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Santuarios y

4
ermitas rupestres
del Alto Aragón
4 Megalitos
Castillos

Santuarios y ermitas rupestres del Alto Aragón


Obras hidráulicas
Santuarios y ermitas
rupestres

Lugares para el mito y la leyenda, simbiosis de creencias cristianas y cultos


precedentes, los Santuarios y ermitas rupestres del Alto Aragón se funden
simbólicamente con el entorno que los cobija, como construcciones que han
recogido la esencia de la mística popular. En esta guía se ofrece una
selección representativa de este legado patrimonial, ordenado por
localidades para facilitar su visita. La publicación forma parte del proyecto
de puesta en valor y señalización de Rutas Turísticas temáticas impulsado
por la Diputación Provincial de Huesca. Los megalitos y los castillos
conforman otros itinerarios recogidos también en la colección Losa Mora,
ideada para acompañar al viajero que se adentra en el paisaje buscando la
emoción y el hallazgo.

Glosario
Abrigo

Balma

Gruta
ISBN 978-84-8321-270-7

9 788483 212707
Santuario de San Cosme y San Damián
Santuarios y
ermitas rupestres
del Alto Aragón
4
Santuarios y
ermitas rupestres
del Alto Aragón
4
Colección Losa Mora número 4

Santuarios y ermitas rupestres del Alto Aragón

Coordinación: Equipo de redacción de Prames

Textos: José Luis Acín (ermitas nº 2, 8, 13, 15, 16, 18) ~ Adolfo Castán (ermitas nº 5,
6, 10, 12, 14, 17; colaboración “Piedras y datación”) ~ José María Fuixench (ermitas nº
1, 3, 11; colaboración “Eremitas”) ~ Graciano Lacasta (ermitas nº 20) ~ Ricardo Mur
(ermitas nº 4, 9) ~ Enrique Satué (introducción; ermitas nº 7, 19; colaboración “Lo
pastoril en santa Orosia y san Úrbez”)

Fotografías: José Luis Acín: 14, 15, 19, 21, 22, 26, 27, 29, 30-31, 31 (derecha), 46-
47, 48-49, 50-51, 55, 56-57, 57 (izquierda), 64-65, 71, 72 (izquierda y derecha), 77, 78
(abajo), 79, 80-81, 87, 89 (derecha), 90 (arriba izquierda y derecha), 93 ~ Fernando
Alvira: 18, 69 ~ Archivo Prames-Modesto Pascau: 23 ~ Archivo Prames-Javier Romeo:
portada, 3, 6, 25 (arriba y abajo), 39, 40 (izquierda y derecha), 40-41, 42-43, 44-45, 45
(derecha), 58-59, 60, 60-61, 61 (derecha), 63, 68, 75, 82-83, 84, 85, 88-89, 90-91 ~
Josu Azcona: 17, 33, 34, 35, 36 ~ Adolfo Castán: 37 (izquierda y derecha), 52
(izquierda), 66, 67, 78 (arriba), 92 ~ Fernando Lampre: 12-13, 49 (derecha), 52-53, 73
~ Javier Romeo: 6

Diseño, maquetación y tratamiento de imágenes: Equipo gráfico de Prames

Cartografía: © Prames. Javier Cruchaga

Editan:
– Diputación Provincial de Huesca • Porches de Galicia, 4 • 22071 Huesca
– Prames, S. A. • Camino de los Molinos, 32 • 50015 Zaragoza • www.prames.com

ISBN: 978-84-8321-270-7

D.L.: Z-3780-2008

Imprime: INO Reproducciones

Derecha: detalle de la puerta de San Visorio

2
Colección Losa Mora número 4

Santuarios y ermitas rupestres del Alto Aragón

Coordinación: Equipo de redacción de Prames

Textos: José Luis Acín (ermitas nº 2, 8, 13, 15, 16, 18) ~ Adolfo Castán (ermitas nº 5,
6, 10, 12, 14, 17; colaboración “Piedras y datación”) ~ José María Fuixench (ermitas nº
1, 3, 11; colaboración “Eremitas”) ~ Graciano Lacasta (ermitas nº 20) ~ Ricardo Mur
(ermitas nº 4, 9) ~ Enrique Satué (introducción; ermitas nº 7, 19; colaboración “Lo
pastoril en santa Orosia y san Úrbez”)

Fotografías: José Luis Acín: 14, 15, 19, 21, 22, 26, 27, 29, 30-31, 31 (derecha), 46-
47, 48-49, 50-51, 55, 56-57, 57 (izquierda), 64-65, 71, 72 (izquierda y derecha), 77, 78
(abajo), 79, 80-81, 87, 89 (derecha), 90 (arriba izquierda y derecha), 93 ~ Fernando
Alvira: 18, 69 ~ Archivo Prames-Modesto Pascau: 23 ~ Archivo Prames-Javier Romeo:
portada, 3, 6, 25 (arriba y abajo), 39, 40 (izquierda y derecha), 40-41, 42-43, 44-45, 45
(derecha), 58-59, 60, 60-61, 61 (derecha), 63, 68, 75, 82-83, 84, 85, 88-89, 90-91 ~
Josu Azcona: 17, 33, 34, 35, 36 ~ Adolfo Castán: 37 (izquierda y derecha), 52
(izquierda), 66, 67, 78 (arriba), 92 ~ Fernando Lampre: 12-13, 49 (derecha), 52-53, 73
~ Javier Romeo: 6

Diseño, maquetación y tratamiento de imágenes: Equipo gráfico de Prames

Cartografía: © Prames. Javier Cruchaga

Editan:
– Diputación Provincial de Huesca • Porches de Galicia, 4 • 22071 Huesca
– Prames, S. A. • Camino de los Molinos, 32 • 50015 Zaragoza • www.prames.com

ISBN: 978-84-8321-270-7

D.L.: Z-3780-2008

Imprime: INO Reproducciones

Derecha: detalle de la puerta de San Visorio

2
Índice
Introducción ....................................................................................7

Santuarios y ermitas rupestres del Alto Aragón............................10

Eremitorio de San Cristóbal del Barranco. Aniés (La Sotonera) .................12


Ermita de Nuestra Señora de las Ventosas. Benabarre .............................16
Ermita de la Virgen de las Nieves. Benasque / Benás ...............................20
Ermita de Santa Elena. Biescas ................................................................24
Cueva Iglesieta de los Moros. Bergua (Broto) ...........................................28
Ermita de San Martín de Capella. Capella .................................................32

Piedras y datación ............................................................................36

Ermita de San Úrbez de Cerésola. Cerésola (Sabiñánigo) .........................38


Ermita de la Espelunca de San Victorián. Fosado (La Fueva) ....................42
Ermita de la Virgen de la Cueva. Jaca .......................................................46
Ermita de San Martín de Lecina. Lecina (Bárcabo) ...................................50
Ermita de San Julián de Andría. Lierta (La Sotonera) ................................54
Santuario de San Cosme y San Damián.
Panzano (Casbas de Huesca / de Uesca) .................................................58
Ermita de San Lorenzo. Revilla (Tella-Sin) ................................................62
Ermita de San Martín de Rodellar. Rodellar (Bierge) .................................64

Eremitas ..........................................................................................68

Ermita de San Martín de la Bal d’Onsera.


San Julián de Banzo (Loporzano) .............................................................70
Ermita de San Visorio. San Vicente de Labuerda (Labuerda) ....................74
Ermita de San Chinés. Santa Eulalia (Loporzano) .....................................76
Ermita de San Antón de Torla. Torla ..........................................................80
Santuario de San Úrbez de Añisclo. Vio (Fanlo) .......................................82
Cuevas de Santa Orosia. Yebra de Basa ....................................................86

Lo pastoril en santa Orosia y san Úrbez ..............................................92

Paisaje desde la ermita de la Espelunca de San Victorián


Bibliografía y páginas web ............................................................94

5
Índice
Introducción ....................................................................................7

Santuarios y ermitas rupestres del Alto Aragón............................10

Eremitorio de San Cristóbal del Barranco. Aniés (La Sotonera) .................12


Ermita de Nuestra Señora de las Ventosas. Benabarre .............................16
Ermita de la Virgen de las Nieves. Benasque / Benás ...............................20
Ermita de Santa Elena. Biescas ................................................................24
Cueva Iglesieta de los Moros. Bergua (Broto) ...........................................28
Ermita de San Martín de Capella. Capella .................................................32

Piedras y datación ............................................................................36

Ermita de San Úrbez de Cerésola. Cerésola (Sabiñánigo) .........................38


Ermita de la Espelunca de San Victorián. Fosado (La Fueva) ....................42
Ermita de la Virgen de la Cueva. Jaca .......................................................46
Ermita de San Martín de Lecina. Lecina (Bárcabo) ...................................50
Ermita de San Julián de Andría. Lierta (La Sotonera) ................................54
Santuario de San Cosme y San Damián.
Panzano (Casbas de Huesca / de Uesca) .................................................58
Ermita de San Lorenzo. Revilla (Tella-Sin) ................................................62
Ermita de San Martín de Rodellar. Rodellar (Bierge) .................................64

Eremitas ..........................................................................................68

Ermita de San Martín de la Bal d’Onsera.


San Julián de Banzo (Loporzano) .............................................................70
Ermita de San Visorio. San Vicente de Labuerda (Labuerda) ....................74
Ermita de San Chinés. Santa Eulalia (Loporzano) .....................................76
Ermita de San Antón de Torla. Torla ..........................................................80
Santuario de San Úrbez de Añisclo. Vio (Fanlo) .......................................82
Cuevas de Santa Orosia. Yebra de Basa ....................................................86

Lo pastoril en santa Orosia y san Úrbez ..............................................92

Paisaje desde la ermita de la Espelunca de San Victorián


Bibliografía y páginas web ............................................................94

5
Introducción
Cualquiera de los autores que me acompañan en la hermosa labor de
dar cuerpo a este libro podrían haber hecho esta introducción. No sólo
encarnan el papel de estudiosos de la religiosidad popular, sino que, de
un modo u otro, han sido y son hombres comprometidos, que han
añadido a lo largo de los años una riqueza humana y cultural a todas
aquellas manifestaciones populares a las que se han acercado.

El objeto de estudio son los santuarios rupestres del Alto Aragón que,
durante siglos, han catalizado el flujo entre las gentes de esta tierra y la
divinidad, bien fuese cristiana, anterior a ella, o fundida las esencias de
ambas.

Si punteamos en un mapa los santuarios rupestres estudiados,


enseguida se abrirá ante nuestros ojos un mapa geológico, el de los
montes calizos y conglomeráticos erigidos a expensas del pasado marino
del territorio. Por ello, desde la más remota antigüedad, cerca del cielo,
pero en la vagina de la tierra, cerca de las fuentes y de los árboles
centenarios, estos lugares hierofánicos, han custodiado, como crisoles
griálicos, mitos, leyendas y creencias, a las que nunca aconsejaría una
aproximación ligera.

Vamos pues a tratar entre todos de que este librito sea una llave maestra
que permita comprender estas ermitas de modo poliédrico, respetuoso e
interdisciplinar.

En el siglo XVII, el ordenamiento venido del concilio de Trento y el


incremento piadoso que supusieron pestes, plagas, guerras y sequías,
acabaron de perfilar una red de santuarios que se estratificaron por su
grado de influencia. Una red tupida que tuvo mucho que ver con las
relaciones de poder terrestre y de vecindad para crear alrededor de los
santuarios un rico bagaje cultural, religioso, folklórico, artístico,
antropológico y arqueológico. Esos lugares sagrados no sólo sirvieron
para dar cauce a la autoafirmación local, sino también para superar a
través de las romerías la autarquía humana y económica, pues como
bien señalaba don Julio Caro Baroja en La estación del amor, en el ciclo
económico y festivo se entrelazaban la religión, la economía e, incluso,
los sentimientos.

Izquierda: romería a Santa Elena

7
Introducción
Cualquiera de los autores que me acompañan en la hermosa labor de
dar cuerpo a este libro podrían haber hecho esta introducción. No sólo
encarnan el papel de estudiosos de la religiosidad popular, sino que, de
un modo u otro, han sido y son hombres comprometidos, que han
añadido a lo largo de los años una riqueza humana y cultural a todas
aquellas manifestaciones populares a las que se han acercado.

El objeto de estudio son los santuarios rupestres del Alto Aragón que,
durante siglos, han catalizado el flujo entre las gentes de esta tierra y la
divinidad, bien fuese cristiana, anterior a ella, o fundida las esencias de
ambas.

Si punteamos en un mapa los santuarios rupestres estudiados,


enseguida se abrirá ante nuestros ojos un mapa geológico, el de los
montes calizos y conglomeráticos erigidos a expensas del pasado marino
del territorio. Por ello, desde la más remota antigüedad, cerca del cielo,
pero en la vagina de la tierra, cerca de las fuentes y de los árboles
centenarios, estos lugares hierofánicos, han custodiado, como crisoles
griálicos, mitos, leyendas y creencias, a las que nunca aconsejaría una
aproximación ligera.

Vamos pues a tratar entre todos de que este librito sea una llave maestra
que permita comprender estas ermitas de modo poliédrico, respetuoso e
interdisciplinar.

En el siglo XVII, el ordenamiento venido del concilio de Trento y el


incremento piadoso que supusieron pestes, plagas, guerras y sequías,
acabaron de perfilar una red de santuarios que se estratificaron por su
grado de influencia. Una red tupida que tuvo mucho que ver con las
relaciones de poder terrestre y de vecindad para crear alrededor de los
santuarios un rico bagaje cultural, religioso, folklórico, artístico,
antropológico y arqueológico. Esos lugares sagrados no sólo sirvieron
para dar cauce a la autoafirmación local, sino también para superar a
través de las romerías la autarquía humana y económica, pues como
bien señalaba don Julio Caro Baroja en La estación del amor, en el ciclo
económico y festivo se entrelazaban la religión, la economía e, incluso,
los sentimientos.

Izquierda: romería a Santa Elena

7
En esta trama, a algunos santuarios rupestres les tocó ejercer liderazgo, Al mismo tiempo, es preciso señalar que si la centuria XVII acabó de
como fue el caso de Santa Elena, que intercedía sobre la Tierra de conformar el mapa de acción de los santuarios, fue la bonanza
Biescas, el valle de Tena y, ocasionalmente, sobre el Bearn, mientras que económica de la siguiente centuria la que enriqueció la dimensión
otros, como San Antón de Torla, no salían de la mera referencia local. profana, cultural y socioeconómica a las romerías.
Por cierto, el que las romerías hayan sido fagocitadas por el fin de
Son las cuevas santuario lugares ideales para releer al historiador de las semana en muchos casos, o que ya no existan en otros, no quiere decir
religiones Mircea Eliade, para comprender lo que en ellas hay de que hayan desaparecido del todo los móviles y las manifestaciones
potencial hierofánico, para ver cómo su cueva se abraza con las raíces tradicionales. Una atenta observación nos lo reflejará.
del árbol, las vetas de la fuente sagrada y, por encadenado, con las
plegarias dirigidas al santo o a la Virgen, en un flujo y reflujo Otra cosa son los ermitaños, cuyo tiempo se ha comido el cambio social.
permanente entre lo cristiano y precristiano, pero siempre sagrado. Son Eran los garantes del mantenimiento del santuario, de recoger fondos
lugares vaginales donde no resultará extraño comprobar que la para él y de propagar, de algún modo, sus poderes. Recorrían el
religiosidad y la fertilidad de la naturaleza muchas veces se daban la territorio acomodándose al ciclo cosechero. Recogían sobre todo especie
mano. y, las más de las veces, llevaban una capillita portátil con el santo,
además de midas o reproducciones del tamaño de sus reliquias.
El sentimiento posesivo del montañés llevó a que a algunos titulares de Célebres santeros de cuevas santuario fueron los de San Cosme y San
estos templos, como Santa Elena, Santa Orosia y San Úrbez, fueran Damián, Santa Elena, San Úrbez de Nocito y Santa Orosia.
encumbrados a la calidad de “patronos de la montaña”, quedando
implícito que si intercedían sobre otras zonas, lo hacían de modo Por otro lado, a pesar de que las cuevas santuario obtienen en buena
subsidiario. parte su techumbre de la naturaleza, no debemos olvidar que sus
estructuras fueron enriquecidas a lo largo del siglo XVII, para
Alrededor de las cuevas santuario comprobaremos el esfuerzo apuntalarlas, mejorarlas y decorarlas en la centuria siguiente.
pedagógico y de adaptación que hizo la Iglesia con unas gentes no
cristianizadas hasta el siglo X. Encontraremos, por ejemplo, las huellas Ni que decir tiene que tanto contenido como continente fueron
de santos que aún hoy nos indican en las rocas, donde éstos se afectados por la guerra Civil y que, todavía, hoy podemos ver en alguna
arrodillaron, se escondieron o, simplemente, descansaron. Y también cueva santuario algún letrero que habla del paso de soldados y
encontraremos en la memoria oral, los gozos, himnos o la hagiografía, milicianos.
un bagaje literario, uniformizado por la Legenda Aurea, donde la Virgen,
sobre todo, siempre escogía al humilde pastor para aparecerse. Por último, a lo largo del siglo XVII, una buena parte del culto a los
santos fue acompañado de dances y pastoradas. Algunos de ellos,
Aún hoy, pero sobre todo antaño, cuando la sociedad montañesa ejercía asociados a cuevas santuario, perviven y otros han desaparecido. Se
como tal, tras de algunos de estas cuevas santuario había cofradías que renueva con fuerza todos los años el de Santa Orosia de Yebra y
no sólo se ocupaban de lo religioso sino de la ayuda mutua entre los desapareció en el siglo XIX el de Santa Elena de Yebra, un dance de
cofadres. Sus estatutos son testimonios del modo de organizar y palos que sonaba al son de la gaita.
cohesionar un territorio.
Creo que con estos últimos detalles está dispuesta la llave maestra que
Así mismo el reparto anual de las visitas que hacían los distintos pueblos va a permitir abrir los ojos a quienes en día de romería u ordinario se
a estos lugares sagrados tenía mucho que ver con las relaciones de acerquen a estos reductos donde tan bien queda reflejada la necesidad
poder, los acuerdos vecinales, el ciclo festivo y económico anual y, por de trascender que tiene el ser humano.
supuesto, la gran cantidad de votos y rogativas que nacieron con la
crudeza del siglo XVII. Ánimo. A caminar, disfrutar y meditar.

No se habrá de olvidar que las romerías solían girar alrededor de un


máximo primaveral, donde el lastre precristiano, equinoccial, se fundía
con la petición de agua para las cosechas.

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En esta trama, a algunos santuarios rupestres les tocó ejercer liderazgo, Al mismo tiempo, es preciso señalar que si la centuria XVII acabó de
como fue el caso de Santa Elena, que intercedía sobre la Tierra de conformar el mapa de acción de los santuarios, fue la bonanza
Biescas, el valle de Tena y, ocasionalmente, sobre el Bearn, mientras que económica de la siguiente centuria la que enriqueció la dimensión
otros, como San Antón de Torla, no salían de la mera referencia local. profana, cultural y socioeconómica a las romerías.
Por cierto, el que las romerías hayan sido fagocitadas por el fin de
Son las cuevas santuario lugares ideales para releer al historiador de las semana en muchos casos, o que ya no existan en otros, no quiere decir
religiones Mircea Eliade, para comprender lo que en ellas hay de que hayan desaparecido del todo los móviles y las manifestaciones
potencial hierofánico, para ver cómo su cueva se abraza con las raíces tradicionales. Una atenta observación nos lo reflejará.
del árbol, las vetas de la fuente sagrada y, por encadenado, con las
plegarias dirigidas al santo o a la Virgen, en un flujo y reflujo Otra cosa son los ermitaños, cuyo tiempo se ha comido el cambio social.
permanente entre lo cristiano y precristiano, pero siempre sagrado. Son Eran los garantes del mantenimiento del santuario, de recoger fondos
lugares vaginales donde no resultará extraño comprobar que la para él y de propagar, de algún modo, sus poderes. Recorrían el
religiosidad y la fertilidad de la naturaleza muchas veces se daban la territorio acomodándose al ciclo cosechero. Recogían sobre todo especie
mano. y, las más de las veces, llevaban una capillita portátil con el santo,
además de midas o reproducciones del tamaño de sus reliquias.
El sentimiento posesivo del montañés llevó a que a algunos titulares de Célebres santeros de cuevas santuario fueron los de San Cosme y San
estos templos, como Santa Elena, Santa Orosia y San Úrbez, fueran Damián, Santa Elena, San Úrbez de Nocito y Santa Orosia.
encumbrados a la calidad de “patronos de la montaña”, quedando
implícito que si intercedían sobre otras zonas, lo hacían de modo Por otro lado, a pesar de que las cuevas santuario obtienen en buena
subsidiario. parte su techumbre de la naturaleza, no debemos olvidar que sus
estructuras fueron enriquecidas a lo largo del siglo XVII, para
Alrededor de las cuevas santuario comprobaremos el esfuerzo apuntalarlas, mejorarlas y decorarlas en la centuria siguiente.
pedagógico y de adaptación que hizo la Iglesia con unas gentes no
cristianizadas hasta el siglo X. Encontraremos, por ejemplo, las huellas Ni que decir tiene que tanto contenido como continente fueron
de santos que aún hoy nos indican en las rocas, donde éstos se afectados por la guerra Civil y que, todavía, hoy podemos ver en alguna
arrodillaron, se escondieron o, simplemente, descansaron. Y también cueva santuario algún letrero que habla del paso de soldados y
encontraremos en la memoria oral, los gozos, himnos o la hagiografía, milicianos.
un bagaje literario, uniformizado por la Legenda Aurea, donde la Virgen,
sobre todo, siempre escogía al humilde pastor para aparecerse. Por último, a lo largo del siglo XVII, una buena parte del culto a los
santos fue acompañado de dances y pastoradas. Algunos de ellos,
Aún hoy, pero sobre todo antaño, cuando la sociedad montañesa ejercía asociados a cuevas santuario, perviven y otros han desaparecido. Se
como tal, tras de algunos de estas cuevas santuario había cofradías que renueva con fuerza todos los años el de Santa Orosia de Yebra y
no sólo se ocupaban de lo religioso sino de la ayuda mutua entre los desapareció en el siglo XIX el de Santa Elena de Yebra, un dance de
cofadres. Sus estatutos son testimonios del modo de organizar y palos que sonaba al son de la gaita.
cohesionar un territorio.
Creo que con estos últimos detalles está dispuesta la llave maestra que
Así mismo el reparto anual de las visitas que hacían los distintos pueblos va a permitir abrir los ojos a quienes en día de romería u ordinario se
a estos lugares sagrados tenía mucho que ver con las relaciones de acerquen a estos reductos donde tan bien queda reflejada la necesidad
poder, los acuerdos vecinales, el ciclo festivo y económico anual y, por de trascender que tiene el ser humano.
supuesto, la gran cantidad de votos y rogativas que nacieron con la
crudeza del siglo XVII. Ánimo. A caminar, disfrutar y meditar.

No se habrá de olvidar que las romerías solían girar alrededor de un


máximo primaveral, donde el lastre precristiano, equinoccial, se fundía
con la petición de agua para las cosechas.

8 9
Derecha: imagen de san
Lorenzo con la parrilla
grabado en la roca.
Ermita de San Lorenzo
de Revilla

Santuarios y ermitas rupestres


del Alto Aragón

10 11
Derecha: imagen de san
Lorenzo con la parrilla
grabado en la roca.
Ermita de San Lorenzo
de Revilla

Santuarios y ermitas rupestres


del Alto Aragón

10 11
Aniés (La Sotonera)
Eremitorio
de San Cristóbal del Barranco

Escala 1:150.000 San Cristóbal


del Barranco,
encajado en la
roca

Localización: se sitúa en un impresionante espolón rocoso, que sirve de


lugar de anidamiento de importantes comunidades de rapaces. El pequeño templo de San Cristóbal está enclavado a estribor de una
mole rocosa, que alza su proa hacia el oriente, y suspendido a más de
Tipología: balma. treinta metros sobre el río que discurre encañonado a sus pies.
Históricamente este eremitorio estuvo más vinculado con Bolea que con
Cronología: restos de los siglos XIII-XIV y citas y elementos de la Edad el propio pueblo de Aniés y se tienen noticias desde el siglo XVI.
Moderna (siglos XVI a XVIII), aunque la existencia del eremitorio podría
ser altomedieval, anterior al siglo XI. La rudimentaria edificación se acomoda en una de las alveoladas celdas
del barranco de Santa Quiteria en los primeros trechos del Sotón, a
Acceso: dificultad media. Desde Bolea, una pista en dirección N nos donde se llega desde el fondo por una desafiante escalera que se aferra
permitirá dejar el vehículo en la ermita de Santa Quiteria. Desde aquí a la pared rocosa.
continuaremos andando por la senda que discurre junto al cauce del río
Sotón, también en dirección N, hasta el estrechamiento del final La puerta, abatida por el dolor del abandono y los despojados interiores,
–a unos 3 km de donde aparcamos–, donde podremos divisar en el nos revela la más desoladora de las estampas. Allí donde los fervores
acantilado izquierdo los muros del santuario. Es destacable que éstos hervían, hoy se compadecen. Yeserías golpeadas con la saña de la
han tomado la misma pátina de la roca, con lo que el conjunto indiferencia se amontonan sobre la mesa del altar, desde que alguna
eremítico queda completamente camuflado en el paisaje. mano piadosa colocara sus pedazos de la más digna forma posible.

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Aniés (La Sotonera)
Eremitorio
de San Cristóbal del Barranco

Escala 1:150.000 San Cristóbal


del Barranco,
encajado en la
roca

Localización: se sitúa en un impresionante espolón rocoso, que sirve de


lugar de anidamiento de importantes comunidades de rapaces. El pequeño templo de San Cristóbal está enclavado a estribor de una
mole rocosa, que alza su proa hacia el oriente, y suspendido a más de
Tipología: balma. treinta metros sobre el río que discurre encañonado a sus pies.
Históricamente este eremitorio estuvo más vinculado con Bolea que con
Cronología: restos de los siglos XIII-XIV y citas y elementos de la Edad el propio pueblo de Aniés y se tienen noticias desde el siglo XVI.
Moderna (siglos XVI a XVIII), aunque la existencia del eremitorio podría
ser altomedieval, anterior al siglo XI. La rudimentaria edificación se acomoda en una de las alveoladas celdas
del barranco de Santa Quiteria en los primeros trechos del Sotón, a
Acceso: dificultad media. Desde Bolea, una pista en dirección N nos donde se llega desde el fondo por una desafiante escalera que se aferra
permitirá dejar el vehículo en la ermita de Santa Quiteria. Desde aquí a la pared rocosa.
continuaremos andando por la senda que discurre junto al cauce del río
Sotón, también en dirección N, hasta el estrechamiento del final La puerta, abatida por el dolor del abandono y los despojados interiores,
–a unos 3 km de donde aparcamos–, donde podremos divisar en el nos revela la más desoladora de las estampas. Allí donde los fervores
acantilado izquierdo los muros del santuario. Es destacable que éstos hervían, hoy se compadecen. Yeserías golpeadas con la saña de la
han tomado la misma pátina de la roca, con lo que el conjunto indiferencia se amontonan sobre la mesa del altar, desde que alguna
eremítico queda completamente camuflado en el paisaje. mano piadosa colocara sus pedazos de la más digna forma posible.

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Por fortuna, entre el resto de una pintura mural de la Anunciación –de
tradición románico tardía y fechable entre los siglos XIII y XIV– se
destacó la figura del arcángel San Gabriel, que terminó enmarcado entre
el relieve de dos columnas y que, si bien se salvó de las iras de la
guerra Civil, no lo estuvo tanto de las rúbricas modernas que parecen
querer compartir sin reparos el valor del esquematismo románico.
Aunque merece destacarse una de ellas: la estampada por mosén
Domingo de Pax, en 1663.

A extramuros, agrietados travesaños de madera son condenados a


soportar el peso de mampuestos e inclemencias, con tal de ganarle
unos palmos al angosto interior. Así, San Cristóbal se yergue como uno
de los más acrobáticos santuarios rupestres de nuestra tierra.

Detalle de la Interior
pintura mural

A escasos metros al norte, otra pared alveolada presenta numerosas


celdas colgadas. Sus bocas han sido tapiadas con la misma paciencia
benedictina que la iglesieta, a fin de poder habitar los exiguos espacios.
Son vestigios en piedra del gran movimiento eremítico que cubriera la
zona en un meditado pacto de silencio entre la naturaleza y el hombre.

En San Cristóbal del Barranco, tres estancias conforman el conjunto. La


mayor fue destinada a ser iglesia comunal de las celdas esparcidas por
estas peñas, pues, si bien sus moradores no compartían la soledad de
su retiro, sí lo hacían con oficio de la misa. El coro alto sobre la entrada
sería fruto de la renovación de parte del edificio, allá por los siglos XVII y
XVIII.

Manifiesta la tradición popular que este santo, tras ayudar a un niño a


cruzar un barranco, poniéndole sobre sus hombros y ayudado por su
cayado, le dijo al arribar a la otra orilla: “He sentido en mis espaldas
tanto peso como si hubiese llevado sobre ellas al mundo entero”. Y el
pequeño, que era el Niño Jesús, le replicó: “Verdad es lo que acabas de
decir; has llevado sobre tus hombros al Mundo y a su Creador, pues yo
soy el Cristo que buscas, tu Rey. Y como prueba de lo que digo, cuando
regreses a tu cabaña, clava tu cayado en la tierra y mañana aparecerá
verde y cargado de frutos”. Y así ocurrió. Por ese motivo, a san Cristóbal
la iconografía lo representa como hombre de fuerte corpulencia con un
gran báculo poblado de hojas y un niño sobre los hombros.

14 15
Por fortuna, entre el resto de una pintura mural de la Anunciación –de
tradición románico tardía y fechable entre los siglos XIII y XIV– se
destacó la figura del arcángel San Gabriel, que terminó enmarcado entre
el relieve de dos columnas y que, si bien se salvó de las iras de la
guerra Civil, no lo estuvo tanto de las rúbricas modernas que parecen
querer compartir sin reparos el valor del esquematismo románico.
Aunque merece destacarse una de ellas: la estampada por mosén
Domingo de Pax, en 1663.

A extramuros, agrietados travesaños de madera son condenados a


soportar el peso de mampuestos e inclemencias, con tal de ganarle
unos palmos al angosto interior. Así, San Cristóbal se yergue como uno
de los más acrobáticos santuarios rupestres de nuestra tierra.

Detalle de la Interior
pintura mural

A escasos metros al norte, otra pared alveolada presenta numerosas


celdas colgadas. Sus bocas han sido tapiadas con la misma paciencia
benedictina que la iglesieta, a fin de poder habitar los exiguos espacios.
Son vestigios en piedra del gran movimiento eremítico que cubriera la
zona en un meditado pacto de silencio entre la naturaleza y el hombre.

En San Cristóbal del Barranco, tres estancias conforman el conjunto. La


mayor fue destinada a ser iglesia comunal de las celdas esparcidas por
estas peñas, pues, si bien sus moradores no compartían la soledad de
su retiro, sí lo hacían con oficio de la misa. El coro alto sobre la entrada
sería fruto de la renovación de parte del edificio, allá por los siglos XVII y
XVIII.

Manifiesta la tradición popular que este santo, tras ayudar a un niño a


cruzar un barranco, poniéndole sobre sus hombros y ayudado por su
cayado, le dijo al arribar a la otra orilla: “He sentido en mis espaldas
tanto peso como si hubiese llevado sobre ellas al mundo entero”. Y el
pequeño, que era el Niño Jesús, le replicó: “Verdad es lo que acabas de
decir; has llevado sobre tus hombros al Mundo y a su Creador, pues yo
soy el Cristo que buscas, tu Rey. Y como prueba de lo que digo, cuando
regreses a tu cabaña, clava tu cayado en la tierra y mañana aparecerá
verde y cargado de frutos”. Y así ocurrió. Por ese motivo, a san Cristóbal
la iconografía lo representa como hombre de fuerte corpulencia con un
gran báculo poblado de hojas y un niño sobre los hombros.

14 15
Antes de acceder a la ermita, conviene detenerse en Mas de Puybert,
Benabarre donde se aprecian las formas de su casa y demás construcciones
tradicionales completadas con una ermita particular de orígenes
Ermita románicos, así como con un museo etnológico.
de Nuestra Señora de las Ventosas Volviendo a la construcción que nos ocupa, el paraje de su
emplazamiento fue elegido porque, dice la tradición, en este recóndito
enclave encontró un pastor de Puybert la imagen, debiéndose a esta
circunstancia que sean los moradores de este lugar quienes se
encarguen de cuidarlo y mantenerlo.

Como se ha apuntado, la construcción se acopla y se funde a la


perfección con el resalte rocoso en el que se levanta, constituyendo éste
el muro –un muro natural– por el norte. Construcción sobria y sin
engalanamientos, sólo configurada por los muros que conforman la nave
y su cabecera retranqueada con respecto a la anterior. Como austera es
su fachada, situada en el muro de los pies, en la que se abre la puerta
de arco de medio punto y, sobre el tejado y a modo de coronación, una
sencilla espadaña. Tejado del que emerge, asimismo, una pequeña
linterna que ilumina el interior en la zona de la cabecera.

Escala 1:150.000

Localización: sita en la cara sur de la sierra del Castillo de Laguarres, se Exterior de la ermita y restos del recinto anexo
encuentra protegida de los vientos por el promontorio rocoso que le sirve
de apoyo y ubicación, debiéndose su denominación posiblemente a ello,
a esa protección contra dicho fenómeno natural.

Tipología: abrigo.

Cronología: su bóveda es posiblemente de finales del siglo XVI y se


aprecian distintas interveciones posteriores, especialmente de los siglos
XIX y XX.

Acceso: desde el sureste de Torres del Obispo parte la carretera vieja a


Benabarre y, de ella, la pista hacia la venta de La Tosquilla, inicialmente
asfaltada. A partir de aquí se ha señalizado el camino, en el que deben
desdeñarse distintas bifurcaciones, hasta alcanzar la ermita. Existe la
alternativa de realizar el acceso desde el pequeño núcleo de Mas de
Puybert (Benabarre); muy cerca de él, al norte, una pista conecta con el
último tramo del trayecto descrito anteriormente.

Romería: primer sábado de septiembre.

16 17
Antes de acceder a la ermita, conviene detenerse en Mas de Puybert,
Benabarre donde se aprecian las formas de su casa y demás construcciones
tradicionales completadas con una ermita particular de orígenes
Ermita románicos, así como con un museo etnológico.
de Nuestra Señora de las Ventosas Volviendo a la construcción que nos ocupa, el paraje de su
emplazamiento fue elegido porque, dice la tradición, en este recóndito
enclave encontró un pastor de Puybert la imagen, debiéndose a esta
circunstancia que sean los moradores de este lugar quienes se
encarguen de cuidarlo y mantenerlo.

Como se ha apuntado, la construcción se acopla y se funde a la


perfección con el resalte rocoso en el que se levanta, constituyendo éste
el muro –un muro natural– por el norte. Construcción sobria y sin
engalanamientos, sólo configurada por los muros que conforman la nave
y su cabecera retranqueada con respecto a la anterior. Como austera es
su fachada, situada en el muro de los pies, en la que se abre la puerta
de arco de medio punto y, sobre el tejado y a modo de coronación, una
sencilla espadaña. Tejado del que emerge, asimismo, una pequeña
linterna que ilumina el interior en la zona de la cabecera.

Escala 1:150.000

Localización: sita en la cara sur de la sierra del Castillo de Laguarres, se Exterior de la ermita y restos del recinto anexo
encuentra protegida de los vientos por el promontorio rocoso que le sirve
de apoyo y ubicación, debiéndose su denominación posiblemente a ello,
a esa protección contra dicho fenómeno natural.

Tipología: abrigo.

Cronología: su bóveda es posiblemente de finales del siglo XVI y se


aprecian distintas interveciones posteriores, especialmente de los siglos
XIX y XX.

Acceso: desde el sureste de Torres del Obispo parte la carretera vieja a


Benabarre y, de ella, la pista hacia la venta de La Tosquilla, inicialmente
asfaltada. A partir de aquí se ha señalizado el camino, en el que deben
desdeñarse distintas bifurcaciones, hasta alcanzar la ermita. Existe la
alternativa de realizar el acceso desde el pequeño núcleo de Mas de
Puybert (Benabarre); muy cerca de él, al norte, una pista conecta con el
último tramo del trayecto descrito anteriormente.

Romería: primer sábado de septiembre.

16 17
Traspasada la puerta se abre una nave de planta Al referido mobiliario, sólo se añaden los diversos y
rectangular acomodada al muro natural de roca del lado variados, aunque no numerosos, exvotos que se pueden
norte. En la misma, compuesta de dos tramos, se abren apreciar en el muro del evangelio, el de la izquierda
sendas capillas por cada lado, culminándose según se mira desde la puerta, sitos a la altura de la
con el presbiterio y la zona de la cabecera, cabecera.
ésta de dimensiones más reducidas y
estrecha que el resto de la nave. Testero Una ermita, por otra parte y como suele ser también
recto cubierto, por otra parte, por una habitual en este tipo de construcciones en las que se
bóveda de crucería estrellada, mientras fusiona lo natural con la mano del hombre, de lejano
que el resto de la construcción lo hace origen, de culto desde siempre por confluir las creencias
por medio de una bóveda de cañón del hombre con lo aportado por la naturaleza y sus
elementos. Edificio que ha sufrido diversas
Todo su interior, al igual que el modificaciones a lo largo de los tiempos, palpable en la
exterior, es sencillo, sin mencionada bóveda de crucería fechable entre fines del
decoraciones y engalanamientos siglo XVI e inicios del XVII, o en las sucesivas
que atraigan directamente la reparaciones realizadas en el XIX –Guerra de la
visión. Tan sencillo que Independencia y demás avatares– y en el XX, las cuales
hasta su retablo más que han dejado la actual estructura y fisonomía a esta ermita
un retablo es una austera de Nuestra Señora de las Ventosas.
hornacina en la que se
disponen las imágenes
y cuadros, los cuales
–además– no poseen
ningún valor artístico, sólo
–como es habitual en estas Interior de la
ermitas rupestres perdidas ermita de
por el monte– el devocional Nuestra
Señora de las
de los habitantes cercanos Ventosas
que la visitan en los días
señalados en el calendario
popular.

Talla de la Virgen de las Ventosas.


Madera policromada, siglo XVII

18 19
Traspasada la puerta se abre una nave de planta Al referido mobiliario, sólo se añaden los diversos y
rectangular acomodada al muro natural de roca del lado variados, aunque no numerosos, exvotos que se pueden
norte. En la misma, compuesta de dos tramos, se abren apreciar en el muro del evangelio, el de la izquierda
sendas capillas por cada lado, culminándose según se mira desde la puerta, sitos a la altura de la
con el presbiterio y la zona de la cabecera, cabecera.
ésta de dimensiones más reducidas y
estrecha que el resto de la nave. Testero Una ermita, por otra parte y como suele ser también
recto cubierto, por otra parte, por una habitual en este tipo de construcciones en las que se
bóveda de crucería estrellada, mientras fusiona lo natural con la mano del hombre, de lejano
que el resto de la construcción lo hace origen, de culto desde siempre por confluir las creencias
por medio de una bóveda de cañón del hombre con lo aportado por la naturaleza y sus
elementos. Edificio que ha sufrido diversas
Todo su interior, al igual que el modificaciones a lo largo de los tiempos, palpable en la
exterior, es sencillo, sin mencionada bóveda de crucería fechable entre fines del
decoraciones y engalanamientos siglo XVI e inicios del XVII, o en las sucesivas
que atraigan directamente la reparaciones realizadas en el XIX –Guerra de la
visión. Tan sencillo que Independencia y demás avatares– y en el XX, las cuales
hasta su retablo más que han dejado la actual estructura y fisonomía a esta ermita
un retablo es una austera de Nuestra Señora de las Ventosas.
hornacina en la que se
disponen las imágenes
y cuadros, los cuales
–además– no poseen
ningún valor artístico, sólo
–como es habitual en estas Interior de la
ermitas rupestres perdidas ermita de
por el monte– el devocional Nuestra
Señora de las
de los habitantes cercanos Ventosas
que la visitan en los días
señalados en el calendario
popular.

Talla de la Virgen de las Ventosas.


Madera policromada, siglo XVII

18 19
A través del ancho valle de Benasque fluyeron tiempos, vientos, ríos y
Benasque / Benás culturas, un colosal pasillo en donde cada retazo de historia quedó
prendida de sus rocas. Y aquí, a los pies de los montes Malditos, ondean
Ermita de la Virgen de las Nieves las plegarias que los excursionistas de hoy dejan a la imagen de la Virgen
de las Nieves, cobijada en el último santuario rupestre del Alto Aragón.

En una pequeña concavidad granítica custodiada por la altanera


cúspide del pico Renclusa, descansa la historia de esta recoleta capilla
montañesa. Su pétrea biografía nacería del tesón de unos pioneros y su
ideal por construir el refugio de la Renclusa, punto de arranque en las
ascensiones más altas de las montañas pirenaicas. Frente a la puerta
del refugio y a unas pocas decenas de metros, que cruzan la llanura del
collado, y ayudados por un pequeño puentecillo que salva las aguas del
torrente, se divisa el portón verdecino de la venerada capilla.

Escala 1:150.000 Entrada a la


ermita de la
Virgen de las
Nieves
Localización: junto al refugio de la Renclusa, a los pies del macizo de la
Maladeta, que está coronado por el pico Aneto, la cúspide de los
Pirineos.

Tipología: gruta.

Cronología: 1916.

Acceso: fácil. Partiendo desde Benasque, tomaremos la carretera


A-139, que al NE sigue el curso del río Ésera. Dejando al momento el
desvío hacia Cerler que queda a mano derecha, proseguiremos sin dejar
la carretera, que discurrirá junto al pequeño embalse de Paso Nuevo, y
3 km más arriba dejaremos pasar también el desvío que conduce a los
baños de Benasque. Más adelante, una nueva bifurcación lleva a su
izquierda hasta Plan de Sarra. Seguiremos el ramal derecho sin dejarlo
hasta su muerte, en forma de pequeña explanada situada próxima a la
cota de 1.900 m de altitud. Dejando en ella el vehículo, continuaremos
a pie por una ascendente pero cómoda senda que, en dirección a
mediodía, conduce al refugio de la Renclusa, a 2.140 m de altitud, en
poco más de 1 h 30 min.

20 21
A través del ancho valle de Benasque fluyeron tiempos, vientos, ríos y
Benasque / Benás culturas, un colosal pasillo en donde cada retazo de historia quedó
prendida de sus rocas. Y aquí, a los pies de los montes Malditos, ondean
Ermita de la Virgen de las Nieves las plegarias que los excursionistas de hoy dejan a la imagen de la Virgen
de las Nieves, cobijada en el último santuario rupestre del Alto Aragón.

En una pequeña concavidad granítica custodiada por la altanera


cúspide del pico Renclusa, descansa la historia de esta recoleta capilla
montañesa. Su pétrea biografía nacería del tesón de unos pioneros y su
ideal por construir el refugio de la Renclusa, punto de arranque en las
ascensiones más altas de las montañas pirenaicas. Frente a la puerta
del refugio y a unas pocas decenas de metros, que cruzan la llanura del
collado, y ayudados por un pequeño puentecillo que salva las aguas del
torrente, se divisa el portón verdecino de la venerada capilla.

Escala 1:150.000 Entrada a la


ermita de la
Virgen de las
Nieves
Localización: junto al refugio de la Renclusa, a los pies del macizo de la
Maladeta, que está coronado por el pico Aneto, la cúspide de los
Pirineos.

Tipología: gruta.

Cronología: 1916.

Acceso: fácil. Partiendo desde Benasque, tomaremos la carretera


A-139, que al NE sigue el curso del río Ésera. Dejando al momento el
desvío hacia Cerler que queda a mano derecha, proseguiremos sin dejar
la carretera, que discurrirá junto al pequeño embalse de Paso Nuevo, y
3 km más arriba dejaremos pasar también el desvío que conduce a los
baños de Benasque. Más adelante, una nueva bifurcación lleva a su
izquierda hasta Plan de Sarra. Seguiremos el ramal derecho sin dejarlo
hasta su muerte, en forma de pequeña explanada situada próxima a la
cota de 1.900 m de altitud. Dejando en ella el vehículo, continuaremos
a pie por una ascendente pero cómoda senda que, en dirección a
mediodía, conduce al refugio de la Renclusa, a 2.140 m de altitud, en
poco más de 1 h 30 min.

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El 5 de agosto de 1913 Don Julio Soler i Santaló, en nombre del Centro De frente, una soberbia columna de
Excursionista de Cataluña, coloca la primera piedra del futuro y precioso capitel labrado con cruces
trascendental refugio centro-pirenaico. A su vez comienza el ensanchadas sostiene la desnuda losa
levantamiento, por su expreso deseo, de una cabaña bajo la roca a la del altar. Y en lo alto, cobijada en una
que llamaría Villa Maladeta, transformada con el tiempo, en la preciosa tosca hornacina entallada en la roca,
ermita alpinera de la Virgen de las Nieves. como una pequeña réplica de la capilla
misma, la nívea imagen de Nuestra
Señora, sacada de un inmaculado bloque
de alabastro. En su base, la advocación
catalana que le dieron sus mecenas:
Verge de les Neus, quienes inaugurarían
el templete en el año de 1916, tal como
recuerda una inscripción en latín
repicada en la propia roca de la cueva.

Ahora, la capilla de la Virgen de las


Nieves, como atenta centinela, vela
desde el más alto y septentrional de los
santuarios rocosos oscenses las
andanzas de los montañeros del lugar.

En la gruta, una nota escrita en un papel


y el poema de un autor desconocido
llenan el espacio de una grieta.
Mientras…se va consumiendo la delicada
Interior de la ermita de la Virgen de las Nieves
llama de una vela.
Grupo de montañeros en plena
ascensión al Aneto

Su privilegiada ubicación la convirtió en un apreciado lugar para


alpinistas y caminantes, quienes a ella confían sus mensajes: modernos
exvotos de agradecimiento en los regresos y demandas de protección en
las primeras labores del ascenso. Brazos de cera, manos de piedra o
trenzas de cabello, aquí se sustituyen por símbolos de asociaciones
montañeras, fotografías de familia y deseos manuscritos sobre el papel
de un cuaderno cualquiera.

La pesada puerta de dos hojas con motivos de forja permite la entrada


tras descorrer el enorme cerrojo. Sobre ella, y a los lados de su única
ventana, cuatro arquillos resaltados rememoran la lejana tradición del
estilo lombardo, engalanando la sobria fachada de recios sillares. En los
escasos diez metros cuadrados de su interior se respira como en
ninguna otra parte la mística fascinación que prenden las montañas
sobre los hombres.

22 23
El 5 de agosto de 1913 Don Julio Soler i Santaló, en nombre del Centro De frente, una soberbia columna de
Excursionista de Cataluña, coloca la primera piedra del futuro y precioso capitel labrado con cruces
trascendental refugio centro-pirenaico. A su vez comienza el ensanchadas sostiene la desnuda losa
levantamiento, por su expreso deseo, de una cabaña bajo la roca a la del altar. Y en lo alto, cobijada en una
que llamaría Villa Maladeta, transformada con el tiempo, en la preciosa tosca hornacina entallada en la roca,
ermita alpinera de la Virgen de las Nieves. como una pequeña réplica de la capilla
misma, la nívea imagen de Nuestra
Señora, sacada de un inmaculado bloque
de alabastro. En su base, la advocación
catalana que le dieron sus mecenas:
Verge de les Neus, quienes inaugurarían
el templete en el año de 1916, tal como
recuerda una inscripción en latín
repicada en la propia roca de la cueva.

Ahora, la capilla de la Virgen de las


Nieves, como atenta centinela, vela
desde el más alto y septentrional de los
santuarios rocosos oscenses las
andanzas de los montañeros del lugar.

