Escuchando a los Niños

Para Vencer los Temores

de los Niños

Patty Wipfler
Traducción de Martín Lamarque

Handin Hand
P.O. Box 1279
Palo Alto, California 94302 1 1• "t" 1
fiURTVN1 NG THE PARENT-CHILD CONNECTION
650 322 5323
www.handinhandpartntrng.org ISBN 978-1-8g1670·18-3
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ESCUCHANDO A LOS NIÑOS

Para Vencer los Temores de los Niños

¿De dónde viene el miedo de los niños?

Los niños llegan al mundo sabiendo muy poco, y llegan
esperando amor, ternura y comprensión. Aunque los padres les dan
tanto amor y atención como pueden, dos adultos no siempre son
suficientes para proveer toda la atención y la temura que un rúño
espera. Cuando suceden cosas que el niño no comprende o cua~do
se le deja solo por mucho tiempo, fácilmente se puede asustar.
Muchos sucesos que para los adultos parecen inofensivos o de
rutina, pueden atemorizar a un rúño. Cosas a las que los adultos
estamos acostumbrados, a los rúños les causan tensiones agudas de
sus sentidos. Particularmente, nuestros niños no están preparados
para eventos repentinos, dolorosos o descuidados. Un alejamiento
temprano de sus padres, cambios repentinos e inexplicados de la
persona que le cuida, conversaciones tensas en la familia, bromas
agresivas de las personas, o exponerse a la violencia de la televisión
son las cosas que pueden aterrorizar a un niño, aún cuando no
ocurra ningún daño físico.
Además, algunos niños enfrentan traumas físicos directos en los
primeros meses de edad. Un parto largo o difícil, un nacimiento
prematuro, un tratamiento contra la ictericia; aun la ciretmcisión
puede aterrorizar a un infante y disminuir los dones de paz y
tranquilidad durante sus primeros meses de vida. Debido a
traumas serios, algunos niños llevarán vidas siempre tensas
acompañadas de temores.
Cuando un niño está asustado, tiene dificultad para mantenerse
en contacto cercano con sus seres queridos. No puede sostener la
mirada por mucho tiempo y será lento en explorar y confiar en la
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gente o siempre estará 'ocupado', incapaz de calmarse y disfrutar
su compañía de una manera relajada. El miedo también hace a los
niños irritables y difíciles de complacer: las cosas tienen que hacerse
'a su gusto' para que no se impacienten o se enojen. Para un niño
atemorizado la vida no pasa fácilmente de un divertido pasatiempo
a otro.
A veces, usted será requerida para ayudar a su niño al
ocurrir el susto. Por ejemplo, su niño está llorando aterrorizado a
causa de un perro atado, pero se encuentra sano y salvo. Pero con
más frecuencia el niño vendrá a usted con un miedo que carga de
hace tiempo. En realidad no hay nada amenazándolo pero el temor
está allí. El niño que una vez fue asustado por un perro tendrá el
mismo temor cuando se trate de tocar a un indefenso conejito. Un
niño a quien siempre le asustó conocer nuevas personas volverá a
aterrorizarse cuando se le lleve a la escuela por primera vez.
Cómo se Recuperan los Niños de sus Temores
Los padres podemos ayudar a nuestros niños a recuperarse de
sus temores completamente. Muy pocos de nosotros aguantamos
más de un momento ó dos del proceso de recuperación que
nuestros hijos tratan de usar. Es algo difícil de presenciar porque
cuando los niños están enseñando sus temores los padres nos
asustamos. Al temblar, lamentarse sin lágrimas, sudar y orinarse,
los niños están echando afuera su miedo. Entonces necesitan que
nos acerquemos y escuchemos sus temores, como cuando nos
necesitan cerca para escuchar su llanto. Mientras se recuperan de
una pena, los niños parecerán muy tristes, como si el dolor fuese a
durar para siempre. Igualmente, al acercarse usted a su niño
atemorizado, el temor se hará más intenso. Puede que luche contra
usted mientras tiembla y suda. Aunque parezca confuso y
escandaloso, este proceso es muy eficiente. Con el tiempo, un niño
nervioso, tímido o agresivo cambiará todo su comportamiento y
opinión de la vida si se le permite echar fuera sus temores. Al
escuchar el pánico y los temores intensos de su niño usted le
quitará importantes estorbos en la vida. Podrá ayudarle a recuperar
la confianza que los temores le han robado.
Probablemente su nmo ya ha intentado usar este proceso de
recuperación para enfrentarse a sus temores. Los bebés asustados
tratan de hacerlo llorando fuertemente con los ojos apretados y la
quijada temblando. Se mueven vigorosamente, sudan y tiemblan
mientras gritan, a menudo empujando con 1as piernas o jalándose
las orejas. Después, al erece1· más, un niño chilla y corre a refugiarse
en un adulto de confianza cuando algo le asusta. Si se le permite
tiembla, forcejea, suda y grita mientras el adulto lo abraza y le
pregunta qué le pasó.
