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Resumen
Abstract
Many uprisings against the landlords's dominance in the Peruvian Andes took place over
the last century. The mystery that involved it's objetives, the political line of thought of
it's leaders, it's polemic conception of utopia and relationship with the peasantry made
one of these uprisings highlight over the others for history investigators (historians). Such
was the peasantry uprising that took place in Azangaro, Puno in 1915, led by the ex
Cavalry Sergeant Major of the Peruvian army Teodomiro Gutiérrez Cuevas, later known
as "Rumi Maqui" ("hand of stone" in quechua). This investigation intends to analyze the
local authorities's local context in Puno in the second decade of the twentieth century, the
objectives of the peasantry's uprising and the presence of the andean millenarian utopia
in Rumi Maqui's political program.
0
El retorno a los campos pasados
El gamonalismo puneño y la utopía andina en la rebelión de Rumi Maqui
Introducción
Muchos fueron los movimientos campesinos que en el siglo XX atacaron frontalmente al
gamonalismo en los Andes peruanos. En el caso del Altiplano, Puno, resuena siempre un
nombre: “Rumi Maqui”. Consistió en un levantamiento campesino dirigido por un ex
Sargento del Ejército, pero que en ese entonces se aventuró del lado de los indios. No
obstante, el objetivo que tuvo la rebelión y, principalmente, la propuesta política de Rumi
Maqui, fueron los puntos que más generaron discordias en la historiografía del proceso.
Por ello, en el siguiente ensayo se analizará el contexto de la rebelión, los objetivos
políticos de la misma y, en tercer lugar, la presencia ideológica milenarista en el anhelo
rebelde de Rumi Maqui.
Tras una situación devastadora para el país, en la postguerra, los terratenientes puneños
aprovecharon el panorama para preparar el génesis de su apogeo. Muchos se
enriquecieron, se convirtieron en prefectos, entraron a puestos burocráticos y aseguraron
el bienestar y el ascenso inevitable de su poder en la región ante un Estado central en
problemas.1 De ninguna manera estos propietarios lograron crecer como un grupo social
coordinado o unificado: fue común el enfrentamiento entre los hacendados puneños, dado
que estos constituían un grupo heterogéneo. El poder de estos señores de la tierra se
1
Manrique en Rénique, 2016, pp. 55-56.
1
medía, sobre todo, respecto al tamaño de sus propiedades, de sus rebaños, de la cantidad
de sus colonos o de la renta que recibían.2 Este fenómeno político, social y económico
que se desarrolló en la sierra durante la República ha sido estudiado por diversos críticos
e investigadores desde hace mucho tiempo.
Existe toda una cuestión sobre cuál fue realmente el fenotipo racial de los gamonales. Lo
cierto es que, al parecer, también se caracterizaron por no ser una clase homogénea
incluso en ese aspecto. La gran mayoría de estos eran, como se mencionó en el párrafo
anterior, mestizos o blancos –al menos, considerados como tales–, los cuales anhelaban
adoptar una vida occidental en tanto era posible, sin importar estrictamente cuál era su
color de piel. Por ello, al poseer u ostentar una cultura “criollizada” –sin ser ajenos al
entorno andino en el que vivían–, la dominación de los gamonales sobre sus peones
también se sustentaba en una lógica racista: hombres poderosos, propietarios de tierras y
civilizados que debían gobernar y “proteger” a los indios, una raza inferior e ignorante.4
Por ende, en la dominación de los gamonales se vislumbraban dos elementos
primordiales: poder económico sustentado en las tierras y poder político a través de la
relación con sus peones y sus conexiones con la burocracia estatal o comerciantes
citadinos.
2
Burga y Flores Galindo, 1991, p. 161.
3
Para profundizar más sobre todas las dimensiones del gamonalismo, véase Flores Galindo, 2005, pp. 262-
265.
4
Mayer, 2017, p. 152.
