Está en la página 1de 60

“para que la bruja

no me coma”
fantasía y
de los niñosmiedo
al infanticidio

dorothy bloch

siglo
veintiuno
editores
Traducción de «PARA QUE LA BRUJA
M .a Do l o r e s Ll e r a c h o c a n
NO ME CO
COM
MA »

Fantasía y miedo de los niños


al infanticidio

por

DOROTHY BLOCH

INDICE ✓

Prefacio IX
Introducción:
Introdu cción: Fan
Fantasía
tasía y miedo de los
los niños al infanticidio
infanticid io 1

PRIMERA PARTE
INFANCIA

1. «NO ME GUSTA PEPENS


NSAR
AR QUE SO
SOY
Y UN
UNA
A JIRAFA»: L
LA
A FANT
FANTASIA
ASIA DE
UNA
UN A NIÑA DE TR
TRES
ES AÑOS 17
2. SUPERRATON:
SUPERR ATON: NACIMIENTO Y MUERTE
MUE RTE DE UNA
UNA FAN
FANTA
TASIA
SIA DE FE N-
SIVA 42
3. CUATRO
CUATRO NIÑOS QUE INSISTIAN EN QUE PERT
PERTENECI
ENECIANAN AL SEXO
CONTRARIO 50
4. «NO SAL
SALII DEL VIEN
VI ENTR
TR E DE MI MADR
MADRE»:
E»: U
UNA
NA FANT
FANTASIA
ASIA QUE TAR-
DO TRE S AÑ
AÑOS
OS EN RESOL VERSE 72
5. LA FAN
FANTASIA
TASIA DEL «PE«PERRO
RRO QUE NO MERECIA SE R UNA UNA NIÑA
NIÑA»» 94
6. LA IN
INHI
HIBI
BICI
CION
ON DE LA FANTA
FANTASIA
SIA Y LA PREDI
PR EDI SP
SPOS
OSIC
ICIO
ION
N A MATA
MATAR
R 110
7. LA IN
INHI
HIBI
BICI
CION
ON DE LA FAN
FANTAS
TASIA:
IA: UN CASO DE AUTISMO INF INFANTI
ANTILL 130

SEGUNDA PARTE
AÑOS POSTERIORES

NIÑ O DE
NIÑO DESP
SPRE
RECI
CIAB
ABLE
LE Y PADR
PADREE NO
NOBL
BLE
E 145
)
>
/
f

 LA NECESI
NECESIDAD
DAD DE UNUNAA IMAGEN DISTORSIONADA DE LOS PADRES 167
; LA FANTASIA IN INCO
CONS
NSCI
CIEN
ENTETE DE UN NIÑO ABAND
ABANDONADO
ONADO 179
LA OB
OBSE
SESI
SION
ON DE UNUNA
A NIÑA POR CASARSE CON SU PADRE 196
2 LA PE
PERS
RSIS
ISTE
TENC
NCIA
IA DE LALASS FANTASIAS ININFAN
FANTIL
TILES
ES EN LA VID
VIDA
A
ADUL
ADULTA
TA 215
5 EL MIED
MIEDO,
O, LA FANTASIA Y LA ESPEES PERA
RANZ
NZA
A DE SE
SERR AMADO
AMADO 237
 HACIA
HACIA UN
UNAA SOCIEDAD MA MADU
DURA
RA 249

Dedico
Dedico este libro a mis pacientes,
pacientes,
fuente constante de conocimiento
conoci miento e inspirac
inspiración.
ión.
PREFACIO

Aunque este libro es una desviación —yo preferiría llamarlo


una extensión— del pensamiento de Freud, me gustaría ex-
p r e s a r m i d e u d a h a c ia él p o r h a b e r c o n tr ib u id o ta n e x t r a o r -
dinariamente a mi inspiración. Por mucho que nos desvie-
mos de sus teorías, sus conceptos dan impulso y sirven de
trampolín para la exploración de nuevas áreas. Desarrollan-
do sus teorías y usando los instrumentos que nos ha legado,
seguimos sencillamente el ejemplo que tan admirablemente
nos dio con sus brillantes esfuerzos por comprender la psi-
que humana.
Mi búsqueda de una teoría consistente de lo que llama-
mos «enfermedad emocional» y mi creciente reconocimiento
del papel que la violencia tiene en su origen, adquirieron
una repentina nitidez hace unos quince años, cuando el doc-

tor Hyman
Freud, en su Spotnitz
teoría delllamó mi atención
complejo de Edipo,sobre habíael hecho de que
omitido el
intento de los padres de matar a Edipo. Estoy en deuda con
el doctor Spotnitz por la gran conmoción intelectual que es-
to me produjo y por su continuo interés y aliento. Su propia
desviación de las teorías de Freud acerca del tratamiento in-
siste en la importancia primordial de sacar a relucir los sen-
timientos agresivos de los pacientes, lo cual ha hecho posi-
blee el tr a t a m i e n t o de p a c ie n te s e s q u izo
bl iz o fr
fréé n ico
ic o s con
co n u n feliz
fe liz
resultado y me ha sido de un valor incalculable para tratar a
mis pacientes. También estoy en deuda con él por su ayuda a
la hora de formular las diferencias entre la fantasía y la
identidad homosexual en el capítulo 3, por haber leído este
manuscrito, y por su insistencia, que llevó a la redacción del
capítulo 13 y a la elaboración de la dinámica de diversas fan-
tasías. Sin embargo, la responsabilidad de los conceptos que
han desembocado finalmente en este libro es enteramente
mía.

Prefacio
X INTRODUCCION:
FANTASIA Y MIEDO DE LOS NIÑOS AL INFANTICIDIO
Quiero agradecer a Psychoanalytic Review el permiso pa-
ra reeditar importantes pasajes de diversos capítulos publi-
cados originalmente en esa revista, y a Mo der n Ps ych oa oana
naly
ly
sis el permiso para reeditar el capítulo 7. Doy también las
(•

gracias a Marie Coleman Nelson y a Murray H. Sherman, di-


rectores de Psichoanalytic Review, por haber leído y comen-
tado este manuscrito.
También estoy muy agradecida a Mary Wolman, psicólo
ga infantil y buena amiga, de quien siempre pude esperar
una respuesta sensible y un continuo interés por la evolu- Si alguien hubiera sugerido, cuando empecé mi carrera psi
ción de mis ideas; a Frances Tenenbaum, que facilitó el ca- coanalítica hace unos veinticinco años, años, que mis pacientes te-
mino de este libro; a todos aquellos amigos cuyo apoyo entu- merían que yo —o sus padres— pudieran matarles, creo que
siasta ha sido un recurso omnipresente, y en particular a hubiera reaccionado con sobresalto. Incluso lo hubiera re-
Yuri Suhl, por su amistosa y generosa ayuda. chazado como una pesadilla. ¿Que el miedo al infanticidio
Y, finalmente, a mi editor, David Harris, cuyas sugeren- pu di er a se r su pr in
inci
ci pa l pr eo cu pa ci
ción
ón ? Ab
Absur
sur do
do..
cias han mejorado este trabajo y cuyo entusiasmo y preocu- Sin embargo, después de que, uno tras otro, los niños me
pa
paci
ción
ón ha n co nt ribu
ri bu id o a fa c ilit
il itar
ar ese úl tim o es fu
fuer
er zo ne ce - admitieran en su mundo de fantasía, he presenciado un mie-
sario para transformar un manuscrito en un libro. do a ser asesinado que únicamente variaba de intensidad.
Aunque en pacientes adultos estaba profundamente enterra-
Do r o t h y B l o c h
do en el subconsciente, descubrí que en los niños estaba nor-
Nu
Nueva
eva York,
York , ab ri
rill de 1978
malmente muy en la superficie. Casi invariablemente me in-
formaban, a menudo en su primera visita, de lo que ellos ex-
pe rim
ri m en ta ba n com o un a vi vida
da en pr ec ar ioio.. Una ni
niñaña de cu a-
tro años y medio, cuyo terror llegué a conocer con gran deta-
lle, me anunció solemnemente que sus dibujos se titulaban
«Ciudad peligrosa» y «Cielo peligroso». Un niño de seis años
estaba demasiado ocupado mirando a las nubes con temor
de que se «derrumbaran» para poder jugar. Otro de cinco
años, que
ojos pálido y serio,
en caso de me confió saldrían
necesidad que teníadisparados.
dos lápicesCuando
en los
casualmente comenté con otro niño de seis años que había
notado su cuidado de sentarse en la mesa siempre en el lado
contrario al mío, respondió con una risa histérica: «Para que
la bruja no me coma».
Hasta que empecé a tratar a niños, mis conocimientos de
las fantasías no iban mucho más allá de su función de satis-
facer unos deseos.
deseos. Generalmente pensamos que las fantasías
son una complacencia de la imaginación. La sola mención de
la palabra evoca con frecuencia placeres recordados o delei-
tes anticipados. Superar el aburrimiento del momento y en
Introducción 3
2 Dorothy Bloc
Bloch
h

trar en un mundo de voluptuoso encantamiento, dejar atrás cabe ninguna duda, por mis observaciones analíticas, de que
nuestras limitaciones y ponernos un manto de poderes infi- las identidades que se ocultan detrás de esas figuras imagi-
nitos: todo esto lo asociamos habitualmente con la fantasía. narias y terroríficas son los propios padres, ni de que esas
N u es tr
troo co nc ep to co inc ide con su de sc rip ció n po r Fr eu d co- formas horribles de alguna manera reflejan los rasgos de su
mo «gratificación imaginaria de deseos eróticos grandiosos pa dr e o su m ad re , po r di st or si on ad a o fa n tá st ic a qu e pu ed a
y ambiciosos», como una especie de «parque natural» donde ser la semejanza [...]».
«todo
«tod o puede crecer y desplegarse a vo luntad »1. Las implicaciones del terror en esas fantasías eran tan di-
El «parque natural» que yo encontré durante el trata- fíciles de afrontar y definir explícitamente en lo años treinta
miento de los niños analizado en los capítulos siguientes te- como lo siguen siendo ahora, con ligeras modificaciones. To-
nía poco que ver con los «deseos eróticos» o el placer. Abun- davía resuena la pregunta con que concluía su descripción:
daban las bestias de apariencia terrorífica, las brujas crue- «¿Cómo es posible que el niño cree una imagen tan fantástica
les y los monstruos que perseguían a sus víctimas salvaje- de sus padres, una imagen tan alejada de la realidad?»12.
mente. En esos terrenos el aire vibraba con el ratatata de En un principio, al abordar esta cuestión, como muchos
las metralletas, los ahorcados que colgaban de los árboles y analistas novatos, centré mi atención en los padres. ¿Qué ti-
los ríos de sangre. «¿Me quieres ayudar a correr? El mons- po de m o ns tr tru
u os er an ? Aunq ue en te n d ía las ten sio ne s y p re -
truo nos persigue», fue la forma en que Ellie, de tres años y sioness que determ inaban muy a menud o su estado de ánimo,
sione
medio, introdujo una fantasía que duró más de un año. Un sólo cuando dirigí mi atención a los niños encontré la res-
pu es
esta
ta . La p ri m er a ru p tu ra fue pr ov oc ad a p or dosdo s pa cie nt es
niño
de que de «un
cuatro añosestá
ladrón y medio me informaba
intentando derribar elcontinuamente
Empire State que estaban convencidos no sólo de que sus padres querían
Building». Fui introducida por un niño de cinco años en el matarles sino de que realmente lo harían. Después de exami-
asesinato de multitudes mediante una rutina en la que inevi- nar los factores que producían esa impresión, descubrí que
tablemente acabábamos tirando los cuerpos imaginarios por en ambos casos habían estado expuestos a un grado de ame-
el tejado y después limpiándonos «la sangre y suciedad de nazas mayor de lo normal. Sin embargo, era evidente que no
las manos». He pasado muchas sesiones en las que era asesi- estaban en peligro. Su firme creencia de que sus vidas esta-
nada y resucitada únicamente para poder ser asesinada de ban en pe lig ro ro,, sin em ba rgrgo,
o, me hi zo es tu d ia r el alc an ce del
nuevo. miedo expresado en sus fantasías y sopesar las razones que
En casi todos los casos, la fantasía representaba un inten- po dí an ex pl ica r es ta s dif ereren
encia
cia s. Conclu
Co nclu í qu e los niñ os es- es -
to del niño de defenderse contra el miedo a ser asesinado. tán universalmente predispuestos al miedo al infanticidio
Quizás nadie haya descrito mejor el miedo que encierran las po r el es ta di o de su d es ar ro llo fís ic o o psico
ps icológ
lóg ico y q ue la in-
fantasías de los niños que Melanie Klein, una de las prime- tensidad del miedo depende de la incidencia de sucesos trau-
ras analistas infantiles, quien escribió: «Estamos acostum- máticos y del grado de violencia y cariño que hayan experi-
br ad o s a ve r el te rr o r de los ni ño s a se r de vo rad os , o co rt a - mentado.
dos, o hechos trozos, o su terror a ser rodeados y persegui- Después de haber llegado a esta conclusión, nada era más
dos, por figuras amenazantes como un componente normal de obvio. ¿Por qué no se me había ocurrido antes? Cuando co-
su vida mental [...]». menté esto con otros adultos, se sorprendieron en un princi-
Ella tenía claro el origen de ese miedo y decía: «No me pio, pe ro lo ac ep ta ro n in m ed ia tam en te . ¿P or qu é no han de

1 Sigmund Freud, «The relation of the poet to day-d


day-dreaming»,
reaming», en Collec 2 Melanie Klein, «T «The
he early developm ent of conscie nce in the cchild»
hild»
(1933), en Co ntrib utio ns to psychoa nalysis, 1921-1
1921-1945
945,, Nueva York, McGraw-
ted papers,
nos», vol. completas,
en Obras 4, Londres,vol.
Hogart Press, 1925
n, Madrid, [«El poeta
Biblioteca y los
Nueva, sueños diur
1973]. Hill, 1964.

4 Doroth y Bloch Introducción 5

tener miedo los niños a ser matados? Para empezar, conside- En aquellos casos en que la ilusión de poseer poderes má-
remos su tamaño. ¿Hay alguien más «matable»? Nacer pe- gicos es disipada naturalmente por la realidad y por las ex-
queño e indefenso en un mundo donde hasta los ratones tie- pe ri en ci as d en tr o de un os lím ite s no rm al es y en qu e el m un -
nen la ventaja de la movilidad es sin duda sentirse a merced do del niño se mantiene relativamente estable, a salvo de
de cualquier ser viviente. El hecho de que los adultos parez- acontecimientos traumáticos y excesivas frustraciones, o
can haber borrado de su conciencia la idea de que los niños cantidades de rabia, es posible que escape comparativamen-
lo ed
pu saben
e se r,y sim
se sienten a menudo
pl em en te, un re flepreocupados
jo de su ne ce por
sidsus
ad de miedos
olv i- te intacto. Desgraciadamente es raro que así sea. Su senti-
miento de omnipotencia puede verse reforzado tanto por
dar su propia infancia. De lo contrario no podrían escapar a una incapacidad de fijar límites como por una excesiva re-
la conclusión, fácilmente deducible de una observación in- pr es ión
ió n o po r un de se qu ili br io en las re lac io ne s fa m ilia re s.
cluso superficial, de que los niños se dan pronto cuenta de En las familias donde el padre del mismo sexo está frecuen-
su vulnerabilidad y dependencia de la voluntad de los padres te o permanentemente ausente y donde el niño se siente el
p a ra vivir.
viv ir. Qu
Quee el mi ed o re su lt an te pu ed e co n ve rt ir
irse
se en un pr ef er id o de un o de los pa dr es , pu ed e lle ga r a d e sa rr o ll a r un
factor esencial de las defensas que crean para sentirse segu- sentido erróneo de sus poderes y de su relación con el mun-
ros es algo que se desprend e con claridad del estudio de esas do.
defensas. Es difícil medir las peligrosas consecuencias de la confu-
El tamaño del niño no sólo le expone a ser atacado, sino sión resultante del niño. Sus sentimientos de omnipotencia
que también determina lo que es capaz de absorber del mun- le pueden llevar a esperar que las cosas se hagan sin esfuer-
do exterior. Aunque ahora tenemos una idea más o menos zo o quizás a inhibirse para evitar descu brir sus limita limitaciones
ciones
pr ec isa
is a de su s ne ce sid ad es fís ica s, es tam os me no s in fo rm a- y arriesgarse a un fracaso. También puede renunciar a unos
dos acerca de su capacidad emocional. En contra de la opi- objetivos posibles en favor de unos proyectos grandiosos in-
nión de los que defienden los programas actuales de televi- conscientemente concebidos para establecer su control abso-
sión, ya sea el niño el destinatario o un mero testigo, su ca- luto. Las inevitables frustraciones pueden producir una pro-
pa ci da d de ac om od ar la vio len cia o los se nt im ie nt os vio len - funda insatisfacción con ellos mismos, ahogando la creativi-
tos es muy limitada. dad o llevándolos a realizaciones cada vez más amplias que
Un obstáculo igualmente importante es el tipo de pensa- rarame nte satisf
satisfacen
acen sus objeti
objetivos
vos inconsci
inconscientes.
entes.
miento de los niños que salen de la primera infancia. La pa- Debido a su idea de que sus pensamientos, deseos y senti-
labra «mágico» ha sido usada para describirlo y refleja la mientos tienen una naturaleza mágica, el niño puede tam-
impresión que los niños tienen de que sus pensamientos, de- bié n se nt ir se re sp on sa bl e de u na ga m a e x tr ao rd in ar ia de su -
seos y sentimientos están dotados de un poder misterioso. cesos infaustos. ¿Hay una muerte en la familia? El es el ase-
Puesto que desde la cuna aparentemente pone en movimien- sino. ¿Un accidente?: El es el autor secreto. ¿Una enferme-
to a los supuestos gigantes de su alrededor sin necesidad de dad?: El es el agente. Su «maldad» hace que su madre le deje
hablar, ¿cómo si no explicar la considerable —y frecuente- pa ra ir a tr ab aj ar , o q ue de se e te n er o tr
troo hijo
hijo,, y llev
llevaa a su p a-
mente no solicitada— atención a sus necesidades? La tesis dre a ausentarse por viajes de negocios. El niño puede sentir-
de que el niño equipara los pensamientos, deseos y senti- se automáticamente culpable de cada disputa y autor de ca-
mientos a los hechos está corroborada no sólo por la forma da desastre, ya sea éste la desavenencia entre los padres, la
de actuar en los niños tratados por mí, sino también por la separación o el divorcio.
siempre asombrosa suposición de muchos de mis pacientes La chispa que inicia esta predisposición a la culpa, con su
adultos de que conozco sus pensamientos y deseos antes de consiguiente expectativa de castigo, parece ser el propio sen-
que ellos los hayan expuesto. timiento de cólera del niño. Sus sentimientos agresivos están
6 Doro thy Bloch
Bloch Introducción 7

pr oh ib id os no so lam en te po rq ue sus pa dr es los pu eden ed en co n- rie de defensas para protegerse. Si estos factores fueran el
denar, sino también por el poder devastador que el niño les único problema, la tarea del niño sería relativamente fácil.
confiere. Si pensar, sentir y desear equivale a actuar, el niño Su necesidad de defensas se mezcla, sin embargo, con su ine-
pu ed e co m pr en sib le m en te m ed ir la m ag ni tu d de la am en az a vitable respuesta violenta a la violencia o a los sentimientos
que él piensa que representa por la intensidad del carácter y deseos violentos de sus padres.
destructivo de su mundo interior. Cuanto más irritado está, Para que esta respuesta tenga lugar no hace falta que el
más peligroso piensa que es y mayor es su miedo a ser casti- niño sea el blanco directo de la violencia. Con los niños que
gado. Achaca estos poderes tanto a su sentimientos como a yo he tratado, era suficiente que los padres cometieran actos
lo
loss de sus padres. Cuando estos están continuamente en fada- violentos de cualquier tipo o se mostraran frecuentemente
dos o cuando actúan a resultas de su enfado, el niño puede violentos, no hacia él, sino entre sí o hacia otros niños e in-
temer lo peor. cluso hacia animales, o que permitieran que otros niños ac-
El que lo sentimientos sean la mayor preocupación de los tuaran con viol
violencia
encia contra otros m ás indefensos si sin
n ser cas-
niños es debido a sus experiencias infantiles, cuando les sir- tigados. En algunos casos, los hermanos mayores que ataca-
ven como el modo primordial de comunicación. Cuando las ban vi ole nt a y ha b itu al m en te er an vis tos com o ag en tes de
pal
p al ab ra s se co nv ier ten en el me dio de in te rc am bi o, es ra zo - los padres; cuando los padres no intervenían eficazmente pa-
nable suponer que, para él, la función esencial de éstas pue- ra proteger al niño, éste suponía que los padres querían que
de ser la transmisión de sentimientos. El niño oye las pala- le ma taran. Y cuando veía que la violenciviolenciaa o los sentimientos
bra
b ra s p ar a c al ib ra r su co nt en id o ta nt o em oc ion al com o in fo r- violentos experimentados en la familia se incrementaban en
mativo. Como los adultos bien saben, en un proceso que im- la televisión, el cine o en la misma calle, su terror se intensi-
pl ica co n fr o n ta r las p al ab ra s e inclu
in clu so los he ch os con la p er - ficaba.
cepción de los sentimientos, son estos últimos los que gene- La idea de que los niños temen de forma universal que
ralmente ganan. sus padres les maten es asombrosa, y sin embargo he encon-
Cuando consideramos la vulnerabilidad de los niños y las trado que es mucho más aceptable que la posibilidad de que
pe lig ro sa s co ns ec ue nc ias de su pe ns am ie nt o mág ico, ico , no nos los padres tengan realmente ese deseo. Hasta hace poco, la
pu ede
ed e ex tr añ ar qu e su m ay or pr eo cu pa ci ón sea su pr op ia vi- idea de que los padres deseen matar a sus hijos ha estado to-
da. Un niño muy precoz de cinco años me lo expuso lacónica- davía más oculta que la de que los niños puedan vivir coti-
mente. Aunque tardó un tiempo en desembrollar su proble- dianamente aterrorizados por este pensamiento. No sola-
ma, finalmente dejó claro que cada vez que su madre lo deja- mente es el deseo de matar uno de los sentimientos más pro-
ba al cu id ad o de un a n iñ er a él se qu ed ab a «p re oc up ad o» . Al fundamente reprimidos, sino que la comprensión general de
sugerirle que pudiera estar preocupado porque a su madre la naturaleza de estos deseos sigue siendo objeto de confu-
le ocurriera algo y no volviera, me aseguró: «No, estoy preo- sión. Normalmente, cuando los pacientes reconocen, gra-
cupado por mí. ¿Qué puedo hacer si le ocurre algo a la niñe- dualmente y de mala gana, que no sólo odian sino que ade-
ra?». más quieren matar a los que odian lo hacen con un senti-
Que el miedo al infanticidio domine la vida del niño o se miento de escándalo y muy a menudo sólo tras un período
convierta en un elemento manejable depende en gran parte, de rechazo doloroso. Que estos deseos estén dirigidos contra
como ya he sugerido antes, de la incidencia de sucesos trau- el analista o contra las personas queridas es una idea a la
máticos y del grado de violencia y cariño que haya absorbido vez repugnante y espantosa.
en su ambiente familiar. La violencia o la amenaza de violen- En algunos pacientes, el hecho es tan odioso que el des-
cia confirma sus miedos ya establecidos. Incluso deseos ocul- cubrimiento e identificación de estos deseos puede llevarles

tos pero violentos son suficientes para que requiera una se- a pensamientos suicidas. El veto que se convirtió en manda

Dorothy Bloch Introducc ión


8 9

miento atronador que dice: «¡No matarás!» parece haber si- mismos lo esperan— que eduquen hijos perfectos prueba lo
do registrado como: «¡No desearás matar!» o incluso como dañina que puede ser la negación de esta verdad. Pocos pa-
«¡No pensarás matar!» Si admitimos que el pensamiento má- dres se conceden a sí mismos el derecho a tener problemas o
gico, tan característico de la primera infancia, puede persis- se perdonan lo sentimientos adquiridos a través de sus pro-
tir en la edad adulta, es evidente que para muchas personas pio s pa dr es .
reconocer el deseo de matar es sinónimo de matar. Una com- El hecho de que Freud evitara esta cuestión da una medi-
pl
plic
icac
ac ió n re su lt a n te de la re pr es ió n de es to s se nt im ie nt os y da de lo difícil que es abordar tanto el miedo del niño al in-
deseos es la creencia de que los sentimientos existen en for- fanticidio como el deseo de infanticidio de los padres. Aun-
ma pura. Los pacientes se sorprenden con frecuencia de la que Freud admitió la posibilidad de que su teoría sobre el
existencia de sentimientos contradictorios. En cualquier complejo de Edipo pudiera eventualmente ser reemplazada,
análisis, el reconocimiento de que el amor no excluye al nunca abandonó la idea de que ésta era la causa central de
odio, ni el odio al amor, es un jalón en el camino de la madu- los problemas emocionales. Para comprender el porqué no
rez. hay más que examinar la propia teoría.
Cuando la cuestión no es solamente el deseo de matar, si- Hace muchos años, el doctor Hyman Spotnitz llamó mi
no el deseo de matar al propio hijo, entonces se entra en otra atención sobre la omisión por parte de Freud de la primera
dimensión. La repugnancia que produce sólo pensar en esta pa rt e del mi to de Ed ipo al fo rm ul ar su teo ría . La ley end a
po sibi
si bi li
lida
da d da la m ed id a de la tr ag ed ia qu e sig nificni fic a se r p a- griega comienza con la conspiración de los padres de Edipo
dres. La mayoría de las parejas comienzan a desempeñar su pa ra el im in ar lo a fin de ev it
itar
ar la pr of ec ía del or ác ul o seg ún
nuevo papel llenos de cariño y de grandes aspiraciones, ins- la cual cuando sea mayor matará a su padre y se casará con
pi ra do s m uc ha s vec es po r un a de te rm in ac ió n de co rr eg ir los su madre; es el acto de los padres de abandonarlo en la mon-
errores de sus propios padres, de suplir sus deficiencias. El taña para que muera y así evitar la predicción lo que hace
gran número de fracasos puede explicarse en parte por el que se pongan en movimiento los sucesos que luego llevarán
hecho de que su propia educación rara vez ha sido concebida al cumplimiento de la profecía.
p ar a qu e la em pr es a te teng
ng a éxi to. Po r am pliopl io s qu e sea n su s En manos de Freud, esta historia sufrió una espectacular
estudios, pocas personas disponen de los instrumentos nece- transformación. Su teoría omite el acto homicida de los pa-
sarios para entender sus propios sentimientos o los de sus dres y se centra en las obras de Edipo; trata el asesinato del
hijos. Sus esperanzas de tener éxito allí donde sus padres pa dr e y el m at rim on io con la m ad re com o im pu lso s un iv er -
fracasaron están frecuentemente condenadas a la desilusión; sales, aislándolos como períodos inevitables en el desarrollo
más aún, su atribución de una responsabilidad personal por infantil. Si Freud hubiera aplicado el mismo principio de
lo que aparece como una transformación desconcertante del inevitabilidad a todo el mito, su teoría habría establecido la
cariño en odio complica el problema al generar una carga de conexión entre causa y efecto; el deseo de los padres de ma-
culpabilidad casi intolerable. tar a su hijo se habría hecho universal como primer paso
A pesar de los años que han pasado desde que Freud esta- inevitable en el complejo de Edipo y como factor desencade-
bl ec ió la im po rt an ci a de las ex pe ri rien
en ci
cias
as in fa nt il
iles
es y su p e r- nante de la preocupación del niño por el incesto y la muerte.
sistente influencia en la personalidad adulta, una de las co- La primera vez que advertí esta distorsión en el trata-
sas más penosas de hacer emerger en muchos análisis es el miento freudiano del mito, me sorprendieron sus implicacio-
reconocimiento por parte del paciente de que por mucho que nes e inmediatamente sospeché que reflejaban una necesi-
desee negarlo, está influenciado por su pasado y su educa- dad por parte de Freud de excluir la influencia de los padres
ción. La frecuente previsión de los padres de que, por mu- como factor en la génesis de los problemas emocionales.
chos traumas que hayan sufrido, se espera de ellos —y ellos Aunque hemos avanzado mucho desde que Freud formuló
10 Dorothy Bloc
Bloch
h
Introducción
11

sus teorías, nuestra comprensión de los fenómenos psicoló-


gicos todavía tiene sus raíces en sus extraordinarios descu- de los padres. Yo misma he encontrado pruebas de la exis-
br im ie
ient
nt os . Sin em ba rgo , ta tann er ró ne o se rí
ríaa ne ga r sus li
limm it
ita-
a- tencia del deseo de infanticidio. Una madre que trajo para
ciones como exagerarlas. El método de Freud nos proporcio- ser tratado a su hijo de doce años, había sido ella misma tra-
nó una eficaz herramienta para comprender el yo, pero, a la tada para superar una fase aguda de psicosis po st pa rt um y
vez, hizo hincapié en la dificultad de llegar solos a compren- describía sus irresistibles deseos de matar al niño y suicidar-
derlo. Este trabajo sólo puede hacerse con la ayuda de otra se en los dos años siguientes al nacimiento de aquél. Aunque
pe rso na mu y ex pe rta que haya ha ya pa sasado
do po r un pr oc es o sim i- ella pensaba que estaba recuperada, su forma de hablar re-
lar. velaba un actitud sumamente destructiva hacia su hijo. En
A la luz de la idea de que la principal preocupación del otro caso, el de un adolescente que había intentado suicidar-
niño es el miedo al infanticidio y su mayor empeño mante- se, la madre confesó que su primer impulso al nacer el niño
ner una imagen idealizada de los padres, nada podría ser tan fue de «empujarle lejos de mí». La madre de una niña de
pr ev isi ble
bl e com o qu e Fr eu d ig no ra ra el pape pa pell de los pa dr es cuatro años y medio me confesó en su tercera visita su cons-
en la historia de Edipo. A pesar de que tuvo el valor, en su tante preocupación por el deseo de matar a su hija. Descri-
pr op io ps icicoa
oa ná lis is , de af ro n ta r los ta bú es del inc es to y el bió un ep iso dio m ie nt ra s na da ba n desp
de sp ué s del cu al la ni
niña
ña
asesinato y de exponerse durante décadas al anatema que si- comentó: «Mi mamá realmente me quiere; no intentaba aho-
guió a su teoría de que estos deseos son universales, aparen- garme; fue un accidente». Otra madre explicaba que su pri-
temente el tabú del infanticio era demasiado formidable pa- mer impulso al ver a su hija recién nacida fue aplastarla hás
ra que él lo asumiera. Podemos suponer que se puso las mis- ta que muriera. Y en otro caso una madre fue sacada de un
mas anteojeras que usan la mayoría de las personas cuando estado de trance por los gritos frenéticos de su hijo al que
se meten en el laberinto de la experiencia emocional sin ayu- estaba intentando ahogar en una palangana. Una madre cuyo
da de un psicoanalista y que, como ellas, necesitó trazar en comportamiento llamó la atención de las autoridades muni-
torno a sus padres un círculo mágico. Quizás su incapacidad cipales dejó veneno al alcance de sus hijos pequeños; dos ve-
de abordar el deseo de infanticidio o el miedo de los niños al ces lo comieron y las dos veces se salvaron. Otra madre con-
mismo sea una consecuencia natural del hecho de que fue el fesó con desesperación cómo cuando se sentía desesperada y
pr im er ps ic icoa
oa na lis ta . deprimida y su hijo de cinco años venía a pedirle ayuda, te-
A pesar de que mucha gente rechaza la teoría de Freud nía deseos de matarle. El niño reaccionaba después dándose
de que el complejo de Edipo es el causante principal de to- golpes en la cabeza.
das las neurosis, su creencia de que lo es sigue siendo fuente Cuando consideramos la vulnerabilidad física y psicológi-
de inspiración de muchos investigadores. El vacío dejado ca de los niños y el carácter inevitablemente amenazador de
po r el ab an do no de su te or ía fue lle nado na do du ra nt e alg ún tie m - su mundo exterior, debemos maravillarnos de la forma en
po po r la te tesis
sis de la gr an im po rt rtan
an ci a que tie ne n las re la
laci
ci o- que consiguen sobrevivir. El hecho de que, a pesar de su te-
nes padreshijos en la génesis de los problemas emocionales. rror, sobrevivan, salvo en raras ocasiones, se debe a los re-
Sólo después de trabajar varios años en esta teoría, llegué a cursos de la mente y también al carácter predominantemen-
la conclusión de que el miedo del niño al infanticidio es el te positivo del cuidado de los padres. Es raro el padre cuyo
factor determinante de su necesidad de defensas. deseo de que su hijo muera no esté compensado o superado
Aunque los casos de infanticidio son relativamente raros po r su des eo de que viva. El ni niño
ño pu ed e re sp on de r a la va-
riante intensidad del deseo hostil y su expresión creando un
en nuestra
natos y unaépoca,
mayorla información
creciente publicidad
sobre losdada a estos
casos asesi-
de abusos sistema de defensas que son lo que nosotros llamamos enfer-
contra los niños indican el potencial de violencia por parte medades emocionales. En todos los casos tratados por mí, el
refugio a su miedo al infanticidio era el cariño de sus pa

Dorothy Bloch
Bloch Introducció n 13
12

dres. La esperanza de ganarse ese cariño se convertía en el fantasías del niño y las del adulto* pronto me di cuenta que
fundamento de la estructura psíquica creada por él desde la unas y otras tenían una misma función. LaLass fantasías infanti-
pr im er a inf ancia
an cia y, a ju zg ar po r su pape
pa pell en p ac ie n te s má s les parecían centrarse en el miedo a ser asesinados, pero el
adultos, puede mantenerse hasta la muerte. desplazamiento del miedo hacia monstruos y criaturas ima-
La confusión más corriente que sufren las personas dedi- ginarias estaba obviamente destinado a preservar una ima-
cadas a la observación de los problemas psicológicos tiene gen idealizada de los padres, de los cuales era así posible re-
su raíz en la complejidad de esta estructura psíquica. Su cibir el cariño tan esencial para sobrevivir. Sin embargo, la
componente principal parece ser el autoengaño y la identi- tenacidad de la dedicación de mis pacientes adultos a una
dad el centro de su plan. Todos los pacientes idealizaban la fantasía al pa recer dirigidirigida
da a ganarse el cariño de sus padres
imagen de los padres y devaluaban la suya propia en un pro- escondía por el contrario el miedo inconsciente a ser asesi-
ceso que, por paradójico que pueda parecer, estaba destina- nado por ellos.
do, como aprendí gradualmente, a sentar las bases para ser Por lo general
general el niño manifestaba su fantasía m ás impor-
finalmente querido. En la mayoría de los casos, el paciente tante tan pronto como se sentía seguro en la consulta. Mi
se convence a sí mismo de que sus padres querían y podían aceptación era decisiva en su desarrollo, el cual podía pasar
amarle pero que era su propia falta de valía lo que les hacía po r di fe re nt es et ap as a lo larg
la rgo
o de un año o má s ha st a qu
quee el
odiarle e incluso querer su destrucción. El empleo de esta miedo desaparecía. En los casos en que la vida de los niños
distorsión parece universal y refleja, en la esfera de su ex- estaba dominada por la fantasía o bien ellos adoptaban una
pr es ió
ión,
n, el gr ad o de te rr o r ex pe rim en ta do po r el ni
niño
ño y su identidad fantástica, era a menudo muy evidente que el mie-
esperanza de ser querido tan pronto como sea merecedor de do a ser asesinados había adquirido dimensiones insólitas.
ello. Frecuentemente, los niños más severamente traumatizados
La víctima de este sistema de defensas es la identidad inhibían toda fantasía.
del paciente. Cuando los antiguos decían: «Conócete a ti Los pacientes adultos raramente eran conscientes de las
mismo», no tenían ni idea de las dificultades formidables fantasías que muy a menudo controlaban sus vidas. Sin en-
que eso supone. Dada la necesidad de establecer su falta de tender el origen o la función de la pobre imagen que tenían
valía a fin de satisfacer los requisitos inconscientes para ser de sí mismos, por lo general llevaban un tipo de vida que des-
finalmente querido y, como concluye el niño en muchos ca- embocaba en fracasos o sólo permitía éxitos muy limitados.
sos, camuflar su identidad para evitar ser asesinado, es casi Las alabanzas y el aprecio estaban descartados a menudo y
\ imposible que nadie tenga un concepto fiel de sí mismo. había que actuar con gran cuidado, ya que podían producir
Es difícil medir lo doloroso de la consiguiente soledad, o una gran ansiedad. Unicamente podían enfrentarse al terror
los sentimientos de confusión y desconcierto producidos por que había dictado desde su escondida atalaya el módulo auto
cualquier intento de autodefinirse. En este empeño el grado destructivo de sus vidas, después de haber conseguido refor-
de inteligencia del paciente no hace al caso. Por brillante zar suficientemente su yo. Entonces se ponía de manifiesto
que sea el individuo o por profunda que sea su comprensión que el autoengaño iniciado en la primera infancia todavía fun-
o incluso su descripción de las relaciones más sutiles, cuan- cionaba y que el esfuerzo por establecer su falta de valía ser-
do su examen se ejerce en sí mismo, se pierde en un laberin- vía para preservar una imagen idealizada de los padres que
to al parecer sin salida. les defendiera de su terror a ser asesinados. En los pocos ca-
En casi todos mis pacientes, el instrumento más impor- sos en los que los adultos venían a la consulta con sus fanta-
tante para mantener el autoengaño y la defensa contra el sías infantiles intactas y operando a nivel consciente, su análi-
miedo al infanticidio era la fantasía. Aunque ai principio me sis revelaba que el grado que las había producido no había dis-
sorprendió lo que parecía ser el carácter antitético de las minuido.
14 Do rot hy Bloch
PRIMERA PARTE

Cuando decidí escribir este libro, pensaba que sería un li-


br o so br e los niñ os qu e ha bí a anali
an ali za do . Si n e m ba rgo,
rg o, al exa-
ex a- INFANCIA
minar un tratamiento después de otro, me di cuenta de que
en realidad estaba escribiendo sobre las fantasías. Una vez
que empecé a indagar la función de las fantasías infantiles,
quedó claro que eran un medio de supervivencia y defensa
contra el miedo de los niños al infanticidio. Cuando admití
que mi estudio habría de incluir las fantasías de homosexua-
lidad, comprendí y empecé a interesarme por la investiga-
ción de la relación entre las fantasías defensivas de los niños
y las de los adultos.
El resultado es un sólo tema con diversas variaciones: es-
to me sorprendió a mí tanto como sorprenderá al lector. El
descubrimiento de que el miedo al infanticidio puede ser do-
minante en la primera infancia y seguir siendo una constan-
te durante toda la vida, aunque sea en un plano mitigado e
inconsciente, comenzó siendo una sospecha y tardo muchos
años —tras el análisis de muchos pacientes— en convertirse
en lo que hoy es: una realidad. La conclusión de que hay
también una continuidad entre las fantasías defensivas de
los niños y las de los adultos se desprende automáticamente
de su función como defensa contra el miedo.
He dividido este libro en dos secciones «Infancia» y
«Años posteriores». En cada capítulo he tratado un aspecto
diferente de las fantasías y el miedo específico que las pro-
ducía y lo he ilustrado con el caso que más me enseñó sobre
el tema. Espero que una mejor comprensión de las preocu-
pa cio ne s de los niñ os y el se nti do de sus co m un ica ci on es m e-
jo re las rel ac io
ione
ne s en tr e los ni ño s y sus
su s pa dr es y ha ga qu e
esos niños, cuando sean a su vez padres, vivan más felizmen-
te. También espero que mis puntos de vista sirvan de ayuda
a otros profesionales.

1. «NO ME GUSTA
GUSTA PEN SAR QUE SOY U
UNA
NA JIRAFA»:
LA FANTASIA DE UNA NIÑA DE TRES AÑOS

Cualquier duda que hayamos tenido acerca de la extraordi-


naria precisión del proceso psíquico desaparece tan pronto
como nos ponemos a estudiar los métodos inventados por
los niños para asegurar su supervivencia. Antes de comenzar
el tratamiento con el analista, es probable que el niño haya
sido el primero en procurarse un armazón psicológico para
defenderse del terror. El caso más dramático que he encon-
trado de respuesta infantil, no solamente al deseo oculto de
infanticidio de los padres, sino también a lo que ella experi-
mentaba como una verdadera amenaza de infanticidio, fue el
de una niña de tres años y medio llamada Ellie. No solamen-
te temía que su padre quisiera matarla sino que no le cabía
la menor duda de que lo haría. Buscó refugio en dos fanta-
sías defensivas. En una tenía que escapar continuamente de
un monstruo que la perseguía. En la otra, al portarse como
una niña pequeña y mala, demostraba repetidamente que no
merecía cariño y cuando finalmente toda esperanza de ga-
narlo parecía perdida, buscaba la muerte. Gracias al trata-
miento psicoanalítico ofrecido a tiempo, la niña consiguió
resolver estas fantasías hacia los cinco años.
Cuando los padres de Ellie solicitaron ayuda psicoanalíti
psicoanalíti
ca, su mayor preocupación era cómo sobrevivir las próximas
veinticuatro horas, bajo el látigo
látigo de su cará cter im previsible.
previsible.
Era su segunda hija —la primera había muerto muy pe-
queña— y su nacimiento había convertido los tres años y
medio siguientes en una pesadilla. Habían abandonado toda
idea de tener más hijos, así como otros planes y esperanzas.
Cuando concertaron la primera cita, ya no sabían qué hacer.
Tardaron tres sesiones en exponer todos los detalles de
su angustia y su historia. Se sentían prisioneros en su propia
casa, víctimas de furiosas rabietas tanto de noche como de

«No me gusta pensar que soy una jirafa» 19


18 Dor oth y Bloch
hacerle estallar. Estaba convencido de que Ellie le odiaba y
día. Según su padre, si contradecían a la niña, se organizaba decía que tan pronto como llegaba a casa la niña se «lanza-
una hecatombe. Si la madre intentaba coser, escribir o leer ba» so br e él. Le ti ra b a de la ro pa , al gu na s ve ces h as ta ro m -
Ellie le arrojaba cualquier objeto que tuviera en las manos pé rs ela , del pelo , le da ba pe lliz cos
co s y no le de ja ba se nt ar se .
en ese momento. Y si la amenazaba con marcharse, la niña Generalmente él acababa por pegarle, con lo que Ellie se ti-
respondía colgándose de ella y llorando. Se negaba a crecer raba el suelo llorando a lágrima viva.
e insistía en que la llamaran «bebé». Seguía usando chupete Su intervención en el cuidado de Ellie comenzó en el mo-
y cada vez que éste se perdía sufría un ataque de histeria. mento en que ésta llegó del hospital. La madre estaba indis-
Sin embargo, la noche era mucho peor. La fase inicial del p
puu es ta de sp ué s del p ar to y ten ía d if
ific
ic ul ta de s p ar a cu id ar de
pr ob le m a de l su eñ o de El lie ha b ía sid o su p er ad a g ra ci as a ella. Sus graves problemas de ovarios todavía persistían y
un despertador. Cuando éste sonaba, la niña aceptaba la se- con frecuencia la obligaban a quedarse en la cama. Estaba
ñal y se iba a la cama sin protestar. El padre le leía entonces tomando muchos calmantes que a menudo le producían un
uno de los cuentos de Grimm y aunque al principio los cuentos estado de apatía y hacían que comenzar el día se convirtiera
la inquietaban, «poco a poco se fue acostumbrando a ellos». en un problema difícil. Era muy atractiva, con el pelo y los
Después,
Despué s, sujetando su man ta y ccon on el chupete puesto, se dor-
mía unas dos horas. Casi invariablemente, se despertaba gri- ojos
ramenteoscuros
guapa.comoDe su marido, modo,
cualquier y capazsudeapariencia
aparecer verdade-
era nor-
tando y con frecuencia permanecía así durante dos o más malmente el barómetro de su estado de ánimo. Con sólo mi-
horas. Entonces la rutina se repetía. Como es lógico, los ve- rar su pelo o la ropa que llevaba ese día se sabía si estaba o
cinos se quejaban. Pero, «por muchos azotes que recibiera», no deprimida. A pesar del intolerable comportamiento de
la niña continuaba haciendo lo mismo. También mojaba la Ellie con sus padres, su madre la describía como una niña
cama continuamente; si intentabafí despertarla a tiempo ine- muy adulta, abierta, dulce, generosa y muy buena con otros
vitablemente comenzaba a gritar. Además, despertaba a sus niños, que se portaba muy bien ante extraños.
pad
p ad re s a m en ud o pi di en do co mi da . Su m ad re ex pl ic ab a qu e A causa de las frecuentes indisposiciones de la madre, el
la niña daba violentos saltos y hablaba en sueños y tenía pe- pa d re se gu ía cu id an do y sie nd o el re sp on sa bl e de Ellie . La
sadillas. Durante la primera entrevista, la madre lloró amar- vestía y le daba de comer por la mañana, la bañaba y la me-
gamente por la tragedia que les había caído encima desde el tía en la cama por la noche y en todas las crisis que invaria-
nacimiento de Ellie. bl em en te su rg ía n. El im pa ct o de es te pl an en la n iñ a no se
El padre explicaba esta catastrófica situación con el mis- pu ed e m ed ir de bi da m en te , sin em ba rg o, sin te n er en cu en ta
mo aire de mistificación con que en la Edad Media podría las interrupciones causadas por las frecuentes ausencias pa-
haber buscado una explicación en la demonología o las cien- ternas por motivos de trabajo que podían durar días o a ve-
cias ocultas.
ocultas. H abía acudido al psicoanálisis no porque creyera ces semanas. Su marcha producía siempre una depresión en
en sus poderes curativos, sino porque estaba desesperado. su esposa, quien cogía a Ellie y se iba a vivir con sus padres
Era un hombre bajo y fuerte, de unos 25 años, de pelo negro y dos tías. Cuando el padre volvía, Ellie y su madre volvían a
espeso y ondulado y ojos oscuros. Había nacido en Luisiana casa y él comenzaba a cuidar de la niña otra vez.
pe ro , al igu al qu e su es
espo
po sa , se ha bí a cr ia do en De tro it. Aho - Para cualquier niño, este constante cambio de domicilio y
ra vivían en Long Island, donde él trabajaba en el departa- de cuidados habría sido difícil. En el caso de Ellie, era un
mento de ventas de una compañía internacional. Irrad iaba vi- completo desastre. Ni buscándolas a propósito se podrían
talidad e inteligencia, pero su frecuente sonrisa subrayaba haber encontrado dos personalidades más opuestas que los
la tensión que parecía dominar todos sus músculos. Recono- p
pad
ad re s de Elli e. Cu an do él es ta b a ten so,
so , ell a es ta b a re la ja da ,
cía ser muy brusco con Ellie y en general tener respuestas
cuando él era brusco, ella era suave. Si él era estricto, ella
extremas. Estaba siempre nervioso y la menor cosa podía

20 Dor othy Bloch «No me gusta pensar que so y una jirafa» 21

era tolerante, si él era agresivo ella era pasiva. El mundo de se desarrolló delante de mí. Reconozco la importancia de
los sentimientos era extraño para él, mientras que para ella apren der todos los detalles
detalles posibles de la historia del pacien-
eran un terreno familiar. También la abuela tenía miedo de te, sobre todo trabajando con niños, si se quiere entender el
los efectos
efectos que la represión pu diera c ausar y consentía todos significado de sus expresiones, sus fantasías y sus juegos. El
los caprichos de Ellie. El contraste en el trato dado a Ellie niño inconscientemente se expresa de forma que no se le
en ausencia de su padre y en su presencia no podía, por pu ed e en te nd er . A pa re
rent
nt em en te , su m ie
iedo
do al in fa nt ic id io es
tanto, ser mayor. tan intolerable y su necesidad de sentirse querido por sus
Un rasgo desconsolador de las relaciones de Ellie con su pa dr es ta n gr an de qu e in ve nt a cu al qu ie r co sa pa ra de fe nd er -
p ad re er a el c a rá c te r de su p ri m e r en cu en tr o de sp ué s de sus se contra los sentimientos de hostilidad y rechazo que adivi-
ausencias. El llegaba de madrugada, ya que viajaba siempre na en ellos, el poder que tienen sobre él y sus propios senti-
de noche debido a su ansiedad por llegar lo más pronto posi- mientos de desamparo. No sólo es la «imagen fantástica» a
ble. E n tr ab a de p un ti ll as en el c u a rt o de Ell
Ellie,
ie, po r lo ge ne ra
rall la que se refiere Klein una parte muy grande de la realidad
dejaba un regalo en su mesilla y volvía a salir sigilosamente. emocional del niño y un «componente regular de su vida
Sin embargo, tan pronto como se dormía le despertaban los mental», sino que también el uso de gran cantidad de «figu-
gritos de la niña llamándole. Invariablemente él se levantaba ras amenazadoras» releva la profunda preocupación del niño
y le daba unos azotes, pero «no servía de nada», ya que no po r d es pl az ar el mi ed o a su s pa dr es , ca m uf la nd o su id en ti ti--
po dí a vo lv er se a do rm ir . E nt re los gr it itos
os de El Ellie
lie y los pr o- dad y ocultando sus percepciones. Lo más semejante a este
bl em as de su m uj er , es ta ba re al m en te ha rt rto.
o. pr oc es o es el em pl ea do p or el qu e sue ña, ña , qu e ta m bi én se
A pesar de echarse la culpa mutuamente por las dificulta- pr eo cu pa de es co nd er los si sign
gn if ic
icad
ad os em pl
plea
ea nd o al
alus
us io ne s,
des con Ellie, a ninguno de los dos se le había ocurrido que analogías y representaciones simbólicas
simbólicas,, y condensando imá-
las ausencias del pad re la afectaran de alguna manera. Al es- genes y desplazando referencias, métodos usados también
tar convencido de que la niña le odiaba, al padre no le cabía normalmente por el niño.
en la cabeza la posibilidad de que le echara de menos o de En una c art a esc rita ya en 1897 1897 a su amigo Flie ss1, ss1, Freud
que pudiera interpretar su marcha como un signo de recha- definía lo que él consideraba como la función defensiva de la
zo y su violenta vuelta como una prueba más de que no la
quería. Cuando le mencioné esta posibilidad durante la se- fantasía. «Las fantasías surgen», escribía, «por una combina-
ción inconsciente de cosas experimentadas y oídas, construi-
gunda sesión se quedó sin hablar. Tampoco había estableci- das con unas intenciones determinadas. Esas intenciones
do una conexión entre su llegada a la casa y su breve visita apuntan a hacer inaccesibles los recuerdos que han produci-
al cuarto de Ellie y el hecho de que ella se despertara, aun- do o pueden producir unos síntomas». Si añadimos «percep-
que había observado que ocurría todas las veces. Se maravi- ciones» y «sentimientos» a los «recuerdos» tenemos una de-
llaba de que ella sintiera su presencia aun estando dormida. finición de la función defensiva de las fantasías que se ajusta
Cuando comprendió que los malos ratos que la niña les ha- al miedo de los niños al infanticidio.
cía pasar no eran nada en comparación con lo que él y su Cuando la fantasía se desenvuelve libremente y uno está
mujer hacían pasar a la niña, se sintió totalmente abrumado. correctamente orientado, no hay dificultad para entenderla.
Su propia infancia había transcurrido con tantas privaciones
La premisa básica es que la fantasía nunca está «divorciada
que nunca supuso que para Ellie su cariño fuera tan impor-
de la realidad». El marco de referencia más importante en
tante.
cualquier fantasía es el mundo concreto de ese niño concre
Desde las primeras entrevistas con los padres de Ellie, me
di cuenta de que el tratamiento no iba a ser rutinario, pero
sin embargo no me esperaba las dimensiones del drama que 1 Sigmund Freud
Freud,, Le tte rs to Wil he lm Fliess, Nueva York, Basic Books,
1954, p. 204.

22 Doro thy Bloch «No me gusta pensar que soy una jirafa» 23

to. De esta materia prima estarán tejidas las percepciones transparentes que sentía como si la escuchara a través de un
del niño acerca de ios sentimientos de sus padres, su res- sistema de traducción simultánea. En año y medio, Ellie fue
pu es ta a el
ello
lo s y su lu ch a po r co m pa gi na r los dos co m po ne n- capaz de resolver sus fantasías y progresar hacia la verbali
tes. Armado del conocimiento del mundo real y la historia zación directa, que culminó en una sesión de confrontación
del niño, el analista puede entonces entrar en ese mundo sin b as ta nt e ex tr a or d in ar ia p ar a un a ni ña de ci
cinc
ncoo año s.
dimensiones. Recuerdo que, después de nuestro primer encuentro, pen-
Aunque las fantasías que he encontrado son tan variadas sé que era como un querub ín con una voz muy profunda. Te-
como las circunstancias que las provocaron, me he dado nía el pelo oscuro, ojos traviesos también oscuros y unas re-
cuenta de que pueden ser distribuidas en categorías que re- dondeces que recordaban a los niños de los cuadros del Re-
flejan la intensidad del peligro al que el niño se siente ex- nacimiento. Después de la descripción que los padres me ha-
pu es to . H as ta qu e soy a ce pt ad a po r el pa ci en te , los el em en - bí an da do de ell a, me so rp re nd ió m uc ho no sólo su as pe ct o
tos más importantes son con frecuencia dos: el niño y el angelical sino también su forma aparentemente directa de
«mundo». El «mundo» puede ser una abstracción de un po- relacionarse con todos los objetos del cuarto de jugar. Todo
der infinito, un peligro, una crueldad, una locura o cualquier le gustaba y uno por uno fue llevando a su madre, que esta-
otra cualidad que represente la percepción de la realidad ba en la sa la de es pe ra ra,, m uñ ec os y an im al es ex cla ma nd o:
po r el niñ o. O p ue de se r lo co nt ra ri o: el niño
ni ño su pl e en la fa n-
tasía todo lo que le falta en el mundo real y vive en un conti- «¡Mira,
hasta que mamá,
acabóuncon
mono!»
todos.o «¡Mira qué gatito más bonito!»,
nuo idilio. En casos extremos puede crear un mundo utópico A pesar de su aspecto y comportamiento aparentemente
que se convierte en su nueva casa. «El mundo de los dulces», normales, tuve la impresión inmediata de una patología ma-
«el mundo de los ositos» y «el mundo de los ratones» son al- yor que la usual. Tal vez en la especie de cansancio que mos-
gunos de los que he llegado a conocer. traba, a pesar de su sonrisa traviesa o el timbre de su voz,
Muy importante también en sus fantasías es su propia desacostumbradamente profunda y al mismo tiempo velada
identidad. En diverso grado, dependiendo de la intensidad como si llegara de muy lejos. Su ronquera no parecía del to-
del peligro al que el niño haya estado expuesto, éste se trans- do natural, sino el resultado de un esfuerzo, quizá para no
forma con frecuencia. Se crea la ilusión de ser invisible o ser una niña.
una sombra, o vive su fantasía y adopta una identidad que le La otra comunicación que llamó mi atención fue también
dota de superpoderes o de un sexo diferente. Un niño de cin- verbal. Después de haber acabado con todos los juguetes,
co años y medio buscó refugio en la fantasía de un volvió la cabeza y dijo seriamente: «No me gusta pensar que
«germen», microscópico pero mortal. Vivía en un imperio in- soy una jirafa». Esta declaración inmediatamente despertó
visible que, según él, era lo suficientemente pequeño como mi interés, en parte por lo trágico y absurdo de una preocu-
p ar a ca be r de nt ro de su an ill
illo.
o. Ot ro niñ o, ab ru m ad o po r su s pa ci ón as í en un a ni ña en ca ta do ra y en p a rt e po rq ue es to co-
respuestas homicidas, buscó la seguridad despersonalizán- rroboraba mi observación de que los niños son muy capaces
dose y dotando a los objetos de sus sentimientos. Algunos ni- de verbalizar a cualquier adulto que quiera escucharles los
ños creaban otra identidad distinta dentro de ellos mismos o grandes problemas de sus vidas. Esto había pasado tantas
llenaban el mundo de «espíritus» aliados a los que podían veces que cuando oí la declaración de Ellie la recibí como si
llamar por «teléfonos» imaginarios cuando el peligro era de- la hubiera estado esperando. Sin embargo, su forma de
masiado amenazador. expresarse era sorprendente y tardé tres sesiones en enten-
Después de mis sesiones con los padres de Ellie, su vida derla.
me era tan familiar que al oírla hablar tenía la sensación de «¿Por qué no?», respondí.
haber roto la barrera del sonido. Sus pensamientos eran tan «Porque no quiero», respondió ella.

