MÓDULO 0810 - SEMINARIO DE INVESTIGACIÓN II: TEMAS DE INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 1

UNIDAD I. INDICE

INVESTIGACIÓN SOBRE TEORIA DE LA PERSONALIDAD ................................................2

PERSONALIDAD La teoría de la personalidad como respuesta a las preguntas
de que, como y por que .............................................................4
Estructura...............................................................................5
Proceso ..................................................................................5
Crecimiento y desarrollo ........................................................6
Psicopatología y cambio de la conducta ...................................7
Resumen ...................................................................................7
Teoría de la personalidad como concepción el hombre y
Lectura 1
estrategia de investigación ........................................................8
Pervin, L. A. (1979). Teoría de la personalidad (cap.
Teoría y problemas teóricos: pasado, presente y futuro .........11
1). Personalidad: teoría, diagnostico e Evaluación de las teorías .....................................................12
investigación. Bilbao: Descleé de La teoría y la historia del progreso científico........................13
Brouwer. La teoría y el estudio de la personalidad .............................14

UNIDAD I. INVESTIGACIÓN SOBRE PERSONALIDAD

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TEORIA DE LA PERSONALIDAD
Foco del Capítulo: ¿Cómo definir la personalidad? ¿Cómo
organizar nuestros conocimientos relativos a su funcionamiento
para así explicar ciertas conductas y barruntar las futuras
direcciones de la investigación? ¿Cuál es la finalidad de las
teorías de la personalidad y cuáles son los criterios de evaluación
de las mismas? ¿Tiene repercusiones importantes la adopción de
una o de otra teoría? Estas son algunas de las preguntas que
nos vamos a formular en este capítulo. En él discutiremos la
naturaleza de las teorías, veremos cuál es el campo que ha de
abarcar una teoría de la personalidad, cuáles son los criterios
para evaluar a las teorías. Las teorías de la personalidad no se
basan únicamente en hechos, sino que además están muy
incluidas por las personalidades de los psicólogos que las
elaboraron. Por consiguiente, vamos a considerar a la
construcción de una teoría como empresa tanto científica como
humana. Por último, estudiaremos el papel desempeñado por la
rivalidad entre las diversas teorías en el desarrollo de las
revoluciones científicas.
Este libro trata de la personalidad. Explora nuevas áreas
del funcionamiento psicológico, nuevas ideas sobre los diversos
determinantes de la personalidad, y el campo cada vez más
abundante de los métodos de estudio de la misma. En suma, es
una exploración que lleva a una mejor comprensión de los
móviles de la conducta concreta, y nos enseña el camino a seguir
en el futuro para mejorar dicha comprensión.
El psicólogo pretende comprender las pautas recurrentes
de la conducta humana. Toda persona y todo acontecimiento son
algo pico, ya que, por no citar más que una razón, los hechos
ocurren en espacio y en el tiempo, y no pueden darse dos
hechos en un mismo espacio y a un mismo tiempo. Sin embargo,
entre las personas y entre los hechos puede darse la suficiente
semejanza como para consideraras idénticos.
En psicología, el campo de la personalidad se ocupa del
individuo n cuanto totalidad y de las diferencias individuales. Aun
reconociendo que todas las personas son similares en algunos
aspectos, el teórico de la personalidad se interesa
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particularmente por las diferencias existentes entre las personas
¿por qué unos tienen éxito y otros no, por qué unos perciben las
cosas de una manera y otros de otra diferente, por qué hay tanta
diversidad de talentos, y por qué unos enferman mentalmente y
otros no? Mas aún, aunque muchos aspectos del funcionamiento
humano puedan ser estudiados separadamente (por ejemplo, el
aprendizaje, la percepción y la motivación), el teórico de la
personalidad intenta comprender la conducta a través de la
interacción entre los distintos aspectos del funcionamiento
individual.
La investigación de la personalidad no estudia el proceso
de la percepción en cuanto tal, sino más bien el modo cómo los
individuos difieren en sus percepciones, y la manera cómo estas
diferencias se relacionan con su funcionamiento global. El
estudio de la personalidad se concentra no sólo en un
determinado proceso psicológico, sino también en la interacción
existente entre los distintos procesos. La interacción entre dos
procesos para constituir una totalidad integrada frecuentemente
implica algo más que una comprensión de cada uno de ellos por
separado. En general, las personas funcionan como totalidades
organizadas, y desde esta perspectiva de su organización u
«totalidad», es desde donde tenemos que comprenderlas.
Por eso, aunque el término personalidad no incluya todas
las conductas humanas, son pocos los aspectos del
funcionamiento humano que no reflejan y expresan a la
personalidad de un individuo. Entonces, ¿cómo definiremos a la
personalidad? En el momento presente no hay una definición
absoluta y aceptada por todos. Para el hombre de la calle, quizá
signifique un juicio de valor - estimamos a otra persona porque
tiene una personalidad agradable. Para el científico estudiar, y
generalmente refleja los procedimientos empíricos que utilizará
en la investigación de los mismos. Así, si define a la personalidad
en términos de las operaciones biofísicas del organismo, el
psicólogo estudiará los aspectos bioquímicos y fisiológicos del
funcionamiento del individuo, y utilizará las técnicas adecuadas a
estas áreas de la investigación. La personalidad puede ser
definida en términos de características (rasgos) de los individuos
directamente observables en su conducta, o en términos de
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características, tales como los procesos inconscientes, que son
inferidas de la misma. Ejemplo de estas últimas son los
mecanismos de defensa, acentuados por la teoría psicoanalítica.
Toda definición lleva a una concentración en unas
determinadas conductas y a la utilización de distintas técnicas de
investigación. Por último, la personalidad puede ser definida
estrictamente en términos de la interacción del individuo con sus
semejantes, o en los de los roles que una persona adopta y se
atribuye a sí misma en su funcionamiento social.
Por consiguiente, queda claro que las definiciones de la
personalidad son muy abundantes, y que todas ellas han sido
utilizadas. Pueden ser más concretas o más abstractas; pueden
describir procesos internos del individuo, o fijarse en su
interacción con los demás; lo directamente observable, o aquello
que ha de ser inferido; lo exclusivo de un individuo, o lo común a
la mayoría o a la totalidad de los individuos. A la hora de
considerar a las diversas definiciones de la personalidad
conviene tener en cuenta dos cosas: a) toda definición tiene que
ser, y de hecho es, reflejo de las conductas que constituyen el
foco de atención del investigador, y de las técnicas empleadas en
el estudio de las mismas; b) no hay ninguna definición de la
personalidad verdadera o falsa, y más en nuestros días, en que
carecemos de una teoría universalmente aceptada sobre los
aspectos básicos del funcionamiento de la personalidad. Hasta
este momento, las definiciones de la personalidad son útiles para
el investigador, tanto en lo que respecta a su tarea investigadora,
como en lo relativo a la comunicación de los resultados de la
misma; asimismo son útiles para la ciencia psicológica, por
cuanto que conducen al conocimiento de las personas y a la pre-
dicción y control de su conducta.
