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iLLES i IMPERIS

ISLAS E IMPERIOS
ISLANDS and EMPIRES ,
ÎLES et EMPIRES

E s t u d i s d'història de les societats en el m ó n colonial i postcolonial


Estudios de historia de las sociedades en el mundo colonial y postcolonial
Historical studies of societies in the colonial and postcolonial world
Etudes historiques des sociétés dans le monde colonial et postcolonial

núm. 5" • tardor 2001


Illes i Imperis, 5. Tardor 2001, pp. 5-33

¿"FACINEROSOS" CONTRA "CAJETILLAS"?


LA CONFLICTIVIDAD SOCIAL RURAL
EN BUENOS AIRES DURANTE LA DÉCADA
DE 1820 Y LAS MONTONERAS FEDERALES.1
RAÚL O. FRADKIN
Universidad Nacional de Luján
Universidad de Buenos Aires
(Argentina)

La historia de las palabras ilumina la historia mayor de una sociedad.2


Alberto Flores Galindo

INTRODUCCIÓN: PALABRAS, PASADO Y PRESENTE


Los CORTES DE RUTAS se han transformado desde mediados de la década de 1990
en una nueva forma de protesta social cada vez más frecuente en Argentina. Por
medio de esta acción colectiva, los grupos sociales excluidos por el ajuste neoliberal
expresan sus demandas y adquieren visibilidad en los medios de comunicación. A
través de esta experiencia, desarrollan una nueva identidad colectiva: la de piquete-
ros (término que alude a los piquetes que organizan e impulsan los cortes), y em-
plean un lenguaje y un vocabulario de fuertes evocaciones y apelaciones históricas.3
Hace poco, una mujer que integraba un piquete de varios miles de manifestantes en
La Matanza, en una de las rutas de acceso a Buenos Aires, decía a la prensa: "Somos
pobres, no somos facinerosos".4 Su concisa definición no dejó de inquietarme y, de
pronto, las palabras de las fuentes con que estaba trabajando en mi investigación del
mundo rural de la primera mitad del siglo XIX adquirieron nuevas e impensadas
evocaciones.
¿Qué es un facineroso? El diccionario trasmite un sentido claro y distinto: "Mal-
hechor, delincuente habitual. // Hombre malvado." "Facinerosos", "malhechores",
"malvados", "malévolos" eran las palabras empleadas para calificar las gavillas de
ladrones y salteadores de caminos en Buenos Aires durante las décadas de 1810 y
1820, pero se refería también a los "montoneros", término empleado para aludir a

1
Este trabajo forma parte del proyecto "La experiencia de la justicia. Poder y sociedad en la campaña bonaerense,
1730-1830", que desarrollamos en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Luján, Ar-
gentina.
2
Alberto FLORES GALINDO, Buscando un Inca, p.252.
3
Las posibilidades de indagar la presencia en el lenguaje de la protesta popular de nociones y valores de antigua
data ha sido ensayada por Ricardo SALVATORE en "Autocratic state and labor control in the Argentine Pampas".
4
Mónica, 42 años, declaraciones a Página 12, 5 de noviembre de 2000, p.14.

5
los integrantes de un modo de acción militar irregular desplegado durante las gue- dida que se los solía considerar como un tipo de comportamiento "prepolítico". Con
rras de independencia en un vasto espacio que se extendía desde el Río de la Plata todo, esta perspectiva ha permitido el desarrollo de sólidas investigaciones empíri-
a Perú. Los contemporáneos destacaron tres rasgos de las montoneras: su composi- cas que han posibilitado una visión más compleja, la cual ha puesto de manifiesto
ción social rural, sus jefaturas locales surgidas de la propia lucha y su inclinación al que generalmente se trató de un tipo de acción colectiva desarrollada por poblado-
"anarquismo". res rurales dotados de un cierto margen de autonomía y movilidad, y que pudo ca-
Esta perspectiva -impregnada también de intensas connotaciones racistas- mar- nalizarse a través de variadas y contrapuestas expresiones políticas que contenían
có las primeras aproximaciones al tema en la historiografía argentina de fines del si- coaliciones sociales más amplias y heterogéneas. Sin embargo, formulaciones más
glo XIX.5 Para ésta, las montoneras no tenían objetivos políticos, eran simples recientes han apuntado a comprender su sentido sin deducirlo del programa que
correrías delictivas, verdaderas orgías de saqueo y destrucción. Tal construcción sustentaban sus dirigentes, los cuales provenían de grupos socialmente superiores,
historiográfica perduró prácticamente inalterable y, aunque cambiaron las valora- sino postulando la necesidad de considerar sus propias estrategias y percepciones del
ciones, siguió presentando tales rebeliones como una reacción instintiva y primaria. conflicto.11
Desde los años 60, la historiografía redefinió el tema y las montoneras fueron pre- En Argentina, pese a la centralidad del fenómeno hasta la década de 1870 y a su
sentadas de dos modos completamente divergentes. A medio camino entre el ensa- incidencia en el ensayo y la cultura política contemporánea, son escasos los estudios
yo histórico y la polémica política, una vasta bibliografía postuló una imagen de las empíricos sistemáticos.12 Más aún, para la campaña bonaerense son prácticamente
montoneras como reacción popular, espontánea e instintiva de los pueblos del inte- nulos, pese a que el bandido rural forma parte sustancial de la poesía, la literatura,
rior contra la "oligarquía porteña", e incluso contra el imperio británico;6 otros au- el cancionero y hasta el humor gráfico. Sin embargo, la historiografía reconoció dos
tores, en cambio, destacaron que se trataba de una reacción anticapitalista, cuyos momentos críticos en la década de 1820 para esta campaña. El primero de ellos en
miembros, no obstante, eran incapaces de organizar la sociedad de un modo nue- 1820, cuando los caudillos federales de Santa Fe y Entre Ríos derrotaron al Direc-
vo.7 Por su parte, para la historiografía más académica las montoneras eran la ma- torio provocando la disolución del poder central y una aguda crisis política que ter-
nifestación por excelencia de la capacidad de manipulación de los caudillos para minó de superarse a través de la configuración de un estado provincial.13 Durante
manipular sectores subalternos rurales, apelando a relaciones de clientelismo y pro- esta crisis, una extrema tensión recorrió el mundo rural, y su máxima expresión fue
tección; se trataba de un séquito integrado por una peonada adscripta, movilizada la presencia de bandas armadas que actuaban en colaboración con grupos indíge-
por los terratenientes y jefes militares, cuyo sentido político estaba dado por tal ma- nas. El otro momento crítico mencionado tuvo lugar en 1829,14 y parece haber sido
nipulación y que suponía, ante la ausencia de un poder institucionalizado, transfor- un verdadero alzamiento rural en el marco de una guerra civil provincial protago-
mar un poder privado en uno público.8 En todo caso, ninguna de estas perspectivas nizado por partidas montoneras de orientación federal, rebelión la cual generó las
procedía a un análisis minucioso y empíricamente consistente de las montoneras, y condiciones para la llegada de Juan Manuel de Rosas al poder por más de 20 años.
ambas compartían una negación común basada en eludir la consideración de la cul- En este alzamiento era posible reconocer la activa presencia de gavillas de bandidos
tura política campesina y sus modos específicos de interpretación e interpelación. y de grupos indígenas pampeanos, a veces comandados por blancos "aindiados" de
origen militar.15
Simultáneamente, en América Latina fueron seguidas las perspectivas abiertas
por Hobsbawm, 9 y fenómenos como las montoneras empezaron a ser pensados co- Pero ha quedado difuso qué sucedió entre uno y otro momento, y ello es impor-
mo la expresión de una evidencia más amplia, anterior a la crisis de independencia tante por el notable incremento de la conflictividad social en el período: ¿cómo se
y que ésta contribuyó a profundizar y generalizar: el bandolerismo.10 Tomando es- vinculan estas situaciones críticas con las transformaciones agrarias que se acelera-
ta perspectiva tampoco era posible identificar en estas formas de acción colectiva un ron en esa década?; ¿qué relación pudieron tener con la construcción de un nuevo
modo de acción política subalterna -y menos aún de carácter autónomo— en la me- orden estatal en el mundo rural? Y, sobre todo, ¿qué cambios en la cultura política
campesina estaban manifestando? Intentaré aproximar una respuesta a través del

Vicente Fidel LÓPEZ, Manual de la Historia argentina. J. M. RAMOS MEJÍA (s/f). Sobre la actividad historiográfica
11
de López y Ramos Mejía cf. Tulio H A L P E R Í N D O N G H I , Ensayos de historiografía, pp.35-44 y 57-66. Alberto FLORES GALINDO, Aristocracia y plebe; Carlos AGUIRRE y C. W A L K E R (comp.), Bandoleros, abigeos y mon-
6
Jorge A. R A M O S , Las masas y las lanzas; Rodolfo O R T E G A P E Ñ A y Eduardo Luis DUHALDE, Felipe Varela contra el toneros; Ana María C O N T A D O R , Los Pincheira; Eric V A N Y O U N G , La crisis del orden colonial.
12
Imperio Británico y Facundo y la montonera. Ricardo SALVATORE, "Autocratic State and Labor Control" y Ariel DE LA F U E N T E , "'Gauchos', 'montoneros' y
' Milcíades P E Ñ A , El paraíso terrateniente. 'montoneras'".
8 13
Un claro ejemplo, y no sólo para Argentina, en John LYNCH, Caudillos en Hispanoamérica, 1800-1850. Ricardo L E V E N E , La anarquía de 1820 y la iniciación de la vida pública de Rosas.
9 14
Eric HOBSBAWM, Rebeldes primitivos y Bandidos. Pilar GONZÁLEZ BERNALDO "El levantamiento de 1829"; se trata de un estudio que profundiza en una indica-
10
Por ejemplo Heraclio BONILLA y Karen SPALDING, "La independencia en el Perú"; William TAYLOR, "Bando- ción anterior de Tulio H A L P E R Í N D O N G H I ("De la revolución de independencia a la confederación resista").
lerismo e insurrección". 15
Daniel VILLAR y Juan F. JIMÉNEZ, "Aindiados, indígenas y política en la frontera bonaerense".

