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71021…. 160 2022

2022
Universidad Nacional de Mar del Plata - Facultad de Psicología
Problemas Sociales Latinoamericanos

UNIDAD 1.
CONTEXTO MUNDIAL y
GÉNESIS DE LA ESTRUCTURA
……………SOCIAL ARGENTINA

CONTENIDOS
Páginas
PACENZA M.I Más allá de un siglo de condicionamientos internacionales. 1
ANSALDI W. Estado y sociedad en la Argentina del siglo XIX …………..……... 27
LADO Silvana. La metamorfosis del capitalismo …………………………..……… 55
SUNKEL O. Trasnacional y desintegración nacional ………..………..…………. 67
MERINO G. E. Tensiones mundiales, Multipolaridad relativa y bloques
de Poder en una nueva fase de la crisis del orden mundial ..……………….…. 73
SVAMPA M. La sociedad excluyente (capítulos 1º y 2!ª) ………..….…………. 79
Cuatro Claves para leer América Latina …-----…………….…………………………. 111
DALLE P. Estratificación social y movilidad en Argentina (1870-2010) …… 123
LOZANO C. y RAMERI A. Una aproximación a la estructura social
de la Argentina ….…………………………..…………………………………………...….. 145
OTROS RECURSOS de INTERES ………………………………………………….…….. 157
PARTE I°.
ANALISIS SOCIOHISTORICO DE LA ARGENTINA

Unidad 1º:

Contexto Mundial y Génesis de la Estructura Social Argentina

Objetivos
- Poder analizar las transformaciones y relaciones entre los contextos internacional y
regional, y los procesos nacionales
- Comprender y poder argumentar respecto a la relación entre la dinámica de clases,
y los tipos de desarrollo y las relaciones de dominación en diferentes momentos
históricos.

Contenidos
1.1. Contexto Internacional: De la hegemonía inglesa al surgimiento de EE.UU. como
potencia mundial. La edad de oro del capitalismo. Neo-liberalismo y nuevo
paradigma tecnoeconómico, sus efectos en las relaciones sociales. Las crisis del
capitalismo en el siglo XXI, las disputas de la hegemonía mundial, nuevas
configuraciones regionales-estatales, y disputas en la región. Nuevos bloques en
el espacio multipolar, las alternativas en Latinoamérica: entre proyectos neo-
desarrollistas y socialismos del siglo XXI, y la restauración neoliberal. La inserción
como mercado emergente subordinado o la conformación de un bloque de poder
regional, regionalismos.
1.2. La realidad Argentina: Las etapas de acumulación en Argentina en el siglo XX y XXI,
estrategias de acumulación; Estado, poder, clases dominantes y fracciones de
capital; estructura social. Modelo agro-exportador y división internacional del
trabajo, las migraciones internacionales, sus efectos económicos y políticos.
Modelo de industrialización sustitutiva de importaciones en el marco de la
postguerra, el justicialismo: rol del Estado, desarrollo industrial, alianza de clases,
y mercado-internismo. La fase desarrollista, nuevas alianzas y desarrollo
industrial. Modelo aperturista-neoliberal: dictadura y reformas económicas,
represión y disciplinamiento social. La etapa neoliberal, reformas en el nivel
estructural, institucional e ideológico en las políticas de los ’90, sus efectos
sociales, en la relación Estado-sociedad, en la configuración cultural y las
subjetividades. Crisis del ciclo neoliberal y disputas por un cambio de modelo,
debates: entre un desarrollismo reindustrializador y un extractivismo
reprimarizador, mercado internismo y dinámica exportadora; reestatización,
empleo y protección social. Las experiencias post-neoliberales y de restauración
neoliberal.
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Más de un siglo de condicionamientos internacionales


Apuntes y reflexiones
María Inés Pacenza 1

1. Introducción 2
Las interpretaciones acerca de los vínculos internacionales con América Latina desde
la colonización europea a la actualidad, tienen una importancia crucial para entender
muchas de las luchas políticas, ideológicas y académicas que han atravesado este último
siglo y que se han manifestado en oposiciones irreconciliables, no solo desde lo político
sino también desde los paradigmas que le dieron sustento. Las luchas y enfrentamientos
llevados a cabo en la mayoría de los países de la región en los últimos cincuenta años han
reflejado el carácter nodal de estas interpretaciones y sus efectos en la toma de posición
política.
Desde el punto de vista de las Ciencias Sociales este debate se expresa en las llamadas
teorías de la modernización o desarrollo por un lado, y las teorías dependentistas por el
otro. Las teorías desarrollistas interpretan la relación internacional como un vínculo
necesario para la salida de la etapa de subdesarrollo y el logro del crecimiento
económico, desde una visión positivista, e interpretando al subdesarrollo como etapa
anterior al desarrollo, los teóricos como Rostow aseguran que la inversión de capitales
extranjeros en estas economías posibilitarían el despegue, la salida del subdesarrollo, el
“take off” y la entrada a una economía desarrollada.
Por el contrario los pensadores que se insertan en el marco teórico de la teoría de la
dependencia ubicada en torno a la CEPAL, han puesto en evidencia que son justamente
estos condicionamientos internacionales los que produjeron el desarrollo de los países
centrales y el subdesarrollo de los periféricos. El desarrollo -subdesarrollo, es visto como
dos caras de una misma moneda, en un único contexto mundial en el cual los
condicionamientos económicos y políticos de las potencias hegemónicas hacia nuestros
países posibilitaron el desproporcionado crecimiento de los países centrales y la pobreza
y dependencia de los países llamados periféricos. La categoría dependencia denota, en
primer lugar, la particular forma en que los países de la región se insertaron en el

1 Profesora Titular Exclusiva, Facultad de Psicología, UNMDP. Cátedras: Sociología y Problemas


Sociales Latinoamericanos. Directora del Proyecto Universidad y Mercado de Trabajo. Grupo SOV1UC
( R.R. 192/92)
2 Los puntos 1, 2 y 3 de este trabajo se han realizado sobre documentos de cátedra de Pablo Franco,

Fernando Álvarez y Alcira Argumedo, de la cátedra “Problemas Socioeconómicos Latinoamericanos”.


Facultad de Filosofía y Letras, carrera de Sociología 1970.

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desarrollo capitalista mundial: como tributarios de centros hegemónicos cuya función


primordial fue succionar gran parte de las producciones nacionales en pro de su propio
crecimiento y desarrollo.
Es necesario analizar las características fundamentales del capitalismo como sistema
cuyos rasgos fundamentales son: 1) el capitalismo, aún en su prehistoria (acumulación
originaria de capitales) es un sistema mundial polarizado en centros hegemónicos,
metrópolis y áreas dependientes ligados entre sí con concretas relaciones de explotación
en el sentido arriba indicado. Lo que interesa remarcar aquí es el concepto de totalidad
metrópoli- satélite, como desarrollo dialéctico de un único sistema mundial en el que
desde sus inicios, el pasaje a formas superiores de organización social de las naciones
centrales es imposible sin la explotación subdesarrollante de otras áreas. En este sentido,
es Marx el primero que llama la atención sobre la importancia del sistema colonial (en el
momento de predominio del capital comercial y usurario en Europa), para la expansión
de las manufacturas que tienen allí un mercado fundamental y fuente de acumulación de
capital en base a la expropiación de las colonias, el oro proveniente del saqueo colonial y
la explotación agrícola y minera de los países colonizados. Esta acumulación de grandes
sumas de dinero por parte de los comerciantes es lo que posibilitará la inversión de las
mismas en el proceso productivo posibilitando así la aparición, desarrollo y posterior
predominio del capital industrial, consolidando así al capitalismo como sistema. El
sistema colonial es un factor esencial para el surgimiento del capitalismo que operará
sobre nuevas bases. Esto nos lleva a una segunda característica: 2) Si bien la
característica esencial del sistema: - explotación subdesarrollante - permanecerá
inmutable, las formas que va asumiendo dicha características no permanecen inalterables
sino que, por el contrario, van cambiando en función de los cambios operados en los
países centrales. Digamos que hasta mediados de los ’60 las formas de vinculación han
sido: exportación de manufacturas, exportación de capitales para la extracción de
productos agrícolas y mineros, copamiento de las industrias nativas respectivas,
inversiones a través de la multinacionalización con predominio del capital financiero. A
partir de la década del ’50 se produce la “integración económica mundial”, la célula será
la corporación gigante multinacional, cuyo objetivo más importante es cooptar los
mercados de nuestros países asociándose con los industriales nacionales.
Teniendo en cuenta lo señalado, este documento interpretativo, refleja una toma de
posición respecto a estos procesos. Dado que toda interpretación de los acontecimientos
y procesos sociopolíticos, siempre está apoyada en elementos valorativos, pretendemos
dejar expresado que las interpretaciones aquí realizadas expresan también una posición
político ideológica, que no pretende ser neutra o no valorativa. Nuestra interpretación del
contexto internacional y de los efectos en nuestros países se ubica en el marco de las
Teorías de la Dependencia, nos proponemos además poner en evidencia que la
pretendida neutralidad de las teorías economicistas de la modernización y/o
desarrollistas reflejan también posiciones altamente valorativas.
A través de este documento y como propósito de la cátedra se intenta crear un espacio
de discusión abierta que nos posibilite pensar- sobre las cuestiones cruciales que hoy
atraviesan a nuestra sociedad. No debe verse, en ningún caso, las postulaciones aquí
esbozadas como algo completo y acabado. Por el contrario su finalidad, es someter a
discusión y critica los elementos señalados como mejor camino para enriquecer su

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concepción y así avanzar en el proceso de comprensión e interpretación de los


fenómenos bajo estudio.
La complejidad del tema, la extensión que exige su tratamiento, hace que el análisis
de las distintas corrientes interpretativas, exceda los marcos impuestos a las clases
teóricas comunes, la evaluación y critica de esas posiciones obligan, en consecuencia, a
presentar el material bajo esta forma particular: como algo intermedio entre una clase
teórica y un material completamente elaborado, a pesar de que su pretensión es que,
luego de las críticas y discusión colectiva, se transforme en lo segundo.

2. Breve síntesis de las características de España y de la relación


colonial.
España, coloniza América en el momento en que prevalecía el precapitalismo
comercial, construye estados coloniales dependientes políticamente del rey de España y
su objetivo fundamental era la exacción de oro y plata, el metálico. Los colonizadores
españoles buscaban metales preciosos o materias primas reclamadas por el mercado
mundial, y mano de obra indígena fácilmente explotable. Los “descubrimientos”
abrieron un periodo de intensa expansión en la vida económica europea: nuevos lugares
para comerciar, nuevos mercados para los productos del propio país, nuevos artículos
para el viejo continente. Esto implicó una intensa actividad comercial y el comienzo
histórico del subdesarrollo en nuestro continente.
Aquí cabe una breve digresión: América presenta a los ojos de cualquier observador
desigualdades notables en el nivel de desarrollo entre el norte del continente (EEUU) y el
Sur. A esta desigualdad, se le suma una paradoja: las regiones más florecientes en el
momento de la colonización son hoy las más empobrecidas y las áreas más rezagadas son
hoy las más desarrolladas. Muchas explicaciones se han dado respecto a este tema,
siendo uno de las más conocidas las que tratan de encontrar las causas de la desigualdad
en las características del colonizador, en su cultura y en las formas en que trasplantaron
su organización social los anglosajones en el norte y los españoles en el sur.
Según la explicación culturalista, el sur de América fue conquistada por una España
feudal que traspasa a sus áreas dependientes estas formas organizativas, por el contrario
los colonizadores ingleses, implantan una organización anglosajona más progresista. Al
central- la explicación en los factores culturales estas teorías dejan de lado el análisis de
los determinantes básicos: el entorno geográfico, fundamento del desarrollo de las
fuerzas productivas.
Las relaciones sociales en las áreas colonizadas no están determinadas por un factor
genético que supuestamente los colonizadores trasplantan, sino por las condiciones
materiales que la nueva situación les impone: tipo de productos a exportar-, índole de las
relaciones sociales que encuentran en el área, escasez o abundancia de mano de obra,
organización de la misma a la llegada del colonizador, etc., es en función de estos
factores que los colonizadores organizarán la vida social para que mejor sirva a sus
propios fines.
Si el colonizador español creó la encomienda y el anglosajón la pequeña granja, fue
porque uno encontró cultivos de exportación y abundante mano de obra explotable y

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aquel ni lo uno ni lo otro, y no porque hayan sido fieles a su proyecto feudal o capitalista.
Las diferencias entre el Norte y el Sur de EEUU son prueba suficiente para lo que
estamos señalando: los plantadores del Sur de EEUU emplearon trabajo esclavo y los
colonizadores del Norte fundaron su desarrollo en el trabajo personal en pequeñas
granjas. Siendo que ambos eran ingleses, evidentemente la explicación culturalista deja
de tener fundamento y no puede sostenerse. Los puritanos del Norte no tuvieron
escrúpulos para esclavizar a sus semejantes ya fueran negros o indígenas, se esforzaron
igual que los españoles para reducir a los indígenas al estado de servidumbre, pero las
características de los “piel roja” hacia que no los pudieran reducir a trabajar bajo el
látigo.
En América Latina al igual que los anglosajones del Sur de los EEUU se encontraron
con productos fáciles de exportar con vistas al mercado mundial, pero a diferencia de los
colonizadores del Sur norteamericano, no dependieron de la mano de obra africana ya
que se encontraron con gran cantidad de población indígena fácilmente explotable. En
las colonias españolas cristalizo pronto un sistema de explotación capitalista en gran
escala, basado en el trabajo del indio o del blanco proletarizado, con destino al mercado
mundial. La economía colonial es la producción en gran escala (minas, obrajes,
plantaciones) para el mercado. Los indios comenzaron a producir para el mercado
mundial y local y el señor encomendero vivía con la mente puesta en el mercado.
En el Norte de EEUU los colonizadores también buscaban oro, su interés era igual
que los españoles, pero la zona geográfica que cayó en sus manos no contaba con tan
preciado tesoro, además en lugar de indígenas para someter a la esclavitud, los ingleses
se encontraron con un inmenso territorio de tierra virgen apenas colonizada por los
indios que, preferían la muerte antes que el cautiverio. Al no encontrar, ni masas de
indígenas para explotar ni productos de exportación- agrarios o minerales- requeridos
por el mercado mundial, se organizan a partir del trabajo familiar en pequeñas granjas,
acompañado de la industria artesanal. Los granjeros, producían para el mercado mundial,
pero también intercambiaban entre sí y con los artesanos y a partir de ella fue
entretejiéndose un sólido y extenso mercado interno. Por otra parte, la presencia de
grandes bosques, la cercanía del mar empujaba hacia la construcción de barcos que fue
siendo la base de su producción industrial.
Las diferencias entre las colonias inglesas del norte y las españolas están
determinadas por la riqueza natural de los medios de vida (fecundidad del suelo,
abundancia de pesca, ganado, etc.) y riqueza natural de medios de trabajo (saltos de agua,
ríos navegables, maderas, metales, carbón, etc.)3.
En el sur de EEUU y en América Latina el colonizador se encontró con abundancia de
medios de vida, a diferencia del Norte de EEUU (y la zona de Cuyo 4, en Argentina) en
las que había medios de trabajo. En síntesis, es el medio geográfico - en el amplio sentido
de disponibilidad de medios de trabajo, mano de obra y medios de vida- en donde hay

3 El capitalismo industrial (Marx, 1,21) se caracteriza por el uso intensivo y extensivo de los
medios de trabajo.
4 La zona de Cuyo se hallaba demasiado lejos de los puertos que conectaban con el resta del

mundo, de ahí que la riqueza de medios trabajo no fue determinante para su posterior
crecimiento. Por el contrario, en el Rio de la Plata, dadas las características geográficas, a
principios del siglo XIX un capataz y diez peones eran suficientes para cuidar 10000 cabezas de
ganado.

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que buscar las razones que hicieron que se desarrollaran un tipo de organización social y
de relaciones sociales tan diferentes.

3. El Proyecto Hegemónico Inglés


El desplazamiento de España como centra hegemónico y su reemplazo por nuevas
potencias que advienen aceleradamente al industrialismo, en particular Inglaterra,
redefinen la problemática de la región, en la medida que las formas de penetración de
ambas potencias produce efectos diferentes en las economías latinoamericanas.
El periodo de dominio de España se caracteriza por la prevalencia de la doctrina
mercantilista, que rige en Europa desde el siglo XV hasta el XVIII, manifiesta que la
riqueza de los estados reside en la posesión de metales, oro y plata. España impone hasta
mediados del siglo XVIII:
- Monopolio comercial: Buenos Aires es puerto cerrado hasta 1776 y el comercio está
reglamentado entre la metrópoli y las colonias.
- Promoción de monocultivos agropecuarios y minero extensivos en gran escala, sobre
la base de trabajo servil/esclavo de indios y negros.
- Predominio del sector exportador.
- No está interesada en el desarrollo manufacturero, esto permite el desarrollo de la
industria en el interior del Virreinato
- Luego del tratado Apodaca-Canning, se instaura el libre comercio con Inglaterra y el
comienzo de la era neocolonial.
A fines del siglo XVIII se produce la disgregación del imperio español y portugués.
España no logra superar su etapa mercantil y se hace cada vez más dependiente de los
centras industriales; hacia mediados del XVIII es donde se pone de manifiesto la
decadencia española, las industrias textiles ocupan un lugar indiscutible, tanto en el
mercado nacional como internacional. Los estrangulamientos estructurales de la
economía española hacían que esta no pudiera usufructuar, la acumulación originaria de
capitales que el saqueo y la explotación de áreas coloniales provocaba, lo que
transformaba a la península ibérica en un intermediario entre Latinoamérica y las
naciones que iban consolidando la nueva estructura industrial.
Hacia mediados del siglo XVIII, - las industrias textiles ocupaban un lugar de
indiscutible preeminencia- los artículos manufacturados provenientes de la lana, la seda
y el lino, representaban los mayores volúmenes de intercambio comercial, siguiendo a
continuación los artículos importados del lejano oriente.
En ese momento Francia e Inglaterra eran los grandes competidores del comercio
mundial. Francia que inició el proceso de industrialización bajo la protección del Estado,
llevaba cierta ventaja sobre Inglaterra hasta el advenimiento del maquinismo, hecho que
se pondrá de manifiesto en la Revolución Industrial. De todos modos, hasta el
surgimiento del maquinismo, Francia continué por delante de Inglaterra en lo que hace a
la habilidad del trabajo manual y al empleo de la energía hidráulica5.

5 Holanda que por su flota y volumen de capital acumulado estaba capacitada para jugar el rol de
proveedor de manufacturas pero no contaba con el poderlo militar como para garantizar el
distante comercio con Asia y América y además tejer la urdimbre de pactos militares necesarios
para debilitar rivales en su provecho. Alemania permanecía dividida y carente de capitales tanto
industrial como comercialmente como para intentar el dominio de los mercados mundiales. Si nos

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Los inventes aplicados al campo de la industria por parte de Inglaterra jugaron un rol
de primera línea en la consolidación de las tendencias esbozadas en este periodo, pero
estos inventos fueron una respuesta a las oportunidades comerciales que eran cada vez
mayores. El desarrollo de la economía inglesa no dependió originalmente de mejores
métodos de producción sino de la creciente expansión de los mercados extranjeros, lo
que le daba a los comerciantes ingleses la oportunidad de colocar cada vez más
productos en zonas marginales pertenecientes a otras potencias, como es el caso de
América Latina. En el interior de Inglaterra se han consolidado dos revoluciones que se
complementan entre sí: la revolución agrícola 6 (cercamientos de las tierras) y la
revolución industrial.
El siglo XVIII fue un periodo en el que se desarrolló al máximo el capitalismo
mercantil y esto benefició al país que estaba en mejores condiciones para explotar un
mercado mundial en creciente expansión: Inglaterra.
Inglaterra se benefició de la experiencia colonial pionera de España y Portugal, pero
al contrario de éstas, la riqueza acumulada mediante el comercio no fue utilizada para
perpetuar “el capitalismo de botín” o para construir un sistema de plantación burocrático
colonial, sino que establecieron una nueva división del trabajo internacional,
transformando a las tierras colonizadas en fuente de recursos para el desarrollo del
capitalismo industrial.
El comercio inglés consistía en: esclavos de África a América, minerales y
comestibles de América a Europa, bienes manufacturados baratos de Europa a
América y África, este comercio triangular posibilitó la industrialización de
Manchester; Liverpool, Bristol, etc.
La estructura social inglesa en la que la burguesía comercial se asoció a la aristocracia
inglesa, compartiendo el poder político y el proyecto industrialista, fue una de las claves
del predominio de Inglaterra sobre los otros países europeos. La revolución industrial 7
transforma a Inglaterra en el taller del mundo, esto produce un crecimiento inusitado de
la producción que necesita de nuevos mercados de colocación. La economía
metropolitana no puede confiar en el mercado interno, dado la disociación de la vida
campesina en aras de la revolución industrial, en las ciudades el nivel de vida de los no
propietarios era bajísimo. La potencia hegemónica buscará en el espacio socio -
económico mundial la solución que su propio desarrollo ha generado.

situamos a principios del siglo XIX el panorama que se nos presenta es de clara hegemonía
británica. Francia había quedado desgastada por las guerras napoleónicas, había perdido casi
todo su imperio colonial, en Alemania si bien se había producido la reforma agraria se encontraba
debilitada por la falta de unidad nacional
6 Nos referimos a las transformaciones en el uso de la tierra, como la práctica cada vez más

extendida de los acotamientos y la introducción de la agricultura científica. Las leyes de


cercamiento serán la expresión de la revolución agrícola, se transforman las tierras comunales,
sin cercado en propiedades cerradas. Se reúnen las parcelas dispersas a favor de grandes
propietarios. Los cambios en el régimen agrario desalojaron del campo a los excedentes de
población que fueron posteriormente absorbidos por la Revolución industrial. El factor que
acelera el ritmo de la transformación son las guerras acaecidas a principios de siglo, que
ocasionan la suba de los precios del trigo, de la carne y de casi todos los productos agrícolas, la
población en constante aumento y los ejércitos en el extranjero crearon una demanda cada vez
mayor de alimentos.
7 Ver más en detalle esta temática en: María Inés Pacenza (2002) Contexto Histórico, Modernidad

y Sociología: Ficha de cátedra de la materia Sociología.

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La incorporación de América Latina bajo su área de influencia se va gestando en los


momentos previos a la emancipación. Su presencia en el continente es sistemática y se da
por la trata de negros, el comercio vía contrabando y la diplomacia inglesa con sus
agentes secretos, elementos en los que se apoya para socavar la dominación española. En
un primer momento intentan la conquista directa (1808) y luego apoyará las guerras de la
independencia, llevadas a cabo por las clases urbanas y nativas que luchan contra España
en la medida que ésta frena su desarrollo. Hábil maniobra de Gran Bretaña, ya que
España está invadida por el ejército napoleónico y éste puede ocupar el lugar de aquél.
La independencia de las colonias norteamericanas, lo que implica la pérdida de unos
de sus mercados más fuertes y el bloqueo jacobino y napoleónico intensifican su interés
por el dominio de América Latina.
El proceso de penetración inglesa abrirá en América Latina la etapa Neocolonial,
cuya función principal será asegurar un mínimo orden interno para que se posibilite la
entrada de manufacturas. El comercio británico jugará en esta etapa, como ya dijimos, un
rol fundamental, operando en base a la producción y a la experiencia de los británicos en
el campo mercantil. En este momento se observa la migración de súbditos británicos,
comerciantes, hacendados, mineros, etc., en busca de fortuna y cuyo objetivo principal
era mediante la creación de cámaras comerciales y otras organizaciones de tipo mercantil
actuar como condicionantes de la política local.
Como bien plantea Halperin “la parte más rica del comercio local quedará en manos
de los ingleses”. De 1850 en adelante se consolida la etapa neocolonial, con la
instauración de estados formales y la rata de Liverpool suplanta a la de Cádiz.
La producción de carbón y hierro creció rápidamente, las minas eran más profundas y
grandes que en etapas anteriores, las condiciones ya organizaban su producción con
sentido capitalista. En todas las industrias comenzaba la aplicación de la energía a vapor:
las fábricas de cerveza, las minas, las obras hidráulicas demandaban energía de vapor.
Buenos Aires que hasta 1776 era puerto cerrado se convirtió en punto de conexión
con el exterior. Se exporta cuero, sebo y carne salada. La oligarquía terrateniente
gobernará desde 1820, se forman los grandes latifundios argentinos, en el cual el
alambrado y el ganado cumplirán un papel fundamental. Inglaterra maneja el comercio
exterior y tiene el control de los medios de cambio.
Si bien las formas de penetración inglesa se manifiestan principalmente en el
comercio de manufacturas hasta bien avanzado el siglo XIX; en la segunda mitad del
siglo, el advenimiento del capital financiero la relegará a un papel secundario ante la
avalancha de capitales exportados. La forma de penetración en esta etapa será vía
exportación de capitales, y préstamos. En nuestro país, se crea el Banco de Descuentos
en 1820, institución creada y manejado por Inglaterra y en cuyo directorio los
comerciantes ingleses ocupaban los principales puestos. El banco comienza a emitir
papel moneda, en ausencia de oro y plata, evaporados de la circulación; el banco tiende a
remediar la escasez de circulante a condición de dejar en manos foráneas el control
absoluto de la moneda local, con esto se completa el juego de pinzas operado en
contubernio con las clases urbanas nativas: monopolio comercial y financiero de nuestro
país, en este contexto es que se otorga el préstamo de la Baring Brothers, con ello Gran

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Bretaña logra el monopolio comercial y financiero 8.


En 1808 se produce la alianza angloespañola por la que Gran Bretaña se une a España
contra Francia. A cambio de asistencia militar, se le permite a Inglaterra comerciar con
las colonias, el tratado de Apodaca-Caning sellaría este pacto que durará hasta 1850, es
la etapa del capitalismo libre-empresista.
Cuando se inicia la penetración inglesa la relación entre los sectores agrarios,
mercantiles y mineros será diferente a la que imperaba cuando España operaba como
centro hegemónico, sectores florecientes en la etapa anterior se verán subordinados a la
hegemonía de sectores otrora secundarios en la estructuración que España habla
impuesto. A estos cambios entre sectores, se le sumará el florecimiento de regiones que
eran áreas marginales para la península ibérica, como es el caso de Argentina, mientras
que inversamente, países como Perú y Bolivia y sobretodo México, antes puntos nodales
dentro del proyecto español, no logran reconquistar la preponderancia que tenían en la
época colonial.
Las modificaciones en el “perfil social” del continente están determinadas por las
formas de penetración que las nuevas potencias industriales efectúan en América Latina,
las que a su vez están condicionadas por los cambios cualitativos que la revolución
industrial impone sobre la organización interna de los centros hegemónicos.
La etapa en que Inglaterra opera como nuevo centro hegemónico, puede dividirse,
para su estudio en dos periodos:
1. Desde 1809, fecha de la firma de los adicionales al tratado Apodaca - Caning (de
alianza anglo-española contra Napoleón). Donde España, a cambio del apoyo de
Inglaterra contra Francia abre América a la introducción de manufacturas inglesas) hasta
18509 en la cual se consolida la etapa libre - empresista.
2. Desde 1850-70 hasta 1930, etapa en que se consolida el transite del capitalismo
libre-empresista al imperialismo, en la que se producen nuevas modificaciones en la
formas de penetración e interacción con las clases dominantes.
En síntesis los acontecimientos que marcan las diferencias entre la Europa del
primer cuarto del siglo XIX con la mitad del XVIII fueron:
- El uso extendido en Inglaterra de la energía mecánica
- Rápido progreso del comercio de Ultramar.
- El rápido crecimiento de EE UU como mercado y fuente de abastecimiento de Europa.
- La derrota de Francia en su competencia con Inglaterra en el ámbito comercial,
industrial y naval que hará que Francia se refugie en la producción de artículos
suntuarios.
- La apertura de América Latina a Londres.
- La total destrucción en Europa de los resabios feudales.
En la década de 1860 se producirá un hecho fundamental: en Estados Unidos, el
norte industrialista derrota definitivamente al sur agrícola y esclavista, imprimiendo al
desarrollo del país características cualitativamente diferentes a la etapa anterior.
Hasta 1900 9 la hegemonía inglesa es notable y se produce vía exportación de

8El crédito de la Baring Brothers era para: proveer agua corriente a la capital, construir un puerto,
establecer tres ciudades sobre la costa y crear pueblos de frontera. La Ley de Enfiteusis era la garantía
de pago. Por supuesto, que no hubo ni puerto ni planta de agua corriente y el crédito se terminó de
pagar recién a mediados del siglo siguiente.

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capitales, vía crédito y la inversión de capitales, especialmente en la industria del


ferrocarril en colonias y neocolonias.
En 1873, se produce la concentración de capitales con la formación de monopolios y
trust, hasta este momento era posible lograr un desarrollo autónomo, con la fase de
concentración de capitales y la cartelización económica, se hace cada vez más difícil
para los países dependientes lograr un crecimiento independiente de las potencias
mundiales.
La libre empresa y el libre comercio eran las formas predominantes hasta antes de la
crisis, la célula del sistema eran las empresas individuales relativamente pequeñas que
dado su peso equivalente se disputaban una pequeña fracción del mercado, no estando
ninguna de ellas en condiciones de ejercer más influencia que las otras. Con una
acumulación de capital incentivada por la revolución técnica se llega a estadios más altos
de concentración tanto a nivel de la unidad de producción como a nivel de la
centralización de capital, dado que cada vez era necesario contar con más capital para
iniciar el proceso productivo, imposible de ser aportado por un solo empresario, el
resul-tado será la unión de capitales para formar la corporación moderna. La fase
competitiva del capitalismo destruye la libre competencia.
El monopolio significa en esencia, la capacidad de influenciar de tal forma en el
mercado que prácticamente hay una única determinación sobre el precio de la mercancía.
El criterio es el dominio del mercado. Se detiene la inversión en el sector monopólico y
aparecerá la presión para encontrar las salidas alternativas a la exportación de capital al
mundo subdesarrollado, solución que permite acrecentar la tasa de ganancia.
En la etapa anterior, en el cual dominaba la libre concurrencia, la característica era la
exportación de manufacturas y la importación de materias primas. Lo típico, luego de
1873, es la exportación de capitales.
El capital exportado e invertido en nuestros países, no se utiliza en la inversión en la
industria sino que, se destina al proceso de desarrollo de producción primaria
exportadora, siendo muy poca la cantidad destinada a la producción de manufacturas
para el mercado interno. El imperialismo no reforma las relaciones sociales existentes,
sino que por el contrario refuerza las formas anteriores (latifundio con relaciones serviles
o semiserviles) porque las mismas son funcionales al sector exportador en su conjunto.
Es necesario agregar que, en este periodo y hasta 1914 se produce en Europa, una
expansión notable del crecimiento económico y de la población, debido al mejoramiento
de las condiciones de vida por el desarrollo científico. En el viejo continente la población
se incrementó un 45%, esto se reflejó en el aumento por la demanda de alimentos y
materias primas. En este periodo se producen las migraciones internacionales hacia
Estados Unidos, Australia, Canadá, Argentina, etc. La migración hacia otras regiones,
fue la forma en que los países centrales solucionaron sus estrangulamientos internos,
sacando de su territorio la población excedente que no podía integrarse a las nuevas
reglas de juego. 10

9En 1876 Inglaterra tenía unos 12000 millones colocados en préstamos gubernamentales, destinados
a ampliar el consumo de los estados dependientes y construcciones ferrocarrileras, sin embargo las
primeras décadas del siglo mostrarán un panorama diferente.
10Entre 1820 y 1930, 62 millones de personas migraron del viejo continente. Esta inmigración
resultará congruente con las tendencias del conjunto del sistema mundial en la medida que
refuerza y crea: las tendencias a la urbanización y al surgimiento y consolidación de los sectores

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Si pensamos el problema históricamente, la etapa que estamos estudiando se


caracteriza por:
1. La adopción por parte de casi todos los países de Europa (en especial Inglaterra,
Alemania, Francia, Japón, y Estados Unidos) de la forma de estructuración
económica interna monopólica con la fusión de las empresas industriales y
financieras.
2. Inglaterra va perdiendo su rol de primera potencia mundial acosada por nuevos
rivales, particularmente Estados Unidos, Alemania, Japón.
3. El agravamiento y eclosión de las pugnas entre los países centrales, derivadas de las
tendencias expansionistas que sufren las distintas economías monopolizadas; lo que
culmina en la primera guerra mundial y su consecuencia fundamental: el ascenso de
Estados Unidos al primer piano mundial en lo que se refiere al proceso industrial y
financiero.
4. La unificación definitiva del mundo en una nueva realidad política e ideológica:
países neocoloniales y coloniales, y metrópolis, que eclosionará en los años
siguientes.

4. Características económicas de los centros hegemónicos a partir de


1873
 Concentración de la producción y del capital que crea el monopolio
 Fusión del capital bancario con el industrial. Se produce la unión de capitales para
formar las compañías por acciones.
 Exportación de capitales a diferencia de exportación de mercancías
 Formación de Asociaciones internacionales que pugnan por el reparto del mundo
 La fase competitiva del capitalismo destruye la libre concurrencia y crea el capital
monopólico.
 El capital monopólico crea sus propias contradicciones, dado que a medida que se van
creando nuevos mercados, se crea un exceso de capacidad productiva que no puede
utilizarse y aparece la tendencia a la baja de la tasa de ganancia y la necesidad de
exportar capitales.
 Terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias más importantes,
situación que se redefinirá en los conflictos de las dos guerras mundiales.

5. Breve historia del capital monopolista: la importancia del ferrocarril


Dentro del desarrollo del capital monopólico cobra importancia la industria
ferrocarrilera que comienza en 1860 y que está asociada a la segunda Revolución
Industrial. En sus orígenes los industriales forma-ron las primeras sociedades por
acciones uniéndose a los ahorristas.
La industria del ferrocarril fue muy importante por el desarrollo que produce en las

secundarios (pequeños talleres) y terciarios con los que se estimulan nuevas inversiones y la
importación de artículos manufacturados; al ampliarse en forma considerable el mercado interno.

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industrias conexas (carbón, hierro) y la consolidación de una nueva tecnología basada en


la ciencia, química e ingeniería. Además la instalación de ferrocarriles implica la
ampliación al máximo del mercado interno de las potencias hegemónicas y se integra al
mercado mundial con el transporte marítimo, reforzando la expansión del comercio
internacional y la creación de un único sistema económico internacional.
La construcción de ferrocarriles se integra en el comercio mundial con la
navegación, el uso del metal en el transporte marítimo para la construcción de la quilla de
los barcos, permite trasladar bienes de gran peso y volumen: alimentos, materias primas,
vías férreas, maquinarias, etc. posibilitando hacer llegar las manufacturas importadas, en
los países periféricos, más allá de los limites costeros y por otra parte, succionar las
materias primas de regiones más remotas.
Esta industria fue pionera en la exportación de capitales, ya que la construcción de
vías férreas promueve la movilización de capitales desde el centro a los países
periféricos, dando origen así a la inversión en gran escala, que tiene como base la gran
corporación11.
En el siglo pasado es Gran Bretaña quien toma la delantera, único país que, por un
conjunto de factores, disponía de un fuerte excedente de capitales para invertir en el
exterior. Los primeras momentos del capital monopolista, encuentra pues a Inglaterra en
el primer lugar de inversión ultramarina de capitales, producción manufacturera y
préstamos a los gobiernos coloniales y neocoloniales12.
Síntesis de la importancia del ferrocarril:
- Refuerza el proceso de concentración y exportación de capitales. El FFCC fue pionero
en la formación de primeras sociedades por acciones. Exige economías de escala, solo
posible de obtener mediante fusiones, cartelizaciones.
- Produce desarrollo de industrias conexas (carbón, hierro) y una nueva tecnología
basada en la ciencia (Química, ingeniería etc.)
- Amplía hasta el límite máximo el mercado interno, al no haber lugar, dentro del ámbito
nacional que no sea tomado por una vía férrea.
- Acelera el proceso integracionista mundial
- Se integra al comercio de Ultramar
- Acelera en las zonas periféricas el traslado de capitales, dando lugar a inversión de
capitales en gran escala.
- Inglaterra es pionera en esta industria.

6. El escenario mundial después de 1873


En la segunda mitad del siglo pasado, los gobiernos de los países desarrollados
buscan extender sus espacios coloniales, no solo con el objeto de obtener nuevos

11 Todos los estados latinoamericanos son inducidos por los intereses extranjeros y los grupos
dominantes locales, ligados a ellos, a promover importantes obras de infraestructura
(transportes, comunicaciones, servicios públicos) destinadas a crear la base para la expansión de
la producción primaria con destino al mercado extranjero.
12 Estados Unidos también estaba pasando por la era del ferrocarril, pero dado su inmenso

espacio interior, el esfuerzo nacional estuvo dirigido a tratar de integrar su territorio, no tenía por
lo tanto, una capacidad excedentaria suficiente como para emprender la construcción de
ferrocarriles en otro espacio.

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mercados, sino también para asegurarse fuentes de abastecimiento de materias primas y


alimentos y para evitar que países rivales ocupen los territorios.
En esta etapa comienza y se profundiza la ocupación total del territorio mundial,
acrecentando las contradicciones entre las potencias hegemónicas, hecho que se expresa
en la violencia por la rebatiña colonial. Entre 1880 y 1890, cinco millones de millas
cuadradas de territorio africano, con más de sesenta millones de habitantes, fueron
ocupadas por los países europeos. En Asia, en el mismo periodo, Gran Bretaña anexiona
Birmania y domina la península de Beluchistán, Francia dio los primeros pasos para
someter a China, apoderándose de dos ciudades importantes. Y se repartieron las tres
grandes islas del pacifico entre las tres grandes potencias.
El ideal anterior del libre comercio internacional, fue dejado de lado reemplazándose
por los métodos más violentos. 13
Es el momento del reparto definitivo de la tierra, definitiva», en el sentido que se han
conquistado todas las tierras disponibles. De modo que en adelante, habrá disputas por
un reordenamiento de este reparto.
Las luchas por el derecho a explotar regiones menos desarrolladas serán frecuentes en
todo este periodo, pero estas disputas solo se expresarán en un conflicto generalizado en
1914, con la primera guerra mundial. El surgimiento de la URSS redefine la
problemática, al combinarse las disputas entre un estado socialista, los países
hegemónicos capitalistas y el desarrollo y crecimiento de los movimientos de liberación
nacional de los pueblos del tercer mundo.
En este contexto Estados Unidos merece un análisis por separado, intentando
responder a esta pregunta ¿Cómo fue posible la velocidad de su desarrollo teniendo en
cuenta que Estados Unidos, no se interesó por la rebatiña colonial con la intensidad que
lo hicieron las potencias europeas?

7. Breve análisis de Estados Unidos


En la explicación se combinan una serie de factores que están relacionados con el
equilibrio entre el volumen de la producción, la capacidad de absorción de su mercado
interno y la riqueza natural de su territorio. Hacia mitad del siglo XVIII el Norte y el Sur
eran exportadores de materias primas, pero en el Norte existía la manufactura de
autoconsumo, desarrollada por los artesanos. En el Sur no se manufacturaba nada, tenían
cultivo de plantaciones para la exportación, solucionando la falta de mano de abra con
esclavos. En cambio la región norteña se estructura sobre la agricultura de exportación y
el comercio realizado por su marina mercante14. Las características del territorio norteño,

13 El reparto de África, por ejemplo, se hace casi en forma simultánea que Inglaterra instaura el
libre comercio, y a continuación de la Gran Exposición y de una serie de tratados comerciales
realizados en base al libre comercio. Esto demuestra el carácter urgente de las nuevas
necesidades que la nueva etapa económica impone, especialmente la urgencia por contar con
colonias y semicolonias.
14 La importancia de lo señalado puede verse en el papel de los norteños trente al conflicto entre

Inglaterra y Francia en a fines del XV111, Estados Unidos transportaban en sus barcos, carnes y
harinas, esto fue un aliciente al comercio y a la industria naviera norteña que posibilitó obtener
buenos dividendos. Toda la agricultura se vuelca a la exportación, hecho que termina en 1808
cuando capturan 1600 barcos yanquis. Inglaterra y Francia impiden el comercio con barcos
neutrales y si bien el comercio se ve arruinado, estos capitales los ubican en el desarrollo

Problemas Sociales Latinoamericanos

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hicieron posible, el desarrollo de la industria naviera en pequeña escala que les permitía
comerciar con el sur y con los países tropicales.
En realidad, el desarrollo industrial yanqui, se realiza sobre la base de un colonialismo
interno que los sectores manufactureros del Norte operan sobre el sector agrícola en su
conjunto. Esta hipótesis fue observada en 1937 por M. Dobb en su trabajo “Economía
Política y Capitalismo”.
Tal como habíamos señalado en el apartado anterior, la base de las nuevas industrias,
están dadas por el uso del hierro y el carbón, ambos se encontraban en abundancia en el
territorio yanqui. En 1929, el 40% del abastecimiento mundial de hierro, provenía de
Estados Unidos, mientras que poseían la mitad de los yacimientos de carbón del mundo.
Lo mismo podemos decir respecta del petróleo, el cinc, el plomo, el cobre, etc., eran
materiales que superabundaban.
Además un tercio del continente se hallaba cubierto de bosques y no había, a
diferencia del territorio europeo, otra región que tuviera un área tan importante de tierra
fértil, apta para la producción de algodón, trigo, maíz y ganado. Dos océanos como
limites, una red fluvial de 27.000 millas de ríos y canales navegables completaba un
entorno geográfico excepcional. Las riquezas naturales, presentes en una proporción
inigualada en el resto del mundo, se combinaban con el constante crecimiento del
mercado interno, debido a las corrientes migratorias.
La entrada a la era del ferrocarril, luego de la guerra civil, termina de soldar ambos
elementos, al llevar la manufactura hasta los límites mismos del territorio nacional. Esto
se combina con la transformación de la agricultura, como resultado de la guerra civil, que
impone a la oligarquía sureña la subdivisión de latifundios esclavistas.
Después de la guerra civil, con el triunfo del Norte industrialista, por la renovación
tecnológica de los antiguos sectores agrarios, los Estados Unidos llegaron a ser una gran
nación agrícola, que lo convirtió en el granero del mundo, formando la base de lo que
será su evolución industrial y financiera.
En 1880 cuando se agotan las tierras disponibles y se consolidan las fronteras, esto
obliga a los granjeros a invertir en maquinarias para aumentar la producción, es así que
se generaliza el uso de maquinarias y de aplicación de métodos científicos, la
especialización e los cultivos, factores que proporcionaron un impulso adicional a la
industria manufacturera.
Se observa pues un sólido entramado entre la agricultura, la industria y los
movimientos de población15, este entrelazamiento sumado a las características de su
política exterior darán por resultado un crecimiento económico cada vez mayor.
Además Estados Unidos explotará las debilidades del comercio británico, los yanquis
con barcos más pequeños trasladan stocks cuyo volumen y composición se adaptan
mejor a las fluctuaciones del mercado interno. Recordemos, que hacia 1900 el comercio
que tenía lugar entre los estados de la Unión era más importante que todo el comercio
exterior combinado de los principales países europeos. (L. Huberman, 209).
A partir de 1783 hasta 1880 inicia la expansión continental obteniendo: Luisiana y La
Florida (1806 y 1812 respectivamente), la anexión de La Florida pone en manos

manufacturero.
15 Recordemos que la inmigración se asienta en el campo, ya que la atracción era la colonización

de zonas rurales marginales, el campo atraía a la ciudad.

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estadounidenses el control del Golfo de México y del mar de las Antillas. En 1836
anexiona Texas, perteneciente a México logrando la expansión en una amplia zona
comprendida por: Texas, Arizona, Nueva México, California, nevada que hacen un total
de 945.000 millas cuadradas. En 1846 incorpora Oregón, Washington y Montana.
En 1850 inicia la expansión extra continental con las conocidas intervenciones en
Cuba, república Dominicana, Nicaragua, ocupación de Haití, etc.
En 1898 y a modo de primer jalón, se produce la guerra con España, que concluye con
la derrota de ésta en menos de cuatro meses. En 1902 Venezuela era deudor de Inglaterra
y Alemania, éstos junto con Italia, la bloquean, esta campaña se prolonga por varios
meses, Estados Unidos anuncia el famoso corolario Roosevelt a la teoría Monroe; “solo
los Estados Unidos podrán usar la fuerza en el caso que un país latinoamericano se
convierta en deudor crónico”, asume de este modo el papel de gendarme del continente.
Se realiza un Tratado de Paz que específica que las Islas de Puerto Rico, Guam y las
Filipinas, serían entregadas a Estados Unidos, abonándose a España 20 millones de
dólares. La posesión de Filipinas tendrá una importancia crucial para la dominación del
Pacifico y los mercados de China.
La causa de la expansión era la misma que para las potencias europeas- la búsqueda
de materias primas para el desarrollo de la manufactura- en este caso Estados Unidos,
buscará aquellas que no tenía en cantidad suficiente, como el caucho, la seda, el corcho,
el yute, el estaño, el nitrato, el manganeso, etc. sumados a una serie de alimentes de tipo
tropical: café, cacao, azúcar, aceite de oliva, coco, etc. “Los cañaverales de Haití, las
plantaciones bananeras de Nicaragua, el caucho de Liberia, los pozos petrolíferos de
México, las minas de nitrato de Chile, he aquí solo unos pocos renglones entre los que
motivaron el creciente interés de los capitalistas”(L. Huberman, 246).
Hacia 1880 se termina en Estados Unidos la época del librecambismo, en las primeras
décadas del siglo XX había alrededor de 300 corporaciones no financieras, el porcentaje
de manufacturas producidas por las corporaciones había pasado del 66.7% en 1899, al
94%; éstas corporaciones: 42 de ferrocarriles, 52 de servicios públicos y 106 de
establecimientos industriales poseían activos por más de 100 millones de dólares, la
American Telephone and Telegraph Company, tenía un activo superior a los 4 millones
de dólares. Mientras la esfera de los negocios y requería cada vez más capital, los bancos
paulatinamente, fueron desempeñando un papel cada vez más importante en la
expansión de las corporaciones. Más tarde se produce la fusión de la industria y de los
bancos resultando un proceso de concentración y control de los negocios, que tendrá
efectos importantes en el campo mundial y en la construcción de una nueva hegemonía.

8. De la hegemonía Inglesa a la norteamericana


El acontecimiento que señala el ascenso de Estados Unidos al lugar de primera
potencia mundial, fue la Primera Guerra Mundial. Antes de este hecho, ya se había
operado la penetración del capital norteamericano a todas las de América Latina, y del
mundo, pero va a ser la rivalidad antiimperialista que se expresa en la guerra de 1914, la
que permite consolidar la hegemonía mundial de Estados Unidos.
Al encontrarse las naciones europeas sumidas en la guerra, con su producción
manufacturera destinada enteramente a la producción de armamentos, los yanquis se

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convirtieron en el principal abastecedor de alimentes y mercaderías de las naciones en


guerra. Los aliados saldan con oro las compras realizadas durante los primeras meses de
guerra, luego pagan con el dinero recibido por la venta de sus títulos e intereses
norteamericanos a los mismos norteamericanos, con lo que se produce la definitiva
"nacionalización" de la economía de los Estados Unidos para pasar, a continuación, a
solicitar créditos de los banqueros estadounidenses, con Io que aquella pasa a ser nación
acreedora mundial.
Los banqueros norteamericanos emitían empréstitos tras empréstito para los
gobiernos aliados, dinero que éstos consumían en la compra de manufacturas y
productos alimenticios de la misma economía norteamericana, es decir que el dinero que
salía de los bolsillos yanquis entraba por el conducto de los granjeros y manufactureras
que abastecían a los aliados.
En 1917 los países aliados empiezan sentir la bancarrota financiera, dado la
imposibilidad de seguir endeudándose, se avecinaba la crisis del ’30 que arrastraría al
mismo Estados Unidos en la medida que su prosperidad se hallaba entrelazada con la
suerte de los beligerantes; el próximo paso es ineludible, el 6 de abril de 1917 Estados
Unidos le declara la guerra a Alemania.
El final de la contienda dejó como saldo el debilitamiento relativo de las naciones
europeas y la fortaleza absoluta y relativa de los Estados Unidos. Este se había
convertido en la potencia manufacturera y financiera más grande del mundo capitalista,
había dejado de ser nación deudora para pasar a ser acreedora y su capital excedente
encontraba oportunidades de inversión en todos los rincones del globo, tanto en países
viejos como en nuevos. Cuando los países de Europa levantan sus barreras
proteccionistas, el inversor yanqui las "salta", edificando la subsidiaria o sucursal dentro
del país16.
En definitiva, al avecinarse la crisis mundial del 30 los Estados Unidos eran el
principal país manufacturera del mundo y no solamente en la manufactura ocupaban el
primer lugar, sino en casi todos los campos su hegemonía pasa a ser indiscutida.
El rasgo más importante del periodo de desarrollo hacia fuera, que se extendió desde
fines del siglo XIX hasta 1930, es la estrecha vinculación económica, comercial y
financiera internacional que se traducía en el predominio de la libra esterlina, moneda
respaldada económica y militarmente y se expresaba en una corrientes internacionales de
comercio, crédito inversiones y migraciones internacionales. A la configuración global
del Imperio Británico y sus zonas de influencia, correspondían economías abiertas tanto
en el centro como en la periferia, lo que se traducía en una asignación de recursos según
ventajas comparativas; en el centro estas ventajas eran las manufacturas y en la periferia
las materias primas.
A esta organización estructural correspondía determinada organización del poder
político: Forman una coalición dominante los sectores exportadores manufactureros en
el centro y de materias primas en la periferia e importadores de materias de primas en el
centro e importadores de productos manufacturados en la periferia.. El Estado solo
interviene para crear infraestructura y predomina la teoría liberal.

16 Así
en 1929, la Woolworth Company, tenía 130 tiendas en Canadá, 350 en Gran Bretaña, 35 en
Alemania y 8 en Cuba

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Este periodo termina con la crisis de 1930 17, seguida de un largo interregno que
antecede a la hegemonía de estados Unidos, luego de la segunda guerra mundial.

9. El Mundo de la Posguerra y la guerra fría 18


En la segunda guerra confluyen varios procesos:
- Una guerra antiimperialista, producto de la pugna de las diferentes potencias, por
encontrar nuevos mercados y nuevas fuentes de materias primas, que se traduce en los
siguientes enfrentamientos:
- Alemania contra Inglaterra en Europa
- Estados Unidos contra Japón en el pacifico y contra Alemania en Europa.
- Un enfrentamiento social entre dos sistemas: capitalista y socialista.
- Una guerra de liberación en Asia, fundamentalmente China e Indochina contra Japón.
Ghandi en 1947, declara la independencia de la India, en 1949 asume Mao Tse Tung,
en China integrándose al bloque soviético. En América Latina se desarrollan los
movimientos tercermundistas que cuestionan la dominación de ambas potencias.
El fin de la posguerra conlleva a un cambio decisivo de las condiciones geopolíticas
internacionales, que da lugar a situaciones inéditas en término de la relación entre las
naciones que rigieron los destinos de la mayor parte de los pueblos del globo.
Hasta entonces los grandes ejes de confrontación mundial hablan girado
esencialmente alrededor de centros imperiales, que buscaban su predominio a través de
luchas inter-hegemónicas dentro del contexto de un mismo sistema productivo global.
Los imperios coloniales estaban formados por una nación central y una periférica
dominada- colonial o dependiente- con diversos grados de extensión; el enfrentamiento
entre las metrópolis por el reparto y la expoliación del Tercer Mundo se articulaba con
los objetivos de adquirir un mayor peso dentro del equilibrio de fuerzas y el poder
mundial. Esta multipolaridad de potencias permitió diversos esquemas de alianzas y
antagonismos- las dos guerras mundiales- o acuerdos de expansión dentro de normas
mutuamente aceptadas.
Luego de la finalización de la segunda guerra el surgimiento de la URSS como centra
dominante de un bloque de poder mundial, genera condiciones cualitativamente
diferentes. Se produce entonces la estructuración de un sistema bipolar, en el que los
nacientes bloques de poder se conforman no solo a través de una potencia central y
naciones periféricas más débiles, sino que además abarcan países con un considerable
grado de desarrollo, incluso antiguas potencias coloniales se someten ahora a la
dirección de una nueva nación.
La debilidad europea en la posguerra permitirá la consolidación del bloque de poder
capitalista que por primera vez reconoce a un único país como núcleo conductor.
Confiriéndole la función de liderar al conjunto de naciones occidentales y al Japón.

17 en la que se desintegran los mercados internacionales, desaparece tanto el mercado financiero


privado internacional como las inversiones directas, reduciéndose también el comercio. Ante la
desaparición del sistema financiero privado internacional, después de finalizada la guerra, se creó
un sistema financiero internacional de carácter público. Ver, en forma ampliada en el documento
de Irene Bucci (2002) La crisis de 1930. Módulo 1 de Problemas Sociales Latinoamericanos.
18 Este apartado es un resumen del capítulo dos del libro de Alcira Argumedo (1987) Los

Laberintos de la crisis. Buenos Aires. Punto Sur.

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Inglaterra fue primera potencia colonial, Francia nunca aceptó ese liderazgo y Alemania
entra en la guerra con el fin de recuperar su atraso en la expansión.
La URSS, que mantuvo una posición defensiva hacia occidente desde 1917 ha
acumulado capacidad de decisión para convertirse en una potencia militar a nivel
internacional, cuestiona las bases mismas del sistema capitalista y por lo tanto determina
un reordenamiento global del conjunto.
La contención del avance soviético se transforma en una condición sine qua non para
el despliegue de los objetivos fundamentales de occidente. Se torna necesario garantizar
la estabilidad y la existencia del capitalismo occidental con el fin de ejercer una acción
común frente a un bloque de poder que ha demostrado suficiente fuerza, dinamismo y
peligrosidad para las naciones capitalistas.
El resultado de la guerra en Europa, con la presencia de los ejércitos soviéticos en
Europa central, confería a este país una marcada superioridad en el continente,
determinando especiales condiciones para la URSS al iniciarse las negociaciones
tendientes a definir las respectivas áreas de influencia. Paralelamente el control militar
de Europa occidental y las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, otorgan al país del
norte, el monopolio del arma decisiva, elemento que le sirve de presión hacia Europa y le
da, a ese país, una clara preeminencia en el Pacifico. Los países imperiales de la
preguerra - Inglaterra, Francia, Holanda y Bélgica son desplazados por el liderazgo
indiscutido de Estados Unidos como potencia dominante del sector occidental.
Los tratados de Yalta (URSS) y Potsdam (RDA) coronan a los triunfadores. La URSS
implementa una estrategia de seguridad que abarca a los países de Europa oriental dando
lugar a un salto cualitativo de su presencia política internacional.
El Tratado de Yalta y Postdam será un jalón importante para fijar el comienzo del
poder transnacional. Tras los pasos del Plan Marshall19 que transfieren 13.000 millones
de dólares a los países europeos del bloque occidental, comienza un proceso de
internacionalización de capitales con la correspondiente expansión de las grandes
corporaciones estadounidenses, cuya finalidad no es meramente económica sino también
política: se trata de frenar el avance soviético.
Por otra parte, la política de plena soberanía seguida por Argentina a partir de 1946
comienza a tener eco en Yugoslavia con el Mariscal Tito, en la India con Nehru, en
Egipto don Nasser y en Indonesia con Sukarno, y se forma el movimiento del tercer
mundo que en 1955 dará comienzo al grupo de los “No Alineados”, movimiento que será
permanente socavado por la potencia hegemónica a través de diferentes mecanismos,
pero el más importante desde el punto de vista político han sido los golpes de estado y la
interrupción de los gobiernos democráticos.
Durante la segunda guerra los norteamericanos habían tenido un desarrollo
prodigioso, centrado en la producción bélica, el proceso de concentración de capital llega
a proporciones gigantescas: Luego de la guerra gran parte de la producción bélica se
había transformado en producción de bienes de consumo durables y no durables.
La situación de Estados Unidos en la posguerra se ha comparado a la de un jugador de

19El Plan Marshall es el resultado de la vinculación de necesidades económicas y políticas. El


peligro de que Rusia invada Grecia y Turquía implicó que Estados Unidos se preocupara por
dominio del Mediterráneo, por otra parte el Plan negaba apoyo a todo aquel que negociara con la
URSS.