24
Dor oth y Bloch «No me gusta pensar que soy una jirafa» 25

Mi momento de duda fue cortado por su insistente repeti- pr on to com o ca m bi ar a. Ade má


más,
s, la ele cc
cción
ión de un a ji ra fa
ción: «No me gusta pensar que soy una jirafa». cumplía el doble papel de protegerla de la violencia de su
Le di vueltas a esto sin ningún resultado. En la segunda p ad re y pr ot eg er a su pa dr e de la fu ri
riaa qu e es ta vio len cia
sesión al sacar este tema sólo conseguí enterarme de que su pr ov oc ab a en ell a.
amiga Mary creía que ella era una jirafa y, más importante Su forma de preguntar si ella era un monstruo me hace
todavía, que «las jirafas no muerden». Hasta la siguiente se- recordar algo que Ellie preguntó a su madre algunos meses
sión, que era un lunes, no empezó a hacerse la luz. Al entrar, después. Un problema que nunca se resolvió durante el tra-
Ellie anunció alegremente: «Hoy no pienso que soy una jira- tamiento de Ellie fue la presencia de su madre en la sala de
fa». Dejándome llevar por mi intuición, dije: «Tu papá estaba espera durante las sesiones. Al principio la atribuí a la nece-
en casa ayer». Su cara sonriente confirmó mi intuición y me sidad de la madre a la identificación de Ellie con ella. Al co-
animó a continuar: «Te sientes feliz cuando tu papá está en menzar el tratamiento, por mucho que instruyera a la madre
casa». Otra afirmación sonriente me hizo continuar: «Y durante mi sesión con ella, siempre ocurría algo que hacía
cuando te sientes feliz no piensas que eres una jirafa». Y el que se quedara en la sala de espera. O bien decía a Ellie que
siguiente paso, después de su amplio asentimiento: «Piensas se iba con un tono de voz calculado para inspirar ansiedad, o
que eres una jirafa cuando estás furiosa», y finalmente: «No bie n ce rr ab a la pu e rt a al sa li
lirr de ta
tall fo rm a qu e no ha bí a m a-
te gusta estar furiosa». nera de ignorar su mensaje o su marcha. De cualquier modo,
A pesar de que esa fue la última referencia a la jirafa, no una vez que
que la resistencia de la m adre a separarse de la niña
dejó un vacío. Poco después, explorando la terraza, Ellie se se modificó, se puso de manifiesto que la alarma que Ellie
pa ró de la nt e de un os cu an to s la dr il illo
lo s su elelto
to s. Se ña la
land
nd o sentía tenía su fundamento, tal como me lo explicó con sen-
uno de ellos, dijo: «Ese es un monstruo despreciable». Des- cillez durante una sesión en respuesta a mi pregunta.
pu és , se ña la nd o un o qu e es ta ba pa rt id o, dijo : «ese es un «¿Por qué no quieres que tu madre se vaya y vuelva a re-
monstruo pequeño». Más tarde se enfrentó a mí en el cuarto cogerte más tarde?», pregunté.
de jugar y, con la misma insistencia que ponía al hablar de «Tengo miedo de que no vuelva», contestó de forma natu-
la jirafa, me preguntó sacando la lengua todo lo que podía y ral.
torciendo los labios hacia abajo y los ojos hacia arriba: «¿Tu «¿No te quiere?», pregunté.
crees que soy un monstruo?» Y con más énfasis: «¿Lo «No, no me quiere», contestó Ellie con convicción.
crees?» Mi negativa debió satisfacerla, pües esa fue la últi- «¿Sería feliz sin ti?», continué.
ma vez que mencionó su identidad monstruosa. «Sí», respondió Ellie, y por mucho que hablamos no hubo
A sus tres años y medio, Ellie era ya muy consciente de forma de que cambiara de opinión.
su miedo a matar y ser matada y de su necesidad de ser que- Cuando se iba, le preguntó a su madre con la misma in-
rida para sobrevivir, y había encontrado las identidades sistencia con que había intentado establecer si era un mons-
exactas que la defendían de su miedo y sentaban las bases truo, pero sin la mueca: «¿Tú me quieres?».
p ar a ll
lleg
eg ar a se r qu er id a. P ar a ello , in ic ia lm en te ha bí a eleg
el eg i- Su madre se quedó aturdida. «Por supuesto, cariño, te
do un animal del zoo de Central Park que era lo suficiente- quiero mucho», aseguró a Ellie. Pero pasó algún tiempo an-
mente grande para enfrentarse a alguien tan imponente co- tes de que el comportamiento de Ellie permitiera que este
mo su padre y que, según le habían dicho, «no mordía». Al fuera el sentimiento predominante de su madre y de que
igual que la fantasía del monstruo pequeño que le siguió, la Ellie se convenciera de que lo era.
fantasía de la jirafa reflejaba la imagen devaluada que tenía Durante la mayor parte del tratamiento, nuestras activi-
de sí misma y que explicaba y justificaba la violencia y el dades estuvieron dominadas por dos temas. En el primero,
odio de su padre y ofrecía la posibilidad de ser querida tan Ellie era un bebé —al principio un bebé muy malo, que ha

Do roth y Bloch «No m e gusta pensar que soy una jiraf a» 27


26

bi ab a co mo un be bé y an d ab a a g at as — y yo er a la po br e y Zaba ordenándome: «Tú me pones en el corralito y yo gateo


desamparada madre a su merced. En el segundo, huíamos fuera y tú me vuelves a poner dentro». O también: «Lloro pi-
del monstruo que nos perseguía. A pesar de que el monstruo diendo el biberón y tú me lo das y yo lo tiro al suelo. Enton-
representaba claramente a su padre, Ellie lo había disfraza- ces lloro otra vez y tú me lo das otra vez y yo lo tiro al sue-
do tan bien que era capaz de hablar de él delante de su pa- lo». Toda esta actividad se podría llamar «volver loca a la
dre. Yo solía preguntar por él como si fuera un miembro madre» o «ser un niño malo» y aparentemente servía para
más de la familia y sonsaqué la información de que general- ju st if ic ar los se nt im ie nt os ne ga tiv os de la m ad re . A Elli e le
mente era malo pero en ocasiones podía ser amigable y has- gustaba muchísimo este juego. A veces empezaba la sesión
ta «amable y cariñoso esta mañana». Los temas del bebé o del con este tema y gateaba por todo el pasillo hasta el cuarto
niño pequeño y el monstruo podían ser tratados durante una de jugar, haciendo los sonidos propios de un bebé. «Vaya,
misma sesión, o uno de ellos era olvidado durante varias se- veo que el bebé ha venido hoy», exclamaba yo con gran ale-
siones para más tarde volver a él de nuevo, a veces a distinto gría. Después de contestar rápidamente a mi saludo, Ellie
nivel. Los dos temas evolucionaron durante el año y medio comenzaba su farsa, siempre en el contexto del juego. Esto
siguiente, y cada uno se resolvió a su manera. continuó durante muchas semanas, alternándose con el jue-
El tema del monstruo fue introducido por Ellie, que de go de huir del monstruo. Entonces, un cambio brusco en el
repente anunció alegremente: «¡El monstruo nos persigue! contenido del juego del bebé me puso sobre aviso acerca de
¡Vamos, tenemos que correr! ¡Nos está persiguiendo!» Y las lo que parecía ser una evolución peligrosa en la situación de
dos corrimos, por la terraza, el cuarto de jugar y el vestíbu- Ellie y me hizo cambiar el desarrollo al juego del monstruo.
lo,
lo, esquivándole
esquivándole,, escondiéndonos, parándono s, continuam en- Con su habitual aire alegre, Ellie anunció: «¡El bebé se está
te perseguidas. Frecuentemente, tan pronto como llegaba a metiendo en la lavadora! ¡Ven, tenemos que sacarle! ¡Tira,
su sesión, Ellie me preguntaba: «¿Quieres jugar conmigo?» tira!», gritaba alegremente. Y después: «¡Se está metiendo
Mi afirmación era seguida por: «¿Me ayudarás a correr? El en ella otra vez! ¡Tenemos que sacarle!»
monstruo nos persigue». O jugábamos a otra cosa llamada Ahora pienso que podía haber varias interpretaciones de
«ir de compras». Para ello, Ellie llevaba una cesta pequeña esa fantasía. Entonces, sin embargo, respondí a ella como si
con una colección de objetos necesarios, que eran revisados hubiera recibido un aviso de suicidio atado a una bomba de
a cada momento. Había dinero de juguete, algunos juguetes relojería. No me cabía la menor duda de que estábamos en
pe qu eñ os y la in ev ita bl e pi st ol a. Y a un qu e p o r un ra to ju g á- una misión de rescate que no tenía nada que ver cocon
n una tr a-
ba m os pa cíf ic am en te , fi na lm en te El lie g rit ab a: «¡N os p er si - vesura. Debajo de la risa había, con toda seguridad, un grito
gue! ¡Deprisa! ¡Tenemos que correr!», y las dos salíamos dis- desesperado pidiendo ayuda. Mi sospecha era correcta; esto
pa ra da s. La pr im er a im pr es ió n qu e da ba n la so nr is a ra d ia n - marcó el comienzo de las fantasías de Ellie sobre la muerte.
te y las risas incontrolables de Ellie era que estábamos ju- La sensación de urgencia que daban me hizo reexaminar y
gando a algo encantador y tardé bastante tiempo en acos- alterar la orientación del juego del monstruo. Sentía que ya
tumbrarme a la engañosa fachada que la niña había encon- no era suficiente escapar de él; teníamos que acorralarlo y
trado, más eficaz para hacer frente a su mundo. Sin embar- vencerlo.
go, algunas veces, cuando el esfuerzo de la carrera le hacía «Estoy harta de tener que escapar del monstruo», anun-
b aj ar la gu ar di a, vi sl um br é tal te rr o r qu e no me cu po la m e- cié de repente poco después mientras corríamos. «Ya es ho-
nor duda acerca de la absoluta seriedad de nuestra ocupa- ra de que le hagamos frente», insistí. «¡No vamos a dejar que
nos persiga nunca más!». Ellie me miró con gran sorpresa,
ción.
Mi interpretación de su signifisignificado
cado también estab a corro - con mayor escepticismo y con la ligera sospecha de que me
b or ad a p o r las co m un ica cio ne s en el te m a de l be bé . Com en había vuelto loca. Con todo, me siguió cuando di la vuelta y

28 Do roth y Bloch «No me gusta pensar que soy una jirafa» 29

comencé a echar al monstruo. «¡Fuera de aquí!», grité. «¡Es- Ellie cambiara, sin embargo, habían informado a la madre
tamos hartas de ti!» Y aunque en principio tuve que tomar la de que había una plaza y ésta había respondido con abati-
iniciativa de la resistencia, pronto Ellie imitó mis palabras y miento comentando con Ellie lo triste que era para las ma-
acciones con gusto. «¡No se está saliendo con la suya!, ¿ver- dres que las hijas se fueran de casa. También ofreció como
dad?», gritó Ellie. Y algunas veces hasta le enchufó la man- solución tener otro hijo. Además, el padre durante esa época
guera. estaba muy a menudo lejos. También él estaba muy preocu-
Pero no era fácil de derrotar, como descubriría una y pa do po r la sit ua ci
ción
ón ec on óm ic
icaa y ha bí a in si
sisti
sti do an te s de
otra vez durante muchos meses. No habíamos acabado de irse en que las sesiones disminuyeran o se acabaran definiti-
echarlo en una dirección cuando se acercaba en otra contra- vamente. El efecto de todos estos factores en la madre se re-
ria. También cambiaba continuamente de táctica. Después flejaba tanto en su aspecto como en el de su hija y en la cre-
de haber estado atacándonos siempre a distancia, comenzó ciente desesperación de las fantasías de Ellie.
de repente a atacar a Ellie directamente. «¡Está encima de «¡El bebé se ha*muerto!», declaró Ellie con alegría poco
mí!», gritó ella. «¡Me está ahogando!». después de estos descubrimientos. Me sentí bastante sor-
Rápidamente me volví a él: «¡Déjala en paz! ¡Bájate! ¡Fue- pr en di da po r es ta no tic ia, pe ro la ún ic a in fo rm ac ió n que
ra de ahí!», grité tirando de él. «¡Fuera de ahí!» Y después conseguí sacarle fue que había ocurrido «en la carretera,
de un cierto tiempo exclamé con alivio: «¡Ya está!, ¡ya me he cerca de la playa». Después de esta evolución, nuestros jue-
ocupado de él!». Pero hablé demasiado pronto. gos se enfrentaron a situaciones desesperadas, una detrás de
«¡Me está mordiendo el hombro! ¡Me está rompiendo el otra. Casi inmediatamente, Ellie dijo: «Está lloviendo, tene-
brazo!»
bra zo!» , gr itó Ellie,
Ell ie, y un a vez má s ac ud í al re sc at
ate.
e. A v eces
ece s mos que correr». Cualquier sugerencia de refugio, sin em-
su poder era tan grande que sólo la magia podía vencerle. ba
bargo
rgo , fue re
rech
ch az
azad
ad a.
«Tengo unos polvos mágicos», declaré. «En cuanto le to- «Vamos dentro», sugerí.
quen, desaparecerá. ¡Así!», grité moviendo las manos alrede- «Está lloviendo dentro», contestó.
dor. «Eso le enseñará». La magia impresionó a Ellie por un «¿Y en el armario? Parece que está seco y caliente».
tiempo, pero inevitablemente la batalla comenzaba otra vez. «Está lloviendo en el armario», insistió. Y en realidad, no
La creciente desesperación de las fantasías de Ellie y la había en el mundo un lugar donde no estuviera lloviendo. No
información por parte de los padres de que la niña había em- había ningún refugio, en ninguna parte.
pe ora do , de sp ué s de un os me ses en qu e su co m po rt rtam
am ie nt o No mu ch o mámáss ta rd e, los co m en ta ri
rios
os de Ell ie fu er on to -
había mejorado espectacularmente, me hizo investigar la si-
tuación familiar. Ya había notado en el aspecto de Ellie sig- davía más alarmantes.
gozosamente un día con «¡Estoy
el mismodesapareciendo!», anunció
tono de urgencia desespe-
nos de estar mal cuidada. A veces parecía sucia, y sus ropas rada con que había expresado su fantasía de la lavadora. Y
estaban escogidas sin sentido y no eran las apropiadas para no era sólo Ellie, sino otras muchas cosas las que desapare-
la estación. Aunque empezó a llevar su abrigo de invierno cían. Al principio la escuché algo perpleja ante esta evolu-
cuando comenzó a hacer más frío, debajo llevaba a menudo ción y le hice preguntas que hoy en día me parecen absur-
vestidos de verano. También tuvo un fuerte catarro por das. Después me di cuenta de que lo que de verdad hacía fal-
aquella época. Mi investigación de las causas del retroceso ta era que entráramos en acción.
reveló una serie de factores traumáticos. Desde el principio «No te voy a dejar desaparecer», afirmé agarrándola por'
había insistido en que Ellie fuera a una guardería por unas la espalda. Ella tiraba como si estuviera siendo arrastrada
horas todos los días, para que por lo menos durante ese en dirección contraria por mil demonios. «No voy a dejar
tiempo no estuviera expuesta a las depresiones de su madre. que te vayas», afirmé y reafirmé intermitentemente los dos
Pero había lista de espera. Justo antes de que la fantasía de meses siguientes, cada vez que reaparecía el tema. La confir
30
Do roth y Bloch «No me gusta pensar que soy unajiraf a»
31

mación de que Ellie estaba de acuerdo con mi forma de tra- nal: «¡Agárrame!» El monstruo también podía ser amenaza-
tarlo se expresó claramente: «¡Ayúdame! ¡Estoy desapare- dor de vez en cuando, pero acababa por chocar con la ley.
ciendo! ¡Agárrame!», se convirtió en la señal corregida que Yo era el policía a quien Ellie llamaba por teléfono cada vez
me puso sobre aviso. que su casa, en una esquina de la habitación detrás del tea-
Sin embargo, esto no detuvo la creciente desesperación tro de títeres, era invadida por los monstruos. Yo llegaba, es-
de Ellie. «Estoy en el fondo del pozo y estoy muerta», anun- cuchaba sus quejas, echaba a los monstruos fuera y los me-
ció un día dejándose caer en el sofá. tía en la cárcel. Durante la época que coincidió con la fanta-
«¡No te voy a dejar en el fondo del pozo!», respondí, «¡y sía de la lluvia, yo era tan poco eficaz como policía como lo
no voy a permitir que te mueras!». Corrí hacia ella, la cogí y había sido para proporcionar cobijo. Tan pronto como ence-
medio arrastrándola medio cargando con todo su peso la lle- rraba al monstruo en la cárcel, Ellie exclamaba: «¡Tiene la
vé a un sitio «seguro» como a unos tres metros del sofá. «¡Ya llave!» o «¡Se está escapando por la ventana!» o «¡Está sa-
está!», dije depositándola. Y continué reiterando mi determi- liendo por este lado!».
nación de que no «muriera» hasta que gradualmente volvió a Sin embargo, no todo era una batalla perdida, como ha-
la vida. bía n rev ela do mi s es
esfu
fuerz
erz os en el pozo. Hu bo po r fin un a se -
«¿Dónde estoy?», exclamó. Sin embargo, tan pronto como
estuvo totalmente resucitada, volvió al sofá. «Estoy muerta y siónquen
blo es la que,
m ie n trapor primera
s me or de navez,
ba quEllie
quee msean puso
tu vi eraa jugar con
al m on los
st ru o
estoy en el fondo de un pozo». La operación de rescate hubo cerrado. Mientras se entretenía construyendo una carretera,
que repetirla una y otra vez. Tanto Ellie como yo estábamos me dio instrucciones para que advirtiera al monstruo: «No
impresionadas por mis esfuerzos de rescate, y muy posible- pu ed es sa li r de la c árc el. Es tá s en la cár ce l. Y nu nc a sa ldrás
ld rás ».
mente hubo algo en su repetición
repetición incansable que transform ó Me hacía estar alerta, interrumpiendo su trabajo de vez en
la situación. Ellie comenzó a mirarme con asombro. Y en las cuando para decirme: «Le oigo, está tratando de salir». Pe-
siguientes sesiones «Estoy muerta y estoy en el fondo de un riódicamente yo amenazaba al monstruo y me aseguraba re-
poz o y tú me re sc ata s» fue la ve rsi ón de su fa n ta sí a y m ar có pe tid am en te de qu e la p u er ta de la cá rc el es ta ba bie n ce rr a -
un viraje decisivo en el tratamiento de Ellie. da. Aparentemente sólo en esas condiciones podía Ellie sen-
El juego del monstruo también cambió. Ellie ya no era tirse libre y segura para jugar normalmente.
atacada por una criatura enorme que podía destruirla. Algu- Había pasado casi año y medio desde el comienzo del tra-
nas veces se refería a él en singular, pero ahora más a menu- tamiento cuando me di cuenta de que hacía varias semanas
do adoptaba una personalidad múltiple, en un plano reduci- que Ellie no había hecho referencia al monstruo.
do, como si fueran insectos o animales pequeños. Las dos «Parece que el monstruo ya no nos molesta», comenté.
íbamos ahora de puntillas, escondiéndonos de ellos, hablába- «No, se ha ido a otro país», respondió Ellie. A pesar de
mos en susurros. Alguna veces, Ellie me señalaba con delica- eso, y durante un tiempo después, una araña terrible apare-
deza todos los puntos en los que le estaban picando y yo los cía mirando por la ventana en todos los dibujos de Ellie.
ahuyentaba. «Me están picando en el cuello», decía suave- El tema de la madre tenía algunas variantes. La más fre-
mente, o «están en mi brazo» o «mis pies», «mis mejillas», cuente era aquella en la que Ellie iba de compras con su ces-
«mi codo», «tus pies» o «tu brazo». Y yo, con un gesto, los ta y su hija, una muñeca llamada Cathy, y yo iba de acompa-
b
bar
ar rí a a tod os
os.. Alg una s vece s, tam bi én , se al te rn ab an con un ñante. En un momento determinado, Cathy se ponía enfer-
monstruo amistoso que no quería hacer dañó. Al final de una ma y necesitaba un médico. Por lo general, yo era el médico.
sesión, Ellie anunció: «La próxima vez el monstruo será Pero algunas veces, el maletín del médico era tan atractivo
nuestro amigo y nos lamerá». Durante este período, Ellie to- que Ellie escogía para ella ese papel y me relegaba al de ma-
davía desaparecía de vez en cuando, pero con la solicitud fi dre. Durante la época en que no había refugio para la lluvia

32 Do rot hy Bloch 33
«No me gusta pensar que soy una jirafa»

y en que el monstruo tenía la llave de la cárcel, mi sugeren- Ellie contestó: «Estoy discutiendo este problema con Miss
cia de que se podía llamar al doctor cuando Cathy se ponía Bloch».
enferma, tropezaba con la respuesta: «El doctor está enfer- La revelación clave que yo había estado esperando vino
mo».
poc o tie m po de sp ué s.
Otra de las variaciones favoritas de Ellie era ser ella la Un día, al abrir la puerta de la sala de espera para recibir
madre y yo el bebé o el niño antojadizo. El elemento más im-
po
p o rt an te en es ta fa n ta sí a er a la ex tr ao rd in a ri a pa cie nc ia de ahasta
Ellie,
el me encontré
cuarto con un
de jugar». «Cierra
Esperé hastalos ojos
que me ydio
yo late mano
guiaréy
la madre. Era la madre más indulgente del mundo. En una me llevó por el pasillo. Cuando llegamos a la habitación me
de las versiones, Ellie me ordenó que llorara y pidiera sopa soltó y dejó que yo encontrara sola la silla en la que me sen-
mientras ella la estaba haciendo. «¡Quiero sopa!», pedía yo taba habitualmente. «No abras los ojos hasta que yo te
golpeando la mesa. «¡Y no quiero esperar!». Al principio me diga», me ordenó, y después de un momento dijo: «Toca es-
contestaba suavemente y con uña paciencia que habría des-
to».
armado al más incorregible: «Estoy haciendo la sopa y esta-
Palpé el objeto que había traído y que había dejado enci-
rá preparada en un momento». Sin embargo, como yo, si-
ma de la mesa. «Es algo muy peludo», dije. Después de un
guiendo sus instrucciones, continuaba armando jaleo, su có-
po
poco
co me or de nó : «Ya pu ed es ab ri rl os », sin ha ce rm e ad iv in ar
lera comenzaba a aumentar hasta que explotaba en un berri-
lo que era. «Es una muñeca esquimal. Mi papá fue a Chicago
do. Algunas veces, una vez que la sopa estaba acabada, me
y cuando volvió a casa anoche me la trajo».
ordenaba que cambiara de idea. «No quiero sopa», gritaba
Hice algunos comentarios en el sentido de que le gustaba
yo. Unas veces, quizás la mayoría, su respuesta seguía sien-
que su padre le trajera regalos, a lo que ella asintió con en-
do notablemente paciente, pero otras nos poníamos a pelear-
tusiasmo. De repente preguntó: «¿Dónde está el gato?», refi-
nos a gritos. Querer sopa se alternaba con tener hambre por
riéndose a un muñeco de trapo con el que había jugado la se-
la noche o muy temprano por la mañana. «¡Tengo hambre!»,
sión anterior. Le indiqué el armario y lo encontró junto a un
gritaba. «¡Quiero algo de comer!». Y otra vez la madre, can-
sonajero japonés que pareció inspirarle mucho.
sada y con sueño, pacientemente iba a la nevera. «¡Está bien,
cariño, te daré algo de comer», repetía con tono suave. «No «¿Quieres verme bailar?», preguntó. Agitando el sonajero
tienes que gritar por eso». como si fueran castañuelas, comenzó a bailar en círculos
Que Ellie era consciente de sus problemas interiores se con gran energía.
demostraba más claramente en éste que en ningún otro te- «La danza de la felicidad», comenté cuando acabó.
ma. Su necesidad de desobedecer le creaba tantos problemas Ella me miró con extrañeza y dijo: «También puedo bai-
que a veces la abordaba directamente. Un día, por ejemplo, lar la danza de la tristeza», y, entrecerrando los ojos con ex-
cuando iba al baño, me ordenó: «Di: "No vayas al baño”». Yo pr esió
es ió n de p ro fu n d a y co nm ov ed or a tri ste za , come
co me nzó a d ar
lo hice, y ella fue a pesar de todo. vueltas lentamente.
Un día, mientras tostábamos un pedazo de pan según su «Es realmente la danza de la tristeza», asentí cuando se
deseo, le recordé: «Sabes, Ellie, los niños me cuentan a me- pa ró .
nudo sus problemas y yo les ayudo». «Si quisiera podría continuar con esta danza de la triste-
«Ya lo sé», dijo Ellie. «Yo tengo dos problemas: quiero za hasta que viniera el próximo paciente y hasta mañana y la
ser un bebé y mojo la cama por las noches». semana que viene».
Aunque Ellie no comentó nada más sobre estos temas en «Te sientes muy triste», contesté yo increíblemente emo-
ese momento, al parecer fue suficiente, ya que, cuando su cionada, por ser esta la primera vez que Ellie revelaba sus
madre planteó de nuevo el tema de que mojaba la cama, verdaderos sentimientos.

34 Do roth y Bloch n No me gusta p ensar que so y una jira fa» 35

«Sí, mi amiga murió», dijo tan francamente que por un «No sé si tú me vas a creer, pero sé que tu padre no va a
momento creí que era cierto. matarte nunca», le aseguré yo.
«¿Cómo murió?», pregunté. «Ya lo sé, pero no puedo creerlo. Le pregunté a él y me
«La mataron. Un tipo con una pistola le disparó. Pasó ha- •lijo que no lo haría nunca, pero sigo creyendo que lo hará».
ce treinta años». En mi esfuerzo por convencerla de lo contrario, evoqué la
A mis preguntas para obtener más detalles sólo conseguí imagen de la ley y la cárcel a la que su padre sería enviado
respuestas muy confusas de las que sin embargo saqué en «n el caso de que la matara, pero sólo conseguí alarmar a
claro, entre otras cosas, que «un tipo», según su descripción, Ellie.
era un borracho y un malvado, y que le disparó mientras su «¿No podría salir?», preguntó preocupada. «¿Podría yo ir
amiga estaba paseando por el parque. Al principio ella esca- y darle un beso?».
pó pe ro lue go volvvolvió
ió y le ata có , sie nd o en to nc es cu an do él
Desde hacia un rato, yo había estado buscando la forma
disparó. Sin estar segura de adonde nos podía llevar esto,
más
más apropiada de enfrentarnos a este problema y finalmente
me maravillé de la valentía de su amiga, diciendo: «Por lo ge-
decidí que sólo podría servir una confrontación directa.
neral los niños corren a decírselo a su madre o llaman a un
«Ellie», dije, «he estado pensando cómo puedo ayudarte.
po
polic
lic ía. El la fue
fu e mu y va lien te de vo lve r p ar a at ac ar le » .
«¿Tú me crees?», preguntó de repente. ¿Quieres que sea yo la que hable con tu padre de esto?».
«¿No debo hacerlo?», pregunté. Ella aceptó inmediatamente y agregó: «¿Puedo estar yo
«No lo sé, pero ¿tú me crees?». allí?».
«No estoy segura», contesté. La petición era inesperada pero acepté, y le pregunté:
«Es un cuento», confesó Ellie. «Ya sabes lo que quiero «¿Quieres que llame esta noche para concertar la
decir, que no es verdad». entrevista?» Ellie estaba dispuesta. Al acabar la sesión, fue
«Te lo has inventado», añadí. Ella asintió. Yo había esta- hacia su madre en la sala de espera y oí que le explicaba:
ba es pe ra n do es
este
te mo me nto de sd e qu e Ell ie h ab ía an un ci ad o «Miss Bloch va a llamar a papá para hablar con él sobre por
hacía año y medio: «No me gusta pensar que soy una jirafa». qué quiere matarme». En ese momento le pedí permiso a
Ahora dije
dije:: «M
«Mee parece qu
quee estás muy preo cupad a po r tu pa - Ellie para explicarle a su madre el asunto: «Ellie no puede
dre». Ella asintió. «Los niños muy a menudo me cuentan qué dejar de creer que su padre quiere matarla y quiere que yo
les preocupa y por qué están tristes y puedo ayudarles», hable con él. Hemos acordado que le llamaré esta noche por
añadí. teléfono. ¿A qué hora es mejor que le llame?».
«Mi padre quiere matarme», dijo simplemente, «y no sé La cara de Ja madre era todo un poema de espanto y
po r qué ». consternación. Sin embargo, aceptó de buena gana una si-
«¿Qué te hace pensar que quiere matarte?», pregunté. tuación de la cual las dos habíamos hablado ya muchísimas
«Sé que quiere», me aseguró. veces, y respondió suavemente: «Bueno, creo que las siete y
«¿Tú crees que lo hará realmente?», pregunté. media es una buena hora».
«Sí, pienso que lo hará». Cuando llamé, su marido contestó.
«Pero, ¿cómo te va a matar?». «¿Le ha contado Ellie la razón de mi llamada?», pregunté.
«Con su pistola. Tiene una pistola desde la guerra. Está «He oído las razones», contestó. Nos pusimos de acuerdo
en su despacho. Me dijo que había tirado las balas». en que la próxima visita de Ellie sería la mejor solución. Y le
«Si ha tirado las balas», pregunté, «¿cómo puede enton- sugerí que comprobara si Ellie estaba de acuerdo antes de
ces matarte con la pistola?». hacerla definitiva. Cuando volvió al teléfono venía farfullan-
«Puede más».
c o m n r a r do con una mezcla de indignación y diversión y en el fondo

36 Doro thy Bloch «No me gusta pensar que so y una jirafa » 37

sorprendido de que se tomara en serio a una niña de cinco «Creo que es la pistola lo que hace que a Ellie le sea más
años. difícil creer que no la matará», intervine. «¿Puede hacer algo
«No puedo creer su cara dura», dijo. «Cuando le dije que pa ra ev ita rlo ?» .
estaba usted al teléfono, me respondió con aplomo: "Ya lo sé,
fui yo la que le dije que te llamara''». «En realidad, no necesito la pistola», dijo el padre. «Pue-
do deshacerme de ella».
Cinco minutos después de haber colgado el teléfono, sonó
«¿Crees que eso haría que dejaras de creer que tu padre
otra vez. Era Ellie.
quiere matarte?», le pregunté a Ellie.
«Quería preguntarle a mamá también», dijo.
«Me parece muy bien», contesté. «Sí», dijo ella. Y no pareció que nadie quisiera decir nada
«¿Podríamos ir nosotros primero al cuarto de jugar y lue- más. Ellie comenzó a jugar, intentando en un principio que
go entras tú?», preguntó. sus padres participaran también, pero sin demasiada natura-
«¿Por qué quieres hacerlo así?», pregunté. lidad.
«Sería estupendo», me aseguró. «Yo, mi mamá y mi papá «¿Preferirías que tus padres te esperaran en la sala de es-
estaríamos allí y entonces entrabas tú». pe
pera?
ra? », pr eg un té . Es to pa re ci ó sa ti sf a ce r a tod os, y no s fu i-
Acepté de buena gana y le aseguré que todo sería como mos.
ella quería. Esa fue la última sesión antes de las vacaciones de vera-
En toda mi carrera, nunca una niña de cinco años había no. A pesar de que, según me enteré más tarde, la pistola era
pe dido
di do un a co nf ro nt ac ió n sem
se m ej an te y p or un a ra
razó
zó n así
así.. An- al parecer demasiado importante para el sentimiento de se-
tes del encuentro estuve pensando en el curso del mismo y guridad del padre como para que cumpliera su promesa, la
en las posibles consecuencias que tendría. Sin embargo, na- confrontación directa de Ellie con él en mi presencia fue
da de lo que había pensado me había preparado para la sim- aparentemente lo suficiente tranquilizadora como para libe-
pl ic id ad con qu e se de sa rr ol ló , o p ar a su efi caci
ca cia.
a. La fa m ili a rarla del intenso miedo de que la fuera a matar. Cuando vol-
llegó y, tal como lo había pedido Ellie, se sentaron directa- vió, estaba libre de sus preocupaciones anteriores y parecía
mente en el cuarto de jugar, Ellie en su silla habitual en la vivir en el mundo real. El interés de Ellie por el «pipí» se ha-
mesa de la esquina y sus padres un poco más lejos, de forma bía m an if es ta do po r pr im er a vez con la fa m ili a de m uñ ec os
que la niña tenía que darse un poco la vuelta para poder ha- con caracteres sexuales que ocupan un estante en el cuarto
b la r con ellos.
ell os. E nt ré y ta m bi én me se
sent
ntéé en mi sil la de sie m- de jugar. Había parecido muy interesada por ellos y expresa-
pre , en la m ism a m es a qu e Ell ie. Tod o el m un do pa re cí a su - do su interés libremente. Ahora, con una indignación exage-
miso. Miré la cara de Ellie, un poco acalorada, un poco son- rada, me dijo: «Un niño muy malo del colegio me ha enseña-
riente, y pregunté: «¿Quieres comenzar tú, Ellie?». do su pipí».
Ella vengonzosamente miró a su padre, cuya cara se ha- Contemplé por un momento su farisaica expresión de re-

bíaa pu es to de co lo r roj o os cu ro , y dijo: «Pi ens o qu e me qu ie - pr ob ac ió n y de sp ué s dije: «Tengo
«Te ngo la im pr es ió n de qu e te gu s-
res matar, ¿es cierto?». tan los pipis».
«No», dijo su padre llanamente y sin demostrar ninguna «Me encantan», admitió sonriendo abiertamente.
emoción. «No quiero matarte». También había ciertas palabras, me confesó un día, que
«Entonces, ¿por qué guardas tu pistola en el cajón de la eran feas y ella nunca diría. «Especialmente», dijo «esa que
mesa del despacho?», continuó Ellie. rima con 'beber'».
«Es un recuerdo de la guerra», dijo él. «No tiene balas». «Oh, quieres decir 'joder'», dije con aire de haber descu-
«Pero puedes comprar más». bi er to alg o im po rt
rtan
an te .
«No», contestó el padre. «Nunca la usaré». «Me avergüenzas cuando dices eso», declaró Ellie. «Eso

38 Dor oth y Bloch «No me gusta pensar


pensar que soy una jirafa» 39

es una palabra fea y no la quiero oír. Mi mamá dice que no sobre su vulnerabilidad y su forma de entender el mundo. El
la debo decir nunca». pri
p ri n ci p al pr op ós ito de su s fa n ta sí as er a h ac er inac
in ac ce sib le el
«Oh, bueno, pero ella no quiere decir aquí. Aquí, como tú miedo a ser asesinada por sus padres y su percepción de los
sabes, podemos decir cualquier cosa». sentimientos de odio y violento rechazo de éstos, y a la vez,
Pero la alarma y el miedo de Ellie a ver socavadas sus de- conservar la posibilidad de ganar finalmente su cariño. Su
fensas contra esas palabras era absolutamente real. Después concepto mágico de sus propios poderes, que la hacía res-
de haber aclarado con su madre un enfoque más sano de es- po ns ab le de los ac o nt ec im ie n to s in fa u st os de su vida , re fo r-
te tema, Ellie llegó a la sesión diciendo: «Sabes, sobre esa zaba su necesidad de culpa rse y le ayudaba a man tener la es-
pal
p al ab ra qu e rim a con
co n 'b eb er ', es tá bi en si la dig o alg un a vez. pe ra nz a de qu e cu an d o el la ca m b ia ra , ta m bi én ca m b ia rí an
En ocasiones digo todas las palabras feas de una vez. ¿Quie- los sentimientos de sus padres.
res oírme?». Mi asentimiento provocó: «Joder, mierda, de- Su fantasía sobre el monstruo que la perseguía continua-
monios, maldita sea». En otra ocasión, mientras jugábamos mente pero nunca la alcanzaba, no solamente le permitía ex-
en la terraza, Ellie advirtió: «Voy a decir todas las palabras p re sa r y m an te n er a ra y a su mi edo, ed o, sin o que , al tr a n sf er ir
feas». Y las soltó. los sentimientos homicidas de su padre a una figura imagi-
Durante la última parte de su tratamiento el padre de naria, le permitía mantener una imagen cariñosa de él y así
Ellie estaba en casa solamente durante los fines de semana. camuflar el verdadero origen de su terror. Sus primeras fan-
Al comienzo de una sesión durante esta época, Ellie anunció: tasías de la jirafa y el monstruo pequeño eran instrumentos
«Tengo un problema. ¿Me puedes ayudar?», y continuó ex- p ar a en ga ña rs e a sí m ism a. Y au nq ue cu an do sal ió de su
pl ica nd o: «C uan do q ui er o algo y no lo pu ed o te ne r, llorollo ro.. Y mundo fantástico dijo: «Mi padre quiere matarme y no sé
lloro, lloro y lloro hasta que mi papá se enfada muchísimo. po r ququé»,
é», el co nc ep to qu e in ic ia lm en te ten ía de sí mis ma ,
Yo quiero dejar de llorar. ¿Tú sabes como puedo hacerlo?». centrado en su propia respuesta homicida, ocultaba la causa
Pensé por un momento y luego le pregunté: «¿Qué pasa desencadenante —la violencia de su padre y sus sentimien-
cuando lloras y lloras y lloras?». tos des tructiv os— aun que la justificab a.
«Consigo lo que quiero», respondió Ellie. Igualmente, la fantasía del bebé o del niño malo la defen-
«Bueno, me parece que ya sé cómo dejar de llorar», con- día de su percepción de los sentimientos de rechazo de su
testé. «Pero no va a ser fácil. Tienes que decirle a tu madre madre. Las imágenes de niño incorregible y de la madre per-
que no te dé lo que quieres aunque llores. Si sabes que no te fecta y paciente le permitían engañarse a sí misma en la fan-
lo va a dar dejarás de llorar». tasía, igual que hacía en la realidad, creyendo que ella era la
Ellie me miró estupefacta. «¿Quieres decir que debo de- culpable de los sentimientos de su madre. Las inevitables de-
cirle a mi madre que no me dé lo que quiero?». pr es ione
io ne s de su m ad re ca da vez qu e se au se n ta ba su pa dr e
«Exactamente», le aseguré. «Entonces dejarás de llorar». convencieron a Ellie no sólo de que él no quería a ninguna
Según me contó su madre poco después, Ellie llevó a ca- de las dos sino también de que su madre no la quería a ella.
bo mi re co m en da ci ón . D es gr ac iad am en te , ha y po co m ás qu e Esta impresión estaba reforzada por las frecuentes indispo-
contar de la evolución de Ellie. Al poco tiempo, justo cuando siciones de la madre, que Ellie atribuía a su mal comporta-
Ellie comenzaba a sentirse lo bastante segura como para miento y su cólera e interpretaba como una medida de los
descargar sus sentimientos agresivos hacia mí, la familia sentimientos de rechazo de su madre. La relación dinámica
volvió a Detroit y suprimió el tratamiento. entre las fantasías de Ellie y el ambiente familiar estaba cla-
Si seguimos la evolución de las fantasías de Ellie hasta su ramente demostrada en este tema. La fantasía del bebé o del
culminación singular, podemos entender su función de de- niño malo, que comenzó como una forma de justificar la im-
fensa contra su miedo al infanticidio y a la vez aprender algo po sib ilid ad de la m ad re de d a r sa tis fa cc ión
ió n a la en or m e ne

40 Dor oth y Bloch


«No me gusta pensar que soy una jirafa» 41

cesidad de cariño de Ellie, se hizo cada vez más suicida en


las modificaciones de sus fantasías, entró en una nueva fase
respuesta a la creciente depresión de la madre y a la crecien-
con la marcha del monstruo «a otro país». La «danza de la
te falta de esperanza de Ellie de conseguir ese cariño alguna
tristeza», la primera revelación sin tapujos de sus verdade-
vez.El grado de terror y de desesperación suicida estaba in- ros sentimientos, llevó primero al descubrimiento de su
pr in ci pa l pr eo cu pa ci ón , la ve rb al
aliz
iz ac ió n del mi ed o a qu e su
dudablemente influenciado tanto por su vulnerabilidad en
pa d re la m at ar a, y de sp ué s a la co nf ro nt ntac
ac ió n.
cuanto niña como por su pensamiento mágico. Su percep-
Sólo nos queda especular sobre el camino que habría to-
ción de la disposición violenta de su padre, reforzada por la
mado la evolución de Ellie si hubiera continuado el trata-
pr es en ci a de la pist
pi stol
ol a, y su p ro p ia im po te nc ia la te ní an co n-
miento. La ira que estaba escondida tras su depresión suici-
vencida de que él la mataría. Lo único que podía hacer era
da había comenzado a encontrar una forma de expresión, al
correr. Su forma de entender su relación con su madre, así igual que su necesidad de «decir palabras feas». El siguiente
como su equiparación mágica entre deseos y realidades, la objetivo en su terapia habría sido la liberación de su agresi-
convenció de que si perdía a su madre de vista no volvería a vidad a través de fórmulas verbales.
verla nunca más.
La confrontación con su padre fue la culminación de un
pr oc es o qu e se ex te nd ió d u ra n te un pe rí ríod
od o de añ o y me dio .
Ellie fue capaz de pedir y llevar a cabo esta confrontación
gracias a un gradual refuerzo de su yo llevado a cabo duran-
te nuestras sesiones semanales y a una mejora de la forma
en que sus padres se relacionaban con ella. Su comporta-
miento empezó
empezó a cambiar tan pronto como comenzó el el trat a-
miento, y permitió a sus padres sentirse más relajados en su
pr es en ci a. E ns eg ui da olv idó el ch up et e y las pa ta le ta s no se
repitieron más, una vez que sus padres aprendieron a mane-
ja rl as . Dejó de m oj ar la ca m a y s u ne ce si da d de op on er se a to -
do disminuyó. Una vez que la madre entendió el origen del
mal comportamiento de Ellie, fue capaz de modificar su for-
ma de trat arla lo sufi suficiente
ciente como pa ra que, poco a po poco,
co, la ni-
ña comenzara a creer en su cariño. A pesar de que el padre
po día
dí a re sp on de r de un a fo rm a má s li m it ad a a las ne ce sisida
da de s
de Ellie, reconoció que desempeñaba un papel en sus proble-
mas y estuvo de acuerdo en dejar la disciplina en manos de
su mujer. La creciente madurez de Ellie y su mayor com-
pr en sión
si ón de su in fl
flue
ue nc ia en la vi ol en ta s ex plos
pl os io ne s de su
p ad re ta m bi én la lle va ro n a ca m bi a r su fo rm a de re la c io n a r-
se con él.
Ellie fue capaz de abandonar las fantasías que la habían
defendido contra su miedo cuando la intervención psicoana
lítica modificó la actitud de sus padres y consiguió reducir
aquel miedo. La disminución gradual de^ste, reflejada en

2. SUPERRATON: NACIMIENTO Y MUER TE DE UNA


UNA Superratón:
Superratón: nacimiento y muerte de una fantasía defensiva 43

FANTASIA DEFENSIVA
nuestras tareas, la mía ayudar a Larry a librarse de sus pro-
bl em as y la su ya m a rc h ar se de mi of ic in a y viv ir su vid a. Se
había casado con un hombre quince años mayor que ella, al
que el trabajo mantenía alejado de casa durante largos pe-
ríodos. Ella lo describía como una persona violenta y con
frecuencia malhumorado. Se pasaba gran parte de su tiempo
libre viendo la televisión y prestaba muy poca atención a
Larry. La escena más violenta se produjo la noche en que se
separaron, durante la cual él destrozó el televisor, rompió
un jarrón y además golpeó
golpeó a su m ujer. A pesar de que Larry
A pesar de que el niño haya creado p reviamente una fan tasía no le vio durante varios meses después de la separación, du-
pa ra de fe nd er se del m ie do a se r as es in ad o, un nu ev o in ci - rante el último año había estado pasando un fin de semana sí
dente amenazador en una situación ya cambiada puede ha- y otro no en su compañía.
cer ineficaz esta defensa y exigir una solución más drástica: Cuando vi a Larry por primera vez, recordé las últimas
vivir la fantasía, frecuentemente asumiendo una identidad p al a br as de su m ad re . Le ha bí a pr eg un ta do si cr eí a qu e al
distinta. niño le importaría dejar en la sala de espera a su tía que iba
En el caso de Larry, un niño de cuatro años y medio, tuve a traerle y entrar solo en la consulta, y ella había contestado
la oportunidad de presenciar no sólo el momento en que re- sin vacilar,
vacilar, como si no pudiera habe r otra alternativa: «Segu- «Segu-
cordó la experiencia precisa del peligro que le había impul- ro que no le gusta, pero lo hará». El mundo de deseos igno-
sado a asumir una identidad distinta, sino también el instan- rados que sus palabras evocaban se palpaba en todos los as-
te preciso en el que se sintió lo suficientemente seguro como pe ct
ctos
os de la fo rm a de se r de La rr y. No me ac ue rd o cu án to
pa ra ab a nd on a rl a y se r él m ism o o tr a vez. Fu er on los do s tiempo pasó antes de que viera una sonrisa en su cara, pero
pu nt os cu lm in an te s de un pr oc es o gr ad ua l, el pr im er o de un nunca p odré olvidar la tristez a y desolación, la sensación de
miedo que iba en aumento y el segundo de su disminución, y vacío que daban sus ojos azul pálido y su aspecto delicado;
de un sentimiento creciente de ser querido. En los dos casos, eran la evidencia palpable de una profunda depresión. Era
el cambio se dio en respuesta a incidentes de una gran inten- muy pequeño para su edad, pero quizás esto no se se habría no-
sidad emocional. tado tan fácilmente de no haber sido por el aire de bravata
Larry vino a mi consulta porque tanto su madre como su con que intentaba aparecer. Daba pasos largos como si lleva-
pr of es or a del co leg io ha bí an no ta do qu e en los úl tim os m e- ra puestas las botas de siete leguas y se movía siempre dán-
ses el niño se había encerrado en sí mismo, insistiendo de to- dose una gran importancia.
dos modos en que él era Superratón. Era hijo único y sus pa- Su madre tenía razón, pues no creó ningún problema al
dres se habían separado cuando él tenía tres años. Habían cerrarse la puerta detrás de su tía y quedar él solo conmigo
vivido en California sus dos primeros años y luego habían al final del largo pasillo. Se mantuvo callado hasta que llega-
venido a Nueva York. Su madre y él vivían en un apartamen- mos al cuarto de jugar.
«Superratón es mi amigo», anunció tan pronto como cru-
to pequeñísimo en Brooklyn donde apenas tenía espacio pa-
ra jugar. zó el umbral. Su tono de voz simulaba una gran alegría y
animación y era tan curiosamente agudo que me dio la im-
Su madre era una mujer atractiva pero algo seca de vein- pr es ió n de qu e ún ic am en te el gr an m ie
iedo
do qu e se nt ía po dí
díaa
tisiete años, que me explicó todo esto de una forma escueta
hacerlo tan alto. «Es muy fuerte y puede hacer cualquier co-
y apresurada, como si su principal objetivo fuera acabar
sa», dijo orgullosamente. «Nada puede hacerle daño».
pr on to pa ra qu e ta nt o el
ella
la co m o yo pu di ér am os se gu ir con

44 Dor oth y Bloch


Superratón:
Superratón: nacimiento y muerte de una fantasía defensiva 45
9

«Tengo la impresión de que es bueno tener un amigo así», ces era un chaleco de cartón que su tía le había ayudado a
dije con admiración. construir, otras un par de gafas, o un cinturón o una capa.
«Lo es», asintió Larry. Tan pronto como entrab a en la consulta llamaba mi atención
Al comenzar la siguiente sesión, anunció inmediatamente: sobre este objeto. También me pidió que buscara juegos, ju-
«Hoy he traído conmigo a Superratón. Está sentado aquí», guetes y libros que tuvieran alguna relación con los ratones.
dijo señalando su hombro derecho. «Quiero hablarte de él», Como en aquel momento Superratón todavía no estaba tan
continuó, «espero que me creas». Y luego se lanzó a recitar- de moda,
moda, tuve algunas dificultades p ara en contra r lo que que me
me todas las virtudes de Superratón. ped ía. Co nse guí un cu en to y un lib ro p ar a p in ta r con es te te te--
«Lleva un chaleco antibalas», explicó. «Nadie puede dis- ma y finalmente encontré, mientras miraba una tienda de ju-
pa ra rl
rle.
e. Y pu ed e vol ar. Pu ed e ir a do nd e qu ie
iere
re.. Y ¿sa be s guetes, una cesta con unos encantadores ratoncitos blancos
qué?», dijo después de un momento como si hablara de un y grises de lana. Compré uno de cada color y los coloqué en-
asunto de gran importancia, «No le tiene miedo al gato». cima de la mesa antes de que llegara Larry. Cuando los des-
El entusiasmo de Larry iba en aumento según iba hablan- cubrió su alegría fue inmensa. «Son los ratones más monos
do de su su amigo. A pesa r de que sus movimientos corpo rales que he visto nunca», se regocijó Larry. Y cogiendo uno en ca-
eran muy limitados, en ese momento adoptó una postura de da mano anunció inmediatamente: «El blanco es Superratón
lucha y comenzó a tirar puñetazos al aire. «Le gusta la ac- y el gris es Larry». Bailó con ellos por toda la habitación,
ción», declaró con alegría. ju nt án do le s las na ri
rice
ce s y ch as qu ea nd o la len gua . «¡Se es tá n
Yo le escuchaba con gran interés, y finalmente le pregun- bes an do! », ex cla mó ex ta tasia
sia do . «¡Se qu ier en !».
té: «¿Cuántos años crees tú que tiene?». Mientras le miraba, me di cuenta de que ésta debía ser la
«Tiene cuatro y medio», respondió rápidamente. pr im er a vez qu e al niñ o se le o cu rr ía que Su pe rr at ó n —y
«Igual que tú», respondí yo con sorpresa, dándome cuen- él— podía ser adorable. De repente se paró y dijo: «Superra-
ta en ese preciso momento de que había cometido uno de los tón necesita una capa roja». Como Supermán había estado
mayores errores cuando se trata de fantasías: acercarse de- de moda durante muchos años, no tuve dificultad en encon-
masiado a la realidad.
trar un pedazo de tela roja que había quedado de alguna
«Me he equivocado», dijo Larry con incertidumbre. «En otra capa. «¿Crees que esto servirá?».
realidad tienetenía
También cinco
dosy teorías
medio».sobre el origen de Superratón. «Oh, sí», me aseguró. «Es justo del color que necesito».
Corté un cuadradito y comencé a coser una capa para Su-
«¿Cómo llegaste a conocerlo», le pregunté.
pe rr at ón . M ie nt ra
rass lo ha cía,
cí a, La rry ex am in ab a el co nt
nten
en id o
«Un día oímos llamar a la puerta y abrimos. Allí estaba. del cuarto de jugar como si lo viera por primera vez. Se de-
Era Superratón. Tenía frío y hambre y le invitamos a entrar. tuvo delante de la familia de muñecos, a los cuales no había
Y así fue como le conocí». Dos meses y medio más tarde la hecho ningún caso hasta entonces, y agarrando al padre con
explicación de la llegada de Superratón era completamente una mano y a la madre con la otra comenzó a golpear sus
diferente.
pies.
Sus primeras palabras habían dejado muy claro que el «¡Son unos malvados!», exclamó. Después cogió al muñe-
mundo de Superratón era todo su marco de referencia. Igual co que representaba al hijo. «¡No quieren a su hijo!», comen-
que un enamorado siempre encuentra una forma de incluir tó con creciente indignación. Y finalmente, concentrándose
el nombre de su amada, no había tema en el que Larry no en- sólo en la madre dijo con un gran sentimiento: «¡Quiere que
contrara la forma de traer a colación al ratón. Después de
su hijo se muera!».
las primeras sesiones, era raro el día que no aparecía con al- Después de esta confrontación, Larry se acercó a mí y es-
guna insignia que estableciera su nueva identidad. Unas ve-
po nt án ea m en te me conf ió: «R ec ue rd o el día qu e vin o Sup er

46 Doro thy Bloch Superratón: nacimiento y muerte de una fant asía def ensiva 47

ratón. No me acuerdo qué pasó exactamente, pero fue un pu sim os a co nf ec ci on ar la


las.
s. Sin em ba rg o, la se m an a sisigu
gu ie n-
día terrible. Metieron al hombre en la cárcel y no le dieron te a su cumpleaños anunció espontáneamente: «Voy a ver a
de comer y se murió». Y después, con más intensidad: «¡Era mi padre el domingo» —ésta era la primera referencia a su
más malo que un pirata!». Estudió mi cara durante un mo- pa dr e— com o si h ub ie ra sid o un te tem
m a no rm al en n u es tr a s
mento y añadió: «Pasó hace veinte años». conversaciones.
Esa fue la primera referencia de Larry al trauma que le Durante la siguientes semanas, la situación real de Larry
causó la violenta disputa de sus padres hacía año y medio, mejoró enormemente. Al mes y medio de su cumpleaños su
cuando creyó que únicamente los poderes mágicos de Super madre se mudó del apartamento pequeñísimo en que vivían
ratón podían salvar su vida. Superratón y el Ratón Larry a otro considerablemente más grande, donde él tenía su pro-
continuaron siendo el foco de su actividad los siguientes me- pia ha bi ta ci ón y po dí
díaa ju g a r al ai re lib re
re.. Su m ad re ca m bi
bióó
ses. Creó un escondite para ellos en medio de una casa he- también sus costumbres de forma que podía pasar más tiem-
cha con bloques de madera y los guardaba al final de cada po en ca sa con el niñ o. En ve ra no fue un me s a un ca m pa -
sesión con mucho cuidado en una habitación que tenía una mento durante el día y pasó varias semanas en el campo.
p u e rt a se cr et a qu e da ba al cu a rt o de ju ga r. Fr ec ue nt em en te , Además le regalaron un hámster y él lo aceptó como un
al comenzar la sesión iba directamente al escondite y los sa- miembro más de la familia de los roedores. A partir de ese
caba de allí con gran placer. Otras veces se entretenía dibu- momento pareció interesarse también por las ardillas. Cuan-
ja nd o o co ns tr uy en do fi figu
gu ra s de Su pe rr at ón . do volvió a la consulta después de un mes, la fantasía de Su-
Otro tema muy importante para Larry era el del tiempo y pe rr at ón pa re cí a h ab e r pe rd id o ba st an te im po rt
rtan
an ci a.
la edad. «Tengo cuatro años y medio», anunció en la primera «Tengo un hámster dorado», anunció nada más entrar.
sesión, «y el cuatro es mi número favorito». «El veintiséis de «Vive en su jaula y corre en una rueda y cuando come se lle-
mayo cumpliré cinco años y entonces el cinco será mi favori- na la boca y luego lo escupe todo. Y es un roedor igual que
to». Superratón». Construyó un hámster de plástico y luego aña-
Según se aproximaba esa fecha, su excitación crecía cada dió una madre hámster y un padre hámster y también una
vez más. Una semana antes, me preguntó si podía cambiar la ardilla, además de hacer un nido para cada uno de ellos de
fecha de la sesión pará que cayera en el día de su cumplea- pap el. To do el me s sig ui en te lo pa só co ns tr uy en do lo qu e el
ños. «¿Podrías preparar algo especial para Superratón ese llamaba «los
«los apartam entos de los roedores»
roedores» pa ra que vivieran
día?», me pidió. Tuve la impresión de que estaba viviendo al- en ellos los hámsters y el ratón. También comenzó a intere-
guna fantasía especial concerniente a ese día, quizás relacio- sarse por primera vez por las pistolas, jugando a ser «el ma-
nada con su padre e incluso con el ratón. Pero no dio ningu- lo» y por un personaje nuevo de la televisión que se llamaba
na explicación sobre el tema. Busqué por toda la ciudad y el «octavo hombre» y que parecía tener todas las cualidades
po r fin en co nt ré un gr an ra tó n de pe lu ch e del ta m añ o de un de Supermán.
osito y lo coloqué en donde Larry pudiera verlo nada más Un mes después de su vuelta, al final de una sesión, cogió
entrar en el cuarto de jugar, aunque podía ignorarlo si así lo el ratón gris y me preguntó: «¿Sabes cuántos años tiene
pr ef er ía . Larry?» Inmediatamente continuó: «Cinco meses... No, quie-
Cualquiera que fuera la fantasía que él había asociado ro decir, cinco semanas... cinco días... cinco minutos... ¡sólo
tiene cinco segundos!».
con
recióesa fecha,
muy se habíacon
deprimido, desinflado
círculos antes de que
oscuros llegara.deApa-
alrededor los «Acaba de nacer», grité.
ojos y muy serio, e hizo como si no hubiera visto al nuevo ra- «Sí», asintió con alegría, «¡acaba de nacer!». Y comenzó a
tón. Pasaron varias sesiones antes de que comentara que el hacer chasquidos como si estuviera sujetando a un recién
ratón nuevo no tenía ni cola ni capa roja, y rápidamente nos nacido.

48 Do roth y Bloch Superratón


Superratón:: nacimiento y muerte de una fanta sía defensiva 49

«¡Qué niño tan precioso!», exclamé. saria la creación de la fantasía de Superratón. La acogida de
«¡Oh, sí, es precioso!», asintió Larry. Estaba extasiado. Larry a los ratones puso claramente de manifiesto la impor-
«Ya es casi hora de marcharte», le recordé. «¿Qué te pa- tancia de sentirse querido para invertir un proceso patológi-
rece que hagamos con Larry». co. El que fueran adorables le sorprendió y despertó en él
«Tengo que hacerle un nido», dijo, y se pasó los últimos sentimientos que no pudo contener: «¡Se quieren!», exclamó,
cinco minutos haciéndole una cama. Tan pronto como llegó y llevado por el sentimiento de que también él era amado,
tres días después para su siguiente sesión, preguntó: «¿Sa- lúe capaz de revivir y afrontar por vez primera los terribles
bes cu án to s años
añ os tie ne La rr y hoy. Tien e ex ac ta m en te tr es recuerdos que habían hecho necesaria su defensa mágica,
días», anunció sacándole de su nido. «Ajo, ajo, ajo», le repe- bu sc an do toda
to da ví a ref ug io en la fa nt as ía , pu do p o r p ri m er a
tía al ratón y hacía todos los ruidos que se les hacen a los re- vez expresar, a través de los muñecos, su indignación con
cién nacidos. sus padres por rechazarle y acusar a su madre de desearle la
«¡Oh!», dije, «¿no te parece precioso?». muerte.
Su alegría era inmensa, y volviéndose a donde estaban el El creciente refuerzo de su yo, que le llevó primero a
be bé h ám st er y la ar di lla re p iti ó la mi sm a fu
func
nc ión.
ió n. crear la fantasía de haber renacido y después a aceptar su
«¡Qué niños tan preciosos!», repetía yo yendo de uno a verdadera identidad, se debió no solamente a las sesiones de
otro. Fue una sesión de éxtasis completo. análisis, sino también a una mejoría del ambiente familiar.
Esta vez hizo un nido para cada uno y los metió en la ca- Su madre respondió muy bien a mi sugerencia de que creara
ma antes de marcharse. Me dijo adiós alegremente y se fue una sensación de seguridad y compañerismo, e hizo un gran
po r el larg o, pa sil lo ca m ino
in o de la pu er ta . Ju st o an te s de esfuerzo, incluso cambiando de domicilio para acomodarse a
abrirla, sin embargo, se volvió hacia mí. Su expresión había las necesidades del niño. Como resultado de ambos factores,
cambiado por una de una desolación completa. la sensación de peligro que la violencia de su padre había
«Pero tengo cinco años y medio», dijo con una voz llena prec
pr ec ipita
ip ita do , y qu e los se nt im ien to s de su m ad re ha bí an re -
de dolor y de protesta. Después abrió la puerta lentamente y forzado, fue disminuyendo gradualmente. Cuando se sintió
se marchó. suficientemente seguro, pudo deshacerse de la identidad má-
Ese fue el momento en que murió la fantasía de Superra gica y aceptar la suya real.
tón. La sensación de peligro que había precipitado su crea- La tesis de que una fantasía defensiva puede ser adopta-
ción se había disipado finalmente y la necesidad de buscar da en un momento específico en el que se experimenta una
refugio en una identidad mágica había desaparecido. Por sensación de peligro y luego descartada, una vez que el peli-
pri
p ri m er a vez de sd e la no che en qu e su
suss p ad re s se ha bí an pe - gro ha pasado, quedó demostrada durante el tratamiento de
leado, Larry no necesitó la ilusión de los poderes sobrenatu- Larry. Así pues, podemos suponer que cuando las fantasías
rales para sentirse seguro y por fin volvió a su propia identi- de la infancia continúan siendo vividas en la edad adulta, co-
dad. mo en los casos en que se adopta una identidad homosexual,
El proceso que provocó esto está claro. Mi primera clave el terror que las produjo está todavía vigente.
del tratamiento de Larry fue «Espero que me creas». Mi
aceptación entusiasta de su identidad adoptada le ayudó a li-
b e ra r su s en er gí as y a sa lir de la de pr es
esión
ión ; ah o ra te ní a un
aliado. También he de rendir homenaje al encanto singular
de los ratones de peluche, la suerte que tuve al encontrarlos
y la intuición que me hizo comprar dos, por la rapidez con
que fui capaz de llegar al corazón del trauma que hizo nece-

3. CUATRO
CUATRO NIÑO S QUE INSIS TIAN EN QUE Cuatro niños que insistían en que pertene cían al sexo contrar io 51

PERTENECIAN AL SEXO CONTRARIO


represalias de este padre. Los niños sacaban la conclusión
de que la única forma de salvar la vida era cambiar de sexo.
Al crear la fantasía de que pertenecían al sexo que ellos
creían preferido por el padre amenazador, confiaban no sólo
en apaciguar los celos de ese padre, sino también en trans-
formar la violencia en amor. De esta forma la adopción de la
fantasía del cambio sexual les proporcionaba un refugio con-
tra su miedo a ser asesinados al dotarles de una armazón
dentro de la cual les era posible mantener la esperanza de
En estos tiempos de tanta confusión sobre el origen y el sig- ser finalmente queridos.
nificado de la homosexualidad, me ha resultado muy esclare En los cuatro niños era posible establecer qué aconteci-
cedora mi experiencia con dos niños y dos niñas que fueron miento concreto había provocado la necesidad inmediata de
traídos a mi consulta por que insistían en que pertenecían al adoptar una identidad sexual contraria. A pesar de que cada
sexo contrario. Aunque los sentimientos homosexuales son niño había encontrado inicialmente otras formas de prote-
universales, la persistente adopción de la fantasía de una gerse contra la violencia de los padres, el desarrollo de una
identidad sexual distinta sólo parece producirse en unas cir- nueva e imponen
imponen te situación las había hecho ineficaces y ha-
cunstancias específicas. Después de explorar los anteceden- bía exi
exigid
gidoo un as de fe nsas
ns as m ás d rá st ic as . En trtres
es de los ca -
tes de esos cuatro niños comprendí que la dinámica es simi- sos, el nacimiento de un hermano del sexo contrario o senci-
lar a aquella de la que proceden otras fantasías defensivas. llamente que se pareciera al padre del sexo contrario había
Igual que en el ejemplo de Larry, en cada caso el niño co- desencadenado la adopción de la fantasía homosexual. En el
menzó a vivir la fantasía en el momento en que algún inci- cuarto caso, había sido la seductora exposición al padre del
dente concreto puso en peligro una situación ya pre caria y le sexo contrario lo que había puesto en peligro la relación, ya
hizo temer por su vida. El hecho de que estos niños no eligie- de por sí difícil, con los miembros de la familia del mismo
ran a Sup erratón o a Supermán o a cualquier otra identidad sexo.
po de ro sa sin
sinoo qu e p re fi ri er an un a id en tid ad sexu
se xu al c o n tr a ri a Aunque la homosexualidad, por lo general, implica la sa-
pa re ce e s ta r d et
eter
er m in
inad
ad o p o r un a co ns tetela
lació
ció n de fa ct o re s tisfacción sexual de unas necesidades instintivas con una
muy particulare s y similares.
similares. En todos los casos, casos, habían esta - pe rs
rson
on a del mi sm o sexo
sexo,, los ca
caso
soss de esesto
toss cu a tr
troo ni ño s indi
in di -
do expuestos a la violencia directa de uno de los padres y ha- can que la transformación de la identidad sexual puede ocu-
bí an teni
te ni do qu e d ef
efen
en de rs
rsee no so la
lamm en te co n tr
traa el
e l m ied o sin o rrir mucho antes de que se desarrollen tales necesidades.
también contra la amenaza de infanticidio. Además, el único Quizás, gran parte de las dificultades que existen para com-
refugio contra este peligro que el otro padre ofrecía era a lo ppre
re n d er la ho m os ex ua lid ad se de be al én fa sis pu es to en la
más una fachada sed uctora o el despego. despego. Sin embargo, el fac- conducta física con respecto al sexo y sus diferentes expre-
tor que aparentemente determinaba la elección de una fanta- siones.
sion es. Sin embargo, cuan do se aborda d esde el punto de vis-
sía sexual estaba relacionado en todos los casos casos con la percep - ta de la infancia, el problema se simplifica notablemente.
ción por los niños de la relación entre sus padres. En todos Dado que el nivel de madurez de los niños excluye normal-
los casos, los niños estaban convencidos, por los sentimien- mente la necesidad de una gratificación instintiva, la adop-
tos y la forma de portarse de los padres entre sí o con los hi- ción de unos sentimientos sexuales tiene poca importancia.
jos
jos,, de qu e los p ad re s no se q u er ía n y qu e el p ad re de l sex o A pesar de todo, está claro que el niño crea una defensa ho-
contrario les prefería. Por lo tanto, atribuían el violento re- mosexual y que su principal carac terística es su adopción de
chazo del otro padre a los celos y se sentían el blanco de las un cambio de sexo. En los cuatro casos, la adopción estaba

52 Dor othy Bloch Cuatro niños que insist


insistían
ían en que pertenecían al sexo contrario 53

bi
bien
en es ta bl ec id a, si bien
bi en co rr es po nd ía al es ta di o de su de sa - al sexo opuesto, así como las condiciones familiares que la
rrollo y se limitaba a la afirmación, apariencia y afectación. hacían necesaria, han servido de marco de referencia en mis
Dado que en la mayoría de los casos el tratamiento psicoana esfuerzos por descubrir las complejidades adicionales de fe-
lítico resuelve la necesidad del niño de adoptar una identi- nómenos similares a una edad posterior.
dad sexual opuesta, sólo podemos conjeturar que, sin el tra- En tres de los casos, me limitaré a examinar las dinámi-
tamiento, la maduración sexual habría necesitado también cas. En el cuarto, la transformación psicológica de una fan-
una expresión sexual. tasía homosexual en una identidad homosexual es tan clara
La aparentemente desconcertante sintomatología homo- que la describiré más extensamente.
sexual toma un nuevo significado en cuanto nos damos cuen- Rose vino a mi consulta cuando tenía cuatro años porque
ta de que se trata de una cuestión de vida o muerte. Cual- debido a su conducta agresiva y provocadora había sido ex-
quier duda sobre la función de la adopción de una identidad pu ls ad a de do
doss es cu elas
el as en po
poco
co má s de un añ o y ha cí a pr o -
homosexual queda clarificada por la explicación de Freud: nosticar un futuro difícil. Ella insistía en que era un niño, se
«Cuanto más intensa es ésta [la resistencia], más amplia- negaba a llevar vestidos y jugaba únicamente con niños.
mente quedará sustituido el recuerdo por la acción (re- También mordía, tiraba cosas, quitaba los juguetes a otros
pe tic ió n) »1.
»1. En ni ng un a o tr a fa n ta sí a ex ist
istee un a re pr es ió n niños y era totalmente incontrolable. Su madre explicaba
tan grande. En el caso de un paciente adulto, toda experien- que Rose insistía en ser un niño desde los dos años, cuando
cia de un sentimiento prohibido va seguida por el pánico y la nació su hermano. A pesar de que la madre decía que no tu-
compulsión de un contacto homosexual. Frecuentemente, sin vo problemas a la hora de destetarla cuando tenía tres me-
embargo, las dimensiones de la resistencia homosexual al re- ses, Rose inmediatamente se volvió celíaca hasta que tuvo
cuerdo no son debidamente expresadas por la mera adop- dos años. Coincidiendo con ese período, la niña se desmaya-
ción. La negación en la fantasía de identidad homosexual ba ca da vez qu e el m édicoéd ico le po ní a un a iny ecc ión , cu an do
adoptada es tan sorprendente como la represión a la que sir- lloraba y cuando se caía y se hacía daño. Estos dos síntomas
ve. La frecuente insistencia del homosexual en que su fanta- desaparecieron cuando nació su hermano, pero fueron susti-
sía es real, en que verdaderamente pertenece al sexo opues- tuidos por su adopción de la identidad sexual opuesta.
to, en que en realidad está siguiendo su propia naturaleza, en Los padres de Rose, una pareja muy atractiva de unos
que «nació así», es indudablemente un síntoma al servicio de treinta años llamados Bobby y Robby, llegaron a la primera
su resistencia a recordar y puede sugerir tanto las insoporta- entrevista vestidos deportivamente con modelos iguales.
ble s di m en sion
si on es de su te rr o r como
co mo su co nvicc
nv icc ión de que su Aunque la madre no era nada masculina, sus ropas estaban
vida depende de conservar su identidad falsa. Su única espe-
elegidas de forma que correspondieran con las de su marido.
ranza de cariño y seguridad parece estar sustentada por esta El daba la sensación de ser el más dominante de los dos, y
creencia. pa re cí a ag res iv
ivoo y en
enérg
érg ico , m ie n tr as qu
quee ella
ell a pa re cí a pa siv a
Dado que hay una gran cantidad de dinámicas que pue- e indiferente. Los dos estaban muy interesados en los depor-
den dar lugar a la adopción de una identidad homosexual, li- tes y les dedicaban la mayor parte de su tiempo libre, sobre
mitaré mi análisis a aquéllas que descubrí durante el trata- todo el domingo. La madre explicó que el nacimiento de Ro-
miento de los cuatro niños. Sin embargo, la constante inten- se había sido planeado y que a ella le gustaban mucho los ni-
sidad de las afirmaciones de estos niños de que pertenecían ños. El padre tenía los mismos sentimientos, pero confesó
que, antes de que naciera, había deseado que fuera un niño.
Sin embargo, pasada la primera desilusión, se había encari-
1 Sigmund Freud,
Freud, «Further recommendations in the technique
technique of psy
choanalysis» (1914), en Collected papers, Londres, Hogart Press, 1950 vol 2 ñado lo mismo con ella, la había tratado del mismo modo y
p. 370. la había introducido ya en el mundo de los deportes. Le ha

54 i mitro niños que insistían en que pertenecían al sexo contrario 55


Do rot hy Biodi

bía to m ad o ta nt o ca ri ño qu e, en re al id ad , cu an do na ci
ció
ó su <.ima
.ima asig na ba a la mad re el papel de rival re nco rosa . A pe-
hijo no tenía especial deseo de que fue ra un niño. A partí i ar de todo, de los dos padres, la madre era la más protecto
del nacimiento del tercer hijo, una niña, tres meses antes, ta. Su pasividad y su indiferencia ofrecían un poco de refu-
Rose compartía la habitación con su hermano, pero como gio y posiblemente estaban más cerca de lo que Rose experi-
siempre había dormido mal se despertaba hacia las tres o mentaba como cariño. El inminente nacimiento de un her-
las cuatro de la mañana e invariablemente acababa la noche mano, especialmente si era un niño, que colmaría los deseos
en la cama de su padre. En realidad, veía a su padre muy po- ilel padre, amenazaba, pues, a Rose no sólo con el abandono
co durante el día, ya que él estaba en casa solamente los sá- de su padre —y, en términos de Rose, posiblemente la muer
ba do s, así
as í qu e su co nt ac to con ell a d u ra b a só lo un os m in u- le—
le— sino todavía más, con la pérd ida de la pro tección que
tos por la mañana y luego por la noche antes de irse a la ca- para ella
el la su po ní a el ca riñ o de su m ad re . Su s de fe
fens
ns as so m á-
ma. Era muy estricto con la niña y recurría a los azotes co- ticas anteriores no le servían ahora. Y, en lo que puede ha-
mo forma de resolver los problemas. Las relaciones de la ni- ber sid
sido
o un in te nt o de se sp er ad o de sa lv ar su vid a ga na nd o el
ña con la madre eran mejores. cariño de sus padres, Rose insistía en que era un niño.
El problema de Rose se puso de manifiesto de forma es- La dinámica, a la que en el caso de Rose hay que llegar a
p ec ta c u la r el p rim
ri m er día
dí a qu e vin o a la co n su lt ltaa cu an do se través de suposiciones, es mucho más visible en el caso de
quedó en el pasillo, enfrente de mi despacho, diciendo que Richard. Lo trajeron a mi consulta cuando tenía seis años
p
prere fe rí a e s ta r fu er a qu e de nt ro . El as ce ns o ri st a qu e pa sa ba po
porqu
rqu e su in si st en ci a de sd e ha cí a añ o y m ed io en qu e e ra
casualmente por allí, cautivado por su apariencia, exclamó una niña había alcanzado tales proporciones que estaba ha-
inocentemente: «¡Qué niña tan guapa!» Inmediatamente, Ro- ciendo la vida imposible para él y sus padres. En la escuela
se se transformó en un verdadero demonio, lanzándole los era el centro de las burlas por su preferencia por las ropas
epítetos más horribles que sabía: «¡No soy una niña, estúpi- femeninas, jugar con las niñas y sus muñecas, su concentra-
do!» Varias sesiones más tarde, estando sentada en el sofá, ción en la figura femenina en sus dibujos y su negativa a
me confesó con inenarrable placer: «Tengo un pene, está desnudarse en público a la hora de hacer gimnasia o nadar.
dentro de mí y es un secreto». En casa se vestía con las ropas de su madre, usaba sus pin-
La evolución de Rose sugiere que justo antes de cumplir turas a la menor oportunidad y se admiraba en el espejo
dos años sufrió una crisis creada por el nacimiento inminen- continuamente. Como no jugaba bien con otros niños, era el
te de un hermano y que luego se exacerbó por el sexo de és- compañero constante de su madre y también su preocupa-
te. Sus desmayos, que comenzaron a los cuatro meses, no te- ción. El resentimiento que tenía por su hermano de trece
nían causas orgánicas, según su pediatra, que lo explicaba meses era también un gran problema. Se quejaba especial-
como una «rabieta». Sin embargo, posiblemente eran una mente de la injusticia del destino que permitía a su hermano
respuesta al miedo, hipótesis que sugiere el hecho de que se tener los mismos ojos y pelo oscuros que su madre —es de-
p
pro
ro d u je ra n de sp ué s de in ci de nt es qu e la as u st ab an . A p es ar cir, según sus propias palabras, «ser una niña»— mientras
de que no conocemos la forma en que el padre expresó su que él se parecía a su padre y por lo tanto era feo. Posible-
desilusión inicial, sí sabemos que solía usar los azotes como mente parael negar
medio de castigo y que, según la madre, era «muy estricto». ba, mo
movía
vía cu er poeste
comparecido,
o las m uj erparpadeaba
es al an da r,cuando
y da ba habla-
a su s
De todas maneras, tenemos razones para creer que Rose veía pa la br as un riritm
tm o y un a inf lex ión que pr ob ab le m en te to m a-
tanto en su padre como en su madre una fuente de peligros. ba pr es ta do s de las m ujujer
er es . A s us sei s años
añ os er a tod o lo ho-
Por lo que sabemos del efecto que en un niño puede tener mosexual que su edad le permitía.
una relación seductora con el padre de sexo contrario, pode- El padre de Richard trabajaba en la investigación de or-
mos suponer que el hecho de que su padre la aceptara en su denadores, pero había sufrido unas depresiones tan fuertes

56 Do rot hy Bloch nutro


nutro niños que insistían en que pertenec ían al sexo contrar io 57

que recientemente le habían incapacitado su desempeño. Ha- <r una niña. Después del nacimiento del niño, posiblemente

bíaa es ta do ho sp ita liz ad o de sp ué s de un in te nt o de su
suici
ici dio perc ibió co rr ec ta m en te qu e el rech
re ch az o de su pa dr e ha cia
ci a él
un año
ces antes eldetratamiento
durante que Richarddeviniera a ladio
Richard consulta. Varias de
la impresión ve- .<• debía
tu en de
optación p arsu
te hermano
al pa reci do de s u alhijo
pequeño con él,dey éste
parecido su fácil
con
estar de nuevo
nuevo a punto de derrumbarse. Era extremadamen- In madre, es decir, al hecho de ser una «niña». La defensa
te reservado y las pocas veces que le vi me dio la impresión homosexual de Richard estaba destinada obviamente a pro-
de que toda su energía la usaba en mantener sus sentimien- tegerle de la amenaza de ser asesinado en una atmósfera car-
tos lo más escondidos posible. No se sintió interesado por el is ida
ida de violencia y falta de cariño verdadero . D esgraciada-
nacimiento de Richard y lo ignoró por completo durante el mente el tratamiento terminó cuando el padre de Richard, al
pr im er añ o de su vid vida.
a. Cu an
ando
do co m en
enzó
zó el tr at a m ie nt o su salir dé una de sus profundas depresiones, se dio cuenta de
contacto con Richard se limitaba a acostarse unos minutos <iue su hijo estaba siendo tratado por una analista no profe-
en la cama de Richard antes de que éste se durmiera y a sa- sional, pero no antes de que Richard anunciara triunfalmen
carle de paseo de vez en cuando. Sin embargo, cuando se dio ie al comenzar una de las sesiones: «Ya sé que no me vas a
cuenta de las inclinaciones
inclinaciones femeninas de R ichard se puso fu- creer, pero me he afiliado a los Boy Scouts».
rioso. También se sentía inmensamente culpable por el aban- Lorna, una niña, estaba en el polo opuesto del espectro.
dono de Richard y había perdido toda esperanza de que cam- Su cambio de identidad sexual se produjo a la misma edad
bi ar a. (|ue el de Richard y también al nacer un hermano. En el caso
La madre de Richard era una mujer pequeña y guapa, pe- ile Lorna, sin embargo, la dinámica fue algo más complica-
ro pasiva, que se mostró comprensiva aunque alejada duran- da. Los dos padres eran violentos y se peleaban a menudo.
te el año y medio que la conocí. La percepción por Richard El padre, no obstante, usaba la violencia únicamente contra
de la relaciones de sus padres le había hecho creer que él la madre. Y aunque la madre nunca iniciaba la violencia con
era el compañero preferido de su madre, idea que se expre- Ira el padre y meramente se defendía, sí usaba la violencia
saba a través de fantasías en las que él tenía citas con actri- contra Lorna. Además, Lorna se encontraba sumida en una

ces
nía famosas.
miedo de En
«unel loco»
test deque
Rorschach,
«escondeRichard
bombasreveló
en losque te-
edifi- confusiónElpsicológica
guridad. que le privaba
padre, un próspero de toda
contable, sensación
se había de por
casado se-
cios», y respondió a la lámina de la «madre», que general- segunda vez y tenía un hijo de su primera mujer. A pesar de
mente provoca una respuesta humana o animal, como «un que era una persona totalmente absorbida por sí mismo y
ba ñ ad o r o un ve
vestid
stid o»
o».. po
porr su trab
tr ab ajo,
aj o, ha bía
bí a ad op ta do ún pa pe l au to ri ta ri o en re la -
A pesar de que su padre se mostró violento con Richard y ción con el cuidado de Lorna desde su nacimiento, contradi-
le rechazó desde el día en que nació, y su madre igualmente ciendo
ciendo y corri
corrigiendo
giendo continuamente a la madre po r su forma
indiferente, ésta última me informó de que Richard no insis- de cuidar a la niña. Esto continuó mientras Lorna iba cre-
tió en ser una niña, adoptó la afectación femenina y se inte- ciendo y cuando se hizo más mayor adquirió el aspecto de
resó por las ropas femeninas hasta los cuatro años y medio. una alianza contra la madre. Además, tanto las necesidades
En aquella fecha su madre estaba embarazada de tres me- como los deseos de la niña eran órdenes para su padre mien-
ses. Por vaga y nebulosa que fuera la figura de su madre, al tras que los de la madre eran ignorados. Este aumento de la
igual que en el caso de Rose, era sin embargo la única fuente importancia de la niña exasperaba a la madre y llenaba a
de protección y su úñica experiencia de amor. Ante la pérdi- Lorna de terror ante la amenaza de una venganza de su ma-
da de este cariño por el inminente nacimiento de un herma- dre. Como en realidad veía muy poco a su padre, la niña se
no, y sintiéndose abandonado a la violencia asesina de su pa- encontraba atrapada entre la seducción y el abandono del
dre, recurrió a la única solución que podía salvar su vida, pa dr e y los cu idad
id ad os m ás re gu la re s y la fu ri a de la m adre
ad re..

