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Catherine LeGrand 1988. Colonización y protesta campesina en Colombia, (1850-1950).

H. Valencia G. (trad.). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, pp. 185-230.


Desde la perspectiva de LeGrand, lo que estaba en juego en Colombia, en los
años 20 y 30, era fundamentalmente la estructura de la tenencia de la tierra en las áreas
de frontera. Por un lado, estaba quienes defendían el desarrollo de la agricultura
colombiana en base al sistema existente de grandes propiedades y, por otro, quienes
querían un sistema alternativo de parcelas y espacios productivos para los campesinos.
Siendo así, la autora divide su texto en tres partes: en la primera, menciona que el
gobierno trató de solucionar las controversias de la forma jurídica. En la segunda, habla
de cómo hubo una subdivisión de los predios afectados. Y en la tercera habla de la
respuesta legislativa a los problemas agrarios. Todo esto articulado a los problemas
políticos, económicos y sociales del país.
Según LeGrand, los primeros esfuerzos gubernamentales para resolver los
conflictos de los colonos se daban a través de la justicia. Los terratenientes debían
presentar sus títulos al Ministerio de Industrias y si se encontraban defectuosos iban a
los tribunales. Dentro de lo establecido por la Corte Suprema de Justicia de 1926, los
jueces debían fallar sobre la validez de las pretensiones de los terratenientes. Pero,
según la autora, el poder judicial era lento y engorroso. Por tanto, esta problemática
judicial demostraba que la maquinaria judicial para resolver los problemas sociales era
vieja y debía renovarse.
El segundo proceso se conoció con el nombre de “programa de parcelación”. Al
subdividir los predios en litigio, el gobierno nacional esperaba cancelar inmediatamente
los conflictos y, al mismo tiempo, satisfacer a todas las partes afectadas. La intención
del gobierno con la parcelación era darles autonomía a los campesinos y convertirlos en
una clase media rural. La parcelación era un mecanismo para pacificar a los grupos en
conflicto y, tal era la esperanza, promovería el tipo de transformación propugnada en los
años veinte y comienzos de los treinta. Sin embargo, en el programa de parcelación se
les cobró por la tierra a los colonos y muchos debían endeudarse entre 10 y 30 años
para poder pagar. En efecto, las organizaciones de colonos reaccionaron contra la
parcelación. Los colonos decían que la parcelación era una táctica que solo favorecía a
los hacendados que se habían apropiado ilegalmente de dominios públicos, ya que a
ellos se les terminaba pagando el valor final. En fin, el mismo Ministerio de Industrias
concluyó que el sistema de parcelación no podía adoptarse para solucionar
estructuralmente la gran cuestión agraria.
La tercera fue la respuesta legislativa, durante la década de 1926 a 1936 se
discutió sobre el fundamento legal de los derechos de propiedad. La resolución de la
Corte Suprema en 1926 solo aumentó la confusión. El fallo de la corte dividió a dos
bandos: los que elogiaban la sentencia como un paso hacia la desintegración de los
latifundios y quienes defendían a la clase terrateniente. Los litigios por la tierra hacían
urgente la necesidad de una legislación nueva que decidiera entre las aspiraciones de los
terratenientes y colonos. En consecuencia, se debía hacer una ley, un instrumento para
el crecimiento económico dirigido por el Estado en el sector rural. Así, Enrique Olaya
Herrera y Alfonso López Pumarejo presentaron proyectos importantes al Congreso. El
del segundo, se convirtió en la Ley 200 de 1936, pero dicha ley estuvo orientada ya no
hacia el pequeño campesino sino hacia la gran empresa agrícola. Al contrario, el
proyecto de Olaya Herrera si quería beneficiar a los colonos pero se encontró con la
oposición terrateniente.
Así, en el capítulo ocho, la autora señala los resultados de la Ley 200. Esta, dejó intacto
el sistema de grandes propiedades, pero aceleró la transformación de arrendatarios y
aparceros en trabajadores asalariados. Ante estos problemas, en 1944 se creó la Ley
100. Esta definía los derechos y obligaciones de los trabajadores agrícolas. Les
garantizaba a los terratenientes el control de la tierra y trató de invertir la tendencia
hacia el trabajo asalariado al resucitar al aparcero como elemento importante dentro de
la fuerza laboral campesina. La Ley 100 de 1944 representó la culminación de la nueva
alianza entre el gobierno y los grandes propietarios iniciada en 1936.

Bushnell, David 2007 [1994]. Colombia, una nación a pesar de sí misma. Nuestra
nación desde los tiempos precolombinos hasta hoy. Bogotá: Planeta, pp. 261-286.
(capítulo 9, “La era la Violencia, 1946-1957”, pp. 275-304 de la edición digital).

