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Ejemplo en la melancolía:
El análisis de la melancolía, afección que cuenta entre sus causas más frecuentes la pérdida
real o afectiva del objeto amado, nos ofrece otro ejemplo de esta introyección del objeto.
Uno de los principales caracteres de estos casos es la cruel auto-humillación del Yo, unida a
una implacable autocrítica y a los más amargos reproches. El análisis ha demostrado que estos
reproches y estas críticas se dirigen en el fondo contra el objeto y representa la venganza del
Yo sobre él. Como he dicho en otro lugar, la sombra del objeto ha caído sobre el yo. La
introyección del objeto es aquí de una evidente claridad”. Ahora bien, estas melancolías nos
muestran además otra cosa que puede llegar a ser importante para nuestras ulteriores
consideraciones. Nos muestran al yo dividido en dos partes, una de los cuales arroja su furia
sobre el otro. Esta otra es la que ha sido transformada por la introyección, que incluye al objeto
perdido.
Pero tampoco la parte que tan cruel se muestra con la anterior nos es desconocida. Encierra en
sí la conciencia moral, una instancia crítica localizada en el Yo y que también en épocas
normales se ha enfrentado críticamente con el mismo, aunque nunca tan implacable e
injustamente. En nuestro Yo se desarrolló una tal instancia que puede separarse del otro Yo y
entrar en conflicto con él. A esta instancia le dimos el nombre de ideal del yo y le transcribimos
como funciones la auto-observación, la conciencia moral, la censura onírica y la influencia
principal en la represión. Como así también el ejercicio de la prueba de la realidad.
Dijimos también que era la heredera del narcisismo primitivo, en el cual el Yo infantil se bastaba
a sí mismo, y que poco a poco iba tomando, de las influencias del medio, las exigencias que
éste planteaba al Yo y que él mismo no siempre podía satisfacer, de manera que cuando el
hombre llegaba a hallarse descontento de sí mismo podía encontrar su satisfacción en el ideal
de Yo, diferenciado del Yo.
Síntesis:
1º IDENTIFICACIÓN. el objeto es tratado como el propio Yo.
2º ENAMORAMIENTO (postergación de la relación sexual directa): el objeto ha
devorado al Yo.
3º HIPNOSIS (ausencia de satisfacción sexual directa). El objeto ha ocupado el lugar
del ideal del Yo
4º MASA (Ausencia de satisfacción sexual directa). El objeto ha ocupado el lugar del
ideal del Yo. Identificación con otros individuos a partir de la misma actitud con
respecto al objeto
IX- El instinto gregario
Los numerosos lazos afectivos dados en la masa bastan para explicarnos uno de sus
caracteres, la falta de iniciativa del individuo, falta de autonomía, la identidad de su
reacción con la de las demás, su descenso, en fin, a la categoría de unidad integrante
de la multitud.
Pero la masa, considerada como una totalidad, presenta otros caracteres: la
disminución de la actividad intelectual, desinhibición de los efectos, de incapacidad de
moderarse y retenerse, la tendencia trasgredir todo límite en la manifestación de los
afectos y la completa descarga en sus actos. Todos estos caracteres representan, sin
duda alguna, una regresión de la actividad psíquica una fase anterior en la que no
extrañamos encontrar al salvaje o a los niños.
Así recibimos la impresión de un estado en que la moción afectiva del individuo y su
acto intelectual personal son demasiado débiles para hacerse valer por sí solos, sin el
apoyo de manifestaciones afectivas e intelectuales análogas, de los demás individuos,
viéndose obligados a aguardar su potenciación por la repetición uniforma de parte de
los otros. El enigma de la influencia sugestiva se hace aún más oscuro cuando
admitimos que es ejercida no sólo por el conductor sobre todo los individuos de la
masa, sino también por cada uno de éstos sobre los demás.
W. Trotter deriva los fenómenos psíquicos de la masa antes descritos de un instinto
gregario innato al hombre. El individuo se siente incompleto cuando está solo.
Oponerse al rebaño equivale a separarse de él y por eso se lo evitara con angustia. El
rebaño desautoriza todo lo nuevo, lo inhabitual. El instinto gregario sería algo primario.
Para Trotter no se requiere derivar de otra cosa la pulsión gregaria, pues la define
como primaria y no susceptible de ulterior descomposición
Freud critica aquí la idea de Trotter a partir de 2 argumentos:
El miedo que el niño pequeño experimenta cuando lo dejan solo, y que Trotter
considerarse como una manifestación del instinto gregario, es susceptible de otra
interpretación más verosímil. Es la expresión de un deseo insatisfecho, cuyo objeto
es la madre, y más tarde otra persona familiar, deseo que el niño no sabe sino
transformar en angustia. Esta angustia del niño que ha sido dejado solo es
intensificada por la aparición un hombre cualquiera “del rebaño”, por la llegada de
uno de tales “extraños”. Además, el niño no muestra durante mucho tiempo signo
ninguno de un instinto gregario o un sentimiento colectivo.
Ambos comienzan a formarse poco a poco los como efectos de las relaciones entre
los niños y sus padres y precisamente a título de reacción a la envidia con la que el
hijo mayor recibe al más pequeñito.
Freud expone “Rivales al principio, han podido luego identificarse entre sí por el amor
igual que profesan al mismo objeto”.