58 Dor othy Bloch


Cuatro niños que insistían en que pertenecían al sexo contrario 59

De los dos, la madre era aparentemente más de fiar pero a la


vez aterradora. Con el nacimiento de su hermano, que esca- sus notas, que eran las más altas. Esta primera experiencia
pó al de stin
st in o de la niña
ni ña e in te re só mu y poc o al pa dr e, Lo rn a «escolar», y la constante referencia de Joe a él como un
tuvo que luchar contra un hermano al que la madre se sentía «idiota», contribuyeron indudablemente a convencer a
totalmente libre de disfrutar. Al miedo a la seducción y apa- Danny, en la época que comenzó su tratamiento, de que cual-
rente preferencia paterna y al violento rechazo materno se quier experiencia nueva sería simplemente una oportunidad
añadía ahora la prueba de que ser niño no sólo proporciona- más de fracasar. Además, Joe pasaba todas las noches por
ba m ay or pr otec
ot ec ci ón , sin o qu e ta m bi én ev oc ab a ca riñ o. En delante de la puerta del cuarto de Danny una vez que éste es-
ese momento no había ningún sitio seguro y la única solu- taba dormido y llamaba hasta que se despertaba. También le
ción era adoptar una identidad masculina. confesaba periódicamente que deseaba que se muriera.
En el caso de Danny, un niño de cinco años y medio, la «Dice que le gustaría verme muerto», me contó Danny al-
relación entre las fantasías suicidas y la adopción de una gún tiempo después, «pero no me lo creo. Estoy seguro que
identidad sexual contraria se ve con cierta claridad. En co- estaría triste y lloraría delante de mi tumba». A pesar de to-
nexión con este tema, me acuerdo del comentario de un pa- do, Danny reveló: «Por la noche pienso que alguien viene a
ciente cuando se manifestaron sus deseos suicidas. En ese mi habitación y me apuñala, no Joe, sino alguna otra perso-
momento dijo: «Para alguien como yo, la homosexualidad es na de la calle. No tengo ni idea quién, quizás un monstruo».
un lujo; lo realmente importante es estar viva». Los monstruos eran parte de la vida diaria de Danny tanto
Al principio, las fantasías de Danny le defendían contra el despierto como dormido; los veía en la televisión cada día.
suicidio y la amenaza de ser asesinado; sólo cuando estas «Alguien le hizo una foto a un fastasma», me informó. «Bár-
pr eo cu pa ci on es di sm in uy er on com en zó a m an if es ta rs e su b ar a lo vio. Cu an do la gent
ge ntee se m ue re co nt ra su vo lun tad ,
fantasía secreta de una identidad sexual opuesta. La adop- vuelve como un fantasma». En realidad la dificultad de
ción de una identidad opuesta fue desencadenada por su ex- Danny a la hora de identificar al monstruo tal vez se debie-
po sic ió n a la sedu
se du cc ió n de su m ad re . Ta mb ién cedi ce dió
ó en re s- ra a que tenía dos alternativas. Otro día, describió la imagen
pu es ta a un a m ej ejor
or a de la sisitu
tu ac ió n fa m il
ilia
iar,
r, pe ro volvi
volvió
ó de su padre «con un cuchillo en la mano».
cuando unas circunstancias extraordinarias la exigieron de Cuando le hicieron tests antes de comenzar el tratamiento
nuevo. Aunque sus padres lo trajeron a mi consulta a rega- Danny puso de manifiesto sus sentimientos de desamparo al
ñadientes porque la profesora de su colegio opinaba que el responder a una de las láminas de un test proyectivo llama-
niño era demasiado inmaduro para pasar a primer curso, en- do Children's Apperception Test en el cual se estudian las
seguida se puso de manifiesto que Danny estaba embarcado reacciones del niño ante dibujos de animales antropomorfi
en una lucha a vida o muerte. La única salida que él veía pa- zados. «Un bébe», dijo «estaba durmiendo en su cuna y un
ra todo era la muerte violenta, ya fuera producida por sí ladrón entró rompiendo la ventana. La madre y el padre fue-
mismo o por otra persona. Una causa fundamental de sus ron a la habitación y el padre dijo "Voy a ir tras el ladrón".
pr ob le m as e ra su he rm an o Joe , ci cinc
ncoo añ os m ay or qu e él y Llevaron al bebé al hospital, pero no pudieron hacer nada
tan fuerte y alto como Danny era pequeño y delgado. Joe era po r él. Tu vie ron qu e en te rr ar le . E st
stab
ab an mu y tr is te s y é se es
un niño taciturno y sin amigos al que evidentemente no le el final de la historia». El papel de los padres en la historia
había hecho ninguna gracia el nacimiento de Danny. Cuando era la presentación correcta de lo que ocurría en la realidad.
Danny
Dann y fue lo suficientemente m ayor como para ju gar con él, «Voy a ir tras el ladrón», decía el padre, pero no había indi-
Joe organizó una clase con un gato, un mono llamado Jocko, cios de que lo hiciera. Según Danny, se había quejado repeti-
un payaso llamado Bozo y Danny. Desgraciadamente para damente de Joe, pero sus padres no habían hecho nada.
Danny, el alumno más listo era el gato, como lo demostraban El hecho de que los padres no protegieran a Danny de los
deseos homicidas de su hermano era sólo una de las facetas

60 Dor othy Bloc


Bloch
h ( 'uatro niños que insistían en que pertenecía n al sexo contrario 61

en una forma de relación que le hacía esperar y desear la Sin embargo, era la madre de Danny la que más contri-
muerte. Sentía claramen te, según lo indi indicó
có en otra respuesta bu
buía
ía a la in es ta bi lid ad en la vid a del niñ o. E ra un a m uj er pe -
del test, que sus padres compartían los deseos de Joe. En queña y atractiva, cuyo escaso sentido de la realidad se ex-
una historia muy larga sobre una madre y un padre monos tendía a su percepción de sus hijos. Danny no estaba nunca
que están «diciendo secretos» mientras el bebé está con su seguro de su propia existencia en relación con su madre.
abuela, dijo: «A ellos no les gustan los demás y están hacien- Cuando volvía del colegio nunca sabía si la iba a encontrar a
do un plan. Consiguen un rifle y matan a los demás. Tampo- ella o a una asistenta o simplemente un mensaje diciendo
co les gustan el bebé y la abuela». que volvería a casa «en diez minutos», los cuales se le hacían
A pe sa r de quequ e los pa dr es co nt rib
ri b uí an al va ci
cila
lant
ntee co nt rol
ro l eternos mientras esperaba. Siempre comía solo con su her-
sobre la vida de Danny, los dos encontraban innecesario in- mano y a veces no veía a su madre en toda la tarde. Su ansie-
formarle de cualquier plan que tuvieran para él, y a los dos dad por si ella se olvidaría de su existencia fue un factor
les parecía apropiado mantenerle durmiendo en la cuna has- constante en su tratamiento hasta que se hizo lo suficiente-
ta que comenzó el tratamiento. «¡Mi padre va a preparar una mente mayor como para cuidarse de sí mismo. El autobús
cama nueva para mí esta noche!», anunció Danny exuberan- del colegio lo dejaba a la puerta de mi consulta y su madre
te durante una de las sesiones. «¡La cuna era demasiado pe- lo recogía al final de la sesión. Por lo general, su madre lle-
queña! Me hacía sentir como un bebé. Se lo dije muchas ve- gaba tarde y Danny no estaba seguro de que iría a buscarlo
ces a mis padres pero siempre respondían: "Pronto, hasta que la veía aparecer por la puerta. Su miedo estaba
pr on to ''» . Es a fue la ún ic a vez que
qu e Dan ny se at atrerevi
vi ó a c ri ti - bie n fun da do , com o de sc ub rí cu an do un a ta rd e su m ad re me
car a sus padres durante varios años. Otro día, refiriéndose telefoneó un buen rato después de que hubiera acabado la
a un compañero del colegio al que aceptaba por lo general sesión para decirme que se le había olvidado por completo y
como una autoridad, lo hizo simplemente con una indirecta: que por favor lo pusiera en un taxi que lo llevara a casa.
«Ronnie dice que a él le gusta su madre más que nadie», No fue sin o va rio s añ os de sp ué s cu an do me en te ré de
anunció sin poder disimular su sorpresa. otra de las fantasías con que Danny se defendía durante
Su padre era en esa época el más responsable y continuó aquella época. «Todo el mundo estaba representando una
siéndolo. Le despertaba por la mañana y le preparaba el de- función», me dijo. «Tú no eras en realidad Dorothy Bloch.
sayuno siguiendo un ritual bastante seguro. También era el Otras personas fingían ser mis padres. Al principio sí que es-
que le llevaba de compras cuando necesitaba algo. Sin em- taban, pero luego alguien se los llevó. Hay veces que todavía
ba rgo,
rg o, su fo rm a de re la ci on ar se con él tom ó un se nt id o de lo pienso. Esas personas se hacían pasar por mis padres, pe-
«bromear todo el tiempo»; al parecer le encantaba dar a ro en realidad tenían a mis padres atados. Suponía que mis
Danny información equivocada y luego se moría de risa con verdaderos padres serían más amables conmigo; me que-
los resultados. Danny sacó la conclusión de que debía ser un rrían más. Esas otras personas supongo que no».
cómico. A sus cinco años y médio se daba cuenta de que nun- Verdaderamente, el aspecto más real del mundo de
ca sabía cuándo le estaban tomando el pelo y seguía la nor- Danny era «una función». Cualquier exploración de los ele-
ma de mostrarse siempre suspicasuspicaz.z. Sin embargo, siempre ha- mentos decisivos en su vida sería incompleta si no incluyéra-

bíaa tr am pa s nuev
nu evas
as.. «Mi pa dr e va a co n st ru ir un a ca sa nu e- mos la influencia de la televisión. Estaba ante ella, a la deri-
va este verano», dijo un día, «y me ha dicho que puedo ayu- va y sin brújulas ni cartas de navegación, expuesto a sus ra-
darle. Puedo clavar los clavos». Su padre era»constructor, un yos mortales cuatro o seis horas todos los días durante la se-
hombre alto y musculoso cuya forma de hablar comedida y mana y muchas más durante los fines de semana. El mundo
de reírse con sarcasmo sugerían una violencia controlada de violencia que proyectaba se convirtió en su marco de re-
que nunca dejó de ser una gran preocupación. ferencia. Cuando no la estaba viendo, estaba pensando en

62 tit o niños que insistían en que pertenec ían al sexo contrari o 63


Do rot hy Blot h

ella. Mientra otros niños hablaban de sus encuentros en el iHMrma de filtro». El primer signo exterior de que algo no
mundo real, Danny hablaba de las últimas aventuras de sus i|ltl lucn era la sonrisa fija con la que intentaba defenderse a
pe rson
rs on ajes
aj es favo
fa vo rito
ri toss de tel
telev
evisi
isión
ón.. Fue
Fu e un gran
gr an prog
pr og res o l il
ili.
i.tt de algo mejor. Sus p adr es s acar on la conc lusión de que
cuando su preocupación por la guerra fue sustituida poi . . i «un niño feliz y sin problemas». Cuando, en el curso del
otro programa, «Los Jetsons», que vivían en «una casa del u atamiento,
atamiento, la son risa d esapareció y su tristeza se puso de
futuro» y se convirtieron en su modelo de vida familiar. Para manifiesto, sus padres echaron la culpa al tratamiento.
él, la frontera de la ciencia representaba entre otras cosas je- Sin embargo, su sonrisa era solamente una de las muchas
ringuillas hipodérmicas que permitían derretir cerebros, in- l.»t Has de la armadura de Danny. Su mundo interior de pen
vadir las mentes, transformar no sólo las personalidades si mmiientos y sentimientos estaba también cerrado bajo llave;
no también los cuerpos y hacer que la gente desapareciera. daba la impresión de que Danny estaba convencido de que
La guerra atómica se convirtió en algo real y la invasión por i nalquier per son a te nía la llave en el bolsillo. Al reh us ar to
extraterrestres en algo inminente y amenazador. «¿Tienen ,|(l responsabilidad por lo que ocurría en su interior, Danny
que
pr
preo ir pa
eo cu los
do enanos
, obvi ama ente
ob viam lateguerra?»,
en pe ns an dome en preguntó
sí mi
mism
smo.o.unEldíamumuy
ndo
nd o piovocó
unos dosunañosfen óm eno ex tra
después deñoque
. En comenzara
un mo me ntntooel detratamiento,
te
term
rm in
inad
ad o,
estaba poblado de monstruos y los poderes del mal abunda- iMnny empezó a quejarse de que los ojos le «lloraban». Sus
ban.. Ap are ntem
ban nt em ente
en te,, tod o esto
es to er a pa ra Danny
Da nny un a co rr ob o- padre s le lle var on de sp ués
ué s de alg ún tie m po a un of oftal
tal m ólo -
ración o quizás una elaboración en otra dimensión y en un go, quien no encontró ninguna anomalía en los conductos la
pla no má s am plio pl io de su pe rcep rc ep ción
ci ón del m un do rea l. Sin em - . rímales. No obstante, los ojos le seguían «llorando». Danny
bargo,
bar go, la telev
tel evisi
isión
ón le pr op or ci cion
on ó tam
ta m bién
bi én un a fa nt as ía úti
útil:
l: me contó que le pasaba en cualquier sitio, a veces sin ningún
era Supermán. Solamente a veces recibí indicios de la di- »viso en la mitad de una clase en el colegio, cuando venía a
mensión de su personalidad secreta. Podía repetir literal- mi consulta o cuando estaba sentado en casa sin hacer nada.
mente las frases iniciales del programa y de vez en cuando, I I problema
problema se aclaró
aclaró du rante una sesión,
sesión, mientras me des des
durante varios años, estuvo preocupado por el diseño de un . i ibía con detalle un partido de pelota televisado en el que
traje adecuado. había visto un bebé entre el público.
En mi esfuerzo por entender el impacto de este mundo de «El bebé no sabía lo que estaba pasando», dijo Danny.
horror y monstruosidad en Danny, tenía la impresión de que Lo miré un momento y luego comenté: «No sé si tú te
le llegaba sin ningún tipo de filtro. En primer lugar, no pare- acuerdas de cuando eras un bebé».
cía haber ningún marco de referencia que le permitiera cri- Se quedó callado y luego dijo: «Le mamaba a mi madre
bbaa r y m atiz
at iz ar es te m ater
at er ia l y ad q u ir ir un sesenti
nti do de eq uili-
ui li- »uando era un bebé. Siento haberlo hecho», añadió. «No me
br io en tr e lo real
re al y lo irirre
re al.
al . No sólo no goz aba de la pr ot ec - pusta
pus ta la leche
lec he tem pla da» .
ción de una exposición limitada, sino que además apenas co- «Supongo que hay cosas de tu madre que no te gustan»,
nocía el tipo de remedio que habría podido servir de antído- aventuré.
to contra las imágenes enfermizas de la pantalla de televi- «Eso es cierto», admitió por primera vez.
sión.
en la Por sí mismo
oscuridad de yla sin ayuda
noche del imágenes
unas exterior, podía conjurar
espeluznantes. «Especialmente cuando te deja solo».
«Los ojos todavía me lloran», dijo como si los dos enten-
Pero con la ayuda de la tecnología moderna sus poderes se diéramos el significado de esa frase y su relación con lo que
extendían hasta el infinito. Como él mismo me dijo: «Desde estábamos hablando.
que vi "El fantasma de la ópera", no pierdo de vista mi habi- «¿Tú crees que los ojos te lloran cuando te sientes
tación». triste?», le pregunté.
Además, me daba la impresión de que algo fallaba en su «Creo que sí», admitió Danny.

64 Do rot hy Bloch nutro


nutro niños que insistían en que pertenecí an al sexo contrario 65

está«Frecuentemente
triste», dije. Y de la gente siente Danny
esta forma, ganas de llorar cuando
se concedió a si ■r.eguró,
r.eguró, tiran do de su pro pia boc a has ta desf igu rarla . «P «Po
o
«Iría
Iría hacerlo si estuvie ra enfadado. Podría tira r una pared».
mismo el derecho a estar triste y llorar.
Cuando su ira estalló finalmente, Danny se sintió total-
Danny mantenía el mismo tipo de relación con sus proce mente abrumado. Un día comenté: «Creo que estás muy
sos mentales; no le pertenecían. Algunos años más tarde, pr
preo
eocu
cupa
pado
do.. Qu
Quizá
izá s si me c u en ta s lo que
qu e te p as a p o dr ía ay u -
cuando ya era capaz de reivindicarlos, se maravillaba: «No
darte».
me puedo creer que es mi mente la que hace todas esas co- «¿Quieres decir para que no me ponga furioso y grite to-
sas, y que es mía». Hay indicios de que en un principio no
do el tiempo?».
pen
p en sa b a qu e fu e ra su
suya
ya..
Su miedo a ser asesinado, al igual que sus deseos suici-
Durante una de las primeras sesiones en la que estaba ti- das, se manifestaban patentemente en las fantasías que co-
rando d ardos co ntra la pared, comenté: «Parece que estás un mentó desde el comienzo del tratamiento. Al principio creó
po
poco
co en fada
fa da do ».
una fantasía en la que yo estaba encerrada en una esquina
«¿Por qué lo sabes?», preguntó. «¿Se me nota?». de la terraza mientras él estaba tumbado en una silla no
«No», dije. «Por lo general sonríes, pero en el fondo creo muy lejos de mí. Cuando comenté después de unos minutos
que estás enfadado». que debía sentirse muy cansado, declaró: «Mis enemigos es-
«¿Por qué estoy enfadado?», preguntó. Su convicción de tán muy lejos, y estoy descansando». Las semanas siguientes
que cualquiera podía leer sus pensamientos estaba ya bien estuvimos ocupados matando y destruyendo a multitudes o
establecida. Según él mismo me explicó algún tiempo des- luchando mano a mano con el enemigo. La mordacidad de
pu és,
és , se ab st e n ía de p e n sa r p a ra qu e su s pe n sa m ie n to s no sus comentarios acerca de mi mala actuación y la ineficacia
quedaran al descubierto. Sin embargo, siempre me sobresal- de la ayuda que yo le ofrecía no dejaba ninguna duda sobre
taba cuando me daba cuenta del poder que atribuía a los de- el carácter formidable de sus enemigos y de lo poco digna de
más.
confianza que era mi ayuda. Cuando jugaba con soldados, el
«Creo que estás furioso conmigo», comenté de nuevo otro soldado que le representaba a él era destrozado inevitable-
día.
mente.
Me miró con evidente sorpresa. «¿Quieres decir que Más adelante, unos dos años después del comienzo del
cuando voy andando detrás de ti en el vestíbulo piensas que tratamiento, cuando dibujó un avión de «un estilo nuevo» y
quiero clavarte un cuchillo en la espalda?». anunció que había explotado, le pregunté: «¿Qué pasó con el
Igualmente, en otra ocasión comenté: «Me he dado cuen-
piloto
pil oto?»?»..
ta de que no te gusta contarme lo que pasa en el colegio». «Se tiró en paracaídas», contestó Danny, y después de
«¿Quieres decir sobre Ronnie?», respondió. «¿Que él me pen
p en sa rlo
rl o un poco
po co añ
añad
adióió:: «Só
«Sólo
lo qu e se olvi
ol vida
da de ti r a r del
quiere matar? Bueno, le dije que lo electrocutarían». cordón al saltar a tierra. Entonces tira de él».
Cuando Danny comenzó
comenzó a darse c uenta del funci
funcionamien-
onamien- «Se mata», añadí, y Danny asintió.
to de su mente, lo abordó con cautela. Después de acabar un Durante ese mismo
mismo período me enfrentaba frecuentemen-
aeroplano en miniatura, dijo: «Se me acaba de pasar por la te con distintos tipos de adivinanzas suicidas. «¿Qué pasa-
cabeza romper todas las hélices, pero creo que no lo voy a ría», preguntaba, «si meten a un niño en un saco y lo tiran
hacer».
hacer ». C uando comenz
comenzó ó a ad vertir las verdaderas dimensio- desde el tejado? ¿Qué pasaría si estuviera atado en una al-
nes de la ira que crecía dentro de él, se vio obligado a expre- fombra? ¿Y si estuviera hecho de hierro o plomo?». «¿Qué
sarla con palabras. «Un hombre enfadado sería capaz de ti- pa
p a sa rí a si un niño
ni ño es tu v ie ra en el te
teja
ja do y ol ie ra pe ga m en to
rar una pared» declaró un día. «Podría hacer pedazos tu es- hasta que se volviese loco y no supiera lo que hacía v saltara
critorio. Y más. Un niño enfadado podría romper una boca»,
al vacío?».

( nutr
nutro
o niños que insistían en qu e pertenecían al sexo contrario 67
66
Do rot hy Bloch
sesión, sin embargo, describió un sueño sobre una señora
A pesar de todo, alternando con sus fantasías suicidas, desnuda que se estaba bañando en el lavabo con las piernas
comenzaron a aparecer gradualmente fantasías en las que colgando. Después de describir el sueño dijo que «vio» un
todos sus soldados eran derrotados y solamente él conseguía .ivión negro con una punta muy larga, dando vueltas por la
escapar en un aeroplano. Fue después de esta época cuando habitación. Confesó que le gustaba pensar en mujeres desnu-
aparecieron las primeras señales de una fantasía homose- das, y aunque a su madre sólo la había visto desnuda una
xual. Su interés por «Los Jetsons» había desplazado ya su vez, cuando tenía cuatro años, la veía con frecuencia en suje-
p
pre
re oc u pa ci ón p o r la g ue rr a, y la ca sa de los Je ts o n s se ha bí a tador y medias, pero no podía ver a través de ellos. Parece
convertido en el tema de todos sus dibujos. Durante una se- que la había visto de esta manera frecuentemente durante el
sión anunció que dibujaría lo que yo quisiera, y cuando su- viaje a California, a pesar de que ella siempre se iba al baño
gerí: «Un niño», al igual que Richard, contestó rápidamente: a ponerse el camisón y dormían en camas separadas. Estaba
«No sé dibujar niños». Comenzó una figura que parecía una continuamente preocupado por pensamientos sexuales y va-
Mdmayúscula,
pi am en te dio aparentemente dos
la vu el ta al pa pe piernas
l con
co idyenun
n ev iden te pene,
in sa tispero rá-
fa cc ió n rias veces confesó que tenía ganas de hacerse mayor para
«hacer eso». También quería saber cómo se hacía el amor y
y dibujó otra figura que consistía en dos palos con dos pie- creía que cuando un hombre hace el amor, «mea» en la vagi-
zas cruzadas en la parte de arriba, le puso una cabeza con na de la mujer. Al corregirle este concepto, se pudo se mani-
pe lo la rg o y la llam ó «ella» . D esp ué s di bu jó al p ad re y a la fiesto que su necesidad de orinar continuamente se debía a
madre; el padre era simplemente una versión más grande de un exceso de estímulo y a su impresión de que el acto sexual
«ella» pero sin pelo y la madre tenía unos brazos enormes llevaba consigo orinar. Dedicó con gran entusiasmo las si-
que se movían hacia arriba. Después de pensarlo un poco guientes sesiones a sus fantasías sexuales sobre su madre.
añadió unas manos enormes en los brazos del padre, que Su problema urinario desapareció y se fue al campamento
eran una simple línea, y unas manos muy grandes en «ella». sin esa ansiedad.
Poco tiempo después, Danny tuvo una experiencia que Sin embargo, después de ese verano y durante un año y
aparentemente precipitó la transformación de su fantasía medio más, Danny adoptó una identidad homosexual. Aun-
homosexual en una identidad homosexual. Aunque era muy que al principio comenzó otra vez a jugar, su ansiedad
pe qu eñ o p ar a su edad
ed ad,, a su s oc ho añ os y me di o er a un niñ o aumentó y decidió volver al sofá. Su primera comunicación
muy guapo con una forma de ser muy agradable. Por prime- fue el relato de sus juegos sexuales con dos niños de su cla-
ra vez, su madre decidió llevarlo con ella una semana de va- se, uno de los cuales le ignoró por completo después de la
caciones a California. Volvió del viaje tenso y ansioso, y con experiencia. Durante los meses siguientes, Danny adoptó
un problem a nuevo y mol molest
esto:
o: su necesidad constan te de ori- unos modales inconfundiblemente femeninos. Los Beatles
nar. El tener que salir de clase con frecuencia en el colegio estaban a la orden del día en esa época y se acababa de po-
le mortificaba, pero todavía era peor la perspectiva de ir al ner de moda el pelo largo, por lo que Danny se lo dejó cre-
campamento en esas condiciones. cer. También elegía sus ropas con un interés por el color, la
De vez en cuando le había propuesto a Danny, con poco textura y la línea excesivo para su edad. Mientras estaba
éxito, que usara el sofá, y ahora, cuando me contó su proble- tumbado en el sofásofá,, aparecía con stantemente absorb ido adm i-
ma, aproveché la oportunidad para sugerirle otra vez que rando sus piernas; también comenzó a adoptar un a forma de
si se tumbara en el sofá y hablara podríamos entender- andar que se podía llamar femenina. A pesar de que su exhi-
lo entre los dos. «¿Quieres decir, antes de que vaya al cam- bic ionis
io nis mo pr ov oc ab a el at aq u e de los co m pa ñe ro s de l co le-
pa m en to
to?»
?» , pr eg un tó an sio sa m en te . Una vez en el sof á, co - gio, Danny parecía preferir esto a su rechazo o indiferencia
menzó a hablar de sus dificultades para hacer amigos y de pre via; ta m bi én pa re cí an sa tis fa ce rl e las br om as qu e le gas
los deseos de su hermano de que se muriera. En la tercera

68 Dor oth y Bloch i mit


mitro
ro niños qu e insistían en que pertenecían al sexo contrario 69

taban por ser una niña. Su padre me informó durante una


quejaba de la parcialidad de mi referencia. Una vez acabada
sesión que en tres ocasiones diferentes durante una excur-
sión, personas adultas habían pretendido confundirle con .u relación con la chica de su clase, volvió a los juegos se-
riales con los mismos muchachos que antes y describió có-
una niña con gran agrado por parte de Danny. Sus sesiones
mo se masturbaban unos a otros. Para intentar que se sintie-
durante esa época estuvieron marcadas por frecuentes refe-
ra menos culpable, comenté: «A los chicos a veces les gusta
rencias a ese tipo de confusiones y a su placer cuando esto
hacer esas cosas». El inmediatamente protestó: «¿Por qué di-
ocurría.
tos siempre los "chicos"? ¿Por qué no dices "los chicos y las
Entonces sucedió algo que podría haberlo llevado a resol-
t hicas” ?». Otro día m ientr as disc utíam os su fan tasía de que
ver sus problemas. Como un año antes, Danny había conven-
yo siempre iba a su sesión después de haber estado haciendo
cido a su padre de que le comprara una trompeta, y tocando
el amor en el cuarto de al lado, comenté que quizás él había
la trompeta comenzó a ganarse la admiración de sus compa-
pen sad o al gu na vez en ha ce r el am or con migo,
mi go, y añ ad í: «Los
ñeros de clase. Pronto se unió a un grupo que era lo suficien-
chicos piensan muy a menudo en hacer el amor con muje-
temente bueno como para ser contratado para tocar en fies-
res». A lo cual protestó: «Sabes, es divertido. Siempre dices
tas. Su hermano llevaba también un año en tratamiento, y
"los chicos", nunca dices "las chicas"».
tanto su vida como sus relaciones con Danny habían mejora-
Durante la época de su relación con esta chica, vino un
do; estaba orgulloso por los éxitos de Danny. Sus amigos insis-
día a la sesión muy deprimido y me explicó que la había lla-
tían en que Danny tocara con ellos. Aceptó varias invitacio-
mado por teléfono y al preguntarle que qué hacía, ella había
nes para actuar en fiestas escolares y tuvo mucho éxito.
respondido: «Frotándome contra la puerta, es como hacer el
También comenzó a distinguirse como actor en las obras del
amor». Al principio, Danny se sintió escandalizado y después
colegio. Fue el momento más importante de su vida. El des-
deprimido. Siguiendo una de mis corazonadas, le dije que la
pr ec io y el ri dí cu lo er a n co sa s del pa sa do . P or p ri m er a vez,
conversación le había hecho darse cuenta de que él y la chi-
no sólo dejó de tener pensamientos suicidas sino que el he-
ca eran diferentes: él nunca podría sentir lo mismo con una
cho de ser aceptado por otros, y especialmente por su her- pu erta
er ta . E nt on ce s el se ac or dó de h ab er qu er id o se n ti r lo qu e
mano, y su sentimiento de estima sin precedentes, le lleva-
era menstruar, aunque sólo fuera por una vez.
ron a aceptarse a sí mismo, lo que parecía hacer innecesario
La vida familiar de Danny siguió deteriorándose tras el
el cambio de identidad. Se movía con una nueva dignidad y
segundo matrimonio de su padre. Hasta que acabó el trata-
pa re cí a m ás co nf ia do en ha ce r am igo s y or g an iz ar su vid a.
miento, su mayor preocupación era la de ser aceptado por
En ese momento su madre, de repente, decidió dejar a la
otros muchachos, con la aparente exclusión de todo interés
familia e irse a vivir a California. La respuesta inmediata de
por las ch ica s. Si es to fu e ún ic am en te un a fa se p as aj er a o si
Danny fue comenzar una relación con una chica de su clase
más tarde siguió con su fantasía de una identidad homose-
mucho más intensa de lo normal para un niño de once años.
xual, es algo que no tengo forma de saber.
Duró casi un año y acabó con una sarta de recriminaciones
Si comparamos las fantasías de Danny con las de los
que, como él mismo reconoció, estaban relacionadas con el
otros niños analizados anteriormente, vemos las diferencias
odio que sentía hacia su madre. También su hermano, que
de carácter y también, como era de esperar, de las situacio-
había acabado su tratamiento, reaccionó al abandono de la
nes que las produjeron. De los cuatro, Danny era el más
madre con una renovada hostilidad contra Danny.
amenazado y el menos protegido. No solamente sentía que
A pesar de que Danny no volvió a asumir los símbolos ex-
todos los miembros de su familia querían matarle, sino que
ternos de su identificación femenina, de vez en cuando deja-
además no había nadie que le ofreciera el refugio suficiente
ba en tr ev er su id en ti da d se cr et a. P or eje mp lo, cu an do yo ha -
pa ra se nt ir se qu erid
er id o. Po r eso su s fa nt as ía s in ic ia le s er an so -
cía cualquier generalización sobre los chicos, él siempre se
bre el su ic id io y la m ue rte.
rt e. Es in te re sa nt e se ñ al ar qu e ún ic a-

70 Doro thy Bloc


Bloch
h
<uatro niños que insistían en que pertenecían al sexo contrario 71

mente cuando el tratamiento creó la seguridad suficiente pa-


do al padre del sexo opuesto. En el cuarto, la insinuación de
ra permitirle afrontar la vida familiar, a través de la televi-
un cambio de identidad sexual apareció cuando disminuye-
sión, aparecieron las primeras insinuaciones de la fantasía
ron las fantasías de suicidio y muerte. Cuando la madre eli-
homosexual. Sin embargo, Danny no adoptó la fantasía hasta
dió al niño como único compañero y le expuso a la intimidad
después del viaje de vacaciones con su madre, porque su se-
de un dormitorio compartido, su miedo a la venganza de su
ducción y su preferencia por él frente a su padre y su her-
padre,
padr e, y de su vio len to de leg ad o —su he rm an o— a um en tó su
mano aumentaron la inseguridad de su posición al agudizar
lerror a ser asesinado por ellos y precipitó la adopción de la
la rivalidad ya existente y hacerle todavía más vulnerable a
fantasía de una identidad sexual opuesta.
sus ataques. Para protegerse a sí mismo de una venganza ho-
En todos los casos, el pensamiento mágico del niño, que
micida y conseguir el cariño que él veía como su único ba-
le hace equiparar pensamientos, deseos y sentimientos con
luarte contra la aniquilación, intentó demostrar su inocencia
hechos, socavó todavía más su sensación de seguridad al en-
en relación con su madre adoptando una identidad sexual frentarse con la violencia real y la falta de cariño y le llevó a
opuesta. Después de su respuesta desesperada al abandono
creer que sería asesinado. En un intento desesperado de sal-
de su madre y su relación con una chica, volvió a manifestar-
var su vida, en un momento determinado de lo que sentía co-
se su anhelo inefable del cariño de su padre y su hermano.
mo un grave peligro, se transformó, por lo tanto, a sí mismo.
De todos los niños que he tratado, todos aquellos que
Con ello esperaba a la vez neutralizar la violencia del padre
adoptaban la fantasía de una identidad diferente habían es-
amenazador eliminando lo que él percibía como su causa y
tado expuestos a un ambiente que ofrecía poca seguridad
conseguir el amor que le protegiera contra aquello.
emocional contra una violencia persistente y activa. La indi-
A pesar de que no todos los casos de adopción persistente
ferencia era frecuentemente el único refugio posible. Aun-
de la fantasía de una identidad homosexual se pueden expli-
que el niño hubiera estado creando una identidad diferente
car por la dinámica de los casos de estos cuatro niños, la si-
durante algún tiempo, su adopción real fue desencadenada
militud en estos cuatro casos es tan grande que sugiere que
en todos los casos por un acontecimiento concreto que inten-
la misma dinámica puede esta r presente en otros muchos ca-
sificó el terror existente y le convenció de que su vida estaba
sos. También se puede aprender muchísimo de ellos sobre la
en peligro inminente. En ese momento decidió que la única
sintomatología de los homosexuales adultos. La frecuencia
forma de salvarse era ser otra persona, por lo general al-
con que el homosexual insiste en que su fantasía es real, en
guien invulnerable a los ataques.
que él pertenece realmente al sexo opuesto, o a un tercer se-
En el caso de los cuatro niños que adoptaron la fantasía
xo, o en que «nació así», no puede por menos que recordar-
de la identidad homosexual, cada uno de ellos sintió que su
nos la intensidad constante de las afirmaciones de los niños.
vida estaba amenazada por el padre del mismo sexo. En los
Y si tenemos en cuen ta que en el caso d dee los cuatro niños el
cuatro, los sentimientos y el comportamiento de los padres
peli gro er a de vid a o m ue rte,
rt e, po de mo s es ta r en m ej
ejor
or po si-
entre ellos y hacia él, le convencieron no sólo de que no se
querían, sino también de que el padre del sexo opuesto le ción para juzgarpara
son esenciales el sentido del la
mantener autoengaño y la negación que
fantasía adulta.
pr ef er ía a él. La es pe ra de un a ven ga nza del ot ro pa dr e en
una atmósfera de violencia y falta de cariño verdadero le lle-
vaba a la conclusión de que sólo un cambio de sexo podía ga-
nar el cariño del padre amenazador y así salvar su vida. En
tres de los casos, los niños buscaron esta solución extrema
cuando una situación ya de por sí cargada se vio exacerbada
po r el na cim
ci m ie nt o de un he rm an o del sexo op ue st o o pa re ci -

4. «NO SALI DEL VIE NT RE DE MI MADR


MADRE»:
E»: /«>salí del vientre de mi madre» 73

UNA FANTASIA QUE TARDO TRES AÑOS


EN RESOLVERSE lio al siguiente. En los casos en que la habilidad del niño pa-
ta fantasear aparece disminuida por cualquier razón, una
vcv. que el niño ha expuesto sus normas, el analista puede li
lurar y enriquecer la fantasía a partir de lo que el niño ha
■tmnciado, pero teniendo siempre cuidado de no usurpar el
l'.ipel del niño. Cuando existan dudas sobre la utilidad del
li abajo del niño, su com porta mien to en las situac iones rea
li‘s será el barómetro de la validez del tratamiento propor-
cionado por el analista.
La extraordinaria función de las fantasías del niño rara vez En el casó de José, un niño de cinco años, su fantasía de
se hace evidente hasta que éste comienza el tratamiento. No mía identidad secreta, que reveló en su primera sesión, al-
es raro que el niño revele una fantasía durante su primera canzó su clímax después de tres años de tratamiento. A pe
sesión y continúe con ella dos o tres años. Que se trata de ■ar de que con anterioridad había tenido insinuaciones de su
una cuestión de vida o muerte —y que, con la ayuda del ana- pr
prese
esenci
ncia,
a, la se
sesió
sió n en la que
qu e fin alm en te pr oc la
lamm ó su ve rd a-
lista, el niño está intentando resolver la fantasía que ha crea- dera identidad fue impresionante, no solamente por la re-
do para defenderse contra su terror— es algo que puede no pe
pentin
ntin a cu lm inac
in ac ión
ió n de un a fa n ta sí a que
qu e ev oluc
ol uc iona
io na ba mu y
ppon
on er se de m an if
ifie
iest
stoo h as ta el de se nl ac e de la fa nt as ía
ía.. El lentamente, sino por la rapidez con que a la revelación de su
hecho de que el proceso pueda llevar años nos indica la na- verdadero yo siguió un acercamiento al padre más amenaza-
turaleza de los sentimientos; una vez establecidos, no es fácil dor.
hacerlos desaparecer o modificarlos. «Yo no soy americano», dijo nada más encontrarnos. «No
salí del vientre de mi madre como mi hermana Mary».
En el de
fantasías tratamiento
acuerdo con psicoanalítico,
las claves dadas el analista maneja
por el niño. Puestolas «¿De dónde saliste?», le pregunté.
que el niño ha creado la fantasía para defenderse, es esen- José se hizo el distraído y vagamente dijo: «Quizás del de
cial respetar sus derechos de autor y dejar el trabajo en sus mi tía».
manos. A no ser que tome un camino destructivo, pienso que A pesar de que esta información iba a ser mi punto de re-
lo más importante es dejarle la iniciativa aun cuando insista ferencia durante todo el tratamiento de José, no supe su ver-
en que sea el analista el que asuma el mando. Su demostra- dadero significado hasta el clímax de su fantasía. La extraor-
da capacidad de crear una fantasía que pueda satisfacer sus dinaria magnitud de la sensación de rechazo que sentía implí-
necesidades p arece ind icar que si se se le deja hacerse cargo de cita en la teoría de su nacimiento quedó entonces aclarada.
ella, podrá resolverla con la ayuda del analista. Sin embargo, tardé casi tres años en descubrir que «yo no
Una característica de las fantasías de los niños es que fre- soy americano» quería decir algo más que ser extranjero o
cuentemente dan la impresión de que evolucionan sin ningu- diferente. Como estaba convencido de que su padre quería
na dirección aparente, hasta que su resolución final revela el matarle, supuso que debía pertenecer al grupo de personas
pl
plan
an m ae st
stro
ro . Muy a m en ud o, la ev evololuc
uc ión
ió n de la fa n ta sí a só - que su padre había matado durante la guerra: los alemanes.
lo se ve claramente de forma retrospectiva. La culminación Su fantasía de una identidad supue sta le denfendía
denfendía contra su
pu ed e su rg ir p o r so rp re sa e ilu
il u m in ar de re pe n te un a ac tiv i- miedo al infanticidio, explicando y justificando los sentimien-
dad que ha durado varios años. A pesar de que el analista se tos homicidas de su padre hacia él y proporcionando la espe-
siente muchas veces perdido, es posible que, si simplemente ranza de que cuando él cambiara y se hiciera americano su
sigue las claves y adopta las líneas ofrecidas por el niño, se pa dr e le qu er ría .
dé cuenta más tarde de que ha llevado la la fantasía de un esta El proceso que llevó a José hasta su verdadera identidad

74 Do rot hy Bloch -No salí del vientre


vientre de m i madre» 75

fue tan tortuoso como se podía esperar de alguien que vivía lición muy feliz con su hijo, al que presentó como un niño
en campo enemigo casi desde su nacimiento. Unicamente modelo.
después de que las batallas ideadas por él culminaran en la A sus cinco años, José dominaba todas las artes que se es-
matanza de todos los americanos se sintió José lo suficiente- pe rab an de él y m ás . E ra un líd er e n tr e los ni niño
ño s y ga na ba
mente fuerte como p ara reclam ar un estatus de igual igualdaddad co
con
n mi admiración con facilidad. Su capacidad creadora era una

su padre. La rapidez con que esta aserción se produjo des- lóente de orgullo para sus padres. José era un «artista» ca-
pu és de la re so lu ci ón de l te m a ce n tr a l de su fa nt a sí a fue
fu e ex- paz de p e rd e rs e en la co nt em pl ac ió n de un a nu be . ¿P od ía se r
traordinaria y sin precedentes en todos mis años de expe- neurótico?
riencia. Una vez más, la dirección infalible de una fantasía La madre, algo más gruesa, pero tan alta como su marido
estableció la extraordinaria capacidad de la psique en la lu- y con la piel más os cur a, p arec ía tens a y seria y algo intimi-
cha por la supervivencia. dada en su presencia. Reconoció inmediatamente su excesiva excesiva
A pesar de que mi tratamiento psicoanalítico de los niños pr eo cu pa ción
ci ón y qu iz ás su m ala
al a di
dire
recc
cc ió
ión,
n, pe ro te ní a la im -
me tenía acostumbrada a esperar descubrir un problema pr esión
es ión de qu e alg o no fu nc io na ba co mo de bía . Pa ra em pe -
central, a menudo durante la primera sesión, en el caso de zar, el temperamento «artístico» de José la exasperaba y ha-
José nada en mi entrevista con sus padres me preparó para ría que sus relaciones no fueran demasiado buenas. Justo la
este descubrimiento, lo que me sorprendió tremendamente. noche anterior, había tardado dos horas en desnudarse, ba-
Pensando en ello ahora, me doy cuenta de que su madre su- ñarse y prepa rarse pa ra ir a la cama. Y lo mi mismo
smo ocurría por
girió la base de su sensación de preferir a la hermana de Jo- la mañana antes de ir al colegio o en cualquier otra circuns-
sé, aunque no de sus dimensiones. Sin embargo, nada en la tancia donde hubiera que llegar a una hora determinada. La
conversación con el padre dio la más ligera indicación madre tenía la impresión de que todo había comenzado con
de que José viviera en un continuo terror a ser aniquilado el nacimiento de su hija Mary, hacia la que José tenía una
p
por
or él. actitud brusca aunque a veces también era cariñoso. El ma-
Mi primera entrevista con ellos me dejó bastante confu- trimonio había tenido problemas durante la época del naci-
sa. Me acuerdo que pensé después: ¿Es posible que por una miento de José. Ahora la madre tenía la impresión de haber
vez hayan traído a un niño que no necesita ayuda? Había sido excesivamente estricta con él y reconocía que se sentía
oído que este fenómeno les había ocurrido a otros analistas, mucho más relajada con Mary, con la que, tanto su marido
pe ro n un ca me ha bí a pa sa do a mí en to da mi c a rr e ra ; fin al - como ella, se relacionaban más fácilmente. También había
mente llegué a la conclusión de que si un padre piensa que algunas cosas que se sentía incapaz de perdonar a José. Co-
su hijo necesita ayuda, lo más proba ble es que así sea. En es- mo el hecho de que comenzara a chuparse el dedo continua-
te caso, sin embargo, tuve dudas y, más a mi favor, sentí que mente después del nacimiento de Mary. Esto duró un mes y
mis dudas sugerían que algo no era normal en la situación. a continuación empezó a masturbarse, después de toser con-
Lo que me tenía escamada era la risa exagerada del pa- tinuamente y finalmente a parpadear todo el rato. También
dre al hablar de José. Era un hombre encantador, de unos me informó, como pidiendo disculpas, que a José le gustaba
treinta años, alto, delgado con el pelo castaño y los ojos azu- tocar el pelo, estaba constantemente tocándolo; parecía exa-
les, antiguo carpintero que se había convertido en un prós- gerado. También tenía de vez en cuando explosiones de furia
pe ro fa b ric
ri c an te de m ue bl es . Vin o de A rg en tin a cu an do er a incontenibles. Su marido se rió de su forma de presentar las
adolescente y conoció y se casó con una española unos años cosas, tanto que ella vaciló y dio la impresión de querer bo-
irás tarde. Comenzó anunciando que únicamente por darle rrar lo dicho.
g isto a ella consentía en tener lo que el llamaba una «entre- Pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta de que
vista preventiva» y aseguró con convicción que tenía una re- la representación del marido había sido tan convincente que

76 Dor oth y Bloch «No salí del vientre de mi madre» 77

casi consiguió ocultar lo que yo reconocía como una sinto mi infancia y las dificultades que había tenido que vencer de
matología típica. No tenía ninguna dificultad en calibrar el una forma poco corriente en las circunstancias en las que es
grado de terror necesario para que un niño adoptara formas iabamos. Su mujer comentó un poco avergonzada cómo, en
camufladas de expresar su oposición o empleara actos com- la fiesta de cumpleaños de José, el padre de éste había com-
pu
pulsi
lsivos
vos pa ra re p ri m ir la ira
ira.. Sin em bargo
ba rgo , sólo de sp ué s de petid o con los niñ os y ha bí a in te nt ad o ga na rle s. Ta
Tamb
mb ién a
comprender el grado de engaño empleado por el padre de Jo- iravés de ella me enteré de un incidente que dramatizaba el
sé, pude admirarme de su habilidad, que me hizo dudar por impacto que tenía él en José.
un momento de que el niño necesitaba ayuda, tal y como de- El niño había pasado una tarde en el parque con su pa-
cía la madre. Según descubrí en las siguientes sesiones, el dre. Cuando volvió a casa y su madre le preguntó cómo lo
pa dr e de Jo sé no sólo me en ga ña ba a mí, sin o tam ta m bi én a sí había pasado, José dijo que lo hubiera pasado mejor si no
mismo. Su «relación feliz» era obviamente un mito o una hubiera tenido tanta sed. Su madre se quedó sorprendida, y
fantasía que pronto se reveló como una barrera formidable a le preguntó si es que no había agua en el parque. La expre-
la hora de participar en el tratamiento de su hijo. sión de José fue de total abatimiento. ¡No se le había ocurri-
A medida que fui conociendo a los padres, supe que José do que podía —o, según ella dio a entender, no se había atre-
tenía la mala suerte no sólo de recordar a su padre un her- vido a— preguntar a su padre si podía beber agua!
mano menor al que odiaba, sino también de recordar a su
A pesar de que la respuesta de José a los sentimientos
madre un hermano mayor al que también odiaba. Cuando su violentos de sus padres se convirtió en la trama de su análi-
madre llegó al angustioso descubrimiento de que no disfru- sis, su capacidad de resolver la fantasía que le dominó du-
taba con José porque siempre esperaba que éste la ganara, rante dos años da una medida no sólo del reforzamiento de
pu do d es c ub ri r la ra
raíz
íz de ese sent
se nt im ient
ie nto
o en sus relac
re lac ion es su yo y la mejoría de su relación con sus padres, sino tam-
con su hermano mayor, con el cual había estado en lucha bién de la ca pa ci
cida
da d de ca mb io de ést éstos
os.. Ta nto
nt o el pa dr e co-
constante cuando era pequeña. En el caso del padre, sin em- mo la madre habían crecido en ambientes violentos y acepta-
bar go,
go , esa
es a re
relac
lac ión
ió n de la in
infan
fan cia ha bí
bíaa sido de m asia
as iado
do tr a u - ban la vio len cia com o mé todo
to do de co ntro
nt rol.
l. Po r ta nt o no es de
mática para poder abordarla. Su madre había muerto cuan- extrañar que el grado de terror provocado por la percepción
do él era muy joven y siendo adolescente su padre había por pa rt e de José
Jo sé de sus
su s se ntim
nt im ie
ient
ntos
os , le co lo ca ra fu er a del
vuelto a casarse con una mujer de la que tuvo otro hijo. Ese vientre de su madre y le convirtiera en un enemigo. Pero, a
hijo era el mimado de la casa mientras que él era ignorado y la vez, eran personas que se preocupaban por su bienestar,
ellos lo transformaron en un caballo de trabajo. Se había re- como lo demostró su interés y su disposición a responder a
be lad o m ar ch án do se de ca sa y no volvió a ve r a su he rm an o sus nuevas necesidades.
en muchos años, y cuando lo vio fue sólo brevemente, de for- Siempre recordaré la risa exuberante de su padre duran-
ma que los recuerdos que tenía de él estaban fijados justo a te mi primer encuentro con José. Era un niño alto para sus
la misma edad que ahora tenía José. Es muy posible que el cinco años, un poco grueso quizás, pero muy atractivo. Tenía
nacimiento de José reviviera en él esas experiencias y le con- una cabeza bien proporcionada, acentuada por el pelo muy
virtiera en el foco de una rivalidad y una hostilidad homici- corto de color castaño, su cara seria rebosante de inteligen-
da que pertenecían a la relación anterior. cia y curiosidad, y un color de piel entre moreno y dorado
A pesar de que el padre de José jamás verbalizó ningún que hacía que, según me dijo su madre, los extraños con fre-
sentimiento hostil o competitivo hacia su hjjo, su rivalidad cuencia le admiraban y quisieran acariciarle, con gran enfa-
le llevó a un debate analítico inconsciente, a pesar de su opo- do por parte de José. El niño era tremendamente indepen-
sición al análisis. En vez de enfocar la conversación sobre diente. Ignorándome por completo, se concentró inmediata-
sus relaciones con José, se lanzó a describir su propia vida, mente en las posibilidades que ofrecía el cuarto de jugar y

78 Do roth y Bloch «No salí del vientre de mi madre» 79

comenzó a hacer uno de los collages más bonitos que he vis- bu jo y de sp ué s com enzó
enz ó a ex a m in a r m in u c io s a m e n te un ju -
to nunca con conchas y brillo de colores. Mientras lo hacía guete que había ignorado hasta ese momento. «Te resulta
habló muy poco. Finalmente, me confió lo que supuse era su muy difícil irte», dije, pero sin ningún éxito. Finalmente, ha-
pr in ci pa l pr eo cu pa ci ón , el m is te ri o de su id
iden
en tid ad . cia la tercera o cuarta sesión, lo intenté otra vez: «Creo que
Desde el principio, me dio la impresión de que José era será mejor que paremos diez minutos antes para que tengas
un niño cuya única salida frente a enemigos tan imponentes tiempo de
de ha certe a la
la idea ddee irte». José se q ue dó muy im pre-
era la de retirarse y esconderse. Sólo era posible la oposi- sionado.
ción oculta, los métodos tortuosos de guerra. Daba la sensa- «¿Has dejado diez minutos hoy?», preguntó inocentemen-
ción de que mantenía su sentido de la seguridad y el control te a la siguiente sesión mientras maniobraba para que fue-
de forma mágica, excluyendo a los adultos de su radio de vi- ran quince. Entonces decidí que la única solución era una
sión.
p u e rt aDurante
p ar a demuchos meses,
ja rle e n tr tan
a r, pa sa b a pronto
de pr is acomo
a mi yo
ladoabría
lad o po r la
el confrontación
«Ya me he direct
directa.
dado a. ,
cuenta de, lo que haces al final de cada
pa si llo h as ta el cu ar to de ju ga r, sin m ir a r ni a d er ec ha ni a sesión», comenté. «Tan pronto como digo: "es hora de aca-
izquierda, saludándome en voz muy baja y a veces sin salu- b a r ”, te co nv ierte
ie rte s en u na p er so n a mu y oc up ad a» , co nt in u é
darme. imitándole. «De repente comienzas a estudiar esto o aquello;
«No te gusta decir "hola"», comenté un día. estás tan absorbido que no sabes lo que pasa. Eso es lo que
«He dicho "hola", pero no me has oído», contestó de for- quieres hacerme creer. Pero sabes muy bien lo que pasa; lo
ma defensiva. único que quieres es no moverte. Eres un tramposo», acusé.
«Si no te gusta, no tienes por qué hacerlo», le aseguré. En un principio, José pareció no oírme. Pero después comen-
«Pero sí que lo hice», insistió él. zó a sonreír abiertamente y acabó riéndose con ganas de lo
José sonreía o se reía raramente; por lo general era como que yo había dicho; era la primera vez que le oía reírse. Esto
una máscara sin expresión. Hablaba en tono bajo, algunas marcó el comienzo de una relación más relajada conmigo y
veces despacio y otras tan deprisa que resultaba difícil en- la primera expresión de un sentido del humor que fue libe-
tenderle. Se movía sin hacer ruido y daba la impresión de rándose progresivamente a medida que avanzaba el trata-
que procuraba no mirarme. Esto hacía que yo le mirara a él, miento. Sin embargo, el problema de sus tácticas dilatorias
y me preguntaba si no sería ésa su intención. no estaba resuelto del todo, aunque a partir de entonces se
Durante las primeras semanas, me ignoró totalmente y se centró sobre todo en conseguir que se pusiera el abrigo. Su
entretenía principalmente dibujando, sin hacer ningún es- habilidad para dividir una situación aparentemente tan sim-
fuerzo por que yo participara. Sus comunicaciones, aparte ple en va ri as fase
fa sess —po
—ponini én do lo p ri m e ro frente
fre nte a él y t r a -
de su revelación inicial, continuaron siendo muy cautelosas. tando después cada manga como una zona separada a con-
La «ensoñación» que tanto enojaba a su madre, y que su pa- quis tar— nunca dejó d dee sorpren derm e.
dre atribuía a su temperamento artístico, parecía ser una «Vamos a hacer una carrera», anuncié un día desespera-
defensa ingeniosa que le protegía por ser tan ambigua. Su- da. «Te apuesto a que no eres capaz de ponerte el abrigo an-
pu se qu e la pr et en si ón de ig no ra rm e fo rm ab a p a rt e de ella ella,, tes de que acabe de arreglar mi mesa». El ganó, y con el
pe ro se m an ife st ó má s cl ar am en te al fin al de un a se sesió
sió n co - tiempo dejó de usar esa maniobra de oposición.
mo un método encubierto de control. El comportamiento de José era extraordinariamente co-
«Es hora de acabar», anuncié dejando un margen de va- rrecto. De vez en cuando preguntaba si podía hacer ciertas
rios minutos. Pero José parecía preocupado y no dio señales cosas, pero por lo general actuaba como su propio censor y
de haberme oído. Cuando se levantó por fin de la mesa, pare- raramente expresaba deseos de ir más allá de unas formas
cía estar totalmente absorbido en la contemplación de un di de conducta decorosas. Ignoraba por completo todos los ju

80 Dor e thy Bloch «No salí del vientre de mi madre» 81

guetes, incluidos los soldados y las pistolas, que podrían ha- objeto, y luego vio la manguera: «¿Puedo abrirla?», rogó. Lo
b er fo m en ta do un a m ay or li libe
be rt ad de ex pr esió
es ió n. In cl us o su s hizo, con toda su fuerza, y pasó varios minutos absolutamen-
dibujos eran principalmente descripciones estáticas de edifi- te concentrando regando una parte del techo alicatado.
cios, puentes y coches. Si no estaba dibujando daba la im- «Parece una inundación», aventuré, sospechando que sus
pr es ió n de se nt ir se pe rd id o, sin sa be r qu é ha ce r. Una vez tr a - sentimientos homicidas tenían algo que ver.
jo un poc o de ar cilla
ci lla , lo qu e po ní
níaa a pr u eb a su ca pa cida
ci da d. Le «Es una inundación», dijo alborozado.
pr op or ci on ó gr
gran
an plac
pl ac er
er,, pe ro so la m en te de nt ro de los lím i- «¿Qué es lo que se está inundando?», pregunté.
tes que él mismo se permitía. «¡Toda la ciudad!», gritó con una nota de triunfo. Seña-
Por lo que yo veía, su «ensoñación» era la única expre- lando las grietas, añadió: «Eso son las calles».
sión consciente de su rebelión contra la necesidad de una «¿Qué calles son esas?». Supuse que no podían estar muy
obediencia rígida. A fin de crear una sensación de seguridad, lejos de su casa.
las dimensiones del odio engendrado por la hostilidad del «Esa es la Octava Avenida, y esa otra es la Calle Veinti-
medio ambiente parecían necesitar una defensa inconsciente dós, y aquí está Broadway».
«¿Y dónde está West End*?», pregunté sintiendo curiosi-
adicional, cuyo objetivo era la represión masiva de los senti
mientos. Su madre se había referido brevemente a sus com- dad por saber dónde estaba yo en la fantasía.
pu ls io ne s an te ri or es , pe ro de sc ub rí mu y p ro n to qu e és ta s «Eso está muy lejos, la inundación no ha llegado allí to-
eran un elemento constante en su comportamiento. Al co- davía».
mienzo de su tratamiento se aclaraba continuamente la gar- Entonces mencioné su calle. «Bajo el agua», respondió
ganta. Al poco tiempo dejó de hacerlo, para pasar a oler to- sin dudarlo un momento.
dos los objetos que usaba, a veces con vergüenza, como si re- «¿Y qué le está pasando a la gente?».
conociera que era algo raro lo que hacía. De oler las cosas «Se están ahogando», dijo alegremente.
pa só a ch up ar la s. Al ll
lleg
eg ar a es te pu nto,
nt o, no po dí
díaa o cu lt ar ya «La inundación» continuó siendo una parte agradable,
su incomodidad ni la impotencia que sentía por ello. Para aunque ocasional, de su actividad. El tema de la aniquilación
entonces ya habíamos establecido una relación suficiente pa- y los asesinatos fue tomado de sus dibujos, los cuales co-
ra que pudiera hablar sobre el tema. menzaron a versar exclusivamente sobre soldados, armas y
«A veces», dije, «no quieres realmente chupar las cosas, guerras. También dominó gradualmente sus juegos, que
pe ro no pu ed es ev ita rl
rlo;
o; te sien
si en te s ob lig ad o a ha ce rlo ». pr on to es tu vi er on es tr u c tu ra d o s en to rn o a so ld ad os y a r -
Me miró medio avergonzado, medio suplicante. «La len- mas, e incluso contagió a sus modelos, que pasaron a ser ex-
gua me pica», reconoció. clusivamente aviones de combate, buques de guerra y tan-
Esa fue probablemente la compulsión más intensa e incó- ques. Excepto algunas excursiones ocasionales a juegos de
moda que sufrió, y también la última. Al liberar sus senti- sociedad y, en una ocasión, un episodio doméstico, estas ac-
mientos ya no le era necesaria esta defensa. tividades duraron unos dos años y en su desarrollo refleja-
La fantasía se convirtió en el instrumento dominante que ron las diferentes etapas de su evolución emocional y la re-
condujo a su resolución. Sin embargo, durante el primer año solución de su fantasía de una identidad supuesta como res-
de tratamiento sólo habló de ella una vez, permitiéndome p ue st a a su mi ed o al in fa nt ntici
ici dio.
di o.
vislumbrar el mundo exterior que le dictaba su extraordina- La lentitud con que evolucionaba este mundo era increí-
ria necesidad de represión mediante actos compulsivos. ble. Su mo vi vimi
mi en to im pe rc ep tiblti bl e su ge ría
rí a lo qu e po dr ía pa
Un día precioso, al final del otoño, cayó en la tentación
de salir a la terraza por primera vez. «¿Podemos salir afue-
ra?», preguntó. Una vez fuera, miró alrededor, paseando sin ★
La avenida donde se encuentra mi oficina, D. B.

