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AÑO DEL FORTALECIMIENTO DE LA SOBERANIA NACIONAL

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS

ALUMNO: FRANK ANDERSON JANAMPA DELGADO

CICLO: IV

CURSO: DERECHO MINERO Y DE ENERGIA

DOCENTE: DOC. AVELINO MEJIA CAMPO

TEMAS:

 EVOLUCION HISTORICA DE LA CONCECION MINERA


INDICE

1. LOS PRIMEROS ANTECEDENTES ........................................................................................................................... 4


2. ORDENANZAS DE MINERÍA ................................................................................................................................... 4
3. CÓDIGO DE MINERÍA DE 1901 .............................................................................................................................. 6
4. CÓDIGO DE MINERÍA DE 1950. ............................................................................................................................. 8
5. LEY GENERAL DE MINERÍA, DECRETO LEY N° 18880 ........................................................................................... 10
6. LEY GENERAL DE MINERÍA, DECRETO LEGISLATIVO N° 109 ................................................................................ 12
7. EVOLUCION CONSTITUCIONAL ........................................................................................................................... 14
CONCLUSIONES .......................................................................................................................................................... 16
BIBLIOGRAFIA ............................................................................................................................................................. 17
INTRODUCCIÓN

“El derecho es considerado como una ciencia que nos enseña a distinguir lo que es justo
de lo que no lo es, porque en nuestras relaciones nos comportamos respetando las normas
jurídicas y éticas”

Se podría definir el “Derecho Minero como aquella parte del ordenamiento jurídico público
y privado que regula lo concerniente al dominio originario de las substancias minerales, las
actividades relativas a la adquisición, constitución, funcionamiento. Conservación y pérdida
de la propiedad de las minas y aquellas actividades auxiliares de la industria minera, así
como también las relaciones que de estas actividades derivan”. Asimismo, al derecho
minero se le denomina también Derecho de Minería o Derecho de Minas.

Ahora hablando de la concesión Minera, es el acto administrativo por el cual el estado


otorga a una persona natural o jurídica, un derecho real, el cual lo faculta para desarrollar
actividades de exploración y explotación de minerales en el área solicitada, también
tenemos que hablar en parte del marco legal, el cual regula las concesiones de explotación
minera.

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1. LOS PRIMEROS ANTECEDENTES

Hablar del Derecho minero tal cual lo entendemos hoy día.

Jorge Basadre Ayulo se refiere a un derecho oral y no escrito, propio de la civilización inca,
que se desarrolló entre los siglos XII y XVI, en cuya virtud las minas eran trabajadas por
cuenta del inca para extraer los metales preciosos y el cobre, que surge después la mita
como trabajo forzado y personal por un tiempo limitado, que posteriormente “se irradió al
Derecho Indiano en un claro mestizaje jurídico”. Este Derecho indiano,

Según el mismo Basadre Ayulo, contiene “normas especiales y casuistas derivadas del
viejo Derecho castellano – leonés para pretender dar solución a los problemas derivados
de las actividades mineras en las indias a medida que se van presentando estos”. En el
Derecho indiano, “debemos considerar como fuentes principales las Ordenanzas de Toledo
de 1574, la Nueva Recopilación, la Novísima Recopilación de 1680, las Ordenanzas de
Ballesteros, por el nombre del funcionario virreinal que las recopiló y publicó en 1752 para
su aplicación en nuestro país”.

2. ORDENANZAS DE MINERÍA

Finalmente, debemos tener en cuenta las Ordenanzas de México o Nueva España

Dictadas por el rey Carlos III en mayo de 783 y puertas en vigencia en el Perú en diciembre
de 1785, con 56 modificaciones legales denominadas “Declaraciones de Escobedo”. Con
dichas ordenanzas, en opinión del suscrito, se inicia propiamente el Derecho minero como
rama autónoma de las ciencias jurídicas. Conforme se ha mencionado, las ordenanzas
rigieron en todos o casi todos los dominios españoles de América y continuaron vigentes
después de la independencia hasta muy avanzado el siglo XIX, y concretamente en el Perú
hasta el 31 de diciembre de 1900.

