados personalmen-
da — por decirlo así — más que para pro- te por la muerte. Recíprocamente, nuestra
longar eternamente, infinitamente, para eter- muerte es más nuestra que de ningún otro
nizar, inmovilizar, fijar la personalidad ser su fin: es nuestra en el sentido en que su
individualizada en el instante de la muerte. fin es de cualquier ser que no se transforme
Si no somos mortales, en este respecto es en otros, y es nuestra en el sentido de que la
individualización personal por la muerte lo efímero de las edades de la vida y de ésta
recaba una peculiar manera de morir, como en conjunto, antes de serlo de la filosofía el
héroe o como vil personaje, en pecado o en de la brevedad de la vida. Y como un gigan-
olor de santidad; nuestra personalidad es tomáquico alzarse y declinar de ciudades, de
perfeccionada por la muerte, quedando ésta Estados, naciones o pueblos presenta el pa-
vinculada por la manera de padecerla — o dre de la Historia la edad de la lírica y de
hacerla — a la personalidad. Siendo, en la filosofía. En ambiente tal nació esta últi-
conclusión, infinidad espiritual individuali- ma, como razón — en un sentido como el del
zada personalmente por la muerte, el hombre título Razón de amor, de la primitiva litera-
resulta el más individuado de los seres, aquel tura española — , como razón de lo origina-
que sería más él mismo, aquel cuya vida, rio de todas las cosas y duradero bajo su
movimiento, tiempo, ser, principio y fin, éste generación y corrupción, incluso las nues-
sobre todo, serían más suyos — el más móvil, tras, las de los humanos; sobre el fondo de
el más ser, el más mortal en el sentido más la oposición del tiempo y el s e r . . . La apo-
propio, el más temporal. "Temporal" en el línea serenidad griega es la visión tan pro-
primer sentido no sería término unívoco. verbial como unilateral que debe completarse
Hasta tal punto nuestro tiempo sería nuestro, con el sabido sentimiento dionisíaco de la
habría un tiempo humano, sería el tiempo "edad trágica de los griegos" — y con una
una exclusiva del hombre. acaso menos sabida, pero no menos efectiva
La conclusión parece confirmada por el melancolía, que no se reduce al sentimiento
significado radical de la concepción del dionisíaco y de la que se afirmó expresa-
tiempo. Homero compara a las "generacio- mente ser el humor fuente de la filosofía.
nes" de las hojas de los árboles las humanas, Desde antiguo hemos tenido, pues, los huma-
y la comparación no es algo único en la nos, una sensibildad especialmente "capciosa"
Iliada, sino modulación de un verdadero de la instabilidad, fugacidad, caducidad
tema radical de la epopeya, que empapa el de las cosas, en particular las humanas, entre
fondo de ésta de una melancolía quizá no éstas — nosotros mismos. Es que las cosas
tan hecha patente como debiera serlo. De la están ya ahí, nosotros mismos estamos ya
primera lírica griega es también tema el de aquí, el ser es —dado, patente, tanto, que
del pasar, la del fin, la de la muerte, hasta
no reparamos en él — hasta que en él nos
el punto de hacer que se haya asociado a la
hace reparar el dejar de ser, el haber de
representación misma del tiempo, a pesar de
dejar de ser, el no s e r . . . Puesto que las
que en ella prevalezca la del durar eterna-
cosas, que nosotros somos, parece que tenga-
mente, el sentimiento de la melancolía. El
mos nuestra razón de ser — y que por lo
pasar de las cosas en el tiempo, el pasar del
mismo no la tenga el dejar de ser, el no ser.