Todas aquellas manifestaciones de este orden que luego encontramos en la sociedad
–así el compañerismo, el espíritu de cuerpo, etc.- se derivan también,
incontestablemente, de la envidia primitiva. Nadie debe querer sobresalir, todos
deben ser y obtener lo mismo.
Así pues, el sentimiento social reposa en la transformación de un sentimiento
primitivamente hostil en un enlace positivo de la naturaleza de una
identificación. Creemos que se efectúa bajo la influencia de un enlace común, a
base de ternura, a una persona exterior a la masa.
Pero la exigencia de igualdad de la masa solo vale para los individuos que la forman,
no para el conductor. Todos los individuos deben ser iguales entre sí, pero todos
quieren ser gobernados por uno. Muchos iguales, que pueden identificarse entre si, y
un único superior a todos ellos.
Esto refiere a los individuos que la constituyen y no al jefe. Más que un “animal
gregario” el hombre es un “animal de horda” esto es, un elemento constitutivo de una
horda conducida por un jefe”.
X- La masa y la horda primordial
Psicología del jefe.
Las masas humanas vuelven a mostrar la imagen familiar del individuo hiperfuerte en
medio de una cuadrilla de compañeros iguales, se producía una orientación de
pensamientos y sentimientos en las mismas direcciones.
Las masas responden a un estado de regresión a una actividad anímica primitiva, ya
que la voluntad del individuo era demasiado débil, no se atrevía a la acción. No
sobrevenían otros impulsos que los colectivos, existía solo una voluntad común.
Así como el hombre primordial se conserva virtualmente en cada individuo, de igual
modo la horda primordial se restablece a partir de una multitud cualquiera de seres
humanos. En la medida en que estos se encuentran de manera habitual gobernados
por la formación de masa, se reconoce la persistencia de la horda primordial en ella.
La psicología individual tiene, en efecto, pesar por lo menos tan antigua como la
psicología colectiva, pues desde un principio debió de haber 2 psicologías:
- La de los individuos en la masa (con su ilusión del jefe que ama a todos por igual)
- La del jefe primitivo, el conductor. (Que amándose sobre todo a sí mismo, sólo
amaba los demás en tanto en cuanto le servían para la satisfacción de sus
necesidades)
La ilusión del jefe que ama por igual a todos los individuos es, sino la transformación
idealista de las condiciones de la horda primitiva, en la que todos los hijos se saben
igualmente perseguidos por el padre, que les inspira a todos el mismo temor.
El carácter inquietante y compulsivo de la formación de masa pude reconducirse hasta
la horda primordial. El conductor de la masa sigue siendo el temido padre primordial.
La masa quiere siempre ser gobernada por un poder ilimitado, tiene un ansia extrema
de autoridad, de sometimiento. El padre primordial es el ideal de la masa, que
gobierna al yo en remplazo del ideal del yo
Podemos distinguir dos mecanismos que ilustran esta distinción: la facilitación social
de una parte y la influencia social. La primera consiste en que la simple presencia de
un individuo o grupo haga que un individuo prefiera o aprenda con mayor facilidad las
respuestas más familiares y las menos originales (Ejemplo el caso Milgram donde una
persona obedece a la autoridad y da descargas eléctricas)
Otras corrientes de investigación consideran un alter sin más, marcado por una
diferencia precisa. Me refiero a las investigaciones sobre la innovación, donde la
minoría, por ejemplo, el individuo, expresan una opinión y un juicio que le son propios.
Están confrontados a una mayoría con sus opiniones, y esta minoría busca hacerse
reconocer una identidad particular y una diferencia evidente.
El estudiante que, durante sus estudios, pasa de la psicología o la sociología a la
psicología social debe hacer un esfuerzo para interiorizar esta visión, dado que se
presentan ciertos obstáculos. El primero de ellos consiste en la opinión difundida
según la cual hay que agregar un suplemento espiritual a los fenómenos sociales, que
se debe explorar el aspecto subjetivo de los acontecimientos de la realidad objetiva. El
segundo obstáculo guarda una simetría con el primero, es sabido que la psicología
estudia una suma importante de fenómenos, como la percepción, el razonamiento.
Pero los estudia en el individuo aislado. Sabemos que el individuo, por estar aislado,
en realidad no deja de pertenecer al grupo, a una clase social, y sus reacciones son
influenciadas por esta pertenencia.
Así, el psicólogo se cree obligado a volver a estudiar los mismos fenómenos en el
seno de la sociedad, después de haberlos estudiados en el vacío social. Encarga a la
psicología social que añada una dimensión objetiva a los fenómenos subjetivos, que
vuelva a situar en el contexto de la sociedad aquello que ha sido analizado fuera de
dicho contexto.
Vemos, en la psicología social, el medio de satisfacer una carencia, llenar al sujeto
social de un mundo interior y, resituar al sujeto individual en el mundo exterior, es
decir, social.
Desde una lectura Freudiana, el Otro interviene con gran frecuencia en tanto que
modelo, apoyo y adversario, y por ello la psicología individual es ante todo y
simultáneamente una psicología social en este sentido amplio, pero plenamente
justificado.
La psicología social analiza y explica los fenómenos que son simultáneamente
psicológicos y sociales. Este es el caso de las comunicaciones de masas, del
lenguaje, de las influencias que ejercemos, de las imágenes, etc.
La psicología social, nos enseña a observarlos, permaneciendo fiel a su vocación
entre las ciencias.
C- Las diversas teorías que nos ocupan.
