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11. España en la órbita francesa.

El
reformismo de los primeros Borbones
(1700-1788)

La familia de Felipe V, por L. Van Loo, 1743 (óleo 408x520 cm)


En este tema estudiamos los reinados de los tres primeros Borbones.
En 1700, tras la muerte sin descendencia de Carlos II, de la
Casa de Habsburgo o de Austria, se produjo el cambio de
dinastía reinante con la llegada al trono de Felipe V, de la Casa
de Borbón, un cambio no exento de dificultades pues tuvo
lugar la conocida como Guerra de Sucesión.
Con los Borbones se inició una etapa marcada por la influencia
francesa en el ámbito político y cultural y caracterizada por una
política reformista orientada a superar la decadencia del siglo
XVII. Los Borbones impusieron el modelo político de
monarquía absoluta y un centralismo que contrastaba con la
tradición descentralizada de los reinos hispánicos, al tiempo
que llevaron a cabo un intento de racionalización de la
administración y de modernización del país. El despotismo
ilustrado tuvo en Carlos III a su mejor representante y con él
trataron de ponerse en práctica, en la segunda mitad del siglo
XVIII, las ideas reformistas propugnadas por la Ilustración.
11. España en la órbita francesa. El reformismo de los
primeros Borbones (1700-1788)
1. Cambio dinástico y Guerra de Sucesión
1.1 El origen del conflicto: la cuestión sucesoria
1.2 Una contienda civil y europea
1.3 La Paz de Utrecht y el final de la guerra
1.4 La política exterior de los Borbones: los Pactos de Familia
2. El nuevo Estado Borbónico
2.1 Un nuevo modelo de Estado
2.2 La Hacienda Real
2.3 Cambios en el Ejército y la Armada
2.4 Las relaciones Iglesia-Estado. El regalismo
3. La economía y la política económica
3.1 La recuperación demográfica
3.2 La agricultura, la industria y el comercio
3.3 La liberalización del comercio con América
3.4 El despegue económico de Cataluña
4. La Ilustración
ESTÁNDARES RELACIONADOS CON EL TEMA 11

- Explica las causas de la Guerra de Sucesión Española y la


composición de los bandos en conflicto, y menciona las
características del nuevo orden europeo surgido de la Paz de
Utrecht y el papel de España en él.

- Define qué fueron los Decretos de Nueva Planta y explica su


importancia en la configuración del nuevo Estado borbónico.
Explica las causas de la Guerra de Sucesión Española y la
composición de los bandos en conflicto y menciona las
características del nuevo orden europeo surgido de la Paz
de Utrecht y el papel de España en él.

- Introducción
- Causas: Problema sucesorio
- Conflicto internacional
- Guerra civil en España
- Bando borbónico-bando austracista: Quién apoya a cada uno de
los candidatos y el porqué del apoyo

- El resultado final, Paz de Utrecht y fin de la guerra en España

- Explicar el nuevo orden europeo que se configuró con la paz de


Utrecht y el papel secundario de España desde entonces

- Epílogo: la nueva política exterior del XVIII - los Pactos de Familia


1. CAMBIO DINÁSTICO Y GUERRA DE
SUCESIÓN
La Guerra de Sucesión Española se desencadenó tras la
muerte sin descendencia del rey Carlos II, último de los
Austrias españoles.

Batalla de Almansa, de Ricardo Balaca, de 1862


Dos pretendientes se disputaron el trono: Felipe, duque de
Anjou, de la Casa de Borbón, y el archiduque Carlos, de la
Casa de Austria.
El conflicto tuvo una dimensión internacional, pero en el
interior de España hubo una auténtica guerra civil.

Archiduque Carlos Felipe de Anjou


1.1 EL ORIGEN DEL CONFLICTO: LA CUESTIÓN
SUCESORIA

Cuando ya era casi seguro que


Carlos II de la Casa de Austria
no iba a tener descendencia, las
principales potencias europeas
fueron tomando posiciones para
determinar su posible sucesor en
el trono español.

Carlos II “el Hechizado“ (1661-1700)


No se trataba tan solo de la disputa por la corona española,
estaba también en juego el equilibrio de las relaciones
internacionales europeas, ya que, a pesar de que la Monarquía
Hispánica había dejado de ser una gran potencia, todavía
mantenía importantes territorios en Europa y un considerable
imperio ultramarino.
Eran dos los posibles candidatos al trono: Felipe de Anjou,
nieto de Luis XIV de Francia, de la Casa de Borbón, y el
archiduque Carlos de Habsburgo, segundo hijo de Leopoldo I,
emperador del SIRG, de la rama austriaca de los Habsburgo.

Felipe de Anjou (1683-1746) y Carlos de


Habsburgo (1685-1740)
Carlos II dispuso en su testamento que su sucesor fuese
Felipe de Anjou, buscando la alianza con Luis XIV, el
soberano más poderoso de Europa en aquel momento,
tratando de asegurar así la integridad territorial de la debilitada
Monarquía Hispánica (las potencias europeas ya habían
realizado varios tratados de partición en los que dirimían el
futuro de España y se repartían sus posesiones).

El llamado Motín de los gatos de 1699


en Madrid aunó los típicos rasgos de un
motín de subsistencias del Antiguo
Régimen -ante la falta de trigo, su
encarecimiento y las sospechas de
acaparamiento- con otros elementos de
alto contenido político por la lucha que se
libraba para la sucesión al trono entre los
partidarios de Felipe de Anjou y los del
archiduque Carlos de la casa de
Habsburgo austriaca. El motín popular fue
encauzado por el bando francés para
lograr el cese del conde de Oropesa,
arrinconar al bando austriaco y decantar a
Carlos II definitivamente hacia su opción.