tiempo mismo nos anonada afectivamente
"¡Oh, vida! ¡No habías de comenzar, pero
antes de hacerlo efectivamente. Por otra
ya que comenzaste no habías de acabar!",
parte... El concepto más abstracto que pue-
exclama luchando con los olas Critilo. Quizá
de abstraerse de los seres es el de ser. El
sea por ello por lo que creyendo en seres
tiempo es la abstracción del movimiento de
nacidos e inmortales; no concibamos, seres
los seres móviles, del ser, pues, de estos
no nacidos y mortales; y prescindiendo de que
seres. Los momentos del tiempo eran cuasi-
los seres inmortales tengan principio y el Ser
cosas, cosas abstractas al máximo posible
eterno no, los agrupemos, por no tener ni
— meros "seres". Los momentos del tiempo
unos ni otro fin; y seamos conscientes de no
se identificarían en uno, y no habría tiem-
tener más que un tiempo finito, no por haber
po, si no los distinguiese algo — q u e no
nacido, sino por tener que morir; y nos in-
puede ser el ser: meros seres no pueden ser
dividúe ya el nacimiento, pero nos indivi-
distinguidos por el ser, sin contradicción;
dualice personalmente sólo la muerte. En
seres distinguidos por el ser serían una con-
todo caso, el dejar de ser, el no ser sobre-
tinuidad de ser, un continuo ser, que los
vendría sólo porque lo llevaríamos en las
identificaría en uno, en él. Los momentos
entrañas, en el ser mismo... Y se nos haría
del tiempo se identificarían en uno, y no
singularmente sensible, en la doble acepción
habría tiempo, si no los distinguiese algo que
de resultarnos manifiesto y doloroso; y nos
no puede ser sino — e l no ser. El tiempo
haría reparar en el ser y en la falta de razón
entraña, pues, el ser y el no ser. Mas, el
de ser de las cosas, de nosotros mismos, o
concreto al menos, desentrañaría particular-
en que si somos, sería meramente de he-
mente el no ser. Tiempo — movimiento, ser,
cho. . . Y así habría venido a prevalecer en
entrañante de no ser, finito. Ser pudo, ser sin
la representación de las cosas temporales la
no ser — ser sin tiempo: la enseñanza ya del ¿es de veras el de la inmortalidad del espí-
"gran Parménides"; ser y tiempo, ser y no ritu de suyo? Al alma humana sólo le asegu-
ser; ser y tiempo, contrarios, pues. Con el ra su inmortalidad en definitiva la Bondad
"ser" expresamos el ser; con el "tiempo" divina. Como cualquier otra criatura, el es-
expresaríamos el no ser: el "tiempo" es én- píritu necesita que la divina Bondad le asista
fasis puesto en que los seres, y singularmen- en la creaíio continua para no desvanecer-
te nosotros, los humanos, no nos limitamos se en la nada. Nada parece oponerse, en fin,
a ser, sino que no somos. El hombre, el más a que el espíritu fuese de suyo el más mortal
individuado, el más finito, el más no ser, el de los seres; a que lejos de ser los seres in-
más temporal de los seres, ha dado expre- feriores los más mortales, lo fuesen los su-
sión a esta su exclusiva en el "tiempo". El periores— con la excepción del divino, que
vivir el tiempo tiene su raíz en el sentimien- sin embargo no sería necesario por ser espí-
to que el hombre tiene de ser temporal y por ritu, sino por identificarse su esencia y su
serlo. Pero ya vimos hasta qué punto es la existencia, identificación que no sería de la
conciencia de la temporalidad requerida por esencia del espíritu...; a que el hombre fue-
esta misma — o ser temporal sería vivir el se el más mortal de los seres más por ser
tiempo... espíritu que por ser espíritu encarnado, y a
Tal conciencia es la que encontramos que la resurrección de la carne significase
identificada con el espíritu poco después, a más bien la necesidad de la carne para la in-
saber, al encontrar que la individuación cul- mortalidad, en buena congruencia con la fal-
minaba en la de la conciencia y el espíritu, ta de individuación y consiguiente infinitud e
en la personal. Y hemos visto posteriormen- inmortalidad de las cosas materiales, con la
te hasta qué punto, también, la individuali- comunicación de los espíritus por la carne
