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MÓDULO 1

Nociones básicas
ÍNDICE
Guía didáctica 1

Concepciones sobre las 2


adicciones: Una mirada desde la
perspectiva de género
¿Qué es la perspectiva de género?
Género vs sexo
Género y drogas
Reforzando lo aprendido

La realidad de la violencia sexual 12


¿Qué es la violencia sexual?
Tipos de violencia sexual
Nuevas Formas de Violencia Sexual a través de
las TRICS (Tecnologías y Redes de la
Información y Comunicación)
Datos ocultos (Iceberg) y mitos
Violencias sexuales con uso de drogas
Reforzando lo aprendido

Bibliografía 24

Bibliografía complementaria 25
MÓDULO 1 Nociones básicas

Guía didáctica

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MÓDULO 1 Nociones básicas

Concepciones sobre las adicciones:


Una mirada desde la perspectiva de
género
¿Qué es la perspectiva de género?

Toda intervención, investigación o actuación relacionada con la población de


mujeres debe plantearse desde una línea teórica apropiada la perspectiva de
género que valore realmente las cuestiones que suceden en las mujeres por el
mero hecho de serlo.

Según Domingo Comas (2019) la perspectiva de género es una noción científica


construida a partir de trabajos empíricos. Además, “la noción de perspectiva de
género aparece por primera vez y como tal en la historia (…), con la monografía
etnográfica de Margaret Mead (1935), Sexo y temperamento en tres sociedades
primitivas en la que compara tres grupos tribales muy diferentes de Nueva Guinea y
se centra en particular en la descripción de los roles masculinos y femeninos”
(Comas, 2019, p: 284).

Más adelante en Robert Stroller (1968) usó el término acuñado por Mead mientras
estudiaba la transexualidad, afirmando que las nociones de sexo y género eran
categorías diferentes. Unos años más tarde Ann Oakley (1972) en su libro Sex,
Gender and society aplica la perspectiva de género a la historia de la mujer en
Inglaterra. De este libro provienen la mayoría de las definiciones que se utilizan en
la actualidad (Comas, 2019).

"La perspectiva de género es una teoría que ayuda a visibilizar los problemas
derivados de un complejo sistema de organización social que se sustenta en la
separación de las esferas de lo denominado público (sociedad, estado, política,
economía…) y lo denominado privado (el ámbito de la familia, lo relacional…), del
trabajo denominado “productivo” y el “reproductivo”, con un fuerte componente
valorativo de todo aquello que se sitúa del lado de “lo público” (lo laboral, etc)."
(Patricia Martínez Redondo. Perspectiva de género aplicada a las
drogodependencias. Edita: ASECEDI. 2008).

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MÓDULO 1 Nociones básicas

¿Para qué sirve la perspectiva de género?

Mirar o analizar alguna situación desde la perspectiva de género permite entender


que la vida de mujeres y hombres puede modificarse en la medida en que no está
“naturalmente” determinada.

Esta perspectiva ayuda a comprender más profundamente tanto la vida de las


mujeres como la de los hombres y las relaciones que se dan entre ambos. Este
enfoque cuestiona los estereotipos con que somos educados y abre la posibilidad
de elaborar nuevos contenidos de socialización y relación entre los seres humanos.
El empleo de esta perspectiva plantea la necesidad de solucionar los desequilibrios
que existen entre mujeres y hombres, mediante acciones como:

Redistribución equitativa de las actividades (en las esferas de lo


público y privado).
Justa valoración de los distintos trabajos que realizan mujeres y
hombres, especialmente en lo referente a la crianza de las hijas e
hijos, el cuidado de los enfermos y las tareas domésticas.
Modificación de las estructuras sociales, los mecanismos, las reglas,
prácticas y valores que reproducen la desigualdad.
El fortalecimiento del poder de gestión y decisión de las mujeres.

Además, es necesario entender que la perspectiva de género mejora la vida de las


personas, de las sociedades y de los países, enriqueciendo todos los ámbitos
productivos, es decir, no se limita solamente a las políticas focalizadas a favor de
las mujeres.

¿Por qué es necesaria una perspectiva de género en el ámbito


de las drogas?

El campo de las drogas a menudo se aborda como un fenómeno neutral en


cuanto al género.
Los resultados de la investigación y las intervenciones están dirigidas
principalmente a los hombres.
La evidencia disponible muestra diferencias de sexo/género: en los números, en
los factores de riesgo, en los comportamientos y en las consecuencias del
consumo de drogas.
Poco se sabe sobre personas no-binarias y LGBTQ+ y el uso de drogas.

La incorporación de la perspectiva de género se convierte, de esta forma, en una


premisa fundamental a la hora de identificar y analizar las diferencias y
desigualdades entre los hombres y las mujeres en lo que se refiere de forma
general a cualquier tipo de situación social, y más concretamente al consumo de
drogas. 3
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Género vs Sexo

Hablar de género implica necesariamente hablar de sexo, porque, aunque son


categorías diferentes su relación es especialmente estrecha y en ocasiones se
utilizan de manera indistinta. Esto puede llevar a errores de concepto que pueden
dificultar su comprensión.
Género

