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La trascendencia histórica de la lucha armada

socialista en México.

1.- Introducción

Como si les hubiera estallado un cohete en el lugar donde la espalda pierde


su casto nombre, un basto conglomerado de periodistas, políticos y
empresarios --y con ellos un ejército mal entrenado de bots-- se lanzaron
rabiosos, el 19 de septiembre de este año, por la cabeza de Pedro Salmerón,
quien había calificado de "jóvenes valientes" al comando de la Liga
Comunista 23 de septiembre que intentó el secuestro de Eugenio Garza
Sada.

Pero estos espíritus sensibilizados por la añeja muerte del empresario


regiomontano recibirían tres golpes más contundentes aún.

El 21 de septiembre Francisco Ornelas, uno de los sobrevivientes de la


primera guerrilla socialista mexicana, dijo en conferencia de prensa: “Las
guerrillas siempre han existido … La guerrilla no es algo nuevo. La guerrilla
es dar la vida sabiendo que se va a dar la vida… [el objetivo en el caso de
Garza Sada era] buscar una figura del Grupo Monterrey y obtener recursos,
había que pegar en ese momento a las gentes que eran símbolos de la
oligarquía”.

El segundo golpe lo recibirían los detractores de la guerrilla el 22 de


Septiembre, cuando se entregó con más de mil asistentes –y la mayoría de
los medios de comunicación– el Premio Nacional Carlos Montemayor a los
guerrilleros sobrevivientes al asalto al cuartel de ciudad Madera en la sierra
de Chihuahua, en reconocimiento a su valiente participación en favor de
México. El premio se entregó en el lugar que fuera la sede del poder
despótico de la nación, donde en el régimen anterior se le brindaron todas
las oportunidades a los Garza Sada y en general a la clase empresarial para
que saquearan los recursos naturales de la nación y explotaran hasta llevar a
la miseria a la mayor parte del pueblo mexicano, esto es, en la Ex Residencia
Oficial de los Pinos.

El tercer golpe, que los reduciría a balbuceos incoherentes, pero repetidos


hasta el cansancio en las redes sociales, lo fue sin duda el ofrecimiento de
disculpas del ESTADO MEXICANO a Martha Alicia Camacho, militante en su
momento de la Liga comunista 23 de septiembre, quien estando
embarazada, fue capturada y sometida a tormentos crueles por el Ejército
Mexicano, por la Policía Judicial de Sinaloa, por la DFS y por la Brigada
Blanca. Tormento semejante sufrió su marido, quien terminó mutilado y
ejecutado extra judicialmente por el gobierno de México.

Ofuscados los espíritus sensibilizados por la añeja muerte de Garza Sada, en


su torpe respuesta llegaron a la conclusión de que, con dicha disculpa a
Martha Camacho, México ya era un país “comunista”.

Nunca se percataron los dicharacheros voceros de la jauría fascista en


internet y en los medios masivos de comunicación que, si en lugar de
quedar en la presidencia Andrés Manuel López Obrador, hubiera quedado
Meade o Ricardo Anaya, cualquiera de los dos sirvientes de los capitalistas
habrían tenido, muy a su pesar, que ofrecer igualmente a Martha Alicia
Camacho estas disculpas públicas del Estado Mexicano, por que es un
mandato del derecho internacional humanitario del que México no se puede
-- tan fácilmente -- sustraer.

No recordaron en su endeble gritería que, aún con Peña Nieto en el poder,


el Estado Mexicano tuvo que ofrecer disculpas públicas en los casos de
Rosendo Radilla, desaparecido por el Ejército Mexicano en el Estado de
Guerrero; a las víctimas del Campo Algodonero en Chihuahua; y de las
indígenas Inés y Valentina en la sierra de Guerrero.
2.- El papel histórico de la lucha armada socialista
No obstante, este casi divertido episodio sobre los jóvenes valientes (sería
divertido si no le hubiera costado el trabajo a Pedro Salmerón) trajo a la
agenda nacional un tema de reflexión de primera importancia:

¿Cuál es el papel histórico de la lucha armada socialista en México? ¿Cuál es


el peso y la contundencia de los eventos, organización y acciones de quienes
se plantearon un cambio social en México por el camino de la lucha
armada?

Porque más allá del falso debate de si eran valientes, o no, los jóvenes
combatientes de la llamada guerrilla mexicana, vale la pena conocer cuáles
eran sus motivaciones, objetivos y como impactaron en el México
contemporáneo.

3.- El periodo histórico de la lucha guerrillera.


Primero definamos el periodo de la Guerrilla mexicana o como decimos
algunos, del Movimiento armado socialista en México. Para nosotros ese
periódo inicia en 1965 con el surgimiento de la Guerrilla encabezada por
Arturo Gámiz.

Se ha puesto a debate el hecho de que la Guerrilla de Rubén Jaramillo, que


fue anterior a la del GPG de Arturo Gámiz también forma parte de este
periodo, pues Rubén Jaramillo fue asesinado en 1962, ya en el gobierno de
Adolfo López Mateos, mismo que estaba en el poder cuando se gestó la
guerrilla de Chihuahua. Sin embargo, por el programa que enarbolan los
morelenses, podemos decir que la guerrilla de Jaramillo es más bien la
última batalla del movimiento armado agrarista surgido en 1910, iniciado
por Emiliano Zapata, en cambio, la guerrilla de Chihuahua surge con un
programa abiertamente socialista, lo que marca el inicio del nuevo periodo
histórico.

4.- El régimen que antecede a la guerrilla


¿Que es lo que había antes, que es lo que antecede al periodo de lucha
armada socialista?

Dicho en 4 palabras: El régimen del PRI.

La formación del régimen: Encabezados por el hacendado porfirista


Venustiano Carranza, una pandilla de arribista se propuso aniquilar al
gobierno revolucionario surgido de la Convención de Aguascalientes. Los
carrancistas no descansaron en su propósito hasta que lograron dispersar a
los revolucionarios y asesinaron a sus principales representantes Francisco
Villa y Emiliano Zapata.

Una vez en el poder, muy a su pesar, los carrancistas tuvieron que


convertirse en las albaceas testamentarias del movimiento social que habían
aniquilado. Sin embargo, muy pronto las ambiciones personales y de grupo
los llevaron a una lucha a muerte entre ellos para quedarse con el poder.
Así, gracias al fuego "amigo", dentro de la pandilla de arribistas calleron
asesinados el mismísimo Venustiano Carranza, Álvaro Obregón y decenas
más. Fue Plutarco Elías Calles quien encontró en la formación del PNR (luego
renombrado como PRI), la forma idónea de mantener el poder mediante un
sistema descarado de mutuas complicidades. que llevó a la casta dominante
a cierta estabilidad política.

Del conjunto de personajes que estuvieron dispuestos no sólo a asesinar a


Zapata y Villa sino a sus propios jefes y compañeros, con tal de hacerse del
poder, surge el régimen del PRI.

No hay mucho que decir al respecto de como impactaron los priistas en la


vida nacional, se resume en una sola frase: “llegaron para robar”. De esta
manera el país entero se convirtió en su botín y frente a quienes se
atrevieron a disputarles el poder, aunque fueran de su mismo grupo como
Andrew Almazán, siempre tuvieron una sola respuesta: tortura y bala.
En 1965, para el momento del inicio de la lucha armada socialista, el PRI en
el poder había terminado de hacer de las reivindicaciones obreras y
campesinas que motivaron la revolución de 1910 una grotesca caricatura.
Sin elecciones libres, con el despojo permanente que los caciques hacían
contra los pueblos indígenas, con los campesinos ejidatarios dejados en el
abandono y con la clase obrera sometida a la más brutal miseria y represión,
cualquier intento de transformar esa realidad por las vías legales estaba
condenado al fracaso.

5.- El México de la Guerrilla.


Iniciado el movimiento armado socialista, la respuesta del Estado mexicano,
del PRI-gobierno como se le conocía en ese entonces, fue lo que mas tarde
conoceríamos como el periodo de la Guerra Sucia. No hay que confundir,
uno es el periodo de lucha armada socialista o etapa de la guerrilla y otra
cosa es la llamada guerra sucia. Aunque simultáneas, la guerra sucia es la
respuesta gubernamental al movimiento de jóvenes inconformes que se
había propuesto derrocarlo.