82 Do roth y Bloch "No


"No salí del vientre de mi madre» 83

recer el despertar de una persona que hubiera estado dormi- Con todo, había momentos en los que estaba claramente
da durante muchos años. A veces sentí la tentación de inter- atascado. Después de contemplar su lucha en silencio por al-
venir con la esperanza de acelerar el proceso, y a veces lo gunos minutos, comenté: «No te gusta pedir ayuda». No hu-
conseguí. Sin embargo, José necesitaba, por lo general, se- bo re sp ue st
sta.
a. De spu és de h ab er in te nt ad o di fe re nt es va ri
ried
ed a-
guir su propio ritmo sin interferencias. des, entre ellas: «A veces, cuando la gente me lo pide, puedo
Sus juegos parecieron ser, por algún tiempo, internaliza- ayudar», finalmente accedió. Pero aparentemente no había
dos. Su falta de movimientos o sonidos daba la sensación de quedado nada establecido, ya que al problema siguiente está-
que estaba «pensando» en ellos. Uno de sus primeros esfuer- bamos
bam os en la m ism a si situ
tuac
ac ió
ión.
n. Es ta vez, sin em barg
ba rgo,
o, pr ob é
zos fue un juego que ideó con dos coches pequeños que se otra táctica y dije con vigor: «En realidad, no esperas que yo
trajo de su casa. Transformó el tablero de la mesa en una ca- le pueda ayudar». Su decidida respuesta aclaró el misterio.
lle usando
mo algunos
accesorios. tarros un
Cogiendo de coche
pinturay ydándome
una caja ademítizas co-
el otro «Las mujeres no saben demasiado», declaró.
Ya me había hecho saber con anterioridad su opinión so-
comenzó a moverlo lentamente, ordenándome que hiciera lo bre las vi rtu de s re la tiv as de los dos sex os cu an do me of re reci
cióó
mismo en dirección contraria, a través de la superficie de la un argumento aparentemente indiscutible: «Si hay una fami-
mesa. Y eso era todo. No había ruido, ni contacto, únicamen- lia en un barco, y uno de ellos es una niña, probablemente se
te el lento movimiento de cada coche siguiendo su camino. hundirán». Hay que decir en su favor que, mientras me lo
La monotonía era tan grande como la satisfacción que le de- contaba, se estaba riendo.
pa ra ba . M ient
ie nt ras
ra s co nt em pl ab a es te jueg
ju eg o sil en cio so y ap a- Ahora, después de su juego con los coches, volvió a hacer
rentemente sin incidentes, buscaba algún sistema para hacer modelos cada vez más complicados, eligiendo primero cual-
que sus sentimientos salieran a la superficie, y aproveché la quier avión de combate y después únicamente los de la se-
oportunidad que me dio cuando después de varias sesiones gunda guerra mundial. También se dedicó a hacer tanques y
anunció que su coche era un coche de la policía. Inmediata- ba rc
rcos
os ún ic am en te de es a ép época
oca . E st a oc up ac ió
iónn me dio la
mente me convertí en un conductor peligroso, desobedecien- oportunidad de convertirme en su ayudante indispensable.
do todas las normas de tráfico y discutiendo interminable- Al principio, como si me estuviera haciendo un favor, me
mente cuando me daba el alto. Al principio le resultaba muy pe rm ití a leerl
le erl e las in ststru
ru cc io ne s pa so a pa so m ie n tr as él
difícil verbalizar su papel; sonreía tímidamente al contestar unía las partes. Dándome cuenta de que experimentaba la
a mis provocaciones, que le hacían reír frecuentemente, me ayuda como un intento de destruirle, tuve mucho cuidado en
po ní
níaa m ul ta s mu y pe qu eñ as y me am en az ab a su av em en te no exceder los límites que me había marcado, esperando pa-
con la cárcel si no me corregía. Tardó muchas semanas en cientementee que me pidiera ayuda si la tarea le resultaba de-
cientement
adquirir seguridad en su papel. Sin embargo, si yo abando- masiado difícil. Gradualmente comenzó a sentir nuestro es-
naba el mío, volvíamos de nuevo al juego aparentemente fuerzo en común como algo divertido y se divertía pregun-
aburrido y sin incidentes. La ley, el orden y la disciplina que
le habían inculcado a través del terror estaban tan firme- tándome cuando llegaba:
La construcción «¿Tienescontinuó
de modelos tus gafasdurante
preparadas?».
muchos
mente arraigados que en ese momento eran demasiado impo- meses, excluyendo cualquier otra actividad, y sin dar signos
nentes para que José los desafiara. de que fuera a disminuir. Cuando comencé a sentir que ya
Después de unos cuantos meses de tratamiento, comenzó habíamos sacado de ella todo lo posible en relación con una
a interesarse en hacer modelos, actividad complicada para mejora de nuestras relaciones y cuando parecía que José la
alguien que todavía no sabía leer, y en ese período elegía los estaba usando como resistencia a evolucionar, propuse que
modelos indiscriminadamente. Estudiaba los diagramas y nos limitáramos a construir modelos una vez al mes y buscá-
las diferentes
diferentes p artes y hacía un trabajo increíbl increíblee uniéndolas. ramos otras cosas que hacer. Aceptó mi propuesta, pero se

84 Do roth y Bloch 85
«No sail del vientre de mi madre»

quedó otra vez sin saber qué hacer. Después de algunas sesio- sacar a José de su escondite para afrontar y vencer a sus
nes jugando a juegos de sociedad, José introdujo un juego con enemigos, haciéndole finalmente libre para establecer su
soldados en el que conservó la estructura básica del juego identidad, en un mundo más amistoso, como «americano».
anterior con los coches. Gradualmente se había ido haciendo Pronto intervino de forma más activa en esta guerra, ata-
evidente que tenía una sola preocupación —la guerra y la cando constantemente a mis hombres, bombardeándoles
destrucción—, a la cual dio inicialmente una expresión poco e hiriéndome a «mí» seriamente. Intercalaba las sesiones
llamativa. Unicamente su concentración en los modelos de de guerra con las de juegos de sociedad, las cuales también
aviones de combate había apuntado en esa dirección. Ahora se convirtieron en un instrumento para desahogar su agre-
el tablero de la mesa se convirtió en un campo de batalla, sividad. Cada vez jugaba con más espontaneidad y se diver
volviendo nuevamente a usar los tarros de pinturas, la caja tía más, fingiendo una y otra vez que «mataba» a mi ficha,
de tizas y las ceras como accesorios, esta vez fortificaciones. momento en que yo gritaba, con gran deleite por su parte,
Repartió los soldados entre los dos. Cada uno tenía un médi-
que me estaban asesinando, disparando, apuñalando y dego
co, un avión y un soldado que nos representaban. La impor-
llando.
tancia que daba al médico indicaba el profundo miedo que Cuando volvimos al juego de la guerra después de un bre-
José sentía hacia la guerra, al igual que su elección del sol-
ve intervalo, éste había progresado a un nivel nuevo y supe-
dado que le iba a representar: el único que en la mano lleva-
rior. Yo había comprado aviones nuevos, revolucionando de
ba un a ta
taza
za de café
ca fé en vez de un fus il. Al ig ual qu e en el j u e -
este modo nuestra actividad. No solamente teníamos ahora
go de los coches, me animaba a que hablara a mis hombres y
un transporte aéreo impresionante, sino que además estába-
disfrutaba con mi forma de hacerlo, riéndose cuando usaba
mos embarcados en una nueva industria, la construcción de
p
pal
al ab rainaudible
forma s com o «b
y om
unabavez
rdeo
rd eomás
». El
mehadio
bl ab
laa impresión
muy
mu y ba jitode
, ca si de
que la hangares con bloques de madera. Nuestros aviones ahora
despegaban desde la mesa y aterrizaban en el escritorio.
mayor parte del juego ocurría en su mente. También movía
Sin embargo, todavía había algo más significativo: ya no
sus soldados muy subrepticiamente, usando frecuentemente
éramos enemigos, sino aliados. Nuestros enemigos comunes,
la palabra «a hurtadillas» para describirla. A la siguiente se-
los alemanes, estaban situados en un principio en el escrito-
sión vino sin los coches, anunciando que ahora cada uno ten-
rio. Un día, José me h abló de su nueva ex periencia telev televisiva,
isiva,
dríamos un avión y ordenándome que distribuyera los solda-
un programa de guerra que me aconsejó que viera. Más tar-
dos de forma que él tuviera sólo unos pocos y yo todos los
de añadió otro más. Y los dos se convirtieron en modelos de
demás, además de darme el jeep. «Y habla de la misma for-
ma que lo hiciste el último día», me ordenó. nuestra actividad.
«¿Quién quieres ser tú?», preguntó José después de que
Después de haber seleccionado el soldado que nos repre-
nos hubiéramos repartido los soldados y hubiéramos desple-
sentaba, afirmó: «Voy a poner el mío en lugar seguro». Quitó
la tapa de un caja que contenía cuentas de madera y escon- gado las fuerzas para la batalla.
«No estoy muy decidida», respondí. «¿Quién crees que
dió su soldado dejando sólo asomar un poco la cabeza. En-
tonces tapó la caja de forma que el soldado ya no se veía. debería ser?».
«Es un tanque invencible», comentó. «Puedes ser quien quieras», dijo con impaciencia. «Pue-
«Pero, ¿cómo vas a hablar a tus hombres?», pregunté. des ser el jefe».
«Por radio», me respondió inmediatamente. Y habría sido «Bueno», dije, algo desalentada por esta amenaza a la li-
difícil encontrar un símbolo más adecuado de la forma en be ra ci ón de su fa nt as ía,
ía , pu ed o se r el jefe,
jef e, pe ro ¿p or qué
qu é no
que José se relacionaba con el mundo. lo eres tú?».
Ese fue el principio de un tipo de juego que acabaría pór «No, yo seré tu teniente». Y ya no hubo nada más que dis-
cutir.

86 Dor othy Bloch «No salí del vientre de mi madre» 87

«Este soy yo», me informó seleccionando el soldado con tábamos en un área, yo sacaba nuestras provisiones imagina-
la taza de café. «¿Cuál eres tú?». rias y comía con gusto, identificando las vituallas.
«Este soy yo», dije seleccionando uno cualquiera; enton- «Este bocadillo de huevo está delicioso», comentaba con
ces, cogiendo cada uno nuestro soldado, nos dispusimos pa- seriedad. Y José explotaba en una carcajada por lo que apa-
ra la guerra. rentemente le parecía una incongruencia. Otro de los deta-
«Se supone que tú debes dar las órdenes», me recordó Jo- lles que nunca dejaba de suscitar un comentario por mi par-
sé. te era la inevitable elección por José de su soldado. «Siem-
«Oh», contesté como si se me hubiera olvidado. «¿Qué ór- pr e to
tomm an do café»,
café» , le re p re n dr ía yo, con gr an de s ris as po r
denes crees que debo dar?». su parte.
José dio un bufido. «¿Has oído alguna vez que un jefe le Estos juegos continuaron por mucho tiempo, semanas e
pre
p re gu n te a su te ni en te qué
qu é ór de ne s de be dar ?». incluso meses. En un determinado momento, cuando daba la
«Bueno, quizás deberías ser tú el jefe». impresión de que no avanzábamos, añadí algunos juguetes
«No, yo soy tu teniente. Da la orden de atacar». nuevos en el cuarto de jugar, un teatro de marionetas y al-
«Al ataque», obedecí débilmente. gunas marionetas, principalmente un cocodrilo con unos
«Esa no es la forma de hacerlo», dijo José disgustado. dientes y una boca grandísimos y un cuervo con un enorme
«Venga, tú serás el teniente», y se puso delante de mí en posi- pico . Siem
Si em pr e ha bí
bíaa tenid
te nid o ba st an te s m ar io ne tas,
ta s, un a fa
famm i-
ción de jefe. «¡Al ataque!», ordenó. Y desde ese momento Jo- lia completa y otros personajes entre los que había una bru-
sé fue el que dirigió nuestra actividad. ja y un pay aso,
as o, pe ro Jo sé nu nc a ha bí a de m os tra do nin gú n in-
Y así comenzó una nueva etapa en nuestra batalla. El cam- terés por ellos. El cocodrilo, sin embargo, le interesó inme-
po er a ah or a toda
to da la ha bita
bi taci
ción
ón . Un día, me so rp re di ó ve r a diatamente. Lo cogió, observó los dientes y se entregó por
José tirar su abrigo en medio de la habitación nada más en- completo a la creación de una escena muda en la que el co-
trar. codrilo devoraba a todos los demás personajes uno a uno.
«Estas son las montañas donde se esconden los america- Cuando el último hubo sido devorado y tirado al suelo, José
nos», anunció. Y pasamos los diez minutos siguientes desple- me miró de repente un poco avergonzado, como si se diera
gando los soldados en los barrancos, cuevas y montañas cuenta del significado de su juego, y comenzó a dar puñeta-
creados por los pliegues del abrigo. Desde el campamento zos al cocodrilo. En las sesiones siguientes ignoró por com-
americano nos desplazamos hasta la otra punta de la habita- pl
pleto
eto a las m ar io
ione
ne tas.
ta s. Sin em babargo
rgo , cu an do volvió a ju g ar
ción, donde, entre los cojines del sofá, dispusimos las fortifi- con ella era evidente que había empleado ese tiempo crean-
caciones alemanas. Llevando siempre el soldado que nos re- do una estructura para una actividad nueva. Desechó el tea-
pr es en ta ba , ge ne ra lm en te ai sla do del re st o de las fuer
fu er za s y tro y se concentró en una casa de muñecas sin techo a la que
en minoría, nos embarcábamos en sigilosas misiones de re- anteriormente sólo había prestado una ligera atención, nor-
conocimiento, sorprendiendo a los alemanes en su campa- malmente al final de las sesiones. Sonriendo abiertamente,
mento. Unas veces de pie y otras en nuestros aviones, hacía- anunció que la iba a «arreglar», lo que supuso tirar los mue-
mos incursiones en territorio enemigo; ocasionalmente nos ble s un
unosos en cim a de ot ro s en el ce nt ro de ca da un a de las
capturaban a uno de los dos, siendo rescatado siempre mila- cinco habitaciones. Para esto usó sólo dos personajes, el co-
grosamente por el otro después de haber buscado refuerzos. codrilo, al que manejaba él, y el cuervo, que me asignó.
Había algunos momentos verdaderamente cómicos. Yo «Bien», anunció por boca del cocodrilo, «supongo que de-
había notado ya el sentido del humor de José, por lo general bo a rr e g la r es ta ha bit ac ió
ión;
n; me gu st a qu e es té cóm oda ». El
oculto pero agudo, e insistía siempre en una interpretación cocodrilo entonces comenzó a golpear todo lo que había en la
«literal» de la vida en el ejército. Tan pronto como nos asen- habitación más grande, dejando únicamente un pequeño rin-

88 Do roth y Bloch «No salí del vientre de mi madre» 89

cón para la cama que fue adornando con todos los cojines y En las sesiones mensuales que tenía conmigo, la madre
mantas de la casa y equipado con una mesilla de noche y había intentado entender su papel en los problemas de José.
una colección de libros en miniatura. Después de esto, el co- Una vez que comprendí la estructura de su oposición, fui ca-
codrilo se recostó en la espléndida cama con indescriptible paz de ay ud ar le a di sm in ui r los pu nt os de fri cc ió
iónn que ex is
is--
alegría y preguntó al cuervo: «¿No arreglas tu habitación?». tían entre ellos en detalles prácticos como por ejemplo la ho-
«Por supuesto», dijo el cuervo. «Sólo estaba dudando qué ra de vestirse o desnudarse. Como a José le gustaba el cole-
habitación coger». gio y odiaba llegar tarde, fue muy sencillo hacerle completa-
«Bien, ¿qué te parece esta habitación al lado de la mía?», mente responsable para estar preparado. La rutina de la no-
sugirió el cocodrilo. che fue algo más complicada, pero por fin se solucionó.
«Me parece estupenda», respondió el cuervo, «pero su- Inicialmente su madre se quedó muy sorprendida oyén-
po
pong
ngo
o qu e ne ce sita
si ta al
algú
gú n ar regl
re glo»
o» . El cu er vo en to nc es co-
co - dome describir a José como un niño muy obediente que ja-
menzó a imitar la actuación del cocodrilo, volcando desorde- más se portaba mal. A pesar de que me había hablado de su
nadamente sillas, mesas y armarios pero dejando también mayor rigor hacia José, del cual empezó a darse cuenta al
un rincón para la cama y comentando como lo había hecho compararlo con su condescendencia hacia Mary, no era
José: «No hay nada como una habitación en orden», que le consciente del grado de represión que existía en la casa y
pr ov ocó
oc ó un at aq u e de ris a. que se reflejaba en José, a pesar de que reconocía la severi-
De esta forma el cocodrilo y el cuervo comenzaron a vivir dad con que ella misma había sido educada en su casa. A me-
ju n to s en me dio de alg o si m il ilar
ar a la fe
felic
lic id ad cony
co ny ug al
al,, as u - dida que José salía de su mutismo, se iba convirtiendo en un
miendo el cocodrilo la responsabilidad de mantener la fami- compañero más agradable, con el que los dos padres disfru-
lia y el cuervo la de hacer las labores domésticas. taban. Y su subversión silenciosa desapareció.
«Comienzo a sentir hambre», anunció el cocodrilo. «Es Sin embargo, todavía no se había convertido en un «ame-
hora de comer. Voy a salir y matar a dos o tres personas». ricano». A pesar de que hasta la resolución de su fantasía no
«Vuelve pronto», le dijo el cuervo. entendí por completo su sentido, restrospectivamente está
Y se fue, volviendo enseguida con dos cadáveres. «Tengo claro que ya iba por ese camino con sus dibujos y sus mode-
muchísima sed», dijo. «Voy a sacarles la sangre para hacer- los, los cuales continuaron siendo un foco de interés durante
me un cóctel. Toma, pon el resto en la nevera», me ordenó, todo el tratamiento, concentrándose únicamente en soldados
dándome una jarra imaginaria. Después se sirvió a sí mismo y escenas de guerras. El primer signo de que se estaba pre-
y al cuervo. «Toma, aquí tienes sangre on the rocks », le ofre- pa ra nd o pa ra el de se nla ce llegó con su ele cció
cc ión
n de avi
avion
ones
es y
ció. La vida del cocodrilo y del cuervo rebosaba continua- submarinos alemanes como modelos. Sus dibujos también
mente de alegría y sangre. comenzaron a versar sobre temas alemanes: cascos y armas
Para entonces, la personalidad de José había cambiado y finalmente soldados alemanes. Las escenas de batallas de
po r co m pl
pleto
eto . Las co m pu lsio
ls ione
ne s er an co sa del pa sa do . Com
Como o sus dibujos tom aron un ca rác ter nuevo. A pesa r de que toda-
indicaba su forma de jugar con las marionetas, sus inhibicio- vía se concentraba en los combatientes americanos, éstos
nes habían disminuido y su comportamiento era más espon- eran invariablemente bombardeados y vencidos por los ale-
táneo. También había vuelto a encontrar su sentido del hu- manes, los cuales se mantuvieron inicialmente fuera de la
mor, que estaba muy desarrollado. El miedo a su padre ha- escena, siendo representados únicamente por sus bombas y

bíaa di sm in
inui
ui do de tal fo rm a qu e h as ta se at re v ía a di sc u ti tirr misiles. Desde el principio me llamó la atención la forma en
con él. Al principio su padre reaccionó a este comportamien- que José usaba el término «alemanes» en vez de «nazis». Ca-
to con una violenta represión, pero siguiendo mis consejos da vez que le oía, yo reaccionaba con una interrogación que
admitió la nueva situación y permitió que José se expresara. sólo ahora comenzaba a definirse.

90 Do rot hy Bloch «No salí del vientre de mi madre» 91

Cuando volvió al juego de la guerra después de varias se- tratamiento. En todo ese tiempo se había referido a su padre
manas disfrutando de la vida familiar con el cocodrilo y el solamente una vez y a regañadientes cuando poníamos calco-
cuervo, José introdujo un cambio muy significativo —y manías en los modelos.
final— en esta actividad. Al principio a escondidas, y des- «Es muy difícil poner las piezas pequeñas», había obser-
pu és con cr ec ie nt e se gu rid ad , com en zó a re ve la r su co nv en - vado yo después de verle luchar con ellas. Oí mascullar algo
cimiento de que los alemanes eran superiores y su gran ad- así como: «Igual que mi padre», lo cual fue seguido, después
miración por su habilidad militar. Cualquier pieza de su ar- de que yo presionara un poco, de: «Mi padre me grita a veces
mamento lo demostraba. cuando pierdo las piezas».
«Fíjate en ese rifle», decía admirando el arma imaginaria. Ahora, al poco tiempo de haber derrotado a «los america-
«Es mucho mejor que el de los americanos». Y añadía: «¿sa- nos», llegó a la sesión un día llevando orgullosamente una
bes qu é tip o de pi st ol a es és ta ? Es un a Lüg er; es la me jor». jor ». insignia militar americana.
Una vez que las fuerzas enemigas habían sido desplegadas, «Mi padre me la ha dado», me informó.
José solía examinar las fuerzas americanas y comentaba con «Pero, ¿qué es eso?», pregunté.
desprecio: «Sus materiales no son demasiado buenos». «La insignia del ejército de mi padre», contestó. «Esto es
En nuestras actividades se hizo necesario el uso de arci- lo que llevaba cuando era soldado del ejército americano.
lla. Añadiendo agua generosamente, totalmente enfrascado Era teniente».
en su tarea, José convertía con frecuencia la mesa en el te- «¿Cuándo te la ha dado?», pregunté, muy sorprendida por
rritorio más fangoso del mundo, y con gran alegría manio- la evolución tan rápida que había seguido a la resolución de
b ra b a los ejé rc ito s, in un dá nd ololos
os y me dio en te rr án do lo s en su fantasía.
las trincheras, siendo los alemanes siempre los que conse- «Oh», dijo José, «le pregunté por sus experiencias en la
guían mejor aspecto. Cuando el conflicto se extendió hasta cu- guerra y se puso el uniforme para que le viera. Estuvo en al-
b ri r el es cr ito ri
rio,
o, el so fá y e l sue lo, co me nc é a da rm e cu en ta gunas batallas muy grandes».
de un fenómeno muy curioso. curioso. Justo cu ando los ejércitos esta- «Estás muy orgulloso de él», comenté.
ba n di sp ue st os p ar a el as al
alto
to , Jo sé de ja ba pr ec ip it ad am en te a «Tendrías que ver los recuerdos que tiene. Los guarda en
los americanos, a los cuales estábamos manipulando los dos un cajón y me dijo que podía quedarme con esto. Mi madre
en el escritorio o el suelo, y se unía al ejército alemán que es- me lo va a coser en la chaqueta».
taba en el sofá. Después de dirigir por un momento ese bando, Después de esto, José no volvió a jugar más a la guerra.
imitando el sonido
sonido de las ametrallado ras que apuntaba n a los Habiendo probado que podía vencer al enemigo real —los
americanos, volvía otra vez a reunirse conmigo como si no hu- americanos— parecía estar dispuesto a abandonar el papel
bi er a pa sa do na da. de alemán. Y la insignia de su padre a partir de ahora esta-
«Veo que están ayudando a los alemanes», comenté inex-
pr es iv am en te a la vez qu e él re hu ía mi m ira da . ble cía su ve rd ad
Su fantasía y er
sua resolución
id en tid ad . representaron el primer paso
«Sólo por un momento», dijo José sin darle importancia. en su lucha por recuperarse. Mi mayor preocupación duran-
Sin embargo, pasó muy poco tiempo antes de que la cre- te ese período fue la creación de un ambiente que le permi-
ciente escalada de la ayuda de José desembocara en una tiera liberar sus sentimientos agresivos a través de sus fan-
franca renuncia a su papel de americano en favor del bando tasías. La represión era tan profunda que hubo de pasar casi
alemán. Finalmente, al término de una sesión, bombardeó el un año antes de que se atreviera a exponerlas una sola vez.
campamento americano y anunció triunfalmente: «Están Las compulsiones que las mantenían a raya eran posible-
destrozados». mente una respuesta a la fuerza represiva que los dos padres
Habían pasado tres años desde que José comenzara el ejercían en José, de forma que él tenía que controlar no sólo

92 Do roth y Bloch «No salí del vientre de mi madre» 93

los sentimientos prohibidos sino también los impulsos prohi- de establecer su superioridad y reivindicar su verdadera
bid os. Su fa nt as ía de la in un da ció n que ah og ab a a su s pa - condición.
dres le cogió casi por sorpresa, al igual que su juego con el El hecho de que su primer acto después de su triunfo so-
voraz cocodrilo devorador de hombres. bre
br e los am er ic an os en su fa nt as ía fu er a in vi ta r a su pa dr e a
Debido a su extrema pasividad, tuve que animarle antes discutir sus experiencias en la guerra y, luego, exhibiera or
que nada para que adoptara un papel activo. Para ello inten- gullosamente la insignia de un soldado americano demostró
té no
no entrometerm e nunca adoptando una posic posición
ión dominan- espectacularmente la dirección inconsciente de su impulso
te, arreglándomelas siempre para dejarle las decisiones de hacia la recuperación desde su primera sesión, cuando reve-
forma que sus fantasías se pudieran desarrollar sin impedi- ló su mayor preocupación al decir: «Yo no soy americano».
mento. Por ejemplo, hasta que él mismo adoptó un papel Su adopción de la identidad fantástica de un enemigo ex-
agresivo al declarar que su coche era un coche de la policía, tranjero le había defendido contra su miedo al infanticidio,
yo me mantuve en una posición igualmente pasiva. Sin em- ya que explicaba y justificaba los sentimientos homicidas de
bar go, un a vez qu e él se hu bo an un ciad
ci ad o, yo segu í su ejem
ej em - su padre hacia él. Sólo después de que su yo se fortaleciera
plo y pr
proc
oc ed í a as um ir un co m po rtam
rt am ie nt
ntoo de stin
st in ad o a fo- lo suficiente como para establecer su superioridad y derro-
mentar su agresión dentro del marco de su fantasía. Igual- tar a sus enemigos, los americanos, disminuyó su terror lo
mente me negué a asumir el papel de dirigente, el cual me suficiente como para poder resolver su fantasía y ser capaz
habría puesto en posición de determinar la dirección de su de establecer su verdadera identidad. Entonces pudo verba
fantasía, de la misma forma que esperé a que él me asignara lizar directamente los sentimientos homicidas y libidinosos
el papel de cuervo. Como él tenía un gran sentido del humor, que hasta ese momento sólo había expresado en su fantasía.
lo estimulé todavía más para de este modo aliviar sus repre-
siones.
Dado que se había retraído hasta tal punto que no dejaba
ninguna puerta por la que pudiera asomarse a sus pensa-
mientos, mi primera tarea para poder ayudarle a expresar
sus fantasías de homicidio fue la de dejar bien sentado que
yo era una aliada útil y digna de confianza. Comenzando
muy cautelosamente con la procesión silenciosa de los dos
coches, en un principio me asignó el papel de enemigo. Sólo
a fuerza de ser su ayudante indispensable y de hacerle saber
gradualmente que aceptaba sus sentimientos agresivos e in-
cluso me gustaban, hice posible que transformara tanto su
fantasía como mi papel en ella. Entonces me convertí en su
aliada y los dos éramos americanos con un enemigo común,
los alemanes. Cuando después del intervalo del cocodrilo y
el cuervo se reanudó la fantasía de la guerra, estaba claro
que mi completa aceptación de su papel de marital compañe-
roasesino y mi disposición para compartir ¿1 sangriento bo-
tín le permitieron dar un paso más y exponer su secreto: que
era un alemán y que los americanos eran el enemigo. Fue en-
tonces capaz de vencerlos, y al superar su terror, fue capaz

5. LA FANTASIA
FANTASIA DEL «PERRO QUE NO MERECIA SER La fanta sía d el aperro que no merecía ser una niña» 95
UNA NIÑA»
Como ya he dejado establecido en el caso de Ellie y de los
otros niños analizados hasta ahora, el primer paso para en-
tender la fantasía del niño es acumular toda la información
posib
po sib le so br e la h is to ri a y el d es ar ro llo
ll o de la vid a del niñ
niño.
o.
Otros métodos para manejar la fantasía están dictados por
su doble función. Las fantasías defensivas están destinadas
no sólo a proporcionar escape al insoportable terror del ni-
ño, sino también a proyectarlo en criaturas imaginarias, a
ocultar su fuente, permitiéndole así mantener la imagen
Tan pronto como el niño se siente lo suficientemente seguro idealizada y potencialmente cariñosa de sus padres que pa-
de ser aceptado, la fantasía, la cual puede ser una notable rece ser fundamental para sentirse seguros. De esto se des-
condensación de su percepción del conflicto central, puede pr en de que
qu e cu al q ui er de sc ub ri
rim
m ie nt o de las ba se s real
re ales
es de
evolucionar hasta que su resolución le permite verbalizar di- la fantasía del niño o cualquier intento de ir más allá de su
rectamente los sentimientos y percepciones que estaban ca- marco con una sugerencia de su verdadero significado puede
muflados. El que la fantasía pueda llegar con éxito a ese amenazar sus defensas hasta el punto de poner fin a la fan-
pu nt o depe
de pe nd e ta n to de la ca pa ci
cida
da d de ca
camm bi
bioo de los pa - tasía y descalificar al analista como una persona digna de
dres como de la habilidad del analista a la hora de manejar confianza. Este descubrimiento puede incluso poner en peli-
la fantasía. Cuando no hay mejora en el ambiente amenaza- gro la vida del niño. Esto se demostró dramáticamente cuan-
dor de la vida familiar, la necesidad de una fantasía defensi- do un joven
joven colega preguntó al niño al que estaba tratand o si
va puede no resolverse del todo. podía
po día id en tifi
ti fica
ca r las fi
figu
gu ra
rass de su fa nt as ía y su re sp u es ta
La cuestión más importante a la hora de manejar una fue: «Si supiera quiénes son, me suicidaría».
fantasía es, ante todo, el significado de la comunicación. Un aspecto muy impresionante del uso que el niño hace
Mientras el análisis de los niños estuvo influenciado por la de la fantasía es la revelación de la comprensión frecuente-
idea de que sus fantasías están «divorciadas de la realidad», mente infalible por su parte de sus necesidades psicológicas
la fuente más importante de investigación permaneció ocul- en su lucha p or la superviven cia. Dado qu qu< la identida d es el
ta. A pesar de que la técnica del juego de Melanie Klein ofre- instrumento principal de su defensa y un elemento esencial
cía un instrumento valioso para poder entender las fanta- en su sistema para engañarse a sí mismo, tal y como hemos
sías, la eliminación del papel de los padres en el tratamiento visto en los casos presentados hasta ahora, se puede conver-
de los del
Freud niños limitaba
«mundo su utilidad. La
objetivo»1como un aceptación por Anna
factor importante en tir en el punto
fantasía, más importante
su identidad y la mía, deasí su fantasía.
como Al relación,
nuestra resolver se su
el mecanismo de defensa de los niños, abrió el camino para modifican continuamente dependiendo de la situación y la
nuestra forma actual de entender el papel de las relaciones escena, las cuales pueden cambiar también para acomodarse
pa dr
dres
esh
hij
ijos
os en el or
orig
igen
en de los pr ob le
lemm as em oc
ocio
iona
nale
less de a sus distintas necesidades. Una fantasía puede progresar a
los niños. Esa orientación y el reconocimiento del miedo de través de diferentes etapas durante varios años hasta que su
los niños al infanticidio nos permiten entender el significado resolución lleva al niño a un punto en el que está preparado
de sus comunicaciones. pa ra ex p re sa r di re ct am en te los pe ns am ie
ient
ntos
os y se nt im ie
ient
ntos
os
que la fantasía había escondido. Lo que puede ocurrir con
1 Anna
Anna FFreud,
reud, The ego and the mechanisms of defense, Nueva York, In
las fantasías del niño cuando éste no recibe tratamiento psi
ternational Universities Press, 1946 [El yo y los mecanismos de defensa, Bar coanalítico ha quedado demostrado en mi tratamiento de pa-
celona, Paidos Ibérica, 1982], cientes adultos. En los casos en que fueron capaces de des-

96 Do rot hy Bloch 97
Lafant asía del «perro que no mere cía ser una niña»

enterrar las fantasías antiguas parecían simplemente haber Su madre era delgada, rubia con ojos azules y moderada-
quedado enterradas para continuar ejerciendo una gran in- mente atractiva. Parecía ser más abierta y tener menos inhi-
fluencia en su vidas como parte de su inconsciente. biciones
bici ones a la ho ra de ex pr es ar sus se nt im ie nt
ntos
os de st ru ct iv os
En el caso de Patty, hija única a la cual trajeron a mi con- o, como más tarde pude saber, a la hora de ponerlos en prác-
sulta a los siete años con un diagnóstico de esquizofrenia, la tica.
fantasía que introdujo, muy por encima, el primer día de tra- Los dos se sentían mortificados por la impresión que
tamiento se desarrolló durante un período de más de tres Patty daba en público. El incidente que precipitó el que la
años. Su mayor problema era la identidad. Al comenzar el trajeran a la consulta ocurrió durante una fiesta infantil de
tratamiento, era una criatura «no humana», sin sexo, que cumpleaños, durante la cual su comportamiento fue tan ex-
gradualmente se volvió femenina. Después de una fase preli- traño que les llenó de vergüenza. La niña daba la impresión
minar en la cual asumió papeles por los cuales podía ser ala- de no relacionarse con nadie y vivir en un mundo propio.
ba da , ad op tó pr im er o la id en tida
ti da d de un ca ba llo y lue go la Aunque generalmente ignoraba a los niños, con los adultos
de «un perro que no merecía ser niño». Después de dejarme se mostraba muy zalamera y se pegaba a cada visitante con
en un principio abandonada a mi suerte, finalmente me asig- una ansiedad que a ellos les resultaba embarazosa. Era taci-
nó primero la identidad de amo malo, y más tarde la de amo turna, no tenía amigas y por la noche lloraba hasta que se
bu en o. Su ha bi lida
li da d p ar a c u b ri r su s ne ce sida
si da de s em oc io na - dormía. Los padres estaban de acuerdo al describirla como
les durante todas las etapas de la evolución de su fantasía, una persona de carácter no cooperativo, negativo y provoca-
hasta que salió de su esquizofrenia, demuestra la capacidad dor.
de la psique humana en la lucha por mantenerse viva. De mí No ololvi
vida
da ré nu nc a mi pr im er a im pr es ió n de Pa tty . Re-
necesitaba únicamente que la aceptara y entendiera ayudán- cuerdo una sensación curiosa de desamparo cuando la vi pa-
dole en el camino que decidiera seguir. A pesar de que me sar delante de mí, rígida, arrastrando los pies al andar como
sentí perdida muchas veces durante el proceso, su continuo si fuera un robot, seria y con la mirada perdida, a lo largo
pr og re so co nf ir
irmm ab a qu e la di
dire
re cc ió n er a co rr ec ta . Sin em - de
dell corredo r hasta llegar
llegar al cuarto de jugar. E ra pequeña pa-
ba rgo , tuv e mu y po ca su er te con los pa dr es de Pa tty . Su s ra su edad y llevaba el pelo rojizo largo y enmarañado, lo
sentimientos hacia la niña no cambiaron para nada y por lo cual dramatizaba la delicadeza de su cara y a la vez aumen-
tanto impidieron, supongo, la resolución de su fantasía. taba la sensación de dejadez que transmitían sus ropas. Ha-
A pesar de que no tengo un conocimiento directo del gra- bla mo s algo. Ah ora re cu er do qu e com enz ó a h ab la r ta n p ro n -
do de violencia al que los padres habían expuesto a Patty, to como entró por la puerta.
tanto sus síntomas como la naturaleza de su fantasía suge- «Qué pasillo más largo», exclamó. «Tienes muchísimos li-
rían un trato cruel poco corriente. Desde la primera entre- bro s, igu al qu e mi papá ».
vista los padres de Patty dejaron bien claro que el nacimien- Lo que me chocó no fue el contenido de su conversación,
to de la niña no había sido planeado y había significado una que continuó de forma educada durante varios minutos, sino
interrupción inoportuna en sus vidas, de la cual todavía se su voz. Daba la sensación de que provenía de lo alto de su
resentían. Su padre era abogado y su carrera apenas había cabeza, como si estuviera en un escenario durante una re-
comenzado cuando nació Patty; su madre había querido ser pr es en ta ci
ción
ón en la que el di re ct o r se es fo rz ar a po r da r la m a-
cantante pero abandonó sus planes al quedarse embarazada. yor sensación de irrealidad posible. Se sentó en la mesa pe-
Tuve la impresión de que ninguno de los dos había recibido queña de la esquina y se quedó callada.
suficiente cariño maternal en su infancia o conocido algo «¿Sabes por qué has venido a verme?», pregunté después
más que un ambiente hostil. El padre era bajito y serio, con
expresión agresiva e incapaz de expresar sus sentimientos. de unos
«Hay minutos.
una cosa que sí sé: eres buena», contestó sin mirar

98 Do roth y Bloch Ia fantasía del «perro que no merecía ser una niña» 99

me. Después cogió una pintura y, acercando la nariz hasta Mientras aplaudía con entusiasmo, Patty saludaba como una
casi tocar el papel, dibujó algo que parecía un borrón. verdadera profesional. Rápidamente añadió otras actuacio-
«Eso parece muy interesante», dije, «pero no estoy segu- nes a su rutina.
ra de lo que es». «Soy un trapecista», anunció. Y añadió: «Soy el Perro Ma
«Es un ángel», vaciló. «Puede hacer buena a la gente ma- invilloso» y finalmente: «Soy una bailarina».
la». Mientras los aplausos proseguían, los monstruos desapa
iccieron y nunca más volvieron a la terraza o al mundo de
En la sesión siguiente Patty se pintó con tiza la cara y los
br az os . «Soy Clan g, el payapa ya so»,
so », af irm ó, y de sp ué s de un mo- mo - Patty. El instrucción
ninguna circo quedóconcreta
instaladodecidí,
y comoyacontinuaba sin darme
que las actuaciones
mento añadió con firmeza: «Hay un león en la terraza».
se multiplicaban, convertirme en la presentadora.
«¡Un león!», exclamé con voz un poco alarmada.
«¡Atención, atención!», gritaba. «Vean a la mejor jinete
«No debes asustarte», me aseguró. «También soy una do- del mundo, la única campeona nunca derrotada». O: «¡Ven-
madora de animales». dan todos, no pierdan la oportunidad de su vida! ¡La maravi-
Cuando salimos a la terraza encontramos, sin embargo, llosa bailarina actúa esta noche! ¡Rápido! ¡Rápido!». Patty
no sólo un león sino un elefante peludo, un dragón que echa- aceptaba estas intervenciones con gran placer y las agrade
ba fu eg o p or la bo ca , un co co dr ilo ve ne no so y un m on tó tónn de ría haciendo reverencias.
animales peligrosos. Después de varias semanas, Patty comenzó a hablar de
«Vives en un mundo muy peligroso», comenté. un caballo que vivía en el garaje. «Me lleva al colegio todos
«Soy muy valiente», dijo simplemente. «Tengo valor». los días», me informó. «A veces se viste con mis ropas y se
Este fue el mundo en el que vivimos muchas semanas, sienta a mi lado y me da las respuestas». Le puso de nomibre
salvo una breve referencia a la cólera inexplicable de su ma- Tigre. «Tigre me trajo hoy», anunciaba algunas veces al en-
dre y a la falta de amigos de Patty. Patty colocó dos sillones, trar. O: «Tigre nos está esperando fuera». El caballo galopa-
uno al lado del otro, y nos tumbábamos en ellos mientras la ba po r la te rr a za con tal d es en vo ltu ra qu e pr ov oc ab a ad m i-
terraza vibraba con el paso de sus animales monstruosos. ración.
Ella se sentía a gusto entre ellos e intentaba que yo me sin- «¡Bravo!», gritaba yo. «¡Bravo! ¡Qué caballo más maravi-
tiera cómoda, tratándome siempre como a un invitado im- lloso! ¡Qué pelo más precioso! ¡Cómo galopa! ¡Nunca he vis-
p o rt a n te , el cu al no de be s u fr ir nu nc a ni ng un a m ole sti a. to un caballo más airoso!». De vez en cuando Tigre nos
acompañaba al circo y se mezclaba con los artistas.
«No te
los». te preocupes», me aseguraba . «Y
«Yo o sé cómo con trolar- Un día, Patty apareció en la consulta con un aspecto real-
El dragón, Feliz, hablaba echando fuego por la boca y era mente abatido. «Tigre y yo nos hemos escapado de mi ma-
su favorito. Le puso arneses para que tirara de nuestra ca- dre», me confió. «Hemos encontrado un oasis en el desierto
rroza y recorrimos todo el mundo subidas en él. Un día, y nos vamos a quedar allí para siempre y viviremos de carne
Patty divisó abajo, a lo lejos, una carpa de circo y ordenó a de camello». Y los dos se fueron a la terraza. Cuando volvie-
Feliz que descendiera. Volamos por encima de la carpa vien- ron, Tigre se lanzó a mis brazos. Mirándome directamente a
do las actuaciones a través de una abertura. Patty se quedó los ojos por primera vez, Patty dijo: «Tú eres el primer amo
muy impresionada. que ha sido bueno conmigo. Tuve otros dos, pero los dos
«Soy un jinete que monto a pelo», anunció. «Feliz, vamos eran malos. Uno me daba agua pero no comida; el otro me
a aterrizar». daba comida pero no agua. Me encerraron dos veces en el
Nos un im os al cir co . Como
Com o me ha bí an de jado
ja do a mi ai re garaje y querían poner una bomba, pero les engañé y me es-
mientras Patty cabalgaba, decidí asumir el papel de público. capé. Entonces fue cuando me encontraste. Estoy muy con-

100 Dor oth y Bloch La fan tasí a d el « perro que no merecía ser una niña» 101

tenta. Eres el primer amo que me trata bien y que me da la ta, de la sorpresa. Cuando me recuperaba, daba rienda suel-
comida y la cama apropiada, una cama humana». ta al desaliento, el desencanto y la ira. «¡Creía que podía
Al poco tiempo de esto llegaron las vacaciones de verano. confiar en ti!», explotaba. «Y mira lo que has hecho con la
Cuando Patty volvió, Tigre alternó por un tiempo con el Pe- casa, la has destrozado! No me puedo ir ni siquiera un mo-
rro Maravilloso, al cual yo debía amaestrar. Durante todo el mento. Eres un perro malo y te voy a castigar».
pe río do an te ri o r, el te m a de l p e rr o h ab ía ap ar ec id o in te rm i- «Me tienes que pegar», me ordenaba Patty.
tentemente. Además del Perro Maravill Maravillosooso tam bién ex istíaistía el
el «Toma», gritaba yo fingiendo darle con el látigo. «Así
«perro hada» que Patty traía de vez en cuando. Una vez, este aprenderás».
último había tomado la forma de su paraguas y le había da- «Más fuerte», intervenía Patty. «Más fuerte».
do cierto consuelo frente a la ira de su padre cuando venían «¡Perro maldito!», gritaba yo, dando latigazos a mi alre-
al consultorio. En otro momento, el perro era una pelota pe- dedor. «Esto te enseñará a no desobedecerme. ¡Quizás la
queña que se llamaba Campanita. Al comienzo de su trata- pr óx im a vez lo pi en se s an te s de d es tr
troo za rm e el sofá !».
miento me había contado también la triste historia de cómo «Ahoraa me debes enc errar en una jaula y no darme de co-
«Ahor
pe rd ió su p er ro de ve rd ad , del cu al su m ad re se ha bí a de sh e- mer».
cho porque se portaba mal. Ahora yo, su entrenadora, debía «¡Así, así aprenderás, perro maldito! ¡A la jaula sin co-
someter al Perro Maravilloso a pruebas cada vez más difíci- mer!».
les. Tenía que saltar por encima de una cuerda imaginaria, Y Patty se acurrucaba en un rincón, fingiendo una natu-
la cual era elevada más y más hasta que estuvo claro que só-
lo un Perro Maravilloso podía saltarla. Patty me ordenaba raleza depravada
Había y de vez
muchas variaciones vez en cuando
sobre estemmismo
ordiendo los
los barrotes.
tema, todas en
que fuera severa con él, que estuviera siempre descontenta un crescendo de provocación y castigo, y hubo muchas, mu-
con sus esfuerzos, que le amenazara. De vez en cuando tenía chas repeticiones de las variantes.
que usar el látigo. «¡Venga, salta!», le avisaba yo. «No tolera- «Me tienes que pegar hasta que sangre», me ordenó Patty
mos actuaciones chapuceras». El Perro Maravilloso se arras- un día. Y añadió: «Ahora tienes que llamar al médico».
traba. Yo había adoptado una actitud verdaderamente ruin y Se llamó al médico y llegué yo en mi nuevo papel. «Bien,
el Perro una de mártir. Para cuando llegó el invierno y nos ¿quién está enfermo aquí?», pregunté con jovialidad profe-
vimos obligadas a jugar adentro, Patty había anunciado que sional. Después, al conocer todos los detalles de la sórdida
ella era «un perro que no merecía ser una niña» y que yo era escena, no pude evitar sentirme impresionada. «Pero bueno,
su ama. ¿qué ha pasado aquí?», pregunté. «Esto tiene mal aspecto»,
«El perro que no merecía ser una niña» tuvo varios nom- dije observando las heridas de Priscila. «Ya sé que duele»,
br es fe m en inos
in os h as ta qu e f in alm en te se c o n vi rt ie ra en «Pr isci añadí a la vez que levantaba con ternura primero una pata y
la». Era un perro malísimo. Desobediente, pretendía morder y luego otra, «pero no te preocupes. Esto te ayudará y estarás
arañar, rasgar y romper los muebles, escaparse. En su papel, curada en un momento». Fingí vendar las heridas de Priscila
Patty usaba palabras únicamente para darme instrucciones; y cuando me iba me dirigí al ama imaginaria diciendo: «Este
po r lo de m ás se m an te ní a en su pa pe l y la d ra ba cu an do qu e- per
p er ro lo qu e ne ce sit a es m uc ho de sc an so y bu en a com ida ».
ría comunicar algo. Tampoco buscaba ninguna ayuda. Con la llegada del médico, la fantasía tomó una nueva di-
«Me tienes que castigar», me ordenaba. «Me tienes que rección. No había duda de que el doctor había reaccionado
decir que soy muy mala». ante lo que consideraba como un acto de crueldad excesiva.
El juego comenzaba por lo general con que yo me iba a la El ama buena, pero necesariamente punitiva, había sufrido
compra dejando a Priscila sola en casa. Cuando volvía, en- ya una transformación que sólo necesitó la ayuda del amable
contraba todo en tal desorden que no podía pasar de la puer- doctor para definirse. Casi imperceptiblemente, Priscila ha

102 Do roth y Bloch / a fan tasía del « perro que n o merecía ser una n iña» 103

bí a pa sa do de se r un p er ro ma lo a se r un p er ro bu en o que le en: «He salvado la vida a cinco personas y los periódicos


era maltratado por su malvada ama, que no lo entendía ni le llaman para obtener información». Cuando sonó el teléfo-
apreciaba. Ahora se me ordenó mostrar una crueldad injus- no, contesté con gran orgullo: «Sí lo hizo ella sola. Sí. Es un
ta. Nada de lo que hacía Priscila me agradaba. Con sólo ver perr
pe rro
o mu y va liente
lie nte . No, nu nc a he teni
te ni do pr ob lem
le m as con ella.
la ya me enfadaba. «Bestia», gritaba. «¡Bestia miserable! lx) hace todo bien».
Siempres estás haciendo algo malo. ¡Fuera de mi vista!». «Preguntan por la recompensa», interrumpió Patty.
Y entonces apareció un elemento nuevo. «¿La recompensa?», pregunté al periodista. «Estoy de
«Hay dos amas», anunció Patty un día. «Hay una buena y acuerdo en que se la merece. ¿Se ocupará usted de ello? Bien,
una mala. La mala se enfada y vende a Priscila al ama bue- muchas gracias. Avíseme cuando sepa algo».
na». Después de repetirlo otra vez, Patty tuvo una nueva inspi-
Con lo cual el doctor sufrió una metamorfosis. La sesión ración. «He salvado a toda la ciudad» anunció, «y el alcalde
comenzaba a hora con el mal comportamien to de Priscila y el se entera, y hay una recompensa y me la dá el mismo. Y los
mal trato y el castigo del ama. Después se producía la venta pe rió dic os no de jan ja n de lla
llama
ma r».
r» .
y Priscila entraba en la casa nueva, donde se premiaban to- Mientras Priscila permanecía echada recuperándose de
dos sus esfuerzos por agradar. sus heridas en un estado de felicidad transcendental, yo me
«Nunca había visto un perro tan bueno», se maravillaba ocupaba de los periodistas y el alcalde. Gradualmente, los
el ama buena. «Y qué lista; sólo tienes que decirle las cosas planes
pla nes pa ra la ce re m on ia de re co m pe ns a fu er on ev olu cio -
una vez». Priscila entonces hacía todo lo que un buen perro nando hasta un punto en que el propio alcalde iba a hacer la
debe hacer. Me traía las zapatillas y el periódico y se queda- pr es en tac ión . Esto,
Es to, ap ar en tem
te m en te,
te , su pu so un gr an pr o bl e-
ba qu ie te ci ta a m is pie s m ie nt ra s leía. Poc
Pocoo a poco
po co iba pa - ma para la fantasía de Patty.
sando más tiempo con el ama buena, y la escena del ama ma- «Puedo hablar», me informó un día. «Tú tienes poderes
la se quedaba sólo como punto de partida para la venta, has- mágicos y me haces hablar».
ta que más adelante desapareció por completo. Toda la se- Y acompañando los conjuros con lo gestos tradicionales,
sión estaba ahora dedicada a la idílica relación entre el pe- grité: «¡Abracadabra! Ya puedes hablar».
rro que sólo quería agradar y su ama cuya respuesta era la A partir de este momento, las sesiones comenzaron con
recompensa. El contenido cambiaba continuamente. La sala este rito. Desaparecieron los ladridos y Priscila pudo hablar
de consulta para adultos se convirtió en una tienda de ani- libremente con los periodistas sobre sí misma y contestar al
males donde continuamente comprábamos ropa nueva para alcalde. Patty decidió que el sitio más apropiado para toda
Priscila. Luego pasamos a la sala de espera, que se convirtió esta escena era encima del escritorio grande que había en el
en la oficina de licencias. Después de comprar un nuevo cuarto de jugar. Esto daba a los fotógrafos una posición ven-
guardarropa, que incluía siempre un collar y una correa, tajosa para hacer sus fotos. Con las dos manos a la altura de
acudíamos a la oficina y recibíamos una licencia y un título mi cabeza, las abría y cerraba con un chasquido, corriendo
de propiedad. Después volvíamos a casa, donde Priscila se alrededor de la mesa en lo que parecía ser una imitación
comía un filete y una galleta especial para perros. ba st an te ac ep tabl
ta bl e de un a cá m ar a. Sin em ba bargrgo,
o, la a ltu ra
Después de muchas repeticiones, se introdujo el inevita- del escritorio sugería también otras posibilidades y una am-
ble camb
ca mb io. «No te hahago
go cas o, me es capo
ca po , ten go un ac ci de nt e pli ación
ac ión de los po de re s de Pri sci la.
y me traen a casa herida y entonces tú llamas al médico», «Priscila puede bailar», dijo Patty un día. «Es una bailari-
fue la primera versión del cambio. Después de una o dos na de ballet». Y el programa de la entrega de la recompensa
pr ue ba s, es to ca m bió por : «Esto
«E sto y he ri da po rq ue salv é a al - fue rectificado para incluir esta extraordinaria faceta.
guien la vida al cruzar la calle». Y esto se convirtió finalmen En este momento, miles de regalos comenzaron a llegar
104
104 Dorot hy Bloch l.a fantasía del «perro que no merecía ser una niña» 10
105
5

de todos los puntos del país, y dedicábamos gran parte del de empezar inevitablemente seguida de unas historias tristí-
tiempo a la construcción de almacenes donde poder guardar- simas de malos tratos y crueldad. «Pero, ¿por qué es tan ma-
los. Daba la impresión de que Patty estaba ya preparada pa- la», preguntaba yo. «¿Qué es lo que la hace ser así?».
ra acabar la fantasía. «Es una bruja», contestaba Patty con ardor, «porque su
«Tú te casas con el presidente y nos vamos a vivir a la Ca- madre era también una bruja, y ahora intenta hacerme lo
sa Blanca», anunció felizmente al acabar una sesión, como mismo a mí».
dando a entender que «vivieron felices para siempre». Después de esta introducción, llamaban a la puerta y en-
Cuando volvió después de otras vacaciones de verano, ha- traba Meaninda hablando de cosas sin importancia. En un
bía
bí a ab an do na do ap ar en te m en te la fa nt as ía . D ur an te un b re - pri nc ip io de ni gr ab a a Pr isc ila , de sp ué s no es ta ba mu y se gu -
ve tiempo estuvo absorbida por los problemas de sus relacio- ra de si querí a que volviera o no, y finalm ente se ofrecía a
nes con sus amigos y con sus padres. Sin embargo, perdió un comprármela. Ante la mera mención de esta posibilidad, se
mes de tratamiento a finales del otoño y cuando volvió otra oían ladridos lastimeros de Priscila. Comenzaba a agitarse
vez, aunque de una forma irregular, su aspecto desaliñado y violentamente y me ordenaba que echara de mi casa a Mea-
su voz artificial dejaban entrever una regresión parcial. ninda.
Cuando ya se iba, comentó: «Hace mucho tiempo que no ha- «¿Cómo puedes pedirme algo así?», preguntaba yo. «¿No
blam
bl am os de Tigre
Ti gre y de Pr isc ila ». A la sigu
si gu ie nt e ses ión pr eg un - ves cómo molesta eso a Priscila? No menciones siquiera este
tó inmediatamente: «¿Podemos
La fantasía se reanudó jugarpero
otra vez, al juego del perro?».
con diferentes per- tema. No me separaría de ella por todo el dinero del mundo.
Y ahora mejor será que te vayas. No puedo p erm itir que se
sonajes y diferente tema. El ama mala volvió otra vez, pero moleste a Priscila de esta manera».
ahora se llama Meaninda. Hubo diversas variaciones, en las Esta versión de la fantasía duró varios meses y finalmen-
cuales Priscila se perdía o era abandonada en un cesto a la te se convirtió en el juego de «encarcelar a la bruja», y des-
p u e rt a de mi cas a, se gu id as de ot ra s va ria cion
ci on es en las cu a- pué s de qu e hu bo pa sa do ot ro ver ano , lo ab an do nó . La im po -
les Meaninda me informaba de que me podía quedar con el sibilidad por parte de Patty de lograr la condición de «niña»
p er ro si lo en co nt ra ba , y lue go, ca m bi an do de pa re ce r, in te n- durante todo este tiempo indicaba que no podía ser resuelta.
taba comprármelo. Se me ordenó que no dijera a Meaninda A pes ar de que «e «ell perr o que no m erecía s er una niña» fue
que Priscila podía hablar y que llevara yo sola toda la nego- capazz de evolucionar hasta convertirse en una cria tura ejem-
capa
ciación. pla r, con ca pa ci
cida
da d pa ra ha bl ar , y a la qu e ta m bi én se le p er -
La sesión comenzaba por lo general cuando yo encontra- mitía bailar, en ningún momento se convirtió en persona hu-
ba a Pr isc ila . mana. La única solución que Patty encontró para librarse
«¿Qué es esto?», exclamaba con alegre sorpresa al ver el del peligro constante de su medio amenazador y del papel de
cesto a la puerta. «¡Qué perro tan precioso! ¡Y justo a la «bruja» de su madre, fue venirse a vivir conmigo. Esta fanta-
p u e rt a de mi cas
casa!
a! No pu ed o im ag in ar qu ié n h ab rá qu er id o sía de venirse a vivir conmigo, la cual se desarrolla con fre-
deshacerse de una criatura tan maravillosa. Ven aquí den- cuencia como respuesta a la necesidad de refugio que siente
tro, que hace calor, y te daré algo de comer». el niño, es abandonada por lo general cuando el niño se cura
«Muchas gracias», decía Priscila. y su relación con los padres mejora.
«¡Pero si puedes hablar!», exclamaba yo sorprendida. En el caso de Patty, la falta de un verdadero cambio en
«Sí, puedo hablar», decía Priscila con modestia. Después los padres dio lugar a algo curioso, acerca de cuyo significa-
le daba de comer e insistía para que me contara todas sus do sólo puedo especular. Patty volvió de sus vacaciones sin-
quejas sobre su ama. tiendo una ira persistente contra mí, que se expresaba prin-
«Ahora cuéntame que ha pasado», era la forma habitual cipalmente con silencios. A pesar de que no tuve muchas

106
106 Dor othy Bloch 10
107
7
I.a fantas ía del «p erro que no merecía ser una niña»

oportunidades de explorarla, pienso que el hecho de mejorar monstruos hasta mis entusiasmados aplausos ante sus diver-
su sentido de la realidad y darse cuenta del limitado papel sos papeles en el circo y la proclamación de sus virtudes, yo
que yo tenía en su vida, provocó en ella un sentimiento de simplemente seguía sus indicaciones en una expresión en es-
traición. Al igual que en otros pocos casos en los que los pa- piral
pi ral de ne ce si
sida
da de s y re sp ue st as . D ur an te to do es te pe ríod
rí od o
dres no cambian, sólo puedo suponer que Patty volvió su ira de alabanzas continuas, cuando Patty era una artista de gran
hacia mí por haber formado parte de una fantasía que, a pe- valor sin una identidad concreta, me dejó a mi aire y sin de-
sar de haberla ayudado a mejorar, se mantuvo sin embargo finir nunca mi identidad.
sin resolver e incapaz de realizarse. La segunda fase de la fantasía de Patty estuvo precedida
Otra prueba del éxito del tratamiento fue su capacidad por un pe rí od o de tr an si ci ón qu e ac ab ó con su de si sign
gn ac ió n
de llegar a la etapa de transferencia negativa. Si sus padres por pr im er a vez de un pa pe l qu e le pe rm it ía a fr o n ta r y ex-
hubieran sido partidarios del análisis y le hubieran permiti- pr es ar su s se nt im ie nt os in ag ua nt ab le s. H as ta qu e ac ep tó po r
do continuar, Patty habría tenido la oportunidad de desaho- completo que la siguiera en su fantasiosa huida de unos pa-
gar su ira y establecer a un nivel verbal lo que ya había con- dres que por dos veces habían intentado «ponerle una bom-
seguido en su fantasía. Tal y como estaban las cosas, con la ba» no fu e ca paz , po r me dio di o del «p er ro qu e mo m er ec ía se r
evolución de sus sentimientos negativos, sus padres cancela- una niña», de permitirse adoptar un papel en el que era abso-
ron el tratamiento. lutamente «mala». Al mismo tiempo me asignó a mí un papel
La fantasía que permitió a Patty evolucionar desde la es- que le permitía explorar y evaluar sus relaciones son su ma-
quizofrenia hasta el mundo real, progresó a través de tres fa- dre y, finalmente, modificar de alguna manera la horrible
ses diferentes y una coda, cada una de las cuales representó imagen de sí misma que la defendía contra el odio de su ma-
un paso más hacia la salud, y estuvo marcada por identida- dre. La primera indicación de que me estaba convirtiendo en
des cambiantes para cada una de nosotras. Cuando en un un Simón Legree, y de que ella también estaba evolucionan-
pr in ci pi o me di bu jó a mí co m o un «b or orró
ró n» , un «án gel qu e do hacia algo más que una gran artista, se puso de manifies-
pu ed e co nv er ti r a la ge nt e m al
alaa en bu en a» , es ta ba p re se n ta n - to durante el entrenamiento del Perro Maravilloso. Al permi-
do su preocupación central por los sentimientos de inutili- tirse ser todo lo «mala» posible, comenzó, aparentemente, a
dad y su esperanza efímera, plasmada en su dibujo, de que po ne r en du da la va lid ez de es ta id ea no sól sólo o de sí m is
ism
m a si -
yo poseyera el poder sobrenatural de transformarla y de esa no también de la bondad de su «ama». Esto llevó lentamente

formaque
dad hacerla
asumiósusceptible
reforzabadeestaser impresión;
querida. La eraprimera identi-
un payaso, asidades
la inversión de los de
se pusieron papeles y, finalmente,
manifiesto, hasta una cuando
tercerasusetapa:
nece-
con toda seguridad un ser despreciable, con un nombre sin el gradual abandono de su perversidad y su odio y la institu-
referencia humana y sin identidad sexual definida. Sin em- ción de una nueva etapa donde la virtud era premiada y rei-
ba rg o, sól o hiz o fa lta
lt a qu e yo ac ep ta ra su fa nt as ía p ar a qu e naba el amor.
inmediatamente apareciera el león en la terraza, y respon- A pesar de que me encontré frecuentemente a oscuras,
diendo a mi expresión de alarma, pasara al papel de doma- pa rt ic ul ar m en te d ur an te el p ri m er pe río do , ac er ca de la di -
dora de animales, el cual no sólo revelaba el terror de su rección que seguía la fantasía de Patty, el cambio positivo en
mundo interior sino que además me protegía a mí de él. su personalidad y en su relación con el mundo real eran
Desde la primera sesión se hizo evidente que la mayor ne- siempre tranquilizadores. Después de un año de tratamiento,
cesidad de Patty era la de sentirse aceptada. Mi admiración su creatividad estalló con un frenesí de dibujos que la lleva-
y alabanzas sin fin era lo que pedía la estructura de su fanta- ron gradualmente a la pintura, la música y el baile, todo lo
sía y fue lo que marcó la primera fase de su tratamiento. cual continuó durante el resto del tratamiento. Sus compa-
Desde mi reconocimiento de su facilidad para controlar los ñeros de clase, que en un principio la habían dejado de lado,
108 Dor oth y Bloch La fan tasí a d el «p erro que no merecía ser una niña» 109

comenzaron a admirarla, y su reconocimiento y aceptación le su miedo a ser asesinada, con el cual se enfrentó primero a
ayudaron a soportar las exigencias de la escuela. Su extraña y través de la fantasía y después en confrontación directa,
aparentemente miope forma de leer, su manera de arrastrar Patty dejaba entrever su terror sólo de vez en cuando y siem-
los pies al andar y el tono curiosamente artificial de su voz pr e d en trtro
o del m ar
arco
co de la fa nt as
asía
ía .
desaparecieron. Ahora pedía y recibía aceptación. Podemos atribuir la capacidad de Ellie de desprenderse
Tal y como indicaba la evolución de la fantasía de Patty, de la mala imagen de sí misma, y progresar a través de la
el único elemento que se mantuvo relativamente inalterado fantasía del monstruo hasta que pudo aband onarla y verba verbali
li
fue el sentimiento que expresaban los padres y la respuesta zar su terror directamente tanto al reforzamiento de su yo
de Patty hacia ellos. Su intención de terminar el tratamiento como a la mejoría de su realidad objetiva. Mis esfuerzos por
fue representada en la fantasía apenas velada durante la hacer comprensible las respu estas de Elli Elliee para sus padres y
cual yo desbarataba los esfuerzos de Meaninda por «com- así modificar su manera de comportarse con ella tuvieron
p ra rl a o tr a vez». La op inió
in ió n má s cl ar a de Pa tty so br e su m a- cierto éxito, especialmente con la madre, cuya depresión ha-
dre fue expresada a ese respecto: «Es una bruja porque su bía a su vez di sm inui in ui do . La v er da d er a ap re cia ci ón y co m -
madre era también una bruja, y ahora intenta hacerme lo pr en si ón de Ell ie po r su m ad re y la ac ep ta ci ón del p ad re de
mismo a mí». A pesar de que su fantasía sólo contiene una dejar la disciplina en manos de su mujer fueron factores im-
referencia a su padre, es evidente que le achacaba las mis- po
p o rt an te s en la m ejo ra de la sa lu d de Ellie .
mas intenciones homicidas hacia ella que atribuía a su ma- No tuve
tu ve es a su er te con los pa d re s de Pa tty.
tty . A p es ar de
dre: el intento por dos veces de «ponerle una bomba». El
también era uno de los malos amos que le daban comida pe- que el la
lir de tratamiento psicoanalítico
esquizofrenia a través dehabía permitido
la fantasía, a Patty sa-
el carácter in-
ro no bebida o bebida pero no comida y que la trataban de flexible de la hostilidad de los padres y su incapacidad de
forma inhumana. dar a P atty el cariño necesari
necesario,
o, exigían una defensa continua
La preocupación absorbente de Patty por su sensación de que restringía a la fantasía la expresión de su percepción de
inutilidad no sólo reflejaba la intensidad de los sentimientos los sentimientos de sus padres hacia ella y de su respuesta a
hostiles de los padres y su falta de cariño, sino que también estos sentimientos, impidiendo la resolución. Su tratamiento
servía de defensa contra su terror a ser asesinada. Podemos se canceló
canceló en el momento en que estab a empezando a expre-
medir la magnitud de este terror por el hecho de que Patty sar su ira.
necesitó los síntomas de la esquizofrenia para poder hacerle
frente. Su respuesta homicida a los sentimientos homicidas
de sus padres era tan intolerable para Patty que hubo de
destruir su propia identidad y proyectar su ira hacia mons-
truos a los cuales podía controlar.
A pesar de que fue capaz finalmente de expresar esos sen-
timientos, su capacidad de hacerlo sólo a través de su fanta-
sía sugiere que el terror de su mundo real seguía siendo de-
masiado amenazador para hacerle frente directamente. Aun-
que sus referencias a él eran absolutamente transparentes,
estaba muy lejos de poder aceptar ni siquiera una pequeña
par
p ar te de lo qu e tr an sm it ía en la fa nt as ía . Al co n tr ar io qu
quee
Ellie, la cual pasó rápidamente de «No me gusta pensar que
soy una jirafa» a «¿crees que soy un monstruo?», y luego a

