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Notas U6 1
Notas U6 1
En estas notas de cátedra, haremos un repaso por la estructura orgánica del Estado
Argentino, como también un análisis de la relación entre el ese estado y la economía, a
partir de la lectura de una nota del economista Carlos Leyba.
El Estado Argentino
Fuente: Organización del Estado y de la administración pública nacional. Poderes, características, funciones,
competencias, recursos. Del Círculo de Legisladores de la Nación Argentina y la Asociación Argentina de
Administración Pública. Año 2014.
El poder ejecutivo
Actualmente, el poder ejecutivo se compone de la siguiente manera:
1
Fuente: http://mapadelestado.modernizacion.gob.ar/ (última consulta: 4/09/2017)
Además de la forma en que se organiza el gobierno para dar paso a sus actividades,
podemos analizar como realiza la distribución de los recursos, y cuáles son las fuentes
de los mismos. Siguiendo la proyección que realizaron desde el Ministerio de
Economía1, se obtienen los siguientes gráficos.
1
Todo lo que se refiere al presupuesto es tomado del siguiente enlace.
http://www.mecon.gov.ar/onp/html/comunicados/proy_presupuesto2017.pdf (Última consulta:
4/09/2017).
2
3
Nota sobre: “EL ESTADO Y EL MERCADO”2
2
Enlace: http://www.eleconomista.com.ar/2015-08-el-estado-y-el-mercado/
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El capitalismo ha adoptado diversas posturas a lo largo del tiempo y del espacio. Se las
puede sintetizar, sin demasiadas precisiones, no tanto en virtud de “cuanto” Estado o
“cuanto” mercado sino, esencialmente, en la definición de qué necesidades y qué
bienes obligatoriamente debe proveer el Estado y qué bienes o necesidades quedan
dentro de la órbita del mercado. Una formulación en la plataforma de la democracia
cristiana alemana de los 70 decía “todo el Estado que sea necesario y todo el mercado
que sea posible”. Pero la previa es definir que es necesario.
Esa es una primera definición que, como toda primera, es una que parte las aguas. Esa
partición define el consenso social implícito acerca de la asignación de roles. El papel
del Estado y el papel del mercado.
Hoy, en general, aquella furia privatizadora y privadora está en franco retroceso. Pero
de cualquier modo lo que sigue estando en pie es la necesidad del consenso acerca de
qué y cuáles son las necesidades y bienes que el Estado debe proveer.
Naturalmente lo excluido del Estado es lo que pasaría a ser aquello de lo que debe
ocuparse el mercado. Aun dentro del campo del mercado la regulación propia del
Estado barre todo el campo de la acción. Pero aún dentro del concepto de regulación,
nuevamente, se abren distintas intensidades.
Los objetivos
Quede claro que todo lo que preside la discusión de Estado y mercado, y la intensidad
de regulación, es lograr el bien común. Definición que, en la práctica, se materializa con
la asignación de roles y el grado de regulación. La historia de ese consenso en nuestro
país puede sintetizarse de manera tal que pueda contribuir a instalar un debate
constructivo acerca del consenso necesario para el bien común definido en la relación
Estado, mercado y regulaciones.
Los períodos
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Si hay algo que nadie puede discutir es que ese Estado tuvo un éxito extraordinario en
proveer educación primaria, que puso al país en los primeros niveles en la lucha contra
el analfabetismo. Los progresos en la provisión de salud, desde el punto de partida,
fueron también importantes, como también lo fueron las garantías en materia de
seguridad. Entrado el Siglo XX comenzaron algunos pasos, tal vez a partir del interés
por la condición de vida de la clase trabajadora, destinados a que el Estado procurara
una mejora en las condiciones de trabajo y más adelante que el Estado procurara crear
las condiciones que permitieran crear trabajo.
Pasos preparatorios para que, en la década del 40, comenzara a desarrollarse con
mucho vigor el Estado de bienestar que consistía en que el Estado brindaría
condiciones para lograr el pleno empleo, la calificación de los trabajadores y las
condiciones laborales que aproximaran al concepto mensurable de justicia social a
través de la distribución del ingreso.