6 7
análisis de tres casos sucedidos durante la década de 1820, tratando de indagar las informe sostenía que "el conocim.to. de esta prerrogativa los ensoberbese de tal mo-
formas de imbricación entre las nociones y valores de la tradición colonial por un do, qe. con el mor. escándalo y desprecio de la just.a. ordinaria se entregan á todo
lado y las que trajo la revolución, por otro. Ello implica repensar la emergencia del genero de excesos". El juez, por su parte, agregaba que las denuncias eran disimu-
caudillismo como construcción política en esta sociedad rural,16 partiendo de dos re- ladas por sus jefes o muy levemente castigadas, y declaraba la incapacidad para ac-
conocimientos básicos: primero, que la acción colectiva campesina no podía articu- tuar de la incipiente estructura de jueces de paz, alcaldes y comisarios. Por lo tanto,
larse ni en lazos étnicos ni en comunidades de aldea, y segundo, que la influencia afirmaba que no era posible perseguir a los "vagos y perjudiciales", "al sinnumero
del caudillo se ejerció sobre una población libre, profundamente mercantilizada y de criminales qe. infestan estos desgraciados Pueblos", a los "facinerosos" y "mal-
en condiciones de ejercer un amplio margen de autonomía. Es decir, que la estruc- vados". El relato del juez expresa así otra cara de las consecuencias de la extrema
tura social agraria en que surgieron estos fenómenos no permite explicarlos acu- militarización rural; si bien su peso había caído sin piedad sobre las espaldas de los
diendo a la dependencia personal de los campesinos ante la gran propiedad y a la paisanos la experiencia no había sido en vano: entre sus efectos se contaba la masi-
manipulación consiguiente por parte de terratenientes devenidos en caudillos.17 La va presencia de desertores en busca de refugio en jurisdicciones vecinas o del otro
explicación deberá hollar caminos distintos e indagar la participación de mediado- lado de la frontera, así como la extendida conciencia entre los paisanos de los dere-
res locales y la posible presencia de líderes autónomos. chos inherentes a su condición de milicianos.21
La campaña bonaerense se encontraba por entonces en un proceso de intensa El trámite de desalojo sería largo y conflictivo: en 1825, los propietarios volvían
transformación en un contexto de frontera abierta y en tensión. Los bienes pecua- a pedir el desalojo.22 La mensura se realizó de acuerdo con las normas fijadas por el
rios se convertían en los principales bienes exportables, y ello se expresó en la valo- Departamento Topográfico recientemente creado e incluyó una modificación de los
rización de los recursos rurales (primero y principalmente el ganado y luego la deslindes previamente reconocidos, y en especial alteró las demarcaciones sobre el
tierra), en la extensión de la frontera agraria y en la configuración de grandes pro- bañado del frente de la estancia y en las sobras del fondo, es decir las áreas más tí-
piedades.18 Esta transformación se expresó también en la construcción de un estado picas de usufructo campesino libre de cargas y pensiones. De este modo, se abría un
provincial y su implantación efectiva en el medio rural,19 sentando las bases de una conflicto con los vecinos linderos -ninguno de los cuales podía presentar los títulos
transformación que recién iba a tomar perfiles definitivos a mediados del siglo XIX. ni los papeles de mensura- y con los campesinos instalados dentro de la propiedad
o en sus límites. Sin pérdida de tiempo, el agrimensor y el apoderado pasaron a no-
UNA AMENAZA DE MONTONERA EN SAN PEDRO: "ES YA LLEGADO tificar a los pobladores, un total de 22, que se habían convertido en "intrusos", y el
EL TIEMPO EN QUE SE LLENEN LAS PROMESAS DEL GOV.NO" 25 de abril de 1825 ambos solicitaron a la justicia el desalojo de la propiedad en el
En 1822, el orden parecía volver a la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, la plazo de un mes. El juez de primera instancia aceptó la solicitud, pero ordenó con
construcción de un férreo orden social rural estaba lejos de ser alcanzada. A fines cautela al juez de paz del partido que "lo desalojen dentro del término que tenga a
de ese año, durante el trámite sucesorio de Antonio Obligado, su hijo y albacea de- bien designarles".23
cidió mensurar las tierras que su padre poseía en San Pedro, al norte de Buenos Ai- Su informe nos relata la reacción de los "intrusos": uno de ellos, el teniente de mi-
res, junto al Paraná, en el camino hacia Santa Fe.20 En diciembre de 1822, el juez de licias Francisco Antonio Reynoso, contestó que "el Juez de 1a Instancia, no lo cono-
primera instancia del tercer Departamento sostenía que el comisario de policía le cía por Juez suficiente pa. aquella disposición, y qe. el y los qe. tenía a su cargo, no
había informado sobre su intento de proceder "al desalojo de hombres vagos qe. in- habían de salir del lugar donde se hallaban sin Orden del mismo Gobierno; pues el Go-
festan aquel territ.o.", pero que se encontró con que "comprehenden multitud de bierno mismo los había puesto allí y qe. ultimam.te. que mas falta les asian ellos al
milicianos filiados sujetos a la jurisdicción militar" y que "en todo aquel depar- Gov.no. qe. el Gobierno a ellos y con esto se despidió".24 No fueron menos decididas
tam.to. no hay casi ning.o. de qe. no disfrute del fuero de grra.". Más grave aún, el otras respuestas: "uno de ellos, me constestó qe. quando el Juez le pegase fuego a su
casa qe. de ese modo saldría; otro me dijo qe. hasta el berano teniendo de este mo-
Carlos MAYO, "Estructura agraria, revolución de independencia y caudillismo en Río de la Plata". do qe. prudenciar". Como puede verse, las respuestas trasmiten una clara concien-
17
El mejor análisis en este sentido es el de Jorge GELMAN, Campesinos y estancieros.
Para una visión completa de la estructura agraria bonaerense de la época, ver Juan Carlos GARAVAGLIA, Pasto-
21
res y labradores de Buenos Aires. Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Jueces de Primera Instancia de Ciudad y Campaña, 1822, X-
Cf.].C. GARAVAGLIA, Poder, conflicto y relaciones sociales, pp.57-122; Jorge GELMAN, "Justice, État et Societé". 12-8-7. Acerca de las milicias, cf. Oreste C. CANSANELLO, "Las milicias rurales bonaerenses".
20 22
Antonio había sido el máximo dirigente del Gremio de Hacendados antes de 1810, así como recaudador del "Mensura de los terrenos de Estancia de la propiedad de la testamentaría del finado D. Antonio Obligado y re-
diezmo de cuatropea, como se denominaba el que pesaba sobre la producción ganadera; su hijo Manuel había sido clamación que contra ella hace el Procurador D. Juan Albaro Castro en representación de los Emigrados de Co-
ministro del Directorio y luego miembro de la legislatura provincial. Se trataba de tres estancias sucesivas con fren- ronda, poblados en ellos", Civil, 1825, AGN, Sucesión N° 7372.
te a la barranca: la primera tenía 6.000 varas de frente y 30.000 de fondo, la segunda, 6.000 y 18.000, y la tercera 23
AGN, Sucesión N° 7372, f. 11.
6.625 y 18.000. 24
AGN, Sucesión Nº 7372, f. 12 (el destacado es mío).

!
8 9
cia de sus posibilidades de presión en tal coyuntura, la relación que a través de la zado a tramitarse otro expediente paralelo, directamente frente al Gobierno y pro-
milicia mantienen con el Estado y dos de las actitudes que más frecuentemente se movido por los mismos "coronderos".
registran en otros conflictos por desalojo: el desafío abierto combinado con la soli- Dos principios y dos necesidades aparecen enfrentadas: el propietario de los títu-
citud de alargamiento de los plazos de desalojo, en especial apelando a la fecha en los, que exigía la subordinación a la orden judicial y una irrestricta defensa del de-
que llega el tiempo de las cosechas, el verano.25 Un informe posterior muestra que recho de propiedad, y el Estado, que dudaba frente a sus necesidades políticas y
estas actitudes se combinaban con otras estrategias: "según se ve desde aquella fha. militares. Así, la defensa de los coronderos fue asumida por el procurado general de
á esta, no saldran, tampoco ninguno; pr. qe. los que araban con una ó dos yuntas de la provincia, quien expresaba: "si los herederos han dexado de poseer años, qe. ten-
bueyes haora handan arando con tres y quatro; y no dudo pr. lo visto qe. las inten- gan un tanto de paciencia", y por lo tanto, frente al derecho de propiedad irrestric-
ciones de todos es desobedecer (despreciando) las ordenes de V.S.".26 Estas estrate- to invoca otro principio:
gias respondían a algunas cláusulas de la legislación de raigambre castellana
vigente, la cual reconocía el derecho de los labradores a permanecer en el campo y si puede subsistir aun mediando el dro. de propiedad qe. se alega; y sin examinar
que cultivaban al menos hasta poder levantar las cosechas; muestran también que tampoco, si aun no teniendo fuerza dhos. fundam.tos. pueda destruirse una pobla-
estos milicianos estaban en condiciones de ampliar las áreas de cultivo y con ello me- ción que originaria grandes inconvenientes políticos, maxime cuando los propieta-
jorar su capacidad de resistir el desalojo; no era, por cierto, una estrategia sin ries- rios pueden ser indemnizados de varios modos.28
gos, pero se inscribía perfectamente en el orden jurídico aceptado. Tanto apego a la
legalidad no tenía sólo efectos jurídicos, y sus actitudes dejan en evidencia el temor La respuesta del apoderado de los Obligado no deja lugar a dudas del choque de
de las autoridades locales, hasta el punto que el comisionado concluía su informe di- principios en juego:
ciendo: "para llevar a debido efecto la providencia, sea sostenida pr. la fuerza y con
alguna prevención; por qe. de lo contrario, tememos montonera".27 Es decir, dentro de El Gobierno es el primero que en nuestro sistema actual debe respetar los sagrados
las expectativas de las autoridades locales esta posibilidad aparecía como una alter- dros. de propiedad [...] Es preciso hablar con toda claridad principalmente hallan-
nativa real y factible. donos en un pais libre, pa. que bajo el velo de expresiones abultadas y enfaticas no
se autorice el ataque de la propiedad
Lo que los "intrusos" reclamaban era el cumplimiento de promesas y acuerdos
verbales que habían llegado previamente, una forma de contrato que también la ju- y que, por lo tanto,
risprudencia reconocía como válido. Pero, además, impugnaban la posibilidad de su
desalojo, pues sólo debía aplicarse "a todos los vecinos qe. pueden ser perjudiciales" que los daños que se seguirían de la despoblación de los Coronderos, sería el que
y aceptaban pagar un moderado arrendamiento. Al menos así lo afirmaba el propio resulta del desalojo de intrusos que todos los días se expelen de los lugares que sin dro.
Reynoso en una carta dirigida a Obligado en 1822. Aparece en ella el cuadro típico ocupan; sin otro resultado que cada uno vaya a buscar donde pueda abrigarse, pues
de la época: permisos de instalación verbales —incluso "de balde" y sin canon de que no es dable que por consideración que el intruso lanzado del lugar no vaya á
arrendamiento—, autorizaciones personales pactadas con los encargados y no los causar males se le causen al propietario privandole del uso libre de lo suyo.
propietarios, y usufructo de tierras bajas a veces inundables, como las de la cañada.
En junio de 1825, el juez de primera instancia volvía a ordenar al juez de paz que Este debate conceptual expresa no sólo las dificultades para implantar el derecho
procediera a intimar, al desalojo en un plazo que ahora fijaba en 40 días; pero en de propiedad como un principio absoluto, sino también el incremento que por en-
agosto exigió "por última vez" el desalojo, esta vez en 3 días. Sin embargo, la mis- tonces se había producido en los desalojos.
ma resolución indica que entre los "intrusos" había al menos dos grupos distintos y La resistencia combinaba acciones directas y judiciales, y se apoyaba en otra cir-
que el requerimiento sólo era aplicable a "los hijos del pays", sin abarcar, por el mo- cunstancia: la falta de decisión y fortaleza de las autoridades locales para hacer cum-
mento, a "los Coronderos". Los coronderos eran familias provenientes de Coronda plir las órdenes de desalojo. De esta forma, mientras el propietario solicitaba el
(Santa Fe) entre 1818 y 1820, y que en las guerras civiles combatieron del lado de desalojo en 8 días, el juez de paz, otra vez cauteloso, ordenaba al JP que "intime a
Buenos Aires, por lo que se transformaron en milicianos a quienes el gobierno por- los coronderos al desalojo dentro del plazo comodo que les designe, atendida la ca-
teño permitió instalarse en esos campos. La excepción se debió a que había comen- lidad de sus poblaciones". Así, la cuestión volvía a comenzar... El juez de paz vol-
vió a darles otro plazo de 40 días que debía cumplirse a fin de año. Así, en una
25
instancia posterior, el apoderado de los Obligado denunció que las autoridades lo-
Raúl O. FRADKIN, '"Según la costumbre del país'".
26
AGN, Sucesión N° 7372, f. 13-13v.
27 28
A G N , Sucesión N" 7372, f. 12v (el destacado es mío). AGN, Sucesión N° 7372, £25.

