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TEMA 3: BERTRAND RUSSELL (1872-1970)

PUNTO 1: LOS PRESUPUESTOS LOGICISTAS EN LAS TEORÍAS


DESCRIPTIVISTAS DE RUSSELL
Podemos decir que Russell, como otros muchos intelectuales, piensa “con y contra”
Frege. El punto de partida del galés es el trabajo del alemán, y su investigación en lógica
y semántica está guida por el propósito de continuar el programa logicista, así como por
la adopción de una forma de constructivismo lógico-matemático con el que intenta dar
solución a las dificultades surgidas en la teoría de Frege. Estas dificultades le condujeron,
en particular, a rechazar el platonismo de Frege en lo concerniente al estatuto de las clases
y conceptos como referencias en el ámbito de lo objetivo no-real. En Russell, la teoría del
lenguaje no está explícita, sino que tienden a impregnar contextos epistemológicos u
ontológicos. Russel mantuvo dos tesis generales en su teoría del lenguaje:
1. Realismo semántico: el realismo semántico de Russell consiste en su
identificación de la teoría del significado con la teoría de la referencia,
identificación que implica que el significado de una expresión es la entidad a la
cual sustituye. Russell mantuvo, al principio de su evolución filosófica, una teoría
referencialista radical, que sostenía que a cada categoría lógico-lingüística le
debía corresponder una categoría ontológica.

Pero parece haber sido su propia posición epistemológica-fenomenalismo que


continúa la tradición empirista moderna- la que le lleva al tipo de compromiso
“leibniziano” que determina su teoría semántica, al “sustantivar” las categorías
semánticas que el análisis lógico ha arrojado. Esto es, precisamente, lo que Russell
no hace, y lo que de nuevo le aproxima a Leibniz: el postulado de la armonía
preestablecida se transforma ahora en un postulado empirista relativo a la
naturaleza del conocimiento -relativo a lo que fundamenta la validez de ese
conocimiento- más un análisis reconstructivo de la estructura lógica del lenguaje.

2. Postulado de aprendizaje por familiarización (acquaitance): el aprendizaje por


familiarización postula que el significado de una expresión se aprende cuando se
conoce la entidad a que ésta sustituye. Saber el significado de una expresión está
pues estrechamente relacionado con el conocimiento de la realidad y éste, a su
vez, con la naturaleza de la realidad misma. La teoría del significado depende de
las teorías ontológicas y epistemológicas en el sentido de que, según sea la
estructura asignada a la realidad y a nuestro conocimiento de ella, así será la
estructura lógica del lenguaje y su significado.

El atomismo lógico de Russell postulaba que la realidad es descomponible en


elementos últimos, irreductibles. Estos elementos últimos no tienen carácter
físico, sino lógico, son entidades inanalizables por el pensamiento y constituyen
los significados genuinos de las expresiones nominales puras. El resto de los
significados será compuesto a partir de ellos, por lo menos en un lenguaje ideal o
lógicamente perfecto.

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Su apelación a un lenguaje lógico ideal crea el problema de determinar el estatuto
de éste; y si, como el propio Russell declara en su introducción al Tractatus, un
lenguaje cualquiera sólo es significante en la medida en que satisface los
requisitos presentes en ese lenguaje lógico ideal, hay que justificar qué tipo de
investigación o reflexión permite identificarlos.

PUNTO 2: LA NOCIÓN DE FORMA LÓGICA

El interés de Russell en el análisis lingüístico tiene dos aspectos. Por un lado, se trata de
una motivación lógica-matemática, pues ese análisis podría, según él, contribuir a
solucionar problemas de fundamentación en las disciplinas formales. Por otro, la finalidad
filosófica, puesto que, según Russell, enteros edificios conceptuales están basados en un
análisis lógico-gramatical deficiente. El análisis correcto de la estructura lógica del
lenguaje tendrá pues un doble efecto: aclarará los fundamentos lógicos de la matemática
y conducirá a una teoría ontológica adecuada.

Del mismo modo que en la teoría de Frege, Russell sostuvo que el lenguaje ordinario es
un lenguaje imperfecto, no sólo porque es inútil para la expresión precisa del
pensamiento, sino también porque es engañoso, en el sentido de que induce a errores y
oculta su auténtica estructura. Las deficiencias del lenguaje común se distribuyen en dos
niveles: en el sintáctico y en el léxico. En el caso de este último, el lenguaje común es
ambiguo, vago y confundente. Pero sus deficiencias sintácticas son, con mucho, más
perniciosas que las léxicas, pues son las que conducen a errores filosóficos graves,
sustentando sistemas equivocados, como el monismo o introduciendo a errores
categoriales, como el de considerar los cuantificadores como parte del sujeto del
enunciado. Las dos condiciones que presenta Russell para hacer un lenguaje lógico
perfecto es

1. Una semántica: condiciones sobre la unicidad de significado de los términos y


expresiones, para que exista unicidad de significado o referencia en las
expresiones y sus combinaciones.

