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Colombia, un país que ha estado condenado a negar su identidad.

Juan Sebastián Castillo Rueda

El desconocimiento de nuestra cultura se hace evidente en el

desconocimiento del otro. Hay una Colombia oculta a los ojos de todos los

ciudadanos que recorren el territorio, por lo cual, pocas veces nos sentimos

orgullosos y dignos de un país al que muy pocos creemos pertenecer y del que muy

poco conocemos. No sabemos quién somos y anhelamos aquello que no podemos

ser, desconocemos e incluso rechazamos al otro y no por extraño sino porqué es

más cercano a lo que en realidad somos. Recorremos el territorio, en muchas

ocasiones sin sentirlo nuestro, como si fuera una estación de paso para llegar a un

lugar mejor y olvidamos de acá también se construyen diferentes valores de la vida

a desde los cuales reconocernos y evitar seguir negando quiénes somos.

Pocas personas se toman un momento de su vida para entender el rol que

juega nuestro acercamiento con lo desconocido, lo ajeno a nosotros. Nos

acostumbramos a que la verdad está muy alejada de nuestras fronteras y que lo que

está bien y los mejores atributos pocas veces se encuentra en nuestro territorio. No

hay nada más desconocido para nosotros que nuestro entorno y con él, quienes lo

habitan. Como lo plantea William Ospina (2010) en el ensayo sobre “lo que le falta

a Colombia”, nuestros valores y principios se han tergiversado y nos falta carácter

para dejar de creer que hay un mundo superior y ajeno a nosotros. Si queremos

empezar a quitarnos la soga del servilismo y la humildad debemos dejar de

avergonzarnos de nuestra ancestralidad y excluir aquellos aspectos de la cultura

que a veces creemos ajenos a nosotros. Es necesario retomar la dignidad desde

nuestras diferencias, reconocernos y permitirnos existir en plenitud.


El otro es un ser que nos enriquece y nos permite reconocernos desde la

diferencia, pero como sociedad lo hemos negado. Creemos ser mejores que nuestro

vecino y creemos que merecemos más que aquel que está a nuestro lado.

Consideramos que la verdad es una y nos pertenece, hemos dejado de lado el

reconocimiento de lo extraño, lo exótico y lo diferente

“No se puede respetar el pensamiento del otro, tomarlo seriamente

en consideración, someterlo a sus consecuencias, ejercer sobre él una

crítica, válida también en principio para el pensamiento propio, cuando se

habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por

nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro solo puede ser error

o mala fe; y el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba

contundente de su falsedad, sin que se requiera ninguna otra.” (Zuleta,

2004)

Necesitamos quitarnos el velo de los ojos y permitir que nuestros sentidos

estén dispuestos a encontrar lo común desde lo extraño, desde lo ajeno.

Reconocernos en las diferencias y permitirnos saber quiénes somos desde la otra

orilla, solo en el momento en que entendamos que la verdad es una, pero se

expresa de mil maneras diferentes, lograremos encontrara en la diferencia los

elementos en común que nos conforman como sociedad.

El hecho de estar tan alejados de nuestra realidad nos ha llevado a dejar de

lado nuestro pasado. Las tradiciones se han convertido en elementos de una cultura

distante que en muchas ocasiones no logramos reconocer. Olvidamos quiénes

fuimos y con ellos estamos olvidando quiénes somos. Al creer que

“aquí nada sirve a un propósito público. Aquí sólo existen intereses

particulares. El colombiano sólo concibe las relaciones personales, sólo


concibe su reducido interés personal o familiar, y a ese único fin subordina

toda su actividad pública y privada.” (Ospina, 2010)

Por lo cual es necesario retomar el valor por la tradición, por aquello que nos

pertenece como colectivo y que ha estado atado a nosotros desde hace mucho

tiempo. Aquello que hemos decidido negar porqué consideramos más cercano las

tradiciones occidentales. Es necesario otorgarle de nuevo significado a nuestra

colectividad y al reconocimiento la diferencia que esta esconde como elemento

identitario de nuestra sociedad.

En conclusión, tenemos una responsabilidad con nuestra historia y nuestra

identidad. Debemos hacer un recorrido que nos permita saber en realidad quienes

somos desde el reconocimiento del otro, de aquel que junto a nosotros habita el

territorio y lo configura desde los valores e ideales. Somos una sociedad que se

esconde en la diferencia, que se nutre de lo exótico y lo particular. Una sociedad

llena de tradiciones y saberes que se perciben a simple vista cuando estamos

dispuestos a reconocernos desde el otro, cuando reconocemos las diferencias y los

elementos en común. Es así como, en el momento que dejemos de rechazar lo que

no entendemos del otro habremos dado espacio a una sociedad que se construye

desde el respeto y el reconocimiento de la diferencia, con lo cual al sabremos

quienes somos y como recocernos.


Bibliografía
Zuleta, E. (2004). Elogio de la dificultad. Recuperado el Noviembre de 2022, de
planetadelibros:
https://www.planetadelibros.com.co/libros_contenido_extra/31/30482_1_Elogio_zulet
a.pdf
Ospina, W. (3 de Mayo de 2010). Lo que le falta a colombia. Recuperado el Noviembre de
2022, de gruposhumanidades14:
https://gruposhumanidades14.files.wordpress.com/2012/12/william-ospina-lo-que-le-
falta-a-colombia.pdf

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