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CAUDILLOS Y CAMPESINOS 33

ue se refiere a las comunidades indígenas), y, no logró los resultados desea-


dos.? Si bien es cierto que la clase media rural evolucionó durante el porfi-
riato, esta evolución no satisfizo las esperanzas de los reformadores liberales;
HI. CAUDILLOS Y CAMPESINOS EN EL MÉXICO la implantacióde n los derechos de la propiedad privada en general no *,
REVOLUCIONARIO, 1910-1917* llevó a México por el sendero de un capitalismo liberal dinámico.+ /
Bajo el gobierno de Díaz los incentivos y las oportunidades para dividir
ALAN KNIGHT las tierras comunales aumentaron en gran medida. Los ferrocarriles les per-
mitieron a los productores terminar con las limitaciones de los mercados
1 locales, y responder a la demanda regional, nacional, y hasta mundial.* Para
esto necesitaban recursos adicionales de tierra y mano de obra, que las al-
EsTE capítulo comienza y termina con el mismo tema: el proceso del des- deas podían, resistiéndose, ofrecer. Y el régimen, en especial con sus leyes
arrollo económico y la centralización política que caracterizó la evolución de colonización de 1883 y 1894, le dio armas al arsenal legal de los terra-
del México moderno durante el siglo pasado. Dentro de este proceso la Re- tenientes expansionistas.* A medida que las tierras pasaron de las aldeas a
_volución de 1910-1917 (me refiero al periodo violento de esta guerra civil) las haciendas, de los pequeños propietarios a los caciques, las cosechas co-
// marca una evidente caesura, un iod de regresión económi a0s merciales tendieron a reemplazar las antiguas de productos básicos: maíz,
Ni político. Sin embargo, viendo esto en un contexto a largo plazo, puede con- frijol y chile (producción que descendió durante el periodo en que aumentó
siderarse más bien una pausa, un periodo de disolución y de reorganización, la población), dejándole su lugar al algodón, el azúcar, el café, el hule, el
en especial en la política del país, una oportunidad de reculer pour mieux henequén y las frutas tropicales. El valor de lá tierra se elevó, así que hasta
sauter. Un análisis del papel que desempeñaron los campesinos y los caudi- los propietarios de tierras relativamente poco interesados en el estímulo de las
llos en la Revolución nos servirá para ilustrar este punto. ganancias, y que relativamente se contentaban con tener garantizada una ga-
Con el fin de efectuar un análisis general, es posible aislar dos caracterís- nancia con su producción baja, ineficaz, se encontraron envueltos placen-
ticas claves del régimen porfiriano que originaron la Revolución de 1910: teramente en la ola de especulación y de euforia, por lo menos hasta 1907.*
el modelo de desarrollo económico, en especial cómo afectó al sector agrícola; Para las masas de la po blación rural (la masa de la población EN
y la nueva forma de centralización política que intentó la dictadura de el proceso de despojo de la tierra significó aumentarla mano d is-
j los
'
Porfirio Díaz. disminuyeran los salarios, en
y que ble
poni a p

/ Es un lugar común afirmar que el México de dl lia i En toda la década de 1900 (aunque no ne- /
Díaz, como la mayoría
de los países de la América Latina contemporánea, tuvo una fase de creci- cesariamente antes) los salarios reales en la agricultura y en la industria
*, miento dinámico orientado hacia las exportaciones basado en la inversión ex- disminuyeron precipitadamente, y, hacia fines de esa década, la combinación”,
tranjera y una integración al mercado mundial. Este proceso, alentado activa- de-la- depresión económica, el desempleo y las malas cosechas-contribuyó /
mente por la élite política, fue anterior a la revuelta de Tuxtepec: ya había
afome ntar
el descontento popular.”
una legislación en la constitución destinada a dividir las propiedades comu-
nales, y a crear una relación de la propiedad progresista, capitalista.* Pero 2 Donald J. Fraser, “La política de desamortización en las comunidades indígenas
las normas legislativas y constitucionales, como saben todos los que estu- 1856-1872", Historia Mexicana XXI, 1971-1972, pp. 615-652.
3 Algunos ejemplos locales en; Dante Cusi, Memorias de un colono, México, 1969,
dian la historia de México, no garantizan la práctica política. La abolición González, Pueblo en vilo: microhistoria de San José de Gracia,
páginas 28, 37; Luis
de la propiedad comunal se realizó en forma vacilante (por lo menos en lo 22 ed., México, 1972, p. 105; John Womack Jr., Zapata. .., p. 42.
4 George McBride, The Land Systems of Mexico, Nueva York, 1923, pp. 74-75;
Fernando González Roa, El aspecto agrario de la Revolución Mexicana, México,
* Parte de la investigación hecha para escribir este artículo fue realizada con la 1919, pp. 128-133. ;
ayuda de subvenciones de la Fundación Nuffield y del Departamento de Historia 5 Nathan Whetten, Rural Mexico, 4% ed., Chicago, 1964, p. 98; Moisés González
de la Universidad de Essex, a los que expreso mi gratitud, Navarro, “Vida social” en Historia moderna de México. El Porfiriato, 2a. ed., Méxi-
] 1 “El verdadero aspecto dinámico de ese periodo [1855-1872] [fue] el intento de
co, 1970, p. 198.
introducir el capitalismo democrático”. Véase Walter V. Scholes, Politics During 6 Estadísticas económicas del porfiriato; fuerza de trabajo y actividad económica
the Juarez Regime 1855-1872, 2a. ed., Columbia Mo., 1969, pd. por sectores, México, 1964, pp. 148-151; Friedrich Katz, op. cit., p. 36.
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34 CAUDILLOS Y CAMPESINOS
CAUDILLOS Y CAMPESINOS 35

Estaba íntimamente vinculada con el modelo de desarrollo económico


(aunque analíticamente distinto) la batalla por la centralización política y ina y Chile.? Esta interpretación puede parecer trivial, pero desafía
l puntos de vista que, desde TOS perspectivas, pero con creciente
laestabilidad, Ésta fue la batalla que tuvo que darse (como Díaz lo veía, de ¡ la” Revolución hava re ado un movim ento. de.
de masas
ycomo lo explicaban los científicos) para atraer la inversión extranjera; y,
E uote ncorporado.e 48 las quejas
duelas populares
DODU das (en especial
mismo tiempo, la inversión extranjera y el desarrollo económico le da-
ban al régimen nuevos recursos en la antigua batalla contra las fuerzas del tipo agrario) -que prefieren presentar un movimiento genuino de ma-
“centrífugas de la sociedad mexicana. Para expresarlo con palabras sencillas, sas iniciado, controlado y consumado por los jefes “burgueses”, capaces de
movilizar (y desmovilizar) a un populacho dependiente, ingenuo. 1 cuerdo
Díaz tenía una polític -pan*y-palo más amplia que cualquiera de sus con un relato reciente,? “em-191y-1912;"cuando Zapata le pidió clamoro-
. predecesores. Los ferrocarriles, que habían unido el mercado nacional, sir-
vieron a los intereses del régimen en el conflicto con el individualismo local, samente al gobierno de Madero que devolviera las tierras a las aldeas,
y volvieron la represión más rápida y barata. Nacionalmente Díaz se con- no tuvieron eco sus demandas ni hubo fuera de Morelos, un leventamiento
virtió en el árbitro supremo de la política del país, aplicando sus decisiones, “armado significativo por obtener tierras”. El principal “estudio EAPODEDO
obteniendo la cooperación o, cuando era necesario, aplastando la oposición en este país ha afirmado que “la mayoría de los campesinos [mexicanos]. hs
en un grado que no tenía paralelo en el México posterior a la Independen-
no participó mayormente en la Revolt ción de-1910 bic apa
mo s UNICO f mo, otra maniestación
“cia, Localmente a los oligarcas poderosos, a sus familias y a sus prote-
gidos les permitían establecerse, y así podían imponerles sus propias priori- e movimiento pop dlar!
se describe como bellaquería mercen
«al
dades y las de Díaz a los provincianos recalcitrantes. En 1910 el proceso
estaba muy lejos de completarse: muchas regiones permanecían relativamente
fuera del alcance del brazo del gobierno central, esperando la creación de
un poder ejecutivo más fuerte después de la Revolución, pero, por regla ge-
áno, pero que empleó medios más
neral, la autoridad porfiriana se extendió más allá y seguramente más que en significa que los revolucionarios de
1910-1920, en su mayoría desearan estos fines. Las revoluciones, como lo
cualquiera otra desde la época de los virreyes. Esto, como el proceso del
Gieco: agrario, fomentó las protestas y las rebeliones, en especial confirman otros ejemplos, a menudo se muestran volubles y desagradecidas
cuando se trata de recompensar a los que las apoyaron.*' Igualmente, una
en comunidades que hasta entonces no estaban familiarizadas con la
prolongada familiaridad con la paz del PrI (Partido Revolucionario Institu-
opresión del gobierno centralizado: las imposiciones políticas (en especial
cional) y la “política de desarrollo mexicano” desde la década de 1920 no
del jefe político y del jefe municipal), los nuevos impuestos crecientes, la
debe cegar a los mexicanistas a las realidades de 1910-1920, cuando un mo-
conscripción y una aplicación más rigurosa del orden público. A menudo,
“debe observarse, la centralización política era el requisito necesarioe inme-
iato para el despojo agrario y la concentración de las tierras. 1 Cf. David Rock, Politics in Argentina 1898-1930. The Rise and Fall of Radi-
La respuesta popular a estos cambios logró su expresión más vigorosa calism, Cambridge, 1975. ,
8 Robert A. White S.J., “México: The Zapata Movement and the Revolution”, en
“y colectiva en la Revolución que, en su manifestación “social revoluciona-
Henry A. Landsberger (ed.), Latin American Peasant Movements, Cornell, 1969,
ria”, representó una protesta básicamente rural, en gran escala, contra el página 115; véase también Johm Rutherford, Mexican Society During the Revolution:
doble proceso de desarrollo económico y de centralización política, como Á Literary Approoach, Oxford, 1971, pp. 196, 220-222.
lo realizaba el régimen porfiriano. Los jefes de la “clase media” o de la 9 Eric J. Hobsbawm, “Peasants and Politics”, Journal of Peasants Studies 1, 1973-
“burguesía”, preocupados por sus intereses más estrechamente políticos, ini- 1974, p. 10.
ciaron y terminaron el drama; el carácter de esta jefatura y su relación con > Joha Womack Jr., “The Spoils of the Mexican Revolution”, Foreign Affairs
48, 1970, p. 678; Jean Meyer, La Cristiada..., 1H, 387-388.
el movimiento popular lo examinaremos en la segunda mitad de este ensayo. 11 O, como lo señaló Franz Borkenau, en términos de la “ley del doble desarrollo
“Pero el movimiento popular, que se derivó del campo y que fue impulsado de las revoluciones, éstas se inician como movimientos anarquistas contra la orga-
apor el resentimiento agrario de manera significativa, aunque no exclusiva, nización del Estado burocrático al que inevitablemente destruyen; después establecen
era el corazón de la rebelión, y sin el cual la Revolución sólo habría cons- otra organización burocrática en su lugar, en la mayoría de los casos más fuerte,
tituido una forma de protesta política de la “clase media”, antioligárquica, que suprime todos los movimientos de masas libres”. Franz Borkenau, “State and
Revolution in the Paris Commune, the Russian Revolution and the Spanish Civil
propensa a ser asimilada y a cooperar, como en los casos serfejantes de
War", Sociological Review XXIX, 1937.
rod, CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS 31

vimiento genuino popular frecuentemente autónomo se agrienta, y no una revolución manqué). En vez,de esto, de nido eN
elevó y cayó, desa= sales siguieron las tácticas clásicas “economicistas ; pe izándose a
fiando a una serie de gobiernos centrales, e impartiéndole No
a la Revolución
su carácter distintivo que no tiene paralelo en la Améric
a Latina moderna.12 .do huelgas para“obtener beneficios industriales limitados, ad po 4)
lannmenbaum,y hasta
ue. antes de la Revolución y durante la misma, fue la más ra ic ed )
uetiva que utilizaron para defenderse los patrones rígidos y pa " "
atención ás: nte, la rehabilitación persuasiva de la cris- Dis de lo que a veces se imagina. Las mismas tácticas fueron si entes a
tiada, como un rechazo popular del étatisme callista, debió, mayoría de los campamentos mineros avanzados, semiindustrii es (col
en vez de eclipsar
la revolución, subrayar las muchas características donde los mineros nunca mostraron la militancia política (ni aun
que tenían en común
los movimientos populares de 1910-1920 y 1926-1929,
La cristiada, por g que más tarde caracterizó a los mineros bolivianos de las
su negación de la ortodoxia “revolucionaria”, hasta hace s de estaño. Lo anterior, dado el tamaño y la madurez del nad
poco fue desechada
por no ser relevante históricamente; la Revolución, ya
que difícilmente po- ano, tampoco resultó muy sorprendente, En el frente político, los S 9
día recibir un trato similar, fue revisada más sutilmente, “ros industriales tendieron a seguir el liderazgo de la clase media pe a
mal interpretada y
convertida en mito. La cristiada fue rescatada del olvido . on a los maderistas liberales antes que a los anarcosindicalistas ( A E
; la tarea hoy día
es quitarle su camuflaje a la Revolución. agonista); aun antes de la Revolución, y cada vez más pe ta, a
El concepto de “movimiento popular” que se tomó prestado a la historio- »ndencia paternalista del Estado que mostraba la mano de obra org
grafía de la Revolución francesa es útilmente vago. En la primera mitad ni mando forma.!* n
- de este ensayo espero señalar algunas de sus principales:
manifestaciones y NE. o de las ciudades, mucho más numerosos, desempeñaron a
motivos, que considero importantes para la Revolución de 1910-1920; en papel más importante en la Revolución. Individualmente ofrecieron: una >
la segunda mitad estudio las pautas de la autoridad que se desarr buena cantidad de jefes revolucionarios; colectivamente, aunque en pai )
ollaron
/ en este periodo. Por consiguiente, primero los campesinos
se apoderan del es- algo tardía, y bajo la presión de los tiempos difíciles, as OS E
( cenario; después (quizá simbólicamente) los caudillos se encar
gan del poder. gentes para los Batallones Rojos.'* Sin embargo, mucho antes los a
artesanos desvalidos se habían distinguido como amotinados y se A
res, en especial en las ciudades del Bajío donde había AUR el tra a
a Así establecieron el modelo del pobre urbano, un prototipo evi sn 0 <a
ciudades y en los centros mineros en decadencia desde el tea dy a
El movimiento popular de la Revolución Mexicana, en contras
te con su lución; y por consiguiente contribuyeron a la grave preocupación a desa
equivalente francés, fue un fenómeno esencialmente rural,
El proletariado tían las clases propietarias urbanas, cuyos temores a los motines , bora E ; |
industrial no sólo no pudo ocupar la vanguardia revoluc de ninguna manera infundados, ofrecen un tema constante a la el
ionaria, sino que
apenas participó en la retaguardia. Las grandes esperanzas urbana de la Revolución. Pero el populacho de las ciudades, aunque e
que se habían
puesto en los obreros de las fábricas de Puebla y Veracruz, distinguía con frecuencia y de modo notable, no pudo generar un cabina :
el corazón in-
dustrial de México, fueron desilusionantes. La represión fue muy político persistente, con una finalidad, como tampoco pudo a ee 5
vigorosa,
pero, lo que es más importante, los trabajadores eludieron las tácticas Europa preindustrial. Ocasionalmente pudo derribar a las autoric oa ;
revo-
lucionarias (la refriega de 1907 en Río Blanco fue una disputa industrial populares, pudo expulsar a los chinos de la ciudad. Pero su vi peon
menudo fue más expresiva que instrumental, y a menudo sus pe a a
12 Si bien Bolivia y Cuba también tuvieron * revoluci limitaban a lo que podían saquear en las casas de empeño y en las tie
ones sociales”, en gran medida
fueron dirigidas desde arriba, sin una participación
autónoma de las masas en el
proceso revolucionario. Esto no impidió que la Revolución
cubana lograra cambios
más radicales que la mexicana; las revoluciones pueden M Rodney D. Anderson, “Mexican Workers and the Politics of deere so
medirse, hasta definirse, en
términos del grado de la participación popular en panic American Historical Review 54, febrero de 1974, pp. 94-113; P. CosíoSl et
el conflicto político violento o
por los cambios estructurales logrados por los movimien Historia Moderna de México. El porfiriato. La vida política interior, segunda parte,
tos y los regímenes; éstos
pueden presentarse juntos o no. México, 1972, pp. 802, 815-816. , 2. A a
13 F, Tannenbaum, Peace by Revolution, Mexico cesa Mores “Les ouvriers dans la révolution mexicaine: les bataillons rouges”,
after 1910, Nueva York, 1966;
Ernest Gruening, Mexico and its Heritage, Nueva York, Annales 25, 1970, pp. 30-55,
1928.
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“de abarrotes españolas.** Además, gracias a las presion


es del exterior, vilaba las aldeas, las cabañas y las pequeñas ci re poi
” del campo, en las ciudades los métodos de control
social se destruyeron, a los aldeanos en peones, y las milpas en plantíos de caña. resul .
N el populacho tuvo la oportunidad de destacarse.
dados ciertos factores militares y políticos adicionales) fue el movimien
Y, El peso de la Revolución (de las largas campañas, de
la guerra de gue- iecionario más intenso y prolongado de ese periodo. + y
rrillas, de las batallas campales que derrocaron primero
P Díaz y después A menudo se ha afirmado que el estado de Morelos era un a erre
/a Huerta) cayó sobre los hombros de los grupos rurales,
Dos grupos prin- y que el zapatismo era el único movimiento agrario E nit evo ño
cipales pueden distinguirse por sus quejas, sus metas y
sus tácticas algo ción. Pero, como Sotelo Inclán señaló, esto no fue así. En o N
«diferentes: el campesino medio y el periférico, El
primero corresponde tos- conocido, los yaquis hicieron una importan é q)
camente al “campesino medio propietario de tierras” de Eric citar otro ejemplo bien
Wolf: los cam- tribución a la Revolución, sirviendo como reclutas en los USE
pesinos (y algunos le dan esta denominación a un solo
grupo) que, a pesar rista y constitucionalista, y como revolucionari os más o menos sin a : ni
de su posición subordinada en la sociedad rural, conservaron
un grado sig- definida. De cualquier manera, su participación fue otro O e
nificativo de control, hasta de propiedad, sobre la tierra que
labraban.'” No longada lucha por retener y conservar las tierras de la tribu. n A a é
eran ni kulaks ricos, mi proletarios rurales; tampoco, si
entran en la última hacia el sur, un movimiento indígena mayo semejante, dirigido por de e
categoría, habían sufrido un despojo de tierras ni una proletarizació
n re- Bachomo, no se encontraba solo cuando expresó sus quejas agrarias. ;
cientes. Su rebelión tenía un claro motivo agrario: su meta
era recuperar las poderoso movimiento agrario se desarrolló en La Laguna, en oe en
tierras que habían pasado, o estaban pasando, de manos
de los campesinos a Cuencamé, donde los indios ocuilas habían sufrido recientemente un pee
“Jas de los grandes terratenientes, a menudo comerciales;
y estos últimos eran despojo de sus tierras... por parte de algunos ricos terratenientes a
algunos hacendados opulentos o agricultores y caciques menos
ricos, habitan- y donde el jefe ocuila Calixto Contreras, al que enviaron a servir El e
tes de la misma villa o de las villas vecinas. En cualqui
er caso, es la trans- cito por protestar en la década de 1900, dirigió una fuerza temi z.
ferencia (usualmente por completo legal) de la tierra
de la aldea a los ha- su muerte en 1916,% Cuencamé no fue el único centro de A a E
s y a los caciques, estimulada por la legislación porfiri
ana y el des- La Laguna, y, cuando la rebelión rural se volvió endémica después de dea
arrollo económico, la que se encuentra en el corazón de
la revolución rural. los observadores comentaron la importancia local de los factores peca
Este conflicto fundamental puede generar movimientos revoluc
ionarios de Tampoco estos factores se limitaron a las llanuras del norte: en e PES a-
varias escalas e intensidades, desde rebeliones prolongadas,
geográficamente ñas de Durango y de Chihuahua, la pérdida de las tierras comunales tam-
amplias, hasta rebeliones campesinas aisladas, efímeras.
Al examinar la tra- bién provocó reacciones de rebeldía.**
ma de la Revolución entre 1910 y 1920, estas diferencias son importantes;
al evaluar los orígenes básicos de la Revolución, es esencial
este factor causal :8 Womack, Zapata ..., pp. 42-54; John P. McNeely, “The Origins of the 3]
común que compartieron algunos movimientos locales
aparentemente distin- Revolt in Morelos”, Hispanic American Historical Review 46, 1966, pp: 153- 6).
tos. El caso del zapatismo, por ejemplo, es demasiado 19 Citado por María Alba Pastor en Aspectos del movimiento A E
conocido y ha sido
bien investigado para requerir ser examinado aquí. Womack y Departamento de Etnología y Antropología Social, DEAS, núm. 9, pd: de 1 a
otros inves-
tigadores han mostrado cómo el crecimiento dinámico de 20 Alfonso Fabila, Las tribus yaquis de Sonora, su cultura y anhelada pe có
las plantaciones minación, México, 1940, pp. 81 ss, y Evelyn Hu-Dehart, “Development q. po
de azúcar en Morelos empezó a remodelar a la sociedad
rural variada del Rebellion: Pacification of the Yaquis in the late Porfiriato”, Hispanic American His-
estado, y lo convirtió en una inminente “utopía de hacend
ados”, que ani- Ñ si 1974, . 72-93. ' , , -
naa, cita fruto de un sueño imperialista”, Historia lo
16 Los pueblos que sufrieron motines en la primave
ra de 1911 fueron: Concepción S, 1955, pp. 303-320; Héctor Olea, Breve historia de la revolución en Sinaloa,
del Oro, Matehuala, Pachuca, Ciudad Manuel Doblado
, San Miguel de Allende, Pén- éxico, 1964, p. 40. É
jamo, Angangueo, Uruapan y Metepec. Por lo general
se produjeron en los centros reta e: 15 de febrero y 27 de abril de 1911, FO 3711/ nd
de industrias artesanales y en las antiguas comunid
ades mineras. Véase por ejemplo, 1147, 17956; Pastor Rouaix, as geográfico, histórico y biográfico del e.
Rufino Zamora y Manuel Herrera a Robles Domínguez,
27 y 30 de mayo de 1911, éxico, 1960, p . 101-102, 113. / 3
Archivo de Robles Domínguez 11/22, 11/43; sobre San Miguel y el jefe político Ars ao 29 do de 1912, SD 812.00/3238; ne E peca
de Zitácuaro al gobernador Silva, 3 de julio de 1911, Gobernación* 14, “Relaciones
con los estados” que se refiere a a Madero, 2 de julio de 1911, documentos de Madero, rollo 20; A A A gu
AÁngangueo. de Madero, rollo sé blo
Benavides a Madero, 29 de mayo de 1911, documentos
17 Eric R. Wolf, “On Peasant Rebellions”, en Teodor Shanin (ed.), Peasants and
Peasants Societies, Londres, 1971, 24 Everardo Gámiz Olivas, La Revolución en el estado de os het
p. 269. más « a
1963, pp. 11-12; el estado de Chihuahua se trata con mayor amplitud
40 CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS 41