David Bushnell, en el capítulo 9, habla sobre la era de la violencia en Colombia entre


1946 y 1957. Así, el autor señala, en primera instancia, los hechos suscitados luego del
9 de abril de 1948. Los incidentes violentos empezaron luego del asesinato de Jorge
Eliecer Gaitán y, simultáneamente, en Colombia se estaba celebrando la Conferencia
Panamericana (misma en la que se gestó la OEA). Posteriormente, señala Bushnell, se
desató el estallido social denominado en Colombia como el 9 de abril y en el resto del
mundo como el Bogotazo. Pese a que el gobierno de Ospina Pérez parecía ser derrocado
logró mantenerse en el poder debido a la lealtad del Ejército. No obstante, y la
propuesta central del autor gira en torno a que, la ola de violencia que azotó al territorio
colombiano conocida como la violencia no se inició el 9 de abril de 1948, tal como
señalan otros autores. Para Bushnel, en realidad, la consecuencia inmediata del
Bogotazo fue una disminución de la violencia, una cierta pausa temporal, porque en el
mediodía del 10 de abril el Partido Liberal aceptó volver a participar en el gobierno,
sobre la base de una coalición.1

Por otro lado, Bushnell, analiza la situación política y el crecimiento económico de la


Colombia del periodo en cuestión. Así, para las elecciones de 1949 fue electo presidente
el conservador Laureano Gómez. En su administración, 1950-1953, se mantuvo la
violencia política y ninguna región quedó ajena a la violencia, aunque el fenómeno fue,
en su mayoría, rural y no urbano. 2 La explicación, que realiza el autor, del periodo de la
Violencia fue que esta estuvo ocasionada más por motivos económicos que políticos.
Incluso había asesinatos entre campesinos, miembros de una misma clase social, pero de
diferente partido político. Muchas de las áreas afectadas por la violencia eran tierras que
en los años 20 y 30 estuvieron atravesadas por conflictos agrarios. Por tanto, en la
década de los cincuenta los terratenientes que se sentían afectados y emprendieron
agresiones contra los colonos. La idea central, en esta explicación es que la violencia
fue un fenómeno predominantemente rural y aunque si llegó a las ciudades no a tan gran
escala.

Por otro lado, el autor sugiere, y aunque sea paradójico, la revisión del crecimiento
económico. Entre los años 1945 y 1955 el índice del PIB subió a un 5% anual. La
producción industrial creció aún más durante el período a un 9% anual. Además, hubo
un incremento de las inversiones extranjeras en las manufacturas, aunque el sector
industrial continuó siendo predominantemente de propiedad colombiana. Este factor, y a
su vez, sumado con el manejo político de Gómez, quien era ortodoxo en las finanzas del
estado en un sentido liberal contribuyeron a eso. Aunque eso no haya significado,
necesariamente, mejoras en lo social. Gómez terminó su periodo a las puertas de la
búsqueda de su renovación. Conservadores y militares se aliaron para propiciar un golpe
de Estado. De estos últimos salió el nuevo presidente de Colombia: Rojas Pinilla.

1
David Bushnell, Colombia, una nación a pesar de sí misma. Nuestra nación desde los tiempos
precolombinos hasta hoy, 278.
2
En ese periodo la Violencia causó la vida entre 100.000 y 200.000 colombianos, 280.
Rojas Pinilla fue apoyado, en un principio, por los partidos conservador y liberal
quienes lo apoyaron en la Asamblea Nacional Constituyente y lo eligieron por un
periodo de 4 años para Presidente. Empero, luego de su posicionamiento llevó a cabo un
programa de reforma social y económica. Es decir, aumentó impuestos a los ciudadanos
más pudientes para con ese dinero invertir en programas de bienestar social, emprendió
proyectos de obras públicas, pero no tenía reformas estructurales como proponer la
reforma agraria. En el aspecto laboral, trató de cooptar el sindicalismo, así obtuvo el
apoyo de la Confederación Nacional de Trabajadores y en su periodo no se eliminó la
violencia tal como lo había prometido. También fue criticado por censurar medios de
comunicación como el periódico El Tiempo, o porla masacre en la plaza de toros donde
sus simpatizantes asesinaron a 8 manifestantes. En efecto, los liberales le dieron la
espalda al darse cuenta que necesitaban restaurar los procedimientos normales
promulgados en la Constitución y, de la misma manera, los conservadores le fueron
retirando a su apoyo debido a sus cercanías ideológicas con Perón. La caída del precio
del café se sumó a la insatisfacción y sus enemigos políticos Alberto Lleras Camargo y
Laureano Gómez organizaron un paro con sindicales obreras en 1957 e hicieron
destituir a Rojas Pinilla.

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