Carlos II destituye al conde de Oropesa


El testamento de Carlos II
«(…) por tanto, arreglándome a dichas leyes, declaro ser mi sucesor (en caso de que Dios me lleve
sin dejar hijos) al Duque de Anjou, hijo segundo del Delfín, y como tal llamo a la sucesión de todos
mis Reinos, y dominios, sin excepción de ninguna parte de ellos. Y mando y ordeno a todos mis
súbditos y vasallos de todos mis reinos y señoríos que, en el caso referido que Dios me lleve sin
sucesión legítima, le tengan y reconozcan por su Rey y señor natural, y se le dé luego, y sin la
menor dilación, la posesión actual, precediendo el juramento que debe hacer de observar las leyes,
fueros y costumbres de dichos mis reinos y señoríos, porque es mi intención, y conviene así para la
paz de la cristiandad y de la Europa toda, y a la tranquilidad de estos mis reinos que se mantenga
siempre desunida esta monarquía de la corona de Francia, (…) y en caso de que muera también el
dicho Duque de Berry, o que venga a suceder i también en la corona de Francia, en tal caso
declaro, y llamo a dicha sucesión al Archiduque, hijo segundo del Emperador mi tío, excluyendo
por la misma razón e inconvenientes contrarios a la salud pública de mis vasallos al hijo
primogénito de dicho emperador mi tío; y viniendo a faltar dicho archiduque, en tal caso declaro, y
llamo a dicha sucesión al Duque de Saboya, y sus hijos. Y en tal modo es mi voluntad que se ejecute
por todos mis vasallos como se lo mando, y conviene a su misma salud y tranquilidad, sin que
permitan la menor desmembración y menoscabos de la Monarquía, fundada en tanta gloria de mis
progenitores. Y porque deseo vivamente que se conserve la paz y unión, que tanto importa a la
cristiandad, entre el Emperador mi tío y el Rey Cristianísimo, les pido y exhorto que estrechando
dicha unión con el vínculo del matrimonio del Duque de Anjou con la Archiduquesa, logre por este
medio la Europa el sosiego que necesita.»
Copia de cláusulas del testamento que otorgó el Rey Nuestro Señor don Carlos Segundo (que esté en
Gloria), tocantes a la sucessión de todos sus Reynos y Señoríos, Madrid, 1700.
A la muerte de Carlos II el 1 de
noviembre de 1700 se desencadenó
el conflicto.

Carlos II “el hechizado“ (1665-1700)


1.2 UNA CONTIENDA CIVIL Y EUROPEA

Felipe de Anjou se proclamó rey de España en Versalles, sin


que Austria hubiese aceptado el testamento de Carlos II.
Felipe V llegó a Madrid en febrero de 1701 para tomar posesión
de sus reinos y Luis XIV comenzó a actuar como si fuese el
auténtico rey de España.
Proclamación de Felipe V como
Rey de España en el Palacio de
Versalles (Francia) el 16 de
noviembre de 1700. Pintura de
François Gérard

«Señores, he aquí el Rey de


España», dijo Luis XIV. Entonces
le dijo a su nieto: «Pórtate bien en
España, que es tu primer deber
ahora, pero recuerda que naciste
en Francia, para mantener la
unión entre nuestras dos
naciones, es esta la manera de
hacerlos felices y preservar la paz
de Europa»
Gran Bretaña y las Provincias
Unidas (Holanda) temieron que
con los Borbones reinando en
Francia y en España -y con la
posibilidad de que las dos
coronas recayesen en la
persona de Felipe- se rompiese
definitivamente el equilibrio
europeo en favor de una
indiscutible hegemonía franco-
española.

Luis XIV de Francia proclama al


duque de Anjou como rey de España
(Felipe V)
Austria, Holanda y Gran Bretaña apoyaron al archiduque Carlos
de Austria y formaron la Gran Alianza de La Haya de carácter
antiborbónico (a la que se adhirieron posteriormente Prusia,
Saboya y Portugal).

Archiduque Carlos de Austria


La Alianza de La Haya (1701)

«[...] El Rey cristianísimo, pretendiendo la misma sucesión para su Nieto el Duque de Anjou, y
alegando tocarle de derecho, en virtud de cierto Testamento del expresado Rey difunto, se ha
puesto inmediatamente en posesión de toda la herencia y Monarquía de España, por el dicho
Duque de Anjou; y se ha hecho dueño, a mano armada, de las Provincias del País Bajo Español,
y del Ducado de Milán, y que tiene en el Puerto de Cádiz una Flota en estado de hacerse luego a
la vela a cualquiera parte; y ha enviado también muchos navíos de guerra a las Indias, del
Dominio de España; y que de esta forma los Reynos de España y Francia se hallan tan
íntimamente unidos que no pueden considerarse en adelante sino como uno mismo, solo, idéntico
reino [...]; los franceses y españoles, con semejante unión, llegarán sin duda dentro de poco
tiempo a tan formidable grado de poder que fácilmente podrán reducir toda la Europa a su
mísera sujección y obediencia [...]. Todas estas graves razones han obligado a su Sacra
Majestad Imperial, a su sacra Majestad el Rey de la Gran Bretaña y a los Altos y Poderosos
señores los Estados Generales de las Provincias Unidas [a] hacer entre sí una estrecha
Confederación y Alianza para evitar tan grande y manifiesto común peligro.»

Díaz-Plaja, F., La Historia de España en sus documentos. Siglo XVIII, Cátedra, 1986, pp. 29-30
Comenzó así la Guerra de Sucesión (1701-1713), que fue
primeramente un conflicto internacional entre el bloque franco-
español, que apoyaba a Felipe V, y la Gran Alianza que apoyaba al
archiduque Carlos. En ella se iba a dirimir la hegemonía en Europa,
pero se convirtió también en una guerra civil en España.

Mariscal Villars liderando la


carga francesa durante la
batalla. Bataille de Denain, Jean
Alaux (1839)
“ Mambrú se fue a la guerra“

Mambrú se fue a la guerra,


¡qué dolor, qué dolor, qué pena!.
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuando vendrá.
Do-re-mi, do-re-fa,
no sé cuando vendrá.