Puede advertirse que, hasta en el norte, en


donde los comentaristas gene- ietarios hacendados, y que se les deje en libertad absoluta eb pa
ralmente le han dado poca importancia a las
quejas agrarias, éstas ofrecie- autoridades locales entre individuos de “su propio terreno y
ron un importante estímulo para la Revol ución.
Más hacia el sur tampoco ación y confianza. y
Se limitaron a Morelos, ni aun a la meseta
central. A lo largo de la Sierra
/ Madre Oriental, desde el sur de Tamaulipas,
a través de A rtancia de la rebelión agraria en la meseta central de México se ha
», Veracruz, hubo importantes centros de rebelión agraria: la Huasteca hasta generalment e. Aparte de Morelos, hubo movimientos yle0sgeDs
bla y en Tlaxcala, el último movilizó
en Tamazunchale
(centro con problemas agrarios en la décad a “campesinos apa a y S sd
a de 1880, y de nuevo en 1910),
en Tancanhuitz, en Tantoyuca, en Ozul
uama y en Papantla.* Alrededor os campesinos que tenían una fuerte tradición de protestar, q ES
de Ciudad del Maíz la familia Cedillo movil , en esp E
izó a los campesinos con un ide una autonomía política limitada”, pero que se enfrentaron
programa de reforma agraria especialmente
claro, y fue capaz de dominar después de la década de 1890, a desalojos de sus po ERAS
la región durante toda la Revolución.20
Hay testimonios generales y particu- ientes y a una interferencia creciente en su vida aldeana. Si me E
lares de la importancia de las rebeliones
agrarias en Veracruz, y sin duda las condiciones favorecían un movimiento agrario y o q
en las tierras altas del estado. Según el cónsu
l de Estados Unidos:27 Oaxaca y en Guerrero el a a a cr pa eS
j orádicas: en Etla, a donde nas eX
Lacuestión agraria ha sido siempre,
de hecho, la causa de la mayoría de la in- Malo matal en el verano de 1911 “con toda la o de PE
“quietud en este estado. La tradición
les ha enseñado a estos campesinos que la hacienda [de Concepción]”; en Ejutla y en Zaachila, al sur de la pa
adquisición de tierras (por parte de |
os extraños) es una injusticia inefable para axaca, al año siguiente hubo una rebelión agraria; en oO ¿ia
ellos. Los agitadores pueden aconsej arlos
y ellos pueden llamarse zapatistas o
carrancistas; sin embargo, en el es tado
deanos
8 pistola,indígenas
mataron recobraron
cruelmente
sus tierras y los títulos
a unos
de propie po E
de Veracruz los levantamientos son cuantos ia ds En a
puramente locales en lo que se refiere
a su importancia. A los indios no les
interesa quién pueda estar en la silla distritos de Aldama y Mina en Guerrero, donde Jesús S e da a
presidencial, con tal de que puedan re-
cobrar la libertad que gozaban sus ista nominal, había reclutado a más de mil hombres aho En ds A
antepasados.
dígenas repartirles terrenos cuando triunfe su levantamiento E ; rt
Cerca de Zongolica, en la front era contraste, estaba tranquilo; pero eos Eta ia a necia)
entre Veracruz y Puebla, Bartolo Ca-
banzo dirigió una rebelión agra ria 0 ichoacán, dirigidos en contra de las hacie : 5
local. Cuando las autoridades huertistas
le ofrecieron una amnistía en a bril de O onlatca o La Orilla (donde los colonos o ia mee
1914, se informó que Cabanzo:?* “ron losaa
campos declarando que “obraban en su derecho pe a Aa
Da a entender que no es carrancista ni tiene compr
omisos con los partidos
“la Revolución el reparto de tierras a la clase proletaria”); y .s qa a
contendientes, sino que lo hicieron justicia de modo violento con e A e las p
que él desca es: que se dé posesión de
a los indios de la comarca que sus tierras
dirige, y a los cuales, dice, se les despo
jó por
bían usurpado sus montes. y
Moo paca del las tierras que se encontraba detrás de estos mo-
*% González Navarro, “Vida social
" » PP. 242-243; Miller, Tampico,
bre de 1910. 23 de febrero 6 de septiem-
de 1912 » 12 de marzo de 1912,
3178; Guy Strésser-Péan, “Problémes SD 812.00/342, 2995, 2% Raymond Th. J. Buve, “Peasants Movements, en e. erase e
Agraires de la Huasteca ou región
(Mexique)”, en Les problémes agrair de Tampico ¡ 1910-17) in Tlaxcala, Mexico”, Boletin de Estu '
es des Amériques Latines, París,
204; Madero al gobernador Levi, 1967, pp. 203- O accio 18, pes pp. 112-152; David Ronfeldt, Atencingo, The Politics
17 de agosto de 1912 en Isidro
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=% Eugenio Martínez Núñez, lución Mexicana en Oaxaca, México, 1970, p. 124; José M. isso A
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dad de la reforma agraría en tierra: mito y reali. 21 Paul Friedrich, Agrarian Revolt in a Mexican Village, E TR a a:
México, México, 1964, p. 307.
27 Cañada, Veracruz, 4 de septi páginas 50-51 [Revuelta agraria en una in. Ao apo Pes de o
embre de 1913, SD 812.00/8851. E y lil luego 4 Gobernación, 15 de septiem e
28 Jefe político de Zongolica al
gobernador del estado, sf, abril al gobernador Silva
Archivo de Zongolica, 6/51. /mayo de 1914, ena 14 Relaelades con los estados”; Rafael Ibarrola
29 de junio de 1911 en la misma fuente.
42 CAUDILLOS Y CAMPESINOS
CAUDILLOS Y CAMPESINOS 43
“vimientos era de dos tipos. En algunos
casos las haciendas expansionistas se ida de las tierras de las aldeas era el factor común en muchos
encontraban en conflicto con las aldeas libres
: esto era evidente en More: a consecuentes siguieron distintos caminos. Donde las que-
los,en Puebla y en Tlaxcala, igual que en difer
entes regiones dispersas pera arias eran graves y abundantes, era probable que estallara un movi-
importantes, situadas al norte y al sur de la meset
a central. Allí, de acuerdo! nto revolucionario prolongado y con una amplia base: en Monalos y en
con el modelo clásico que trazó Tannenbaum, los “aldeanos
en última in ala, en La Laguna, y entre los indios yaquis. Por lo general los a
“tancia hicieron la revolución social en defen
sa propia”.22 Pero también hubo nos medios” tomaron la jefatura: tenían cierta fuerza política » .
"Casos importantes en los que el proceso
de diferenciación económica dividió un profundo conocimiento de los problemas y quizá una posición na
a las comunidades, incitando a la lucha a los
aldeanos contra los caciques elevada. En poco tiempo pudieron movilizar a otros grupos rurales. s
O hasta a una aldea contra otra. Tepoztlán, en
Morelos, se liberó de las deanos de Morelos empezaron a reclutar a los peones de las plantaciones
' garras de la hacienda, pero cayó presa de los
. zabanla tierra y la autoridad política: Tepoztláncaciques, quienes monopoli- caña de azúcar; los Cedillo reclutaron a los trabajadores agrícolas cerca de
durante la Revolución.3% El auge de la
fue firmemente zapatista udad del Maíz. En la Laguna la revuelta iniciada por Calixto Contre-
demanda de guayule, que produjo $ y Luis Moya tomó represalias contra los mayorales crueles y empezó
el despojo de las tierras de Cuencamé, también afectó
Aupe, en el mismo estado, a San Juan Guada- | atraerse a los trabajadores de las haciendas.*$ Antes de que pasara mucho
donde los caciques les rentaron
las tierras ejida-
lesa algunas empresas comerciales, causa mpo, según parece, la demanda del reparto de tierras se extendió más allá
ndo “la miseria absoluta de to- los grupos originales de “campesinos” que iniciaron la rebelión. Acaso
dos”. Cuando estalló la Revolución,
los caciques fueron expulsados del Laguna (una región de cultivos comerciales y de temporal, que se veía
pueblo, pero pronto regresaron. Muchas aldea
s del occidente de Chihuahua, 'alectada regularmente por el desempleo) atestiguara un ejemplo temprano
cuyas rebeliones pasadas presagiaban un
movimiento revolucionario impor- lo que podría denominarse el fenómeno Martínez Allier: los trabajadores”,
tante después de 1910, habían visto
caer sus tierras en manos de los jefes rurales evidentemente ““proletarios”, que carecían de empleo, veían en la ,
- políticos locales. San Andrés, un lugar
notablemente problemático, había reforma agraria, hasta en el clásico reparto de tierras, la posibilidad de tene 1) /
experimentado “disputas innumerables por
cuestiones de terrenos”; Temo- una suerte mejor
5
y más segura. 39
sáchic y Bachíniva fueron otros pueblos
donde el monopolio de los recursos La supervivencia de las aldeas libres era una necesidad estratégica para
de la tierra coincidió con una actividad revol
ucionaria.*% Los conflictos vio- un movimiento agrario con éxito. En muchas regiones las haciendas y su
lentos de este tipo tenían de ordinario
un matiz racial. Las aldeas indígenas sistema de control social eran demasiado vigorosos, y a los movimientos
frecuentemente se veían dominadas por los
caciques mestizos, quienes acu- locales agrarios los destruían, o éstos eran clandestinos. Los rebeldes indí-
mulaban tierras, capital y poder político. Además, muy a menu
nidades mestizas do las comu- genas de Ometepec fueron reprimidos, las tierras y los títulos de las mismas
explotaban a las aldeas indígenas satél
en la Huasteca, en Michoacán y ites: así sucedió
en los alrededore
s de Acayucan, al sur de
Veracruz. Estas tres regiones tuvieron una
importante actividad revolucio- que estalló en Ometepec, en Robles Domínguez, expediente 12, documentos 22, mé
naría, aunque no pueden establecerse las relaciones causa 35, expediente 27, documentos 2-210; también hubo un estallido de gro 0%
Otras partes, como en Ometepec, es les precisas.*% En jante, pero menos grave, en Camotlán, Tepic, en abril de 1911, Spos los e
evidente que la apropiación de las tie-
Fras comunales indígenas por parte de atacaron la propiedad de la familia Espinosa y López Portillo, que “ha om er
los rancheros mestizos produjo reac- Una tenaz persecución contra los indígenas . ... para eliminarlos de aquel p as
ciones violentas,37
pretendiendo apoderarse no solamente de las tierras, sino hasta de las Pm. con:
32 Peace by Revolution, pp. 193-1 toriales e iglesia”; Mariano Ruiz, jefe político, Tepic, a Gobernación, A e marzo y
97.
82 Oscar Lewis, Life in a Mexican 4 de abril de 1911, Gobernación* 17, “Gobernación bea 1910-1911”.
Village: Tepoztlan Restudied, 4a.
1970, pp. 230-231. Hay edición ed., Urbana, 88 , Zapata..., p. 122; Martínez Núñez, p. 35. q
en español.
34 y, Trinidad Cervantes a Madero, 80 US da de Tlahualilo a J. Potter, 13 de abril de Pa FO
4 de julio de 1911, Gobernación
del Hogar, 6 de octubre de 1910, 898; El Diario 371/1147, 16690. En Cuba, al decir de Martínez Allier, “las depara de Ss e
85 La Nueva Era, Parral, 8 de julio tierra y trabajo se veían como 'alternativas equivalentes en una sat pro e A
de 1906: El Correo, Chihuahua,
de 1909, 30 de abril de 1910; Bachí 24 de julio que giraba alrededor del empleo durante la temporada de la cosecha; e uno a
niva es mencionada más adelante.
e Strésser-Péan, p. 207; Frederick tierra era tan bueno como el trabajo bien pagado y seguro, porque ss tra ss
Starr, In Indian Mexico: A Narra
and Labour, Chicago, 1908, pp. tive of Travel (debido a la situación y al desarrollo de las técnicas existentes) podían ap de
98-99; EF, Tannenbaum, Peace by
37 Hay una gran cantidad de detall Revolution, p. 29. en campesinos capaces de sostenerse o en pequeños granjeros”; Ent see
es sobre la rebelión campesina de
abril de 1911 and Collective Farms, Agrarian Class Societies, Cuba and Peru, Londres, , p. 16.
44 CAUDILLOS Y CAMPESINOS 45
CAUDILLOS Y CAMPESINOS

que habían recuperado, fueron devueltos a sus legítimos propietarios. ies


Su
jefe, un “tinterillo” típico de aldea, más tarde participó en un movimiento cendados en una región de población escasa y elusiva, y E
en oa a ree
local de bandoleros.'” En Naranja, los aldeanos lanzaron una rebelión soli- erterísticas paternalistas que tenían las ps
i
producir r movimi
movimi entos rebe ldes eficaces . Por ser A de ; A
taria y sin éxito en 1912, y luego esperaron que madurara un movimiento | udo
dos, los peones e no tenían una identia,
agrarista más complejo y organizado en la década de 1920 antes de Dados , disidentes políticos y vagabun
Cl
pe niente; N
que dad corporat iva, ni una tradició n de protestar, ni libertad de movimie
pudieran insistir en sus demandas.* Muchos estallidos de violencia simi- . Da leida
caga ss
lares, aislados, no pudieron lograr ningún ningún punto claro de referencia (como la recuperación de me
cambio estructural en el sistema m pei
de las haciendas; sin embargo, colectiva y acumulativamente, debilitar he aldea) para guiar su lucha. Los peones del sur se Pet
on que a los ch
mucho a la oligarquía de los terratenientes, y obligaron a los futuros clavos (a los del Caribe, y no a los de Norteamérica)
gober- i j en las raras ocasione i s en q ue se ;
rs
nantes de México a tomar en cuenta las quejas agrarias hasta entonces sisillados del centro de México;
des- ían a los estallid os de violenci
e a s
teta n g á
as
oídas. Hasta donde la represión (o, en algunos casos, la conciliación) pare- del yugo, sus actos se parecia
;
i o y Jamaica, y no aa l las campañas paci
de Santo Doming
cía haber resuelto el problema, los movimientos agrarios podían reactivar id
se Deidos en Morelos.** Si bien hubo movimientos rurales
cuando el ambiente político se mostraba más apropiado. apoyo
sti
sur de Méxicoi '
durante la Revoluc : ió
ión, no se bi
basaron (
en €
Si bien, en general, hago hincapié en la ubicuidad y en la importancia
de i
nes, y la liberaci ú
ióón de estos últimos dependi
el ó de la irrupción e
los movimientos agrarios, grandes y pequeños, también vale la pena hacenda
señalar das en debilita r a la élite de los
aquellas regiones donde las haciendas eran demasiado fuertes, y Dalicas de exterior, interesa
las aldeas
demasiado débiles (o estaban muy satisfechas), para que hubiera del sur,* N
un con-
La lucha por la tierra y por el agua se . uniói al conflicto i más general po rel )
/flicto importante. La mayor parte del noroeste (Nuevo León
y Tamaulipas)
a político local. La interdependencia de estos dos Lo oe ia: /
/ permaneció tranquilo; lo mismo sucedió en Aguascalientes, donde la
parcela- político era el brazo del
jefe polític
el jefe Poder Ejecutivo
jecu que tenía
cl dto Ea
ción de la tierra y la presencia de la industria (como en Nuevo
León) aliviaban íti iriana: ía en práctica las decision
las tensiones agrarias.“ “El sur de México”, para usar la expresión apli
de Covarru- terratenientes, y a
e apoyaba a los dl men> udo éste también era terrateniente
bias, era otra región clave. Aquí, en el “México bárbaro” dos,
g90s
de Turner, la No todos los funcionarios locales eran tiranos; e da e
explotación era particularmente dura y cruel: Valle Nacional monopolizador.
era un sinó- jefe político deseaba conservar su empleo, debía ere
al pl
nimo de opresión, y la situación de los deportados yaquis
en Yucatán se trito,
j por el medioi que juzgara
¡ másá conveniente,
iente, y, dado s E
?- había convertido en una cause célebre. * Pero el peonaje en
el sur, refor- RA
zado y ampliado para satisfacer las necesidades de mano lificants y la ética administrativa prevaleciente en el peri
de obra de los para lucrar. El jefe po
probablemente al mismo tiempo hacía lo posible
local podía no ser malo, pero “siempre tenía que estar del lado 5 e 53) E,