Para la mayoría de los padres es perturbador ver a su niño
durante este proceso de recuperación: nos asusta y hacemos todo lo
posible por detenerlo. Lo acariciamos con promesas, lo distraemos
o regañamos. Detenemos el proceso de recuperación porque
creemos que al evitar que el nmo muestre su miedo, el miedo
desaparece. Nada más alejado de la verdad. El niño se calla, pero el
miedo se queda con él Si no puede terminar de gritar y temblar por
su miedo, no podt·á asomarse a en.&entar lo que le asustó y
entender que ha sobrevivido. Su comportamiento será gobernado
por ese miedo irresuelto hasta en ocasiones que no siempre
parezcan relacionarse con el incidente temido.
Puede que despierte en medio de pesadillas o que evite
actividades que le asustan. Cuando a uno de mis hijos le entró
temor por separarse de mi a la edad de trece meses, dejó de caminar
conmigo hacia el parque. h1sistía en que lo cargara. Si lo bajaba y le
pedía que canúnara, gritaba, sudaba y asustado imploraba mis
brazos. No entendí entonces que él necesitaba sentir el núedo y
echarlo afuera para poder continuar en la búsqueda de su
independencia. Los intentos de los niños para resolver sus temores
son muy confusos: ¿quién iba a creer que dejarlos vencerse de
miedo entre nuestros brazos podría abrirles un camino directo a la
auto-confianza?
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Frecuentemente los Niños Muestran su Miedo
Indirectamente
A veces los niños no pueden iniciar este proceso de recuperación
de una manera directa. No pueden gritar y pedir ayuda porque
tienen miedo de mostrar su miedo. En cambio, piden ayuda
"pasándose de la raya" con algunas cosas, ya sea que insistan en
evitar ciertas actividades, lugares o personas, o que actúen
agresivamente en situaciones que les asustan. También es común
que el miedo de los niños aparezca indirectamente en forma de
coraje. (Vea Para Acercarse a su Niño Enojado, de esta misma serie.)
A continuación damos algunas ideas para ayudar al niño a
recuperarse de su miedo. Son la información básica que usted
necesita una vez que su hijo ha comenzado a llorar de miedo y
usted llega para ayudarle. La información de cómo puede asistir al
niño que muestra el miedo indirectamente, con rechazo o agresión,
viene después, ya que se explique aquí el proceso básico de
recuperación.
• Abrace a su niño con cariño y asegúrese que él puede verle si lo
desea.
Un niño aterrorizado le necesita cerca. Necesita sentir su cuerpo
junto al suyo y necesita ver su rostro tranquilo y protector cada
vez que abra los ojos. Está pasando por un período espantoso y
cuando lo mire a usted lo hará para asegurarse de que usted no
ha sido arrastrado también por el miedo. Haga lo que pueda para
mostrar su confianza en que todo está bien. El niño necesita que
usted sea el contrapeso estable al pánico que está tratando de
expulsar. Mientras que trabaja en sus temores, un niño entre sus
brazos a veces grita y se arquea hacia atrás colgando la cabeza
con los ojos apretados. Cuidadosamente pero seguro, acérquelo
hacia usted y trate de que le vea a los ojos. Dígale que usted se
mantendrá cerca, y que puede mirarlo cuando quiera.
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• Manténgase cerca aunque el niño trate de apartarlo.
El miedo del niño debe tener un enfoque para que funcione el
proceso de recuperación. Usualmente usted será el objeto más
seguro y confiable a su alrededor. Al irse usted acercando para
ayudarle puede que el niño lo empuje, descargando en usted sus
sentimientos de miedo. De repente sentirá que su cercanía es
aterradora y que usted le está poniendo en peligro mortal por
quedarse junto a él. Su miedo, adquirido en algún incidente
pasado, lo atribuye a usted porque el niño no puede luchar
contra fantasmas abstractos del pasado. Él lucha contra usted.
Usted está lo suficientemente cerca, seguro y dedicado para
quedarse con él mientras pelea contra cualquier cosa que lo haya
sometido antes. Si usted le permite pelear, gritar y temblar, sin
responder con coraje, usted acelera su recuperación contra el
terror.
Esta será una situación difícil de manejar. Por un lado, no
debemos subyugar ni manipular a nuestros hijos. Cuando los
forzamos, con nuestra fuerza y tamaño, a hacer lo que deseamos,
estamos causándoles daño. Por otro lado, un niño no sana de su
miedo a menos que un adulto conciente y seguro esté cerca para
permitirle manifestar su miedo con el sudor, el llanto y el
temblor. Mientras vayamos aprendiendo a escuchar sus temores,
es mejor dar pasos pequeños. Cuando su niño empiece a sentir
miedo, acérquese a abrazarlo. Si grita y corre alejándose,
acérquese de nuevo, despacio y dándole confianza.