Si vendrá por la Pascua,


¡qué dolor, qué dolor, qué
guasa!
si vendrá por la Pascua,
o por la Trinidad.
Do-re-mi, do-re-fa,
o por la Trinidad. John Churchill, duque de Marlborough.

El origen de esta cancioncilla infantil está en la Guerra de Sucesión española. Esta


tonada tan famosa no es nada más ni nada menos que la españolización de una
canción satírica francesa compuesta en 1709 llamada Malborough s'en va-t-en
guerre, en la que se habla de la batalla de Malplaquet y en la que los autores se
burlan del comandante de las tropas enemigas, Sir John Churchill, duque de
Malborough, quien fue el antepasado más famoso del ministro británico Winston
Churchill y de la princesa de Gales Diana Spencer.
La primera etapa de la Guerra de Sucesión Española se libró
en escenarios europeos con resultados poco favorables para
las tropas borbónicas, y cuando desde 1703 los aliados
comenzaron las operaciones militares en la Península, la guerra
tomó una nueva dimensión al posicionarse la Corona de Aragón
del lado del archiduque Carlos.
En España, el apoyo al bando borbónico o al austracista
respondía, en gran medida, al posicionamiento frente al diferente
modelo político y territorial que ambos planteaban: absolutismo,
centralismo y uniformización de los Borbones frente al tradicional
respeto de particularismos regionales de los Austrias.

Archiduque Carlos Felipe de Anjou


En líneas generales, en Castilla se apoyaba a Felipe de Anjou
mientras que la Corona de Aragón se decantaba por el
archiduque Carlos, aunque la situación en los distintos
territorios fue bastante compleja.
En Castilla, Felipe V tuvo un
mayoritario apoyo popular por las
esperanzas de cambio que
suscitaba (los Habsburgo habían
supuesto la ruina por su política
internacional), aunque parte de la
aristocracia respaldó al archiduque
Carlos por el temor a las reformas y
al absolutismo del nuevo rey
francés.

Felipe V de España por H. Rigaud (1701)


En la Corona de Aragón se
apoyaba al archiduque Carlos de
manera casi generalizada.
En Cataluña se rechazaba a los
franceses tras la experiencia de
subordinación a Francia en la
sublevación de 1640 y las guerras
posteriores, al tiempo que se temía
el absolutismo y el centralismo de
Felipe V.
En Valencia se produjo un fuerte
conflicto social ya que la nobleza y
las oligarquías urbanas apoyaron a
Felipe, pero los sectores populares
respaldaron a Carlos.
El archiduque Carlos de Habsburgo,
representado como Rey de España, por Francesco Solimena
El 4 de agosto de 1704 la flota británica tomó Gibraltar como
base para apoyar al archiduque que desembarcó en 1705 en la
Península, siendo proclamado por sus partidarios rey de España
como Carlos III. Consiguió establecerse en Barcelona.
Pero desde 1707 la balanza se inclinó a favor de Felipe de Anjou.
Resultaron decisivos los triunfos borbónicos en la batalla de
Almansa (1707), y en Brihuega y Villaviciosa (1710).
Tras estas victorias, solo Cataluña y Baleares resistían frente
a Felipe V.
La situación terminó por
decantarse finalmente del
lado de Felipe V cuando el
archiduque Carlos fue
designado emperador en
1711, tras la muerte de su
hermano José I.

Gran Bretaña y Holanda


consideraron entonces que el
peligro para el equilibrio
europeo pueden ser los
Habsburgo, como ya había
ocurrido con Carlos V.

Archiduque Carlos de Austria


Emperador Carlos VI de Alemania
Por esta razón, presionaron para el final de la guerra y se
iniciaron unas largas negociaciones de paz, frente a la
pretensión austriaca de continuarla.
Al mismo tiempo, Felipe V hizo pública su renuncia al trono
francés. Ambas circunstancias propiciaron el fin de la guerra.

Archiduque Carlos de Austria - Emperador Carlos VI de Alemania


1.3 LA PAZ DE UTRECHT Y EL FINAL DE LA GUERRA

La denominada Paz de Utrecht


-compuesta por una serie de
acuerdos bilaterales firmados
por los países participantes en
la Guerra de Sucesión entre los
que destacan el Tratado de
Utrecht (1713) y el de Rastadt
(1714)- puso fin al conflicto
internacional, aunque la
guerra continuó en Cataluña y
Baleares (Barcelona resistió
hasta el 11 de septiembre de
1714 y Mallorca se rindió en
1715).
Jean Ranc. Felipe V de España.1723
El sitio de Barcelona fue una de las últimas operaciones militares de la Guerra de
Sucesión en la Península. Se produjo entre el 25 de julio de 1713 y el 11 de septiembre de
1714. En recuerdo de los caídos y la defensa por parte de los barceloneses, se
conmemora como fiesta la Diada Nacional de Catalunya cada 11 de septiembre.
Felipe V fue reconocido internacionalmente como rey de
España, pero a cambio tuvo que hacer concesiones:
• Austria se anexionó Flandes, Luxemburgo, el ducado de
Milán, Nápoles y Cerdeña (después la cambiará con Saboya
por Sicilia).
• Portugal recibió la colonia de Sacramento en Uruguay.
• Inglaterra se anexionó Gibraltar y Menorca; además obtuvo
ventajas en el comercio colonial americano como el Asiento de
Negros (monopolio de venta de esclavos negros durante 30
años) y el Navío de Permiso (poder vender el cargamento de un
barco -500 toneladas- al año, algo que aprovechará para
camuflar el importante contrabando que ya practicaba).
• Holanda (las Provincias Unidas) recibió una serie de fortalezas
flamencas.
Algunos artículos del Tratado de Utrecht (1713)