2. Una sintáctica: condiciones para la univocidad de las reglas de la sintaxis lógica,


que garanticen que las expresiones generadas son expresiones susceptibles de
interpretarse con sentido.

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Así pues, la teoría de la filosofía es, de acuerdo con esta concepción, el análisis del
lenguaje para poner de relieve su auténtica estructura lógica. Pero este análisis no es un
ejercicio gratuito, sino que es la médula del reconstruccionismo filosófico, la terea que
consiste en mostrar la forma en que el lenguaje se corresponde con la realidad. El análisis
ha de estar dirigido a mostrar la forma lógica del enunciado, entendido ésta como la
estructura formal de las relaciones entre sus componentes, esto es, haciendo abstracción
de consideraciones acerca de su naturaleza, o de formas gramaticales preconcebidas.
Desde ese punto de vista, es evidente que no todos los enunciados tienen a la estructura
sujeto-predicado. Por considerar un ejemplo sencillo, “Zaragoza está entre Madrid y
Barcelona” es un enunciado relacional, en el cual no se adscribe sin más una propiedad a
un objeto, sino que de tres objetos se afirma simultáneamente que se encuentran en una
determina disposición.

El método para obtener la forma lógica de un enunciado es el descomponerlo en sus


genuinos elementos y, luego, sustituir éstos por variables (individuales o predicativas). El
resultado es un esquema enunciativo expresado en un lenguaje lógico, habitualmente de
primer orden. Pero, para aplicar este método, es preciso tener una teoría sobre los
enunciados posibles y qué es lo que constituye genuinamente un enunciado.

1. En cuanto a los enunciados posibles, Russel dividió los enunciados en atómicos y


moleculares. Los enunciados atómicos son los enunciados inanalizables, esto es,
aquellos cuyos constituyentes, y las relaciones que los unen, son tan simples que
no es posible descomponerlos. Las proposiciones atómicas se distinguen por dos
cosas. Por una parte, se corresponden o representan hechos atómicos, hechos
imposibles de analizar lógicamente, consistente en disposiciones de entidades
particulares; por otra, porque constituyen a su vez los elementos con los que se
articulan las proposiciones moleculares. Las proposiciones atómicas no incluyen
conectivas lógicas, pero mediante ellas pueden unirse para formar proposiciones
complejas.

2. La que constituye genuinamente a una proposición atómica es que está formada


por uno o más argumentos y un predicado que se les aplica o que los une. Esta
concepción de la proposición atómica se diferencia de la que Frege en que este
consideraba que un argumento de un enunciado podía serlo cualquier expresión
completa, nominal, que se refiera a un objeto. En cambio, Russell no admitió que
todas las expresiones nominales fueran nombres en sentido lógico y, por ello,
muchos enunciados considerados por Frege como simples eran proposiciones
complejas para Russell.

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3. Por tanto, cabe decir que, para Russell, las proposiciones son entidades complejas
independiente de la mente, una proposición verdadera puede identificarse con un
hecho. A esta consideración se le conoce como “realismo de las proposiciones” y
esta definición de proposición ha pasado a llamarse “de la proposición singular”
o de la proposición Russelliana. Los constituyentes de una proposición pueden
figurar en ella como término o como concepto. Una entidad figura como término
cuando puede considerarse que es una de las entidades acerca de las que trata la
proposición. Una entidad figura como concepto cuando tiene carácter predicativo
o se predica de las entidades de las que trata la proposición. En este sentido, puede
decirse que el término es la parte constituyente de la proposición.

PUNTO 3: LAS DESCRIPCIONES DEFINIDAS. TEORÍA DE LOS SÍMBOLOS


INCOMPLETOS (SOBRE EL DENOTAR, 1905)
Aunque ya en Princples of Mathematics, Russell se ocupa de problemas semánticos, su
enfoque es esencialmente el de Frege. Sin embargo, en Sobre el denotar, recupera un
término que ya había usado en esa obra, el de función proposicional, pero abandonado el
recurso a la noción intensional de concepto -como atributo que define a una clase, lo que
va unido a su crítica a Frege y al desarrollo de la teoría de las descripciones definidas
como un caso particular de funciones proposicionales- entendidas ahora como noción
notacional (o símbolos incompletos). En La filosofía del atomismo lógico, la define como
“cualquier expresión que contenga un constituyente indeterminado o varios, y que se
transforme en una proposición tan pronto como los constituyentes indeterminados se
determinan (…) cualquier constituyente indeterminado de una función proposicional
recibe el nombre de variable”.
1. El ensayo comienza planteado el problema de la denotación para expresiones del
lenguaje natural que, a pesar de su apariencia de expresiones nominales, no
siempre designan a un objeto único existente.