El género hace referencia a la Las actitudes y los comportamientos


distinción social y cultural entre tradicionalmente asignados a hombres
hombres y mujeres, establecida por la y mujeres pueden tener efectos
sociedad a través de la asignación de negativos en la vida cotidiana, en la
roles, normas y estereotipos. Estas participación en la vida pública y en el
diferencias se construyen socialmente desarrollo económico. Los estereotipos
a lo largo de la vida, a partir de la de género también pueden limitar la
interacción de diversos factores, como participación de las mujeres y de los
los patrones de comportamiento de hombres en algunos ámbitos de la vida,
hombres y mujeres, limitaciones a la como la educación, el empleo, la salud
participación en la vida pública, y la política.
percepciones sobre la identidad sexual
y los estereotipos de género. En el sistema de organización basado
Considerando "masculino" y "femenino" en el género (representación y
como categorías de género. construcción social del sexo), se sitúa a
las mujeres y todas las características
Estas diferencias pueden influir en el que tengan relación con lo femenino
acceso a los recursos, la participación sistemáticamente por debajo,
en la toma de decisiones y el subordinado a los hombres y lo
desempeño de roles. El género masculino. Lo que genera
también se refiere a la forma en que desigualdades estructurales, que han
hombres y mujeres se relacionan entre sido naturalizadas, es decir se explican
sí, cómo se comportan, cómo se y justifican en base a las características
expresan sus intereses. biológicas. Esto dificulta enormemente
la percepción de la desigualdad social
El género conlleva a su vez que existan existente entre hombres y mujeres.
estereotipos de género, los cuales,
influyen en el desarrollo de las
actitudes, las aspiraciones y las
expectativas de hombres y mujeres.
Estos estereotipos condicionan la
asignación de roles dentro de la familia,
la división del trabajo entre hombres y
mujeres, así como los modelos de
comportamiento aceptados
socialmente. 4
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Sexo

El sexo se refiere al sexo biológico de la persona. Según la OMS, el "sexo" hace


referencia a las características biológicas y fisiológicas que definen a hombres y
mujeres. Considerando "hombre" y "mujer" como categorías de sexo.

La convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación sobre la


Mujer estableció que el término sexo se refiere a las diferencias biológicas entre el
hombre y la mujer, o sea, la suma de todos los elementos sexuados del organismo;
los cromosomas, glándulas, morfología, genitales y hormona sexuales.

¿Cuándo surgió la diferencia entre sexo y género?

El antecedente a lo que sería el concepto de género lo encontramos en Simone de


Beauvoir, cuando en 1949 afirmó en su obra El segundo sexo que "una mujer no
nace, sino que se hace". En esta obra argumentó que el comportamiento humano y
aquellas características consideradas como femeninas no derivan de una supuesta
naturaleza biológica, sino que son adquiridas por el proceso de socialización por el
que una persona se convierte en persona. De Beauvoir no empleaba la palabra
género, pero sí exponía las bases que luego se concretarían en este concepto. Con
ello pretendía acabar con las "omnipresentes teorías deterministas biológicas que
interpretaban el lugar de hombres y mujeres en la estructura social como
consecuencia de características biológicas" (Maquieira 2001:159).

Paralelamente, en los años cincuenta, en el ámbito del estudio de la sexualidad


humana en EE. UU (psiquiatría, psicología social y de la salud) se emplea el
término 'género' para diferenciarlo del de 'sexo'. Fue en los trabajos desarrollados
por John Money (1955) y su equipo, donde la categoría 'sexo' se referiría a una
serie de características biológicas dadas por naturaleza, mientras la categoría
'género', “Una mujer no nace, sino que se hace”, aludiría a las elaboraciones
socioculturales que se realizaban sobre el sexo, estableciendo un conjunto de
características humanas consideradas masculinas y femeninas, pero que eran una
construcción social, y, por tanto, modificables.

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Además, en su experiencia clínica, él y su equipo recogieron y documentaron


ampliamente que sexo y género no siempre tenían por qué coincidir en las personas
(como sucede con las personas trans). A estos estudios se sumaron
posteriormente, a finales de los sesenta, los de Robert J. Stoller (1968), psiquiatra
con formación psicoanalítica que ahondó en la construcción de la identidad sexual y
de género de las personas. En este ámbito, el género pasa a ser así fijado como
identidad, poniendo la atención en la construcción de dicha identidad, pero sin
contemplar el elemento de desequivalencia estructural que, sin embargo, sí ponían
de relieve las teorías y aproximaciones feministas en el mismo seno de la categoría
género.

Posteriormente, en los años 80, el género comenzó a ser utilizado por diversas
disciplinas de las ciencias sociales porque demostraba ser una categoría útil para
delimitar con mayor precisión cómo la diferencia (biológica) se convierte en
desigualdad (económica, social y política) entre mujeres y hombres, colocando en el
terreno simbólico, cultural e histórico los determinantes de la desigualdad entre los
sexos.

La antropóloga Margaret Mead desmonta con sus investigaciones las críticas


decimonónicas empeñadas en demostrar que los rasgos entendidos como propios
de la feminidad en nuestra historia cultural, no tenían sus raíces en fundamentos
biológicos, sino que eran producto de la educación y los convencimientos sociales.

La adopción del género como categoría de análisis ha significado la ruptura


epistemológica más importante de las últimas décadas en las ciencias sociales,
pues ha implicado el reconocimiento de una desigualdad social que había sido
hasta entonces subsumida en la dimensión económica, tanto por la teoría de las
clases como por las de la estratificación social.

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Género y drogas
A pesar de la progresiva superación del modelo de roles tradicional, en el ámbito de
las drogas todavía se percibe el consumo de drogas como algo característico de los
hombres, siendo en mujeres percibido como un comportamiento inapropiado.

Las mujeres con consumo de drogas notan con mayor frecuencia que han
fracasado a nivel personal, familiar y social. En consecuencia de esta diferenciación
de trato ante los problemas de adicción a las drogas muchas mujeres deciden
ocultar el problema y no solicitar ayuda por el miedo de ser estigmatizadas como
adictas y sufrir exclusión tanto en su entorno próximo como el social, hasta que los
efectos sobre su salud física y mental o en su vida familiar, social o laboral son
insostenibles (Romo, 2013).