Los filósofos existencialistas han señalado tres modos
humanos de expresión: el Umwelt, o inundo de lo biológico; el
31ilwell, o mundo de las relaciones con los demás; y el Eigenweh
o inundo de las relaciones con uno mismo. Es probable que, en
el futuro, nuestra definición y comprensión de la personalidad
englobe a todas estas facetas del funcionamiento del individuo, y
sea un reflejo de nuestra comprensión de las relaciones
existentes entre lo biofísico, lo interpersonal. Además, esta
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conducta ha de ser susceptible de observación y medición por los
investigadores, nuestra definición afirma que Ias personas no
actúan en el vacío, sino que responden a situaciones y se
expresan en relación con situaciones.
En esta definición, y en todo este libro, se hallan implícitas
ciertas convicciones personales relativas a la naturaleza de la
personalidad humana. Ellas son las siguientes:
El hombre es algo único entre todas las especies. Las
características exclusivamente propias del hombre tienen un
interés particular para el estudio de la personalidad. Comparado
con los miembros de las demás especies, el hombre tiene una
dependencia mucho menor de los factores biológicos o
fisiológicos, y depende mucho de los factores psicosociales. Su
dependencia de las fuentes primarias de motivación, tales como
la comida, el hambre o la sed, es mucho menor que la de los
miembros de las demás especies. La capacidad humana de
pensamiento conceptual y de lenguaje significa que el hombre
puede simbolizar, comunicar y transmitir pautas de conducta
aprendidas (cultura) en un grado único entre las especies. Esta
capacidad de simbolización supone además una perspectiva
temporal más amplia en el hombre, el cual puede percibir el
pasado, el presente y el futuro, y por consiguiente, no depender
tanto de la estimulación inmediata. Además supone la capacidad
de reflexionar sobre sí mismo; la persona '`"coto) puede
considerarse a sí misma como objeto; es decir, es capaz de
reflexionar sobre sus experiencias, puede ser mar sobre si
misma.
La complejidad se debe también al hecho de que la
conducta es producto no sólo de las personalidades, sino
también de sus situaciones.
La conducta no siempre es lo que aparenta. Con ello
queremos decir que no hay una relación fija entre una
determinada conducta y las causas productoras de la misma.
Esto se deriva del párrafo anterior, ya que pueden darse causas
muy diversas para una misma conducta en las distintas
personas, y en una misma persona pero en ocasiones diversas.
Para determinar la significación o el sentido que un acto posee
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para un individuo, es preciso saber algo de esta persona y de la
situación en la cual realizó dicho acto.
No siempre controlamos ni somos conscientes de los
factores que determinan nuestra conducta. Esta afirmación es
consecuencia directa de la noción del inconsciente, pero para
sustentarla no es preciso aceptar la totalidad de la teoría
freudiana del inconsciente. Con ella indicamos simplemente que,
en ocasiones, somos incapaces de explicar las razones por las
cuales hemos actuado o deseado actuar en contra de nuestros
deseos manifiestos. Estas acciones, ya sean importantes o
insignificantes, frecuentes o infrecuentes, ocurren y, por tanto,
necesitan ser explicadas de algún modo.
Estas características del funcionamiento humano
complican enormemente nuestros intentos de diagnosticar,
interpretar y predecir la conducta. Ellas dan a indicar que, de
ordinario, no captamos más que la superficie de las personas.
Pero el estudio de la personalidad, a pesar de esto, tiene buena
dosis de interés, debido a las sorpresas frecuentes que nos
brinda y a las intuiciones ocasionales que nos depara.
Resumiendo, la ciencia de la personalidad intenta
comprender cómo son las personas, aun reconociendo que los
individuos son, en muchos aspectos, algo único. Trata de
descubrir, comprender y explicar, las regularidades y
consistencias de la conducta humana. Además, la ciencia de la
personalidad elabora teorías que nos ayuden a ordenar los
fenómenos y nos indiquen estrategias para investigaciones
ulteriores. Hay muchas teorías de la personalidad, desde la
utilizada por el hombre de la calle en su vida cotidiana, hasta
aquellas complicadas técnicas.
La teoría de la personalidad como respuesta a las
preguntas de que, como y por que
Aunque los teóricos de la personalidad quizá estudien uno
u otro aspecto del funcionamiento psicológico, toda teoría que
pretenda ser completa tiene que responder a preguntas corno las
que siguen: ¿Cómo pueden las personas ser conscientes en sus
conductas y, al mismo tiempo, mostrar tanta variedad a lo largo
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del tiempo y de las distintas situaciones? ¿Cómo se desarrolla la
personalidad? ¿Cómo explicar la psicopatología? Al responder a
estas preguntas, toda teoría tiene que ser descriptiva y
explicativa; debe describir los hechos y sugerir explicaciones
para los mismos.
Si seleccionamos a un individuo y lo estudiamos
intensamente, nos interesa conocer cómo es esa persona, cómo
ha llegado a ser lo que es y por qué se comporta de ese modo.
Bien se trate de ese individuo, o bien de grupos de individuos, la
teoría de la personalidad tiene que responder a las cuestiones de
qué, cómo y por qué. «Qué» hace referencia a las características
de la persona, y al modo como ellas se organizan entre sí. ¿Es
una persona honesta, constante, y con una gran necesidad de
éxito? «Cómo» se refiere a los determinantes de su personalidad
actual. ¿Hasta qué punto, y de qué manera interactuaron las
fuerzas genéticas y ambientales para producir este resultado?
«Por qué» se refiere a las causas de la conducta individual. Las
respuestas a esta pregunta hacen alusión a los aspectos
motivacionales de la persona —por qué se mueve, y por qué se
mueve precisamente en esa dirección específica. Si una persona
intenta atesorar una fortuna, ¿por qué escoge este camino
particular para conseguirla? Si un niño se porta bien en la
escuela, ¿es para complacer a sus padres, para usar sus
talentos, para alimentar su autoestima, o para lucirse ante sus
compañeros? ¿Una madre es hiperprotectora porque es muy
afectiva, porque quiere dar a sus hijos algo que a ella le faltó en
su infancia, o porque quiere evitar toda expresión del odio y
hostilidad que siente con respecto a su hijo? ¿Está deprimida una
persona porque fue humillada, porque perdió a un ser querido,
porque se siente culpable? La teoría debería ayudarnos a
comprender hasta qué punto la depresión es una característica
de esa persona, cuál fue el desarrollo de la misma, por qué esa
persona se deprime en determinadas circunstancias, y por qué
se comporta como lo hace cuando está deprimida. Si dos
personas tienen tendencia a la depresión, ¿por qué una de ellas
sale de casa y se va de compras, mientras que la otra se repliega
sobre sí misma?
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Estructura
Las teorías pueden ser comparadas atendiendo a los
conceptos que utilizan para responde, al qué, cómo y por qué de
la personalidad. Los conceptos descriptivos se refieren a la
estructura de la personalidad. Los más populares han sido la
teoría de los rasgos, parte de la idea de que el rasgo está muy
cercano al concepto que el hombre de la calle utiliza para
caracterizar a las personas. Ejemplos de rasgos son la rigidez, la
honestidad y la emotividad.
