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Esta tarea docente era pensada en un espacio de determinación que reunía las
ideas de eficiencia y orden, a través de una propuesta tecnocrático- moralizadora,
sobre la base de algunos valores que se pretendían “salvadores”. A partir de esa
idea, pensar el método como artificio implicaba: la carencia del sentido común, el
no tener contacto con la realidad del contexto en el que se desarrollaba
el proceso de enseñanza y la insuficiencia de una dinámica social.
Se debe pensar la vocación no como atributo individual para su trabajo sino como
una mediación entre valores universales e individuos particulares. Es un
proceso de producción cultural y social, que se forma entre las urgencias,
prioridades y dilemas de cada momento histórico.
En los años 20, el pensador John Dewey indujo al currículum de la escuela temas
populares como el fútbol, el cine, la prensa, los viajes. En la actualidad persiste
esta visión positiva o de inclusión de la cultura en la escuela, incorporando al
alumno con todo su bagaje cultural.
Enseñar es establecer una relación, es decir, construir una posición que no está
situada en coordenadas predefinidas, fijas y definitivas, sino que sufre alteraciones
y busca e inventa respuestas. El papel del profesor no puede ser pensado hoy
como un rol escrito de antemano. Los educadores de las escuelas normales, a
fines del siglo XIX y comienzos del XX, pensaron que la escuela debía civilizar el
mundo, formar sujetos nuevos −"ciudadanos letrados". Esa forma de escuela era
entendida como una especie de injerto que venía a "civilizar" esas poblaciones, a
incorporarlas a la sociedad nacional con la promesa del bienestar, a costa de
expropiar sus territorios, sus saberes y su participación activa. Esta autoridad
gozaba de gran prestigio en la sociedad, y sobre esa base se consolidaba una
sólida alianza con las familias en pos de la educación de las nuevas generaciones.
Podemos autorizarnos como intérpretes, como puentes que dibujen otros cruces
entre las generaciones; la escuela sigue siendo, en efecto, un puente valiosísimo
para configurar este y otros mundos posibles.
En sus comienzos, la escuela, con su finalidad homogeneizadora de la
población, contaba justamente con grupos homogéneos a los cuales transmitir
los saberes socialmente relevantes y necesarios para construir al ciudadano
pretendido por el estado nacional. la autoridad y el prestigio del que a nivel
social contaba el docente, respaldaban esta transmisión de forma unificadora.
La consideración del alumno como una tabula rasa, dejaba de lado sus
saberes previos e impartía contenidos de una forma mecánica y acrítica
Se cree que sí, ya que implica sostener una mirada cautelosa para que la posición
de quien orienta con respecto a quien es orientado no se deslice hacia una
desigualdad irremediable que elimine toda dignidad. La docencia es un
trabajo social que se constituye en el entramado de diversas experiencias
(escolares y extraescolares) y ese dialogo con la cultura de su tiempo es central
para los puentes que los docentes habilitan para sus alumnos.