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¿La naturaleza como sujeto de derechos?

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Resumen

Más que forzados andamiajes conceptuales, la protección del medio ambiente demanda
conocimiento científico avanzado.

Texto

Contenidos
El concepto de derecho es un constructo humano. La doctrina de los derechos humanos fue
desarrollada para garantizar a todas las personas, y por el solo hecho de serlo, un trato digno y
no discriminatorio. Constituye un notable avance civilizatorio de la humanidad, fundado en la
igualdad básica que comparten todos quienes forman parte de la especie, así como en el
profundo rechazo que provoca a sus miembros la violación de los principios en ella
consagrados. Durante los últimos años, se ha planteado extender conceptos de esta doctrina a
los animales, sobre la base de ser estos seres sintientes. Pero en la actualidad -y en un debate
que ya está presente en la Convención Constitucional- hay quienes pretenden dar un paso más
allá y atribuir derechos a sujetos inanimados: los llamados derechos de la naturaleza (ríos,
bosques o incluso el medio ambiente mismo). Más allá de discusiones doctrinarias -como el
alegato de sus impulsores contra el antropocentrismo que caracterizaría a la civilización
occidental, en oposición a culturas ancestrales cuya cosmovisión se exalta-, subyacen a lo
menos dos problemas a ese planteamiento.Por una parte, como la naturaleza está caracterizada
por rasgos físico-químicos, y estos son esencialmente cambiantes -tanto por la acción de las
propias leyes de la física y la cosmología, como por efecto de la intervención humana-, ¿cuáles
de esos rasgos son los que se quiere proteger? ¿Los actuales, los que había antes, o alguno
distinto de ellos? La hipótesis de Gaia, desarrollada por James Lovelock, sostiene que la Tierra
se asemeja a un ser vivo, porque su biósfera se va modificando de acuerdo con las cambiantes
condiciones del entorno, incluida la vida que en ella habita. Pero, por esa misma razón, no es
evidente que congelar o modificar la situación actual sea lo deseable, y en este último caso, en
qué dirección hacerlo. Por ejemplo, el surgimiento de las cianobacterias, hace dos mil
cuatrocientos millones de años, transformó una atmósfera que carecía de oxígeno a una con la
proporción actual, permitiendo con ello la existencia de la vida que hoy conocemos. La
complejidad de los fenómenos involucrados lleva necesariamente a que las acciones que los
seres humanos deban realizar para proteger a la naturaleza -preservando así la vida humana y

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la biodiversidad existente- surjan del avance del conocimiento científico de la biósfera.Eso


conduce al segundo problema. Transformar a la naturaleza en un sujeto de derechos implica
utilizar un andamiaje conceptual inapropiado para resolver las dificultades recién enunciadas.
Por ejemplo, ¿qué aporta esa doctrina a la decisión de si combatir artificialmente un incendio en
un parque nacional o dejar que este siga su curso natural? Probablemente solo intuiciones
morales, destinadas a resolver problemas entre humanos, pero que no contienen elementos
para establecer, con algún grado de precisión, las consecuencias de uno u otro camino.Más
apropiado resulta utilizar el conocimiento científico acumulado para decidir cómo proteger la
naturaleza, cómo mitigar el impacto que recibe y cómo restaurar las condiciones que permitan
seguir sosteniendo a la vida humana y a la biodiversidad circundante. El recientemente emitido
informe Dasgupta, solicitado por el Ministerio de Hacienda británico para enfrentar estos
problemas, afirma que lo que se debe preservar son los servicios ecosistémicos que la
naturaleza entrega a la vida que en ella habita, de modo que lo que hay que corregir es el
desgaste que ella sufre por la acción humana. Eso requiere conocimiento experto en ciencias
naturales, y un sofisticado análisis de costos y beneficios, aportado por la disciplina
económica.Forzar artificialmente la doctrina de los derechos como orientadora de decisiones
que se evalúan según las consecuencias que ellas provocan es equivocar el camino, tanto en lo
conceptual como en lo pragmático.Copyright Grupo de Diarios América - GDA/El Mercurio/Chile

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