«Tratado de Paz entre el Católico Monarca Don Felipe Quinto y la serenísima Princesa Ana
Stuarda, Reina de Inglaterra.
[...] X. El Rey Católico cede a la Corona de la Gran Bretaña la propiedad de la ciudad y castillo
de Gibraltar [...], conviniendo su Majestad británica, en que no se permita, por motivo alguno,
que judíos, ni moros habiten ni tengan dominio en la dicha ciudad de Gibraltar, ni que se dé
entrada ni acogida en su puerto a los navíos de guerra de moros, que a los habitadores de la
ciudad se les conceda el uso libre de la religión Católica Romana
XI. El Rey Católico cede también a la Corona de la Gran Bretaña la Isla de Menorca [...].
XII. Concede su Majestad Católica a la de la Gran Bretaña y a la Compañía de sus vasallos, la
facultad de introducir negros en sus dominios de la América por el espacio de treinta años, que
habrían de empezar desde primero de mayo de 1713, con las mismas condiciones que gozaban lo
franceses [...]
XIII. Que por cuanto la Reina de la Gran Bretaña insta, para que a los naturales del Principado
de Cataluña se les conceda el perdón y la posesión y goce de sus privilegios y haciendas, no sólo
lo concede su Majestad Católica, sino que también pudiesen gozar en adelante aquellos
privilegios que gozan los habitadores de las dos Castillas.»

Fray Nicolás de Jesús Belanda, Historia civil de España y sucesos de la guerra y tratados de la
paz; desde el año de mil setecientos hasta el de mil setecientos treinta y tres, Madrid, 1740 [cit.
Díaz-Plaja, F., op. cit., pp. 89-90]
Gran Bretaña fue la principal beneficiada y España la gran
perjudicada, pues tuvo que ceder sus dominios europeos,
territorios peninsulares e insulares, además de los mencionados
derechos comerciales concedidos a Inglaterra.
De la Paz de Westfalia (1648) a la de Utrecht

La Paz de Utrecht inauguró un nuevo orden internacional


basado en las tesis británicas de equilibro europeo entre tres
grandes potencias rivales: Francia, Inglaterra y Austria.

Francia, que había tenido la


hegemonía en la segunda mitad
del XVII, quedó ya desgastada por
el gran esfuerzo bélico impuesto
por Luis XIV.
Austria era el imperio más
extenso y poblado de Europa pero
estaba escasamente cohesionado.
Inglaterra se convirtió en la gran
potencia emergente, sobre la base
de su fortaleza marítima y
comercial.
El nuevo sistema se basaba en la rivalidad latente entre bloques
de Estados opuestos de similar poder, lo que garantizaba la paz
mediante un inestable equilibrio entre ellos; en líneas
generales, se puede hablar de un bloque liderado por Francia
frente a otro liderado por ingleses y austríacos. España quedó
reducida a potencia de segundo rango, aliada de Francia y
enfrentada a Austria, pero especialmente a Inglaterra.
1.4 LA POLÍTICA EXTERIOR DE LOS BORBONES:
LOS PACTOS DE FAMILIA
Tras las pérdidas territoriales derivadas de la Paz de Utrecht, la
política internacional española se centró en dos objetivos
principales: recuperar lo perdido en Europa y defender el
imperio de ultramar.
Hasta 1730, la política exterior de
Felipe V se orientó a la
recuperación de las posesiones
perdidas en Italia (esta política
recibió el nombre de revisionismo).
Este deseo se vio reforzado por las
pretensiones de su segunda esposa,
Isabel de Farnesio, de situar a sus
hijos al frente de algún territorio
italiano ya que la herencia de la
Corona española correspondía a los
hijos del primer matrimonio.
Pero los intentos de ocupar Sicilia
y Cerdeña sin ningún apoyo
internacional se saldaron con un Isabel de Farnesio, reina de España. 1723
rotundo fracaso. Contrajo matrimonio con Felipe en 1714
A partir de entonces se impuso una política más realista.
España, reducida a potencia de segundo rango, ante la
imposibilidad de conseguir sola sus objetivos y la amenaza
inglesa, buscó la alianza con Francia, por su poderío militar, por
la común rivalidad con Inglaterra y por los lazos familiares con los
Borbones reinando en ambos países.

Este giro en la política exterior se


concretó en los denominados
Pactos de Familia. Fueron
tratados de ayuda y defensa
mutua entre Francia y España.
Con Felipe V se sellaron los dos
primeros.

Escudo de la Casa de Borbón


- Primer Pacto de Familia (1733): España apoyó a Francia
frente a Austria y Rusia en la Guerra de Sucesión de Polonia y le
ofreció el status de nación favorecida en el comercio. A cambio,
Francia garantizó a España posesiones en Italia y su apoyo en
caso de conflicto con Gran Bretaña. Como resultado, Carlos, hijo
de Isabel de Farnesio y Felipe V -futuro Carlos III de España- fue
proclamado rey de las Dos Sicilias (Sicilia y Nápoles).

Carlos como Rey de


Nápoles y Sicilia, por
Giuseppe Bonito
- Segundo Pacto de Familia (1743): relacionado con la Guerra
de Sucesión Austriaca, que enfrentó a Austria y Gran Bretaña
contra Francia y Baviera. La compensación para España fue el
ducado de Parma que será para Felipe, segundo hijo de Isabel
de Farnesio y Felipe V.

Ducado de Parma

Felipe de Borbón y Farnesio, duque de Parma


Fernando VI Con Fernando VI en el trono se optó por
una política de neutralidad internacional
equidistante entre Francia e Inglaterra.
Esta postura fue defendida por sus dos
principales colaboradores José de Carvajal
(de tendencia anglófila) y el marqués de la
Ensenada (de tendencia francófila) y se
mantuvo hasta la llegada al trono de
Carlos III. Con él se firmó el Tercer Pacto
de Familia.