• La primera tesis de Russell es de carácter epistemológico: sobre la base de


una contraposición entre dos formas de conocimiento, el que surge por
contacto o familiaridad y el que se constituye lingüísticamente, a través de
la descripción (knowledge about), Russell establece que todo el
conocimiento “tiene que empezar por la familiaridad”: es la mediación
lingüística de expresiones descriptivas lo que permite ampliar nuestro
conocimiento, y esto a partir del conocimiento basado en la familiaridad,
que no es otra cosa que la experiencia sensible. Esto lo hemos explicado.
Este planteamiento es el que motiva la focalización del análisis en los
casos de expresiones aparentemente denotativas que pueden no satisfacer
de hecho esta función. Russell representa mediante el símbolo “Cx”
cualquier expresión lingüística o símbolo incompleto, donde el rasgo
definitorio es el de la presencia de una variable indeterminada.

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• Ello permite a Russell enunciar otra tesis, ésta de carácter filosófico-
lingüístico: las expresiones denotativas del tipo descrito (es decir,
expresiones que desde un punto de vista notacional aparecen como
funciones proposicionales o símbolos incompletos) “nunca tienen
significado por sí mismas, sino que es toda proposición en cuya expresión
verbal aparezca la que tiene significado”.

Reconocer aquí el principio de composicionalidad de Frege no debe ocultar las


diferencias. En primer lugar, Russell está hablando de significación (meaning)
donde Frege hablaba de referencia (Bedeutung). En segundo lugar, el
reconocimiento de la proposición-entendida esta noción como el correlato
semántico de la expresión enunciativa lógicamente simple- en tanto que unidad
mínima de significado implica que, en la expresión simbólica Cx, “C” está por un
enunciado acerca de “x”, y la posición de la variable sólo podrá ocuparla una
expresión genuinamente denotativa, es decir, que permita asignar a la
correspondiente expresión saturada un valor de verdad.

2. Bajo estas definiciones pasa Russell a las expresiones de descripción definida. La


propuesta de análisis de Russell para las expresiones cuya forma gramatical es la
de una descripción definida- expresiones introducidas por el artículo definido, que
aparentemente denotan un único objeto mediante una atribución de cualidades o
relaciones- cosiste en transformarlas mediante una paráfrasis que sigue las reglas
de transformación fijas, y que proporciona expresiones equivalentes para todos
los enunciados que contengan tales descripciones.

Si “E” es una presión denotativa de este tipo, por ejemplo, el término que posee
la propiedad F, entonces el enunciado que contenga esta expresión, del tipo “E
tiene la propiedad ”, posee, bajo la forma gramatical aparente, una forma lógica
que puede parafrasearse en los términos: “uno y sólo un término tiene la propiedad
F, y éste tiene la propiedad ”. Lo esencial de esta paráfrasis es que hace
explícitos presupuestos que estarían implícitos en el uso de la expresión
denotativa en un contexto enunciativo: un presupuesto de existencia de la entidad
y uno de unicidad.

¿Qué pretende Russell con esta teoría? Lo que pretende es aplicar el método de
análisis lógico para contribuir a resolver problemas filosóficos, mostrando que
estos problemas se deben a una insuficiente comprensión de la verdadera
estructura semántica y lógica del lenguaje. No todas las descripciones funcionan
como nombres, es decir, que no todas poseen un valor denotativo.
Por ejemplo, no podríamos diferenciar dos enunciados del tipo “el autor de
Waverly es Scott” y “Scott es Scott”, puesto que, como el enunciado es acerca de
un individuo, podemos sustituir la expresión nominal sujeto por otra referencia
cualquiera. La descripción definida pasa a ser definida en términos de funciones
proposicionales y cuantificadores. No son, por tanto, nombres sino expresiones
cuantificacionales e incompletas, que han de saturarse para expresar una
proposición completa susceptible de ser verdadera o falsa.

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• Esto anterior lo señala claramente con enunciados que, para negar la
existencia de una entidad, necesitan nombrarla. Por ejemplo, un enunciado
del tipo “no existe el círculo cuadrado”. Para Russell, cuando
formalizamos

¬Vx(Cx^Qx)

No estamos negando una entidad concreta, sino que nos referimos a que
no hay ningún elemento en el dominio del discurso que satisfaga a ambos
predicados.

• Más famoso quizá es el ejemplo que puso para discutir el principio de


tercero excluido. Si imaginamos el enunciado en el contexto acutal “El
actual rey de Francia es calvo”, este enunciado debe ser verdadero o lo es
su negación (pv¬p). La negación, sin embargo, puede toarse de dos formas
distintas, que evidencian su ambigüedad:

El actual rey de Francia no es calvo.

No es el caso de que el actual rey de Francia sea calvo.

