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Repartido Nº 5 – Historia – 5to Humanístico – Prof.

Fernando de los Ángeles

“LA BANDA ORIENTAL EN EL SIGLO XVIII”

I) La Banda – frontera

1.- “La Banda Oriental es tierra de frontera, y frontera donde realmente se enfrentan las dos grandes potencias
colonizadoras de América del Sur, España y Portugal (...) La Banda Oriental es tierra de porfía. Portugal defiende
permanentemente la tesis de los grandes ríos para demarcar los límites de las Indias. No se trata de poseer unas
miles de leguas cuadradas más o menos, ni siquiera de ocupar una rica zona ganadera, sino de asegurarse las
conexiones fluviales al interior de sus comarcas mediterráneas sin sortear las penurias de los senderos de la selva
(...) La fundación de la Colonia del Sacramento en 1680 pretende afirmar, de hecho, la soberanía portuguesa sobre
la costa norte del Río de la Plata, a la vez que responde a determinados intereses económicos: Colonia está llamada
a ser la cabecera de puente desde la cual Inglaterra introducirá de contrabando sus mercaderías hacia el interior
del cerrado Imperio Español; por Colonia drenará también la plata potosina, que todavía baja con abundancia del
altiplano hacia Buenos Aires, su centro de exportación clandestino. Entre trámites burocráticos y asedios
militares, Colonia será canjeada, conquistada, arrasada casi por las balas del cañón hispánico. Medio siglo después
del primer establecimiento portugués de Colonia, la fundación de Montevideo será la respuesta de España
reafirmando así su posesión sobre las dos márgenes del Río de la Plata (...) Montevideo tiene, pues un sentido
estratégico militar. Se construye para ser el fuerte desde el cual se detenga el avance portugués, se defienda la
entrada al río, y a la vez, servir de enclave estratégico al sistema de defensas organizado en guardias y fuertes
que irán diseminándose por todo el litoral, desde la laguna Merim hasta el río Uruguay. Es concebido además como
barrera de contención al contrabando que accede por mar o por tierra y como valla y freno de la evasión de
ganados hacia los dominios del Portugal. No obstante esos propósitos, de hecho y muy rápidamente, Montevideo
se transformará en el gran centro receptor e irradiador del contrabando extranjero y local.”. (“Colonia y
Revolución” de Blanca Paris de Oddone, incluido en “De la colonia a la consolidación del Uruguay”, E.B.O., 1973,
p18-19).