Puesto que México no vivía un régimen democrático, ni las decisiones y


mandamases del país habían sido producto de una elección, respondieron a
la rebelión de la forma en que sabían, con el asesinato y la tortura.

Pero la guerra sucia no solo era una respuesta militar a la inconformidad


social, sino también una respuesta política, que buscaba, según los
principios contrainsurgentes elaborados por los militares de Estados Unidos,
aislar a los guerrilleros del resto de la población, “quitarle el agua al pez”
para así reducirlo hasta la aniquilación.

Por ello, el PRI-Gobierno, esto es el Estado mexicano, tuvo que convertirse


de nueva cuenta en el albacea testamentario del movimiento social surgido
en los años cincuentas y sesentas, y tuvo que “otorgar”, o hacer parecer
que las otorgaba, ciertas libertades reclamadas. Así la “apertura política” y
más tarde la “Reforma Política” tuvieron como objetivo militar, despojar al
movimiento de oposición armado de sus banderas en contra del
autoritarismo gubernamental.

La reforma política, la nueva Ley de Procedimientos Políticos y Electorales,


permitió la coptación de cuadros de izquierda interesados en el
mantenimiento del sistema, no en su derrocamiento. Así se dio la
legalización de partidos de izquierda, socialistas, comunistas y de los
trabajadores, siempre y cuando renunciaran al uso de las vías
revolucionarias y se apegaran estrictamente a las leyes que garantizaban la
existencia del régimen burgués; al mismo tiempo se profundizaba la más
feroz y brutal cacería contra los jóvenes opositores que no se plegaron a la
“vía electoral” de la tiranía. Como dice Mario Benedetti, en aquel entonces,
si te descuidabas, te “pacificaban” por la espalda.

A la reiterada farsa electoral del régimen priísta, se sumó la farsa de reforma


política del “nuevo PRI” de José López Portillo y Jesús Reyes Heroles.
Durante 12 años el régimen, ahora acompañado por los líderes de la
izquierda de la reforma política, habló de un periodo de transición pacífica
hacia la democracia, y para mantener su alianza con los partidos de la
Izquierda de la Reforma Política, sobrevaloró la presencia real de estos
partidos, cuyos líderes, muy contentos con el nuevo trato, poco a poco
fueron encontrando en la negociación y componenda política con el Estado
mexicano, una vía rápida para el ascenso y el reconocimiento social… de la
oligarquía. Fueron esos doce años, sus años felices, pero mientras más
componendas establecían con el gobierno en el terreno político, sindical,
agrario, intelectual y mejor posicionados quedaban en el sistema de mutuas
complicidades que constituía el Estado en manos del PRI, más extraños se
hacían al pueblo y más eran exhibidos por la izquierda no electoral.

Solo un milagro podía salvar a los partidos de izquierda electoral de su


declive.
6.- La batalla de 1988
Ese milagro llegó, no gracias al audaz e inteligente trabajo de los partidos de
la izquierda de la Reforma Política, sino gracias a la coyuntura política que se
presentó al interior del PRI, en el que uno de los priístas prominentes,
Cuauhtémoc Cárdenas se inconformó con el resto de caciques priístas, pues
consideraba que él, que tenía pedigrí dentro del PRI y no un arribista
“tecnócrata” Carlos Salinas de Gortari, debía ser el candidato del PRI y por
tanto el próximo presidente en el periodo 1988 a 1994.

Una parte del pueblo de México, al observar las pugnas internas que se
desataron en el otrora monolítico PRI, irrumpió de lleno en el escenario
electoral, poniendo al candidato que acababa de romper con el PRI, a
Cárdenas, a la cabeza del proceso electoral en unos cuantos meses.

Debido a esa circunstancia en 1988 el PRI perdió las elecciones y estuvo


ligeramente amenazado con perder el poder.

