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Las Reformas borbónicas fueron una serie de cambios administrativos aplicados por los miembros de la
monarquía absoluta borbónica a partir del siglo XVIII en el Virreinato de Nueva España y el Virreinato del
Perú. Las reformas buscaban reacomodar tanto la situación interna de la Península como sus relaciones
con las provincias ultramarinas, ambos propósitos respondían a una nueva concepción del Estado,
considerando como principal tarea volver a abogarse todos los atributos del siglo XVIII, poder que había
delegado en grupos, corporaciones y asumir directamente la dirección del poder español que mostraba
signos de decadencia. Las constantes guerras con Inglaterra, la corrupción y la evasión de impuestos
habían contribuido al deterioro de las finanzas, mientras que las pestes y las epidemias habían producido
una crisis demográfica. Ante esta situación, los monarcas fortalecieron la economía española mediante el
máximo aprovechamiento de los recursos provenientes del asiento de negros y unificaron su administración
a través de la designación de ministros más eficientes.
El virreinato de la Nueva España (hoy México) y el de Perú conformaban los territorios más prósperos y
ricos que España disponía. México producía en Zacatecas y Guanajuato el 67 % de toda la plata de
América. Alrededor de 1810, contaba con una población de unos seis millones de habitantes, repartidos en
un 18 % de blancos (setenta criollos por cada peninsular), un 60 % de aborígenes (la mayoría del país) y
un 22 % de castas (pardos y mestizos). La riqueza se encontraba mal distribuida; como observó Alexander
von Humboldt, México es el país de la desigualdad. España, envuelta en guerras, unas veces con
Inglaterra por compromisos diplomáticos y otras con Francia, no exigió mayores y más directas exacciones
fiscales a las provincias ultramarinas, al tiempo que debilitaba su control militar y administrativo sobre ellas.
Al acudir al dinero mexicano, son intereses de la Iglesia, principal capitalista del país.
Consecuencias[editar]
1. Mayor centralización y control por parte del Imperio Español hacia las colonias Americanas.
2. Inmensa disminución en los ingresos de las colonias españolas, lo cual las llevó a un gran
empobrecimiento.
3. Marcada mengua en el crecimiento industrial de las colonias.
4. Fuertes disturbios por descontento de las colonias por las reformas económicas implementadas por
el imperio español.
5. Aumento de las contribuciones que las colonias aportaban al Imperio Español.
Reformas políticas[editar]
La corona mandó al mariscal [Juan de Villalba], acompañado de tropas peninsulares, con la misión de
institucionalizar un ejército, que asombrosamente hasta entonces no había existido, y el reclutamiento se
hizo mediante la leva forzada. Cabe mencionar, que los dos enviados, Gálvez y Villalba, tuvieron conflictos
con el virrey, el marqués de Cruillas. Se nombró a un nuevo virrey, Carlos Francisco de Croix que apoyó a
Villalba en sus tareas militares.
Al principio el ejército fue una institución desprestigiada que con el tiempo fue ganando aceptación, gracias
a que se fueron otorgando una serie de privilegios. Los fueros concedían la exención de impuestos a los
militares. En caso de que tuvieran un problema jurídico podían trasladar su caso de una corte civil a una
corte militar, donde lo ayudarían a resolver su problema.
Las posesiones americanas de la Corona eran vulnerables a los ataques externos. En realidad, este
problema se solucionó hasta cierto grado ya que no se creó una armada para la defensa de los puertos
americanos, teniendo como dos únicas defensas la Armada peninsular, que era llamada cada vez que se
presentaban conflictos de alto grado y, por otra parte, la nueva institución militar que tenía guarniciones
cercanas a las costas. Desde el momento en que España colonizó América hubo un interés de otras
potencias por obtener posesiones. Los ingleses, con sus colonias al norte al igual que Holanda, y los
portugueses al sur con Brasil.
El mar Caribe se convirtió en un área de disputa, las potencias querían hacerse por lo menos de una isla
para tener presencia. De esta manera Inglaterra, Francia, Holanda, Dinamarca y Suecia se beneficiaron de
la piratería y del contrabando del comercio.
La defensa española no fue efectiva, pues las milicias que salvaguardaban las costas solo podían brindar
protección en los puertos. Una vez que las embarcaciones zarpaban estaban expuestas a recibir un ataque
de corsarios o de piratas, por lo que era necesaria la creación de una armada americana que nunca se
realizó.
Para asegurar la defensa del territorio colonial, la reforma administrativa de Gálvez se complementó con
cambios en la esfera militar. Así, se emprendió la construcción y la reparación de fortificaciones, y se puso
en marcha la formación de un ejército compuesto por dos elementos de importancia desigual: el ejército
regular y las milicias. El primero estaba formado por soldados permanentes y tropas de apoyo que
procedían de España. Las milicias estaban integradas por los vecinos obligados a recibir instrucción
militar para la defensa de su territorio, que a diferencia de quienes integraban el ejército regular, nunca
recibían paga por ello. El mismo esfuerzo renovadores de su casa que se dio en la Marina.
Una de las principales instituciones afectadas por el despotismo ilustrado español fue la Iglesia católica, ya
que la Corona pretendió afirmar el poder secular sobre el religioso. Esto incluía la restricción de los
privilegios y exoneraciones fiscales que gozaban las órdenes religiosas.
Desde los años treinta del siglo XVIII comenzaron a expandirse los ideales de la ilustración. Hubo una
difusión del racionalismo y la nueva filosofía de la naturaleza en América, sobre todo gracias a los jesuitas.
La tarea de la educación en la Nueva España la llevaban a cabo los jesuitas, enseñaban a indígenas,
criollos y peninsulares. Con la llegada de la ilustración hubo una serie de reformas en todos los niveles.
Hubo cambios desde la educación primaria hasta la modificación de los planes de estudio en las
universidades. Todo esto dio como resultado el surgimiento de una ilustración criolla, «… se concluye que
este proceso fortaleció el antagonismo entre europeos y criollos y facilitó a éstos los instrumentos
intelectuales para fundamentar su identidad frente a aquéllos sobre bases histórico-culturales, y que de
esta manera lograron articular sus reivindicaciones políticas». [cita requerida]
Los jesuitas constituían una amenaza para la Corona española. Tenían una economía sólida y un gran
valor en la sociedad, para el rey esto significaba tener un estado dentro de su propio estado. Así los
jesuitas fueron los que más se opusieron al proyecto centralizador de los borbones, por lo que fueron
expulsados de España y sus posesiones ultramarinas en 1767. En este año, Carlos III decretó la expulsión
de la Compañía de Jesús por medio de la Sanción Pragmática del 2 de abril de 1767. Se introdujeron
párrocos seculares, misioneros franciscanos, así como un nuevo obispo. Esto trajo como consecuencia un
problema con los indígenas; cuando comenzaron a considerarlos como individuos (ya que eran
considerados y tratados de facto como esclavos por medio de innumerables mecanismos jurídicos, como
las encomiendas y las "naborías"), éstos aún no estaban preparados, ya que solo contaban con los jesuitas
que trataban de reducir los excesos, el maltrato y los reiterados intentos de esclavizarlos por parte de los
peninsulares. Con la expulsión de los jesuitas quedaron desamparados.