6. LA INH IBICIO
IBI CIO N DE LA FANTASIA Y LA la predispos ición a matar 111
111

PREDISPOSICION A MATAR
rrollo. En los casos en que se dispone de información, es evi-
dente que entran dentro de esta categoría. La inhibición de
la fantasía puede en algunos casos no sólo ser considerada
como una defensa contra el persistente abuso de la violencia
en un medio falto de cariño, sino también sugerir una pre-
disposición a cometer asesinatos.
Aunque esta idea está confirmada tanto por mis propias
observaciones como por los descubrimientos de otros inves-
tigadores acerca de la experiencia de individuos que han co-
Aunque mi tratamiento psicoanalítico de los niños me en- metido asesinatos, algunos escritores continúan viendo la
frentó inicialmente con la difícil tarea de desenmascarar el comisión de un asesinato como la última prueba de la natu-
significado de sus fantasías, pronto me di cuenta de que el raleza despreciable del hombre y la atribuyen a un «instinto
grado de inhibición de la fantasía, al igual que el alcance de asesino». En el libro Hum H um an aggre ssion , Anthony Storr apo-
aggression
su expresión, podía ser una medida de las necesidades de de- ya esta postura con la siguiente declaración: «La triste reali-
fensa del niño. Mi especulación acerca de la dinámica de la dad es que somos la especie más cruel y despiadada que ja-
inhibición se acabó cuando comencé a investigar el historial más ha pisado la tierra; y, aunque nos horroricemos cuando
familiar de los pacientes que revelaban esta incapacidad. En leemos en los periódicos o en los libros de historia de atroci-
esas raras ocasiones, a pesar de la incuestionable existencia dades cometidas por los hombres contra los hombres, sabe-
de otras causas de inhibición, encontré que el miedo al in- mos en el fondo que cada uno de nosotros alberga esos im-
fanticidio, que normalmente da lugar a las fantasías del ni- pulsos
pul sos sa lv aj
ajes
es qu e llev an al as es in at
ato,
o, la to rt u ra y la gu e-
ño, se había visto intensificado por el persistente abuso de la rra»'.
violencia en un medio falto de cariño, el cual suscitaba no Igualmente, en The natural history of aggression, se afir-
sólo el deseo sino también el impulso de matar. En estos ca- ma: «La evidencia psiquiátrica actual no deja lugar a dudas;
so
soss el niño respondía desarrollando sentimientos de enajena- la agresión no es meramente una respuesta a la frustración,
ción y se sentía embargado por un miedo a perder el control es un impulso universal p rofundam ente arra igado »2 »2..
que le hacía inhibir todo tipo de fantasía. Cuando el hombre ha sido comparado por los científicos
con otras especies del reino animal, su posición en la jerar-
Quizás no haya ningún factor que nos enseñe tanto acer- quía moral ha caído hasta lo más bajo. Se ha señalado que el
ca del papel central de la violencia y el miedo a ésta en el
mecanismo de defensa psíquico como su impacto en las fan- hombre no puede competir con la naturaleza pacífica de los
tasías de los niños. Aunque la fantasía defiende por lo gene- otros, que en muchos casos matan para sobrevivir e incluso
ral al niño contra su miedo a ser asesinado, si entra en con- entonces, como en el caso de los lobos, eligen a su víctima
tacto con la violencia real o la amenaza de violencia sin la in- entre los animales que están ya enfermos; más aún, el hom-
fluencia benéfica del cariño, la fantasía puede no ser sufi- bre pe rten
rt en ec e a un a de las po ca s es
espepe ci
cies
es qu e m at a a su s se-
ciente y el niño puede verse forzado a actuar, frecuentemen- mejantes.
te asumiendo una identidad «más segura». Sin embargo, si
la violencia va repetida y persistentemente dirigida contra el
1 Anthony Storr, Hu ma n aggres sion, Nueva York, Atheneum, 1968; Ban-
Anthony Storr,
niño, incluso esas defensas pueden no ser suficientes. Su tam Books, 1970 [La agresividad humana, Madrid, Alianza, 1970].
única solución es entonces la inhibición. Una investigación 2 J.
J. D. McCarthy y J Ebl ing (comp s.), The natural history of aggression,
J.. Ebling
de los antecedentes de las personas que han cometido asesi- Institute of Biology S y m p o s i a, 13, Nueva York, Academic Press, 1964 [Hi sto
natos de verdad indica lo siniestro que puede ser este desa- ria natural de la agresión, Madrid, Sig lo XXI, 5 .a ed., 198
1982].
2].
112 Do rot hy Bloch La pred ispos ición a ma tar 11
113
3

Aunque a primera vista esto puede parecer irrefutable, si de modo que le corresponde a la sociedad cuidar de él aho-
examinamos las condiciones previas que en muchos casos ra, y si no se lo da, él mismo lo tomará. Por lo tanto, robar
pa re ce n se r ne ce sa ri as pa ra qu e las pe rsrson
on as se an cap ace s es algo natural en él. Asesinar es accidental»4.
de matar, encontramos que, aunque parezca una paradoja, A pesar de que también puede haber otros estados emo-
po r lo ge ne ra l no m at an a su s se m ejan
ej an te s. Lejos
Lej os de se r una cionales que lleven al asesinato, en muchos casos la repre-
expresión natural de los impulsos agresivos, el asesinato tie- sión de los sentimientos y la inhibición de la fantasía son tan
ne normalmente una prehistoria que se remonta a la infan- prof
pr ofun
un do s qu e la ac ció n de m at ar qu ed a didiso
so cia da . En el es -
cia y surge de una serie de circunstancias muy específicas. tudio realizado por G. M. Duncan y otros, se informa de un
En mis estudios de los componentes psicológicos de los es- caso: «Cuando le vimos, era incapaz de explicar el asesinato
fuerzos de los gobiernos por dec larar g uerras, especial especialmente
mente de su novia»5. En otro caso, analizado por W. Lindsay Neus
guerras de agresión, así como la investigación tanto de las tatter, un hombre que había asesinado a tres desconocidos
experiencias tempranas de los asesinos como de las raíces en tres localidades distintas sufría una amnesia total acerca
de la violencia en mis propios pacientes, sugieren que por lo de cómo había llegado a esos lugares. Afirmaba que mataba
general antes de que la gente sea capaz de matar, debe pro- por im pu lso y no sa bí a po r qu é se le cc io na ba a un as de te rm i-
ducirse un proceso de enajenación. En este sentido se puede nadas víctimas6. En otro caso, un asesino que afirmaba ser

decirelque,
que a pesar
hombre, en de las apariencias,
realidad, no mata ahay susrazones para creer
semejantes. capaz de borrar de alegó
tara desagradable, su memoria cualquier
la pérdida cosa queantes
de memoria le resul-
del
En su artículo «The attitude of murderers toward death», ju ici o y se neg ó a ha ce r ni ning
ng un a co nfe sió n cu an do le
Paul Schilder explica la actuación del típico asesino joven y interrogaron7. En el caso de William George Hierens, el per-
en general describe sentimientos de enajenación. Schilder sonaje del libro de Lucy Freeman Be Befor
for e I ki ll mo re, todos
more,
afirma: «Es como si la vida y la muerte no desempeñaran un sus asesinatos y asaltos son actos disociados. Después de
pa pe l im po rt an te en el co nt
nten
en id o m an ifie
if ie sto
st o de la vid a psí - dos asesinatos, explica que «se despertó» una de las veces en
quica. Las personas de este tipo matan aparentemente con la el suelo y la otra en una silla. En ambas ocasiones miró a su
misma facilidad con que los niños juegan a matar, y no están alrededor, observó lo que había hecho sin recordar haberlo
más preocupados por su propia muerte de lo que lo están los hecho y simplemente dedujo que lo había hecho8. En su estu-
niños. Parece casi como si estos asesinos "normales”, que por dio Bo rn to raise hell, Jack Altman y Marvin Ziporyn cuentan
otra parte no se adaptan demasiado mal a la realidad, pre- cómo Richard Speck oyó hablar por la radio, mientras estaba
sentaran tendencias infantiles en sus reacciones ante la vida en un bar, del asesinato de ocho enfermeras y comentó al
y la muerte. Se podría decir que matan porque no aprecian hombre que tenía al lado: «Confío en que cojan a ese hijo de
lo que le están quitando a los demás»3. Cuando Manfred put a». Sólo
Sól o cu an do m en ci
cion
on aron
ar on su no m bre
br e se dio cu en ta de
Guttmacher presentaba el caso de Alvin, también describía
un sentimiento de enajenación: Alvin «ve el mundo como un
lugar de privación y lo divide claramente entre "los que tie- 4 Manfred S. Guttmacher, The mind of the murderers, Nueva York, Fa-
rrar, Straus & Cudahy, 1960.
nen” y "los que no tienen” [...] No sentía ningún remordi- 5 G. M. Duncan , S. H. Frazier, E. M. Litin, A. M. Johnso n y A.
A. J. Barro n,
miento a la hora de quitar a "los que tienen” ya que él es «Etiological factors in first degree murder», Jo urn al of the Am er ica n Me di
uno de "los que no tienen”. No cree hacer nada malo, ya que cal Association, 168, núm. 13, noviembre de 1958.

la misma sociedad le ha hecho así. No ha tenido nunca nada, 6 W.


pher Lindsay
Johnson, Neustatter, The mind of the murderer, Londres, Christo-
1957.
7 W. Lindsay Neustatter , «The State of mind in murder», Lanc et, 1, 17 de
3 Paul Schilder, «The attitude of murderers toward death», Ab no rm al abril de 1965, pp. 861-863.
and Social Psychology, 31, núm. 3, 1936, p, 348. 8 Lucy Freeman, Bef ore I ki ll more, Nueva York, Crown, 1955.

114 Dor oth y Bloch La predispo sició n a matr~ 115


115

que era él el asesino y entonces intentó suicidarse. Más ade- víctimas fueron reducidas a una condición despreciable y,
lante afirmó: «Me gustaría saber qué me hizo matar a esas con autorización oficial, se convirtieron en el blanco de to-
mucha chas. ¿Por qué haría un a cosa así?»9.
así?»9. dos los ataques y ridiculizaciones. A pesar de que se usaron
A pesar de que mi intención no es analizar el medio so- todos los medios de propaganda posibles para convencer a
cial y los sistemas de gobierno que engendran el asesinato, ambos grupos del carácter subhumano de sus semejantes,
un examen rápido de los métodos que los gobiernos emplean fue necesario además crear una sensación de diferencia se-
con frecuencia a fin de preparar psicológicamente para la gregando a las víctimas y metiéndolas en guetos. Sin embar-
guerra establece el reconocimiento generalizado del papel go, ni siquiera esto fue suficiente. Hay que decir, en honor de
esencial de la enajenación a la hora de matar. Desde la pri- la raza humana, que el arma final en la enajenación tanto de
mera guerra mundial y la descripción del soldado alemán los alemanes como de los americanos blancos sólo podía ser
como un «huno salvaje», que por lo tanto no podía ser califi- la violencia y la amenaza de ésta. Ya se tratara de los «aman-
cado de humano, hasta el «gook» vietnamita, cuyo estatus tes de los negros» en el sur, a los cuales se les impidió, du-
«subhumano» permitía matarle impunemente, la enajena- rante la época de la esclavitud y también después, educar a
ción ha sido siempre un arma primordial de los gobiernos. lo
loss negros o exp resar cu alquier tipo de so lidaridad con ello ellos,
s,
Quizás por las dimensiones de la matanza prevista, en nin- o de los simpatizantes de los judíos en Alemania, la violación
gún sitio ha sido desarrollado el proceso de enajenación a la de las leyes
leyes destinadas a ena jenar exponía a los «criminal«criminales»es»
escala que preparó el pueblo alemán para participar en el en el mejor de los casos al ostracismo y en el peor a la tor-
holocausto. Dado que Hitler no tenía la ventaja de las dife- tura o la muerte. Los americanos que se negaban a partici-
rencias de color, pelo o estructura facial que facilitaron la pa r en la m at an za de vi et na m ita s es ta b an ex pu es to
toss a ir a la
enajenación de los americanos blancos en relación con los cárcel o al exilio. La compasión y la justicia ya no podían ser
vietnamitas o con los negros de los Estados Unidos, inventó vistas como sentimientos en sintonía con el yo: ponían la vi-
el mito de la raza aria, una raza de amos supuestamente de da en peligro.
ojos azules y pelo rubio superior a todas las demás. La efica- Que quede bien claro que ésta no es toda la historia de la
cia de esta técnica se puede medir por la ceguera de sus se- conversión de los seres humanos en asesinos o cómplices de
guidores con respecto a él y a otros «amos» de la «raza de asesinos. Los luchadores por la libertad que combatieron al
amos». También tuvo mayores dificultades con la inferiori- sistema nazi y nuestros propios hombres en el exilio que se
dad cultural. Dado que los negros habían sido arrancados de negaron a matar «gooks», no menos que los que acogieron
su propia cultura y no se les había permitido participar en con agrado la sanción del gobierno a la puesta en prác tica de
la del hombre blanco, no era demasiado difícil inventar el sus impulsos homicidas, atestiguan la existencia de otros
mito de su incapacidad. También se usó la disparidad entre factores. A pesar de que la luz arrojada por los esfuerzos a
las culturas americana y vietnamita para establecer la infe- gran escala de los gobiernos durante este siglo para prepa-
rioridad de ésta última. Los judíos sin embargo habían parti- rar los asesinatos en masa deja establecida la importancia
cipado como iguales en la vida cultural de Alemania y por lo de los sentimientos de enajenación como condición previa
tanto no podían ser atacados por su nivel de inteligencia. La pa ra qu e un as es in at o sea co m etid
et ido,
o, si qu er em os e n te n d er
cultu ra en sí se convirtió entonces en un estigma. El mariscal po r qu é al gu na s pe rs on as sól
sóloo ne ce si ta n un a seña
se ña l p a ra m a-
Góring decía:
decía: «Cuando oig
oigo
o la palab ra 'c ultu ra' saco la pisto- tar y en cambio otros están dispuestos a sacrificar su vida
la». Tanto con los alemanes como con los americanos, las antes de cometer un asesinato, hemos de volver la vista al
medio familiar. A pesar de que somos ahora más conscientes
9 J. Altman y Marvin Ziporyn, Born to raise hall: (he un tol d sto ry of Ri del papel de la violencia o la amenaza de violencia en la es-
chard Speck, Nueva York, Grove Press, 1967. tructura de nuestra sociedad y ssus us máquinas de guerra, esta-
11
116
6 Do rot hy Bloch l a predisposición a matar 117

mos mucho menos informados acerca del papel que desem- natos más adelante. «En una situación particularmente frus
pe ña n en la vid a ps íq ui ca del ind ivi du o. Au nqu e el pa cien
ci en te irante, su agresión reprimida explotaba y mataban al indivi-
adulto parece con frecuencia estar preocupado sobre todo duo al cual consideraban el principal responsable de su frus-
po r su ne ce sid ad se se nt ir se qu er id o, la co m pl
plej
ejid
id ad de la tració n» ,2
,2..
superestructura psíquica con la que se enfrenta a los de- Las entrevistas con los distintos asesinos establecieron
más está generalmente destinada a defenderle contra su •dn duda alguna la extraordinaria brutalidad a la que habían
miedo a matar y a ser matado. Como sugiere mi investiga- sido expuestos durante su infancia. Gerald Frank en su libro
ción de las experiencias tempranas de personas que han co- l'he Boston strangler, cita a su protagonista: «Vi como mi pa-
metido asesinatos, es necesaria una gran constelación de fac- dre partía los dientes a mi madre y después le rompía uno a
tores, el menor de los cuales no es la enajenación, para que uno todos los dedos. Debía de tener yo unos siete años [...] Mi
el individuo sea capaz de cometer un asesinato. (En este aná- pa dre er a fo nt
ntan
an ero.
er o. Una vez me peg ó en la es pa ld a con un a
lisis no se incluyen los crímenes inducidos por la droga.) cañería. Simplemente no fui lo suficientemente rápido. Nos
Los numerosos estudios de asesinos proporcionan infor- vendió a mí y a mis dos hermanas a un granjero de Maine por
mación sobre sus experiencias tempranas. «Casi sin excep- nueve dólares. Nadie supo lo que nos había pasado durante
ción», informa Guttmacher, «encontramos en su primera in- seis meses. Teníamos que ponernos delante de él, mi herma-
fancia no sólo necesidades económicas, sino también cruel-
dades y miseri as de tod o tip o» 101 . En su estudio de seis con- no Frank[...]
cinturón y yo, todas
Solía las anoches
coger para que
mi hermano nos [...]
Dickie pegara con el
lo levanta-
denados por asesinato de Minnesota (Estado donde no existe ba y lo es tr el la ba co nt ra la pa re d [...
[...]] Mis he rm an as te ní an
la pena de muerte) cuyos padres estaban dispuestos a ser en- siempre los ojos mo rad os »1 »133.
trevistados, los investigadores encontraron un denominador El estudio de Neustatter revelaba que en un caso, en el
común: una «brutalidad implacable por parte de uno de los que un muchacho de dieciséis años había matado a una mu-
pa dr es con la co nf or m id ad del otro».
otr o». En un o de los cas os el jer de se te nt a y dos a cu ch ill ad as , «su m ad re ad m iti ó qu e a
nivel de brutalidad quedó demostrado cuando el padre suje- veces pegaba al muchacho y su padre también "estaba siem-
tó el cuerpo desnudo de su hijo por los pies a la vez que le pre en ci
cimm a de él ” ». El pa dr e, un ex ofici
of ici al del ej ér ci
cito
to «in sis -
golpeaba con el cinturón, dejándolo caer después al suelo de tía en que se sentara en el orinal, si era necesario durante
cabeza. Algunos de los entrevistados habían sido arrojados horas, con lo cual no se mojaba a los nueve meses, y estaba
al otro ex tremo de la hab itac ión 11. entrenado a guardar los juguetes desde esa misma edad». El
A st ud y o f m u rd er de Stuart Palmer establece también niño nunca demostró mal genio, ni se enfadaba, «únicamente
que «los asesinos parecían haberse sentido terriblemente se ponía pálido, apretaba los puños y no decía nada». El mu-
frustrados durante su primera infancia, sufriendo traumas chacho admitía que tenía mal genio, pero que siempre había
durante su nacimiento, enfermedades graves durante la ni- sido capaz de controlarlo y que «si quería podía olvidar cual-
ñez, accidentes, palizas, prácticas severas de aprendizaje a quier cosa que le des agr ada ra» 14.
manos de la madre, frustraciones psicológicas e incidentes En su estudio del mismo título, Guttmacher describía a
traum áticos fu era de casacasa».
». Encontró que había una relación los padres de un joven de veintiún años que había atracado
significativa, positiva y funcional entre la cantidad de frus- un camión de reparto de leche y matado al conductor por re
tración experimentada por los individuos durante su infan-
cia y adolescencia y el hecho de que cometieran o no asesi- 12 Stuart Palme
Palmer,
r, A s tu dy of mu rde r, Nueva York, Thomas Crowell, 1960.
13 Gerald Fr
Frank,
ank, The Boston strangler, Nueva York, New American Li
10 Guttmacher, Mi nd of the mur der er, p. 13. brary, 1966.
11 Duncan
Duncan et ai, «Etiological factors...», p. 1756. 14 Neustat
Neustatter,
ter, Mi nd of the mu rde re r. '

La predisp osici ón a m atar 119


118 Do rot hy Bloch

sistirse. Su padre había sido un atleta muy conocido que no William George Hierens, pone de manifiesto las brutales ex-
deseaba tener hijos, aunque pensaba que podía haber tolera- pe rie nc ia s in fa nt ile s de tod os los pe rs
rson
on aj
ajes
es.. Bill H ie re ns co -
do una niña. Cuando supo que el recién nacido era un niño menzó a robar cuando tenía diez años; al cumplir los trece lo
comenzó a actuar con una crueldad inhumana. Le pegaba arrestaron por cometer diez robos y fue enviado a una es-
siendo un bebé, le quemaba los dedos cuando sisaba a los cuela semicorreccional. A los catorce fue detenido otra vez

tres años, y se negó a ir en el mismo coche que él cuando fue po r cosiendo


siete, m et er nu eve rob os
entonces os.
. Fi na lm
acusado deentres
te loasesinatos
c ogi ero n, ya los
dos di
diec
ec i-
asal-
lo suficientemente mayor como para ser llevado a casa de su
abuela. Antes de que comenzara a ir al colegio, se escapó tos. Los sentimientos de enajenación de los cuales hemos ha-
una vez mientras le pegaba y a partir de entonces le ataba bla do an te s te ní an un a di diná
ná m ic a cl ar am en te def ini da. El pa -
siempre antes de pegarle. Su madre amenazó con suicidarse dre de Bill, un «hombre gigante» trabajaba media jornada
cuando él tenía nueve años si no se reformaba, y se cortó las pa ra la po lic ía de Lin coln , de sp ué s de qu e su neg oci ocioo qu e-
venas unos años más tarde en protesta contra su mala con- b ra ra du ra n te la De pre sió n, y tr as un a épo ca de tr a b a ja r
ducta. irregularmente encontró empleo en la Carnegie Steel Corpo-
En otro caso, un hombre de treinta años que había mata- ration, donde ocupaba un puesto comparable al de sargento
do a su novia con un hacha había sido «el blanco de la ma- de policía. Siempre tuvo un rifle y Bill le había visto usarlo
yor brutalidad posible por parte del padre». En otro caso contra ratas y gatos. Aunque los dos padres habían nacido
distinto, narrado en el mismo estudio, un hombre de veinti- en América, sus familias provenían de Luxemburgo y habla-
siete años que había estrangulado a su novia y era incapaz ban alalem
em án en tr e ello s. Bil
Billl es tu di ó ale má n pa ra «s ab er de
de explicarlo declaraba: «Mi madre me odiaba desde el día qué hablaban». Después de su última detención a los dieci-
que me concibió [...] Me ha estado castigando desde entonces siete años, al registrar la policía su habitación encontró es-
[...] Me acuerdo de todas las palizas que me ha dado. Ella es pa rc id as fo to gr af ía s de H itl er , Gór ing, Goe bbe ls, Sc ha ch t y
feliz ahora que ha destruido mi vida para siempre». Decía otros nazis, dos rifles y la porra de su padre.
que era mala; lo había intentado ahogar y le había pegado La severa educación de Bill queda demostrada por la his-
tan fuerte con la duela de un barril que le había dejado lleno toria de cómo fue entrenado para usar el orinal, cosa que su
de moraduras y sangrando. Solía decirle: ¿¡Qué habré hecho madre consiguió hacer antes de que cumpliera un año. A los
yo para que Dios piense que me merezco tenerte!». Constan- ocho meses ya no mojaba la cama por las noches. Su madre
temente menospreciaba a su marido y destruía toda buena le castigaba, al igual que su padre, usando un cepillo del pe-
opinión que el muchacho tuviera de él. Su propio padre la lo. La historia de la madre deja ver que sufría de histeria de
había abandonado cuando tenía cinco años, y durante toda conversión y que durante distintos períodos pasaba por lo
su infancia otros la habían acusado de ser ilegítima. No esta- que ella describía como «tetania», una tensión en los dedos
ba pe rm itid
it id o ha b la r de su pa dr e. El la no te ní a ni
ning
ng ún se nt i- de las manos y de los pies. En una ocasión estuvo paralizada
miento de culpabilidad. Durante la entrevista afirmó que se de la cintura para arriba; en otra, su cara quedó paralizada y
tuvo dificultades para respirar. Cuando Bill tenía siete años
sentía feliz de que su hijo estuviera en la cárcel y que espe-
sufrió una depresión nerviosa profunda. Después de un acci-
raba que no le dejaran salir n un ca 151 .
6
El estudio de Lucy Freeman y el doctor Wilfred C. Hulse, dente, cuando Bill tenía nueve años, en el que se quedó atra-
pado en el m al et er o de un coc he d u ra n te va rias
ri as ho ra s sin
Children who k il lXb, al igual que el libro de Freeman sobre
que le encontraran, su madre tuvo pesadillas en las cuales
bu sca ba da nd o vu el
elta
ta s con el coc he y si
siem
em pr e lo en co nt ra ba
15 Guttmacher, Mi nd of the mur der er. muerto y ya descompuesto. El padre de Bill decía que ella
16 Lucy Freeman y Wilfred C.C. Hulse, Children who kill, Nueva York, prefe
pr efe ría al hij o me no r.
Berkley Medallion Books, 1962.

120 Dor oth y Blot h I a predi sposic ión a ma tar 121

El terror que Bill sentía hacia su padre queda demostra expresar su agresividad interior». Describe a un asesino co-
do por sus recuerdos de un incidente que ocurrió cuando el mo «callado, educado, disculpándose repetidamente por sus
tenía nueve años. En un día caluroso de verano, mientras ju crímenes, un hombre extraordinariamente limpio y ordena-
gaba en un parque en el que su padre estaba trabajando, do». Este hombre había estrangulado a cuatro mujeres. En
agarró la barra metálica de un columpio sin darse cuenta do otro caso, el hombre que había matado a dos mujeres era
lo caliente que podía estar, y al soltarla rápidamente se cayó «un joven alto, apuesto, de unos veinte años, con el pelo cla-
y se rompió el brazo. Entonces se sentó durante media hora, ro, de apariencia atractiva, inteligente, que hablaba suave-
él solo, intentando arreglarse los huesos rotos. «Como si hu mente y que, incluso después de ser acusado del segundo
bi er a ro to un ja rr ón », co m en ta ba . «I nt en ta ba re p ar ar lo an asesinato, de mo stra ba poca em oció n»1 n»199.
tes de que me castigaran por haberlo roto». Finalmente, una Aunque yo me había dado cuenta de que la inmersión en
señora lo encontró y lo lle llevó
vó hasta do nde esta ba su p ad re 17. la fantasía y su representación, al igual que su exclusión, pa-
La inhibición de los sentimientos, con lo que esto implica recían reflejar un extraordinario aumento del terror, hasta
—la in hib ici ón de la fa nt as ía —, ap ar ec e en to do s los es tu - que no traté a varios niños incapaces de crear fantasías o re-
dios hechos sobre la personalidad de asesinos y los relaciona pr es en ta rlas
rl as no qu edó clclar
aroo que los dos ex tre m os se pr od u-
con los niños tratados por mí. En su monografía: «Undercon cían por dinámicas similares. Sin embargo, tan pronto como
trolled and overcontrolled personality types in extreme anti- exploré la relación entre esos fenómenos y el medio familiar
social aggression», Edwin I. Megargee encontraba: «En to- específico que los causaba, fui consciente de que los factores
dos los casos, el delincuente extremadamente agresivo resul- decisivos parecían ser el grado y la calidad tanto de la vio-
ta ser una persona bastante pasiva sin historial previo de lencia como del cariño que los niños habían experimentado.
agresiones [...] En esos casos el homicidio no era una agre- Nin gun o de mis pa ci en te s in fa nt ntile
ile s que es ta ba n do mi nad os
sión más en una persona que siempre hubiera mostrado un por un a fa nt as ía o que la ha bí bían
an vivido
vivi do con pe rs is te nc ia se
control insuficiente sino más bien un acto poco característi- habían visto a sí mismos como víctimas de la violencia en
co de una persona que siempre había mostrado un grado de una atmósfera paterna falta de cariño. En la mayoría de los
control extraordinariamente alto». Y añade: «la persona ex- casos, su miedo al infanticidio había sido reforzado por el
tremadamente agresiva es a menudo un individuo comedido, hecho de haber presenciado escenas de violencia o por el de
resignado, que entierra su resentimiento bajo un control rí- haber sido el blanco ocasional de ésta en un medio donde la
gido y frá gil »1»188. Freem an, en sus ob serv acion es so bre Bill esperanza de ser queridos no había desaparecido por com-
Hierens, señaló su «miraba impasible, voz suave y controla- pleto.
plet o. M ie ntntra
ra s qu e los niñ os con es te tip o de me dio fa m iliail ia r
da, aparente obediencia a la autoridad y sensación de gran daban la impresión de sentirse abrumados por el miedo a
po de r y vio len cia re pr
prim
im id os
os».
». De la m ism a for ma , W. Lind ser asesinados y por su necesidad de justificar los sentimien-
say Neustatter opina: «El asesinato es el peor crimen posi- tos destructivos de su padres, los niños que eran receptores
ble, y sin em ba rg o, en co nt ra de lo qu e el pú bl ic o pie nsa , la de una violencia persistente en un medio familiar hostil pa-
tragedia es que lo comete gente apacible con un carácter recían frecuentemente preocupados no por el miedo a ser
hasta ese momento impecable [...] Los dóciles y apacibles asesinados o por el deseo de matar ellos a su vez, sino por el
pu ed en re s u lt ar m ás pe lig ro so s que los que son ca pa ce s de miedo a sentir el impulso de matar y a perder el control de
sí mismos. Por lo tanto, no se podían arriesgar a dar rienda
suelta a sus sentimientos a través de la fantasía o el juego.
17 Freeman,
Freeman, Bef ore / kill more, p. 133. A pesa r de haber enco ntrado diversos grad os de resisten
18 Edwin I. Megargee,
Megargee, «Undercontrolled
«Undercontrolled and overcontrolled personality
types in extreme antisocial aggression», Psychological Monographs, 80,
núm. 3, 1966. 9 Neustatter
Neustatter,, Min d of the mur der er, p. 37.

122
Do rot hy Bloch
La predispos ición a matar 123

cia a la fantasía en ios niños que traían a mi consulta, la in-


hibición más llamativa fue la de Joan, quien se negaba tanto una roca que ha bía en el camino de dell paseo favorito de su ma-
a jugar como a ten er fantasí
fantasías;
as; a sus cuatro años y medio és- dre en el parque. Cuando la madre de Joan me vio sin que su
te era un fenó
fenómeno
meno verdaderamente extraordinario. D urante marido estuviera presente, me confesó que se sentía preocu-
pa da p o r su co n st an te de se o de m a ta r a Jo an . Ella El la es la m a-
toda
de susu primera
madre sesión se mantuvo
y protestando con voz sentada en que
llorosa de el sofá al lado
se aburría. dre citada en la introducción, que me contó que Joan era
Si por casualidad conseguía interesarla en algún juego o ac- pl en am en te co ns ci en te de los se nt im ie nt os de su m ad re tr a s
tividad, lo dejaba tan pronto como se complicaba. Al igual un incidente mientras nadaban, cuando Joan decía: «Mi ma-
que el insomne que lucha incansablemente contra el sueño má en realidad me quiere; no intentó ahogarme; fue un acci-
dente».
p
paa ra no su m er gi rs e en el in co ns ci en te y a rr ie s g a rs e a en fr en -
tarse a sentimientos o deseos prohibidos» Joan no se atrevía Al poco tiempo fui testigo de cómo la madre se dejaba lle-
a sumirse en un medio que podía revelar lo que era inaguan- var parcialmente por su obsesión. Cuando Joan dijo que le
table para ella. Dado que el juego lleva a la fantasía y por lo gustaría mirar la calle desde la terraza, durante su primera
tanto al inconsciente, ella se defendía mediante la inhibición sesión, antes de que yo pudiera indicar desde donde podía
de toda actividad. Esta actividad en particular se reveló tan hacerlo cómodamente, la madre la cogió y la asomó por el
pr o nt o como
co mo se sint
si nt ió lo su fici
fi ci en te m en te se gu ra d en tr o delde l p
paa ra p et o de ta l fo rm a qu e no ha bí a na da en tr e ellael la y la calle
ca lle
tratamiento como para atreverse a correr riesgos. Entonces, más que el vacío. Joan abrió la boca y se puso pálida. Queda-
cogió una marioneta, me dio a mi otra y sesión tras sesión se ba bi en cl ar o ququee al tr a e r a Jo an p ar a se r tr a ta d a , su m ad re
dedicó a los más violentos combates. La intensidad de los a la vez estaba buscando protección contra sus propios im-
sentimientos —o impulsos— homicidas que habían hecho ne- pu ls
lsos
os , ta nt o p a ra Jo an co mo p ar a ell a mimismsm a.
cesaria una represión tan extraordinaria se reveló entonces En el caso de Alan, de seis años y medio, al cual trajo su
no sólo en su dificultad de limitar su violencia a la marione- madre a la consulta porque se pasaba en casa todo el tiempo
ta, sino también en la expresión de odio intenso que su for- «sin hacer nada», encontré manifestaciones similares de una
ma de jugar expresaba inevitablemente. dinámica similar. Aunque el padre de Alan aparentaba ser
La dinámica que le llevó a tener miedo de jugar y dejarse pa
pasiv
siv o e in di fe re nt e, su m ad re co nf es ó qu e ella
el la no po dí díaa co n-
trolar sus sentimientos violentos hacia Alan y continuamen-
llevar
liberadospor quedó
la fantasía y los impulsos
rápidamente que podían
establecida. ser entonces
Sus padres, altos, te le maltrataba tanto de palabra como físicamente. En uno
de buena presencia y de unos treinta años, habían decidido de los primeros dibujos que Alan consintió hacer representó
b
buu sc ar ay ud a po rq ue ca da vez les re s u lt a b a m ás in to le ra b le a los tres con cuerpos alargados, brazos enormes y manos
como picos, a las que llamó «pegadoras» y pies grandes a los
su llorosa pasividad y también porque se habían alarmado
ante el informe que la profesora del jardín de infancia les que llamaba «patadones». Después de varios meses de muy
había dado sobre la inmadurez de Joan y su opinión desfavo- po ca ac tiv id ad , rev eló se r co ns ci en te de los im pu ls lsos
os qu e los
rable a que entrara en un colegio. Los dos aparentaban una sentimientos violentos de su madre estaban provocando,
cam aradería que malamente escondía tanto su agresión sub- cuando dijo durante una de las sesiones: «Mi madre está in-
tentando que me convierta en un asesino». La razón princi-
yacente como la falta real de preocupación por su hija.
pa l po r la qu e se qu ed ab a «sin h ac er na da » e in hi hibí
bí a cu al -
En un principio reaccioné a sus informaciones con un va-
quier tipo de fantasía y de juego, era aparentemente inmovi-
go sentimiento de confusión que pronto se convirtió en sor-
lizarse y así evitar matarla.
pr es a cu an do me di cu en ta de su ve rd ad er o si
sign
gn ifi
ifica
ca do . Des -
Dos factores cuya importancia como condición previa pa-
cribieron la negativa de Joan a hacer cosas «sencillas» como
ra que se cometan homicidios es manifiesta, tanto en la pre-
subir por una escalera de mano, o descender desde lo alto de
pa ra ci ón po r los go bi er no s p a ra co m et er as es in at os en m as a

Doro thy Bloch La predisposición a matar 125


124

como en los casos individuales, aparecían con gran claridad Cuando vi a Louis por primera vez, recordé el comentario
en el caso de Louis, un niño de doce años, al cual trajeron a de su padre de que había nacido «arrugado como un viejo».
mi consulta probablemente porque no estaba funcionando al Era alto para su edad, delgado y de tez clara, con el pelo ru-
máximo de su capacidad. Después de varias sesiones con él y bio y liso y los ojo s azu les.
les . A pa rte de su in m ad ur ez físfísica
ica , no
sus padres, quedó claro que la incomprensión por parte del tenía ninguna de las cualidades generalmente asociadas con
pa dr e de la ne ce sida
si da d de ay ud a de Lo uis re flej
fl ej ab a un des eo el concepto de «niño». Nunca le vi reír o sonreír, y no puedo
no sólo de reducir su gravedad, sino también de negar su na- recordar una sola comunicación que pudiera calificarse de
turaleza. La enajenación expresada en la depreciación de la espontánea. Su exclusión absoluta de todo sentimiento pro-
po sib le víc tim a y de las po sibl
si bles
es co ns ec ue nc ia s del cr im en ducía una sensación de muerte y de asesinato fríamente cal-
tomaron un carácter escalofriante cuando Louis me confió culado.
en términos fríos y desapasionados su convicción de que su La preocupación principal de Louis era su madre. Aun-
madre no merecía vivir. que aludía a varios incidentes en los cuales su madre le ha-
Los padres de Louis estaban separados y no venían a las bía
bí a ti ra do co sa s y le ha bí a ac er ta do , o le ha bí a pe ga do con lo
sesiones juntos. El padre era abogado, un hombre corpulen- que tuviera a mano, no tenía ninguna explicación para la
to, con una mata de pelo fuerte y rizado; la madre, que era tensión
ba que
co nv en cidsentía
o de qusiempre
e er a peque
lig roestaba enaz
sa y c ap sudepresencia. Esta-
m at ar a él y a
también alta, pero rubia y delgada, era pintora. Aunque te-
nían personalidades contrarias, la violencia era el tema cen- su hermana como medio de vengarse de su padre. La mayo-
tral para los dos: el padre muy controlado, callado y calcula- ría de la gente era «normal» como su padre, pero la gente co-
dor; la madre histérica, emocionalmente superficial y cons- mo su madre debería ser eliminada para mejorar el mundo.
tantemente actuando. El padre me informó de que tanto Era mala y merecía morir. No dudaba de que si se pusiera
Louis como su hermana, que era dos años menor, habían na- furioso la mataría; le golpearía la cabeza. Cuando le pregun-
cido sin ser planeados pero habían sido aceptados a pesar de té por las posibles consecuencias para él, me aseguró que co-
que habían cambiado tremendamente la vida de sus padres. mo era menor no podía ocurrirle gran cosa. Lo peor que po-
Describió las relaciones entre Louis y su madre como día pasarle era que le metieran en un reformatorio hasta que
«monstruosas». Ella prefería sin lugar a dudas a su hija cumpliera veintiún años, y me aseguró que bien merecía la
Mary,, quien tenía un gran talento para la música, siendo co
Mary conn pe na li b ra r al m un do de ella.
ell a. Te níníaa un a ra zó n p ar a ha ce rlo ,
frecuencia centro de alabanzas y admiración. Louis vencía y esto lo justificaba todo. Había extendido este «razonamien-
sus celos negándolos y disociándolos y proclamando su preo- to» al mundo entero y también había concebido un sistema
cupación porque su madre «arruinara» a Mary. p ar a «p ur ific
if ic ar»
ar » a la soc ied ad . La so lu ció n er a ju n ta r a to -
Mi impresión de que el padre ocultaba más de lo que ha- dos los malos en un lugar y suprimirlos. Si eso se hacía en
bí a re ve la do se vio co nf ir
irmm ad a cu an do la m ad re d ur an te su cada generación, pronto tendríamos el tipo de personas
pr im er a ses ió n af ir
irmm ó que Lo uis se co m po rt ab a fr ec ue nt e- apropiadas. El parecido con la ideología nazi era tan marca-
mente de forma muy alarmante. Había comprado en secreto do que no me sorprendió enterarme de que era un admira-
hacía un año unos productos químicos con los que había dor de Hitler, el cual también había «matado por una
pr ov oc ad o va ri as ex pl
plosi
osi on es,
es , un a de las cu al es ha bí a tira
ti ra do razón».
pa rt e de un a pa re d. Ta m bié n ha bí a pu es to un a ce rill
ri llaa en ce n- A pesar de que Seth, que tenía catorce años, no era tan
dida cerca del pelo de Mary, y por suerte sólo había conse- inteligente como Lou
inteligente Louis,
is, su personalidad era extrañamente si-
guido chamuscarla. Para la madre era muy difícil convivir milar. Lo trajo a laconsulta su tía, quien lo había rescatado
con Louis y reconocía que perdía el control cuando la provo- de los malos tratos de su madre unos años antes, llevándose
caba y que entonces le pegaba. lo a vivir con ella. Ahora se sentía incapaz de controlar su

126
126 Dor oth y Bloch La predisposició n a ma tar 127

comportamiento delictivo y temía tanto por su futuro como desagradable encontraban salida inevitablemente durante la
po r el de ella
el la mi sm a. Se th no ha bí a co no cido
ci do a su pa dr e, y cena en la persona de su hijo mayor, el cual, para colmo, re-
su recuerdo más vivo de su madre era el de ser pegado repe- cordaba al padre a un hermano mayor suyo al que odiaba.
tidamente en la cabeza con el tacón del zapato. No solamen-
te era alto y delgado al igual que Louis, sino que también da- Ese lo
dre ritoodiaba
diario yque habíamatarlo,
quería convencido a Donald
explotó con talde intensidad
que su pa-
ba la im pr es ió n de qu e cu al qu ie r ve sti gio de se nt im ie nt o h a- aquella aciaga noche que le hizo perder toda esperanza de
bí a de sa pa re ci do ex ce pt
ptoo la ra bi a qu e se ha bí a ac um ul ad o que ocurriera un cambio y pudiera ser querido con el tiem-
con los años y que había transformado su cara en una más- po. La ún ic a so luc ió n pa re cí a se r el su ici di dio.
o.
cara sin expresión. Aunque Louis había reducido a su madre La primera vez que vi a Donald me sorprendió su forma
y a otras personas «malas» como ella a una condición que de andar, como los simios, y el aire de cínica autonegación
les hacía candidatos para el exterminio, admitía otra catego- que expresaba, principalmente a través de la extraña sonrisa
ría de personas «normales», como su padre, a las cuales se defensiva. Como ya había notado en otros casos en los cuales
les permitía vivir. En el caso de Seth, sin embargo, el senti- los niños habían sido víctimas de la violencia, Donald evita-
miento de enajenación era completo. Daba la impresión de ba la fa nt as ía , pe ro a re ga ña di en te s ac ep tó ju g ar a un ju eg o
no querer ni esperar ser aceptado o aprobado y de no sentir de mesa cuyas reglas manipulaba de tal manera que siempre
ninguna inhibición a la hora de cometer actos antisociales. pe rd ía . N un ca ha bí a en co nt ra do yo un in te ré s ta n gr an de en
Creo que se sentía distinto, como si fuera de otra especie, y pe rd er , y en un pr in ci pi o lo tr a té ve rb al iz an do re pe ti da m en -
que por lo tanto podía matar con impunidad. te lo afortunada que era de haber encontrado por fin un ju-
La dinámica que aparecía tan claramente en los casos de gador que estuviera resuelto a perder. Sin embargo, poco a
Louis y Seth se vio corroborada por Donald quien vino a mi po co hic e sa b er po r mi s co m en ta ri os qu e po dí díaa a se g u ra r qu e
consulta cuando tenía siete años y medio porque había in- si Donald quería g ana r alguna vez vez.. era muy capaz de hacerlo .
tentado suicidarse. A pesar de que sus padres lo habían en- Y no pasó mucho tiempo antes de que respondiera y comen-
contrado a tiempo, vinieron a verme sobre todo para asegu- zara a jugar en serio. De nuevo me di cuenta de que no está-
rarse de que eso no había sido un signo de que algo iba ver- ba m os ju ga nd o de un a fo rm a co rr ie nt e. El as es in at o se p al -
daderamente mal. Su madre, una mujer delgada, de pelo os- pa ba en el am bi en te y de cid í in cl ui rlo
rl o d en tr o del co nt ex to
curo y extremadamente abstraída, escondía su agresión tras del juego como si fuera una lucha a vida o muerte y él estu-
una fachada de notable modestia. Aunque el padre parecía viera decidido a «destrozarme», «matarme» y «destruirme»,
un hombre con gran control de sí mismo, la línea tensa de su pa la br as qu e yo us ab a lo m ás a m en ud o po sib le p ar a a yu d a r-
mandíbula y rigidez de de su porte no dejaban lug ar a dudas so- le a dar expresión verbal a la agresión que había dirigido
br e el pr ec io de es
esee co nt ro l. P ar a los do s h ab ía sid o un golpe
gol pe contra sí mismo y que había invadido la musculatura de su
tremendo el intento de suicidio de su hijo, y aunque intenta- cuerpo dándole esos movimientos parecidos a los de los si-
ron disminuir la gravedad de la situación, después de que mios. Le gustaba mucho usar esos términos, pero pronto se
hube sugerido que sin lugar a dudas indicaba que necesitaba hizo patente que encontraba la verbalización demasiado li
ayuda, comenzaron a buscar las causas que podían haber mitada. La primera señal de que habíamos entrado en una
pr ec ip it ad o la ac ció n, es ta nd o los do s de ac u er do en qu e la nueva fase en la que la actuación era su modo de comunica-
violencia del padre debía haber sido un factor. ción preferido apareció cuando empezó a tirar mi ficha cada
Según parecía —hacía tanto tiempo qué ninguno de los vez que pasaba cerca de ella. Aunque no tenía forma de sa-
dos podía recordarlo—, Donald había sido todas las noches el b er a dó nd e po dí a llev
ll ev ar to do est o, lo to m é co mo un sig no in-
bl an co de los vi viole
ole nto s at aq ue s de su pa dr e. La s f ru st ra ci on es quietante e insistí en que se expresara únicamente con pala-
acumuladas durante todo el día por el padre en un trabajo br as . A m ed id a qu e su s se nt im ie nt os ag re si
sivo
vo s se libe
li be ra ba n,

128 Dor oth y Bloch La predispos ición a ma tar 129

esto se hizo cada vez más difícil y las partidas resultaron de- control poco corriente que aparentemente caracteriza a la
masiado frustrantes. Dejó de jugar por completo y se entre- mayoría de los asesinos. De la misma manera, los sentimien-
gó al honwcidio con todo ardor. Me informaba con toda cal- tos de enajenación que parecen ser el resultado de los malos
ma que deseaba matarme, y dedicaba toda la sesión a este tratos persistentes en un medio hostil, y que parecen ser
pr op ós ito . Mi ta re a en tonc
to nc es fue ob lig ar le a ve rb al iz ar y p re - aceptados universalmente como instrumentos esenciales en
venir la actuación. Como no quería de ninguna manera per- la preparación psicológica que los gobiernos usan para ma-
derse las sesiones, mi problema era manejable. Me hice muy tar en las guerras de agresión, aparecían no sólo en muchas
exigente en mis órdenes y le avisé que cualquier violación de de las personas que realmente habían cometido asesinatos,
las normas significaría el fin de las sesiones. Sabía que en sino también en tres de los cinco niños analizados aquí. En
un principio encontraría tales restricciones intolerables y dos de los casos, los niños verbalizaron su convicción de que
cuando por error le permití romper varios kleenex, lo inter- posib
po sib les vícti
ví ctim
m as «no m er
erec
ec ía
íann vivir»
vivir».. El te rc er o se co ns ide-
id e-
pr et ó rá pi da m en te com o un signo
sig no de de bi lid ad y com enz ó a raba a sí mismo fuera de las leyes de la sociedad humana.
disparar dardos con puntas de goma a pocos centímetros de En todos ellos, el grado de represión que desembocó en la in-
mi más
ve cabeza. Después
remedio quedecogerlo
ignorarpersonalmente
mi advertenciayuna vez, no
sacarlo de tu-
la hibición de toda fantasía parecía proceder, no del deseo, si-
no del impulso de matar y del miedo a perder el control. La
habitación. Otra vez, cuando se empeñó en no cerrar la puer- inhibición de la fantasía, que sirve como defensa contra los
ta de mi despacho cuando se iba, hube de amenazarlo con malos tratos persistentes en un medio hostil, puede sugerir
cancelar la próxima sesión si no me obedecía. No pudo resis- po r lo ta nt o un a pr ed is
ispo
po sic ión
ió n a co m et er as
ases
esin
inato
ato s.
tir ese reto y tuvo que sufrir el castigo prometido. Estos dos
incidentes fueron suficientes para imponer el control y eli-
min ar sus actuaciones. A pa rtir de entonces, dedicó todas todas
sus sesiones a verbalizar su deseo de matarme.
Al igual que Louis con su madre, Donald comenzó a argu-
mentar reiteradamente, con toda la lógica de la que era ca-
paz, y con un de sp re ci cio
o que
qu e me re co rd ab a el co nc ep to de
«gook» y «huno», que yo no merecía vivir. Al mismo tiempo,
y al igual que Louis, dejó bien establecida su inmunidad al
castigo por su condición de niño. A lo más, me dijo, le im-
po nd rí
rían
an qu inc e años
añ os po r su crim
cr im en , lo cu
cual,
al, co ns ider
id er an do
que se habría librado de mí, bien merecía el riesgo.
Por supuesto, sólo podemos especular si estos niños har
br ía n o no co m etetido
ido as es in at
atos
os má s ad elan
el an te. El hech
he cho o de
que los trajeran a la consulta ya indica un grado mayor de

cariño que los


Con todo, el demostrado
malos tratospor los estaban
a que padres de asesinoshabitual-
expuestos reales.
men te y el amb iente hostil en el que vi
vivían
vían eran muy sim ilares
a las experiencias infantiles de las personas que verdadera-
mente han cometido asesinatos.
La extraordinaria inhibición de sentimientos y fantasías
que encontré en todos ellos recuerda también el grado de

i hi
hi caso de a utism o infantil 131
7. LA IN HI BI CI ON DE L
LA
A FANTASIA: UN CASO DE
AUTISMO INFANTIL nidad de «no saber» que dominaba todas las áreas de funcio-
namiento y escondía lo que, a mi modo de ver, era una inteli
U<*ncia no rm al. A pes ar de que el au tism o in fan til es m ás re
«onocible, comparte con otras formas de esquizofrenia el
•Icscontento aún imperante sobre su causa y curación.
Las razones
razones po r las que la esquizofrenia es tan co nfusa se
der
deriva
ivann no sólo del carác ter m istificador de los síntomas, si-
no también de la comprensible renuencia a admitir que esos
Intomas, por terribles que puedan parecer, son defensas y
que aquello contra lo que defienden puede ser el terror y el
Cuando nos enfrentamos con la sintomatología del autismo miedo a matar y a ser matado. El cuadro de los síntomas no
infantil, nos encontramos con un cuadro todavía más des* pare ce se gu ir un a p au ta es pe ci al ni te n e r un a co ne xió n co conn
concertante que el que se presenta en otras formas de esqui la lógica o la razón. Entre sus variantes encontramos una
zofrenia. Aunque la esquizofrenia está dominada general renuencia absoluta a la realidad y al mundo de las relacio-
mente por la fantasía, el autismo infantil se distingue por lo nes humanas, a veces una regresión a un estado infantil, una
que parece ser una inhibición absoluta de la fantasía y los confusión interna caracterizada por una serie de expresiones
sentimientos y por unas compulsiones y ritos que parecen a que van desde una total mudez hasta una explosión constan-
menudo incomprensibles hasta que examinamos su probable te, una ira tan grande que su control absorbe todas las ener-
función. Como ya había descubierto en otros casos donde los gías del paciente, y una extraordinaria sensibilidad.
niños recurrían a controles rígidos y no se permitían tener La continua aversión a admitir la presencia de factores
fantasías, el objeto de sus defensas parecía frecuentemente ambientales en la génesis de la esquizofrenia se puede acha-
ser el manejo, no sólo de los sentimientos violentos, sino car a los sentimientos de culpabilidad y vergüenza que toda-
también de los impulsos violentos. Aunque pueden existir vía envuelven las relaciones padreshijos. La negación de la
también otras dinámicas, esos niños habían estado expues- conexión entre las enfermedades emocionales de los niños
tos a la violencia o a sentimientos mayormente violentos, y y sus respuestas al trato de los padres, que dominó las pri-
con frecuencia habían sido blanco de ella. En el caso de meras etapas del pensamiento psicoanalítico, en ningún sitio
Joey, que analizaré ahora, su comportamiento estereotipado es tan evidente como en el estudio de la esquizofrenia. Los
me llevó a la conclusión de que la violencia simbólica que le bi
bien
en in tenc
te nc io
iona
na do s «d ef en so res » de los pa dr es , al ne ga r el p a -
ocupaba constantemente representaba un término medio en pel de és to
tos,
s, ha n co ns eg ui do ún ic am en te au m en ta r en m u -
tre un impulso irreprimible de matar y una necesidad igual- chos casos la represión de los sentimientos y la exacerbación
chos
mente poderosa de represión. del conflicto. Es fácil entender que, para escapar a la carga
A pesar de los adelantos de las técnicas modernas, me- insoportable de esos sentimientos, muchos padres encuen-
diante las cuales ha quedado establecido desde hace algún tran alivio
alivio en la idea de que sus hijos sufren una enferm edad
tiempo que la esquizofrenia es reversible y curable, todavía congènita e incurable, en la cual no han desempeñado nin-
hay una gran confusión acerca de las causas y de la cura- gún papel. Si admitieran la posibilidad de una curación, ten-
ción, y también acerca del diagnóstico, particularmente en el drían inevitablemente que enfrentarse a la probabilidad de la
caso de los niños. En una visita a una escuela para retrasa-
causa.
dos mentales, me llamó la atención el gran número de niños La expresión más intensa del dolor sufrido por los padres
que sospeché que eran esquizofrénicos y no retrasados. Tam- de niños esquizofrénicos que he encontrado fue la esperanza
bi én tr a je ro n a mi co n su lta
lt a a un niño
ni ño con
co n el di ag nó st ic
icoo de re - de una madre, dada a entender sin palabras, de que declara
trasado mental que durante el tratamiento reveló una nece

13
132
2 Doroth y Bloch 13
133
3
Un caso de autismo infantil

ra a su hijo esquizofrénico, una enfermedad que para ella no atención de un número creciente de investigadores, entre los
tenía causa ni curación. Cuando después de varias sesiones que encontramos a Leo Kanner4, a quien debemos su descrip-
de diagnóstico le indiqué que pensaba que su situación po- ción del autismo en la primera infancia, Beata Rank5y Loui-
día ser detenida e invertida mediante un tratamiento psico se Despert6.
analítico incluyendo un replanteamiento de su forma de tra- A mitad de camino entre los que hacen hincapié en las
tar al niño, se fue de la consulta y no volvió en varios años. causas biológicas y los que atienden principalmente a sus
Claramente, prefería pensar que su hijo no tenía cura a reco- orígenes psicogénicos, está el trabajo de P. Bergmann y E.
nocer que podía tener una parte en su enfermedad. Como en Escalona, cuyos estudios sobre la sensibilidad poco corrien-
este caso, únicamente si se puede ayudar a los padres z te de ciertos niños muy pequeños que más adelante se con-
aceptar la relación entre la naturaleza posiblemente traumá- vierten en psicópatas les hicieron volver al concepto de
tica de sus propias experiencias infantiles y la influencia de Freud de «aparato perceptivo de nuestra mente», que «cons-
éstas en su capacidad de desempeñar el papel de padres es ta de dos capas: una barrera exterior protectora contra los
po sib le qu e lle gu en a en te nd er las re ac ci on es de sus hijos
hij os y estímulos, cuya tarea es disminuir la fuerza de éstos, y otra
amo ldarse a sus necesidades. ^ superficie detrás de ésta que es la que recibe los estímulos».
Dado que muchos investigadores están convencidos de A la creencia de Freu d de que «e «ell yo
yo crece, como si dijéra-
que la esquizofrenia es incurable, buena parte de la contro- mos, en lugar de la barrera protectora original, y es el único
versia sobre el tema se ha centrado en la cuestión de la diná- que protege»7, ellos añaden la idea de que «la barrera pro-
mica. Los estudios de F. J. Kallmann sobre gemelos esquizo- tectora continúa funcionando a lo largo de toda la vida del
frénicos le han llevado a creer que una persona no nace sien- individuo, mientras que el yo refuerza esta protección». Pro-
do maniacodepresivo o esquizofrénico, pero sí tiene una ponen que , de bido
bi do a la del gad ez de la b a rr e ra pr ot ec to ra , o
pr ed ispo
is po si ci ón ge né tica
ti ca a re ac ci on ar de esa
es a m an er a a unos debido a un fallo en la protección materna, el niño ha de re-
estímulos que necesitan la crisis; en otras palabras, que tie currir a la formación de un yo, el cual, cuando se deteriora,
ne una predisposición a esa condición que, sin embargo, se pos ibl em ent e com o co ns ec ue nc ia de un trau
tr au m a, ha ce qu e
gún Kallmann, puede ser preve nida y cur ad a1 a1.. Bende r la ddes
es aparezcan los síntomas psicóticos8.
cribió como «un retraso en el desarrollo a nivel embriona Este concepto ha sido desarrollado todavía más por el
rio»12 y administró tratamiento de shock a estos niños. El doctor Hyman Spotnitz, cuya interpretación de los proble-
concepto de «psicosis simbiótica» de Margaret S. Mahler ha mas inherentes al proceso esquizofrénico le llevó a formular
ce hincapié en la vulnerabilidad constitucional y la predispo
sición al desar rollo de la psicos is3. is3. Los factore s psicodinámi
4 L
L.. A
A.. Kanner, «Early inf antile au tism», Am eri can Jou rna l of Or tho ps y
eos inherentes a las relaciones entre padres e hijos y la in-
chiatry, 19, 1949.
fluencia de «la madre esquizofrenogénica» han llamado la 5 Beata RanRank,
k, «Intensive study and treatment of pre-school
pre-school children who
.liow marked personality deviation, or "atypical development”, and their
parents», en Em ot io na l pro ble ms of earl y c hil dho od, G. Gaplan (comp.), Nue
1 F. J. Kallmann, «Genetics in relation
relation to mental disorder», Jou rna l oj va York, Basic Books, 1955.
Me nta l Sci enc e, 94, 1948. ! 6 L. Despert, «Thinking
«Thinking and motility disorder in a schizophrenic child»,
2 L. A.
A. Bender, «Twenty years of clinical research on schizophrenic chi chill Psychoanalytic Quarterly, 15, 1941.
dren with special reference to those under six years of age», en Em oti ona l 7 Sigmund Freud, «Beyond the pleasure principle», en Standard edition
pr ob le ms of ear ly ch ilh ood , G. Gaplan (comp.), Nueva York, Basic Book'., nf the complete psychological works of Sigmund Freud, Londres, The Ho-
1955.
parth
parth Press and the Institu te of Psycho analy sis, vol. 18 [«Más allá del princ i
3 M. S. Mahle
Mahler,r, «On cchild
hild psychos is and schizophrenia in autistic sym
sym pio del placer», en Obra
Obrass comple tas, vol. ii i , Madrid, Biblioteca Nueva, 1973].
biotic infantile psychosis», en Psychoanalytic study of the child, vol. 7, Nu< 8 P. Bergmann y E. E. Escalona, «Unusual sensitivitie s in very young chil-
va York, Intern ationa l Univ ersitie s Press, 1952. ] ilren», Psychoanalysis and the Psychoanalytic Review, 49, núm. 3, 1962.