Retomando el enfoque psicosocial, este se guía por las teorías y observaciones
precisas de las relaciones entre individuos y los grupos en un medio social
determinado. Los psicosociólogos tratan de explicar la naturaleza de dichas relaciones
y de inventar prácticas para cambiarlas.
Podemos definir una teoría como un conjunto de proposiciones ligadas lógicamente
que clasifican y explican un conjunto de fenómenos, las reconocemos porque tienden
hacia la coherencia y a la correspondencia con una serie de hechos que luego
podemos observar o comprobar.
La psicología social es la diversidad desde el punto de vista lógico, esto significa que
no podemos emplear un mismo criterio para compararlas.
Las teorías paradigmáticas cuyo papel consiste en proponer una visión global de las
relaciones y comportamiento humano. Ejemplo: La teoría del campo de Lewin, que
parte de la idea de que el mundo psicológico puede ser considerado como un medio
en cuyo seno los individuos constituyen singularidades, concentraciones de fuerzas
que actúan por proximidad. Lewin sostenía que con ayuda de componentes como el
espacio vivido, la persona, el medio ambiente físico y social, podemos analizar la
manera psicológica con las que las personas se representan su mundo y actúan unos
sobre otros.
Las teorías fenomenológicas intentan describir y explicar una familia de fenómenos
conocidos y muy conocidos. Unas se ocupan de los fenómenos fundamentales, por
ejemplo, la influencia, otras se ocupan de fenómenos que no lo son tanto. Cada teoría
responde a dos preguntas ¿Cómo? Y ¿Por qué? Ejemplo la teoría del sheriff, que
busca comprender por qué individuos autónomos provistos de un juicio propio
convergen hacia un juicio común al hallarse en grupo.
Las teorías operatorias tratan de llegar a un mecanismo elemental, desconocido
hasta entonces, y que explica un conjunto de hechos. También prevén hechos nuevos
y sorprendentes. Ejemplo, la teoría de la disonancia cognitiva de Festinger, que dice
que cuando una persona dispone respecto a un objeto de dos cogniciones acordes
entre sí, hay consonancia y la persona en cuestión siente satisfacción, en caso
contrario siente disonancia y es víctima de la ansiedad.
Los tres tipos de teorías coexisten dentro de la psicología social. Ninguna de ellas
constituye un tipo puro y cada una podría incluso ser clasificada en varias rúbricas.
Pero, en su conjunto, podemos reconocer fácilmente su especificidad lógica y su
función en el estudio de los fenómenos.
REPRESENTACIÓN = FIGURA/SENTIDO.
Lo que significa que la representación hace que a toda figura corresponda un sentido,
y a todo sentido corresponda una figura.
2. La representación no es un puro reflejo del mundo exterior, una huella que se
imprime e integra mecánicamente en el espíritu. No es la reproducción pasiva
de un exterior en un interior.
3. El propio concepto de representación social fue introducido en psicología social
debido a las insuficiencias de los modelos clásicos a fin de explicar nuestras
interacciones significativas con el mundo.
4. Esto implica que siempre haya una parte de actividad de construcción y
reconstrucción en el acto de representación
5. Al decir que la representación tiene un carácter creativo y autónomo, no sólo
nos situamos respecto al objeto. Incluso en las representaciones muy
elementales tiene lugar todo un proceso de elaboración cognitiva y simbólica
que orientará los comportamientos.
Cinco características fundamentales de la representación
- Siempre es la representación de un objeto
- Tiene un carácter de imagen y propiedad de poder intercambiar lo sensible y la
idea, la percepción y el concepto
- Tiene un carácter simbólico y significante
- Tiene un carácter constructivo
- Tiene un carácter autónomo y creativo La representación siempre conlleva algo
social, las categorías que la estructuran y expresan, categorías tomadas de un
fondo común de cultura
… a la construcción de una representación social.
Estas ópticas constituyen diversas maneras de formular cómo se elabora la
construcción psicológica y social que es una representación social. Las principales
son:
Una primera óptica se limita a la actividad puramente cognitiva a través de la cual el
sujeto construye su representación. Esta, tiene dos dimensiones, una de contexto
donde el sujeto se halla en situación de interacción social, y una de pertenencia siendo
el sujeto un sujeto social, hace intervenir en su elaboración ideas, valores y modelos
provenientes de su grupo de pertenencia o ideologías transmitidas.
Un segundo enfoque pone el acento sobre los aspectos significantes de la actividad
representativa. Se considera que el sujeto es productor de sentido, que expresa en su
representación el sentido que da a su experiencia en el mundo social. La
representación también es considerada la expresión de una sociedad determinada.
Una tercera corriente trata la representación como una forma de discurso y desprende
sus características de la práctica discursiva de sujetos situados en la sociedad. Sus
propiedades sociales provienen de la situación de comunicación, de la pertenencia
social de los sujetos que hablan y de la finalidad de su discurso
En la cuarta óptica es la práctica social del sujeto la que es tomada en consideración.
Actor social inscrito en una posición o lugar social, el sujeto produce una
representación que refleja las normas institucionales derivadas de su posición.
Para el quinto punto de vista, el juego de las relaciones intergrupales determina la
dinámica de las representaciones. El desarrollo de las interacciones entre los grupos
modifica las representaciones que los miembros tienen de sí mismos, de su grupo, de
los otros grupos y miembros.
Una última, la sexta perspectiva, hace del sujeto el portador de determinaciones
sociales, basa la actividad representativa en la reproducción de los esquemas de
pensamiento socialmente establecidos.
