Está en la página 1de 16

Arbolarios y Bestiarios

ARBOLARIOS

1. LLEGADA

Y no obstante de algún modo uno llega,


se descubre soltando los broches de
el vestido de ella
en una alcoba extraña–
siente cómo el otoño
deja caer sus hojas de lino y seda
en torno a sus tobillos.
El cuerpo chillonamente venado emerge
retorcido sobre sí mismo
¡como un viento de invierno!

William Carlos Williams.

2. PRIMAVERA DE 1938

Hoy, domingo de Resurrección, muy de mañana


una nevasca azotó de repente la isla
Había nieve entre los setos verdes. Mi hijo
me llevó hasta un albaricoquero pegado a la tapia de la casa
apartándome de una poesía en la que denunciaba
a quienes preparaban una guerra que
al continente, a la isla, a mi pueblo, a mi familia y a mí
se nos pueden tragar. En silencio,
cubrimos con un saco
el árbol a punto de helarse.

Bertolt Bretch

3. EL PINO

Qué hermoso es ese viejo pino blanco


de la colina de tu infancia,
que hoy volviste a visitar...
Su susurro te recuerda a tus muertos
y piensas cuando te llegará a ti el turno.
Su susurrar te hace sentir
como si hubieras terminado de escribir tu último libro
y tuvieras entonces que callarte y llorar
para que empezara a brotar la palabra...

¿Qué fue de tu vida? Abandonaste lo conocido por lo


desconocido
¿Y tu destino? Te sonrío una sola vez,
y tu no estabas allí.

Vladimir Holan

4. LOS ÁRBOLES

Los árboles ya comienzan a brotar


como algo casi a punto de ser dicho;
los nuevos tallos descansan y se propagan,
su verdor es una especie de tristeza.
¿Se trata de que ellos nacen nuevamente
y nosotros nos hacemos más viejos?
No, ellos también mueren.
Su truco anual de lucir nuevos
se inscribe en sus fibras en anillos.
Sin embargo, los incansables castillos desgranan
su gruesa madurez cada primavera.
Ha muerto el último año, parecen decir,
comencemos otra vez, otra vez, otra vez.

5. TEMOR

El temor pasa de hombre a hombre


sin saberlo,
como una hoja pasa su temblor
a otra.
De repente todo el árbol tiembla
y no hay ni rastro de viento.

Charles Simic

6. LOS ÁRBOLES

Este transformar de los árboles en muebles, ¿no es un suplicio monstruoso? El árbol, hecho
leña, va a poseer el alma multicolor y maravillosa del fuego; va a concluirse más pronto,
pero antes sentirá fluir su espíritu en las lenguas inquietas de la llama y en las estrellitas de
las chispas; saciará su afán de ascensión y de cielo subiendo humo, hecho nube, él, que
siempre estiraba la verde cabeza de su copa a las nubes. Pero, convertido en mueble, no es
más que una momia, la forma más horrible de perdurar. Recorro las habitaciones de mi casa
y pienso:

–¿Cuántos árboles habrán talado para que yo tenga todo esto? ¿Qué selvas enormes se han
abatido para amueblar todas las casas del mundo? Me lleno de tristeza pensado en el duelo
del rocío, de los pájaros y del viento. Y me lleno de angustia imaginando el dolor de los
gajos heridos, de los troncos mutilados, de todas las selvas de la tierra caídas bajo las
hachas brillantes de los leñadores. Esta madera ahora inmóvil y muda, ¡cómo habrá
susurrado y florecido en un tiempo!

7. POEMA PARA NO OLVIDAR EL ÁRBOL DE CAUCHO

Las hormigas que conocen bien la sombra


no tienen ningún motivo de vergüenza,
no hay sitio que no conozcan
ni dicha que no las llene en las mañanas frescas de la costa.

Los mangos que reposan en los senderos recorridos

por su impudicia
son hoy ruinas de castillos, lejanos bastiones para dejar de lado

y no lanzarse a conquistar.
Los cruzados jamás vendrían a esta tierra, los corceles

no piafaron en ella bajo largos mediodías.


Son sus rutas poblados conciertos que cantan la espesura,

tiempo callado que no dice vaguedades o intensifica


los acentos que viven sobre sus cabezas.