¿Cuál es la característica fundamental de las ordenanzas de minería? Francisco García


Calderón la resalta en los siguientes términos: “Como base de las disposiciones que vamos
a insertar debe tenerse presente que las mimas se consideran como bienes nacionales; y
que los jueces del ramo, en nombre del Estado, conceden la propiedad de ellas a los
denunciantes y descubridores. Para adquirir la propiedad de una mina deben concurrir los
requisitos que se indican en el artículo Denuncia de Minas” Luego, García Calderón en el

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referido artículo formula las siguientes precisiones: “Las minas que a nadie han pertenecido,
se adjudican al que las descubre; y las que han estado en propiedad particular, y han sido
abandonadas por sus poseedores, pueden ser denunciadas para que se adjudiquen al
denunciante. Las minas son propiedad del Estado. Sin embargo, se conceden a los
particulares en propiedad y posesión; de manera que puedan venderlas, permutarlas,
arrendarlas, donarlas, dejarlas en testamento por herencia o manda, o enajenar de
cualquier otra manera el derecho que en ellas les pertenezca, en los mismos términos que
lo posean, y en personas que pueden adquirirlo”.

Seguidamente, García Calderón alude al condicionamiento de las concesiones: “Esta


concesión se entiende bajo dos condiciones: que han de contribuir al gobierno con la parte
de metales señalada; y que han de labrar y disfrutar las minas, cumpliendo lo prevenido en
las Ordenanzas; de suerte que se tendrán por perdidas, y se adjudicarán al que las
denuncie, siempre que se falta al cumplimiento de aquellas disposiciones en que así se
prevenga” Se podía descubrir, solicitar, registrar y denunciar cualquier tipo de mineral,
metálico o no metálico, que incluye oro, plata, piedras preciosas, así como metales básicos.

En abril de 1873 se dictó una ley sobre la explotación del carbón de piedra y del petróleo,
el primero de las cuales no fueron regulados por las ordenanzas de minería y el segundo
simplemente no era conocido, sino hasta mediados del siglo XIX. La explotación de ambos
se sujetó a la mencionada ley y supletoriamente a las ordenanzas. En su artículo 3° se
estableció que la medida superficial de la pertenencia era de 40000 m2, debiéndose
presentar para su registro los títulos al Tribunal de Minería de Lima dentro de los 4 meses
de concedido el amparo. Posteriormente, una Ley de enero de 1877 creó un impuesto de
15 soles semestrales sobre cada cuadratura o pertenencia, en posesión o amparo, de
cualquier dimensión que sea, que incluye las de carbón y de petróleo. Los dueños de las
minas estaban obligados a pagar puntual y continuamente dicho impuesto que adquirió la
condición de requisito esencial para la posesión y propiedad legal de la mina, sea que se
trabaje o no. La falta de pago del impuesto en un semestre, determinaba la pérdida
indefectible de los derechos de propiedad y posesión.

Adicionalmente, los titulares de derechos sobre pertenencias de minas, trabajadas o no,


debían presentar a la diputación territorial respectiva, una copia legalizada de sus títulos
dentro de un plazo de 6 meses. Las pertenencias mineras, cuyos titulares no cumplieran
con esa obligación, volvían de hecho al dominio del Estado para ser nuevamente

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denunciadas, sin que el antiguo poseedor pudiera oponerse al denuncio. Los extranjeros
quedaron en igualdad de condiciones con los nacionales para el ejercicio de la actividad
minera.

De lo expuesto se desprenden cinco conclusiones básicas del régimen legal fijado en las
Ordenanzas de Minería, con sus modificaciones de 1873 y 1877: a) las minas eran de
propiedad del Estado que sucedía a la persona del rey; b) el Estado podía concederlas en
posesión y propiedad para que fueran explotadas por particulares; c) este derecho de
posesión y propiedad quedaba virtualmente asimilado a la propiedad civil toda vez que las
concesiones podían ser objeto del trafico jurídico como cualquier bien, siempre que se
trabajaran; d) la posesión y propiedad del concesionario estaba supeditada al pago puntual
del impuesto semestral de 15 soles por pertenencia, cuyo incumplimiento se consideraba
como un causal de extinción del derecho, y e) a lo que debe agregarse la obligación de
presentar los títulos ante la diputación territorial, dentro de un plazo establecido, para el
registro del derecho y el ejercicio futuro del mismo. El incumplimiento de esta obligación al
vencimiento del plazo (30 de junio de 1877) acarreaba también la extinción del derecho. Se
trataba, por lo tanto, de una concesión sujeta a condición resolutoria.

