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UNIVERSIDAD DE HUANUCO

E.A.P. DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS


Facultad de Derecho y Ciencias Políticas

TEMA:
MONOGRAFIA DE LA EVOLUCION HISTORICA DE LA CONCESION MINERA

CURSO:
DERECHO MINERO Y DE ENERGIA

DOCENTE:
Mag. AVELINO MEJIA CAMPOS

ALUMNO:
DELGADO HORNA, Denis Daniel

CODIGO DE ALUMNO:
1201711372

TOCACHE – PERU
2021

Alumno: Denis Daniel Delgado Horna - DERECHO MINERO Y ENERGÍA


1
DEDICATORIA
Agradezco a Dios por haberme otorgado una familia
maravillosa, quienes han creído en mí siempre, dándome
ejemplo de superación, humildad y sacrificio, enseñándome a
valorar todo lo que tengo. A todos ellos dedico el presente
trabajo, porque han fomentado en mí, el deseo de superación
y de triunfo en la vida. Lo que ha contribuido a la
consecución de este logro. Espero contar siempre con su
valioso e incondicional apoyo.

Alumno: Denis Daniel Delgado Horna - DERECHO MINERO Y ENERGÍA


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INDICE

1. LOS PRIMEROS ANTECEDENTES..........................................................................4

2. ORDENANZAS DE MINERÍA....................................................................................4

3. CÓDIGO DE MINERÍA DE 1901................................................................................7

4. CÓDIGO DE MINERÍA DE 1950................................................................................9

5. LEY GENERAL DE MINERÍA, DECRETO LEY N° 18880...................................12

6. LEY GENERAL DE MINERÍA, DECRETO LEGISLATIVO N° 109.....................14

7. EVOLUCION CONSTITUCIONAL..........................................................................17

8. CONCLUSIONES.......................................................................................................19

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1. LOS PRIMEROS ANTECEDENTES

Hablar del Derecho minero tal cual lo entendemos hoy día.

Jorge Basadre Ayulo se refiere a un derecho oral y no escrito, propio de la civilización


inca, que se desarrolló entre los siglos XII y XVI, en cuya virtud las minas eran
trabajadas por cuenta del inca para extraer los metales preciosos y el cobre, que surge
después la mita como trabajo forzado y personal por un tiempo limitado, que
posteriormente “se irradió al Derecho Indiano en un claro mestizaje jurídico”. Este
Derecho indiano,

Según el mismo Basadre Ayulo, contiene “normas especiales y casuistas derivadas del
viejo Derecho castellano – leonés para pretender dar solución a los problemas derivados
de las actividades mineras en las indias a medida que se van presentando estos”. En el
Derecho indiano, “debemos considerar como fuentes principales las Ordenanzas de
Toledo de 1574, la Nueva Recopilación, la Novísima Recopilación de 1680, las
Ordenanzas de Ballesteros, por el nombre del funcionario virreinal que las recopiló y
publicó en 1752 para su aplicación en nuestro país”.

2. ORDENANZAS DE MINERÍA

Finalmente, debemos tener en cuenta las Ordenanzas de México o Nueva España


dictadas por el rey Carlos III en mayo de 783 y puertas en vigencia en el Perú en
diciembre de 1785, con 56 modificaciones legales denominadas “Declaraciones de
Escobedo”. Con dichas ordenanzas, en opinión del suscrito, se inicia propiamente el
Derecho minero como rama autónoma de las ciencias jurídicas. Conforme se ha
mencionado, las ordenanzas rigieron en todos o casi todos los dominios españoles de
America y continuaron vigentes después de la independencia hasta muy avanzado el
siglo XIX, y concretamente en el Perú hasta el 31 de diciembre de 1900.