2
Además de esto, el ejercicio de la violencia en las haciendas era característico de los
gamonales. Hubo una demanda bastante alta de denuncias de campesinos indígenas
contra los terratenientes; juicios que, irremediablemente, eran casi imposibles de ganar
ante el poder político de los hacendados. La relación patrón-peón se fundamentaba en
lazos de reciprocidad y servidumbre. Mientras que los mistis les ofrecían a sus indios
protección frente a las exigencias del Estado –como el servicio militar o algunas cargas
tributarias– o ataques de bandoleros, los campesinos, a aparte de su trabajo de agricultores
o ganaderos, tenían que cumplir labores de servicio personal con la familia del patrón en
la casa-hacienda u otras tareas especiales;5 cabe resaltar que estas últimas labores no eran
retribuidas con un salario. Muchas veces, esta relación paternal era más notoria: no
faltaron los gamonales que hablaban quechua, eran padrinos de bautizo de sus indios (lo
podía ser también el mayordomo de la hacienda) o que incluso se embriagaban con estos.6
Los patrones debían ser unos “buenos padres” y, en contraste, los indios debían
comportarse como “buenos hijos”: trabajar de manera productiva y obediente. No
obstante, esta contradicción entre lazos paternales y autoritarismo hizo que la relación del
misti con sus peones haya sido bastante precaria y que muchas veces haya derivado en
violencia.
5
Aquí surge la figura del pongo, un campesino indígena de carácter extremadamente sumiso,
deshumanizado, al servicio personal del patrón. Este personaje tuvo muchas apariciones en la literatura
indigenista del siglo XX, principalmente en la obra de José María Arguedas.
6
Flores Galindo, 2005, pp. 262-269.
7
Mayer, 2017, p.153.
3
Por otro lado, existió también una clara diferencia social entre los gamonales. Los
historiadores Manuel Burga y Alberto Flores Galindo proponen una clasificación social
para los gamonales, tanto por rasgos económicos como culturales o de fenotipo. En primer
lugar, se encontraban los grandes hacendados de la sierra, latifundistas blancos de cultura
occidental. Usaban ropajes ingleses y, por lo general, residían en las ciudades más
importantes del sur, mientras el mayordomo se encargaba de la administración de sus
haciendas. En segundo lugar, se habla de los “hacendados menores”, gamonales que en
su mayoría eran mestizos o incluso indígenas, descendientes de linajes de antiguos
curacas. Eran dueños, aproximadamente, de unas cinco o quince familias de colonos y
sus propiedades, no muy extensas, yacían en las zonas andinas más altas. Este segundo
grupo encarnaba el poder feudal más tradicional de los Andes: eran propietarios rudos,
no se esmeraban demasiado en distinguirse de sus colonos indios y en muchas ocasiones
practicaban el abigeato contra los latifundios más grandes. 8 Por esta última razón, estos
jefes rurales menores eran despreciados por los grandes hacendados de la sierra. A pesar
de esta calificación entre gamonales mayores y menores, habían factores transversales
característicos en sus haciendas: baja productividad, servidumbre, paternalismo,
rivalidades personales y autonomía local frente al Estado.
8
Burga y Flores Galindo, 1991, pp. 162-164.
9
Rénique, 2016, p. 63.
4
tierras comunales. Su hijo seguiría este rumbo. En una entrevista al dirigente campesino
Mariano Larico Yujra, Lizares es descrito como un ser deplorable y despótico. Larico
afirmaba que era muy temido por su fama de ser despiadado con las comunidades
campesinas, “capar” a sus peones y tener calabozos y cuarteles en sus haciendas. Una vez
–recuerda Larico– tuvo la oportunidad de verlo en persona: “(…) estaba vestido con su
tongo, pantalón y levita. Era un misti medio gordo y colorado, muy elegante, estaba
fumando en la puerta del Parlamento, conversando con muchos mistis”.10
Por su parte, el terrateniente Bernardino Arias Echenique se caracterizaba, más bien, por
ser un propietario poderoso pero ajeno a la zona, era arequipeño y no residía en su
hacienda puneña. Mediante compras arbitrarias y usurpaciones de tierras a otros
terratenientes y a comunidades campesinas había extendido sus haciendas “San José” y
“La Unión”. Fue diputado por Azángaro, 11 sin embargo, a pesar de su creciente fortuna,
los hacendados de los alrededores lo veían como un forastero, un típico “nuevo rico” que
no pertenecía a la provincia.12 En un estudio relativamente reciente, el sociólogo Felipe
Portocarrero demuestra cómo, en realidad, la oligarquía peruana no fue estática como
grupo social, sino más bien, cambiante y con algunos accesos que fueron aprovechados
por sectores emergentes.13 La hostilidad entre estos dos poderosos gamonales fue
constante, incluso en el periodo de la insurrección campesina en 1915.
10
Véase Yo fui canillita de José Carlos Mariátegui. Autobiografía de Mariano Larico Yujra, José Luis
Ayala, 1990, pp. 166-167.
11
Según investigaciones como la de José Tamayo, indican que el hacendado Bernardino Arias Echenique
fue diputado por Azángaro y pertenecía al Partido Demócrata.
12
Tamayo, 1982, p. 203.
13
Véase el libro Grandes fortunas en el Perú: 1916-1960: riqueza y filantropía en la élite económica de
Felipe Portocarrero, 2013.
5
terratenientes, que impedía el contacto directo del gobierno central con las masas
indígenas. No obstante, en las primeras décadas del siglo XX, se dieron los primeros
intentos para atravesar el cerco: los “mensajeros”.14 Estos fueron grupos de campesinos
pobres que viajaban hasta la capital, en búsqueda del gobierno, para relatarle lo que
ocurría a sus espaldas: historias cruentas de explotación y miseria hacia la población
indígena. A pesar de cuantiosos esfuerzos, los “mensajeros” no pudieron detener la
expansión de los mistis.
En el año 1915, el Perú, y con mayor razón Lima, apuntaron sus ojos hacia Puno. Veían
en este departamento el temido germen de la tempestad. En el mes de diciembre estallaría
una insurrección campesina liderada por un ex Sargento Mayor de Caballería del Ejército
llamado Teodomiro Gutiérrez Cuevas, a quien se le conoció como “Rumi Maqui” (“mano
de piedra” en quechua). Se trató de una explosión violenta más que de un movimiento
organizado; las masas indígenas acudieron al llamado de alguien foráneo, pero que se
había ganado el respeto de los campesinos por cuestionar el poder de los gamonales desde
los cargos administrativos que este tuvo en el gobierno en más de una oportunidad.
Por muchas décadas del siglo pasado esta rebelión quedó ligeramente en el olvido de los
investigadores. Sin embargo, en los ochentas surgieron nuevos estudios que enriquecieron
al proceso con distintas perspectivas. En primer lugar, Burga y Flores Galindo, en su libro
Apogeo y crisis de la República Aristocrática (1980), propusieron que la rebelión de
Rumi Maqui fue un proyecto revolucionario y “anti-feudal”, pero con objetivos utópicos
–luego se abordará el porqué de esta utopía–; una rebelión que atacó frontalmente a los
gamonales, mas no vislumbró la sustancia del problema. Asimismo, afirmaban que la
coyuntura internacional de las alzas de los precios de las lanas desencadenó diversas
revueltas campesinas en la región y la sublevación organizada por Gutiérrez Cuevas fue
consecuencia de este fenómeno.
En segundo lugar, el historiador José Tamayo sostiene que circularon muchos mitos sobre
la rebelión a lo largo del tiempo. En su libro Historia social e indigenismo en el Altiplano
(1982), el historiador afirma que no existió una propuesta milenarista por parte de Rumi
14
Rénique, 2016, pp. 63-65.
6
Maqui; es decir, que el líder rebelde nunca propuso regresar al pasado incaico y mucho
menos se declaró “Jefe del Tahuantinsuyo”. Esta conocida acusación, según Tamayo, fue
creación de los gamonales para desprestigiar el movimiento y acusar al cabecilla de
traición a la patria ante los tribunales, una vez que fue capturado. Además, el
levantamiento de Gutiérrez Cuevas fue producto también de disputas entre terratenientes
y estuvo cargado de personalismo: su conflicto directo con el gamonal Arias Echenique,
lo cual explica por qué no atacó a otros hacendados poderosos.
Por otra parte, el historiador Augusto Ramos Zambrano contradice esta última versión.
En su libro Rumi Maqui, aparecido en 1985, intenta refutar la hipótesis de Tamayo
presentando en su texto documentos inéditos pertenecientes al líder rebelde. Para Ramos,
Gutiérrez Cuevas sí pretendió restaurar el Tahuantinsuyo como propuesta política
alternativa al poder de los gamonales. Lo interesante en este libro son las fuentes que
consiguió Ramos Zambrano en su ansiada búsqueda por documentación que pruebe la
existencia de Rumi Maqui y sus planes milenaristas: comunicados de Rumi Maqui nunca
antes vistos, correspondencias, entre otros. Si bien algunos documentos pueden ser
puestos en cuestión, llama mucho la atención una carta que Gutiérrez Cuevas escribió en
años posteriores a la rebelión, la cual se analizará en el último capítulo.
Un año más tarde, en 1986, apareció el libro más ambicioso de Alberto Flores Galindo,
Buscando un Inca, en el cual logra un estudio transversal sobre la utopía andina desde el
siglo XVI hasta el siglo XX. La sublevación de Rumi Maqui aparece aquí como un
proceso aún no maduro dentro de la historia de las rebeliones campesinas, pues no logra
un movimiento organizado y su propuesta política no era contundente o, por último, nunca
se supo de ella concretamente. Duda del propósito milenarista de Gutiérrez Cuevas, sin
que esto le quite, no obstante, el contenido milenarista de la insurrección campesina. De
alguna forma, se recurre a la “guerra de castas” contra los blancos, aunque esto último
haya estado más presente en el miedo de los terratenientes que en los mismos indígenas.
Esa misma línea es parcialmente compartida, muchos años después, por el historiador
José Luis Rénique, quien, en su libro La batalla por Puno (2004), reafirma sus dudas
sobre la intención de Rumi Maqui en restaurar el imperio incaico; sin embargo, el
milenarismo fue un componente presente: los aliados indigenistas e “incaístas” de
Gutiérrez Cuevas lo confirman.
Pero el punto álgido del origen de este proceso ocurrió durante el gobierno de Guillermo
Billinghurts (1912-1914), quien pertenecía a la vertiente populista del Partido Demócrata.
Gutiérrez tendría su revancha en una nueva comisión investigadora armada por el
Presidente. En 1913 llega a Samán, es recibido con júbilo y alborozo por los indios,
definitivamente recuerdan su postura crítica contra los gamonales en su último paso por
el distrito.17 También parece que intentaba dar una nueva imagen a los terratenientes para
que no intenten algún boicot a su labor, una imagen de imparcialidad como investigador:
15
Para profundizar más sobre los “mensajeros” indígenas en el siglo XX véase Flores Galindo, 2005, pp.
277-292; Rénique, 2016, cap. 2.
16
Rénique, 2016, pp. 63-66.
17
Ibíd, p. 70.
8
El señor presidente de la República –decía Gutiérrez a su llegada– se ha dignado
encomendarme una labor prolijamente investigadora en el departamento de Puno, la que
estoy resuelto a llevarla a cabo, con la más completa imparcialidad y sin prejuicio alguno,
porque deseo llevar a su conocimiento datos exactos y desapasionados del estado en que
se encuentra, bajo el punto de vista social, económico, intelectual, moral y la situación de
ese importante sector del territorio patrio. 18
18
Ramos Zambrano, 1985, pp. 17-18.
19
La Crónica, 30 de noviembre de 1913.
20
Tamayo, 1982, p. 206.
21
Ramos Zambrano, 1985, p. 36.
9
sublevación de Azángaro, Rumi Maqui se vio acompañado por el líder campesino José
María Turpo. Desgraciadamente, para los planes militares rebeldes de Gutiérrez, tras
saquear la casa de Choquehuanca, los indios se embriagaron con el alcohol robado.
22
Tamayo, 1982, pp. 208-210.
23
Ibíd, p. 211; Ramos Zambrano, 1985, pp. 37-39.
24
Tamayo, 1982, p. 212.
10
no existió un intento milenarista propiamente dicho en la rebelión. Sin embargo, antes
que se logre una sentencia, Rumi Maqui, en condiciones extrañas, escapa de prisión y se
volverá una especie de leyenda para el campesinado y todo intelectual que soñaba con
una revolución en el Perú, como fue el caso de José Carlos Mariátegui. 25 Pero, ¿no es
común en los líderes rebeldes negar el factor radical de su proyecto para conservar su
libertad?, ¿no hace recordar este juicio, siglos atrás, al de Tupac Amaru II?
La fugaz rebelión de Azángaro no obtuvo sus propósitos, más bien, puso a los gamonales
en alerta defensiva. La población indígena campesina pagó, posteriormente, las
consecuencias: represión, abusos, persecuciones, criminalización de la organización
campesina. La tan mencionada “guerra de castas” fue un gran temor para la clase
terrateniente, aunque en el fondo ese temor podría tener un dilema material: la temible
“guerra de castas”, de indios contra blancos, los llevaría a perder sus tierras, la fuente
fundamental de su riqueza.
Pero si la acción armada liderada por Rumi Maqui no logró incendiar la pradera, en la
década de 1920 hubo decenas de insurrecciones que estuvieron cerca de quemarlo todo.
Entre 1920 y 1923 se produjo la llamada “gran sublevación campesina” en el sur andino,
montones de revueltas contra el poder de los hacendados, campesinos sin un programa
político concreto, pero con espíritu milenarista, dispuestos a darlo todo en una “guerra de
castas”.26 Se registraron casi cincuenta rebeliones en el sur de la sierra peruana, donde la
mayoría de estas se dieron en Cusco y Puno.27 ¿De qué hablamos cuando hablamos de
“utopía o milenarismo andino”?
25
Flores Galindo, 2005, pp. 272-275.
26
Véase “Feudalismo andino y movimientos sociales” de Burga y Flores Galindo, 1980, pp. 39-41.
27
Flores Galindo, 2005, pp. 277-278.
11
futuro donde el orden social sea más justo, inspirado en el pasado prehispánico; poner de
nuevo “el mundo al revés”. Un mito que movió poblaciones campesinas enteras, a lo largo
del tiempo, en busca de un ideal. Esto se concretizó, con una retórica milenarista, en un
modelo político: restaurar el antiguo imperio de los incas a través de un pachacuti, es
decir, una “guerra de castas” de indios contra blancos, y, en varias ocasiones, la búsqueda
mesiánica de un líder que pudiese ser el Inca.28
En las primeras décadas del siglo pasado se creó la Asociación Pro-Indígena (API), una
organización que agrupaba a diversos personajes intelectuales indigenistas –rechazaban
ideas foráneas como el marxismo– que buscaba incluir al indígena en la nacionalidad
peruana. Luis Eduardo Valcárcel, Luis Felipe Luna, entre otros personajes, figuran como
delegados. Entre estos, también aparece un nombre: Teodomiro Gutiérrez Cuevas. Por
ello, una de las indigenistas más activas de la API, Dora Mayer, defendió a Rumi Maqui
desde sus escritos cuando este afrontaba su juicio. Pero dos años más tarde, rompería
políticamente con él tras afirmar que este compartía horizontes políticos milenaristas con
el gamonal Lizares,29 ¿fue por ello que no atacó su hacienda? Pero de este grupo se
destaca más el contacto que tuvo Gutiérrez con un personaje polémico: Francisco
Chukiwanka Ayulo (1877-1957).
28
Ibíd, p. 369-370.
29
Rénique, 2016, pp.78-81.
30
Este periódico fue propiedad del gamonal Angelino Lizares Quiñones.
12
una duradera amistad, incluso después de la sublevación. Chukiwanka había estudiado
leyes en Arequipa, poseía un evidente afán milenarista incaico y se proclamaba
descendiente del inca Huayna Capac.31 Chukiwanka no participó en la insurrección de
Azángaro en 1915, pero no se sabe a ciencia cierta cuán profundamente pudo haber
influido en la ideología de Rumi Maqui. Sin duda alguna, compartían algunos planes
milenaristas.
Por otra parte, la retórica y el discurso milenarista se hizo presente también en las esferas
del poder. Hubo una “gamonal indigenista” que, en su lógica de paternalismo protector
hacia los indios, se enfrentó a terratenientes mayores. Se llamaba Adoraida Gallegos y
fue conocida, por ejemplo, por su hostilidad contra el gamonal Lizares Quiñones. Este
último, contradictoriamente a su historial político como terrateniente y parlamentario,
tuvo algunas ambiciones incaístas: propuso en 1909 incluir al quechua como idioma
oficial y, una década después, presentó un proyecto federal para que el país adoptara el
nuevo nombre “Estados Unidos del Perú”, el cual estaría dividido en cuatro estados, una
analogía de los cuatro suyos del imperio incaico.32 Por ende, se debe recordar que los
gamonales, a diferencia de la oligarquía criolla costeña, vivían en el mundo andino y no
podían ser ajenos a sus costumbres o cosmovisión.33
31
Rénique, 2016, pp. 99-100.
32
Véase Los problemas de la Federación del Perú y de la Confederación Mundial, Lizares Quiñones, 1919.
33
Burga y Flores Galindo, 1991, p. 173.
34
Ramos Zambrano, 1985, p. 53.
13
Ramos Zambrano revisa diversas publicaciones en artículos que mencionan a Rumi
Maqui. Pero el principal documento35 que este historiador encontró fue uno en el que
Rumi Maqui describía, desde la clandestinidad en Bolivia, todos sus planes políticos en
una carta. En su programa político llamado “Gran Confederación Sudamericana del
Pacífico” se aprecia probablemente una cierta radicalización en sus horizontes:
(…)
9) Pasados dos o tres años de activa, intensa e inteligente propaganda, el Jefe del Gran
Ayllo, dará conferencias en lengua nativa, en lugares preparados ad-hoc, a fin de convertir
a todos los indígenas en activos y decididos elementos revolucionarios.
(…)
14) Los Generales Túpac Amaru, Túpac Yupanqui, Huayna Cápac, pondrán en
movimiento a toda Bolivia, cuyo ejército indígena llegará como en el Perú, a ser nuestro
con todas sus armas, parques, artillería, ametralladoras, aviación, etc.
35
Augusto Ramos Zambrano cuenta que este documento primordial fue hallado en 1978, en los archivos
olvidados del Dr. Chukiwanka Ayulo, viejo amigo de Rumi Maqui. Véase 1985, pp.62-63.
14
pertenecen al Estado peruano, intenta generar una confederación que involucre a la región
andina –que hace inevitablemente recordar a la formación política del Tahuantinsuyo– en
conjunto, con los indios como protagonistas del cambio y forjadores de un nuevo orden.
No sería raro, por ello, que el campesino Mariano Larico, en una entrevista, lo recuerde
como un líder mesiánico, indigenista y “revolucionario tawantinsuyano”. 36 El legado de
Rumi Maqui oscila entre un milenarismo ambiguo y un federalismo andino.
Conclusiones
Basándonos y asumiendo que sea cierta la defensa legal de Rumi Maqui en su juicio,
después de su fuga de la cárcel, encontramos a un personaje decidido de llevar a cabo un
programa revolucionario andino. Propone una “Gran Confederación Sudamericana del
Pacífico” que involucraría, parcialmente, los territorios más solemnes del antiguo
incanato: los Andes centrales y el Altiplano. Están presentes también en su propuesta los
“Ayllos”, comunidades indígenas campesinas que persistían en la sierra desde los tiempos
prehispánicos. En efecto, hay una radicalización en la propuesta política de Rumi Maqui
en la etapa posterior a su juicio. Su oposición a los gamonales ya no es algo fugaz: existe
una propuesta alternativa, federal pero milenarista. Solo un nuevo gran estado indígena
podría poner fin al dominio de los terratenientes. El milenarismo andino adquiere en su
último sueño político una radicalización y, sobre todo, una maduración política que Rumi
Maqui adapta a su tiempo presente.
36
Ayala, 1990, pp. 169-170.
15
Bibliografía
Fuentes primarias
Bibliografía general
BASADRE, Jorge
BOURRICAUD, François
16
BURGA, Manuel y Wilson REÁTEGUI
BUSTAMANTE, Luis
MANRIQUE, Nelson
17
MARIÁTEGUI, José Carlos
MAYER, Enrique
PORTOCARRERO, Felipe
TAMAYO, José
18