Está en la página 1de 3

MEMORIA, TIEMPO Y REALIDAD CONTEMPORÁNEA

"Mi memoria, señor, es como vaciadero de basuras"


Funes el memorioso

¿Cómo dotar a la memoria de su dosis justa de impulso positivo para recuperarse


uno mismo del espanto al descubrir en lo que uno se ha convertido? Este presentimiento
de aparente inutilidad, implica ya de por sí una percepción limitada, pues como individuos
estamos anclados a una verdad mediada por los procesos fisiológicos a los que nos
sujetamos inevitablemente. Sin embargo este es un problema que da para mucho en
sentido artístico. ¿Será que es necesario permitirse como la esposa de Lot, esta vuelta de
rostro para mirar al pasado? Al hacer esto se tiende la mirada a tono retrospectivo como
espacio de reconocimiento, mismo que actúa dotando de cualidades sensibles al tiempo.

El tiempo permanece allí como un Dios axial y eterno que ocupa espacios dimensionales,
hacia arriba y hacia abajo, inmóvil e inflexible, pero dinámico y vital, quizá inmutable ante
nuestro intento por habitar entre la tercera y la cuarta dimensión, en el ansia de explicar
nuestra condición irremediable como seres amasados con materia orgánica.

Es entendible la confusión y la incapacidad de sostener el equilibrio en esta atmósfera de


incertidumbre que nos provoca la rueca temporal y su avance inevitable hacia un desenlace
temido, quizá no anhelado, malentendido o acaso deseado. Y en esta parte del
desencuentro con los remolinos del tiempo, nos asimos apuradamente a lo que llamamos
memoria, un instante volátil en la llama de un pensamiento dirigido, que quizá nos ha
orientado la barca hacia un destino al que no precisamente habíamos querido dirigirnos.

La memoria es pues ese resquicio fotográfico de la mente que intentó atrapar la realidad en
su momento y que a la distancia, puede no ser lo que fue o incluso todo lo contrario. No hay
lugar seguro para confiarse de la memoria, pero tampoco se puede prescindir de ella. La
memoria como un objeto intencionado implica una conciencia guiada, un deslizamiento
entre el presente y el pasado, una transición mediada por el delirio disfrazado de razón para
acallar la amenaza del futuro.

¿Es la memoria un recorte provechoso para situarse en un punto de nueva evolución?


¿Tiene algún caso anclarse en la memoria de lo que no fue, para recuperar un hubiera
esperanzado frente a un trauma de negación? Ese es precisamente el ciclo imbricado al
que nos aferramos para construir lo que llamamos vida, una conciencia del aparente
presente que no es más que la integración a la realidad desde la retroalimentación pasado-
futuro. Una inútil búsqueda homogénea en escenarios distópicos, una linealidad corrompida
por nuestros propios recuerdos falsos y verdaderos, un intertexto relativo que desplaza la
relación de los objetos con los procesos temporales, una simultaneidad subjetiva a la que
llamamos vida.

Y, ¿cómo ser conscientes de este ciclo de retroalimentación compleja entre la falsedad y la


verdad, entre la agonía y el delirio, entre el caos y su neguentropía? Ese problema es fuente
de génesis artística y permite la representación del tiempo. En este sentido, la memoria es
un vehículo de desplazamiento que pende metafísicamente y se alía con la abstracción; un
procedimiento que nos sumerge en distintas posibilidades no anticipadas por la razón, justo
como el azar temporal nos lo sugiere a menudo.

El arte contemporáneo se permite la incursión en los espacios del tiempo, a través de los
discursos fragmentados, que como descensos y retrocesos articulan significados en una
escalera temporal que va hacia ninguna parte y hacia todas, como Escher lo anticipaba en
su obra. Kronos, Aion y Kairos, dialogan suspendiendo y creando relaciones lo mismo
equilibradas que excéntricas para dar sentido al acontecimiento de la obra contemporánea.

Y, ¿qué hay de la actitud para mirar sin recelo la obra contemporánea y asimilarla en este
impulso de revolver la conciencia en lugar de acomodar cómodamente la memoria?
Apelamos a la "calma" comprendida por Birulés, (2001) como una metáfora para explicar
la necesidad de encontrar una cierta mesura entre la memoria y el olvido, acaso como un
espacio equilibrado y ecológico para dejar en el pasado el peso de lo inútil.

La apuesta artística contemporánea retoma subjetividades en relación con tiempo pasado


en una posible coexistencia simultánea con el presente, y abre un debate constante para
replantear el papel de la memoria en la construcción de la verdad, en la lectura de la
realidad, ampliándonos la reflexión sobre el impacto que tienen estos sucedáneos en la vida
de los individuos y en las sociedades que conforman.

Para Birulés (2001) pág.179, éste problema se retrata en la idea de “[…] la recuperación de
un antiguo ideal ilustrado de universalidad que permita un relato retrospectivo del pasado
que no quede encallado en el detalle de la presente complejidad escénica”, comprendido
esto como una crítica a la idea de que la memoria y el pasado no pueden ser integradas en
narrativas comunes. Se apuesta pues en este imaginario de lo contemporáneo por la
postura crítica para sopesar el binomio relativismo-fragmentación de identidades, tomando
en cuenta la construcción de una narrativa común que permita el acceso a la comprensión
profunda e íntegra del pasado, sin las explosiones de la superficie, desahogando el peso
de la oficialidad histórica.

Hemos perdido Ia transmisibilidad del pasado y, por tanto, existen algunos lugares a los que
querríamos llegar, para los cuales no hay atajos. […] Ia responsabilidad hacia el pasado tiene que ver,
en primer lugar, en procurar protegerse de Ia tentación de actitudes nostálgicas que conviertan los
"antes" en lugares de plenitud. Birules (2001) pág. 179.

Los “antes” tomados como conjugaciones del tiempo y el espacio, pueden ser sometidos a
la lente de la caducidad en esta renovación visual contemporánea que recupera, la
maleabilidad y transformación de los sucesos como abstracciones e inmovilizaciones en
narrativas comunes donde prima la discontinuidad.

En la apuesta artística de Chris Marker, La Jetée (1962), se conjugan distintas posibilidades


para reflexionar en la memoria como una construcción de la realidad que ha sido
manipulada por las estructuras de poder; un imaginario donde las representaciones que
proceden del cinematoscopio y los procesos físicos de revelado fotográfico, pueden
comportarse como testimonios “oficializados” de la realidad y prueba de este duro
enfrentamiento.

Entonces se trata de ser conscientes de las trampas de la memoria como estrato subjetivo
para definir narrativas comunes; a la vez se trata también de rescatar la esencia de la
misma, como un doblez en el tiempo que nos permite poner atención en las actitudes
elaboradas para asumir la realidad y su “inevitable” apariencia: una temporalidad inconclusa
que nos abre la posibilidad de reescribir el pasado para comprender la existencia de otra
manera.

Ligia Guerrero Cervantes Octubre 2023

REFERENTES:

 Birulés, Fina (2001). “¿La calma del pasado?”, en Cortés, José Miguel, Lugares de
la memoria. Valencia: Espai d’art contemporani de Castelló, pp. 158-185
 Montesinos, J. A. (2013). El tiempo, la memoria y el compromiso. Chris Marker, un
viaje a través de las imágenes. Sesión no numerada: revista de letras y ficción
audiovisual, (3), 180-202.
 Chris Marker, La Jetée (El muelle, 1962, 26:37).
https://archive.org/details/vimeo-165899598

También podría gustarte