Estas ópticas se vuelven a encontrar en el interior del campo de estudio de las
representaciones sociales.
C- Construir lo real, encarnar el pensamiento.
Moscovici puso de manifiesto dos procesos principales que explican cómo lo social
transforma un conocimiento en representación y como esta representación transforma
lo social. Estos dos procesos, la objetivización y el anclaje se refieren a la
elaboración y al funcionamiento de una representación social.
La objetivización: lo social en la representación
En este proceso la intervención de lo social se traduce en el agenciamiento y la forma
de los conocimientos relativos al objeto de una representación, articulándose con una
característica del pensamiento social, la propiedad de hacer concreto lo abstracto, de
materializar la palabra
1. El proceso de la objetivización. La representación permite intercambiar
percepción y concreto, hace corresponder cosas con palabras, da cuerpo a
esquemas conceptuales.
La objetivización implica varias fases:
a. Selección y descontextualización de los elementos de la teoría. Estas
informaciones son separadas del campo científico al que pertenecen, del grupo de
los expertos que las ha concebido y son apropiadas por el público que consigue
dominarlas.
b. Formación de un núcleo figurativo: una estructura de imagen reproducirá de
manera visible una estructura conceptual. Las nociones claves que configuran
dimensiones existenciales, la CC, el ICC, son visualizados en el núcleo a través de
su posición por encima y debajo de una línea de tensión en la que se encarna el
conflicto, la contradicción, el rechazo, que da lugar al complejo.
c. Naturalización: el modelo figurativo permitirá concretar al coordinarlos cada uno de
los elementos que se transforman en seres de naturaleza.
2. Implicaciones del paradigma de la objetivización: El modelo de la objetivización
en su triple carácter de construcción selectiva/esquematización
estructurante/naturalización
a. Este modelo revela la tendencia del pensamiento social a proceder por medio
de construcción estilizada, gráfica y significante.
b. Este aparece, con la evicción del a libido en el caso del psicoanálisis como una
construcción selectiva subordinada a un valor social. Un juego de
enmascaramiento y de acentuación de los elementos que constituyen el objeto
de la representación produce una visión de este objeto marcada por una
distorsión significante.
Si se pasa de la sociedad general a grupo y situaciones socialmente definidos, el
modelo de construcción o reconstrucción de la realidad permite comprender la génesis
de los contenidos representativos. La intervención de lo social como determinación
interna de las operaciones de construcción de la representación puede especificarse
derivando los procesos cognitivos movilizados por las condiciones normativas o de
vital interés para la colectividad o el individuo
c. La aparición del CC y el ICC se debe a su resonancia existencial. Estos se
hacen eco de una experiencia conflictiva íntima, en la que no están ausentes ni
la dimensión imaginaria ni la dimensión mítica.
d. No es necesario demostrar la generalidad de la naturalización ni su importancia
en contextos sociales reales. Ya se trate de relaciones étnicas, intergrupales o
bien de juicios sociales, no faltan los ejemplos en que la imagen, la palara,
bastan para inmovilizar al otro en un status de naturaleza.
El anclaje: la representación de lo social
Este proceso se refiere al enraizamiento social de la representación y de su objeto. La
intervención se lo social acá se traduce en el significado y la utilidad que les son
conferidos.
El anclaje implica otro aspecto cuya gran importancia ha sido puesta de manifiesto por
recientes investigaciones en el campo de las representaciones. Este aspecto refiere a
la integración cognitiva del objeto representado dentro del sistema de pensamiento y a
las transformaciones derivadas de este sistema.
Ya no se trata como en el caso de la objetivización, de la constitución formal de un
conocimiento, sino de su inserción orgánica dentro de un pensamiento constituido.
1- El anclaje como asignación de sentido. La jerarquía de valores impuesto en la
sociedad y sus diferentes grupos contribuye a crear una red de significados
desde la cual son situadas socialmente y evaluadas como hecho social.
2- El anclaje como instrumentalización del saber. Esto, permite comprender como
los elementos de la representación no solo expresan relaciones sociales, sino
que también contribuyen a constituirlas. Este proceso tiene lugar
inmediatamente después de la objetivización.
3- Anclaje y objetivización. La relación existente entre la cristalización de una
representación en torno a un núcleo figurativo y un sistema de interpretación de
la realidad y de orientación de los comportamientos queda ilustrada en la
relación establecida con los enfermos mentales por parte de los habitantes de
la comunidad rural (ejemplo) La situación experimental a la que se enfrenta un
sujeto moviliza un trabajo de apropiación cognitiva que permite comprenderla,
anticipar lo que se producirá, preparar la interacción con el compañero y dar
sentido al propio comportamiento. Todas las interpretaciones se organizan en
función del núcleo central de la representación de la situación experimental.
4- El anclaje como enraizamiento en el sistema de pensamiento. Así como no
surge de la nada, la representación no se inscribe sobre una tabla rasa, sino
que siempre encuentra algo que ya había sido pensado, latente o manifiesto. El
contacto entre la novedad y el sistema de representación preexistente se halla
en el origen de dos órdenes de fenómenos, opuestos de cierta manera que dan
a las representaciones una dualidad en ocasiones sorprendente.