Russell observa que hay dos supuestos de carácter semántico tácticamente


presentes en la forma lógica del enunciado, que son los antes señalados:
un principio de unicidad y un princpio de existencia. Si hacemos explícita
esta estructura semántica, obtenemos algo como “existe una entidad en
nuestro dominio semántico, y sólo esta entidad, tal que presenta la
propiedad de ser el rey de Francia, y esa entidad presenta además la
propiedad de ser calvo:

Vx[Rx^/\y(Ry-->x=y)^Cx]

Podemos ver que, de no existir en nuestro dominio semántico una entidad


que satisfaga estas condiciones, el enunciado pasa a adquirir el valor de
verdad falso. La negación sería, por tanto:

¬Vx[Rx^/\y(Ry-->x=y)^Cx]

Que pasaría a ser un enunciado verdadero en ese mismo dominio. Si


quisiéramos negar únicamente la propiedad de ser calvo

Vx[Rx^/\y(Ry-->x=y)^¬Cx]

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• En el caso de la Ley de identidad, si consideramos, por ejemplo

La joven estudiante sabe que Neftalí Reyes escribió Los versos del capitán

La joven estudiante sabe que Neftalí Reyes es Neftalí Reyes

Lo que la subordinada enuncia en la primera parece incluir un contenido


cognitivo que justifica que atribuyamos a la joven estudiante un
conocimiento sustantivo de algo empírico. Pero la siguiente dice algo
trivial. Sin embargo, cuando aplicamos el análisis lógico para describir
amos enunciados, nos damos cuenta de que

La joven estudiante sabe que a=a

La joven estudiante sabe que Vx[Exb^/\y(Eyb-->y=x)^x=a]

El que Russell atribuya aquí al término la posesión de la propiedad supone una


confusión entre sintaxis y semántica que, no obstante, no invalida lo esencial de
su análisis. Este queda reflejado sin ambigüedad en la paráfrasis formal, en
términos de cálculo simbólico de los Principia Mathematica, de la que Russell
hace uso después. El enunciado se transforma en la conjunción de tres
expresiones, constituyendo las dos primeras la traducción lógico-formal de la
expresión de descripción definida.

VxFx
/\x/\y[Fx^Fy-->x=y]
x

Esto nos permite ver las conclusiones fundamentales del análisis de Russell

• La primera conclusión del análisis es, por consiguiente, la que de que no


se trata de una expresión directamente denotativa, sino que incorpora un
presupuesto existencial.

• Pero es preciso además tener en cuenta lo que Russell hace explícito más
abajo: que una expresión de este tipo, a pesar incluso de lo que aparece en
su traslación formal, no constituye una afirmación ni tiene valor de
enunciado. Pues una expresión de descripción definida es un símbolo
incompleto, una función proposicional: “un sintagma denotativo es
esencialmente parte de un enunciado y, al igual que la mayoría de las
palabras aisladas, no posee significación por sí mismo”.

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Consecuentemente, el enunciado que la incorpora no tiene la expresión
descriptiva como sujeto. Únicamente cuando se interprete la variable,
asignándole un objeto del dominio semántico o universo del discurso, será
posible asignar al enunciado un valor de verdad. (Será verdadero cuando
el enunciado simple “x es idéntico a E” sea verdadero).

3. Así, podemos ver cuál será la teoría del significado de Russell frente a Frege: esta
forma del análisis lógico permite a Russell situarse críticamente frente a Frege y
a su desdoblamiento del significado en sentido y referencia. Pues la noción de
sentido hacía posible, en el caso de expresiones denotativas no referenciales,
asignarles no obstante un valor semántico que contribuía al pensamiento
expresado por el enunciado que las incluía, aunque al mismo tiempo comprendía
que éste pudiese recibir un valor de verdad.

Desde los presupuestos epistemológicos de Russell sólo puede hablarse del valor
semántico o de significatividad cuando los nombres, o expresiones aparentemente
denotativas, efectivamente denoten un objeto real y de este modo los enunciados
indiquen o describan un hecho en relación con dicho objeto. La posición de Russel
es limitar el valor semántico de una expresión a lo denotado por ella. Defenderá,
entonces que el análisis satisfactorio de la semántica del lenguaje puede y debe
llevarse a cabo únicamente asociando las expresiones de ese lenguaje con sus
denotaciones correspondientes. Esto implica que, en la teoría de Russell, la
explicación del significado no puede incluir los sentidos.

La mayor ventaja de este análisis consiste en que evita la presencia de expresiones


aparentemente denotativas, cosa que sí hacía Frege, debido al mantenimiento en
cualquier caso de la parte de significatividad que correspondería a la dimensión
del sentido.

PUNTO 4: TEORÍA DE TIPOS


Hasta aquí, pues, Russell ha presentado lo que constituye una teoría de las funciones
proposicionales que le permite mostrar cómo determinadas expresiones lingüísticas
admiten un análisis que les atribuye una forma lógica distinta de su forma gramatical. El
análisis consiste en poner de manifiesto su estatuto de “símbolos incompletos”, y con ello
se da el paso de una consideración puramente “notacional” de estas expresiones a su
evaluación semántica: pues los símbolos incompletos no son susceptibles de recibir valor
semántico por sí mismos, sino únicamente cuando se integran en un contexto lingüístico
más amplio, que es el de la unidad significante mínima: el enunciado simple, o el contexto
de expresiones genuinamente denotativas que contribuyan a esa significación del
enunciado.
La consecuencia de esta teoría semántica es necesariamente crítica respecto de Frege,
pues el análisis se introduce a partir de la motivación que supone el problema
epistemológico de las expresiones denotativas sin referencia. Es decir, era una cuestión
relativa a la teoría del conocimiento. Pero para Russell esta cuestión se plantea también
en matemáticas y en lógica.