Romo (2013) considera que uno de los errores más comunes que se realizan a la
hora de hacer frente a los riesgos y problemas que implica el consumo de drogas
radica en valorar a la población como un grupo homogéneo, en el cual predomina la
perspectiva masculina. En la actualidad, se tiende a pensar que los consumos
femeninos de drogas carecen de componentes singulares, ofreciendo las mismas
respuestas para ambos, pese a que las causas que conducen a hombres y mujeres
a introducirse en el mundo de las drogas son distintos.

El problema del consumo de drogas es una cuestión compleja, en la que confluyen


una serie de situaciones personales, familiares, ambientales y sociales. Hablar de
causas del consumo de drogas resulta aventurado, ya que ningún factor conocido
es requisito necesario ni suficiente para hablar de consumo. En cada caso se da
una combinación particular, por ello se habla de situaciones de riesgo y situaciones
de protección, en la medida que incrementan la probabilidad del primer contacto y
posterior consumo de drogas o protegen frente al mismo, pero nunca son causa
única.
Estos factores no pueden considerarse de
forma aislada, puesto que el consumo de
drogas, como cualquier otro
comportamiento humano, implica una
interacción entre el individuo, su contexto y
la situación específica. No podemos olvidar
que en los factores de riesgo o protección
no existe un patrón estandarizado del modo
en que influyen, ya que están mediados por
una serie de variables vinculadas a cada
situación que, unido a las características
personales del sujeto, lo abocarán a la
situación de vulnerabilidad anteriormente
mencionada.
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Además, cabe señalar que ninguno de los factores tiene un carácter predominante
sobre los demás, ni tampoco son la única causa que desencadena la
drogodependencia: cada historia personal es particular, pues en ella interaccionan
los factores de una forma singular. En este sentido, tal y como señalan algunos
autores, es necesario plantear un modelo multicausal que integre los factores
personales y sociales que acercan a la iniciación y consumo escalado de drogas.

Las diferencias y desigualdades que podemos encontrar en torno a los consumos


son (entre otras):

Patrón

El consumo de drogas es patrimonio de lo masculino, excepto en el caso de los


hipnosedantes, que es femenino.
Las mujeres consumen mas sustancias legalizadas o socialmente aceptadas.
Las mujeres consumen más en espacios privados.
El la población joven se asemejan los patrones de consumos, pero esta similitud
desaparece con la edad.

Inicio

En los hombres y las mujeres el inicio de los consumos se suele hacer en compañía
de amistades (grupos mixtos), sin embargo la diferencia radica en la influencia de la
pareja (en las mujeres tiene un lugar protagonista).

Las motivaciones para iniciarse en los consumos, en los hombres suele estar mas
relacionado con el placer, el riesgo, lo público, y en las mujeres mas relacionadas
con el mundo emocional y privado.

Imagen social

Hombre: divertido, gracioso (el consumo). Peligrosidad, marginalidad y


delincuencia. Despierta cierta solidaridad y comprensión.
Mujer: promiscua, presa fácil, vulnerable al acoso y a la agresión sexual.
Viciosa, consumo desmedido. "Mala madre, esposa o hija".

Relaciones sociales

El hombre mantiene mejores relaciones familiares, sobre todo con la madre, que se
hace cargo de la situación y la tendencia es a permanecer en el núcleo familiar. La
paternidad no es central en sus vidas.

Las relaciones familiares de las mujeres suelen estar mas deterioradas y tienen
tendencia a salir del núcleo familiar. Es mas frecuente que acudan a los recursos
solas, sin apoyo familiar. En muchos casos las parejas que tienen son también
personas consumidoras. 8
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Tratamiento

Las mujeres tienen menor presencia en los tratamientos, menores índices de


permanencia, mayor deterioro cuando llegan a los recursos.

Barreras relacionadas con el modelo de atención (Acceso y permanencia):

La falta de Perspectiva de género (PdG) en los programas de Tratamiento


(contenidos, formación PdG escasa sensibilización sobre las diferencias de
género en salud falta de conocimiento sobre las mujeres y los problemas de
substancia, listas espera, pocas plazas normativas.
Actitudes, creencias y estilos de los/las profesionales (creencia perfil complejo,
la sexualidad, la competitividad).

Barreras de género que obstaculizan la entrada de las mujeres en el tratamiento:

Invisibilidad del consumo en las mujeres.


El estigma y la penalización social.
La presencia de una pareja consumidora.
El rol de cuidadora.
Miedo de perder la custodia de los/las hijos /as.
La falta de apoyo social/familiar.
Detección tardía de los consumos problemáticos.
Múltiples violencias (violencia sexual y en el ámbito de la pareja).
El consumo como estrategia de afrontamiento.
Falta de confianza en el tratamiento.

Barreras que obstaculizan el mantenimiento y la finalización del tratamiento:

Formación reducida de los equipos (prejuicios previos).


Los estilos de intervención no están adaptados (NO siempre grupos de mujeres
mayor efectividad).
Normativas androcéntricas (no adaptadas a presencia de hijo/a, relaciones,
solución de conflictos).
No abordaje de problemáticas especificas comórbidas.
Miedo a la pérdida de las relaciones.
Coordinación reducida con otras redes ( salud mental, infancia, inserción
laboral).
“Estar en minoría” en la intervención (participación en los grupos, ámbito
residencial, servicios de reducción de daños.

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Como mencionamos anteriormente la incorporación de la perspectiva de género


es una premisa fundamental a la hora de identificar y analizar las diferencias y
desigualdades entre los hombres y las mujeres en lo que se refiere de forma
general a cualquier tipo de situación social, y más concretamente al consumo de
drogas.

