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La alteridad del Otro

Decimos que el Otro no existe, y las Jornadas de nuestra sección llevan por título “el Otro
sexo”. Nos encontramos en una época en la que el significante “sexo” es mirado con
desconfianza, quitado de los formularios, se lo pretende diluir en multiplicidades de género o
edulcorar en “relaciones-sexo-afectivas”. Y nosotros, con Lacan, insistimos en que los sexos
son dos. Uno y el Otro.
¿Por qué Lacan insiste con que los sexos son dos?¿Se trata de un mismo estatuto del Otro
en el Otro que no existe, y en el Otro sexo?¿A qué hacemos referencia cuando hablamos
del Otro sexo? El argumento de nuestras Jornadas es preciso respecto a esto: “El Otro
sexo es el Otro, un agujero, y es a ese real que el goce “como tal” ex–siste. Bien sabe cada
analizante cómo tapona cada quien ese agujero, y puede o no consentir a lo que no hay y
ajustarse a lo que hay”. Por suerte tenemos unas Jornadas por delante para poner a
trabajar, entre otras, estas cuestiones.
Por mi parte, a partir del trabajo en la Bibliografía Razonada para las Jornadas, que
realizamos en la BOLC, pretendo ubicar algunas referencias de Lacan en torno al Otro, para
tratar de captar algunos aspectos de estos interrogantes.
En el Seminario 5, hablando de la lógica subjetiva del reconocimiento en el deseo del Otro,
que es inconciente, Lacan plantea que hay que situarla “imperativamente [...] en una
alteridad de una clase que no habíamos conocido hasta Freud. Esta alteridad se debe al
puro y simple lugar de significante por el que el ser se divide con respecto a su propia
existencia”.(Pg.264)
El ser por un lado, la existencia por otro.
Al comienzo de la clase en que se encuentra esta referencia, Lacan anuncia que no hablará
una vez más del deseo, sino de una noción que está implicada en este, que es la noción de
goce. Se goza de desear, dirá unas páginas más adelante (p.321). En esta clase, también,
hace una lectura de la perversión de André Gide y ubica allí la división entre ser y
existencia. Mientras que a nivel de su ser Gide es un abusador de niños, se acerca a éstos
enamorado del niño que, a nivel de su existencia, simbólica, es él mismo en los brazos de
su tía. Esto remite a una escena en que el niño Gide se encuentra, como un ‘trauma’ -dice
Lacan-, con el deseo de su tía, y de lo cual no quiere saber nada. Esta posición subjetiva
adviene a donde antes había un ‘agujero’, y “toda su vida está ahí”, dice Lacan (p.268).
Entonces, la necesidad de reconocerse en el deseo del Otro -un deseo del cual se goza, en
el cual su vida está allí, del cual no quiere saber nada, que es traumático y que viene al
lugar de un agujero- esa necesidad de reconocerse allí, es una alteridad.

Unos años más tarde, en el Seminario 9, Lacan indica que es el significante “el que
introduce la diferencia como tal en lo real, y justamente en la medida en que no se trata de
diferencias cualitativas”(46). Así, introduce lo ‘paradójico’ del significante, es decir, las
diferencias cualitativas, las oposiciones a nivel del ser, pueden ser efecto de un mismo
significante. De esta manera, marca una distinción entre este nivel, y “lo que existe como
diferencia en lo real”, es decir, aquello que se instaura, como una marca, como una huella,
que habilita a la repetición, con la satisfacción que ello conlleva. En este momento de la
enseñanza, Lacan sostiene que la repetición apunta a hacer surgir esta marca, este
significante reprimido.
Allí, en esta huella, reside lo que nombra como “función de alteridad”. Es lo instaurado por el
rasgo unario, una presencia que no puede ser cernida más que por su referencia. El rasgo
unario es un rasgo distintivo que hace soporte de la diferencia, de la diferencia a nivel de lo
real. El rasgo unario asegura que la repetición escape a la identidad de su eterno retorno.
Las diferencias cualitativas -las de la cadena significante- que se fundan a partir de esta
primera inscripción en lo real, están hechas para conservar la repetición, la satisfacción, que
evoca el rasgo unario, es decir, la alteridad a nivel de lo real.

