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LOS CUIDADOS DEL BOSQUE

COMUNAL DE MILPA ALTA


DAVID CILIA

Tropicalia. Óleo sobre tela de Tomás Gómez Robledo

Me han criticado que en mi tesis hablo del bosque pero sólo como conflicto y
que no lo describo tal cual es.

Bueno…

Haré una concesión. Imagínese que está tirado en el suelo, sobre un colchón de
mullidas hojas de pino observando las nubes, cerca de usted se escucha el fluir
delicado del agua que brota de la tierra, es un rumor débil que a veces es opacado
por el choque del viento contra las ramas y las hojas de los pinos, las nubes se
mueven y de repente ve, como si fuera una película de acción, como una ardilla
estira su piel y se desliza planeando en el aire de un árbol a otro, mientras otras
más, en un concierto imposible de predecir hacen lo mismo. Está usted viendo
mamíferos que vuelan y que no son murciélagos, algo de lo que aprendió en la
escuela se quiebra en su cabeza.
Ahora imagínese que luego de una azarosa subida al monte entre piedras filosas y
zacate que corta las manos usted llega hasta el lugar de un incendio forestal que
quema el pasto, pero poco a poco se va adueñando de los matorrales y de pinos
de 5 años de edad, podemos decir bebés, descarta llamar por teléfono a los
bomberos, los bomberos no llegan aquí, así que con las manos o con lo que tiene
empieza a tratar de apagar el incendio, el humo no lo deja respirar, ni Presagiar la
ternura como quien ve en el horizonte un barco. Allá́ , a lo lejos, tan diminuto
parece una mota de polvo.

Luego imagínese una mañana caminando entre árboles unidos por una fina red de
telarañas, sus zapatos ya están mojados por el rocío y a cada paso encuentra
frente a si una hermosa araña que en el centro de su red espera que caiga un
animal en su trampa, usted no es el animal que ella esperaba, pero igual cayó y
ahora avanza arrastrando estelas de finas telaraña por su ropa, sin ni siquiera
darse cuenta. Luego está usted al borde de una hoguera mirando el cielo
estrellado en una de las 400 salas de espera que tiene el volcán Chichinautzin, a
lo lejos escucha el rugido de un gato montés que le reclama de manera no
presencial su intrusión, las estrellas y el resplandor de la hoguera en la copa de
los altos árboles le impiden a usted imaginarse que el gruñido del gatos montés
tiene destinatario y que a usted se está dirigiendo.

Imagínese que a media noche escucha, ya no al gato montés sino el sonido


pertinaz de una motosierra, cada cambio de frecuencia del aparato lo indigna,
unos disparos de rifle a lo lejos, que provienen del mismo lugar, le enfría el
ecologismo del que su alma rebelde momentáneamente se había impregnado,
pero los comuneros a los que usted acompaña dicen simplemente, sin
aspavientos ni poses heroicas… “vamos por ellos”.

Eso y muchas cosas más que incluye la sensación inacabable de frío, hambre,
sed, éxtasis, belleza, eso es el bosque comunal de Milpa Alta.

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Tomado del Facebook de David Cilia, quién se doctoró recientemente en


Desarrollo Rural por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco con la
tesis La lucha de la comunidad de Milpa Alta en defensa de su bosque y territorio.

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