10 Se creyó que Liborio Reyna, el tinterillo respons poder,


—cos”.46 Aunque, por una parte, la expropiación agraria requería unmunicip
able de la rebelión indígena
de Ometepec en abril de 1911, también era el espíritu por otra parte, el debilitamiento al del gobierno
que había guiado a los “ban- ejecutivo fuerte,
didos que ya se dicen reyistas”, que operaban en
la misma región a finales de ese había quebrantado la resistencia que podían
Í ofrecer las aldeas a las exp
Xpro-
mismo año: el gobernador Lugo a Madero, 22 de
diciembre de 1911; Fabela, II
páginas 442-443. Puede ser que “bandidos” (que, en
parte debido al uso flexible de este 4% Por ejemplo, la rebelión de Catmis, en Yucatán, que ed s . inación
iónde
término, eran endémicos durante la Revolución)
a menudo fuera un sinónimo de Pes pa
los movimientos más organizados, estáticos, que tenían venganza, rebelión y robos” dirigida contra la familia Cirerol,
su base en las aldeas: esto ce ME 0H E
en especial prevalecía en el Bajío, por ejemplo, donde la reputación de haber tratado a sus trabajadores ed
las aldeas libres eran pocas 11 de marzo de 1911, E. H. Thompson, Mérida, mana?
y débiles frente a las haciendas. Progreso,
SD 812.00/985 1260. Dos miembros de la o sto asesin
41 Friedrich, pp. 50 ss, '
e sus propios s >
42 Donald, Aguascalientes, 2 de octubre de 1917, SD di
812.00/21352; Luisa Beatriz po 268 y 53 de este mismo a
Rojas Nieto, La destrucción de la hacienda en Aguascalientes, sti =on edciclo
1910-31, Departamento de Aguirre no tomaron at Aia,
de Investigaciones Históricas, INAH, México, 1976, Peones de las grandes propiedades
pp. 28, 32, 45-70, dig ts
18 John Kenneth Turner, México bárbaro; los estibadores y el statu quo permaneció inalterado hasta que Juan
se pusieron en huelga
en 1912 en el puerto de Veracruz, asegurando que rebelde dentro del territorio viniendo de Sinaloa desde el norte;
el muelle estaba siendo con-
vertido en un “Valle Nacional”: R. Hernández a A.
Pérez Rivera, 7 de diciembre
; endo o Márquez Camarena, entrevistado por Maríaí A AR aa , INAH
de 1912, Gobernación 889.
PHO/1/113, p. 12, que se refiere al presidente municipal de
46 CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS 47

sun tos
S as. Los movimien
iaci iones de tierr en la política de Díaz
La clave de los movimientos serranos se encontraba
plac agrarios, como el de Zapata, e £MPpeza.
ron con demandas de cambios políticos locales, como
,
a — centralización política. Esto es algo,
ocurar la que parece un passe par-
: un requisito n
: E político del levanta-
analítico. El liberalismo maderista, el vehículo
ara la ituci
restijefe
Elocales (el n de las tierras; y la expulsión violenta de FA
tuciópolítico funcions]OS protes ta contra la cen-
una
ne S, el juez, el cobrador de ¡ m o
:
' la ato de la clase media urbana, era igualmente
policía) era la expresión más común y extendida Epa ación política. Las oligarquías eternas, la ausen
cia de representatividad
Por consiguiente, el lema de Madero: “Sufragio y efectivo, ¡pular,
y bien inten ciona dos que bus-
y no reelecciónión
” tocó: molestaba a los terratenientes respetables
rno, un gobierno más
un estilo más responsable e impersonal de gobie
una cuerda sensible de la mente de los cam pesinos y
de los proletarios; no
era un placebo liberal,* o, y con la opinion
de con el desarrollo económico y urbano de Méxic inten-'
o popular de autogobierno era muy común, pero la intensidad ndial prevaleciente “progresista”. Pero los liberales maderistas no
perro em Je notablemente en todo el país: en algunas zonas desmantelar al gobierno central; al contrario, deseaban apoderarse de
e, reformarlo, institucionalizarlo, y, en ciertos aspectos (por ejemplo, en
bargo, en otras A ás_ E
Ped ambos se presentaban juntos. Sin em- ampliar sus poderes y sus respon-
ciendas podían ser débiles o no existir, y podía ión con los gobiernos municipales),
a e Ases te aun así se desarrollaron poderosos movi- (a menudo extranjeros) en sus mentes.
sabilidades. Tenían planes abstractos
o iaa a la centralización porfiriana eran diferentes.
ie a ejemplo, las quejas agrarias no eran descono- Las objeciones populares
verse libres del agobio del gobierno; les disgustaba
Los aldeanos deseaban
porcionada de esa > giónPs loslos movimientos pero la contribución
de Chihuahua,maderista, despro- juez, el ejército (en especial el
alan a orozquista y villist el jefe político, el cobrador de impuestos, el
la expresión mejor y más
ulrse básicamente a estas quejas. Allá advertimos el Puto
: rural, que nto de reclutamiento) y la policía. Quizá ón en
compo nente ¡importante de la revolución corresponde tosca
Oscamente dramática de esta actitu d la mostró Cruz Chávez, el jefe de la rebeli
» :a “los campesinos localizaados dos een un ár ea periféri os que todo lo que él y sus
. poor
iférj ca fuera d ini Tomochic de 1892, quien les dijo a los viajer con ellos, ni los
terratenientes”, como afirma Eric Wolf. El o de compañeros aldea nos deseaban era que “nadie se metiera
prison o se ie sus asuntos”, y que, en defensa
eran periféricos (quizá algunas personas ted 'molestara para nada, ni interviniera en
> an bastantes para resistir las
pa a palabra “campesinos” en este contexto, pero yo
o de estas peticiones modestas, “se considerab
be : ampesinos no sólo libres —relativa o recientemente— fue el texto de la versión que
del 60000 bayonetas de Porfirio Díaz”.* Éste mente podía apli-
y que igual
se dio en México de la “rebelión del interior”,
0 ein sino también poco familiarizados con el losa
pt Es os e prercos a de rebeliones locale s, anteri ores y posteriores a 1910. Es
federal. A las rebeliones de este carse a docenas
e estos rebeldes pudieron unirse
1 » Ya que, muy a menud igi cierto que en el contexto de la Revolución
peris do con su promesa de elecciones
al liberalismo maderista y estar de acuer
e ia pipas remotas, y on la ol e.
Ps gc caminos se apartaron.Los >
se
pod po que reaccionaban contra las intromi- libres y “no reelección”; pero posteriormente sus
lei can ; | bien es cierto que las sierras (la Sierra Madre
ponce ps im N se hasta Zacatecas, las sierras menudo
a propietarios,
de Puebla y de estaba constituida por indígenas autónomos,
generalmente mas Agrícolas e
mexicana”, en Proble
véase F. Tannenbaum, “La revolución agraria de la obra de Tan-
rácter
aa menudo Ciao Pa 28-30 (una reimpr esión
poetes ico
autónomo ib
de esta sociedad: Industriales de México, 4/2, 1952, pp- York, 1929). Para el
pedos a Revolu tion, se publicó en Nueva
Ron también pudieron desarrollarse hen nenbaum, Mexican Agrari an
rse
Pie indígena en las tierras bajas, puede estudia
mao e es geográficos o de la historia político-social análisis de una forma de la autonomía por Nelson Reed, The Caste
maya indepe ndient e, descrit o
be psa comunidades fuera de la esfera de la política nacional el “imperio de la cruz”
. En relación con el Che Gómez, su apoyo
War of Yucatan, Stanford, 1964, pp. 199-228
asta fines del siglo xix: en la frontera estatal de véase a Ramíre z, pp. 39-40, Buchanan, Salina Cruz, 13
acatins al local y su política individualista,
cacicazgo chegomista que existía entre los 7 indos juchi de noviembre de 1911, FO 371/1149, 47549.
:
las tierras bajas del sur,* indios juchitecos de Oaxaca en Tomochic, Chihuahua, 1938, pp. 86-87.
50 Francisco R. Almada, La rebelión de -
estos sentimientos autonomistas, se encuen
O bien, una expresión más en sordina de asunto s con el gobierno
donde “casi nadie tiene
tra en el caso de San José de Gracia do
e Womack, Zapata. .., pp. 28, 55. por lo menos San José no se vio someti
ni quiere tenerlos”: González, p. 133. Pero
e e “On Peasant Rebellions”, p, 269, intensa Como Tomochic; su integración a la
a la misma presión política exterior e
re la población de las sierras de Guerrero, Puebla y Hidalgo y otr as, que sociedad nacional fue más gradual y sutil.
48 CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS 49

rebeldes serranos estaban a favor de las elecciones


locales en beneficio di mes individuales son de uso limitado. En cualquier movimiento político
la autonomía local, y de tener menos gobierno y no
más gobierno; en últi na “desposeídos”, en especial en un sistema tan poco representativo como
instancia, en muchos casos, su ideal era no tener
ningún gobierno, excepta de don Porfirió. Éstos ofrecieron importantes jefes, como José María
el de los viejos y los sabios de la aldea. No buscaban
una nueva democracia rena, O Venustiano Carranza, o hasta Calles y lós Figueroa, pero es-
liberal, eficaz, funcional, sino un retorno a los antigu
os buenos tiempos (idea: miembros alienados de la “nación política” no contribuyeron al movi-
/lizados sin duda) y a un restablecimiento de “Ja utopía campes
ina. . . libre de nto popular revolucionario. Los intereses individuales deben verse en el )
los cobradores de impuestos, de los enganchadores
*, grandes terr atenientes, y de los funcionar de mano de obra, de log ntexto de la reacción serrana colectiva ante la centralización porfiriana;
ios”.% Si el lema porfirian
o de “Mu- como la rebelión agraria, aunque muy dispersa, era particularmente sig-
cha administración y poca política” mostró ser dañ
oso en la práctica, la alter: cativa en ciertas zonas, así los movimientos serranos eran más vigorosos
nativa liberal: “Mucha política y buena administración”,
resultó mejor. Los liberales patriotas no tolerarí
no necesariamente aquellas regiones del país donde la centralización era un suceso reciente,
an la creación o la super ido, y donde la oposición local era general e intensa, y no individual y
vivencia de las republiquetas de indios dentro
del Estado, como tampoco nciosa. br) SONT
las habían permitido sus predecesores porfirianos.
32 Típico de esta lucha de El occidente de Chihuahua es un caso obvio, y la motivación individual
'videales en esta coalición revolucionaria era el interés de
Madero en nom ¡de Orozco se adapta bien a éste. Las regiones del oeste de la capital del
brar a extraños para que ocuparan los puestos de los gobier
nos locales, inte estado, en especial el distrito de Guerrero, tenían una antigua tradición
rés que se basaba en la creencia de que los extraños ofrecer
ían un gobierno: de rebeliones políticas, en las que el motivo predominante era la oposición
justo, imparcial, impersonal, pero que iba directamente contra
las constantes. “al caciquismo. La rebelión de Tomochic, como subraya Almada, se originó
demandas populares de que los “hijos del pueblo”
o nativos ocuparan estos por esta oposición, y no por el mesianismo fanático, y hubo movimientos
cargos.0
rebeldes paralelos a éste, a menudo provocados por las luchas por el poder
En el nivel individual hay abundantes ejemplos
de hombres que se vieron político que emanaban de la capital del estado.* Bachíniva, un pueblo pro-
pulsados a la rebelión para oponerse al Poder Ejecutivo
porfiriano opre- minente revolucionario después de 1910, había padecido durante 17 años
sor. Entre éstos podrían incluirse a Pascual Orozco,
cuya impresionante ca- al gobierno de Luz J. Comadurán (1886-1903), que fue seguido poco des-
rrera revolucionaria se originó en una lucha con
el cacicazgo de Chávez en pués durante cuatro años por el de su compadre, Pablo Baray (1906-1910).
el distrito de Guerrero en Chihuahua; a la familia
Figueroa, que había Comadurán consideró que estos eran “años de orca (sic) y cuchillos, «4tro=1.
luchado contra los funcionarios locales nombrados
por Díaz en Huitzuco en pellando todas las leyes municipales, civiles y universales, humanas y divi-
Guerrero; a Calles, quien se convirtió en político
de la oposición después has, convirtiendo los bienes municipales en bienes propios y los ciudadanos
de una disputa con el jefe político de Fronteras
en Sonora, y a Rodrigo £n puros esclavos”.* Entre 20 cargos específicos que se hicieron contra él,
González, quien se unió a la Revolución en San Felipe,
Guanajuato, en 191 1, se alegó que no sostenía la escuela, que lucraba con el registro de los naci-
por odio al ex jefe político científico Cipriano mientos, que maltrataba y defraudaba al párroco que era una buena persona,
Espinosa: “Tengo para jus-
tificarme las arbitrariedades que cometió en el que mantenía a cuatro bandidos para que realizaran por él sus vendettas
mencionado pueblo durante
su gobierno, motivo por lo cual me levanté en armas”.%
Pero estas explica- personales, que pasaba por alto al ayuntamiento y que, sin ninguna base
$1 Eric R. Wolf, Peasant Wars of the Twenti legal, “ha vendido todos los terrenos municipales, los montes y los pastos. 0
eth Century, Londres, 1973, p. 294.
52 El Diario del Hogar, 23 de mayo sin que entre un solo centavo en la tesorería, y despojando de sus propiedades
de 1911,
53 Madero al gobernador Cepeda, San Luis,
30 de enero de 1913; al gobernador a los pobres infelices que tienen buenos títulos y muchos años de porsión
Medina Garduña, México, 7 de septiembre
de 1912, documentos de Madero, rollo legal, sólo para favorecer a Pablo Baray complize (sic) de todas las fechorías”.
12; cf. la diputación que vino de Jilotepec, .
México, que le rogó al ministro del
Interior que “la primera autoridad pública de
este distrito fuera un hijo del pueblo”, 55 Almada, passim, Mexican Rebel, p. 14, y El Correo, 29 de marzo de 1911,
sin fecha, julio de 1911, Gobernación 898.
sobre la tradición de rebeliones en el distrito de Guerrero en Chihuahua.
9% Michael C. Meyer, Mexican Rebel Pascual Orozco
and The Mexican Revolu- 58 Héctor Olea a Luis Terrazas, 28 de agosto de 1899, 18 de agosto de 1903, 15
tion, Lincoln, 1967, pp. 5-6, 17; Héctor Aguila
r Camín, La revolución sonorense, de febrero de 1904 y sin fecha (1899), petición de los vecinos de Bachíniva a
1910-14, Departamento de Investigaciones Históri
cas; México, 1975, p. 204; Rodri- Terrazas, documentos de Silvestre Terrazas, Biblioteca Bancroft, caja 26; y en relación
go González a Madero, 9 de noviembre de 1911,
Gobernación* “Convención Revolu- con las experiencias revolucionarias de la misma comunidad, véase a Ximena Sepúl-
cionaria y Correspondencia con Francisco
1. Madero”. veda Otaiza, “La Revolución en Bachíniva”, DEAS, núm. 7, enero de 1975,
50 CAUDILLOS Y CAMPESINOS
CAUDILLOS Y CAMPESINOS 51

Parece evidente que estos abusos aumentaron durante los años del por- “hizo un intento de dinamitar la casa del jefe municipal en Villa López,
firiato. Al principio, ésta era una región bárbara, fronteriza: la prolongada las extorsiones y el nepotismo oficiar eran numerosos.%% Seis meses
lucha contra los apaches sólo terminó a mediados de la década de 1880; el tarde, en el occidente de Chihuahua la revolución maderista prendió
Ferrocarril del Noroeste, que facilitó el desarrollo de la minería y de las ha o, si se prefiere, estableció su primer foco de' guerrillas con éxito,
compañías madereras, se terminó de construir a fines de la década de 1890. do Pascual Orozco, Cástulo Herrera, José de la Luz Blanco y Otros:
La sierra ya no pudo continuar siendo una terra incognita política. Pero
saron a los caciques locales y “se convirtieron en los amos de la sie- )
la extensión del gobierno central, a través de los caciques impuestos y de los , donde encontraban refugio desde San Andrés hasta Ciudad Guerrero”.
protegidos de los gobernadores estatales, fue un asunto lento y penoso: poco tiempo después eran suficientemente fuertes y móviles para aven-'
los serranos (como los descubrió el ejército federal en Tomóchic) eran un se a bajar a la llanura, o a viajar por las montañas hasta Sonora.*?
pueblo rudo, obstinado, hábil para manejar el Winchester y totalmente El occidente de Chihuahua se ha presentado como el ejemplo clásico de
familiarizados con las guaridas de sus montañas.** A diferencia de muchos rebelión serrana (que representaron Orozco, Villa y otros), igual que el
otros grupos en el México porfiriano, tenían capacidad e inclinación a resis- o de Morelos puede servir como modelo de la rebelión agraria. Otras
tirse a las Órdenes arbitrarias del gobierno. Mientras tanto, abajo en la lla- liones serranas comparten antecedentes causales similares: el rechazo
nura, la familia Terrazas estaba construyendo un imperio político y econó- pular del poder creciente del Ejecutivo, inicialmente porfiriano, y más
mico sin igual en la historia de Chihuahua, y, cuando el aparente heredero de, debe observarse, revolucionario. Estos movimientos también compar-
de este imperio, Enrique Creel, asumió la gubernatura del estado en 1904, tieron ciertas características obvias. Su lejanía les dio una ventaja inmediata
intentó volver más rígido el control central sobre las comunidades que él para hacer la guerra de guerrillas: Orozco convirtió la sierra en una fortifi-
gobernaba: era una política totalmente acorde con la filosofía molesta, ac- cación rebelde a fines de 1910, Villa buscó refugio allí en 1915; los Arrieta,
tiva y agresiva: el reiterado interés, y hasta la obsesión, por el “progreso”, del occidente de Durango, surgieron de las montañas cerca de Vascogil en
que caracterizaba a esta familia, Durante tres años hubo “una fiebre de 1911, y de nuevo en 1913, y pudieron guarecerse allí cuando intentaban es-
reformas y proyectos”: se aumentaron los impuestos, se introdujo el siste- Capar de Villa en 1914-1915. Posteriormente se convirtieron en la familia
ma de ponerle impuestos a la agricultura, y, lo que es más importante, los dominante en las fortunas políticas del estado.%% Juan Francisco Lucas, el
presidentes municipales electos fueron reemplazados por jefes municipales cacique de la sierra de Puebla, cerca de Teziutlán, obligó a Madero, a Huerta
nombrados por el ejecutivo. “Intentando la nulificación de los pequeños ya Carranza a doblegarse ante su autoridad local; los serranos de Oaxaca
cacicazgos”, observó un crítico, Creel “le dio fuerza a un cacicazgo mayor, derrotaron a una serie de expediciones que enviaron contra ellos desde la
deprimente, insaciable, devorador”.* En los años anteriores a la Revolución, llanura, y estuvieron a punto de tomar la ciudad de Oaxaca en 1912.01
por consiguiente, las quejas contra los caciques como Chávez, Baray y otros, Como los tomochitecos, los serranos de Oaxaca eran buenos tiradores: la
proliferaron y hubo estallidos de violencia. En marzo de 1909 el aumento
de impuestos provocó una grave refriega en San Andrés; en junio de 1910
60 El Correo, 30 de marzo de 1909, 8 de marzo de 1911: sobre San Andrés; 24
de junio de 1910, sobre Villa López. E
57 Florence C. y Robert H. Lister, Chihuahua Storehouse of Storms, Universidad 9% Informe del ingeniero de minas francés citado por Lefaivre, encargado de los
de Nuevo México, 1966, pp. 154-176. asuntos franceses, ciudad de México, al Quai d'Orsay, 14 de diciembre de 1910,
58 Almada, pp. 42 ss; Heriberto Frías, Tomóchic, México 1968, p. 5. (La 1% ed. Archives des Affaires Etrangéres, Mexique, Politique Intérieure, NS, II, 104; A.
data de 1893.) Bonthrone, vicecónsul británico en Chihuahua, 2 de marzo de 1911, FO 371/1147,
59 Francisco R. Almada, La Revolución en el estado de Chihuahua, México, 1964, 17472; Lister, p. 212.
T.L p. 29; El Correo, 4, 8 y 30 de marzo de 1911; la última edición señaló que : 2 Aguilar, pp. 133, 143, 154, 163, sobre las hazañas de los rebeldes serranos,
los impuestos habían aumentado 800% entre 1892 y 1911, por lo menos en términos Incluyendo a Alejandro _—Gandarilla, de Dolores; José de la Luz Blanco, José
Cardoso,
de dinero. Mark Wasserman, “Oligarquía e intereses extranjeros en Chihuahua Y los hermanos García, de Sahuaripa,
durante el porfiriato”, Historia Mexicana, 22, 1972-1973, pp. 279-319, incluye y 63 Rouaix, pp. 38-40; Hamm, Durango. 11 de agosto de 1914, SD 812.00/12971.
resume algunas de las recientes obras sobre Chihuahua escritas por Beezley, Sims a Madero al gobernador Carrasco, Puebla, 24 de enero de 1913, donde le escribe
y Sandels; no puedo suscribir el punto de vista de que el dominio Creel-Terrazas Pidiéndole que el hijo de Lucas sea reconocido como diputado de ese distrito, a fin
fuera una condición necesaria pero insuficiente para producir la rebelión, y que la de conservar el apoyo de su padre; documentos de Madero, rollo 12; Cañada, Vera-
deficiencia causal la ofreció la penetración económica extranjera. En un balance, Cruz, 4 de diciembre de 1913, SD 812.00/10162, sobre cómo Lucas obtuvo condiciones
la última fue más bien un tranquilizador que un estímulo. . favorables de Huerta. Sobre Oaxaca, véase a Ramírez, pp. 113-130.
52 CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS : 53
vida en las tierras altas, menos sedentarias, más móvil y violenta, le daba no creaba una división social básica dentro dela comunidad serrana. Si bien*
elementos a la gente de la localidad para defenderse. en varios casos (por lo menos en el norte) Ta recuperación de las tierras de
Pero los movimientos serranos tenían los defectos de sus virtudes. Su ca-' *
la aldea era un objetivo importante, éste estaba inmerso en el problema esen- ,
rácter era tal que las divisiones (geográficas) verticales tenían prioridad so
cial de liberar a la comunidad de las autoridades políticas impuestas (que,
bre las divisiones (de clase) horizontales. Cuando los dueños de tierras
donde existía un problema agrario, era muy probable que las autoridades
y los campesinos luchaban por los recursos limitados (como en Morelos)
_Jocales lo hubieran creado). En forma más general, el logro de la autonomía
la Revolución se parecía más estrechamente a la descripción que hizo Gruen=
política local era un fin en sí mismo, sin importancia agraria. Después de',
ing de una lucha de clases confusa, pero al fin y al cabo lucha de clases;
que expulsaban al jefe político y a su grupo de protegidos (y a menudo esto |
o, como los contemporáneos prefieren señalar, una lucha entre “guaraches y
podía hacerse en un día) la rebelión lograba su meta; la villa podía dedi- /
zapatos”.*% Pero la fragmentación económica, geográfica y étnica del México
carse a vivir en una soledad espléndida. Esto tuvo importantes consecuen"
porfiriano significaba que las divisiones verticales (entre las regiones o las
comunidades) aún eran fuertes y muy marcadas, Tehuantepec luchó contra cias para el curso y la composición social de estas rebeliones serranas.
En el norte la rebelión en Chihuahua brotó de su capullo serrano: en
Juchitán, San Cristóbal contra Tuxtla Gutiérrez.27 A menudo estas evidentes
rivalidades “geográficas” se originaban en las formas políticas o económi- 1912 de hecho revivió, como el movimiento orozquista, y amenazó con llez,
gar hasta la ciudad de México; en 1914, la revuelta revivió y aumentó )
cas o en la explotación racial: los pequeños pueblos se disputaban el dere=
cho de ser cabecera del distrito político. Las ciudades mayores buscaban la convirtiéndose en villismo, y cumplió dicha amenaza. En estos años, el mo-/
distinción de convertirse en capital del estado; los puertos, como Acapulco; vimiento serrano pareció degenerar en una existencia sin metas, casi mer-
(y, dentro de Acapulco, las grandes casas mercantiles españolas), domina= cenaria. En contraste con los zapatistas y su firme adhesión al Plan de”
ban económicamente la región interior, provocaban la hostilidad de la gente Ayala, los villistas sólo deseaban “ir a la bola”, y nada más.” Se ha alegado
del campo; las “metrópolis” mestizas, como hemos visto, controlaban a los que esto reflejaba el contenido social del villismo: “Vaqueros, rancheros y
“pueblos “satélites” indígenas.?* Es probable que los factores raciales y eco mineros”, “jinetes de la frontera, .. exploradores, mineros y vaqueros”,”/
nómicos alentaran la rivalidad política entre los serranos y la ciudad y el Los campesinos, en el sentido usual del término, no estaban incluidos. Se-
valle de Oaxaca, igual que las presiones comerciales y fiscales, que emana- gún mi punto de vista, el carácter sin raíces, “marginal”, no campesino del
ban de la capital del estado, alienaron a los serranos de Chihuahua." villismo (y de su precursor similar: el orozquismo) se ha exagerado, y esta
Pero cualquiera que haya sido la combinación del dominio político y eco- exageración proviene de adoptar el punto de vista del centro de México.
nómico, continúa existiendo el hecho de que éste se ejercía desde lejos, y ¿El villismo de 1914, el villismo que avanzó hasta la ciudad de México, el que
observó la gente de Morelos y de Michoacán, era un villismo diferente
65 La aplicación de estos conceptos a las sociedades campesinas se ha definido del de 1910-1911, del de principios de 1913, y hasta del villismo de 1916, En
bien. Véase a H. Alavi, “Peasant Classes and Primordial Loyalties”, Journal of Peasant' su zona, el villismo, al igual que el orozquismo, buscó el apoyo de los cam-
Studies 1; 1973, pp. 23-59.
$6 Gruening, p. 97; Womack, Zapata..., p. 34.
pesinos para intentar el triunfo. Acaso los jefes villistas no fueran campe-
67 Miguel Covarrubias, Mexico South, México, 1947, p. 219; vicecónsul Wacher,- SInos, pero es peligroso sacar conclusiones basándonos en la jefatura: mu-
Tuxtla Gutiérrez, 21 de octubre de 1911, FO 371/1149, 44645; Antonio Martínez. chos jefes zapatistas no eran campesinos, y las tropas yaquis de Obregón
a Mario Gill, 8 de noviembre de 1911, Gobernación*, “Convención revolucionaria...” difícilmente se parecían a la imagen de su comandante. La relativa ausen-
6s Mario Gill, “Los Escudero, de Acapulco”, Historia Mexicana 3, 1953-1954,
cia de jefes villistas claramente “campesinos” no debe excluir la participa-
páginas 291-308.
$9 La comunidad mercantil de Oaxaca fue la que más abogó en 1912 porque ción de los mismos y de las comunidades campesinas, como lo muestra la
se reconquistara la sierra: Lawton, Oaxaca 8 de agosto de 1912, SD 812.00/4632. geografía de la Revolución en este estado, la historia de las aldeas especí-
En Chihuahua la centralización política durante el gobierno de Creel tuvo importantes
A
efectos económicos, y no sólo porque se elevaron los impuestos. Los protegidos del l