Aunque las personas pueden poseer muchos rasgos en
grados muy diversos, generalmente son definidas en función de
un tipo específico. Por ejemplo, los individuos han sido descritos
como introvertidos o extravertidos. O en términos de si se
acercan, huyen o luchan en contra de las demás personas
(Horney, 1945).
Es posible describir la estructura de la personalidad con
otras unidades conceptuales distintas de las del rasgo y tipo. Las
teorías ele la personalidad difieren en lo que respecta a unidades
o conceptos estructurales empleados para describir a la
estructura de la personalidad. Asimismo difieren en su modo de
concebir conceptualmente a la organización existente entre
dichas unidades. El concepto de rasgo, por ejemplo, implica un
nivel de organización relativamente bajo y es bastante concreto.
El concepto de tipo, en cambio, implica una mayor organización y
abstracción. Algunas teorías pueden valerse de ambos
conceptos, o de otros similares, para conceptualizar la
organización jerárquica de la personalidad.
Proceso
Las teorías también pueden compararse en términos de
los conceptos motivacionales. por ellas utilizados. Estos
conceptos se refieren a los procesos o aspectos dinámicos de la
conducta humana. Algunas teorías consideran a los procesos de
la personalidad como emanando de los esfuerzos que el
individuo hace para reducir la tensión, mientras que otras insisten
en la tendencia del organismo al crecimiento y autoactualización.
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Según las primeras, las necesidades fisiológicas del organismo
originan tensiones que el individuo trata de reducir mediante la
gratificación de las mismas. La carencia de alimento o de sexo
crea una tensión que puede ser mitigada mediante el alimento o
la actividad sexual. Según las segundas, los individuos intentan
crecer y desarrollar sus potencialidades interiores, aun a costa de
aumentar la tensión.
El modelo más aceptado por las primitivas teorías de la
motivación fue el de la reducción de la tensión. El organismo fue
considerado en función de la homeostasis, del equilibrio y de la
búsqueda del placer. Después, la investigación con animales y
con seres humanos ha mostrado que los organismos buscan con
frecuencia la tensión o la estimulación. Los monos trabajan en la
resolución de rompecabezas dependientemente de toda
recompensa; de hecho, estas últimas dependen perturbar su
rendimiento (Harlow, 1953).
Este tipo de observaciones ha llevado a White 1959) a
proponer un proceso que él llama motivación de competencia.
según este autor, el motivo de tratar competentemente y
efectivamente con el medio ambiente es un proceso importante.
Las personas parecen encontrar placer en la excitación o tensión,
y en la búsqueda de nuevas conductas. A medida que va
madurando el individuo, su conducta aparece cada vez más
dedicada al desarrollo de habilidades que le permitan dominar y
tratar de modo más eficaz al medio ambiente, y cada vez menos
subordinada al servicio exclusivo de la reducción de la tensión.
Aunque el concepto motivacional de competencia ha
servido para poner de relieve conductas olvidadas por los
teóricos anteriores, no es preciso optar entre un modelo de
reducción de la tensión y otro basado en la motivación de
competencia, a la hora de explicar la dinámica de la
personalidad. Como indica -Máslow ,(1976), probable-mente el
individuo unas veces es estimulado por las necesidades fisio-
lógicas y busca la reducción de las mismas, otras veces es
estimulado por las tendencias autoactualizantes, y otras por las
necesidades sociales de alabanza y de respeto. Semejante visión
integradora es posible, pero los teóricos generalmente han
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empleado uno u otro modelo para explicar los aspectos más
dinámicos de la conducta humana.
Crecimiento y desarrollo
Los conceptos de crecimiento y desarrollo están muy
relacionados con los de estructura y proceso en la teoría de la
personalidad. La teoría del crecimiento y del desarrollo tiene que
explicar los cambios estructurales ocurridos desde la infancia
hasta la madurez, y la evolución correspondiente operada en los
modos dinámicos de relacionarse con el medio ambiente. La
teoría del crecimiento tiene que describir el proceso gracias al
cual se produce el desarrollo, y tiene que esbozar
los determinantes de las diversas pautas de desarrollo. Entre los
principales determinantes ambientales están las experiencias
tenidas por el individuo a consecuencia de su pertenencia a una
determinada cultura, con sus propias pautas de conducta
aprendidas y con la sanción de unos determinados ritos y
creencias.
Desde nuestro nacimiento hasta el momento de nuestra
muerte, sufrimos una constante presión, consciente o
inconscientemente, que nos empuja a seguir ciertos tipos de
conducta que otras personas han creado para nosotros» (pág.
327).
Aunque ciertas pautas de conducta surgen como
resultado de nuestra pertenencia a una cultura, otras se
desarrollan a consecuencia de nuestra pertenencia a un estrato
determinado de la población. Son pocos los aspectos de la
personalidad que pueden comprenderse sin hacer referencia a
estos grupos, particularmente al de la propia clase social, ya sea
baja o alta, obrera o profesional. Los factores de clase social
intervienen en términos del «status» que tiene una persona, de
los roles que desempeña, de sus obligaciones y de sus
privilegios. Estos factores influyen en el modo como una persona
se considera a si misma, y en su manera de percibir a las
personas de las otras clases sociales, así como también en el
modo como gana y gasta su dinero. Al igual que los culturales,
los factores de clase social influyen en nuestro modo de definir
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las situaciones, y de responder a las mismas. A este respecto,
hay pruebas de que los factores de clase social se relacionan con
la prevalencia de una determinada enfermedad mental en una
población, y con los tipos de desórdenes mentales encontrados
en la misma. En un estudio sobre clase social y enfermedad
mental, Hollinshead y Redlich (1958) hallaron que, aunque los
distintos tipos de desorden emocional aparecen en todas las
clases sociales, sin embargo no lo hacen en la misma proporción.
Así, por ejemplo, los pacientes de las clases superiores tenían
más propensión a la neurosis, mientras que los de las inferiores
tendían más a las psicosis. Y dentro de cada una de estas
categorías psiquiátricas, las conductas de los miembros de las
distintas clases eran diferentes.
Además de los factores ambientales de cultura o clase
social, existen otros que producen notables cambios de
funcionamiento en los miembros de una misma cultura o clase.
Uno de ellos, y uno de los más importantes, es la familia. Aunque
la pertenencia a una determinada clase social y cultural lleva
consigo la utilización de unas determinadas prácticas de crianza
infantil, y la necesidad de conformarse a unas determinadas
pautas de conducta.