Dioses que atravesaron el océano viven en esta tierra

desde hace varios siglos


y los que habitan bajo el árbol no se han enterado
o si lo supieron un día no les importó.

No hay bajo el árbol de caucho plegarias, no hay consuelo,


todo es vida de esplendor para el olvido.

Y las hojas se mueven, el tiempo es eterno en los bordes,


los perros se persiguen desde siempre entre la arena,
festejan los loros y las guacamayas en el cielo delgado
que abraza al árbol,
el día pasa con fuegos lejanos y la piedra canta para sí.

Juan Felipe Robledo

8. MINIATURA ASOMBROSA

Alguien puso unas semillas en mi mano:


treinta árboles mañana,
un bosque cincuenta años más tarde;
aves encontrarán el sur en esos árboles
y lobos encontrarán cobijo
y las hormigas crecerán como un cuerpo
entre las raíces ciegas y soñolientas
y alguna vez una casa y otra casa
construirán esas maderas
y el invierno bajará en sedimentos
y el otoño con su total hastío
pondrá sus pies pesados
sobre los troncos gruesos y no los vencerá.
Nada hará que se quiebren.
Y dentro de cien años cien hombres
serán hombres felices amando a sus mujeres
bajo esos techos amplios,
un perfume de bosque flotara todavía
en los hijos que lleguen,
el mundo será el mundo y la noche la noche
las lechuzas de entonces tendrán ojos más grandes
y comerán gorriones lo mismo que alacranes
y el ratón será mínimo como un insecto extraño,
su pálida pelambre lo volverá invisible
de noviembre a febrero, y no tendrá enemigo:
ni el águila ni el hombre, si acaso, la serpiente.
Treinta árboles mañana,
flores malvas y rojas creciendo en ese bosque...
Ayer, unas semillas que alguien puso en mi mano
y que yo lancé al cielo.

Jorge Galán

9. RAMAS

A contraluz,
tu pulmón al desnudo.
Y en su interior
(aunque no puedas verlas)
ramas como de almendro o de avellano

y una especie de florecillas blancas


brotando en sus extremos:

Una radiografía.
La dejas otra vez sobre la mesa
que aún conserva intacta
su memoria de ramas, tronco y árbol

(la memoria no muere,


se transforma).

Ramas en tus pulmones


y en la mesa

y en el papel de un libro.

Todo es parte de todo,


un mismo árbol.

Josep Rodríguez

10. CLARA WESTHOFF

Qué cercanas y distintas


las hojas de un mismo árbol.

Crecen silenciosas
en la contemplación de sí,
de sus bordes,
en el trabajo minucioso del insecto
que las hiere.

Apenas unidas por un hilo de savia


a la corteza del mundo,
a su naturaleza vegetal.

El viento las obliga a inclinarse


sobre su propia sombra
y en el misterio único
de ser Sauce o Avellano,
se adhieren, se compenetran
sin perturbarse.
Así, recibirán a un tiempo
su gota de lluvia,
el beso ígneo del verano.

Caerán también bajo la misma luz,


rodearán como sílabas diversas
de un mismo alfabeto
la profundidad de las raíces,
la grieta oscura del tronco
que las vio levantarse
y permanecer.

Lucía Estrada

BESTIARIOS

1. AL PERRO DE KACHALOV

Dame tu pata, como buena estrella, Jim.


Una pata igual no vi en mi vida.
Ladremos juntos este día tranquilo
a la cara de la luna que nos mira.
Dame tu pata, como buena estrella, Jim.
No seas así; no te relamas tanto...
Sólo quiero que caigas en la cuenta...
Porque tú no sabes lo que es esta vida,
ni que vivirla merece la pena.
Sé que tu dueño es amable y distinguido,
que por su casa pasan muchos caballeros.
Y todos ellos, sonriendo, pretenden
acariciar tu piel de terciopelo.
¡Eres, a lo perro, una hermosura!
Juguetón, ingenuo y cariñoso.
Y sin pedir a nadie explicaciones,
besas, como el amigo ebrio, a todos.
Amigo Jim, entre todos esos huéspedes,
¡hubo tantos así y de mil maneras!...
Dime, ¿aquella tan callada, la más triste,
no entró tal vez por esa puerta?
Ella vendrá, te juro que ella viene.
Y si por desgracia, yo, allí no estuviese,
lámele por mí su mano, con ternura,
por todo cuanto fui culpable e inocente.
2. UN GATO EN UN PISO VACÍO

Morir, eso no se le hace a un gato.


