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Escuela Manuel Belgrano

¿Córdoba, Argentina?

La arquitectura sintetiza el espíritu de una civilización (o por lo menos debería hacerlo).


Encontrarnos con una arquitectura brutalista en nuestra ciudad, y no en la Europa de
posguerra, constituye ya en sí un punto cuestionable. El discurso del edificio se acerca
quizá demasiado a los ideales corbuserianos, que, como muchos otros de los seguidores
del arquitecto, comenzaron a reproducir sus prácticas en distintos lugares del mundo.
Muchas de estas reproducciones se hicieron sin tener en cuenta el contexto en el que se
apoyarían. ¿Córdoba deja de ser Córdoba en esa porción de ciudad?

Le Corbusier aprobaría todas las decisiones proyectuales de sus arquitectos, quienes, en


ese entonces, probablemente un poco influenciados por las modas, eligieron un discurso
ligado a la reconstrucción. Quizá retoman un eco de la Restauración Nacionalista. Un
manifiesto a la reformulación de la educación en la Argentina, teniendo al arte y a la
arquitectura como formas de educar y de encontrar la identidad propia de nuestro país.
¿Qué mejor manera de demostrar la unión entre arquitectura y educación que en la
construcción de un colegio secundario? No es casualidad que esta ruptura con lo anterior
se haya dado en 1960, década de cuestionamientos y revoluciones populares, de
quiebres y de ruptura.

Hay una nueva lectura, una nueva forma de entender la manera en que funcionan los
colegios. Tiene una visión innovadora de la tipología escolar, ven el ámbito escolar como
un elemento urbano y una forma de entender la escuela como algo más que aulas en las
que impartir lecciones. Entiende la escuela desde el patio como actividad central. Toman
partido y refuerzan su decisión retirando todas las aulas hacia atrás para permitir que el
volumen de vacío del patio central se abra hacia el Suquía, acompaña este gesto con la
inclinación de la cubierta, pesa más el vacío.

Se jacta de las ventajas de su emplazamiento, aprovecha el sol y el cielo azul propios de


Córdoba, y permite que formen parte de su discurso, los invita a entrar y los transforma en
un elemento con textura que reclama su protagonismo en el gran patio central. Los
parasoles, teñidos en rojo y amarillo juegan con los tonos de luz solar durante el día. Los
muros de piedra del patio, refuerzan la idea de textura y materiales propios de la zona,
retoman la tradición constructiva. La luz juega con los volúmenes de circulación, las
rampas proponen un recorrido espacial que dota de un cierto dinamismo el regreso a las
aulas, un recorrido en el que se envuelven conversaciones y comentarios sobre el recreo,
que llegan hasta arriba y retumban en la gran cubierta.

En los salones de clases, bañados en luz natural, se puede ver un gesto de otorgar aún
más centralidad a ese patio repleto de actividades (casi como un ágora), todas las aulas
tienen ventanas que de alguna forma hacen más permeable el límite entre ellas y el
espacio central. Trabajan con distintas escalas de aproximación, la idea de que la ciudad
abraza y contiene al patio, y a su vez la manera en que el patio tiene la misma función con
las aulas. Mantiene un límite entre interior y exterior casi imperceptible, retoma toda la
ciudad y la hace formar parte del vacío. Utilizan el patio como espacio intermedio entre lo
urbano y las aulas, de alguna forma lo toman como escenario para otro tipo de
aprendizajes. No es aula ni es ciudad, está entre medio.

Patio central escuela Manuel Belgrano, Córdoba, Argentina 1960 - 1971

El choque con una masa de hormigón con elementos discursivos propios de Europa y del
ideal imaginario de un hombre que nunca estuvo en la ciudad, nos haría decir en un
principio que esta obra es totalmente ajena a la sociedad del momento. Al adentrarnos en
ella y caminarla, notamos el porqué de su distribución, un nuevo planteo de escuela
flexible que atenta con el status quo de aquel entonces, manifiesta ideas de cambio, aires
de renovación. Su emplazamiento y manera de ser, nos reflejan la sociedad de la década
del 60, mundialmente conocida por sus rebeliones y también a los cordobeses de aquel
entonces, que fueron gestando en ese momento el Cordobazo, con la construcción de
esta escuela a la par. Revolución va siempre de la mano de quiebre, si bien la obra tomó
elementos clásicos propios de la arquitectura de Le Corbusier, nos demuestra con sus
gestos que no es ajena a quien la habita ni a la ciudad de la cual forma parte, no es mera
copia de la sociedad europea ni desatiende a la argentina, sino que es en sí revolución, a
pesar de tener un discurso morfológico que ya habíamos visto antes.

Emilia Koritschoner Guma

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