10 11
cales eran remisas a hacer cumplir la orden de desalojo: "este fin no se conseguirá el, bajo la generosa protección qe. este Gov.no. de Buen.s. Aires se dignó entonces
en m u c h o tiempo si su execución se encomienda a los Jueces de Paz, por que estos dispensarnos y deseando adelantar y fomentar en lo posible d h a s . Poblaciones á
se permiten unas condescendencias que no les corresponden y asi es preciso valerse efecto de ser utiles al Pais".
de otros executores qe. sepan respetar de un m o d o inflexible la autoridad". El p r o - En el escrito puede observarse cómo se combina en el m i s m o discurso una visión
blema no era menor, y remite a la naturaleza m i s m a de los jueces de paz —como au- contractual de la relación con el gobierno invocando la "generosa protección" con
toridad local reclutada entre vecinos del partido, legos y no remunerados, q u e un vocabulario más afín a las ideas imperantes en la época ("ser útiles al Pais"), h a s -
operaban al m i s m o tiempo como emisarios del gobierno, representantes de sus co- ta el p u n t o q u e se presentaba tal solicitud con un objetivo mayor: el paso previo has-
munidades vecinales y mediadores entre ambas instancias-, así como a las dificul- ta la "formación de este Pueblo". La presentación q u e realizaba su a p o d e r a d o
tades existentes para reclutar una fuerza policial completamente separada de la relataba la historia de su instalación en San Pedro: fueron c u a r e n t a y dos los "pa-
sociedad local. dres de familia" de Coronda q u e se negaron a seguir al "Gefe qe. nos presidía" (se
A su vez, el escrito del apoderado nos muestra otra estrategia que comenzaba a refiere al g o b e r n a d o r de Santa F e , Estanislao López) y que "El Sup.or. Gov.no. de
implementarse: la resistencia abierta y la utilización de las a r m a s como medio de d i - las Prov.as. nos dio acogida en esta, m a n d á n d o n o s situar y. poblar en los terrenos
suasión, los pedidos de postergación de plazo de desalojo, el a u m e n t o de las tierras que hoy poseemos en el P a r t i d o de Sn. P e d r o . " Tras ello, se invocaban varios p r i n -
aradas y sembradas y la apelación directa al gobierno se sumaba a q u e "han llama- cipios básicos del orden jurídico vigente: posesión pacífica, p e r m i t i d a y continua d u -
do a una porción de personas extrañas y que p u e d a ser q u e ya sea mas el n ú m e r o rante 6 años; trabajo útil y productivo ("el exercicio de la labranza"), servicios hacia
que ellos mismos, para que vengan a poblarse en los terrenos con ellos, para con el el Estado ("contra los enemigos de la Capital y contra los b á r b a r o s q u e han batido
fin de aumentar así la población, y ver si hacen más fuerza para que no se les levante estas fronteras"), "A la par qe. hemos adelantado nuestras poblaciones, se ha au-
del terreno". La cuestión parece central, pues implica una estrategia ofensiva q u e m e n t a d o n u e s t r o n u m e r o , de m o d o que llega ya a 208 individuos". Basándose en es-
apuntaba a acrecentar sus posibilidades de resistencia y extender su articulación co- tos a r g u m e n t o s , formulaban u n a reclamación precisa: "Parece Sor. Excmo. qe. es ya
lectiva. Así, el 20 de diciembre, Francisco Reynoso presentaba una nota en la q u e llegado el tiempo en qe. se llenen las promesas del Gov.no. haciéndonos propietarios del
señalaba: "Hice r e u n i r a todo este vecindario y les hice presente las dos dispocicio- terreno en q u e colocó á los Padres qe. emigramos". 3 2 Se apelaba así a varias ideas
nes superiores que tienden a desalojar el terreno que ocupan. Y en su virtud con- imperantes sobre la construcción de un n u e v o orden rural —utilidad pública, traba-
testaron que tratan de apelar al Gov.no. con el fin de solicitar se prolongue el plazo jo productivo, servicio al Estado— para f u n d a m e n t a r una pretensión de m á x i m a au-
que se ha servido prefijar hasta lebantar sus cosechas y en caso de que no se consi- tonomía posible en este contexto: la e n t r e g a en propiedad de las tierras y la
ga saldremos del territorio de la Provincia". 29 El carácter colectivo de la acción y el formación de un pueblo.
liderazgo a u t ó n o m o permitieron desplegar una estrategia q u e combinaba la apela- Esta estrategia tenía obvias implicaciones políticas en la m e d i d a q u e también les
ción judicial y la postergación del desalojo con u n a estrategia n e t a m e n t e política: la llevaba a expresar la perspectiva desde la cual explicaban y d e n u n c i a b a n los m o t i -
emigración colectiva, la cual se presentaba como una alternativa válida frente a lo vos de la solicitud de desalojo y, con ello, interpretar los cambios q u e se estaban ope-
que se consideraba la ruptura de un pacto previamente establecido con el gobierno. rando:
La acción a u t ó n o m a se expresaba en otra instancia judicial. Frente a nueva o r d e n
de desalojo inmediato, los "coronderos" intervenían directamente en el juicio n o m - Es el terreno qe. el Gov.no. nos destinó como valdío, es ciertamente una propiedad
del Estado de la Prov.a.; pero temiendo justamente qe. movidos algunos del gran va-
brando a u n o de ellos como apoderado (José Narciso de Loyola). Así obtenían q u e
lor qe. han tomado las tierras quieran apropiarselas, lo qe. no será difícil por el medio
el gobierno ordenara al juez prorrogar el término del desalojo "por el tiempo q u e
de mensuras qe. se hacen sin concurrencia de interesado por parte del Fisco, ni del
crea suficiente para que p u e d a n levantar sus sementeras y d e n t r o del qe. podrán
Procurado gral.
prepararse para ocupar el terreno qe. el Gov.no. há tenido á bien señalarles para su
población". 30 A d e m á s , los "coronderos" apelaban a otro m o d o de intervención: el 10
por lo q u e pedían que
de enero de 1826, 31 personas se presentaron ante el juez de p a z de San Pedro 3 1 y
solicitaron al gobierno "la graciosa donación de los terrenos valdíos qe. actualm.te. se proceda a la mensura del terreno en cuya posesión nos hallamos y resultando
ocupamos pr. orden del m i s m o Gov.no. y qe. corren pa. ocho años qe. existimos en pertenecer al Estado, proceda a designar el lugar qe. deba servir de Pueblo. 33

29
AGN, Sucesión N° 7372, f.30-30v.
30 32
AGN, Sucesión N° 7372, f.38. El destacado es mío.
31 33
AGN, Sucesión N° 7372, f.40-41v. AGN, Sucesión N" 7372, f.42-42v.

