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Los orígenes de la monarquía son imprecisos, si bien parece claro que fue la
primera forma de gobierno de la ciudad, un dato que parece confirmar la
arqueología y la lingüística. La mitología romana vincula el origen de Roma y de la
institución monárquica al héroe troyano Eneas, quien, huyendo de la destrucción
de su ciudad, navegó hacia el Mediterráneo occidental hasta llegar a Italia. Allí
fundó la ciudad de Lavinio, y posteriormente su hijo Ascanio fundaría Alba Longa,
de cuya familia real descenderían los gemelos Rómulo y Remo, los fundadores de
Roma.
CONSTITUCION POLITICA DE LA ROMA DURANTE LA MONARQUIA
La constitución política de la Monarquía romana fue un conjunto no escrito de las
directrices y los principios originados principalmente a través de los precedentes.
Durante los años de la Monarquía romana, la disposición constitucional se centró
en el rey, que tenía la facultad de designar a sus asistentes y delegar en ellos sus
competencias específicas. El Senado, dominado por la aristocracia, fue el consejo
asesor del rey. A menudo, el rey pidió el voto del Senado sobre cuestiones
diversas, pero era libre de ignorar los consejos recibidos. El rey también podría
solicitar una votación sobre diversos asuntos a la Asamblea popular, que también
era libre de ignorar. La Asamblea popular era el vehículo mediante el cual el
pueblo de Roma podía expresar sus opiniones. En ella, el pueblo se organizó
según sus curias.
Maiestas, puede ser definida como la dignidad reconocida del pueblo romano,
demostrada a través de las elecciones, donde entrega la potestas y la auctoritas a
ciertas personas.
Antes de su etapa republicana, Roma fue una monarquía gobernada por reyes (en
latín, rex, pl. reges). Todos los reyes, excepto Rómulo (por haber sido el fundador
de la ciudad), fueron elegidos por la gente de Roma para gobernar de forma
vitalicia, y ninguno de ellos usó la fuerza militar para acceder al trono. Aunque no
hay referencias sobre la línea hereditaria de los primeros cuatro reyes, a partir del
quinto rey, Tarquinio Prisco, la línea de sucesión fluía a través de las mujeres de la
realeza. En consecuencia, los historiadores antiguos afirman que el rey era
elegido por sus virtudes y no por su descendencia. Los historiadores clásicos de
Roma hacen difícil la determinación de los poderes del rey, ya que refieren que el
monarca posee los mismos poderes de los cónsules. Algunos escritores modernos
creen que el poder supremo de Roma residía en las manos del pueblo, y el rey
sólo era la cabeza ejecutiva del Senado romano, aunque otros creen que el rey
poseía los poderes de soberanía y el Senado tenía correcciones menores sobre
sus poderes. Lo que se conoce con certeza es que sólo el rey poseía el derecho
de auspicium, la capacidad para interpretar los designios de los dioses en nombre
de Roma como el jefe de augures, de forma que ningún negocio público podía
realizarse sin la voluntad de los dioses, dada a conocer mediante los auspicios. El
rey era por tanto reconocido por el pueblo como la cabeza de la religión
nacional, el jefe ejecutivo religioso y el mediador ante los dioses, por lo cual
era reverenciado con temor religioso. Tenía el poder de controlar el calendario
romano, dirigir las ceremonias y designar a los cargos religiosos menores. Fue
Rómulo quien instituyó el cuerpo de augures, siendo él mismo reconocido como el
más destacado entre todos ellos, de la misma forma que Numa Pompilio instituyó
los pontífices, atribuyéndosele la creación del dogma religioso de Roma. Más allá
de su autoridad religiosa, el rey era investido con la autoridad militar y judicial
suprema mediante el uso del imperium. El imperium del rey era vitalicio y siempre
lo protegía de ser llevado a juicio por sus acciones. Al ser el único dueño del
imperium de Roma en esta época, el rey poseía autoridad militar indiscutible como
comandante en jefe de todas las legiones romanas. De la misma forma, las leyes
que salvaguardaban a los ciudadanos de los abusos cometidos por los
magistrados con imperium aún no existían durante la etapa monárquica. El
imperium del rey le otorgaba tanto poderes militares como la capacidad de emitir
juicios legales en todos los casos, al ser el jefe judicial de Roma. Aunque podía
designar pontífices para que actuasen como jueces menores en algunos casos,
sólo él tenía la autoridad suprema en todos los casos expuestos ante él, tanto
civiles como criminales, tanto en tiempo de guerra como de paz. Un consejo
asistía al rey durante todos los juicios, aunque sin poder efectivo para controlar las
decisiones del monarca. Mientras algunos autores sostenían que no había
apelación posible a las decisiones del rey, otros opinaban que cualquier propuesta
de apelación podía ser llevada ante el rey por un patricio, mediante la reunión de
la Asamblea de la Curia. Otro de los poderes del rey era la capacidad para
designar o nombrar cargos u oficios, entre ellos el de tribunus celerum que ejercía
tanto de tribuno de los Ramnes (romanos), como de comandante de la guardia
personal del rey, un cargo equiparable al de prefecto del pretorio existente durante
el Imperio romano. Este cargo era el segundo al mando tras el propio monarca, y
poseía la potestad de convocar la Asamblea de la Curia y dictar leyes sobre ella.