Eventualmente empezará a llorar y a temblar y quizá la tome
contra usted con coraje. Contrario a las apariencias, en ese
momento usted puede sentirse satisfecho. El proceso de
recuperación se ha iniciado. Usted no necesita acercarse
rápidamente: ha alcanzado un buen equilibrio entre ofrecerle
cercanía y escuchar sus temores.
• Explique a su niño por qué usted se mantiene cerca de él.
Su niño deseará no tener que sentir sus temores. Para hacerle
entender que en realidad usted quiere ayudarle y no dificultar

más su vida, necesitará explicarle m1a y otra vez por qué se
mantiene cerca de él. Entre mejor se explique usted, más podrá
confiar el niño. Entonces, ¿por qué se mantiene cerca de él? Usted
se queda allí porque quiere estar con él cuando tiene miedo.
Usted se queda porque sabe que no hay peligro. Usted se queda
porque quiere estar con él cuando siente que le están sucediendo
las peores cosas. Usted le quiere y no dejará que sienta el temor a
solas. Al ir confiando en este proceso de recuperación usted
hallará sus propias razones para explicar. Sus explicaciones no
evitarán que el niño sienta miedo. Pero empezarán a tener
sentido una vez que haya desahogado suficiente miedo para ver
que está seguro en sus brazos.
• Si el niño forcejea contra usted, protéjase de los golpes.
N o espere que su niño actúe con amabilidad o cuidado si está
luchando contra sensaciones de terror y desvalimiento. No
puede. El depende de usted para entender que está peleando
contra sus temores, no insultándolo a propósito. Con miedo, un
niño forcejea vigorosamente; sí usted se mantiene tranquilo, él
temblará, sudará y luchará por buen rato. Busque la manera de
abrazarlo pero protegiéndose de sus movimientos bruscos. Si tira
golpes, reabalos usando las manos como escudo o agáchese para
que los golpes peguen en la espalda o los 11ombros donde no
harán daño. Si patea, quizá puede ponerlo en su regazo y
quitarle los zapatos para que las patadas sean al suelo y no
contra usted. Al permitirle esta lucha, usted le ayuda a vencer
con fuerza sus sensaciones de desvalimiento. Y al protegerse a
usted mismo, se asegura de que él no se sienta culpable por ese
forcejeo necesario. Usted le da la oportunidad de que luche
protegido para vencer el terior en vez de que lo exprese con
lloriqueos, se haga víctima, o se rinda.
Un niño que ha enfrentado situaciones de terror luchará con gran
determinación contra la persona que está tratando de ayudarle.
Es posible adquirir la habilidad de escuchar con ternura y al
mismo tiempo cuidarse de los golpes. Si el niño está tratando de
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jalarle el pelo o arañarle, usted tendrá que detenerle las manos,
con cuidado pero firmemente y diciéndole que usted le agarrará
las manos sólo mientras esté tratando de causarle daño. El puede
seguir enfrentándose a sus temores, en la seguridad que usted
provee, y por el rumbo que él crea necesario.
• Asegúrele al niño que el presente está libre de peligro.
A menudo, cuando el niño expulsa su terror vuelve a
experimentar partes del incidente que lo aterrorizó. Un niño que
al nacer tuvo dificultad para respirar, vuelve a sentir que no
puede respirar; quizá hasta empiece a toser y se congestione por
un rato. Un niño que tuvo cirugía o sufrió una herida quizá
sienta que el contacto físico con usted es insoportablemente
doloroso; un niño que fue amenazado por alguien mayor tendrá
la seguridad de que usted está enojado y listo para golpearle.
Mientras que trabaja en sus temores, al niño le servirán las
palabras tranquilizantes que usted le ofrezca. Por ejemplo, tal vez
el niño tenga miedo de no poder respirar y después miedo del
calor de su cuerpo. (En este proceso de recuperación los niños
producen gran cantidad de calor corporal.) Usted puede decirle,
con voz segura, "Estoy aquí contigo. Puedes respirar bien. Estoy
viéndote y me voy a asegurar de que sigues respirando. No te
voy a dejar que luches solo. No te pierdo de vista porque quiero
ver que estás bien. Sólo te estoy sosteniendo y no hay peligro.
Quizá sientes mucho calor pero estás bien. Ese calor se te quitará.
Voy a poner mi mano sobre tu cabeza para ayudarte a refrescarte.
Lo que te haya asustado ya pasó. Nada te va a hacer daño
mientras yo esté aquí contigo." Su tono de voz es importante. Sus
palabras serán una fuerza constante, pero un tono de voz
tranquilo y confiado inspira mucho más confianza que las
palabras mismas.
No espere que sus palabras tranquilizantes callen al niño. Una
vez que se ha metido a lidiar con el terror, sus palabras y el tono
de su voz le anuncian al niño que usted no tiene miedo. Eso le
dará la seguridad para seguir trabajando. Entre más confiado
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suene usted, más pánico puede él sentir. Si sus palabras tocan
con exactitud el incidente en que el niño está trabajando, llorará y
temblará intensamente. Por ejemplo, un niño de 2 años que yo
conozco se tropezó con un juguete y se cayó. Al acercarse su
madre, el niño empezó a gritarle con los ojos cerrados. Ella le dijo
que se quedaría con él y le habló con mucha confianza. El niño se
asustó más, se volvió más activo y más gritó. Empezó a patear.