12 13
Y en un n u e v o alegato, el apoderado de los emigrados denunciaba q u e la m e n - "corifeo", es un "caudillo" y los intrusos h a n devenido criminales. He a q u í sintéti-
sura había sido realizada en forma "ilegal, capsiosa y arbitraria" e insistía: camente expuesta u n a de las claves del m o m e n t o : la criminalización de las prácticas
sociales y su asociación directa con el caudillismo.
No era extraño qe. esto hubiera sucedido á los seis años y meses de estar allí poblados los El 10 de m a r z o de 1826, el juez de p r i m e r a instancia volvía a ordenar el desalo-
emigrados de Corando, pr. qe. el gran valor de las tierras es el móvil que de primario vie- jo perentorio en tres días, pero en abril el juez de p a z todavía no lo había h e c h o efec-
ne á inferirnos el mal qe. se pretende34 tivo, y por ello era apercibido. 3 8 Así, el 19 de mayo de 1826, la Cámara ratificaba la
orden de desalojo: 39 toda instancia judicial parecía cerrada. Pero en julio el j u e z de
Este alegato, expresión directa de los "coronderos" a través de un liderazgo au-
paz remitía la contestación del apoderado de los "coronderos" informando q u e ha-
t ó n o m o , no sólo esgrimía u n a condena moral de las actitudes q u e se apoyaban en el
bía apelado ante el gobierno 4 0 y aclarando su m o d o de actuar:
valor creciente de las tierras y q u e era cada vez más frecuente en los conflictos ju-
diciales entre propietarios y arrendatarios de esta década; 35 también testimoniaba el No he procedido por la fuerza porque no la tengo y pudiera traer consecuencias fu-
rechazo frente a los nuevos métodos científicos de mensura impuestos por la orga- nestas el arrancar veinte y tantas poblaciones en el momento de haberles notifica-
nización del D e p a r t a m e n t o Topográfico, a los q u e se aludía haciendo referencia do, donde hay más de 50 hombres con sus respectivas familias y todos armados,
que "a título de líneas, y o perpendiculares y oblicuas hicieron arrancar los mojones de la pues son soldados de la Milicia activa del Estado
antigua mensura y plantarlos donde convenía" . 36 Esta doble condena, a la "codicia" de
los propietarios y a los métodos científicos de mensura, expresa bien el rechazo a los C u a t r o años después de la primera intimación de desalojo el problema no sólo se
nuevos valores, percibidos como u n a a m e n a z a y un agravio a los derechos consue- mantenía sino q u e parecía haberse incrementado. Los "coronderos" no sólo habían
t u d i n a r i a m e n t e consagrados. 3 7 logrado postergar el desalojo, sino q u e habían i n c r e m e n t a d o su n ú m e r o y habían
El despliegue de estas estrategias era percibido por los Obligado. Su apoderado obtenido una nueva p r o m e s a gubernamental de entrega de tierras.
denunciaba q u e "ellos han logrado á fuerza de resistencias, subterfugios y pretextos L a m e n t a b l e m e n t e , no he podido averiguar la finalización del pleito. Sabido es
permanecer en el terreno por un año entero". E n t r e tales artimañas destacaba q u e q u e las tierras siguieron en manos de la familia Obligado y, como se ha visto, ya el
gobierno había decidido relocalizar a los "coronderos" en otras tierras. P e r o el con-
ha sido uno el de traher á el lugar otros pobladores, á los qe. ascen como sus auxi- flicto no deja por ello de ser sugerente. Ha puesto en evidencia u n a implicancia a ú n
liares para la guerra qe. han declarado contra el propietario [...] El lanzamiento ha- poco reconocida entre la guerra civil y la formación de las milicias. La instalación
ce ya un año qe. se les empezó a intimar y dentro de este término han hecho nuevas de migrantes santafecinos en la campaña norte no era u n a novedad, pero sí el que
siembras, pero lo que es mas hoy mismo estan arando las tierras para hacer otras, su militarización h u b i e r a servido para sustentar u n a acción colectiva, la cual había
por manera que el pretexto de la recogida de las cosechas jamas debe ser por qe. si sido exitosa y pacífica p o r lo menos d u r a n t e 4 años —o m á s , si se toma en considera-
pendientes unas se hacen nuevas siembras, es claro que recogidas unas quedan ción el m o m e n t o en q u e se inicia la instalación— y q u e se desplegó a través de una
otras asi fue, y por lo tanto ese pretexto debe de ser eterno habiendo ellos arbitrado
serie de estrategias (disuasión armada, recursos judiciales, alargamiento de plazos,
este medio para continuar perdurablemente en su detentación.
nuevas siembras, atracción de nuevos pobladores, apelaciones judiciales y políticas
e intervenciones directas y autónomas) y se estructuró a través de un doble lideraz-
Su alegato también pone de relieve la existencia de claros liderazgos entre los
go surgido del m i s m o g r u p o (un jefe miliciano reconocido p o r el Estado y un a p o -
"coronderos", y Reynoso es presentado como "el Agente principal de ellos, el q u e
derado para presentaciones judiciales). Lo más significativo es que aparecía un líder
los agita y el q u e los mueve", calificándolo de "caudillo de todos los demás intru-
propio actuando de m e d i a d o r entre el gobierno, las autoridades milicianas, los p r o -
sos". Así, el alegato expresa a las claras el m o d o en q u e los propietarios juzgaban es-
pietarios y encargados de la estancia y los jueces y comisarios. Se trataba de u n a si-
tos hechos. La invalidación se concentraba en la figura de Reynoso y ésta también
tuación poco frecuente q u e se apoyaba en la articulación social básica de estos
traslucía la combinación de tradición y cambio: por un lado, se le acusaba de "in-
campesinos (origen y migración en c o m ú n y condición de milicianos) a la vez que
g r a t i t u d " apelando a la fórmula típica mediante la cual los propietarios expresaban
se ampliaba reclutando nuevos adherentes, de m o d o q u e el grupo pasó de estar in-
la resistencia a la sumisión; por otro, se apelaba a nuevos calificativos: Reynoso, el
tegrado por 21 jefes de familia a llegar a tener unos 50 y m á s de 200 personas.
34
A G N , Sucesión N" 7372, f.43v (el destacado es mío).
35
He tratado esta cuestión en "Réprésentations de la justice dans la campagne de Buenos Aires".
36
AGN, Sucesión N° 7372, F.44 (el destacado es mío). Sobre estos métodos ver Daniel CASTRO, "Cuatro siglos de 38
A G N , Sucesión N° 7372, f.58-58v.
39
agrimensura en Buenos Aires". Informes del Tribunal de Justicia al Gobierno, 1822-1842, A G N , B N , 6609, leg. 387, f 47v-48.
37 40
FRADKIN, "Entre la ley y la práctica". A G N , Sucesión N" 7372, f. 61.

14 15
Estas estrategias son parte del repertorio habitual de la época. Las posibilidades rentes versiones hicieron creer que la Capilla de Merlo y el pueblo de Morón —si-
de movilidad y acceso a la tierra convertían la migración en una auténtica estrate- tuados a una treintena de kilómetros de Buenos Aires- podían ser asaltados y sa-
gia de resistencia frente a la subordinación. Además, estos campesinos sabían ape- queados por una banda armada. Las versiones circulantes hablaban de unos
lar a la manipulación de las contradicciones del sistema normativo vigente cincuenta hombres, aunque finalmente fueron sólo ocho los detenidos y no más de
mediante una combinación de aceptación de las exigencias y dilación sistemática en quince los mencionados en las actuaciones judiciales. Ante el rumor, esa noche es-
cumplirlas junto a una defensa acérrima de derechos consuetudinarios. A veces, es- tuvo todo el vecindario armado en las azoteas; para autoridades y vecinos no había
tas estrategias se articulaban con la búsqueda de algún patrocinio, pero ello no im- duda alguna: el propósito del ataque era el saqueo. Aunque nunca tuvo lugar y to-
pedía apelar a las solidaridades vecinales y al aprovechamiento de la coyuntura dos los acusados resultaron liberados, algunas incidencias permiten pensar el senti-
política. Con todo, la evidencia documental reunida indica la primacía de las for- do que podía tener una acción de este tipo: el denunciante, un tal José Alvarez, dijo
mas de resistencia individual y es muy poco clara la evidencia de formas colectivas que el cabecilla era Fermín Zepeda quien le habría dicho
de resistencia. En ello reside lo significativo de los hechos de San Pedro.
Además, la mejor prueba de esta autonomía era la pretensión de transformarse qe. habian de entrar pr. fuera del Pueblo diciendo y gritando viva la Patria, viva la
en un pueblo. Sin embargo, la idea de formar pueblos con campesinos soldados no reunion tirando tiros y colocando centinelas en las Bocas calles para hacerse el saqueo
era nueva para la tradición colonial o para algunas autoridades después de la revo- siendo el primero a quien habian de atar al Juez de paz y qe. los Cagetillas irían a
lución, especialmente asociada a conformar una frontera más firme y segura con los parar al infierno.44
indios,41 y para ello no había dejado de recurrirse a la relocalización forzada de po-
blación. Incluso había habido casos de jefes militares que trataron de amparar de es- A su vez, uno de los detenidos dijo al ser interrogado que lo habían acusado de
te modo a sus milicianos.42 Además, la formación de pueblos autónomos —villas- en participar "en un asalto o revolucion qe. se trataba de asaltar Moron pa. robar". Es-
algunas zonas de la Banda Oriental había sido un reclamo reiterado, canalizado por tas menciones, en todo caso, no fueron indagadas y no sabemos nada más de ellas,
curas locales.43 Lo distintivo de este caso es que no se realizaba ni bajo el amparo de pero resultan sugerentes: dado que corresponden a testimonios que aluden a los di-
una autoridad militar superior ni con el liderazgo de un cura, sino a través de la chos mediante los cuales la gavilla buscaba reclutar gente, parece bastante verosímil
propia iniciativa de los milicianos y de sus propios líderes. Sus posibilidades se po- que la convocatoria al asalto y al saqueo era presentada como una "montonera" o
tenciaron por las necesidades políticas y militares del gobierno y por la misma de- "revolución", que su objetivo era preciso (el asalto a uno o dos pueblos rurales) y los
bilidad del Estado a nivel local, conjunción de la que surgió una estrategia bien destinatarios del ataque también: las autoridades locales (el juez de paz) y los "caje-
definida que orientaba una acción colectiva hacia la búsqueda de cierta protección tillas", un argentinismo que designa al hombre presumido y afectado, y que la po-
oficial, no tanto de jefes o autoridades locales como de las máximas autoridades del blación rural solía aplicar a los "puebleros".
gobierno. Esta estrategia parece sustentarse en una concepción de su relación con el El expediente permite ver con claridad el tipo de personas que eran detenidas
Estado según la cual se realizan servicios a cambio de "protección", "generosidad" cuando se perseguía una banda, pues a casi todos la policía los conocía previamen-
y reconocimiento de derechos. Una concepción que expresa con claridad la particu- te, eran mal considerados y alguno fue calificado como "facineroso en superlativo
lar combinación de nociones antiguas y nuevas del orden político. grado". Pero, ¿quiénes eran? Algunos datos pueden sugerir el ámbito social de re-
Entre las autoridades, un temor aparece manifiesto: el miedo a la montonera. clutamiento de la montonera. En torno a un núcleo básico integrado por dos gavi-
¿Era infundado? Para ello conviene que veamos qué sucedía en la campaña del oes- llas distintas de no más de siete personas se habrían sumado otros. Algunos de ellos
te bonaerense en los meses de octubre a diciembre de 1826. eran desertores (cuatro) y habían estado enrolados en el mismo ejército (el de la
Banda Oriental, en la guerra contra Brasil que estaba teniendo lugar), en el mismo
regimiento de milicia (en la frontera sur) y en el mismo cuartel de destino. Expe-
EL MIEDO A LA MONTONERA EN MORÓN: "QE. LOS CAGETILLAS
riencias compartidas parecen signar las posibilidades de articulación. Otros datos
IRÁN A PARAR AL INFIERNO"
nos pueden decir algo más: de los trece para los que se informaba, la mayoría (ocho)
El miedo hacía que los rumores se propagaran con rapidez y adquirieran mayor ve-
eran oriundos de la provincia, aunque sólo dos lo eran de Morón; es decir, la mon-
rosimilitud. El 13 de octubre de 1826 la alarma cundió por la campaña oeste. Dife-
tonera habría aglutinado tanto oriundos como migrantes que tenían en común no
Por ejemplo, en las propuestas de Félix de Azara a fines del siglo XVIII: F. de AZARA, Memoria sobre el estado ser vecinos reconocidos de la zona. En cuanto a sus ocupaciones, sólo cinco de ellos
natural del Rio de la Plata. Y había cobrado nuevo vigor después de 1810: cf. J. GELMAN, Un funcionario en busca del
Estado.
42 44
G. BANZATO, "De ocupantes a propietarios". Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires (en adelante AHPBA), Juzgado del crimen, 34-4-67-2, f.31
43
J. GELMAN, Campesinos y estancieros. (la cursiva está subrayada en el original).