zación personal está unida a la muerte. Todo y la índole de principio de comunicación
ello parece las premisas de un silogismo que tendría la materia, con la relación entre
cuya conclusión fuera la mortalidad del es- continuidad e inmortalidad... Las relacio-
píritu. Semejante conclusión parece, a su nes tradicionalmente establecidas y remacha-
vez, opuesta al tradicional concepto de la das entre espiritualidad, individualidad, in-
inmortalidad del espíritu. Pero este concepto mortalidad, infinitud, etc., distarían de ser
evidentes y hasta de estar suficientemente como estática; el Ser eterno, expresamen-
puestas a prueba. te como en absoluto inmutable, inmóvil; o
Pero ahí están las almas y los espíritus sea, que la verdad es que la eternidad del
inmortales, el Ser eterno, los objetos ideales, último es propiamente intemporalidad, y la
también eternos o intemporales; ahí, es de- "vida" divina, la eterna en general, no ten-
cir, por lo menos en la fe de los seres huma- dría el sentido de nuestra "vida", ni el de la
nos o en su filosofía. Y este estar semejante de los seres vivos inferiores a nosotros
seres y objetos, no "aunque sólo sea en la fe — ¿tendrá el de la inmovilidad de la mate-
de los seres humanos o en su filosofía", sino ria? Análogamente, parece que no quepa
"por ser en éstos precisamente", plantea con considerar individuados, ni por ende tampo-
fuerza irresistible, el problema: por qué el co individualizados, en el mismo sentido, no
más mortal, el más temporal, el más no ser ya que las cosas materiales, pero tampoco
de los seres ha concebido seres inmortales, que los seres vivos en general, ni siquiera
eternos, intemporales, el más ser de los seres. que los seres humanos, ya que no las almas
Almas y espíritus inmortales y Ser eterno inmortales, por ser las nuestras, por ser no-
son concebidos como vivientes y como seres sotros mismos, al menos los espíritus puros,
— el Ser eterno, como ser sin mezcla de no incluyendo el Ser eterno, ni los objetos idea-
ser alguno — y hasta como, no ya tan indi- les. Y encontraríamos — cosa notable^-la
viduados, sino tan individualizados como no- falta de individuación y la infinitud, la falta
sotros, los humanos, y sin embargo como de vida, la inmortalidad, la intemporalidad
inmortales y eterno, respectivamente. Los ob- y hasta la idealidad lo mismo en las almas y
jetos ideales han sido concebidos como divi- los espíritus inmortales, el Ser eterno y los
didos entre sí e indivisibles en sí en el sentido objetos ideales que en — la naturaleza in-
de afirmaciones como la de que en la bon- animada, al menos según la concepción cien-
dad o la belleza en sí y por sí no entra ni tífica de ésta. Pero ¿se tratará simplemente
puede entrar la menor partícula de la mal- de dar expresión a las relaciones entre vida,
dad o la fealdad, y por lo mismo como in- movimiento, tiempo, ser y finitud mediante
temporales. Pero la "vida eterna" de las las correlativas entre infinitud e inmovilidad,
almas y los espíritus inmortales es concebida intemporalidad, no "vida", no "ser"? ¿No
serán, no sólo la inmortalidad de las almas
—La necesidad de destacar la individuación,
humanas, sino hasta la de los espíritus puros
para mostrar la temporalidad sui géneris del
y la eternidad o intemporalidad del Ser eter-
hombre, no debe indicar que se niegue — la
no y de los objetos ideales, otra cosa que ex-
comunicación, en que están hasta los seres
presión de la individualización personal por
más individualizados: las partes de la mate-
la muerte, o coincidirán con ésta en ser
ria, los seres vivos inferiores a nosotros, los
principio de individuación, en conjunta opo-
humanos, nosotros, las almas y los espíritus
sición a la transformación de unos seres en
inmortales, el Ser eterno, los objetos ideales,
otros? ¿Serán expresión del no ser de los
los miembros de cada uno de estos grupos
seres temporales, y singularmente de noso-
entre sí y con los de cada uno de los demás
tros, los humanos, no sólo el "tiempo", sino
grupos. ¿Hechos últimos, la comunicación y