No fue gracias a la izquierda electoral que Cuauhtémoc Cárdenas ganó las


elecciones presidenciales de 1988, Heberto Castillo el candidato presidencial
del PMS se bajó de su macho, declinó a la candidatura presidencial del PMS,
“al cuarto para las 12”, un mes antes de las elecciones. Así, el PMS obtuvo
810 mil 382 votos, un raquitico 2% del padrón, 12 mil votos menos que el
PSUM en las elecciones federales de 1982. Rosario Ibarra, candidata
presidencial del PRT no declinó y obtuvo 75 mil votos de un total de 38
millones, esto es, poco más del 0% (cero por ciento) del padrón electoral,
336 mil votos menos de los obtenidos por el PRT en las elecciones de 1982.
Los dos partidos de izquierda de la reforma política obtuvieron juntos la
preferencia de 2 de cada 100 ciudadanos registrados en el padrón, esto es,
menos proporción de los votos que Margarita Zavala habría logrado en el
2018 si no hubiera abdicado en favor del PRI.

Tampoco fue el triunfo de Cárdenas producto de los partidos paraestatales


PARM, PPS y PFCRN, para ese entonces prácticamente extintos, quienes
aunque superaron en 5 veces los votos de la Izquierda de la reforma política
tuvieron apenas un 12% del padrón electoral.

Gracias al pueblo cansado del régimen del PRI, Cuauhtémoc Cárdenas ganó
las elecciones de 1988, triunfo que por supuesto no le fue reconocido por el
régimen del PRI, pues todo el discurso de Reforma Política, era sólo eso, un
discurso. Sin embargo, al asumirlo el pueblo, o una parte importante del
pueblo, modificó sustancialmente la correlación de fuerzas políticas en el
país, aunque originalmente fuera de mentiritas. Decía mi padre algo que yo
no del todo compartía, pero que en 1988 se cumplió, “Si quieres vivir en la
democracia, actúa como si vivieras en la democracia”, eso precisamente
hizo el pueblo, y con ello empezó el desmadramiento histórico del PRI.

Pero unos son los que corretean la liebre y otros son los que la llevan al
sartén. El priísta, Cárdenas, se convirtió en el “líder moral de la izquierda”, el
triunfo electoral del pueblo se convirtió en “un triunfo de la Izquierda”
(izquierda de la reforma política, que como ya vimos solo obtuvo el 2% del
padrón electoral) y el pueblo inconforme con el PRI-gobierno, se convirtió
automáticamente en la base social del FDN y más tarde del PRD. A partir de
1988 se puede decir que hay elecciones en México, no libres, no
transparentes, no honradas, no respetadas por el gobierno, pero elecciones
al fin y al cabo, lo cual no se presentaba en México desde 1952, con la
masacre contra el movimiento Enriquista.

1988 fue el año en el que el sistema priísta cayó en su propia trampa, había
ideado e implementado una apertura democrática, una reforma política y
una nueva ley de procedimientos electorales (LEPE) como mecanismos de
contra-insurgencia, como un mecanismo para contrarestar el crecimiento de
los grupos armados de izquierda, de la guerrilla, con la plena convicción de
que con todo el poder económico, mediático, policial y militar le permitía
darse el lujo de compartir algunos puestos políticos con una izquierda
electoral siempre dispuesta a negociar y siempre dispuesta a llegar hasta
donde le daban permiso, pero ahora, la irrupción masiva de la gente del
pueblo en el proceso electoral había convertido a la farza electoral en
jornada electoral sin prescedentes inmediatos y la reforma política había
pasado a ser de un sucedáneo para la izquierda electoral, en un mecanismo
utilizable para la sociedad descontenta con su gobierno.

El PRI-gobierno habia calculado, acertadamente, que la izquierda moderada,


que luego de la matanza del 2 de octubre del 68 y del 10 de junio del 71
había preferido darse de abrazos y no de balazos con el régimen,
difícilmente le disputaría seriamente el poder. Pero no había contado con el
pueblo.

7.- El Régimen actual


Hoy podemos afirmar que hemos pasado del régimen del PRI-gobierno, a un
régimen, un tanto ecléctico, bonapartista quizá, con tendencias hacia la
democracia, pero que definitivamente no puede ser igualado con el régimen
del PRI.

Quienes afirman que este régimen es igual o semejante al régimen del PRI
que prevalecía en los años sesentas y setentas, no vivieron la guerra sucia en
México, no se enteraron de ella, o mienten descaradamente.

Y en este periodo de décadas en los que se ha dado esta transición, los


cambios no se dieron porque quienes tenían el poder, Gustavo Díaz Ordáz,
Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, una noche de verano tuvieran
un sueño y dijeron “Estoy actuando mal, vamos a hacer reformas”, sino
porque hubo jóvenes valerosos que se atrevieron a desafiar por la vía
revolucionaria al sistema, con éxito moral ante la población, al grado que el
sistema decidió hacer conseciones, no a estos jóvenes, sino a los no tan
jóvenes políticos de izquierda, a efecto de aparentar una democracia que no
existía, pero de esta manera alejar a la población de la influencia
revolucionaria, para poder más fácilmente aniquilar a los grupos armados.

Tan sencillo como esto: Sin lucha revolucionaria en México, y especialmente


sin lucha armada socialista de los sesentas, setentas y ochentas, no habría
habido una “Apertura Democrática”, una “Reforma Política”, ni una Ley
Federal de Organizaciones Políticas y Procedimientos Electorales (LOPPE).
Sin estas modificaciones no habría habido el triunfo electoral del pueblo en
1988, que aunque no fue reconocido por el gobierno, marcó el inicio del
resquebrajamiento del PRI-gobierno, y sin ese triunfo (y muchos otros
factores intermedios) 30 años despues, en julio del 2018 no habría el pueblo
de México derrotado al PRIAN.

El actual no es un triunfo de los jóvenes valientes que tomaron las armas


para enfrentar al PRI-gobierno, sino del pueblo de México, pero este triunfo
no habría sido posible, tal y como se dio, sin los jóvenes guerrilleros quienes
regaron con su sangre los episodios más heróicos de nuestro México
contemporáneo.

8.- ¿Se cumplieron los objetivos de la guerrilla?


¿Es este el fin de la lucha iniciada en Madera?, ¿los jóvenes valientes se
levantaron en armas para tener un régimen como el que hoy tenemos?

No.

A riesgo de generalizar, puedo decir que los objetivos comunes de cada una
de las organizaciones revolucionarias que se sumaron a la llamada Guerrilla
son tres.

1) Acabar con el autoritarismo gubernamental.


2) Derrocar al Estado burgués.
3) Instauración de un gobierno de los trabajadores, del pueblo, democrático
o socialista.

El primer objetivo fue el determinante para que el jóven común decidiera


convertirse en guerrillero. El autoritarismo gubernamental se podía sentir,
palpar en el ambiente, sufrir en cualquier momento, y fue el fenómeno
común que llevó a la mayor parte de los jóvenes a unirse a la protesta, a la
lucha social, a la militancia partidaria y más tarde a la lucha clandestina.
Honestamente se puede decir que en términos políticos el primero objetivo
se empieza a cumplir con esta transformación.

El segundo objetivo, que se plantearon no los militantes en lo individual,


sino las organizaciones guerrilleras, derrocar al gobierno, podemos decir que
con la actual transformación solo se quitó la dictadura del PRIAN del poder
ejecutivo. El poder legislativo, con sus vaivenes está en veremos y el poder
judicial, sigue indudablemente en manos de la oligarquía, al servicio de los
asesinos y delincuentes. De los poderes fácticos, el poder económico de la
burquesía, el imperio del dinero, sigue intacto en la clase capitalista. El
llamado “Cuarto poder”, la prensa y demás medios de comunicación, siguen
en manos de la oligarquía. Y el poder militar, una parte se encuentra
formalmente bajo el mando del poder ejecutivo, pero el otro poder militar,
el poder de los grupos del crímen organizado, sigue notablemente intocado
e incluso engallado.

Respecto al tercer objetivo: acabar con la explotación del hombre por el


hombre y con la desigualdad, esto es, la transformación de la sociedad en
una sociedad más justa, estamos como país, y como planeta, aún muy lejos
de lograrlo y más que una meta de la cuarta transformación, parece que
corresponde a una quinta transformación, esto es, el mundo con el que
soñaban los jóvenes valientes y que es necesario volver a soñar –y luchar
por el– antes de que el capitalismo termine de destruir a la humanidad y al
planeta.

Termino con una cita reciente de Ian Semo:

“No hay duda de que el vértice autoritario del sistema, a través de la


reforma del 77, triunfó en la disputa por el poder. Pero la batalla por la
historia, la ganaron los rebeldes de la época”.

David Cilia Olmos


davidciliaolmos@gmail.com

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