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Esta edición es un fragmento de Todos podemos ser felices de Tomás

L. Alvarez. Para adquirir el libro completo en formato papel o eBook


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¿Qué es la felicidad? Una de las preguntas a la que podemos encontrarle
innumerables respuestas. En este punto me gustaría comenzar a establecer
varios puntos de vista, para que podamos comprender a la felicidad de
forma completa.

David Steindl, monje benedictino dice lo siguiente con respecto al tema:


“Hay algo que sabemos de todos a quienes conocemos en cualquier parte
del mundo, en la calle, que es motivo harto fundamental de lo que ellos
hacen y de cualquier cosa que toleran, y es que todos nosotros queremos
ser felices”.

Matthieu Ricard, considerado el hombre más feliz del mundo, comenta que
ninguno de nosotros se levanta por la mañana preguntándose si podrían
pasarse el día sufriendo, sino que conscientemente o no, en el largo o
corto plazo, directa o indirectamente, todo lo que hacemos, pensamos o
soñamos, lo realizamos en búsqueda de bienestar y felicidad.
El especialista argentino en capacitación, Darío Mantei, me comentaba al
momento de enterarse de esta obra, que no podía hablar de la felicidad
sin tener en cuenta una profunda enseñanza de nuestra literatura universal.
Aristóteles, en su libro “Ética a Nicómaco” realiza una exquisita descripción
de la realidad que nos rodea en referencia a la felicidad y quiero
compartírselas. El gran filósofo dice lo siguiente:

“¿Cuál es el bien supremo entre todos los que pueden realizarse?


Sobre su nombre, casi todo el mundo está de acuerdo, pues tanto el vulgo
como los cultos dicen que es la felicidad, y piensan que vivir bien y obrar
bien es lo mismo que ser feliz. Pero sobre lo que es la felicidad discuten y
no lo explican del mismo modo el vulgo y los sabios. Pues unos creen que
es alguna de las cosas tangibles y manifiestas como el placer, o la riqueza,
o los honores; otros, otra cosa; muchas veces, incluso, una misma persona
opina cosas distintas: si está enferma, piensa que la felicidad es la salud;
si es pobre, la riqueza; los que tienen conciencia de su ignorancia admiran
a los que dicen algo grande y que está por encima de ellos.”

Sea la filosofía oriental u occidental, hay muchísimas definiciones y formas


de entender la felicidad. Recuerda tu pasado y proyecta el futuro o vive el
presente y disfruta su frescura. Sea cual sea, terminan siendo
aproximaciones generales. Matthieu comparte que esto sería aceptable si
la búsqueda de la felicidad fuera una cuestión secundaria para el ser
humano, sin embargo, esto es algo que determina cada instante de nuestra
vida.

Probablemente la falta de claridad en el entendimiento de nuestro


bienestar, es lo que nos hace buscar por caminos que solo nos lleven a
tener la percepción de que la felicidad es algo que no es para todos.

Las concepciones poco claras pueden venir de algunas confusiones, y una


de las más comunes es confundir a la felicidad con el placer.

“El placer depende del tiempo, el objeto y el lugar. Es algo que cambia de
naturaleza. Un sabroso pastel de chocolate, la primera porción es deliciosa,
la segunda no tanto, comemos más y nos da asco. Esa es la naturaleza de
las cosas, nos cansamos. Si tienes frio, te acercas al fuego y es algo
maravilloso; después de un rato, te haces para atrás porque comienza a
quemar. En cierta forma (el placer) se consume asimismo conforme lo
experimentas. (…) ¿Pues entonces que es la felicidad? Creo que la mejor
definición, según la visión budista, es la de que el bienestar no es
meramente una sensación de placer, sino una sensación profunda de
serenidad y realización; un estado que impregna y subyace en todos los
estados emocionales, y todas las alegrías y penas que se atraviesen en el
camino.” Concluye Ricard.

Teniendo la mirada trascendental sobre la felicidad, continuemos en


nuestra aventura del descubrimiento y vamos a sumergirnos en las aguas
de la psicología. ¿Cuál es el impacto psicológico de ser felices o infelices?
¿Qué ocurre en nuestra mente en esos momentos?

El psicólogo y escritor estadounidense, Martin Seligman es uno de los


referentes a nivel mundial de lo que conocemos Psicología positiva, que
es la corriente de pensamiento que busca estudiar al ser humano en su
abundancia y felicidad, y no en su enfermedad y deterioro como lo
realizaba tradicionalmente la psicología.

Seligman y su equipo crearon un manual de diagnóstico opuesto al manual


de enfermedades. Clasificación de fortalezas y virtudes, comparaciones de
emociones positivas, de significación y flujo. Como se construyen u
obstruyen entre otras cosas. Todo esto está resumido en test de felicidad
que sencillamente se pueden realizar por internet.

Por otro lado, Seligman comparte que la felicidad entendida


conceptualmente es algo a lo que no podemos acceder con una fórmula,
ya que excede nuestras posibilidades por la cantidad de factores y
variables que deberíamos considerar para alcanzarla. Sin embargo, dice
que existen, como él lo llama, tres “modelos de vida” que si son
científicamente medibles. En estos podemos incidir, tanto en su
construcción como dirección, y podemos identificarnos.

La vida placentera
Esta tipología se caracteriza por tener todas las emociones positivas que
podamos tener y las habilidades para amplificarlas.

Se trata de experimentar todas las emociones positivas que estén a nuestro


alcance.

Sin embargo Seligman comparte que en este punto tenemos dos


inconvenientes:

1- La experiencia de la emoción positiva es hereditaria.

Alrededor de un 50% es hereditaria y no se puede hacer mucho para


cambiar esto comenta el psicólogo.

2- Las emociones positivas se habitúan realmente rápido.

Es como decía Ricard, el placer disminuye conforme se experimenta.


La vida de compromiso
Aquí entran nuestras áreas laborales, afectivas, familiares. Ir a trabajar,
tener tiempo libre, criar a nuestros hijos, amar. Seligman dice que aquí es
donde el tiempo se detiene para nosotros.

En términos más actuales vamos a referirnos brevemente al fluir, o como


lo encontraremos de aquí en más: Flow.

El placer es sentimiento puro dice Seligman. Sabes que está pasando, y es


una combinación de pensamiento y sentimiento. Pero cuando estas en
Flow, no sientes nada. Eres uno con la actividad que te toque realizar.

Muchos de mis amigos son músicos, y en varias ocasiones escuche sus


relatos de las innumerables horas que se quedaban tocando el piano o la
guitarra sin darse cuenta la hora. En este tipo de felicidad no es el
sentimiento, sino que existe una concentración intensa. Aquí no sentimos
nada porque el tiempo se detiene, y esto también es ser feliz.

Seligman plantea que la receta para estimular este tipo de bienestar en


nuestra vida es descubrir nuestras fortalezas. Como me gusta decir
personalmente: se da lo mejor de uno cuando disfruta lo que hace. Creo
que ese es el potencial de llevar una vida con un fluir interior intenso.

La vida significativa
Este es el tercer camino que se plantea en psicología positiva y quizás la
mejor ponderada de todas las maneras de buscar la felicidad.

Aquí, al igual que en la anterior, Seligman plantea que es vital encontrar


nuestras fortalezas y utilizarlas, pero a diferencia de la vida de
compromiso, en este caso tienen que ser realizadas en tareas o servicios
más grandes que uno. Encontrar una causa superior en la cual exista la
oportunidad de ofrecer lo mejor que tenemos.

A partir de estas investigaciones se logró determinar algunas pautas para


lograr estados positivos y mayores niveles de felicidad.
Uno de estos es el diseño. Que implica observar e imaginar de antemano
un hermoso día. Podemos reservar cualquier día en la semana y diseñarnos
una experiencia positiva para nuestra vida. Lugares que nos gusten,
amistades con las que disfrutemos compartir momentos, actividades que
nos estimulen. Diseñar es una gran herramienta para darle paso a los
momentos felices en nuestra vida.

Las actividades filantrópicas o altruistas provocan mayor bienestar y menos


depresión, y estos estados también perduran en el tiempo. En lugar de
elegir una tarde de diversión, es mejor elegir un tiempo para dar
gratuitamente. Eso nos hace más felices.

Un artículo publicado en 2013 en el New York Times relata lo siguiente


sobre el tema:

“Después de 40 años de investigación, que atribuyen la felicidad de tres


fuentes principales: genes, acontecimientos y valores.”
Se ha estudiado en gemelos idénticos, cuyos ADN son prácticamente
iguales, que entre un 25% y 50% de las diferencias en sus niveles de
felicidad vienen dados por sus genes. Esto se llama nivel genético inicial.

Sonja Lyubomirsky, profesora de la universidad de Riverside dice lo


siguiente:

“La mayoría de nosotros nace con un nivel de felicidad determinado en el


que nos mantenemos la mayor parte del tiempo, y aun cuando nos ocurre
algo especialmente bueno o malo, tendemos a volver a la carga inicial. Y
sorprendentemente mientras el 50% es genético, nuestras circunstancias,
como en que trabajamos o cuánto dinero tenemos, estatus social, nuestra
salud, esas cosas en las que nos dicen que nos centremos, solo suponen
un 10% de las diferencias en felicidad.”
Por otro lado, hay una buena proporción de nuestra felicidad que proviene
de nuestros acontecimientos pasados, sobretodo los más recientes y,
resulta que la elección de nuestros principios de vida completa la “formula”
de nuestro bienestar.

Es interesante que se ha estudiado que existen cuatro valores básicos que


impactan directamente en la conformación de nuestra felicidad: la fe, la
familia, la comunidad y el trabajo.

Muchas veces nos enfocamos en buscar la felicidad en lugares en los cuales


no lograremos grandes cambios en nuestros niveles de bienestar, y más
allá de que esta quizás sea una mala noticia para muchos, lo importante
es que el 40% restante es responsabilidad nuestra. Nuestros niveles de
felicidad responden a una actitud deliberada por ser felices, y a lo largo de
este libro iremos encontrando mecanismos que nos permitan explotar al
máximo esta posibilidad que se nos presenta.

En un intercambio de ideas y buscando colaboración para llevar adelante


la investigación en este libro, el consultor argentino en Gestión Cultural,
Martín Perisset, me acercó un excelente material del portal español
Universia, en donde se aborda el tema de la felicidad y como llegamos a
ella desde un estudio de la Universidad de Harvard. Parte de ese artículo
menciona lo siguiente:

“De acuerdo a estudios realizados en el 2015, se llegó a la conclusión de


que será más probable alcanzar la felicidad si optamos por ser felices con
lo que hacemos, fortalecemos las relaciones más cercanas y además nos
cuidamos en el aspecto físico, económico y emocional. De acuerdo a los
resultados, un 47% de los encuestados expresó ser feliz con su profesión,
ya sea por elegir y poder ejercer la profesión deseada o por lograr
enfocarse en los aspectos positivos de la misma y dejar de lado los
negativos. A su vez, aquellos hombres que expresaron un vínculo más
cercano con sus familias o parejas demostraron niveles más altos de salud
y una esperanza de vida mayor. Por último, quienes indicaron sentirse muy
felices declararon hacer ejercicio varias veces a la semana, sentirse
satisfechos con si situación económica y en armonía con su vida.”
Como podremos notar, la felicidad tiene una fuente multifacética. No hay
un factor único que desencadene nuestros estados de bienestar.

A lo largo de este libro, iremos investigando cada uno de los catalizadores


de la felicidad y como inciden de forma particular en cada área de nuestra
vida.

En marzo de 2016 el Earth Institute de la Universidad de Columbia, Nueva


York, postuló su ranking anual de los países con mayores índices de
felicidad.

La investigación clasifica a los países de acuerdo a la felicidad de sus


ciudadanos y a su sensación subjetiva de bienestar. Dinamarca está a la
cabeza, mientras que Argentina ocupa el 26º puesto.

La nota del diario Clarín dice lo siguiente respecto al tema: “Los principales
factores que construyen la felicidad de un país en este ranking de la ONU
son el PIB per cápita (es decir, el valor monetario de la producción de
bienes y servicios del país de un año dividido el número de sus habitantes),
la esperanza de vida saludable, el apoyo social percibido por sus
habitantes (¿creen que tienen con quién contar en momentos difíciles?), la
confianza que sienten los habitantes (medida por su convicción acerca de
la ausencia de corrupción en el Gobierno y los negocios), la libertad para
decidir sobre sus vidas percibida por las personas y la generosidad
(medida en función de las donaciones que hace la población).

La igualitaria Dinamarca, donde las mujeres ocupan el 43 % de los cargos


de responsabilidad en el sector público, es conocida por su amplio y
generoso sistema de bienestar, que cubre a los ciudadanos durante toda
su vida.

Pocos se quejan de los altos impuestos, ya que a cambio reciben un


sistema sanitario donde todo el mundo tiene acceso gratuito a medicina
general y hospitales. Los impuestos también pagan escuelas y
universidades, y los estudiantes reciben subvenciones mensuales durante
un máximo de siete años.

Muchos están tranquilos porque si pierden su empleo o enferman, el


Estado los mantendrá.

Jeffrey Sachs, de la Universidad de Columbia y uno de los autores del


informe, señaló que la felicidad y el bienestar deberían estar entre los
objetivos de todos los países. “El bienestar humano debería alimentarse a
través de una estrategia holística que combine objetivos económicos,
sociales y medioambientales”, indicó en un comunicado antes de la
presentación oficial del World Happiness Report 2016 hoy en Roma.”

Como podemos ver, los ambientes en donde vivimos pueden estimular o


limitar el desarrollo saludable de nuestra felicidad. Se trate del clima en el
hogar o las políticas de una nación, el hay elementos externos que también
juegan un rol importante en nuestra vida y búsqueda de la felicidad.

El psicólogo Daniel Kahneman, fundador de la economía conductual y


premio nobel en Economía, plantea un error común al momento de
adentrarnos en el estudio de la felicidad. Kahneman comparte que las
personas tendemos a confundir ser feliz con evaluar nuestra vida como
feliz. Para esto él muestra la siguiente explicación: existen dos maneras
con las cuales interactuamos y definimos nuestra felicidad. La primera es
por experiencias y la segunda por recuerdos. En la primera tomamos en
cuenta cada una de las cosas que vamos experimentando, la gran mayoría
de estas se encuentran en el presente. Por ejemplo, al momento de leer
este libro puedes estar encontrando distintas fuentes de vivencias, la
sensación de un concepto nuevo o alguno ya conocido, el hecho de estar
sentado en un sillón de tu casa o en un bar haciendo tiempo o
simultáneamente percibir los ruidos y sucesos del contexto al momento de
estar leyendo. Se dice que, en promedio, cada 3 segundos incorporamos
una experiencia nueva.

En este plano es donde se mueve el “yo de la experiencia”. Podemos decir


que tenemos momentos de mayor bienestar y otros no tanto, sin embargo,
es en este marco en el que podemos definir si estamos siendo felices en
nuestra vida.

Por otro lado, tenemos la segunda manera de ver la felicidad, que por
cierto es la forma en la que todos caemos, que es percibirla con el yo de
los recuerdos.

Aquí no vamos a valuar experiencia por experiencia sino que tomamos en


cuenta el balance general de las experiencias pasadas. En este punto
respondemos a la pregunta que es referente a considerar si llevamos o no
una vida feliz. Me gustaría contar una breve historia personal para ilustrar
el concepto.

Durante algunos años me dediqué a la música, más específicamente tocaba


el trombón a vara. La mayoría de mis ámbitos de estudio y práctica era en
conjuntos numerosos, sea bandas escolares, militares y orquestas
estudiantiles. De estos años puedo recordar algo de forma muy clara, luego
de cada presentación, para ver si había sido una buena actuación,
evaluábamos (inconscientemente) nuestras performance musicales bajo
tres ejes: momentos de intensidad, de cambios y finales. Dependiendo de
si estos momentos habían salido bien o mal se definía si ese concierto
había sido satisfactorio o no, es decir, no importaba si la mayoría de las
partituras eran ejecutadas de buena forma, ya que si el final era malo, la
percepción del momento era mala. De la misma manera funciona el yo de
los recuerdos, no importa que tantas experiencias buenas hayamos tenido,
si al finalizar nuestras vacaciones tenemos problemas en el hotel,
discutimos o se rompe el auto, es muy probable que nos cueste asociar
esos eventos “momentos maravillosos e inolvidables”.

El yo de los recuerdos toma una muestra de momentos centrales (intensos,


de cambio o finales) y suelta el resultado. Si eso fue acorde a las
expectativas previas (hasta incluso puede no ser satisfactorio pero en
comparación con situaciones negativas anteriores se percibe como
superador) lo evaluamos como feliz.

Cuando alguien nos pregunta si somos felices es probable que caigamos


en este sesgo de la percepción y respondamos en función a nuestra
valoración sobre el bienestar en nuestra vida. En lugar de evaluar por
experiencias, respondemos con recuerdos.

Me parece importante aclarar esto para que tengamos otro elemento para
abordar este estudio. La misma no deja de tener su componente relativo,
sin embargo hay factores que podemos estudiar juntos en términos
generales. Sea cual sea el tipo de búsqueda que estemos haciendo para
alcanzar nuestro bienestar, es importante concluir que ni la vida de placer,
compromiso y significado son excluyentes la una de la otra. Sin embargo,
empezar por buscar una vida con significado y compromiso da mejores
dividendos que la del placer inmediato.

Es por esto que antes Matthieu Ricard dice: “El bienestar no es meramente
una sensación de placer, sino una sensación profunda de serenidad y
realización”.
Te animo a que empecemos la búsqueda de la felicidad por esa senda.
Es muy gratificante hablar de la felicidad y de aquellos momentos sublimes
y de bienestar que podemos experimentar, sin embargo ¿Qué pasa cuando
las cosas no salen bien? Problemas que nos superan, situaciones precarias,
malas relaciones, pobreza, soledad, entre tantas otras cosas que podemos
experimentar a lo largo de nuestra vida. ¿Podemos ser felices?

Daniel Gilbert, autor de “Tropezando con la Felicidad”, dice lo siguiente:

“Mucho de lo que creemos sobre las causas de la felicidad es sencillamente


falso. La gente sobrestima el impacto que las situaciones positivas o
negativas tendrán más adelante en sus vidas. Creen que si les pasa algo
bueno, estarán en éxtasis y la alegría les durará una larga temporada. De
hecho están extasiados pero la alegría dura poco. Creen que si les pasa
algo malo, estarán destrozados y durante un largo periodo de tiempo. Pero
la verdad es que esa sensación dura realmente poco. Por lo general, las
personas lo hacen realmente bien cuando las cosas van realmente mal.”
Existe una idea generalizada de que cualquier adversidad es mala. Esto es
real, quizás por una cuestión cultural o formó parte de nuestra enseñanza.
Somos el único animal que puede viajar mentalmente al futuro, anticipar
acontecimientos y elegir el que nos va a hacer más feliz. Sin embargo, no
siempre elegimos bien. Nuestras predicciones emocionales son
defectuosas y rara vez somos tan felices o infelices como lo imaginábamos.
Esto se llama “sesgo de impacto”. Por ejemplo, si pensamos que nos vamos
a separar de nuestra pareja, es muy probable que también venga la idea
que estaremos mal durante mucho tiempo y que si nos tocara ganar la
lotería, la vida sería mucho mejor. Sin embargo, la mayoría de las veces
volvemos a lo que se llama “estado emotivo basal” en un periodo
relativamente corto.

Richard Davidson, profesor de Psicología y Psiquiatría de la Universidad


de Wisconsin, dice que uno de los ingredientes clave de la felicidad es la
capacidad de recuperarse de la adversidad con mayor rapidez. Esto no
solo es estudiado en el ámbito de la felicidad, sino que forma parte de uno
de los principios más antiguos del desarrollo personal. John Maxwell,
experto en liderazgo y formación a nivel mundial comparte:

“Para decirlo de forma franca, yo sé solo de un factor que separa a los que
se distinguen en forma consecuente de los que no: La diferencia entre las
personas que se estancan y las personas que siguen avanzando es su
percepción del fracaso y su reacción al mismo. Ninguna otra cosa tiene la
clase de impacto en la capacidad de las personas de alcanzar y llevar a
cabo cualquier cosa que se propongan y deseen”.
Davidson declara lo siguiente con respecto a esto: “No es que las personas
que son felices no respondan a la adversidad. Lo hace, muestran una
respuesta adecuada a la adversidad, pero se estabilizan con rapidez. Como
diría la escritora china Ding Ling: “Encontramos la felicidad luchando en el
medio de una rabiosa tormenta, no tocando el laúd a la luz de la luna, o
recitando poesías en medio de la flores.”

Algo en lo que todos podemos estar de acuerdo es que no hay un ser


humano igual a otro. Esto no solo implica que somos distintos en cuanto
a nuestra conformación biológica, sino que también reaccionamos
diferente frente a los estímulos del entorno.

Karim S. Kassam de la Universidad Carnegie Mellon, realizó un estudio en


colaboración con Carey K. Morewedge de la misma universidad, Daniel T.
Gilbert de la de Harvard, y Timothy D. Wilson de la de Virginia sobre los
buenos y malos resultados en la vida, y como estos afectan nuestros
niveles de felicidad.

En el portal NCTY (Noticias de la ciencia y tecnología), se relata el desarrollo


de la investigación en base a los sujetos que participaron. El artículo relata:

“En la investigación se ha corroborado, mediante experimentos en los que


los sujetos podían ganar pequeñas cantidades de dinero en sorteos, que
cuando alguien se convertía en "el ganador" (es decir, obtenía lo mejor, en
comparación con todas las demás alternativas, como por ejemplo si ganaba
el Primer Premio en un sorteo) se sentía feliz sin que importase mucho el
valor absoluto del premio conseguido.
Tener un empleo mal pagado cuando la gente de nuestro entorno tiene
uno bien remunerado, nos hace sentirnos infelices. Pero si la gente de
nuestro entorno resulta que está en paro, ese mismo empleo nos hace
sentirnos felices.
Expresado en cifras, se podría decir, en otro ejemplo, que ganar 50 cuando
podríamos haber ganado 30 es un éxito y nos hace felices, mientras que
ganar 50 cuando podríamos haber ganado 70 es un fracaso y nos hace
sentir infelices, a pesar de que, objetivamente, hayamos ganado lo mismo
en ambos casos.
La clave está por tanto en ser capaces de ver el resultado desde la
perspectiva que nos haga ser más felices. En algunos casos, fijarnos sólo
en la cifra de 50. En otros, hacer más hincapié en que hemos obtenido la
cifra más alta posible. Hay gente a la que le cuesta adoptar esta estrategia,
pero otras personas son hábiles usándola.
Los "ganadores" (quienes obtienen la mayor de dos sumas posibles de
dinero, como en el ejemplo numérico) tienden a sentirse más felices que
los "perdedores" (quienes obtienen la menor de dos sumas posibles de
dinero). Sin embargo, tal como se constató en los experimentos, los
"ganadores" se sentían igual de felices con cualquier premio, mientras que
la felicidad de los "perdedores" dependía de la cuantía del premio.”
Uno de los secretos para afrontar las adversidades y sus resultados, es
conservar una mirada positiva. Encontrar los focos de luz dentro de la
oscuridad y la relatividad de las derrotas en nuestra vida, puede impulsar
un cambio radical a la hora de aprender, crecer y, sobretodo, ser más
felices con lo que nos sucede.

Como relata la investigación: “La clave está por tanto en ser capaces de
ver el resultado desde la perspectiva que nos haga ser más felices”. No es
sencillo, pero es una actitud que vale la pena intentar.

Las adversidades, como los fracasos, son parte de la vida. Ninguno escapa
a ellos, pero cada uno de nosotros elige de qué manera afrontarlos.

En su libro “La búsqueda de la felicidad”, Tal Ben-Shahar, nos enseña lo


siguiente:

“Nos esforzamos día a día por alcanzar lo imposible. Queremos parecer


más jóvenes, ganar más dinero, vivir una vida plena y destacar en nuestra
área de acción. Sin embargo, la búsqueda de la perfección es el principal
motivo de nuestra infelicidad.”
Como él dice: "O aprendemos a fallar o fallamos al aprender". El autor
propone aprender a diferenciar entre el perfeccionismo neurótico y el
perfeccionismo optimista como una de las claves fundamentales para
derribar las barreras autoimpuestas que nos impiden ser felices.

Tal Ben-Shahar continua explicando: “Para el perfeccionista neurótico, el


fracaso no tiene cabida en el trayecto hasta la cumbre de la montaña; el
recorrido ideal hacia sus objetivos es el más corto, el más directo: una línea
recta. Todo lo que impide su progreso hacia su última intención se
considera un obstáculo inoportuno, un impedimento en su camino. Para el
optimista, el fracaso constituye una parte inevitable del viaje de trasladarse
desde donde se está hasta donde se quiere estar. Considera que el
recorrido no es una línea recta, sino algo más parecido a una espiral
ascendente: si bien se dirige de forma general hacia su objetivo, sabe que
a lo largo del camino habrá varios desvíos.”
Aquí entramos en algunos dilemas. Abraham Maslow dice: "Si planeas
deliberadamente ser menos de lo que eres capaz de ser, corres el riesgo
de ser infeliz durante el resto de tu vida". Entonces ¿Cómo tener
aspiraciones en nuestra vida sin caer en un perfeccionismo neurótico que
se derrumbe frente a las adversidades?

Aunque no existe una técnica para identificar qué objetivos son realistas y
capaces de inspirarnos, el psicólogo Richard Hackman sugiere que "la
medida adecuada para tener una motivación máxima se encuentra donde
tengas un 50 % de probabilidad de éxito"

Ben Shahar explica: “Si bien puede ser bueno presionarse para conseguir
objetivos más ambiciosos, existe un punto por encima del cual la presión
puede tener un efecto negativo. Tenemos que aceptar que nuestros límites
son reales. Encontrar un equilibrio entre las montañas altas y las
expectativas ambiciosas por un lado, y la cruda realidad por otro, supone
una parte fundamental de una definición de objetivos adecuada
generalmente hablando. El perfeccionista tiene expectativas de sí mismo y
se marca objetivos que no puede cumplir; el optimista se marca objetivos
ambiciosos que son difíciles pero factibles.”
“Un optimista es un pesimista mal informado”
“No soy pesimista, soy realista”
Estos son pensamientos que existen y en muchos casos, los tenemos
enraizados en el seno de nuestra cultura.

En primer lugar podemos decir que son percepciones, y como tales


dependen de una subjetividad total. El temperamento de cada uno va
moldeando nuestra perspectiva sobre cada una de las cosas.

En mi primer libro, “El arte de crecer” menciono lo siguiente:

“Si vemos una misma realidad es muy probable que lo que para uno sea
un problema, para otra persona no lo sea, lo que preocupe a unos, sea
motivo de relajación para otros, lo que irrite a una parte del equipo de
trabajo, sea causa de indiferencia del resto, como comparte el psicólogo
Carl Jung “El zapato que va bien a una persona es estrecho para otra: no
hay receta de la vida que vaya bien para todos”. En pocas palabras,
percibimos distinto, y es en esta variedad de criterios en la que tenemos
que vivir.”

El programa español “Redes” realizo una profunda investigación sobre el


tema. Los estudios muestran que las personas optimistas analizan los
aspectos negativos de las cosas, mucho más que lo que los pesimistas
hacen con los aspectos positivos. Es por esto que el optimista es más
realista. Sin caer en ninguno de los dos extremos, en donde si hay
marcadas diferencias, podemos decir que el pensamiento pesimista tiende
a distorsionar negativamente los hechos. Al fin y al cabo no son nuestras
concepciones previas las que nos hacen optimistas o pesimistas, sino que
funciona al revés, es nuestra disposición, positiva o negativa, frente a los
acontecimiento lo que las ideas que tenemos.
Al tener esperanza de encontrar soluciones, con un pensamiento optimista
alcanzamos mayor perseverancia frente a las adversidades, ayudada por la
sensación de control de las circunstancias. Al sopesar de igual manera los
aspectos positivos como los negativos, el optimista alcanza una mejor
situación para afrontar los desafíos que se le presentan. A diferencia de
pensar en forma pesimista en la cual, gran parte del análisis está centrado
solo en los aspectos negativos.

Los científicos están convencidos que el poder reparador del optimismo


frente a la adversidad es independiente del sexo, edad, procedencia,
inteligencia, entre otras variables.

Adquirir una actitud optimista frente a la vida nos protege de los efectos
nocivos de los infortunios que podamos atravesar. Ser realistas es la clave
para tener una base sólida frente a las adversidades, y tener un
pensamiento optimista es un impulsor fundamental.

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