"¡Levántame! ¡Levántame!" La madre lo alzó en sus brazos y lo
puso en su regazo. El niño siguió pidiendo que lo levantase,
sudando y pataleando con los ojos apretados. Estaba lleno de
sentimientos. Después de cinco ó diez minutos de esto, la madre
recordó que hacía seis meses el niño se cayó y se cortó la cara.
Aunque ella estuvo a su lado cuando le pusieron las puntadas, al
niño lo tuvieron atado para que no se moviera. Ahora le dijo:
"Siento mucho no haberte podido abrazar en el hospital. Quería
agarrarte. Hoy sí puedo y estás a salvo conmigo. Lo siento
mucho, hijito." Él abrió los ojos y la vió directamente; se aferró
más a ella y siguió temblando y sollozando mientas ella repetía
sus disculpas por otros quince minutos. La seguridad que ella
ofreció le permitió trabajar profundamente para acabar con su
miedo.
• Continúe acercándose al niño.
El niño necesitará que usted se vaya acercando prudentemente
para abrazarlo. Necesita acercarse poco a poquito, diciendo lo
que va a hacer antes de hacerlo. "Voy a poner mi mano en tu
frente. Sé que estás asustado pero no es más que mi mano." A
veces, cuando usted dice lo que va a hacer, el niño se asusta
mucho por el simple movimiento que usted anuncia. Cuando el
solo aviso de que usted va a acercarse más ayuda al niño a
forcejear y sudar, sígale diciendo lo que va a hacer, pero hágalo
despacio. Puede tardarse diez minutos para llegar a poner su
mano en el niño; mientras la sostiene a la vista de él que llora y
tiembla como si su mano fuera una gran amenaza. Es muy útil
para el niño tener esta clase de pretexto inofensivo en el cual
enfocar sus temores.
Entre más dure el niño forcejeando, temblando, llorando y
sudando, más evidente será que está trabajando en sus temores
pasados. No es que el niño le va a decir "¡Ah, ahora lo entiendo!
Estoy a salvo en tus brazos y recuerdo que cuando recién nací no
podía respirar." Pero mientras que forcejea, su atención irá
cambiando, de tenerle miedo a usted a sentir lo que sentía en el
incidente sobre el cual está trabajando. De decir, "¡Quítate,
déjame, no te quiero!" pasará a "¡No puedo respirar, mamá,
ayúdame, me estoy ahogando!" (Aunque esté respirando
perfectamente.) Mientras esté recordando ese momento, tan
temido, el niño le necesitará muy cerquita, junto a él.
A menudo, después de un buen rato de luchar contra su miedo,
el niño pasará de sentir miedo a sentir alivio y cercanía hacia
usted. Se relajará en sus brazos y sollozará profundamente al
comprobar que usted ha estado con él aún en su rato más difícil.
Abrácelo con ternura. Se siente cercano a usted, aliviado y bien
comprendido. Es un momento muy importante en su relación
con usted.
Después de trabajar en sus temores, los niños necesitan tiempo
para reacomodar sus visiones del mundo. Se ve y se siente como
un lugar diferente ahora que hay menos miedo. Usted verá que
su niño en silencio observa, escucha y toca con una nueva
conciencia. Quizá sólo quiera verle a usted y tocar su cara por
varios minutos, o puede que se quede dormido en su regazo
después de un relajado llanto y algunos bostezos.
. • Si en algún momento usted se asusta o se enoja, no trate de
seguir el proceso de recuperación con el niño.
Es importante que tratemos de ayudarles a nuestros niños con su
miedo sólo cuando nosotros mismos estamos siendo razonables.
Si nos enojamos o nos asustamos, es mejor detenernos y decir,
"Yo no puedo ayudarte con eso ahorita. Vamos a pararle aquí
porque no puedo seguir escuchando." Es muy importante
mantener la confianza de nuestro niño no pretendiendo que
podemos ayudarle cuando estamos confundidos o enojados. Pero
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recuerde que es difícil para el niño detenter el proceso a la mitad
una vez que ha empezado a trabajar en sus miedos. Si usted tiene
que dejarle de repente, puede que le tome un rato volver a ser el
de costumbre. A lo mejor seguirá encontrando razones para estar
triste, enojado o asustado, con la esperanza de que usted regrese
a ayudarle a terminar el trabajo que ha empezado.
Debido a que los temores de un niño se sienten tan incómodos, y
a que tendemos a enojarnos fácilmente cuando se nos forcejea
abiertamente, toma tiempo y práctica llegar a ser un buen
escucha de esos temores. Quizá note que sólo puede dar apoyo
hasta que el niño le insulta, porque usted se enoja, o hasta que el
niño se espanta, porque entonces usted también se espanta. El
hablar con otro adulto sobre lo que le enoja o le asusta, le
ayudará a navegar más adentro en territorios desconocidos. El
escuchar los temores de un niño requiere que los padres
enfrenten fuertes emociones, tanto del niño como de ellos
mismos.