Ese Estado de bienestar implicaba una etapa superior del Estado liberal. Ya no se
trataba de garantizar la educación primaria sino la formación para la vida laboral, y ya
no se trataba de ofrecer salud pública gratuita sino que se procuró la salud preventiva y
la custodia de la vida sana como obligación pública. Y de la misma manera la seguridad
ciudadana avanzó hacia el concepto de seguridad social: el Estado estaba obligado a
proteger de las violencias cotidianas y también de las contingencias de la vida, de la
enfermedad y de la vejez.
Ese consenso se hizo mayoritario a partir de la práctica. En esos mismos años, a partir
del concepto de “plan”, con la creación del Consejo Nacional de Posguerra, los planes
quinquenales y, en la década de los 50 en adelante, con los planes de desarrollo y,
fundamentalmente, a partir de la estructuración de la política de industrialización se dio
lugar al Estado de desarrollo como etapa superadora del Estado de Bienestar.
Los conceptos
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una deficiencia crónica, una debilidad estructural, destinada a persistir mientras no
alcance la oferta de bienes públicos el nivel indispensable”.
Estamos hoy a las puertas de una elección de cargos públicos. La pobreza conceptual
de los debates no es una novedad ya que nos hemos ido acostumbrando a lo
elemental de la política en 140 caracteres. Pero si en 2001 Olivera destacaba la falta de
oferta de bienes públicos, propios del Estado liberal adaptado al Siglo XXI, hoy la
comprobación del fracaso del sector público en educación, salud, seguridad ciudadana,
social y jurídica acusa una debilidad estructural potenciada por el mero transcurso del
tiempo. Qué decir del Estado de Bienestar cuando más de un tercio de la población
ocupada trabaja “en negro” y cuando la tasa de desempleo calculada por el Indec hay
más que razones para suponerla subestimada, o cuando la pobreza se encuentra en el
orden del 28% de la población.
Ni que hablar de estos problemas cuando los analizamos a nivel regional. ¿Qué Estado
de Bienestar puede reivindicarse cuando el nivel de ingreso medio de los habitantes de
la ciudad de Buenos Aires es seis veces el promedio de quienes habitan el norte
histórico de la Argentina? ¿Qué bienestar de la Nación se ha construido con esas
gigantescas diferencias que marcan un plano geográfico inclinado que lleva
inevitablemente al desierto humano de una parte del territorio y a la acumulación de
desesperanza en los márgenes geográficos de la abundancia?
Los desafíos
Estamos frente a una cuestión estructural. La Argentina hace cuarenta años que
abandonó la estrategia del desarrollo. La administración ni siquiera dispone de una
agencia pública para pensar el país a largo plazo y formalizar la arquitectura de un plan
de desarrollo. Las consecuencias son más que evidentes. No solamente levantamos
miles de kilómetros de vías de ferrocarril sino que inclusive, y multipartidariamente, se
celebró la posibilidad de un tren bala que uniera Buenos Aires con Rosario. Un
escandaloso disparate que sería importante que lo expliquen los que firmaron ese
decreto. No solamente permitimos (y además pagamos por ello) el vaciamiento de la
empresa nacional de petróleo sino que encaramos la construcción de represas sin tener
en cuenta las propias prioridades del Ministerio del área.
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los que hacen política, de los trabajadores y de los empresarios nacionales. Habrá el
20% que bregará por menos Estado y menos regulación o por más Estado y más
regulación. Es inevitable.
Pero hay un corpus que en nuestra memoria histórica dio lugar a un intenso período de
progreso colectivo que, lamentablemente, no se ha vuelto a repetir. Ese consenso
supone la recomposición del Estado liberal que tuvo en Domingo Faustino Sarmiento
su arquetipo de la educación, en Juan Perón su arquetipo de la justicia social y en
Arturo Frondizi el arquetipo de la industrialización.
En 1972 bajo una dictadura y con la guerrilla en acción, Juan D. Perón, Ricardo Balbín,
José Ignacio Rucci y José Gelbard y todos los dirigentes políticos, sindicales y
empresarios de la época, entendieron el valor del consenso o de las coincidencias para
sostener la democracia y derrotar la violencia. Leer los documentos de la época sirve
para comprender el valor de pensar el carácter necesario y acumulativo de la
construcción de los tres Estados que hemos sintetizado.
Esa es la cuestión del Estado y el mercado que vale la pena discutir. Olivera lo dijo en
2001 y, lamentablemente, no hemos logrado superarlo. El plan es un bien público que
no está ofertado y como decía Paul Ricoeur “el plan es ética en acción”. No hay ética
política sin plan. Ahí estamos.