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Bioquímica de la Actividad Física

El concepto de bioquímica del deporte se asocia al aporte de energía necesaria


para realizar un ejercicio y por tanto a los procesos bioenergéticos para la
obtención de energía durante la actividad físico-deportiva. Pero no solo eso,
sino la bioquímica se encarga también de la energía se utiliza para el
movimiento, el aumento de la masa muscular o de los procesos de reparación
de los daños musculares inducidos por la actividad física, más o menos
intensa.

Durante la actividad físico-deportiva, comparando con el estado de reposo es


necesaria una gran cantidad de energía en un período corto (deportes
anaeróbicos, así como sprints, lanzamientos, saltos, etc.), mientras que, en
otras, los requerimientos son moderados pero constantes y duraderos
(deportes de resistencia de larga duración como, la maratón, triatlón de larga
distancia, alpinismo, etc.). Así, son tres los sistemas energéticos involucrados
que interaccionan entre sí en la que se encargan en la obtención de energía a
través de la “moneda energética” ATP (Adenosin Tri-Fosfato) la cual es el
nucleótido fundamental para la obtención de energía celular. Esta es la única
molécula que se puede convertir directamente en energía.

El ATP utilizado se recupera a través de 3 vías energéticas principales:

1) sistema anaeróbico aláctico,

2) sistema anaeróbico láctico y

3) sistema aeróbico.

Estas se clasifican según el sustrato que utilizan para producir energía, así
como si realizan este proceso bioquímico en presencia de oxígeno o no. Así,
según el sustrato utilizado, la rapidez de obtención de energía (potencia versus
capacidad bioenergética) y forma de utilizar energía; aeróbicamente (en
presencia de oxígeno) o anaeróbicamente (sin oxígeno) podemos diferenciar
las diferentes rutas metabólicas.

Es por ello, que es necesario el conocimiento de las distintas situaciones


metabólicas y musculares, tanto en los deportistas como en aquellas personas
que recién se incorporan a una actividad físico-deportiva.
Todo lo que sucede en un cuerpo en movimiento tiene su punto de partida en la
actividad metabólica muscular. Si ésta fallara (por disminución de los depósitos
energéticos, por desequilibrios hidroelectrolíticos, por una inactivación
inadecuada de fibras musculares), la acción bioenergética se ralentiza, se
vuele ineficaz y por tanto disminuye el rendimiento deportivo. Mientras mayor
sea la intensidad en el trabajo físico, más rápida será la necesidad de generar
energía, y por eso el ATP requiere ser repuesto más rápidamente. Entonces
aumenta la velocidad de las reacciones bioquímicas involucradas, logrando
aportar esta energía según el requerimiento específicos.

El ejercicio induce cambios en la regulación y transcripción de genes


específicos que inducen modificaciones en la cantidad de proteínas de una
determinada isoforma en las fibras musculares.

Las modificaciones a nivel muscular se deben al incremento de la actividad


contráctil que está asociada con los cambios inducidos por el entrenamiento
hacia un músculo más oxidativo. Por lo tanto, las fibras de contracción
rápida como así también los músculos con una alta proporción de las
mismas, muestran una mayor adaptación al entrenamiento que las fibras de
contracción lenta. Esta respuesta es más evidente en animales jóvenes e
inactivos, ya que poseen una alta proporción de fibras glucolíticas de
contracción rápida o tipo IIX, que los animales maduros y más activos con
una proporción mayor de fibras oxidativas. Más allá de lo anteriormente
expuesto, las adaptaciones musculares inducidas por el entrenamiento
tienen implicancias fisiológicas que influyen en la generación de fuerza,
velocidad y resistencia a la fatiga.