Algunas teorías de la personalidad conceden especial
importancia a la experiencia de las primeras relaciones sociales
entre el niño y la madre. Por ejemplo, la teoría de las relaciones
interpersonales de Sullivan (1953) sugiere que la autoestima es
un componente importante de la personalidad, y que se
desarrolla a partir de la interacción con las figuras socialmente
significativas del medio. Durante la infancia, el desarrollo del
propio sistema del yo es influido por la cantidad de ansiedad que
la madre comunica al niño de modos muy sutiles. En los años
posteriores, el sistema del yo es influido por el modo cómo el
individuo percibe y cree que los demás le perciben y reaccionan
ante ellos. Los padres influyen en la conducta de sus hijos por lo
menos a través de tres importantes procesos: con sus conductas
pueden proporcionar situaciones que eliciten determinadas
conductas en el niño (por ejemplo, la frustración lleva a la
agresión); pueden servir de modelos de identificación;
recompensan las conductas de modo selectivo.
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Paralelamente a estos factores ambientales, los factores
genéticos desempeñan un papel importante en la determinación
de la personalidad, especialmente en relación con aquello que es
patrimonio exclusivo y único de un individuo. Aunque en tiempos
pasados han existido muchas discusiones sobre la importancia
relativa de los factores ambientales y genéticos en la
configuración de la personalidad en cuanto totalidad, en la
actualidad los teóricos han comenzado a re-conocer que la
importancia de dichos factores varía de unas características a
otras. Los factores genéticos son generalmente más importantes
con respecto a características tales como la inteligencia y el
temperamento, e influyen menos en los valores, ideas y
creencias (Vandenberg, 1962). Además, los teóricos han
comenzado a explorar las posibles interacciones entre los
factores genéticos y ambientales. Así, por ejemplo, el concepto
de amplitud de reacción (Gottesman, 1963) sugiere que la
herencia fija una serie de posibles resultados comportamentales,
y éstos son determinados por el ambiente al que se ve expuesta
la dotación genética. «El fenotipo de un organismo es una
función que depende tanto de su constitución genética como del
medio ambiente en el que el organismo se desarrolla» (David y
Snyder, 1962, pág. 10).
En resumen, podemos considerar que la personalidad
está determinada por múltiples fuerzas culturales, de clase social,
y familiares que interactúan entre sí. La herencia pone límites al
desarrollo de las características; dentro de estos límites, las
características están determinadas por las fuerzas ambientales.
Es posible ver esta interacción entre las múltiples fuerzas
ambientales y genéticas en cualquier aspecto significativo de la
personalidad. Por citar un ejemplo del campo de la
psicopatología, el estudio de la esquizofrenia sugiere un factor
genético, ya que cuanto mayor es la semejanza genética entre
dos personas, más alta es la probabilidad de que si una es
esquizofrénica también lo sea la otra (Gottesman y Shields, 1966;
Kallman, 1946); un factor cultural, ya que hay una clara relación
entre el trasfondo cultural y los síntomas manifiestos (Opler y
Singer, 1956; Parsons, 1961); un factor de clase social
(Hollingshead y liedlich, 1958); y un factor familiar, ya que hay
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alguna evidencia de que los esquizofrénicos tienden a tener
madres dominantes y padres pasivos, y a haber sido educados
en familias caracterizadas por relaciones conflictivas (Bateson,
Jackson y Weakland, 1956; Frank, 1965). Las teorías de la
personalidad difieren en la importancia que conceden a las cues-
tiones relativas al crecimiento y al desarrollo, en el peso relativo
que dan a los factores genéticos y ambientales, y en sus
interpretaciones de los mecanismos mediante los cuales se
produce el desarrollo de la personalidad. Pero en último término,
toda teoría de la personalidad tiene que dar una explicación del
desarrollo de las estructuras y de las pautas del comportamiento.
Toda teoría de la personalidad tiene que explicar qué es lo que
se desarrolla como se desarrolla y por qué se desarrolla.
Psicopatología y cambio de la conducta
En su intento de explicar los diversos aspectos de la
conducta humana, toda teoría de la personalidad que pretenda
ser completa tiene también que incluir un análisis de la
naturaleza de la psicopatología en general, y del desarrollo
concreto de los distintos síndromes psicopatológicos. Además,
esa tal teoría tiene que dar alguna indicación relativa al modo de
cambiar dichas conductas patológicas, lo cual puede hacer ó bien
postulando una determinada psicoterapia, o bien indicando
cualquier otro tipo de esfuerzo terapéutico. Lo importante es que
nos ofrezca una adecuada conceptualización de la modificación y
cambio del comportamiento, y que ella sea importante a la hora
de comprender el proceso mediante el cual se facilita el tránsito
de la patología a la salud.
Resumen
En esta sección hemos explorado cinco áreas que deben
de ser explicadas por una teoría de la personalidad completa, y
que nos puede servir para comparar las teorías de la
personalidad: estructura, proceso, desarrollo, psicopatología y
cambio. Debería quedar bien claro que estas áreas son
abstracciones conceptuales. Una persona no es ni estructura ni
proceso, y lo que en un momento aparece como es, puede
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aparecer como proceso en otro momento. Podemos con respecto
a una persona que tiene una conciencia que le hace sentirse
culpable (proceso). El desarrollo y cambio no son independientes
de la tasa y del proceso, y también gozan de independencia
mutua. en que abstracciones intelectuales, representan un
intento de sentar a la configuración y regularidad de la conducta
humana, intento de recoger los puntos de semejanza entre las
personas y descubrir aquellos otros aspectos que hacen de la
persona algo distinto a los demás. Los conceptos de una teoría
son intentos de la organización de las características de la
personalidad, las condiciones del desarrollo de la misma, y de los
procesos que caracterizan a su funcionamiento, es decir, de
aquello que hemos descrito como el qué, cómo y por qué de la
personalidad.
Teoría de la personalidad como concepción el hombre y
estrategia de investigación
La teoría de la personalidad tiene que dar expresión
conceptual a todas las distintas áreas del funcionamiento
humano, son numerosas las teorías que han intentado esta difícil
tarea. Dado ue las teorías forman parte de la ciencia, y dado que
la meta de ;ta es llegar a los hechos y ser objetiva, parece que
las teorías ten-rían que estar libres de prejuicios personales. Sin
embargo, en sus conceptos y posturas generales, las teorías dan
expresión a distintas )acepciones filosóficas del hombre, y llevan
a distintos tipos de investigación. Por ejemplo, se ha visto que las
teorías sobre la herencia y del medio ambiente tienen una
relación muy grande con las características personales de sus
autores (Pastore, 49). Así, los teóricos de la personalidad pueden
estar expresando versas características de su personalidad.
«Parece como si en la Psicología hubiera una derecha y una
izquierda, lo mismo que en la política. La derecha psicológica
está a favor de la parquedad en las aplicaciones, de la
consideración simple o mecánica de la conducta. La izquierda, en
cambio, tiene una mayor concepción del hombre como
organismo capaz de razonar. Una teoría determinista que insista
en los instintos puede reflejar una concepción del hombre como
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organismo impelido, impulsado e irracional —es decir, del
hombre corno animal—. Otra teoría de la personalidad puede
implicar la concepción del hombre corno máquina —los estímulos
externos ponen en movimiento una pauta fija de conductas—.
Hay incluso intentos de simular en las computadoras el
funcionamiento de la personalidad, y elaborar una teoría de la
misma basada en el modelo de la computadora.