¿Cuál es la característica fundamental de las ordenanzas de minería? Francisco García


Calderón la resalta en los siguientes términos: “Como base de las disposiciones que
vamos a insertar debe tenerse presente que las mimas se consideran como bienes

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nacionales; y que los jueces del ramo, en nombre del Estado, conceden la propiedad de
ellas a los denunciantes y descubridores. Para adquirir la propiedad de una mina deben
concurrir los requisitos que se indican en el artículo Denuncia de Minas” Luego, García
Calderón en el referido artículo formula las siguientes precisiones: “Las minas que a
nadie han pertenecido, se adjudican al que las descubre; y las que han estado en
propiedad particular, y han sido abandonadas por sus poseedores, pueden ser
denunciadas para que se adjudiquen al denunciante. Las minas son propiedad del
Estado. Sin embargo, se conceden a los particulares en propiedad y posesión; de manera
que puedan venderlas, permutarlas, arrendarlas, donarlas, dejarlas en testamento por
herencia o manda, o enajenar de cualquier otra manera el derecho que en ellas les
pertenezca, en los mismos términos que lo posean, y en personas que pueden
adquirirlo”.

Seguidamente, García Calderón alude al condicionamiento de las concesiones: “Esta


concesión se entiende bajo dos condiciones: que han de contribuir al gobierno con la
parte de metales señalada; y que han de labrar y disfrutar las minas, cumpliendo lo
prevenido en las Ordenanzas; de suerte que se tendrán por perdidas, y se adjudicarán al
que las denuncie, siempre que se falta al cumplimiento de aquellas disposiciones en que
así se prevenga” Se podía descubrir, solicitar, registrar y denunciar cualquier tipo de
mineral, metálico o no metálico, que incluye oro, plata, piedras preciosas, así como
metales básicos.

En abril de 1873 se dictó una ley sobre la explotación del carbón de piedra y del
petróleo, el primero de las cuales no fue regulado por las ordenanzas de minería y el
segundo simplemente no era conocido, sino hasta mediados del siglo XIX. La
explotación de ambos se sujetó a la mencionada ley y supletoriamente a las ordenanzas.
En su artículo 3° se estableció que la medida superficial de la pertenencia era de 40000
m2, debiéndose presentar para su registro los títulos al Tribunal de Minería de Lima
dentro de los 4 meses de concedido el amparo. Posteriormente, una Ley de enero de
1877 creó un impuesto de 15 soles semestrales sobre cada cuadratura o pertenencia, en
posesión o amparo, de cualquier dimensión que sea, que incluye las de carbón y de
petróleo. Los dueños de las minas estaban obligados a pagar puntual y continuamente
dicho impuesto que adquirió la condición de requisito esencial para la posesión y
propiedad legal de la mina, sea que se trabaje o no. La falta de pago del impuesto en un
semestre, determinaba la pérdida indefectible de los derechos de propiedad y posesión.

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Adicionalmente, los titulares de derechos sobre pertenencias de minas, trabajadas o no,
debían presentar a la diputación territorial respectiva, una copia legalizada de sus títulos
dentro de un plazo de 6 meses. Las pertenencias mineras, cuyos titulares no cumplieran
con esa obligación, volvían de hecho al dominio del Estado para ser nuevamente
denunciadas, sin que el antiguo poseedor pudiera oponerse al denuncio. Los extranjeros
quedaron en igualdad de condiciones con los nacionales para el ejercicio de la actividad
minera.

De lo expuesto se desprenden cinco conclusiones básicas del régimen legal fijado en las
Ordenanzas de Minería, con sus modificaciones de 1873 y 1877: a) las minas eran de
propiedad del Estado que sucedía a la persona del rey; b) el Estado podía concederlas en
posesión y propiedad para que fueran explotadas por particulares; c) este derecho de
posesión y propiedad quedaba virtualmente asimilado a la propiedad civil toda vez que
las concesiones podían ser objeto del trafico jurídico como cualquier bien, siempre que
se trabajaran; d) la posesión y propiedad del concesionario estaba supeditada al pago
puntual del impuesto semestral de 15 soles por pertenencia, cuyo incumplimiento se
consideraba como un causal de extinción del derecho, y e) a lo que debe agregarse la
obligación de presentar los títulos ante la diputación territorial, dentro de un plazo
establecido, para el registro del derecho y el ejercicio futuro del mismo. El
incumplimiento de esta obligación al vencimiento del plazo (30 de junio de 1877)
acarreaba también la extinción del derecho. Se trataba, por lo tanto, de una concesión
sujeta a condición resolutoria.