D- Conclusión
Al aislar los mecanismos socio-cognitivos que intervienen en el pensamiento social, el
estudio de las representaciones sociales ofrece una poderosa alternativa de los
modelos de la cognición social. Su alcance en la psicología social no se detiene ahí,
ya que debido a los lazos que las unen al lenguaje, las representaciones sociales
constituyen objetos cuyo estudio devuelve a esta disciplina sus dimensiones históricas,
sociales y culturales. Su teoría debería permitir unificar el enfoque de toda una serie
de problemas situados en la intersección de la psicología con otras ciencias sociales.
UNIDAD IV
Gonzales Rey – La crítica a la Psicología social Latinoamericana y su impacto en
los diferentes campos de la psicología.
Se presenta un análisis de los diferentes aspectos que se combinaron en la
emergencia de una psicología social crítica en América Latina, a partir de los años 70;
las tendencias que aparecieron dentro de aquella orientación y sus consecuencias
para el desarrollo posterior de la psicología latinoamericana.
Congreso de Psicología social de la Liberación, este movimiento crítico de la
psicología social, no ha sido analizado de una perspectiva histórica por ninguno de sus
protagonistas.
En diferentes momentos históricos y en diferentes contextos, la psicología social ha
presentado una orientación crítica relacionada con la vocación y el compromiso social
de algunos de los sectores comprometidos con este campo de la psicología. En
América Latina este carácter crítico ha sido estimulado por la especificidad del
contexto socioeconómico de América Latina y los conflictos que históricamente han
marcado las aspiraciones de independencia de los países de la región, y que tomaron
una connotación muy particular en la década de los años sesenta.
En el desarrollo de la crítica en el campo de la psicología social pienso que el impacto
del marxismo tuvo un importante papel, que primero se manifestó en Argentina, en los
brillantes trabajos de autores como Bleger y Pichon Riviere, y que después, de una
forma u otra, y desde perspectivas diferentes, influyó el desarrollo de la psicología
social crítica en América Latina de una forma general.
Las diferentes posiciones del pensamiento crítico en la Psicología Social
Latinoamericana: La confrontación con el modelo aséptico e individualista de la
Psicología Social Dominante.
Todos los modelos de pensamiento que se institucionalizan pierden el carácter creativo
y revolucionario que en algún momento pudieron tener, se dogmatizan y generan un
culto a patrones universales.
Una primera ruptura importante con las instituciones dominantes fue la que
hicieron Bleger y Pichón Riviere, fueron capaces de enfatizar el carácter social de la
formación del inconsciente y su relación con la condición social compleja del sujeto,
crítica que desarrollaron a partir de una apropiación creativa del marxismo, evitando
los dogmas de la objetivación de la psique que caracterizaba al marxismo
institucionalizado de la época.
Pichón expresa (1987): “La psicología social que postulamos tiene como objeto el
estudio y transformación de una realidad dialéctica entre formación y estructura social
y la fantasía inconsciente del sujeto, asentada sobre sus relaciones de necesidad.
Dicho de otra manera, la relación entre estructura social y configuración del mundo
interno del sujeto, relación que es abordada a través de la noción de vínculo… El
sujeto no es solo un sujeto relacionado, es un sujeto producido. NO hay nada en
él que no sea la resultante de la interacción entre individuos, grupos y clases.”
Aparece, tanto en pichón como en Bleger, el desafío de integrar el mundo psíquico del
sujeto a través de la complejidad de los espacios sociales en los que este sujeto se
produce, presentando la psique y lo social dentro de una visión dialéctica que, de
forma semejante, aparecerá más tarde en autores como Castoriadis, Guattari, Deleuze
y Elliot dentro de una perspectiva psicoanalítica crítica. Tanto Bleger como Pichón
integraron en su perspectiva de la psicología social el desarrollo de una teoría general
sobre el sujeto, integrando así el tema del sujeto y su organización psíquica con las
condiciones sociales en que éste se desarrolla, cuestiones que hasta hoy constituyen
un problema para la psicología.
Sus producciones se caracterizaron por la marca creativa de ambos como sujetos,
como autores, y su forma de asumir el marxismo y el psicoanálisis no se presentó
como una suma ecléctica entre ambos marcos de referencia, sino como la producción
de una psicología cualitativamente diferente, a partir de principios cosmovisivos
incorporados desde ambos referentes en una noción de hombre y de psique. Este
esfuerzo crítico desarrollado en Argentina, que rompía con las formas dominantes de
la institución psicoanalítica de la época, tampoco tuvo impacto en el campo de la
psicología social en el resto del continente, donde la crítica tomó otras formas. Una de
las tendencias fuertes en el rumbo de esta psicología social crítica, aparece dentro de
los marcos metodológicos de la psicología social dominante y se expresa a través de
sus propias categorías, pero con una orientación hacia temas que muy pronto
comienzan a revelar diferencias con la forma en que aparecían en aquella psicología.
Un pionero y fundador de esta dirección fue José Miguel Salazar, quien desde su
posición social crítica y comprometida, comenzó a desarrollar desde finales de los
cincuenta trabajos sobre las actitudes políticas en estudiantes venezolanos. Los
trabajos sobre el nacionalismo iniciados por él, alcanzan un carácter trasnacional en
las investigaciones conjuntas que José Miguel desarrolla junto con Marín en que se
estudian poblaciones venezolanas y colombianas. Ambos grupos de evaluaban como
flojos, siendo la pereza un rasgo recurrente en las autopercepciones de los
latinoamericanos en las investigaciones hechas en la época. Toda la línea desarrollada
en el tema de nacionalismo, permitieron visualizar la imagen negativa que los
latinoamericanos expresaban con relación a los norteamericanos, lo que evidenciaba
la necesidad del desarrollo de una identidad latinoamericana como opción al dominio
ideológico, político y económico de los norteamericanos en el continente.