La perspectiva de género en el ámbito de las drogas es una forma de analizar cómo


las diferencias de género influyen en el consumo, tratamiento y políticas públicas en
torno a las drogas. La perspectiva de género reconoce que hombres y mujeres
tienen diferentes roles, experiencias y necesidades en relación con el consumo de
drogas, y que estas diferencias deben ser consideradas al desarrollar políticas y
programas de prevención, tratamiento y reducción de daños.

Por ejemplo, la perspectiva de género puede revelar que las mujeres enfrentan
barreras únicas para buscar tratamiento debido a la estigmatización y los roles de
género tradicionales. También puede destacar cómo los programas de tratamiento
diseñados principalmente para hombres pueden no ser adecuados para las
necesidades de las mujeres. En general, la perspectiva de género en relación con
las drogas es importante para abordar el problema de manera más justa y efectiva.

Se defiende que la inclusión de la perspectiva de género en el ámbito de los usos


de drogas ayuda a comprender que las culturas de drogas son diversas, así como
las realidades de las mujeres que se insertan en ellas (Romo, 2010).

Al considerar la perspectiva de género en relación con las drogas, es posible llegar


a varias conclusiones importantes.

En primer lugar, es crucial reconocer que hombres y mujeres tienen diferentes


experiencias y necesidades en relación con el consumo de drogas. Por lo tanto,
las políticas y programas deben tener en cuenta estas diferencias para ser más
efectivos.
En segundo lugar, se debe prestar especial atención a las barreras que
enfrentan las mujeres para buscar tratamiento, como la estigmatización y los
roles de género tradicionales, especialmente todo lo relacionado con la
reproducción social y los cuidados. Los programas de tratamiento deben ser
diseñados de manera que atiendan las necesidades específicas de las mujeres.
En tercer lugar, es importante comprender que la perspectiva de género es un
enfoque crítico para abordar el problema de manera justa y equitativa. Al
considerar la perspectiva de género en la formulación de políticas y programas
relacionados con las drogas, se puede lograr un mayor éxito en la prevención
del consumo, reducción de daños y tratamiento.

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RESUMEN:

Por lo tanto, consumir drogas no tiene el mismo significado para hombres y


mujeres, ni es valorado del mismo modo por los demás. Mientras que entre los
hombres el consumo de drogas es percibido como una conducta natural, social y
culturalmente aceptada (salvo en casos extremos donde la adicción a las drogas
aparece asociada a conductas violentas o antisociales), entre las mujeres supone
un reto a los valores sociales dominantes. Por ello las mujeres con adicción a las
drogas soportan un mayor grado de reproche o rechazo social, que se traduce en
un menor apoyo familiar o social.

Esta diferente respuesta del entorno social ante los problemas de adicción a las
drogas explica porqué muchas mujeres optan por ocultar el problema, por no
demandar ayuda, temerosas de ser estigmatizadas como adictas y sufrir la
exclusión o rechazo de su pareja, familia y entorno próximo.

Las mujeres con consumo de drogas perciben con más frecuencia e intensidad que
los hombres que han fracasado a nivel personal, familiar y social, incapaces de
desempeñar satisfactoriamente el papel que les ha sido asignado (ser una buena
madre o una buena ama de casa). Las consecuencias de esta vivencia suelen ser la
desvaloración personal, las tensiones y conflictos familiares, cuando no la violencia
familiar.

Por todo ello, habría que incorporar la perspectiva de género también a este ámbito
para poder hacer frente a los retos y problemas de las drogas.

Abordar el consumo de drogas y drogodependencias desde una perspectiva de


género implica:

Tener presentes las diferencias y peculiaridades que el género introduce en las


motivaciones para consumir drogas, los patrones de uso de las sustancias y los
efectos y consecuencias derivadas de su consumo.
Eliminar las desventajas o desigualdades que el género establece a la hora
acceder a los programas y servicios de prevención o asistencia a las adicciones.

PARA SABER MÁS

Para conocer datos sobre género y adicciones os dejo este link


(https://www.unad.org/wp-content/uploads/2023/07/1687770423_manual-genero-
adicciones-_def-2.pdf) al Manual sobre el estado de la cuestión en perspectiva de
género y adicciones: 2010-2022. (UNAD)

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La realidad de la Violencia Sexual


¿Qué es la violencia sexual?

La violencia sexual abarca actos muy diversos. La violencia sexual incluye todo acto
sexual que se produce contra la voluntad de otra persona, cuando esta no da su
consentimiento o cuando el consentimiento no se puede dar por cualquier motivo
(ser menor de edad, estar bajo los efectos del alcohol o drogas…),
independientemente de la relación con la víctima y del contexto donde se produzca,
en la vida privada o pública.

Según la Organización Mundial de la Salud, la violencia sexual se define por “todo


acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o
insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de
cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra
persona, independientemente de la relación de esta con la víctima, en cualquier
ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo”.

La Ley Orgánica 10/2022 de Garantía Integral de la Libertad Sexual pone en el


centro el consentimiento, entendiendo las violencias sexuales como cualquier acto
de naturaleza sexual no consentida o que condicione el libre desarrollo de la vida
sexual en cualquier ámbito público o privado, incluyendo el ámbito digital.

Relación entre victimario y víctima

Según cita el psicólogo Juan Armando Corbin, un estudio de Maston y Klaus (40) en
los Estados Unidos de América, publicado en 2005, afirmaba que el 73% de las
víctimas adultas tienen algún tipo de relación con sus agresores, el 38% eran
personas con las que mantenían amistad, el 28% eran su pareja y 7% eran sus
familiares. En el caso de los menores la realidad es aún más preocupante, pues el
90% de las víctimas conocía a sus agresores.