“Paz con Inglaterra


y guerra con nadie”

Carlos III
- Tercer Pacto de Familia (1761): obligó a España a luchar al
lado de Francia en la Guerra de los Siete Años (1756-1763)
frente al Reino Unido y Portugal. Se trataba de intentar frenar la
expansión británica en América del Norte. El resultado fue un
auténtico desastre: la Habana y Manila cayeron en manos de los
británicos, aunque en el Tratado de París (1763) fueron
cambiadas por Florida que pasó a manos del Reino Unido.
Francia compensó a España con la Luisiana.
La Guerra de Independencia de los EE.UU. (1775-1783), en
la que se apoyó a los rebeldes americanos, fue la oportunidad
para recuperar frente a los británicos Florida y Menorca
aunque no se pudo recuperar Gibraltar.
Ayuda española a la independencia de los EE.UU.
Durante los primeros años de la Guerra de la Independencia de los
Estados Unidos, el apoyo de España a los insurgentes fue prudente y
basado principalmente en ayuda económica para poder comprar
material de guerra, una ayuda que continuaría durante todo el
conflicto. No fue hasta el Tratado de Aranjuez de 1779, cuando se
produjo la declaración oficial de guerra por parte de Francia y España
a Gran Bretaña.
Una figura vital en las relaciones entre España y las Trece Colonias
fue Juan de Miralles, que ejerció de diplomático de España ante el
Congreso Continental, manteniendo una muy buena relación con
George Washington. También fue decisiva la participación del
empresario Diego de Gardoqui, que medió de forma extraoficial entre
España y los nuevos Estados Unidos. Fue a través de su empresa
“Gardoqui e hijos” como llegaron a las colonias gran cantidad de
dinero en efectivo, además de material militar, que ayudarían a los
insurgentes a vencer en Saratoga en 1777.
Otra aportación importante fue la del español Bernardo de Gálvez,
gobernador de Luisiana, que defendió toda la cuenca del Mississippi,
impidiendo que llegasen los refuerzos ingleses necesarios a la
Batalla de Yorktown (1781). Además consiguió la rendición de Mobila
(1780) y Pensacola (1781), emplazamientos estratégicos para los
ingleses. Granaderos españoles y el batallón de
La Habana en Cuba fue el centro operativo de la ayuda española a
La Habana en la batalla de Pensacola
los colonos. Allí se reparaban y equipaban los barcos de guerra
estadounidenses y se adiestraban las milicias para la guerra.
El estallido de la Revolución Francesa en 1789 provocó la crisis
de los Pactos de Familia (ya que Carlos IV rompió con la Francia
revolucionaria y se alineó con las potencias que luchaban contra
ella) al tiempo que trastocó por completo unas relaciones
internacionales en Europa que en lo sustancial no se habían visto
alteradas desde la Paz de Utrecht.

Eugène Delacroix - Le 28 Juillet. La Liberté guidant le peuple


LA POLÍTICA EXTERIOR DE LOS BORBONES

Segundo Tercer Pacto


Pacto de de Familia
Familia (1761)
(1743)

Primer Pacto
de Familia
(1733)
Define qué fueron los Decretos de Nueva Planta y explica su
importancia en la configuración del nuevo Estado borbónico.

- Introducción: Cambio dinástico, Guerra de Sucesión y caracterización


del modelo político de los Borbones

- Explicación de qué son los Decretos de Nueva Planta y sus


consecuencias

- Explicar el nuevo modelo de Estado: Reformas en la organización


política y la administración territorial, Hacienda (América)

- Conclusión: absolutismo, centralización y uniformización


(excepcionalidad navarra y vasca y persistencia diferencias fiscales)
2. EL NUEVO ESTADO BORBÓNICO
2.1 UN NUEVO MODELO DE ESTADO
Con el cambio dinástico se implantó en España el modelo político
de los Borbones franceses que era el absolutismo monárquico,
en el cual, el monarca, encarnación misma del Estado, era el único
depositario de la soberanía de origen divino y concentraba en su
persona los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, ejerciéndolos
sin límites ni restricciones.

Luis XIV, el rey Sol


“L'État, c'est moi”
La adopción de este nuevo
modelo, llevada a cabo por los
tres primeros Borbones (Felipe V,
Fernando VI y Carlos III), implicó
una profunda reforma de las
instituciones de gobierno y de
la administración bajo los
principios de la centralización y
la uniformidad.

Los Decretos de Nueva Planta


de Felipe V fueron fundamentales
para la configuración del nuevo
Estado borbónico.

Van Loo: Felipe V a caballo, 1737


Los Decretos de Nueva Planta
Los Decretos de Nueva Planta, impuestos en gran medida como
represalia por Felipe V a los reinos de Valencia y Aragón (1707),
Mallorca (1715) y Cataluña (1716) por el apoyo que habían
prestado al archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión,
significaron la imposición del absolutismo borbónico y la
organización política-administrativa de Castilla a los
territorios de la Corona de Aragón.