3. CÓDIGO DE MINERÍA DE 1901

Dicho cuerpo de leyes fue aprobado por el presidente López de Romaña, sobre las base
de un proyecto final preparado por la Sociedad Nacional de Minería, de conformidad a
una Resolución Legislativa dictada en 1896 que facultó al Poder Ejecutivo para ponerlo
en vigencia. El Código mereció fuertes críticas al momento de su dación por su carácter
excesivamente privatista. Así lo señala Jorge Basadre Ayulo aludiendo a unas severas
objeciones formuladas por el catedrático de San Marcos Manuel Santos Pasapera. En
efecto, el Título I de dicho Código se refirió a la propiedad minera, a la que califico una
vez adquirida legalmente de “irrevocable y perpetua como la propiedad común”
(artículo 5°) solo sujeta a caducidad por la falta de pago del Impuesto por la falta del
pago del impuesto anual de 30 soles por pertenencia establecido en el artículo 28°. El

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Código de 1901 no aludió explícitamente al dominio originario del Estado, por lo que
en rigor ese cuerpo normativo podría haber sido encuadrado dentro del sistema de res
nullius, de no haber existido en el Perú una fuerte tradición en sentido contrario,
reforzada por la causal de caducidad antes mencionada.

Por lo demás, conforme se ha indicado en acápites precedentes, el código permitió el


sistema de accesión a favor del propietario del suelo respecto los minerales no metálicos
existentes en el suelo de su concesión. El Código de 1901 comprendió dentro de sus
alcances a los yacimientos de sustancias minerales o fósiles susceptibles de utilización
industrial, a las haciendas de beneficio y los sitios para su construcción, las aguas
requeridas para fuerzas motriz y uso de las minas y de las haciendas de beneficio, así
como los escoriales, relaves y desmontes. De otro lado, excluyó a los depósitos de
guano, al salitre, bórax y sales alcalinas, que estaban sujetas a su ley especial, y a los
yacimientos de sal, así como a los pozos de agua salada.

De acuerdo a dicho ordenamiento legal “la propiedad de las minas era separada y
distinta de la del terreno o fundo superficial, siendo su dominio transferible con arreglo
a las leyes comunes y las disposiciones especiales del Código”. Igualmente, el Código
estableció que “la concesión de la propiedad minera solo puede hacerse por la autoridad
competente y en la forma que el Código determina”. La propiedad minera confería el
derecho de explotación y libre disposición de todas las sustancias objeto de esta clase de
propiedad, contenidas dentro de los planos verticales trazados por los lados del
perímetro de la concesión. La unidad de medida de las concesiones era la pertenencia,
definida físicamente como “un sólido prismoidal, de base rectangular, de dos hectáreas
de extensión, con 200 metros por un lado y 100 por el otro, medidos horizontalmente en
la dirección designada por el denunciante y de profundidad indefinida en sentido
vertical”.

Como excepción se dispuso que en “los yacimientos de carbón y petróleo, en los


placeres y yacimientos análogos de oro, platino, estaño, etc., las pertenencias serian de
base cuadrada con lados de 200 metros”. O sea, tales pertenencias eran de 4 hectáreas.
Este artículo comprendió dentro del Código al carbón y al petróleo, que anteriormente
habían estado regidos por la Ley de abril de 1873. El petróleo solo volvió a separarse
legalmente de la minería, y esta vez para siempre, con la Ley N° 4452 dictada en los
inicios de la década del 20. La concesión minera podía tener hasta 60 pertenencias, de lo
que se desprende que la extensión máxima de cada concesión, conforme al Código de
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1901, era de 120 hectáreas, salvo las de carbón y petróleo que podían ser de 240
hectáreas. Los extranjeros quedaron en la misma situación que los peruanos para la
adquisición de las minas en las formas establecidas por el código.