Porque qué puede hacer un gato
en un piso vacío.
Trepar por las paredes.
Restregarse entre los muebles.
Parece que nada ha cambiado
y, sin embargo, ha cambiado.
Que nada se ha movido,
pero está descolocado.
Y por la noche la lámpara ya no se enciende.
Se oyen pasos en la escalera,
pero no son ésos.
La mano que pone el pescado en el plato
tampoco es aquella que lo ponía.

Hay algo aquí que no empieza


a la hora de siempre.
Hay algo que no ocurre
como debería.
Aquí había alguien que estaba y estaba,
que de repente se fue
e insistentemente no está.

Se ha buscado en todos los armarios.


Se ha recorrido la estantería.
Se ha husmeado debajo de la alfombra y se ha mirado.
Incluso se ha roto la prohibición
y se han desparramado los papeles.
Qué más se puede hacer.
Dormir y esperar.

Ya verá cuando regrese,


ya verá cuando aparezca.
Se va a enterar
de que eso no se le puede hacer a un gato.
Irá hacia él
como si no quisiera,
despacito,
con las patas muy ofendidas.
Y nada de saltos ni maullidos al principio.

Wislawa Szymborska

3. EL GATO
El gato se acomoda
en el hueco del sueño.

Lo miro con tristeza


porque dormirse
es lo mismo
que perder un mundo.

Indolente
estila posturas dentro de su forma
como esculpiendo
fugitivas figuras
de gatos.

Oigo el tardo
envolver el ovillo de su música.
Y esto he comprendido.
A la hora en que los gatos duermen
–afuera– en los tejados
andan las sombras solas.
Gatos negros
que caen de la luna.

Luís Vidales

4. AL FONDO DE ESTO DUERME UN CABALLO

Al fondo de todo esto duerme un caballo


blanco, un viejo caballo
largo de oído, estrecho de
entendederas, preocupado
por la situación, el pulso
de la velocidad es la madre que lo habita: lo montan
los niños como a un fantasma, lo escarnecen, y él duerme
durmiendo parado ahí en la lluvia, lo
oye todo mientras pinto estas once
líneas. Facha de loco, sabe
que es el rey.

Gonzalo Rojas

5. TRAYECTORIA

Cuando os veo vacas verticales y sagradas, os veo vacas próvidas,


os veo de cerca saltonas en las veredas, hembras
para el macho con aquellas ubres, dando tumbos vuestro blanco licor,
fuente de Adán en nuestros paraísos,

cuando os veo y la luna llora también como un camino


abierto de frente a vuestros ojos,

cuando con excesos de vida os derramáis, cuando estáis


oblicuas, rectas, agachadas, bien dispuestas,

bellas a boca de jarro que inquieren a nuestro alrededor


no las nubes de Kioto

no los techos de París

ni sólo viajes

velas o el mar oceánico

y que nos padecen y divagan por nosotros

y así nosotros por ellas en tanto que amantes

jirones de tierra en la duración.

Juan Sánchez Peláez

6. TERNERA ACOSADA POR TÁBANOS

podría describirla
¿tenía nariz ojos boca oídos?
¿tenía pies cabeza?
¿tenía extremidades?

sólo recuerdo al animal más tierno


llevando a cuestas
como otra piel
aquel halo de sucia luz

voraces aladas
sedientas bestezuelas
infamantes ángeles zumbadores
la perseguían

era la tierra ajena y la carne de nadie


tras la legaña
me deslumbró el milagro mortecino
la víspera el instinto la mirada
el sol nonato

¿era una niña un animal una idea?

ah señor
qué horrible dolor en los ojos
qué agua amarga en la boca
de aquel intolerable mediodía
en que más rápida más lenta
más antigua y oscura que la muerte
a mi lado
coronada de moscas
pasó la vida.

Blanca Varela

7. GRANDE ES EL ODIO 2

Y el miedo es una cosa grande como el odio.


El miedo hace existir a la tarántula,
la vuelve cosa digna de respeto,
la embellece en su desgracia,
rasura sus horrores.

Qué sería de la tarántula, pobre,


flor zoológica y triste,
si no pudiera ser ese tremendo
surtidor de miedo,
ese puño cortado
de un simio negro que enloquece de amor.

La tarántula, oh Bécquer,
que vive enamorada
de una tensa magnolia.
Dicen que mata a veces,
que descarga sus iras en conejos dormidos.
Es cierto,
pero muerde y descarga sus tinturas internas
contra otro,
porque no alcanza a morder sus propios miembros,
y le parece que el cuerpo del que pasa,
el que amaría si lo supiera,
es el suyo.
Eduardo Lizalde

8. SURGIÓ UNA MARIPOSA CON ÚN ALA NEGRA...

Surgió una mariposa con un ala negra y la otra azul. Andaba en el aire de la
habitación; arriba de los estantes y roperos. No se sabía si era sólo una. La niña más chica
la pidió para antifaz.
A ratos, sus alas profusas, extendíanse lisas y límpidas. Cuando se paró en el borde
de mi taza, vi su belleza abrasadora; daba pavor.
Mamá lloró todo el día; papá aprontó los revólveres y diversas trampitas, que él
mismo tejió, más nada tuvo efecto.
Al caer la tarde resolvimos cerrar la casa y partir. Pero por las sendas, la mariposa
nos sobrevolaba, como una estrella de Belén oscura, como un coloreado asesino.
Hasta que se metió en mi cuello de nueve años, entre mis venas, se entro en mi
cabello.
Los demás ya no vieron nada o hicieron que no veían.
Yo fingí no darme cuenta.
Y la mariposa sigue bullendo.
A cada instante me visita.

Marosa di Girogio

9. CARACOLA

He oído
en el entresueño
algo como un rumor de mar
que amaina y arrecia

Me han llegado
en el entresueño
voces como de mujeres en el amor
o como de sirenas

Pero se que el oído


es una delicada caracola
metida dentro de mi cráneo
y que en ella hay un arpa diminuta
de vivas pestañas.
Qué agua, qué risa.

Sé que es sólo, desde mi torre,


ese rumor oscuro de la ciudad
que es como el ronroneo de una fiera dormida.
José Manuel Arango

10. EL ERIZO

El erizo tiene miedo de todo y quiere dar miedo


en el fondo del agua o entre las piedras.
Es una flor armada de indefensión,
una estrella color de sangre,
derruida en su fuego muerto.

Zarza ardiente en el mar, perpetua llaga


resiste la tormenta en su lecho de espinas.
El erizo no huye: se presenta
en guerra pero inerme ante nuestros ojos.

Al fondo de su cuerpo la boca, herida abierta, discrepa


de su alambre de púas, su carcaj
de flechas dirigidas a ningún blanco.

Testigo vano de su hiriente agonía,


el erizo no cree en sí mismo ni en nada.
Es una esfera
cuya circunferencia está en el vacío.
Es una isla
asediada de lanzas por todas partes.

Soledad del erizo, martirio eterno


de este San Sebastián que nació acribillado.
El erizo nunca se ha visto,
no se conoce a sí mismo.
Tan sólo puede imaginarse a partir
de los otros erizos, su áspero prójimo,
su semejante rechazante.

Bajo el mar que no vuelve avanza el erizo


con temerosos pies invisibles.
Se dirige sin pausa hacia la arena
en donde está la fuente del silencio.

José Emilio Pacheco

11. PÁJARO

En el aire
hay un pájaro
muerto;
quién sabe
adónde iba
ni de dónde ha venido.
¿Qué bosques traía,
qué músicas deja,
qué dolores
envuelven
su cuerpo?
¿En cuál memoria
quedará
como diamante,
como pequeña hoja
de una selva
desconocida?
Pero en el aire
hay un patio
y una pradera,
hay una torre
y una ventana
que no quieren morir
y están prendidos
de su cola
larga de norte a sur.
En el aire
hay un pájaro muerto.
No sabrá de la tierra
ni de esta mancha
que todos llevamos,
de las máscaras
que lapidan,
de los bufones
que hacen del Rey
un arlequín perdido.
¿Quién lo guarda,
quién lo protege
como si fuera
la mariposa angélica?
Pájaro muerto
entre el cielo y la tierra.

Giovanni Quessep

12. POEMA SOBRE JONÁS Y LOS DESALIENADOS


Si los hombres viven en la barriga de una ballena
sólo pueden sentir frío y hablar
de las manadas periódicas de peces y de murallas
oscuras como una boca abierta y de manadas
periódicas de peces y de murallas
oscuras como una boca abierta y sentir mucho frío.
Pero si los hombres no quieren hablar siempre de lo mismo
tratarán de construir un periscopio para saber
cómo se desordenan las islas y el mar
y las demás ballenas -si es que existe todo eso.
Y el aparato ha de fabricarse con las cosas
que tenemos a la mano y entonces se producen
las molestias, por ejemplo
si a nuestra casa le arrancamos una costilla
perderemos para siempre su amistad
y si el hígado o las barbas es capaz de matarnos.
Y estoy por creer que vivo en la barriga de alguna ballena
con mi mujer y Diego y todos mis abuelos.

Antonio Cisneros

13. EL LENGUADO

Soy
lo gris contra lo gris. mi vida
depende de copiar incansablemente
el color de la arena,
pero ese truco sutil
que me permite comer y burlar enemigos
me ha deformado. He perdido la simetría
de los animales bellos, mis ojos
y mis narices
han virado hacia un mismo lado del rostro. soy
un pequeño monstruo invisible
tendido siempre sobre el lecho del mar.
Las breves anchovetas que pasan a mi lado
creen que las devora
una agitación de arena
y los grandes depredadores me rozan sin percibir
mi miedo. El miedo circulará siempre en mi cuerpo
como otra sangre. Mi cuerpo no es mucho. Soy
una palada de órganos enterrados en la arena
y los bordes imperceptibles de mi carne
no están muy lejos.
A veces sueño que me expando
y ondulo como una llanura, sereno y sin miedo, y más grande
que los más grandes. Yo soy entonces
toda la arena, todo el vasto fondo marino.

José Watanabe

14. EL CERDO

El cerdo entra en el poema


como una ofensa
pero nadie sabe
que el cerdo también reza
Al final del verano
cuando las golondrinas
arrastran el paracaídas
de la lluvia
el cerdo se sale de sí:
da vueltas salta grita
aplaude el universo.

Horacio Benavides

15. MARIPOSA

Como una moneda girando


bajo el hilo del sol
cruza la mariposa encendida
ante la flor de albahaca.

Coral Bracho

16. MANTARRAYA

Por algún divertido arreglo


los dos muchachos han dividido en dos la mantarraya
como si fuera una hoja de papel
Y ahora cada uno lleva su parte colgando de la mano
Ya nada queda de la gracia que el animal
exhibe en los acuarios
Ondeando, sumergiéndose, elevándose en el agua
todo su cuerpo como dos extrañas alas

Mientras la ofrecen a lo largo de la playa los dos muchachos


aseguran que con ella se prepara un excelente
y vigorizante cocido
Las dos partes siguen vivas

A veces una de ellas levemente se estremece y aletea


como si una parte reclamara la otra

O como si conservara alguna oscura memoria de su


vuelo

Rómulo Bustos

17. LAGARTO

Camina como un dragón caído que fue despojado del fuego y de las alas. Sobreviviente
de una raza de gigantes, hoy luce el agazapado apetito de la demora, el lento, hastiado
zigzaguear de un pesimista. Es una piedra en el centro del desierto. Hay otro tiempo detrás
de sus ojos. Sólo parece esperar la noche de un interminable crepúsculo. Su sangre es fría y
necesita al sol para recordar que vive. No conoce la tibieza ni la piedad. El mundo que aún
habita derrocó su dinastía y él aborrece a este enfriado planeta como se aborrecen dos
viejos y cansados enemigos. Aseguran que su carne es curativa o venenosa, según el humor
de quien la ingiere. En el mediodía del mundo, sus rascacielos huesos fueron la formidable
forma de la fuerza. Hoy son pequeños y casi cobardes. Ya no lanzan fuego: de su hocico
asoma sólo una tensa lengua roja que tiene menos del dragón que del ajolote; pero sus
pupilas aún conservan el brillo prehistórico del ámbar, y parecen mirarnos desde el fin del
mundo.

Jorge Fernández Granados

También podría gustarte