Cuando los Niños Evitan lo que les Atemoriza
Cuando su niño corre hacia usted y trata de esconderse de una
sihtación espantosa, la oportunidad de iniciar el proceso de
recuperación se presenta por sí misma. Primero, asegúrele
protección. Quite cualquier peligro verdadero. Luego, despacio,
anímele a enfrentar la situación que le espantó. Pedirle que vea a la
perscna o a lo que teme, o que se acerque un poco, puede ser un
buen primer paso. Si el niño está tieso de miedo, usted tendrá que
retirarlo uri poco antes de pedirle que mire. Quizá deberá ayudarlo
a dar una asomadita retirándole la cabeza de su regazo, o acercarse
a su cara agachándose usted. Usted está tratando de mantener un
equilibrio delicado: atención cariñosa, protección y un poquito de lo
que al niño le parece peligroso. Si usted muestra poca ternura y
poca comprensión:" Anda, acércate al perro. ¡No tengas miedo!" el
niño se sentirá forzado a comportarse y no podrá mostrar su temor
libremente. Si usted muestra mucha simpatía: "Vámonos hijita. Ese
11
'
perro es muy bravo. No nos vamos a acercar," el niño no tiene el
apoyo que necesita para enfrentarse a las sensaciones de miedo que
necesitan salir a flote para que ocurra el proceso de recuperación.
A una niña en mi guardería le entraba miedo a la hora de la
comida. No se sentaba a comer y se enojaba si se le ofrecía cualquier
comida que no fuera leche con cereal. Cuando se llegaba la hora de
comer, en silencio se retiraba a una orilla del cuarto. Para iniciar la
1
recuperación de sus temores, sólo bastaba que una de las
J'·
encargadas--en que la niña confiaba-gentilmente le pusiera su
J
'\1 brazo alrededor y la invitara (sin exigirle) a comer. Cuando sentía el
menor empujoncito hacia la mesa, empezaba a gritar, protestar y
sudar. Cuando se detenía a ver a su alrededor después de unos
minutos de pánico, la encargada decía "¿Ya podemos ir a comer a la
mesa?" y la jalaba un poquito en esa dirección. Entonces la niña
volvía a enfocarse en sus temores. A veces teníamos que arrimarle a
la mesa en contra de su voluntad porque los otros niños necesitaban
a la encargada. La niña podía llorar y temblar sentada en las
piernas de la encargada mientras los otros niños se dedicaban a
comer. Después de muchas comidas en pánico, comenzó a sonreír y
tratar de tocar los alimentos, y finalmente, solita empezó a probar y
comer lo que antes no podía ni ver. Nunca supimos de dónde le
nació el miedo por la comida, pero tuvimos éxito ayudándole a
vencerlo.
) La Risa Ayuda a Vencer los Temores
j
l Si los temores de su niño no son muy pesados, usted puede
·n
.. ayudarle a ir venciéndolos si le ayuda a reír. La risa alivia las
tensiones ligeras que causa el miedo. Si no se siente amenazado, su
niño reirá si usted en forma cómica puede mostrarse atemorizado
por las cosas que él teme. Cuando usted actúe temeroso de una
manera chistosa y juguetona, su niño reirá con muchas ganas una y
otra vez y probablemente entrará en el juego con el papel poderoso
de "Yo mando y tú haces lo que yo ordeno." Este nuevo equilibrio
de poder--el adulto asustado e indefenso; el niño seguro y hábil-
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es un descanso tan grande de la vida diaria del niño que la risa
brota plenamente y al hacerlo, alivia la tensión.
Un niño de seis años que conozco tenía miedo de hablar por
teléfono. Todos sus amigos usaban el teléfono fácilmente pero él
siempre pedía a su madre que le hiciera las llamadas. Se lo pedía
con quejidos y una mirada suplicante. Un día, cuando él y su madre
estaban solos en casa, ella trajo el teléfono hasta donde él estaba
jugando y dijo, con una inseguridad exagerada, "Tengo que llamar
a María, ¡pero no me animo! ¡Ayy! ¡No quiero llamarla!" Luego
empezó a marcar y asustada colgó la bocina. "¡No puedo!" Para
entonces el niño empezaba a divertirse pero sin reir aún. Ella siguió.
"¿Qué hago? ¡No sé qué decirle!" Volvió a marcar pero pegó un
chillido y soltó la bocina como si le estuviese quemando. Ahora el
niño rió divertidísimo. La madre siguió fingiendo miedo, soltando
la bocina a menudo porque eso parecía causar mucha risa. Al rato,
él empezó a ordenar: "Levántalo mamá. ¡Anda, tienes que hablarle
ya!" Ella llegó a marcar todos los números, hizo como que platicaba,
y luego volvió a colgar asustada. Más risa. El niño empezó a
burlarse de ella, "Mamá, ¡qué tonta eres! ¿No puedes ni hablar por
teléfono?" Él le daba la bocina y ella la volvía a tirar como con
pánico. Esto causó mucha risa. Luego, la madre trataba de escapar
gateando y el niño la jalaba de regreso al teléfono en medio de sus
risotadas y las protestas de la madre.