En suma, el Código de 1901 se caracterizó por su espíritu liberal, morigerado por la


estructura administrativa y jurisdicción minera puesta en manos del Poder Ejecutivo a
través del Ministerio de Fomento y de diversos organismos bajo su dependencia.
También se caracterizó por su aparente simplicidad y orden, así como por la preferencia
otorgada al concesionario minero para la utilización de los terrenos superficiales frente a
los derechos de sus propietarios. El concesionario recibió el derecho a expropiar a falta
de acuerdo con tales propietarios. El Código de 1901 rigió durante casi 50 años con
múltiples enmiendas y modificaciones, donde es finalmente derogado por el Código de
Minería de 1950, promulgado mediante el Decreto Ley N° 11357 en mayo de dicho
año, durante la fase estrictamente militar del gobierno del general Odría. Esa
promulgación se produjo como consecuencia de una fuente presión de la minería
privada, que criticaba la excesiva complejidad generada por los sucesivos cambios
legales y las cargas impositivas de carácter ciego.

4. CÓDIGO DE MINERÍA DE 1950

El artículo 1° del referido Código de 1950 señaló que “las sustancias minerales de toda
naturaleza que se encuentren en el suelo y en el subsuelo del territorio nacional, son
bienes de propiedad del Estado, salvo los derechos legalmente adquiridos. Todo lo
relativo a su explotación por los concesionarios es de utilidad pública y se regirá por las
disposiciones de este Código”. Cabe resaltar el respeto a los derechos legalmente
adquiridos, frase proveniente del texto del artículo 37° de la Constitucion de 1933,
entonces vigente, cuya inclusión en ambas normas atemperó la declaración dominial.
Luego, en el artículo 3°, se definió el concepto de concesión al señalarse que “el Poder
Ejecutivo concederá a las personas naturales y jurídicas, nacionales o extranjeras de
Derecho privado que lo soliciten, el derecho para explotar hasta por cinco años o para
explotar indefinidamente utilizados, en la forma y con las facultades y obligaciones
establecidas en este Código”. El Código de 1950 estableció dos tipos de concesiones,
las de exploración por un plazo de hasta de 5 años, y las de explotación por un plazo
indefinido, provenientes de la transformación de las anteriores o de un denuncio
formulado directamente para explotación.

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En el artículo 7° se reiteró la distinción entre suelo y subsuelo: “La mina es un inmueble
distinto y separado del terreno superficial en el que está ubicada, aunque su
concesionario sea también propietario del suelo”. La unidad de medida de la concesión
minera fue señalada en el artículo 23° como “un sólido de profundidad indefinida
limitado en el terreno por los cuatros planos verticales correspondientes a un cuadrado
horizontal de una hectárea de superficie”. Con arreglo al artículo 24°, la extensión de las
concesiones podía ser de una a mil hectáreas y en rectángulos cuyos lados guarden entre
si una proporción que no exceda de uno a diez. De acuerdo al artículo 27° del Código, la
concesión minera otorgaba a su titular un derecho real sobre las sustancias contenidas
en la misma, cuyo título era irrevocable e indefinido como el de la propiedad común,
que caducaba solamente por las causales establecidas en el Código.

Las causales de caducidad estaban referidas exclusivamente, conforme al artículo 68°


del Código, a la falta de pago del canon y sobrecanon territorial durante dos años
consecutivos. El Código de 1950 estableció una clarísima preferencia a favor del
concesionario minero sobre el propietario del terreno superficial que podía ser
expropiado y objeto de toda clase de servidumbres en aras de explotación minera.
Asimismo, confirió al concesionario minero el libre uso del terreno superficial de la
concesión para el fin económico de la misma, en el caso de ser Estado y de las
municipalidades. También le otorgo el derecho a utilizar gratuitamente los terrenos
eriazos ubicados fuera del perímetro de la concesión.

Es digno de mencionar que el Código de 1950 dedico el Titulo VIII de su Capítulo I,


artículos 75° a 80° inclusive, a regular la utilización por el Estado de su propiedad
minera. En dichos artículos se estableció que el Estado podía decretar la exploración de
zonas mineras, con la misma forma y dimensiones a explotación e inscribirlas en el
Registro de Concesiones y Derecho Mineros, después Registro Público de Minería, hoy
Registro de Derechos Mineros de la SUNARP, señalándose que los plazos para
exploración y transformación de la concesiones a explotación eran los mismos que los
establecidos para las concesiones mineras otorgadas a personas o empresas privadas. En
la Exposición de Motivos del Código, se indicó que el Estado podía explorar o explotar
su riqueza minera “directamente por organismos estatales o por medios de compañías o
sindicatos fiscalizados que se establezcan con tal objeto”.

