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Libro cuarto los comentarios Reales de los incas

Acllahuasi

La casa de las vírgenes dedicadas al sol:

Un barrio de aquella Ciudad de cuzco se llamaba Acllahuasi, que significa CASA DE ESCOGIDAS
eran llamada así, porque escogía a mujeres por linaje o por su hermosura: Habían de ser
vírgenes y para seguridad de que lo eran las escogían de ocho años para abajo.

Para que estas vírgenes pertenecieran de aquella casa del cuzco, dedicadas para ser mujeres
del Sol, estas debían ser de su misma sangre, quiere decir, hijas de los incas; así del rey como
de sus deudos, los legítimos y limpios de sangre ajena; por la ideología que solían tener que las
mujeres que eran de sangre mezcladas, eran llamadas bastardas. Mujeres que no podían
entrar a la casa del Cuzco por la razón que decían que como no se sufría dar al Sol mujer
corrupta, sino virgen, así tampoco era licito dársela bastarda, con mezcla de sangre ajena; por
que, habiendo de tener hijos del sol, como ellos imaginaban, no eran razón que fueran
bastardos, mezclados de sangre divina y humana. Por lo que tenían que ser de legítima sangre
real, que era misma del sol.

Dentro de las casas, había mujeres mayores que las llamaban Mamacuna, mujeres que habían
entrado con las mismas condiciones, que vivían en la misma profesión y por ser viejas y por el
oficio que hacían recibieron ese nombre.

Mamacuna que en su interpretación superficial de ellos solo les bastecía decir matrona, mujer
que tiene cuidado de hacer oficio de madre, porque es compuesto de mama, que es madre y
de esa partícula cuna, que por si no significa nada, por las diversas composiciones que recibe.
Haciéndolas bien nombres, porque unas hacían oficio de abadesas, otras de maestras de
novicias para enseñar, así el culto divino de su idolatría como en las que hacían de manos para
sus ejercicios como hilar, tejer, coser. Otras eran porteras, otras provisoras de la casa, lo cual
se les proveía abundantísimamente de la hacienda del sol, porque eran mujeres suyas.

Los estatus y ejercicios de las vírgenes escogidas:

Vivían en perpetua clausura hasta acabar su vida. Solo la Coya que es la reina y sus hijas tenían
licencia de entrar en la casa y hablar con las encerradas, así mozas como viejas. Ellas eran
enviadas por el inca para su visita y ver como estaban. Entre otras grandezas de sus edificios se
podía observar una calleja angosta, capaz de dos personas, en la cual atravesaba toda la casa,
donde había oficinas que trabajaban las mujeres de servicio. A cada puerta de aquellas había
porteras de mucho recaudo, en el último apartado al fin de la calleja estaban mujeres del sol,
donde no entraba nadie. Tenían su puerta principal como las que acá llaman puerta seglar, la
cual no se abría sino para la reina, y para recibir las entradas de las monjas. Al principio de la
calleja se encontraban porteros ordinarios encargados de llevar y traer, hasta la segunda
puerta todo lo que entraba y salía de la casa, ellos no podían pasar a la segunda puerta, ni
nadie podía mandarle ya que era una pena hacer eso.

Tenían como servicio a las monjas y de la casa quinientas mozas, cuales tenían que ser
doncellas, hijas de los Incas de privilegio que el primer inca dio a los que redujo a su servicio,
no de los de la sangre real por que no entraban para mujeres del sol, sino para criadas. No se
requerían hijas alienígenas, sino hijas de incas. Las cuales mozas también tenían sus
mamacunas de la misma casta y doncellas, que les ordenaban lo que habían que hacer . El
principal ejercicio que hacían era hilar y tejer. Hacían ropa finísima. El llauto que era una
trenza del Inca. La camiseta que llaman uncu. La capa que llaman yacolla. La bolsa al que
llaman chuspa. Unas borlas pequeñas llamadas paicha, asidas a una trenza delgada de una
braza en largo, las cuales no eran para el inca, Sino para los de su sangre real: tráiganlas sobre
su cabeza , caían las bordas sobre la cien derecha .

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