Quizá esta cuestión de la teoría como concepción del
hombre y estrategia de investigación se aclare un poco más si
nos representamos a dos puntos de vista diferentes. Podríamos
calificar al primero de humanista, centrado en la persona,
fenomenológico; y al segundo, de «científico», pragmático, y
empírico. Las teorías pertenecientes al primer grupo insisten en
la singularidad humana, suelen poner de relieve la libre voluntad
y elección, tienen poca simpatía hacia las técnicas
estandarizadas de medida de la personalidad, y se muestran
partidarias del enfoque fenomenológico de la personalidad. Este
enfoque pretende la pura descripción del mundo de los
fenómenos. El fenomenólogo estudia a las personas con una
actitud de «ingenuidad disciplinada» (MacLeod,. 1947), o
inquisición disciplinada, pero ca-rente de prejuicios. Su objetivo
es la comprensión del mundo tal como es percibido y
experimentado por el organismo, y no como es definido por el
científico:
Las teorías que insisten en la similitud de los hombres
tienden a acentuar el determinismo y los impulsos, simpatizan
con los métodos objetivos y estandarizados de diagnóstico de la
personalidad, y favorecen un enfoque rigurosamente empírico
para el estudio de la misma. Este punto de vista considera que la
fenomenología pertenece a la filosofía y no a la psicología.
Según la opinión «científica», la fenomenología no logra verse
libre de prejuicios; en la selección in-evitable que ha de hacer a la
hora de observar y comunicar, el fenomenólogo está utilizando
nuevos prejuicios (llebb, 1951). En el mejor de los casos, el
estudio de la persona individual sólo tiene utilidad como fuente de
hipótesis, pero en sí mismo no es científico. Lo que una persona
dice, su conducta verbal, no se diferencia en nada de las demás
clases de conductas, y ha de ser estudiada con el mismo rigor
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con que se estudian aquéllas. La meta es la objetividad, la
fiabilidad, la estandarización y la validez; no el conocimiento
intuitivo, sino la investigación empírica.
El existencialista presupone que toda persona tiene una
visión del mundo o punto de referencia con el cual interpreta todo
cuanto existe. La meta es la comprensión existencial: esto es, el
conocimiento intuitivo de la existencia de una determinada
persona en un momento particular de su vida (Pervin, 1960).
En contraste con esto, los primeros conductistas
acentuaron la importancia de la explicación de la conducta.
Watson, fundador (le la escuela conductista, decidió o bien
abandonar la psicología o bien convertirla en una ciencia natural.
La conciencia y la introspección fueron consideradas como algo
vago, mientras que la psicología tenía que ser clara y objetiva.
«La psicología, tal y como la considera el conductista, es una
rama de la ciencia natural puramente objetiva y experimental. Su
meta teórica es la predicción y el control de la conducta. La
introspección no forma parte esencial de sus métodos, ni
tampoco el valor científico de sus datos depende de... la
interpretación en términos de conciencia» (Watson, 1914, pág.
1).
En cuanto ciencia de la conducta humana, la psicología
comprende el estudio de las relaciones entre los estímulos y las
respuestas capaces de ser observados y medidos. A este
respecto, la, investigación con seres humanos es comparable a
la realizada con otros animales. Mientras que el existencialista
tiende a evitar los tests, o al menos aboga por tests que permitan
la máxima libertad de respuesta, el conductista busca
constantemente mejorar sus técnicas cuantitativas de medición
de las respuestas. Mientras que el existencialista considera a la
terapia como diálogo entre el terapeuta y el paciente, en el que
ambos salen al encuentro existencial del otro, el conductista
considera que la terapia modifica la conducta gracias a la
utilización sistemática de los principios científicos del aprendizaje.
Implícita en ambos puntos de vista se halla una
importante diferencia de énfasis en lo que respecta al individuo y
a la atención que se le ha de prestar. La posición psicológica
idiográfica extrema afirma que es algo único, y que el individuo
9
ha de ser estudiado de una manera también única, para así
captar la riqueza de su individualidad humana. El espíritu de esta
orientación aparece claro en la siguiente frase de Allport: «Pero
por mi parte, me atrevo a dar la opinión de que todos los
vertebrados infrahumanos del mundo tienen menos entre si, en lo
que respecta a funcionamiento psicológico y complejidad de la
organización, que lo que difieren dos seres humanos» (1962,
pág. 407). La posición nomotética extrema afirma el carácter
único de los individuos es cosa que toca a los artistas.
Cuando se analiza detalladamente, la controversia
idiográficonomotética parece implicar tres cosas diferentes: los
fenómenos a los que debería prestar atención la teoría de la
personalidad, los métodos que deberían utilizarse para estudiar
la personalidad, y los tipos dé leyes que habría que elaborar. El
punto de vista idiográfico conduce a un interés por las
características o rasgos únicos y distintivos de los individuos.
Atiende a los valores y creencias cuya cuantificación quizá sea
difícil o imposible. Por otra parte, el punto de vista nomotético se
interesa por rasgos que o son comunes a todos los individuos, o
constituyen categorías en las cuales encuadrar a los mismos. Los
fenómenos inaccesibles a la cuantificación no pertenecen a los
dominios de la ciencia. El punto de vista idiográfico insiste en
métodos aplicables al caso individual (como son, por ejemplo, la
autobiografía, el estudio de los documentos personales, y
preguntas tales como ¿«Qué es lo que a usted más le importa en
esta vida?», los cuales conceden al individuo la máxima libertad
de respuesta). La intuición y la empatía son considerados como
instrumentos válidos de investigación. El punto de vista
nomotético en cambio insiste en los métodos de la ciencia, en la
objetividad y en la medición precisa. «Si optamos por la ciencia,
tenemos que dejar el arte, siempre que éste nos lleve en una
dirección distinta de la exigida por el método científico, y hemos
de reconocer que el ideal de una ciencia idiográfica no es un
ideal serio, sino una meta artística y no científica. La ciencia tiene
que ser complementada por el arte, pero no hay que mezclar
ambas cosas» (Holt, 1962, págs. 389-390).
Finalmente, el enfoque idiográfico insiste en las leyes
válidas para el individuo concreto, y en la inviabilidad de las leyes
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generales, (lada la presencia del azar, del libre albedrío y del
carácter único de los individuos. Allí donde no es posible la
predicción, parece adecuado intentar la comprensión del caso
individual. El enfoque nomotético, por el contrario, pone el énfasis
en las leyes válidas para los grupos de personas o para todas las
personas. El azar y demás factores similares únicamente
expresan las limitaciones ordinarias de nuestra capacidad
predictiva de la conducta. Una vez descubiertas las leyes
generales, esta capacidad se hará más grande, y los factores de
azar tenderán a desaparecer (Elolt, 1962). El punto de vista
idiográfico insiste en la pobreza de las predicciones estadísticas
cuando éstas se aplican al caso individual. «La probabilidad de
vida o muerte del hipotético individuo medio es todo lo que le
interesa conocer a una Compañía de Seguros.
Así, nosotros podemos creer que todos los individuos son
consistentes en su conducta o bien porque tienen un carácter o
personalidad constante, o porque las situaciones han sido
idénticas; podemos prescindir de considerar los procesos
fisiológicos como parte de la teoría de la personalidad,.o bien
porque ésta no pude ser reducida a dichos procesos (Silverstein,
1966), o bien porque podemos comprenderla mejor en términos
de las fuerzas que operan sobre el organismo desde fuera
(Skinner, 1974). Además, tampoco es preciso que haya una
concordancia total entre los proponentes de un mismo punto de
vista. Así, por ejemplo, ciertos conductistas abogan por la
inclusión de los procesos fisiológicos en la teoría de la
personalidad, y no todos ellos están de acuerdo en lo que
respecta al grado de elaboración que ésta ha de tener. En ambos
puntos de vista hay autores que minimizan o excluyen la
importancia de los procesos inconscientes, y en cambio otros que
se apoyan firmemente en este concepto.
Pero a pesar de estas matizaciones, lo cierto es que en la
teoría de la personalidad hay disciplinas que reflejan
presupuestos comunes sobre la naturaleza humana, y que se
inclinan hacia determinadas formas de investigación. Los
miembros de estas distintas disciplinas parecen haber tenido
distintas experiencias en el pasado, y estar influidos por distintas
tradiciones históricas; esto es, las teorías de la personalidad se
10
hallan bajo el influjo de factores personales y de factores
históricos. Existen corrientes teóricas nacionales, lo mismo que
hay ternas típicos de un país o de un determinado momento
histórico. (Allport, 1957, pág. 4).
Las teorías (le la personalidad no sólo dependen de la
evidencia empírica y de los hechos científicos. Además, sufren el
influjo de los factores personales, o espíritu de la época, y de los
presupuestos filosóficos típicos de una cultura. Toda persona, al
elaborar una teoría de la personalidad, se ve influida por aquellos
sucesos de su propia vida que ella ha experimentado como
importantes. En cierto modo, todos estamos hablando acerca de
nosotros mismos cuando hacemos teorías psicológicas. Esto de
por si no es ningún problema. Sin embargo, los determinantes
personales de la teoría de la personalidad llegan a ser un
impedimento cuando las experiencias personales son
antepuestas al reconocimiento de la importancia de las demás
experiencias.
Junto a estos determinantes personales encontramos
también el influjo del espíritu prevalente de la época, o Zeilyeisl.
En psicología, hay épocas en las que se insiste mucho en un
determinado tema (le investigación y en un determinado punto de
vista. Por ejemplo, hubo un tiempo en que la teoría (le la
personalidad insistió mucho en la importancia de los impulsos o
necesidades, los cuales, al parecer, tenían un fundamento
fisiológico. Después, la moda se tornó más hacia los factores
cognoscitivos, es decir, al modo cómo el individuo llega a
organizar y a conceptualizar su medio ambiente. Fieles al espíritu
de su época, las teorías insisten en determinados tipos de
observaciones empíricas y sugieren vías concretas de
investigación.
Allport (1957) ha hecho un excelente análisis del papel
desempeñado por los presupuestos filosóficos en el desarrollo de
las teorías de la personalidad angloamericanas y europeas. En la
tradición anglo-americana, el hombre es considerado como una
rabuda rasa (Locke). una pizarra en blanco sobre la que se
escriben los hechos. El medio ambiente es considerado como
elemento fundamental, y el hombre como un mero ser reactivo a
los estímulos. En cambio, la tradición europea considera al
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hombre como ser activo (Leibnitz), guiado por fuerzas
constitucionales e instintivas que operan desde dentro de su
cuerpo. La tradición anglo-americana conduce a un énfasis en los
roles y en el modo cómo el individuo se presenta en las diversas
situaciones (Goffman, 1959), mientras que la europea pone más
insistencia en los instintos impulsores del organismo. La corriente
anglo-americana es pragmática, optimista, empírica, y
comprende a teorías que intentan fundarse en el modelo del
cerebro o de las computadoras. La tradición europea es más
filosófica, pesimista y engloba a teorías que tratan de aceptar esa
totalidad única que es el individuo. Ambas tradiciones llevan a
distintas teorías y técnicas de diagnóstico de la personalidad, y a
distintas soluciones de los problemas psicológicos. La tradición
europea tiene un carácter existencial, mientras que la anglo-
americana es más conductista.
Las teorías se fundan en datos que proceden de la
observación empírica. Pero son selectivas en lo que respecta al
énfasis en los distintos datos, y suelen ir más allá (le los límites
de lo conocido. Por eso, las teorías se prestan fácilmente al
influjo de los factores personales y culturales. Estos factores, de
suyo, no garantizan la verdad o falsedad de una teoría, y a
medida que progrese la ciencia de la psicología, su papel será
cada vez menos relevante. Sin embargo, es importante tenerlos
en cuenta a la hora de interpretar a la personalidad y a las
distintas teorías de la misma.
Por esta razón, no hemos pretendido hacer una
evaluación de los méritos de las distintas concepciones del
hombre, ni de los de las distintas estrategias de investigación.
Tanto la investigación carente de disciplina, como la rigurosa y
aséptica, tienen sus peligros; la ciencia, sobre todo aquella
hondamente preocupada por los problemas humanos, tiene sus
méritos. Lo único que hemos intentado ha sido poner de relieve
dos aspectos sutiles de la teoría: su concepción del hombre y su
estrategia de investigación. Cuando evaluemos una teoría, con-
viene que nos preguntemos por el sentido de su concepción
implícita del hombre, y por las investigaciones útiles derivadas de
su estrategia de investigación. Además, es importante conocer
cómo enfoca una teoría de la personalidad a los aspectos más
11
relevantes de la conducta humana (qué, cómo y por qué), y cómo
evaluarla conforme a criterios que sean claros.
Teoría y problemas teóricos: pasado, presente y futuro
En esta discusión hay implícitos algunos presupuestos
sobre la razón de ser de las teorías y sobre la definición más útil
de las mismas. Según estos presupuestos, una teoría indica el
modo cómo ordenar, sistematizar o integrar diversos hallazgos
experimentales, y señala las líneas de investigación más
importantes o al menos más provechosas. Toda teoría se
compone de presupuestos y conceptos que sirven para unificar a
los diversos hallazgos empíricos y para indicar las posibles
relaciones que podrían darse en determinadas condiciones. A
esta luz, las teorías implican la ordenación sistemática de las
ideas, y el enfoque planificado de la investigación; ellas nos
ayudan a unificar todos nuestros conocimientos, y nos dicen
cómo llegar a conocer lo que todavía es desconocido.
Esta descripción podría hacernos creer que el lugar de la
teoría en la psicología es aceptado por todos, y que hay
consenso universal en lo que respecta a su utilidad. Sin embargo,
así como no existe acuerdo en las concepciones del hombre
implícitas en las teorías, así tampoco hay acuerdo en lo que toca
a las contribuciones positivas de la teoría y al momento más
adecuado para su elaboración. Hay tutores que insisten en las
ventajas de las teorías. Ellas nos sirven para perfilar mejor
nuestros objetivos, ordenar la investigación y no perder el tiempo
en la investigación de variables insignificantes.