En la gruta, una nota escrita en un papel


y el poema de un autor desconocido
llenan el espacio de una grieta.
Mientras…se va consumiendo la delicada
Interior de la ermita de la Virgen de las Nieves
llama de una vela.
Grupo de montañeros en plena
ascensión al Aneto

Su privilegiada ubicación la convirtió en un apreciado lugar para


alpinistas y caminantes, quienes a ella confían sus mensajes: modernos
exvotos de agradecimiento en los regresos y demandas de protección en
las primeras labores del ascenso. Brazos de cera, manos de piedra o
trenzas de cabello, aquí se sustituyen por símbolos de asociaciones
montañeras, fotografías de familia y deseos manuscritos sobre el papel
de un cuaderno cualquiera.

La pesada puerta de dos hojas con motivos de forja permite la entrada


tras descorrer el enorme cerrojo. Sobre ella, y a los lados de su única
ventana, cuatro arquillos resaltados rememoran la lejana tradición del
estilo lombardo, engalanando la sobria fachada de recios sillares. En los
escasos diez metros cuadrados de su interior se respira como en
ninguna otra parte la mística fascinación que prenden las montañas
sobre los hombres.

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Marcas en la piedra, detalle de un
Biescas muro de la ermita de Santa Elena

Ermita de Santa Elena

Construida junto a una fuente intermitente, La Gloriosa, y


empotrada su cabecera en una cueva, la ermita es un
exponente más de la sacralidad que desde siempre tuvo
el lugar para los habitantes de estas tierras. Junto a ella,
los primitivos pobladores prehistóricos levantaron
megalitos y además, en tiempos de Roma, el lugar
continuaría como centro de culto a las ninfas. Las
huellas del imperio están en la misma advocación y en la
vecina de Santa Engracia. Elena no sólo es la madre de
Constantino, sino la causante directa de su conversión.
Escala 1:150.000
Además, es curioso comprobar cómo alguno de los
prodigios que los romanos atribuían a aquellos seres se
repite en el repertorio de milagros obrados por
Exterior de la intercesión de la santa.
ermita de
Santa Elena

Localización: la ermita de Santa Elena se levanta a 5 km al norte de


Biescas, en término de esta villa, pero ya dentro del espacio que
orográficamente puede considerarse como valle de Tena.

Tipología: gruta.

Cronología: las partes más antiguas de la construcción pertenecen al


siglo XIII, aunque el origen podría ser anterior. La actual construcción es
obra del siglo XVII.

Acceso: fácil. Desde Biescas, tomar la A-136 en dirección a Francia y


desviarse, a unos 3,5 km, a la derecha, por la pista que cruza el río
Gállego y lleva al dolmen y la ermita de Santa Elena.

Romería: 7 de febrero, Domingo de Pentecostés, 13 de junio y 18 de


agosto.

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Marcas en la piedra, detalle de un
Biescas muro de la ermita de Santa Elena

Ermita de Santa Elena

Construida junto a una fuente intermitente, La Gloriosa, y


empotrada su cabecera en una cueva, la ermita es un
exponente más de la sacralidad que desde siempre tuvo
el lugar para los habitantes de estas tierras. Junto a ella,
los primitivos pobladores prehistóricos levantaron
megalitos y además, en tiempos de Roma, el lugar
continuaría como centro de culto a las ninfas. Las
huellas del imperio están en la misma advocación y en la
vecina de Santa Engracia. Elena no sólo es la madre de
Constantino, sino la causante directa de su conversión.
Escala 1:150.000
Además, es curioso comprobar cómo alguno de los
prodigios que los romanos atribuían a aquellos seres se
repite en el repertorio de milagros obrados por
Exterior de la intercesión de la santa.
ermita de
Santa Elena

Localización: la ermita de Santa Elena se levanta a 5 km al norte de


Biescas, en término de esta villa, pero ya dentro del espacio que
orográficamente puede considerarse como valle de Tena.

Tipología: gruta.

Cronología: las partes más antiguas de la construcción pertenecen al


siglo XIII, aunque el origen podría ser anterior. La actual construcción es
obra del siglo XVII.

Acceso: fácil. Desde Biescas, tomar la A-136 en dirección a Francia y


desviarse, a unos 3,5 km, a la derecha, por la pista que cruza el río
Gállego y lleva al dolmen y la ermita de Santa Elena.

Romería: 7 de febrero, Domingo de Pentecostés, 13 de junio y 18 de


agosto.

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El registro legendario es extenso. Dicen que santa Elena pasó por estas El templo es un edificio capaz, que consta de nave con capillas laterales
tierras huyendo de unos perseguidores. Después de pasar por Biescas y y cabecera. La primera sobresale al aire libre, la segunda está bajo
entrando en el valle de Tena vio una cueva y se escondió. Allí, como una tierra. En el nivel superior hay un gran coro y dos espaciosas tribunas.
araña tejió una tela en la entrada del escondrijo, logró salvarse al Se accede por una portalada situada bajo la torre campanario, en el
despistar a sus perseguidores. “Donde la araña tejió, Elena no entró”, ángulo suroeste del edificio. En el altar mayor hay un gran retablo
dijeron. Más tarde, también se comenta que el castillo que su hijo barroco con una hornacina para la talla de la titular y varios lienzos con
Constantino mandó construir en la zona recibió el nombre de Santa escenas de su vida. En las capillas laterales hay cuatro retablitos del
Elena. Siglos después se levantó la ermita en recuerdo de la santa. mismo estilo con tallas de santa Quiteria y san Silvestre, en el lado del
evangelio, y de santa María Magdalena y la Virgen del Rosario, en el de
Las referencias más antiguas que conservamos sobre la cristianización la epístola.
de este espacio están en la imagen de la santa, una talla fechable en el
último románico, y las obras mandadas hacer por Jaime el
Conquistador, todo en el siglo XIII, visibles en la cabecera y en otros
puntos del santuario.

Gruta de la ermita de Santa Elena


Interior de la
ermita de
Santa Elena Cuatro grandes romerías
se celebran al año en este santuario:
• El 7 de febrero sube Biescas en conmemoración de la
victoria sobre los hugonotes en 1592.
• El Domingo de Pentecostés, o Día de las Cruces,
acuden las 33 parroquias de Biescas, su Tierra y el
valle de Tena.
• El 13 de junio, San Antonio de Padua, acuden Biescas
y Hoz de Jaca.
• El 18 de agosto, es la fiesta litúrgica de Santa Elena.

Antiguamente, que no ahora, Larrés subía el tercer día


de Pascua Granada, Barbenuta y Espierre lo hacían el
22 de mayo, Sobremonte el 19 de junio y Biescas,
además, el 20 de septiembre.

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El registro legendario es extenso. Dicen que santa Elena pasó por estas El templo es un edificio capaz, que consta de nave con capillas laterales
tierras huyendo de unos perseguidores. Después de pasar por Biescas y y cabecera. La primera sobresale al aire libre, la segunda está bajo
entrando en el valle de Tena vio una cueva y se escondió. Allí, como una tierra. En el nivel superior hay un gran coro y dos espaciosas tribunas.
araña tejió una tela en la entrada del escondrijo, logró salvarse al Se accede por una portalada situada bajo la torre campanario, en el
despistar a sus perseguidores. “Donde la araña tejió, Elena no entró”, ángulo suroeste del edificio. En el altar mayor hay un gran retablo
dijeron. Más tarde, también se comenta que el castillo que su hijo barroco con una hornacina para la talla de la titular y varios lienzos con
Constantino mandó construir en la zona recibió el nombre de Santa escenas de su vida. En las capillas laterales hay cuatro retablitos del
Elena. Siglos después se levantó la ermita en recuerdo de la santa. mismo estilo con tallas de santa Quiteria y san Silvestre, en el lado del
evangelio, y de santa María Magdalena y la Virgen del Rosario, en el de
Las referencias más antiguas que conservamos sobre la cristianización la epístola.
de este espacio están en la imagen de la santa, una talla fechable en el
último románico, y las obras mandadas hacer por Jaime el
Conquistador, todo en el siglo XIII, visibles en la cabecera y en otros
puntos del santuario.

Gruta de la ermita de Santa Elena


Interior de la
ermita de
Santa Elena Cuatro grandes romerías
se celebran al año en este santuario:
• El 7 de febrero sube Biescas en conmemoración de la
victoria sobre los hugonotes en 1592.
• El Domingo de Pentecostés, o Día de las Cruces,
acuden las 33 parroquias de Biescas, su Tierra y el
valle de Tena.
• El 13 de junio, San Antonio de Padua, acuden Biescas
y Hoz de Jaca.
• El 18 de agosto, es la fiesta litúrgica de Santa Elena.

Antiguamente, que no ahora, Larrés subía el tercer día


de Pascua Granada, Barbenuta y Espierre lo hacían el
22 de mayo, Sobremonte el 19 de junio y Biescas,
además, el 20 de septiembre.

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Morfológicamente es una cavidad modelada por piedra tosca, porosa y
Bergua (Broto) ligera, dividida por la naturaleza en dos sectores. El primero es una
balma, una visera que protege y da forma al hueco interior, alargado y
Cueva Iglesieta de los Moros poco ancho.

Alguien lo transformó en iglesia rupestre, buscando para la cabecera


plana orientación canónica y picando la visera en forma de medio cañón
rebajado; también labraron el altar con rebaje central para acomodar
una piedra plana que sirviera de ara y, a mediodía, elevaron un muro de
cierre. En el ábside se repararon irregularidades mediante hiladas de
sillarejo y, después, nave y ábside se pavimentaron con piedras rodadas
y pequeñas lajas de arenisca, colocándolas en forma de espina de pez.
Un canalillo practicado en el tramo absidial evacuaba las filtraciones del
interior del covacho en épocas húmedas.

Escala 1:150.000 Exterior de la


Iglesieta de
los Moros

Localización: al norte de la pequeña localidad de Bergua, conjunto


sobrarbense con un elemento estrella, la ermita de San Bartolomé
(BIC), inmueble íntimamente ligado a Santiago de Yosa de Broto, ambos
del siglo X.

Tipología: gruta.

Cronología: origen altomedieval, prerrománico. Hay restos pictóricos del


siglo XVIII.

Acceso: fácil. Desde Fiscal, por pista paralela a la N-260 en dirección a


Broto llegaremos a Bergua. Al oeste de Bergua parte un sendero que
vadea el barranco de Forcos, cruce en el que hubo puente y molino (en
ruinas). Franqueado el cauce, el vial va remontando la orilla izquierda.
Apenas una hora de camino y nos hallaremos a la misma altura (1.033
m) y en línea con Bergua, punto de partida en la vertiente opuesta del
barranco. Estamos ya en la Iglesieta que aparecerá sorpresivamente, sin
preámbulo que la delate.

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Morfológicamente es una cavidad modelada por piedra tosca, porosa y
Bergua (Broto) ligera, dividida por la naturaleza en dos sectores. El primero es una
balma, una visera que protege y da forma al hueco interior, alargado y
Cueva Iglesieta de los Moros poco ancho.

Alguien lo transformó en iglesia rupestre, buscando para la cabecera


plana orientación canónica y picando la visera en forma de medio cañón
rebajado; también labraron el altar con rebaje central para acomodar
una piedra plana que sirviera de ara y, a mediodía, elevaron un muro de
cierre. En el ábside se repararon irregularidades mediante hiladas de
sillarejo y, después, nave y ábside se pavimentaron con piedras rodadas
y pequeñas lajas de arenisca, colocándolas en forma de espina de pez.
Un canalillo practicado en el tramo absidial evacuaba las filtraciones del
interior del covacho en épocas húmedas.

Escala 1:150.000 Exterior de la


Iglesieta de
los Moros

Localización: al norte de la pequeña localidad de Bergua, conjunto


sobrarbense con un elemento estrella, la ermita de San Bartolomé
(BIC), inmueble íntimamente ligado a Santiago de Yosa de Broto, ambos
del siglo X.

Tipología: gruta.

Cronología: origen altomedieval, prerrománico. Hay restos pictóricos del


siglo XVIII.

Acceso: fácil. Desde Fiscal, por pista paralela a la N-260 en dirección a


Broto llegaremos a Bergua. Al oeste de Bergua parte un sendero que
vadea el barranco de Forcos, cruce en el que hubo puente y molino (en
ruinas). Franqueado el cauce, el vial va remontando la orilla izquierda.
Apenas una hora de camino y nos hallaremos a la misma altura (1.033
m) y en línea con Bergua, punto de partida en la vertiente opuesta del
barranco. Estamos ya en la Iglesieta que aparecerá sorpresivamente, sin
preámbulo que la delate.

28 29
En el siglo XVIII se decoraron los muros con pintura, presidiendo el altar
un santo (que presenta un gran desconche) enmarcado por columnas.
Estos motivos son iguales a los que ornamentan la ermita de San
Bartolomé y compuestos por la misma mano.

A la izquierda del altar se tejió un vano cuadrado (0,5 m de lado), con


sillarejo, que da paso a la verdadera cueva, asequible en principio
reptando, pero que inmediatamente eleva su techo, lo que permite
caminar erguido. Concreciones rotas para ampliar el volumen y facilitar Pinturas murales situadas sobre la
el tránsito aventuran su ocupación continuada durante un período entrada a la cueva
prolongado.

El pasillo lleva a una espléndida sala final, casi circular, con el cielo
repleto de estalactitas; una magnífica celda para dos o tres personas si
se utilizó como dormitorio. La angosta rampa previa a la sala, pulida y
brillante, refleja un repetido rozamiento humano.

Cueva de la Iglesieta de Moros

En el entorno menudean cavidades


adecuadas para prácticas religiosas en
soledad; entre ellas emerge un potente
manantial. A pocos metros de la
cabecera del templo, las aguas de esta
fuente se hunden en ruidosa cascada. Y
un poquito más allá un abrigo ofrece
cobijo inmejorable; desde él, ocho metros
de cuerda y un cubo bastaban para
extraer agua fresca y cristalina de la poza
labrada por el salto.

La Iglesieta de los Moros originariamente


fue foco de vida eremítica, tal vez
propiciado por las cercanías del
monasterio de San Pedro de Rava,
establecido precisamente junto a la
desembocadura del barranco de Forcos,
sólo 2,5 km al este y documentado
desde mediados del siglo X.

30 31
En el siglo XVIII se decoraron los muros con pintura, presidiendo el altar
un santo (que presenta un gran desconche) enmarcado por columnas.
Estos motivos son iguales a los que ornamentan la ermita de San
Bartolomé y compuestos por la misma mano.

A la izquierda del altar se tejió un vano cuadrado (0,5 m de lado), con


sillarejo, que da paso a la verdadera cueva, asequible en principio
reptando, pero que inmediatamente eleva su techo, lo que permite
caminar erguido. Concreciones rotas para ampliar el volumen y facilitar Pinturas murales situadas sobre la
el tránsito aventuran su ocupación continuada durante un período entrada a la cueva
prolongado.

El pasillo lleva a una espléndida sala final, casi circular, con el cielo
repleto de estalactitas; una magnífica celda para dos o tres personas si
se utilizó como dormitorio. La angosta rampa previa a la sala, pulida y
brillante, refleja un repetido rozamiento humano.

Cueva de la Iglesieta de Moros

En el entorno menudean cavidades


adecuadas para prácticas religiosas en
soledad; entre ellas emerge un potente
manantial. A pocos metros de la
cabecera del templo, las aguas de esta
fuente se hunden en ruidosa cascada. Y
un poquito más allá un abrigo ofrece
cobijo inmejorable; desde él, ocho metros
de cuerda y un cubo bastaban para
extraer agua fresca y cristalina de la poza
labrada por el salto.

La Iglesieta de los Moros originariamente


fue foco de vida eremítica, tal vez
propiciado por las cercanías del
monasterio de San Pedro de Rava,
establecido precisamente junto a la
desembocadura del barranco de Forcos,
sólo 2,5 km al este y documentado
desde mediados del siglo X.

30 31
Capella es localidad ribagorzana posada en el valle del
Capella Isábena. En la zona baja hay un puente que pudo
alzarse con la bonanza del XVI. Es otro puente el que
Ermita de San Martín de Capella cruzaremos para seguir la pista ascendente buscando la
pared de cantos y cemento calizo que cerca el valle del
Isábena por el sur. Casi arriba, en la cuna del barranco
de la Heredad, se ven algunas bocas redondas de
hornos de cal. Allí se tuerce al oeste hasta pisar un plano
que llaman Santa Eulalia –con restos de un templo
románico–. Al lado, San Martín.

Cada cueva santuario tiene un destello peculiar que la


hace distinta. La iglesia de San Martín formalmente es la
más calificada del conjunto que estamos tratando. Es
románico de calidad gracias a la destreza de los
albañiles que la aparejaron. Ataviada externamente con
el sayal verde de la hiedra que trepa por todas partes, el
interior es desolado y gris.

Vista general
Escala 1:150.000

Localización: bajo el tozal del Soldau, se adosa a las paredes rocosas


que cierran la margen izquierda del valle del Isábena, en su tamo final.

Tipología: abrigo.

Cronología: siglo XII.

Acceso: fácil. Se encuentra a 2,3 km en dirección sur. A pie, cruzamos


el puente de Capella, posiblemente del siglo XVI, y seguimos a la
derecha el sendero GR 1 para enlazar en el primer cruce a la izquierda
con el PR-HU 124 que lleva a Castarlenas. Lo dejaremos a 1,5 km, en
una bifurcación junto a un campo de almendros. Seguimos la pista a la
derecha otros 200 m hasta encontrar a mano izquierda el sendero que
asciende al paso de La Canal. Hasta este punto puede accederse en
vehículo, cruzando el Isábena por el puente nuevo de Capella. Tras
media hora de ascenso tomaremos un desvío a la derecha que nos lleva
a la val contigua y a la ermita.

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Capella es localidad ribagorzana posada en el valle del
Capella Isábena. En la zona baja hay un puente que pudo
alzarse con la bonanza del XVI. Es otro puente el que
Ermita de San Martín de Capella cruzaremos para seguir la pista ascendente buscando la
pared de cantos y cemento calizo que cerca el valle del
Isábena por el sur. Casi arriba, en la cuna del barranco
de la Heredad, se ven algunas bocas redondas de
hornos de cal. Allí se tuerce al oeste hasta pisar un plano
que llaman Santa Eulalia –con restos de un templo
románico–. Al lado, San Martín.

Cada cueva santuario tiene un destello peculiar que la


hace distinta. La iglesia de San Martín formalmente es la
más calificada del conjunto que estamos tratando. Es
románico de calidad gracias a la destreza de los
albañiles que la aparejaron. Ataviada externamente con
el sayal verde de la hiedra que trepa por todas partes, el
interior es desolado y gris.

Vista general
Escala 1:150.000

Localización: bajo el tozal del Soldau, se adosa a las paredes rocosas


que cierran la margen izquierda del valle del Isábena, en su tamo final.

Tipología: abrigo.

Cronología: siglo XII.

Acceso: fácil. Se encuentra a 2,3 km en dirección sur. A pie, cruzamos


el puente de Capella, posiblemente del siglo XVI, y seguimos a la
derecha el sendero GR 1 para enlazar en el primer cruce a la izquierda
con el PR-HU 124 que lleva a Castarlenas. Lo dejaremos a 1,5 km, en
una bifurcación junto a un campo de almendros. Seguimos la pista a la
derecha otros 200 m hasta encontrar a mano izquierda el sendero que
asciende al paso de La Canal. Hasta este punto puede accederse en
vehículo, cruzando el Isábena por el puente nuevo de Capella. Tras
media hora de ascenso tomaremos un desvío a la derecha que nos lleva
a la val contigua y a la ermita.

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Fueron necesarios preparativos en el talud rocoso para
varar el templo bajo el despeñadero con garantías de
perdurabilidad. El esfuerzo del anclaje fue notable, fiado
al grosor de unos muros. Después se concretó la nave
con ábside semicircular. Las uniones del aparejo son
finas y con las juntas repasadas, característica arrastrada
desde el temprano románico lombardo.

A poniente del templo corre un largo abrigo, el de San


Martín, que reúne al amparo de una visera de
conglomerado cuatro estancias. Los muros son de baja
calidad, subidos sin otro criterio que amontonar
pedruscos de diferentes tamaños, no desdeñando trozos
desprendidos de la bóveda pétrea como colofón a la
mediocridad. Hay trozos de pared habilitados con tapial
según técnica medieval.

Otro elemento en liza, que agrega valor a este lugar fuera


de la circulación agroturística, son los dibujos grabados
formando dos escenas, un par de inscripciones y
signos.
Grabados en el abrigo

Vanos del
ábside

La primera escena parece la Adoración de los Magos. Los personajes


son meros perfiles envueltos en ropajes y con caras vacías. A la
izquierda, la Virgen con el Niño y, enfrente, dos Magos arrodillados con
la cabeza inclinada y manos oferentes; el tercer rey son rayas informes.
Sobre la Virgen pudo escribirse “IHS”. La segunda escena parece
profana. Una dama sentada tiende su mano hacia un hombre
arrodillado ante ella que inclina la cabeza hasta casi besarle los pies;
una tercera figura da la espalda. En otro dibujo se distingue una reina
coronada sentada en su trono.

Debió empezar pronto la vida eremítica en el abrigo de San Martín, pues


en el año 842 el presbítero Barón edificaba en Capella la iglesia de San
Julián. En el siglo XII tuvo lugar la erección del fantástico templo de San
Martín, tiempo en que el abrigo estaría habitado por religiosos. Los
grabados pueden ser de la época.

A estos alicientes se suma la panorámica de un Pirineo blanco,


geografía unitaria de torres y pináculos comprendida entre el triángulo
del Cotiella y la pesada loma del Turbón. Indudablemente la tierra es
más hermosa vista desde estos tajos súbitos de San Martín de Capella.

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Fueron necesarios preparativos en el talud rocoso para
varar el templo bajo el despeñadero con garantías de
perdurabilidad. El esfuerzo del anclaje fue notable, fiado
al grosor de unos muros. Después se concretó la nave
con ábside semicircular. Las uniones del aparejo son
finas y con las juntas repasadas, característica arrastrada
desde el temprano románico lombardo.

A poniente del templo corre un largo abrigo, el de San


Martín, que reúne al amparo de una visera de
conglomerado cuatro estancias. Los muros son de baja
calidad, subidos sin otro criterio que amontonar
pedruscos de diferentes tamaños, no desdeñando trozos
desprendidos de la bóveda pétrea como colofón a la
mediocridad. Hay trozos de pared habilitados con tapial
según técnica medieval.

Otro elemento en liza, que agrega valor a este lugar fuera


de la circulación agroturística, son los dibujos grabados
formando dos escenas, un par de inscripciones y
signos.
Grabados en el abrigo

Vanos del
ábside

La primera escena parece la Adoración de los Magos. Los personajes


son meros perfiles envueltos en ropajes y con caras vacías. A la
izquierda, la Virgen con el Niño y, enfrente, dos Magos arrodillados con
la cabeza inclinada y manos oferentes; el tercer rey son rayas informes.
Sobre la Virgen pudo escribirse “IHS”. La segunda escena parece
profana. Una dama sentada tiende su mano hacia un hombre
arrodillado ante ella que inclina la cabeza hasta casi besarle los pies;
una tercera figura da la espalda. En otro dibujo se distingue una reina
coronada sentada en su trono.

Debió empezar pronto la vida eremítica en el abrigo de San Martín, pues


en el año 842 el presbítero Barón edificaba en Capella la iglesia de San
Julián. En el siglo XII tuvo lugar la erección del fantástico templo de San
Martín, tiempo en que el abrigo estaría habitado por religiosos. Los
grabados pueden ser de la época.

A estos alicientes se suma la panorámica de un Pirineo blanco,


geografía unitaria de torres y pináculos comprendida entre el triángulo
del Cotiella y la pesada loma del Turbón. Indudablemente la tierra es
más hermosa vista desde estos tajos súbitos de San Martín de Capella.