Después de unos veinte minutos de juego animado, la madre dijo
que había que parar el juego para seguir con su trabajo. Durante la
siguiente semana, ella tuvo tiempo de jugar el 'juego del teléfono'
otras dos veces. En ellas siguió buscando lo que hacía reír al n:i.íí.o y
desarrollando el tema. No le trató de enseñar a hacer sus propias
llamadas. Pocos días después de su tercera 'sesión con el teléfono',
el niño le pidió el número de su amiguito. Ella le preguntó que si
necesitaba ayuda para llamar por teléfono. Él dijo que no y que lo
dejara solo en el cuarto mientras llamaba. Ella salió y desde afuera
lo escuchó haciendo su primera llamada solito.
Este juego nos muestra algo en general: que los niños pueden
ganar confianza a través del reír. Les encantan los juegos en donde
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ellos son los veloces, los valerosos, los decididos; y los adultos los
lentos, los tímidos, los inseguros. La risa y la libertad de retozar les
permiten a los niños probar su fuerza y echar afuera la tensión que
han acumulado como habitantes de un mundo grande, ruidoso,
precipitado y a la medida de los adultos.
Esta clase de juego a menudo le da al niño una manera de
mostrar y combatir algunos de sus temores mas arraigados. Por
ejemplo, quizá su niña se le ha estado trepando para que la cargue
como si fuera usted un caballo, riendo felizmente mientras que
usted brinca despacio tratando de "tumbarla." Ya lleva jugando
como veinte minutos; de repente, la niña se golpea la rodilla-
obviamente no es un golpe fuerte. Pero ella lo ve con dolor y
acusación en los ojos, se encoge y se aleja de usted. Se tira en una
esquina, callada. Al tratar usted de abrazarla y de animarla a que la
mire, empieza a gritar y a patalear como si le estuviese haciendo
daño. Ella está usando la protección del maravilloso juego como
trampolín para recurperarse de sus temores más fuertes. Este salto
de risa a sentimientos de miedo casi siempre es repentino. Los
padres se asustan y por ello siempre tratan de detener el juego
activo antes de que llegue a esta situación productiva pero difícil.
Los niños están dispuestos a hacer el trabajo de recuperación de sus
temores y sienten que tienen la oportunidad cuando jugamos libre
y concientemente con ellos.
Miedo en la Noche
Muchos niños batallan para dormirse en la noche o se despiertan
atemorizados antes de que amanezca. Una buena manera de
empezar a solucionar esos temores es teniendo mucha actividad-
con risa y forcejeo (sin cosquillas) en la que el niño tenga el
control-antes de ir a la cama. Esto lo pone a usted y a su niño en
contacto físico cercano, lo que es una fuente primaria de
tranquilidad para el niño. Además, le hace al niño sentirse
comprendido: los niños sienten confianza hacia los adultos cuando
el juego y la risa son la esencia de sus ratos juntos. A la hora de ir a
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dormir, el niño tendrá más facilidad para mostrar sus temores y
otros sentimientos que estorban su sentido de seguridad. Puede
empezar quejándose de que es muy temprano, o negándose a
cepillar sus dientes, o pidiendo un cuento tras otro. Simplemente
muéstrese complacida, confiada y siga preparándole para ir a
dormir. "Ya sé que no te gusta Celia, pero es hora de ir a dormir.
Vamos a que cepilles tus dientitos. Te leí tres cuentos. Ese lo vamos
a dejar para mañana." De nuevo, usted quiere darle seguridad con
su amabilidad y al mismo tiempo un empujoncito hacia lo que el
niño teme.
En cierto momento su niño empezará a forcejear; a sudar y a
llorar asustado. Cualquier cosa que cause esto, manténgala
ligeramente: si el niño llora y forcejea en contra de ir al baño a
cepillarse los dientes, abrácelo y recuérdele de vez en cuando
"Tenemos que ir al baño a alistarte para dormir Celia." Si llora y se
aferra a usted cuando usted va a dejarle en su cama, aleje un poco
su brazo para que pueda sentir la separación (y al mismo tiempo la
protección de su otro brazo abrazándole). Si usted se empeña en
"hacer lo que se tiene que hacer," cepillarse los dientes o completar
la dolorosa separación, estos periodos de trabajar con los temores le
irritarán enormemente. Para ayudar a un niño a sanar de su miedo,
los adultos tenemos que relajar nuestros horarios inmediatos. Este
trabajo toma tiempo y esfuerzo, pero eventualmente les libera de
largos rituales a la hora de dormir que aplacan los temores del niño
sólo temporalmente. Este trabajo contra los temores de noche
también parece mejorar la sensación de seguridad en el niño en
cuanto al mundo en general.