El tribunus celerum debía abandonar su mandato a la muerte del monarca. Otro
cargo designado por el rey era el prefecto urbano, que actuaba como el guardián
de la ciudad. Cuando el rey se hallaba ausente de Roma, este cargo recibía todos
los poderes y capacidades del rey, hasta el punto de acaparar el imperium
mientras se hallase dentro de la ciudad. Otro privilegio exclusivo del rey era el de
designar a los patricios para que actuasen como senadores en el Senado. Bajo el
gobierno de los reyes, el Senado y la Asamblea de la Curia tenían en verdad poco
poder y autoridad. No eran instituciones independientes, en el sentido de que sólo
podían reunirse, y de forma conjunta, por orden del rey, y sólo podían discutir los
asuntos de estado que el rey había expuesto previamente. Mientras que la
Asamblea curiada tenía al menos el poder de aprobar leyes cuando el rey así lo
concedía, el Senado era tan sólo un consejo de honor del rey. Podía aconsejar al
rey sobre sus actos, pero no imponerle sus opiniones. La única ocasión en que el
rey debía contar expresamente con la aprobación del Senado era en caso de
declarar la guerra a una nación extranjera. Las insignias y honores de los reyes de
Roma consistían en 12 lictores portando las fasces que contenían hachas, el
derecho a sentarse sobre la silla curul, la Toga Picta púrpura, calzado rojo, y
diadema plateada sobre la cabeza. De todos estos distintivos, el más
destacado era la toga púrpura.
Rómulo. Gobernó entre el 753 y el 716 a. C. Fue el monarca que fundó la ciudad
de Roma y que implementó el sistema de gobierno monárquico. Realizó grandes
atrocidades por el afán de poblar su territorio, convocando a diversos pueblos y
grupos, como los esclavos, los prófugos y los refugiados, a través del engaño y
por la fuerza.
Numa Pompilio. Gobernó entre el 716 y el 674 a. C. Fue un monarca que se
interesó por las instituciones legales, religiosas y que logró instruir a la población
para rendir culto a sus dioses. Realizó ajustes en el calendario planteado por
Rómulo, como agregar los meses de enero y de febrero. Además, construyó el
templo de Jano.
Tulio Hostilio. Gobernó entre el 674 y el 642 a.C. Fue un guerrero al estilo de
Rómulo y se alejó de la doctrina y del culto a los dioses que había fomentado
su antecesor, Numa Pompilio. Su afán en el arte de la guerra, en especial contra
los albanos (sabinos), hizo que Roma se convirtiera en la primera potencia de la
región.
Anco Marcio. Gobernó entre el 642 y el 617 a. C. Fue un monarca religioso y
pensador que supo fomentar el comercio con los pueblos vecinos. Construyó
prisiones, murallas, puentes y el puerto de Ostia en el río Tíber que permitió que
Roma se convirtiera en un centro de intercambio de mercancías.
Tarquinio Prisco. Gobernó entre el 617 y el 578 a. C. Fue el primer rey de origen
etrusco y logró ganar numerosas guerras que le permitieron ampliar el territorio
romano. Introdujo el arte y la religión etruscos en la cultura romana, por lo que se
considera a ese período como el más ilustrado de la etapa monárquica. Además,
construyó una red de alcantarillado, el fórum romano, el circo máximo y los
cimientos del templo de Júpiter.
Servio Tulio. Gobernó entre el 578 y el 534 a. C. Fue uno de los monarcas más
apreciados por la población, entre otras cuestiones, porque elaboró una nueva
constitución que reconocía la distinción entre clases sociales según su nivel de
riqueza. Llevó a cabo el primer censo de la historia y el derecho a voto fue
establecido según la riqueza económica, por lo que el poder seguía reservado a
una elite.
Tarquino el Soberbio. Gobernó entre el 534 y el 509 a. C. Fue un monarca de
origen etrusco que ejerció su poder y control mediante la violencia y el terror de
una manera sin precedentes en la historia de la Antigua Roma. Enloqueció y
ejecutó a varios senadores. Su despotismo fue la razón por la que cayó el sistema
monárquico y no hubo ningún otro rey luego de su mandato. Entre sus importantes
obras logró finalizar la construcción del templo a Júpiter.
El rey. Era la máxima autoridad que ocupaba el rol de sacerdote supremo, juez y
jefe militar. El rey era elegido por la asamblea popular con la intervención del
Senado.
La asamblea popular. Estaba integrada por los ciudadanos y era convocada por
el rey para aprobar o rechazar las leyes por aclamación unánime. La convocatoria
tenía lugar en el Capitolio.
El senado. Estaba conformado por trescientos ancianos patricios padres de
familia que cumplían la función de aconsejar al rey y de presentar a los
candidatos para la sucesión al trono. Consistía en un cargo vitalicio, es decir, que
lo ocupaban durante toda la vida.
Organización social de la monarquía romana
La organización social durante el periodo monárquico se dividió en tres grupos
bien diferenciados: