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FIELES AL DISEÑO DE DIOS PARA EL MATRIMONIO

(El Rol de la Mujer Cristiana)

TEXTO PRINCIPAL

“Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a


sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la
mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es
su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las
casadas lo estén a sus maridos en todo.” (Efesios 5:22-24)
INTRODUCCIÓN
La sumisión es la condición de someterse a la influencia legítima de alguien. La sumisión
implica ceder o someterse al juicio de alguien por respeto o reverencia. Es ponerse bajo
las órdenes de otro, obedecer, sujetarse, estar bajo la autoridad. Pablo inicia este
capítulo ordenando el principio de la sujeción a todos, hombres y mujeres.
La palabra de Dios siempre ha sido contra cultura. Y esta orden en el tiempo de Pablo
tuvo que ser revolucionaria en su tiempo:
• En primer lugar porque los matrimonios eran entre una mujer muy joven y hombre
de más edad. Los que estaban escuchando el consejo de Pablo, tenían que dejar
de ver a sus esposas como a sus hijas.
• En segundo lugar porque las mujeres eran vistas como posesiones, apenas
superior a un animal, ¿Por qué tratarlas con respeto? O peor aún ¿Amarlas como
a mi propio cuerpo?
• En tercer lugar, las personas que se convertían de paganismo romano y del
judaísmo, tenían que cambiar sus costumbres pecaminosas y renovar su manera
de pensar:
✓ En la época helenística y romana la mujer se ve sometida a restricciones
cada vez mayores, que la convierten casi en una reclusa.
✓ Tenía prohibido salir sin velo, con la cabeza al descubierto y hasta
conversar con cualquier persona (Ketuboth 7, 6).
✓ No podía asistir a la escuela ni para aprender ni para enseñar (Sotah 3, 4).
✓ Era vista como inferior. En su oración cotidiana, el judío decía: «Seas
bendito, Dios nuestro, por no haberme hecho gentil, ni mujer, ni ignorante».
✓ Aristóteles la consideraba como un ser inferior, intermedio entre el hombre
libre y el esclavo; Sócrates y Demóstenes la tenían asimismo en poca
estima. Platón recomendaba la posesión de mujeres en común.
✓ Los Romanos también consideraban a sus esposas como intrínsecamente
inferiores; culturalmente aunque la mujer gozaba de ciertas libertades, el
marido era considerado el señor y maestro absoluto, la mujer era propiedad
del marido y estaba completamente sujeta a sus disposiciones, Él podía
castigarla de cualquier forma que deseara.
Así que lo que Pablo enseña fue algo revolucionario para su tiempo. La iglesia cristiana
se acogió a esta enseñanza y su trato para la mujer en la iglesia era digno. Sin
cristianismo, ni siquiera el feminismo, que se levanta contra los valores cristianos,
existiría. No es extraño que sólo en el mundo cristiano existan tantos derechos y
libertades para las mujeres (considerar el mundo islámico).

DESARROLLO
I. La causa de nuestros problemas matrimoniales es nuestra naturaleza
caída y pecaminosa, incapaz de someterse. Cristo nos ofrece un camino
mejor.
Luego del mandato revolucionario de “someternos unos a otros” y “amar a sus esposas”
(nadie en esa época se casaba por amor), Pablo procede a explicar lo que significa la
sumisión en el caso de la mujer. Al hombre se le pide que someta todo por ella, amándola
como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella ¡Qué gran ejemplo de sumisión por
amor! A las mujeres se les pide algo semejante.
Desde el Edén la lucha por el poder en el hogar y las relaciones de pareja quedó muy
clara:

“Luego le dijo a la mujer: «Haré más agudo el dolor de tu embarazo, y con


dolor darás a luz. Y desearás controlar a tu marido, pero él gobernará sobre
ti».” (Génesis 3:18, NTV)
La lucha por el poder siempre ha sido parte de la naturaleza caída del hombre, pero
Cristo nos muestra un meor camino:

“Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que
sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así
vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que
dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa,
o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre
vosotros como el que sirve.” (Lucas 22:25-27)
II. La sumisión es un principio bíblico, pero ¿qué significa en el caso de la
mujer?
¿Qué pide Dios de la mujer cristiana? En primer lugar, debemos aclarar lo que no pide
de la mujer:
1. La sumisión no es poner la voluntad del marido antes de la voluntad de Cristo.

2. La sumisión no es estar de acuerdo en todo, por ejemplo la fe cristiana, porque el


marido en 1 Pedro 3: 1-6 es un incrédulo:

“Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que


también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la
conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y
respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de
adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el
incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande
estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo
aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus
maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual
vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna
amenaza.” (1 Pedro 3:1-6)

Es posible ser sumisa y negarse a pensar en lo que su marido dice que usted
debe pensar, este texto no tendría sentido sin eso.