En contraste con esta opinión, los enemigos de las teorías
insisten en que éstas impiden la búsqueda de nuevas variables
en muchas áreas de la psicología. Tales autores creen que la
teoría impide el descubrimiento de nuevas ideas. Como prueba
de que la ciencia puede progresar sin la teoría, o incluso a pesar
de ella, estos autores acuden al ejemplo de los descubrimientos
ocurridos por casualidad. Mientras que los defensores de la
teoría insisten en su contribución al desarrollo de nuevas técnicas
y líneas de investigación, sus enemigos insisten en la abundancia
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de las investigaciones vinculadas a teorías que van por senderos
falsos y al final tienen que ser descartadas (Skinner, 1971).
Los partidarios de las teorías dicen que sólo a la luz de
éstas tienen sentido los hechos, y son las teorías las que
permiten a las investigaciones el ser acumulativas. Los enemigos
de las teorías dicen que la tarea actual de la psicología es la de
la recolección de datos, y cine sólo cuando poseamos un amplio
cuerpo de conocimientos en el cual fundar las teorías, tendrán
éstas algún sentido. Aunque algunos teóricos creen que
conceptos tales como impulso y necesidad aumentan nuestra
comprensión, otros, sin embargo, no comparten esta opinión.
«En el análisis último de la conducta, ¿no es más sencillo decir
que un hombre bebe porque ha estado privado (le agua durante
seis horas, que decir que bebe porque tiene sed? Frases como
«tiene sed» son aceptables en el lenguaje ordinario, pero no
pueden ser permitidas en el análisis científico» (Lundin, 196l,
pág. 40).
Parece claro que la teoría no es algo que pueda ser
tomado a la ligera ya que puede ser útil o destructiva, orientadora
o fuente de confusión, reveladora o cegadora. Sin embargo, ¿es
posible trabajar sin una teoría? Skinner, a la cabeza de los
teóricos del aprendizaje, cree que esto es posible, y dice que hay
que tener cuidado con el uso (le la teoría. Por otra parte, otros
autores responderán que, de todas las posibles variables y
fenómenos a estudiar, sólo unos pocos son escogidos, y que la
selectividad implicada en esta elección tiene que fundarse en
alguna teoría. Si la selección no se hace en base a una teoría
consciente, entonces será dictada por fuerzas inconscientes
(Míllcr, 1951). En la medida en que esto sea cierto, es razonable
argüir en favor de teorías conscientes y bien elaboradas.
Sin embargo, por supuesto, todos los hombres son
teóricos. No se diferencian en si usan o no la teoría, sino el grado
de conciencia que tienen de la teoría que están utilizando.
12
Evaluación de las teorías
Una vez elaboradas las teorías de la personalidad,
¿cuáles son los criterios a utilizar para evaluarlas de un modo
sistemático? Los criterios que vamos a proponer se derivan de
las funciones de la teoría, las cuales son: organizar la
información existente, y seleccionar las áreas de investigación
más fructíferas. Según esto, los principales criterios son:
globalidad o extensión, parsimonia, y relevancia para la
investigación (Hall y Lindzey, 1957). Los dos primeros se
relacionan con la función organizadora de las teorías de la
personalidad, y el tercero con su función directiva de la
investigación.
Una buena teoría ha de ser global o comprehensiva, en el
sentido de englobar y dar explicación a una gran cantidad de
datos diversos. Semejante teoría contiene enunciados relevantes
para todos los campos de la conducta estudiados anteriormente.
A la hora de evaluar una teoría conviene preguntarse: ¿Cuántos
fenómenos diferentes pretende explicar? Este criterio no tiene
necesariamente que ser cuantitativo. Dado que una teoría no
puede explicarlo todo, conviene también preguntarse si los
fenómenos por ella explicados son importantes para la conducta
humana. Con frecuencia es difícil definir con claridad qué es lo
que hace que un fenómeno sea capital para nuestra comprensión
de la conducta. Pero de todas formas, es importante reconocer
que el criterio de globalidad se refiere tanto al número como a la
importancia de los fenómenos explicados por la teoría.
El segundo criterio evaluativo se refiere a la simplicidad y
parsimonia de la teoría. Una buena teoría ha de explicar los
diversos fenómenos de un modo que sea económico e
internamente coherente. Una teoría que emplee tantos conceptos
como aspectos diferentes (le la conducta a explicar, o tenga
conceptos contradictorios, no podrá ser buena. Estos criterios de
generalidad y parsimonia suscitan la cuestión del nivel de
abstracción y de organización que ha de poseer una teoría de la
personalidad. Cuanto más comprehensiva y simple sea ésta,
tanto mayor será su tendencia a la abstracción. Pero incluso
entonces, es preciso que la teoría siga siendo relevante, tanto
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para los grupos de personas como para los individuos
específicos.
Como señalan Hall y Lindzey (1957), una teoría no es
verdadera o falsa, sino más bien útil o inútil. Una buena teoría es
relevante para la investigación en la medida en que conduce a
nuevas hipótesis, las cuales, a su vez, pueden recibir
confirmación empírica. Toda buena teoría posee lo que Hall y
Lindzey llaman traducción empírica; esto es, sirve para
especificar variables y conceptos que son aceptados por todos
como significativos y capaces de ser medidos.
Toda teoría que no esté abierta a la «prueba negativa»,
es decir, a la demostración de su inexactitud, es una mala teoría.
Conducirá a muchas discusiones y debates, pero no al progreso
científico. Independientemente de cuál sea su duración, toda
teoría que haya aportado nuevos conocimientos y nuevas
técnicas de investigación, ha hecho una contribución valiosa a la
ciencia «Las teorías psicológicas rara vez son refutadas;
simplemente se desvanecen. Por supuesto, todas las teorías de
la personalidad están condenadas a pasar a la historia.
Únicamente deberán ser toleradas en la medida que posean
valor heurístico para la investigación» (.Tensen, 1958, pág. 295).
Estos criterios de generalidad, parsimonia y relevancia
para la investigación constituyen el fundamento de nuestra
comparación (le las diversas teorías de la personalidad. Sin
embargo, a la hora (le llevar a cabo esta comparación hemos de
tener bien presentes dos cosas. En primer lugar, las distintas
teorías ¿se refieren a los mismos fenómenos?, y en segundo
lugar, ¿se hallan en la misma fase de desarrollo? Dos teorías que
versen sobre aspectos diferentes de la conducta pueden muy
bien ser evaluadas conforme a este triple criterio. Pero en este
caso no será preciso tener que optar por una de ellas. Ambas
pueden proporcionarnos nuevas intuiciones, y es posible que
llegue un día en el que ambas se integren en una teoría más
completa. Por último, puede ser que una teoría nueva y poco
elaborada no sea capaz de explicar muchos fenómenos, y, sin
embargo, llevarnos a observaciones muy importantes, y a la
esperanza de una mayor amplitud y generalidad en el futuro. Tal
teoría quizá no sea capaz de explicar fenómenos claros para
13
otras teorías ya establecidas, pero puede ser muy valiosa para
revelar áreas importantes anteriormente desconocidas.