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La teoría de los símbolos incompletos continuó con el estudio de la noción de clase y el
valor semántico del término correspondiente. En un primer momento, Russell asumió que
las clases (o los conceptos que las determinan) nunca existen como objetos reales y que
las sentencias que contienen términos correspondientes son significantes sólo si pueden
interpretarse como variantes notacionales de expresiones que hablan de otras cosas.
1. Para lograr tal objetivo, Russell propone, en la segunda edición de los Principia
Mathematica, la teoría de los tipos. En la primera edición, Russell proponía la
teoría de órdenes, basada en un principio que se ha pasado a denominar “círculo
vicioso”: “ninguna totalidad puede contener miembros sólo definibles en términos
de esa totalidad”. Con el fin de que el principio fuera aplicable a las nociones
intensionales, fue preciso asumir otro principio: “toda función proposicional
presupone la totalidad de sus valores”, y, por consiguiente, la totalidad de sus
posibles argumentos.

La combinación de ambos principios hacía imposibles las definiciones


impredicativas, que definen a un objeto “a” por referencia a una totalidad a la cual
“a” mismo pertenece, así como otras entidades definibles sólo en términos de “a”.
Al rechazo de las definiciones impredicativas le subyace un punto de vista
constructivista y la tesis correlativa de que la única definición válida ha de ser una
definición constructiva, que consista en la descripción de cómo ha de proceder la
construcción (es decir, una perspectiva sintáctica).

La tesis que defiende Russell consiste en la asunción de un conjunto de términos


predicativos primitivos que estarían por conceptos elementales, interpretados
éstos como cualidades y relaciones ontológicamente simples de la realidad. Esta
opción de Russel recuperar un realismo del concepto ligado a presupuestos
epistemológico naturalistas: en relación con las nociones expresadas por los
términos primitivos, las clases pasarán a ser pluralidades de objetos particulares
como estructuras que constan de una pluralidad de objetos, y los conceptos como
las propiedades y relaciones entre ellos que existen con independencia de nuestras
definiciones y construcciones.

2. Cabe preguntarse en qué media los principios lógicos y axiomas introducidos en


los Principia pueden considerase analíticos. La solución de Russell consiste en
considerar que tanto las clases como los conceptos, a excepción de los términos
predicativos primitivos, eran no-existentes y sustituirlos por nuestras propias
concreciones. Ello llevaba, sin embargo, a eliminar fragmentos importantes de la
lógica matemática, salvo si lo que resultaba eliminado se reintroducía mediante
dos posibles expedientes técnicos:

Proporciones infinitarias -solución no válida para Russell- o axiomas como el


axioma de reducibilidad. Pero éste era, en el caso de un dominio infinito de
entidades individuales, necesariamente falso, excepto en dos supuestos: o bien se
asumía la existencia de clases como objetos autónomos -solución fregeana
rechazada por Russell- o bien se asumía la existencia real de infinitas entidades
particulares.

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Así, la negativa a determinadas soluciones posibles desde un punto de vista
matemático -proposiciones infinitarias o la existencia de clases-, motivada por
presupuestos epistemológicos, guía a Russell, con una necesidad lógica en sentido
estricto, a determinadas asunciones relativas a las estructuras semántico-formales
(existencia de infinitos conceptos primitivos de cualidad y relación) que
configuran, finalmente, el marco lógico subyacente a su epistemología y su
filosofía atomista hecha explícita posteriormente.
PUNTO 5: LA FILOSOFÍA DEL ATOMISMO LÓGICO
En las conferencias sobre La filosofía del atomismo lógico de 1918, Russell hace
explícitas las categorías y tesis fundamentales, epistemológicas y filosófico-linguisticas,
de su filosofía atomismo lógico. Declara explícitamente que los átomos de su filosofía
son los del análisis lógico, no los del análisis filosófico, ni del análisis físico. Ahí se está
afirmando una correlación entre los átomos como constitutivos primitivos de la realidad
y las categorías más simples del lenguaje.
En la conferencia Hechos y proposiciones, Russell hace la declaración que ya se ha
comentado en relación con la naturaleza del análisis que da nombre a su filosofía:
1. Se trata de llegar a átomos lógicos, a “datos de los que es innegable que hay que
empezar con ellos (…) algunos de ellos serán particulares (momentáneas) y
algunos de ellos serán predicados y relaciones”. Los particulares que serán
propiedades nombradas por predicados unarios y relaciones son los constituyentes
últimos de la estructura lógica de la realidad. El modo en el que se presentan en
el mundo configura lo que se llaman hechos; y éstas se definen como “la clase de
cosas que hace una proposición verdadera o falsa”, o “el tipo de cosas que viene
expresadas por un enunciado completo”. Los hechos pertenecen al mundo
objetivo, pero no pueden verse como “entidades” de algún tipo, y esto se pone de
manifiesto en que su relación con el lenguaje no es la de lo nombrado con alguna
clase de nombre: “las proposiciones no son nombres de hechos”.