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Piedras y datación
Los restos arquitectónicos que nos han legado estos covachos son fiel
reflejo de una forma de vida: construcciones anónimas, humildes y
parcas en su expresión. Pero las piedras siempre emiten un mensaje,
aunque su lenguaje no resulte fácil de interpretar.
Entrando en los materiales que armaron estos santuarios es conveniente
distinguir dos tipos de aparejos: formales y populares.
Vemos paramentos formales románicos en Revilla, Capella y Añisclo.
San Lorenzo de Revilla –siglo XI– fue levantado con sillarejo escuadrado
trabado con argamasa; una hilada transversal en el ábside recuerda los
baquetones serrableses, convirtiéndole en inmueble de extraordinario
interés. Sillares colocados en tiradas homogéneas subieron el templo de
San Martín de Capella –siglo XII–; las uniones son finas, rebosando
Paramento de sillarejo
argamasa que repasada con la paleta reitera juntas horizontales románico en San Lorenzo de Revilla
achaflanadas, característica arrastrada desde el temprano románico
lombardo, tanto en la arquitectura religiosa como militar del siglo XI. La
puerta de ingreso a la oscura celda norte de San Úrbez de Añisclo sigue
pautas del románico sobrarbense, con arco rebajado y grueso
guardapolvo ornamental –siglo XII–.

Abrigos construídos en mampostería y tapial junto a San Martín de Capella Arco románico en San Úrbez de Añisclo

Entre los paramentos populares prima la mampostería y,


en un sólo caso, el tapial. La gran pared de cierre de San
Cristóbal de Aniés es de mampostería trabada con arcilla
que incrusta paja, piedrecillas y estiradas manchas de
argamasa intentando fortalecer. La ampliación de San
Chinés está trabada con arcilla, material que recubre los
paños de las cuevas de la Reina, en Vadiello. En Capella,
un par de habitáculos se articularon con tabiya o tapial
cohesionada con grava menuda. La técnica empleada en
la erección del muro –encofrado– es la misma que
plasmaron los musulmanes del siglo XI en las torres de
Binaced, Fraga y Tamarite.

En consecuencia, lo más antiguo es medieval, pero es


factible estimar superposición de cultos en San Julián de
Lierta, pues allí localizamos trozos de sigillata romana
caídos en un fondo de habitación con manto de cenizas.
El absidiolo de San Chinés podría ser de tradición
hispanovisigoda.

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Piedras y datación
Los restos arquitectónicos que nos han legado estos covachos son fiel
reflejo de una forma de vida: construcciones anónimas, humildes y
parcas en su expresión. Pero las piedras siempre emiten un mensaje,
aunque su lenguaje no resulte fácil de interpretar.
Entrando en los materiales que armaron estos santuarios es conveniente
distinguir dos tipos de aparejos: formales y populares.
Vemos paramentos formales románicos en Revilla, Capella y Añisclo.
San Lorenzo de Revilla –siglo XI– fue levantado con sillarejo escuadrado
trabado con argamasa; una hilada transversal en el ábside recuerda los
baquetones serrableses, convirtiéndole en inmueble de extraordinario
interés. Sillares colocados en tiradas homogéneas subieron el templo de
San Martín de Capella –siglo XII–; las uniones son finas, rebosando
Paramento de sillarejo
argamasa que repasada con la paleta reitera juntas horizontales románico en San Lorenzo de Revilla
achaflanadas, característica arrastrada desde el temprano románico
lombardo, tanto en la arquitectura religiosa como militar del siglo XI. La
puerta de ingreso a la oscura celda norte de San Úrbez de Añisclo sigue
pautas del románico sobrarbense, con arco rebajado y grueso
guardapolvo ornamental –siglo XII–.

Abrigos construídos en mampostería y tapial junto a San Martín de Capella Arco románico en San Úrbez de Añisclo

Entre los paramentos populares prima la mampostería y,


en un sólo caso, el tapial. La gran pared de cierre de San
Cristóbal de Aniés es de mampostería trabada con arcilla
que incrusta paja, piedrecillas y estiradas manchas de
argamasa intentando fortalecer. La ampliación de San
Chinés está trabada con arcilla, material que recubre los
paños de las cuevas de la Reina, en Vadiello. En Capella,
un par de habitáculos se articularon con tabiya o tapial
cohesionada con grava menuda. La técnica empleada en
la erección del muro –encofrado– es la misma que
plasmaron los musulmanes del siglo XI en las torres de
Binaced, Fraga y Tamarite.

En consecuencia, lo más antiguo es medieval, pero es


factible estimar superposición de cultos en San Julián de
Lierta, pues allí localizamos trozos de sigillata romana
caídos en un fondo de habitación con manto de cenizas.
El absidiolo de San Chinés podría ser de tradición
hispanovisigoda.

36 37
Se sitúa en una antigua pardina denominada Saliellas,
Cerésola (Sabiñánigo) en lo que debió ser un antiguo despoblado que,
finalmente, tras muchos litigios entre Cerésola y Lasaosa,
Ermita de San Úrbez de Cerésola pasó a casa Juan Domingo de la primera localidad, una
de aquellas discretas familias infanzonas que poblaban
la montaña.

A la derecha del hemiciclo se sitúa la diminuta cueva


santuario y, de modo simétrico, a su derecha, ocupando
más espacio bajo las balmas, un amplio recinto que tuvo
una finalidad pastoril.

La ermita está encajada bajo la visera de los


conglomerados y posee muros artificiales hacia el sur y
sol saliente, donde se ubica la entrada. Estamos ante un
edificio discreto que no supera los quince metros
cuadrados de planta. Un arco de medio punto, excavado
en la roca, hace de ábside sobre el altar y una ventana
abocinada mira hacia el sur con la siguiente inscripción:
“Año 1889. San Justo CDV”.

San Úrbez de Cerésola

Escala 1:150.000

Localización: la cueva santuario se ubica en un circo oculto, en las


proximidades del arranque de la pista que desde la carretera del Guarga
se dirige hacia la aldea de Cerésola. Como ocurre con la mayor parte de
estos lugares sagrados, el espacio es, inesperadamente, sobrecogedor.

Tipología: balma.

Cronología: la tradición asociada a San Úrbez la remontaría al siglo VIII.


La ermita actual lleva fecha de 1889, aunque algunas partes de los
edificios anexos son del XVII.

Acceso: desde la N-330, entre Huesca y Sabiñánigo, se toma hacia el


este la carretera de la Guarguera, que lleva a Boltaña. A su izquierda,
en el punto kilométrico 19, queda la pista que se desvía hacia Cerésola.
La ermita se sitúa al comienzo de la misma, en un recodo.

Romería: el domingo más cercano al 15 de septiembre.

38 39
Se sitúa en una antigua pardina denominada Saliellas,
Cerésola (Sabiñánigo) en lo que debió ser un antiguo despoblado que,
finalmente, tras muchos litigios entre Cerésola y Lasaosa,
Ermita de San Úrbez de Cerésola pasó a casa Juan Domingo de la primera localidad, una
de aquellas discretas familias infanzonas que poblaban
la montaña.

A la derecha del hemiciclo se sitúa la diminuta cueva


santuario y, de modo simétrico, a su derecha, ocupando
más espacio bajo las balmas, un amplio recinto que tuvo
una finalidad pastoril.

La ermita está encajada bajo la visera de los


conglomerados y posee muros artificiales hacia el sur y
sol saliente, donde se ubica la entrada. Estamos ante un
edificio discreto que no supera los quince metros
cuadrados de planta. Un arco de medio punto, excavado
en la roca, hace de ábside sobre el altar y una ventana
abocinada mira hacia el sur con la siguiente inscripción:
“Año 1889. San Justo CDV”.

San Úrbez de Cerésola

Escala 1:150.000

Localización: la cueva santuario se ubica en un circo oculto, en las


proximidades del arranque de la pista que desde la carretera del Guarga
se dirige hacia la aldea de Cerésola. Como ocurre con la mayor parte de
estos lugares sagrados, el espacio es, inesperadamente, sobrecogedor.

Tipología: balma.

Cronología: la tradición asociada a San Úrbez la remontaría al siglo VIII.


La ermita actual lleva fecha de 1889, aunque algunas partes de los
edificios anexos son del XVII.

Acceso: desde la N-330, entre Huesca y Sabiñánigo, se toma hacia el


este la carretera de la Guarguera, que lleva a Boltaña. A su izquierda,
en el punto kilométrico 19, queda la pista que se desvía hacia Cerésola.
La ermita se sitúa al comienzo de la misma, en un recodo.

Romería: el domingo más cercano al 15 de septiembre.

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Sabemos por el mejor hagiógrafo de San Úrbez, por el
clérigo Juan Agustín Carreras y Ortas, que a comienzos
del siglo XVIII el arco de medio punto contenía un
pequeño retablo con dicho santo y los santos niños
mártires Justo y Pastor, cuyas reliquias llevó siempre San
Úrbez en un zurrón hasta que murió en Nocito a los cien
años y éstas fueron llevadas a la iglesia de San Pedro de
Huesca.

Lamentablemente, la guerra Civil hizo aquí también


estragos y en su lugar, hoy, la familia propietaria coloca
un retablo nuevo y un pequeño Cristo que fue construido
en el siglo XIX por un carpintero de Yebra. Estamos,
curiosamente, ante una pequeña joya popular, que viaja
todos los años, gracias a la sensibilidad de la familia
Juan Domingo, del Museo de Artes Populares de
Serrablo hacia la cueva santuario, para regresar de
nuevo el mismo día de la romería.

Altar de la ermita

Recinto pastoril

A la derecha del templo, también bajo balmas, un recinto pastoril,


cerrado con pared a medio día y palafito interior para que los pastores
durmieran antaño sobre el ganado, constituye una de las piezas más
notorias de la arquitectura popular de Serrablo, además de recoger en
Detalle de la ventana
del recinto pastoril sus paredes infinidad de grabados y letreros que reflejan el alma
popular y, en particular, la cosmovisión pastoril.

La hagiografía de San Úrbez lleva al santo en el siglo VIII desde Burdeos


hasta Serrablo. De aquel deambular del santo, en las proximidades de
Lasaosa han quedado fijados sobre la roca, como huella pedagógica,
sus pies y su inseparable cayado. Es la denominada piedra de las
Galochetas.

Dicho esto añadiremos que el cambio social no ha doblegado el sentido


patrimonial de una familia que, año tras año, con el valle despoblado,
sigue organizando una pequeña romería con su misa, reparto de caridad
y comida, para disfrute propio, de los familiares, antiguos habitantes del
valle y amigos, que son todos aquellos que con sensibilidad y respeto se
acercan a la ermita el domingo más próximo al 15 de diciembre.

40 41
Sabemos por el mejor hagiógrafo de San Úrbez, por el
clérigo Juan Agustín Carreras y Ortas, que a comienzos
del siglo XVIII el arco de medio punto contenía un
pequeño retablo con dicho santo y los santos niños
mártires Justo y Pastor, cuyas reliquias llevó siempre San
Úrbez en un zurrón hasta que murió en Nocito a los cien
años y éstas fueron llevadas a la iglesia de San Pedro de
Huesca.

Lamentablemente, la guerra Civil hizo aquí también


estragos y en su lugar, hoy, la familia propietaria coloca
un retablo nuevo y un pequeño Cristo que fue construido
en el siglo XIX por un carpintero de Yebra. Estamos,
curiosamente, ante una pequeña joya popular, que viaja
todos los años, gracias a la sensibilidad de la familia
Juan Domingo, del Museo de Artes Populares de
Serrablo hacia la cueva santuario, para regresar de
nuevo el mismo día de la romería.

Altar de la ermita

Recinto pastoril

A la derecha del templo, también bajo balmas, un recinto pastoril,


cerrado con pared a medio día y palafito interior para que los pastores
durmieran antaño sobre el ganado, constituye una de las piezas más
notorias de la arquitectura popular de Serrablo, además de recoger en
Detalle de la ventana
del recinto pastoril sus paredes infinidad de grabados y letreros que reflejan el alma
popular y, en particular, la cosmovisión pastoril.

La hagiografía de San Úrbez lleva al santo en el siglo VIII desde Burdeos


hasta Serrablo. De aquel deambular del santo, en las proximidades de
Lasaosa han quedado fijados sobre la roca, como huella pedagógica,
sus pies y su inseparable cayado. Es la denominada piedra de las
Galochetas.

Dicho esto añadiremos que el cambio social no ha doblegado el sentido


patrimonial de una familia que, año tras año, con el valle despoblado,
sigue organizando una pequeña romería con su misa, reparto de caridad
y comida, para disfrute propio, de los familiares, antiguos habitantes del
valle y amigos, que son todos aquellos que con sensibilidad y respeto se
acercan a la ermita el domingo más próximo al 15 de diciembre.

40 41
La ermita de la Espelunca se sitúa en un lugar sorprendente, único,
Fosado (La Fueva) excepcional, de ineludible y casi imperdonable visita. Es un escondido
enclave de peña Montañesa, ese escarpe rocoso, que parece casi
Ermita de la Espelunca de San inaccesible, donde abre su boca la cueva rupestre que acoge a esta
ermita cuya denominación describe a la perfección, en aragonés, su
Victorián formación: una oquedad, una cueva.

La Espelunca o Espelunga es el lugar que escogió san Victorián como


primera morada por estos contornos, donde levantó el primer eremitorio
que, con el paso del tiempo y en lugar más accesible, dio lugar a la
creación y construcción del monasterio, enclavado en una llanada justo
debajo de este colgado rincón al que se van a encaminar los pasos.

De camino a la ermita, entre las matas y apoyado a la pared de la roca,


se encuentra un agujero de boca casi cuadrangular hecho por la mano
del hombre. Conocido como la Piedra de San Victorián o lugar de
ubicación de la campaneta, recibe dichos nombres porque, según la
tradición, fue donde se sentó el santo y porque produce un sonido
Entrada a la
similar a una pequeña campana cuando se golpea con una piedra.
ermita

Escala 1:150.000

Localización: situada en los farallones calizos de la cara


sur de sierra Ferrera, cerca del monasterio de San
Victorián de Asán, dominando un extenso paisaje de La
Fueva y del sur de Sobrarbe.

Tipología: gruta.

Cronología: siglo VI (fundación legendaria). Siglo XVII


(construcción actual).

Acceso: dificultad media. Desde la N-260, en las


cercanías de Aínsa, hay que dirigirse hasta el monasterio
de San Victorián, donde se aparca y se toma la senda
señalizada que lleva, hacia el este, a la ermita en 1 h 30
min o 2 h de caminata ascendente.

42 43
La ermita de la Espelunca se sitúa en un lugar sorprendente, único,
Fosado (La Fueva) excepcional, de ineludible y casi imperdonable visita. Es un escondido
enclave de peña Montañesa, ese escarpe rocoso, que parece casi
Ermita de la Espelunca de San inaccesible, donde abre su boca la cueva rupestre que acoge a esta
ermita cuya denominación describe a la perfección, en aragonés, su
Victorián formación: una oquedad, una cueva.

La Espelunca o Espelunga es el lugar que escogió san Victorián como


primera morada por estos contornos, donde levantó el primer eremitorio
que, con el paso del tiempo y en lugar más accesible, dio lugar a la
creación y construcción del monasterio, enclavado en una llanada justo
debajo de este colgado rincón al que se van a encaminar los pasos.

De camino a la ermita, entre las matas y apoyado a la pared de la roca,


se encuentra un agujero de boca casi cuadrangular hecho por la mano
del hombre. Conocido como la Piedra de San Victorián o lugar de
ubicación de la campaneta, recibe dichos nombres porque, según la
tradición, fue donde se sentó el santo y porque produce un sonido
Entrada a la
similar a una pequeña campana cuando se golpea con una piedra.
ermita

Escala 1:150.000

Localización: situada en los farallones calizos de la cara


sur de sierra Ferrera, cerca del monasterio de San
Victorián de Asán, dominando un extenso paisaje de La
Fueva y del sur de Sobrarbe.

Tipología: gruta.

Cronología: siglo VI (fundación legendaria). Siglo XVII


(construcción actual).

Acceso: dificultad media. Desde la N-260, en las


cercanías de Aínsa, hay que dirigirse hasta el monasterio
de San Victorián, donde se aparca y se toma la senda
señalizada que lleva, hacia el este, a la ermita en 1 h 30
min o 2 h de caminata ascendente.

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En un incomparable marco, entre las verticales paredes aquí Detalle de la
bóveda y del
desarrolladas, en este espacio en el que parece imposible que pueda techo de la
existir una construcción, camuflada a la perfección con el entorno con el gruta
que se fusiona, se ubica este singular eremitorio rupestre. Una ermita
delatada por sendas fachadas que se agrupan directamente sobre la
roca de la sierra: la casa del ermitaño y, a la izquierda, la ermita cuyo
interior se conforma y se adentra en las interioridades de una cueva de
esta macizo calcáreo de la sierra Ferrera.

Por lo que respecta al primer edificio, la casa del ermitaño, se configura


por una fachada de piedra en la que se abren sus distintos vanos, la
puerta arquitrabada de ingreso y una serie de ventanas delatoras de sus
otrora plantas. Por su parte, la ermita presenta un arco rebajado, al que
se superpone una moldura dibujando otro arco también rebajado,
situándose sobre la misma una ventana, coronada por una cúpula que
se fusiona con la roca.

Vista de la nave de la ermita

Mayor interés contiene su interior, que permite la


instalación de las zonas de culto con holgura. Por su
techo se pierden una serie de chimeneas que tendrán su
salida en algún punto de la parte superior de la
montaña. Un interior que todavía conserva unos arcos
adosados a ambos lados a modo de capillas y los restos
barrocos de su altar mayor, aunque –eso sí– muy
deteriorado.

Pero no acaban aquí las maravillas por descubrir desde


este recóndito emplazamiento. Y no acaban porque aún
hay que solazarse con las indescriptibles e
inconmensurables panorámicas que se despliegan hacia
el sur, hacia La Fueva y buena parte de Sobrarbe, así
como hacia la sucesión de montañas que dan forma a
todas las serranías exteriores del Pirineo.

44 45
En un incomparable marco, entre las verticales paredes aquí Detalle de la
bóveda y del
desarrolladas, en este espacio en el que parece imposible que pueda techo de la
existir una construcción, camuflada a la perfección con el entorno con el gruta
que se fusiona, se ubica este singular eremitorio rupestre. Una ermita
delatada por sendas fachadas que se agrupan directamente sobre la
roca de la sierra: la casa del ermitaño y, a la izquierda, la ermita cuyo
interior se conforma y se adentra en las interioridades de una cueva de
esta macizo calcáreo de la sierra Ferrera.

Por lo que respecta al primer edificio, la casa del ermitaño, se configura


por una fachada de piedra en la que se abren sus distintos vanos, la
puerta arquitrabada de ingreso y una serie de ventanas delatoras de sus
otrora plantas. Por su parte, la ermita presenta un arco rebajado, al que
se superpone una moldura dibujando otro arco también rebajado,
situándose sobre la misma una ventana, coronada por una cúpula que
se fusiona con la roca.

Vista de la nave de la ermita

Mayor interés contiene su interior, que permite la


instalación de las zonas de culto con holgura. Por su
techo se pierden una serie de chimeneas que tendrán su
salida en algún punto de la parte superior de la
montaña. Un interior que todavía conserva unos arcos
adosados a ambos lados a modo de capillas y los restos
barrocos de su altar mayor, aunque –eso sí– muy
deteriorado.

Pero no acaban aquí las maravillas por descubrir desde


este recóndito emplazamiento. Y no acaban porque aún
hay que solazarse con las indescriptibles e
inconmensurables panorámicas que se despliegan hacia
el sur, hacia La Fueva y buena parte de Sobrarbe, así
como hacia la sucesión de montañas que dan forma a
todas las serranías exteriores del Pirineo.

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Jaca
Ermita de la Virgen de la Cueva

Escala 1:150.000

Localización: la ermita de la Virgen de la Cueva se


encuentra a unos 1450 m de altitud en la cara sur de la Fachada de la ermita empotrada en la roca

peña Oroel, en término de Jaca.


Como tantas ermitas rupestres, el templo fue construido
Tipología: balma. en una oquedad rocosa en la que, según la leyenda, un
cabrero encontró una imagen de la Virgen.
Cronología: medieval románica, siglo XVI y reformas en
el siglo XVIII. El templo, por supuesto orientado litúrgicamente, ocupa
una superficie de unos 160 m2, dentro de la gran
Acceso: dificultad media. Se puede acceder oquedad. Dos muros de mampostería, uno a occidente y
fundamentalmente por dos rutas. La primera, un otro a mediodía, aíslan el interior de la intemperie.
zigzagueante sendero que parte del parador de Oroel, Consta de una nave amplia y presbiterio. Ambos
nos deja en la cueva tras 1 h de marcha. La segunda, espacios están separados por una reja. El altar mayor, de
que parte de la pardina de Ordolés, consiste en una obra, exhibe tres hornacinas. Tras él hay un espacio,
pista forestal de unos 3 km, sólo apta para todoterrenos, accesible tras una puerta, llamado la Gruta, lugar donde
y una senda con poco desnivel por la que se alcanza la siempre se han mostrado a los niños las huellas de la
meta en una media hora de marcha. cabra que guió al pastor inventor y las arañas de oro del
techo, que sólo pueden ver los que guardan silencio y
Romería: domingo de mayo cercano a Pentecostés. están en gracia.

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Jaca
Ermita de la Virgen de la Cueva

Escala 1:150.000

Localización: la ermita de la Virgen de la Cueva se


encuentra a unos 1450 m de altitud en la cara sur de la Fachada de la ermita empotrada en la roca

peña Oroel, en término de Jaca.


Como tantas ermitas rupestres, el templo fue construido
Tipología: balma. en una oquedad rocosa en la que, según la leyenda, un
cabrero encontró una imagen de la Virgen.
Cronología: medieval románica, siglo XVI y reformas en
el siglo XVIII. El templo, por supuesto orientado litúrgicamente, ocupa
una superficie de unos 160 m2, dentro de la gran
Acceso: dificultad media. Se puede acceder oquedad. Dos muros de mampostería, uno a occidente y
fundamentalmente por dos rutas. La primera, un otro a mediodía, aíslan el interior de la intemperie.
zigzagueante sendero que parte del parador de Oroel, Consta de una nave amplia y presbiterio. Ambos
nos deja en la cueva tras 1 h de marcha. La segunda, espacios están separados por una reja. El altar mayor, de
que parte de la pardina de Ordolés, consiste en una obra, exhibe tres hornacinas. Tras él hay un espacio,
pista forestal de unos 3 km, sólo apta para todoterrenos, accesible tras una puerta, llamado la Gruta, lugar donde
y una senda con poco desnivel por la que se alcanza la siempre se han mostrado a los niños las huellas de la
meta en una media hora de marcha. cabra que guió al pastor inventor y las arañas de oro del
techo, que sólo pueden ver los que guardan silencio y
Romería: domingo de mayo cercano a Pentecostés. están en gracia.

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Hicieron voto a la Virgen de la Cueva la ciudad de Jaca y
los pueblos de Ara, Barós y Ulle. En Jaca, además del
ermitaño, los encargados de la Virgen de la Cueva eran
los romeros de Santa Orosia. El Lunes de Pascua de
Pentecostés, los devotos de esta ciudad celebraban la
romería. Se sumaban las ventas, casas y pardinas de los
alrededores de Oroel. Ara subía al día siguiente de la
Ascensión, Ulle el lunes siguiente y Barós el 1 de
septiembre. Navasa, sin voto, en principio se juntaba
con Ara, luego pasó a hacerlo con Jaca.

Hoy día Jaca y los cuatro pueblos reseñados, con sus


respectivas cruces parroquiales, suben juntos a la cueva
el mismo día. Para ello se busca una fecha, a ser posible
en mayo, en torno a Pentecostés, en coordinación con
las hermandades de San Indalecio y de Santa Orosia.
Después de la eucaristía se bendicen los términos en el
Canterón de Ubiel y se da a besar la reliquia de Santa
Orosia que antaño portaban los ermitaños.

Interior de la oquedad

Imagen de la Virgen y ofrendas

En un rincón de la nave mana la fuente conocida como


los pechos de la Virgen, excrecencia calcárea que destila
un líquido ideal no sólo para calmar la sed, sino para
curar las afecciones oculares y las calenturas. A
occidente, fuera ya del templo, todavía queda un amplio
espacio rupestre, en otro tiempo empleado para cobijo
del ganado, que sirve como refugio y leñero.

Junto a la ermita se alza la casa de los Cofrades, en


origen un soberbio edificio de dos plantas construido en
el siglo XVI que, tras arruinarse, fue demolido por
motivos de seguridad en 1990 y vuelto a reconstruir en
2007.

