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TRABAJO FINAL
Por la señal
De la santa cruz,
De nuestros enemigos,
Líbranos señor Dios nuestro….
Parte de mi vida familiar y escolar está rodeada por el signo de la Señal de la cruz, la
persignación como protección y relación con Dios y Jesucristo. ¿De qué nos
protegemos? Al bucear sobre el sentido de este signo encuentro lo siguiente: “La señal
de la cruz es la manifestación del rechazo, la sorpresa o extrañeza frente a algo al
considerarlo peligroso o indeseable.” ¡Vaya consideración! Y viene a mí una escena del
primer día de clases de la serie The Wire1 en la que una mujer, parecería ser directora, se
persigna antes de abrir la puerta. Me siento identificada, muchas veces me persigné
antes de iniciar un nuevo ciclo lectivo, hice la señal de la cruz.
Luego del recorrido por esta Diplomatura me doy cuenta que a veces “le hice la cruz” a
alguien. ¿Yo me estaba protegiendo de algo o de alguien? Si, de lo desconocido, de la
alteridad que me generaba miedo y malestar. Los mandatos sociales, familiares,
escolares habían conformado “una” manera de mirar a los otros: prejuicios,
prescripciones, rótulos naturalizados que impedían ver más allá de mi propia realidad y
expectativa.
Escribir es una manera de estar en el mundo, de recuperar lo que nos pasó, los sentidos
de la experiencia. Escribir es compartir y hoy quiero compartir una experiencia personal
signada por la “cruz”, la cruz que yo iba marcando. En una primera parte narro y analizo
una escena escolar y en la segunda parte repongo aquellos aportes de las Pedagogías de
las diferencias que me siguen enriqueciendo para abordar otras formas de decir y de
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The wire. The first day of school, disponible en https://www.youtube.com/watch?v=r9vbGckm_bg
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pensar, otras formas de leer, más sensibles a la experiencia y más hospitalarias con la
alteridad (Larrosa, 2009).
Esta experiencia la viví y la registré hace 10 años, ha sido objeto de otros trabajos de
escritura, de análisis, de reflexión e intercambio con colegas pero fundamentalmente se
convirtió en la puerta de entrada de la incomodidad y del deseo de seguir aprendiendo
para favorecer el encuentro con los otros.
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Tomé y copié el registro del año 2010, seguramente si tuviera que volver a escribirlo el registro sería
diferente.
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amplio salón. Un nuevo ciclo lectivo ¿diferente? daba comienzo. ¿Qué me pasó?, ¿Qué
sentí?, ¿Cómo me sentí?
Fue la oportunidad de perderse para volver a encontrarse y reflexionar sobre las ideas,
preconcepciones y principios pedagógicos con los que yo llevaba adelante mi tarea
docente y me permitió cuestionarme sobre las certezas y definiciones instaladas y
naturalizadas desde lo escolar e institucional. ¡Cuánto trabajo por hacer, cuántas
expectativas y cuántas nuevas posibilidades se abrían paso! Mi experiencia fue la de
una “primera vez”, la de encontrarme con algo sorprendente. Entonces me pregunto ¿las
anteriores experiencias con mis alumnos no eran también sorprendentes? ¿Qué hace que
este tipo de experiencias laberínticas se vuelvan “especiales”?
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“La decisión acerca de cómo nos encontramos con otros, siendo otros, entre otros, es
educativa, política y éticamente educativa” (Skliar, 2019:8)
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“marcado” es una sospecha que intentamos develar, muchas veces nos apresuramos en
rotular, no damos tiempo para conocer, comprender y acompañar a ese niño que llega a
nuestra institución y a su familia, ponemos toda la carga valorativa en lo que “no va a
lograr”, presionamos para demandar cierta “normalidad”, no logramos apreciar la
singularidad por encima de los mandatos institucionales. Buscamos incansablemente
que se devele el misterio, necesitamos nombrar bajo categorías teóricas (¿patológicas?)
que respalden nuestras dudas, que anuncien la profecía y legitimen la deficiencia, la
lástima, la minoridad, la debilidad. ¿Acaso no existe la posibilidad de nombrar desde lo
singular?, ¿Qué lugar, qué valor le damos a lo diverso?, ¿Qué reflexiones se gestan a
partir de este encuentro con los otros? ¿Y si miramos esta escena cambiando los roles?
¿Cómo me mirarían?
Señala Calderón A. (2021) que el afán por buscar etiquetas “tapa a la persona”, ese
sujeto se convierte en “cosa”, cosa a ser
analizada. Se pone el foco en déficit de la
persona con discapacidad y no en el contexto que
debería alojarlo. Expresa Cobeñas (2021, en
Prensa): “Algo que podemos hacer es reconocer
la autonomía problematizando la mirada
dominante de las personas con discapacidad
como dependientes; tenemos que desaprender lo
que nos enseñaron y hacer el esfuerzo por
reconocer nuestros propios prejuicios, eso ya es
un montón”.
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Necesitamos una Pedagogía de la mirada que fomente una relación pedagógica, como
encuentro con lo desconocido. Que comience con el gesto de mirar el rostro de otro,
mirarse a los ojos, dar lugar a lo humano, antes de desplegar cualquier discurso, método,
didáctica o evaluación.
No debemos olvidar como señala Skliar (2000) que los procesos sociales, históricos,
económicos y culturales que regulan y controlan la forma acerca de cómo son pensados
los cuerpos y las mentes de los otros. Por lo tanto, la discapacidad no es una cuestión
biológica sino una retórica social, histórica y cultural. Negar un abordaje político,
histórico y cultural en el campo pedagógico, constituye el primer hecho discriminatorio
sobre el cual se entretejen todas las demás discriminaciones de ciudadanía, sociales,
lingüísticas, políticas, comunitarias y culturales. Se trata que cada uno/a pueda ser quien
es con completa dignidad: para que pueda desarrollar una vida digna y sentir como
digno su vivir.
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Cada aporte de las clases y módulos de esta Diplomatura fue abriendo conceptos, ideas,
reflexiones para poder profundizar sobre la escena escolar descripta. Como señala el
título hay una “señal de la cruz” que marca a alguien, que rotula, que nombra y que
confirma prácticas excluyentes. Muchas veces inconscientes pero no por ello menos
impactantes en XXX, su familia y compañeros. Esto me invita a pensar en que a XXX
muchas veces le hicieron la “Cruz” en muchos ámbitos de su vida y en la escuela lo
legitimamos, también me invita a reflexionar en el sentir y miradas de sus compañeros
¿Qué sentían ellos al ver que el foco de atención estaba en XXX? ¿Qué estaban
aprendiendo ante estas situaciones? ¿Qué sentidos iban construyendo en ese ser, hacer y
sentir del docente frente a XXX?
Por otra parte el recorrer estas incomodidades permite reponer aportes sustantivos para
pensar las Pedagogías de las diferencias. ¿Qué hay en las Pedagogías de las
Diferencias?
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El poner el cuerpo, la voz, la escucha y la mirada con las infancias, con colegas,
padres/madres y otros adultos.
La invitación al silencio y contemplación de nuestro entorno.
Un insumo fundamental para la formación ciudadana y de todos los docentes
(jamás me he cuestionado tantas cosas!!)
La posibilidad de pensar y vivir sin catálogos, estigmas, rótulos. Vivir la “no
escuela”.
El descubrir que a veces somos los adultos los que no “encajamos”.
Y hay mucho más, sólo quiero cerrar este trabajo comentando que la reescritura de la
experiencia me demandó tiempo, borradores, dudas, nuevos pensamientos y formas de
entender mi accionar docente. Por eso me pregunto si a veces no soy yo la “cruz” de los
demás, ¿cómo me mirarían otros a mi?
Creo que en este escrito con tinte eclesial tengo que hacer un acto de Confesión
(penitencia):
“De nuestros enemigos”, marco la cruz en la boca y deseo poder expresar con claridad
mis deseos y propósitos para acompañar la singularidad de cada infante.
“Líbranos señor, Dios nuestro”, marco la cruz en el pecho y te pido disculpas XXX
Cruz por lo que no supe hacer y te agradezco por la oportunidad de conocerte a vos, a tu
familia y reconocer en mi todo lo que tenía que desaprender para volver a aprender.
BIBLIOGRAFÍA
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