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Alan Knight - Caudillos y Campesinos en la Revolución


Mexicana (2021 RESUMEN)
Historia Latinoamericana (Universidad de Buenos Aires)

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Alan Knight:

Caudillos y campesinos en el Mexico revolucionario 1910-1917

Por Ana Altamiranda.

Éste capítulo comienza y termina con el mismo tema: el proceso del desarrollo económico y la
centralización política que caracterizó la evolución del México moderno durante el siglo
pasado.

La guerra civile ocurrida en este periodo de la revolución de 1910-1917 más que un periodo de
regresión podría decirse que fue una pausa, un periodo de disolución y de reorganización en
especial en la política del país. Y el desarrollo del papel que desempeñaron los campesinos y
los caudillos en la revolución no servirá para ilustrar este periodo. Es un lugar común afirmar
que el México de el dictador Porfirio Díaz como la mayoría de los países de América latina tuvo
una fase de crecimiento dinámico orientado hacia las exportaciones basado en la inversión
extranjera y una integración al mercado mundial. Éste proceso calentado activamente por la
lipolítica fue mucho anterior ya que había una legislación en la constitución destinada a dividir
las propiedades comunales y crear una relación de las propiedad progresista, capitalista. Pero
las normas legislativas y constitucionales no se llevan a cabo en la práctica y así la abolición de
la propiedad comunal se realizó en forma vacilando por lo menos en lo que se refiere a las
comunidades indígenas. La implementación de los derechos de la propiedad privada en general
no llego a México por el sendero de un capitalismo liberal dinámico. Bajo el gobierno de Díaz
los incentivos y las oportunidades para dividir las tierras comunales aumentaron en gran
medida. Los ferrocarriles le permitieron a los productores terminar con las limitaciones de los
mercados nacionales y responder a la demanda regional nacional y hasta mundial y para esto
necesitaban recursos adicionales de tierra y mano de obra.

A medida que las tierras pasaron de las aldeas a las haciendas, de los pequeños propietarios a
los caciques, las cosechas comerciales tendieron a reemplazar las antiguas de producción
básica Y le dio su lugar a el algodón, el azúcar, el café, el hule, el henequén y las frutas
tropicales.

Para las masas de la población rural que eran la masa de la población en general, el proceso de
despojo de la tierra significó aumentar la mano de obra disponible y que disminuyeran los
salarios, en una época en que subieron los precios de los artículos básicos. Hacia fines de la
década de 1900, la combinación de la depresión económica, el desempleo y las malas cosechas
contribuyó a fomentar el descontento popular.

El dictador Diaz tenía una política de pan y palo más amplia que cualquiera de sus
predecesores; y nacionalmente este dictador se convirtió en el árbitro supremo de la política
del país, aplicando sus decisiones, obteniendo la cooperación o, cuando era necesaria,
aplastando la oposición en un grado que no tenía paralelo en el México posterior a la
independencia.

En 1910 muchas regiones permanecían relativamente fuera del alcance del brazo del gobierno
central esperando la creación de un poder ejecutivo más fuerte después de la revolución, pero,
por regla general, la autoridad del dictador se extendió más allá y seguramente más que en
cualquier otra desde la época de los virreyes. Esto, como el proceso Agrario, fomento las
protestas y las rebeliones, en especial en las comunidades que hasta entonces no están
familiarizadas con la opresión del gobierno centralizado: las imposiciones política (en especial

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del jefe político y del jefe municipal), los nuevos impuestos crecientes, la conscripción y una
aplicación más rigurosa del orden político.

La respuesta popular a estos cambios logró su expresión más vigorosa y colectiva en la


revolución, que en su manifestación “social revolucionaria”, representó una protesta
básicamente rural, en gran escala, contra el doble proceso de desarrollo económico y de
centralización política, como lo realizaba el régimen dictatorial. El movimiento popular, que se
derivó del campo y que fue impulsado por el resentimiento agrario de manera significativa,
aunque no exclusiva, era el corazón de la rebelión, y sin el cual la revolución sólo habría
constituido una forma de protesta política de la “clase media” antioligárquico, propensa a ser
asimilada y a cooperar, como en los casos semejantes de Argentina y Chile.