II).- La Banda – pradera

2.- “Dos grandes centros de procreación tuvo el ganado vacuno en la B.O., divididas entre sí por el curso del río
Negro. La primera al Norte, en la zona misionera, derivando de la gran reserva de los Padres de la Compañía de
Jesús, organizada en la gran “vacaria dos pinheiros” (...) La segunda al sur, desde el núcleo originario introducido
por Hernandarias, dispersándose lentamente en el rumbo de las cuchillas, principalmente la del San Salvador y la
que divide aguas entre el Yí y el Santa Lucía, hasta traspasar las sierras del este, y llegar a las llanuras de Rocha
hacia el Yaguarón, constituyendo la famosa vaquería del mar, rica en 5 millones de cabezas. (...) De aquí resulta un
hecho excepcional en la historia: el ganado precede al hombre; se reproduce libremente sin mediar trabajo de
este y acaba de incorporarse a la geografía, como un elemento natural, que se ofrece a semejanza de un fruto. La
formación de estas “minas de carne y cuero” en la pradera oriental condiciona todo el proceso histórico, pero
particularmente en los inicios, porque aportó a la tierra baldía un incentivo económico determinante de la fijación
del blanco en ella. De la tierra ignorada, “sin ningún provecho”, de los buscadores de oro y plata, hemos llegado a
la codiciada “banda – vaquería” de los faeneros, de los bucaneros y de los banderaintes. Con las fundaciones de
ciudades y pueblos se pasa del sistema caótico de la vaquería al de la estancia. La vaquería implicaba la existencia
del ganado cimarrón o sin dueño y es independiente de la propiedad de la tierra; la estancia presupone, en cambio,
la propiedad sobre la tierra y las bestias. (...) Los pobladores de Montevideo recibieron en donación una “suerte
de estancia”, media legua de frente por una y media de fondo, que en las condiciones técnicas del siglo XVIII
implicaba una receptividad de 900 reses por suerte. La tierra se recibe con cargo a trabajo y población; el
hacendado vive en el campo y realiza faenas que implican al menos el comienzo de un sistema racional de
explotación: en una ganadería de campo abierto, sin cercados, se aplica el sistema de las rinconadas, que aprovecha
el embotellamiento del ganado en las encrucijadas de los ríos y arroyos para amansarlo y evitar su dispersión (...)
Pero todos estos trabajos (la yerra, la matanza selectiva, etc.) y todos estos resultados tienen por escenario los
establecimientos organizados, de área moderada, habidos por merced del fundador, simple denuncia o mera
ocupación (...) Este estanciero colonizador, propulsor de la riqueza, debió poseer la fortaleza necesaria para
afrontar la soledad y la rudeza del medio, expuesto a las acechanzas del bandolerismo. Para los trabajos de la
estancia se valió de gentes que convivieron con él y al abandonar la vida errante, se convirtieron en peones, los
paisanos, que deben distinguirse de los gauchos o gauderios (...) La estancia es un centro económico – social de vida
autárquica, donde se ofrece la posibilidad de trabajo; es un lugar de refugio en un medio inseguro, donde se
aguardan armas y puede organizarse una hueste para la guerra; es un núcleo generador de relaciones humanas, de
contactos civilizadores (religioso, de salud o diversión) Ella forma, junto con las capillas y las pulperías diseminadas
en la semidesértica área rural, los centros básicos de la sociabilidad campesina. Pero no todas estuvieron
organizadas de esta forma, ni desempeñaron el mismo papel. Los propietarios de las inmensas extensiones de tierra
que formaron los “latifundios coloniales” obtuvieron sus tierras por concesiones de la Corona o con mayor
frecuencia de las propias autoridades locales. Eran hombres influyentes para los que no rigió la ley del trabajo y
la obligación de la residencia (...) El sistema de denuncia por el costo del procedimiento administrativo, por la
demora en el trámite, por las diligencias que requería, solo estaba al alcance del opulento que además fuera
habitante de la ciudad, donde estas burocráticas gestiones se realizaban. Adquirido el bien, no lo poblaban; y
bastante corrientemente aplicaron la artimaña de efectuar la denuncia y tomar posesión, sin haber pagado las
compensaciones (...) Aquel latifundista, agraciado por merced o denunciante avispado, no poblaba con rodeos ni
levantaba rancho, ni abandonaba la ciudad, donde era comerciante o barraquero. Era un poseedor que detentaba
la tierra no para colonizar, sino para utilizarla como lugar de faena de ganado cimarrón que allí penetraba en busca
de pastos o aguadas y que quedaba encerrado en las rinconadas. Para disimular o como cebo, dejaba un rodeo con
el que atraía ganado silvestre, pero lo básico de sus actividades era la contratación de una partida de changadores
para que efectuara en su establecimiento una verdadera vaquería, o sea, una matanza de todo el ganado que
encontraran para extraerle los cueros y llevarlos a la ciudad a efectos de comercializarlos por el puerto. Una
tercera forma de explotación del ganado la aplicaron los changadores, gauchos o gauderios, por su cuenta e
iniciativa en los campos realengos apartados. Se trata de una pura supervivencia de la vaquería que, por lo tanto,
coexiste en las formas más avanzadas de la estancia.” (“La Banda Oriental. Pradera. Frontera. Puerto”, W. Reyes
Abadie - O. Bruschera – T. Melogno, E.B.O., 1970, pp.13 a 43)