En el Seminario 16, la alteridad es evocada una vez más. La “alteridad del significante
respecto a sí mismo es lo que designa precisamente el término del Otro con
mayúscula”(284). Allí, hace del Otro, significantes desconectados, ajenos para sí mismos, e
indica que la alteridad del significante expresa al sujeto bajo la forma de “una particular
extrañeza”. Se refiere al objeto a. Agrega también que sentó las bases para eso en el
Seminario 9, y explica que, si en un primer momento define al objeto a fundado a partir de
los efectos “maliciosos” de lo simbólico en lo imaginario, ahora ubica que “el propio campo
del Otro es en forma de a”(274). Así hace ingresar al objeto en el campo del Otro como un
elemento que lo agujerea. Miller puntúa que esta es la perspectiva del Seminario llamado
“De un Otro al Otro”, es decir, reducir el campo del Otro al objeto necesario para que la
pulsión haga su vuelta, “es una posición en la que el Otro no existe, pero donde el objeto a
consiste”, dice JAM en La teoría del partenaire (p.63).
Unas líneas más adelante, en esta misma clase, Lacan agrega algo más: si habíamos
ubicado cómo el significante introduce la diferencia en lo real y se establece a partir de su
huella, dice que estas huellas tienen un soporte diferente, el objeto a. Ya no está allí la
pulsión haciéndo retornar el significante reprimido, sino el objeto. Y agrega que “no
podemos partir de ninguna huella para establecer el significante de la relación sexual” (291)
porque el goce sexual está fuera del sistema del sujeto, algo de ese goce sexual está
“radicalmente forcluído”, “no está simbolizado ni es simbolizable en ninguna parte del
sistema del sujeto”. Es decir, la pulsión pasará por este campo del Otro como objeto, como
objeto que sostiene las huellas, pero ese objeto es un agujero, hay algo no inscripto.

Llegamos así al Seminario 19. En la clase que Miller titula “La partenaire desvanecida”,
Lacan propone una operación con el Otro. A nivel de la existencia, la función del Otro está
vaciada, anulada. Lo vemos en la parte superior de las tablas de la sexuación: existe una
excepción de un lado, y del Otro lado, su existencia está negada. Así, se funda el conjunto
de los hablantes. El vaciamiento del Otro, paradójicamente, permite que se articule el
lenguaje -esto nos suena conocido, nos evoca la referencia a las huellas del S.9-. Es
también lo que se lee en las líneas de abajo de las tablas, los órdenes en torno al universal
de la función fálica. Sin embargo, esto trae problemas a nivel del ser. Los problemas del
semblante. Lacan dice que “un ser, cuando sólo a partir del símbolo llega a ser, es [...] un
ser sin ser” (p.102), por eso ustedes “no están tan tranquilos”, le dice a su auditorio.
Este punto del vaciamiento del Otro es retomado en Aun, -llego a esta referencia gracias a
la clase del 16 de Marzo de 2011 de “El ser y el Uno” de JAM- en donde Lacan se pregunta
“Cómo situar [...] la función del Otro” (p.155) si ha insistido tanto con que “hay Uno”.
Responde que “el Otro no se adiciona con el Uno [...] solamente se diferencia de él [...]
pues el Otro [...] es el Uno-en-menos”. Entiendo en este punto que el Otro no vendría a ser
un elemento externo o heterogéneo al Uno, sino una sustracción a éste. Pero que tiene su
efecto a nivel simbólico, dado que eso que se sustrae al Uno, sí se adiciona a nivel de lo
simbólico, dando dos, contándose como dos elementos. Dos sexos, no es lo mismo que una
serie de sexos, o de géneros. Por esto Lacan le responde a Simone De Beauvoir en “La
partenaire desvanecida” que “no hay segundo sexo”, agregaríamos, “más que en lo
simbólico”, a nivel de la “pequeña diferencia”.
Entonces, para finalizar este trabajo, retomo la cuestión de la alteridad, con el Otro
desvanecido, el ser y la existencia. En esta clase del S.19, leemos que lo que define al ser
hablante es que su “existencia se arraiga en el símbolo” (p.102). Esto implica los problemas
que mencionamos recién, el de ser un ser, sin ser. Pero, dice Lacan, “lo que se sostiene es
la existencia, en la medida en que existir no es ser, sino depender del Otro” (p.102). Más
allá de los derroteros del Otro a nivel del ser, y de su desvanecimiento a nivel de la
existencia, la función de alteridad parecería ineludible al ser hablante.

Roberto J. Cordero

Referencias:
-Lacan, J. El Seminario, Libro 5. “Las formaciones del inconciente” [1957-1958]. Paidós,
2012.
-Lacan, J. Seminario 9. “La identificación” [1961-1962]. Inédito. (Clase del 13 de Diciembre
de 1961)
-Lacan, J. El Seminario. Libro 16 “De un Otro al otro” [1968-1969]. Paidós, 2017.
-Lacan, J. El Seminario. Libro 19. “...o peor”[1971-1972]. Paidos, 2012.
-Lacan, J. El Seminario. Libro 20. “Aun”[1972-1973]. Paidos, 2008.
-Miller, J-A. “La teoría del partenaire”[1997], en Lacanina 19, Bs.As., 2015.
-Miller, J-A. “Introducción del ser y la existencia” [2011], en Freudiana 76, Barcelona, 2016.

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