-El príncipe principal estudio campesino en este país afirmado que la mayoría de los
campesinos mexicanos no participó mayormente en la revolución de 1910-1920. Desde luego,
el logro máximo de la revolución se encuentra en su creación de un Estado poderoso, tan
comprometido con el desarrollo y la centralización como su como su predecesor Diaz, pero que
empleó medios mas eficaces para estos fines.

Primero los campesinos se apoderan del escenario después quizás simbólicamente los caudillos
se encargan del poder.

-El movimiento popular de la revolución mexicana en contraste con su equivalente francés fue
un fenómeno esencialmente rural. El proletariado industrial no sólo no pudo ocupar la
vanguardia revolucionaria, sino que apenas participó en la retaguardia. Las grandes esperanzas
que se habían puesto en los obreros de las fábricas de Puebla y Veracruz, el corazón industrial
de México, fueron desilusionantes. En el frente político los obreros industriales tendieron a
seguir el liderazgo de la clase media y prefirieron a los Maderistas liberales antes que al
anarcosindicalista, aún antes de la revolución y cada vez más durante ésta, la dependencia
paternalista del Estado que mostraba la mano de obra organizada estaba tomando forma.

-Los artesanos de las ciudades, mucho más numerosos, desempeñaron un papel más
importante en la revolución. Individualmente ofrecieron una buena cantidad de jefes
revolucionarios; colectivamente, aunque en una época algo tardía, y bajo la presión de los
tiempos difíciles, ofrecieron los contingentes para los Batallones Rojos. Sin embargo, mucho
antes los grupos artesanos se habían distinguido como amotinados y saqueadores en especial
en la ciudades donde había disminuido el trabajo.

El campesinado:

-El peso de la revolución de las largas campañas de la guerra de guerrillas (de las batallas
campales que derrocaron primero a Diaz y después a Huerta) cayó sobre los hombros de los
grupos rurales. Dos grupos principales pueden distinguirse por sus quejas, sus metas y sus
tácticas algo diferentes: el CAMPESINADO MEDIO Y EL CAMPESINADO PERIFERICO. El primero
corresponde toscamente al campesinado medio propietario de tierras, y los campesinos que a
pesar de su posición subordinada en la sociedad rural, conservaron un grupo significativo de
control hasta de propiedad sobre la tierra que labraban. SU REBELIÓN TENÍA UN CLARO
MOTIVO AGRARIO: SU META ERA RECUPERAR LAS TIERRAS QUE HABIAN PASADO, O ESTABAN
PASANDO, DE MANOS DE LOS CAMPESINOS A LAS DE LOS GRANDES TERRATENIENTES, A
MENUDO COMERCIANTES Y ESTOS ÚLTIMOS ERAN ALGUNOS HACENDADOS OPULENTOS O
AGRICULTORES Y CACIQUES MENOS RICOS, HABITANTES DE LAS MISMAS VILLAS VECINAS. En
cualquier caso, es la transferencia (usualmente por completo legal) de la tierra de la aldea a los

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hacendosos y a los caciques, estimulada por la legislación de Díaz y el desarrollo económico, la


que se encuentra en el corazón de la revolución rural. Tanto en el sur como en el norte las
pérdidas de las tierras comunales provocaban reacciones de rebeldía. Las quejas agrarias
ofrecieron un importante estímulo para la revolución, más hacia el sur, a lo largo de la Sierra
oriental hasta Veracruz hubo importantes centros de rebelión agraria. La familia Cedillo
movilizó a los campesinos con un programa de reforma agraria especialmente claro, y fue
capaz de dominar la región durante toda la revolución. El proceso de despojo de las tierras que
se encontraba detrás de estos movimientos era de dos tipos. En algunos casos las haciendas
expansionista se encontraban en conflicto con las aldeas libres: esto era evidente en Morelos,
en Puebla y en Tlaxcala, igual que en diferentes regiones dispersas pero importantes situadas al
norte y al sur de la meseta central. Pero también hubo casos importantes en los que el proceso
de diferenciación económica dividió a las comunidades, incitando a la lucha a los aldeanos
contra los caciques, o hasta a una aldea contra otra. Los conflictos violentos de este tipo tenían
de ordinario un matiz racial. La Zaldivar indígenas frecuentemente se veían dominada por las
por los caciques mestizos quienes acumulaban tierra capital y poder político. Además, muy a
menudo las comunidades mestizas explotaban a las aldeas indígenas satélites: así sucedió en la
Huasteca, en Michoacán y en los alrededores de Acayucan, al sur de Veracruz.