Con los Decretos se suprimieron los


fueros y las instituciones propias de
estos reinos (Cortes y Diputaciones) y
se impusieron las leyes y las
instituciones de Castilla (incluso se
impuso el castellano como lengua oficial
de la Administración).
Decretos de Nueva Planta en Cataluña (1716)
"[...] Habiendo precedido madura deliberación y consulta de Ministros de mi mayor confianza, he
resuelto que en el referido Principado se forme una Audiencia, en la cual presida el Capitán
General o Comandante General de mis Armas, de manera que los despachos, después de empezar
con mi dictado, prosigan en su nombre [...].
4. Las causas en la Real Audiencia se sustanciarán en lengua castellana [...].
30. Ha de haber en Cataluña Corregidores, y en las ciudades y villas siguientes [se enumeran 12
corregimientos] [...].
37. Todos los demás oficios que había antes en el Principado, temporales, perpetuos, y todos los
comunes, no expresados en este mi Real Decreto, quedan suprimidos y extintas [...].
39. Por los inconvenientes que se ha experimentado en los somatens, y juntas de gente armada,
mando que no haya tales somatens, ni otras juntas de gente armada, so pena de ser tratados como
sediciosos los que concurrieren o intervinieren.
40. Han de cesar las prohibiciones de extranjería porque mi Real Intención es que en mis Reynos
las dignidades y honores se confieran recíprocamente a mis vasallos por el mérito, y no por el
nacimiento en una u otra provincia de ellos [...].
42. En todo lo demás que no está prevenido en los capítulos antecedentes de este Decreto, mando,
se observen las constituciones que antes había en Cataluña [...].
43. Y lo mismo es mi voluntad se execute respecto del Consulado de la mar, que ha de permanecer,
para que florezca el comercio y logre el mayor beneficio el país.”
(Establecimiento y nueva planta de la Real Audiencia de Cataluña, Real Decreto de 16 de enero de
1716, cfr. Novísima Recopilación de Leyes de España, Madrid, 1805, Libro V, Título IX, Ley 1).
Con esto se estableció una estructura jurídica e institucional
uniforme en todo el reino (exceptuando Navarra y los
territorios vascos -que mantuvieron sus fueros e instituciones
porque habían apoyado a Felipe V en la guerra- y teniendo en
cuenta que los reinos de la Corona de Aragón conservaron
todavía parte de su Derecho Civil).
Reformas en la organización del Estado

A lo largo de todo el siglo, bajo


los criterios de uniformidad y
eficacia, se abordó la creación
de una nueva administración
centralizada, suprimiendo el
tradicional sistema polisinodal
de los Austrias.
Se suprimieron todos los antiguos
Consejos territoriales (aunque se
mantuvieron el Consejo Real de
Castilla, que pasó a ser el órgano
esencial del gobierno como Consejo
de Estado, y el de Indias).
Se eliminaron también los consejos
específicos que atendían los
asuntos concretos.
La estructura del gobierno se basó
desde entonces en las Secretarías
de Estado y del Despacho.
Las secretarías más importantes
fueron las de Estado, de Guerra, de
José Patiño y Rosales (1666-1736)
Marina e Indias, de Gracia y Justicia y fue Secretario de Estado durante el
de Hacienda. reinado de Felipe V siendo el impulsor
de gran parte de la reformas.
Los Secretarios de Estado
(antecedente del cargo de
ministro) tenían mucho poder.
Eran nombrados y destituidos por
el rey y solo ante él rendían
cuentas.

José del Campillo y Cossío


(1693 -1743) Secretario de Estado
Las Cortes Generales del Reino,
en las que se habían incluido
representantes de ciudades de la
antigua Corona de Aragón (Navarra
sí mantuvo sus propias Cortes)
quedaron casi sin atribuciones y
apenas se convocaron.

​Entre 1709 y 1789 se convocaron en


cinco ocasiones Cortes Generales,
siempre en Madrid.

Quedaron casi limitadas a recibir el


juramento del heredero al trono.

Las Cortes, reunidas en la Iglesia del Monasterio de


San jerónimo el Real, Madrid, en 1789, juran su
reconocimiento al príncipe de Asturias, futuro
Fernando VII. Cuadro de Luis Paret y Alcázar 1791.
En lo relativo a la sucesión en el
trono, en 1713 se instituyó la Ley
Sálica que apartaba a las mujeres
estableciendo que solo podrían
heredar la corona si no había
herederos varones en la línea
principal, es decir, hijos varones, o
lateral, hermanos o sobrinos.

Felipe V
Una nueva administración territorial
Se impuso una nueva administración territorial en todo el reino
generalizando las instituciones castellanas.
Los virreinatos desaparecieron (a excepción de los americanos y
Navarra, que también mantuvo su virrey).

El territorio se dividió
administrativamente en
capitanías generales e
intendencias.
Las capitanías generales cumplían funciones estratégicas y
militares.

Los capitanes generales


sustituyeron a la figura del
virrey. Solo el rey se
situaba por encima de las
atribuciones del capitán
general.
Tenían poder político,
militar y competencias
judiciales ya que presidían
las Audiencias, que se
generalizaron por todo el
territorio.
Las intendencias, de inspiración francesa, eran divisiones
administrativas -equiparables a las provincias actuales- para
controlar todo el territorio desde el poder central. En ellas se
estableció el cargo de intendente como representante real para
dirigir cada una de ellas.

Las funciones del intendente


eran amplias y variadas:
recaudación de impuestos,
reclutamiento de tropas, el
orden público, control de las
autoridades locales, supervisión
de las obras públicas y el
fomento de la producción en su
provincia.
En el ámbito municipal, se extendió el modelo castellano de
Corregimientos estableciéndose corregidores, nombrados
por el rey, reforzando así el centralismo administrativo.
Las reformas administrativas en América
El centralismo y las reformas administrativas también afectaron a
los territorios americanos. Se trataba de controlar las colonias
con mayor eficacia y obtener de ellas un mayor beneficio
económico y fiscal.

Aunque se mantuvieron el
Consejo de Indias y la Casa
de Contratación, cada vez
vieron más reducidas sus
competencias, en el primer
caso al ser asumidas por las
Secretarías correspondientes
y en el segundo por la
progresiva liberalización del
comercio con América.
Se mantuvieron los
virreinatos.
A los dos existentes -Nueva
España y Perú- se añadieron
dos más dividiendo el del
Perú: primero se creó en 1717
el virreinato de Nueva
Granada (con capital en
Santa Fe de Bogotá) y,
posteriormente, el del Río de
la Plata en 1776 (con capital
en Buenos Aires).
Se estableció también el sistema de intendencias y capitanías
generales.
2.2 LA HACIENDA REAL
Problemas crónicos de la Hacienda de los Austrias:

- Excesivos gastos de la política exterior, por las


continuas guerras y el mantenimiento del imperio.

- Excesiva carga fiscal para Castilla, frente a la


menor contribución de otros territorios.