3.- “Las autoridades españolas procedieron en los primeros repartos de estancia a los pobladores de Montevideo
de acuerdo a un criterio relativamente lógico en lo social y en lo económico. A los primeros pobladores se les
otorgaba una “suerte” de campo, de media legua de frente por legua y media de fondo (el frente era menor que el
fondo porque limitaba con un río y arroyo o por lo que debía distribuirse entre el mayor número posible la
imprescindible aguada). Tal extensión equiparable en la actualidad a una 1875 has. (...) podía ampliarse reclamando
para cada hijo nacido del matrimonio fundador una suerte más (...). Los primeros reparto produjeron, por lo tanto,
un hacendado medio que pobló la tierra y residió habitualmente en ella, procurando por medio del rodeo, el amanse
de la novillada cimarrona, y vendiendo sus cueros a los comerciantes montevideanos o alguna partida de
contrabandistas que los pasaba al Brasil. (...) Feliz de Azara (...) señaló en su famosa “Memoria sobre el estado
rural del Río de la Plata”, una de las principales causales del latifundio: la “ley o cédula que ordena no dar tierra
sino al que las compre” (...) Otra causal del latifundio, que Azara no debió señalar por razones obvias, es la indicada
por Real de Azúa: las concesiones de la corona y en especial de las autoridades españolas locales a sus favoritos y
paniaguados, cuando no a sí mismas. Otras de las causas que contribuyeron a consolidar el latifundio fue que la
gran estancia era a menudo – no siempre – una respuesta muy efectiva a la situación de endémica inseguridad
creada por los indígenas y sus correrías, los gauchos y sus depredaciones, los portugueses y sus incursiones. La
gran estancia por lo general era un fortín y los peones armados, su mesnada. (...) El país fue colonizándose de sur
a norte (...) Desde la jurisdicción porteña y desde la montevideana, avanzó el movimiento de extensión progresiva
de las estancias. (Se ha) señalado que “(...) desde mediados del siglo XVIII hasta el final del coloniaje, la lucha
entre latifundistas y ocupantes sin títulos se desarrolló en cuatro o cinco oleadas, en cada una de las cuales se
repitió el ciclo de apropiación de la tierra fronteriza por hombres libres, despojo y apropiación por los grandes
latifundistas y emigración hacia una nueva frontera, seguida de nuevo despojo...”. Lo común fue el asentamiento y
el límite vago, hasta donde alcanzase el dominio efectivo y real del propietario, con una tendencia natural pero
perturbadora, a considerar intrusos a todos los que se establecieran en las cercanías, y con una predisposición al
“pleito por tierras” (...) A la ausencia de delimitación original clara como causa de (...) estafas debe sumarse la
imprecisión de igual denominación para arroyos que distaban entre sí ocho o diez leguas...” (“Bases económicas de
la revolución artiguista”, J.P.Barrán – B. Nahum, EBO 1972)

4.- “La “denuncia” era utilizada para desalojar anteriores poseedores o exigirles un contrato de arrendamiento u
otra forma de tenencia, o reducirlos a peones. Pero mientras hubo tierra y libre y “desarreglo de los campos” los

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meros poseedores se desplazaban hacia tierras no ocupadas, perpetuando su condición itinerante. Los conflictos
entre denunciantes y ocupantes se entrecruzaron con otros entre distintos denunciantes.. Fueron frecuentes
también los conflictos de los Cabildos y las poblaciones con los grandes latifundistas que obstaculizaron el
establecimiento de poblados y de pequeña y mediana propiedad (...) A comienzos del siglo XVIII comienza la
explotación sistemática del ganado oriental por expediciones de vaquería procedentes de Santa Fe y de Buenos
aires por un lado y de los pueblos de las Misiones por el otro. Este cambio lo produce el aumento de la demanda
interna de ganado y la demanda externa de cueros. Los pueblos jesuitas, con una importante población, necesitaban
repoblar sus estancias destinadas al abasto (...). En la campaña de Buenos Aires el ganado cimarrón se había ido
internando en la pampa dominada por los indígenas (...). Por eso fue necesario recurrir al ganado de la B.O. y las
primeras vaquerías de porteños y santafesinos fueron arreos de ganado para repoblar sus estancias y para el
abasto de Buenos Aires (...). Vaquería era el lugar donde se concentraba el ganado cimarrón en grandes cantidades,
por sus aguadas y calidad de sus pastos, y también era el acto de “vaquear”, ya fuera para reunir ganado que se
arreaba para poblar las estancias de Buenos Aires, Santa Fe, Misiones o Brasil, o las incipientes de Montevideo,
ya fuera la caza para hacer cueros, sebos y grasa. Todo ello sin apropiación de la tierra. (...) La vaquería fue el
modo de producción predominante – casi exclusivo – hasta avanzada la segunda mitad del S. XVIII. Constituye un
modo de producción primitivo, depredatorio, puramente extractivo, anterior desde el punto de vista del desarrollo
de las fuerzas productivas al pastoreo... Es la caza indiscriminada del ganado salvaje para aprovechar su cuero y
su grasa, desaprovechando el resto del animal (...) El bajo desarrollo de las fuerzas productivas: escasa población,
primitivismo del transporte, mínimo nivel tecnológico de la explotación ganadera (la mera producción de cuero), es
el elemento que determina el predominio del latifundio (...) La estancia latifundista, con predominio del ganado
alzado y con una extensión desmesurada para la cantidad efectiva de ganado manso que poseía, requería escasa
mano de obra y arrojaba al hombre de campo a la vida itinerante (...) La propia existencia del latifundio fue un
obstáculo al desarrollo de las fuerzas productivas: Los latifundistas se negaban al marcaje del ganado. La
indefinición de la propiedad del ganado facilitaba la vaquería indiscriminada, especialmente en tierras realengas,
y el contrabando. La indefinición de la propiedad de la tierra y el ganado, no solo por la falta de cercos sino también
por los títulos imperfectos, controvertidos o inexistentes y la lucha por la propiedad, quitaba estímulo al
poblamiento y a la cría del ganado (...) La ganadería de rodeo supone la apropiación privada del ganado y también,
aunque no necesariamente, la apropiación de la tierra (...) La aparición de la propiedad del ganado y de la tierra
suponen una relación social de exclusión: a partir de entonces hay hombres que poseen tierras y ganados y hay
otros que no los poseen (...) existían dentro de la unidad productiva estancia dos figura más. Una es el “puestero”,
que en los límites del establecimiento realiza una tarea de vigilancia y rodeo. Generalmente posee algo de ganado
y sus propios instrumentos de trabajo... El puestero recibe una parte del procreo y a veces alguna retribución en
especie; o dinero y paga en trabajo por el uso de la tierra (...) El “agregado” es alguien que vive en tierra de otro,
con su autorización; generalmente posee algunos animales y en algún caso siembra hortalizas, trigo y maíz.
Constituye para el estanciero una forma de obtener fuerza de trabajo (escasa) a cambio del uso de la tierra
(abundante). El agregado acceda a la subsistencia (al uso de la tierra) a cambio de realizar determinadas tareas,
de reconocer la propiedad y de dar apoyo en las épocas de inseguridad (...) Puede decirse en terminología
feudalizante que el estanciero recibe una renta de trabajo y el agregado el acceso a la tierra. (Millot, Julio;
Bertino, Magdalena. “Historia Económica del Uruguay”. Tomo 1. Montevideo. Fundación de Cultura Universitaria,
1991.)