Algo que ha caracterizado la posición crítica de la psicología social latinoamericana es
un compromiso con la realidad compleja que está asociada a los procesos psíquicos
que caracterizan a la población y a los latinoamericanos. La emergencia de una visión
socio-histórica de la psique comienza a aparecer desde diferentes perspectivas. Martín
Baró, representante de esta generación de psicólogos y en quien se evidenció siempre
una tendencia a la búsqueda de alternativas teóricas y metodológicas facilitadoras de
esta psicología crítica, expresó: “una forma más sutil de atribuir el fatalismo al carácter
o a la personalidad de los individuos se encuentra en quienes lo vinculan con una baja
motivación de logro. Decir, por ejemplo, que el obrero o el campesino
latinoamericanos, a diferencia de los norteamericanos, no progresan porque carecen
de esa ambición y empuje, es una forma aparente más “técnica”, pero no por ello
menos psicologista, de cargar a la víctima con la culpa de la situación.”
El compromiso ideológico y una forma alternativa de producir psicología que diera
cuenta de las evidencias que las investigaciones comenzaban a aportar en relación
con los latinoamericanos, fueron llevando a una conciencia teórica y metodológica
crítica que, en lo metodológico, se separaba del positivismo, y en lo teórico enfatizaba
el origen histórico y cultural de la psique, rompiendo con la naturalización de la psique
en la psicología social dominante. El estudio de los procesos sociales y de sus formas
de organización e institucionalización pasó a tener un lugar central para la crítica que
se desarrollaba.
Una tercera tendencia en el desarrollo de una posición crítica dentro de la psicología
social latinoamericana aparece a través de la sunción explícita y directa del marxismo
como referente, y de la incorporación de autores marxistas del campo de la psicología.
La psicología social no era dentro de la psicología soviética un área fuerte, sin
embargo, la represión alrededor de los temas de naturaleza social que se heredó del
estanilismo, fueron elementos que impidieron el desarrollo de una psicología social
fecunda, así como el desarrollo de otras ciencias sociales en la antigua URSS. En
Cuba, la visión histórica- cultura de la psique, muy influida por el marxismo, facilitó el
tránsito de temas básicos a la psicología social. Durante los años ochenta aparece en
el continente una tendencia a la crítica de las posiciones tradicionales que dominaban
los escenarios académicos de la enseñanza de la psicología. Todos los autores y
tendencias mencionados convergían en un conjunto de aspectos, como fueron:
1) La necesidad de desarrollar una psicología con posiciones propias frente a los
problemas específicos de nuestro continente, y el reconocimiento de una
realidad social que definía los aspectos psicológicos de los diferentes grupos y
clases de América Latina.
2) La necesidad de intervenir en la realidad estudiada y facilitar procesos
libertadores que contribuyeran al cambio social en la región, o sea, de hecho,
la implicación política y ciudadana en los procesos sociales que eran objeto de
estudio. El carácter participativo de muchos de los estudios desarrollados en
los diferentes países de la región llevó a una implicación del investigador con la
realidad que, de hecho, facilitó estrechos vínculos con la población, los que se
tradujeron en la producción de conocimiento.
3) La conciencia creciente de la necesidad de desarrollos teóricos y
metodológicos que facilitaran una psicología social de orientación crítica en el
continente.
El desarrollo de los marcos institucionales de crítica en la psicología social
latinoamericana
La crítica en la psicología social latinoamericana se comienza a articular a través de
las relaciones entre los investigadores, y en la organización de foros y congresos en
que la mayoría de los psicólogos antes referidos eran convidados. El Congreso
Interamericano de Perú tuvo una fuerte repercusión en algunos sectores de la
psicología social latinoamericana. Después de este congreso se organizaron en el
Brasil una serie de encuentros y seminarios entre psicólogos sociales que condujeron
a la formación de la Asociación Brasilera de Psicología Social, que hasta hoy
representa uno de los escenarios más fructíferos de reflexión crítica en la psicología
social de América Latina. En Venezuela, José Miguel Salazar y Maritza Montero,
fueron organizadores entusiastas y activos de diferentes encuentros y cursos en
Caracas. A partir de los Congresos y encuentros entre psicólogos, se va produciendo
un movimiento organizado de producción y reflexión compartida entre psicólogos
latinoamericanos que va ganando fuerza a nivel continental. Como parte de este
movimiento crítico de corte latinoamericano, también están los encuentros que se
organizaron en la Habana entre psicoanalistas y psicólogos marxistas, que se
inscribían en el esfuerzo de abrir nuevos espacios de discusión y reflexión superando
cualquier tendencia al dogma.
Las alternativas teórico-metodológicas en el desarrollo de la crítica a la
psicología social en América Latina
El desarrollo de las posiciones críticas en la psicología social latinoamericana se
alimentó de marcos de referencia muy diferentes, mostrándose la importancia del
sujeto en el ejercicio de la crítica, toda vez que los diferentes marcos empleados
sirvieron para complementar un cuerpo de conocimientos responsable por nuevas
representaciones que permitieron un desarrollo crítico alternativo y productivo. En nivel
metodológico, existe un consenso mayor entre nosotros, que se define por una opción
cualitativa de investigación.