Después de pasar dos horas cada noche, durante meses, tratando
de calmar a su niña para que se durmiera, una pareja decidió
ayudarle a pelear su miedo. Pasaron un rato abrazándole, luego le
dijeron que se tenían que ir a su cuarto y empezaron a hacerlo sólo
lo suficiente para que empezara a llorar. Si se le acercaban
demasiado, ella dejaba de llorar y de forcejear; de modo que se
mantuvieron a unos centímetros para que ella pudiese verlos.
Entonces lloró, pateó y sudó fuertemente por casi dos horas. Ellos
l:J
estaban cansadísirnos. Al final, su mirada asustada se empezó a
aclarar, les pidió un beso a cada uno, luego dijo que quería
acostarse. La cobijaron y la vieron dormirse desde la puerta del
cuarto. Estaban preocupados de que le hubieran causado daño.
Cuando su madre la recogió de la guardería otro día, la encargada,
que no sabía lo de la noche anterior, le dijo "Corina estuvo
magnífica hoy. Muy amistosa, juguetona y amable con los otros
niños. Nunca la habíamos visto tan segura de sí misma." Corina
tuvo otros tres llantos cortos antes de dormir en las próximas
semanas, pero se pudo relajar y dormir mucho más pronto que
antes.
Cuando su niño se encuentre aterrarizado a media noche, usted
puede ayudarle a avanzar en destruir los temores que le atacan. El
problema con el terror nocturno es que a esa hora los padres no
estarnos muy despiertos y atentos. El niño está listo para pelear,
sudar y llorar el miedo; todo lo que necesita es su presencia para
que el proceso avance. A menudo es útil encender la luz, o llevar al
niño a un cuarto iluminado para que cuando vuelva a la conciencia
pueda ver dónde está. No se preocupe mucho en despertarlo de su
sueño. Él despertará cuando haya podido pelear lo suficiente contra
su miedo. En cierto modo, el sueño es útil. Le permite acceso a los
sentimientos de miedo que surgen y que luego disuelve temblando
y sudando.
El prestar atención a los temores de su niño durante el día con
juego y risa y permiso para temblar y llorar, ayudará a resolver
algunas de sus pesadillas nocturnas. Sin embargo, parece que los
niños se ocupan de ciertos temores cuando tienen baja su guardia,
durante el sueño. Quizá note, si usted duerme con su niño, que
dormido a veces suda y tiembla mucho. Se trata del proceso de
recuperación-sin que usted, por fortuna, tenga que hacer mucho
trabajo.
ló
Cuando el Miedo Causa Agresión
A veces los niños disfrazan sus miedos. Se sienten
incómodamente solos y lejanos pero no saben cómo ayudarse. En
ese estado, se comportan normalmente tanto como pueden pero de
repente golpean a otro niño, le jalan el pelo a la hermanita, o la
toman contra usted. Estos momentos de agresión son el colmo para
los padres. Son fácilmente malentendidos como actos intencionales
de crueldad y abren una brecha de irritación entre padre y niño.
Decimos "¿Por qué todavía no sabe portarse bien? Ya tiene_ años,
ya está grande."
No importa cuántos años haya vivido alguien, cuando está
asustado, no puede pensar. Cuando un niño está demasiado
asustado como para poder pensar, saca las cosas que le han herido.
Si alguien le ha empujado en el parque, él se sentirá con ganas de
empujar a otro cuando esté asustado o tenso. Un niño que ha
escuchado poner apodos, o que ha visto a alguien lastimar con
palabras, cuando se sienta tenso o aislado, pondrá apodos o tratará
de lastimar con palabras, entienda o no entienda las palabras que
usa. Los incidentes que causan miedo se repiten en el
comportamiento del niño.
Para ayudarle a un niño a trabajar en los temores que le hacen
parecer agresivo, un padre debe anticiparse al problema, llegar
antes de que ocurra la agresión y prevenirla. Si llega después de
que el daño ha ocurrido, el niño se siente tan culpable que no puede
mostrar ningún sentimiento. No se sentirá protegido para llorar o
temblar por su tristeza de una manera efectiva.
Los niños dan algunas señales de aviso cuando sus temores les
invaden. Habrá que observarlo un tiempo para darse cuenta de
cuáles son esas señales. Vea y escuche atentamente. Las siguientes
son algunas señas que recuerdo en niños que conocí. "Cuando su
mamá tiene que salir en la tarde, al siguiente día Luisita muerde a
otros niños en la guardería." "Carolina golpea o patea a cualquier
niño que se sienta junto a ella por más de un minuto ó dos."
"Cuando Mario regresa de la escuela y da un portazo, sin mirar a
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nadie, es seguro que en unos diez minutos va a pelear con su
hermanita." "Alicia tiene dos años de edad, con un bebé puede ser
amable medio minuto, después empieza a empujarlo y a
pellizcado." "Cada vez que Marta llega tarde a la escuela, llega
insultando a los niños."