- Recaudación poco eficiente. El Estado, muy a


menudo, no recaudaba directamente sino que
arrienda a particulares el cobro de esos impuestos.
Estos particulares adelantaban a la corona un dinero
que luego se cobraban de lo que recaudan.
Resultado: pocos ingresos para la corona y excesiva
presión para los pecheros, con enriquecimiento de
los recaudadores.
En época de Felipe V se intentó
sanear la deficitaria Hacienda
estableciendo una nueva fiscalidad
que hiciese contribuir en mayor
medida a la Corona de Aragón.

Retrato de Felipe V, por Jean Ranc


Para ello, en una especie de nueva
planta fiscal, el sistema de
impuestos tradicional de cada uno
de los territorios de la Corona de
Aragón fue sustituido por otro de
carácter general: cada uno de ellos
contribuiría con una cantidad
equivalente a la que se pagaba en
Castilla.

Este impuesto recibió distintos nombres: única contribución en Aragón,


catastro en Cataluña, equivalente en Valencia y talla en Baleares.
Cada territorio tenía libertad para elegir el sistema de recaudación, siempre y
cuando reuniese la cantidad asignada. El sistema catalán, que combinaba
impuestos directos e indirectos, resultó ser el más efectivo.
Con Fernando VI, su Secretario de Hacienda, el riojano Zenón
de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada, trató
de implantar en Castilla una reforma fiscal que sustituyese los
numerosos tipos de impuestos existentes por una contribución
única, proporcional a la riqueza de cada uno, inspirada en el
sistema impositivo catalán.

Fernando VI
Retrato del marqués de la Ensenada,
por Jacopo Amigoni, c. 1750
Para ello, en 1749 ordenó realizar el conocido como Catastro
de Ensenada, que fue un amplio y detallado estudio de los
pueblos y ciudades de Castilla para hacer una evaluación
de la riqueza existente y recaudar los impuestos en
consonancia.
La contribución única fracasó en su objetivo y no pudo ser
aplicada por la oposición que mostraron los privilegiados (que no
colaboraron en el registro de sus propiedades por miedo a verse
obligados a pagar impuestos).
Pero, a pesar de ello, el Catastro constituye una fuente histórica
fundamental para conocer la economía y la sociedad de la época.

Con todo, las novedades que se introdujeron en la organización


de Hacienda mejoraron la recaudación de una manera muy
significativa.
Con Carlos III la situación de la Hacienda Real fue relativamente
estable hasta la guerra contra Inglaterra (1778-1783) en el contexto
de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos.

Carlos III
La implicación en este conflicto provocó un fuerte
endeudamiento. Se recurrió entonces a la emisión de vales
reales (que eran títulos de deuda pública por los cuales el
Estado se comprometía a pagar, en un plazo de veinte años, el
capital más un 4% anual, y que podían ser guardados o
utilizados como medio de pago).

Creados en 1780 con valor de papel


moneda, aunque no de curso forzoso.
Los comerciantes podían negarse a
aceptarlos como forma de pago y las
tesorerías no podían pagar con ellos ni
sueldos ni pensiones. Fueron un
precedente del papel moneda, aunque su
elevada cuantía no los hacía utilizables
para el pequeño comercio

Vale Real de 300 pesos

El abuso en la emisión de vales hizo que estos fueran


perdiendo valor.
En 1782 se creó el Banco Nacional de San Carlos, primer
banco nacional (antecedente del Banco de España) para
controlar la circulación de los vales y hacerse cargo de los
pagos de la Hacienda.

El 2 de junio de 1782, mediante una real cédula


firmada por el rey Carlos III, se fundó el Banco
Nacional de San Carlos, basado en el proyecto
presentado por el conde de Cabarrús al primer
ministro, el conde de Floridablanca.
Fue una institución moderna para la época: su
capital, de origen privado, estaba dividido en
acciones y gozaba de protección real. Sus objetivos
eran: servir de apoyo financiero al Estado facilitando
la circulación de los vales reales (deuda pública) y
convirtiéndolos en efectivo, proveer de víveres y
vestuario a las fuerzas armadas, atender los pagos
de la Corona en el extranjero, combatir la usura y
proporcionar crédito al comercio y a la industria.
Emitió los primeros billetes de banco españoles,
llamados cédulas del Banco de San Carlos. Estas
cédulas garantizaban un inmediato reembolso en
metálico, que efectuaría el propio banco emisor; se
canjeaban al portador sin producir ningún interés.

Cédula del Banco de San Carlos


El 10 de diciembre de 1763 se celebró en Madrid el primer
sorteo de Lotería de la Historia de España. Fue el marqués de
Esquilache, ministro de Hacienda de Carlos III, quien tuvo la
idea de instaurar una lotería en España al estilo de las que
funcionaban en Italia para aumentar los ingresos del Estado.

El origen de aquella lotería italiana se remontaba a la ciudad de


Génova. La república genovesa sorteaba, a mediados del siglo XVI
los cinco principales puestos del senado entre los 90 senadores
electos. Para ello tomaba 90 bolas de madera y marcaban cinco.
Los genoveses cruzaban apuestas sobre sus favoritos, convirtiendo
el evento político en una especie de quiniela deportiva.
Se estableció en España una lotería de números al estilo genovés
con multiplicidad de apuestas. El sistema consistía en la extracción
de cinco números del uno al noventa en un orden determinado. Los
apostantes podían jugar a un número o a una combinación
determinada e incluso apostar a un número y a su posición
concreta. Por entonces no existían los bombos y los números se
introducían en bolas de marfil.
El Estado se cuidó, visto el éxito y los ingresos que proporcionaba,
de tener el monopolio del juego y en 1774 prohibió la venta de
boletos de otras loterías, nacionales o extranjeras.
2.3 CAMBIOS EN EL EJÉRCITO Y LA MARINA
Hubo cambios importantes en la organización del ejército,
también de inspiración francesa.
Los tercios fueron sustituidos por una nueva unidad de
combate, el regimiento. El ejército se dividió en cuatro cuerpos:
infantería, caballería, artillería e ingenieros.