2. Entre el hecho y la proposición se sitúa la creencia, que al igual que la proposición


y por referencia al hecho puede ser verdadera o falsa. Con respecto a la
proposición, Russell declara: “Podría decirse que una proposición es una oración
en modo indicativo, una oración que asevera algo”. Y, en este sentido, la
proposición se ve considerada primordialmente en tanto que nuestro vehículo
arquetípico para la dualidad de verdad y falsedad.

Parece no haber duda de que el punto de vista de Russell aquí está alejado de una
concepción mentalista del significado. Las creencias no son separables de los
enunciados que las expresan y las proposiciones se identifican con éstos. Ello está
en consonancia con la noción de función proposicional de que se dio cuenta más
arriba y que se identifica esta noción con una forma notacional, aunque esta
perspectiva cambia por completo en Sobre las proposiciones, como veremos. Pero
en Hechos y proposiciones y La filosofía del atomismo lógico aún se entiende
nombre como lo entendía Frege, es decir, solo aquellas expresiones que nombran
particulares.

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3. Ello le permite introducir, en la segunda conferencia sobre Particulares,
predicados y relaciones, dos definiciones:

• “particulares=términos de relaciones en hechos atómicos”, es decir los


argumentos de las relaciones primitivas, y

• “Nombres propios=palabras para particulares”, esto es, palabras tales


como pronombres demostrativos y términos indéxicos. A los nombres
propios Russell los denomina enunciados atómicos.

A su vez, la traslación de estas dos definiciones al campo proposicional, se


dividen en otras dos

• La noción de hecho atómico, que son aquellos que consisten en la posesión


de una cualidad particular, es correlativa con la de proposición atómica, a
su vez identificable con una expresión enunciativa simple (“esto es
blanco”, “esto está entre eso o aquello”). Se reserva el término predicado
para designar relaciones unarias o cualidades simples (“blanco”, “negro”,
“redondo”). Así pues, un nombre es, para Russell, un término indéxico
acompañado por un pronombre demostrativo (“el gato blanco”).

• Mientras que las relaciones en general vendrán expresadas mediante


verbos, que sería la correlación de las relaciones en proposiciones
moleculares. Es posible atribuir el estatuto de relación a todo aquello que
no es un particular. Las relaciones son expresiones verbales que
conforman una unidad de significado completo, dado que relaciona
particulares (“El gato blanco está en la almohada”).

Particulares, cualidades y relaciones entre particulares son constitutivos simples


de la realidad, y ello significa que no puede darse definiciones de ellos y que los
particulares son independientes entre sí. Correlativamente, los términos que los
nombran son elementos lógico-lingüísticos primitivos.
Con ello se mantiene la correlación estructural entre lenguaje y realidad que legitima el
análisis, confirmando la “tesis capital” de Russell: “que existe una complejidad objetiva
en el mundo, que se refleja en la complejidad de las proposiciones”. Con el carácter de
una definición provisional (…) que los componentes del hecho que hace a una
proposición verdadera o falsa son los significados de los símbolos que hemos de entender
la proposición. Y estos símbolos son precisamente los que, desde un punto de vista lógico-
semántico, han de considerarse los elementos componentes de la proposición”. Esto es
fácil de explicar y podemos ver como se relaciona con su teoría de las descripciones. A
un nombre propio le corresponde un estatuto de existencia. Así, el gato blanco
VxBx
Es un tipo de nombre propio. Si establecemos con ello la relación para decir que está en
la almohada

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Vx[Bx^/\y[(By^Ay)-->x=y]]
Con esto se cumplen los criterios del significado Russelliano, en la medida en que, aun
no existiendo la referencia, el criterio de verdad viene dado por el criterio empírico y la
descripción existencial de hechos atómicos.
Con esto podemos ver una serie de características que diferencian a Russell de la
epistemología tradicional
1. La primera diferencia es que hay un criterio empirista, que ya hemos señalado
antes: un nombre en sentido lógico solo puede aplicarse a un particular del que
tenemos conocimiento por familiaridad, al igual que toda proposición atómica que
podemos entender ha de estar compuesta únicamente por constituyentes de los
cuales tenemos ese conocimiento.

2. En segundo lugar, Russell recupera el principio del contexto de Frege, pero


modificándolo en su teoría de tipos, como vimos antes. Así, no es posible entender
el significado de un término predicativo sin un conocimiento de la forma lógica
de las proposiciones en las que puede integrarse, pero este conocimiento del
contexto enunciativo apropiado está internamente conectado con lo que la teoría
de tipos hace explícito que “las distintas clases de palabras tienen, de hecho,
distintas clases de usos” y, como ya se ha aclarado, “uso” refiere al contexto
enunciativo; ahora Russell distingue estos contextos de acuerdo con los tipos
lógicos asociados con las expresiones.