Ya que usted conoce las señales de aviso, el quitar el miedo del
niño consiste en permanecer a su lado para agregar cariño y
atención en el desarrollo de la situación. Se quiere que los temores
del niño salgan a la superficie donde puedan ser sentidos y
mostrados. De modo que usted se queda cerca y atenta, quizá
juntito al niño. Al mismo tiempo, usted está alerta para proteger a
otros niños. Cuando finalmente se dispone a morder, o a jalar el
pelo de alguien, o a patearle, usted detiene la acción amablemente
pero con firmeza. Ponga al niño en sus piernas, o agárrele la mano
cuando esté por golpear a otro niño, o deténgale los pies si trata de
patear para que no se hiera a nadie. Usted no necesita decir mucho.
Quizás, "No puedo permitir que le pegues a Daniel." "Parece que
quieres morder a alguien, ven, siéntate conmigo por un ratito."
"Vamos a detener estos pies para que no pateen a Mónica." Si su
voz es tranquila y directa, el niño no se va a asustar por lo que
usted sienta contra él y podrá concentrarse en lo que él siente.
Cuando quiere golpear a alguien pero se le evita sin culpas ni
enojos, el niño podrá sentir y solucioruu: el temor que le hace
agresivo. Tratará de zafarse de usted o simplemente soltará el
llanto. Si parece rígido y ausente, con cariño invítelo a mirarlo y a
platicarle qué es lo que le molesta.
Un niñito siempre mordía a otros niños cada vez que no había
visto a su mamá la noche anterior. Ella tomaba clases regulares, de
modo que sabíamos bien cuando iba a estar asustado y trataría de
morder. En esos días estaba serio y pensativo pero se despedía de
su madre sin aferrarse y luego se ponía a jugar. Se le puso una
encargada que lo recibía cariñosamente y luego se quedaba cerca a
él; así, cuando iba a morder a alguien, ella podía detenerlo antes de
que hubiera contacto físico. Ponía su brazo alrededor de él y lo
jalaba hacia ella para que no alcanzara a nadie. Él se retorcía con la
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mirada ausente. Si ella le hablaba amablemente, "Siento que no te veremos otra vez felices, disfrutando el mundo, menos temerosos y
encuentres bien hoy. No puedo dejarte morder a Ana. Dime qué te más valientes.
pone triste," él lloraba y forcejeaba para zafarse, sudando y
Para la mayoría de los padres, aprender a escuchar de esta
peleando con su miedo. Si la encargada tenía que dejarlo un
manera requerirá grandes esfuerzos. A través de los años hemos
momento para atender a otro niño, él se sentaba en el piso y parecía
visto que los padres que intentan escuchar a sus hijos lo hacen
desamparado. Cuando ella regresaba, con palabras cálidas y la
mejor si ellos también son escuchados. Los grupos de padres y el
protección de su abrazo, él volvía a forcejear y llorar. Descubrimos
intercambio de tiempo p ara escucharse mutuamente son buenas
que si podía trabajar en su miedo y su tristeza de esa manera por
maneras de recibir apoyo. Proveen a los padres la oportunidad de
unos quince minutos, él estaba más optimista y usualmente pasaba
meditar las cosas, de compartir predicamentos comunes y de
la mañana sin morder a nadie. Pero si no teníamos tiempo para
recordar qué tan grande es el amor por los hijos.
dedicarle o estábamos muy estrictas, el problema aparecía una y
otra vez. Después de varios meses con ratos cortos en los que pudo
pelear con sus temores, el niño se hizo más pacífico, nos tuvo más
confianza y le fué más fácil llorar si estaba triste o asustado en vez
de guardar la tensión y mostrarse agresivo cuando se le acumulaba
demasiado.

El Escuchar el Terror de un Niño no es Placentero

Casi ningún padre ha visto a otro adulto escuchar a un niño
trabajar en su miedo más profundo. Lo que hemos visto es la
dureza, la humillación o el rechazo en conrra de los niños cuando
su miedo los vence. "¡Más vale que te arregles o te daré una tunda!"
"¡Ya estás muy grande para eso!"" ¿No te dá vergüenza con los
otros niños?" "¡Cada vez que hagas eso te voy a encerrar en un
cuarto oscuro para que aprendas!" Se necesita tiempo y apoyo para
evitar la costumbre de castigar a un niño cuando nos está
mostrando su miedo. Se trata de poder ayudarle a quitarse el
miedo, a sacar las raíces de su timidez y de su agresividad. Atmque
no siempre es cómodo, debemos resistir la tentación de reaccionar
con viejas costumbres. Avanzamos poco a poco hacia un nuevo
nivel de confianza en la capacidad recuperativa de nuestros niños:
cuando ellos se derrumban aterrorizados en nuestros brazos,
nosotros escuchamos. No los dejemos solos con sus sentimientos. Si
les acompañamos, ellos volverán a sentirse seguros. Entonces los