La imagen de la Virgen es de origen románico. Durante


el año se custodia en el oratorio de la comunidad de los
Padres Escolapios de Jaca.

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Hicieron voto a la Virgen de la Cueva la ciudad de Jaca y
los pueblos de Ara, Barós y Ulle. En Jaca, además del
ermitaño, los encargados de la Virgen de la Cueva eran
los romeros de Santa Orosia. El Lunes de Pascua de
Pentecostés, los devotos de esta ciudad celebraban la
romería. Se sumaban las ventas, casas y pardinas de los
alrededores de Oroel. Ara subía al día siguiente de la
Ascensión, Ulle el lunes siguiente y Barós el 1 de
septiembre. Navasa, sin voto, en principio se juntaba
con Ara, luego pasó a hacerlo con Jaca.

Hoy día Jaca y los cuatro pueblos reseñados, con sus


respectivas cruces parroquiales, suben juntos a la cueva
el mismo día. Para ello se busca una fecha, a ser posible
en mayo, en torno a Pentecostés, en coordinación con
las hermandades de San Indalecio y de Santa Orosia.
Después de la eucaristía se bendicen los términos en el
Canterón de Ubiel y se da a besar la reliquia de Santa
Orosia que antaño portaban los ermitaños.

Interior de la oquedad

Imagen de la Virgen y ofrendas

En un rincón de la nave mana la fuente conocida como


los pechos de la Virgen, excrecencia calcárea que destila
un líquido ideal no sólo para calmar la sed, sino para
curar las afecciones oculares y las calenturas. A
occidente, fuera ya del templo, todavía queda un amplio
espacio rupestre, en otro tiempo empleado para cobijo
del ganado, que sirve como refugio y leñero.

Junto a la ermita se alza la casa de los Cofrades, en


origen un soberbio edificio de dos plantas construido en
el siglo XVI que, tras arruinarse, fue demolido por
motivos de seguridad en 1990 y vuelto a reconstruir en
2007.

La imagen de la Virgen es de origen románico. Durante


el año se custodia en el oratorio de la comunidad de los
Padres Escolapios de Jaca.

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Lecina (Bárcabo)
Ermita de San Martín de Lecina

Escala 1:150.000 Fachada de San Martín de Lecina

Localización: en la margen izquierda del Vero, aprovechando un abrigo


en los cañones excavado por el río.
El templo es una sala abovedada con puerta al sur. Su
Tipología: abrigo. arquitectura es pobre, obra uniforme de adscripción
tardía aunque el origen se pierda en las tinieblas del
Cronología: la primera cita documental del siglo XVII y construcción medievo. Se cita en 1604, cuando el delegado episcopal
actual del siglo XVIII, aunque su origen bien podría remontarse a manda que reedifiquen la ermita o que la acaben de
tiempos altomedievales, prerrománicos, ligado al monasterio de San derribar y pongan una cruz de piedra en su memoria. La
Cucufate de Lecina. ermita se hizo nueva y, en 1706, se pavimentó la nave
con cantos rodados. A continuación del muro oeste se
Acceso: fácil. Llegaremos a Lecina por la carretera que atraviesa de habilitó una caseta utilizada como refugio y cocina, ya
punta a punta el alto valle del río Vero. Después iremos al encuentro del que el humo pintó la pared y en un grabado del siglo
río por senda hasta que el camino resbale solidario con el borde del XVIII se apunta con chimenea.
acantilado que encaja la garganta del Molino, primer eslabón de una
cadena fascinante y salvaje. Seguiremos río abajo hasta la entrada del Sobre sus orígenes, puestos a sondear el arranque,
resquebrajamiento de la Choca donde avistaremos San Martín. Edificio y apartando a los pintores prehistóricos que plasmaron sus
acantilados se relacionan con absoluta cordialidad en escenario sin dibujos en estos solemnes rascacielos con cientos de
bisutería de colores cálidos y ambiente seductor. ventanas al aire, la pregunta sería quién cristianizó las
huellas dejadas por aquellos escasos pobladores del
Romería: tercer domingo de agosto. planeta.

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Lecina (Bárcabo)
Ermita de San Martín de Lecina

Escala 1:150.000 Fachada de San Martín de Lecina

Localización: en la margen izquierda del Vero, aprovechando un abrigo


en los cañones excavado por el río.
El templo es una sala abovedada con puerta al sur. Su
Tipología: abrigo. arquitectura es pobre, obra uniforme de adscripción
tardía aunque el origen se pierda en las tinieblas del
Cronología: la primera cita documental del siglo XVII y construcción medievo. Se cita en 1604, cuando el delegado episcopal
actual del siglo XVIII, aunque su origen bien podría remontarse a manda que reedifiquen la ermita o que la acaben de
tiempos altomedievales, prerrománicos, ligado al monasterio de San derribar y pongan una cruz de piedra en su memoria. La
Cucufate de Lecina. ermita se hizo nueva y, en 1706, se pavimentó la nave
con cantos rodados. A continuación del muro oeste se
Acceso: fácil. Llegaremos a Lecina por la carretera que atraviesa de habilitó una caseta utilizada como refugio y cocina, ya
punta a punta el alto valle del río Vero. Después iremos al encuentro del que el humo pintó la pared y en un grabado del siglo
río por senda hasta que el camino resbale solidario con el borde del XVIII se apunta con chimenea.
acantilado que encaja la garganta del Molino, primer eslabón de una
cadena fascinante y salvaje. Seguiremos río abajo hasta la entrada del Sobre sus orígenes, puestos a sondear el arranque,
resquebrajamiento de la Choca donde avistaremos San Martín. Edificio y apartando a los pintores prehistóricos que plasmaron sus
acantilados se relacionan con absoluta cordialidad en escenario sin dibujos en estos solemnes rascacielos con cientos de
bisutería de colores cálidos y ambiente seductor. ventanas al aire, la pregunta sería quién cristianizó las
huellas dejadas por aquellos escasos pobladores del
Romería: tercer domingo de agosto. planeta.

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Ermita bajo el Resumiendo, el territorio de San Martín es adecuado
abrigo
para practicar vida eremítica y el edificio acantonado al
pie de la ermita pudo ser una celda; lo mismo cabe decir
del rincón noroeste emplazado sobre el tejado del
inmueble religioso, donde se observa lavadura parietal
diferenciada. Entre los abrigos de Huerto Raso, una boca
vertical colgada tiene paredes de mampostería en su
interior, recordando la traza de los ergástulos de Agüero
o San Cristóbal de Aniés. Es una cueva-habitación
inaccesible que debería ser prospectada.

Las cuevas de San Martín guardan secretos entre olores


de chinebro y té de roca. Es muy probable que el
germen del monasterio de San Cucufate estuviera aquí y
que siguiera siempre en este épico paisaje silvestre con
toques de humanidad.

Suelo empedrado

Fuentes medievales parecen confirmar un origen


visigodo para el monasterio de San Cucufate de Lecina.
En 1058 San Cucufate es cedido al monasterio de San
Andrés de Fanlo, después a Loarre y finalmente a la
abadía de Alquézar.

Es posible que el embrión monástico de San Cucufate


radicara en este espacio abrupto y solitario. Una linde en
forma de meandro azul le separa del norte y, por el sur,
el cauce cambiante y móvil del Vero enloquece
sorteando el desfiladero de las Clusas.

La confluencia Choca-Vero es abierta. Allí se palpa el


brutal esfuerzo del hombre para domesticar suelos de
ladera. Hay agua, abundante sol y una compleja y hábil
red de canalillos para riego que conllevó producción de
frutas y hortalizas. La pesca pudo ser un sólido
complemento, no olvidemos que en 1206 los clérigos de
Alquézar crean una piscifactoría en aguas del Vero.

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Ermita bajo el Resumiendo, el territorio de San Martín es adecuado
abrigo
para practicar vida eremítica y el edificio acantonado al
pie de la ermita pudo ser una celda; lo mismo cabe decir
del rincón noroeste emplazado sobre el tejado del
inmueble religioso, donde se observa lavadura parietal
diferenciada. Entre los abrigos de Huerto Raso, una boca
vertical colgada tiene paredes de mampostería en su
interior, recordando la traza de los ergástulos de Agüero
o San Cristóbal de Aniés. Es una cueva-habitación
inaccesible que debería ser prospectada.

Las cuevas de San Martín guardan secretos entre olores


de chinebro y té de roca. Es muy probable que el
germen del monasterio de San Cucufate estuviera aquí y
que siguiera siempre en este épico paisaje silvestre con
toques de humanidad.

Suelo empedrado

Fuentes medievales parecen confirmar un origen


visigodo para el monasterio de San Cucufate de Lecina.
En 1058 San Cucufate es cedido al monasterio de San
Andrés de Fanlo, después a Loarre y finalmente a la
abadía de Alquézar.

Es posible que el embrión monástico de San Cucufate


radicara en este espacio abrupto y solitario. Una linde en
forma de meandro azul le separa del norte y, por el sur,
el cauce cambiante y móvil del Vero enloquece
sorteando el desfiladero de las Clusas.

La confluencia Choca-Vero es abierta. Allí se palpa el


brutal esfuerzo del hombre para domesticar suelos de
ladera. Hay agua, abundante sol y una compleja y hábil
red de canalillos para riego que conllevó producción de
frutas y hortalizas. La pesca pudo ser un sólido
complemento, no olvidemos que en 1206 los clérigos de
Alquézar crean una piscifactoría en aguas del Vero.

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Lierta (La Sotonera)
Ermita de San Julián de Andría

Escala 1:150.000 Exterior de la ermita

Encubierto entre los pliegues del pico Gratal, colosal faro prepirenaico, y
festoneado por incesantes cascadas cristalinas, el santuario de San
Julián encierra los secretos de una historia de eremitas, petrificada entre
Localización: en las faldas del pico de Gratal, próxima al paraje de las las paredes del cañón.
Gorgas.
Sólo en época tardía, entre los siglos XV y XVI, los viejos legajos
Tipología: balma. permiten asomar breves noticias que de la iglesieta cavernaria
escribieron anónimas manos. Su ubicación en dominios señoriales
Cronología: menciones documentales de los siglos XV y XVI, aunque su restringió de documentos a la historia venidera, junto a las zozobras
origen sería, probablemente, anterior al siglo XI. aristocráticas que sufrieron los lugares de la comarca. Pero los
antecedentes vivos de las Gorgas no esperaron estos hidalgos avatares.
Acceso: fácil. Saliendo de Huesca por la carretera hacia Arguis, A-23, Una pléyade de ermitaños eligieron los escarpes de las sierras Exteriores
deberemos tomar el desvío a la izquierda que lleva a la población de como monasterios de virtud, donde sus recluidas biografías se
Arascués. Rodeando el club de Golf por la izquierda y sin dejar ya la extenderían en gloria de santidades.
pista, ésta nos adentrará entre almendros hasta que tengamos que
aparcar el vehículo para proseguir a pie. Un rudimentario cartel de A la ermita de San Julián de Andría se le juzga de notable antigüedad,
madera indica la divergencia: “Al Belén”, que nos llevará hasta el pues a un topónimo primitivo se le une la existencia de la persistente
precioso estrechamiento de las Gorgas de San Julián con su ermita. población mozárabe que habitaba sus inmediaciones hasta finalizado el
siglo XI. Por aquellos días los cristianos serían perseguidos, ocultándose
Romería: Pascua de Pentecostés. con sus doctrinas en los rincones más inaccesibles.

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Lierta (La Sotonera)
Ermita de San Julián de Andría

Escala 1:150.000 Exterior de la ermita

Encubierto entre los pliegues del pico Gratal, colosal faro prepirenaico, y
festoneado por incesantes cascadas cristalinas, el santuario de San
Julián encierra los secretos de una historia de eremitas, petrificada entre
Localización: en las faldas del pico de Gratal, próxima al paraje de las las paredes del cañón.
Gorgas.
Sólo en época tardía, entre los siglos XV y XVI, los viejos legajos
Tipología: balma. permiten asomar breves noticias que de la iglesieta cavernaria
escribieron anónimas manos. Su ubicación en dominios señoriales
Cronología: menciones documentales de los siglos XV y XVI, aunque su restringió de documentos a la historia venidera, junto a las zozobras
origen sería, probablemente, anterior al siglo XI. aristocráticas que sufrieron los lugares de la comarca. Pero los
antecedentes vivos de las Gorgas no esperaron estos hidalgos avatares.
Acceso: fácil. Saliendo de Huesca por la carretera hacia Arguis, A-23, Una pléyade de ermitaños eligieron los escarpes de las sierras Exteriores
deberemos tomar el desvío a la izquierda que lleva a la población de como monasterios de virtud, donde sus recluidas biografías se
Arascués. Rodeando el club de Golf por la izquierda y sin dejar ya la extenderían en gloria de santidades.
pista, ésta nos adentrará entre almendros hasta que tengamos que
aparcar el vehículo para proseguir a pie. Un rudimentario cartel de A la ermita de San Julián de Andría se le juzga de notable antigüedad,
madera indica la divergencia: “Al Belén”, que nos llevará hasta el pues a un topónimo primitivo se le une la existencia de la persistente
precioso estrechamiento de las Gorgas de San Julián con su ermita. población mozárabe que habitaba sus inmediaciones hasta finalizado el
siglo XI. Por aquellos días los cristianos serían perseguidos, ocultándose
Romería: Pascua de Pentecostés. con sus doctrinas en los rincones más inaccesibles.

54 55
La leyenda del santuario cuenta que allí vivió un monje
anacoreta. Se alimentaba de las hierbas y raíces del
lugar y poseía unas pocas gallinas para reforzar su difícil
subsistencia. Un día vio cómo un águila bajó en lance
para capturar a una de ellas. Al verla, el solitario profirió
un grito hacia el cielo: “¡San Julián, conviértela en
piedra!”. Hoy, una formación pétrea similar a esta ave de
rapiña puede contemplarse cerca de la gruta. Al tiempo,
otra leyenda local narra que el santo titular se apareció
un día junto a la cueva que hoy acoge la ermita.

Aquí, entre las imponentes masas rocosas cosidas por


los cortes horizontales de la daga de los tiempos, el
paraje de San Julián de Andría participó sobremanera
del engrandecimiento místico de esta tierra. Y de sus
eremitas, en el camino hacia la búsqueda de la
perfección, compartida sólo con el vuelo de rapaces.

Cuatro siglos más tarde se dotó al templete de una Altar

capellanía, dependiendo, junto a la población de Lierta,


de la iglesia parroquial del desaparecido villorrio de
Gratal, que quedó arrasado tras la expulsión musulmana.
Sus escasos vecinos emigraron hacia la cercana y más
fértil población de Lierta, a cuya jurisdicción pertenecería
después el santuario, que en la actualidad es todavía
más conocido como San Julián de Lierta.

La fachada del templete presenta dos ventanas


adinteladas y, entre ellas, una puerta de madera que
permite el acceso. La hechura con mampuesto por
hiladas cierra el húmedo espacio de intramuros.
Incesantes lágrimas de agua se recogen en recipientes
modelados por la cal y en una cilíndrica cisterna de
piedra construida al efecto. En el irregular contorno
interior acotado por la propia roca, resalta el tosco altar,
presidido por la figura central de san Julián ermitaño, a
cuyos lados se sitúan las de san Lorenzo y la Virgen del Formación rocosa bajo la que se
Pilar. ubica el santuario

56 57
La leyenda del santuario cuenta que allí vivió un monje
anacoreta. Se alimentaba de las hierbas y raíces del
lugar y poseía unas pocas gallinas para reforzar su difícil
subsistencia. Un día vio cómo un águila bajó en lance
para capturar a una de ellas. Al verla, el solitario profirió
un grito hacia el cielo: “¡San Julián, conviértela en
piedra!”. Hoy, una formación pétrea similar a esta ave de
rapiña puede contemplarse cerca de la gruta. Al tiempo,
otra leyenda local narra que el santo titular se apareció
un día junto a la cueva que hoy acoge la ermita.

Aquí, entre las imponentes masas rocosas cosidas por


los cortes horizontales de la daga de los tiempos, el
paraje de San Julián de Andría participó sobremanera
del engrandecimiento místico de esta tierra. Y de sus
eremitas, en el camino hacia la búsqueda de la
perfección, compartida sólo con el vuelo de rapaces.

Cuatro siglos más tarde se dotó al templete de una Altar

capellanía, dependiendo, junto a la población de Lierta,


de la iglesia parroquial del desaparecido villorrio de
Gratal, que quedó arrasado tras la expulsión musulmana.
Sus escasos vecinos emigraron hacia la cercana y más
fértil población de Lierta, a cuya jurisdicción pertenecería
después el santuario, que en la actualidad es todavía
más conocido como San Julián de Lierta.

La fachada del templete presenta dos ventanas


adinteladas y, entre ellas, una puerta de madera que
permite el acceso. La hechura con mampuesto por
hiladas cierra el húmedo espacio de intramuros.
Incesantes lágrimas de agua se recogen en recipientes
modelados por la cal y en una cilíndrica cisterna de
piedra construida al efecto. En el irregular contorno
interior acotado por la propia roca, resalta el tosco altar,
presidido por la figura central de san Julián ermitaño, a
cuyos lados se sitúan las de san Lorenzo y la Virgen del Formación rocosa bajo la que se
Pilar. ubica el santuario

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Las construcciones de San Cosme se arriman a los
Panzano (Casbas de Huesca / de Uesca) conglomerados que entierran las calizas de Guara,
presentes en las herméticas formaciones de monjes
Santuario de San Cosme y San Damián sentados que ribetean Montidinera. Debajo yace el
santuario, en otro paisaje melancólico y recatado donde
los cipreses visten de largo al roquedo. Y en un rincón la
ermita, repleta de flores secas y olor a cirios ardidos.

Llegaremos al famoso santuario por la carretera de


Calcón. Al final del serpentino trazado está San Cosme,
jalonado por un ramillete de templos levantados en los
siglos XVIII-XIX. Primero la Virgen de Fabana, San
Gregorio y en otro codo del camino la ermita de los
santos; tras ella brota la fuente Santa, a la sombra de
una higuera “a la que llegan enfermos que al lavarse
quedan sanos, especialmente los niños quebrados que
ya lavados cuelgan las vendas en la higuera y vuelvan
alegres a sus casas” (1892).

Fachada del santuario


Escala 1:150.000

Localización: es un paraje enmarcado por impresionan-


tes formaciones de conglomerados que marcan buena
parte del límite meridional de la sierra de Guara.

Tipología: balma.

Cronología: las construcciones actuales pueden datarse


en torno a 1730, aunque la documentación se remonta
a 1396 y, probablemente, la fundación sea muy anterior.

Acceso: fácil. Lo más sencillo es desviarse desde la N-240


(Huesca-Barbastro) hacia Loporzano o Casbas de Huesca
para tomar la carreterita que lleva al embalse de Calcón.
Desde las casas del embalse, parte a la izquierda la pista
señalizada que lleva hasta el santuario (5 km).

Romería: los domingos más próximos al 27 de septiem-


bre y al 9 de mayo.

58 59
Las construcciones de San Cosme se arriman a los
Panzano (Casbas de Huesca / de Uesca) conglomerados que entierran las calizas de Guara,
presentes en las herméticas formaciones de monjes
Santuario de San Cosme y San Damián sentados que ribetean Montidinera. Debajo yace el
santuario, en otro paisaje melancólico y recatado donde
los cipreses visten de largo al roquedo. Y en un rincón la
ermita, repleta de flores secas y olor a cirios ardidos.

Llegaremos al famoso santuario por la carretera de


Calcón. Al final del serpentino trazado está San Cosme,
jalonado por un ramillete de templos levantados en los
siglos XVIII-XIX. Primero la Virgen de Fabana, San
Gregorio y en otro codo del camino la ermita de los
santos; tras ella brota la fuente Santa, a la sombra de
una higuera “a la que llegan enfermos que al lavarse
quedan sanos, especialmente los niños quebrados que
ya lavados cuelgan las vendas en la higuera y vuelvan
alegres a sus casas” (1892).

Fachada del santuario


Escala 1:150.000

Localización: es un paraje enmarcado por impresionan-


tes formaciones de conglomerados que marcan buena
parte del límite meridional de la sierra de Guara.

Tipología: balma.

Cronología: las construcciones actuales pueden datarse


en torno a 1730, aunque la documentación se remonta
a 1396 y, probablemente, la fundación sea muy anterior.

Acceso: fácil. Lo más sencillo es desviarse desde la N-240


(Huesca-Barbastro) hacia Loporzano o Casbas de Huesca
para tomar la carreterita que lleva al embalse de Calcón.
Desde las casas del embalse, parte a la izquierda la pista
señalizada que lleva hasta el santuario (5 km).

Romería: los domingos más próximos al 27 de septiem-


bre y al 9 de mayo.

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Con idéntico patrón plantaron las ermitas de San Úrbez y
San Miguel, último solar santo antes de arribar a la plaza
en cuyo frente oeste se alza la casa ducal. A mediodía
las huertas y una hermosa fuente renacentista de tres
caños bajo arco de sillería; la fuente de la Huerta cubría
las necesidades de riego; allí sesteaban olivos,
almendros y nogales, regalo de un terrazgo fecundo a la
tenacidad humana.

Revoque blanqueado tapa ladrillo y tapial, materiales que


dieron forma a los paramentos, cubriendo el conjunto
teja curva muy castigada por la caída de piedras
rodantes arrancadas por aguas, vientos y trasiego de
cabras que siguen sorteando la destripada ladera. En la
refulgente fachada un reloj de sol silencioso e inmóvil
marca el fugaz paso del tiempo desde el siglo XVIII y Exvotos de cera

sobre el cabecero de una puerta alguien grabó: “Esta


sombra es mi sol”.

Se accede a la gruta santuario por una puerta fechada Fuente Santa


en 1730 que puede datar todas las edificaciones,
aunque sus raíces sean anteriores. La nave tiene por muro del evangelio y bóveda un
covacho del colosal acantilado. Bastó con repicar el
canto interior, ensanchar un poco la nave y ocluir la
Interior del santuario de San Cosme y San Damián abertura con una pared para crear una atmósfera
encantada donde dar gracias a Dios. Corregidos huecos
y protuberancias, se enfoscó la superficie y se enjalbegó,
de modo que todo es blanco.

El ábside está separado de la nave por una verja. En el


lado del evangelio cuelgan exvotos de peregrinos
curados de sus dolencias: manos, pies, corazones,
estómago. Fuera de la verja, la fuente Santa vierte gota a
gota, avalada por fama milagrera. Arriba, en el techo de
roca, se pintó un cielo de espesas nubes que arropan las
figuras del Padre y el Espíritu Santo.

Las referencias al santuario parten de 1396, creándose


una cofradía en Huesca bajo los auspicios del rey Martín
I el Humano, cuyo códice fundacional en pergamino
miniado llegó a ver Ricardo del Arco.

San Cosme es goce en estado puro para creyentes y


escépticos, un lugar donde uno nunca se siente solo, un
lugar que hace despertar la memoria.

60 61
Con idéntico patrón plantaron las ermitas de San Úrbez y
San Miguel, último solar santo antes de arribar a la plaza
en cuyo frente oeste se alza la casa ducal. A mediodía
las huertas y una hermosa fuente renacentista de tres
caños bajo arco de sillería; la fuente de la Huerta cubría
las necesidades de riego; allí sesteaban olivos,
almendros y nogales, regalo de un terrazgo fecundo a la
tenacidad humana.

Revoque blanqueado tapa ladrillo y tapial, materiales que


dieron forma a los paramentos, cubriendo el conjunto
teja curva muy castigada por la caída de piedras
rodantes arrancadas por aguas, vientos y trasiego de
cabras que siguen sorteando la destripada ladera. En la
refulgente fachada un reloj de sol silencioso e inmóvil
marca el fugaz paso del tiempo desde el siglo XVIII y Exvotos de cera

sobre el cabecero de una puerta alguien grabó: “Esta


sombra es mi sol”.

Se accede a la gruta santuario por una puerta fechada Fuente Santa


en 1730 que puede datar todas las edificaciones,
aunque sus raíces sean anteriores. La nave tiene por muro del evangelio y bóveda un
covacho del colosal acantilado. Bastó con repicar el
canto interior, ensanchar un poco la nave y ocluir la
Interior del santuario de San Cosme y San Damián abertura con una pared para crear una atmósfera
encantada donde dar gracias a Dios. Corregidos huecos
y protuberancias, se enfoscó la superficie y se enjalbegó,
de modo que todo es blanco.