134
134 Dorot hy Bloch
Un caso de autismo infantil 13
135
5

un método eficaz de tratamiento. Su método se basa en el


pa dres
dr es de niñ os es
esqu
qu iz of ré ni
nico
co s preo
pr eo cu pa do s» af irm
ir m ab a, «no
pr ob le m a del ai sl
slam
am ie nt o y en el de sa rr ol lo de si stem
st em as sa -
tisfactorios de descarga de la agresión9. Compara el mecanis- hay nada quecon
de Bellevue, les tal
detenga, ni siquiera
de conseguir el hospital
atención para sus psiquiátrico
hijos». Si
mo humano con un sistema eléctrico en el que son necesa-
la preocupación y el interés pudieran curar, Joey habría cu-
rios materiales no conductores para confinar el fluido eléc-
rado con toda seguridad.
trico a los cables. Cuando no hay suficientes materiales de
Las vidas de sus padres estaban totalmente dedicadas a
este tipo y se produce una sobrecarga es probable que haya
cuidar de él y de su hermano menor, David, cuya anormali-
un cortocircuito. El paciente esquizofrénico es una persona
dad física y psicológica hacía necesaria una atención cons-
que no ha desarrollado las necesarias capas protectoras ais-
tante. Como tenían que relevarse en el cuidado de Davi David,
d, nun-
lantes que aparecen cuando el niño recibe los cuidados, la
ca los vi juntos. El padre de Joey era rubio y pálido, de unos
prot
pr ot ec ci
ción
ón y la co m pr en si
sión
ón ad ec ua do s. Cu an do esto
es to fal ta ,
cuarenta y pocos años, alto y fuerte. Había estado casado an-
el niño no sólo está expuesto a una superestimulación, la
tes y se había divorciado. Joey era su primer hijo. Trabajaba
cual le hace retraerse para procurarse el necesario aisla-
en una fábrica de automóviles y apreciaba su trabajo, por lo
miento, sino que además no puede desarrollar sistemas sa-
demás poco interesante, a causa de la flexibilidad del horario,
tisfactorios
tisfact orios de descarga
descarga.. En su interior se acumulan cantida-
que le le perm itía amo ldarse a las necesidades de su vida domés-
des de agresión que no se atreve a liberar por miedo a des-
tic
tica.
a. Sus propia s privaciones infantiles se reflejaba n en su ca-
truir a las personas que quiere y de las cuales depende para
sobrevivir.. Pre fiere d irigir la agresión co ntra sí mis m o1
sobrevivir o10
0. ra generalmente seria, y en la severidad con que reprimía
Por consiguiente, de este concepto se desprenden unas in- sus sentimientos; sus reticentes comunicaciones se limita-
dicaciones muy claras acerca del tratamiento. El terapeuta ban a los hec hos es escu
cu et
etos
os y a los de ta lle s pr ác tico
ti co s. Su mu -
debe proporcionar, ante todo, los cuidados, la protección y jer, atatra
ra ct iv a, de pelo os cu ro y algo má s jov en que él, er a
la comprensión que el niño no ha conocido, permitiéndole más abierta y más cariñosa, más consciente de sus senti-
así desarrollar el necesario aislamiento para salir de su esta- mientos y los de Joey. Aunque su educación parecía haber si-
do de retraimiento. También se le enseña a liberar su agre- do menos severa, también transmitía un sentimiento de ten-
sión de una forma distinta y más satisfactoria, primero a sión contenida. Cuando los fui conociendo mejor, nunca dejé
de maravillarme del grado de devoción que sentían hacia sus
través de la fantasía y más adelante de la verbalización di-
hijos. Habría sido difícil encontrar unos padres más dedica-
recta.
dos y con más deseos de cooperar.
Yo no contaba con la interpretación de Spotnitz de esqui-
Describían a Joey como un niño feliz y normal hasta los
zofrenia y su teoría sobre la técnica del tratamiento cuando
dos años y medio, cuando nació su hermano pequeño, a pe-
los padres de Joey lo trajeron a mi consulta, después de ha-
sar de que retrospectivamente recordaban algún comporta-
be r es ta do bu sc an do ay ud a du ra n te un año, con cin co año s y
miento compulsivo que les había llamado la atención cuando
medio y un diagnóstico de autismo infantil. Mientras escu-
chaba a sus padres la conmovedora historia de sus infatiga- tenía dos años y algún miedo irracional por esa misma épo-
ca. Se dieron cuenta muy pronto de que el niño menor no
bles es
esfu
fu er zo s en su favo r, me ac or dé de la de sc rip ción
ci ón que
era normal, pero tardaron más de un año en diagnosticar su
Bender hace de los padres de niños esquizofrénicos: «A los
enfermedad. Los dos padres habían estado totalmente absor-
bido s po r el prob
pr ob le ma , yen do an si
sios
os am en te la m ad re de mé -
9 Hyman Spotnitz, «The need for insulat ion in the schizop hrenic perso- dico en médico, y cayendo, cuando se conoció la naturaleza
nality», Psychoanalysis and the Psychoanalitic Review, 49, núm. 3, 1962. irreversible de la enfermedad, en una depresión que apenas
10 Hyman Spotn itz, «The toxoid resp onse» , Psychoanalytic Review, 50, le permitía cuidar de su familia.
núm. 4, 1963-64.
Poco a poco su marido y ella se dieron cuenta de que du-

136 Do rot hy Bloch Un caso de autismo infantil 13


137
7

rante este tiempo Joey había cambiado mucho. Aunque an- muebles. Después de haber observado su preocupación por
tes hablaba clara y distintamente y era un niño alegre y ex- (golpear» en silencio, antes de su segunda sesión coloqué un
trovertido, advirtieron que a los tres años y medio apenas xilófono de juguete donde no podía dejar de verlo. Cogió los
hablaba, salvo para expresar sus necesidades y que por lo palillo
pal illoss y «golp eó» to
todo
do s los ob jeto
je toss de la ha bi taci
ta ci ón me no
noss
general rehuía a la gente. A los cuatro años su lenguaje se el instrumento. Tiraba al suelo todos los juguetes, como fi-
había deteriorado todavía más y se había hecho extremada- chas, soldados, cubos y cualquier cosa que hubiera en las es
mente retraído. Por la época en que comenzaron a buscar Ianterías. Aunque pretendía ignorar el juguete, me di cuenta
ayuda, su comportamiento encajaba en la descripción clási- de que mientras parecía estar absorto «golpeando», lo esta-
ca de autismo infantil. Su lenguaje era una jerga incoherente ba m an ip ul an do cu id ad os am en te con
co n el pie. Cu ando
an do se en fa -
y repetitiva, de carácter ecolálico; cuando se le preguntaba daba, se golpeaba en la cabeza, o hacía como si se mordiera
algo,
mundoenautístico
vez de contestar,
donde las únicamente
personas y lo
losrepetía. Vivía
juguetes eranen un
igno- las manos.
emitía Nunca que
los sonidos lloraba con lágrimas
acompañan al llanto. reales, únicamente
rados, pasando la mayor parte del tiempo «golpeando» silen- No só
sólo
lo ab an do nó su fo rm a ritu
ri tu al iz ad a de an d ar de sp ué s
ciosamente con un palo y emitiendo sonidos inarticulados. de la primera sesión, sino que además recuperó un uso limi-
El comportamiento ritualizado y la masturbación y la forma tado del lenguaje. Cuando anuncié al final de esa sesión que
de comer compulsivas se convirtieron en la norma. Tenía era hora de que se fuera a su casa, repitió: «Quiero estar
una forma muy complicada de andar, dando tres pasos hacia aquí». Para la décima sesión, su madre me dijo que cuando
adelante, dos hacia atrás y dando luego la media vuelta. lo preparaba para ir a verme le dijo: «Vas a ver a Dorothy».
Cuando sus padres pidieron la primera cita para verme, En la decimocuarta sesión, después de que yo le hubiera da-
estaban desesperados y dudaban de que pudieran traerle. do un cuchillo de goma, que encontró muy útil para esgri-
Aunque habían expresado su preocupación por su forma ri mir, al anunciarle que la sesión había terminado dijo: «Quie-
tualizada de andar, después de la primera sesión comenzó a ro estar aquí. Quiero jugar con el cuchillo». Después de nue-
ser él el que abría la marcha, corriendo hasta que llegaba a ve meses de tratamiento con tres sesiones a la semana, read-
mi puerta. Sólo puedo achacar este cambio espectacular en mitió el uso del pronombre «yo» en su vocabulario. Para en-
tan poco tiempo al extraordinario contraste entre la violenta tonces, en respuesta a mi forma habitual de acabar la sesión,
tensión del medio familiar y la calma y la atmósfera tranqui- contestaba con vigor: «¡No quiero oír: "Es hora de irse a ca-
lizadora de la situación terapéutica. sa otra vez”! ¡No
¡No didigas:
gas: "Es hora de irse a casa” ».
Joey era un niño muy guapo, cuya expresión, por lo gene- En un comienzo me concentré en llamar su atención y es-
ral de vacío, cambiaba a veces para reflejar una gran triste- tablecer comunicación. Dado que obviamente pretendía ig-
za;
za; de vez een
n cuand o sonreía. Desde un p rincipio ap arentó no norarme desde un principio, me senté en la mesa y me dedi-
verme, dedicándose a una extraña actividad que sólo puedo qué a crear con arcilla figuras sencillas que pensé que po-
describir como una caricatura de la violencia. Hacía movi- drían interesarle. Su primera respuesta fue acercarse des-
mientos silenciosos de ataque, parando justo antes de aca- pu és de un bu en ra to , ro m p er to da s las fig ur as y m et er se un
ba rlo s, y «golp
«g olp eaba
ea ba»
» sin
si n h ac er ru id o con
co n ac om pa ña m ie nt o de trozo de arcilla en la boca masticándola con fruición. Me
sonidos entrecortados en los que era posible reconocer una quedé espantada al verle comer la arcilla y rápidamente le
p
pal
al ab ra de vez en cu an do . ofrecí un plato con chocolatinas;
chocolatinas; du rante las siguient
siguientes
es sesio-
Me dio la impresión de que era un niño que se había de- nes le ofrecí distintas variedades para que expresara verbal-
clarado «en huelga» en todos los detalles de su comporta- mente sus preferencias.
miento. Cuando llegaba la hora de irse, por ejemplo, proba- Mi forma de tratar este incidente muestra algunos de los
bl em en te en vez de b es ar m e a mí, be sa b a la lass pa re d es y los escollos con que me tropecé. Aunque nunca más volvió a co-

Un caso de autismo infantil 139


138 Do rot hy Bloch

mer arcilla y comenzó a verbalizar su s deseos, es posible que


que ble. Sin em ba rg o, en un m om en to da do
do,, su m ad re tu
tuvo
vo qu e
sus sentimientos de ira hacia mí se hicieran más difíciles de ser operada y estuvo internada una semana en el hospital.
expresar. Según indicaba la primera sesión, mi mayor éxito l*or mucho que se lo explicamos no hubo forma de borrar el
fue proporcionarle el aislamiento necesario para que pudie- recuerdo de la ausencia anterior de la madre y su vuelta con
ra salir, aunque sólo fuera parcialmente, de su retraimiento. su herman o menor. Esta vez, vez, después de su partida, vino a la
En la tercera sesión buscó el contacto físico que es caracte- sesión lleno de desesperación, llorando sin lágrimas y repi-
rística frecuente en los niños autistas y se sentó en mi rega- tiendo: «¡Y ahora, otro bebé, otro bebé!». Este incidente cau-
zo durante quince minutos mientras yo me ocupaba de hacer só un retroceso y fue seguido de un período durante el cual
figuras con la arcilla, «golpeando» sin ruido con su palo. el estado de su hermano sufrió un empeoramiento que exigió
Sentarse en mi regazo se convirtió en una rutina cada sesión su internamiento y finalmente provocó su muerte.
durante muchos meses, siendo su primera actividad incluso El impacto de estos sucesos en los pad res de Joey fue trá-
después de que se permitiera dedicarse a jugar. Era también gico. Al hacerse cada vez más difícil cuidar de David, hicie-
su posición preferida siempre que la actividad, como los jue- ron frente a la inevitable separación con gran valor y una
gos con agua, lo permitiera. vez más amoldaron sus vidas a las visitas periódicas al hos-
Los primeros objetos que aceptó como juguetes fueron un pit
pital,
al, ha ci en do de ellas
ell as,, en la m ed id a de lo po sib le, un a ex-
colador, que puse debajo del grifo, y una ducha de mano, co- cursión familiar en la que participaba Joey. La tristeza de la
nectada al lavabo. Otras dos actividades también tuvieron separación y finalmente de la muerte tuvo una gran influen-
gran éxito. Yo encendía una vela y repetidamente la apagaba cia. Y cuando, encima de esto, el padre sufrió un accidente
con una pistola de agua o soplando. Esto le interesó inme- de trabajo aunque de poca importancia, la estabilidad de la
diatamente; o bien la apagaba él con la pistola o la soplaba, familia se desintegró. El padre estuvo un tiempo en trata-
miento, y la madre entonces se derrumbó. Quizás fuera una
o me ordenaba a mí: «Apágala» o «Enciéndela». Para atraer
medida de su devoción por Joey, así como de su vitalidad bá-
su lo
pe atención,
ta s de pintambién
gp on g traje
con
co n unun ru
rifle
id o de aire
explo
ex plo sivque disparaba
o. Le en ca nt ó,seis
co- sica, el hecho de que los dos se recuperaran lo suficiente co-
rriendo detrás de las pelotas y volviendo a colocarlas él mis- mo para continuar funcionando como padres.
mo. Después de esta sesión en cuanto llegaba iba corriendo Si queremos calcular el efecto de estos sucesos en Joey,
al cuarto de jugar exclamando: «¡Enciende la vela! ¡Dispara debemos tener en cuenta que, en su estado de desarrollo, so-
las pelotas!». lamente podía interpretarlos mágicamente, como causados
po r él. Lo m ás pr ob ab le es qu e cr ey er a no só sólo
lo qu e ha bí a
Con este método, los ritos desaparecieron y la forma de
comer y la masturbación se hicieron casi normales. Hacía pr ec ip ita do la ho sp ita liz ac ió n de su m ad re y su de se o de te -
ner otro niño,
niño, sino además que era responsable de que Davi Davidd
caso a sus padres y jugaba con su padre e incluso con su
hubiera sido enviado fuera, y que temiera que hicieran lo
hermano cuando pensaba que no le veía. Cuando llegaban vi-
mismo con él. él. Unicamente podemos imag inarnos su reacción
sitas, exigía atención en vez de retirarse a su habitación. Ex-
ante la creciente tensión de sus padres a medida que los trá-
pre
p re sa b a su s de se os y re sp on dí a de bu en as m a ne ra s cu an do
gicos accidentes se sucedían unos a otros. A pesar de todo,
le pedían algo sencillo. Se bañaba y vestía solo y dormía en
aunque no volvió a sentir el entusiasmo que expresaba cuan-
su propia cama. Ya no se quedaba todo el tiempo en casa si-
do me saludaba: «¡Enciende la vela! ¡Dispara las pelotas!» sí
no que salía a jugar fuera e incluso se aventuraba por el ba-
mantuvo y amplió los progresos que había realizado.
rrio. Con el tiempo pudo ir a un campamento durante el día
Aunque yo no conocía las teorías de Spotnitz sobre la na-
y a una escuela para niños con problemas especiales.
turaleza y el tratamiento de la esquizofrenia cuando vi a
Es difícil evaluar lo que podría haber conseguido este
Joey, a posteriori aclaran las razones tanto de mis éxitos co-
método si el ambiente familiar se hubiera mantenido esta-

140 Dor oth y Bloch Un caso de autismo infantil 141


#
mo de mis fracasos. Aunque conseguí proporcionarle el sufi- una defensa necesaria debido al carácter amenazador de su
ciente aislamiento como para permitirle salir de su retrai- medio y a su miedo a matar o ser matado. Todavía no esta-
miento, el hecho de que no consiguiera dar rienda suelta a mos en condiciones de asegurar que todos los niños vayan a
su ira restringió su alcance. Como las sesiones eran muy im- responder de la misma forma que lo hizo Joey, ni qué papel
p
poo rtan
rt an te s p ar a él, el an un ci o de su te rm in ac ió n se co nv irt
irtió
ió tienen los factores hereditarios o constitucionales. Sin em-
en un medio natural de dar expresión directa y verbal a sus ba rgo , es ev id
iden
en te la im p or ta nc ia de los fa ct or es am bi en ta -
sentimientos agresivos. Durante los primeros nueve meses, les. La readmisión del lenguaje al acabar la primera sesión y
sus respuestas verbales se producían siempre en los momen- la asombrosa desaparición del modo ritualizado de andar
tos en los que experimentaba un mayor grado de frustración ju st o de sp ué s nos de ja ve r no sólsólo
o la e x tr a o rd in a ri a ef icac
ic ac ia
en relación conmigo: al anunciar yo que la sesión se había de la atmósfera que hacía necesarias tales defensas.
acabado. Esos sucesos sugieren que si se le hubieran propor- La naturaleza de esta amenaza y su respuesta estaban re-
cionado situaciones
su ira, podría haber repetidas en las
sido posible cuales esta
encauzar poder
iraexpresar
de una pre
p re se nt ad as de fo rm a d ra m át ic a po r su s rit os . Su ne ce si sida
da d
de tener siempre un objeto para sacudir —o que golpear sin
forma mejor. ruido— y los movimientos de ataque silenciosos que acom-
Aunque mi método de tratamiento no lo curó, sí consi- pa ña ba n esa
es a ac tiv id
idad
ad , su ge ría n un a pr eo cu pa ci ón exceex cesiv
siv a
guió detener e invertir parcialmente el proceso esquizofréni- po r la ag reresi
sión
ón que , a to da co st sta,
a, de bí
bíaa se r re du ci da a sísímm-
co. En un momento determinado, mi demostración de un bo
bolos
los irr ec on oc ib les
le s y se gu ro
ros.
s. C on si
side
de ra
rand
nd o la si tu ac ió n re -
método más eficaz de su ira consiguió invertir su dirección, trospectivamente es también posible suponer que su sustitu-
aunque sólo fuera de forma indirecta y momentáneamente. ción, en una fase posterior de su tratamiento, de su sólido
Durante una sesión a la que llegó en un estado obviamente pa
palo
lo de m ad er a po r un a dé bil ho ja de pa pe l en fo rm a de L
agitado, pegándose y golpeándose el brazo contra los dien- representó una disminución del grado de amenaza interna y
tes, llorando sin lágrimas, cogí un pedazo de arcilla y la ma- externa que sentía.
chaqué violentamente hasta que se quedó plana. El inmedia- La sintomatología
sintomatología del autismo infanti infantil,
l, con su retraim ien-
tamente se quedó quieto y, cuando acabé, rompió la arcilla to de la realidad y del mundo de la relaciones personales,
en pedacitos pequeños y me los dio para que repitiera mi ac- sus formas compulsivas de comportamiento y sus rituales,
tuación. Incitada por su acción de romper la arcilla y ofre- su uso entrecortado e incomprensible del lenguaje que man-
cérmela, repetí lo mismo varias veces, un récord de activi- tenía reprimida su percepción de los sentimientos de sus pa-
dad en cooperación que no habíamos conseguido hasta en- dres y su respuesta hacia ellos, se convirtieron en su refugio.
tonces. Aunque la experiencia de cooperación quedó simboli- La inhibición de la fantasía y los sentimientos, que es la fun-
zada a partir de ese momento por su forma de dejar su hue- ción de las compulsiones y los rituales, y que con frecuencia
lla con cuidado en una bola de arcilla que yo había hecho en es un barómetro del grado de violencia real o de los senti-
vez de destruirla como era su costumbre, esto no le llevó a mientos violentos a los cuales está expuesto el niño, le prote-
dirigir su aumentar
necesario ira hacia el exterior.
esos momentosParadeconseguirlo
frustraciónhabría
que losido
lle- gía de su propia respuesta violenta a la violencia de sus pa-
dres o de sus sentimientos violentos. La interrupción del
varon en un primer momento a hablar y proporcionarle más pr oc es o de aisl
ai slam
am ie nt o de sp ué s del go
golpe
lpe tr au m át ic o su fr id o
pr ov oc ac io
ione
ne s. po r los pa dr es al de sc ub rir
ri r la an or m al id ad del he rm an o m e-
La respuesta de Joey al tratamiento no sólo dejó estable- nor, le hizo retraerse para protegerse de los estímulos exte-
cido que en su caso el autismo infantil era reversible y, con riores e interiores. Su preocupación constante por los actos
el método correcto, probablemen te curable, sino que además simbólicos de violencia podría indicar también su necesidad
sugirió que su autismo, con su compleja sintomatología, era de controlar tanto sus sentimientos como sus impulsos vio

142 Doro thy Bloch SEGUNDA PARTE

lentos. La atmósfera del tratamiento psicoanalítico, que le AÑOS POSTERIORES


hacía sentirse cuidado, protegido y comprendido, le ayudó a
desarrollar el aislamiento suficiente para salir de su retrai-
miento. Mientras se le proporcionaron oportunidades para
liberar sus sentimientos pudo dirigirlos hacia fuera en vez
de dirigirlos contra él mismo.
It NIÑO DESPRECIABL
DESPRE CIABLE
E Y PADRE NOBLE

Apesar de que siempre me había impresionado la capacidad


del
ble niño
blecer
cer un ademcrear
ín im alase
ínim fantasía
sens
ns ac iónn defensiva
ació de se gu ridanecesaria
ri da d y, con para
la ayesta-
ud a
del psicoanalista, dejarla evolucionar a través del juego has
la su resolución, hasta que no analicé a Norma, que vino a
mi consulta a los treinta y siete años a causa de una fuerte
depresión nerviosa, no entendí el importante papel de la fan
lasía defensiva no resuelta durante la primera infancia. La
ausencia aparente de fantasía en estado latente había creado
la impresión de que no tenía ninguna función. El análisis de
Norma
Nor ma rev eló qu
que,
e, si bi
bien
en con la m ad ur ac ió n el mi ededoo a se r
asesinada por su madre había sido reprimido junto con la
fantasía que había necesitado para sobrevivir durante la pri-
mera infancia, continuaba siendo la dinámica secreta oculta
tras la fantasía inconsciente que dominaba ahora su vida. Su
insistencia en que había algo que no funcionaba bien en ella
apareció con sorprendente regularidad durante su trata-
miento y reflejaba su vaga esperanza de que su falta de valía
hubiera causado el odio de su madre. El hecho de que su ma-
dre hubiera muerto unos años antes no había disminuido pa-
ra nada la intensidad con que Norma buscaba desesperada-
mente alguna explicación a la ausencia de cariño de su ma-
dre o a su lucha continua por ganar ese cariño. Unicamente
después de exponer repetidamente la fantasía en la que fi-
nalmente se hacía digna de él al perfeccionar su carácter y
hacer buenas obras fue capaz de experimentar el terror in-
fantil al infanticidio que la fantasía había enmascarado.
Después de escuchar, sesión tras sesión, cómo Norma en-
salzaba las virtudes de su madre, comenté el grado de per-
fección que le atribuía. «Cuanto más la ennoblezco, más
comprensible resulta que no me pudiera querer», fue su con

146
Dor othy Bloch
Bloch Niño despreciab le y pa dre noble 14
147
7

testación. Le salió sin darse cuenta y pasaron varios días an- diera revelar sus propios sentimientos o los de su madre.
tes de que realmente se convirtiera en parte de su experien- Unos años antes, cuando su marido le pidió el divorcio y
cia y de su entendimiento. la dejó con una hija que ahora tenía once años, el sentimien-
El empeño de Norma en sentirse despreciable fue uno de to de no valer nada era tan fuerte que no dejaba margen a la
los más dramáticos que he visto nunca. Como otros muchos esperanza de poder en algún momento establecer su propia
pa ci en tes
te s me ha n di ch o de sp ué s, la p ru eb a má s co nv inc en
ente
te valía. Los pensamientos suicidas resultantes la llevaron a so-
de su carácter despreciable era su respuesta homicida a los meterse a análisis por primera vez. Y ahora, otra vez, los vio-
sentimientos homicidas de su madre. Su necesidad de creer lentos ataques de su amiga Ada habían resucitado esos mis-
que su madre sentía únicamente cariño por ella, exigía que mos pensamientos. Bajo el bombardeo de las críticas de Ada,
enterrase su percepción de los sentimientos hostiles de su sus defensas contra su percepción del deseo oculto de su ma-
madre. Como esa maniobra privaba de toda base a su propia dre de matarla comenzaron a desintegrarse. Reanudó el tra-
hostilidad, lo único que le quedaba era la convicción de que tamiento en un momento en que había perdido toda esperan-
ella era una persona despreciable que odiaba sin motivo. Pa- za de ser querida e inconscientemente contemplaba el suici-
ra mantener la ilusión de que su carácter despreciable era la
dio.
causa del odio materno, creó un estilo de vida fundado en el Pensando ahora en mi primera impresión de Norma, re-
fracaso y la propia derrota. Según se desarrollaba su histo- cuerdo que me sorprendió su expresión de humildad, de que-
ria, los esfuerzos que había hecho por fomentar esa convic- rer congraciarse y lo que parecía ser una extraodinaria con-
ción resultaban increíbles. No había permitido que ningún fusión acerca de su identidad. Era una mujer alta, con el pe-
aspecto significativo
significativo de su vida contradijera esa idea, dándo-
le una sensación de logro que pudiera de alguna manera re- lo oscuro, algo
inteligencia gruesa, que
y encanto, parecía nosentirse
y aparentaba ser consciente
abrumadade por
su
forzar su propia estima. sentimientos
sentimient os de inutilidad. Aunque respondí inme diatamente
Que el mantenimiento de la fantasía era una cuestión de a su sensibilidad poco corriente, hubo de pasar bastante
vida o muerte se veía claramente en los momentos en que la tiempo antes de que pudiera evaluar con exactitud el grado
fantasía se veía amenazada. Aprendí enseguida a evitar cual- de su terror y su desconfianza. Supuse que estaba embarga-
quier expresión de aprobación o desaprobación durante el da por pensamientos suicidas y, y, cuando lo sugerí después de
tratamiento. Su reacción a la aprobación era clara: las de- algunos meses, lo reconoció con alivio: siempre había cono-
mostraciones de cariño o aprecio por parte de cualquier per- cido, aunque de forma disociada, su deseo de morir. A nivel
sona pondrían de manifiesto el odio de su madre. ¿Y la des- inconscient
inconsc iente,
e, se sentía alarm ada p or él y había re anuda do el
aprobación ? A All referirse a su extra ordin aria sen sibili
sibilidad
dad a la
lass tratamiento psicoanalítico en un ciego impulso de supervi-
críticas, acuñó una frase, que consideré muy apropiada: un
vencia.
«manto de virtudes» del cual no se permitió nunca despren- Cuando Norma vin vino
o por p rimera ve
vezz a mi consulta no era
derse. Cualquier sugerencia de que no era totalmente perfec- consciente,
consci ente, a pesa r de haber estado sometida a análisis cicinco
nco
ta hubiera llevado a exponer su mayor imperfección: que años, de la naturaleza de su problema. Sin embargo, tanto el
odiaba a su madre y quería matarla. Si permitía que esos contenido, como la forma de sus comunicaciones revelaban
sentimientos salieran a la superfi
superficie,
cie, revelaría inevitablemen- una profunda depresión nerviosa. A través de una niebla
te que eran sencillamente una respuesta a los que su madre densa, que parecía estar cuidadosamente controlada para
sentía hacia ella. Su sistema de engañarse a sí misma sería mantener una sensación de confusión perpetua, me habló de
descubierto y su defensa contra el miedo al infanticidio des- su matrimonio, su divorcio y su actual amistad con Ada, la
truida. Por lo tanto, al menor signo de desaprobación emi-
cual le preocup aba p or sus connotaciones homosexuales. Si Sin
n
tía señales de angustia y evitaba cualquier indicio que pu- embargo, no pasó mucho tiempo antes de que presentara

148
148 Dor othy Blo
Bloch
ch Niñ
Niño
o despreciable y pad re n oble 149

también el enigma desesperanzador de sus relaciones con su nos muertos de su madre, cuyo pensamiento se cernía conti-
madre y su hermano mayor Danny. nuamente al borde de la conciencia, como si contuvieran al
Al poco tiempo de comenzar el tratamiento, me di cuenta gún secreto que ella no se atrevía a descubrir.
del gran interés que tenía en escribir y le propuse que, como Con el paso de la sesiones, apareció la figura de una niña
suplemento a sus sesiones, podía ser útil que escribiera to- desharrapada, retraída, que no recordaba haber sido nunca
dos los días y me diera una copia. Le gustó la sugerencia e .»brazada, besada o acariciada por su madre. Los comenta-
inmediatamente se embarcó en una exploración de las reía rios despectivos de su madre sobre ella eran parte de la ruti-
ciones con sus familiares desde la infancia. Al principio aso- na diaria. Aunque tenía algún recuerdo temprano de cariño
ció la sensación de urgencia con que atacó este proyecto de- de su padre, cualquier manifestación espontánea de afecto
sús sentimientos de gran confusión sobre sí misma y su con por su pa rt e se ha bí a ac ab ad o cu an do ellaell a te ní
níaa sei
seiss año s,
vicción de que algún recuerdo escondido podría aclararlo to- después de que su madre lo hubiera ridiculizado.
do. Más adelante se sorprendió al oírse decir que, aunque no La forma de engañarse a sí misma con que Norma había
po dí
díaa de ci r qu é cr im en ha bí a co m eti do , qu er ía se nt irse
ir se libre bo rra do su pe rc ep cición
ón de los se nt im ie nt os de su m ad re er a
de culpa. El diario de su experiencia analítica es un valioso verdaderamente asombrosa. No era una niña feliz, pero su
documento que me ha permitido usar libremente. mayor preocupación era la infelicidad de su madre. El silen-
Las sesiones iniciales estuvieron dedicadas principalmen- cio opresivo que prevalecía por lo general cuando estaban
te al bombardeo diario de críticas que le hacía Ada. Cuanto las dos juntas la llevaba invariablemente a pensar en la vida
pe or
ores
es er an las ac us ac io ne s, m ás aten
at en ción
ci ón les p re st ab a No r- trágica de su madre. Los sufrimientos de su madre, su noble-
ma; estaba constantemente sopesando su validez. Cuando fi- za y sus sacrificios por sus hijos eran su preocupación cons-
nalmente le dije: «Te estás juzgando a tí misma; si te encuen tante y servían como recordatorio, siempre presente, de su
tras culpable, corres peligro de suicidarte», comenzó a darse poca valía.
valí a.
cuenta de que estaba luchando por vivir. Lo que más le desconcertaba era la aparente ignorancia
Tardó varios meses en encontrar en Ada el prototipo de por pa rt e de su m ad re de la vio le nc ia de su he rm an o Dann y.
su madre. Aunque para entonces ya era consciente de que Ella le contaba uno tras otro todos los incidentes, pero le re-
odiaba a su madre, confiaba en que yo lo desaprobara. Me sultaba difícil admitir que su madre conocía su terror, insis-
habló de un sueño en el cual veía la imagen aplastada de sus tiendo en que su madre tenía sentimientos cariñosos hacia
pa dr es en un espe es pe jo cón cav o del pa rq ue de atra at ra cc io ne s ella aunque no los expresara. A pesar de las pruebas de
de Coney Island. Su comentario fue: «Es una distorsión». abandono real que presentaba, no se había permitido nunca
Quería verlos rehabilitados y devueltos a su «verdadera pe ns ar co ns ci
cien
en te m en te qu e su m ad re po día od ia rla .
imagen»,
rior. después
Su madre de muerto
había los efectos
hacíadañinos de su
unos años análisis
y su padre ante-
mu- La actitud reverente de Norma hacia su madre, la cual
era compartida por sus hermanos, se mezclaba con su inter-
cho antes. Su hermano, cuatro años mayor que ella, la había pr et ac ió n má gic a de un su ce so mu y te m pr an o. D ur an te un a
aterrorizado durante la infancia y todavía tenía una influen- sesión, el relato vacilante de la muerte de su hermano peque-
cia devastadora sobre ella. También tenía dos hermanas ma- ño cuando ella tenía cuatro años la dejó sorprendida de que,
yores, una que vivía en la costa oeste, de la cual Norma pen- después de treinta y tres años, siguiera pareciendo la mayor
saba que había tenido poca influencia en su vida, y otra cuya tragedia de su vida. Cuando, dejándome llevar de la intui-
hostilidad había sido casi tan perjudicial como la de su her- ción,
ción, le sugerí que quizás pens aba ser ella la que lo había
mano. También había tenido un hermano pequeño, que ha- matado, respondió con sorpresa y alivio. Inconscientemente
bía m ue rt
rtoo de m en in gi
gitis
tis du ra n te la inf an cia . Co mp letaba
let aba n se había considerado siempre como la asesina.
el cuadro de su familia los abortos y alumbramientos de ni Sin embargo, esta preocupación aparecía únicamente en

150
150 Doro thy BloeIt Niño despreciable
despreciable y padre noble 151

sus sueños. En uno de ellos daba a luz a un niño que luego do insoportable es que tuviera unos sentimientos tan horribles ha-
cia mi irreprochable madre. Ahora que sus deseos destructivos han
entregaba a su madre. En otro, llevaba un cochecito de niño
salido a la superficie, me siento inmensamente liberada.
vacío por la calle cuando se encontraba con dos tías suyas,
Una estaba casada con un hombre que «había cometido todo Al día siguiente se sentía abru m ada p or ese descu brim iento
tipo de estafas» en relación con el padre de Norma; la otra y me preguntó: «¿Es posible que una madre quiera destruir
estaba casada con un tramposo hermano de su padre, a a su propio hijo?». Sin embargo, no pasó mucho tiempo an-
quien había engañado con frecuencia. Su comentario en el tes de que rechazara este pensamiento por completo. Me
sueño había sido: «¿Quiénes sois vosotras para acusarme?». acusó de hacer trampas, engañarla y violar todos los senti-
En otro sueño la madre, ciega, lleva de la mano a Norma, la mientos humanos. Aunque aparentaba haber aceptado y da-
cual agarra su vestido y se ayuda con un bastón como si ella do la bienvenida a la libertad de «saber» lo que sabía, hubo
fuera ciega también. El comentario de Norma fue: «No debo de pasar mucho tiempo antes de que pudiera experimentar y
ver lo que veo en deferencia a su ceguera. Ella debe ser fuer- entender los deseos homicidas que se escondían tras su
te porque yo me siento pequeña y débil». Durante esa misma pr
preo
eo cu pa ci
ción
ón po r las vi rtud
rt ud es de su m ad re y los sil en cio s
sesión habló de su miedo, cuando era niña, a ir a jugar a la que corrientemente se producían entre ellas.
azotea de su casa con los otros niños del edificio. Durante los meses siguientes, el análisis de Norma puso
A pesar de que Norma siempre se había considerado una de manifiesto el sistema de engañarse a sí misma, que había
asesina, ahora volvió la acusación contra su madre. La sos- tenido su origen en los sentimientos de su madre, pero que
pe ch a de qu e su m ad re nu nc a ha bí a qu er id o te n er hij os se se había extendido a todas sus relaciones. Aunque una parte
vio confirmada
amiga un día
suya acababa de cuando
tener el su hermano
cuarto hijo yanunció queexcla-
su madre una de sí misma tomaba buena nota de la maldad y la hostilidad
con que tropezaba, la otra parte reprimía automáticamente
mó con incredulidad: «¿Quería tenerlos?». En el sueño, Nor- toda conciencia de ello. Como este proceso no explicaba sus
ma acusaba a su madre de haber abortado y de haber queri- pr
prop
op ia s re sp ue st as , se se nt ía fr ec ue nt em en te ab ru m ad a po r
do abortar y matarla. También quedó pronto claro que el si- su propia hostilidad y sus sentimientos resultantes de inuti-
lencio de Norma acerca de la violencia de su hermano con lidad. Fue necesario un incidente en relación con su marido
ella provenía de su convicción de que su hermano era un pa ra qu e qu ed ar a de m an ifie if ie st
stoo ta nt o el fu nc io na m ie nt o de
agente de los deseos de su madre. Su comentario: «No debo este proceso como su dinámica. Un día, después de su sepa-
ver lo que veo», expresaba la forma en que se había estado ración, Ada había sugerido que había ciertos aspectos sórdi-
engañando así misma toda su vida. dos en el carácter del marido de Norma que por la forma en
Cuando revelé su secreto y dije a Norma lo que, a cierto que ésta hablaba de él había hecho creer a Ada que ella los
nivel, ella sabía —que su madre había querido abortar y ma- desconocía totalmente. Las dos se sorprendieron cuando
tarla, que ella había sido consciente de esto desde muy pe- No rm a pr oc ed ió a ex te nd er se so br e el tem a.
queña, y que a su vez
vez había q uerido m ata r a su madre —, en En su diario reseña el incidente y el descubrimiento sub-
un principio aceptó mi revelación con desesperación. Y es- siguiente:
cribió:

Esta noche me veo asaltada por todos los viejos sentimientos: el va- Saber —y
—y no sabe r— es un proceso mediante el cual borro mi per-
cío, la añoranza, la desolación. La vida sin amor es con seguridad la cepción de la maldad de los demás. Todo lo que yo «saoía» no me
cosa más difícil de soportar. La interpretación de Miss Bloch me de- había preparado para la revelación de Ada, y pasaron varios meses
ja tan estu pef act a como si todo ello me fue ra descon
desconocido
ocido [...]
[...] De re- antes de que lo que «sabía» y lo que sabía comenzaran a unirse. Ha-
bía estad o defend
defendiéndom
iéndomee con tra algo que no podía definir
definir,, de la
pente
pen te las c osas com
comienzan
ienzan a acla rar
rarse.
se. Lo que siem pre he enc on tra -

152
152 Dor othy Bloch Niño despreciable y padr e nobl e 153

misma forma que hace unos años me había dado cuenta de que pa- fantasía. Era un sueño de niños: ya verás, seré buena, y entonces me
ra sobrevivir debía mantenerme alejada de mi madre, sin reconocer querrás.
que sentía que quería matarme.
Para mantener su imagen de inutilidad, Norma había desa-
Esta última frase sorprendió y escandalizó a Norma y final- rrollado una técnica que llamaba el proceso de criba, un mé-
mente la llevo a exponer su sistema: todo para sacar de cualquier experiencia, por positiva que
fuera, algún pequeño detalle por el cual pudiera reprocharse
De repente parece que he descubierto algo a lo cual no quiero acer- algo. Según lo explicaba: «un momento de exuberancia po-

carme. Este «proceso» que se ha convertido en parte de mí misma día parecer


ción totalmente inapropiado
para autoflagelarme y proporcionar muni-
indefinidamente».
es el resultado de una confrontación diaria con un conocimiento
que no me atrevía a reconocer. Hasta este momento no se me había Además no permitía que ningún aspecto de su vida le pro-
ocurr ido que ya había habido un precedente de los sentimiento s po rc io na ra alg un a sens
se ns ac ión de log
logro
ro qu
quee pu di er a m ej or ar
que existían entre mi marido y yo. El odio sin media y la culpabili- la opinión que tenía de ella misma. Cuando comenzó a exa-
dad sin palabras eran cosa de mi madre. minar sus esfuerzos para establecer su inutilidad, enumeró
una serie de casos que indicaban claramente sus habilidades
Su sistema de engaño estaba destinado no sólo a realzar su poco co rr ie nt es y, al mimism
smo o tiemp
tie mp o, su rec ha zo to
tota
tall del re -
imagen de los demás, sino también a rebajar la suya. Cuando conocimiento de éstas por otras personas. Su necesidad de
finalmente se permitió reconocer el carácter destructivo de mantener una imagen pobre de sí misma era todavía tan
Ada, se dio cuenta de que no tenía ni idea de su propia iden- grande que incluso ahora esta admisión de valía sin prece-
tidad. Cuando le puse de manifiesto las dificultades que iba dentes fue seguida de una reacción muy fuerte. Escribió:
a tener para encontrarla a su edad, se sintió aliviada. Más «He tenido una sensación muy rara al escribir esto; siento
adelante describió una experiencia relacionada con su bús- que no estoy diciendo la verdad. Un contrapunto de burla, a
queda de identidad: un nivel no verbal, acompaña a todo lo que escribo. Sé que
todo es absolutamente cierto, pero no me lo creo».
Aunque yo ya estaba totalmente familiarizada con el fe-
Me desperté sobresaltada con la sensación de que había estado so-
ñando con mi hermano Danny. Ada apareció dq repente en mi men- nómeno de la resistencia al tratamiento psicoanalítico, creo
te y fui consciente de que me odiaba. No sentí ningún tipo de triste- que nadie me enseñ ó más que Norma .acerca .acerca de los esfuerzos
za o angustia, únicamente la idea clara de que era verdad, de que a po r m an te ne rs e de pe nd ie nt
ntee de o tra s pe rs on as o del sig nif i-
un nivel yo había tratado de ocultarlo y a otro trabajaba con ahínco cado que esto tiene. En un momento en que buena parte de

por sup erar lo.


rentemente, De repen
primero es te, lo vi y no
necesario sentí ningu
encontrar na ansieque
a alguien dad.tenga
Apa- losrmescombros
pe iti én do le avque
anzaatestaban
an za r, No rm a,sudevida
rma, re pehabían
repe nt
nte, sido
e, m os tró barridos,
su in te n-
unos sentimientos ambivalentes y destructivos hacia mí como ción absoluta de no moverse, batiéndose en retirada ante el
Danny o mi madre; después busco en mi alma para descubrir qué menor reconocimiento de su creatividad. Un día trajo a la
hay en mí que provoca esos sentimientos. Me concentro en mis de- consulta su último cuadro para enseñármelo. No era ésta la
fectos para explicar su odio y también para mantener la esperanza.
pr im er a vez ququee yo veía su tra ba jo , el cua l me pa re cía
cí a im pr e-
La fantasía, creo yo, ha sido que, si consigo ser una persona mejor
no provocaré esos sentimientos y me querrán. Parece muy sencillo. sionante, y aproveché esta oportunidad para expresar mis
Ahora me doy cuenta de que si me elimino como causa del odio de verdaderos sentimientos. Aparentemente, mis alabanzas le
las otras personas, puedo comenzar a vivir. Encontrar mi propia hicieron afrontar, cuando llegó a su casa, una idea que le pa-
identidad resulta entonces una experiencia muy diferente. En algu- reció extraordinaria: tenía talento. Se pasó horas pensando
nos momentos, durante los meses pasados, reconocí lo absurdo de mi en el sistema de engaño que había usado para esconder este

154
154
Dor oth y Bloch
Niño des precia ble y p adr e n oble
15
155
5

talento. Con gran sorpresa por su parte, esto fue seguido de


tuales como al recuerdo de cualquier interés creativo. Más
un letargo y una inactividad absolutas; se sentía paralizada. adelante, cuando su abrumador desaliento ante la posibili-
Durante la siguiente sesión captó por primera vez el verda- dad de encontrar alguna vez un hombre la había llevado a
dero significado de evitar todo logro. po ne r fin a la bú sq ue da , qu ed ó so rp re nd id a po r lo qu e oc u-
Aunque muchos pacientes atribuyen a su miedo al fraca- rrió y escribió:
so su resistencia a alcanzar e incluso a definir un objetivo, la
experiencia de Norma reforzó la impresión, ya de por sí muy Parece como si una gran nube se hubiera despejado, un peso que
fuerte, de que en muchos casos el factor más corrosivo e in- me mantenía paralizada. Ahora me doy cuenta de que para mí en-
hibidor puede ser el miedo al éxito. Se ha demostrado que el contrar un hombre significa renunciar a todo interés y condenarme
éxito puede precipitar la acción en un paciente con tenden- a la mediocridad, como precio por ser amada. No es extraño que me
cias suicidas, pero no está tan claro que la pasividad, el sofo- par ecie ra inútil.
inútil . Si hub ier a renu ncia do a algo más, hab ría estado
esta do
muerta. Con Sol dejé de lado todo lo que significaba algo para mí.
camiento de la creatividad, la inhibición del esfuerzo o el
Repetí con él lo que había aprendido con mi familia: el requisito pa-
embotamiento de las aspir aspiraciones
aciones sean simplement
simplementee una ex- ra ganar su cariño. No me había dado cuenta de que todavía dirigía
pr es ió n de u ná de te rm in ac ió n in co ns ci en te de ev it itar
ar de sc u- mi vida. Tan pronto como decidí dejar de buscar, la energía volvió a
b ri r el si st em a de au to en ga ño y a rr ie sg a rs e a se r as es inad
in ad o. mí; podía hacer lo que quisiera, ir a donde se me ocurriera. Sin em-
El terror que apareció con los primeros pasos hacia el logro, bargo, todav ía hay algo que no quie re cre er esto, que pref iere pen-
pu so de m an ifi es to la n at u ra le za del
de l co nf lic to.
to . El an ál is is de sar que es falso. Y ésa es la parte que quiere mantenerme paraliza-
N or m a reve
re veló
ló cómo
có mo es ta b a e n te rr a d a en el su bc on sc ie nt e la da. Quizás si suprimo bastante de mí misma...

convicción
a morir. No de quequedaría
sólo conseguir el éxito significaba
al descubierto el odio de arriesgarse
su madre Para Norma, al igual que para muchos otros pacientes, el
hacia ella si dejaba establecida su valía para ser querida, si- pr ob lem
le m a de la id en ti
tida
da d se co m pl ic ab a p or o tr o fa
fact
ct or . Es -
no también su fantasía de que era su poca valía la que lo ha- taba convencida de que una de las condiciones para ganar el

bíaa pr ov oc ad o. Su es pe ra nz a de g a na r fin al m en te el ca riño
ri ño cariño de los demás era no solamente «suprimirse», sino
de su madre, que era su defensa principal contra el miedo a también mantenerse dependiente de esas personas. El re-
ser asesinada por ella, se habría derrumbado. cuerdo de haber sido cuidada de pequeña era su única expe-
Sin embargo, el éxito no sólo habría puesto al descubier- riencia
rienc ia de habe r sido querida. Por lo ttanto, anto, atribuía su pérd i-
to la realidad del odio de su madre al reforzar la confianza da a haber crecido y haberse hecho independiente, y anhela-
de Norma en sí misma, sino que además habría amenazado ba vo lve r al es ta do an tig uo . M an teni
te ni en do la ilu si
sión
ón de l d es -
su concepto de cómo ganar su cariño. Puesto que siendo ella amparo, había intentado revivir mágicamente su única ex-
misma había conseguido únicamente odio, había sacado in- pe rie nc ia de ca riñ o m at er no : el cu id ad o fís
físico
ico qu e su m ad re
conscientemente la conclusión de que para ganarse el cariño le había dado durante la infancia y la niñez. Escribía:
debía desaparecer como persona. Otro paciente me dijo una Lo que me ha enfurecido siempre que alguien me ha alabado es el
vez: «Si soy yo mismo, nada funcionará», y un tercero: «Me miedo a lo que viene después: la declaración de mi independencia;
convertí en otra persona para gustarle a los demás». Muchos ya no se me consideraría candidata a ser cuidada con cariño. Nun-
habían evitado las relaciones antes que satisfacer esas exi- ca creí en mi deseo de dependencia. Ahora, de repente, es lo que ex-
gencias. En el caso de Norma, esta idea surgió claramente plica la m ayo r p art e de mi vida; la dependen
depe nden cia ha sido el precio
preci o del
en sus relaciones con personas del sexo opuesto. Me había cariño. Se me ocurre otra idea: la dependencia y la falta de identi-
comentado que había sido consciente de un extraño tipo de dad están entrelazadas.
letargo durante toda su vida de casada, una pérdida absolu- Esta revelación la llevó a la siguiente conclusión: «Hasta
ta de voluntad que afectaba tanto a sus aspiraciones intelec- ahora, todos mis esfuerzos estaban dirigidos hacia una sola

156 Do roth y Bloch Niño desprecia ble y p adre noble 157

cosa: ganarme el cariño, en particular de mi madre, proyec- Hoy lo veo como una fantasía. Cuando Miss Bloch me dice que mis
to verdaderamente inútil. Durante más de tres décadas me sentimientos son normales y tengo una reacción tan paranoide, me
he dedicado a satisfacer lo que pensaba que debían ser los preg unto qué entie nde por «normal». Pa ra una babo sa que ha vivido
requisitos, y ahora, a mis treinta y nueve años, me enfrento toda su vida debajo de una roca, la ausencia de color es «normal»;
a la mayor realidad de que nunca he sabido cuáles eran». los peces que viven en el fondo del mar son «normalmente» ciegos.
El examen de sus relaciones familiares inspirado por este Me pregunto si quiere decir que he respondido de una forma «nor-
mal» a las condiciones de mi vida y que he resultado con las defor-
último descubrimiento la llevó directamente al terreno de maciones previsibles.
los sentimientos homosexuales. Aunque reconocía que esos
sentimientos expresaban su búsqueda de cariño, se sentía Su admisión gradual de la idea de que era normal la llevó
pr eo cu p ad a pr in ci pa lm en te po r lo qu e co ns id er ab a co
como
mo su a aceptar no sólo sus sentimientos de ira sino también los
anormalidad y hablaba de ello con gran dificultad. Después de otras personas, especialmente los de Ada, y por primera
de escuchar su inquebrantable insistencia en que ella era la vez se permitió expresar sin inhibiciones su odio hacia Ada.
responsable de los sentimientos hostiles de su madre, hice fi- Entonces se quedó muy sorprendida al recibir una carta ca-
nalmente una interpretación que reveló de forma dramática riñosa de Ada; una vez pasada la sorpresa, le contestó en el
su enorme necesidad de mantener su sistema de autodespre mismo tono, pero entonces notó una evolución sorprendente.
cio. Le dije: «Lo único malo de ti es tu empeño en creer que
todo está mal». La violencia de su reacción fue paralela a la Sigo teniendo todo tipo de sueños sobre mujeres. Parece como si to-
de su respuesta a mi afirmación de que su madre deseaba das las mujeres que he conocido volvieran para impresionarme con
matarla. Me acusó otra vez de manipulación y de usar tru- sus buenas intenciones. La noche del lunes, mi madre y mi hermana
cos; esta vez yo estaba tratando de ocultarle que en realidad me trajeron flores. Fueron todos momentos muy felices, menos
era homosexual. Cuando finalmente aceptó mi afirmación, cuando me desperté y me puse a dar vueltas con rabia sorda. ¿Es
sintió una desesperación absoluta. Si no había nada malo en posible que la rab ia sea mi res pue sta a ser que
querida
rida ? ¿Por prim era
ella, entonces debía perder toda esperanza: vez en muchas semanas perdí todo interés por mi dieta. Sentí que
había perdido. Eso me parece curioso: ¿Por qué había perdido? Da
la impresión de que necesito sentirme odiada. Puede que si me sin-
No pued o cre er lo que ha pasado, pero una pa rte de mí lo ha ente
enten-
n- tiera querida, entonces habría perdido mi causa: eso es lo que ha-
dido ya, y el resto espera en estado de asombro. No estoy segura de bría perdid o. No tengo ningun a just ificació
ific ació n par a el odio que sien -
acordarme de las palabras exactas de Bloch, aunque sí recuerdo to. Se me ocurre otra idea: si alguien me encuentra digna de amar,
que le dije que debería grabarlas en una cinta en vez de repetírmelas entonces mi madre es culpable; ella me odiaba simplemente por-
que sí.
algo así como
nalmente, una docena
me hizo repetir: de veces.
«Mis Sé que meson
sentimientos sentí estupefacta.
totalmente Fi-
norma-
les; mi problema es que pienso que todo lo relacionado conmigo es-
tá mal». Eso me sumió en un mar de desolación. Una vez más, esta- Esta idea la llevó a comprender una buena parte de su lu-
ba segu ra de que me tra tab a de eng aña r e inte rpr eté este nuevo cha. Su diario dice:
diagnóstico como un intento de desviar mi atención de lo que yo ha-
bía dete rmi nado que era un prob lema homosex ual sin solución. Me parece insoportable que sencillamente no me quisieran y que
Después de treinta y seis horas y un gran dolor de cabeza, comienzo nada de lo que haga cambiará esto. Que la principal protagonista en
a pensar en la posibilidad de que realmente creía lo que decía. Sea todo esto esté muerta desde hace algunos años da igual. Debe haber
lo que sea, es cierto. Parece maravilloso. algo mal en mí; todavía puedo cambiar y entonces todo irá bien: me
t
querrán. La idea de que soy normal, que en un principio parecía tan
llena de promesas, transformó toda la esperanza en una vana deso-
Al día siguiente, estaba de nuevo dispuesta a negarlo todo. lación. Hay momentos en que me parece estar al borde de un descu

158
158 Dor oth y Bloch Niño desprecia ble y p adre noble 15
159
9

brimento;
brime nto; quizás haya real
realmen
men te algo anor mal en mí y Miss Bloch miembros de mi propio sexo, e incluso cuando comprendí que te-
me lo está ocultando. La esperanza que surge en esos momentos es mía a las mujeres y que había experimentado rechazos por su parte,
la única medida que tengo de lo que realmente es anormal. Durante incluso entonces, esto no significó para mí que no hubiera conocido
mi análisis soy consciente de haber tenido una idea fija, la de que nunca el cariño de mi madre, o que mi sentimientos homosexuales
había algún secreto, algún misterio, el cual, una vez revelado trans- expresaran mi deseo de encontrarlo.
formaría mi vida entera. Lo que andaba buscando era la debilidad
dentro de mí que hacía que nadie me quisiera. Se me ocurre de re- Sin embargo, la «fantasía» no era tan fácil de abandonar. Algo
pente que el secret
secretoo ha sido revela do y que me niego a recono cerlo, más adelante, Norma se dio cuenta de que se identificaba
el secreto de que no había nada anormal en mí, únicamente que no con su padre y nuevamente volvió a su convicción de que ha-
me querían. En realidad he encontrado la clave de mi vida. bía algo
alg o an or m al en ella
ella.. Cu an do pu se al de sc ub ie rto nu ev a-
mente su determinación de creer que había algo anormal en
Ese fue un hito en el análisis de Norma, que la llevó a revi- ella, se dio cuenta una vez más de su intensa necesidad de
sar la historia de su lucha. Escribió: aferrarse a la esperanza de que en realidad había algo anor-
mal en ella, de que podía cambiar, y de este modo ser mere-
Qué tiempo tan difícil ha sido éste y cuántas cosas se han consegui- cedora del amor materno. La desesperación en la que cayó
do. Haber identificado por fin la nostalgia que nunca había tenido dejó al descubierto finalmente su tremenda preocupación
nombre ni dimensión, pero que había llenado mi espíritu de una de- po r es ta bl ec er su po ca va lía p ar a así
as í ex pl ic ar los de seos
se os de su
solación sin límite desde el principio del tiempo. Nunca supe lo que madre de matarla y mantener al mismo tiempo viva la espe-
me faltaba ni lo que quería, andaba a ciegas por terrenos desconoci-
ranza de que si ella pudiera mejorar, sería amada.
dos
nudosimplemente a la búsqueda.
tuve la sensación de volver Tropezaba con frecuencia
a algo familiar, y a pen-
a lugares que me- Su nueva comprensión del problema la llevó enseguida a
saba que había dejado pero sin reconocer ningún poste indicador y replantearse y luego terminar sus relaciones con Ada. Su re-
lo único que llegué a conocer fue una confusión y una desespera- lato de los hechos es el siguiente:
ción para las que no tenía nombre. No se me había ocurrido que és-
ta era una ansiedad para la que mi experiencia no me había dado He abandonado por fin mi apego desesperado a la imagen de mi ma-
ninguna definición. Sentía vaciedad, sensación de vacío, pero no sa- dre como fuente de todo cariño y salvación. Recuerdo la sesión del
bía qué era lo que la ccausa
ausaba,
ba, e iincluso
ncluso qué era. La llamé «desesp e- viernes, cuando dije que había terminado con Ada y con sus celos,
ración», «desolación», «desesperanza», pero sin entender qué espe- que no dejaban margen para mi evolución, y Miss Bloch me pregun-
ranza se había eclipsado para dar lugar a tales sentimientos. Esta tó con insistencia: «¿Cómo puedes romper con ella cuando no tienes
es la confusión que me ha acosado toda mi vida. Finalmente, enten- a nadie más?», y yo contesté con convicción: «Puedo: te tengo a ti».
derla, conocer, cuando el sentimiento se presenta, su significado, No me di cue
cuenta
nta en ese momento, pero fue un hito, mi declaració
decla ració n
por profu nda que sea la desesp eració n, signific
significaa para
pa ra mí hab er re- de independencia de una preocupación que me había mantenido
cuperado, aunque sea en pequeña medida, la dignidad humana, ha- atada a todas las experiencias destructivas de mi pasado y se había
ber enco ntrad o el prin cipio de mi identi
identidad.
dad. No hab er conocido convertido en la condición inevitable del presente. Parecía un mila-
nunca el cariño de mi madre, haber pasado toda mi vida buscándo- gro: había pasado a través del oscuro túnel. Me es imposible descri-
lo a ciegas, sin ser consciente de que no existía o incluso de que lo bir la sensación
sensac ión de es tar aquí, en este momento, en la plena pose-
estaba buscando: de repente, todo esto arroja luz sobre gran parte sión de mis facultades, con todo mi futuro por delante por primera
de mis experiencias. Siempre tuve miedo de los sentimientos homo- vez, sin estar ya obsesionada por mirar hacia atrás, hacia «la cade-
sexuales; para mí significaban que yo no era normal, que tenía una na que se alarga», hacia el pasado. Sentí que literalmente había na-
dolencia, una enfermedad con la cual había nacido. Pienso que se- cido de nuevo, no como un niño sino como un ser humano. Achaco
guí creyendo esto incluso cuando supe que todos compartimos ese esta última definición de mí misma a mi despedida de Ada. Cuando
tipo de sentimientos. Incluso cuando los definí para mí misma como la eché de mi vida, nací otra vez, ¡por fin! De un solo golpe me libré
de Danny, de mi madre y de esa terrible imagen de mí misma como
una búsqueda de identidad, como un anhelo de ser aceptada por

160
160 Doroth y Blo
Bloch
ch Niño despreciable y p adre noble 161

una criatura sin forma o figura, una Calibán femenina condenada a res podían ser tan descuidados! Rápidamente, él escondió el miem-
vivir toda su vida en la oscuridad y el cieno. Y aquí estaba yo, como bro ofensor, enro
enrojecien
jeciendodo de turb ació
aciónn y placer.
p lacer. De repente, mi m a-
la mujer de la leyenda o como Papagena, que únicamente necesita- dre apareció delante de nosotros; su vientre redondo temblaba con
ba amo r pa ra reve lar su ver dad era identid ad. Por pri mer
meraa vez en tal ira que parecía llegar hasta la misma punta de la cuchara de ma-
mi vida, creo que sé quien soy. 9 dera que empuñaba en su mano derecha y su cara era una imagen
perfec ta de fur ia desd
desdeñosa
eñosa que bo
borró
rró todo indicio de pl ace r y sólo
Hasta este momento, el análisis de Norma se había ocupado dejó una ola de ira roja. «¿Qué te ocurre?», siseó. «¿No tienes otro
sitio donde vestirte?».
más
pu queal nada
es ta se nt irde
se su necesidad
od ia da . De spudeés sentirse
de h ab eramada
con se ygusu
ido res-
ex- «¡Sí!
«¡Sí! ¡Sí!
¡Sí! ¡Sí!»
¡Sí!»,, le contestó él, im
imitándo
itándo la. Pero yo había cocom-
m-
p er im en ta r su ir iraa y ha be r es ta bl ec id o los com ien zos de su prendido. Mi pad re se había por tado mal, y había algo rar o en su
maldad. Y mi madre era una bruja.
verdadera identidad, empezó a sentir y definir el terror que
se ocultaba tras su constante preocupación por ganarse el
Por sí sola, esta imagen que Norma tenía de su madre podría
cariño de los demás. Aunque ya había habido algunas seña-
haber sido suficiente para infundir en cualquier relación con
les anteriormente de esto en relación con su creatividad y su su padre un sentimiento de peligro, pero además otro inci-
actividad sexual, su terror no apareció con toda su fuerza dente ocurrido un año y medio después redujo la figura de
hasta que comenzó a interesarse en la búsqueda de un hom- su padre a una mera sombra. El mejor momento del día era
br e. La pe rc ep ci ón in co ns ci cien
en te po r N or m a de un req uisitui sit o el rito de esperar en fila junto con sus hermanos el beso que
importante no sólo para merecer el cariño de su madre, sino su padre les daba cuando volvía del trabajo. En esa decisiva
también, como su forma mágica de pensar durante la infan- ocasión, cuando iba a llegarle el turno a Norma, oyó la voz
cia le habían llevado a creer, para mantenerse con vida, ha- de su madre detrás de ella: «¿Qué es todo este besuqueo?
bía
bí a sid o la ex clus
cl usióió n de los ho m br es de su vida. ¿Qué eres, un besucón? ¿Has de besarles todas las noches?».
Sus recuerdos más tempranos del origen de esta convic- Eso puso término a cualquier manifestación espontánea de
ción databan de cuando tenía cuatro años y medio y se refe- cariño por parte de su padre e hizo que cualquier tipo de re-
rían a su padre. Norma había escrito sobre él: «Es probable lación significativa con él estuviera fuera de lugar.
que mi padre no fuera nunca más que una sombra con cier- La imagen de la «bruja» empuñando la cuchara de made-
tos contornos que yo llené por necesidad de algo sólido». Sin ra continuó persiguiendo a Norma durante toda su vida, y
embargo, dos recuerdos anteriores sobre él en los que tam- reforzó la prohibición de su madre contra cualquier tipo de
bié n in te rv en ía su m ad re , su ge rían rí an qu e la re du cc ió n de la relación con su padre y con el resto de los hombres. En un
p ri m er a im age n de ca rn e y hu es o de su pa dr e a un a me ra momento determinado, después de una experiencia sexual
sombra había sido el resultado de un proceso complejo que especialmente intensa, Norma tuvo la impresión clarísima
su madre había puesto en marcha. de que las paredes se convertían de repente en papel trans-
Nor
N or m a de sc ri ribí
bí a el pr im er o de esto
es to s re cu er do s de la si- pa re nt e y la fig ur a re en ca rn ad a de su m ad re su bía
bí a le nt am en -
guiente manera: te las escaleras hasta su apartamento. En un esfuerzo deses-
pe ra do po r so bre vivivir
vir , cruz
cr uz ó co rr ie nd o la ha bi ta ci ón y en -
Yo estaba jugando en el suelo —mi hermano y mis hermanas ya se cendió la luz. Después de esa noche, le pareció que no tenía
habían ido al colegio— no lejos de loloss sonidos que mi madre hacía más remedio que terminar esa relación y pasaron muchos
al preparar afanosamente la comida del día, vagamente consciente
meses antes de que se atreviera a tener otra.
de que mi padre estaba detrás de mí, poniéndose los pantalones,
cuando de repente él se dio la vuelta, y allí, colgado delante con una En el momento de su análisis en que se sintió capaz de te-
especie de aureola rosa, ¡estaba su cosa! Casi exploté de alegría ner de nuevo una relación heterosexual, tuvo un sueño que
mientras gritaba con deleite: «¡Vergüenza! ¡Vergüenza!» ¡Los mayo- representaba unavextraordinaria condensación de la dinámi-

Niñ
Niño
o despreciable y padre noble 163
162
162 Dor oth y Bloch
ca de su terror. En realidad consistió únicamente en un soni icsultaron ser la clave de su miedo y de todos los temas im-
do aterrorizador, agudo y débil, una chimenea ennegrecida y po rta nt es de su vida.
una especie de quiosco con una puerta como la de la azotea Al recordar la fantasía de la puerta dentro de ella y del
que ella recordaba de su niñez. Las asociaciones consiguien ..hombrecito» que la guardaba, revivió de repente una ima-
tes evocaron uno tras otro todos los recuerdos aterradores, gen de sí misma de pie en el oscuro y abarrotado piso nuevo
acabando con su experiencia del año anterior en el dentista. al que la familia se había mudado después de la muerte de
«Es algo que parece acercarse», escribió. «La sensación de su hermano. Está sola en esta casa desconocida y mira a su
histeria que no puedo controlar. Se me ocurre de repente alrededor con terror a lo que le parecen montones de mue-
que la perspectiva de tener relaciones con un hombre me ha bles. Como es ta ba co conv
nv en cid a de qu e ell a había
ha bía sido la ca u -
llenado siempre de terror». sante de la muerte de su hermano, aparentemente había in
El quiosco le recordó su antigua fantasía, de cuando te- lerpretado todas las demás experiencias a la luz de su «cri-
nía unos cuatro años y medio, en la que había una estructu men». En este momento de abandono, cuando, se daba cuen
ra similar dentro de ella, continuamente guardada por un la ahora, su madre la había dejado sola para ir de compras,
hombrecito jovial, uno de los siete enanitos. Norma se había su suposición de que su madre se vengaría matándola alcan-
sentido siempre demasiado avergonzada de lo que ella consi- zó al parecer su punto culminante. En el paroxismo de su te-
deraba su anormalidad como para revelárselo a nadie, y so- nor, creó en ese momento la fantasía protectora.
Al poco tiempo de este descubrimiento, Norma experi-
lamente ahora, cuando se sintió suficientemente segura de mentó ese mismo terror a nivel consciente en relación con
su verdadera identidad, fue capaz de enfrentarse a ello. El
significado resulta evidente con la aclaración de que la pri- su creatividad. En un momento determinado de su sesión,
mera vez que su violento hermano la llevó a la azotea del mientras me contaba su vuelta triunfal a la pintura después
edificio donde se acababan de mudar, ella temió que pudiera de una de sus recaídas periódicas, advertí un tono de miedo
matarla allí. La azotea se convirtió en el símbolo de la muer- en su voz y comenté: «Pareces asustada». Citaré su descrip-
te y estaba representado en su fantasía por la puerta. Para ción de esa sesión: «Me sorprendió la respuesta de Miss
garantizar su seguridad, eligió como guardián de la puerta Bloch», escribió ella. «Si no hubiera llamado mi atención al
al «enanito jovial» cuya simpática estatua veía cada día en respecto, quizás yo no habría sido consciente de un senti-
su casa. Aunque esa primera fantasía se desvaneció cuando miento tan familiar: estaba asustada porque creía que ella no
dej
dejóó de necesitarla, continuó o bsesionada du rante toda su vi
vi-
- quería que yo pintara. Ante su insistencia y en respuesta a
da por la irritante sensación de su carácter grotesco, refor- sus "Por qué no”, contesté: "No quieres que haga nada”, y
zado por su completa amnesia sobre su origen o su función. después: "No quieres que viva”, "Quieres que muera”».
Unicamente ahora veía con claridad que esta percepción ex- Después de toda una vida buscando el amor de su madre,
traña de lo que existía dentro de ella la había defendido con- Norma
Nor ma ex pe rim en tó po r fin el te rr o r a se r as es inadin ad a po r
tra su terror y había garantizado su seguridad todo el tiem- ella. Los sentimientos que proyectaba en mí expresaban su
po. perc
pe rcep
epció
ció n inco
in co ns cie nt e de los de seos
se os de su ma dre.
dr e. Aun que
Su fantasía tenía también otro determinante inconscien- aparentemente había aceptado la validez de mi primera in-
te. Aunque la «azotea» era un símbolo importante en los sue- terpretación de sus sueños y comunicaciones, hasta ese mo-
ños y las fantasías de Norma, no era consciente de su signifi- mento había sido incapaz de experimentarlos. Solamente
cado simbólico, y expresó su sorpresa cuando le recordé que después de haberse enfrentado a la realidad del odio mater-
«caer de la azotea» es también una expresión común de la no y a la inutilidad de su lucha por ganarse su cariño, fue ca-
menstruación y representa el aborto. Los sentimientos y re- paz de d es a rr o ll ar el se nt ido
id o ne ce sa rio de su ve rd ad er a iden
id en -
cuerdos reprimidos que liberó este sueño sobre la «azotea» tidad que le permitiera conocer el terror contra el que se ha