3. La sumisión no significa dejar tu cerebro en el altar. No es obediencia ciega.

4. No implica sumisión al mal, sino “en el temor de Dios” (V. 1). El mandamiento es
que la mujer muestre una actitud sumisa y de respeto hacia su propio marido, con
el propósito de servir a su Señor. ¿Qué pasa si tu esposo te pide pecar o dejar al
Señor? La mujer no debe seguir a su marido en todo lo que el demanda, sin solo
en lo justo y bíblico.

5. Este mandamiento no implica que la mujer sea inferior al hombre o que ella posea
menos inteligencia o que sea incompetente. Hay mujeres mucho más inteligentes
que su marido, sin duda. Tenemos el ejemplo de Abigail, que estaba casada con
un necio, hay mujeres que saben más teología que su marido (Manoa, su esposo
y el ángel). No se trata de inferioridad. Jesucristo no era inferior a María y a
José y, sin embargo, las Escrituras nos dicen que cuando era niño «estaba
sujeto a ellos» (Lc 2.51). Jesucristo en ninguna manera era inferior a Dios el
Padre. Era y es en todo sentido total y completamente Dios. Sin embargo, las
Escrituras afirman que hay un orden y una estructura en la Trinidad. Jesús dijo:
«No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo así juzgo… no busco
mi voluntad, sino la voluntad del que me envió» (Jn 5.30), y Pablo declaró:
«Quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la
cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo» (1 Co 11.3). Esto no implica
que Cristo sea inferior a Dios el Padre; más bien, enseña que hay una división de
las tareas y responsabilidades en la Trinidad. Del mismo modo, la sumisión de la
esposa en ninguna manera implica inferioridad, al contrario, enseña la necesidad
de orden y estructura, de compartir la responsabilidad en el hogar. Mujeres y
Hombres somos iguales y dignos delante de Dios: “No hay judío ni griego; no
hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en
Cristo Jesús.” (Gálatas 3.28, LBLA)

6. La sumisión no significa conseguir toda su fuerza espiritual a través de su marido


(si él cae, yo también). Tampoco se está enseñando que las mujeres no tengan
una relación vital con Dios, como si ellas dependieran del marido para conocerle.
Una mujer creyente debería ser una mujer de la Palabra, que aprenda y estudie
por sí misma, no esperar que su esposo le diga como pensar o cómo creer. Las
mujeres pueden conocer a Dios, pueden entenderlo, conocerle y servirlo
independiente del hombre. Tu relación con Dios es personal.

7. Este texto tampoco enseña que la mujer no pueda ser una influencia para su
marido como ayuda idónea y que ella no pueda esforzarse por dirigirlo a Cristo.
Pedro ordena: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros
maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra,
puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres al
observar vuestra conducta casta y respetuosa.” (1 Pedro 3.1–2).

Pero por otro lado, también dice que la mujer:

“Abre su boca con sabiduría, y hay enseñanza de bondad en su lengua.”


(Proverbios 31.26) Ejemplo de ello lo encontramos en el caso de Priscila con
Apolos (Hechos 18.26).

“Y Manoa dijo a su mujer: Ciertamente moriremos, porque hemos visto a


Dios. Pero su mujer le dijo: Si el Señor hubiera deseado matarnos, no habría
aceptado el holocausto ni la ofrenda de cereal de nuestras manos; tampoco
nos habría mostrado todas estas cosas, ni nos habría permitido ahora oír
cosas como éstas.” (Jueces 13.22–23, LBLA)

Así que la orden de Pedro no es que si tienes un marido incrédulo te calles


absolutamente, más bien que al hablar seas prudente, que refrenes tus labios para
evitar ser una “gotera continua” y estés más decidida a amarlo y respetarlo. Esto
implicara que serás sabia para hacerle ver su maldad en amor y que como ayuda
idónea le aconsejarás dirigir sus pasos en arrepentimiento y fe hacia Cristo.
8. Tampoco se enseña que las mujeres deben someterse a todos los hombres, sino
a sus propios maridos. Es una sumisión reservada para la mujer en el contexto
del matrimonio.

9. La sumisión no significa vivir o actuar en miedo. Dios no te manda someterte al


maltrato, abuso o degradación de tu marido, o callar ante ello.

CONCLUSION
¿Qué es entonces la sumisión bíblica de la mujer? La sumisión es la vocación definida
de una esposa a honrar y afirmar el liderazgo de su marido, y así ayudar a llevarlo
a cabo de acuerdo con sus dones.
Nota estas tres funciones:
✓ HONRAR
✓ AFIRMAR
✓ DESARROLLAR SUS DONES
En otras palabras ¡Dios te está ordenando no solo respetar a tu marido, sino pastorearlo!
Eres llamada a cuidar su corazón, ayudarlo a crecer, porque la gloria de tu marido es
tuya, pues no se trata de una competencia para ver quien es mejor como nos lo plantea
el mundo, sino de ser equipo.
La misión de la esposa cristiana es la misma que la de la iglesia hacia su Señor: lo alaba,
hace todo por agradarle, se somete por amor, lo honra públicamente, etc.

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