El ábside está separado de la nave por una verja. En el


lado del evangelio cuelgan exvotos de peregrinos
curados de sus dolencias: manos, pies, corazones,
estómago. Fuera de la verja, la fuente Santa vierte gota a
gota, avalada por fama milagrera. Arriba, en el techo de
roca, se pintó un cielo de espesas nubes que arropan las
figuras del Padre y el Espíritu Santo.

Las referencias al santuario parten de 1396, creándose


una cofradía en Huesca bajo los auspicios del rey Martín
I el Humano, cuyo códice fundacional en pergamino
miniado llegó a ver Ricardo del Arco.

San Cosme es goce en estado puro para creyentes y


escépticos, un lugar donde uno nunca se siente solo, un
lugar que hace despertar la memoria.

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Poco queda de esta pequeña y medio rupestre ermita. Tan sólo unas
Revilla (Tella-Sin) cuantas hiladas de sus muros, hasta una altura de poco más de un
metro, que delatan el interés de este edificio, reflejando una planta
Ermita de San Lorenzo configurada por una alargada y estrecha nave culminada en un ábside
semicircular, todo ello dispuesto en hiladas de piedras perfectamente
dispuestas. Hemiciclo absidial que apoya directamente en la pared
rocosa, constituyendo ésta el muro norte, en cuyo desarrollo
semicircular se apreciaba en tiempos un friso de piedras dispuestas
verticalmente a modo de baquetones.

Interés de los restos que subsisten, al que se añade el que presenta los
numerosos grabados existentes en la roca sita junto al muro del hastial.
Así, en dicho frente rocoso repleto de todo tipo de signos, se pueden
descubrir diversas representaciones geométricas y vegetales, así como
de tipo religioso, enhiestas y puntiagudas flechas dispuestas
verticalmente, simplificaciones antropomorfas, estilizadas parrillas que
hacen alusión al santo titular de esta ermita, sugeridas construcciones o
variadas inscripciones, encontrándose entre los mismos concretas
fechas de época moderna, del siglo XVII en adelante.

Restos del muro de mampostería


Escala 1:150.000

Localización: tras superar el mirador donde se disfruta, desde un


vertiginoso desplome, de la potente surgencia del Escuaín que aparece
al fondo, así como del vuelo del quebrantahuesos, el sendero sube por
una faja estrecha, pero accesible. La ermita aparece cobijada por un
pequeño saliente rocoso.

Tipología: abrigo.

Cronología: de posible origen románico (entre los siglos XI y XII) con


abundantes reformas posteriores, las fechas de sus inscripciones se
concretan en el siglo XVII y posteriores.

Acceso: fácil. Para acceder al deshabitado Revilla hay que tomar la


carretera que arranca en el eje del Cinca entre Aínsa y Bielsa, que lleva
–entre otras poblaciones– a Tella, Arinzué, Lamiana y a este lugar.
Llegando al mismo, junto a una pronunciada curva antes de llegar a la
población, arranca un bello y aéreo camino sobre la garganta de
Escuaín. Tras atravesar el barranco de Consusa, a mitad de camino de
este señalizado y sorprendente sendero se emplazan los restos de la
ermita de San Lorenzo.

62 63
Poco queda de esta pequeña y medio rupestre ermita. Tan sólo unas
Revilla (Tella-Sin) cuantas hiladas de sus muros, hasta una altura de poco más de un
metro, que delatan el interés de este edificio, reflejando una planta
Ermita de San Lorenzo configurada por una alargada y estrecha nave culminada en un ábside
semicircular, todo ello dispuesto en hiladas de piedras perfectamente
dispuestas. Hemiciclo absidial que apoya directamente en la pared
rocosa, constituyendo ésta el muro norte, en cuyo desarrollo
semicircular se apreciaba en tiempos un friso de piedras dispuestas
verticalmente a modo de baquetones.

Interés de los restos que subsisten, al que se añade el que presenta los
numerosos grabados existentes en la roca sita junto al muro del hastial.
Así, en dicho frente rocoso repleto de todo tipo de signos, se pueden
descubrir diversas representaciones geométricas y vegetales, así como
de tipo religioso, enhiestas y puntiagudas flechas dispuestas
verticalmente, simplificaciones antropomorfas, estilizadas parrillas que
hacen alusión al santo titular de esta ermita, sugeridas construcciones o
variadas inscripciones, encontrándose entre los mismos concretas
fechas de época moderna, del siglo XVII en adelante.

Restos del muro de mampostería


Escala 1:150.000

Localización: tras superar el mirador donde se disfruta, desde un


vertiginoso desplome, de la potente surgencia del Escuaín que aparece
al fondo, así como del vuelo del quebrantahuesos, el sendero sube por
una faja estrecha, pero accesible. La ermita aparece cobijada por un
pequeño saliente rocoso.

Tipología: abrigo.

Cronología: de posible origen románico (entre los siglos XI y XII) con


abundantes reformas posteriores, las fechas de sus inscripciones se
concretan en el siglo XVII y posteriores.

Acceso: fácil. Para acceder al deshabitado Revilla hay que tomar la


carretera que arranca en el eje del Cinca entre Aínsa y Bielsa, que lleva
–entre otras poblaciones– a Tella, Arinzué, Lamiana y a este lugar.
Llegando al mismo, junto a una pronunciada curva antes de llegar a la
población, arranca un bello y aéreo camino sobre la garganta de
Escuaín. Tras atravesar el barranco de Consusa, a mitad de camino de
este señalizado y sorprendente sendero se emplazan los restos de la
ermita de San Lorenzo.

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Rodellar (Bierge)
Ermita de San Martín de Rodellar

Escala 1:150.000 Entrada a la ermita

La ermita se arrima a los pies de un cortado pavoroso en un recodo del


Localización: en los estrechos que forma el río río Alcanadre. En 1973 vecinos de Rodellar nos situaron su
Alcanadre conocidos como la Peonera, uno de los más emplazamiento en La Peonera. El camino que elegimos para conocerla
emblemáticos del Parque Natural de la Sierra y Cañones partía de una pista de Morrano y subía por la orilla derecha del río.
de Guara.
La siguiente visita fue desde el valle de Rodellar, por el erial de Corral
Tipología: abrigo. Alto. La senda buscaba un puente cuyo arco había sido barrido por una
avenida; la construcción del puente debió gestarse a principios del siglo
Cronología: siglo XVII. XVII, aprovechando la potenciación del culto vinculada al sacerdote
Pedro Aguilar. Modernamente se ha colocado una pasarela de madera.
Acceso: desde la N-240, entre Angüés y Lascellas, nos Río abajo queda poco hasta el santuario, por un vial acuático y con la
dirigimos a Bierge y, luego, hacia Rodellar por la HU- roca como protagonista.
341. A 14 km aparcamos en una explanada a la
izquierda. En esa dirección, tomamos la pista de tierra San Martín es otro lugar donde la vida es lenta. Abajo, quieto y herido, el
hasta los corrales de San Juan, donde comienza la cuerpo frágil del santuario, con plumaje integrado que lo camufla y
senda que desciende hasta el mirador de San Martín, esconde. A su lado la cueva que también se bautizó con el nombre del
sobre el Alcanadre, y continúa perdiendo altura hasta el santo. Y de pantalla sublime la gran pared, desolación vertical de roca
cauce del río. Aguas abajo, cruzando el río varias veces desnuda. Mirándola hacia arriba se hace eterna, poniendo en contacto
según su caudal, aparece la senda que sube a la ermita. el cielo y la tierra.

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Rodellar (Bierge)
Ermita de San Martín de Rodellar

Escala 1:150.000 Entrada a la ermita

La ermita se arrima a los pies de un cortado pavoroso en un recodo del


Localización: en los estrechos que forma el río río Alcanadre. En 1973 vecinos de Rodellar nos situaron su
Alcanadre conocidos como la Peonera, uno de los más emplazamiento en La Peonera. El camino que elegimos para conocerla
emblemáticos del Parque Natural de la Sierra y Cañones partía de una pista de Morrano y subía por la orilla derecha del río.
de Guara.
La siguiente visita fue desde el valle de Rodellar, por el erial de Corral
Tipología: abrigo. Alto. La senda buscaba un puente cuyo arco había sido barrido por una
avenida; la construcción del puente debió gestarse a principios del siglo
Cronología: siglo XVII. XVII, aprovechando la potenciación del culto vinculada al sacerdote
Pedro Aguilar. Modernamente se ha colocado una pasarela de madera.
Acceso: desde la N-240, entre Angüés y Lascellas, nos Río abajo queda poco hasta el santuario, por un vial acuático y con la
dirigimos a Bierge y, luego, hacia Rodellar por la HU- roca como protagonista.
341. A 14 km aparcamos en una explanada a la
izquierda. En esa dirección, tomamos la pista de tierra San Martín es otro lugar donde la vida es lenta. Abajo, quieto y herido, el
hasta los corrales de San Juan, donde comienza la cuerpo frágil del santuario, con plumaje integrado que lo camufla y
senda que desciende hasta el mirador de San Martín, esconde. A su lado la cueva que también se bautizó con el nombre del
sobre el Alcanadre, y continúa perdiendo altura hasta el santo. Y de pantalla sublime la gran pared, desolación vertical de roca
cauce del río. Aguas abajo, cruzando el río varias veces desnuda. Mirándola hacia arriba se hace eterna, poniendo en contacto
según su caudal, aparece la senda que sube a la ermita. el cielo y la tierra.

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Otra anotación en los pies de la nave es clave para fechar a comienzos
del siglo XVII la erección del santuario: “ESTA OBRA SE HIZO SIENDO
RECTOR DE RODELLAR MOSEN PEDRO AGUILAR”.

La capilla de San Martín fue levantada en el siglo XVII impulsada por


mosén Pedro Aguilar, sacerdote afortunadamente poco modesto para
ser cura de pueblo pequeño y montañés, que nos dejó su firma en las
iglesias de Rodellar, Radiquero, Nasarre, ermita de San Martín y Virgen
del Castillo de Rodellar. Por si fuera poco, en Nasarre y Radiquero se
fijan las fechas de las respectivas intervenciones: 1628 y 1626.

Interior de la ermita

Vista general de la ermita en el estrecho

El abrigo de San Martín fue refugio de un eremita que buscó un rincón


perdido en los confines de un valle mal comunicado. No hay obras de
adecuación, signos del morador o residuos de su paso. En una
inspección minuciosa rastreamos las paredes en las que creímos ver
rayas incisas sin sentido. Sólo localizamos un nódulo de sílex en el suelo
de color parduzco. El techo está ahumado.

La ermita es pura sencillez de mampostería, encerrando una salita


rectangular con caparazón de piedra abovedado, envoltorio atravesado
por el impacto de un pedrusco escultor del boquete que ilumina sus
penumbras. Por fuera, ni las cantoneras escapan a la colectiva
tosquedad del aparejo. Las únicas aberturas son una ventanita
derramada hacía la nave y la puerta, ambas giradas al mediodía. Cerca
de los pies un atrio atípico abierto a tres frentes antecede a la puerta.

La superficie interior se enlució, pintándose sillares ficticios que dan


coherencia cronológica al trabajo. Se simularon casetones, geometrías y,
en la cabecera, se representó el escudo de los Castro.

Encerrado en banda pictórica corre por los muros un texto, queja de


discípulos de san Martín: “Los discípulos dijeron a San Martín, ¿padre,
por qué nos dejas?, ¿por qué nos abandonas en la desolación?, lobos
rapaces van a invadir tu rebaño”.

66 67
Otra anotación en los pies de la nave es clave para fechar a comienzos
del siglo XVII la erección del santuario: “ESTA OBRA SE HIZO SIENDO
RECTOR DE RODELLAR MOSEN PEDRO AGUILAR”.

La capilla de San Martín fue levantada en el siglo XVII impulsada por


mosén Pedro Aguilar, sacerdote afortunadamente poco modesto para
ser cura de pueblo pequeño y montañés, que nos dejó su firma en las
iglesias de Rodellar, Radiquero, Nasarre, ermita de San Martín y Virgen
del Castillo de Rodellar. Por si fuera poco, en Nasarre y Radiquero se
fijan las fechas de las respectivas intervenciones: 1628 y 1626.

Interior de la ermita

Vista general de la ermita en el estrecho

El abrigo de San Martín fue refugio de un eremita que buscó un rincón


perdido en los confines de un valle mal comunicado. No hay obras de
adecuación, signos del morador o residuos de su paso. En una
inspección minuciosa rastreamos las paredes en las que creímos ver
rayas incisas sin sentido. Sólo localizamos un nódulo de sílex en el suelo
de color parduzco. El techo está ahumado.

La ermita es pura sencillez de mampostería, encerrando una salita


rectangular con caparazón de piedra abovedado, envoltorio atravesado
por el impacto de un pedrusco escultor del boquete que ilumina sus
penumbras. Por fuera, ni las cantoneras escapan a la colectiva
tosquedad del aparejo. Las únicas aberturas son una ventanita
derramada hacía la nave y la puerta, ambas giradas al mediodía. Cerca
de los pies un atrio atípico abierto a tres frentes antecede a la puerta.

La superficie interior se enlució, pintándose sillares ficticios que dan


coherencia cronológica al trabajo. Se simularon casetones, geometrías y,
en la cabecera, se representó el escudo de los Castro.

Encerrado en banda pictórica corre por los muros un texto, queja de


discípulos de san Martín: “Los discípulos dijeron a San Martín, ¿padre,
por qué nos dejas?, ¿por qué nos abandonas en la desolación?, lobos
rapaces van a invadir tu rebaño”.

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Eremitas San Victorián de Asán. Pedro de
Espelargues. Siglo XV.
Parroquia de San Miguel Arcángel
de Graus
Pudiera pensarse de los anacoretas que pasaron sus existencias sin
dejar más huella que unas cruces incisas en sus cuevas. Sin embargo,
en numerosas ocasiones era tal la admiración causada por tan ejemplar
modalidad de vida que originaba la aparición de numerosos seguidores
ansiosos por convertirse en sus discípulos.

Con el concurso del tiempo estas figuras entraban en la historia de la


ascesis, divulgada por sus propios discípulos. Uno de aquellos maestros
era Visorio, un ermitaño que vivía en una caverna en una ladera de San
Vicente de Labuerda. Allí fue torturado y decapitado por las cimitarras
musulmanas junto a sus asistentes Clemencio y Firminiano, mientras
celebraban la santa misa. Siglos más tarde y por un designio divino, sus
restos fueron hallados en el mismo templete rupestre que hoy luce en el
ábside la pintura mural del santo y sus acólitos.
San Visorio
En la ermita de la Espelunca, enrocada en las entre dos
faldas de la peña Montañesa, se eleva uno de acólitos.
Pintura mural
los mejores ejemplos eremíticos de la de la ermita
provincia. En aquella gruta, Victorián, un hijo de San
Visorio. San
de la alta nobleza italiana, vivió como Vicente de
anacoreta durante nueve años. Su Labuerda
subsistencia se limitaba a la
caridad de los monjes del
monasterio situado a una
hora de camino. Pero
aquella recóndita
cueva no pudo
Inmerso en las entrañas de la sierra de Guara, un antiguo cenobio acoge
retener por más
los aconteceres eremíticos de dos importantes santos ascetas, san
tiempo el secreto de
Martín monje y san Úrbez, recopilados de esta manera por el Padre
tanta virtud y los
Faci: “Para lograr la doctrina de San Martín, monje del monasterio
mismos monjes le
antiguo de San Martín de la Val de Onsera, vino a esta Santa Casa (San
pidieron que tomara
Úrbez) y tomó aquí el hábito de monje benedictino (…)”.
el gobierno de su
monasterio. Y que
Otras cavidades altoaragonesas han albergado las vidas de solitarios de los
todavía hoy,
que, sin llegar a los honores de la santidad, nada ha guardado la historia.
considerado como el
La cueva Iglesieta de los Moros, en Bergua; el eremitorio de San Chinés,
más antiguo de
en los aledaños del embalse de Vadiello; o la ermita de San Antón de
España, lleva su
Torla, han dejado inscritas sólo en la tradición el paso estos personajes.
nombre: el
monasterio de San
En la actualidad, sólo unos monjes de la Congregación de los
Victorián.
Hermanitos de Jesús, pasan temporadas de retiro espiritual en las
cuevas de la sierra de Alcubierre.

68 69
Eremitas San Victorián de Asán. Pedro de
Espelargues. Siglo XV.
Parroquia de San Miguel Arcángel
de Graus
Pudiera pensarse de los anacoretas que pasaron sus existencias sin
dejar más huella que unas cruces incisas en sus cuevas. Sin embargo,
en numerosas ocasiones era tal la admiración causada por tan ejemplar
modalidad de vida que originaba la aparición de numerosos seguidores
ansiosos por convertirse en sus discípulos.

Con el concurso del tiempo estas figuras entraban en la historia de la


ascesis, divulgada por sus propios discípulos. Uno de aquellos maestros
era Visorio, un ermitaño que vivía en una caverna en una ladera de San
Vicente de Labuerda. Allí fue torturado y decapitado por las cimitarras
musulmanas junto a sus asistentes Clemencio y Firminiano, mientras
celebraban la santa misa. Siglos más tarde y por un designio divino, sus
restos fueron hallados en el mismo templete rupestre que hoy luce en el
ábside la pintura mural del santo y sus acólitos.
San Visorio
En la ermita de la Espelunca, enrocada en las entre dos
faldas de la peña Montañesa, se eleva uno de acólitos.
Pintura mural
los mejores ejemplos eremíticos de la de la ermita
provincia. En aquella gruta, Victorián, un hijo de San
Visorio. San
de la alta nobleza italiana, vivió como Vicente de
anacoreta durante nueve años. Su Labuerda
subsistencia se limitaba a la
caridad de los monjes del
monasterio situado a una
hora de camino. Pero
aquella recóndita
cueva no pudo
Inmerso en las entrañas de la sierra de Guara, un antiguo cenobio acoge
retener por más
los aconteceres eremíticos de dos importantes santos ascetas, san
tiempo el secreto de
Martín monje y san Úrbez, recopilados de esta manera por el Padre
tanta virtud y los
Faci: “Para lograr la doctrina de San Martín, monje del monasterio
mismos monjes le
antiguo de San Martín de la Val de Onsera, vino a esta Santa Casa (San
pidieron que tomara
Úrbez) y tomó aquí el hábito de monje benedictino (…)”.
el gobierno de su
monasterio. Y que
Otras cavidades altoaragonesas han albergado las vidas de solitarios de los
todavía hoy,
que, sin llegar a los honores de la santidad, nada ha guardado la historia.
considerado como el
La cueva Iglesieta de los Moros, en Bergua; el eremitorio de San Chinés,
más antiguo de
en los aledaños del embalse de Vadiello; o la ermita de San Antón de
España, lleva su
Torla, han dejado inscritas sólo en la tradición el paso estos personajes.
nombre: el
monasterio de San
En la actualidad, sólo unos monjes de la Congregación de los
Victorián.
Hermanitos de Jesús, pasan temporadas de retiro espiritual en las
cuevas de la sierra de Alcubierre.

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El eremitorio se ubica allí donde se cierra el barranco
San Julián de Banzo (Loporzano) formando casi un circo pétreo, allí donde se ensancha
mínimamente el espacio. Parte final, cerrada con otras
Ermita de San Martín de la Bal d Onsera moles de roca altivas e inexpugnables, descomunales y
que nos empequeñecen.

Es la conclusión de un camino repleto de encanto. De


ese encanto producido, de nuevo, por la unión de lo
natural y de lo humano. Ese final en el que, además de la
vegetación que lo embellece y de los farallones que no
han dejado de vigilarnos, se enclavan la ermita y, junto a
ésta, la pulverizada cascada que se despeña en aéreo
salto desde las alturas.

Y, por último, el otro elemento para descubrir y admirar,


el componente humano, en principio, el fin de nuestro
itinerario, luego –según se va degustando el contorno–
un atractivo más de todo ese conjunto conformado por
esta obra del hombre que supo ubicarlo en un
espectacular y único enclave natural. Es la ermita de San
Martín de la Bal d’Onsera que se adentra en las entrañas
de la roca. Un rincón sobrecogedor, mágico,
excepcional, que subyugó a sus primeros descubridores
Escala 1:150.000
y ocupadores, que sigue subyugando a quien se acerca
Localización: lugar recóndito de la pequeña sierra de la Gabardiella, en hasta este perdido y maravilloso emplazamiento.
el piedemonte meridional de la sierra de Guara.
Fachada de la ermita
Tipología: balma.

Cronología: es muy probable su origen visigótico. Aunque pueda


incorporar algún elemento anterior, la actual construcción responde a
una reedificación del siglo XVII, con añadidos o reformas de los siglos
XVIII y XIX. Restaurada en 1997.

Acceso: dificultad media. Desde los alrededores de San Julián de Banzo,


en concreto desde la margen derecha del barranco que lo divide en dos,
parte el camino que internandose en la sierra, lleva hasta San Martín de la
Bal d’Onsera; una aproximación que también es posible realizar, aunque
algo más larga si se realiza caminando, desde Santa Eulalia la Mayor, por
el bello paraje de las Gargantas y Campos de Cianio hasta enlazar con el
anterior camino. La primera opción es más cómoda; está señalizada
desde la carretera y permite dejar el coche en un ensanche de la pista,
desde donde se sigue a pie (2 h 30 min de ida).

Romería: último domingo de mayo.

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El eremitorio se ubica allí donde se cierra el barranco
San Julián de Banzo (Loporzano) formando casi un circo pétreo, allí donde se ensancha
mínimamente el espacio. Parte final, cerrada con otras
Ermita de San Martín de la Bal d Onsera moles de roca altivas e inexpugnables, descomunales y
que nos empequeñecen.

Es la conclusión de un camino repleto de encanto. De


ese encanto producido, de nuevo, por la unión de lo
natural y de lo humano. Ese final en el que, además de la
vegetación que lo embellece y de los farallones que no
han dejado de vigilarnos, se enclavan la ermita y, junto a
ésta, la pulverizada cascada que se despeña en aéreo
salto desde las alturas.

Y, por último, el otro elemento para descubrir y admirar,


el componente humano, en principio, el fin de nuestro
itinerario, luego –según se va degustando el contorno–
un atractivo más de todo ese conjunto conformado por
esta obra del hombre que supo ubicarlo en un
espectacular y único enclave natural. Es la ermita de San
Martín de la Bal d’Onsera que se adentra en las entrañas
de la roca. Un rincón sobrecogedor, mágico,
excepcional, que subyugó a sus primeros descubridores
Escala 1:150.000
y ocupadores, que sigue subyugando a quien se acerca
Localización: lugar recóndito de la pequeña sierra de la Gabardiella, en hasta este perdido y maravilloso emplazamiento.
el piedemonte meridional de la sierra de Guara.
Fachada de la ermita
Tipología: balma.

Cronología: es muy probable su origen visigótico. Aunque pueda


incorporar algún elemento anterior, la actual construcción responde a
una reedificación del siglo XVII, con añadidos o reformas de los siglos
XVIII y XIX. Restaurada en 1997.

Acceso: dificultad media. Desde los alrededores de San Julián de Banzo,


en concreto desde la margen derecha del barranco que lo divide en dos,
parte el camino que internandose en la sierra, lleva hasta San Martín de la
Bal d’Onsera; una aproximación que también es posible realizar, aunque
algo más larga si se realiza caminando, desde Santa Eulalia la Mayor, por
el bello paraje de las Gargantas y Campos de Cianio hasta enlazar con el
anterior camino. La primera opción es más cómoda; está señalizada
desde la carretera y permite dejar el coche en un ensanche de la pista,
desde donde se sigue a pie (2 h 30 min de ida).

Romería: último domingo de mayo.

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Así, el primero de los muros que asalta la vista es el que acoge en su
interior, y en su parte izquierda, la cocina y el tiro de la chimenea,
encontrándose reforzado en su parte central por tres recios
contrafuertes, en los que se inscriben en la zona superior unos arcos de
medio punto. En uno de ellos, el de la derecha, se sitúa la puerta de
acceso al recinto, también de arco de medio punto, sobre la que aún
subsiste el hueco en el que antaño se incrustaba un relieve de san
Martín.