Las memorias de los Servicios y Oficinas de Atención a las Víctimas (S/OAV)


confirman que la gran mayoría de autores tenía algún tipo de relación con la
víctima: así, en la del SAVA de Granada de 2008 consta que el autor solo fue
persona desconocida en el 4% de los casos; más del 75% fueron cónyuges y
excónyuges, parejas y exparejas (Daza, 2016, p. 412); en la memoria general del
SAV Andaluz de 2017 consta que eran completamente desconocidos solo el 3,93%
de los autores.

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Este tipo de violencia sexual se caracteriza porque quien ejerce es


una persona del entorno (la pareja o expareja, un amigo, una cita,
un familiar, un compañero del ámbito laboral o del ámbito
educativo, o alguien cercano a la víctima). Dentro de las relaciones
de pareja, la violencia sexual infligida está generalmente
Violencia
acompañada de violencia física, emocional y/o económica
Sexual ejercida
(negación del dinero para el sustento).
por conocidos

La violencia sexual intrafamiliar es la que en general se extiende


más en el tiempo, ya que la víctima se suele sentir avergonzada o
atemorizada y por este motivo tarda en manifestar la violencia, o
en muchos casos no se pronuncia nunca.

Algunas personas son agredidas sexualmente sin que exista un


contacto previo con el agresor. En este caso en el que la víctima
no conoce al agresor, puede darse que el atacante(s) elige una
víctima casi al azar o que el atacante actúa por mandato o presión
de otra persona: por ejemplo, en el ritual de iniciación de una
pandilla.
Violencia
sexual
Este supuesto de victimario(s) desconocidos se puede dar en la
ejercidas por
trata y explotación sexual, violencias en conflictos de guerra,
desconocidos
ciberviolencias, acoso sexual callejero, violaciones de los derechos
sexuales y reproductivos, violencias sobre personas tuteladas o
protegidas, mutilación genital femenina y violencias sexuales en
espacios públicos y semipúblicos (como en el acoso sexual
callejero y en los mediáticos casos de violaciones grupales
denominados “de las manadas”).

Ámbito donde se produce la violencia sexual

Es complejo determinar una tipología de los espacios ambientales asociados a la


violencia sexual, dada las diversas formas que esta violencia adopta, y por lo tanto
los numerosos contextos en los que se manifiesta.

En concordancia con las tipologías realizadas en este marco conceptual, los


ámbitos en los que se ejercen esas violencias sexuales son:

Espacio privado: ámbito familiar y ámbito laboral.


Espacio público: ámbito institucional, ámbito escolar, ámbito comunitario.
Ciberespacio.

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Consecuencias para la víctima(s)

Las consecuencias de la violencia sexual dependen en gran medida del tipo de


violencia y sus circunstancias. Estas consecuencias suelen ser mayores mientras
más cercana afectivamente sea la persona agresora, mientras más violencia haya
existido, mientras durante más tiempo haya sucedido y cuanto menos se haya
creído y/o apoyado a la víctima.

Guía de actuación violencia sexual hacia las mujeres:


https://igualdadyviolenciadegenero.carm.es/documents/202699/11760420/Gu%C3%
ADa+de+actuaci%C3%B3n+contra+la+violencia+sexual+hacia+las+mujeres/cf928bf
3-c52a-4c3a-8cb7-6f285f33931e

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¿Cuándo hablamos de...?

Los diferentes tipos de violencia sexual que se pueden sufrir vienen, en gran parte,
definidos por el mecanismo que utiliza el agresor o agresores para someter a la
víctima: sumisión con fuerza física, sumisión psicológica (intimidación, coacción,
amenazas,...); sumisión por sustancias químicas que anulan la capacidad de
respuesta y de defensa por parte de la víctima.

Existen muchos tipos de violencia sexual, vamos a ver algunos de ellos:

Acoso sexual

En España, la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la Igualdad efectiva de


mujeres y hombres define así el acoso sexual: “Cualquier comportamiento, verbal o
físico, de naturaleza sexual que tenga el propósito o produzca el efecto de atentar
contra la dignidad de una persona, en particular cuando se crea un entorno
intimidatorio, degradante u ofensivo” (art. 7.1).

El acoso sexual puede definirse: trata de comportamientos verbales, no verbales o


físicos de índole sexual y no deseados, con el propósito o el efecto de atentar
contra la dignidad de la persona o de crear un entorno intimidatorio hostil,
degradante, humillante u ofensivo. Cuando existe una relación de superioridad entre
agresor y víctima, estamos ante un delito de acoso sexual jerárquico. Este tipo de
acoso puede adoptar una variedad de formas: desde la violencia física hasta formas
más sutiles de violencia, como la coacción (forzar a alguien a hacer algo que no
quiere). Puede presentarse como acoso a largo plazo o puede ser un incidente
aislado. En la terminología anglosajona, el acoso reiterado recibe el nombre de
stalking.

El acoso sexual callejero está tipificado en la Ley Orgánica 10/2022 de Garantía


Integral de la Libertad Sexual, considerándose como: “Quienes se dirijan a otra
persona con expresiones, comportamiento o proposiciones de carácter sexual que
creen a la víctima una situación objetivamente humillante, o hostil o intimidatoria, sin
llegar a constituir otros delitos de mayor gravedad”

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Tipos de acoso sexual en función de su gravedad:

Acoso de Carácter Leve: Chistes con contenido sexual, piropos, comentarios


sexuales, comentarios sobre el aspecto físico, insinuación, etc.
Acoso de Carácter Grave: Miradas o gestos lascivos, abrazos, roces y besos no
deseados, tocamientos, pellizcos, acorralamientos, enviar mensajes constantes,
perseguir a la persona en lugares que frecuenta, mostrar o tocarse los genitales,
masturbarse frente a la otra persona, etc.
Acoso Sexual Muy Grave: Presiones tanto físicas como psíquicas para obtener
relación sexual, independiente de que haya contacto físico o no previamente.
Coaccionar o extorsionar para mantener relaciones sexuales.