Esta jerarquía de tipos (sintáctica) en las expresiones está ligada al tipo de


construcción lógico de la realidad cuya necesidad el análisis ha establecido. Pues
de la correspondencia estructural entre proposición y hecho, se sigue que los
objetos reales que no son particulares han de considerarse resultado de una
construcción lógica, y sus “nombres” gramaticales tendrán la forma lógica de una
expresión descriptiva compleja. Ello permite ver que estas construcciones son
complicados sistemas de clases o series de constituyentes últimos de la realidad,
lo que obliga a introducir una jerarquía de lases.

Ello permite interpretar a las clases extensionalmente, en correspondencia con


expresiones predicativas, sin tener que asumir un concepto como su correlato
intensional. Pero se replantea al mismo tiempo qué garantiza que los componentes
lógico-semánticos así obtenidos se correspondan con la estructura lógica de la
realidad, pues “la teoría de tipos es en realidad una teoría sobre los símbolos, no
sobre las cosas”, pero sólo es posible acceder a la relación denotadas por los
términos predicativos simples cuando éstos se “usan” en el contexto adecuado.

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3. La correspondencia estructural entre los componentes significantes de la
proposición y los constitutivos últimos del hecho que representa sólo se establecen
si el lenguaje es un lenguaje lógicamente perfecto. “en un lenguaje lógicamente
perfecto las palabras de la proposición se corresponderían, una a una, con los
componentes del hecho correspondiente”, con la excepción de las conectivas
veritativo-funcionales; la función de estas constantes lógicas es formar
proposiciones moleculares o complejas (sentencias) a partir de proposiciones
simples, pero no corresponden a relaciones objetivas entre los hechos del mundo.
Este lenguaje lógicamente perfecto debería satisfacer una serie de requisitos.

• Que exista uno y sólo un único término para cada constituyente simple de
la realidad (requisito semántico).

• Que todo complejo venga a expresar por una combinación de términos,


combinación obtenida a partir de aquellos términos que nombran los
simples que integran el complejo (requisito sintáctico).

• El criterio empirista del significado

• La restricción concerniente a la forma de las proposiciones atómicas.

PUNTO 6: LAS PROPOSICIONES


En la filosofía del lenguaje más reciente se mantienen fundamentalmente dos
concepciones distintas de la proposición (existe una tercera, a la que nos referiremos un
poco más adelante, y existe una cuarta posición que consiste en prescindir de la noción
por completo).
1. Una es la concepción que hemos visto en Frege. De acuerdo con su teoría, una
proposición era el pensamiento expresado por un enunciado, lo que en su teoría
también se llama el sentido del enunciado.

2. La segunda es la concepción que acabamos de ver en Russell.


Contemporáneamente, se denominan proposiciones singulares (o proposiciones
“russellianas”) a aquellas proposiciones que tratan de un objeto o entidad
individual teniéndole como constituyente de la proposición.

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Estas proposiciones singulares no deben confundirse con las proposiciones
particulares (o “particularizadas”), que son proposiciones relativas a un único
objeto o entidad individual pero que no contienen a éstos como constituyentes.
Una proposición particular típica es la que incluye una cuantificación existencial
o una descripción definida (como “El autor de Los versos del Capitán murió en
Isla Negra”). También se distinguen de las proposiciones generales, que son
proposiciones que no tratan de entidades u objetos particulares, y sí de clases o
grupos de entidades. Una proposición general típica incluye una cuantificación
universal o una generalización (como “Algunos X son Y”)

PUNTO 7: EL GIRO MENTALISTA DEL SIGNIFICADO


Interpretando lo visto, cabe decir que la necesidad de remitirse a un lenguaje lógicamente
perfecto e, incluso, la presuposición de que ya se cuenta con él en orden a poder continuar
con un análisis válido de los hechos, pone de manifiesto su carácter normativo: es
condición de posibilidad y de validez de nuestras teorías del mundo y, por consiguiente,
no puede llegarse a él viéndolo como una proyección de una estructura lógica previamente
descubierta o conocida en el mundo real. Pero tampoco puede considerarse dado, pues no
se encuentra plenamente realizado en los lenguajes fácticos disponibles. Por ello Russell
se limita a considerar la cuestión de su sintaxis lógica.
Esta incluiría las reglas sintácticas de buena formación de expresiones, o de la
“gramaticalidad” de éstas, como criterio de demarcación para seleccionar las expresiones
significantes o símbolos, y reglas semánticas-formales que asignarían una interpretación
a expresiones típicas -nombres y predicados- en función de su contribución a las
condiciones de verdad de los enunciados de los que potencialmente pueden ser
constituyentes. Esta concepción semantista plantea al mismo tiempo dos problemas al
menos, que Russell no llega a discutir en esta serie de conferencias y que se pueden
estudiar en conexión con Sobre las proposiciones.
Las dos cuestiones se encuentran interconectadas entre sí.
1. Se trata del carácter solipsista que habría de tener el lenguaje lógicamente
perfecto, y del significado en sentido enfático ligado a los términos simples de
este lenguaje privado. El propio Russell declara “un lenguaje lógicamente
perfecto, si pudiera constituirse, sería en gran medida privada respecto a un
hablante. Ello sería así en lo concerniente a la fijación de la referencia para los
nombres de particulares, pues el conocimiento por familiaridad de ellos es
“privado”.