En general, la respuesta adaptativa del músculo esquelético al


entrenamiento de larga duración y baja intensidad consiste en una mínima,
si es que existe alguna, hipertrofia muscular. Sin embargo, una hipertrofia
muscular específica puede ser estimulada con ejercicios de alta velocidad y
corta duración y con ejercicios que generen un estiramiento máximo del
sistema musculoesquelético, pero dentro del rango normal del mismo. Seis
meses de entrenamiento convencional para salto induce una hipertrofia
muscular selectiva de las fibras de tipo II.
Desde el punto de vista fisiológico, la remodelación fenotípica de las
miofibras con una mínima o nula hipertrofia en respuesta al entrenamiento,
genera un músculo más resistente a la fatiga, pero con una disminución
intrínseca a la velocidad. El incremento de la resistencia a la fatiga se debe
a un incremento en la capacidad oxidativa de cada miofibra. La reducción
en la velocidad de contracción está asociada con la estimulación de
determinados tipos de fibras musculares y con el aumento en la expresión
de la isoforma lenta y otras isoformas de proteínas contráctiles. En una
forma similar o recíproca a la descripta para los entrenamientos de
resistencia.

Los entrenamientos de resistencia consisten en ejercicios submáximos que


mejoran el transporte y difusión del oxígeno, como así también el
transporte de ácidos grasos insaturados que se metabolizan por la vía
oxidativa con la consiguiente preservación de los depósitos de carbohidratos
intracelulares. La disminución en la utilización del glucógeno intramuscular
retarda la aparición de fatiga durante este tipo de ejercicios. Parece haber
una alta probabilidad de que todas estas adaptaciones metabólicas sean las
responsables del incremento en la resistencia en los individuos bien
entrenados durante un periodo de mediano a largo plazo. Este incremento
en la capacidad oxidativa de los músculos se correlaciona con el incremento
en la captación máxima de oxígeno, y con una significativa reducción en la
utilización del glucógeno como sustrato energético por la vía anaeróbica.
Como consecuencia de esto, los caballos entrenados tienen un retraso en la
acumulación de lactato y por consiguiente la acidosis aparece más
tardíamente. Esto está acompañado por una mejora de la capacidad buffer
y en una más eficiente excitación-relajación de las fibras musculares. En
otras palabras, el aumento de la resistencia (capacidad oxidativa) retarda la
aparición de fatiga durante los ejercicios con un alto componente
anaeróbico.

El estrés oxidativo ocurre cuando hay un desequilibrio en nuestras células


debido a un aumento en los radicales libres y/o una disminución en los
antioxidantes. Con el tiempo, este desajuste en el equilibrio entre los radicales
libres y los antioxidantes puede dañar nuestros tejidos.
En términos químicos, el EO es un aumento (cada vez más negativo) en la
reducción del potencial celular o una disminución en la capacidad reductora de
los pares redox celulares como el glutatión. Los efectos del EO dependen de la
magnitud de estos cambios, si la célula es capaz de superar las pequeñas
perturbaciones y de recuperar su estado original.

La práctica regular de actividad física (AF) reduce el riesgo de presentar una


muerte prematura por cualquier causa en personas jóvenes y de mediana edad
y también se asocia con una mayor supervivencia en personas de edad
avanzada. La práctica regular de AF disminuye el riesgo de presentar un
accidente cerebrovascular y reduce a la mitad el riesgo de presentar un
acontecimiento coronario agudo. El sedentarismo es en consecuencia un factor
de riesgo independiente de enfermedad coronaria, y la promoción de la práctica
de AF es uno de los elementos más importantes de las campanas de
prevención cardiovascular. La práctica regular de AF produce efectos
favorables sobre los factores de riesgo clásicos de las enfermedades
cardiovasculares: mejora el perfil lipídico, disminuye la tensión arterial y
previene la aparición de diabetes no insulina dependiente. Sin embargo, estos
efectos explican solo una parte de la protección de la AF sobre este tipo de
enfermedades. La AF produce efectos beneficiosos sobre la oxidación lipídica,
la hemostasia y la función endotelial, factores también directamente
involucrados en el desarrollo y progresio´n de la arteriosclerosis. El objetivo de
este artículo es realizar una revisión narrativa sobre la relación entre la AF y la
oxidación lipídica.