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abuso sexual
Es un atentado contra la libertad sexual de la persona en la que no se utiliza la
violencia o la intimidación, pero sí el engaño, la coacción o la sorpresa. Pueden ser
caricias, proposiciones verbales explícitas, penetración oral, anal, vaginal y digital.
Se incluyen los abusos cometidos a personas que no pueden prestar
consentimiento válido porque tienen limitada su capacidad de decisión o de
comprensión (menores, enfermos psíquicos o personas con discapacidades
psíquicas). También se incluyen todas las agresiones sexuales en las que la víctima
no puede dar su consentimiento porque se encuentra en estado de intoxicación,
inconsciencia o coma, y ​tiene la capacidad de decisión y/o comprensión limitada.

Para reflexionar:
La diferencia legislativa que existe entre abuso y agresión, es que denomine un acto
sexual no consensuado como un hecho sin violencia ni intimidación, algo que para
la víctima es de por sí muy violento e intimidatorio.
Agresión sexual

Consiste en la realización de cualquier acto de naturaleza sexual sin consentimiento


y con violencia e intimidación. Puede ser con o sin penetración.

La violencia equivale al uso de fuerza física.


La intimidación se produce cuando la persona que la sufre cede ante el acto
sexual para evitar un mal mayor sobre su persona, bienes, o terceras personas
con las que tenga una relación íntima que provoque ceder ante ese
comportamiento (padres, hijos, pareja...).

La ley Orgánica 10/2022 de Garantía Integral de la Libertad Sexual ha eliminado la


distinción entre abuso y agresión sexual, reagrupando estos supuestos como
agresiones de diversa gravedad, siendo:
Con contacto físico: penetración vaginal, anal u oral, penetración digital o con
objetos, tocamientos, caricias, toques o manoseos. Es lo que comunmente
conocemos como violación, que supone la máxima intensidad de una agresión
sexual.
Sin contacto físico: palabras soeces, proposiciones indecentes y proposiciones
verbales explícitas, exposición del cuerpo, exposición de la masturbación y
pornografía. Pueden darse de una o varias maneras: cuando la víctima está
dormida, inducida por el consumo de drogas u otras sustancias que anulan o
merman la voluntad de la víctima, a través del chantaje emocional, fotografiar o
filmar sin consentimiento....
Violación
La violación es la máxima intensidad de una agresión sexual y se lleva a cabo con
la penetración del miembro sexual masculino por tres vías: vaginal, anal o bucal, o
por la introducción de miembros corporales u objetos por vía vaginal o anal, y
siempre con violencia o intimidación. 17
MÓDULO 1 Nociones básicas

Nuevas Formas de Violencia Sexual


a través de las TRICS
La violencia sexual digital se ha convertido en un fenómeno global y practicado
principalmente por población joven. Es perpetrado directa o indirectamente a través
de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) que provoca, o es
probable que produzca, daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico o económico
para las víctimas, pudiendo ocurrir en la vida pública o privada, o provocando
obstáculos al ejercicio de sus derechos y libertades fundamentales.

La sensación de distancia segura, el anonimato y la creencia de que lo que pasa en


línea se queda en la red y no trasciende al mundo real son factores que contribuyen
a que los y las jóvenes hagan un uso inadecuado y arriesgado de internet
(relacionarse con desconocidos, intercambiar información personal o concertar
encuentros cara a cara).

Hay diversas formas de ejercerla violencia sexual a través de la tecnología, siendo


las más frecuentes:

Grooming: Consistente en acciones deliberadas por parte de una persona


adulta a otras personas menores de edad a través de Internet (redes sociales,
ordenadores, web-cam, telefonía móvil, aplicaciones de chats, etc.) de cara a
establecer lazos de amistad con un NNA en Internet, con el objetivo de obtener
una satisfacción sexual mediante imágenes eróticas o pornográficas del/a
menor de edad o incluso como preparación para un encuentro sexual.
El término sexting es el resultado de la contracción de sex (sexo) y texting
(envío de mensajes), y se utiliza para denominar el intercambio de mensajes o
material online con contenido sexual.
Sextorsión es una contracción de la palabra sexo y extorsión. implica la
amenaza de revelar información íntima sobre una víctima a no ser que esta
pague al extorsionista. Puede incluir mensajes de texto sexuales (en inglés
conocidos como sexts), fotos íntimas o vídeos. Las personas acosadoras
pueden pedir dinero o material más comprometedor. La gran mayoría de
víctimas son adolescentes y mujeres, aunque los hombres adultos no quedan
exentos.
Producción de material de abuso sexual infantil: consiste en la creación y
posterior distribución de materiales pornográficos, elaborados utilizando a
menores. Internet ofrece al delincuente un campo operativo mayor, de modo
que esta tipología ha pasado de ser una actividad casi residual a adquirir una
innegable relevancia, lo que implica la explotación sexual de niñas y niños a
nivel mundial. Abarca desde la exhibición de sus cuerpos hasta la violación y la
tortura.
18
MÓDULO 1 Nociones básicas

El Happy Slapping (bofetada feliz, en español) consiste en la grabación de una


agresión, física, verbal o sexual hacia una persona, que se difunde
posteriormente mediante las tecnologías de comunicación. La agresión puede
ser publicada en una página web, una red social, una conversación a través del
teléfono móvil (Whatsapp, Instagram, etc.).

PARA SABER MÁS

El 017 centraliza los servicios de atención telefónica que ofrece INCIBE relativos a
dudas o consultas sobre ciberseguridad, privacidad, protección de datos, confianza
digital, uso seguro y responsable de Internet y de la tecnología. WhatsApp (900 116
117) y Telegram (@INCIBE017).

Disponible todos los días del año, en horario de 9 a 21 horas.


Confidencial.
Alcance nacional.
¿A quien va dirigido?: Está dirigido entre sus públicos principales a los menores
y su entorno (padres y madres, educadores y profesionales que trabajen en el
ámbito del menor o la protección online ligada a este público). A través del 017
los padres y educadores recibirán asesoramiento psicosocial, técnico y legal
sobre situaciones de riesgo y conflictos de los menores en Internet, en temas
como uso excesivo de pantallas, redes sociales y videojuegos; ciberacoso;
comunidades peligrosas; mediación y control parental y privacidad y reputación
online, entre otros.

Datos ocultos (Iceberg) y mitos


Como indica el informe sobre Violencia sexual en España. Una síntesis estimativa,
realizado por el Grupo de Estudios Avanzados en Violencia (GEAV) de la
Universidad de Barcelona para el Ministerio del Interior (2020), observar la violencia
sexual es difícil porque es más frecuente que suceda en contextos privados y suele
esconderse tanto por el perpetrador como a menudo por la víctima o por los
testigos, de haberlos. Por ello, la aproximación a la cuantificación de los actos de
violencia sexual debe tener en cuenta que se dividen en dos grupos: los que se
conocen y los que no se conocen. A éstos últimos se les llama “datos ocultos” o
“cifra negra”: la parte de hechos criminales que no son conocidos por la policía y la
justicia, escondidos del escrutinio público. Para describir la realidad cuantitativa de
la violencia sexual es frecuente utilizar la metáfora de un iceberg, dado que la parte
sumergida es mucho mayor que la visible.

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MÓDULO 1 Nociones básicas

9 datos que debes conocer:

Más de 2,8 millones de niñas y mujeres han sufrido violencia sexual en algún
momento de su vida. (Macroencuesta 2019)
El 84% de las víctimas de delitos sexuales contra la libertad e indemnidad
sexual son mujeres y el 96% de los responsables de estos delitos de violencia
sexual son hombres. (Ministerio Interior, 2020)
En 2020, de las 12.769 víctimas de violencia sexual, 10.798 fueron mujeres.
(Ministerio Interior, 2020)
Del total de delitos de violencia sexual contra las mujeres, el 45% fueron por
abuso sexual, el 13,5% fueron agresiones sexuales y el 12% fueron agresiones
sexuales con penetración. (Ministerio Interior 2020
Las mujeres que sufrieron una agresión sexual con penetración fueron 1.314, lo
que significa que 4 mujeres son violadas al día en España. (Ministerio Interior
2020)
Casi dos millones de mujeres de 16 o más años (1.810.948) han sufrido
violencia sexual de alguna pareja o expareja a lo largo de sus vidas.
(Macroencuesta 2019)
El 86% de las mujeres que han sufrido violencia sexual de su pareja actual
afirman que ha sucedido en más de una ocasión. (Macroencuesta 2019)
Las mujeres con discapacidad sufren porcentualmente una mayor violencia
sexual o física por parte de sus parejas, 20,7% frente al 13,8% del resto de
mujeres. (Macroencuesta 2019)

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MÓDULO 1 Nociones básicas

Se estima que sólo un 21,7% de las mujeres que sufren alguna forma de
violencia por parte de sus parejas lo denuncia, y más de la mitad de las que
denunciaron declaran que la policía mostró escaso interés e hizo poco por
resolver su caso. (Macroencuesta 2019)

Mitos sobre la violencia sexual

Mito 1
El agresor es un hombre adulto y desconocido que agrede en un lugar aislado. Los
agresores son frecuentemente conocidos. Por tanto no sólo se da en lugares de
ocio. Existen agresiones sexuales en la familia, el entorno laboral, académico,
profesional, entre amistades o en citas.

Mito 2
La mujer es joven y atractiva, pero no ha seducido ni provocado previamente. Lo
cierto es que cualquier chica puede sufrirla. Las víctimas son tan diversas como su
apariencia.

Mito 3
Durante la agresión hay uso de fuerza y penetración. No siempre hay violación,
puede ser una agresión, abuso y acoso. Pueden ser además con penetración y sin
ella, y con o sin contacto físico.

Mito 4
La mujer se resiste y como consecuencia tiene un daño físico visible. No resistirse
no implica dar consentimiento. El consentimiento es activo.

Mito 5
La víctima pide ayuda de forma inmediata, está segura de todos los detalles y no se
retracta. Es frecuente que exista bloqueo. La víctima aun sin ofrecer resistencia no
está dando consentimiento.

Mito 6
El daño psicológico en la víctima es evidente y duradero. La reacción no es
universal. La disociación de la víctima respecto al hecho les permite funcionar y les
confiere aparente normalidad.

Mito 7
Sucede una sola vez, es algo puntual y no se repite. La violencia sexual es un
problema de salud pública. Un tercio de las mujeres en el mundo, una cuarta parte
antes de los 18 años, han sufrido violencia sexual.