En la psicología social latinoamericana el ejercicio de la crítica se ha producido desde
diferentes posiciones, sin embargo, también ha existido la tendencia a acompañar las
teorías de turno, las que se han constituido como la última moda, sin madurar un
pensamiento propio con relación a sus límites y a la forma particular de adoptarlas.
Los diferentes modelos que estuvieron presentes en las reflexiones críticas de los
psicólogos latinoamericanos en los setenta y los ochenta, se van enriqueciendo con la
crítica al paradigma tradicional que e presenta desde la psicología social sociológica
en América Latina, de forma muy particular a través de los trabajos de Fernández, a
partir de los cuales la cuestión del lenguaje y la producción de significados gana fuerza
en el espacio crítico de la psicología latinoamericana en los años ochenta, lo que se
refuerza en los noventa como expresa Montero en su libro “construcción y critica de la
psicología social.” Maritza nos presenta una interesante síntesis de lo que ella
denomina como paradigma emergente en la psicología social, donde además de
destacar que la realidad es una construcción cotidiana, destaca el carácter complejo
de los sujetos que se relacionan en la realidad social, así como el propio carácter
complejo de la realidad social, dónde “la psicología debe reflejar los problemas de la
realidad social en que se hace; tomar en cuenta la estructura económica y social y sus
efectos en la formación del ser social: ubicar la conducta en su contexto social, sin por
ello reducirla a particularidades.”
La integración de lo simbólico como dimensión fundante de la realidad social tiene un
papel importante en la desnaturalización de esta realidad. El construccionismo social,
sin dudas atractivo en su crítica a la psicología tradicional, en sus reflexiones creativas
sobre la construcción del conocimiento y con relación a las diferentes prácticas de la
psicología que se apoyan en la naturalización de la psique a través de su
representación estática en entidades individuales y universales, va, en la psicología
social, a extremos que, crean una nueva ideologización sobre los límites absolutos de
la producción del conocimiento: los criterios legitimadores de las prácticas discursivas.
En América Latina el construccionismo en la década del noventa tuvo un papel
importante en la crítica a la psicología tradicional.
El autor ve al sujeto en esa capacidad humana de ruptura, a un sujeto que tiene esta
capacidad por ser capaz de procesos de subjetivación que tienen una historia, y que
no se diluyen en el momento actual. Se refiere a esta historia como configuración de
sentidos subjetivos, y no como acumulación de hechos, y tampoco como evolución
teleológica hacia un final que tiene leyes inherentes. En este punto retoma el marco de
referencia que ha marcado su evolución histórica dentro de esta ruta de producción
crítica, y que tiene importantes puntos de coincidencia con autores con los que hemos
compartido la trayectoria de esta crítica en la psicología social, se refiere a las
categorías de sujeto y subjetividad, las que desde sus primeros trabajos en la
psicología social ha como temas inseparables en la construcción de una psicología
social crítica.
Martín Baró escribió en relación al tema de la cultura de la pobreza: “la cultura de la
pobreza es algo más que la pobreza; es un estilo de vida que florece en un
determinado contexto social (…) Representa un esfuerzo para manejar los
sentimientos de impotencia y desesperación que se desarrollan ante la comprobación
de que es improbable tener éxito siguiendo los valores y fines de la sociedad más
amplia”.
En esta cita Baró nos está conduciendo por el camino de los efectos de la pobreza en
nivel subjetivo que, en este caso, el ejemplifica a través de uno de esos posibles
efectos, pero que en nivel de la subjetividad social e individual de los protagonistas de
la pobreza, toma formas múltiples e impredecibles, donde la producción simbólica se
expresa en una unidad inseparable con la emocionalidad producida, sin que una sea
causa de la otra, aunque dentro de esta unidad psicológica una siempre evoque la
otra. Esta compleja producción subjetiva es lo que hemos definido en nuestro trabajo
como sentido subjetivo, un concepto clave para el desarrollo de una concepción
histórico-cultural de la subjetividad.
Los sentidos subjetivos en nivel individual son constituidos en la relación permanente
de la historia del sujeto y los contextos sociales dentro de los que expresa sus
acciones sociales. En nivel social, esta producción de sentidos se da dentro de los
espacios en que los individuos comparten historias socialmente institucionalizadas,
espacios que tienen memorias, códigos, cargas emocionales, que aparecen en la
producción de sentido diferenciada de los individuos que comparten estos espacios,
institucionalizándose estos procesos en los sistemas de relaciones que caracterizan
esos espacios y que, a su vez, están constituidos por elementos de sentido de otros
espacios sociales. Este complejo sistema de producción subjetivo social es lo que
hemos denominado subjetividad social. Esta diferencia de escenarios de la producción
de sentidos subjetivos está en la base de los conceptos de subjetividad individual y
social, a través de los cuales hemos intentado superar una de las dicotomías más
arraigadas de la psicología: lo individual y lo social.
La categoría de sentido subjetivo nos permite explicar una configuración subjetiva
individual, cualquiera que esta sea, la profesión, el padre, la sexualidad, etc., que
toman forma en la historia de la vida cultural y social del sujeto, a partir de elementos
de sentidos socialmente producidos en tiempos y espacios diferentes de una historia
individual.
El sujeto no se define como sujeto social por la inmediatez de alguna influencia
actual sobre su comportamiento, todo comportamiento se expresa en la
organización compleja entre sentidos subjetivos actuales e históricos, por tanto, el
sentido subjetivo es una categoría que nos permite integrar en su real complejidad lo
social y lo individual, que son momentos que permanentemente se constituyen y
reconstituyen entre sí dentro de una perspectiva histórica e inmediata.