Esta puerta sirve de acceso al primer recinto del edificio, hoy a cielo
descubierto a excepción de la parte izquierda ocupada por el hogar y la
chimenea ya mencionados. Es una zona de transición hacia la ermita en
la que se conserva parte del pavimento realizado con cantos rodados
–representando diversas formas decorativas de tipo geométrico– o la
puerta arquitrabada de ingreso al espacio interior, a ese espacio sagrado
para todos por unos motivos u otros. Habitáculo intermedio que da paso
al espacioso e irregular recinto natural ocupado propiamente por la
ermita. Vista del barranco de San Martín

Ermita a través de la cascada


Cierra dicho espacio o cueva un muro en el que están practicados varios
vanos, como la puerta de ingreso o tres ventanas por las que se cuela la
bella, tamizada y sugerente iluminación natural del interior. Amplio
recinto interior sin ninguna compartimentación, en el que sólo se
aprecia la fuente de la que mana sin interrupción el agua cristalina al
frente de la entrada y, a su izquierda, un sencillo altar, habiendo
desaparecido la compartimentación interior, así como los bienes
Altar muebles que guardaba (artesonado, retablos o diversas piezas de
orfebrería).

Un recóndito lugar al que acudían en romería los vecinos de los pueblos


aledaños de Sasa, Barluenga, Chibluco, San Julián y Santa Eulalia la
Mayor. Un escondido enclave al que se acercan múltiples visitantes,
como si se tratara de una romería en algunos días, para disfrutar de tan
bello y singular rincón natural. Ése, cubierto por enhiestos mallos en el
que el sol tan sólo penetra durante unos instantes cercanos al mediodía,
en cuyo fondo forma como un pequeño circo donde se despeña la
cascada y en donde se ubica el eremitorio de otro santo montañés por
excelencia, otro de esos santos que encarnan a la perfección el modo
de ser, de vivir y de manifestarse en la montaña. Uno de esos puntos
que han sido lugares de culto desde prácticamente los orígenes de la
humanidad, que mejor encarna y deja apreciar esa siempre sana
conjunción entre hombre y naturaleza, en donde se fusiona maravillosa
y perfectamente la acción del medio natural con la mano del ser
humano.

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Así, el primero de los muros que asalta la vista es el que acoge en su
interior, y en su parte izquierda, la cocina y el tiro de la chimenea,
encontrándose reforzado en su parte central por tres recios
contrafuertes, en los que se inscriben en la zona superior unos arcos de
medio punto. En uno de ellos, el de la derecha, se sitúa la puerta de
acceso al recinto, también de arco de medio punto, sobre la que aún
subsiste el hueco en el que antaño se incrustaba un relieve de san
Martín.

Esta puerta sirve de acceso al primer recinto del edificio, hoy a cielo
descubierto a excepción de la parte izquierda ocupada por el hogar y la
chimenea ya mencionados. Es una zona de transición hacia la ermita en
la que se conserva parte del pavimento realizado con cantos rodados
–representando diversas formas decorativas de tipo geométrico– o la
puerta arquitrabada de ingreso al espacio interior, a ese espacio sagrado
para todos por unos motivos u otros. Habitáculo intermedio que da paso
al espacioso e irregular recinto natural ocupado propiamente por la
ermita. Vista del barranco de San Martín

Ermita a través de la cascada


Cierra dicho espacio o cueva un muro en el que están practicados varios
vanos, como la puerta de ingreso o tres ventanas por las que se cuela la
bella, tamizada y sugerente iluminación natural del interior. Amplio
recinto interior sin ninguna compartimentación, en el que sólo se
aprecia la fuente de la que mana sin interrupción el agua cristalina al
frente de la entrada y, a su izquierda, un sencillo altar, habiendo
desaparecido la compartimentación interior, así como los bienes
Altar muebles que guardaba (artesonado, retablos o diversas piezas de
orfebrería).

Un recóndito lugar al que acudían en romería los vecinos de los pueblos


aledaños de Sasa, Barluenga, Chibluco, San Julián y Santa Eulalia la
Mayor. Un escondido enclave al que se acercan múltiples visitantes,
como si se tratara de una romería en algunos días, para disfrutar de tan
bello y singular rincón natural. Ése, cubierto por enhiestos mallos en el
que el sol tan sólo penetra durante unos instantes cercanos al mediodía,
en cuyo fondo forma como un pequeño circo donde se despeña la
cascada y en donde se ubica el eremitorio de otro santo montañés por
excelencia, otro de esos santos que encarnan a la perfección el modo
de ser, de vivir y de manifestarse en la montaña. Uno de esos puntos
que han sido lugares de culto desde prácticamente los orígenes de la
humanidad, que mejor encarna y deja apreciar esa siempre sana
conjunción entre hombre y naturaleza, en donde se fusiona maravillosa
y perfectamente la acción del medio natural con la mano del ser
humano.

72 73
San Visorio, reconocible en medio de la vegetación por la
San Vicente de Labuerda (Labuerda) mancha blanca de su fachada, es un interesante
eremitorio rupestre, de esos en los que se aprovecha
Ermita de San Visorio una oquedad en la roca para ubicar la nave, siendo
necesario levantar únicamente la fachada. Es lo que
sucede en la de San Visorio, por cuyos alrededores se
produjo la retirada en la pasada contienda civil. Así se
apreciará su sencilla y blanqueada fachada, con una
elemental puerta arquitrabada superpuesta por una
estrecha ventana a modo de saetera.

Una vez que se traspasa el umbral de la construcción se


entra al sencillo interior. Sencillo en cuanto a formas y
estructura, que no en lo tocante a su decoración. Y ello
se debe a que en la cabecera de este santuario rupestre
fechable hacia el siglo XVIII se conservan unas deliciosas
y populares pinturas murales, en las que –entre otros
motivos florales, decoraciones geométricas y
arquitecturas– se representa al santo titular entre
ángeles, así como sendas imágenes del sol y la luna
contrapuestas, el día y la noche, la luminosidad frente a
la oscuridad con todo lo que esto significa en el
Escala 1:150.000
imaginario popular.

Exterior de San Visorio

Localización: en un apacible paraje del monte situado al oeste de San


Vicente de Labuerda, desde donde es visible.

Tipología: abrigo.

Cronología: construcción del siglo XVIII, aunque la tradición remonta su


origen al siglo X.

Acceso: fácil. Desde Aínsa, por la A-138 en dirección a Francia, se


alcanza Labuerda, donde hay que tomar un estrecho vial que arranca
entre casas, a la izquierda, para llegar al pequeño núcleo de San
Vicente (2 km). Una vez aquí, se sigue por una senda que parte desde
la iglesia hacia los montes del oeste, donde se ve la ermita (45 min).

Romería: domingo más cercano al 15 de mayo.

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San Visorio, reconocible en medio de la vegetación por la
San Vicente de Labuerda (Labuerda) mancha blanca de su fachada, es un interesante
eremitorio rupestre, de esos en los que se aprovecha
Ermita de San Visorio una oquedad en la roca para ubicar la nave, siendo
necesario levantar únicamente la fachada. Es lo que
sucede en la de San Visorio, por cuyos alrededores se
produjo la retirada en la pasada contienda civil. Así se
apreciará su sencilla y blanqueada fachada, con una
elemental puerta arquitrabada superpuesta por una
estrecha ventana a modo de saetera.

Una vez que se traspasa el umbral de la construcción se


entra al sencillo interior. Sencillo en cuanto a formas y
estructura, que no en lo tocante a su decoración. Y ello
se debe a que en la cabecera de este santuario rupestre
fechable hacia el siglo XVIII se conservan unas deliciosas
y populares pinturas murales, en las que –entre otros
motivos florales, decoraciones geométricas y
arquitecturas– se representa al santo titular entre
ángeles, así como sendas imágenes del sol y la luna
contrapuestas, el día y la noche, la luminosidad frente a
la oscuridad con todo lo que esto significa en el
Escala 1:150.000
imaginario popular.

Exterior de San Visorio

Localización: en un apacible paraje del monte situado al oeste de San


Vicente de Labuerda, desde donde es visible.

Tipología: abrigo.

Cronología: construcción del siglo XVIII, aunque la tradición remonta su


origen al siglo X.

Acceso: fácil. Desde Aínsa, por la A-138 en dirección a Francia, se


alcanza Labuerda, donde hay que tomar un estrecho vial que arranca
entre casas, a la izquierda, para llegar al pequeño núcleo de San
Vicente (2 km). Una vez aquí, se sigue por una senda que parte desde
la iglesia hacia los montes del oeste, donde se ve la ermita (45 min).

Romería: domingo más cercano al 15 de mayo.

74 75
Santa Eulalia (Loporzano)
Ermita de San Chinés

Muro de mampostería

Escala 1:150.000

San Chinés anida en Santa Eulalia la


Mayor, oculta entre colosales tormos de
conglomerado que marcan la identidad
del covacho, un escenario genial y
expresivo en el que se respira montaña,
aislamiento y renuncia.
Localización: en las estribaciones meridionales de la sierra de Guara,
junto al embalse de Vadiello y sus conocidos mallos, empotrada en altas El sendero encuentra un breve plano de
paredes rocosas de conglomerado. fondo y se encamina frontalmente hacia
la gran dorsal donde fenómenos erosivos
Tipología: balma. dieron rienda suelta a sus impulsos
creativos: dos originales pitones gemelos
Cronología: difícil de precisar. La fundación es, probablemente, –los Pepes- y el enorme ojo de peña
altomedieval, tal vez de época hispanovisigótica. Foratata, arco natural encastillado en el
feudo de una geografía asombrosa.
Acceso: dificultad media. Hay un par de caminos para llegar. Uno parte
de Santa Eulalia, el otro de Vadiello; ambos se juntan y de la cota 860 m El camino lleva a una gran pared de
deriva otra pista que busca la depresión de Isarre, sobrepasando este panzas y desplomes. En los pies del
despoblado medieval. Casi al final de la pista un cartel señala el punto coloso se embute la ermita, un balcón de
de partida para bajar por una ladera atiborrada de bosque bajo y juguete succionado por la enormidad del
derrubios entre pinos implantados. Serán 30 min a pie. peñasco.

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Santa Eulalia (Loporzano)
Ermita de San Chinés

Muro de mampostería

Escala 1:150.000

San Chinés anida en Santa Eulalia la


Mayor, oculta entre colosales tormos de
conglomerado que marcan la identidad
del covacho, un escenario genial y
expresivo en el que se respira montaña,
aislamiento y renuncia.
Localización: en las estribaciones meridionales de la sierra de Guara,
junto al embalse de Vadiello y sus conocidos mallos, empotrada en altas El sendero encuentra un breve plano de
paredes rocosas de conglomerado. fondo y se encamina frontalmente hacia
la gran dorsal donde fenómenos erosivos
Tipología: balma. dieron rienda suelta a sus impulsos
creativos: dos originales pitones gemelos
Cronología: difícil de precisar. La fundación es, probablemente, –los Pepes- y el enorme ojo de peña
altomedieval, tal vez de época hispanovisigótica. Foratata, arco natural encastillado en el
feudo de una geografía asombrosa.
Acceso: dificultad media. Hay un par de caminos para llegar. Uno parte
de Santa Eulalia, el otro de Vadiello; ambos se juntan y de la cota 860 m El camino lleva a una gran pared de
deriva otra pista que busca la depresión de Isarre, sobrepasando este panzas y desplomes. En los pies del
despoblado medieval. Casi al final de la pista un cartel señala el punto coloso se embute la ermita, un balcón de
de partida para bajar por una ladera atiborrada de bosque bajo y juguete succionado por la enormidad del
derrubios entre pinos implantados. Serán 30 min a pie. peñasco.

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Ventana en el Sus orígenes no son revelados al viajero, pues las
absidiolo
piedras escuetas apenas dejan seguir los rastros de la
historia. San Chinés es un árbol muerto, pero sus raíces
bebieron la espiritualidad hispanovisigoda. Ginés es
advocación poco frecuente en el Alto Aragón y había
reliquias suyas en Santa María de Mérida en el año 627.
Su culto pudo introducirse en época visigoda debido a
contactos peninsulares con la ciudad de Arles, patria del
santo, pues los sermones de san Cesáreo de Arles se
utilizaron en aquel tiempo en fiestas hispanas.

San Chinés es otro lugar aislado y agreste en el que se


tiene la sensación de haber traspasado la tierra habitada.
Es un rincón donde se hace patente el espíritu
fundacional, un agujero quieto de dura ocupación
Para crear habitáculo bastó con elevar un muro ajustado al labio de la incluso para un cuerpo acostumbrado al sacrificio; sin el
plataforma, a la sombra de una visera en escuadra. Después se partió ruido dulcificante del agua, sin apenas caricias del sol. Ir
en dos estancias. La del norte retiene parte del muro originario trabado a San Chinés conlleva traspasar la barrera de este
con argamasa muy dura y compuesto, como el resto, por mampostería. mundo.
En este sector el paramento se incurva para crear un absidiolo
semicircular que abre un vano adintelado orientado al este; se trata del
cubículo donde el eremita oraba en soledad o bien de un ábside
simbólico, imposibilitado de mayor desarrollo. Su ventana filtraba el
primer sol que cada día sacaba los colores al fantástico decorado.

La sala del sur es una ampliación tardía, realizada con motivo de la


reparación del recinto primitivo. Este muro, así como el arreglo, unen los
mampuestos con arcilla. En Santa Eulalia dicen que la cueva se
mantuvo como ermita hasta los primeros años del siglo XX. Olvidados
santo y culto, durante la guerra se utilizó como refugio y en la década de
1950 para guardar ganado. Cortado estratificado en el
acantilado que acoge la ermita

Muro que
cierra la
ermita

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Ventana en el Sus orígenes no son revelados al viajero, pues las
absidiolo
piedras escuetas apenas dejan seguir los rastros de la
historia. San Chinés es un árbol muerto, pero sus raíces
bebieron la espiritualidad hispanovisigoda. Ginés es
advocación poco frecuente en el Alto Aragón y había
reliquias suyas en Santa María de Mérida en el año 627.
Su culto pudo introducirse en época visigoda debido a
contactos peninsulares con la ciudad de Arles, patria del
santo, pues los sermones de san Cesáreo de Arles se
utilizaron en aquel tiempo en fiestas hispanas.

San Chinés es otro lugar aislado y agreste en el que se


tiene la sensación de haber traspasado la tierra habitada.
Es un rincón donde se hace patente el espíritu
fundacional, un agujero quieto de dura ocupación
Para crear habitáculo bastó con elevar un muro ajustado al labio de la incluso para un cuerpo acostumbrado al sacrificio; sin el
plataforma, a la sombra de una visera en escuadra. Después se partió ruido dulcificante del agua, sin apenas caricias del sol. Ir
en dos estancias. La del norte retiene parte del muro originario trabado a San Chinés conlleva traspasar la barrera de este
con argamasa muy dura y compuesto, como el resto, por mampostería. mundo.
En este sector el paramento se incurva para crear un absidiolo
semicircular que abre un vano adintelado orientado al este; se trata del
cubículo donde el eremita oraba en soledad o bien de un ábside
simbólico, imposibilitado de mayor desarrollo. Su ventana filtraba el
primer sol que cada día sacaba los colores al fantástico decorado.

La sala del sur es una ampliación tardía, realizada con motivo de la


reparación del recinto primitivo. Este muro, así como el arreglo, unen los
mampuestos con arcilla. En Santa Eulalia dicen que la cueva se
mantuvo como ermita hasta los primeros años del siglo XX. Olvidados
santo y culto, durante la guerra se utilizó como refugio y en la década de
1950 para guardar ganado. Cortado estratificado en el
acantilado que acoge la ermita

Muro que
cierra la
ermita

78 79
Torla
Ermita de San Antón

Escala 1:150.000
Paisaje que En la base de un promontorio de roca reconocible,
rodea la
ermita aprovechando un pequeño retranque hacia el interior
formando una pequeña cueva natural, se sitúa esta
ermita de San Antón. Muros sencillos, más largo y
encalado el que mira hacia el sur, en el que escasamente
se abren algunos vanos: una diminuta ventana en la zona
Localización: cerca del casco urbano de Torla, en la base de un de la cabecera y hacia los pies la puerta de ingreso
promontorio de roca en la antesala del valle de Ordesa. configurada por una delimita estructura arquitrabada. En
la parte superior de la misma se descubren los únicos
Tipología: abrigo. elementos decorativos de la ermita, como son dos
estrellas en los extremos del dintel, un corazón invertido
Cronología: aunque su origen es anterior, sólo existen dos testimonio en el centro que cobija el nombre del santo titular y,
documentales, la inscripción en uno de sus vanos (1935) y una sobre el anterior, una cruz pintada en azul.
referencia a la ermita en una carta de 1802.
Poco más cuenta esta construcción, sólo otra ventana en el
Acceso: fácil. Al poco de abandonar la población de Torla en dirección muro de los pies (en la que se hace mención a una de las
N, por la A-135, escasamente a dos kilómetros se abre un espacio en la intervenciones realizadas: “Se reformó por el Ayuntamiento.
carretera, a la izquierda, de donde parte un viejo camino de herradura. Año 1953”) y la sucesión de simples y lisos canecillos que
Tomando éste se llegará, en unos veinte minutos, a la ermita de San soportan el tejaroz. Por su parte, el interior es de una
Antón de Torla. austeridad aplastante, descubriendo la nave techada con
una irregular bóveda de medio cañón, marcado presbiterio
Romería: 17 de enero. y testero plano, en el que se ubica un pequeño retablo.

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Torla
Ermita de San Antón

Escala 1:150.000
Paisaje que En la base de un promontorio de roca reconocible,
rodea la
ermita aprovechando un pequeño retranque hacia el interior
formando una pequeña cueva natural, se sitúa esta
ermita de San Antón. Muros sencillos, más largo y
encalado el que mira hacia el sur, en el que escasamente
se abren algunos vanos: una diminuta ventana en la zona
Localización: cerca del casco urbano de Torla, en la base de un de la cabecera y hacia los pies la puerta de ingreso
promontorio de roca en la antesala del valle de Ordesa. configurada por una delimita estructura arquitrabada. En
la parte superior de la misma se descubren los únicos
Tipología: abrigo. elementos decorativos de la ermita, como son dos
estrellas en los extremos del dintel, un corazón invertido
Cronología: aunque su origen es anterior, sólo existen dos testimonio en el centro que cobija el nombre del santo titular y,
documentales, la inscripción en uno de sus vanos (1935) y una sobre el anterior, una cruz pintada en azul.
referencia a la ermita en una carta de 1802.
Poco más cuenta esta construcción, sólo otra ventana en el
Acceso: fácil. Al poco de abandonar la población de Torla en dirección muro de los pies (en la que se hace mención a una de las
N, por la A-135, escasamente a dos kilómetros se abre un espacio en la intervenciones realizadas: “Se reformó por el Ayuntamiento.
carretera, a la izquierda, de donde parte un viejo camino de herradura. Año 1953”) y la sucesión de simples y lisos canecillos que
Tomando éste se llegará, en unos veinte minutos, a la ermita de San soportan el tejaroz. Por su parte, el interior es de una
Antón de Torla. austeridad aplastante, descubriendo la nave techada con
una irregular bóveda de medio cañón, marcado presbiterio
Romería: 17 de enero. y testero plano, en el que se ubica un pequeño retablo.

80 81
Es un lugar sobrecogedor, labrado a tajo por aquellos
Vio (Fanlo) glaciares que se desparramaron en forma de estrella
desde el macizo de Monte Perdido. Desde la cueva
Santuario de San Úrbez de Añisclo santuario, en la ladera derecha del Bellós y bien
expuesta a mediodía, se divisa la aldea de Sercué. Si
asombra ver cómo los hielos moldearon el paisaje, no
causa menos estupor el comprobar la huella que el
montañés dejó en los alrededores con sus bancales,
sendas empedradas y edificios sobrios.

Es la huella antrópica que tan bien ayudó a construir san


Úrbez, cuando llegado de Burdeos sirvió como pastor,
primero en Sercué y luego en Vio, antes de marchar
hacia las tierras de la Ribera de Fiscal y Serrablo.

Balma de San Úrbez

Escala 1:150.000

Localización: la cueva santuario de San Úrbez de Vio se


halla en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido,
a la salida del cañón de Añisclo, junto a la confluencia
de los ríos Aso y Bellós.

Tipología: balma.

Cronología: la tradición remonta su fundación al siglo


VIII. Hay elementos que se enmarcan en el románico del
siglo XII.

Acceso: fácil. La cueva santuario se ubica junto al


puente de San Úrbez, a la derecha de la pista que sube
hacia el cañón de Añisclo desde Escalona.

Romería: 1 de mayo y 14 y 15 de septiembre.

82 83
Es un lugar sobrecogedor, labrado a tajo por aquellos
Vio (Fanlo) glaciares que se desparramaron en forma de estrella
desde el macizo de Monte Perdido. Desde la cueva
Santuario de San Úrbez de Añisclo santuario, en la ladera derecha del Bellós y bien
expuesta a mediodía, se divisa la aldea de Sercué. Si
asombra ver cómo los hielos moldearon el paisaje, no
causa menos estupor el comprobar la huella que el
montañés dejó en los alrededores con sus bancales,
sendas empedradas y edificios sobrios.

Es la huella antrópica que tan bien ayudó a construir san


Úrbez, cuando llegado de Burdeos sirvió como pastor,
primero en Sercué y luego en Vio, antes de marchar
hacia las tierras de la Ribera de Fiscal y Serrablo.

Balma de San Úrbez

Escala 1:150.000

Localización: la cueva santuario de San Úrbez de Vio se


halla en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido,
a la salida del cañón de Añisclo, junto a la confluencia
de los ríos Aso y Bellós.

Tipología: balma.

Cronología: la tradición remonta su fundación al siglo


VIII. Hay elementos que se enmarcan en el románico del
siglo XII.

Acceso: fácil. La cueva santuario se ubica junto al


puente de San Úrbez, a la derecha de la pista que sube
hacia el cañón de Añisclo desde Escalona.

Romería: 1 de mayo y 14 y 15 de septiembre.

82 83
Su estructura es similar a la de otras cuevas santuarios y Cañón de
Añisclo, junto
refugios pastoriles bajo viseras pétreas, es decir, un al santuario
abrigo natural cerrado total o parcialmente con muros.
Posee dos cámaras unidas, la más septentrional, donde
se celebra misa el día de la romería y, otra, con muro
inacabado, en la que, según la tradición, moró el santo.

Al lugar confluyen innumerables senderos que algunos


hagiógrafos atribuyen a la llegada secular de los romeros
que acudían el 1 de mayo, el Martes de Pentecostés y el
15 de diciembre.

Los pasos que dio el santo por la zona y las obras que
hizo quedan muy bien reflejados en unos gozos, cuyas
estrofas concluyen con el verso colectivo “sírvanos Úrbez
amado”. En ellos vemos cómo el santo sirve de ejemplo
al montañés al encarnar sus esencias a través del
ejercicio mágico del pastoreo (su ganado respeta los
trigales, él ahuyenta a una osa, una abeja blanca penetra
por su nariz mientras duerme, etc.).

Acceso y exterior del santuario

Todo ello reflejan estos gozos, además de añadir la gran devoción que
despierta san Úrbez entre los montañeses, en especial cuando llegan las
“fatales sequías”. Momento en que los dos romeros de Albella se
movilizaban, para recorrer el espacio de iba desde la ribera de Fiscal
hasta la cueva santuario de Añisclo, uno detrás de otro, mediando veinte
metros, y vestidos de modo sobrio, como el santo, con zurrón, alforja y
cayado. Trayecto que hacían atravesando las aldeas de Villamana,
Campol, Yeba y Vio para aguardar en oración toda la noche en la cueva
santuario.

Bien estaría abrir este sendero cultural y religioso que podría unir
Burdeos con el valle de Vio, Albella, Laguarta, Nocito, Cerésola, San
Martín de la Bal d’Onsera y San Pedro de Huesca, a donde fueron a
parar los restos de los niños mártires Justo y Pastor que san Úrbez salvó
de la ocupación musulmana en Alcalá de Henares.