también las almas y los espíritus inmortales,
la individuación, el ser y el no ser? ¿O sig-
el Ser eterno y los objetos ideales, o serán
nificará comunicación — trascendencia, sien-
estos seres y objetos, singularmente el Ser
do ésta de la individualidad hacia alguna
eterno, expresión, con el "ser", del ser de
comunidad, y el hombre, el más temporal de
los seres temporales, y singularmente de no-
los seres, creerá en seres sobrehumanos y
sotros, los humanos, y como se opondrían ser
cosas intemporales, o filosofará sobre ellos,
y tiempo, lo harían Dios y tiempo? ¿Se con-
por ser él mismo también intemporal y so-
cebirá el hombre singularmente, a sí mismo
brehumano en alguna forma, por alguna
como un ser situado entre el ser y el no ser, el
vía — de trascendencia — inmanente y ya
ser y el tiempo, Dios y el tiempo, si no entre
autosuficiente? ¿Cabrá en el más finito de
lo natural inanimado y lo sobrenatural y
los seres la infinitud? ¿Reproducirá esta es-
suprasensible, entre lo material y lo espiri-
tructura la dialéctica temporalidad de la ca-
tual e ideal, lo uno y lo otro con su infinitud,
ria, estando en su fugacidad su "tempora-
intemporalidad, idealidad, lo uno y lo otro
lidad", en su morosidad su "divinidad";
los dos infinitos entre los cuales sería el
siendo caricias angélicas, divinas, aquellas
hombre, espíritu encarnado, carne, materia
que "transportan" hacia lo sobrehumano, lo
espiritualizada?... Pero, ¿de dónde seme-
sobrenatural, lo trascendente en el hombre,
jantes expresiones y manera de concebirse?
y caricias diabólicas aquellas que amenazan
"hundir", no en lo natural, sino en lo huma-
no mortal?... ¿O entrará en la temporal fi-
nitud del hombre el no poder "saber", con
"certidumbre", de su infinitud?— El pro-
blema parece, como ven ustedes, el cuento
de nunca acabar — p e r o estas conferencias
tienen que acabarse, y que acabarse ya ahora
mismo, por fortuna. Permítanme acabarlas, INDICE
pues, declarando lo siguiente. Una antropo-
logía no puede ser acabada si no acaba en
una teología. No tanto no podemos empezar 1 ? Las exclusivas del hombre. La
a hablar de Dios sino hablando primero de mano 13
nosotros mismos, cuanto no podemos acabar
de hablar de nosotros mismos sino hablando 2 ? La caricia 55
por último de Dios. En estas conferencias
hemos empezado, nada más, a hablar de no-
sotros mismos. Empezar, tampoco nada más, 3 ? La caricia (Continuación) 87
a hablar de Dios, había de quedarse para
otra serie de conferencias. ¿Por qué no tengo 4* El tiempo 113
todavía qué decir sobre el tema? ¿Por qué lo
que tuviera que decir no cupiera en estas
conferencias? ¿Por qué quiero volver a Mon- 5- El tiempo (Conclusión) 151
terrey, y para que me inviten a hacerlo, re-
servarles un motivo, si mi suerte alcanza a
que lo sea el insinuado?

188
"hundir", no en lo natural, sino en lo huma-
no mortal?... ¿O entrará en la temporal fi-
nitud del hombre el no poder "saber", con
"certidumbre", de su infinitud?— El pro-
blema parece, como ven ustedes, el cuento
de nunca acabar — p e r o estas conferencias
tienen que acabarse, y que acabarse ya ahora
mismo, por fortuna. Permítanme acabarlas, INDICE
pues, declarando lo siguiente. Una antropo-
logía no puede ser acabada si no acaba en
una teología. No tanto no podemos empezar 1 ? Las exclusivas del hombre. La
a hablar de Dios sino hablando primero de mano 13
nosotros mismos, cuanto no podemos acabar
de hablar de nosotros mismos sino hablando 2 ? La caricia 55
por último de Dios. En estas conferencias
hemos empezado, nada más, a hablar de no-
sotros mismos. Empezar, tampoco nada más, 3 ? La caricia (Continuación) 87
a hablar de Dios, había de quedarse para
otra serie de conferencias. ¿Por qué no tengo 4* El tiempo 113
todavía qué decir sobre el tema? ¿Por qué lo
que tuviera que decir no cupiera en estas
conferencias? ¿Por qué quiero volver a Mon- 5- El tiempo (Conclusión) 151
terrey, y para que me inviten a hacerlo, re-
servarles un motivo, si mi suerte alcanza a
que lo sea el insinuado?

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