El Código de Minería de 1950, a diferencia del dispositivo que lo precedió, destaco con
indiscutible nitidez el dominio originario del Estado sobre las sustancias minerales, con
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la excepción de los derechos adquiridos. Al mismo tiempo, se caracterizó por ser un
documento legal privatista, pues impulso la actividad minera privada con exoneraciones
tributarias. Asimismo, reitero el carácter irrevocable de la concesión, solo susceptible de
caducidad por la falta de pago del canon y sobrecanon en su caso durante dos años
consecutivos, si bien sus montos fueron sustancialmente elevados en la década del 60.
Finalmente, el Código de 1950 previo legalmente la explotación por el Estado de su
riqueza minera bajo la forma de concesión, lo que de hecho venía sucediendo con la
Corporación Peruana del Santa, entidad estatal a la que en 1945 le fueron concedidos
los yacimientos de hierro de Marcona y cuya explotación fue luego contratada con una
empresa norteamericana.

5. LEY GENERAL DE MINERÍA, DECRETO LEY N° 18880

En junio de 1971, el gobierno militar del general Velasco, nacido de la revolución del 3
de octubre de 1968, promulgo mediante el Decreto Ley N° 18880 una Ley General de
Minería que derogó el Código de 1950, y que vino a ser una de las piedras angulares de
las reformas estructurales aplicadas por ese régimen. Esta ley tuvo su antecedente
inmediato en el Decreto Ley N° 18225 dictado en 1970, así como en diversos
dispositivos expedidos por el gobierno militar el año anterior, que modificaron las
normas de caducidad de las concesiones sobre las base del amparo por el trabajo, que en
el Perú había sido descontinuado desde el Código de 1901.

El articulo II del Título Preliminar de la Ley reitero que “son bienes de propiedad del
Estado, inalienables e imprescriptibles, los yacimientos minerales, cualquiera que sea la
naturaleza de las sustancias que contengan”. El artículo III del mismo artículo incluyó
como elemento determinante la explotación por el Estado de su riqueza minera, que en
el Código 1950 solo había sido enunciado como posibilidad, al establecer que “la
actividad empresarial del Estado es factor fundamental en el desarrollo de la industria
minera”. El articulo IV condiciono los derechos de la concesión al sistema de amparo
por el trabajo y en el artículo VIII se puso énfasis en las condiciones de bienestar y
seguridad de los trabajadores mineros, concepto que ya estaba presente en el Código de
1950, pero enunciado de una manera menos categórica.

El artículo 8° de la Ley General de Minería señaló, repitiendo las leyes precedentes, que
“la concesión minera es un mueble distinto y separado de la superficie en donde está
ubicada” en virtud de la cual se otorgaba a su titular un derecho real consistente,
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conforme a los artículos 13° y 14°, en el derecho a explorar por un plazo de 5 años
(tratándose de las concesiones de explotación) y de extraer sus productos minerales
(tratándose de las concesiones de explotación) para convertirse en propietario de las
sustancias minerales extraídas. La unidad de medida fue definida en los mismos
términos que el Código de 1950, que tenía la concesión una extensión mínima de una
hectárea y una máxima de mil. Los derechos del concesionario sobre el terreno
superficial de la concesión y el derecho a usar gratuitamente terrenos eriazos, así como
establecer servidumbres e incluso expropiar predios de terceros fueron destinados en
una forma similar y quizás más contundente de la establecida en el Código de 1950.

El cambio más significativo introducido por el Decreto Ley N° 18880, dentro de su


filosofia de control estatal, fue la obligación de invertir y de producir para mantener
vigente la concesión, sin perjuicio de pagar el canon territorial. La obligación de invertir
en la concesión de exploración fue determinada mediante una escala dineraria en
función del hectareaje y de los años de concesión. Con respecto a las concesiones de
explotación, se estableció una modalidad de inversión y de producción mínima,
conforme un calendario de operaciones y teniendo en consideración los reservas de
mineral contenidas en la concesión. La ley estableció causales de caducidades distintas
para las concesiones de exploración y explotación. Con relación a la segunda, además
de la antigua causal del no pago del canon territorial durante dos años consecutivos, se
establecieron cinco causales adicionales vinculadas al incumplimiento de las
obligaciones de invertir así como de producir. La caducidad por estos incumplimientos
podía ser declarada mediante resolución de la Dirección General de Minería.