El poder puede influir en el comportamiento de las personas de madera inmediata,
imponiendo una dirección, o mediata, configurando el mundo de las personas y
determinando los elementos constitutivos de esa propia acción.
La subjetividad representa un macroconcepto que nos permite articular esta compleja
relación de lo individual, lo histórico y lo social, a través de categorías que, como el
sentido subjetivo, tienen la flexibilidad suficiente para acompañar la procesualidad de
estos momentos de subjetivación, integrando sus dimensiones simbólicas
emocionales. Lo social y lo individual como momentos simultáneos de un sistema
complejo, en el que ambos mantienen una relación recursiva que toma diferentes
formas, y cada uno de estos sistemas, mantienen formas propias de organización en
desarrollo que enfatizan su especificidad histórica, y que impiden, aunque cada uno
está constituido por el otro y es constituyente del otro, que uno diluya en otro, como ha
ocurrido en las tendencias reduccionistas.
Presentamos una perspectiva de la subjetividad dentro de un marco histórico-cultural,
y que apoyado en la categoría de sentido subjetivo como unidad constitutiva de su
especificidad ontológica, nos permita articular la subjetividad social, la individual y el
sujeto concreto, en lo que pensamos que representa una alternativa legítima en la
construcción de referentes teóricos capaces de acompañar los desafíos críticos de la
psicología social.
La categoría de sentido subjetivo nos permite conocer las formas singulares que
adquieren los sentidos socialmente producidos en la historia de los sujetos singulares
concretos, lo que permite usar la categoría de personalidad, comprendida como
sistema de configuraciones subjetivas, en la construcción de la psicología social. El
sujeto individual, a través de su producción de sentidos subjetivos nos permite
visualizar y significar espacios de lo social que no son visibles en nuestro contacto con
esos espacios sociales desde la condición objetiva y de externalidad en la que nos
aproximamos a ellos como investigadores. La realidad representa una compleja
organización subjetiva que Castoriadis nos presenta de forma muy sugerente con el
concepto de imaginario social y que el autor conceptualiza como subjetividad social.
Reflexiones finales
La psicología social latinoamericana está comprometida de forma simultánea en el
desarrollo de un camino crítico con la producción de modelos teóricos y metodológicos
que acompañen sus prácticas y diversidad.
Intentar retomar publicaciones conjuntas como la de los años 80 y 90 y renovar
espacios de discusión.
Romper con la esclavitud de la psicología. – Martín Baró
MONTERO – INTRODUCCIÓN A LA PSICOLOGÍA COMUNITARIA
CAP. 2
Definición de psicología comunitaria.
La mayoría de los autores define a la psicología comunitaria como aquella que trata de
la comunidad y que es realizada con la comunidad. Esta definición permite delimitar lo
comunitario y lo asistencial, si se excluye el rol activo de la comunidad, podrá tratarse
de aplicaciones psicológicas concernientes a la salud, la educación, que bien siendo
del territorio de la comunidad, no implican un trabajo comunitario.
Esto supone una característica, la esencial de la psicología comunitaria: lo
comunitario incluye el rol activo de la comunidad, su participación como agente
activo con voz, voto y veto. Otra característica sería el énfasis puesto en el
desarrollo de las fortalezas y capacidades más que en las debilidades y carencias. El
cambio social es una condición presente en la mayor parte de las definiciones lo cual
le otorga un carácter político, en el sentido que quienes trabajan en psicología
comunitaria producen intervenciones para lograr el fortalecimiento y el cambio.
Rappaport precisa tres aspectos más específicos: relatividad cultural, diversidad y
ecología, entendiendo por ecología adecuación entre las personas y el medio
ambiente. Otra característica sería el énfasis puesto en el desarrollo de las fortalezas y
capacidades, más que en las debilidades y carencias. El cambio social es una
condición presente en la mayor parte de las definiciones, quienes trabajan en la
psicología comunitaria producen, junto con las comunidades, intervenciones para
lograr el fortalecimiento y el cambio.
Sarason define esta subdisciplina en función de un tema central de estudio: el sentido
de comunidad y su fortalecimiento y producción. Otros lo hacen en función de la
relación entre individuos y medio ambiente, o entre el estrés psicosocial y su efecto
sobre la salud.
La definición de Rappaport dice que la psicología comunitaria es la disciplina que:
“acentúa la importancia de la perspectiva ecológica de la interacción, sosteniendo la
posibilidad de mejorar la adaptación entre las personas y su ambiente mediante la
creación de nuevas posibilidades sociales y a través del desarrollo de recursos
personales en vez de hacer hincapié exclusivamente en la supresión de las
deficiencias de los individuos o de sus comunidades.” Esta definición muestra el
énfasis en la relación individuo-medio ambiente (cultural, social, físico), coloca su
objetivo en la producción de una mejor relación entre ambos y sitúa la posibilidad de
lograrlo en ambos polos conjuntamente.
En 1982 Montero define por primera vez a la psicología comunitaria como la rama de
la psicología cuyo objeto es el estudio de los factores psicosociales que permiten
desarrollar, fomentar y mantener el control y poder que los individuos pueden ejercer
sobre su ambiente individual y social para solucionar los problemas que los aquejan y
lograr cambios en esos ambientes y en la estructura social. Esta definición implica: