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A- Indicar en no más de 10 líneas qué tipos de repertorio consumidos por las burguesías
en el siglo XIX.
La música consumida por las clases burguesas del siglo XIX era la “Música de salón”. Éste es el
nombre genérico que se le da a la música que se consumía en el seno de sus respectivos hogares
(refiriéndose, más puntualmente, a la música para piano, mobiliario que podía existir
normalmente en las casas). Se consideran piezas de salón las habaneras de Cervantes, las
paráfrasis sobre temas de ópera, los joropos, las vidalitas, las marineras, y también lo son los aires
nacionales, las mazurcas de Chopin o los impromptus de Schubert. Es posible distinguir tres
apartados fundamentales dentro de la música de salón: 1.- Música de baile: habrá de recordarse
que el baile representó una de las pocas formas sancionadas de contacto entre los jóvenes y que
fue, por ello mismo, una de las entretenciones favoritas de la sociedad decimonónica. Si bien
solían organizarse suntuosos bailes donde alguna orquesta amenizaba la velada, lo cierto es que
la mayor parte de los bailes fueron caseros. 2.- Música de salón propiamente dicha: encontramos
las mismas formas bailables, pero que se transforman sutilmente para convertirse en piezas para
ser escuchadas solamente. Por otra parte, los repertorios de salón se complementan con un
increíble arsenal de “piezas características”. Éste (el carácter) fue un elemento central de la
punto de contacto más notable de éstos con la estética romántica. Las “piezas características”,
fueron habitualmente para piano, y tuvieron como intención fundamental la expresión de algún
estado de ánimo o la proyección de alguna idea programática que estaba acotada, por lo general,
desde el título de la obra y a menudo también desde la litografía que hacía las veces de carátula.
musicales, etcétera que constituyó una de las formas favoritas del repertorio de salón; la segunda,
es la de las piezas nacionales. 3.- Música de tertulia o de concierto: con estas denominaciones, no
necesariamente se implica que las obras se tocaban en conciertos tal y como se los conoce
actualmente, sino más bien que las partituras en cuestión poseen un nivel equiparable al de los
repertorios que solían tocar los grandes intérpretes. Por otra parte, hubo ocasiones en las que el
salón se transformó para dar cabida al repertorio de concierto en forma pública. En diversas
naciones, las sociedades filarmónicas tuvieron salones públicos donde algunos ejecutantes
Eli han realizado un útil y documentado resumen de los principales géneros locales del continente,
agrupándolos en rubros generales y desgranando cada uno de ellos según sus características, ya
musicales, ya coreográficas. En dicha obra, las autoras, permiten concluir que todas las
distinciones que los términos de la música criolla latinoamericana implican, son, en realidad,
matices de una realidad musical más amplia, que se difundió por varios países y regiones; estos
identidad única y local, sino más bien manifestaciones extendidas por una vasta geografía. Esos
complejos etnomusicológicos, en los que pueden agruparse las diversas especies locales, son ocho
y llevan los nombres de una especie musical “prototipo”: del huayno, de la zamacueca, del
son caribeño y de la canción. Bajo cada uno de estos rubros es posible agrupar diversas formas
que fueron empleadas por los compositores del siglo XIX como materia prima al forjar
identidades sonoras distintivas. Es importante resaltar que el carácter de estas danzas resulta
crucial al momento de agruparlas bajo estos ocho conjuntos. En el conjunto del huayno se
localizan obras de carácter triste y melancólico, típicamente interpretadas por quena, charango y
bombo. Extendido por Perú, Bolivia y Ecuador, sus ramificaciones alcanzan Chile, Argentina
Paraguay y Uruguay. Pertenecen a este complejo danzas como la arcaica baguala, la vidala
argentina, el yaraví (Perú, Bolivia —en donde también es llamado estilo— y Ecuador), el triste
(Argentina, Perú, Bolivia), el sanjuanito ecuatoriano y el carnavalito (Argentina, Bolivia). Como
plañidero, a veces pesimista y fatalista. Aun el sanjuanito y el carnavalito, los integrantes más
festivos del complejo, van teñidos de un dejo de nostalgia. La zamacueca es un baile que se
nacional de Chile, conforman este conjunto: el bailecito (Argentina, Perú, Bolivia), la marinera
(Perú) —que es, en realidad, la misma chilena o cueca chilena, pero nombrada diferente tras la
guerra entre ambos países—, la zamba argentina, la resbalosa (Argentina, Perú, Chile), la
chacarera (Perú, Argentina) y el afamado gato (Argentina, Perú, Chile, Uruguay). El carácter
punto es uno de los más extendidos del continente. Su medio instrumental primigenio, la guitarra,
se multiplica en versiones locales como el tres, el cuatro, la mejorana y algunos más; sus textos
suelen recurrir a la décima como metro básico y de su carácter bailable se desprenden zapateados
y escobilleos. Entre sus géneros más cultivados se cuentan la cifra (Argentina, Uruguay), el
(Cuba, Dominicana, Panamá), el galerón (Venezuela, Colombia), el seis portorriqueño, los sones
de baile popular en la colonia, tales como la jota, la petenera, las boleras y el fandango, son fuentes
a las que se remontan las danzas de este conjunto. Las contradanzas se originan en la primigenia
country dance inglesa, que pasó por diversos países de Europa antes de llegar a América. En el
Nuevo Mundo su ritmo tradicionalmente ternario se hizo binario, generando así dos grupos
su baile de parejas —a veces sueltas, a veces enlazadas, a veces independientes—, guardan una
fuerte relación con algunas formas de danzas ternarias europeas, tales como el minuet y, sobre
todo, con el vals, una forma de baile que acabó por tomar carta de identidad en cada uno de los
países en los que, invariablemente, se cultivó con furor y éxito desmesurados. En este famoso
conjunto se cuentan el cielito (Uruguay, Bolivia, Chile, Paraguay), el pericón (Argentina,
Uruguay, Paraguay, Chile, Perú), la mazurca (México, Colombia, Puerto Rico, y llamada ranchera
como hemos dicho, se distendió urbi et orbi desde San Petersburgo hasta México, y desde Viena
hasta la Patagonia. Para cifrar su carácter, nada mejor que recordar que fue la forma de baile que
significó el paso de la pareja suelta a la pareja tomada, de ahí que fuera prohibido desde tiempos
de la Inquisición novohispana y, por ello mismo, inmensamente popular desde entonces. Su paso,
vertiginoso e intenso, fue atemperado en ocasiones para volverlo la danza elegante por
antonomasia, y a la que en algunos países se llamó vals tropical. Pero en general, predomina en
todo el complejo de contradanzas ternarias lo ágil, lo gracioso, aunque a menudo esto se contrasta
con partes menos agitadas. Pertenecen a este conjunto la polca, bailada en toda Latinoamérica,
pero con presencia pertinaz en Uruguay, Brasil, Perú, Colombia, Nicaragua y México; el punto
guanacasteco de Costa Rica; el maxixe brasileño; la contradanza que desde Cuba se irradió por
todo el continente (a veces llamada cuadrilla, cotillón o lanceros, en atención a sus diversas
supuesto, la famosa danza o danza habanera, también cultivada en todos los ámbitos.
Encontramos en seguida el grupo de la samba y la rumba, que se expande a lo largo de las aguas
atlánticas, desde el Caribe hasta el Río de la Plata, con famosas creaciones que son sinónimo de
(Uruguay y Argentina), la conga cubana, la marcha brasileña (que no es lo mismo que una común
humorístico, es típico de este conjunto. Bajo el conjunto del denominado son caribeño, se
agrupan diversas manifestaciones bailables como la cumbia (Colombia, Panamá), el paseo o son
amplio término de complejo de la canción, se pueden agrupar las más diversas manifestaciones
que no se originaron en las formas de danza y que, a decir de Gómez y Eli, denotan “una curiosa
amalgama: el corte y la manera de decir son románticos, pero la organización en secciones, las
fórmulas carenciales y el tramaje interválico son resultado de una técnica clásica”. De hecho, este
conjunto musical guarda un vínculo natural con la ópera, con las melodías lunghe (largas) que
dijera Verdi y que, efectivamente, han dado voz a la emoción escénica de tantas letras y versos
que en cada país se sienten propios y únicos. Pertenecen a este conjunto la vidalita uruguaya, de
carácter melancólico y triste; el festivo y alegre aguinaldo (Venezuela, Puerto Rico, Dominicana),
las canciones rancheras mexicanas, el tono argentino, de carácter grave y declamatorio; el lírico
estilo (Argentina, Uruguay, Chile), la milonga (Argentina, Uruguay), que según el país donde se
cante es un lamento o una canción menos fatalista y que además acompaña las denominadas
payadas; la habanera, que es lo mismo que la danza habanera, pero con letra cantada; el tango
(Argentina y Uruguay), el lundú brasileño, emparentado con el batuque; los choros, las modiñas
o modinhas, y las enboladas del Brasil, el bambuco, que se llevó su carácter alegre desde su
originaria Colombia a Venezuela, Cuba y otras partes del Caribe que también lo consideran suyo;
corrido mexicano y, por supuesto, el bolero, que se canta también a lo largo y ancho del
continente.