El esquema trazado por el Decreto Ley N° 18880, de carácter complejo y librado al


criterio técnico o no de la autoridad minera, de hecho generó un ambiente de
inestabilidad que fue perjudicial para el buen desarrollo de la industria minería. En otras
palabras, el concesionario se sintió sujeto a una espada de Damocles que podía llevar a
la caducidad de la concesión por múltiples razones más allá de su control. A lo que
debe agregarse la desmesurada expansión del papel del Estado en la industria minera,
para lo cual se le dedicó el Titulo Segundo de la Parte Primera de la Ley General de
Minería. En dicho título, se definió al denominado derecho especial del Estado “como el
derecho que este tiene de ejercer determinada actividad de la industria minera con
excepción de la comercialización”. Adicionalmente, se facultó al Estado para decretar la
no admisión de denuncios mineros, la reserva de ciertas sustancias minerales, la

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creación de áreas de reserva nacional sobre las que no era posible otorgar concesiones,
la constitucion de derechos especiales del Estado sobre áreas de reserva nacional a favor
de Minero Perú y también para plantas de beneficio, refinación y labores generales.

Dentro de este contexto, el estado, por intermedio de Minero Perú, se reservó la


actividad de refinación, con la calidad de exclusión y excluyente en el caso del cobre,
pero facultativa respecto de otros metales. Por último, el Estado se reservó la
comercialización de todos los productos minerales, primero a través de Minero Perú y
luego por intermedio de Minero Perú Comercial (Mipeco). Este cuadro de restricción a
la actividad privada se completó con el establecimiento de la Comunidad Minera en
cada empresa y de una supraentidad comunitaria denominada Comunidad de
Compensación Minera. Y para no dejar las cosas en el papel, además de la creación de
Minero Perú en 1970 mediante el Decreto Ley N° 18225, en 1973 se expropio la Cerro
de Pasco Corporation y en 1975 la Marcona Mining Company, para cuyo efecto se
constituyeron Centromin y Hierro Perú, que conformaron el poderoso complejo de las
empresas estatales mineras.

6. LEY GENERAL DE MINERÍA, DECRETO LEGISLATIVO N° 109


Con la terminación del régimen militar y la vuelta al régimen constitucional en julio de
1980 surgió la necesidad de adaptar la normatividad legal minera a los nuevos rumbos
políticos y económicos del país. Por ello, en septiembre de 1981 mediante Decreto
Legislativo N° 109, dictado con arreglo al régimen de delegación legislativa introducido
por la Constitucion de 1979, se puso en vigencia una nueva Ley General de Minería. El
nuevo ordenamiento jurídico, que aun rige parcialmente, puso de lado los excesos
estatistas del Decreto Ley N° 18880 sin desmantelar el aparato empresarial del Estado.
Tampoco abolió el sistema de amparo por el trabajo, que en la práctica fue flexibilizado,
evitando o aminorando la posibilidad de caducidades arbitrarias por parte de la
autoridad minera. El articulo II del Título Preliminar de la repitió el anterior texto
acerca de la propiedad estatal sobre los recursos mineros, con el carácter de inalienable
e imprescriptible.

El artículo III, en lugar de señalar que la actividad empresarial del Estado es factor
fundamental en el desarrollo de la industria minera, se limitó a indicar que el Estado
evalúa los recursos minerales, así como promueve y fomenta su racional
aprovechamiento. La terminología de dicho artículo correspondía en realidad al texto
del artículo 119° de la Constitucion de 1979. La actividad empresarial del Estado
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continuó a través de los denominados “derechos especiales” que fueron definidos en la
misma forma que las concesiones mineras, salvo su extensión y forma. El Estado, en
cumplimiento de la Constitucion, abandonó el monopolio de la refinación y de la
comercialización, si bien Minpeco mantuvo la posición de ente comercializador
exclusivo de las empresas estatales mineras. Operativamente tales empresas fueron
definidas como entidades de derecho privado, administradas de manera autónoma,
aunque sujetas a la supervisión financiera del gobierno a través de los Ministerios de
Energía y Minas y de Economía y Finanzas. De hecho MineroPerú, Centromin,
HierroPerú y Tintaya (a partir de 1985) actuaron en forma independiente, si bien todas
vendían sus productos por intermedio de Minpeco. Esta situación se mantuvo hasta
fines de 1991.