Tambor y Granadero de las Milicias Provinciales


durante el reinado de Felipe V
Para el reclutamiento de los
soldados se recurrió a la
búsqueda de voluntarios o levas
obligatorias de vagos y
maleantes, pero lo más destacado Bombo del sorteo de los quintos

fue el establecimiento del sistema


de quintas por el cual varones de
todas las localidades eran
elegidos por sorteo para el
servicio militar obligatorio (algo
que resultó muy impopular).
Como se precisaba también una poderosa Armada, para
defender los intereses españoles en las Indias y el
Mediterráneo, se construyeron astilleros en los tres
departamentos marítimos: El Ferrol, Cartagena y Cádiz.

Blas de Lezo

Óleo del siglo XVIII, Museo Naval de Madrid. Representa la fragata española
del capitán Blas de Lezo en 1710 remolcando un navío británico capturado.
2.4 LAS RELACIONES IGLESIA-ESTADO.
EL REGALISMO
La Iglesia tampoco quedó al margen de las pretensiones
absolutistas de los Borbones.

La Corona y el Papado disputaron sobre asuntos de


jurisdicción, rentas y nombramientos eclesiásticos.
Las relaciones de Felipe V con la Santa Sede fueron tensas
desde el principio ya que el papa Clemente XI había apoyado al
archiduque Carlos. Se llegaron incluso a romper las relaciones
diplomáticas.

Aunque estas relaciones se


normalizaron, la tensión volvió
cuando la agresiva política de
Felipe V en Italia amenazó lo
intereses papales.

Clemente XI
Papa nº 243 de la Iglesia católica entre 1700 y 1721
La Corona trato de ejercer un control político y económico
sobre la Iglesia.

- Se reivindicó el Patronato
Universal, extendiendo el
Patronato Regio que la
Monarquía ya había conseguido
sobre Canarias, Granada y las
Indias, por el que el rey
presentaba al papa sus
candidatos a obispo y otros
cargos.
- El Estado pretenderá ingresar
en sus arcas las rentas de los
obispados que quedasen
vacantes en lugar de enviarlas al
papado y que determinados
bienes eclesiásticos tributasen.
En 1737 se firmó un Concordato que normalizaba las
relaciones y trataba de solucionar los problemas, aunque sin
conseguirlo completamente ya que dejaba aplazado el tema del
Patronato Universal.

Clemente XII. Papa entre 1730 y 1740


Fernando VI trató de afianzar el control de la Iglesia por el Estado.

Un incidente radicalizó aún más las


posturas: por el Tratado de Madrid de 1750,
Portugal renunció a la Colonia de
Sacramento a cambio de territorios en la
frontera brasileña; pero en una de estas
zonas que pasaban a dominio portugués se
encontraban siete misiones guaraníes
jesuíticas y se les obligó a abandonar la
zona.
Aunque el general de la Compañía ordenó
obediencia, varios jesuitas de Paraguay se
opusieron. Se produjo entonces una
rebelión de los indios que fue utilizada para
incriminar a la orden.
Fue con un nuevo Concordato, el de 1753, con el que se
reafirmó el regalismo y el control de la Monarquía sobre la
Iglesia.

Benedicto XIV, Papa entre 1740 y 1758


Carlos III, tras el motín de Esquilache, decretó en 1767 la
expulsión de los jesuitas de España y de las Indias,
acusados de haber instigado la revuelta.
La expulsión de los jesuitas

«Habiéndome conformado con el parecer de los de mi Consejo Real [...] y de lo que me han
expuesto personas del más elevado carácter, estimulado de gravísimas causas relativas a la
obligación en que me hallo constituido de mantener en subordinación, tranquilidad y justicia mis
pueblos, y otras urgentes, justas y necesarias que reservo en mi real ánimo; usando de la suprema
autoridad económica que el Todopoderoso ha depositado en mis manos para la protección de mis
vasallos y respeto de mi corona, he venido a mandar se extrañen de todos mis dominios de España
e Indias, Islas Filipinas y demás adyacentes, a los religiosos de la Compañía, así sacerdotes, como
coadjutores y legos que hayan hecho la primera profesión, y a los novicios que quisieren seguirles,
y que se ocupen todas las temporalidades de la Compañía de mis dominios. Y para su ejecución
uniforme en todos ellos os doy plena y privativa autoridad, y para que forméis las instrucciones y
órdenes necesarias, según lo tenéis entendido y estimareis para el más efectivo, pronto y tranquilo
cumplimiento. Y quiero que no sólo las justicias y tribunales superiores de estos reinos ejecuten
puntualmente vuestros mandatos, sino que lo mismo se entienda con los que dirigiereis a los
virreyes, presidentes, audiencias, gobernadores, corregidores, alcaldes mayores y otras
cualesquiera justicias de aquellos reinos y provincias, y que, en virtud de sus respectivos
requerimientos, cualesquiera tropas, milicias o paisanaje den el auxilio necesario sin retardo ni
tergiversación alguna, so pena de caer, el que fuere omiso, en mi real indignación [...]
Yo, el Rey, 27 de febrero de 1767».
La expulsión, en realidad, parece ser que se debió más a los
recelos que provocaba el enorme poder que acumulaba la
Compañía de Jesús (por sus enormes propiedades, su papel
en la educación y su influencia política) y por el hecho de que
obedeciesen directamente al Papa, algo inaceptable para los
monarcas absolutos y su política regalista.

Los jesuitas ya habían sido


expulsados de Francia y de
Portugal.
El papa Clemente XIV cedió
finalmente a las presiones de
los reyes de Francia, España,
Portugal y disolvió la
Compañía de Jesús en 1773.

Fue restaurada
Sello de la Compañía de Jesús, fundada en 1814
en 1534 por San Ignacio de Loyola

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