2. Pero esta fijación de la referencia se hace indirecta en el caso de las descripciones


que nombran objetos reales, los cuales no son sino una “ficción lógica”, el
resultado de una construcción a partir de series de datos sensoriales y series de
operaciones mentales.

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Esta afirmación sugiere un giro mentalista de la teoría semántica que se hará definitivo
en Sobre las proposiciones. En ésta, el significado de los términos, tanto individuales
como universales, recibe otro tratamiento al analizado antes. Con mayor exactitud podría
decirse que esta distinción deja de tener relevancia, pues la perspectiva ya no es la del
análisis de una estructura formal, centrada en las formas notacionales y su interpretación
extensional. Russell se ocupa de la cuestión enfática de los contenidos de significado
(intensionales) y su génesis. Puede decirse que no se trata ya tanto de la cuestión de
derecho relativa a qué constituye una interpretación epistémicamente válida del mundo,
como de la cuestión de hecho de lo que está empíricamente presente en estas
interpretaciones. Aquí la experiencia incluye no sólo lo dado a la intuición sensible, sino
también contenidos de conciencia de lo que no puede haber garantía de objetividad y los
procesos psicológicos que lo conforman. Esta perspectiva, que se hace evidente en al
defensa del método introspectivo, determina una concepción mentalista del significado
que necesariamente entre en conflicto con la teoría semantista inicial.
Esta nueva explicación del significado se extiende desde los términos individuales y
universales a las expresiones enunciativas. Pero la noción de proposición que ahora entra
en juego es claramente distinta. Si en las conferencias sobre el atomismo lógico Russell
identificaba sin dificultad las proposiciones con sus expresiones lingüísticas y afirmaba
su carácter de símbolos (de expresiones significativas), ahora define “proposición” como
el contenido de una creencia, con lo que es preciso distinguir entre proposiciones en
palabras, expresadas lingüísticamente (Word-propositions), y las proposiciones mentales
consistentes en imágenes (image-propositions).
La conclusión inmediata -si no la única- es la renuncia a la tesis central de la teoría
semántica del atomismo lógico, en la media en que el principio de Leibniz se abandona
explícitamente: ya no hay una correspondencia estructural entre proposición y hecho (que
ha podido considerarse como “isomorfismo”), sino que la proposición guarda una cierta
analogía de estructura con el hecho que la hace verdadera o falsa. Russel cita, como
ejemplo del esquema más simple de correspondencia entre la proposición y lo objetivo,
el caso de las imágenes visuales de la memoria.

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PUNTO 8: LAS CRÍTICAS A LAS DESCRIPCIONES DEFINIDAS

También durante su etapa central de la filosofía del atomismo lógico Russell intentó
confrontar dos dificultades generadas por su concepción realista de las proposiciones.
1. Una atañía a las proposiciones falsas: ¿con qué hecho en el mundo podían ponerse
en correspondencia? Inicialmente había concebido la falsedad como la carencia
de un hecho correspondiente. Pero después parece haber tomado en consideración
la hipótesis de que hay hechos negativos: es decir, que si Fa es falso, tiene que
haber un hecho en el mundo que consista en que a no tenga la propiedad F. (En el
caso de proposiciones negativas verdaderas, como “No es el caso que...”, también
era preciso un hecho negativo en correspondencia con la proposición).

2. A esta peculiar ontología de hechos negativos agregó además hechos generales.


En este caso, el problema surgía de la observación de que una proposición que
incluya una cuantificación universal no podía ponerse sólo en correspondencia
con el conjunto de hechos atómicos que la hacen verdadera (si estos son un
número finito, y se ha aplicado el principio de inducción), sino que era preciso
añadir además un enunciado que afirmara que sólo los hechos atómicos
considerados tenían que tomarse en cuenta, y no había más. (O, alternativamente,
era necesario considerar una cuantificación infinita y contrafáctica para la que la
lógica de los Principia Mathemática carecía de recursos expresivos). Russell
postuló que había hechos generales que permitían dar cuenta de la verdad de las
proposiciones generales. De manera análoga, postuló hechos existenciales en
correspondencia para las proposiciones cuantificadas existencialmente.
A favor de la concepción de Russell, y uno de los argumentos que respaldan la aceptación
de esta concepción por la filosofía del lenguaje más reciente, está el que permite ofrecer
una explicación de las propiedades semánticas de las expresiones demostrativas o
indéxicas. Por ejemplo, permite explicar que la denotación de expresiones como ‘tú’,
‘yo’, ‘aquí’ o ‘ahora’ quede fijada en cada contexto particular de formas diferentes. Pues
esta denotación, relativamente a cada contexto de uso, no viene determinada mediante
una propiedad descriptiva o un sentido, en el sentido de Frege. En la concepción
russelliana, la propia entidad (la que corresponda en cada caso) figura en la proposición
en tanto que constituyente de la misma.

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