“centro”, como la familia Chávez del distrito de Guerrero, monopolizaron la econo- 70 Womack, Zapata, p. 393; María Isabel Souza, ¿Por qué con Villa?, p. 9. Agra-
mía y el poder político; el cobrador de impuestos de San Andrés, víctima de la dezco a la autora de este ensayo, que se basó en el programa de Historia Oral
del
rebelión de 1909, también era el “encargado de los terrenos y los cortes de leña INAH, me haya permitido leer un bosquejo de su trabajo.
de los señores Creel”. Véase a Ramón Puente, Pascual Orozco y la revuelta de Chi- Ti Wolf, Peasant Wars, p. 36; Jean Meyer, La Révolution Mexicaine, 191040,
huahua, México, 1912, pp. 24-25; El Correo, 2 de abril de 1909. , París, 1973, p. 58.
54 CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS 55

ficas, y los recuerdos personales de los combatientes de línea villistas.7? Mu= la dictó la conveniencia militar y el capriche individual. Las tierras de al
chos de estos últimos (por ejemplo, los 300 “indios de infantería” que diri. gunas familias seleccionadas fueron confiscadas, en Chihuahua y en La
gía Tomás Urbina en 1911) no emprendieron el camino hacia la ciudad de Laguna, y las trabajaron los villistas en beneficio del esfuerzo de la guerra
México, sino que regresaron a sus pueblos liberados, o a las haciendas va= civil; ya que muchas de ellas eran plantaciones de algodón o tierras de pas-
cías.** Habían logrado sus objetivos básicos. toreo, no se pensó en repartirlas.7* En general, la justicia y los favores revo=,
* El orozquismo y el villis por consiguiente, tuvieron una importante lucionarios (los empleos, las pensiones, las exenciones de ser perseguido, las '
base AT Ta, movimientos agrarios comprometidos. Por oportunidades de lucrar) se otorgaron de una manera personal, arbitra-
consiguiente, Orozco y Villa carecían del principio guiador del agrarismo ría y no ideológica; el régimen villista de 1913-1915 fue el bandolerismo
zapatista, y, como los jefes serranos en general, más fácilmente se desviaban social legal en grande. Pero los bandidos (hasta los más sociales) hacen
de sus ideas y concertaban alianzas dudosas que revelaban la debilidad de un mal papel como reformadores radicales: durante el régimen de Villa,
las divisiones de “clases” horizontales en su convicción política y de quienes que era un bandolerismo social institucionalizado, los principales beneficia-
OS apoyaban “La infiltración de los conservadores de Chihuahua en el mo- rios fueron los secuaces de Villa (como Urbina y su hermano Hipólito) que
vimiento orozquista es bien conocida, pero ya que su rebelión finalmente se establecieron (como Urbina lo hizo en Nieves o el mismo Villa lo hizo
fue aplastada en el verano de 1912, es imposible afirmar con exactitud si unos pocos años más tarde en Canutillo) y vivieron con un esplendor rús-
Orozco estaba explotando a los conservadores, o ellos a él. De cualquier tico semifeudal, rodeados por sus condottieri envejecidos. Éste era el sueño
manera, fue lo bastante lejos como para desilusionar a algunos de sus alia= de todo bandido serrano que había tenido éxito.?? Para la gente común,
dos más radicales y políticamente complicados, como Braulio Hernández.”* incluso para los campesinos, esto representaba un relajamiento de la autori-
Le hicieron proposiciones similares a Villa, y la adhesión al villismo de per dad, y la considerable recompensa psíquica de ver a uno de los suyos ma-
sonas serviles y de oportunistas políticos (en especial de la familia Madero) nejar los asuntos desde la cumbre. Para los funcionarios porfirianos, y para”.
representó un intento con éxito más sutil, aunque sólo breve, de infiltrarse algunos terratenientes, éste era el fin del mundo; pero estos cambios eran
en el populismo villista.7* Pero el último, aunque se resistió a volverse con individuales, y no estructurales. Los terratenientes regresaron o fueron Teem-,

a
servador, mostró poco interés en la política constructiva y radical. En au plazados, y nuevos funcionarios más fuertes surgieron en el inicio-dé la Re-
sencia de un conflicto grave y generalizado en el ámbito agrario, no hubo volución. Impulsados por el resentimiento popular contra la centralización
una reforma agraria eficaz como la que se practicó en Morelos. De facto, las porfiriana, los movimientos serranos del norte (el orozquista y el villista)Y,
haciendas abandonadas las trabajaron los campesinos o los peones libera- no tuvieron la voluntad ni la capacidad para aprovechar las ganancias que
dos, pero ésta no fue una política oficial villista. Más bien, su política oficial obtuvo la Revolución en 1910-1911 y en 1913-1914, y pronto desapare-
cieron. El agrarismo zapatista, aunque derrotado en el campo de batalla
dejó su huella en Morelos, y, en forma más general, en México; el movi-
72 El caso de Bachíniva ya se ha mencionado; véase también a Jacobo Estrada
Márquez, entrevistado por María Alba Pastor, 1973, INAH, PHO 1/121, miento serrano en el norte dejó poco detrás de sí, excepto el mito deslum-
73 Urbina a Gobernación, 31 de julio de 1911, Gobernación, 898. Andrés Rivera brador de Pancho Villa, i
Marrufo, entrevistado por María Isabel Souza. 1973, INAH, PHO 1/63, p. 11, acerca Los movimientos serranos en otras partes del país revelaron no sólo cau-
del resguardo villista en San Andrés; otros jefes prefirieron quedarse en su casa,
con la esperanza de conservar el control político local, por ejemplo, Antonio Rojas
de Dolores, maderista y más tarde orozquista: Francisco R. Almada, Diccionario 16 Marte R. Gómez, La reforma agraria en las filas villistas, México, 1966; entre-
Histórico, Geográfico y Biográfico Chihuahuense, Chihuahua, 2* ed. 1968, pp. 466- vista a Márquez Camarena, pp. 29, 38; en relación con las operaciones villistas en
467. La Laguna, véase el informe de Jesús J. Ríos a Carranza, documentos de Carranza,
74 Letcher, Chihuahua, 12 de marzo de 1912, SD, 812.00/3268; y la propia decla- 11-19 de octubre de 1915, y la agenda sin fecha *(1914) de “asuntos que tratar con
ración de Hernández, sin fecha, en SD 812.00/3724. el general Villa”, en los Documentos de Terrazas, caja 83, que ilustra la supervivencia
75 Se informó que Luis Terrazas, hijo, afirmó que intentaba “comprar al mismo estratégicamente necesaria de las haciendas en el territorio villista.
gobierno y al mismo general Villa”, y que, después de la experiencia de Orozco, 17 John Reed, México insurgente, México, Ariel, 1974, p. 116; Edwards, Juárez,
esto ya no era tan absurdo. La fuente es una lista larga, pero anónima de “enemigos 23 de diciembre de 1913, SD 812.00/10336; Eugenia Meyer et al., La vida con Villa
del pueblo”, y se halla en un documento oficial (villista) de 1914 que puede encon- en la hacienda de Canutillo, bEAS, núm. 1, 1974; un prototipo en la descripción de
trarse en los Documentos de Terrazas, caja 84. El papel que desempeñaron los Teodoro Palma, el “asaltante caballeroso”, de Guachóchic en Carl Lumholtz, Un-
Madero se examina más adelante. known Mexico, Nueva York, 1902, l, pp. 410-412,
56 CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS 37
sas y circunstancias similares, sino también tuvieron una configuración so- era otro viejo cacique grotesco: había luchado
tontra la Intervención fran-
cial y una orientación política similares. Debido a que sus metas cn locales cesa en la década de 1860, y entonces lo transportaba
n al campo de batalla
y políticas, fácilmente se veían infiltrados por los intereses extraños: por lo en una litera.$2 Las* familias Hernández y Meixueiro,
caciques mestizos de
menos, llegaron a concertar acuerdos con los extraños, sin tomar en cuenta la Sierra de Juárez, habían dirigido a las tropas serran
as “empobrecidas, in-
la ideología, para proteger a su patria chica. Lucas, el cacique de Puebla, disciplinadas, mal armadas” a las primeras victor
ias que llevaron a Díaz al
obligó a Huerta a reconocer la autonomía de su región, pidió que no lo poder en 1876, y entre 1911 y 1916 las mismas
familias dirigieron a los
molestaran con injerencias políticas ni con las patrullas de reclutamiento; y serranos en su lucha contra los gobiernos del estado
y el nacional. Algu-
Huerta, que no tenía tratos con Zapata ni simpatizaba con sus pretensiones nos de estos jefes eran “conservadores” y otros
“revolucionarios”. Pero a
se mostró dispuesto a renunciar a su dominio en una remota región del país menudo estos calificativos son accidentales, engaño
sos. La gran mayoría de'
para concentrarse en problemas más importantes.?* La gente de la Sierra los que participaron en la Revolución (excepto el
ejército federal) estaban '
de Juárez, en Oaxaca, gozó de gran autonomía de 1912 a 1916 (y la de- motivados por intereses locales, que a menudo se compr
endían mejor, según/
fendió) hasta que los carrancistas finalmente los hicieron volver al redil na- parece, por el uso despectivo de los calificativos
faccionales o ideológicos.
/cional.*? Esta falta de lealtad era menos peligrosa (el gobierno estaba total- El momento a menudo determinaba qué calificativo
debía usarse. Los serra-
/ mente consciente) que el exuberante agrarismo que, ya estuviera organi- nos del norte se rebelaron contra Díaz y (bajo el
mando de Orozco) contra
*_zado o fuera caótico, amenazaba la estructura social y económica del país. Madero; los Arrieta lucharon contra Díaz, despué
s contra Huerta, luego con-
Los movimientos serranos podían, si era necesario, ser tolerados; y los, mis- tra Villa (y también estuvieron a punto de luchar
contra Carranza); Lucas
mos serranos estaban dispuestos a negociar, porque era casi lo único que tomó las armas contra Huerta; obtuvo términ
os favorables del dictador,
podían hacer. y luego tuvo que explicarles a los carrancistas
que no era “huertista”;
La otra característica clave de los movimientos serranos, que se relaciona Meixueiro y Hernández se opusieron a Madero, fueron
arrestados por Huer-
con su composición interna, es que no pertenecían a clases definidas, Como ta, y lucharon contra Carranza. De diferentes maner
as todos obtenían su
*. movimientos dirigidos contra una reducida camarilla de funcionarios locales, fuerza de la antipatía local contra las órdenes
“o contra la autoridad de una capital de estado distante, podían movilizar a to- arbitrarias centrales.
Estos jefes y movimientos pueden incluirse en el
“movimiento popular”,
das las comunidades, desde arriba hasta abajo de la escala social. Hasta en que convirtió a la Revolución Mexicana en un fenóm
eno de masas único.
Chihuahua, donde los primeros brotes de la Revolución tendieron a encum- Éstos no se basaban en las clases; los jefes (fuera
de Chihuahua en espe-
brar a los jefes rebeldes más plebeyos, hubo hombres como José de la Luz cial) a menudo eran propietarios y tenían una
Blanco, un individuo que tenía cierta posición social en Temosachic; y la buena posición social; su
Organización era arcaica y jerárquica. Quizá estos caciqu
es anticuados en-
familia de Orozco, aunque iletrada, tenía tierras, buena posición social y un gañaban a sus seguidores y partidarios con el cul-de
pasado político.* Los Arrieta, aunque, como ellos mismos lo admitieron, no -sac de la “falsa con-
ciencia”; quizá el énfasis en las divisiones “verti
tenían educación, era una familia que gozaba de buena reputación en la sierra cales” entre la ciudad y la
aldea, entre el valle y la montaña, deliberadamente
de Durango; mientras que el clan De la Rocha, de las montañas a las tierras oscurecían las divisi
o-
nes de clases “horizontales” que eran evidentes, y que
continuaron existiendo
bajas de Sinaloa, estaba dirigido en 1911 por el viejo cacique Herculano, un en la sociedad serrana. Pero no puede negarse
hombre de pelo gris, con una barba estropajosa, que usaba huaraches, y que obtenían un apoyo
popular continuo, y esto contribuyó en gran medid
un pañuelo rojo le cubría la cuenca vacía de un ojo.** Juan Francisco Lucas a a la historia de la Revo-
lución.5* En cierto sentido muy definido, estos caciqu
es pertenecían legíti-
18 Cañada, Veracruz, 28 de agostó, 25 de septiembre y 4 de diciembre de 1913, mamente al movimiento popular. Por su oposición
genuina a la centraliza-
SD 812.00/8852, 9211, 10162. E
79 Ramírez, pp. 40-41, 119 ss; R. Waterbury, “Non-revolutionary Peasants: Oaxaca 82 A. H. Davenport, “Aire libre”, 19 de junio,
Compared to Morelos in the Mexican Revolution”, Comparative Studies in Society 11 de septiembre de 1911, SD
812.00/8005, 9223.
and History 17, 1975, pp. 410-442. ' Brea 82 D. Cosío Villegas, Historia moderna de
México. La República restaurada. Vida
£0 Orozco no era un “hombre culto”, mas los miembros de su familia “eran más política, México, 1959, pp. 813, 829-833; carta
de ixtepecanos a Madero, 16 de-junio
o menos ricos y ayudaban a los pobres”; entrevista a Estrada Márquez, pp. 11-12; de 1911, Documentos de Madero, rollo 20,
véase también a Puente, p. 30, sobre el padre de Pascual Orozco, quien parece 82 Cf. a Waterbury, pp. 440-441, que, según
me parece, menosprecia el papel
haber sido juez de paz en 1909: El Correo, 14 de agosto de 1909, “apático o hasta reaccionario” que desempeñó
Oaxaca en la Revolución; sin importar
81 Rouaix, pp. 38-40; Olea, p. 84. su matiz político, el provincialismo oaxaqueño fue
un movimiento vigoroso y popular.
58 CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS
59