16 17
se desempeñaban de peones, pero dos además disponían de ganado propio y otro te- oído en la pulpería que "esta noche va a haver una embarrada muy grande'', en Nava-
nía unas fanegas sembradas; más aún, tres declaraban ser labradores (dos arrenda- rro y alguien habría dicho que "iban á entrar los Montoneros".''7 El 7 de diciembre se
tarios y uno propietario de su chacra). Dicho de otro modo: el perfil característico detuvo a un tal Francisco Rodríguez, quien identificó como líder de la banda a Ci-
de la mayor parte de la población rural. priano Benítez, y agregó "qe. se negó a este envite contestando qe. no se hallava en
Aunque fallido y abortado el asalto -quizás incluso nunca pasara de ser sólo pla- ese parecer y qe. también se le dixo qe. la gente qe. avanzaba era Montonera dirijien-
neado—, el expediente pone de manifiesto el valor de los rumores y el temor exis- dose contra el Comisario"; su testimonio expresa no sólo el objetivo sino que sugiere
tente en los pueblos a un ataque de salteadores. En consecuencia, tampoco puede uno de los modos de reclutamiento: el "envite".48
corroborarse plenamente que hubiera podido reunir a cuarenta o cincuenta miem- Por fin, el asalto de Navarro se produjo en la madrugada del 13 de diciembre.
bros, pero sí está claro que el dato no le resultaba increíble a ninguno de los testigos Disponemos de un detallado informe de los hechos a través del interesado escrito
y ni a las autoridades que intervinieron, al punto que durante un día muchos veci- que presenta el cura del pueblo, quien terminó acusado de haberse complicado con
nos se reunieron en el pueblo, se armaron, ocuparon las azoteas de las casas y esta- los atacantes.49 Según su relato, el ataque a Navarro lo llevó a cabo un grupo de unos
blecieron barricadas en las bocacalles, e incluso se movilizaron dos partidas 50 hombres armados, aunque las versiones hablaran de más de doscientos. Una vez
numerosas para perseguirlos. En cambio, lo que aparece con claridad es que al me- ocupado el pueblo, una partida hirió y apresó al comisario; otra al comisionado pa-
nos se reunieron dos gavillas más pequeñas: una que había efectuado robos en Mo- ra el cobro de la contribución directa, y posteriormente nombraron nuevo comisa-
rón anteriormente y otra que había asaltado casas y personas entre Flores y los rio y nuevo juez de paz. Los vecinos más destacados fueron reunidos y se les hizo
arrabales de la ciudad de Buenos Aires. Pese a que los detenidos fueron liberados, firmar un papel que decía: "Los abajos firmados nos obligamos á auxiliar á los fe-
el 7 de diciembre, el jefe de policía Hipólito Videla informaba de las detenciones de derales"; a su vez, se les planteó "la necesidad de auxiliar con alguna cosa a la gen-
varios desertores, vagos y ladrones en Luján, su guardia, Pilar y Morón, entre ellos te, lo qe. cada uno hizo según pudo". A eso de las cuatro o cinco de la tarde
dos "de los qe. trataron de abanzar el Pueblo pr. el mes de Octub.e". De modo que abandonaron el pueblo pero manteniéndolo sitiado.
un mes después y pese a la investigación judicial infructuosa, para la Policía el in- Una imagen queda muy clara: el asalto al pueblo de Navarro parece haber sido
tento de asalto había existido.45 José Luis Benítez era otro de los que no pudo ser de- más un movimiento con claros fines políticos y con una conducción muy firme que
tenido; aparecería, poco después, en el núcleo de una gavilla mucho más importante un salteamiento y saqueo indiscriminado del pueblo. Otros testimonios son coinci-
comandada por su hermano Cipriano. dentes en el mismo sentido. Para el juez de paz de Navarro, se trataba de "ladrones
que se llamaban montoneros" 50 o de "una gavilla de hombres qe. se decían federa-
EL ASALTO DE LOS PUEBLOS DE NAVARRO Y LUJÁN: "EMPEZARON les",51 y "fingiendose ser montonera", aunque según los informes que recibió de los
A DAR VOCES MONTONEROS, MONTONEROS" vecinos no había dudas: "heran Montoneros". Parecida es la opinión del recaudador
Amenazas y temores se hicieron realidad el 13 de diciembre de 1826. Ese día una de la contribución directa, para quien aunque se identificaran como montoneros
numerosa partida armada ocupó el pueblo de Navarro y al día siguiente intentó "los mas de ellos son ladrones conocidos"; con todo, no dejaba de tener dudas y so-
asaltar la Villa de Luján. De las múltiples implicancias y facetas que presenta este licitó: "Abisarme si sabe algo o bien de montonera o de Ladrones pues yo y los que
movimiento me concentraré en sólo dos cuestiones: a) ¿cómo fue percibido el gru- estamos confusos con este motivo".52 Por su parte, el comisario de la sección infor-
po atacante?; b) ¿qué componentes de la cultura política campesina pueden ser ilu- maba que "una gavilla de facinerosos ha invadido a Nabarro" y afirmaba que "La
minados por estos hechos? voz gral. es de que son ladrones, pero tambien se dice que es montonera".53 Las du-
Si bien el ataque se produjo el 13, ya el 6 de diciembre el comisario de la Villa de das no aparecen en los testimonios de los vecinos: según José María Oreyro, mozo
Luján alertaba sobre la existencia de "una gavilla de ladrones como de treinta hom- de la pulpería, el día 16 "estando a la puesta del sol tomando mate las mujeres qe.
bres".46 Un informante le había dicho que "se hallava una gavilla de fascinerosos [...] alli se hallaban divisaron llegando una partida de gentes qe. venían en direccion ha-
que a la madrugada avanzaba al Pueblo la Montonera" y que el asalto tenía como
destino "abanzar al Pueblo con dirección a la casa del comisario y a saquear el Pue-
AGN, X-32-4-4, Policía, 1823-1856 (la cursiva son subrayados del original; los destacados son nuestros).
blo"; otra persona había dicho que en la madrugada del 5 de diciembre la gavilla Sobre el significado de esta forma de relación cf. Juan Carlos GARAVAGLIA, Poder, conflicto y relaciones sociales,
"iba a dar el golpe en la Villa, Gua. de Luján y Navarro con el fin de apoderarse de pp.15-28.
49
los Comisarios" y "era Montonera". En términos parecidos, otro testigo dijo haber AGN, Policía, 1827, X-14-5-4.
50
AGN, X-14-1-5, Policía, 1826.
51
AGN, X-14-1-5, Policía, 1826.
45 52
AGN, X-14-1-5, Policía, 1826. AHPBA, 34-4-66-5, f. 3-3v.
46
AGN, X-14-1-5, Policía, 1826. 53
AHPBA, 34-4-66-5, f.l.

18 19
cia la pulpería y empezaron a dar voces Montoneros, Montoneros". 5 4 ¿Cuál era la En segundo lugar, su a r m a m e n t o , vestimentas y distintivos:
verdad?: ¿una gavilla de ladrones o una montonera? En todo caso algo es claro: la
diferencia era sustancial para ellos. Desde la capital, el p r o b l e m a parecía p e r d e r no tenían un armamento uniforme y metodico; pues al contrario todos trahian ar-
connotaciones políticas y se reducía a un grave hecho criminal, y la versión q u e el mas distintas; y que el distintivo que trahian era una divisa blanca en la copa del
jefe de policía entregó al gobierno no presenta dudas ni matices: se trataba de "una sombrero, y una señal encarnada de trapo, en la testera del caballo.
partida de facinerosos" 55 o "una partida de salteadores". 56
La situación se agrava cuando al día siguiente el comisario de la Villa de L u j á n Tercero, el tipo de acciones desarrolladas:
informó q u e "una gavilla como de ciento y tantos salteadores todos armados de ter-
cerolas y sables atacaron esta Villa pr. sus avenidas principales". Es decir, q u e en salió a invadir los pueblos, llevandose por delante y á fuerza de amenazas tropelías
Navarro la fuerza se había acrecentado notablemente y a d e m á s ahora disponía de y vejaciones á todos cuantos se le antojaba, asi como a otros que verosímilmente se
a r m a m e n t o militar. El informe relata que pese a la "bizarra defensa" del pueblo "no le agregarían voluntariamente por ser del mismo temple: que por las relaciones que
el mismo Benites hizo en los pueblos, ya para intimidarlos y atraerlos á sus planes,
pudo evitarse qe. los facinerosos tomaran posesión de la P l a z a " hasta que llegaron
y ya por las consecuencias, está intimamente persuadido, de que no contaba ni po-
las tropas del coronel Juan Izquierdo desde la Guardia de Luján, situada a unos 30
día contar con persona alguna de valimiento y suposición.
kilómetros más hacia el oeste. C o m o resultado de los enfrentamientos " q u e d a r o n en
el campo y entre las calles de quince á veinte muertos, q u a t r o heridos, catorce pri-
De este m o d o , I z q u i e r d o descartaba el n u d o de la defensa que posteriormente
sioneros y el Comis.o. de N a v a r r o qe. lo havian tenido en calidad de preso", según
haría Benítez y el eje de sus dichos en las operaciones d o n d e parece haber anuncia-
un parte q u e también informa de la reacción del vecindario:
do q u e actuaba en coordinación con los gobernadores de Córdoba y Santa F e , con
La masa de la población está actualm.te. reunida en la Plaza, animada toda del ma- Rosas y varios diputados del Congreso y hasta con tropas de ingleses y paraguayos. 5 8
yor entusiasmo: clama pr. qe. en el momento se hagan exemplares sacrificando hoy D i c h o en otros términos, es claro q u e Izquierdo intentaba circunscribir el movi-
mismo en desagravio del Pueblo las cabezas de todos los qe. han caido en nuestro m i e n t o a una gavilla de antiguos criminales y prófugos ("gauchos ladrones"), cuyas
poder y suplican pr. que en el momento se les provea de capital, de municiones y apelaciones políticas les servían de excusa; pero pone en evidencia que ello era un
armamentos. mecanismo capaz de ejercer atracción. En este sentido, son importantes las distin-
ciones q u e establece al presentar la p r i m e r lista de detenidos: unos "que su conduc-
Es decir, m u y diferentes parecen haber sido las reacciones en N a v a r r o y Luján. ta anterior no ha sido mala y q u e fueron unos obligados á la fuerza"; otros
Pero, además, las implicancias políticas ya no pueden ser obviadas: según el comi-
"engañados bajo el pretexto de no benir a rrobar y solo á quitar al Comisario, y reu-
sario Benítez "espera m o m e n t o s de quatrocientos á quinientos hombres de auxilio
nir gente para quitar al Gob.no. pa. lo q u e contaban fuerzas de otras provincias y
de Santa Fe y Córdova". 5 7
a u n de la nuestra"; por último el núcleo de la banda, "bagos y exercitados en el rro-
Sin e m b a r g o , el testimonio del coronel I z q u i e r d o es m u y claro en cuanto a la na- bo", entre los que no faltaba alguno conocido por "su mala conducta desertor y
turaleza q u e asignaba a la banda: "no fue otro q u e el de robar con impunidad y á su h o m b r e muy incorregible y perjudicial". 5 9
salvo, a favor de la m u c h e d u m b r e , los pueblos de campaña, coonestando el designio El testimonio de I z q u i e r d o es de extrema riqueza a pesar de su intencionalidad.
con las apariencias de montonera". Sin embargo, es interesante prestar atención a N o s devuelve una imagen clara del á m b i t o social del reclutamiento de la m o n t o n e -
los criterios q u e lo llevaban a tal conclusión. En primer t é r m i n o , sus antecedentes: ra y su estructuración en torno a un núcleo básico que se ampliaba tanto por méto-
dos coactivos como p o r u n a v e r d a d e r a acción de p r o p a g a n d a política. Si
Cipriano Benites siempre ha sido un ladrón de campaña, cuanto por que todos los indi-
viduos que reunió en su chacra de la Laguna del hinojo, fueron ladrones conocidos, la ma- concentramos la atención en este último punto, el m i s m o testimonio indica la capa-
yor parte procesados, penados por la justicia, y algunos escapados del presidio [...] Que tanto cidad q u e tenía para generar adeptos un movimiento contra las autoridades locales
mas le confirma en la idea de que hera puramente gavilla de ladrones, quanto que la gente y el gobierno.
que procuraba Benites, eran gauchos ladrones según una carta dirijida por el y escrita por P a r a poder comprenderlo es preciso considerar la segunda cuestión q u e he plan-
un tal Santos (alias Monigote) dirijida a dos vecinos del Durazno. teado. ¿Qué dijo Benítez a los paisanos para justificar su acción? ¿Por q u é esos di-
chos podían generar adhesión? Pese a que casi todos los detenidos aseguraban haber
54
AHPBA, Criminal, 1826, 34-4-66-8, f.20v. sido forzados a integrarse a la m o n t o n e r a , ellos mismos dejaban traslucir fragmen-
55
AGN-X-32-10-6, libro 16, núm. 234.
56
AHPBA, 34-4-66-5, f.5.
58
57
AHPBA, 34-4-66-5, f. 2-2v. AHPBA, 34-4-66-5, f.32v-34v.
59
AHPBA, Criminal, 1826,34-4-66-8, f. 1-2.

