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Apuntes

Heme aquí en esta ciudad fría y aterradora. Los días, diáfanos y sin sentido, se
disgregan sin sorpresa alguna. Un enorme peso cae sobre mis espaldas. Es el vértigo que
me seduce. Cómo si las piedras del río pronunciaran mi nombre.

-Ven aquí, no temas. Somos menos duras que la vida.

Atraído, ante la posibilidad de caerme, me disocio. Hoy no lo haré. No tengo las


suficientes agallas. Si pudiese de una vez terminar con esto no sentiría más fastidio.
Pero soy cobarde, las alturas me aterran y el dolor físico me parece insoportable.

En antaño todo estaba mejor. Al menos logré creer que al final del túnel había salida.
Hoy todo parece cargado de tedio. Las nubes no dejan observar el sol. Me siento
aturdido por la rigidez de los edificios. La urbe me subsume y los ruidos son
insoportables. Siento náuseas al salir de casa. Quiero volver al escritorio, abrir el
computador e introducirme en las letras. Escribo, leo lo que escribí y me siento un
perdedor. Todos esos años invertidos para redactar un pobre poema malo.

¿Quién leerá estas páginas? Las personas allá afuera están muy ocupadas. No tienen
tiempo ni para descansar. Trabajan hasta la muerte y la vida se les esfuma ocupados. Sin
embargo, no tienen que enfrentar el desempleo. Trabajar es estar distraído, estar
distraído es no pensar. Todos los libros perecerán en la hoguera. Se perderán en
resúmenes burdos. La inteligencia humana terminará encerrada en la web.

Ahora tengo muchos deseos de llorar. O el tren de mi destino está ocupado o por andar
distraído ya se fue. Solo ansío tomar una decisión pronto. Está tortuosa espera parece
una eternidad.
John Piedrahita

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