Con la terminación del régimen militar y la vuelta al régimen constitucional en julio de


1980 surgió la necesidad de adaptar la normatividad legal minera a los nuevos rumbos
políticos y económicos del país. Por ello, en septiembre de 1981 mediante Decreto
Legislativo N° 109, dictado con arreglo al régimen de delegación legislativa introducido
por la Constitucion de 1979, se puso en vigencia una nueva Ley General de Minería. El
nuevo ordenamiento jurídico, que aun rige parcialmente, puso de lado los excesos
estatistas del Decreto Ley N° 18880 sin desmantelar el aparato empresarial del Estado.
Tampoco abolió el sistema de amparo por el trabajo, que en la práctica fue flexibilizado,
evitando o aminorando la posibilidad de caducidades arbitrarias por parte de la
autoridad minera. El articulo II del Título Preliminar de la repitió el anterior texto
acerca de la propiedad estatal sobre los recursos mineros, con el carácter de inalienable
e imprescriptible.

Igualmente se reiteró al amparo por el trabajo en las concesiones de exploración


mediante la modalidad de la inversión mínima obligatoria en una escala incremental
según los años transcurridos. En cuanto a la concesión de explotación se mantuvo la
obligación de presentar un cronograma de ejecución del calendario de operaciones hasta
alcanzar el periodo estrictamente operativo de la concesión. En esa etapa, el
concesionario debía lograr una producción mínima proporcional a las reservas
probadas/probables del mineral contenido en la concesión. El incumplimiento de las
obligaciones de inversión mínima en la concesión de exploración y del calendario de
operaciones, así como de su cronograma y de la producción mínima en las concesiones
de explotación, constituía causal de caducidad de las mismas. Paradójicamente la falta

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de pago del canon territorial en las concesiones de exploración (a las que se les hizo
extensiva dicha contribución) y de explotación no fue considerada causal de caducidad.

En suma, señalarse que el Decreto Legislativo N° 109 fue una versión atenuada del
Decreto Ley N° 18880, promulgado con la deliberada intención de disminuir el papel
del Estado en la minería, pero sin eliminarlo drásticamente. En opinión del suscrito, el
Decreto Legislativo N° 109 debe ser considerado como un dispositivo de transición
entre un régimen corporativo estatal a uno netamente libre empresarial, como el que
tenemos ahora en virtud del Decreto Legislativo N° 708, vigente a partir del 15 de
diciembre de 1991. En la actualidad, aún subsiste la mayor parte del articulado del
Decreto Legislativo N° 109, que no fue derogado por el Decreto Legislativo N° 708,
pero dentro de un contexto marcadamente distinto en el aspecto técnico de la
configuración de la concesión minera y del régimen procesal para su otorgamiento. El
sistema de amparo también ha variado radicalmente, tal como se verá más adelante.

7. EVOLUCION CONSTITUCIONAL

En el ámbito constitucional, la primera Carta Política que trató acerca del tema de la
propiedad estatal de los recursos mineros fue la de 1920, probablemente bajo el influjo
de la Constitucion de Querétaro promulgada en febrero de 1917 en plena Revolución
mexicana. Es importante destacar que ese fue el primer texto constitucional en
Latinoamérica en el cual se proclamó que “corresponde a la Nación el dominio directo
de todos los minerales… que es inalienable e imprescindible” (artículo 27° de la misma,
citado por Silva Herzog, Jesus, Breve historia de la Revolución mexicana, tomo 2,
Fondo de Cultura Económica, Segunda Edición, Ciudad de México, 1986, pago. 322).
En el artículo 42° de la carta de 1920 quedo establecido que “la propiedad minera en
toda su amplitud pertenece al Estado. Solo podrá concederse la propiedad o el usufructo
en la forma y bajo las condiciones que las leyes dispongan”. Esta Constitucion quedo
vinculada al régimen de Leguía y perdió legitimidad política al producirse su caída en
agosto de 1930. Al año siguiente se convocó a un nuevo Congreso Constituyente que en
abril de 1933 aprobó una nueva carta política, cuya señal de distinción fue su rechazo a
los excesos autoritarios del régimen anterior. Sin embargo, en su artículo 87° consigno
un dispositivo parecido al precedente, aunque de mayor alcance. Dicho artículo dispuso
que “las minas, tierras, bosques, agua y en general todas las fuentes naturales de riqueza
pertenecen al Estado salvo los derechos legalmente adquiridos. La Ley fijara las

