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Es común suponer que la cárcel tiene como finalidad la rxxxeadaptación de los presos, pero
la verdadera finalidad de la cárcel es, desde mi punto de vista, triturar los valores del preso y
con esto triturar los valores de la sociedad.
La cárcel no busca impedir la repetición del delito por parte del preso, sino lo reproduce, lo
perfecciona, lo instrumenta.
La cárcel no re-encausa a nadie por ella misma. Los presos que no pierden su estabilidad
social y emocional, no es gracias a la cárcel sino a pesar de ella. La cárcel solo reproduce
las lesiones contra la sociedad y aumenta el desorden social.
La prisión sí readapta a los individuos a la sociedad, pero no a la que se supone debería ser,
sino a la que es en realidad.
La cárcel es una terapia intensiva para que las personas se adapten rápidamente al
desorden social existente, que sepan cohechar, sobornar, ya que ésta es la forma de
relacionarse con un aparato de Estado putrefacto.
En la cárcel la gente aprende rápidamente que no debe ser solidaria con sus semejantes,
que no pueden confiar en nadie, porque esta es la forma en que se relacionan los individuos
entre sí en la sociedad decadente que tenemos.
El objetivo real de la cárcel es que los presos aprendan a delinquir sin romper el orden
establecido, sin llamar la atención, que aprendan a despreciar las leyes, normas y
reglamentos, pero respeten y le hagan llegar su parte a los funcionarios encargados de
medrar con ellas. Que mientan, que se dejen golpear por los prepotentes y golpeen al que
no puede defenderse, que se dejen manipular como objetos sin protestar, con una sonrisa
servil a flor de labios.
La cárcel no resana sino que destruye la moral de los individuos, los hace abandonar un
proyecto de sociedad inculcado por los padres, y en cambio los incorpora en calidad de
cómplices al desorden social existente, que no es más que la superestructura del modo de
producción capitalista.
Esto lo escribí y lo publiqué mientras estaba prisionero en el reclusorio Norte de la Ciudad de
México en el año de 1992, hace ya 27 años.
Por lo que me he enterado en los medios de comunicación la cárcel ya no es así. Es muchas
veces peor. Esto responde a la primera pregunta guía de este foro. Tengo 27 años de haber
abandonado la cárcel.
Como fue que te recuperaste a tu núcleo familiar
inmediato ?
No estaba integrado a mi familia extensa por cuestiones de clandestinidad. Respecto a mi
familia nuclear, mi esposa y mis hijos también fueron detenidos por la policía.
Al salir de la cárcel mis hijos estaban repartidos en diferentes hogares y mi esposa seguía
presa, el evento de nuestra detención había sido demasiado traumático. Para la captura del
organismo de la Liga Comunista 23 de Septiembre del que formaba parte, la policía
secuestró y mantuvo en cautiverio a 266 personas en una sola madrugada. Se trató de la
redada del 4 de abril de 1990, que conmovió a la ciudad de México y que tuvo como una de
sus consecuencias indirectas, ante las protestas de la sociedad, la formación de la Comisión
Nacional de Derechos Humanos.
Costó mucho trabajo funcionar normalmente como familia, pues mis hijos y nuestra familia
extensa habían quedado aterrados con la acción policiaca, mis hijos cuando veían una
patrulla policiaca corrían a esconderse. Fue el nacimiento de mi hijo más pequeño,
prácticamente engendrado en prisión, lo que nos permitió, a mi esposa y a mi, llegar a un
acuerdo con mis otros hijos respecto a que el tema de la cárcel y la represión no deberíamos
tocarlo tan seguido para no preocupar al nuevo miembro de la familia. Así superamos un
poco el trauma infantil.
Respecto a los hijos que tuve durante mi primer matrimonio, esta recuperación de lo lazos
aún no se ha dado, lo cual es uno de los temas más dolorosos que el que tengo que vivir.
Luego de muchos trabajos en los que me desempeñé entre otros puestos como Subdirector
de Justicia Cívica del gobierno de la ciudad de México o como barrendero en la Casa del
Lago de la UNAM, en algún momento pude continuar mis estudios. Debido a mi participación
política mis certificaciones académicas habían sido adulteradas o desaparecidas, por lo que
tuve que titularme mediante exámenes de conocimiento. Mas tarde terminé mi maestría y
ahora estoy a medio camino en un doctorado.
Tanto trabajos, como estudios e incluso las nuevas relaciones sociales, las realicé obviando,
o para ser exactos ocultando, tanto mi militancia política, como mi paso por la cárcel, estoy
convencido de que si no lo hubiera hecho así, mi vida y la de mi familia habría sido más difícil
aún.
Hoy ya no oculto esta militancia. De hace unos años para acá estamos empeñados en la
reivindicación de nuestros compañeros caídos y desaparecidos en la lucha, y una cosa no se
lleva con la otra, así que no tengo problemas con que se conozca mi militancia en la Liga
Comunista 23 de Septiembre (aunque si con la palabra guerrillero).
Otro factor fue la solidaridad social. Políticamente no existía una fuerza que fuera solidaría
con la Liga Comunista 23 de Septiembre, los organismos de Defensa de Derechos Humanos
y de Presos y Perseguidos Políticos estaban coptados por partidos y organizaciones
políticas que permanentemente nos denostaban. No era menos lo que nos atacaban
nuestros adversarios políticos, los demócratas, reformistas, aperturos y oportunistas de
izquierda, algunos de los cuales hicieron todo lo posible para que nos quedáramos en prisión.
Pero no sucedía lo mismo con la sociedad en si, aunque no hubo un apoyo organizado, ni
corporativo, siempre hubo compañeros de lucha o simples ciudadanos, que al menos nos
dieron aliento o se dolieron de nuestra situación, no con eso comíamos, ni vivíamos, pero
contribuía a un estado de animo favorable para enfrentar los aspectos muy desfavorables
que la vida nos iba presentando.
Otro factor muy importante es que debido a nuestra participación política logramos una alta
calificación en lo que hacíamos en la clandestinidad, y lo que hacíamos era planear
operaciones, llevarlas a cabo, organizar, investigar, redactar, publicar, así que cuando
salimos de la cárcel teníamos una preparación que nos permitía ser aptos en los trabajos que
encontrábamos, con la ventaja de que ya casi ningún problema nos espantaba. Por ejemplo,
trabajar en las partes intrincadas de cualquier serranía era algo que podíamos hacer con
cierta soltura.
El otro factor, fueron nuestros compañeros de lucha, que sin pasar por la cárcel se habían
logrado reinsertar a la vida “legal”, de ellos recibimos ayudas especificas y determinantes que
nos ayudaron a no naufragar.
Creo que además de procurar una reinserción de los ex-prisioneros a la vida social y
productiva, tendríamos que cuestionarnos sobre el tipo de sociedad a la que se reinsertarán,
porque la anomia prevaleciente en nuestro país es sorprendente.