20
21
tos del discurso que construyó Benítez. Y también podemos acudir a sus propias habiendole impelido para ello el deseo de venganza del comisario y Juez de Paz de
confesiones. Lujan, asi como de algunos otros Europeos, vecinos de la misma Villa por las per-
Un p r i m e r p u n t o es claro y preciso. El movimiento estaba claramente dirigido secuciones e invectivas con que sobre la moza que tiene en su casa, la Juana Zapa-
ta, le hicieron por mucho tiempo.
contra las autoridades locales judiciales y policiales, a las que se proponía apresar,
deponer y sustituir. En esto hay u n á n i m e consenso en todos los partes oficiales e in-
Está claro que Benítez se justificaba en este caso mediante la apelación a motivos
dagatorias judiciales. Sin embargo, destaca un hecho: en ningún m o m e n t o se pos-
personales, casi diríamos pasionales, lo cual no deja de ser interesante, ya que se tra-
tulaba q u e el movimiento se dirigiera contra los curas —por el contrario, se buscó su
ta de la típica situación presentada por los más r e n o m b r a d o s textos de la literatura
adhesión— o contra las autoridades militares.
gauchesca de las décadas de 1870 y 188065 para relatar cómo un paisano se "desgra-
En segundo lugar, se identificaron como federales e hicieron firmar a los vecinos
cia" y se enfrenta a la justicia, las autoridades y los pueblerinos. De estos motivos no
un papel reuniendo al menos 32 firmas de los principales vecinos de Navarro. 6 0 En
hay n i n g u n a otra referencia en los voluminosos expedientes. En cambio, sí aparece
su testimonio Benítez afirma que tenía el apoyo de López y Bustos, pero no se asig-
registrado en forma c o n g r u e n t e el repudio a los extranjeros: Benítez afirmaba q u e
na un papel pasivo en el movimiento, sino que, por el contrario, sostiene que se ha-
pensaba con los intereses "de ellos, esto es, delos Europeos, m a n t e n e r y pagar la g e n -
bía puesto en contacto con al menos dos diputados federales (Dorrego y Ugarteche),
te que le acompañó al movimiento". 6 6
"diciendoles qe. le animaba a reunir gente de la C a m p a ñ a pa. quitar al Gob.no. y
Ello se relaciona con un tercer aspecto: los montoneros no sometieron al pueblo
poner a D n . Juan Man.l. Rosas" 61 y que sus planes eran "despues de haver t o m a d o
a un saqueo indiscriminado, sino que se limitaron a exigir contribuciones forzosas
la Villa y sacado todo el A r m a m . t o . qe. huviese, pa. armar toda la jente que podía
—por otra parte c o m p o r t a m i e n t o típico de las fuerzas militares desde 1810. Según el
reunir ponerse en marcha a Morón, donde se aria reunion D n . Juan Man.l. Rosas y
juez de paz de Navarro, la explicación de este comportamiento es muy clara: "en el
oficiar al Precidente, para qe. entregase el mando". 6 2 Más aún, en una carta que lle-
Pueblo á nadie han s a q u e d a d o exceto á algunos Pulperos algun dinero, y p a g a n d o
va su firma sostenía que "yo me allo c o m p r o m e t i d o con los onbres de campaña a ser
to espuesto a m u d a r el Gobierno librandolos delos perxuicios qe. le origina" 6 3 y en hasta las reses qe. t o m a r o n pr. qe. era montonera". 6 7 Los informes del cura de N a -
otra declaración aseguraba haber convencido a la gente para q u e se reuniera "para varro son coincidentes al llegar a la localidad:
pedir de C o m a n d a n t e General de la C a m p a ñ a á D o n Juan Manuel Rosas, en aten-
como dho. Cura me asegurase que el tumulto que havia sorprendido á Navarro era
ción al credito que tiene en ella". 64 De este m o d o , Benítez aludía indistintamente a federal, que se havian portado con decencia, que havian proclamado á Dn. Juan
dos propósitos derivados de la pretensión de deponer el gobierno de Rivadavia: p o - Manuel de Rosas por Gobernador y Capitan gral., negando la obediencia á las Au-
ner a Rosas en su lugar o instalarlo como c o m a n d a n t e general de campaña o, c o m o toridades Nacionales por medio de una acta que havian firmado algunos vecinos
dice en otra parte, como "Gobernador de la C a m p a ñ a " . Aquí no importa tanto d e - incluso el mismo Cura, y que no havian hecho mas tropelía que aprehender y lle-
terminar la veracidad de estas afirmaciones, sino q u e éstas fueron empleadas para varse al Comisario, pues que para las necesidades de la tropa havian dado varios ve-
legitimar el movimiento y ampliar sus bases de sustentación. No hay, con todo, nin- cinos un donativo exigido por Benites.68
guna evidencia firme de que Benítez hubiera actuado siguiendo órdenes de Rosas;
a lo s u m o , parece haberlo dicho a la gente que lo seguía que actuaba en coordina- Más aún, Benítez "había ordenado fusilar a los que robasen" y "Que no sabe ni á
ción con él y relató ante sus interrogadores los infructuosos intentos q u e hizo para oido quejas sobre violencias q u e hubiesen cometido". 6 9 No se trata de un aspecto de
ponerse a su servicio. En posteriores declaraciones, que no p u d o firmar por las h e - menor importancia: tal comportamiento de la montonera implicaba una estrategia
ridas q u e tenía en sus manos —y que sugieren las condiciones de detención— Bení- de alianzas, consensos e identificación precisa de los enemigos que el mismo Rosas
tez se retractaría y habría de confesar "que la reunion de la gente con que asaltó y habría de reiterar tras ponerse al frente del alzamiento rural de 1829. En realidad,
acometió a N a v a r r o y Villa de Lujan, fue obra suya y de su compadre Juan Dias (a) el único asaltado en N a v a r r o fue el recaudador de la contribución directa, como di-
Trabuco". jo el propio Benítez "a fin de auxiliar su gente" y que "con lo demas que quitó al re-
caudador gratificó su jente y se retiró del Pueblo, sin ofender a nadie". 7 0 No deja de
Sin e m b a r g o , en esta misma declaración se justifica con otros motivos:

Especialmente Eduardo GUTIÉRREZ Dramas policiales y Juan Moreira; también José HERNÁNDEZ, Martín Fierro.
60 66
AHPBA, 34-4-66-5, f.7-7v. AHPBA, 34-4-66-5, f.36.
61 67
AHPBA, 34-4-66-5, f.l7v-18. AHPBA, 34-4-66-5, f.l0v.
62 68
AHPBA, 34-4-66-5, f.18. AHPBA, 34-4-66-5, f.ll-13v.
63 69
AHPBA, 34-4-66-5, f. 15. AHPBA, 34-4-66-5, f.38-38v.
64 70
AHPBA, 34-4-66-5, l'.36-36v. AHPBA, 34-4-66-5, f.23v-24.

22 23
ser significativo que más tarde el propio recaudador fuera quien presentara un re- la deserción, las dos obsesiones de las autoridades judiciales y policiales de la déca-
cibo extendido por el propio Benítez por los 40 pesos.71 da. Pero hay algo más: sus seguidores serían satisfechos con las contribuciones im-
En consecuencia, si se reúne el conjunto de evidencias sobre sus dichos y sus ac- puestas a los europeos. ¿Se trata de una reacción contra la contribución directa? Si
tos puede trazarse un cuadro más complejo y menos simple de la montonera. No pensamos que la escasa recaudación incautada fue distribuida entre los montoneros
sólo no hubo actos de robo ni de saqueo generalizados, sino que éstos estaban fir- y que los pulperos fueron obligados a contribuir, no parece descabellado suponerlo,
memente prohibidos. Los principales afectados fueron las autoridades judiciales, pues sabemos que parte importante de ellos eran españoles.75 Otra declaración es
policiales e impositivas, las tres figuras contra las que se dirigía el ataque. Y quizás sugestiva: entre los argumentos que empleó para conseguir seguidores estaba "Que
convenga recordar que las tres eran figuras recientemente creadas por el reordena- también les hacia ver que con la mudanza de gobierno cesaría el pagar derechos por
miento estatal de la década de 1820, todas ellas nacieron como instrumento para po-
las tierras valdías disfrutandolas de valde como antes".76 ¿A qué se refería?: ¿a la
sibilitar el cumplimiento de las nuevas exigencias que pesaban sobre la población
contribución directa?, ¿al régimen de enfiteusis?, ¿o a las crecientes exigencias de
rural y tenían sede en los pueblos de la campaña, donde actuaban como emisarios
arrendamiento de los propietarios, en especial de los enfiteutas? Si la respuesta a es-
del gobierno.
te interrogante no puede ser definitiva, algo es bastante claro: hacía referencia a una
Este comportamiento adquiere mayor significado si se considera que el discurso de las implicancias que estaba provocando la valorización de las tierras.
de Benítez marcaba una crucial distinción entre los "hijos del pais" y los "extranje- El sentido que trasmite este discurso que trato de reconstruir fija una línea de de-
ros". ¿A quiénes se impusieron contribuciones forzosas? Los datos del expediente marcación perfectamente compatible con la anterior y sólo analíticamente diferen-
indican que fue a los principales vecinos de Navarro, pero en su primera declara- ciable. Ésta se expresa menos en los dichos que a través de los hechos y los gestos:
ción, Benítez decía "qe. no contaba con mas recursos qe. las Contribuciones qe. les hombres de la campaña enfrentados a los notables de los pueblos. El contraste es ní-
impondría a los Portugueses y Gallegos sin hacer el menor perjuicio a ningun hijo tido: no hay absolutamente ninguna referencia a que hubieran realizado asaltos, ro-
del Pais", al parecer una orientación que afirmaba haber recibido de los comisiona- bos, y menos aún saqueos en el ámbito rural. Aquí sólo encontramos referencias al
dos del gobierno de Santa Fe para que "impusiesen en los Pueblos de Campaña á reclutamiento forzoso (y, aún en estos casos, Benítez les dijo que los llevaba por la
los Europeos y Extrangeros" y cuidando muy particularmente de "no ofender, ni to- "patria"), pero muchas veces combinadas con "envites". Resulta interesante que las
car cosa alguna a los hijos del Pais, de cuyo cumplimiento devia esperarse seguro el
declaraciones de los reclutados a la fuerza insistieran reiteradamente en un punto:
premio, obteniendo el mando en Jefe de una de las Guardias". 72 El resentimiento
dudaban si la montonera no era una partida policial o militar. Pero, según el propio
contra los extranjeros aparece en otra parte: según Benítez, su compadre dijo que
Izquierdo, el plan de Benítez consistía en "Que la alarma que procuraba difundir
"habia saqueado á Navarro y muerto a los Maturrangos y que lo mismo iba a hacer
en la campaña, era qe. el gobierno proyectaba otra leba con que dejar yerma la cam-
a Lujan" y al parecer aquel le había propuesto que "fueran á robar un gallego á Are-
paña; y que así era necesario no dejar ningun cajetilla, ni quien supiere mas que
co"73
ellos".77 Nuevamente aparece este insulto que habrá de perdurar en lenguaje popu-
Hijos del país enfrentados a autoridades y a extranjeros parece ser la dicotomía lar argentino. Identificamos así una tercera línea de demarcación social que se inte-
básica. El objetivo de deponer a las autoridades locales se asocia entonces con el he- gra a las otras y por la cual los enemigos aparecen claramente definidos:
cho de que el movimiento estaba impregnado de un fuerte sentimiento antieuropeo autoridades, extranjeros, pueblerinos (los "cajetillas"). Aunque de modo difuso, la
y antiextranjero. Dicho sentimiento, sin embargo, se combinó con otros objetivos línea de demarcación no deja de tener connotaciones de clase pero al mismo tiem-
que pudieron movilizar la población rural y concitar su simpatía: en una de sus de- po demarca un espacio social esencialmente rural y opuesto por lo tanto al de los
claraciones, Benítez dijo que los convocó "prometiendoles ser bien pagados, y que pueblos y la ciudad.78 No se trata sólo de una percepción subjetiva, pues un meca-
serian indultados de sus delitos y satisfechos con los intereses de los Europeos aun- nismo preciso los diferencia, separa y enfrenta: la leva, ya que aquellos no sólo eran
que prohiviendoles severamente el hacer ni el mas leve daño".74 Se difundía así un exceptuados, sino que eran quienes debían implementarla. Por algo, los protago-
discurso de reparación, y la promesa de un indulto general debió haber sido escu- nistas principales de las gavillas son desertores o potenciales reclutas.
chada al menos con atención. ¿A qué delitos se refería? No lo sabemos con preci- Ahora todo parece menos simulado, y el apoyo al "sistema federal" adquiere con-
sión pero no es difícil imaginarlo: seguramente debía tener en mente la vagancia y tenidos más claros y precisos. Si se reúnen todas las versiones acerca de los dichos de
75
71 Carlos MAYO (dir.), Pulperos y pulperías de Buenos Aires.
AHPBA, 34-4-66-5, f.40-40v. 76
72
AHPBA, 34-4-66-5, f.21v-23. AHPBA, 34-4-66-5, f.36v.
77
73
AHPBA, 34-4-66-5, f.37v. AHPBA, 34-4-66-5, f.32v-34v (el destacado es mío).
78
74
AHPBA, 34-4-66-5, f.36-36v. Sobre otros modos de expresión de los conflictos sociales en el lenguaje popular cf. Juan Carlos GARAVAGLIA, Po-
der, conflicto y relaciones sociales, pp.29-56.

24 25
Benítez se puede trazar el siguiente cuadro: la operación en Navarro parece ser el ral", el de Rosas estaba dirigido al Congreso y consistía en una prolija enumeración
primer paso de una maniobra más amplia que debía seguir en la Villa y la Guardia de los motivos de oposición a la división de la campaña bonaerense en dos provin-
de Luján. A continuación, debía dirigirse hacia la capital para instalarse en Morón, cias. No eran incompatibles, pero tampoco tenían el mismo sentido. Benítez des-
el pueblo amenazado por una "revolución" en octubre, y desde allí pensaba comu- plegaba una acción circunscripta a la campaña oeste, de carácter violento y
nicarse con Rosas. También dijo Benítez que formaba parte de una operación mili- orientada a deponer a las autoridades locales y al gobierno unitario; Rosas, en cam-
tar más amplia, con fuerzas de apoyo integradas por entre 3000 y 5000 hombres bio, se movía todavía dentro del orden legal. Pero además, el contenido de la peti-
-según las versiones- provenientes de Santa Fe y Córdoba y comandados por los ción de Rosas -y de algunos de los más grandes propietarios de tierras, como
propios gobernadores que debían iniciar la marcha sobre Buenos Aires, a lo que se Anchorena u Obligado— no aludía a ninguna de las cuestiones sociales que invoca-
sumaba un ejército de ingleses y paraguayos en el Tigre, y hasta parece haber pen- ba Benítez durante los asaltos.
sado en un levantamiento de la capital. Resulta imposible determinar por ahora ¿Era Benítez un caudillo local que buscaba pactar y aliarse con Rosas y la facción
cuánto había de cierto en estas versiones que Benítez divulgaba, pero a través de sus federal? Los diversos aspectos reseñados nos inclinan por esta alternativa. Los con-
dichos se presentaba no como un simple subordinado sino como un caudillo local, flictos desatados en Chascomús muestran la necesidad para cualquier facción polí-
aliado a la oposición federal: tica de contar con líderes locales capaces de volcar la opinión de los vecinos y
movilizar a los paisanos. No eran hechos aislados: poco después, en enero de 1827,
y que de este modo se proponía hacerse de gente para su empresa y no solo en Lu- en San Nicolás, al norte de la provincia, fue detenido Manuel Aguiar, acusado de
jan, sinó en Morón y toda la campaña; siendo su objeto hacerse del favor de Don Juan vago y de "andar dismeninando publicam.te. ideas subversivas contra las primeras
Manuel Rosas por el servicio que le prestaba, asi como del de los Governadores de autoriddes del pais, contra la constitución y sus autores: haciendo asi balancear la
Santa Fe y Córdoba.79 opinión de las gentes sencillas y ganando proselitos del desorden".
Como ha sido señalado, en una sociedad donde la plebe rural era intensamente
La evidencia sugiere que Benítez parecía tener planes propios y que para "ha-
refractaria a actitudes de deferencia y sumisión hacia los hacendados, debía desple-
cerse de gente" apeló a una serie de cuestiones muy sentidas por la población rural,
garse una intensa actividad política para movilizar a la población rural tras un cau-
de claras connotaciones sociales y políticas.
dillo,84 y además resultaba decisivo e imprescindible actuar de mediadores y líderes
¿Era Benítez un simple instrumento de Rosas? No hay ninguna evidencia en la
locales en esta construcción política, al menos por dos motivos: por un lado, porque
documentación que permita sostenerlo; más aún, Rosas a fines de 1826, pese a su
ello permitía una más densa y compleja visión de la trama política y social que sus-
prestigio en la campaña, no era aún el líder de la oposición federal y recién comen-
tenta la emergencia del caudillismo, y por otro, porque permitía considerar otras
zaba su acercamiento a esta facción. En este sentido, un aspecto parece significati-
formulaciones e interpelaciones políticas dentro de un mismo movimiento, dife-
vo: mientras el 13 de diciembre Benítez procedía a recoger las firmas de los vecinos
rentes de las que postulaban los jefes de facción y originalmente autónomas. Cual-
más destacados de Navarro en adhesión al "sistema federal", la discusión política
quiera que hubiera sido la relación que efectivamente Benítez pudiera haber
agitaba a la campaña. El 4 de diciembre se leyó en el Congreso el despacho de co-
mantenido con Rosas, algo parece claro: sus acciones y sus dichos muestran cómo se
misión que aprobaba la división de la provincia,80 y el propio Rosas encabezó con su
percibía el federalismo entre los pobres del campo en 1826.
firma una petición para oponerse al proyecto.81 A fines de noviembre, esta convo-
catoria había encontrado firme resistencia entre los vecinos de Chascomús, en la Estos datos nos alejan radicalmente de las visiones tradicionales de la montone-
frontera sur, los cuales apoyaban el proyecto gubernamental.82 El conflicto ilustra ra, que no pueden ser pensadas sólo como bandas de facinerosos y criminales ma-
con claridad la politización que se estaba produciendo en la campaña desde 181683 nipulados por los jefes de las facciones políticas. Es indudable que el estallido de una
y que ahora adquiría mayor intensidad y conflictividad, pero muestra también que montonera fue posterior a la proliferación de gavillas de ladrones y que se apoyó en
la influencia política de Rosas no estaba consolidada ni siquiera en el sur hacia di- ellas, pero este mismo fenómeno no puede ser interpretado sólo en términos judi-
ciembre de 1826. Sin embargo, el petitorio de Benítez sólo se asemeja al de Rosas en ciales y policiales. ¿A qué sectores sociales podía atraer tal convocatoria? Según el
cuanto al método: mientras hacía firmar a los vecinos su adhesión al "sistema fede- propio coronel Izquierdo: "la mayor parte son peones conocidos y aplicados á di-
versos ramos de trabajo en la campaña".85 Sin embargo, no hay ninguna evidencia
79
de que estos peones actuaran siguiendo las órdenes de sus patrones. Una compara-
A H P B A , 34-4-66-5, f.36v (el destacado es mío).
80
Mensagero Argentino, núm. 137(6/12/26).
ción de los pocos datos disponibles acerca de las montoneras de Morón y Navarro
81
LYNCH Juan Manuel de Rosas, p.38; AGN-Policía, 1826, X-14-1-5.
82
A G N , X-13-9-4, Justicia, 1826. 84
Carlos M A Y O , Estancia y sociedad en la Pampa, pp.82-85.
83 85
Fabián H E R R E R O , "Buenos Aires año 1816" y "Una franja del discurso político posrevolucionario". A H P B A , Criminal, 1826, 34-4-66-8, f.!2v.

26 27
la década de 1810. Mis datos, basados en denuncias y actuaciones judiciales por las
puede ayudar a tener una idea más precisa de los sectores sociales d o n d e podía re-
clutarse una montonera. actividades de gavillas, indican que si en 1825 se denunció la presencia de al menos
6, durante 1826 esas denuncias se elevaron a por lo menos 47. Ello parece mostrar
la quiebra del orden social rural y el carácter social y político del aumento de la cri-
minalidad, la cual no puede ser desligada de la feroz presión enroladora desplega-
da para satisfacer las necesidades del ejército en la guerra con Brasil y para
fortalecer la frontera con los indios. Más aún, 28 de estas gavillas actuaron en la
campaña cercana (incluyendo los partidos del oeste, Flores, Matanza y Morón) y 13
en la campaña oeste (especialmente en los partidos de Lobos, Navarro, Areco y Lu-
jan), es decir, las zonas de acción de las montoneras. No casualmente el encargado
de la recaudación de la contribución directa denunciaba en noviembre de 1826 las
"circunstancias de estar inundada de Ladrones la Campaña .y especialmente el dis-
trito de Navarro, Lobos y Matanza, de qe. está encargado".86
Ello sugiere que el incremento de la criminalidad estaba directamente asociado
a la creciente presión estatal sobre los paisanos de la campaña y que, tanto en su ori-
gen como en las respuestas que generó, tenía directas connotaciones políticas.

Fuentes: AHPBA, Juzgado del crimen, 34-4-67-2 y 34-4-66-8


CONCLUSIÓN
Los casos analizados son muy diferentes, y ello invita a excluir cualquier modelo in-
¿Qué nos muestran estos datos? Ambos movimientos eran socialmente hetero- terpretativo simple sobre la acción colectiva y sus motivaciones. En un contexto de
géneos, pero su carácter popular rural es indudable. Lo más llamativo es la com- transformación agraria que modificaba los modos anteriormente aceptados de ac-
pleta ausencia de indígenas, dato que contradice la versión más tradicional de las ceso a los recursos, las alusiones a la tierra aparecen de modo muy distinto. En San
montoneras y lo que podrá verse en los grupos alzados en la frontera sur en 1828/29.
Pedro, la cuestión era clara y directa, pues el conflicto se articulaba en torno a una
El papel de los desertores era importante, pero tampoco puede exagerarse: parece
solicitud de desalojo y a una disputa abierta por la tierra. En Navarro, en cambio,
que fueron entre 1/3 y 1/5 de los miembros; sin embargo, su incidencia pudo haber
la cuestión aparecía más difusa, aludida ocasionalmente como un reclamo frente a
sido mayor para conformar el núcleo inicial y, sobre todo, para suministrar líderes
las nuevas pautas y cargas que comenzaban a regir el acceso a ella. Se ponen en evi-
con experiencia militar. A su vez, las montoneras parecían apelar a una serie de la-
dencia así las diferentes situaciones que estaban coexistiendo y los muy diferentes
zos sociales previos, en especial de parentesco (en ambas aparece como un núcleo
grados de consolidación y cristalización del régimen de propiedad, 87 en especial en-
básico) y vecindad, así como a otros forjados en experiencias de sociabilidad com-
tre las tierras ribereñas y de antigua colonización y las de frontera.88 En ambos ca-
partidas, como el ejército, la milicia o la pulpería. El dato central parece provenir de
sos, la cuestión de la tierra y el conjunto de los recursos es inseparable de las
la moderada presencia de peones (entre 1/4 y 1/3 de los miembros), lo cual des-
percepciones populares de su relación con el Estado. En San Pedro, la reivindica-
miente la idea tradicional de que los montoneros eran el séquito de un terratenien-
ción del derecho de propiedad se vinculaba a dos cuestiones de indudables conno-
te basado en el peonaje, a la vez que la idea de que el comportamiento político y
taciones políticas: por un lado, la exigencia del cumplimiento de un pacto; por otro,
social de los "gauchos" debía ser radicalmente opuesto al de los labradores, consi-
derados como una clase "útil y laboriosa" —por el contrario, la presencia de labra- la búsqueda de una consagración institucional de su autonomía. Si el incumpli-
dores era igual o superior a la de los peones: entre 1/4 y 1/2. En términos miento de la promesa suponía la ruptura de un pacto, era también un agravio y una
cuantitativos, predominaba indudablemente el desprecio social del que eran objeto: negación de los servicios prestados al estado. En Navarro y Luján apareció también
testigos y autoridades no habían dudado en calificarlos como vagos, jugadores, be- este deseo de reparación y desagravio hacia "los hijos del país". El contexto político
bedores, perjudiciales y ladrones -consideraba así entre 1/2 y 2/3 de ellos—, es decir, es el que daba sentido a estas aspiraciones. Hacia diciembre de 1826, la mayor par-
eran aquellos que habrían de caer preferentemente dentro de la figura de la vagan- te de las provincias habían rechazado el proyecto de constitución elaborado por el
cia y, por lo tanto, ser sometidos a la leva forzada.
86
AGN-X-13-10-1, Gobierno y Justicia,1826.
La leva y la deserción que la seguía parecen haber estado directamente asociadas El mejor estudio sobre e! tema es el de Mariana CANEDO, Propietarios, ocupantes y pobladores.
88
a la proliferación de gavillas de salteadores, que no dejaron de incrementarse desde Raúl O. FRADKIN, "Procesos de estructuración social en la campaña bonaerense (1740-1840)".

28 29
gobierno unitario de Rivadavia, en el interior se había desatado la guerra civil, y la frontera bonaerense. Chascomús y Ranchos, 1800-1840." Quinto Sol. Revista de
Córdoba y Santa Fe aparecían en el frente de oposición. A su vez, la idea expresa- Historia Regional, (Santa Rosa) 4:4 (2000), pp. 11-38.
da por Benítez de imponer a Rosas como comandante o gobernador de la campaña BONILLA, Heraclio y SPALDING, Karen. "La Independencia en el Perú: las palabras
nacía mientras la provincia estaba políticamente convulsionada frente a otro pro- y los hechos." En: BONILLA, Heraclio, et. al. La independencia del Perú. Lima:
yecto polémico del gobierno unitario durante ese año: la capitalización de la ciudad IEP, 1973, pp.15-63.
de Buenos Aires y su área rural inmediata primero, y la posterior división del resto CANEDO, Mariana. Propietarios, ocupantes y pobladores. San Nicolás de los Arroyos,
de la provincia. Un proyecto tan conflictivo que volcó decididamente a amplios sec- 1600-1860. Mar del Plata: GIHRR-UNMDP, 2000.
tores —entre ellos al propio Rosas— hacia el bando federal. Esta tensión política sería CANSANELLO, Oreste C. "Las milicias rurales bonaerenses entre 1820 y 1830." Cua-
incomprensible sin considerar las que provocaban la guerra con Brasil, las levas dernos de Historia Regional (Luján) 19 (1998), pp.7-51.
—que a fines de 1826 prácticamente sólo se podían realizar en la campaña bonae- CASTRO, Daniel. "Cuatro siglos de agrimensura en Buenos Aires." Todo es Historia
rense— y los conflictos con los indios en la frontera, que por entonces se intentaba (Buenos Aires) 198 (1983), pp.40-61.
consolidar con el establecimiento de tres nuevos fortines y el consiguiente recluta- CONTADOR, Ana María. Los Pincheira. Un caso de bandidaje social. Chile 1817-1832.
miento de tropas. Santiago de Chile: Bravo y Allende Editores, 1998.
Algo más es muy claro y cuestiona decididamente la visión tradicionalmente DE LA FUENTE, Ariel, "'Gauchos', 'Montoneros' y 'Montoneras'." En: GOLDMAN,
aceptada: no existe posibilidad alguna de explicar estos casos a partir de una rela- Noemí y SALVATORE, Ricardo (comps.). Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas
ción de clientelismo entre terratenientes y peones forjada en el interior de las rela- a un viejo problema. Buenos Aires: EUDEBA, 1998, pp.267-292.
ciones de producción de la estancia. El caso de San Pedro es paradigmático en este FLORES GALINDO, Albert. Aristocracia y plebe. Lima, 1760-1830. Lima: Mosca Azul
sentido, pero puede postularse que fue bastante excepcional. Sin embargo, la infor- Editores, 1984.
mación disponible sobre las montoneras de Morón y Navarro tampoco avalan esta —Buscando un Inca. Identidad y utopía en los Andes. México: Grijalbo, 1988
interpretación. En este sentido, Reynoso y Benítez, los líderes de San Pedro y Na- FRADKIN, Raúl O. '"Según la costumbre del pays': arriendo y costumbre en el Bue-
varro, se nos aparecen como opuestos y, sin embargo, complementarios. ¿Por qué nos Aires del siglo XVIII." Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana
opuestos? En San Pedro nos encontramos con un privilegio de la acción pacífica y Dr. Emilio Ravignani (Buenos Aires: FF y L) 11 (1995), pp.39-64.
legal, pero apoyada en las armas; en Navarro el privilegio era de la acción armada —"Entre la ley y la práctica: la costumbre en la campaña bonaerense de la primera
y violenta, sin referencia alguna a la acción judicial. En San Pedro se buscaba el apo- mitad del siglo XIX." Anuario deI.E.H.S., 12 (1997), pp.141-156.
yo, la complicidad o como mínimo la tolerancia de las autoridades locales estableci- —"Procesos de estructuración social en la campaña bonaerense (1740-1840): ele-
das; en Navarro se buscaba deponerlas y sustituirlas. En San Pedro los campesinos mentos para la discusión." Travesía. Revista de Historia Económica y Social (Tucu-
eran milicianos del Estado y buscaban su patrocinio; en Navarro eran desertores del mán)l,(1998)pp.41-62.
ejército que buscaban un nuevo patrocinio en lo que puede ser pensado como una —"Représentations de la justice dans la campagne de Buenos Aires (1800-1830)."
vía para una reparación de los agravios. Pero en ambos casos, y por estrategias Études Rurales, (Laboratoire d'Anthropologie Sociale, CNRS, EHESS) 149/150
opuestas, el objetivo era preservar y ejercer la autonomía, aun dentro de relaciones (enero-junio 1999), pp.125-146.
de cierto patrocinio; desde esta perspectiva, en ambos se trataba de opciones y es- GARAVAGLIA, Juan Carlos. Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria
trategias políticas. Estrategias políticas diferentes pero con objetivos precisos y de la campaña bonaerense, 1700-1830. Buenos Aires: Ediciones de la Flor-IEHS-
adaptadas al contexto político, con un sentido, por cierto, muy distinto al que podí- Universidad Pablo de Olavide, 1999.
an otorgarle sus aliados superiores circunstanciales. —Poder, conflicto y relaciones sociales. El Río de la Plata, XVIII-XIX. Rosario: Homo
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