3. CÓDIGO DE MINERÍA DE 1901

Dicho cuerpo de leyes fue aprobado por el presidente López de Romaña, sobre las base
de un proyecto final preparado por la Sociedad Nacional de Minería, de conformidad a una
Resolución Legislativa dictada en 1896 que facultó al Poder Ejecutivo para ponerlo en
vigencia. El Código mereció fuertes críticas al momento de su dación por su carácter
excesivamente privatista. Así lo señala Jorge Basadre Ayulo aludiendo a unas severas
objeciones formuladas por el catedrático de San Marcos Manuel Santos Pasapera. En
efecto, el Título I de dicho Código se refirió a la propiedad minera, a la que califico una vez
adquirida legalmente de “irrevocable y perpetua como la propiedad común” (artículo 5°) solo
sujeta a caducidad por la falta de pago del Impuesto por la falta del pago del impuesto
anual de 30 soles por pertenencia establecido en el artículo 28°. El Código de 1901 no
aludió explícitamente al dominio originario del Estado, por lo que en rigor ese cuerpo
normativo podría haber sido encuadrado dentro del sistema de res nullius, de no haber
existido en el Perú una fuerte tradición en sentido contrario, reforzada por la causal de
caducidad antes mencionada.

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Por lo demás, conforme se ha indicado en acápites precedentes, el código permitió el
sistema de accesión a favor del propietario del suelo respecto los minerales no metálicos
existentes en el suelo de su concesión. El Código de 1901 comprendió dentro de sus
alcances a los yacimientos de sustancias minerales o fósiles susceptibles de utilización
industrial, a las haciendas de beneficio y los sitios para su construcción, las aguas
requeridas para fuerzas motriz y uso de las minas y de las haciendas de beneficio, así como
los escoriales, relaves y desmontes. De otro lado, excluyó a los depósitos de guano, al
salitre, bórax y sales alcalinas, que estaban sujetas a su ley especial, y a los yacimientos
de sal, así como a los pozos de agua salada.

De acuerdo a dicho ordenamiento legal “la propiedad de las minas era separada y distinta
de la del terreno o fundo superficial, siendo su dominio transferible con arreglo a las leyes
comunes y las disposiciones especiales del Código”. Igualmente, el Código estableció que
“la concesión de la propiedad minera solo puede hacerse por la autoridad competente y en
la forma que el Código determina”. La propiedad minera confería el derecho de explotación
y libre disposición de todas las sustancias objeto de esta clase de propiedad, contenidas
dentro de los planos verticales trazados por los lados del perímetro de la concesión. La
unidad de medida de las concesiones era la pertenencia, definida físicamente como “un
sólido prismoidal, de base rectangular, de dos hectáreas de extensión, con 200 metros por
un lado y 100 por el otro, medidos horizontalmente en la dirección designada por el
denunciante y de profundidad indefinida en sentido vertical”.

Como excepción se dispuso que en “los yacimientos de carbón y petróleo, en los placeres
y yacimientos análogos de oro, platino, estaño, etc., las pertenencias serian de base
cuadrada con lados de 200 metros”. O sea, tales pertenencias eran de 4 hectáreas. Este
artículo comprendió dentro del Código al carbón y al petróleo, que anteriormente habían
estado regidos por la Ley de abril de 1873. El petróleo solo volvió a separarse legalmente
de la minería, y esta vez para siempre, con la Ley N° 4452 dictada en los inicios de la
década del 20. La concesión minera podía tener hasta 60 pertenencias, de lo que se
desprende que la extensión máxima de cada concesión, conforme al Código de 1901, era
de 120 hectáreas, salvo las de carbón y petróleo que podían ser de 240 hectáreas. Los
extranjeros quedaron en la misma situación que los peruanos para la adquisición de las
minas en las formas establecidas por el código.

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En suma, el Código de 1901 se caracterizó por su espíritu liberal, morigerado por la
estructura administrativa y jurisdicción minera puesta en manos del Poder Ejecutivo a través
del Ministerio de Fomento y de diversos organismos bajo su dependencia. También se
caracterizó por su aparente simplicidad y orden, así como por la preferencia otorgada al
concesionario minero para la utilización de los terrenos superficiales frente a los derechos
de sus propietarios. El concesionario recibió el derecho a expropiar a falta de acuerdo con
tales propietarios. El Código de 1901 rigió durante casi 50 años con múltiples enmiendas y
modificaciones, donde es finalmente derogado por el Código de Minería de 1950,
promulgado mediante el Decreto Ley N° 11357 en mayo de dicho año, durante la fase
estrictamente militar del gobierno del general Odría. Esa promulgación se produjo como
consecuencia de una fuente presión de la minería privada, que criticaba la excesiva
complejidad generada por los sucesivos cambios legales y las cargas impositivas de
carácter ciego.

4. CÓDIGO DE MINERÍA DE 1950.

El artículo 1° del referido código de 1950 señaló que las sustancias minerales de toda
naturaleza que se encuentren en el suelo y en el subsuelo del territorio nacional, son bienes
de propiedad del Estado, salvo los derechos legalmente adquiridos. Todo lo relativo a su
explotación ´por los concesionarios es de utilidad pública y se regirá por las disposiciones
de este código. Cabe resaltar el respeto a os derechos legalmente adquiridos, frase
proveniente del texto del artículo 37° de la constitución de 1933, entonces vigente, cuya
inclusión en ambas normas atemperó la declaración dominal. Luego, en el artículo 3°, se
definió el concepto de concesión al señalarse que el Poder Ejecutivo concederá a las
personas naturales y jurídicas, nacionales o extranjeras de derecho privado que lo soliciten,
el derecho para explorar hasta por cinco años o para explotar indefinidamente toda clase
de sustancias minerales y fósiles susceptibles de ser industrialmente utilizados, en la forma
y con las facultades y obligaciones establecidas en este código. El código de 1950
estableció dos tipos de concesiones.

a) Las de exploración por un plazo de hasta de 5 años, y

b) Las de explotación por un plazo indefinido

Provenientemente de la transformación de las anteriores o de un denuncio formulado


directamente para explotación.

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El artículo 7° se reiteró la distinción entre el suelo y subsuelo: la mina es un inmueble distinto
y separado del terreno superficial en el que está ubicada, aunque su concesionario sea
también propietario del suelo. La unidad de medida de la concesión minera fue señalada
en el artículo 23°como un sólido de profundidad indefinida limitado en el terreno por los
cuatro planos verticales correspondiente a un cuadrado de una hectárea de superficie. Con
arreglo al artículo 24, la extensión de las concesiones podía ser de una a mil hectáreas y
en rectángulos cuyos lados guarden entre sí una proporción que no exceda de uno a diez.
De acuerdo al artículo 27° del código, la concesión minera otorga a su titular un derecho
real sobre las sustancias contenidas en la misma, cuyo título era irrevocable e indefinido
como el de la propiedad común, que caducaba solamente por las causales establecidas en
el código.

Las causales de caducidad estaban referidas exclusivamente, conforme al artículo 68 del


código, a la falta de pago del canon y sobrecanon territorial durante dos años consecutivos.
El código de 1950 estableció una clarísima preferencia a favor del concesionario minero
sobre el propietario del terreno superficial que podía ser expropiado y objeto de toda clase
de servidumbres en aras de la explotación minera. Asimismo, confirió al concesionario
minero el libro uso del terreno superficial de la concesión para el fin económico de la misma,
en el caso de ser del Estado y de las municipalidades. También le otorgó el derecho a
utilizar gratuitamente los terrenos eriazos ubicados fuera del perímetro de la concesión.

Es digno de mencionar que el código de 1950 dedicó el título VIII de su capítulo I, articulo
75 a 80 inclusive, a regular la utilización por el estado de su propiedad minera. En dichos
artículos se estableció que el estado podría decretar la exploración de zonas mineras, con
la misma forma y dimensiones de las concesiones. Igualmente, que podía trasformar tales
concesiones a explotación e inscribirlas en el Registro de Concesiones y Derecho Mineros,
después Registro Público de minería, hoy registro de Derechos Mineros de la SUNARP,
señalándose que los plazos para exploración y trasformación de las concesiones a
explotación eran los mismos que los establecidos para las concesiones mineras otorgadas
a personas o empresas privadas. En la exposición de motivos del Código, se indicó que el
estado podía explorar o explotar su riqueza minera directamente por organismos estatales
o por medio de compañía o sindicatos fiscalizados que se establezcan con tal objetivo.

El código de minería de 1950, a diferencia del dispositivo que lo precedió, destacó con
indiscutible nitidez el dominio originario del Estado sobre las sustancias minerales, con la

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excepción de los derechos adquiridos. Al mismo tiempo, se caracterizó por ser un
instrumento legal privatista, pues impulsó la actividad minera privada con exoneraciones
tributarias. Asimismo, reiteró el carácter irrevocable de la concesión, solo susceptible de
caducidad por la falta de pago del canon y sobre canon en su caso durante dos años
consecutivos, si bien sus montos fueron sustancialmente elevados en la década del 60.
Finalmente, el código de 1950 previó legalmente la explotación por el Estado de su riqueza
minera bajo la forma de concesión, lo que de hecho venía sucediendo con la corporación
Peruana de la Santa, entidad estatal a la que en 1945 le fueron concedidos los yacimientos
de hierro de Marcona y cuya explotación fue luego contratada con una empresa
norteamericana.

5. LEY GENERAL DE MINERÍA, DECRETO LEY N° 18880

En junio de 1971, el gobierno militar del general Velasco, nacido de la revolución del 3 de
octubre de 1968, promulgo mediante el Decreto Ley N° 18880 una Ley General de Minería
que derogó el Código de 1950, y que vino a ser una de las piedras angulares de las reformas
estructurales aplicadas por ese régimen. Esta ley tuvo su antecedente inmediato en el
Decreto Ley N° 18225 dictado en 1970, así como en diversos dispositivos expedidos por el
gobierno militar el año anterior, que modificaron las normas de caducidad de las
concesiones sobre las base del amparo por el trabajo, que en el Perú había sido
descontinuado desde el Código de 1901.

El articulo II del Título Preliminar de la Ley reitero que “son bienes de propiedad del Estado,
inalienables e imprescriptibles, los yacimientos minerales, cualquiera que sea la naturaleza
de las sustancias que contengan”. El artículo III del mismo artículo incluyó como elemento
determinante la explotación por el Estado de su riqueza minera, que en el Código 1950 solo
había sido enunciado como posibilidad, al establecer que “la actividad empresarial del
Estado es factor fundamental en el desarrollo de la industria minera”. El articulo IV
condiciono los derechos de la concesión al sistema de amparo por el trabajo y en el artículo
VIII se puso énfasis en las condiciones de bienestar y seguridad de los trabajadores
mineros, concepto que ya estaba presente en el Código de 1950, pero enunciado de una
manera menos categórica.

El artículo 8° de la Ley General de Minería señaló, repitiendo las leyes precedentes, que “la
concesión minera es un mueble distinto y separado de la superficie en donde está ubicada”

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en virtud de la cual se otorgaba a su titular un derecho real consistente, conforme a los
artículos 13° y 14°, en el derecho a explorar por un plazo de 5 años (tratándose de las
concesiones de explotación) y de extraer sus productos minerales (tratándose de las
concesiones de explotación) para convertirse en propietario de las sustancias minerales
extraídas. La unidad de medida fue definida en los mismos términos que el Código de 1950,
que tenía la concesión una extensión mínima de una hectárea y una máxima de mil. Los
derechos del concesionario sobre el terreno superficial de la concesión y el derecho a usar
gratuitamente terrenos eriazos, así como establecer servidumbres e incluso expropiar
predios de terceros fueron destinados en una forma similar y quizás más contundente de la
establecida en el Código de 1950.

El cambio más significativo introducido por el Decreto Ley N° 18880, dentro de su filosofia
de control estatal, fue la obligación de invertir y de producir para mantener vigente la
concesión, sin perjuicio de pagar el canon territorial. La obligación de invertir en la concesión
de exploración fue determinada mediante una escala dineraria en función del hectareaje y
de los años de concesión. Con respecto a las concesiones de explotación, se estableció
una modalidad de inversión y de producción mínima, conforme un calendario de
operaciones y teniendo en consideración los reservas de mineral contenidas en la
concesión. La ley estableció causales de caducidades distintas para las concesiones de
exploración y explotación. Con relación a la segunda, además de la antigua causal del no
pago del canon territorial durante dos años consecutivos, se establecieron cinco causales
adicionales vinculadas al incumplimiento de las obligaciones de invertir así como de
producir. La caducidad por estos incumplimientos podía ser declarada mediante resolución
de la Dirección General de Minería.

El esquema trazado por el Decreto Ley N° 18880, de carácter complejo y librado al criterio
técnico o no de la autoridad minera, de hecho generó un ambiente de inestabilidad que fue
perjudicial para el buen desarrollo de la industria minería. En otras palabras, el
concesionario se sintió sujeto a una espada de Damocles que podía llevar a la caducidad
de la concesión por múltiples razones más allá de su control. A lo que debe agregarse la
desmesurada expansión del papel del Estado en la industria minera, para lo cual se le
dedicó el Titulo Segundo de la Parte Primera de la Ley General de Minería. En dicho título,
se definió al denominado derecho especial del Estado “como el derecho que este tiene de
ejercer determinada actividad de la industria minera con excepción de la comercialización”.

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Adicionalmente, se facultó al Estado para decretar la no admisión de denuncios mineros, la
reserva de ciertas sustancias minerales, la creación de áreas de reserva nacional sobre las
que no era posible otorgar concesiones, la constitucion de derechos especiales del Estado
sobre áreas de reserva nacional a favor de Minero Perú y también para plantas de beneficio,
refinación y labores generales.

Dentro de este contexto, el estado, por intermedio de Minero Perú, se reservó la actividad
de refinación, con la calidad de exclusión y excluyente en el caso del cobre, pero facultativa
respecto de otros metales. Por último, el Estado se reservó la comercialización de todos los
productos minerales, primero a través de Minero Perú y luego por intermedio de Minero
Perú Comercial (Mipeco). Este cuadro de restricción a la actividad privada se completó con
el establecimiento de la Comunidad Minera en cada empresa y de una supraentidad
comunitaria denominada Comunidad de Compensación Minera. Y para no dejar las cosas
en el papel, además de la creación de Minero Perú en 1970 mediante el Decreto Ley N°
18225, en 1973 se expropio la Cerro de Pasco Corporation y en 1975 la Marcona Mining
Company, para cuyo efecto se constituyeron Centromin y Hierro Perú, que conformaron el
poderoso complejo de las empresas estatales mineras.

6. LEY GENERAL DE MINERÍA, DECRETO LEGISLATIVO N° 109

Con la terminación del régimen militar y la vuelta al régimen constitucional en julio de 1980
surgió la necesidad de adaptar la normatividad legal minera a los nuevos rumbos políticos
y económicos del país. Por ello, en septiembre de 1981 mediante Decreto Legislativo N°
109, dictado con arreglo al régimen de delegación legislativa introducido por la Constitucion
de 1979, se puso en vigencia una nueva Ley General de Minería. El nuevo ordenamiento
jurídico, que aun rige parcialmente, puso de lado los excesos estatistas del Decreto Ley N°
18880 sin desmantelar el aparato empresarial del Estado. Tampoco abolió el sistema de
amparo por el trabajo, que en la práctica fue flexibilizado, evitando o aminorando la
posibilidad de caducidades arbitrarias por parte de la autoridad minera. El articulo II del
Título Preliminar de la repitió el anterior texto acerca de la propiedad estatal sobre los
recursos mineros, con el carácter de inalienable e imprescriptible.

El artículo III, en lugar de señalar que la actividad empresarial del Estado es factor
fundamental en el desarrollo de la industria minera, se limitó a indicar que el Estado evalúa
los recursos minerales, así como promueve y fomenta su racional aprovechamiento. La

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terminología de dicho artículo correspondía en realidad al texto del artículo 119° de la
Constitucion de 1979. La actividad empresarial del Estado continuó a través de los
denominados “derechos especiales” que fueron definidos en la misma forma que las
concesiones mineras, salvo su extensión y forma. El Estado, en cumplimiento de la
Constitucion, abandonó el monopolio de la refinación y de la comercialización, si bien
Minpeco mantuvo la posición de ente comercializador exclusivo de las empresas estatales
mineras. Operativamente tales empresas fueron definidas como entidades de derecho
privado, administradas de manera autónoma, aunque sujetas a la supervisión financiera del
gobierno a través de los Ministerios de Energía y Minas y de Economía y Finanzas. De
hecho MineroPerú, Centromin, HierroPerú y Tintaya (a partir de 1985) actuaron en forma
independiente, si bien todas vendían sus productos por intermedio de Minpeco. Esta
situación se mantuvo hasta fines de 1991.