III).- La Banda – puerto

5.-“Durante el último cuarto del siglo XVIII, Montevideo acrecentó su giro económico como centro acopiador de
cueros y puerto introductor de esclavos. Mientras el Reglamento de Comercio Libre de 1778, al habilitar el puerto,
promovió un considerable impulso material a la modesta ciudad, que cobra desde entonces su definitiva fisonomía
urbana (...) Comercio lícito e ilícito van transformando rápidamente a la plaza fuerte y apostadero naval en un
diligente centro comercializador. Y si aquella gran barraca de corambre que fue Montevideo a fines del siglo XVIII
se convirtió en la “llave” comercial del Río de la Plata, posición que motivara más de un enfrentamiento entre
comerciantes montevideanos y porteños” (Blanca Paris de Oddone, op.cit., p 25 –26)

6.- “En el permiso de libre comercio de 1778 concedido a Buenos Aires, se facultó a ésta para extender el
beneficio al puerto de Montevideo, cosa que se decidió favorablemente instalando su Aduana el 22/VIII/78 (...)
El mismo año de 1779 se creo la Comandancia de Resguardo de todas las rentas en Montevideo y Costas del Río de
la Plata, con sede en Montevideo, encargada de controlar buques y cargas, y reprimir el contrabando. La decisión

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de radicarla en esta ciudad era lógica, ya que se preveía su contacto directo con España y la posterior introducción
de mercaderías en Buenos Aires e interior. (...). El libre comercio del 78 estimuló enormemente la explotación
ganadera de la Banda. Se valorizaron los ganados ante la perspectiva de su segura venta y exportación, y se empezó
al aprovechamiento del animal en forma más racional y completa, utilizándose ya no solo los cueros, sino también
el sebo, la grasa, la carne, las astas, etc. (...) En 1787 se concedió a la Compañía de Filipinas permiso para la
introducción de esclavos por Montevideo (...) los barcos podían (...)llevar de retorno cueros y frutos del país. Esto
provocó el contacto directo con Inglaterra y Portugal, lo que estimuló la introducción de numerosos efectos de
contrabando que venían con los esclavos. Además, y es importante, la relación directa puso en comunicación a
Montevideo y su Banda con los mercados compradores más amplio del mundo, lo que impulsó un aumento notable en
la cría del ganado y del comercio. Este beneficio y confirmó con el permiso de 1791, que convirtió a Montevideo en
el único puerto del Plata habilitado para la introducción de esclavos, y suscitó la consiguiente oposición de Buenos
Aires (...) A esto se unía la exportación creciente de tasajo, iniciada en 1785 por el capitán Juan Ros, quien condujo
un primer cargamento hasta La Habana donde lo colocó completamente (...) En 1795 se autorizó el comercio del
Plata con las colonias portuguesas del Brasil (...); todo este comercio, por resolución del Virrey, debía concentrarse
en Montevideo” (J.P.Barrán, op.cit.., p. 37 a 39)

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