ción porfiriana (más tarde maderista, huertista y carrancista) no compartían timidad nacional a movimientos que eran locale
s, y hasta antinacionales,$'
el punto de vista de los liberales respetables, educados de las ciudades. a De esta manera el movimiento popular coexistió
con la Revolución; es en-
caciques, como Lucas y De la Rocha, eran rudos pero eficaces, poco on gañosa la idea de una revolución liberal con bases
limitadas (1910-1911)
nados, a veces eran gente iletrada que vivía en regiones apartadas. Su li- que dio lugar a una revolución “social” (1913-1915); si acaso, la revolu-
beralismo (si acaso eran liberales) veía hacia el pasado, de una Pe ción “social” (con esto me refiero a los movimientos que expre
nostálgica y vaga, hacia Juárez y hacia el liberalismo heroico de PP OS san mejor
las demandas populares genuinas) puede verse en
su forma más pura, prís-
del siglo xix (muchos de ellos eran viejos), y no buscaban el radicalismo tina, en 1910-1912. Porque si bien el punto más eleva
do del caos descen-
francés ni el progresismo norteamericano, que eran los ideales de los pen- tralizado no se alcanzó sino hasta los años 1914-1915,
entonces las tenden-
sadores brillantes, claros que rodeaban a Madero y a Carranza. Eran los cias centrífugas de los primeros años se vieron
neutralizadas por fuerzas
jacobitas de México; y los maderistas eran los whigs de México. Por consi- equilibradoras poderosas: los ejércitos organizados
“profesionalmente”, y la
guiente, era lógico que debían dirigir a las fuerzas.populares en una SS maquinaria política y administrativa rudimentaria
creada por los constitu-
ción común, aunque en esencia inútil, a la centralización porfiriana y ala cionalistas en sus prolongadas campañas contra Huert
revolucionaria. Deseaban salvar al mundo que habían perdido, o que esta- a y en sus luchas entre
sí. En lugar de una clara dicotomía del antiguo
régimen y la Revolución, o
ban perdiendo.*% una tricotomía del antiguo régimen, los liberales
lanimienas popular que fortaleció a la Revolución Mexicana, por con- (maderistas) y las revolu-
ciones “sociales” (¿carrancistas, villistas?), el análisis general
siguiente, provenía, a menudo en forma inarticulada, de una oposición co- de este
periodo:
se comprende mejor haciendo una división
cuádruple: a) el viejo régimen
lectiva al modelo de desarrollo político y económico que había prevalecido (Díaz, Huerta); b) los civiles liberales (Made
bajo el gobierno de Díaz. En sus dos principales encarnaciones, la del mo-
ro); c) el movimiento popu-
lar (Villa, Zapata), y d) la síntesis nacional
vimiento agrario clásico y la rebelión serrana autonomista, fue esencialmente
(Carranza, Obregón, Calles). /
Esto nos conduce a los principales temas que
rural, y básicamente campesino, no sólo porque sus combatientes de línea abordaremos en la segundá
parte de este ensayo: las relaciones entre el
en su mayoría fueran campesinos (lo que era verdad), tampoco porque la movimiento popular y los parti-
darios del poder nacional, en especial los vence
mayoría de sus jefes fueran campesinos (lo cual no era verdad) sino por- dores posteriores; las mane-
Tas como difirieron los principales compo
que encarnaba la creencia antigua, profunda en los derechos. yen los valo- nentes revolucionarios, y cómo
pueden analizarse estas diferencias; y, por
res. de-las.comunidades. ores que | abían sufrido consiguiente, las formas opuestas
nas de autoridad que incluyó la Revolución. El conce
un ataque constante desde la década de 1880. Desde su inicio en pto de caudillismo ofrece
, una introducción útil a estos temas.
movimiento popular concertó una inestable alianza o se opuso es
a los partidarios del poder político nacional: esto le permitió a Madero de-
rrocar a Díaz, y, en una manera indirecta, le permitió a Huerta derrocar a
YI
Madero. En 1913-1914 se volvió a reunir, caótica y recalcitrantemente,
bajo la jefatura nominal de Venustiano Carranza; pero la jefatura de Ca- El caudillo ha mostrado ser menos popular que
rranza, como la de Madero, a menudo sólo logró conferir una vaga legi- el campesino entre los cien-
. líficos : social
es de hoy; no hay una revista de Estudios sobre los caudillos.
Por ello, aunque ha habido una amplia discu
385 Yo distinguiría entre los movimientos populares que veían hacia el pi sión sobre el concepto de “cam-
jerárquicos pero genuinamente populares, y los iniciados deliberadamente cd z pesino”, la definición de caudillaje que dieron
Wolf y Hansen no parece
general sin mucho éxito) por los terratenientes y los jefes políticos que trata an de
apoyar sus precarias posiciones. Esto lo intentó García Pimentel en Morelos, la familia
Kennedy en Tlaxcala, y el régimen de Huerta en un nivel nacional; empero, a 50 Los rebeldes de Chihuahua no estaban famili
arizados con el nombre de Madero:
los terratenientes podían regalar armas y dinero, sus intentos de defensa propia armada entrevista a Márquez Camarena, pp. 13-14,
Trinidad Vega, entrevista, PHO/1/126,
eran ineficaces. En comparación con sus padres y sus abuelos, la mayoría de los Página 18; El Correo, 8 de marzo de 1911,
no estaba solo, ni tampoco le faltaba razón,
hacendados en 1910 eran civiles impotentes que, excepto en las regiones francamente al considerar que la Revolución era un
conjunto de rebeliones locales distintas,
remotas de la sierra, ya no podían contar con el apoyo armado popular de sus EN nominalmente “maderistas”; Carranza, en
1913-1914, creó la coalición constitucio-
arrendadores y medieros. Véase a Womack, Zapata..., pp. 183-184; Buve, pp. 13 s halista al legitimar los movimientos locales
y conferirles categoría oficial; véase, por
144; J. M. Camacho, Jalapa, al alcalde de Zongolica, 28 de agosto de 1913, Archivo ejemplo, Carranza a Pablo González, 15 de marzo
de 1914, Archivo de Relaciones
Zongolica, 16/134. Exteriores, legajo 760, p. 284, que se refiere
a la Huasteca.
60 CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS 61

haber producido muchas discusiones.*? Según o autores, el caudill igualmente semejantes de reconstrucción y de integración sociales. Pero si
implica la busca y la conquista viole cialmente “inestable, d nos atenemos a la historia, tengo ciertas dudas acerca del uso del caudillaje
poder y la riqueza que establece el binomio enn protegido en una so= como modelo o “instrumento heurístico” para su análisis, Esto se debe a que
ciedad que carece de canales institucionales para esta competencia. Este: el caudillaje se usa para abarcar formas de movilizació
concepto ha sido estudiado y aplicado a México, en particular a Tlaxcala, líticas, que abarcan 1 10 campo de la historia mexicana, que más
en la interesante obra de Raymond Buve (véase el capítulo x del presente NC adamente deberían separarse y distinguirse, y no colocarse juntas; de-
libro).% Buve contribuye al análisis original al ponerle gran atención al pa= berían, en la terminología de un reciente debate histórico, “separarse”, y no
pel que desempeñaron los campesinos en la política de los caudillos; y se: “amontonarse”. Si el caudillaje “modernizado” es el término más conve-
aparta del original distinguiendo entre el caudillaje “clásico” y el “moder-= niente para la estructura política del porfiriato, o si el término de Wolf
nizado”; el segundo incluye a los regímenes que Wolf y Hansen excluyeron: y Hansen debe preferirse, son cuestiones que no trataremos aquí. Pero es
explícitamente de su definición.*% El caudillaje “clásico” que llena todos los importante y necesario considerar si la Revolución de 1910-1920, si la jefa-
requisitos de la definición, fue obvio en el México independiente hasta l: tura revolucionaria que creó, y si las relaciones de la jefatura con los cam-
década de 1870, un periodo de inestabilidad cuando la fuerza era muy apre- pesinos, constituyeron un regreso al caudillaje “clásico”. El punto básico
ciada, y la necesidad de algún tipo de apoyo popular (en especial el cam-' es que las movilizaciones populares bajo la jefatura revolucionaria pudieron
pesino) les daba a los campesinos un campo limitado para abogar por sus: adoptar formas diferentes, opuestas: que había, hablando ampliamente, dos
propios intereses dentro del marco de la política de los caudillos. El cau- tipos de relación de autoridad y de poder, que pueden distinguirse analítica-
dillaje “modernizado” del porfiriato se caracterizó por una relación de po- mente; y que, aunque ambas pueden entrar en la categoría del caudillaje,
der más estable, institucionalizada, que se basaba en el paternalismo y que sus diferencias, y no sus similitudes, deben subrayarse. El concepto de
se nutría en la nueva riqueza generada por el desarrollo económico. Bajo caudillaje (como el concepto “protector-protegido”, del que éste es una sub-
este sistema (que Wolf y Hansen prefieren clasificar como una “dictadura categoría, y que recientemente ha estado muy de moda) corre el riesgo de
del orden y el progreso”) disminuyó el uso individual de las fuerzas arma- asumir proporciones proteicas, encarnando un amplio campo de fenómenos,
/das, el Estado afirmó su monopolio de la violencia, y los campesinos encon- que se basan en semejanzas particulares, quizá supericialos: a pesar de que
traron aún más limitado su Asesto.al podes político; pero en 1910 se invir- hay otras diferencias más profundas.
.tió este proceso. En el contexto de la guerra civil y de la inestabilidad Por otra parte, una investigación de la naturaleza de las relaciones entre
“renovadas, los campesinos recuperaron su poder para negociar y “el caudi- la autoridad y el poder dentro de la Revolución (como la que podría alen-
llaje mexicano reincidió en el tipo clásico antiguo, al surgir de nuevo las tar un interés en el caudillaje) puede ofrecer conocimientos útiles para el
relaciones variables entre los militares y sus protegidos”.* análisis general de esta materia; y la historia analítica de la Revolución aún
Como análisis histórico esto es totalmente sólido, y parece concordar con se encuentra tras el aspecto narrativo. Gran parte del análisis se ha expre-
el relato del “movimiento popular” que presentamos en la primera mitad de sado en términos marxistas y marxistoides: según un enfoque común, Ma-
este capítulo. Tomando la definición original de Wolf y de Hansen, es evi- dero dirigió y representó a un movimiento burgués que reunió a las clases
dente que el caudillaje fue importante en la historia de México en las dos bajas (los campesinos y los proletarios) que se aliaroh para oponerse a un
generaciones siguientes a la Independencia; es evidente que el porfiriato tuvo régimen cuya base de clases (¿feudal o burgués?) ha provocado buscas
fundamentos distintos y más estables políticamente; es obvio que la Revo- profundas y retracciones.* Sin embargo, hay un amplio acuerdo en que:
lución de 1910 a 1920 presenció el retorno de algunas circunstancias del Carranza heredó la jefatura de la revolución burguesa, y que, como Madero, )
periodo 1854-1876: una violencia política no menos endémica y un forta- riñó con sus aliados campesinos y proletarios (Villa y Zapata). Sin em-/
lecimiento táctico de los campesinos. Puede añadirse que también estos pe- bargo, las demandas populares radicalizaron este movimiento burgués y
riodos parecidos de perturbaciones y conflictos sociales anunciaron periodos le correspondió a la “pequeña burguesía”, el ala “jacobina” de los consti-
tucionalistas, representada por Obregón, incorporar estas demandas, y cier-
87 Eric R. Wolf y Edward C. Hansen, “Caudillo Politics: A Structural Analysis”, tos elementos de la revolución popular (por ejemplo, los Batallones Rojos)
Comparative Studies in Society and History YX, 1966-1967, pp. 168-179.
88 Buve, pp. 118-121.
89 Cf. Buve, pp. 119-120; Wolf y Hansen, pp. 178-179, v1 J, D. Cockcroft, Intellectual Precursors of the Mexican Revolution, Austin,
99 Buve, p. 120, 1968, pp. 30-33, 212-216. Si
62 CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS 63

a la coalición victoriosa. Por consiguiente, los radicales de la “pequeña bur= algunos ejercicios semejantes que se han hecho de reevaluación mar-
guesía” llegaron a la cumbre del poder después de 1920, y crearon el “cau xista y que se han dedicádo a temas de similar dificultad, como el fascismo
dillismo revolucionario” de esa década, la base del moderno Estado burgués yl esclavitud. Pero estas reevaluaciones, aunque históricamente justifi-
/ mexicano.%? La revolución popular, a pesar de todos sus esfuerzos heroicos, cadas, pueden, como el protestantismo, resultar ser el primer paso hacia el
> terminó en el bando de los perdedores: para algunos más pesimistas esto declive resbaloso del agnosticismo. Cambiando la metáfora, el niño es arro-
tiene el fatalismo de una tragedia griega: en ausencia de una alianza pro- jado junto con el agua del baño; y la tina de baño sólida, concreta que
letario-campesina esto fue inevitable; para otros (que podrían denominarse queda no es muy diferente de la tina de baño del antiguo “empirismo bur-
“la escuela del consenso revolucionario”) la radicalización de los elementos gués” al que se ha atacado tanto. Porque muy pocas personas refutarían que,
populares de la revolución burguesa o pequeñoburguesa produjo importan- dentro de la Revolución Mexicana, el conflicto entre los grupos sociales
tes recompensas después de 1920. La historia tuvo un final feliz,93 por sus accesos diferentes a los recursos estratégicos fue importante y esen-
Cualquier interpretación de la Revolución expresada en términos estric- cial; en particular, en la primera mitad de este capítulo y en otras partes
tamente marxistas es difícil de sostener. A pesar de que el sector mercantil se ha hecho hincapié en el papel que desempeñó el conflicto entre terrate-
del México porfiriano era amplio y creciente (y esto, para algunos, basta. -nientes y campesinos. Cuando los aldeanos libres de Morelos, de La Laguna
para considerarlo totalmente capitalista), las relaciones de producción a. o del valle del Yaqui lucharon contra las haciendas expansionistas, se pro-
menudo no eran capitalistas: una creciente población de peones, junto con: dujo una forma de “lucha de clases”, cuyo carácter fue reconocido como
una gran cantidad de granjas de subsistencia, se oponía a la creación de un tal por los contemporáneos y por los historiadores (no marxistas). No
mercado de trabajo libre importante basado en la relación del dinero en efec- obstante, continúan sin respuesta dos preguntas que vinculan implicaciones
tivo. México estaba muy lejos de estar polarizado en una clase propietaria, teóricas y empíricas: ¿estos conflictos deben interpretarse en términos mar-
capitalista, y en una masa proletaria que vendía su mano de obra: los gru- xistas (burguesía, pequeña burguesía, proletariado, categorías que en última
pos intermedios de la pequeña burguesía eran amplios e importantes. Los instancia son determinadas por su relación con los medios de producción),
4 artesanos sobrepasaban mucho en cantidad a los obreros industriales (cuyo o estos términos sólo producen confusión? Y ¿el elemento de la “lucha de
número estaba descendiendo, en términos absolutos, en la década de 1900); clases”, evidente en las situaciones locales, debe ser proyectado a un nivel
los rancheros y la clase media urbana (empleados, profesores, abogados, nacional: las importantes coaliciones revolucionarias, el maderismo, el vi-
hombres de negocios en pequeño y comerciantes) acaso fueran el elemento llismo, el carraucismo, deben definirse en estos términos?
más dinámico y expansivo de la sociedad porfiriana, y le ofrecieron un vigo- Estas preguntas sugieren que si bien el conflicto social que dependía de
roso apoyo al reyismo y al maderismo (civil). Por ello, una interpretación la distribución de los recursos económicos fue importante para la Revolu-
estrictamente marxista, que debe distinguir las clases basándose en sus rela- ción, éste no se analiza mejor en términos marxistas; y que, en especial al
ciones con los medios de producción, tropieza con todo tipo de dificultades. intentar comprender las importantes coaliciones revolucionarias, podría ser
Es posible volver a hacer esta interpretación, presentando la Revolución mejor descartar estos términos y adoptar algunos tomados de una sociología
como una combinación de un conflicto interclasista e intraclasista, y esto política alterna, por ejemplo la de Weber. Esto puede apreciarse mejor a
último implica la existencia de “fracciones de clases” antagónicas. Esto po- través de un análisis de la última fase de la revolución “armada, la “guerra
dría acomodar algunos de los datos históricos difíciles de interpretar; por de los vencedores”, entre el carrancismo y el villismo, la fase que probable-
ejemplo, podría usarse para explicar la vigorosa presencia de grupos de la mente les ha causado los peores quebraderos de cabeza a los posibles ana-
burguesía y de la pequeña burguesía en ambos bandos en todos los conflic- listas (y no a los narradores) del proceso revolucionario.
tos importantes civiles y militares en este periodo; esto podría verse alentado Vistas en su totalidad, la coalición villista y carrancista de 1914-1915
son más notables por sus similitudes que por.sus diferencias. Ambas incluA,
22 Adolfo Gilly, La revolución interrumpida, México, 1971; Robert E, Quirk, yeron a grandes sectores del “movimiento popular”, en especial a los cam-/
“Liberales y radicales en la Revolución Mexicana”, Historia Mexicana 2, 1952-1953;
Anatol Shulgovski, México en la encrucijada de su historia, México, 1968, 9% Ve. N. Poulantzas, Fascism and Dictatorship, Londres, 1974.
%% M. S. Alperovich y B. T, Rudenko, La Revolución Mexicana y la política de 95 Véase la nota 66; o, por ejemplo, la “clase alta” de la ciudad de San Luis
los Estados Unidos, México, 1960, pp. 219-224; Cf. Robert E. Quirk, The Mexican que durante febrero y marzo de 1913 mostró “la tendencia a considerar el golpe
Revolution: 1914-15, the Convention of Aguascalientes, Bloomington, 1960, pp. 292- de Estado [de Huerta] como una victoria de su clase”: Bonney, San Luis, 28 de
293. marzo de 1913, SD 812.00/7041.
64 CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS 65

pesinos movilizados y a la gente del campo en general; ambas reclutaron a les revolucionarios en Sinaloa, era un vaquero tosco pero eficaz, esencial-
grupos indígenas (por ejemplo, ambas utilizaron a importantes contingentes mente “villista”; sin embargo, de hecho era carranci
sta, El general villista
yaquis, los de Obregón y los de Maytorena); ambas consiguieron el apoyo José Isabel Robles leía a Plutarco en su tiempo libre.1%
En otras palabras,
y la simpatía de los líderes obreros.*% Los intelectuales también se unieron había una considerable heterogeneidad social dentro “de las dos
coaliciones
a ambos bandos: Macías, Rojas, Rouaix y Murillo a Carranza; Vasconce- revolucionarias, y, vistas nacionalmente, revelaban una cierta igualda
d: no
los, Molina Enríquez, Díaz Lombardo y los hermanos González Garza a podían fácilmente distinguirse de acuerdo con un criterio de clases
sociales.
Villa, Tomando el país en su totalidad, una tosca contabilidad individual Pero esto no significa que el villismo y el carrancismo fueran
idénticos,
de los jefes militares locales carrancistas y villistas no revela una correlación que el conflicto entre éstos sólo fuera una lucha por el poder, sin principi
os,
clara por sus clases u ocupaciones (véase el cuadro que se encuentra más ni que el resultado de la lucha no tuviera importancia.
La realidad, más
adelante). bien, es que las diferencias entre el villismo y el carrancismo
se relacio-
Los antecedentes de la ocupación que tenían los jefes sólo son un criterio, naban menos con las clases sociales, en cualquier sentido estricto
, que con
aunque importante, para evaluar estos movimientos en el nivel nacional, los puntos de vista opuestós, con las culturas políticas, y (como resultado)
Si el ejemplo que dimos antes es adecuado, sencillamente muestra que la con los objetivos y los medios diferentes para lograrlos. Este
conflicto no
redefinición de los partidarismos políticos que se requirió en 1914-1915 no era trivial, ya que la victoria de uno o de otro bando habría
tenido resul-
siguió una clara división de clases entre la burguesía y los campesinos o los tados importantes y diferentes; pero esta lucha no era de clases, ni deter-
proletarios El partidarismo se determinó principalmente por consideraciones minaría si podrían gobernar la burguesía o los campesinos y los
proletarios.
locales, de cercanía y hasta tácticas, a medida que la escisión nacional entre Dentro de cada coalición importante había un núcleo, que
tenía ciertos
Villa y Carranza se exacerbó y se reflejó en docerias de escisiones y rivali- atributos consistentes, que pueden analizarse en términos ideológicos. Y,
dades locales: entre las facciones de Guaymas y Hermosillo en Sonora, aunque los atributos del “núcleo” no necesariamente se reflejab
an en la
entre Villa y los Arrieta, entre Buelna e Iturbe en Sinaloa. A menudo, enorme y variada periferia que constituía la coalición nacional
, estos atri-
estos partidarismos, al ser dictados por las circunstancias más bien que por butos afectaron decisivamente el proceso de reclutamiento y
de integración
un compromiso genuino, eran superficiales y cambiantes; la carrera evidente- mediante los cuales se establecieron las coaliciones nacionales.
mente veleidosa de Gertrudis Sánchez o de Juan Cabral en 1914-1915 re- El villismo, igual que el orozquismo, se derivó esencialmente
del mo-
flejó una incertidumbre y confusión reales más bien que una falsedad evi- vimiento popular en los estados de Chihuahua y Durango,
predominante-
dente.*" En algunos estados, como en Tlaxcala, un movimiento revolucionario mente revolucionarios. Como el movimiento popular en general,
primero se
socialmente homogéneo (en este caso, de campesinos) se dividió por riva- distinguió en el invierno de 1910-1911 y mostró ser un enemigo
rudo y
lidades de las facciones, que se agravaron por el conflicto entre Villa y duradero aun después de su desastre de la primavera de 1915.
En los años
Carranza, produciendo campesinos villistas y campesinos carrancistas.% En intermedios sufrió muchas vicisitudes. Después de contribu
ir al importante'
otras partes, el grado de la polarización social fue más notable, pero esto esfuerzo que derrocó a Díaz, los serranos de Chihuahua se volvieron en y
no garantizó que los jefes campesinos optaran por Villa y que los jefes contra de Madero en 1912, luego atacaron a Huerta en 1913.
Aunque el /
burgueses apoyaran a Carranza: el principal partidario de Villa en Sonora Orozquismo y el villismo eran enemigos mortales, tenían anteced
entes seme-.
era un hacendado opulento, oportunista: Maytorena; en la Huasteca era jantes; quizá coincidían más en su base que lo que a veces
se cree; y aun
Manuel Peláez, otro terrateniente rico. Juan Carrasco, uno de los principa- después de haberlo arriesgado todo contra Huerta, las fuerzas
orozquistas
continuaron revelando sus orígenes y sus compromisos plebeyo
s y popu-
96 En lo que toca a las cuestiones laborales, véase p. 55. lares.19! El villismo puede considerarse descendiente directo de
la rebelión
97 Aguilar, pp. 185-186; informes del cónsul huertista, Nogales, 2, 3, 9, 15 y 22 serrana inicial, si bien la superioridad personal de Villa no se definió
hasta
de agosto de 1913, Archivo de Relaciones Exteriores, legajo 771, pp. 254-295; 1913-1914. En esa época el movimiento logró una prodigiosa expansi
Martín Luis Guzmán, Memorias de Pancho Villa, México, 1963, pp. 607, 630, 664;
ón, a)
Brown, Mazatlán, 23 de enero de 1915, SD 812.00/14338.
98 Jesús Romero Flores, Historia de la Revolución en el estado de Michoacán, 100 Martín Luis Guzmán, El águila y la serpiente, Aguilar,
México, 1958, pp.
México, 1964, pp. 140-146; L. D. Ricketts al general Hugh L. Scott, 7 de febrero 202, 213-217, 225, 240 sobre Carrasco, y 342 sobre Robles.
de 1915, Scott Papers, Biblioteca del Congreso de EUA, caja 17. 101 Reed, México insurgente, p. 82; Hamm, Durango, 3 de junio de
1913, SD
99 Buve, pp. 138-140. 812.00/7857; Meyer, La Révolution Mexicaine, p. 73.
CAUDILLOS Y CAMPESINOS
CAUDILLOS Y CAMPESINOS 67