Si la pérdida de las tierras de las aldeas eran factor común en muchos casos, las revueltas
consecuentes siguieron distintos caminos. Donde las quejas agrarias eran graves y abundantes
era probable que estallara un movimiento revolucionario prolongado y con una amplia base en
Morelos y en Tlaxcaa, en La Laguna y en y entre los indios yaquis. por lo general los
“campesinos medios” tomaron la jefatura: tenían cierta fuerza política y económica, un
profundo conocimiento de los problemas y quizás una posición social más elevada. En poco
tiempo pudiera movilizar a otros grupos rurales. Los aldeanos de Moreno empezaron a reclutar
a los peones de las plantaciones de caña de azúcar, los Cedillo reclutaron a los trabajadores
agrícolas cerca de la ciudad de maíz.

La supervivencia de las aldeas libres era una necesidad estratégica para un movimiento agrario
con éxito. Los rebeldes indígenas de Ometepec fueron reprimidos, las tierras y los títulos de las
mismas que habían recuperado fueron devueltas a sus legítimos propietarios. Muchos estallido
de violencia aislados no pudieron lograr ningún cambio estructural en el sistema de las
haciendas; sin embargo, colectiva y acumulativamente debilitaron mucho a la oligarquía de los
terratenientes, y obligaron a los futuros gobernantes de México a tomar en cuenta las quejas
agrarias hasta entonces desoídas. Si bien hubo movimientos rurales importantes en el sur de
México durante la revolución, no se basaron en el apoyo de los peones, y la liberación de estos
últimos dependió de la irrupción de fuerzas políticas del exterior, interesadas en debilitar a la
elite de los hacendosos del sur.

La lucha por la tierra y por el agua se unió al conflicto más general por el poder político local. La
interdependencia de estos dos problemas es obvia: El jefe político era el brazo del poder
ejecutivo que tenía facultades para aplicar la política de Diaz: ponía en práctica las decisiones
de los juzgados apoyaba a los terratenientes y a menudo este también era terrateniente
monopolizador. No todos los funcionarios locales eran tiranos; pero si el jefe político deseaba
conservar su empleo, debía mantener tranquilo su distrito, por el medio que jugara más
conveniente y, dado a su salario insignificante hacía lo posible para lucrar. El jefe político local
podía no ser malo, pero “siempre tenía que estar del lado de los ricos”. Aunque, por una parte,
la expropiación agraria requería un poder ejecutivo fuerte, por otra parte, el debilitamiento del
gobierno municipal había quebrado la resistencia que podían ofrecer las aldeas a las

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expropiaciones de tierras. Los movimientos agrarios como el de Zapata empezaron con


demandas de cambios políticos locales como un requisito necesario para la restitución de las
tierras y la expulsión violenta de los funcionarios locales (el jefe político, el juez, el cobrador de
impuestos y el jefe de la policía), era la expresión más común y extendida de la voluntad
popular, por consiguiente, el lema de Madero: “sufragio electivo, no reelección”, tocó una
cuerda sensible de la mente de los campesinos y de los proletarios, no era un placebo liberal.

-Las quejas agrarias no eran desconocidas en las tierras del occidente de Chihuahua, pero la
contribución desproporcionada de esa región a los movimientos maderistas, orozquistas y
villista no puede atribuirse básicamente a estas quejas. Allá advertimos el segundo
componente importante de la revolución rural que corresponde toscamente a los campesinos
localizados en un aria periférica fuera de los dominios del control de los terratenientes. El
aspecto principal es que estos campesinos eran periféricos, eran campesinos no sólo libres-
relativa o recientemente- del control de los terratenientes, sino también poco familiarizados
con el poder de la autoridad política ya fuera estatal o federal. A las rebeliones de este tipo las
denomino: “MOVIMIENTOS SERRANOS”, ya que, muy a menudo, se originaban en regiones
montañosas y remotas, y representaban la represalia popular de las comunidades autónomas
que reaccionaban contra las intromisiones del gobierno central. Los movimientos cerrarnos así
definidos, también pudieron desarrollarse en las regiones bajas donde los accidentes
geográficos o de la historia política-social habían dejado a las comunidades fuera de la esfera
de la política nacional, por lo menos hasta fines del siglo XIX. La clave de los movimientos
serranos se encontraba en la política de Díaz de procurar la centralización política. El
liberalismo maderista, el vehículo político del levantamiento de las clases medias urbanas, era
igualmente una protesta contra la centralización política. Las oligarquías eternas, la ausencia de
representatividad les molestaba a los terratenientes responsables y bien intencionados que
buscaban un estilo más responsable e impersonal de gobierno, un gobierno más acorde con el
desarrollo económico y urbano de México. Pero los liberales maderista no no intentaron
desmantelar al gobierno central; al contrario, deseaban apoderarse de éste, reformarlo,
institucionalizarlo, y, en ciertos aspectos por ejemplo, en la relación con los gobiernos
municipales, ampliar sus poderes y sus responsabilidades.

Las objeciones populares a la centralización de Diaz eran diferentes: Los aldeanos deseaban
verse libres del agobio del gobierno; les dijo estaba el jefe político, el cobrador de impuestos, el
juez, el ejército y en especial el sargento de reclutamiento y la policía. Es cierto que en el
contexto de la revolución estos rebeldes pudieron unirse al liberalismo maderista y estar de
acuerdo con su promesa de elecciones libres y no reelección; pero posteriormente sus caminos
se apartaron. LOS REBELDES SERRANOS ESTABAN A FAVOR DE LAS ELECCIONES LOCALES EN
BENEFICIO DE LA AUTONOMÍA LOCAL, Y DE TENER MENOS GOBIERNO Y NO MAS GOBIERNO;
SU IDEAL ERAN NO TENER GOBIERNO EXCEPTO EL DE LOS VIEJOS Y LOS SABIOS, NO
BUSCABAN UNA NUEVA DEMOCRACIA LIBERAL, EFICAZ, FUNCIONAL, SINO UN RETORNO A
LOS ANTIGUOS BUENOS TIEMPOS, Y A UN RESTABLECIMIENTO DE LA UTOPÍA CAMPESINA.

Si el lema porfiriano Díaz de “MUCHA ADMINISTRACIÓN Y POCA POLÍTICA mostró ser dañoso
en la práctica, la alternativa liberal; MUCHA POLÍTICA Y BUENA ADMINISTRACIÓN, no
necesariamente resultó mejor.

Los liberales patriotas no tolerarían la creación o la supervivencia de las republiquetas de


indios dentro del Estado, como tampoco las habían permitido sus predecesores porfirianos.

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Típico de esta lucha de ideales en esta coalición revolucionaria, era el interés de Madero en
nombrar a extraños para que ocuparan los puestos de los gobiernos ya que este creían que
serían más imparciales, pero que iba directamente contra las constantes demandas populares
de que “los hijos del pueblo” o nativos ocuparan estos cargos. Los intereses individuales deben
verse en el contexto de la reacción serrana colectiva ante la centralización porfiriana; así como
la rebelión agraria, aunque muy dispersa era particularmente significativa en ciertas zonas, así
los movimientos serranos eran más vigorosos en aquellas regiones del país donde la
centralización era un suceso reciente, rápido y donde la oposición local era general e intensa y
no individual y silenciosa.

La extensión del gobierno central a través de los caciques impuestos por los protegidos de los
gobernadores estatales, fue un asunto lento y penoso: los serranos eran un pueblo rudo,
obstinado, hábil para manejar el Winchester y totalmente familiarizados con la guarida de sus
montañas. Los años anteriores a la revolución, las quejas contra los caciques como
Chávez,Baray y otros proliferaron y hubo estallidos de violencia. Estos caciquees eran muy
violentos,existía un nepotismo oficial, y alguno de estos personajes eran muy corruptos. En
1909 y 1910 luego de varios aumentos en los impuestos por parte de los caciques, hubieron
varias levantamientos e intentos de dinamitar la casa del jefe municipal, por ejemplo, en Villa
López. Éstos caciques empiezan a ser desplazados por políticos de los municipios que también
son tiranos. El occidente de Chihuahua (ejemplo claro de la rebelión serrana), al igual que
Morelos puede servir como modelo de la rebelión agraria. Estos movimientos también
compartieron ciertas características obvias. Su lejanía les dio una ventaja inmediata para hacer
la guerra de guerrillas: Orozco convirtió la sierra en una fortificación rebelde a fines de 1910,
Villa buscó refugio allí en 1915, los Arietta del occidente de Durango surgieron de las montañas
cerca de vasco Olguín en 1911, etc. Para dar un ejemplo de esto se puede decir que Juan
Francisco Lucas, el cacique de la sierra de Puebla, obligó a Madero, a Huerta y a Carranza a
doblegarse ante su autoridad local; los serranos de Oaxaca derrotaron a una serie de
expediciones que enviaron contra ellos desde la llanura, y estuvieron a punto de tomar la
ciudad de Oaxaca en 1912. Pero los movimientos serranos tenían los defectos de sus virtudes.
Su carácter era tal que las divisiones (geográficas) verticales tenían prioridad sobre las
divisiones (de clase) horizontales. Es probable que los factores raciales y económicos alterarán
la rivalidad política entre los serranos y la ciudad y el valle de Oaxaca, igual que las presiones
comerciales y fiscales que emanaban de la capital del Estado, alienaron a los serranos de
Chihuahua. Pero cualquiera que haya sido la combinación del dominio político y económico,
continúa existiendo el hecho de que éste se ejercía desde lejos y no creaba una división social
básica dentro de la comunidad serrana. En forma más general el logro de la autonomía política
local era un fin encimismo sin importancia agraria. Después de que expulsaban el jefe político y
a su grupo de protegidos( la rebelión lograba su meta, la villa podía dedicarse a vivir en una
soledad espléndida. Ésto tuvo importantes consecuencias para el curso y la composición social
de estas rebeliones serranas. En el norte la rebelión en Chihuahua brotó de su capullo Serrano
en 1912 de hecho revivió como el movimiento orozquista, y amenazó con llegar hasta la ciudad
de México en 1914. En contraste con los zapatistas y su firme adhesión al Plan de Ayala, los
villistas sólo deseaban “ir a la bola” y nada más. El villismo al igual que el orozquismo buscó el
apoyo de los campesinos para intentar el triunfo. El villismo y el orozquismo tuvieron una
importante base campesina, pero no fueron movimientos agrarios comprometidos. Por
consiguiente, Orozco y Villa carecían del principio guiador del agrarismo zapatista, y, como los
jefes serranos en general, más fácilmente se desviaban de sus ideas y concretaban alianzas

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dudosas que revela en la debilidad de las divisiones de clase horizontales en su convicción


política y de quienes los apoyan.

En ausencia de un conflicto grave y generalizado en el ámbito agrario, no hubo una reforma


agraria eficaz como la que se practicó en Morelos. Las haciendas abandonadas las trabajaron
los campesinos o los peones liberales, pero ésta no fue una política oficial Villista, más bien su
política oficial la dictó la conveniencia militar y el capricho individual. En general la justicia y los
favores revolucionarios (los empleos, las pensiones, las acepciones de ser perseguido, las
oportunidades de lucrar) se otorgaron de una manera personal, arbitraria y no ideológica: el
régimen Villista de 1913 a 1915 fue el bandolerismo social legal en grande. Impulsado por el
resentimiento popular contra la centralización porfiriano, los movimientos serranos del Norte
(el Orozquista y el Villista), no tuvieron la voluntad ni la capacidad para aprovechar las
ganancias que obtuvo la revolución en 1910-1911 y en 1913-1914, y pronto desaparecieron. El
agrismo zapatista, aunque derrotado en el campo de batalla, dejó su huella en Morelos, y, en
forma más general, en México; el movimiento Serrano en el norte dejó poco detrás de si,
excepto el mito deslumbrador de Pancho Villa. Debido a que sus metas eran locales y políticas,
fácilmente se veían infiltrados por los intereses extranjeros sin tomar en cuenta la ideología,
para proteger su patria chica. Los movimientos Serrano podían, si era necesario, ser tolerados;
y los mismos serranos estaban dispuestos a negociar, porque era casi lo único que podían
hacer. La otra característica clave de los movimientos serranos que se relaciona con su
composición interna, es que no pertenecían a clases definidas. Como movimientos dirigidos
contra una reducida camarilla de funcionarios locales, o contra la autoridad de un capital de
estado distante, podía movilizar a todas las comunidades, desde arriba hasta abajo de la escala
social. Por su oposición genuina a la centralización porfiriana, más tarde maderista, huertista y
carrancista no compartían el punto de vista de los liberales respetables, educados de la
ciudades. Los caciques como Lucas y de la Rocha, eran rudos pero eficaces, poco refinados, a
veces eran gente iletrada que vivía en regiones apartadas. En sus dos principales
encarnaciones: LA DEL MOVIMIENTO AGRARIO CLÁSICO Y LA REBELIÓN SERRANA AUTÓNOMA,
fue esencialmente rural, y básicamente campesinos, no sólo porque sus combatientes de línea
en su mayoría fueran campesinos (lo que era verdad), tampoco porque la mayoría de sus jefes
fueran campesinos (lo cual no era verdad), sino porque encarnaba la creencia antigua profunda
en los derechos y en los valores de las comunidades campesinas; derechos y valores que
habían sufrido un ataque constante desde la década de 1880. El análisis general de este
periodo se comprende mejor haciendo una división cuádruple: a) el viejo régimen (Diaz
Huerta), b) los civiles liberales (Madero), c) el movimiento popular) (Villa Zapata) y d) la síntesis
nacional (Carranza, Obregón, Calles).

El caudillo ha mostrado ser menos popular que el campesino entre los científicos sociales. El
CAUDILLAJE CLÁSICO que llena todos los requisitos de la definición, fue obvio en el México
independiente hasta la década de 1870, un periodo de inestabilidad cuando la fuerza era muy
apreciada, y la necesidad de algún tipo de apoyo popular (en especial el campesino) les daba a
los campesinos un campo limitado para abogar por sus propios intereses dentro del marco de
la política de los caudillos. El CAUDILLAJE MODERNO del porfiriato, se caracterizó por una
relación de poder más estable, institucionalizada que se basaba en el paternalismo y que se
nutría en la nueva riqueza generada por el desarrollo económico. Bajo este sistema de
dictadura “del orden y del progreso” disminuyó el uso individual de las fuerzas armadas, el
Estado afirmó su monopolio de la violencia, y los campesinos encontraron aún más limitado su

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acceso al poder político pero en 1910 se invirtió este proceso. En el contexto de la guerra civil y
la inestabilidad renovada, los campesinos recuperaron su poder para negociar, y el caudillaje
mexicano reincidió en el tipo clásico antiguo al surgir de nuevo las relaciones variables entre
los militares y sus protegidos. Es evidente que el caudillaje fue importante en la historia de
México en las dos generaciones siguientes a la independencia; es evidente que el porfiriato
tuvo fundamentos distintos y más estable políticamente, es obvio que la revolución de 1910 a
1920 presenció el retorno de algunas circunstancias del periodo 1854-1870 una violencia
política no menos endémica y un fortalecimiento táctico de los campesinos. Lo que le interesa
saber al autor es si la revolución de 1910-1920 con su jefatura, y las relaciones de jefatura con
los campesinos constituyeron un regreso al caudillaje clásico. El punto básico es que las
movilizaciones populares bajo la jefatura revolucionaria pudieron adoptar formas diferentes,
opuestas: que había, hablando ampliamente, dos tipos de relación de autoridad y de poder,
que pueden distinguirse analíticamente; y que, aunque ambas pueden entrar en la categoría
del caudillaje, sus diferencias y no sus similitudes deben subrayarse. Los radicales de la
pequeña burguesía llegaron a la cumbre del poder después de 1920, y crearon el caudillismo
revolucionario de esta década, la base del moderno Estado burgués mexicano. La revolución
popular, a pesar de todos sus esfuerzos heroicos, terminó en el bando de los perdedores: para
algunos más precisamente esto tiene el fatalismo de una tragedia griega: en ausencia de una
alianza proletario-campesina esto fue inevitable; para otros que podrían denominarse la
escuela del consenso revolucionario, la radicalización de los elementos populares de la
revolución burguesa o pequeña burguesa produjo importantes recompensas después de 1900
la historia tuvo un final feliz.

El villismo igual que el otozquismo se derivó esencialmente del movimiento popular en los
estados de Chihuahua y Durango predominadamente revolucionarias. Como el movimiento
popular en general, primero se distinguió en el invierno de 1910 -1911 y mostró ser un
enemigo rudo y duradero aún después de su desastre de la primavera de 1915. En los años
intermedios sufrió muchas vicisitudes. Después de contribuir al importante esfuerzo que
derrocó a Diaz, los serranos de Chihuahua se volvieron en contra de Madero en 1912, luego
atacaron a Huerta en 1913. aunque el orozquismo y el villismo eran enemigos mortales, tenían
antecedentes semejantes: quizás coincidían más en su base que lo que a veces se cree, y aún
después de haberlo arriesgado todo contra Huerta, las fuerzas orozquistas continuaron
revelando sus orígenes y sus compromisos plebeyos y populares. El villismo puede
considerarse descendiente directo de la rebelión de 1913-1914, en esa época el movimiento
logró una prodigiosa expansión a medida que las campañas contra Huerta obligaron a un
rápido aumento de la cantidad de tropas y de la organización. Esto, a su vez, atrajo a los
políticos civiles, liberales y conservadores (sinceros y oportunistas). Al establecer binomios
protectores protegidos armados que se dedicaban a la conquista violenta de riquezas y poder
este era un caudillaje clásico pero los vínculos que unían al movimiento popular también
pueden considerarse en términos weberianos como el producto de una autoridad básicamente
tradicional, y secundariamente carismática diferente de la autoridad racional legal. Los jefes
surgían del interior de las comunidades generalmente no eran campesinos, sino artesanos,
bandidos, “abogados de la aldea”, arrieros, que eran miembros de grupos familiares en la vida
de la aldea; no eran liberales citadinos ni figuras políticas bien conocidas. La lealtad que
obtenían a menudo se deriva de las relaciones personales, y muchos de los que eran
reclutados primero por el jefe, después eran sus ayudantes “el personal administrativo”, y
provenían de la familia y de sus compadres. Las guerrillas individuales se aferraban a su
identidad: eran la gente de una persona determinada, y si esta moría, ellos no servían bajo las

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órdenes de cualquiera que la reemplazara, tenía que ser un jefe en el que pudieran confiar,
quizás un pariente cercano; y si el jefe era desairado su gente consideraba esto un insulto
colectivo. Aún cuando comenzaron a formarse grandes ejércitos conglomerados, los
componentes individuales conservaban un compromiso local y personal, y su obediencia a una
autoridad central temporal no podía garantizarse. La autoridad carismática mientras dura su
inspiración no reconoce las limitaciones de las reglas ya sean tradicionales o legal racionales
pero puede combinarse con otras formas de autoridad. Éste fenómeno pudo verse en la
revolución en general, pero en especial en el norte donde la aldea comunal y la fuerza de la
tradición eran más débiles, y donde las victorias militares brillantes de 1910-1911 y 1913-1914
encumbraron a dos jefes carismáticos Pascual Orozco y Pancho Villa. El primero se convirtió en
una figura nacionalmente famosa en el lapso de unos cuantos meses durante la revolución
maderista en 1912. Orozco se apoderó del Estado de Chihuahua y empezó a avanzar hacia la
ciudad de México lo que hizo temblar las bases del régimen de Madero. Ahora con fracaso pero
dos años más tarde Villa llegó a la capital después de destruir en su camino al ejército de
Huerta. Villa también mostró tener carisma, este factor hizo que ganara sus batallas igual que
su dirección militar posteriormente hizo que la perdiera. En todo el país su nombre se convirtió
en algo mágico: era a fines de 1914 el hombre del momento, el esperado Salvador de la ciudad
de México, el centauro del Norte celebrado en todas partes. Después de un tiempo esto se
desvaneció completamente, pero reavivó años después y se terminó convirtiendo en un mito.
Lo mismo le pasó a Zapata cuyo carisma sirvió para unificar a la revolución suriana dentro de
Morelos y fuera de ese estado; los hombres siguieron a Zapata igual que a Villa y a los jefes
menores por cariño, por una estima personal genuina. Sin embargo, en Morelos el carisma
continuó estando firmemente subordinado a la autoridad tradicional de la sociedad aldeana;
en cambio, en el norte contribuyó a formar una organización militar más grandiosa, una
campaña más amplia, y a tener objetivos políticos más ambiciosos. A pesar de su gran
extensión geográfica el villismo conservó un carácter localista anti nacional de acuerdo con su
esencia popular tradicional. Sus más grandes victorias se registraron en su territorio natal, o
cerca de éste; después de pasar por ésta ciudad, a mediados del verano de 1914, la máquina
de guerra Villista comenzó a perder su empuje: su administración individual arbitraria no pudo
satisfacer las necesidades de las campañas militares.

Quedé en la página 71.

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