16
164
4 Dor oth y Biodi Ni
Niño
ño despreciable y padre n oble 16
165
5

bía es ta do de fe nd ie nd o de sd e su inf an cia . E xp er im en ta rlo ln Icos que habían comenzado en su primera infancia y conti-
liberó de la necesidad de mantener la fachada de humildad v nuado durante toda su vida para mantener la ilusión de que
congraciamiento que había sido su defensa durante toda su no servía para nada. Había idealizado la imagen de su madre
vida. vdevaluado la suya propia en un proceso que intentaba pre-
El sufrimiento experimentado por Norma ha sido desen par ar el ca m in o pa ra se r fina
fi na lm en te am ad a. Lo que su pe rf i-
to a veces como «masoquismo» y su motivación como la con cialmente podría parecer una forma perversa e irracional de
secue ncia de p la ce r1r1.. The odor Reik re sum ió «la esenci a y el comportamiento, provenía lógicamente de sus antiguas per-
fin» del masoquismo como «la victoria a través de la deno cepciones. Dado que su vida parecía depender del cariño de
ta», afirmando: «El masoquista extiende sus sufrimientos su madre, su seguridad le obligaba a mantener una imagen
hasta que cubren toda la vida. Cree firmemente que la mise pot enc ial me nte ca riñ os a de ella . Po r lo ta nt o creó
cr eó un a im a-
ria, la humillación y la desgracia serán compensadas por lo gen de sí misma de justificar su percepción de los sentimien
que viene después»1 2
2.. Lo que «viene después» se extiende in los negativos de su madre estableciendo su propia inutilidad
definidamente hasta después de la muerte, siendo el premio y basando su esperanza de ser querida un día en la posibili-
«la futura apreciación» y «la alabanza de la posteridad». dad de cambiar y hacerse digna de ese cariño.
Su concepto de «la victoria a través de la derrota» se El hecho de que el empeño en sentirse inútil es esencial-
acerca bastante a la descripción del empeño en no valer par;» mente una forma de mantener la esperanza, como insinuó
nada, pero su teoría sobre la naturaleza de esa «victoria» se Reik, fue corroborado no solamente por Norma sino tam-
olvida de un tema al cual Freud se refirió en 1927 cuando di bién po r ot ro s mu cho s pa cicien
en tes . Sin em ba rg o, la «e sp eran
er an -
jo: «Es in du da bl e que en estoes to s en fe rm os hay algo que se opo za» va mucho más allá de la alabanza o la apreciación. Ya
ne a la curación, la cual es considerada por ellos como un fuera un niño que se veía a sí mismo como «una jirafa» o co-
pe lig ro »3.
»3. Mi tr at am ie nt o de N or orma
ma y de ot ro s mu ch os pa mo «un perro que mo merece ser una niña», y fuera un adul-
cientes me enseñó que lo que estaba en juego en su empeño to que a los treinta, cuarenta o cincuenta años se flagelaba a
de no servir para nada podía ser un asunto de vida o muerte. sí mismo insistiendo en que era un «bastardo», «una mala
Aprendí enseguida que cualquier sugerencia por mi parte so- person
per son a», qu e era un bic ho, un in út útil
il o un in ad ap ta do y ha -
bre
br e la val ía de No rm a o cu al qu ie r ex pe rien ri en cia
ci a qu e pu die ra bía crea
cr ea do un esti
estilo
lo de st ru ct iv o de vid a pa ra pr ob ar lo , lo
implicarla podía llevarla al pánico al indicar que ella no era que era evidente era que mantenían el tipo de lucha que la
la culpable del odio que su madre sentía hacia ella. Como to- historia de Norma ilustraba tan dramáticamente: mantener
davía estaba convencida de que su vida dependía del cariño la esperanza de que, dado que su inutilidad había hecho que
de su madre, esa sugerencia habría dejado al descubierto la sus padres le odiaran, cuando cambiara y se convirtiera en
inutilidad de su lucha por ganarlo y por lo tanto habría una persona digna, le querrían.
pu es to su vid a en peligr
pel igro.
o. A través de Norma también quedó establecido lo poco
No es po sib le m ed ir con ex ac tit ud los esfu es fu erzo
er zo s her cú que esa fantasía puede ser puesta a prueba. Como incons-
cientemente ella sabía la verdad, había creado un sistema
1 Sigmund Freud, «The «The economic problem
problem in masochism», en Collected
pa ra en ga ña rs e a sí m ism a que ha cía ne ce sa ria
ri a la agi lid ad de
paper s, vol. 2, Londres, Hogart Press, 1950 [«El problema económico del ma un equilibrista. Si hubiera demostrado sin lugar a dudas que
soquismo», en Obras completas, vol. ni, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973], era una persona digna, habría dejado al descubierto que no
2 Theodor
Theodor Reik,
Reik, Ma soc his m in mo der n man. Nueva York, Farrar, Straus, era la culpable de los sentimientos de su madre hacia ella.
1941 [El masoquismo en el hombre moderno, Buenos Aires, Sudamericana],
Por otro lado, si hubiera establecido de manera inequívoca
3 Sigmund
Sigmund FreFreud,
ud, The ego and the id, Londres, Hogarth Press, 1927 [«El
"yo” y el "ello”», en Obras completas, vol. m, Madrid, Biblioteca Nueva, que no se merecía el cariño de su madre, habría perdido la
1973], última esperanza que le quedaba. Tanto un éxito arrollador,
166
166 Dor othy Biodi
9 . LA NECESIDAD DE UNA IMAGEN DISTORSIONADA
que revelara su valía, como un fracaso rotundo, que destín DE LOS PADRES
yera toda posibilidad de hacerse digna de ser amada, amen;i
zaban su sistema de autoengaño. Si en algún momento de sn
vida se demostrara una de estas dos cosas, sin la menor dud.i
correría el peligro de suicidarse. Por lo tanto, no podía peí
mitirse el lujo de resolver el conflicto; tenía que engañarse ;i
sí misma para continuar viviendo.
La doble función de la fachada de Norma —defenderhi
contra el miedo a ser asesinada y ganarse el cariño— indican
la complejidad del proceso de liberación. En uno de los últi
mos párrafos de su diario escribía: «Esto es todo: antes era Tanto mi trabajo con niños como el tratamiento psicoanalíti
una esclava, y ahora por fin soy libre». El valor que sacó de co de adultos ha dejado claro que una imagen distorsionada
su descubrim iento la liberó de la necesidad de de strui rse y de los padres puede ser esencial para el sistema defensivo de
pe rm iti ó que af lo ra ra su cr ea tiv id ad . A cad
c ad a nue vo esf uer zo la psique. La distorsión defensiva más corriente es la ideali-
se ponía de manifiesto que no habría renunciado a la lucha, zación de los padres, la cual es una función universal en las
que bajo toda su nueva productividad se ocultaba la fantasía fantasías de los niños y un factor dominante en la sintomato

inconsciente de que sus esfuerzos se verían recompensados logía


na. Laneurótica,
misma Normajunto presentó
con la devaluación
la dinámicadedelaesa propia perso-
distorsión
con el amor de su madre. La supervivencia era concebida to-
davía en los términos planteados en su primera infancia. de una forma casi clásica. Cuando me maravillé por la noble-
Unicamente después de que su fantasía quedara al descu- za que atribuía a su madre, me dijo: «Cuanto más la en-
bi er to un a y o tr
traa vez fue capa
ca pazz de ac ep ta r no sólo que
qu e no ha-
ha - noblezco, más comprensible resulta que no me pudiera
bía sido
sid o su fa
falta
lta de val ía la ca us an te del od io m at er no y de querer». Dedicaba las sesiones, al igual que su vida, a dejar
su deseo de matarla, sino que aunque hubiera sido capaz de establecida su poca valía. Que esas imágenes distorsionadas
pr ob ar su val
valía
ía no se ha b rí
ríaa ga na do su ca riñ o. Fue cap az de eran una defensa contra su miedo al infanticidio y elementos
abandonar la fantasía gradualmente al igual que el propio esenciales en su fantasía de ganarse finalmente el cariño de
engaño que le había impedido descubrir la verdadera identi- sus padres mediante un cambio quedó establecido una y otra
dad de su madre o la suya propia. Sólo entonces estuvo ca- vez a lo largo de su análisis.
pa ci ta da p ar a bu sc ar el am or en ot ro sit io y de di ca rs e a su Sin embargo, no está tan claro que cuando se produce el
bú sq ue da con ma durezdu rez . paso de un a ide ali
alizac
zac ión a un a de precpr ec ia
iació
ció n de los pa dr es , el
pa
pacie
cie nte puede
pu ede , pa ra
radó
dó jic am en te
te,, es ta r tod avía
av ía dom
do m ina do
po
porr la mi sm a fa
fant
nt as ía def
defens
ensiva
iva.. He co m probpr ob ad o que cu an -
do la liberación de la ira acumulada del paciente y el esta-
ble cim ien to de los com ien ienzos
zos de su ve rd ad er a id en tid ad lle-
van al descubrimiento de los sentimientos hostiles de los pa-
dres y al derrumbamiento de la imagen idealizada de éstos,
lo que frecuentemente se produce a continuación es una dis-
torsión igualmente intensa pero en sentido opuesto. Mien-
tras escuchaba en algunos casos la apasionada e inflexible
denuncia de los padres, no podía por menos que relacionar
su intensidad con los ataques anteriores al propio yo, y su-
po ne r que
qu e la an te ri or deva
de valua
lua ció n del prop
pr op io yo y la pr es en -

168
Dor othy BUn h Ia necesidad de una imagen distorsionada d e los pad res 169

te devaluación de los padres podían cumplir una función si l,i y terrible y odiada». El final de esa confesión revela el de-
milar. Mientras que los esfuerzos del paciente para estable seo secreto: «porque quiero ser amada».
cer su falta de valía formaban parte de la fantasía que pro Para entender esta aparente paradoja puede ser útil sa
metía que cuando él cambiara sus padres le querrían, la l>er que durante lo dos primeros años de su tratamiento ésta
transformación monstruosa de la imagen de los padres pare paciente
pac iente hab ía pr es en tado
ta do una
un a ima gen be at ífi ca de su m ad re
cía llevar consigo la exigencia de que fuera n los padr es los que y había supuesto que ella mi misma
sma era la responsable de la vi vio-
o-
cambiaran. En los ataques estaba implícito no sólo el senil lenta ira de su padre. Sus sentimientos habían sido rigurosa-
miento de los agravios e injusticias, en muchos casos muy mente reprimidos y cuando por fin salieron a la superficie
reales, que los pacientes habían sufrido, sino también l;i Inerón lógicamente muy intensos. El hecho de que la espe-
creencia de que si los padres hubieran querido —o más aún, ranza de ser finalmente amada estuviera todavía unida al
que si todavía quisieran— habrían podido cambiar y dar al mantenimiento del odio sugiere que la aceptación de las li-
pa ci en te el ca ri ño que
qu e ha bí a ne ce si tado
ta do en el pa sad o. Lo q
qui-
ui- mitaciones de sús padres habría significado inevitablemente
se ocultaba cuidadosamente era la percepción de las limita no sólo renunciar a esa esperanza en el presente y el futuro,
ciones de los padres y su posible incapacidad para satisface) sino también reconocer su impotencia para volver al pasado
una necesidad creada durante los primeros años del pacien y transformar el odio de esos primeros años en cariño. Cuan-
te, cuando al parecer se trataba de una cuestión de vida o do su propia imagen mejorada y su estilo de vida más satis-
muerte. La convicción tácita que se escondía detrás de los factorio le permitieron abandonar su dedicación a ganarse el
ataques era que su vida todavía dependía del cariño de los cariño de sus padres, su antigua convicción —de que no po-
pa dr es . Mi ex pe ri en ci a me ha en se ña do qu quee mu
muy y a men udo,
udo , dría sobrevivir sin él— quedó esp ectacu larme nte clara. Su
sólo cuando el paciente ha sido capaz de renunciar a su ima per cep ció n inc onsc
on scien
ien te de la pe rs on al idad
id ad de sus su s pa dr es
gen devaluada de sí mismo por una más realista y ha conse- pudo
pud o e nto nc es sa lir a la su pe rfici
rf ici e y s us ex pe cta tiv as y exig en-
guido m ejorar sus condici
condiciones
ones de vida
vida,, ha podido abando nar cias pudieron ajustarse a su realidad.
su fantasía de conseguir un día el cariño de sus padres y con Muy raramente he estado en una situación en la que mi
él su necesidad de atacarlos. La aversión a aceptar la reali- conocimiento y comprensión de los padres de mis pacientes

dad de
una los padres
imagen hasta quedeselos
distorsionada llega a esepuede
padres puntosersugiere que
un factor adultos me permitieran
que aparentemente era apreciar
esencial lapara
amplitud de la distorsión
el sistema defensivo
esencial en el sistema defensivo de la mente. del paciente. Gracias a que el diario de Norma proporciona-
Un integrante de esa defensa parece ser una singular fal- ba mu ch a inf orma
or ma ció n sobr
so bree la vida de su ma dre,
dr e, la pe rs o na -
ta de curiosidad significativa por la dinámica de la persona- lidad de ésta y las razones por las que realmente maltrataba
lidad de los padres. Sólo en casos muy raros los pacientes a Norma, apareció con bastante claridad la medida de su in-
que yo he tratado han buscado una información que les acla- capacidad para cumplir el papel de madre. Mientras intenta-
rara los sentimientos y el comportamiento de sus padres o ba ve rla en pe rspe
rs pe cti va du ra n te las fas es ini cia les del tr a ta -
han dejado que lo que sabían de ellos influyera en sus res- miento de Norma, me di cuenta de que la necesidad de ésta
pu es ta s em oc ion ale s co
como
mo no fu er a a un nivel muy su pe rf i- de mantener una imagen idealizada y potencialmente amoro-
cial. En una carta escrita varios años después de que comen- sa de su madre había excluido toda posibilidad de establecer
zara su tratamiento, una paciente que sabía muy poco del la realidad o de comprender la dinámica de su oculto deseo
pa sa do de su s pa d re s y d em os tr
trab
ab a aú n me no
noss inte
in teré
ré s, exp o- de infanticidio. La entrega de Norma a unos sentimientos de
nía el problema de forma muy sucinta: «No quiero hacerme falta de valía para explicar y justificar el odio de su madre
mayor y darme cuenta de que mis padres son simplemente no solamente negaba la identidad real de Norma, sino que
mala gente, porque quiero odiarlos, y odiarme a mí y ser ma además hacía necesaria la ocultación de la de su madre.

La neces idad d e una imagen d istor siona da d e los p adr es 171


170 Do rot hy Bloch

traumatizante información de que cuando ella tenía cinco años se le


Aunque Norma estaba preocupada por las circunstancias
había caído de las manos su hermana pequeña, la cual se hirió en la
de los primeros años de la vida de su madre, raramente se cabeza y murió poco después. Los vecinos habían acusado a mi ma-
pe rm itía
it ía es ta bl ec er un a con exi ón en tr e esa s ci rc un st an ci as y dre de matar a su hermanita. «¿Cómo podían acusarme?», concluyó
la personalidad de su madre. Admitir la existencia de una re- con vehemencia. «Sólo era una niña».
lación causaefecto entre el ambiente familiar de su madre y
su capacidad de amar habría revelado inevitablemente la El descubrimiento de la antigua tragedia de su madre en un
inutilidad de la lucha de Norma. Su negativa a reconocer la pr in ci pi o sól
sóloo su sc itó la in dig na ció n de No rm a, ya que un a
identidad real de su madre indicaba que experimentaba co- vez más las desgracias de su madre habían superado las su-
mo un peligro cualquier desafío a la imagen que se había he- yas. Pasaron algunos años antes de que Norma se permitiera
cho de sí misma o a la que se había hecho de su madre. Sólo centrarse en la dinámica tanto de la hostilidad de su madre
una vez acabado su análisis, cuando se había liberado de su y su personalidad como de la dirección de su vida.
imagen como falta de valía y de su convicción de que su vida La madre de Norma era la mayor de cinco hermanos, el
dependía del cariño de su madre, pudo comenzar a experi- menor de los cuales era quince años más joven que ella. La
mentar en profundidad la realidad de los sentimientos de su po brez
br ez a de la fam ilia la for zó a tr a b a ja r des de muy jov en y
madre
da o intentar
de su madre. buscar sus orígenes en los detalles de la. vi- condenó al fracaso sus repetidos esfuerzos por obtener una
educación. Debido a la enfermedad de su madre, fue la res-
En sus primeros esfuerzos por establecer la realidad de po ns
nsab
ab le del cu id ad o de su s he rm an os pe qu eñ os ha st a que
su madre, Norma escribió: se casó. Norma había anotado al comienzo de su análisis:

No pued o pen sar en ella sin dolor; no puedo se


sepa
pa rar su dolo r del Recuerdo que pensé que nos confundía a nosotros con ellos. No me
mío. Cuando intento acercarme a su imagen, he de abrirme camino había dado cuenta hasta ese momento de que no nos trataba de for-
a través de una densa niebla sobre una vasta llanura gris que está ma diferente. En realidad éramos todos sus hijos. Sus hermanos y
tan sensibilizada que cada paso es una abrasión y toda la zona es su hermana experimentaban hacia ella un tipo de sentimiento muy
una herida. Hasta donde puedo recordar, me sentía preocupada por similar al que mis hermanas, mi hermano y yo experimentábamos.
la infelicidad de mi madre, a ciegas y sin comprenderla. Fui una ni- Estaba compuesto de temor y respeto y contenía la misma sensa-
ña infeliz y sin embargo estaba continuamente absorbida por los de- ción de distancia que se puede observar al acercarse a un símbolo
talles de su infelicidad. religioso. Pienso que a todos nosotros, incluidos mis tíos y mi tía,
nos resultaba imposible sobrepasar la virtud de mi madre; ella era
la verdadera mártir.
Los «detalles» comenzaban con una escena cuando su
madre tenía cinco años y la obligaron a dar la única comida El «martirio» de la madre de Norma no estaba demasiado le-
que había en la casa, un bollo de pan, a su hermana menor jos del «m an to de vi
virtu
rtu de s» que No rm a le at ri bu ía y si
simm pl
ple-
e-
po rq ue «er a sólo un bebé ». No rm a hu bo de es p er ar va ria s mente reflejaba en sus mayores dimensiones el sentido de
décadas antes de descubrir por casualidad que la obsesión culpa exacerbado derivado de su relación real con la muerte
de su madre por ese incidente era su secreta justificación de de su hermana pequeña. Recordando la profundidad con que
un acontecimiento extraordinariamente trágico ocurrido al las relaciones entre Norma y su madre se habían visto afec-
poco tie mp o. En pa la br as de la pr
prop
op ia No rm a:
tadas por de
causante la convicción infundada
la muerte de de Norma
su hermano, de haber especu-
sólo podemos sido la
Llevada por el optimismo como consecuencia de mi análisis, planée lar acerca de los sentimientos provocados por la realidad de
un ataque al inquebrantable muro del silencio familiar y le dije a
la trágica situación de su madre. La madre de Norma no só-
mi madre que siempre me había considerado responsable de la
lo estaba dominada por infinitos sentimientos de culpa, sino
muerte de mi hermano pequeño. En respuesta me premió con la

172
172 Dor oth y Bloch l,o necesidad
necesidad de una imagen distorsionada de los padres 173
173

que además era razonable pensar que los sentimientos de su conversación con ella y la sensación de abismo que la discusión de
pr op ia m ad re ha ci
ciaa ell
ellaa de bier
bi er on de re g is tr ar un cam bio sus experiencias y deseos provocó en mí. Mientras Ada hablaba, re-
después de la muerte del bebé. Aunque la aceptación por cuerdo la sensación curiosa de hacer un gran esfuerzo, la desintere-

par
p ar te de la m ad re de N or m a de un pa pe l poc o me nos no s que de sada determinación
donde ella necesitabadeque
superar algún sentimiento
yo estuviera. No manteníapara
por estar allí
completo
esclava pudiera haber estado dictado por la necesidad, tam-
bié n pu di er a ha b er sid
sidoo un in te nt o de ex pia ció n qu e pr ev al e- oculto mi deseo de preocuparme por problemas similares, pero lo
percibía como algo lejano. Quizás era como si dijera: «Esto es lo
ció durante toda su vida.
que yo querría si fuera una persona como Ada».
Aunque hasta cierto punto hemos de confiar en la especu-
lación por lo que respecta a la madre de Norma, un examen Los sentimientos de enajenación para los cuales Norma no
del impacto que tuvo en Norma su convicción de que era había encontrado nombre durante la mayor parte de su vida,
una asesina podría llevarnos
llevarnos también a en tender m ejor la di di-- po dr ían ha be r sid o un a re sp u e st a ta n to a su s pr op ia s exp e-
námica de los sentimientos de su madre. De vez en cuando, riencias como a los sentimientos transmitidos por su madre.
durante su análisis, Norma recordaba incidentes que pare- Muy a menudo he encontrado este tipo de sentimientos en
cían dramatizar un sentimiento para el cual no tenía nom- niños que han sido víctimas de la violencia una y otra vez. Al
bre.. Su p rim
bre ri m er re cu er do de la ex ist en cia de algo
alg o ex tra ño que comienzo de su análisis, Norma describió la abrumadora
pa re cí a ha ce rla di fe re nt e al re st o de los niñ os pr oc ed e de sensación de vergüenza y humillación resultante de los ata-
cuando tenía entre cinco y siete años. Según su diario: ques abusivos de su hermano, los cuales se sentía incapaz de
evitar. Y aunque reconocía su disparidad de tamaño y fuer-
En una tarde a finales de primavera o principios de verano los ni-
ños estaban jugando delante de la casa. Debía de ser primavera, ya za, todavía experimentaba sus continuas derrotas cuando lu-
que Lena Goldstein
Goldstein pasó llevando un traje de chaqueta a cuadros. To- chaba con él como una medida de su propia cobardía y falta
dos queríamos a Lena. Era joven y pensábamos que era muy guapa de valía. Su convicción de que era una asesina pudo muy
y sonreía con facilidad, de forma que, en cuanto la veíamos apare- pr ob ab lem
le m en te no sólo a p a rt a rl a del re st o de la so
socie
cie dad,
da d, si-
cer a la vuelta de la esquina después de acabar su trabajo, dejába- no también servir como racionalización inconsciente tanto
mos de jugar y corríamos hacia ella. Nos recibía con los brazos del abuso físico de su hermano como del abuso verbal de su
abiertos,
alrededorabrazando a todos los El
de los afortunados. querecuerdo
cabían, yconcreto
los demás se me
que apiñaban
asalta madre.
A pesar de que Norma h abía encon trado consuelo fre-
es uno en que corro un poco con los demás niños, luego me paro tí-
cuentemente en la idea de que su madre no la había tratado
midamente y miro con alegría cómo reciben el abrazo.
pe
peor
or qu
quee lo qu
quee se tr a ta b a a sí mi sm a, nu nc a se ha bí a pe rm i-
Quizás podamos considerar esto una respuesta muy normal tido cuestionar o juzgar la verdadera naturaleza del abando-
en una niña que nunca había conocido un abrazo de su ma- no en que se tenía su madre. Los detalles de la indumentaria
dre, pero el tipo de sentimiento que produce en Norma este habitual de su madre componían la estampa de una mujer
recuerdo, al igual que su definición en otro recuerdo muy pr of un da m en te de pr im id a qu e no d is fr ut ab a con su cu er po y
po ster
st er io r, su giere
gi ere algo mu
muyy dife
di fere
rent
nt e. En un a et ap a po st e- a la que nunca habían enseñado a cuidar de sí misma. Por el
rior de su análisis, Norma escribía: relato de Norma sobre lo que sabía de la vida de su madre, y
de la de sus tíos y tías, es posible conjeturar que, además de
Siempre he tenido la sensación de estar separada.de los demás, de- todos los determinantes que pudieran haber hecho a la ma-
ser diferente, quizás de no estar completamente identificada con dre de Norma una madre tan deficiente, ella misma había
sus aspiraciones y objetivos. Sigo pensando en Ada, en su valiente recibido unos cuidados maternos que dejaban mucho que
lucha por mantener una relación con un hombre que le diera todo desear. El hecho de que a los cinco años le hubieran enco-
lo que quería, en su deseo y necesidad de ser amada. Recuerdo una mendado el cuidado de un bebé, podría indicar una falta ab

174 Dor oth y Bloch l.a necesidad de una imagen distorsionada de los padres 175

soluta de interés o de conocimiento por parte de su madre ruencia, a pesar de tener gran interés por recibir una educa-
Aunque sólo podemos suponer que la madre de Norma ci
ción
ón,, únicamente sus hermanos aprendieron hebreo y fuer fueronon
experimentaba sentimientos de enajenación, Norma nos ha incitados a ir a la escuela. La tía de Norma, la más joven de
pr op or ci on ad o la su fic ien te in
info
fo rm ac ión
ió n com o p ar a m on ta r la familia, aparentaba no tener ningún problema, y a la ma-
una estructura bastante fiable. Se sabía que su madre sólo dre de Norma le debía parecer que llevaba una vida dema-
había tenido una amiga antes de casarse. Durante toda la vi- siado fácil. No había nadie en la familia cuya suerte no pare-
da de Norma, no había tenido ninguna. Nunca había visitado ciera mejor que la suya y por lo tanto envidiable. Los celos y
a sus vecinas y, exceptuando a su hermana, limitaba el inter- rencores resultantes, que la consumieron toda su vida, eran
cambio de visitas con los demás familiares a una o dos veces una consecuencia natural de ese conjunto de circunstancias.
al año. El aislamiento resultante se vio reforzado todavía De la información de Norma se desprende que su madre
más por su casi total falta de participación en la vida de sus había transferido sus sentimientos de celos a sus propios hi-
hijos. Norma no recordaba que su madre hubiera visitado su jos. Sin em ba rg o, da do qu e ta n to sus
su s cel os como
co mo su ir iraa no
escuela a no ser el día de fin de curso. Era su padre el que se eran expresados nunca libremente, nos hemos de conformar
po nía su s m ejo re s ro pa s pa ra re so lv er los ra ro s pr ob lem as con establecer su existencia principalmente por su huella in-
que surgían a este respecto, al igual que fue a su padre a confundible. La escena en la que puso fin a toda expresión
quien acudió Norma para pedirle su primera muñeca. Si espontánea de afecto entre sus hijos y su marido plantea la
consideramos que Norma solamente recordaba haber tenido cuestión de la identidad de sus objetivos.
objetivos. Puesto que ella no
una conversación con su madre, y sobre todo recordaba su be sa ba n un ca a su s hij os y po r lo ta nt o nu nc a re ci bí a be sos
so s
silencio, ya fuera estando a solas con ella o durante las co- de ellos, es muy posible que envidiara a su marido cuando
midas, queda patente el extraordinario grado de introver- los niños le abrazaban. A otro nivel, es posible que compitie-
sión de la madre. ra con ellos por el cariño de su marido, de la misma forma
Sería difícil calibrar el enorme efecto producido en una que había competido con sus hermanos por el afecto de su
niña de cinco años por la acusación de asesinato, especial- pa dr
dre.
e.
mente en un ambiente que a su parecer debía suministrar La experiencia me ha enseñado que es frecuente que los
una prueba irrefutable. Si Norma había interpretado todos celos sentidos originalmente hacia los hermanos sean trans-
los acontecimientos subsiguientes a la luz de sus expectati- feridos a los hijos, y tal vez sea menos extraño de lo que pa-
vas de castigo, su madre debió de hacerlo también, pero en rece. En un momento determinado me di cuenta de que las
un grado todavía mayor. Una vez establecidos los sentimien- relaciones entre hermanos durante la infancia pueden, en
tos de enajenación, poco había en su trato familiar que no ciertas circunstancias, determinar el carácter de las relacio-
sirviera para exacerbarlos. El ser la mayor y niña en una fa- nes entre padres e hijo. En muchos casos, que analizaré más
milia donde la pobreza dictaba las condiciones y donde ha- adelante, cuando los padres tenían una fuerte fijación, con
bí a esc as
asez
ez de se nt im ien to s af
afec
ec tu os os er a co no ce r el sig ni fi- frecuencia preedípica, en el padre del sexo opuesto, no sola-
cado de la opresión y la privación. mente proyectaban la imagen de ese padre en su propio cón-
El resentimiento y la envidia que el hijo mayor puede yuge, sino que, para reforzar esa proyección, veían a sus pro-
sentir normalmente hacia los hermanos pequeños tal vez se pios hijo s com o su s he rm an os . Po dem os po r lo ta nt o es pe cu -
viera exacerbado, en el caso de la madre de Norma, hasta un lar que tal vez la madre de Norma entrara dentro de esta ca-
grado
el pesodesacostumbrado.
de cuidarlos, sinoNo solamente
que caía,sobre
además tenía ella todo
la desgracia de tegoría y encontrara en su hija menor el mismo foco de celos
originalmente dirigido a su hermana menor.
que la religión practicada en la familia diera importancia La naturaleza del problema de Norma hacía que no pu-
únicamente a los miembros del sexo masculino. Como conse diera permitirse percibir los celos de su madre. Incluso des

176 Dor oth y Bloch l.a necesidad


necesidad de una imag
imagen
en distorsionada de los padres 17
177
7

pu és de h a be r af ro nt ad o los se nt im ie nt os ho st
stile
ile s de su m a- zas, matar las ideas antes de que nacieran y convertir cualquier
dre y de haber aceptado su realidad, no consintió una inves- sentimiento en una ira caótica. Conservo una imagen indeleble de
tigación a fondo de sus orígenes. Sólo por casualidad, muy mi madre, con una ceja levantada y la boca torcida en una sonrisa
burlona. Se po drían esc rib ir libros ace
acerca
rca de lo que podía conseguir
conse guir
avanzado cuando
adoraba su análisis, un tío suyo
era pequeña. le reveló
Norma, que su padre
por primera vez, sela con unos medios tan económicos; sería más fácil describir sus efec-
p
per
er m it
itió
ió so pe sa r la po sibi
si bi lid ad de los cecelos
los de su m ad re re.. Las tos: todo lo que antes había florecido, ahora se marchitaba y se con-
vertía en polvo.
bu
b u rlas
rl as de su m ad re an te las de m os tr ac io ne s de af ec to de su
p
pad
ad re ha bí an qu ed ad o ne ce sa riam ri am en te sin expl
ex plica
ica ció n, al
Podemos medir las dimensiones de la ira de su madre por lo
igual que el resto de las manifestaciones hostiles de su ma- que en la descripción de Norma aparece como síntomas de
dre. Reconocer que los celos desempeñaban un papel impor- conversión. Describe los extraños ataques que siendo ella pe-
tante en el odio de su madre —y de su hermano— habría de- queña sufría su madre, los cuales dejaban a Norma paraliza-
ja do al de sc ub ie rto
rt o el si st em a de au to en ga ño de No rm a. Ad- da por el terror y reducían al resto de la familia a una ator-
mitir que su padre no solamente la quería, sino que era su mentada impotencia. Una tarde, cuando estaban a punto de
favorita, habría establecido que era capaz de ser amada y terminar una feliz excursión familiar al parque, su madre se
po r ta nt o h ab rí a in te ns ifi ca do su se ns ac ió n de pe lig ligro
ro,, al sintió
sintió repentinam ente incapaz de moversemoverse.. N orma recordab a
descubrir los verdaderos sentimientos de su madre. Habría
el terror del momento pero no cómo se resolvió. Fue seguido
pu es to en du da su idea id ea de qu e er a su fa lta de va lía lo que
de un largo período en el que su madre no podía levantarse
pr ov oc ab a el de seo
se o oc ul to de su m ad re de m a ta rl a y le ha - de la cama. Recordaba los gritos angustiados de la madre en
br ía qu ita do toda
to da es pe ra nz a de g an ar fin al m en te su ca riñ o. respuesta a lo que ella había interpretado como la insisten-
Por lo tanto tenía que reprimirlo.
cia despiadada de su padre para que intentara andar, pero
Los celos de la madre de Norma estaban dirigidos no so-
también recordaba que, al poco tiempo, la enfermedad desa-
lamente contra cualquier expresión de afecto entre sus hijos
pa rec ió tan
ta n m is te ri
rios
os am en te com o ha bí a ven ido . N or m a re -
y su marido, sino también contra casi todos los aspectos de cordaba también los fuertes dolores que inmovilizaban par-
su vida. Estuvo a punto de impedir la boda de su hija mayor
cialmente los brazos de su madre. Por lo que sabemos de los
e inculcó en Norma la idea de que la amistad o cualquier
otro tipo de relación era indeseable. También desempeñó un síntomas de conversión, es posible suponer que por este me-
dio la madre de Norma se defendía a sí misma y defendía a
pa pe l pa ra dó jic o con re sp ec to a su s log ros . Po r un a pa rte ,
los demás de la violencia de su ira.
N
Noror m a te n ía cl ar o qu e fue su m ad re la que insi in sist
stió
ió en que
qu e
Con la excepción de su madre y de su tío Max, el resto de
recibieran una educación universitaria. Por otra, Norma no
la familia de la madre de Norma eran personas que actua-
recordaba que su madre hubiera demostrado el menor inte-
ban vi ol en ta m en te e in tim id ab an . A pe sa r de qu e N or m a re -
rés por sus progresos en la escuela. Cualquier referencia a
cordaba haber visto a su abuelo sólo dos veces, las historias
las aspiraciones de Norma era recibida con sarcasmo y me-
sobre su carác ter violeviolento
nto y llas
as brutales palizas qu quee propina
nosprecio. Sin embargo, sólo en relación con la capacidad de ba a sus hij os re rebe
be ld es ap un ta n ha ci a el or ig
igen
en de la vi
viol
olen
en -
su madre de sofocar cualquier iniciativa de su hermano era
cia en sus hijos. Una escena de su infancia en la que presen-
N
Nor
or m a ca pa z de d a r rie nd a su el ta a su má s in te ns a ex pr e-
ció cómo su tía pegaba sin compasión a su hijo de cinco años
sión de ultraje e indignación. Escribía:
po r e s ta r de m as iado
ia do tie mp o al sol ha bí a de jado
ja do un a im pr e-
Mi madre siempre jugaba a ser silenciosa y muy raramente revela- sión indeleble en ella. Norma creía que su tío Max había
ba su opinión. Yo sabía
sa bía muy bien cómo con una simple frase, una ocultado su violencia y se había mostrado introvertido pro-
pregun
pre gun ta inten ciona da, una son risa siemp re sard ónica
ónic a en el fondo y ba bl em en te p ar a b us ca r el fa
favo
vo r de su pa dr e com o p ro te c -
amarga en el comentario, podía reducir esperanzas y sueños a ceni- ción contra sus hermanos hostiles y mucho más imponentes.

17
178
8
Dor othy Blo
Bloch
ch 10. LA FANTASIA IN
INCO
CONS
NSCIE
CIENT
NTEE DE UN NIÑO
NIÑ O
ABANDONADO
El oculto deseo de infanticidio de la madre de Norma tal
vez pudiera, pues, remontarse a su infancia traumática, la
cual estuvo marcada por los sentimientos de enajenación
suscitados por la muerte de su hermana pequeña y las acu
saciones de ser ella la asesina, por una grave privación resul
tante en una enorme cantidad de ira y por estar expuesta a
escenas de violencia. El hecho de que no respondiera a su ex-
pper
er ie n ci a de viol
vi olen
encia
cia co conn la re pe tic ión
ió n de es ta violencia
viole ncia
pu ed e se r at ri b u id o al ef efec
ec to qu e la m u er te de su herm he rman
anaa
pe qu eñ a tuv o en ella.
ella . La coconvnv icc ión
ió n m ág
ágica
ica qu e po r lo gene Aunqu
Aun quee no ha sido raro enc ontra r que la vida de un paciente
ral tienen los niños de que su ira es la causa de cualquier estaba dirigida por una fantasía inconsciente, fue el caso de
muerte que se produzca en la familia se vio reforzada en su Jonny el que me demostró la relación existente entre la in-
caso por su papel real y debió de necesitar un grado de re- tensidad de la amenaza de infanticidio y la amplitud de la
pr es ió n ex trtrao
ao rd in ar io .
La necesidad inconsciente de Norma de perpetuar una fantasíade inconsciente
efecto la violencia a necesaria
la que había para
estadopoder soportarla.
expuesto se habíaEl
imagen potencialmente amorosa de su madre había excluido pu
puest
estoo ya de m an ifies
ifi esto
to,, pe ro el he ch
choo de qu e el cu rs o de su
toda posibilidad de establecer la realidad de su madre o de vida estuviera dirigido por una fantasía inconsciente y el ti-
entender la dinámica de su deseo de infanticidio. Cuando po co n cr
cret
etoo de fa n ta sí a de qu e se tr a ta b a no re su ltar
lt ar o n o b-
ppoo r fin N or m a se pe rm iti ó, en el tr a n sc u rs o de su aná lisis, lisis , vios durante su tratamiento hasta que hubo adquirido el su-
admitir y experimentar el odio de su madre hacia ella y su ficiente sentido de su propia identidad como para revelarlos.
pproro p ia ira , es ta b a to
toda
da ví a lejo s de re co n oc er lo quequ e re
realm
alm en
en-- Al contrario que la mayoría de los pacientes, cuyas inhi-
te era su madre. Su antigua insistencia en la nobleza de su bicion
bic iones
es po dían
dí an lim ita rles
rl es se riam
ri am en te o inclu
in clu so im pe di rles
rl es
madre se transformó simplemente en una concentración triunfar en cualquier área, él se embarcaba en una profesión
igualmente absorbente en su odio. Aunque la imagen que después de otra, abandonándolas todas ellas cuando estaba
Nor
N or m a te n ía de sí m is ism
m a fue
fu e ce dien
di en do g ra d u alm
al m en te como a punto de alcanzar la competencia profesional. Retrospecti-
respuesta a la acumulación de pruebas sobre su verdadera vamente me doy cuenta que, en parte, la confusión que expe-
identidad, la imagen idealizada de su madre, con su hincapié rimenté al intentar comprender este fenómeno se debía a la
en su santidad y en su martirio, explotó junto con su ira y extraordinaria variedad de talentos que poseía. Su habilidad
reapareció nuevamente como un personaje monstruoso. No pa ra a ct u a r co
conn br ill an te
tezz en cu al q u ie ra de las ar te s qu e es -
fue sino cuando el nuevo concepto de Norma sobre sí misma cogiera creaba una nube de humo que ocultaba efectivamen-
se consolidó en torno a una forma de vida nueva y más satis- te sus motivaciones inconscientes.
factoria, cuando estuvo en condiciones de abandonar su lu- Jonny era un hijo ilegítimo que me fue enviado siendo
cha contra sus percepciones y afrontar y aceptar la realidad adolescente por su madre adoptiva. A pesar de que hubo va-
de la vida de su madre y de su consiguiente amargura y hos- rias interrupciones de bastante duración en su tratamiento,
tilidad. La fuerza de su yo recién restablecido le permitió en- debidas a la enfermedad de su madre y a que la familia se
tonces abandonar su fantasía de ganar un día el cariño de su mudó de ciudad, durante más de quince años estuve en con-
madre y la necesidad de una image
imagenn distorsio nada de sus pa-
pa- diciones de estudiar directamente su desarrollo psicológico
dres.
y no sólo apreciar el impacto de sus experiencias infantiles
sino finalmente ayudarle a descubrir la fantasía inconscien-
te que había dirigido su conducta autodestructiva. Además

180
180 181
Dor othy IIIn, l< i ii fantasía inconsciente de un niño abandonado

de sus comunicaciones verbales, los capítulos semanal» • .<


.<ue
uela
la espe cializad a en música, a la cual asis tía cuand o fue
del diario que escribió durante los últimos cinco años de mi •aviado a mi consulta.
análisis me permitieron comprender sus conflictos emoci"
nales. H El problema que expuso su madre era la incapacidad de
lonny para trabajar, tanto en los temas escolares como en la
La madre adoptiva de Jonny me contó la siguiente hisin música, aun cuando le gustara. También comentó que su
ria d ura nte la prim era entrev ista. Todo lo que se sabía »1« i oinportamiento en casa e ra inm aduro y frecuentemen te des-
Jonny era que su padre era irlandés, o medio irlandés, y qm embocaba en algo así como un exceso de destru cción . No
su madre era italiana y tenía dieciséis años cuando nació Inc sino después de haber visto a Jonny varias semanas
Jonny. Jonny pasó sus primeros dos años en un orfanato v »uando pude comprender hasta qué punto sus problemas ha-
luego fue asignado por la agencia a la cual había sido ento- bían sid o su be st im ad os .
gado al nacer a un hogar adoptivo donde permaneció hasl.i La madre, que tenía cerca de cincuenta años cuando la
que tu vo casi s iete años. La agen cia ent onc es de clar ó a lo» <onocí, había estado casada dos veces. Había tenido varios
pa d re s ad op tiv os «inc
«i nc om pe tent
te ntes
es » y se llevó a Jo nn y. De*, .ibortos y había perdido la esperanza de tener hijos algún
pu és de la se pa ra ci ón , el co m po rtam
rt am ie nt o de Jo nn y se con •lía. Por lo tanto, al poco tiempo de su segundo matrimonio,
virtió en un problema de tales dimensiones que en el año y había decidido adoptar uno. Era bibliotecaria y tras la muer-
medio siguiente fue enviado a diez hogares adoptivos dife- te de su segundo marido tuvo dificultades económicas. La
rentes; en uno le dejaron quedarse únicamente una noche, enfermedad que le atacaría algunos años más tarde, y la
en otro unas semanas. Pasó los intervalos entre uno y otro obligaría a vivir con su hermana en Connecticut, no era to-
hogar en la agencia, desconcertado, según supe más adelan davía evidente. A pesar de que nunca conocí al padre adopti-
te, por lo que le parecía una rutina de ser enviado y llevado vo de Jonny, supe que había sido un hombre difícil, que no
de vuelta y por el papel desempeñado por la asistenta social comprendía sus propios sentimientos o los de Jonny, al cual
La primera vez que sus padres adoptivos le vieron se que- instaba continuamente a olvidar el pasado y «esforzarse» si
daron encantados por su aspecto seductor y su rostro atrae no le apetecía trabajar. Aunque la madre de Jonny era mu-
tivo.y Era
alta tan oscura.
de tez rubio yTanto
diminuto como
el padre su madre
como adoptiva
la madre era
adoptivos cho más comprensiva, la intensidad de la represión de sus
pro pio s se nt im ie nt os de te rm in ab a un a in to le ra n ci a igu al ha -
respo ndie ron inm ediata me nte a la conm ovedo ra solicitud de cia los de Jonny. Describía a Jonny como una persona hostil
Jonny de que le llevaran a casa con ellos. Según su madre, la y poco dispuesta a cooperar, y me advirtió que probablemen-
agencia estaba encantada de deshacerse de él y la adopción te se quejaría de ella. También habló con admiración de la
se arregló con toda rapidez. La agencia no ofreció ningún habilidad de Jonny para hacer amigos y su capacidad de
consejo sobre los cuidados de Jonny ni sugirió que necesita amar. Durante el primer año y medio de su tratamiento la vi
ra ayuda terapé utica. A pesa r de que sus amigos quedaron pe rió di ca m en te , y a lo lar go de to
todo
do ese tie m po su enenojo
ojo an -
tan impresionados por su comportamiento incontrolado que te el comportamiento sumamente provocador de Jonny no
les hicieron inmediatamente esta recomendación, los padres fue nunca mayor que su decisión de ayudarle.
estaban convencidos de que lo único que necesitaba era cari- La primera vez que vi a Jonny comprendí la respuesta
ño. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de su sensibilidad inicial de sus padres hacia él. Con su pelo rubio y rizado,
po
poco
co co rr ie n te ha ci ciaa la m ús ica . Y ac ep ta ro n rá pi da m en te ojos azules, facciones delicadas y suave sonrisa parecía an-
cuando un amigo violinista se ofreció a enseñarle a tocar el gelical. Su inmadurez sexual reforzaba la impresión causada
instrumento. Lo que ocurrió entonces sorprendió a todos. po r su e s ta tu ra de qu e er a un niñ o y no un ad ol oles
es ce nt e. Sin
Su talento era tan extraordinario que una carrera musical vacilar y con una gran desenvoltura y gracia, se lanzó a con-
pa re cí a in
inev
ev ita ble.
bl e. Más ad el an te Jo nn y fue ad m iti do en un a tarme sus dificultades en la escuela, limitando sus comuni

180
180 Do roth y Bloch I <ifant asía inconscie nte de un niño aband onado 181

de sus comunicaciones verbales, los capítulos semanali*:. escuela especializada en música, a la cual asistía cuando fue
del diario que escribió durante los últimos cinco años de su enviado a mi consulta.
análisis me permitieron comprender sus conflictos emocio El problema que expuso su madre era la incapacidad de
nales. V Jonny para trabajar, tanto en los temas escolares como en la
La madre adoptiva de Jonny me contó la siguiente histo música, aun cuando le gustara. También comentó que su
ria durante la primera entrevista. Todo lo que se sabía de comportamiento en casa era inmaduro y frecuentemente des-
Jonny era que su padre era irlandés, o medio irlandés, y que emboca ba en algo así como un exceso de destrucc ión. No
su madre era italiana y tenía dieciséis años cuando nació fue sino después de haber visto a Jonny varias semanas
Jonny. Jonny pasó sus primeros dos años en un orfanato y cuando
cuan do pude comp render hasta qué punto sus problemas ha -
luego fue asignado por la agencia a la cual había sido entre bían sid o su be st im ad os .
gado al nacer a un hogar adoptivo donde permaneció hastii La madre, que tenía cerca de cincuenta años cuando la
que tuvo casi siete años. La agencia entonces declaró a los conocí, había estado casada dos veces. Había tenido varios
p
pad
ad re s ad op tiv os «i nc om pe tent
te ntes
es » y se llevó a Jo Jonnnn y. Des abortos y había perdido la esperanza de tener hijos algún
pu és de la se pa racira ci ón , el co m p or ta m ie nt o de Jo nn y se con
virtió en un prob lema de tales dimen siones que en el año y día
día.
. Por
había lo tanto,
decidido aall poco
adoptar tiempo
uno. de su segun do
Era bibliotecaria ma trimon
y tras io,
la muer-
medio siguiente fue enviado a diez hogares adoptivos dife te de su segundo marido tuvo dificultades económicas. La
rentes; en uno le dejaron quedarse únicamente una noche, enfermedad que le atacaría algunos años más tarde, y la
en otro unas semanas. Pasó los intervalos entre uno y otro obligaría a vivir con su hermana en Connecticut, no era to-
hogar en la agencia, desconcertado, según supe más adelan davía evidente. A pesar de que nunca conocí al padre adopti-
te, por lo que le parecía una rutina de ser enviado y llevado vo de Jonny, supe que había sido un hombre difícil, que no
de vuelta y por el papel desempeñado por la asistenta social. comprendía sus propios sentimientos o los de Jonny, al cual
La primera vez que sus padres adoptivos le vieron se que instaba continuamente a olvidar el pasado y «esforzarse» si
daron encantados por su aspecto seductor y su rostro atrae no le apetecía trabajar. Aunque la madre de Jonny era mu-
tivo. Era tan rubio y diminuto como su madre adoptiva era cho más comprensiva, la intensidad de la represión de sus
alta y de tez oscura. Tanto el padre como la madre adoptivos pro pi
pios
os se nt im ie nt os de te rm in ab a un a in to le ra nc ia igu al h a -
respondieron inmediatamente a la conmovedora solicitud de cia los de Jonny. Describía a Jonny como una persona hostil
Jonny de que le llevaran a casa con ellos. Según su madre, la y poco dispuesta a cooperar, y me advirtió que probablem en-
agencia estaba encantada de deshacerse de él y la adopción te se quejaría de ella. También habló con admiración de la
se arregló con toda rapidez. La agencia no ofreció ningún habilidad de Jonny para hacer amigos y su capacidad de
consejo sobre los cuidados de Jonny ni sugirió que necesita- amar. Durante el primer año y medio de su tratamiento la vi
ra ayuda terapéutica. A pesar de que sus amigos quedaron pe rió di ca m en te,
te , y a lo larg
la rgoo de to
todo
do ese
es e tie m po su en ojo an -
tan impresionados por su comportamiento incontrolado que te el comportamiento sumamente provocador de Jonny no
les hicieron inmediatamente esta recomendación, los padres fue nunca mayor que su decisión de ayudarle.
estaban convencidos de que lo único que necesitaba era cari La primera vez que vi a Jonny comprendí la respuesta
ño. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de su sensibilidad
po co c o rr ie n te ha ciciaa la m ús ica.
ic a. Y ac ep ta ro n rá pi da m en te inicial
ojos de susfacciones
azules, padres hacia él. Con
delicadas su pelo
y suave rubioparecía
sonrisa y rizado,
an-
cuando un amigo violinista se ofreció a enseñarle a tocar el gelical. Su inmadurez sexual reforzaba la impresión causada
instrumento. Lo que ocurrió entonces sorprendió a todos. po r su e s ta tu ra de qu e er a un ni
niño
ño y no un ad ol es ce nt e. Sin
Su talento era tan extraordinario que una carrera musical vacilar y con una gran desenvoltura y gracia, se lanzó a con-
p
par
ar ec ía in
inev
ev ita ble . Más ad el an te Jo nn y fuefu e ad m iti do en una tarme sus dificultades en la escuela, limitando sus comuni

Do rot hy Bloch La fan tas ía inconsciente de un niñ o aban donado i 83


182
182

caciones al momento presente. Cuando después de varias se- En posteriores sesiones supe que su primera reacción a su
siones sugerí que a veces las experiencias pasadas ayudan a separación fue encontrar una forma de volver a casa de los

comprender
mento y después los problemas presentes,
dijo: «Sabes, pareció dudar
soy adoptado». Y comenzó un mo- a Reilly.de
ranza Recordaba haberse
encontrarlos. escapado
El mal varias veces que
comportamiento con condujo
la espe-
contarme la siguiente historia. El sabía que era hijo ilegítimo a sus repetidas devoluciones a la agencia estaba también cal-
y que su madre tenía dieciséis años cuando él nació, pero culado a cierto nivel para conseguir este objetivo, aunque a
cuando cumplió los seis años y medio lo robaron a sus pa- otro nivel se sentía desconcertado por los rechazos, confu-
dres. Se acordaba del día con toda claridad. Varias personas sión que sugiere que su comportamiento en casa de los
llegaron y se lo llevaron a rastras de la casa, mientras sus Reilly tal vez hubiera excedido ya de los límites de lo consi-
pa dr es m ir ab an llo ra nd o con des con sue lo. En su de se sp er a- derado aceptable por otros. Sin embargo, la imposibilidad
ción se agarraba con tal fuerza a todos los muebles que en- de conseguir su objetivo se le hizo cada vez más evidente.
contraba a su paso que hubieron de soltarle a la fuerza una Incluso cuando estaba todavía absorbido por las maqui-
y otra vez para sacarle de la casa. Luego lo metieron en una naciones para volver con los Reilly, también estaba preocu-
agencia donde había una asistenta social muy amable pero pado po r el ot ro as aspe
pe ct
ctoo tr au m át ic o de su ex per ien cia : el
que continuamente trataba de deshacerse de él. Llevaba re- descubrimiento de que su verdadera madre le había abando-
pe tida
ti da m en te a Jo nn y a di st in ta s ca sa s qu e in va riab
ri ab le m en te nado. Durante todos los años que conocí a Jonny, aunque de
lo devolvían a la agencia. Jonny llegó a pensar que la asisten- vez en cuando especulaba sobre su verdadero padre, todo su
ta social podía ser su madre pero no lo quería. Luego, al po- anhelo y su ira se centraban en su madre. Sólo podemos su-
co tiempo, fue adoptado. poner,, po r su in te rp re ta ci ón del pa pe l de la as is te nt a soci al,
poner
Cuando acabó, le pregunté si le gustaría escuchar la his- las dimensiones de la confusión resultante del brusco descu-
toria como la había contado su madre, y con su consenti- bri m ien to de sus oríge
or íge ne s sisim
m ul
ultá
tá ne am en te a la vio len ta se-
miento se la relaté. La acogió con gran ira, insistió en que paraci
par aci ón de las pe rsrson
on as que ha st staa ese mo me nto cr eí a que
había sido robado a sus padres verdaderos y se negó a reco- eran sus verdaderos padres. Su necesidad inmediata de esta-
blec er alg ún tip o de rel ac ión con alg uie n pa ra co ns eg ui uirr un a
nocer cualquier
censuró incoherencia
a una sociedad que no en solamente
su propia historia.
permitíaTambién
que los mínima sensación de seguridad quedó demostrada por su su-
niños fueran robados a sus padres sino que además perdona- posic ión de que quizás
qui zás la as is te nt a social
soci al fu er a su m ad re y
ba ta le s act os.
os . No di sc ut í nin gu no de los pu nt
ntos
os con él y me no le quisiera. Con la esperanza de encontrar a su madre, co-
mostré categóricamente de acuerdo con él en uno: tenía la menzó entonces a examinar el rostro de todas las mujeres
impresión de que aquellos padres le habían querido realmen- que encontraba. Esta búsqueda resultó también infructuosa
te y que él los había querido también. Esto se vio confirma- y con el tiempo pareció haber sido abandonada. Sin embar-
do unos años más tarde cuando escribió en su diario: go, como había de descubrir años más tarde, únicamente pa-
só a un segundo plano, donde, como fantasía inconsciente, se
convirtió en la fuerza dominante de la vida de Jonny.
Me gusta el nombre de Jonathan. Los Reilly debieron de llamarme La amplitud y la intensidad de esta fantasía inconsciente
así. Me gusta el nombre y comienza a gustarme la persona. Deseaba estaban reflejadas también en otra defensa que Jonny nece-
tantísimo poder preguntar a alguien cómo era yo de pequeño. Cuan- sitaba para hacer frente a un miedo al infanticidio de ex-
do fui a la agencia y me dijeron que hubo un niño llamado Jonathan traordinarias dimensiones. No solamente el rechazo en su
que estuvo allí dos años, supe que estaba vivo. Estoy llorando, pero t aso significaba abandono, sino que, tal como Jonny lo veía,
no lloro por estar vivo. Lloro por la persona que me llamaba «Jona-
than». Su voz me hacía sentirme querido. Tiene gracia. Sabía lo loca
la violencia con que este rechazo era llevado a cabo repre-
que estaba, pero no me importaba. sentaba no sólo el deseo de matar de una persona sino el de

Dor othy Bloch


Bloch l.a fantasía inconsciente de un niño abandonado 18
185
5
18
184
4

toda una sociedad. Dado que no es raro que los niños, e in- me reveló que había conseguido hacerse con un revólver.
cluso los adultos, que han de irse por cualquier razón, sien- Cuando le informé de que no podía tratarle mientras lo tu-
tan que han sido abandonados, sería razonable suponer que viera en su poder, discutió conmigo durante varias sesiones,
Jonny interpretó su separación tanto de sus padres verdade- insistiendo en que le era necesario tenerlo pero que no lo
ros como de los adoptivos como un abandono. De la misma usaría. Unicamente después de que finalmente accediera a
forma, podemos conjeturar que la violencia que acompañó a desprenderse de él se vio con claridad lo que significaba su
la última sep aración pudo ser proye ctada a la primera y q que
ue posesió
pos esió n. En un m om en to de te rm in ad o es cr ib ió en su dia rio :
Jonny experimentó el primer abandono como un acto de vio- «No me apetece matar a nadie más que a mí mismo [...] Me
lencia. siento desdichado. Me alegro de haberme deshecho de la pis-
Unicamente esas suposiciones hacen comprensible la am- tola [...] Tenía la impresión de que la estaba guardando para
plitud
plit ud de las de fens
fe ns as de Jo nn y. La au to de st ru cc ió n con que mi propia ejecución». Y en otro momento escribió: «Creo que
los niños intentan frecuentemente justificar los sentimientos una de la razones por las que conservé y de hecho conseguí la
de sus padres adquirió un carácter violento, y el autocastigo pis tol a er a no p ar a m a ta r a na di
diee sin o qu e la de st in
inab
ab a pa ra
incluyó no solamente
sino también privaciones
un auténtico autoabusopsicológicas
físico. Paray emocionales
ajustarse a mí mismo [...] De repente me siento perdido [...] Mientras tu-
ve la pistola, había una salida: Esa salida ya no existe [...] Las
un rec
rechazo
hazo aum entado de forma inco nmens urable po r la v vio
io cosas habrán de solucionarse de otra manera».
le
lenc
ncia
ia y apu ntalar la poca esperanza que p udiera tener de ll lle-
e- El asesinato era un impulso casi tan irresistible como el
gar
gar a ser amado algún día, tenía que devaluar su propia ima- suicidio, pero por lo general sus deseos homicidas se limita-
gen en un grado extraordinario y cometer actos que pusie ban a los su eñ os y las fafant
ntas
as ías.
ía s. Su ún ico
ic o re
recu
cu er do de ha be r-
ran de manifiesto su falta de valía. El odio hacia sí mismo lo intentado realmente era de cuando tenía unos diez años.
era tan intenso que comenzó a pegarse por las noches, prác- Un muchacho le había engañado y luego le había pegado. En
tica que reanudó periódicamente incluso siendo adulto. Du un ataque de ira, Jonny había rodeado el cuello del mucha-
rante su infancia, conseguía siempre provocar el castigo el cho con su brazo y comenzado a apretarlo hasta que llegó un
día de su cumpleaños y de esta forma ver negada la celebra polic ía y le llevó al cu ar te l. Cu an
ando
do es ta ba aho gand
ga ndoo al m u-
ción planeada. chacho, pensaba: ¡Muere, rata! Pero en realidad no quería
Su vida estaba dominada por fantasías y actos suicidas. matarle y no sabía por qué lo estaba haciendo.
Buscaba continuamente el peligro. Ya fuera para dejar esta Para hacer frente a su terror, sentía también la necesidad
blecido
bleci do su po de r om ni po te nt e an te el te rr o r qu e se nt ía o pa de creer que tenía poderes sobrenaturales. Tanto mientras
ra exponerse al daño físico e incluso a la muerte, cruzar la estaba despierto como en sueños comenzó a obsesionarse
calle se convirtió en un desafío a sus habilidades y a su inge por la fa
fant
nt as ía de vol
volar.
ar. Se im ag ininab
ab a vo
volan
lan do so
sobre
bre las ciu-
ci u-
nio. Al igual que los toreros con capote, jugaba con los co dades, observando a la gente desde lo alto y descendiendo de
ches que pasaban para ver lo cerca que podía estar de ser al vez en cuando para llevar a cabo obras de misericordia. Es
canzado y sin embargo evitarlo. Cuando años más tarde le las fantasías no sólo tenían connotaciones sexuales, sino que
convencí finalmente de su tendencia inconsciente al suicidio, se derivaban de su sensación de impotencia y de su deseo de
revisó su comportamiento y recordó por lo menos catorce in
cidentes diferentes en los que había intentado suicidarse en superardestruido
habían su estadosuy seguridad.
controlar En
las un
fuerzas arrolladoras
momento posteriorque
de
los últimos años. Un verano en el que sus padres le llevaron su análisis reconoció: «El principal problema que tenía era
a visita r a un a tía de Texas, expuso su ojo derech o una y el de no querer vivir en la realidad». Y más adelante: «La
otra vez a los rayos del sol en un esfuerzo por quedarse di- realidad levantó su bella y espantosa cabeza y dijo: "Puedes
go, con sigu iend o da ña rse la vista. ] vivir. Al igual que Peter Pan, vuela. Lo único que tienes que
Al poco tiempo de su definitivo traslado a Nueva York,

186
Do rot hy Bloch La fan tas ía inconsciente de un niño abando nado 187

hacer es creer". Está bien, volaré, pero lo haré en tierra o en ba er a su ira


ira.. La ha bí a re pr im id o de tal fo
form
rm a qu e se ha bí
bíaa
avión». convertido en algo completamente disociado de él y se expre-
La capacidad de Jonny para experimentar y manejar los saba en actos aparentemente infundados. Poco después de la
sentimientos fue una de las principales víctimas de los suce- sesión en la que él había revelado su versión sobre sus oríge-
sos traumáticos de su infancia. Cualesquiera que fueran sus nes, llegó a la consulta con una nota que me pidió que no le-
pa ut as de co m po rtam
rt am ie nt o an te s de su se p ar ac ió n de su s pa - yera hasta que él se hubiera ido. Decía lo siguiente: «Me
dres adoptivos, su respuesta a la forma violenta e incom- siento deprimido y solo y sin saber qué hacer. Me siento co-
pr en sibl
si bl e en que
qu e se llevó a cabo ca bo,, ju n to con
co n el b ru sc o de sc u- mo un niño que llora de pena de sí mismo y como si no de-
bri
b rim
m ie n to de qu e ha bí a sid o ab an d on ad o p o r su s ve rd ad er os bie ra ha ce rlo . Me si
sien
en to fa ta l y en un m om en to de te rm in ad o
pa dr es , pr o du je ro n en él un os se nt im ie nt os in co nt ro la labl
bl es sentí deseos de suicidarme. Necesito ayuda. Creo que no
de ultraje y humillación. Además, la repentina sensación de pue do co nt ro la rm e. Y sigo
sig o llo ra nd o de vez en cu an do ».
no pertenecer a ningún sitio, hizo que le resultara imperioso Cuando le pregunté acerca de la nota durante la siguiente
encontrar un lugar. Ya fuera porque se dio cuenta de que su sesión me contó que mientras visitaba a un amigo el fin de
comportamiento hacía que ninguna casa adoptiva quisiera semana le había robado algún dinero. Entonces me confesó
quedarse con él, o por el persistente rechazo de los posibles que robaba prácticamente todos los días, y que había comen-
p
pad
ad re s ad op tiv os , como
co mo es cr ib ió en su di ar io,io , «Me co nv er tí zado a hacerlo hacía mucho tiempo, usando entonces lo que
en otra persona para gustarles». En otra parte escribió: robaba para comprar la amistad de los otros niños. Ahora no
«Vendería o regalaría mis sentimientos a cualquiera que cui- sabía por qué lo hacía. Cuando vino a la siguiente sesión con
dara de mí y me quisiera». j una estatuilla dorada que acababa de robar y relató con jus-
Es muy difícil calibrar el daño psíquico causado a Jonny ta indignación el irritante incidente en la tienda, que había
po r la ne ce si da d de re p ri m ir y ca m u fl ar su s se nt im ie ient
nt os . pr eced
ec ed id
idoo al rob o, co m en té qu e pa re cí a c re er qu e te ní a d er e-
En la época en que fue enviado a mi consulta ya no podía cho a robar. El resumió su forma de entender este fenóme-
disponer de ellos. Había llorado noche tras noche hasta que no, que de algún modo le hacía sentirse profundamente aver-
gonzado y despreciable, con la siguiente afirmación: «La
fue
ros»adoptado porque
padres, pero no podía
después habíapreguntar
dejado depor sus «verdade-
hacerlo. A partir gente me ha robado; tengo derecho a robarles a ellos». Cuan-
de ese momento consideró que llorar era un signo de debili- do le pregunté qué era lo que la gente le había robado, res-
dad y no llorar un símbolo de poder. Varias semanas después pon dió sin la m en or du da : «Mi m ad re y mi pa dr e» . C ua nd o
de comenzar el tratamiento, comentó: «Pueden pasar cosas insistí en el tema y le pregunté si alguien era responsable,
terribles, pero mi cara no cambia nunca. Si alguien me dije- recibí la siguiente respuesta: «Sí, todo el mundo lo es, toda
ra que mis padres habían muerto, mi cara sería la misma». la sociedad lo es».
Durante el funeral de un amigo al que quería mucho, se sin- A medida que relataba un robo tras otro en los meses si-
tió desesperado al no poder derramar ni una lágrima. Sin guientes, se ponía de manifiesto que existía una pauta en su
embargo, algunos años después de comenzar el tratamiento forma de robar, y que cada robo era desencadenado por un
vio a un muchacho saltar lanzado de su moto al chocar con incidente que le llenaba de ira y que él veía como humillan-
un coche. Estaba sangrando y llorando con desconsuelo. te. Siempre que esto ocurría, por la razón que fuera, su úni-
Jonny escribió: «Sentí por un momento el dolor del mucha- co recurso era robar. Según sus propias palabras, era como
cho. Todavía recuerdo su llanto. Me traspasó como un rayo «una inyección en el brazo». El mismo lo comparaba con el
de luz que pudiera entrar en mi cuerpo sin dificultades». impulso de beber de un alcohólico. Las secuelas, como indi-
Después se mareó, pero se alegró de haber sido capaz de caba en su nota, eran también, inevitablemente, la depresión
reaccionar. y los deseos suicidas.
Sin embargo, el sentimiento que más problemas le causa- Aunque conseguí ayudarle a localizar la causa motivan

