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Tiene un acosador.
Escuchar esas palabras en voz alta hace que la situación sea
realmente real.
Llevo meses ocultándole mi situación a mi hermano, pero ver su
reacción me asusta aún más de lo que ya estoy. Sin embargo, no me
sorprende que estar en presencia de Cash me haga sentir mejor. Más
protegida. Segura.
Mi hermano mayor honorario es como Goliat. De la Biblia. Si
llevara sandalias de cuero y una armadura abollada, ni siquiera
parecería extraño. Su altura supera el metro ochenta. Es ancho y
fuerte e... increíblemente guapo. Quiero decir, en serio. Todas las
chicas del campus quieren conquistar al jugador estrella de béisbol,
aunque ninguna parece conseguirlo.
Finjo que no me gusta tanto.
Después de todo, Cash me ve como a una hermana pequeña.
Me cuida, mantiene alejados a los asquerosos en las fiestas. Se
asegura de que nadie ponga nada peligroso en mi bebida. Me lleva a
casa. Me recuerda que cierre la puerta.
Es mi héroe. Todo irá bien ahora que estoy con él.
Obedeciendo a mis instintos, suelto la mochila y camino
directamente hacia el muro de músculos que es Cash Jenner. No debe
de esperar que lo abrace, o tal vez aún está aturdido por la angustiosa
noticia de que tengo un acosador, porque respira entrecortadamente
cuando mis brazos rodean el robusto tronco de su torso y la coronilla
de mi cabeza apenas alcanza su barbilla. Poco a poco, sus brazos se
levantan y me aprietan.
—Russ.
Ese único gruñido de Cash hace que mi hermano deje de
pasearse y tome aire. —Lo siento. Es que el momento no podía ser
peor. Voy a salir de la ciudad para una conferencia científica. Esta
tarde. Ni siquiera tengo tiempo de ir a la policía, cosa que debería
haber hecho hace meses.
Tiene razón.
Debería haberlo hecho.
Creo que no quería creer que realmente estaba pasando.
No lo digas.
No lo digas.
Pero tal vez hay una parte de mí que todavía es buena. Que
quiere darle una advertencia para que se mantenga alejada de mí,
porque soy un monstruo. Porque soy su monstruo.
Ya estoy caminando hacia ella. Acercándome a ella. Apoyándola
contra la mesa.
Hombre afortunado.
Hombre malvado.
Tomando ventaja de esta chica de cara fresca. Confiada a ti por tu mejor amigo.
A la mierda. Iría al infierno solo para presenciar un movimiento
de sus pestañas.
—Brazos arriba. — digo, contra su boca, desabrochando
lentamente el body donde se sujeta contra su coño, dejando que mis
dedos rocen esos dulces labios antes de tirar de la prenda hacia arriba,
por encima de su sujetador blanco sin tirantes, por encima de su
cabeza y tirarlo sobre la mesa detrás de ella. Ahora no hay nada entre
Scout Snyder y yo salvo un sujetador de copa B, pero sigue siendo
demasiado. Mi puta piel es una barrera demasiado grande entre ella y
yo. Los escasos centímetros de aire que nos separan me ofenden.
Quiero fundirme con ella. Succionarla. Y ese deseo me hace sisear
entre dientes mientras le desabrocho el cierre delantero del sujetador
y veo aparecer esas tetas perfectas, dos fantasías maduras del tamaño
de la palma de la mano, todo carne de melocotón y pezones
sonrojados.
Jesucristo. Es comestible. Literalmente.
No lo hagas. Te expondrás.
Diablos, ya estoy a punto de descubrirme como su obsesionado
acosador, mirándola fijamente a los ojos mientras gruño con
movimientos cada vez más agresivos de mi polla palpitante. Cada vez
más fuerte. Extraigo sangre de mi labio inferior con los dientes,
imaginando que estoy metido hasta las pelotas en su coño,
CASH
Te llevaré en brazos por el campus como a una princesa y luego te follaré como
a una puta. Esa promesa gruñida continúa circulando por mi cabeza,
una y otra vez, pero en la que debería concentrarme es en la línea que
lo reveló.
Asustada o no, la chuparías como una de esas putas paletas de uva de los que
no te hartas.
Él no sabría que básicamente vivo de paletas a menos que me
haya estado observando. Nunca me he comido una delante de él, que
yo sepa. No me sigue en las redes sociales, así que debe estar
vigilándome desde una cuenta de reserva.
El Uber se detiene frente a la gasolinera. Me asomo por la
esquina del edificio y no lo veo, así que corro hacia el vehículo, abro la
puerta trasera y me lanzo al asiento trasero. En ese momento me doy
cuenta de que no puedo ir a mi dormitorio, porque me encontrará y...
¿qué? ¿Me matará por huir de él? ¿Me hará prisionera?
Ignoro el escalofrío que me recorre la espalda y me inclino hacia
delante para hablar a través del tabique de plástico. Justo cuando lo
hago, veo a Cash. Sale del cine con los puños en los costados,
subiendo y bajando el pecho, con cara de estar loco de rabia. Me ahogo
Fin…