Con la terminación del régimen militar y la vuelta al régimen constitucional en julio de 1980
surgió la necesidad de adaptar la normatividad legal minera a los nuevos rumbos políticos
y económicos del país. Por ello, en septiembre de 1981 mediante Decreto Legislativo N°
109, dictado con arreglo al régimen de delegación legislativa introducido por la Constitucion
de 1979, se puso en vigencia una nueva Ley General de Minería. El nuevo ordenamiento
jurídico, que aun rige parcialmente, puso de lado los excesos estatistas del Decreto Ley N°
18880 sin desmantelar el aparato empresarial del Estado. Tampoco abolió el sistema de
amparo por el trabajo, que en la práctica fue flexibilizado, evitando o aminorando la
posibilidad de caducidades arbitrarias por parte de la autoridad minera. El articulo II del
Título Preliminar de la repitió el anterior texto acerca de la propiedad estatal sobre los
recursos mineros, con el carácter de inalienable e imprescriptible.

Igualmente se reiteró al amparo por el trabajo en las concesiones de exploración mediante


la modalidad de la inversión mínima obligatoria en una escala incremental según los años
transcurridos. En cuanto a la concesión de explotación se mantuvo la obligación de
presentar un cronograma de ejecución del calendario de operaciones hasta alcanzar el
periodo estrictamente operativo de la concesión. En esa etapa, el concesionario debía
lograr una producción mínima proporcional a las reservas probadas/probables del mineral
contenido en la concesión. El incumplimiento de las obligaciones de inversión mínima en la
concesión de exploración y del calendario de operaciones, así como de su cronograma y
de la producción mínima en las concesiones de explotación, constituía causal de caducidad

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de las mismas. Paradójicamente la falta de pago del canon territorial en las concesiones de
exploración (a las que se les hizo extensiva dicha contribución) y de explotación no fue
considerada causal de caducidad.

En suma, señalarse que el Decreto Legislativo N° 109 fue una versión atenuada del Decreto
Ley N° 18880, promulgado con la deliberada intención de disminuir el papel del Estado en
la minería, pero sin eliminarlo drásticamente. En opinión del suscrito, el Decreto Legislativo
N° 109 debe ser considerado como un dispositivo de transición entre un régimen corporativo
estatal a uno netamente libre empresarial, como el que tenemos ahora en virtud del Decreto
Legislativo N° 708, vigente a partir del 15 de diciembre de 1991. En la actualidad, aún
subsiste la mayor parte del articulado del Decreto Legislativo N° 109, que no fue derogado
por el Decreto Legislativo N° 708, pero dentro de un contexto marcadamente distinto en el
aspecto técnico de la configuración de la concesión minera y del régimen procesal para su
otorgamiento. El sistema de amparo también ha variado radicalmente, tal como se verá más
adelante.

7. EVOLUCION CONSTITUCIONAL

En el ámbito constitucional, la primera Carta Política que trató acerca del tema de la
propiedad estatal de los recursos mineros fue la de 1920, probablemente bajo el influjo de
la Constitución de Querétaro promulgada en febrero de 1917 en plena Revolución
mexicana. Es importante destacar que ese fue el primer texto constitucional en
Latinoamérica en el cual se proclamó que “corresponde a la Nación el dominio directo de
todos los minerales… que es inalienable e imprescindible” (artículo 27° de la misma, citado
por Silva Herzog, Jesus, Breve historia de la Revolución mexicana, tomo 2, Fondo de
Cultura Económica, Segunda Edición, Ciudad de México, 1986, pago. 322). En el artículo
42° de la carta de 1920 quedo establecido que “la propiedad minera en toda su amplitud
pertenece al Estado. Solo podrá concederse la propiedad o el usufructo en la forma y bajo
las condiciones que las leyes dispongan”. Esta Constitución quedo vinculada al régimen de
Leguía y perdió legitimidad política al producirse su caída en agosto de 1930. Al año
siguiente se convocó a un nuevo Congreso Constituyente que en abril de 1933 aprobó una
nueva carta política, cuya señal de distinción fue su rechazo a los excesos autoritarios del
régimen anterior. Sin embargo, en su artículo 87° consigno un dispositivo parecido al
precedente, aunque de mayor alcance. Dicho artículo dispuso que “las minas, tierras,
bosques, agua y en general todas las fuentes naturales de riqueza pertenecen al Estado

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salvo los derechos legalmente adquiridos. La Ley fijara las condiciones de su utilización por
el Estado o de su concesión, en propiedad o en usufructo, a los particulares”.