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cartas enviciado, que lleva el juego en la sangre, y no puede dejar de jugar, pero que le ha
ganado todo su dinero a sus adversarios y si no les presta fichas para renovar sus
apuestas, el juego está liquidado y el propio apostador condenado a la desesperación. Es
decir, que para reanimar el ciclo económico fue necesario impulsar el comercio mundial
en condiciones de paz. Pero para ello, los monopolios requerían reglas precisas. La
experiencia del New Deal, con su intervención del mercado interno para resguardar el
nivel de beneficios, ahora se pensaba extender a nivel mundial. Así en 1944 fue
convocada la conferencia de Breton Woods, allí nace el Fondo Monetario Internacional.
Estados Unidos impone el congelamiento del precio del oro a 35 dólares la onza troy y el
dólar pasa a ser la divisa a nivel mundial, al mismo tiempo las mercancías
norteamericanas habían sufrido un incremento entre el 200 y el 400% con relación a los
precios de 1939, es decir que con un oro congelado en su valor, América Latina, Europa,
el mundo en general debían afrontar la compra de mercaderías con un costo
incrementado notablemente.
En los decenios del 50/60 reaparece la inversión privada internacional directa
encamada ahora por la empresa transnacional, al comienzo norteamericana, luego
europeas y japonesas. Estas aprovechan las políticas proteccionistas de las economías
nacionales y saltan las barreras instalando filiales. Es el comienzo del proceso de
transnacionalización productiva y financiera que luego se extiende a los estilos de vida y
a la cultura.
El poder que el país del norte de América había logrado acumular se refleja en estas
cifras: su ingreso nacional es cerca del 50% del ingreso de las naciones capitalistas; su
participación en el comercio mundial es de 47%, y sus reservas de oro son el 70% de
las reservas mundiales.
Tales condiciones contrastan con la situación de profunda crisis de las metrópolis
capitalistas europeas, lo que los obliga a reconocer a Estados Unidos como cabeza
indiscutida por su capacidad de frenar el avance soviético. A partir de esta posición
Estados Unidos genera un proyecto estratégico global.
Las profundas contradicciones entre los bloques dan lugar a la guerra fría (1947-
1955). La doctrina Truman simboliza esta situación ya señalado por Churchill “Europa
oriental ha caído tras una cortina de hierro”.
Paralelamente la conmoción de la guerra y la consecuente debilidad europea afectan
profundamente las condiciones de Asia y África y el marco político del continente
latinoamericano.
Al iniciarse los primeras conflictos que llevan a la Guerra Fría, cuyos escenarios
fueron: Grecia, Turquía, Checoslovaquia, Polonia, Norteamérica comienza a
implementar su proyecto estratégico de contención del avance soviético sobre nuevas
regiones bajo influencia occidental. Se jerarquiza la construcción de un cerco geopolítico
de bases aéreas en países claves que rodean a la URSS y su esfera de influencia, y
señalará la dirección principal de los flujos de inversión y de los programas de ayuda.
En este marco se estructura el Plan Marshall que supone la redefinición del rol de
Alemania y Japón en las nuevas líneas de alianzas mundiales y una ayuda económica
importante al mundo europeo que incluirá sus áreas periféricas ya que la crítica situación
económica de los países europeos los pone en una incapacidad para ejercer su control
sobre las áreas colonizadas. Estados Unidos apoyará a las metrópolis en las diversas

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áreas del mundo colonial.


- Asia: Inglaterra ocupaba la India, Francia Indochina y China donde además de la
presencia occidental se encontraba Japón (desde 1930) y la península de Corea lo que
hacía de esta región una zona altamente conflictiva. La ocupación de Japón de estos
territorios había debilitado la posición de las potencias occidentales, pero su derrota
luego de la guerra generó condiciones propicias para la independencia: así India obtiene
la independencia en 1947; junto con Birmania y Ceylán. En 1949 Mao Tse Tung derrota
a Chiang Kai Shek y China inicia el camino al socialismo, En Indochina el ejército
popular que había resistido la invasión japonesa se levantará contra el dominio francés.
Indonesia enfrentará a Holanda, Corea del Norte se separa y se transforma en socialista
Frente a esta situación Estados Unidos vuelca sus esfuerzos a sostener a los países que
responden a occidente en el Asia. 1949 marca un punto importante en el fortalecimiento
del bloque socialista en la región: la revolución China y el estallido de la primera bomba
atómica en la región, dan a la URSS dos armas fundamentales en su disputa con
occidente. La invasión de Corea del Sur dos años después muestra la tensión en esta
etapa
- Medio Oriente: En el periodo de la preguerra se encontraba dividido entre Francia e
Inglaterra, años más tarde dos fenómenos marcan el comienzo de un camino difícil: el
movimiento nasserista en Egipto y la revolución argelina deben enfrentar a las antiguas
metrópolis que no están dispuestas a ceder sus dominios. Con la creación del Estado de
Israel, verdadera cuna de occidente en la zona, se generará una situación de conflicto que
aún hoy parece muy difícil de alcanzarse. La paulatina intervención de Estados Unidos
en la zona responde a la crítica situación de las anteriores metrópolis occidentales pero
también al hecho que esa zona se convierte en una zona de interés económica y
geopolítica.
- África Negra: Desarrollará un proceso de independencia acelerado a partir de 1950.
- América Latina: una coyuntura favorece el acceso al poder de movimientos
nacionales: Vargas 1945, Arévalo en Guatemala en 1946; frente Democrático Peruano
en 1945; el peronismo en Argentina; la Acción Democrática en Venezuela, marcará un
nuevo periodo para América Latina que pronto comenzará a ser hostigado por Estados
Unidos que derroca gobiernos populares mediante golpes militares.
De esta manera luego de la segunda guerra la capacidad de Estados Unidos dentro de
su esfera de influencia se desarrolla en un contexto de múltiples contradicciones y
conflictos. Las condiciones que genera el enfrentamiento soviético le permitirá asentar
por diversos canales su influencia política, económica, militar e ideológica en Europa
occidental, Asia, África y América Latina. Bajo la bandera de la libertad los capitales y
las ideas norteamericanas pueden ingresar fluidamente, tanto en Europa como en el resto
del mundo.
La libertad que sentará las bases del poder transnacional será usada en un doble
sentido: como opción al totalitarismo del bloque soviético en el marco de la guerra fría y
reclama a las naciones sometidas libertad de acceso a sus capitales. Pero también se
reserva para sí la libertad de emitir juicios sobre el carácter totalitario o no de los
movimientos políticos
El tratado de Breton Woods consagra al dólar como medio de pago a nivel
internacional. La creación del Banco Mundial controlados por los intereses financieros

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yanquis favorecen de manera decisiva a Estados Unidos y en particular a sus grandes


empresas que lograron crecer a un ritmo acelerado durante la guerra. En este contexto el
Plan Marshall iba a facilitar la rehabilitación de las mayores corporaciones a la par que
facilitaba la penetración de los grandes conglomerados estadounidenses en un territorio
hasta ahora vedado para sus inversiones. Comienza el proceso de instalación de filiales.
La guerra fría jugó un rol dinamizador económico de primera magnitud al favorecer la
demanda de producción de armamentos destinados a la provisión de ejércitos
norteamericanos instalados en diversas partes del mundo. En este cuadro se inscriben los
acuerdos de la OTAN y el TIAR. Se militariza la economía pero también se realizan
importantes programas de Investigación y desarrollo. América Latina, deja de ser una
zona privilegiada de inversiones de 47% del total de capitales norteamericanos antes de
la guerra, pasará a representar el 18%.
La estrategia de contención del avance soviético se acompaña de políticas culturales
de propaganda mediante revistas, programas de TV y cine.
A fines del ’50 confluyen una serie de procesos que dan lugar a un nuevo proyecto
estratégico que se hará más explícito con Kennedy en los ’60. Ya no se trata de la
contención sino de un proyecto superador de carácter global.
 1949, Estados Unidos, pierde el monopolio del arma estratégica
 1952, producción de bomba de hidrógeno, las dos potencias alcanzan el poder
disuasivo mutuo.
 Desarrollo de cohetes intercontinentales
 Inicio de la carrera espacial con el lanzamiento del Sputnik en 1957, vuelve
vulnerable de un ataque atómico a cualquier región del mundo y por lo tanto
neutralizan la estrategia de cerco mediante bases aéreas.
 Mutua disuasión nuclear da comienzo al periodo de coexistencia pacífica entre las
grandes potencias.
 Fin de la guerra de Corea y Conferencia de Ginebra en 1954 donde se tratan los
términos e la situación de Indochina.
 1956, Estados Unidos y la URSS frenan el avance anglo-francés en Egipto por la
nacionalización del Canal de Suez.
 1956, Kruschev anuncia una desestalinización en el campo socialista situación que
queda oficializada en la entrevista Eisenhower- Kruschev.
 Hacia fines de la década del 50 la recuperación de los principales países europeos era
un hecho. La creación del Mercado Común Europeo en 1959 brindó importantes
posibilidades de inversión a las empresas norteamericanas, se produce en este periodo
un cambio sustantivo en la orientación de los flujos de inversiones hacia las naciones
desarrolladas que alcanzará un 78%.
El proceso de transnacionalización ha de impactar profundamente en las relaciones
entre países, la crisis cubana y el formal alineamiento de Fidel al bloque soviético,
incentiva la implementación de políticas para el continente latinoamericano. Hacia estos
años surge la doctrina de seguridad y desarrollo de Mac Namara y las etapas del
crecimiento económico de Rostow asesor directo de Kennedy está dirigido a
fundamentar la nueva situación.
En síntesis las características más importantes de la fase transnacional son:
1. Afluencia de filiales manufactureras y/o de servicios, norteamericanas, europeas y/o

Problemas Sociales Latinoamericanos

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japonesas
2. No son grupos económicos que invierten para la obtención de materias primas, sino
que son plantas para el consumo interno de la nación receptora o para realizar
exportaciones.
3. Internacionalización del capital y de los procesos productivos
4. Crece el comercio internacional dentro de cada empresa
5. Nueva lógica: dado el costo laboral o de las materias primas, algunos países
periféricos producen y exportan artículos de la industria de consumo.
6. Desde el punto de vista de la teoría social se desarrollan dos corrientes: desarrollista o
teoría de la modernización y Teoría de la dependencia.

10. El Mundo Global y el fin del Mundo Bipolar


La desintegración de la URSS , y la consiguiente caída del muro de Berlín, ponen un
fin a la “guerra fría” al desaparecer uno de los bloques del mundo bipolar y la potencia
que lo encabezaba. La separación de las dos Alemanias y el muro de Berlín fueron los
símbolos más representativos del mundo bipolar y una frontera importante entre los dos
bloques antagónicos20.
La implosión de la URSS es un punto de inflexión importante ya que implicó el fin del
mundo bipolar, entre dos sistemas opuestos en lo económico, político, ideológico y
cultural que estaba asentado sobre un eje de seguridad militar y económico. Al caer el
“mundo comunista” arrastró también la caída del Tercer Mundo, que implicaba una
partición del mundo tricotómico, URSS, Estado Unidos y países tercermundistas no
alineados en ninguno de los dos polos. En el llamado Tercer Mundo, se produce el
agotamiento de los movimientos de liberación nacional de América Latina, típicos de
todo el periodo anterior, tales como el PRI, el APRA, el peronismo, etc., que buscaban
vías alternativas al modelo dominante.
Paralelamente al derrumbe del bloque del este con la separación de los países bálticos
(Letonia, Estonia, Lituania,) se produce una explosión de nacionalismos en la región que
lleva a los pueblos de la ex URSS a adquirir y buscar una mayor autonomía. La llamada
perestroika, surgida a partir de los acuerdos de Rusia y Estados Unidos implicó la
recepción de capitales europeos, principalmente préstamos de los bancos alemanes que
quebraron con el colapso, a la ex URSS. Los países del bloque socialista comenzaron a
transitar de una economía planificada a otra de mercado, mientras se acentuaba el
fenómeno de mundialización que en este periodo se define como globalización. Ambos
procesos siguen siendo un tema de debate y de interpretaciones diferentes. La caída de la
bipolaridad, no significó el surgimiento de un mundo unipolar, desde el punto de vista
económico hay una multipolaridad que integran: Estados Unidos, la Unión Europea y
Japón, y desde lo estrictamente militar podemos hablar de una unipolaridad por parte de
Estados Unidos, hecho que se profundiza con las políticas de Bush, luego de los

20En 1989 se abrió la frontera, tras la caída del Muro y dos millones de alemanes cruzaron en
ambas direcciones luego de haberse eliminado el requisito de la visa y de otros controles. En
noviembre de 1989 miles de alemanes comenzaron a derrumbar el muro, este episodio fue
celebrado en el mundo como la finalización de la guerra fría, los jóvenes entonaron la canción The
Wall, de Pink Floyd.

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acontecimientos de las Torres gemelas, y los condicionamientos puestos a los demás


países del mundo respecta a la toma de posición en este conflicto .
Estados Unidos vuelve a asumirse como gendarme universal, preservador del orden
internacional y de los equilibrios regionales de poder. Ningún país comprometido con la
globalización podrá tener comportamientos poco confiables o erráticos, la lógica 21
amigo-enemigo que en el modelo bipolar funcionaba como capitalismo - comunismo
hoy se expresa en civilización- terrorismo».
Desde el punto de vista económico, y a partir de fines de la década del ’70, entra en
crisis el modelo Keynesiano, surgido luego de la crisis del ’30 y de los acuerdos
realizados después de la segunda guerra mundial. El llamado Estado de Bienestar fue
seriamente cuestionado y en los países centrales, especialmente Gran Bretaña y Estados
Unidos, con M. Thatcher y Reagan, comenzaron a instalarse y a exportarse los discursos
neoliberales cuestionadores del modelo Keynesiano.
En nuestro país, como en muchos países latinoamericanos, esto implicó la caída del
modelo sustitutivo de importaciones y la inclinación, -dictadura militar’ mediante- hacia
políticas aperturistas, de ajuste fiscal, de liberalización económica y el creciente
financiamiento externo, que conducirá a la crisis de la deuda de los ‘80. La necesidad de
ajustes fiscales permanentes, está íntimamente relacionado con las presiones de los
organismos internacionales para reestructurar el pago de la deuda externa y para
financiar la reconversión económica acorde con el modelo hegemónico.
En forma simultánea, y hacia el final de los ’80, empieza a operar la reforma del
Estado, cuyos rasgos más salientes son: la disminución y/ o el abandono por parte del
Estado de las políticas sociales22, la reducción del sostén de estructuras de seguridad
social, la caída de la legislación laboral que aseguraba el contrato de trabajo y los
procesos de vulnerabilización, precariedad laboral, exclusión que Castel ha llamado
“descolgamiento o desestabilización de los estables”, poniendo en tela de juicio la
concepción misma de los derechos sociales y de la democracia.
Los fenomenales cambios ocurridos son consecuencia de procesos de transformación
profundos que han incidido sobre la organización social, tales como:
1. La revolución Científico- técnica y sus derivaciones al mundo de la producción y al
piano de la organización y gestión. Nos referimos al desarrollo de la tecnología
electrónica, la cibernética, etc. El desarrollo de la ciencia y tecnología se convirtió en
una llave importante para acceder al desarrollo futuro.
2. La transformación del mundo del trabajo y sus efectos sociales
3. La globalización económica. (E. López: 1998, 19)

21 Por ejemplo con respecto a la Corte Penal Internacional (CPI) Bush advirtió a los diplomáticos
extranjeros que sus naciones podrían perder toda ayuda económica si apoyaban la CPI. La nueva
legislación que fue aprobada en el Senado (agosto de 2002) provee de un instrumente coercitivo
para mantener a las fuerzas de paz norteamericanas fuera del alcance del nuevo tribunal
internacional que tiene por función juzgar a individuos de genocidios y otros crímenes de lesa
humanidad.
22 Se pasa de políticas sociales universalistas dirigidas al conjunto de la población, que

aseguraban: protección en salud, educación, convenios colectivos de trabajo, etc. surgidas de la


alianza mercado internista propias del modelo Keynesiano, que coincide en nuestro país con el
modelo justicialista, a políticas focalizadas en los más pobres. Cae el convenio colectivo de trabajo
y el concepto de trabajo estable y permanente y se propugnan políticas de flexibilización laboral,
con las graves consecuencias que ha tenido en nuestro país.

Problemas Sociales Latinoamericanos

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Tal como plantea Alcira Argumedo “En este contexto, las tecnologías de avanzada
permiten la consolidación de un nuevo modelo productivo y de administración
económica y social, que cierra el ciclo histórico de la Revolución Industrial y transforma
drásticamente el concepto y las características del trabajo, así como la composición y la
dinámica del mercado mundial, con decisivos impactos sobre el empleo y la
organización de las sociedades” (Alcira Argumedo: 1997, 2)
Desde comienzos de la década de los ochenta, los sectores de avanzada en ciencia y
tecnología -el complejo teleinformática, los nuevos materiales, la biotecnología, entre
otros- han establecido las bases de una transformación en profundidad de las condiciones
de producción e intercambio de la vida social de los hombres, reformulando las
condiciones laborales típicas de la etapa madura de los Revolución Industrial en los más
diversos aspectos.
En el Mundo del trabajo se observa, en todo el orbe capitalista, una tendencia al
descenso del nivel de empleo. A diferencia del periodo de industrialización, en el que un
aumento de la producción iba acompañada de un incremento en el empleo, con las
actuales tecnologías, se observa una tendencia opuesta: la producción puede crecer sin
que paralelamente crezca el nivel de empleo. Porque la informatización desplazó trabajo
del sector productivo al sector servicios.
El reemplazo de hombres por tecnología genera una disminución de la demanda de
trabajadores por parte de las empresas, segmentos enteros de calificaciones se convierten
en “inservibles”. La movilidad de los factores de producción produce una reorientación
espacial de la producción según una lógica interna de la firma que no tiene en cuenta a
sus viejos operarios o empleados, sino que se toman decisiones de localización de
inversión según los costos laborales del país y la carga impositiva.
Este proceso se acompañó con una baja en el nivel de salarios y remuneraciones, con
políticas de flexibilización laboral que tuvieron como efecto la segmentación y
precarización del mercado de trabajo, además del aumento de la desocupación abierta
que a nivel local es de un 22% sobre la PEA.
Con la internacionalización de los mercados, y las nuevas exigencias de
competitividad, el trabajo se ha vuelto el blanco principal de políticas de reducción de
costos y de eficacia productiva. Como bien plantea Castel (1996: 19) el trabajo está
dejando de ser uno de los ejes fundamentales sobre los que se estructura la vida en
sociedad, como lo había sido en épocas anteriores.
Para sintetizar, y siguiendo a E. López (1998, 24) desde el punto de vista económico,
la globalización económica puede ser entendida como una nueva fase de expansión del
sistema capitalista (que viene desarrollándose desde la etapa de libre concurrencia)
caracterizada por los siguientes rasgos:
 Tendencia a la apertura de los sistemas económicos nacionales (y de sus respectivos
mercados nacionales) y, por lo tanto, disminución o cese de políticas estatales
reguladoras y/o proteccionistas.
 Notorio incremento del comercio internacional.
 Expansión y crecimiento de los mercados financieros. a Reorganización espacial de la
producción e interpenetración de las industrias a través (y no obstante) de las fronteras
nacionales.
 Incremento de la movilidad de los factores de la producción.

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 Búsqueda permanente de la ventaja comparativa y de la competitividad.


 Prioridad de la innovación tecnológica.
 Descenso de los niveles históricos de la remuneración de la fuerza de trabajo.
Y como resultado de todo lo anterior:
 Aumento de la interdependencia entre países o economías diferentes y,
 Consolidación de una definida tendencia a la formación de polos económicos
regionales (ALCA, NAFTA; MERCOSUR, etc.) E. López (op.cit: 24)
A estos rasgos podríamos agregar.
 Ensanchamiento del campo geográfico, mayor densidad de los intercambios, red global
financiera, mayor poder transnacional.
 Se puede distinguir entre lugar de inversión, lugar de producción, lugar de declaración
fiscal y lugar de residencia, lo que resulta que los dirigentes puedan vivir donde les
resulte más atractivo, más seguro y pagar los impuestos donde sean más baratos.
 Polarización social. Pobreza global. Conflictos transculturales en lugares concretos. La
globalización implica la acción de fuerzas globalizadoras y fuerzas localizantes, cada
aumento de la globalización causa un incremento en la localización. Las primeras
serian consecuencia de los actores económicos mientras que las segundas serian
producto de actores políticos, culturales y sociales, por ejemplo: la Liga del Norte de
Italia, el desarrollo de las lenguas regionales, el retomo del culto religioso, las cofradías
musicales, especialmente en los jóvenes (rockeros, ricoteros, cuarteteros, etc.)
La globalización es un proceso complejo que abarca fenómenos, políticos,
económicos, culturales y la construcción de nuevas identidades. En la etapa anterior
actuaban, en el plano internacional actores de naturaleza nacional, los Estados
Nacionales23, y a nivel local los sindicatos, partidos políticos, fuerzas armadas, etc. y
actores en ambos pianos de naturaleza transnacional. Hoy se ha tejido una trama en la
que actúan actores nacionales, transnacionales, y subnacionales, tanto en el piano
internacional como nacional.
La globalización posibilita, lo que siempre estuvo en germen en el capitalismo, que
los actores transnacionales puedan desempeñar un papel clave no solo en la
configuración de la economía y en la sociedad en su conjunto, sino que también socava
las economías nacionales y produce subpolitización de un alcance nuevo y de
consecuencias imprevisibles.
Para terminar y siguiendo a Ulrich Beck (1998), vamos a destacar los rasgos nuevos
de la globalización:
- Nuevo es la percepción de transnacionalidad, en el turismo, el consumo, en los medios
de comunicación, en los estilos de vida.
- Nuevo es la translocalización de la comunidad, el trabajo y el capital.
- Nueva es la conciencia del peligro ecológico global.
- Nueva es la percepción de los otros transculturales en nuestra propia vida con todas sus
contradictorias certezas.
- Nuevo es el nivel de circulación de las industrias culturales globales.

2jLa globalización implica una disminución de la autoridad de los Estados Nacionales y una crisis
del concepto de soberanía nacional. Las fronteras entre países se vuelven más porosas, el
territorio, rasgo definitorio de la definición el Estado, se envanece, de al H que se comienza a
hablar de desterritorialización.

Problemas Sociales Latinoamericanos

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- Nuevo es el nivel de concentración económica y la volatilidad de los capitales


financieros.
Nueva es la desaparición del trabajo como integrador social y los crecientes niveles
de exclusión y precarización laboral. Ricos globalizados y pobres localizados. Zygmunt
Bauman 24 plantea el tema de la riqueza globalizada y la pobreza localizada, analiza la
globalización y la localización como dos caras de la misma moneda. Es la nueva forma
de expresión de una nueva polarización social en la cual hay ricos globalizados y pobres
localizados. Dice al respecto:
“La globalización y la localización pueden ser dos caras de la misma medalla, pero las
dos partes de la población mundial viven en lados distintos y ven un solo lado- así
como vemos y observamos desde la Tierra un solo lado de la luna. -Los unos son los
auténticos moradores del globo, lo otros están simplemente encadenados a su
puesto....La globalización es, fundamentalmente, un nuevo reparto de, a la vez,
privilegios y ausencia de derechos, riqueza y pobreza, posibilidades de triunfar y
falta de perspectivas, poder e impotencia, libertad y falta de libertad. Podríamos
decir que la globalización es un proceso de nueva estratificación a nivel mundial, en
cuyo devenir e construye una nueva jerarquía a nivel mundial, sociocultural y
autorreproductora. U. Beck” (1998: 88)
El advenimiento de los procesos de globalización económica y política ha implicado
la crisis y ruptura del modelo sustitutivo y la implantación en toda la región y muy
especialmente en nuestro país del modelo aperturista, sus rasgos fundamentales, en
cuanto a las políticas públicas y al rol del Estado están en el cuadro que a continuación
presentamos.

24 Citado por Ulrich Beck (1998) ¨Qué es la globalización”. Barcelona, Paidós.

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MODELO DE ACUMULACIÔN REGULACIÓN 25

MODELO SUSTITUTIVO MODELO APERTURISTA


Mayor autonomía relativa del Estado, Con reestructuración y globalización,
importancia del Estado Nación orientado al sector externo, menor
ESTADO
autonomía relativa del Estado que ha
perdido la soberanía
Interventor, impulsor del Desarrollo, Subsidiario. Rol “fiscal”, garante de
ROL garante del bienestar. Empresario y equilibrios macroeconómicos. Garante de
empleador reglas de juego
Distribución, desarrollo, Estabilización, competencia, saneamiento
Articulador regional de sujetos fiscal, inserción en la economía mundial,
RASGOS
colectivos, autarquía, pleno empleo, búsqueda de equilibrios
regulación. macroeconómicos.
Centralización económica, Descentralización, regionalización,
nacionalización (empresa pública: YPF, privatización, (conglomerados)
SOMISA, ENTEL, etc.) desarrollo estabilización, desregulación,
POLITICAS
distribución, regulación del capital y flexibilización, reducción del gasto,
PUBLICAS
trabajo, planificación global, provisión políticas sociales “minimalistas”,
de bienes públicos, políticas sociales focalizadas
universales.
Fordismo periférico, principios Posfordismo, exportación y mercado
REGULACIÓN
tayloristas, mercado protegido interno

BIBLIOGRAFIA

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Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires.
Argumedo, Alcira: (1997)”Los Rasgos de una nueva época Histórica” KAIROS - Ano 1 Nro 1,
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Rouquié, Alain: (1989) “Poder Militar y Poder Político”. Buenos Aires. Ediciones Emecé.

25 García Delgado, Manuel (1994). “Estado & Sociedad. La nueva relación a partir del cambio
estructural”. Buenos Aires. Grupo Editorial Norma, página 99.

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Cod. COPIAS AÑO Codificado por:
7080 28 2022

27
Cuestiones fundamentales de una historia compleja 1

La ruptura de la situación colonial, en el Río de la Plata, entre 1806


y 1810 -es decir, entre la primera invasión inglesa y la Revolución de
Mayo-, abre un rico y complejo proceso histórico que, con justicia, puede
considerarse extensible hasta 1880. En rigor, ese proceso global se
caracteriza por contener otros procesos particulares de primera
magnitud. Así, puede decirse que se desencadenan las acciones en
procura de la creación de la nación, la constitución del mercado interno
y la formación del Estado nacional. A su vez, estos tres movimientos de
larga duración deben analizarse en íntima conexión con otro, el de la
formación de una clase dominante/dirigente (clase fundamental) de la
sociedad argentina, simultáneamente con el proceso de acumulación
originaria del capitalismo dependiente. En otro nivel de análisis, ese
mismo período corresponde al desarrollo de una crisis de dirección
política (crisis orgánica).
Todas y cada una de estas cuestiones requieren todavía
investigaciones más profundas y rigurosas que las realizadas hasta ora.
De todos modos, es posible presentar un cuadro de conjunto que ilustre
sobre los aspectos fundamentales de largo período fundacional de la
república.

Las contradicciones regionales

Aunque el sistema colonial comienza a alterarse en 1806-07, su


desaparición es resultado de la revolución de 1810. Esta genera, en el
espacio rioplatense un complejo juego de enfrentamientos, una
dialéctica descontrolada y a menudo perversa (en el sentido de tratarse
de contradicciones sin solución), en la que no siempre es fácil distinguir
lo orgánico o estructural de lo coyuntural u ocasional, y en la que está
presente -a veces manifiesta, otras, latente- la tensión entre la
tendencia al centralismo y la tendencia al fraccionalismo, que alcanza
puntos extremos en los casos tempranos de Paraguay, Alto Perú (luego
Bolivia) y la Banda Oriental (Uruguay), que, efectivamente, se fracturan

1
Este texto es una versión resumida y modificada de "Notas sobre la formación
de la burguesía argentina, 1780-1880", ponencia presentada en el V Simposio
de Historia Económica, realizado por la Comisión de Historia Económica del
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y publicada en
Enrique Florescano (comp.), Orígenes y desarrollo de la burguesía en América
Latina, 1700-1955, Editorial Nueva Imagen. México, 1985, pp. 515- 583.

28
de modo definitivo, tensión que, en verdad, no puede resolver
satisfactoriamente la ''solución federal" a la que se llega entre 1862
(reunificación de la república) y 1880 (federalización de la ciudad de
Buenos Aires).
En términos analíticos, esa compleja conflictividad puede
aprehenderse desde tres perspectivas, las de las contradicciones (a)
interregionales, (b) de clases y (e) campo-ciudad. La reunificación de las
tres en una exposición global permite apreciar que ellas expresan las de
una etapa de transición en el interior de la sociedad argentina, en la que
distintos modos y/o formas de producción aparecen dirimiendo sus
diferencias tanto en lo que atañe a la constitución política del país
cuanto a los mecanismos de inserción en el mercado mundial. En
términos generales, dicha sociedad puede caracterizarse como mercantil
simple con fuerte incidencia capitalista, con dos ejes muy bien
articulados: el sector externo (comercio mundial) y el sector productivo
rural (básicamente el ganadero del Litoral), ambos estrechamente
conectados.
Ahora bien, para una cabal comprensión es necesario caracterizar
adecuadamente a cada región, toda vez que cada una contiene
desiguales combinaciones de formas de producción, base de las
contradicciones inter e intramodos y formas de producción en el contexto
de transición de una sociedad colonial a una sociedad capitalista
dependiente. Esta transición interna -no debe olvidarse- se produce
simultáneamente con la que se opera en el sistema capitalista mundial,
especialmente en el centro del mismo, en el que se pasa de la libre
competencia a la fase monopólica. Más aún, esta transición interna forma
parte de la externa, en tanto no sólo se integra, sino que cumple un papel
crecientemente fundamental (lo será mucho más entre 1870-1880 y 1930)
en el proceso de acumulación y expansión mundiales del capitalismo.
Esta es una cuestión central para explicar la articulación entre economía
y política, entre la falta de autonomía (la dependencia, en definitiva) en
el primer ámbito y el alto grado de autonomía, en el segundo. Dicho, en
otros términos: las fuerzas sociales argentinas no tienen capacidad para
desarrollar una economía independiente, pero sí la tienen para organizar
un Estado jurídica, políticamente autónomo (no colonial, ni
semicolonial).
Tradicionalmente se ha distinguido Litoral e Interior como los
grandes bloques regionales. Es necesario complejizar -para aclarar- la
caracterización espacial, pues ni uno ni otro son homogéneos, si bien el
primero contiene elementos unificadores que tienden a predominar,
orientados a la definición de relaciones capitalistas -capitalismo agrario,
más específicamente ganadero-, en particular en las nuevas tierras que
se incorporan a la actividad productiva (la nueva frontera bonaerense,
los montes entrerrianos de Montiel; más tarde, el norte y el sur
santafesinos). En el Litoral se desarrolla, entonces, un área dinámica,

29
articulada con el mercado mundial, capaz de subordinar a las más
retrasadas.
El Interior, en cambio, es mucho más heterogéneo y tanto
económica como socialmente presenta fuertes dificultades para
adecuarse al nuevo contexto económico que viene definiéndose desde
fines del siglo XVIII.
Tal vez resulte útil considerar que el Interior es, en realidad, un
conjunto de cuatro regiones: interior noroccidental o el Tucumán (Jujuy,
Salta, Tucumán, Santiago del Estero), interior andino septentrional (La
Rioja, Catamarca), interior andino meridional o Cuyo (San Juan,
Mendoza, San Luis) e interior mediterráneo (Córdoba). El Litoral
comprende dos regiones: el litoral fluvial (Santa Fe, Entre Ríos,
Corrientes) y el litoral platense atlántico o bonaerense (Buenos Aires).
Esta división en seis regiones se funda en una combinación de
criterios de homogeneización espacial físico-geográfica y espacial
económico-social y debe entenderse como válida para el período que se
cierra hacia 1880-1890, cuando el mapa regional argentino vuelve a
redibujarse. Cada una de estas regiones tiene estructuras sociales
distintas y desiguales ritmos de transformación, los que son más rápidos
allí donde aparecen formas más definidas de producción capitalista,
básicamente en el litoral bonaerense y luego en el fluvial. En las regiones
del Interior persisten más largamente estructuras no capitalistas, con
diferentes formas de generar y repartir excedente. Así, en el Tucumán
los terratenientes-comerciantes de Salta obtienen aquél mediante una
apropiación dos veces exitosa: (a) la originada tributariamente en la
brutal explotación de los trabajadores de las haciendas o estancias
agrícolas y ganaderas y de las plantaciones azucareras, y (b) la que surge
del importantísimo comercio entre el Litoral y el Alto Perú, en particular
el de mulares y algunas producciones artesanales (textiles, herrería y
carretas). Desde los años '20-'30 comienza la conversión de comerciantes
en agroindustriales azucareros, impulsando, con la ayuda de una política
proteccionista, una pujante industria que permite abastecer amplios
mercados regionales y desalojar completamente al azúcar importado a
comienzos del siglo XX.
En cambio, el interior andino septentrional (La Rioja y Catamarca)
es una región aislada en la que la clase dominante -dividida y ferozmente
enfrentada- obtiene un excedente miserable, tanto en el caso de las
haciendas agrícolas de los valles precordilleranos, como en el del
comercio interregional. Algo más favorable es la posición de los
ganaderos llanistas y los invernadores de los valles riojanos. En los valles
catamarqueños la propiedad de la tierra está más dividida y hay una
notable participación de productos mercantiles simples, pero la situación
no es mejor y va deteriorándose paulatinamente.
La economía de pequeños productores alcanza niveles considerables

30
en Cuyo, mientras en Córdoba ella va desplazando a las formas
tributarias, aunque la región mediterránea presenta una fuerte
resistencia al cambio estructural y la economía heredada de la Colonia
persiste por lo menos hasta la década de 1860, de modo que el excedente
principal se obtiene del comercio interregional.
En todos los casos, la distribución capitalista subordina a la
producción, por lo general no capitalista, lo que explica el peso de los
comerciantes. Esta es una cuestión importante, que requiere un
tratamiento cuidadoso, más detenido del que puede dársele en este
texto. No obstante, debe apuntarse que la subordinación de la
producción encuentra su clave explicativa en el hecho de que ésta
frecuentemente opera como nexo con una esfera productiva mayor (la
de las economías centrales, con la inglesa a la cabeza) y, en definitiva,
con el mercado mundial; en cambio, es menos relevante su función
articuladora de economías o mercados regionales o locales (internos).
En el interior de cada región hay una clase dominante enfrentada
con sus propias clases subalternas, pero también con contradicciones que
la oponen a las clases dominantes de otras regiones. Es así como el
conflicto que en principio aparece como un conflicto entre regiones, en
un segundo momento se nos revela como una contradicción de clases,
que a veces es interclases y otras intraclases. Sustancialmente se trata
de un conflicto entre clases dominantes, no siempre necesariamente por
intereses económicos antagónicos o diferentes, sino por razones
políticas. También es cierto que en algunas regiones, como en el
Tucumán -particularmente en Salta y Jujuy- la contradicción entre las
clases dominantes y subalternas -generalmente contenidas
coercitivamente- se torna en ocasiones principal: tal el caso de Salta en
el período del liderazgo político militar de Martút Miguel de Güemes, o
el de la Puna jujeña cuando las revueltas agrarias de 1872/1875.
Ahora bien. la heterogeneidad estructural es uno de los elementos
que explica las características de la sociedad argentina decimonónica,
pero no es el único. A su lado hay que colocar la debilidad estructural de
las "clases" y grupos actores del proceso. Es ella la que obstaculiza el
camino hacia la formación de la nación, del mercado interno y del Estado
nacional, objetivos relativamente alcanzados cuando los terratenientes
del litoral logran hacer de sus intereses particulares los generales de la
sociedad.

Nación y Estado Nacional

La ruptura de la situación colonial y las consecuentes guerras de


independencia ponen en plano relevante un problema nuevo: el de la

31
relación entre la cuestión nacional, el conflicto social y la lucha política.
Puede suponerse, entonces, que la guerra contra los españoles convoca
a la integración social y a una identidad colectiva nacional. Sin embargo,
no es así como se desenvuelve el proceso histórico, pese a la invocación
que se hace a la patria, o a que la Marcha Patriótica proclame
solemnemente "se levanta a la faz de la tierra/ una nueva y gloriosa
nación”. Durante buena parte del siglo, la "patria", el "país" es para cada
habitante de las Provincias Unidas (casi siempre un eufemismo) o de la
Confederación, su provincia, su "patria chica". Esteban Echeverría, entre
otros, lo indica claramente: "¿Qué significa, pues, para vosotros la patria?
¿Es acaso el terreno donde nacisteis? Pero entre vosotros hay correntinos,
porteños, tucumanos, entrerrianos, y cada uno peleará por su pedazo de
2
tierra".
Las guerras independentistas se convierten básicamente en
campañas militares y sólo en pocas ocasiones (en la Banda Oriental
artiguista, en la Salta de Güemes) son verdaderas luchas populares. Más
aún, a menudo los gobiernos deben recurrir a medidas coercitivas para
integrar las fuerzas militares y/o para evitar deserciones. Buena parte
de las acciones que llevan a y aseguran la independencia argentina
encuentra su razón más en la debilidad interna de España que en la
fortaleza y cohesión de los revolucionarios, más en la calculada
estrategia guerrera de San Martín que en el entusiasmo y la participación
popular en la guerra. Hay conciencia estamental, hay conciencia
comarcal. provincial, pero cuesta encontrar una conciencia de nación
que se extienda por el conjunto del espacio geográfico-social que aspira
a definirse en nuevos términos. No es posible encontrar procedimientos
creadores de una comunidad que identifique el territorio que ocupa con
la nación argentina. La definición de una identidad colectiva, no
obstante, es esencial para que una sociedad se consolide y desarrolle; es
ella la que vincula el Yo y el Nosotros. Puede decirse también, como
Jürgen Habermas, que la nación es una estructura de conciencia social
que asegura la identidad colectiva.
Los dirigentes de la revolución y del ciclo pos-revolucionario que
advierten la necesidad de crear esa conciencia y las dificultades para
ello, creen que la solución pasa por la centralización del poder y la
desaparición de las más pequeñas unidades de integración social,
claramente representadas por los cabildos. Más a menudo -porque, en
rigor, las localidades con cabildos no son tantas- esa integración se
realiza en las propias unidades de producción, como las estancias,
haciendas, donde la experiencia ciudadana común no existe y sólo se
afirma la vieja concepción estamental, jerárquica (paternalista, en el el
mejor de los casos) del orden colonial. Empero, esa concepción y esa
2
Esteban Echeverría. Dogma Socialista de la Asociación de Mayo precedido de
una Ojeada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata desde
el año 37, Editorial Perro Buenos Aires,1958, p.92.

32
práctica centralistas, como también su antagónica, la autonomista (que,
por cierto, no debe confundirse con la concepción federal, de aplicación
efímera en el litoral artiguista) llevan a colocar la construcción del
Estado nacional en el plano prioritario, aunque la demora en concretar
esa tarea es suficientemente ilustrativa de las persistentes dificultades
que ella implica.
Si bien fracasan tanto las políticas de convenir a un gobierno
centralista (unitario), cuanto a uno federal, en el mecanismo unificador
de esas unidades dispersas, es evidente que una y otra apuntan a
privilegiar el papel del Estado como tal elemento unificador. Es el Estado
(no la nación) quien aparece como garante (e incluso, antes, constructor)
de la identidad colectiva. Se suceden gobiernos, centrales, autonomistas
(como en el largo período rosista), y hasta confederal (1853/1862,
período en el que incluso hay una provincia Estado secesionada), pero no
hay un Estado ni centralista, ni federal, ni, mucho menos, nacional. Y
habría que ver si, en rigor, lo que se construye en 1880 no es un Estado
central, más que un estado nacional (la opción por un criterio de
ciudadanía restringida es aquí un elemento decisivo. Accesoriamente,
una historia de las luchas por la extensión de la ciudadanía, en Argentina,
desde Mariano Moreno y José Artigas hasta Roque Sáenz Pena y Juan B.
Justo, resultaría sumamente ilustrativa sobre el particular).
La cuestión, como se aprecia, es harto compleja y no puede tratarse
más detenidamente aquí. Hacen falta, además, muchas investigaciones
para dilucidarla más satisfactoriamente. Empero, no puede dejar de
trazarse -aun provisoriamente- un esquema general que sirva de guía. Y
no debe olvidarse que avanzaren el conocimiento empírico implica
también avanzar en los planos teórico y metodológico.
La persistencia de elementos de larga duración, originados en el
pasado colonial, pesa fuertemente tanto en el plano de la estructura,
cuanto en el edificio jurídico-político y en el de las mentalidades; en
todos los casos opera como una traba formidable para definir la
construcción de una nueva sociedad. La tardía división administrativa que
había consagrado el reformismo Borbón no tiene ni una antigüedad ni una
consistencia tal que pueda parecer una tradición fuertemente asentada,
frente a la cual las innovaciones revolucionarias han de estrella. Sin
embargo, la "juventud" de aquéllas no deja de expresar una plurisecular
tendencia al predominio de lo comarcal, ahora ambiguamente
entremezclada con la vocación centralista que los Borbones han afirmado
como garantía contra la disgregación. Esta ambigüedad es heredada por
la revolución y sus sucesores, apareciendo bajo la forma de la tensión ya
señalada entre la tendencia al centralismo y la tendencia al
fraccionalismo o, en el mejor de los casos, al autonomismo.
La fuerte dificultad para constituir un mercado interno es, una vez
más, muestra elocuente de la persistencia de lo comarcal, de lo
particular. Mantenimiento de aduanas interiores y de políticas

33
impositivas gravosas de la circulación de mercancías, trabas a la libre
circulación de las personas (lo que impide la formación de un mercado
libre de fuerza de trabajo),la ausencia de buenas vías de comunicación y
de políticas para crear otras (navegación fluvial, ferrocarriles), escasa
renovación y ampliación del utillaje tecnológico aplicado en los
diferentes procesos de trabajo, mantenimiento de un bajo grado de
división social de trabajo, confusión en los medios y mecanismos de pago
en las transacciones comerciales y en las relaciones laborales,...he ahí
apenas algunos de los hechos que frenan el proceso constitutivo de un
mercado nacional, situación agravada por los mecanismos de
dependencia económica.

La acumulación originaria

Simultáneamente con los procesos señalados se desarrolla otro,


también significativo: el de acumulación originaria del capitalismo
argentino, en primer lugar del capital ganadero del litoral platense y del
litoral fluvial. Se trata de un proceso que presen su especificidad, pues
.se realiza en una situación de dependencia -con la ya señalada falta de
autonomía para el desarrollo económico-, en la que, por un lado, él
continúa una previa y prolongada inserción en la etapa de acumulación
originaria del capitalismo europeo y redefine sus relaciones con éste,
también él en una fase de transición; por otro lado, esa situación de
dependencia no impide, aunque condiciona fuertemente, una
acumulación originaria interna, privativa del capitalismo argentino.
Dicho de otro modo: el análisis histórico concreto muestra cómo la
economía del país se articula con el sistema capitalista mundial en una
relación de dependencia, pero el análisis lógico de mismo proceso indica
que la constitución de un capitalismo dependiente no deja de seguir
mecanismos universales.
Los límites de la acumulación originaria van a definir los de la
Argentina dependiente; las disímiles características que ella presenta en
las distintas regiones contribuyen a explicar la desigual conformación de
las clases, el difícil camino que lleva a la constitución de una burguesía
de alcance nacional y el tortuoso proceso de formación del Estado
nacional.
La acumulación originaria es un proceso que comprende dos
aspectos: a) la concentración de la propiedad mediante la presión
económica, el monopolio, la usura o la expropiación efectiva y b) el
consecuente despojo de los antiguos propietarios. La acción de
acumulación originaria debe interpretarse, según Maurice Dobb: “… en
primer lugar, como una acumulación de derechos -de títulos sobre

34
patrimonios existentes, acumulados ante todo por razones
especulativas- y en segundo lugar, como acumulación en de una clase
que, por su especial posición dentro de la sociedad, es capaz de
transformar en definitiva esos títulos acumulados de patrimonio en
medios efectivos de producción. En otras palabras, cuando se habla de
acumulación en un sentido histórico, nos estamos refiriendo a la
propiedad de patrimonios y a una transferencia de propiedad, y no a la
cantidad de instrumentos tangibles de producción en existencia".3
Las maneras de incrementar el patrimonio de la burguesía en esta
fase parecen reducirse a dos categorías principales: a) la adquisición de
"un tipo particular de propiedad cuando es excepcionalmente barata"
para "venderla en un período posterior, cuando su valor de mercado es
relativamente alto, a cambio de otras cosas". En esta segunda fase, que
es la más importante, el rasgo esencial consiste en que "el resultado
depende de un aumento del valor de capital de la propiedad; no del
ingreso o del ahorro practicado sobre el". Para que ese incremento
alcance un nivel elevado, amplio, se requieren circunstancias muy
especiales, que aparecen en algún momento del proceso, que se divide
en dos partes: a) la fase de adquisición, un mecanismo fundamental para
la creación de condiciones favorables a la segunda fase, b) la de
realización o acabamiento. La fase de adquisición implica una "creciente
concentración de la propiedad existente y el despojo simultáneo",
mientras en la fase de acabamiento se realizan o venden, al menos en
parte, “los objetos de la acumulación originaria"; ello permite "una
efectiva inversión en producción industrial".
Si bien "ambas fases deben ser consideradas, necesariamente,
distintas en el tiempo", es cierto que, en alguna medida, se superponen;
pero esta superposición dista de ser completa, por el hecho de no existir
aún las condiciones necesarias para que las inversiones en la industria
resulten beneficiosas (inversiones sujetas todavía a dificultades,
contingencias y menor liquidez del capital industria). Tales condiciones
han de darse cuando el proceso de concentración haya llegado a un punto
tal que sea efectiva la desposesión de los anteriores propietarios y la
existencia de una clase de desposeídos numerosa. "En cierta medida,
también, la acumulación de capital se produjo todo el tiempo a través
de un vuelco directo de ganancias corrientes a la financiación de un giro
comercial incrementado, así como de la industria doméstica, y parte de
la riqueza que la burguesía dirigió hacia la tierra no sólo se aplicó a la
compra de hipotecas y a la transferencia de un patrimonio existente
4
sino, también, al mejoramiento de la tierra."
El análisis de Dobb discurre sobre el desarrollo capitalista "clásico”,

3
Maurice Dobb, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, Siglo Veintiuno,
Buenos Aires, 1971, p.216.
4
Ibídem, p.217-233.

35
pero sus observaciones metodológicas son útiles para analizar otros
casos. En mi opinión, en el período que nos ocupa nos encontramos, en
el Río de la Plata, en la primera fase de la acumulación originaria, la de
adquisición -al menos preponderantemente. Dentro de tal fase, la
segunda manera posible de incrementar el patrimonio aparece como la
más importante, vale decir, la adquisición de propiedades
excepcionalmente baratas, en particular en Buenos Aires.5 Pero aquí
aparecen peculiaridades del desarrollo capitalista argentino: la burguesía
no acumula comprando tierras a sus anteriores propietarios, sino al
Estado (tierras públicas), a través de un proceso de expansión de las
fronteras que desaloja a los indios y gauchos y consolida la propiedad
terrateniente. 6 La mayoría de las veces ni siquiera la compra: la obtiene
gratis o a un costo extremadamente bajo. Pero, en cualquier caso, la
concentración de la propiedad existente se produce de manera distinta
de los modelos "clásicos", incluyendo los Estados Unidos, donde la
apropiación de tierras se realiza como aquí, también a costa de los indios,
pero creando una clase de medianos propietarios rurales fuertemente
opuestos a los terratenientes, los que se imponen en el sur, territorio de
plantaciones y trabajo esclavista. En Estados Unidos la frontera es un
espacio ocupado por hombres; en la Argentina, por ganado.
Halperin Donghi ha señalado que el movimiento de 181O provoca dos
innovaciones esenciales en el comercio exterior, que influyen en el
proceso de expansión de la ganadería bonaerense: el comercio libre
(anterior a Mayo, pero consolidado por la revolución) y la crisis de la
ganadería entrerriana y oriental (consecuencia del alzamiento rural de
1811, la guerra contra los realistas y los portugueses –“que consume la
riqueza ganadera, desordena los circuitos de comercialización"-, y más
tarde a Jos porteños), que a partir de 1814 se extiende al conjunto de la
Mesopotamia (Corrientes y Entre Ríos se recuperarán después de 1830).
"En estas condiciones, el estímulo que significa la libertad de comercio
se orienta, sobre todo, a las comarcas no tocadas por la guerra civil:
entre ellas las zonas del interior mejor ubicadas respecto del centro
exportador de Buenos Aires (y la expansión de la ganadería desde
Córdoba hasta Mendoza es señalada por los comerciantes británicos, que

5
En el sur santafesino, cordobés, puntano y mendocino esa apropiación es
más tardía, posterior a la campaña del desierto de 1879. También es tardía
en el norte de Santa Fe.
6
En este sentido se parece a Alemania oriental, donde los junkers desalojan
campesinos y amplían sus propiedades. Pero la semejanza termina allí, pues
el desalojo de indígenas no tiene el mismo significado económico y social que
el de los campesinos. Según acaba de indicarse, ese proceso se produce en
Argentina, en la expansión de la frontera sur, pampeana, de Buenos Aires a
Mendoza; la ocupación del espacio chaqueño presenta otras características,
aunque la eliminación física del indio no está excluida. Por otra parte, es
bueno tener presente que la propiedad terrateniente se consolida por
entonces, el latifundio capitalista no puede asimilarse al latifundio colonial.

36
en 1824 redactan un admirable informe sobre la situación económica
rioplatense, como una de las más importantes innovaciones que la
revolución introduce en la economía regional).7
El mismo Halperin ha explicitado cual es el mecanismo económico
de la expansión ganadera bonaerense, cuya base es la exportación de
cueros (no menos del del total de las exportaciones, en valor, durante la
primera mitad del siglo pasado), acentuada por la "aparición de nuevos
rubros exportables vinculados con la ganadería vacuna...; gracias a una
explotación más completa del animal era posible seguir produciendo
cueros con buen margen de ganancia, pese a que los precios internos del
ganado tienden durante este períodos subir y los mundiales del cuero se
orientan, sobre todo a partir de 1830, hacia una lenta baja". El "secreto"
de esta expansión se encuentra en las "ganancias muy elevadas y, sobre
todo, (en las) modestas inversiones iniciales de capital" de la ganadería
rioplatense, lo que explica el "arcaísmo técnico que caracteriza a esta
etapa ganadera", agravado por la escasez de capitales, que a juicio de
este autor se encuentra en la pérdida de su carácter de intermediario
comercial que tenía Buenos Aires respecto del Alto Perú y Chile, más que
8
en la balanza de comercio deficitaria.
A partir de 1815, pero sobre todo desde 1820, los ganaderos
porteños se van convirtiendo en el sector económico, social y político
más importante de la sociedad rioplatense, proceso que se refuerza por
la incorporación a él de comerciantes y por el gobierno del general Martín
Rodríguez, cuando los directoriales invierten en su favor -y el de la
provincia- la derrota que les infligieran las montoneras litoralenses en
Cepeda. Pocos años después, a partir de 1829, los ganaderos bonaerenses
vivirán en lo que han empezado a construir desde 181O: el "paraíso
terrateniente".
En algunos casos -como el de los Anchorena, por ejemplo- un
productor ganadero es también un agricultor, productor de trigo. Esta
combinación ganadería-agricultura -en rigor, rara en la primera mitad
del siglo- ofrece, en consecuencia, ganancias muy elevadas. Pero en las
condiciones del mercado de trabajo, con crónica escasez de mano de
obra, no es fácil ejercitarla. En el caso de los saladeros, las inversiones
iniciales son también escasas. El de Staples y McNeile -Emnsenada, 1810
insume menos de $ 16.500 en gastos de instalación (incluyendo la sal),
$36.500 en jornales y ganado durante los dos primeros años. La sociedad
Dorrego, Rosas y Terrero (Las Higueritas, 1815) eroga $ 12.832 con 3.5
reales (2.009, 3.5 en la instalación del establecimiento más 10.823 en
gastos de negocio y compras): en un año y medio de actividad este

7
Tulio Halperín Donghi, "La expansión ganadera en la campaña de Buenos
Aires (1810-1852), en Torcuato Di Tella y Tulio Halperin Donghi (comps.), Los
fragmentos del poder, Editorial Jorge Alvarez, 1969 p.24.
8
ibidem, p. 25 y 28.

37
saladero arroja una ganancia que sobrepasa el doble del capital
invertido. Pero en este sector irán disminuyendo mientras pasan los años,
porque la industrialización misma conduce a un reajuste de ese nivel de
precios (del ganado), que comprime las ganancias del industrializador 9.
El proceso inflacionario que vive en el país entre febrero de 1826 y
mediados de 1830 beneficia sobre todo a los ganaderos. En el clásico libro
de Jacinto Oddone puede verse la lista de 538 enfiteutas que se reparten
8.656.000 ha de tierras bonaerenses entre 1822 y 1830, período cuya
segunda mitad está signada, justamente, por la inflación10. Esto viene a
ratificar una afirmación de Dobb, en el sentido de que dentro de la
primera fase de la etapa de acumulación originaria la inflación de precios
influye poderosamente para facilitar la transferencia de tierras a manos
burguesas. La particularidad del Río de la Plata -ya se ha dicho- es que
esta transferencia no se realiza entre propietarios de distintas clases
sociales, sino que los nuevos y viejos terratenientes las obtienen del
Estado (tierras públicas), al que, por otra parte, controlan. Esto es, se lo
autoadjudican. Tal proceso ha de continuar de manera casi
ininterrumpida hasta los primeros años del siglo actual, e indica cómo el
control del poder del Estado sirve para que la clase dominante utilice sus
11
mecanismos para acrecentar su propio capital. En este sentido,
Halperin ha mostrado, por un lado, cómo, en Buenos Aires, "el Estado
provincial, administrado desde fines de 1820 por una élite administrativa
y profesional urbana, colocada en el poder por el ejército que custodia
la frontera indígena y por milicias rurales que durante la agitada década
revolucionaria han suplido a menudo la ausencia de fuerzas regulares,
deben tomar a su cargo tareas esenciales en el proceso expansivo": la
defensa misma de la frontera, el gobierno y la administración de la
campaña, y otras relacionadas con la apropiación de la tierra, 12 y por

9
ibidem, p. 36.
10
Jacinto Oddone, La burguesía terrrateniente, cuarta edición, Ediciones
Líbera. Buenos Aires, 1967, p. 75-90. Véase también la nómina de enfiteutas
compradores en la venta de 1.500 leguas de tierra dispuesta por Rosas (ley del
10 de mayo de 1836) y la de arrendatarios de acuerdo con la ley del 1º de
octubre de 1857, en p. 101-109 y 1126-136. Entre los enfiteutas, los
principales beneficiarios son Estaquio Diaz Vélez (unas 385.00 hs°), Tomás M.
de Anchorena (alrededor de 322.000 ha) y Aguirre Rojas (casi 270.00 ha). Vide,
asimismo, La detallada exposición de datos que realiza Andrés M. Carretero
en la propiedad de la Tierra en la época de Rosas. Editorial el Coloquio,
Buenos Aires, 1972, p. 60- 160.
11
Sergio Bagú ha estimado en 33.500.000 ha el total de tierras públicas
entregadas a particulares en el lapso de 75 años comprendido entre el primer
gobierno de Rosas y el final de la segunda presidencia de Roca (1899- 1904).
12
Tulio Halperin Donghi, ''La expansión de la frontera de Buenos Aires (1810-
1852)" en Alvaro Jara (comp.) Tierras nuevas. Expansión territorial y
ocupación del suelo en América (siglos XVI-XIX ), El Colegio de México, 1969,
p.86-87.

38
otro lado ha destacado algo que se relaciona con mi afirmación
precedente: "el régimen de enfiteusis, si no suprime la hegemonía de los
grandes hacendados en el sector rural, tiene una consecuencia social
cuya importancia no podría exagerarse: al poner a disposición de los
posibles compradores de tierras extensiones prácticamente gratuitas
impide que se acelere la valoración de la tierra; asegura que el efecto
de una disponibilidad tan vasta de tierras nuevas se mantenga, durante
un período relativamente prolongado. Gracias a ello los costos de
producción ganadera pudieron mantenerse bajos". 13
La aparición y desarrollo del saladero constituye el elemento divisor
de funciones dentro del sector o fracción de los hacendados: cría e
invernada. Si bien la invernada del siglo pasado es meramente
cuantitativa (suma kilos), incide en una temprana diferenciación y
especialización ganadera que resulta del doble efecto de la calidad de
los pastos (tierras con pastos tiernos por acción de una prolongada
presencia de animales) y de la proximidad al centro consumidor, sea para
el saladero o para el faenamiento. En esa época, el invernador no puede
estar ubicado geográficamente en otro lugar que no sea ése, el cercano
a la ciudad de Buenos Aires, mientras que tierras que se van ganando -la
frontera expandida- se destinan a cría (pastos más duros).
Está claro que más tarde el ferrocarril, al permitir el acercamiento
del ganado por otro medio de transporte distinto de su propia
locomoción, borra esta primera división de zonas de cría e invernada y
establece otras nuevas. La consecuencia no es sólo la diferencia que el
ganadero percibe en su renta (en este caso, primera forma de la renta
diferencial), sino cómo afecta la acción de los saladeristas. Giberti ha
indicado que los campos de cría se encuentran al sur de Buenos Aires (las
nuevas tierras), y los de invernada al norte, entre los saladeros y
aquellos; en tal ubicación, los invernadores compran “puntas de novillos
al corte a los estancieros, para luego clasificarlos y engordarlos. Al actuar
en forma decisiva la ubicación del campo, se facilita la acción conjunta
de los saladeristas, que eran a su vez los principales invernadores. En
definitiva, el saladero aleja doblemente al productor del centro de
consumo" y lo deja en desventaja, sometiéndolo a los precios impuestos
por los saladeros. Es que ahora el vacuno no sólo provee el cuero y la
grasa (etapa de nuestra historia ganadera en que los estancieros crían y
matan en sus propias estancias para luego llevar el producto a los
comerciantes, cuando no van éstos mismos a buscarlos), sino la carne
para salar (en gran escala, para exportar); y en esta situación el
productor vende el animal en pie, encargándose el saladerista de lo
demás; pero si la estancia no se encuentra cercana al establecimiento
industrializador, la presencia del invernador (que compra al criador para

13
T. Halperin Donghi,"La expansión ganadera..."art . cit. p.58.

39
14
vender al saladero) constituye una etapa intermedia.
El saladero es una actividad industrial capitalista en la que el hecho
Dominante es que quienes la ejercen son terratenientes (Dorrego,
Trápani, Rosas), o comerciantes deviniéndolo (los Anchorena que están
detrás de Rosas), o barraqueros (el oriental Pedro Trápani). En cualquier
caso -de origen terrateniente o comercial-, el capital invertido en la
industria saladeril lo es en carácter accesorio a otras actividades
(ganadería o comercio), y no constituye un capital comercial devenido
industrial y que como tal capital industrial adquiere autonomía y
termina dominando a aquél.
En las condiciones existentes en la primera mitad del siglo XIX, los
terratenientes y comerciantes rioplatenses encuentran una manera de
sortear el obstáculo de la escasez de capitales y de acumulación
mediante el impulso de una actividad productiva que se caracteriza por
necesitar una inversión inicial baja y redituar altas ganancias. Las
inversiones rurales, manifiestamente en ascenso a partir de la década de
los veinte, reemplazan a aquellas preferidas del final colonial: el
comercio de exportación e importación, las fincas urbanas y las
compañías metropolitanas. El comercio importador-exportador será cada

vez más una actividad controlada por los comerciantes británicos


residentes en el país, dependientes de las casas metropolitanas. En el
reacomodo que se produce, los comerciantes rioplatenses se convierten
en: a) socios menores del comercio de Londres y Liverpool (Braulio Costa,
Aguirre, Félix Castro), b) terratenientes (Anchorena, Sáenz Valiente,
Santa Coloma, Alzaga) o bien, en el caso de los arruinados, c) en agentes
15
políticos de los grupos dominantes (Sarratea, Beláustegui).
Acompañando - tal vez marcando el rumbo- el proceso de
acumulación de tierras por los comerciantes, se encuentran los
comerciantes ingleses. Los primeros de estos llegan al Plata con las
invasiones de 1806/1807 y la apertura del puerto de Buenos Aires al
comercio libre. Ellos cumplen una función disociadora de las estructuras
tradicionales del mercado porteño (Halperin), la cual no puede impedir
algunas medidas gubernamentales. Ferns opina que la supervivencia y el
crecimiento de dicha comunidad, después de 181O, quedan librados a su
capacidad en la materia, la que se manifiesta a través de tres elementos:
el bajo costo de las manufacturas, la abundancia de capital comercial y
la experiencia y vinculaciones comerciales. 16 Para Halperin es posible
distinguir dos etapas: en la década de 1810 predominan los mercados
ambulantes, poco afectos al crédito, alejados de la complicada
14
Horacio Giberti, Historia económica de la ganadería argen1ina, tercera
edición, Solar/Hachette, Buenos Aires. 1970.p.96-97.
15
T. Halperin Donghi. "La expansión ganadera...", p. 56.
16
H. Ferns, Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX. Solar/Hachette
1ra.reimpresión, Buenos Aires, 1968, p.90.

40
personificación del sistema tradicional y prontos a buscar directamente
a los productores; en la década siguiente, en cambio, la aventura cede
lugar al intercambio de cuero rioplatense por algodones de Liverpooll.17
En el período se va produciendo una clara división de trabajo, una
especialización de comerciantes, cuyas consecuencias económicas y
sociales han de ser importantes durante largos años: en líneas generales,
los comerciantes británicos controlan el Comercio exterior, y los
rioplatenses el interior (fluvial y terrestre), aunque en uno y otro hay
alguna presencia nacional y extranjera respectivamente. Así, por
ejemplo, Manuel Riglos, Antonio Lezica, Juan Pedro Aguirre y Manuel
Arroyo y Pinedo son destacados comerciantes argentinos vinculados al
comercio exterior. De la misma manera, se cuentan importantes
comerciantes extranjeros que son propietarios de embarcaciones de
cabotaje, que se suman a navíos de ultramar; es el caso de John
Robinson, James Brittain, Thomas Nelson, William Parish Robertson,
Roben Taylor. Ellos compiten con un fuerte núcleo de comerciantes del
país que controla el transporte fluvial (cabotaje): José de Roxas, Remigio
González Moreno, Antonio Bernárdez, Mariano Vidal, Francisco Dorrego,
Angel Villegas, Juan Lindo, Cosme J. Farías, Mariano Pascual y otros.
Halperin explica que la actividad de los comerciantes como
compradores de tierras obedece "en parte (a) las dificultades que los
grandes comerciantes hallan para prosperar en un nuevo clima dominado
por la relación con Inglaterra", agregando que "junto con ellos los que los
han marginado en sus actividades tradicionales se hacen presentes en
áreas rurales: en Buenos Aires, que no conoce limitaciones al acceso de
los extranjeros a la propiedad inmueble, habrá bien pronto hacendados
18
británicos y norteamericanos". Un contemporáneo del proceso, el
cónsul inglés Woodbine Parish, cree que el estímulo que tienen los
extranjeros para invertir en estancias, granjas, saladeros y otras
empresas ganaderas es consecuencia de la guerra de 1825-1828.
Si los comerciantes ingleses controlan el comercio de ultramar,
relegando el interior a los nativos, los hacendados porteños mantienen
el control de la producción, si bien relegan el transporte y
comercialización. Desarmando la argumentación de José María Rosa -que
cree que la exportación de la producción saladeril a las plantaciones
tropicales es un elemento de independencia económica- Halperin Donghi
ha indicado que "... en la medida en que la salazón no reemplaza sino
complementa la exportación de cueros, y cada etapa en la expansión del
salado se traduce de inmediato en un mayor stock exportable de
aquellos, que sólo podría colocarse utilizando los servicios, siempre
imprescindibles, de ese sistema de comercialización. La consecuencia de
la actividad de los saladeristas no es la independencia económica, sino

17
T.Halperin Donghi, "La expansión ganadera...", p. 47.
18
T. Halperin Donghi, La expansión de la frontera...", p.79.

41
el mantenimiento de altas ganancias para los hacendados en medio de
una continua expansión productiva. En esta primera escaramuza (entre
los saladeristas y los abastecedores, en 1817) se afirma ya lo que será la
política de la clase terrateniente que llegará luego a ser hegemónica;
reservarse la producción; ceder a asociados muy frecuentemente
extranjeros el transpone y comercialización, manteniendo sobre ellos el
control imprescindible para que en la distribución del provecho no
queden esos asociados con la parte más importante; esa política, cuya
eficacia se mantendrá hasta 1910 en cuanto al cereal y hasta 1925 en lo
que toca a la carne, se manifiesta ya en sus rasgos esenciales cuando de
esa clase no hay sino un esbozo".19
De aquí pueden inferirse algunos aspectos realmente importantes y
determinantes: a) los límites económicos de la burguesía, incapaz: a) de
controlar la comercialización de ultramar (importación y exportación) y
el transporte; b) la exportación de excedente a través de dos mecanismos
ya señalados, el control del transporte a distancia (que incluye pago de
fletes y seguros) y de la comercialización (a los cuales se agrega el
control de las inversiones bancarias y la consecuente salida de acciones
hacia Londres); esta exportación de excedente beneficia a la burguesía
inglesa y a sus adelantados en la capital rioplatense; e) el plusvalor,
generado en el interior de la sociedad bonaerense en sus expresiones
económicas más capitalistas -la estancia y el saladero- es apropiado por
los ganaderos, pero la masa de plusvalor se reparte entre éstos y los
comerciantes ingleses; d) la alianza de clases que se articula
implícitamente, a través de una coincidencia de intereses, entre los
ganaderos bonaerenses y la burguesía inglesa, cuya expresión directa o
visible son los comerciantes radicados en Buenos Aíres; pero detrás de
éstos están los burgueses residentes en el Reino Unido, mandantes de
ellos. Que esta alianza es ventajosa y férrea lo demuestra el hecho de
que, pese a varios enfrentamientos, dura un largo siglo.
En cuanto al interior, si bien se observa - manifiestamente en
Córdoba y La Rioja- un desplazamiento hacia la ganadería, es decir, a la
esfera de la producción, la actividad económica predominante sigue
siendo la distribución y cambio, la circulación de mercancías, o sea, el
comercio. Ello hace que sean los comerciantes quienes detecten el
poder: en Tucumán lo monopolizan, al igual que en Salta, donde lo
refuerzan por su carácter de terratenientes invernadores de mulas (y
Salta es el lugar donde los antagonismos y las tensiones sociales alcanzan
su mayor magnitud); también dominan en Córdoba (del Signo, Fragueiro,
Carreras, Malde, Tejerina, Urtubey, Bustos, etc.), si bien aquí los
ganaderos disputarán con algún éxito las posiciones de privilegio y
tentaran la apertura al mercado externo rompiendo con Buenos Aires a
través de la alianza con los orientales insurgentes: la reacción directoria!
19
T. Halperin Donghi, “La expansión ganadera...” , p. 53, las cursivas son del
autor.

42
terminará con este efímero intento, cuya cabeza visible es el coronel
José Javier Díaz, propietario de la rica estancia de Santa Catalina
(antiguo dominio de los jesuitas que su padre adquirió en remate), último
comandante de armas del poder español, prestamente volcado a la causa
separatista, donde encontrará el apoyo de quien será, en un lustro, uno
de los más enconados adversarios, el futuro directorial Juan Martín de
Pueyrredón.
En Mendoza, el vuelco hacia la ganadería de engorde reasegura el
dominio de los productores y comercializadores de la agricultura de
oasis. Las otras dos provincias cuyanas, al igual que La Rioja, Catamarca,
Jujuy y Santiago del Estero, dependen de alguno de los cuatro centros
arriba indicados.
Estos comerciantes del interior (y también los del litoral fluvial) han
dependido durante la colonia de los monopolistas radicados en la capital
virreinal; después del 1O, cuando éstos son desplazados por los sectores
consolidados a través de la política de libre importación y libre comercio,
la dependencia será de éstos, obligados distribuidores de las mercancías
europeas y compradores de la producción local. A veces deben sufrir en
su misma comarca la competencia de los comerciantes ingleses y
porteños; entre éstos, por ejemplo, Tomás Manuel de Anchorena, que se
encuentra en el norte del Tucumán y el Alto Perú, siguiendo los vaivenes
del Ejército Auxiliar, tratando de colocar los envíos que le llegan de
Buenos Aires o que solicita en dicho lugar; en 1812, para ilustrar un caso
concreto, se encuentra en San Salvador de Jujuy, y, por ello mismo, es
terreno de disputa entre los comerciantes porteños y los locales
(conjunto de pulperos monopolistas, en opinión de Anchorena). Estos
acuden reiteradamente al Cabildo de su ciudad solicitando se graven con
mayores impuestos a sus competidores “de abajo".20
El caso de los Anchorena ejemplifica, además, un estilo comercial
incisivo a la vez que prudente, que no desdeña ningún medio (incluyendo
el contrabando) y donde la racionalidad (el cálculo económico aparece
dominando), guía la actividad. Contrasta, además, con el de algunos
comerciantes ingleses -los Robertson, en primer lugar- que recorren el
litoral hasta Asunción comprando personalmente y hasta arriesgando su
capital en cuanta aventura les sedujera en ese verdadero ejercicio de
economía recolectora. Los Anchorena, en efecto, montarán toda una red
de consignatarios y apoderados atentos a la situación particular que Vive
la zona en la que actúan: así, mientras Tomás Manuel opera en el norte
y Alto Perú, Juan José Cristóbal atiende la conducción general de la casa
y las relaciones con el exterior; al mismo tiempo, Francisco Alsogaray
cubre la banda occidental del Paraná desde su centro en la ciudad de
Santa Fe, donde también actúa otro colaborador directo, Juan Garrigó,

20
Andrés Carretero, Los Anchorena, Política y negocios en el siglo XIX, Ediciones
8°Década. Buenos Aires, 1970, p.27-28.

43
vinculado al gobierno; en Entre Ríos, la asociación es con Francisco
Antonio de la Torre (que en 1817 será alcalde de segundo voto de la
Bajada);Benito Torres y Juan Alsina son los agentes comerciales en
Mendoza, mientras Bartolomé Carreras y José Joaquín de la Torre lo son
en Córdoba. En el exterior las vinculaciones son amplísimas: en Chile,
con Tomás Ignacio de Urmoneta, Solar y Campbell; en Río de Janeiro con
Sebastián Lezica -a quien el representante norteamericano John Murray
Forbes llamará gran maestro contrabandista y le achacará
responsabilidad en cuanto negocio ilícito se realice en el comercio
porteño-, Diego Gil y el apoderado Ribeiro; en la mismísima España, con
Juan Genesy y Cia; en Inglaterra los Anchorena operan con Hullet
Brothers y a través de su agente en Londres, Félix Castro; por otra parte,
el tercer hermano, Mariano Nicolás -para quien la situación que vive en
Buenos Aires no ofrece suficientes seguridades- hará. negocios en
Santiago, Río y Montevideo. Esa red comercial en el interior y el Litoral
permite que la familia porteña a sortee el obstáculo de las fluctuaciones
de los precios de algunos productos internos (cueros, básicamente)
mediante el oportuno aprovechamiento de precios locales; pero también
indica la sujeción del comercio local al de importación y exportación
radicado en Buenos Aires.
Esa penetración de capitales porteños en las economías del interior
no desdeña renglón, ni siquiera aquellos que se presentan como
riesgosos, como el de la minería. Cuando se experimenta la especulación
en minas, en la década de los veinte, capitales de comerciantes y
terratenientes bonaerenses aparecen vinculados a las cinco empresas
mineras formadas para tentar la exploración de minerales de La Rioja,
Córdoba, Mendoza y el noroeste. Ingleses de Gran Bretaña y de Buenos
Aires -integran con aquéllos- el grupo de accionistas, entre los cuales
aparece rara vez algún "capitalista" provinciano. Pero incluso antes de
este efímero boom especulativo, comerciantes porteños aparecen como
propietarios mineros en Famatina (La Rioja), en los comienzos de la
explotación más o menos sistemática del mineral, en la primera década
del siglo XIX.21 Mucho más avanzado el proceso, la actividad comercial
cordobesa -en particular en el comercio mayorista- se verá fuertemente
influida por el papel de comerciantes bonaerenses: las solicitudes de
inscripción en el Registro Público de Comercio que el juzgado de la
Capital recibe entre 1864 y 1870, muestran tanto la presencia de
comerciantes cordobeses en función de consignatarios y/o
representantes de casas importadoras de Buenos Aires (e incluso
Rosario), como la de comerciantes porteños que son socios capitalistas
de sus homónimos locales.
En la misma provincia de Córdoba aparecerán terratenientes de

21
He desarrollado este asunto en El mineral de Famatina entre la revolución y
la especulación, 1800-1830, 1976 (inédito), particularmente en los capítulos 4,
5 y 6.

44
Buenos Aires adquiriendo amplias extensiones de tierras en los
departamentos del Sur después de 1880 (expulsión de los indios). Es el
caso de Anchorena, Pereyra Iraola, Locas González, Ricardo Newton,
Jarbas Muñiz Barreta, Duggan, Pueyrredón, entre otros. Buena parte de
estas tierras serán vendidas, al cabo de algunos pocos años, a precios
muy elevados, concretando la segunda fase, la de realización o
acabamiento, de la acumulación originaria. Esta misma fase aparece en
forma muy precisa en el movimiento de propiedades de tierras del oeste
bonaerense y de La Pampa después de 1880 (sobre todo en la década de
los noventa). He aquí otra interesante línea de análisis para la
investigación histórica, especialmente rica en cuanto el proceso de
acumulación tiene con relación a la cuestión de la formación de las clases
y a la de determinadas formas de ejercicio del poder político (por
ejemplo, la relación entre acumulación originaria y dictadura
terrateniente en el período rosista, 1829- 1852).
Otro elemento destacable es la transformación de los comerciantes
terratenientes en industriales en la región del noroeste (Tucumán. Salta,
Jujuy), proceso que empieza a manifestarse desde comienzos de la
tercera década del siglo pasado, pero en particular desde los años
treinta. Hay consenso en destacar el papel desempeñado por el sacerdote
José Eusebio Colombres en la promoción de la industria azucarera (1821),
tras cuyos pasos siguen importantes comerciantes y terratenientes: así
aparecen varios ingenios -tales como Cruz Alta (1824), Mercedes (1830),
San Pablo (1832), Concepción (1835), El Paraíso (1838), y para este
último afio hay cinco, apareciendo otros siete en la década de los
cuarenta. Desde temprano, la industria azucarera se desarrolla por
acción de una política proteccionista, tanto provincial como nacional, la
que le permite ganar amplios mercados regionales hasta desalojar por
completo a la producción importada (principios del siglo XX) <e incluso
exportar.22
La burguesía del noroeste aparecerá, hacia los años setenta y
ochenta, como una clase regional notablemente desarrollada, con un
fuerte poder económico y político -el paradigma es, como dice Giménez
Zapiola, la familia Posse-, pero insuficiente para imponer su hegemonía
al conjunto dela burguesía nacional en formación. La alianza política y
la solidaridad de intereses con la burguesía del litoral, sobre todo de

22
En el trienio 1901-1903 se exporta el 33% de la producción anual con un
promedio anual de 40.482 toneladas. Estas cifras y las demás referencias al caso
de la burguesía tucumana están tomadas del excelente artículo de Marcos
Giménez Zapiola. "El interior argentino y el 'desarrollo hacia afuera': el caso de
Tucumán", incluido en su compilación El régimen oligárquico. Materiales para
el estudio de la realidad argentina (hasta 1930), Amorrortu Editores,
BueoosAires,197S, p.72-115.Véase también Jorge Balán y Nancy López, una
cuestión regional en la Argentina: burguesías provinciales y el mercado nacional
en el desarrollo agroexportador”, en Desarrollo Económico, vol. 18, N°69,
Buenos Aires, abril- junio 1978. pp.49-87.

45
Buenos Aires -solidaridad que va mucho más allá del hecho de que
sectores del Tucumán inviertan en el litoral y de esta región en aquella-
, se convertirá en una parte de la ecuación que permitirá solucionar la
larga crisis orgánica.
La otra raíz de esa ecuación se encuentra en Córdoba. Situada en
una encrucijada de regiones contrastantes (el Tucumán y el litoral) y ella
misma con elementos de uno y otro, la provincia mediterránea tiene una
incorporación tardía, relativamente, al proceso de transformación
económica de la segunda mitad del siglo pasado. Aquí los grandes
cambios se encuentran a partir de los ochenta (excepto el ferrocarril y
las primeras formas de colonización agrícola), impulsados por una nueva
fracción burguesa que desplaza -tras ruda lucha política- a los sectores
tradicionales. Esa fracción tiene, sobre todo, dos características básicas:
su habilidad política (verdaderos profesionales) y su actividad económica
especuladora, puestas ambas al servicio de un proyecto provincial y
nacional adecuado al nuevo orden económico internacional de la época.
A diferencia del litoral y del noroeste, en Córdoba casi no hay, en la
etapa que consideramos, inversiones significativas de capital comercial
en la producción. No hay aquí ganaderos o terratenientes como los del
primero, ni industriales como en el segundo. Muy avanzado el siglo, la
economía provincial mantiene notablemente características del periodo
colonial. Los comerciantes cordobeses sienten la repercusión del
dislocamiento del circuito de intercambio provocado por las guerras y no
tienen o no pueden encontrar una solución alternativa al mero reajuste
a esa coyuntura “de sobrevivencia”. Es cierto que la economía provincial
-largamente bifacial: altoperuana y atlántica- irá decidiéndose por su
"vocación" atlántica, ya durante el rosismo, pero tratando siempre de
reanudar sus lazos con el noroeste e incluso el Alto Perú: no es casual
que el principal mercado de las primeras producciones fabriles
cordobesas -harinas, calzado, cerveza- se encuentre en el antiguo
Tucumán y hasta en la misma Bolivia.
El grupo de esa nueva fracción burguesa tratará degenerar -
mediante la acción del Estado provincial- una economía industrial. Pero
la debilidad estructural de los potenciales burgueses industriales y los
devastadores efectos de la crisis de la década 1890-1900 en la economía
provincial, tenían con el proyecto, que cede al impulso del acelerado
crecimiento de la economía rural, desarrollada en las áreas de
colonización capitalista del este y sur de la provincia, de ocupación
reciente, beneficiaria de la expansión de la colonización agrícola y el
cultivo de cereales con centro en Santa Fe. Este crecimiento económico
es, sobre todo, resultado del empuje y acción de sectores provenientes
del litoral (agricultores y molineros santafesinos, terratenientes
ganaderos y especuladores de Buenos Aires), a los cuales se suman
algunos de la misma provincia mediterránea. En forma sobresaliente, los
innovadores se concentran en el Partido Autonomista Nacional, mientras

46
los sectores vinculados a la antigua economía provincial se enrolan en el
mitrismo (devenido luego Unión Cívica y más tarde Unión Cívica Radical).
Esta fracción vincula muy estrechamente la actividad política y la
económica: utiliza el aparato del Estado para su actividad especuladora
(y la especulación es la vía para la conversión en terratenientes) y ella le
permite afirmar su poder político. Una y otro necesitan de la alianza con
la burguesía bonaerense, de la misma manera que ésta encontrará en esa
"suboligarquía financiera" cordobesa excelente administradores de
poder. Y es bueno tener presente que el intercambio comercial entre el
noroeste y Córdoba (azúcar por trigo, harina, calzado y cerveza) añade
una fuerte solidaridad de intereses económicos que refuerzan la
solidaridad política. tanto como ésta lo hace con aquélla. Y ya que nos
ocupamos de esto, digamos que las vinculaciones matrimoniales entre
miembros de familias de una y otra región, añaden un ligamento tan
efectivo como aquéllos (el casamiento de Roca con una Funes Díaz no es
un caso único).

El problema de la formación
del Estado nacional

La revolución de 181O trae aparejado un problema esencial: la


construcción de un Estado nacional. Ella aparece como una de las
preocupaciones y esfuerzos políticos centrales inaugurados por aquélla.
Si la tarea es más larga de lo que algunos de sus propulsores han calculado
o deseado y se resuelve a través de complejos y violentos
enfrentamientos, hay que ver la razón de ello en las dificultades para
constituir una clase fundamental capaz de imponer su dirección al
conjunto de la sociedad, en la demora en que los distintos sectores o
fracciones que la componen alcanzan el momento o grado de la
conciencia política, es decir, subordinando a ellos los de las demás
clases. La burguesía de Buenos Aires es la primera en alcanzar ese nivel,
logrando una base esencial al constituir con los terratenientes del Litoral
un bloque histórico regional, bloque cuya hegemonía detenta claramente
después de la reunificación de la república, en 1861-62. El fracaso de la
Confederación Argentina ilustra, entre otras cosas, también sobre la
renuncia de los ganaderos entrerrianos a la lucha por esa hegemonía
política.
Otra, en cambio, es la posición de la burguesía porteño-bonaerense.
Entre los muchos testimonios que podrían citarse, hay dos que me
parecen excelentes posiciones sintéticas de su "vocación hegemónica".
En la edición del 24 de setiembre de 1861 del diario La Tribuna, puede
leerse: "...el papel de Buenos Aires no será ya respecto de las otras

47
provincias puramente doctrinario. Tócale a ella, y está en sus
conveniencias como provincia y parte de la Nación Argentina, dar unidad
al pensamiento político y gubernativo, crear y establecer el predominio
de un solo partido, el partido de la ley, en todas y cada una de las
Provincias Unidas del Río de la Plata".
En 1869, durante las discusiones en el Congreso sobre el puerto, el
diputado por Buenos Aires, Carlos Keen, dice: "Lo que conviene a Buenos
Aires tiene forzosamente que convenir a las demás provincias...
Cualesquiera que arroje una mirada sobre nuestro territorio verá, como
ha dicho alguien, que la mayor parte de nuestros ríos convergen a un
punto donde se confunden, como si la naturaleza misma quisiera indicar
el camino que deben seguir los pueblos argentinos para salvarse y llegar
a la meta donde está colocada la corona de la grandeza y de su gloria.
Situado por otra parte Buenos Aires en un punto más cercano a ese mundo
que nos lleva la vanguardia en la marcha de la civilización, es el centro
natural, es, por decirlo así, el centro fatal del comercio argentino. A
Buenos Aires vienen todos los productos de las demás provincias para
consumir o explotarse en ella; de Buenos Aires van todos los productos
que ellas necesitan para el consumo o la reproducción. De consiguiente,
importar barato en Buenos Aires no sólo le conviene a ella sino a todos
los miembros de que se compone nuestro cuerpo político”. 23
Para llegar a este punto, la burguesía del Litoral platense ha
ensayado varios caminos, el más decisivo de los cuales fue el ejercicio
de la coacción, de la dictadura durante el período de gobierno de Juan
Manuel de Rosas y a lo largo de la llamada "Organización nacional".
Dictatorial para con las clases del Interior, no deja de fundarse en la
hegemonía, el consenso en Buenos Aires.
Ciertamente, como lo prueba la continuidad del conflicto político
dentro mismo de Buenos Aires (hasta el momento crucial de la
federalización, en 1880), no existe total homogeneidad en el seno de los
grupos dominantes bonaerenses. La fracción más interesada en encontrar
una solución nacional busca ampliar, así, la alcanzada en el Litoral; para
lograr que el bloque histórico regional del Litoral se convierta en
hegemónico a escala nacional, ella debe establecer una alianza con los
agroindustriales del Tucumán y la "suboligarquía financiera" de Córdoba,
esto es, una alianza de clases dominantes regionales. Pero de ninguna
manera puede reducirse constitución de un bloque histórico a la alianza
de clases. un elemento estructural. Junto a ella se afirma la dirección
política e ideológica de la burguesía bonaerense sobre el conjunto de la
sociedad argentina. La alianza ensancha la base social de la hegemonía
terrateniente a nivel de la estructura económica. La dirección política e
ideológica la afianza en el control de la sociedad política y la sociedad
civil, esto es, a nivel superestructural. La vinculación orgánica entre uno

23
Congreso Nacional. Diario de Sesiones de la Cámara de Dipulados,1869, p. 177.

48
y otro nivel es efectuada por los intelectuales -en el amplio sentido
gramsciano- y ella constituye, precisamente, el bloque histórico.
Cuando hacia 1880 se ingresa en la etapa de la hegemonía
terrateniente, la sociedad argentina está desarrollando una economía
liberal o. si se prefiere. una estructura capitalista con un edificio
jurídico-político o ajustado a los cánones de la democracia burguesa.
Lejos de implicar un desfase entre una y otro, hay una conexión
coherente y correspondiente: las características con que se han gestado
y desarrollado hasta el momento las relaciones capitalistas y la clase
fundamental del nuevo bloque histórico, explican que -para alcanzar.
ampliar, conservar y reforzar su situación de clase y el poder -ella haya
promovido, después de 1853, la más amplia libertad económica y
restringido la participación y decisión políticas. Es un signo de debilidad
estructural y de la fragilidad de la hegemonía política duramente
alcanzada. También, un elemento esencial para frenar el desarrollo de
la democracia burguesa argentina.
Porque la clase fundamental es estructuralmente débil, el Estado
desempeña un papel privilegiado, aun cuando una y otro se construyen
recíprocamente. Dicho en otras palabras: la unidad histórica de las clases
dominantes regionales en una clase nacional ocurre en y por el Estado.
He ahí un significado del nudo histórico de 1880.Toda la historia de la
burguesía argentina se resume en un movimiento de constitución y
reconstitución dentro y a través del Estado.
La historia de Argentina durante el siglo XIX revela claramente la
importancia estratégica que tiene el Estado en construcción. La ruptura
de la situación colonial deja en pie buena: parte del aparato estatal
español, cuyas manifestaciones se operan en cada región con diferente
velocidad. También aquí Buenos Aires aparece a la vanguardia, lo que no
es por cierto casual. En este sentido, mi hipótesis es que mientras la
burguesía bonaerense se construye como clase y como fracción
hegemónica dentro de la burguesía argentina, construye el Estado
provincial y el lado nacional; al mismo tiempo. la edificación de éstos
revierte en la de aquélla. En otras palabras, hay un simultáneo y
dialéctico proceso en el cual la clase construye el Estado y el Estado
construye a la clase.
Como proceso, es complejo. realmente tortuoso, y en él se
entremezclan diferentes cuestiones, proyectos y ritmos (o intensidades
de tiempo). Así, por ejemplo. puede decirse que en Argentina como en
el Risorgimiento italiano. el proceso de formación del Estado nacional
incluye simultánea y contradictoriamente elementos de "revolución” (el
desarrollo de relaciones capitalistas) y de "restauración" (la
restructuración o remozamiento de las clases no capitalistas del
interior). También aquí encontramos un Estado convertido en motor real
de la unidad nacional: la "función piamontesa" es desempeñada por la
provincia de Buenos Aires, aun cuando requiera, para afianzarse. de la

49
señalada alianza de clases regionales.
Las casi dos décadas (1862-80) que median entre la reunificación de
la república y la federalización de la ciudad de Buenos Aires conforman
una revolución pasiva, para decirlo con otra categoría analítica
gramsciana. Es a través del ejercicio de la dominación, de la dictadura
sin hegemonía, que la burguesía argentina conquista la dirección, el
consenso, en fin, la hegemonía. Ella construye su bloque histórico,
entonces, no mediante un verdadero proceso prerevolucionario, sino a
través de un contradictorio movimiento de “Revolución-restauración". En
estas condiciones, lógicamente, la forma hegemónica alcanzada dista de
ser sólida. ·

Estado y clases

La revolución de Mayo es, sin duda, una revolución política, de


independencia, anticolonial, si se prefiere. En sentido estricto, no es una
revolución social. Pero es evidente que la construcción de un nuevo orden
político, en reemplazo del colonial, permite, a mediano plazo, una
restructuración social. El dato más significativo es, como se ha visto, la
aparición de una nueva clase social, la de los terratenientes bonaerenses.
En segundo Jugar, la resistencia de las clases dominantes de las regiones
del Interior a ser desplazadas de sus posiciones de privilegio, no por el
cuestionamiento de sus clases subalternas, sino por la expansión
bonaerense; como se sabe, esta resistencia concluye en la adopción de
una política de adecuación al nuevo contexto. De allí la caracterización
de "revolución pasiva" o de proceso de "revolución-restauración".
Hasta ahí estamos en el plano de Jos sectores dominantes. Pero ¿qué
sucede en las clases subalternas? Aquí -un territorio prácticamente
inexplorado, desconocido- hay dos o tres evidencias iniciales: la
convocatoria de la dirección revolucionaria a la libertad de los indios se
frustra rápidamente, tanto por la debilidad político-militar de los
jacobinos'', cuanto por la resistencia de los propios beneficiarios de la
política igualitaria; los mestizos son convocados a la guerra y esta
convocatoria -a menudo traducida en deserciones y resistencias a la leva-
los impele a la participación política, casi siempre a remolque de causas
propias de los grupos dominantes regionales; los negros esclavos, en
cambio, cons1iluycn el grupo étnico-social donde se perciben más
claramente las innovaciones poscoloniales (y no sólo, por supuesto, por
la declaración formal de la abolición dela esclavitud). En su conjunto, las
clases subalternas aparecen comportándose de un modo que refuerza su
subalternidad, carentes de proyectos o de políticas que expresen la
defensa de sus propios intereses.
Un aspecto que conviene destacar es el siguiente: en tanto estamos

50
en un proceso de transición, las clases sociales, ellas mismas en
constitución (o lo que es igual, también en transición), no son siempre
iguales ni están plenamente definidas. De allí la imposibilidad de explicar
el complejo proceso de luchas políticas y sociales que lleva a la
construcción de la Argentina moderna, en términos de reduccionismo
clasista. El conflicto, la lucha social existe, está en un primer plano, pero
no necesariamente es explicable en términos de luchas de clases,
entendidas éstas strictu sensu. Para los investigadores, en consecuencia,
el desafío empírico y teórico es dar cuenta de la complejidad de la
transición y con él del proceso constitutivo de las clases.
Frente a las clases subalternas, los grupos propietarios plantean la
cuestión de su incorporación al mercado de fuerza de trabajo, mercado
que progresivamente (sobre todo el Litoral) se va definiendo en términos
de mercado libre, dominado por relaciones asalariadas capitalistas. Se
trata de un proceso en el que el Estado juega un papel fundamental, bien
entendido que se trata de un Estado en construcción. Ese papel es doble:
por un lado, destructivo, en cuanto él mismo es el máximo "consumidor"
de fuerza de trabajo, la que, en rigor, es sacada del mercado y enviada
a servir en el ejército; esta incorporación coactiva provoca su correlato
obligado, la deserción y las bandas armadas de salteadores y cuatreros
(que no deben confundirse con las montoneras); por otro lado, recreador
permanente de dicha fuerza a través de la coacción jurídica que persigue
el disciplinamiento de la fuerza de trabajo. Este segundo papel es
central: representa el camino que los grupos dominantes siguen para
rehacer lo deshecho a través del proceso destructivo, que a su vez es
conservador del dominio de clase, en tanto persigue la destrucción de los
enemigos externos e internos de éste. El doble papel que desempeña el
Estado expresa un problema a resolver: el de la contradicción existente
entre una población marginal, flotante, desocupada, y una creciente
necesidad de fuerza de trabajo. Sucede que las clases dominantes de las
distintas regiones tienen que dar respuesta a dos problemas: 1) de
necesidad y 2) la conservación y extensión de las fronteras con los indios
y, durante las guerras de independencia, las fronteras exteriores, sujetas
a la presión del antiguo poder colonial, cuando no a la amenaza
portuguesa (que se resuelve finalmente en una alianza contra el
movimiento revolucionario oriental). Por eso la política de represión de
la vagancia (que se extiende a lo largo del siglo XIX) no es incoherente:
el envío a servir en los ejércitos de línea asegura (y eventualmente
expande) la frontera y con ello garantiza la continuidad de las tareas
productivas ganaderas (aspecto nodal en el Litoral fluvial y atlántico). Lo
que torna manifiesta la contradicción señalada es la resistencia de las
clases subalternas a incorporarse a la milicia.
En síntesis, entonces, la represión de la vagancia, la deserción y el
juego tiende a asegurar, reforzar el dominio interno de clase a través del
control del Estado en construcción y del proceso productivo: servir en el

51
ejército contra los españoles y/o (sobre todo) contra los indios, realizar
compulsivamente trabajos públicos, emplearse en labores productivas
(básicamente rurales), todo ello confluye en un mismo objetivo. cuya
expresión más nítida es visible, también aquí, naturalmente, en· la
provincia de Buenos Aires. En este plano, las clases subalternas son
objeto de un fuerte ejercicio de la coacción.
Una rigurosa investigación histórica deberá develar muchas
cuestiones presentes en la sociedad argentina decimonónica,
particularmente en este terreno de las clases subalternas. Pongo un caso:
¿cómo y por qué las masas rurales no devienen una clase campesina,
especialmente en las áreas económicamente hegemónicas?
Correlativamente con ello, la originalidad de la protesta rural
rioplatense: la no reivindicación de la propiedad de la tierra por parte
de esos sectores, que en cambio si aparece entre los indios de la Puna,
aunque sólo coyunturalmente (1872-75) y en un contexto de
restructuración del sistema de haciendas en el noroeste y de
enfrentamientos políticos de carácter nacional. Por cierto, caso aparte,
especial es el del proyecto agrario artiguista.
Durante buena parte del siglo (entre las décadas del 10 y del 70),
las clases subalternas rurales (peones, labradores, arrieros, artesanos)
del Interior y, en menor medida, del Litoral fluvial se expresan
contestariamente, a través del as montoneras. Las montoneras del
Interior con la excepción de la encabezada por Felipe Varela- expresan
por lo general la resistencia a la penetración capitalista, mientras las del
Litoral fluvial, en cambio, se movilizan por una adaptación a esta
penetración, buscando participar de los beneficios que ella trae
aparejados, particularmente económicos, derivados del acceso al
mercado externo. Pero, en rigor. Las montoneras expresan la defensa de
los intereses coyunturalmente coincidentes de las clases dominantes y de
las subalternas del Interior. La coincidencia se rompe cuando los grupos
dominantes (las oligarquías provinciales) acuerdan con la clase
hegemónica porteño-litoralense. Para entonces, las clases subalternas
vuelven a modificarse: el Estado impulsa una política de importación de
fuerza de trabajo de origen europeo y con ella aparecerán nuevos actores
sociales, característicos de la "Argentina moderna": obreros industriales
urbanos, chacareros pampeanos, sectores medios urbanos. Con ellos, la
protesta tendrá también nuevas formas, nuevas apelaciones, nuevos
lenguajes...Pero, otra vez, la peculiaridad de la desigualdad del
desarrollo de la economía y de la sociedad argentina acentuará las
diferencias regionales y con ellas las dificultades de las clases subalternas
para constituir una alternativa hegemónica capaz de englobar la
dimensión nacional de tales clases

52
Bibliografía

El lector interesado en el estudio sobre la formación del Estado argentino


y sus relaciones con la sociedad, durante el siglo XIX; puede recurrir a los
siguientes trabajos:
Alimonda, Héctor: De la colonia al Estado Oligárquico. (Estado y clases sociales en la Argentina
del siglo XIX), Facultad Latinoarneric111a de Ciencias Sociales, Programa de Buenos Aires,
1979, policopiado. El capítulo IX, "El bloque regional bonaerense" se reproduce en Waldo
Ansaldi y José Luis Moreno, ver referencia, tomo l.
Alimonda, Héctor: Paz y Administración - Ordem e Progresso: expansao exportadora e formas
políticas en Argentina (1860-1916) e no Brasil (1889- 1930), Tesis de Doctorado en Ciencia
Política, Universidade de Sao Paulo, Sao Paulo, 1982, policopiado.
Alimonda, Héctor: "'Paz y administración" – “Ordem_e progresso”: Notas para un estudio
comparativo de los Estados Oligárquicos argentino y brasileño", en Revista Mexicana de
Sociología, Año XLIV, N°4, México D.F., octubre-diciembre 1982, pp. 1323-1350.
Allub, Leopoldo: “Estado y sociedad civil: Emergencia y desarrollo del Estado Argentino, 1810-
1930", en Cuadernos del CES, N°6, Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México,
México D.F., 1974d (2° ed., 1977). También Revista Mexicana de Sociología, Año XXXVII,
N°3, México D.F., julio-setiembre 1975. Está incluido en la compilación realizada por
Waldo Ansaldi y José Luis Moreno (ver referencia). Una versión ligeramente modificada en
Leopoldo Allub, Orígenes del autoritarismo en América Latina, Editorial Katún, México D.F.
1983, pp. 115-147.
Angueira, María del Carmen: El proyecto Confederal y la formación del Estado nacional
argentino, 1852-1861, Tesis de Maestría, Departamento de Ciencias Sociales, Fundación
Bariloche 1978, policopiado
Angueira, María del Carmen: "Estado y finanzas: un proyecto para la Confederación Argentina",
en Waldo Ansaldi y José Luis Moreno (ver referencia)
Ansaldi, Waldo: "Notas sobre la formación de la burguesía argentina, 1780-1880" (original de
1978), en Enrique Florescano (comp.). Orígenes y desarrollo de la burguesía en América
Latina, 1700-1955, Editorial Nueva Imagen, México, 1985, pp. 5151-583.
Ansaldi, Waldo: "Soñar con Rousseau y despertar con Hobbes: una introducción al estudio de la
formación del Estado nacional argentino", en referencia siguiente, tomo I.
Ansaldi, Waldo y Moreno, José Luis: Estado y sociedad en el pensamiento nacional, Editorial
Cántaro, Buenos Aires, 2 tomos (en prensa, 1988).
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7180 12 2018

Las metamorfosis del capitalismo


Por Silvana Inés Lado

Parte 1. Colonialismo, neocolonialismo e imperialismo

INTRODUCCIÓN
En las ciencias sociales, el análisis de la génesis y conformación de la estructura social
latinoamericana y argentina en sus dimensiones internacional, nacional y local, es atravesado por
el debate de las teorías interpretativas sobre las posibilidades de desarrollo: las teorías de la
modernización o desarrollo que interpretan los procesos como etapas necesarias por los que los
países deben pasar y que toman como modelo y sociedad de llegada la sociedad norteamericana
triunfante de posguerra, y las teorías que lo interpretan desde América Latina, teorías que son
conocidas como cepalinas y teorías dependentistas.
Como hemos adelantado, la cátedra toma posicionamiento en torno a las interpretaciones
teóricas de la CEPAL y su posterior derivación, la teoría de la dependencia que sostienen que el
desarrollo de los países centrales ha sido posible por la relación de apropiación, expoliación y
explotación de recursos de las sociedades colonizadas, y como contracara, el subdesarrollo de
estos países. Desarrollo y subdesarrollo serían así dos caras de la misma moneda, donde los
condicionamientos económicos y políticos impuestos por las potencias hegemónicas posibilitó el
desarrollo de los países centrales y la dependencia (trasladando las contradicciones propias del
modo de producción de los países centrales) de los países periféricos.
“El capitalismo, aún en su prehistoria (acumulación originaria de capitales) es un sistema mundial
polarizado en centros hegemónicos, metrópolis y áreas dependientes ligados entre sí con
concretas relaciones de explotación (…) Lo que interesa remarcar aquí es el concepto de totalidad
metrópoli- satélite, como desarrollo dialéctico de un único sistema mundial en el que, desde sus
inicios, el pasaje a formas superiores de organización social de las naciones centrales es imposible
sin la explotación subdesarrollante de otras áreas. En este sentido, es Marx el primero que llama
la atención sobre la importancia del sistema colonial (en el momento de predominio del capital
comercial y usurario en Europa), para la expansión de las manufacturas que tienen allí un mercado
fundamental y fuente de acumulación de capital en base a la expropiación de las colonias, el oro
proveniente del saqueo colonial y la explotación agrícola y minera de los países colonizados. Esta
acumulación […] es lo que posibilitará la inversión de las mismas en el proceso productivo
posibilitando así la aparición, desarrollo y posterior predominio del capital industrial, consolidando
Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

55
así al capitalismo como sistema […] Si bien la característica esencial del sistema: -explotación
subdesarrollante- permanecerá inmutable, las formas que va asumiendo dicha característica no
permanecen inalterables, sino que, por el contrario, van cambiando en función de los cambios
operados en los países centrales” (Pacenza, 2002)
Nos proponemos en este artículo, describir las formas que ha adoptado esta relación desde la
colonización.

ESPAÑA, COLONIZACIÓN Y ACUMULACIÓN ORIGINARIA


Se habla comúnmente de la conquista española y se suele dejar de lado el hecho de que la
conquista, al menos en sus inicios, fue castellana. Señalarlo implica situarse en una empresa que
implicó no sólo la conquista, la imposición sobre parte del territorio americano, sino también un
proceso de colonialismo interno y la conformación al mismo tiempo de España como estado
nación, que implicó, asimismo, la expulsión de los judíos y los musulmanes de toda la península
ibérica. Dicha empresa que emprenden los reyes católicos hacia dentro y fuera de su territorio,
imprime particularidades a la colonización, que ha sido caracterizada por Darcy Ribeiro como una
empresa de carácter “mercantil salvacionista”, carácter que comparte también Portugal. Es decir
que combina la doctrina mercantilista, que rige en Europa desde el siglo XV al XVIII y que
fundamenta la riqueza de los países en la posesión de metales preciosos, con una profunda
intención evangelizadora sobre la población de los territorios conquistados.
En el momento de la colonización prevalecía el precapitalismo comercial. España organiza
estados coloniales (Virreynatos, Gobernaciones y Capitanías) dependientes del rey de España,
cuya actividad productiva principal era la extractiva de metales (oro y plata) basada en la
explotación de fuerza de trabajo servil y esclavo de indígenas y negros. El comercio entre la
metrópolis y las colonias estaba fuertemente reglamentado y hasta mediados del SXVIII funcionó
el monopolio comercial.
“Los “descubrimientos” abrieron un período de intensa expansión en la vida económica europea:
nuevos lugares para comerciar, nuevos mercados para los productos del propio país, nuevos
artículos para el viejo continente. Esto implicó una intensa actividad comercial y el comienzo
histórico del subdesarrollo en nuestro continente”. (Pacenza, 2002)
A partir de la conquista y colonización, la vida colectiva de la población americana, ya no se
orienta hacia la satisfacción de sus propias necesidades exclusivamente, sino en función de los
intereses de las Metrópolis. La explotación extractiva de metales preciosos fue configurando
espacialmente zonas de gran interés para la metrópoli, como el alto Perú, Potosí y México, y
zonas poco valoradas. No obstante, la fuerte reglamentación comercial y el establecimiento del
monopolio sumado a la inexistencia de una flota española que garantizara los suministros
necesarios para la vida en las colonias favoreció el desarrollo de la producción industrial local en
zonas relativamente cercanas a los espacios extractivos privilegiados (por ejemplo, las actuales
zonas del noroeste argentino y Cuyo). Parte de la América colonial quedó al margen de esta
necesidad de desarrollo de industrias propias por el desarrollo de actividades del contrabando
en áreas menos interesantes para el objetivo extractivo (por ejemplo, en el Río de la Plata que
recibía productos del contrabando con ingleses y holandeses). Como resultado, hasta mediados
Problemas Sociales Latinoamericanos

56
del siglo XVIII los productores americanos podían competir en precio y calidad con los productos
europeos mediante un capitalismo de tipo colonial (Peña, 1970) que utilizaba gran cantidad de
fuerza de trabajo (de aborígenes y esclavos negros aunque también criollos) para colocar en un
mercado que excedía la zona productiva: la economía colonial producía a gran escala alimentos
y otros productos para el Potosí y otras zonas que se dedicaban exclusivamente a la actividad
extractiva de minerales, en el noroeste de la actual República Argentina se producían tejidos que
se exportaban a Buenos Aires, Chile y Brasil. La política española para con sus colonias,
indiferente de la industria que se iba desarrollando en sus territorios, difería de la política inglesa
que mantenía, por el mismo tiempo, un estricto control de la producción de sus colonias para
que no se viera afectada la colocación de sus propios productos. En 1776 España reorganiza el
territorio con la creación del Virreinato del Río de la Plata. A partir de ese momento, se irán
configurando otros espacios que van a ir adquiriendo cada vez más importancia en el intercambio
comercial y va a ir sentando las bases y condiciones de la posterior centralidad del puerto de
Buenos Aires.
La expulsión de la clase comercial (judíos y musulmanes), sumada a que a la unidad política no le
correspondió una unidad administrativa y tributaria dificultó el desarrollo manufacturero de
España, que presentaba un desarrollo muy pobre respecto a de otros países europeos como
Inglaterra y Francia. Como su producción manufacturera era escasa, España importaba productos
de países extranjeros que estaban interesados en recibir parte de la renta de la explotación
extractiva. Si nos detenemos en este punto un instante, podemos ver claramente cómo las
riquezas extraídas de América favorecieron la acumulación originaria de capital, descriptas por
Marx como condición necesaria para el desarrollo del Capitalismo.
España no había podido usufructuar, debido a sus estrangulamientos estructurales ya que no
contaba con una clase comercial fuerte (desde la expulsión de los judíos y los musulmanes en
1492), de la acumulación originaria que le generaba a extracción de metales y la explotación de
las áreas colonizadas, por lo que gran parte de lo generado a partir de esta explotación terminó
financiando las industrias manufactureras francesas e inglesas y cumpliendo un rol central en la
consolidación de la estructura industrial inglesa. La complementación de procesos económicos
como el cercamiento de los campos -que transformó a gran parte de la mano de obra rural en
mano de obra asalariada-, la revolución agrícola -que transforma las tierras de labor en pasturas
para el ganado ovino que proporcionaba la materia prima necesaria para la manufactura urbana-
y la consecuente revolución industrial, fueron las condiciones que permitieron la consolidación
de Inglaterra como potencia hegemónica. La riqueza acumulada por el intercambio comercial “se
utilizó para establecer una nueva división del trabajo internacional, convirtiendo a las tierras
colonizadas en una fuente de recursos para un posterior capitalismo industrial dinámico y en
expansión.”1
A fines del Siglo XVIII, grandes avances científico-tecnológicos aplicados al desarrollo industrial
permite que Inglaterra produzca gran cantidad de mercaderías en menor tiempo y costo. La

1
Worsley, P., citado por Pacenza, María Inés en “Proyecto hegemónico inglés”, Op. Cit.
Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

57
revolución industrial inglesa afectará al mundo entero y pondrá a Inglaterra por encima de las
otras potencias como Francia, Alemania y Holanda y las propias España y Portugal2. La saturación
del mercado interno inglés lleva a que Inglaterra necesite nuevos mercados donde colocar el
excedente de su producción. Este hecho, sumado a que su colonia más importante, EEUU, logra
su independencia en 1763, y que el bloqueo napoleónico le cierra el comercio con el resto de
Europa (1804), impulsa la búsqueda de nuevos territorios comerciales y el despliegue de
diferentes estrategias para conseguirlos: la invasión directa, la diplomacia y la intervención
indirecta (económica).
“De la prosperidad de este comercio, cuyo circuito aproximadamente era: esclavos de África a
América; minerales y comestibles de América a Europa; bienes manufacturados baratos de
Europa a América y a África, advino la prosperidad de la industria inglesa centrada en Liverpool,
Manchester, Bristol y una gran contribución al montaje de la Revolución Industrial británica […]
Internamente, la estructuración económico-social de Gran Bretaña proporcionaba un campo
apto para el pleno desenvolvimiento del industrialismo capitalista; la clase comercial ya tenía
acceso, en alguna medida, al poder político; el entronque entre la vieja nobleza rural y las nuevas
clases empresarias proporcionaba una alianza necesaria para que la industria británica se
desenvolviera en forma relativamente inmune a la interferencia estatal […] ” (Pacenza, 1992)
Como dice Pacenza (Pacenza, 1992), el desplazamiento de España por parte de Inglaterra
redefine la problemática económica latinoamericana: el neocolonialismo inglés consolida y
refuerza todas aquellas estructuras que posibilitan el cumplimiento de la relación
subdesarrollante, pero provocará una redefinición del peso de los distintos sectores económicos
de América Latina. A los cambios en la relación entre las distintas fuerzas sociales, se les sumará
el florecimiento de regiones que anteriormente no eran más que áreas marginales. Tal el caso de
Argentina respecto de la importancia que tenían países como el actual Perú, Bolivia y México
dentro del proyecto hegemónico español.

INGLATERRA, HEGEMONÍA Y NEOCOLONIALISMO


Como sostuvimos en el apartando anterior, las estrategias de Inglaterra en aras de encontrar
nuevos mercados para sus productos incluyeron la acción directa, la diplomacia y la penetración
económica. En 1806 y 1807 se produjeron sendas invasiones en el Río de la Plata, invasiones
agrupadas bajo la denominación “Las invasiones inglesas” en la literatura histórica local. La
reacción de la población local frente a las invasiones y el fracaso de la invasión directa por parte
de Inglaterra forman parte de las condiciones de autoorganización y autodeterminación que son
analizadas por los historiadores como antecedentes de las revoluciones independentistas.
Luego de la invasión Napoleónica a España en 1808, España firma con Inglaterra en 1809 el
tratado Apodaca-Canning en el que acuerdan luchar contra el enemigo común, la apertura de las

2 Excede los límites de este trabajo el análisis de las cuestiones estructurales y políticas internas de estos países que llevaron a
que no pudieran competir con Inglaterra en el desarrollo industrial. Baste decir que la intervención de un Estado fuerte en Francia,
que intentó poner la industria bajo su estricto control, afectó su competitividad y que, en Alemania, la falta de unidad nacional y
la proliferación de barreras aduaneras, afectaron su desarrollo.
Problemas Sociales Latinoamericanos

58
colonias al comercio con Inglaterra y la apertura del Puerto de Buenos Aires. Este hito marca el
inicio de la dominación económica inglesa en el Río de la Plata, el paso de la hegemonía española
a la inglesa y el paso del colonialismo al neocolonialismo inglés que pone a América Latina bajo
su área de influencia. Frente a los procesos independentistas, Inglaterra seguirá una doble
política, de apoyo a España para controlar las revoluciones y de apoyo militar y económico a los
rebeldes.
En Argentina, luego de la revolución de mayo, es la Junta Grande, debido a la presión de los
representantes de las provincias del interior, la que limita la introducción de artículos ingleses al
interior del país. Esta situación dura poco tiempo: la presión de los comerciantes ingleses
ubicados en el puerto de Buenos Aires y de los propios porteños liderados por Bernardino
Rivadavia, va a lograr el ingreso de productos que terminan compitiendo con los producidos
localmente. La diplomacia inglesa también interviene para promover la separación de la Banda
Oriental, estableciendo lo que se ha conocido como un “estado tapón” entre Argentina y Brasil,
junto con la separación del Paraguay.
“El proceso de penetración inglesa abrirá en América Latina la etapa Neocolonial, cuya función
principal será asegurar un mínimo orden interno para que se posibilite la entrada de
manufacturas. El comercio británico jugará en esta etapa, como ya dijimos, un rol fundamental,
operando en base a la producción y a la experiencia de los británicos en el campo mercantil. En
este momento se observa la migración de súbditos británicos, comerciantes, hacendados,
mineros, etc., en busca de fortuna y cuyo objetivo principal era mediante la creación de cámaras
comerciales y otras organizaciones de tipo mercantil actuar como condicionantes de la política
local” (Pacenza, 1992).
Los comerciantes británicos instalados en el Río de la Plata desplazan de las actividades
comerciales a criollos y españoles residentes, que a partir de ese momento comienzan a
dedicarse casi exclusivamente a las actividades ganaderas del cual se extrae el cuero, sebo y
tasajo. Ese es el comienzo de lo que se conocerá como la Oligarquía Terrateniente Argentina
(Rouquié, 1982).
No obstante, la consolidación de los procesos independentistas, la unidad hispanoamericana
propulsada por Simón Bolivar y José de San Martín y los movimientos nacionalistas de las
montoneras del Río de la Plata se transforman en un potencial peligro para los intereses
británicos, por lo que impulsa una política de empréstitos a los países aun sabiendo que eran
insolventes, empréstitos a altos intereses y por lo que los estados hipotecaron su producción y
Buenos Aires sus tierras provinciales (Rosa, 1973). El período que va de 1829 a 1851, durante los
gobiernos del Juan Manuel de Rosas como gobernador de la Provincia de Buenos Aires, se
implementaron políticas proteccionistas de la industria nacional. La oposición a los intereses de
los países centrales se hace sentir en dos oportunidades: en la intervención francesa de 1838-
1840 y Anglo-francesa de 1945-1850.
La consolidación del período neocolonial se produce entre los años 1850 y 1870, período en que
los países americanos organizan sus estados-nación y tienen independencia política pero las
políticas económicas y su papel en la economía mundial -como productoras de materias primas

Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

59
e importadoras de bienes manufacturados- son dirigidos por Inglaterra (Rouquié, 1982). En la
nueva división internacional del trabajo, cada país latinoamericano se inserta como
monoproductor de materias primas.

IMPERIALISMO Y “LA ERA DE LAS CATÁSTROFES” 3


Alrededor de 1873 se presenta la primera gran crisis del capitalismo, es decir un desequilibrio
profundo en la relación capital/trabajo. La incorporación del motor a vapor al transporte
marítimo, sumado a su aplicación al desarrollo del transporte terrestre a través de la instalación
y desarrollo del ferrocarril, hicieron que productos de zonas más fértiles y más baratos llegaran
masivamente a los países europeos, cuyos productores se vieron afectados. El mundo comenzó
a ser visto como una unidad para el capitalismo y pudo “crear la periferia” (Wallerstein, 1998).
No obstante, la fusión de capitales para el desarrollo de la revolución de los transportes fue
gestando el capital de tipo monopólico, capital que sale fortalecido de la crisis y que logra
imponer nuevas reglas de juego en la división internacional del trabajo cuyo lógico perdedor fue
la clase obrera: desde la salida de la crisis en 1890 a la Primera Guerra Mundial existió un
momento del esplendor del capitalismo, pero con salarios muy bajos. Es el momento en que
aparece una nueva manera de concebir el mundo por parte de las potencias: el mundo ya está
totalmente repartido, por lo que se tratará de una nueva forma de concebir la dominación, el
imperialismo. Como plantea Lenin, a partir de 1874 los nuevos enfrentamientos entre países
serán por un reparto diferente del mundo, cuestión que se dirime en la I Guerra Mundial que
pone sobre el tapete la posibilidad de la dominación a escala planetaria, la creación de un único
mercado mundial y la consolidación de EEUU como potencia mundial y acreedor de los países
europeos. El final de la guerra, la derrota de Alemania y la imposición de condiciones de rendición
imposibles (en La Paz de Versailles), llevaron al capitalismo a sufrir su segunda Gran Crisis, la crisis
del ´30.
“Es un momento en donde el capitalismo muestra su mayor inequidad: había que matar a los
cerdos porque no se los podía vender mientras la gente no tenía para comer, había que cerrar
las fábricas porque no había a quien venderles mientras los trabajadores no tenían trabajo. Fue
un período de gran crecimiento de la pobreza, de la hambruna y fue también el período en donde
se comienza a descreer de los mecanismos democráticos. […] Después del ´30 comenzaron a
aparecer los procesos dictatoriales más tremendos de la historia de la humanidad: en la década
del ´30 el nazismo en Alemania, el fascismo en Italia y el estalinismo en la Unión Soviética. Formas
totalmente dictatoriales de imponer un tipo de desarrollo.” (Moreno, 2005)
La Crisis del ´30 fue una crisis de endeudamiento de los países europeos por un lado y
sobreproducción capitalista por el otro: el capitalismo empezó a producir a gran escala con una
clase obrera muy mal paga y por lo tanto una flaca demanda para ubicar sus propios productos.
La crisis tuvo como efecto inmediato el crecimiento de la pobreza en general y una profunda
crisis de las relaciones comerciales internacionales. La salida de la crisis se dio de la mano de la

3
Título de un capítulo de Historia del Siglo XX (Hobsbawn, 1998)

Problemas Sociales Latinoamericanos

60
de Keynes, de desarrollo y expansión del mercado interno, de expansión de la demanda y por
consecuencia la producción, y la generación del llamado “círculo virtuoso del capitalismo” que
brindó casi 30 años de crecimiento y llevó a lo que se conoce como Edad de Oro del capitalismo.
Mientras tanto, en Europa oriental se había consolidado la Revolución Rusa y asume
características dictatoriales de la mano de Stalin, no iguales a las de occidente pero con los
mismos métodos.
En 1939 comienza la Segunda Guerra Mundial que enfrenta a los denominados países del Eje,
Alemania, Italia y Japón, con los denominados Aliados, básicamente Francia, Inglaterra, Rusia y
Estados Unidos. Al igual que lo que le había pasado a Napoleón, la derrota del Eje comenzó en
Rusia, en la batalla de Stalingrado. El desembarco en Normandía organizado por los Aliados pone
fin a la guerra con el triunfo de los aliados. Luego de esto, los ganadores reunidos en la Isla de
Yalta firman el acuerdo que toma el nombre de la isla.
Si hay algo que marcó el período de la Segunda Guerra fueron los genocidios: genocidio nazi que
produce el Holocausto donde se da muerte a más de 6 millones de personas (la mayor parte
judías, pero también gitanos, homosexuales y de otras minorías); genocidio criminal
norteamericano que lanza la primera bomba atómica en Hiroshima, con la excusa de poner fin al
enfrentamiento en el Pacífico, y una segunda bomba en Nagasaki luego de la rendición de Japón;
genocidio ruso bajo el stalinismo donde mueren, más de 20 millones de personas,
aproximadamente la mitad de los ellas como resultado de la guerra y otro tanto producto de las
ejecuciones sumarias, torturas, desplazamiento de población y envíos a los Gulag a los “enemigos
del pueblo”.
En 1945, en Postdam, los triunfadores se repartieron el mundo, sentando las bases del período
conocido como de Guerra Fría y el mundo Bipolar que marcó el enfrentamiento entre las dos
potencias líderes cada una de un bloque, entre dos modos de producción que necesitaban de
todo el mundo para desarrollarse, enfrentamiento que no se desarrolló directamente en sus
territorios (por eso la denominación de Guerra Fría) por la amenaza atómica, pero que dirimieron
sus disputas en otros países y mediante la carrera armamentística y la carrera espacial.
“De un lado, un conjunto de países hegemonizados por la Unión Soviética con regímenes
que constituyeron el <socialismo real>: Hungría, Alemania Oriental, Polonia, Albania, la
Yugoeslavia de Tito y todos los países que conformaron el Pacto de Varsovia. Del otro lado,
los países occidentales, Alemania Occidental, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos que
se hacían signatarios del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)” (Moreno, 2005)
Un año antes, en julio de 1944 se realiza la conferencia de Breton Woods en la que se establecen
nuevas reglas para las relaciones comerciales y financieras internacionales, reglas que son
promovidas por los países industrializados para poner fin al proteccionismo comercial. Allí se
estableció la creación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y se estableció el
dólar como moneda de referencia internacional, aunque se sostenía el patrón oro de respaldo (1
onza de oro a 35 dólares). Se presentaron dos propuestas, la británica elaborada por Keynes, que
promovía un ordenamiento más democrático y sin jerarquías entre países, y la propuesta
norteamericana que, dado su papel fortalecido como potencia, logra imponer un orden
Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

61
jerárquico de países de acuerdo con cuotas de participación económica. El acuerdo fue firmado
en principio por 44 países entre los que se encontraban las potencias de Europa occidental, la
URSS y China.
El 24 de octubre de 1945, finalizada la Segunda Guerra Mundial, se funda con la firma de 51
países, la Organización de las Naciones Unidas, como organización global dedicada a la
cooperación internacional en asuntos de paz, derechos, desarrollo económico y social, asuntos
humanitarios y DDHH.
Al finalizar la guerra y para promover la reconstrucción de los países de Europa occidental,
Estados Unidos implementa el Plan Marshall por el cual se transfieren 13.000 millones de dólares.
Este plan no sólo intenta prevenir el avance del bloque oriental, sino que inicia un doble proceso
de internacionalización de capitales y expansión de la corporación trasnacional (en principio de
corporaciones estadounidenses).

Parte 2. Edad de oro del capitalismo, Crisis del 70 y Neoliberalismo

INTRODUCCIÓN
“No es una tarea sencilla describir el comportamiento de la economía mundial en el marco de
las grandes transformaciones que se están desenvolviendo dentro de ella y cuyos impactos
trascienden lo “económico”, para extenderse al campo político, social y cultural. Este proceso
involucra, aunque es obvio advertir que, con distintas modalidades, tanto a los países
capitalistas centrales como a los periféricos para abarcar, incluso, a los del “bloque” socialista.”
("Tristezas y melancolías del capitalismo. Las transformaciones en la economía", 1990)
En el apartado anterior expusimos las transformaciones o metamorfosis del capitalismo desde la
época colonial a la Crisis del ´30 y el período de posguerra. La solución a la Crisis del ´30 implicó
el paso de lo que se conocía como regulación competitiva, es decir mediante sanciones que
imponía la “mano invisible del mercado y la libre competencia”, a un tipo de regulación
“monopolista”, a través de la creación de instituciones y normas que tienden a garantizar la
acumulación intensiva y las relaciones salariales fordistas.
En esta segunda parte, pretendemos avanzar en la descripción de las características principales
del capitalismo desde la posguerra a la crisis del ´73 y la implementación de políticas neoliberales.
Hemos seguido para ello, la periodización propuesta por López y Díaz Pérez en el artículo de la
cita.
EDAD DE ORO DEL CAPITALISMO
Como expusimos previamente, desde 1950 hasta fines de los ´60 el capitalismo industrializado
conoce su Edad de Oro en la que se combinan altas tasas de crecimiento productivo, pleno
empleo, aumento de la inversión y mejora de la calidad de vida de la población.
Independientemente de las particularidades que ha asumido en su implementación en cada país,
presenta algunas características propias que la hicieron acreedora de la invención del “círculo
virtuoso” de la mano del “fordismo” como régimen de acumulación intensiva de capital que
Problemas Sociales Latinoamericanos

62
articulaba aumentos de productividad (basado en economías de escala, energía barata y la
producción en cintas de montaje), el incremento del salario, incremento de la demanda,
crecimiento del mercado interno. Este modelo mantuvo relativamente equilibrada la relación
capital/trabajo, en donde la presencia del Estado juega un papel fundamental como fiel de la
balanza de esa relación. En este período el Estado es caracterizado como Estado de Bienestar y
Estado interventor: por un lado, como productor de bienes y servicios y por otro, interviniendo
en los mercados, especialmente en el mercado de trabajo construyendo la demanda y el mercado
interno (seguro de desempleo, leyes de protección del trabajador, salario mínimo, mejoramiento
del salario directo e indirecto y transferencias de subsidios a las industrias nacionales, etc. )
Este modelo encontrará sus límites o cuellos de botella, a fines de los ’60, tanto por causas
internas como externas. Entre las causas internas que llevaron a una reducción de la tasa de
ganancia podemos citar: el agotamiento del mercado interno, por saturación de productos que
tenían larga vida útil y poca diversificación; cuestiones técnicas referidas a desequilibrios dentro
de la línea de montaje, tiempos muertos, falta de flexibilidad laboral, etc.; cuestiones de orden
social como el aumento del ausentismo, la reducción de la intensidad del esfuerzo laboral, las
huelgas, los costos crecientes de la fuerza de trabajo y del control que se debía realizar sobre la
calidad del trabajo, etc. Comienza entonces una etapa de conflictos y huelgas que se expresan
del lado de la lucha sindical en el cuestionamiento de la organización fordista y de las jerarquías,
y del lado del capital con intentos de realizar recortes salariales y de las conquistas laborales
obtenidas. Los conflictos en Francia e Italia en el ’68, pero también el Rosariazo y el Cordobazo
en Argentina, expresan en parte esos conflictos en la relación, conflicto en el cual la organización
de los trabajadores en organizaciones sindicales fuertes y los bajos niveles de desempleo
permitieron inclinar la balanza a su favor y sostener el régimen fordista -aún a costa del descenso
de la tasa de ganancia y el aumento inflacionario- hasta que los factores externos le asestaron el
golpe final.
Como factores externos que incidieron en la caída de la edad de oro y el Welfare State se
encuentra la crisis del petróleo de 1973, que ponía en crisis un modelo de acumulación basado
en energía barata.
CRISIS DEL ´70: DEL CÍRCULO VIRTUOSO AL CÍRCULO VICIOSO
“La crisis brindó la oportunidad para que las corrientes conservadoras propagaran, con fuertes
bríos, el cuestionamiento hacia la excesiva presencia estatal en la economía. La recesión se explica,
en esta versión, por las extendidas reglamentaciones gubernamentales que, supuestamente,
habrían obstruido la acción de las fuerzas del mercado; y la inflación, por la desmedida extensión
de los gastos públicos que llevaron a crecientes déficits fiscales y a una incontrolada expansión
monetaria. Se argumenta que el estado habría sido sobrecargado de demandas por parte de
diversos grupos sociales que pugnan por obtener, a través de él, transferencias de ingresos.
("Tristezas y melancolías del capitalismo. Las transformaciones en la economía", 1990)
El estancamiento del mercado interno lleva a una nueva lucha internacional por mercados
externos y comienza a hablarse en términos de “competitividad” de las economías nacionales

Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

63
que agregará un componente internacional al salario dentro de los programas que intentan
implementarse para salir de la crisis.
“Se asiste de este modo a un “círculo vicioso” de internacionalización-austeridad. La recesión en
los mercados domésticos conduce a la búsqueda de mayores exportaciones para compensar la
baja tasa de crecimiento de la demanda interna. Las posibilidades de éxito de esta estrategia
consistirían, aparentemente, en limitar los aumentos salariales con vistas a conseguir un mayor
grado de competitividad en los mercados externos; esto, naturalmente, refuerza las presiones
depresivas por el lado de la demanda doméstica. Dado que la mayoría de las naciones centrales
adoptan idéntico curso de acción, no es posible la compensación buscada, lo que,
paradójicamente, lleva a reforzar la austeridad de las políticas internas”. ("Tristezas y melancolías
del capitalismo. Las transformaciones en la economía", 1990)
Ante la crisis, comienza a asistirse a una regulación macroeconómica de tipo privada de la mano
de empresas y bancos transnacionales que habían producido la internacionalización comercial,
productiva y financiera de posguerra. Se asiste a lo que Ominami (Ominami, 1986) llama un
intento de “regulación privada” liderada por los agentes financieros transnacionalizados
canalizada a través de la oferta internacional de crédito: la extraordinaria renta que recibieron
los países de la OPEP por el aumento del petróleo, fue a parar a la banca trasnacionalizada y esos
petrodólares financiaron el endeudamiento de la periferia. Esto, como dicen López y Díaz Pérez,
“permitió el surgimiento de un “keynesianismo planetario” que morigeró los efectos recesivos de
la crisis, suavizando las tendencias depresivas de los países desarrollados y asegurando la
continuidad inflacionaria del crecimiento del tercer mundo durante los ’70: el endeudamiento de
la periferia se tradujo en exportaciones para los países industrializados. La crisis de la deuda en
los ’80 marca el fin de esta etapa”. A partir de los ´80 asistiremos a la implementación de políticas
neoliberales en la mayor parte de los países desarrollados en un intento por detener los procesos
inflacionarios y con un alto costo social.

CRISIS DE LOS SOCIALISMOS REALES Y CAÍDA DEL MURO DEL BERLÍN


Con el advenimiento de los ´80 fue cada vez más evidente que los socialismos reales europeo
estaban en franco declive económico, como así de sus indicadores sociales básicos: “Esto minó
la confianza en el socialismo quizás más que cualquier otra cosa, porque su capacidad para
mejorar las vidas de la gente común mediante una mayor justicia social no dependía básicamente
de su capacidad para generar mayor riqueza”. (Hobsbawn, 1998) Por otro lado, comienza por
esos años una crítica sostenida, no sólo de los dirigentes de la oposición, a la Nomenklatura,
cuadros administrativos del sistema organizativo de los partidos comunistas, por su forma de
actuar mediante un sistema de patronazgo, nepotismo y pago, sumado a la incompetencia y
corrupción. Por último, los socialismos no sólo debían hacer frente a sus propios problemas de
funcionamiento como sistema, sino también a los de un panorama internacional económico en
el que los países capitalistas intentaban salir de la crisis del petróleo mediante medidas de tipo
político, pero también con la incorporación de nuevas tecnologías en la esfera de la producción
que mejorara sus costos y tasa de ganancia.

Problemas Sociales Latinoamericanos

64
“La crisis petrolífera tuvo dos consecuencias aparentemente afortunadas. A los productores de
petróleo, de los que la Unión Soviética era uno de los más importantes, el líquido negro se les
convirtió en oro. Era como tener un billete ganador de la lotería cada semana. Los millones
entraban a raudales sin mayor esfuerzo, posponiendo la necesidad de reformas económicas y
permitiendo a la Unión Soviética pagar sus crecientes importaciones del mundo capitalista con la
energía que exportaba. […] La otra consecuencia aparentemente afortunada de la crisis petrolífera
fue la riada de dólares que salía ahora de los multimillonarios países de la OPEP, muchos de ellos
de escasa población, y que distribuía a través del sistema bancario internacional en forma de
créditos a cualquiera que los pidiera. Muy pocos países en vías de desarrollo resistieron la
tentación de tomar los millones que les metían en los bolsillos y que iban a provocar una crisis
mundial de la deuda a principios de los ochenta. Para los países socialistas que sucumbieron a esta
tentación, especialmente Polonia y Hungría, los créditos parecían una forma providencial de pagar
las inversiones para acelerar el crecimiento y aumentar el nivel de vida de sus poblaciones”
(Hobsbawn, 1998).
Esto llevó a una crisis más dura para los países socialistas con economías menos flexibles. En el
aspecto político, desde la primavera de Praga, muchos regímenes políticos de Europa del Este
habían perdido legitimidad. En Polonia, desde mediados de los setenta el partido comunista en
el poder tuvo que enfrentarse a un movimiento de trabajadores organizado políticamente, el
movimiento de Solidaridad, y a una iglesia muy presente con cada vez mayor injerencia por la
elección del primer papa polaco de la historia.
La conjunción de dos condiciones, la corrupción del partido y la crítica de los sectores
intelectuales y técnicos que intentaban mantener la competitividad de la economía soviética,
sostuvieron una reforma desde arriba de la mano de Mijaíl Gorbachov en el poder desde marzo
de 1985. Este líder soviético puso en marcha dos procesos, hacia dentro y hacia fuera, que
pusieron fin a 40 años de Guerra Fría con EE.UU.: la Glásnot (transparencia) y la Perestroika
(reestructuración económica y política).
Respecto del Muro de Berlín, símbolo división en dos del mundo durante los 28 años de
existencia, su caída marca el fin del mundo bipolar. El muro comenzó a construirse en el agosto
de 1961 para evitar que millones de personas siguieran dejando Alemania Oriental para vivir en
la Alemania capitalista. Lo que al principio fue pensado como puntos de control de migración y
separación por alambrados, terminó en un muro de 43 kilómetros de hormigón, ladrillos,
cemento y acero de entre 3, 4 y 5 metros de altura, rodeado de una franja conocida como la
franja de la muerte que dividían la ciudad en dos, dejando amigos, familias, compañeros a uno y
otro lado. En mayo de 1989, se abrieron las fronteras entre Austria y Hungría y muchos alemanes
viajaban a Hungría para pedir asilo en las embajadas de la República Federal Alemana.
Manifestaciones multitudinarias llevaron a que el 9 de noviembre de 1989 el gobierno informara
que el paso hacia occidente estaba abierto: miles de personas se agolpaban en los únicos pasos
migratorios para cruzar produciéndose un éxodo masivo. El 10, alemanes de uno y otro lado
comenzaron a sacar ladrillos del muro, terminando con 28 años de división territorial.
BIBLIOGRAFÍA

Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

65
López, Andrés y Díaz Pérez, José Luis. 1990. "Tristezas y melancolías del capitalismo. Las transformaciones en la
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sobre la Colonización de América ... apareció como un artículo independiente en la revista Fichas de
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Problemas Sociales Latinoamericanos

66
Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

Cod. COPIAS AÑO Codificado por:


2026 6 2020

Capitalismo transnacional y
desintegración nacional en la América
Latina
Osvaldo Sunkel

- Selección –

Publicado en

El Trimestre Económico
Volumen LXIII(2), 250
1996, pp. 525-585.

Estudios Internacionales
4(16), Enero – Marzo,
1971, pp. 3-61.

(…)
Las relaciones entre el proceso de polarización internacional
y el proceso de polarización nacional
El examen de los procesos de polarización externo e interno realizado en las
secciones anteriores sugiere claramente un paso adicional en el análisis. Si consideramos a
los países como estructuras heterogéneas, compuestas de conjuntos de actividades, grupos
y regiones desarrollados y conjuntos de actividades, regiones y grupos sociales
subdesarrollados, y recordamos además la característica básica de la economía

Problemas Sociales Latinoamericanos

67
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internacional —la penetración de las economías desarrolladas en las economías de los


países subdesarrollados por medio de las subsidiarias del conglomerado transnacional
extractivo, manufacturero, comercial y financiero—, resulta obvio que debe haber una
vinculación estrecha entre dichas prolongaciones de los países desarrollados en los
subdesarrollados, y las actividades, grupos sociales y regiones desarrollados, modernos y
avanzados en los países periféricos.
Considerando de esta manera el sistema global, además de la división entre países
desarrollados, obtenemos otros dos elementos componentes:
a) un complejo de actividades, grupos sociales y regiones, que si bien se encuentran
ubicados geográficamente en Estados-naciones diferentes, conforman la parte
desarrollada del sistema global, y se hallan estrechamente ligados entre sí,
transnacionalmente, a través de una variedad de intereses concretos así como por
estilos y niveles de vida similares y fuertes afinidades culturales;
b) un complemento nacional de actividades, grupos sociales y regiones parcial o
totalmente excluidos de la parte nacional desarrollada del sistema global y sin ningún
lazo con las actividades, grupos y regiones similares de otras naciones.
De acuerdo a esta visión del fenómeno de desarrollo-subdesarrollo, el cual trata de
incorporar los aspectos de dominación-dependencia, de marginalidad y de desequilibrio
especiales que son parte inherente del mismo, los llamados países desarrollados resultarían
ser aquellos donde prevalece la estructura económica, social y espacial desarrollada,
mientras que las actividades, grupos sociales y regiones atrasados y marginales constituyen
fenómenos excepcionales, limitados, y aparecen como situaciones de importancia más bien
secundaria.
A la inversa, los llamados países subdesarrollados serían aquellos en los que
prevalece el fenómeno de la marginalidad excluyente, afectando una proporción apreciable
de la población, de las actividades económicas y del espacio físico, presentándose, por
consiguiente, como un problema básico, urgente y agudo, no solamente debido a su gran
dimensión absoluta y relativa, sino también al hecho de que grandes segmentos de la
población subsisten a niveles de vida extremadamente bajos. Las actividades, sectores
sociales y áreas desarrollados y modernos constituirían en cambio proporciones más o
menos restringidas de estos países.
Partiendo de las categorías básicas que se han combinado para llegar a esta
formulación —economías capitalistas nacionales que se caracterizan internamente por una
heterogeneidad de niveles de desarrollo, la diferenciación internacional entre países
desarrollados y subdesarrollados o dominantes y dependientes, y un sistema capitalista
internacional que define las relaciones entre las economías nacionales— se elabora a
continuación un modelo gráfico muy simple en que se conjugan estos elementos.
Se supone, en primer lugar, la existencia aislada del sistema capitalista internacional,
ya que su coexistencia con uno o varios sistemas socialistas no es por el momento y para
los propósitos de este análisis de importancia esencial. Es evidente que en una etapa más
avanzada de la investigación será necesario introducir explícitamente la consideración de
este elemento. Se supone además, para mayor simplicidad, que el sistema capitalista

Problemas Sociales Latinoamericanos

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internacional está integrado por un solo país desarrollado o dominante y por dos
subdesarrollados y dependientes. La existencia en la realidad de varios subsistemas de este
tipo dentro del sistema capitalista internacional, con relaciones entre los países dominantes,
entre éstos y los dependientes de su sistema y entre los dominantes de un subsistema y los
dependientes de los otros subsistemas, es por supuesto un hecho de gran importancia, y
aunque no se le introduce explícitamente todavía para mayor claridad expositiva, deberá ser
tenido en cuenta en algunas de las cuestiones tratadas más adelante, y en todo caso será
incluido plenamente en el análisis lo antes posible.
Bajo estos supuestos, tendríamos la situación que se observa en el gráfico 1.

Gráfico 1 Sistema capitalista

País desarrollado

Relaciones de
Dependencia

Países
subdesarrollados

En seguida se supone que en cada país, tanto en el desarrollado como en los


subdesarrollados hay una gran heterogeneidad de niveles de desarrollo, de modernidad, de
progreso, de ingresos. Para simplificar la presentación y sólo con ese propósito, pues este
supuesto tendrá que levantarse necesariamente en el análisis, reduciremos la
heterogeneidad a su expresión más simple, es decir, la dualidad. Se hablará entonces de
sectores integrados y sectores marginados, en la forma que se indica en el gráfico 2.

Problemas Sociales Latinoamericanos

69
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Gráfico 2

Sectores
integrados
Sectores
marginados

Finalmente, superponiendo las gráficas anteriores, y de acuerdo con la combinación


de las categorías básicas del análisis, supondremos que el sistema capitalista internacional
contiene un núcleo internacionalizado o transnacionalizado, compuesto por los sectores
nacionales integrados y las relaciones entre ellos, y segmentos nacionales excluidos
formados por los sectores marginales de cada país y las relaciones entre éstos y los
integrados. La expresión gráfica correspondiente será la que muestra la gráfica 3.
De acuerdo con la interpretación que se ha venido desarrollando, el sistema capitalista
internacional contendría un núcleo central "internacionalizado" de sectores sociales de
mayor o menor importancia relativa en cada país. Estos sectores comparten una cultura y
un estilo de vida comunes, que se expresa en la lectura de los mismos libros, en ver las
mismas películas y programas de televisión, en seguir la misma moda en el vestir, en
estudiar las mismas cosas con idénticos textos, en organizar la vida familiar y social de
manera similar, en amoblar las casas en los mismos estilos, en similares concepciones
arquitectónicas de las viviendas y edificios y en diseño del espacio suburbano en que
residen. No obstante hablar idiomas diferentes, estos sectores tienen una capacidad de
comunicación entre sí que —en virtud de compartir una cultura y estilos de vida
comunes— es mucho mayor que la posibilidad de comunicación de uno de estos sectores
con sus coterráneos obreros, campesinos o marginados. Un aviso publicitario de la revista
Time expresa esta idea con la perfección que es de esperar en una propaganda destinada
precisamente al mercado internacional que constituyen dichos sectores:

Problemas Sociales Latinoamericanos

70
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Gráfico 3
“… los 24 millones de lectores de Time probablemente tienen más en común entre ellos
que con sus compatriotas. Elevados ingresos. Buena educación. Posiciones de
responsabilidad en los negocios, el gobierno y las profesiones… Los lectores de Time
constituyen una comunidad internacional de personas adineradas e influyentes, que son
proclives a aceptar nuevas idea”1, nuevos productos y nuevas maneras de hacer las cosas.
Para que esta comunidad internacional que reside en los diferentes países del mundo,
tanto desarrollados como subdesarrollados, pueda sostener patrones de consumo similares,
es evidente que debe tener también niveles de ingresos similares. Sin embargo, es notorio
que los niveles promedio de ingreso per cápita de los países desarrollados son varias veces
superiores a los niveles promedio respectivos de los países desarrollados. Dichos
promedios son, sin embargo, indicadores muy discutibles, particularmente si el universo
que se pretende que representen es de una gran heterogeneidad, como ocurre
particularmente en los países subdesarrollados, en los que prevalecen distribuciones del
ingreso extremadamente desiguales. De esta manera, según sea la amplitud de los sectores
modernizados de los países subdesarrollados, proporciones más o menos minoritarias de la
población concentrarán proporciones sustanciales del ingreso, obteniendo ingresos per
cápita similares a los promedios prevalecientes en los países desarrollados. Si se toma el
caso de Chile, por ejemplo, donde existe un nivel medio de ingreso de aproximadamente
600 dólares y una distribución de rentas en que el 10 % de la población percibe alrededor
del 40 % del ingreso, ello significa que ese décimo privilegiado de la población obtiene
2400 dólares de ingreso por habitante, promedio que es más elevado que el de la mayoría
de los países europeos.

1 The Economist, 16-22 de mayo de 1970, p, 81.


Problemas Sociales Latinoamericanos

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A partir de esta constatación es interesante también indagar las tendencias de los


ingresos de los sectores integrados y marginados. Aunque las informaciones en esta materia
son precarísimas, pareciera en general que en los países desarrollados la distribución del
ingreso se ha mantenido más o menos constante o ha mejorado en las últimas décadas,
mientras que en los subdesarrollados la desigualdad de los ingresos, al menos entre los
extremos, probablemente se ha acentuado. Lo que ocurre es que los ingresos totales de los
grupos de rentas medianas y altas crecen con una velocidad mayor al promedio nacional, ya
que, como se detallará más adelante, están directa o indirectamente asociados a la actividad
de los conglomerados transnacionales, que se expanden a tasas muy superiores a las del
conjunto de las economías tanto desarrolladas como subdesarrolladas. La tasa de
crecimiento demográfico de estos grupos sociales de altos ingresos, es, por contraste,
inferior al promedio nacional en ambos grupos de países de tal manera que sus ingresos per
cápita crecen más que el promedio por la influencia de ambos elementos. Los grupos
marginados, por el contrario, experimentan ritmos de crecimiento demográficos superiores
al promedio en uno y otro tipo de países, mientras que sus ingresos crecen a tasas menores
que sus respectivos promedios nacionales, de tal manera que sus ingresos per cápita crecen
menos que el promedio nacional también por efecto de ambos factores. Esto se traduciría,
en principio, en un deterioro de la distribución del ingreso en ambos grupos de países. Tal
tendencia puede, sin embargo, quedar contrarrestada en los países desarrollados por efecto
de las políticas de redistribución de ingresos. Éstas pueden dar resultados significativos
porque se trata de compensar los ingresos de sectores proporcionalmente minoritarios de la
población. En cambio, en los países subdesarrollados dichas políticas de redistribución de
ingresos no logran alcanzar resultados similares porque en este caso los sectores de bajos
ingresos representan una proporción sustancial de la población. Ésta es tal vez la razón por
la que, cuando dichas políticas se aplican en nuestros países, tienden por lo general a
beneficiar más bien a restringidos grupos bien organizados de los sectores medios y
obreros.
El análisis anterior arroja una luz diferente sobre el tema de la "creciente brecha”
entre los países desarrollados y subdesarrollados de que tanto se habla en la literatura
desarrollista. Dicho análisis se realiza precisamente sobre la base de la comparación de las
tendencias en los ingresos medios por habitante de unos y otros países. En términos del
enfoque desarrollado previamente, que niega la validez de dichos promedios en virtud de la
estructura heterogénea de las economías nacionales y de la integración internacional de
segmentos de dichas economías, la creciente brecha entre países ricos y pobres sería más
bien una especie de ilusión estadística y conceptual, que encubre en la realidad una brecha
creciente entre ricos y pobres dentro de los países subdesarrollados, en circunstancias que el
ingreso medio per cápita de los grupos de altos ingresos de estos países se encuentra a
niveles absolutos similares y crece con parecida velocidad a la de los grupos medios de los
países desarrollados.
(…)

Problemas Sociales Latinoamericanos

72
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2056 6 2020

Tensiones mundiales,
multipolaridad relativa y
bloques de poder en una
nueva fase de la crisis del
orden mundial.
Perspectivas para América
Latina
GABRIEL ESTEBAN MERINO
- Selección –

4. Transición geopolítica mundial


y situación latinoamericana
7(2) 2016: 201-225

A nivel regional también el comienzo del nuevo siglo trae en la región una
nueva etapa política con indudables consecuencias geopolíticas. Emir Sader
(2009) la denomina como una etapa post-neoliberal, de ruptura con el
Consenso de Washington y con el programa de ajuste del Estado,
privatizaciones, flexibilización laboral y apertura externa.
Se da una convergencia entre proyectos desarrollistas o neodesarrollistas,
nacionalistas populares y “anticapitalistas” o de los denominados “socialismo
del siglo XXI”, que tienen en común su oposición al proyecto neoliberal y la
necesidad de plantear otras formas de integración regional para avanzar en
grados de soberanía relativa. En términos de integración, distintos autores,
como Sanahuja (2010) o Veiga y Ríos (2007), han identificado esta etapa como
“regionalismo post-liberal”, en el sentido de que el acento ya no está puesto
en el libre comercio y las políticas para atraer capitales, sino en las estrategias
para la acumulación de poder regional, la integración política y social, la
complementación productiva. Por su parte, Briceño Ruiz (2013) lo caracteriza

Problemas Sociales Latinoamericanos

73
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como un período que se destaca por el fin de la hegemonía de la “integración


abierta” y Alves Teixeira y Desiderá Netto (2012) definen el período como el
del resurgimiento del regionalismo desarrollista opuesto al regionalismo
liberal. Desde esta perspectiva, podemos observar un enfrentamiento entre
un creciente regionalismo autónomo —que cuestiona el papel de periferia en
el orden mundial e intenta establecer estrategias de desarrollo endógeno y
construir un bloque de poder regional— y el regionalismo dependiente —que
no cuestiona el lugar de periferia y el papel en la división internacional del
trabajo, privilegia la alianza con “Occidente” (en particular con EE UU) y busca
estrategias de adaptación al capitalismo mundial—, generalmente
denominado como un regionalismo abierto al mundo, centrado en el libre
mercado.
El avance del regionalismo autónomo llega a una de sus máximas
expresiones de avance en febrero de 2010 con la constitución de la
Comunidad de Estados Latinoamericana y Caribeña (CELAC). También se
corresponden con acuerdos estratégicos con China y Rusia por parte de los
países del eje ALBA-MERCOSUR en 2014 y 2015, que se profundizan a partir
del conflicto en Ucrania y la agudización de las tensiones entre las fuerzas
unipolares y las fuerzas que pretenden avanzar en el multipolarismo. Los
acuerdos de los BRICS en la cumbre de Fortaleza (Brasil) en julio de 2014 para
crear una nueva arquitectura financiera mundial, como se menciona más
arriba, es parte de este avance. A su vez, debemos sumar la profundización de
los acuerdos de inversión, swaps con los Bancos Centrales, acuerdos en los
foros internacionales y los acuerdos en materia político-estratégica de Rusia y
China en la región con los países del ALBA-MERCOSUR. Aunque todo ello
tiene el riesgo de establecer acuerdos sin conformar un bloque de poder
propio, con negociaciones individuales por país, manteniendo el carácter de
países abastecedores de materias primas a un nuevo centro industrial mundial
y, por lo tanto, manteniendo relaciones asimétricas de dependencia.
Sin embargo, en contraposición a la tendencia mencionada, a partir de
junio de 2012 se pone en funcionamiento la Alianza Pacífico (AP) conformada
por Perú, Colombia, México y Chile, en estrecha relación con el Acuerdo
Transpacífico de Cooperación Económica, bajo los pilares del llamado
“regionalismo abierto”. Este está centrado en la libertad de comercio, la
atracción de las inversiones extranjeras, los acuerdos de libre comercio con
distintos países y bloques regionales a nivel mundial, la explotación de las
ventajas comparativas estáticas, la hiperespecialización productiva y el
desarrollo puesto en relación con la integración en el capitalismo global y las
cadenas globales de valor dominadas por las empresas transnacionales.
Algunos analistas, como Regueiro (2014), creen que se puede definir a estos

Problemas Sociales Latinoamericanos

74
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nuevos acuerdos bajo la estrategia de regionalismo abierto como un


ALCAplus1. La profundización de las tensiones de EE UU y sus aliados con los
bloques de poder emergentes a nivel mundial, a partir de 2011 y
especialmente luego de 2014, es el marco necesario para comprender este
hecho. La Alianza Pacífico, junto con el Acuerdo Trans-Pacífico —que en
cuanto a Europa tiene su contraparte en el Acuerdo Transatlántico—, están en
línea con la visión del polo de poder angloamericano de avanzar en el terreno
económico-financiero, desplazar a otras potencias y debilitar la construcción
de un bloque regional de mayor autonomía geopolítica que amenace sus
posiciones dominantes2.
En respuesta a la Alianza Pacífico y al freno relativo de la UNASUR, se
intentó producir una integración cruzada entre los países del ALBA y del
MERCOSUR para fortalecer un bloque regional. Ello se observa a partir de la
dilatada incorporación de Venezuela al MERCOSUR —que finalmente se
concreta en 2012—, la firma de un protocolo en ese mismo año para la
incorporación de Bolivia y los acuerdos para la incorporación de Ecuador. Con
estas incorporaciones, el MERCOSUR controlaría las mayores reservas
energéticas, minerales, naturales y de recursos hídricos del planeta y pasó a
constituirse como el bloque con mayores reservas mundiales de petróleo. Por
otro lado, entre Argentina y Brasil se produce el 25% de la proteína vegetal
del mundo. Además, la región posee el 55% de las reservas mundiales de litio,
elemento central para el almacenamiento de energía cuya demanda se
ampliará enormemente con el desarrollo de la industria automotriz con
motorización eléctrica. Sin embargo, durante estos años no pudieron
resolverse los problemas de complementación productiva, la debilidad de las
cadenas de valor regionales y la falencia en el desarrollo de núcleos
productivos-tecnológicos estratégicos para el desarrollo endógeno de las
fuerzas productivas. Estas debilidades se hicieron más visibles con la caída del
precio de los commodities, tras el conflicto en Ucrania, que achicó

1 Una profundización de la propuesta del Área de Libre Comercio para las Américas propiciada por
Estados Unidos y rechazada en 2005 por los países del MERCOSUR más Venezuela en la cumbre de las
Américas.
2 En un Informe sobre Amenazas Globales de los Estados Unidos puede leerse: “Los esfuerzos regionales

que reducen la influencia de EE UU están ganando algo de tracción. Se planifica la creación de una
comunidad de América Latina y el Caribe, prevista para inaugurarse en Caracas en julio-que excluye a
EE UU y a Canadá. Organizaciones como la Unión de Naciones del Sur de América (UNASUR) están
asumiendo problemas que fueron del ámbito de la OEA. En efecto, los países de América del Sur, con
una o dos excepciones, cada vez más están recurriendo a la UNASUR para resolver los conflictos o
disturbios en la región […] El éxito económico de Brasil y la estabilidad política lo han puesto en la
senda del liderazgo regional. Brasilia es probable que continúe usando esa influencia para enfatizar
UNASUR como el primer nivel de seguridad y mecanismo de resolución de conflictos en la región, a
expensas de la OEA y de la cooperación bilateral con los Estados Unidos. También se encargará de
aprovechar la organización para presentar un frente común contra Washington en asuntos políticos y
de seguridad regionales”. James Clapper: “Statement for the Record on the World wide Threat
Assessment of the U.S intelligence Community for the Senate Select Committee on Intelligence”, 16 de
febrero de 2011.

Problemas Sociales Latinoamericanos

75
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enormemente los ingresos de la región. Es decir, se vuelven evidentes los


problemas de primarización de estas economías, su grado de concentración y
de extranjerización, y su falta de integración.3
La debilidad en el plano económico para realizar los objetivos que se
propone, intentó compensarse en el espacio MERCOSUR-ALBA a través de la
conformación de una identidad latinoamericana y el fortalecimiento de los
vínculos a partir de las coincidencias políticas, pero que no superaron en
general los acuerdos entre gobiernos. La demora en la construcción de un
“Estado Continental” (Methol Ferré, 2013) es un gran problema que impide
tener a la región la estatura política suficiente que le permita ser un actor
mundial con proyecto propio. La mirada integradora del regionalismo
autónomo siguió gobernada por la concepción de articulación de “Estados
nacionales”, lo cual constituyó una traba fundamental para el desarrollo
regional. Este nuevo escenario, con las presiones sobre la región que se
multiplicaron por la agudización de las contradicciones y tensiones mundiales,
las propias debilidades señaladas y el estancamiento del proceso de
integración generaron una situación de reflujo, pero no necesariamente de fin
de ciclo del regionalismo autónomo. El avance a nivel gubernamental en el
núcleo del MERCOSUR (Argentina y Brasil) de fuerzas que se declaran a favor
de la integración en la Alianza Pacífico, propician el retorno a las políticas de
libre comercio y de re-alineamiento con “Occidente” y en particular con EE
UU, modifica profundamente el escenario regional.
Si bien todavía no hubo más que declaraciones de los nuevos gobiernos y
no se han tomado decisiones estructurales, la posibilidad de anular la
normativa del MERCOSUR que impide realizar tratados de libre comercio
bilaterales desestructuraría completamente el bloque regional, como pasó
con la Comunidad Andina. A esto se suma la profunda crisis que atraviesa
Venezuela, el tercer país en magnitud del MERCOSUR, donde existe un
empate de fuerzas que se expresa como crisis orgánica del Estado. Con ello se
hizo evidente que, del conjunto de los bloques de poder emergentes, el
bloque regional de América Latina era uno de los eslabones más débiles.
Conclusiones
A partir del estallido de la crisis en Ucrania nos encontramos en la sexta

3 En Suramérica, Argentina exporta unos U$S 500 dólares de tecnología media y alta por habitante,
Chile U$S 385, Brasil U$S 269 y Perú U$S 70, mientras que Corea supera los U$S 9.000 —según datos
del Banco Mundial recogidos en Narodowski y Merino (2015: 95)—. Por otro lado, la falta de
integración económica, base fundamental para la constitución de un bloque de poder regional, se puede
observar en que en el MERCOSUR sólo el 15% de las importaciones provienen de países del bloque y el
14% de las exportaciones tiene como destino alguno de sus miembros. Si bien es muy superior a la
integración de la Alianza del Pacífico (AP) donde las importaciones y las exportaciones entre países del
bloque son de sólo 4,2% y 4,0% respectivamente, sigue estando muy por debajo del 33% de integración
que requiere un bloque comercial (Arceo y Urturi, 2010).

Problemas Sociales Latinoamericanos

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Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

fase de la crisis global. Esta fase anuda una crisis económica de cada vez
mayor profundidad, propia de la transición capitalista que vivimos —donde se
pone de manifiesto los problemas de sobreacumulación del capital,
problemas de realización y límites de la financiarización—, con una
agudización de los enfrentamientos entre bloques de poder. Son las dos caras
de la moneda en la transición histórica. La línea de enfrentamientos entre
bloques de poder es, principalmente, a partir de 2011, entre bloques centrales
y bloques emergentes, aunque existan matices y tensiones. Dichos
enfrentamientos, en este nuevo momento, han pasado a ser directos y en
escenarios principales, como por ejemplo en Ucrania o el mar de China
meridional. También se hacen más evidentes e intensos en escenarios
secundarios como en Siria. Por otro lado, estos enfrentamientos y avances de
poderes emergentes se expresan en la aparición de una nueva
institucionalidad internacional y en un conjunto de acuerdos económicos,
políticos y estratégicos. Estos cambios en las relaciones de poder a nivel
mundial, abonan una creciente situación de multipolaridad relativa.
Las pujas estratégicas globales surcan la región de América Latina
profundizando el enfrentamiento entre una forma de regionalismo que
prioriza el alineamiento con “Occidente” —y en particular con el polo de poder
angloamericano—, y el regionalismo autónomo, que prioriza la construcción
de un bloque regional y las alianzas con los bloques emergentes en el marco
de los BRICS. Hoy hay un claro avance del regionalismo abierto —o
dependiente desde la perspectiva de autores desarrollistas—, haciendo visible
las debilidades del regionalismo autónomo, la distancia entre los objetivos
planteados con lo realizado en estos años y el retroceso en los intentos de
conformar un Bloque de poder regional. Sin embargo, ello no implica
necesariamente un fin de ciclo del regionalismo autónomo, no sólo porque se
mantienen gobiernos de países y numerosas fuerzas políticas bajo este
paradigma —a pesar de las grandes diferencias existentes aun dentro de él—
sino porque en el mundo existe una situación de transición histórica y
agudización de las tensiones entre bloques de poder que vuelve inestable
cualquier situación particular. Este debate seguirá estando en el centro de la
escena estratégica de los próximos años e implicará también poner en
discusión la relación de la región con los distintos bloques de poder, los
modelos de desarrollo social y los modelos de integración, en un escenario
multipolar de crecientes tensiones. Un escenario donde los bloques centrales,
con EE UU como protagonista, se enfrentan, en un mundo en transición y
crisis capitalista, a los desafíos de poderes emergentes que cuestionan no sólo
el viejo orden mundial en crisis sino el nuevo orden de gobernanza global
pensado por los actores dominantes del viejo orden.

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Cod. COPIAS AÑO Codificado por:


2058 18 2020

Primera Parte

La Gran Mutación

Capítulo 1º

HACIA EL NUEVO ORDEN


NEOLIBERAL

La hiperinflación constituyó así el momento resolutivo en la interminable


agonía, que llegaba a su término, para la sociedad forjada por la
revolución Peronista. [...] Este fin fue también un principio; el principio de los
días que estamos viviendo. A la memoria de esta experiencia debe su
fuerza el orden socio-económico y político que hoy vemos perfilarse; es ese
recuerdo aleccionador el que da a las mayorías la fuerza necesaria para
soportar la ostentosa indiferencia de los sectores privilegiados por las
penurias que siguen sufriendo los que no lo son y ofrecer su resignada
aquiescencia a la progresiva degradación de las instituciones cuya
restauración celebraron con tan vivas esperanzas hace diez años.
Tulio Halperin Donghi, La larga agonía de la Argentina Peronista.

LOS MOMENTOS DE LA MUTACIÓN ECONÓMICA


Durante décadas, en la Argentina imperó un modelo de integración de tipo
nacional-popular, cuya máxima expresión fue el primer peronismo (1946-1955).
Este modelo se caracterizaba por tres rasgos mayores. En primer lugar, en el plano
económico, presentaba una concepción del desarrollo vinculada a la etapa de
sustitución de importaciones y la estrategia mercado-internista, En segundo lugar,
implicaba el reconocimiento del rol del Estado como agente y productor de la

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cohesión social, principalmente por medio del gasto público social. Esta política se
tradujo así en la ampliación de la esfera de la ciudadanía, a través del
reconocimiento de los derechos sociales, expresados paradigmáticamente en el
artículo 14 bis de la Constitución nacional. Por último, una tendencia a la
homogeneidad social, visible en la incorporación de una parte importante de la
clase trabajadora, así como la expansión de las clases medias asalariadas.
El desmantelamiento de este modelo societal, luego de largos avatares políticos
y tergiversaciones no menores, y su reemplazo por un nuevo régimen, centrado en
la primacía del mercado, conoció diferentes momentos. En realidad, el proceso de
instauración de un nuevo orden liberal estuvo lejos de ser lineal o de registrar una
secuencia única. De manera esquemática, podríamos afirmar que los cambios en el
orden económico arrancan durante la década del 70, a partir de la instalación de
regímenes militares en el cono sur de América Latina; las transformaciones
operadas en la estructura social comenzarían a tornarse visibles en la década del
80, durante los primeros años del retorno a la democracia; por último, podemos
situar los cambios mayores a fines de los 80 y principios de los 90, con la gestión
menemista.
En rigor, el cambio en el régimen de acumulación conoció un primer intento con
el "Rodrigazo", bajo el gobierno de Isabel Martínez de Perón (1974-1976).
Recordemos que, pese a la brevedad de su gestión, el ministro de Economía
Celestino Rodrigo (1975), marcó una inflexión de talla, pues aplicó drásticas
medidas de ajuste que implicaron una devaluación del 100% y un aumento de las
tarifas de los principales servicios públicos que, en algunos casos, llegó al 200%.
Impulsado por el ministro José López Rega, el plan de Rodrigo implicaba una
reorientación fundamental de la economía, pues apuntaba a poner fin a la política
económica nacionalista y reformista, característica del peronismo, para dar paso a
una política de estabilización y ajuste, asentada en una alianza con los grupos
económicos. Sin embargo, esta primera tentativa por cambiar el régimen de
acumulación encontró grandes escollos en las movilizaciones populares
espontáneas que paralizaron el país y culminaron en una huelga general decretada
por la CGT, lo cual determinó no sólo el final abrupto del plan de ajuste, sino la
suerte del hombre fuerte del régimen, López Rega, quien tuvo que renunciar y
abandonar el país.
La segunda tentativa arrancaría de manera decidida con el golpe de Estado del
24 de marzo de 1976. Como en otros países de América Latina, el objetivo de la
dictadura militar argentina fue llevar a cabo una política de represión, al tiempo que
aspiraba a refundar las bases materiales de la sociedad. En consecuencia, el corte
que introdujo fue doble: por un lado, mediante el terrorismo de Estado, apuntó al
exterminio y disciplinamiento de vastos sectores sociales movilizados; por otro lado,
puso en marcha un programa reestructuración económico-social que habría de
producir hondas repercusiones en la estructura social y productiva.
Las consecuencias económicas y sociales de estos procesos fueron
devastadoras. El nuevo régimen de acumulación supuso la puesta en marcha de un
modelo asentado en la importación de bienes y capitales y en la apertura
financiera. Estas medidas implicaban la interrupción de la industrialización
sustitutiva (visible en la erosión de la producción interna), y propiciaban el
endeudamiento de los sectores público y privado (reflejado en el aumento
espectacular de la deuda externa, que en el período 1976-1983 pasó de 13 mil
millones a 46 mil millones). Asimismo, la lógica de acumulación desencadenada por
este proceso centrado en la valorización financiera apuntó también a liquidar las
posibilidades de una coalición nacional-popular, al tiempo que fue sentando las
bases de un sistema de dominación centrado en los grandes grupos económicos
nacionales y los capitales transnacionales, que finalmente terminaría de

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concretarse en 1989, a partir de la alianza política entre estos sectores y el


peronismo triunfante.
El proceso de desindustrialización iniciado por la dictadura militar produjo
importantes cambios en la estructura social argentina, anticipando su
"latinoamericanización", a través de la expulsión de mano de obra del sector
industrial al sector terciario y cuentapropista, y la constitución de una incipiente
mano de obra marginal. Asimismo, el deterioro de los salarios reales y la baja de la
producción produjeron la contracción de la demanda interna, lo cual fue
acompañado por el fuerte incremento de las disparidades intersectoriales. Por
último, la eliminación de las negociaciones colectivas y la caída del salario
impactarían negativamente en la distribución del ingreso.
Recordemos que en 1974, en la Argentina, la distribución de la riqueza era
similar a la de muchos países desarrollados: los ingresos del 10% más rico eran
12,7 veces mayor que el del 10% más pobre. En realidad, la falta de difusión de
indicadores socio-económicos durante el régimen militar, a lo que siguió la
profundización del deterioro de las condiciones de vida de franjas importantes de
los sectores medios y populares, explican que sólo hacia mediados de los 80, con el
retorno a la vida constitucional, gran parte de la sociedad tomara conciencia de la
dimensión de los cambios producidos. Más aún, este cuadro económico-social no
tardó en poner de manifiesto el aumento de las desigualdades, visible en el
incremento de la llamada "pobreza estructural", así como en la aparición de una
"nueva pobreza" que afectaría a los sectores medios y medios-bajos.
Las cifras de la época son más que elocuentes, como lo refleja la distribución del
ingreso per cápita de los hogares entre 1974 y 1989. Así, el 30% de los hogares de
ingresos bajos pasó del 12,4% del ingreso en 1974 al 7,3% en 1989; los ingresos
medios, en los cuales se comprende el 60% de los hogares, pasaron a su vez del
60,7% en 1974 al 51,1% en 1989; finalmente, los hogares con ingresos altos, el
10% del total, pasaron de concentrar el 27% en 1974 al 41,7% en 1989 (Beccaria:
2001). Asimismo, el total de nuevos pobres en el Conurbano Bonaerense pasó del
4,2% en 1980 a en 1987.
Ahora bien, aunque la dictadura logró crear las bases de un nuevo orden
económico, ello no significa que no haya habido luego tentativas de reorientar el
sistema hacia una economía productiva. Así, durante los primeros años del
gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989), en medio de la efervescencia democrática,
hubo ciertos ensayos que, aunque limitados, se propusieron reorientar el desarrollo,
acorde al modelo de acumulación precedente. Dichas tentativas se dieron en el
marco de la crisis de la deuda externa que sacudió a gran parte de los países
latinoamericanos a partir de los años 80 (la "década perdida" según la Cepal), y en
un contexto de aumento de las demandas y expectativas populares. Sin embargo,
pese a sus proclamas iniciales, que prometían desde la renovación de las
estructuras sindicales hasta una democracia sustantiva, como en tantos otros
temas el nuevo gobierno constitucional no contó con el coraje político ni tampoco
con las alianzas necesarias para ir hasta el fondo de la cuestión.
Por un lado, las acciones del gobierno de Raúl Alfonsín dejaron entrever una
debilidad creciente en relación con los poderosos sindicatos peronistas. En efecto,
en 1987 el gobierno tuvo que retroceder en su propuesta de reforma sindical y
nombrar como ministro de Trabajo a un hombre procedente de las filas del
sindicalismo. Por su parte, la CGT, conducida por el sector ubaldinista, continuó
desarrollando una fuerte capacidad de presión, ilustrada de manera elocuente por
los trece par08 generales realizados entre 1984 y 1988.
Hacia fines de los 80, envuelto en una serie de conflictos económicos e
institucionales, el país se hundía cada vez más en una grave crisis económica,
reflejada en la importante caída de la inversión interna y extranjera, la creciente

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fuga de capitales y el récord inflacionario, que en 1987 alcanzaría el 175% y en


1988, el 388%. Finalmente, el gobierno de Alfonsín naufragaría sin dar con la clave
de la constitución de una nueva alianza político-económica, que apuntara tanto a
consolidar el recobrado marco institucional como a sanear una economía
severamente deteriorada. La disociación entre, por un lado, una democracia
representativa, orientada hacia la consolidación del marco institucional y el respeto
de las reglas de juego entre los partidos políticos y, por otro, una democracia
sustantiva, basada en la articulación entre solidaridad y demandas de justicia
social, se tornaba cada vez más evidente. La debacle del Plan Austral —que en sus
comienzos había contado con un alto apoyo popular— y la entrada en un período de
alta inflación, culminarían en la crisis hiperinflacionaria de 1989, impulsada en
parte por los grandes grupos económicos (el "golpe del mercado"). Estos sucesos
determinarían el retiro anticipado de Alfonsín, quien había accedido al poder en
1983, avalado por el 52% de los sufragios, en medio de grandes expectativas de
renovación política y económica.
Así las cosas, la Argentina de principios de los años 90 era una sociedad
empobrecida y atravesada por nuevas desigualdades, que ya había experimentado
una primera gran desilusión respecto de las promesas sustantivas de la
democracia. El país asistía a la crisis estructural del modelo nacional-popular, sin
por ello descubrir la fórmula, a la vez económica y política, que permitiera
reencontrar las claves perdidas de la integración social. Sin embargo, aunque el
incremento de la heterogeneidad y la polarización social anunciaban los contornos
de un país diferente del de antaño, la gran mutación se consumaría durante el
tercer momento de la secuencia, esto es, durante el largo gobierno de Carlos
Menem, entre 1989 y 1999.

1989: EL FINAL DE UN CICLO POLÍTICO Y ECONÓMICO


El año 1989 significó el final de un ciclo político-económico, tanto en el nivel
nacional como en el internacional. En el nivel internacional, en 1989 colapsaron los
socialismos reales, proceso ilustrado de manera elocuente por la caída del Muro de
Berlín. El hecho terminaba abruptamente con la división más emblemática de la
guerra fría, al tiempo que anticipaba, tras la rápida reunificación de las dos
Alemanias, el triunfo avasallador del ideario capitalista. Meses más tarde, la
debacle de Rumania, una de las repúblicas comunistas más pobres del Este
europeo, cerraba el año, con el juicio y ejecución de los Ceaucescu, cuya
transmisión televisiva en directo sería seguida por el mundo entero. El espectacular
fin del mundo bipolar abrió un amplio espacio político-ideológico que sería ocupado
por el neoliberalismo, rápidamente sacralizado en términos de "pensamiento único.
En el contexto de los países latinoamericanos, la situación no era menos grave.
La "década perdida" se cerraba con un balance negativo: solamente en los últimos
cuatro años el número de pobres en América Latina había registrado una aumento
de 25% (Cepal). A principios de 1989, la crisis económica desembocaría en
saqueos y revueltas masivas en Venezuela, una de las repúblicas otrora más
prósperas, gracias a la riqueza de sus recursos petroleros. Así, el "Caracazo" vendría
a acentuar los temores de las elites gobernantes en otros países, también
jaqueadas por la crisis de la deuda externa, la inflación galopante y el deterioro de
las condiciones de vida de vastos sectores sociales. Pocos meses después, en
mayo de 1989, sería el turno de la Argentina, desbordada por la crisis
hiperinflacionaria y los saqueos a supermercados, registrados en localidades del
conurbano bonaerense y en la ciudad de Rosario.
De manera más específica, en la Argentina, la experiencia de la hiperinflación
habría de constituir un punto de inflexión para la historia política nacional. En
primer lugar, desde el punto de vista económico, para la gran mayoría de la
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población la hiperinflación trajo consigo una mayor caída del salario real, la
contracción de la actividad económica, la suspensión de la cadena de pagos v el
reemplazo de la moneda local por el dólar.
En 1989, los índices de pobreza treparon al 47,3%, y la tasa de indigencia, al
17,5% (Lozano: 2005). Asimismo, sólo en ese año, el total de nuevos pobres
alcanzó el 23,3% (Minujín y Kessler: 1995).
En segundo lugar, la crisis hiperinflacionaria desembocó en el acuerdo entre
diferentes actores sociales sobre ciertos puntos básicos, referidos, en especial, al
agotamiento de la vía nacional-popular, esto es, del modelo de integración social
que el peronismo había puesto en vigencia en 1945, —y que el proyecto
alfonsinista, en parte, se había propuesto recrear—, poniendo al descubierto las
distorsiones e insuficiencias producidas en cuarenta y cinco años de conflictos y
transformaciones. En consecuencia, la hiperinflación terminó por afianzar aquellas
posturas que afirmaban la necesidad de una apertura del mercado y un
achicamiento radical del Estado.
En tercer lugar, en términos experienciales, la hiperinflación confrontó a los
individuos con la pérdida súbita de los marcos que rigen los intercambios
económicos, a través de la desvalorización —y desaparición— vertiginosa de la
moneda nacional. Más aún, la hiperinflación como experiencia de disolución del
vínculo social dejaría profundas huellas en la conciencia colectiva, visibles en la
fuerte demanda de estabilidad que recorrería la sociedad argentina durante los
años 90. La demanda no tardaría en transformarse en una suerte de mandato
irrevocable, que erigiría al régimen de convertibilidad (mediante la paridad entre el
dólar y el peso), implementado en 1991, en base y garantía de la nueva sociedad
posinflacionaria.
En cuarto y último lugar, la experiencia traumática de la hiperinflación habría de
asestar un rudo golpe al imaginario integracionista que, desde los orígenes de la
república, había alimentado las prácticas y las representaciones de vastos sectores
sociales, incluidas las clases medias y parte de las clases populares. Extenuada y
empobrecida, la sociedad argentina asistía al final de un modelo de integración
social que, desde los comienzos de la república y más allá de las crisis recurrentes,
había asegurado canales importantes de movilidad social ascendente.
Ahora bien, si la crisis hiperinflacionaria apuró el recambio presidencial y sentó
las bases para el consenso neoliberal en diferentes sectores sociales, no es menos
cierto que 1989 estuvo signado por otros sucesos, que habrían de tener vastas
repercusiones políticas en los años por venir, Uno de ellos tenía que ver con la
"cuestión militar", a saber, con las presiones ejercidas por las fuerzas armadas, que
reclamaban que el gobierno pusiera fin a las causas por la violación de los derechos
humanos registradas bajo la última dictadura. Esto, sumado a demandas más
puntuales de ciertos sectores del ejército que, desde 1987, habían venido
alimentando rebeliones sucesivas y rumores de conspiraciones, atentaba contra la
frágil institucionalidad del sistema democrático argentino, y aparecía como uno de
los legados más problemáticos del gobierno de Alfonsín, cuya cuestionable
resolución estaría a cargo de Menem.
Por otro lado, 1989 fue un año que condensó grandes derrotas en el campo de
los movimientos sociales. Así, en febrero, un hecho de violencia política sacudió a la
sociedad argentina: una fracción del Movimiento Todos por la Patria (MTP) intentó
copar el regimiento de La Tablada, en la provincia de Buenos Aires. El
levantamiento tuvo como respuesta una represión sangrienta ordenada por el
gobierno alfonsinista, que incluyó además fusilamientos secretos llevados a cabo
por el Ejército. Sin embargo, más allá del afán del gobierno por condenar los hechos
y congraciarse al mismo tiempo con la cúpula militar, los efectos de La Tablada
tuvieron una significación mayor, pues alcanzaron un modelo de militancia que

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planteaba una continuidad ideológica entre los años 70 y los 80, al articular lo
social y lo político. En efecto, aunque incipiente, la experiencia del MTP fue una de
las tentativas más importantes de impulsar un proyecto de izquierda, con verdadera
militancia política en los barrios. Necesario es decir que la mayoría de sus
militantes no estaba al tanto del aventurerismo revolucionario de Enrique Gorriarán
Merlo, líder del levantamiento; otros, probablemente lo sabían, pero naufragaron en
la ambivalencia propia de un movimiento que reunía, sin duda de manera
heterogénea y hasta contradictoria, elementos o matrices ideológicas de épocas
diferentes. El caso es que La Tablada aceleró el proceso de quiebre ideológico de lo
que quedaba de la izquierda populista revolucionaria, lo cual se tradujo en el ocaso
de un tipo de militancia social y política. A esto se agregaría posteriormente la crisis
del MAS (Movimiento al Socialismo), partido de izquierda trotskista que en los
últimos años había registrado una importante inserción sindical. Sin embargo, su
implantación en los sindicatos no lograría resistir la ofensiva privatizadora y
neoliberal, realizada en medio de la conversión vertiginosa de amplios sectores del
peronismo histórico.
Por si esto fuera poco, en octubre de 1989 el nuevo gobierno de Menem firmó el
primero de los dos decretos que otorgaban la amnistía a la cúpula militar,
anteriormente condenada por crímenes de lesa humanidad, así como a los altos
dirigentes de Montoneros, la organización armada peronista más importante —y
más controvertida— de los años 70. Dichos decretos venían a convalidar la tesis de
los "dos demonios", fraguada durante los primeros años de democracia, que
repartía iguales responsabilidades por lo sucedido durante los "años de plomo", al
terrorismo de Estado y a las organizaciones guerrilleras (y tendía a incluir, de
manera más extensa, al conjunto del espacio militante).
Los indultos, que complementaban aquellas ya firmados por Alfonsín, concitaron
una oposición generalizada, no sólo de los organismos de derechos humanos, sino
también de vastos sectores de la sociedad. Hubo una gran movilización que, como
en los primeros tiempos de la democracia, logró concentrar centenares de miles de
personas; las encuestas de la época indicaban un amplio repudio de la sociedad,
que rozaba el 75% (Cerruti y Ciancaglini: 1992, p. 238), pero, sin embargo, nada
pudo torcer la particular política de "pacificación" asumida por el nuevo presidente
peronista. En consecuencia, este conjunto de hechos diferentes pondría de
manifiesto una inflexión en los sistemas de acción colectiva, lo cual sería
corroborado luego tanto por la desmovilización y fragmentación de las organiza
ciones de derechos humanos, como por la crisis de un tipo de militancia política en
los barrios populares. La época que se abría revelaría una concepción diferente
respecto de la relación entre lo social y lo político, en el marco de un nuevo modelo,
marcado por el desdibujamiento de los antagonismos políticos y el aumento de la
polarización social.
En suma, luego de 1989, la sociedad argentina cambió ostensiblemente. Tras la
imagen de un país devastado, la crisis del vínculo social experimentada durante la
hiperinflación dejó la puerta abierta, demasiado abierta, para la realización de las
transformaciones radicales llevadas a cabo durante la larga década menemista.

EL NUEVO ORDEN NEOLIBERAL


A nadie escapa que la institucionalización creciente del sistema partidario en la
Argentina desde 1983 contrasta con el largo proceso de inestabilidad institucional y
polarización política que caracterizó a la Argentina a partir de 1955. Ahora bien,
dicha institucionalización debe interpretarse en el marco de las especificidades del
caso argentino, tradicionalmente caracterizado por un sistema político débil, y,
como en otros países latinoamericanos, por una fuerte articulación entre el sistema
político, los actores sociales y el Estado. Asimismo, esta situación expresaba una
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suerte de anomalía: cuanto más fuertes eran los grupos sociales, menor parecía ser
su expresión orgánica a través de los partidos políticos. Esto se debía, por un lado,
a que los sectores conservadores argentinos nunca pudieron consolidar un partido
de derecha fuerte y, por ende, recurrían, para canalizar sus intereses sectoriales, a
la intervención de los militares; por otro lado, los sectores populares lograron su
representación por medio de partidos-movimientos (el yrigoyenismo, pero, sobre
todo, el peronismo), en los cuales el rol y la autonomía del partido político
propiamente dicho aparecía como particularmente débil con relación al conductor
carismático y, en el caso del peronismo, hacia las corporaciones sindicales. Para
muchos, por ende, para ingresar en un verdadero modelo de representación política
de intereses sociales era necesario diferenciar estos niveles, a fin de posibilitar una
verdadera articulación entre lo social y lo político.
Cierto es que la progresiva institucionalización del sistema político partidario no
se dio sin inconvenientes, entre los cuales hay que destacar tanto las rebeliones
militares producidas durante el período de Alfonsín y el primer año del gobierno de
Menem, como la constante presión de los grupos económicos, dramáticamente
ilustrada por el primer brote hiperinflacionario de 1989, considerado por algunos
como un verdadero "golpe de mercado". Sin embargo, lo propio del período que se
abre en 1983 y, sobre todo, a partir de 1987, es el acercamiento cada vez mayor
entre los sectores económicamente dominantes y los partidos políticos
mayoritarios. En realidad, desde el punto de vista de los sectores dominantes, la
apertura democrática trajo consigo un cambio importante de perspectiva política, a
partir del abandono de las posiciones golpistas y la aceptación de las nuevas reglas
de juego. Este proceso, que tenía como trasfondo la convicción de que la
corporación militar había dejado de ser el canal más apropiado de sus intereses
económicos (Acuña: 1995), también daba cuenta de la existencia de una suerte de
mandato "democrático" que recorría el subcontinente, avalado por Estados Unidos y
los organismos internacionales. Ello nos permite comprender por qué, de ahí en
más, la acción de los sectores dominantes se orientará a la colonización de los dos
grandes partidos políticos existentes, a través de la infiltración del discurso
económico liberal, como eje de la solución de los problemas argentinos. Este
discurso tomaría un nuevo alcance, luego del fracaso ostensible del Plan Austral, en
1987, momento en el cual los sectores dominantes comenzaron a desarrollar una
campaña sistemática en favor de la necesidad de realizar profundas reformas
estructurales (Beltrán: 1999, p. 75).
Recordemos que en 1983, la política liberal, uno de los puntos centrales del
programa económico-social de la dictadura militar, era fundamentalmente
sostenida por los grandes grupos económicos y los partidos de inspiración liberal,
estrechamente vinculados con aquélla. Sin embargo, hacia fines de los 80, este
discurso pasó a formar parte de la plataforma político-económica del entonces
candidato a la presidencia por el partido radical, Eduardo Angeloz, revelando con
ello los resultados exitosos de una estrategia de acercamiento y seducción de los
sectores dominantes hacia los partidos mayoritarios. Finalmente, la puesta en
marcha de un nuevo programa liberal, mediante la alianza entre importantes
grupos socioeconómicos y el gobierno democrático, se tornaría posible con la
asunción del nuevo presidente justicialista de la Argentina, Carlos Menem.
Sin embargo, a fines de los 80 no fueron pocos los observadores políticos que
retomaron la categoría "populismo" para caracterizar las propuestas de los
candidatos presidenciales en países tales como la Argentina, Brasil, Perú,
Venezuela y México. En realidad, el escenario político-electoral latinoamericano, que
daba cuenta tanto de las limitaciones como de la crisis estructural del modelo
nacional-popular, estaba atravesado por demandas ambivalentes y hasta
contradictorias. Por un lado, frente a las crecientes dificultades económicas y la

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crisis de los mecanismos tradicionales de cohesión social, así como a la destrucción


de las solidaridades sociales, el llamado populista emergía, una vez más, como una
tentativa de "restitución" del progreso a las mayorías, por vía de una política
nacional-popular. Por otro lado, esta demanda de revinculación iba acompañada
también por una no menos fuerte exigencia de eficacia y ejecutividad, necesarias
para enfrentar la crisis e imponerse por sobre los intereses de los diferentes
sectores en pugna.
Sobre este telón de fondo se abre la experiencia de Menem, que refleja
cabalmente esas demandas contradictorias. Así, aunque su campaña electoral se
fundó en el llamado populista, Menem terminó construyendo una nueva alianza
político-económica que le permitió dar cauce a la demanda de ejecutividad,
mediante una estrategia liberal, orientada a la deslegitimación y desmantelamiento
completo del modelo nacional-popular, sin que por ello las promesas electorales o
la supuesta vocación popular del partido justicialista se convirtieran en un
verdadero obstáculo.
La entrada en un nuevo orden liberal puso fin a la recurrente distancia existente
entre sistema de poder y sistema político, que tantos analistas señalaron como una
de las fuentes de la inestabilidad y polarización política en la Argentina. La larga
etapa de los "empates sociales", que había caracterizado al país a partir de 1956,
signada cada vez más por la acentuación de la crisis del modelo nacional-popular e
ilustrada por las feroces pujas entre diversas concepciones de la economía, la
sociedad y la política, parecía haber llegado a su fin. Se abría una nueva época,
marcada a la vez por la polarización y la fragmentación social, así como por la
hegemonía de los grupos económicos en alianza con el partido mayoritario.
Claro está que una transformación tan radical del proyecto económico exigió un
cambio fundamental en las alianzas políticas del Partido Justicialista, que dejó de
apoyarse masivamente sobre el actor corporativo sindical, como lo había hecho
tradicionalmente, para vincularse estrechamente con los sectores dominantes
representados por los grandes grupos económicos. Fue esta nueva alianza, en la
que se integraron también los representantes políticos del neoliberalismo
vernáculo, la que hizo posible la aplicación de la reforma del Estado, a partir del
abandono de una política de concertación social y de la asunción de una gestión
decisionista.
Sólo tras un período signado por la puesta en escena de las nuevas alianzas
económicas (en una primera etapa el Ministerio de Economía fue asignado a un
funcionario del grupo económico Bunge & Born) y por un conjunto de planes
sucesivos de estabilización económica, se consolidó en el país la liberalización de la
economía, a partir del Plan de Convertibilidad y la reforma del Estado. Hubo
rumores de desplazamientos y renuncias, y resonantes escándalos de corrupción
involucraron a personajes de la familia presidencial, pero en 1991 el régimen logró
estabilizarse, con la asunción de Domingo Cavallo en la cartera económica y la
puesta en marcha del Plan de Convertibilidad.
En efecto, el Plan de Convertibilidad, que acompañó las reformas estructurales,
produjo una verdadera transformación de las reglas de juego económicas, entre
ellas, la paridad entre el dólar y el peso, la restricción de la emisión monetaria, la
reducción de las barreras aduaneras, la liberalización del comercio exterior y el
aumento de la presión fiscal. También fueron suprimidos los principales
mecanismos de control del Estado sobre la economía, en favor de las reglas del
mercado, al tiempo que se liberalizó la inversión extranjera en la Argentina.
Así, se logró salir de la espiral hiperinflacionaria aplicando una severa política de
ajuste y de estabilización, complementada por una política de apertura del mercado
nacional a las importaciones y las inversiones extranjeras. Esta estrategia de shock
logró detener la hiperinflación, lo cual contribuyó a recuperar parte de la

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credibilidad ante los mercados internacionales, al tiempo que facilitó, en los


primeros años del Plan de Convertibilidad, la recuperación económica y la reducción
de la pobreza. Entre 1991 y 1994 la pobreza descendió —del 47,3% registrado en
1989, en pleno pico hiperinflacionario—, al 19,7%, pero no volvió a los niveles de la
década del 80 (Lozano: 2005). Por otro lado, el incremento de la actividad
económica alcanzaría el 10,6% en 1991, para ir descendiendo progresivamente a
9,6% en 1992, 5,7% en 1993 y 5,8% en 1994 (Aronskind: 2001, p. 57). Asimismo,
la adopción de la convertibilidad supuso el abandono de una política monetaria
autónoma, lo cual acentuó la dependencia estructural del país frente al mercado
internacional y sus sobresaltos coyunturales y no permitió tampoco desarrollar un
nivel de competitividad suficiente (Salama: 2003).
El nuevo orden impuso un modelo de "modernización excluyente", como
tempranamente lo denominaron Barbeito y Lo Vuolo (1992), impulsando la
dualización de la economía y la sociedad. Así, durante la década del 90, mientras
que la Población Económicamente Activa (PEA) creció un 28%, el desempleo creció
156,3% y el subempleo, 115,4%. La pauta general fue el incremento de la
productividad, con escasa generación de empleo y deterioro creciente de las
condiciones laborales. Asimismo, el nuevo modelo modificó la inserción de la
economía en el mercado mundial, ya que la apertura a las importaciones condujo a
una "reprimarización de la economía": en este contexto las pequeñas y medianas
empresas tuvieron grandes dificultades para afrontar la competencia externa, con
lo cual las exportaciones se concentraron ahí donde sus precios se expresaban
directamente en dólares (petróleo, gas, producción agrícola) y donde el valor
agregado era débil o casi nulo (Salama:2003, p, 9).
En los primeros años, el cambio de modelo económico generó una situación
novedosa, visible en la coexistencia de crecimiento económico y aumento de la
desocupación, Sin embargo, las limitaciones propias del modelo de modernización
excluyente se harían notorias a partir de 1995, momento en el cual el crecimiento
se estanca, debido a una combinación de elementos externos (el "efecto Tequila") e
internos (límites en la expansión del consumo interno). Así, en 1995 la proporción
de hogares pobres aumentó en un 27% (Lozano: 2005), revirtiendo la tendencia
decreciente inmediatamente posterior a la hiperinflación de 1989. El inicio de la
recesión iría acompañado por un aumento espectacular de la desocupación, que
era del 6% en 1990, pero alcanzó un primer pico en 1996, de 18,8%. A partir de
1996, el país logró mejorar sus índices económicos, pero dos años más tarde, en
1998, entró en un período de recesión profunda, que se continuaría durante el
breve gobierno de la Alianza, y llevaría al estallido del modelo, hacia fines de 2001.
En octubre de 2001, la desocupación pasó a 18,3% y tuvo un segundo pico de 21
,5% en mayo de 2002, después del colapso del modelo de convertibilidad. Mientras
tanto, la pobreza saltó en 2002 al 54,3%, para descender en el segundo semestre
de 2004 al 40%, muy por encima del umbral registrado a lo largo de los 90.

LA "REESTRUCTURACIÓN" DEL ESTADO


El proceso de reestructuración del Estado fue crucial. Según el manual de Jones
y Thompson, "Un modelo para la nueva gerencia", el nuevo modelo de gestión se
caracteriza por las "5 R: Reestructuración, Reingeniería, Reinvención, Realineación,
Reconceptualización". La primera "R" es fundamental, pues constituye el primer
paso de la secuencia. Reestructurar significa "eliminar de la organización todo
aquello que no contribuye o aporta valor al servicio o producto suministrado al
público, cliente o consumidor. Así, un problema de la reestructuración es la
determinación de 'qué se elimina y qué se retiene' en función de los objetivos e
intereses políticos de los gobiernos" (citado en Zuleta:2003).
El programa de ajuste, basado en la reestructuración global del Estado, puso en
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vigor una fuerte reducción del gasto público, la descentralización administrativa y el


traslado de competencias (salud y educación) a los niveles provincial y municipal,
así como una serie de reformas orientadas a la desregulación y privatización que
impactaron fuertemente en la calidad y alcance de los servicios, hasta ese
momento en poder del Estado nacional. En consecuencia, las reformas conllevaron
una severa reformulación del rol del Estado en la relación con la economía y la
sociedad, lo cual trajo como correlato la consolidación de una nueva matriz social
caracterizada por una fuerte dinámica de polarización y por la multiplicación de las
desigualdades. Por otro lado, la desregulación de los mercados, acompañada de la
introducción de nuevas formas de organización del trabajo, produjo la entrada en
una era caracterizada por la flexibilización y la precariedad laboral y una alta tasa
de desempleo.
Así, a lo largo de los 90, la dinámica de consolidación de una nueva matriz
estatal se fue apoyando sobre tres dimensiones mayores: el patrimonialismo, el
asistencialismo y el reforzamiento del sistema represivo institucional. El primer
rasgo alude a las características que asumió el proceso de vaciamiento de las
capacidades institucionales del Estado, como producto de la drástica
reconfiguración de las relaciones entre lo público y lo privado. De manera más
precisa, el patrimonialismo se vincula con la total pérdida de la autonomía relativa
del Estado, a través del carácter que adoptaron las privatizaciones. Recordemos
que la dinámica privatizadora envolvería vastas áreas del Estado. Agreguemos a
esto que a principios de los 80, el Estado estaba presente de manera parcial o total
en aproximadamente mil firmas, aunque solamente 14 de ellas (entre las cuales
estaban YPF, Segba, Gas del Estado y Aerolíneas Argentinas) representaban entre
dos tercios y tres cuartos del total de la actividad económica de las empresas
públicas (Margheritis: 2000, p. 50). Cierto es que muchas de esas empresas tenían
una pobre performance económica, graves problemas de endeudamiento y
prestaban servicios cada vez más deficitarios, alejándose así del propósito social
que había guiado su creación. No menos cierto es que entre estas distorsiones
figuraba el hecho de haberse convertido en un espacio de prebendas para el sector
privado, proveedor de servicios (la llamada "patria contratista"), como de
afirmación, muchas veces clientelar, de los poderosos sindicatos.
Gran parte de la estrategia de legitimación desarrollada por el nuevo gobierno y
sus aliados apuntó entonces a desacreditar el rol monopólico del Estado,
augurando que la libertad de mercado aseguraría la eficiencia y la modernización,
sin necesidad de que se implementaran los controles propios que requería un
modelo semiestatista, estancado y corrupto. Sin embargo, la forma que adoptó el
proceso de privatizaciones estuvo lejos de corresponderse con las altisonantes
declaraciones que postulaban la asociación natural entre democracia, mercado y
globalización. Antes bien, el proceso de privatizaciones implicó la destrucción de las
capacidades estatales, así como la constitución de mercados monopólicos,
paradójicamente favorecidos por la propia protección estatal, que terminaron de
asegurar, por medio de condiciones ventajosas de explotación, la obtención de una
"rentabilidad diferencial" (Notcheff: 1998; Basualdo: 2000). Una de las claves del
período, a saber, la rápida conformación de un nuevo entramado económico, suerte
de "comunidad de negocios" (Basualdo:2002) entre grupos económicos nacionales
y empresas trasnacionales, asociados en la adquisición de empresas estatales
privatizadas, fue posible gracias a la corrupción y cooptación de la clase política
local —como lo reflejan los grandes escándalos denunciados a lo largo de una
década—, así como por la fuerte imbricación preexistente entre el equipo económico
rector, con los grupos privados. Por último, no hay que olvidar que durante el
proceso de privatizaciones, el Estado generó nuevas normas jurídicas, que
favorecieron la implantación de capitales extranjeros, al tiempo que garantizaban la

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aceptación de la normativa creada en los espacios transnacionales, como el Centro


Internacional para el Arreglo de Diferendos Relativos a Inversiones (CIADI),
dependiente del Banco Mundial.
En segundo lugar, en la medida en que las políticas en curso implicaron una
redistribución importante del poder social (generando un contingente amplio y
heterogéneo de "nuevos perdedores"), el Estado se vio obligado a reforzar las
estrategias de contención de la pobreza, por la vía de la distribución —cada vez más
masiva— de planes sociales y de asistencia alimentaria a las poblaciones afectadas
y movilizadas. Ciertamente, recordemos que desde fines de los 80 la acción estatal
se encaminó a reformular la relación con las poblaciones más desfavorecidas por
medio de una acción política más localizada y barrial, orientada a la gestión de las
"necesidades básicas insatisfechas", De esta manera, el pasaje de la fábrica al
barrio fue consolidándose a partir de la articulación entre políticas sociales
focalizadas y organizaciones comunitarias: los primeros ensayos de asistencia
alimentaria (impulsada por el gobierno radical y los diferentes gobiernos
provinciales, en manos del justicialismo, a fines de los 80) , fueron seguidos por
una política de ayuda social que incluiría la salud y la infancia. Estos procesos
reorganizaron la política en función del mediador barrial, encargado de la
organización y distribución de recursos alimentarios, cuya expresión paradigmática
serían las "manzaneras", en la provincia de Buenos Aires. Finalmente, durante la
segunda mitad de los 90, en ausencia de estrategias de creación masiva de
ocupación formal, los gobiernos argentinos se abocarían a implementar de manera
más sistemática una serie de programas de emergencia ocupacional —que
contemplaban la entrega de subsidios monetarios a cambio de una
contraprestación laboral en proyectos de interés público o social—, destinados a
contener, al menos parcialmente, a aquellos que quedaban excluidos del mercado
de trabajo y se movilizaban a través de las incipientes organizaciones de
desocupados. Los sucesivos programas nacionales, como el Plan Trabajar (I, II y III,
del Estado nacional) y los planes provinciales, como el Barrios Bonaerenses, así
como más cercanamente los actuales Planes Jefas y Jefes de Hogar, han sido
instrumentos característicos de estas estrategias asistenciales.
En tercer y último lugar, el Estado se encaminó hacia el reforzamiento del
sistema represivo institucional, apuntando al control de las poblaciones pobres, y a
la represión y criminalización del conflicto social. Así, frente a la pérdida de
integración de las sociedades y el creciente aumento de las desigualdades, el
Estado aumentó considerablemente su poder de policía, lo cual trajo como
consecuencia un progresivo deslizamiento hacia un "Estado de Seguridad". Ese
rasgo, que actualmente configura las democracias latinoamericanas, no debería ser
desvinculado de la emergencia de nuevas fronteras político-jurídicas, en relación,
entre otras cosas, al tratamiento de la conflictividad social que apunta a la
criminalización de diversas categorías sociales, desde jóvenes pobres y minorías
extranjeras, hasta organizaciones político-sociales movilizadas.

EL IMPACTO DEL PROCESO DE PRIVATIZACIONES


En rigor, el proceso de reestructuración del Estado mediante las privatizaciones
tuvo dos etapas. La primera se extendió desde la asunción de Menem hasta
principios de 1991 y abarcó la transferencia a manos privadas de la empresa
telefónica (Entel) y los transportes aéreos (Aerolíneas Argentinas), ambos
convertidos en casos ejemplares. También en esta primera fase se dio inicio a otras
privatizaciones, concluidas más adelante, que incluyeron la red vial, canales de
televisión, radios, áreas petroleras, polos petroquímicos y líneas de ferrocarriles.
Esta primera ola de privatizaciones fue acompañada por fuertes conflictos
laborales, entre los que se destacaron las movilizaciones de los trabajadores
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telefónicos y las de la comunidad de San Nicolás, ligada a la empresa Somisa. Por


su parte, la segunda etapa, según consigna Margheritis (2000, pp. 54-55), abarcó
"la privatización del servicio eléctrico, gasífero, de agua y cloacales, así como
también el resto de los ferrocarriles, las áreas petroleras remanentes, las firmas
siderúrgicas, alrededor de 500 edificios públicos, la red de subterráneos de la
ciudad de Buenos Aires, algunos hoteles, fábricas militares, la junta nacional y los
elevadores portuarios de granos, el mercado de hacienda y el hipódromo. En 1994
concluyó la reforma del sistema nacional de seguridad social y la transferencia de
transporte marítimo, la caja nacional de seguro y la corporación agrícola nacional.
Dada sus especificidades y su ubicación temporal, la venta de YPF puede ser
considerada un caso intermedio, pues reúne características de ambas etapas del
proceso privatizador". Esta segunda fase estuvo menos marcada por los conflictos
sindicales que la primera, entre otras cosas debido a que el Estado prometió la
distribución de acciones a los trabajadores, garantizando —en ciertos casos— una
participación de los sindicatos en el proceso de privatización (Torre: 1998, p. 76).
Asimismo, necesario es decir que a partir de 1991, las expectativas económicas ya
eran otras, pues el plan de estabilización implementado por Cavallo había logrado
detener la inflación y no eran pocos los argentinos que habían interiorizado un
discurso crítico —y hasta vergonzante— respecto del rol del Estado, adhiriendo al
consenso neoliberal.
El impacto social del desguace del Estado sobre el empleo fue devastador. En
cifras absolutas, si se consideran sólo las siete empresas más importantes del
sector (teléfonos, correos, transporte aéreo, gas, agua, energía y transporte
ferroviario), hacia 1985 había 243.354 empleados del sector público. En 1998, se
habían reducido a 75.770 (Duarte: 2002, p. 71). Por lo general, los despidos
masivos se combinaron con planes de retiro más o menos compulsivos,
implementados en un lapso muy breve, durante el período previo a la privatización,
cuando las empresas eran declaradas "sujetas a privatización". De esa manera, se
habilitaban planes draconianos de racionalización, en manos de todopoderosos
interventores que respondían directamente al Poder Ejecutivo. Así, entre 1991 y
1992, la reducción del empleo perjudicó nada menos que a 100.000 trabajadores
del sector público (Duarte: 2002, p. 75).
Es importante subrayar que este proceso afectó directa e indirectamente a
comunidades enteras, como lo refleja de manera paradigmática la privatización de
las empresas productivas del Estado. Ejemplo de ello es el caso de YPF
(Yacimientos Petrolíferos Fiscales), que desde su creación en 1922 hasta su
privatización y reestructuración setenta años más tarde, fue el motor de desarrollo
de varias economías regionales. Más aún, YPF, la empresa productiva estatal más
grande del país, construyó un "modelo de civilización territorial" pues la modalidad
de ocupación del territorio no se circunscribió a la sola explotación de los recursos
naturales, sino que incluyó en todos los casos una extensa red de servicios
sociales, recreativos y residenciales para el personal permanente (Rofman: 1999,
p. 199), En este sentido, YPF era un verdadero Estado dentro del Estado, pues el
mundo laboral de la zona explotada, y de manera más extensa, el conjunto de la
vida social estaban estructurados directa o indirectamente en torno de YPF.
En 1990, la empresa, que contaba con 51.000 empleados, luego de un
acelerado proceso de reestructuración que incluía retiros voluntarios y despidos,
pasó a tener 5600. Ello repercutió sobre la actividad económica y el empleo: por
ejemplo, para el caso de Mosconi y Tartagal (provincia de Salta), el retiro de YPF en
1993 implicó una caída del 73% de la actividad petrolera, que a su vez se tradujo
en una retracción del 75% en el empleo (Svampa y Pereyra: 2003). Por otro lado, la
reestructuración implicó el cuasi desmantelamiento de la actividad económica de
amplios sectores de la comunidad, cuyos servicios estaban orientados tanto a la

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empresa como al personal de YPF. Esto revela la ausencia de una estrategia de


reconversión productiva en los dos niveles, esto es, respecto de la zona,
integralmente dependiente de la acción territorial de YPF, y respecto de los propios
trabajadores, cuya estabilidad laboral y oportunidades de vida aparecían
indisociablemente ligadas —en muchos casos, desde hacía varias generaciones— a
la empresa estatal. Así, en mayo de 2001, mientras que la tasa de desocupación en
los aglomerados urbanos de Neuquén-Plottier era de 15,2%, en Cutral-Co y Plaza
Huincul, eje de la economía petrolera del norte patagónico, alcanzaba el 32,5%. A
su vez, mientras que en Salta capital la desocupación era del 17,170, en Mosconi-
Tartagal alcanzaba el 42,8% (Svampa y Pereyra: 2003).
Aunque sin las dimensiones de su par petrolera, la empresa Somisa (Sociedad
Mixta Siderurgia Argentina), radicada en el eje San Nicolás-Ramallo, conoció un
proceso similar. Como consigna Peñalba (2000), entre 1991 y 1992, el 50% de un
total de 12.000 trabajadores quedaron sin empleo. Al igual que en el caso de YPF,
la reestructuración se realizó combinando retiros voluntarios y despidos. El impacto
sobre la tasa de desocupación abierta en la región (16%, de los cuales el 80% eran
despedidos de Somisa), así como sobre la de subocupación (13%) son más que
elocuentes. Asimismo, las consecuencias de este proceso se hicieron visibles en el
aumento de la proporción de empleo precario y en negro. Aquí también la ausencia
de una planificación y una estrategia de reconversión económica hizo que parte de
las indemnizaciones desembocara en emprendimientos comerciales individuales
(kioscos, remiserías) o fuera destinada al consumo y adquisición de bienes (compra
de automóviles, casas). Poco tiempo después, gran parte de los comercios bajaron
las cortinas, parte de los bienes fueron vendidos, y la desocupación comenzó a
trepar a tasas muy superiores respecto del resto del país.
Por otro lado, el proceso de ajuste y reestructuración desbordó la esfera del
Estado, para alcanzar la totalidad del mercado de trabajo, por medio de un conjunto
de reformas laborales que implicaron la "reformulación de las fronteras internas del
trabajo asalariado" (Palomino: 2005). Dichas reformas trajeron aparejado el
desmantelamiento del marco regulatorio anterior, fundado en los derechos del
trabajador y el poder de negociación de los sindicatos.
Así, la implementación de un modelo de acumulación flexible produjo una
estructuración diferente del mercado de trabajo, reflejada en la multiplicación de
las formas de contratación (empleo autónomo, tercerización, subcontratación,
trabajos temporarios). Ello se hizo efectivo en 1991, gracias a la sanción de la ley
24.013 o "Nueva Ley de Empleo", que conllevó un cambio en el modo en que el
Estado intervenía en la relación capital-trabajo. La ley reconocía la emergencia
laboral al tiempo que planteaba una doble estrategia: por un lado, la flexibilización
del contrato de trabajo formal y la creación de "nuevas modalidades de
contratación", destinadas a facilitar la entrada y salida del mercado de trabajo; por
el otro, el desarrollo de políticas sociales compensatorias. Esta ley redujo asimismo
los aportes patronales a la seguridad social, modificó las normas sobre accidentes y
enfermedades laborales y creó un seguro de desempleo que cubría sólo ciertos
sectores del mercado formal. Las reformas incluyeron también un decreto que
incentivaba la descentralización de la negociación colectiva y otro que implementó
el aumento por productividad. De esta manera, en la década del 90, el llamado
"costo laboral" bajó un 62%, según las estadísticas oficiales del Ministerio de
Trabajo. Por otro lado, se observó también un notorio aumento del empleo no
registrado, que pasó del 26,5% en 1990, al 35% en 1999 (Beccaria: 2002), y del
subempleo, que en 2001 alcanzaba el 16,3% (Indec). Pese a las críticas
programáticas, esta política laboral encontró continuidad durante el breve gobierno
de la Alianza, con la promulgación de la polémica ley de flexibilización laboral, que
vino así a confirmar el cambio de las reglas de juego en las relaciones entre el

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capital y el trabajo.
En fin, la precarización laboral fue acompañada por nuevas formas de
contratación, las cuales se difundieron de manera vertiginosa por medio de los
contratos de "prestación de servicios" (tanto en el ámbito privado como en el
público) , y la derivación a terceros o externalización (extendida sobre todo en el
sector industrial y las nuevas áreas de comercialización), Una de las consecuencias
de este fenómeno fue la emergencia de un "derecho del trabajo de segundo tipo"
(Palomino: 2005), que afectó la capacidad de representación y de reclutamiento del
movimiento sindical. Más aún, estas transformaciones, operadas en un contexto de
ajuste del gasto público y de desindustrialización, aceleraron notablemente el
proceso de quiebre del poder sindical, reorientando sus fines y limitando su peso
específico dentro de la sociedad, y acentuaron el proceso de territorialización de las
clases populares, visible en el empobrecimiento y la tendencia a la segregación
socio-espacial.

MODERNIZACIÓN EXCLUYENTE y ASIMETRÍAS REGIONALE S


El doble proceso de modernización y exclusión que afectó al sistema económico
nacional se reprodujo en cada una de las regiones que lo integran (Rofman: 1999,
p. 228). En este sentido, la política de apertura económica significó el
desmantelamiento de la red de regulaciones que garantizaban un lugar a las
economías regionales en la economía nacional. Como afirman Vaca y Cao (2004, p.
76), esta política traducía una manera diferente de concebir el espacio geográfico
nacional, que desplazaba la idea de un modelo global de territorio subsidiado desde
el Estado nacional, a la de "territorio eficiente". En consecuencia, la viabilidad o
inviabilidad de las economías regionales pasó a medirse en función de la tasa de
rentabilidad. Dicha política mantuvo las asimetrías regionales preexistentes, al
tiempo que conllevó la crisis y desaparición de actores sociales vinculados al
anterior modelo (economías regionales ligadas a empresas estatales, pymes,
minifundios) y en muchos casos condujo a la reprimarización de la economía, a
través de la expansión de enclaves de exportación.
Así, una mirada nacional del impacto que tuvieron el ajuste y la puesta en
marcha del modelo neoliberal requiere sin duda dar cuenta de sus dimensiones
regionales. Para ello, podemos tomar el informe del PNUD (2002), el cual establece
tres grandes zonas económicamente diferenciadas: en primer lugar, un Área
central, de gran desarrollo económico, que se caracteriza por la existencia de
"economías urbanas de servicio" (ciudad de Buenos Aires), así como por la
existencia de "estructuras económicas de gran tamaño y diversificación" (provincias
de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe). Aquí, el proceso de modernización excluyente
desembocó en una dinámica de desindustrialización, que fue acompañada por la
concentración creciente de la actividad económica en manos de grupos privados y
empresas multinacionales. Ciertamente, el proceso de reforma estructural impulsó
una dinámica de fragmentación y expulsión que terminó arrastrando a sectores
fuertemente asalariados e integrados al mercado formal, además de otras franjas
de trabajadores vinculados al trabajo informal.
En segundo lugar, el informe alude a un Área mixta, conformada por las
provincias patagónicas (a excepción de Río Negro), caracterizadas como
"estructuras productivas basadas en el uso intensivo de recursos no renovables".
Lo notorio aquí es la presencia de grandes empresas multinacionales, beneficiadas
por el proceso de privatización, vinculadas a la explotación de hidrocarburos. Estas
provincias, que presentan una baja densidad poblacional y un ingreso per cápita
mayor que el de otras provincias, sufrieron sin embargo los efectos del pasaje de un
modelo de "civilización territorial" (como el que encarnaba YPF), a un esquema de
explotación más asociado a una economía de enclave, ligada a las exportaciones,
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cuyos beneficios difícilmente llegan a derramarse sobre el conjunto de los actores


sociales de la zona (Rofman: 1999).
En tercer lugar, se encuentran las provincias del Área periférica, que se
mantienen rezagadas en términos de crecimiento económico, más allá del
desarrollo de ciertas áreas marginales, ligadas a la expansión de la frontera agrícola
(producción de soja transgénica) y minera (Río Negro, Catamarca), que en los
últimos años ha movilizado inversiones millonarias. Estas provincias se caracterizan
por un deterioro económico mayor que el de otras áreas del país, luego del decreto
de desregulación de 1991, aun si uno de sus rasgos mayores es el peso (e
incremento) del empleo público, como visible herramienta de control político. Entre
las provincias periféricas intermedias, el informe incluye a Río Negro, Entre Ríos,
Tucumán, Salta y La Pampa, donde se detecta la convivencia de núcleos de
explotación económica tradicional con desarrollos más modernos (agroindustria).
En este mismo grupo, pero con índices más elevados de desarrollo humano, se
incluyen Mendoza y San Luis. Por último, en el grupo de las provincias periféricas
rezagadas, caracterizadas por fuertes rigideces en su aparato productivo, están
Misiones, San Juan y Jujuy, mientras que La Rioja, Santiago del Estero, Corrientes y
Formosa, presentan un marcado retraso productivo y empresarial. En cuanto a
Catamarca, pese a que en los últimos años presenta un desarrollo minero
importante, el modelo de explotación económica sigue la línea típica de una
economía de enclave.
En cuanto a las fuertes asimetrías regionales existentes, el informe citado señala
que "las dos jurisdicciones de mayor envergadura (provincia de Buenos Aires y
ciudad de Buenos Aires) dan cuenta del 59% del total de producto bruto geográfico.
Les siguen, en dimensión económica, las provincias de Córdoba y Santa Fe —
alrededor de un 8% del total, cada una— y Mendoza, con una participación de casi
4%. Estas cinco jurisdicciones, donde residía aproximadamente el 67% de la
población del país, generaban cerca del 85% del producto total. El resto de las
provincias (19), aportaba el 15% del producto bruto interno y cada una de ellas
tenía una dimensión económica inferior al 10% de la provincia de Buenos Aires"
(PNUD: 2002, p. 32).
Por otro lado, tengamos en cuenta que el proceso de modernización excluyente
implicó la introducción de un nuevo modelo agrario, que trajo aparejados grandes
cambios en los sistemas de organización y explotación tradicionales. Cierto es que
el nuevo modelo trajo consigo aumentos importantes de la producción y la
productividad. Pero, asimismo, esta política afectó severamente a pequeños y
medianos propietarios, favoreciendo la concentración de la producción en unidades
de mayor tamaño (Teubal y Rodríguez: 2001, pp. 75-76). En realidad, es posible
distinguir tres procesos que, en gran medida, reflejan en sus diferentes aspectos
las dimensiones inherentes al modelo neoliberal aplicado al sector agrario
argentino. Así, en primer lugar durante los primeros años de la década del 90, el
discurso oficial se centró en dos ejes: la modernización, mediante la incorporación
de nuevas tecnologías, y la competitividad, mediante la producción cn gran escala.
El modelo estimulaba al pequeño productor a endeudarse, o bien a ceder (vender o
alquilar) la tierra a los grandes productores. Una de las consecuencias de ello fue la
desaparición de numerosas pequeñas y medianas unidades de producción, lo cual
supuso la modificación de la estructura agraria tradicional, anteriormente basada
en la convivencia entre las grandes unidades de producción y la producción
minifundista (GER: 2004). Al mismo tiempo, la crisis en el campo se expresó
también en la expansión de la pluriactividad, pues los titulares y trabajadores de las
explotaciones comenzaron a desarrollar actividades fuera de éstas (Murmis: 1998,
p. 230).
En segundo lugar, el proceso de apertura económica posibilitó la introducción de

Problemas Sociales Latinoamericanos

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nuevas tecnologías (semilla transgénica, asociada a la siembra directa) , que


modificaron bruscamente el modelo local de organización de la producción,
orientada al mercado externo. Estas innovaciones implicaron un gran desarrollo del
sector agroalimentario, que incrementó notablemente la producción de soja
transgénica, colocando a la Argentina entre los primeros exportadores mundiales. El
salto en la producción (la "sojización" del modelo agrario argentino) se dio a fines de
los 90. Actualmente, casi más del 50% de la superficie sembrada de la Argentina se
cultiva utilizando las nuevas tecnologías (Bisang: 2003, p. 431). Sin embargo, el
impacto social de la introducción de estas nuevas tecnologías no puede ser
minimizado. Un informe elaborado por Mora y Araujo (citado en Trigo et al.: 2002)
consigna que el número de explotaciones se redujo un 32%, de 176.000 a
116.000, con un incremento en la superficie media, que pasó de 243 a 357
hectáreas. Asimismo, las técnicas de siembra directa disminuyeron entre un 28 y
un 37% el uso de mano de obra (GER: 2004, p. 112), lo que generó un fuerte éxodo
de la población.
En tercer lugar, en los últimos años se ha registrado la expansión de las fronteras
agropecuarias y mineras, pues esas actividades tienden a radicarse en las áreas
marginales del país. Así, entre 1993 y 1999, la superficie total sembrada de soja
creció casi un 50%; pero en Entre Ríos se incrementó en un 309%, y en Santiago
del Estero, en un 161% (Bisang: 2003, p. 416). Estos procesos afectan sobre todo a
los campesinos y a las comunidades indígenas, quienes "ven tambalear sus
derechos legales o consuetudinarios" y están en el origen de desalojos violentos,
llevados a cabo por los nuevos y viejos inversores —como las empresas sojeras o
los ingenios azucareros (GER:2004)—, en muchos casos con la connivencia de
poderes locales y/o provinciales. 1 Por último, recientemente, la expansión de la
frontera minera, llevada a cabo por empresas trasnacionales, ha generado
múltiples movilizaciones multisectoriales en defensa del hábitat, que cuestionan el
desarrollo de la minería tóxica.
Durante la década del 90 asistimos al final de la "excepcionalidad argentina" en
el contexto latinoamericano. Más allá de las asimetrías regionales y de las
jerarquías sociales, esta "excepcionalidad" consistía en la presencia de una lógica
igualitaria en la matriz social, la que iba adquiriendo diferentes registros de
significación e inclusión a lo largo del tiempo. Así, en términos generales, esto
aparecía ilustrado por la confianza en el progreso social indefinido, asociado a la
fuerte movilidad social ascendente; en términos más específicos, la
"excepcionalidad" fue incluyendo fuertes referencias a un modelo de integración,
favorecido por la existencia de un Estado Social, más allá de sus imperfecciones o
disfuncionamientos (modelo nacional-popular); por último, la "excepcionalidad"
involucraba tanto a las clases medias, consideradas como "el agente integrador"
por excelencia, como a un sector significativo de las clases populares, cuya
incorporación en términos de derechos sociales se había realizado durante el
primer peronismo.
Las transformaciones de los 90 desembocarían en un inédito proceso de
"descolectivización" (Castel: 1995 y 2000) de vastos sectores sociales. Retomamos
el término "descolectivización" para hacer referencia a la pérdida de los soportes
colectivos que configuraban la identidad del sujeto (sobre todo, referidos al mundo
del trabajo y la política) y, por consiguiente, a la entrada en un período de
"individualización de lo social.
En consecuencia, en pocos años, la cartografía social del país varió
considerablemente. Al ritmo de las privatizaciones, la desindustrialización y el

1
Véanse los informes de Alerta Argentina, (2004), y del cels, consagrado al tema de los desalojos y
persecuciones de las poblaciones originarias (CELS: 2003b).
Problemas Sociales Latinoamericanos

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aumento de las desigualdades sociales, el paisaje urbano también reveló


transformaciones importantes. Al empobrecimiento visible de importantes centros
regionales, anteriormente prósperos, algunos de los cuales, luego de la
privatización pasaron a ser verdaderos "pueblos fantasmas" o "enclaves de
exportación", hay que sumarle la imagen desoladora que presentaría cada vez más
el cordón industrial de las áreas centrales, como Buenos Aires, Rosario y Córdoba,
convertidas en verdaderos cementerios de fábricas y de pequeños comercios,
parcialmente reemplazados por cadenas de shoppings e hipermercados.
Así, durante los años 90, un enorme contingente de trabajadores fue expulsado
del mercado de trabajo formal, mientras que otro sufrió las consecuencias de la
precarización o buscó refugio en las actividades informales, como estrategia de
sobrevivencia. En este sentido, tanto los ejemplos de YPF como el de Somisa,
referidos más arriba, reflejan acabadamente el proceso de descolectivización y
desincorporación producido por el colapso de los marcos sociales y laborales que
acompañó a la privatización de las empresas públicas. En fin, este proceso incluyó
también la destrucción de las identidades individuales y sociales, afectando muy
especialmente los contornos tradicionales del mundo masculino. La dinámica
afectó a gran parte de los jóvenes procedentes de los sectores medios y populares,
que en muy pocos casos pudieron desarrollar algún tipo de vinculación con el
mundo del trabajo, distanciados al mismo tiempo de las instituciones políticas y
educativas.
Esos factores impulsaron la entrada de las mujeres en el mercado laboral. Esto
fue particularmente notorio dentro de los sectores populares, donde las mujeres en
muchos casos debieron asumir la responsabilidad de buscar los recursos que
aseguraran la subsistencia mínima, mediante el trabajo doméstico o la labor
comunitaria.
La descolectivización fue abarcando diferentes categorías sociales, desde grupos
considerados como "pobres estructurales" —con una trayectoria marcada por la
vulnerabilidad social y la precariedad laboral—, pasando por amplios segmentos de
la clase trabajadora industrial, que hasta hacía poco tiempo habían contado con
trabajo más o menos estable, hasta sectores de clases medias empobrecidas,
cuyas oportunidades de vida se habían reducido drásticamente en el último
decenio. Por otro lado, es necesario tener en cuenta que en la sociedad argentina
no había redes de contención ni centros de formación o reconversión laboral, ni
tampoco el Estado se propuso desarrollarlos a cabalidad, a la hora de aplicar
crudas medidas (le flexibilización o despidos masivos. En realidad, el tejido
comunitario de la sociedad argentina preexistente, aunque incipientemente
desarrollado en los 80, aparecía como insuficiente —y demasiado permeado por los
intereses del Partido Justicialista o por los vínculos tradicionales y jerárquicos
propios de las provincias periféricas— en la tarea de amortiguar el peso de tantas
caídas.
La modernización excluyente se manifestó también en el campo argentino, en la
desarticulación de la estructura agraria tradicional (reducción ostensible de
unidades pequeñas y medianas de producción), y su reemplazo por una nueva
estructura productiva en la región pampeana, basada en la aplicación de
biotecnología, marcada por la concentración económica. Más recientemente, dicho
proceso encuentra continuidad en la expansión de las fronteras de recursos
naturales, tanto agropecuarios como mineros, en las llamadas áreas marginales
(las provincias periféricas), donde se registra un comportamiento similar de los
grandes agentes económicos (economías de enclave) a lo cual se añade una
estrategia de desalojos y cercamiento de tierras, en detrimento de las poblaciones

Problemas Sociales Latinoamericanos

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campesinas e indígenas, así como la amenaza del hábitat y la biodiversidad 2.


En fin, la modernización excluyente fue adoptando formas territoriales cada vez
más radicales, ilustradas de manera emblemática por el proceso de
autosegregación de las clases medias superiores, a través de la expansión de las
urbanizaciones privadas (countries, barrios privados), así como por la segregación
obligada de un amplio contingente de excluidos del modelo, reflejada en la
multiplicación de las villas de emergencia y los asentamientos.

2
En esta misma línea, reflexiona Alfredo Pucciarelli, cuando habla de “democracia excluyente”. Para
el tema, véase del autor La democracia que tenemos. Declinación económica, decadencia social y
degradación política en la Argentina actual, Libros del Rojas, Serie Extramuros NQ 4, Buenos Aires,
2002.
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2044 14 2020

Primera Parte

La Gran Mutación

Capítulo 2º

MUTACIONES DE LA POLÍTICA
Y
MODELO DE DOMINACIÓN

En la construcción de la soberanía presidencial hay una puesta en


escena del poder y esta puesta en escena es necesaria Para el
mantenimiento de la unidad de la sociedad nacional. Se trata de un sistema en el
cual el soberano es, en mucho, alguien sin poder
(ni siquiera es un árbitro) y sin embargo la puesta en escena del poder
se hace necesaria Para la producción del campo en el cual coexisten y se
confrontan unos y otros.

Gerard Althabe,
"Detour pour Buenos Aires".

GLOBALIZACION Y NUEVA DEPENDENCIA

En líneas generales, la globalización puede ,ser considerada como un proceso de


superación de las fronteras políticas, sociales y económicas, to cual está en el origen de
la transformación del Estado Nacional y la emergencia de nuevas formal de soberanía,
así como de una nueva articulación entre economía y política (Altvater:2000).
En efecto, este proceso implicó, el desmantelamiento de los marcos de regulación
colectiva desarrollados en la época fordista y la afirmación de la primacía del mercado,
en función de las nuevas exigencias del capitalismo. Al mismo tiempo, esto supuso un
debilitamiento del Estado Nacional come, agente regulador de las relaciones

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económicas, así como el surgimiento de nuevas fronteras y, en el límite, de nuevas


formas de soberanía, más allá de lo Nacional-estatal (nuevos bloques económicos y
políticos regionales). Todo ello trajo aparejada una nueva división del trabajo
internacional, que beneficio muy especialmente a las Naciones desarrolladas, al tiempo
que potencio las asimetrías existentes entre las Naciones del Norte y del Sur.
La anterior no implica desconocer la gravedad de la crisis que, a fines de los 80,
atravesaban los países latinoamericanos, y la Argentina particularmente, que daba
cuenta del agotamiento del modelo de acumulación anterior, visible en la crisis fiscal
del Estado, el creciente endeudamiento externo y la entrada en un contexto de alta (e
híper) inflación. Sin embargo, como ya hemos señalado en la introducción, el
reconocimiento del agotamiento del modelo de acumulación anterior no significaba de
por sí que la única solución a la crisis fuera la salida neoliberal.
En realidad, en América Latina, la entrada en nuevo orden socio-económico implica la
conjunción de dos procesos diferentes: por un lado, la profundización de la
transnacionalización de la economía; por el otro, la reforma drástica del aparato estatal,
que produjo el desmantelando del marco regulatorio del régimen anterior. Este doble
proceso, que atravesó en gran medida el conjunto de los países latinoamericanos,
desemboco en la institucionalización de una nueva dependencia, cuyo rasgo común
sería la exacerbación del poder conferido al capital financiero, por media de sus
principales instituciones econ6micas (FMI, Banco Mundial). En este nuevo escenario, la
economía se separó y autonomizo, disociándose bruscamente de otros objetivos, entre
ellos, la creación de empleo y el mantenimiento de un cierto estado de bienestar, ejes
del modelo de acumulación anterior.
Esos procesos resultaron ser más destructivos en la periferia globalizada que en los
países desarrollados, en donde los dispositivos de control público y los mecanismos de
regulación social suelen ser más sólidos, así coma bastante más amplios los márgenes
de acción política de los propios Estados Nacionales. En fin, coma hemos visto en el
capítulo anterior, en estas latitudes el proceso de "reestructuración" del Estado fue
crucial. En realidad, antes que "extinguirse" o manifestarse como un fenómeno
"residual", el Estado fue reformulado y reapareció bajo nuevos ropajes (la triple
dimensión: patrimonialismo, asistencialismo y reforzamiento del sistema represivo
institutional).
En consecuencia, en diferentes países periféricos se impuso un esquema de
crecimiento económico disociado del bienestar del conjunto de la sociedad, esto es,
una "sociedad excluyente", modelo donde convergen modernización económica y
dinámica de polarización social.1 Sin embargo, la modalidad efectiva que adoptaron las
llamadas reformas estructurales en cada país no fue ajena a los diferentes arreglos
políticos, ni al peso de la cultura institutional existente (Torre: 1998). Así, en América
Latina, estos procesos se apoyaron y, en consecuencia, terminaron por reforzar la
tradición hiperpresidencialista existente. En algunos casos, como el argentino, la
confluencia de una tradición hiperpresidencialista y una visión populista del liderazgo
(marcada por la subordinación de los actores sociales y políticos al líder), acelero la

1 Como afirma Pierre Salama (2003): "Nos podemos interrogar sobre la ceguera de numerosos
economistas, especialmente pertenecientes a instituciones internacionales, de miembros de gobiernos
argentinos y también de argentinos, economistas o no, durante todos estos largos años. Es por
incompetencia y si así fuera, el grado de incompetencia se mide con la vara de diplomas 'prestigiosos'
otorgados por universidades norteamericanas, condición sine qua non para formar parte de estos
instituciones? Es por interés personal? Es por ceguera ideológica y fundamentalista desconcertante? La
respuesta puede ser aún más compleja. No es cierto que a veces existen intereses comunes, no
expresados claramente, de conducir tal o cual política favorable a intereses “bien entendidos”, y que se
aplican dinámicas perversas en las que cada día que pasa se hace más difícil una ruptura negociada con
el modelo aplicado y que prefiriendo la recesión a la crisis, en lo inmediato menos costosa, se provoca a
corto plazo una crisis mayor?".
Problemas Sociales Latinoamericanos

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desarticulación de lo económico respecto de lo social, al tiempo que garantizo el


proceso de construcción política de una suerte de "nueva soberanía presidencial",
frente al vaciamiento de la soberanía Nacional.
Estos procesos no tuvieron un carácter univoco: aun en el contexto de la nueva
dependencia, la afirmación de un nuevo orden socio-económico debe ser pensada en
su dimensión contingente y conflictiva, como resultado de la convergencia y
radicalización de los factores mencionados más arriba, esto es, entre las nuevas
presiones del capital por la apertura de los mercados y la exacerbación del capital
financiero; entre la crisis del Estado Nacional-popular y el shock hiperinflacionario; entre
el peso de la tradición presidencialista y la eficacia del legado populista.
En fin, estos cambios trajeron aparejadas grandes transformaciones de la política,
que fueron configurando un modelo de dominación apoyado sobre tres ejes centrales:
el primero, la sumisión de la política a la economía; el segundo, la consolidación de una
democracia presidencialista fuertemente decisionista; el tercero, el desarrollo de
nuevas estructuras de gestión, que condicionaron el hacer político tanto "desde arriba"
como "hacia abajo". En lo que sigue, nos proponemos analizar algunas de las
dimensiones más relevantes de este nuevo modelo de dominación política.

LA SUMISION DE LA POLÍTICA A LA ECONOMÍA


El primer rasgo y tal vez el más notorio del "modelo argentino" fue sin duda el alcance
que tuvo la subordinación de la política a la economía, como resultado del
reconocimiento de la "nueva relación de fuerzas".
Esa pérdida de autonomía de la política con relación a la economía puede ser leída
en dos niveles diferentes. En primer lugar, la primacía de la economía adoptó distintos
registros de inflexión. El primero aparece reflejado en la retórica de Menem, quien
desde sus comienzos adoptó un discurso que aceptaba la perdida de autonomía de la
política, al hacer hincapié en la urgencia de la crisis o "la situación desesperada". Esta
estrategia de legitimación tenía dos objetivos mayores: por un lado, subrayar el carácter
ineluctable de las reformas, para desactivar las críticas al nuevo programa; por el otro,
hacer desaparecer el carácter político de la decisión.
En efecto, al subrayar la imposibilidad de rehuir las nuevas restricciones
estructurales, reconociendo y aceptando de entrada la perdida de autonomía de la
política, la estrategia tendía a despolitizar las decisiones, restándoles su carácter
contingente, producto de una situación de conflicto, al tiempo que enfatizaba el
carácter univoco del camino emprendido para encarar las reformas. Como veremos en
el próximo apartado, el correlato de esta estrategia de borramiento de la política fue
que el espacio de la decisión paso, en mucho, a estar concentrado en la autoridad
presidencial y su entorno.
En segundo lugar, la subordinación de la política a la economía condujo a una
naturalización de la globalización, en su versión neoliberal. En este sentido, gran parte
del establishment político se esforzó en dar por sentada la identificación entre orden
liberal y nueva dinámica globalizadora, naturalizando, por ende, la nueva dependencia.2
2 Las declaraciones del ministro Roberto Dromi, nada menos que el máximo responsable de llevar a
cabo la primera ola de privatizaciones, ilustran esta posición: "Ustedes saben con honestidad que los
pliegos tienen una clausula no escrita, que no la hemos escrito por vergüenza, por vergüenza nacional,
que es el grado de dependencia de nuestro país, que no tiene ni siquiera la independencia, ni siquiera la
dignidad, para poder vender lo que hay que vender. Un país que no tiene disponibilidad de sus bienes, un
país que esta inhibido internacionalmente, A-rro-di-lla-do, a-ver-gon-za-da-men-te" (Roberto Dromi, Pagina
12, 9/9/90, citado en Margheritis:2000, pp. 63-64). En el extremo hiperbólico de la escala emocional, la
asunción del cambio en la relación de fuerzas se percibe también en las alegres declaraciones del
canciller Guido Di Tella acerca de la política de "relaciones carnales" del país para con Estados Unidos,
Problemas Sociales Latinoamericanos

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En términos de Beck (2000), esta visión implicaba una confusión entre "globalización"
(reconocimiento de que la globalización es un dato de la realidad), y el "globalismo", que
es una ideología, que consiste en la creencia en la regulación automática por sobre los
mercados y en la renuncia a cualquier intervención política de relevancia sobre el
terreno de lo social.
No obstante, el argumento que colocaba como dato insoslayable la primacía de la
economía, sería utilizado a lo largo de la década de los 90, en un claro vaivén que iba
del "fatalismo" oficialista, dentro de los márgenes del "pensamiento único", al
"posibilismo" de la llamada oposición progresista, que llegaría al gobierno en 1999. Más
aún, una vez superada la crisis hiperinflacionaria y lograda la estabilización mediante la
estrategia de shock y la convertibilidad de la moneda Nacional al dólar, la tendencia a
naturalizar la asociaci6n entre globalización y neoliberalismo, reafirmando la existencia
de una "vía única", parece encontrar una confirmación en la ausencia de un verdadero
programa alternativo. No por casualidad esta estrategia de despolitización del espacio
de la decisión tuvo como corolario el borramiento de los antagonismos, anteriormente
constitutivos de la política argentina. En efecto, la adhesión al Plan de Convertibilidad,
transformado en piedra basal de la sociedad y nuevo dogma de los argentinos,
contribuyo notoriamente a desdibujar las identidades y divisiones políticas, creando esa
suerte de "consenso blando" (Chereski: 1995) que dominaría gran parte de la vida
institucional argentina durante los 90.
Lo dicho aparece reflejado en la oposición que se iría gestando desde 1993-94, a
partir de la emergencia de un eje de centroizquierda, primero el Frente Grande, luego
Frepaso (Frente por un País Solidario), liderado por ex peronistas como Carlos "Chacho"
Álvarez, cuyas criticas harían hincapié menos en el modelo económico (esto es, en la
propuesta de una nueva alternativa) que en la falta de transparencia en el
funcionamiento de las instituciones, como causa fundamental de la gran corrupción
existente. Más tarde, el frente constituido por la Unión Cívica Radical y el Frepaso —la
"Alianza"— insistiría en la existencia de una "deuda social" (visible en el aumento del
desempleo y la pobreza), ligada más a los "efectos colaterales" (esto es, no deseados)
del modelo económico, que a las propiedades estructurales del mismo. De este modo,
las posibles reformas políticas encontraban un umbral, suerte de punto ciego —esto es,
de no discusión— en la defensa de la convertibilidad de la moneda, aun cuando ya eran
claramente visibles sus efectos recesivos. Recordemos que el mismo Álvarez, antes de
devenir vicepresidente de la Nación, se vio en la obligación de realizar una autocrítica, 3
al reconocer que se había equivocado "en no votar la Ley de Convertibilidad". De esta
manera, luego de una década de menemismo, el discurso aliancista dejaba incólume el
tema de la convertibilidad monetaria y condensaba su "promesa política" en dos ejes, la
democratización de la política social y la depuración de las instituciones.
La inocultable rigidez del modelo estaba vinculada a las proporciones que tomó la
nueva dependencia, a través de la reducción del espacio de la política y la centralidad
de los mandatos económicos, pero también al efecto traumático e inhibidor de la
hiperinflación en los comportamientos sociales de los argentinos. Así, con el correr de
los años, transformada en imperativo categórico, la "convertibilidad" funcionaba no solo
como el máximo principio de regulación de la sociedad post-inflacionaria, sino, en el
límite, como único principio de legitimidad en medio de la recesión económica y la
inestabilidad de las posiciones sociales. Sacralizada por unos y por otros, se expresó en
la rigidización de las conductas, lo cual no hizo más que potenciar la dinámica perversa
del modelo.5 Un ejemplo de ello es la justificación que aportan los propios
protagonistas, luego del estallido del modelo y el colapso del gobierno de la Alianza: por

convertido en megapotencia indiscutible de un mundo unipolar.


3 Para un análisis crítico y exhaustivo de las posiciones de Chacho Álvarez durante este periodo, véase

Corral (2002).
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lo general, el relato adquiere el tono de una tragedia griega, como si los actores
hubiesen caído presos de una lógica superior que terminaría por conducirlos
inevitablemente a un final de catástrofe.
En resumen: una de las declinaciones más importantes de la época es la forma
particular que adopto la sumisión de la política a la economía. Si Bien es cierto que
dicha sumisión tuvo su expresión en un acto único (el viraje neoliberal, realizado en
1989) , que hizo hincapié en el argumento de la crisis y la situación desesperada, esta
se fue construyendo y prolongando en movimientos sucesivos, mediante los diferentes
arreglos políticos e institucionales. Finalmente, lo que al inicio de la década apareció, en
medio de una crisis mayor, como una aceptación de la perdida de autonomía de la
política, mezcla de realpolitik con aggiornamento de la propia clase política, a lo largo
de una década de convertibilidad, terminó por convertirse, durante el gobierno de
Fernando de la Rúa, en una suerte de horizonte insuperable, anclado en la sola certeza
de la estabilidad de la moneda.

EL GIRO PRESIDENCIALISTA: ENTRE EL DECISIONISMO Y EL PERSONALISMO


Pese a su reconocida subordinación al "nuevo orden económico", la década del 90
no implico en absoluto una evacuación de la política. En realidad, este proceso fue
acompañado por una práctica política decisionista, así como por la consolidación de un
tipo de liderazgo personalista. Veamos entonces ambas inflexiones.
De manera general, el decisionismo es un estilo político en el cual el líder interviene
como autoridad soberana y fuente absoluta de la decisión política.46 Ahora bien, la
construcción del espacio de la soberanía presidencial —decisionismo mediante—,
aparece como el sustituto de un centro estatal vaciado. Como afirma Althabe (1998),
citado en el epígrafe de este capítulo "en la construcción de la soberanía presidencial
hay una puesta en escena del poder y esta puesta en escena es necesaria para el
mantenimiento de la unidad de la sociedad nacional. Se trata de un sistema en el cual
el soberano es en mucho alguien sin poder (ni siquiera es un árbitro) y sin embargo la
puesta en escena del poder es necesaria para la producción del campo en el cual
coexisten y se confrontan unos y otros".5
En términos institucionales, el proceso de construcción de la soberanía presidencial
aparece ilustrado por los decretos de "necesidad y urgencia" que la Constitución habilita
para el caso de las "situaciones extraordinarias", y en el use del veto presidencial. Como
lo confirmarían las palabras de Menem, "el decreto es la forma ejecutiva de mandar".6
El resultado fue así la instalación de una suerte de "decretismo", que amplio las
facultades del Ejecutivo, otorgándole el poder de legislar, y facilitándole, al mismo
tiempo, obviar las dificultades de una confrontación democrática.
A su vez, este proceso de construcción de la soberanía presidencial fue favorecido
por una democracia de tipo presidencialista, así como por la eficacia simbólica del
vincula populista. Ese modelo de gestión política se consolido en los países
latinoamericanos que cuentan con una clara tradición presidencialista y un parlamento
débil, generalmente sometido a la autoridad del jefe del partido y presidente de la

4 Para una discusión filosófica y política del tema, (Véase Flax, La democracia atrapada. Critica del
decisionismo, Buenos Aires, Biblos, 2002.
5 Este proceso, Althabbe lo analiza desde el punto de vista comunicacional. Así, afirma: "Y en esta

construcción, la comunicación social tiene un rol central: esta soberanía puesta en escena es producida
por la comunicación social" (Althabe:1998).
6 "No debe enervarse la capacidad del Presidente para mandar por decreto. Es la única forma que tiene

de mandar. Cualquier otra interpretación 'politizada' o 'desjuridizada' significa reducirle poder, y de suyo,
eximirle indebidamente de la responsabilidad de gobernar, 'administrar', 'ejecutar'. Las limitaciones de su
poder desvirtúan las responsabilidades del presidente", Carlos Menem, "El decreto es la forma ejecutiva
de mandar", Clarín, 18 de septiembre de 1996.
Problemas Sociales Latinoamericanos

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república. No olvidemos, asimismo que el modelo presidencialista fue reforzado por la


reforma constitucional de 1994 (Gargarella: 2005), cuyo artículo 99 (inciso 3) amplia la
facultad presidencial para sancionar decretos de necesidad y urgencia.
Por otro lado, esta situación fue promovida por la misma tendencia del propio Partido
justicialista a devenir "un sistema político en sí mismo" (Torre: 1999), convirtiéndose al
mismo tiempo en oficialismo y oposición. Más aún, este modelo político de gestión fue
potenciado sin duda por el estilo político peronista, tradicionalmente marcado por una
fuerte subordinación de los actores al líder. Ciertamente, la práctica política de Menem
se caracterizó por una estrategia de concentración creciente del poder, orientada hacia
el control y dominio de diferentes actores sociales: hacia adentro, con relación al
partido y las corporaciones sindicales; hacia afuera, en referencia a las fuerzas militares
y la oposición política. Esta práctica le permitió a Menem disciplinar vastos sectores
sociales y estructurar un nuevo consenso sin tener que pagar por ello altos costos
políticos, tal como lo muestran sus sucesivos triunfos electorales entre 1991 y 1995.7
No obstante, esta política de concentración del poder, lejos de ser un rasgo
coyuntural, se prolongó en la práctica de los gobernantes que sucedieron a Menem,
tanto De la Rúa (que no solo apelo a las facultades extraordinarias, sino también al
estado de sitio), como Eduardo Duhalde y, más recientemente, Néstor Kirchner. La gran
cantidad de decretos sancionados por el Ejecutivo a partir de 1989 corroboran la
hipótesis decisionista. Por ejemplo, en sus diez arias de gestión, Menem sancionó 545
decretos (Ferreira Rubio y Goretti: 1996, 2000). Por su parte, De la Rúa firma, entre
2000 y 2001, 73 decretos. La continuidad de la política decretista se extiende hasta el
presente: durante sus dos primeros años de gobierno, Kirchner dictó 140 decretos,
cantidad que superó los firmados por Menem y De la Rúa en el mismo lapso (La Nación,
13/06/2005). Esta tendencia a la normalización del "Estado de excepción", visible en la
concentración de poder en el Ejecutivo y, por ende, en la alteración de la división
republicana de poderes, alcanzo dos situaciones extremas: en primer lugar, en los
poderes extraordinarios otorgados a Menem durante la primera etapa de su gobierno, lo
cual le permitió implementar por decreto una política de reformas; en segundo lugar, la
cesión de poderes otorgada a Cavallo, convertido en superministro en el último tramo
del gobierno de De la Rúa. En fin, ello viene a demostrar, coma ha señalado Agamben
(2004), que en la época contemporánea el argumento más generalizado para invocar el
"Estado de excepción" es menos el de la guerra (externa o interna) que la emergencia
económica.8
El segundo rasgo asociado al nuevo estilo político es la proliferación de liderazgos
personalistas. De manera general, el tipo de liderazgo personalista que se fue
consolidando a partir de 1983 es diferente del liderazgo carismático, asociado a los
movimientos populistas de las décadas anteriores (Martuccelli y Svampa: 1997). En
realidad, desde una perspectiva histórica, la nueva figura del liderazgo se halla
asociada al proceso de restablecimiento del juego democrático, que fue acompañado
de una crisis de representación política, ligada al debilitamiento de los cuerpos
intermedios y el ingreso a una relación más directa entre el líder y sus electores. En este
sentido, el "regreso" del líder se corresponde más bien a una situación de crisis social,
de ingobernabilidad, de descomposición de antiguos actores sociales, incluso de

7 El vínculo con el partido no es sino una prolongación de la tradición peronista en lo que a las
instituciones partidarias se refiere, caracteriza da por la fuerte subordinación del aparato partidario a las
decisiones del jefe presidencialista. Sin embargo, señalemos que este proceso va más allá del
justicialismo: Alfonsín altero una larga tradición en la UCR al aunar los cargos de presidente de la
Republica y de presidente del Comité Nacional del partido, subordinando fuertemente el partido radical a
sus designios políticos.
8 La crítica de Agamben va más lejos, pues la tendencia a la "normalización" del Estado de excepción

viene a revelarnos, antes que las dificultades, los verdaderos límites que enfrentan los regímenes
democráticos contemporáneos.
Problemas Sociales Latinoamericanos

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anomia (Zermeño: 1989). Contrariamente a la lealtad sustancial producida por los


Iiderazgos carismáticos, estos nuevos procesos dan lugar a una serie de popularidades
evanescentes y transitorias. Así, mientras que el Iíder carismático posee un aura
particular que incorpora en el espacio político, el líder personalista es un puro efecto de
una position institutional. En otros términos, el interés por su persona es momentáneo,
ligada al deseo de descubrir la "persona" detrás del rol, sobre todo, el deseo de
descubrir una persona semejante a uno. La identificación es, más que nunca, con la
persona-del-presidente y no, verdaderamente, con la figura del líder carismático. En
consecuencia, antes que del retorno de un liderazgo carismático, el liderazgo
personalista se coloca más cerca de lo que Tucker denomino "carisma de situación", un
fenómeno que no está determinado por los componentes mesiánicos de la
personalidad del líder, sino por un estado de stress agudo en la sociedad que
predispone a la gente (citado en Panebianco: 1990).
En resumen: mientras que el líder carismático se vincula con lo político desde la
distancia en la cual lo colocan sus supuestas cualidades excepcionales, el actual líder
personalista asegura una forma de vinculación gracias a la proximidad de su carácter.
El líder personalista actual es un fruto de la situación: un "agente", antes que un "actor".
De ahí que en algunos casos, la personalización del liderazgo pueda dar Lugar a la
consolidación de figuras políticas desprovistas de todo carisma político, coma lo
muestra el caso de De la Rúa o, aun, el de Kirchner. Como la identificación se realiza
con los límites de la persona, solo dura mientras los limites humanos se encubren
detrás del prestigio de la función. El líder personalista ya no es más, entonces, un líder
carismático a través del cual los sectores populares se identifican-proyectan-constituyen
en el sistema político; por el contrario, en la medida en que la vida política se
institucionaliza y el manejo de la economía se independiza del recambio electoral, el
sentimiento de distancia respecto del sistema político requiere ser compensado
(aunque solo parcialmente) por el interés hacia la persona del líder.
Por otro lado, la consolidación de este tipo de liderazgos no puede ser disociada de
la importancia que han cobrado los medios masivos de comunicación en la época
contemporánea, y el impacto que esto ha causado en la concepción del vincula político.
Así, durante los 90, los liderazgos personalistas tendieron a apoyarse en una lógica más
bien mediática, más que en las estructuras de base. Incluso el justicialismo privilegiaría
esta lógica mediática, antes que los discursos en la plaza pública. En algunos casos,
como ha sido para las nuevas "terceras fuerzas" (Frepaso, AR), los nuevos liderazgos se
apoyaron exclusivamente en la estrategia de vinculación mediática, desechando desde
el inicio cualquier posibilidad de construcción o vinculación con estructuras de base.
Asimismo, la mediatización del vincula político iría acompañada por una estrategia de
"contacto", ilustrado emblemáticamente por el "menemovil", pero también por las
permanentes visitas presidenciales a los asentamientos y barrios populares, que venían
a ilustrar el fugaz el encuentro con las estructuras de base, ahora denominadas "gente"
o "sociedad civil". 9 Y hasta Carlos "Chacho" Álvarez fue proclive a la estrategia de
contacto, reflejada en aquellas salidas intempestivas —por ejemplo, subir a un colectivo
para hablar con la gente— que mostraban menos su vocación plebiscitaria, que la
necesidad de evidenciar cuál era su comunidad política de referencia (la "gente", la
"sociedad civil", pero no el "pueblo").
Uno de los corolarios de este proceso fue que se aceleró la desarticulación de lo
político respecto de lo social, y la política se tornó cada vez más autorreferencial, es
decir, se encapsulo, como lo ilustran la autonomía de los líderes y los partidos con

9 Por otro lado, la crisis de las formas más tradicionales de militancia política y la transformación del
justicialismo en un partido burocrático de masas no es ajena a este proceso, caracterizado por el pasaje
a una "democracia de lo público" (Manin: 1995), donde predominan las estrategias de contacto y se
multiplican los sondeos de opinión.
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relación al electorado y la tendencia de la llamada "clase política" a realizar acuerdos


secretos, sustrayendo las decisiones políticas incluso al debate parlamentario. Este
rasgo se manifestó claramente en el Pacto de Olivos, realizado entre el ex presidente
radical Alfonsín y el entonces presidente Menem, el cual permitió la reforma de la
Constitución que abriría el camino a la reelección de este Ultimo. La tendencia a la
autorreferencialidad fue potenciada, como afirma Frederic (2004), por la ampliación del
horizonte de expectativas de la clase política que acompañó la consolidación del
sistema democrático, confirmando a través de la alternancia electoral la posibilidad de
desarrollar una "carrera política" de por vida.
Para autores como O'Donnell, la situación descripta más arriba daría lugar a la
consolidación de "democracias delegativas" (2004), en las que la situación de crisis y
emergencia socioeconómica heredada, así como la debilidad de los actores sociales,
conducen al presidente a arrogarse la potestad absoluta. Este tipo de democracias se
caracterizan por la falta de accountability (rendición de cuentas) horizontal (hacia los
otros poderes y su propio partido) y vertical (hacia sus electores). Desde nuestra
perspectiva, es necesario comprender que, en términos de sistema político, el período
que se abre a partir de 1989 instala un vaivén constante, atravesado de tensiones y
ambivalencias no siempre coyunturales, entre la afirmación decisionista y la tentación
delegativa.10
En definitiva, la consolidación de un estilo político decisionista viene a expresar la
convergencia entre una tradición hiperpresidencialista, un vínculo populista
(caracterizado por la subordinación de los actores sociales y políticos al líder), y un
liderazgo personalista. Ello garantizó el proceso de construcción de una suerte de
"nueva soberanía presidencial", frente al vaciamiento de la soberanía nacional, que
emergió así como la clave de bóveda del nuevo modelo de dominación política.

LA TRIPLE INFLEXION DE LA POLÍTICA COMO "GESTIÓN"


La tercera inflexión se refiere al pasaje a un determinado modo de "hacer política"
vinculado al mandato de los organismos multilaterales, que puede ser sintetizado como
un nuevo modelo de gestión estatal. Las nuevas estructuras de gestión se asientan
sobre tres características fundamentales: la exigencia de profesionalización, la
descentralización administrativa y la focalización de la política social. A su vez, estas
estructuras se nutren de un modelo de gerenciamiento, "la cultura del management",
que se propone alcanzar una mayor eficacia mediante la reducción de los costes y la
adecuación a la demanda del beneficiario, planteando una distancia critica tanto
respecto del tradicional estilo político, sospechoso de discrecionalismo y clientelismo,
como del tipo burocrático clásico, desarrollado el siglo pasado por Weber (1988),
considerado jerárquico y centralizado, poco "flexible" para dar respuesta a las nuevas
realidades. Así, frente al primer modelo, plantea la necesidad de llevar a cabo una
nueva división del trabajo político, profesionalizando las funciones; frente al segundo,
postula la descentralización administrativa y la focalización en el tratamiento de los
10 La "hipótesis delegativa" vendría a cuestionar así aquella otra tesis que afirma, para el caso argentino,
la progresiva consolidación del sistema institutional, desde 1983 en adelante. En contraposición a
O'Donnell, esta última lectura propone una visión más matizada de las relaciones entre el Poder Ejecutivo
y el Legislativo (que, para el caso de la gestión de Menem, se refiere sobre todo a la segunda fase de
reforma del Estado, que conllevo una mayor participación del Congreso) y subraya como rasgo importante
de la institucionalización, la consolidación de una dinámica partidaria. Esta position aparece en autores
como Torre (1998), pero más claramente en Palermo y Novara (1996), para quienes el menemismo al-
Irma la salida del movimientismo, reemplazado por una dinámica más partidaria. Con argumentos
diferentes, Peruzzotti (1998) discute la hipótesis de la entrada en una democracia delegativa, para
subrayar la erosión de la tradición populista, visible en la emergencia de nuevas formas de politización,
portadoras de una visión constitucionalista en la cual se aúnan democracia y derechos humanos.
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problemas, con el objeto de lograr una mayor eficiencia y "equidad".11 Siguiendo esa
caracterización, en este apartado quisiéramos hacer hincapié tanto en las
transformaciones que "desde arriba" significo la introduction de dicho estilo de gestión,
como en algunas de las repercusiones que tuvo "hacia abajo", en relación con los
sectores populares.
En primer lugar, dentro del nuevo modelo de gestión adquiere centralidad la figura
del experto. De manera general, la centralidad del saber-experto se vincula con el
proceso de destradicionalización de la sociedad contemporánea, que tiene como
correlato una mayor reflexividad, a la vez institutional y personal (Giddens: 1991).
Según ésta concepción, la profesionalidad y el conocimiento colocarían al experto en
una posición óptima para aprehender el interés público general y, en consecuencia,
para implementar las políticas más adecuadas. Sin embargo, como afirma Bourdieu
(2002, p. 448), las nuevas estructuras de dominación reflejan la convergencia entre
determinadas figuras del "productor cultural" —el experto y el consejero
comunicacional— con la nueva nobleza empresarial y de Estado.
Ahora bien, lo particular en el nuevo modelo es el lugar privilegiado que ha ido
cobrando el experto en economía. Aunque este modelo no estuvo ausente en la
Argentina en experiencias políticas anteriores, 12 recién a partir de 1989 se impondría
como un mandato político inexorable. Así, "desde arriba", el énfasis en la
profesionalización se vio potenciado luego del ingreso del equipo de Cavallo en la
cartera económica (continuado por Roque Fernández) 13. El reconocimiento general de
este mandato aparece ejemplificado por el hecho de que, en la actualidad, cualquier
político con aspiraciones electorales debe contar con —y exhibir— sus equipos técnico-
económicos (Iazzetta: 2000), cuya competencia suele medirse por el nombre del centro
académico de referencia —universidades norteamericanas—, así como por la fluidez de
sus contactos internacionales.
Por otro lado, aunque cierta literatura afirme la "autonomía relativa" del experto, el
caso argentino está lejos de expresar este tipo ideal. Antes bien, el modelo argentino ha
encarnado de manera acabada la vinculación orgánica entre elites tecnocráticas y
mundo empresarial, como lo refleja el caso de la Fundación Mediterránea, financiada
por empresas que durante la gestión de Cavallo fueron favorecidas por el proceso de
privatizaciones (Iazzetta:2000, p. 400).
Así, una de las claves del periodo, a saber, la rápida conformación de un nuevo
entramado económico, suerte de "comunidad de negocios" (Basualdo: 2002), entre
grupos econ6micos Nacionales y empresas transnacionales, asociados en la
adquisición de empresas estatales privatizadas, fue posible no solamente gracias a la
corrupción y cooptación de la clase política local, como lo reflejan los grandes

11 La noción de equidad se basa en la idea de que el Estado debe reorientar su intervención no de una
manera igualitaria, sino en pos de la protección de los grupos más vulnerables.
12 No olvidemos tampoco que esta política tuvo su antecedente en la llamada "Revolución Argentina",

bajo la dirección de Onganía (1966-1969), que apunto a poner fin a la recurrente inestabilidad
institucional mediante la alianza política entre una elite tecno burocrática y las Fuerzas Armadas. El
Estado burocrático-autoritario, según la formula desarrollada por O'Donnell (1972), característico de los
regímenes militares que se instauraron en los países latinoamericanos de alta modernización, como la
Argentina y el Brasil, ejemplificaba esta nueva etapa, en la cual el autoritarismo y la exclusión política
convergían con la modernización económica. En fin, siempre siguiendo a O'Donnell, en el Estado
burocrático-autoritario la "afinidad electiva" entre economía y política, en el periodo de transición entre la
fase inicial de la producción de bienes de consumo y la fase de "profundización" de la industrialización de
bienes de capital e intermedios (transito que habría requerido políticas ortodoxas y una nueva
concentración del ingreso en detrimento de los sectores populares) confluía con la existencia de una
fuerte activación política del sector popular, que no lograba ser controlado y que producía retornos
temporarios a la política nacional-popular.
13 Mientras Cavallo proviene de la Fundación Mediterránea, Roque Fernández pertenece al CEMA (Centro

de Estudios Macroeconómicos), la otra usina reconocida del neoliberalismo vernáculo.


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escándalos denunciados a lo largo de la década del 90. Antes Bien, la fuerte


imbricación entre el equipo económico y los grupos privados favoreció y potencio de
manera decisiva este proceso, lo cual contribuy6 a la instalación de un Estado
patrimonialista.
Por Ultimo, el nuevo estilo de gestión incorporo un esquema binario o polar, que
derivaba del diagnóstico que la elite tecnopolítica hacía de la crisis. Como afirman
Barbeito y Lo Vuolo (1992), "los modelos teóricos que pretenden atribuir un contenido
modernizador al proceso de transformación en marcha, se basan en un reduccionismo
que rememora las interpretaciones 'duales' del subdesarrollo económico. La
construcción de imágenes interpretativas de la crisis social a partir del contraste entre
partes definidas como atrasadas, que supuestamente bloquean la dinámica positiva de
otras partes modernas, parece otorgarle un sentido positivo a la regresión social que se
está viviendo" 14. En consecuencia, en nombre de la eficiencia y la modernización, el
léxico de los funcionarios se fue nutriendo de oposiciones binarias, de fuerte
connotación excluyente, cuyo carácter performativo no puede ser denegado. Esta
mirada aparece ilustrada por un conjunto de parejas de oposición, que apuntaron a
contraponer lo moderno/eficiente, es decir "lo viable", propio del nuevo estilo de
gestión, con lo atrasado/ineficiente, es decir, lo "no viable", atribuido al anterior estilo.
Ahora bien, el "viejo estilo de gestión" englobaría nada menos que al conjunto de las
empresas estatales, numerosas economías regionales y, por supuesto, la totalidad de
las administraciones provinciales. En efecto, en el lenguaje dualista de los técnicos,
"inviables" resultaban ser las empresas del Estado, ilustradas paradigmáticamente por
el transporte ferroviario, vetusto y longevo, pese a que este baba ocupado un lugar
central en el proceso de construcción de la Nación, comunicando los lugares más
apartados del país, al tiempo que su Nacionalización formaba parte de la simbología
fundacional del peronismo. "Inviables" eran catalogadas las economías regionales que
lejos estaban de poder desenvolverse de manera competitiva ante la apertura a las
importaciones, y de cuya actividad dependían directa e indirectamente comunidades
enteras, muchas de las cuales sufrirían un fuerte proceso de empobrecimiento, cuando
no se convertirían en verdaderos "pueblos fantasmas".
Claro que, desde esta perspectiva, resultaban también "inviables" gran parte de las
plantar administrativas de los Estados provinciales, en general poco eficientes y
siempre sobredimensionadas, terreno del clientelismo más variopinto. Sin embargo, el
nuevo modelo de gestión encontró aquí un límite en los arreglos específicos del
peronismo con los respectivos poderes provinciales. En efecto, como afirman Gibson y
Calvo (2001), el ajuste a las provincias habría de llegar más tarde, luego de 1995. Esto
no era, por supuesto, fruto de la casualidad histórica. En realidad, la política del
gobierno Nacional apunto a sostener las estructuras clientelares en las provincias
periféricas, postergando recortes en el empleo público provincial e incrementando el
flujo de recursos del gobierno central a las provincias, lo cual le permitió garantizar la
"gobernabilidad" que requería una política tan drástica de reformas. Una de las
herramientas más habituales fueron las partidas especiales (como, por ejemplo, los
Aportes del Tesoro Nacional) ,15 herramientas fundamentales para contener el alza de

14 De esta manera, "los programas de ajuste ofrecen a la coalition política hoy hegemónica la posibilidad
de recrear el escenario ideal para que se efectivice el crecimiento mecánico propuesto desde los modelos
duales" (Barbeito y Lo Vuolo: 1992).
15 Los ATN (Aportes del Tesoro Nacional) que dependían del Ministerio del Interior fueron instituidos por

ley en 1988 y sus fondos eran destinados a las provincias, con el objeto de atender situaciones de
emergencia y desequilibrios financieros. La ley autorizaba su utilización discrecional, siempre y cuando su
destino no violentara lo establecido por la misma. Una investigación realizada por la Cámara de
Diputados de la Nación da cuenta de su mecánica, durante el período 1990-2001, mostrando que "en su
mayoría se trató de la entrega lisa y liana de subsidios, no solo a gobiernos provinciales sino a cualquier
tipo de entidad no gubernamental, empresas y particulares, teniendo como premisa la simpatía política
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la desocupación y el creciente conflicto en las provincias, lo cual se tradujo en un


aumento del empleo público provincial, como lo muestra de manera paradigmática el
caso de Santiago del Estero, intervenida a fines de 1993. En resumen, lejos de ser un
elemento ajeno a las reformas en curso, el clientelismo fue "integral a la racionalidad
política de las reformas" (Gibson y Calvo: 2001) .16
Sin embargo, el nuevo estilo de decisión se aplicó sobre todo en las áreas centrales
—y Nacionales— de la economía argentina, mediante la implementación sistemática de
una política social focalizada y la descentralización administrativa. Sus consecuencias
fueron múltiples: la focalización trajo consigo una orientación hacia una política social
particularista destinada a aliviar la pobreza; la descentralización, por su parte, implicó el
trasvasamiento de responsabilidades administrativas del Estado Nacional a los
municipios y provincias. 17 Ambos procesos, piezas claves de la reforma del Estado,
conllevaron una reformulación de la relación con los sectores populares, visible en la
tendencia a reducir la política a la gestión de las necesidades básicas, asi como en la
emergencia de nuevas fronteras entre política local y acción territorial.
En efecto, en primer lugar, la focalización indico un claro giro de la política hacia el
mundo de las necesidades básicas, mediante la multiplicación de las formas de
intervención territorial en el mundo popular. Recordemos que los signos iniciales de
este viraje comienzan a manifestarse a partir de 1987, con la implementación de las
primeras políticas sociales focalizadas, destinadas a los habitantes carenciados de los
barrios. El plan PAN (Programa Alimentario Nacional), lanzado en 1985, durante el
gobierno de Raúl Alfonsín, es un ejemplo de ello. Sin embargo, estas nuevas estrategias
de intervención social, que en los 80 encuentran desarrollos más acabados en ciertos
municipios del conurbano bonaerense gobernados por el Partido Justicialista (Lomas de
Zamora, Moreno, entre otros), se consolidan en el nivel provincial durante de gestión de
Antonio Cafiero, para ser, finalmente, implementados en escala nacional a partir de la
gestión de Menem (Prevot Schapira:1993).
Como correlato de estas estrategias de intervención, en la década del 90 emergió un
entramado político constituido por una red de nuevos militantes sociales (Frederic:
2004), fuertemente dependientes de la ayuda del Estado. El nuevo estilo de decisión
genera cambios importantes en las estructuras territoriales preexistentes, tanto en las
específicamente sociales o comunitarias (ONG), coma en las de carácter más político
(asentamientos, movimiento villero). En realidad, en un contexto de creciente
precariedad y dada la ausencia de recursos financieros, gran parte de las
organizaciones territoriales terminaron por perder su autonomía relativa —ya débil—,
subsumidas o neutralizadas por las estructuras clientelares del Partido Justicialista.
Desde este punto de vista, el impacto de la nueva política en la identidad peronista
de los sectores populares fue considerable. En efecto, "desde abajo", el peronismo
perdió su carácter de contracultura política, para reducirse a una lógica de dominación,

del gobierno central hacia la jurisdicción, a las instituciones o personas favorecidas". El informe
establece que solo el 51% de esos fondos (un total de 2880 millones de pesos) fue entregado de manera
legal.
16 La hipótesis de Gibson y Galva es que habría sido el apoyo electoral de las provincias periféricas lo que

permitió al peronismo mantener electoralmente la viabilidad de las reformas económicas que minaban
sus bases obreras, asentadas en la región metropolitana (Conurbano Bonaerense, Rosario, Santa Fe y
Córdoba). Dicho apoyo electoral se habría garantizado a través "del mantenimiento del patronazgo estatal
de redes clientelares de organizaciones políticas en regiones económicamente pobres pero políticamente
valiosas en la periferia". Las dos conclusiones de este trabajo indican: por un lado, como hemos dicho,
que el clientelismo es "integral a la racionalización política de las reformas"; por el otro, que el
federalismo y la sobrerrepresentación de las regiones periféricas en el sistema político (a través de las
Cámaras alta y baja) potenciaron el impacto del gasto político (pp. 190-204).
17 Sin embargo, la descentralización administrativa fue acompañada de reformas fiscales que apuntaron

a la centralización de la distribución o a restar capacidad de recaudación a las provincias (Falletti, 2001,


p. 212).
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a través de las multiplicadas formas del clientelismo afectivo o las nuevas formas de la
militancia social. Habría que esperar hasta 1997, esto es, hasta la emergencia de las
primeras organizaciones de desocupados, para que la militancia territorial se cargara de
nuevos registros políticos, a partir del cuestionamiento al sistema de "punteros"
barriales implementado por el Partido Justicialista y la extracción del "trabajo social" del
solo ámbito del barrio (Svampa y Pereyra: 2003). Esta lógica de acción permitiría la
reaparición de la política y la emergencia de un nuevo ethos militante, de la mano de
novedosas formas de movilización, como el corte de rutas y las practicas asamblearias.
En resumen, la consolidación de las nuevas estructuras de gestión pondría al
descubierto la emergencia de un nuevo modelo de dominación, no solo "hacia arriba",
sino también respecto de los sectores populares. "Desde arriba", su puesta en marcha
se tradujo en una nueva y estrecha articulación entre elites técnicas y grupos privados,
sentando las bases de lo que Basualdo llamaría, acertadamente, una nueva comunidad
de negocios. "Hacia abajo" el nuevo modelo fue consolidando una matriz asistencial, a
partir del desarrollo de estrategias de contención de la pobreza, por la vía de la
distribución de planes sociales y de asistencia alimentaria a las poblaciones afectadas y
movilizadas. La nueva división del trabajo político apunto también a encapsular el
conflicto en los barrios y a despolitizar la figura del militante. En la medida en que la
situación social se fue agravando y la política implementada por el Partido Justicialista
fue contestada por nuevos actores sociales, el Estado, en sus instancias provincial y
Nacional, debió intervenir, tanto para desarrollar planes de contención social más
vastos, como para reforzar el sistema represivo institucional, judicializando y
reprimiendo el conflicto social.

LOS AVATARES DEL MODELO DE DOMINACION (1989-2001)


En las páginas anteriores hemos analizado las diferentes declinaciones de la política.
Cada uno de esos procesos posee una dinámica relacional compleja, atravesada de
tensiones y arreglos diferentes, y a su vez, produce efectos en niveles distintos: tanto en
el piano de la articulación entre lo Nacional y lo global, como en la trama de la política
local o en las convulsionadas escenas provinciales.
A lo largo de los 90, los diversos componentes y procesos, complementarios entre sí,
fueron configurando los contornos de un nuevo modelo de dominación política; el
mismo que, con ciertas variantes y pese al cambio de escenario político, aún hoy, en
2005, impera en la Argentina. La hipótesis de la continuidad del modelo de dominación
política en el marco de la nueva dependencia no justifica, empero, ignorar la diversidad
de los estilos políticos que se han venido manifestando en los últimos quince años. Así,
en lo que se refiere al periodo analizado aquí (1989-2001), el modelo de dominación
política encontró una nueva inflexión durante el breve y colapsado gobierno de De la
Rúa. Veamos brevemente cual fue su dinámica entre 1999 y 2001.
En primer lugar, la subordinación de la política a la economía se expres6 de manera
dramática, en medio de la recesión, de los sucesivos ajustes y los renovados arreglos
con el FMI relativos al pago de la deuda externa. En segundo lugar, la rápida licuación
del capital político de la Alianza y el cuestionamiento de la capacidad de conducción dcl
entonces presidente pusieron al descubierto tanto los limites —dolorosos y por
momentos grotescos— del modelo de dominación político. La sumisión al poder
económico terminó por habilitar el retorno triunfal de Cavallo, aclamado por muchos de
los que hasta hacia poco tiempo lo habían cuestionado duramente.
En realidad, para comprender el alcance de esta segunda inflexión, es necesario
tener en cuenta que durante la época de Menem, el éxito de la gestión decisionista y el
"personalismo" del liderazgo permitieron pensar la política como algo más que

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"clientelismo afectivo", orientado a la gestión de las necesidades básicas. Sin embargo,


no olvidemos que una de las promesas mayores de la Alianza había sido la de depurar
las instituciones, así como impulsar la apertura del espacio público (Delamata: 2000).
La sorpresa ante la rápida evaporación de estas promesas, especificidad que ofrecía el
nuevo gobierno en relación con el anterior (que, de manera esquemática y lineal oponía
una supuesta "virtud aliancista" a la "corrupción menemista"), fue tan escandalosa que
terminó nada menos que con la carrera política del vicepresidente de la Nación, quien,
atravesado por dilemas éticos, decidió renunciar, signando de ese modo el final
previsiblemente catastrófico de la Alianza. Al mismo tiempo, esta certeza fue tan
corrosiva como otro descubrimiento: que el presidente De la Rúa no encarnaba —ni
podría encarnar— un liderazgo de tipo personalista. Seamos claros: no se trataba de la
ausencia de carisma, algo que todos habían reconocido desde el principio, pero que sin
embargo no había sido un obstáculo para su elección. Al contrario, pues nada había
impedido su resignificación positiva, como bien lo mostro la glamorosa campana
electoral de 1999.18 Más Bien, lo que quedaba en evidencia era la incapacidad de De la
Rúa de desempeñar el rol, la imposibilidad de sostener un "efecto de posición", tal coma
la hemos caracterizado más arriba, cuando hablamos del liderazgo personalista.
En cuanto a la eficacia del modelo de gestión y la orientación de la ayuda social,
fueron varios los obstáculos. Así, la promesa de "democratizar la ayuda social"
recentralizándola, entre otras tácticas, y su ostensible fracaso, dio cuenta también del
escaso conocimiento que el gobierno de la Alianza poseía —perseverando en su actitud,
en medio de los sucesivos ajustes— del alcance y la dinámica de la descolectivización
en la sociedad argentina. En esta dirección, importa destacar tanto el carácter
deficitario de la ayuda social como los permanentes incumplimientos del gobierno, que
parecía ignorar los "tiempos políticos", cada vez más impregnados por las urgencias de
los sectores más desamparados y, al mismo tiempo, por las exigencias del Partido
Justicialista. Por último, el Ministerio de Desarrollo Social tampoco era la encarnación
de la "profesionalidad" exigida por el nuevo modelo de gestión, atravesado como estaba
por internas partidarias que por momentos amenazaban con paralizar cualquier acción,
en medio de la Nacionalización de la cuestión piquetera, en alianza con dos de las tres
cúpulas sindicales existentes en la época (CTA y MTA).
Así, los componentes del modelo de dominación político se fueron desarticulando
uno tras otro. Completamente desmantelado, el principio rector —el dictado de lo
económico y la sacralización de la convertibilidad— continuaba su fuga hacia adelante,
tras los sucesivos ajustes y aparentes "soluciones" al problema de la deuda, pactados
con los organismos multilaterales de crédito ("blindaje", "megacanje", entre otros).
Vastos sectores sociales experimentaban uno pérdida de confianza en la autoridad de
la figura presidencial que no solo era vertiginosa, sino que llegaría a adquirir
connotaciones por demos grotescas, que los medios de comunicación se encargarían
de explotar, de manera tan implacable como oportunista. A medida que la crisis se
agravaba y el modelo se apoyaba en el vacío, las propias declaraciones de De La Rúa no
hacían más que acentuar, con evidente crispación, el cariz personalista y decisionista
de la autoridad presidencial. En medio de una recesión económica sin precedentes, el
modelo de dominación se desarticulaba por completo, vaciado de toda eficacia y
legitimidad. Por otra parte, la avalancha de votos nulos y en blanco de las elecciones
legislativas de octubre de 2001 advertiría el alcance de la crisis.
Cavallo, uno de los artífices indiscutidos de la nueva dependencia, sería el
responsable de tensar el modelo hasta el extrema, conduciendo así al estallido de la
convertibilidad, núcleo duro y, al mismo tiempo, talón de Aquiles de la nueva

18Recordemos el spot de la campaña electoral de 1999, en el cual De la Rúa comenzaba diciendo "Dicen
que soy aburrido...", a fin de resaltar la oposición entre los valores aliancistas —seriedad y transparencia—
con aquellos asociados a la "fiesta menemista".
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configuración política. Más aún, contradiciendo la tradición pretendidamente


institucionalista de la UCR, el regreso de Cavallo desemboco en una nueva vuelta de
tuerca del carácter decisionista del gobierno, al habilitar la "cesión extraordinaria de
poderes", con el argumento de "la situación de emergencia económica". Ese argumento
profundizaba la alteración de la división republicana de poderes, habilitando de hecho
la entrada en un Estado de excepción.
Finalmente, De la Rúa se vería obligado a abandonar el poder, tras las masivas
protestas (encabezadas por las ciases medias urbanas) que siguieron a la ola de
saqueos y al decreto del estado de sitio. Tras la jornada más sangrienta vivida en la
historia de la democracia desde 1983, que se cerró con un saldo de cuarenta muertos,
un nuevo escenario político se abría, marcado por una profunda crisis económica, el
cuestionamiento de las formas de representación política y las crecientes
movilizaciones sociales.
* * *

La naturalización de la relación entre globalización y neoliberalismo tuvo dos


consecuencias mayores: por un lado, contribuyo fuertemente al desdibujamiento de la
política entendida coma esfera de deliberación y participación, coma espacio de disputa
y de conflicto, en función de los diferentes modelos de sociedad existentes; a su vez,
esta reducción de la política potencio la desarticulación entre el mundo de la política
institutional y las formas de politización de lo social.
Sin embargo, el intento de sutura de la política en el marco del nuevo orden
económico originó importantes tensiones y conflictos en la sociedad, que abrieron la
brecha para un doble cuestionamiento del modelo dominante. Así, mientras que el
primer fenómeno —la suspensión de la política como esfera de deliberación— dio origen
a un discurso político centrado en la demanda de transparencia y la apelación al "buen
funcionamiento" de las instituciones republicanas, el segundo —la politización de lo
social— desembocó en la emergencia de nuevas prácticas políticas, centradas en la
acción colectiva no-institucional. Ambas demandas interpelaban al Estado, aunque no lo
hacían de la misma manera. Mientras que la primera aspiraba a erosionar las bases del
Estado patrimonialista, en función de un discurso moralizador, apoyado en la denuncia
de la corrupción de la clase política y la no separación de poderes, la segunda
responsabilizaba al Estado por la situación de precarización y exclusión que padecían
vastos contingentes de argentinos, vehiculizando demandas de inclusión social. En fin,
mientras la primera demanda fue canalizada por los nuevos partidos de centro-
izquierda, cuya máxima experiencia (el Frepaso) termino por ser absorbida y destruida
por la lógica del propio sistema que criticaba (la subordinación de la política a la
economía como "horizonte insuperable"), la segunda tendió a generar nuevas formas de
participación, cuyo corolario fue la innovación de las formas de autoorganización de lo
social y la ampliación de las bases asistenciales del Estado.
La importancia de estas brechas aparece más claramente si colocamos el foco de
análisis en los espacios de conflicto que abrió el proceso de conculcación de los
derechos y la fragmentación de las formas de ciudadanía. Estos procesos de
redefinición de los dispositivos y límites de pertenencia al colectivo social estuvieron
lejos de ser lineales o unidimensionales; por el contrario, produjeron una nueva
dialéctica de lo social, cuyas tensiones y ambivalencias interpelan los límites y las bases
del Estado neoliberal.

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2060 12 2020

Revista Nueva Sociedad


N° 268, marzo-abril de 2017

Cuatro claves para leer América Latina **


Maristella Svampa *

* Socióloga y escritora. Es
investigadora del Consejo
Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas
(Conicet) de Argentina y
profesora de la Universidad
Nacional de La Plata (unlp).

** Nota: este texto retoma temas


desarrollados en el libro de
M. Svampa Debates
latinoamericanos. Indianismo,
desarrollo, dependencia y
populismo (Edhasa, Buenos
Aires, 2016).

Es posible leer la última década de América Latina a partir de cuatro ejes: el avance de las luchas
indígenas; el cuestionamiento de la visión hegemónica de desarrollo a la luz de la expansión del
extractivismo; la reactualización de la figura de la dependencia y, vinculado a ella, el alcance

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efectivo de un regionalismo latinoamericano desafiante. La última clave alude al retorno de los


populismos «infinitos». Sin duda, estas no son las únicas claves político-ideológicas, pero la
interrelación y la dinámica recursiva que se estableció entre ellas han jugado un rol preeminente
en la reconfiguración del escenario político-social a escala regional.

A partir del año 2000, América Latina ingresó en un nuevo ciclo político y económico
caracterizado por un novedoso escenario transicional, mar- cado por el protagonismo
creciente de los movimientos sociales y por la crisis de los partidos políticos tradicionales y
de sus formas de representación; en fin, por el cuestionamiento al neoliberalismo y la
relegitimación de discursos políticamente radicales. El cambio de época tomó un nuevo giro
con la emergencia de diferentes gobiernos que, apoyándose en políticas económicas
heterodoxas, se propusieron articular las demandas promovidas «desde abajo», al tiempo
que valorizaron la construcción de un espacio regional latinoamericano. Frente a ello, no
pocos autores alentaron grandes expectativas de cambio y escribieron con optimismo
acerca del «giro a la izquierda», la «nueva izquierda latinoamericana» y el
«posneoliberalismo», entre otros tópicos.
Para designar a estos nuevos gobiernos, se impuso como lugar común la de-
nominación genérica de progresismo; si bien tiene el defecto de ser demasiado amplia, esta
categoría permite abarcar una diversidad de corrientes ideo- lógicas y experiencias políticas
gubernamentales, desde aquellas de inspiración más institucionalista hasta las más radicales,
vinculadas a procesos constituyentes. Más aún, en una América Latina diezmada por décadas
de neoliberalismo y ajustes fiscales, el progresismo fue emergiendo como una suerte de
lingua franca, común a diferentes países, más allá de la diversidad de experiencias y los
horizontes de cambio.
La hegemonía del progresismo estuvo ligada al boom de los commodities. En un
artículo publicado en esta revista, definimos la actual fase de acumulación que atraviesa
América Latina con el concepto de «Consenso de los Commodities»1, cuya caracterización
parte del reconocimiento de que, a diferencia de lo que ocurría en los años 90, las
economías latinoamericanas fueron enormemente favorecidas por los altos precios
internacionales de los productos primarios, lo que se verá reflejado en las balanzas
comerciales hasta los años 2011-2013. En este contexto, todos los gobiernos
latinoamericanos, más allá de su signo ideológico, apostaron por las ventajas comparativas,
habilitaron el retorno de una visión productivista del desarrollo y negaron o buscaron
escamotear los crecientes conflictos ligados a las implicancias (daños ambientales, impactos
sociosanitarios) de los diferentes modelos de desarrollo.
Con el correr de los años, el cambio de época fue configurando un escenario
conflictivo en el cual una de las notas mayores es la articulación entre tradición populista y
paradigma extractivista. Categorías críticas como la de «(neo)extractivismo»,
«maldesarrollo», «nueva dependencia» o «populismos del siglo xxi», y otras de tipo
propositivo, como «autonomía», «Estado Plurinacional», «buen vivir», «bienes comunes»,
«derechos de la naturaleza», «ética del cuidado» o «posextractivismo», atraviesan los
debates intelectuales y políticos, así como las luchas sociales de la época y plantean modos
diversos –si no antagónicos– de pensar la relación entre economía, sociedad, naturaleza y
política.

1
. Svampa: «‘Consenso de los Commodities’ y lenguajes de valoración en América Latina» en
Nueva Sociedad No 244, 3-4/2013, disponible en <www.nuso.org>

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Para dar cuenta de estos escenarios en disputa, presentaré algunas líneas de cuatro
debates que, si bien atraviesan la historia latinoamericana de los últimos siglos, han vuelto a
constituirse en claves importantes para leer el escenario político actual bajo el ciclo
progresista (2000-2016). El primer eje se refiere al avance de las luchas indígenas y nos
convoca a pensar acerca de la expansión de las fronteras de los derechos de los pueblos
originarios. El segundo alude al cuestionamiento de la visión hegemónica de desarrollo,
sobre todo, a la luz de la expansión del extractivismo en sus diferentes modalidades. El
tercero nos inserta en el plano geopolítico y remite a dos cuestiones: por un lado, la
reactualización de la figura de la dependencia, categoría faro del pensamiento crítico
latinoamericano, y por otro lado, al alcance efectivo de un regionalismo latinoamericano
desafiante. La última clave remite al retorno de los populismos «infinitos» en América Latina.
Sin duda, estos debates no son las únicas claves político-ideológicas, pero la interrelación y
la dinámica recursiva que se estableció entre ellos han jugado un rol preeminente en la
reconfiguración del escenario político-social a escala regional.

■ ■El avance de las luchas indígenas: entre la demanda de


autonomía y la consulta previa
En las últimas décadas asistimos a un ascenso de los pueblos indígenas y a una
apertura de las oportunidades políticas; esto se hizo visible, entre otros factores, en el cruce
de la agenda internacional –la discusión en la Organización de las Naciones Unidas (onu)
acerca de los derechos colectivos de los pueblos originarios que derivó en el Convenio 169
de la Organización Internacional del Trabajo (oit), en 1989 y, posteriormente, en la
Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas, de2007–, con las agendas
regionales y nacionales (la crisis del Estado modernizador desarrollista y, posteriormente, del
neoliberalismo, el fracaso de la integración en una identidad mestizo-campesina, la
presencia cada vez más masiva de indígenas en las ciudades) y cuestiones de índole
político-ideológica (la crisis del marxismo y la revaloración de las construcciones anclada en
lo étnico y lo cultural). En suma, hacia los años 90, la apelación a una ciudadanía étnica
devino una herramienta política ineludible en la dinámica de empoderamiento de los
pueblos indios, no solamente en términos de reconocimiento cultural, sino también
vinculado a la reivindicación de la tierra y el territorio.
Sin embargo, en los últimos 15 años, el proceso de expansión de la frontera de
derechos tuvo como contracara la expansión de las fronteras del capital hacia los territorios
indígenas, junto con la emergencia de una nueva conflictividad. En consecuencia, en el
marco de los gobiernos progresistas, esta problemática –leída primero como tensión y
posteriormente como antagonismo– fue suscitando respuestas diferentes, frente a lo cual
los pueblos originarios colocaron en el centro del conflicto la cuestión de la autonomía y, de
modo más generalizado, la defensa del derecho de consulta previa.
En América Latina, la autonomía como mito movilizador presenta tres mo- mentos
sucesivos y diferentes: en primer lugar, irrumpe innovadoramente como demanda
democrática con el levantamiento neozapatista de Chiapas, en 1994 (momento fundacional),
que constituye además el primer movimiento contra la globalización neoliberal; en segundo
lugar, la autonomía –aunque no en clave indígena– tuvo su momento destituyente en 2001-
2002 con las movilizaciones y levantamientos urbanos en Argentina (asambleas de barrio,
movimientos de desocupados, fábricas recuperadas por los trabajadores, co- lectivos
culturales), que cuestionaron el neoliberalismo y rechazaron las formas institucionales de la

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representación política; en tercer lugar, hacia 2006, el eje se trasladó a Bolivia, donde la
demanda de autonomía estaría asociada al proyecto de creación de un Estado plurinacional
(momento constituyente), con la asunción de Evo Morales.
Fue en Bolivia donde se expresó de manera más acabada el proyecto político indígena
autonómico, ilustrado por el Pacto de Unidad, integrado por ocho importantes
organizaciones indígenas y campesinas que, en 2006, prepararon especialmente para la
Asamblea Constituyente un documento que proponía la creación de un Estado
comunitario y plurinacional. Sin embargo, esa propuesta autonómica encontró límites,
primero en la propia Asamblea Constituyente y, por consiguiente, en la Constitución del
Estado Plurinacional que se sancionó finalmente. Segundo, una vez derrotadas las
oligarquías regionales, a partir de 2009, con el proceso de consolidación de la hegemonía
del Movimiento al Socialismo (MAS), el gobierno boliviano dejó en evidencia que las
llamadas «autonomías indígenas originario-campesinas» (AIOC) ocupaban un lugar marginal
en su agenda. Ciertamente, uno de los problemas fundamentales ha sido la tensión entre la
autonomía como el núcleo duro del Estado plurinacional y su base extractiva y
neodesarrollista. Así, la soberanía de las aoic sobre los territorios ancestrales encontró una
muralla en la voluntad estatal de controlar el territorio, en especial el dominio sobre los
recursos naturales no renovables 2. En suma, si bien hubo efectos democratizadores
importantes en relación con el lugar de los pueblos originarios, visibles, entre otras cosas, en
la lucha contra la discriminación étnica y el racismo, y en la recuperación de la dignidad por
parte de sectores indígenas históricamente marginados, en Bolivia el gobierno de Evo
Morales terminó por consolidar «un Estado plurinacional débil, organizado de modo
jerárquico y no igualitario»3, en el que los niveles de codecisión que implicaba el Estado
plurinacional sobre los recursos naturales fueron netamente subordinados a la lógica
centralista del partido gobernante.
Otra de las cuestiones fundamentales del ciclo progresista asociadas a los
pueblos originarios es el derecho de consulta previa, libre e informada (cpli), incorporada a
todas las constituciones latinoamericanas a través del Convenio 169 de la oit de 1989. La
cuestión devino crucial debido a la multiplicación de megaproyectos extractivos ligados a la
expansión de la frontera petrolera, minera y energética y a los agronegocios (soja, caña de
azúcar y palma africana), que amenazan directamente a los territorios indígenas y conllevan
un aumento exponencial de los procesos de violación de derechos fundamentales. Al
respecto, un informe reciente de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(Cepal) sobre la situación de los pueblos indígenas, basado en los reportes del relator
especial sobre los pueblos originarios de la ONU (periodo 2009-2013), resalta como uno de
los grandes nudos de los conflictos la expansión de actividades extractivas en territorios
indígenas. El informe reproduce además un mapeo que identifica al menos 226 conflictos
socioambientales en territorios indígenas de América Latina durante el periodo 2010-2013,
asociados a proyectos extractivos de minería e hidrocarburos 4.

2
Retomamos aquí los análisis de José Luis Exeni Rodríguez: «Autogobierno indígena y alter- nativas al
desarrollo» en J.L. Exeni Rodríguez (coord..): El proceso de las autonomías indígenas en Bolivia. La
larga marcha, Fundación Rosa Luxemburgo, La Paz, 2015, pp. 13-73.
3
Luis Tapia: «Consideraciones sobre el Estado plurinacional» en AAVv: Descolonización, Estado
plurinacional, economía plural y socialismo comunitario. Debates sobre el cambio , Vicepresidencia del
Estado Plurinacional de Bolivia, La Paz, 2011.
4
Cepal: Los pueblos indígenas de América Latina, Avances en el último decenio y retos pendientes
para la garantía de sus derechos, ONU, Santiago de Chile, 2014, disponible en <www.cimi.org.br/pub/
lospueblosindigenasenamericalatinacepal.pdf>.

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En ese marco, la CPLI se instaló en un campo de disputa social y jurídica


crecientemente complejo y dinámico. En la perspectiva de los gobiernos latinoamericanos,
es claro que esta constituye algo más que una piedra en el zapato. En razón de ello, más allá
de las declaraciones grandilocuentes en nombre de los derechos colectivos o los derechos
de la naturaleza, no hubo gobierno latinoamericano que no se propusiera minimizar la cpli y
acotarla a sus versiones débiles, no vinculantes, mediante diferentes legislaciones y
reglamentaciones; así como facilitar su tutela o manipulación en contextos de fuerte
asimetría de poderes.
Esto es válido para un gobierno democratizador como el de Evo Morales, que no se
privó de hacer un uso claramente manipulado de la CPLI durante el conflicto del Territorio
Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (tipnis). Pero también lo es para una gestión
fuertemente criminalizadora de las lu- chas indígenas, como la ecuatoriana, donde la cpli
corre el riesgo de ser re- formulada bajo otras figuras, como por ejemplo, la consulta
prelegislativa. En Perú, los sucesivos gobiernos neoliberales, desde Alan García hasta Ollanta
Humala con su progresismo fallido, buscaron colocar un freno (violento) a la demanda del
derecho de consulta, sobre todo respecto de la megaminería, principal foco de conflictos
sociales en el país. En Argentina se aprobaron le- yes estratégicas, como la de hidrocarburos
de 2014, que habilita el fracking sin incorporar la CPLI. En fin, también el Brasil desarrollista
de Dilma Rousseff llegó a desestimar las medidas cautelares de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH) que frenaban la construcción de la controversial megarrepresa de
Belo Monte, en el estado de Pará.
Frente a la degradación o manipulación que la CPLI sufre en manos de los diferentes
gobiernos y las dificultades jurídico-administrativas que conlleva su implementación, en
varios países se han desvanecido las expectativas de inicios del ciclo progresista. Las CPLI se
han convertido en un «campo minado»5. El reclamo por lograr su cumplimiento persiste, no
hay duda de ello, pero en un contexto de gran desconfianza y desencanto hacia las
posibilidades efectivas de ejercer este derecho.

■ ■La crítica al desarrollo y el modelo extractivo


La segunda clave de época, estrechamente ligada a la anterior, es la crítica a la visión
hegemónica de desarrollo, que en la actualidad aparece asocia- da al modelo extractivo-
exportador. Hay que tener en cuenta que ha habido enfoques críticos de la visión
hegemónica del desarrollo en América Latina desde el comienzo de la discusión sobre los
límites del crecimiento 6, pasando por los debates sobre el desarrollo sustentable y los
análisis en términos de «postdesarrollo» 7.
Sin embargo, una nueva etapa se abrió hacia el año 2000, con el ingreso al «Consenso
de los Commodities» y la posterior crítica al (neo)extractivismo, que instala un nuevo
cuestionamiento a la ideología del progreso, ilustrada en la actualidad por la expansión de

5
César Rodríguez Garavito: Etnicidad.gov: los recursos naturales, los pueblos indígenas y el derecho a
la consulta previa en los campos sociales minados, Dejusticia, Bogotá, 2012, cap. 1.
6
Donella H. Meadows, Dennis L. Meadows, Jorgen Randers y William W. Behrens III: Los límites del
crecimiento. Informe al Club de Roma sobre el predicamento de la humanidad , fce, Ciudad de México,
1972.
7
Arturo Escobar: «El postdesarrollo como concepto y práctica social» en Daniel Mato (coord.): Políticas
de economía, ambiente y sociedad en tiempos de globalización, Facultad de Ciencias Económi- cas y
Sociales, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2005.

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megaproyectos extractivos (megaminería, explotación petrolera, nuevo capitalismo agrario


con su combinación de transgénicos y agrotóxicos, megarrepresas, grandes
emprendimientos inmobiliarios, entre otros). Más allá de sus diferencias internas, estos
modelos presentan una lógica extractiva común: gran escala, orientación a la exportación,
ocupación intensiva del territorio y acaparamiento de tierras, amplificación de impactos
ambientales y sociosanitarios, preeminencia de grandes actores corporativos transnacionales
y tendencia a la democracia de baja intensidad. Asimismo, el boom de los commodities y
sus ventajas comparativas fueron afirmando un acuerdo cada vez más explícito acerca del
carácter irresistible de la dinámica extractivista, lo cual obturaría la posibilidad de un debate
de fondo sobre las alternativas al modelo extractivo-exportador.
Una consecuencia de ello ha sido el proceso de «ambientalización de las luchas», en
términos de Enrique Leff, visible en la emergencia de diferentes movimientos socio-
ecoterritoriales, rurales y urbanos, indígenas y de carácter multiétnico, orientados contra
sectores privados (corporaciones, en gran parte transnacionales) así como contra el Estado
(en sus diferentes escalas y niveles). En la dinámica del conflicto, parte de estos movimientos
sociales tienden a ampliar y radicalizar su plataforma representativa y discursiva
incorporando otros temas, tales como el cuestionamiento a los modelos de desarrollo, y
ponen así en crisis incluso la visión instrumental y antropocéntrica de la naturaleza.
Así, a diferencia de épocas anteriores en las que lo ambiental era una «dimensión»
más de las luchas, en los últimos 15 años asistimos a una resignificación de la problemática
que postula una mirada integral de la crisis socioecológica en clave de paradigma
civilizatorio. En esa línea, estamos ante la emergencia de un pensamiento político radical,
que apunta a una nueva racionalidad ambiental y a una visión posdesarrollista materializada
en nuevos conceptos y lenguajes.

■ ■Regionalismos, geopolítica y nuevas dependencias


Hay una tercera clave, de índole también histórica, que plantea una reactualización de
las relaciones de dependencia bajo el signo del extractivismo. En la actualidad, asistimos a
importantes cambios geopolíticos, manifiestos en el fin del mundo unipolar y en la
configuración de un esquema oligopólico de poder, ilustrado por la emergencia de nuevas
potencias globales, entre ellas, la República Popular China. En este marco, la cuestión de la
sucesión hegemónica y la posibilidad de que China devenga un nuevo hegemón suscitan
hoy intensos debates historiográficos y políticos.
Una primera cuestión se refiere a la presencia económica de China en la región
latinoamericana. Hacia el año 2000, Chi- na no ocupaba un lugar privilegiado como destino
de exportaciones u origen de importaciones de los países de la región. Sin embargo, a
comienzos de la segunda década del nuevo milenio, fue desplazando como socios
comerciales de la región a Estados Unidos, a países de la Unión Europea y a Japón. En 2013
ya ocupaba el primer lugar como proveedor de las importaciones de Brasil, Paraguay y
Uruguay; el segundo en el caso de Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador,
Honduras, México, Panamá, Perú y Venezuela; y el tercero para Bolivia, Nica- ragua, El
Salvador y Guatemala. En el caso de las exportaciones, en 2015 era el primer destino de
Brasil y Chile, y el segundo de Argentina, Colombia, Perú, Uruguay y Venezuela 8.

8
M. Svampa y Ariel Slipak: «China en América Latina: Del Consenso de los Commodities al Con- senso

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Por supuesto, lo más notorio no es la vinculación –inevitable y necesaria, por cierto–


con China, sino el modo en que esta se viene operando. Dentro del campo progresista, la
interpretación predominante es que la relación con China habría ofrecido la posibilidad de
ampliar los márgenes de autonomía de la región en relación con la hegemonía
estadounidense9. En ese marco, para algunos, la relación con China adquiere un sentido
político estratégico, de cooperación Sur-Sur. Sin embargo, el intercambio con China es
claramente asimétrico: mientras que 84% de las exportaciones de los países
latinoamericanos a China son commodities, 63,4% de las exportaciones chinas a la región
son manufacturas. Esta asimetría se ha ido traduciendo en un proceso de reprimarización de
las economías latinoamericanas, visible en la reorientación hacia actividades primario-
extractivas con escasa generación de valor agregado.
La segunda cuestión importante en términos geopolíticos es el alcance del
regionalismo autónomo latinoamericano, uno de los tópicos más reivindica- dos por los
gobiernos progresistas. Bien podría decirse que a partir de 2000 asistimos, en palabras de
Jaime Preciado Coronado, a la emergencia de un «regionalismo latinoamericano
desafiante»10 en clave antiimperialista, crítico de la tradicional hegemonía estadounidense. El
gran hito de este nuevo regionalismo fue la Cumbre de Mar del Plata (Argentina), de 2005,
cuando los países latinoamericanos dijeron «no» al Área de Libre Comercio de las Américas
(alca), promovida por EEUU, y crearon la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América (alba) bajo el impulso del carismático Hugo Chávez. En la línea
latinoamericanista se pergeñaron proyectos ambiciosos, entre ellos, la creación de una
moneda única (el sucre) y el Banco del Sur, que sin embargo no prosperaron, en parte
debido al escaso entusiasmo de Brasil, país que a raíz de su rol de potencia emergente juega
en otras ligas globales. La creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) en 2007
y, posteriormente, de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac)
en 2010 –inicialmente como foro para procesar los conflictos de la región dejando fuera
a Washington– jalonan ese proceso de integración regional. Sin embargo, todo esto
estuvo lejos de evitar que, con posterioridad, EEUU firmara tratados de libre comercio de
forma bilateral con varios países latinoamericanos.
En la actualidad, tanto la tesis del regionalismo desafiante como la de la cooperación
Sur-Sur parecen ser más una suerte de wishful thinking que prácticas económicas y
comerciales real- mente existentes de los diferentes gobiernos progresistas
latinoamericanos. Por un lado, la tesis comenzó a ser relativiza- da a raíz del pasaje a una
Unasur de «baja intensidad»11, signada por el final de los grandes liderazgos regionales (la
muerte de Chávez y de Néstor Kirchner y el fin del mandato de Luiz Inácio Lula da Silva, tres
líderes que apostaron fuertemente a la integración regional) y, a partir del surgimiento de
nuevos alineamientos regionales de carácter más aperturista (como la Alianza para el
Pacífico) en 2011, con la participación de países como Chile, Colombia, Perú y México. Por
otro lado, la firma de convenios o acuerdos unilaterales entre China y varios gobiernos

de Beijing» en Ensambles No 3, 2015.


9
Esto ya habría sucedido durante la Guerra Fría respecto a la Unión Soviética, aun si hoy no existe una
polarización ideológica semejante.
10
J.A. Preciado Coronado: «Paradigma social en debate; aportaciones del enfoque geopolítico crítico.
La Celac en la integración autónoma de América Latina» en Martha Nelida Ruiz Uribe (coord..):
América Latina en la crisis global: Problemas y desafíos, IUIt-Clacso-Alas-UDT, Ciudad de México, 2013.
11
Nicolás Comini y Alejandro Frenkel: «Una Unasur de baja intensidad. Modelos en pugna y
desaceleración del proceso de integración en América del Sur» en Nueva Sociedad No 250, 3-4/2014,
disponible en <www.nuso.org>.

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latinoamericanos en los últimos años (muchos de los cuales comprometen a sus economías
por décadas) están lejos de ser la excepción. Al contrario, constituyen una regla bastante
generalizada en los últimos tiempos, lo cual, en lugar de afianzar la integración
latinoamericana, no hace más que potenciar la competencia entre los países de la región
como exportadores de commmodities. En suma, pese a la apertura de un espacio regional
latino-americano, la competencia económica entre países y la confirmación de una relación
comercial privilegiada con China, basada en la demanda de commodities y en la vertiginosa
consolidación de un intercambio desigual, parecerían estar marcando la emergencia de
nuevas relaciones de dependencia, cuyo contorno se estaría definiendo al calor de las
negociaciones unilaterales que aquel país mantiene con cada uno de sus socios
latinoamericanos.

■ ■El regreso de los populismos infinitos


Más allá de las diferencias evidentes, son varios los gobiernos progresistas que ilustran
configuraciones políticas vinculadas a los populismos clásicos del siglo xx (1940-1950). Así,
las inflexiones políticas que adoptaron los gobiernos de Chávez en Venezuela (1999-2013),
Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina (2003-2007 y 2007-2015,
respectivamente), Rafael Correa en Ecuador (2007-2017) y Evo Morales en Bolivia (desde
2006), todos ellos en países con una notoria y persistente tradición populista, habilitaron el
retorno del populismo en sentido fuerte.
Entiendo el populismo como un fenómeno político complejo y contradictorio, que
presenta una tensión constitutiva entre elementos democráticos y elementos no
democráticos. Esta definición propone una óptica crítico-comprensiva y se aparta del
tradicional uso peyorativo y descalificador del concepto12, que predomina en el ámbito
político-mediático, donde se reduce el populismo a una política macroeconómica
(despilfarro o gasto social) y a la demagogia y al autoritarismo político (déficit republicano),
y se dejan de lado, interesadamente, otros componentes. Así, en consonancia con otros
análisis como el de Gerardo Aboy Carlés, propongo pensar el populismo a partir de la
coexistencia de dos tendencias contradictorias: «la ruptura fundacional (que da paso a la
inclusión de lo excluido), pero también la pretensión hegemónica de representar a la co-
munidad como un todo (la tensión entre plebs y populus; esto es, entre la parte y el
todo)»13. Esa tensión constitutiva de los populismos hace que estos traigan a la palestra,
tarde o temprano, una perturbadora pregunta, en realidad, la pregunta fundamental de la
política: ¿qué tipo de hegemonía se está construyendo en esa tensión peligrosa e
insoslayable entre lo democrático y lo no democrático, entre una concepción plural y otra
organicista de la democracia, entre la inclusión de las de- mandas y la cancelación de las
diferencias?
Así, mi hipótesis es que durante el ciclo progresista hemos asistido a una
reactualización de la matriz populista. En la dinámica recursiva, esta fue afirmándose a través

12
Propongo una óptica crítico-comprensiva, que retoma los diferentes elementos que constituyen el
fenómeno populista no solo como matriz político-ideológica, sino sobre todo en tanto régimen
político. He desarrollado extensamente el tema en Debates latinoamericanos. Indianismo, desarrollo,
dependencia y populismo, Edhasa, Buenos Aires, 2016 y en Del cambio de época al fin de ciclo.
Extractivismos, gobiernos progresistas y movimientos sociales, Edhasa, Buenos Aires, en prensa.
13
G. Aboy Carlés: «Las dos caras de Jano. Acerca de la relación compleja entre populismo e
instituciones políticas» en Pensamento Plural vol. 7, 7-12/2010, disponible en <http://pensamento
plural.ufpel.edu.br/edicoes/07/02.pdf>.

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de la oposición y, al mismo tiempo, de la absorción y el rechazo de elementos propios de


otras matrices contestatarias –la narrativa indígena-campesina, diversas izquierdas clásicas o
tradicionales, las nuevas izquierdas autonómicas–, que habrían te- nido un rol importante en
los inicios del «cambio de época». Desde el punto estrictamente político, asistimos a un
populismo de alta intensidad 14, en el cual coexiste la crítica del neoliberalismo con el pacto
con el gran capital; procesos de democratización con la subordinación de los actores
sociales al líder; la apertura a nuevos derechos con la reducción del espacio del pluralismo y
la tendencia a la cancelación de las diferencias, entre otros. A esto hay que agregar que, a
diferencia de los populismos conservadores o de derecha que se expanden en la actualidad
en Europa y EEUU, los populismos latinoamericanos del siglo xxi fomentaron la inclusión
social, de la mano de un lenguaje nacionalista y a la vez latinoamericanista, y no de la
xenofobia o el racismo.
Ahora bien, mientras que el proceso venezolano se instaló rápidamente en un
escenario de polarización social y política (1999-2002), en Argentina la dicotomización
del espacio político aparece recién a comienzos en 2008, a raíz del conflicto del
gobierno de Cristina Fernández de Kirchner con las patronales agrarias por la
distribución de la renta sojera, y se exacerba a lí- mites insoportables en los años siguientes.
En Bolivia, la polarización signó los comienzos del gobierno del mas, en la confrontación con
las oligarquías regionales; sin embargo, esta etapa de «empate catastrófico» se clausura ha-
cia 2009, para abrir luego a un periodo de consolidación de la hegemonía del partido
de gobierno. En esta segunda etapa se rompen las alianzas con diferentes movimientos y
organizaciones sociales contestatarios (2010-2011). Esto es, la inflexión populista se opera
en un contexto más bien de ruptura con importantes sectores indigenistas. Para la misma
época, Rafael Correa inserta su mandato en un marco de polarización ascendente que
involucra tanto a los sectores de la derecha política como –de modo creciente– a las
izquierdas y los movimientos indigenistas. El afianzamiento de la autoridad presidencial y la
creciente implantación territorial de Alianza País tuvieron como contrapartida el alejamiento
del gobierno respecto de las orientaciones marcadas por la Asamblea Constituyente y su
confrontación directa con las organizaciones indígenas de mayor protagonismo (como la
Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE) y los movimientos y
organizaciones socioambientales que habían acompañado su ascenso.
Lejos ya de aquellas caracterizaciones que al inicio del cambio de época aludían a un
«giro a la izquierda», en 2017 la reflexión sobre el retorno de los populismos en América
Latina inserta a la región en otro escenario político, más pesimista, que trae a la luz la
tensión constitutiva que los recorre. Desde el punto estrictamente político, la actualización
del populismo de alta intensidad afirma un modelo de subordinación de los actores sociales
(movimientos sociales y organizaciones indígenas) y apunta a la cancelación de las
diferencias, lo que pone de relieve la amenaza a las libertades políticas o su cercenamiento.
Por otro lado, el retorno del populismo de alta intensidad y el final del ciclo
progresista aparecen asociados. Así, desde el punto de vista económico y más allá de los
manifiestos de buenas intenciones, se observa que el extractivismo actual no condujo a un

14
Aníbal Viguera establece dos dimensiones para definir el populismo: una, según el tipo de
participación, y la otra, según las políticas sociales y económicas («‘Populismo’ y ‘neopopulismo’ en
América Latina» en Revista Mexicana de Sociología vol. 55 No 3, 7-9/1993). En función de este tipo
ideal, propongo distinguir entre un populismo de baja intensidad, de carácter unidimensional (estilo
político y liderazgo, que puede coexistir con políticas neoliberales), y un populismo de alta intensidad,
que ensambla estilo con políticas sociales y económicas que apuntan a la inclusión social. He
abordado el tema en el capítulo final de la segunda parte de Debates latinoamericanos, cit.

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modelo de desarrollo industrial o a un salto de la matriz productiva, sino a una


reprimarización y a mayores conflictos socioterritoriales. A esto hay que sumar el fin del
llamado «superciclo de los commodities»15, lo que algunos vinculan sobre todo a la
desaceleración del crecimiento en China. La mayoría de los gobiernos latinoamericanos no
están bien preparados para la caída de los precios de los productos primarios y ya se
observarían consecuencias en la tendencia a la caída en el déficit comercial16. Dicho de otro
modo, los países latinoamericanos exportan mucho a China, pero esto no alcanza para cubrir
el costo de las importaciones desde ese país. Todo ello conllevará no solo más
endeudamiento, sino también una exacerbación del extractivismo, es decir, una tendencia al
aumento de las exportaciones de productos primarios a fin de cubrir el déficit comercial, con
lo cual se ingresaría en una suerte de espiral perversa (multiplicación de proyectos
extractivos, aumento de conflictos socioambientales, desplazamientos de poblaciones, entre
otros). No es casual por ello que se anuncien nuevas exploraciones en zonas de frontera o
en parques naturales (en Bolivia, Venezuela, Ecuador, Argentina, entre otros).
Por último, el neoextractivismo abrió una nueva fase de criminalización y violación de
los derechos humanos. En los últimos años, fueron numerosos los conflictos
socioambientales y territoriales que lograron salir del encapsulamiento local y adquirir una
visibilidad nacional. Lo que resulta claro es que la expansión de la frontera de derechos
(colectivos, territoriales, ambientales) encontró un límite en la expansión creciente de las
fronteras de explotación del capital en busca de bienes, tierras y territorios, y tiró por la
borda aquellas narrativas emancipatorias que habían levantado fuertes expectativas, sobre
todo en Bolivia y Ecuador. Para decirlo de otro modo, el fin del boom de los commodities
nos confronta a la consolidación de la ecuación «más extractivismo/menos democracia»,
que ilustran los contextos de criminalización de las luchas socioambientales y el bastardeo
de los dispositivos institucionales disponibles (audiencias públicas, consulta previa de
poblaciones originarias, consulta pública), escenario que hoy comparten tanto gobiernos
progresistas como aquellos otros conservadores o neoliberales.

■ ■Fin de ciclo y posprogresismos


En la actualidad, los progresismos realmente existentes parecen haber entrado en una
fase final, ilustrada por el giro conservador que adoptaron dos de los países más
importantes de la región: Argentina y Brasil, a lo cual hay que añadir la crisis generalizada
que atraviesa el gobierno venezolano. Cabe aclarar que la crisis no se debe solo a factores
externos (el fin del superciclo de los commodities y el deterioro de los índices económicos),
sino también a factores internos (el aumento de la polarización ideológica, la concentración
de poder político, el incremento de la corrupción). Ciertamente, con los años y a medida que
los regímenes se fueron consolidando, la concentración y la personalización del poder
político impidieron la emergencia y la renovación de otros liderazgos, al tiempo que
alentaron formas de disciplinamiento y de obsecuencia que socavaron cualquier posibilidad
de pluralismo político dentro de los diferentes oficialismos. Esto incluye tanto a
organizaciones y movimientos sociales –que otrora tenían agenda propia y se caracterizaban
por su accionar contestatario– como a intelectuales, académicos y periodistas –otrora

Otaviano Canuto: «The Commodity Super Cycle: Is This Time Different?» en Ecomomic Pre- mise No
15

150, 6/2014
16
Joan Martínez Alier: «Sudamérica, El triunfo del post-extractivismo en el 2015» en La Jornada,
21/2/2015.

Problemas Sociales Latinoamericanos

120
Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

defensores del derecho a la disidencia y del pensamiento crítico–. El tema no es menor y nos
confronta a un problema recurrente en la historia política latinoamericana, que golpea de
lleno el ciclo progresista y termina, lamentablemente, por darle forma definitiva: el
hiperliderazgo y, a través de ello, la tendencia de los gobernantes a perpetuarse en el poder
o, por lo menos, a buscar permanecer longevamente en él.
Por otro lado, el fin de ciclo y el eventual giro político se insertan en un escenario
mundial muy perturbador, marcado por el avance de las derechas más xenófobas y
nacionalistas en Europa, así como por el inesperado triunfo del magnate Donald Trump en
EEUU. Todo ello augura importantes cambios geopolíticos, que además de producir un
empeoramiento del clima ideológico internacional, en el cual las demandas antisistema de la
población más vulnerada se articulan con los discursos más racistas y proteccionistas,
impactarán de modo negativo en la región latinoamericana, en un contexto global de mayor
desigualdad.
Asimismo, podría decirse que, pese a la sobreutilización de la hipótesis conspirativa, el
giro conservador está vinculado, en gran parte, a las limitaciones, mutaciones y desmesuras
de los gobiernos progresistas. Sin embargo, no todo es ilusión conspirativa: en América
Latina, los procesos de polarización política habilitaron la vía más espuria del golpe
parlamentario y aceleraron con ello el retorno a un escenario claramente conservador. Esto
sucedió al menos en tres casos: con Manuel Zelaya en Honduras (2009), con Fernando Lugo
en Paraguay (2012) y, sin duda, el más resonante de todos, con el impeachement contra la
presidenta de Brasil Dilma Roussef en 2016, a quien sucedió su vicepresidente Michel Temer,
del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Tampoco es posible reducir los
progresismos existentes a una pura matriz de corrupción, como pretenden algunos,
bastardeando la categoría «populismo» o utilizándola en un sentido unilineal y olvidando
los componentes democráticos de los cuales fueron portadores. Ciertamente, al inicio del
ciclo, todos los progresismos implicaron la potenciación de un lenguaje de derechos
(sociales, colectivos, económicos, culturales) y abrieron un espacio a diferentes políticas de
democratización. Pero entre 2000 y 2016, mucha agua corrió bajo el puente. La mirada
retrospectiva nos obliga a reconocer que no es lo mismo hablar de «nueva izquierda
latinoamericana» que de «populismos del siglo XXI». En el pasaje de una caracterización a
otra, algo importante se perdió, algo que evoca la evolución hacia modelos de dominación
de corte tradicional, basados en el culto al líder, su identificación con el Estado y la
búsqueda o aspiración de perpetuarse en el poder. No por casualidad, hacia el final del ciclo,
el evidente desacoplamiento entre progresismos e izquierdas habilitaría la reintroducción de
categorías recurrentes como las de populismo y transformismo, que irían per- meando una
parte importante de los análisis críticos contemporáneos.
El agotamiento y el fin del ciclo progresista nos confrontan con un nuevo escenario,
cada vez más desprovisto de un lenguaje común. Por un lado, es cierto que, sin apelar a
retornos lineales, los actuales gobiernos de Brasil y Argentina recrean núcleos básicos del
neoliberalismo, a través, entre otras cosas, de políticas de ajuste que favorecen abiertamente
a los sectores económicos más concentrados, así como del endurecimiento del contexto
represivo. Sin embargo, la emergencia de una suerte de «nueva derecha» es todavía la
excepción, no la regla. Por otro lado, todo parece indicar que estamos asistiendo al inicio de
una nueva época, de carácter más expoliatorio en términos de derechos a escala regional,
que augura más incertidumbre y menos pluralidad, en un contexto internacional ya marcado
por grandes cambios geopolíticos. Se abre así un nuevo escenario a escala global y regional
más atomizado e imprevisible, que marca el fin de ciclo del progresismo como lingua franca,

Problemas Sociales Latinoamericanos

121
Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

aunque atravesado por múltiples protestas sociales. Este seguramente será el punto de
partida para pensar el posprogresismo que se viene.

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7044 22 2022

123
Estratificación social y movilidad en Argentina (1870-2010)
Huellas de su conformación socio-histórica
y significados de los cambios recientes

Pablo Dalle 1

■■ Introducción

La descripción de algunos aspectos de la evolución histórica de la estructura social argentina
desde una perspectiva de largo plazo, tratando de captar las huellas de su proceso de
conformación socio-histórica, nos permitirá reflexionar sobre los significados de los cambios
recientes. El enfoque teórico y empírico de la estratificación social desarrollado por Gino
Germani en su estudio pionero Estructura social de la Argentina (1955), nos facilitará este
recorrido.
Germani enfoca el ordenamiento jerárquico de las posiciones de clase (o estratos) en base al
estatus socio-económico y el prestigio social de los mismos. Dado que es posible (y frecuente)
la movilidad vertical entre las posiciones de clase, pueden distinguirse tipos de sociedades
más o menos abiertas según las oportunidades de ascenso social que brindan. Este análisis
capta la evolución del sistema de estratificación social en Argentina a través de la observación
del cambio de tres dimensiones: el volumen y la composición de las distintas posiciones de
clase, la distancia entre las posiciones de clase en cuanto a su poder económico que da cuenta
del nivel de integración y equidad del sistema de estratificación, y los canales de movilidad
social que se “abren” y “cierran ”en la estructura social, especialmente las que afectan las
posibilidades de ascenso para las personas de origen de clase popular, un indicador clave del
grado de apertura social.
La inserción de la población en la estructura ocupacional permite reconstruir las posiciones
de clase y sus cambios nos informan sobre la evolución de la estructura social. Dada la
amplitud del período considerado, nos limitaremos a trazar un panorama general de estos
cambios y reflexionar sobre sus significados, a través de un análisis narrativo-histórico de los
cambios del sistema de estratificación social vinculados con otros procesos macro-sociales,
como las oportunidades ocupacionales y educativas generadas por el tipo de desarrollo
económico-social, el papel del Estado en la estructuración de dichas oportunidades, la
influencia de las corrientes migratorias y el prestigio social atribuido socialmente a grupos de
distinta ascendencia étnica.

1
Magister en Investigación en Ciencias Sociales, UBA. Becario de doctorado del CONICET, con sede
en el Instituto Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Docente de “Metodología de la
Investigación Social I, II y III” y “Teoría y Métodos para el análisis de las clases sociales”, ambas
cátedras dirigidas por Ruth Sautu, en la FCS-UBA. E-mail: pablodalle80@hotmail.com
Agradezco a Ruth Sautu por sus comentarios y sugerencias sobre el artículo, los cuales significaron
un aporte valioso para la elaboración del mismo.

124
■■ Apertura del sistema de estratificación social durante la
etapa de desarrollo económico agro-exportador
e inmigración europea intensa

Entre 1860 y 1930, Argentina experimentó un cambio profundo de su sistema de estratificación


social, especialmente en la región pampeana, que consistió en el reemplazo de una estructura
tradicional y cerrada, por otra moderna, urbana, cosmopolita y abierta. Esta transformación
estructural fue impulsada por el crecimiento económico y la creación de nuevas actividades y
oportunidades asociadas con desarrollo agro-exportador, el flujo inmigratorio europeo, el
proceso de urbanización, una entrada temprana en la transición demográfica 2 y la expansión
de la educación pública (Germani, 1963, 1962).
El modelo de desarrollo agro-exportador fue el resultado de la estrategia adoptada por la
generación del ochenta para insertar al país en el capitalismo moderno, un contexto en el que
los países de Europa y Estados Unidos se transformaron en centros industriales demandantes
de materias primas y una división internacional del trabajo que integró a las economías
periféricas como productoras de materias primas para el mercado externo.
En este contexto, el Estado argentino impulsó un tipo de desarrollo económico cuyo eje de
acumulación de capital era la producción agrícola y ganadera, aprovechando las ventajas
comparativas que otorgaba la fertilidad de las tierras de la región pampeana. Este modelo
agro-exportador se basaba en la producción diversificada de productos primarios (trigo, maíz,
carne, lana), lo que en la práctica significaba una economía menos dependiente en
comparación con las se basaban en el monocultivo o en enclaves. Alrededor del crecimiento
de la producción agrícola-ganadera se expandieron la industria y los servicios que, sumados
al crecimiento urbano, generaron oportunidades ocupacionales para el ascenso social de los
inmigrantes europeos.
La inmigración europea constituyó uno de los pilares del proyecto de organización nacional de
la elite gobernante. Ésta se proponía construir una nación moderna tomando como modelo a
Estados Unidos y los países europeos más desarrollados para lo cual era necesario articular
tres políticas: fomentar la inmigración europea masiva; desarrollar modernas formas de
producción en la agricultura, la ganadería y la industria, lo que implicaba incorporar tecnología
y construir una red de transportes (ferrocarril y puertos); y crear un sistema educativo
universal, laico y obligatorio. El propósito de estas políticas era cambiar radicalmente la
estructura social heredada de la colonia española 3.
Durante el período de vigencia del modelo agro-exportador el crecimiento económico impulsó
la inmigración extranjera, que vino a suplir la escasez crónica de fuerza de trabajo.

2
Del resto de los países de América Latina, Uruguay y en parte Chile también experimentaron una modernización
temprana de su estructura social (Filgueira, 2008).
3
En este proyecto la conceptualización de las razas constituía un factor determinante: los europeos, principalmente
los anglosajones, representaban a la “civilización” y el progreso. Por su parte, la “barbarie” estaba conformada por
las denominadas razas inferiores de indígenas, negros, españoles y la mezcla de todos ellos: el gaucho. En su
diagnóstico el país era un “desierto” y había que poblarlo de inmigrantes laboriosos que reemplazaran a la población
criolla (el gaucho) como condición para fundar una nación moderna y civilizada. Debe tomarse en consideración
que el positivismo era un clima intelectual de época. La crítica del carácter racista del proyecto no puede negar los
aportes ideológicos, políticos y económicos del aluvión inmigratorio europeo para la modernización y desarrollo
del país.

125
Esto posibilitó que el nivel de los salarios y la tasa de ocupación en Argentina fueran mayores
a los de los países de origen de los inmigrantes, lo que explica en grado sustantivo la
persistencia de los flujos inmigratorios entre 1860 y 1930 4 (con la interrupción de los años de
la Primera Guerra Mundial, Sautu y Lattes, 1978; Devoto, 2003). La política de promoción de la
inmigración tuvo mayor impacto durante los primeros años a través de políticas de
colonización agrícola, aunque éstas no alcanzaran la incidencia que tuvieron en otras
experiencias similares, como Estados Unidos y Canadá. Germani (1962, 1963) analizó el impacto
excepcional que tuvo el aluvión inmigratorio europeo sobre la estructura social: Argentina fue
el segundo país que recibió el número mayor de inmigrantes europeos detrás de Estados
Unidos, aunque el impacto fue comparativamente mayor en Argentina por el escaso tamaño
de su población y su concentración en la región pampeana, la de mayor dinamismo económico.
La inmigración europea impulsó un notable crecimiento de la población que se quintuplicó
entre 1860 y 1920, generando un acelerado proceso de urbanización estimulado por la demanda
de trabajo de la industria y los servicios que crecían al calor de la expansión agropecuaria.
Esta demanda sumada a las restricciones impuestas al poblamiento rural por el régimen
latifundista de la tenencia de tierras, determinaron que los inmigrantes se asentaron
mayormente en las ciudades. La proporción de extranjeros rondó la mitad de la población de
la ciudad de Buenos Aires y Rosario entre 1895 y 1914, y el impacto fue mayor aún entre los
varones adultos de la ciudad de Buenos Aires, donde los extranjeros alcanzaron al 80% de ese
segmento de edad, y entre el 50% y 60% en las provincias de la Pampa Húmeda, el Litoral y
Mendoza.
El mayor impacto fue el “efecto de reemplazo” de la población criolla que residía al comienzo
de la inmigración masiva en la región de la Pampa Húmeda. Lo excepcional del caso argentino,
señaló Germani, es que la población extranjera no tuvo que asimilarse culturalmente a la
población nativa criolla, escasa en cantidad y dispersa en un territorio muy amplio, por lo que
el aluvión inmigratorio europeo produjo “…la virtual desaparición del tipo social nativo
preexistente y la contemporánea destrucción de parte de la estructura social que le
correspondía” (1966:200).
En cambio, en Estados Unidos, el país que recibió la mayor cantidad de inmigrantes en
términos absolutos, la proporción de extranjeros nunca superó el 15% de la población total.
Por eso mientras en Estados Unidos los inmigrantes extranjeros se incorporaban en los
estratos más bajos del sistema de estratificación y lograban ascender económicamente y
socialmente a través de sus hijos (movilidad intergeneracional – Lipset y Bendix, 1963), en
Argentina, el ascenso social de los inmigrantes se realizaba más rápidamente a lo largo de
sus propias vidas (movilidad intrageneracional).
El mayor prestigio social de los inmigrantes europeos con respecto a la población criolla
favoreció su integración y ascenso social. Para Di Tella (1992) varios factores explican esta
diferencia de estatus a favor de los inmigrantes: la “aristocracia de la piel", la magnitud del
aporte inmigratorio y su efecto de reemplazo de la población nativa, y su inserción en las
clases más dinámicas de un proyecto de desarrollo y modernización capitalista: la burguesía
empresarial urbana y la clase obrera calificada. El ahorro y el esfuerzo, valores ligados a la
acumulación capitalista, motivaron una fuerte disposición a la movilidad social ascendente
entre los inmigrantes europeos. Este proceso no estuvo exento de una reacción tradicionalista,
los inmigrantes de origen obrero, artesano o campesino en su mayoría, muchos de ellos
anarquistas o socialistas, fueron discriminados por la elite criolla y las primeras generaciones

4
El flujo de inmigración europea se reactivó durante un breve período posterior a la Segunda Guerra Mundial (1946-
1952).

126
de argentinos de ascendencia inmigratoria europea que ya se habían integrado (Devoto, 2004).
Pero en general primó el sentimiento de superioridad del grupo social de ascendencia europea
por sobre las clases populares nativas y los estratos medios del interior, con excepción de la
clase alta estanciera (Di Tella, 1992).
La inmigración europea fue consecuencia y motor del desarrollo económico agro-exportador
y la expansión de los servicios y la industria que modificaron la estructura ocupacional del
país. No sólo se desarrollaron actividades ligadas a la producción agroexportadora como los
frigoríficos, el sistema de transporte (ferrocarriles) y obras de infraestructura (puertos) sino
también una industria local ligada al mercado interno. La existencia de una población con
salarios mayores al nivel de subsistencia constituyó un mercado para el consumo de
manufacturas, lo que favoreció el surgimiento de una industria local diversificada y poco
concentrada en la rama de alimentos y bebidas, empresas subsidiarias para la construcción y
mantenimiento de obras de infraestructura, textiles, de confección y cuero, y una incipiente
industria química. El rol de los inmigrantes extranjeros en el surgimiento de la industria fue
clave, ocupando la mayoría de las posiciones empresariales y suministrando la mayor parte
de los integrantes de la clase obrera (Lattes y Sautu, 1978).
Como consecuencia del crecimiento económico y la diversificación de la estructura
ocupacional entre 1860 y 1930, crecieron los estratos medios: propietarios de capital, cuenta
propia y asalariados (ver Anexo. Cuadro 1). Germani (1963, 1970) señaló que este proceso de
modernización se tradujo en un proceso de movilidad estructural ascendente. La expansión
de las posiciones de clase media, hizo que necesariamente éstas fueran cubiertas por
inmigrantes europeos provenientes de la clase popular (campesinos, obreros calificados,
obreros no calificados y jornaleros) en sus países de origen, lo que implicó para muchos de
ellos una movilidad social intrageneracional que los transformó en pequeños industriales,
comerciantes y arrendatarios rurales. Esto no excluye que una parte de los inmigrantes haya
permanecido en la clase obrera urbana en formación, como trabajadores asalariados
(ferroviarios, de los frigoríficos, portuarios, sastres, costureros, panaderos, etc.) o cuenta
propia (carpinteros, albañiles, zapateros). Para ellos el camino de ascenso social se lograba a
través de sus hijos nacidos en el país (movilidad intergeneracional), que se insertaban en el
sistema educativo y lograban acceder a ocupaciones de mayor estatus (profesionales y
puestos administrativos de la burocracia estatal en expansión (Cuadro 2). En contraste, las
personas de ascendencia criolla de origen de clase popular fueron reclutadas principalmente
como trabajadores rurales (peones) en condiciones de mayor explotación. La movilidad
estructural fue más intensa en la región más dinámica del país, principalmente en Buenos
Aires, donde los estratos medios duplicaban el promedio nacional. Asimismo, la clase alta fue
más permeable al ingreso de extranjeros y sus descendientes que en otros países de América
Latina, de Europa e incluso Estados Unidos.
Este “gran salto” se produjo en un período de tiempo corto para la vida de una nación y para
las generaciones que lo experimentaron. En realidad, en la experiencia del inmigrante, la
Argentina debió parecer, por lo menos durante la época de la inmigración masiva, una sociedad
mucho más abierta, en la que eran inexistentes o mínimos los obstáculos, la desigualdad, y la
diferenciación jerárquica característicos de sus lugares de origen” (Germani, 1963:361). El
propio Germani reconocía que en contraste con la modernización económica y cultural de la
región pampeana que generó la apertura del sistema de estratificación social, la región del
norte y noroeste del país quedó estancada y atrasada, y en consecuencia, su estructura social
permaneció más cerrada. Estas marcadas diferencias entre centro y periferia constituían
signos elocuentes de un modelo de desarrollo económico desequilibrado.

127
■■ Expansión de las clases medias y formación de una clase obrera
consolidada durante la Industrialización Sustitutiva de Importaciones
y las migraciones internas
En el período 1930-1970, se produjeron cambios considerables en la estructura social que
afectaron las pautas de movilidad social intra e intergeneracional, vinculados con dos
fenómenos decisivos: la industrialización por sustitución de importaciones y las migraciones
internas.
La crisis del treinta produjo la caída del precio de las materias primas y con ello de la
disponibilidad de divisas que aportaba el sector agro-exportador, redujo la capacidad
importadora e incentivó el desarrollo de políticas públicas de estímulo a la producción
industrial local. La industrialización por sustitución de importaciones (ISI) tuvo lugar en el
período 1930-1976, durante el cual es posible reconocer distintas etapas. En la década de 1930-
1940, se aplicaron políticas arancelarias de protección de la industria local, controles
cambiarios y provisión de crédito industrial. Este impulso industrializador no fue acompañado
por políticas de redistribución del ingreso lo que implicó el crecimiento de una clase obrera
urbana con demandas insatisfechas.
La Segunda Guerra Mundial actuó en los hechos profundizando la barrera proteccionista lo
que dio un nuevo impulso al desarrollo industrial. Luego, el peronismo (1943-1955) le otorgó al
proyecto de desarrollo industrial un carácter social distinto, al impulsar la industria de bienes
de consumo masivo mediante la expansión del mercado interno basada en una activa política
estatal de redistribución del ingreso hacia los asalariados, la inversión pública directa en
industrias y servicios, y una política de créditos subsidiados a los pequeños y medianos
empresarios locales. A partir de la segunda mitad de la década de 1950 y hasta mediados de
1970, se profundizó la sustitución de importaciones de insumos y bienes de capital, así como
la de bienes de consumo durables a través del impulso de la inversión extranjera y estatal.
Esto implicó cambios en la estructura de distribución del ingreso que favorecieron a
segmentos asalariados de las clases medias.
El desarrollo industrial impulsó un movimiento migratorio interno de gran intensidad hacia los
centros urbanos de la región pampeana (Buenos Aires, Rosario y Córdoba) desde regiones
periféricas que habían quedado al margen del desarrollo agro-exportador.
Desde el punto de vista socio-cultural, las migraciones internas pusieron en contacto a la
población criolla (de ascendencia mestiza) con la población de ascendencia europea ya
establecida en las ciudades, generando cambios en la estructura social. La formación de una
nueva clase obrera de origen criollo coexistió en un principio junto a las capas viejas del
proletariado urbano constituidas por inmigrantes europeos y sus descendientes (Germani,
1970, 1973) y luego paulatinamente ambos grupos se fueron mezclando e integrando
culturalmente.
La migración interna tuvo un impacto sobre el crecimiento urbano análogo en volumen al de
la inmigración europea, pero diferente en las pautas de movilidad social. A diferencia de la
inmigración europea de 1860-1930 que había contribuido a la formación de las clases medias,
los migrantes internos se incorporaron a los segmentos de clase inferiores del sistema de
estratificación, provocando un efecto de “empuje” ascendente hacia posiciones de clase media
a los residentes urbanos de origen inmigrante europeo. Entre 1930-1960 se mantuvo la línea
de movilidad que va desde la clase obrera a la clase media pero no ya como movilidad intra-
generacional de los inmigrantes europeos sino de la de sus hijos, como una movilidad inter-
generacional (Germani, 1963).

128
La industrialización por sustitución de importaciones abrió canales de movilidad intra e
intergeneracional en la estructura social.
En primer lugar, produjo una expansión de la fuerza de trabajo asalariada manual, que condujo
a la creación de una clase trabajadora consolidada, con acceso a amplios derechos sociales.
La mayoría de los migrantes internos eran, en sus lugares de origen, trabajadores no
calificados o semi-calificados (muchos de ellos de origen rural), por lo que su incorporación a
las ciudades y la inserción en la industria como fuerza de trabajo asalariada o como obreros
cuenta propia con oficio, implicó una movilidad social intra-generacional. En la experiencia de
los migrantes, la llegada a la ciudad significó un mejoramiento sustantivo de su calidad de vida.
El peronismo tuvo un papel muy importante en la formación de la clase trabajadora
consolidada por varios factores. Amplió las bases de ciudadanía de los trabajadores manuales
asalariados, otorgándoles derechos sociales y capacidades económicas para hacer efectivos
sus derechos civiles. El Estado, contribuyó a organizar una estructura sindical fuerte para
materializar las reivindicaciones sociales y económicas de los trabajadores y al mismo tiempo
canalizarlas en el marco de la política macro-económica.
Aunque ello implicó la formación de un movimiento sindical de carácter reformista, en la
práctica no se subordinó pasivamente al Estado puesto que tenía capacidad de movilización
propia para alcanzar sus intereses de clase. Como resultado, la clase trabajadora mejoró
sustancialmente su posición relativa en la estructura social aumentando la porción del salario
de los obreros fabriles en la distribución del ingreso. Se trató de un proceso de movilidad
ascendente, en este caso, apoyada en la acción colectiva. Asimismo, como señala James
(2006), el peronismo tuvo un significado de reivindicación simbólica de la clase trabajadora
dotando de dignidad, orgullo y respeto a los trabajadores en las interacciones cotidianas en la
fábrica y en los barrios. De allí, según el autor, el carácter “herético” que consistía en trastocar
los límites simbólicos sobre los que se apoyaba la desigualdad de clases, afectando los
principios de distribución social, los estatus y jerarquías imperantes en la estructura social
hasta el momento. Esta reivindicación simbólica tuvo cierto matiz étnico, ya que los nuevos
obreros migrantes internos de origen criollo eran discriminados (a través de términos como
“cabecitas negras”) por algunos sectores de clase media de origen europeo que ya habían
experimentado un proceso de movilidad social ascendente.
En relación con las clases medias, la industrialización y la continuidad del proceso de
urbanización posibilitaron su crecimiento acelerado: en el período intercensal 1914-1947
crecieron tanto los sectores asalariados como los medianos y pequeños propietarios de la
industria, el comercio y el sector agropecuario; entre 1947-1960 el crecimiento de las clases
medias se explica fundamentalmente por el crecimiento de ocupaciones asalariadas no
manuales (profesionales, técnicos, empleados de oficina) en el sector público y privado
(Cuadro 3). La expansión de la matrícula educativa en el nivel medio y universitario acompañó
este proceso, proporcionando las calificaciones necesarias para el trabajo no manual que
implicaban mayores remuneraciones y un mayor prestigio ocupacional, transformándose de
este modo en un canal de movilidad social ascendente frecuente y efectivo (Germani, 1963;
Babini, 1991). En este contexto, los hijos de obreros calificados (de origen europeo
principalmente, aunque no exclusivamente) que ya residían en las ciudades ascendieron a las
clases medias principalmente a través de dos canales: la educación universitaria y la
incorporación como cuadros técnicos, profesionales y administrativos a la administración
pública y privada en expansión. En las regiones del noroeste, norte, parte de cuyo y de la
Patagonia, la expansión de los estratos medios reclutó a la población mestiza que era
mayoritaria.

129
La industrialización y el desarrollo económico hasta entrada la década de 1960, impulsaban
hacia arriba a los trabajadores rurales transformándolos en obreros y a éstos en empleados
de “cuello blanco” administrativos, técnicos o profesionales, en el transcurso de una o dos
generaciones (Germani, 1963). No obstante, el proceso de industrialización no conllevó un
proceso de asalarización proporcional.
Entre 1947-1970, el porcentaje de asalariados en la población activa se mantuvo constante
alrededor del 72%; mientras que al comienzo se trataba de un nivel relativo alto, a fin del
período había quedado muy por debajo en comparación con los países capitalistas
desarrollados (Cuadro 4). La contracara de ello es que las clases medias autónomas
mantuvieron su presencia sostenida en la estructura social aunque cambiaron su composición
interna.
En esta etapa se produjo una transferencia ocupacional de pequeños patrones a
cuentapropistas que por su inserción ocupacional estable y formal en actividades “no
manuales” y sus expectativas de ascenso social a través del trabajo autónomo, formaban parte
de las clases medias. El tamaño de las clases medias autónomas constituía un rasgo distintivo
de la estructura social argentina en relación tanto a las sociedades latinoamericanas como
europeas (Palomino, 1987).
La profundización de la sustitución de importaciones durante la era desarrollista (1958-1976),
orientada a la producción de bienes de consumo durables e insumos intermedios
(petroquímicos, siderúrgicos, etc.) tuvo un carácter más concentrado y centralizado de
acumulación de capital y un impacto diferente en el empleo y en la estructura ocupacional. Por
un lado se expandieron ocupaciones de clase media de alta calificación (profesionales,
técnicos y cuadros administrativos) y por el otro, disminuyeron los pequeños y medianos
empresarios industriales y los obreros asalariados empleados en los mismos. En
contraposición, comenzó a aumentar el segmento autónomo de la clase obrera (Torrado, 1992,
2007).
En relación con las pautas de movilidad social, Beccaria (1978) muestra que el rasgo saliente
de esta etapa fue que se equilibraron los movimientos ascendentes y descendentes. En la clase
media urbana, se compensaron la desaparición de medianos y pequeños industriales con el
aumento de pequeños propietarios del comercio y los empleados altamente calificados del
sector servicios (profesionales y técnicos). En la clase obrera, la industria manufacturera dejó
de constituir un canal de incorporación para los trabajadores migrantes internos y de países
limítrofes en gran medida de origen rural, con la excepción del sector de la construcción y los
servicios cuya expansión siguió siendo una vía para su inserción (Torrado, 1992).
Sin embargo, hacia 1970 la estructura ocupacional argentina todavía conservaba rasgos de
integración que la distinguían en el contexto latinoamericano, destacándose en primer lugar
por la importancia de un sector configurado por pequeños y medianos empresarios de la
industria, el comercio y los servicios, que en términos económicos podrían caracterizarse por
el uso de tecnologías y logros de productividad intermedios. En segundo lugar, por la amplitud
del empleo independiente no marginal de ingresos medios; y por último, por la existencia de
un sector terciario maduro más cercano al de los países desarrollados en el que el empleo
estatal era muy importante. En comparación con otros países de América Latina, en Argentina
el subempleo encubierto y el “sector informal” eran comparativamente pequeños (Llach, 1978).
En síntesis, ambos modelos de desarrollo económico, el agro-exportador y la industrialización
por sustitución de importaciones, contribuyeron a la conformación de una estructura social
abierta e integrada, que hacia 1960-1970 se distinguía en el contexto latinoamericano por las
oportunidades de ascenso social que había brindado a las personas de origen de clase popular

130
y por la amplitud de las clases medias y una clase trabajadora fabril con una posición
económica consolidada, sustentada en niveles salariales altos y acceso a derechos sociales
comparativamente altos. Este conjunto de condiciones y un contexto de cuasi-pleno empleo
posibilitaron que la clase obrera alcanzara niveles de consumo y horizontes de expectativas
cercanos a los de las clases medias. El “poder económico” de la clase obrera se basaba en su
organización sindical fuerte y efectiva que le proporcionaba capacidad de resistencia a las
políticas contrarias a sus intereses de clase. Conforme a la extensión de los estratos de clase
media y el alto nivel de sindicalización de la clase obrera, Argentina tenía un perfil más
equitativo de la distribución de ingresos 5 en relación con otros países de América Latina.
El Estado desempeñó un rol importante en la conformación de aquella estructura social. En
primer lugar, impulsó la expansión de la educación pública y el empleo en la administración
estatal, mecanismos de ascenso social que acompañaron el crecimiento económico del país.
A través de la inversión y la participación pública en empresas de producción de bienes y
servicios promovió la creación de empleo público; esto fue acompañado por medidas de
regulación de precios y protección del mercado interno que contribuyeron a una redistribución
del ingreso hacia la clase trabajadora, junto al desarrollo de una extensa red de protección
social. Asimismo, la política de créditos favoreció el desarrollo de una pequeña y mediana
burguesía industrial y comercial ligada al mercado interno. Las políticas de equidad e igualdad
de oportunidades junto a la extensión de los canales de movilidad social se articularon y
contribuyeron a conformar una estructura social abierta e integrada.
Pensando una representación gráfica de la estructura de clases de 1960-1970, la figura
presentaría una amplia zona media constituida por clases medias y una clase trabajadora
consolidada, y más afinada en los extremos.
Arriba, se ubicaba una clase capitalista y dirigente reducida como en las mayorías de las
sociedades capitalistas avanzadas y en el extremo inferior un segmento de clase trabajadora
marginal que en adelante comenzaría a aumentar. Un rasgo distintivo de aquella sociedad era
la permeabilidad de los distintos estratos de clase que permitían una alta fluidez social
principalmente de abajo hacia arriba, de allí su carácter de “abierta”.

■■ Cambios regresivos en el sistema de estratificación social


y los canales de movilidad durante la apertura
y liberalización de la economía
El sistema de estratificación social experimentó transformaciones sustantivas con la
transición desde el modelo de desarrollo económico basado en la industrialización sustitutiva
con fuerte participación estatal, hacia el modelo neoliberal de apertura económica,
desregulación y privatizaciones iniciado durante la dictadura militar de 1976-1983 y consolidado
en la década de 1990 con el menemismo 6. Esta transición hacia un modelo económico de corte
neo-liberal fue parte de una reestructuración capitalista a escala mundial que se profundizó
en la década de 1990, con la caída del bloque socialista y la globalización de la economía. En
Argentina, estas políticas implicaron la transición de una economía industrial a otra financiera,
agropecuaria y de servicios (Basualdo, 2006).

5
Ver Fajnzylber (1990) y Germani (1970) donde se exponen datos comparativos sobre la distribución del ingreso en
Argentina en relación a otros países de América Latina y los países capitalistas desarrollados.
6
Entre 1983-1989, durante el gobierno de Alfonsín, fracasaron los intentos de recrear políticas basadas en la
industrialización sustitutiva y el crecimiento del mercado interno. En términos generales, el estancamiento del
producto bruto durante el período y la crisis hiperinflacionaria hacia el final del mismo provocaron la disminución
del salario real y el aumento del nivel de pobreza.

131
La reestructuración capitalista, la desarticulación de la estructura productiva industrial y el
deterioro de las instituciones del Estado de Bienestar erosionaron las bases que
estructuraban el sistema de estratificación abierto e integrado de la década de 1960 y principios
de 1970. Una mirada de mediano plazo, permite observar las transformaciones regresivas de
la estructura social en el período 1974-2001. Entre estos efectos regresivos se destacan el
aumento de la desigualdad de ingresos, el crecimiento de la pobreza, la instalación de la
desocupación como problema estructural del funcionamiento de la economía y el aumento de
la precariedad laboral. Estos indicadores socio-ocupacionales muestran que la crisis de 1998-
2002 no se trató de un fenómeno coyuntural sino de la fase final de una progresiva “decadencia
social” de un país que desarticuló su estructura productiva y su entramado social (Pucciarelli,
1999).
En el período 1998-2001 en el que se registra la crisis final del modelo de apertura y
liberalización de la economía se profundizaron tendencias que venían desarrollándose en el
mediano plazo. La tasa de desempleo aumentó aceleradamente, el empleo asalariado no
registrado incrementó progresivamente su peso relativo en relación al registrado, el
porcentaje de participación de los asalariados en la distribución del ingreso descendió
abruptamente a 34% en 2002. Luego de la devaluación, la desocupación superó el 22% de la
PEA y alrededor del 57% de la población quedó bajo la línea de pobreza.
La apertura y desregulación de la economía produjeron la desaparición de gran parte de las
pequeñas y medianas empresas manufactureras locales que habían crecido bajo la protección
del mercado interno; cuando se liberaron las importaciones de bienes de consumo final e
intermedios no pudieron soportar la competencia externa. Con ello, disminuyó la mano de obra
en el sector industrial tanto en puestos técnicos, administrativos como obreros calificados.
Asimismo, la privatización de las empresas de servicios públicos y las industrias básicas de
hierro, acero, petróleo y petroquímicos tuvo el mismo efecto de contracción de la mano de
obra asalariada de tipo técnico administrativo y obrero (Sautu, 1997). En este contexto de des-
asalarización, aumentó
el empleo por cuenta propia, el trabajo asalariado precario y la desocupación tanto en los
estratos de clase media como en la clase obrera; en ésta el impacto de la desindustrialización
fue mayor, aumentando el estrato de tipo marginal-precario (Cuadro 5 – Torrado, 2007). En
contraste, en la cima de la estructura ocupacional la reconversión económica generó la
expansión de un núcleo moderno de empresas de servicios e industriales (de alto desarrollo
tecnológico) que produjeron el crecimiento de ocupaciones gerenciales y profesionales de alta
calificación.
Varios autores coinciden en que el impacto de estos cambios en la estructura ocupacional y
las condiciones del mercado de trabajo fueron la polarización y segmentación del sistema de
estratificación social (Palomino, 1989; Kessler y Espinoza, 2003; Svampa, 2005; Torrado, 2007;
Salvia, 2007). La polarización implicó el aumento de la desigualdad de ingresos entre los
sectores de clase media-alta que resultaron “ganadores” de la reconversión capitalista neo-
liberal y los sectores medios que se pauperizaron tras perder el empleo estable, la condición
salarial, o su pequeño comercio o taller. El proceso de des-industrialización y reducción del
estado desestructuró a la clase obrera consolidada lo que generó la expansión de un estrato
marginal-precario. Desvinculado del trabajo formal fabril, se fue configurando un universo
heterogéneo en el que prevalecía la marginalidad-socio económica compuesto por
trabajadores que realizaban “changas”, vendedores ambulantes, trabajadores de
emprendimientos comunales, feriantes, artesanos sin talleres, limpiavidrios, recolectores de
cartón, etc. En este proceso, se habrían cristalizado las fronteras de clase y reducido los

132
canales de ascenso social desde la clase trabajadora a las clases medias. Asimismo, las
consecuencias visibles de este proceso de segmentación fueron el deterioro de los espacios
de socialización inter-clases.
Para profundizar el análisis de los cambios de la estructura social y los canales de movilidad
intergeneracional entre 1976-2001 presentamos los principales resultados de un estudio
reciente basado en una encuesta probabilística del Área Metropolitana de Buenos Aires
realizada en 2004-2005 por el CEDOP-UBA. Éste utiliza el enfoque de la “tabla de movilidad”
que permite observar efectos diacrónicos sobre las pautas de movilidad 7:

Canales de movilidad desde y en el interior de la clase trabajadora


1. Una de las principales pautas halladas fue que disminuyó la movilidad social
intergeneracional ascendente de larga distancia 8 desde la clase trabajadora a la clase media
(vía propiedad de capital y credenciales profesionales) característica de mediados del siglo XX.
Por un lado, se hizo más difícil para los hijos de padres de clase trabajadora realizar
inversiones de capital medio en el marco de un capitalismo más concentrado, y por otro lado,
la movilidad de los hijos de padres de clase trabajadora que llegaron a profesionales, se
mantuvo constante. Esta pauta en un contexto de expansión educativa en todos sus niveles es
un indicador significativo del aumento de la desigualdad social, porque indica que la expansión
de la oferta universitaria reclutó mayoritariamente a personas provenientes de los estratos
medios.
2. Dentro de la clase trabajadora se redujo la movilidad social ascendente de corta distancia
rural-urbana, que implicaba el paso de peones rurales a trabajadores fabriles asalariados o
artesanos cuenta propia con oficio.
3. La reducción estructural de ocupaciones de clase trabajadora calificada hizo que
disminuyera este canal de herencia de clase de padres a hijos. Al reducir su tamaño, la clase
trabajadora calificada se volvió forzosamente más repartidora hacia otros destinos de clase.
El doble movimiento de los hijos de obreros especializados hacia ocupaciones en el comercio
y los servicios (que por su carácter no manual anteriormente eran consideradas de clase
media) y hacia el segmento no calificado de la clase trabajadora, sugiere un cambio de la
composición de la fuerza de trabajo del sector industrial (manufactura) hacia los servicios.
La pérdida intergeneracional del oficio manual fabril en gran medida estuvo acompañada de
una precarización laboral sobretodo en las generaciones más jóvenes. El pasaje que implicó
la desasalarización hacia ocupaciones cuenta propia (tipo changas) implicó una movilidad
descendente. En este sentido, planteamos que durante esta etapa los hijos de obreros fabriles
calificados han recorrido un camino de huellas perdidas.
Asimismo, la movilidad desde ocupaciones manuales a la jerarquía más baja de empleados no
manuales (administrativos de rutina, vendedores) incluso algunas de tipo técnico, no tiene el
mismo significado que en las décadas de 1950-1960 porque disminuyó su nivel de retribución
salarial; incluso son superadas por las capas más calificadas de la clase obrera.
4. Aumentó la movilidad ascendente de corta distancia desde la clase trabajadora calificada,
especialmente entre las hijas mujeres de obreros, hacia ocupaciones técnicas (maestras,

7
El estudio corresponde a mi tesis de maestría: “La movilidad social intergeneracional desde la clase trabajadora.
Un análisis macro y micro social de los canales de ascenso, reproducción y descenso en la estructura de clases”
(2009); allí se encuentran los temas más desarrollados. Algunos avances pueden verse en Dalle (2007).
8
La movilidad ascendente de larga distancia implica saltear segmentos de clase y la movilidad de corta distancia
refiere al pasaje a un segmento de clase adyacente en la estructura social.

133
enfermeras, profesoras secundarias) y administrativas, que implicó un progreso en términos
de prestigio social y en ocasiones de estatus socio-económico.
5. En la parte inferior del sistema de estratificación social aumentó la inmovilidad en el
segmento de clase trabajadora no calificada, a través de la reproducción intergeneracional en
ocupaciones precarias, condiciones de pobreza y áreas urbanas segregadas. Estos sectores
conforman un estrato marginado dentro de la clase trabajadora que se caracteriza por dos o
más generaciones de personas que no pudieron acceder a oportunidades efectivas de
movilidad social ascendente.

Canales de movilidad ascendentes y descendentes


desde y al interior de la clase media
que llevaron a su polarización
6. La expansión de ocupaciones de servicios de alta calificación abrió canales de ascenso
intergeneracional desde posiciones intermedias de la estructura social (cuadros técnicos y
administrativos y pequeños comerciantes). Se conformó así un segmento de clase media-alta
ligado a corporaciones financieras y empresas de servicios multinacionales con altos salarios
y un estilo de vida suntuoso.
7. Como contraparte, un sector considerable de las clases medias asalariadas conformado por
empleados y cuadros técnicos de la administración y empresas estatales privatizadas
transitaron trayectorias descendentes hacia ocupaciones de servicios de rutina (empleados
de comercio) con un alto nivel de precariedad laboral, y hacia micro-emprendimientos de
escasa productividad. Asimismo, se produjo el descenso de una parte importante de las clases
medias autónomas: profesionales cuenta propia, y pequeños y medianos propietarios de
capital (comerciantes, industriales y productores rurales) que, en el marco del proceso de
concentración y centralización de capital que implicó la apertura y desregulación de la
economía, tuvieron que cerrar sus empresas.
8. En el segmento de clase media-alta conformado por profesionales, gerentes y propietarios
de capital aumentó el nivel de herencia intergeneracional reteniendo para sí sus privilegios de
clase. Esta reproducción intergeneracional no necesariamente se dio a través de la
transmisión del mismo recurso.
Muchos hijos de propietarios de capital: medianos y pequeños pasaron a ser profesionales,
gerentes y cuadros directivos intermedios principalmente en el sector privado. El aumento de
la herencia de padres a hijos en la clase media de mayor estatus (propietario de capital,
profesionales y cuadros directivos y gerenciales) y la línea de movilidad ascendente de corta
distancia desde otros estratos de clase media que se beneficiaron comparativamente más de
la expansión educativa universitaria, implicaron un cierre progresivo del sistema de
estratificación para la entrada de personas de origen de clase trabajadora. Se trata de un
cierre relativo y no absoluto, porque la expansión de la clase media de servicios incorporó
personas de origen de clase trabajadora.
Un estudio de la evolución histórica del grado de apertura del régimen de movilidad social
entre 1960 y 2005 9, muestra que aumentó la desigualdad de oportunidades relativas de
alcanzar ocupaciones típicas de clase media entre los hijos de padres de clase trabajadora en
favor de los hijos de padres pertenecientes a estratos de clase media. Esto implica que en los
últimos 50 años se profundizó la desigualdad en la estructura social, que se hizo más

9
Comparando los datos de la encuesta de Germani sobre Estratificación social y Movilidad en el Gran Buenos Aires
en 1960 con una llevada a cabo por el CEDOP-UBA en 2004-2005 en el AMBA.

134
polarizada, lo que provocó que la clase media ampliara sus oportunidades relativas de ascenso
socio-económico frente a la clase trabajadora (Dalle, 2010). Esto muestra la mayor rigidez de
las fronteras de clase para el ascenso social desde la clase obrera calificada a la clase media
de mayor estatus (Cuadro 6), hallazgo similar al de una encuesta realizada en 1995 en el AMBA
(Jorrat, 2000).
Los cambios descriptos se produjeron en un contexto de creciente expansión de la oferta
educativa tanto en el nivel medio como superior en el que se destaca un notable desarrollo de
la educación terciaria. En términos generales, aumentó el nivel educativo requerido por los
distintos grupos ocupacionales, lo que condujo a un proceso de devaluación de los títulos, que
exige movilizar cada vez más credenciales educativas para lograr una movilidad social
ascendente y/o mantenerse en el estrato de clase de origen.
La educación cumple un papel central en la apertura del sistema de estratificación social y la
igualdad de oportunidades. Varios estudios muestran que la movilización de credenciales
educativas es un canal de ascenso social efectivo, especialmente la obtención del título
universitario. Sin embargo, en la medida en que el origen social condiciona con fuerza el nivel
educativo alcanzado, mantiene la desigualdad de oportunidades entre personas de origen de
clase media y de clase trabajadora (Jorrat, 2009, 1997; Dalle, 2009). El deterioro de la educación
pública en los niveles primario y secundario, por acción y omisión de políticas públicas que
favorecieron la cobertura pero descuidaron la retención y la calidad (Tedesco y Tenti, 2001),
contribuyó a aumentar la desigualdad de oportunidades entre los hijos de padres de clase
trabajadora y los hijos de padres de clase media.
La educación universitaria había sido el canal privilegiado de movilidad social ascendente para
las personas de origen de clase trabajadora en las generaciones que nacieron entre 1934 y
1959, especialmente los hijos y nietos de inmigrantes europeos. El título profesional era la llave
para ingresar a la clase media y aumentar su prestigio social. En cambio, en las generaciones
más jóvenes (nacidos entre 1960 y 1980) de hijos de padres obreros calificados y semi/no
calificados se observa una mayor inclinación hacia carreras terciarias más cortas que
habilitan una movilidad social de menor distancia.
Una visión de conjunto de las transformaciones del sistema de estratificación social y el
régimen de movilidad durante entre 1970 y 2002, muestra que las fronteras de clase se fueron
cerrando progresivamente, especialmente para los movimientos de larga distancia desde la
clase trabajadora hacia la clase media. El régimen de movilidad social siguió siendo fluido,
pero predominó la movilidad de corta distancia en el interior de la clase media y la clase
trabajadora, lo que implica una progresiva segmentación del sistema de estratificación.
Aunque la fluidez es alta, no tiene el mismo significado de apertura que la en 1950-60, ya que
los hijos de padres obreros calificados y semi/no calificados tienen menos chances que en el
pasado de acceder a las ocupaciones de clase media de mayor estatus (profesionales,
gerentes/directivos altos y medios o propietarios de capital).
En relación con la composición étnica de la estructura social de las ciudades de la Pampa
Húmeda, se advierte un proceso de cambio, lento pero continuo a través del ingreso de
personas de ascendencia mestiza (criollos e inmigrantes de países latinoamericanos 10) en las
clases medias. Varios factores contribuyen a ello: el fin de la inmigración europea hace más
de medio siglo, la exogamia entre personas de distinto origen étnico y la continuidad del flujo
inmigratorio de países latinoamericanos. Si bien los migrantes internos y de países limítrofes

10
La corriente de inmigración de países limítrofes hacia Argentina se mantuvo constante desde fines del siglo XIX
a fines del siglo XX. En la década de 1970 aumenta su radicación definitiva en los grandes centros urbanos, en
particular en el Área Metropolitana de Buenos Aires.

135
ingresan por los estratos inferiores del sistema paulatinamente van ascendiendo, no sin
enfrentar barreras socioculturales impuestas por una sociedad que se pensó a sí misma
durante un tiempo largo de su historia como europea. La discriminación –que se reaviva sobre
todo en momentos de crisis económica y social- cumple un papel central en la legitimación de
las desigualdades, trazando límites de clase sobre prejuicios étnicos funcionando en
ocasiones como estrategia de cierre social excluyente. Sin embargo, estas barreras socio-
culturales son más tenues y permeables que en otras sociedades latinoamericanas. Con todo,
la integración socio-cultural plena de los criollos e inmigrantes latinoamericanos de
ascendencia mestiza y principalmente las comunidades indígenas 11 del noroeste, litoral y sur
del país es una cuestión pendiente y un desafío para el siglo XXI. Estas pautas se mantienen
hasta la actualidad.

■■ Nuevas tendencias ocupacionales en el período 2003-2009:


significados de su impacto en el sistema de estratificación social
y las pautas de movilidad

En vísperas del Bicentenario (2010), tras un intenso y sostenido período de crecimiento


económico impulsado por un cambio de modelo de desarrollo económico-social (2003-2010),
se produjeron transformaciones aceleradas en la estructura social argentina que invitan a la
reflexión sociológica sobre sus alcances y significados. Como señalamos en la introducción,
una de las dificultades para tratar de comprender la estructura social actual es que la misma
no es fácil de descifrar en una “foto fija” porque combina las huellas de dos procesos sucesivos
y netamente diferenciados:
1. Un proceso de carácter regresivo iniciado durante la dictadura (1976) y que perduró hasta la
crisis de 2001, y –como vimos– implicó el aumento de la polarización social, la pauperización
de algunos estratos de clase media y clase trabajadora consolidada y el crecimiento de un
segmento marginal-precario en el interior de la clase trabajadora. Este cambio social
estructural fue muy veloz, se desarrolló en un período de tiempo corto para una nación y para
las generaciones que lo vivieron e implicó transformaciones profundas en la estructura social.
El mismo significó no sólo un aumento de las desigualdades de ingresos, pautas de consumo
y oportunidades de ascenso social en detrimento de las personas de origen social más bajo
sino también un cambio en la subjetividad orientado a la naturalización de estas desigualdades.
2. Otro proceso de recomposición social, impulsado por un cambio de modelo del desarrollo
económico implicó una reversión de las tendencias socio-ocupacionales precedentes sobre
las cuáles -con la escasa información aún disponible- cabe hacerse interrogantes y esbozar
algunas respuestas tentativas sobre los significados de su impacto en la estructura social y
las pautas de movilidad.
Luego de la crisis económica del 2001-2002, el Estado impulsó transformaciones en el modelo
de desarrollo económico-social sosteniendo un tipo de cambio alto que favoreció la
reactivación de las actividades vinculadas con el mercado interno, especialmente la industria
en todos sus segmentos, incluidos los medianos y pequeños. La devaluación redujo muy
fuertemente los costos laborales y aumentó la competitividad de la producción local, al tiempo
que encareció las importaciones; en este marco, la sustitución de importaciones encontró, otra

Para analizar con mayor detalle las raíces históricas y culturales que ayudan a explicar la pobreza en las
11

comunidades indígenas del norte grande, ver Bolsi y Paolasso (2009).

136
vez, un campo propicio para desarrollarse con rapidez (Beccaria y Mauricio, 2007; Chitarroni
y Cimillo, 2007). Esta orientación de la política macro-económica, sumada al precio alto de los
productos exportables y, el crecimiento de las exportaciones de commodities y productos
primarios semi-elaborados, impulsaron un crecimiento económico a tasas muy elevadas
(alrededor del 9% entre 2003 y 2008) –superiores incluso a las del período de desarrollo agro-
exportador- que impactaron sobre el mercado de trabajo revirtiendo las tendencias
ocupacionales de la etapa de la “convertibilidad”.
El análisis de la evolución del empleo en el período 2003-2009 nos muestra el impacto
favorable del cambio de modelo de desarrollo económico-social sobre el mercado de trabajo
(Cuadros 7, 8).
Entre 2003 y 2008, se revirtieron las tendencias socio-ocupacionales de la etapa anterior. La
tasa de desocupación disminuyó progresivamente (pasando de 17,4% a 7,8% en el período) -en
un contexto de la expansión de la PEA- impulsada por un crecimiento económico vertiginoso
que produjo una expansión de oportunidades ocupacionales. Una característica saliente es que
se revirtió el patrón de crecimiento de la primera etapa de la Convertibilidad (1991-1994) en el
que el crecimiento del producto bruto interno se despegó de la creación de empleo,
produciendo una desocupación de tipo estructural (Cuadro 8).
La evolución de los ocupados según categoría ocupacional en el período 2003-2009 muestra
el crecimiento de los asalariados y en su interior el aumento progresivo de los trabajadores
registrados (con cobertura social) y la disminución del empleo precario. Esto marca un punto
de inflexión con la década de 1990, donde las tendencias marcaban el crecimiento del empleo
no registrado y la disminución del registrado. Los clasificados como “empleadores”, que
pueden asimilarse a los propietarios de capital, aumentaron su número con un ritmo lento
pero constante luego de la crisis de 2001-2002, mientras que en términos absolutos la cantidad
de los trabajadores cuenta propia se mantuvo constante desde 2003 en adelante, pero
disminuyeron su participación relativa entre los ocupados. Estas evidencias sobre el
incremento del número y, sobre todo, del peso relativo de los asalariados en las ocupaciones
indican un intenso proceso de asalarización en curso actualmente (Cuadro 8).
Al analizar la evolución de la mano de obra asalariada por rama de actividad en la etapa
2003-2008 se observa que (Cuadro 9) el mayor porcentaje de crecimiento de la mano de obra
asalariada se dio en la Construcción (101,8%), seguida por los servicios financieros e
inmobiliarios (52,7%), hoteles y restaurantes (50,3%), la industria manufacturera (35%),
transporte-almacenaje -comunicaciones (34,3%) y el comercio (33,4%). En todas las ramas se
produjo un mayor crecimiento relativo del empleo registrado sobre el no registrado (Cuadro
4).
Estas tendencias se frenaron en 2009 por el impacto de la crisis internacional, pero es muy
probable que continúen su expansión con el impulso del crecimiento económico que comenzó
a evidenciarse ya a fines de ese año que indican la superación local de dicha crisis. Si bien el
crecimiento reciente de la mano obra asalariada en la industria manufacturera fue importante,
aún no alcanza en cifras absolutas el nivel que registraba en 1998, pero es de esperar que
después de la crisis continúe la tendencia expansiva.
Algunos estudios basados en la evolución ocupacional que podía constatarse hasta 2005
(Salvia, Estafan, Comas, 2007; Chitarroni y Cimillo, 2007) muestran que el crecimiento del
empleo registrado había incorporado hasta ese año más a las personas de los quintiles de
ingresos medios y medio-alto, mientras que las situadas en deciles inferiores habían accedido
más a ocupaciones no registradas.

137
La composición de éstos últimos mostraba que cubría los segmentos de la clase trabajadora
con más larga trayectoria en empleos asalariados precarios o trabajadores cuenta propia de
menor calificación. Con posterioridad al 2005 se observa una continuidad del crecimiento del
empleo asalariado registrado y una disminución del no registrado, lo que abre el interrogante
sobre la capacidad de inclusión del modelo actual de los segmentos de la clase trabajadora
ubicados más abajo en la estructura social, excluidos durante las décadas de
desindustrialización del país y desestructuración del aparato productivo. Es posible conjeturar
que de continuar en el futuro las tendencias de expansión del empleo asalariado registrado,
vaya incorporando a las nuevas generaciones provenientes de estos segmentos de clase
trabajadora.
En cuanto a la distribución del ingreso, la masa salarial creció progresivamente en el período
2003-2009. En el 2003, el salario representaba el 34,3 por ciento del PBI, lo que implica que
había caído 11% respecto de 1974. En 2008, alcanzó el 43,6 por ciento y en el 2009, a pesar de
la crisis, llegó al 44,7 por ciento (DGEyEL, 2010). En este punto, el cambio de orientación del
Estado retomando algunas funciones de la política macro-económica de la ISI cumplió un papel
importante. Entre ellas podemos destacar la regulación de precios (a través de subsidios al
transporte y los servicios de luz, gas, agua) y su impacto en la transferencia de ingresos hacia
segmentos de clase media y clase trabajadora, la protección del mercado interno y el papel de
árbitro en la puja distributiva entre capital y trabajo reabriendo las negociaciones colectivas.
Por otra parte, otros indicadores basados en la distribución personal del ingreso (como el
índice de Gini y la concentración del ingreso por deciles) muestran que el nivel de desigualdad
disminuyó en el período 2003-2009. Sin embargo, el mismo, aún presenta un nivel alto, similar
al de principios de la década de 1990, aunque con la diferencia que actualmente la tendencia
va en dirección opuesta a la de aquel período. Esto sugiere que aún perduran los efectos de
largo alcance del patrón distributivo que dejó como herencia la reestructuración social del
neoliberalismo y que se requerirá un esfuerzo sostenido en el tiempo para mitigar esos
efectos.
¿Qué implicancias tienen estas tendencias observadas en los indicadores socio-ocupacionales
sobre la configuración de la estructura social? Retomemos las tres dimensiones del sistema
de estratificación planteadas al comienzo: a) el volumen y tamaño de los segmentos de clase;
b) el nivel de integración entre los mismos dado por su poder económico, y c) los canales de
movilidad social ascendente desde los segmentos de clase que están más abajo en el sistema
de estratificación.
Respecto del tamaño de los segmentos de clase y su capacidad económica, se puede
conjeturar que crecieron y mejoraron su posición relativa en la estructura social amplias
fracciones de las clases medias asalariadas, medianos y pequeños propietarios de capital y
trabajadores cuenta propia. También lo hizo el segmento de clase trabajadora asalariado
formal especialmente aquellos que se insertan en grandes empresas y están sindicalizados.
Se trata de una recomposición parcial de la clase trabajadora consolidada. Sin embargo, un
segmento importante de la clase trabajadora aún no ha podido salir de una situación de
pobreza y precariedad laboral. Esto hace que todavía la estructura social siga siendo “ancha”
en términos de distribución del ingreso. Estas huellas del modelo neoliberal excluyente
imponen el desafío de que se profundicen políticas de transferencia de ingresos e igualación
de oportunidades hacia los segmentos de clase trabajadora.
En relación a los canales de movilidad, en este período es muy probable que se haya mantenido
la movilidad ascendente entre la clase media y media alta basada en la educación formal y

138
empleos de alta calificación en el sector moderno de servicios altamente productivo y
competitivo. Esta pauta se trata de una tendencia mundial en la era de la globalización.
Por su parte, los segmentos de clase media y media-baja conformados por docentes,
empleados públicos, empleados de oficina de pequeñas y medianas empresas, mejoraron
levemente su posición económica relativa en relación al período de crisis contribuyendo a abrir
canales de ascenso para las personas de origen de clase trabajadora.
El crecimiento económico y la expansión de ocupaciones asalariadas registradas, impulsó una
movilidad estructural intra e inter generacional ascendente de corta distancia al interior de la
clase trabajadora y la clase media. Fundamentalmente los que accedieron a un empleo estable
y calificado en las grandes industrias: petroquímica, siderurgia, minería, automotrices y
empresas de servicios. Para los trabajadores cuenta propia y asalariados no registrados,
pertenecientes a los segmentos más bajos de la clase trabajadora, la salida de la crisis del
2001-2002 implicó una cierta mejora de sus ingresos. La recuperación del trabajo, aunque sea
precario, implicó efectos favorables en la organización y reproducción de la vida cotidiana. En
esta línea, la Asignación Universal por Hijo, aplicada recientemente, va a mejorar su posición
económica relativa, no obstante, para este segmento de clase todavía no se han abierto
canales de movilidad ascendente efectiva.
Con todo, si las tendencias socio-ocupacionales se mantienen en el tiempo y se profundizan
políticas públicas orientadas a la igualdad de oportunidades podemos conjeturar que podrían
recuperarse pautas históricas de integración y apertura de la estructura social argentina.
Actualmente, en las vísperas del Bicentenario, se abrió un debate acerca de profundizar el
modelo económico-social incrementando la participación estatal en el desarrollo económico
o retraer su papel interventor y abrir más espacio para el mercado y aplicar políticas de ajuste.
Los cambios sobre la estructura social analizados desde una perspectiva de largo plazo
brindan elementos para comprender qué camino está más cerca y más lejos de promover un
desarrollo económico con integración social.

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140
■■ Anexo
Cuadro 1. Población Económicamente Activa según estratos socio-ocupacionales por sector
de actividad, en % Argentina (1869-1947)

Sector de actividad Estratos socio-ocupacionales 1869 1895 1914 1947


Secundarias y Terciarias Estratos medios 5,1 14,6 22,2 31,0
Estratos populares 53,5 46,2 50,0 43,8
Primarias Estratos medios 5,5 10,6 8,2 9,2
Estratos populares 35,9 28,6 19,6 16,0
Total 100 100 100 100
Fuente: Germani (1963). Estimaciones sobre la base de una elaboración de los cuatro censos nacionales
(demografía y censos económicos) y otras fuentes.

Cuadro 2. Movilidad estructural entre 1895 y 1914 de la Población Nativa y la Población


Extranjera Argentina (Estimaciones)

Reclutamiento en los estratos medios Ascenso a los estratos de clase media


de personas de origen popular (%) desde los estratos de origen popular (%)
Movilidad Estructural
1895 1914 1895 1914
unicamente
PEA de Nativos 46 58 10 19
PEA de Extranjeros 85 74 31 26
Total 66 66 18 22
Fuente: Germani (1963:325). Elaborado en base información de Censos nacionales de Población.
*Una proporción importante de nativos corresponde a hijos de inmigrantes, “primera generación de
argentinos”.

Cuadro 3. Estratificación socio-ocupacional. Argentina 1914-1960 (en % de la población


económicamente activa)

Categoría Socio-Ocupacional 1914 1947 1960


Estratos medios (no manuales), incluyendo estratos altos
29,9 40,2 44,5
(no más del 2/3%)
Propietarios y “cuenta propia” agropecuarios, comercio, industria y
14,9 19,9 19,6
servicios
Profesionales liberales 2,6 1,3 1,5
Empleados (profesionales, técnicos, administrativos y vendedores) 12,4 19,0 23,4
Estratos de clase trabajadora (manuales) 70,1 59,8 55,5
Trabajadores por cuenta propia 20,9 5,2 4,8
Trabajadores asalariados (especializados y no especializados) 39,2 49,6 45,5
Trabajadores del servicio doméstico 9,8 4,8 5,2
Totales 100,0 100,0 100,0
Fuentes: Germani (1970). Estimaciones sobre la base de una elaboración de los cuatro censos nacionales
(demografía y censos económicos) y otras fuentes.

141
Cuadro 4. Población económicamente activa según categoría ocupacional. Argentina 1947-
1980 (en %)

Categoría ocupacional 1947 1960 1970 1980


Asalariados 73 72 74 72
No asalariados 27 28 26 28
Patrones 17 13 6 6
Cuenta Propia 7 12 17 19
Trabajadores familiares 3 3 3 3
Total PEA 100,0 100,0 100,0 100,0
(en miles) (6445) (7625) (9011) (10034)
Fuente: censos de Población de 1947, 1960, 1970 y 1980, en Palomino (1987).

Cuadro 5. Distribución de la Población Económicamente Activa urbana en clases y estratos de


clase utilizando la categorización de Torrado. Argentina (1970-1991)

Clases y estratos 1970 1980 1991


Clase Alta 0,8 0,9 1,2
Clase Media total 44,9 47,4 38,0
Estratos autónomos (Propietarios de capital y cuenta propia) 11,8 12,5 11,6
Estratos de clase media asalariada 33,1 34,9 26,4
Clase obrera total 45,2 40,2 42,9
Clase obrera autónoma 6,5 6,6 8,3
Clase obrera asalariada 38,7 33,6 34,6
Estrato no calificado - precario 9,1 11,5 17,9
Total 100,0 100,0 100,0
Fuente: Torrado (2007)

Cuadro 6. Aproximación al análisis de la apertura del régimen de movilidad social


intergeneracional en el AMBA en perspectiva histórica (1960-2004-5)

Destinos de clase
Orígenes de clase Alto no manual Bajo no manual Alto manual Bajo manual Total
1960 51,5 24,6 12,5 11,4 100,0
Alto no manual 1969 55,6 23,1 10,9 10,4 100,0
1995 48,6 30,0 15,0 6,4 100,0
2004-5 47,2 29,2 16,8 6,8 100,0
1960 25,3 31,2 20,2 23,3 100,0
Bajo no manual 1969 20,7 29,2 23,5 26,6 100,0
1995 30,7 30,2 22,6 16,5 100,0
2004-5 37,0 35,2 14,9 12,9 100,0
1960 15,6 28,7 32,5 23,2 100,0
Alto manual 1969 17,8 26,1 34,8 21,3 100,0
1995 13,1 23,3 34,4 29,2 100,0
2004-5 12,1 21,0 34,8 32,1 100,0
1960 7,7 15,4 34,8 42,1 100,0
Bajo manual 1969 5,9 21,6 30,8 41,7 100,0
1995 7,6 16,4 28,1 47,9 100,0
2004-5 3,8 14,5 33,6 48,1 100,0
Total 100,0 100,0 100,0 100,0
De acuerdo a pautas convencionales en la bibliografía sobre movilidad la variable “orígenes de clase” se ubica
en eje horizontal y la variable “destinos de clase” en el vertical. En gris se marca la diagonal de inmovilidad
social, abajo hacia la izquierda se indican los movimientos ascendentes y arriba de la diagonal hacia la derecha
los movimientos descendentes.

142
Cuadro 7. Evolución de la Población Económica Activa, la tasa de desempleo y la PEA ocupada
según categoría ocupacional. Argentina, total urbano, período 1998-2002.

1998 2002 1998-2002 %


de crecimiento
Población Económicamente Activa (en miles de personas) 12.910 13.694 6,1
Tasa de desempleo 12,8 21,3 76,4
% asalariados (empleados u obreros) 72,5 71,8 -5,2
% de obreros o empleados registrados 45,4 44,4 -6,5
% de obreros o empleados no registrados 27,0 27,4 -2,8
% Patrones 4,7 3,6 -26,1
% Cuenta propia 21,7 23,6 3,8
% Trabajadores familiares 1,2 1,1 -15,0
Fuente: BEL – Dirección de Estadísticas y Estudios Laborales –SSPTyEL en base a EPH- INDEC- Ondas de mayo
de cada año. 2010.

Cuadro 8. Evolución de la Población Económica Activa, la tasa de desempleo y la PEA ocupada


según categoría ocupacional. Argentina, total urbano, período 2003-2009.

2003 2009 2003-2009 %


de crecimiento
Población Económicamente Activa (en miles de personas) 15.065 16.308 8,2
Tasa de desempleo 17,4 8,8 -45,5
% asalariados 72,7 75,7 24,6
% de obreros o empleados registrados 37,1 48,3 55,9
% de obreros o empleados no registrados 35,6 27,4 -8,0
% Patrones 3,5 4,4 53,2
% Cuenta propia 21,8 19,1 4,7
% Trabajadores familiares 2,1 0,8 -54,2
Fuente: BEL – Dirección de Estadísticas y Estudios Laborales –SSPTyEL en base a EPH- INDEC- segundo trimestre
de cada año_ 2010.

143
Cuadro 9. Evolución de los asalariados, de los asalariados registrados y los no registrados
según rama de actividad en el período 2003-2008

2003 2008 % de
(en miles) (en miles) crecimiento
Industria Manufacturera
Asalariados (empleados y obreros) 1.084 1.463 35,0
Asalariados registrados 591 996 68,4
Asalariados no registrados 492 467 -5,2
Construcción
Asalariados (empleados y obreros) 399 806 101,8
Asalariados registrados 84 269 220,4
Asalariados no registrados 315 537 70,2
Comercio
Asalariados (empleados y obreros) 1.270 1.701 33,9
Asalariados registrados 587 979 66,7
Asalariados no registrados 683 721 5,7
Hoteles y restaurantes
Asalariados (empleados y obreros) 261 393 50,3
Asalariados registrados 111 204 84,1
Asalariados no registrados 151 189 25,6
Transporte, almacenaje y comunicaciones
Asalariados (empleados y obreros) 624 838 34,3
Asalariados registrados 301 519 72,2
Asalariados no registrados 323 319 -1,1
Servicios financieros e inmobiliarios
Asalariados (empleados y obreros) 702 1.072 52,7
Asalariados registrados 464 809 74,3
Asalariados no registrados 238 263 10,6
Administración pública y defensa
Asalariados (empleados y obreros) 1.126 1.214 7,8
Asalariados registrados 807 1.076 33,3
Asalariados no registrados 320 138 -56,9
Enseñanza
Asalariados (empleados y obreros) 1.012 1.103 9,0
Asalariados registrados 829 1.010 21,9
Asalariados no registrados 183 93 -49,1
Servicios sociales y de salud
Asalariados (empleados y obreros) 784 735 -6,3
Asalariados registrados 358 522 46,1
Asalariados no registrados 426 212 -50,2
Fuente: BEL – Dirección de Estadísticas y Estudios Laborales –SSPTyEL en base a EPH-
INDEC- segundo trimestre de cada año 2010.

144
Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

Cod. COPIAS AÑO Codificado por:


2010 12 2020

UNA APROXIMACIÓN A LA ESTRUCTURA


SOCIAL DE LA ARGENTINA ACTUAL.
ARGENTINA DESPUÉS DE MACRI

Claudio Lozano – Ana Rameri


1
16/08/2019

Se presenta a continuación una aproximación de la estratificación social de la Argentina


de hoy sobre la base de los ingresos de los hogares como capacidad de acceso a distintos
umbrales de consumo. Planteamos aquí un primer documento de propuesta metodológica
para el análisis cuantitativo a partir de determinantes socioeconómicos con el objetivo de
medir la composición social de la población en función del tamaño de cada uno de sus
estratos. Este ejercicio de corte empírico no desconoce, sin embargo, la importancia de otras
dimensiones como el estudio de las identidades, orientaciones políticas o ideológicas que
intervienen en la constitución del concepto de clase históricamente debatido y discutido en el
campo de las ciencias sociales. Tampoco supone que la estratificación presentada de lugar a la
configuración directa de sujetos sociales con un comportamiento homogéneo. No obstante,

1
Base Estadística: Samantha Horwitz, Javier Rameri, Ignacio López Mieres.
Problemas Sociales Latinoamericanos

145
Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

en nuestra opinión se trata de una dimensión de relevancia a la hora de pensar los


comportamientos políticos y sociales.
Lo que aquí buscamos es la realización de un simple ejercicio estadístico pero de
enorme relevancia para dimensionar los efectos de la política económica en los procesos de
empobrecimiento y movilidad social de los últimos cuatro años del período 2015-2019.
Para este objetivo consideramos la metodología de estratificación social actualmente
2
aplicada por la Dirección de Estadísticas de Ciudad de Buenos Aires (DGEYC), que
determina y define seis sectores o estratos sociales como resultado de un conjunto de
relaciones entre ingresos y consumos construidos sobre la base tres valores de canastas (la
canasta básica de alimentos, la canasta básica total y la canasta total). Cabe destacar, que la
emulación de los criterios aplicados por el organismo de estadísticas para la ciudad, requirió
de una serie de aproximaciones y decisiones metodológicas propias que nos permitieron la
extensión a la cobertura relevada por Encuesta Permanente de Hogares.
Para resumirlo rápidamente en esta primera parte, destacamos que tanto la CBA como
la CBT, umbrales de subsistencia, son las líneas de indigencia y pobreza publicadas por la
EPH-INDEC mientras que el valor de la Canasta Total, que se aproxima a un nivel de
consumo medio, es una estimación propia sobre la base de la metodología de cálculo
3
propuesta por un grupo de técnicos del INDEC en los años 2004/5 para complejizar el
cálculo de la CBT a partir de cambios de medición del gasto no alimentario para adaptarlo a
las características de los hogares. Es decir, lo que presentamos a continuación no es una
simple proyección nacional de la metodología de estratificación de la DGEYC sino que es
una adaptación propia de una combinación de metodologías oficiales, del INDEC y de la
DGEYC (ver anexo metodológico).
Cabe señalar que la estratificación realizada, al igual que en el método de pobreza por
ingresos, considera la condición socioeconómica individual según la condición del hogar de
pertenencia. De esta manera, quedaron definidos los seis estratos sociales al primer trimestre
2019, que para enumerarlos a continuación utilizamos los valores para el GBA (aunque cada
región dispone de un umbral adaptado a sus patrones de consumo y precios):
1) Estrato Indigente: constituido por los hogares cuyo ingreso total mensual no alcanza para
cubrir una Canasta Básica de Alimentos (CBA) de $11.111,4 para una familia tipo.

2
Al respecto véase, Informe de Resultados 544: “El sector medio en la Ciudad de Buenos Aires: una
aproximación a partir de la estratificación de la población porteña según ingresos”. DGEyC. Marzo
de 2013.https://www.estadisticaciudad.gob.ar/eyc/wp-content/uploads/2015/04/ir_2013_544.pdf
3
Actualización de la metodología oficial de cálculo de las Líneas de Pobreza (Documento en
discusión). 13º TALLER REGIONAL LA CONSTRUCCION DE LÍNEAS DE POBREZA EN
AMERICA LATINA. METODOLOGÍA Y PRÁCTICA. Lima, Perú, 7-9 de julio de 2004.
Problemas Sociales Latinoamericanos

146
Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

2) Estrato Pobre no Indigente: constituido por los hogares cuyo ingreso total mensual, si
bien alcanza para cubrir una CBA, no logra cubrir el valor de una Canasta Básica Total
(CBT) de $27.588,1 para una familia tipo.
3) Estrato No Pobre Vulnerable: constituido por los hogares cuyo ingreso total mensual, si
bien alcanza para cubrir una CBT, no logra cubrir el valor de una Canasta Total (CT)
socialmente aceptable de $32.425,96 para una familia tipo propietaria y de $43.676,84 para
una inquilina.
4) Estrato Medio Frágil: constituido por los hogares cuyo ingreso total mensual, si bien
alcanza para cubrir una CT, sólo la supera en un 25%. Es decir, sus ingresos familiares se
encuentran por debajo de los $40.532,5 para una familia tipo propietaria y de $54.596,1
para una inquilina.
5) Estrato Medio: constituido por los hogares cuyo ingreso total mensual, si bien alcanza
para cubrir una canasta equivalente a 1,25 veces la CT, se encuentran por debajo de los
$129.703,8 para una familia tipo propietaria y de $174.707,4 para una inquilina, es decir, no
logra cuadriplicar el valor de la CT.
6) Estrato Acomodado: constituido por los hogares cuyo ingreso total mensual es igual o
superior a cuatro veces la CT.
Ver detalle sobre el valor de las canastas, especialmente la Canasta Total4, del GBA y regiones
en Anexo Metodológico.

4
La misma comprende, además del gasto alimentario, los siguientes conceptos del gasto:
a) gastos con economías de escala (principalmente los servicios y gastos comunes en la vivienda)
b) gastos con equivalencias específicas y sin economías de escala (incluye la indumentaria para mayores
y chicos, la educación, y el transporte )
c) gastos en salud (según sea un hogar con cobertura sanitaria y con mayor de 65 años a cargo
d)gastos sin economías de escala ni equivalencias (resto de los bienes y servicios)
e) gastos en alquiler (para los hogares no propietarios).
Problemas Sociales Latinoamericanos

147
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Cuadro Nº1. Estratificación social de la población, en tasas y cantidad de personas.


1er Trimestre 2019 - Total Nacional.

Tasa Población (*)


Estrato Indigente 7,1% 3.190.532
Estrato Pobre No Indigente 27,0% 12.091.960
Estrato Vulnerable No Pobre 11,9% 5.349.132
Estrato Medio Frágil 11,4% 5.090.330
Estrato Medio 37,4% 16.752.945
Estrato Acomodado 5,2% 2.352.760
Total 100,0% 44.827.660

(*) Nota: Proyección poblacional en base al Censo Nacional de Población del año 2010.
Fuente: elaboración propia en base a datos de EPH-INDEC y DGEYC.

Gráfico Nº1. Estratificación social de la población, en tasas y cantidad de personas.


1er Trimestre 2019 - Total Nacional.

(*) Nota: Proyección poblacional en base al Censo Nacional de Población del año 2010.
Fuente: elaboración propia en base a datos de EPH-INDEC y DGEYC.

Lo primero que puede advertirse de la estratificación social, de esta manera planteada,


es que actualmente “la Argentina de la amplia clase media” que persiste en el imaginario social
forma parte del pasado, un pasado muy remoto. La misma representa hoy menos del 38% de la
población. Si bien queda expresado claramente en los cálculos de la estadística del 2019, la
erosión de este segmento social acumula el efecto de una secuencia histórica de coyunturas
críticas desfavorables para las condiciones de vida de la población que originalmente lo
conformaba. Los sectores medios, ícono de una fase de nuestro país que daba cuenta de
aceitados canales de movilidad social ascendente y progreso económico propios de un
Problemas Sociales Latinoamericanos

148
Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

proceso de industrialización y ampliación de las funciones públicas del Estado, comienza a


tener relevancia desde mediados del SXX y reconoce un punto de quiebre en su expansión a
partir los años ´80. Conformada especialmente por trabajadores que se insertaban en las
ocupaciones no manuales (determinante que suele utilizarse para la delimitación de clase)
suele estar compuesta por profesionales, técnicos, comerciantes, dueños de pequeños
emprendimientos, funcionarios públicos, que comparten una concepción de progreso de
carácter individual.
Al año 2019, entonces casi el 60% (el 57,4% más específicamente) de la población
mantiene una situación socioeconómica vulnerable que va desde la fragilidad social a la
indigencia. Ello implica que nada menos que 25,7 millones de personas viven en hogares con
consumos por debajo de lo socialmente aceptable, de los cuales el 60% es directamente pobre
(15,3 millones) y el 40% restante transita entre la vulnerabilidad y la fragilidad social.
Como ya fue señalado en documentos anteriores, el hambre como expresión más
acuciante de la pobreza afecta al 7,1% de la población (poca más de tres millones de personas)
y la pobreza que abraca al 34,1%, incorpora a otro contingente aún más numeroso de 12
millones, que representan el 27% de la población que a pesar de poder costear una canasta de
alimentos muy básica tienen una capacidad de consumo por debajo de la subsistencia.
Se observa también una significativa presencia de un sector que, para nombrarlo
fácilmente, se puede identificar como “la clase media baja”. Son casi 10,5 millones de personas
que se distribuyen en parte iguales en estratos signados por la fragilidad social y una
condición de vulnerabilidad lindera a la pobreza. En este último segmento se encuentra
exactamente al 11,9% lo que implica que el margen de definición de la línea de pobreza es
una medida -si bien, estadísticamente necesaria- arbitraria para identificar un universo de la
población cuyas condiciones de vida se presentan siempre en el límite de la reproducción de
su existencia y, como tal, no considera otros grupos poblacionales que tienen más similitudes
que diferencia con el modo de vida al que los somete la economía vigente
Es decir, con una medida un poco más flexible de la pobreza, como una posible
conceptualización más general y abarcadora, que incorpore otro conjunto más amplio de
necesidades, tan importantes para la vida como el alquiler y distintos servicios necesarios
para el hogar y sus miembros, las condiciones de pobreza y vulnerabilidad de la sociedad
serían aún más graves que las que actualmente se publican y, en lugar de una tasa del 34,1%
estaríamos hablando de una incidencia del 46% (sumando los tres estratos de menores
recursos).

Evolución durante el período 2015-2019


Problemas Sociales Latinoamericanos

149
Universidad Nacional de Mar del Plata – Facultad de Psicología

A continuación indagaremos acerca de los cambios producidos en la estratificación


social durante los años del gobierno de Cambiemos a partir de la información de los primeros
trimestres. Nos interesa evaluar los efectos que el actual régimen económico tuvo en términos
de agravamiento de las condiciones de consumo de las distintas clases sociales o bien, en el
favorecimiento de procesos de movilidad social ascendente.

Cuadro Nº2. Comparación de la estratificación social, en tasas y cantidad de


personas. 1ºTrim. 2015 vs 1ºTrim. 2019 - Total Nacional.

1º Trimestre 2015 1º Trimestre 2019 Comparación 2015 vs. 2019


Tasa Población (*) Tasa Población (*) % Tasa Diferencia
Estrato Indigente 6,0% 2.588.989 7,1% 3.190.532 18,3% 601.543
Estrato Pobre No Indigente 22,6% 9.710.532 27,0% 12.091.960 19,5% 2.381.428
Estrato Vulnerable No Pobre 11,7% 5.049.690 11,9% 5.349.132 1,6% 299.441
Estrato Medio Frágil 11,3% 4.879.181 11,4% 5.090.330 0,1% 211.149
Estrato Medio 43,5% 18.725.646 37,4% 16.752.945 -14,1% -1.972.701
Estrato Acomodado 4,8% 2.062.311 5,2% 2.352.760 9,5% 290.450
Población Total 100,00% 43.016.350 100,0% 44.827.660 - 1.811.310
Fuente: elaboración propia en base a datos de EPH-INDEC y DGEYC.

Gráfico Nº2. Comparación de la estratificación social, en tasas y cantidad de


personas. 1ºTrim. 2015 vs 1ºTrim. 2019 - Total Nacional.

Fuente: elaboración propia en base a datos de EPH-INDEC y DGEYC

Se observa entonces en el siguiente cuadro y gráfico la drástica caída que sufrió la clase
media que pasó de representar el 43,5% al 37,4%, reducción que no obstante el aumento
demográfico de los cuatro años transcurridos (1,8 millones acumulados) implicó una
expulsión de 1.972.901 personas. De manera simultánea, se verifica un radical engrosamiento
Problemas Sociales Latinoamericanos

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del estrato pobre (no indigente) que se amplía en 2.381.428 personas generando una mayor
representación del mismo en el total, al pasar del 22% al 27%, del 2015 al 2019. Otro sector
que refleja un movimiento importante es el estrato indigente: el mismo cuenta con 600 mil
personas más en relación con el verificado en el 2015 conforme a un aumento de la tasa del 6%
al 7,1%. Los estratos que experimentan aumentos, pero de menor magnitud en términos
poblacionales, son “la clase media baja” y la “clase alta o acomodada” 5.
En términos relativos surge entonces que: mientras los sectores medios cayeron, los dos
segmentos de pobreza (incluyendo la extrema) se expandió entre 4,5 y 4,8 veces más que el
crecimiento demográfico normal del sector (dando cuenta no sólo de una reproducción
intergeneracional sino de la incorporación de personas provenientes de segmentos sociales
más altos) mientras el sector acomodado duplicó el crecimiento poblacional “natural”. La
clase media baja, vulnerable y frágil, tuvo una expansión similar a la demográfica para
conservar la incidencia del 2015.
Lo anterior indica que, si 1,9 millones de personas fueron eyectadas de la clase media
cuando el ritmo de aumento poblacional para conservar la representación requería ser de
788,5 mil, la intensidad de expulsión del segmento fue aún mayor, ascendió a 2.761.191
personas.
Considerando lo anterior entonces, al analizar los movimientos netos de la población
entre los segmentos sociales surge que el 71,4% de quienes dejaron de formar parte del
denominado estrato medio pasaron a engrosar el estrato de pobres no indigentes, el 17,8%
pasó directamente a la indigencia, un 7,4% en cambio experimentó un proceso de movilidad
social ascendente para alcanzar una posición de mayor privilegio y el 3,1% vio deteriorar sus
condiciones de vida hasta hundirse en un situación de vulnerabilidad social.

5
Conviene señalar aquí que nuestra fuente de información es la Encuesta Permanente de Hogares
(INDEC) no está diseñada para captar a los integrantes de la clase alta o la elite local. Es
principalmente una encuesta destinada a la fuerza de trabajo que tiene como principal objetivo ofrecer
una caracterización de la misma y abordar también otras dimensiones socioeconómicas y
demográficas. Por otro lado, la misma capta ingresos a través de la declaración voluntaria de los
encuestados incluidos en la muestra, que en una parte importante, son objeto de subdeclaración. En
concreto, la constitución de lo que aquí se denomina “sector acomodado” sólo alude a un mejor
posicionamiento socioeconómico relativo en relación con el resto, que está mucho más próximo de dar
cuenta de los procesos de fragmentación y polarización dentro de la misma clase trabajadora y de la
capas medias asociadas a pequeños y medianos propietarios antes que a os integrantes del poder
económico local.
Problemas Sociales Latinoamericanos

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Cuadro Nº3. Comparación de la estratificación social, en tasas y cantidad de


personas. 1ºTrim. 2015 vs 1ºTrim. 2019 - Total Nacional. Crecimiento efectivos vs.
teórico.

1º Trimestre 2019- teórico Efectivo


Población Diferencia 1ºT 2019 vs. Crecimiento
Tasa (del 2019 - 1ºT 2019 1ºT 2015 efectivo
2015) c/estratif. (teórico) sobre
2015- vs. 1º T teórico
2015
Estrato Indigente 6,0% 2.698.005 109.016 601.543 4,5
Estrato Pobre No Indigente 22,6% 10.119.418 408.886 2.381.428 4,8
Estrato Vulnerable No Pobre 11,7% 5.262.320 212.630 299.441 0,4
Estrato Medio Frágil 11,3% 5.084.631 205.450 211.149 0,0
Estrato Medio 43,5% 19.514.136 788.490 -1.972.701 -3,5
Estrato Acomodado 4,8% 2.149.149 86.839 290.450 2,3
Total 100,00% 44.827.660 1.811.310 1.811.310 -
Fuente: elaboración propia en base a datos de EPH-INDEC y DGEYC.

Cuadro Nº4. Flujo de población entre estratos sociales. 1ºTrim. 2015 vs 1ºTrim. 2019 -
Total Nacional.
Movimiento intra- estrato Estructura relativa de la
movilidad
(+) Estrato Pobre No Indigente 1.972.542 71,4%
(+) Estrato Indigente 492.527 17,8%
(+) Estrato Acomodado 203.611 7,4%
(+) Estrato Vulnerable No Pobre 86.812 3,1%
(+) Estrato Medio Frágil 5.699 0,2%
(-) Estrato Medio -2.761.191 100,0%
Fuente: elaboración propia en base a datos de EPH-INDEC y DGEYC.

En definitiva, volvemos a estar en presencia de un nuevo proceso de empobrecimiento


de la clase media, como sucedió durante los aciagos decenios de los `80 y los ´90. Se relanza así
otro ciclo de generación de “nuevo pobres” no sólo por efecto de una reproducción
intergeneracional como fenómeno estructural, sino también como resultado de la
implementación de regímenes económicos que promueven el empobrecimiento general y la
polarización social.
En concreto, luego de la recuperación que este segmento experimentó durante el
período de recuperación económica desde el 2003 (aunque signado por un fuerte proceso de
fragmentación del mismo y con posteriores limitaciones para la movilidad social), un nuevo
modelo económico de agudización de las condiciones de apertura comercial y financiera,
desregulación y desindustrialización irrumpe para achatar otra vez la pirámide de
estratificación social.
Problemas Sociales Latinoamericanos

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Soslayadamente aparecen dos cuestiones fundamentales, que podemos sintetizar muy


brevemente, articuladas entre sí y que se reflejan en los resultados expuestos: los límites
estructurales que plantea el modelo productivo y el modelo de consumo. En el primer caso, un
modelo de producción de apertura comercial asentado principalmente en ventajas
comparativas naturales, precisa de la contingencia de tasas de crecimiento extraordinarias
para favorecer procesos de creación de empleo e integración social (como resultó el período
2003-2008) pero que bajo una gestión neoliberal de exagerada desregulación devela su
verdadera esencia, la de destrucción de la capacidad productiva industrial y con ello, la crisis
del modelo salarial de empleo tal cual lo conocimos.
El empleo asalariado formal como pieza fundamental de refugio de integración social
pero también de acceso a cierto nivel de consumo, en esta coyuntura de derrumbe ve
deteriorar su capacidad de contención a la clase trabajadores por doble vía: por un lado,
conforme a la retracción del alcance del mismo, es decir, una destrucción de puestos de
trabajo y por otro lado, la cada vez menor calidad que éste garantiza en términos salariales y
de derechos. Este proceso es, a nuestro entender, la principal causa del empobrecimiento de la
clase media y la marginalización de la población pobre de los últimos cuatro años.
Efectivamente, si observamos la estructura ocupacional del sector que más población
expulsó hacia la pobreza -el medio- se puede verificar que el mismo dispone de una menor
cantidad de ocupados, 763, 2 mil menos (de los -1,9 millones) de los cuales, la mayoría eran
asalariados (-604 mil) y a su vez, la mayoría de éstos eran registrados (asalariados formales, -
433 mil). Ver cuadro Nº 6.
Asimismo, como contracara de lo anterior, los procesos de “racionamiento” económico
también producen sus ganadores. Cuando se aceleran las condiciones de fragmentación y
polarización, se generan también selectas nuevas oportunidades de ascenso social
(probablemente vinculada a nuevas modalidades de contratación de las profesiones liberales,
muchas modernizadas y adaptadas a los nuevos requerimientos tecnológicos, ej. los
freelances) que garantizan generalmente buenas condiciones de ingreso y condiciones
flexibles de contratación. Fracasadas las garantías del modelo de asalarización tradicional, las
alternativas al mismo pueden ser ventajosas para quienes tienen posibilidades de
aprovecharlas. Lo anterior abre paso a una discusión que aquí excede, sobre las nuevas formas
de trabajo, entre ellas la vinculada con las aplicaciones tecnológicas, que no sólo atraviesa al
grupo de trabajadores pobres no calificados sino que también hace participar a profesionales
y técnicos (especialmente jóvenes) propiciando un desigual reparto de las ventajas. En este
sentido, la información de la estructura ocupacional del sector acomodado parece dar cuenta
de ello al verificarse que en los últimos cuatro años pierden lugar las formas asalariadas
Problemas Sociales Latinoamericanos

153
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tradicionales y ganan terreno las formas independientes del trabajo (cuentapropismo que
aumentó en 41 mil personas y supera los 80 mil si consideramos a los asalariados no
registrados). Haremos una aclaración importante aquí, si bien se observa un aumento de la
informalidad laboral asalariada en el sector mejor posicionado, el ingreso medio de la misma
en este segmento resulta ser tres veces superior a la media ($30.758 vs. $10.722) cuya
explicación se encuentra la reclasificación que la EPH resuelve para los casos de trabajadores
que facturan (no tienen descuento jubilatorio) pero trabajan para un solo cliente y por lo
tanto, a pesar de autopercibirse como independiente, mantienen una relación asalariada (que
no está registrada).
El modelo de consumo, en este marco, para una estratificación social que atraviesa, y
especialmente en los últimos cuatro años, un proceso de empobrecimiento de magnitudes
colosales, es indudablemente desigual y orientado a los sectores de altos ingresos, a su vez
funcional con el actual perfil del aparato productivo. En el cuadro Nº10, de hecho se verifica
que, de la mano del empobrecimiento de la clase media y la mayor pauperización de las
condiciones de vida de la población pobre, la brecha de ingresos entre los estamentos sociales
se amplía: mientras en el 2015, el ingreso medio per cápita de la población del estrato
acomodado superaba en 28,5 veces el ingreso de los indigentes, al año 2019 la brecha es del
30,5. También se amplía en relación con la población pobre no indigente (pasa de 10,8 a 11,1) y
la clase media (de 2,79 a 2,84).

Cuadro 5: Condición de actividad del sector medio. 1ºTrim. 2015 vs 1ºTrim. 2019 -
Total Nacional.
Sector Medio 1º Trimestre 2015 1º Trimestre 2019 Comparación 2015 vs. 2019

Tasa Población Tasa Población % Tasa Diferencia


PEA 52,1% 9.764.135 54,1% 9.060.774 3,72% -703.361
Ocupados 50,2% 9.395.478 51,5% 8.632.211 2,69% -763.267
Desocupados 3,8% 368.657 4,7% 428.563 25,27% 59.906
TOTAL 100,0% 18.725.646 100,0% 16.752.945 0,00% -1.972.701
Fuente: elaboración propia en base a datos de EPH-INDEC y DGEYC.

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Cuadro 6: Categorías ocupacional de los ocupados del sector medio. 1ºTrim. 2015 vs
1ºTrim. 2019 - Total Nacional.
Sector Medio 1º Trimestre 2015 1º Trimestre 2019 Comparación 2015 vs. 2019
Tasa Población Tasa Población % Tasa Diferencia
Patrón 3,7% 349.701 3,1% 264.375 -17,71% -85.326
Cuenta Propia 16,8% 1.580.261 17,6% 1.522.949 4,89% -57.312
Asalariados 79,1% 7.428.339 79,0% 6.823.352 -0,02% -604.988
Registrados 77,9% 5.788.670 78,5% 5.355.310 0,72% -433.360
No Registrados 22,0% 1.634.812 21,5% 1.468.042 -2,24% -166.770
Trabajador Familiar 0,4% 37.176 0,2% 21.535 -36,95% -15.642
TOTAL 100,0% 9.395.478 100,0% 8.632.211 0,00% -763.267
Fuente: elaboración propia en base a datos de EPH-INDEC y DGEYC.

Cuadro 7: Condición de actividad del sector acomodado. 1ºTrim. 2015 vs 1ºTrim. 2019
- Total Nacional.
Comparación
Sector Acomodado 1º Trimestre 2015 1º Trimestre 2019 2015 vs.2019
Tasa Población Tasa Población % Tasa Diferencia
PEA 68,2% 1.406.402 65,1% 1.531.272 -4,56% 124.870
Ocupados 67,0% 1.380.954 63,1% 1.484.375 -5,78% 103.422
Desocupados 1,8% 25.449 3,1% 46.897 69,25% 21.448
TOTAL 100,0% 2.062.311 100,0% 2.352.760 0,00% 290.450
Fuente: elaboración propia en base a datos de EPH-INDEC y DGEYC.

Cuadro 8: Categorías ocupacional de los ocupados del sector acomodado. 1ºTrim. 2015
vs 1ºTrim. 2019 - Total Nacional.
Comparación
Sector Acomodado 1º Trimestre 2015 1º Trimestre 2019 2015 vs.2019
Tasa Población Tasa Población % Tasa Diferencia
Patrón 6,4% 87.820 7,7% 114.385 21,17% 26.565
Cuenta Propia 14,1% 194.265 15,9% 235.963 13,00% 41.698
Asalariados 79,5% 1.097.553 76,0% 1.128.322 -4,36% 30.769
Registrados 90,4% 992.367 87,1% 982.933 -3,65% -9.434
No Registrados 9,6% 105.186 12,9% 145.389 34,45% 40.203
Trabajador Familiar 0,1% 1.315 0,4% 5.706 303,59% 4.390
TOTAL 100,0% 1.380.954 100,0% 1.484.375 0,00% 103.422
Fuente: elaboración propia en base a datos de EPH-INDEC y DGEYC.

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Cuadro 9: Montos del ingreso per cápita familiar según estratos sociales. 1ºTrim. 2015
vs 1ºTrim. 2019 - Total Nacional.
Ingreso per cápita familiar (IPCF)
2015 2019 Diferencia nominal
Estrato Indigente $ 534,90 $ 1.761,30 $ 1.226,40
Estrato Pobre No Indigente $ 1.410,10 $ 4.829,20 $ 3.419,10
Estrato Vulnerable No Pobre $ 2.252,60 $ 8.151,30 $ 5.898,70
Estrato Medio Frágil $ 2.873,50 $ 10.154,30 $ 7.280,80
Estrato Medio $ 5.470,00 $ 18.919,20 $ 13.449,20
Estrato Acomodado $ 15.244,90 $ 53.789,90 $ 38.545,00
Total $ 4.052,90 $ 13.447,30 $ 9.394,40
Fuente: elaboración propia en base a datos de EPH-INDEC y DGEYC.

Cuadro 10. Brechas de ingreso per cápita familiar de los estratos sociales respecto al
sector acomodado. 1ºTrim. 2015 vs 1ºTrim. 2019 - Total Nacional.
Ingreso per cápita familiar (IPCF)
2015 2019 Diferencia nominal
Estrato Indigente 28,50 30,54 31,43
Estrato Pobre No Indigente 10,81 11,14 11,27
Estrato Vulnerable No Pobre 6,77 6,60 6,53
Estrato Medio Frágil 5,31 5,30 5,29
Estrato Medio 2,79 2,84 2,87
Estrato Acomodado 1,00 1,00 1,00
Fuente: elaboración propia en base a datos de EPH-INDEC y DGEYC.

Problemas Sociales Latinoamericanos

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UNIDAD 1°.
OTROS RECURSOS de INTERES

Les compartimos otros recursos que les puede permitir ampliar ciertos temas y cuestiones
abordadas en clases teóricas y prácticas de ésta unidad:

1.
MOVILIDAD SOCIAL DESDE LAS CLASES
POPULARES
Por Pablo Dalle
Publicado el 3 de octubre de 2016.Revista Sociedad HD.
Dirección: https://www.youtube.com/watch?v=akQQskF_ZyM

2.
MARISTELLA SVAMPA. DIÁLOGOS DEL
PENSAMIENTO CRÍTICO EN LA ARGENTINA ACTUAL
Parte 3. 2 de diciembre de 2016. CLACSO TV
Dirección: https://www.youtube.com/watch?v=f4NJo4r4pmE

3.
ALEJANDRO GRIMSON. DIÁLOGOS DEL
PENSAMIENTO CRÍTICO EN LA ARGENTINA ACTUAL
Parte 2. Ciclo: Diálogos del pensamiento crítico en la Argentina
actual Foro de los Centros Miembros de CLACSO. CLACSO TV. 2
de diciembre de 2016.
Dirección: https://www.youtube.com/watch?v=y_itn2G_4QM

4.
MARISTELLA SVAMPA | POPULISMOS EN AMÉRICA
LATINA
CLACSO TV. Ponencia de Maristella Svampa en el Congreso
Ideología y Presente II: Ideologías Contemporáneas, en la
Facultad de Filosofía de la UCM, 17 de Mayo de 2017.
Dirección: https://www.youtube.com/watch?v=RHfZm60TSFg

Problemas Sociales Latinoamericanos

157
5.
LIBERALISMO Y NEOLIBERALISMO
Por José Pablo Feinmann
Publicado el 8 may. 2019. Fragmento del capítulo tres de la
sexta temporada de "Filosofía aquí y ahora". Emitido por
Canal Encuentro, año 2103. Duracion: 2,39.
Dirección: https://www.youtube.com/watch?v=jrJj9hZgf9U

6.
EL CONSENSO DE WASHINGTON
Por José Pablo Feinmann
Publicado el 8 may. 2019. Fragmento del capítulo tres de la sexta
temporada de "Filosofía aquí y ahora". Emitido por Canal
Encuentro, año 2103. Duración: 2,39.
Dirección: https://www.youtube.com/watch?v=6Bg9N8wkfaA

7.
DEBATES LATINOAMERICANOS | POR
MARISTELLA SVAMPA | Clases 1 y 2

Dirección: (CLASE 1) https://www.youtube.com/watch?v=k9LveqKzm3s (CLASE 2)


https://www.youtube.com/watch?v=vz6PiOowRFk

Problemas Sociales Latinoamericanos

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