jaron guiar el movimiento en la dirección que les favorecía. Con el cisma


Villistas Carrancistas
olucionario de 1914, el villismo consiguió adeptos (la mayoría superfi-
Terratenientes: Peláez (Huasteca), los
) en todo México; pero la coalición villista fue más frágil que su rival
Carranza (Coahuila);
Rivero (Sinaloa), May- Barragán (San Luis Po. ancista, y, después de las derrotas de Celaya y de Ltón, los elementos
torena (Sonora) tosí), Urquizo (Coa» periféricos” pronto desaparecieron, y el “núcleo” villista retornó a sus
huila) aíces Serranas populares, De regreso a su tierra natal, gozando del apoyo y
simpatía locales, el villismo mostró ser notoriamente difícil de erradicar,
Ricos: Raúl Madero, Eugenio Vicente Segura (Huas» y sólo gradualmente, a medida que aumentaron las penalidades de la gue-
Aguirre Benavides teca) a, y se atrofió la base popular villista, los guerrilleros se vieron obligados
a reclutar hombres y a hacer confiscaciones; y los bandidos sociales forzo-
Rancheros: Los Cedillo (San Luis Obregón (Sonora), log 'samente perdieron muchos de sus atributos “sociales”,1%2
Potosí) Arrieta (Durango) El tipo de agravios que inicialmente unieron a los serranos, y su fracaso
en realizar reformas estructurales bajo el gobierno villista, ya los hemos
Profesores: Chao, Carrera Torres, Calles, Villarreal, Ma- mencionado. Ahora es necesario agregarle al análisis anterior un us
José Isabel Robles riscal (Guerrero) del tipo de autoridad que ejercían Villa y los jefes villistas sobre sus segui-
dores. Al establecer binomios protectores-protegidos armados, que se dediz
Militares profesionales: Ángeles, Cantú (Baja Treviño (Coahuila) caban a la conquista violenta de riquezas y poder, éste era un caudillaje
California)
clásico. Pero los vínculos que unían al movimiento popular también pueden
considerarse en términos weberianos como el producto de una autoridad
Estudiantes y profesio- Buelna (Sinaloa) Múgica (Michoacán), básicamente tradicional, y secundariamente carismática, diferente de la auto-
nales jóvenes: Iturbe (Sinaloa)
ridad racional-legal.!%% Las aldeas libres eran la matriz de este movimiento
Artesanos:
popular, que intentaba defender los intereses tradicionales, usualmente bajo
Ceniceros (hojalatero, Cabanillas (carpintero,
la jefatura tradicional, una jefatura “que se apoyaba en una creencia firme
La Laguna), Julián Me- Sinaloa), Gavira (car-
dina (herrero, Jalisco) pintero, Veracruz),
en la santidad de las tradiciones inmemoriales y en la legitimidad del status
Maclovio Herrera de los que ejercían la autoridad basándose en éstas”.10 Bajo esta jefatura,'
(arriero, Chihuahua) la conducta no es gobernada por reglas formales, sino por la tradición y el
capricho personal del “jefe”; las innovaciones se justifican mediante el dere-
Proletarios: Fierro (ferrocarrilero, Diéguez (minero, Sono- cho de la prescripción de la tradición y no por la racionalidad; el “personal
Chihuahua) ra), Castro (tranviario, administrativo” no está formado por funcionarios asalariados, sino por parti-
Durango) darios personales, a menudo elegidos entre los parientes del jefe. Esto sucedía.
generalmente en los movimientos revolucionarios populares, incluso en el vi-
Vaqueros: Fidel Ávila (Chihua- Carrasco (Sinaloa) llismo. Los objetivos políticos usualmente se expresaban en términos retros-
hua)

Campesinos: Calixto Contreras (La 102 A pesar de la conducta posterior, más antisocial, de Villa (véase sobre el par-
Francisco Coss (Coa-
ticular a Souza, pp. 10-14), el jefe guerrillero conservó en gran medida el apoyo lo-
Laguna), Domingo huila), Máximo Rojas Cal, en especial en los alrededores de San Andrés y enel norte de Durango, “territorio
Arenas (Tlaxcala) (Tlaxcala) donde Villa había operado como asaltante durante muchos años. ... [y de donde] Villa
Sacó a muchos de sus seguidores más leales”; por consiguiente, al regresar a su región
natal en 1916 el villismo obtuvo su “segundo aire”: Letcher, Chihuahua, 9 de febrero
medida que las campañas contra Huerta obligaron un rápido aumento de de 1916, SD 812.00/17268.
la cantidad de tropas y de la organización. Esto, a su vez, atrajo a los polí- 103 Max Weber, The Theory of Social and Economic Organisation, editor: Talcott
ticos civiles, liberales y conservadores Parsons, Nueva York, 6% ed., 1969, pp. 324-363,
(sinceros y oportunistas) que inten-
108 Ibid., p. 328.
68 CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS 69

pectivos, hasta nostálgicos, y los programas de reformas radicales sólo ciertas autoridades excepcionales, como en la, cacería y en la busca del
desarrollaban con el tiempo, con la creciente influencia (por lo menos en teo= botín en la guerra, han ejercido una jefatura carismática”.11 Este fenó-
/ ría) de los intelectuales citadinos.*% Los jefes surgían del interior de las co- meno pudo verse en la Revolución en general, pero en especial en el
norte,
5, munidades: generalmente no eran campesinos, sino artesanos, bandidos, “abo= donde la aldea comunal y la fuerza de la tradición eran más débiles,
y donde
gados de aldea”, arrieros, que eran miembros de grupos familiares en la vida: las victorias militares brillantes de 1910-1911 y 1913-1914 encumbraron a
de la aldea; no eran liberales citadinos ni figuras políticas bien conocidas.*% dos jefes carismáticos: Pascual Orozco y Pancho Villa. El primero se con-
La lealtad que obtenían a menudo se derivaba de las relaciones personales, y virtió en una figura nacionalmente famosa en el lapso de unos cuantos me-
/
muchos de los que eran reclutados primero por el jefe, después eran sus ses durante la revolución maderista; a un cuartel, a una montaña, y a nu-/
ayudantes (“el personal administrativo”) y provenían de su familia y de merosos clubes políticos les pusieron su nombre en su honor; fue
festejado
sus compadres.'” Las guerrillas individuales se aferraban a su identidad; en la capital y en la ciudad de Chihuahua.1!? En 1912, Orozco se volvió
eran la gente de una persona determinada, y si ésta moría, ellos no servían contra su viejo maestro, Abraham González, se apoderó del estado de Chi-
bajo las Órdenes de cualquiera que la reemplazara; tenía que ser un jefe huahua y empezó a avanzar hacia la ciudad de México, lo que hizo temblar
en el que pudieran confiar, quizá un pariente cercano; y si el jefe era desai- las bases del régimen de Madero,
rado, su gente consideraba esto un insulto colectivo.'% Aun cuando comen- Orozco fracasó; pero dos años más tarde Villa llegó a la capital después
,
zaron a formarse grandes ejércitos conglomerados, los componentes indivi- de destruir en su camino al ejército de Huerta. Villa también mostró
tener |
duales conservaban un compromiso local y personal, y su obediencia a una carisma: este factor hizo que ganara sus batallas, igual que su direcció
n /
autoridad central temporal no podía garantizarse.'% militar posteriormente hizo que las perdiera; desde luego, fue la exaltad
Si bien las bases del movimiento popular eran una forma de autoridad fama de Villa, su trayectoria de triunfos ininterrumpidos, lo que
forjó a la
tradicional, ésta se combinaba con los elementos del carisma; “ese domi- División del Norte utilizando un cúmulo de fuerzas personales y locales.!
1*
nio... que se basa en una devoción extraordinaria a la cualidad sagrada o En todo el país su nombre se convirtió en algo mágico: era (a fines
de 1914)
al vigor heroico o al carácter ejemplar de una persona, y en el orden reve- el “hombre del momento”, el esperado “salvador” de la ciudad de
México, el
“lado o creado por ésta”.!1” La autoridad carismática, mientras dura su ins- “Centauro del Norte” celebrado en los corridos mexicanos, en las
películas
piración, no reconoce las limitaciones de las reglas (ya sean tradicionales o norteamericanas y en las oscuras profecías.1!* En Celaya y en León,
en la
legal-racionales); pero puede combinarse con otras formas de autoridad, primavera de 1915, este mito se desinfló en forma brutal; pero no
se apagó
especialmente, por ejemplo, “cuando las necesidades económicas cotidianas totalmente, revivió con la expedición punitiva de Pershing, y hoy día forma
se han satisfecho bajo la jefatura de las autoridades tradicionales; cuando parte integral de la mitología de la Revolución.*' Lo mismo
es cierto!
de Zapata, cuyo carisma sirvió para unificar a la revolución suriana dentro
de
Morelos y fuera de ese estado. Los hombres siguieron a Zapata, igual
105 Womack, Zapata ..., pp. 398-399; Arnaldo Córdova, La ideología de la Revo- que
a Villa, y a los jefes menores, por cariño, por una estima personal
lución Mexicana, México, 1973, pp. 144-173. genuina,
106 Buve, pp. 124-128, realza el papel que desempeñaron los artesanos (y otros
individuos) al mediar entre los campesinos tlaxcaltecas y el mundo urbano de la 111 Weber, p. 382.
política. Aquí, por ejemplo, tenemos a José Rumbia, un predicador protestante, como 112 Meyer, Mexican Rebel, pp. 39-44, 56; Letcher, Chihuahua, 22 de junio de
el que apareció con Braulio Hernández (en Chihuahua) y con Trinidad Ruiz (en 1912, SD 812.00/2179; Silvestre Terrazas a Manuel Balbás, Documentos de Terrazas,
Morelos). Los abogados (tinterillos) y los maestros de escuela de pueblo como caja 83. Entre los clubes políticos maderistas mencionados por Madero en su corres-
Liborio Reyna, que dirigió la rebelión campesina de Ometepec, también eran comu- pondencia del año de 1911, había más clubes llamados Orozco que Madero; al
nes, y no sólo en México: véase a Martínez Allier, p. 64, n. 9. e nombre de Orozco sólo lo superaron el de los héroes ya
muertos como Juárez e
107 Buve, p. 134; Souza, p. 9; Marcos V. Méndez a Gobernación, 30 de julio de Hidalgo, en ese orden. :
1911, Gobernación* 14, en lo que se refiere a los soldados de Sabás Valladares en 113 Reed, México insurgente, pp. 96-104; Rutherford, p.
161.
Los Reyes. 11% General J. J. Pershing al general Hugh L. Scott, 18 de octubre
de 1914, Scott
108 Reed, México insurgente, passim; Sepúlveda Otaiza, p. 7. Papers, caja 16; Guillermo Landa y Escandón a Lord Cowdray,
4 de noviembre
109 Guzmán, Memorias, p. 198; Alberto Calzadíaz Barrera, Villa contra todo y de 1914, Cowdray Papers, caja A3; Reed, México insurgente, pp.
96-104; Ruther-
contra todos, México, 1960, pp. 172-180, trata sobre cómo fue organizada la División ford, p. 290, nota 106,
del Norte entre 1913-1914, 145 Frederick C. Turner, The Dynamic of Mexican Nationalism, Chapel
Hill,
110 Raymond Aron, Main Currents in Sociological Thought, Londres, 1971, p. 240. 1968, p. 119.
70 CAUDILLOS Y CAMPESINOS
CAUDILLOS Y CAMPESINOS 71
y hasta por afecto; sin embargo, en Morelos el carisma continuó
estar ación logística cuidadosa y tenaz, afracasó en última
do firmemente subordinado a la autoridad tradicional de la sociedad alde instancia; y las
as en el oeste del centro de México, que emprendieron Fierro
en cambio, en el norte contribuyó a formar una organización militar dá eras
y
grandiosa, una campaña más amplia, y a tener objetivos políticos más am no tuvieron más éxito.!!* Todo esto junto debilitó el esfuerz
o de
villista, y levantó el escenario para las mayores derrotas,
biciosos.*** las de Ce-
Las formas de autoridad que distinguían al movimiento popular clara y León, donde el élan vital de las cargas en masa de caballería, que:
mente se relacionaban con sus orígenes locales. Es un lugar común afir tenido éxito contra el ejército federal desmoralizado en 1913-1914,
2 taron suicidas ante el ejército bien organizado, y científicamente dirigido
que el zapatismo, indomable en Morelos, era mal viajero.'!7 Pero la renuen
cia zapatista a luchar fuera de su provincia, y su actuación relativa r Obregón.
ment El último fracaso militar de los villistas no puede desligarse de
mediocre cuando las huestes se veían obligadas a hacerlo, fue muy semejanti su fracaso
en muchos movimientos menores. Los Arrieta y su División de fítico aún más marcado. La jefatura villista (y una jefatura
Durang zapatista a
tiori) se resistió a asumir el peso de la administración
se negaron, a lo largo de cinco años de revolución, a salir de su zona nata nacional. Villa, +.
consideraciones similares, según no Zapata, encontró demasiado pesadas las responsabilida
un relato, hicieron que los Cedillo rechaza des y los pro- /
ran al gobierno (convencionista) mas que había creado la ocupación de la ciudad de México.!2%
de Gutiérrez; y muchos otros movimientos Desde Z
(el de Carrasco en Sinaloa, el go, había candidatos “villistas” bien preparados para desemp
de Contreras en La Laguna, el de Juliár eñar los car-
Blanco y el de Silvestre Mariscal nacionales: los seguidores cultos, en especial los Madero,
en Guerrero) mostraron una concentración los antiguos.
iales federales, como Ángeles y Juan Medina, que intenta
similar en los asuntos locales, y descuidaron o sentían antipatía por
los asun: ron imponer '
tos nacionales.!!* Puede parecer extraño extender este análisis al villismo el orden y la disciplina en el régimen personal, arbitrario de
Villa. Zapata,
Sin embargo, a pesar de su impresionante extensión geográfica, y muchos cabecillas menores, tenían sus correspondient
es escribanos, secre-
el villismo' “tarios y oradores. Sin embargo, en su mayoría aún eran
conservó un carácter localista, antinacional, de acuerdo: con su esencia po: los jefes militares
los que daban las órdenes, y los civiles cultos
pular, “tradicional”. Sus más grandes victorias se registraron en su territorio (como Díaz Soto y Gama) /
' sólo actuaban durante las convenciones políticas, cuya influencia
natal, o cerca de éste: Tierra Blanca, Torreón, San Pedro, Zacatecas. Des- en la Re-
pués de pasar por esta ciudad, a mediados del verano de 1914, "volución probablemente no fue tan grande como se ha imaginado. Sin duda
la máquina los villistas cultos, “buenos”,
de guerra villista comenzó a perder su empuje: su administración encontraron que era muy difícil su misión civili-
individua= adora y fracasaron en su
lista, arbitraria, no pudo satisfacer las necesidades de las intento de salvar al caudillo del norte de sus
campañas militares limitaciones políticas. En la
amplias, crecientemente modernizadas; había llegado, si se prefiere afirmarl ciudad de México, en la cumbre de su poder y
o de su influencia, el villismo cambió
así, a los límites de su carisma. En las campañas de 1914-1915, su imagen con pleitos en las cantinas, N
en las ac- Con asesinatos, robos y tiroteos. Aun antes de Celaya,
ciones secundarias del conflicto principal en el Bajío, los villistas los villistas “buenos”
sufrieron: habían empezado a desanimarse y prefirieron dejar
derrotas; si bien Felipe Ángeles, el comandante villista más el movimiento; después
profesional, de Celaya las defecciones individuales se convirtieron
triunfó en el noreste, el sitio que le puso Urbina a El Ébano, en una estampida, y
que exigía una el villismo perdió su apariencia de respetabilidad citadina.1?!
Dentro de la coalición villista de 1914-1915, por consigu
116 Womack, Zapata, pp. 79, 224-225; Domingo Magaña,
de Tabasco, después de iente, la jefatura
desbandar a 400 de sus 600 rebeldes en el verano de predominantemente militar, popular (Villa, Urbina,
1911, pidió que al resto le Fierro y sus aliados),
permitieran servir como fuerzas estatales, “dejándome, con
oficiales, mi estado mayor,
que por cariño no abandónanme a merced del primer
asesino que encontremos”:
A Gobernación, 11 de julio de 19] l, Gobernación* 119 Charles C, Cumberland, The Mexican Revolution.
14; cerca de Cuencamé, en La The Constitutionalist
Years,
Laguna, en el otoño de 1916, “a toda la gente le agradab Austin, 1972, p. 198. [La Revolución Mexicana. Los años constitu
a Contreras”, de acuerdo cionalistas, México,
con el minero A. G. Reese al Departamento de Guerra FCE, 1975); Quirk, pp. 177, 214. :
de EUA, 18 de septiembre - 120 Womack, Zapata ..., Pp. 219;
de 1916, SD 812.00/19468. Hohler, ciudad de México, 26 de enero de 1915,
117 Womack, Zapata..., pp. 222-223, 228 ef. a Robert FO 371/2396, 23922.
P. Millon, Zapata, the
Ideology of a Peasant Revolutionary, Nueva York, 1969, 122 Cánova, ciudad de México, 16, 17 y 18 de diciembre
pp. 89-92, quien no logra de 1914, SD 812.00/
convencer. 14097, 14122, 14043; Carothers, El Paso, 17 de
octubre de 1916, SD 812.00/
118 Coen, Durango, sin fecha, enero de 1916 y 22 de 19596, que describe cómo el rico villista Lázaro de la Garza,
enero del mismo año, SD el que había organizado
812,00/17142, 17205, Quirk, pp. 174-175; Olea, p. 75 el Banco del Estado de Chihuahua auspiciado por Villa,
se refiere a Carrasco. fue arruinado por Hipólito
Villa, hermano de Pancho Villa.
72 CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS 73
permaneció alejada y a menudo fue indiferente a los posibles jefes polític; igrado.'** Sin duda no existía nada que pydiera compararse con
civiles: Díaz Lombardo, Miguel Silva, González Garza, Francisco Escude: el anti-
ismo deliberado, sostenido, de los carrancistas, como Villarreal, Mú-
“Como resultado, el villismo conservó su enfoque localista, anitinacional, p o Diéguez y otros, para quienes la extirpación de la influencia clerical
complicado, individualista en la política, y constantemente no tomaba « ,
ca, en la sociedad mexicana era una característica importante del pro- |
cuenta a los que mostraban conocimientos fuera del campo de intereses
para constrúir un Estado secular centralizado.12 Pero esta polariza-/
de la experiencia villistas. Las relaciones con Estados Unidos fueron impo en las cuestiones de la Iglesia (que, si la Revolución pudiera compu-
tantes porque afectaban el suministro de armamentos, pero Villa se negó
se, muy bien podría mostrarse que había estrechas correlaciones de la
copiar la posición calculadora y nacionalista de Carranza en sus tratos o resía católica villista y no de la carrancista) no era producto de
Estados Unidos. Las compañías extranjeras (en su mayor parte norteame las
sociales, sino de los desarrollos culturales divergentes de las ciudade
ricanas) obtuvieron un trato mejor de Villa y del villismo que de sus oposi s
campo, de las regiones diferentes, del México “viejo” y del “nuevo”.126
tores, por lo menos hasta el disgusto que hubo debido a que Estados Unida ero hay un tercer ejemplo más importante del respeto villista (o, aún
reconoció al gobierno de Carranza, lo cual impulsó a Villa a tomar : or, indiferencia) por aquellos grupos poderosos, como la Iglesia y los en-
venganza personal contra los intereses norteamericanos. Hasta entonces, las 1 ves extranjeros, que los carrancistas, en contraste, estaban determinados
compañías norteamericanas en el norte de México se habían sentido satis;
a someter. Este ejemplo se refiere a las élites políticas existentes fuera del
fechas con la pax villista, y podían quejarse de los crecientes reglamentos dominio norteño de Villa. En el mismo Chihuahua, Villa gobernó
. € impuestos que los carrancistas, en contraste, le habían impuesto a la indus basán-.
en sus conocimientos y en sus prejuicios personales y en los de sus
>,tria petrolera. Esto también fue un reflejo del localismo villista: porque la
dantes. La familia Terrazas fue perseguida; la familia Zuloaga, que tam-,
política económica y las actitudes nacionalistas no brotaban de las profun:
n era rica y terrateniente, pero pariente de los Madero, fue protegida.!?7
didades de la sociedad mexicana (donde, de hecho, los patrones norteame:
Fuera de su región natal, Chihuahua-Durango, Villa no tenía una pauta
ricanos eran populares, en virtud de los altos salarios que pagaban, y a me- :
política clara: no estaba familiarizado con el escenario local,
nudo podían contar con el apoyo proteccionista de sus trabajadores), sino y no podía
ompensar a sus amigos ni castigar a sus enemigos como en su región
que más bien bajaban desde arriba, desde las élites políticas más cultas, que'
natal; no se sentía interesado en una política general, impersonal (como el
concebían el problema de la penetración económica extranjera en términos
anticlericalismo), y no deseaba asumir el peso de la administración
“nacionales e impersonales.!** Hay un paralelo aquí con la Iglesia, que tam= . El ban-.
dolerismo social institucionalizado no podía exportarse, Al mismo
bién recibió un trato más amable de los villistas que de los carrancistas. tiempo,
Villa deseaba tener aliados en su lucha contra Carranza, y equivoc
Resultan débiles las pruebas de que hubiera un anticlericalismo genuino en' adamente
'Suponía que un conjunto amplio de apoyo le daría un máximo de oportuni
el movimiento popular: el zapatismo era- abiertamente católico, al grado de -
dades de lograr la victoria. Casi igual que Zapata, formó alianzas débiles
admitir sacerdotes en sus filas, y los zapatistas no eran los únicos revolu- Con los poderes locales sin tomar en cuenta sus orígenes sociales ni
cionarios populares que usaron y llevaron como bandera a las batallas a la sus me-
las políticas, e hizo muy pocos intentos de reemplazar a estos poderes
Virgen de Guadalupe.*** En el norte, donde la Iglesia era más débil, el pá-: loca
les con villistas leales de bona fide.
rroco hasta podía ser un miembro estimado de la comunidad (como lo
era, por ejemplo, en el pueblo revolucionario de Bachíniva) y, aunque hubo
124 Meyer, La Cristiada, L, p. 97; en Bachíniva, el párroco Agustín Barón
ejemplos de anticlericalismo villista, éstos eran esporádicos, y quizá se han do el ejemplo de otro sacerdote local) estableció un centro vinícola
(siguien-
en el pueblo;
era “progresista, inteligente y trabajador”; por consiguiente, “él
está con el pueblo
122 A. S. Knight, “Nationalism, Xenophobia and Revolution: The Place of y el pueblo está con él”. Petición de los vecinos a Luis Terrazas, 1899, Documentos
Foreign- de Terrazas, caja 26.
ers and Foreign Interests in Mexico 1910-15”, tesis de doctorado en
filosofía inédita, 125 Meyer, La Cristiada, 1, pp. 71-88, 104-1087 114-118.
Oxford, 1974, pp. 339-342 y passim.
123 Meyer, La Cristiada, pp. 95-99; Reed, México insurgente, pp. 94-104 120 “Le partage ne se fait selon un clivage de classes mais selon les faciés cultu-
señaló tels”, Meyer comenta el convenio que hicieron los carrancistas con
que los hombres de Contreras usaban como insignias imágenes de los dirigentes y
la Virgen de Miembros de la Casa del Obrero Mundial: La Révolution Mexicaine,
Guadalupe. Los propagandistas de Carranza sacaron un gran provecho pp. 37-38, y en
de estos su obra Cristero Rebellion [hay traducción al español, p. 31] Meyer
símbolos al señalarlos como producto de la reacción clerical, del jesuitismo, habla del Mé-
y los Xico “viejo” y del “nuevo”.
partidarios del lema “religión y fueros”. Véanse Revolución Social, 27 de
febrero, 16 127 Luis Aguirre Benavides, De Francisco 1. Madero a Francisco
de mayo de 1915, y El Demócrata, 6 de octubre de 1914. Villa, México,
1966, pp. 102-105.
0 CAUDILLOS Y CAMPESINOS
CAUDILLOS Y CAMPESINOS 75
En Sonora, Villa le dio todo su apoyo a Maytorena, un rico político opg ltima encarnación de la Revolución, No puede, decirse que nacionalmente
tunista, que era relativamente indiferente a las demandas populares. En: l carrancismo de 1914-1915 fuera distinto del villismo por su clara base
Huasteca, el jefe villista oficial era Manuel Peláez, quien luego dirigió yy ; más bien, es el carácter intruso, “extraño” del carrancismo, desde
un *
rebelión defensiva de los terratenientes locales contra los intrusos carra to de vista nacional, lo que lo distingue de su rival+ Desde
luego, Ca-
cistas.!*% En el occidente del centro de México, Villa respetó la opinig 1 tuvo que respetar ciertos intereses locales revolucionarios:
los de Sil-
local católica: en la guerra civil de 1914-1915 en Jalisco lucharon básic ¿ Mariscal en Guerrero, o los de Máximo Rojas en Tlaxcala.
Pero
mente los “villistas” locales dirigidos por Julián Medina, un herrero tapatí condescendencia de Carranza era limitada, y ello significó que el
“nú-
y los intrusos e impopulares carrancistas que estaban bajo el mando de ki 'gleo”” carrancista dominó y abarcó su “periferia” en un
grado mayor que
generales Diéguez y Murguía. Una pauta similar (los “villistas” locales E 'su oponente villista.
contra de los carrancistas extraños) caracterizó la lucha en Michoacán.! El “núcleo” carrancista se distingue claramente del villista,
aunque menos
Y después de las derrotas de Celaya y de León, esta pauta también empez n términos de clases sociales que por factores culturales más general
es y
a tomar forma en el norte, Este fenómeno explica la heterogeneidad soci usos, relativos a la educación, a la situación geográfica e históric
a, y hasta
de la coalición nacional villista, y la asombrosa rapidez de su ascenso y é psicología individual. Había dos elementos principales dentro de
éste: los
su caída. En su genial tolerancia de casi todos los poderes locales, el villism jóvenes Coahuilenses que habían apoyado a Carranza en 1912
contra los in-
pudo admitir a terratenientes, como Maytorena y Peláez; a jefes campesino trusos orozquistas, y en 1913-1914 contra Huerta; y las
fuerzas de Sonora
como Contreras y Cedillo; a partidarios del catolicismo, como los “villistas cuyo linaje, mutatis mutandis, era similar. Ambos, vale la pena
señalarlo,
de Jalisco; a soldados de fortuna egoístas, como Esteban Cantú, el jefe mi "habían sido poco importantes en la génesis de la Revolución en 1910-1911:
litar de Baja California. Si bien, en teoría, esto era impresionante, en | Carranza había vacilado (como era su costumbre), Obregó
práctica era un fracaso. La principal diferencia entre la coalición carrancisti n y Calles no
lucharon, Pablo González había desempeñado un papel
poco destacado.
y la villista (y esta diferencia se relacionaba con el estilo y el enfoque polí Coahuila (excepto en el extremo suroccidental, en La Laguna,
que era un
ticos, y no con las clases sociales) era que la primera, aunque frecuenteme nte feudo villista) no había sido importante en 1910-1911;
y la contribución de
la formaban extraños en un territorio hostil, por lo menos incluía a genui O Sonora, que fue algo más impresionante, de hecho dependí
a en gran medida
carrancistas, con una afiliación política común; mientras que los “villistas” de los esfuerzos de los hombres de Chihuahua. De los
sonorenses que más
más numerosos, pero también más inseguros y superficiales en sus alianzas tarde fueron importantes en la jefatura carrancista, sólo Salvado
r Alvarado
a menudo eran movimientos locales, anticarrancistas que por conveniencii causó un efecto más positivo en la época de Madero.
La rebelión en Chi-
habían asumido el calificativo de “villistas”. La coalición nacional carran: huahua, en cambio, fue el punto de apoyo de toda
la revolución maderista.
cista era una realidad; su equivalente villista, debido a su autoridad anti: Los hombres de Sonora, los creadores de la dinastía de la década
de 1920,
nacional, personal, débil, era algo falsa. y la camarilla de Coahuila que rodeaban al gobernador
Carranza, no apa-.
Finalmente llegamos al carrancismo: la “síntesis nacional”, la cuarta y recieron en el escenario como una fuerza colectiva sino hasta
1912, defen-
diendo a sus respectivos estados prósperos, tranquilos,
de los orozquistas /
125 Sólo más tarde Peláez se convirtió en “mercenario” (si acaso lo fue) de las revoltosos; y después, más decisivamente, en 1913, defendi
endo sus ganan- ]
compañías petroleras: en relación con los orígenes de su rebelión, véase a Bevan: Cias políticas locales contra el régimen de Huerta y
Tampico, 18 de noviembre de 1915, SD 812.00/16857, Dawson, Tampico, 11 de la amenaza que éste /
Planteaba para el desempeño de sus cargos. Los hombres de
agosto de 1916, SD 812.6363/245, Wilson Tampico, 10 de diciembre de 1914, FO Sonora y los
de Coahuila, por consiguiente, aparecieron en el escenar
371/2395, 2445; Guzmán, Memorias, p. 747, sobre su afiliación “yillista”, Como tal. io nacional como
Peláez pertenecía a una categoría más general de rebeldes “defensivos” que, en revolucionarios defensivos, que proclamaban un mensaje
político de “los
especial en los estados de la costa del Golfo, participaron en la Revolución en opo- derechos de los estados”: por la época y sus motivaciones,
su interés revo-
sición directa a los “abusos” carrancistas, lucionario era diferente del de los movimientos populares
122 Los “llamados villistas... realmente son gente de la localidad siempre dispuesta|
dirigidos por Za-
pata, Orozco y Villa.** Desde luego, los dos grupos, pero
a adoptar cualquier nombre con el que puedan encubrir sus robos”; Holms, Guada- en especial el de
lajara, 11 de diciembre de 1914, FO 371/2396, 9316; D. West, sf, marzo, 1915, SD'
812.00/14622; ya en 1913 Medina es mencionado como un rebelde activo en Jalisco; ! 130 Aguilar, Pp. 309-330, en especial la p. 329, sobre
Sonora, cuyos jefes revolu-
Mexican Herald, 22 de octubre de 1913. En relación con Michoacán, véase a: Gon- Cionarios, en su totalidad, estaban más dispuestos a
oponerse a Huerta, y que preva-
zález, Pueblo en vilo, p. 124. Ficaron en gran medida para ganar tiempo; cf. a Carranza, cuyas prevaricuciones
76 CAUDILLOS Y CAMPESINOS
CAUDILLOS Y CAMPESINOS 7
Sonora, pudieron realizar una rebelión con éxito en 1913, y no sólo debid mplios y eran firmes creyentes del “progreso%, a menudo del “progreso” al
a que las administraciones de los estados estaban muy unidas y tenían obje lp norteamericano. Casi todos sabían leer y escribir, y a menudo eran
tivos políticos limitados antihuertistas, y porque no se sentían afectadas pa ianamente cultos. En comparación con los villistas, tenían más antece-/
el contagio de la rebelión social, en especial la agraria. En estos aspecto:
los sonorenses y los coahuilenses eran distintos de las primeras fuerzas pg
dentes citadinos: varios de ellos habían pasado largos “periodos en los gran-
pulares de 1910-1911, y mo podían compararse tampoco con los civi o
des pueblos mineros del norte (Murguía en Sabinas, Gutiérrez en Concep-
ción, Diéguez en Cananea); Jesús Agustín Castro había trabajado en los
maderistas: los liberales respetables, de mediana edad, citadinos, que ape
tranvías en Torreón; Alvarado había administrado una tienda en Potam y
-yaron a Madero en su política de 1909 a 1910. A diferencia de los civiles
”,