La teoría y la historia del progreso científico
Hasta aquí hemos considerado los criterios de evaluación
(le las teorías, y hemos insistido en la necesidad de tener en
cuenta la naturaleza de los fenómenos que pretende explicar la
teoría, y el grado o fase de desarrollo de la misma. Una ojeada
histórica a la evolución de la mayoría de las áreas de la ciencia
quizá nos ayude a comprender ciertas cuestiones importantes.
Según Kulm (1970), el progreso cien-tífico sigue una evolución
caracterizada por tres fases: lusa primera etapa de nacimiento, el
período de la ciencia común, y la etapa (le la revolución científica.
La primera fase evolutiva se caracteriza por una continua
competencia o lucha entre las diversas escuelas o concepciones.
Todas ellas se consideran actuando de acuerdo con los dictados
del método y observación científicos. Lo que las diferencia no es
el grado de entrega al método científico, sino más bien la
diferente manera de concebir al mundo y de practicar la ciencia.
La etapa de la ciencia ordinaria comienza con la
aceptación de dicho paradigma o modelo, y se fundamenta en
claros logros científicos. En esta etapa se acepta y se trabaja con
un modelo o paradigma que define cuáles son los problemas que
constituyen el campo legítimo de inquisición, e indica los métodos
de investigación más adecuados. Aparece una definición más
estricta del campo en cuestión, la investigación se concentra en
un punto, las observaciones se restringen más, y los
conocimientos se hacen acumulativos. Durante este período los
científicos están más ligados a la tradición y aparecen más
entregados a la tarea de articular el modelo aceptado. En lugar
de haber muchas escuelas en continua lucha, generalmente
éstas son pocas y frecuentemente no hay más que una sola
escuela.
Como no hay ningún paradigma o teoría capaz de explicar
todos los hechos, durante esta etapa aparecen algunas
observaciones que no encajan dentro de los modelos aceptados.
Dichas observaciones o anomalías, como se las llama, originan
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una crisis en la que la tradición
hecha añicos, y tras un período de confusión, termina por
aceptarse otro nuevo paradigma. Copérnico, Newton y Einstein
pertenecen etapas de revolución científica. Todos ellos
rechazaron la teoría convencional. de su época, y propusieron
otra nueva. Esta fue incompatible con la anterior, y sirvió para
explicar observaciones que aquélla ha sido incapaz de explicar.
Sin embargo, la aceptación del nuevo paradigma suele ir
precedida por un período de intensa lucha entre
opiniones antagónicas, y de una amplia serie de investigaciones.
eso, este período tiene características similares a las del primero,
como la lucha entre las opiniones antagónicas, la abundancia
investigaciones abiertas, la discusión sobre cuestiones
fundamentales.
En la actualidad, el área de la personalidad está erizada
de cuestiones que dividen a los científicos a lo largo de líneas
muy bien definidas, las cuales llevan a las distintas escuelas de
pensamiento. Ya hemos señalado las controversias entre
humanistas y científicos, entre el punto de vista idiográfico y el
nomotético, entre aquellos que insisten en los hechos
observables y aquellos otros que acentúan hechos no
directamente observables. Otra cuestión debatida es la de si hay
que insistir en los factores internos del individuo a la hora de
explicar la conducta, en lugar de insistir en los factores del medio
ambiente (Katahn y Koplín, 1968). Por último, otro punto muy dis-
cutido es el de la relativa estabilidad de la conducta humana a lo
largo del tiempo y en las distintas situaciones. Algunos autores
piensan que la conducta humana es relativamente estable y
acuden a conceptos explicativos tales como el de rasgo o tipo.
Estos autores también suelen insistir en los factores internos.
Otros teóricos, en cambio, consideran que la conducta humana
varia enormemente de una situación a otra y de un momento a
otro. Dichos autores emplean conceptos tales como estados o
conductas, tienden a acentuar los factores ambientales. Lo
importante es reconocer la existencia de estas diferencias
teoréticas, y no esperar que éstas se resuelvan con discusiones,
ni con pruebas experimentales inminentes. Kuhn ha sugerido que
las ciencias sociales se hallan en una etapa temprana de
14
desarrollo, y todavía no han llegado a aceptar un paradigma
único. Si esto es así, no nos debería sorprender la existencia cíe
tantas opiniones contrarias que pretenden ser científicas, y que
acentúan diferentes observaciones y métodos de investigación.
Desgraciadamente, no hay una ley científica que nos permita
escoger una teoría, y todas ellas, a pesar de luchar entre si,
pueden aportar contribuciones importantes en el área de la
personalidad.
La teoría y el estudio de la personalidad
¿Cuál es la función de la teoría dentro del estudio de la
personalidad? Todo el diseño de este libro está indicando su
importancia para la comprensión y explicación de la conducta.
Podemos criticar las teorías de la personalidad como lo
han hecho, y con razón, mucho psicólogos; podemos renunciar a
la teoría y dedicarnos a la investigación de problemas concretos,
como muchos psicólogos de la actualidad. Pero, en un último
análisis, la teoría sigue siendo necesaria, y el futuro nos dará una
buena teoría de la personalidad. Desde un punto de vista
histórico, las teorías han constituido una parte de la ciencia útil y
necesaria. No se trata de elegir entre la teoría y la no teoría, sino
de una cuestión de grado; el problema consiste en ver hasta qué
punto una determinada teoría es tan limitada y parcial que
disminuye nuestro potencial investigador, y hasta qué punto es
demasiado abstracta. Una teoría puede ser abstracta y compleja,
o concreta y simple; puede conducir a una investigación rigurosa
o a una investigación desordenada; puede llevar a la
investigación de muchos o de muy pocos problemas. Durante las
primeras fases del desarrollo de una ciencia, suelen ser más
útiles las investigaciones libres y las teorías poco abstractas.
Cuando la observación y los datos se hallan muy avanzados son
más útiles las teorías especializadas, rigurosas y complejas.
Por consiguiente, la teoría es algo inevitable y, al mismo
tiempo, útil para el estudio de la personalidad. El problema está
en la explicación de la misma, en su calidad, y en el uso que
hagamos de ella. Aunque toda teoría implica una concepción del
hombre, también debemos tener en cuenta que «... en verdad, el
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hombre es al mismo tiempo un animal biológico y un producto

social, el amo y el esclavo de su destino, un ser racional y un ser
irracional, el impulsor y el impelido. Su conducta sólo puede
explicarse plenamente cuando todos estos aspectos son puestos
dentro de una perspectiva adecuada. De todos los sistemas
físicos dinámicos que componen el universo, el hombre es el más
complejo de todos» (Krech y Crutchfield, 1958, irá g. 272).

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