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condiciones de su utilización por el Estado o de su concesión, en propiedad o en
usufructo, a los particulares”.

La constitucion de 1979, promulgada por la Asamblea Constituyente al término del


gobierno militar de la segunda base, incluyo todo un capítulo dedicado a los recursos
naturales (el capítulo II del Título III). El artículo 118°, que encabeza el capítulo II, a la
letra señala que “los recursos naturales, renovables y no renovables, son patrimonio de
la Nación. Los minerales, tierras, bosques, aguas y en general todos los recursos
naturales y fuentes de energía pertenecen al Estado. La ley fija las condiciones de su
utilización por este y de su otorgamiento a los particulares”. En concordancia con ese
dispositivo, el artículo 122° de la misma carta consigno lo siguiente: “El Estado
fomenta y estimula la actividad minera. Protege la pequeña y mediana minería. Actúa
como empresario y en las demás formas que establece la ley. La concesión minera
obliga a su trabajo y otorga a su titular un derecho real sujeto a las condiciones de la
ley”.

La vigente Constitucion Política de 1993, aprobado por el Congreso Constituyente


Democrático, respondió a una visión más privatista y recorto algunos de los alcances de
la carta precedente, particularmente en lo que respecta a la actividad empresarial del
Estado, pero sin derogar el sistema dominialista sobre los recursos naturales. Tal como
ya se ha indicado, el artículo 66° señala que “los recursos naturales, renovables y no
renovables, son patrimonio de la Nación. El estado es soberano en su aprovechamiento.
Por ley orgánica se fijan las condiciones de su utilización y de su otorgamiento a los
particulares. La concesión otorga a su titular un derecho real, sujeto a dicha norma
legal”. Vemos, por consiguiente, que el mandato constitucional coloca a la concesión
minera en una situación legal especial dentro del ámbito de los derechos reales, cuya
naturaleza será analizada en los capítulos siguientes.

8. CONCLUSIONES

- Se concluye que los recursos naturales, renovables y no renovables, son


patrimonio de la Nación (Los minerales, tierras, bosques, aguas y en general
todos los recursos naturales y fuentes de energía pertenecen al Estado).
- Esta concesión además de otorgar el derecho a explorar y explotar los recursos
minerales que se pudieran encontrar en determinada superficie de terreno de

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profundidad indefinida, adquiere la característica de un bien inmueble y a su vez
otorga un derecho real sui generis.

- La actividad de exploración, además de ubicar y determinar la cantidad


aproximada de los cuerpos minerales, también se establecen los valores
promedio de mineralización y las características físicas del recurso, lo que
permitirá establecer la viabilidad de la recuperación metalúrgica.
- La actividad de explotación debemos entenderla como aquella que permitirá la
extracción del recurso mineral que se encuentra en los diversos yacimientos.
- El sistema dominialista sobre los recursos naturales, vigente en nuestra
constitucion Política de 1993, en el artículo 66° señala que “los recursos
naturales, renovables y no renovables, son patrimonio de la Nación, ley orgánica
se fijan las condiciones de su utilización y de su otorgamiento a los particulares
La concesión otorga a su titular un derecho real, sujeto a dicha norma legal.
- El Estado fomenta y estimula la actividad minera, protege la pequeña y mediana
minería, y actúa como empresario y en las demás formas que establece la ley,
asimismo la concesión minera obliga a su trabajo y otorga a su titular un derecho
real sujeto a las condiciones de la ley.

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