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SER PERSONA ã 1.1. Origen del término «persona»


Boecio (480-524), último filósofo romano y primero de la Edad Media,
fue acusado de conspirar contra Teodorico el Grande, rey de Italia, en
Comprende, piensa, favor del imperio romano de Oriente. Fue condenado y ejecutado.
investiga… Mientras estaba prisionero en la cárcel, Boecio escribió De la consola-
ción de la filosofía, obra en la que entablaba un diálogo con la filosofía,
1 ¿Qué importancia tenía en Roma la
a la que puso voz y figura de mujer, preguntándose por el sentido y
consideración de persona?
el destino de la vida, por la naturaleza del bien y del mal, y por otros
2 Además de las personas humanas, temas morales.
existen las personas jurídicas. ¿Pue-
Boecio define «persona» como la sustancia individual de la naturaleza
des explicar qué son estas últimas?
racional, y sitúa su origen en las comedias y en las tragedias griegas,
3 Describe las máscaras del teatro refiriéndose a los personajes y a las máscaras que se utilizaban en las
clásico grecolatino. ¿Cuál crees que representaciones.
era su función?
El mismo Boecio relaciona el término con la idea de que el sonido se
amplificaba, resonaba («personaba»), en la superficie cóncava de las
máscaras a través de las que se emitía la voz de quienes actuaban con
ellas puestas.
En la civilización romana se extendieron el uso y el significado del tér-
mino «persona» más allá de la esfera artística, relacionándolo con el
derecho: en Roma, «persona» era quien tenía derechos; es decir, un ser
que se diferenciaba de una cosa, de un animal o de quienes padecían la
esclavitud. Equivalía a la condición privilegiada que se lograba median-
te la ciudadanía, que otorgaba los atributos de libertad y de dignidad.

ã 1.2. La esclavitud en Roma


Durante la época romana no se reconocía como personas ni a los es-
clavos ni a las esclavas, que, sin embargo, no dejaban de ser seres hu-
manos, aunque en muchos casos sufrieran malos tratos. Ahora bien, a
las personas se les atribuía algo más: eran seres con dignidad.
Esta característica suponía poseer una serie de derechos que no te-
nía quien no disfrutara de la condición de persona. Quienes sufrían
la esclavitud eran una propiedad: no tenían derecho a poseer nada e
incluso sus descendientes pasaban a ser propiedades. Se han encon-
trado chapas que llevaban en el cuello con la inscripción «Detenedme
si escapo y devolvedme a mi dueño». Su salud o su educación solo
importaba si resultaba rentable, de manera similar a como sucedía
con otros bienes.
Quienes se dedicaban al comercio de seres humanos colgaban del
cuello de las esclavas y de los esclavos carteles que destacaban su
nacionalidad y sus capacidades. Su valor equivalía a su precio, y si
tenían enfermedades o una edad muy avanzada, frecuentemente se
abandonaban.
Recordamos, por ejemplo, la anécdota de Epicteto, quien tuvo que
advertir a su amo, Epafrodito, de que no le convenía seguir golpeán-
dolo, puesto que en caso de continuar así le partiría una pierna y lo
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convertiría en un esclavo poco útil. Cuando Epafrodito le dio el si-
guiente golpe, Epicteto le dijo: «Lo ves, te lo dije, me la has roto y
ahora no podré servirte bien».

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