84 85
Su estructura es similar a la de otras cuevas santuarios y Cañón de
Añisclo, junto
refugios pastoriles bajo viseras pétreas, es decir, un al santuario
abrigo natural cerrado total o parcialmente con muros.
Posee dos cámaras unidas, la más septentrional, donde
se celebra misa el día de la romería y, otra, con muro
inacabado, en la que, según la tradición, moró el santo.

Al lugar confluyen innumerables senderos que algunos


hagiógrafos atribuyen a la llegada secular de los romeros
que acudían el 1 de mayo, el Martes de Pentecostés y el
15 de diciembre.

Los pasos que dio el santo por la zona y las obras que
hizo quedan muy bien reflejados en unos gozos, cuyas
estrofas concluyen con el verso colectivo “sírvanos Úrbez
amado”. En ellos vemos cómo el santo sirve de ejemplo
al montañés al encarnar sus esencias a través del
ejercicio mágico del pastoreo (su ganado respeta los
trigales, él ahuyenta a una osa, una abeja blanca penetra
por su nariz mientras duerme, etc.).

Acceso y exterior del santuario

Todo ello reflejan estos gozos, además de añadir la gran devoción que
despierta san Úrbez entre los montañeses, en especial cuando llegan las
“fatales sequías”. Momento en que los dos romeros de Albella se
movilizaban, para recorrer el espacio de iba desde la ribera de Fiscal
hasta la cueva santuario de Añisclo, uno detrás de otro, mediando veinte
metros, y vestidos de modo sobrio, como el santo, con zurrón, alforja y
cayado. Trayecto que hacían atravesando las aldeas de Villamana,
Campol, Yeba y Vio para aguardar en oración toda la noche en la cueva
santuario.

Bien estaría abrir este sendero cultural y religioso que podría unir
Burdeos con el valle de Vio, Albella, Laguarta, Nocito, Cerésola, San
Martín de la Bal d’Onsera y San Pedro de Huesca, a donde fueron a
parar los restos de los niños mártires Justo y Pastor que san Úrbez salvó
de la ocupación musulmana en Alcalá de Henares.

84 85
En la vertiente meridional del macizo de Oturia/Auturía
Yebra de Basa (1.920 m), incrustada en medio de la roca, a 1.285 m, se
encuentra la “iglesia de las cuevas”, dedicada a Santa
Cuevas de Santa Orosia Orosia. Otra fisura inferior acoge la ermita de San Cornelio,
suspendida sobre la hendidura del camino. El agua del
Chorro sobrevuela el conjunto, completado por las
cercanas ermitas rupestres de San Blas y Santa Bárbara.
Cuatro eremitorios perfectamente restaurados en 2005.

El sustrato precristiano fosilizado en la tradición orosiana


abunda en vestigios de origen celta. Ya en nuestra era
dos fenómenos se asocian a las cuevas: los nichos a la
entrada del templo evocan enterramientos eremíticos;
además, la cueva de Yebra figura como primer refugio al
que el año 712 huye de la invasión musulmana el obispo
de Huesca con el cáliz de la Última Cena. Se trataría de
un recinto habitado, uno de los más seguros y sagrados
del Viejo Aragón. Nada extraño que entre sus
habitadores perviviera algún viejo sanador druida de
cuya existencia se tiene constancia en el norte
peninsular hasta bien avanzada la época medieval,
según opinan especialistas como R. Legler.
Escala 1:150.000

Cueva de Santa Orosia

Localización: en la falda meridional del macizo de


Oturia, centro geográfico y espiritual de Serrablo.

Tipología: balma.

Cronología: la tradición sitúa la estancia y martirio de


santa Orosia en este lugar en el siglo IX y el inicio de su
culto en el XI. Las fechas de construcción y reforma de
las diferentes ermitas y capillas abarcan desde el siglo
XVI al XIX. Restauración de cuatro eremitorios en 2005.

Acceso: fácil. En las inmediaciones de Sabiñánigo,


tomamos la carretera (HU-321) que lleva a Yebra de
Basa, de donde parte el camino que recorre todo el
conjunto de ermitas.

Romería: 25 de junio.

86 87
En la vertiente meridional del macizo de Oturia/Auturía
Yebra de Basa (1.920 m), incrustada en medio de la roca, a 1.285 m, se
encuentra la “iglesia de las cuevas”, dedicada a Santa
Cuevas de Santa Orosia Orosia. Otra fisura inferior acoge la ermita de San Cornelio,
suspendida sobre la hendidura del camino. El agua del
Chorro sobrevuela el conjunto, completado por las
cercanas ermitas rupestres de San Blas y Santa Bárbara.
Cuatro eremitorios perfectamente restaurados en 2005.

El sustrato precristiano fosilizado en la tradición orosiana


abunda en vestigios de origen celta. Ya en nuestra era
dos fenómenos se asocian a las cuevas: los nichos a la
entrada del templo evocan enterramientos eremíticos;
además, la cueva de Yebra figura como primer refugio al
que el año 712 huye de la invasión musulmana el obispo
de Huesca con el cáliz de la Última Cena. Se trataría de
un recinto habitado, uno de los más seguros y sagrados
del Viejo Aragón. Nada extraño que entre sus
habitadores perviviera algún viejo sanador druida de
cuya existencia se tiene constancia en el norte
peninsular hasta bien avanzada la época medieval,
según opinan especialistas como R. Legler.
Escala 1:150.000

Cueva de Santa Orosia

Localización: en la falda meridional del macizo de


Oturia, centro geográfico y espiritual de Serrablo.

Tipología: balma.

Cronología: la tradición sitúa la estancia y martirio de


santa Orosia en este lugar en el siglo IX y el inicio de su
culto en el XI. Las fechas de construcción y reforma de
las diferentes ermitas y capillas abarcan desde el siglo
XVI al XIX. Restauración de cuatro eremitorios en 2005.

Acceso: fácil. En las inmediaciones de Sabiñánigo,


tomamos la carretera (HU-321) que lleva a Yebra de
Basa, de donde parte el camino que recorre todo el
conjunto de ermitas.

Romería: 25 de junio.

86 87
Al distinguir Antonio Durán Gudiol lo que en la vida y pasión de santa Campanario
de la Cueva
Eurosia son hechos históricos o gloriosa leyenda, fija dos datos a tener
en cuenta: por una parte, afirma que el martirio de la santa “tuvo lugar
en la cueva de Yebra”; por otra, sostiene que allí mismo fueron hallados
sus restos: “Un ángel le habló al pastor y le dijo que fuera a la cueva de
Yebra, donde habría de recoger las reliquias de santa Eurosia, que allí se
hallaban escondidas” (Los santos altoaragoneses). Al entusiasmo
medieval por las reliquias se une el afán por visitar los sepulcros que
velaron sus restos. Ello explica el potente flujo romero a la cueva de
Orosia, documentado desde 1518.

Respecto a la evolución y equipamiento del santuario, las primeras


noticias de 1518 hablan de una “Capilla”, llamada en 1689 “Sala de la
Cueba Santa”, que ocuparía sólo parte de la oquedad. “En Mayo de
1728 se hizo la pared, y Sala de la Sta. Cueva, emplearon los oficiales
28 jornales”. Esta ampliación no cerró toda la cavidad: sobre la pared
descansaba una techumbre de madera. En el siglo XIX se eliminó dicha
cubierta y se levantó el actual muro de cerramiento. La disposición
anárquica de sus ventanas delata que es fruto de varias actuaciones.

Ermita de San Blas

Adosado a la “Caseta del ermitaño”, un portalón se


interpone a nuestro paso, delimitando un espacio
intermedio ante el atrio-campanario. Los documentos
citan “la casilla de la Cueva en medio de la peña”
(1680) o “el Arco de la Cozina y Casa de la Cueva”
(1777): aposentos de atención a los romeros y
alojamiento del ermitaño, cuya existencia se atestigua
desde 1643.

Sobre la puerta de entrada quedan huellas desgastadas


de tres cruces y una réplica del relicario de la Santa en
Yebra. La total desnudez que hoy ofrece el templo es
fruto del incendio sufrido en 1936. La documentación
parroquial le atribuye: coro alto (1732), dos
confesonarios nuevos (1738), lámpara –persiste la pila
de aceite– y un valioso retablo del escultor Gerónimo
Jalón, tasado en 1624, cuyo coste ascendió a “ciento
sesenta i cinco escudos de a diez reales” (M. Gómez de
Valenzuela, Documentos sobre artes y oficios en la
diócesis de Jaca, doc. 118). Un camarín o dosel debió
cubrir el presbiterio, al estilo de otras ermitas-cueva. Tras
él estuvo la sacristía con puerta de salida hacia un
balcón en el extremo de la cueva.

88 89
Al distinguir Antonio Durán Gudiol lo que en la vida y pasión de santa Campanario
de la Cueva
Eurosia son hechos históricos o gloriosa leyenda, fija dos datos a tener
en cuenta: por una parte, afirma que el martirio de la santa “tuvo lugar
en la cueva de Yebra”; por otra, sostiene que allí mismo fueron hallados
sus restos: “Un ángel le habló al pastor y le dijo que fuera a la cueva de
Yebra, donde habría de recoger las reliquias de santa Eurosia, que allí se
hallaban escondidas” (Los santos altoaragoneses). Al entusiasmo
medieval por las reliquias se une el afán por visitar los sepulcros que
velaron sus restos. Ello explica el potente flujo romero a la cueva de
Orosia, documentado desde 1518.

Respecto a la evolución y equipamiento del santuario, las primeras


noticias de 1518 hablan de una “Capilla”, llamada en 1689 “Sala de la
Cueba Santa”, que ocuparía sólo parte de la oquedad. “En Mayo de
1728 se hizo la pared, y Sala de la Sta. Cueva, emplearon los oficiales
28 jornales”. Esta ampliación no cerró toda la cavidad: sobre la pared
descansaba una techumbre de madera. En el siglo XIX se eliminó dicha
cubierta y se levantó el actual muro de cerramiento. La disposición
anárquica de sus ventanas delata que es fruto de varias actuaciones.

Ermita de San Blas

Adosado a la “Caseta del ermitaño”, un portalón se


interpone a nuestro paso, delimitando un espacio
intermedio ante el atrio-campanario. Los documentos
citan “la casilla de la Cueva en medio de la peña”
(1680) o “el Arco de la Cozina y Casa de la Cueva”
(1777): aposentos de atención a los romeros y
alojamiento del ermitaño, cuya existencia se atestigua
desde 1643.

Sobre la puerta de entrada quedan huellas desgastadas


de tres cruces y una réplica del relicario de la Santa en
Yebra. La total desnudez que hoy ofrece el templo es
fruto del incendio sufrido en 1936. La documentación
parroquial le atribuye: coro alto (1732), dos
confesonarios nuevos (1738), lámpara –persiste la pila
de aceite– y un valioso retablo del escultor Gerónimo
Jalón, tasado en 1624, cuyo coste ascendió a “ciento
sesenta i cinco escudos de a diez reales” (M. Gómez de
Valenzuela, Documentos sobre artes y oficios en la
diócesis de Jaca, doc. 118). Un camarín o dosel debió
cubrir el presbiterio, al estilo de otras ermitas-cueva. Tras
él estuvo la sacristía con puerta de salida hacia un
balcón en el extremo de la cueva.

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De su austera estructura rupestre destaca la inscripción que corona ambas
puertas: nombre del titular y el ruego “ORA PRO NOBIS”. En la segunda se
añade la fecha de construcción “1629” y las tres cruces del Calvario.

El templo de la cueva es epicentro de un entramado de ermitas


enlazadas por la vieja senda romera que une la iglesia de Yebra con el
templo del puerto (1.600 m). Salvando un desnivel de 700 m, la ruta
sale de la ermita L’Angusto, junto al pueblo. Tras el primer repecho,
San Cornelio Santa Bárbara
sobre un ligero altozano se alza la de As Escoronillas. A media ladera,
en el minúsculo oratorio de As Arrodillas abrazado a una gran piedra se
Una escalera-puente vuela sobre el camino hasta un eremitorio veneran las huellas de las rodillas de la santa. Pasado el arroyo, donde
empotrado bajo la iglesia: la ermita de San Cornelio o cripta del el camino gira a la izquierda, en una reducida atalaya, la piedra-base de
santuario. En su angosto interior sólo destaca un altar-relicario en piedra A Cruz d’a Gualda anuncia la cercanía de la Cueva. Visitados los cuatro
de sillería que contuvo hasta 1936 los restos de los compañeros eremitorios rupestres, la senda alcanza la planicie, donde nos acoge la
mártires de santa Orosia. A la derecha de la entrada, un curioso vano ermita O Zoque. Allí se dan cita desde hace siglos los devotos de
con tres cruces incisas adorna la tosca fachada. Su ubicación, justo en numerosos pueblos que con cruces, banderas, ropones y danzantes
la vertical del altar del santuario, la convierte en cripta del templo concurren a la fiesta del 25 de junio. Su recinto totalmente abierto
superior. Ya en 1650 el prelado Don Gerónimo de Ypenza escribe: apunta hacia el santuario erigido junto a la fuente, lugar donde la
“havemos visitado las reliquias de los Santos Compañeros de la gloriosa tradición más extendida sitúa el martirio de Santa Orosia. Dos
Santa Eurosia que estan en la Cueba” (2º Sacramental). Superado el adoratorios y una ermita de San Bartolomé, hoy desaparecidos,
Chorro, en la ruta de ascenso al puerto se intercalan los eremitorios de completaron en el pasado esta singular ruta romera.
San Blas y Santa Bárbara, con advocaciones no orosianas, pero de
profundo arraigo en la piedad popular. Romería de Santa Orosia

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De su austera estructura rupestre destaca la inscripción que corona ambas
puertas: nombre del titular y el ruego “ORA PRO NOBIS”. En la segunda se
añade la fecha de construcción “1629” y las tres cruces del Calvario.

El templo de la cueva es epicentro de un entramado de ermitas


enlazadas por la vieja senda romera que une la iglesia de Yebra con el
templo del puerto (1.600 m). Salvando un desnivel de 700 m, la ruta
sale de la ermita L’Angusto, junto al pueblo. Tras el primer repecho,
San Cornelio Santa Bárbara
sobre un ligero altozano se alza la de As Escoronillas. A media ladera,
en el minúsculo oratorio de As Arrodillas abrazado a una gran piedra se
Una escalera-puente vuela sobre el camino hasta un eremitorio veneran las huellas de las rodillas de la santa. Pasado el arroyo, donde
empotrado bajo la iglesia: la ermita de San Cornelio o cripta del el camino gira a la izquierda, en una reducida atalaya, la piedra-base de
santuario. En su angosto interior sólo destaca un altar-relicario en piedra A Cruz d’a Gualda anuncia la cercanía de la Cueva. Visitados los cuatro
de sillería que contuvo hasta 1936 los restos de los compañeros eremitorios rupestres, la senda alcanza la planicie, donde nos acoge la
mártires de santa Orosia. A la derecha de la entrada, un curioso vano ermita O Zoque. Allí se dan cita desde hace siglos los devotos de
con tres cruces incisas adorna la tosca fachada. Su ubicación, justo en numerosos pueblos que con cruces, banderas, ropones y danzantes
la vertical del altar del santuario, la convierte en cripta del templo concurren a la fiesta del 25 de junio. Su recinto totalmente abierto
superior. Ya en 1650 el prelado Don Gerónimo de Ypenza escribe: apunta hacia el santuario erigido junto a la fuente, lugar donde la
“havemos visitado las reliquias de los Santos Compañeros de la gloriosa tradición más extendida sitúa el martirio de Santa Orosia. Dos
Santa Eurosia que estan en la Cueba” (2º Sacramental). Superado el adoratorios y una ermita de San Bartolomé, hoy desaparecidos,
Chorro, en la ruta de ascenso al puerto se intercalan los eremitorios de completaron en el pasado esta singular ruta romera.
San Blas y Santa Bárbara, con advocaciones no orosianas, pero de
profundo arraigo en la piedad popular. Romería de Santa Orosia

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Lo pastoril
en santa Orosia y san Úrbez

A pesar de que el mundo legendario asocia a san Úrbez y santa Orosia


con la aristocracia europea, ambos aparecen unidos, de uno u otro
modo, a las humildes figuras de los pastores, pues hasta su misma vida
es nómada y trashumante como la de ellos.

Por otra parte, el montañés quiso proyectar de tal modo su cosmovisión


que no pudo menos que reflejar en sus dos santos por antonomasia la
esencia montañesa, que no es otra que la pastoril. Además el mismo
epicentro del culto a santa Orosia y san Úrbez son lugares emblemáticos
para el pastoreo, estamos hablando del macizo de Oturia y del gran tajo
de Añisclo que parte de Monte Perdido. Si en el caso de santa Orosia lo
pastoril es envolvente, en el del santo de Burdeos es medular, pues él
mismo es quien ejerce de pastor a la vez que santo.

El mundo pastoril se funde con la primera cuando un pastor le da pistas


sobre la tropa musulmana que la persigue. Luego se renueva el vínculo
cuando a Guillén, el pastor local que cuida las ovejas en el puerto, un
Izquierda: músico de la romería de ángel le revela donde está el cuerpo martirizado de la santa y él reparte
Santa Orosia con chiflo y chicotén sus reliquias entre Yebra y Jaca. Y, finalmente, lo pastoril impregna a la
Derecha: santa cuando a lo largo y ancho del fenómeno religioso, durante siglos,
grabado en el recinto los romeros y danzantes que han actuado en su honor se han rebozado
pastoril de San Úrbez de Cerésola
de pastores.

En cambio, la proyección montañesa sobre san Úrbez es tan intensa


que el personaje aparece muchas veces como pastor antes que santo.
De modo que cuando se muestra de forma divina, lo hace encarnando
el papel de pastor todopoderoso que controla a la naturaleza (las ovejas
invaden los trigales, pero sólo se comen las malas hierbas, él sabe
ahuyentar de modo pacífico a una osa, las nubes se confabulan para
darle sombra, una abeja blanca entra y sale por su nariz mientras
duerme, su cayado basta para que cruce un arroyo todo el rebaño ante
una enorme tormenta…).

Dicho todo esto, hoy que el mundo pastoril desaparece de nuestras


montañas, habremos de celebrar que, al menos, una buena parte del
territorio de san Úrbez, como el de santa Orosia, sean espacios
naturales protegidos (el primero ya lo era desde la ampliación del
Parque Nacional de Ordesa). Bien está, porque con esta condición se
pondrá en valor la cultura pastoril, que no es otra que la asociada a los
dos santos.

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Lo pastoril
en santa Orosia y san Úrbez

A pesar de que el mundo legendario asocia a san Úrbez y santa Orosia


con la aristocracia europea, ambos aparecen unidos, de uno u otro
modo, a las humildes figuras de los pastores, pues hasta su misma vida
es nómada y trashumante como la de ellos.

Por otra parte, el montañés quiso proyectar de tal modo su cosmovisión


que no pudo menos que reflejar en sus dos santos por antonomasia la
esencia montañesa, que no es otra que la pastoril. Además el mismo
epicentro del culto a santa Orosia y san Úrbez son lugares emblemáticos
para el pastoreo, estamos hablando del macizo de Oturia y del gran tajo
de Añisclo que parte de Monte Perdido. Si en el caso de santa Orosia lo
pastoril es envolvente, en el del santo de Burdeos es medular, pues él
mismo es quien ejerce de pastor a la vez que santo.

El mundo pastoril se funde con la primera cuando un pastor le da pistas


sobre la tropa musulmana que la persigue. Luego se renueva el vínculo
cuando a Guillén, el pastor local que cuida las ovejas en el puerto, un
Izquierda: músico de la romería de ángel le revela donde está el cuerpo martirizado de la santa y él reparte
Santa Orosia con chiflo y chicotén sus reliquias entre Yebra y Jaca. Y, finalmente, lo pastoril impregna a la
Derecha: santa cuando a lo largo y ancho del fenómeno religioso, durante siglos,
grabado en el recinto los romeros y danzantes que han actuado en su honor se han rebozado
pastoril de San Úrbez de Cerésola
de pastores.

En cambio, la proyección montañesa sobre san Úrbez es tan intensa


que el personaje aparece muchas veces como pastor antes que santo.
De modo que cuando se muestra de forma divina, lo hace encarnando
el papel de pastor todopoderoso que controla a la naturaleza (las ovejas
invaden los trigales, pero sólo se comen las malas hierbas, él sabe
ahuyentar de modo pacífico a una osa, las nubes se confabulan para
darle sombra, una abeja blanca entra y sale por su nariz mientras
duerme, su cayado basta para que cruce un arroyo todo el rebaño ante
una enorme tormenta…).

Dicho todo esto, hoy que el mundo pastoril desaparece de nuestras


montañas, habremos de celebrar que, al menos, una buena parte del
territorio de san Úrbez, como el de santa Orosia, sean espacios
naturales protegidos (el primero ya lo era desde la ampliación del
Parque Nacional de Ordesa). Bien está, porque con esta condición se
pondrá en valor la cultura pastoril, que no es otra que la asociada a los
dos santos.

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Bibliografía y páginas web

MUR, R. y SATUÉ, E., Pirineo adentro, Huesca, Editorial Barrabés, 2003.


ACÍN, J. L. y LORENZO, A., Ermita de San Martín de la Bal d’Onsera,
SATUÉ, E., Las romerías de Santa Orosia, Zaragoza, Gobierno de
Zaragoza, Prames, 1988, colección Patrimonio recuperado.
Aragón, 1988.
ACÍN, J. L., ACÍN, R. y LACHÉN, C., Valle del río Ara, Zaragoza, Prames,
SATUÉ, E., Religiosidad popular y romerías en el Pirineo, Huesca,
1997.
Diputación Provincial de Huesca e Instituto de Estudios Altoaragoneses,
1991.
CASTÁN, A., Arquitectura militar y religiosa del Sobrarbe y Serrablo
meridional. Siglos XI-XIII, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses,
VV. AA., Colección RutasCAI por Aragón, Zaragoza, Prames, 2003-2007.
1988.
VV. AA., El camino de las ermitas, Yebra de Basa, O Zoque Asociación
CASTÁN, A., Románico e iglesias de cabecera triple en la ribera del Ara
Cultural Ballibasa y Sobrepuerto, 2008.
y valle de Vio, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1990.

ESTAÚN, P., Ermita de Santa Elena de Biescas, Zaragoza, Barrabés Editorial,


2005.

FUIXENCH, J. M., Santuarios rupestres del Alto Aragón, Zaragoza,


Prames, 2002, segunda edición, colección Temas aragoneses.

FUIXENCH, J. M., Santuarios rupestres de España. Rincones de


leyenda, Zaragoza, Prames, 2007.

MUR, R., En torno a la Virgen de la Cueva, Jaca, Gobierno de Aragón,


1992. www.dphuesca.es

MUR, R., Pirineos: Montañas Profundas, Huesca, Editorial Pirineo, www.iea.es


2002.
www.romanicoaragones.com
MUR, R., “Un cinturón de ermitas alrededor de San Juan de la Peña”, en
C.I.T. Jacetania, número 154, Jaca, 1991. www.serrablo.org

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C.I.T. Jacetania, número 154, Jaca, 1991. www.serrablo.org

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Santuarios y
4
ermitas rupestres
del Alto Aragón
4 Megalitos
Castillos

Santuarios y ermitas rupestres del Alto Aragón


Obras hidráulicas
Santuarios y ermitas
rupestres

Lugares para el mito y la leyenda, simbiosis de creencias cristianas y cultos


precedentes, los Santuarios y ermitas rupestres del Alto Aragón se funden
simbólicamente con el entorno que los cobija, como construcciones que han
recogido la esencia de la mística popular. En esta guía se ofrece una
selección representativa de este legado patrimonial, ordenado por
localidades para facilitar su visita. La publicación forma parte del proyecto
de puesta en valor y señalización de Rutas Turísticas temáticas impulsado
por la Diputación Provincial de Huesca. Los megalitos y los castillos
conforman otros itinerarios recogidos también en la colección Losa Mora,
ideada para acompañar al viajero que se adentra en el paisaje buscando la
emoción y el hallazgo.

Glosario
Abrigo

Balma

Gruta
ISBN 978-84-8321-270-7

9 788483 212707
Santuario de San Cosme y San Damián

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