La práctica regular de actividad física produce una serie de efectos


beneficiosos sobre el metabolismo oxidativo que se traducen en un menor
estrés oxidativo, probablemente al aumentar la eficiencia energética y la
utilización de ácidos grasos como substrato metabólico para la obtención de
energía, y una mayor capacidad de defensa ante los estímulos oxidativos al
aumentar la actividad de los sistemas antioxidantes endógenos y aumentar la
resistencia de las partículas de LDL a la oxidación. Todo ello se traduce en una
reducción de los niveles de LDL oxidada y de los marcadores sistémicos de
inflamación.
El estrés oxidativo es asociado a la patogénesis de muchas enfermedades
humanas, sin embargo, se desconoce si es la causa o la consecuencia de
estas.

Los antioxidantes también son ampliamente utilizados como ingredientes en


suplementos dietéticos con la esperanza de mantener la salud y de prevenir
enfermedades y aunque algunos estudios sugieren que tienen beneficios para
la salud, otros grandes ensayos clínicos no detectan ninguna ventaja para las
formulaciones probadas y el exceso de la suplementación puede llegar a ser
dañino.

Hay que remontarse a las primeras décadas del siglo XX para encontrar los
primeros estudios sobre la producción del ácido láctico (lactato) durante el
ejercicio y su efecto sobre el organismo. Son los trabajos sobre la energética
de los carbohidratos realizado por Meyerhof y Hill. El primero, demostró la
producción de ácido láctico como un producto colateral del glucolisis. El
segundo, cuantificó la energía liberada durante la conversión de glucosa a
ácido láctico en condiciones de poca disponibilidad de oxígeno. Observó que
cuando un músculo demandaba energía por encima de la que le podía
suministrar la oxidación de substratos en presencia de oxígeno, la conversión
de glucosa a lactato podía suministrar una alta cantidad de energía en poco
tiempo para la contracción muscular. De esta relación entre la concentración de
lactato y consumo de oxígeno, surge en 1964 la hipótesis del denominado
umbral anaeróbico. Wasserman y colaboradores, definieron este concepto
como la intensidad de ejercicio o de trabajo físico por encima del cual empieza
a aumentar de forma progresiva la concentración de lactato en sangre, al
mismo tiempo que la frecuencia respiratoria y la ventilación se intensifica de
manera desproporcionada con respecto al oxígeno consumido. De forma
simplificada, demostraron la existencia de un incremento abrupto de la
lactatemia cuando se sobrepasaba un determinado nivel de consumo de
oxígeno.

Dentro de estas consideraciones, la relación entre el lactato y la fatiga, y su


implicación en el mundo del deporte, genera múltiples controversias. Existe una
clara asociación entre lactacidemia y acidosis, pero no son sinónimos, y por
tanto pueden incorporar elementos de confusión cuando se habla de fatiga.
Hay trabajos que desligan la lactacidosis de la fatiga, considerándola
fundamentalmente asociada a la falta de disponibilidad de fosforo inorgánico
y/o calcio por parte del músculo.

En cambio, otras investigaciones sugieren no desestimar todavía la


acumulación de protones en el origen de la fatiga muscular. Hoy en día, se
apunta hacia una causa multifactorial en el origen de la fatiga, en lugar de
establecer un único mecanismo desencadenante. Durante los últimos años,
debido a que la función del lactato en el organismo ha sido generador de
debate, se han llevado a cabo diferentes investigaciones que han atribuido a
este metabolito otras funciones en el organismo. Dentro de estas funciones,
destacamos en el presente trabajo dos: por un lado, el papel que tiene el
lactato como sustrato energético para las células altamente oxidativas, y por
otro, el de servir como precursor de la gluconeogénesis.

Bibliografía

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Medicina y ciencia en el deporte y el ejercicio.

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