Dor othy BlocI La fan tasí a inconsciente de un niño ab andon ado 189
188

te de sus robos en un caso tras otro, fue un hecho concreto pr im er in


indic
dic io de qu
quee alg o ex trañ
tr añ o es ta ba oc ur rien
ri en do d u ra n -
el que le permitió finalmente tener una idea precisa y rom te la primera parte del análisis de Jonny fue cuando, estando
pperer co
conn la p au ta de su re sp ue st a. Su m ad re ha bí a org an iza do claramente en camino de convertirse en un violinista profe-
una fiesta a la que había invitado a una amiga suya y a su hi sional,
sion al, decidió de repente pasarse al clarinete. Sospeché que
ja, qu e er a de la ed ad de Jo Jonn
nn y. D ur an te la ve
velad
lad a, pid ieron
ier on evitaba el éxito por la razón habitual —la justificación del
a Jonny que tocara el violín. Cada vez que acababa su actua- rechazo de su madre—, pero al escuchar sus alabanzas del
ción, la muchacha le quitaba importancia afirmando que so clarinete tuve que admitir que parecían convincentes. Ade-
hermano era mejor violinista. Mientras me contaba esta ex más, pronto resultó evidente que era igualmente brillante
pe rie nc ia
ia,, Jo nn y m an te ní a un tono
to no mu y am isto
is to so y re ite ra ba con el nuevo instrumento.
lo agradable que era la muchacha. Sin embargo, cuando lle- Le perdí la pista por un tiempo, pero tenía la impresión
gó al final de la historia, comentó que más tarde había ido al de que seguía su carrera. Sin embargo, cuando reapareció
dormitorio donde habían dejado los abrigos y los bolsos y después de un lapso de cinco años, descubrí que había aban-
había robado diez dólares de uno de ellos. El robo parecía donado la música por completo, que se había casado y divor-
carecer de motivo. Sin embargo, al seguir preguntándole ciado y que se ganaba la vida como mecánico. No obstante al
aclaró que la cartera de la cual había tomado el dinero per poco de re a n u d ar el an álális
isis
is co
come
me nzó a d ar nu ev am en te cl a-
tenecía a la mad re de la muc hacha. | ses de música, esta vez de canto, y una vez más comenzó a
El efecto que esta revelación tuvo en Jonny fue asombro entrenarse en serio. Declaró que desde que era pequeño su
so. Dado que hasta entonces no había sido consciente de su única ambición había sido ser cantante y que por fin iba a
respuesta a los comentarios insultantes de la muchacha, su verla cumplida. Habló con cierta amargura de la antigua
repentino impulso de robar le había dejado completamente oposición de sus padres adoptivos a su carrera de cantante y
desconcertado. Finalmente, ahora se daba cuenta de que sus de sus esfuerzos, coronados por el éxito, por impedirla. Des-
sentimientos de ira y humillación le eran tan intolerables cribió una vez más con elocuencia convincente el sentimien-
que los había reprimido y disociado. No se le había ocurrido to de plenitud que experimentaba al cantar, y una vez más se
que robaba por una razón y no simplemente, como él pensa- sometió a un entrenamiento intensivo y mostró la misma ap-
ba, po rq ue er a «un malma l tipo» . Po r pr im er a vez comeco me nzó a en- titud para este nuevo campo de expresión. Sin embargo, pa-
tender su comportamiento y a desarrollar un incipiente sen recía tener una cierta intuición de sus propósitos inconscien-
timien to de am or propio. ! tes, porque escribió en su diario: «Y las luces del escenario
Más enigmático todavía que sus robos era su empeño en se han encendido otra vez y el nuevo acto está a punto de co-
fracasar. A pesar de que estaba muy familiarizada con este menzar».
fenómeno, nunca lo había encontrado en la amplitud o en la Quizás porque Jonny había resuelto ya algunos de sus
forma especial que tomó en el caso de Jonny. El problema pr ob le
lemm as y e st ab a m uc ho má s al ta nt o de su s se nt
ntim
im ie
ient
nt os ,
que incialmente le trajo a mi consulta persistió durante la y porque por primera vez estuvo en tratamiento psicoanalíti
mayor parte de los años que yo le conocí. Al principio pare co continuo durante un largo período, su dedicación al canto
cía ser la habitual necesidad de establecer su falta de valía no sólo reveló finalmente la dinámica oculta que le había lle-
como
dres ymedio
de esadeforma
justificar los sentimientos
mantener hostiles
la esperanza de los
de ganar pa
final vado
so al adescubierto
abortar suslacarreras
fantasía anteriores, sino
inconsciente queque
le también pu-
había domi-
mente su cariño, con sus consiguientes necesidades de de- nado. Jonny se estaba acercando a los treinta años, y comen-
pe nd en cia
ci a y ev ita ci
ción
ón del éxito.
éxit o. zó a preocuparle la sensación de que el tiempo se acababa.
Mirando hacia atrás me doy cuenta ahora de que era la Durante algún tiempo Jonny se sintió una vez más arrastra-
extraordinaria variedad de talentos que Jonny tenía lo que do por la embriaguez de desarrollar un talento nuevo. Sin
oscurecía su significado cuando aún era un adolescente. El embargo, antes de que pasara un año escribía en su diario:

190 Do roth y Bloch La fantas ía inconsciente de un niño ab ando nado 191

«Mi
«Mi prof esor me ha dicho de nuevo: "Vas a ser un ca nta nte ”. cíente a fracasar. Su lucha por vencer esta vez se hizo tan in-
Cualquier persona al recibir esa noticia estaría loca de ale- tensa que la oposición inconsciente requirió una forma nue-
gría. Yo no. Parece como si, apesar de todo lo que he lucha- va y Jonny comenzó a hablar de «mi pequeña señora del ha-
do, no hubiera podido evitar hacerlo bien. Siento tal deses- cha». Escribió:
pe ra ció n. Me da n ga na s de co rr er , es co nd erm
er m e, su ici da rm e» .
Algo más de un mes después escribía: «La clase fue estu- Cuando practique hoy, he de hacerlo bien aunque no quiera. Debo
pe nd a. Me sie nt o ca da vez m ás ce rc a. El su eñ o de p o de r ca n- ejéscer ahora más presión contra el «hacha». «Ella» sabe que me es-
tar está tan próximo, es como si hiciera muy poco tiempo toy haciendo más fuerte ...... Sólo h
hay
ay una forma de vencerla y es es-
desde que me pregunté a mí mismo qué era lo que buscaba, cribir sobre mis sentimientos, hablar de ellos contigo. Ella depende
pe ro ah or a ten go al to ro cogid
co gid o po r los cu er no s y no lo voy a de que yo no exprese mis sentimientos, pues de esa manera puede
soltar». Sorprendentemente, sin embargo, en el mismo pá- mantener la confusión. Si saco a la superficie los sentimientos y los
pensa mientos,
mien tos, le robo la escena.
rrafo añadía: «Me hubiera gustado apuntarme a una clase de
interpretación, pero no lo hice».
Sin embargo, «ella» no era fácil de vencer. «He acabado
Estaba claro que la historia se repetía. Las anotaciones
la clase. Una de llas
as mejores en mu cho tiemp o ...
... Consegu í
en el diario de Jonny durante los meses siguientes decían:
echarla. Intentó arruinarlo todo, pero no se lo permití [...]».
«Mi profesor me ha dicho que debería comenzar a cantar Y al día siguiente escribía:
canciones. Lo cual me ha asustado tremendamente. Porque
eso significa que cada vez estoy más cerca de poder cantar». Comencé a pensar. Aquí estoy yo con un gran talento. Puedo actuar
Y un mes más tarde: «La semana pasada ha sido muy difícil. como el mejor. Entonces fue cuando «ella» levantó su horrible cabe-
Ha desp ertad o todos mis temore s al éxito ... ... A veces me za y trató de deprimirme. Pero luché de nuevo y gané. Soy un can-
gustaría creer que todo es una conspiración para destruir- tante. ¿Recuerdas, Jonny? «Ella», la endemoniada, disfrutaría con
me». Y más adelante todavía: el desastre y la destrucción, con «poner un poco de tormento en tu
vida». A «ella» le enc ant a la aut od
odestr
estr ucc ión ... El viern es tuve
El viernes pasado tuve una lección muy buena y también la grabé. una clase estupenda. Con lo cual el lunes conseguí hacerlo todo
El sábado por la mañana la escuché. Desde ese momento hasta esta mal. «ELLA» estaba haciendo un buen trabajo. Sentí su presencia
noche he estado al borde de la depresión. No estoy muy seguro del con toda claridad. Estaba en la misma habitación. Así que hoy no
porqué . 1) Pud iera se r q
que
ue me g us
ustar
tar a mi voz
voz.. 2) Que
Que no me g ust ara vo
voyy a dejar que ocu rra lo mismo ... ... Me resulta difícil comenzar.
y me desilusionara que sin embargo sonara a mí, y dado que me Puedo hacerlo diciendo que la última clase fue la mejor que he teni-
odio, eso fuera justamente lo que necesitaba. 3) Que en realidad me do nunca. Grabamos una cinta. Con unos sonidos fantásticos. La
desa grad ara ..
.... No puedo olvidar que tanto a mi mi profesor como a titi prim era vez que la escuc hé est aba muy preoc upad o. No me gus gustó

os gusta ese sonido. Suena a mí y lo odio. Querría otra voz. mucho. Me sorprendió que sonará tan bien. Debo aprender a gus-
tarme y aceptarme (a mi sonido). Tengo que tener mucho cuidado
A la siguiente semana escribía: hoy cuando practique de nuevo. No debo perder. Como no debo
odiar ...
... He termin ado ahora mismo de practicar . No lo hice dema-
siado mal. Intenté estropear las cosas unas cuantas veces pero me
Quiero de jar de canta r. ¿Por qué? No lo sé ... Cuando
C uando pienso en mi contuve. Pero me pregunté a mí mismo: «¿Por qué practico, por qué
canto me siento muy melancólico. ¿Puede ser simplemente porque trabajo para convertirme en un cantante?». Eso es suficiente para
oyera mi voz?
voz? ... No tengo derec ho a que me guste nada
nad a de mí. Por- desanim ar a cualq uiera que esté practic ando algo ...... Si no practico
que no valgo. ¿Por qué? Porque mi madre no consideró que valiera me apetece matar, destruirme, desperdiciar mi vida. Y si practico
lo suficiente como para quedarse conmigo. me deprimo cu ando hago prog resos y lo mando todo a paseo ... ...
«ELLA» ha abandonado algunos de sus viejos trucos. Ahora usa
Jonny nunca había seguido antes una carrera con tanta de- otros nuevos y más poderosos
podero sos ... «ELL
«ELLA»A» está lu
luchan
chando do a mu erte
terminación o con tanta conciencia de su impulso incons para mat arme . Cues
Cuesta
ta cre er que yo pue da odi arm e tan
tanto
to y sin em

192
192 Dor othy llh nh 193
i ,i fantasía inconsciente de un niño abandonado

bargo sab er que no soy u na mala pers ona. La culp


culpaa de todo la tim
tim»
» ».obresalto con que finalmente oí a Jonny revelar su fantasía
la falta de c ariño. El niño que dice que quizás la razón por la cutí cutíi .«creta durante una de las sesiones: «Cada vez que pienso en
no soy que rido es que no me lo merezco, que no soy bueno ... ... Mi mi debut, me imagino al público. Todos están aplaudiendo y
oídos no quieren aceptar el sonido. Se rebelan contra el pasado. Nn
quieren que surja «él», la persona no querida, no digna, odiada. ( u «le repente mi ma dre se pone de pie y se acer ca p ara recono
mienzo a sentir los dolores de ese muchacho que no podía encoii «erme».
tra r cariño, que si fuera c ualqu ier otra persona, una niña, un i i<m Por fin estaba todo claro, Jonny no había podido debutar,
sería querido sin ninguna duda: si fuera moreno, si tuviera el pelo v V todavía no podía, porque sabía que la fantasía no se reali-
los ojos negros ...... Ayer y esta ma ñan
ñanaa me pegué sin compasión zaría nunca. Cuando era niño, a medida que la posibilidad de
volver con sus padres adoptivos desaparecía, se había defen-
La «señora del hacha» fue la ganadora. La clase de interpic dido del terror que había seguido a la violenta separación
tación a la que Jonny se había referido de vez en cuando se con la fantasía de que si pudiera hacerse visible a su verda-
hizo finalmente realidad. Y aunque reconocí claramente un.» dera madre y demostrarle que era digno, ella le reclamaría.
vez más la presencia de la necesidad inconsciente de den«« Cuando sus padres adoptivos le ofrecieron clases de violín,
tarse, me quedé francamente confusa por algunas de las c;i se valió inconscientemente de ellos como oportunidad de
racterísticas de su expresión. Mi experiencia me enseñab.i conseguir esa «visibilidad» y comenzó a trabajar con tal fin.
que normalmente la autoderrota toma la forma de no pernii En otro momento me sorprendió al venir con el pelo más
tir el éxito en ningún campo o restringir su alcance. El he corto que yo había visto nunca. De nuevo, a pesar de ser un
cho de permitir el desarrollo del propio talento hasta la com corte de pelo poco frecuente en esa época, gracias a sus co-
pe te nc ia pr of es io na l y ab an do na r en to nc es br us ca m en te esa rrectas facciones y la perfecta forma de su cabeza, resultaba
carrera por una nueva, no tenía precedentes. El propio favorecedor. Solamente después de un tiempo me confesó
Jonny ofreció su explicación habitual en relación con otro que su propósito inconsciente era hacerse reconocible a su
asunto, cuando, hablando de su empeño en perder al tenis verdadera madre, la cual únicamente le había visto siendo
preg
pr eg un tó: «¿E
«¿Ess po sib le que pi er da po rq ue cu an do pi pier
er de s te un bebé, cuando lógicamente tenía muy poco pelo.
cuidan, como a un niño?». Dado que la mayoría de los niños Después de la revelación de su fantasía escribió:
que han sido privados de algo equiparan el ser cuidados al
ser amados, la independencia —o el éxito— significa fre Aquí estoy, dedicado a la música, y me siento impulsado, atraído
cuentemente la pérdida de toda esperanza. Jonny llevó el te- hacia la interpretación. Por primera vez en una situación no tengo
ma todavía más lejos. «Si perdiera —legítimamente—», es ganas de escapar. Me siento atraído por ella y v o y a seguirla. Inten-
cribió, «sabría que era porque a pesar de hacer todo lo posi taré no hacerlo de forma destructiv a ...
... Mi profe sor de inte rpr eta-
ble, mi op on en te er a m ejorej or qu e yo». «H ac er to do lo posib le», ción piensa que me están reservadas grandes cosas. No interpreto
y además perder, significaba, en un nivel más profundo, per- esto como la fama, la gloria o algo así, sino como algo dirigido ha-
cia mí, y por eso, bueno, me alegra oírlo. Siento que realmente voy
der toda esperanza. En la mayoría de estos casos, lo que se
en esa dirección, y no sólo estoy ansioso por llegar al fin, sino que
está decidiendo inconscientemente es un asunto de vida o disfruto con el viaje en sí, como si el viaje fuera la felicidad.
muerte.
Sin embargo, todavía no estaba muy claro por qué Jonny
se lanzaba a perfeccionar una carrera tras otra para abando- Su nueva insistencia en «el viaje» más que en «el fin» da una
narla cuando estaba a punto de triunfar. Cuando su conflic- idea de la complejidad de la tarea que le quedaba todavía
to con el canto se hizo más intenso, llamé otra vez su aten- po r del ant e. A pe sa r de qu e su de cl
clar
arac
ac ió n es un re co no ci
ci--
ción sobre la pauta que había venido observando y, justo an- miento consciente de la renuncia a su fantasía inconsciente
tes de que dejara de cantar para dedicarse a la interpreta- y del abandono de su empeño en dirigir todas sus energías
ción, lo comprendió. Sería difícil transmitir la sensación de hacia el objetivo de conseguir el cariño de su madre, tam

194
194 19
195
5
Dor othy Bit » h Iti fanta sía inconsciente de un niño aba ndona do

i icr
icra,
a, una y otra vez realizab a esfuerzo s extr aor dina rios po r
bién
vaciónde m ue stconseguir
para ra qu e toda
to da
el ví a no ha bí a en co nt ra d o o tr a molí
éxito. distinguirse, probando su valía y haciéndose «visible». Sin
Hasta qué punto los problemas de Jonny fueron causado*» embargo, debido a que inconscientemente sabía que su fan
po r su ab an do no m at er no al n ac er y en qu é m ed id a co ntn nt n iasía nunca se vería realizada, tenía que abortar cada carre-
buyo la ag en cia conco n su fo rm a de m a ne ja r el ca so es alg o so ta antes de que la fantasía fuera puesta a prueba. Cuando
bre lo que
qu e sólo
só lo po de m os es pe cu la r. Su as igna
ig na ci
ción
ón inic ial ¡i <reía que realmente estaba acercándose a ese momento, el
un hogar adoptivo que cuatro años y medio después fue con peligro
pelig ro qu e p ar a su vid a su po ní a a b an d on a r la fa n ta sí a re -
siderado inadecuado plantea dudas acerca del método de se quería la creación adicional de una voz interior, su «señora
lec
lecció
ción
n de los padr es a doptivos. La falta de cu alqu ier tipo d d<
< (leí hacha». Su función de desalentar sus esfuerzos por triun-
instrucción a esos padres acerca de cómo revelar a Jonny su far era en apariencia destructiva. Sin embargo, dado que
sit
situació
uación n fue un facto r im portante en la confusión posteri posterioi
oi <reía que su vida dependía del mantenimiento de la fantasía
de éste. Además, la precipitación y la violencia con que l¡i de ser reconocido por su madre, la «señora del hacha» era
agencia llevó a gabo la separación produjo en Jonny un trau otro intento desesperado por parte de su mente de permitir-
ma del que nunca se recobró. le sobrevivir.
El grado de autodestructividad y autoderrota de Jonny Unicamente podemos especular acerca de la efectividad
era una medida de la intensidad de su lucha por mantenerse del tratamiento psicoanalítico durante la infancia para resol-
vivo en las condiciones así creadas. El tardío juicio de la ver la fantasía que más tarde causó tales estragos en la vida
agencia sobre sus padres adoptivos le sumió en un estado de de Jonny. Una vez que la fantasía se hizo inconsciente, una
terror en un mundo sin padres ni parientes. Exceptuando las importante tarea del tratamiento psicoanalítico fue la de
defensas que los cuidados de sus padres adoptivos le habían pe rm iti r a Jo nn y d e sa rr o ll a r un yo lo su fi
fici
ci en te m en te fu er te
ayudado a desarrollar, los mismos cimientos de la supervi como para enfrentarse a la realidad del abandono de su ma-
vencia parecían haber sido socavados. Por lo tanto hubo de dre y su absoluto rechazo. Sólo entonces pudo finalmente
emplear todo el ingenio de su psique para mantenerse vivo. pe rm iti r qu e la fa nt as ía sa lie ra a la su pe rf ic ie p ar a de es ta
No sólo le re su lt ó ne ce sa rio as u m ir la re sp on sa bi li
lida
da d de su forma comenzar a renunciar a ella.
abandono —necesidad compartida por todos los niños aban
donados para mantener la ilusión de que si cambiaran, sus
madres les querrían— sino que, además, tuvo que transfor-
mar su personalidad para ganarse a sus nuevos padres.
Tampoco podemos subestimar el efecto que tuvo en
Jonny la violencia de la separación de sus padres adoptivos.
Es posible que más adelante experimentara esa violencia co-
mo procedente no sólo de ellos ellos sino también de su verdadera
madre. Por lo tanto no era suficiente mantener sentimientos
de falta de valía tanto para justificarlos como para conser-
var la esperanza de ser querido algún día. Hubo de recurrir
además al comportamiento autodestructivo que implicaba
autocastigos y actos suicidas.
A un nive
nivell conscient
consciente, e, se dotaba de poderes so bren atura -
les y a un nivel inconsciente se defendía mediante una fanta-
sía que le permitía mantenerse con vida. Dado que creía que
su vida dependía de que su madre le encontrara y le recono

11
11.. LA OBS ESI ON DE UNA NIÑA POR CASARSE CON
CON ta obsesión de una niña por casarse con su p adre 197

SU PADRE
tamiento progresivamente irracional, y su rival más inme-
diato no era su madre sino su hermana Anne, dos años ma-
yor que ella. Yo ya había advertido que en los casos en los
que los padres se rechazan mutuamente o en los que el pa-
dre del mismo sexo está ausente durante largos o frecuentes
pe río do s, la
lass fa n ta sí as del ni
niño
ño ac er c a de la d is p o ni b il
ilid
id ad
del padre del sexo opuesto se desarrollan sin las restriccio-
nes habituales impuestas por la realidad. Como supe más
adelante, Janet no dudaba de que sus padres se odiaban mu-
En sus estudios pioneros sobre las enfermedades neuróticas, tuamente y de que su madre no tenía ningún interés sexual
Freud llegó a la conclusión de que el principal factor causan- po r su pa d re . P or lo ta nt o, elella
la y su h e rm an a te ní an el ca m i-
te era con
sarse el complejo
su madredeyEdipo,matar ela deseo universal
su padre. del de
A pesar hijoque de ca-
su no libre. En cierta ocasión presentó su forma de ver sus rela-
ciones en los siguientes términos: «Las mujeres son como la
descubrimiento de la universalidad de esos deseos y senti- enredadera que se enrosca alrededor del hombre indiferente
mientos fue una contribución incalculable para nuestro en- el cual piensa que las mujeres son demonios de algodón en
tendimiento del funcionamiento de la psique, el hecho de dulce». Sus relaciones con ella quedaban resumidas en su
asignarles el papel nuclear en la génesis de los problemas descripción del «ritual nocturno» en la que se refería a sí
emocionales supuso un formidable obstáculo para una ex- misma como «un saco de alubias con ojos de cristal, sentada
pl or ac ió n ad ic io na l d u ra n te m uc ho s añ años.
os. Mi p ro p ia ex expe
pe - a la mesa, comiendo polvo y bebiendo barro, y atacada por
riencia con pacientes me ha enseñado que cuando el comple- los dos guerreros sentados a cada lado de la mesa».
jo de E di po se vuelv
vu elv e pa to ló gi co lo hahacece co m o re su ltltaa d o de En un principio, el factor más confuso de la fantasía ob-
un desequilibrio en las relaciones familiares, siendo frecuen- sesiva de Janet de casarse con su padre era que no lo quería
temente la medida de la hostilidad de los padres. Cuando los sino que lo odiaba; no solamente lo odiaba, sino que vivía
niños se sienten queridos, parecen tomarse la situación edí diariamente aterrorizada por sus ataques abusivos, los cua-
pi
pica
ca con
co n ca lm a. j les eran verbales en lo que a ella se referían, pero físicamen-
A pesar de que siempre había sospechado que un comple- te violentos contra su hermano, que tenía tres años más que
jo de E didipo
po pa to ló gi co po dí a re p re s e n ta r un a de fe ns a co nt ra ella. Janet estuvo en tratamiento hasta que tuvo veintitantos
el terror al infanticidio, hube de esperar al tratamiento de años, en que ella y su marido se fueron a vivir a la costa oes-
Janet para que esta idea quedara confirmaba dramáticamen- te, y en todo ese tiempo el miedo congeló aparentemente
te. Cuando finalmente comprendí su fantasía obsesiva de de- cualquier expresión de ternura o cariño hacia su padre. Por
rrotar a su rival en el cariño de su padre y poder después ca- lo tanto saqué muy pronto la conclusión de que su determi-
sarse con él, me di cuenta de que tenía delante de mí una nación de casarse con él era una defensa contra el terror que
respuestavarios
Durante a la violencia
años no hubo además de que
lógica un complejo
convenciera de aEdipo.
Janet sentía.
recordó Esto quedó
haberse clarificado
duchado mucho
con su padremásen adelante
una ocasión cuando
en
de que en nuestra sociedad los padres no se casan con sus que su pene erecto estaba justo a la altura de sus ojos. A par-
hijas. Sólo después de que el tratamiento analítico hubiera tir de ese momento se dio cuenta de que la seducción desem-
conseguido disminuir su miedo a que su padre la matara, pe ña ba un pa pe l im p o rta
rt a n te en la fo rm a en qu quee su p a d re se
pu do a b a n d o n a r la fa n ta sí a de c o n tr o la r la vi
viol
olen
en cia
ci a p a te rn a relacionaba con ella y era lo único que le proporcionaba una
mediante la seducción. sensación de poder sobre él.
Janet era una niña casi en la adolescencia que fue envia- Al contrario que Norma, que nunca conoció la violencia
da a mi consulta por lo que para sus padres era un compor- po r p a rt e de su
suss pa dr es , p er o qu e in co n sc ie n te m en te co ns i-

198
Do rot hy Bloch
Bloch La obsesi ón de una niña po r casarse con su pa dre 19
199
9

deraba a su hermano como el agente de los deseos ocultos da, con el pelo castaño claro, ojos grandes y tristes, la cara
de su madre, la exposición de Janet a la violencia de su pa seria, asustada y reservada. Su expresión distraída y desdi-
dre quedó pronto establecida como una rutina diaria. Janel chada y las ropas feas del uniforme del colegio no me habían
carecía también de las influencias atenuantes del ambiente pr ep ar ad o pa ra la bel lez a poco co rr ie nt e que rev eló cu an do
de Norma: los sentimientos realmente amorosos de su padre vino un día a la consulta arreglada para una fiesta. Al co-
y la completa absorción de la madre en los cuidados físicos mienzo de su tratamiento también noté una cualidad curiosa
de la familia, que eran interpretados por Norma como cari en su forma de expresarse, que tardé varios años en definir.
ño
ño.. La madre de Jane t estuvo enferma d urante gran pa rte de Parecía ser una mezcla de intensidad concentrada y a la vez
su infancia, pero incluso cuando se encontraba bien dejaba de distancia, de un tipo de falta de tonalidad no sólo relacio-
el cuidado de la familia en manos de los criados. Cuando al nada con el sonido sino también con el color, quizás de una
gunos años más tarde Janet fue capaz de enfrentarse a sus falta de vida que era mantenida a propósito.
sentimientos hacia ella, dijo: «Tenía el corazón negro y no Su madre era una mujer alta y rubia, bastante atractiva,
quiere a nadie». La violencia de su padre y su encanto seduc- de unos treinta y tantos años, con un aire de reina que de-
tor operaban por lo tanto en una atmósfera que ofrecía poc;i mostró ser una defensa formidable. Su afabilidad implaca-
prot
pr otec
ec ció n. Una de pr es ió n ne ur ót ic a con su id en tida
ti da d oc ult a ble, su de m os trac
tr ac ió n co ns ta nt e de in te ré s y bu en a vo lun tad ,
detrás de sentimientos de falta de valía, como la que satisfa-
no dejaba traslucir ni una sombra de ira o el terror que se
cía las necesidades de Norma, no podía ajustarse a las de Ja- po día so sp ec ha r al ace cho de tr ás de esa ar m ad ur a. Aunq ue,
net. El terror sin paliativos la había llevado al borde de la cuando el tratamiento permitió a Janet liberar su ira, quedó
psicos
psi cosis,
is, y cu an do vino a la co ns ul ta ha bí a co me nz ad o a re muy claro que su madre podía esperar muy pocas alegrías
fugiarse en una depresión psicòtica. de la curación de su hija, a no ser la satisfacción de verla
Debido a la edad de Janet, tuve la ventaja de tener un mejorar, nunca vaciló en apoyar el análisis.
contacto periódico con sus padres que me permitió ver con A pesar de que nunca lo manifestó directamente, mis se-
mis propios ojos el tipo de relación existente entre ellos y siones mensuales con ella dejaron muy pronto establecido
con Janet. Además, las circunstancias me brindaron la opor- que creía haber traído al mundo una niña anormal, de que
tunidad de comprender las experiencias de Janet a través de- había, y siempre había habido, algo desconcertantemente ra-
sús comunicaciones escritas. Unos tres años después de co- ro en ella. Algunas veces, opinaba, las cosas que decía Janet
menzar el tratamiento, el traslado de su familia a otra ciu- no parecían racionales. La única insinuación de que los pro-
dad, hizo poco prácticas las visitas incluso semanales. Des- ble ma s de Ja ne t pu di er an es ta r re la cio na do s de alg un a fo r-
pu és de un añ o de ses ion es es po rá di ca s, se las ar re gl ó pa ra ma con su respuesta a los sentimientos de sus padres apare-
verme cada dos semanas. Dado que esto no cubría sus nece- ció al referirse a la rivalidad entre Janet y su hermana. Se-
sidades, intentó solucionarlo en parte escribiendo cartas vo- gún ella, su marido había preferido inicialmente a Janet, pe-
luminosas. Esta correspondencia le permitía una libertad de ro luego había transferido su afecto. A pesar de que una se-
expresión, que no había sido capaz de conseguir en el sofá y rie de tests psicológicos habían revelado una gran diferencia
a mí me permitía vislumbrar partes de su vida emocional entre la inteligencia superior de Janet y su funcionamiento,
que de otra manera hubiera tardado años en conocer. Al su madre opinaba que los problemas de Janet no habían
igual que los diarios de Norma y Jonny, sus cartas nos ofre- nunca obstaculizado sus estudios ni afectado sus relaciones
cen una descripción vivida de su fantasía y sus esfuerzos por sociales.
sobrevivir. Mi primera sesión con el padre de Janet, que ha quedado
Recordando a la Janet de años posteriores, me resulta pa ra si
siem
em pr e gr ab ad a en mi me mo ria , co ntnten
en ía tod os los ele -
muy difícil evocar la imagen anterior de una niña muy delga- mentos con los cuales me familiaricé más adelante. Era abo-

Dor oth y Bloch La obsesión de una niña po r casarse con su padre 201
200

gado, alto y fuerte, con barba, de treinta y muchos años, ex- que tan pronto como cambiara la querrían. Su propia ima-
traordinariamente encantador e irradiaba cordialidad, can- gen devaluada y su asunción de la responsabilidad de los
dor y buena voluntad. Fue, pues, algo chocante oírle comen- sentimientos de sus padres, así como su imagen idealizada
tar, cuando ya se iba, que era «una mala persona» que de vez de sus padres, servían para camuflar la limitada capacidad
en cuando perdía los estribos. Esa fue la primera insinua- de amar de los padres. Su esperanza de llegar un día a ser
ción de la violencia explosiva de la que tanto Janet como su querida estaba basada en la negación de la realidad de aqué-
madre hablaron más adelante. Durante esa primera sesión llos y la validez de la propia percepción de ella.
también me informó de que Janet había sido dejada dema- Al principio yo estaba perpleja por una característica de
siado a menudo en manos de las niñeras cuando era peque- sus comunicaciones que no podía explicar hasta que me di
ña: esa fue la única sugerencia de que los problemas de Ja- cuenta de que era simplemente la constante omisión de cual-
net no eran congénitos y, como la de su esposa, implicaba quier referencia a sí misma. Era como tener un rompecabe-
también al otro padre. zas que no tuviera solución porque faltaran las piezas más
Durante todo el tratamiento de Janet sólo le vi algunas destacadas. Sin embargo, poco a poco comprendí que su se-
veces, y aparte del dato de que tenía un hermano mayor, no creta convicción de ser ella la causa misteriosa de todo lo
supe na da má s de su pasado, ni a travé s de ééll ni de Janet . Y que ocurría a su alrededor era no sólo una preocupación
lo mismo ocurrió con la madre de Janet, a pesar de sus visi- constante y un miedo no verbalizado sino también una de-
tas más frecuentes. Quizás mi poca suerte a la hora de des- fensa importante. Era la razón oculta de todas las preguntas
cubrir el misterio de sus orígenes explique de alguna forma que traía a la consulta.
la ignorancia casi completa de Janet acerca de su historia. Por ejemplo, una niña se sentó a su lado el lunes, pero el
Salvo contar que era la menor de una familia numerosa del martes escogió un asiento algunas filas más allá. ¿Por qué?
Medio Oeste a la que Janet no había conocido, la madre no La lucha diaria con su hermana, que parecía remontarse a
descubrió nada más sobre sí misma. Con todo, no solamente los comienzos del tiempo, me fue contada de la misma forma
eran los padres de Janet unos desconocidos para ella, sino monótona y prosaica. Comenzaba cada mañana y únicamen-
que, además, en todo el tiempo que la conocí, nunca manifes- te amainaba mientras dormían, y aun entonces a veces sólo
tó la menor curiosidad por los factores que podían haber pa rc
rcia
ia lm en te.
te . Se po nía n tr am pa s un a a la ot
otra
ra,, co ns pi ra ba n
creado unas personalidades tan destructivas. y traicionaban, y buscaban constantemente una nueva excu-
A pesar de que muy a menudo me ha llamado la atención sa para c rear conflict
conflictos,
os, principalmen te verbales o limitados
la aparente falta de interés por parte de muchos pacientes a rencorosas pequeñeces. Janet no solía decir si era ella la
acerca del tipo de experiencias vitales que pudieran haber que comenzaba los conflictos, únicamente que a menudo le
pr od uc id o la fo rm a en qu e su s p ad re s se re la ci on ab an con echaban a ella la culpa. Tampoco admitía que sentía celos de
ellos, la razón fundamental de esto no quedó tan claramente Anne o que sabía que Anne era la favorita de su padre. Sin
demostrada en ningún otro caso como en el de Janet. No embargo, su ideal de belleza femenina tenía invariablemente
creo haber encontrado nunca otro paciente que supiera tan el pelo negro de Anne, sus ojos oscuros y su tez pálida como
po
poco
co del pa sa do de su s pa dr es , o qu e tu v ie ra m en os in te ré s marco de referencia. En cuanto a su padre, en ese momento
en conocerlo. Su empeño en camuflar tanto su propia identi- a Janet nunca se le hubiera ocurrido admitir que deseaba su
dad como la de ellos exigía aparentemente que se mantuvie- afecto o el de ninguna otra persona, o que pensaba que no lo
tenía. La marcada ausencia, a nivel consciente, de un objeti-
ran sin definir.
Como en la mayoría de los casos, el autoengaño servía en vo definido en la absorbente competencia con Anne era otra
el caso de Janet para mantener la fantasía de que su falta de faceta de una forma de vivir que tenía sus raíces en la nece-
sidad de no saber.
valía había hecho que la odiaran y quisieran destruirla, y de

202 Doro thy Bloch La obse sión de una niña po r casarse con su p adr e 203

Durante los dos primeros años de su tratamiento, su des- cuando pienso que cualquiera sabe que estoy viva». Para ma-
cripción de las turbulencias nocturnas durante la cena te- yor clarificación del artificio que usaba para crearse una
nían el carácter de un parte meteorológico que informara sensación de seguridad, escribía:
del calor, la humedad, la presión barométrica y la velocidad
del viento sin referirse lo más mínimo al impacto que pudie- Es realmente raro que exista la posibilidad de que tú veas a las per-
ra tener en ella o a la dinámica causante de esos fenómenos sonas reales que conozco, porque la mitad del tiempo tengo la sen-
aparentemente naturales. De la misma forma que nunca pre- sación de que hablo de personas imaginarias. Pienso en ti como en
guntaba por las posibles causas de las iras constantes de su alguien totalmente aparte de mi vida diaria, y si por casualidad en-
pa dr e, ac ep ta ba el sil en cio p er si st en te de su m ad re an te los tras. en ella por ver a alguien que conozco, es extraño y espantoso,
porqu e eso significa que soy una person
persona.
a. No ppuedo
uedo segu
seguir
ir pre ten -
ataques abusivos de éste. Ambos privaban a Janet y sus her- diendo que soy invisible, porque aparentemente no lo soy.
manos de toda sensación de seguridad y, además, parecían
p re st a r un ai re de re sp et ab ili da d a su vio len cia . Y explicaba: «Solía pensar, y a veces todavía lo hago, que no
A pesar de que mantuvo en secreto su funcionamiento in- era real. Y únicamente cuando pensaba que ni yo ni los de-
terno durante el período inicial de su análisis y únicamente más nos comunicábamos realmente y éramos reales podía yo
renunció a su represión, a su constricción y a su introver- gustarles a los demás, y aguantarles».
sión en un principio con indecisión y después con creciente Para establecer su propia realidad, a veces tenía que in-
intensidad, terminó por desahogar la ira reprimida que la ventarse ciertos ejercicios: «El otro día no podía creer que
había mantenido paralizada. Quedó claro entonces que por era real, por lo cual tuve que poner por escrito todas las co-
muy duramente que criticara a sus padres, la dirección de sas que hago yo, y nadie más. A veces me pregunto quién es
sus ataques se invertía irremediablemente y encontraba en la persona que vive en esta habitación, que arregló las cosas
ella misma un blanco más aceptable. Por mucho que les jus-
tificara, invariablemente acababa insistiendo en que era su de esta
hizo. manera,
Quizás fui que
yo. eligió
Pero melo que hacer
resulta con sentirlo».
difícil ellas. Alg uie n lo
falta de valía lo que hacía que ellos la odiaran y ofrecía co- El problema de ocultar sus sentimientos prohibidos y de
mo prueba irrefutable la intolerable respuesta homicida de defenderse de sus padres fue solucionado con la creación de
ella a los sentimientos homicidas de sus padres. lo que ella llamaba un barniz, afirmando: «En mi familia, el
«Soy un error», escribía, «[...] un gran pulpo que crece, al ba rn iz er a es
esen
en cia l p ar a m an te n er m e en te ra . Es como
co mo un a
que nadie quiere y es odiado y odioso [...] feo, y dispuesto a gran campañ a para gustar a todo eell mundo y la forma de ha-
explotar en la gente que quiere atarme y encerrarme en un cerlo es borrar todas mis cualidades, malas o buenas, para
armario y matarme [...] dejar fuera el amor [...] El amor es que no hagan que a la gente no le guste [...] Si soy yo misma,
una ilusión estúpida. ¿Quién ama? Nadie. Yo no, yo no amo. nada saldrá bien —el barniz me hace tolerable a mí mis-
Y nadie me ama a mí. ¿Por qué habrían de hacerlo? ¡¡¡No ma—; dentro de él pienso que soy perfecta y pura y no pien-
hay más que ver lo que soy!!!». so en mi humanidad».
Al igual que ya había observado en otros casos, en los Esas descripciones predecían ya el resquebrajamiento del
que una violencia real había creado un miedo abrumador a «barniz». En esos momentos hacía declaraciones como:
ser matado, el autoengaño no se limitaba a la realidad psico- «Quiero ser yo misma todo el tiempo, sin hacer concesiones
lógica sino que se extendía al mundo físico. A través de las a nadie». O: «El problema es que he llegado a un punto en
cartas de Janet supe por fin que la característica escurridiza que no me doy cuenta del grosor del muro con el que me he
que me molestó desde un principio provenía de su empeño rodeado, aunqu e siento eell dolor d del
el va
vacío
cío interio r ... Quiero
en mantener la fantasía de que era invisible. Con sensación creer todo lo malo que oigo de mí y además estoy continua-
de reconocimiento leí: «Me siento incómoda conmigo misma mente inventando otras cosas». A veces sobrevenía el pánico

204 Dor othy Bloch


Bloch La obsesión de una niña p or casarse con su padre 205

y afloraba el miedo a la locura. «Si no conservara este últi embargo, puedo mirar el otro lado del abismo y no caer en
mo ápice de conciencia y control, realmente me desintegra- él».
ría», escribía después. «¡Lo único que quiero es una respues- Pensamientos y deseos suicidas eran también una preocu-
ta amigable y completa a todos mis problemas, algo así co- pa
paci
ción
ón fr ec ue nt e. Es cri bió :
mo una madre!». "I
El «dolor del vacío interior» creado por el «barniz» la lle- ¿Te das cuenta de lo que significa estar viva y a la vez muerta para
vó en un momento determinado a jugar con drogas. Se sen- otra persona? ¡Qué maldición! Siento que mi vida ha sido como una
tía atraída hacia las personas que fumaban marihuana, usa- larga serie de golpes en la cabeza. No es extraño que quiera estar
ba n m es ca lin a y la lle va ba n a fi
fies
es ta
tass en las qu e ta m bi én ci r- muerta o al menos neutralizada. Me da miedo pensarlo, pero existo
culaba la heroína. Sin embargo, no sucumbió. «Ni siquiera realm ente —aun a p esa esarr de mi padr e— (y a causa de él).
él). Aquí
Aquí estoy,
y nada de lo que él pueda hacer puede evitarlo. Con toda seguridad
comprendo el peligro que la marihuana representa para mí, lo intentó, o por lo menos eso parece. El no está preparado para te-
salvo que puede complicar todavía más mis problemas pro- ner hijos. Me alegro de haber nacido, porque no tengo que aceptar
po rcio
rc io ná nd om e un a so lu ci
ción
ón fal sa. Eso es lo único que me
falsa. esta mierda, pero ...... es tan fácil est ar muerta. Todo el mundo pien-
impide ceder a la curiosidad [...]». En otro momento espe- sa que hay que tener muchas agallas para suicidarse, lo cual es
cialmente malo afirmó: «Me siento realmente fatal y he mentira, porque lo único que se necesita es una desesperación cons-
comenzado a cometer crímenes contra mí misma otra vez tante. Cosa que yo no tengo.
que me hacen sentir más desgraciada de lo que me podía
imaginar [...] Si hubiera sucumbido a la marihuana, cosa En otro momento escribió: «Esta noche estuve pensando que
que no voy a hacer, habría estado fumando los últimos tres no podría suicidarme nunca —nunca— porque amo la vida
días». Y de nuevo: «He estado pensando vagamente en la (por trivial que sea la frase)». En un momento muy bajo, al-
mescalina, pero por primera vez me he dado cuenta de que gunos meses más tarde añadía: «No, debe haber alguna solu-
en realidad no quiero visiones provocadas por las drogas ción mejor, como marcharme para siempre [...] lo peor es
po rq ue d e st ru ir ía n la fu er za y la ex ci
cita
ta ció n de las que ya que no aguanto a nadie. Porque nadie me quiere [...] y si me
tengo [...]». quieren, de cualquier manera no les creo [...]».
Al servicio de la fantasía que la obligaba a ocultar su bri- Más adelante, cuando sus impulsos suicidas afloraron
llantez y de esta forma justificar los sentimientos de sus pa- otra vez, dijo: «El problema es que no quiero admitir que
dres, pasó los dos primeros años de la universidad descui- siento emociones o que me importa alguien, porque a nadie
dando su trabajo y aprobando a duras penas. Aunque permi- le importo. A mis padres no les importo. Es tan horrible y
tió que su talento se manifestara en los años siguientes, toda- tan fácil hundirse cada vez más en un barro oscuro y morir
vía se las arregló para crear el caos dejando que se le acu- y pudrirse y apestar». La soledad, «la angustia de estar sepa-
mularan pruebas y exámenes. Por entonces escribió: «Cuan- rada de la gente», la sensación de ser abandonada o rechaza-
to más cuenta me doy de lo desordenada que puedo ser si da siempre sacaba a la superficie este tema. «En realidad lo
quiero, menos capaz soy de hacerlo [...] Esos términos bas- que quiero es morir», repetía. «Pero no lo voy a hacer».
tante excesivos (en mi sano juicio, etc.) no son una exagera- La búsqueda de identidad de Janet parecía partir de la
ción de cómo me siento. Por lo tanto estoy loca y soy un po- nada, comenzar por el hecho de la existencia, la visibilidad y
co tonta por meterme en tal lío, totalmente innecesario, la realidad, el ser humana y persona. A este respecto, su ca-
cuando podía ser brillante y feliz». Y un mes más tarde: «Si pa ci da d de pe rc ib ir m e com o un a pe rs on a er a un fa ct or mu y
no fuera por el análisis, me habría muerto hace mucho tiem- importante. En un momento determinado, después de que le
po; no real
re al m en te , pe ro me ha b rí
ríaa vu elt o de fin it
itiv
iv am en te lo- hubiera contado los planes que tenía para ella durante el ve-
ca. Aun ahora siento que estoy muy cerca de ello a veces. Sin rano, me respondió: «¡Realmente, has alcanzado en mi men

206 Do rot hy Bloch La obsesión de una niña por casarse con su pa dre 207

te el grado de persona. Esto es una cosa muy difícil de admi- mo podrían gustarte. Todas esas efusiones nauseabundas.
tir, porque significa que: 1) yo también soy una persona; 2) Me pone enferma oír las de otras personas [...] Pero quizás a
alguien me conoce. Antes, pensaba que si alguien me cono- ti no te importe porque estás haciendo algo por mí». Y aña-
ciera bien, sería terrible. Pero lo bueno es descubrir que no día: «Si alguna vez reconozco que eres humana, será un gran
es tan terrible». Algunas semanas más tarde añadía: «En rea- paso , pe ro es mu chcho
o má s fáci l no hacer
ha cer lo» .
lidad me gustas mucho como persona (ahora) y no sólo como Su creciente conciencia de mí se expresaba mediante una
mi portavoz. ¡Bueno, yo también me siento como una perso- pr eo cu pa ción
ci ón po r la ca rg a qu
quee su s ca rt
rtaa s re pr es en ta ba n:
na! ». «Me pregunto si te importa leer todas esas cartas. Tengo
Un aspecto importante de mi existencia quedó claramen- miedo de lo que deseo, es decir, que tú desees leerlas, y eso
te reflejado medio año más tarde cuando escribió: es poner el cuello allí donde cae (caía) la guillotina». Seis
meses más tarde, tales escrúpulos habían desaparecido. Al
Lo que me gustaría hacer ahora es estar con cierto muchacho muy final de una nota breve añadía: «Esta es una nota muy grose-
atractiv
atra ctiv o ... Pero se va a ir ..
.... ¡Maldita sea!
sea! Ahora
Ahora me
me siento aba n- ra. Me pregunto si está bien ser grosera contigo». Otra carta
donada. ¿Puedes creer tal cosa? Me siento abandonada cuando al- estaba dirigida a «Miss Dorothy Blah». También se atrevía
guien, le conozca o no, me deja sola. ¿Todavía estás ahí en la silla a insistir: «Lo que escribí [...] sobre mi madre y mi padre es
de siempre? Supongo que sí. Al menos creo que me estás escuchan-
do, que existes entre una y otra cita, al contrario que el resto de las
extremadamente importante. ¡No lo olvides! Justamente esta
person as en este horr ible mundo que incluso cuand o me está n ha- última frase, dándote una orden, me hace sentir como yo
blando me dan su mal dita e inescru
ine scru tab le (¿mi padre?) espalda
espa lda [...
[...].
]. misma porque te estoy pidiendo que me reconozcas como
pe rs
rson
on a y que me re cu er de s algo
alg o qu e yo co ns id er o im po rt an -
Un mes más tarde, mi posición —y la suya— era precisada te».
todavía más: «A veces me ayuda pensar en ti como una ma- En otro momento, en que estaba sobrecargada de traba-
dre, una persona real, y que quizás una persona real (solía jos sin te rm in ar y tení
te níaa qu
quee to m ar de cis io
ione
ne s im po rta nt es ,
pe ns ar que
qu e er as un a m áq ui na o un cojín
co jín que ni si qu ie ra sa - acerca de la posibilidad de convertirse en escritora, proyectó

bíaa que yo es ta ba allí) pu di er a qu er er m e. Tú er es re alalm
m en te todo su miedo en mí: «O bien eres una farsante, o bien soy
amable y debes quererme, a juzgar por las cosas». En otro una estúpida por creer que te preocupas [...] Eres sin lugar a
momento pudo admitir: «Eres una ayuda tremenda para dudas otra persona, lo cual significa opresión y alienación
mí», y «Estoy comenzando a confiar en ti gradualmente, lo completas. Así que deja de hacer el tonto y preséntate tal co-
cual, puedes creerme, es un milagro, porque no confío en na mo eres. Tipo padre, una farsante. Te odio por ser una far-
die [...]» y luego, como tanteo: «No creo que en realidad te sante de mierda». Algunos meses más tarde, después de que
gustara que yo te quisiera como a mi madre, porque es real- po
porr pr im er a vez se hu bi er a pe rm iti do ex pr es ar lib re
remm en te
mente una responsabilidad muy grande». Sin embargo, éste sus ideas y sentimientos hacia la profesión de escritora, vol-
no era todavía un sentimiento definitivo, porque un mes más vió otra vez a mí, pero de manera distinta, diciendo:
tarde, con diferente disposición de ánimo, me acusaba: «El
pr ob le
lemm a er es tú, en qu ien no con fío. fío . Pe ro en tonc
to nc es ¿en
Tengo demasiadas ideas dentro de mí (¡Oh Dios! ¿soy una presun-
quién he confiado nunca?». tuosa?) para no manifestarlas de alguna manera: mi propia visión y
A pesar de todo, revelaba: «En realidad no estoy tan fasti- mis propios sentimientos sobre las cosas. ¿Qué piensas de esto?
diada en el fondo. Toda esta resistencia a ti es para que te ¿Quéé demonios piensas ... tú? Ere
¿Qu Eress un muro de silencio. Dios.
Dios. ¿Qué
pr eo cu pe s po r mí lo su fic ient
ie nt e com o p ar a co nv er tir te en mi piensas de mí? ¿Te p arezco bien, cree creess que soy di
digna
gna de exi stir ...
madre, y entonces todo estará bien. Deberías reservar citas C o n t e s t a , por el amor de Cristo. ¡Uf! ¿Quién demonios soy? La igno-
pa ra le
leer
er mis ca rta s. Es pe ro qu e te gu ste n. En re alalid
id ad , có- rada está pidiendo algo.

208 Do roth y Bloch La obsesión de una niña po r casarse con su pad re 209

Un aspecto muy impresionante de la lucha de Janet por Su problema con Anne fue el primero en resolverse. Du-
encontrar una identidad y —cariño— era la extraordinaria rante los primeros años de su tratamiento, no se atrevía a re-
energía que ponía en ello. Es posible que el antiguo recuerdo lacionarse con muchachas que le recordaran en algo a su
que Janet tenía del cariño de su padre se convirtiera en la hermana; invariablemente, sus amistades eran repeticiones
fuerza que la impulsaba a encontrar otra vez lo que había del frío rechazo que creía haber recibido de su madre. Sus
pe rdid
rd id o cu an do Anne la reem
re em plaz
pl az ó en el afe cto pa te rn o. Ade- informes sobre las reuniones sociales en las cuales estaba
más de esta primera experiencia, y a pesar de la limitada ca- siempre Anne aludían inevitablemente al factor ya estableci-
pa ci
cida
da d de am ar de sus
su s pa dr es , la pr ef er en ci a de su m ad re do de que nadie prestaba atención a Janet en tales ocasiones,
po r su he rm an o y la de su pa dr e po r su he rm an a in fo rm ab an a la consiguiente retirada de ésta y a la prevista respuesta
claramente a Janet de la naturaleza de su pérdida. de todos los presentes: Janet era ignorada. Sin embargo, en
Sin embargo, según nos informa una de las cartas de Ja- la época en la que ingresó en la universidad, había dado tan-
net: «El estar lejos de mis padres [...] me hace preguntarme tas vueltas a sus sentimientos hacia Anne y había llegado a
po r la im
imag
ag en de mí mis ma ». Ex ist en raz on es pa ra c re er que comprender la selección de amistades lo suficiente como
descubrió esto cuando era muy joven. A pesar de que su pa- p
par
ar a pa sa r a eleg
el eg ir a a qu éllos
él los a los qu e se re fe rí
ríaa com o «c ab
abe-
e-
dre probablemente estaba en lo cierto al atribuir algunos de zas huecas», que no suponían una amenaza para ella. Eran
los problemas de Janet a la presencia de niñeras y la ausen- claramente una copia de Anne, la cual, aparte de ser vista
cia de su madre, fue una suerte para Janet que una de las ni- como más atractiva por Janet, era considerada por ésta co-
ñeras fuera una mujer muy cariñosa, con gran imaginación, mo una persona generalmente pasiva e intelectualmente in-
que la quiso mucho y le inculcó un sentimiento que Janet ferior a ella.
trató más adelante de reproducir. Sin embargo, su experien- Sin embargo, los chicos eran su mayor preocupación. Sus
cia más dramática de una imagen diferente de sí misma tuvo pr im er as rerela
laci
cion
on es con ello s si sigu
gu iero
ie ron
n la pa ut a ha bi
bitu
tu al.
al .
lugar como consecuencia de su estancia en campamentos de Seleccionaba los chicos que eran hostiles a ella o que le ha-
verano. Eran sus mejores recuerdos y le ofrecían otro pa- cían poco caso, se sentía paralizada en su presencia y conti-
trón para juzgar la respuesta de la gente hacia ella. nuamente se culpaba a sí misma de todo lo que salía mal.
A medida que avanzaba el análisis, se colocaba una y otra Hubo una excepción, un muchacho que estaba saliendo en
vez en situaciones que le permitieran descubrir qué eran ese momento con otra chica. Se sentía extraordinariamente
realmente las relaciones y dónde encajaba. Quería saber co- libre con él. Sin embargo, la «parálisis» de Janet volvió
sas de las familias, cómo funcionaban y cómo reaccionarían cuando él rompió con la otra chica.
hacia ella, y por esta razón se fue a vivir durante dos vera- Esas relaciones reflejaban inevitablemente sus sentimien-
nos a una granja. tos hacia su padre. Durante los primeros años de su análisis,
La fijación en su padre era de tales dimensiones que fue las fantasías sexuales sobre él, al ser desmenuzadas, trata-
una suerte que pusiera tanto empeño en su resolución. Esto ba
bann in
inva
va ria bl
blem
em en te de es ta bl ec er su po de r so
sobre
bre él. Su ide a
afectó a todas su relaciones.
relaciones. Para en tender el laberinto a tra - de que su padre estaba también preocupado por el problema
vés del cual intentaba encontrar su camino, es importante de elegir entre Anne y ella se puso de manifiesto en su res-
comprender antes que nada que no le cabía en la cabeza, se- pu es ta a la se pa ra
raci
ci ón tem
te m po ra
rall de su
suss pa dr es má s ad elan
el an te.
te .
gún decía ella, que los hombres amaran a las mujeres. Ade- Anne estaba por entonces comprometida y daba la impresión
más, continuaba bajo la influencia de la antigua percepción de que el premio era finalmente para Janet. En ese momento
de que no existía el amor entre sus padres y la convicción de se hizo evidente que estaba aterrorizada de que su fantasía
que si hubiera alguna forma de deshacerse de Anne, su pa- se pudiera realizar. Durante todo ese tiempo se negó a ver a
dre sería suyo. su padre y únicamente poco a poco consiguió salir de su ob

210 Do rot hy Bloch La obs esión de una niña por casarse con su pa dre 211

sesión. En un momento determinado tuvo un sueño en el que Estos resúmenes representaban ya los comienzos de la acep-
su padre iba a buscarla al colegio en su coche. Ella entraba tación de su femineidad, de la misma forma que las siguien-
en el coche y comenzaba a desnudarse, pero entonces se da- tes especulaciones:
ba cu en ta de qu e su co m po rt am ie nt o no er a mu y ad ec ua do y
volvía a ponerse el vestido. También me pregunto algunas veces cómo es posible que no te sien-
Su afirmación: «Tengo miedo de ser engullida, matada, tas terriblemente agobiada escuchando a la gente que quiere conti-
odiada y destruida por los hombres» es básica para entender nuamente apoyarse en ti y encontrar respuestas (como yo) y que les
organices tú su vida. Me siento como castrada cuando siento que no
sus relaciones con los chicos. Tomó conciencia de su concep-
estoy organizando mi propia vida, únicamente de vez en cuando,
to del amor en un ensueño que ella describió de la siguiente ahora. Probablemente eso es una cosa muy reveladora y peligrosa
forma: de decir, pero ya está dicha. A veces me pregunto cómo sería tener
un pene, y pienso que sería estupendo ... ... Creo que me hub iera gus-
[...] Si grito la verdad de lo que siento, él me hará daño físicamente, tado tanto ser
s er chico como ser chica ... ... Admiro demasiad o a los chi-
pensando
pens ando en la violencia conte nida de pap papáá a cada momento. Cada cos y me temo que me gustaría ser uno de ellos. Raramente admiro
vez que Don me pega en uno de esos sueños, intento cambiar el des- a las chicas de la forma en que admiro a los chicos, porque no quie-
enlace para pegarle o abandonarle, pero nunca parece creíble esa ro ser una de ellas y no le veo ninguna ventaja a serlo. Principal-
posibilidad.
posib ilidad. Si tengo la últim a pala bra, tengo miedo de que la o tra mente los chicos tienen mucha mayor libertad sexual. También pue-
persona
pers ona (Do
(Donn o papá) me ododien,
ien, y p ienso que si Ies dejo pegarm e la den dejarse crecer la barba, lo cual es una buena elección. Sin em-
próxima
próx ima vez
vez,, me qu err án otr a ve
vez.
z. ¡Pienso en el amo
amorr en térmi nos bargo, las ch icas también tienen ventajas
ventajas,, como llevar ropa
rop a de colo
colo--
de palizas! ¡Y ¡Yoo no m
mee doy cuenta de que eso no es amor! res, llevar el pelo largo, usar perfume y dejar que sean los chicos
los que se arriesguen ...... No sséé ssii Arti
Artiee se está arriesg ando ex acta-

El muchacho del ensueño era homosexual, tomaba drogas y mente como debiera en este asunto conmigo [...].
era dado a comportarse violentamente. A pa rtir de ese momento, sólo faltaba un paso más pa ra lle-
Sus amistades hasta el último semestre en la universidad gar a: «Me he dado cuenta de que los chicos son también
quedan bien resumidas en sus propias palabras: pe rso na s. So lía pe ns ar qu e so la m en te las ch ic as lo er an [...]»
[...]»..
Y más adelante: «Y me encontré con que en el momento en
Los chicos que conozco son totalmente maricones. Supongo que me que admití que era una mujer [...] dejé de tener miedo de la
gustan porque no quiero ser una mujer, y ellos no se dan mucha gente. Es muy divertido. Existen todo tipo de posibilidades,
maña para ha cerme sentir como una mujer ... ... Pero ssii n
nii siquiera como tener hijos. Y me gustan los hombres también. La gen-
quiero ser una persona, existir, ¿cómo voy a admitir tener un cuer- te me mira. Quizás miren a todo el mundo, pero me fijo en
po? y es
especia
pecia lmen
lmente
te uno femenino: si q uier
uieroo ser un chico puedo es- que la gente me mira a mí, y algunos miran si e m p re » . Final-
capar aún más de mí misma, y de esa forma no tengo que existir.
mente: «Johnny decía que yo era una verdadera mujer y que
Por lo tanto elijo chicos que son como chicas ... ... A pes ar de que
nunca tendría un lío con Marge, alguna que otra vez siento un gran pa re cí a qu e me gu st ab a ser serlo.
lo. ¡No te pu ed es im ag in ar lo fe-
deseo de tener una relación con una chica y me siento a s u s t a d a . Si liz que me hace oír eso!».
alguna vez lo hiciera me odiaría a mí misma para siempre. Ahora Es importante advertir que la lucha de Janet por encon-
imagínate que fueras del tipo de persona que piensa que la homose- trar su identidad como mujer iba acompañada por una lucha
xualidad —o
—o por lo menmenos,
os, la bisexualidad — está bien probarla, y po r en co nt ra rl a a tod os los nive les, y q ue en el fon do er a un a
dijeras que debería seguir adelante si «me sentía con ganas de ha- ba ta lla
ll a po r su pe ra r la image
im age n de sí m is isma
ma qu e ha bí a re cicibi
bi -
cerlo» y yo voy y me lío por completo. Quiero decir, en otras pala- do de sus padres y que ayudaba a justificar su odio. Un cam-
bras, que no sé qué hac er po porr mí mism
mismaa y que te escucho, pero bio en la si situ
tu ac ió n fa m ilia
il ia r volvi
volvió
ó a tr ae rl es a la ci
ciud
ud ad tr as
¿quién dice que es bueno escuchar lo que tú dices? una ausencia de cinco años y puso fin a la correspondencia

212 Dorot hy Bloch La obsesión de una niña por casarse con su padre 213

de Janet al tiempo que le permitía reanudar las sesiones re- convirtió en una niña pequeña. No solamente se sentía dimi-
gulares. Como ya sabía por sus visitas cada dos semanas, to- nuta en medio de un mundo de personas mayores, sino tam-
davía no era capaz de la misma libertad de expresión en sus bién co mo la niñ a «ma la» qu e ha bí a pr ov oc ad o m is te ri os a-
comunicaciones verbales. Esto llevó algún tiempo. En mi mente el odio de sus padres. Buscaba la desaprobación y la
pr es en ci a, la pr
proy
oy ec ció n de los se nt im ie nt os que ex pe rim en - encontraba en el matiz de cualquier expresión o palabra.
taba hacia su madre condujo por un tiempo a una transfe- «¡Soy mala!», repetía sesión tras sesión. Yo estaba franca-
rencia negativa. Venía a la consulta enfurecida, una y otra mente perpleja ante este giro de los acontecimientos, pero
vez, culpándome de todas las respuestas negativas de su ma- sospeché que esta nueva fantasía obsesiva estaba relaciona-
dre hacia ella. Sin embargo poco a poco, a medida que su da de alguna manera con alguna fantasía anterior en la que
sentido creador se iba liberando y su verdadera identidad intervenía su padre, y quizás también su madre. La insisten-
comenzaba a aparecer, otros sentimientos salieron a la su- cia inflexible que caracterizaba a esta nueva imagen llevaba
pe rf
rfici
ici e. Po r vez pr im er a de sd e qu e yo la co no cía fue cap az la impronta de una defensa contra el terror, pero me di
de dar rienda suelta al llanto a la vez que la ira. Se hizo más cuenta de que sería un error ignorar el deseo que podía exis-
audaz a la hora de definir las cosas que le interesaban, y su tir tras el miedo. Me pregunté si podía ser una proclamación
pe rs is te nt e bú sq ue da de un a re la ciónci ón sa ti sf ac to ri a con un de inocencia y una negación de su madurez sexual, y por lo
hombre dio por fin resultados. Encontró el hombre que que- tanto una protección contra la violencia de su padre —o de
ría y se casó con él. su madre— y la venganza de su madre. Justo antes y des-
Sería tentador decir que vivieron felices para siempre. pu és de su m at atrim
rim on io , Ja ne t ha bí
bíaa co m en zad o a es cr ib ir en
Sin embargo, era de esperar que el matrimonio reviviera y serio, y hube de admitir que esta nueva preocupación podía
crista lizar a todos los antiguos m iedos de Janet a su padre. A ir también encaminada a protegerla de los celos y la vengan-
p es a r de que se cas ó con un ho m br e con un a gr gran
an ca pa cida
ci da d za de su madre.
pa ra cu b ri r su s ne ce si
sida
da de s a to do s los niv ele s, se pa re cí a lo Mi experiencia analítica ya me había enseñado que con
suficientemente a su padre como para que ella proyectara frecuencia el empeño en tratar de dar marcha atrás en el
sus antiguos sentimientos en él. Tampoco nos ha de sorpren- tiempo va unido a un deseo de cambiar el pasado. A pesar de
der que las respuestas distorsionadas a su marido fueran tan que durante el análisis de Janet el creciente reforzamiento
tenaces como su antigua convicción de que realmente podía de su yo le había permitido abandonar la constricción del
casarse con su padre, y por la misma razón la paranoia re- «barniz» que la había protegido de su terror, dar rienda
sultante del miedo a la violencia real de su padre le hizo atri- suelta a la ira que también había mantenido controlada, y
b u ir con gr an fr frec
ec ue nc ia , d ur an te los pr im er os añ os de su b us ca r y es ta bl ec er su ve rd ad er a id en tid ad , no le ha bí a p er -
matrimonio, intenciones hostiles al comportamiento de su mitido todavía enfrentarse a su profundo anhelo de obtener
marido con ella. De la misma manera, su experiencia sexual el cariño de sus padres. Ahora, cuando su matrimonio pro-
con él estuvo inicialmente influenciada por sus expectativas clamaba su madurez fue retrotraída de repente a su antigua
de violencia. El comentario de una de sus cartas sobre un defensa: su «maldad» era la causa del odio de sus padres y
ensueño seguía vigente: «Pienso en el amor en términos de de su deseo de matarla, y cuando cambiara la querrían. Sólo
pal iza s». Sin em ba rg o, pu so la m ism a de te rm in ac ió n y el después de que un paciente y persistente enfrentamiento a
mismo valor en la resolución de sus problemas matrimonia- su miedo creara una creciente sensación de identidad, con
les que había puesto anteriormente en su lucha contra la psi- los consiguientes sentimientos de satisfacción, pudo comen-
cosis, y se forzó en separar a su marido de su padre. zar a permitirse conocer la realidad de sus padres y abando-
Sin embargo, después de su matrimonio me di cuenta de nar su empeño en ganar su amor mediante la negación de sí
un nuevo fenómeno inesperado y desconcertante. Janet se misma. El proceso que le permitió librarse de la antigua

214 Dor oth y Bloch 12.


12. LA PER SISTEN CIA DE L
LAS
AS FANTA
FANTASIAS
SIAS INFAN TILES
EN LA VIDA ADULTA
imagen de sí misma creada por sus reacciones hacia sus pa-
dres, le permitió también reconocer la identidad de su mari-
do y separarla de la destructiva imagen de su padre.
Hemos visto que en el el caso de Janet su respu esta al deseo
oculto de su m adre de m atarla y a la violenc
violencia
ia o la
lass amenazas
de esta violencia de su padre, junto con la sensación de no
ser querida, la llevó al borde de la psicosis y condujo a una

También podría gustarte