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Los conflictos sociales y políticos han sido parte de nuestra historia. Entre las que más
destaca son las épocas de crisis política.
Para tal cometido se organizó en tres principales aspectos tales como el contexto
económico de la época, contexto social y político y finalmente la reforma agraria como una
consecuencia de los anteriores aspectos.
Por otro lado, se sacan conclusiones como una opinión objetiva sobre lo ocurrido en las
décadas 1930 a 1980 y sobre las acciones ejecutadas en consecuencia.
Contexto de la época
El grupo oligarca, los hacendados, que eran los dueños de las tierras de
producción agrícola tenían el poder de decisión por los campesinos que trabajaban en
sus tierras. Es decir, no tenían derechos a la libertad, al voto, a la propiedad privada,
etc. Por ende, las condiciones paupérrimas y esclavitud en las haciendas del patrón han
motivado a buscar nuevas ciudades donde migrar. Por otro lado, expansión de la
exportación agrícola maduro la crisis oligárquica como indica Manrique:
(...) marcada por la expansión de las exportaciones agropecuarias(...), en
ella maduró la crisis de la sociedad oligárquica y del orden terrateniente.
En esta etapa se produjo la ruptura de la relación hombre-suelo debido al
creciente desfase entre el acelerado crecimiento de la población y la
limitada disponibilidad de tierras agrícolas. Esto provocó la migración de
millones de pobladores rurales hacia las ciudades. (2017, p. 159)
Durante el mismo periodo la población urbana creció con mayor velocidad que
la urbana, para ser más específicos tes a cinco veces más veloz. Este fenómeno fue,
también, por el incremento de esperanza de vida que subió de 37 años en 1940 y 53 en
1980.
Antecedentes
1. Movilizaciones campesinas
Se suman otros factores como la sequía en la sierra sur de 1957. Además, “desde
la década de 1940, muchos comuneros reclutados por hacendados de cacao, azúcar, café
y té atraídos por la promesa de tierra a cambio de trabajo y la esperanza de convertirse
en granjeros independientes” (Manrique, 2017, p. 182) que fue un fraude. Los
campesinos exigían una reforma agraria para resolver las ya mencionadas dificultades.
Como la mayoría de las tierras estaban en manos de los varones del algodón y
azúcar que a su vez tenían el poder sobre el poder del agro peruano. Dicho grupo
controlaba los gremios de la propiedad rural. llamada la Sociedad Agraria Nacional
medio por donde protegían y defendían sus intereses personales presentándolos como
interés común. El golpe de Velasco seguido de la expropiación de las tierras que
anteriormente se los arrebató a los campesinos los tomó de sorpresa.
Por otro lado, después de perder las tierras, los varones del algodón y azúcar no
ofrecieron resistencia alguna ni político ni militar. Esto último por una serie de razones
sucesivas como la crisis de los partidos políticos, la crisis agroexportadora y la crisis de
latifundios de la sierra. Demás, las haciendas fueron abandonadas por los hacendados
y los campesinos ocuparon dichas tierras. Manrique agrega:
(...) “los masivos movimientos campesinos de 1956-1964 habían herido
de muerte a los latifundios tradicionales serranos, y las guerrillas de 1965
fueron para los militares una señal de alarma con relación a la urgente
necesidad de encarar los problemas nacionales pendientes. Los militares
culminaron, pues, con la reforma agraria un proceso que ya era inevitable,
dada la crisis general del agro peruano (...). La reforma agraria se ejecutó
a través de la expropiación de las tierras a los terratenientes, pagándoles
en bonos convertibles si estos eran invertidos en el desarrollo industrial,
que era uno de los objetivos declarados del proceso”. (2017, p. 196)
Por otro lado, en la sierra sur, las comunidades campesinas pasaron a ser las
instituciones más importantes. Sin embargo, las únicas cooperativas que llegaron a
funcionar fueron las que se organizaron en base a las haciendas modernas como la del
norte y la sierra central en donde regía el trabajo por un salario, la división social del
trabajo y la unión del todo orgánico. (Manrique, 2017, p. 198).