La constitución de 1979, promulgada por la Asamblea Constituyente al término del gobierno


militar de la segunda base, incluyo todo un capítulo dedicado a los recursos naturales (el
capítulo II del Título III). El artículo 118°, que encabeza el capítulo II, a la letra señala que
“los recursos naturales, renovables y no renovables, son patrimonio de la Nación. Los
minerales, tierras, bosques, aguas y en general todos los recursos naturales y fuentes de
energía pertenecen al Estado. La ley fija las condiciones de su utilización por este y de su
otorgamiento a los particulares”. En concordancia con ese dispositivo, el artículo 122° de la
misma carta consigno lo siguiente: “El Estado fomenta y estimula la actividad minera.
Protege la pequeña y mediana minería. Actúa como empresario y en las demás formas que
establece la ley. La concesión minera obliga a su trabajo y otorga a su titular un derecho
real sujeto a las condiciones de la ley”.

La vigente Constitución Política de 1993, aprobado por el Congreso Constituyente


Democrático, respondió a una visión más privatista y recorto algunos de los alcances de la
carta precedente, particularmente en lo que respecta a la actividad empresarial del Estado,
pero sin derogar el sistema dominialista sobre los recursos naturales. Tal como ya se ha
indicado, el artículo 66° señala que “los recursos naturales, renovables y no renovables,
son patrimonio de la Nación. El estado es soberano en su aprovechamiento. Por ley
orgánica se fijan las condiciones de su utilización y de su otorgamiento a los particulares.
La concesión otorga a su titular un derecho real, sujeto a dicha norma legal”. Vemos, por
consiguiente, que el mandato constitucional coloca a la concesión minera en una situación
legal especial dentro del ámbito de los derechos reales, cuya naturaleza será analizada en
los capítulos siguientes.

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CONCLUSIONES

- Se concluyó que los recursos naturales renovables y no renovables son patrimonio del
Estado (los minerales, la tierra, los bosques, el agua y todos los recursos naturales y
energéticos en general pertenecen al Estado).

- Esta concesión, además de otorgar el derecho de explorar y explotar los recursos


minerales que se encuentran en una determinada área de terreno de profundidad infinita,
adquiere las características de bienes raíces, otorgando así un derecho de propiedad
autónomo.

- Actividades de exploración, además de ubicar y determinar el número aproximado de


cuerpos minerales, para determinar el valor promedio de mineralización y las
características físicas del recurso, lo que ayudará a determinar la factibilidad de
recuperación metalúrgica.

- Las actividades mineras deben entenderse como actividades que permiten la explotación
de los recursos minerales que se encuentran en diversos yacimientos minerales.

- El régimen de propiedad de los recursos naturales entró en vigor en nuestra Constitución


Política de 1993, el artículo 66 establece que “Los recursos naturales, renovables y no
renovables, son propiedad del Estado, y la Ley Orgánica regula las condiciones de su
aprovechamiento y el otorgamiento de concesiones individuales a los mismos El
propietario tiene un derecho de propiedad, sujeto a las normas legales antes
mencionadas.

- El Estado promueve y estimula la actividad minera, protege a la pequeña y mediana


minería, actúa como empresario, y en las demás formas previstas por la ley, las
concesiones mineras están obligadas a su labor y otorgan a sus propietarios derechos
de propiedad calificados conforme a la ley.

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BIBLIOGRAFIA

- Belaunde Moreyra, M. (1998). DERECHO MINERO Y CONCESIONES: ANALISIS DE LA


LEGISLACION VIGENTE, INCLUYEBDI LA MINERIA ILEGAL E INFORMAL Y LAS
ULTIMAS REFORMAS (Riquelme Flores Jerecca 2018 ed.). San Marcos E.I.R.L

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