“otra en Cananea; Calles había sido, sucesivamente, maestro de escuela, ho-


maderistas, los carrancistas tenían sus propias fuerzas militares (las fue as
“telero y funcionario municipal.*** Obregón, aunque granjero, era muy em-
estatales que habían reclutado para oponerse a Orozco), y por consiguiente
prendedor e innovador. Si bien muchos carrancistas (de ninguna manera
“no dependían de los revolucionarios populares ni de los federales huraños;
todos) pertenecían a la “pequeña burguesía”, también lo eran muchos de
Además, su situación histórica en el proceso revolucionario les dio un pun
“sus Opositores: Zapata era un campesino “pequeñoburgués”; Jesús “El Tuer-
de vista político rudo, menos ingenuo: donde Madero había mostrado una
to” Morales administraba una cantina. No eran sus respectivas relaciones
confianza y hasta una facilidad ingenua para concertar convenios y conci-
liar, los carrancistas practicaron la realpolitik. El asesinato de Madero ha con los medios de producción lo que los separaba, ni aun sus diferentes ac-
cesos a los recursos económicos (porque, aunque a veces había diferencias
bía subrayado la inutilidad de la buena voluntad y la necesidad de ser
en ellos, no eran un factor importante); sino, más bien, su punto de vista
intransigente. Los carrancistas estaban determinados a aprender de los erro-
social y político era opuesto; y, por consiguiente, sus metas y sus técnicas
res de Madero, y el carrancismo ha sido llamado adecuadamente “la auto= políticas opuestas. La educación (en el amplio sentido de aculturación)"
crítica del maderismo”.1%
les dio a los carrancistas un punto de vista nacional, con el que pudieron, ,
El núcleo carrancista se creó mediante una fusión de los grupos de Coa
por ejemplo, evaluar cuál era el papel que tenía la Iglesia, o el de los
huila y de Sonora y duró desde 1913 hasta 1920. Si aceptamos que las
enclaves extranjeros.
coaliciones nacionales carrancista y villista no mostraron diferencias claras
No eran, como a menudo se ha sostenido, xenófobos (la xenofobia real en
en relación con la clase social, aún es necesario aplicar la misma prueba
la Revolución se manifestó en el odio popular contra los españoles y los
a los dos núcleos. Es probable que los carrancistas tuvieran una posición
chinos); estaban dispuestos a aprender de los ejemplos extranjeros, ya fuera'.
económica algo mejor que los villistas; pero la diferencia es de matiz y no
una polaridad muy marcada, y es totalmente inadecuado justificar cualquier de la industria norteamericana o de la guerra de trincheras en el frente oc-
distinción carrancista-villista sencillamente basándose en la clase social. Así cidental; pero estaban decididos a someter su autoridad a la economía
como había villistas ricos (Aguirre Benavides, Chao, Robles), también ha-
extranjera.** Sobre todo, trascendieron el localismo. Los campesinos “pe-
bía carrancistas plebeyos; el campesino Francisco Coss, el minero Luis Gutié- queños burgueses” de Morelos, o los arrieros serranos “pequeñoburgueses”,
rez, el fotógrafo de aldea Francisco Murguía. En cambio, surge una dis- estaban encerrados en una sociedad local, derivaban sus metas y hacían sus
tinción más clara si nos basamos en sus respectivas culturas políticas. Los alianzas localmente, con sus parientes y con sus compadres, y dirigieron
“carrancistas,
un movimiento que básicamente se mantenía unido por los vínculos de la
los de Coahuila y los de Sonora, provenían de regiones muy tradición, mientras que los jefes carrancistas de Coahuila y Sonora, aunque
comercializadas, que se caracterizaban por una economía de mercado domi-
a menudo eran “pequeñoburgueses”, eran inquietos y móviles, habían roto
nante, por un desarrollo dinámico, y por importantes inversiones extranjeras;
la mayoría había participado en el cambio y no lo había eludido, se había sus relaciones con su casa y su familia en su deseo de progresar, y habían.
adquirido una aguda visión para las oportunidades importantes, políticas y
beneficiado en vez de sufrir con los rápidos cambios que afectaron sus económicas. Podían hacer aliados mediante»-un llamado racional al propio
/ estados natales. No eran las víctimas (como muchos revolucionarios popu-
lares) del desarrollo porfiriano: tenían horizontes políticos y económicos interés, prometiéndole a la gente que participaría en la conquista y en la
redistribución del poder y de las propiedades; y el reclutamiento no nece-
fueron, según creo, más bien producto del temor y de la incertidumbre. Véase
a 182 Aguilar, pp. 124, 132, 201, sobre Diéguez, Alvarado y Calles; Cobb, El Paso,
Holland, Saltillo, 11 de marzo de 1913, SD 812.00/6968 y A. Junco, Carranza
y 22 de diciembre de 1916, SD 812.00/20207 contiene
los orígenes de su rebelión, 1935; cf. a Cumberland, pp. 18-20, quien es más caritativo. información sobre Murguía;
181 Córdova, pp. 136, 141, Gruening, p. 417, sobre Gutiérrez.
138 Knight, p. 257; Córdova, pp. 259-260,
78 CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS 79

sitaba limitarse a la patria chica, ni al atractivo personal, que es tradicion iones locales defensivas que realizaron los terratenientes y los e po
;
entre protector y protegido. El caudillaje carrancista rompió Eos, cuya oposición al carrancismo los obligó a pasarse al campo e E :
el molde
vidualista en el que se había formado el movimiento popular, E íez en la Huastéca, los hermanos Méndez cerca de Apan, en Hidago,
y creó y
atractivo nacional, en términos de una política concreta, clara, Manuel Armenta y otros en los cantones de Jalapa y Misantla en Veracruz. SS
para amplia
colectividades dentro de la sociedad mexicana, en especial par died
para los traba. 4 diferencia de los villistas y los zapatistas, los carrancistas no
jadores urbanos.!%* Aunque esto podía conducir a una forma
de protece: teclutamiento de ex soldados federales; y, aunque los zapatistas habían a
nismo, era un proteccionismo de un tipo completamente ado fácilmente a antiguos burócratas porfirianos en la e ie e
distinto al de
antiguos caciques y caudillos: era el proteccionismo de una capial, los carrancistas los despidieron. Las purgas pio se En
“sociedad
masas” emergente, dictado por un gobierno central, en términos día, ya que los carrancistas, lejos de compartir la aversión Os Si
universales
e impersonales. Si bien los elementos del carisma podían ser y los zapatistas por el poder nacional, no toleraban que hubiera a e
inherentes, qui:
“zá en el caso de Obregón, pero sin duda no en Carranza, éstos no fueron tes. La Iglesia y los intereses extranjeros fueron sometidos A a es de
la
base de la autoridad del régimen; en vez de esto, dependía de escrutinio y control, y el anticlericalismo a menudo dogmático de sá e ps
la evolución
de un poder racional-legal, que culminó en la burocracia del moderno as alineó la opinión en el occidente del país y provocó una violenta rea
tado mexicano,**5 4 ica e q
Esto estaba muy lejos de ocurrir en 1914-1915; pero, aun entonces j Ibero ree la mejor ilustración de la naturaleza de la autoridad ira
,
política carrancista ya señalaba cómo serían las cosas en el futuro, ta sean las expediciones explotadoras que se enviaron al sureste Ai
Al d
cender al centro de México, eliminaron despiadadamente a las antiguas co, y, más tarde, aunque de menor envergadura, a los a peca
élites
que se interponían en su camino. Desde luego, era necesario hacer reconquistados. Las primeras fueron actos casi de colonización. dear
algunas
alianzas, pero, en comparación con los villistas complacientes y su 1915, mientras Villa intentaba efectuar una operación de limpieza e norte,
política
de vivir y dejar vivir, los carrancistas estaban a favor del cambio
radical, Carranza ordenó un coup de main en el sur del Istmo: era una po tica se
por lo menos en el personal político. En Puebla, los carrancistas
purgaron' tequería una perspectiva nacional en su concepción, y una jefatura a
a “todos los burócratas, desde los más humildes empleados hasta
los jefes, 'nalmente orientada para poder imponerse con éxito. Uno de los conseje sa
sin tomar en consideración sus antecedentes o afiliación. .. La mayoría políticos más astutos y conscientes de Villa sugirió que se ... ps po
de
los comandantes militares en sustitución de los jefes políticos
. .. fueron lítica similar, pero no. se hizo nada. Quizá, dada la naturaleza de ep
seleccionados de entre los elementos del norte”.**% Lo mismo sucedió nada podía hacerse.**% Los procónsules enviados al sur en 1914 eran >
en
Veracruz. Un resultado de esta despiadada política fue una corriente jóvenes carrancistas protegidos: Salvador Alvarado fue a ca e
de
cisco Múgica a Tabasco, Jesús Agustín Castro a Oaxaca, vía Cc posi
134 Córdoba, p. 205; Barry Carr, El movimiento obrero y la política
dos eran jóvenes dinámicos, activos, que por lo general pe a ei
1910-1929, 2 yols., México, 1975, L, pp. 80-82; Ramón Eduardo Ruiz,
en México
modestos y urbanos. Castro era de Coahuila, Alvarado de Ea a . 4
Labor and the cea + :
Ambivalent Revolutionaries Mexico 1911-1923, Baltimore, aunque nativo de Michoacán, había obtenido un puesto
1976, pp. 56-72.
185 Meyer, The Cristero Rebellion, p. 208, considera que el carisma el gobierno de Carranza pre cd ic de Coahuila, y
es la base
de todos los regímenes revolucionarios después de 1911: el de integral de la camarilla de Carranza.
Madero, el de Carran- j
za, el de Obregón, el de Calles; este último logró la “institucionalizació .
después de 1929. Sólo Obregón, el vencedor de Celaya, realmente
n del carisma“ esten aber la composición de estas fuerzas. Sin po
se adapta a esta evidente, en el caso de Alvarado, que los Cuerpos del Ejército del Sures
descripción; y Carranza, cuyo atractivo popular era notablemente
débil, difícilmente
merece este calificativo. Aun en el caso de Obregón, como lo
he afirmado, la base
de la legitimidad del régimen no fue fundamentalmente carismática,
Sobre el atractivo 137 Francisco L. Urquizo, Páginas de la Revolución, México, 1956, p. 91; Robert
de Carranza, véase a Womack, Zapata, p. 210; Blocker, Piedras S. Perkins, Misantla, 15 de mayo de 1915, SD 812.00/15352. reee a
Negras, 26 de
septiembre de 1914, SD 812.00/13360; Rutherford, p. 165. 138 Holms, Guadalajara, 11 de diciembre de 1914, FO 371/2396, poc
136 J, D, Burke, Zautla, a Cañada, 4 de agosto de 1914, SD 812.00/13 Terrazas a F. González Garza, 27 de octubre de 1914, Documentos razas,
306 Plunkett,
USS Dakota, Veracruz, 30 de septiembre de 1914, SD 812.00/13495; Mexican Caja 84.
Herald, _
Terrazas,
13 de diciembre de 1914; cf. a Buve, pp. 138-139, sobre Tlaxcala, donde
el dominio 139 Silvestre Terrazas a Villa, 2 de diciembre de 1914, Documentos de
carrancista fue menos completo, y dependió más de la cooperación una expedición villista a Yucatán. DA
que de los con- caja 84, quien recomendó que se enviara

a SE 2 2
venios, 140 A, de Maria y Campos, Múgica, crónica biográfica, México, 1939. pp.
MEXICO 2D]
EN Ly pS,
80 CAUDILLOS Y CAMPESINOS
CAUDILLOS Y CAMPESINOS 81
incluían destacamentos de Veracruz, de Tabasco y de Campeche: eran ul Jes.*** Más hacia el norte, en 1915-1916, Gabriel Gavira (que llegó de
zas, de hecho, sobre las que Alvarado no tenía control ni autoridad person;
acruz) tenía el mando en Ciudad Juárez; Murguía (que llegó de Coahui-
Como cualquier ejército revolucionario mexicano de esa época, era mixte
A) tenía el mando en la ciudad de Chihuahua: se señaló que sus tropas
estaba compuesto por unidades que le eran fieles básicamente a un cab
wovenían del “interior de México”, y las autoridades políticas que ellos
cilla. Pero mientras que la División del Norte tenía una base local y un
apoyaban eran explotadores “que provenían de otras partes de la repú-
carismático, el ejército de Alvarado estaba estructurado desde arriba y es
"40 El resentimiento que causaban no volvió fácil extirpar al villismo.
unido por convenios políticos, por la fuerza y por el sueldo. Pero, a d
o, lo que es más, los carrancistas locales (esto es, aquellas fuerzas popu-
“rencia de las tropas de Villa, estos ejércitos carrancistas tenían un Arm
es, locales, que se habían puesto de parte de Carranza y en contra de
política y objetivos políticos. Los oradores y los organizadores acompañaron
villa) se sintieron ofendidos por la intromisión en su región de sus compa-
las tropas carrancistas a Yucatán, y este ejército no se movió de un lad
eros carrancistas del exterior,
a otro, como lo hizo el de Fierro en el Bajío, sino que permaneció en ut
“lugar para crear una sólida base política.!% Y así, lo hizo, Los procónsule En el norte y en el sur, por consiguiente, los generales carrancistas man-
¡daban en regiones que no les eran familiares, dirigían tropas similarmente
carrancistas eran reformadores prolíficos, y mucho más radicales cuandí
deraciné, cuya lealtad, en muchos casos, la compraban pagándola o la obte-
estaban fuera de su tierra natal. Comenzaron a trabajar metódicamen e:
nían por medio de una conscripción forzada. Entre los carrancistas de:
Castro recabó gran cantidad de información estadística sobre Oaxaca; Mú
1915-1916, desde luego, había ex villistas, seducidos por la perspectiva
gica realizó un programa de obras públicas; Alvarado, el más eficaz, legisló
de tener un salario y un empleo,'* Como resultado, la moral de las tropas,
/prohibiendo las deudas de los peones, fomentó la educación y las reformas
que nunca era muy alta, vacilaba cada vez que se posponía el día de pago!*?
laborales, y controló el mercado del henequén con la idea de elevar los pre:
El ejército carrancista, y por consiguiente el caudillaje carrancista, estaba
cios y los ingresos.**? Ninguno de ellos era particularmente popular: en cada
construido artificialmente, dependía cada vez más de un reclutamiento im-
caso, los hacendados y la élite política locales comprensiblemente les e an
personal, semimercenario, y no de una afiliación espontánea y de una adhe-
hostiles, pero también lo era la mayoría del pueblo. En Oaxaca y en Yuca-
sión a los jefes tradicionales o carismáticos. Las crecientes penalidades que
tán los carrancistas tuvieron que combatir contra vigorosos movimientos se=
sufrió en tiempo de guerra el pueblo mexicano, el cansancio del movimiento
paratistas que contaban con el apoyo popular; al separatismo oaxaqueño
popular, y la llegada providencial de los ingresos del petróleo, le permitió
sólo lo aplastaron lenta y penosamente en 1915-1916. La partida de Mú-
a la máquina carrancista obtener una victoria lenta y penosa. En ningún
gica de Tabasco, según un relato, fue acompañada de burlas y rechiflas,1**
otro caso fue más claro el modus operandi carrancista que en el famoso
A pesar de sus buenas obras, a los carrancistas se les consideró intrusos
pacto con los Batallones Rojos, un convenio claramente político entre una
del norte que habían arrastrado a los estados (que hasta entonces habían
sección de los líderes sindicales de la ciudad de México y las fuerzas de
permanecido muy pacíficos) al caldero de la Revolución. Los mismos ca-
Ocupación carrancistas. Por una parte, esto reflejó y reforzó la dependencia
rrancistas no habrían estado en desacuerdo con esto: su tarea proconsular
proteccionista del sindicalismo organizado en la élite política mexicana, ya
consistió en llevar los beneficios del progreso revolucionario y de la inte-
fuera porfiriana, maderista o carrancista. Pero, por otra parte, mostró que
gración nacional al sur oscurantista,14*
En otras partes de México, estos beneficios llegaron después de la derrota
145 Meyer, La Cristiada, Y, pp. 71-82.
de la “reacción” villista, y también los llevaron extraños impopulares, que 140 Informe de la frontera, 25 de diciembre de 1915, SD 812.00/17048; Coen,
a menudo dirigían ejércitos conglomerados, casi mercenarios. En Jalisco y San Antonio, 4 de agosto de 1917, SD 812.00/21178.
en Michoacán, fue proverbial el odio a los carrancistas rapaces y anticleri- 3147 Coen, Durango, 2, 4 de marzo y 3 de mayo de 1916, SD 812.00/17422,
17714, 18141.
148 Trinidad Vega entrevistado por Ximena Sepúlveda, PHO 1/126, pp. 48-52;
141 Edmundo Bolio, Yucatán en la dictadura y en la Revolución, México, sf., pá-
entrevista a Rivera Marrufo, p. 19, quien también señala que sus nuevos oficiales
ginas 78 ss.
carrancistas no estaban familiarizados con la localidad.
142 De Maria y Campos, pp. 104-106; Córdova, pp. 210-211,
149 Edwards, Juárez, 14 de enero de 1916; Coen, Durango, 22 de enero de 1916,
142 Young, Progreso, 31 de febrero de 1915, SD 812.00/14561; Ramírez,
pp. 201- SD 812.00/17095, 17205. Coen comenta lo poco estricto del mando que ejercía
204; Cañada, Veracruz, 29 de febrero de 1916, SD 812.00/17410.
Murguía sobre el desorganizado ejército de los Arrieta: “Ya que el general Murguía
144 Castro declaró en realidad que no debía permitirse que Oaxaca “se excluya
controla el dinero, los Arrieta han tenido que someterse a su autoridad”; pero esta
de la contienda”: El Demócrata, 26 de noviembre de 1915.
sumisión siempre fue renuente y condicionada,
82 CAUDILLOS Y CAMPESINOS CAUDILLOS Y CAMPESINOS 83
los carrancistas tenían más habilidad para manipular (y hasta para crez “sjonalmente, y hasta en el extranjero; y, en los años siguient
instituciones políticas de carácter moderno, “confederado”.!%% Ya no hal es, esta alianza
»strechó durante las luchas del régimen contra los intereses
villistas perspicaces, como Roque González Garza, que procuraran el apo; seccionales
> la Iglesia, de los' enclaves extranjeros, de los caciques y
de los sindicatos organizados; y algunos miembros de la Casa del Ob o de los caudi-
Mundial se jugaron el todo por el todo con Zapata.*! La convención
los locales. ' k
me Que los carrancistas (y no los villistas) gobernaran
tró un vivo interés en las cuestiones en el México posre-
del trabajo, y su programa de feb ucionario se decidió esencialmente en Celaya y en León, y lo confirmó
de 1915 incluyó un amplio conjunto de reformas destinadas a beneficia; ] reconocimiento de Estados Unidos. No fue su punto de vista más
a los trabajadores urbanos.” Sin embargo, los carrancistas realizaron eS mo-
no, urbano, nacional lo que le aseguró la victoria, sino porque
convenio esencial, y, aunque algunos factores “accidentales” desempeñaro éste le
eció a Carranza un ejército mejor organizado, mejor dirigido, como el
su parte, también hubo una clara lógica para obtener este resultado. los prusianos que usaban lentes, de 1870, que mostró que
comprensión inteligente de los carrancistas de las nuevas fuentes de la la guerra mo-
derna exigía algo más que palabras audaces y valor. Pero, después
toridad impersonal, “racional-legal”, la compartieron algunos villistas, per de que
alcanzó el poder, su punto de vista modeló sus actos políticos; y
eran villistas civiles, que se limitaron a tener conversaciones inútiles en 1 el Estado
revolucionario que surgió después de 1915 fue decididament
Convención, alejadas del centro del poder villista, Quizá tenían la volunta e distinto de-
“bido a que triunfaron los carrancistas, y no los villistas. La
y las ideas, pero no la capacidad de traducir su estrategia en actos, y Villa “guerra de los
“vencedores” estuvo muy lejos de carecer de importancia
que tenía la capacidad, carecía de la visión, del “oportunismo especialmentt política, aunque
-no fue, esencialmente, una lucha de clases. Ahora
creativo” de los jefes carrancistas.15% Estos últimos. (en la persona no s consideraremos, breve-"
mente, qué habría sucedido en el caso hipotético de que
de Obregón, sino también de Jara, Coss, Múgica, Calles, Alvarado y otros Villa hubiera de-
trotado a Obregón, y hubiera arrojado a Carranza al mar (como
combinaron la fuerza militar y la visión política; advirtieron
la mayoría
la utilidad « pensaba que lo haría). ¿Cómo se habría constituido
realizar una amplia alianza colectiva con el proletariado urbano, y estab: un régimen villista?
La jefatura militar villista, que se derivaba del movimi
en posición de ofrecer estímulos suficientes para atraerse a estos aliad ento popular, que
€ra el núcleo de la revolución original, era local,
Para los mismos trabajadores, comprensiblemente
individualista y personal,
pragmáticos, los ca se basaba en la autoridad tradicional y carismática. Era
cistas parecían ofrecer más que palabras, (y a diferencia de los villistas y lo producto del “Mé-
xico viejo”, el México de las aldeas y de las haciend
zapatistas populares y predominantemente rurales) hablaban el mismo len- as, de los caciques y de
los campesinos, un México predominantemente rural, indifer
guaje, “eran del mismo mundo”.!%% Los mismos elementos que habían im- ente o positi-
vamente hostil a un gobierno central situado en las ciudade
pedido que los carrancistas dialogaran con éxito con los campesinos de Mo-' s, acostumbrado
a las relaciones personales entre los parientes, entre los
relos en 1914, garantizaron un resultado favorable en las conversaciones. protect aldeanos, entre los
ores y los protegidos. Un régimen villista, constit
que se sostuvieron con la Casa del Obrero Mundial en 1915. Aunque la | bases, habría uido sobre estas
sido un régimen fainéant, como los antiguos regímenes
relación entre el proletariado organizado y los carrancistas resultó, como caudillos de de los
mediados del siglo xix: un conjunto de jefes militares
los matrimonios por interés, algo embarazosa, sin embargo tuvo éxito. La: ques, y caci-
que ejercían un poder descentralizado, personal y arbitrar
contribución militar de los Batallones Rojos, aunque significativa, no fue de éstos io, En contra
habrían estado los consejeros de Villa, más cultos (los
decisiva. Pero el proletariado se convirtió en un aliado político útil en la tarea Ángeles, Silvestr Madero,
e Terrazas), hombres que compartían el punto de vista
de hacer propaganda y en la movilización, y actuaba en el ámbito local, derista/carrancista, ma-
y sus concepciones de la nacionalidad y el progreso.
150 Barry Carr, “Las peculiaridades del norte mexicano”, Historia Mexicana Pero los testimonios de 1913-1916 sugieren vigorosament
22, e que, dentro del
1972-1973, pp. 339-340. villismo, las fuerzas centrífugas, populares, eran más
vigorosas que las de
151 Informe del Departamento del Trabajo, 10 de abril de 1915, sobre la reunión la centralización racional, y que la última se habría
entre Roque González Garza, presidente de la Convención y Silvestre Trujano, enfrentado a una lucha
prolongada, difícil, quizá insuperable, contra el individ
dirigente de la Unión de Forjadores, sobre la disponibilidad de trabajo y los empleos: ualismo local y los
intereses faccionales, Con los débiles partidarios del
Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, 34/1/14/33; Womack, Zapata..., poder nacional en-
página 193, frentándose a los poderosos grupos individualistas, la Revolu
ción Mexicana,
152 Carr, El movimiento obrero, 1, pp. 92-93. como la Revolución boliviana de 1952, habría encontrado difícil
153 Carr, “Las peculiaridades del norte mexicano”, p. 339,
consolidar
una fuerza y alcanzar una estabilidad institucionales. No
154 Meyer, La Révolution Mexicaine,
habría surgido un
pp. 37-38. Estado callista.
84 CAUDILLOS Y CAMPESINOS
CAUDILLOS Y CAMPESINOS 85
Como sucedió, los carrancistas se enfrentaron a graves problemas ep sas los movilizaron para que lucharan
intento de lograr la estabilidad posrevolucionaria. Las fuerzas del “Méx contra los cristeros, y la reforma
4 se usó para quitar el poder a los'jefes locales obstinados, como
antiguo” estaban presentes, en la periferia de su propia coalición nacia 155
(por ejemplo, los Arrieta); y el proceso de rebelión y de reconciliación q
quí se encuentra la diferencia esencial entre el movimiento
finalmente logró el consenso revolucionario en 1929 llevó a los antiguos popular, que
ibimos en el inicio de este capítulo, y la “síntesis nacion
llistas (como a los Cedillo) a los círculos del poder. Pero aunque en el vil al”, con la
) termina. Morelos, Cuencamé, Canutillo, Palomas, eran
mo de 1913-1916 estos grupos predominaban (y esto determinó el carág comunidades
5, y no igualitarias ni utópicas, sino relativamente
de todo el movimiento), sólo constituyeron una minoría dentro de la cog autónomas, do-
de cierta “tierra y libertad”, gobernadas, de diferentes maneras,
ción carrancista sonorense: como tal, difícilmente pudieron imponer su y por
dades locales, familiares, accesibles. Como las haciendas,
luntad y, de hecho, los obligaron a cooperar, los “nacionalizaron”, y cuan formaban
e del “México antiguo”, y debían dejarle su lugar al nuevo.
fue necesario los aplastaron, Los jefes populares, plebeyos, podían ser to Elcaudillaje,
endo nuestra primera definición, pudo asumir formas viejas
rados, en tanto que colaboraran con la obra de la centralización y del di y nuevas, y
por consiguiente, ofrece una falsa impresión de continuidad;
arrollo; desde luego, fueron esenciales para crear un Estado posrevolucj sin em-
si este término se usa, es mejor ver a la Revolución, en su encar-
nario viable. Los más prudentes entre ellos, como Joaquín Amaro, pron
popular, como el último esfuerzo de la antigua buena
abandonaron sus maneras toscas, sus compromisos locales y su punto ( causa del
smo, antes que los jefes locales, personales, tradicionales
vista provinciano, para convertirse en coarquitectos del nuevo régimen n y caris-
s, dejaran su lugar a las estructuras modernas del poder
cionalista. Otros, como los Cedillo, mostraron cierta ambivalencia, y find confede-
, NO menos autoritario, y más poderoso por su carácter
mente fueron expulsados. Pero nunca tuvieron un poder real. El poder ink permanente, y
o última instancia burocrático, y a sus masas de seguidores
rente a ese grupo surgió primeramente con Carranza, se consolidó co dependientes.
Aquí, y no en el porfiriato, podemos advertir un caudillaje
Calles, quien combinó la capacidad militar de los movimientos populares: genuinamente
evo; o, más bien, ya que el elemento militar del caudillismo fue temporal
la experiencia política, nacional, del porfirismo y del maderismo. La “sít
esencial, podemos advertir nuevas formas de autoridad,
tesis nacional”, que mezcló con éxito los elementos políticos anteriores cada vez más
les y burocráticas, con sólidos fundamentos racional-leg
puede considerarse una forma de caudillaje, pero con una característic ales; y que la
e revolucionaria estableciera éstas después de 1915, fue la
esencial: se apartó de los primeros movimientos de los caudillos al obtenel innovación real
la Revolución. Fue una innovación, paradójicamente, que
el apoyo de las masas, con una base impersonal, nacional y confederada a la gran ma-
oría del movimiento popular le molestó y se opuso, aunque
Esta nueva base de la autoridad (y no su carácter caudillista) fue la im por , con el tiempo,
mp ezó a aprender las nuevas reglas del juego y procuró
tante, ya que, en la busca de los objetivos económicos neoporfirianos, log explotarlas; y fue
mo una innovación que le permitió al régimen revolucionar
crear una base amplia y más estable que la de don Porfirio; igualmente, l io, en las
Mécadas posteriores, continuar la obra de Díaz de desarr
nueva autoridad, inicial e inevitablemente modelada al estilo militar, fácil ollo económico y
de centralización política, con más seguridad y eficacia que
mente pudo evolucionar y tomar la dirección de la política de masas y di las que el viejo
dictador hubiera soñado.
la burocracia.
Por ello, las técnicas usadas durante la Revolución se ampliaron y se ré*
finaron en el periodo de la reconstrucción posrevolucionaria. A la demanda
popular de tierras (una demanda local, específica) se le dio un reconock
miento calculado en el decreto de Carranza de 1915, y más tarde fue me:
diatizada por la burocracia estatal y nacional. La reforma agraria autónomí
practicada en Morelos durante la Revolución, y hasta en Canutillo por Villl
y sus veteranos, o en Palomas por Cedillo, era peligrosamente particulal
e individualista, amenazaba con alejar a las regiones y a las comunidade'
del dominio del Estado. Por el contrario, la meta primaria (si no es qué
la única) de la reforma agraria, que alcanzaron Calles y Cárdenas, fue df *% Eric R. Wolf, “Aspects of Group Relations in a Complex Society: México”,
fortalecimiento del Estado y la integración de la nación. Por ello a los agrd! 0 Shanin, Peasants and P easant Societies, p. 61; Meyer, The Cristero Rebellion,
ginas 106-110; véase el capítulo vir de este libro.

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