Mito 8
Además, es más creíble si ocurre en un país subdesarrollado y/o el agresor es de
origen extranjero o pertenece a una clase sociocultural baja. El 70% de los
agresores sexuales detenidos en 2017 eran españoles.
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MÓDULO 1 Nociones básicas

Violencias sexuales con uso de


drogas
Abarca las diversas casuísticas relacionadas con el consumo de drogas cuando se
produce violencia sexual: consumo voluntario y con finalidad recreativa (y otras
finalidades), uso de psicofármacos por prescripción médica (o sin ella) más allá de
entornos festivos, intoxicación de las agredidas contra su voluntad para ejercer
violencia contra ellas, etc.

La práctica de los delitos sexuales relacionados con el uso de drogas se denomina


Drogas Facilitadoras del Asalto Sexual (DFSA por sus siglas en inglés), mientras
que el término «Sumisión Química» (CS) se usa para incluir todo tipo de delitos
relacionados con esta actividad.

Un estudio de la Universidad de Barcelona y del Ministerio del Interior (2021)


estimaba que “un 31% de los actos de violencia sexual, graves y sobre mujeres
adultas que acuden a urgencias médicas por la agresión, se dan bajo los efectos de
la sumisión química”, es decir, el uso de sustancias tóxicas para anular la voluntad
de la víctima.

En el ámbito de la violencia sexual, Olaizola diferencia entre la sumisión química y


vulnerabilidad química: “En el primer caso, el agresor te administra una sustancia,
habitualmente sin que te des cuenta, para cometer la agresión. El segundo hace
referencia a que el agresor aproveche una situación en la que tu voluntad está
mermada porque has ingerido alguna sustancia, por lo que no puedes dar tu
consentimiento”.

Supone un error de enfoque establecer como elemento de ‘vulnerabilidad’ la


drogodependencia para la violencia sexual o incluso el maltrato en la pareja, y
viceversa (la violencia como vulnerabilidad o predictor de la drogodependencia),
porque desde un enfoque de género, esta realidad es una evidencia en sí misma.
Es decir, lo previsible y comprensible es que la adicción y las violencias de género
se retroalimenten fácilmente como dinámicas y sistemas de relaciones en la vida de
las mujeres.

El campo de las adicciones y los consumos problemáticos de sustancias no deja de


ser un espacio de relaciones que, precisamente por la presencia de sustancias que
inhiben los mecanismos de control, alteran los estados de conciencia o disminuyen
la capacidad de reacción, etc. favorece la aparición directa la violencia estructural
contra las mujeres.

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MÓDULO 1 Nociones básicas

Además, tal como recoge el Observatorio Noctámbul@s en sus informes desde


2013/14, en los espacios nocturnos de ocio y consumo de sustancias se dan
múltiples agresiones sexuales (en distintos grados) a mujeres, y se constata que en
los episodios más graves o extremos de violencia, se producen consumos más
abusivos no vinculados al trauma vivido. El problema es que ante esta realidad, en
los ámbitos de prevención de conductas de riesgo, en general y con pocas
excepciones, se siguen enfocando las violencias sexuales como un riesgo del
consumo, en lugar de situarlo en su contexto específico: la violencia de género.

¿Qué mitos y realidades (re)producen los medios de


comunicación?

A TENER EN CUENTA

Si detectamos que una persona está bajo los efectos de una sustancia de manera
involuntaria, debemos quedarnos a su lado y llamar a un número de emergencia.

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MÓDULO 1 Nociones básicas

BIBLIOGRAFÍA

Comas, D. (2019). Drogas y delitos: aproximación criminológica a las sustancias


psicoactivas. Síntesis.

Fundación Atenea (2016). Hombres, Mujeres y Drogodependencias Explicación


Social de las diferencias de género en el consumo problemático de drogas.

Instituto de la Mujer. (2007). El consumo de alcohol y otras drogas entre las


mujeres.

Instituto de la Mujer. (2007). Intervención en drogodependencias con enfoque de


género.

Junta de Andalucía. (2018). Consejería de Justicia e Interior, Dirección General de


Justicia Juvenil y Cooperación. Memoria Anual General del SAVA 2017, p. 7. https://
www.juntadeandalucia.es/export/drupaljda/GENERAL.pdf

Martínez, P. (Ed.). (2008). Perspectiva de género aplicada a las


drogodependencias. ASECEDI.

Maston, C y Klaus, P (2005). Criminal Victimization in the United States, 2003


statistical tables: National Crime Victimization Survey (NCJ 207811). Citado por:
CORBIN, Juan Armando. Los 13 tipos de agresión sexual (características y
efectos). Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/forense/tipos-de-
agresion-sexual.

Ministerio del Interior y Universidad de Barcelona. (2021). Análisis empírico


integrado y estimación cuantitativa de los comportamientos sexuales violentos (no
consentidos) en España.

Romo, N. (2010). La mirada de género en el abordaje de los usos y abusos de


drogas. Revista Española de Drogodependencias, 35(3), 269-272.

Romo, N. (2013). Invisibilidad, Emociones y Abuso de Drogas entre las Mujeres.


Adicciones y Emoción. Proyecto Hombre: revista de la Asociación Proyecto
Hombre, (81), 22-23.

Guía de actuación violencia sexual hacia las mujeres.


https://igualdadyviolenciadegenero.carm.es/documents/202699/11760420/Gu%C3%
ADa+de+actuaci%C3%B3n+contra+la+violencia+sexual+hacia+las+mujeres/cf928bf
3-c52a-4c3a-8cb7-6f285f33931e
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MÓDULO 1 Nociones básicas

BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

Video: #DrogasYGénero: Abordemos las drogas con gafas violeta.


https://www.youtube.com/watch?v=wer7_ESo3N8.

Grooming: https://www.incibe.es/menores/tematicas/grooming

Sexting: https://www.incibe.es/menores/tematicas/sexting

Dibujando el género. Capítulo 1:


https://www.youtube.com/embed/nWKkJ8bjTW4

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